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Nuevos Apuntes para La Cuestión Del Estilo en Lacan

Este documento discute cuestiones de estilo en Lacan y en los psicoanalistas lacanianos. Aborda conceptos como la parresía, la transmisión, y el tabú de criticar el estilo de Lacan entre los analistas. Plantea interrogantes sobre estos temas sin proponer conclusiones definitivas.

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Nuevos Apuntes para La Cuestión Del Estilo en Lacan

Este documento discute cuestiones de estilo en Lacan y en los psicoanalistas lacanianos. Aborda conceptos como la parresía, la transmisión, y el tabú de criticar el estilo de Lacan entre los analistas. Plantea interrogantes sobre estos temas sin proponer conclusiones definitivas.

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Nuevos apuntes para la cuestión del estilo en Lacan

Permitirme decir pavadas (boludeces, pendejadas), aprovechando el dispositivo de un bar. El


dispositivo es el mensaje. Si seguimos con el esquema de Lacan, gracias a las pavadas que digo
podré tener un retorno serio, en serio, de parte de alguno.

La dificultad no es necesariamente publicar, sino que eso genere diálogo, discusión, algún
efecto de respuesta, de darse por aludido, de afecto. El libro malestares en la ciudad es un
ejemplo de cómo una apuesta colectiva, que despliega un abanico de temas interpeladores,
irresolubles, molestos, produjo solamente una reseña, muy pobre, de un autor cuya pluma es
muy limitada, y que definitivamente no entendió buena parte de los artículos, ya que según él,
el psicoanálisis es un viejo fantasma arrinconado, que sostiene un discurso humanista y se ve
amenazado por el avance inefable de la objetividad y la verdad científicas.

Sanchíz habla de cierto tono de resistencia, quizás ahí haya captado más o menos la línea que
atraviesa el libro. Acaso toda subversión no tiene algo de esa índole?

Agradecimiento infinito a Jorge. Su gesto es gentil y habilitador. Según él, apunta a superar el
tinitus, el ruido de fondo en la cacofonía de las publicaciones psicoanalíticas, los 15 minutos
warholianos de likes. Y en ese sentido, algo de eso fue logrado, así que de entrada le
reconozco su gesto, y le doy la bienvenida, en sus aciertos y en sus, a mi entender, pifias.

Qué hay de nuevo en el idioma de lo lacanianos?


Qué hay de nuevo viejo? Bugs Bunny: lo molesto, aunque como mnemotécnica es genial, que
es leer con la voz de otro en tu cabeza. La voz de Jorge, soprano y tenue, contrastando con la
voz chillona y sureña de Bugs.
Nuestros textos estarían revisitando un asunto que hace 25 años ya fue trabajado por él: el
idioma de los lacanianos es el campo al que le estaríamos trayendo alguna novedad.
Relación de conveniencia entre géneros y estilos (Genette, 1979 cap. I)
Elogio nietzscheano de la risa: Zarathustra: IV: reírse, y reírse de uno mismo.
¡Y sea falsa para nosotros toda verdad donde no haya habido una risa! – p. 253

Allouch: Allí se percibe como en un efecto de flash, de relámpago, ciertos trazos estilísticos son
también puntos de doctrina. (2011: Un relámpago de apertura sobre la obra de Jacques Lacan)

Un psicoanálisis promiscuo, buscador de otros discursos y maneras de decirse, mezclarse,


abrirse al mestizaje discursivo.

Concepción parasitaria del estilo de Lacan.

No hagan olas.

“Sin romper nada” (el fresco)

Barthes: no sé bien qué es una influencia; lo que se transmiten no son ideas sino lenguajes, es
decir, formas que se pueden llenar de modos diferentes; por eso la noción de circulación me
parece mejor que la de influencia, los libros son monedas y no fuerzas.

Los límites, la imposibilidad de réplica del estilo en lacan, la falta, los huecos, podrían potenciar
una indeterminación, una lucidez lúdica, móvil, difusa e indefinida.

El verdadero objeto de la literatura siempre es la desdicha de los hombres.


La tarea revolucionaria de la literatura no es eliminar sino transgredir. Transgredir es
reconocer e invertir: la escritura permite esta contradicción lóigica. Lo contrario destruye, lo
inverso dialoga y niega. Barthes

Concepción agonística de la verdad

El saber como una modificación sobre sí mismo, el conocimiento como un modo de multiplicar
los objetos cognoscibles. F.

Si el estilo del discurso de lacan se produjo en condiciones culturales tan distintas de las
nuestras, de nuestro horizonte de época, por qué mantenerlo e imitarlo? Acaso la forma de
enunciación / “manera de decir” debería ser algo a conservar?

Todos tenemos nuestros clichés


Ética de la palabra

Pero además porque parecía ir en contra de una observación


que yo encontraba genial, observación según la cual asociar libremente era, para el analizante,
dejar
en la puerta del consultorio analítico al sujeto de la enunciación. El análisis ofrece a quien se
pliega
a su ejercicio la posibilidad, quizás única, de no tener que sostener las palabras en un “yo digo
que”

Hablar no es decir. Si hace falta una prueba, cuento con el notable trabajo de François
Jullien: Si parler va sans dire.7 Instruido por la China, Jullien revela que al hablar se puede decir
apenas, decir de costado (à côté), decir evasivamente, decir alusivamente

Parresía como El derecho de decir libremente en la asamblea, y es el derecho a ser creído

El estilo es parte de la pregunta por la transmisión.


Allouch sostiene que no existe la transmisión. Que uno se vuelve analista por casualidad.
Pero entonces, cómo entender todo el tiempo, esfuerzo y dinero que implica llegar a practicar
el psicoanálisis?
Allouch es una máquina de proponer. Algunas de sus propuestas prenden, generan revuelos,
son tomadas, circulan: se transmitieron. La clínica es el duelo para haber tenido eco mucho
más allá de su Escuela. Las ocurrencias de Lacan, también gozan de buena salud,
especialmente en las redes sociales. Los tres movimientos propuestas en Letra por letra, o el
axioma de que “El psicoanálisis será foucaultiano o no será”, parecen haber prendido
especialmente dentro de su escuela. De sus últimas propuestas, plantear que el psicoanálisis
es un ejercicio de descaridad, y que resulta clínicamente operativo introducir la figura del
“salto épico”, no parecen haber tenido la acogida que esperaba. Me limito al entorno
latinoamericano, que es el que conozco un poco (y el Río de la Plata es la región más lacaniana
del mundo). Mi posición exterior con respecto a cualquier institución, escuela o agrupación me
resulta privilegiada para pensar estos asuntos, sin tener que responder a una autoridad que
me pida explicaciones de mis dichos.
Más aún, hablar del psicoanálisis como ejercicio espiritual y bautizarlo “spycanálisis” no parece
haber tenido ningún eco, hasta donde yo sé. Entonces, ¿por qué Allouch no insistió en eso? Si
no hubiese nada que transmitir, la cuestión del lazo con otros sería relegada. Sin transmisión,
hay solipsismo. Perseverar en el lazo social y en el encuentro con otros, supone que algo (se)
puede pasar (en ambos sentidos de la palabra).

Esta discusión me concierne porque entiendo que este recorrido, si bien para mí empezó hace
unos 15 años, no tiene garantías de nada. No hay un lugar seguro al cual aferrarse, una posta
en el camino en la cual uno descanse, regocijándose de pensar en las millas recorridas. La
posición del último Goya, “Aún aprendo”, me resulta elocuente.

“Puede que frente a los desastres provocados por las publicaciones de los seminarios de Lacan,
Allouch haya considerado que era imprescindible no dejar que otros se encarguen de su
transmisión, lo cual ha supuesto un sostenido trabajo de reescritura y reelaboración de los
manuscritos, ya no tan manuscritos, de sus intervenciones orales, seminarios, conferencias,
ponencias, etc.” Annick Allaigre, p. 76. Ñácate.
Puntos a rebatir del texto del Jorge Baños

“Dos recientes artículos están consiguiendo encrespar y renovar, en ámbitos del psicoanálisis
rioplatense, la discusión acerca del estilo de Lacan y sus efectos epigonales en los estilos de
nosotros, los lacanianos.”

Efectos epigonales?
Hay un “nosotros, los lacanianos”?

Si estos dos artículos llamaron la atención fue por algo más, porque se atrevieran a abordar
un asunto intocable, uno de los tabúes del lazo social entre analistas.

Criticar el estilo en Lacan es un tabú del lazo social entre analistas?

Ser comparado, clasificado, incluido en una categoría

Diel y Yorke escriben desde la parada enunciativa de los parresiastas, mientras yo estaba, en
1995, en una situación que permitía abordar nuestro espinoso tema parado sobre la línea de
frontera entre la enunciación parresiasta y la enunciación integrada.

La enunciación parresiasta? Cómo es eso?


Hasta aquí, la definición parece ser la de una palabra griega que anuncia la regla
fundamental freudiana de la asociación libre,

Que lea a Allouch: la parresía no es la asociación libre.

Quien la pronuncia sabe que debe ser ruidoso y rudamente inequívoco para sacudir, para
despertar a los suyos del error, del engaño que los perjudica y del que evitan darse cuenta.
Deberá juntar coraje para cumplir con su deber, porque se trata de una intervención que
romperá el confort, afectará seguramente ciertos intereses, señalará culpables

Uff, qué lugar!

Jean Allouch, quiere conducirlo a la sensatez o a la franqueza con idéntico tratamiento


igualitario

Conducirlo a la sensatez? Acaso mi posición enunciativa es tan condescendiente?

Nuevamente, el propósito es hacer sonar las alarmas con vistas al bien común porque es
asunto de vida o muerte

Un bien común? Acaso la enunciación se da desde un lugar de guía o maestro que conoce
cómo salvar a la comunidad analítica?

No encuentro una sola página de El idioma de los lacanianos montada en la inquina ni


corriendo los peligros de los parresiastas

Pero cómo, no estabas en el borde? Mi texto está montado en la inquina o en la indignación?

Los parresiastas no son los emergentes de una generación que se acercaba, en sus
comienzos, a un lacanismo rioplatense que aún estaba en ciernes y procuraba entender algo
de un Lacan del que recién comenzaban a aparecer los seminarios, sino de una generación
que encontró un lacanismo local devenido en fuerza hegemónica, o al menos respetada, en
universidades y hospitales, y organizado como un archipiélago de instituciones, algunas
internacionalizadas y capaces de organizar regularmente eventos sorprendentemente
masivos. Para ellos, es más probable que un dictamen de Lacan les traiga el recuerdo de
preguntas de algún examen parcial a que les provoque asombro

No es precisamente el caso del Uruguay

Seguramente no van a ser sumariados por ningún Gran hermano, ni entrar en Listas negras,
pero es factible que reciban por única respuesta los 15 minutos de likes y emoticones de las
redes, es decir, la murmuración, el tinnitus

Ya presentar aquí, y que el texto haya sido recibido en un taller con la potencia que describían
hace tres semanas, es bastante más.

Me refiero a las dos recomendaciones hacia una nueva normalidad que se desprenden
tácitamente de sus artículos y que, a mi entender, son contradictorias entre sí y
problemáticas por igual.

Nueva normalidad en psicoanálisis, OMG! Lacan: ninguna norma autoriza al analista a hablar
de normalidad o anormalidad.

Una tiene que ver con las formas de escribir y abrir la boca, es decir el estilo que deberíamos
cultivar de ahora en adelante los lacanianos, la otra con una denuncia de técnicas de
gubernamentalidad, con el fin de promover un creacionismo desencadenado.

La otra recomendación, en cambio, alienta una creatividad abierta a todas las direcciones, la
cual no estaría a la orden del día por encontrarse obstruida por la máquina burocrática y por
el tapón de un ideal de estilo inalcanzable.

Olfateo en esta visión promisoria el perfume del primer surrealismo, el que aspiraba
disponer la escritura automática al alcance de todos para que todos sean artistas y la
imaginación deje de “abandonar al hombre a su destino sin luz”.

Olfateo, jaja. La equiparación con la pretensión totalizante del primer surrealismo es toda
suya. Entiendo que no es mi posición, aquí no se pretende que todos seamos Lacan.
Aventurar que la nota de aprobación para una comunidad psicoanalítica debe ser que sus
integrantes alcancen el baremo del despliegue de las potencias creativas, es una exigencia
no menos desatinada.

No va por ahí, nada de exigencias uniformizadoras que aseguren una pertenencia a una
totalidad.

Tomando prestado un adjetivo calificativo que rindió frutos en el millerismo, respondo que,
tratándose de estilos, será mejor atreverse a pensar en el analista “ordinario”. La mayoría no
somos ni seremos más que eso, analistas de plumas mediocres, voces disfónicas y escasa
laboriosidad. Y está bien que por serlo no se nos llame a silencio o, peor, se nos exija
transformarnos en lo que no podríamos ni nos interesa ser. Ya hace tiempo Thomas Kuhn
advirtió que, incluso en las ciencias duras, la historia efectiva de las empresas del
conocimiento y de las prácticas es un recorrido de escasos y breves momentos
revolucionarios, de cambio de paradigma, seguidos por larguísimos períodos de “ciencia
normal”.10 “Normalidad” en la que el nuevo paradigma conseguirá –más por su valor
heurístico que por la completud de su formulación– institucionalizarse, reproducirse por
obra y gracia de la rutinaria tarea de adherentes empeñados en repetir lo sabido, en volver a
comprobar lo comprobado; adherentes que apenas dominan un borroso abc, pero que por
obra de su perseverancia el paradigma se conserva vivo hasta que, en algún otro momento y
no sin antes pasar por ese aburrido ritornelo del coro de la normalidad, todo cambiará
nuevamente. Siendo así, hay una línea que hoy todavía tendría vigencia de El idioma de los
lacanianos, la debida a Alicia Páez, filósofa del lenguaje, cuando en el debate que cierra el
libro concluye: “Si el lacanismo tiene una pretensión de rigor, bien merece tener una ciencia
normal.”11

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