CUBA.
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CRONICAS DE LA GUERRA
POR
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JaSE MIRO.
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TOMO PRIMERO.
<LA C!MP!NA DE INV!SION)
~ SAKTIAGO DE CUBA
IMPRENTA DE "EL CUBA~O LIRRE"-SAX F~LIX, BAJ.\) 3.
IS99.
L
L.. \61:L.31.3
H~RVARD COLlEGE t1BRARY
FROM THE lIBRARY OF
JiAN iANCHi~ AIIREU
lEn 14.1818
Esta obra es propiedad dd autor y
nadie podrá reproducirla Bin BU
autorización.
Queda hecho el depósito que marca
la ley.
PRELIMINAR.
,o
~ A ma!/or park <1<' ,~t.. CRÓNICAS haN sUJn escritaR ,,n
lL ......'11,~"'"'i, p{ t('atro de los acon,tecimientos; algUnM, al pie tk ku
JWo>il.'.l'I.,>",.".. ~ ... fo.qatas del rimc, en la crudeza del invierno; otra.<;, al
abrigo del follaje de los caminos, durante los altos en [a.,
marchas; en ocasiones, abrie-ntkJ el fuego los pue.<;tos
a¡'auzados y sonando las últimas desCMgas de la re:frú'.ga.
Pudiera deci-r asimÍ8m{) que narraciones empezada.s d.c
tUL modo festivo, bajo la emoción de la victoria segura,
han terminado de otm manem muy diversa: enumerando los estrago,<; tk
l.a derrota. Al paso del caballo, sobre el muñón de la silla, al tiempo df;
acampar, al toque de prevención, con el arma requerida, ora viendo lo.<; .
flanqueos del enemigo, ora viéndole en retirada, de ese modo tan emocúmal
y rico en peripecias se han escrito porción de estos anaks que no ti~nr.n
otro mérito que el de la exactitud histórica, á pesar de la tropelía con
que .fueron trazados' muchos de ellos y de la vehemencia del narrador.
Viven, por fortuna, algunos compañeros de armas, hombres de honor
y desligados de compromisos políticos, que pueden atestiguar la veracidad
de estas declaraciones. En los tiempos q:ue corremos, de corrvpciót~ é
incredulidad sistemática, ¡Se halla uno tan eapuesto á no ser creído por
la sola fe de su testimonio!
El glorioso caudilU á cuya memoria augusta dedico estas página..<;,
)Iql Z( )V GoogIc
-IV-
sentía por ellas verdadera predilección. iCuánta~ reces se deleitó con
su lectura! Recuerdo que momentos antes de la catástrofe de Punta
Brat'u me rogó que le leyera el capítulo final de la campaña de invasi6.1
para agregarle algunas notas indispenscihles ó cc!aratorias, que desde
luego se han puesto en el manuscrito original, como última voluntad de
aquel grande hombre. Eran sus deseos que el libro se pUblicase tal y
como se hcihía escrito, simplemente con el caráder de DIARIO OFICIAL DE
LAS CAMPAÑAS DE MACEO, á fin de que conservara el scih(}r peculiar de
la narracWn y los episodios no perdieran el co"iorid(J propw al darles
embellecimiento literario. Y s-in embargo, al guerrero le e7JCfl'ntaban las
descripciones poéticas.
Como es consiguiente., esa forma primitiva ha sufrielo no pocas
alteraciones después de la tragedia de Punta Brava, en vil·tue! del _suceso
mismo que interrumpió para siempre el relato oficial de las acciones
famosas, -y por el desenlace inesperad(J de la guerra que ha hecho variar el
ntmoo de los acontecimientos, trastornando opiniones, ideales, caracteres,
el porvenir de la patria, y hasta la conciencia cubana. Ha sido, pues,
necesarW retocar muchos puntos, ampliarlos con notas y documentos de
imprescindible alegación, y agregarle además una parte preliminar de
que antes carecía: todo lo Telacionado con los preparativos de la campaña
invasora, razones de carácter m'ilitar y político que justijiccihan el
grandioso empeño, causas que motivaro-n la insurrección de Febrero,
sucesos memfJrables que precedieron á la jornada decisiva, todo lo que
co-ncierne al período más vibrlllnte de la revolución, el período primaveral,
por decirlo así, que nace y se desarrolla en Oriente. La obra no habrá
. ganado en méritos literarios, pero sí en interés hist6rico.
A 1 dar hoy á la publicidad el pri-m,er tomfJ de las crónicas de la
guerra, no alimento la vana pretensión de llenar ninguno de los altos
fines de la historia, ni aun bajo el aspecto limitado de narración de
hechos de un solo país y de una determinada época. Me propongo
únicamente dar á conocer los sucesos más importantes de la lucha
empeñada entre cubanos y españoles, en mi calidad de testigo presencial,
y no con el objeto de instruir á mis contemporáneos (lo que después de
todo sería muy laudable j, sino para que los verdaderos historiadores de
la Revolución tengan mañana una fuente legitima de donde sacar datos
-v-
cronoló.qicos, fechas exactas, nombres de lugares célebres y otros
accesorios, sin los c-uales no sería posible reconstruir el teatro de la
acción revolucionaria. Si alguna vez un hombre de genio se propone
hacer revivir las sombras del glorioso pasado para que despierte el
dormidp patriotismo, hallará en esros anales la colección de efemérides
que ,necesita para que surta efeero su móvil heroico.
Analizando de un modo general el carácter de esta puhlicación, su
valor intrínseco como documenro histórico, declaro previamente que el
relato será veraz, pero no imparcial-si por imparcialidad se entiende el
juicio de los hechos sin pasión de ningún linaje, SINE IRA ET STUDIO.
Para ello tendría que alejarme del ambiente que me rodea, sustraerme á
los lazos de amistad, á los sentimienros de admirMión y gratitud, á
otros vínculos no menos fuertes y sagrados, y dispersando de la
imaginación el tumulto de los recuerdos, que aún reflejan sobre mi alma
las huellas lu-minosas de la ruta triunfal, conve-rtirme en un escritor
extraiío por complero á los asunros de la \ narrac..ión, para deducir
enseñanzas más ó menos provechosas, cosa que, á ser posible, me
colocaría en una situMwn bien poco envidiable ante mis compañe-ros de
armas y ante mi propia conciencia. De mi pluma no han de sali,.
acusaciones personales contra los que hubiesen c01netido acros afrentosos
durante el período de la guerra, manchando su honor militar más que el
. buen nombre del ejército c-ubano; pero sin llevar· esta indulgencia hasta
el extremo de omitir, para no tener que condenarlas, las medidas de
. rigor que se aplicaron innecesariamente: la devastación por sistema, v. gr.,
y las represalias sangrientas, que jamás ?btuvieron mi aplauso por-
que nunca hallé su justificación en los procedimientos tenebrosos del
enemigo, por más que alguna vez me rocó presenciar semejantes horrores
y autorizarlos en virtud del cargo que edercía en la dirección de la
campaña. Por fortuna, los excesos' de l.Qs revolucionarios no llegan con
mucho á los crímenes del bando español que hicieron estremecer al
mundo civilizado por su magnitud y contumacia; y felizmente el caudillo
¿.".comparable que ha de ser la figura más vigorosa del cuadro desériptivo,
como lo fue de la jornada marcial, reunía á sus grandes dotes militares
la condición de hombre humanitario: es más, le tenía horror á la sangre
derramada fue-ra del campo de la lucha.
-v[--
De suerte que esta composición histórka no ostentará el seUo de un
pro('(~!:Jo bien sflStanciado, por faltarle uno de los dos at.,.ibutos esenciales:
la imparcialidad estricta. Pero ¿en. qué lihro humano, de esta categoría,
ha 1'esplandecido jamás en toda su punza la condición que tanto fj(~
n~comiem1a al historiador1 ¿Quién está exento de toda pasión al juz,qar
las acciones de los demás': ¿quién, á título de fiiJcal se-vero JI concienzudo,
condena su propia causa': ¿quién, al tra.mr el cuadro de una terrible
discordia entre dos pueblos, presfi1uh~ e/l absoluto de 8US simpatía.'!
personales, de sus opiniones política.s, de los 8elltimiellto,~ de patri-a:'1
1'eli,qión, y no se deja arrastrar por el vuelo "ápido de la8 ideas que U)
conducen, sin dar8e cuenta de la operación mental, á conclusione.'i
erróneas? Hi.storia de sucesos contemporáneos que 1'eú11a las do,'!
(:ondiciones de precepto, imparcialidad y veracidad, es tan difícil
encontrarla que en cualquiera que se cit-a.se en testimonio de lo contrario,
se hallarían en seguida sus páginas -impregnadas de pasión, la balanza de
la justicia inclinada casi s'iempre á uno de los bandos combatiente.s,
('m~forme al criterio político del escrito?, y á merced de sus partic-ulare.'!
opiniones. En tod<J prefa.cio se afirma el propósito de rendir tributo á
la -imparcialidad, pero á los primeros capítulos del texto histórico Si'
,.n'ela el apasionamiento del narrador. Raro personaje sería el que
c8CJ'ibiendo la crónica de una guerra civil, donde todo es tempestuoso y
agitado, culminase COm() juez recto é impasible', distribuyendo con
pelfecta equidad anatemas 'Y absoluc-iones. Concédaseme siquiera el
mérito de haber reconocido un ach-aque que, si bien común, ca-si uni1Jersa1,
muchos historiadores lo nie!/an, en beneficio propio, 'Y otr08 lo dis·imulan
con los prest~"ios del talento.
. Pero el curso de este relato dará á conorer al lector, ron precis¡'JIl .'1
claridad s¡,ificiente, los episodios más notables de la campaña, los choqu.e.<¡
casi diario¡,; con el enemigo, las cifras exactas de las bajas en las fila.'!
in..surrectas, las marchas incesantes, rudas y fatigosas al través d-f!
territorios ocupados literalmente por el ejército español, los hechos
glorwsos, las derrotas s-ufridas, triurifos y reveses; en una palabi-a, el
teatro de la guerra con sus ."ráficos pormenores, no así la descripción dfl
conjunto ni la impresión del cuadro ,qeneral en su grandioso _aspecto,
porque para llevar á cima una obra de tal ma,,,niturl se necesitan d011.('S
-VII-
privilegiados, numet¡ cremlor y una paleta rica en colores. Sdlo el getdo
pinta la imagen de un vasto h01'izonte ·iluminado por las descargas de la
tempestad. Llegaré á tmzat'-así al menos lo intent~e[ croquis de la
jornada invasm'o, a;qt'egámlole detalles descriptivos que aumentarán ('l
interés de la 'tarración; podré contar, en estilo más ó menos vigoroso,
todos los debates de las armas, conforme sucedieron; acertaré tal vez á
rept'oducir la visión SUtigrienta de l()s lugares recorridos bajo ('[ fiwor
de la batalla, ardiendo el bosque y cmi el cielo tenebt·oso, y no dudo que,
avivando de pasada alguna descripción de encuentros t('rribles (que ya
parecen hazañasfahulosas), logre conmover á los viejos camaradas de la
'invasión, en quienes no se apaga el fuego del patriotismo, aunque hayan
llisro agonizar el astro de la libertad y evaporarse la gloria de su.'J
proezas, en media del fúnebt'e desfile de la multitud, Nada de esto ha
de serme cosroso porque es simplement~) ¡¿na ampliación de lo que escribí
durante la ca'mpaña, pudiendo contm' además con el archivo del general
Maceo desde que (()m.ó el mando de las tropas orientales hasta su muerte;
te..'Joro de docu'!tlentos lIistóricos de subidísimo precio, y con el reC1~1'SO
de mi memoria., único dOn que no me escatimó la natumleza, á cuyas
firentes acudiré en demanda de labor. narrativa cuando no me hl brinden
eti cantidad suficiente ws moldes oficiales; de todas maneras me asiste la
Clipemnza de que esta obm tendrá la solidez de un relato ,'erídico. ]Je1'o
no caeré en la pretensión irrisoria de querer bosquejar el cuad'ro ,r¡eneral
de la conUenda en ninguna de sus dos manifestaciones esenciales:
revolución y debate militar; que plumas más elocuentes cometan semejantes
profanaciones, tantas veces itlic'iadas en [()s desbordamientos de lit orat01'ia
efectísta ó teatral. La formidable lucha del pueblo cubano, empeiiada
con temeridad sin (:jcmpla contra el poderío espafiol, revela en ('onJulIto
el homenaje de un valor innwnso ofrecido en aras del amor patrio y 1'('lÍ}/(~
los robusros caraderes de la acóón épica, mereciendo, pO'r lo tanto, (./
magnífico adorno de la epopeya si ha de ser inte·rpretada con el 1'1,'10 1' iI
majestad que reclama la elevaciót~ del asunto, su t'Q,<;to desarrollo /1 SUs
trágicas peripecias. Si para describir el campo de la polémim militar
se t-equiere una pluma sobria y vigorosa, aparte de los C01IOCilllir'utos
especiales que exige la índole de la composición, para el d;ama conlllo/"nfor
y grandioso se n('cesUa un bardo it7."'pimdí'''imo que fa1de ((,1110 Ih n;( ro
y se lamente C011W Byron. Cualquier otro medio de interpretación
falseará el carácter verdadero de la obra.
Hay que tener en cuentar-y sirva esto de aviso saludable á los que
intenten emprender el trabajo 'monumental de historiar la Revolución de
Cuba-que no bastará rf/erir los sucesos de la guerra con exactitud,
lenguaje adecuado y abundancia de pormenores, además de los estudios
indispensables sobre el carcícte1' de los combatientes, 't'irtudes y defectos
de los Principales caudillos, método."l que aplicaron, 1'esortes que morierotl,
y las diversas alternativas de la lucha Ctl U/lO Y otro bando; no será
suficiente tan ímproba y meritoria labor, aunque ella sea la historia cabal y
fehaciente de la encarnizada disputa de las armas. Habrá que pelletrar
más adentro del escenario y descorrer telones 'más lúgubres, si quieren
narrarse episodios de mayor interés dramático y jornadas ellleras que
atemorizan por su implacable adversidad. Habrá que trazar el cuadro
del hambre y el de la orfandad desnuda, el cuadro del heroísmo
silencioso, de las abnegaciones calladas, de los sufrimientos intimos; las
1Jáginas más negras de la pesadumbre: aquí, ceutenares defami/ias que
desaparecen en masa; allá, paisajes que cambian de aspecto 1Jor el raro
influjo de las emanacio-nes pestíferas que todo lo aniquüan como furioso
vendabal. El espectáculo de la desolación, no inaugurado por la sinfonía
belicosa ni traúkJ por ningún desastre atmosférico, sino obra exc1usira
de la guada;la feroz que al rematar la siega J¿umana esparció sus notas
fúnebres por el lugar castigado, haciendo imposible la vida y c01wirtiéndolo
en mansión de 6i,niestras memorias. Con todo, no bastarán estos lienzos
á rejl('jar el horror permanente de aquellas situaciones ¡soportadas por
patriotismo!, aunque se retraten con mano :magistral las escenas más
tenebrosas; detrás de ellos se alzan otros más sombríos, ó más considerables
en magnitud: los grandes estragos ep'idémicos, que jamás Uegarán á
conocerse en la enormidad de S/4 guarismo, 1Jorque hubo territorios en
que nin,r¡ún sér humano sobrevivió á la catástrofe, y no hay estadísticas
mortuorias. Sin embargo, las últimas defunciones dejaron una inscripci6n
bien elocuente: el osario sobre el campo ¡entregado lÍ la miseric01'dia de
nios! Tal vez la natumleza entonó el DE PROFF~DIS moviendo el follaje
del palmar.
Quien haya visto al ejb'cito de la caridad, en cuyas jilas militaba
-IX-
la Inzljer, diezmado lJ deshecho por el lzam1Jre; quien ha.'I(/' 1J~.,to hl
procesión luctuosa de espectros que recorría las Pn.wm.ada8 más ocultas
~n· pos de las huellas del noticiado desemlmrr:o, para lW hallar ni residuos
de! cO'mestibks, algunas veces ni la ruta qur. lltmó la tropa eX]Jedidonaria,
dl'-spués de una horrible pere.9rinación por montr..., y dl'.'Jfilad.eros; quien
haya visto á ·un padre enterrar á todos sus hUos al pie d(!l ho.qar de SU8
antiguas querencias, ahora sin lumbr'e .'1 siJ~ amor; á una lmuin! volversl!
lora !I bajo el delirio de la fiebre ca/Jar su propia .<wpultura por sa
(wtrecha la fosa común en que depositó los fruto.., de SU8 entraña.,; .'1 á la
niriez corriendo despavorida por el· lJOsque, clamando por u·na mmlO
('nrita·tiva que le diRra refugio sin oír más eco que el rumor de la
rnramizada batalla, otms veces el silencio ,qlacial d,! la naturalez(/' por
único socorro; al [{,do de la ambulancia cadavérica, el náufrago errantl:
que perdido el rumbo de la vida se dispO'n(! á morir en ru.alquier rincón;
aquí la desnudez, allá la enfermedad conta.qiosa, por toda.., lJarte.s el
- a.qotamiento, el dolor implacable, ¡la muerte nenr(!dora! ¡ah! no se ha
ofrecido jamás al amor patrio un homenaje más f.J"rd.,o, y preciso es .1J"
decirlo, sólo el que haya presenciaM tan hmTibhw esr:enas, 8Í1mdo un
ho-m·bre de claro talento, podrá rfproducir solJr(~ ,,1 libro la espantmi(l,
tragedia de la Revolución.
Mientras aguardamos al genio que nos trasmita la voz solemtw d,!
Cuba en estrofas robustas y vibrant(~s que i.'Jualm á lo.., sollozos del
inmenso funeral., preparemos nosotros el ter1'(mo á los verdadero..,
historiadores, dentro del alcance de nuestras facultades, para que la
posteridad admire los heroicos esfue/'zos del patl'iotismo cubano y conozca
l~ más deslumbrador Y,9101·io..,0 de la di...pu,fa al'mada: I.AH CAMPAÑAH
DE MACEO.
Santiago de Cuba, 10 de Octubre de 1899.
LA CAMP AN ADE INV ASIÓN I
( IS93)
LIBRO PRIMERO.
EN ORIENTE.
:I:.
NECESIDAD DE EXTENDER LA GUERRA.-
PREPARATIVOS DE LA CAMPARA.
L levantarse en armas los cubanos, por tercera vez
en una misma generación y cuando el país estaba
floreciente--circunstancias ~ue por sí solas justifican
el acto supremo de apelar a la rebelión, en calidad
de recurso forzoso, pero reitemble-no siguieron
otro método de hostilidad que el adoptado en casos
análogos por las bandas insurgentes de todos los
países: inquietar al enemigo; cada grupo sublevado
en su respectiva comarca; cada facción á su manera;
cada un cabecilla al frente de sus parciales. Todo
alzamiento popular reviste casi siempre un carácter desordenado,
maXlme si los primeros elementos de acción se reclutan entre lU8
masas campesinas y se elige la montaña pam teatro de la l\l,cha.
l:! ('l{()XI('AS m: LA GlTERRA.
Kadie pudo pen~ar f'lItollef'~, y ni aun de~pués de hallarse agru-
padas !lIS partidas ~Uf'ltas, b¡~jo la dirección de jefes más entendidos,
(lue el esfuerzo (le UII (;orto lIlÍmero de patriotas tan osados como
inquietos, tan tenH'rarios ('omo pohres en recursos militares, llegam á
n'velarse en aetos de un valor ¡;orprendente, de una eficacia maravillOlola,
('ontra la porfiada resolución de un adversario temihle, ducho en e¡.;ta
('lase de contiendas, hien organizado y mejor ahastecido; y aun meno:-
('olegir que al éxito de aquel conato heroico, pero localizado durante
alglÍn tiemlx), Imecdiera la explosión revolucionaria que culminó eH
los confines o('('identnlf's df' la I~la tras la gloriosa j<>mada de las
huestes invasoras: aquella estupen(L'l marcha de 360 leguas en 90 díalS,
<¡ue se inició á la dl'sfillllla y terminó al aire de carga de los escu:u1rone:-
nutridos y brio!'o!'; <¡Uf' dio principio 11 paso lento en las barrancas del
Cauto profundo, y fiTllllizú á galope vivo en los remates de la cordillera
ol'cidental, junto al faro (lf·l cabo San Antonio, porque allí el mar JlUllO
límites {i la audacia dI' Mm'eo.
Quien huhiesf' vatieinac10 hechos tan porteutosos al abrirse lll~
primeras· esenramuza8 !'ohre las cumbres de la Maestra; quien I'e
prodamara m('U8Iüero dt' nuevas tan extraordinarias, de acciones tan
heroi('as, de hazañutl tan inconcehihles, ó quien hubiese. trazado solln'
d mapa la ruta que podía seguir el intrépido caudillo orientlll
per8i~uiendo el ohjetivo de la invasión, quien m~í hubic8e discurrido
entre homhres expcrimenhulos en negocios de gnerra es seguro
que alcanza nota de telírico, equivalente á la de novicio en la profe8ión
de las armas. Alilí, por lo común, sucede cn lalO¡ grandc8 empresas
humanas; oro 8ean fruto !le! !lell'cuhrimiento científico, UTa del valor y
la pericia militar.
Pero precilolo es ya decir que la campaña de invasión obra file
línieamente dt' dos ilustn's soldados (Maximo Gómez y Antonio
Maceu), que coillci(lieron en el plan con perfecta identidad, tanto ('11
d orden de tiempo comu (~n la manero de ejecutarlo--¡rara y feliz
ulJlcurrencia trntáll(lo!'f' df' dos hombres excepcionules!-y juntos lt'
dieron desarrollo en el vasto teatro de la guerra, compartiendo lx)r
igual las múltiple8 y diaria!' ohligaciones derivadas de una empTf'~1
tan ardua como peligrosa. Si juntos compartieron los riesgos y
responsabilidades de la campaña, si el mérito de la iniciativa con f'l
más admirahle dl' la ejecución les corresponde por igual á los dos
(~ampeones, la filma, siendo justa, debe orlar con los laureles de IR
victoria las frentes de amllos caudillos, dejandoJeservado para el juicio
histórico distrihneión lnlís equitlltiva. Y como sucesos tan seiiaIll.(lus,
que mañana ~l('rán f'f('méridl'8 gloriosas de la Revolución, delJ('1I
LA CAMPA~A DE INVASIÓX. 13
grabnrse de un modo perenne para que h posteridad los conozca desde
~u origen. y las crónicas no incurran en anacronismo, oportuno es decir
ahora que las bases de la campaña se aprobaron el día 5 de Mayo, al
tiempo de abrazarse en tierras de Cuba libre los dOR caudillos de la
independencia, salvados poco menos que milagrosamente de los riesgos
del mar y de la persecución de las guerrilla~ españolas: fecha con doble
motivo memorahle (1). Pero ella trae tÍ. la mente un recu~rdo muy
doloroso: la muerte del insigne patriota José Martí, acaecida á los
pucos días de su presentación al ejército libertador, que, enardecido
por los acentos de su mágica palabra, lo aclamó frenéticamente
llnticipándole los sufragios para el más alto puesto de la ReptÍblica.
El destino le reservaba fin más glorioso en el campo de bltalla, donde
cayó cumo nn héro'e de la antigua Grecia: empuñando el arma y
arengando á los suyos. Así alcanzó la inmortalidad en los albores de
la Revolución, al trocar sus hábitos de apót.'ÍOl por las gallardías del
paladín: ¡último destello de su ejemplar y luminolm vida (2)!
Para el éxito definitivo de la contienda, era de interés capital
propagar el espíritu de la Revolnción á banderas desplegadas de uno
á otro confín del territorio cubano, con mayor altivez por las remotas
eomarcas que aun permanecían quietas, como sumidas en el letargo
(1) La entrevista se efectuó ('n el campamento de la Mejoraua (distrito de San Luis)
.lunde se hallaban reunidu ('así todas 1u fuerzu orientales, convocadas por Maceo al
asumir éste el mlUldo del departamento. .
(2) La muerte de Martf ocurrió el dia 19 de Mayo en el combate de Dos-Ri08,
"cnsionada por su valor temerario que lo arrutró fuera. de las líneu cubana8, desoyendo
las órdenes del geneml Gómez, (lomo puede verse por la siguiente carta ('uyo original
('onserva el Rutor de estas CRÓNICAS.
. Cuartel general de La Vuelta, 20 de Mayo de 1895.
AL CORONEL JosÉ MIRÓ y ARGENTER.
Entre doc.(l y una de la tarde de ayer, á una legua de este punto, he sostenido rudo
C'IlUlbate (1011 las fuerz88 de caballería al mando del general Bartolomé Masó, contra
c:"lumna enemiga de más de mil hombrea, de cabaJleria é infantería. El enemigo, sin podE'r
tOl1lllr nuestro campamento, se retiró dcstrozado, dejando dos prisioneros, algunas armas
y siete hombt'es muertos en el ('Ampo. " "
Por nuestra parte, la baaa aensible de José Maní, cnyo e&dáver no !'le pudo recoger,
pues en 11\ coufusión de la arremetida, debido á su valor temerario y á la fogosidad de su
('abaIlo, traspasó 108 }fmitos que la. prudencia aconsejaba defender. El Delegado, no
obstante c¡ue le di orden, ya cerca del enemigo, de que se quedara detrás, no quiso
obedecerla y siguió, separándose de mi lado. La gente novicia no me siguió en la carga.
sostenida, á pesar de mis esfuerzos por arrtltltrarla, y aunque fue deshecha BU fuerza de
vanguardia, su centro quedó entero, y fáeille fue nntrir sus fuegos, que no era posihle
apagarlos con los disparos mal dirigidos por nuestros jinete.B. NecclllLrio fne retirarse á
llistancia conveuieute y esperar; el enemigo no avanz6 y emprendió su retirada por caminos
"110 tí propóeito para ser pcrsC'guido por ('abanería.
EL GENERAL EN JEFE,
MÁXIMO GÓMEZ.
CRÓNICAS DE LA GUERUA.
colonial, sin duda porque allí la dominación española había echado
más hondas raíces que en Oriente, donde siempre la protesfa armada
halló eco y partidarios. En armonía con este radio de acción, extenso
y complicado, la guerra habría de organizarse con moldes nuevos,
desterrando la vieja rutina de los choques parciales sostenidos al
amparo del bosque; medios que son de aplicarse cuando se trata
únicamente de repeler la ofensiva del adversario, ó de prolongar la
rebelión en condiciones ventajosas, pero de efímero resultado si hay
que combatir contra un ejército animoso que puede reponer fácilmente
sus bajas y que no desconoce la especialidad de esta clase de luchas.
Error gravísimo ha sido en todo tiempo, y causa de no pocos
desnstres, la suposición de que el insurgente, aun antes de conocer lo
más elemental de la milicia, supera al soldado regular en capacidad
ofensiva, como si- la aptitud batalladora fuese innata en el hombre ó
vínculo solamente del sublevado.' Por fortuna, los caudillos que debían
imprimir sello adecuado á la nueva guerra y dirigirla por rumbos
espaciosos, no participaban de semejante teoría (que tuvo sus hados
en la ceguedad de las masas sublevadas, bajo el dominio de guerrilleros
inexpertos), sino que, admirando el valor proverbial del soldado
español, reconocían la utilidad de la instrucción militar y lo saludable
de la disciplina, corno buse's esenciales de todo organismo armado, y
nervio y sostén de los ejércitos. Por ellas habría de reglamentarse la
milicia cubana para que pudiera competir con las armas españolas en la
gran contienda que iba á emprenderse, la cual tomaría carácter de pugna
porfiada, con filllciones vivas, rápidas mutaciones y combinados enlaces;
era más indispensable, por lo tanto, la aplicación de aquellas reglas
útiles y fecundas, sin las cuales, ó infringidas tan sólo, se estreHarían
los esfuerzos del valor personal contra el firme dique de una oposición
bien dispuesta. Los hechos de mayor arrojo, los actos de mayor
intrepidez, ejecutados aisladamente, acreditanan el impulso ciego de
la fogosidad y el menosprecio de la vida; pero sin resolver ningún
designio de carácter general ó relacion.ado con el problema estratégico,
á cuya solución no pueden jamás contribuir las operaciones disgregadas.
Los choques violentos, las acometidas furiosas al arma blanca por
meros pelotones contra masas de infantería vomitando plomo por sus
cuatro frentes, enriquecerían las. páginas admirables del heroísmo
cubaI~o; pero, simples episodios, desligados de la acción principal, no
aarían desviar el curso de los sucesos en el grandioso escenario de la
disputa armada, que sólo podía ventilarse á la tremenda y al por
mayor. Hazañas que fueran trasunto vivo de la épica lucha de 1868,
agrandarían, del'lpués de la derrota, el monumento heroico consagrado
LA CAMPANA DE INVASIÓN. 15
por la devoción p'opular á los valientes que sucumbieron en aquella
famosa jornada, pero no levantarían jamás el obelisco de la victoria.
Para erigir el pedestal de la independencia sobre la tierra libertado,
era preciso que á las ofrendas del valor y á los sacrificios de la
abnegación, se uniera el esfuerzo metódico de las armas, la suma de
.todos los factores útiles que estuvieran al servicio de la patria,
fonnando un cuerpo vigoroso capaz de resistir las acometidas del
adversario y de rivalizar con él en marcialidad y consistencia. Extender
el radio de acción hasta donde fuese posible, llevar la discordia á todas
partes, guerrear, aquí y allá, lo mismo en territorio conocido que en
regiones nunca exploradas por el insurrecto: éste era el objetivo de la
campaña invasorn, plan muy audaz, temerario si se quiere, pero el
único que podía conducir las annas libertadorns al coronamiento
del ideal
Examinado el tema desde otro punto de vista, como medida de
previsión contra las corruptelas de la política que precipitaron en 1878
el triste desenlace de la Revolución de Yara, no era menos atendible el
propósito de invadir las provincias occidentales con las tropas animosas
de Oriente, aprovechando para ello el período febril del entusiasmo,
que siempre se manifiesta en los albores de toda jornada popular y
arrebata el corazón del soldado en alas de la gloria. La dolorosa
experiencia adquirida en la contienda de los diez años, mostraba al
desnudo que los génnenes de indisciplina revelados por primera vez en
las LagunaJJ de Varot¿a (1), así como la serie de intestinas discordias
que prepararon más tarde el vergonzoso pacto del Zanjón, si bien
nacieron de rivalidades surgidas entre personajes ambiciosos, aspirantes
á. la dictadura y tocados los más de un regionalismo funesto, hallaron
ambiente favorable en el ocio enervador de los campamentos, en la
inacción de las annas y en la quietud licenciosa de los cuarteles
generales: conjunto de miseriaS y desarreglos que minó por su base el
régimen interior de la República, trajo una situación abrumadora para
el corto número de fieles que seguían abrazados á la bandera de
Yara y ocasionó la muerte de la Revolución, cuyo cadáver recogió
lIartínez Campos para ganarse el título de Pacificador.
Aunque nada indicaba que pudieran reproducirse las tristes
escenas de aquel turbulento período, no eran, sin embargo, de olvidarse
los sabios avisos de la historia. No estando aun afinnada la Revolución
•
(1) El lugar donde Vicente Garcra al frente de SUB fuerzas drsronodó la autoridad
del gobierno de la República le~lmente constituido; hecho sedicioso qne abrió la seuda
de lu discordias en el campo revolucionario.
16 CRÓXICAS DE LA GUERRA.
por la fuerza de las annas, los riesgos de la adversidad podían colocar en
grave peligro su existencia. De sobra conocidos los agentes perniciosos
que perturbaron la doble unidad del organismo revolucionari(), no er:A
pueril ó vano temor apercibirse contra ellos, sino previslJfil y útil
medida; ni se hallara otra mñs adecuada al cas() ni mús fructuosa para
el empeño capital que el rudo ejercicio sobre el campo de batalla: la·
mutación incesante de lugares, el camhio de decoraciones y de
ambiente, las marchas forzadas por entre comarcas desconocidas, lejos
del terruño natal r de las afecciones del hogar; el arma siempre
requerida y el caballo siempre pronto.
Pur otra parte, los planes mismos del adversario, encall1illado~
Ú localizar la insurrección en el departamento oriental (planes que
diafil.llÍzó Martínez Campos á los pocos días de su llegada á Cuba),
indicaban claramente la ruta que debía utilizarse para ocasionar
grandes trastornus al gobiernu español, que cifraha todo su prestigio en
el mantenimiento del orden desde la línea divisoria de Camagüey hasta
el límite occidental de la Isla. Poner en ejecución lo que el bando
contrario trata de evitar, es lo procedente en esta clase de debates.
y si la jefatura del ejército españul tenía el propósito de reforzar las
fronteras de Poniente para que los osados levantinos no pudieran
franquearlas, estahleciendo algo así como un cordón sanitario entre la
región oriental y las demás provincias, romper ese cordón é invadir el
terreno sagrado, parecía lo más lógico y conducente para el logro de
nuestro objetivo. .
¡Qué se encerraba detrás de las fronteras orientales?; ~qué tesoros
se escondíanl; lqué Nuevo Mund{) se ocultaba alla Con efecto,
hl\bíll rico:i1 filones que explotar y campos feraces que defender, á
falta de mundos, de los cuales aquellas fronteras veníml á ser otras
columnas de Hércules con la célehre inscripción, á guisa de espantajo,
sobre la estacada de una trocha militar. Se encerraba allí la riqueza
azucarera del país, cuyas fuentes necesitaba cegar la Revolución porque
de ellas ohtenía pingües beneficios el gobierno opresor. La caña de
azúcar, con sus dulzuras y regalías, exprimida inicuamente con el
sudor del esclavo, fue auxiliar poderoso de la causa de España
durante la guerra de 1868 y aun contrihuyó á prolongar la contienda
cuando estaba .ya perdida para los cubanos, en atención á que el
\Jando esclavista y los funcionarios que administraban los bienes
embargados á los infidentes, se oponían al dec'reto de emancipacil~n
de los negros que habían roto las cadenas de la sen·idumbre yen
á engrosar las filas de la libertad. Era, pues, de rigor lógico q:
otro tanto sucediera en la nueva lucha por la independencia de Cut
LA CAMPANA DE INVASIÓN. 17
si por poquedad en' el esfuerzo revolucionario ó por fútiles miramientos
á los intereses materiales, se daba ocasión á que la zafra se realizara
sin hostilidad por parte de los rebeldes: cada trapiche se convertiría
en baluarte, cada colonia en destacamento avanzado, cada un central
en fortaleza invencible, y el gobierno español podría demostrar á la
faz del mundo que la insurrección de Cuba carecía de vigor, puesto
ilue las grandes industrias del país se consagraban tranquilamente á
las faenas de la molienda. El mismo gobierno de los Estados Unidos
veríase cohibido si alguna vez pensaba reconocer la beligerancia de
los insurrectos, en atención á que afluían al mercado de Nueva York
los frutos del territorio en guerra, como en los tiempos más bonancibles
y fructíferos. Sabido es que la producción azucarera había triplicado
después de la abolición de la esclavitud y que la zafra de 1895 ofrecía
las mejores perspectivas.
La Revolución de Febrero necesitaba afirmar su pujanza por
medio de hechos estruendosos que llevaran el pánico a las clases
productoras del país, reduciendo á pavesas la riqueza agrícola
vinculada e~, los grande~ ingenios; procedimiento eficaz de ala~a
y destrucclOn, y el mas adecuado para crear graves tra~torliós
económicos en todas las esferas mercantiles. Por lejano que estuviera
el desenlace, la Revolución tenía que poner en vigor las leyes penosas
é in1lexibles de la guerra, porque á los cubanos que daban su vida por
la felicidad futura de sus compatriotas, abandonando hacienda, familia
y bienestar, les asistía cabal derecho á que el país no correspondiera
con ingratitud á sus enormes sacrificios amparando ó sirviendo al
enemigo con el pago de los impuestos de guerra. Ni podía ser excusa
bastante la observancia de igual proceder para con los revolucionarios,
en consideración á que éstos no exigían más exacciones que las
estrictamente necesarias, y, siendo, como era, supremo esfuerzo para
conquistar la libertad. y la honra de Cuba, tenían perfecto derecho á
mantenerse del país en bien del cual se sacrificaban los patriotas.
. Con ánimo resuelto, decisión inquebrantable y deliberado
propósito de obtener por la violencia lo que por otros recursos jamás
había de lograrse de España, la guerra calamitosa llevaría sus pendones
hasta donde le fuera posible, devastando á su paso todo lo que sirviera
de utilidad al ejército enemigo, todo lo que proporcionara subsidios al
gobierno español ó diera fuerza moral á su bandera.
La Revolución afirmaría su pujanza entrando á saco las tierras
Occidente; siguiendo la ruta de un meteoro asolador.
18 CRÓNICAS DE LA GUERRA..
Pam. conducir á buen ténnino la campaña ele invasión,-vasta,.
difícil, y aun cabe decir temernria empresa, en que todas las ventajat:
estaban por los esp·.l.ñoles,--se contaba con el patriotí.~mo incomparable
de 1m! cuhano13 en anuas; pero la magnitud de la ohm de cuyo éxito
dependía el triunfo de la Revolución en plazo más ó menos remoto,
ó de lo contmrio un estancamiento peligroffisimo, exigía desde el punto
de vista militar una selección atinada de los componentes que habían
de constituir el núcleo principal del ejército invasor. Destinado á
un bregar ince&'l.nte por territorios no conocidos, á tener que
contrarrestar él solo todo el empuje de las falanges españolas, con
más la hostilidad del país que no aceptH.rn huenamente la mina
decretada por la República, era máxima elemental que con la calidad
del combatiente tenía que suplirse el exce80 numérico de las fuerzas
enemigas. Se necesitaban soldados aguerridos y hriosos, que se
batieron á pie lo mismo que á caballo; peones ágiles y robustos, que
fuesen á la vez jinetes impetuosos; cap.'lcidad ofensiva y vigor físico;
gente de guerra, en una palabra. No descuidó el general Maceo tan
importante negocio en medio del constante hatallar de aquella éIJ0C87
plles al pa...'ID que contendía diariamente con los españoles, ya en
campo raso, ya provocándolos al pie de sus trincheras, ya saliéndoles
al camino pam atacar sus convoyes, excogit~tha el personal idóneo
sohre el campo de la demostración real, que es el más adecuado para
un examen de aptitudes guerreras. Como en todo levantamiento
popular se enganchan hombres inquietos y de dudosa conducta que
forman más tarde la levadura del desorden, tratú el general Maceo
de utilizar esos elementos nocivos alejándolos del ambiente propio,
para emplearlos oportunamente en el servicio de las annas. "Todos
"aquellos--decía en las in8tmcciones reservadas que dictó al efecto--
"que por su conducta sospechosa ó desarreglada puedan ser agentes
"de perturbación, ingresarán indefectiblemente en "la columna
" expedicionaria. Me propongo con esta medida depurar las fuerzas
"que han de quedar aquí de un sedimento pernicioso y aprovecharlo
" por lejanas tierras, á las que pretendo llegar por tenaz· que sea la
"oposición del enemigo. AUa podrán ser útiles esos hombres, y
" quizás lograremos modificar su condición moral con el rudo ejercicio
" de las anuas." (1)
(1) Sobre estos particulares decía el general Gómez en una de sus cartas al gencral
Maceo; "He pensado mucho en José y creo que no habrá más remedio que dejarlo.
" Tenemos en Oriente, sobre todo en Bayamo y ManZI\nillo, mncho Jefecito que más
" tieIlI'n de c(.mercjantes que de guerrerOl~, y para omitir averiguaciones y expedientes,
Y"A CAMPARA DE INVASIÓN.
Entretanto el general Gómez, que á los pocos días de la muerte
de Martí .se dirigió al, territorio de Camagüey para encender el
combustible de la rebelión, llevaba la campaña con prodigiosa fortuna,
amedrentando á los españoles con la toma y destrucción de algun08
cuarteles bien defendidos, hechos ruidosos que acreditaron la intrepidez
del caudillo y el empuje y entusiasmo de las tropas cubanas. Una
vez cOll8olidada la revolución en Camagiiey y elegido el gobierno
de la República, de cuyo importante suceso se darán pormenores en
lugar más oportuno, disponíase Gómez á cruzar la línea fortificada de
Júcaro á Morón para emprender activas operaciones en las márgenes
del río Zaza,al frente de los patriotas villareños, equipados del todo
con la primera expedición de armas que arribó felizmente á las playas
de Cuba (1). El movimiento de avance iniciado por el jefe de las
fuerzas cubanas, tenía por objeto proteger el paso del cuerpo invasor
oriental al mando de Maceo y vigorizar el alzamiento de las Villas cou
repetidas funciones de guerra. Y diose ya el hecho,--de sobra
vaticinado por los cabecillas rebeldes,--de que mientras la jefatura
del ejército español aseguraba al gobierno de Madrid que el f()co
re.volucionario se extinguía en Orient.e, prendían las chispas del
incendio en el centro del país.
En la corta entrevista que celebraron Gómez y Maceo el día 5
de Mayo para concertar las bases de la campaña de invasión, se fijó
la fecha en que habría de inaugurarse, señalándose para ello el mes
de Octubre, á fin de aprovechar la temporada de la seca y sorprender
á los desprevenidos españoles de Occidente en las tareas de la zafra:
pero no se detenninó en dicha conferencia (porque no era posible
fijarlo con exactitud), el número de soldados orientales que se
necesitaba para el primer contingente, ni el cupo con que habrían de
contribuir los demás distritos, en el supuesto de que la Revolución se
afirmara en ellos, ni sobre otros puntos- interesantes se llegó á tomar
"será bueno que Vd. 108 meta en las filas del cuerpo invll.8or. Tudas 18.8 comarcas, y
" frjese mucho en eso, deben aprontar su contingente. Con e~te prucedimiento se facilita
" el modo de incorporar todos aquellos elementos que no nos inspiran confianza por su
" oonducta poco escrupulo88. Y finalmente, deja Vd. á José Mac('o con menos gente,
" pero depurada.
"A Juan MallÓ Parra no debe Vd. dejarln por detrás. !\le parece qne entre Rabí,
"Mir6 Y Guerra, todo el mundo subordinado á José, nos pueden guardar bien 1M
" espaldall. "-Estas indicaeiones las hacía el general Gómez en el mes de Agosto, estando
en Camagüey. El general Maeeo tuvo presente algunll.8, y desistió de otras.
(1) La expedici6n que oondujo el general Roloff en el mes de Julio de 1895, en la
que vinieron además los generales José M~ Rodríguez y Serafín 8ánehez, en eUYI) hecho nos
ocuparemos con la extensión debida al describir el panorama militar de la región central.
CRÓNICAS DE LA GUERRA.
acuerdo. Únicamente, al tratarse de la composición orgánica de la
columna, se resolvió que fuera míxta; de las dos armas, infantería y
caballeria, y ésta última debía ser más numerosa en atención tí la
mayor importancia de sus servicios y su empleo frecuente en 188
exploraciones tí larga distancia, además de 108 choques impetuosos, en
los que la caballeria habría de jugar papel principal
Próxima la hora de la partida, el general Maceo dispuso que el
contingente expedicionario fuese de 2.100 hombres, entre infantes y
jinetes; mas por falta de annamentos no pudo completarse esta cifra,
lo cual no fue obstáculo, ni con la concurrencia de otras circunstancias
desfavorables, para que el animoso caudillo oriental abriese la campaña
de invasión en la época fijada de antemano. En resumen; el único
preparativo serio fue IR resolución inquebrantable de extender la
guerra, de llevarla, en alas del valor y de la fe, hasta 18il ignoradas
regiones de Occidente: ¡empreSR gigantesca!
Olgitlzed byGoogle
:I:I.
LA CONSTITUCIÓN DE JIMAGUAYÚ.
mediados de Septiembre quedó constituído el gobierno
de la República con arreglo á los moldes trazados por
un previsor. y elevado criterio, que limitó en un
consejo ejecutivo todas las atribuciones legislativas y
administrativas, dando á la vez esfera de acción propia
al poder militar, á fin de que una trabazón demasiado
complicada entre los dos elementos no entorpeciera
el curso de las 0yeraciones, del que dependía no sólo
la estabilidad de gobierno, sino la vida misma de la
República cubana. Jamás en asamblea alguna de
representantes de un país para sentar las bases de su constitución
política sobre principios nuevos, presidió un espíritu más previsor que
en las sesiones celebradas en los históricos campos de Jimaguayú
por los delegados del pueblo cubano en armas, al votar el Código
fundamental de sus derechos civiles dentro de las anómalas circuns-
tancias de la guerra. Jóvenes en su mayor parte, pero con juicio
propio de la edad madura, y bien penetrados de la misión que allí les
congregara, dieron hermoso ejemplo de patriotismo activando los
debates, eliminando de ellos la polémica enojosa y apasionada, no
abriendo discusión sobre los incidentes abrumadores que tanto
perturban el tema principal en los parlamentos latinos, y yendo al
remate de la obra con la prontitud que exigía el mandato popular:
22 LA CAMPARA DE INVASIÓS.
obra, pues, meritoria, como frut{) de puras intenciones, que será en
todo tiempo simpática á cuantos hayan sentido la devoción del ideal
durante aquel hermofllo período del entusiasmo exaltado y de la fe
ardiente, en que se evocaban los mllnes de los héroes de la
independencia para emular con sus virtudes y como ellos ofrendarse
en aras del deher.
Podrá la crítica escrupulosa hallar lunares de bulto en el texto
de la Constitución de Jimaguayú y las opiniones dividirse respecto á
la bondad de su doctrina, estimándola incompleta y en desacuerdo
con los principios democráticos por no haber concurrido á ella la
institución de las cá.maras populares, complemento del régimen
cOllstitucional; pero, eso aparte, que ni siquiera fue materia de discusión
en dicha asamblea, quedará inalterable el sello revolucionario en el acta
de Jimaguayú, estampado con resolución varonil por los representantes
de Cuba libre. Del espíritu ingenuo que guió á esos hombres, de
la rectitud de sus propósitos y de su ferviente entusiasmo, pueden
dar muestra las 8iguientes frases que figuran en el preliminar .del
documento:
"La Revolución por la independencia de Cuba, en su nuevo
"período de guerra, iniciado el 24 de Febrero último, solemnemeJ}.te
"declara la separación de Cuba de la monarquía española, y su
" institución como Estado libre é independiente, con el nombre de
"REPÚBLICA DE CUBA, Y confirma su existencia entre las divisiones
" políticas de la Tierra. Y en su nombre y por delegación especial
" que al efecto les han conferido los cubanos en armas, dec16rando
" previamente ante la patria la pureza de sus pensamientos, libres de
" violencia, de iras ó de prevenciones, y sólo inspirados en el propósito
" de interpretar en bien de Cuba los votos·populares para la institución
"del gobierno provisional de la República, los representantes de la
"Revolución, en Asamblea constituyente, han pactado ante Cuba y
"el mundo, con la fe de su honor empeñado en el cumplimiento, los
"SIgUIentes
.. , 1os. _____"
artícu . .
Por ~l primero se declaraba que el gobierno supremo de la
República residiría en un Consejo compuesto de un presidente, de un
vice-presidente y de cuatro secretarios para el despacho de los asuntos
de Guerra, del Interior, de Relaciones Exteriores y de Hacienda, cuyas
atribuciones se determinaban en los artículos sucesivos. Correspondía
al Consejo dictar todas las disposiciones relativas á la vida civil y
po~tica; imponer y percibir contribuciones, emitir papel moneda, &~;
conceder patentes de corso, levantar tropas y mantenerlas; someter á
los tribunales al presidente y demás miembros del Consejo, si fueren
CRÓ~ICAS DE LA GUERRA. 23
acusados, y deponerlos por causa justificad~; y organizar el Poder
judicial, el que obraría con entera independencia. Por. otros artículos
se declaraba que las fuerzas armadas de la República y la dirección de
las operaciones estarían bajo el mando y autoridad del General en
Jefe, no pudiendo intervenir el Consejo de Gobierno en lo.s asuntos
militares á menos que no fuese absolutamente necesario para la
realización de altos fines políticos. La Constitución regiría durante
dos años, á contar desde la fecha de su promulgación, si antes no
terminaba la guerra, y cumplido dicho plazo se convocaría nueva
asamblea de representantes, la que podría modificarla, aunque sin
alteror lo esencial, esto es, 1"1. independencia absoluta de Cuba. Tal
es, en síntesis, la Constitución de 1895, que subsistió inalterable
hasta el mes de Septiembre de 1897, en que la nueva asamblea de
representantes la modificó en parte, aunque sin agregarle el adorno del
parlamento; omisión que no echaron tan de menos los descontentadizos.
La llresidencia del Consejo de Gobierno recayó en el ciudadano
Salvador Cisneros, integérrimo patriota que había desempeñado el
primer puesto de la República en la guerra de los diez años; y la vice
presidencia la obtuvo el benemérito patricio Bartolomé Masó. Paro
la Secretaría de la Guerra fue designado el genernl Roloff, veterano
conocido; para la de Hacienda, el Ldo. Severo Pina; para la del Interior,
el doctor Santiago García Cañizares, y la de Relaciones Exteriores,
cartera la más importante en aquel período, la obtuvo el joven abogado
Rafael Portuondo. La asamblea proveyó también los puestos de
General en Jefe y de Lugarteniente, siendo designados por aclamación
Máximo Gómez y Antonio Maceo; y el de Delegado del partido
revolucionario, vacante por la muerte de Martí, que recayó en el
íntegro patriota Tomás Estrada, personalidades bien conocidas desde
la guerra anterior, y cuya elección mereció el aplauso de todo el pueblo
cubano al promulgarse "el acta de la Asamblea constituyente.
Los trabajos preparatorios para la organización del régimen
político los inició el general Maceo después de la muerte de Martí,
ya que era preciso que alguien tomara la iniciativa en negocio de tanto
interés público, que no pocos creían paralizado indefinidamente por
virtud del lamentable suceso ocurrido en la acción de Dos RIOS.
Hallándose Maceo en Vijarú (Holguín), donde se recibió la noticia
del doloroso acaecimiento, invitó á varios jefes y oficiales allí presentes
para que emitieran su parecer sobre el sistema de gobierno que, á
juicio de cada uno, mejor respondiera al estado de la Revolución:
se reunieron en junta el general de brigada Luís de Feria, los coroneles
Manduley y Miró, los oficiales Sánchez, Corona, Palacios y Maspóns,
24 LA CAMPARA DE INVASIÓN.
y los abogados Portuondo y Salcedo, los seis últimos pertenecientes
al Estado Mayor del general Maceo. Salvo alguna que otra diferencia
secundaria, unánime fue la opinión de que el Poder Ejecutivo debía
de residir en un Directorio compuesto de pocos miembros y con
atribuciones legislativas, evitándose de ese modo que el devorador
parlamentarismo obstruyera la acción gubernamental, como desgra-
ciadamente aconteció en la guerra de los diez años. Unánime fue
también el pensamiento de otorgar á la dirección del Ejército la mayor
suma de facultades compatibles con las instituciones de la República,
con lo cual se quitaría toda ocasión de rozamientos entre los fun-.
cionarios de uno y otro orden y se haría inexcusable la responsabilidad
del poder militar. Aquella Cámara turbulenta y facciosa que se
alimentó de pequeñas intrigas, y que consumó la más grande de las
iniquidades derribando de su alto puesto al glorioso caudillo de
Yara, no podía tener cabida entre los revolucionarios de 1895, bien
aleccionados en la historia ejemplar de las disensiones políticas que
produjeron el fermento de las Lagunas de Varona y cavaron la negra
sima del Zanjón.
La juiciosa doctrina sustentada por el parlamento de Vijaní,
prevaleció más tarde en la Asamblea constituyente
J:J:J:.
EL PRO)¡U~CIAMlE~TO DE¡"EBRERO.-OJEADA RESTROSPECTIV A.
-PANORAMA DE LA INSURRECCION. .
DE el movimiento de Febrero carecía de recursos
.. materiales es cosa innegable. Los preparativos no
~~~~ pudieron disponerse con el desembarazo que exigía
una empresa de tal magnitud. Dificil y accidentado
. como fue el período de la conspiración, tanto en el país
como en el exterior, los comienzos de la lucha armada
tenían que adolecer de esa falta de preparación, de lo
defectuoso de la trama, en ocasiones interrumpida por
. los mismos laborantes, desbaratada en otras por el
;suspicaz adversario, siempre sujeta á crisis peligrosísimas. Los
.conjurados de la Isla no abundaban en recursos pecunarios, y de
continuo bajo la vigilancia de la policía, denunciados y perseguidos
incesantemente, no les fue posible adquirir lo que es tan indispensable
cuando de la propaganda se pasa á la acción ejecutiva; á saber: fusiles
y cartuchos. El mismo Martí, á feBar de sus excepcionales aptitudes,
no tuvo la suerte de hacer llegar a las playas de Cuba ningún alijo de
armas, y sabido es de todos el funesto resultado que alcanzó el acto
de intrepidez del joven Loynaz, denunciado á las autoridades españolas
al poner el pie en Puerto Príncipe. Después, el fracaso de la
expedición organizada por Martí en la Fernandina ya en vísperas del
pronunciamiento; hecho, sin embargo, que dio solución á la crisis,
porque exasperados los ánimos de algunos conspiradores ante la
inesperada ocurrencia y resueltos á lanzarse al campo de cualquier
CRÚNICAS DE' LA GUERRA.
modo, tul actitud decidió al Directorio centrol de la Habana á fijar er
plazo de un meió! para el alzamiento, sin otros treguas ni más:
dilaciones. Acaecían estos snceS08 en la segunda q\lincena de Enero,.
y cumo es sabido, la Revolución estalló el 24 de Febrero; aunque
sobre esto último conviene hacer algunas ac1arnciones, puesto que
hu circulado desde aquella sazón, y ¡lOr nadie ha sido reetificad()
ha~ta ahora, el error histórico de que e pronunciamiento armado se
inició en Baire, originándose de ahí la l)artida bautismal de la
Hevolución inscrita por los españoles con el nombre de el grit{) de
Baire, como en 1868 se dijo el grit{) de Yara. No es exacto lo
primero, pues cuando los de Haire se alzaron el 24 de Febrero, ya en
dil'ltintas comarcas de la provincia andaba la gente sublevada: de
Kantiago de Cuba (la ciudad) había salido Guillermo Moneada con
hilen número de adeptos; de Manzanillo, Bartolomé Masó con todos
lill'l conjurados; de Holguín, los hermanos Sartorio; por el Cobre y
por Guantánamo y por Barocoa se movían lUB partidas capitaneadas
por Garzón, Bandera, Pérez, Goulet, Hrooks y otros jefes, y el
g'ohiemo español había reprimido la sublevación en variós puntos de
()c:cidente, ahogándola en Ibarrá.
La mayor resonancia que nleanzó el ~ucel'iO de Buire debe
atribuirse al concnrso de la multitud, umotinuda en medio de una
diversión lllíblica por los hombres más influyentes del lugar, como
Hahí, Salcedo y 1m; hennanos Lora, y al reclutamiento que allí se llevó
¡\ cilho durante algunos días sin ser objeto de hostilidad por parle
(le los c8pañoles, que, mÍls copfiados de la cuenta en aquella ocasión,
aeariciahan el propósito de reducir á los suhlevados ofreciéndoles
arreglar la Municipalidad de Jiguaní, y otras sandeces por el estilo. Pero
(·:o;tá demostrado el hecho de que dos días antes, ósea el 22 de Febrero,
la gente comprometida de otros lugares estaba ya en el campo en
virtud del aviso telegráfico que comunicó desde la capital el jefe
n'(~llIlOcido de la conspiración (.Juan Gualberto Gómez), aviso que
:O;t' recihió oportunamente en Manzanillo y gracias al cual no fueron
t'Ilear('e]l\do~ los individuos que componían el comité revolucionario
(1). Eu autos el general Calleja de ]0 que ocuma el 22, por informes
('()l1fidt~l1cialt'K que le fueron trnnsmitidos desde Santiago de Cuba y de
(1) El telegrama decía lUlí: "Bubana, 22 F('hTf'TO 9i}-9-40 maftalla.-A Celedunil'
.. nodríglll'z--MlIllzanillo--Diga director Liberc(l publique artículu recomendando domingo
":!4 ~ill falta-Mc(rtfnez." (PReudónimo de Gtilllez).
El director de El Liberal era el autor de ellta8 CRÓNICAS.
El corolll'l Cpledollio Rodríguez ('R1\nll dt, lo!' humhres (IU('IllIÍl! efh'azmente contribuyó
al alZlI\IIil'nto d!' ]<'ebrl'w: fuI' IIna d(' las ('olumnll" Huís sólida" I'n Ori(·lItl,.
LA CAMPANA DE INVASIÓN.
otros parajes, ordenó á las uutüridades de Manzanillo que prendieran
-á los más significados en la conspiracióIi,cuyo$ nombres desig-nú en
el despacho telegráfico. Es de suponer que igu~ medida adoptura
con respecto á las demás poblacione8 de Oriente donde existían fiwos
de conspiración (1). .
Era, pues, cqbeza de la conjuración en la !slael citado Gómcz,
periodista de nota, hombre de gran influjo y patriota integérrimo,
á quien estahan subordhlados los demás centros de propaganda
separatista, en número considerable po.c0 wItes de estallar la rebelión,
pero con escasos arbitrios de guerra por la carencia de fondotoi,
allegados los más por medio de suscripciones de poca cuantía y casi
mendigantes. A su vez el Directorio de la Isla recibía instrucciones
de la Delegación revolucionaria establecida en Nueva York, cnyOtl
trabajos no correspondían en frutos á la actividad y solícito auhelo Q.t'
los labo~antes emigrados, porque todo.te~lía que.hacerse P?r cueshlciún
voluntana entre hombres de gran patrIotIsmo, dIspuestos a los mayore¡;
sacrificios, pero sin lmís fi}rtuna que el módico salario que le¡o;
proporcionaba su profesión. Así no era de extrañar la tardanza del
suceso esperado por los patriotas con ansiosa inquietud; las peripecial.ol
y accidentes que le hicieran fracasar en cien ocasiones distinta.... : por
ello el fenecimiento de muchas esperanzas y las voces de júbilo que
lanzaban á concierto los bandos contrarios (autonomistas é integristas),
cada vez que se frustraba algún plan de la conspiración, que agonizaha
algtín empeño costoso, ó se oía el rumor de los tristes enfrente de
alguna ocurrencia desgraciada. Todo fue malaventura durante largo
tiempo; expatriación de hombres, de ilusiones y de esperanZaR, como
(1) El telegrama de Calleja Ilufrió una. demora en 111. estación de Dayalllo y hl\.~ta el
23 no lo recibieron las autoridades de Manzanillo, cuando ya so hallaban fuera los mw.
comprometidos. Sin embargo, el comandante militar de Bayamo tenfa conocimiento del
8U06S0 á las 8 de la noche del 22; del mismo modo que 1all autoridades de Holgurn y dtlllde
luego las de Santiago de Cuba. El v,rimoro situó emboscadas en las cercanfllll de Da/amo
para. coger á Miró, "vivo ó muerto,' porque así se 10 ordenaba Calleja; pero Miro hizo
noche en BarranCl88 y dio la. orden para el levantamiento de Veguita.B á Esteban Tamayo y
otros revolucionarios. En la documentación de los puestos de la Guardia Civil que co~ieron
las partidas inllUrrecta.B, hemos visto los partes teleCónicos que el jeCe de la cabecem
tl'88mitía. á SUl subordinados, ordenándoles que ejercieran la. mayor vigilancia, por tenerse
noticias de que iba á estallar un movimiento insurrecciona! antes del 24. -
El general Lachambre, el presidente de la Audiencia~'y el jeCe de la Guardia Civil de
Santiago de Cuba, comnnicaron al general Calleja. el dfa 22 qne era inminente la rebelión
en el departamento oriental. ·80lamente el gobernador civil Enriqne Capriles confiaba en
el éxito de lllll comisiones reformistas y autonomistas cerca de los sublevados.
Un importante personaje del partido autonomista. reveló al general Calleja quo tenía
~mprado al práctico qne había de guiar á Manuel García hasta el campo de Ibarra; sicmdo
ello causa del descalabro que sufrió la insurrección en Matanzas.
CR6NICAS DE LA GUEBRA.
fli los hados de la maldad se.complacieran en la suerte infeliz. del
lahrantío, enviándole azote tras awte que bormoon las huellas del
trabajo iniciado y dispersaban por 'el aire las semillas del fmto. Por
cosa maravillosa ha de tenerse, por caBO providencial J el advenimiento
de La Revolución bajo tales signoll de infortunio, aun subsistentes
después de nacida, porque entonces fue objeto de mayores oprobios y
hlanco en el cual asestaron los dardos de la injuria los partidos
opnestm~, especialmente la Central autonomista que desplegó las galas
del vituperio en un menRaje dirigido al país, documento en el que se
calificaba la insurrección de obra nefanda y criminosa, amasada con los
odios de razas inferiores, sedientas de venganza, y con la complicidad
de gente aventurera y bandidos de profesión! A juzgar por dicho
manifiesto la insurrección tenía por único credo la fórmula horrenda
del anarquismo y por única ley el pillaje á mano armada. No fue
poca fortuna que lograra escapar sin mella con la doble oposición de
la tuerza pública y de los bandos políticos, que se concertaron furiosos
¡mra exterminarla.
Pasó la con8piraciún por diferentes filSes desde su origen, cada
llna con su crisis propia, aunque todas semejantes en infortunios.
Desde 1884 en que volvieron á organizarse los trabajos'del separatismo,
intermmpidos durante un lapso de cinco años, ningún empeño formal
!'e llevó a cabo con éxito, y bien puede decirse que larga serie de
intentonas que se promovieron en ese último período, no son más que
una triste enumeración de desastres. Primero fracasó Maceo, al frente
de una expedición organizada en Jamaica; fracasó Crombet en análogas
condiciones; fracasaron Bonachea y Limbano Sánchez, pagando
ambos con la vida su temerario arrojo; volvió á fracasar Maceo estando
ya en Cuba y todo preparado para el alzamiento; otras intentonas
sucesivas obtuvieron la suerte común, é indudablemente que habría
fracasado la Revolución de Febrero si el hechizo reformista no hubiera
puesto turbia la inteligencia del general Calleja. Porque es cuestión
dilucidada que dicho gobernante pudo evitar el golpe con sólo poner
á recaudo á los más significados en la conspiración, suspendiendo ó no
las garantías constitucionales. Infiérese de estos datos que el general
Calleja tenía los hilos de la trama y que desperdició el momento
oportuno de cortarlos, lo cual no es mera deducción del silogismoJ sino
un hecho patente, comprobado por las autoridades españolas, y por
los mismos labomntes que ofrecieron testimonio irrecusable de la
LA CAMPANA DE INVASIÓN. 29
conjuración, jugando las más de las veces á cartas vistas. Y hay
que atribuir su falta de resolución á los achaques de la política menuda
que imperaba en las altas esferas de palacio, y á la sugestión que
ejercían sobre el ánimo de la primera autoridad los hombres conspicuos
del partido reformista, aliados con los prominentes de la Central
autonomista, asegurándole de mancomún que el país no respondería
á ninguna intentona revolucionaria, anheloso como se hallaba de "paz
moral," de sosiego y de libertad bien entendida; beneficios que sólo
podían obtenerse con la implantación de las refonnas. En pugna
abierta con los integristas indomables (pugna que tenía trazas de
altercado personal, cada vez más vivo y furioso), el gobernante llegó
á creer en el infundio conservador-separatista, arreglado burdamente
por sus consejeros áulicos, quienes, con cuatro frases sacramentales
conjuraban la nube negra de la tonnenta, ó solían achacarla á las
diabluras de la reacción. Dejábase el señor Calleja guiar por tales
consejeros y á sus artes se mostraba dócil, porque en realidad le
espantaba la sola idea de una rebelión durante el período de su mando,
previendo el tole, tole que le annarían sus implacables y poderosos
enemigos, los españoles netos, que le miraban peor que á Dulce los
realistas de antaño.
Las vacilaciones, pues, del general Calleja en los momentos más
críticos, dieron paso franco á la corriente revolucionaria, y está fuera
de todo razonable discurso atribuirlo á influencias incontrastables de
la opinión, porque éstas existían desde mucho antes, juntamente con
las causas que motivaron la protesta annada, y sin embargo, cada vez
que se intentó encender el combustible fue apagada la llama á los
primeros conatos. Inevitable era la Revolución, é inevitable para
España la ruina de su imperio colonial, dado lo incorregible de sus
procedimientos, lo inveterado de sus abusos, lo execrable y contumaz
de su régimen político; mas no debe afirmarse que hubiese llegado
"la hom de la revolución en el reloj de los tiempos" (á menos que
no se pretenda explicar con alegorías lo que tiene cabal y exacta
definición en el lenguaje llano), puesto que las agujas de ese inmenso
horario marcaban siempre el mismo estado de cosas; empero no sonaba
el toque de rebato.
Levantáronse en annas los conspiradores, haciéndolo algunos con
el rifle y pertrechos que de su propio peculio habían adquirido dentro
de los pueblos, antes de darse la consigna para la rebelión; pero los más
30 CRÓNICAS DE LA GUERRA.
de ellos tuvieron que equiparse á brazo partido con los delltacamento~
españoles. Afortunadamente las fincas rústicas y las tiendas y caseríos
rurales contaban con armas de fuego para su defensa, y ese fue el
arsenal que surtió en mayor escala á las partidas insurrectas que
corrían tropelosas por las riberas. del Cauto, dando calor y vida robusta
al pronunciamiento.
i Hermoso y animado panorama el de nuestras campiñas 81
. resplandecer los albores de la Revolución! Donde quiera se veían
grupos de campesinos á caballo; salían del fondo del bosque, de la
llanura limpia, de lo alto de la sierra, de la cuenca del río, convocados
no se sabe por quién, ni por qué pregones: acudían, sin embargo, al
llamamiento de la patria, aviados del todo, en són de guerra. El
sitiero dejaba su estancia, el veguero sus posturas, el labrador SUR
utensilios de trabajo: todo el mundo abandonaba la faena á medio
hacer. Cuba necesitaba de sus bmzos, y allí estaban ellos: la labor
del campo, las atenciones de la hacienda, los cuidados de la familia
nada importaban: ¡primero era la patria! Hoy que se contempla el
cuadro á través de un velo de melancolía, aparece más grande aún la
figura del campesino en los momentos de soltar los aperos de labor
para trocarlos por las armas de combate, sorprendido en sus tareas por
la mágica voz de Yara, ¡la profética audición de la leyenda oriental!
i Oh, héroe anónimo de todas las batallas por la libertad, olvidado en
el palenque de las disputas políticas donde se gastan los hombres y se
derrumban los más sólidos caracteres al estrago de las pasiones! tú,
soldado raso, á quien se deben todos los trofeos gloriosos que engalanan
el monumento triunfal; tú, campesino humilde, orlado un día con las
insignias del guerrero, que vuelves inválido al sitio de tus querencias
y no hallas tierra labrada, ni amor, ni corazones en que depositar tus
cuitas, porque todo se lo llevó' el huracán devastador de la guerra; á
ti, infeliz ahora, á ti se debe la victoria, no á los cañones extranjeros,
porque sin tu santo fervor, sin tu fe ciega, sin tu abnegación sublime,
la Revolución hubiera muerto al nacer, y Cuba seguiría esclavizada.
Quizás por tu solo é incondicional esfuerzo hoy ondearía la bandera
tricolor, la bandera que tremolaron los Céspedes, los Agramontes y
los Maceos, sin la sombra protectora que sobre ella traza el arrogante
pabellón norteamericano.
Gracias á la pasmosa actividad que desplegaron algunos jefes
aguerridos, pronto las partidas sueltas que recorrían el territorio sin
objetivo determinado, se hallaron agrupadas en unidades tácticas, bajo
el tipo del escuadrón y de la compañía; de tal suerte, que los generales
Gómez y Maceo, al darse cita en el campamento de la Mejornna,
LA CAMPARA DE I~YA8ION. 31
pudieron revistnr en correcta formación dos mil hombres aguerridos
y perfectamente equipados, y una buena reserva de reclutas que
esperaban la ocasión de arrebatar un Maüsser al enemigo para ganarse
el diploma de soldados veteranos. Los trabajos de organización que
iniciaron los jefes locales en sus respectivas zonas, contribuyeron á la
ubra definitiva de la misma, que acometió con celo infatigable el
animoso caudillo oriental al tomar el mando del ejército: si ella no
alcanzó ni entonces ni de8pués el grado de perfección que pudo dársele
('on sólo simplificar algo más RU estructura, debido fue á razones ajenas
en }larte á la militia, eu)"a eXj1lifl1ción hallará la 8ana crítica en la
('onfllSR aglomeración de tantos factores heterogéneos como concurren
eJl todo.1evlUltamiento, los cuales difícilmente hallan acomodo dentro
de los estrictos moldes del organismo militar.
AlIado de oficiales expertos y animosos, la gente joven aprendió
la instrucción en los combat.es de los Negros, el 1guanábano, la
Yuruguana, Paso del Muerto, Ramón de las Yaguas, los Moscones, la
Breñosa, el Jobito, Sao del Indio, y en el más célebre de Peralejo,
(lisputando la victoria á las aguerridas tropas españolas, no obstante la
superioridad de sus armas J de su disciplina ejemplar. Debido á estos
y otros hechos gloriosos, la Revolución tomó grande incremento
entonces, y ya en el mes de J ulio (después de Peralejo) constituía
fimnidable, amenaza contra la soberanía de España.
Los dos primeros caudillos de la Revolución en el departnmento
oriental fueron los beneméritos patriotas Bartolomé Masó y Guillermo
)[oncada: aquél como jefe del movimiento en los distritos de Manzanillo,
Bayamo, Jiguaní, Tunas y la parte occidental de Holguín; y el segundo,
(le Santiago de Cuba, con Guantánamo, Baraeoa, Sagua y demás zonas
del Este de la provincia, comprendiendo en dicha agrupación la parte
oriental de Holguín. Muerto el valeroso Moncada á los pocos días
del alzamiento popular, sin que le cupiera la dicha de medir sus armas
mn los españoles, le tocó al general Masó ejercer la jefatura de todo
(,1 departamento hasta ia llegada de Maceo, quien asumió el mando del
ejército dándose á conocer como jefe de las dos divisiones orientales,
uunque esto no tuvo efecto en la práctica sino algunos meses después, al
aceptar el susodicho general Masó la vice-presidencia de la República.
Desde los primeros días de la insurrección el vasto departamento
uriental aparece dh'idido en dos grandes comarcas militares; se-
parnción que ya subsi~tió en la guerra de los diez años, impuesta
por la e8trucíura del territorio, la situación de los principales grupos
montañosos y el curso de l()~ río8, e~pcciallllente del Cauto; accidentes
natllralelol que imprimen sello dil'tinto á cada UIla de las comarcas
CRÓNICAS DE LA GUERRA.
geográficas, dibujan paisajes completamente diversos y dan fisonomía
peculiar á BUS respectivos moradores, aunque en fibra y en vigor, en
patriotismo y en altivez todos los orientales son idénticos. Sobrios y
frugales sobremanera, valientes y sufridos, dotados de un instinto
guerrero maravilloso, con rara habilidad para las cosas más difíciles
del arte militar, ingeniosos en el campamento, bravos en la pelea,
sagaces en las correnas, siempre bien hallados entre la espesura ae los
bosques, alimentándose de raíces cuando las contingencias de la lucha
exigen el ayuno y la ocultación, como peones inmejorables, como
jinetes los más impetuosos, sus virtudes bélicas eclipsan las de los
pueblos más rudos y batalladores de la antigüedad, sin que jamás
resulte apócrifo ningún relato extraordinario que pondere la energíu
y abnegación del insurgente oriental, en las dos grandes jornadlls por
la libertad de Cuba. Quien cantara en metro heroico las proezas de
esta región indomable, no tendna que esforzarse mucho en buscar
episodios dignos de la epopeya; en cualquier lugar campestre, hoy
refugio y cuartel de patriotas inválidos, hallana rica colección de
anécdotas hazañosas con que embellecer los cantos del poema.
Como soldados de montaña en los albores de la lucha suenan los
nombres de Rabí, ¡tan famoso!, de Bandera, de Garzón, de Pérez, de
Capote, de Salcedo, de Tamayo, de Goulet, con quienes rivalizan, al
frente de pelotones de caballena briosa, Amador Guerra, Ríos, Zamora,
Chongo Rivero, Liern, y capitanes nuevos como Lora, Mendieta, Irene
Muñoz , Salazar, Hierrezuelo, Cartagena, Sartorio, que adquieren
. renombre á medida que cunde la rebelión y el debate cobra calor.
La serranía y el llano, el monte firme y la pradera risueña, la costa
escarpada y el estero arenoso se pueblan de patriotas al lanzarse al
campo los demás caudillos veteranos, la gente vieja del 68, cuyo
pronunciamiento afirma y robustece la vida de la Revolución en el
penodo más expuesto de su desarrollo. Abandonan el terruño,
soltando bueyes y arado, para ir á rescatar la heredad de la patria que
yace en horrible servidumbre. Si no estuviéramos en Cuba dinamos
que son los fastos del Bocache: por lo típico de los campeones, la
robustez de sus creencias, la fe que los anima, y el perfume peculiar,
de mata silvestre, que despide todo el cuadro montañoso de la
insurrección.
De las quebradas de Báguano (loma histórica de Holguín) sale el
viejo Marrero, tan rudo y animoso como en los tiempos de su juventud
heroica: el propio patrimonio le sirve de cuartel, vigilado por sus hijos
y sus aparceros. Feria se ha levantado en Tacajó con buen número
de partidarios: Rojas y Balán ocupan el camino de los Moscones, y
LA l:A~IPA~A DE IXVASIÓX. 33
toda la parte occidental de IIolguín se halla suhlevada por ~IUiíoz,
Garcíll, Hmnírez, Caravallo, Zayas y otros jefl'S. Por el territorio
de las Tunas se activa el reclutamiento; los hombres vigorosos que
regimentó Vicente García han oído el toque de generala, que ha
resonado simultáneamente por la Brr¡¡osll, por el fimdo de Cabaniguán
y por las alturas de DUlllmiuecos, y vuelven á alistarse con igual
fervor pum renovar aquellos heroicos episodios en el mismo teatro
de la lucha, que aun tomarún a:;peeto nuí.."1 grandioso cuando allí
despliegue sns dotes militares el general Calixto García. Los que
ahom han dado impnlso al movimiento en el distrito de las Tunas son
Yaroua, Cntiiio, Sánchez y Hantana, auxiliados por algunos jefes de
Bayall10 ~. Holgllín, qne han }wcho provechosas correrías por el
territOl·io. En la comarca de ~Iauzanillo ha tomado la insurrección
uu vuelo considerahle, dehido princi palmente al influjo personal de
Bartolomr 1fasó (nomhre inmaculado que ningún hijo de Cuha dehe
pronnnciar sin admiracic'lIl); han salido nuevos capitanes de la academia
inl'ltituída pur Amador Guerra en los campos de Calicito, J unas veces
rivalizando con Ríos, con E:4nula, con Henítez, otras recibiendo las
lecciones illstructivas de Hahí, de Tamayo, de Bello, y las del propio
mlversario-qnc uo dejan de ser provcchosas-Ios bisoiíos He han
abierto paso con admirahle rapidez, arrestándose á discutir con el
valeroso y competente Santocildes tres meses antes de Peralt'jo.
Xo es menos extmonlinurio el incremento que ha toma.do la
rebelii>n en Vuelta-Arriha, ó sea la parte oriental de la provincia
cUJa línea divisoria parece ser el río Cauto, en donde se hallan los
grnndes núcleos montañosos de la cordillem llamada la J.1Iarstm, J la
vegetación cs aún m{lS exuberante, más tupida, más selvática, por
decirlo Bl'lí, con ser tan soberbia en todo el departamento, y los
hosques son más alterosos, se ven árboles de ma)'or tronco y altura,
hay desfiladeros más profundos, peñascos más enormes, sitios nui::;
románticos, á propósito para la imaginación oriental: de esta portentosa
naturaleza armnca sin duda la afirmación de que aquí el sol calienta
más fuerte y lllil tempestades son máH brnvas; cosa que atestiguan los
indígenas de esta parte de Oriente. Con efecto---os dicen en seguida,
-aquí estiín el Aserradero, Cambute, Daiquirí, Brazo-Cauto,
Firmeza, Sihoney, las tierra."! de 1Iajaguaho, Jarahueca y las cuchillas
del Toa! Tal parece, en verdad, que estos nombres encierran algo
mny robusto y á las veces melancólico.
Casi toda la tropa oriental se halla en marcha en los días
de mayor cxpectaci{m, cuando circulan lns primcras noticias de
haber desembarcado Cromhet, los 1Iaceos, )fartí y Gómez: é::;tos Hon
34 CRÚNICAS DE LA Gn:IUlA.
lo~ uombres que suenan con antelacióu y los que agitan los corazone~
con mayor vehemencia. Ahora-exclamun á una voz los orientales di'
Vuelta-Arriba porque son los primeros en saherlo:-¡nhora se snlvó III
Revolución! j Cuba será libre! Hay en el suceso algo de venturoso
y profundamente encantndor. A la gran inquietud que dominaba los
ánimos mientras las noticias eran confusas ó contradictorias, ha
sucedido el desbordamiento del entusiasmo popular ocasionado por el
alborozo de los vaticinios cumplidoí'l. Es el período culminante de la
fiebre patriótica, que ahre manantiales de vida, en vez de provocar
crisis peligrosas. Todo el mundo tiene prisa en alistarse; se nutren
los escuadrones, cobran consistencia las partidas que vagaban por el
territorio sin objetivo determinado, se levantan otras nuevas como
obedeciendo á un mágico resorte, y bajo el impulso de la corriente,
que viene de arriba, de los altos farallones costaneros, se derraman
por el valle de Maroto y por las riheras del Cauto crecido, que ayuda
á transmitir el feliz acontecimiento con su corriente impetuosa. Por
él navegan las piraguas indígenas en són de regabls.
Poco antes de haber desembarcado los caudillos, tenemos en
campaña por Vuelta-Arriha á Matías Vega, Planas, Bonne, Higinio
Vázquez, L. González, Lorente, Ferié, Torres, Martí, Quinhlna.
Ferrer, oficiales veteranos; y poco después á Ruennes, Cebreco, Borrero,
Angel Guerra, Silverio Guerra, Miniet, los Ducasses, Fumier, con
quienes emulan no pocos jóvenes de f(n-tuna que acaban de dejar los
libros y los negocios comerciales, otros el bufete, casi todos el bienestar
de una posición desahogada (1). La juventud de Santiago de Cuha
ha dado el ejemplo; ha desertaáo en musa del Club de San Carlos y de
los salones amenísimos de la buena sociedad; ha dejado el frac para
vestir la indumentaria del mambí. ¡Oh juventud gallarda y generosu.!
Estún ya en el campo los hermanos Castillo, Padró, Pullés, Salcedo,
Valiente, el doctor Hechavarría, Federico Pérez, los hennanolol
Aguilera, Mariano Stlnchez (Francisco Sánchez vino poco después con
una expedición costeada de su peculio), Palacios, Vaillant, Jústiz,
González, Maspóns, Rosell, Bueno, quienes arrastran á otros grupos,
entre los cuales descuellan algunos adolescentes que desean pelear al
lado de Muceo, porque son, como él, orientales. Se establece una gran
emulación entre jefes de probada competencia y los pretendientes á
(1) En otro lugar de esta CRÓNICA hemos dtado los nombros de los jefes que
dil'ron el primer impulso á la rebelión en las comarcas de Vu(·lta-Arriba, como Pedro
Pérez, Bandera, Goulet, &a
LA CAMPA~A DE I~VA8IO:s.
gmmrse las el'ltrell~s de capitán por la osadía ó el valor: noble rivalidad
ele 10to1 comzones varoniles que produce las más bizarras proczas (1).
El ejemplo de Santiago de Cuba tiene en seguida imitadores en las
elemá" ciudades de la provincia, entre las que la holguinem. se lleva la
palma: no ha quedado allí ningún joven de carrera, médico ó abogado;
hacen igual escapatoria lus estudiantes que se hallaban en la capital,
JlO "in verse ohligados á aguzar el entendimiento pam. burlar la vigilancia
ele las autoridades españolas. Ha iniciado la marcha Rafael Manduley,
homhre de fibm. é ilustrndo j lo secundan los hermanos Fernández
Rundún, Frexes, 8irvén, Pittaluga, Torres, Muñoz, Aguilera,
Feria, SlUlrez; las escribanías se quedan sin curiales, 'los litigantes
sin deff~llsores y los enfermos sin médicos. Una orquest.a holguinera
ha amenizado el desfile, yéndose al montc con todo el instrumental (2).
(1) Sería tarl'a intenninablc relatar los episodio8 personales, hllroico8 un08, curiosos
litros, que 8e desarrollaron eu este período del febril entu8iasmo. La 801a salida de Miniet,
maudando antes los pertrechos de guerra dentro de una. pipa de agua, e8 una anécdota
(\Ile necesitlLría algunas págiuas, y muchas más las estratagemas que puso en juego El
OautillO para mandar ~ente al monte, así como armas y municiones. El ilustrado escritor
Desiderio Fajardo OrtIz (EIOautivo) no march6 á la manigua porque recibió una orden
lenniuante de Maceo prohibiéndole tan descabellada aventura. Qued6 en Santiago, siendo
llU casa el banderín de reclutamiento, hasta que Martínez Campos lo encarceló. tI y
Emilio Ba.cardí eran 108 encargados de la compra de armas en la poblaci6n y de dar 108
pases para el Cuartel general.
Al teatro de la guerra acudieron algunos j6venes de otras provincias y varios oficiales
t'xtranjer08¡ recordamos, entre los primeros, á los doctores Masearó y Roberts, que prestaron
8U8 servicios profesionales en el Estado Mayor del general Maceo, y entre los segundos, á
Dionisio Gil y Pedro Vargas Sotomayor.
(2) Esta orquesta holguinera, convertida en banda militar, fue la que llev6 Macco
en la invasi6n¡ toc6 el Himno de BaYa/no al pasar la trocha de Camagüey y durante la
earga de Mal Tiempo, é hizo resonar el Himno Invasor por los remotos coufiues de
Occidente.
MACEO EN ORIENTE.
LLEGADA DEL CAl"DILLO.-:'in; I'BHfEHAS Ol'EHA('IOXF.~.
- EXCl:HSIÚX POR HOLCH'fx y GIBARA. --
FA~IOSA AC'C}ÚX DE PEIL\LEJO.
S E ha ceusurado que )Iat'l'o hu hit'sc asumido l·l mlUulo
- de las tropas orientales al venir de la emigración para
tomar parte en la nueva lucha por la independencia de
Cuba. ¿Cuál otro con más títulos? Log que reproharon
aquella resolución, debieron, ante todo, haber rivalizado
con Maceo en aptitudes militares; bregar como él
durante diez años, como él hacerse temibles de los
españoles, como él conocer los resortes de la guerra y
manejarlos con el arte singular que le ha valido la
reputación de gran capitán. Y de no sentirse con bríos para tanto,
haher tenido al menos el valor suficiente para oponerse á dicha
rCl'iolución, si es que ella acusaha arbitrariedad ó sed desmedida de
mando. No han meditado segurameutc los que esas versiones han
emitido en que si Maceo no se erige en jl'te de Oriente, al encontrnrse
Olgitlzed byGoogle
CR()~ leAS In: LA Ul~ERRA.
con el primer cuerpo de guardia de 108 eubano8, yendo crrantf' 1'01'
la sierra, las tropas mismas lo alzan por caudillo (1).
Desembarcó en mañana nehlinosa y á la ventura, l'lobrc playa
inhospitalaria y desierta de patriotas, cuanto vigilada de cerca por
los adversarios, sin oír otro ritmo al tOCllr la tierra de Cuha qne <'1
profundo y triste del oleaje rompiente, al que pronto !'liguió el caiionazo
de alarma. El enemigo, en vela, organizó la enza contm la pequeña
hueste acosándola por entre la sierra, hatiéndola, aquí y allá, ha~ta
ponerla en oompleta dispersión, no sin apoderarse del cadáver dI'
Flor Crombet, triunfo señalado pam los españoles y pérdida grande
para los cubanos. Orientándose por el sol y las constelacinllell,
después de peligros incontables, de peripecias y necesidade!'l capac('1l
de hacer apelar al suicidio, logró por fin la salvación y ho:-:pitnlidnd
cariñosa en un dest.acamento que registraba pI monte, hu!'cando la:-;
huellas de su idolatrado General: ¡emn soldados de su antigua <'scn1ta!
Al saber los españoles que Maceo !'le hallaba entre los suyos {,
ileso, se prepararon para el combate formal comprendieTHlo quc 111
cosa iba de veras, y el geneml Martíncz Campos se dispuso lÍ dirigir
personalmente las operaciones militares, estimando como negocio
secundario la acción política, en la que habia cifrado hasta entonces·
sus lauros de Pacificador. Efectivamente; la guerra camhió de
aspecto bajo la dirección del caudillo cubano, que 8e hizo senti r en
(1) Mal"eo desembarclí 1'1 dfa 1~ dI' Abril,eu la playa de Duaba, jurisdirción d.,
Baracou. Con él, á bordo de la g-okta Honor, veufall los sig-uielltes expedicionarios:
g-enerales Flor Crombct y José MlleCO; coroneles Agustín Ccbrcco, Patricio ('ol"Ona y
Adolfo Peña; tenientes coroul'll's 8ilvl'rio 8línchez, José Arzl'uo y Areil Duvl'rgpr;
eomandante Juan Fustier y oficiales Joaqufn SlÍnchez, Domingo Guzmán, JoS(l Palacios.
Frank Agramonte, Alberto Roix, Manuel Granda, Isidoro N"oriega, Jes(ls Santini, 'l'ollllb
Sainz, José Limonta, Jorge Traver, Luís Henríquez y Lufs Soler. Ocuparfa un lihro ,,1
relato de las peripeciM desastrosM quo sufrió la pequeña hueste durante I!ll azarosa
excursi6n por 1M sierrM do Baracoa y GuantlÍnamo. A las pocas horas do haber desl'm-
barcado tuvo el primer encuentro con las tropas españolas, que fue victorioso para los
expedicionarios; pero, perseguidos después con tenat'idad, tuvieron que frnreionarsl' para
buscar salvaci6n, sufriendo cada uno do los grupos Ulla serie de sensibles descalahros. LlIs
g"uerrillas de Guantánamo, yendo en persecución del grupo en quo iban José Maceo y
.'Ior Crombet, mataron á éste último mientras hacía centinela, y se apoderaron de 811
cadáver. Llegó nn momento en que Antonio Maceo se vio completamente solo y
extraviado, sin auxilios de ningnna clase, alimentándose durante cinco días con naranjas
!'ilvestres: apenas podía andar cuando ha116 la salvación. Desde el instante del dt>sembaT{'.(J
hasta qne encontró asilo seguro, habían transcurrido dieciocho días, de penalidades
incontables. De los veintitrés expedicionarios que vinieron en la. goleta. Hfmor solamt>ntl'
quedan trece con vida: los dl'más cayeron en el campo de la lucha. y sus gloriosos restos
están diseminados por toda la vasta necr6polis que fabric6 la mano de la guerra. Diez de
los expedicionarios, hechos prisioneros poco después del desembarco, pennanecicron prt>sos
en el Morro de Santiago do Cuba durante casi toda la campana: puesto!' en libertad á fines
del 97, en su mayoría se incorporaron nueyumente al Ejército Libertador.
J.. A VAMl)AS¡A DE INVASIóN,
l'leguida en el teatro de Oriente, imllrimiendo á la campaña el sello
de su rara actividad y las manifestaciones de su genio emprendedor.
Los tiroteos cobraron intensidad y se multiplicaron; las plazas
españolas se creyeron inseguras; se peleó en camilO raso; hubo
('hoques terribles, en los que jugó el arma blanca; vinieron á las filM
l()~ viejos soldados que sólo e8peraban la llegada del capitán; todo el
mundo ocupó su puesto: Oriente se desplomó.
Sobre la marcha, en el mismo vivac hallado á la casualidad,
dictó una orden general dll.ndose á conocer como jefe de Oriente, y
autorizando á sus subaltemos para que fusilaran sin formación de
('llUSa á todo emisario d~l gobierno español que viniera al campo de
la Revolución con proposiciones de paz basadas en la autonomía, ú
otro orden de pactos que no fuese el reconocimiento explícito de la
independencia de Cuba. Y corrió á encender la guerra. Esto, así
('outado, acontecía el 20 de Abril, y tres días después se situaba
l"obre la vía rerrea de Sabanilla y lIaroto, cambiando tiros con todos
lol" destacamentos españoles que guarnecían dicha línea. El 5 de
Mayo se entrevistó con Gómez y Martí en el campamento de la
~[cjorana, concertando con el primero el plan de la campaña de
invut>ión; y emprendió en seguida una serie de activas operaciones
('un objeto de distraer la atención del enemigo y proteger la marcha
de aquellos estimables compañeros que se dirigían hacia Bayamo, la
(,lIal comenzó con el ataque del poblado del Cristo, situado en la
línea ferrea antes citada, y culminó en la montaña de Guantánamo
('011 el disputado combate del Jobito (13. de Mayo), que le costó á
lo~ españoles, entre otras pérdidas, la muerte del teniente coronel
Bosch, jefe de la columna, que gozaba de grandes prestigios. A su
regreso de Guantánamo realizó la brillante excursión por el distrito
tll' Holguín, pasando de la ciudad de este nombre á dos kilometrOl;
tll· distancia, y desplegando toda la caballería en las sabanas inmediatas,
t'speró en vano el ataque de la división española que mandaba Suárez
Valdés, quien torció el rumbo, al reconocer la retaguardia de Maceo.
Esta excursión por la zona de Holguín fue muy provechosa, pues no
llo1amente se posesionaron los cubanos de mucha.s vituallas, sino que
tleterminó el levantamiento de algunos barrios de dicha comarca y
también el del cantón de Gibara, pueblo muy realista. Los nuestros
penetraron en Guabajaney, Yabazón y Fray-Benito, con alguna
hlll"ltilidad por parte de sus destacamentos, y destruyeron de pasada un
tramo de la línea férrea en el punto conocido por Aguas Claras, donde
file acuchillado un retén de los españoles. Continuó Maceo la marcha
p~lr el distrito de Tunas sin que el enemigo diera señales de vida
CnÚNH'AS In: LA GUERRA. 39
durante esa larga y ruidosa excursión; )' por la margen occidental dd
Cauto regresó á los cuartele~ de Baraguá, dejando afirmada In
Revolución en todos los lugares visitados por las huestes libertadora:;
(1). El distrito militar de HolguÍn contaba con fuerzas snficiente~
para batir á Maceo en aquella ocasión; pero Suárez Valdés, ql1f'
mandaba en jefe, no se arriesgó á empeñar combate, á pelllar de la..-
provocaciones que se le hicieron en las sabanas de la ciudad, en lo~
potreros de Guaramanao dos días después, y en las cercanías de San
Agustín de Aguarás, más tarde; conducta inexplicable que se conH'nti;
muy desfavorablemente para el jefe español.
Después de varios encuentros por San Luís, Dos-Camino~ y
Morón, que no tuvieron mayor importancia por el corto núnwl"O (h,
combatientes que llevaba Maceo, aunque los hubo muy reiiido~,
emprendió la excursi6n de Bayamo para verse con el general Masó,
que mandaba la 2~ división del departamento, y empeñ6 el día 13
de Julio la famosa acción de Peralejo.
Hallábase el general Maceo el 12 de .Julio en las vega~ de Yao,
camino de Bayamo á Manzanillo, cuando tuvo noticia de que en
Veguitas se organizaha un convoy para abastecer aquella eludad,
custodiado por fuerzas considerables al mando del hrigadier Santocildes,
diciéndose también que el general Martínez Campos iha á ponerse al
frente de la columna. Contaba Maceo con 700 hombres de pelea,
ni uno más, entre infantería y caballería, y con el estorbo de una
impedimenta enorme, constituída por los reclutas que engrosahan
diariamente las fuerzas cubanas, esperando la ocasión de coger un fusil.
A las tres de la mañana del día 13 se levantó el campo para ir á
situarse en el punto conocido por el Tanteo, y algunos grupos de
infantería se emboscaron en sitio á propósito para abrir el fuego: el resto
del peonaje y el trozo de caballería ocupaban buenas posiciones junto
al camino de Veguitas, y la numerosa impedimenta se guareció
dentro del bosque, algo retirada del lugar elegido para el comhute.
(1) Es de mencionarse en este lugar la fundación de E'l Cltba-no Libre, peri6dico qul'
se edit6 en la anterior campana bajo los auspicios de Céspedes, el caudillo de Yara.
Sabedor el general Maceo de que en terrenos de Nipe existía una imprenta orden6 al
brigadier Feria que marchara á incautarse de ·ella, operaci6n que se llev6 á cabo con
éxito, y reapareci6 El Cubano Libre en los campos de la. lucha., como 6rgano de los
revolucionanos en Oriente. Maceo encomend6 la. dirección del peri6dico á uno de sus
ayudantes, Mariano Corona, el mismo que hoy lo dirige en la ciudad de Santiago, y nOmbr6
regente y jefe de los talleres al Sr. José Heredia. El primer n6.mero vio la. luz el 3 de
Agosto de 1895, y sin interrupci6n si~ió editándose en la manigua hasta que termin6 la
guerra. Algunos de los que 1i.oy escriben en El Cubano Lib·re eran sus redactores durante
la. lucha annada.
LA CAMPA~A DE INVARI(IN.
)Iae('o deseaba adquirir noticias más concretas, para en el caso de que
)lartíllez Campos dirigiese personalmente In operación, dar un golpe
IIceisivo, costare lo que costare. Pero un individuo, que no le infundió
~o:,p:~clms á nuestro jefe, le aseguró que Martínez Camp:)s no iba en
la eoluJnna y que la mandaba realmente el brigadier Santocildes;
manifestaciones á que dio crédito ~Itweo dejando en libertad al
illllividuo sospechoso, contra el parecer de los oficiales que presenciaron
el interrogatorio (1).
Herían las once de la mañana cuando sonaron los primeros tirOl~:
la vanguardia española, esquivando los puestos avanzado:'\ que vigilaban
el camino de Veguitas, se metió de tlopetón dentro del campamento
por el lado en que se hallahan el comoy y los reclutas, quienes con
hriolo1a decisión repelieron el inc:::perado ataque, unos con el machete,
otros con los puños, por no tener anlla de ninguna clase. Pero de
tOlIos modos el campo hahía sido sorprendido pur el lugar mi.Í8 débil,
y la ncción desde luego no iha á ventilarse en el terreno elegido de
antemano; file, pues, indispen:::uhle variar todo lo dispuesto para el
orden del combate, y comu primera medida echar fuera del bosque á la
vanguardia española. Allí acudió Maceo con parte de la caballería,
reYolvi¡~ndose con los illfimtes enemigos hasta que logró arrojarlos de
lHlucl sitio: recibió un bayonetazo el caballo que montaba el caudillo. El
IOIU!Jatc se planteó en un terreno mús despejado, lugar conocido por
la ('((oba J Alto de Peralejo, dOJHle se luchó con lmn'UI"a por los dos
llandos, y chocaron sables J machetes á porfía.
Ya la infimtería euballa, húbilmente dirigida por Rabí J Goulet,
1lallllueaha las líneas de los españoles, y el centro de la columna era
hlalleo dI' mortíferas descarga!" al tratar de unirse á la vangnardia, cuya
(1) Est' mil'mo l'ujt'to fut' qnit'n por In 1l1ll"11(', .ll'sdc Ra)'amo, llt'\'ó tL Manzanillo el
I'arlf' lItic'ial .11' la llct'ión, t'n el qne ~1lLrtínez Campos pt'día soeorros al geueral Lachambn',
I'0r "'-1' IlIU)' ('rítir.ll 1'11 "ilullrión dl'nlro de Rayarno.
"lililí\¡, ú Martínez Campos haber oído 1M SílplíCM y consejos de la ellposa del senor
tJllirl'h (D~ Maríll .le Maza), residl:'ntc entonC('8 en Veguitas, la cual logró hacerle desistir
,1t·1 I'r0l'ó"ito .le salir de allí con sólo una eRcolta de ('aballería, dos horas después de
\"l'ritic'arlll ~antorildc's con toda la columna. De haber realizado Martínez Campos su
I'r¡IIlI'r intento, á. menos que no fuera con ('1 propósito de rehuir el combate, pues sabía
'¡tll' nUIIll'ruslU! fUl'rzlUl inSUITectlUl esperaban ó. ~antocildl's, ocioso es indicar el descalabru
'111'- hllhil'ra sufrido, si al oír el estruendo de la pelea se lanza veheml'nte tL auxiliar ó. los
suyo". A('cediendo á los ruegos de la familia Quirch, salió oportunamente de Veguitas con
uu C'olltingentt' de quinientos hombres: su saIvarión la debió á esa familia, más que á la
1I1"tilllwión d.'l gel1f'ral )Iar.eo, empeñado en uo ('reer .í otros infunnant<'s que le Meguraban
la liPgada (le Martínez Campos al pueblo d<' V<'guitas, y Ú. errores de otro orden. La
",'¡¡ora de Quirch 1108 ha. rl'f('ric1o ,¡u.. d brigadif'r 8autueilclc's abrigaba d pres('utilllie11to de
'¡JIl' 1(' iha lí su('C'd..r algo lIIuy gravt' ..u pI ,'alllino de' BIlYIlIllO.
CRÚ~Il'A~ I)J<~ I,A GUERRA.
situación era ~rRvíl:!ima, ú juzgar por lotó! toques de corneta. Entonccl'l
seria la muerte del brigadier 8antocildelil, porque á los avisos de
alarma, por momentos más l\C('ntuadolS, el centro de la columna batalló
p-Sf'orzadamente para unirse á la vanguardia, y en líneas muy cerradas
desarrolló un fuego violentíl'limu durante quince minutos. En marcha
la columniL,con evidente precipitación, cambió de aspecto la contienda,
revelando el sellu peculiar del desul'ltre á los pocos instantes, en que
empezó el reguero de vituallas, fornituras, armamentos, acémilas,
eamillas; mlÍs allá, muertos y rezagados, todo lo que sirve de embarazo
al que huye temeroso. La larga hilera que forma la columna, cortada
l\ trechol:! pur el paso precipitndo de la tropa avanzada, semeja un rosario
(lUC se desgrann: cIten peones y jinetes como cuentas desprendidas, y
todo el trayecto es un ¡.;embrado de ohjetofl que utestigua el sobresalto
(le la carrera. La gritería de los perseguidores infunde mayor terror
i\ los fugitivos que el tiroteo furioso que suena á sus espaldas. Se
amedrenta la retaguardia, a.l querer rehac::lrse, y huye despavorida á
campo traviesa al ver que una sección ha sido derribada á fusilazolS.
Sobre una eminencia, donde hay enclavado un sitio de labor, se
levantan espe8S8 humaredas, á tmvés de las cuales se divisan grupoiol
de espoñoles; acuden los más delanteros, sin sufrir hostilidad, y .
contempllUl UD montón de cadáveres que el fuego va devorando,
¡espectáculo triste!, en tanto que el grueso de la columna espafíola se
precipita por la pendiente como empujada por el huracán del desastre,
hasta que la luz indecisa del creplísculo la coloca fuera del1l1cance de
los perseguidoreil. Los últimos disparos los hace la tropa de Bandera,
ya cerrada la noche, sobre los muros históricos de Bayamo, que
sirvieron de refugio tÍ Martínez Campos en esta memorable acción.
Ruidosa fue la victoria alcanzada por los cubanos en Pen"tlejo, y
eomo es consiguiente, honda y penosísima la impresión que ocasionó
en el "ánimo de los españoles de todas partes, que hicieran suyos los
funerales tributados tÍ Santocildes, considerando la muerte de este
valeroso jefe como una pérdida nacional, y viendo en la derrota
sufrida por el ejército el presagio de grandes infortunios. A ello
indudablemente contribuyó el parte dado por Martínez Campos,
quien, con demasiada concisión, refería los sucesos de la batalla,
concretando los siguientes puntos, tÍ cual más expuestos á deducciones
desfuvorahles: 1C?, que hubo en la acción dos momentos de verdadero
peligro; 2?, que muerto el jefe de la vanguardia, viose él obligado á "
tomar el mando de la columna, sacrificando las acémilas; y 3C?, que la
caballena insurrecta, dirigida por )Iaceo, ascendía á tres mil hombres,
según versiones, sin saber con exactitud las bajas que sufrió el
42 LA CAMPA~A DE INVASIÓN.
enemigo. Esta última declaración, aunque sübrayuda con un se dicf,
no se compaginaba con las noticias oficiales quc poco antes circulaball
sobre la calidad y número de las fuerzas rebeldes, incapacitadas para
empeñar combate formal por su falta de consistencia y disciplina; ~.
ahora el jefe del ejército recogía el rumor de hallarse en Peralejo ¡tres
mil jinetes cubanos!, declarando paladilU\mente que estaban biell
municionados iY mejor dirigidos! I,Quién daría crédito á los partes
oficiales después de la rectificación de Martínez Campos' . _.. Además,
se hizo público el suceso de que el general español permaneció algunos
días en Bayamo, dentro de la plaza Y con las piezas de montaña ell
las bocacalles, mientras Maceo se aventuraba á provocarle con paseotl
y ejercicios á la vista de la población, )" se dio también á conocer In
carta que le escribió el caudillo cubano para que fuera á recoger
los heridos de sus tropas, abandonados sobre el campo de batalla (1);
sucesos que contribuyeron á fijar más y más la atención pública en
todo lo ocurrido, dándole proporciones desmesuradas la misma prensa
española, y que la sátira condensó en epigramas sangrientos para el
héroe de Peralejo.
No es cosa averiguada el número exacto de bajas que sufrió la
columna española, pero es indudable que fueron algunas más de las
aparecidas en los partes oficiales, no obstante la ruda franqueza del
general Martínez Campos. Los cubanos tuvieron 118, entre muertotl
y heridos, lo cual es demostración elocuente de lo disputado que fue
el combate antes y poco después de ocurrir la muerte de Santocildes,
en que los españoles hicieron un fuego violentísimo, ocasionándonos la
mayor parte de dichas pérdidas. Allí cayeron el coronel Goulet, el
teniente coronel Suárez y otros intrépidos patriotas.
Como resultado de la acción de Peralejo, es de mencionarse la
toma de Baire por la gente de Rabí, donde capituló el destacamento
de tropa regular que guarnecía el poblado, apoderándose los nuestros
de 75 fusiles Maüsser y algunos miles de cartuchos, elementos que en
aquel entonces constituían envidiable arsenal.
Mayor hubiera sido el descalabro de las fue~as españolas en
Peralejo, y mayores, por consiguiente, las ventajas obtenidas por w.
(1) Hé aqur 1& carta: "República de Cuba.-ler. Cuerpo del Ejército Libertador.-
"E. M. G.-Departamento de Oriente.-Senor General Martrnez Campotl.-Muy IMlnor
"mro: Deseoso de lIl.ue los heridos que 1&8 trepas de su ejército abandonaron en el campo
" de batalla, no perezcan por falta de auxilio, he dispuesto IMllIlD oolooad08 Y atendidOl en
" casa de una familia cubana del lugar donde fue el combate, huta 9ue Vd. mande por
"ellos; seguro de que 1& fuerza que venga á llevárselos no Berá hostilizada por las de mi
"mando.-Suy de usted, con toda t'.onsideración, Antonio MacM.--Julio 16 de 1895."
eRÚ~ICAS DE LA GUERRA. 43
armas cubanas~ tÚ el general Maceo hubiese aprovechado la caballería
en la segunda fase de la acción, esto es, cuando por virtud de la
muerte de Salltocildes LSe inició la retirada con manifiesta prisa; hora
upurtuna de acometer por uno de los flancos y de introducir el pánico
c'n las filas españolas con los 300 jinetes de que disponía Maceo al
principio del combate. Con um\ fuerte emboscada de infantería en
d paso del ríu ~Iabay, es casi seguro que Martínez Campos sucumbe
ú cae prisiouero, al ser repelida la vanguardia de la columna y á la
vez acuchillada la retaguardia por los escuadrones de refresco.
Pero )[aceo no cOllucía el terreno en que se peleó el combate y tuvo
que fiar ~\ lus pnwtieos la colocación de los retenes y emboscadas,
lo que fue caUHa del ataque imprevisto de la vanguardia 'española y
(l~ la dilación furzosa de la infantería cubana, con \a que debió abrirse
el fuego, y no con la caballería; omisiones involuntarias, si bien se
examina, pero que ~faceo nunca llegó á perdonarse, porque le privaron
la brillante ocasión de batir en regla al titulado Pacifir.ador de Cuba.
\
-..;r..
ACTIVIDAD DE ~JA('EO.-SAO DEL IXmO.-TElnfISA
LA CAm'ARA DE OHIEXTF..-nAHAGUÁ.
~
O era Maceo capihlll que se normía sobre los laurcle¡.:
-:""'~%='
conquistados; su vida era el combate, su anhelo el
batallar, su recreo la presencia del enemigo. No
conocía el reposo; le irritaban las treguas; no oir tirolO
era su mayor pesadumhre. Así fue que terminada la
acción de Peralejo, y retado por él Martínez Campos,
junto á los muros de Bayamo, y no aceptado por éste
el cartel de desafío, hizo rumbo á Santiago de Cubil
I en solicitud de más hriosos adversarios con quienel"
contender. No llevando más que su escolta se metió
nentro de una línea fortificada, entre San Luís y el ingenio Unión,
corriendo serios peligros, especialmente en el rudo encuentro con ln....
guerrillas de Tejeda, donde rodeado y casi cogido tuvo que abrirse paso
con el machete en lucha personal (1). Situado en las inmediacione....
de Santiago y hostilizando esta plaza, supo por confidencia.'i que
!oIulía de G uantánamo una gruesa columna para ir á sorprender al
geueml José Maceo, que se hallaba enfermo en la zona de Ramón d.'
las Yaguas; y emprendiendo de noche, por caminos horribles, una
marcha forzada de diez leguas, dio el combate de Sao del Indio (1 ~ de
Septiembre), que fue más disputado )' sangriento que el de Peralejo.
(1) Las fuerzas espallolas iban mandadas por el coronel Tejeda; se hallaban
:ll'nmp&das en el cafetal Rosario, rercanías de San Luís. Mareo atacó con poca gente, "
llls t'spalloles pudieron casi envolverlo ocupando el camino de Burones, única salida que 11·
qlll'daba. Dl'llpllés hemos averiguado que las guerrillas terminaron ('1 combatl' por
falta de municiones. Esta acción tuvo efecto el día 17 de Agosto.
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Olgitlzed
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LA rAMPAR,\ DE lKVASIÓN.
Aunque la acción 8e inició en el pueblo del Ramón durante la
noche, sus fases más ,"iolentas se desarrollaron en las alturas inmedintal'
)" paiticulannente en el lugar ya citado, dondc tomaron posición lo!'
nuestros al clarear el día 1? de Septiembre. Mandaba la columna
('spañola el coronel Canella, pero quien verdáderamente la dirigía era
t~l C'..omandante Garrido, hombre muy experto y conocedor de aquellol'l
parajes y jefe de las Escuadras de Santa Catalina ~GuantánRmo),
(:uerpo fonnado por gente del país, que lo mismo se batIa en línea que
diseminada, compitiendo con el insurrecto. La pelea empezó con gran
~mpuje por ambas partes, prodigándose el "alor y corriendo la
:mngr~ profusamente por aquellos riscos abruptos, caldeados por una
atmósfera bochornosa. Generalizado el debate, viéndose los rostros
I1n08 y otrOEl, y oyéndose las mutuas imprecaciones, como si con ellal'
NC quisiera recargar el acento de la fusileria, se tomaron posiciones á
I-aso de ataque y se recobraron á pecho descubierto, sin decidirse la
victoria por ninguno de los dos bandos. Era mayor el encono allí
donde luchaban cubanos contra cubanos; Ji gente de Maceo con lo~
hombres de las Escuadl"8s, cual si unos y otros sintieran por igrial la
enonnidad de la injuria y se inculparan recíprocamente el fratricidio.
Ji:n la tremenda impiedad del encarnizado chóque, aquellas tropas
Dlercenarills hacían gala de su vigor y osadía, enfrentándose con la~
más animosas del Jlftrtido opuesto. Querian que la pelea fuera con
dIos solos y 'no con los quintos de España: j admirable valor, pero
~l1mde ,lB ignominia!
Tratando los nuestros de apoderarse de una pieza de artillería,
que pudo salvarse gracias al oportuno socorro de las Escuadras,
arrollaron la dotación que la defendía, y penetrando hasta donde se
hallaba el cuerpo de Sanidad, apresaron algunos bagajes y el botiquín
de la coln~na. Después de nueve horas de no interrumpido bregar
arriba de aquellos riscos ensangrentados, comenzó la hostilidad de la
persecución por caminos, senderos y atajos, durante una travesía de
18 leguas, que anduvo la columna española en dos marchas arriesgadas
y penosísimas, bajo el fuego casi incesante de las guerrillas insurrectas.
Muy comprometida era la situación de los españoles antes de su
retirada para Guantánamo, á donde seguramente no hubieran podido
il' si elgeneral Maceo no hubiese ordenado al brigadier Pérez, jefe
intrépido y muy conocedor de aquellos lugares, que les dejase franco
el camino, para que tropezaran con obstáculos al parecer mayores que
el fuego mortífero de la gente de Guanmnamo: dos bombas de
dinamita, una de las cuales hizo explosión y descalabró la cabeza de
la vanguardia española. Pero ello no fue obstáculo para que el centro
CRONIC'AS DE LA GUERRA.
uelllra de batirse con admirable valor, afrontando el riesgo de cruzar
por el mismo sitio. El combate volvió á tomar calor á. las cinco de In.
tarde, hasta que cerró la noche. Son de mencionarse los timnicoM.
esfuerzos del brigtUlier Pérez para COp.lr la retaguardia y la resistencin
súlida que ésta le opuso.
La columna acampó en Igl1anlbano pJ.ra continuar marcha
~ilenciosa antes de que amaneciera; quizás lo efectuara á. media noche.
Casi agotadas las municiones de los nue.stros, y siendo de presumir qUt~
á los españoles les pasara otro tanto, Maceo organizó la tropa P:U"8 entrar
tÍ. degüello; pero la previsión del jefe de la columna, ó tal vez del sagaz
comandante de las Escuadras, supo evitar la hecatombe.
La persecución continuó al amanecer, oon un centenar de jinetee!
(lue cogió Maceo, quienes lleg¡lrOn hasta los fortines de Guantánamo
picando la retaguardia de los españoles.
La jornada fue muy ruda, cual poCll.9 se registran anilogas:
bastará. decir que la tarea duró 36 horas, que, unidas á 10.8 diez de
m'u'cha de la noche anterior, forman un total de 46 horas: tiempo má..,
ti ue suJiciente para rendir á otra clase de soldados.
Por declaraciones de personas de crédito, se supo que la brigadil
de Canella sufrió más de 200 bajas (no confesadas desde luego en e
parte oficial, según costumbre establecida por los jefes españoles),
ni incluyendo en ese número los muert<J8 que dejaron en el campo.
Grande fue también la merma en las filas cubanas: 89 bajas--cifra
eonsiderable, en verdad, si se tiene en cuenta que no llegaban á 600
los combatientes (1).
Intentó )Iaceo otra excursitln por el distrito de Holguín, citando
al efecto la brigiWa que operaba en dicha comarca para el día 15 de
8eptiembre, en el sitio de Báguano, á donde concurrieron las fuel"Zat4
holguineras¡ pero una grave dolencia que puso en peligro su vida, le·
impidió emprender esta excursión, con la que pensaba cerrar la
eHmpaña de Oriente. Sin embargo, con fiebre muy alta montó al
(1) Aunque en la acción de 8~ del [rv..lio se haJ.laban las fuerzas de Guantáuamo y
Cuoo, al mando del brigadier Pérez) del coronel Cebreco y del teniente coronel Castillo, y
tomó también parte el general José Maceo con su nutrida escolta, el número de hombre8
armados y municionados no excedía de 600. Tal vez se hallarían allí 2óOO insurreetoll, pero
de ellos las tres cuartas partes se encontraban sin armas, y no eran factoree disponibll'll
para la pelea. Es conveniente aclarar bien estos puntos pa.ra que la opinión impa.reial
funne exacto juicio sobre los combates peleados en la guerra de Cuba, así como respecto al
u(uuero y composici6n orgánica de nuestras fuerzas. Ya tendremos oeasi6n de demostrar
que el ejército cubano no excedi6 jamás de 26,000 hombres [armados, se entiende], antes
1\1' la intervención de los Estados Unidos. Nosotros no hemos visto nunca 2,000 cnban1l8
en línea de batalla: jamás 108 tuvo el general Maceo.
L.l\. C.HIPAR.\ DE INVASIÓN. 47
(~aballo (rehuyendo la litera que se le tenía preparada), para dirigir la
ucción de San Fernando (25 de Septiembre), no retirándose «lel
(~ampo mientras la infantería holguinera no afirmó la8 posicione~
disputadas por el enemigo; y aun pennaneció algunos días por Alcnhi
y Vijarú, en espera de nuevos ataques de los españoles, contra la
opinión de los médicos y los ruegos de toda la oficialidad, sumamente
¡tlarmada. De entonces parte la consideración que siempre le mereció
á nuestro caudillo el general Echagiie, por haberle éste devuelto
un prisionero herido, después de practicada la prim~ra cura, y á quien
dejó una carta para el jefe de las fuerzas cubanas (1). En medio
de tantos horrores, de tantos crímenes perpetradolS con salvaje
ensañamiento, á la sombra de la bandera de España, que han dejado el
.,Ima atribulada por la consternación, es grato consignar alguno que otro
(~pisod.io que denote piedad ó ternura, porque con ello se demuestra
que no se seéaron en todos los pechos las fuentes de la caridad.
Era ya hora de ir disponiendo el cuerpo expedicionario. Afortu-
nadamente, el General recobró en pocos días Ia salud y pudo dedicarse
de lleno á tan importante ocupación, dictando las órdenes necesariM
para que se acuartelaran en Baraguá las fuerzas de Santiago de Cuha
y de Holguín, destinadas al primer contingente invasor, sin que por .
(:'.SO dejara de mano otros negocios relacionados con el problema de In
guerra, como la división militar del departamento en zonas y distritos,
nrganización de 188 reservas, remonta caballar, &~; y el allegamiento
de fondos paraIa compra de armas en los Estados Unidos. Por medio
de un empréstito forzoso que impuso Maceo á los hacendados de
Oriente, llegó á reunir la suma de 88,620 pesos en libranzas sobre
plazas extranjeras, y que remitidas á Ia Delegación del partido
revolucionario para arbitrios de guerra, fueron los primeros recursos,
procedentes de Cuba, con que contó la Junta de Nueva York, y gracias
á ellos pudo organizar las expediciones de Roloff, de Céspedes y de
Carrillo, arribadas felizmente á las playas cubanas en el transcurso de
cuatro meses.
A mediados de Octubre llegó al campamento de Baraguá el alto
personal del Gobierno con objeto de acompañar al ejército invasor hasta
(1) La carta del general Eohagfte decía asf: "Comandanoia General de Holgufn.-
"E. H.-Pueden venir cuatro hombrM sin armas para haeerles entrega de un herido de
"la escolta de Marrero, llamado Cirilo Araújo, que ayer qned6 en las posiciones tomadas
"por mis tropas. Ha sido peñectamente curado y atendido. No tengo inconveniente en
" que se lleve á Holgnrn para ser alU curado y atendido en uno de mis hospitales y que
" quede luego en libertad.-Loma del Chivo, 26 de Septiembre de 1895-Firmado,Echagüt."
-(Conservamos el original de este honroso documento).
48 CRóNIeAS DE LA GUERRA.
el teatro de Occidente.y compartir con el soldado valeroso las glorias y
las fhtigas de la campaña, honrando de ese modo el puesto á que lo
elevó la Asamblea popular de Jimaguayú; tal ejemplo de p8trioti~mO'
será en todo tiempo timbre glorioso para el gobierno de la Revolución.
Lugar predilecto para el general Maceo era la Sabana de Baragnñ.
Sobre la dilatada llanura, que forma horizonte en algunos paraje~,
corrió el gran soldado las primeras suertes del arte militar y obtuvo
los primeros triunfos: allí empeñó después más serios combates qut'
t~xtendieron su fama por el mundo y pregonaron el nombre de lm~
)Iaceos como. el de una finllilia heroica é inextinguible, en la qUt~
caía un miembro y brotaba otro, no bastando kJda la pesadumbre de
las legiones españolas á aplastar el tronco rohuskJ de aquella tribu
helicosa ql,le amamantó una mujer excelente, Mariana Grajales, cuyo
"ímil .moral sólo podía hallarse en la madre de los Macabeos. Allí,
junto al .declive que forma la sabana para desaparecer más abajo en
la cavidad del fértil Rarigua,. fue el último reducto donde ondeó la
handera de Yara para servir de sudario á la epopeya de los diez años;
pero como símbolo de. resurrección. ¡Cuántas veces, caininante~
extraviados por. la S~bana de Baraguá, nos pareció oir el rumor del
lejano combate, traído por la eufonía del bosque!
La concentración de las fuerzas expedicionarias tuvo efecto en
la Sabana de Baraguá, en el mismo sitio histórico donde se alzan lU8
frondosos mangos que dieron sombra en 1878 á los dos opuesto~
caudillos de aquella campaña: Martínez Campos y Maceo. Allí
fi)rmuló el cubano su enérgica protesta contra el pacto del Zanjón y
lanzó reto solemne de guerra á la dominación española, en día tristR.
y mem0ll-ble. Diecisiete años han transcurrido desde entoneeN.
El protagonista de aquel acto grandioso cumple hoy su juramento,
reuovlíndolo ante la bandera inmortal que sirvió de sudario al cadáver
ele la Revolución, cuyo espíritu resucita al .soplo del heroÍBmo patrio
y hace revivir la magia espléndida de los fecundos amores. Macro
:,c dispone á llevar la bandera de la independencia, de la .que ha sido
tan fiel devoto y firme mantenedor, hasta. los· últimos confines de
Occidente, en alas de su genio militar.. El sol fulgura con esplendores
de victoria sobre las cumbres de la sierra.
Ya nQS parece á todos que la colonia infortunada se verá en
hreve libre de desdichas, por el esfuerzo de los heroicos patriotas, que
marchan resueltamente á la conquista de tan hermoso ideal.
LA CAMPANA DE INVASIÚN. 49
MARCHAS DE LA COLUMNA INVASORA
FECHAS SITIOS LEGUAS DISTRITOS
1895 ORIENTE
Octubrt' ..•. 22 De Baraguá . á Júcaro 9 Santiago de Cuba
.. 23 " Júcaro · Guayacán 6 ldem
o. 25 " Guayacán · Sabanilla 5 Holgu{n
.. 27 " Sabanilla · Pestán 5 Idem
.. 29 " Pestán · Tranqneras 7 Idem
.. 31 " Tranqueras · Mala-Noche 6 Idem
No\'iewbre.. 3 " Mala-Noche · Río-Abajo 5 Idem
.. 5 " Río-Abajo · Vista-Alegre 5 Tunas
• o 6 " Vista-Alegre · Solcdad 9 Idem
.. 7 " Soledad · Lavado 6 Idem
.0 8 " Lavado · Caridad 4 Camagüey
.. 9 " Caridad · Guamabo 4 Idem
.- 11 " G11&mabo · Loreto V{a-ya 7 Idem
.. 12 " Loreto Vía-ya · Yaya 5 Idem
.. 14 " Yaya · La Matilde 3 Idem
-. 16 " La Matilde · San Andrés 2 Idem
.. 17 " San Andrés · Ciego Najasa 5 Idem
-. 18 "Ciego Naj!\l!a _ Cousuegra 8 Idem
.. 19 " Consuegra · Antón . 2 Idem
-. 22 " Antón · Las Guásimas 2 Idem
_. 23 " Las Guásim!\l! · Divorcio 5 Idem
.0 24 " Divorcio · Hato-Arriba 4t Idem
.. 25 " Hato-Arriba · Cicgo Escobar 4t Idem
-. 27 " Ciego Escobar · Colmenar 5t Idem
.. 28 " Colmenar · Santo Tomás 4t Idem
-o 28 " Santo Tomás · Artemi8& 3 Idem
.0 29 " Artemisa · Gil Herrera (TlOCIA) 8 Idem
.. . . " Gil Herrera · Lázaro López H Idem
.. 30 " Lázaro López · Reforma 2 Idem
Diciembre .. 2 " Reforma · Trilladeritas 3 Idem
.. 3 " Trilladeritas · La Campana 3 VILLAS-S&neti-5píritll
.. 4 " La Campana · Ciego Potrero H Idem
.. 5 " Ciego Potrero · Remates 4 Remedio8
00 7 " Remates · Sabanilla 6 Idem
.. S " Sabanilla • Las Pozas 7 Sancti-SpíritUI
.0 9 '1 Las Pozas . Quemado Grande 9 Santa Clar.a
.. 10 " QuemadoGrande . Manaeal 7 Idem
11 " Manacal Idem 1 Idem
o.
.. 12 " Manacal ·· Quirro 3 Trinidad
.- 13 " Quirro · Sigu8lllea 5 Idem
_. 14 " Siguanea · Guamá 6 Cienfuego8
.. 15 " Guamá . Aguada de Flores 5 Idem
-. 16 " Aguada de Flores . Amalia 6 Idem
.. 18 '1 Amalia. . Jagüey 4 Idem
_. 19 ., Jaiüey . Cabeza de Toro 5 luem
.0 20 " Ca eza de Toro . Desquite 12 IIAT ANzA8-Colón
00 21 " Desquite · Santa Elena. 9 Idem
22 " Santa Elena · Herrera 6 Cárdenas
23 " Herrera · Sumidero 7 Idem
Vuelta ......• o 253
50 CRONICA8 DE LA GUERRA.
MARCHAS DE LA COLC~INA INVASORA
FECHAS SITIOS LEGUAS DISTRITOS
1895 De la ruelta . ..... 253
Diciembre .. 24 De Sumidero tÍ CrinH'1I 8 MATANZAS-Colún
.. 21í " ('rilnl'a · Na\"arrete 6 Idem
.- 25 " Na\"orrete · Sabanetún 8 Matanzas
_.
..
27 " Sabauetún
28 " ludio . ·
·
Indio
Triunfana
5
5
\"ILLAs-CienfueW'l:\
MATANZAs-C'oltín
.. 29 " Trinnfana · Mostacilla 9 Idem
-- 30 " Mostacilla · Emprf'sa 7 Matanzas
.. 31 " Empresa · Estante 6 Idem
1896
Enero .... _I 1 " Estante · Bagaes 8 Habana
_. 2 " Bagal's · Coca 9 Idem
.. 3 " Coca · ]\o\"o 7 Idem
.. 4 " Novo · G üim de l\h·lt'llll 5 Idem
.- 5 " Güira de Mell'na . ('('iba dl' Agna 4 Idem
.. 6 " Cl'iba de Agua · Hoyo ('olorado 5 Idem
.. 7 " Hoyo-Colomdo' · 1\Ianrín 5 Idem
-. 8 " Maurin · Vcrriel 5 Pinar del Río
.-
_.
I 9 " Verriel · San Jutln 8 Idem
10 " San JUILU · Bahía Honda 6 Idf'm
.- I 11 " Bahía Honda · Las Pozas 4 Idem
-- 12 " Las Pozas · l.a Palllla 8 Idem
I 13 " La Palma · Laguna d(' l'il,.lra 6 Idem
-'
_. 14 " Laguna de Piedra. Caiguauabo 5 Idcm
_. 15 " Caiguanabo · Pilotos 7 IdeID
-. 16 " Pilotos · Paso "i('jo 2 IdeID
.. 17 " Paso Viejo · Las Taironas 4 Idem
.. 18 " Las Tairouas · Tirado 4 Idem
.. 19 " Tirado · Sábalo ñ ldem
.- I
20 " Sábalo · Guane 3 IdcID
.. 22 " Guane · Mántua [límite d('
la in yasiún] 7 IdeID
I ---
I TOTAL ele leguas recorridas ... 424
I
Antes de cmpezl\r el relato de la campaña de invasión, hemos
creído de utilidad para el lectül" publicar el cuadro de las marchas
realizadas por la columna expedicionaria desde su partida de BarnglUl.
hasta su llegada á l1antua, término dc la campaña. Los lugares se
refieren á los puntos donde hicimos noche durante la jornada, J' de
ahí qne no guarden relación exacta con la fechus, debido á que
algunas veces pennanecimos dos días acampados en el mismo lugar;
y las leguas equivalen á las distanciu8 recolTidas de uno á otro
campamento.
EN MARCHA.
I.:A COLl1MXA EXPEDICIONARIA.-SU COMPOSICIÚN y VIGOR.
- EL CAMPAMENTO DE MALA NOCHE.-
PATIUOTISMO DE LA MUJER CUBANA.
L día 22 de Octubre partió de Baraguá la columna
expedicionaria tomando el camino de Holguín por la
margen derecha del Cauto, vía que no recorrían los
españoles en aquella sazón y la más breve para llegar
sin obstáculos al territorio de Camagüey. Si el general
MartÍnez Campos estaba prevenido, como era de
suponerse, contra los intentos del jefe cubano, le sería
muy difícil llevar á cabo cualquiera operación estra-
tégica sobre la línea divisoria del Departamento
Oriental, en atención á la larga distancia que necesariamente tendría
que salvar la columna que saliera de la plaza de HolguÍn; factor
indispensable para el buen éxito de la operación.
La primera marcha fue muy penosa, de nueve leguas, por
terrenos inundados, y cayendo recios aguaceros: se acampó en la
!'litiería del Júcaro, ya muy entrada la noche. Al día siguiente se
(~ontinuó la ruta por la misma ribera del Cauto y caminos igualmente
pésimos hasta Guayacán, donde se dio un buen descanso á la tropa:
nuestra vanguardia vivaqueó en Sabanilla. A este punto llegó el
eentro de la columna el 25, situándose los puestos avanzados en la
l
;)2 LA CA~IPA~A DE INVASIÓN.
I'('ga de Pestáll, lugar designado para la incorporación de algunas
tllCrzas de infantería. De Pestán se pasó á Corral Nuel'o el 28, Y el
30 nos dirigimos al hato de :Mala-Nocht>, encrucijada de lo~ camino~
de Holgnín, Tunas y Bayamo, habiendo andado 32 legua~ en cinco
marchas, sin adquirir noticias de los españoles.
En el campamento de Mala-Noche se incorporaron los regimientol'
de caballería :Martí y García, en número de 350 plazas, ~. con estt·
refuerzo el efectivo armado se elevó á 1.403 hombres, seglÍn revista
minuciosa que ordenó el euartel General. Por la nueva organización
que se dio á la columna, quedó ésta constituída de la manera siguiente:
Comandante en jefe el ~Iayor General Antonio ~Iaceo.
J efe de Estado :Mayor el Brigadier José ·Miró.
Id. de Infantería idem Quintín Banderas.
Id. de Caballería idem Luís de Feria.
Id. de Sanidad Coronel Joaquín Castillo.
Id. Instructor idem Pedro Sotomayor.
Auditor Generol idem Francisco Frexes.
DISTRIBUCIÓN DE ARMAS Y CUERPOS.
Estado Mayor.. __ .. _____________ 25
Escolta del" Cuartel General ... . 82
id. del Gobierno __ . __ . __ . . .. . 40
Infantería " _. _.... _. . _____ 350
Caballería. _ __ . _. __ . _. .. _. 810
Sanidad. . _. _. .. ____ 20
Oficiales agregados al Estado ~Iayor 36
Cuerpo de vigilancia. _. _. .. _. __ 40
TotaL . __ .. . 1.403 individuos.
~ose cuentan en esta cifra los asistcntcs, ordenanzas, acemilcro¡;;,
etc., que ascendían próximamente lí 300 hombres, algunos de elloi':
armados y por lo tanto, en aptitud de guerrear.
Se hahía procurado aumentar la caballería, porque del buen
empleo que se hiciera de esa Arma dependía el éxito de la invasión.
Los movimientos habrían de ser rápidos, frecuentcs las correrías.
impetuosos los choques, y por otra pade, el servicio de exploraciólI
á distancias considerables, le estaba realmcnte encomendado á hl
caballería: de ahí su cupo máximo en el cuerpo expedicionario.
A excepción de unos 300 infimtcf'l, todas las demás fuerzas ihall
¡í caballo, aun cuando no pertenecieran al Arma de caballería ni
fncs('1l plazas montadas; concesión que otorgó el Cuartel GCIlf'l'll1
CRÓ~ICAS DE LA GlTEHlU.
pura no recargar el scryicio del peonaje, que bastante tenía con la¡;
largas marchas que comúnmente le tocaban en lote, cubriendo la
n·taguardia. Los regimientos no emn completos, ni mucho meno!':
los más no pasaban de escuadrl)1I y de compañIa, del tipo reglamentario,
psto es, de 72 homhres el escuadrón y -15 la compañía; pero
('onsefYaban la denominación del euerpo á que pertenecmn á fin de
no introducir nomenclaturas lluevas, siempre dadas á confusioneK, y
para que la historia de cada uno se mantuviera perenne en el espíritu
(lel soldado y fuese estímulo del puudonor. (J nicamente el regimiento
( ~éspedes (de caballería) podía en rigor m~tentar ese título, pue!'
eontaba ·con 320 plazas y un cuadro completo de oficiales; los demá¡;
adolecían de la falta seiialada, pur lo que dábase el caso de que un
('monel, Y. gr., mandara un batallón que no revistaba más allá de lOO
plazas, y por el estilo las otras unidades tácticllS.
Esta composición orgánica no ha de entenderse que tuviem
(:.l.rncter definitivo; hnhría de modificarse tÍ medida que se extendiem
~l radio de acción y las bruscas alternativas de la campaña crearnn
nuevos organismos é hicieran desaparecer otros. Aun veremOll
t'xtinguirse alguno, de los más nutridos ahora, por la mutilación
diaria de sus miemhrol'l cn el campo de la lucha, mientrns fraccione"
menos robustm~ serán derribadas de una sola descarga como cuarteado
hastión que no resiste más de un metrallazo. Del regimiento Céspedes,
al terminarse la segunda campaña de Occidente, sólo quedará el
recuerdo glorioso de sus proezas; idéntico destino le cabrá á la famosa
~ruardia del General y al regimiento Maceo y al ler. batallón de
Crombet y tantos mús, igualmente beneméritos, diezmados en cada
eombate, todos sepultado¡; y esparcidos, aquí J allá, en la diseminación
de la gran jornada!
Toda la oficialidad em escogida, sobresaliente; y la tropa reunía
eondiciones inmejornbles para una empresa tan ruda como peligrosa,
(:uyo objetivo militar era la invasión de tierrns inexploradas y cuyo
derrotero enigmático tendría -que surgir tÍ trnvés de los embates
furiosos de la lucha: j qué designio más colosal!, Y considerndo como
problema, j cuán obscuro! __ .. En el Cuartel General, para darles
eolocación oportunamente, venían oficiales tan aguerridos como Angel
Guerra, Silverio Sánchez, Gil, los hernmnos Ducasses, que auxiliaban
111 Estado Mayor en las tareas más ímprobus y delicadas. Figuraban en
la caballería, como subaltemos del brigadier Feria, los veteranos Cdi,
Ramos, Sarnvella, Puente, Chacón, ~Iagaña, Fomaris, Caravallo, Sosa,
Fernández, gente hrava, y curtida en la." fatigas de la guerra. De la
infantería, compitiendo con el nnimo~o Ban<1f'ra:-:, debemos mencionar á
l
54 LA ('A~IPA~A DE I~VASIÓN.
Camacho, Llrente, Laterade, Estrada, Torres, Ferié, Lao, Ferrer~
soldados distinguidos de la campaña anterior que se formaron al la.l..
de los Maceos, de los Crombets y de los Moncadas, en aquella lucha
tremenda, ¡tan rica en sacrificios Clmo estéril en dones de victoria!
La escoltn del Genernl, compuesta de orientales escogidos, la"mandaha
el comandante Andrés Hernández, que tenía á sus órdenes ulla
oficialidad selecta., viejos soldados del caudillo y sus custodios fiele~
desde el vivac remoto de ~Iajaguabo. Cuerpo no menos marcial era
la guardia republicana del Gobierno. Algunos jóvenes entusiastal'l,
ganosos de gloria y fortuna, habíanse alistado voluntariamente en la
columna invasora, y con ellos se constituyó una unidad orgánica para
el servicio de vigilancia y policía, bajo la inspección inmediata del
coronel Sotomayor, militar ordenancista, procedente del ejército
chileno, que á las veces desempeñaba el puesto de jefe instructor.
La Sanidad, cuyas funciones son tan estimables en época de guerra,
ejercidas diariamente en laR campañas de Cuba. siempre con ímprobo
trabajo y en ocasiones en medio del fuego, estaba á cargo dt·
profesores y practicantes entendidos, así como celosos de su benéfica
misión. Por último, era garantía de justicia en el cuerpo jurídico,
el ilustrado abogado Francisco Frexes, que cayó más tarde en lol'l
campos de Occidente. Una natural discreción nos veda hablar aquí.
• de la oficialidad del Estado Mayor: el curso de la campaña demostrará
por modo elocuente los méritos de aquella gallarda juventud, ca:-i
toda desaparecida.
. El General Maceo tenía el propósito de aguardar en Mala-Noche
el contingente de la 2~ División, aunque para ello hubiera d('
detenerse cinco ó seis dímO:j pero una noticia que publicó El Cuba~w
Libre, relacionada con la partida de las huestes orientales para el
territorio de Las Villas, contrarió los propósitos del General, quien,
con visible disgusto, ordenó la marcha de la columna y el secuestro
del periódico, á fin de que el enemigo no se enterara del suceso, ~i
bien por otros medios habíase ya divulgado y la misma prensa española
lo comentaba en són de burla.
No obstante lo repentino de la orden del Cuartel General, pudo
celebrarse una agradable fiesta en obsequio de algunas familial'l
holguineras que habían acudido al campamento de Mala-Noche para
despedirse de sus deudos y amigos; fiesta que merece un lugar eu
estas páginas de la guerra, si no como episodio descriptivo, como
exponente del período más hermoso de la Revolución, el de la fe,
ciega y victoriosa, en que la mujer cubana aviva con sus transporte~
el fi.lCgo del patriotismo. Todo es grande y poético en esa época
CRÓ:SICA~ DE LA <HIERRA.
por la intervención de In. mujer que, transfigurada por el amor patrio,
.aparece como' un emblema de gloria, infunde su alma pasional nI
militante y da aire romanesco á la cruzada libertadora, con la CpU'
('omulga la víspera de la partida. Su drvoción por la bandera de In
República la ha llevado hasta el campo militar, que puede serlo dl'
('ncarnizada velea, para ver desfilar la gran !Ilusa de orientales qU('
acaudilla Maceo y dar el último adió:o; á sus seres más íntimos y
cunados. Ninguna denuncia su dolor al desprenderse de familiares
tan queridos; ninguna opone necesidades dpl hogar, excepciones dl'
urfandad ó de viudez, que bastarían á eximir del servicio de las
mmas á sus parientes ml\S allegadol'l; todas, por el contrario,
Illuéstranse orgullosas de que á los suyos les haya tocado eu suertr
ir con el caudillo oriental á realizar la conquista de los dominios
('spañoles en el remoto Occident.c. Anhelan participar de la glorin
fllle les cabrá á los invasores. Hay quien tiene á su esposo en las
tilas; quién á sus hijos; cuál otra á su amante nupcial. Aquí se ve
una mujer que perdió á su esposo en la guerra de los 10 añol'l, J ahora
¡o;e desprende de sus hijos: se queda sola en el hogar. Más a11l1, una
joven vestida de luto, se afiUla en hordar las insignias que ha ch,
Clstentar su hemmno: RU padre cayó en las primeras acciones de la
('ontienda actual. Otro joven, en amoroso transporte, coloca sobre el
pecho de un oficial bisoño el relicario de la Virgen de la Caridad,
para que lo libre de las balas enemigas: es prenda de enamorada.
r'" na niña de pocos años canta en décimas cubanas las glorias de
Maceo en presencia del caudillo, mientras dentro de la mansión
donde se celebra la fie:o;ta militar, resuena el metro heroico que
inspira la musa de la independencia, cuyas notas sólo apaga el eco
matinal del clarín que llama á los soldados á levantar las tiendal'1.
Examinados estos hechos y otros parecidos, reveladores de una
virtud incomparable, el ánimo del historiador se siente embargado )'
no sabe á ciencia cierta á quién adjudicar el galardón del patriotismo:'
:o;i al hombre, que por un ideal político abandona hacienda y familia
para ir á correr los riesgos de la lucha; ó á la mujer que se queda
resignada, presa de la fiebre de la nostalgia, en el hogar ),a desierto
í' inseguro, donde todo le hahla del objeto de sus ilusiones.
------
"V'".I:J:.
NOTI('IA8 DEL E~EMWO.-E~ I..AS TUNAS.-ACCIONES DEL 7 Y 8
DE NOVIEMBRE.-ADMIRABLE8 ESFUERZOS
DI-: LA COLUMNA E8PANoLA.
NTE:; de partir de Mala-~oche se enviaron órdener'
ternlÍmllltcs al jefe de la 2~ División para que activam
la marcha del contingente que habían de dar la...
fuerzas de Manzanillo y Bayamo, previniéndole qUI'
se iucorporara al centro invasor en el plazo má...
breve. A las seis de la mañana (3 de Noviembre)
desfilaba nuestra columna por el camino de las Tuna...,
con el intento de hacer una marcha de diez ó dOC'I'
leguas ese día; pero fue necesario detenernos en Río
, Abajo, límite de la jurisdicción de HolguÍn, )'
acampar en dicho sitio, al tenerse noticias de que en Vista-Alegre!w
hallaban considerables fuerzas españolas; á media jornada corta dI'
Illlestra vanguardia. Los reconocimientos qne se practicaron sobr.·
I'se lugar en las primeras horas de la tarde, comprobaron la presencia
Ilel enemigo; pero levantando el campo para dirigirse al sitio de lut'
Pelonas, más inclinado al S. O. que aquél y más á propósito pam
vigilar nuestros movimientos de avance por el territorio de las Tnmll'.
Casi al mismo tiempo, por conducto confidencial, se recibieroll
informes de que otm columna, desde la plaza de Holguín, hahía
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LA CAMPANA DE INVASIÓN. 57
tomado el camino de Mala-Noche, para operar indudablemente en
combinación con la de Tunas, y con el intento de impedirnos el paso
lí. Camagüey (1).
Eludir combates durante nuestra marcha por el Departamento
Oriental, era punto resuelto pUl' la dirección de la campaña, porque,
aparte de razones políticas opuestas del todo á los hechos de arnms
en aquel período, interesaba aprovechar el tiempo adelantando
camino, para de acuerdo con los planes concertados con el jefe del
ejército, invadir el Departamento Central en los primeros días de
Diciembre. Toda función de guerra supone una dilación más ó
menos larga, bajas en las filas y entretenimiento de personal para el
transporte y seguridad de los heridos: por estas razones el general
Maceo trataba de evit.ar un choque con la columna que teníamos á
vanguardia, manteniéndose á la deff:msiva si era atacado, no inspirándole
temor alguno la que venía por la huella, puesto que no podía damos
alcance de ningún modo, ni aun en el caso de que acortase la ruta
por el camino de Aguarás, en vez de dirigirse á Mala-Noche, y se
situara después sobre el de Tunas á Guáimaro á marchas forzadas.
En previsión de lo primero, se comunicaron instrucciones al brigadier
Capote, jefe de la división de Tunas y Holguín, para que estuviera
sobre el enemigo y vigilara sus ulteriores movimientos.
Hasta el 5 por la mañana permanecimos en Río-Abajo; y ya en
conocimiento de que el brigadier Capote iniciaba la operación, nos
encaminamos á Vista-Alegre, cuyo vecindario nos dio noticias más
concretas de los españoles, que dos días antes habían acampado allí
con el propósito de batir al grueso de la insurrección, capitaneado
por Maceo. Se destacaron algunos grupos á caballo por la zona de
Tunas (la ciudad) para que mantuvieran la alarma y tiroteasen la
población durante la noche.
Dura fue la jornada del día 6. Los caminos estaban intransitables,
desfondados; se hundían las cabalgaduras hasta el pecho, atascándose
los bagajes á cada paso, y la infantería, que cubría la retaguardia,
tuvo que soportar mayores fatigas á causa de la profuuda huella
impresa en los fangales. A las dos de la madrugada habíase
emprendido la marcha, y eran las nueve de la noche cuando se
[1] Después de la guerra. hemos sa.bido que también sa.li6 de Cauto Emba.rcadero
otra. columna, para practicar reconocimientos infructuosos por Corra.l N uevo y Tranqueras,
sitios donde f>stuvo Maceo pocos días antes., Dicha columna regres6 pam. sus cuarteles,
dl'spués de un registro tan inútil, perdiendo la. oportunidad de batirse con nuestra
retaguardia.
58 CRÓNICAS DE LA GUERRA.
acampó al raso en 1m;; praderas de la Soledad, sin más que dos ligeros
altos durante el camino y lloviendo á torrentes desde media tarde (1).
La columna española que se hallaba en las Pelonas el día 5,
logró amenazar nuestro flanco derecho, no. sin ser hostilizada por el
brigadier Capote al emprender esa operación; y avisado el Cuartel
General de que el enemigo se encontraba á las 8 de la mañana á
legua y media todo lo más de nuestro campamento de la Soledad
(distancia que fácilmente podía minorar por travesíos despejados), s('
tocó en seguida prevención y marcha, dejando allí algunos pelotones de
caballería para que entretuvieran á los españoles. Efectivamente; poco
después se enredaban á tiros con ht descubierta de la columna: pero
al mando ésta de un jefe animoso, que á todo trance quería empeñar
combate serio, reconoció el campo de la Soledad y tomó el camino
que llevaba la división expedicionaria, cuya huella era evidente.
Fue necesario escalonar fracciones de infantería por la quebrada de
las Lajas para que contuvieran los ímpetus de la vanguardia enemiga,
y entonces arreció el fuego, porque simultáneamente la caballería
ue Tunas hostilizó el ala derecha de los españoles, que trataba de
ganar terreno por dentro de la manigua y ocupar con antelación los
puntos más culminantes. Ante la resistencia que se les opuso durante
un trayecto de dos kilometros, desistieron de intemarse por los
vericuetos, deteniéndose toda la columna en la sitiería de las Lajas,
como para acampar en ese punto: eran las once de la mañana.
Llegó nuestra División á la dehesa de Guaramanao con el intento
de refaccionarnos, no creyendo realmente el general "Maceo que los
españoles continuaran la operación; pero en tanto se desollaban las
reses para el desayuno, algunos disparos elocuentes advertían que el
enemigo volvía á la carga, á pesar de las siete horas que llevaba de
tarea. No había, pues, acampado en las Lajas: no había hecho más
que tomar un refrigerio para realentarse y proseguir con mayores
bríos la persecución.
Reforzados los puestos de retaguardia, como primera medida,
hatíanse poco después con el grueso de la columna que avanzaba
resueltamente hacia nuestro campo, por dos lados distintos. Entonces
se prepararon las fuerzas en orden de batalla: la caballería, desplegada
en medio de la pradera, cubriendo todas las avenidas del frente en
Illla buena extensión de terreno; y la infantería arrimada á una ceja
[1] DI1!'de entonces se conoce con 111 nombre de la "ereda de Maceo ellaberinw
cenagoso por donde cruzó e1 cuerpo invllsor.
LA CAMPARA DE INVASIÚN. 59
de bosque, para defender la entrada del campamento por el sitio más
accesible, á fin de repeler cualquier ataque impetuoso de los españoles,
quedando de ese modo asegurada la retirada. La estructura del
terreno brindaba ocasión de sostener con brillo la pelea contra fuerzas
más numerosas, puesto que el fuego de nuestra infantería hubiera
diezmado las filas enemigas al tratar éstas de penetrar en el
campamento por el lado que parecía más vulnerable, si no hubiese
sido eficaz la maniobra de carga de nuestros escuadrones. Pero ello
estaba en desacuerdo con los planes de campaña, repetidas veces
indicados en el curso de este relato: por lo que el general Maceo
desistió de empeñar acción formal con aquel enemigo tenaz y
animoso, que no daba señales de cansancio en medio del calor
asfixiante del día. Mas antes de proseguir la ruta era de necesidad
sostener las primeras acometidas del adversario, como así se hizo,
con buena fortuna.
Las tropas españolas, aunque soportaron á pie firme el fuego
certero de 60 infantes que defendían el camino de las Lajas, no
cejaron en su propósito de apoderarse del campamento hasta tanto
no se les opuso resistencia más vigorosa, y no vieron amenazado su
Hanco derecho, al mismo tiempo que se repelía otro ataque de su
vanguardia, casi encima de nuestros retenes. Hubieron, pues, de
contenerse, al observar las líneas de nuestra infantería, bien apoyada;
reducir á cortas proporciones el radio de despliegue y hacer uso de
la artillería, intervalo que aprovechó Maceo para organizar la retirada,
110 sin hacer antes una bella demostración que obligó á los españoles
á cambiar de orden táctico. Con efecto; atravesando nuestra caballería
lí paso largo un arroyo que tenía á su espaldas, apareció de improviso
sobre la altura de una loma que dominaba el campo de la acción por
todo su frente, dando lugar á que nuestros infantes ocupasen el
camino que debía seguirse en la retirada, y una vez escalonadas
sólidamente, se adelantó la caballería cubriendo los Hancos opuestos,
hasta que pudo situarse á vanguardia de la impedimenta y practicar
exploraciones en el sitio del Lavado, donde se acampó á la caída
de la tarde.
La columna española pernoctó en Guaramanao. Sobre ella quedó
un escuadrón del contingente invasor, á más de las fuerzas de la brigada
de Tunas, que vivaquearon á retaguardia del enemigo.
Los exploradores que al amanecer del día 8 se enviaron por el
camino de Guaramanao, hallaron en marcha á la tropa española en
dirección á nuestro campamento, cambiando con su descubierta
algunos tiros. Poco antes se había batido el p.scuadrón que quedó la
60 CRÓNICAS DE LA GCERRA.
noche anterior de vigilancia, replegándose sohre el Lat'mlo por haber
consumido las municiones. Nutridas descargas, á eso de las ocho,
indicaron que la acción se fcmnalizaha con la gente de Capote; y unn
hora después, el fuego, por momentos más vivo y atronador, advertÍn
la proximidad de la columna. Todo el tiempo era ya poco, llUel'O
una de nuestras avanzadas se hutía en manifiesta retirada, casi
envuelta por las guerrillas españolas, y los proyectiles cruzaban pur
el alojamiento del Cuartel General. Rápidamente, los infantes que
l'OC hallahan disponibles, se extendieron por una frondosa arboleda qUf'
corre hacia la derecha del hato en toda su longitud, y la cahalleIÍn
timnó en línea circular de frente al enemigo, pero oculta á Sil
inspección por una ligera cañada que atraviesa allí el telTeno.
Entretanto, los españoles desde otra arboleda que cierra el fondo del
potrero por el camino de Guanunanao, procuraban enfilar las línea!'
de nuestra infimteIÍa para apoderarse de esta posición y descubrir lil
cañada que servía de cortina á nuestros escuadrones: situación qUf'
debió de colegir el jefe de la columna, toda vez que iniciado esf'
movimiento de flanco con bastante empuje y apenas rebatido por
nuestros peones (porque tenían la orden de economizar cartuchos),
dispuso otra maniobra completamente distinta; á saber: reforzar el
lado opuesto, tratando de evitar que por allí se corriera la caballería
eubana, mientras cañoneaba por el frente la posición culminante.
Algunas granadas reventaron junto al Estado Mayor y muy cerca del
geneml Maceo, que observaban de:o;de un sitio desahrigado la:-
evoluciones del enemigo.
En estos momentos, el regimiento García, salvando al trote un
espacio considerable, se enfrentó con las guerrillas español8.8 qUf'
protegían el desfile de una sección ele tiradorcH, simulando en
presencia. de aquf>llo:,; una dispersi{m ¡¡ la desbandada, á fin de que
cobraran calor y persiguieran á los supuestos fugitivos hasta las
innwdiaeiones del lugar donde se hallaba el trozo de nuestro
caballería. El gelleral )Iaceo, con visihles señales de impaciencia,
acababa de dar la orden de que se cargara al arma blanca si la tropu
cspaiiola avanzaha por el centro del potrero. Pero aquella maniobro
de dispcr:o;ión, bicll ejecutada por los c:o;cuadrolles de García, no dio
los resultados apetecibles: las guerrillas españolas retrocedieron,
creyéndo:'H~ s('\1mnente amenazadas.
Rcilló profundo silcncio durante algunos minuto:o;: la caballeríu
cuhana l)('rman('cía inmóvil; la illtimÍl'I"Ía ('n su Plwsto, y los españoles
('11 obsC'rmcióll, amparados por el fc)llaj(~: los unos y los otros con la.~
armas r('(l' I('ri da:o; , atishándo:o;c lI111ÍllHllH'ntt'. ¡ Clliíl sería el lado
LA C.\~IPASA DE INVASIÓN. 61
vulnerable' ... _ Los cubanos no podían atacar aquella espesura del
frente, poblada de soldados en línea de batalla, ni los españole:o;
¡,travesar la planicie de hierba guinea para apoderarse del boscaje en
Ctue se apoyaban nu('~tros peones, porque al ataque hubiera respondidll
illmediatmnentc la furiosa embestida df' los jinetes cubanos, lanzado,.;
¡í la carga por Maceo. Sagaz y previsor en alto grado el jefe de'
la columna española, se mantuvo en el mismo sitio á pesar de las nuevas
I'l"Ovocacionet'l que hicieron algunos grupos á caballo, transcurrido!l
"'luellos instllllh's de imponente tregna. En esta situación, siendo
ya mediodía, 1'1(' ordenó la marcha dejando allí una guardia dc'
c'"hallena pam que vigilara 10M mO\'imientos del enemigo: éste ocupó la
c~llsa del Lavado lllf'dia hora después de haber cesado las hostilidades.
Enm los doce próximamente cumulo terminó este hecho dc'
armas, que hullimos de sostener con mayor tesón que el anterior, ú
sea el comhllt(~ ef(' Gnanunnnao, pura podc'r llegar sin nuevos obstáculoll
;tI territorio de Camagtiey. Nuestms bajas, entre las dos acciones,
lile ron 23, ine!uyendo en ese número lul'l de la brigada de Tunas al
mando de Copotf': ('fiitc jefe salió herido (1).
No hemot'l de negar 10M meritoriof\ ('sfuerzos realizados por las
tropas española~, PU€s adeuuís de la adividad desplegada en la
operación y de la peril'ia incuestionable de 1m jefe, soportaron gmnde~
tiltigas durante las horas de marcha por eaminos y senderos de difícil
tránsito. Mandaba la columna el coronc·. Xario, uno de los oficiale:-;
más competente~ del ejército español en la campaña de Cuba.
Pero si los españoles han podido adjudicarse la victoria táctica,
ubtenida por la superioridad de sus elf'mentos (prescindiendo de la¡.;
razones que tC'IIÍll IIUf'stro caudillo pam no empeñar combates), es lo
c'ierto que, á }lC'l'\ar de esa ~uperioridad, revelada en las cifras de 10fii
partes oficiales, y de los bríos que demoRtraron en las dos jornadas,
110 les fue posihle entorpecer nuestro paso á Camagüey, objetivo de
la operación, y f'1l cambio lo efectub Maceo casi á la vista de las
tropas que trata han dc~ impt:dirlo.
(1) El peri.í.li.·o Lft Di/lClllliútl. til' 11\ HalJana. rorreRpondiente 8112 de Noviembre
lit· 1895, decíl\ que 1'11 ,·1 Hospitallllilitar de Hol~uín hahían ingrelll\do 58 heridos, proce-
.I'·ntes de los últiJnos /'ombatPII pplpadoll I'ontra llacpo. S.ít.'l.S(', sin cmbargo, una confusión
('n la noticia, puellto que pare.'c muy dndollo que pI día l~ de Noviembre estuvieran ya en
Hol~uín los herido" ,le las arl'jolll's do (;uaramanao y 1'1 Lavado, con doble motivo
hnhiéudollc enl'alllÍlllulo lí n ulíimaro la /,olllmna española después de dichOi! combates.
t
¡
I1
LIBRO SEG üNDO.
EN QAMAGUEY.
:J:.
A:-;I'ECTO (a~NlmAJ. DE I'~:-\TA IUWl()N. IN¡""U¡'~NCIA I>F. CI:-\~O:lWS.
-MÁXIMO n()M¡'~1.. ORGANIZACI(IN CIVIL y MILITAl'.
L río .Tobaho, límite de la reglOll oriental por el
Oeste, lo cruzaba el cuerpo invasor entre dos y trel'l
de la tarde del día 8 de Noviembre, saludando en tal
virtud las tierras del antiguo Camagiiey, sin mw..
oposición que los combates ya referidos, en partf·
gloriosos para las armas cubanas; y fracasada, por
consiguiente, la combinación estratégica del caudillo
español contra las audaces tentativas de los rebeldes.
. El territorio que vamos á cruzar ahora es vasto
y dCRpohlado; no será, pues, difícil eludir choques con el enemigo, ni
aeaso fuera muy fácil tenerlos si hubiera el propósito de solicitarlos.
I~llH pocns poblaciones importantes de este distrito están situadas tÍ
larga dilólhmcia las unas de las otras, hacia el Norte las unidas por
li~m)carril, como Puerto-Príncipe, las Minas y Nuevitas; y nuestro
CRÓNICAS DE LA GUERRA.
itinerario será por el Suroeste en tanto no lleguemos á la Trocha de'
.r úcaro á Morón, única línea fortificada que imprescindiblemente no:o:
1ncará atravesar en nuestra rápida excur~ión por el país.
La configuración del terreno, en casi todo el espacioso panorama
de Camagüey, es la más adecuada para operar con grandes mMII~
(le caballería, pues si bien existen algunos lllícleos montañosos y
IJlH'ciones considerables cubiertas de bosque, el suelo en general f'~
llano; no hay pedregales, cuencas ni angosturas que dificulten 111:-:
marchas á caballo, y el pasto es copioso, superfluo á veces, debido:í
In capacidad enorme de las ganaderías que constitllJen la principnl
fuente de riqueza de este territorio. Los grupos orográficos mlÍ:-:
:o:alientes se hallan en la parte septentrional y corren cerca de la
('usta, formando la escarpada sierm de Cubitas, sin enlace ni
ramificaciones con otros grupos; y por el Sur, pero á buena distancia
dd litoral, deRcuellan las pintorescas lomas de Najasa, pudiendo
dpcirse que el resto de la región es una planicie inaltemble: estadiu
i1l1llenSO para grandes maniobras.
Si el ejército español pretendía batirnos antel'! de que nn~
1\ proximáramos á la Trocha militar, pam cubrir después esa línea elJ
10da su longitud y disputarnos el paso á las Villas orientales, vería~1'
ohligado á hacer marchas muy penosas con el matalotaje á cuesta:-:.
por no contar con puntos de etapa ni vías de fácil comunicaciúlJ
dl'lltro del radio enemigo, y no sería dudoso que tropezara COIl
iueonvenientes más graves al internarse por la manigua. "En lo~
df'partamentos Centml y Oriental-ha escrito un militar español,-
lIuidos por el camino de Guáimaro y las Tunas, tenían los insurrecto~
I'xtensos despoblados donde guarecerse para burlar la persecuci()1l
dl~ las tropas. Sus montes casi impenetrables, sus inacabable~
potreros de alta hierba de guinea, sus gmndes sabanas, eran tall
Miles á las errantes bandas como perjudiciales á las tropas regulare:-;;
tilltas éstas de punto de apoyo, y sin otra alternativa que formar
columnas con convoyes de acémilas, imposibilitadas de moversl',
ohligadas á acampar en parajes determinados, sujetas á batirse en el
terreno que elige el enemigo, las columnas, como obedeciendo á ulla
cunsigna, retroceden al punto de donde partieron con las acémill\~
yacías y las camillas cargadas de heridos (1)."
Para llevar á cabo una serie ordenada de operaciones contra la~
huestes de Maceo durante su paso por el Camagüey, se necesitaba la
(1) El eoronel Camp. y Felíu, en su obra E,paiwlu i In,urrteto,.
LA CAMPA~A DE IXVA8I()N. 81
de la República, como medida de guerra eficaz para quitar recursos
al gobierno ei'paiiol; que nplicada. con inflexible rigor habría de
causar pánico inmenso en las clases productoras del país y dar origen
á una grave perturbación económica. A esos fines había dictado una
eircular muy explícita y conminatoria, que, desde luego, iba á surtir
los efectos apptecidos, siendo el campo una yesca en el período de la
zafra y teniendo el fósforo al alcance de la mano. Opinando el
Consejo de Gobierno de la misma manera, acordó el día 24
de ~oviembre la prohibición absoluta de la zafra de 1895, sin
excepciones ni benévolos miramientos: implícitamente, pues, quedaba
decretada 1'1. destrucción de la riqueza agrícola. ~Quién iba á contener
el voraz incendio una vez prendida la chispal
Pero el general Maceo, que no era partidario de esas medidas
extremas mientras no las justificase un proceder ilícito por parte de
los dueños de fincas, la mala fe ó el propósito deliberado de burlar
las leyes de la República, al serIe comunicada dicha resolución por la
Secretaría de la Guerra, contestó con el siguiente oficio, que
insertamos íntegro para que la opinión pueda apreciar su alcance:
"SF.SOR SECRETARIO DE LA GUERRA:
He recibid() el atento escrito de Vd., de esta feclta, por el que se
8irve comunicanue el acuerd() tomado por el Consejo de Gobierno el día
24 del mes actual, relativo á la prohibición absoluta de la presente zafra
en todas las fincas azucareras situadas en el territorio d{J la República.
Acato el acuado de referencia, pero tW pued() menos que llamar la
atención de Vd. respect() á la contradicción que resulta entre esta nueva
disposición y el artículo 21 de la Constitución vigente, qU{J declara 'válidos
todos los compromisos contraídos desde que se inició el acfua-l período de
lluerra hasta que fue promulgada la Constitución. En este ca.so se
encuentran algunos hacendlulos del departamento Oriental que celebraron
convenios conmigo para el pago de la contriblu~ó-n de guerra, la cual
aceptaron por la seguridad que yo les dí de qU{J podían hacer Slts cosechas
si abonaban el impuesto. llaf:e pocos días que tuve el gusto de remitir
al Secretario de Hacienda una relación expresiva de las cantidadM
recaud.adas en el departamento Oriental y de las que han d{J hacerse
efectivas al vencimiento de los plazos fiJa.dos al efecto. Si, pues, la
lstitución ha sancionado esos compromisos, ¿no ve Vd. clara y
nifiesta la contradicción' ¿No cree Vd. qlW mi reputaci~ de militar
~rado sufriría mucho si ahora se redujeran á cenizas las fincas de esos
pttdados, por el hecho de creerse ét;tos en quieta y pacifica posesión de
CROXICAS DE LA GL'ERRA.
sus propiedades y con derecho para trabajar á l"irfuc1 del cOIll'ellio
celebrado conmigo! ¿Qué concepto más desfal"orable 110 se tendria de la
Revolución y de sus jefes, si á pesar de las garantías que ofrecen los
artículos 20 y 21 de la Constitución, se cumple con todo rigor el acuerdo
del Consejo de Gobierno'! ¡Qué mal efecto 110 causaría en el extranjero
tal medida, precisamente en ws actuales momentos en que se ha hecho
opinión farorable al reconocimienro de beligerancia, reconocimiento que
ha de dar por "esultado la exención de todo impuesto á los propietarios
extranjeros 1 Y finalmente, ¡no cree Vd. qlle los extranjeros aquí
residentes, los peninsulares pacíficos que nos son adeptos y nuestros
mismos conterráneos se conrertirían en enemigos, si de esa manera les
lastimamos en sus intereses, que ellos creían garantidos por nuestras
leyes y por la formal promesa de los que hemos interrenido directamenil'
en la enojosa misión de leva,ntar fondos! Descanso en que las raZ01leti
que .anteceden pesarán en el ánimo de los ilustrados miembros del Consejo
de Gobierno y que en consideración á ellas modificarán su acuerdo en el
sentido de que los efectos de éste no alcancen á los hacendados que
acrediten haber satisfecho sus respectivas cuotas, sino á rodos aquellos que
se han negado á auxiliarnos desoyendo nuestras patrióticas excitacione...
y también á los que asumieran esa actitud en lo sucesivo; dejando sin
embargo franco el camino para entenderse con nosotros á ws que tengan
'voluntad de hacerlo, porque careciendo la Rel"olución de fondos sujiciente,';
para prolongar la guerra no seria práctico despreciar los recursos que
puedan proporcionarnos los hacendados. Y no se o~jete que la Revolución
se pierdc si se hace la zafra, porque es de peor efecto para el gobierno
español el que los dueños de ingenios tengan que '"ecibir de nosotros el
permiso para moler, á despecho de los millares de soldados que tiet~e el1
la Isla, lo que evidencia una vez más que es impotente no ya para
vencerllos por medio de las armas, sino para impedir que destruyamos los
campos de caña, W8 establecimientos y maquinarias de los recalcitrantes
y contribuyentes morosos. Soy de Vd. con toda consideración en P. y L.
-Camagüey, 26 de Noviembre de 1895.-A. MACEO."
Tomó el gobierno en consideración las justas razones alegadas
por el general Maceo en lo tocantc á la validez de los compromisos
pactados con anterioridad al decreto de prohibición de la molicnda;
pcro dejó firme el acuerdo en su parte esencial, no estimando sin
duda de suficiente valor las observaciones contenidas en el expresado
documento para hacerle modificar una decisión acerca de la cual ya
se manten,an desde mucho antes opiniones favorables: era cosa
juzgada de antemano. Con el decreto" prohihitivo, aplicándolo con
LA CAMPA~A DE INVASIÚN, 83
todo rigor, sin contemplaciones ni debilidades, el gobierno de nuestra
RCIJlíblica se proponía intimidar á BU adversario con un concurso de
medios qne tarde ó temprano lo predispusieron á la paz, reclamada
ardientemente por las clases productoras del país, y si, á pesar de
dlú, se obstinaba en la guerra, agotarle por dichos medios los
recursos pecuniarios que sacaba de la riqueza territorial de Cuba,
ruilla á que habría de ag-regarse desde luego una gran parte de la
producción imlllstrial y mercantil, tan estrechamente relacionada con
llquélla.. En ~unUl; li la te¡¡acidad de la nación espatlola qUf~ria
oponer el go1JierJIo c'uhaJlo otm amenaza parecida,
Olgitlzed byGoogle
:I:'"l\T_
LA TROCHA DE MOR()~.
•
su INeTILIDAD, su HISTORIA, :-;C OHJETO YEHDAI>EHO.
-CÚMO LA I'AHÚ LA HUE~TE IlS'VASOHA.-
DfA DE J(:BILO.
_ ~ construído
OR fin esta~os sobre la Trocha, el temihle valladar
por los españoles en la guerra anterior pam
impedir la invasión de las Villas, y en el que basaha
ahora Martíllez Campos sus combinaciones estratégicas,
creyéndolo muro bastante sólido . para detener las
correrías de las fuerzas cubauas ó batirlas por completo
si alguna vez lograban tmspasar la famosa barrera.
iQué era la Trocha~ A juicio de un militar español, ya
citado en estas páginas, "una débil estacada que de
" nada servía, fuera de señalar la cmzada por ella de los insurrectos.
"Medía desde Jlícaro á Morón 17 leguas de longitud)' contaba con
"33 fuertes, todos ellos protegidus en la extensión de la línea por una
"estacada, más un foso en algunos kilometros. La estacada no tenía
"solidez; los fuertes, con alguna excepción, estaban mal construídos,
"y el conjunto de la Trocha no obedecía á ningún cálculo ci~ntífic().
" No hubiera detenido la marcha de un enemigo bien organizado con
"artillería; hubiera opuesto dbbil resistencia á dos batallones de
"cazadores, y no detuvo el paso de Máximo Gómez con algunos
"centenares de hombres. Los partidarios de la Trocha dicen quc
" cuando el enemigo la cruzó, fue dehido al (,I"ror de haberse distraído
"fuerzas para cubrir otros puntos. Sení ('so cierto; p('ro hay qu(' tener
Olgitlzed byGoogle j
CRÓ~I('AR DE LA GlTERRA.
" presente quc en nna línca exten~a de guarnición permanente, puede
"haber descuid()~, bien P;)1' la monotonía del servicio, ó por
" equivocación de una ordell, ó por cau~as imprevistas en los frecuente~
"relevos de los jefes. El menor descuido, no imposible, como la
" práctica demuestra en todas las guerras, es precisamente el momento
"oportuno que la vigilancia ó la sagacidad del enemigo aprovecha:
"el momento oportuno lo aprovechó el general insurrecto (Máximo
"GÚmez). Iuvadidas las Villa¡.;, las geutes que no sabían lo que era
" la Trocha, se impresionaron y se levnntó una atmósfera de absurdos
"comentarios ('ontra el Capitán Gellernl .José de la Concha. " Esta
misma argumentación, esgrimida por un adversario leal, para demostrar
la inutilidad de esa línea defensiva en la gnerra anterior, podía también
aplicarse á la aparatosa marcialidad desplegada por el jefe del ejército
(,l'ipañol en la eampaña de lR!J5, porque tal como se hallaba el valladar
f'n ese período de la guerra, no era dique bastante para obstruir el
paso de la cahallería cubana, y verificado que fuese con fortuna 8U
acceso, se comentaría por la opiniólI pública de una manera lllUY
(1('sfilVorahle para la autoridad militar, debido á que todos los infilrmes
oficiales pregonaban las excelencias de ese muro de contellción y el
mismo general ~fatiínez Campos, á proplísito de la Trocha, tuvo la
frase (aguda en demasía) de que allí estaha la ratonera abierta para
....l[aceo JI sus secuaccs. Era, pues, natural (y no hay que culpar de
ello á la ignorancia del vulgo, sino á las ascvemciones de 108 hombres
doctos) que traspasada la frontem que se teuÍa por infranqueahle, se
alarmaran los ánimos con sobrado Jlloti..-o, cual sucedió por causas
idénticas al alborear el afio de lH7r>, en que el general Gómez cruzó
la formidable línea casi impulll'lllcutc con buen mÍmero de infantes
y caballos (1).
Veamos ya cómo la crnz{, Maceo con todas las huestes invasoras.
Después de Ulla marcha fl>rzada :0;1' acampó en Artemisa, caserío
inmediato á la Trocha, al anochecer del día 28, no permitiéndose
[1] J.a trocha de Júearo lí )Ior"n ~úlo pudo t'ollsiderarse infranqueable para los
insnrrectos en la époea del general maueo [1898], al prilH'ipiar la guerra con los Estado~
flnidos. Durante los mandos do }lartíllez Campos y de 'Veyler no fue diquo bastante
!'l'lido para impedir 1'1 paso de las fuerzas cubanas. númez la cruz6 tres veces con
Humeroso contingentl'; José Mil Rodrígurz dos, con lIIuelm tropa una do ellas; el Gobierno
(·uatro 6 cinco veces, yendo con Ma('ro y con Gúmez, y también con s610 su rscolta.
Bandera la atrlwes6 rn trrs 6 cuatro ocasiones; casi todos los jefes orientales que hicierou
la campana de invasión la eruzaron, al yolvl,r de ()("'idl'utl', y lo propio cabe decir de los
..fif'iales de Camag-iley 'Iur sr dirigían al Cuartel Gellrral de Gómez, situado en la HUI'a
.livisoría de las Villas y 1'nrrto l'l'Íucip(' dnrantl' nua larga temporada. El autor de estal'
('nóNIcAs la cruzó l'U pI ai'lo dl'1897 ('On 60 cabnlloN, ':l'0l'll en que ya eBtaba la línea muy
•
86 LA ('A~IPASA DE rXVASIÓX.
encender fi)gatas, )' prevenidos todos los cuerpos pam volver á
emprender el camillo tÍ las doce de la noche. El prefecto del lugar
y los conductores de la posta nos dieron algnnos iuformes sobre los
medios de defensa que t(~níau los espaííoles y las disposiciones qtW
l'iolían adoptar para impedir el paso de los insurrectos, situuudo
gcneralmente emboscadas dl'sdc el toque de retreta hasta el amanecer,
hora ésta. la más oportuna para atravesar la línea: que por allí operaha
el general Suárez Valdps con una füerte división, parte de la cual
cuhría los destacamentos de la vía férrea y las restantes fuerzas se
hallaban en operaciones coutra el grueso insurrecto que acaudillaha
Máximo GÓmez. En Ciego de Ávila, por cuyas cercanías intentaha
~Iaceo verificar la cruzada, hahía pernoctado esa misma no(hJ una
colmnna al mando del brigadier Aldabe.
Poco más de las doce serían cuando nuestras f~lerzas se pusieron
de nuevo en marcha, guanlando absoluto silencio, y reconociendo las.
patrullas de caballería todos los lngares sospechosos que podían servir
de abrigo á las emhoscadas t'ncmigas, sin que hIera obstáculo la
obscuridad de la noche para esas exploraciones, porque los ladrido:'
<le los perros dcnunciahan cualquier sitio habitado y hacia allí se
dirigían las patrullas con 1m, precauciones nece8arias, avisando á la
vanguardia pur medio de ulla sefial convenida. Al romper los claros
ue! uía (2~ de "Xovielllhre), se hallaha llucstra colulllllajuuto á la
vigiladll ). fuerte. }Ien()('al, al IIlllud" de nn contingente, la pasó ell 1898, siendo much..
mús finne la defensa; estando ya {'[ gencral Blanco en la Isla. En resumeu; todo el qu{'
'IniMo cruzar esa línea, lo {'fl'ctUlí caMi impunemente en la época de ".eyler. Cuando 1·1
('prco clUpeztÍ á ofreccr algÍlu p{'ligro, los que querían evitarsc la contingencia de tropezar
con lllguna emboscada, sorteabau el paso peligroso remontándose al cayo de Turiguan,í,
por donde iban y veníau diariamcute nu{'stras comisioues. Sólo sirvi6 esa famosa
muralla para estímulo de nuestra gClltc y para tencr paralizados algunos miles de soldadoH
pu la custodia de un monumento (Iue, deslméM de todo, era muy digno de I'.onservarse, en
¡lten<'Íón tÍ los gajes que producía IÍ. HUS dc\'otos partidarios. Entre hospitales, obras U(,
fortifieación, alambradas, picos, palas y azadones bien puede dccirse que las cuentas IIt-1
Oran Capitán fueron uua bicoca (·.omparadas con las de ".eyler. De cualquier mOtlo,
siempre hubimos de agradecerle ú Martíuez Campos y tÍ 'Veyler que sostuvieran el espantajo
,le la Trocha. Ella Mirvió tambiéu durante la guerra con los EMt&dos Unidos, para que t·1
¡{{'ueral Blanco dieu al traste con su T!'putación de militar entendido, puesto que sacó d('
la provincia de Santiago de Cuba algunos miles de soldados, iniciando de csa manera la
c\"}wuaeión de Oricnte IÍ. Occidente, tal emllo la deseaba el ejército americano. El geul'ral
Blaneo levant6 las guarniciones dI' Canto Embarcadero, de Jiguaní y de Bayamo yaligl'rt'
b de ~[anzanillo, para estacionar tOlh!S esas fuerzas en la Trocha, antes de conocer el plan
ofl'nMi\-o del ejércit.o americano. I)l'spués, lí marchas forzadas, tuvo que ir el coron!'1
¡';''<'llrio en socorro de Santiago dI' Cuba, sacallllo de ~IanzanilIo unos cinco mil soldado,.:.
¡(lué nÍlmero hubiera podido ir si 1'[ gl'lleral Blanco no se apresura IÍ. fortale(ler la barrera
,l.- ~Iortíllf _... Caton,1' mil, por lo menos, DI'8<1(' la guerra anterior ('so de las Troeha,.:
militares cra el tema favorito d" los g-pnerales I'spañoles.
CR()~]('AS In: LA (; n:mu. 87
Trocha sin qUf' lo~ e"pañole" hu1Ji('''PII lIotado nuestra proximidad:
la descubierta rompió lIna alamhrada que oh"tmÍa el paf;O, y el cuerp:l
de vanguardia se de"tacó f'n sf'guida por amhos lados de la línea
t~rrea hasta recolloeer lo" t(lItinps l'lH'llligo", envueltos aúu en la
neblina de la mañana. Poco despll{'s pI ('('ntro ocupó los terraplene"
de la vía para resguardar la pa"ada de la impedimenta, operacitlll
t'Il la que se empleó más dp media hom, por ser largo el cordi)n de
acémilas, rompiendo cntonces el fuego el enemigo desde uno de los
tilertes, llamado La ll('(londrr, al qne rl'spoIJdió nUf'stra gente COH
vivas atronadorelo1 (porque no valía la ppna de gastar pólvora) y con
las notas marciales del himno bayaUlPs que apagaron el tiroteo df'
los fortines. El camino quedaha franco.
La cahallerÍa de Camagiiey contramarchó, para operar en su
respectivo territorio, tan pronto nue"tra columna huho sahadll la
insuperable hnrrpr~l. 153fi homhres cruzaron la Trocha sin ·sufrir
una sola bajn. .
iEstaha ahandonada e~a línea militad Puede afirmarse lo
l'ontrario. En Ciego de Á "iln, de dond(' Re pasó á una distancia dc
('inco kilometros, se hallahan fuerzas españolas, noticia que tuvimoR
lICllsión de confirmar á las poeaíl horas; en }{orón, pueblo situado al
extremo opuesto, hahía otra columna, ademá." del destacamento
perennt>, y lo:s filrtines que d¡{f'ndían la vía férrea en toda su longitud
no estaban desg"uarnecidos. Aunque en la guerra se realizan con
pasmosa facilidad empresas difíciles y lances arriesgados que el vulgo
suele atribuir á la suerte <Í huena estrella de quien los ejecuta, teoría
es ésta que debe desecharse, para suplirla, cnando ciertos hechos no
tienen explicación satisfilctoria, por la concurrencia de factores
imprevistos ó de cau"as ine~llPradas que impiden al adversario el
desarrollo y aplicacitm de los medios ofensivos de que dispone.
Más cuerdo es suponer que el enemigo adopta siempre las medidas
más acertadas, sin fiarse janHls de la ciega ti¡rtuna, y bajo ese criterio
coordinar la oposición, ya !:H'a para eludir el choque, ya para
provocarlo. Volviendo ahora á la 0l)('ración militar realizada por
nuestro caudillo, hemos de decir (Iue debióse á la rapidez de los
movimientos anterioreR, concertados y dirigidos con admirable
sagacidad, con los cuales se burló la vigilancia del enemigo. Primero
se hizo un amago sobre }{orún, simulando, á la vista casi <le su
destacamento, que por ese puuto ¡';{' intentaba la travesía; y
rápidamente nos f'ucaminamos hacia el f'xtre1l1O opucsto (Ciego df~
Ávila), por donde se eti'd lII'¡ el paso {¡ handeras desplegadas. Tal
vez el brigadier AldalH', al r('('ihir la Iloti('ia de (PIC tilerzas inSlIlTeetas
88 LA C.nlPA~A DE DiVASI(IN'.
atravesaban la línea por las inmediaciones de su euartel general, nu
creyera de momento que fUf'sen la~ que mandaha )Iaceo, adverticlu
como estaba dc que el mieleo rehf'ldc halláhasc el día antes por
las cercanías de Morón explorando el campo. EISa noticia debi,)
comunicarla el destacamento que guamccía el füerte de San NicolálS.
Íl donde fueron á pedir hospedaje tres rezagados de nuestra infantería
durante la noche anterior, creyendo que era vivienda de campesinos;
el jefe del destacamento al enterarse de que pertenecían á la partida
de Maceo y de que éste COIl cuatro ó cinco mil hombres andaha por
aquellos alrededores, no molestó á los extmviados, limitándose.á
inquirir los informes que necesitaba para dar cuenta del suceso al
comandante militar de ){orón, no sin que dejara de enviarle un
recado muy atento al gClH'ral Maceo mientms. delScansábamos en la
finca nombrada Santo Tomás. Por no perder tiempo en entrevista,.:,
no se pactó la capitulación de dicho destacamento,
A dos leguas de la Trocha se hizo alto, expidii~ndose correos al
general Gómezj y con noticias más tarde de que el Cuartel General
se hallaba á media jomada de nosotros, se prosiguió el camino para
ir al encuentro de Máximo O()mez, abrazándose á las pocas horas los
dos caudillos en medio de las aclamaciones nUIs expresivas d,'
l'ntllsiasmo, en que prorrumpieron las tropas de ambos ejército:-.
fi'aternalmente confundidos en aquel abrazo que ~imholizaba tant.as
('osas: el compañerismo, la comunidad de afecto~, la lucha, la guerra
implacable y el mi8terio~o porvenir! Con el gelleral Gómez ~"
hallaban el Secretario de la Uuerra, general Holoff, varios jefes ti..
Camagüey y de las Villas, los coroneles Vega y Sllnchez Agramontt',
y seis escuadrones de la división de Sancti Spíritus, comandados por
el general Seratín Sánchez, jefe del departmnellto de las Villa:-,
además de la escolta de camugüeyallos que acompañaba al General
en Jefe desde su excursión por el territorio de Puerto Príncipe.
El día fue pródigo en ugraclables sucesos.
, ,
MAXIMO GOMEZ.
o es esta la ocasión de hacer un juicio sohrc la vida
militar del general Gómez; tarea, si no ardua, ditícil •
al menos de ceiiirla á las dimensiones de un capítulo
de estas cnóNIcAs, destinadas por su índole á reflejar
nípidamente diversidad de episodios y sucesos impor-
tantes, á narrarlos tan sólo con excesiva coneisión las
más de las veces, á modo de impresiones de viaje y bajo
el apremio incpsantc de los peligros. Pero en defecto
de un r('truto cubal del caudillo, que reyeln¡.;c sus dotes
militares, sus aptitudes estratégicas aplicadas á las dos
('ampañas de Cuba, transcribiremol'1 un bosquejo, que tal vez retrate al
hombre, trazado á vuela pluma en el DIARIO OFICIAL DE LA GUERRA.
CA){PAMEXTO DE L"-zARO LÓPEZ, 29 DE NOVIEMBRE DE lR95.
")láximo Gómez con!'lcrva inalterables sus aptitudes de hatallador
y los rasgos típicos de su carÍlcter. El viejo combatiente ha pasado
íutegro y glorioso ti trav{'s de vicisitudes y penalidades capaces de
dehilitar á la naturaleza más robusta; pero hombre extraordinario,
dotado de una voluntad de hierro, hase mantenido firme y altivo;
invulnerable al contagio de las pasiones políticas. Espíritu batallador,
modelo vivo de lealtad repuhlicana, luchó durante dicz años contra
la iniquidad de los españolps, y nuevamente les plantea el duelo con
la arrogancia de un joven paladín.
"Es de regular estatura, de pocas came~, flaco, cartilaginoso;
dc Íf'z trigueña, mirada viva y penetrante, y de modales ásperos.
)111)" imprcl;;Íonablc; co~a fiue ~e revela en todos sns actos y en la
90 CRÓNICAS DE LA GUERHA.
expresión de su fisonomía en la que se estampan, de un modo gráfico,
lus alteraciones nerviosas de su temperamento. El tono de su voz
es siempre imperativo, al ex1remo de que aun en el hablar amistoso
parece que reprende ó que manda una maniobra. Inflexible y
Revero, la ordenanza es su canon único y j ay del que la conculque!:
recluta, oficial ó jefe superior no hallarán clemencia. Por lo demás,
es amante del soldado viejo, con el que bromea á menudo; j contrnste
singular!, le gusta escribir, y escribe sohre diversos asuntos ClUamo
currenle. Su estilo rudo, defectuoso, cuando se refiere á cosas del
servicio militar, se tl1leca en pintoresco, con matices, imágenes J
colorido propio, si la lahor es narrativa. Dijérase que Gómez,
cuando deja la espada por la pluma, hace un de"pliegue .mental por
los campos de la Hetórica.
"El movimiento de Febrero no le cogió de sOl11resa en su
resirlencia de Montecristi: tenía las espuelas calzadas y el machete
ceñido, dispuesto á embarcarse en cualquier esquife, mientras fuera
pronto; aventura que realizó con Martí, Horrero y tres expedicionarios
• más en un barquichuelo desmantelado, que abordó á la casualidad sobre
un peñasco de la costa, al embate de una ola furiosa, pero propicia.
Echa á andar sin dilación, seguido de la pequeña comitiva, orientándose
por el sol y la brújula hasta que encuentra un grupo de cubanos
batiénrlose á la desesperada: toma parte en la acción y prosigue la
ruta. Ve á Maceo, cuyas penalidades han sido mayores, concierta
con él el plan de campaña sin desmontars~ del caballo, y continúa la
excursión, impulsado por una idea fija: sacar á flote la Revolución
que, según frase de él (de Gómez), eslciba varada.
" La muerte de Martí, su amigo del alma, no amilanó su espíritu
batallador, aunque ocasionóle gnwe dolencia que puso en peligro su
vida; y enfermo, macilento, devorado por la fiebre, toma el camino
de Camagüey á los pocos días de la catástrofe de Dos-Ríos, para
encender allí la contienda y revolucionar lo que aun permanecía
en reposo. Durante esa travesía sufrió decepciones, amarguras
incontables; hubo en la pequeña hueste que le seguía conatos de
sedición: fue aquél su vía crucis. Pero no desmayó el viejo soldado;
intrépido siempre, escala la agria cuesta, y ya en la cumbre, echa al
aire los pendones, arenga á unos cuantos proscriptos que se le unen y
abre la famosa jornada de Camagüey, timbre quizás el más honorífico
de su vida militar. Ahora acaba de decirnos, dentro de su tienda de
campaña, que entre él y Maceo tumbarán á Martínez Campos
cogiéndolo desprevenido en los campos de Occidente.
"¡ Hombre extraordinario!"
LA CAMRASA DE INVASIÓN. 91
3 O DE NOVIEMBRE DE 1895.
"Son las siete de la mañami.: todas las fuerzas se hallan formadas
~()bre la extensa llanura de la campiña, esperando la orden de marcha.
Gómez se adelanta á caballo, impone silencio con un ademán, y
saluda al ejército liberl..'tdor en una calurosa arenga cuyos acentos
penetran en todos los corazones como toques agudos de bélico clarín.
Dice que la guerra empieza ahora: la guerra dura y despiadada. Los
pusilánimes tendrán que renunciar á ella: solo los fuertes y los
intrppidos podrán soportarla. " En esas filas que veo tan nutridas,
"la muerte abrirá grandes claros. No os esperan recompensa8, sino
" sufrimientos y trabajos. El enemigo es fuerte y tenaz. El día que
"no haya comhate, será un día perdido ó lIlal empleado. El triunfo
"~lo puede obtenerse con el derramamiento de mucha sangre.
" ¡Soldados! no os espante la destrucción del país; no os espante la
"muerte en el campo de batalla; espantaos, sí, ante la idea horrible
"del porvenir de Cuba si por nuestra debilidad España llegara á
"vencer en esta contienda. Los manes de tantas víctimas inmoladas
" por la tiranía os exhortan á que luchéis con decisión y vigor, para que
"la rapidez del triunfo no dé ocasión á levantar nuevos cadalsos. _..
" Poco se ha hecho hasta ahora; poco hemos andado; no estamos aún
"en Las Villas, donde nos esperan las grandes peleas.. Esta guerra no
"registra más que dos acontccimientos notables: la acción de Peralejo
"y la expedición que condujo el general Roloff. España ha mandado
" para combatirnos al más entendido de sus generales. ~ Y bienf, con
" eso demuestra nuestra pujanza, porque empieza por donde acabó la
" otra vez. Yo le auguro á MmtÍnez Campos un fracaso cabal, que ya
" empezó para él en las sabanas de Peralejo, pronóstico que habrá de
" cumplirse al llegar los invasores á las puertas de la Habana con la
., bandera victoriosa, entre el humo rojizo del incendio y el estrépito
" de la fusilería. j Soldados!, llegaremos hasta los últimos confines de
"Occidente, hasta donde haya tierra española: j allí se dará el
"Ayacucho cubano!"
"Se da la orden de marcha y dos horas después se establece el
campamento en las márgenes de Río Grande, punto conocido por
La Reforma.
"D na división española, al mando de Suárez Valdés, opera por
estos contornos. Nuestros exploradores la hostilizaron ayer, al acampar
en Trilladerilas."
--- ... _---
~:r .
.\CCIÓ:K DE I{fO GRA~DE Ú LA HEFOR~fA.
(2 DE DICIE~mHE)
adelantar camino y ohsen'ar al propio tiempo
con mayor atención los movimientos de la columna
española qne operaba por aquellos lugares, nos dirigimol:'
á La Reforma, espaciosa dehesa situada en las márgene:-
de Río-Grande, casi contigua al territorio villareñu.
En Trilladeritas se hallaba acampado Suárez ValdéS;
que ejercía el mando de la comandancia general de La~
Villas desde que la Reyolución tomó vuelos en ese
departamento y donde tanto vigor había adquirido en
la époea de nuestro relato, á despecho de la fama militar de dicho
general y de sus firmes propósitos de rehabilitar su crédito á los ojo:-
de la opinión pública, bastante quebrantado á consecuencia de la
poca actividad desplegada en las operaciones contra lIaceo en el
distrito de Holguín, y de su dilación inexcusable en la marcha sobre
Bayamo á raíz de los sucesos ocurridos en el campo de Peralejo.
Situado Suárez Valdés en Trillada'itas, le era muy fácil ganarnos la
delantera, colocarse á nuestra vanguardia y ocupar los pasos del río
Jatibonico, frontera geográfica de Camagiiey (ya que la militar lo era
la Trocha de Júcaro tÍ Morón), mientras que tÍ nosotros nos interesaba
realizar un objetivo diametralmente contrario, de ejecución desde
luego muchu más difícil, si, comu era de ~Up()ner8e, afJuel competidor
)Iql _( lvGoogIc
CR(nnCA¡;; DE LA GI'EHR.\. 93
~(. hallaba allí para hatirnos en regla y, por lo tanto, no dispuesto II
perder la pista con la filCilidad de otras ocasiones. La distancia qne
mediaba entre los dos campamentos no excedía de tres leguas, y el
nuestro, por su extfmsión y amplitud, era accesible por varios puntos,
~()bre iodo por el frente, que hrindaba oportunidad para hacer un
despliegue por hatallones.
El día 1'! de Diciemhre levantó Suárez Valdés el campo de
Trilladeritas para aproximm~e algo mÍls al de Río Grande, con
pleno conocimiento de qne Gónwz se hallaha allí y con algunofol
indicios de que pudiem hallar~e tamhién Maceo; pero no atacó ese
día, aunque tiempo tuvo pam ello; acampb á las cuatro de la tarde,
!lajo el tiroteo de un pelotón de la cahllllería de Sancti SpíritllS que
~e hallaba sobre el campamento enemigo desde el día anterior.
Todos los cue'llOS recibieron la orden de estar sohre las armas á las
{'inco de la mañana.
El ataque que se ~pernha al amanecer dio principio á eso de
las ocho, cuando ya la mayor parte de lllH'stras fuerzas se hallahan
en camino, por carretero muy cenagoso, y únicamente faltaha por
clesfilar la retaguardia, á la que dehían unírsele los retenes avanzados
(lue sostenían el fllego. Hllccr retroceder las restantes fuerzas para
empeñar acción formal, era ya extcmporánco cn aquellos momentos,
aparte de las dificultade8 quc ofrecía el camino para que la maniobra
¡.;e ejecutase con orden y prontitud. U rgía, en cambio, dcfendcr los
hagajes que podían VCl~e amenazados por el enemigo, que á pnso
ligero se corría por la margcn izquierda del río, tratando de ganar
un collado desde el cual se dominaba la senda pantanosa por donde
marchaban aquéllos, con grande embarazo. Nuestra retaguardia
permanecía aún fonnada en espera de los retenes para emprender el
eamino; de ella sacó Maceo 60 peones para situarlos sobre una colina
de poca altura, pero cubierta de arbustos, y destacó al mismo tiempo
dos secciones de cahallería para que fuescn en socorro de los cuerpos
de guardia. Tan hábil nuestro caudillo en la colocación del peonaje,
con aquel golpe de vista tan certero, con aquella prontitud y sagacidad
en él habituales, ya para resol ver una situación comprometida, ya
para adivinar los intel~tos del adversario, e:o;peró la sorpresa que habría
de causarle al enemigo el escopetazo de nuestros tiradores.
El centro de la división e8pañola permanecía en las primeras
posi'?iones que ocupó su vanguardia, pero ésta, acortando la distancia
por campo transvcrsal, sc dirigía cvidentemente hacia el lugar donde
!OiC hallahan apostados lOA (iO inf:'mtes, con la orden de no hacer fuego
~ino á tiro seguro. Así fiJe la descarga, hrusca y certera; desbarató
J~A C.UIPA~A DE rXVASIÚ~.
la formación de las guerrillas mát! avanzadas, que hubieron de·
pronunciarse en movimiento retrógrado al repetirse los fusilazo",~
viéndose obligada la segunda lÍlwa á hacer fuego á discreción, rodilla
en tierra los infantes, y en orden disperso los jinetes. El centro dc'
la columna desplegó entonces sus batallones por derecha é izquierda
con un aparato militar descompasUllo para apoderarse de una posiciún
(lue no tenía aspecto de invulnerablc; pero tan aparatoso simulacru
sirvióle á Maceo para medir la capacidad ofensiva de su competidor.
y reforzó con 40 tiradores aquella posición á fin de dar tiempo tÍ quc'
la impedimenta acabara de cruzar los pantanos y que se incorporanm
los retenes de caballería. Arreció el tiroteo y sonó el cañón de la
columna española: se trataha, pues, de una batalla campal para c·l
('audillo adversario! ..Al general )Iaceo le quedaban 200 hombn':-:
más de infantería al mando del brigadier B.'lndera, pero en previsibn
de la alarma que los caiionazos pudieran ocasionar en nuestra
impedimenta, dispuso qlH~ aquéllos flanquearan por dentro del monfto.
no sólo para evitar el desorden en nuestras filas, tlino para cubrir un
atajo que desembocaha al camino carretero de Trilladeritas, por c,}
('uul podía muy bien correrse el ala izquierda de la columna española
y cortar el paso á nuestro convoy, precisamente en el sitio donde c'l
tránsito era más arduo; no lo hicieron, tal vez por no serIe conocida
dicha vereda al jefe de la división, ó por otros motivos que 110
alcanzamos á p.xplicarnos. Se satisfizo el gene111.1 Valdés con c,l
nutrido fuego que hicieron sus babtllones una yez extendidos por
todo el frente del espacioso potrero, y ocuparon, como es consiguientl'.
la colina de la disputa, dl'sde la cual pudieron del'lcubrir las huellas
(le . los cubanos. N Uf'l'tra infi.lllterÍa continuó apostada durante media
hom, hasta que cruzó el tíltimo bagaje; transcurrido ese tiempo, siJl
que los españoles avanzaran un pa~ más, ordenó el general Macc'o
la marcha de la retnguardia, miclltras la nube de plomo descargaha
furiosa sobre el rastro del último escalón, ocasionando gran destrozo c'n
la arboleda y agitando alguna que otra vez el agua turbia de las poza:-.
No desplegó el gcneral Suárez Valdés sus talentos militares eJl
('sta ocasión y ni tampoco dio muestra de actividad, prenda tan
recomendable en el jcfi~ de una columna en operaciones, pues el
ataque pudo muy bien haberlo iniciado al amanecer, ya que no }o
hizo en la tarde del día anterior, así como disponer la acción de otra
manera mucho más fructuosa para las armas españolas; adelantando
tan sólo quince minutos el avance sobre la colina, los fusilazo~ el.·
I'lUS tropas hubieran neasionado quehrantos dc consideración e'lI
lllH'stras filas al barrer 1111 gnm trecho del camillo (iue llevaba nUCl't ro
CRONICAS DE LA GUERRA.
l(~nnvoy y que no era posible desechar á menos que no se abandonaran
lal'l acémilas. Comentnrios poco favorables para la reputación del
.!!pneral Valdés pudieran hacerse con vista de su lentitud inexcusable,
.'" aun decirse (sin apurar la argumentación) que se resolvió á atacar
Iluestro campamento de la Reforma de puro compromiso; pues tiempo
;Nobrado tuvo para efectuarlo antes y COIl fuerzas suficientes contaba
para no temer un descalabro (1).
:Muy conocedor el general Gúmez de llquella comarca desde la
.Itra guerra, y al corriente del modo de operar de 8uárez Valdés,-
('studio que no ofrecía grandes dificultades-encaminó nuestra columna
hacia Trilladeriias (el campo que d(;jó el adversario pam dirigirse á
Iluestro campamento de la Refo-rma), bien convencido de que para el
1!eneral español era suficiente victoria la ocupación de Río Grande.
l)e resultar comprobadas las presunciones de nuestro caudillo, al
.Iía siguiente nos hallaríamos en la región villareña sin ser hostilizados
lHlr la columna de 8uárez Valdés,
(1) El combate de la RtfOT'ma 8ólo nos ('08tó !:'ictc llaja!:'; pero el general espanol en
)/)~ parte8 oficiales le dio proporcione8 de batalla campal, haciendo aparecer un montón de
.l/l/erro8 t!Í8ro8 del balido insurrecto. Suárez Valdés fue uno de los primeros que puso en
f'Rcena los combatetl fabulosos ó novelescos, en 108 que después de un fuego muy nutrido,
tl'nninado con la corre8pondiente carga ti )11. bayoneta, el enemigo se dispersó sin caU!!8r
"lijas á las fU'l!rzas espaflolas, debiendo por su partP. habtf' BUfrido mucha8. Con la división
de Suárez ValdéB iba un oficial dt!l t'jéreito británico, quien se llenarra de asombro al ver
"ómo se arrollaba á un enemigo invisible y Be ganaban laureles militares haci('ndo derroche
l1e figuras retóricas; que no eran otra CO!!8 la8 carga8 ti la bayoneta de Suúrez Valdés y de
ulguDOl! eftilitanee mlÍs que ('on rl emulufon ('u 106 torneo!:' fabul06Ol!.
"'7':::C:::C•
ORGANIZACIúX DEL ~~ e ERPO DE EJÉRCITO,-C'IWQI1l8
DE LA (',HIPA¡ A DE LA VILLAS.
L gt'lleral Uaceo obtuvo el maudo del 4~ y 5l! ClI qm
del ejército, que le otorgó el General en J fe antes tIp.
51( ( invadir el territorio <1e Las Villas, confiándole asimilSlllo
('-;¡ ~ la <1irecciún ue la columna expedicionaria con todo lo
7.Pl% ~~ " anexo ú organización, orden interior de lo, cuerpo.'
~
y.~ promocilJueJ':, di¡;;tribnción del personal, &',t El 4~)
o cuerpo lo constituían la fuerzas de Las \Tillas, sie1ll1n
este dppmiamento el teatro de i';Ui' operaciones, y ('1
5'1 habría de constituirsc con los elcluellto de las tl'f'~
provincias occidenta1c¡.¡: )Iatanzas, Hallalla y Pinar del Hío.
Cumprendía el -l-~l (~nerpo dos divisiones: la primera, ouh.;;
brigadas de Sancti Spíritus, Hemc(liO")' Trinidad; y la seQUnda, eOll
las de Santa Clara, ~aglla la Grande y CieJlfucU"os. El siJ'Tuimtc'
('IH\.dro dará una idea lwís completa.
4'! cuerpo del ejér('ito lihertador, dei'tinado al departamento al'
I,as Villas, al mando (Id general Serafín Sánchez:
1~ DrvI,'IóN,
1~ Brigada.: zona ele Sancti Spí ritn:,.
Regimientos de clIhallería Honoruto, )'1artí ." Castillo,
idem d(~ illtillltería Atollahosa.
2~ Brigada: zona de Remedios,
Hegimielltos de (~l\ballería Xarci o .r Yidoria.
Batallón cazadon'~ de HeUlrdios.
LA C.UIPA~A DE I~VAS1()N. 9i
2': DIVIHIÓ~.
1~ Brigada: zona de Santa Clara.
Regimiento de caballería Las Villas.
idem de infantería Serafín Sánchez.
2~ Brigada: zona de Cienfuegos.
Regimientos de caballería Villaclara y López.
Regimiento de inii.llltería Cien fuegos.
3~ Brigada: zona de SagnR.
Regimiento de cahallerÍa Esperanza.
idem de infantería Sagua.
Tiradores de Holoff; compañía volante.
Oportunamente daremos más detalles respecto á la organizaclOlI
de estos llamados cnerpos de ejército, anticipando ahora el dato de
que no llegaban á divisiones, ni éstas á brigadas, en cuanto al número
de soldados, y con sobrante excesivo de oficialidad; organización, pues,
defectuosa, y no modificada en ningún período de la campaña.
Varias veces se intentó por el Estado Mayor General reducir el
número de brigadll8 y regimientos, ya que algunas de estas unidades
sólo lo eran de nomhre, simplificando "desde luego la composición y
nomenclatura del ejército por medio de una pauta más sencilla y
adecuada á nuestro organismo militar: tres cuerpos de ejército;
uno para el departamento Oriental y dos para el de Occidente l
comprendiendo el primero los territorios de Cuba y Camagüey, con
ocho divisiones por junto, veinte brigadas y cuarenta regimientos
de á 500 plazll8 cada uno. Con este sistema hubiera ganado el
ejército en regularidad, desapareciendo en gran parte la viciosa
organización que prevaleció durante la campaña, así como la fll8tuosa
nomenclatura propia de un ejército de cien mil hombres que con
aquélla anduvo aparejada; pues hay que tener en cuenta que la
milicia cubana no excedió de 26,000 hombres, por más que en varios
documentos oficiales hayan figurado algunos miles más, pasando como
un hecho verdadero entre propios y extraños (1). Pero la reforma
iniciada diferentes veces por el Estado Mayor, se estrelló siempre
contra los antiguos hábitos de lo creado y establecido clesde la otra
(1) El lector debe tl'ner prl'sente 10 que Sl' ha dicho en otro lUg'l\r de estlUl CRÓNICA!!
..obre el número de combatil'l1tes dl' llllestro ejército: la cifra de 26,000 hombres se concreta
al orgsnismo annado en la épocs anterior á la declaración de guerra entre Espalla y 101
Estados Unidos.
98 CR6~ICAS DE LA Ge-ERRA.
guerra, quedando subsistcnte lo defectuoso y aun multiplicado, por
ser mlls extcnso el radio de las operaciones y mayor por consiguiente-
el número de unidades tácticas que adolecían de la falta señalada.
Era, pues, vicio de origen, y no hubo energía suficiente para extirparlo.
Por la jefatura dcl ejército se dicron instrucciones al brigadier
Quintín Bandera pam que con la infimtería oriental se dirigiera
al valle de Trinidad. Cayendo repentinamente sobre los campos del
Condado podrían cegarse las fuentes de riqueza que daban vida á
esa zona agrícola, y :se creaba al mismo tiempo una situación
alarmante para el gobierno español, que se vería obligado á distraer
algunos batallones de otros <1istritos para acudir á los lugare~
amenazados por la gente de Bandera. Ll. correría habría de efectuarse
con la mayor rapidez (1).
El cuerpo central invm:or seguiría la marcha por la línea má.~
recta, atacando á toda columna que encontrara á su paso, sin eludir
tampoco combate con las que se situaran sobre nuestra huella
mientras la operación no diero lugar á dilaciones; en caso de ser
atacada nuestra retaguardia, se optaría por la defensiva. La contra-
marcha de toda la divi!'ión' sólo sc emprendería ante una crisis
alarmante que pusiera en gl1,lVe ric!'go la vida del ejércit.o, pero sin
(1) Se iucurrió, siu embargo, en un grave error estrntég'ico con la disposicit~u de est..
plan, que en manera alguna podría realizar>lc con la rapidez y exactitud apetecibles, pUI'S
l'ra materialmente imposible que la brigada de infantería cayera sobre el valle de Trinidad,
devastara los campos de dicha zona y 8(' uniera al cuerpo invasor en el plazo perentori..
que se le fijó al brigadier nande~·a. Por otra parte, había que calcular que el Anna dI'
infantería nos sería indispenRllble ('n el nue\'o teatro de las operaciones, cosa que ya tuvimol'
(wasi6n de deplurarlo al día Rigui('nte, en el combate de Iguará, sostenidu á las pocas hora!'
de haberse separado dicha fuerza, spg'ílU tendrcmus ocasión de comprobarlo en breve.
Ademús, nus desprendimos de uu elemento tÍLeticu indispensable, para en seguida tener qUl'
proceder á la formación de otro cUt'rpll de iufantería con elementos nuevos. La. brigada
que mandaba Quintín Bandern no vulvi6 Ít. reunirse con el cuerpo invasor hasta el mos di'
)Iarzo de 1896, cuando ya hahía terminado la primera campafla, por no serIe posiblt·
acudir al punto que se le fij6 de antemano al separarse de la hueste expedicionaria en ,,1
campamento de Trilladeriffls, ni mucho menos seguirnos por la huella en la marcha
procelosa de la columna iuvasora. Varias vece's el general Gúmez tuvo oportunidad dI'
dl'plorar el en-or cometido, tanto mÍLs cuanto que, para subsanarlo, viose obligad..
II hacer uua marcha de retroceso, larga y dificultosa, para ir en busca de la infantería y
entregársela á }laceo cnando é>lte >le resolvi6 Ít. hacer la campaBa en la regiúu tnlÍfi
oct'ideutal, algunos meses dcsplllos dt' los sucpsos narrados en este capítulo.
La Brigada de infantería hizo una iucursiún provpchosa por el valle de Trinida.l, ~e
hatiú con denuedo contra la collllllna del coruuel Hubín; pero, dpspulos, por falta de noticias
dl'1 cuerpu iu\'asor, hubo de pcrmanpcer inactiva el! la Sigullnell por eRpado de dos meses.
l.A CA~IPA~A DE IXVASIÓN. 99
entenderse que se renunciaha al objetivo esen"tl de la campaña, la
invasión de Occidente, que se intentaría de nuevo a:l desaparecer
ó minorar el peligro.
. Las fuerzas de las Villas que no pertenecieran al cuerpo invasor
<luedarían operando en sus respectivas zonas, hostilizando incesante-
mente al enemigo, quitándole recursos, lo propio que á los pueblos
tortificados á los que se tendría en constante alarma, destruyendo
las vías rerreas, puentes, vehículos y demás medios de transporte.
Toda fuerza cubana, grande ó pequeiia, al tener noticia del paso de la
columna invasora por 108 lugares donde aquella operase, destacaría
algunas guerrillas sohre los campamentos españoles más inmediatos
para qu~ rompiesen las primeras escaramuzas, procurando no empeñar
combate formal á vanguardia del ejército, á menos que por la
consistencia del núcleo cubano ó por las ventajas de la posición, no
~e tuviese la seguridad de arrollar al enemigo; pues todo descalabro
en la vanguardia de un ejército que toma resueltamente la ofensiva'
es de un efecto fatal. Escalonados todos los pequeños destacamentos
sobre la retaguardia de nuestra columna, se hallarían en condiciones
~le batir á cualquier fuerza enemiga que siguiera la huella del cuerpo
lllvasor.
Durante la excursión por Las Villas no se atacarían poblaciones
fortificadas, caseríos ni batey alguno que contaran con guarnición,
reservándose únicamente estas empresas para la provincia de la
Habana, en donde sería necesario tomar algunos pueblos y amenazar
la capital
"¡'"
•
. .
LIBRO TERCERO.
EN LAS VILLAS.
I.
COMBATE DE IGUARÁ.
(3 DE DICIEMBRE)
S E~ALÚ nuestro paso á las Villas el sangriento
combate de 19uará.
Dos leguas mediaban del campamento de Trilla-
deritas al río J atibonico, límite geográfico de Camagüey
por el Oeste (y no la Trocha militar de Júcaro á Morón,
línea puramente accidental); distancia que salvó nueRtra
columna en las primeras horas de la mañana del 3 de
Diciembre para entrar á paso de carga en el grandioso
escenario de las Villas, cuya inauguración habría de
ser tan memorable en los fastos de la guerra.
El aspecto del país, poco ó nada hahía cambiado; tierra
montañosa, palmares aquí y allá, saltos de agua por los barrancos,
senderos y maleza por doquier, vegetación más ó menos tupida y
panorama más ó menos dilatado, pero de matices semejantes, de un
verdor siem.pré profundo, no ofrecía marcado contraste con los
102 CRÓNICAS DE LA GUERRA.
lugares que dejábamos atrás; sin embargo, la ardiente imaginación de
los orientales se complacía en hallar aspectos diversos al verse
reflejados en las cristalinas corrientes del Jatibonico, cuyos ribazos
venían á ser los umbrales de unas tierras halagadoras, embellecidas
por el encanto de la conquista. j Las Villas !-¡ya estamos en las
Villas !-estas exclamaciones salieron de casi todos los labios. A
nuevo teatro, peripecias nuevas.
Iba en la vanguardia, con la caballería de Sancti Spíritus, el
general Gómcz llevando flanqueos por la derecha, por hallarse á este
lado, y próximo al río, el destacamento español de Iguará, cuando
fue avisado por un campesino de que había pernoctado una columna
en dicho lugar, la cual retornaba á la plaza de Sancti Spíritus,
hallándose probahlemente en marcha en aquellos momentos, agregando
el mensajero que llevaba muchas acémilas. Gómez envió un ayudante
á Maceo, que se encontraba aún en el vado del río, manifestándole
que no quería desperdiciar la ocasión de batir aquella columna; y
entretanto situó las fuerzas de vanguardia por el frente, ocupando
la talda de una colina junto al camino de 8ancti Spíritus, el que
necesariamente tenían que llevar los españoles, si resultaban exactos
los informes del campesino.
Iguará era á la sazón un caserío fortificado que defendía el paso
del Jatibonico del Sur, y formaba parte de una línea de destacamentos,
como Taguasco, Arroyo Blanco, Bellamota y Mayajigua, que cubrían
la margen occidental del J atibonico, constituyendo el perímetro
avanzado de las Villas orientales.
La columna española, que, efectivamente, se hallaba en marcha,
al divisar los puestos de caballería sobre la colina mencionada, se
detuvo y ahrió el combate sin dilación desde las buenas posiciones
que le brindaba el terreno, que eran el mismo camino de Iguará,
especie de guardarraya muy abrigada y algunos cercados contiguos,
casi infranqueables para caballería. Acudió el general Maceo al sitio
de la pelea, y después de conferenciar breyemente con el General
en jefe, inició el ataque por el flanco derecho, única maniobra que
podía dar resultado, aunque sufriendo muchas pérdidas si el enemigo
no se desconcertaba en los primeros momentos: Gómez, desde allí,
le cerraría el camino por el frente. En esta situación el combate
fue tomando calor. Los españoles se mantenían firmes: la granizada
de proyectiles era espesa y continua.
Nuestra retaguardia y parte del centro no habían cruzado el
río, y necesitándose el esfuerzo de todos para que el ataque fuese
eficaz, ordenó Maceo que aquellos abreviaran el paso y apoyaran por
,1
j
LA CA~IPA~ A DE I~VASIÓ~. 103
la derecha el m~yimiento de flauco que iba. á efectuarse. La empresa
era mis dificil de lo que á prim~ra vista parecía, porque para acometer
¡\ los españoles por el lado vulnerable y desalojarlos de allí, había
que atravesar un espacio obstruido por la maleza y bañado totalmente
p:lr las balas. Los toques de corneta, el tropel de la caballería
rompiendo la manigua y las voces de mando de los oficiales, debieron
de percibirlo los españoles que defendían el camino de Iguaní., puesto
que arreciaron el fuego al iniciarse el ataque, siendo furioso al
desembocar los primeros grupos en el limpio. Este era el momento
de la crisis, que había que resolver rápidamente, por medio de un
acto de arrojo que llevara el pánico tÍ. las filas enemigas, ó de lo
contrario eré.l. segura la derrota, con pérdida de jllucha gente.
Entonces se vio el orden de combate adoptado por la infantería
española desde el principio de la acción, que antes no pudo precisarse
por lo enmarañado d~l terreno: ocupaba dos líneas que formaban un
ángulo oblicuo, bastante abierto, cuyo vértice era el destacamento de
Iguará: de uno de los lados se barría la loma donde Gómez tenía
desplegada la vanguardia, y desde el otro, de mayor longitud, se
rociaba de plomo el espacio limpio de arboleda por el que acababan
de penetrar algunos jinetes de Oriente, empujados por ~Iaceo; especie
de tijera que facilmente podía encerrar tÍ. los que se metieran dentro
de las dos hojas.
Los primeros que avanzaron estaban. fuera de combate; cayeron
unos treinta, en menos de quince minutos. Mientras se abrían
portillos en una cerca que detuvo la marcha tropelosa sobre el
encmigo, éste no cesó dc disparar con buena puntería, notándose
clara y distintamente el martilleo del Maüser al botar la carga,
semejando los estampidos una granizada seca hiriendo una superficie
de zinc. Los troncos de los árboles servían de espaldones á los
soldados del bando contrario, y así pudieron hacer una resistencia
sólida contra grupos de caballería al descampado.
Pero el destrozo causado en nuestras filas enconó los ánimos,
disponiéndolos á tomar el desquite, y ya sin ver el peligro, con
intrepidez heroica, se echaron sobre la línea formidable que defendía
el camino de Iguará, conquistando una de las cercas al arma blanca
después de un corto tiroteo á quemarropa. Empezó la confusión en
las filas contrarias ante una embestida tan impetuosa; el machete
dio alcance á los que trataron de resistir á pie firme, se hicieron
prisioneros ilesos, se cogieron fimlituras, armamentos y acémilas en
lmcn número, y poco tllltó para que no cayeran en nuestro poder
algunos oficiales que con manifiesta precipitación abandonaban el
104 CRONICAS DE LA GUERnA.
campo con los restos de sus fracciones. Por el frente no fue menor
el desorden introducido en las compañías que, apoyarlas en un
guamasal, defendían las posiciones de ese lado; pues habiendo
arlvertido Gómez el avance dado por Maceo, acortó en seguida la
distancia, desalojando á los infantes españoles de los cercados má~
próximos y ocasionándoles bastantes bajas al tratar de guarecerse en
el callejón de Iguará, que ya no ofrecía refugio á los fugitivos. Por
entre la arholeda, algunos soldados protegieron poco antes la retirada
de los heridos; no era posible la persecución con gcnte á caballo por
los obstáculos naturales del terreno sólo franqueable para infantería.
El espanto de los mulos de transporte que corrían en todas direcciones,
y el afán de" cogerlos, contribuyó también á que escaparan de la
persecución grupos enteros de soldados, y tal vez, entre ellos, el jefe
de la columna, que trataba de dominar el pánico y de restablecer
inútilmente el combate en las inmediaciones del destacamento.
Logró, sin embargo, después de grandes esfuerzos, situar una línea
avanzada, temiendo ser atacado dentro rlel caserío, la cual tuvo que
replegarse tan pronto como fue descubierta por los pelotones de
caballería que reconocían el campo y recogían los ohjetos abandonado~
por los españoles. .
Crítica en extremo era la situación del coronel Segura, jefe d('
la columna, encerrado en Iguará con escasas fuerzas y con una
enonlle impedimenta de heridos; es de colegir, por lo tanto, que no
le huhiera quedado otro recurso que el de abandonar los heridos, si
quería salvar el resto sano de la columna, ó en caso contrario rendir
las annas al vencedor, si éste hubiese ido al asalto en seguida que el
enemigo inició la retirada. Pero la falta de infantería impidió llevar
á cabo esta segunda acción, y gracias á esa circunstancia no
experimentó el coronel Segura un descalabro completo.
El brigadier Quintín Bandera debió oir el nutrido fuego de
fusilería del combate de 19uará, pues hacía pocas horas que se había
separado del cuerpo invasor y no se hallaba lejos del lugar de la
acción; pero cumpliendo estrictamente con las órdenes del General en
J efe no podía modificar el plan de las operaciones sin echarse encima
la responsabilidad del incidente, aun cuando su presencia en el campo
de Iguará nos hubiera proporcionado una envidiable victoria en
cualquier momento de la lucha.
Sobre· el campo dejaron los españoles 18 cadáveres, .habiendo
retirado bastantes más y muchos heridos, con pérdida además de
algunas acémilas, 54 fusiles y otras prendas de valor. El parte oficial
de este combate no tuvimos ocasión de leerlo en la prensa española,
,
LA CAMPANA DE INVASIÓN. 105
ó quizás no se publicó; pero El Fénix,. de Saneti Spíritus, decía á los
pocos días, que fue la acción de Iguará una de las más reñidas de la
campaña; que las fuerzas insurrectas eran de infantería y caballería,
muy superiores en número á las españolas, agregando que éstas
tuvieron que retirarse con muchas bajas, pero con mucha gloria!-
asertos que no discutimos (1).
Sensibles fueron las bajas de los cubanos; entre los muertos, el
bravo teniente coronel Andrés Hernández, jefe de la escolta del
general Maceo, y el comandante Teodomiro T~rres, del regimiento
Maní; heridos de gravedad, el jefe de Estado Mayor del general
Gómez y el teniente coronel Enrique Céspedes, de la caballería de
Bayamo, y 14 oficiales más: el total de nuestras bajas fue de 45.
La división oriental tuvo 37 hombres fuera de combate, en los
momentos de darse la acometida que decidió la acción.
Terminado este glorioso hecho de armas, que duró muy cerca
de dos horas, se estableció el campamento en lugar no distante de
Iguará, para que obtuvieran honrosa sepultnra los que habían dado su
vida en aras de la patria.
(1) Las conjeturas del general G6mez respecto á la actividad de Suárez Valdés
quedaban totalmente comprobadas, pues el jefe espallol qued6 acampado en Río-Grande,
mientras el cuerpo invasor cruzaba las frouteras de Las Villas. En esta operaci6n sucedi6
algo parecido á lo del paso al territorio de Camagiley: allí falt6 la concurrencia del factor
de vanguardia; acá, el de retaguardia. Sin necesidad de forzar la marcha, la divisi6n de
Suárez Valdés podía muy bien haber ocupado las márgenes del Jatibonico, el día 3 de
Diciembre, 6 atacarnos en Trilladeritas el día anterior.
"~<""'~""'~'..4.:~~~:~~~·.Á.'·'~'Í'I;.:.óil~a
's,.....oÍ ...--.
~>o!-~=Z;~~~~~.~~~=~L
¡;~~_.•¡;"'~~~
EX lL\RCHA J>Ott LA~ nLLA~.-IJE:'I>EIJWA IJEL GOBIERXO.
- .·{J1IEXTO.-COllBATE DE J.(,~ IX IJIOS.
(HEI. -l AL 9 DE IJU'IEKBRE)
".$~~;Q:>. J
'tt. ' r _ O~ ESPl' f:S que la Sanidad huho desempeñado sus
;t;. ) ~ tristes funciones, y de haherse dispuesto el traslado
J
C" ,~ dc los heridos á sitio S('guro, con lo cual dieron
(il/.'f:;, >-,.:58 comienzo las durezas de la guerra (las despedidas
..Jt0~1 of0' cntre amigos y camaradas, entre los que quedaban al
~. 9 horde de la tumha )' los que se. iban á desafiar la
ir; " muerte), leyantamos las tiendas para scguir la marcha
por el tcrritorio de Saneti Spíritus, todo él montuoso,
como la mayor parte de Las Yillas, pero feraz y
pint()r(~sc(), J muy abastecido de ganado entonces. Grandes manadas
de rcs(~s pacían tranquilamente junto al camino rcal, ó sesteaban al pie
de umhroso follaje, en fraternal sociedad con los potros y mulos
(:erriles, que mirahan estupefactos las largas hileras de sus semejantes
marchando á paso ordenado, oprimidos por los jinetes, ó huían á campo
tra\'iesa como prcsintiendo la suerte que les aguardaha al echarles los
fl1lnqu(~adores el dogal para que entmmn en quinta; todo aqnello sería
presa de la guerra devastadora. Dos años después no quedaría un
Molo rumiante de tantos miles como allí pastaban, ni un solo caballo,
ni una sola cría, ¡ni vestigios siquiera de tanta abundancia y
fecundidad! ¡Todo estaría deyorado! Ú nicameúte la tierra generosa
seguiría produciendo con igual esplendidez y vigor, insensible á las
perturbacioncs de las luchas humanas.
)Iql Z( )V GoogIc
CRÓ~I('ÁS DE LA GUERUA. 107
Los (Iue no conocíamos la comarca villareiia, fOljándonos acerca
de su estructura una imagen completamente distinta de la realidad,
experimentamos una impresión desagradable al vernos caminantes por
un país rodeado de lomas, altas y peñascosas unas, escalonadas otras
y cubiertas de vegetación, y [mÍs allá, picos sobresalientes cortar.do
el espacio, en el timdo df'l luminoso horizonte. El sol nacía y se
ponía alumbrando un paisl~e ~iempre agreste. Para los orientales,
que esperaban ver cosas nuevas, el encanto desapareció totalmente
en presencia de aquel panorama montaiioso, que parecía calcado en
las tierras de Cambute.
Así andando, por cuestas y pendientes, y vivaqueando al amor
de las fogata!':, pues el frío era intensísimo, se cruzó la vasta región
de Raneti Spíritus y parte de la de Remedios en cuatro jornadas.
El día 7 vadeu!nos el Zaza caudaloso que nos recordó el Cauto
de la leyenda oriental, j nunca dormido! ; sus márgenes se hallaban
vigiladas por pequeiios destacamentos cubanos de la brigada de
Remedios, al mando del coronel Pedro Díaz; este jefe se incorporó á
la columna invasora con dos secciones de cahallería.
El día 8 volvimos á penetrar en la comarca de Sancti Spíritus
por sus confines occidentales, atravesando durante la marcha, que
fue de siete leguas, un terreno sumamente áspero y casi desierto.
)Iás ruda y también más agitada fue la excursión del día siguiente,
en que nos tocó combatir en malas condiciones contra un enemigo
oculto y hacer larga caminata; en las primeras horas de marcha,
caminos y senderos pedregosos serpenteando la loma del Tibisial,
un subidero horrible para las cabalgaduras, ha~ta que dimos vista al
pueblo de Fomento, donde comenzó la hostilidad, á eso de las nueve,
y terminó á la puesta del sol.
Mas untes de narrar los episodios belicosos de esta jornada, el
curso cronológico de los sucesos nos lleva á referir la despedida del
Gobierno, que solicitado por atenciones políticas de gran interés,
regresó á Camagüey después de dos meses de una activa campaña.
Desde la Sabana de Baraguá venía con el ejército invasor, habiendo
asistido á todas las fUnciones de guerra realizadas durante ese período,
dando con ello alto ejemplo de civismo y abnegación, más meritorio
por ser espontáneo, pues muy bien pudo disculparse con las múltiples
ocupaciones de su ministerio. Y, sin embargo, contra la opinión del
general Maceo, que varias veces la expuso razonada en comunicaciones
dirigidas al Presidente de la República, quiso el gobierno compartir
con las tropas los peligros de la lucha y hacer vida común con
el soldado animoso, ya comiendo á deshora y acampando á la
108 LA CA~IPASA DE IKVASI(,N'.
intemperie, ya afrontando los riesgos del rlldo batallar [1]. Ahora
negocios políticos de solución apremiante y la necesidad de arbitrar
fondos pam l~ compra de armamentos en el exterior, reclamaban
su presencia en la región oriental. Al aeto de de::;pedida concurrieron,
ademús de los oficiales generales, comisiones de todos los cuerpos, y
las tropas formaron en gran parada.
El ciudadano Presidente Salvador Cisneros, después de dedicar
algunas frases al ejército libertador por su entusiasmo y decisión en
los combates, prendas seguras de mayores victorias, puso en mano~
del caudillo oriental una lujosa bandera, regalo de las bellas hijas del
Tínima, para que ella fuese la insignia triunfal de la invasión de
Occidente, "empresa heroica cual pocas-dijo el íntegro patriota-
llena de peligros y sembrada de obst<'lculos, pero que serán vencidol'i
por el valor y la fe que á todos os anima, y por el poderoso braw de
vuestro ilustre caudillo, j de nuestro )Iaceo!, á quien hago donación
de esta bandera para que Hamee al soplo de las brisas de Levante
sobre el risco más avanzado del cabo San .Antonio." El viejo
patriota, embargado por la emoción, no pudo terminar su arenga,
pero la selló de un modo gráfico que su peraba al más varonil y
elocuente de los discursos: dando un abrazo al general Maceo, que
quedó envuelto entre los pliegues del pabellón tricolor como un
símbolo glorioso.
Al separarse el· gobierno del ejército invasor para regresar al
departamento Oriental, en donde era más necesaria su presencia por
razones de interés político y económico, tomó el acertado acuerdo de
dejar en Las Villas á una personalidad de su seno, para que organizara
el mmo de Hacienda en ese distrito y tuviera la representación
oficial del Consejo en todos los asuntos relacionados con la política
y la administración civil, designando para dicho cargo al Secretario
del Interior, Sr. Garda Cañizares, que uuía á sus dotes personales,
la circun::;tancia de ser hijo de la región villareña, en donde gozaba
(1) Maceo, que conocía el temperamento batallador de Salvador CisneTOs, hombrE'
imperturbable ante las balas, abrigaba serios temores de que por cualquier impntdeucia
personal del Presidente en el campo de batalla, tnviéramos que deplorar un desastre.
Sobre este particular le decía al General en Jefe en los últimos días de Noviembre: "Otra
" consideración me ha movido á dar ese consejo al Gobierno, yes la de que su presencia en
" Las Villaa podría dificultar el desenvolvimiento de las operaciones proyectadas por Vd. Y
" distraer fuerzas de la columna invasora para atender á la custodia de aquél. AdemlÍl.',
"pudiera suceder que perdiésemos en un combate al Presidente, y en estos momentos, tan
"apremiantes para nosotros, sería esa pérdida de muy mal eft'cto."
CHÓSICAS DIo: LA GCERRA. 109
de merecida reputación: Movido el gobierno por un celo digno del
llHlyor encomio, había dictado algunas leyes de carácter general,
(pie interesaba sobremanera fuesen conocidas en todo el territ.orio
ocupado por las armas libertadoras, á fin de establecer un régimen
de gobernación, si no perfecto y durable, á causa de las vicisitudes de
la lucha, el más equitativo y ventajoso para que los moradores de
Cuba libre pudieran vivil' garantidos dentro de la situación excepcional
de la guerra y amparados por las leyes de la República. Era necesario
rodear del mayor prestigio posible lí la autoridad civil, darle el carácter
elevado de una institución sólida y respetable, para evitar las
ingerencias del militarismo en los asuntos ajenos á su misión,
Desgraciadamente no pudo precaverse del todo; pero justo es
eonsignar aquí los saludables propósitos del Consejo de Gobierno
para dar impulso y organización al régimen civil y ascendiente legítimt'
¡í su propia autoridad (1).
Justo es también que expresemos en este lugar el testimonio de
g-ratitud á que se hizo acreedor el gobierno de Cisneros por la~
constantes atenciones que prodigó á nuestros soldados durante la larga
travesía por la comarca de Camagüey, pues no solamente cuidó de las
provisiones de boca procurando casi siempre tenerlas dispuestas con
algunas horas de anticipación en los sitios de parada, sino que
distribuyó prendas de vestuario y otros artículos menos indispensables,
que aun cuando se adquirían con el dinero del tesoro público, no por
eso dejaban de ser demostración cariñosa de los miembros del gobierrio
hacia nuestros sufridos soldados, tanto más de agradecer cuanto que
costaba algún trabajo la adquisición de dichos artículos que se sacaban
de los pueblos fortificados, mediante el soborno y por otros medios
ingeniosos. Al influjo personal de Santa Lucía debióse principalmente
el suministro de la hueste invasora (2).
(1) En la energía de Cisneros halló siempre el despotismo militar una barrera
insuperable. Ya veremos en su oportunidad cómo el Consejo de Gobierno sometió al
General en Jefe Máximo G6mez, al dictar éste una circular poco respetuosa para la
autoridad suprema de la República; suceso que debía ejercer tanta influencia al tennina.rse
la guerra.
(2) Casi todas las facturas salieron de Santa Cruz del Sur con la anuencia dol jofe
t1lilitar de la plaza., y fue tan enorme la exportaci6n de ropa en aquellos días, que elluooso
lleg6 á hacerse público entre los espanoles, pero 10 atribuyeron á una combinación
tllarítíma. Recordamos 10 que decía un periódioo de la Habana á prop6sito de ese fraudo:
"Mientras Maceo avanzaba por el litoral de Puerto Príncipe, un pailebot, oargado de
., provisiones, marchaba paralelamente por 01 mar del Sur."
110 LA ('.A~[PA~A DE INVASI(ix.
, I
Fomento está endanl<lo en medio de caprichosas colinas, en lit
misma raya divisoria de Trinidad y 8ancti 8píritus: puehlo muy
reali8ta, al decir de 10:0; campc8inos, siempre se distinguió por su
adhesión á la causa de España, al tenor tIe otros villorrios como el tIl~
Cascorro en Camagüey, Tiguabos y Songo en la provincia de Cuba,
cuyos moradores hlcían gala de españolismo y tenían á orgullo mostrar
sus trincheras acribilladas por las halas del insurrecto. Fomento
contaba con factoría militar, huellOS reductos, guarnición de tropa y
una guerrilla volante. Por su posición topognífica era centro de
operaciones y casi diariamente pernoctaba allí alguna columna.
Desde los fuertes empezaron á molestarnos; primero, con disparos
sueltos; luego á descargas cermdas, in:o;i~tente hostilidad que hizo
presumir hubiera refuerzos dentro deo la plaza, los cuales no
atreviéndose á empeñar combate fuera del recinto utilizahan esu!'
medios, libres de ries,l!o. Intento temerario huhiera sido atacar la
población, hien defenllitIn como estaha, aparte de que esta clase dt,
(~mpreSa8 se reservaban para lWÍS adelante, según se ha dicho en
otro lugar, y cualquiera alteración en el croquis general de la guerra,
:o;in un motivo poderoso, implicaha por 10 menos mudanza de criterio.
Por otra parte, Fomento carecía de importancia en la Isla;
:o;(maha únicamentel:'1l la región villarcña por las osadías de 811:0;
guerrilleros, y su toma, l:'JI el supuesto de realizarse con cahal fortunll,
tal vez hubiera pasadu inadvertida pam la opinión del país, la qUl'
dehía ser impresionada por medio de hechos ruidosos que causarall
vcrdadera alarma en el muudo comercial. No obstante, se pro\'Ocll
á los defensores de Fomento cogiéndoles una recua de caballos dl'l
pie de las trincheras, {llH'dando después el general Maceo con la~
filerzas dc retaguardia ell ohservación de la plaza, para caer sohre
aquéllos si intentaban alguna salida.
Pur lo que aconteció dos horas mlÍs tarde, se vino en deducciún
tle que el pueblo no contaba con otras fuerzas que las del destacamento
y guerrilla de movilizados; pero el jefe de la plaza hizo llegar UlI
aviso á otro destacamento nuÍs numeroso, que se hallaba protegiendo
\Inas ohras de fortificación, en el sitio nombrado Casa de Teja,
no lejos de Fomento, y tuvo aquél oportunidad de apostarsl~
eOllvcllientemente y de agredirnos tí. mansalva, bien que no con (·1
fi'uto que se prometía.
He aquÍ como ocurrió este hecho de armas.
La vanguardia de nuc:o;tra columna, el centro de ella y la mayor
parte de los bagajes, hahían cruzado sin novedad por un travesÍo al
camino rcal de Santa Clara, y llcvaban andados por esta vía lUlO"
CR(INIC'AR DE LA GCEHRA. 111
('uantos metros, f;(,lo quedahan, junto al crucero, algunos rezagadu~
de la impedimenta y las parejas de servicio CIue vigilaban los flancos,
I)e repente, ullafilrio~a descarga dispersó á los que se hallaban de
tilcción; otra, disparada casi al mismo tiempo sohre los acemileros
tiüigados, aument() la confiu;Í6n y puso al trote á los más perezosos,
Ambas descargas hahÍan partido de un espeso matorral, oculto á
primera vista, donde !'le hallaba emboscado el destacamento de Casa
de Teja. :El Jefe de Estado ~Iuyor, uuxiliado por los oficiales de
:-;ervicio, logró reunir á los dispersos y opOlll'r ligera resistencia, (n
tanto se ponían en salvo los rezagados,
Pero el enemigo se animaba gradualmente y empezaba á correrse
por uno de los flalll~os, al abrigo del bosque, y sin du4a, para que la
agresi6n fuese más eficaz, dirigía los fllsilazos al ('entro de la carretera,
:-;irviéndole de punto de mira las nubes de polvo que levantaha á su
paso nuestra caballería. Avisado el geuf'ral Gómez por un oficial
(lel Estado Mayor, retrocedi.) con su escolta y dos escuadrones, que
recogi6 de pasada, y ya con este núcleo la resistencia tomó otro
carácter, al extremo de que el adver8ario empezó á cejar, nohlndose
por los estampidos dd Maüsscr, cada vez menos intensos, que se
J"l'ple;!aba al punto primero de su ofensiva, ó sea al matorral,
X ue~tra ret~guardiu, en la que iba el general Maceo, oyó el
fuego y acudió prC811ro~a al lugar del combate, dándose entonces una
hriosa carga por entre vericuetos y matojos, sin respetar una estacada,
lllle vino al suelo de un cmpellón; acometimiento que hubo de
refrenarse ante el precipicio amenazador de un barranco, y no por la
agresión de los españoles que se habían apoderado de aquella altura.
Se volvió al camino, en e~pera de nueva ofensiva; ésta no
retardó, iniciándose ahora por paraje distinto, desde el fondo,
intrincado de maleza, de una estancia abandonada que comunicaba
con el barranco, cargando también los nuestros con singular empuje
al través de un campo enmarañado, pero acometida tan infructuosa
('omo la anterior, porque los españoles, al percihir el tropel de la
eabal1ería, emprendieron silenciosa retirada por sitios desconocidos
para nosotros. Dicho se está que las fuerzas adversarias eran de
infantería, razón por la que les fue fácil elegir terreno á propósito
para agredirnos y esquivar despué3 la persecución.
N uestra gente estaba enardecida; de buena gana hubiera echado
pie á tierra para ir en seguimiento de los españoles, que con poco
('sfuerzo podían considerarse victoriosos. Pero ni la hora era propia
ni el lugar adecuado, pues caía la tarde y nos faltaba por vadear el
río Agahama, de paso difícil y peligroso, que, de tenerlo ocupado el
112 I.A C.UJPA~A DE IXVASI6~.
enemigo, daría ocasión á un serio contratiempo en In marcha de une tra.
columna, obligada necesariamente á retroceder ante algunos peloton ~
de infantería que se hubiesen parapetado en los abruptos p ña o~
que circuyen el Agabama por aclueI punto. Afortunadamente, no
tropezamos con ninguna emboscada y sólo tuvimos que salvar los
accidentes naturales del terreno.
El escaso número tIe bajas (doce heridos) (lile nos ocasionó la
acción de Los Indios-por llamarse así el lugar donde se ventiló-
hemos de atribuirlo á la falta de serenidad de los tiradore , que s'
aturdirían seguramente al sentir cerca de ellos el estruendo de la
caballería, porque de lo cOlltrario, esto es, si afinan la puntería obre
la masa de jinetes encajonados al borde de un precipicio y oblilTadol'l
á volver grupas, es 8eguro que nos causan más de 100 bajas. Po a,'
Merían las pérdidas de los españoles, tal vez ninguna, debido á qu,
nuestros disparos tampoco pudieron ser certeros. .
La jornada de este día (9 de Diciembre) terminó en Quemado
Grande, jurisdicción de Santa Clara; el trayecto recorrido fue de di z
leguas, de muy penoso nndar.
--_.00: (O):'-G'----
)Iql Z( )V GoogIc
~ .. _- ...
._. -------- - - -~---
·CUBA.
• •
CBÓllUA8 DI LA GUIRBA
POIt
, ,
JOSE MIRO.
i
l·
~
I
TOMO PRIMERO.
. .
(LA CAMPARA DE INVASiÓN)
CUADERNO 8?
SANTIAOO DE OUBA.
IUB.ENTA DE "EL CUBANO LIBRE"-8AN "Lxx, BAJA, 3.
1900.
)Iql Z( )V GoogIc
IJ:I.
MANICARAGUA.
A(,(,IOXE~ DEL 11, 12 Y 13 DE I>ICn;MBRE (1).
--jIt RAS ulla marcha de siete horas con~e('lItiYil~ por
~ '.' ~ caJllino~ no menos pedrego~os que los de ayer, no¡;;
"",./ p \~:~., hallamos df'~can88ndo en el delicioso valle de Mani-
¿e ~0\ carngua, albergue de muchas familias cullallas (ilIC'
o o con indecihles muestras de júbilo saludan la lIegllda
del ejército libertador y le brindan cariñoso ho¡;;pedaje.
Las mujeres y los niños, desde los ulllhrale~ de sus
viviendas, se disputan el placer de dedicar alglln
obsequio á nuestros !,(lldados: los hombres piden un
arma para acompañarnos, no la hay, y se alistan "in ella. Palpita
H<luí el corazón cubano. Apenus ha sonado el toque de derecha ('
izquierda, cada casa se ha convertido en bullicioso vimc doude
11 llmean los calderos repletos de viandu8, y departen, nI amor de la
lumbre, campesinos é insurrecto~. Las mozas se encantan oyendo la
YClHl del soldado oriental.
Son estas montañas los cuerpos avanzados del gran campamento
<1 la insurrección en Las YillaR; cada altura es un mirador excc1ente,
(1) Sin hacf'r \"srilt<'itÍn ni ('lIIl1il'udlt u1gllnR, iUl<l'rhllll"" 11t8 plÍ¡.;'illl\!' 'plC l'l'<cribiulll!'
l'U el DIARIO DE LA Gl'ERRA sobre Il1s tre!\ Rcdou<'l:l de l\IltukRraglllt.
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114 CRÓNICAS DE LA GUERRA.
cada mole un puesto de seguridad, cada picacho una trinchera
insorprendible, fonnando la diversidad de estos puntos de exploración
y defensa, con los encumbrados montes que circuyen el valle, el más
abrigado campo militar del departamento Central. Bastará, pues, uu
grupo de hombres resueltos para sostener la batalla irregular de
escaramllzas)' emboscadas, por entre desfiladeros y veredas inaccesibles
para el soldado español, quien gastará inútilmente su vigor tratando
de arrollar á un enemigo sutil, que tan pronto acomete como se
escurre, de repente se sustrae y del mismo modo se multiplica,
desparramado por el bosque. La mejor acción aparecerá deslucida
para el ejército regular; chando el tiroteo del insurrecto no le ocasione
mella, la fatiga será causa de quebranto y motivo suficiente de
retirada: de todos modos, bajas. El astuto mambí, poco há expugnado
de su campamento, volverá ileso al mismo sitio, reparando diligente
los desperfectos que hayan ocasionado los españoles, y las aguerridas
tropas que penetraron hasta alli cubriéndose de gloria, emprenderán
marcha retrógrada para sus ciudadelas, más ganosas de descanso que
de adquirir laureles á ese precio. Tal sucedió en las acciones del
11, 12 Y 13 de Diciembre en que una fuerte columna de las tres
armas, admirablemente dirigida por un jefe valeroso y tenaz, viose
obligada á contramarchar para sus cuarteles de ~Ianicaragua, despuéi'l
de titánicos esfuerzos encaminados á la ejecución de un objetivo de
mcil logro sobre el tablero hipotético, midiendo distancias con el
compás y situando los peones con la mano, pero impracticable sobre
el teatro real de la fragosa Siguanea.
ACCIÓN DEL DÍA 11: EN LAS ALTURAS DE MANACAL.
Al tenerse noticias de que fuerzas españolas muy numerosas
atraviesan el soto de Manicaragua, se traslada el campamento á sitio
más á propósito para sostener la pelea, evitando á la vez que peligren
las familias del valle. Las alturas de Manacal ofrecen huenas
posiciones defensivas y aseguran por otra parte el camino ulterior
que ha de llevar nuestra columna, cualquiera que sea el resultado de
la acción. Han transcurrido seis horas en espera de los españoles;
ya se desconfía que emprendan la operación anunciada; pero á las
dos de la tarde empiezan á verse grupos enemigos que registran las
casas de Manicaragua, tal vez para tomar infonnes de las fuerzas que
han acampado allí, y al poco rato la elevación de las lomas nos
pennite observar los movimientús de toda la columna, que se encamina
hacia el Manacal llevando el ala izquierda muy extendida. Avanza
lentamente, tardando más de una hora para cruzar un trecho de dos
LA CAMPARA DE IN.VASIÓN. 115
kilometros escasos. A las tres comienza la función; han roto el
fuego los exploradores de la caballería espirituana contra la vanguardia
enemiga. Como los españoles parece que tratan de esquivar el
monte, que cierra el campo por la derecha, hacia este lado se envían
<los grupos de jinetes, para que á pie ó á caballo, según lo indique el
terreno, hostilicen el centro de la columna que ofrece mejor blanco.
La lucha se anima; la vanguardia española, formada por lo menos de
un regimiento de infantería, de una pieza de montaña y dos secciones
IÍ caballo, cobra resuello al tomar una colina baja y acribilla las
crestas del Manacal, donde se hallan nuestros dragones batiéndose
«le infantería, con el ronzal sujeto. Se han desmontado un centenar
próximamente; son bastantes, por ahora. Las líneas de reserva están
preparndas para cuando los españoles escalen PoI muro de la cuesta,
opernción que no podrá efectuarse á menos que no rieguen de sangre
todos los peldaños. Los dos escuadrones- que se han destacado por
el flanco derecho, evolucionan admirablemente, como en un campo
de instrucción, y tan pronto pie á tierra, como sobre la silla, obligan
al centro de la coluUl.na á distraer algunas compañías que, tras
obstinada lucha, ocupan el monte.
Por lo visto el jefe de la división española persiste en el
propósito de tomar el campamento, pues ha reforzado la vanguardia,
y todo el centro y gran parte de la retaguardia inician ahora un
ataque envolvente que no ha dejado de notarse, á pesar de las
demostraciones que ha hecho para fingir una retirada. El general
Maceo, con su escolta y el regimiento Céspedes, se dirige hacia el
lugar amenazado; echando pie á tierra, los jinetes logran contener el
avance del enemigo, pero éste, al ver frustrados sus planes, trata de
desbaratar la línea de nuestros tiradores con un aguacero de proyectiles;
el altercado es furioso: por los dos bandos se pelea con igual
ardimiento y calor (1). A las cinco de la tarde, ya con luz indecisa,
la refriega está en su apogeo; solamente el manto de la noche le pone
término, y unos y otros combatientes encienden las hogueras del vivac.
Una orden del Cuartel General pone en movimiento á algunas
fuerzas para que ataquen el campo del enemigo sorprendiendo sus
(1) El fuego de ros espal'loles era tan nutrido que á un solo caballo le toea.ron 16
balazos: jel jinete salió ileso! El caso parecerá iJ;ls6lito, pero es absolutamente cierto.
Aquel chorro de baJas se distribuy6 entre la masa del caballo, la montura y la capotera.
El individuo salvado tan prodigiosamente era un ayudante del jefe de Estado Mayor, de
apellido Cabrera, que se batía ú caballo en la línea de nuestros tiradores. Vive aún,
pero inválido, á causa de dos terribles balazos que recibió en la campal'la de Pinar del Río.
116 CRÓXICAS ·DE LA GUERRA.
avanzadaH: opernción que realiza el coronel 8otomayor poco despuél't
de haherse e~ahlecido en ambos campnmento.~ el servicio nocturno_
Pero la vigilancia de los espnñules no da lugar á la sorpresa y tienen
IOl4 Illlelitros que retirarse 7 alumbrados por lo::; fu:.oilazos de los retene~
enemigos. Sin emhargo 7 han tenido (lUl' apagar las hogueras para no
~er hlanco de nuevas agresiones. La noche no lxlede ser más cmda.
ACCIÓX DEL DÍA 12: DE~m; EI~ }lAXACAL Á LAR lÁ)}l"\$ DE QUIRRO.
Amanece bajo una tempemtum glacial 7 y rompeu el fuego lo~
puestol4 avanzados. iPrl'tendenl el enemigo continuar la opernción ~
El tiroteo, cada vez litis cercano y nutrido, aleja toda duda. El
general }laceo se dispone á dar la batalla despnrramrula por el bosqm'
con sólo trescientos homhreil, contando en ese número á los oficiale~
del Estado Mayor, armados de rifle8. Las re~tantes fuerzas emprenden
la marcha por el desfiladero del Toro.
Se han mandado retirar 11\8 avanzada..., y dunmte largo rato todu
permanece en silencio. La primem. emboscada está prevenida, en
la boca del desfiladero. Ya se divisa la vanguardia española arriba del
lllonte empinado; ya da principio al flanqueo; se ptll"a á ratos, escudriña,
yueh-e á andar, desciende, muda el fondo para ir á la desfilada, y
liuena la primera descarga: la pendencia dura veinte minutos. Otro
grupo apostado espera que le toque el tumo, y en un trayecto de
media legua, hay pelotones de diez, de quince, de treinta hombres,
perfectamente escalonados. Penetra la columna en la hondonada
haciendo fuego á discreción; los fi)gouazos alumbran el interior del
lllonte de un modo siniestro, y los proyectiles rebotn,n, estrellados contm
la roca viva de los paredones. La segnuda emboscada cumple su
misión y deja el paso franco tÍ los españoles, para que la siguiente los
reciba de análoga manera. U n trayecto de cuatro kilometros ha
costado á los españoles cinco horas de lucha; toda la mañaua.
El camino es cada vez más estrecho y tortuo!'o, el monte cada
VI~Z más inaccesible; bosqne impenetrable por donde quiera, lomas
abruptas, ó farallones y precipicios á ambos lados del sendero, tal
parece que nos hallamos en el corazón de la Sierra Maestra; pero el
fuego continúa, á pesar de tantos obstáculos, ora desparramado, ora
intenso y nutrido, y los ecos de las descargas retumban por el fragoso
monte simulando nuevos choques entre enemigos invisibles. Como tÍ
lar; dos de la tarde, habiéndose reunido todas las fuerzas que s('
hallaban escalonadas, se lla un ligero de!'canso en Boca del Toro,
e~pecie lle anfiteatro, cuyas grallas son peñas enormes cabalgando
LA CA}IPA~A DE I~VASI6N. 117
unas encima de otras, las mlls elevadas suspendidas sobre el abismo
y en la fiera actitud de desplomarse, ofreciendo el conjunto un
aspecto aterrador. Nadie sospecha que la columna española se
atreva á franquear tan selvático escenario; mas transcurrida una hora,
la guardia que vigila el camino del rastro da el aviso de que se ven
grupos de infantería avanzando resueltamente. Nuestra tropa monta
li. caballo, y se despliega en medio de la plazuela, circunscrita por el
contorno de Boca del Toro, para hacer frente al audaz é incansable
enemigo que se arresta á cruzar parajes tan desiertos y remotos:
se pelea de nuevo, cual si ahora se abriera la función, aunque
economizando cartuchos por nuestra parte, porque hay que pensar
en la jornada de mañana; y quién sabe si el ardimiento de los soldados
españoles, la tenacidad del jefe que los manda y su temerario empeño
de batirnos, obedecen únicamente al propósito de que se vacien
nuestras cananas antes de que lleguemos al distrito de Cienfuegos.
Los días cortos de la estación y la espesura del bosque anticipan
el creplÍsculo á las 4 de la tarde, hora en que los españoles paran de
andar y acampan en el mismo Toro; mientras los nuestros, una vez
practicados los reconocimientos indispensables, se incorporan en la
montaña del Quirro al grueso de la columna. La tarea termina á las
8 de la noche. Después del toque de silencio, una falsa alarma,
provocada por la alucinación de un centinela, obliga al generál
~Iaceo á pasar la noche al raso con todos los ayudantes de servicio.
ACCIÓN DEL DÍA 13: CAMINO DE LA SIGUANEA.
La alborada comienza con disparos de artillería, 10 cual hace
suponer que la función del día de hoy no será tan agitada como
las dos anteriores, puesto que no se explica que hallándose los
combatientes á tiro de fusil y enconados los ánimos de los españoles,
empleen éstos el medio ofensivo menos eficaz en esta clase de luchas,
donde sólo el arma de infantería desarrolla sus fuegos con lucimiento:
ó la columna tiene muchas bajas, ó la fatiga empieza á producir sus
efectos inevitables. Entretanto, nuestra división desfila por el fondo
del sinuoso cerro, mientras patrullas delanteras ocupan las alturas
para explorar el extenso valle de Cumanayagua, nueva y grandiosa
decoración que esmalta los confines de la cordillera meridional. Un
sol de invierno dora las cumbres, pero deja íntegro el verdor profundo
de los collados bajos, cuyos perfiles se desvanecen en las lejanías del
horizonte, como tenues rasgos del esfumino sobre el cielo de un paisaje.
Pero ya se oye el traqueo de la fusilería: los españoles se deciden
por el método de combate más adecuado, retirando el cañón, que en
CR6xICAS DE LA GD'EImA.
estas altumB sólo sirve para salvas, y acometen furiosos las posicione~
ocupadas por nuestra retaguardia) allOderándo..e de ellas después de-
disputada contienda: elilte lance nos cuesta cuat.ro peones.. Alineadal'
las fuerzas que han d~ tomar parte en la acción) contamos doscientol'
quince hombres, entre innmtcs r jinetes, procediendo los primeros,
en nlímero de cincuenta. de las lllazas qne perdieron lo.. caballos en
los dos combates anteriores; en. concepto de premio se les obliga
ahora á cubrir la extrema retaguardia. Se sitúan las emboscadas á
la 8<'llida del campamento, de trecho en trecho, y dirigidas por oficiale:4
expertos á quienes se le 1m dado orden de que los disparos se harán
á corta distancia, sobre la caheza de la vanguardia enemiga, mientra~
otra C08<'l. no se dispunga. Siguen los españoles nuestra huella,
acribillando matorrales, árboles copiosos, múcarnlil, breñas y cuantoK
objetos má8 puedan servir de trinchera ó apoyo al insurrecto, que no
..e halla sin embargo al ahrigo de esos parapetos (en demasía usado~
para que nuestro jefe los utilice), sino en lugares menml sospechoso~
y más limpios, que acaso no R(hertirán los buenos prácticos que lleva
la columna. De un escuálido maizal parten los certeros disparos d~
lIuestra gente; un poco mtm allá, suenan estampidos que hacen
retemblar la tierra de un sembmdo y atemorizan á los mús delantero:;,
que exploraban charlando.
. Trata de flanquear una compañía, pero se le opone firme
re:ústencia desde el descuello de la loma; y tiene que replegarsc.
Parece que el centro de la columna se ha retrasado, puesto que s.~
oyen los toques de corneta bastante lejos, sin que pueda distinguir~('
~i ordenan despliegue de guerrillas, ó marcha de frente, ó retirada.
En esta situación, toda la vanguardia española se am.ma á un lado
del sendero y dispara á granel, pero sin tino, batiéndose poco de8pué~
en retirada hasta que restahlece el contacto con el centro. Es d..
admirar, sin embargo, la manera como ha ejecutado el retrocesn
t'alvando todos 8US heridos. TratlCurre largo rato, Ll~ fuerte emboscada
que ha colocado Maceo en lugar á propósito para que ofenda uno d(~
los flancos, decidirá la acción cuando la columna prosiga el avane.';
mas á eso de las doce, el jefe de la partidl~ se ve obligado á romper
d fuego contra la retaguardia de los españoles, que han cambiado ,In
rumho turnando uno de los caminos que conducen á Manicaragull,
dando con ello fin á su temeraria empresa en la que han prodiga.lu
tanto valor como abneg-ación. A nuestra gente le falta aún buen
tl'C~cho de camino para llegar á la Siguallea, puuto señalado pam
eampamcuto, y no es pUl'lihle que hagan la travesía los soldados qllC'
andan á pie, muchos de ellul'l ('on el c<luipo del caballu á cuesta~, ¡í.
,1
Y.A C.-\MPA~A DE INVASIÓN. 119
más del annamento y el matalotaje. El general Sánchez queda COI)
esos hombres en la prefectura del cuartúu pam proveerlos de caballos,
tí fin de que no haya rezagados en la marcha de mañana, que
probablemente será tnmbién ruda. Poniéndose el sol llegamos á la
Siguanea: ¡ romántico paisaje! se ven vestigios de un cafetal, cascadas
y lagos azules. _____ Ppro va siendo hora de tomar algún descanso.
De las opemciones renlizadas por el general Oliver, jefe de la
división española, se infiere claramente que han obedecido á órdenes
apremiantes de l\fartínez Campos, encaminadas á destruir el mieleo
rebelde, ó cuando menos ocasionarle un serio descalabro que pusiera
límite al audaz intento de los invasores. El general Oliver ha hecho
más de lo posible en esa costosa empresa; ha dado pruebas admirables
de su tesón y pericia militnr, ohligandu á sus tropas á batirse en
medio de un dédalo de emhoscadas y á vivaquear en plena manigua,
tll estilo de fuerzas insurgentes; pero las nuevas tentntivas del general
Mnrtínez Campos, sns planes y combinaciones para detener la marcha
de la invasión en las fronteras de Occidente, fracasan esta vez en
}fanicaraglla.
El diario La Lucha, de la Hahana, correRpondiente al 15 de
Diciembre, publica el parte oficial de las acciones de Manicara~un, en
el que se cOllsigna que la columna del general 9liver tuvo 5 muertos
y 20 heridos en la acción del día 11, omitiendo las baja8 sufridas en
los combates posteriores y no haciendo mención de ellos. El general
Olíver asegura al jefe superior del ejército que los insurrectos se han
visto obligados á refugiars'e en los montps de la Siguanea y que les
~erá muy difícil continuar el avance hacia el distrito de Cienfuegos.
En oteo lugar del mismo periódico se dice que hay 9,000 soldados
pam impedimos una nueva tentativa.
Aparte de que ya nos hallamos nU18 allá de Cienfuegos, habiendo
destrozado antes una columna en los campos de Malr--Ticmpo (1), se
ve por dichos informes oficiales que los jefes del ejército español
persisten en el sistema de falsear los hechos más evidentes, ó de
desfigurarlos de tal modo que nadie podrá jamás reconstruir el teatro
de ninguna acción de guerra, por las descripciones que de ellas hacen
los periódicos adictos al gobierno español, ni mucho menos saber con
exactitud las bajas que sufrieron las tropas regulares.
La omilSión en que ha incurrido el general Oliver, pasando en
(1) Estas notas fueron rsr.l'Ítas 1'1 día 18 de Dil,iembl'e de 1895, a.l recibirse en el
Cuartel General algullos 1ll'l'i6diros lit.' la Hlll1Rua.
120 CRÓNICAS DE LA GUERRA.
silencio las acciones dcl 12 y del 13, ventiladus en el camino de la
Siguanea, casi confirman los iuformes verbales que nos dieron lo~
campesinos de Manicarngua, de que aquel jefe había retrocedido pam
sus cuarteles después del combate del día 11, á causa de las much~
bajas que sufrió la columna al querer tomar nuestro campamento del
Manacal, y que encomendó al teniente coronel Palanca la persecución
de las huestes invasoras; porq~e no se exrlica de otro modo la
omisión del general Oliver al dar cuenta a jefe del ejército de ll11'
operaciones ejecutadas contra cl grueso enemigo.
En historia son admisihles las suposiciones cuando son necesariatl
para explicar un suceso de cualquier otro lllodo incomprensible, ~.
preciso cs admitirlas en este caso, en la forma exprcsada, como única
manera lógica de llenar el vacío en que ha incurrido el general üliver
al relatar un solo hecho de arlllas cuando fueron tres distintos (1).
[1] "En efecto,-decía un peri6dico cspafiol-el dra 10 de Diciembre, el núcl('(.
insurrecto después de acampar entre Placetas y Guaracabulla, se dirigi6 hacia ?tIaria
Rodrrguez y Manicaragua, lugar este último muy pr6ximo á la Siguanea. Las columna..
de Olh'er, Palanca y Lara, convenientemente distriburdas, le salieron al encuentro. La
primera, 6 sea la. mandada por Oliver, 10gr6 alcanzarlo sosteniendo un recio combate en
la tarde del 11, en los altos de Alberich, cerca de Mabujina ".
" La reti.iega dur6 hasta cerrar completamente la noche, siendo desalojado el enemigu
de sus posiciones con muchas pérdidas eH hombres y ganado. La tropa tuvo cint'u
muertos y veinte heridos, de ellos un oficial. La perst.'cuci6u continu6 en combinaci6n
con las fuerzas del coronel Manrique de Lara y del teniente coronel Zubeldía".
" A partir de este combate se pierde el rastro de los invasores hasta que aparecen en
las inmediaciones de Cruces, amagando la provincia de Matanzas n.
CIENFUEGOS.
FAMOSA JORNADA DE MAL-TIEMPO
(15 DE DICIEMBRE)
N el descenso á las llanuras de Cienfuegos se emplea
toda la mañana de hoy (14 de Diciembre). La caba-
llería anda despacio por estas vertientes peligrosas.
El semblante de los soldados orientales revela
la gran emoción que despierta lo desconocido. En
cambio, el villareño se muestra animoso y locuaz; está
en su teatro: va señalando los diversos puntos que
surgen de la llanura á medida que se ensancha el
panorama.
Se oye aún el rumor de las cascadas de la Siguanea que
desaguan en el lago azul del cafetal.
El mundo alado saluda el despertar de la naturaleza con un
concierto de notas que parece un himno de gloria.
¡, Volveremos algún día á subir estas lomas con nuestra bandera
triunfante' i Retornaremos á Oriente con nuestro caudillo victorioso,
para afirmar la libertad sobre las bases de la razón y del derecho,
una vez ganada la batalla á sangre y fuego'. _. _ I Quién ahora podrá
descifrar lo porvenir!
Penetramos en la comarca de Cienfuegos por Barajagua, que
puede considerarse como el límite de la invasión de Gómez en 1875,
pues sólo algunos pelotones de caballería ligera, mandados por Reeve
(el Inglesito), se corrieron hasta Colón, para caer poco después en
Yagllaramas ese intrépido oficial.
12! LA CAlfPA~A DE rxv..\SIÓX.
Hacemos alto en Guamá de las Cruce~.
El aspecto de la campiña ha cambiado por completo. El montf'
ahrupto J fimnidahle se alza á noez-1:ra.s espalda.>;, pero ya lejos: sólo
i"e ve el telón majestuoso de la cordillera.
La guerra de montaña ha concluído por ahorn. parn dar paso á
la gilCrra en campo ahierto, donde la lucha hahrá de re"estir otro
carácter J el modo de hatallar será distinto. Los mO"imientos tácticos
He efectuarán al aire de carga: el machete será el arma predilecta.
En lontananza se di"isan las torres de los ingenios y campos
inmensos de cultivo, exponentes de la riqueza del país que en hren'
¡;erán devorados por las llamas; medida ciertamente dolorosa, pero
indispensable para afirmar el imperio de la Revolución.
Propagándose la hoguera, su magnitud y estrépito lle\'arnn el
pánico á las clases productoras del país; tras el }lamr, vendrá por
consecuencia inevitable el trastorno económico que hundirá el créditu
comercial, reduciendo á cero los ,·alores públicos.
El nuem día será, pues, memorable en los fastos de la guerra:
se dará principio á la ohra de destrucción. Por las limpias guardarrayas
de los sembrados se esparcirá el gran tropel de la caballería,
levantando á sn paso, en ,'ez de nuhes de polvo, 01'18 de fuego. Las
gentes acomodadas "erán en la invasión al Lucifer exterminador. .
Xos esperan maldiciones, grandes fatigas y encarnizadas peleus.
DÍA 15.
A las siete de la mañana se ha tocudo marcha de frente.
Lofol caminos son amplios y están secos; se ha elegido el que
conduce á un ingenio, cuyos cañaverales se han divisado desde el
campamento de Guamá. Las tres fracciones de la columna (yanguardia,
centro y retaguardia) van casi unidas; solamente la patmlla explorndorn
lleva la delantera necesaria, y todo el mundo á caballo.
Se presiente algo terrible. Los oficiales del Estudo Mayor acaban
de trasmitir la orden de que al asomar el enemigo se cargará al
machete, sin consultas ni dilaciones.
Damos vista al central Teresa, donde hay un destacamento de
cincuenta soldados, y la tea inaugura sus funciones reduciendo á
pavesas los cañaverales de esa finca que se preparaba para moler: el
destacamento contempla impasible la combustión. :Mientras anda la
tea, unos colonos nos avisan de que en un caserío próximo, llamado
Malr-Tiempo, hay fuerzas españolas, las cuales, si no están Ja en
camino del ingenio Teresa, nos disputarán el paso en aquel lugar,
Gómez conferencia breves momentos con Maceo, y éste ordena que
CRÓNICAS DE LA GUERRA. 123
se redoble el fondo de la columna, agregando esta frase, como en són
:le advertencia: entró la nave en alta mar,-que como imagen no puede
ser más oportuna, pues á los pocos minutos nos hallamos en lJ-Ial
Tiempo, j tan borrascoso para las armas españolas!
He aquí cómo sucede el desastre.
La sección de exploradores es saludada con una desc'lrga, que
por lo furiosa no da lugar á la réplica, y parte ae
nuestra vanguardia,
toda la cabeza de ella, se aturde de momento por nuevas y más
nutridas descargas de los españoles, que se hallan desplegados sobre
un terraplén algo confuso por el follaje de los cañaverales. Al pronto
no se ve nada más: el fuego es de Maüsser, enfilado y muy violento.
El general Maceo organiza rápidamente el ataque por el frente
y se lanza sobre las líneas españolas al galope de su fogoso caballo
moro, que parece que no toca la tierra; efectuándolo al mismo tiempo
el general Gómez con su escolta de camagüeyanos y tres escuadrones
de Martí, GarcÍa y Guá; él, delante de la tropa, tieso, clavado en la
montura, blandiendo el alfanje que usa. Repuesta la vanguardia,
acomete también, por el frente y costados; á discreciónr El regimiento
Céspedes nutre la escolta de Maceo; el clarín toca á degüello y la
masa de jinetes se precipita como torrente furioso. Una cerca de
alambre e~torba la vía, pero se hiende de un tajo, y sigue con mayor
empuje la impetuosa carga. Firme aún la infantería española, rodilla
en tierra la mayor parte, trata de resistir con un fuego mortífero y
las puntas de las bayonetas; pero nadie se pára; al grito heroico de
i arriba Oriente t, j al machete t, ¡ viva Maceo t, abren brecha los
orientales y acuchillan sin piedad durante quince minutos. No aura
más tip-mpo todo el drama. Aquí, han caído dos secciones completas
con los oficiales que las mandaban; más allá, grupos de infantes y
jinetes, mezclados en confusión, ruedan al filo del sable cubano.
Gn capitán, al frente de diez ó doce hombres que le quedan después
de inferir tres balazos con su revólver á un ayudante del Estado
Mayor, hace demostraciones de rendirse, pero cae también, con todos
los suyos, bajo el acero insurrecto, esgrimido por la gente de
Guantánamo [1 J.
(1) Este oficial del Estado Mayor es el hoy teniente coronel Manuel Piedra, que
tiene el cnerpo cubierto de cicatrices. En el combate de Mal-Tiempo recibi6 á boca de
jarro tres balazos, ti causa de habérsele parado el caballo que montaba en frente de un
grupo de infantería, viéndose obligado ti arrojar el machete de punta sobre el oficial que
mandaba dicho grupo, al observar que amartillaba el rev61ver. Por fortuna, un pelutón
de lus nuestros vio el peligro que corría el ayudante Piedra.
124 LA CAMRARA DE INVARIÚS.
Una compaiiía de Bailén ha formado el cuadro - - - - i espantos~l
mutilación!
Por los flancos la carnicería ha sido tremenda. Gómez, brioso
y enardecido como en Palo Secu, ha roto el más fuerte núcleo de lo:'
españoles, siendo el primero en abrir boquete: su escolta y los
escuadrones de orientales que con él han ido al asalto, lo ensanchan
en seguida y derriban los cuatro muros de bayonetas, esparciéndolo!"
en mil pedazos. El segundo cuadrilátero de Bailén sucumbe en masa.
Con la misma furia, repartiendo cuchilladas á derecha é izquierda,
ese trozo de caballería ha llevado la borrasca dentro del recinto d<'
Mal- Tiempo, cogiendo de refilón la retaguardia de los españoles.
Todos los sólidos han sido deshechos á machetazos. La mitad
por lo menos del batallón de Canaria8, huyendo de la tremolina, ha
. soltado armas y cartucheras para escapar con mayor ligereza ó renqirsp
á discreción los que no aciertan á buscar ref1Jgio en la espesura dl'
los cañaverales.
Un comandante de caballería que ha tratado de r~hacer el núcleo
descuadernado de Canarias, tiene que huir á uña de buen caballo
porque los soldados no le obedecen, tiran los fusiles flamantes, las
cananas repletas de municiones y los más de ellos se aplanan contrn
el suelo bajo la terrible impresión del plínico, como palomas á la
vista del azor. Pero la imagen más cabal del espanto se retrata en
un grupo que se ha escondido á su manera, detrás de un palmar.
Nuestra gente lo descubre y le va arriba; sus componentes parecen
figuras de cera con el uniforme de rayadillo azul; se les habla y no
responden, lo más qne hacen es cruzar los brazos por encima de la
cabeza, esperando el golpe del machete. Dan compasión y se salvan
esos infelices.
Todo el terraplén está empedrado de cadáveres. En un reducido
espacio yacen mis de un centenar de hombres mutilados, y la tendalera
sigue por todo el camino de Mal-Tiempo, en el peculiar y gráfico
desorden que imprime la matanza al detall. El botín de guerra ha
sido abundante: se han cogido 150 fusiles "Maiisser, 60 de Remington,
6 cajaR de municiones, los caballos de los oficiales y de la tropa, la.<¡
acémilas, los equipos, el botiquín, el archivo y la bandera; por esta
insignia y los documentos hallados en el archivo, se viene en
conocimiento de que la columna destrozada por nuestras armas, la
componían el batallón de Canarias número 42, dos secciones de
Bailén y un escuadrón de TreYiño, al mando, toda la unidad, del
teniente coronel Narciso Rich. Es de sospechar que este jefe se
halle entre los muertos, puesto que su espada, su equipaje y su
cn(,XICAR DE LA GrEHHA. 1:!5
unítorme ~e encuentran f'n nuestro poder, y la gente se ha repartido
algunos miles de pesos que llevaba para hacer pagoSj prendas y
valores que ha entregado uno de sus ordenanzas (1). ~r uchos múl'
urmamentos han perdido 101' ('spaiíolcs que habrían rcfilrzado nuestra!>
tilas, de haberse practicado un escrupuloso reconocimiento en el
campo de la acción, antf'1'l de ser invadido por las llamas de los
caiíaverales, gracia.'! á lo cual han podido tamhién salmrse los restos
de la columna que se han refu¡óado en el cal'lerÍo de lJlal- Tiempo, pues
de otra suerte huhieran temillo qne rendirse al arbitrio del vencedor.
Mientras se distrihuyen los trofeos de la victoria, se oye fuego
muy nutrido en la direcciúll del ingf'nio Teresa: es nuestra retaguardia
(Iue se bate con el dl'l'ltaeamcnto de f'!ola finca y tal vez con los
refuerzos que hayan llf'~ado de los lugares limítrofe:'J, porque 1IOS
hallamos dentro de la primera zona militat de Cienfllegos, donde el
enemi~o cuenta con podero!olos elementos j' vías de fácil comunicación.
Xecesario es, pues, apercihirse para el nuevo combate que no tardará
{~n plantearse, como así lo indica la intensidad del fuego, mientral'l
algunas descargal'l que suenan más lejos anuncian la posibilidad de
otro choque antes de (lue termillf' la tarde. Xo hay minuto que perder.
Nuestra columna, bajo el mil'llIlO orden en que ha sostenido la pelea,
~e di8pone á hacer frente al enf'migo, acluí Y allá, tomando el general
Gómez el rumho que i\lllica el fuego mús l('jano, no sin hostilizar de
pasad.'l. la vanguardia ele la columna que viene á restablecer la acción
flue acaha de vcntilanw, y p'lulo Maceo en socorro del regimiento
Honorato, qlle es el cuerpo de nuestra retaguardia que ha consolidado
la "ictoria de ..lIal-Tie11l})o disputando el paso á los refuerzos, ya por
lo visto numerosol'l, que han acudido al campo de la refriega.
El enemigo, en hileras muy compactas, sin llevar flanqueos, viene
por nuestro freJlte marchm)(lo por una de las guardarrayas en que ha
empez~o á propagarse el voraz incendio, qne la hrisa del mediodía
empuja hacia nosotros de Ull modo amenaz¡ulor, haciendo imposihle el
acometimiento de carga con que se pensú desbaratar su filrmaciónj
pudiendo él dC:'Jplegarse con entera libertad á ambos lados de la vía,
(1) A los pocos días nos I'ntcramOll que 1'1 tenicnte coroncl Rich había escapado
ileso, no acertando á explicarnos satisfactoriamente qne IIU espada, su equipaje y su
uniforme se hallen en nuestro poder. {Tn soldado de la t"8colta del general Maceo, llamado
Roque Rodríguez, hoy residt"nte en San Luís, nos dijo que había matado al jefe de la
columna, apoderándose de su equipo y vestuario, y de 5,000 pesos además él solo. Pero
pareee que el muerto era un capitÍln graduado de comanliantt", á quien el asistente de Rich
hizo pasar por lItl jl'fl', para poder él cscapar con vida.
126 LA CAMPA1ilA DE INVASIÓN.
y mantenerse firme hwta que la acción no cambie de aspecto. Para
que la carga resulte eficaz, se hace antes indispensable sofocar el
incendio ó dar contrafuego, adoptándose este último procedimiento
por ser el más rápido; y entretanto, con los fusiles cogidos en Mal-
Tiempo, se improvisan dos secciones de infantería, que, situadas sobre
un otero aislado, empeñan la polémica con más calor de la cuenta,
puesto que los españoles, muy fogosos al principio del combate,
empiezan ahora á cejar y con indicios de pronunciarse en retirada
antes que la contm-candela haya devorado los estorbos (].ue impidieroll
la maniobra de la caballería. Pero la posición que ocupa el adversario
será inaccesible, ínterin las llamas no barran el espacio que habrán
ele salvar los nuestros para llegar hasta allí; faena que anda despacio,
aunque todos procuran abreviarla metiendo el tizón por donde
quiera; jefes, oficiales, generales de brigada, ayudantes de campo,
{,l Estado Mayor, toda' la gente disponible, á la voz convulsa de
Maceo, atizan la hoguera para que devore con la prontitud de un
polvorín encendido los espesos sembrados que se interponen entre
los españoles y nosotros. Es un mar de llamas, cuyo estruendo
:mhrepuja al de la sinfonía belicosa y apaga á intcrvalos las notas
agudas del Maüsser. Van ccdientlo los españoles; uno de sus frentes
ha girado sobre sus talones, pasando del orden de batalla al de
columna; el otro continúa batiéndose, tal vez para cubrir la retaguardia.
Por encima de ascuas, y al través de densas humaredas, avanzan los
escuadrones de Honorato y la escolta del general Sánchez, dirigidos
por este valeroso jefe, con el propósito de cortarles la retirada,
mientras el regimiento Céspedes les busca el flanco por el cuadro
de cañaverales que aún llamean en algunos parajes; evoluciones que
no han podido efectuarse con la rapidez apetecible porque todo el
campo es una brasa, y cuando dichas fuerzas concurren á los puntos
señalados para dar la batida en regla, los españoles han abandonado
el lugar incendiando tras sí los pocos cañaverales que quedaban en pie.
Este combate lo ha sostenido la fracción mandada por el general
Maceo, contra el coronel Arizón probablemente, según se desprende
de varios documentos hallados en el archivo de Canarias que contienen
algunos datos relativos á un plan de operaciones, combinado por
Martínez Campos, cuya ejecución se encomendaba á dicho jefe.
Por su parte el general Gómez ha tenido oportunidad de escarmentar
nuevamente al enemigo en las inmediaciones de la línea férrea de
Cienfuegos, destruyendo además una locomotora y causando otro8
desperfectos de consideración, uniéndosele allí el coronel Zayas con
700 jinetes, que darán buen refuerzo á la columna invasora.
CRÓSICAS DE LA GVERRA. 12i
Expugnados los e¡;¡pañole~ de toda el área que ocupaban, hemos
cruzado sin tropiezos la línea de Cienfupgo¡;¡ á Santa Clara, cambiando
algunos tiros con un tren blindado que conduce tropas no sahemos
p~lra qué lugar; y finalmente, á las diez de la noche, cchamos pie á
tierra en Aguada de ¡<'lores, oyendo los pitazos de alanna de lo~
trenes, que cruzan arriba y abajo, noticiando al mundo pacífico el
(le~tre de l'rIal-T,'empo.
:Muy pocas han sido nue¡;¡trus bajas (4 muertos y 23 heridos),
aunqne las hay irreparahles. Entre los heridos de gravedad figuran
tres ayudantes de campo, y casi todos ellos presentan más de un
Imlazo, ¡huellas honros<'ls ciertamente! porqne recordarán mejor que
(~ualquier otro testimonio esta jornada memorable, en que tan alto
ha brillado el valor de nuesttas tropas, y servirán de condecoración
henemérita á los que puedan ostentarlas, así en la guerra como en la
paz. El segundo jefe del regimiento de Céspedes, el bravo Ccfí,
que comandaba á las veces el escuadrón de Guantánamo, ha muerto
Nobre el campo de batalla, donde reposan sus gloriosos restos: ha
muerto acuchillando un grupo de Bailén que resistía á otros aceros.
Era Cefí el brazo de hierro de los orientales; ante su cadáver han
desfilado llorosos los veteranos de Céspedes, y el mismo Maeeo no
ha podido ocultar la impresión profunda del dolor. i Hemos perdido
á Cefí !-ha exclamado GÓmcz. También nos toca deplorar la haja
.lel heroico Sarabella, inválido de la campaña de 1868; cabalgando tí
la mujeriega por tencr amputada una pierna hasta el tercio superior
del muslo, esgrimió el machete con decisión extraordinaria hasta que
fue derribado del caballo por el plomo enemigo, contando los que lc
"ieron caer que, aun en el sucIo y expirantc, tiraba estocadas [1].
N o pueden ser más ílesastrosos para sus armas los primeros
eombates que nos plantea el ejército español en las zonas tcnidas por
infranqueables para las masas insurrectas: por ellos se demuestra la
consistencia de estos núcleos, el ncrvio del ejército invasor. El desastre
de Malr-Tiempo advertirá al enemigo que no le será tan fácil contener
el empuje de la caballería cubana, ni evitar la destrucción de 111. riqueza
agrícola, cosa ya patentizada en los campos dc Cienfuegos devorados
por el incendio, cuya reverberación alumbra esta noche todo el cielo
de Occidente y es presagio para mañana de un eclipse pavoroso.
[1] Entre los heridos de gravedad debemos hacer menci6n del ayudante Pérez
Morales, que perdió un: ojo de uu balazo en la refriega con la columna do Arizón. Morales
loW cur6 en la manigua, y más tarde en Nueva York, donde le pusieron un ojo de cristal.
Actualmente dll8empeila la Alcaldía }Iunicipal de la.~ Cruces.
ii
:,
L,
LA CAMPA~A DE IXVASJÓN. 128
L'l alarma que los revolucionarios pretendían crear, está ya.
producida. "Muchos ingeuios que se preparahan para la molienda, han
suspendido sus trahajos desarmando máquinas y apagando hornos, como
escuadra que entra en astillero, y muy pronto miles de brnceros en
huelga forzosa darán al problema un aspecto terrorífico. ~
Al examinar después del comhate los documentos del archivo
de Canarias, cotejándolos con otros informes adquiridos sobre el
terreno, hemos tenido ocasión de abarcar con hastante exactitud In
distribución de las fuerzas enemigas en el campo de batalla, wÍ como
colegir el plan de ataque, á todas luces defectuoso, que combinó el
jefe militar del distrito de Cienfuegos, obedeciendo órdenes de
)fartÍnez Campos, para hacer fracasar lIuestros intentos en los límites
de la región Central. Dando por un hech"o positivo nuestra diseminación
y derrota en los montes de la Siguanea, y en la creenCia de que sólo
illtelltarÍamos ligeras excur~ioncs por los campos de Cienfuegos, y
en manera alguna la invasión de las provincias occidentales con toda
la masa de caballería, el jefe militar de dicha zona, el coronel Arizóll,
fllrmó tres columnas, de trescientos homhres próximamente cada
una, pnra que ocuparan las inmediaciones de la línea férrea de las
Cruces y arrojaran otra vez á la rnontaiía los grupos de jinetes que se
atrevieran á penetrar en la comarca agrícola de Cienfuegos, con el
propósito de impedir la zafra de los ingenios. No de otro modo ~f'
explica satisfilCtoriamente la combinaci,ín de J.l[al-Tiempo, desbaratnda
ll. cuchilladas por nuestros escuadrones.
La columna de Rich, que ha sido la destrozada en la acción de
cl'lte día, halláhas6 seguramente en camino del ingenio Teresa para
uhastecer el destacamento de esa finca ó para reforzarlo, cuando las
humaredas de los caiíaverales le anunciaron nuestro paso por allí.
Uctúvo8e en el caserío de J.llal-Tiempo para tomar informes má~
(~xactos, destacando una fuerte exploración por el camino del Palenque,
la cual, al divisar nuestra vanguardia de eahallerÍa (y no el resto dl"
la columna á causa de las sinuosidades del terreno), y en la presunciúll
,le que sólo se trataha de una tropa ligera á cahallo, ha roto el fuegu
~obre ella, ocasionando desorden momentáneo en nuestras fila~
por lo inesperado de la agresión. Repuestos nuestros jinetes, han
aCOllletido por el frente, con el general Maceo á la cabeza de lo~
oril'lltales, tropezando antes de abrir el muro vivo de fusile8 con el
()b~táculo material de Ulla cerca de alambre; pero atacados al mismo
tiempo por el general Gúmez, que ha cortado transversalmente el
,:amino, metiéndose de sopetón dentro de las líneas· españolas, no han
p;)(lido rehacerse los sólidos de infantería, sino bl~o la impresión del
CHÚXICAS DE LA Gl'ERRA. 129
pilnico y á la vista terrible del machete, manejado con furia por los
esclladrone~ que siguieron al intrépido GÓmez. Únicamente un
cuadro de Bailén, calando hayonetas, ha ofrecido el heroísmo de
inmolar e eH conjunto, mientras otros grupos sucumbían bajo el acero
de los orientales.
Al tratar de acudir los soldados de Canarias y alguna caballería
<1 Trevifío, el socorro hu scrvido para aumentar el espanto y la
mortandad, pues llovicios los peones, completamente bisoño, y
aterrorizado' ante la camicerÍa de Bailé", han huÍdo en gran desordeH
los que no han presentado su cue.llo al filo del machete con la
man edumbre de víctimas que van al sacrificio. Los jinetes de tropa
regular j alaullos guerrilleros han logmdo escapar mejor, por hallarse
má próximo al caserío de !lla/-Tiempo, no sin dejar los caballos en
poder de los perseguidores.
Batiéndose entretanto nuestm retaguardia con el destacamento
del central Teresa y tal vez con parte de la columna de Arizón, que
ha acudido pam restablecer el combate, este segundo hecho de armas
110 ha reve tido la importancia del anterior, por las razones expresadas
en otro luaar del relato: la natural confusión que reinaba entre los
ombatient victoriosos y las llamarodas que envolvían el teatro de
la pelea. Ni aun puede asegurarse que el fuego sostenido por el
gen mI Gómez, al emprender marcha con rumbo á la línea férrea,
haya ido con la columna de Arizón, aunque todas las probabilidades
a~Í lo indiquen; pero tenemos la seguridad, comprobada por diferente
conductotoí, de CIue con esta columna se ha batido el generol Maceo al
ir en ocorro del regimiento Honorato que cubría nuestra retaguardia.
Parece que el coronel AriZÓll, al rctirarse :Maceo del campo
incendiado, penetró en Ma~Tiempo recogiendo algunos heridos que
dejó abandonados el jete de Canarias, )' se dirigió después al caserío
de Páez con los restoR de sus fucrzas.
Tampoco es posible averiguar el número exacto de las bajas que
tuvieron la dos columnas españolas, á menos que no tengan la
'inceridad de confesarlas el coronel Arizón y sus subalternos en algún
relato extra-oficial. Nosotros no podemos determinarlas porque no se
no pre entó oportunidad de contar los muertos, y era, por otra parte,
operación aritmética demasiado triste, espectáculo excesivamente
descon olador y espantoso. Sin embargo, no faltaron testigos que no
hicieran notar en un reducido espacio más de cien cadáveres. Habrá
que esperar los parü~s oficiales que publiquc la prensa española, para
poder deducir, por la ocultación del cnadro fúnehre, la estadí -tica
más aproximada á la verdad.
Olgitlzed by Coogle
130 LA CA~IPA~A DE IXVASI(lX.
En estos momentos no podemos haccr otra descripción del
campo de batalla (1).
[1] Sobre el número de baja!' qne exp<'rilllentú la colulllna e"'panoJa, los períodieo"
tle la Habana quo recibimos ú los pocos días del Sll<'eSO, <'stmnpan cifms bn.stautt·
I']ocuentes. Dividiendo la acciún en dos fallcs distintas, dit'en qne en 1'1 primero tuvi<'wu
ln.s tropaJ! 30 muertos y 45 heridos, y en la St'f.,runda 60 muertos y.ro heridos. Claro <,,,t.>
que las dos partidas de los muertos y algunos Inlis, omitidas por luibito oficial, pertcnet·,·u
al primer choque, pues á la columna del coroucl Arizún no le dio alcance el machett·, y "i
l'xperiment6 algunas bajas lo fUl'ron tic bala, 11\ IIl'stro fu<,go no podía ser certero por
estar envueltos en humo nuestros 801dados durante la acciúu; y s6lo sufrimos tres baja",
entre ellas el oficial Morales, ya lI\('ucionadu en otro lugar. Pan'ce que el coront'l Ariz'JU
ha querido ocultar una l'arte dt'l dl',;ustre de Mal-Tiempo, recogiendo paro su columna nu
¡{Illlrismo de pérdidas qué no le l"'rtenece; nuevo sistt'ma qut' ahonl l'mpil'za á enSa)'llr8"
y que promete abrirse camino entre los jl'fl's espanoles más aVl'lItajados, á pesar d,' la
circular que ha dictado el general ~lartíncz Campos ti prolJúsito dl' los combates fabuloso",
la cual dice asf:
"A LOS GENERALES DE DISTRITO, DE BIUGADA y JEFES HE ZONAS.
lIe t'Í8to con disgusto, que si" tent!T en Cl/enta mis di.qposiciones, se cae de nuero l'7l el
defecto de exagerar los partes de los eIlcuelltro.~ más illsigtlijicante.~, apareciendo casi como'
batallas, los que son ligeros tiroteos. Yes más gral'e que se me da cumfa de muertos tlistox
y heridos numerosos, que luego no se encltenfnl/l en lo.~ reconocimientos posteriores, á pesal'
ele la precipitada fllga de los enemigos. En cambio, a}Jellus aparecm las bajas tenidas,
indispensables en toda función de guerra, resultarnlo una desproporciúll impropia de la
formalidad de los partes oficiales.
En mi práctica de la guerra he tenido siempre ocasión de comprobar las pérdida~
Jlropias, y siempre lie tarelado en conocer las de los eltemigos; y esto que he podido obsermr
sin e.rcepción, debe suceder lo mismo ro la gllerm actual.
EllCargo, pues, que en lo sucesiro, bajo la más estrecha re.~pon,'jabidad de los jefes dI'
las columnas, los partes sean breres, claros y estrictamente L't!Taces, COIIIO correflponde ti
militares serios, dando cuenta en primer lugar de las bajas de la columna; y lltego de las
del enemigo, lim'itadas á los muertos y heridos que quedcn ro el terre11O, b'in mención ele
muertos vistos, heridos retirados, rastros de sangre, cf·a.
E" los partes ql/e reciba dando mayor importancia tí la operació11 de la que realmente
tenga, me limitaré á partieipar tí mi rez al Gobicl'llo de S. JI. el día del hecho y las bajas
de nuestras fuerzas.
Como consecuencia de estas pre','endones, prohibo en absoll/to que se comunique á ltl
prensa los partes de las acciones de guerra y los diarios de las opemciolles, ante de que yo
los haya recibido, Y yo ordenaré su pubUcaciÓfI en la Gaceta Oficial, ó la autorizaré en
la prensa de la Isla, en los términos que estime cOlu'ellicnfe.
l'endrá V. S. muy presente estas pl'C'l'enciones para su exacto cumplimümto.-Habll,ul,
28 de Octubre de 1895.-ARSENIO ~IARTÍNEZ DE CAlIlI'OS.- Es copia-El Capitán de E.ltl.
-JCAN GIL y GIL."
Esta circular la hemos hallado en el archivo del bata1l6n de Cauarias.
CROXICAS DE LA GrERRA. 131
En unas c/"(mrca,~ de la gllf>rra qUI' lJUbliCll 1'1 semanario i1ustrndo El Fígaro dI' la
Habana, encontramos 1'1 siguil'ntl' relato, tau sucinto cmuo fraudulento.
"Hemos dicho que la acción de ~[al-Tíelllpo fue uua de las mlís saugril'ntas dI' l'sta
('ampai'ia; y no podía 1I1H'l'der de otro modo dadas las circunstaucias ('Rpl'ciah's en qlll' 8('
,·fl·(·tuÓ pI combatl', y sobre tOllo, 1'1 lUg'ar en donde comenzó, pUI'S e8 sabido que ll\s
tropaR fueron sorprendidas por las avanzadas de los rl'bl'ldes, perfectamente parallt'tados Y
~'U1boscados en una l'specic de estrl'eha IL\'l'nida Ó eall('jólI".
"Dícpse que el tl'lIiento corunel llich, del batallón de Canarias, al frelltl' de nna
('olmnna compuesta de trl'scientos hombreR, al pasar por el callej6n dl'l Palenqul', barrio
.11' ~[al-Til'"'Jio, en Cru('cs, enl'olltró nllml'rOSllS partida.q iusurrcctas, sl'gím unotl,
mandadas por ~Iáximo Góme?' cn persona, y Sl'gCIIl OtroR, por Núnez, Cepero y otros jefes
ell' Las YiIla.q. La tropa sufrió durante dos horas el fuego mortífl'ro que 11' hacían los
illsurre!'tos desdl' las próximas IlIllniguas y dl'sdl' la boca del citado callej6n. Cou noticias
.11' lo quo estaba ocurriendo, el corOIlI'l Arizón II('vando doscil'ntos hombrl's, acudió
"portunaml'ntl' al lugar, logrando traspasar las maniguas doude se e!\condían los insllrrl'C'los
y ~osll'nil'ndo con ('11os una lucha Clll'rpO á CIll'TI'0 por rspacio de dos horas IUlís.
Tl'rminada la rrfril'g'a, el coroul'l Arizl,n ('Il\'ió los hl'ridos á Crucl's, desde dondr fUl'ron
tra.<ladados á ~antlL Clara, dirigiÍ'1Il1osl' él á Plíl'Z con el rrsto de la columna, ('11 dond\'
lll'rnoctó ".
"Las pérdidas de los inS1l1Tl'l'tos fUl'ron nUlIlProsas é importllntl'S, truil'n,lo rn curnta
la naturaleza dI' la lucha, IUH'iÍ'lldose l\SI'I'Ill!l'r ú uuís de 160 [!!!] Las dI' las tropas
('onsislicron I'n seSl'uta y cilu'o mUl'rtos y cuareuta hpridos, contándose entre los priull'ros
,,1 C'apitún Orosin S¡ínchez, los srg'undos t('IIiI'lltes Fé>lix AyaIa y Dil'go ~JlIyoral y 1'1
médico del balalhín do Canarias H81U611 Soriano-que fue machetl'ado rn los moml'utw!
,1(, curar nnOR heridos-y entrr lo!\ sl'gulldos, pI capitún Toribio Piedra, el tl'nipute dI'!
,'sC'uadr6n dI' Trt'viüo José Hieh, 1'1 teuicllte dI' Cauarias Gabino Fernúudl'z y el dI' BailÍ'u
.José Prada n.
"Los insurrectos tomaroll pI ('amillo d(' Camaroues, no quedando ya duda en lo
r..Iatiyo á Sil intentt) de invadir la provincia de ~flltanza8".
A l'XCI'I)('ióll del nombre del lugar y do los oficiales muertos y hl'ridos, todo lo d('mlí.~
"s falso en allsoluto. Xi nuestras avanzadas sorpreudil'rou el batall6u do Rich, ni la tropa
I'sl'ailola sufri() durante dos horas 1'1 fuego moriífl'ro quc le hadan los insurrectos dl'sde las
maniguas próximas, ni el coronel Arizón se abril' paso al través de esas mani~uas, ni
Imho tales lm'has cuerpo á cnerpo durautl' dos horas mlís, y desde luego no ~o un Rolo
lJIuerto de la clase de los ¡listos, porque los cuatro que tuvimos solITO el campo fueron
pnlerrados en las inmediaciones del lugar, y dos heridos que faI1ederon en el campampnto
dI' Aguada de Flores obtuvil'ron honrosa sepultura.
Pero la relación de El Fígaro, como todas las demús que se han puhlicado sobrl' el
"ombate de Mal-Tiempo, sirven de buen testimonio para comprobar las numerosas pérdidas
,(Ul' tuvieron los espai'ioles, aun cuando sustraigan de 1'1Ias más de la mitad, por lo ml'1I0S,
y no mencionen el acuchilIamiento sino l'n detl'rminll.dos casoR, v, gr., la muertl' d('l
1I1(.dico del batallón de Canarias; dando á elltl'nder al lector que no l'sté en autos del sucello
'IUf' las bajas dc la colnmna lo fueron por el fuego de los insurrectos, apostados dentro ne
"SI)l'SOS matorrales. Sin embargo, no han podido omitir las ocho bajas de los oficial!'s.
~irndo la columna espai'iola de trl'scientos hombrl's y habiéndose salvado la retaguardia
'¡"lllP número dc soldarlos le corresponde ,¡ la cifr" de la oficialidad fuera de combatl'T
(JlIl'dándonos cortos, • no serlín más de doscientos' Y sobre todo, habiendo jugado pI
132 LA C.UfPA~A DE IXYASIÓN.
machete al romper los cuadros, y dl\do ah'anl'e á los fugiti\"os, no Ilerú exagl'rada aqul'l1l1
('ifra, sino más bien meuor que la real, tauto más lIi 8l' til'ne en ('Ul'ntR que debierou
perecer algunos herido8 dentro de 108 r.afiayeflll,," incl'luliRdoll, ya qlle Rllí no iría ti busrar-
los el coronel Arizón,
Sobre la muerte del médico de Canarias han dicho c.asi todos 101l l'"riódicos I'spallo\<'"
'lile fue un R8esinato, y no ha fahudo alguno qUl' 11' ee!tara la responl!abilidad al teni('lIh'
('oronel Cepero. En priml'r IlIgar, ('S abllolutalllente falllo que l'l médico l'stu\"iera ("urand..
los hl'rid08 de su bata1l6n cuando ful' macheteRdo, ). lo es asimismo que fuern su matador
el expresado Cepero. El m{>di('o l'ayó como cayeron la mayor parte de los oficiall's:
tratando de escapar ti la degolliua. Hl'rido, dijo qUl1 ('1"1\ el médico, y IIn oficial trató 11..
salvarlo; pero habiendo caído eu a'lupllos moml'utoll el j('fl' del escuadróu de Guantúualllll.
pI bravo Cefr, un camarada de élltp, enardecido y furioso, le dio un terrible maehetazo.
Conocemos 1101 individuo que mató al Sr. Soriauo, y en periedo,conodmiellto de COIl1"
acaeció el hecho ocultamos al gl'npral Gómez el uombre del autor ,,1 tenuinaTllC d
l'ombate, para que no fuera fUi'ilado como pretl'lIdía (·1 General en Jl·fe. El teuient,·
('oronel Cepero, acuBado de R8l'siuo por los periódicos e8panole8, está tau iuoceutt' di'!
crimen 8upuesto como los mismos quP tratarou de imputárselo.
El número de jinetes que dieron la carga no pR8Rba de cURtrocipntos hombres, entTt'
oficiRles y soldados. El general Gúmez acometió con su escoltR de camRgüeyanos, con 1111
Estado Mayor y tres escuadrones de Oriente, y el geueml ltfRCt'O con su escolta y 1'1
regimiento Cé8pede8, además de la oficialidad del Estado )Ia)'lJr. Las fllerZR8 de Las
VillR8, según ya se ha dicho, cubrían la retaguardia. Se distinguieron notablemeute (')
jefe de la escolta de G6mez, teniente coroupl Boza, el general Sánchez, el ('.(Jronel Vegn,
los ayudantes del General en Jefe, y los ofidales CarYRllo, Fornaris, RRJJlos, Sarabella,
Puente, Cefí, Chacón, Piedra, Hernández, Sánchez, EURmorado, Betancourt, Guardia;
los brigadieres Feria y Angel Guerra, el coronel SotlllnRyor, los hennanos Dueasses. ).
especialmente el comandante Sartorio, q 111' fue ascendido al e111 pleo inmediato sobre t'1
ell.mpo de la acci6n por su bizarro ('omport.amil'uto y S1\lvalldo al general )faceo de uu
peligro gravísimo.
Al día siguiente se dictó esta orden:
"Número 318.-Al brigadier Litis de Feria.-Sírvl\se Vd. di"ponl'r 'lue el Sr. tl'nil'utt,
eorolll'l Ricardo Sartorio, R8cendido á este empleo por méritos de gUl'rra en el combate lIt'
,Mal-Tiempo, ocupe la vaeante que ha dejado en el rpgimiento Céspedes el malogro.l..
teniente coronel José Cefí Salas, dándole poscsi,Sn de die,ho cargo en la prhnpra fonual'i,SII.
!'. y L. Cuartel General, en la Amalia, 16 de Diciembre de 189;').-1'. O., El Jefe de Eshul..
Mayor,-Jo8É MIRÓ,"
----.. _----
'7".
DESPUf:S DE MAL-TIEMPO.
RESCOS los laureles de la victoria y enardecido
por el entusiasmo, nuestro ejército se dispone á
tomar la ofensiva anunciándose por todas partes con
las llamaradas de los campos que incendia á su paso,
y con el ruido ensordecedor, propio del sinie~tro, que
semeja el estruendo de descomunal batalla. Arden
los cañaverales de la zona más pohlada y rica de
Cienfuegos, en donde el pánico cunde con la rapidez
de la inmensa combustión que devora las más sólidas
fortunas, la riqueza territorial vinculada en los grandes
ingenios, y es pregón aterrador de una bancarrota inevitable.
Todo está á merced del poder revolucionario, el gran demoledor
de los privilegios sociales que, armado y terrible, se propone nivelar
á todo el mundo, ¡con la tea!, para que el escarmiento sea cabal. ¡Qué
eClseñanza más ejemplar!: un grupo de hombres obscuros, gente
anónima, negros, que ayer salieron de la esclavitud, disponen ahora
de la propiedad, de la tierra pingüe, del feudo productivo, y lo
arrasan á tizonazos.
Al día siguiente de Mal-Tiempo nuestros exploradores cruzaron
algunos tiros con una guerrilla de Santa Isabel de Lajas, en las
inmediaciones de este lugar, pero cayendo nuestra vanguardia sobre
ella, decidió el lance á cuchilladas. En este hecho de armas ocurrió un
incidente que pudo traer fatales consecuencias para el general Maceo;
al tirar éste una estocada á un guerrillero que se le interpuso en el
134 CRÚ~ICAS .DE LA GUERRA.
camino, se le desbocó el caballo tomando la dirección de Santa Isabel,
ca:-;i á la vista de los fortines del pueblo; pero algunos oficiales,
viendo el pdigro que corría nuestro caudillo, echaron sus caballos al
galope, llegando antes que él al pie de las trincheras enemigas J
pudieron evitar de ese modo nn lance desgraciado.
Tauto era el enardecimiento de nuestra caballería corriendo
tropelosa por aquella comarca abrasada, en busca de. competidores
con quienes esgrimir el acero, tal el ardor de nuestros soldados y su
anhelo de pelear, que, sorprendidos de ptonto por los pitazos de alarma
de Hila locomotora y creyendo que fuera un tren cargado de tropa
española, dispuesta á aceptar el cartel de desafío, se abalanzaron sobre
la máquina y los vagones sin prever el riesgo de la operación, dado
que no se había antes obstruído la línea férrea. Afortunadamente era
un tren del ingenio Caraeas, <'11 el que vcnía el encargado de la finca
para hablar con los generales Gómez y Maceo sobre el decreto dc
prohibición de la zafra y otros asuntos de palpitante interés. Al
ohsen'ar el visitante el aspecto de nuestros soldados y la impetuosa
acometida que acahaban de realizar tí su presencia, pudo explicarse
de un modo gráfico la tremenda carga de JIal-Tiempo, de cuyo suceso
tenía noticia por el rumor público.
Situado el campamento en la finca Alllalia, perteneciente al
término de Cartagena, tuyimo~ ocasión de apreciar el gran incremento
de la Rcvulución en Las Villas occidcntales, en donde aclamaban ya
nue!itra bandera muchos homhres de influencia y prestigio que poco
antes permanccían retraídos en las poblaciones, dudosos del éxito
obtenido por las armas cuhanas. Devotos del programa revolucionario,
pero temicndo el ti-acaso que vaticinahan los elementos españoles,
hahían rehusado hacer profesión de fe de un modo ostensible,
para \10 incurrir en expansiones prematuras; mas convencidos al
fin de la vcnlau, de la fucrza positiva de la Revolución, de la
capaeidac{ militar de sus principalcs caudillos y del vigor de los
comhaticntes, cuyo avance por el territorio de Cienfuegos tomaha
ca nícter de irrupciiíll arrolladora, sin que pudicfflU detenerla los
11IUl"OS de hayunetas del ejército cspafiol: el espechículo portentoso
que IH'('scntaha la rcalidad de los hechos enfi'ente de la mentim
oficia!, de la indigna filrsa que ponían en juego los hombres más
s(~rios de la causa cspaüola, tal cJÍmulo de circunstancias filvorablcs,
decimos, arrallcando la ye\Hla de los ojos, mostralldo ti todo el mundo
pi aSI)('cto vpnladcro de las cosas, hahían conmovido profundamentp
pI f·a~ntimiento p1Íhlico, deciclicndo á los mlÍs dcsconfiados y remiso!'l
I1I\P, como casi siempre resulta en C¡lSOS aUiílogos, se convirtieron en
LA CA~IPA~A DE IXVASI()X. 135
fervorosos prosélitos. La incertidumbre y el pesimismo, la duda y el
temor, desaparecían bajo la ola hirviente de los sucesos diarios, que,
con su precipitado curso y sus terribles sacudidas, no daban lugar á
la reflexión. Si los ánimos más pensadores pudieron abrigar alguna
inquietud respecto del fin ulterior de la lucha, el astro resplandeciente
de la victoria fulgurando sohre el cielo de la patria, en medio de
columnas ígneas, de escuadrones al galope, de estandartes desplegados
al viento, de orientales que cruzahau en alas del heroísmo, como cosa
fantástica, como pasaje de los tiempos filbulosos, tan deslumbradoro
imagen ejerciendo los prestigios propios de la tentación, tenía
forzosamente que agitar los espíritus más reflexivos, ahogando en ellos
toda idea de incertidumbre acerca de lo porvenir, paro exponerles
únicamente la intervención feliz de lo maravilloso, presidiendo todo
aquel tumulto y apresurondo el desenlace de la acción. El verdadero
símholo se hallaba en el firmamento: en el curso inmutable de los
astros que iban de Oriente á Occidente, como ensefiando el camino á
la Uevolución armada.
Algunos vecinos de Cartagena que estuvieron á visitarnos durante
nuestra permanencia en la finca Amalia y después en .Jagü<'yes (á este
punto llegamos el día lH), no:-\ dieron á conocer el estado de excitación
que reinaba dentro de las poblaciones, así como los grandes aprestos
que hacía Martínez Campos para detener la invasión en las márgenes
del río La Hanáballa; nueva quimera que la marcha triunfill de
nuestros caudillos se encargaría de desvanecer en plazo brevísimo y
que pregonada á todos los vientos por el jefe del ejército c:-\pañol y
sus edecanes, sólo serviría de pasto á la opinión pública para comentar
á sn sabor el desbarajuste de una campafia científica contra !tordas
indisciplinadas y cobardes, y el fracaso de las grandes combinaciones
militares. Predispueíitos los espíritus en favor de nuestras armas
por el éxito asombroso ohtenido en desiguales combates, y roto el
cristal de aumento que habían utilizado los espafioles para encandilar
á los profimos en la materia, engañándose á la postre ellos mismos, la
voz general pronunciaba sn filllo categórico condenando por anticipado
los planes estratégicos del titulado Pacijicmlar de Cuba, cuyos laureles
eron hojarasca marchita desde Peralejo; mientras afirmaba el triunfo
definitivo de la jornada invasora al penetrar nuestras huestes en el
teatro de Matanzas, precisamente allí donde la disputa tenía que ser
más violenta. Pero tales eron las manifestaciones del juicio público
en aquellos días de intensa expectación.
Por otra parte, la prensa de la capital, adicta casi toda ella al
régimen de la metrópoli, contrihuía con sus patrañas y contradicciones
136 CRÓNICAS DE LA GUERRA.
al descrédito de las autoridades militares, que, por lo visto, pretendían
lograr los ascensos, no sobre el campo de batalla, sino' figurando á la
cabeza dc las columnas editoriales de los periódicos oficiosos. El
mismo Martíncz Campos no pudo sustraerse á los grandes bombos
de los corresponsales en campaña, escritores de poco más ó menos, y
de una moral dudosa, que si ahora le llamaban genio guerrero,
Napoleón, Aníhal y Epaminondas, en una sola hipérbole después, al
eclipsarse la estrella de su fortuna, serían sus más crueles detractores.
Su sucesor entonces vendría á ser el verdadero Aníbal, y más tarde
consagrarían el título de gran capitán al cabecilla de las hordas orientales!
COll la incorporación de Zayas y otros jefes villareños que
acudieron al Cuartel General, en cumplimiento de órdenes recibidas,
era casi de lIecesidad hacer algunas modificaciones en el 4~ cuerpo de
ejército, destinado como es sabido al departamento Central, pero que
por virtud de la invasión una gran parte de las fuerzas que constituían
dicho cuerpo estaban llamadas á operar en las provincias occidentales.
Procedía, pues, crear nuevas unidades tácticas con los elementos que
acababan de incorporarse al núcleo expidicionario y robustecer las
que quedahan en el territorio de Las Villas con la brigada de infantería
Oriental, que dejamos en camino del valle de Trinidad en los primeros
días de nuestra excursión por este Departamento. No habiéndose
unido el general Quintín Bandera en el plazo que se le fijó y siendo
materialmente imposible que pudiera efectuarlo por ahora, dada la
rapidez ,le nuestros movimientos, se dispuso que quedara en el 4~)
cuerpo cumo jefe interino de la 1'!" División, ó sea la que operaba por
Sancti Spíritus y Remedios. Para el mando de la 2-~ División, gran
parte de la cual venía unida al cuerpo invasor, nombróse al brigadier
Angel Guerra, en concepto también de jefe accidental, pues entraba
en los planes de la dirección de la campaña que esos nombramientos no
tuvieran carácter dpfinitivo, por concurrir en ambos jefes la condición
de ser naturales de Oriente. Tanto Guerra como Bandera serían más
tarde destinados á las órdenes inmediatas del General en Jefe y de
su Lugarteniente si el giro de los sucesos no disponía las cosas de
otra manera.
El regimiento de caballería que mandaba el joven coronel Bruno
Zayas interesü vivamente al caudillo oriental por su aspecto gallardu
y la precisión militar de sus evoluciones; y desde el momento en que
desfiló en presencia del Estado Mayor General al día siguiente de
Mal-Tiempo, acudiendo antes con velocidad al sitio del debate, desde
aquella sazón el general Maceo con su golpe de vista perspicaz avaloró
los méritos del lllud('~to joven que mandaba dicho regimiento por
LA ('A~IPA~A DE IXVA~I():S-. 137
derecho propio, y quc bajo un exterior apacihle, casi monacal, ocultaha
un comzón heroico, capaz de las mayores proezas. Quien como Zaya:,
hahía impuct'to su prestigio lwrsonalll hombres aguerridos y afamado¡o;,
hatiéndose con denuedo cn todas las oeasioncs en que el enemigo
<\ceptó el lance, y quien como él era aumirado por una oficialidad
(listinguida y por uua tropa vali{'llte, bien hecha estaba la elección de
Maceo, que no solía c1lllivocarsc rcspceto ue las prendas militares d('
",us subalternos, al llpvarlo consigo en la incierta y agitaua ruta (JlH'
iha á emprender el contingentp imasor, en la que Zayas habría df'
ml(luirir merecidos laureles y hallar má¡o; tarde una muerte gloriosa.
Habiendo acudido al campamento de la Amalia el brigadier
Lacret, antiguo ayudant.e de ~[ac('o y militar esforzado, se le confiri{,
d mando de las fuerzas de ~Iatanzas, de cuyo territorio ,-enía dicho
jefe, y en donde hahía operado con fiJrtuna á pesar de los cscaso¡o;
-elementos qne pudo organizar allí. Se dieron instrucciones preci~a¡.¡
para qne durante el paso de las huestes illvasorns por dicho distrito,
procurase distraer la atención del enemigo por el Xorte de ~Iatanzaí',
destruyendo al mislllu tiempo ferrocarriles, puentes, estacione:,
telegráficas J cuantos medios dc comunicación pudieran utilizar lo¡.;
espaiíoles. Iguales instrucciones llevó el teniente coroncl Eduardo
Garda, {lue tenía su zona de operaciones en Manjuarí, al Sur de la
provincia de ~Iatanzas.
El cuerpo de int¡mtería (pie empezó á organizarse sobre el
campo de batalla de ..l Ial-Tiempo con los fusiles de Canarias y de
Bailén, fue objeto de al~lmaR modificaciones necesarias, nutriéndose
con las plazas de caballería que voluntariamente quisieron ingresar
en él, completándose ademtls el cuadro de jefes y oficiales para dos
hatallones por lo menos, aunque el número total de plazas no excedía
de doscientas en aquellos días. Al frente de ese cuerpo se pusieron
á los tenientes coroneles Vidal y J lIan Dueasse, oficiales ordenancita:-
y experimentados. Es de mencionarse como dato curioso que la mayor
parte de nuestra infimtcría se habilitaha de cabalgaduras en los
potreros del tránsito: á la hora de la pelea las escondía si eran útiles,
tÍ las desechaba, para coger otras en la dehesa m{lS próxima. El dato
si hien se examina resulta testimonio acusador para el jefe del
ejército español.
Pam el mando del 5'! cuerpo, aun no constituído, designó el
generol Maceo al jefc de Camagiiey general José M~ Rodríguez,
(Iue dejamos sobre la Trocha de Morón, el día 29 de Noviembre,
con el regimiento Agramontc. El vuelo considerable, nunca imaginado
por nuestros caudillos, (iue iha tomando la Revolución por aquellas
138 CRÚXICAS DE LA GCERRÁ.
regiones, ~ometida8 al yugo colonial, al "asallaje de un poder absolutu
representado por el ¡>artillo conservador ó integrista, que impernha
en todas las esferas oficiales y cuya nociva influencia se lmcía sentir
con peso enorme en la vida social, ahogando la voz de la opinión
cubana, provocadora y sediciosa siempre, en concepto del españolisnw
dominante; las noticias que se tenían de próximos é importanh':o;
levantamientos en las provincias de Occidente, donde nuestros
simpatizadores acababan dc desfundar la bandera de Cuha libre,
soberbio homenaje ofrecido en aras de la patria por los corazones
devotos Y. que más tarde habría de ser consagrado en el altar cmente.
del sacrificio; tales considemciones, y la necesidad de organizar la
guerra en el territorio próximo á ser invadido por nuestras armas,
pesaron en el ánimo del general )1aceo ·para hacerle tomar la
resolución, antes indicada, de poner al frente del5? cuer¡)O á un militar
experto y de probadas energías, que en cualquier situación de la lucha
se sintiera con valor suficiente para disputar á los españoles t'l
dominio de la tierra por ellos más codiciada, J por consiguiente, la
que con ma)"or tesón é interés defenderían. En la orden que t'(.
dictó para el jefe del 3 er cuerpo, se le indicaba la necesidad perentoria
de su presencia en la Habana y que para el efecto emprendiera
marcha !Sin dilación con 200 hombres escogido!! dc Camagüey,
debiendo hacer entrega del mando al brigadier en comisión Alejandro
Hodríguez, mientras se ponía en camino el gencral )Ianuel Suarez, ei
quien se confirió el mando en propiedad de dicho Departamento (1).
(1) El general José M~ Rodríguez tropezó con serias dificultades al tratar de cumplir
1m' órdenes apremiantes del CUl!-rtel General de la invasión, dificultades que le imposibilita-
ron para concurrir oportunamente al teatro de la lucha, en la ft'giúll occidental, y para
lLuxiliar á Maceo en el plan ofensivo que t'iste pensaba desarrollar con la colaboraci6n «le
un subalterno tan valeroso. La no asistencia del general Rodrígul'z en tiempo oportuno,
fue causa después de deplorables aconteeimientos. Ya en camino dicho jefe, se le ml\ll,ló
rdroccder por razones de conveniencia política, 6 por otros motivos que hMta ahora no "t'
han puesto en claro, y que nosotros expondremos cuando llegue la ocasión de hacer ,,1
examen de los 8Ucesos políticos y militares que precedieron á la catástrofe de Punta Braya.
l!ús tarde, cuando el general Gómez ordenó al general Rodríguez que emprendiera marcha
para Occidente, para auxiliar á Maceo, tampoco pudo efectuarlo á causa de una heri.la
g-ra\'e que recibió en nn combate de Las VillM. Maceo murió sin haber podido formar
juicio l'xacto sobre los propósitos que animaban á los que hicieron retroceder al general
nodríguez, ni sobre otros acontecimientos de suma gravedad. Pero en posesióu nosotro,.:
.11' documentos que arrojan viva luz en el proceso histórico que ahora iniciamos, los daremo,.:
(¡ la prensa en su dia para que el jurado deJa opinión pública funnule su dictamen, qUf' "in
.Iulla eonfirmará el que nosotros tenPlIlos en mentl' )" que reserVlIlIlo:, para entonces.
LA CAMPA~A DE INVASIÓN. 139
Prescritas e¡.;tas disposiciones, y comunicadas que fueron á lo!'!
comandantes de división y de brigada las relativas á la promoción de
la nueva oficialidad del 4':' cuerpo, cuyos diplomas se firmaron en el
campamento de la Amalia, reorganizado además el regimiento qne
mandaba el coronel Zayas, conforme á la pauta qne regía en nuestro
{~ército, con 10 cual se aumentaha cl IlIÍmero de escuadrones y en
hreve podría fi)flnarse una hrigada completa de caballería, cursadas
Hsimismo algunas otras disposiciones de carácter general para que
todas las fuerzas de Las Villas secundaran el movimiento de avance
del cuerpo invasor, renovando con mayor empuje la hostilidad sohre
los destacamentos españoles para que no hubiera tregua á retaguardia
(le nuestra columna, sino incesante y vivo tiroteo; después de dictadas
todas estas órdenes .v copiadas literalmente por los oficiales del Estado
Mayor-que tan pronto empuñaban el machete como esgrimían la
pluma-se levantó el campo, al amanecer del día 19, con rumbo á las
fronteras de Las Villas, que por allí están detenninadas por el curso
tortuoso de La Hrwábana.
Sobre las márgenes de ese río temible, la jefat nra del ejército
español había encerrado la clave de todo el problema estratégico:
f'specie de Ruhicón, á otro cupitán que no fuera Maceo podía
detenerle el paso; pero nuestro caudillo, con menos prevenciones mÍn
(lue el mismo César cuando echó la suerte de su vida á orillas dcl
riachuelo sagrado, lo cruzó dc un brinco, sin qUfl se mojaran los remos
de su corcel.
Acampamos ese día en el sitio llamado Cabeza del Toro, limítrofe
con la provincia de Matanzas, pero perteneciente al territorio de Las
Villas. Allí nos aguardaba el coronel Francisco Pérez, jefe de la
zona de Colón, por quien supimos que una columna española acahaba
de reforzar los destacamentos de Lagunitas y Lequeito, puntos
situados á media jornada corta de nuestro campamento, y que todas
las guarniciones de los pueblos de Matanzas, más próximos al río,
estaban muy alerta para poder acudir á cualquier lugar donde el jefe
del ejército español necesitara de su concurso.
Por la tarde el coronel Pérez salió con dos escuadrones á
provocar al enemigo que se ballaba acuartelado en Lagunitas, y no
considerando bastante ese reto, el general Maceo ordenó que la
función se amenizara con la banda militar. •
Sobre aquel horizonte inflamado por mil fuegos, la puesta de sol
esparció celajes de color de sangre.
---<Q>:(o):~.---
"V'"J:_
LA IKS{;'RRECCIÚX EX LAS VILLA8.-PATInOTIS~1O y YIGOR DEJ~
HOLDADO YILL..\.IU:~O.-LOS IXICIADORES DEL }IOVIMIENTO.
-LA EXPEDICI()X DE nOLOFF.-EFEMtRIDI-:S OJ:'JCJALES.
~~~
f'~ ~1:iJ'lf
~ ~
% .&'2 (r E~IOS atnn-c!'ado ya Las Villa!': suelo feroz, territorio
C} ~~~ vasto y pintoresco, y como teatro de guerra, incom-
(--G i ~parable, por la e8trlleturn e~pecial de sus Illícleo~
AJí
"1~'\\) montañosos, la fragosidad de S118 bosque!', y la amplihul
?JI 'JJ ,,~de su perímetro, en él han alcanzado nuestras arma~
. \~, honorÍficol'l trofeos en acciones reiiidas y memorablcl',
o que servinín para acreditar elocuentemente el impulso
.~ de la Revolución, el valor heroico de nuestro:-:
! soldados y la pericia tIe los caudillos que supieron
conducirlos á la victoria.
Biempre fue·el villareílo amante de la libertad, campeón altivo
ele la independencia, guardián y finne sostt'n del decoro patrio.
Durante la lucha de los diez aílos batalló sin tregua ni reposo, con
ntlentía y abnegación incomparables, siempre con porfiado esfuerzo,
al que no puso límites el tratado de paz que suscribieron al borde de
una sima los incautos partidarios de una concordia irrealizable.
• Arma al brazo, continuó el villareílo mín :nucho después del pacto del
ZanjcJu, pudiendo .decirse que él fue quien sostuvo la enérgica
prote~ta de Baraguá, para confirmarla y mantenerla con mayore!"
hrÍos al estallar la nueva rebelión de 18i9. En la actitud de lo~
orientales y villareílos, el historiador verídico de nuestros snceso~,
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--~
CRÓNICAS DE LA GUERRA. l!l
hallará la refutación mis soleIime contra la ilusoria paz que consagró
)'Iartínez Campos, ó con estupendo candor ó con insigne mala fe.
El grit.() de Baire halló eco sonoro y fuerte en el corazón
del país, como repique de somatén que puebla la montaña de
guerrilleros. Como en Oriente, el campesino abandonó sus labranzas,
el veguero sus posturas, el leñador sus bosques, el menestral sus
enseres y el obrero sus manufacturas: todos los patriotas se fueron
al monte, los soldados viejos y la gente novicia, los hombres de letras,
periodistas, abogados, médicos, curiales, estudiantes; toda la legión
revolucionaria. Como en Oriente, se bate el cobre en seguida; se
arma el bisoño con el fusil del adversario, se establece una viva
emulación entre el recluta y el veterano, se aprende la instrucción
militar sobre el campo de la polémica, surgen también acontecimientos
que parecen providenciales, arriban caudillos y expediciones de
guerra; y como allá, y como en las regiones "de Occidente mañana, la
noble patricia, la santa mujer cubana, compañera de nuestras glorias
y de nuestros infortunios, se dispone á compartir con el insurrecto los
azares de la lucha. Ella no obtendrá recompensas ni aclamaciones; pero
más heroica que el soldado, más intrépida en las grandes afliccion.es,
más resignada que el hombre, será la más tierna y conmovedora
figura en el drama sangriento del p~ís: se inmolará silenciosamente,
para perderse su acción y su nombre entre las páginas incontahles
del martirologio cubano.
Los primeros grupos de rebeldes quc tremolan la bandera de
Yara, aparecen por las comarcas de Sancti Spíritus y Trinidad,
capitaneados por Lino Pérez, Joaquín Castillo y otros veteranos del
68, á quienes el gobierno español trató de reducir por medio de la
diplomacia; valiéndose para ello de un person~ie que se tenía por muy
influyente en el país, el Sr. Marcos García, célebre alcalde de Sancti
Spíritus en aquella sazón, antiguo colaborador de Martínez Campos
en el pacto de marras, y miembro prestigioso de la comunidad
autonomista (1). Pocos días después se levantan partidas por
Remedios y Santa Clara, casi al mismo tiempo que estalla una
I'ledición en el cuerpo de voluntarios de Camajuaní, que culmina
con la marcha para el campo insurrecto de un escuadrón completo,
(1) Don Mareos envi6 al campo insurrecto algunos emisarios proveyéndolos de
salvo-conducto y carta blanca para tratar con los jefes del movimiento; pero tuvieron que
regresar á la ciudad de Sancti Spíritus sin haber logrado sus prop68itos, habiendo des('mpe-
ñado nn papel, si cabe, mús deslucido, qu(' el del mismo héroe de la n('gociaci6n diplomlítica.
142 LA CA~IPA~A DE IXL\SIÓX.
con cahallos, equipos y armamentos; -suceso que llena de pamco á
los elementos espafiltles, aunque sólo es el prólogo de la insurrección
en el teatro ae Las Villas. Los grupos rebeldes aumentan,
~c multiplican con rapidez prodigiosa á raíz del hecho alarmante de
Camajuaní, bajo la dirección de capitanes anónimos, pero arrojados,
que en hreve se dan á conocer tomando resueltamente la ofensiva, y
por los pregones ({ue de ellos hace el propio adversario: se llaman
Alti·edo Hego, Casayas, Pedro Díaz, Basilio Guerra, Cantero,
Bacallao, Toleao, Bermlídez, Cándido Alvarez (Cayito j, los N úñez,
Leoncio Vidal, Garel's, Alemán, l\Ionteagudo, Legón y Bruno Zayas.
t Quiénes eran esos hombres ~ ____ campesinos unos, artesanos otros,
algún proscripto entre ellos, alglln alzado por camorras con la guardia
civil, y jóvenes de carrera los demás (1).
Pero el suceso que da mayor impulso á la insurreceión, el qut'
ah re, por aecirlo así, la primera jornada de la contienda formal, es la
expedición que ha conducido el general Roloff, arribada con toda
feli(~idad á Punta Caney, el dla 24 de Julio, y salvada totalmente!;
suceso venturoso y magno, muy parecido al que exaltó los corazones
de los orientales en los primeros días de la Revolución de Febrero,
pues como aquél es de un valor incalculahle, por la calidad y
méritos de los caudillos que han desembarcado, y como aquél está
llamado á producir un entusiasmo delirante en las almas devotas del
ideal, á la vez que grandes trastornos en el partido enemigo. Eshín
en tier!";' los generales Roloff y Rodríguez (Mayíaj, el coronel
Roge1io Castillo, el coronel FranciRco Pérez, el comandante Higinio
Esquerra, el Doctor Valdés Domínguez, cien expedicionarios más,
numerosos pertrechos de guerra, y un homhre por todos adorado,
caballero sin tacha y militar sin miedo, un hombre que es una bandera
gloriosa: Serafín Sánchez, j el paladín de Las Villas! [2].
Con el arribo de soldados tan ilustres y los recursos que traen
[1] Repetimos eu pste lugar la nota que hemos insertado en el capítulo 1, del libro
11, al desl'ribir el cuadro de la insurrección en Camagiiey: "El lector que conozca los
"lllICesos de la guerra debe tener preseute que esta narraci6u se refipre al período anterior
"ú la campai'llL de invasióu, y no es, por lo tanto, oh-ido hist6rico que dejen de mencionarse
"algunos uomlJres de uficiales meritísimos que figuraron mús tarde en la contienda."
[2] La exppdición desembarc6 en Punta Caney, costa Sur de la Isla, cerca de Tunal'
dI' Zaza. En ella vinierou los generales Roloff, S¡ínchez y Rodríguez [cada unu de estos
dos últimos hahfa ol¡,:alliza<1.o una expedici6n], lus coroneles Rogelio Castillo, Francisco
Pérez, Fernando Cortiña, Rosendo García y Manuel Rpycs; los tenientes coroneles Fran-
cisco Zamora y Bncua'-cutura Beatón; el comandante Higinio Esquerra; el doctor Yaldés
CROXICA~ DE LA GUERRA. 143
consigo, la insurrección pierde su carácter tumultuoso, por decirlo
así, para revestir formas 11Uís serias y ajustadas al molde militar: la
guerra se organiza, se escuadrona la tropa, se regimentan las guerrillas
volantes, se pelea con método y en grande escala, de tal manera, que
la invasión todo lo encucntra ya ordcnado, en marcha, y abriendo el
camino' de la victoria.
Sería interminable el relato de las acciones que hall sostenido
los villareños en el período anterior á la campaña invasora, aun cuando
fuéramos lo más concisos en la narración, citando únicamente los
lugares de la.<¡ peleas, los nombres de los jefes que tomaron parte en la
lid y resultado obtenillo: aun así, repetimos, se llenarían muchas
páginas y siempre cometeríamos omisiones de bulto. Pero nada dará
una idea más cabal de la actividad desplegada por los patriotas de
esta región que los partes mismos de los españoles, los partes oficiales
de los jefes de las columnas y del propio Martínez Campos, documentos
que, si bien abultallos y llenos de falsellades en lo que respecta al
número de insurrectos batidos (siempre en la proporción lle diez
contra uno, por lo menos), no son apócrifos en cuanto al hecho en
sí, esto es, en cuanto al hecho efectuado de una manera ó de la otra;
Domíuguez; eapitll.ues Autonio Varona y José }Iarina; los oficiales Loinaz, Clemente y
Antonio Vivanco, Orencio Notlarse, Saúl Alsiua, Mll.tías Hetancourt, EnrilJ.ue Hrooks,
Juan Sabary, Manuel Aldercte, José Otazo, Andrés, Socundino y Ramóu Silva [tres
hermanos], Mauul'l y Mario Díaz, Santiago Tejedor, los hennanos Regueira, y otros más,
j6venes en su mayor parte de la Habana y de Matanzas que se expatriaron al iniciarse el
movimiento de Febrero, para volver cou anuas y equipos al país, y ser más útiles dI' esa
mauera á la causa de la Revolución. Vinieron también algunos naturales do Puerto Rico
y de Santo Domingo, de los cUl\les r¡'cordamos á José Semidcy, Pedro Gutiérrez y Ram6n
Fernández.
Los expedicionarios sufril'rol1 IIn ,'erdatlero martirio durante su larga permanencia en
Cayo Pino [Estado de Florida], e~perando d buque que debía conducirlos á las playas de
Cuba, porque s610 habían llevado eometltibles para un mes y el cautiverio so prolong6
hasta tros, sin que apareciera el barco salvador.
La plaga de los mosquitos se ceb6 en ellos, sorbiendo la poca sangre qne les quedaba,
Para colmo de infortunios, aquel Cayo inhospitalario se convirti6 en punto de etapa de todos
los IJatriotas que se alistaban para venir á Cuba, y como es consiguiente, aumentando el
número de comensales, se acortaba diariamento la mísera raci6n. Después de tres meses
iufaustos, lleg6 por fin el buque que eonducía al general Roloff é hicieron rumbo á la
patria querida aquellos animosos soldado~, para hallar la mayor parte una muerte heroica
en el campo del honor, otros la fortuna de haber combatido hasta la terminaci6n de la
guerra, pero bajo la inquietud que hoy ocasiona el enigmático porveuir do Cuba, ¡UO
afirmado toda\"ra !lobre el pedc~tl\l de 111. indl'pl'udl'ucia!
144 LA e.HIPASA DE IX\-A8IÓX.
porque en la época á que haccmos referencia no se había aún
inaugurado el feliz sistema de los combates ficticiOl'1, que se aplicó
Illás tardc para logmr ascensos, gloria y fama militar desde el tablero
hipotético, con el concurso cficaz de los periodistas yenales .
operando en combinación!
E¡;, pUt~S, un simple extm~to tc1egráfico el que ofrecemos en este
lugar, copiado literalmente de lus partes oficiales que fueron trasmitido:-
desde la Habuna al gobiel1lo y á la prem;a de :Madrid:
J linio ... _. 1 ~).-Cuarellta voluntarim; del escuadrón de CamajuallÍ se
han pnsado al enemigo, con armas, monturas J mUlli-
niciones. El hecho ha caul'lado 8ensación.
Idl'lll _. _ 21.-Ell Santa Clam se ha levantado una partida de 30
hombres. El general Xavarro batió las partidas que
encontró en Tenorio, haciémloles muchas bajas y un
prisionero. Los nUCl'ltros sin noyedad.-Arderíus.
Idl'lll _.. 22.-Habiendo desertado 16 voluntarios del regimiento
de CamajuanÍ, que había tenido ya hace días otras
deserciones, c1 teniente coronel Liiiero se ha suici-
dndo.-Arderíus.
IdellL . _ 24.-En la madrugada de hoy llegué á la Habana. Eu
el encuentro de San José, el enemigo tuvo 24 bajas
y fue muerto el cabecilla Casayas, procedente de
Camnjunní, y otros dos, hahiéndose presentado nueve.
-Campos.
Idl'l1l .. _ 27.-El general Navarro acaba de llegar de operaciones,
invirtiendo trece días, batiendo al enemigo varias
veces, haciéndole 12 muertos, muchos heridos, co-
giéndole caballos, municiones yanllamentos. Nosotros,
siete heridos.-Campos.
.rulio... _.. 12.-Ellcnentro Seborucal, jurisdicción de Remedios,
desalojado enemigo posiciones: muerto capitán infllll-
teI1a Juan Gonzálcz, que mandaba vanguardia, y un
sargento; noche impidió persecnción.-Arderíu,<;.
Iclt'Ill._. lS.-Comandante Armiiián, guardia civil, con 50 caballos,
50 infantes y volnntarios, encontró ingenio Yista-
Hl'nnosa (Suneti Spíritus) partidas Zayas, Libori,
.Toledo, con SOO hombres que le atacaron. CaT!::'
rechazó enemigo, que desapareció después de hOl
media de fuego, haciéndole dos muertos y dos hcr
-"Arderius.
I
f
,
I
f CUBA.
••
,
CROIIOA8 DE LA GUERBA
. POR.
'". , '
JaSE MIRO.'
.. "
~
TOMO PRIMERO.
(LA CAMPARA DE INVASiÓN) .
-
') en ADERNO 10 ?
SANTIAOO DE CUBA.
IMPRENTA DE "EL CUBANO LIBRE"-SAN FELIX, BAJA,3.
.~ 1900.
CRÓ~ICA~ DE LA GUERRA. l·t;i
.T ulio _.. _ oo't i).-Pllrtilla de 400 hombres, perseguida por América,
l)f~netró provincia Santa Clara, intentando quemar
pnesto de guardia civil, donde siete homhres defen-
dieron valerosamente; quemado poblado y propagado
fuego cuartel, salieron bayoneta, defendiéndose ell
otra casa hJl.Sta retirada del enemigo, que tuvo 10
muertos.-A rdedus.
_\ uu:o:t o . _... 3.-General Luq ne confirma las noticias reci bielas d..
dl'scmbarco efectuado en Santa Clara, y dice que hacia
Salinas desembarcaron 50 hombres mandados por
Sl~rafín Sállchcz. El general Prats dice que Matagll:O:
('011 doscientos hombres se llevó del ingenio Indio
(Cienfuegos) varios caballos y municiones. Añade qm"
ti.Ierzas guerrilla local batieron en el monte Santo
1)oming-o una partida que procedente de Villas había
}ll'netrado cerca de Matanzas.-Arderíus.
Illem. _ _ t n.-En Cruces se ha levantado una partida de treinta
hombres, la cual es perseguida por voluntarios y guardia
civil.-Campos.
ldl'lll_ __ l ..l .-Salgo para Villa-Clam (Santa Clara). Agradezco
l'! rápido envío de filcrzas que son en mayor número
de las que necesito.-Campos.
Iden1- __ :!O.-Teniente coronel Palanca ha tenido un encuentro
al Norte de Sancti Spíritus con partidas Rolofl' y
Serafín Sánchez, batiéndolas, causándolas más de 60
hajas y persiguiéndolas hasta provincia Puerto Príncipe.
-Campos.
Idl'lII. _ ~)oo(.-El Teniente Cobo, con 22 hombres ;fel regimiento de
Extremadura, guardaba el fortín de Mata, e~tación
dc la línea férrea de Sagua. Viendo que la partida
mandada por cabccilla Bermúdez, compuesta de 200
hombres, incendiaba el ingenio Macagua, creyó el
teniente Coba que debía prestar auxilio á las personas
llue en dicho ingcnio iban á ser víctimas de los
rebeldes, y acudió en su auxilio. Dejó en el fortín 5
soldados, y fue con los 17 restantes á atacar al
lmemigo. La lucha fue desesperada, horrible, tres
~()ldados que pudieron huir fueron á pedir refuerzos.
Cuando llegaron tropas del batallón de San Quintín
para auxiliar á los valientes que habían acometido á
un enemigo infinitamentc superior en fuerzas, el
146 LA CA}IPASA DE I~'·ASIÓX.
cabecilla Bermúdez J su gente habían huído. En el
(".ampo fueron hallados los cadáveres del teniente J
de 14 soldados, macheteados.
Ag08to .. . . 29.-200 insurrectos atacaron el fortín de lIordazo, en
la línea rerrea de Santa Clara. Custodiábanlo guardia
ci,il y voluntarios: la puerta del fortín fue abierta por
éstos y mataron á dos guardias y á un voluntario.
Hirieron gra,-ementc al sargento, al cabo y á cuatro
guardias.
Septiembre. 6.-La columna del coronel Olíver encontró una nume-
rosa partida de insurrectos en Sitio Grande. A los
pocos disparos, los de una y otra parte acometían con
tal brío y se encontraban tan cerca, que la lucha fue
cuerpo á cuerpo y á machete. La victoria se pronunció
muy pronto en favor de nuestras tropas, J el enemigo
huyó en completa dispersión.
Idem ... 15.-Los rebeldes continúan cometiendo todo género de
atropellos y salvajadas.
Idem .. - 16.-EI teniente Jiménez, con 25 soldados de la primera
compañía de Burgos, dirigíase á relevar el destacamento
del ingenio Guadalupe. Con intento de copados,
emboscáronse al efecto las partidas de Castillo, Carrillo
y Cantero, en número 600 hombres. El (".abecilla
Castillo dio orden de atacar al machete. La lucha
fue terrible. El teniente Jiménez consiguió que se
retiraran los rebeldes. Dejó el enemigo en el campo
14 cad~in~res, entre ellos el cabecilla Cantero. Nos-
otros tuvimos cinco soldados muertos y tres heridos.
Idelll ... 23.-General Luque después de dos días pequeños en-
cuentros con enemigo, apoderándose campamentos que
éste abandonaba, sorprendió el 21 hospital sangre,
después de resistencia, dando por resultado 34 muertos
encontrados en rec~nocimientos, pues según prisionero
pasan de lOO, cogiendo muchos caballos con monturas.
N uestras bajas, dos capitanes y un oficial heridos, un
solda(lo muerto y cinco heridos, cuyos nombres comu-
nicaré.-Arderíus.
Idem. _. 24.-El capitán de la guardia civil Sr. Riestra, con 19
guardias y 17 voluntarios de Guamutas, se vio sor-
prendido por más de 600 insurrectos que procuraron
envolver á nuestros fuerzas. El capitán se batió con
CR()xrCAS DE LA Gl'ERRA. Hi
gran valor y cayó herido. Xo obstante, pudo hacer
una retirada con 16 guardias hasta el ingenio San
Lino. Se supone que el resto de la pequeña columna
pereció en el combate. El hecho ocurrió en ]Jalllla
Sola, jurisdicción de Sagua.
Octubre ... 1',l.-Ayer teniente corond Rubín con 700 hOlllbrf'~ y
50 caballos' batió partida!' Roloff, Serafin Sánchcz,
Castillo, Reyf's, Lf'gón y otras, en número de 2.500
insurrectos, en ramino de San Ambrosio Manaras,
sitio denominado Limpios. Tuvimos 14 heridos, entre
ellos jefe de columna, siendo numerosas del enemigo.
-Ardaíus.
Idern ... 2.-800 hombres mandados por Bermúdez, Matoglís y
otros atacaron un destacamento, siendo rechazados
con dos muertos vistos y varios heridos. Por nunstra
parte un soldado muerto, dos heridos, tres extraviadus.
Idem ... 10.-Una partida de insurrectos, apostada cerca de la
vía férrea, entre Placetas y Camajuaní, arrojó sohre
el tren una bomba de dinamita.
Idem ... 16.-En Cien Rosas halhíbanse emboscados unos 600
rebeldes esperando el paso de nuestras tropas para
sorprenderlas, y suponiendo que habían de arrojarlas
porque contahan con la superioridad del mímero.
Las fuerzas nuestras iban mandadas por el coronel
Oliver, y el enemigo fue rechazado, dejando en el
campo 30 muertos y muchos heridos.
Idem ... 25.-Acabo de llegar de Cienfuegos sin novedad. Salí
el 18 de Ciego de Ávila para Sancti Spíritus, á donde
llegué el 23 con dos días de copiosas lluvias, conse-
cuencia ciclón sentido. En la marcha con columna 400
hombres fui hostilizado por numerosas emboscadas,
que me hicieron cuatro heridos graves, teniendo
varios el enemigo.-Campos.
Noviembre.. l?-El cabo 1..lanes con nueve voluntarios entregó el
fuerte de El Vigía, situado en el camino real de
Santa Clara, á siete kilometros de Camajuaní. Llanes
debía 500 pesos al cabecilla 1..eoncio Vidal, y le
entregó el fuerte con armas y pertrechos, para que
Vidalle perdonara el débito.
Idem ... 2.-Mil doscientos immrrectos mandados por el cabecilla
. Rcgo, que se consideraban dueños del campo, reali-
T'+S LA CA~II'A~A DE IXVASIÚX.
zaron un violentísimo ataque contm se~enta '-aleroso~
infantes del l"Pgimiento Canarias. La dcfensa de aqlld
puñado de ,-alientes quc formaron el cuadro, fuI'
heroica. El cncmigo tuvo multitud dc heridos y yario:--
mucrto~, adenllís dc IOt\ sietc que dejó en el campo.
Parece que son nllí¡; dc duce los heridos que tUYO ('1
batallón. El capihín que mandaba la fucrza, D. AntH-
nio Valenzuela, está gmvísimo. Ha producido 1111
admirable efecto en esta capital el hrillante hecho dI'
armas que tanto honor hacc al ejército españoL El
suceso ocurrió en Ojo de Agua.
K ()vit~lIIbrc. -t.-El cahecilla Rt'go entregó ayer en Cumanayagua!'.
pueblo de la jurisdicción dc Cienfuegos, situado ceml
del río Arimau, á los 15 soldados de Canarias ~. al
práctico de la columna que habían sido hechos pri-
sioneros en el combate. Recibiólos una comisiún
compuesta del coronel Sr. Valle, dcl comandantc ~r_
Sánchez y de los capitanes Sres. Nayarro y Río. En
el acto de la entrega, cl cabecilla Rego enalteció pi
valor de 10l~ soldados, la mayor parte de los cuale:'
estaban heridos. El coronel Valle levantó acta di'
todos estos pormenores.
1111'11I ___ 21.-Acaba de recibirse en csta capital una grnve noti('ia
de Santa Clara.
Las partidas quc puehlan aquella prm-incia, al mando
de Máximo Gómez, han tomado un publado y un fuert.·
próximos á Sancti Spíritus; :Máximo Gómez, mandando
mil rebeldes, ablcó el poblado y voló el fucrte Pelayo
con dinamita.
Guardaban el fuerte de 40 á 50 hombres al mando
de un oficial
Se desconoce cl cuerpo á que pertenecía esta fuerza.
Después de la voladura, diez ó doce hombres del
destacamento y el oficial tuvieron que rendirse ante
la enorme superioridad del enemigo, y por haber
quedado desamparados de toda defensa.
No se sabe qué ha sido de los demás soldados dd
destacamento. Se supone que han fallecido al de-
rrumbarse los muros en que se guarecían.
El oficial y los 10 ó 12 soldados de quienes se tiene'
noticia, fueron puestos enlihertad por ~Iáximo Gómez,
CRÓ~ICAS DE LA GUERHA. 149
después de desarmados, y se han presentado en
Sanrti Spíritus.
~o\·i('lIl"rp. :?1.-Entre las estaciones de Jicotea y Esperanza, en la
línea férrea de Clirdenas y Júcaro, en el sitio donde
cruza la alcantarilla del ramal del ingenio Santa Rita,
la partida rehelde que manda el cabecilla Bermúdez
había colocado un cartucho de dinamita, que reventó
hoy, á la una de la tarde, al pas,!r un tren militar
compuesto del material de la empresa de Cienfuegos
y Santa Clara.
En este tren regresaba á Santa Clara el general
Suárez Valdés con su Estado Mayor y escolta.
Por efecto de la explosión han resultado heridos
10 soldados, tres de ellos graves.
También ha resultado lesionado en una pierna el
hijo del general Valdés, y en una mano el director de
El Nacional de Santa Clara, Sr. Cancio.
Icl"IIl. _. :?3.-EI pueblo de Güira de ~firanda ha sido quemado por·
los rebcldes. El cabecilla Roloff, con 2,500 hombres,
atacó dicho pueblo, que se halla situado á seis leguas
de Siguanea.
Los insurrectos pusieron fuego al caserío, y el incen-
dio se propagó rápidamente.
Los habitantes, en número de 'euatro mil quinientos,
llenos de terror, y no pudiendo defeuderse de los sal-
vajes incendiarios, huyeron al monte inmediato.
!\ovi"lIlhn', :?!l.-El General en Jefe comunicó ayer desde Santa Clara
que continúan los chubascos fuertes, los cuales dificul-
tan, p~ro no impiden, las operaciones militares.
La línea férrea de Remedios á Caibarién está
interrumpida. Los rebeldes han hecho volar un puente
y una alcantarilla.
Itll'IIl _.. 30.-Se ha verificado con gran éxito la operación militar
ordenada por Martínez Campos, y dirigida por éste
y por el general Suárez Valdés, en los límites de Las
Villas y de Camagüey.
Las columnas han perseguido durante 10 días á los
rebeldes que iban mandados por el generalísimo
Máximo Gómez y por los cabecillas Castillo y Guerra.
Las fuerzas insurrectas fueron batidas en Jíquimas,
Pozo Azul, Taguasco, Pelayo, Trilladeras, 19uará,
150 LA CAMPARA DE INVA~HON.
Arroyo Blanco, Ramones, Peña Blanca, Delicias,
Bellamota, Alameda y Remate.
El enemigo dejó en el campo 24 muertos y muchos
heridos, la mayor parte de los cuales pudieron ser
recogidos por los suyos.
Abandonaron en la fuga 30 caballos, y murieron 20
de éstos bajo el fuego de los soldados.
Se les tomó un campamento y una enfermería.
Los rebeldes huyeron á la desbandada, abandonando
armas, municiones y víveres.
Tres días después de estos imaginarios triunfos se reunían
Gómez y Maceo en uno de esos campamentos ocupados por los
batallones del caudillo español, para emprender juntos la campaña de
Las Villas con el brillante éxito que hemos tenido ocasión de admirar
en este relato.
Como jornada preliminar, de indispensable ejecución para el logro
del objetivo esencial de la campaña, ¡mestro paso por el departamento
.de Las Villas había sido altamente provechoso para los intereses de la
Revolución en la localidad, y sólo en este sentido, como empresa
militar de gran trascendencia, cabe decir que fue la invasión la sólida
base que aseguró allí el edificio revolucionario: pero no debe entenderse
que infundiera vigor ni mayores energías al soldado villareño: no
necesitaba éste de estímulos. Con la invasión y sin ella, el carácter
batallador de los naturales de csta región, su amor á la patria y su
entusiasmo ardiente por la libcrtad, se hubieran revelado del mismo
modo. Una vez enarbolada la bandera de la independencia, no era
posible que el villareño la plegara por un acto espontáneo de su
voluntad; pocos ó muchos, mientras alentara un corazón patriota,
mientras no sucumbieran todos, flamearía el pabellón de Cuba libre
sobre las crestas del Escambray.
y al despedirnos ahora de esta región indomablc, revestida con
todo cl brillo de la juventud y de la gloria, para volver á admirarla
en días menos venturosos, Ien los días tristes que nos tenía reservados
el porvenir!, nos asiste la convicción profunda de que jamás se
cntibiará la fe en el alma de los verdaderos patriotas, y si alguna vez
hemos de hacer otro esfuerzo formal para conquistar la independencia
de Cuba, no serán los villarcños quiencs dejen de militar en la
vanguardia del honor.
~--:~---
LIBRO CUARTO.
EN MATANZAS.
J:.
LOS DO~Il~IOS DE ESPA~A.-CARÁCTERDE LA Gl:ERHA E~ F.~TÁ
REGIÚ~.-ADmRABLEPATRIOTI8~1O DE LOS MATA~CEH(l~.
-EL PIWBLDIA ESTRAT~GICO.
o eran muy halagiieiias las noticias que se tenían df'
Matanzas. El rumor público decía que las maSHS
populares no simpatizaban con la Revolución; <{ue en
en ellas, precisamente, hallaríamos la más sólida é
insuperable barrera; que á la ofensiva tenaz de los
batallones regulares, se uniría la hostw.idad del paisa-
naje: territorio además muy p?blado, cruzado todo él
de líneas férreas, centro de la riqueza agrícola .del país,
en cada finca un destacamento, en cada pueblo una
fuerte guarnición, trenes.blindados transportando columnas de un punto
á otro, para aprisionamos entre sus mallas de acero, y el firme
propósito del general Martínez Campos de que fuera Matanzas la
licpultura de las huestes rebeldes, ya que no pudo lograrlo en Las
Yillas occidentales; tantos obstáculos reunidos eran capaces de anedrar
al capitán más experto y valeroso.
Sofocadas las primeras chispas de la rebelión al darse la señal
para el levantamiento del país, extinguido el foco principal de la
illlmrrc... i{m, disueltos los grupos armados y cogidos los promotores
CRÓNICAS DE LA GUERRA. 153
de la revuelta á los pucos días de haberse lanzado al campo, tan
funestos preliminares tenían forzosamente que ocasionar un retraso
sensible en la marcha general de la campaña, y bajo el aspecto
contrario, infundir mayores bríos al elemento español, de sobra
engreído y siempre dominador en las comarcas de Occidente. El
tronco colonial, más arraigado allí que en las regiones de Levante,
ostentaba el aplomo de un poder secular que segurb de sus cimientos
desafía las iras del huracán; se mantenía firme, aun en medio de las
ráfagas que soplaban amenazadoras, sin inquietarse por la furiosa
tempestad que descargaba por aquellos contornos; sin temor al meteoro
que podía cogerlo de lleno y dejarlo sin pompa y sin fruto; como árbol
partido por el rayo.
Causas de índole diversa, cuyo examen razonado lletiaría algunas
páginas, y que por lo mismo no hemos de señalar en este relato,
contribuyeron al predominio de los elementos españoles sobre los
.naturales del país, en su mayor parte relegados á la condición de
ilotas, aun después de abolida la esclavitud. Difícil era, por lo tanto,
que un alzamiento popular hallara eco entre las clases proletarias,
maleadas con pérfida intención por los representantes de la iniquidad
española. Verdad es que esa influencia dañina no logró contagiar á
la sociedad culta, que siempre se mantuvo ilesa en la línea del decoro
cubano, procurando alimentar el fuego del patriotismo ya por medio
de la literatura, en sus diversas manifestaciones, ya por medio de la
asociación política y de la enseñanza escolar. Pero de cualquier modo,
existía una masa del pueblo que no era adicta á los principios
revolucionarios y sí dócil al yugo de la tiranía española, de la cual
sabría aprovecharse el sagaz dominador para meterla en la vanguardia
de las columnas perseguidoras; de trozo jíbaro y carnicero! Bajo
estas condiciones, todas ellas favorables para el partido español, la
lucha tenía que ser terrible para el cubano que guerrease en este
territorio, porque si el valor no menguaba ante los reveses y el
heroísmo no desfallecía· ante el cuadro horrendo de las inmolaciones,
nada hay entonces que sobrepuje al esfuerzo del soldado libertador
que batallaba en aquel campo de desolación y de muerte.
Si es de admirar el patriotismo de los matanceros que después
del fracaso de Ibarra se lanzaron resueltamente á la lid, para reiterarla
con ardor y tenacidad; si es de aplaudir la gallardía de aquella
juventud que se expatrió voluntariamente para volver al suelo natal
con el arma del soldado, tan pronto como se equipó la primera
expedición, pasando antes por el víacrucis del destierro en un
islote inhospitalario; si los recuerdos de tan nobles episodios despiertan
1M LA CA~{PANA DE lNVA8ION.
emoClOn profunda, las sombrns espantosas que arroja después el
cuadro de la tragedia, el río de sangre que inunda las llanurns de
Matanzas, el espectáculo permanente de los suplicios, la carnicería
diaria, cada vez más enorme, de los enfurecidos españoles, sin que el
heroísmo sucumba, sin que la Providencia se apiade de los hombres,
la sola memoria de una lucha así, tan tremenda y continuada, no
causa ya asombro 'ni efectos deslumbradores: produce consternación.
Al gran ascendiente del partido integrista que exigía espectáculos
sangrientos con que satisfacer sus instintos de crueldad, debióse
indudablemente el cárácter feroz que tomó la guerra en Matanzas
desde los primeros días de haberse renovado las hostilidades, al que
hubo de ceder el mismo Martínez Campos, á pesar de su proverbial
hidalguía-qlle habremos de poner en tela de juicio-y de sus
honorables declaraciones, consignadas en letras de molde, de que
él no mataba á los prisioneros de guerra (1). Empezó por fusilar á
Domingo Mujica, al que siguieron los suplicios de José Acebo
(asturiano) y de Gil González, fusilados á raíz de la devolución de
los prisioneros que hizo Alfredo Rego en el combate de Ojo de Agua,
y tampoco puso coto á las crueldades de algunos de sus subalternos,
entre ellos, el coronel Molina-que ya empezaba á descollar como
facineroso en el teatro de la matanza.
En la expedición del general Roloff vinieron algunos jóvenes de
esta provincia que, acudiendo diligentes al suelo nativo, ganosos de
alcanzar la victoria con el precio de su sangre, levantaron el espíritu
revolucionario con la fogosidad de su palabra y su conducta ejemplar.
Esparcidos por todo el territorio, propagando activamente el fuego
del entusiasmo, volviendo á sembrar la semilla, su misión heroica
obtuvo al fin la recompensa del triunfo moral y los hermosos laureles
de la gloria militar, alcanzados en la disputada acción de Cayo
Espino: una página épica escrita con la sangre de nuestra juventud.
Fue el combate de Cayo Espino uno de los más encarnizados; en
él se peleó cuerpo á cuerpo, las bayonetas se cruzaron con los
machetes, se prodigó el valor y hubo episodios hazañosos (2).
(1) ti Yo no considero á los insurrectos como bandidos, ni me propongo tratarloa
como si lo fueran. He dado órdenes para que los prisioneros sean tratados con benignidad
y se cuide bien á los heridos insurrectos que caigan en poder de las tropas. Yo no mato
á los insurrectos".-Declaración de Martfnez Campos á un corresponsal del W01'ld, de
Nueva York.
(2) Aunque el combate de Cayo Espino so ventiló en terrenos de Las Villas, pero
muy inmediato á Matanzas, hay que comprenderlo entre loa que se dieron en esta región
CRÓNICAS DE LA GUERRA. 155
No habían sido, pues, infructuosos los desvelos del patriotismo
en su afán de perturbar la región más dominada por los españoles, así
como la más hostil á la causa de la libertad; pero ni era bastante el
prodigio realizado por el amor patrio, dentro de la esfera real de la
campaña, ni ello podía dar seguridad á las hup.stes invasoras para
proseguir la incierta y desconocida ruta de Occidente. No existían
en Matanzas verdaderos núcleos de resistencia que pudieran hacer
frente á columnas bien organizadas, en más de dos encuentros seguidos,
y las pocas fuerzas armadas que constituían la 1'.1' División del5? cuerpo
(en embrión), no habían extendido el radio de sus operaciones
más allá del término de Jagüey, y por lo tanto, el espacio más
considerable del país, el centro de Matanzas, con su red ferroviaria y
sus triángulos estratégicos, estaba sin explorar: era un telón corrido,
misterioso, impenetrable.
Abarcando de una sola ojeada la superficie y configuración del
escenario, teníamos á nuestra izquierda los Países Bajos de Cuba, la
Gran Ciénaga de Zapata extendiéndose hacia Poniente, inundada casi
siempre por el mar, sitio todo él pantanoso y en muchos parajes
empedrado por el diente de perro; á nuestra derecha la rica zona de
cultivo, la feraz campiña de color esméralda, con las fábricas de azúcar
luciendo sus chimeneas airosas y sus cúpulas de zinc; y por el frente,
hasta perderse de vista, una sucesión interminable de pueblos, de
,-illas y ciudades guarnecidas,. ostentando la bandera de España en
las flechas de los campanarios. Al través de esa superficie temible,
rccorriéndola en todas direcciones, de Norte á Sur, de Este á Oeste,
por el frente y por los costados, la red de hierro, el pólipo enorme
(lUC hahría de aprisionar entre sus tentáculos al audaz invasor que se
atrevicrn á cruzar el tablero estratégico de Colón. El conjunto venía
á ser algo así como una ciudadela formidable, de la cual las orillas
del río Hanábana eran el glacis y su cance el primcr foso.
por pertencccr á ella. la mayor parte de los combatientes, así jefes como soldados. Los
espailoles tuvieron que conft'sa.r pérdidas sensibles y en buen número: 11 muertos, entre
ellos dos oficiales, 12 heridos y varios soldados contusos, y dcelara.ron que algunos fueron
macheteados. "Los insurrectos-agregaba el parte oficial-han logrado el propósito
que a.brigaban a.ntes de librarse la a.cción de Cayo Espino, que era invadir la provincia de
l\latanza.s. Dícese que el cabecilla Periquito Pérez ha penetrado en dicha provincia
con su partida, mientra.s la.s de Lacret, los herma.nos Núllez, Lino y Panchito Pérez se
batían con la. columna. del coronel Molina. Periquito Pérez logró pasar tlestle Guantána.mo
á Matanza.s a.travesa.ndo el río Hanábana.". Publicamos estos datos para que la opinión
fonne exacto juicio sobre los informes oficiales de los espanoles. Periquito Pérez no se
movió de Santia.go de Cuba en toda la guerra..
156
. .
LA CAMPANA DE INVASIÓN.
Apercibido Martínez Campos contra nuestros intentos, y con la
convicción de que Gómez y Maceo llevarían su audacia hasta el
extremo de penetrar en el territorio de Matanzas y que aun se
arrestarían á meterse por las líneas mejor defendidas, para dar
testimonio solemne de su arrojo, pero también de su ignorancia
militar (en el ,sentido científico del vocablo), era de suponerse que el
jefe del ejército español pusiera en planta todos los resortes de la
ciencia guerrera, á fin de destruir las huestes invasoras de una vez y
para siempre, por medio de una derrota sonada y ejemplarísima que
satisficiera á la opinión pública de allende y aquende, y sobre todo
que hiciera recobrar el lustre de caudillo af.:'1mado al antiguo Pacificador
~e Cuba, cuyos laureles no se mantenían verdes. Al efecto, Martínez
Campos se daba prisa en disponer el cuadro de los batallones que
hahrían de disputarnos el paso sohre la margen occidental de La
Hanábana, situaba la segunda línea sobre Colón, poniéndose él en
persona al frente del ejército, llamaba á sus lugartenientes para
comunicarles las instrucciones necesarias, y hacia Matanzas afluían
casi todas las columnas que operaban en el departamento Central,
para formar un muro de bayonetas en torno de nuestra caballería,
cercarla en un momento dado y aplastarla de un golpe.
Tales eran los designios de Martínez Campos enfrente del
problema militar cuya solución le estaba encomendada, porque de
ella dependía, no ya la suerte final de la campaña, sino la suya
propia: el encumbramiento, si salía vencedor; la perdición, en el caso
contrario. El lance era, pues, de vida ó muerte.
Chocante, y tal vez demasiado irónico, resultaría el recuento
detallado de nuestras fuerzas, cuyo efectivo en pie de guerra no
llegaha á dos mil hombres, con escasos pertrechos y armas de
diferentes calibres; para mayor contrariedad, una impedimenta
enorme, constituída por los reclutas que iban en solicitud del fusil, y
en su defecto, á caza del buen ~aballo; de todas maneras un embarazo
en las marchas, aparte del riesgo que corría en los encuentros.
Sin vacilar un solo instante, el general Maceo, tan pronto hubo
adquirido los informes que necesitaba, ordenó la marcha de la
columna haciendo rumbo á Colón pa~ meterse, en el centro de
Matanzas, en el corazón de España, puede así decirse, y quemarles
el lecho á los leones de Ultramar. i Alcanzaremos la victoria' ;
tiremos al desastre'. Los hechos lo dirán.
- - -... _---
J:X.
A ORILLAS DE LA lIANABANA.-CmmATE DE LA COLMENA.-
LA TIERRA COLORADA.
(20 DE DICIEMBRE).
OS dos escuadrones de Mat.anzas que por orden del
Cuartel General salieron á provocar al enemigo, alojado
~ en las fábricas de Lequeito y de Lagunitas, no habían
oA-I'lL'A./":!'-..,. ~ regresado de su excursión al emprender marcha nues·
tra colu:nna á las siete de la mañana del día 20; hora
en que se oía fuego de fusilería por aquel rumbo (1).
Evidentemente, los españoles estaban prevenidos y no
era falso el rumor, propalado con insistencia por el
paisanaje, de que iban a maniobrar sin dilación contra
el grueso insurrecto para que no penetrara impune-
mente en el distrito de Matanzas. Aunque las fuentes de donde
partían dichos infonnes, no eran bastante autorizadas para infundir la
convicción de que los españoles se resolvieran desde aquellos momentos
á tomar una ofensiva enérgica, la conjetura por lo menos quedaba en
pie, corroborada por las primeras escaramuzas.
. Parecía natural que no estando lejos el río peligroso, se abreviara
el paso para atravesarlo y ganar terreno sohre la orilla opuesta, de no
hallarse ocupada por fuerzas españolas, pero la irresistible tentación
que deparó en nuestro caudillo el aspecto de una llanura, á propósito
para una galopada al machete, hizo retrasar la marcha más de una
(1) Al final del eap!tulo V, del libro IU, está explicado este suceso.
158' CR6NICAS DE LA GUERRA.
hora, brindando tal vez al enemigo la doble oportunidad d~ orientars(~
nlejor y de terminar con éxito relativo la operación iniciada. No
dejándose ver por aquellos contornos, y habiendo cesado el tiroteo de
nue8troll escuadrones en sus esearamUZll8 con la tropa que salió dl'
Lagunitas, volvimos á continuar la marcha al paso regular de la
caballería y cruzamos el río Hanábana sin contratiempo alguno; sin
hallar rastro de los españoles. El cruce se efectuó por el sitio llamado
Habanilla, de muy fácil logro en la tempornda de la seca, pero qm"
en el período de las aguas se pone infernal como todo el territorio
que recorre La Hanábana, allí riachuelo de poco cauce y mÍsem
corriente. Sus aguas son turbias y el terreno que fertilizan ofrece
escaso fruto; la vegetación es pobre y de aspecto sombrío, que no
hastan á desvanecer los adornos tropicales de las palmas regias. En
estos lugares, la noche es doblemente triste y misteriosa, cualquier
ruido amedrenta al viajero que ande solo, y si los abanicos del yare)"
se agitan, heridos por el viento, entonces parece que suenan
descargas ó que gal?pan patrullas en todas direcciones para echarse
encima del caminante.
A nuestra derecha se extendían las grandes plantaciones de azúcar
l'lCielldo sus plumeros de gala, mientras las máquinas de los ingenios
movían el trapiche estrujador; pero debajo de las cepas estaban lo,..
colchones de combustihle. .
A las tres horas de camino hicimos alto en una finca llamada La
Colmena, con objeto de aguardar al coronel Pérez, de quien no 8t~
tenían noticias concretas desde que había empeñado el combate en las
inmediaciones de Lagunitas. Eran las dos de la tarde y acababa de
incorporarse la caballería de Matanzas con su jefe herido, aunque
no de gravedad, trayendo la noticia de que los españoles no estaban
lejos, sin poder precisar si era la misma tropa con la que había
sostenido refriega en las primeras horas de la mañana. Al disponer
el general Maceo la gente de infantería para ir al encuentro de 10M
españoles, un vivo tiroteo sobre las avanzadas del rastro anunció su
presencia: la columna venía, pues, por el sendero trillado, barriendo á
descargas cerradas los obstáculos que le hacían estorbo. Para detener
su impulso bastaba el paso del río la Colmena, que presentaba un
repecho muy pronunciado y resbaladizo por el lado donde se hallaban
nuestras fuerzas, y abajo, sobre el lugar de la cruzada, se habín
formado un trampal de muy feo cariz para los que se arriesgaran á
reconocerlo con las culatas de los fusiles. Toda nuestra división
había pasado por allí pocas horas antes, atascándose buen número de
acémilas, y la vía estaba ya intransitable. Pero este inconveniente para
LA CA~IPA~A DE DiVASIÓ~. 159
la tropa española, éralo asimismo para la nuestra, puesto que impo-
:tibilitaba un rebato de caballería en cualquier momento de la acción.
Atendiendo á esta circunstancia, se situaron 150 tiradores sobre los
harraneos del río, para que si la columna retrocedía no se fuera sin
quebranto, y toda la masa de cahallería se corrió hacia la izquierda
del camino, sobre una explanada desprovista de arboleda, no lejos del
río, pero de poco espacio por el frente. No existía, sin embargo,
otra posición más ventajosa en aquel lugar: los demás trechos de
planicie, ó eran menos amplios ó más cerrados por la manigua. El
~eneral Gómez, recorriendo la línea de formación, dijo imperativamente
(lue sólo se haría uso del arma hlanca. ¡No quiero oír un solo
disparo!-exclamó el viejo campeón: ¡machete, nada más que el
machete!
Entretanto, el combate se había empeñado con ~alor entre nuelStros
t.iradores y la vanguardia enemiga. El paso del riachuelo infundía
respeto á los españoles, toda "ez que no se arriesgaban á cruzarlo,
ni bajo el amparo de la metralla, con la que intentaron desbaratar la
línea de nuestra infantería. Largo rato se sostuvieron unos y oíros en
las mismas posiciones, hasta que el enemigo avisó, con fuego enfilado,
que empezaba á flanquear por su derecha. Sin duda, guiado por
huenos prácticos, halló un sitio accesible y por él treparon dos b
tres secciones del centro de la columna, disponiéndose probablemente
á efectuarlo la vanguardia que seguía haciendo disparos de cañón )'
fusilería, aunque con menor intensidad. La impaciencia de los nuestros
determinó la carga de caballería al divisarse los primeros grupos de
soldados, y como 900 jinetes, divididos en dos brazos, se lanzaron
impetuosamente sobre ellos para envolverlos y acuchillarlos; pero
amedrentados, y con razón de sobra para no esperar á pie firme la
chapea al por mayor, abandonaron la posición, refugiándose en unos
espesos matorrales que les dieron seguro abrigo; fueron alcanzados
algunos al tratar de ganar el barranco del río.
Volvió nnestra caballería á ocupar la planicie, y permaneció
clavada allí por espacio de una hora, en m~pera de otra evolución de
los españoles, para cogerlos entonces por el flanco izquierdo; pero la
c,olumna hacía fuego en retirada, al que nuestros tiradores no podían
ya contestar sin hacer derroche inútil de cartuchos. Afortunadamente,
para el jefe de la columna y sus soldados, el ataque impetuoso que
habían emprendido contra nuestras avanzadas y poco antes contra
los dos escuadrones del coronel Pérez, hubo de contenerse enfrente
del obstácnlo material del arroyo; de no haber mediado esta
circunstancia es de suponer que se hubieran lanzado con la misma
160 CRÓNICAS DE LA GUERRA.
furia hasta la explanada que servía de campo táctico á nuestra
caballería, 'y es ocioso decir lo que allí hubiera acontecido. Como nu
resultó, huelga la descripción figurada de otro Mal-Tiempo..
Nuestras bajas se redujeron á 12, entre muertos y heridos.
La pelea que sostuvo por la mañana el coronel Pérez le costú
cinco hombres (1).
Por la lentitud y el orden con que la tropa española ejecutaba
la retirada, después de la momentánea confusión que introdujo en su~
filas el acometimiento de nuestra caballería, debía presumirse que
volvería sobre sus pasos, ya para atacar nuestra retaguardia, ú hostigarla
al menos hasta que cerrara la noche, ya para maniobrar sobre nuestro
flanco derecho, si la operación iniciada con notable ardimientu
obedecía á un plan general, prescrito y desarrollado por la jefatura
del ejército españo!, con la concurrencia de otros factores táctico:;;
cuyos movimientos no podían precisarse en aquel terreno confuso
(1) El parte oficia.l que díeron los espaflOles decía así:
"Col6n 22.-Aycr, fuerzas de Astllrías, con un contingcnte de artilleros, formando
entre todos 400 hombres; tuvicron un eombat~ con Máximo Gómez, que maudaba 4,000
ínsun·ectoB, junto al río Colmena, que c8tá en la provincia, de Matanzas, tocando en lo;.
límites de Santa Clara [un par de kilometros].
"La acción dur6 dos horas.
"Los rebeldes ocupaban ulla posiciún muy ventajosa, que dominaba los alrededor"....
"Atacaron desde ella ocho veces con machete, siendo rechazados otras tantas y no
pudiendo romper nUCJ!tras filas.
"Nucstras tropas contestaban al verlcs venir ¡Viva España.! y resistían con un
.Ienuedo heroico.
"Los artilleros hicieron uso dl' los· caftones con tiros tan ccrteros que barrían la./!'
posiciones del enemigo.
"Se pronunciaron en hufda.
"Los leales avanzan entonces y ocupan las posiciones encontrando en el campo lOO
muertos del enemigo, muchas monturas, caballos y haciendo prisioncros.
" Los heridos han dicho que venían 9.000 hombres para invadir Matanzas é ir ti la
jurisdicci6n de Cárdenas ".
El parte ese es uno de los más estrafalarios que se han publicado, así por su redaccióu
embrollada é incomprensible, ~omo por las falsedades que contiene. No pensamo
refutarlo; s6lo haremos notar el dato de que la aeei6n se dio el día 20, y el documento
oficial dc los espalloles participa que fue el 21. Con esto está dicho todo.
Las Or6nicas de la gu.erra que public6 un peri6dico de la Habana, al hablar do la
acci6n del río Colmena, nos asigna únicamente 30 muertos, en lugar del centenar que nol'
aplic6 el parte oficíal. Agrega que la columna de Asturias enterr6 sus muertos y siguió
con los heridos tí Santo Domingo de la Calzada. El bllt.allón sc gau6 la r.orbata ,'l..
~an Fernando.
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CUBA.1 _ ..
,
CRONleAS DE LA GUERRA
POR .
, ,
JOSE MIRO.
. TOMO PRIMERO.
(LA CAMPAÑA DE INVASIÓN)
CUADERNO 11?
SANTIACO DE CUBA.
IMPRENTA DE "EL CUBANO LIBRE"-SAN FELIX, BAJ A, 3.
1900.
D'9i"zedbyGoogle ,...
LA r.\m)A~A DE INVA¡;;I()~. 161
para no. otro~ y en el quc una exploración efit'llz sólo se pmrt.iruha ¡í
tiro linrpio, .¡.Johrc los l"f'tt'I\('~ drl advr~ario. ena y otra suposi"i{lII
C'ran lóO'ic¡\¡.¡, y tí cuall!lIirn\ de las dos le daha mayor tilCrza la
pequeií z relativa d(~ la I~OIUllll1a que iha en retirada, puesto qur el
IIlímero d sus eomponentl'~ no llrgaha con mucho al de nue~tra
I>ivi ión: ¡.JU guarismo total no excedía de quinientos hombrril. Su
illfitllt ría acalmba de hatinw COI1 singular dClIuello, la misma tenncidall
([U e había dpmostnulo ilU jefi' en' lo~ diferentes ataqurs dI' por la
mañana contrihuía ¡í rohustt~cl'r la hipótesis de ul1a rrl1o"llción
¡11m diata Ile hostilidad(·s ('011 la concurrencia de otros dCIIl('ntos,
)" bajo c. ta~ conjeturas ~c dl'lIloró la marcha, rcpleganllo los
tiradore, <]UA defendían el pa~o dl'l arroyo y ocultando todo lo pOilihlc
las ma as de caballería, sin camhiar el ordml de fimnaci{lII; ag-aehados
los jin te. sohre la:o: mOlltura:o:, I~Oll los somhreros quitados, ojo avizor y
('on 1 acero df'snudo. Eran dos alas tilflnidahles: el eahallo hlanco dC'
~[a eo crvía de punto d(~ mira tÍ ulla de ellas y el machete de G{lI11eZ
'ra 1 jalón inflexihle qu(' alineaha la otra: ti,rmación imponente.
Pero el día toca ha lí ~u fin, moría la tarde melancólicamentf',
1~lJtr celaje~ de color gri:.:, allullciando una noche. muy cruda; los
c. pañolc dc:-pedían el dll('lo eon la~ descargas de ordenanza, haciendo
(,lItr tanto camino para sns alojamientos; y por nuc~t.rn parte era ya
hora de romper filas para hUio;rur algún sitio abrigado en el filie
pudi' ramos ('~llUntar la ll~p('rr'za al arrimo del f(lglÍn. j Buena noche
II\) e~peraha!
En retirada definitiva Jo:- ('~pañoles y con rllmbo completamente
di tinto del que n()~otros pn'sumíamos, flucdaha destruída la
vero imilitud de cnnlqllil~r otro ataque, en afluel lu~ar y su:-;'
epI" anía , así como la !'o:.:p('rha de una opp-rncilÍn combinada en
la que entrara por filCtor didl<l columna (1). El sit.io de la Colmfufl,
Íl.cualquier otro inmediato, hl"illt1ahan, pues, ~eguridad para vivaquear
(1) A vU<,la pluma e~cribim()~ I'~la~ notas al t<'rminar el combatf\ de la Colmpna:
Los e pañoJes acahan de rl'tirnrse [!í d., la tarde aprtÍximadament<,]. Se han batillo con
Inucho denuedo, á pesar de la infpriori.la.1 d,' sus fuerzas en comparaei6n con las de nupstra
,·..lumna, y no obstante del cClnocimil'uto qlw tenía el jl'fe de 1'1108 de qne era el ejército
IIV r J que e hallaba acampado en 1'8tp 8itio. Según los práctic08, la columna e"panoJa
. dirige hacia Amarilll1l!, rumbo OPU"l'tlJ al que n080tros vamCl8 á llevar. Por lo visto, la
,'va combina.ción de columnas ha fracal'illlCl pl'h\ VI'Z, y se n'pite el hecho de que solamente
1 D la ofensirll los núcleCls P"'IUl'i1 11 l', laR uuidades de batallón tÍ de r<'g"imiento, mientra~
fas briKadas completas y 1:LS divisionl's hacpn derroche de metralla: simulacros ti lo
tz Valdé:l."
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162 CR()XICA8 DE LA GUERRA.
e~a noche, aunque fiera sin vituallas; pero el generol Maceo, siempre
tan firme en sus propó!:'itos, tenaz é incansable, acariciaba la idea (l(~
l\orprender á Martínez Campos en el centro de Colón, y hacia allí
enderezó los pasos, con toda la gente, en una marcha de siete horas
continuadas, por caminos inexplomdos, donde el menor extraví(~
¡wdía ocasionar un grave trastorno, y acampamos, al fin, á media nochp,
(~Jl el lugar llamado El Desquite, ya en la tierra colomda de Matanzas.
El Desquite-hay nombretói que parecen encerrar las cifras
misteriosas de un horóscopo--ero una heredad de cultivo, pertenecielltt~
al término de Palmillas. Los dueños ó arrendatarios que allí residíau
nos dieron informes hm;tantes concretos sohre la situación del ejército
('nemigo, no sin mostrarse sumamente alannados al convencerse <11'
(lile ya tenían la Invasión encima, y que no enm fantasmas, sillu
auténticos orientale8, los (lile campaban á deshora por la heredll(l,
nH'tiénrlole el machete al caiiaveral para endulzar á sorbos la vida
del soldado, ya que al día siguiente le aplicarían la tea. Nos dijeron
(lile el Cuartel General de los españoles estaba situado en la villa de
Colón, en donde se hallahan con MartÍnez Campos algunos miles tle
~oldados y dos ó tres generales más, García Navarro entre ellos.
Oyendo el interesl}nte relato de aquella familia, amenizado á intervalo:,:
('on la lectura de los periódicos de la capital, cuyas noticias eran
espeluznantes para nosotros, transcurrió casi toda la noche mny
entretenida, no sin que dejáramos de considerar lo inminente de la
l\itllación, la gravedad del problema estratégico, los serios peligro~
que encerraba dentro de un plazo brevísimo, de los cuales no
podíamos salir vencedores á menos que nuestro capitán no fuera ,,1
hijo predilecto de la fortu1la.
No bas~ba contar C01l el empuje de nuestras armas ni con I()l\
('n'ores y descuidos del mlvenmrio; no era suficiente tampoco la pericia
de nuestros caudillos para romper el formidable valladar que se alzaha
ante nosotros: había qne contar con la suerte, con el hado feliz, con ,,1
sino venturoso. De aquella tierra colorada A, hrotarÍa otro Peralejo!
---''-0";:(0):'<?»-,- - -
I::rI.
JIF.Rofs~IODE n~ DE~TALUIE~TO ESPA~OT~-AREDIO DEL ¡"l'EHn:
LA ANl'ILLA.-Ef'C'AHAm:ZAS CON LA COLUMNA DE GAHCíA
NAVAnIW. - M ARe HA DE }<'LANCO POR COL()~. - GHAVI~
TRASTOR~O DEXTHO DE LAS LfNEA~ E~EMIGAH.
(21 IH~ DICIEMBRE)
~' A jornada d(') día anterior hahía sido de doce l('gllll~,
/ -. en lo que re~pccta á la distancia recorrida de Ilno ¡í
c..., ~ otro campamellio, pero las horas de faena entre la~
~, \;' ,... ~ ) empleadas en la función militar y en el camino,
r-ryL; Jkl~ llegaban á quince cabales; de esta manera: cinco hora~
/~f~ por la mafiana, dos de descanso en la fi.nca la ~'olm('1/((
~(1\..
~ antes de empezar el dehate formal, y dIez contllllludas
\\ deflpués, n~partidas entre el campo de la accióu y la
mareha de nuche hasta El Desquite; ruda jornada, en
T verdad, pero (iue sólo era el prólogo de las vio1cntas
J' reñidas que nos esperahan en el teatro de Matanzas.
Al clarear el nuevo día (21 de Diciemhre), mi(~ntras se organizaba
la formación bajo el orden prescrito por el Cuartel General, para en
seguida despachar el cuerpo de vanguardia, un grnpo de soldados
e~pañoles se metió de improviso en el campamento, tratando de
alcanzar á otro de los nuestros que hahía salido por las inmediacionc:,
"Pll busca de cahallos y comestihles sin la autorización correspondiente.
Como en aquellos instantes se retiraban los puestos avanzados, aparte
de que el campamento no ('~taha del todo vigilado, f.-icilles fue á los
}lf'rsegtJidorcs penetrar por una de sus avenidas y romper un fuego
164 LA CAMPARA DE IX" A~IÓN.
.
violentísimo al enfrentarse con los primerós grupos que acudían á la
{(,rmación. Al pronto pudo creerse que se trataba de füerzas maJore¡.;.
de toda una columna que entrara á paso de ataque-hm nutrido era el
tiroteo-por lo que el clarín tocó á dcgt"ü'l1o y el machete dio cuenta
de los catorce españoles que se arriesgaron á ataear una masa de dol'
mil hombres armados, aun cuando lo hicieran bajo la convicción de
que iban á batir un corto uúmero de insurrecíotl. Se defendieron
heroicamente, de un modo tal, que admirados los cuhanos de su arroju
les brindaron la vida Ciue iban á perder, cOlllsidcrando lo imítil de 811
temeraria resistencia; pero fue en vano: j murieron disparando Slll'
fu¡.;iles! Heplegados en un espeso palmar, contiguo á lat! casas de ~E{
])('squite, agotaron las municiones, ofi·eciendo en aras de su deber el
homenaje de un valor sobrehumano: el último de ellos, apoJándose en
(,1 tronco de una palma, di8paraba el Maiisser con la furia de una
ametralladora. N linea el follaje, que sin~holiza la gloria, cubrió con
más galanura el cuerpo de un héroe que al caer desplomado aquel
gladiarlor debajo de la palma que le servía de escudo (1).
Poco rlespués se hicieron dos prisioneros, que voluntariamentf'
illgresaron en nuestras filas. El fuego mortífero de los catorc('
lSoldados nos ocasionó ocho bajas. Los dos prisioneros nos manifestaron
que todo el grupo pertenecía al destacamento de Jacán. Se dictó ('JI
~eguida una orden terminante prohibiendo en absoluto las salidas dI'
lo~ campamentos sin la autorización expresa del Cuartel General,
pues se indagó que el suceso precedente que había dado margen á
la acometida de los espnñoles, con éxito atal para ello8, pero
también desgraciado para nosotros, lo motivó la salida de un piquek
de orientales que, yendo á merodear por su cuenta y razón, Be metilí
I'n la cantina de un asiútico acomodado, exigiéndole caballos y otra:-
cosas más, el cual a\"isó al destacamento de Jacán al marcharse 1m;
intempestivos viajeros.
En más de una hora se retrasó la marcha de nuestra columna,
}Jorque hubo que curar los heridos, dos de ellos muy graves, y
1rasmitir á todos los cuerpos la orden que acababa de dictar el general
)[ aceo, de cuyo estricto cumplimiento se hacía responsable á IOR
jdes de brigada autorizándoles para ejecutar sobre la marcha ¡í
I'ualquier individuo que infringiera dicha disposición. Serían próxi-
JlHuncnte las ocho cuando se emprendió el camino.
(1) Los partes españoll's no hicieron mellr,ión de eRte hl'rho de I\rrn11S, sin duda
porque no acudió ningún jefl' d(' alta ¡.rradllllción Ií l"estIl1l1('('(-1" 1'\ cOlllllllte; 1'('1'0 la historia,
sil-ndo justa, debe perpetuar e¡,iRodios tun lwroicos.
CR()~[cAS DE LA GUERRA. 165
Nos espcraba una jornada terrible; ihumos á cruzar por el centro
del tablero estratégico, pllr las dilatadas llanuras de Colón, en donde
el ejército encmigo hmía establecidas sus líneas más formidables, y
dada la situación qne éstas ocupahan, dada la topografía del terreno
,le nuestro itinerario y conocidos los intentos del general Maceo, de
pasar á tiro de fusil del observatorio de Colón, de mostrarle á
Jlartíncz Campos nuestra caballería desplegada, para dejarlo á
retaguardia del invasor y. llcvarlo á remolque por las llanuraS de
Matanzas; dados estos anteeedentes, decimos, la Irt~rcha iba á ser
de flanco durante un trecho considerable de la jornada; y por
consiguiente, la nUls expuesta, la más peligrosa, la que mayor tino y
vigilancia requería, aun cuando de ella no surgieran lances imprevistos,
de carácter violento, que provocaran una situación alarmante, una
crisis Íl"enwndll que pusiera en peligro la vida del ejército.
Dos líueas tf'rreas, que partían de Colón, atravesando por nuestra
ruta, illdefl~diblelllcnte, facilitahan cualquiera operación ofensiva en
aquellas dCi'pcjadas sabanas: la de Colón á la Macagua, y la de
Colón á Sahanilla, ambas corrientes y vigiladas por el ejército de
.Martínez Campos. Teníamos que atravesar irremisiblemente por
una de esas Jos líneas, ó demostrar á la faz del mundo nuestra
impotencia. Orgallizóse la columna en cuatro fracciones, no sólo
para reducir todo lo posible su profundidad, sino para rechazar
la agrci'ión que se esperaba: tres fracciones marchaban á corta
di~tancia, la una de la otra, paralelamente, y 1'1 última á unos
mil quinientos metros, con fuertes patrullas de exploración; la
impedimenta, que era numerosa, entre la segunda y tercera línea.
DUl1lntc la mañana, el ataque era de temerse por el flanco derecho,
por hallarse á este lado la vía férrea de la Macagua y más próxima á
1l0~otro~; después de cruzada esa línea, la acometida era de esperarse
ppr el flanco izquierdo, y más recia que la primera, por nuestra
proximidad entonces al Cuartel General de MartÍnez Campos.
El sol caía á plomo"; llevábamos caminadas unas tres leguas y
toda la columna seguía marchando con regularidad por una sahana
que tenía aspecto de pradera, en la que se divisaban algunas
plantaciones de caña en medio de un arbolado delicioso. El sitio
brindaba para echar pie á tierra y descansar nn rato. Pero los
exploradores de nuestro flanco izquierdo señalaron una casa de
mampostería, y salieron á reconocerla con demasiado interés y aparato
marcial, para que los prácticos no tuvieran la sospecha de que allí
podía haher tropa española. Efectivamente, fueron recibidos á
balazos. Armada la rcfi'if'ga, y creyendo el general Maceo que se
166 LA CA~IPA~A DE IXVASJ('~.
trataha de una ·columna parnpetada en ~1l1'1C1 et1ifieio, con la qne
hubiera sido de nece.sidad empeíiar comhatp so peua de desviar la
ruta, corrió en auxilio de los exploradores con el ft'gi miento Céspedes,
su escolta, los escuadrones de Ba)'amo )' alguna tropa de Matanzas,
y llegó hasta el mismo patio de la cnsa de donde partían los
di¡;;paros; mientras el general Gqmez con el resto d~ la división
cerraha el camino para defender la· impedimenta de cualquier
agresión por el flanco derecho. Los que fueron al asalto con :Maceo
sufrieron los disparos á quemarropa de lus defp-nsores del reducto,
disponil~lldose entonces á asediados con mayor tino des(le las cercas
contiguas á la casa-fuerte, único medio de vengar el descalabro ya
sufrido: el ataque nos había costado tres muertos)' catorce heridos.
Quedaron allí algunos grupos, y para socorrer á éstos, en
previsión de que pudiera acudir la columna de GarcÍa Xavarro, se
situaran dos escuadrones de Las Villas en paraje conveniente, los
cuales, á su vez, podían ser reforzados por toda la retaguardia que
mandalm ese día el general Sánchcz; adelanbíndo!:!e el centro y la
vanguardia por la llanura de Colón para repeler el ataque que se
temía, ú decidir¡:;e allí la suerte de la campaiía invasora si el enemigo
lograha el intento de aprisionamos entre las dos línea!:! férreas.
El destacamento de La Antilla-quc así se llamaba la colonia
aquella-se defendió con tesón duhmte una hom, pero los nuestroll,
con no poco riesgo, dirigidos por Angel G LICITa, Dionisio Gil, Sih-erio
Sánchez y algunos oficiales del Estado )Inyor del general Maceo,
lograron pegar fuego á una caballeriza contigua á la trinchera y á la
casa de vivienda, situada al frente del reducto principal, de la que
hahían salido algunos disparos poco antes de prender el combustihlc.
Los sitiados, escaseándoles las municiones, no todos ilesos, viendo
el inminente peligro que corrían, de persistir en su actitud, resolvieron
rendin~e pidiendo al efecto parlamento; pero al ir á pactarse" la
capitulación, apareció por uno de los caminos transversalc¡;;
(seguramente el camino de la finca al pu{'hlo de la Macagua) una
columna auxiliadora que obligó á los nucstros á levantar el sitio y
salvó á los suyos de una capitulación ell? cualquier modo honrosa
para ellos, puesto (Iue habían agotado el último cartucho y se hallahan
envueltos por las llamas (1).
(1) Se ha di('IIO qne Garda Navarro fue la Proridencia para los soldados que
dl'fl'udíau La A 11 tilla, porque leB evit6 ulla muerte Sl'g·ura y horrible. LeB evit6 la
eapitllla('ilÍlI, no la mlll'rtl'. Al frente del ílltimo grupo tic los sitiadores eBtaba el autor
de estas ('H(¡XI(''\~, ('on qui¡'1I Be habían entahlado las llt'gO('illl"iolll'B para la capitulación,
CR()~rcAR DE LA G"C'ERRA. 167
Los dos ci'cundrones dcl rcgimiento Honorato que estahan
aguardando en sitio próximo la incorporación de los grupos que
a:,cdiaban el tilerte, halltíbanse ya prevenidos para rechazar el ataque
de hs guerrillas españolas, que !Siguieron en pos de los sitiadores tan
pronto éstos tuvieron que dejar el campo. Las guerrillas, algo
envalentonadas, y uo creyendo encontrar un núcleo vigoroso, se
f'charon por la guardarraya de unos cañaverales, en persecución dcl
lÍltimo grupo insurrecto, que no excedía de veinte homhres; pero
tuvicron que cejar con evillente precipitación al ser acometidos por
los escuadrones de Honoruto que cerraron con ellos de improviso,
obligando al jefe de la columna á desplegar sus batallones por el
frente dc la casa de La Antilla, de donde no salió GarcÍa Navarro
sino para practicar un reconocimicnto dentro del radio de sus tiradores.
El general Serafín S¡íuchez, que mandaba nuestra retaguardia,
acudiendo oportunamente, con una rápida evolución contuvo el
avance de la inf.'mtcrÍa española y socorrió á los dos escuadrones de
Las Villas, al replegarse éstos sohre la primera posición.
Este último lance nos costó seis heridos: el total de bajas en lns tres
acciones del día fue de 5 muertos y 26 heridos ¡jornada desdichada!,
y registramos adcmás la baja de un hombre, al que se dio por muerto ó
prisionero porque no concurrió á la lista dcl día siguiente (1).
Por lo visto, el jefe de la columna española no tcnía mnyor
empcño en formalizar el debate, pucsto que optó por quedarse cn
La Antilla cuando aun el sol fulguraba en el firmamento y nucstra
huclla era clara, cvidentísima. De habernos seguido por el derrotero
que tenía ante sus ojos, batiéndose á ratos con nuestra retaguardia,
sostcnienno sus acomctidas con los batallones de cazadores que
formahan el clemento sólido de S11 brigada, es más que verosímil, es
scguro y evidente que antes de ponerse el sol se hubiera vcntilado un
fi)rmidable combate á la vista de Colón, en aquellas planicies
despejadas que fi}rman horizonte, en las que pueden maniobrar
grandes masas de infantería y caballería y decidirse con un lance
solo el curso todo de una polémica militar.
en pnteba de lo cnal que no permitió qne le tirasen B nn soldado que salió del reducto para.
ir á buscar agua para los heridos: el soldado hubiera caído redondo, pues á una distancia
de diez metros un gran tirador le tenía encarada la carabina. Aunque el hecho es insigfi-
cante, siempre es grato da.r á cada uno lo que le pertenece. El estrago que nos habían
causado los valientes defensores de La Antilla, no habría sido jamás motivo para que no
fUesen respetados al rendirse á discreción.
(1) Un ano después del suceso ¡en día, por cierto, memorable! estando acampados en
168
Organizada la columna en el mil'lmo onl('n antp:> detenninado,
en cuatro fraccionel'l, CH:,i pamIela:-;, hien cerrodas las filas. pero más
nutrido el flanc() izquierdo, se continuó L'l mareha por las llanums de
Colón tan pronto vinieron de La Antilla los últimos .g'mpos (iue
a..;cdiahan afIuel de:,tacamcnto y dieron cuenta de la.... dos acciUlu's
allí efectuadns. La rf'taguardia, toda unida. se aproximó algo más al
centro de la columna para ~cn"ir de cscudo á la impedimenta,
(~u8t()diada á la vez por dos hileras dt· inf.'lntes con la orden estricta
de coger las acémilas al primer conato de alarma J hacer fuego sobre
el enemigo, montados á la gnlpa. La impedimenta, en este caso,
se correría por la derecha, pero dcsplegada en línea J hajo el amparo
de los escuadrones de Las Yilla¡;;, que acometerían de frente tan
pronto aquella cahallería improvil'3da huhicsc snlvado la distancia
oportuna. El intento de nue:,tros caudillos pra prcsentarle á
)Iartínez Campos una masa cnorme de caballería en función
impetuosa, amenazando todos los cuadros (Jue a(Juél pudiero fimnar
con sus hatallones, y "i no em posihle romperlos, desfilar entonccs
por las espaldas del ejército enemigo for7..Hlu]o la línea dí'
Hahanilla. El ataque sohre nucstro dere('ha y retaguardia estaha ya
eliminado de la comhinación geneml, cualquiera que ésta fuese, dcsde
el momento en que Gurcía Xavarro optó por acampar en La Antilla.
Solamente podíamos ~er de¡;;membrados por el flanco izquierdo, y
Nohre este costado, pues, debía concentmrse la vigilancia y sosteneT8C
la cohesión entre todos los elementos híctic08. Como medida previsom
se diseminaron pequeños grupos Ix)r todo el tmyeeto que recorría
hUI inm('dial'ioDl's del ~Iariel [5 de Di('iembre dI' 1806], dos días antes de la ('atlístrofe de
Punta Brava, un jo\"en eSl'afiol llamado V IÍz'lUI'Z, d prillll'ro que aeudió á nuestru
"lllllpamento, ('ontando su vida milit.'lr al general ~Iaeeo le rl'firió, entre otros I'pisodios in-
tl'resantes, que él había combatido contra nosotros durante la Iuvasión, sil'ndo cabo dI'
nuo de los batallones de Garda K avarro y asistido al comhate que 81' efectuó en La
A n tillfl , habil'ndo presenciado el hecho asom bruso, inaudito, d(~ haber sido atacada la
g'uerrilla que servía de escolta al gl'neral Garl'íll Xanlrro por un neg-ru que salió de impro-
viso de un cai'lavl'ral blandiendo el machete y 'lnl' desl'argó sobre uno de los guerrilleros. El
insuITl'eto murió á balazos, ¡Sería el individuo desaparecidof ¡Cómo se llamaba! ¡Quién
('raf tnieamente hemos podido indagar que el d{'sapareeido era nn bayaml{s. Si hay
otra vid3 supl'rior y en ella. las almas heroicas comulgan en los altan's de la inmortalidad
y del amor, cnalquil'ffi que haya sido su existencia acá en la tierra, aunque hayan militado
rm distintos bandos, el espíritu de ese soldado debe fraternizar con el de su contrieante del
Des'Iuite, l'lespai'lol que cayó d(·hajo de la palma, PUf'sto que los dos fueron igualllH'nte
intrÍ'pidos, igualmente gramll's, y rellunciaron á la vida para saerificarla en aras de lo
que creían justo y meritorio.
I
I
j
CRO~ICAS DE LA GUERRA. 169
nuestra columna, llara que rompieran las escaramuzas al asomar el
.memigo por cualquier paraje: la ocultación allí no era posible. En b
t(1I0ma dispuesta, tan bien combinada como obedecida, todo el mundo
prevenido, cruzamos la línea por las inmediaciones de Agü'ica, sin tener
d menor tropiezo. Como un huque que dohla un cabo procelosll,
batiéndole el lllar de costado, pero con las alas desplegadas y la
tripulación alerta, así bordealllOs el punto temible, lamiendo casi lo:'!
arrecifes bravos; pasamos tí dos kilometros de distancia del observatorio
de Colón-que IllUY bien pudo divisarnos sin el auxilio del catalejo.
El sol iba á su Ocaso cumulo perdíamos de vista la silueta de 811~
torres; cerró la noche cuando marchábamos. En el ingenio Flor de Cu'},'J
(si los prácticos no equivocaron el nombre del sit,io) hizo alto toda la
(',olumna con el intento de pernoctar allí y ver la manera de orientarnos
Jura la ruta del día siguiente, y adquirir informes sobre la situación
de las fuerzas enemigas; p2ro los silbatos de una locomotora que en
aquellos momentos llegaha á la estación más inmediata al lugar,
avisando la proximidad de los españoles ó indicando al menos un
rumbo probable, nos hicieron desistir de aquel propósito, en malhora
por cierto, porque ello fue causa poco después de un grave trastorno
(lue pudo traemos fatales consecuencias. La segunda línea férrea, ó
lIea la qne parte de Colón á Cárdenas, tocando en Retamal y
Altamisal, no estaba lejos del sitio donde se hizo alto; y Maceo, en
'Yis~a de los informes que le dieron los prácticos, se detcrminó á
cruzarla, pero reconociendo antes el paradero del ferrocarril en el
que había sonado dicha locomotora; reconocimiento que efectuf)
personalmente acompañado dc algunos oficiales. Con la obscuridad
de la noche y las interrupcioncs sufridas á uno y otro lado de la vía
terrea, nuestra columna quedó partida, y de tal modo, que, al volver
el general Maceo mandando seguir marcha, una de las dos fracciones
tomó por camino distinto, á lo cual contribuyó indudablcmentc el
cansancio de la tropa que durante la espera se quedó dormida, y
tal vez el natural temor de algunos oficiales que por no oír una
reprensión de Maceo (conociendo su temperamento, en oClU¡iones
demasiado desabrido con sus ayudantes), no trataron de indagar la.
situación en que quedaba la retaguardia y una parte del centro,
limitándose á repetir la orden de Maceo: ¡silencio y siga la marcha/
}1~1 percance no vino á notarse sino dos horas más tarde, casi al
tiempo de acampar, en que se vio que faltaban el General en Jefe, su
Estado Mayor y escolta, algunos ayudantes de Maceo, toda 18
retaguardia y parte de las fuerzas que constituían el centro de la
columna. El contratiempo no era, sin embargo, de carácter
líO LA CA~IPASA DE I~T.\~I(JX.
alarmante, dcsde el momento en que se indll!!ó cJne al frente de las
fuerzas qne equivocaron el camino se hallaba el general Gómez;
pero este dato lu supimos ya muy adelantada la noche, des]lUés de
no poca8 pesquisas, y únicamente al apuntar el alba del nuevo día fue
que vino á indagarse el parodero de aquellas fuerzns. Habían
acampado en terrenos del central Espaíia, y )Iaceo lo efectuó en
otro ingenio llamado Santa Elena: amhas fincas enclavadas en la
zona más rica de )Iatanzas y dentro de W1 triángulo estratégico, cuyos
vértices eran Colón, Cárdenas y Jovellanos. Aunque el gmeso
enemigo nos quedaba á retaguardia, de todos modos parecía ine"itable
un rudo encuentro con uno de los dos trozos de nuestro columna.
y si el choque se efectuaba en las primeros horos de la mañana nos
scrÍa muy dificil restablecer el contncto y auxiliamos mutuamente.
Las líneas férreas estaban expeditas, las tropas de )Iartínez Campos
podían ser transportadas en un momento á cualquier punto del
itinerario y maniobrar con toda velocidud sobre el eje principal ele
las operaciones, como un cañón de tiro rápido montndo sobre una
plataforma movida por resortes. Los pitnzos de los trenes ascendentes
y descendentes, que corrían y se llamaban por aquellas parolelas,
penetraban en nuestro vivac, anunciando tremcndos choques para el
lluevo día. La jornada había sido de quincc horas, como la anterior.
--
OV~~O~~YV&U~~~~&Y&~Vy~~~~O
~~~~~QO~~~~~O~~~~~O
l'OR EL CE~TRO DE COL()~.-DESTRUCCI()NDE LA ZONA AGRíCOLA.
-~LEV A y ATHEVIDA MAHCHA DE FLANCO POR JOVELLANOS.
--DE C~ PERCA~CE GRAVE, RESULTA UNA BELLA COMBINA-
CIÚX.-EL ENE~II(W OTRA VEZ Á RETAGUAlWIA.
(22 DE DICIEMBRE)
~ ~ ba. un ataclue decisi
üN toda, ¡as precauciones neeesari,,,, porque se cspcm-
\'0 sobre una de las dos colulllnas
in\'asora~, la que acaudillaba ~lacco se puso en camino
á las ocho de la maíiana. Esta columnil era más con-
sistente qne la dirigida. por Gómez, pues el efectivo
armado clue fue con el General en Jefe al partin'lC la
hueste invasora, no llegaba á 700 hombres; pero, en
cambio, cra mayor su impedimenta, así como elmÍmero
de heridos graves (algunos de ellos iban en camillas)7
circunstancias que aumentaban las dificultades en la marcha, amén de
los peligros. Según se ha dicho, el campamento de Santa Elena
estaba. situado dentro de un triángulo formado por lincas férreas 7
expeditas todas ellas, y era indispensable atravesar una de esas vías
para dirigimos al Norte de la provincia 7 hacia la jurisdicción de
Cárdenas 7 objetivo determinado por Gómez y Maceo para ostcntar de
un modo indubitable el vigor de nuestras armas y sembrar el
pánico en las clases pudientes del país por medio de la destrucción
de la cosecha de azúcar, quemando los cañaverales de todos los
ingenios de Colón, J ovellanos y Cárdenas para que el conflicto fuese
grande y atf¡rrador. Las humaredas del siniestro ocasionado por la
columna de Maceo, seíialaríun á Gómez nuestra ruta7 y á la inversa;
172 CRONICAS DE LA GUERRA.
las columnas de humo que éste le\'antara á su paso nos ad\"e~irÍan 811
derrotero.
N o lejos de Santa Elena se hallaba España, con los hornos ya
encendidos para moler, y con un destacamento para su custodia; y el
pueblo de Cervantes, en los lindes de la finca de Romero Robledo, em
de suponerse que contara también con guarnición. Más allá, hacin
el Noroeste, se hallaba Jovellanos, punto de enlace de cuatro víufol
terreas. España, la España auténtica, había derramado allí casi toda
la pila bautismal de sus legendarias estirpes, para que el fuego de la
Hevolución redujera á pavesas sus ridículos blasones.
N uestra vanguardia, cumpliendo las órdenes del Cuartel General,
llproximóse á los caseríos para repeler cualquiera agresión de su~
destacamentos, mientras el centro de la columna se dirigía al ingenio
España, cuyos cañaverales incendió á la vista de los soldados qu~
guardaban el patrimonio ultramarino de aquel célebre ministro df'
Cltramar, que tanto colaboró en la obra revolucionaria de Cuba con
sus desafueros y disparates legales. El R;dministrador de la fine,a
ofreció pagar una fuerte contribución si le libraba de la quema; peru
se le contestó que la medida era general y de carácter irrevocable:
Espa¡la ardió. Sucesivamente fueron pasto de las llamas todos l()~
ingenios grandes y pequeños de aquella ,zona de c.ultivo, no
destmyéndose las fábricas,no obstante de que algunos centrales fW
estaban ensayando para la molienda, y se les previno que cualquiera
infracción en lo decretado por el gobierno de la República qm'
prohibía en absoluto la zafra en todo el territorio de Cuba, sería
castigado con la destrucción total de los establecimientos y maquinarin.
:El general Gomez, ya en camino cuando nuestra columna llegó al
ingenio Esparta, aplicó también la tea á todas las fincas azucarerall
'lue encontró á su paso, al Sur de la línea férrea, en el trayecto
comprendido entre Jovellanos y Cqlón, y dando vista al pueblo del
Hoque entró en él triunfalmente. El sol aparecía eclipsado, el cielo
opaco, en toda la amplitud de aquellos dilatados horizontes, y lru;
chispas del incendio caían sobre J ovellanos, adonde se encaminabal)
las fuerzas españolas que dejamos á nuestra retaguardia, con el claro
intento de situársenos delante.
Si por las razones que dejamos indicadas era de interés capital
en la jornada de ese día rehuír encuentros serios, aparentando sin
embargo un móvil completamente distinto, por medio de demostracio-
nes ruidosas, contra todo lo previsto y con anticipación juzgado d.
desfavorable para nuestras armas, no se ventiló la menor ·contienda,
no hubo una sola escaramuza; dato que merece especial mención entre
LA CAMPA~A DE INVASIÓN. 173
las efemérides de la campaña invasora, porquc aun cuando no señala
un triunfo adquirido en la arena del dehate, es testimonio elocuente
de la pericia y habilidad de nuestros caudillos que supieron sortear las
dificllltad~s de un derrotero erizado de peligros, esquivar los choques
que parecían ilJevital~les, haciéudole ver al adversario que deseaba ir
á las manos, con tales apariencias de verdad que le cogió pavor á la
lútuación, ó por lo menos lo mantuvo indcciso durante el período de
nuestra crisis.
Si la operación de Maceo fhe atrevida y peligrosa, la realizada
por Gómez mercce el concepto de osada y arriesgadísima: el primero
remontándose al Norte de la provincia, pero siempre dentro del
triángulo de hierro, logra situarse al Oeste de J üvelIan~s, cuartel
general del ejército español: el segundo dirigiéndose al Sur, después
de cruzar la líl'tea ferrea de Colón 11. Jovellanos, entra en el pueblo del
Roque (por casualidad desguarnecido), para orientarse sobre el rumbo
que habría de seguir al día siguiente, pero con ello completa el cuadro
deslumbrador de la ficción, dándole el tono de una jornada ofensiva,
sabiamente combinada. En resumidas cuentas: Gómez no sabe de
Maceo, ni éste conoce el territorio que aquél ocupa; todo lo
más, pod1;án colegir sus respectivos derrotcros por los estragos de la
devastacióJ;l; por las humaredas de los cañaverales que incendian á su
paso. Véase, pues, por qué raro concurso de circunstancias,. de un
contratiempo que pudo sernos fatal, resultó una operación fructífera,
cuyos mejores laureles recogeríamos al siguiente día, en la gran
función de Coliseo.
No )'a la gente prot:'lna, sino los militares más aventnjados del
ejército español que operaban en Matanzas, el mismo General en
Jefe y sus lugartenientes, habrían de creer que el movimiento iniciado
por Gómez al Sur de la línea férrea de Colón, obedecía á un plan
estratégico, concehido y madurado por los dos caudillos de la invasión,
Ilara distraer fuerzas enemigas sobre aquella zona, en tanto que
:Maceo avanzaba por el Norte de la provincia, cuya incursión hacía
evidente la ola de fuego que chispeaba sobre el nuevo observatorio
de Martínez Campos. Tanta osadía no podía ser obra de la casualidad,
ni mucho menos consecuencia forzosa de un extravÍo nocturno-que
esto lo ignoraban hasta hoy muchos de los nuestros-sino desarrollo
de un proyecto militar cuyo objetivo verdadero permanecía aún
indescifrable y que lo mismo podía resolvcrse en un golpe de mano
sobre la ciudad de Cárdenas, que sobre la villa de Colón. Los lentes
de campaña y los simples ojos pereihían solamente dos grandes
humaredas: una hacia el Norte y la otra bacia el Sur, abrazando
[74 CR<JXICAS DE LA GUERRA-
una extensión inmellR-ll de terreno: íoIubicndo en espirales tenebro8a~r
ti.,rmaban dos nube8 ten'ibles f igualmcnte preñadas, que lo mismll'
podían descargar sobre Poniente que sobre Levante: á intervaloS",
1'1 viento capricl~oso las espnrcía en todas direcciones, aumentando'
la perplejidad de todo un ejército convertido en atalaya. Seguramenh~
lllle en opinión de 103 más doctos en h materia, provi!ltm;
del catalejo, aquellas columnas voladoras, al esparcirse sobre <'1
ambiente, eran el rastro de la cahallcría insurrecta con sus ala~
lle~plegadas y al galopc tf'lldi<1u. Mientras el ejército español hada
ohservaciones tan profundas, exttítico ell presencia de las nuh('!"
amenazadoras, la fraccil)1l que acaudillaba Maceo penetraba en la
ZOlla de. Cárdenas arrasando impunemente el territorio; la que iha al
mando de .Gómez se disponía ú cruzar la sCt,7'llllda línea de )o¡;
l'l'pañoles, df'sfilando por las cspaldas de su Cuartel General, para
reunirse los uos, al día 8iguiente, en los umbrales de Coliseo, como si
fuera un punto de cita de antemano señalado (1).
(1) Como c.omprobaeiúu del pr¡,or en que llan e~tado los espa!'ioles respecto ti 1.."
lIIo\'imif'nto~ de ~Iaceo y Gómpz pn las jornadas lJ,ue prl'eedi('ron Ú la de Coliseo, insl.rta-
11108 ('ste pasajp ue una publicación espanola. "Cuanclu se h:l<"ían conjeturas acerca de ''''
"rlllllllll, )Iáximo Gómez, con dos mil hombrf's, se prf'spntó ('n el pupblo del Huque el día
"23 de Diciembre, !lin encontrar resilttencia de ninguna clast', pUl' hallarse desg-uarnecid...
• 1 Al fijarse en uu fuerte que aeahaba de ser construído, ordenó darle fuego. Los iudivit!lwl'
"de su partida se pasearon por el pueblo con una bandera, tomaron efectos en las tiendas •
.. pagando con centenes en algunas de ellas y saqueando otras, y al marcharse dt'jaron tr""
.. heridos en poder del Alcalde Municipal. Del Hoque, partió Gómez para. QuintaulI y
".J O\'t'l1anos, Su rastro era el de la caña quemada, sil'ndo innnlllPrables los ingenios 'lne
.. ardían al paso de su gente. El general ~Iartínez Campos salió de Colón hada Jovella-
.. uos con 1,f)(}O hombres para batir personalmente el grueso de la: invasión. Ppro los 1'1'-
,. heldes, en tres grupos, hideron un movimiento sobre Coliseo, en la forma siguienh':
.. ~ Ílñez atravesó la línea férrea subdividiendo su gente entre Cárdenas y Contrera!' !
,. t'lltl'e Contreras y Cimarruues; Maceo pasó un poco al Norte de este lugar, y Gúmez IIIlís
.. al HuI', entre Cimarrones y Jovellanos. El Pacificador fue á Zenea por ferrocarril ~'
"dt'sde allí á Coliseo, siendo su situación bastante seria, &~. __ ..•"
He ve, pues, por este relato, que Gómez y Maeeo estaban juntos en 1-ls operacionf'!"
cid día 22, puesto que el narrador poco antes los ha batido juntos, y se colige asimisrntl
'lue el movimiento de los insurrectos sobre Coliseo obedecía á un plan estratégico de
(hímcz, combinado con anterioridad. De ello se deduce qne Martínez Campos no conoda
la situación de las fuerzas invasoras el día 22, que lo pasó por entero haciendo observacionl'"
astronómicas, y que si se resolvió á dar la batalla el 23, fue guiado únicamente por UIla
loie las tantas eolumnas de humo que se cernían sobre el firmamento, bien ajeno de que
IIllal habrían de eclipsar el astro de su fortuna.
1
COLISEO.
]'RELIMINARES DE LA ACCIÓX. - EL CAMPO DE COLISEO. - ESCASA
IMPORTANCIA DEL CmIRATE.-~IAHTfNEZ CA~Il~OS SE CONSI-
DERA DERROTADO. -DIFERENTES TESTBI0NIOS QUE LO
COHlWnOHAN.
(23 DE DICIt:MBRI'J)
~ RA indudable que Martínez Campos al decidirse á
~ ~ operar personalmente contra el grueso de la insurrec-
~ 1 ~ ción, lo hicjera con el mayor mímero posible de
c"";J '~~ elementos tácticos, no sólo para darle solidez al cuerpo
~~ IA\"~ de ejército que bajo su mando personal iha á tomar la
~
v.~ ofensiva, sino' para consolidar la victoria con la
o p~rse~ución de las pequ~ña~ fraceion,es qne quedaran
~ dlsemmadas por el terntorIO despues del quebranto
que sufriera el núcleo invasor. Ignorando el día 23
lo ocurrido en el pueblo del Roque y fijándose únicamente en el rumbo
que parecía llevar la invasión en la tarde del día anterior, es de
8uponerse que dictara las órdenes necesarias para qne concurrieran
á la operación las columnas de Prats, García Navarro, Aldecoa,
Luque y Suárez Valdés, señalándoles como punto de reunión el mismo
cuartel general de Jovellanos. La jornada no era ruda ni mucho
menos, puesto que las distancias en aquella zona son relativamente
cortas, podían además minorarse con los ferrocarriles, y el tiempo
era inmejorable: los caminos estaban en polvo. Dichas columnlls
176 LA CA~fPA~A DE I~VASr(j~.
moviéndose c n actividad en la maüana del 23, IncItan muy bien al
mediodta ballarse en J avellanos, ó en Colis o á las cuatro de la
tarde, y cs scO'uro qne alguna de ellas se hubiera encontrado con
Gómez al dirigirse éste hacia el ~orte de la provincia en husca de
Maceo. Hasta el 24 no concurrieron al calUpo de la acción, ya
ventilada, para practicar entonces illlítiles pesquisa.
No conociendo ~fncco la situación de Góm z y algo illquicto por
la carencia de noticias oficiale~, pues si algunas circulaban eran de
origen sospechoso, monió á caballo desde muy temprallo para indaO'ar
con exactitud 1 rumbo del G ~neral en Jefe y ver la mnn ~ra de unirse
á él en todo el día. Para ello se dirigió sobre la línea de J ovellan :s
á Matanzns, resuelto á cruzarla y á contramarchar después por el Su r
de esa línea, si antes no adquiría infimnes fidedi<Tnos del general
Gómez; pero coligiendo qne éste iría rernontándo e hacia la
jurisuic ión de Cárdenas, á menos que obstácnlos insuperables 110 s
lo impidieran de momento: esos obstáculos no habrían de ser otros
que un choque con alguna de las divisiones de Martínez Campos y
en ese caso lo trueno avisarían la dirección de nuestro caudillo.
Soplaua el viento de la fortuna de un modo muy pronunciado para
nuestras armas, y él de. pejaría en breve el mal cariz de lo
acontecimientos, á la manera que se dispersan las brumas de la mañana
cuando el sollas bate ele firme.
Con efecto, poco antes del mediodía, los dos ilustres campeones
hallábanse ya reunidos en los umbrales de Coliseo, como si el punto
de cita y la hora hubiesen sido objeto de previa determinación enh-e
hombres acotstllmbrados á la puntualidad militar. Madrugando faceo
para dar cima á su propósito de unirse á Gómez, había atravetsudo la
línea férrea de Jovellanos á CárdeilaR, dejando huel1a:s inequívocas de
su paso, y dirigiéndose después sobr~ la línea de Matanzas la. cruzó
sin h08tilidad, en el trayecto comprendido entre las estaciones de
'rosca y ~1adan, en lo~ momentos en que Martínez Campos se apeaba
del tren que lo 'conducía á Coliseo, por hallarse obstruído un tramo
de la vía. Gómez, por su parte, emprendiendo una marcha forzada.
hacia el Norte, encontró las huellas de Maceo y acortó entonces la
distancia por el camino más recto, aunque no el menos peligro o
puesto que durante su travesía, cubriendo uno de los flancos de la
división de Maceo sin que é te lo supiera, podía ser flanqueado á
su vez por las vanguardias de Martínez Campos que se ballaban
sobre la línea, protegiendo los trenes de transporte. Tal vez de ese
auxilio material qne utilizó el jefe del ejército esp~ñol para marchar
más de prisa, dependió el éxito de la. acción de Coliseo, p::>rque de
Olgitlzed byGoogle
{'Rr)~lCAS DE LA On:HRA. li7
110 habcr contarlo con <':'P. n'(~UffiO, el g<'neral ~Iartíncz Campo:'l
hubiera empreudido la. jornada en r<'gla, e:40 e~, con los batallollt':'l
('11 columna cerrlHIa, precedido:'l por la de~eubicrta de caballería, y (':'l
illdudable qu<' choca entoncl'S con la di\"i:'li{m de Gúmez, al cortar
~:'ltc perpendicularmente el camillo para unirse á )faceo.
Pero d~ la operación IIlIe iba .1. emprclHlef Martínez Campos no
teníamos más IpIe rumores cOllfllSOS y contradictorios; ninguna lIoti('i.l
('oncreta. En tHI"clla harahunda de localidadcs extraiías, de ing(~llio:'l
.1t'struí<108, de gelltcs dominadas por pi p.ínico ó por sClItimit'lItos
hostiles, era muy aventurado resolver un problema militar con sólo
los datos que suministrara la voz pllhlira: era mucho má8 cuerdo
hasarse en las propias cOlljetlll"lls y afrontar los lances tí medida (l'W
~urgicran sobrc el terreno. l~lIi('aIllPnte supimos, ya en marcha para
(~'oliseo, que )Iartíncz Campos Sp disponía ¡í salir de Jovellallo:-l con
rumbo á Limonar, para situaJ"Sf' t1 nuestra yanguardia. Cuando SI' nos
(~omunicaba esa noticia, ~lartÍIH'z Campo!' dejaha el tren en el apeadero
(le Tosca para seguirno:'l por el rastro de la caiía quelIladn, porque allí
~upo que el maden~ic de algunas alcanturillas estaba ardiendo, y por lo
tanto, interrumpida la vía. El tl'lé-grafo tampoco fUlIcionaha: SU:'l
aparatos hahían volado junto con las c:'ltaeioncs dd ferrocarril. La
(·.mdela seguía hrava é imponente.
N ue~tra vlJnguanlia dio vi~ta, á eso de las tres de la tarde, al
pueblo de Colislo, y al ayanzar !'iobre el cuserío para intimar la
rcndición, sonaron algnnos tiwl'; dispara(los por el destacamcnto que
lo guarnecía, por lo que )Iacro di~puso el ataque incontincnti,
operación que ef¡'dnó la cahallrría oriental con suma rapidez,
entranc10 á !'a('o todos lo~ estahlecimiento!', incendiando una gnm
parte del puehlo y la estaci()n del fcrrocarril. Los defcnsores hicieron
débil resistcncia.
Mientras la cahallería de Oriente se apoderaha de Colis<'o,
asomaron grupos enemigos por lllH':-Itra rC'tagunrdia, extendiéudose
nípidamente por una sahana cont igua á los caiiaverales del ing'l'nio
A udaz, todavía intados.· El general ~Iaceo se encontraha en las
inmediaciones del caserío, oculnido en hacer salir la gente, afanosa de
hotín, y el general en jefe en el centro de la co)unma, pero con
escasa tropa, por haberse reforzado las líneas de vanguardia en
preYisión de que 1'1 ahHlue fuese más costo~(). Al mismo tiempo Ull
eampesino partici¡mba á OlínH'z que numerosas fuerzas espaiiolas se
dirigían á Coliseo, :'liguiendo nue:'ltra huella, y á <':'la noticia, corroborada
por los grupos d(' :'loldado:'l que tllmalHlJI posicilíll enfrente <le nuestra
retaguardia, dl'spal'111í U {lIl1ez IIll ayudante para decirle ú ~IHceo que
178 LA f'A:\fPASA DE IXVASIÓX.
t'm conveniente retroc('r1er con tonas las fuerzas (lisponibles; r
pnt retanto ordenó á la rt'taguardia (ille ocn}nm los muros del ingenio
A Ildaz, mientras él marchaha de flanco sobre el enemigo, qU(>
empezaba á desplegarse por el frente.
Al acudir )Iaceo con sólo algunos jinetes y parte de su escolta
al sitio donde se hallaba Gómez, para manifestarle que no era posihll>
pmpefiar combate formal á eausa de la confilsión que reinaba dentro
dl'l poblado, los espafiolcs, con tiempo dc sohra para adoptar el orden
(le batalla que mejor les convini('sc, rompieron el fuego contro la
(:ahallería (Iue iha á ocnpar el haluarte del Audaz y sobre los grupos
(lue se destacaban por el frente de la sabana, cntre los cuales SI>
I:ncontrabnn Gómez y )[aeeo, é hicieron apresuror el paso á la
impedimenta, que ofrecía hlanco seguro á los fusiles de los
españoles. La primera <lcscarga fue estrepitosa, formidablt·:
retembló el campo de Coliseo: dos batallones por lo menos, abiertol'
(~n forma de escuadra, hahían disparado de un golpe, sin discrepar
en un segundo, no haci{~lldose esperar la repetición ni el copio!'u
aguacero de proyectilcs. Eran avisos elocuentes de que íbamos á
sostener una encarnizada lucha, si no en aquel lugar, ya dominado pur
el enemigo, en otro campo inmediato quc ofreciera oportunidad dI'
aceptar la pelea en mejores condiciones. Para el efecto se enviarol/
úrdenes terminantes al hrigadier Feria, al coronel Zayas y á otros
oficiales que se hallaban mÍn dentro del caserío, para que ocupamu
con la caballería la posición más adecuada ~í la izquierda de
Coliseo, y que la infantería se apostara en las cercas contigull~:
pero llevados nuestros caudillos de su natural arrojo, al mismo tiempo
que dahan esas órdenes, se lanzaban por el frente del enemigo COI/
sólo un centenar- de jinetes, viéndose ohligados á ponerse en cobru,
no sin sufrir el quebranto consiguiente al querer romper una de la.>:
lí neas más sólidas de la inft\uterÍa española. Rodó el caballo qur
montaba )1aceo, muerto á halazos; fueron heridos algunos oficiales al
pie del Gencral, entre ellos el Auditor de guerra Francisco Frexes,
y la rociada de plomo alcanzó también á los escuadrones de
retaguardia que se apoderaban en aquellos momentos de los murm:
del Audaz. Esta fi\sc de la acción, la única violenta, sólo dUflí
diez minutos.
Corriéndose Gómez por la izquierda, mientras Maceo cambiaha
d(~ caballo, logró empujar la impedimenta hacia adelante y ponerh ¡í
l"('sguardo de los proyeetiles, echándola en buen orden por el camino
real de Coliseo que cruza por el pie de unas lomas agrias, pero
pintorescas en su conjunto. Esa evolución, ejecutada admirablemente
cnÓ~J('AR DE LA GPERRA, li!l
por los accmilerm~ y reclutaR, debió caURar tlll cfecto espasmódiro ('11
d jefe de la columna (,Rpaiíola [~[artÍnez Campos], toda vez que
replegó una de sus líueas dt' tinulol'('~ ó hizo sonar el caiión para
ddendcrse de aquella balumba que deRfilnha por uno dc los flanco:"
alejándose de la borrasca, pero que por los accidentes naturalt'l'l d('l
terreno, el camino sinuoso de Coliseo, y otras mzones de tlll orden
lIIoral-que no son de este lng-ar-tomó 11 los ojos de MartÍnez
('ampos el asperto fiH"lnidahle de la cahallerÍa que le buscaha 1'1
flanco en las sabanas de i'erahdo.
Quedaba llnicanH'nte lIu(':,tm retaguardia sosteniéndose ('011
vigor en el ingellio A IUlaz. !\o hahía ~)ído el toque de retirada ."
('ontinuaba firme en su puesto. Yiendo el ge1lcral Maceo comprometitla
la situación de aquellos escuadronel'l, sohre quieuel'l toda la
{'olumna espaiiola iha á dirigir sus ataques, mandó á cscape (,lwtro
uficiales, uno tms otro, para que algullo llegara viyo y pudil'nt
trasmitir la orden de retirada. Llegaron ilesos tÍ prodigio [1].
Eran las cuatro dc la tarde.
l) n grupo de los nuestros contUYO un avance que iniciahan los
('slmiioles Robre nuestra rctaguardia al dcjar Plita los muros del A lUla,?:
no hubo más tiros.
A corta distancia de ColisP.O eRperllmOS 11 los eRpaiíoles hasta
([ue vino el creptísl'ulo d~ la nocht:', en (iue emprendimos la marcha
para Sumidero, lu~ar inmediato á Coliseo, y que tamhién slIfi'ió los
t'l'Otragns del comhustihle, El incelltlio lo vería iududahl('mentf~
~[artÍnez Campos desde ~u vivac.
Tal fue Colilico.
Para nosotros una CRcaramllza, algo cmpeiíac1a en los pri meros
momcntos, pero quc hajo nin~lín ('oncepto merece el lIom\)n' d(~
acción fi)rmal: para MartÍnl'z Campos fue Ulla. derrota cOllll'lda,
decisiva, porque acahó con su prc:,tigio militar, il'rcparahle, porque no
halló modo de ir al desc¡uitt-, aun ('!Hilillo haya dce1arado y con llllH'ha
v('rdad que él c¡uedt'; dueiío del campo.
i Pero de qué campo! Ve un mnutílll de l"llinmdlllllleant!'s,
{file le muestmn al vcncedor de una manera c10cnentísima la
t'sterilídad de SIIS esfuerzos '/ lo infecundo de :'11 vidoria, Huy más:
11' tlctiencn el paso, lo sujetan dllrante la noche, para hacerle tomar
IIlIa resolución al rayar ('1 n\l('vo día Ilue sólo comprueha el
[1] J)¡'¡)('1Il0S ¡'''lIsi/!IlIU I"s 11"1 11], I"I'S ,1" rli"1Jos oti"jal.,s: :\Ial'iallo S¡¡II('h .. ~,
.¡"sr- l'allwios. Au¡{usto 1I",'ha\'ar6a \" Luís R,"lrí/!u,'~. los ,'uatro ¡lijos ,1.. :-':l1Itia/!o
,1" ('uba, y los cuatro IIlIit'r!os d,'sl"Il:S ''u la e:uujlHI1a,
180 I•.\ CA)IPA~A DE IXYASló'S'.
¡(batimientu de su ánimo. Ahallllona el ejército, sin saberse por qllú
causa, )' cuando elm1ver:':lrio se disponp pum el dC'S(luitey le sorprend(·
la inaudita novedad al.' (iLle el vencedor de Coliseo ha ido á la capital
. por L'1 vía mlÍs rllpida ell soli(:itud de laUl"eles político~ como si se
1 ratara de debates parlanwntarios. En vez de continuar al frcnh~
li('l ejército para cOlHlucirlo nllevamente 11 la vidoria, línico modu
11(: que se conserven lozano8 los laHrelc~ ndqlliridos y se embarca
precipitadamente telliend" el contrincante á tiro de filsil. y ofrece al
paí:;, fiue lo contempla atbnito, el espectáculo risible de u1Ia
lIlojiganga nacional, en la (Iue figuran lo~ tres partidos legales.
En pn'scncia de tan ram conducta. los hombres serios del partian
(':'Imiiol pudieron ya prever el tri~te retmltacIo de la campaña de Culm
y fi)rmar exacto juicio sobre las viliudes militares de 1IU general en jet¡-
(lue dejaha la vida ruda del 801aado por la frívola y bullanguera dt'l
hi:-:lrión político. El hecho :'le repetía con demasiada frecuencia pam
que dejara de ser un achaquC' en el caudillo español. Por el pronto 1(-
tidtalm á )[artínez Campos una de las dotes e:,enciales qne constituyell
d can.lcter militar: la perseverancia, sin la cnal, la competencia y el
valor no ohtendrán janHls el brillo que pueden alcanzar asociados
('Oll aquella virtud; y con respecto á í'lU capacidad estratégica, el fallo
de la crítica imparcial reuniendo todos los antecedentes históricos
m;ls tilVorahles, sólo le concedía el concepto de mediocre. Su última
:-oalilla, sobre t()(lo, no tenía otro aspecto qne el de IIna evasiólI enfl'ent('
del adversario, Casi simulhíneamente, COJl 8ólo veillte y cuatro hora~
(le diferencia, hahía expedido al gobiemo de Madrid dos Ilotas
telcg-ráficas que daban la clave de su anómala condlreta y eran á !a
q'Z confesión paladina de su ti'acaso en la campaíia y de su derrota
('JI los campos de Coliseo. Decía el primero: "Considerándoln
('onveniente para dirigir por ahora las operneioncs, acaho de llegar
¡í la Habana"; y al dar cllcnta de la manifestación celebrada en 1'1I
bollor para conmemorar dignam~nte la victoria de Coliseo, decía C01l
(,1 mismo laconismo: "Realizad~l esta noche grandiosa manifestacibll
(11' los tres partidos, unidos en unánimes sentimientos en pro de la
patria y de Cuha española".
Pero sohre esta maniti.·stacián de los tres partidos, la prenl'a
ofi('iosa de la Habana escrihía á calamo curre/de.
")lagllífico ha sido el espectáculo dado por este pueblo en la
11l:('he de ayer.
"Tudo el vecindario ha acndido á la capitanía general para
f'Xpresar sn adhcsión y simpatías al general )Iartínf'z Campos.
"UlIa comisión Illlllwrosísima, en qne estahan represenhHlofoO
CRÚXICAR DE LA GUERRA. 181
los tres partidos, constitucional, reformista y autonomista, subió á
saludar al general victorioso.
"El Sr. 1>. Hantos Guzman, en nombre de los constitucionales,
l'xpresó á )lartínl'z Campos la decisión de todos de ayudarle en su
penosa campaiia.
"El general en jefe contestó á estos discursos con frases de suma
modestia y agradecimiento.
"Después la muchedumhre, apiiiada ante el palacio, pidió que
~Iartínf'z Campos salif'sc al haldlll.
. "Hízolo al"í el Gf'nl'ral, pronunciando una elocuente arenga, en
la (¡ue campeaha la mayor sinceridad.
"Dijo que hahía tenido temores de ser mal recibido en la Hahana
al n'grel"ar de .JovPllanos y )Iatanzas, por no haber conseguido el
proprísito que le lle\'ó á aquella provincia.
"Aiiadiú <¡He le ('ra imposihle dilllitir ante el enemigo; pero que
el gobiel'llo podía n'levar1o sin quc él se enojara.
"Ante la confianza qne el gobierno me renucva-agregó-ante
la manifel"tación herlllosísima que está celehrándose, creo que es mi
deber, y sení. mi deseo Illili; vivo, trabajar sin descanso para aniquilar
al enemigo y IlH:jorar la situación pn'sente, que es difícil, pero nUls
gmve en la apariencia que en la realidad".
De dos maneras distintas confl'l"nha Martínez Campos su derrota:
declanllH]o alltf~ la muchedumbre qne no hahía conseguido el propó¡;ito
<¡ue le 1ll'vÓ á dirigir persollalmente las operaciones en Matanzas, y
lJoticiando al :Ministerio de la Guerra que se sitLlaba en la capital
para diri,!ór <ksde allí la campaiia; de suerte que no solamente hahía
perdido la op:lrtunidad de batir á los insurredos, sino que la invasión
amenazaba ya la provincia de la Habana (1).
[1] En corroboración tic los tI'llwrl'S que abrigal>a )Iartíllez Campos y su 1ugar-
tenil'nte mlís ar!il'to, pI gl'lll'ral Artleríus, véase lo que éste telegrafiaba el día 25 al
Ministro dl' la Guerra:
" En la Habana, como dije á V. E. al participar1e la presentación de coroneles
voluntarios, I'spíritu excI'lente, guaruición muy eseasa, pero cuento con los 14 batallones
de voluntarios.
"Aquí no hay tl'mor alguno. Voluntarios Habana cubren destaeamento de villas é
ingenios en ~Iatallzas, en nÚlllero de m{LS de 2.000, prestando excelentes servicios. Lo
mismo puede decirse (Ic los de la provincia, movilizados también.
"En ~IlItanzas, COIIIO dij'J IÍ V. E., hay entre tropas y voluntarios algo mfls de 1.000
y artillería munieionatllL. La creo 111 abrigo de nn golpe de mano.-Arde,·ius."
Esos tl'l¡'gramas ('ausaron 1'11 ~llItlrid profuntla impresión. PUl' ellos se induc!a que
las autoridll<1l'R lIIililllrl'S dI' la Isla, ahrigahan temores pur la spguridlld de l'IatRllzas y
182 LA CA~[PARA DE I~VASIÓ~.
Aun sin esos testimonios de plena convicción, deja de ser menos
patente el fracaso de .M:artínez Campos. Sin moverno:o; de Coliseo y
otorgándole la victoria de las armas, resulta ésta tan efímera, tan
frágil y de tan escaso valor, que sólo su bsiste durante los contados
minutos de la pelea y dentro del radio limitado que ocupan sns
batallones, cuyas líneas no ha podido romper nuestra caLallería.
Pero á menos de dos kilometros de distancia, á un paso del ingenio
Audaz, dunde se ha ventilado el lance, la victoria es ya para las armas
cubanas: el puehlo de Coliseo es atacadu por nuestra tropa, ocupado
totalmente y reducido á escombros, triple operación realizada á la
vista del general en jefe del ejército español, que, con sus aguerridos
batallones y su excelente artillería, no pnede evitar la catástrofe.
Tampoco ha podido evitar la destrucción de Sumidero, caserío
inmediato, de cuatro estaciones del ferrocarril de Jovellanos y de los
campos de caña de catorce ingenios que han ardido furiosos durante
las horas de sol y cuyas siniestras llamaradas son las únicas antorchas
que solerrmi:l.un el triunfo de Martílle;.. Campos en la triste noche
de Coliseo.
Ki siquiera ha hecho adelantar. su vanguardia más alM de los
muros calcinados del pueblo, para saber en definitiva. si le será preciso
dar qna nueva acción antes que venga la noche (quf'daba aún m{\S de
wm hora de sol y el ligero chubasco que cayó no había de ser estorho
para las sufridas tropas españolas), ó si se trata únicamente de
perseguir á fracciones dispersas: el encuentro de las dos vanguardias
le hubiera anunciado en seguida que se trataba de lo primero. En esa
misma actitud del caudillo español, que no revela por cierto la
proverbial actividad qne han qucrido concederle los cantores de sus
hazañas como un (10n extraordinario df' :-11 raráeter militar, pero que,
diciéndolo sin acrimonÍH, sólo se lllanitt~stó bajo el torbellino de los
viajes en vapor y en ferrocarril, no sobre el teatro real de las
operaciones; en esa lentitud, decimos, en esa inacción, delante de un
adversario que lo provoca á nuevos lances y le repite el segundo acto
de Peralejo, el observador juicioso hallará un testimonio más que
aun de la misma capital. Un periódico de gran circulación, los comentó rn estos t(.rminos:
"Al saLlerse l[ue el general Martínez Campos había llegado á la Habana subió de
nuevo la negra ola del pesimismo. La explicación dada á este rrpel1tiuo viaje llegó con
esa marea. El general eu jefe acudía á la capital dl' la I~la. porque la provincia dI' la
Habana se hallaba amenazada de una irrupción de la~ llllrdas de Macro y ~Iáximo
GÓmez. Las comarcas llllís ricas de Cuba ihan lí l'x!)('riml'ntar los l'~tragos dl'! pillaj .. y
del incendio. Los insurrectos avanzaban sieulpre con más audacia (PI{' llunca ",
CRÓXICAS DE LA GtIERRA. 183
la derrota, de Murtínez Campo¡;; y su escasa capacidad para el mando
de un ejército.
Obligado á pernoctar cntre las ruinas humeantes de Coliseo,
detenido allí por una impresión de tp.rror y viendo en todo lo sucedido
un gran revés de la fortuna, que h6 cesado ya de sonreirle, Martínez
Campos representa la imagen cabal del abatimieuto y su infortunio
inspiro momenhínea piedad. Pero al verle correr hacia la Habana en
husca de manifestaciones ruillosas que lo inde:nnicen del desastre, en
solicitud de la adhesión de los bandos políticos, rivales entre sí y
rastreros por igual, para formar causa común con ellos, alentando á las
furias del intt'grismo, haciendo también gala de crueldad, sintiéndose
con valor para aniquilar á los que luchan en el campo de batalla por
un ideal noble y santo, á quicnes denigra con el epíteto de bandoleros
y llama otra vez cobardes, cuando él ya no piensa volver á enfrentarse
personalmente con ellos; tal actitud, propia del valentón y no dc un
militar scrio y pundonoroso, coloca tÍ. Martínez Campos en la galería
de los c:,p:liíoles impenitcntcs, tan dañinos p:l.ra Cuba como funestos
para sn propio país.
Dcben graharse aqní las frascs todas que pronunció Martínez
Campos ante aquella congregación singular de los tres partidos
españolcs, p1l'a qne los que no las conozcan, las lean ahora, y juzguen
por ellas el mezquino criterio del candillo español:
"Hondamente me han conmovido, scñores, las }lalabras
elocnentísimas que acaba de dirigirme el Sr. Santos Guznuín, no en
nombre de su partido, sino como representante de ulla manifestación
solemne en que figuran todos los defl~nsores de la nación espaí1ola.
"Yo, sefíores, me felicito en el alma dc esta consoladora uniún
entre los tres partidos y les ruego (Ine no oIYiden jamás estos solemnes
momcntos, y que se inspiren en esta misma línea de conducta para lo
sucesivo. Yo les ruego á todos encarecidamente qne ante el peligro
de la patria, peligro que por fortuna no existe sino en apariencia,
continúen unidos como ahora, inspirándose en las finnf's dccisiones
dellloble pueblo cubano y manteniendo enhiesta la hrl1l(lprfl gualda y
roja, esa bandcra que cobijaba á los descubridores del nuevo mundo.
"Yo, señores, estoy firmemente convcncido de la nccesidad de
que, sin perjuicio de que cada partido siga manteniendo sus aspiraciones
políticas respectivas, continlÍcn todos unidos ante la suprema
cOllsid(~ración del amor á España, para que Sf'pan aquí y fuera de aquí
que todos estamos en nuestro puesto como un solo hombre y unidos
en el alto pensamiento del amor á la patria. (Aplausos atronadores.
Vivas á Espaítu y al general llIartinez Campos).
184 LA CA}IPA~A DE INVASIÓN.
"Ha dicho el Sr. Santos G uzmún, COIl tanta venlf1d. como
elocucncia, que' las circunstancias actuales SOIl, al parecer, ditíciles; y,
en efecto, señores, son más aparatosas que terribles. Yo no hc de
negar, señores, que mi corazón estaba oprimido, mi mente abrumada,
afligida mi alma, cuando al recorrer los campos florecientes de la
provincia de ~fatanzas, por delante, por los costados, b~~o los pies de
mi caballo salían llamas; cuando veía el encono de los esfuerzos del
handolerismo para destruir esa riqueza que ha dado á Cuba el nombre
de florón de la corona de España (Aplausos y l,ivas que interrullljJen
el discurso).
"Yo me sentía abrumado de pesar al vcr tunta pérdida, tanta.
devastación, tanta ruina; pero, señorcs, todavía lo comprendía. Pero
cuando entraba en aquellos pobres poblados y veía las casas abrasadas
y las familias sin ropas que ponerse, el horror que sentí fue grande, y
si entonces, si en aquellos momentos yo me hubiera encontrado con
un enemigo que me hubiera hecho LUla resistcncia tenaz, señores, me
sentía cruel, no hubiera podido dominar la pasión de mi ánimo _
( Aplausos atronadores.)
"Yo, señores, he venido á la Habana para rcorganizar las
operaciones, pero bajo la. impresión de que, tal VC7., por culpa mía.
hubicra dcsmerecido ante vosotros. (Viras y aclamaciones: ¡Nuu(:a!
¡Nunca!) Ya he visto que no, con vivísimo agradecimiento. El
recibimiento que me hicisteis cuando llcgué, á mucho me obliga; m~18
me obliga aún la solemne manifestación de csta noche, y me obliga
n1<1S que nada la representación de España; pero tá qué no obligará el
agradecimiento ante lo que estáis haciendo ahora y al ver que cuando
no lo he hecho 'bien todavía me apoyáisf .
"Quisiera tener la elocuente palabra del Sr. Santos Guzmán,
para exponer debidamente toda la gratitud que siento.
"Os debo hacer una advertencia, señores; yo no he pensado en
presentar la dimisión, no. ( Aclamaciones:-¡Nul1ca!) Si por no
haber obtenido todos los rcsultados que descaba, podía mi personalidad
ser un obstáculo, yo me resignaba á que el gobicrno de S. 1\1. me
separara. Pero, micntras dure la gLlCrra, por cuenta propia yo no me
puedo separar de la Isla de Cuba. Yo mientras me honréis con
vuestra confianza, ~CÓI110 he de separarme' (Vt:vas entusiastas).
"Ahora lo que os ruego es que, si algLma vez pierdo vuestra
confianza, vengáis á decírmelo, porque yo no soy más que un soldado
cuyos estímulos de amor propio qnedan muy por dehajo de los altos
intereses de la patria. Os agradezco en el alma lo que habéis hccho
y termillo diciélldoos que espero y deseo seguir contalldn con vuestra
t;lló~ICAR DE LA GlJERnA. 18:5
unión y vuestro apoyo. (OllUciónindeSNiptilJle que se prolongó larll()
rato)."
También los insurrectos hubImos de agra<lpcerle á )Iartínc7.
Campos sus frases de rencor, porque no faltaban entre nosotros
algunos corazones cándiJ.os que creyeran en el próximo fin de la guerra,
eontando para ello con una nohle corazonada del caudillo español, á
l¡lIien tenían por un hombrc excepcional. Su arenga de soldado vulgar,
vino á definir perfectamente las situaciOlH's, y á demostrar á lo:'
iu:,urrectos ilusos que la lihertad de Cuha sólo podía conquistarse eon
el hierro y con el fuego (1).
{l) El primer parte ofi,·ial dI' la lle('iún d(' Coli~eo I}IH' ~I' trasmitió ú Madrid f8talJa
"oneebido en estos términos:
Habana 2-1.--Ae1.bo de ('oufl'rl'u('iar por t{'légrafo ('on' el geneml en Jl'fe; desde
Limonar sostUYO ayer tardl' l"omhatl' houroso, eutre llamas de l"aflaYl'rall's, con fuerzas
{;úmez, rechazándole ('erea dI' Coliseo; t!1\'O 12 heridos que mandó á Matanza8, él saJ¡.
vara Gnanábana, donde dormirá.
Ueul'ra\ YalMa se sitíla en Sabanilla dI' Comelll\ador y Luqlle en la Cidra. BlItall,ín
Ill'~ado Batabanó, ya en vez ~fatl\nzas á Cnión de Rt'yes, todos IÍ yanguarnÍlI enemi,l{o~.
Arderíus.
Los teh'gramas partieularl'~, reyimd[)~ por la censura, afladían lo siguieute:
"En los camino>! hallamos al~llnos hombr('s sospeehollos que' fueron ll!'vatlos IÍ
Co[j!WO¡ dijeron lIuo habímno>! h('eho al euemigo 40 hrridos y Uluchos muertos, y "ntr('
..\los algunos cahf'cillas. Aflatii,'ron (lue ~Ia('eo y (;úmcz van ell dos grupos; qnl' entre
lLmhus componeu 9.000 IWlIlhrI'B."
El día auterior el general Bl'gnudo ('ahu había dirigido al gobil·nlO dI' ~Iadrid eS!I'
Jlíug"ularísimo d"spacho:
"Las fuerzas reheldps manda¡]as por ~Ilíximo G,ímez y)[aceu, culebrean I'n )Iat¡¡nzas,
I's'luivando pnC1ll'ntros ('on lall tropas, IÍ. \"'S1\l' ti" lo cual se hau n.orificado varios h"choll
favorables IÍ nucstra!' arma... EIl!l'uI'ral I'U jl'f.. hn ll..gado ¡í ,Jov"llano~.-Arderil/,~."
Dl'scripcitín n" la batalla de Colisl'o plJ\' 111) crouista {'spafiol:
"La proximidad dI' lo!' ('ontl'IJllil'ntl'H trajo ('oUlO c.oTlsl'cu(·neia uu dwqlJl' 'Iu,' tU\'"
I'fl'!"to en el iU~l'lIio Audaz la tard,' ,]PI 2:¡ d" Di"i('mhr,' y 'lne, en 1'{'alil\ad, uo fnl'
.ll'(·isivo, annque TI,y(,I,í "01110 I'n 1'l'rall'.i", 1,1 arrojo dl'1l!l'ul'ral )[nrtínl'z Campos.
A las si"te de la mafiana ,1,,1 rl'f,'ri,lo ,lía, salilí ,,1 ,l!"IH'ral :\Iartínez Campos eUlIui,ín
.1,,1 eoronel ~[olina y unos l.flOO infautl's ,'ou ,\ir""('i,ín Íl ('imllrronl'!', d01HI" SI' d"l'Ía qm'
"staha el g"rnl'~O de las partidas rl'hl'l,It'~. ('omo avauzada dI' la colu1llna ihan v"inte
.'ahallos dI' la ~u('rrma movilizada dI' Rauf'li Spiritus, almallllo dI' su' eapitún D. Hosl'llllo
Espina; adl'mÍls llevaban 108 exp...,licionarios una pil'zll nI' artillería.
No tardaron en di"i~ar al "ul'migo, dlÍn,loll' ¡¡Ieancl' ('OU\I) lí hlS('Ulltro de la tanl" el1
los tl'TrI'DOS dd ul'molido ingc'nio Audaz.
El /!pn,'ral PTl jl'f... on]Pnl) 1}1Il' Tlo~" Ili,.j"st' ful'.!;'o 8011J'(' las a\'anzadag, la8 cual1'8
¡I'lm I'relldil'IH¡" fu".!;" lí I"s clIiian'rall's, para Uo ahu,Y"lItarllls, y (lue la ('"lul1lua a\'allZllra
186 LA CA~IPASA DE I~YASIÚ~.
li~eramente en dirección del gruesu de la fuerza enemiga, mientras una compailía quedaba.
como de sostén en el punto en que se habia divisado el enemigo. .
La fuerza de infantería, desplegada en guerrillas, entró por la izquierda, furmand~
en el llano ó sabana del citado ingenio en ángulo recto por la izquierda; en el lado-
perpendicular á la finca se culocó la pieza de artillería.
Ya en esta posición la tropa, dispusu el General romper el fnego en toda la línea_
Las fuerzas insurrectas que iban bordeando unas lomas situadas al frente del lugar en
'lile se encontraba la columna, al sentirse atacadas Be precipitaron sobre el flanco derecho
con objeto de parapetarse detrás de unas ruinas y cereas de piedras que alU existfan y que-
le eran favurables para utilizarlas como trincherl\ll, desde donde podían hostilizar
desembarazadamente ti la tropa. Comprendiéndolo así el capitán Espina, acudió con sus
jinetes á impedirlo, lo que consiguió no sin perder en la refriega dus de lus caballos que-
montaba, y ser herido, aunque levemente en un pie.
Mieutras esto ocurría, una parte bastante numerosa de los insurrectos Be internaba
en unos maniguales existentes hacia la izquierda, desde donde bloqueaban ti la columna.
En vista de ello, se ordenó un anmce de la infantería, cun lo cual y con algunos certeros
disparos de artillería, se hizo abandonar ti los rebeldes sus posiciones.
Todavía inteutaron ellos un movimiento envolvente con el fin de apoderarse de la
impedimenta de la columna.
Comprendido por el general Martínez Campos, mandó que la impedimenta entrara
en seguida en el campo y que avanzara la compailía que había quedado de sostén.
En esta disposición, la compailía formandu tres flancos, se rompió el fuego avanzando,
logrando rumper á la columna enemiga con una granada acertadamente dirigida al centr!)
dO~lde iba 111. impedimenta de los rebeldes. Una parte de éstos tomó en dirección ti
Coliseo, y la otra por el camino que traían, atacandu á am'bas la columna un buen espacio
de tiempu, hasta que viendu el geueral que Be acercaba la noche, mandó tocar alto el
fuego, y cuntramarchar.
Las bajas de los insurrectos se calcularon en unas cien ...• etc."
Los apologistas de Martínez Campos se cuidaron dl,l hacer circular la siguien fra.se,
V(·rtida por el héroe de Coliseo:
" Si me da una bala, se resuelve un problema y se despeja una nebulosa."
Como casi siempre resulta, la torpe adulación causó mú8 <InflO al Gl'lleral fracasado
'lile la l'rítica mús sangrienta de sus opositores.
--~--~
I~ I
EL EJf:RCITO I:SYASOR SE DIHIG E AL seR DE LA PROYI:SCIA.-
DEVA8T ACIO~ DEL TERIUTOmO. - LA OLA DE FUEGO. - EL
E:SE:\IIGO SE DESCO~CIERTA.
(24 Y 2:; IlE DICIEMBRE)
mi EALIZADA la atrevida incursi{m por el Norte de
)fatanzas con el asombroso éxito que hemos visto en
la crónica precedente, no era ya temerario propósito
arrostrar los ohst<ículos de otra operación análoL a por
el centro de la provincia, como complemento de nues-
tra marcha triunfill por un territorio militarmente
ocupado por las fuerzas españolas, con lo cual no sólo
se acreditaría una vez más el empuje de nuestras
armas, sino que, de llevarse á cima la nueva excursión
con la brillante fi,rtuna de las unÍf'rior{'s, se traería á remolque el
ejército de )fartínez Campo:" aun cuando utilizara los medios de
trasporte más rápidos para tratar de ganal"nOS la delantera, porque
la práctica iba enseiianl10 que no era la velocidad d~l ferrocarril lu
(fue apresuraha las marcha:" sino el valor que al tiempo sabía darle
IllH'stro caudillo para quien el descanso necesario era el pretexto
que alegaban los perezo:'os.
I1ahiendo pernoctlulo en Coliseo la divi:úón que dirigía
personalmente el general Martínez Campos, era lógico presumir que
tomara el camino de Sumidem para indagar con toda exactitud nuestro
rumbo, siempre bajo la suposieilín de que pudiéramos aproximarnos
á la capital de la provincia é intentar allí UIl golpe de mano. La
188 CROXICAS DE LA GUERRA.
ciudad de Matanzas no contaba con mediQS bastantes de defensa pam
librarse de una acometida, y eso aparte, el recelo de los españoles que
abultaba extraordinariamente el valor real de los sucesos en la gran
ansiedad de aquellos días, les hacía ver en todas partes la mano del
lahorantismo distribuyendo proclamas incendiarias y cartuchos de
dinamita, y como es consiguiente, á la población amenazada de una
catástrofe si los insurreetos se corrían por los alrededores. Pero
sobre ninguna de esas eventualidades debía basarse una operación
ofensiva del ejército invasor: eran sólo datos ó antecedentes para
encaminar el adversario á su objetivo determinado; así como tampoco
podía darse asentimiento al rumor de que el general en jefe del
ejército español se dirigía á la ciudad á raíz de la acción de Coliseo,
temeroso de que los partidos políticos lo sometieran á un consejo de
guerra.
Al partir de Sumidero, nuestra columna se dirigió en línea recta
hacia el Sur, cruzando por las lomas del Hatillo, raros promontorio~
en aquellas planicies cubiertas totalmente de caña, desde las cualeR
pudimos explorar la línea férrea de Sabanilla por donde marchaban
pausadamente cinco trenes con rumbo al lugar designado por el jefe
del ejército español para la comhinación del día anterior, y que tal vez
sería la Guanábana, por ser estación de empalme de dos vías, la de
Matanzas á JovellanoB y la de Matanzas á Unión de Reyes, cubiertall
literalmente de soldados, de las divisiones de Suárez Valdés, Aldecoa,
Prats y Luque que eran sin duda las destinadas á cerrarnos el paso
por el Norte de la provincia si se hubieran dado más prisa en
concurrir al sitio de la operación (1). Ya no era de esperar una
jornada sangrienta; aunque nos hallábamos cerca del enemigo, pronto
íbamos á dejarlo á retaguardia y con pocos deseos de seguirnos por la
huella. Generales tan cachazudos como Suárez Valdés y Luque, que
ni aun con el auxilio de la locomotora llegaban á tiempo, no em facil
llll~ á la peonza se encontraran cara á cara con la invasión.
Pero si la jornada no fue belicosa, en cambio fue terrible para
las fincas azucareras del' centru de :Matallza~, (lue confiando en la
(1) El general ?tIartfllez Campos queriendo disculpar á sus sullalternos, 6 tal .... f.Z
engañado por éstos-porque todo es posible cUILndo reina el desorden en las altas ~sfera¡;
.. :ieiales, -----enviú al }Iinistro de la Guerra el siguiente telegrama:
.. Habiendo dicho prensa que generales Valdés, Luqne y Aldeeoa no habíhll asistido
ú la llcchSIl de Coliseo, debo manifestar qne la interrupl'iún de las .... ras férreas hizo
'1'll'daran retrasados generales, y por eso me adelanté sobre l'1 <'Ilemig-o.
Gen<'rales, eon gran t1'llhajo, s!' pUSil·roll al dra siguielltl' IllIli altura."
LA CAMPA~A DE INVASIÓN. 189
actividad de las columnas el'lpañolas y en las ofertas del general
Martínez Campos, habían renovado las faenas de la molienda,
interrumpidas durante algunos días. Todos los ingenios situados
dentro del perímetro que torman las líneas de Matanzas, Sabanilla,
Bolondrón, Corral-talso y Jovel1anos, fueron destruídos, salvándose
únicamente las fábricas y los aparatos. El central Diana fue
sorprendido en las tareas de la zafra y hecho prisionero el destacamento
que lo defendía, en mÍmcro de 18 soldados y un oficial: se les puso en
libertad porque no hicieron resistencia. Igual operación se realizó en
el ingenio llamado El Socorro, cuya guarnición, casi en su totalidad,
ingresó voluntariamcnte en nuestras filas. En todas las fincas se
rccogieron armas y pertrechos. Para que la correría surtiera mayor
efecto, se destacaron guerrillas cn todas direcciones, que llevaban la
alarma á los pueblos comarcanos y extendían á la vez el incendio por
la feraz campiña; imponiendo á sns moradores el trihuto de guerra-
el caballo y el fúail-les obligaban á reconocer la autoridad de la
invasión.
Se cruzó la línea férrea de Sabanilla y á nuestro paso por la
estación de la Isabcl se destruyó cl c:iificio, un tramo además de la
vía y el material rodante con su locomotora; despedido á todo vapor,
envuelto en llamas, parecía un tren de artillería vomitando fuego á
derecha é izquierda. Las tropas españolas se habían encaminado
hacia el Norte, pues encontramos la línea despejada y aquel tren
estaba vacío.
La candela fue aún más tremenda que en la jornada de Coliseo;
ardieron mayor número de cañaverales y se propagó con mayor
intensidad el siniestro, al soplo de un viento propicio que no dejó de
reinar en todo el día. Los colchones de paja, formados por la hoja de
la caña en sazón, prendían como regueros de pólvora. La tala
devoradora había dado comienzo á las nueve de la mañana, cuando el
sol empezó á calentar la tierra, y lÍnicamente finalizó porque el frío
de la noche puso húmeda la yesca. Es incalculable el capital que
desapareció en pocas horas.
Acampamos en una finca llamada Crimea, casi en los lindes de
Jagüey Grande, al Sur de la provincia. Catorce horas continuas de
marcha, bajo el calor terrible de los cañavcralcs en combustión, medio
asfixiados por las humaredas, y por toda ración cl zumo de la planta
tropical, en vcrdad que aquellas tropas que iban en fcrrocarril y no
llegahan á tiempo, y aquellos gencrales que á los tres días de campaña
neccsitaban restaurar las pérdidas de la cconomía, no tcnían por qué
envidiar el patriotismo, la abncgación y la sobriedad de nuestros
190 CRÚXICAS DE LA GUEHRA.
soldados, ni mucho mcnos su mísero aguinaldo de Noche Buena, puesto
que acampaban á la intemperie y sin vituallas.
Al apuntar el alba ya estahan otra vez en camino nuestras
incansables tropas, cual si la correría del día anterior hubiese sido
ligera diversión. El coronel Zayas, encargado del flanqueo de
vanguardia, se apoderó del caserío de Carvallo haciendo rendir al
destacamento de tropa que lo gllarnecía, y que abrazó la bandera de
la República cuhana al ofrecerles aquel intrépido caudillo un puesto
honroso en las filas del ejército libcrta<lor. Pasamos por las
inme<liaciones <le Jagüey Grande, pohlación situada al Sureste de la
provincia: dos escuadrones, al mando <lel coronel Pérez, anduvieron
á tiros con la tropa de la guarnición, no sin penetrar en los arrabales
del pueblo. Durante el trayecto se hizo abundante requisa de
caballos y los soldados se proveyeron de vestuario y municiones de boca
en algunos establecimientos de comercio, que fueron saqueados por
pertenecer á individuos de reconocida hostilidad á nuestra bandera.
En previsión de que la jefiltura del ejército espaííol, una vez indagado
nuestro rumbo, pudiera acumular elementos sobre las márgenes de
La Hanábana, se dispuso que el coronel Pérez se situara por Amarillas
y destruyera la vía ferrea que penetra por allí· en- la comarca de
Cienfuegos. Ese día (25 de Diciembre), acampamos en las colonias
de Galdós, término de Jagüey Gran<le.
Las diferentes columnas que operaban en comhinación desde
nuestra entrada en la provincia de Matanzas, con las marchas
estratégicas del 24 y 25, quedaban burladas ó poco menos, y acaso
detenidas en la zona de Cárdenas por no saber con certeza el itinerario
de la hueste invasora; ni las humare<las que se levantaban á nuestro
paso po<lían ya servirles de indieio, porque el siniestro abrazaba
muchas leguas de extensión, y aun cabe dccir que Matanzas desaparecía
bajo un ciclo tenebroso.
Micntras el núcleo del ejército invasor arrasaba el territorio por
el ccntro y por el Sur, el brigadier LacrAt, con buen número de
filCrzas, lo efcctuaba por el N arte dc la región y ardían los campos
del valle de Guamacaro, al propio ticmpo que cra amenazada la
población dc Cár<lenas.
El jefe del ejército debió, pues, encontrarse perplejo, sin sabcr
á <lónde encaminar sus IlltC'stes, desconcertado en sus planes é
ignorando por completo JL.;¡ del enemigo, quc, á diario, ofi-ecían
una llucva sorpresa.
----- --:.~'o------
FALSA RETIRADA HAHTA LAS VILLAS. - ESCARA}lUZAS CON U~
DEST ACAl\lE~TO. - MARCHA PE~OSA POR LA OlULLA DE LA
CI.t~ ACtA. - }lOVDIIE~TO DE AVAXCE.
[~6, '27 Y 28 DE DICIEMBltE]
OS lieridos que nos habían causado las tropas españolas
en la zona de Colón y en el combate de Coliseo,
venían aún en nuestra columna porque no se creyó
prudente dejarlos en los territorios recorridos hasta
entonces, en atención á que el enemigo no respetaba
nuestros hospitales de sangre contra todas las leyes
humanitarias, siempre en. cambio cumplidas por el
ejército cubano: una y otra declaración serán
plenamente demostradas en lugar oportuno. Ahora
sólo citaremos el hecho de que el general Maceo
devolvió á ~Iartínez Campos 22 soldados heri<los, aban<lonados por el
caudillo español en el campo de Peral('jo, y en contrai'te con este acto
generoso, hacemos mención de los asesinatos cometidos por el general
CaneHas en la zona del Ramón de las Yaguas, á raíz del comhate <le
Sao del Indio. Los horrores perpetrados por el corOlwl )Iolina en
Matanzas, los expondremos al publicar el largo catálogo de10s crímenes
que autorizó el sucesor <le ~IartÍnez 'Campos, por nliíi' que el aludido
:Molina se distinguía ya como veterano en la carrera qne inmortalizó
á 'Veyler .
La conducción de las camillas era un entorpecimiento para
nuestra división, sobre todo, en las largas marchas de <liez y doce
horas_continua<las que comúnmente se hacían. Este fue uno de los
208 CRÚ~ICAS DE LA GUERRA.
angustioso relato omitimos porque no pertenece á los sucesos de esta
CRÓNICA. Realizada que fue esta delicada operación, y sin embarazo
el ejército libertador, continuó la marcha hacia Occidente, y logrr..
~ituarse casi en los límites de la provincia antes de que terminara el
líltimo día del año, pues no era atí.n media noche cuando se hizo alto
para acampar en el sitio del Estante; de nuestro campamento á las
fronteras de la Habana no había más que una jornada corta (d~e la
tropa insurrecta). Los propósitos de nuestro caudillo estaban ya al
cUlllplirse de un modo lisonjero, y todo indicaba que la fortuna, poco
luí huraña con nosotros, volvía á mostrarse risueña y liberal.
Ruda había sido la jomada del día 31 (catorce horas de incesante
andar); pero nuestras tropas despidieron el año 1~95 con demostra-
ciones de jtí.bilo y entusiasmo, y vivaquearon alegremente con el
espléndido botín adquirido en el trayecto.
En el mismo campamento, antes que viniera el nuevo día, se
dictai"on por el general Maceo y se trasmitieron por el Estado Mayor
las órdenes oportunas para que el general Serafín Sánchez, jefe del
4? cuerpo, regresara al departamento de Las Villas, sustituyéndole el
general de brigada Angel Guerra en el mando de la caballería
villareña, que formaba parte de la división expedicionaria. El general
Luís de Feria, que ejercía el mando de la eaballería oriental, fue
destinado al distrito de Sagua la Grande para relevar al coronel
COltiña, cuyo proceder no era el más honroso, ocupando la VRcante
de Feria en la caballería de Oriente el coronel Estehan Tamayo.
Estas modificaciones obedecían á un plan genei:al de organizací"ón
que la jefatura del ejército se proponía llevar á cabo en los tres
cuerpos del departamento occidental, dos de los cuales estaban ya
creados, aunque uno de ellos, el 5?, necesitaba de mayores reforma.<.:,
y sohre todo, de elcmeutos armados, pues sólo existía una di visión
y no completa; aparte de quc el arribo á las playas dc Cuba de algunos
jefes conocidos, de la guerra de 18G8, hacía también indispcnsable la
creación de cuatro ó cinco hrigadas nUls, para que tuvieran puesto
aquellos oficiales veteranos, en armonía con el grado militar que
alcanzaron en la campaña de los diez aüos. Se sabía que habían
desembarcado en las costas de Santiago dc Cuba, entre otros jefes, el
mayor general Carrillo y el brigadicr José M:: Aguirre. Era, pue~,
de esperarse que ambos jcfes cstuvieran ya en marcha hacia Occidente
y que á su paso fueran levantando nuevos parciales. Al general
Carrillo había que darle un puesto importante en Las Yillas, y al
brigadier Aguirre rcservarle el mando de la primera división de
cahallería que se orgmlizasc en la Halltllla.
j
..
I
CUBA. • •
, .
'CBOIICA8 DE LA GUEBRA
. POR
., ,
JaSE • MIRO
~ ,
TOllO PRI~tERO.
(LA CAMPAÑA DE INVASiÓN) •
=
CUADEI~NQ 14?
SANTIACO D ~ CUBA.
[)(PUNTA DE "EL CUBANO LIBRE"-SAN FELIX, BAJ A. 3.
1900.
r LA CA~IPA~A DE INVASIÓ~. 209
En otro lugar de estas CRÓ~ICA8 hemos hecho mención del
nombramiento del :Mayor general José M'." Rodríguez, jefe entonces
del 3 er cuerpo, cuya hase de operaciones era el Camagüey, para el
mando dpl 5? cuerpo, que habría de constituirse con las fuerzas de la
Habana y Matanzas, á quien se le previno nuevamente que
emprendiera marcha sin dilación con 200 camagüeyanos escogidos,
reiterándosele todas las instrucciones que le habían sido prescritas
al ser designado para ese importante mando.
Pudiéndose ya dar por un hecho que dentro de pocas horas el
cuerpo invasor penetraría en el territorio de la Habana, se dieron
órdenes precisas al coronel Roberto Bermúdez para que nos precediera
en una jornada en la operación que iba á iniciarse al día siguiente,
entregándosele una nota del cuadro de marcha¿¡ para que le sirviera
de guía durante nuestro paso por la provincia, con instrucciones muy
concretas respecto á la conducta que dcbían observar él y sus tropas
con los elementos pacíficos del territorio de la Habana, á quienes
interesaba atraer á la causa de la Revolución y en manera alguna
deprimir con actos de violencia, á menos que no hicieran annas
contra nosotros Hombre rudo y de escasas luces el coronel
Bermúdez, no podían concedérsele facultades omnímodas para que
obrara con forme á su discernimiento, pero asesorado por un huen
oficial de Estado :Mayor que le hiciera comprender el móvil verdadero
en que se inspiraba el Cuartel general al confiarle una comisión tan
seria y comprometida, podía dar magníficos resultados, porque era
hombre de riñón, amigo de lances bravos y de correrías impetuosas,
muy capaz de armar un jaleo dentro de las calles de la gran ciudad,
si á ello ~:e le instigaba, y en ese concepto, pues, el jefe de vanguardia
más á propósito para anunciar á los españoles de Occidente lIue ya
tenían la invasión encima. Bermúdez iba á meterse como un vendabal
p3r la fértil campiña que riega el Almendares.
El contingente armado que se distraía de la columna invasora
para las escoltas del general Sánchez y brigadier Feria, y para la
operación encomendada al coronel Bermúdez, quedaba suplido con
otro número casi igual procedente de las fuerzas dc ~Iatallzas, que
hasta nueva disposición seguirían en el cuerpo invasor. Hecientemente
se hahía incorporado el coronel José Roque, con dos escuadrones bien
equipados y bastante instruídos. Además, nucstra excursión por el
territorio hahía sido altamente fructífera, y como resultado de ella,
teníamos el 31 de Diciembre. un aumf!nto de 500 hombres en la
~ola columna invasora; hombres armados, se enticnde, y cuyos
armamentos proccdían de las fincas, caseríos y dcstacamentos ocupados
2to CRÓXICAS DE LA GL"ERRA.
por nuestras tropas durante la excursión y del ingreso de los pequeños
grupos que salían de las poblaciones enemigas.
Xos concretamos tan sólo á la división expedicionaria, al cuerpo
destinado á la invasión, prescindiendo por lo tanto del aumento
prodigioso que asimismo tuvieron las fuerzas que acaudillaba el
jefe del distrito, el brigadier Lacret, en sus atrevidas excursiones
por el territorio de su mando, á las que consagró el valor proverbial
de su carácter J de su brillante histOria. Por el Xorte de la provincia,
en la jurisdicción de Cárdenas sobre todo, la Revolución había tomado
vuelo considerable con el ingreso en nuestras filas de personalidades
importantes, que lo hicieron provistas del fusil y la canana repleta,
dando así testimonio indubitable de su entusiasmo por la causa de la
libertad y de su vocación de soldados. El contingcnte armado, al
finalizar el afío 1895, era de 2.800 homhres: de ellos, 400 pertenecían
á la brigada de infantería, con armamentos excelentes (~Iaüsser y
Remington), cogidos á los españoles en su ~ayor número, y con un
personal inmejorable: gente fornida, ágil, sobria J bien instruída,
hacía honor á la oficialidad que la mandaba. De la división de
caballería no podía decirse que su armamento fuese uniforme, sino
irregular J vario, puesto que abundaban los rifles relámpagos, las
carabinas recortadas exprofeso J figuraban en menos proporción las
tercerolas, propiamente dichas; pero la tropa, aunque no tan bien
organizada como la de infantería, por razones que son fáciles de
colegir, era igualmente valerosa, tan sufi·ida como la que más lo haya
sido en el mundo, y el ganado reunía las cualidades excelentes de la
raza criolla, de resistencia, fogosidad y buen andar: llevaba en su
sangre todo el ardor de las patrias dehcsas. Intactas como se
hallahan las ganaderías de Colón y en los pesebres de los ingenios
lo más floridu de la última remonta, hubo de subra donde escoger
alazanes de brÍu en aquella gran feria de ~latanzas (1).
Pero hora es ya de considerar el asombroso esfuerzo de Espafía.
en su tenaz porfía de extinguir la rehelión separatista; esfuerzo
colosal, estupclldo, nunca imaginado por los homhres que cunocÍan el
c:"tado de pClluria de la nación española, su decadcncia irremediable,
(1) El genf'ral ~Iartínf'z Campos acauaba de urdenar que las call1lllf'rías ¡¡Uf' hubie".
en la provincia fupsen rel'ogidas por las autorida.de1' militan's, abonándose á sus dneflOs la
suma de 3-11)('1'os por los cahallos de más de seis cuartas y media, 25 l'0r los de mf'llOS
alzada y 1;-; por las ypguas. i A buena hura dab~ f'n el clavo pi general en jefe del ejl;rcit"
español ~; tan ti destiempo, ¡¡Uf' muy bien podía nSf'gllrarsp ¡¡Ul' continuaba pf'gado á IlI.
herradura.
r
LA CA~IPA~A DE IXVASIÓN. 211
ocasionada por lmíltiples cau¡;as histúrica.¡;¡, congénitas y profundas, y
el mísero cuadro de sus perturbaciones intestinas, que justificaban
plenamente p.I morda:t cOllcepto vertido por un escritor intencionado
ele que el Africa empezaba en los Pirineos. Con todo, el hecho
inconcebible de haber puesto sobre las armas á 200,000 hombres en
menos de un año y de sacar recursos para el sostenimiento de la
guerra de Cuba, revelaha Ulla muestra de vitalidad de que nadie,
nacionales ni extranjero~, creía capaz á España; y la más cabal
disposición de cumplir al pie de la letra el alarde patriótico del jefe
del gobierno conservador, de que España- agotaría la última gota.de
sangre y el último centavo antes que ceder un palmo de tierra de
sus colonias. Pero no era vitalidad, ni exponente real de una legítima
grandeza; era un alarde filllfhrrón, propio del temperamento castellano,
que á guisa del hombre rumboso y decrépito, dilapidaba los restos
de su t(}rtulla poco antes de declararse en quiebm. El sentimiento
de un amor propio mal entendido, el llamado orgullo nacional con
8US rasgos exagerados y la altanería de su origen, el carácter
apasionado del pueblo español, la ferocidad é ignorancia de la gente
plebeya, el rencor profundo que hacia nosotros sentían los hombres
de más elevado mngo, así los que aquÍ medraban, como los que allí
vivían á expensas de las colonias, el militarismo jactancioso, ávido de
preponderancia, trabajado por las revueltas de más de medio siglo,
todo esto en lermentaciím, como las heces del vino, poniendo á
España ehria de furor p:ltriótico, ocasionó el alarde de vitalidad que
pesó de un modo horrendo sobre las colonias sublevadas, para
precipitar después al ahismo de la miseria y de la deshonra á la
Ilficiím de Lepanto y del dos de ~rayo. Se hundió cobardemente,
lIin echar á pique ninglín navío, sin batir en ningún combate al
invasor, ti (¡lIien entregó la~ llaves del :Uorro, asistiendo impasible al
espectáculo de su propia degradación, como el más envilecido de
los soldados.
Súlo desconociclll]o en absoluto los antecedentes históricos del
pueblo español, su tradicional carácter, no susceptible de enmienda
ni ante los mayores infortunios, cahía alimentar la quimérica ilusión
de la paz, traída por el concierto de voluntades entre la colonia y la
metrópoli. La razón histórica hahía llevado á uno de los primeros
e¡;tadistas de Espaiia á esta monstruosa declaración: "Gastaremos el
último hombre y la última peseta en la guerra de Cuba."
El alma nacional-eomo han dado en llamar los apologistas
españoles á sus propias flaquezas-tomaba vuelos, se remontaha al
impulso de la excitaciún patriótica, en vez de recogerse, para meditar
CRÚ~ICAS DE LA GUERRA.
sohre la reahdad de las cosas; y las masas populares, heridas
eléctricamente por las chispas del bélico entusiasmo, renovaban las
escenas de las Oarolinas y Melilla, con vistas al 2 de J.llayo, pidiendo
alistamientos de ejércitos, represalias, el exterminio de los traidores,
el castigo de los culpables; en suma, el cumplimient{) breve é
inexcusahle de todo el programa oficial, arreglado teatralmente por
media docena de periódicos matritenses.
Otra nación, despu(~s del fracaso de ~Iartínez Oampos-tan
evidente al finalizar el afio 1895-y de los nuevos esfuerzos que
exigía el estado de la guerra separatista, ¡40,OOO soldados más y
cien millones de pesos!, cifras espantosas que representaban la ruína y
el desangramiento de España; otra nación, decimos, hubiera procurado
por todos los müdios asequibles poner término al conflicto, al reflexionar
con acierto acerca de que aun en la hipótesis de obtener el triunfu por
la sola intervención de las armas, aun en el supuesto de dejar bien
sentado el pabellón nacional con el completo exterminio de los
reheldes, había que contar para lo porvenir con una nueva calamidad,
la de la guerra, que se renovaría periódicamente, como el vómito
mortífero, acrecentando el cuadro de la muerte y haciendo imposible
toda tentativa de reconciliación entre cubanos y españoles. Pero
esos saludables propósitos, recomendados por el propio egoísmo, ya
que no sentidos por humanidad, en España en esa nación,
hidalga y católica por excelencia, se tendrían por herejías si alguien
se at:'eviese á proclamarlos.
Los españoles, desde antiquísimo origen, han dado en la tema,
extremada en días de crisis nacional, de que ellos son los más
valientes del mundo, los 'más esforzados campeones, los capaces de
mayores heroísmos, y preciso es reconocer que llevados de ese
espíritu de farfarria, característica expresión de su clásico valor, se
lanzan á toda suerte de aventuras sin medir las consecuencias de la
empresa, sirviéndoles de modelo siempre el mismo tipo: ,Don Quijote
-que no cscarmicntn nunca.
Oada vez quc SHrge un conflicto internacional, sc provoca por el
pueblo español p-I casus belli por medio de ruidosas manifestaciones al
aire libre, con su complemento de pedradas á las legaciones
extranjeras, sl1uidos, insultos á los cónsules, y en huelga general
sefioritos y Ual'reIH.l, ¡'os, c:.J1Uman sus guerreros más ilustres (Pelayo
('l primero), cantan la jota aragonesa y los aires sevillanos, y con su
]Iarcha de Cádiz se dirigen marcialmente al toril ó al Palacio !leal
para exigir incontincnti ¡J rompimiento de las hostilidades. Toreros,
chulos, manolas, estudiantes, milicianos, cigarreras, golfos, toda la
LA C.UIPASA DE IXVASIÚX. 213
comparsa heroica del Madrid callcjero inunda la vía pública pam
declarar la guerra al moro ó al germano: siguen el ejemplo de la
coronada villa las demás poblaciones bullangueras: Zaragoza, Valencia,
Cádiz, Málaga, Jerez; arde España entera, como se dice, en fiebre
patriótica, y por tales medios se organi1.an ejércitos, se decretan
levas monstruosas, se agota el tesoro público y se envían miles de
reclutas al matadero. Salen en procesión cívica los piqueros de Bailén,
el General ¡No importa!, el Alralde de lJlóstoles, el Tio del Arco de la
Ceneja, como si el mismo Napoleón estuviera en Somosierrn, camino
de Madrid; y con el inccntivo de esas mojigangail, el repiqueteo
de las castañuelas, el pasa-ealle de las estudiantinas y otras
ostentaciones ridículas, se equipan cuerpos expedicionarios, se sacan
recursos de donde no los hay, se estipulan empréstitos ruinosos
cuando se han agotado los subsidios nacionales, y se llenan literalmente
de inválidos los hospitales, visten de luto miles de familias, las
crónicas fúnebres se hacen interminables: ¡No importa!-exclaman
los patriotas; 11omos im:clIcibles, ¡el mundo nos admira!-y vuelven á
sonar las bandurrias de la comparsa heroica; se saca otra vez en
procesión la mojiganga de las antiguallas, y el toreo, en último
caso, disipa las tristezas ocasionadas por los desastres de la guerra.
Un pueblo que se cntrega á tales locuras, bien pucde decirse de
él, que es capaz de suicidan;e _.. _.. épicamente.
El esfuerzo de España en hombres y en dincro, arrojaha estas
cifras al finalizar el año de 1895, según datos oficialcs dcl Ministerio
de la Guerra:
SOLDADOS EXVIADOS Á CURA.
Primera expedición (del 8 al 12 de Marzo): siete
batallones peninsulares y reclutas para cubrir bajas . __ 8,302
Segunda expedición (del 1? al 19 de Abril): un batallón
de infantería de marina, 900; para cubrir hajas, 6,352. Total. 7,252
Tercera expedición (del 24 dc Abril al 8 de Mayo): dos
batallones provincialefl, 2,075; un batallón de inf..·ultería de
marina, 900; para cubrir bajas, 856. Total. . .
°
Cuarta expedición (del 20 de Mayo al1 dc Junio): diez
escuadrones de caballería, 1,600; un hatallón de infimtería de
3,801
marina, 900; para cuhrir bajas, 208. Total. _ 2,708
Quinta expedición (del 18 de Junio al 21 de Julio): diez
batallones expedicionarios de infantería, 8,652; para cubrir
bajas, 437. rrotal . _ 9,089
A la vuelta _ 31,152
214 CR6NICAS DE LA GCEImk
De la vuelta . .. - - - - - . - - . 31,152
Sexta expedición (del 31 de Julio al 30 dc SC11tiemhre):
veinte batallones de infillltería, 19,311; ocho escuadrones de
caballería, 1,280; Ull batallón de artillería de lllaza, 767; dos
batallones de artillería de montaña, 381; un batallón de in-
genieros, 971; y para cubrir bajas, 2,083 hombres má~. Total. 24,71,3
Séptima expedición (del 5 de Octubre al 30 de Noviem-
bre): 21 batallones expedicionarios de infantería, 18,871;
uno de infantería de marina, 835; Y d.iversos para cubrir
bajas, 3,873. Total . . _. - - . - - - - - - 23,57!J
Dos terceros batallones de infantería organizados en
U u ba . . - _ 2,000
Dos batallones de cazadores, procedentes de Puerto
Ri co ________________. ___. _______. __. __. _________ 1,400
Dos idem peninsulares, organizados en Cuba ._ 1,ROO
Guerrillas, sección de ordenanzas, brigada disciplinaria,
compañías de voluntarios en activo y escuadras de Sant.a
Catalina . _. __ ... . . .. 5,32:'
Tres escuadrones de caballería, organizados en Cuba_. 3!I3
Preparados para embarcar (reclutas del reemlllazo de
18~' f») __ . __ . __ .. ._. . . . . _ 8,000
Suman _ 98,412
EXISTÍAN ANTES DE ESTALLAR LA GUERRA:
Quince batallones de infantería, dos regimientos de ca-
hallp.ría, un batallón de artillería de plaza, una batería de
montaña, un batallón mixto de ingenieros, tres tercios de
la guardia civil, un batallón de orden público, una brigada
disciplinaria y varios cuerpos de milicias locales, con un
total de hombres . __ ... __ .. _. __ . . . _. _ 20,H74
Total general __. 119,2Rlj
Las fuerzas del instituto de voluntarios que existían en
Diciembre de 1895, ascend.ían á .. . . __ 63,000
hombres, y se habían movilizUllo unos 5,000 (1).
(1) Como nota adidoual y euriosa, publicamos la lista ci(' \os generales 'lUO hahíllo
80 Cuba, en el mes de Diciembre de 1895.
Capitán general, general en jrfe.-Arseoio )Iartíllez Campos.
Te-rúen/es generales.-Sabú~ ~[arrn, Luís Paudo y José Val era..
LA CA}lPA~A DE INVASIÓN. 215
GASTOS n¡¡: I.A CAMPAÑA:
DUROS
Gasto del ejército de operaciones en CulJa .. 40.000,000
Idem del armamento adquirido, del costo de los
trnsportes, de la marinu de guerra y de las comunicaciones 10.000,noo
Total de lo gastado CJl el afio de guerra. _. . 50.000,oon
Generales de di";'~¡';'I.-José Arl1erlus (ge~uUllo r,abo), José Lachl\lllbre, Pedrn
lllllla, Álvaro SU8rl'Z Valdés, Pedro Pia, Andrps GOnlllilez l\!uftoz, José .Jinltínez
}(oreno y Adolfo Jiménez Castellanos.
Generales de brigada.-Arseuill Linares, José Aizpurua, José Toral, Juau Godoy,
"'t'deri~o GllllCO, Rafael Suero, Carlos Barraquec, Ramón Ec~agile, Luís Prats, ~icolá~
del Rl'Y, Emiliane Lono, JO'I'ge Gurrh'h, Agustín Luque, Júlio Domingo Bazán, Emilio
~l'rrano, Francisco Obrl'gón, José García ~avllrro, Brllulio Ordóftez, José García Aldave,
.Juan !tIadan, Francisco Canf!lla, José Oiivef', Rafael Aldeco&, Pedro Cornt'll y .Joaquín
Albacete.
De marina.-Contralmirante José Navarro, y capitán de aavío 00 primera clase José
(;ómez ImaL
Asimilados 6 generales.-httendente militar Vil'toriano AraQjo..
Inspector de 8I1ftidad.-Cesáreo Fl'rnándl'z.
Auditor d~ gu~ra.-Juan Uoml'ro y}Ialdonado.
TOTAL DE OEl'lERAJ.EA.-Cllarmtrl y MIJ.
Por su parte, 108 espanoles que residían en ~f(.jicli, para dar una muestra relevante
de su \"irilinad y patriotismo, eoncibicron el' PI'OYf'cto ideal de regalar á Espana una.
poderosa flota de acorazados por medio de una suscripción popular, mensual y obligatoria,
entre los dos millones de espllnlJles 'iue moraban en las Américas. La sola concepción
dol proyeeto revela el carácter cspanol y su neurosis incurable..
Para conseguir los fondos supusieron, ó mejor dicho, dieron por hecho, qUll pn
l..da Amériea residían nos milloll/'s dl~ IH'lIiuslllares qlll', sOllll·ti,los á una contrihuci()n
do 75 eentavos por cabeza, cuota lIll'nsual, producirían á los seis al'los la suma de 10R
millones de peSOl!.
Dedueídoll 1011 g'&IOtos g-eneralt's en América y la l'ollvl'rsión en oro y gastos de rl'IIleSIl
oItl fondos, quedarían 53.7.")0.000 p!'SIJS, Ó s!'a 1. 750,000 más de lo calculado.
El prodncto de la rel"audación se enviaría á }Iadrid, al Banco de Esplli'la. Los
autores del proyecto designaron la junta ó comisión dirl'ctivll, compuesta del l\Iartllll(g dI'
Comillas, Emilio Castelar, José Echegaray, Bl'nito Pércz Galdús y D. Segi8l1lundo ~foret.
Por último, bautizaron los acorazados.
El primero se llamaba Espa;¡a, el sl'g'unno A mérica. y los ,"cinte cruceros, Africa,
AnrIalucía, Aragán, Asturias (todo iba por riguroso alfabeto), Baleares, Castilla la
Nuera, Castilla la Vifja, Canarias, Caro/il/a, Cata/ufia, Cuba, Extremadura, Fi/ipinas,
GlIlicia, León, Murcia, Namrra, Puerto Rico, Valel/cia y Vascongadas.
Parece que los iniciadorl's no contaban ya «"on el l'izc'lya, el Oquendo, el Culf;» ...•
1 demás víctimas de Sampson.
216 CR6~JCAS DE I,A GUERRA.
ORIGEN DE LOS RECURSOS~
DUROS
Del Banco de España __ . _. _. . _.. . 30.000,000
De la operación con el Banco de París _ 10.000,000
De las operaciones sobre valores de Cuba _.. _ 20.000,000
De las ventas de valores de Cuba. __ . ._ 25.000,000
De los recursos de reserva .. . . 15.000,000
Total de recursos autorizados por las Cámaras
para afrontar los gastos de la guerra .. 100.000,000
Con vista de estos datos oficiales, de estas cifros tan enormel'l,
cualquier espíritu medianamente obsenador podía ya calcular cma
sería el estado de la hacienda de España, así como el de su vitalidad
física, con sólo un año más que durase la guerra de Cuba, y cuál no
~ería asimismo el cuadro de este país bajo el azote continuado de la
devastación y de la matanza.
Mientras España ponía en pie de guerrn un ejército de 150,000
hombres, dirigido por la flor de sus generales, sintiéndose otra vez
grande y feliz por haber dado una muestra de virilidad de que nadie
la creía capaz, la criminal rebelión de campesinos, nacida en los
bosques de Oriente y acau,dillada por guerrilleros inexpertos, ostentaba
f;US pendones triunfimtes á las puertas mismas de la populosa Habana,
llenando de pánico á los españoles que allí residían, y velaban por la
integridad del territorio, cubriendo de ridículo á las eminencias
militares, acabando con la fama del ilustre Pacificador, y despertaba
al mismo tiempo el interés de las naciones el canl.cter extraordinario
de la aventura. El mundo comercial, siempre el más avisado, conocía
la gravedad de los sucesos que se desarrollaban en Cuba, la verdadem
importancia de la Invasión, que en su marcha procelosa y estupenda
había destruído la riqueza agrícola del país, y los cónsules de todas
las naciones ammcia~)an á sus respectivos gobiernos el estado de la
Revolución cubana, ya amenaza terrible para la soberanía española.
Sólo España, en su terquedad, en su ignorancia y en sns odios profundo~
hacia los colonos que peleaban por sus derechos, como antes habían
pedido amor y justicia, sólo España desconocía el verdadero empuje
de la rchelión, á la que continuaba llamando criminal intentona, nutrida
por gente de la peor calaña, por aventureros de oficio y bandidos de
profesión; la cual no había sido exterminada por fillta de rigor en el jefe
del ejército espaiiol, por sus contemplaciones para con los laborantC's
I
LA CAMPA~A DE IXYASIÓX. 217
. 'y sus benevolencias con los cómplices del separatismo, disfrazados de
leales, pero siempre conocidos. El fracaso militar era consecuencia
lógica del fracaso político; se nccesitaba llna mano dura, inflexible,
vengadora: j la mano de 'Veyler!
España no podía concebir otro dcsignio. I Weyler!, I Weyler!
. cra el hombre ideal, el emblema de la pattia, el símbolo augusto,
la encarnación viva de la rabia cspañola.
Con esa fiera, ávida de sangrc y de oro, vendrían grandes
rcfuerzos, vendrían los cicn mil hombres que faltaban para completar
la muestra de virilidad ibera, asombro del mundo, y se pondría á raya el
atrevimiento de los Estados Cnidos, cuyas intenciones empezaban á
transparentarse. Se mataría para siemprc la infame rebelión ahorcán-
dosc á todos los pillos de la manigua, sin escapar ni uno solo de las
ciudades, y sc le .daría un vapuleo al Tío Sam si persistía en su
entrometimiento. Ese lenguaje, propio del valentón, era el lenguaje
de toda España, iracunda y flamenca: con su mantón de Manila, su
garbo de manola airada, echando ternos, la naYaja en la liga y . __
j á los toros!
Se abriría otra vez la senda de los horrores y de las venganzas.
Volverían los tiempos del terro'r, de las proscripciones, de los
patíbulos; la negra boca de los calabozos estaría siempre dispucsta á
rccibir nuevas víctimas; sc pondría en tortura al sospechoso; se
remataría sin piedad al herido que cayera prisionero; el pudor de la
mujer, apresada en los campos, lo cxpondrían al desnudo los soldados
dc Weyler, renovándose las hígubres noches de Cabaniguán donde el
actual ~[arqués de Tcnerife, entonces coronel, prcsidía los festincs
de la Injuria y de la crápula, para reservarse las primicias de la
virginidad, cuyos despojus se entregaban después á la soldadesca.
Cuando la guerra entrara en el período dc languidez por
extenuación de los victimarios y falta de víctimas que inmolar; cuando
el pillaje cesara en su tarea por no haber ya ni hueso que roer;
cuando Cuba sólo ostentara los harapos de su antiguo esplendor y
fueran sus campos inmenso osario de españoles, y Espaiia se sintiera
aniquilada, mas no arrepcntida, entonces cambiaría de rumbo y de
¡;istema, y en cómicos trasportes de madre cariñosa ofrecería al
mundo el espectáculo hipócrita ele su generosidad. Ese día estaba
alí n lej auo.
(lSOO)
LIBRO QUINTO.
EN LA HABANA.
J:.
ACCIÓ~ DEL EST A~TE. - MART1~EZ CAlIPOS DESPREVENIDO y
ALT AXERO.-EL MEXSAJE DE MÁXIMO GÚ}IEZ.-LA ACERA
DEL LOUYRE.- EL GEXERAL SAXGCILY.- DESALIENTO EN
LA HABAXA.
~ .
~ - ,,~'.
·'kJ
,~ o
j." ~ ~
1. Le
(;
r; A alborada la anunció la banda militar con el Himno
.....,;inl'asor para que la tropa despertara festiva, y supiera
~ por anticipado qlle la pólvora que iba á quemarse en
.....---'í~ lo'~~
:l ~
ese día memorable haría trepidar el suelo de la región
rlJ"i;, t'J' Occidental.
)-3'/;: (l K uestro campamento se hallaba muy próxi~o al
@.JI ~ puehlo de Alacranes (entonces Alfonso XII), en donde
~~, hahía pernoctado una de las columnas que custodiaban
11\~ la vía fcrrea de Unión d~ Reyes, punto éste de enlace
de las líneas de Matanzas y la Habana, y por con-
f';ig'lIiente, hase de .operaciones del ejército español porque desde
allí se vigilaban los límites de las dos provincias por el Sur, á
la vez que importantes fincas azucareras, especialmente las Cafías
y el Conchita, dos emporios de riqueza, no descombrados aún por la
tpa niveladora. Los e~pañolcs, que oyeron perfectamente nuestra
alboralla musical, se di~pllsil'ron á ejecutar una de guerra antes que
220 cnÓXICAS DE LA GUERRA.
levantáramos el campo, puesto que al despuntar el sol se hallaban ya
encima de nuestros centinelas, iniciando el debate con mucho calor.
Pero no habían sorprendido el campamento, como tal vez hubieron
de sospechar en los primeros instantes de aquella función pareial,
porque nuestra tropa estaba sohre las armas desde muy temprano,
y la vanguardia ya en camino, desfilando precisamente por las
inmediaciones del poblado del Estante para ir á explorar el ramal
que unía á Alacranes con uno de los ingenios mencionados. La
columna española no llegó á divisar nuestra vanguardia, toda vez
que no le opuso resistencia al acudir al l'itio del combate, ni pudo
evitar que algunos pelotones se metieran en el caserío y cargaran
con todo. Parapetada detnl.s de una cerca, y ganando terreno hasta
situarse sobre una de nuestras alas, hizo un fuego de fusilería muy
nutrido, evitando de ese modo que los escuadrones que lanzc) el
general Gómez á la carga desconcertaran su primera maniobra; pero
nuestra infantería, ocupando entonces uno de los caminos parnlelos al
balnarte que tenían los españoles, sostuvo con admirable tesón la
polémica, dirigiendo descargas muy certeras por compañías y por
secciones á la voz de mando de sus aguerridos oficiales, que supieron
imprimir todo el carácter de un fuego ordenado y terrible á la línea
de sus cazadores. Los hermanos Ducasses, que mandaban nuestra
infantería, debieron sentirse orgullosos ante la elocuente muestra
de instrucción militar que dahan sus soldados, firmes en su puesto,
rodilla en tierra, impetturbables, y cada vez llHl.S activos en el
manejo del fusil.
Bajo el amparo de tan sólido muro, nuestra impedimenta pudo
colocarse en lugar abrigado sin experimentar el menor quebrnnto, así
como toda la vanguardia, en la que iba el gencral Maceo, desandar el
trecho de camino para acudir oportunamente al campo de la acción,
tomar parte en ella y dccidirla con éxito evidente para nue~tras armas.
Flanqueando por la derecha las posic.iones del enemigo, logró descon-
certar su línea de fuego por este laelo, y con las llamas del caserío, en
dOlllle se metieran de sopetón alguuos grupos á cahallo, le advirtit')
(lue podía ser atacado por las espaldas. La caballería que sigllit) á
Gómez en la primera acometida, no lwrmancció quieta despu{~s de
aquel intento; corriósc hacia la izqllicnla, para imp(~dir que el centro
de la columna se interpusiera entre llIH'stra vanguardia y la infimtcría,
y con esa maniobra, prct'icrita por el General cn ,ide con cabal prcei:o;itlll,
no sólo se frustró. el couato (le los espaiioles, sino qllf~ puelieron darse la
mano las dos alas de cahall<'l'Í:I, casi eu el mismo lugar donde se allrilí
la pelen, ohligando al enemigo tí hatirse (~u rdir¡ub. 'Quetlabau to(1<n'Ía
LA CAMPA~A DE INVASIÓN. ~21
(m el campamento los generales Sánchez y Feria que iban en man~ha
)1:\111 Las Villas, pero que no tuvieron necesidad de gastar cartuchos,
por cuanto la columna espaiiola no intentó ningún otro reconocimiento
ni aun después de haber tomado uuestra división el camino de la
lfabana.
Este hecho de armas 10 sostuvo principalmente nuestra infantena,
(pie con su sólida instrucción supo ofender al adversario y escudarse tí.
~Il vez contra sus ataques: doble hábito que únicamente se adquien~
('on la observancia de.la disciplina, nervio y sostén de los ejércitos.
~ llestra infimtería experimentó relativamente muy pocas haja~, n n
muerto y diez heridos, á pesar de haber sostenido casi toda la acción
(~on notable ardimiento, y en cambio debió ocasionar muchas pérdidas
('11 las filas enemigas (1).
No era ya prohable qne tuviéramos nuevos encuentros en la
provincia de Matanzas, porque nos hallábamos en los límites del
territorio, y alluella columna era el destacamento mtls avanzado del
(~jército espaiiol que operaba al Sur del distrito. N o preparado
1fartínez Campos para hacer frente á la Invasión en la provincia de la
Habana; no creyendo que los jefes ele los rebeldes llevaran hasta allí
su arrogancia, sobre todo después del quebranto que acababan de
sufrir cn Calimete, cuyas noticias llegaron muy abultadas á la capitanía
gencral, veríase obligado á establecer una nueva base de operaciones
en elterritorio de la Habana, y aunque el transporte de las tropas podía
di.~ctuarse con bastante rapil1ez, utilizando las vías férreas del S orte y
(~l~ntro de la provincia que empalman en Güines, de cualquier modo
nuestra columna llevaba una jornada delantera. Pronto tendremos
ocasión de considerar sobre el teatro de los sucesos la nueva y
gravísima falta de previsión en que incurrió Martínez Campos,
l'iempre tan iluso, y l'iemprc incolllpctente para dirigir el cOIllplicat111
mecanismo ele una campaiia seria, para la cual se neceútaha actividad,
aplicación y grandes energías. Los hechos que vamos lí. refi.'rir en
hn~ve, demostranln de un modo incontrashblc que el fracaso del
('alHlillo cspaiiol fue el rt'snltado l{,¡.("ico de la fhIta de dichas cualidadf's,
de las tres en igual grado. Y no solnmentf' el curso ele esta lHlrraci(ín
('oIllprobará que ese príncijH' tlc la milicia española carecía de dotps
para el mando de un f'ireito, de adivi(lad, de pf'ricia y de nervio para
[1] Xo fllVilllo~ (H'a~i'Jn .1" 1",,1' t'1 parf(' .1t' los pspanol ..s; IlPro lus r'n¡nicn8 d,' Ir¡
!/"crl'fl 'lll" 1'IlLli",í El Piflora, ,11' la HaLalla. al "itar 1'1 (·oll1"al .. ,1,,1 Estante, di('ell (lile
la "Ollllllll:l fllVO dos ofil'ial,'s y "llafl'o soj<l'll!OS JllIll'rtos y llU onl'ial y dil'z soldados lH'ridos.
2')')
-~ CHÚ~ICAS DE LA GUEHRA.
haccrse obedecer, sino que al verse fracasado, como él mismo dijo,
llevó la altanería de su canlcter al extremo de acoger con desdén un
mensaje del general Gómez, dando por toda respuesta la evasiva de que
110 hahía comprendido el texto de la carta, para que no hubiera ya
t¡~rlUillos de conciliación entre espaíioles y cubanos, y él pudiera
df'l'quitarse de sus desventuras con el cuadro de una guerra feroz, que
hahrÍa de traer irremisiblemente el desastre del imperio colonial de
España. Nos referimos á la carta que dirigió ~H.ximo Gómez á
)lartínez Campos y ,que le fue entregada personalmente por el seíior
Pulido, hacendado de Y uelta-Abajo; documento bastante conocido
porque de él habló después Martínez Campos en las Cortes españolas
y algunos periódicos lo insertaron, aunque no con cabal exactitud,
esto es, t.al cómo lo escribió el general Gómez, motivo por el cual
lTcemos de oportunidad transcribirlo al pie de la letra:
AL SH. GENERAL ARSEKlO MARTÍNEZ CAMPOS.
Ingenio San Antonio, Enero de 1896.
¿Por qué esta gran fl/uTra nueva? Porque la ha provocado una
dolorol'iu -ingratitud vieja. Por una injusticia indiscutible.
Con esta consideraóón real é histórica, 1/0S encontramos muchos
¡¡(JIn1m's y grandes intereses, unos enfrente de otros.
Lct Isla de Cuba está perdida para Espajia, como nación nueva iI
dominada. Cuba quiere erfluirse como todas las demás de América;
pero no creo que estará perdida para Espajia, que es la que debe
conceder y adquirir desde l/wgo el noble y delicaelo derecho á su
gmtitlld eterna.
Xo nuís sangre, Gel/cral; l/O más tea. EspaFia es y será siellljJrt'
/a resJ!0nsable de talltos desastres.
Puede Vd. hacer 1Il/u'ho en fa/}or de ambos pueblos, porque es rl
,ill ico (que yo entiendo) q/w cOlI/prende lct ",itllación insostenible pa m
J,Td., tall honrado COII/O patriota, (no hablo del mlor); y por lo tantn,
de lo inútil que son sus esfucrzos y sacrificios combatiendo á las huestes
libertadoras, resueltas á no cejar un. punto hasta realizar sus propósito.';.
Es un tiempo prerioso de salvarse Esparia en América, St piensa
.'1 concedc; de lo contrario, fUCllO y sangre es lo que nos mal/da el decoro
.11 l'l /ronor, yeso ]wrcmos.
El estilo, atll/fjUC rfulo, pero sincero, del soldado, es el que 111·1)('
l'I/llIlrar al soldado, del ('//al SI' s//scribe atel/to serridor,
.1Lf XIJlO G ()JIEZ.
LA CA~IPA~A DE I~VASIÚ~.
Tal decía la carta que )IartÍnez Campos acogió con olímpico
desdén, dándole una respuesta ambigua que no recibió oportunall1ellt(~
el general Gómez (1).
El día 1? de Enero acampaba nuestra hueste en las cercanías
de Nueva Paz (te~t()rio de la Habana). Bajo auspicios bien ri~l1eiios
alboreaba el año 18% (¡SU final sería de triste y eterna memoria
para Cuba!).
Como en las grandes pohlaciones es siempre más fácil concertar
una conspiración, por mucha qne sea la vigilancia de la policía, el
comité revolucionario que funcionnba en la capital de la Isla desde
que se iniciaron los trabajos separatistas, en la época de Martí, pudo
allegar recursos de guerra y establecer ramificaciones por toda la
región occidental, en atención 11 que la juventud habanera ahraz{¡
con fervor la causa de la independencia y puso al servicio de la jl1llta
todas sus energías y entusiasmos. Los jóvenes más elegantl'~ P
ilustrados, los que más brillaban por su linaje y posición social,
conspiraban abiertamente en los sitios públicos y donde quicra que
se reunían: en las salas de armas, en los casinos, en el claustro
universitario, en las academias y en los salones aristocráticos. Casi
todos ellos, junto al florete de la esgrima, tenían el inachete de cruz.
y el relámpago de catorce tiros; al lacIo del smokin ó del frac
pulquérrimo, la tosca indumentaria del mambi. El entusiasmo era
mmenso.
La Acera del Louvre era nn hervidero á la salida de los teatros:
allí se comentaban con· gran calor los sncesos de actualidad; se
cotizaban, por decirlo aSÍ, como los valores públicos en el b()I~Ín, las
últimas noticias del interior y del exterior, siempre favorables en
opinión de aquella ju,"entud alegre, pero ansiosa de correr al
campo de batalla. Cllahluicr cOll1i~ionac1o de provincias que pasaba
(1) El general Ma('('n no tuvo la IIlPnor participación eu e! hecho, y e~ IIllí~. duo
á conocer la carta cumulo el jefe de E~tado )[nyor (el autor de estas CHÚSI(''\S). 11'
mostr6 una copia literal del documeuto, (pte le eutregó el propio g'eIH'ral (~("IIlPZ. La
(".arta estaba ya en poder de Mlll'tfuez Campos. A Mareo le di~gustó la forma d,'1
meDsaje, su redacción, porl),ue temía l),ue ~lartínez Campos viera ('U algunas frasp~ el
d.'seo de solicitar una negociación para obtpner la paz; soliritud que para el ca mI ill o
oriental, única y exclusivamente podía areptarse partieudo de 108 españoles. y dpjaIHlo
1.ien detenninado, por supue~to, l),ue el Rrllli~ticio era la uase preliminar para ,,1
l"l~conocilDiento de la illl1<'pendeneia de Cul.a; y I1I1U así, )Iaceo huhiera pedido la !!arantía
sohnnne de otra uación. De ahí (ltlp, dp8j111Í'S de! 1!101llpUt'lUpO di~gllsto l),UP I'p¡'ihi(", al
cutcrarsc de 111 carta d., (:,"lIlpZ, le ~ati"fizo 1,1 ~ilenciu de )Iartíupz Campos.
CRÚ~ICAS DE LA. GUERRA.
á la capital á cambiar impresiones con el comité director, era objeto
de una investigación minuciosa por parte de los concurrentes á la
Acera y se le colmaba de atenciunes al conocerse la misión que le
había traído á la ciudad. Sonaban á veces bofetadas y se concertaban
duelos á muerte, motivados generalmente por cualquier frmw
epigramática, vertida en público por los voceros del partido español
(que los había también bravos y espadachines), pero que nunca.
dejaron sin escarmiento los gallardos jóvenes de la Acera, que habían
convertido el elegante pasadizo en otro cuarto de banderas, donde se
guarda, incólume, el honor de las armas. El sport, entonces muy
en boga, la equitación, el gimnasio y la esgrima, á cuyos ejercicios
consagraban la mayor parte del tiempo, era el aprendizaje para los
hábitos mús rudos de la profesión militar. Como es consiguiente, la
histórica Acera llegó tí transformarse en un sitio peligroso para los
españoles netos, y más aún para los cubanos que se honraban con el
dicterio de austriacantcs, ohjeto de mayor encono. La policía estaba
muy alerta, no para impedir los lances personales que allí surgían
por cualquier quid pro quo, sino para tomar nota del motivo de lit
riña y de la filiación de los provocadores, viendo en cada uno de ello!"
un soldado de la Revolución, un conspirador resuelto contra la
soberanía de España. En los últimos meses de 1894, cuando se
conspiraba abiertamente y casi con impunidad, la Acera del Louvrc
era el verdadero foco de la fermentación separatista: se respiraba alli
una atmósfera caldeada por el fup.go de las pasiones políticas; los
concurrentes ostentaban el aire del conjurado que, en espera de la
consigna, revela en sns movimientos y en sus palabras la agitación
interior y el deseo vehemente de apresurar la hora.
El general.Julio Sanguily, jefc designauo para el pronunciamiento
de la Habana, podía arrastrar á los cxaltados patriotas y dar con ellos
UII atrevido golpe de mano en la misma población. Presentándcoí'
en la Acera, en aditud marcial, todos los conspiradores se hu bieran
marchado en pos de él, á la manera que un regimiellto seducido por
la presencia de su cauuillo se lanza á la calle para proclamar un
lluevo orden de cosas. Sanguily gozaba de grandes prestigios e1l la
Habana: era allí una halldera.
La prisión de este revolucionario el mismo día 2-1 de Febrero,
fecha marcada por la junta para el alzamiento general, fue la ola fría
que apagó el entusiasmo de los más fogosos, tanto más cuanto que
coincidió con la detellción de Aguirre, lugartcnicnte de dicho caudillo,
y con el fracaso de 1barra, en donde huho de acogerse á indulto,
para no perecer asesinado, el hombre que dirigía la conspiración ell
LA CAMPA~A DE INVASIÓN. 225
toda la Isla: Juan Gualberto GÓrnez. De ello supo aprovecharse el
gobernante español, proclamando la ley de orden público y adoptando
otras medidas de rigor. El golpe dado por el general Calleja no
podía ser más certero: los jefes militares de la suhlevación, eran, en
la Habana, Sanguily y Aguirre¡ encarcelados ambos, y con ellos,
poco después, el delegado de Martí (Juan Gualberto Gómez), contra
quien se extremaron á una conservadores y autonomistas, no hemos
de culpar sino á la falta de experiencia de los conjurados que no se
hubiesen lanzado al campo sin dilación en los momentos oportunos (1).
Ello no resultaría ahora si estuviéramos en vísperas de otro pronuncia-
miento contra el actual estado de cosa.s; cualquier subalterno, al faltar
el jefe principal, tomaría el mando de la gente comprometida y la
haría marchar con la prontitud de una tropa acostumbrada á todos los
azares de la guerra. Al verse aislados los conspiradores, sin el capitán
que debía conducirlos al terreno de la acción, ignorando los más de
ellos los resortes ocultos de la labor revolucionaria y desde luego las
muchas ramificaciones que tenía en Occidente, se encontraron poco
menos que sorprendidos por la "mano de la desgracia, y bajo la terrible
Ilospecha de que las autoridades españolas conocían toda la maquinación,
no pensaran sino en ponerse á salvo de las pesquisas de la policía, que,
como es consiguiente, desplegó todo el severo aparato que era de rigor
en aquellas circunstancias, esmerándose en aparecer perfectamente
instruída de lo más recóndito de la trama. Vieron en aquel inopinado
suceso un infortunio de canicier irremediable, no lo que era en realidad,
uno de tantos accidentes frecllentísill10s en las sublevaciones populares.
Bajo la sombría d~sespemción que suelen ocasionar esos percance¡¡¡ en
los homhres no habituados á la lucha, algunos aceptaron la capitulación
que les fue ofrecida por las autoridades eS¡lllíiolas, como único recurso
de salvar la existencia de asechanzas inevitahles; otros, tomaron pasa-
pm1:e para el extranjero con el deliberado propí):3ito de volver ..11
[1] Los hombres mós importantes del partitio antonomista, como Gálvez, Fernández
de Castro y Montoro, que sentían odio profundo por Juan Gualberto Gómez, no dejaron
do infiuír en el ánimo del general Calleja paro. que adoptara la resoluci6n de pren-
derlo y ordenar la fonnación del proceso, que lo llevó después al presidio. No
8atisfechos del todo, durante el mando de Martínez Campos, pretendieron que fueso
fllllilado; y era. tal la insistencia de dichos personajes que aquella autoridad hubo de
exclamar: "j Pero hasta cuándo, sellores!: ¡, todavía quieren ustedes mayor castigo para
ese hombre!"
El g/1Oeml Calleja cometió una felonía con el sellor Gómez, pero los instigadores de
ella fueron los personajes de la junta central autonomista.
..
CRÓNICAS DE LA GUERRA.
Cuha en la primera expedición que allí se organizara, y los dermis
permanecieron ocultos en espera de oportunidad propicia que leR
permitiera dar solemne testimonio de su fidelidad á la causa de la
Revolución. Todos acudieron al campo del honor y de la lucha
~Il\ngrienta, en donde emularon con los más valerosos soldados y
eNlTibieron páginas inmortales de const mcia y heroísmo. AquellO(;
júvcnes que más brillaban en la sociedad habanera, les veremos, en el
curso de esta verídica narración, trepar casi descalzos por las agriatl
cuestas del Pinar, con el fusil al hombro y el macuto vacío de
provisiones; de soldados de Maceo; les veremos en el teatro de Oriente
l:Omhatiendo al lado de Calixto García, de Rabí y de Menocal; en
Las Villas con Gómez, en Matanzas con Lacret, en Camagüey con
Vega y con Lope Recio, en la Habana con Aguirre; en todas partclol
con tesón y heroísmo insuperables. ¡Así sucumbieron, diseminadolol
p"r to<1o el país!; éste en el camino de Bayamo, aquél en la calzada df'
Paso Real; ése en el Rubí, esotro en la Ciénaga; algunos en la ribera
del Canto, otros en las vertientes de Bahía-Honda. No hay revelaciún
lJIás explícita que la de la muerte.
Por virtud de la medida dictada contra el general Sanguily, y
que este caudillo no pudo evitar poniéndose á salvo, puesto que St~
habían tomado desde el día antes todas las precauciones del caso
¡um que no se evadiera de la capital, el pronunciamiento de la
Hahana fracasó el 24 de Febrero, y por consecuencia de ello S(~
propagó la ola del pesimismo á las regiones más occidentales de la
Isla, en las que existían focos de conspiración con elementos bastantes
á encender la discordia de la guerra y mantenerla con vigor.
La provincia de Pinar del Río debía secundar el movimiento
insurreccional, de igual suerte que el distrito de Matanzas. La
RevolucióQ hubiera tomado sin duda gran incremento desde 1m'!
primeros dÍa.s con el concurso de las comn.rcas occidentales, porque
extendida por todo el país la hostilidad contra el gohierno español y
hallándose éste muy desprevenido en aquella f(~cha, no huhiera
atinado dónde acudir primero á sofocar la rebelión, y no sién<1ole
posible efectuarlo con éxito en las distintas regiones sublevada:"
ocioso es indicar el auge y consistencia material que habrían adquiridu
las armas insurgentes antes de que llegaran los refuer1.os de la
metrópoli. La historia tiene, pues, que consignar la falta de previsiún
en que incurrió el comité central revolucionario esperando la hora
erítica para que salieran de la población los jeff~S del movimientu,
si es que se advertían señales de alarma en las. esferas oficialf's,
(que en ese caso la lllltieipaciónjamás producil"¡í el funesto resultad..
r
LA CAMPA~A OE INVASIÓN. 227
que irrogan hl!~ diluciones ó la e8pera puntual de la hora deter-
minuda); pero la historia, siendo justa y sincera, tampoco ha de
hncer re8ponsahle de la dilación al general Sanguily, porque ni él
pudia ya evitar el día 23 ele Febrero que fuese reducido á prisión,
ni como caudillo militar del pronunciamiento dehía salir solu antes
de la hora marrada por la junta, si con él no se salvablln los
hombres más comprometidos. Entonces la maledicencia se hubiem
('('hado en 1.'11 reputación de utro modo distinto del que 10 hizo,
mancomunada rOIl la calumnia, por haber soportado valerosamente
In advert:idatl implacable. Los poderusos enemigos que tenía est~
hiznrro militar no habían de dar tregua á las armas de la difamación
en ninguno de los dos casos, ni cabía e8perar de la índole humana,
~iempre propensa á creer lo mos inverosímil si redunda en daño del
prójimo, que dejara de abonar el campo de la maledicencia con algún
pensamiento ruín ó pecaminoso; aun cuando el ilustre reo lo fue~e
también de muerte. El general Sanguily vivió, pues, desolado en
e"trecha prisión durante largos meses, que á él debieron parecerle
l'Iiglos, y no pagol) con la vida su firme adhesión á la causa de Cuba,
. I")r su condición de iuíbdito americano; de lo contrario, hubiera caído
como tantos otros dentro del foso de Los Laureles, arcabuceado por
los 8iniestro~ ejecutores de Weyler. Condenado á cadena perpetua
por el delito de rehelión, en el proceso que se le instruyó aparece
probado que el día 22 de Febrero recibió la visita de Antonio López
Coloma, quien pasó á la Habana á recibir órdenes é instrucciones de
Hanguily para el levantamiento del día 24; que preso López Coloma
por fuerzaR del ejéreito español, ya levantado en armas, se le encontró
IIl1a carta de HUllgllily al doctor Betancourt (el hoy General de este
I:OInhre), en la qne le decía que se apresurase á conseguirle los 2.500
pc':,os ofrecido~, porqlle se hallaha en una situación muy precaria, al ex-
tn~nw de que tellía empeñados el revólver y el machete: resultó prohado
cI"e Sanguily em uno de los principales promovedores del alzamiento y
cllle como jefe militar otorgaba nombramientos de oficiales; que fue
f(·ducido á prisi,m en las primeras horas de la mañana del día 24, fecha
st'fialada para el levantamiento, esmerándose, por lo tanto, en detenui-
llar la rel!lponsahilidad del procesado á fin de que no escapara á la pena
illmediata á la de muerte, ya que ésta no pudieron aplicársela por la
mmlición de su ciudadanía, y después, en la época de Weyler, por la
vigilancia que ~jerció el Cónsul general de los Estados Unidos para
evitar un nuevo asesinato. No hemos pretendido hacer la apología del
general Srin~uily; ~"Io nos hemoR inspirado en el móvil de rendir trihuto
á la verdad histc)riea y ver colmado el noble deseo de publicarla.
CRONICA8 DE LA GUERRA.
Con las medidas de precaución que adoptó la autoridad militar
para impedir cualquier otro conato se.paratista, el desaliento se extendió
por las dos regiones occidentales con la rapidez que se propagan 1m;;
cosas tristes, y aunque algunos hombres animosos trataron de
levantar la bandera de la insurrección, saliendo al campo á reclutar
par~1.1es, no hallaron eco en el país: los mlls de ellos, al volver de
su excursión desventurada, obtuvieron domicilio provisional en las
f()rtalezas del Morro y más t.arde en los presidios de África, con el
carácter de perpetuo, no faltando alguno que pagara con la vida su
temerario arrojo. Ot.ras circunstancias contribuyeron á agravar el
abatimiento en la opinión separatista, y fue la más principal, la
Iwtoria complicidad de la junta autonomista con los gobernantes
t'spañoles; á quienes ilustró con sus consejos y más de una vez con
sus denuncias, procurando por todos los medios alevosos ahogar el
sentimiento cubano con la efusión placentera que pudieran hacerlo
las furias vengadoras del integrismo. Durante largo tiempo el espíritu
púhlico de e8tas regiones aparece supeditado á la nociva influencia
del directorio autonomista, que puso en juego todas las malas artes
de su ingenio para matar la rebelión y ganarse de esa manera el
valimiento oficial. Los hombres puros que aún quedan en el país,
se ven obligados á renunciar á sus propósitos de sublevación en el
territorio de Occidente, mientras dominen en las esferas oficiales los
personajes funestos que tienen en sus manos la libertad y la vida de
los conspiradores; dirigen todos sus miradas hacia Oriente, para que
de allí venga la irrupción apetecida, el mícleo fuerte, el socorro
eficaz y el castigo de los traidores [1].
Pero alborea el año de 1896, y la Habana despierta con las bélicas
Ilotas del Himno Invasor; ya Maceo galopa por las riberas del
Almendares. Occidente asistirá á las mayores proezas del caudillo
oriental y recogerá más tarde su cadáver.
(1) Al esc\'ibir hoy estas líneas, después de \lna gnerra tan eSJlantosa, despu(;", dE'
tan crueles vicisitudes por que ha atravesado el país, hemos de reconocer que la
Revolución no ha sido ni terrible ni regeneradora: Jlorquc ha dpjado en pie tronco!'
malditos, que vuelven tÍ ephar tallos y que en bren> producirlÍH frutl.", dc perdición.
J:J:.
EN MARCHA POR LA HABANA. - EXTRANA ACTITUD DE UNA
COLUMNA. - OCUPACIÓN DE GUARA Y MELENA DEL SUR.
- LA PROVINCIA EN ESTADO DE GUERRA.
(2 y 3 DE ENERO)
~
~ • ~ S 1 hasta ahora: hemo~ presenciado episodios famosos,
~ "'~f:JJ ~~" - proezas insignes y jornadas militares de inmenso valor,
t1:J1 ~ que pocas veces repetirá la historia de ningún pueblo;
::'tí> sucesos, pues, extraordinarios, cuya narraciím ha causado
asombro en el mismo cronista,' á pesar de haber sido
testigo de casi todos ellos, del nuevo cuadro que nos
toca describir pudiera decirse que era un invento
caprichoso del narrador, una composición novelesca
urdida con las patrañas de héroes apócrifos, si no
fuera de una realidad histórica comprobada y todo el relato rigurosa-
mente auténtico. Porque, i,cómo no ha de rayar en lo inconcebible la
ejecución de una empresa militar bajo todos los aspectos irrealizable1
¡,Cómo no ha de sorprender la realización de una obra que á todas
luces parecía imposihle de acometed iQuién que conozca la provincia
de la Habana, sus medios de defensa, la gran densidad de su población,
y esté en antecedentes de los formidables recursos que tenía allí
acumulados el jefe del ejército español, podrá creer que las hue~tes
insurgentes se atrevieran á penetrar en ese territorio, atravesarlo de
IIUO ¿í otro confín, ocupar pueblos de importancia, desarmar guarni-
ciones, amenazar la capital en s{¡n de burla y obligar á MartÍnez
Campos á encastillarse en las fortalezas inexpugnables del Morro; y
230 LA ('A~IPA~A DE IXVASJ(¡N.
aumentando el desórden en aquella cabeza insegnra, hacerle adoptar
la resolución de emplazar baterías en las calles y ramblas de la
ciudad para defender el palacio de la Capitanía General y las depen-
dencias á él anexas' i,No es un hecho inaudito, inconcebible, que la
posteridad podría tener por novelesco, si la llistoría no se cuidara de
narrarlo con todos los pormenores, y de comprobarlo además con lo~
documentos oficiales del partido opositor! ____ El sencillo relato 'lue
"amos á exponer en estas páginas, no danluua idea cahal de la empreim
militar; pero sí fijará los hechos tal como sucedieron y revelanl
algunos detalles interesantes, que acaso iúvan algllll día al verdadero
historiador de nuestra8 luchas por la independe!Jcia.
Puesta en marcha nuestra columna al amanecer del día 2, deslle
el campamento de Bagaez, cercanías de Nueva Paz, pasamos á tiro dt'
fusil de esta población, primera que se encuentra en la línea férrea
de Güines á Matanzas, yendo hacia la Habana. Coutaba Xlleva Pnz
con destacamento de tropa regular, además de los volulltarios, y' en
los momentos de cruzar nuestra columna por allí, llegaba la hrigada
de Aldecoa, procedente d~ la zona de Unión de Reyes, donde se
ventiló la acción del Estante. Nos tocó después explorar el pueblo
de San Nicolás y v'\rios caseríos limítrofes, de los que salió buen
tropel de gente á saludarnos, alistándose gran parte de ella en nuestras
filas. Los dueños de los ingenios, así como el vecindario de las
COmlll"CaS recorridas, quedábanse absortos al vernos cruzar por aquellos
dominios españoles, no visitados jamás por las armas cubanas.
A!gUJ:os dudnhull, en la impresión de la sorpresa, de que fuesen
C"'IIlI'Z y ~1ncco los que ihan al frente de la caballería insurrecta:
!il IJl\':i~;{l\l le¡; pnrecía un 8ueño. En el camino de San Nicolás á
Giiille~ parUlIlOS á nn lwcendado--que dijo ser un conde-que iba
para la capital huyendo de la quema: entre alarmado y confuso, lc
pregulltú al general Gúmcz si podría dar la noticia de nue8tro pa¡;:o
p:n" aquel lugar, esto ('1', de que él, Cll lwrs:mll, ~al)ía vi~~o lo má:-:
hrillante de la illsurrecciúnj cont.e~hln(101e nue~tro c:lUdillo que IllUY
pr.ll1to las llamaradas del incendio se ve Ían desde el palaeio de h
Capitauía Gencral. A b.mdcras de~plega:las avanzaba la Revolución
por los sciiorÍos fplllbles de los espaiiole,:.
. Lns fucrza¡; que ('uhrÍan el flallco derecho se apoderaron del
easC'rÍo de L,lS Ve~n~, de~armando el destacamento, que se rindió ¿l
la primera lutilllaci{lI1; y dllranfe todo el trayecto, desde Nueva Paz
bll:,ta las inlUe<1iaciollcioi de Giiiues, la g'cnte cargó el saco en las
calltin118 de los ingenios que se hallahan hit'n provistas de comestibles.
Se requisnroll adcuHís llludlOS cuhal~os, a:"mUmelltos de huen USO)-
CRÚ~ICAS DE LA GUERRA. 231
otros pertrecbos de guerra. Toda la tropa contentísima de hallarse
en la Habana.
La noticia de nuestra excursión debió llegar el mismo día á la
eapital, puesto que los trenes de p:lsajeros transitab:m libremente y
todo el vecindario de la comarca de Güines se enteró de nuestra
ruta, bien evidente pur utra parte con la ola de fuego que se levantaba
á nuestro paso.
Acampamos en una colonia del central Providencia, á legua y
media de Güines. Horas antes babía ocupado el batey de esta
finca una columna que llegó á Güines, procedente también de
llatanzas, se~ún informes que nos dio el vecindario, agregando que
era la brigada de GarcÍa Navarro. Teníamos, pues, dos columnas
en la líne!l terrea más próxima; la de Aldecoa á nuestra retaguardia,
y la de GarcÍa Navarro sobre nuestro flanco derecho. Durante el
resto de la noche llegaron más tropas á Güines: la brigada de
Echagiie. Era, pues, de esperar un choque con la columna que se
hallaba acuartelada en el ingenio Providencia, y para el efecto se
refiJrzaron las guardias que vigilaban el camino de dicha hacienda,
con la orden de que, al quebrar el día, el puesto más avanzado se
aproximase lo más posible al batey, noticiando á tiros la salida de los
españoles.
Eran m,ls de las siete de la mañana (día 3) y la columna que
pernoctó en Providencia permanecía aún allí, poniéndose tal vez al
habla con la de Güines para operar en combinación, ó en espera
de órdenes estrictas de la Capitanía General, con la que podía
comunicarse perfectamente por la línea telegráfica y por los espejos
de señales. En tanto, nuestra columna se puso en camino porque
interesaba cuanto antes cruzar el terreno cenagoso de Mayabeque, y
si era posible, sin la hostilidad de aquella fuerza española. Sin
embargo, nuestra retaguardia hubo de contener un avance de frente
Ilue inició una infantería numerosa, no sabemos si Rerteneciente á la
brigada de GarcÍa ~avarro (por lo que luego se dira), y poco después
lluestra ala derecha sostenía escaramuzas con las vanguardias de dos
columnas; pero no se interrumpió nuestra marcha para empeñar
combate más formal, porque los prácticos aseguraban que nos quedaba
un trecho considerable de camino muy malo para la caballería, y que
una, por lo menos, de las dos columnas españolas, podía situársenos
lí val1guardia, antes que nosotros hubiésemos franqueado el terreno más
eel1agllSO. Así, en efeeto, re:olultó; al desembocar nuestros exploradores
en la llanura que habían indicado los prácticos, acertaron á divisar _
ulgulIos grnpus enemigos en las inmediaciones del central Teresa, que
232 LA CAMPARA DE INVASIÓN.
se alzaba á nuestra izquierda, pero muy cerca del camino que nuestm
columna llevaba. Al poco rato viéronse nuevos grupos junto á la~
fábricas de la finca, y varias acémilas en uno de los cañaverale:,;
indudablemente era llna de las columnas con las que habíamos tenido
fuego y que en aquellos momentos llegaba al ingenio Teresa para
disputarnos el paso. La situación prescntaba muy feo cariz; em crítica
y difícil de resolver con éxito favorable para nuestras armas. ~o
hahía más que un solo pasadizo, sumanwnte estrecho, por dondt~
pudieran salvarsc las acequias que rodean el central mCllcionado (un
endehle puente de tablas de palma), y no habiendo otro sitio más
accesible, por allí hubo de cruzar toda nuestra caballería, para no
atascarse p.n los trampales del río Mayabeque, qne se derrama por
aquella llanura; y siempre á la vista del ingenio Teresa cuyas f.:-íhricas
de sillería, á modo de ciudadela murada, ofrecían magnífico parapeto
á los españoles. Pero se repitió el hecho singular de la función de
Calimete, en su tercer acto: el enemigo permaneció quieto, impasible,
comertiuo en espectador atónito ue aquel pasaje, y dicho se está qlH~
nos libramos de un serio contratiempo. De no haber cruzado por allí,
no nos quedaba otro recurso que retroceder por el camino que
traíamos, ó por otros lugares mucho más difícilcs de andar, y de todos
modos uemostrnción palmaria de debilidad ó de temor enfrente del
enemigo. De ahí que el general Maceo, que nunca le dio la espalda
al adversario, se echase con intrepidez á cubrir el lado más peligroso,
resuelto á jugarse el todo por el touo al primer anuncio de la tormenta.
Tan pronto nuestra columna hubo efeduado el difícil paf'ajP,
operación que retardó nUls de una hora, se les pegó fUf'go á lo/'i
cañaveralcs del ingenio Teresa, interponiéndose, á los pocos minutos,
entre la columna enemiga y la nuestra, un embravecido mar dB
llamas, para aquélla inabordable. La actitud de esa tropa flU' ell
veruad ineomprensible; ni cntonces, ni después, ni l1UIlea, hen)(l~
llegado ~l atinar cuál sería el propósito ue su jefe al permUlH'eer
inmóvil durante nuestro paso por un endeble puente de tablas,
ofreciendo blanco seguro á los fusiles de sus soldados. 1\ os dijeron
UIlOS colon(¡s que aquclla mañana había llegado una columna, proce-
dente de Giiincs, la cuál, seglín versiones dc los mismos ::o1Oldados,
estaba mandada por el general GarcÍa Navarro: ó éste ó Suárez Valdés;
UIlO de los dos, por ignal famosos.
Sin nucvas peripecias, continuó la marcha en línea paralela al
ferrocarril de G üincs. U no de nuestros destacamentós se apoden)
- de Guara, puchlo situado en la línea férrea de Güines, poco dcspu{'s
ue haber cruzado por allí una columna hacia el Oestc. En Guara se
CRÓNICAS DE LA Gl1EUUA. 23.1
cogieron annllS y pertrechos, caballos y provisiones de boca. Ordenó
el Cuartel general que se intimara la rendición al pueblo de MPlena
del Sur, situado en la misma vía férrea, operación que efectuaron los
.·scuadrones de Oriente con éxito cabal. Entre los dos poblados ¡;;t~
('ogieron 80 fusiles y 1,500 cúpsulas. Tamhién se rcquisaron durante
el t.rayecto y dent.ro de los pueblos mencionados, unos 300 caballos
eon buenos equipos. Si aparece tan exiguo el mímero de municioncs
mn relación al de armamentos apresados, d¡'bese á que nllestras
tropas, por un egoísmo disculpable, ocultaban la verdad tmtándose
de pertrechos de guerra, y nosotros, á fuer dl' veraces, sólo consigna-
1II0S las cifras que constan en el archivo.
La ocupación de Melena del Sur, por la importancia comercial
d.. la localidad y los medios "de defensa con que cont.aba para hacer
frente al invasor, debió causar pánico profundo en los demás caserÍol'l
(:omarcanos, puesto que empezaron á emigrar los vecinos m¡ís
influyentes, buscando momeutáneo refugio en las poblaciones mejor
tiH-tificadas, para tomar al día siguiente el camino de la capital,
difundiendo entretanto la alarma por todo el trayecto. La calzada
de Güines á la Habana estaba llena de vehículos que transport.aban
tilluilias emigrantes y á no lXlcOS defElnsores de la integridad del.
tf~rritorio, miembros del Benemérito Instituto de Voluntarios, que de
Imén grado hubieran renunciado para siempre á sus charreteras y
Im:'.añas de Real Orden, con tal de poseer en aquellos momentos un
~mlvoconducto de Bermúdez, qne, con alglll.ta tropa y la gente que
levantó á su paso, había ocupado la carretera)' examinaba á t.odoil
llls viajeros que iban de mudada (1).
(1) He aquí algunos de 1011 partell dI' }fartínpz rampOll que trlL8miti6 al Madrid AII
1lI11udlos días.
Habana 2.-InterrulllpidaH cOlllunir.acionell f¡'rroviaria.. y tt'légrafos por diferente.
I'"rtt's.
Esta noche mataron á un celador de ferrocarril ¡f hiri¡'ron á dOll obreroll de los r¡ue
¡han á componer la vía del ramal de Cabt'za.
Entró en la provincia de la Habana la vanguardia de ~fll.('.eo.
Haciendo esfuerzos las columnaH se aprovedlan vías férreas estable¡,jdas, y estáu
.ituadas:
Echagüe en GniuPII.
Valdés al Sur de Melena.
~nvarro al Oeste de Gllinos.
Aldecoa en Nueva Paz.
Galvis y Segura persiguen t'nellligo.
LA CAMPA~A DE IXVASIÓX.
"r.!",~ "Cll'ut
El día 3 llegamos á Xovo, punto inmediato al ferrocarril de
Batabanó, sin haber encontrado mis hostilidad que los ligeros tiroteotl
que sostuvimos en las primeras horas de la mañana.
~fartínez Campos acababa de publicar el siguiente bando:
"Habiendo aparecido partidas armadas en las provincias de la
Habana y Pinar del Río y llegado el caso á que se refieren los
artículos 12 y 13 de la ley de Orden Público, de 23 de Abril dt:: uno,
en uso de mis facultades, vengo en decretar lo siguiente:
Artículo 1? Quedan declarados en estado de guerra los territo-
rios de las provincias de la Habana y Pinar del Río.
Artículo 2? Las autoridades civiles de las citadas proYincias
eontinuarán fuacionando en los asuntos propi08 de sus atribuciones,
que no se refieran al orden público, .reservando, no obstante, á la
jurisdicción de Guerrn el conocimiento de todos los asuntos criminales
y los demás en que yo considerase conveniente entender.-Habana, 2
de Enero de 1896.-Arscnio ~Iartínez de Campos.
Luque y batallón de infantería de }larina camino de Júcaro.
Prats en Ceiba Mocha.
Se hacen marchas nocturnas, pero enemigo rehuye todo combate. Va rodeatlu cit'
exploradores que queman todos los campos y destruyen casas, poblados y rstaciones.
Sigo sacando fuerzas de Santiago, Manzanillo, Sancti Spíritus y Villas.
Enemigo entretiene detrás de las cercas á columnas que no tienen artiUería.-Campoll.
Habana 4.-Insnrrectos atravesaron ferrocarril Bataban6, cerca de Pozo Redondu.
~o me dijo esta manana qne vanguardia Echagüe tenía fuego; pero han cortado telégrar..
y no tengo más noticias. Siguen eludiendo encuentros los insurrectos. Ayer tarde
pasaron por Guara, media hora despu~s de Echagüe. Vald~s fue á Madruga y Prats R
San Jos~ de las Lajas, y Luque sale hoy de Rinc6u, tratando de atajar marcha rebeld(·Il.
-Campos.
Los telegramas particulares, revisados por la censura, decían:
Habana 3.-EI enemigo lliguc avanzando por las líneas del Xorte y del Rur d.. IJl.
IJl'Oviucia de la Habana.
Xumerosa fuerza separatista se halla en San Jusé de las Lajas, pueblo sitUlulo 1\
u nos 29 kilometros de la Habana.
Virnen destruy~udolo todo.
Incendian las estaciones de las líncas férreas.
Tambi~n hay partidas en Guara, localidad situada en la parte 8ur de la proviul"ia. R
IllIOS 37 kilometros de la Habana.
Hay asimismo fuerzas insurrectas en Melena del Sur, pucblo situado al ~lIr lit'
G ¡jines, entre esta localida·l y la cnsta, no lejos de Batallan6.
En los t~rminos de Melena y Güines, los insurrectos han in('cndiado varios illg(·lIi.. ~.
pntre otros los llamados Prol'idl!ncia, Merceditas y Nombre de Dio~.
Llegan á la Habana IlU1IIerosas familias de los pncbll)s inm('(\iatos huyendu.
CRÓNICAS DE LA GUERRA. 235
Por el hando del Capitán General supimos que el territorio de
Pinar elel Río se hallaba también revuelto.
Con la proclamación de la ley marcial, y ardiendo ya la guerra en
las dos provincias occidentales, se demostraba ante el mundo entero
la nnlidad de las armas españolas para detener la marcha del invasor,
clue acababa de ofrecer el más patente testimonio de su empuje
clavando la bandera de Yara en el centro mismo del imperio colonial.
El fracaso era tan evidente, á los ojos de los españoles, como la
terrible imagen de la insignia insurrecta que ondeaba victoriosa por
los campos sagrados de la lealtad, nunca hasta entonces testigos de
semejante irrisión. Asimismo se comprobaba que eran triunfos
ilusorios los que habían obtenido el Pacificador y sus émulos; derrotas
imaginarias las ql1C en todas las funciones de guerra habían propinado
1\ la hueste invasora, de la cual, á ser verdad el guarismo de las b~jas
ocasionadus por los hatallones de Martínez Campos, no debía quedar
El pánico en la campina es extraordinario.
N ada se teme respel'to á esta capital.
Un periódico de Madrid hacfa estos comentarios:
" Lo que sucede es realmente inconcebible. No se comprende cómo expl'rimelliadol
I'ellerales al frente de soldados que hacen marchas tan rápidas y se baten con entusiasmo,
II:I'J,lerales que conocen ademús perfectamente el terreno, pueden ser burlados en la forma
l'JI que lo están siendo y en una provincia tan poblada y con tantas comunicaciones.
"No es ya sorpresa, es asombro, verdadera estupefacción la que están produciendo
los hechos.
" La opinión está muy excitada en Mallrid y en toda Espana.
"Ya comprenderá el Gobierno que estl~ situac.ión no puede prolon~arse."
Otro periódico, El Imparcial, publicó un artículo titulado El Fracaso, en el que
(·..tampaba estas consideracilones:
"Con pena lo decimos, porque nos duele ver por tierra un prestigio nacional.
}>IlCl\S veces hemos observado unanimidad tan completa en reconocer el fracaso de un
hom1Ire en la misión que le había sido conferida.
" Por desgraeia, tenemos que ceder ante 111. implacable realidad. El fracaso es enorme,
It'rrible, completo. El resultado de esta primera campana es funl/sto para nuestros
illterl'ses en Cnba, más que para nuestras armas, y funestísimo para la autoridad de
lfartínez Campos. Las censuras que pudieran parecer inoportunas ti inconvenientes,
""tlÍn por el éxito justificadas."
El Ministro de Marina, general Beránger, apremiado por los periodistas cxclalll(~:
"¡Pero, senor!, iqué hacen nuestras tropas1"
Entretanto, el consejo de Ministros ratifieaba la eonfianza que tenía depositada en el
1;'l'lleral fracnsado, y Rsel'ndfa á general de división á Garda Nayarro, y otorgaba otra
gnlll cruz á ~llIírt,z Yaldél'; cosas dignas de la caricatura, porque es imp0!lible tratarlas
lHI sl'rio.
.--
2.16 LA CAMPANA DE INVASIÓN.
11 i el esqueleto; pura tmpacería la diaria y filstuosa exposición de lo~
partes oficiales que nutrían las columnas de los periódicos pilonero~,
Cl de información, tan fanmntes como los mismos jefes que suscribían
el relato de sus heroicidades de guardarropía; en una palabra, (Iue
todo era ficción y engañifil: la estrategia, la campaña bien llevada,
la!l grandes combinaciones, la seriedad militar y los muertos vistos.
A renglón seguido del bando marcial qne declaraba el estado de
guerra en las provincias occidentales, se dietó por el Segundo Cabo,
el general Arderíus, otra disposición análoga, con el objeto de garantir
la ahsoluta tranquilidad de los habitantes de la Habana, según se
decía en ella, pero que sólo revelaba el desorden gubernamental, lo
illseguro de la cahezll directora, su taIta de seso para coordinar uu
plan de campaña, así como de energía para hacer frente á la situación.
El bando del general Arderíus carece de interés; su lectura ~~fI
bastante ingrata; pero creemos de necesidad insertarlo, por ser un
documento histórico (lue refleja el desorden que reinaba en las altafl
t~~tt'rn¡;; oficiales, en la época de nue8tra narración, y no solamente el
c1c'lmrden, sino también el páni~o:
"ORDEN GENERAL EN LA HABANA.
Declarado el erstado de sitio en esta provincia por el Excmo.
l;r. Capitán General en .Jefe del Ejército y en previsión de qUf~
la proximidad del enemigo ó exageradas noticias expresamente
propaladas puedan introducir alarma en e~ta capital, que por su
topografía, fortificaciones y artillado, así como por la potentc'
guamición que está dispuesta á defenderla, se halla á cubierto de un
ataque formal por las partidas insurrcctas que cobardemente rehuyen
todo encuentro con la tropa; á fi11 de garantir la ahsoluta tranquilidad
ele los habitantes de la Hahana y evitar desórdenes en sus arrabales
y pohlados inmediatos, á que podín dar origen la menor algarada del
1'1It~llligo, y para repeler también, últimamcnte, con rapidez y energía.
(~lIalquier agresión sofiJCando todo improhable movimiento sedicio8u
interior, he tenido por convenicnte resolver lo siguiente:
1? La seíial de alarma senl: cinco cañonazos consecutivos
l1i~parados por el Cai'tillo del Príncipe, iZlíndose de día la bandera
(~Il dicha fortaleza ó UIl gallaruete bajo ella si fuera festivo y de nochc'
UIl f,'lrol rojo en el al'ta, cuya última parte repetirán las derlllí$
tilrtalcz3s, debiendo tenerse en cnenta, á fin de evitar falsas alarma~,
(lile mientras no se haga esta señal y á menos de recibir órderll'to:
eoncrctas comunicada~ por medio de los .J f'ff's y Oficiales de Eshuln
~Iayor y Ayudant('~ de {'ampo y de órdenes, no dehe procederse á la
till'lnl1ción por los cuc'rpo~, aunque s(' oyera fuego de fusilería, pctardo~
CRÓNICAS DE LA GUERRA. 237
ni alboroto, limitándose si acaso las tropas á dirigirse á sus cuarteles,
y á su domicilio los voluntarios para estar precavidos y dispuestos,
pues ya se ha establecido un servicio avanzado suficiente para dar
tiempo siempre á que la autoridad vaya tomanuo las medidas
necesarias sin precipitación de ninguna clase.
2'! Una vez hecha la señal, los cuerpos formarán en los sitios
que luego se designan, debiendo concurrir á la formación 108
individuos todos con rapidez, pero sin escándalo, grito!" ni carreras
innecesarias é inconvenientes, pues hacen formar pobre concepto del
huen espíritu que debe animar á los institutos armados. Los Jefes
de Cuerpo y Frncción prohibirán en absoluto los toques de corneta
por las calles, y si por cualquiera circunstancia imprevista se dificultara
la concentración de un cuerpo y hubiere de acudirse á este medio
para llamar á los individuos de él, antes de dar la orden para hacerlo,
solicitará el Jefe respectivo la venia de mi autoridad, sin cuyo
requisito de ninguna manera se hará uso de las cornetas.
3'! La vigilancia, precauciones y defensa de Guanahacoa y
}Iarianao, quedan encomendadas á su Comandante Militar y al
Teniente Coronel de Ingenieros D. Julián Chacel, respectivamente,
(Iue asumirán el mando de la fuerza armada que allí se encuentra,
disponiendo de una Sección de Artillería de Montaña y otra de
Ingenieros para las eventualidades del servicio, dánuome cuenta por
telégrnfo y de oficio de toda novedad que lo merezca, según su
importancia.
4'! Los puestos de formación de tropas, á quienes se comunican
también con esta orden instrncciones reservadas respecto á su destino
una vez que estén formadas, serán los siguientes:
Infantería.-En las filrtalezas de Pla7.R.-Campamento del
Príncipe y Cabaña.-Cuartel de Orden Público.-Idem de Policía
Municipal.
Caballería.-Cuartel de Dragones.-Idem de Orden público.-
ldem de Policía Municipal.
Ártilleria.-Cuartel de Compostela.-Compañía de Obreros de
In Maestranza.-BaterÍa Volante.
Ingenieros.-Cuartel de Maderas.-Campamento de las Ánimas.
-lfaestranza.
Guardia Civil.-Cuartel de Belascoaín.
Estado flfayor de Voluntarios.-Comandancia General.
Plana Mayor de Voluntarios.-Comandancia General.
l'! de Cazadores Voluntarios.-Muralla y Aglliar.
2'! de Cazadores idem.-Galeano, entre San José y Barcelona.
238 LA CAMPA~A DE ISVASIÓS.
3? de Cazadores Voluntarios.-Reina, entre Lealtad y Escobar.
4? de Cazadores idem.-Cuba y Obispo.
5? de Cazadores idem.-Prado, esquina á Ánimas.
6? de Cazadores idem.-Monte, esquina á Parque India.
7? de Cazadores idem.-Amistad y Reina.
1? Ligeros Voluntarios.-Muralla, esquina á San Ignacio.
2? Ligeros idem-Galiano, frente á la Iglesia del }Ionserrate.
Compañía Guías del Capitán General.-Plaza de Armas.
Regimiento Caballería Voluntarios.-)IOllte y Belascoaín.
Escuadrón de Húsares Volulltarios.-Reina y Belascoaín.
1? de Artillería de Voluntarios.-Prado, frente al Círculo Militar.
2? de Artillería de Voluntarius.-Águila, esquina á Estrella.
Regimiento Montado de Voluntarios.-Carlos III, en su cuartel.
Batallón de Ingenieros Voluntarius.-Industria, entre Barcelona
y San José.
Bomberos Munieipales.-En su cuartel, Obrapía, entre Habana
y Aguiar.
5? Los Jefes, Oficiales de todas clases que tienen destino en la
Plaza, acndirán á las dependencias donde sirven, y el personal de
tropa armado de ellas, al mando de los Oficiales necesarios, ef'lpcrará
órdenes.
6? La Guardia }IulJicipal, á pie y montada, así como la fuerza
de Orden Público, después de dejar cubiertos sus respectivos cuarteles,
patrullarán por las calles de la población, dando aviso de las novedades
que ocurran al.Jefc inmediato, quien proveerá lo que suceda dándome
cuenta.
7'! Mientras no se dé orden terminante no se dificultará la
circulaciún dcl plíblico, exigiendo solamente todo comandante de
fucrza ó individuo armado quc los tranvías, rippers, carruajes y jinetes
trllllsitcn por callcs, plazas y paseos precisamentc, y no se molestará
tampoco al vecindario con voces dc alto ni quién vive, limit<índosp.
las fuerzas á impedir los grupos, que podrán disolver, intilllálldule~
primcramente á ello con cortesía, y oponiélldose á toda carrera, cierre
de puertas violento y cualquier acto que pueda producir escándalo ó
alhoroto.
El qne no ohedezca de buen grado, senl detenido, y toda
agre~ión se repelerá con las arlllas.
R'! Todos los seíiores generales, jefes, oficiales é individuos de
tropa fJuc se mencionan en esta ordcn, se atendrán estrictament~ á
lo prcvenido en ella y á las illstrucciones reservadas unidall, sin
alterar ni variar lo dispuesto hajo uingún ccncepto, á menos de orden
CRO~ICAS DE LA GUERRA. 239
expresa y debidamente comunicada, sin lo cual serán responsables
de su culpa conforme á ordenanza, esperando del celo y cordura de
los institutos armados que no darán motivo de censura ni corrección,
ya que de su ,-alar, disciplina y buena organización debe esperarse
que sabrán siempre dejar bien puesto el honor de las armas.
9? Únicamente al Excmo. Sr. General en Jefe, como autoridad
suprema, si se hallare en esta Plaza, compete el comunicar directa~
mente cuantas órdenes tenga por conveniente, aunque se opongan á
estas instrucciones, las cuales serán acatadas y obedecidas por todos,
no sin darme cuenta inmediatamente de ello.-Arderíus" [1].
No era el bando del generol Ardenus la medida más adecuada
paro devolver la tronquilidad á los habitantes pacíficos de la población
y ni tampoco á los elementos exaltados del españolismo (quienes
lIevahan en su propia conducta el torcedor del miedo), puesto que al
través de sus considerandos especiosos se reflejaba la inquietud domi-
nante en las esferas oficiales y no se ocultaba la posibilidad de dos
peligros, igualmente serios: un ataque de los insurrectos á las barriadas
de extramuros, y una sedición interior, promovida por los elementos
que simpatizaban con los revolucionarios. Todo el mundo conocía el
valor exacto de estfl.s declaracionelll, y como es consiguiente, el lenguaje
de la muchedumbre hubo de tomar forma más desenfadada al condenar
la conducta de los jefes del ejército español, que sobre haber sostenido
la farsa más innoble para su medro personal, ganando entorchados por
medio de supuestas victorias, no tenían ni el valor de ponerse al
frente de las tropas estando el enemigo á las puertas de la ciudad.
Arderíus, como su célebre homónimo del teatro bufo, era un general
de Offembach, que se había calzado los entorchados de oro desempe-
ñando inspecciones lucrativas, y Martínez Campos un embaucador, que
había revuelto á España y sus dominios zurciendo pactos deshonrosos
para la nación, unas veces con los moros, y otras con los ·mambises.
(1) "La imllginación popular interpretó á su modo pI esplritu y letra dl'l bando
anterior, y el público no logró calmarse, aumentando las cen8uras que se yenlan hacieudo
á la dirección de la campana.
"Era, en efecto, aquellos dlas, causa de legítima ~xtral'leza la consideración de que no
se efectuara ningún combate fonnal teniendo en cuenta el largo traypcto recorrido por los
revolucionarios. Fue la última acción de guerra, la que sostuvo el coronel Galvis á la
('abeza del batallón de Alfonso XII, en el Estante, no registrándose nill~ílD otro pncuentro
Herio hlUlta qne los insurrpctos tocaroll en los límites de Pinar del Río."-CrlÍllicas de la
guerra -publicadas por El Fígal"o.
LA CAl\IPAN A DE INVASIÓN.
Cuando está al desenlazarse una situación, todo cambia slíbitamente:
opiniones y lenguaje; y aunque la crítica no aparecía justificada en 101'
elementos que la esgrimían con mayor crueldad, porque ellos también
eran responsables en el sostenimiento de la innoble farsa oficial, y no
~e inspiraban en ninguna idea de sana reforma al precipitar la caída
del general Martínez Campos, poco autes enaltecido y ovacionado,
preciso es reconocer que la sátira en bocn de In opinión popular no
podía s~r más oportuna, ni mejor aplicada. Porque, en efecto, icómo
se entendía, cómo se explicaba militarmente que unas partidas
d€sharrapadas, sin instrucción, sin disciplina ni honor, hatidas
diariamente, día tras otro, desde el 24 d~ Febrero de 1895, se
encontraran al pie de la ciudad, en són de reto, y obligaran al
general Martíllez Campos á tomar todas las disposiciones que suelen
adoptarse para defender una plaza de los asaltos del sitiador! iQub
significaban, si no, los aprestos que se hacían, las tropas acuarteladas,
los retenes dobles, lafi baterías li!litas y las señales de prevención y
alarma~ Y sobre todo, si los insurrectos siempre huían cobardemente
¡por qué el temor de que anttl las fortalezas de la Habana pudieran
cobrar ánimo una sola ved La batida de la indecorosa farsa, por
medio del epigrama sangriento, estaba bien justificada por parte de
los elementos populares, con mayor razón cuanto que podían mostrar
á los vencedores de cien batallas, á los que cien veces habían ya
matado á Gómez y á Maceo, que esos caudillos de la insnrrección
estaban al akunce de la mano.
El encono de los partidos habla llegado ya al extremo de hallar
motivos de satisfacción en los rCV(~l'Ies de las armas espaüolns.
CUBA.
.. ,.
,
ORDllelS DE LA GUERRA
POR '
, ,
JOSE MIRO
TOMO PRIMERO.
(LA CAMPAÑA DE INVASiÓN)
__ _ e::;;::
CUADERNO 16?
I
SANTIAGO DE CUBA.
()fP:RENTA DE "EL CUBANO LIBRE"-SAN FELIX, BAJ A. :1.
1900.
::I::I::I.
GUIRA DE MELENA.
LA LtNEA DE BATABANÓ. - MEMORABLE JORNADA DE GÜIRA DE
MELENA-ENTRADA TRIUNFAL EN ALQUtZAR.-CEIBA D~L
AGUA, VEREDA NUEVA Y HOYO COLORADO. - MARTtNEZ
CAMPOS ATURDIDO.
(4, 5 y 6 DE ENERO)
~J.m -':.
~ ~ 0: IFtCIL es imaginarse el alborozo que sentían nuestras
A' tropas con los triunfos recientemente adquiridos, y lo
.q <\.
~() dispuestas que se hallaban á renovarlos á cualquier
J~. ..~ pr~cio; pero el que hubiera conocid~ el vasto y
vít: i~~~ arriesgado plan ofensivo que se propoma desarrollar
. I el general Maceo, tal vez sintiera menguar el entu-
li~I~'r\ siasmo y el valor al recapacitar sobre los graves y
1f continuados peligros que nos esperaban en la nueva
expedición por el territorio de la Habana. Pretendía
nuestro caudillo atravesar la línea de Batabanó, no con el objeto de
encaminarse por el Sur de la provincia á Pinar del Río, proyecto de
fácil realización después de haber forzado dicha línea, sino para
remontarsp. al Norte de la Habana, ocupando todos los pueblos que
encontrara 6. sn paso, amenazar la capital y llevar la invasión á Pinar
del Río, no sin dejar establecida una base de operaciones en la
242 CRÓNICAS DE LA GUERRA.
provincia de la Habana: el croquis era bello y grandioso, pero 1m
ejecución tenía el aspecto duro de las cúsas invencibles.
El primer obstáculo formidable con el que habríamos de tropezar
era la línea férrea de Batabanó, ocupada totalmente por las brigadas
de Echagüe y Luque, que desde el día anterior se hallaban en ~1l11
Felipe y el Rincón, respectivamente, y tal vez reforzadas por la de
Aldecoa, que dejamos en X ueva Paz el día 2, y por algunos batallones
traídos de Cienfuegos por mar, á fin de cerrarnos también el paso por
el Sur, en el supuesto de que por el Xorte no habíamoi de jntentarln
llin que nuestra osadía recibiera ejemplar é inmediato escarmiento.
Con esos elementos de opugnación teníamos que contar al proseguir
la ruta hacia el Oeste, porque era imprescindible el paso por la línea de
Batabanó, á menos que no se efectuara por la de Güines, entre Durún
y Guara, verbi gracia, para tropezar desde luego con obshiculos Iml."l
ti.mnidábles. Dando por hecho que lográramos abrirnos paso de una
sola acometida, ya porque tuviéramos la suerte de embestir el lado
más débil de las columnas españolas, ya porque la ofensiva de ésta.." l
no fuera bastante eficaz, de todos modos era inevitable la concentración
de las dos brigadas enemiga!'!, la de Echagiie y la de Luque, y por
t:Onsi~uiente, una hostilidad continuada y viva sobre nuestra reta-
guardia, que haría fracasar el audaz intento de nnestro caudillo dp
meterse en algunas poblaciones importantes para proceder al desarme
de los voluntarios. En la hipótesis de que no saliéramos descalabrados
de e::;tas acometidas, al avanzar sobre la capital tronarían todos lmi
cañones de l\Iartínez Campos en tomo de nuestra hueste, y de la
invasión no quedaría ni las reliquias. .
Por la orden general del día 4 se previno á todos los cuerpos CJlI(~
estuvieran listos para marchar á las cinco de la mañana, una hora
autelO de que amaneciera, con otras instrucciones relativas al cirden al'
eomhatc, para que ninguna fracción dejara de cruzar la vía ferren por
el mislllo lugar en que abrieran hueeo las fuerzas acometedoras. ~(.
dietaron casi las mismas disposiciones que se pusieron en planta al
atravesar las llanuras de Colón, con tan brillante éxito en aquella
oport unidad: la columna, organizada en cuatro fracciones, no sólo para
wdueir todo lo posible su fondo, sino para rechazar la agresión al'l
enemigo, que se consideraba inminente. Se vigorizó el ala derecha,
porque tÍ este lado nos quedaban los paraderos del Hincón, San Felip(~
y Quivicán, ocupados por los núcleos mlís filertl's de los cspaiiolc~.
El pensamiento de nuestros caudillos era presentar uua masa cnorll\(~
de caballería en maniohra de carga, amenazando todos los sÍ>lidos qlle
puuieran formar las brigadas de Luqlle )' Echagiie, al ser descuhiertas
LA CAMPARA DE INVASIÓN. 24.'J
por nuestros exploradores; y abriendo el boquete necesario á cuchilladas
y ú tiros, meter por allí el convoy, la impedimenta de reclutas y la
r~taguardia, micntralil los escuadrones que reforzaban el flanco derecho
atacarían el de:lltacamento más avanzado del enemigo, aun cuando
tuvieran que atravesar la segunda línea de los españoles por el término
de Bejucal, fi)rmando de esa manera otra vanguardia del cnerpo
invasor. De esta operación se encargó el coronel Cándido Al varez,
hom bn~ muy intrépido, al estilo de Bermúdez, y como éste, amigo d~
lunces arricsgados y de correrías impetuosas.
Habiéndose emprendido la marcha á la hora determinada por el
Cuartel general, nuestra vanguardia estaba sobre la línea férrea al
nsomar el sol y pudo recono~er todos los lugares inmediatos al camino
Ile Pozo Hedondo, no hallando ni el menor vestigio de los españoles.
:Media hora después llegaha el centro de nuestra columna y tuvo
ocasión de levantar algunos rieles con perfecta tranquilidad, trabajando
los peones como si fuera una ocupación manual, y á salario, j cosa
inaudita!, no oyéndose más golpe que el de la mandarria y la piqueta,
y por ninglín contorno el estampido de la fusilería ni los pitazos de
alarma de locomotora alguna. ¡,Dónde estaban los españolesL - - -
Aun cuando es cosa axiomática que no hay secreto que al caho no
descubra la malicia del enemigo, hemos de confesar que ni entoncClll
ni después de la gucrra hemos podido dar con el escondrijo dn los
españoles en aquella ocasión (1).
Los dos escuadrones que reforzaban el ala derecha se corrieron
por la línea ferroviaria hasta Quivicán, ahuyentaron á unos cuantoR
voluntarios que defendían un convoy de víveres, apoderándose de todo
lo que significaba artículo de guerra, y después de destruír algunos
vagones y la estación del ferrocarril, siguieron la provechosa gxcursiiln
por los puehlos limítrofes, haciendo retemblar el sólido pavimento de
las calzadas de Rcjucal y J eSlís del jlonte con el n'piquete vivo de la
caballería insurrecta.
Sin el menor contraticmpo, sin un tiro, sin hallar scñales de las
columnas españolas, cuya inaeciím era tan incomprensible como l(lR
planes estratégicos de Martínez Campos, sc hizo rumbo á la líllf'a del
(1) Únieamente hemos podido dar con el grahado de nna emhoscarla en Pozo
ncdonrlo, y el peri<'idico en qnl' apareció la pintura har.e al rniRmo tiempo refl'rpn{'Íll al
JlIIRO de las f~erzas insurrectas por di{'ho lugar, el día 4 de Enero; de suerte que la
embaRcada e~taha allí mismo, ¡on Pozo Redondo! Ni al paricaturista mlÍs intpncionado Re
In hnhiera oCl1l'rido estampar el clich¡l, que, con todo el caudor de un patriota Itl:ltur.
puhlicú El Pígaro habanero.
CRÓNICAS DE LA GUERRA.
Oeste, para dar cima al audaz proyecto de npoderarnos de los pueblos
guarnecidos qUfl no se rindieran voluntariamente, reconociendo de
pasada los ingenios Mi Rosa, Peñalver, Fajardo y Fortuna, lo propio
que el caserío de Gabriel, que tenía guarnición. A la una de la tarde
nos hallábamos enfrente de Güira de Melena, para intimarle la
rendición ó tomarla al asalto si sus defensores optaban por la
resi15tencia. Surgió un ligero debate entre nuestros caudillos: el
general Gómez se oponía al asalto, considerándolo infructuoso, pero
el general Maceo, cargando con la responsabilidad del suceso, no sin
manifestarle á Gómez que el desarme de los voluntarios era indispen-
sable, y que en manera alguna debía dejárseles cobrar ánimo con
nuestra retirada, adoptó todas las medidas que creyó oportunas para
que la plaza fuera ocupada por los nuestros, si el comandante militar
no aceptaba buenamente la capitulación.
Güira de Melena era una de las poblaciones más importantes de
la provincia, cabeza de un término municipal rico y floreciente, tal
vez el más floreciente y rico de la Isla en aquella sazón, y contaba
con bastantes medios de defensa: con 300 hombres del Instituto de
Voluntarios, buenos reductos interiores y pertrechos en abundancia.
Verdad es que no tenía destacamento de tropa regular; pero era de
inferirse, por la arrogancia de los defensores de la integridad del
territ.orio, que los de Melena dejarían bien sentado el plbellón de
España y el honor del Cuerpo, ap:lrte de que defendían á la vez sus
intereses materiales.
Estudiada ]a situación de la plaza y adquiridos algunos informes
acerca de sus medios de defensa, al:lnque la operación podía costamos
muchas bajas, Maceo se resolvió á dar la señal de ataque sin aguardar
más consultas ni dilaciones. El asalto se efectUl" con rapidez y brío.
Por tres lados distintos se penetró en la población, efectuándolo
primeramente los cuerpos armados, de infimtería y caballería, y detrás
de cada una de las vanguardias, la balumha de reclutas á pie y á
caballo, que ansiosos de salir armados de Güira de Melena, rivalizaron
en :ardimiento con la tropa más denodada. LOil defensores rompieron
el' fuego, desde los edificios contiguos' á la Plaza de Armas, pero
desalojados por los nuestros, se refugiaron en la iglesia, que brilldab~
magníficas condiciones para la resistencia. Nuestra gente, por mo-
mentos más enardecida, fue apoderándose de las casas y bocacalles
que daban á la plaza, molestando con lin tiroteo muy vivo á los
defensores, y cortándoles la retirada con el incendio de alguno!>
estahlecimientos comerciales, del casino espaiiol y de varias casas
más de la calle de la Quinta, avenida principal de Güira,
LA CAMPA~A DE INVASIÓN. 245
de lIelena. Pronto las llamas tomaron aspecto imponente en las
cercanías de la plmm, amenazando con una muerte horrible á los que
defendían la parte exterior de la iglesia, que se vieron obligados á reducir
cada vez más el radio de su hostilidad. Algunos, que trataron de
escapar por las calles adyacentes, fueron muertos á balazos por nuestros
tiradores y á manos del mismo paisanaje. Por otra parte, el general
Maceo había tomado todas las medidas para que los voluntarios que
no quisieran capitular, no pudierJ.n evadirse de la persecución. Todo
el pueblo estaba circunvalado. Los gritos angustiosos del vecindario
pacífico, mezclándose con los airados de guerra, con el estruendo de
la fusilería, y con el peculiar y no menos terrible del incendio
devorador, que desplomaba techos y murallas, formaban una audición
de notas agudas y trúgicas que no tenía semejante para solemnizar un
cataclismo. La gritería de nuestra gente era ensordecedora, al
extremo de que no pudo oírse en los primeros momentos el toque de
corneta de los defensores que pedían p:lr1amento, y fue necesario que
el cura párroco y algunos vecinos influyentes se entrevistaran con el
general :Maceo para que cesara la hostilidad de los cubanos, ofreciendo
aquellas personas que los voluntarios se rendirían á discreción. En
efecto, poco después se entregaron como prisioneros de guerra más de
100 individuos, de los que con más valor habían defendido la bandera de
España. El general :Maceo ordenó que los llevaran á la presencia del
General en Jefe para que éste decidiera sobre su suerte; el general
Gómez los puso á todos en libertad, no sin dirigirles una elocuente
exhortación, en la que hizo resplandecer la conducta generosa de los
cubanos para con los vencidos, procedimiento que no imitahan los
hidalgos españoles. Los voluntarios de Güira de Melena, entre los
que figuraban algunos hijos del país, mostráronse contritos y aclamaron
al Ejército libertador y á sus nobles generale~, aunque posteriormente
desmintieron sus protestas de adhesión á la causa de Cuba empuñando
otra vez las armas por el partido español.
El botín que se cogió en Güira de Melena fue incalculable;
bastará decir que todas nuestras tropas se vi"tieron de nuevo; los
establecimientos de comercio estaban abarrotados de mercancía¡ y
con ellos se barrió, como es de suponerse. En metálico se reparti'lron
ÍlUcstro"s soldados mús de 200,000 pesos, y otra clase de valores.
Como botín de guerra se cogieron 300 armas de fuego y 10,000
cartuchos, aunque se perdieron algunos miles más al ser incendiada
la iglesia.
Mientras se atacaha Giiira de Melena, un escuadrón de Oriente
se apoderaba del pueblo de Gabriel, situado también en la línea del
2-l6 CRÓNICAS DE LA GUERRA.
Oeste, no sm sostener una pequeña refriega con un grupo de
voluntarios que se atrincheró en la estación del ferrocarril. En
Gabriel se apresaron 50 armamentos y medio millar de cartuchos,
ademlÍs de vitualla¡;; y equipos. Por la noche fue destruído totalmente
el caserío. Nuef'lro campamento se estableció en las inmediaciones
de Güira de Melena. El Cuartel general ordenó que durante la
noche recorrieran la población patrullas de caballería para evitar los
desmanes del paisanaje, que, casi siempre, es el que comete las
mayores depredaciones después de acontecimientos tan luctuosos.
A las ocho de la mañana del siguiente día (5 de Enero), hora
en que partimos del castigado lugar, ,"íctima de la obcecación de
unos cuantos caciques españoles, no había acudido en socorro de la
plaza ninguna de las columnas que vigilaban la línea de Hatabanó,
á pesar de que la distancia era de cuatro leguas, todo lo más, y el
tiempo transcurrido más que suficiente para caer sobre nosotros por
distintos lados y obligarnos á levantar el sitio de Güira de Melena.
¡Pretendería Martínez Cam pos aprisionamos á la ,"ista de miles de
espectadores, de la Habana entera, para tomar de ese modo el más
cumplido dcsquite contra la audacia sin igual de la Invasiónl La
permanente quietud de las tropas españolas no tenía ya otra
explicación razonable, porque no debía suponerse que miles de
soldados estuvieran profundamente dormidos durante ,"einte y euatro
horas, ni que en la Capitanía General dejara de saberse dónde radicaba
la pohlación de Güira de Melena, que sucumbió por la fl~jedad
de los jefes de las columnas que tenían á su cuidado la defensa
de aquel distrito militar.
Al salir de Güira de Melena, tomamos el camino de Alquízllr,
puehlo también muy próspero por su riqueza comercial y el esmerado
.cultivo de sus campos, y situado, como aquél, en la misma línea del
Oeste, casi en los confines de la provincia de la Habana. No se
sabía la actitud que ndoptarían los elementos armados de la localirlad,
á raíz del duro escarmiento de Giiira de Melena, cuyo desastre les
era conocido en toda su borrenda realidad; por lo que se mandó que
la vanguardia adelantara con cautela, sin romper el fuego mientras
la agresión de la plaza no se manifestara de un modo evidente. Ya
encima de la población, salieron algunos vecinos en són de parlamento,
para manifc~'~'1rle al general Maceo que Alquízar franqucaba la
entrada al Eji'rcito lihertador, y que los voluntarios se hallaban
formados en cl cuartel para entregar las armas y los pertrechos.
Todo cambió rcpclItinamcnte: semblantes y pasiones enconadas;
éstas se trocaron en afectuosas simpatías; aquéllas cobraron los tintes
LA CA~IPA~A DE IXVASI6~. 247
risueños de la efusión. Nuestra entrada en Alquízar se verificó á
los sones del Himno bayamés, en medio de los vítores y aclamaciones
de todo el vecindario, siendo estas expresiones tan vivas, tan elocuentes
y reiteradas que en manera alguna cabía abrigar el menor recelo
sobre su espontaneidad y desinterés. La presencia del caudillo
oriental en las calles de Alquízar produjo un entusiasmo delirante.
En el cuartel se recogieron 110 fusiles Remigton y 7.000
cartuchos, pero se completó la cifra de 200 armamentos entre varios
particulares y los cmpIcados públicos, que voluntariamente los
cntregaron á la comisión del Estado :Mayor que tenía el encargo de
distribuír los materiales de guerra. La población no fue molestada
en ningún sentido, prohibiéndose terminantemente que las fondas,
cafés y casas de comercio abrieran sus puertas durante las cinco horas
que estuvimos en la localidad, pero ello no fue óbice para que las
tinnilias se disputaran el placer de obsequiar á nuestros soldados,
sirviéndoles un opíparo desayuno en la misma formación y cambiando
con ellos algunas prendas de uso, en señal recíproca de perdurable
memoria. ¡Ilusiones de la vida militar, tan frágiles como la existencia
misma del soldado!
Al despedirnos de Alquízar nos llevamo~ la grata emoción de no
haber tenido que emplear allí los rigores de la guerra, y nos sentimos
identificados con la suerte futura de aquellos amables habitantes, cuya
adhesión á nuestros principios habría de proporcionarles la malevolencia
del poder oficial. Desgraciadamente esta clase de emociones serian
las menos frecuentes en el curso accidentado de la discordia, y sí
ahundarían las escenas luctuosas de Güira de Melena, porque para
desdoro de la civilización humana, la libertad y la justicia de las
colonias sólo pueden reclamarse á sangre y fuego.
Resuelto nuestro caudillo á dominar la situación por medio de
repetidoli golpes de audacia, para sacar de ella todas las ventajas que
sueleu proporcionar la sorpresa y la osadía; firme en su propósito de ir
ocupando los pueblos de la Habana que tuvieran guarnición, y des-
mantelarlos si oponían resistencia, ordenó á la salida de Alquízar que
la vanguardia tomara el camino de Ceiba del Agua, para abrigarse allí
á viva fuerza si los españoles rompían las hostilidades, ó pasar la
noche tranquilamente si nos franqueaban· la entrada; pero en uno y
otro caso recogiendo los trofeos de la capitulación. Ceiba del Agua,
10 propio que Alquízar, está en los límites d~ la provincia de la
Habana, pero mlls al Norte, y por ella atraviesa el ferrocarrilllamano
de Guanajay, que parte de la Habana y toca en las estaciones del
Rincón [empalme de las otras líneas], Govea, San Antonio de los
24:8
Baños, Seborucal y Ceiha del Agua, por donde penetra en Pinar del
Río. De suerte que, pernoctando nu~stra columna en el pueblo
indicado, estábamos expuestos á sufrir dos ataques simultáneos: uno,
de las fuerzas que se ha l1 !lban en Guanajay [era de suponerse que las
hubiera], y el otro, . de :dguua de las columnas que dejamos sobre el
Rincón, entre ellas, la de Luque, sin contar las de Echagüe y Aldecoa,
que quedaron emboscadas en Pozo Redondo, y que no era de pensar
que permanecieran aún allí en actitud de imaginaria. Además,
teníamos ya noticias de la aproximación de Suárez Valdés y García
Navarro, que venían sobre nuestra huella d~sde Güines, y aunque
andaban á paso tardo, un día ú otro habían de llegar al campo de las
maniobras. En conclusión y sin reticencias: en torno de nuestra
columna, al encaminarnos á Ceiba del Agua, se hallaban 10,000
soldados de infantería, como 800 de caballería, sin contar los cuerpos
de movilizados, y algunos cañones.
Había cerrado la noche cuando nuestras patrullas reconocían las
inmediaciones del pueblo: reinaba en él profundo silencio. Adelan-
tándose la vanguardia y rompiendo los faroles que alumbraban la vía,
la población no por eso daha señales de hostilidad; entraron todas las
fuerzas en columna cerrada, situándose algunos destacamentos en las
avenidas de la plllza de la iglesia, en previsión de que los voluntarios
pudieran haberse refugiado en el templo. Algunos vecinos empezaron
á abrir sus viviendas para darnos el parabién, y por ellos supimos
qae la escuadra de voluntarios se había marchado precipitadamente
para el Caimito al saber nuestra salida de Alquízar. Se dieron
instrucciones al coronel Zayas para que marchara al pueblo del
Caimito y procediera al de¡;¡arme de los voluntarios de ese lugar, así
como de los que se habían evadido de Ceiba del Agua.
La tropa acampó en las calles de la población y en las sitierías
inmediatas, con los retenes bien reforzados, en tanto que la comisión
del Estado Mayor practicaba registros domiciliarios en busca de los
armamentos que hubieran dejado ocultos los voluntarios, dándose al
fin con el hallazgo que se buscaba, ó mejor dicho, un doble hallazgo,
pues se encontró un depósito de fusiles en casa del cura párroco, y
otro dentro de una claraboya del templo. El pata, que era un
integrista furibundo, había puesto los pies en polvorosa, no sabemos
si encomendtíndose á San Pela)"o. Después de practicados los registros
sacrílegos, que nos proporcionaron un centenar de fusiles y sobre
5,000 cápsulas, el pueblo tomó el peculiar aspecto de una feria
cubana; parecía el campo de Marte de Salltingo de Cuba en la verbena
de San J uuu: los orientales andaban de rumba, ('on el haz de forraje al
LA CAl\IPARA DE INVASIÓN. 249
hombro, y perfilando el tiple. Las trovas dulces del Cauto, con toda
la gama quejumbrosa de la lira hayamesa, mezclánd08e con los acentos
de la guaracha erótica, llenahan el amhiente de pasión delirante, pero
triste, porque al evocar la imagen de la mujer amada, aparecía
huérfana y cautiva-en la soledad del hosque, lejos del cantor que la
rendía el homenaje de su corazón, tal vez la última nota que exhala-
rían sus labios, y por encima de todo aquel raro concierto flotaba la
musa desgreñada de la tragedia.
A las dos de la madrugal1a, el cornetín de órdenes tocó lIamadu
y tropa, por haher avisado UIlO de los puestos avanzados que se oía
tropel de gente por el camino de Alquízar, pero se desvaneció la
momentánea alarma, al indagarse, después de un reconocimiento
que practicó el general Maceo, que eran grupos de paisanos que venían
á ingresar en nuestras filas. Sin embargo, la gente permaneció sohre
las armas durante el resto de la noche, que entre cantorías, relevos y
exploraciones, se pasó en claro.
La jornada del día 6 fue Ulla de las más memorables de la
Invasión.
Al romper el alha nos dirigimos á Vereda Nueva, localidad que
hahía ocupado el coronel Zayas al regresar de su excursión al
Caimito: entre los dos caseríos se recogieron 150 fusiles y unas 4.000
cápsulas, sin que tuviéramos que gastar un solo cartucho. La población
celehró la festividad de Reyes aclamando con indecible alborozo al
Ejército libertador y á sus ilustres caudillos, que venían del lejano
Oriente, guiados por la rutilante estrella de Yara; era entonces el
luminar que alumbraha la ruta de nuestros destinos y que sostenía la
fe en las almas apasionadas del ideal.
Entre las muchas salutaciones que recibieron nuestros caudillo8,
de personajes influyentes de la Hahana, debemos hacer e¡;;peeial
mención de la visita que nos hizo el Sr Coronado, director del
periódico La lJi.w:usión, tí quien huhimos de agradecer algunas
neticias muy interesalltes sobre la situación política y militar ell la
capital d~ la hlu, en donde el mmor lllÍblico daba ya por hecho el
relevo inmediato de l\fartínez Campos. ó la rebelión del partido
español, si el gohierno de :Madrid no cedía á las patrióticas excitaciones
que en ese sentido le hahían dirigido los homhres más prominentes
de la Hahana. El Sr. Coronado, en conferencia reservada, nos illdictl
la comisión que traía de varios persom~je8 dd bando autonomista,
que se hallaban dispuf'stos á ingresar en las filas revolucionarias,
poniéndose antes al hahla con· nuestros caudillos á fin de preparar
un golpe de mano en la capital y en otras pohlaciones importantes, y
250 CRÓXICAS DE LA GUERRA.
que para el efecto les era indispensable conocer la opinión autorizada
de los jefes del ejército cubano: de Gómez y de .Maceo. Se le
contestó que la Revolución no rechazaba á nadie, que no hacía
dist.ingos ni establecía excepciones: que todo aquel que viniera á jurnr
la bandern de la República quedaba ligado á la patria con los lazos
del honor militar, y sujeto, por lo tanto, á las leyei inflexibles de la
milicia. Pero al manifestarnos el Sr. Coronado que entre los
conspiradores se hallaban D. .Marcos García, D. Juan Ramírez,
D. Antonio Bello y otros zanjonianos del mismo tenor, individuos
que por su' conducta política no merecían la consideración ni el
respeto de los hombres más insignificantes de la Revolución, del
último soldado de filas, porque en nuestro ejército nadie ignoraba
que esos personajes habían sido funestos á la Revolución de 1868, y
su conducta posterior no había sido tampoco menos indecorosa, el
jefe de Estado Mayor del genernl .Maceo, á quien se comisionó para
que resolviera la pretensión de dichos recurrentes, hizo saber al Sr.
Coronado que para ser admitidos en el seno de la República necesita-
ban antes rehabilitarse ante la opinión del país, de un modo solemne
é inequívoco. Consignamos este episodio,--de tan escasa importancia
hoy, en que la traición misma es ya venerada-porque en aquellos
momentos, de grave crisis para la causa española, tenía real y
marcada significación la solicitud de D. ~Inrcos y demás apóstatas
del credo cubano: ellos no se inspiraban desde luego en ningún
móvil generoso, no sentían el menor deseo de ingresar en nuestras
filas, porque estaban bien hallados con el perjurio, pero sus
exploraciones y sondeos significaban la previsión de buscar escudo en
que amparars€ y puerto en que guarecerse, ante el temor de que la ola
revolucionaria pudiera hacer zozobrar el bajel de la legalidad.
A las nueve salimos de Vereda :Nueva para colocarnos ya sobre
la calzada de ~Iarianao, y esperar allí los acontecimientos: todos los
rayos de la guerrn, disparados por :\Iartínez Campos. Hubimos de
cruzar las lagunas de Ariguanabo, travesía sumamente dificultosa
para una columna con impedimenta descomunal, y sobre todo muy
llrriesgada si los españoles hubiesen estado prevenidos: un destacamento
de infantería, apostado en los matorrales que circuyen dicha laguna,
nos hubiera ocasionado pérdidas de consideración Afortunadamente,
las nutridas divisiones de Luque, Valdés, GarcÍa ~avarro, Aldeeoa )"
la de Canella, maniobraban sobre un eje hipotético ó buscaban el
logaritmo potencial. El paso de la laguna du.ró dos horas: perecieron
algunas acémilas, otras la cruzaron á nado, todo el eonvoy se mojó y
no hubo jinete que saliera ileso. Reunidas todas las fracciones en
LA CAMPA~A DE INVA8ION. 251
un altozano próximo al caserío del Guayabal, se' reorganizó la
c.ulumna después de un ligero descanso, para tomar el camino de
Hoyo Colorado, que contaha con buena guarnición, era localidad de
nombre, y tenía para nuestro capitán el aliciente de hallarse sobrc la
l~rretera de :Marianao.
Intimada la rendición al comandante militar de la plaza, fue la
re!!puesta que la entrada estaha franca para los invasores. Nuestra
columna entró, pues, triunf.'llmente en Hoyo Colorado, á las cuatro de
la tarde del día (j de :Enero. El vecindario aclamó al Ejército
libertador, á sns invictos caudillos y á la bandera de la República, que
l4imbolizaha la dignidad de la patria cubana y el futuro engrandeci-
miento del país. El Jefe de Estado :Mayor se constitnyó en d
cuartel, donde se hallaban formados los voluntarios, para recoger lo~
armamentos y el parque. Los voluntarios se despojaron de sus
insignias y uniformes en las mismas puertas del cuartel, en demostración
de simpatía á la bandera de la Independencia. No faltó algtÍn fogoso
{pIe quisiera hacer añicos una cortina que ostentaba los colores de la
nacionalidad espJ.ñola; se le advirtió que tanto arrebato no conducía á
nada eficaz y que era más bien una pobre venganza, de la cual levanta-
rían acta los españole:;; qne lo presenciaban. El general Gómez mandó
entonces que formaran nuevamente los voluntarios y le dirigió una
hreve alocución, inspirada en los sentimientos de confraternidad y
amor flue jamás debieron quebrantarse entre españoles y cubanos.
Xmlie fue molestado en la población por sus opiniones políticas, y
(~()mo en Alcluízar, se prohibió que los estnhlecimientos de comercio
abrieran sus puertas.
He enviaron destacamentos de caballería al Guayabal, al Cuno y
á Punta Brava, para que ocuparan los cuarteles de dichos caseríos.
Algunas guerrillas llegaron hasta las inmediaciones de Mariunuo (1).
El vivac se e:'>tahleci(¡ en el ing-enio Baraco(l.
La ocupación de puehlo:'> tan fmportantcs como Alquízar. Criba
del Agua y HOJo Colorado, con el de::mrmc de sus guarniciones, fue
[1] 8iguipndo 1'1 IIII:todo que nos hl'1II0S illlplll'sto dI' (,nrrnborRr nupstra 11>1ITlwi.ín
"'011 los testimonios dl'1 l'arti.lo opositor, para que l'U 1.0,10 til'lIlpo eonstp la vpraei,1a,) d<'
los h('ehos relatados, )'11 ('oll d ('arlíeter de sillll'll's l'fl'lIIéridl's, ya como SU<'I'R08 hist.írj(,os
ele IIIl1yor int<'rés, insertlllllos los tell'g'mlllllll qul' sohrl' la tOlllll de Giiira de Ml'lllIll\ y
dl'Jluís operaciones I'fl'rtlladas en a(l'lI'lIo8 díllB se dirigil'ron li la prl'lIsll. dI' Madrid.
"Habana 6. -Por la partl' XOI"tl' halllll'gado los illSUrrl'etos hlltita Pinar del Hío, Y
por el Sur haRta el-iba dd Agua, límite de las dos proviJlei1l8.
252 CRÓNICAS DE LA GUERRA.
el resultado oe la toma de Güira de Melena, suceso que llenó ele
pánico á los elementos españoles y desconcertó los planes del general
Martínez Campos.
Por algunos hacendados y otras personas de viso que acababan
de llegar de la capital, nos enteramos de que las tropas españolas se
reconcentraban precipitadamente en Marianao, Jesús del Monte,
Guanabacoa y Puentes Grandes, ante el temor de un ataque por los
insurrectos; que la alarma era tal en los barrios del Cerro, Tulipán y
el Vedado, que muchas personas de posición, no considerándose allí
seguras, se habían refugiado en el centro de la ciudad. Podríamos
El:ltas fuerzas, las que llegaron ti Ceiba del Agua, pasaron por Güira de Melena "!
Seborucal.
En Güira de Melena cometieron todo género de atropellos. Robaron en la iglellia
(¡oh sacrilegio!) y después incendiaron el pueblo.
Se entregaron al saqueo penetrando en las principales casas, donde robaron cuanto
dinero y objetos de valor guardaban los vecinos.
Al tener noticias el Alcalde de Güira, Sr. Echezabal, de que se aproximaban 101
insurrectos, reunió ti los voluntarios y algunos otros vecinos para intentar In defensa de
la población.
Su heroica tentativa tuvo un fin tan glorioso como trágico. El Sr. Echezabal
murió á manos de los rebeldes. '
Otro tanto le sucedió al comerciante Sr. Aguirreche y al inspector municipal sellor
Delgado.
Siguen interrumpidas las líneas férreas. Sólo funcionan hasta Rincón por la parte
de la Habana ti Bejuca1 y Güines, y hasta Salud por la línea de la Habana, Santiago á
Pinar del Río.
Siguen llegando á la Hllbana muchísimas familias que vienen de los pueblo~ y
liaseríos de la provincia atal.'ados por los insurrectos.
En su jerga desatentada expresan el tenor que les causan los atropellos dI' lo!!>
rebeldes. Muchos de estos fugitivos vienen en el más deplorable estado, desnudo!' y
hambrientos.
Las partidas insurrectas que mandan Núilez y Bermúdez, se hallaban ayer cen'a de
Managua, á 12 millas de la Habana.
En esta capital se están armando 1.000 voluntarios y so. han colocado callone!' eu
todas las posiciones ventajosas."
El telegrama oficial se limitaba á dar cuenta de la situación de las columnas, y
merecía de la prensa de Madrid el siguiente comentario:
"Estudiando en el mapa el telegrama que dejamos transcrito, se ve el desconcierto
que reiua entre nuestras columnas, hasta el punto de que hoy, sabiéndose que el enemigo
ostá en Güira de Melena, todas Be han quedado á RETAOUARDlA!!! •••• " M{ltl n~
bubiéramos dicbo nosotrOlI.
LA CAMPARA DE INVASIÓN.
llenar algunas páginas, trasladando á este relato los diferentes episodios
(Iue nos refirieron aquellos visitantes en el campamento de Baracoa.
También nos infonnaron de cIue, aturdido MartÍnez Campos desde el
fracaso de Coliseo, días antes solemnizado como ruidosa victoria, y
blanco de toda clase d~ invectivas por parte de los elementos leales,
no era dudoso que fuese relevado de un modo brusco por el gabinete
canovista, si antes no se veía obligado á aceptar el pasaporte del
Casino Español: una de estas dos soluciones era inminente.
Perplejo en verdad estaría MartÍnez Campos, y consternado por
el peso de tantas desventuras. Veíase impotente para contener la ola
"Habana 6.-Esta tarde ha llf'gado á la Habana el Secretario del Ayuntamiento de
Mariauao con objeto de pedir auxilio.
Munifest6 que una numerosa partida insurrecta que r.aminaba en direcci6n hacia
Oecidentf', encontrábase f'ntre los poblados de Hoyo Colorado, dentro de esta provincia, y
Ca.imito, perteneciente á Pinar del Río, y muy cerca de Marianao.
Mamnao se halla á unos doce kilometros de la Habana.
Reiua gran pánbo en los verinos de los eRlleríos de la campiila de la Habana.
Signen llegando centenares de familill.ll que vienen huyendo de los rebeldes.
Anoche, á las siete, hallándose en la estaci6n de Salud el tren que venía á la Habana,
llf'no de familias desvalidas y en la mayor miseria por efecto de los incendios y saqueos
que han llevado á cabo los rebeldes en Gabriel, Güira de Melena y otras poblaciones, se
presentaron 50 insurrectos y les robaron cuanto llevaban.
En la Habana siguen adoptándose precauciones militares.
He ha puesto guardia en el edificio de la administraci6n central de Correos y en el
del cable."
El telegrama del Capitán ~eneral deda únicamente:
"Grueso euemigo ha adf'lantado hacia Occidente, cortando comunicaciones. He
adf'lantado columnas Valdés, Navarro, Echagne y Luque en su persecución.-CampoB."
Por anticipado podía aplicársele el comentario de la prensa de Madrid, en esta forma:
Yendo esas columnas mandadas por 8uárez Valdés y Garda Navarro, es de esperar
que escolten la retaguardia de Maceo.
De las er6nicaB de la gllerra que publicó El Fígaro, son las siguientes notas:
"El díu 5 incendiaron el paradero de Pozo Redondo, entre la Habana y Bataban6.
J~a Hnea férrea qued6 interrumpida entre este lugar y San Felipe. El 6, las avanzadas
de los rebeldes estuvieron cerca de Marianao, y la vanguardia de Máximo Gómez,
mandada por el cabecilla Doctor Juan Bruno Zayas, se presentó en Caimito, Guayabal y
Hoyo Colorado, incendiando la cana del ingenio Valde8pina, propiedad de D. Julián
Chavarri. Zayas siguió camino á Punta Brava, pueblo desguarnecido, en donde entr6 á
las siete de la noche, permaneciendo en él hasta la madrugada.
"El pueblo del Gabriel fue completamente destruido por el fuego, sufriendo la misma
luerte el paradero y seis wagones de la Empresa del ferroeorril del Oeste. Güira de
254 CRÓNICAS DE LA GUERRA.
revolucionaria: el ejército invasor marchaba de triunfo en triunfo; de
Oriente á Occidente, siguiendo el curso inmutable de los astros: la
estrella solitaria fulguraba como el sol, sus rayos se esparcían por todos
los horizontes de la patria, vigorizando la fe de los creyentes y
anunciándoles la Pascua de una nueva redención: ¡deslumbradora
Epifanía! Y prescindiendo del símbolo augusto, que Ií.nicamente
podían entrever las almas devotas, era un hecho que las avanzadas
de nuestro vivac veían el resplandor de la luz eléctrica de la Habana,
y que en esa noche de Reyes la gran ciudad contemplaba atónita una
inmensa aurora boreal.
~Creería Martínez Campos que el invasor pudiera meterse en las
calles de la Habana f ¡SU aturdimiento le llevó hasta la concepción
de tamaño desatino' En ese caso habrá que decir que su cabeza
no estaba segura, y habremos de deplorar eternamente que no hubiese
continuado al frente del gobierno de la Isla, porque en cualquiera
ocasión hubiera podido darse el Ayacucho cubano!
M.elena .sufrió una suerte semejante tí. la del Gabriel. :;;u hermosa caHe de la Quinta,
llena de establecimientos comerciales, quedó convertida en un montón de eschmbros, lo
mismo que la Iglesia y casas que la rodeaban.
"El día 4 un mar de fuego rodeaba tí. Quivictí.n. Los illVR80rps quemaron 'JllOS
cinco millares de arrobas de caña, el paradero y edifidos aneX08. También entrarou ('11
el lugar, llevándose armas, caballos, monturas y municione8, y antes de retiraTl<p,
destruyeron el convoy que había si~lo llevado el día anterior 1'11 tres fragatas."
De nnestra entrada triunfal en Alqnízar, en donde no se tocó ni un clavo por
hallérsenos franqueado las puertas, ningún periódico espai1ul hizo ref('relll'ill al HU(~('''07
así como tampoco menciunaron las aclamaciones de los voluntari08 de Hoyo Colol"lldo y
de otros pueblos al entregar las armas. Pero como nuestro propú8ito, al ¡ns('rtar las noti-
cias oficiales de los españoles, es comprobar la veraeidad de la lIarraei.íu con ,,1 testimonj ..
fehaciente dcladversario, creemos que están ya sufieiPlltemente dl'mostra,lo~ los trjllllf,,~
de nuestras tropas en lo que respecta á la toma de G ¡¡ira <le l\[eJ..lIa y dellJl¡~ Ill'('h.. ~
importautíliimos que se derjyaron de elita Operal'ilíll.
NUEVA BASE DE ÜI'ERACIONES.-LAS DOS COLUMNAS EXPEDICIO-
NARIA8.-EI\ LA RAYA DE PINAR DEL RtO.-PUNTA BRAVA.
-EL TE~IA PALPITANTE.
(7 DE ENERO)
c.fé'
/ -. A invasión ue las provincias de Matanzas y la Habana,
e..- ' aunque coronada por un éxito sorprendente, habíase
/ ' , \, ~:s) efectuado con suma rapidez para que pudiera asegu-
r~l; 11~J' rarse que la Revolución quedaba ya afirmada por la
()~ !il~ sola influencia de los principios ó por los efectos
@))~\~\ fascinadores de la victoria El progreso visible de
f) nuestras armas atcstiguaba de un modo cabal que el
,/ ...... enemigo no tenía habilidad suficiente para hacer
fracasar nuestras operaciones, puesto que las más
arriesgadas se ejccutaban á su vista con prodigiosa fortuna, y las más
arduas con singular precisión; pero ello no significaba el quebranta-
miento de las armas españolas, ni el cansancio de la metrópoli (más
dispuesta que nunca á asombrar al universo con un alarde de virilidad
jamás imaginado), ni en manera alguna el triunfo de la causa revolu-
cionaria por el solo esfuerzo de los combatientes: era un triunfo
momentáneo, que podía convertirse en sólido y eficaz, si en ese
período deslumbrador de la invasión, el país respondía en masa al
impulso patriótico y anteponía á todos los intereses materiales el
sagrado interés de la patria. Nuestros caudillos no podían entregarse
á las necias ilusiones del mundo vocinglero que nos admiraba desde
el interior de la ciudad y que hacía llegar hasta nosotros, con el
eco de sus parabienes cortesanos, algún croquis de las fortificaciones
256 LA CAMPARA DE INVASIÓN.
del castillo del Príncipe ó de las baterías del Morro; item má8,
asegurándonos formal, categórica y técnicamente que la toma de la
Habana era cuestión de cuatro tiros: entrar por la calzada del Luyanó
y posesionarse de la capitanía general en un santiamén. El patriotismo
de los ojalateros siempre se h8, manifestado del mismo modo: COII
exageraciones y necedades.
Una sana previsión aconsejaba la conveniencia de establecer en
uno y otro territorio (en Matanzas y la Hahana), fuertes núcleos que
pudieran hacer frente á las armas españolas y sirviesen de garantía á
nuestros adeptos. Con este objeto conferenciaron los generales
Gómez y Maceo en la mañana del día 7; acordando en dicha entrevista,
breve, y sin objeción alguna por ninguno de los dos disertantes, que
el general Gómez quedaría en la provincia de la Habana por algunos
días, para imprimir energía y actividad á las operaciones, corriéndose
después hasta las fronteras de Las Villas, para asegurar en Matanzas
las conquistas de la invasión, y que el general Maceo seguiría el
avance por la provincia de Pinar del Río, hasta llegar al límite
geográfico de la Isla por Occidente. Terminada la conferencia, que
sólo duró quince minutos, se diÓ orden para quP,. formaran todas las
fuerzas expedicionarias, á fin de proceder á la designación de los dos
contingentes; acto que tuvo efecto en terrenos del ingenio Baracoa.
El general Gómez partió en seguida al frente de la columna qúe se le
asignó, compuesta de los regimientos orientales GarcÍa y Martí, un
regimiento de Matanzas, dos escuadrones de Las Villas y la brigada
de infantería, además de su brillante escolta, formando un total de
2,300 hombres, á los cuales hay que agregar algunas fracciones de la
Habana. Al general GÓme:t. debía unírsele la brigada de iufantería
oriental que, por efecto de la organización que se dio al 4l! cuerpo,
quedó incorporada á la primera división de Las Villas.
Media hora después de haber partido el General en jefe, lo
efectuaba la división expedicionaria, al mando directo del general
Maceo; la cual se componía de las fuerzas siguientes, todas de
cahallería:
Cuartel general. __ . __ . __ . _.. - 40 homhres.
Escolta del general Maceo .. _- - . RO id.
Regimiento Céspedes. _.. _. - . - 490 id.
Idem Las Villas. __ . _.. - 500 id.
Tiradores al mando de Sotomayor. 350 id.
Asistentes y ordenanzas armados. 100 id.
Total de hombres armados __ 15GO
j
CRONICAS DE LA GUERRA. 257
Quedaban, además, para unirse á la columna de Maceo, los
e"cuadrones que el día 4, al m~ndo del coronel Alvarez, se hahían
separado del núcleo invasor en la línea terrea de Batabanó, al ir á
reconocer el pueblo (le Quivicán, los cuales estaban ya en Pinar del
Río, y de no, en la mi.sma raya divisoria; y las fuerzas que al mando
del coronel Bermúdez habían constituído la vanguardia de la Invasión
al penetrRr en la provincia de la Habana. Bermúdez se hallaba ya
en Pinar del Río, y con este jefe, ó con el coronel Alvarez, debían
estar algunas fracciones que después del ataque de Güira de Melena
lJiguieron marcha y nadie se cuidó de prevenirles que allí iba á
trituarse el campamento. Esta diseminación de fuerzas, que parecía
ohra de un plan estudiado, cuando las mis de las veces no era más
que consecuencia del desorden, en aquellos días proporcionaba
fecundos resultados, porque cada una de esas partidas disgregadas
venía á ser para los españoles la partida grande de Maceo ó de
Gómez, y nuestros caudillos, á los ojos del mundo oficial y del mundo
imbécil que le hacía coro, tenían el dón de la ubicuidad. No hemos
de tardar mucho en ver á GarcÍa Navarro batirse con el ala derecha de
Gómez, Maceo, Zayas y demás cabec·illas, cuando en realidad se batió
con siete indi.,.iduos, ni uno más, que se llamaban vanguardia de Quintín
Bandera; y también veremos á Martínez Campos comunicar á Madrid
el parte oficial de una acción de guerra, con muertos vistos y todo,
que nosotros no conocemos, por la sencilla razón de que no hubo tal
fazaña ni tales interfectos.
Las secciones de caballería que se enviaron al Guayabal, al
Cano y Punta Brava para que desarmaran á los voluntarios de eso~
caseríos, volvieron de su excursión para incorporarse á la columna
del general Maceo, á la cual pertenecían, trayendo como botín de
guerra 50 fusiles y 800 cartuchos: hicieron capitular un destacamento
de tropa de línea, compuesto de un sargento y 16 soldados, los cuales
juraron la bandera de la Independencia, para militar desde aquella hora
en las filas del Ejército libertador. Acerca de esta clase de sucesos,
hemos advertido que los españoles jamás los han dado á conocer; pero
es conveniente que llenemos nosotros la omisión habitual de nuestros
adversarios, haciendo constar que en la sola columna expedicionaria
figuraban máiJ de 80 plazas procedentes del ejército español.
Dejaremos por ahora al general Gómez en la Habana y la
tlarración de sus operaciones militares, para referir los sucesos que
le relacionan con la campaña de Maceo en Pinar del Río, ya que por
IÍrtud de nuestro cargo en el Estado Mayor del Lugarteniente nos
wcó ir con el caudillo oriental, al separarse los dos ilustres campeones.
~58 LA CAMPARA DE INVASIÓN.
Contenta y alborozada iba la tropa de Maceo al vislumbrar los
horizontes de la nueva excursión á los confines occidentales; sueño
tentador que desde el remoto Oriente venía agitando el corazón del
gran soldado, y de cuyo embeleso participábamos ya todos nosotros.
Baraguá surgía del fondo de los recuerdos, evocado por la ilusión
fascinadora de las nuevas conquistas, como surgía también ante
iluestros ojos el espléndido panorama de la sierra del Pinar,' con toda
la altivez y majestad de la montaña oriental: se divisaba la cumbre
del Anafe, dominaudo la pintoresca campiña del Mariel. Pero, ¡qué
fríos y tri~tes hubieran quedado todos los corazones si rasgilndose de
repente los velos misteriosos del porvenir, huhiesen leído la página
nefasta que la cruel adversidad tenía escrita sobre el campo de Punta
Brava! Por ese lugar, tan risueño entonces, como fatídico después,
andaban gozosos nuestros soldados en la mañana del siete de Enero,
entretenidos en componer chistosos epigramas sobre el nombre
singular de aquel territorio, que nada tenía de selvático, y sí mucho
de apacible y seductor.
El itinerario que siguió Maceo para ir á la muerte, es casi el
mismo que llevábamos al iniciarse la jornada más gloriosa de la
invasión. Estos parajes, pues, que ahora cruzamos en alas del triunfo
y que se nos revelan bajo un aspecto primaveral, se convertirán más
tarde en sitios de inmenso infortunio. Ya veremos en su día por qué
á Maceo le atrae ese campo funesto, por qué permanece en él más
tiempo del necesario, por qué se descuida, siendo tan previsor, y
por qué raro conjunto de circunstancias los accidentes más triviales
se combinan para producir el tremendo desenlace.
j Bien hizo la Providencia en negarle al hombre la h1.cultad de
lldivinar el porvenir; de mantenerlo en la ignorancia de sn propio
destino! De no ser así, sobre no disfrutar entonces la dicha del
presente, las más grandes empresas humanas quedarían iuterrumpidae
al conoccrse el desventurado fin que suelen alcanzar los héroes que
las acometen. Este mismo pueblo, que no ha logrado aún su completa
manumisión, estaría sumido en los horrores del cautiverio.
Pero hemos de forjarnos la ilusión de que no conocemos el acto
fatal de Punta Brava, ni las demás cosas tristes que vinieron después,
para poder trasladar á estas páginas las vivas emociones de aquel
período deslumbrador, porque sin esta ilusión, pasajera y engaüosa,
no sería posible continuar el relato.
De conformidad con el nuevo plan que habían concertado nuestros
dos caudillos en el campamento de Baracoa, el general Gómez se
encaminó hacia el Suroestc de la Habana para cruzar la línea férrf'a
CRÓNICAS DE LA GUERRA. 259
del Rincón, en su empalme con las de Guanajay y Güines, y establecer
la primera base de sus opemciones en el centro de la provincia;
mientras Maceo se dirigía nI Noroeste de la capital, para situarse sohre
la raJa divisoria de las dos regiones occidentales, con el doble oh.i~to
de explorar el campo de Pinar del Río, de reconocer el paso angcsto
del Moriel, que se consideraha infranqueable para las huestes invasoras,
y ver de qué modo burlaba la vigilancia del enemigo para meterse en
alguno de los barrios nristocnlticos de la capital terminando 11 sí ,
brillantemente, el cuadro militar de la invasión en la Hahana, como
el que cierra un discurso con broehe de oro. Poseía el general Maceo
el arte de producir grandes efectes en la imnginación de los hombres,
por cuanto él mismo estaba dotado de una exuberante fantasía.
La excursión del día 7, si bien careció de lances gl1errcrlJS, en
cambio fue toda ella dclieiosa; á modo de viaje recreativo por un país
encantador que se recorre por primera vez con el intento de pasar en
él una· buena temporada. Visitamos dunmte el trayecto el central
Luda, del señor Lacoste, y el poblado de Banes, puntos de Pinar del
Río, y retrocediendo por la noche nI territorio de la Habana, llegamos
en esta marcha nocturna tan cerca de la ciudad que los resplandores
de la luz artificial alumbraban nuestro camino. Maceo deseaba
adquirir informes sobre los medios de defensa que tenía Mariauao,
para dar una embcstida á esa ppblación, y que la Habana despcrtnra
con el alboroto; pero hulla que renunciar á la aventura, por la carencia
de datos positivos en que basar la probabilidad del éxito. Acampamos
en el ingenio Maurín (cercanías de Hoyo Colorado), á una hora muy
avanzada de la noche; sin embargo, la tropa vi vaqueó alegremcnte,
cautivada por los mágieos destellos de la luz eléctrica, y feliz con
la ilusión de que un día ú otro pasearía por las ramblas de la gran
ciudad.
Seguramente que los movimientos comllinados de las dos
columnas insurrectas llevaron nueva incertidumbre en el ánimo del
general Martínez Camp08, quien no pndo saher en aquella 0P0J1:llllidad
si los rebeldes avanzahan en masa al territorio de Pinar del Río, ó si
hacían demostraciones á la vista de la Habana para caer por sorpresa
80hre otra plaza importante, ó descalabrar alguna de las brigadas más
delanteras. Hasta el día 9, ó mejor diremos, hasta ellO, no supo
Martíncz Campos que Maceo. se hallaba en Pinar del Río con el
propó~ito de seguir la marcha invasora, y que Gómez había quedado
en la Habana para distraer la atención dcl enemigo, hasta tanto que
el caudillo oriental no estuviera en camino de salvación por las vegas
de Vuelta AblljO Pero 11i el día 7, ni en los dos siguientes, era
260 LA CAMPA~A DE INVASIÓN.
sahedor eljefe del ejército español de los movimientos efectuados por
los dos cuerpos insurrectos, como tendremos ocasión de comprobarlo
con sus propios partes oficiales (1).
Claro está que en la fecha indicada hallábase en el territorio
habanero la mayor parte del ejército español, y que todo el empeño
de su jefe era impedir el paso de la insurrección á las comarcas de
Vuelta Abajo, audaz y temeraria aventura que, de realizarse con buen
éxito, causaría el asombro de propios y extraños, por ser unánime la
opinión de que era un valladar insuperable para las bandas insurrectas.
Vuelta Abajo fue siempre á los ojos del mundo comercial el emporio
de la riqueza de Cuba. La trascendencia del acto que iba á realizar
nuestro caudillo, no es menester indicarla.
La prensa de la Habana no daha aún cuenta de los últimol.C
sucesos, por más que ya eran públicos en la población: la toma de
Güira de Melena, la entrada triunfal en Alquízar y en Hoyo Colorado,
con el desarme de los voluntarios, debido á que la censura era muy
rigurosa; pero en el debate militar de los casinos y las redacciones de
los perió<licos, la opinión estaba conteste en que los insurrectos no
se arriesgarían á cruzar el estrecho del Manel para encerrarse en
(1) He aqof lo que comunicaba Suárez Valdéf.l, desde Guanajay:
"Tengo sa.tisfacción participar á V. E. que la. columna del Heneral Garera Navarro 1
eoronel Ariz6n, en operaci6n combinada, que ayer auuncié á V. E., han batido el dfa 7
á la partida de Maceo entre el ingenio Regalado y Regona, entre Guadalupe 1 Ceib".
dol Agua.
Def.lpués de una hora de fuego, lo pUBieron en disperBión echándolo de las posiciou".
flue haMan tomado en laB lomRB de AnnenteroB, cauBándole bRtltanteM !lajas.
Las de la columna de Navarro ronBisten en dos heridoB grl\Y('f.I )' t.res 11'\'1'-8.
Las de la colomna de Arizón, IJO las conozco.
Ll\8 partidaB batidas van IJIHndadas por Maceo, Miró y Znyas, y ,letrás, de ell...
marchan Arizón y Navarro.
Me dicen que Máximu Gómez va por el Sor hacia Occidente."
El general Garcia Na\'arro, dceía en su Jlarte:
"Mis bajas son custro ofie.iales heridos, dos de ellos muy gravl'l', y veinte y einec.
!loMados, seis graves.
Las del enemigo son numerosas, pues hoy sI veni r á etlte puuto, hemos QontAlI.
veinte y cinco muertos y gran número de caballos, y los sitieros no8 dicen que todo t'\
...aIl1PO ef.ltá regado-sou 811S palabrHs-de armas y municiollf'Il. Y<l he recogido 2U
fllsiles Remington, 5 re\'óh'ers, 27 machetes, muchos caballo8, lI1unidones 1 otr.."
f,fpetos."
y el general Martínez Campos comunicaba al g.)bierno d,' Madrid, el't-<l otr...
fll'spaeho novelesco:
CRÓNICAS DE LA GUERRA. 261
Pinar del Río, en atención á que á ese estado quedarían reducidos
y cortada para siempre la retirada, si llevaran su osadía á tal extremo.
La Isla es muy angosta por este lado; sólo tiene 40 kilometros de
Norte á Sur, que fiieilmente podrían transformarse en muro artillado,
tan sólido para los españoles como inexpugnable para los rebeldes.
Si Maceo, pues, se internaba en la provincia de Pinar del Río, se
metía él mismo en la jaula, de la que no le sería fácil salir en
ninguna ocasión, puesto que se encontraría con la barrera insuperable
del estrecho del Mariel á Majana, aparte de la batida metódica y
eficaz que le darían las tropas por las planicies de Vuelta Abajo (1).
Esto opinaban á una profanos y expertos en el arte de la guerra.
Los hechos van á demostrar lo infundado de tales razonamientos,
basados en la errónea idea que se tenía de la estructura topográfica
de esa región, la más adecuada para mantener en jaque á un ejército
numeroso con sólo un puñado de hombres.
"Habana S.-General Garcfa Navarro, en camino Ceiba del Agua, encontró por su
derecha grueso enemigo al mando Gómez, Maceo, Zayas, Miró y otros cabecillas.
Los atacó avanzando en combate de tres horas, dispersándolos, dl'jando enemigo en
el ~mpo 23 muertos, muchas armas, caballos, ropas.
Nnestras bajas cuatro oficiales, 25 tropa heridos: las del enemigo :¿:J muertos
(duplicado), muchos heridos (¡muchos!) y un prisionero (alguna jutía].
Recomiendo V. E. calurosamente general Navarro.-Campo8."
.Pltfll qué cosa recomendaba el general Campos á Garcfa ~a.\·a.rro': ¡para zurcidor
de euentos1¡ ipara no\-elista'
El combate de Garda Navarro es uu invento: no hubo tal acción el dra 7; ni siquiera
IlOnó un tiro. Por lo que hemos podido averiguar parece qne siete jóvenl's de la Habana
sndaban buscando á Mll.Ceo para. incorporarse, y en uno de los caserfos de la raya de
Pinar del Río, dijeron que eran exploradores de Quintín Bandera [este jefe se hallaba
entonces en Las Villas], y bastó l'1la uoticia para que Garda Nava.rro hiciera fuego al
monte y arreglara después un parte homérico.
I..e qne no nos explicamoA son lRs bajas dé su columna!: las figurada!
Ademas, hubo otra acción del mismo género fraudulento, pues el general Suárez
Valdés habla de una operación combinada, yel general Martínez Campos, al dar cuenta
de otras operar,iones fabulosas, hace refereucia al episodio_ .. _ Con guerreros pnr el
estilo, ¡cómo no haMa de perecer la nación de Ban Quintfn y de las Navas!
(1) Los técnit"08 espai'iolcs creían que Vuelta Abajo era un veguerío~ llano como
la palma de la mano.
LIBRO SEXTO.
EN OCCIDENTE.
::I:..
PRINCIPIA LA CAMPARA DE PINAR DEL RíO.-EL COMBATE DEL
GARRO.-ASPECTO DEL PAís y CARÁCTER DE SUS NATURALES.
(8 DE ENERO)
v
~ O quería Maceo inaugurar la campaña de Pinar del
~ Río sin el complemento de una función estrepitosa,
i¡"S<)
~ diurna ó nocturna, en cualquiera de las barriadas de
'1)
1
la capital; la hubiera preferido nocturna para que los
~\. efectos de la iluminación y los estampidos de la pólvora
~ se manifestaran con mayor viveza; pero concibió el
pensamiento de ejecutarla á pleno sol, en virtud del
.I ineficaz resultado de las últimas exploraciones. Con
ese fin, hizo que las tropas tomaran las armas al romper
los claros del día, para que hubiera tiempo y oportunidad de examinar
el campo en el que haLía de efectuarse la algarada, cuyo estruendo
llegaría hasta el parque central de la Habana, y se pondrían en
evidencia no sólo los defensores de la integridad, sino también los
lite;ratos autonomistas. Con esta denominación singular comprendía
264 LA CA!rIPA~A DE INVASiÓN.
Maceo á los simpatizadores platónicos que se llamaban agentes de la
Revolución dentro de las ciudades, para no ir al monte, y se vanaglo-
riaban de prestar mayores servicios á la causa de la Independencia
que los soldados heroico@ que daban su vida en el campo del honor!
A la salida del ingenio Maurín nos encaminamos á la playa de
Baracoa, con la idea de despistar al vecindario de aquellos contornos
y corremos despué8 por el litoral hasta las inmediaciones de lIarianao,
por ser ésta la localidad que el general Maceo intentaba atacar desde
la víspera; pero al aproximamos á la playa, nuestros confidentes nos
informaron que en la población se levantaban trincheras á toda prisa,
cerrándose las bocacalles con adoquines, palizadas, barrotes de
ferror.arril y otros parapetos, y que numerosas fuerzas españolas
acudían á la plaza para guamecerla en debida forma. A estas
desagradables noticias, siguieron otras de carácter alarmante y no
menos auténticas, en atención á qne nos fueron comunicadas desde el
central Lucía por un mensajero que ~xpidjó el dueño de la finca, al
tener conocimiento de la proximidad de una columna española y de
nuestra permanencia en la playa de Baracoa. Hubo que salir
precipitadamente de allí, donde teníamos el mar por barrera y el
enemigo á nuestras espaldas: puede decirse que estábamos cercados.
Para huÍr del peligro mayor, que era el mar, fue necesario
repeler el ataque de 108 españoles, yendo á su encuentro; desfilando
á su vista con imperturbable serenidad y aguantando firmes la
primera rociada de plomo. La columna se hallaba en el ingenio
Palomino, con las dos alas ya desplegadas, los tiradores prevenidos y
con la reserva bien apoyada en las fábricas de la finca. Maceo se
puso en la vanguardia para dirigir la formidable maniobra desde el
sitio más peligroso. En efecto, la primera desCllrga de los españoles
cogió de lleno al Estado Mayor, y aunque no fue todo lo mortífera
que era de esperarse, al General se le logró el propósito de hacer
desfilar los regimientos de caballeria en columna de honor, como si
se tratara de una re\;sta solemne. No quena }Iaceo aceptar el
combate en aquellngar, sino alIado opuesto del central Lucía; pero
la brusca agresión del enemigo y el despliegue inmediato de 8US
batallones, que avanzaban con denuedo, le obligó á repeler el ataque
Gonel rpgimiento de Las Villas, que cubría la retaguardia, el cual
marchó de frente sobre el enemigo, con su bizarro coronel á la cabeza.
No pudieron estos escuadrones hacer jugar el arma blanca, pero
repetidas veces descargaroft sus carabinas y rewólvers con buena
puntería. La acción se formalizó en las cercanías del central Lucía,
casi en el mismo batey, precisamente el lugar á donde el general
CRONICA8 DE LA GUERRA. 265
Maceo no deseaba que llegara la refriega, por las consideraciones
person!J.les que debían guardarse al dueño de la finca, señor Lacoste.
Fue necesario reforzar la retaguardia con el regimiento Céspedes y
algunos tiradores de Sotomayor, para que las restantes fuerzas
cruzaran por el batey del ingenio y el mismo General pudiera
hablarle al señor Lacoste sobre varios asuntos de carácter urgente,
entre otros, la curación de los heridos de mayor gravedad que iban á
dejarse á su cuidado. Los movimientos de la columna fueron ya tan
pausados que nos dieron tiempo de curár los heridos en la casa de
máquinas del ingenio Lucía, y de conducir al lugar que nos designó el
dueño de la finca, á los de mayor gravedad: el teniente coronel Federico
Pérez, jefe del despacho del Cuartel general, baja muy deplorable, y
el joven ayudante Arturo Bolívar: ambos se salvaron, gracias á la
esmerada asistencia que les proporcionó el Sr. Lacoste. Por junto,
tuvimos 17 bajas.
Muy contrariado el general Maceo por no haberle sonreído
la fortuna, se propaso tomar sangriento desquite en un campo
inmediato al pueblo de Banes, en donde esperó á los españoles hasta
la puelita del sol, aunque inútilmente, porque el adversario no se
aventuró á ir más allá del caserío, previendo tal vez el lance que le
aguardaha, ó porque consideró Imficiente victoria la ocupación del
central Lucía (1).
(1) La columna espafiola iba mandada por el general Luís Prats. He aquí el
parte oficial qne publicó la prensa de la Habana:
"Después de constante persecución, hoy, ó las doce y media, desde Palomino avisté
al enemigo que desde la costa marchaba en dirección á las lomas de Guanajay; saH con
columna, rompiendo el fuego á los breves instantes-que continúa á estas horlls-que
desapa.rece el enemigo en el momento en precipitada retirada.. Partida se componía de
unos dos mil hombres mandados por Maceo, Miró, Zayas, Núñez, y otros.
"En momentos de avanee se le tomaron posiciones durante ocho k\lometros por las
lomas de BaTacoa, Valenciano, Govín, cl'ntral Lucía y loma. de los Mameyes, con fuego
constante y repetidos ataques, retirándose enemigo con dirección á Banes, continuando
persecución caballería para quedar sobre rastro, que seguiré manana cualquiera que sea
el número de la partida, aprovechando el quebrantamiento moral y material, consecuencia
de este encuentro, para batirlos.
"Por nuestra parte, heridos graves el capitán del Rey, José Balbes, dos soldados, uno
menos grave, siete contusos y ocho caballos muertos.
"El enemigo dejó en el campo ocho muertos, y según dice el du(!l'!o de la finca citada,
el cabecilla Miró va herido, suponiendo lleyen bastantes mas bajas, por el arrujo que
flemostraron en el combate, acercándose en grupos al descubierto. Caballus muertos,
23, y cogidus 32, varios armamentos y muchos efectos.
266 .~ CA}IPARA DE INVASIÓN.
Ese día acampamos por primera vez en el territorio de Pinar
del Río. La nueva campaña se había inaugurado contra la voluntad
de Maceo, sin haber po<lido realizar el propósito de despedirse de la
Habana por medio de una función extra, descomunal. El semblante
de nuestro caudillo no revelaba satisfacción, sino contrariedad y
displicencia; y parecía de mal augurio el aspecto de su fisonomía en
aquella inauguración un tanto desgraciada: ¡qué error! Al día siguiente
brillaba el sol de la victoria con mayor gala que nunca.
Del país desconocido que vamos á recorrer ahora, no teníamos
más que ligeros informes, contradictorios los más de ellos, y poco
gratos para excitar el interés de la conquista. De la configuración
de su suelo y del carácter de sus naturales, la prensa venal y
estrafalaria del partido español hacía descripciones tan estupendas
que la propia geografía quedaba burlada, y convertidos en pecheros
del integrismo todos los pobladores de Vuelta Abajo. A juzgar por
esa prensa versátil, tan cínica entonces como en la actualidad, el
territorio de Pinar del Río era un campo limpio y desabrigado, como
la Mancha española, y su población indígena, laboriosa y enemiga de
revueltas, se pondría al lado del gobierno para aniquilar á los
orientales levantiscos, que, sobre haber trastornado su propia región,
intentaban perturbar el concierto de la paz y del trabajo en las
prósperas comarcas de Occidente. Tal era, en síntesis, el tema
diario de esos periódicos llamados de información, que así soltaban
embustes, como blasfemias.
Acababan de decir que la invasión había jugado la carta más
peligrosa metiéndose en la angostura del ~fariel-argumento ya
esgrimido cuando el p3S0 de la trocha de Morón-y no faltaban
"La persistencÍl\ de las partidas de ir á la costa y la preseucia de un barco sospechoso
que estuvo todo el día bor,lea.ndo, hacen suponer pudiera tratarse de algún alijo ú
desembarco."
El general Prats, aunque menos hiperbólico que sus C"h'~IUI, incurre, sin embal"~o,
en iuexl\ctitudes de bulto; la primera está en el introito mismo ole su jaculatoria....
Despu!.s de constante persceudón ...• (¡,Dónde nos habra perseguido') y la última, es 1'1
pa;laje del barco sospechoso. Eso del barco tlospechoso es una novellL, peru que tiene su
historia. La referiremos en dos palabras:
Hahieullo ido el jefe dc Estado Mayor del general ~[aceo (elnutor de estas CRÓSICAR)
á pra¡:ticar un recouodmil'nto en la playa de Baraco'l., permanecilJ un TRto en casa de
uuos pescadores, á quierws preguntó si por al\( cruzaban Inuehos huqUl'B; si el mar erll.
muy bravo y otms tOlltl'rí.Ls por el estilo. Y aquí concluyc la historia dlll barco filibusterO)
I¡ne vio el gl'llcml Prats, en ilusión!
CRÓNICAS DE LA GUERRA.
Cañartes, alabarderos y tontos, que apuntaran la idea peregrina de
·que era un lazo estratégico, sabiamente preparado por el caudillo
español, para aprisionar á lInceo y á sus hordas de orientales (1).
Pero no era de extrañar la disparatada opinión de los voceros
del españolismo, cuando personas respetables por su ilustración y
adictas á. nuestra cansa, participaban del mismo error y hacían llegar
hasta nosotros la siniestra profecía de que íbamos á una irremediable
catástrofe por aquel rumbo desatinado. Ni el pueblo respondería al
grito de independencia, porque sus difilposiciones lo inclinaban al
yugo de España, ni la estructura del territorio brindaba condición
alguna favorable para sostenernos á la defensiva, siéndonos, por lo
tanto, igualmente funestos, los caracteres físicos del país y el
temperamento moral de sus pobladores. No conseguiríamos más que
verter inútilmente la sangre generosa de nuestros soldados en una
empresa fatal para la vida de la Revolución. De suerte que si nuestro
insigne capitán no hubiese sido de un temple de alma tan heroico, el
patriotismo de los pinareños, su valor incomparable y su abnegación
sin igual, hubieran quedado en germen, ó reducidos tÍ la humilde
exposición de conatos parciales, sin merecer de la historia patria otro
concepto que el que se consagra á las simples tentativas.
Admiremos una vez más el genio de Maceo, las virtudes de su
carácter militar, su perseverancia, su tenacidad, su diligencia, su
amor á la gloria, porque gracias á estas cualidades excelentes no se
arredró ante ninguno de los grandes obstáculos de la naturaleza, ni
se detuvo ante ninguna barrera alzada por el poder del enemigo; no
vaciló en lltravesar las sirtes amenazadoras del estrecho, tras el cual
se hallaha el grandioso teatro de Pinar del Río, que el genio de
Macco hahní ele convertir en el más imponente de nuestras luchas,
inmortalizándolo con sus proezas.
Pronto veremos todo el país insurreccionado: desde las cumbres
del Rubí hasta la serranía de los Órganos, desde la Mesa del Mariel
hasta la ensenada del Guadiana. La historia se llenará de páginas
heroicas, y sobre cada uno de esos lugares, casi desconocidos hoy,
se podní escribir una epopeya: el Rosario, Bahía-Honda, el Cuzco,
Sarracaín, las Ánimas, Cacarajícara, Las Taironas, las lomas de Tapia,
con sus veinte comhates sucesivos, Monfez'llcio, Soroa, Río Hondo,
(1) Juan José Callarte, célebre corresponsal dl'l diario La Ltlcha. Exalt6 á
Ml\rtfnez Campos y á Molina, dl'8pués á Weyler, COD todos sus sicarios, y por último,
á Máximo G6mez.
...
268 LA CAMPA~A DE INVASIÓN.
la Trocha de Viiiales, Ceja del Negro y las Tumbas de Torino, son
nombres que pasarán á la posteridad como los más célebres de otras
épicas contiendas y recordarán eternamente la famosa jornada de
Pinar del Río, que ya llamó la atención del Universo, y fue tal vez
la causa principal de la mina del imperio español.
Oriente y Occiuentp-, que antes parecían dos polos opuestos,
van á ofrecer tales puntos de semejanza en patriotismo y en valor,
que aparecerán como uos seres unidos por íntimo lazo de parentesco.
El campesino será el más desvelado centinela de nuestro Ejército y
el mejor auxiliar de la Revolución; pero no se manifestará el
entusiasmo patriótico con más energía en los campos que en las
ciudades: el monte se llenará de combatientes, de simpatizadores y
de familias, que huirán de los centros urbanos abandonando las
comodidades y el bienestar de una holgada posición social, para
compartir las asperezas de la vida nómada y guerrera, y más tarde los
infortunios del drama espantoso que conmovió al mundo entero por
su carácter inhumano y su duración.
Pero no ha llegado aún la hora de narrar el éxodo sangriento
de la lucha revolucionaria, que aquí se inició con anticipación y
revistió forma más cruel que en las demás regiones: es hora de
deleitarnos con el recuerdo vivo y profundo de la empresa militar
más brillante y heroica de nuestros tiempos, á la cual asistimos con
el entusiasmo y el amor del soldado voluntario que considera segura
la victoria porqne lo guía un famoso capibín.
~-~:-.-.:,-"?",-~
J:J:.
CABAÑAS.
LA CAMPI~A DEL MARIEL.-ARDID DE GUERRA.-TIROTEOS.-
ASALTO Y TOMA DE CABANAS.-IMPORTANCIA MILITAR y
POLfTICA DEL SUCESO.
(9 DE ENERO)
,2..-
~
-!J;~~~~Il1'<'
/g
L emprender marcha, en la mañana del dia 9, Jlara
empezar á recorrer las feraces campiñas de Vuelta
76 -\ Abajo, cmzamos por primera vez la calzada del
11.\ Mariel á Guanajay. El paisaje era bellísimo y va-
&t riada: á nuestra derecha, campos sembrados de calla
, \ formando suaves ondulaciones que se perdían en el
mar, de un verde esmeralda, y por el lado opuesto,
altas montañas cubiertas de bosque, estribo¡;; de la
sierra de Guaniguanico, que abarca por el Norte casi
toda la comarca pinareña: i caprichoso y encantador
panorama! El lazareto del Mariel, con sus casas blancas y apiñadas,
semejaba una bandada de gaviotas en actitud de levantar el vuelo y
hll~car nuevo refugio contra el azote del oleaje.
N uestra sorpresa iba en aumento á medida que nos internábamos
por aquel desconocido escenario, de perspectivas tan deliciosas. En
vez de la hostilidad que pensábamos hallar, veíamos semblantes
ri:mellos, caras amigas. 'rodas las casas tenían izadas banderas blancas,
en 8eña~ de paz y concordia. Visitamos varios ingenios que estaban
270 CRÓNICAS DE I,A GUERRA.
preparándose para moler, y el general Maceo prohibió que se
destruyeran los cañaverales en vista de la buena acogida que nos
hacían sus dueños y moradores. Solamente se les previno que el
Gobierno de la República había decretado la prohibición de la zafra,
de una manera terminante, pero que sus intereses estarían garnntidos
por la Revolución, mientras permanecieran neutrnles en la lucha por
la independencia. El tacto de un gran general se revela algun~
veces con sólo un cambio de política.
Los mismos hacendados nos dieron cuenta del estado de los
ánimos en el término municipal de Cabañas, así como de que se
hallaban ya en són de guerra algunos gmpos insurgentes; demostración
palmaria de que por allí germinaba el ideal separatista. También
nos dijeron que el enemigo no andaba lejos, y que probablemente
tendríamos un choque ese mismo día con alguna de las varias divisiones
que se movían sobre el territorio de Cabañas con objeto de estorbarnos
la marcha. La espontaneidad con que nos fueron comunicados estos
informes, demostraba, cuando menos, que la opinión de las person~
de más arraigo en el país no nos era hostil.
Más tarde tuvimos ocasión de ver confirmadas las noticias que
nos dieron respecto al enemigo, pues dos escuadrones de la caballería
de Oriente que practicaban una explornción por Quiebra-Hacha,
sostuvieron vivo tiroteo con las vanguardias de Suárez Valdés, Echagñe
y Arizón, que, según manifestaciones del vecindario, eran las columnas
que operaban por aquella zona. Maceo se encontraba en el ingenio
Begoña. La permanencia en ese lugar aprovechóla el General para
dirigir una intimación, por escrito, al comandante militar de Pinillo.~,
sin inte~ción de atacarlo, puesto que sólo fue un ardid p:lra entretener
y despistar á las columnas perseguidoras, y acometer una operación
de mayor realce: la toma de Cabañas. villa de renombre por su riqueza
territorial y activo comercio. Colegía el general Maceo que las troPUft
(>~pañolas, al conocer el aparente propósito de atacar el fuerte de
IJinillos, acudirían allí para frustrar el intento: el mensaje de intimación
lo llevó el señor Iznaga, dueño del central Begoña.
La terminante negativa que dio el oficial español al mensaje fle
Maceo, diciéndole que el honor militar le exigía sucnmbir con tod08
los defensores antes que rendirse (hermosa respuesta que estampó al
pie de la misma carta de intimación), vino á favorecer aún más el
propósito de nuestro General de llevar á cima la operación sobre la
plaza de Cabañas, por cuanto le brindó oportunidad de simular un
ataque al fuerte de Pinillos, con visihles maniohras de embestida.
fimual, logrando de ese modo que acudieran al lugar amenazado la.
LA CAMPANA DE INVASlaN. 271
columnas de Suárez Valdés, cuyo itinerario nos era ya conocido por
el tiroteo de nuestros exploradores. Al éxito de la empresa que tenía
en designio el general Maceo, contribuyó indudablemente una
tempestad de agua y ventisca que descargó al empezar el fuego en
toda la línea, prolongándose por espacio de dos horas en forma de
aguacero torrencial, aunque propicio para nosotros, porque escampó
de las alturas á los batallones de Suárez Valdés echándolos cuesta
abajo á buscar el impermeable del cuartel, y dejó limpia de polvo y
de pólvora la carretera de CabañRll.
Al pasar nuestras fuerzas por el ingenio San Jacinto ocurrió un
~uceso muy desagradable para el general Maceo, que siempre fue
opuesto á las medidas de rigor, y tanto más penoso entonces cuanto
que vino á contrariar la política de benevolencia que se proponía
aplicar en la campaña de Pinar del Río. Pero la guerra tiene sus
leyes inflexibles que demandan pronta y enérgica represión para los
delitos de espionaje, y al fallo de esas prescripciones hubo que someter
al administrador de dicha finca, por haberse comprobado de un modo
evidente su complicidad con el enemigo armado, á quien dio aviso de
nuestro probable itinerario desde el día anterior. Fue pasado por las
armas, y el ingenio totalmente destruído (1).
Abrig!ldos los españoles bajo la segura cobija de sus alojamientos,
de donde no habían de salir mientras siguiera el chaparrón, que
llevaba trazas de hacerse interminable, pero que nuestra gente
a~ualltó á pie firme sobre los cerros que rodean el valle de Cabañas,
y convencido nuestro caudillo de que su competidor no iría á arrostrar
la humellad del ambiente en una marcha nocturna, bien confortado
eomo se hallaba en las habitaciones del ingenio Begoña, dio por
terminada aquella demostración militar, poco menos que indispensable
para realizar con éxito el propósito ulterior, y encaminó la columna
hacia la pohlación de Cabañas cuando la obscuridad era densÍsima y
la!'! nuhe~ volcahau sobre nosotros torrentes de agua. Para nuestro
esti)rzado General no había mal tiempo. Guianos por buenos práetico:'l,
¡í las nueve de la noche llegaba nuestra vanguardia á extramuros dc
la plaza, sin haher encontrado alma viviente por el camino. El silencio
t~ra sepulcral dentro de la población; el vecindario estaba ya entregado
[1] El fURilamil'nto dellnf\yoral del ingenio San Jaeinto lo orden6 el Jefe de Estado
Mltyor del gl'nl'ral Maceo, y demás está decir que al aplicar esa medidl\ de rigor, lo hizo
''"U pruebas couvilll1l'utes de la culpabilidad del acusado. El general Maceo deplor6 la
o(,uITencia, pero tuvo que aprohar la ejecuci6n.
-
272 CRÓNICAS DE LA GUERRA.
al reposo: únicamente el mar insomne y alborotado por la tempestad
reciente, dejaba oír su voz amenazadora. ¡Buena ocasión para la
sorpresa!
Organizadas con rapidez las fuerzas que debían dar el ataque,
éste inicióse al toque del clarín y con gran empuje. Nuestros
escuadrones, de la primera embestida, arrollaron un retén, que apenas
hizo resistencia, y siguieron al galope por la calle principal hasta la
plaza de la iglesia, suponiendo que allí estaría el núcleo vigoroso de
la guarnición. En efecto, desde el campanario y algunas casas
contiguas empezaron á hostilizamos con disparos de fusilería, y á los
pocos momentos, una lancha artillada hacía sonar su cañón; parece
que con pólvora solamente, pues no oímos el zumbido peculiar de la
metralla. Mandó entonces el general Maceo que los escuadrones de
reserva que él tenía á su lado en las afueras de la villa, se corrieran
por la playa para hacer frente á cualquier tropa de desembarco, en
previsión de que los disparos del cañonero pudieran ser señaleN
convenidas con otros buques de guerra. Pero la lancha artillada se
cansó de disparar cañonazos, y probablemente agotaría todo el arsenal,
puesto que suspendió la función y desapareció de la rada antes que
vinieran los claros del día.
La obscuridad de la noche era manto protector para nuestra
gente; apoderada de los edificios inmediatos á la iglesia, contestaba
_. con ímpetu al fuego de los defem:;ores, preparando al mismo tiempo
el combustible para envolverlos en llamas si no se rendían lÍ.
discreción. Entróse á saco en varios establecimientos qne se negaban
á abrir las puertas. El pánico empezó á cundir entre los habitantes
pacíficos, que, viendo sus casas amenazadas, se lanzaron á la calle
pidiendo misericordia á grito herido. Hacía ya dos horas que duraha
el asedio de la iglesia y reductos próximos á ese lugar, cuyos
defensores esperahan indudablemente socorros por mar y por tierra;
pero convencidos al fin de que iban á perecer asfixial1os, se resolvierou
á pedir capitulación, cesando desde aquel instante las hostilidades y
el saqneo de los estahlecimientos públicos. U nas doscientas armas
de fuego y 15.000 cápsulas fueron el botín de guerra que se recogi6
en Cabañas y, como es consiguiente, abundantes provisiones de boca,
prendas de vestir, medicamentos, equipos y otros objetos de valor
para· el ejército.
Durante toda la lIoche nuestras tropas permanecieron en la
localidad fraternizando con el vecindario, que, repue8to del susto, ~e
entregó á las más expresivas demostraciones de jtíbilo y sincero
entusiasmo. La mayor parte de la población nos era adicta, y así no