Sabemos que el sufrimiento y la alegría en abstracto forman parte indisoluble de nuestra vida,
hemos instalado en la cotidianidad nuestra esperanza de vivir la vida con alegría y para
conseguirlo hemos relegado la enfermedad y la muerte al ámbito de la intimidad. Para mucha
gente el sufrimiento resulta ahora un tema inquietante cuando no desagradable, algo que le
recuerda miedos ocultos sobre los que mejor no hablar. Pues casi todos los miedos nos
remiten a la muerte, y la muerte ha dejado de ser nuestro destino, el referente de nuestra
propia humanidad, para convertirse en un fracaso médico, tecnológico o social. Por eso
cuando aparece en nuestra vida el sufrimiento en particular, el que nos afecta, lo
consideramos cada vez más como algo extraño y absolutamente inútil. Las enfermedades y la
muerte han dejado de ser un tema de relación social, junto a ellas también hemos apartado la
pena y el dolor, en el estilo de vida actual cada vez nos resulta más difícil hacerles un sitio. Si
no está de moda hablar de nuestros sentimientos negativos, menos aún intentar mostrarlos y
compartirlos. Con la excepción de los sucesos catastróficos, que nutren espacios televisivos, la
sociedad parece que espera de cada uno de nosotros que sepamos esconder nuestra angustia
y aflicción, que las encerremos en los espacios de nuestra privacidad.
El Cáncer cuestiona tanto al que lo padece como a su entorno. Cuestiona el presente, el
pasado y el futuro. Diluye los proyectos, rompiendo en pedazos todas aquellas supuestas
seguridades que nos parece dan sentido a la vida, una vida que se desmorona en un instante
como si fuera un castillo de naipes. Es un proceso doloroso donde se producen múltiples
pérdidas y toda pérdida nos provoca un duelo. Por si esto fuera poco, todavía a demasiados
pacientes o familias les cuesta hablar de cáncer, lo que incrementa la sensación de
incomunicación, de soledad radical
La palabra “duelo” proviene del término latino “dolos” que significa dolor. El duelo no es un
trastorno mental, es un proceso doloroso e inesperado en respuesta a la muerte de un ser
querido o de una pérdida significativa. No todos los duelos tienen una evolución normal y una
resolución satisfactoria, por tanto, para el personal de la salud es muy importante estar
capacitado para saber cuando un duelo se está desviando hacia lo patológico (1). Actualmente
el hombre no sólo piensa de forma diferente, sino que vive al día en una sociedad que niega la
enfermedad y quiere la felicidad aquí y ahora, en forma de consumo, diversión y ausencia de
sufrimiento, incluso existe un apartado farmacéutico adecuado a la satisfacción (vigorizantes
sexuales, botus, antidepresivos, etc). La muerte de un ser querido, se siente como pérdida de
un pedazo de vida propia, se vivencia como un fragmento de la propia muerte. Estas vivencias
son más acentuadas cuanto mayor son los lazos con el fallecido o la pérdida, aunque no
debemos olvidar que las respuestas emocionales ante una pérdida afectiva tienen
componentes culturales y religiosos. Con cada muerte que vivimos, ensayamos un poco
nuestra propia muerte, por lo que en el duelo también participamos del, para y por nuestro
futuro. Es importante recalcar que duelo no es sinónimo de depresión, pero que muchos
duelos pueden terminar provocando un episodio depresivo e incluso suicidio. Está demostrada
la relación
entre duelo y psicopatología, de manera que duelos insuficientemente elaborados o con una
evolución anormal pueden generar un episodio depresivo u otro trastorno mental establecido
(1). La comunicación es una herramienta terapéutica esencial que da acceso al principio de
autonomía, al consentimiento informado, a la confianza, la seguridad y la información que el
enfermo necesita para ser ayudado y ayudarse. El proceso de dar noticias es una de las
responsabilidades más difíciles en la práctica médica, dado que las malas noticias generan una
situación estresante para el paciente y también para el médico. En los últimos años se ha visto
incrementada la necesidad de mejorar la destreza de los médicos a la hora de informar, dado
que una buena comunicación médico-paciente aumenta la confianza, mejora la situación
emocional del paciente y disminuye la posibilidad de conflictos legales(2). EL DUELO:
CONCEPTO Desde Freud en 1917, han sido muchos los autores clásicos que han ofrecido
interpretaciones que han ayudado en el conocimiento de la reacción del duelo y las
sensaciones que lo acompañan. Freud definió el término duelo como afecto anormal de los
seres humanos provocado como “reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una
abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc” En un sentido más
amplio podemos entender el duelo y procesos del duelo como el conjunto de representaciones
mentales y conductas vinculadas con una pérdida afectiva, no obstante el término duelo
puede también aplicarse a aquellos procesos psicológicos y psicosociales que se ponen en
marcha ante cualquier tipo de pérdida (fracasos escolares, divorcio, separación, pérdida de
empleo, pérdida de domicilio, etc) y que pueden originar igualmente reacciones
desadaptativas junto a manifestaciones de índole depresiva y emocional (pena, desesperanza,
rabia, culpa, etc) (3). Es importante conocer la diferencia conceptual entre los términos duelo,
luto y pérdida, ya que todos ellos se refieren a reacciones psicológicas de los que sobreviven a
una pérdida (1,3).
Morir no es un hecho bruto, nuestra sociedad ha querido comprender este fenómeno en
distintas formas, buscando adjudicarle un significado. Ilustrativo de ello es el estudio que de la
muerte ha hecho la ciencia, intentando descifrar la utilidad biológica de ésta. Por otra parte, la
representación de la muerte y del más allá tiene siempre relación con la vida, con las formas
de vivir en cada época y con las creencias ligadas a ella. Estas creencias buscan ser ordenadas a
través de un sistema social, representado por el sistema jurídico, se aborda por ello
brevemente la muerte desde esta perspectiva. Finalmente, no se puede hablar de muerte sin
mencionar la búsqueda de un sentido de trascendencia, de forma que la religión ha cumplido
también un papel importante en la búsqueda de un consuelo ante un hecho inevitable, dando
su propio significado al hecho de morir. La toma de conciencia de la muerte puede ser
considerada como una crisis en la vida de las personas; pudiendo ser, no la muerte, sino la
representación anticipada de la muerte lo que inspira terror1.
Se acepta la muerte sin entenderla, tratada como un tabú, por lo que se vive el duelo
generalmente en silencio, aparentando un estado físico y psicológico en el que las personas
que atraviesan el duelo no se encuentran. Por este motivo, es necesaria una educación sobre
la muerte y el duelo, comprender y aprender de esta situación es imprescindible para el
desarrollo integral de las personas, no solo durante la infancia, también en el resto de etapas
del ciclo vital.
Antropológicas: Existen pérdidas, como la muerte de una madre, que en todas las personas
van a producir procesos de duelo de gran complejidad y sufrimiento. Además el proceso de
duelo es más difícil de elaborar cuando las muertes se producen en contra de la secuencia
natural (la muerte de un hijo). Existe más dificultad para elaborar un duelo, en la infancia y la
senectud. • Circunstancias de la pérdida: Se complica el duelo en aquellas situaciones en las
que no se llega a ver el muerto o cuando el cadáver ha sido mutilado. Influye la forma en que
se recibe la noticia y sobre todo las pérdidas inesperadas.
Dimensión física: Molestias físicas como la sensación de “vacío” en el estómago, un nudo en la
garganta, sequedad en la boca, alteraciones de sueño y alimentación, sensación de opresión
en el pecho, palpitaciones, falta de energía, etc. Dimensión emocional: Experimentar
sentimientos de tristeza, enojo, miedo, culpa, soledad, ansiedad, impotencia, añoranza,
desesperanza, alivio y liberación, amargura, etc. Dimensión cognitiva: Dificultad para
concentrarse, falta de interés por las cosas, confusión, entre otras. Dimensión conductual: Son
cambios en el comportamiento con respecto al patrón previo, por ejemplo, aislamiento social,
hiperactividad, retraimiento, aumento en el consumo de tabaco o alcohol. Dimensión social:
Aislamiento, rechazo hacia los demás. Dimensión espiritual: Se replantean las propias
creencias y la idea de trascendencia. Se puede llegar a cuestionar a sí mismo y pensar “¿Por
qué a mí?
Según el DSM – V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), el
trastorno de duelo complejo o complicado persistente se diagnostica sólo si han
trascurrido al menos 12 meses desde la muerte de alguien con quien el doliente tenía
una relación cercana
MITOS
Con relación a los mitos que existen respecto al duelo, es importante tomar en cuenta que las
creencias culturales y mitos sobre la muerte, también juegan un importante papel a la hora de
afrontar un duelo. “La muerte tiene una dimensión social y cultural que varía según el
momento histórico, las costumbres, las creencias y la sociedad donde acontece y que puede
influir facilitando o dificultando los procesos de duelo individuales de las personas” (Bermejo,
J; et Al. 2016). En este sentido, es necesario analizar las creencias, erróneas o no, el concepto
de duelo que maneja cada doliente. Sin embargo, en el caso concreto del personal de salud,
cuando a veces no hay tiempo de un análisis como tal, es importante entonces saber escuchar
al paciente y estar informados en relación a mitos e ideas que el doliente puede tener, para
que de forma bondadosa encausarlo hasta donde la circunstancia permita para que le sea
favorable en la superación de su pérdida. D
DETERMINANTES EN EL DUELO
La personalidad del deudo. Personas independientes, autónomas y con buena salud
mental elaboran mejor los duelos que los dependientes. Relación con la persona fallecida.
Mayor relación con la persona fallecida, mayor será la respuesta emocional a la pérdida.
18 DETERMINANTES EN EL DUELO
La forma de morir.Factores sociales. Tanto de apoyo en otras relaciones significativas,
como laborales o económicas.La edad del doliente. Las personas mayores están mejor
preparadas para afrontar un duelo que los jóvenes.