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El Caso Dora

Este documento presenta un resumen de 10 aspectos clave del caso de Ida Bauer (conocida como Dora), una paciente de 18 años tratada por Freud en 1898. Algunos de los puntos más importantes son: 1) La figura del padre dominante pero enfermizo y posiblemente impotente, 2) La obsesión de la madre por la limpieza, 3) Síntomas como la tos nerviosa y afonía que revelan deseos reprimidos, 4) El asco y otros síntomas ligados a un beso indeseado del Sr. K.

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El Caso Dora

Este documento presenta un resumen de 10 aspectos clave del caso de Ida Bauer (conocida como Dora), una paciente de 18 años tratada por Freud en 1898. Algunos de los puntos más importantes son: 1) La figura del padre dominante pero enfermizo y posiblemente impotente, 2) La obsesión de la madre por la limpieza, 3) Síntomas como la tos nerviosa y afonía que revelan deseos reprimidos, 4) El asco y otros síntomas ligados a un beso indeseado del Sr. K.

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El caso Dora: 10 aspectos clave

El "fragmento de análisis de un caso de histeria" (caso Dora) constituye una obra magistral
en la que Freud da cuenta del anudamiento indisoluble psyche-soma y de cómo los
síntomas "viajan" para gritar eso no dicho, silenciado de una trama familiar.
Introducción: un caso paradigmático
Freud recibió en su consulta a la joven Ida Bauer, de 18 años (la célebre Dora) en el año
1898 y trabajó con ella por tres meses. Durante este período vio a su paciente varias veces
a la semana y si bien manifestó no estar del todo satisfecho con los resultados obtenidos
(el tratamiento, por supuesto, no llegó a su fin) el caso se destacó tanto por la riqueza y
variedad de los síntomas, como por los múltiples esclarecimientos logrados mediante la
interpretación psicoanalítica.
Es importante destacar que para esta época Freud ya había descartado la hipnosis y el
método catártico (que procedía al levantamiento uno a uno de los síntomas) por
infructuosos, y se encontraba aplicando de lleno la técnica de la asociación libre, que él
consideraba más compatible "con la estructura más fina de la neurosis" y que se halla al
día de hoy vigente como "regla fundamental" del método psicoanalítico.
Esta metodología de trabajo le permitió comprender mucho más acerca de la naturaleza
simbólica de las afecciones neuróticas e insertar los síntomas en la trama sexual, afectiva
de la cual provenían, como si a través de estas neoformaciones los agentes quisieran gritar
verdades que por su educación y formación debían permanecer reprimidas.
Freud consideraba que la causación de las enfermedades histéricas debía buscarse en las
intimidades de la vida psicosexual de los enfermos por cuanto "los síntomas histéricos son
la expresión de sus más secretos deseos reprimidos" o, como lo expresa de manera
sucinta en su relato del caso, que "Los fenómenos patológicos son, dicho llanamente, la
práctica sexual de los enfermos". Y es precisamente por esto, por la naturaleza de las
cosas que constituyen el material del psicoanálisis "que en nuestros historiales clínicos
debemos prestar tanta atención a las condiciones puramente humanas y sociales de los
enfermos como a los datos somáticos y a los síntomas patológicos".
Sin más preámbulos, le propongo al lector adentrarnos en el estudio pormenorizado de
algunos aspectos significativos pertenecientes al historial clínico de Dora. Por lo general se
trata de síntomas, acciones sintomáticas, rasgos de carácter o conflictos específicos que se
presentan a priori sin un mayor sentido, pero que al ser reinsertados en la totalidad de la
trama afectiva a la que pertenecen, se les restituye su lógica y su razón de ser.
Considero, siguiendo a Freud, que si advertimos en qué medida los síntomas -por más
inexplicables o absurdos que parezcan- se encuentran estructurados simbólicamente, esto
es, responden a una lógica y a un sentido plenos, comprenderemos por qué los síntomas
neuróticos sólo pueden ser elaborados y curados a través de las condiciones de trabajo
que provee el dispositivo psicoanalítico.
1. La (im)potencia del padre
Industrial acaudalado y exitoso, Freud describe al padre de Dora como un hombre
dominante tanto por su inteligencia como por sus rasgos de carácter. Es la figura familiar
de quien Dora se siente más cercana y hacia quien dirige los más vehementes reproches y
reclamos. En particular lo culpa de la situación en la que se encuentra y le exige
infantilmente su protección y resguardo frente al otro amenazante (en este caso, el Sr. K).
El padre ocupa en el caso un lugar paradojal: su vivacidad contrasta fuertemente con las
numerosas y graves enfermedades que padece. Como dijimos, la hija se encuentra
apegada a él con particular ternura y las sucesivas enfermedades del padre acentuaron
este hecho. Freud nos señala que de la familia paterna Dora hereda no sólo la inteligencia,
los dotes y la precocidad intelectual, sino la predisposición a enfermar.
Antes de atender a Dora, Freud había curado a su padre de lúes (una enfermedad venérea
de transmisión sexual) y de ese tratamiento exitoso se derivó, ni más ni menos que la
recomendación hacia Dora de iniciar tratamiento con Freud.
La situación paradojal del padre también se extiende al factor económico, el cual ocupa un
importante lugar en la trama del caso. Ahora bien, por un puente asociativo y otras
razones no enteramente explicitadas, Freud concluye que tras la expresión de Dora
referida a su padre «ein vermogender Manny> (un hombre de recursos), se ocultaba su
contraria: que el padre era "einnvermogender Mann Al" (un hombre sin recursos), lo cual
sólo podía entenderse sexualmente, a saber: que el padre no tenía recursos como
hombre, era impotente.
2. La obsesión por la limpieza en la madre
Freud define a la madre como una mujer que encuentra serias dificultades en el terreno
de la sexualidad, y como consecuencia, se empeña obsesivamente en mantener limpios la
vivienda, los muebles y los utensilios. Al no operar como causa del deseo del padre, no
representa ese referente identificatorio que Dora -una joven de 18 años- necesita para
hacer lugar a su feminidad. En efecto, Freud describe el cuadro clínico de la madre como
una "psicosis del ama de casa".
Mujer de escasa cultura, poco inteligente, la madre de Dora contempla impertérrita las
infidelidades, idas y vueltas de su marido y su hija, y transita de manera inerme el novelón
familiar que se desarrolla ante sus ojos creyendo las más absurdas y disparatadas excusas.
Esta clase de pacientes, según destaca Freud, ignoran totalmente su propia enfermedad,
por lo que en la historia podría definirse como una ausencia, lo que se conoce
coloquialmente como un "cero a la izquierda".
3. La tos nerviosa y la afonía
La tos nerviosa y la afonía constituyen un ejemplo claro de sobredeterminación, esto es,
del hecho de que cada síntoma histérico suele estar causado no por una sino por múltiples
fantasías inconscientes. En un primer momento, a Freud le llama la atención la manera
característica que Dora tiene de toser, una manera que le recuerda la tos ficticia que
busca rectificar una situación indiscreta (como cuando uno quiere hacerse notar frente a
otro, o se insta a alguien a conservar el decoro).
Luego lo sitúa como un factor identificatorio que acerca a Dora al padre, quien cada vez
que quería encontrarse con su amada en B, tenía la costumbre de toser y quejarse hasta
que se le concedía su deseo de viajar para encontrarse con su la sra K. Una vez en B, por
supuesto, recobraba súbitamente su salud y desde allí escribía las más alegres cartas, lo
cual ponía en evidenci que todas sus "enfermedades" no eran sino pretextos para volver a
ver a su amiga.
Otra vía de aproximación a este síntoma, Freud la establece a partir del modo singular de
satisfacción sexual prevaleciente entre la Sra K y el padre de Dora (a causa de la ya
mentada impotencia de éste). Dora, a pesar de su juventud, estaba perfectamente al
corriente del coito per os. "Así pues, con su tos espasmódica, que, como es común,
respondía al estímulo de un cosquilleo en la garganta, ella se representaba una situación
de satisfacción sexual per os entre las dos personas cuyo vínculo amoroso la ocupaba tan
de continuo".
Por último, cuando Freud se propone investigar la etiología de la afonía de Dora, llega a la
conclusión de que sus períodos de crisis coincidían con los períodos en que el Sr. K se
encontraba lejos. Freud deduce la implicancia inconsciente de que en dichos períodos,
cuando su "amado" se encontraba ausente, para Dora el hablar había perdido todo valor,
de modo que este síntoma no tenía otro propósito que figurar su desilusión ante este
hecho.
4. El asco, la presión en el pecho y el rechazo hacia los hombres en tierno coloquio
Freud sitúa el sentimiento de asco como una formación reactiva ante deseos sexuales
reprimidos. Más precisamente, remite este síntoma una escena a los 14 años de edad, en
que el sr K le estampa un beso apasionado a Dora. Teniendo en cuenta que el asco le
sobreviene a Dora junto con una sensación de presión en la parte superior del cuerpo y el
horror a los hombres en tierno coloquio- Freud formula la siguiente hipótesis.

Cuando ocurrió la mentada escena, no fue el beso en sí mismo lo que horrorizó a Dora,
sino el haber sentido la presión del miembro erecto del señor K, no en la parte superior,
sino en la parte inferior de su cuerpo. Ocurre que este evento fue reprimido por el
displacer que suscitaba a ciertas instancias, y se desplazó de manera desfigurada como es
habitual en las formaciones sintomáticas, de acuerdo con los diques morales y anímicos
en la forma del rechazo.
5. Dolores de estómago
En un primer momento Freud consideró que los lacerantes dolores de estómago que Dora
sentía eran, por así decirlo, "heredados" de su madre, quien padecía dolores abdominales
semejantes de manera permanente. Luego decide seguir indagando en el mecanismo de
la identificación (mediante la pregunta «¿A quién copia usted en eso?» y se encuentra con
lo siguiente:
Observando a la señora K, Dora había averiguado "cuan provechosamente pueden usarse
las enfermedades". Sabido es que el señor y la señora K no vivían un matrimonio
"dichoso". Dora había advertido que el señor K estaba de viaje durante una parte del año
y cada vez que regresaba hallaba doliente a su mujer, quien hasta el día anterior, según
Dora sabía perfectamente, había gozado de buena salud. Dora comprendió que era la
presencia del marido lo que hacía enfermar a la mujer, y que la señora K consideraba
bienvenida su enfermedad para sustraerse de unos deberes conyugales que le eran
odiosos.
Le pregunté a Dora por la duración media de los ataques que la aquejaban. Era de tres a
seis semanas. ¿Cuánto habían durado las ausencias del señor K.? También, tuvo que
admitirlo, entre tres y seis semanas. Por tanto, con sus enfermedades ella demostraba su
amor por K, así como la mujer de éste le demostraba su aversión.
6. Disnea, asma y palpitaciones
"Hace ya años he puntualizado que la disnea y las palpitaciones de la histeria y de la
neurosis de angustia son sólo unos fragmentos desprendidos de la acción del coito.(...) Y
en muchos casos, entre ellos el de Dora, pude reconducir el síntoma de la disnea, del
asma nerviosa, al mismo ocasionamiento: el espiar con las orejas el comercio sexual de
personas adultas".
7. Catarro vaginal y enuresis
Freud remite el flúor albus de Dora a la culpa del padre por haber contagiado a la madre
con una enfermedad venérea. Por otra parte, el "catarro" se vuelve un puente asociativo
entre la tos y el catarro vaginal, producido por la vida promiscua e infiel del padre.

La tos encontraba asimismo una solicitación a partir de la identificación de Dora con el


padre, quien se encontraba aquejado por una afección pulmonar. El solidarizarse con su
síntoma le permitía expresar su compasión y cuidado por él. "Pero también proclamaba al
mundo, por así decir, algo que quizás a ella todavía no le había devenido conciente: «Soy
la hija de papá. Tengo un catarro como él. El me ha enfermado, como enfermó a mi
mamá. De él tengo las malas pasiones que se expían por la enfermedad».
La problemática ligada a la "mugre" de la enfermedad de transmisión sexual queda
asociada, por su parte, a la martirizadora manía de limpieza de la madre. A todo este
complejo entramado Freud le suma la consideración de la enuresis infantil, un síntoma
que -según Dora le revela- padeció durante su infancia y detrás del cual Freud supone una
actividad sexual hiperintensa en la temprana infancia, acompañada de masturbación
infantil, aspectos típicos de los neuróticos:
"Si Dora se siente incapaz de ceder al amor por ese hombre, si llega a reprimirlo en vez de
entregársele, con ningún otro factor se entrama esta decisión de manera más íntima que
con su prematuro goce sexual y sus consecuencias, el mojarse en la cama, el catarro y el
asco. Una prehistoria así puede, según cuál sea la sumatoria de las condiciones
constitucionales, ser el fundamento de dos tipos de conducta hacia el reclamo de amor en
la edad madura: o bien la plena entrega a la sexualidad, sin resistencia alguna y lindante
con lo perverso, o bien, por reacción, su desautorización y la contracción de una neurosis.
La constitución de nuestra paciente y el nivel de su educación intelectual y moral habían
dado el envión para esto último".
8. Aspectos extorsivos, vengativos y manipuladores
En esta sección incluimos una serie de comportamientos y acciones sintomáticas relatadas
en el historial de Dora que cumplen propósitos de manipulación, extorsión y venganza.
Incluimos aquí:
a. El escándalo
Llamamos "escándalo" al hecho de que Dora se haya resuelto a "destapar la olla" de la
manera en que lo hizo, esto es, "salpicando" en dicha acción a todos los agentes
involucrados en la novela, además de posicionarse como víctima, está claro. A Freud le
llama la atención lo desproporcionado y vengativo de su actitud, máxime teniendo en
cuenta que el cortejo del Sr. K no era en modo alguno "un intento frívolo de seducción" y
por otra, venía de larga data. En otras palabras, Dora podía darse una idea de los motivos
por los cuales el Sr. K la había invitado a pasear al lago y nos dice en este punto: una
muchacha normal habría resuelto las cosas de otra manera.

b. La amenaza de suicidio

Freud nos señala en este punto que Dora actúa por despecho. En alguna medida se
conduce como una mujer celosa reclamando al padre, identificándose con la madre -esto
es, ocupando su lugar-.

Haciendo referencia al vínculo entre el padre de Dora y la Sra. K, en un momento ella


refiere a Freud lo siguiente:

"Mi hermano me dice que los hijos no tenemos derecho a criticar estos actos del papá. No
tenemos que hacer caso de ellos, y aun quizá debemos alegrarnos de que haya
encontrado a una mujer de quien su corazón pueda prendarse, porque mamá lo
comprende muy poco. Yo también veo esto, y querría pensar como mi hermano, pero no
puedo. No puedo perdonárselo."

Lo que no queda del todo claro es ¿Qué es lo que Dora no puede perdonar...y a quién?
¿No puede perdonarle al padre haberse ido con la sra. K? ¿No puede perdonarle el hecho
de haberla "entregado" a esta novela en la cual ella es convocada a ser una mujer? ¿a
hacerse la pregunta acerca de qué quiere decir serlo? (ésta es una de las hipótesis
principales del psicoanalista francés Jacques Lacan) ¿No puede perdonarle a la señora K el
haberla traicionado revelando el contenido de sus conversaciones íntimas?

Por último y quizás con mayor fuerza para Freud, está la hipótesis de que el "ataque
regresivo" de Dora obedece a una formación reactiva causada por lo insoportable que le
resultaban sus sentimientos de amor hacia el señor K. "La muchacha había retomado y
reforzado su vieja inclinación hacia el padre a fin de no tener que notar nada en su
conciencia de ese primer amor adolescente que se le había vuelto penoso. De tal modo,
dio en imaginar que había terminado con el señor K. —era la ganancia que le procuraba
este típico proceso de represión— y, no obstante, tenía que llamar en su auxilio y
exagerar la inclinación infantil hacia el padre a fin de protegerse contra ese
enamoramiento que asediaba permanentemente su conciencia".

c. El episodio con la gobernanta

El episodio con la gobernanta tiene que ver con la difamación promovida desde una
gobernanta contratada por los padres de Dora hacia la Sra. K, de quien esta mujer
supuestamente estaba celosa por encontrarse enamorada del Señor K. Al descubrir Dora
que todas las atenciones y el buen trato que ella le brindaba, tenían por objetivo el amor
de su padre, Freud nos revela lo siguiente:

Dora se encontró entonces con algo de su propio comportamiento que ella no pudo
tolerar. Sin ir más lejos, el ser complaciente y amable (una buena "madre sustituta") con
los hijos de un matrimonio ajeno era exactamente lo que ella hacía con los hijos del
matrimonio del señor y la señora K, para ganarse los favores del primero.

Frente a lo insoportable de confrontarse con esta actitud (propia) Dora hizo despedir a la
gobernanta.

"La pobre le había iluminado con claridad no deseada un aspecto de su propio


comportamiento. El comportamiento que la señorita tenía a veces hacia Dora era el
mismo que Dora había tenido hacia los hijos del señor K. Les hacía el papel de madre, los
instruía, salía con ellos, y así les ofrecía un cabal sustituto del escaso interés que su madre
les mostraba. Evidentemente, el ocuparse de los niños era para Dora la cobertura
destinada a ocultar, ante ella misma y ante los extraños, alguna otra cosa".

9. Aspectos paranoides
En el momento en que se desencadenó la enfermedad, Freud nos señala que a Dora se le
imponía la idea de haber sido entregada al señor K. a cambio de la tolerancia que éste
mostraba hacia las relaciones entre su padre y la señora K. Por más que esto conservara
una cuota de verdad, lo que llamaba la atención en ella era el desconocimiento de que
durante largo tiempo ella había aceptado las reglas del "juego" y gozado de idénticos
beneficios que aquellos que le cuestionaba a su padre. "Los reproches que Dora dirigía a
su padre estaban totalmente «enfundados», «envueltos», junto con autorreproches del
mismo contenido. Ella tampoco quería ser molestada en su relación con el sr K".

10. La célebre "escena junto al lago"


La célebre escena junto al lago es lo que, en principio, desencadena la crisis nerviosa de
Dora. Al parecer, una tarde el señor K. y Dora salieron a caminar por el lago como tantas
otras veces. En esta oportunidad las intenciones del señor K eran inequívocas: ni bien
comenzó a hablar, no obstante, Dora le dio una bofetada en el rostro y escapó corriendo.
"Después que se fue, su conducta tiene que haberle parecido al hombre tan
incomprensible como a nosotros, pues no podía menos que haber inferido desde mucho
antes, por un sinnúmero de pequeños indicios, que tenía asegurada la predilección de la
muchacha".

Sorprendido por lo intempestivo y desproporcionado de la reacción de Dora, Freud


pregunta a Dora: ¿Cuáles fueron las palabras exactas proferidas por el Sr. K? A lo que Dora
le responde que las palabras fueron: «Usted sabe, no me importa nada de mi mujer».''

La significancia de ese dicho se aclara para Freud en la que fue la última sesión de Dora,
esto es, en el momento en que ella se despide de él y decide abandonar el tratamiento. Al
preguntarle Freud hacía cuánto tiempo había tomado esta decisión, Dora le responde que
lo ha decidido hace 14 días. A Freud le llama la atención este lapso y asocia "el preaviso de
14 días" a una práctica común para una muchacha de servicio, una gobernanta.

Le hace saber esto a Dora y obtiene de ella aún una última (pero significativa) asociación.
Dora le narra la historia de una gobernanta del matrimonio K que, al parecer, también se
había visto abordada sentimentalmente por el Sr K durante un período en que la señora K
se había ausentado por varias semanas (según ella misma le había contado a Dora unos
días antes del episodio del lago). Lo llamativo del asunto es que el señor K había intentado
seducir a la gobernanta ¡con las mismas palabras!, esto es: "Mi mujer no significa nada
para mí".

Freud interpreta este hecho como desencadenante de la furia de Dora. Según sus
conjeturas, tiene que haber resultado altamente ofensivo para ella el verse equiparada en
el trato a una persona del servicio. En parte, también, habrá sentido celos y habrá dudado
de la seriedad de su declaración de amor, pero bajo ningún punto de vista esperaba ella
-según interpreta Freud- que el Sr. K desista de su cometido de conquistarla.

En efecto, Dora sólo emprendió su ardorosa venganza cuando, luego de algún tiempo, no
volvió a tener noticias del Sr. K y se sintió fatalmente herida cuando en lugar de un
renovado cortejo de éste, sus acusaciones obtuvieron como respuesta la desmentida y las
calumnias hacia ella por parte del señor K.

"Bonus track" I: Fin del tratamiento


Cuando Dora abandona el tratamiento, Freud elabora a posteriori los posibles motivos
que desencadenaron esta decisión. Según nos dice, él no logró "dominar a tiempo la
transferencia" y fue "sorprendido por ésta". ¿A qué se refiere con esto?

"Desde el comienzo fue claro que en su fantasía yo hacía de sustituto del padre, lo cual era
facilitado por la diferencia de edad entre Dora y yo. Y aun me comparó concientemente
con él".

El hecho de que Freud haya ocupado en la "serie psíquica" de la paciente un lugar


equiparable al de su padre y al del Señor K (sumado al hecho, por supuesto, de no haberlo
advertido) es lo que lo volvió destinatario de la transferencia hostil de la que se habían
hecho acreedores "todos los hombres", y lo que motivó que Dora quisiera hacer a Freud
objeto de su venganza. "A causa de esa x por la cual yo le recordaba al señor K., ella se
vengó de mí como se vengara de él, y me abandonó, tal como se había creído engañada y
abandonada por él. De tal modo, actuó {agieren} un fragmento esencial de sus recuerdos
y fantasías, en lugar de reproducirlo en la cura".

"Bonus track" II: Reencuentro y neuralgia facial


Quince meses después de interrumpido el tratamiento, Dora se presentó en el consultorio
de Freud demandando ayuda por una neuralgia facial "del lado derecho, que la acosaba
día y noche". Fiel a su carácter inquisitivo, Freud le preguntó a Dora desde hacía cuánto
tiempo sentía este síntoma. «Desde hace justamente catorce días», le respondió ella. Al
escuchar estas palabras, nos dice Freud, no pudo menos que sonreír.

Hacía catorce días Freud había sido publicado en el periódico de Viena el nombramiento
de Freud como profesor, hecho del cual -por su carácter público- Dora seguramente
estaría al tanto, y que habrá juzgado como auspicioso y placentero para él.

Freud juzga que el encuentro de Dora con esta noticia acerca de su persona deviene el
desencadenante de todo el complejo asociado al recorrido de su tratamiento. En efecto,
tenemos una pista central en el lugar que Dora "elige" para desarrollar el dolor: el rostro.

Allí pareciera condensarse la culpa por haber hecho al Sr K y a Freud (al primero mediante
la bofetada, al segundo mediante el abandono del tratamiento) objeto de su ira y su
venganza, por haber avivado en ella los deseos amorosos que le habrían resultado
insoportablemente penosos y habrían de ser reprimidos, produciéndole gran
insatisfacción.

Freud concluye su historial con las siguientes palabras: "La pretendida neuralgia facial
respondía entonces a un autocastigo, al arrepentimiento por el bofetón que propinó
aquella vez al señor K. y por la trasferencia vengativa que hizo después sobre mí. No sé
qué clase de auxilio pretendía de mí, pero le prometí disculparla por haberme privado de
la satisfacción de librarla mucho más radicalmente de su penar".

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