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De Donde Viene La Costumbre Marie Gouiric

La hija de la familia Desbats intentó suicidarse colgándose de una rama de un árbol en su patio trasero. Fue encontrada por su hermano y llevada al hospital, donde fue diagnosticada con depresión y dada de alta con medicamentos. Vivía con su familia en una casa pequeña dividida, donde compartía la habitación con sus hermanos varones. Recibía visitas de su maestra, quien le llevaba tareas para que no repitiera el año a pesar de su condición.

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De Donde Viene La Costumbre Marie Gouiric

La hija de la familia Desbats intentó suicidarse colgándose de una rama de un árbol en su patio trasero. Fue encontrada por su hermano y llevada al hospital, donde fue diagnosticada con depresión y dada de alta con medicamentos. Vivía con su familia en una casa pequeña dividida, donde compartía la habitación con sus hermanos varones. Recibía visitas de su maestra, quien le llevaba tareas para que no repitiera el año a pesar de su condición.

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Fragmento de “De donde viene la costumbre” Marie Gouiric ( Random House, 2019)

La rama se cortó y juntas se desplomaron sobre la tierra. La rama siguió sujeta a la soga y la
soga sujeta al cuello. Quien desobedeció fue el árbol que soltó la rama, y con ella la soga, y con
la soga el cuerpo. Antes de desmayarse y abandonar la sequedad de la tierra, vio los yuyos
moverse: un oleaje cálido y parejo con el viento suave de marzo. Cerró los ojos. 

Fue su hermano quien la encontró cuando salió al patio a espantar con el rifle de aire
comprimido las palomas que ensuciaban las canaletas. El padre llamó a la ambulancia. Tuvimos
un problema en la familia, mi hija. 

Estaba bien gracias a la rama venida a menos por el castigo del viento. Su suerte había sido la
mala suerte de la ciudad, que le decían la tierra del diablo por lo seca, por lo infértil. 

Lo primero que hizo el padre fue salir con un hacha a darle al árbol. Él era de nombre Ismael.
Pasó horas pegándole, y apenas consiguió lastimar a la bestia de madera que comenzó a
quejarse con un poco de savia y a llorar la coyuntura debajo de su corteza. Pasado el
atardecer, su mujer salió al patio a pedirle que entrara, que le dejara tranquilo. Recién a la
noche tarde lo venció el cansancio. Me rindo, avisó a su mujer, mañana voy a llamar que lo
vengan a cortar. No lo quiero más en esta casa. 

Cuando un perro muerde a su dueño, se lo lleva al medio del monte y se lo sacrifica. Sacrificio
es una palabra dolorosa, desde su sonoridad ya muestra lo que acarrea. Lo que no queda en
claro es quién hace el sacrificio: si el perro que muere para ya no arriesgarse a lastimar, o su
dueño que lo abre de un balazo. 

Llamó a la escuela. Tuvimos un problema en la familia, mi hija. 

La devolvieron a la casa después de estar dos días internada, por las dudas. La diagnosticaron
con depresión y le dieron tomar paroxetina de 20 mg, pregabalina de 50 mg, aripiprazol de 5
mg y clonazepam, 4 gotas antes de dormir y dos en momentos de angustia. La medicación la
tenía la madre, en el ropero bajo llave. Se la daba en dosis justas todas las noches. 

Las dos gotas para momentos de angustia no se las ofrecía, por falta de hacer diferencia entre
momentos. Cuando sentía un apagón, pensaba: ¿Será algo como esto, será? Ante la duda,
servía las dos gotas en una cuchara y se las llevaba a su propia boca como un jarabe para la
tos. 

Vivían en una casa de dos piezas. La de los hijos era grande, por eso la habían dividido con un
ropero para que de un lado quedaran mujeres y del otro varones. En cada mitad había una
cama cucheta. La hija era de nombre Melisa y gustaba más de pasar tiempo con los varones,
casi de su edad pero menores, a con la Lore que era mayor que ella. Se mudaba a la cama del
Manuel y dormían pies con cabezas. Hacían trueques de masajes: el Manuel a los pies de la
Meli y ella a los de él. En la cama de arriba dormía el Mauro. Llegaban los tres al sueño
contando cuentos que la Meli detenía en su cabeza. Historias de feudos y castillos, batallas
enormes que inventaba con lo que tomaba de las películas, los libros de la escuela y lo que
suponía del mundo. 

Desde la dirección de la escuela, a la profesora Ester la sacaron del aula con misterio. Sentada
detrás del escritorio esperaba la directora, para conversar con estas palabras: se cortó la rama,
se salvó pero. Que no pierda el año. 
La pregabalina adormece el sistema nervioso central, se receta para apaciguar los impulsos
violentos, la ansiedad y los dolores causados por la tensión. Produce somnolencia, pérdida de
memoria, fatiga y visión borrosa. La paroxetina estimula la producción de serotonina, sustancia
química que produce todo bienestar y felicidad. El aripiprazol, antipsicótico, se da en dosis
mínimas para reforzar la paroxetina. Por último el clonazepam, que el primer tiempo sirve
como un paliativo, mientras la paroxetina comienza a trabajar su efecto. 

Eran los únicos en la ciudad ventosa con ese apellido, Desbats. El resto de los Desbats vivían en
el Conurbano y en San Juan. Andaría por ahí alguno suelto, también. El de la madre a los hijos
no se lo habían dado. Soledad de apellido. 

Había dos oportunidades de entrar bajo ese techo. La primera era por la dirección que figuraba
en los documentos y daba a la calle. Una entrada que continuaba a un pasillo largo que
arrojaba la vivienda al corazón de manzana. Por el fondo pasaba una vía. Ahí andaba un tren
carguero que descargaba girasol en una oleaginosa. El padre hizo invento de la segunda forma:
tiró abajo la pared que los separaba de la vía, puso un portón y un alambrado de red, con
intención de guardar los autos. También de que los hijos pudieran jugar entre yuyos y
tamariscos. Su mujer tomar mate. 

Algunas noches cuando dormían, llegaba el sonido silencioso del mastodonte carguero a
interrumpir el sueño a la Meli. Le gustaba el arrullo del balanceo de la bestia de metal y el
silencio que dejaba al detenerse. Se despertaba y seguía durmiendo con alegría. 

Ester los visitó con los trabajos prácticos y las fotocopias que Melisa iba a tener que leer en las
seis horas que permanecía despierta con lucidez. La medicación le hacía sueño. Se sentaron
frente a la maestra. ¿Usted la va a ayudarnos? La madre lloraba sobre la yerba del mate.

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