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Tema Oposiciones Lengua Castellana y Literatura

Este documento describe los elementos clave del proceso de comunicación, incluyendo el emisor, receptor, mensaje, código y situación comunicativa. Explica que la comunicación implica la transmisión de información del emisor al receptor a través de un canal. También discute los roles del emisor y receptor, así como conceptos como la cortesía comunicativa y la teoría de la recepción.

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Tema Oposiciones Lengua Castellana y Literatura

Este documento describe los elementos clave del proceso de comunicación, incluyendo el emisor, receptor, mensaje, código y situación comunicativa. Explica que la comunicación implica la transmisión de información del emisor al receptor a través de un canal. También discute los roles del emisor y receptor, así como conceptos como la cortesía comunicativa y la teoría de la recepción.

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Oposiciones Secundaria. LCL.

Curso 2020-2021
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TEMA 6. EL PROCESO DE COMUNICACIÓN. LA SITUACIÓN COMUNICATIVA

A. La comunicación como transmisión de información

B. La Lingüística del discurso

C. Elementos del proceso comunicativo

C. 1. El emisor

C. 2. El receptor

C. 2. 1. La cortesía comunicativa
C. 2. 2. La Teoría de la Recepción

C. 3. El mensaje y el código

C. 4. El canal

C. 5. El tiempo y el lugar: la situación comunicativa

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A. La comunicación como transmisión de información

La investigación en el campo de los mass media y la cibernética han dado como resultado
la aparición de una doctrina y ciencia de la comunicación en la década de los cincuenta: la
Teoría de la Comunicación. Desde esta perspectiva, se define la comunicación como
transferencia de información, entendiendo por tal el número de alternativas necesarias para
definir un acontecimiento sin ambigüedades.

L. Bloomfield hablaba de que en todo acto comunicativo el emisor recibe un estímulo


extralingüístico y reacciona produciendo un mensaje con forma lingüística. Por ejemplo:
necesito alcanzar un libro al que no puedo acceder (estímulo) y pido ayuda al receptor
diciendo (reacción lingüística): por favor, ¿me podría alcanzar ese libro? El receptor recibe
el mensaje con forma lingüística (estímulo) y su reacción será dar el libro al emisor (reacción
extralingüística).

B. La Lingüística del discurso

En los primeros años del siglo XX la preocupación fundamental de todas las lingüísticas
era el análisis de los códigos o sistemas, dejando fuera de sus intereses las cuestiones
relacionadas con el uso. Si el estructuralismo y la gramática generativa-transformacional son
modelos inmanentes, interesados en el estudio de las lenguas en su funcionamiento interno, la
lingüística discursiva puede ser definida, en el sentido en que lo hace Coseriu en Teoría del
lenguaje y Lingüística general, Madrid, Gredos, 1971, como modelo lingüístico plenamente
funcional, en tanto que su objeto de estudio es el funcionamiento de las lenguas naturales
como sistemas capaces de producir comunicaciones dotadas de sentido.

Todo proceso comunicativo es un proceso definido por su condición de acto productor de


sentido. Como tal, su estudio ha de incluir, junto al de los códigos o sistemas, otros elementos
que intervienen en él:

CÓDIGO CANAL

EMISOR MENSAJE RECEPTOR LUGAR TIEMPO

REFERENTE

Pero este esquema de transmisión de información sería idílico, porque en toda


comunicación puede haber perturbaciones que la estorben. Es lo que en Teoría de la
Comunicación se denomina ruido: molestias sonoras, una voz apenas perceptible, errores en
la utilización del código, borrones en la escritura, etc. Para evitar la pérdida de información
que pueden ocasionar los ruidos se dispone de un conjunto de unidades de defensa, la
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redundancia: elevación de la voz para compensar la sordera del oyente, los subrayados, el
empleo de una tipografía diferente, etc.

C. Elementos del proceso comunicativo

C. 1. El emisor

Es la figura discursiva que denota al productor de todo acto de comunicación. Klaus


Heger en Teoría semántica II, Madrid, Alcalá, 1974, pp. 33-51 desarrolla con total explicitud
el análisis de los elementos integrantes del campo mostrativo-personal, señalando cómo dicho
sistema se encuentra estructurado sobre bases esencialmente comunicativas, al oponerse en él
los siguientes elementos:

PUNTO INICIAL DEL ACTO COMUNICATIVO vs. PUNTO NO INICIAL DEL ACTO COMUNICATIVO
(YO) (RESTANTES FORMAS)

A su vez, el miembro no marcado de la oposición puede ser definido mediante una nueva
oposición binaria:

PARTICIPACIÓN EN EL ACTO COMUNICATIVO vs. NO PARTICIPACIÓN EN EL ACTO COMUNICATIVO


(TÚ) (ÉL)

En la propuesta de Heger descansa sobre el emisor, YO, el papel de centro o punto cero de
todo el sistema. Es desde ese YO (el que habla) desde donde se fijan siempre las identidades
correspondientes del TÚ y del ÉL. Este crítico ha señalado también este mismo esquema de la
centralidad del YO respecto de otros subsistemas deícticos como el de los posesivos (mío,
tuyo, suyo), demostrativos (este, ese, aquel), temporales (antes, ahora, después) o locativos
(aquí, ahí, allí).

Desde un punto de vista estrictamente discursivo, la consideración del papel del emisor
textual es fundamental para la elaboración de una tipología de textos. A estos efectos, resulta
necesaria una distinción entre hablante y enunciador, que opondría, respectivamente, las
figuras del emisor real o referencial (persona física) y el emisor textual (el yo enunciador en
el texto). Mientras la mayor parte de los textos que se producen en los procesos
comunicativos se caracterizan porque el receptor puede identificar tanto al enunciador como
al hablante, o lo que es lo mismo, identificar al hablante real que subyace al yo enunciador,
otros textos, por el contrario, adquieren su especificidad por el hecho de que, aunque
obligatoriamente, son textos producidos por un enunciador, carecen de la figura lingüística de
hablante real, y dan lugar a un tipo particular de relación comunicativa que conocemos como
anónimo.

E. Ramón Trives desarrolla en “Propuesta de una tipología de estilos enunciativos”, en


L.E.A., XIII, 1991, pp. 48-59, una tipología comunicativa basada en la figura del enunciador
textual, atendiendo a los distintos modos de manifestación posibles “de la responsabilidad
subjetiva en el protagonismo enunciativo”. Según dicho punto de vista, es posible
distinguir dos tipos básicos de relaciones comunicativas: a) las que obedecen a un estilo
productivo: aquellas en las que se presupone “idéntica responsabilidad subjetiva en la
enunciación como en lo enunciado”, es decir, el sujeto responsable de la enunciación lo es
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también de lo enunciado; b) las que responden a un estilo reproductivo: aquellas que


presuponen “distinta responsabilidad subjetiva en la enunciación y en lo enunciado”, es decir,
presentan un sujeto enunciador distinto del sujeto de lo enunciado.

Los textos de estilo reproductivo pueden ser clasificados (Ramón Trives, op. cit., 1991)
en: a) textos de estilo directo: reproducen o citan un enunciado ya emitido, responsabilidad
de un enunciador diferente, sin marca alguna de concordancia deíctica con las
especificaciones de tiempo y lugar de la enunciación dominante (Dijo: “Te digo a ti, porque
eres mi amigo, que me encuentro en la cantina en estos momentos”); b) textos de estilo
indirecto: reproducción o cita de un enunciado ya emitido, pero relatado con las marcas de
transformación deíctica concordantes con las características de las de su reproducción (Dijo
que me decía a mí, porque era su amigo, que se encontraba en la cantina en aquellos
momentos); c) textos de estilo indirecto libre: se trata de reproducciones o citas de un
enunciado ya emitido, sin características formales introductorias explícitas, pero relatado con
marcas de transformación deíctica concordantes con las características propias de la
reproducción enunciativa (Se sentía débil, y si alguna vez tenía plata compraría una lápida);
d) textos de estilo directo libre: se trata de la reproducción o cita, sin marcas formales
introductorias explícitas, de un enunciado ya emitido, pero relatado, además, sin marca
alguna de transformación deíctica concordantes con las características de la reproducción
enunciativa (“Quiero que vayas”).

C. 2. El receptor

Los estudiosos del diálogo, a partir de los trabajos pioneros de Voloshinov (El marxismo y
la filosofía del lenguaje, Madrid, Alianza, 1992) y Bajtin (Estética de la creación verbal,
México, Siglo XXI, 1982), han asumido el carácter heteroglósico del lenguaje, su condición
esencialmente dialógica. Desde esta perspectiva, lejos de considerarse cada discurso solo
como manifestación del punto de vista de su emisor, se asume que es necesario no perder de
vista también los de su receptor o receptores, lo que Bajtin ha denominado sus voces, origen
de su concepto de polifonía textual.

Se puede hablar de tres parámetros situacionales en la comunicación y, entre ellos, el tenor


tiene que ver con la relación que se establece entre los interlocutores: a) tenor personal: saber
quién es cada uno, su edad, su sexo, su profesión, etc.; b) tenor interpersonal: saber las
jerarquías entre los interlocutores y el distinto tratamiento que reciben; y c) tenor funcional: la
intención y finalidad que tienen los interlocutores, pues el propósito del mensaje tendrá
repercusiones en la organización global y local del texto.

Goffman en su libro Forms of Talking, Filadelfia, California University Press, 1981


propone diferentes distinciones entre clases de receptores discursivos: a) destinatario: para
quien está específicamente construido el texto o la relación comunicativa. Dicha figura es
habitualmente conocida; b) destinatario indirecto: participa igual que el destinatario en la
recepción del texto, pero no coincide con el perfil imaginado o activado por el locutor; c)
oyente casual: participa sin intención ni obligación previa de participar; d) oyente curioso o
entrometido: se sitúa en una posición de oyente “espía”.

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C. 2. 1. La cortesía comunicativa

La cortesía puede ser considerada como un conjunto de normas sociales establecidas por
la sociedad que regulan el comportamiento de sus miembros, favoreciendo algunas formas de
conducta y prohibiendo otras, con el fin de evitar o mitigar conflictos.

Desde el punto de vista de Leech en Principios de pragmática, Logroño, Universidad de


la Rioja, 1997, una acción es más descortés cuanto mayor es el coste del destinatario. Así,
establece cuatro categorías principales: a) acciones que apoyan la cortesía: agradecer,
felicitar, saludar, invitar; b) acciones prácticamente indiferentes con la cortesía: afirmar,
anunciar, informar; c) acciones que entran en conflicto con la cortesía: preguntar, pedir,
ordenar; d) acciones dirigidas contra el mantenimiento de la relación entre los interlocutores:
amenazar, acusar, maldecir.

Brown y Levinson en Politeness. Some Universals of Language Use, Cambridge,


Cambridge University Press, 1987, parten de la idea de que los seres sociales están
constituidos por dos entidades interdependientes: una imagen negativa y una imagen positiva.
Teniendo en cuenta que los intercambios comunicativos son un proceso dinámico en el que
tanto el emisor como el receptor desean manejar y controlar las imágenes propia y ajena, toda
interacción daría lugar a cuatro imágenes distintas, pero complementarias: las dos del emisor
y las dos del receptor, y un intercambio comunicativo deberá tener entre los aspectos que han
de ser cumplidos el de evitar lo que Brown y Levinson denominan actos amenazadores de la
imagen.

Entre los procedimientos utilizables para mitigar la posible agresión a la imagen negativa
del receptor, que Brown y Levinson denominan atenuadores, Casalmiglia y Tusón en Las
cosas del decir, Barcelona, Ariel, 1999, destacan los siguientes: a) Procedimientos
sustitutivos: son aquellos basados en la sustitución de un elemento por otro dotado de una
menor potencialidad agresiva: sustitución de un imperativo por construcciones indirectas de
mandato (¿Me acercas ese cenicero?), uso del condicional (¿Podrías traerme el cenicero?),
actos de habla indirectos (Se me va a caer la ceniza); b) Procedimientos desactualizadores:
partículas modales, temporales y personales que sirven para establecer una distancia entre el
emisor y el acto amenazador: el condicional o subjuntivo (Quisiera cobrarle esta factura), el
imperfecto (Quería un kilo de naranjas), la eliminación de las marcas relativas al receptor:
(Este trabajo está mal hecho), eufemismos (“conflicto social” por “huelga”), lítotes (“Esta
carne no está del todo hecha” por “Esta carne está cruda”); c) Procedimientos
acompañantes: expresiones añadidas que tienen la función de preparar el marco adecuado
para el contenido del acto expresivo: reparaciones, que pueden tomar tanto la forma de una
excusa (lo siento, perdón) como de una justificación (No lo sabía, me acabo de enterar),
minimizadores (Solo quisiera saber si..., Simplemente le quería preguntar...), modalizadores
(Creo que…, Sin duda...), desarmadores (Ya sé que no te gusta prestar tus libros, pero...) y
“cameladores” (Tú, que sabes tantas matemáticas, ¿me dejas tus ejercicios?).

C. 2. 2. La Teoría de la Recepción

Siguiendo a Raman Selden en “La Teoría de la Recepción”, en La teoría literaria


contemporánea, Barcelona, Ariel, 2000, pp. 127-151, podemos decir que la estética de la
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recepción se desarrolló en Alemania durante los años sesenta en un clima de cambio literario.

Jakobson afirmaba que un poema no tiene existencia real hasta que es leído, y que su
sentido solo puede ser discutido por sus lectores. Umberto Eco afirma que algunos textos son
“abiertos” e invitan a la colaboración del lector en la producción del sentido, mientras que
otros son “cerrados” (novelas de detectives) y condicionan la respuesta del lector.

Gerald Prince planteó la siguiente pregunta: ¿por qué cuando leemos novelas nos
tomamos tanto trabajo en distinguir entre las distintas clases de narrador, pero nunca nos
preguntamos por las diferentes clases de personas a quienes el narrador dirige su discurso?
Prince llama a esta persona el narratario.

El deslizamiento hacia la teoría de la recepción se encontraba prefigurado en el rechazo del


punto de vista “objetivo” de Husserl por parte de su discípulo Heidegger: nuestra conciencia
proyecta las cosas del mundo y, al mismo tiempo, se encuentra subordinada al mundo debido
a la propia naturaleza de su existencia en él, es decir, “nunca podremos adoptar una postura
de contemplación objetiva y mirar el mundo como si lo hiciéramos desde la cumbre de una
montaña, puesto que estamos irremediablemente inmersos en el objeto mismo de nuestra
conciencia”.

Jauss utiliza la expresión “horizonte y expectativas” para describir los criterios utilizados
por los lectores para juzgar textos literarios en cualquier período dado. El horizonte de
expectativas original (lo que el lector espera de un autor o una obra atendiendo a la época o
al resto de su producción) solo nos dice cómo fue valorada e interpretada la obra en el
momento de su aparición. Según Jauss, sería tan erróneo decir que una obra es universal
como afirmar que su significado está fijado para siempre y que se encuentra abierto a los
lectores de cualquier época. Nuestros intentos de comprender una obra dependerán de las
preguntas que nuestro contexto cultural nos permita plantear.

B. 3. El mensaje y el código

Investigaciones llevadas a cabo desde los campos de la psicología cognitiva han puesto de
manifiesto algunas peculiaridades sobre el modo general en que los seres humanos llevan a
cabo sus procesos de categorización. Estos trabajos exponen que los seres humanos
construyen sus categorías de forma tal que los miembros incluidos en estas no han de
compartir necesariamente las mismas propiedades, sino, al contrario, utilizan un
procedimiento de gran economía que consiste en seleccionar como mejor representante o
prototipo de la categoría en cuestión a un determinado elemento.

Parte esencial de la teoría del discurso es la dimensión pragmático-ilocutiva de los usos


lingüísticos. Siguiendo las aportaciones de Austin en Cómo hacer cosas con palabras,
Buenos Aires, Paidós, 1982, se distinguen tres tipos de actos de habla: a) locutivos: todo
hablante al expresarse adopta una forma lingüística que le ofrece su código; b) ilocutivos: el
hablante, además de expresarse en su código, tiene una intención; y c) perlocutivos: actos
lingüísticos que intentan influir en el interlocutor.

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Las máximas de Grice (1975) constituyen una especie de normas sociales reguladoras del
comportamiento comunicativo cuyo interés radica, entre otros aspectos, en su condición de
principios de inter-relación: a) Máxima de la cantidad: su contribución debe suficientemente
informativa, pero no más de lo necesario; b) Máxima de la cualidad: su contribución debe ser
verdadera, por tanto, no diga lo que crea falso ni diga aquello que no puede demostrar; c)
Máxima de la relación: su contribución debe ser relevante para el tema; y d) Máxima de
modo: sea claro, preciso y escueto.

En cierto modo, la teoría de Grice tiene una variante en la denominada teoría de la


relevancia de Sperber y Wilson, expuesta en La relevancia. Comunicación y procesos
cognitivos, Madrid, Visor, 1994. Según estos autores, la comunicación se cumple entre un
emisor que codifica un mensaje y un receptor que lo descodifica. Sin embargo, Sperber y
Wilson afirman que en la comunicación verbal humana, junto a este proceso de codificación-
descodificación, hay otro proceso inferencial deductivo, una serie de indicios, pruebas o
estrategias que el comunicador proporciona con el fin de que el destinatario pueda inferir sus
intenciones (hay una gran distancia entre lo que se dice literalmente y lo que se pretende
decir). Así, por ejemplo:

MADRE: “Ya son las 7” --- Afirmación (= ‘Levántate’)


HIJO: “Hoy es sábado” --- Afirmación (= ‘No’)

B. 4. El canal

Saussure postuló como una de las características esenciales de las lenguas naturales su
condición de sistemas lineales en su manifestación oral. Cuando los intercambios
comunicativos se llevan a cabo a través de este modo de transmisión, las expresiones
lingüísticas pueden hacer gala de una considerable economía, que se traduce habitualmente en
la no expresión de los papeles relativos a la enunciación, del enunciador o del tiempo y el
lugar de la enunciación. Pero no todos los intercambios comunicativos se desarrollan a través
de este canal neutro y primario que constituye el aire que nos rodea. Junto a los intercambios
comunicativos inmediatos y directos, que son los orales, es posible entablar otros modos de
relación de funcionamiento más complejo, como los intercambios inmediatos indirectos
(cuando nos servimos, por ejemplo, del teléfono), que hacen necesaria precisar la identidad
del emisor y, en ocasiones, el lugar desde el que la correspondiente enunciación se produce.

Existen también relaciones mediatas indirectas (textos escritos, como las cartas), donde
resulta imprescindible la explicitud de la identidad del emisor (remite), la del receptor
(destinatario), el lugar (localidad) y el tiempo (fecha), pues, de otro modo, se daría lugar a
distintos infortunios comunicativos potenciales.

B. 5. El tiempo y el lugar: la situación comunicativa

Las coordenadas comunicativas de lugar y tiempo forman parte de la categoría de


situación. Malinowski, en High Points in Anthropology, N. York, A. A. Knopf, 1973, señaló
la importancia de lo que denominara contexto de situación, concebido como un marco
general en el que las relaciones comunicativas tienen lugar, y que trasciende de lo puramente
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lingüístico para englobar todas las circunstancias físicas, prácticas y simbólicas de que cada
comunidad participa.

Para Hymes, en The Ethnography of Communication, N. York, Basil Blackwell, 1964,


entre los componentes fundamentales de cualquier acto comunicativo se encuentra la
situación, que engloba dos tipos de elementos: a) la localización física espacial y temporal en
la que se produce el evento comunicativo; y b) la escena psico-social o imagen que los
participantes en un evento comunicativo asocian característicamente a un lugar y tiempo
determinados.

Ch. Bally en Linguistique générale et linguistique française, París, Gallimard, 1940,


distingue entre situación o conjunto de circunstancias extraverbales que rodean el discurso o
son conocidas por los interlocutores y contexto, la acción puramente lingüística en la que se
desarrolla la comunicación.

K.Bühler en Teoría del lenguaje, Madrid, Alianza, 1985, ha diferenciado tres tipos de
contextos: a) Sinfísico: se refiere a ciertas condiciones físicas que rodean al acto de
comunicación (puede desarrollarse a través de signos escritos, grabados, etc.); b)
Simpráctico: es lo que Bally denomina situación; y c) Sinsemántico: es lo que Bally
denomina contexto.

Coseriu, en su trabajo clásico “Determinación y entorno. Dos problemas de lingüística


del hablar”, en Teoría del lenguaje y lingüística general, Madrid, Gredos, 1971, pp. 282-323,
propone la utilización de entorno como término designativo de los distintos elementos que
pueden ser incluidos dentro de la dimensión tradicional de contexto, diferenciando cuatro
tipos: a) Situación: “espacio-tiempo” del discurso por el hecho mismo de hablar (inmediata)
o producto de lo verbal (mediata); b) Región: espacio dentro de cuyos límites un signo
funciona en determinados sistemas de significación. Puede ser: 1) zona: “región” en la que se
conoce y se emplea corrientemente un signo (coincide con los límites que marca en la
geografía lingüística una isoglosa); 2) ámbito: “región” en la que el objeto se conoce como
elemento del horizonte vital de los hablantes o de un dominio de la experiencia y la cultura de
los hablantes (por ejemplo, un ámbito técnico o no técnico, que repercute en el uso de
determinado léxico); 3) ambiente: “región” establecida social y culturalmente, que determina
formas de hablar específicas (familia, escuela, etc.); c) Contexto: realidad que rodea a un
signo, como realidad física, como saber de los interlocutores y como actividad. Puede ser: 1)
idiomático: la lengua misma como fondo del hablar, pues todo acto de habla remite a su
propio código; 2) verbal: lo dicho lingüísticamente antes (anáfora) y después (catáfora) en
cada parte del discurso, pudiendo ser positivo (integrado por lo que efectivamente se dice) o
negativo (integrado por lo que intencionadamente se omite); 3) extraverbal: todas las
circunstancias no lingüísticas que se perciben directamente o son conocidas por los hablantes,
pudiendo ser natural (realidades únicas como el sol, por todos conocido), práctico u ocasional
(coyuntura ocasional en que tiene lugar un discurso y que condiciona los enunciados, pues
“un mitad” no necesita de aclaraciones si se pronuncia en una cafetería), histórico (las
circunstancias históricas conocidas por todos, como lo sucedido en la batalla de Lepanto),
etc.; y d) Universo de discurso: sistema universal de significaciones al que pertenece un
discurso y que determina su validez y sentido (mitología, literatura, ciencia, etc.).

Las circunstancias que imponen el hic et nunc influyen decisivamente en toda una serie de
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elecciones gramaticales que se reflejan en la forma del enunciado. Levinson en Pragmática,


Barcelona, Teide, 1980, ha desarrollado los distintos aspectos que pueden ser englobados en
un concepto tan complejo como el de contexto: a) el papel y la posición de emisores y
receptores, que constituyen relaciones de solidaridad/poder, que determinan, por ejemplo, el
uso de TÚ o USTED; b) la situación espacial y temporal en la que se enmarca el evento
comunicativo; c) el nivel de formalidad, que condiciona la elección de registros específicos; y
d) contenidos adecuados o conjunto de saberes de los emisores y receptores sobre los textos
producidos a lo largo de la historia.

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