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La Impugnabilidad de Acuerdos Societarios

Este documento discute la regulación de la invalidez de los acuerdos societarios en Perú. Explica que la ley establece diferentes regímenes para diferentes tipos de sociedades y que esto ha creado problemas de interpretación. Propone que los artículos 138 y 150 de la ley, que tratan sobre la impugnabilidad de acuerdos en sociedades anónimas, no deben aplicarse a otras formas societarias, las cuales deben regirse por el artículo 38 sobre nulidad.

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La Impugnabilidad de Acuerdos Societarios

Este documento discute la regulación de la invalidez de los acuerdos societarios en Perú. Explica que la ley establece diferentes regímenes para diferentes tipos de sociedades y que esto ha creado problemas de interpretación. Propone que los artículos 138 y 150 de la ley, que tratan sobre la impugnabilidad de acuerdos en sociedades anónimas, no deben aplicarse a otras formas societarias, las cuales deben regirse por el artículo 38 sobre nulidad.

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La impugnabilidad de acuerdos

societarios
El autor escribe sobre la regulación de la invalidez de los
acuerdos sociales.

Por
 EnfoqueDerecho.com
 -
1 diciembre, 2018
5307
 
0

Joe Navarrete, asociado del estudio Payet, Cauvi, Rey, Pérez & Abogados.

1. La impugnabilidad: idea general


La idea base que nos debe guiar, cuando abordamos el presente tema, es tener presente lo
que de manera acertada señaló hace unos años atrás el maestro ELÍAS LA ROZA:

“(L)as reglas generales establecidas en nuestro ordenamiento jurídico para velar que las
manifestaciones de voluntad se ajusten al mismo –nulidad y anulabilidad del acto jurídico-
resultan por sí solas insuficientes para el caso de las sociedades, debido a que la formación
de la voluntad en estas personas jurídicas se produce a través de un mecanismo complejo
que opera con reglas muy concretas, así como por los múltiples intereses en juego cuando
se discute la nulidad de acuerdos societarios: interés de los accionistas, de los terceros
relacionados con la sociedad y el interés general de brindar seguridad al tráfico mercantil».
[1]

Teniendo en cuenta lo anterior, la regulación de la invalidez de los acuerdos sociales debe


estar guiada no sólo por exigencias dogmáticas, referidas a la naturaleza jurídica del
acuerdo social, sino también por exigencias prácticas, referidas a la dinamicidad de las
relaciones societarias y la confianza frente a terceros en la ejecución de los acuerdos.

2. La impugnabilidad: el problema
Las deficiencias de la regulación de la impugnación de los acuerdos societarios ya han sido
advertidas por la doctrina nacional.[2] En tal sentido, se ha señalado que si tomamos en
cuenta los supuestos de “impugnación” del artículo 139 y los supuestos de nulidad del
artículo 38 de la Ley General de Sociedades (en una entrada posterior daré mayor detalle
sobre la nulidad de este artículo 38),  podemos darnos cuenta que en muchos de sus
aspectos son similares, lo cual representaría “un evidente error de sistemática jurídica, que
ha generado la posibilidad de que un mismo supuesto pueda ser considerado como causal de
impugnación y nulidad al mismo tiempo, así como que tenga distintos plazos de caducidad
y distintos sujetos activos facultados para iniciar ambos tipos de acción”[3].

Al respecto, véase en el siguiente cuadro la similitud de ambos artículos (los agregados son
míos):

Artículo 38.- Nulidad de acuerdos societarios

     Son nulos los acuerdos societarios adoptados Artículo 139.- Acuerdos impugnables
con omisión de las formalidades de publicidad
prescritas, contrarios a las leyes que interesan al
orden público o a las buenas costumbres, a las      Pueden ser impugnados judicialmente lo
estipulaciones del pacto social o del estatuto, o acuerdos de la junta general cuyo contenido
que lesionen los intereses de la sociedad en sea contrario a esta ley, se oponga al estatuto o
beneficio directo o indirecto de uno o varios al pacto social o lesione, en beneficio directo o
socios. indirecto de uno o varios accionistas, lo
intereses de la sociedad. Los acuerdos qu
incurran en causal de anulabilidad prevista en l
     Son nulos los acuerdos adoptados por la Ley o en el Código Civil, también serán
sociedad en conflicto con el pacto social o el impugnables en los plazos y formas que señala la
estatuto, así cuenten con la mayoría necesaria, si ley.
previamente no se ha modificado el pacto social
o el estatuto con sujeción a las respectivas normas
legales y estatutarias. […].

 […].

Un dato que, me parece, no se ha tomado en cuenta cuando se ha abordado el estudio del


régimen de invalidez de los acuerdos sociales es el referido a que las normas del Libro
Primero de la Ley General de Sociedades, entre las que se encuentra el artículo 38, referido
al régimen de nulidad de los acuerdos sociales, se aplican a todas las formas societarias,
salvo que la regulación concreta de determinada forma societaria haya prescrito reglas
especiales (las cuales deben predominar sobre las “normas generales aplicables a todas las
sociedades”). Asimismo, los artículos 139 y 150 se han ubicado dentro de una forma
societaria en concreto: la sociedad anónima.

En tal sentido, no parece pertinente, en principio, aplicar normas especiales de una


determinada forma societaria (tal como lo es la sociedad anónima) a las demás formas
societarias. Por lo tanto, teniendo en cuenta que sólo se han establecidos reglas específicas
sobre la invalidez de los acuerdos sociales que se adopten dentro de una sociedad
anónima, los artículos 139 y 150 no se deben aplicar a las demás formas societarias.
Asimismo, no se debe aplicar a la sociedad anónima, en principio, las normas del
artículo 38 de la Ley General de Sociedades.
Lo señalado con anterioridad se ve reforzado con lo establecido en el artículo 38 de la Ley
General de Sociedades que señala que «[l]a nulidad se rige por lo dispuesto en los
artículos 34º, 35º y 36º, salvo en cuanto al plazo establecido en el artículo 35º cuando esta
ley señale expresamente un plazo más corto de caducidad” con lo que se entiende que el
artículo 38 representa un microsistema de nulidad totalmente autosuficiente (por
remisión al menos). Asimismo, no hubiera existido necesidad de tal remisión, si es que las
normas a aplicar, en el presente caso, hubieran sido los artículos 139 y 150, ya que la
regulación es más detallada y específica en dichos artículos que en los artículos 34º, 35º y
36º. Además, si se hubiera pretendido que las normas reguladas en los artículos 139 y 150
de la Ley General de Sociedades se aplicaran a las demás formas societarias, éstas hubieran
sido reguladas en las “Normas aplicables a todas las Sociedades”.

También, lo mencionado en los párrafos precedentes nos permite descartar la interpretación,


muy respetable desde luego, que señalaba que existía una duplicidad en la regulación de los
acuerdos sociales al haberse prescrito un mismo supuesto como causal de nulidad (artículo
38) e impugnación (artículo 139). En tal sentido, dicha duplicidad de causales no sería
viable debido a que si nos encontramos ante una sociedad del tipo de la sociedad
anónima no se debe aplicar el artículo 38 mientras que si nos encontramos ante una
sociedad de un tipo diverso tal como la sociedad de responsabilidad limitada el
artículo que le debería ser aplicable es el 38 y no el 139 (ni el 150).

No obstante, podría hacerse una precisión más. Al respecto, resulta curioso, por decir lo
menos, que la parte final del artículo 38 de la Ley General de Sociedades haya prescrito
que “[l]a nulidad se rige por lo dispuesto en los artículos 34º, 35º y 36º, salvo en cuanto al
plazo establecido en el artículo 35º cuando esta ley señale expresamente un plazo más
corto de caducidad”. Aquello, haría pensar, con justo motivo, que el supuesto en el cual
la “ley señale expresamente un plazo más corto de caducidad” haría referencia a la
regulación de la sociedad anónima, en especial al artículo 142 de la Ley General de
Sociedades. Ahora bien, si bien la parte final del artículo 38 señala lo antes referido, dicha
disposición cae en saco roto debido a que no se ha prescrito una excepción al plazo
señalado en dicho dispositivo en las normas de cada uno de los tipos sociales (excluida la
sociedad anónima desde luego).

3. La impugnabilidad como nulidad relativa


He dejado en claro en las líneas anteriores que existen supuestos de invalidez diversos
dependiendo del tipo se sociedad ante la cual nos encontremos. En tal sentido, la invalidez
de los acuerdos de todas aquellas sociedades que no sean sociedades anónimas debe estar
regulada por los supuestos del artículo 38 de la Ley General de Sociedades, mientras que
para la sociedad anónima deben de ser aplicables los supuestos contenidos en los artículos
139 y 150 de la Ley General de Sociedades[4].

La nulidad, como categoría dogmática, busca remediar la disfuncionalidad de algún aspecto


estructural del negocio jurídico mientras que la anulabilidad busca tutelar la libertad y el
conocimiento del sujeto que participó en el negocio. Aquello de manera general ya que
existen otras diferencias entre ambos institutos entre las que podemos mencionar:

1. La nulidad puede ser demandada por cualquiera que tenga legítimo interés mientras
que la anulabilidad sólo por el sujeto afectado a favor de quien la ley le ha otorgado
legitimación; y,
2. La nulidad no puede ser convalidada ni confirmada mientras que si existe la
posibilidad que mediante la confirmación el sujeto afectado sane el negocio.
Ahora bien, no se debe discutir que los supuestos señalados en el artículo 139 responden a
supuestos de invalidez, ya que el artículo 141 de la Ley General de Sociedades señala
que “(l)os accionistas que hubiesen votado a favor del acuerdo impugnado pueden
intervenir a su costa en el proceso a fin de coadyuvar a la defensa de su validez.”

Luego, como se podrá apreciar de la regulación del artículo 139, dicha forma de invalidez
(i) se centra en los aspectos estructurales del negocio jurídico (salvo la remisión expresa a la
anulabilidad del Código Civil) y (ii) tiene determinados sujetos legitimados (artículo 140
Ley General de Sociedades). En tal sentido, dichas características pueden ser encuadradas
dentro de lo que se denomina nulidad relativa, locución que pretende explicar aquellos
supuestos en los cuales la nulidad puede ser demandada sólo por algunos sujetos
previamente determinados y no por todos aquellos que tengan un interés legítimo.

Sobre el particular, en un primer momento, consideré que nos encontrábamos ante un


supuesto de nulidad especial, ya que era posible, en virtud de lo señalado en el segundo
párrafo del artículo 139, subsanar el acuerdo social (como en los casos establecidos en el
artículo 33 y 38 de la Ley General de Sociedades).

No obstante aquello, una lectura atenta del segundo párrafo del artículo 139, el mismo que
establece que “(n)o procederá la impugnación cuando el acuerdo haya sido revocado, o
sustituido por otro adoptado conforme a ley, al pacto social o al estatuto”, permite
vislumbrar que no es que el acuerdo social pueda ser convalidado o subsanado y
consiguientemente sea improcedente la interposición de su invalidez, sino que aquello sólo
será viable cuando el acuerdos social haya sido revocado o sustituido; es decir, cuando haya
otro acuerdo y no cuando el mismo sea subsanado.

En atención a lo anterior, puedo concluir que los supuestos de invalidez por causal de
impugnación (tal como son denominados por la Ley General de Sociedades) no son más
que supuestos de nulidad relativa debido a que afectan la estructura del negocio jurídico
denominado acuerdo social, pero otorgando la legitimidad para su impugnación a ciertos
sujetos y sin permitir que el acuerdo social pueda ser subsanado o convalidado.

4. Causales de Impugnación bajo el artículo 139: la anulabilidad en especial.


El artículo 139 establece que pueden ser impugnados judicialmente los acuerdos de la junta
general: (a) cuyo contenido sea contrario a la Ley General de Sociedades; (b) cuyo
contenido se oponga al estatuto o al pacto social; (c) cuyo contenido lesione, en beneficio
directo o indirecto de uno o varios accionistas, los intereses de la sociedad; e (d) incurran en
causal de anulabilidad prevista en la Ley General de Sociedades o en el Código Civil.

Respecto de los supuestos, quiero detenerme en el referido a las causales de anulabilidad, ya


que son los que mayores problemas podrían suscitar.

La anulabilidad es una forma de invalidez que tutela generalmente un interés particular, en


el sentido que tutela el interés de la parte que se encuentra en posición disminuida a causa
de su condición o de su situación individual.[5] Es decir, ha sido estructurada para tutelar la
libertad y conocimiento del sujeto que participa en el negocio jurídico. En tal sentido,
consecuencia lógica de lo anterior debería ser que dicha tutela sea otorgada a los accionistas
que hubieran participado en la adopción del acuerdo societario, ya que para que exista la
vulneración del conocimiento y libertad de determinado accionista el mismo debe de haber
participado en la adopción del acuerdo societario. No se puede tutelar la libertad o
conocimiento de un sujeto que no ha participado en el negocio; en nuestro caso, en el
acuerdo social. En tal sentido, “la anulabilidad solamente puede ser esgrimida por las partes
que han participado en el negocio donde se presenta la “patología”, y que son -como resulta
incuestionable- las que mejor conocen los entre telones de la relación que han establecido
(en los negocios bilaterales y plurilaterales), o del acto que han realizado (en los negocios
unilaterales)”[6].

Teniendo en cuenta lo anterior, cabe recordar que el artículo 140 de la Ley General de
Sociedades establece como sujetos legitimados a solicitar la impugnación (por causal de
anulabilidad) a los accionistas (i) que en la junta general hubiesen hecho constar en el acta
su oposición al acuerdo, (ii) los ausentes y (iii) los que hayan sido ilegítimamente privados
de emitir su voto.

Al respecto, debo indicar que: (a) es poco probable que si alguien tuvo afectada su libertad
y/o conocimiento pueda oponerse al acuerdo, ya que la oposición debe ser en la misma
sesión; y (b) es imposible que se pueda cautelar la libertad y/o conocimiento del ausente, ya
que el mismo justamente no estuvo en sesión. Dado aquello, en muchos casos los supuestos
de anulabilidad no serán realmente aplicables ya que, atendiendo a los sujetos legitimados y
a la necesidad de oponerse al acuerdo, será difícil que los mismos puedan intentar alguna
acción exitosa.

5. Improcedencia y conclusión del proceso


Se ha establecido que, como se mencionó antes, no procede la impugnación cuando el
acuerdo haya sido revocado, o sustituido por otro adoptado conforme a ley, al pacto social
o al estatuto. En dicho, el Juez mandará tener por concluido el proceso y dispondrá el
archivo respectivo, cualquiera sea su estado, si la sociedad acredita que el acuerdo ha sido
revocado o sustituido. Al respecto, dicha disposición guarda toda coherencia con el sistema
de invalidez de la Ley General de Sociedades ya que no tiene mucho sentido seguir
discutiendo la validez de un acuerdo social que ya no está más en vigencia.

6. Protección del tercero de buena fe


El párrafo final del artículo 139 establece que en el caso de impugnaciones por las causales
establecidas en dicho artículo “no se perjudica el derecho adquirido por el tercero de
buena fe”. Es decir, esta norma busca proteger al tercero que se hubiera beneficiado del
acuerdo impugnable pero que fue revocado o sustituido.

Nótese que esta disposición es distinta a la establecida en el artículo 148 de la Ley General
de Sociedades que establece que “[l]a sentencia que declare fundada la impugnación
producirá efectos frente a la sociedad y todos los accionistas, pero no afectará los
derechos adquiridos por terceros de buena fe a consecuencia del acuerdo impugnado”. En
este caso, el tercero es protegido luego de que la sentencia haya declarado fundada la
impugnación.

[1] ELIAS, Enrique, Derecho societario peruano, la Ley General de Sociedades del Perú,
Tomo I, Segunda edición, Trujillo: Editora Normas Legales, 2000, p. 371.
[2] ABRAMOVICH ACKERMAN, Daniel, La problemática de la impugnación y nulidad
de acuerdos en la Ley General de Sociedades, en Themis – Revista de Derecho, 2ª época,
núm. 47, Lima, 2003; TORRES CARRASCO, Manuel, El derecho de impugnación de los
acuerdos societarios, en: Tratado de Derecho Mercantil, Tomo I, Lima: Gaceta Jurídica,
2005; VEGA VELASCO, Jorge, Impugnación de acuerdos societarios, en: Tratado de
Derecho Mercantil, Tomo I, Lima: Gaceta Jurídica, 2005.

[3] ABRAMOVICH ACKERMAN, Daniel, Op. Cit., p. 252.

[4] Véase: Invalidez de Acuerdos Societarios, en Revista Jurídica del Perú, N.º 93,
noviembre, Lima: Gaceta Jurídica, 2008.

[5] BIANCA, Massimo, Diritto Civile III, Il Contratto, Milano: Dott. A. Giuffré Editore,
1998, p. 603.

[6] LEÓN, Leysser L, Apuntes sobre el papel de la voluntad en los negocios jurídicos. En:
Estudios sobre el Contrato en general. Por los sesenta años del Código civil italiano (1942-
2002), Lima: Ara Editores, 2004. p. 903.

Fuente de la imagen: Gestron.es

La regulación antinómica de la nulidad e impugnación de acuerdos societarios en la Ley


General de Sociedades

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abril 8, 2021

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LEER SIGUIENTE

La cláusula hardship

Rodolfo Núñez Robinson

Bachiller en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú y asociado del Estudio
Viera Abogados.

Sumilla:
El presente artículo versa sobre la diferencia entre la nulidad e impugnación de un acuerdo
societario, y propone como alternativa interpretativa la del fórum shopping, restringido a los
supuestos de confusión procedimental o identidad de causa petendi.

INTRODUCCIÓN

Siempre han existido dudas respecto a la diferencia entre nulidad e impugnación de un


acuerdo societario. De hecho, nuestra propia legislación especial genera aún mayor confusión
al momento de diferenciarlos, pues regula de manera antinómica ambos remedios societarios.

En la práctica, esto genera una serie de dudas que, a primera vista, resultan un obstáculo
inicial de cara a la definición de una estrategia efectiva que permita brindar sólidos
argumentos que logren obtener un resultado favorable. Por ello, el presente artículo busca
brindar un enfoque práctico a esta incertidumbre con miras a esclarecer el panorama para
quien recurra a estas pretensiones.

2. EL ACUERDO SOCIETARIO Y SU RELACIÓN CON EL NEGOCIO JURÍDICO

Las sociedades se encuentran limitadas de ejercer ciertas libertades, a diferencia de las


personas naturales. Sin embargo, ello no significa una prohibición, toda vez que las personas
jurídicas no son solo titulares de facultades o atributos legales, sino también de determinados
derechos fundamentales.

Nuestro Tribunal Constitucional, en la sentencia vinculante recaída en el Expediente N.° 4972-


2006-PA/TC, ff.jj. 13 y 14, así lo ha establecido, reconociendo, entre otros derechos, el de
libertad de contratación y empresa. Esto es de especial relevancia, toda vez que la libertad de
contratación supone la capacidad de sus titulares de, entre otras facultades, poder manifestar
su voluntad para alcanzar un fin negocial.

Así, en el ámbito societario, los acuerdos societarios son una manifestación de esta libertad
fundamental, siendo el instrumento jurídico mediante el cual una sociedad puede exteriorizar
su voluntad para producir efectos jurídicos con una proyección interna o externa[1].

En ese sentido, es posible afirmar que los acuerdos societarios son negocios jurídicos, toda vez
que, a decir de Elías[2], la naturaleza de las decisiones de la junta general supone un negocio
jurídico en tanto todo acuerdo produce efectos jurídicos. La importancia de esta relación
radica en el hecho de que la impugnación y la nulidad de los acuerdos societarios se
materializarán en virtud de las categorías reguladas en el Código Civil sobre la anulabilidad y
nulidad del acto jurídico.

En suma, podemos ver que la relación entre los acuerdos societarios y los negocios jurídicos es
una de género-especie; por lo que, al ser los negocios jurídicos un género del acto jurídico, su
regulación general será aplicable al ámbito societario y a las pretensiones de nulidad e
impugnación de acuerdos societarios en todo lo no regulado por la Ley N.° 26887, Ley General
de Sociedades (“LGS”).

3. LA REGULACIÓN ANTINÓMICA DE LOS SUPUESTOS DE INVALIDEZ DE LOS ACUERDOS


SOCIETARIOS

La LGS no realiza una distinción clara entre la impugnación y nulidad de acuerdos societarios,
pues, a primera vista, son tres las normas que regulan estas pretensiones de forma
antinómica.

En primer lugar, tenemos el artículo 38 de la LGS, que regula el régimen general de la nulidad
de acuerdos societarios en todas las sociedades:

“Son nulos los acuerdos societarios adoptados con omisión de las formalidades de publicidad
prescritas, contrarios a las leyes que interesan al orden público o a las buenas costumbres, a
las estipulaciones del pacto social o del estatuto, o que lesionen los intereses de la sociedad en
beneficio directo o indirecto de uno o varios socios.

Son nulos los acuerdos adoptados por la sociedad en conflicto con el pacto social o el estatuto,
así cuenten con la mayoría necesaria, si previamente no se ha modificado el pacto social o el
estatuto con sujeción a las respectivas normas legales y estatutarias […].”.

Luego, el artículo 139 de la LGS se encarga de regular la impugnación de acuerdos societarios:

“Pueden ser impugnados judicialmente los acuerdos de la junta general cuyo contenido sea
contrario a esta ley, se oponga al estatuto o al pacto social o lesione, en beneficio directo o
indirecto de uno o varios accionistas, los intereses de la sociedad. Los acuerdos que incurran
en causal de anulabilidad prevista en la Ley o en el Código Civil, también serán impugnables en
los plazos y formas que señala la ley […].”.
Por último, el artículo 150 de la LGS regula la nulidad de los acuerdos societarios como aquella
acción destinada a “[…] invalidar los acuerdos de la junta contrarios a normas imperativas o
que incurran en causales de nulidad previstas en esta ley o en el Código Civil […].”.

Como vemos, los artículos 38 y 150 de la LGS parecen regular una misma categoría (la nulidad
de los acuerdos societarios), llegando a duplicar las causales contenidas en el artículo 139 de la
LGS, que lo que regula es la impugnación de los acuerdos societarios. Este fenómeno es
conocido como antinomia, el cual ha sido definido por nuestro Tribunal Constitucional de la
siguiente manera:

“Lo opuesto a la coherencia es la antinomia o conflicto normativo; […] Estas se generan por la
existencia de dos normas que simultáneamente plantean consecuencias jurídicas distintas para
un mismo hecho, suceso o acontecimiento. Allí, se cautela la existencia de dos o más normas
afectadas por el “síndrome de incompatibilidad” entre sí.”[3].

Este error de sistemática jurídica genera impredecibilidad en los supuestos de impugnación y


demás temas procesales -como, por ejemplo, la vía procedimental o el plazo-, lo cual tiene
como consecuencia dificultar el acceso a la justicia al exponernos a una improcedencia liminar
que es atribuible a la confusión generada por el propio legislador.

Ante esta traba generada por la ausencia de técnica legislativa, la interpretación que
proponemos es una que maximice el acceso a la justicia y la tutela jurisdiccional efectiva del
justiciable. Por ello, creemos que, ante la duplicidad de supuestos de invalidez de acuerdos
societarios -es decir, aquellos que se puedan fundamentar en una misma causa petendi-, la
pretensión podrá ventilarse como impugnación o nulidad de acuerdo societario, debiendo
respetar, en base a la elección del litigante, las reglas procesales especiales que su elección
suponga.

Si bien esta propuesta más laxa respecto a las formas generará, como ventaja, que, en caso
caduque el plazo para accionar una pretensión de impugnación aún se pueda contar con una
ventana temporal más amplia a través de la pretensión de nulidad de acuerdo societario,
siempre es preferible optar por una interpretación que favorezca los fines del proceso antes
que sus formalidades.

Esto no solo se fundamenta en los principios de integración[4] y elasticidad[5] regulados en el


Título Preliminar del Código Procesal Civil, sino en el principio constitucional pro actione[6] el
cual fija, como regla objetiva de juicio para el juez, la obligación de flexibilizar las exigencias
formales de procedencia, optando siempre por el otorgamiento de tutela, debiendo centrar su
análisis en la existencia de elementos de juicio que admitan un razonable y necesario margen
de discusión
En ese sentido, creemos que este forum shopping[7], restringido a los supuestos de confusión
procedimental o con una causa petendi idéntica, es la interpretación idónea para sobrepasar
esta dificultad producida por la propia LGS.

4. LA DIFERENCIA ENTRE IMPUGNACIÓN Y NULIDAD DE ACUERDOS SOCIETARIOS

Una vez establecido el método interpretativo que los aplicadores del Derecho deben seguir
para resolver la regulación antinómica de los remedios societarios, podemos leer de manera
coherente los artículos 139 y 150 de la LGS. Estos regulan, entre otras causales, las de
anulabilidad y nulidad contenidas en el Código Civil.

La anulabilidad -o impugnación- es una sanción leve que abarca aquellos acuerdos societarios
que han sido perfeccionados con defectos que ameritan que sean invalidados, pero, a elección
de los celebrantes -o, en este caso, la junta de accionistas- pueden ser convalidados de
diversas formas que subsanen los errores estructurales[8]. Por ello, toda vez que los acuerdos
anulables pueden ser convalidados o subsanados, el propio artículo 139 de la LGS permite que
opere la sustracción de la materia en caso de que la sociedad acredite que el acuerdo ha sido
revocado o sustituido por otro, adoptado conforme a ley, al pacto social o al estatuto.

El artículo 139 de la LGS regula las causales de la impugnación o anulabilidad de acuerdos


societarios, pudiendo sustentarse en: i) acuerdos societarios que contravengan la LGS; ii)
acuerdos societarios que se opongan al pacto social o al estatuto; iii) acuerdos societarios que
lesionen intereses de la sociedad en beneficio directo o indirecto de uno o varios socios; iv)
otras causales previstas en la LGS; y, v) causales de anulabilidad del Código Civil reguladas en el
artículo 221.

Sobre la cuarta causal, vemos que la LGS regula los siguientes supuestos, cada cual con sus
propias reglas procesales: i) el artículo 133 permite impugnar los acuerdos que contengan un
voto que debió de ser suspendido por haber sido ejercido por quien tenga, por cuenta propia o
de tercero, interés en conflicto con el de la sociedad; ii) artículo 248 permite impugnar los
acuerdos que excluyan a accionistas; y, iii) el artículo 323 permite impugnar los acuerdos de la
asamblea de obligacionistas.

En cambio, la nulidad viene a ser la sanción más drástica que nuestro ordenamiento prevé,
pues supone que el acuerdo societario, si bien aparenta ser válido, encuentra un vicio en
alguno de sus elementos esenciales, sea “[…] desde la misma conclusión del acto o cuando
este atenta contra una norma de orden público o contra las buenas costumbres.”[9]. A
diferencia del acuerdo societario anulable, este no puede ser convalidado ni subsanado.
Así, nuestro Código Civil regula dos tipos de nulidades: i) la nulidad expresa, que consiste en
aquella que se encuentra regulada taxativamente dentro de las normas; y, ii) la nulidad virtual,
que circunscribe al universo de infracciones de normas de orden público como, por ejemplo, el
artículo V del Título Preliminar del Código Civil. Ambas son aplicables como causales de nulidad
de acuerdos societarios.

El artículo 150 de la LGS regula las causales de la nulidad de acuerdos societarios, pudiendo
sustentarse en: i) contravención a normas imperativas; ii) causales previstas en la LGS; y, iii) las
causales de nulidad del Código Civil reguladas en el artículo 219.

Sobre la segunda causal, vemos que la LGS regula los siguientes supuestos, cada cual con sus
propias reglas procesales: i) el artículo 33 permite nulificar el pacto social; ii) el artículo 326
permite al obligacionista nulificar los acuerdos adoptados en la asamblea de obligacionistas; iii)
el artículo 343 permite nulificar la transformación de una sociedad inscrita en el registro
correspondiente; iv) el artículo 365 permite nulificar una fusión inscrita en el registro
correspondiente; y, v) el artículo 390 permite nulificar una escisión inscrita en el registro
correspondiente.

5. CONCLUSIONES

Como hemos visto en este breve recorrido por las pretensiones de impugnación y nulidad de
acuerdos societarios, existe gran confusión entre estos dos remedios jurídicos, máxime si es
que ha sido el propio legislador, en base a una falta de técnica legislativa, quien la ha
generado. Por ello, ante esta traba inicial en la que se puede encontrar el litigante, hemos
propuesto, como alternativa interpretativa, la del fórum shopping, restringido a los supuestos
de confusión procedimental o identidad de causa petendi, pues esta es la que mejor garantiza
el acceso a la justicia y la tutela jurisdiccional efectiva desde la óptica del principio pro actione.
Esto llama, urgentemente, a una rectificación legislativa que, a la larga, evitará que el propio
Poder Judicial emita decisiones abiertamente contradictorias al no tener un foco interpretativo
claro sobre los remedios societarios.

Por último, no olvidemos que los acuerdos societarios son negocios jurídicos, por lo que
podemos asimilar sus remedios a los regulados en los artículos 219 y 221 del Código Civil. No
obstante, el litigante, al estructurar su estrategia, deberá considerar todas las incidencias
sustantivas y procesales de ambas pretensiones, analizando, además, los supuestos específicos
de cada remedio societario y sus propias reglas procesales para poder salir victorioso en su
proceso.
Referencias

[1] Idea de SASOT BETES, Miguel A. y Miguel P. SASOT “Sociedades anónimas: Las asambleas”
(1978), Buenos Aires: Ábaco, p. 40.

La diferencia de estas proyecciones radica en que la proyección interna circunscribe aquellos


actos que producen efectos respecto a la estructura orgánica de la sociedad (designación de
directores); mientras que la proyección externa, aquellos actos que vinculan a la sociedad con
terceros (la ratificación de un contrato).

[2] ELÍAS LAROZA, Enrique “Derecho societario peruano. La Ley General de Sociedades del
Perú” (2002), Trujillo: Normas Legales, p. 249.

[3] Cfr. sentencia del Tribunal Constitucional recaída en el Expediente N.° 00047-2004-AI/TC,
f.j. 51.

[4] “Artículo III.- El Juez deberá atender a que la finalidad concreta del proceso es resolver un
conflicto de intereses o eliminar una incertidumbre, ambas con relevancia jurídica, haciendo
efectivos los derechos sustanciales, y que su finalidad abstracta es lograr la paz social en
justicia.

En caso de vacío o defecto en las disposiciones de este Código, se deberá recurrir a los
principios generales del derecho procesal y a la doctrina y jurisprudencia correspondientes, en
atención a las circunstancias del caso.” (resaltado agregado).

[5] “Artículo IX.- Las normas procesales contenidas en este Código son de carácter imperativo,
salvo regulación permisiva en contrario […].

Sin embargo, el Juez adecuará su exigencia al logro de los fines del proceso. Cuando no se
señale una formalidad específica para la realización de un acto procesal, éste se reputará
válido cualquiera sea la empleada.” (resaltado agregado).

[6] Cfr. la sentencia del Tribunal Constitucional recaída en el Expediente N.° 1049-2003-PC/TC,
f.j. 4.
[7] Si bien es un término más propio del Derecho Internacional Privado, no es menos cierto
que, mutatis mutandis, pueda ser aplicado al caso concreto. Sobre el particular, autores como
Garner tienen una concepción más amplia del forum shopping y no lo enfocan solo en el fuero,
sino también en cualquier aspecto procesal que pueda ser ventajoso para el demandante: “A
plaintiff might engage un fórum-shopping, for example, by filing suit in a jurisdiction with a
reputation for high jury awards or by filing several similar suits and keeping the one with the
preferred judge.” (GARNER, Bryan. “Black´s Law Dictionary” (2014) Minnesota: West Publishing
Co., Minnesota, p. 770).

[8] RUBIO CORREA, Marcial “Nulidad y anulabilidad: la invalidez del acto jurídico” (2013), Lima:
Fondo Editorial PUCP, sétima edición, p, 29.

[9] Ibid., p, 17.

De acuerdo en que no estamos de acuerdo: breves apuntes sobre el cuestionamiento judicial


de acuerdos adoptados por el Directorio

Por Rebaza, Alcázar & De Las Casas - 17 noviembre, 2018 2049 0

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*Artículo escrito por Daniel Chancafe, asociado del área de Arbitraje y Procesal Civil de Rebaza,
Alcázar & De las Casas.

Constituye una suerte de lugar común el considerar que, en el Perú, es frecuente que ante un
mismo problema jurídico los jueces den soluciones diferentes, dada la relativa ausencia de
parámetros más o menos predecibles sobre cuál debería ser el sentido del fallo[1].

Los procesos judiciales derivados de la Ley General de Sociedades no son ajenos a esta
coyuntura. Es más, en el caso de los cuestionamientos judiciales de los acuerdos adoptados
por un Directorio esta situación se agrava debido a que la Ley General de Sociedades no
contiene una regulación específica para tal fin, como si lo hace –con poca claridad- para los
acuerdos societarios adoptados por una Junta General de Accionistas, los que pueden ser
cuestionados mediante un proceso de impugnación de acuerdos societarios o uno de nulidad.

Es importante mencionar que existe un acuerdo entre la doctrina especializada y los jueces de
que los cuestionamientos a los acuerdos adoptados por un Directorio no pueden canalizarse
por las pretensiones de impugnación y nulidad previstas en los artículos 139 y 150 de la Ley
General de Sociedades, debido a que las mismas están referidas expresamente a los acuerdos
adoptados por una Junta General de Accionistas.

Las respuestas de los jueces no han estado exentas de polémica. De hecho, como veremos a
continuación, son contradictorias entre sí y revelan la ausencia de un diálogo entre la Corte
Suprema y las Salas Comerciales en materia mercantil.

Ante la necesidad de suplir la argüida deficiencia de la ley, y a fin de concordar la


jurisprudencia de su especialidad, mediante el Pleno Jurisdiccional Nacional Comercial
celebrado el 27 y 28 de setiembre de 2013 en Piura, los integrantes de las Salas Comerciales
concluyeron que era procedente la pretensión de algún accionista de impugnar acuerdos
adoptados por un Directorio, siempre que la Junta General de Accionistas de la Sociedad no se
haya pronunciado previamente sobre el cuestionamiento de dicho accionista.

El Pleno agrega que dicho acuerdo podrá ser cuestionado por la regla general de nulidad
prevista en el artículo 38 de la Ley General de Sociedades, y que su plazo de caducidad estará
regulado por lo dispuesto en el artículo 49 de la misma norma.

Con respecto al Pleno, se ha denunciado que el artículo 38 de la Ley General de Sociedades


solo regula de manera general las causales de nulidad, y no así las de anulabilidad, lo cual deja
en la incertidumbre la posibilidad de impugnar o no un acuerdo adoptado por Directorio[2].
Asimismo, la remisión al plazo de caducidad regulado en el artículo 49 de la misma norma no
prevé cuál será el plazo para solicitar la nulidad de acuerdos no inscribibles, ni qué ocurre si se
trata de un acuerdo inscribible que no requiere de escritura pública[3].

Al contrario, por la CAS. N° 3165-2014-LIMA, publicada el 30 de setiembre del 2016 en el diario


oficial El Peruano, la Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema de la República se ha
pronunciado sobre el fondo de un recurso de casación interpuesto en un proceso de nulidad
de acto jurídico en el que se cuestionaba la validez de un acuerdo adoptado por un Directorio.

Con dicha decisión, la Sala Civil Transitoria ha reconocido -de forma implícita al menos- la
existencia de una pretensión destinada a impugnar y, o, discutir la validez de los acuerdos
adoptados por un Directorio, cuya regulación es ajena a la Ley General de Sociedades, aunque
sea para los procesos iniciados con anterioridad a la celebración del Pleno Comercial[4].

El plazo de prescripción de la pretensión de nulidad de acto jurídico de diez años contradeciría


la lógica del legislador al establecer plazos de caducidad breves para las pretensiones de
nulidad e impugnación en la Ley General de Sociedades para brindar seguridad al tráfico
comercial[5].

En este contexto, ante el déficit de predictibilidad generado por los jueces en el que solo están
de acuerdo en que no están de acuerdo, es necesaria e impostergable una reforma como la
propuesta del Anteproyecto de la Ley General de Sociedades, elaborado por el Grupo de
Trabajo conformado por Resolución Ministerial N° 0108-2017-JUS, en la que se incluye, entre
los acuerdos susceptibles de cuestionamiento, a los adoptados por un Directorio, y se ordena
el tratamiento diferenciado de las pretensiones de impugnación y nulidad.
Imagen obtenida de: https://goo.gl/kRQvCD

[1] REGGIARDO SAAVEDRA, Mario y otro. «Aproximaciones a la litigiosidad en el Perú».


En: THĒMIS – Revista de Derecho N° 62. 2012. p. 224.

[2] ECHAÍZ MORENO, Daniel. «El Cuestionamiento de los acuerdos societarios: análisis
normativo y jurisprudencial». En: Revista de Actualidad Mercantil N° 05. 2017. p. 147.

[3] ABRAMOVICH ACKERMAN, Daniel. «La problemática de la impugnación y nulidad de


acuerdos en la ley general de sociedades». En: THĒMIS – Revista de Derecho N° 47. 2003. p.
253.

[4] La demanda de nulidad de acto jurídico fue interpuesta el 27 de noviembre del 2007.

[5] ELÍAS LAROSA, Enrique. Derecho Societario Peruano. Trujillo: Editora Normas Legales
S.A.C. 2002. pp. 310 y 326.

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A la misma razón, el mismo derecho

Aplicación del Quinto Pleno Casatorio a las impugnaciones societarias

Ricardo Beaumont Callirgos| 4544 1Lunes, 05 de Octubre de 2015

El autor considera que, tal como el Quinto Pleno Casatorio de la Corte Suprema fijó plazos
cortos para que se pueda impugnar los acuerdos de las asociaciones civiles, del mismo modo,
en un próximo Pleno, debería prohibirse el uso de la nulidad de acto jurídico para cuestionar
acuerdos societarios. De esta manera se evitaría que estos acuerdos puedan cuestionarse
hasta diez años después de su adopción.

[Img #9245]

El Quinto Pleno Casatorio Civil de la Corte Suprema de Justicia de la República publicado en El


Peruano, en 27 páginas, el 09 de agosto de 2014, puso punto final a las demandas de nulidad
de acto jurídico sustentadas en el artículo 219 del Código Civil (que incluye el artículo V de su
Título Preliminar), pues estableció como doctrina jurisprudencial vinculante que la
impugnación de todo acuerdo emitido por una asociación civil se debe fundamentar de
manera obligatoria e insoslayable en el artículo 92 de la acotada norma, pues conforme a los
métodos sistemático y teleológico, estos permiten concluir que se debe observar el principio
de especialidad de la norma.

Entonces, (i) legitimación procesal activa prevista claramente, (ii) vía abreviada y (iii) plazo de
caducidad, sesenta días a partir de la fecha del acuerdo y hasta treinta días a partir de la fecha
de inscripción registral, si procediese. Ya nunca más estas demandas de impugnación
encubiertas en nulidad de acto jurídico con plazo de prescripción de diez años, según el inciso
1 del artículo 2001 del Código Civil.

Mantener en incertidumbre las determinaciones de la asamblea general de una asociación


resultaba absolutamente inaceptable. Además, conocemos las tres reglas para resolver las
antinomias: jerarquía, cronología y especialidad; es decir, norma de mayor jerarquía prevalece
a norma de menor jerarquía; ley posterior a ley anterior; y norma especial a norma general.

Cosa igual ocurre en Sociedades. Numerosas veces se plantean reales demandas de


impugnación de acuerdos de juntas generales y de sus efectos, como de las escrituras públicas
formalizadas a su consecuencia, enmascaradas o encubiertas en nulidad de actos jurídicos,
utilizando el plazo de diez años y manteniendo en intolerable incertidumbre a las
determinaciones del órgano soberano y supremo societario, como lo es la junta general, y para
asuntos empresariales, inversiones, aumentos de capital, fusiones y adquisiciones, entre otros.

La Ley General de Sociedades, ley especial, determinó el plazo de dos y de tres meses, para la
impugnación de acuerdos de junta general, si el accionista concurrió o no; y tratándose de
acuerdos inscribibles, dentro del mes siguiente a la inscripción (art. 142). Acción de nulidad en
el plazo de caducidad de un año, para invalidar acuerdos de la Junta contrarios a normas
imperativas o que incurran en causales de nulidad del Código Civil (art. 150). Para los casos en
los cuales no se haya establecido expresamente un plazo, que no es la situación planteada, se
tiene el de dos años (art. 49).

Estamos aguardando que el próximo Pleno Casatorio de la Suprema Corte formule esta
precisión, aunque con el aforismo que conocemos, “a la misma razón, el mismo derecho” no
nos cabe la menor duda de que así deberá resolver la jurisdicción judicial y la arbitral, en los
conflictos societarios de esta naturaleza.

LAS INEFICACIAS NEGOCIALES: SU IMPORTANCIA EN LA NULIDAD DE ACUERDOS EN MATERIA


CIVIL Y SOCIETARIA

UN ENFOQUE JURISPRUDENCIAL

Jairo Cieza Mora (*)

“ La vida es muy corta para no ocupar cada instante en algo útil y provechoso”

Guillermo Lohmann Villena

Historiador (1915-2005)
La nulidad de acuerdos en material civil o societaria tiene como presupuesto o base esencial la
Teoría de las Ineficacias Negociales, institución que viene ser el género de otras instituciones
jurídicas que serían mas bien especies dentro de este gran marco conceptual (Juicio de
Ineficacia). La Ineficacia estructural o también conocida como Invalidez comprende las “sub
especies” como son la Nulidad, la Anulabilidad y, aunque discutible, la Rescisión. La ineficacia
funcional comprende a la Resolución, la Suspensión, la Caducidad, la inoponibilidad. De otro
lado, no se puede dejar de mencionar, que externamente a lo que se ha denominado el Juicio
de Ineficacia, dentro del cual están las Ineficacias Negociales antes indicadas, está el
denominado Juicio de Irrelevancia, dentro del cual se presenta una institución, que si bien no
está reconocida en nuestro Código Civil es necesario comentarla debido a su importancia
teórica y práctica, nos estamos refiriendo a la Inexistencia.

Los institutos jurídicos mencionados precedentemente constituyen un complejo conglomerado


de conceptos que en nuestra legislación, doctrina y jurisprudencia aparecen con carencias en
su sistematización, con excepción de algunos documentados trabajos de la doctrina nacional
contemporánea[1]. Esta carencia de claridad conceptual dificulta muchas veces el trabajo de
los operadores jurídicos, por lo que antes de comenzar a trabajar directamente el tema
concerniente a la Nulidad de acuerdos en materia asociativa (arts. 92 y ss. del Código Civil –
C.C.) y a la Nulidad de acuerdos en materia societaria (art. 150 de la Ley General de Sociedades
- LGS), considero pertinente adentrarme en principio en el mundo de las Ineficacias Negociales
(y también de la Inexistencia). Para este esfuerzo previo es conveniente definir y diferenciar
algunas figuras jurídicas que corresponden al campo del Negocio Jurídico, pero que sin
embargo deben ser tratados en el presente apartado a fin de, posteriormente, poder
comprender con mayor solidez la institución de Nulidad de acuerdos en materia civil y
societaria, tema que ha sido abordado casi siempre desde el punto de vista comercial pero que
sin embargo corresponde a la materia civil delimitar los conceptos acerca de este instituto tan
relevante en el mundo del Derecho Privado y también, bajo otros criterios, en el del Derecho
Público.

Las instituciones que a continuación serán desarrolladas genéricamente constituyen para


algunos el momento patológico del Negocio Jurídico, es decir la etapa en la cual se priva de
efectos al Negocio, como en el caso de la Nulidad, donde inclusive se puede dar la Conversión
del Negocio Jurídico o en la Anulabilidad en donde se puede llegar a la confirmación del
Negocio Jurídico. En el supuesto de la inexistencia consideramos que no se priva de efectos al
negocio porqué sencillamente no se presenta tal negocio. Sin embargo antes de desarrollar el
estadío patológico del Negocio Jurídico es importante desarrollar lo concerniente a la
Estructura del Negocio a fin de poder comprender con mayor claridad cuando el Negocio es
atacado y privado de sus efectos, es decir que en caso los elementos, presupuestos o
requisitos del Negocio estén ausentes o viciados el ordenamiento jurídico responde a través
de las Ineficacias Negociales o en todo caso con la Inexistencia (Juicio de Irrelevancia).
1. LA ESTRUCTURA DEL NEGOCIO JURÍDICO

Entendemos la estructura como el “arreglo o disposición de las diversas partes de un todo”[2].


Podemos decir que los negocios jurídicos, que serían el todo, tienen diversas partes o
componentes, es decir tienen una estructura conformada por diversos aspectos: los
elementos, los presupuestos y los requisitos[3].

ASPECTOS DE LA ESTRUCTURA DEL NEGOCIO JURÍDICO

1.1. LOS ELEMENTOS:

Los elementos se entienden como los componentes del negocio jurídico, es decir todo aquello
que conforma el negocio jurídico celebrado por los sujetos. En tal sentido, se entiende
modernamente como los únicos elementos comunes a todo negocio jurídico a dos: la
declaración o manifestación de voluntad y la causa o finalidad.

a. Declaración o manifestación de voluntad

Este concepto aparece para explicar el negocio jurídico, siendo tomado por los franceses (que
hablan de acto jurídico) que consideraron de tal importancia la manifestación de voluntad que
lo identificaron con el concepto de acto jurídico. Esta doctrina influenció en nuestro Código
Civil, prueba de ello se aprecia en lo prescrito por el artículo 140 del Código Civil (CC) que
identifica acto jurídico con manifestación de voluntad. En la actualidad esta doctrina se
entiende superada, puesto que la doctrina mayoritaria considera que si bien la manifestación
de voluntad juega un papel predominante en la formación de actos jurídicos, no es el negocio
jurídico en sí mismo, sino que sólo constituye un elemento del mismo, que conjuntamente con
otros elementos, presupuestos y requisitos (forman la estructura del negocio) van a dar como
resultado la creación de un negocio jurídico.

Ello encuentra lógica al concebir a la manifestación de voluntad como aquella exteriorización


del querer interno de los sujetos de derecho, que tiene por finalidad producir efectos en el
plano jurídico en perfecto uso de su autonomía privada. Tomando las palabras de Emilio Betti:
“La declaración, por tanto, tiene naturaleza preceptiva o dispositiva, y en consecuencia,
carácter vinculante; el comportamiento tiene igualmente, por sí, tal carácter.[...] disposición
con la que el individuo dicta reglas a sus relaciones con otros ya que alcanza, una
trascendencia esencialmente social y una eficacia operativa propia, no válida en otra forma;
eficacia, que primero lógicamente despliega sobre el plano social y después, merced a la
sanción del derecho, está destinada a producirse también sobre el jurídico”[4].
Tal definición establece que si bien la manifestación de voluntad se encuentra destinada a la
producción de efectos jurídicos, tal término va más allá, porque la esencia verdadera de la
exteriorización de voluntad consiste en la autorregulación, en la creación de normas, que
tendrán efectos inter partes, esta noción complementa la anterior, ya que aquí se toma en
cuenta la autonomía privada. Así, autorizada doctrina nacional establece que por la
manifestación de voluntad debemos entender “la exteriorización de un hecho psíquico
interno, que consciente y voluntariamente trasciende del individuo y surte efectos ante
terceros con valor expositivo, aunque estuviera lejos del ánimo del agente el querer producir
tales efectos.”[5]. Renato Scognamiglio en su señero trabajo de investigación, recientemente
traducido para nuestro país[6] nos dice que “cuando se habla de “declaración” en sentido
técnico se hace referencia –y lo precisaremos mejor enseguida- a una forma peculiar, y no a la
forma en general o, según la concepción tradicional, a la exteriorización de la voluntad”[7].
Esto se complementa cuando señala: “Según autorizada opinión de Manigk, la declaración de
voluntad se contrapone a la simple exteriorización (Willensauserung), atendiendo al fin de
notificación que anima a la primera”[8]

b. La causa y finalidad

Resulta necesario aclarar que la doctrina no encuentra consenso en relación a la definición de


causa, puesto que autores como Emilio Betti identifican a la causa como la función económico
social del negocio. Señala el maestro Betti que los elementos del negocio son también
elementos de su causa, como función típica. Al respecto Lizardo Taboada en el más completo
trabajo que se ha desarrollado en el país sobre la causa (y probablemente en América Latina),
expresa sobre la posición del maestro italiano, “Ello es así justamente porque Betti considera
que la causa, antes que todo, es una noción social y extrajurídica. En tal sentido es obvio que
si decimos que la causa es la función netamente social, llegamos a confundirla con la totalidad
de los elementos del negocio, por cuanto la función estrictamente social es el resultado de
todos los elementos de cada negocio jurídico, según su uso constante en la realidad social”[9].
El concepto de causa en su aspecto objetivo establece que: “(...) a pesar de reconocer que la
causa es la función social, socialmente digna y razonable, en nuestra construcción la causa es
una noción jurídica que tiene el significado de social”[10]. El aspecto subjetivo de la causa
permite la incorporación de los motivos concretos y determinantes de los sujetos, cuando los
mismos se conviertan en la base o razón exclusiva del Negocio jurídico como “...una razón
práctica típica inmanente a él, [...] un interés social al que aquella responde”. Es decir se
concibe a la causa con su finalidad práctica impuesta por el ordenamiento jurídico (causa
objetiva), y otros autores conciben a la causa como aquélla finalidad subjetiva, perseguida por
las partes que realizan el acto jurídico en concreto (causa subjetiva).

Esto es, si tomamos en consideración la primera concepción diríamos que en un contrato de


compra - venta de vehículo, la causa viene a ser la propia compra venta, pero si asumimos la
posición de causa desde el punto de vista subjetivo, aceptaríamos que en el ejemplo antes
propuesto, la causa sería la finalidad perseguida por las partes, esta es realizar un contrato de
compraventa para la obtención de un beneficio (ya sea la propiedad del auto o la obtención
del dinero) y satisfacción de sus necesidades; en realidad nosotros no observamos una
contraposición entre ambas causas, ya que tanto la subjetiva como la objetiva, se
complementan, puesto que al celebrar las partes un contrato de compra venta de un auto la
finalidad perseguida por las partes será la de lograr, por un lado la adquisición de la propiedad
de dicho bien y por otro lado la finalidad del vendedor será el de recibir una determinada suma
de dinero en contraprestación al bien otorgado; y así mismo el ordenamiento jurídico estará
conforme, puesto que, con la celebración de tal acto jurídico se ha cumplido con la finalidad
del contrato de compra venta de conformidad con las reglas impuestas por el sistema jurídico,
contrato que dentro del mercado asumirá un papel trascendental, es decir mientras que la
causa subjetiva apunta al interés de las partes, la causa objetiva apunta a mantener una
seguridad y coherencia lógica - sistemática de todo el ordenamiento jurídico, social, y
económico.

Lohmann Luca de Tena afirma que: “...la causa subjetiva, o finalidad común y compartida por
las partes en un determinado negocio, siempre habrá de coincidir con una causa objetiva o
legal con determinadas consecuencias de Derecho. Es decir que la finalidad de los intereses
que las partes regulan al obligarse, encuentre su cauce y marco adecuado en una causa legal
que la recoge y la regula”[11]. Así también este autor define la causa objetiva como “...el
propósito concreto de cada tipo de negocio que produce un resultado social determinado, al
cual ha de adecuarse su contenido y la finalidad que las partes pretenden conseguir con el
mismo”[12].

Si bien ésta no es la sede para desarrollar el tema de la causa permítasenos decir que el
Profesor Taboada critica la concepción de Emilio Betti de la causa como función económico
social al considerar esta posición, innovadora en su momento, como no acorde con los tiempos
actuales pues no solamente deben considerarse los intereses sociales sino también los
intereses individuales socialmente necesarios y los individuales que sean dignos y razonables.
[13]

1.2 LOS PRESUPUESTOS: EL OBJETO Y SUJETO

La doctrina moderna hace referencia a los presupuestos, los cuales se definen como los
antecedentes o términos de referencia, es decir todo aquello que es necesario que preexista
para que el acto jurídico pueda celebrarse o formarse

La idoneidad del objeto es entendida como la aptitud de los intereses sobre los que el negocio
vierte para recibir el orden o reglamentación práctica que aquel se propone.”[14]

Autorizada doctrina nacional señala que “Desde otro punto de vista, tampoco conviene
identificar el objeto con el contenido concreto de un negocio, porque tal acepción de
contenido se confunde con la configuración o regulación normativa propia del negocio
singular”[15]. “El objeto, pues, no debe ser confundido con la prestación en los negocios
obligacionales y el nuevo Código ha sabido diferenciarlos adecuadamente: Si bien es cierto que
en un plano teórico no es difícil observar la distinción, en la práctica no ocurre de igual manera
porque la generalidad de los casos cuando el objeto es una cosa, se presta mas atención a
ésta, como materia de la prestación, sin advertir que el primer objeto fue precisamente
obligarse a tal prestación”[16]

Se concluye que el objeto del acto jurídico es la prestación en las relaciones jurídicas
obligatorias, y no los bienes ni materiales, ni inmateriales, esto es, ni las cosas, ni los derechos
que originará la realización de determinado acto jurídico, ya que tales bienes sólo serán
transferidos de una esfera jurídica a otra y en tal caso no se debe hacer referencia a
posibilidad, sino a determinabilidad (requisito de los actos jurídicos); y ello resulta congruente,
puesto que, al regular el Código Civil, la posibilidad física y jurídica del objeto se refiere a si la
conducta a realizar o realizada, por las partes resulta posible de darse en la realidad y si resulta
aceptado por el derecho.

En cuanto al sujeto como presupuesto del acto jurídico, se hace referencia a aquel sujeto de
derecho. Así Emilio Betti señala que: “Los presupuestos de validez del negocio se agrupan en
tres categorías según que afecten: 1º al sujeto del negocio, o 2º al objeto del negocio, en sí
considerados, o bien, 3º a la situación del sujeto respecto al objeto. En la primera hipótesis se
trata de la capacidad, en la segunda de la idoneidad del objeto, en la tercera de la legitimación
para el negocio”[17]. Se entiende por capacidad aquella “aptitud intrínseca de la parte para
dar vida a negocios jurídicos; legitimación es la aptitud para hacer surgir negocios jurídicos que
tengan un determinado objeto, en virtud de una relación en que la parte se encuentra, o se
pone con el objeto del acto. (...) Capacidad y legitimación serían dos formas de la aptitud para
realizar actos jurídicos; solo que la capacidad debería ser entendida como idoneidad natural, la
legitimación en cambio como idoneidad adquirida. La capacidad, en suma, como aptitud del
hombre considerado como individuo, la legitimación como aptitud del hombre considerado en
el seno de la sociedad”.[18]

1.3. LOS REQUISITOS: CAPACIDAD LEGAL DE EJERCICIO, CAPACIDAD NATURAL, LICITUD,


POSIBILIDAD FÍSICA Y JURÍDICA DEL OBJETO, DETERMINACIÓN EN ESPECIE Y CANTIDAD,
VOLUNTAD SOMETIDA A PROCESO NORMAL DE FORMACIÓN

La doctrina a hecho una clasificación tomando como referente el precepto o la prestación y los
bienes. Así se señala: “ a) Respecto del precepto y, en su caso, de la prestación: a) licitud; b)
posibilidad física (sólo de la prestación o de la ejecución); c) posibilidad jurídica; d)
determinabilidad. b) Respecto de bienes (en ancho sentido, incluyendo derechos): a)
posibilidad física, cuando no sean de naturaleza inmaterial; b) posibilidad jurídica; d)
determinabilidad”[19]. La Capacidad jurídica es “la aptitud para ser titular de situaciones
jurídicas y la capacidad de ejercicio es la aptitud para ponerlas en actuación. Ambas
constituyen el momento estático y dinámico de la categoría jurídica denominada sujeto de
derecho”[20]. El mismo Juan Espinoza ya en el año 1996 comentaba la identidad entre los
conceptos de Subjetividad, Personalidad y Capacidad.[21]
La capacidad de las personas físicas, como es clásico puede ser definida como la cualidad,
aptitud o idoneidad legal de toda persona – por el solo hecho de serlo- que le permite ser
sujeto de derechos y obligaciones; es decir, posibilidad de ser parte de relaciones jurídicas[22].
La capacidad de ejercicio o de obrar es el aspecto dinámico de la de goce, y en virtud de la cual
el sujeto, en ejercicio de su libertad, actúa su personalidad para producir por su propia
voluntad efectos jurídicos válidos para sí o para otros, ejerciendo derechos y cumpliendo
obligaciones , responsabilizándose directamente de su conducta[23]

Concluimos expresando que la subjetividad, la capacidad (entendida como capacidad de


obrar, que sería la única), y en su caso la legitimación constituyen caracteres que están en la
periferia del negocio; son pues requisitos o antecedentes que se incorporan al negocio por
acción del sujeto participante en el mismo. No forman parte, en consecuencia, de la estructura
del negocio, pero influyen sobre la producción de sus efectos.

De otro lado la Licitud del precepto de voluntad declarado o de la conducta que es regulada
por el negocio constituye un requisito del mismo, porque no son dignos de protección jurídica
cuando vulneran el orden público, las normas imperativas o las buenas costumbres, o vulneran
derechos de terceros, o en que estén proscritas por la ley. Diez Picazo, haciendo mención al
Código Civil Español señala que: “El artículo 1.276 C.c. sanciona con la nulidad absoluta el
negocio que se fundamenta en una causa ilícita, aclarando que es ilícita cuando se opone a la
ley o a la moral. La causa se opone a la ley tanto si el negocio se celebra contra lo dispuesto en
la misma (bien directamente, bien mediante un “rodeo” que configure un fraude al espíritu de
la ley), o cuando vulnera principios inspiradores del orden jurídico y de la vida comunitaria”.
[24]

La Posibilidad Física “está dada por la adecuación de la conducta o del bien a las leyes de la
naturaleza o premisas físicas adoptadas. (...) Para ser causa de invalidez la imposibilidad física
debe ser absoluta, tanto de bienes como de conductas (...). La imposibilidad física actual de los
bienes no es obstáculo para la validez del negocio, si razonablemente puede tener realidad
futura. Así se acepta la venta o pacto sobre cosas futuras o incluso sobre derechos (con
excepciones, como la de la herencia futura- art. 1405 C.C.) “[25].La Posibilidad Jurídica a veces
es confundida con la licitud, sin embargo esto no es correcto ya que mientras la licitud se
sustenta en un aspecto valorativo, la posibilidad jurídica se fundamenta en la “naturaleza de
las instituciones jurídicas, o en la calificación jurídica objetiva de ciertos bienes o conductas, o
en otras consideraciones (art. 925 C.C.), por ejemplo la Hipoteca sobre bienes muebles”[26].

La Determinabilidad consiste en la posibilidad de establecer o identificar la prestación que se


va a efectuar, o sea, la actitud positiva o negativa del sujeto de derecho; o el bien sobre el cual
recae determinado interés. “La medida de la determinabilidad está en función del tipo de
negocio de que se trate; las conductas siempre admitirán una mayor posibilidad de
incertidumbre que las cosas. Estos criterios serán objetivos (espacio, tiempo, lugar, precio
máximo o mínimo, género, especie, tarifas, etc.) o subjetivos, cuando queden al arbitro de una
de las partes o de un tercero”[27].
II INEFICACIA ESTRUCTURAL O INTRÍNSECA, EL FENÓMENO DE LA INVALIDEZ DEL NEGOCIO
JURIDICO Y LA INEFICACIA FUNCIONAL O EXTRINSECA

Como hemos indicado precedentemente es importante a efectos de poder comprender con


mayor certeza e idoneidad el instituto de la nulidad de acuerdos, previsto en el artículo 150 de
la LGS, así como en los arts. 38 y 139 del mismo cuerpo legislativo, y en el art. 92 del C.C.,
determinar con la mayor precisión posible los límites de cada una da estas figuras
conceptuales del Negocio Jurídico. Ya en algo avanzamos analizando muy someramente la
estructura del Negocio Jurídico. Como lo indicamos líneas arriba existen en el medio nacional
algunos trabajos serios que tratan a profundidad los conceptos vinculados a la Ineficacia y sus
especies. Es necesario tener claridad o por lo menos una aproximación conceptual en materia
de Ineficacias Negociales pues sin lugar a dudas esto allanaría el trabajo y nos proporcionaría
herramientas necesarias para poder investigar con mayor profundidad y certeza la nulidad o
impugnación de acuerdos en material civil y societaria.

Tal como lo hemos hecho precedentemente al aproximarnos a la sistematización de la


estructura del Negocio Jurídico para contar con un sustento sobre el cual poder comprender
con mayor didáctica los aspectos patológicos del Negocio Jurídico, considero necesario y útil
dar una visión aproximativa de la Ineficacia Estructural también conocida como Invalidez y de
la Ineficacia funcional o ineficacia en sentido estricto.

Se dice que La ineficacia es ante todo una sanción[28]. Diez Picazo critica al sector de la
doctrina que distingue entre invalidez (falta alguno de los elementos, está viciado o carece de
presupuestos del tipo de negocio a que pertenece) e ineficacia en sentido estricto (impide su
eficacia una causa extrínseca), alegando que “tal distinción no parece admisible. No es lo mas
grave la arbitrariedad de la terminología, puesto que ineficaz tiene que ser siempre el negocio
inválido por lo que invalidez e ineficacia serían conceptos iguales”. Y concluye indicando: “Es
que, además, en la mayor parte de los casos en que se habla de ineficacia en sentido estricto
no la hay, sino por el contrario, expresión mas cumplida de la eficacia del negocio: así por
ejemplo, cuando se cumple una condición o se resuelve o se revoca un negocio. En todos estos
casos el negocio es plenamente eficaz, despliega toda su eficacia. Lo único que ocurre es que la
reglamentación negocial pierde en un momento sucesivo su vigencia. No hay ineficacia, sino
extinción sobrevenida de la relación o situación negocial”[29].

Se habla de ineficacia del Negocio en sentido lato o amplio para definir todas las hipótesis en
las cuales sus efectos no se producen, o están llamados a decaer en un momento
posterior[30]. Consideramos que la distinción de las distintas conceptualizaciones derivadas de
la Ineficacia, si bien es cierto pueden parecer un esfuerzo teórico que “no aterriza en la
realidad” son importantes, pues no sólo permiten una mejor sistematización dentro de la
Teoría de las Ineficacias en particular y del Negocio en general, sino que también alcanzan a
tener relevancia de carácter práctico. Así Scognamiglio[31] señala que “(...) una distinción de la
ineficacia en diferentes figuras se justifica y es incluso necesaria, teniendo en cuenta también
la relevancia peculiar que presenta el Contrato y su eficacia compleja, delante de la cual se
pueden concebir, tal como lo enseña la experiencia del derecho, distintos medios de reacción,
según las varias anormalidades en que puede caer el contrato caso por caso”.

La doctrina moderna aspira a darse cuenta de la importancia autónoma del fenómeno de la


Ineficacia y, mas todavía, de la necesaria distinción de varias de sus figuras (inexistencia,
invalidez, ineficacia en sentido estricto)[32].

STOLFI[33] define la ineficacia de los Negocios Jurídicos indicando que “al contrario que la
invalidez, que es la consecuencia de un acto afectado total o parcialmente en su íntima
constitución, la ineficacia supone un negocio jurídico válidamente formado y, por consiguiente,
susceptible de ejecución, pero que carece de efectos o que le priva de ellos un hecho
posterior, tal vez extraño a la voluntad de las partes. No es posible encerrar en una sola
fórmula las distintas hipótesis, y menos establecer en general sus características y
consecuencias”.[34]

Asimismo el autor citado desarrolla un acápite referido a los denominados “negocios


impugnables” [35], en el cual establece que “aunque de los actos simplemente ineficaces no
puede siquiera establecerse una teoría general por ser muy diversas las causas a que
obedecen, si pueden, en cambio, enunciarse las normas comunes a los actos denominados
impugnables que se forman y hasta se perfeccionan válidamente y producen sus efectos
propios, pero que después quedan privados de efectos por causas extrínsecas y de la más
variada naturaleza[36].

En el mismo sentido Emilio Betti[37] al hacer la distinción entre invalidez e ineficacia señala la
importancia de diferenciar ambos conceptos, específicamente entre la invalidez y la ineficacia
en sentido estricto, abogando por una mejor sistematización de tales instituciones jurídicas en
beneficio de un mayor desarrollo de la Teoría del negocio y de permitir una mejor
instrumentalización de tales conceptos en la resolución de situaciones reales[38].

Un sector de la doctrina nacional en un desarrollado trabajo sobre la nulidad del negocio


jurídico[39], otorga la importancia necesaria al denominado “Sistema de Ineficacias
negociales”[40] señalando que “un negocio es ineficaz, en una manera amplia de valorar la
ineficacia, cuando los efectos concordes a su tipo no se verifican. La ineficacia puede ser
producida por muy diversas causas, por lo que se hace necesario sistematizar aquellas, en
vista, ante todo, a su actuar sobre los efectos de distinta naturaleza producidos por el negocio
jurídico. Se desea así llegar a un adecuado estudio sistemático de los fenómenos de carencia
de efectos negociales, extrayendo los principios comunes a partir de la anormalidad concreta
en que puede caer el negocio, caso por caso. Así, el autor citado graficando el “sistema de
ineficacias negociales” lo desagrega en dos planos, uno referido a la INTRASCENDENCIA (juicio
de irrelevancia) en donde se desarrolla la INEXISTENCIA, y el segundo formado por LA
INEFICACIA EN SENTIDO AMPLIO (juicio de ineficacia) la misma que a su vez se bifurca en
INVALIDEZ (NULIDAD, ANULABILIDAD Y RESCISION) e INEFICACIA EN SENTIDO ESTRICTO
(RESOLUCIÓN, SUSPENSIÓN, CADUCIDAD, INOPONIBILIDAD, etc.)[41]

Consideramos que la clasificación precedentemente expuesta es pertinente y didáctica


teniendo la virtud de constituir un criterio ordenador en lo que respecta al estudio de “Las
Ineficacias”. La doctrina diferencia en orden a su origen, dos grandes grupos de Ineficacias: a)
La Ineficacia Estructural o Invalidez y b) La Ineficacia funcional o ineficacia en sentido estricto.
GETE ALONSO Y CALERA[42] señala que “cuando se habla de invalidez se hace referencia a esa
manera de estar formado el negocio: si concurren todos los requisitos que son necesarios para
su conformación. En tanto que la ineficacia hace alusión a la producción de los efectos que
deben dimanarse del mismo, es decir a un segundo aspecto”.

PALACIOS[43], al definir estos dos conceptos señala que “por ineficacia estructural o invalidez,
entendemos, y aquí está nuestra definición, la carencia de efectos producida por hechos
inherentes a la estructura misma del negocio, el ordenamiento, al faltar algún requisito,
elemento o presupuesto, necesario para la validez de un determinado negocio jurídico lo
sanciona con la ausencia de efectos, o con la posibilidad de que esto se produzca. (...) Se
caracteriza por ello, esta especie de ineficacia, por ser originaria, es decir por la referencia
exclusiva al momento en que se realiza o concluye el negocio. Su efectividad se encuentra
justamente en la conformación de la estructura negocial. Dentro de este primer grupo
encontramos varios tipos de ineficacias, cuales son, la nulidad, la anulabilidad y la rescisión
(...)”. Al hablar de la carencia de efectos como consecuencia de fallas en la estructura del
negocio es recomendable recordar lo desarrollado líneas arriba sobre la estructura negocial.

Para efectos del presente trabajo nos es de suma utilidad la clasificación referida, enmarcando
las instituciones que la Ley General de Sociedades y el Código Civil desarrollan
(específicamente los artículos 150, 139, 38 de la LGS y 92 del C.C.) dentro del Sistema de las
Ineficacias, lo que nos permite comentar la Inexistencia[44], la invalidez (Ineficacia Estructural)
y dentro de esta la nulidad, la anulabilidad y la rescisión así como la Ineficacia en sentido
estricto (ineficacia funcional).

Si bien la inexistencia, tal como se anotó, no forma parte del sistema de las ineficacias por
pertenecer al juicio de irrelevancia, es importante conceptuar tal instituto, el mismo que ” De
acuerdo con la opinión tradicional, todavía predominante, en estricta lógica jurídica debe
identificarse siempre con la nulidad, derivada igualmente de ausencia de algún elemento
esencial del acto. En tanto que siguiendo el criterio empírico y moviéndose en el terreno de los
hechos, se abre la posibilidad de perfilar una noción de inexistencia (material) diferente de la
inexistencia jurídica o nulidad. Según esta teoría opuesta a aquella, la inexistencia se distingue
de la nulidad en el ámbito del derecho, porque constituye un vicio mas grave y radical, que
excluye la propia posibilidad de identificar el contrato como tal (por lo cual tampoco necesita
expresa estatuición normativa)”[45]. Si bien, se equipara la inexistencia con la nulidad, por
parte de un sector de la doctrina, SCOGMANIGLIO[46] considera la necesidad de la distinción
entre estos dos institutos, pues basta decir que “la nulidad, que obra como mera sanción del
ordenamiento frente al contrato disconforme con sus prescripciones y que es, pues, el
resultado de una valoración normativa del acto, presupone siempre la existencia de éste (si el
contrato no existe, carecería por completo de sentido indagar si es o no válido)”.

Así pues, consideramos que la invalidez y la ineficacia deben distinguirse de la inexistencia, “la
cual está más allá de la nulidad: es inexistente el contrato o el acto que no es identificable
como tal, pues carece del mínimo esencial que permite hablar de un cierto evento como de
contrato o acto unilateral. La importancia de la distinción entre nulidad e inexistencia se
encuentra en lo siguiente: el contrato o el acto inexistente no produce aquellos efectos
limitados que, (…), el contrato o el acto nulo producen[47]

En el formante doctrinario nacional Rómulo Morales Hervias, en un desarrollado y


documentado trabajo[48] justifica y argumenta la necesidad de contar con la figura de la
inexistencia en nuestro ordenamiento jurídico para lo cual se provee de la mejor doctrina y
jurisprudencia comparada. Y nos interesan los comentarios de Morales Hervias por cuanto,
como veremos, cita jurisprudencia italiana (a la vez comentada por GALGANO) referidas a
acuerdos de Asambleas, los mismos que fueron declarados inexistentes por Tribunales
italianos. Así en primer término identifica la existencia de normas con la validez formal
señalando que la fuerza obligatoria es validez normativa. Desde su punto de vista “La
estructura negocial es el conjunto de elementos y de requisitos recíprocamente
correlacionados”[49]. Así, el Negocio Jurídico inexistente es definido como el acto de
autonomía privada imposibilitado de generar efectos y el negocio nulo como supuesto de
hecho negocial[50]. De la Puente y Zusman en la fase de reforma del Código Civil de 1984
refiriéndose a la inexistencia y nulidad señalaron: “Se produce la inexistencia cuando la falta de
un elemento sea de tal relevancia que impida hasta la apariencia de un acto jurídico, lo cual
determina que no pueda producir efectos ni siquiera negativos. La nulidad en cambio, supone
un acto jurídico, que aunque inválido existe siquiera como supuesto de hecho capaz de
producir efectos secundarios, diferentes o negativos. “. Morales considera que “La defensa de
la figura de la inexistencia por parte de la justicia peruana es una forma de rebelión contra la
doctrina tradicional apegada al método exegeta”[51]. Citando al maestro Angelo Falzea[52] se
dice “al supuesto de hecho total corresponde la eficacia jurídica, mientras al supuesto de
hecho parcial esta vinculada la relevancia jurídica, por ello concluye que el hecho productivo
de la expectativa jurídica es un hecho relevante pero no eficaz”. Tommasini aclara el panorama
señalando: “Para que un hecho sea válido o inválido debe ser primero un hecho relevante: de
un hecho irrelevante no puede jamás decirse que sea valido o invalido[53].”

Tal como lo mencionamos precedentemente Morales hace referencia a la jurisprudencia


italiana citada por GALGANO[54] la que considera “inexistente” el acuerdo de la asamblea
cuando en él falten aquellos requisitos que pueden ser juzgados como elementos
identificativos del concepto mismo de acuerdo: de este modo han sido considerados
inexistentes correctamente – y por tal razón han quedado sustraídos a la disciplina de la
anulabilidad – los acuerdos tomados por la mayoría con el desconocimiento de la minoría, sin
la convocatoria plena de la asamblea y sin que la minoría haya estado en grado de intervenir o,
tras la adopción del acuerdo, de impugnarlo en los términos previstos por la ley. También la
jurisprudencia italiana ha considerado inexistente un acuerdo adoptado por una asamblea
universal en que no había participado el Collegio Sindicale; además, es inexistente el acuerdo
tomado por una asamblea convocada regularmente en la que no habían podido participar
todos los socios por imposibilidad material, es inexistente el acuerdo adoptado con el voto
determinante de un socio o de un socio aparente por la falta de “legitimación primaria” para
votar, es decir” poder de concurrir a la formación del acuerdo”, y finalmente es inexistente el
acuerdo que sea adoptado con un número insuficiente de votos como consecuencia de un
error de cálculo. Por consiguiente, afirma Galgano que la jurisprudencia italiana ha introducido
toda una serie de distingos, suponiendo a la normas del Código Civil otras normas extraídas de
una categoría lógica-jurídica, desconocida por el mismo Código, la categoría del acuerdo
inexistente[55].

Finalmente Morales Hervias comenta: “Podemos definir la inexistencia como el hecho


irrelevante (invalidez formal) y a la nulidad negocial como el supuesto de hecho relevante e
inválido (invalidez normativa del negocio). También se puede aseverar que el negocio jurídico
inexistente es el acto de autonomía privada irrelevante (invalidez formal del negocio). A mayor
abundamiento, el hecho inexistente produce expectativas (efectos jurídicos preliminares) y el
negocio nulo produce efectos jurídicos negativos pero es susceptible de conversión. Así, el
tratante en las tratativas y el consumidor dañado en la contratación predispuesta, podrán
sustentar como pretensión ante la autoridad administrativa o ante la autoridad judicial
jurisdiccional la existencia de tales actos no negociales por haber causado efectos preliminares
en sus esferas jurídicas. En sentido contrario, el tratante que suspendió las tratativas y la
empresa podrán fundamentar su defensa de fondo en la inexistencia de dichos actos[56]”.

Toca ahora hablar de la Invalidez del Contrato, y en concordancia con el esquema antes
referido, conceptuar la nulidad, la anulabilidad y la rescisión.

Tal como señalamos precedentemente, siguiendo a Betti[57], se denomina invalidez al negocio


que carezca o tenga viciados alguno de sus elementos esenciales o no cuente con el
presupuesto requerido en virtud al tipo de negocio al que pertenece. Invalidez es “aquella
inidoneidad para producir los efectos esenciales del tipo que deriva de la lógica correlación
establecida entre requisitos y efectos por el dispositivo de la norma jurídica y es,
conjuntamente, la sanción del deber impuesto a la autonomía privada de utilizar medios
adecuados para la consecución de sus fines propios.[58]

Se afirma de otro lado que “(...) tengamos bien firme, en primer término, la idea de que la
invalidez constituye una medida jurídica que, como tal, pueda operar exclusivamente en los
casos para los cuales lo establece la ley, y no la mera consecuencia de un juicio lógico. [59] De
otro lado se asevera con énfasis “la idea de que la validez y la invalidez del contrato puedan
referirse únicamente al momento en que se celebra el contrato y de que por ello no se pueda
admitir en general la figura de la llamada invalidez posterior. Dentro de la crítica que se hace a
la doctrina tradicional al referirse a la invalidez como imperfección del supuesto de hecho o
como sanción se afirma que debe actuarse dentro de los cánones de la graduación del derecho
frente a las diferentes causas de anormalidad del contrato, con respeto al principio de
conservación de los negocios y de otro lado la oportunidad de limitar las formas de invalidez a
la nulidad y la anulabilidad.
Tal como magistralmente señala SCOGNAMIGLIO “De acuerdo a la teoría predominante, se
suele definir como nulo el contrato al que le falta algún elemento esencial y que por lo mismo,
no produce efecto alguno. En cambio, según la opinión que hemos acogido debe considerarse
nulo el contrato al cual el ordenamiento jurídico le quita su fuerza vinculante de
autorregulación de los intereses privados, que de otra manera tendría, y que por extensión lo
priva de todo efecto en razón de su anormalidad”[60]. El profesor italiano en su
“Contributto…” con la creatividad y agudeza tan suyas señala: “se aprecia fácilmente que la
invalidez y la ineficacia pertenecen a planos diversos, porque con la primera se ataca,
evidentemente, el efecto fundamental, el llamado "vinculo", y por lo tanto, se ataca el negocio
en su raíz, la segunda, en cambio, aun cuando puede eventualmente presentarse como una
sanción, afecta solamente la eficacia final del negocio, es decir, algo que esta fuera de su
existencia: ello, como se entiende, da lugar a importantes diferencias en la practica[61]".

La Nulidad es pues, “la forma más grave de invalidez negocial” e “importa la definitiva
inidoneidad del acto para producir efectos”[62]. Para BETTI[63], “es nulo el negocio que, por
falta de algún elemento esencial, es inepto para dar vida a aquella nueva situación jurídica que
el derecho apareja al tipo legal respectivo, de conformidad con la función económico social
que le es característica; nulo, aunque acaso pueda producir alguno de los efectos
correspondientes, u otros distintos de carácter negativo o contradictorio (ya que de otro modo
más bien sería inexistente)”. En el formante doctrinario nacional Freddy Escobar Rozas
refiriéndose a la Nulidad señala que: “ (...) por lo menos teóricamente, la nulidad (del negocio
jurídico) supone lo siguiente: a) la ineficacia total y original del negocio. b) la imposibilidad de
que el negocio sea saneado. C) la naturaleza declarativa de la sentencia (o laudo) que
compruebe su existencia. D) la posibilidad de que el juez (o árbitro) la declare de oficio. E) la
imprescriptibilidad de la acción para que sea declarada. F) la posibilidad de que terceros con
interés puedan accionar para que sea declarada". En nuestro ordenamiento civil la diferencia
se presenta en el caso de la prescripción que como señala el artículo 2001 del CC. [64].
Diferenciando entre los efectos negociales y no negociales derivados de la Nulidad, escobar
Rozas señala que “ (...) la nulidad determina que el negocio jurídico no produzca los efectos
"negociales", que son los efectos deseados por la parte o las partes que lo celebran. En ciertos
casos, sin embargo, la nulidad no impide que surjan efectos "no negociales", derivados del
hecho de la celebración del negocio (nulo) o de la ejecución del mismo"[65].

Tal como lo señaló el Profesor Lizardo Taboada[66], las notas comunes entre la Nulidad y
Anulabilidad son: 1) Las causales son siempre coetáneas a la celebración del acto jurídico 2)
Están siempre referidas a un defecto en la estructura del acto jurídico. 3) No pueden ser
pactadas, vienen establecidas por la ley.

Se define pues el acto nulo como aquel que carece de algún elemento, presupuesto o requisito
(que hemos graficado en el punto precedente), o cuyo contenido es ilícito por agraviar los
principios de orden público, las buenas costumbres, o las normas imperativas. Por el contrario
el acto anulable se define como aquel que se encuentra afectado por un vicio en su
conformación.

Las Diferencias entre nulidad y anulabilidad, dice el lamentablemente extinto profesor, son:
a) La nulidad supone un defecto severo en la conformación del acto jurídico. La anulabilidad
únicamente un vicio en la estructura. b) Las causales de nulidad se construyen y establecen
legalmente en tutela del interés público, mientras que las causales de anulabilidad se
fundamentan en la tutela del interés privado de las partes que han celebrado el acto jurídico, a
fin de proteger a la parte que ha resultado afectada por la causal de anulabilidad. c) En la
Nulidad los negocios nacen muertos, no producen ninguno de los efectos jurídicos; en la
Anulabilidad, nacen con vida, tienen doble destino: son subsanados o convalidados o son
declarados nulos.

La nulidad tácita o virtual es aquella que sin venir declarada directamente por el supuesto de
hecho de una norma jurídica, se deduce o infiere del contenido de un acto jurídico, por
contravenir el mismo el orden público, las buenas costumbres o una o varias normas
imperativas. Por ejemplo, al menos en nuestro sistema jurídico y por ahora, el matrimonio
entre personas del mismo sexo es nulo de pleno derecho. De esta forma todos los negocios
jurídicos que se celebran sin cumplir con los requisitos de orden legal serán nulos sin
necesidad de norma que lo disponga.

La otra forma principal de invalidez está constituida por la anulabilidad, “por la cual el contrato
que ha producido sus efectos desde un comienzo, puede ser declarado nulo a consecuencia de
la impugnación propuesta por el sujeto legitimado para ello, es esta una figura que por su
disciplina compleja, da lugar a discusiones ásperas en la doctrina concentradas perfectamente
en su pertenencia al campo de la invalidez[67]

En efecto, “si se considera según la opinión tradicional que en la hipótesis de anulabilidad el


supuesto de hecho del contrato es incompleto no se explicaría como puede producir un efecto
(así sea a título precario). Sin que quepa responder, en el propósito de superar la objeción,
que la anulabilidad es precisamente una forma incompleta de invalidez, derivada del vicio de
un elemento del contrato, a diferencia de la nulidad que proviene de la falta integral de un
elemento”.[68]

Por ineficacia en sentido estricto se entiende aquél supuesto en que el negocio, aún siendo
válido, no es de suyo suficiente para dar nacimiento a los efectos previstos: el negocio no se
considera idóneo a nivel dinámico o funcional para la ejecución plena de la ordenación de
intereses prevista en la autorregulación.[69] En ella existe una circunstancia es decir un hecho
extraño al negocio, que impide su eficacia o determina su ineficacia[70]

La rescindibilidad “es una forma de invalidez del contrato puesta principalmente a tutela de
quien contrata en condiciones inicuas por su estado de necesidad o peligro”[71].

Así tenemos que el artículo 1370 del Código Civil establece que “ la rescisión deja sin efecto un
contrato por causal existente al momento de su celebración”. A manera de ejemplo el art.
1447 del CC preceptúa lo concerniente a la institución de la pretensión rescisoria por lesión
sólo en el caso de aprovechamiento de estado de necesidad más no de peligro[72]. También
en el caso de la compara venta de bien ajeno y la compra venta sobre medida.

No alcanza a los motivos del presente trabajo, pero sin embargo es pertinente dejar constancia
que las instituciones a desarrollarse dentro de la especie “ Ineficacia en sentido estricto” son:
a) La suspensión b) la resolución c) la condición resolutoria d) la revocación y e) la caducidad.

III. LA NULIDAD DE ACUERDOS EN MATERIA CIVIL Y SOCIETARIA: RESPUESTA DE LA


JURISPRUDENCIA

Si bien es cierto la nulidad de acuerdos propiamente dicha se encuentra regulada en el artículo


150º de la Ley General de Sociedades (LGS), no podemos obviar el comentario a la
denominada Impugnación Judicial de Acuerdos, la misma que se encuentra ordenada en el
artículo 139 de la LGS. Sobre la definición de la Impugnación Judicial de Acuerdos tanto en
materia civil (art. 92º del CC) como societaria nos ocuparemos mas adelante. Baste ahora
señalar que en el formante jurisprudencial peruano existe una superposición de conceptos y
de instituciones cuando se habla de las causales para invocar la nulidad o la impugnación de
determinado acuerdo, utilizándose arbitrariamente categorías de derecho comercial en
ámbitos en donde el derecho civil a alcanzado un probado desarrollo conceptual y
jurisprudencial. Consideramos que si bien la nulidad o impugnación de acuerdos son regulados
por la LGS y por tanto tienen un enfoque societario y comercial ineludible, la doctrina civil
tiene un importante aporte que dar para la delimitación conceptual y la clarificación de
situaciones de la “realidad jurídica”, para usar una expresión de Scognamiglio, que permitirá
resolver incertidumbres jurídicas que se presentan a diario en el mundo comercial y
corporativo. Sin los conceptos claros, como hemos tratado de dar en el breve panorama de las
líneas precedentes, se hace muy difícil abordar a buen puerto en materia de impugnación y
nulidad de acuerdos tanto en materia civil como societaria.

Para comenzar graficando la necesidad de vincular la arista civil con la comercial veremos a
continuación cómo los Tribunales peruanos tienen respuestas diferentes para resolver los
problemas de la Impugnación y Nulidad de Acuerdos.
Así, por ejemplo, en el caso Nº 858-99 de la Sala de Procesos Abreviados y de Conocimiento y
distinguiendo las causales de nulidad previstas en el artículo 219 del Código Civil de las de
impugnación judicial de acuerdos prescritas en el artículo 92 del mismo cuerpo sustantivo, se
estableció:

La impugnación judicial de los acuerdos que violen las disposiciones legales o estatutarias,
debe ser resuelta dentro del marco que regula el artículo 92 del Código Civil, mas no
corresponde analizarlas bajo las causales de nulidad previstas por el artículo 219 del CC, aun
cuando hubieren sido invocadas en la demanda.

Según el principio iura novit curia, el juez debe aplicar la norma pertinente, aunque no haya
sido invocada en la demanda.

La sentencia que privilegia la aplicación del artículo 92 del CC. Estableció lo siguiente:

“ Lima, diez de noviembre de mil novecientos noventinueve.

VISTOS: interviniendo como Vocal ponente el señor Aguado Sotomayor, con el acompañado;
por sus fundamentos; y CONSIDERANDO además: Primero.- Que la demanda se ha planteado
bajo el amparo de lo dispuesto por el artículo 92 del Código Civil, cuya norma legal posibilita la
impugnación judicial de los acuerdos que violen las disposiciones legales o estatuarias, por lo
que la citada pretensión debe ser resuelta a la luz de tal marco legal anotado, mas no
corresponde analizar las causales de nulidad previstas por el artículo 219 del Código
Sustantivo, aun cuando han sido invocadas en la demanda, de modo que debe estarse al
principio iura novit curia que prescribe el artículo VII del Código acotado. Segundo.- Que en
este contexto, del escrito de demanda se advierte que el actor alega la violación de la
disposición estatuaria contenida en el artículo 27, precisando específicamente en el cuarto
punto del anotado escrito lo siguiente: a) Que lo correcto debió ser que el acto eleccionario
sea convocado cuando menos para el seis de agosto próximo; b) El comité electoral debió
previamente dirigirse al consejo de administración solicitando: i) El padrón de socios hábiles; ii)
La documentación necesaria; c) Publicación de relación de socios aptos para participar en la
elección y permitir que los socios inhábiles regularicen su situación; d) Redactar un proyecto
de reglamento electoral que debió ser publicado y entregado a todos y cada uno de los socios
para su conocimiento, discusión y aprobación en asamblea general convocada exclusivamente
para este comité electoral, sosteniendo igualmente que se llevó a cabo el proceso electoral
conformando una lista únicamente con socios inhábiles. Tercero.- Que sin embargo, tales
argumentos no han sido acreditados de manera alguna, pues si bien es cierto que la parte
demandada no ha exhibido la documentación requerida por el demandante en el ofertorio de
su demanda, también es cierto que tal conducta procesal no demuestra por sí sola los hechos
descritos en la demanda, por cuanto fundamentalmente debe considerarse que el
demandante, en su declaración de parte prestada en la audiencia de pruebas de fojas
doscientos ochentidós - doscientos ochentitrés, al contestar la tercera pregunta del
interrogatorio de fojas doscientos setentisiete, admite de manera expresa haber participado
activamente en el acto electoral materia de impugnación, habiendo encabezado una lista de
candidatos, lo cual revela no sólo que reconoció explícitamente la legalidad del acto, y por
tanto, el cumplimiento de las formalidades establecidas por el estatuto, sino también resulta
obvio que se encontraba en la posibilidad plena de ejercer su derecho de tacha contra la otra
lista integrada según su afirmación de la demanda “con socios inhábiles”, máxime que este
hecho tampoco ha sido acreditado; consecuentemente, la falta de exhibición de los
documentos aludidos no avala su pretensión en sentido afirmativo, por lo que no dándose los
supuestos contenidos en el artículo 92 del Código Civil; CONFIRMARON la sentencia apelada de
fojas cuatrocientos once a cuatrocientos quince, su fecha veintiséis de marzo del presente año,
que declara INFUNDADAS las tachas de testigo y de documentos deducidas mediante escrito
de fojas ciento ochentinueve a ciento noventa; sin objeto emitir pronunciamiento respecto de
la oposición a exhibiciones deducida en el mismo escrito; e INFUNDADA la demanda, su fecha
veintiocho de agosto de mil novecientos noventicinco, en los seguidos por Mariano Castro
Navarro contra don Jorge Núñez Lértora en su condición de presidente del comité electoral de
la Asociación Pro-Vivienda “Las Palmas” de Santiago de Surco, como litisconsorte pasiva
necesaria; con lo demás que contiene; y los devolvieron.

SS. AGUADO SOTOMAYOR / GASTAÑADUI RAMÍREZ / CHAHUD SIERRALTA”

En otro fallo y con un criterio diferente al anotado líneas arriba la Corte Suprema resolviendo
una Casación proveniente de Huaura (Casación Nº 46-94 HUAURA) sentenció que las
impugnaciones sobre nulidad de acuerdos societarios están fundadas en las causales de
nulidad que establece el Código Civil, se encuentran sometidas a dicho cuerpo legal, que no
señala el plazo de sesenta días para interponer la acción. Como se puede apreciar en este caso
se aplicó el plazo regulado en el Código Civil que es mucho mayor (10 años) y no el plazo
previsto en el mismo cuerpo normativo pero destinado a la impugnación judicial de acuerdos
(60 días). Se observa entonces que en la anterior resolución judicial se tomó como base
normativa para resolver el conflicto de intereses el artículo 92 del CC. es decir la impugnación
judicial de acuerdos y en esta última sentencia invocada la base legal utilizada es la que regula
el régimen de la Nulidad del Negocio Jurídico cuya base legal es el artículo 219 del CC.

En la Casación Nº 129-2001 CONO NORTE publicada en El Peruano el 02/02/2002 se resuelve


sobre la Impugnación de acuerdo societario sustentada en causales de nulidad del acto
jurídico. La resolución judicial (sentencia) señala en su sumilla lo siguiente: “Si del texto de la
demanda consta que la acción de impugnación propuesta por las actoras se funda en causales
de nulidad previstas por el Código Civil. Con arreglo a lo dispuesto por el artículo 152 de la Ley
General de Sociedades derogada (Decreto Legislativo número 311), aplicable ultractivamente
al caso de autos, tal impugnación queda sometida a las reglas de dicho Código. En tal virtud, no
resulta amparable el recurso en cuanto denuncia la inaplicación del artículo 144 de dicha
Ley.”[73]
En otro fallo judicial en donde no se distingue con claridad si es pertinente la aplicación de la
Nulidad prevista en el artículo 38 de la LGS o la impugnación judicial de acuerdos regulada en
el artículo 139 de la LGS, la Corte Suprema de Justicia en la Casación Nº 1442-2002-AREQUIPA
(publicada en El Peruano el 2 de enero de 2003), resuelve que La impugnación de un acuerdo
societario no es procedente en vía judicial cuando dicho acuerdo haya sido revocado o
sustituido por otro adoptado conforme a ley, al pacto social o al estatuto; es decir, un acuerdo
puede ser dejado sin efecto por el mismo órgano que lo adoptó. Sin embargo, es necesario
recurrir al Poder Judicial en caso de que se afecten derechos de terceros de buena fe.

Efectivamente en su considerando cuarto el máximo Tribunal peruano argumenta: “ Cuarto:


Que, una vez que la Junta General adopta un acuerdo, nuestro ordenamiento jurídico otorga la
posibilidad que se solicite su nulidad, para lo cual deberá observarse la forma prevista en el
artículo treintiocho de la Ley General de Sociedades, Ley Número veintiséis mil ochocientos
ochentisiete, pudiendo también solicitarse su impugnación, debiendo seguirse la forma
prevista en el artículo ciento treintinueve del mismo cuerpo legal, siendo que para hacerse
efectivos cualquiera de los supuestos jurídicos antes acotados, es necesario interponer la
demanda respectiva ante el órgano jurisdiccional, a fin de que mediante sentencia firme y
consentida se resuelva, sea la nulidad o la impugnación del acuerdo; Quinto: Que, el artículo
ciento treintinueve antes acotado, establece en su segundo párrafo que la impugnación de un
acuerdo no es procedente en vía judicial cuando dicho acuerdo haya sido revocado, o
sustituido por otro adoptado conforme a Ley, al pacto social o al estatuto; es decir, que un
acuerdo puede ser dejado sin efecto por el mismo órgano que lo adoptó, ello sin recurrir al
órgano jurisdiccional; sin embargo, debe tenerse en cuenta que dicha norma no es aplicable en
aquellos supuestos en que se afecta el derecho de terceros que han contratado de buena fe,
ya que así lo establece el cuarto párrafo del antes referido artículo ciento treintinueve; Sexto:
Que, en el caso de autos, al haber adoptado la Junta General de Socios de fechas veintisiete de
marzo y primero de junio de mil novecientos noventinueve, acuerdos que implican derechos a
terceros que han actuado de buena fe, no era procedente que la misma Junta deje sin efecto
dichos acuerdos, por lo que al haberse acreditado el pago del saldo deudor correspondía el
otorgamiento de escritura pública de cancelación de saldo por aporte de capital social, tal
como lo han determinado las instancias de mérito; Séptimo: Que, cabe mencionar, que de
considerar la empresa recurrente que los acuerdos adoptados a través de la Junta General de
Socios de fechas veintisiete de marzo y primero de junio de mil novecientos noventinueve,
eran contrarios a los artículos cincuenticinco, inciso quinto, ochentitrés y doscientos uno de la
Ley General de Sociedades, referidos al monto del capital, número de acciones y el pago de
éstas, la creación de nuevas acciones y el órgano competente para crear nuevas acciones,
respectivamente, debió recurrirse al órgano jurisdiccional en la forma prevista en la referida
Ley, por lo que al no haberse procedido así, tienen plena vigencia, teniéndose en cuenta que
han afectado el derecho de terceros; Octavo: Que, consecuentemente esta Suprema Sala
considera que la Sentencia impugnada no ha inaplicado los artículos treintiocho,
cincuenticinco, inciso quinto, ochentitrés y doscientos uno de la Ley General de Sociedades,
Ley número veintiséis mil ochocientos ochentisiete; Declararon INFUNDADO el Recurso de
Casación de fojas cuatrocientos veinte, interpuesto por la Empresa de Transportes de Servicios
Múltiples Urbano e Interprovincial Señor de Lampa Sociedad de Responsabilidad Limitada; en
consecuencia NO CASARON la sentencia de vista de fojas cuatrocientos diez, su fecha
diecinueve de marzo del presente año; CONDENARON a la recurrente al pago de las costas y
costos del recurso, así como a la multa de dos Unidades de Referencia Procesal; ORDENARON
se publique la presente resolución en el Diario Oficial El Peruano; en los seguidos por Eusebio
Machaca Cáceres y otros, sobre Otorgamiento de Escritura Pública; y los devolvieron.

SS. ECHEVARRÍA ADRIANZÉN; MENDOZA RAMÍREZ; LAZARTE HUACO; INFANTES


VARGAS; SANTOS PEÑA.”

Consideramos como se verá mas adelante que es necesario no confundir las causales de
nulidad previstas en el artículo 38 y 150 de la LGS (en el primer caso regulando el régimen de
nulidad para todas las Sociedades y en el segundo en lo referido a la Sociedad Anónima) con
las causales de Impugnación Judicial de acuerdos prevista en el artículo 139 de la LGS, pues sin
no existiera distinción alguna carecería de sentido tal diferenciación y tendría que regularse en
un solo artículo lo concerniente a la Impugnación Judicial de Acuerdos en donde se establezca
cuando estamos frente a una causal de nulidad y cuando ante una causal de anulabilidad tal
como lo regula el Código Civil Español mas adelante comentado.

En un interesante fallo la Corte Suprema de la República (28 de diciembre de 2001) distingue la


nulidad del pacto social o del estatuto (art. 43 y 44 de la LGS) con la nulidad del acuerdo
societario (art. 139 de la LGS) señalando, correctamente a mi entender, que no se puede
ratificar acuerdos (así sea por unanimidad y por la Junta General de Accionistas) que
contravengan el pacto social o el estatuto. Esto tiene sentido pues un negocio (puede ser un
acuerdo) nulo no puede ser confirmado o ratificado pues está atacado en su estructura sea por
carecer de un elemento esencial (presupuesto o requisito), sin embargo un acuerdo anulable sí
puede ser confirmado o ratificado.

Así pues el fallo en comento resuelve que Los acuerdos que violenten el pacto social o el
estatuto son nulos así sean adoptados con las mayorías requeridas por ley, o incluso por
unanimidad. Sin embargo, nada impide que la sociedad modifique previamente su pacto
social, si sigue los procedimientos y formalidades previstos para ello, pero no puede adoptar
un acuerdo contrario a una disposición estatutaria si antes no lo ha modificado[74].

Sistematización de las causas de impugnación en el derecho comparado. Abundando sobre el


problema de las resoluciones nulas, anulables e inexistentes. La aplicación del derecho civil en
materia de nulidad de acuerdos asamblearios.

Tal como lo señalamos precedentemente el tema de la nulidad de acuerdos ha sido abordado


por la doctrina comercial en la mayor parte de los casos sin tomar en consideración los aportes
en materia de las Ineficacias negociales dados por la doctrina civilística. Consideramos que el
desarrollo de la doctrina civil en materia de Invalidez e Ineficacia como someramente se ha
tratado en los acápites precedentes tiene que servir de base y sustento para analizar la
Impugnación Judicial de Acuerdos así como la Nulidad de Acuerdos, institutos previstos tanto
en la LGS como en el CC.
Como indica Nissen[75] en su magnífico trabajo, “Cabe sostener que en ausencia de soluciones
específicas, en especial en cuanto a los efectos de la nulidad del acuerdo asambleario, se debe
recurrir al ordenamiento civil, como consecuencia de lo dispuesto por el artículo 384 de la ley
19550, que al incorporarse al Código de Comercio, hace procedente la remisión al Código Civil
de conformidad con las normas antes descritas. Sin embargo una breve lectura de los arts.
1037 a 1065 del Código Civil argentino[76] nos demuestra la improcedencia de la aplicación in
totum de esas disposiciones al tema que nos ocupa sobre todo por la naturaleza del contrato
de Sociedad, considerado por el propio legislador como un contrato plurilateral de
organización, que no se agota con el cumplimiento de las prestaciones por parte de los socios,
sino que supone una actividad permanente dentro del trafico mercantil, lo cual descarta
muchas de las previsiones establecidas por el Código Civil en materia de nulidad, pensadas
casi exclusivamente por los actos jurídicos bilaterales, y cuya consecuencia no es otra cosa que
la vuelta de las cosas a su estado originario, como si el acto viciado nunca hubiera sido
celebrado (Art. 1050 del CC argentino). Ello, como fácil es imaginar, no es compatible con el
derecho de las sociedades, pues la aplicación del art. 1050 del Código Civil afectaría legítimos
intereses de los terceros que han contratado con la sociedad, para quienes las deficiencias que
han afectado a la constitución de la Sociedad o el regular funcionamiento de sus órganos son
cuestiones que le resultan extrañas. Es, pues, impensable considerar, al menos como principio
general que el acuerdo social que ha sido ejecutado o ha tenido principio de ejecución, debe
ser tenido, frente a una decisión judicial invalidatoria, como si el nunca hubiera sido celebrado,
pues ello no sería otra cosa que una ficción jurídica incompatible con la verdad de lo
acontecido y fuente de injusticias y perjuicios para terceros de buena fe. Basta imaginar los
perjuicios que ocasionaría al tráfico mercantil y la inseguridad que generaría la aplicación del
art. 1050 del C.C., frente al supuesto de declararse la nulidad de la designación de un
determinado directorio, pues debería de ello derivarse la nulidad de toda contratación
efectuada por ese órgano de administración con posterioridad a su viciosa designación, lo cual
es sencillamente impensable”. Esta argumentación tan claramente expresada por Nissen
puede aplicarse perfectamente a nuestra realidad jurídica, no solamente en el caso de los
efectos generados por las decisiones de los Órganos de Sociedades Anónimas sino también en
el caso de las Asociaciones o a las personas jurídicas sin fines de lucro en general, en donde la
invalidez declarada judicialmente de los actos que hayan sido expedidos por los Órganos
asociativos respectivos ( Asamblea General, Consejo Directivo) no puede perjudicar los
derechos adquiridos de terceros de buena fe ni perjudicar el normal desenvolvimiento del
ente. Este es un caso en donde la lógica comercial y de seguridad del tráfico mercantil difiere,
por lo menos en este aspecto, con lo expresado en materia de nulidad desde la óptica del
derecho civil, pues están en juego también derechos de terceros que no pueden ser
defraudados como si el negocio nunca hubiese existido, sin embargo esto no es motivo ni
razón suficiente para omitir la aplicación de categorías civiles en materia de nulidad de
acuerdos, categorías que son las que con mayor certeza y desarrollo conceptual se han
desarrollado desde la perspectiva de la dogmática y la llamada jurisprudencia de conceptos en
sede civil.

Dentro del contexto de la vigente Ley de Sociedades argentina, y siguiendo la línea conceptual
de Garrigues[77] y de Vásquez del Mercado[78], respetada doctrina argentina[79] considera
que cualquier intento de hacer un listado de los acuerdos nulos y de los acuerdos anulables
implica descender a una casuística interminable que siempre pecaría por omisión. En este
sentido se cree que basta recurrir a los principios generales previstos por el ordenamiento civil
en cuanto a los criterios distintivos entre uno y otro supuesto de invalidez, recordando
siempre las particularidades que ofrece el acto asambleario como declaración de voluntad de
carácter colegiado.

Entonces, en materia de invalidez de decisiones asamblearias, ya sea el acto nulo o anulable, y


a diferencia de lo previsto por el Código Civil (refiriéndose al argentino, pero aplicable al caso
peruano) “esa invalidez en ningún caso puede afectar los derechos de terceros de buena fe,
por la sencilla razón de que no resulta aplicable al derecho societario el efecto retroactivo que
la declaración de nulidad supone, a diferencia de lo que ocurre en el derecho civil , en el cual,
cuando la nulidad es manifiesta, el tercero no puede fundar un derecho adquirido sobre un
título que carecía ab initio de idoneidad”.[80]

La doctrina argentina citada predica la Exclusión de las Nulidades Absolutas del procedimiento
de Impugnación de Asambleas previsto por los arts. 251 y ss. De la ley 19550. En este sentido
se diferencia de la Ley societaria peruana que sí regula la acción de nulidad absoluta en su
artículo 150, cuando se trata de invalidar los acuerdos de la junta contrarios a normas
imperativas o que incurran en causales de nulidad de previstas en esta ley (Ley General de
Sociedades) o en el Código Civil[81]

Así se explica que “El quid de la cuestión reside, pues, en determinar si el art. 251 de la ley
19550 comprende, en su seno, todos los supuestos de nulidad que puedan afectar una
decisión asamblearia, o solamente aquellos acuerdos que han afectado intereses particulares
que impliquen su nulidad relativa.[82]

Al respecto Borda[83], refiriéndose a que los actos afectados de nulidad absoluta son aquellos
contrarios a norma imperativa o contravinientes al orden público, manifiesta que existe plena
identificación entre ley imperativa y de orden público, de lo cual se desprende que toda ley
imperativa es de orden público, porque cada vez que el legislador impone una norma con
carácter obligatorio y veda a los interesados apartarse de sus prescripciones, es porqué
considera que hay un interés social comprometido en su cumplimiento, o, resumiendo, porque
se trata de una ley de orden público. En definitiva, concluye este autor que “leyes imperativas
y leyes de orden público son conceptos sinónimos”.[84][85]

En la legislación especial argentina (Ley 19550) a diferencia de otros cuerpos legales[86], no se


aprecia norma expresa sobre las dos clases de acciones para atacar los acuerdos adoptados en
asambleas de accionistas: una de ellas es la prevista por los arts. 251 al 254 de la ley 19550,
que se refiere a la impugnación de acuerdos asamblearios “nulos de nulidad relativa”, los
mismos que sin la declaración invalidatoria se estiman como válidos. Esta acción puede ser
definida como la estricta acción de impugnación, y sólo puede ser iniciada por los sujetos
legitimados que menciona el art. 251 en el breve término de prescripción que dicho artículo
señala. En nuestra legislación esta “estricta acción de impugnación” se encuentra prevista en
el artículo 139 de la Ley General de Sociedades.

La segunda de las acciones es la acción de nulidad que no se encuentra prevista expresamente


en la ley 19550 pero que se evidencia en las normas del Código Civil. Dicha acción tiende a
obtener la declaración de nulidad absoluta del acto asambleario y puede ser iniciada por
cualquier interesado, siempre que demuestre la existencia de un interés en sentido jurídico.
“Esta acción, en la legislación argentina es, por la índole de los intereses afectados, de
carácter imprescriptible, y el acto viciado no puede ser objeto de confirmación por asamblea
posterior”[87]

A diferencia de la legislación argentina la normativa societaria española de 1989 en su artículo


115 diferencia expresamente entre los acuerdos nulos y aquellos anulables. Entre los primeros
se encuentran aquellos contrarios a la ley y entre los segundos aquellos contrarios a la Ley de
sociedades anónimas, se opongan a los estatutos o lesionen, en beneficio de uno o varios
accionistas o de terceros, los intereses de la sociedad. Es interesante hacer mención a la
doctrina española[88], la misma que en el caso de los “acuerdos contrarios a la ley” del art.
115 de la Ley de Sociedades Anónimas, distingue las diversas lecturas de la palabra ley, la
primera entendida como la propia Ley de Sociedades Anónimas, la segunda entendida como la
Ley en sentido formal (disposiciones emanadas de las Cortes Generales) o como ley en sentido
material (cualquier norma jurídica en general). El autor citado opta por una interpretación
extensiva de la palabra “ley” por lo que es partidario de la tercera interpretación.

En la legislación nacional la distinción entre la acción de impugnación propiamente dicha y la


acción de nulidad se encuentra en los ya citados artículos 139 y 150 de la Ley General de
Sociedades ( Ley 26887).

Sistematización de la Impugnación y Nulidad de Acuerdos en la legislación y su respuesta en la


Jurisprudencia Nacional y Comparada

El artículo 139 de nuestra LGS regula los llamados acuerdos impugnables[89], siendo estos
como se sabe, aquellos cuyo contenido sea contrario a la LGS, se opongan al estatuto o al
pacto social o lesionen, en beneficio directo o indirecto de uno o varios accionistas, los
intereses de la sociedad. En el mismo artículo se hace mención a los acuerdos que incurran en
causal de anulabilidad prevista en la Ley, o en el Código Civil. Sin embargo, los problemas
comienzan cuando once artículos adelante se regula en la LGS la denominada Acción de
Nulidad, que prevé: “Procede la acción de nulidad para invalidar los acuerdos de la junta
contrarios a normas imperativas o que incurran en causales de nulidad previstas en esta ley o
en el Código Civil. Cualquier persona que tenga legítimo interés puede interponer acción de
nulidad contra los acuerdos mencionados en el párrafo anterior, la que se sustanciará en el
proceso de conocimiento. La acción de nulidad caduca al año de la adopción del acuerdo
respectivo”. Este artículo, el 150 de la LGS, nos remite al artículo 38 de la LGS, el mismo que
preceptúa: “Son nulos los acuerdos societarios adoptados con omisión de las formalidades de
publicidad prescritas, contrarios a las leyes que interesan al orden público o a las buenas
costumbres, a las estipulaciones del pacto social o del estatuto, o que lesionen los intereses de
la sociedad en beneficio directo o indirecto de uno o varios socios (...)”

Como se puede apreciar nuestra LGS, queriéndolo o no, nos coloca hasta ante cuatro
supuestos para cuestionar la validez de los acuerdos societarios:

a) La Impugnación de acuerdos propiamente dicha regulada en los supuestos previstos en el


artículo 139 de la LGS

b) La anulabilidad prevista en el segundo párrafo del artículo 139 de la LGS,

c) La denominada Acción de Nulidad prevista en el artículo 150 de la LGS y

d) La denominada nulidad de acuerdos societarios regulada en el artículo 38 de la LGS

Como se puede apreciar, de una lectura detenida de los artículos arriba referidos se puede
invocar la acción de nulidad de acuerdos, con las ventajas que esto implica (baste recordar el
mayor plazo, o la legitimación de un tercero), haciendo mención a las causales de impugnación
de acuerdos propiamente dicha descrita en el literal a) del párrafo precedente. Efectivamente,
si el artículo 38 de la LGS, referido a la nulidad de acuerdos invoca como causales la adopción
de acuerdos contrarios a “las estipulaciones del pacto social o del estatuto, o que lesionen los
intereses de la sociedad en beneficio directo o indirecto de uno o varios socios” , se puede
saber ¿ Qué diferencia este listado, de las causales invocadas para la impugnación judicial de
acuerdos previstas en el artículo 139 de la LGS?. Queda claro entonces que el tema es incierto.

Sobre el particular se pronuncia reciente doctrina en materia societaria[90] indicando que “


Creemos que no es necesario realizar un análisis punto por punto, ya que la dualidad surge de
una simple lectura de los artículos 38, 139 y 150. A manera de ejemplo cabe simplemente
señalar que, por remisión del artículo 150 serán considerados también nulos los acuerdos
contrarios al pacto social o al estatuto ; así como los que lesionen los intereses de la sociedad
en beneficio directo o indirecto de uno o varios accionistas. Es sencillo observar que estas son
causales típicas de impugnación (y por tanto reservadas a los accionistas) conforme al artículo
139. Queda la alternativa de considerar que, por ser una norma especial, deben considerarse
únicamente las causales de nulidad reguladas en el artículo 150, pero esta interpretación
podría chocar con el propio texto del artículo 150, que de manera general remite a cualquier
norma de la LGS que prevea causales de nulidad (incluido por supuesto el artículo 38). Por lo
señalado en los párrafo anteriores, consideramos que existe un evidente error de sistemática
jurídica, que ha generado la posibilidad de que un mismo supuesto pueda ser considerado
como causal de impugnación y nulidad al mismo tiempo, así como que tenga distintos plazos
de caducidad y distintos sujetos activos facultados para iniciar ambos tipos de acción.
Nuevamente la regulación de nuestra LGS genera inseguridad jurídica, al momento de tener
que decidir por que tipo de acción optar”[91]. El autor citado opina que “De una lectura de
los artículos 139 y 150 de la LGS, puede deducirse que la aparente intención del legislador al
regular por un lado la impugnación y por otro lado la nulidad de acuerdos, fue la de distinguir
entre causales de anulabilidad y de nulidad”[92]. Como mencionáramos en un trabajo anterior,
la normativa española distingue con claridad y precisión estos dos supuestos a través del
artículo 215 de su norma societaria[93]. Efectivamente, en materia societaria, el texto del
artículo 139 de la Ley General de Sociedades establece, como hemos visto, que pueden ser
impugnados judicialmente los acuerdos de la Junta General cuyo contenido contravenga la ley,
el estatuto o el pacto social , o que lesionen en beneficio directo o indirecto de uno o varios
accionistas los intereses de la sociedad. Asimismo el artículo citado indica que los acuerdos
que incurran en causal de anulabilidad previstas en la ley o en el código civil también serán
impugnables en las formas y plazos que señalan la ley. Al respecto la doctrina nacional señala
que esta norma no distingue entre actos o acuerdos nulos y anulables “como si lo hace la
Nueva ley de Sociedades Anónimas de España, aprobada por Real Cedula N 1564 de 1989. El
articulo 115 de dicho Cuerpo legal considera como acuerdos nulos los acuerdos contrarios a la
ley, señalando que los demás acuerdos, es decir los contrarios al estatuto o que lesionen los
intereses de la sociedad son anulables, distinción que acarrea importantes diferencias respecto
a la legitimación activa, respecto a los plazos de caducidad y también en lo concerniente a las
vías procesales”[94]. En igual sentido se ha pronunciado autorizada doctrina ibérica zanjando
cualquier discusión acerca de los alcances de la nulidad o anulabilidad en materia de acuerdos
societarios, al establecer que: “Son nulos los acuerdos contrarios a la ley, mientras que los
acuerdos que infrinjan los estatutos o que lesionen los intereses sociales en beneficio de uno o
varios accionistas o de terceros merecen la caracterización de acuerdos anulables”[95]. Es
interesante, de otro lado, tomar en cuenta lo expresado por la doctrina italiana al respecto, la
misma que se diferencia en aspectos sustanciales de la regulación española (y naturalmente de
la peruana), resultando aleccionador lo que señala Galgano al comentar la regulación italiana
sobre acuerdos nulos y anulables. Al respecto el referido autor señala que: “para que la
decisión sea nula es necesario que el objeto, en sí considerado, sea ilícito (esto es, contrario a
normas imperativas) o también imposible, desde el punto de vista material. En cambio, la
decisión no es nula, sino anulable, cuando su objeto – lícito en sí considerado-, tiene a su vez,
un contenido ilícito. Por ejemplo, se convoca a la Asamblea para aprobar el balance, y el
balance aprobado es falso. La decisión tiene aquí por objeto aprobar el balance, o sea un
objeto en sí lícito, por tanto, como todo objeto típico, esto es, previsto por la ley como posible
(y, en este caso anualmente necesario) objeto de decisión de la Asamblea. Sin embargo, el
balance aprobado resulta falso, y por esto es ilícito el contenido de la decisión.”[96]. Cuando
su contenido es ilícito será anulable? Sin embargo nuestra regulación societaria[97] no permite
tener claridad conceptual generando una serie de problemas que tampoco nuestra
jurisprudencia, en el poco tiempo es cierto, de vigor de nuestra LGS, ha sabido resolver. A
manera de ejemplo cabe señalar lo confuso de la regulación nacional cuando se habla de la
impugnación de acuerdos cuyo contenido sea contrario a la LGS, y no como en la legislación
española en donde se habla simplemente de acuerdos contarios a la ley, evitándose así
confusiones derivadas de la redacción de la norma[98]
La doctrina nacional, trata de clasificar la formas de “cuestionamiento” (para hablar de
nulidad, de anulabilidad y de impugnación) de la validez de los acuerdos de la siguiente
manera: a) acuerdos nulos por infracción a la ley, b) acuerdos nulos por el contenido de estos,
c) acuerdos que pueden ser considerados anulables.[99]

Pese a lo antes indicado, la sistemática de nuestra LGS en lugar de coadyuvar para la


clarificación de situaciones controversiales dificulta el cumplimiento de los objetivos de la
institución de impugnación de acuerdos al efectuar una redacción imprecisa en los artículos
que refieren a tal figura, tal como hemos visto en las líneas precedentes. Urge pues un mejor
desarrollo de los artículos involucrados en esta institución tan importante en el derecho
comercial y también en el artículo 92 de nuestro Código Civil, que con la naturaleza del mismo
está inspirado en los mismos principios que los de la materia societaria aquí narrados[100].

Cómo resuelven nuestros Tribunales

Nuestra Jurisprudencia, se ha pronunciado reflejando los problemas qua a nivel legislativo


existen. Como en el caso en que considera necesario, tratándose de cuestiones de índole
netamente societario, acudir a la figura de la impugnación de acuerdos y no a la de nulidad del
negocio jurídico.[101]

En sentido distinto se pronuncia la Sala de Casación peruana, como hemos visto


anteriormente, que acoge los supuestos de nulidad, pese a tratarse de materias de índole
societario, señalándose que debió ampararse la demanda por no estar sujeta a los plazos de
caducidad a que se refiere la Ley General de Sociedades (la anterior, no la vigente) sino los
plazos previstos en el Código Civil, por haberse invocado la nulidad basada en esta última
norma[102].

Vemos pues, que existen incertidumbre y fallos controvertidos y contradictorios en nuestro


sistema judicial -y seguramente Arbitral – en materia de Impugnación y Nulidad de Acuerdos,
por lo que consideramos que utilizando de una forma sistemática y coherente el Sistema de las
Ineficacias Negociales, desarrolladas ampliamente por la dogmática civil, se puede coadyuvar a
una regulación mas equilibrada y coherente que permita a los operadores del Derecho tener
mayor claridad en la resolución de las controversias jurídicas y en el esclarecimiento de las
incertidumbres que este apasionante tema acarrea. Creemos que en materia de Nulidad,
Anulabilidad, Inexistencia, es la doctrina civil la llamada a auxiliar al Derecho Comercial,
respetando la lógica que cada disciplina tiene en el sistema jurídico que es uno solo, y que por
lo mismo, requiere respuestas unitarias e interdisciplinarias, por lo que los conceptos
desarrollados por el Derecho Privatístico Civil pueden servir de apoyo y referente conceptual
fundamental para otros áreas del derecho Privado y de esta manera beneficiar el tráfico
comercial, respetando los derechos de las minorías.
NOTAS:

[1] Revísese: TABOADA CORDOVA, Lizardo, “ Nulidad del Acto Jurídico”, Editorial Grijley,
Segunda Edición, 2002; “ Acto Jurídico, Negocio Jurídico y Contrato” Editorial Grijley, Primera
Edición, 2002 PALACIOS MARTINEZ, Eric, “La Nulidad del Negocio Jurídico”, Jurista Editores,
Lima, 2002; LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo, “ El Negocio Jurídico”, Editorial Grijley,
Segunda Edición, 1994; MORALES HERVIAS, Rómulo, “ Estudios sobre Teoría General del
Negocio Jurídico”, ARA Editores, 2002; ESPINOZA ESPINOZA, Juan, “ Los Principios contenidos
en el Título Preliminar del Código Civil Peruano de 1984” Fondo Editorial de la PUCP, 2005;
ESCOBAR ROZAS, Freddy, “Código Civil Comentado”, Tomo I, Gaceta Jurídica , 2003.

[2] Diccionario LAROUSSE ilustrado, por Ramón García Pelayo y Gross, Ediciones Larousse,
1995. Sinónimo Composición.

[3] TABOADA CORDOVA, Lizardo, “Nulidad del Acto Jurídico”, Editorial Grijley, Segunda
Edición, 2002, p. 35. El referido autor, uno de los mas importantes referentes en materia de
Negocio Jurídico expresa: “No debe olvidarse que cuando nos referimos a la celebración o
formación de un acto jurídico nos estamos refiriendo al momento en el cual se conforma o
compone el acto jurídico por la concurrencia de todos los aspectos de su estructura, bien se
trate de sus elementos, presupuestos y requisitos”, Op. cit. p. 30. Respecto a la ineficacia
comenta: “Sin embargo, no basta que se trate de una causal de ineficacia que se presenta al
momento de la formación, sino que además de ello es necesario que la causal suponga un
defecto en la estructura del acto jurídico. En otros términos, todos los supuestos de ineficacia
estructural, como su propio nombre lo indica claramente, suponen un acto jurídico mal
formado, mal estructurado, con un defecto congénito, de modo tal que se trate de un acto
jurídico con un defecto intrínseco“. Op. cit. p. 31.
[4] BETTI Emilio, “Teoría General del Negocio Jurídico”, Granada, Editorial Comares, S.L., 2000,
p. 58.

[5] LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo,“ El Negocio Jurídico”, Segunda Edición, Lima,
1994, p. 102.

[6] SCOGNAMIGLIO, Renato, “Contribución a la teoría del Negocio Jurídico” Edición, traducción
y notas de LEON L. Leysser, Prólogo de Pietro Rescigno. Editorial Grijley, 2004.

[7] SCOGNAMIGLIO, Renato, “Contribución a la teoría del Negocio Jurídico”, Op. cit. p. 282

[8] SCOGNAMIGLIO, Renato, “Contribución a la teoría del Negocio Jurídico”, Op. cit. p. 284.
Este autor mas adelante nos refiere las teoría en materia de manifestación de voluntad:
“Como es sabido, hay dos teorías que prevalecen en relación al criterio distintivo de las
declaraciones: una de ellas es la subjetiva, según la cual debe tenerse en cuenta el propósito
del agente, de efectuar una declaración (de voluntad), propósito que no estaría presente en la
declaración tácita; la otra es la objetiva, según la cual se toman en consideración los medios a
través de los cuales se efectúa la manifestación, y se distingue entre comportamientos
destinados a exteriorizar una determinada voluntad y hechos concluyentes a través de los
cuales es posible deducir la voluntad”, Op. cit. p. 287

[9] TABOADA CORDOVA, Lizardo, “ La Causa del Negocio Jurídico” Editorial Grijley, 1996, p.
638. Este autor haciendo un análisis histórico de la causa del negocio, expresa “ La causa
según la concepción clásica no es sino el fin inmediato y directo, o el motivo abstracto, por el
cual el deudor asume o contrae una obligación, siempre idéntico, en todos los contratos de
una misma categoría.” p. 646. Así también señala “En este sentido, según la teoría clásica la
causa se identifica con el motivo abstracto, siempre igual en todos los contratos de una misma
naturaleza, sean estos contratos sinalagmáticos, reales o contratos a título gratuito” p. 647.

[10] TABOADA CORDOVA, Lizardo, Op. cit. p. 638

[11] LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo, “El Negocio Jurídico”, Op. cit. p. 95.
[12] LOHMANN LUCA DE TENA, : “El Negocio Jurídico”, Op. cit. p. 96.

[13] Así el profesor Taboada señala: “Por ello es que nosotros hemos criticado esta
concepción sobre la causa, al no dar protección legal a los intereses individuales socialmente
necesarios, ni a los intereses estrictamente individuales, considerados socialmente razonables
o dignos”, Op. cit. p 653. Mas adelante indica: “En términos mas precisos, no se
puede aceptar dentro del ámbito de los negocios atípicos o innominados, únicamente a los
que tengan una tipicidad social, no se puede desconocer la posibilidad de los particulares de
celebrar negocios o contratos atípicos que respondan exclusivamente a una creación de los
mismos”, Op. cit. p.657. Sigue manifestando: “De este modo, la causa objetivamente podrá ser
considerada como la función social del negocio jurídico, teniendo en cuanta las tres clases de
funciones sociales que la misma comprende: La función socialmente útil, la función
socialmente necesaria y la función socialmente razonable (...)” Op. cit. p. 658. Finalmente
dice: “En conclusión, nuestro concepto de causa está referido a la función socialmente digna,
oportuna, razonable, seria, que responde al interés de la colaboración social y de la protección
de los sujetos mismos que han celebrado el negocio jurídico, evitando el abuso de la parte más
fuerte. Dignidad y oportunidad social que deberá ser apreciada en consideración al ambiente
social vigente, esto es, en base a la valoración objetiva del ambiente social”, Op. cit. p. 665

[14] BETTI, Emilio: “Teoría general del Negocio Jurídico”, Op. cit. p. 209 y 210.

[15] LOHMANN LUCA DE TENA, Op. cit. p. 75

[16] LOHMANN LUCA DE TENA, Op. cit. p. 76

[17] BETTI, Emilio, Op. cit. p. 192

[18] BETTI, Emilio, Op. cit. p. 193-194

[19] LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo, “El Negocio Jurídico” p. 79.

[20] ESPINOZA ESPINOZA, Juan, “Derecho de las Personas” Gaceta Jurídica, Cuarta Edición,
2004, p. 523
[21] ESPINOZA ESPINOZA, Juan, “Ensayos sobre Teoría General del Derecho y los Derechos de
las Personas” Estudios comparativos de circulación de modelos jurídicos. Editorial Huallaga
1996, p. 168 y ss. El profesor Espinoza Espinoza perfecciona los comentarios de la obra citada
en su libro sobre Derecho de Personas, Op. cit. p. 528 y ss., señalando: “(...) En efecto cuando
se habla de subjetividad (o de sujeto de derecho) sea lude a un centro de referencia
normativo, vale decir, a la titularidad de un complejo de derechos y deberes. Por ello se afirma
que “ el nexo que vincula las dos ideas, de capacidad jurídica y subjetividad jurídica, es tan
evidente e intrínseco que hace aparecer, inmediatamente clara y no necesaria de
demostración alguna, la necesidad de fundar la primera sobre la segunda: de derivar la
capacidad de los modos de ser mas generales y constantes del sujeto jurídico (FALZEA). La
titularidad – en tanto situación actual y efectiva – comprende en sí la aptitud para ser titular.
Titularidad y aptitud son dos momentos que no pueden ser concebidos separadamente. La una
supone inevitablemente a la otra y de consecuencia, su distinción conceptual no es
correspondiente con los datos que nos ofrece la experiencia jurídica. La personalidad ha sido
considerada como la aptitud para ser sujeto de derecho, entendiéndose a esta como un
concepto mas amplio que el de la capacidad jurídica, dado que esta última era concebida como
medida de la primera (DUSI). Otros consideran estos dos términos como sinónimos (FERRARA).
Sobre otro plano, el concepto de personalidad es entendido como un valor (PERLINGIERI). La
noción de personalidad -aptitud se justifica en un contexto donde existe identidad entre los
conceptos de subjetividad y persona, pero frente a los sujetos de derecho que no
necesariamente son personas (concebido, organizaciones de personas no inscritas) ésta
deviene insuficiente. Por consiguiente, existiendo identidad conceptual entre subjetividad,
personalidad (al menos en parte) y capacidad, creo oportuno prescindir del uso de estos dos
últimos términos dado que responden a una concepción de la presencia del hombre en la
experiencia jurídica asaz diversa respecto de aquella de nuestros días”

[22]LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo, “ El Negocio Jurídico” p. 65

[23] LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo, “ El Negocio Jurídico” p. 66

[24] DIEZ PICAZO Y ANTONIO GULLON, “Sistema de Derecho Civil” Volumen I, Editorial
Tecnos, Décima Edición, 2002, p. 489.

[25] LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo, “ El Negocio Jurídico” p. 81

[26] LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo, “ El Negocio Jurídico” p. 82


[27] LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo, “ El Negocio Jurídico” p. 82

[28] DIEZ PICAZO Y ANTONIO GULLON, Op. cit. p. 533. Así comienza este clásico autor español
el apartado 40 de su prestigiado tratado bajo el subtítulo “LA INEFICACIA EN SENTIDO
GENERAL”. Así el autor citado señala: “Si por sanción entendemos la reacción del
ordenamiento jurídico ante una infracción se comprende enseguida porqué la ineficacia se
sitúa dentro del repertorio de sanciones que el orden jurídico aplica al negocio jurídico
irregular. La irregularidad del negocio jurídico es una cierta disconformidad entre el negocio
tal y como es previsto por el ordenamiento jurídico (tipo negocial) y el negocio jurídico tal y
como ha sido realizado (negocio real, realidad negocial). Esta discrepancia entre la realidad y la
tipicidad negocial entraña una infracción, puesto que, por hipótesis, la norma jurídica ordena
el mas prefecto ajuste entre ambas categorías.”

[29]DIEZ PICAZO Y ANTONIO GULLON, Op. cit. p. 533

[30] SANTORO – PASSARELLI, Dottrine generali del diritto civile, Napoli, 1959, pp. 235 y ss,
citado por SCOGNAMIGLIO, Renato, en Teoría General del Contrato, Universidad externado de
Colombia, traducción de Fernando Hinestrosa segunda reimpresión, 1996, p. 225.

[31] SCOGNAMIGLIO, Op. cit. p. 226

[32] SCOGNAMIGLIO Op. cit. p. 226

[33] STOLFI, Giuseppe, Teoría del Negocio Jurídico. Traducción y notas del derecho español por
Jaime Santos Briz, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid., pp. 123 y ss.

[34] STOLFI, Op. cit, señala que “ la ineficacia, en fin, puede depender de eventos de la más
variada índole que de darse y hechos valer por el interesado en forma legal hacen perder al
negocio su eficacia propia y que habría tenido y conservado si dichas circunstancias no se
hubieren verificado o no se hubiesen invocado: p. Ej. En el caso en que el comprador no haya
pagado el precio, o que el donatario haya incurrido en causa de ingratitud, o que al testador o
al donante le hayan sobrevenido hijos, que el acto haya sido concertado en fraude de
acreedores del obligado, que el contrato conmutativo sea afectado de una notoria
desproporción entre lo que uno da y lo que recibe, etc. En estas hipótesis es usual hablar de
“negocios impugnables” para indicar con una forma comprensiva y genérica que mediante la
oportuna sentencia pueden ser resueltos o revocados, rescindidos o reducidos, de suerte que
el pronunciamiento del juez priva normalmente de eficacia a un acto normalmente
constituido, ya que no venía afectado en su estructura interna”. ( el subrayado es mío)

[35] STOLFI, Op. cit. p. 124-126.

[36] Una de estas causas extrínsecas es “el fraude en perjuicio de los acreedores, que produce
la revocación del acto oneroso o gratuito, (artículo 2901 y ss. del CC. Español) mediante el cual
el deudor quedó insolvente”. STOLFI Op. cit. p. 125. El autor repara en que los negocios
impugnables tiene mucha semejanza con los anulables y al mismo tiempo se distinguen de
éstos por diversas causas, de modo que no sería exacto asimilarlos completamente. La
semejanza radica en que los actos impugnables, al igual que los anulables, producen sus
efectos hasta que sean privados de eficacia. Esto se deduce del hecho de que ambos negocios
se constituyen válidamente de manera que para pedir que tengan eficacia o para producir los
efectos ya producidos es preciso hacer valer- comúnmente en juicio- la causa específica de
impugnación establecida por el legislador. (...) La ineficacia del negocio se produce
generalmente por sentencia judicial, salvo en caso de contrato bilateral por incumplimiento,
para el cual es suficiente, si la parte así lo prefiere , la declaración del contratante fiel al
negocio de que éste queda disuelto de derecho si el deudor persiste en el incumplimiento una
vez terminado el plazo fijado en la intimación a pagar.

[37] BETTI, Emilio, “Teoría General del Negocio Jurídico”, Op. cit. p. 405

[38] Al respecto BETTI, Op. cit. p. 405, señala: “De aquí la distinción elaborada por la doctrina
entre invalidez e ineficacia en sentido estricto. Alguno niega que esta distinción sea operante y
útil. Y se puede convenir en que en que su utilidad es, al menos predominantemente
expositiva y sistemática, el negocio nulo no es ineficaz de manera distinta al ineficaz en sentido
estricto. Pero la distinción, aun si su cometido sea únicamente aportar orden y claridad al
estudio de los varios y complejos fenómenos de la ineficacia del negocio jurídico es siempre
igualmente indispensable. (...) Se denomina inválido, propiamente, en el que falte o se
encuentre viciado algunos de los elementos esenciales, o carezca de uno de los presupuestos
necesarios al tipo de negocio al que pertenece. Invalidez es aquella inidoneidad para producir
los efectos esenciales del tipo que deriva de la lógica correlación establecida entre requisitos y
efectos por el dispositivo de la norma jurídica y es, conjuntamente, la sanción del deber
impuesto a la autonomía privada. Se califica, en cambio, de simplemente ineficaz el negocio en
que están en regla los elementos esenciales y los presupuestos de validez cuando, sin
embargo, impida su eficacia una circunstancia de hecho extrínseca a él. Aunque extrínseca al
negocio, la circunstancia que determina la ineficacia es siempre de aquellas que la conciencia
social y la ley toman en cuenta, ya a) en orden al funcionamiento práctico del negocio, ya b)
atendiendo a los límites sociales que la autonomía privada debe observar, en interés de las
partes mismas, para tutelar su posición de paridad e igualación, o también en el interés de
determinados terceros que, pese a ser extraños al negocio, soportan sus efectos indirectos”
(resaltado mío).
[39] PALACIOS M., Eric. “La nulidad del negocio jurídico”, Jurista Editores. Lima, 2002., pp. 87 y
ss.

[40] PALACIOS, Eric, Op. cit. p. 87

[41] También se puede apreciar un interesante trabajo de PALACIOS en su artículo “ Unas


reflexiones en torno a la ineficacia proveniente de la acción revocatoria”, en IUS ET VERITAS
Revista de Derecho, Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Año V,
Lima, 1994, p. 175 y ss. Al hacer referencia al “esquema de los dos planos” que provoca la
presente nota el autor indica que “el presente esquema intenta resumir ordenadamente las
hipótesis en las cuales los negocios jurídicos no despliegan todos los efectos correspondientes
a su tipo y función. Es de advertir también que las ineficacias encuentran su desarrollo
concretamente en el denominado juicio de ineficacia, mas no sobre el de relevancia, con lo
que la discutida figura de la inexistencia queda excluida del sistema propuesto”.

[42] GETE-ALONSO Y CALERA. Notas a ENNECERUS-KIPP-WOLFF, en ENNECERUS, Ludwig KIPP,


Martín, Tratado de Derecho Civil Editorial Bosch, Barcelona, 1985,T I-2, Vol 2, p. 748, citado
por PALACIOS MARTINEZ, Op. cit. p. 91

[43] PALACIOS, Op. cit. p. 91

[44] Como hemos visto, la Inexistencia no está dentro del sistema de las Ineficacias pero por su
vinculación la desarrollamos.

[45] BETTI. Teoria generale del negozio giuridico, Torino, 1995, p. 473; SANTORO- PASSARELLI,
Dottrine generali del diritto civile, Napoli,1959, pp. 236 y ss, y ampliamente SCOGMANIGLIO,
Contributo all teoria del negozio giuridico, pp. 360 y ss.) p. 227, citado por SCOGNAMIGLIO,
Op. Cit p.228. Al respecto el propio SCOGMANIGLIO (Op. cit., p. 228) refiere: “De donde se
sigue que la inexistencia, por cuanto se refiere en últimas al no ser del contrato, y por tanto,
algo que esta fuera de toda calificación jurídica, tiene siempre un significado para el derecho,
toda vez que permite identificar una figura y una causa autónoma de irrelevancia e ineficacia
del contrato. (...) “Claro está, y esto apenas hay para que decirlo, que la noción de inexistencia
no tiene alcances en aquellos casos en los que no hay ni siquiera rastros de contrato: El
interés surge precisamente en las hipótesis de los confines, cuando el recurso a dicha noción
se revela oportuno con el fin de una sistematización correcta de no pocas figuras
controvertidas de anomalía del contrato. Así, yendo a ejemplos mencionados con anterioridad,
debe hablarse de inexistencia, pues no sería apropiado pensar en invalidez, a propósito del
contrato que resulta estipulado en el curso de un juego o chanza, o dentro de una exposición
didáctica o en el escenario en medio de una representación; también ha de considerarse
inexistente el Contrato cuando no se alcanzó a producir el encuentro de la propuesta con la
aceptación; cuando su función típica es irrealizable (p. ej. la compra venta de cosa propia), o
cuando el contrato típico no satisface intereses dignos de tutela por parte del ordenamiento o
se encamina a una función no admitida por éste p. ej. Los pactos sucesorales”.

[46] SCOGNAMIGLIO, “ Contributto ...” Op. cit. p. 227

[47] GALGANO, Francesco, El Negocio jurídico, traducido por BLASCO GASCO y PRATS
ALBENTOSA, Tirant lo Blanch, Valencia 1992,261), citado por ESPINOZA ESPINOZA, Juan, en el
prólogo al trabajo de PALACIOS, Eric, Op. cit. p. 31. Así el prestigioso autor italiano señala que:
“Razones técnicas justifican mantener la inexistencia como figura autónoma: únicamente el
negocio nulo puede ser salvado mediante su conversión en otro negocio válido o mantenido
como putativo, como es el valor de la letra nula como reconocimiento de deuda en el primer
caso y la validez del matrimonio nulo del cónyuge de mala fe, en el segundo caso. Se requiere
entonces de una figura extrema que impida toda posibilidad de convalidación y esa figura es la
de inexistencia del negocio jurídico”. Así también es pertinente reseñar lo expuesto por
SCOGNAMIGLIO (Op. cit. P. 228) quien dice: “Cualquier incertidumbre que subsistiere acerca
de la distinción en su realidad jurídica, desaparecería delante del argumento que ofrece la
relevancia y eficacia excepcionales que el derecho concede al contrato nulo. Nos referimos a
los llamados efectos indirectos (del contrato nulo) a su conversión y a su saneamiento
excepcional, que son otras tantas instituciones características de la figura de la nulidad (...). Por
el momento nos contentamos con destacar que estas soluciones normativas obedecen, de
modo mas o menos inmediato, a la necesidad general de conservación del contrato nulo, que
de por sí presupone la existencia; cosa que no podría predicarse correctamente en las
hipótesis de inexistencia del contrato”.

[48] MORALES HERVIAS, Rómulo, “ Estudios sobre Teoría General del Negocio Jurídico”, ARA
Editores, 2002

[49] MORALES HERVIAS, Op. cit. p. 250

[50] MORALES HERVIAS, Op. cit. p. 250

[51] MORALES HERVIAS, Op. cit. p. 258


[52] FALZEA, Angelo, Eficacia Giuridica. En: Enciclopedia del Diritto. Dott. A. Giuffre Editore,
S.P.A. Varese, 1962, Tomo XIV (Dote- Ente), p. 484. Citado por MORALES HERVIAS, Op. cit. p.
265.

[53] TOMMASINI, Raféale, Invalidita (Diritto Privatto). En Enciclopedia del Diritto. Dott. A.
Giuffré Editore, S.P.A. Varese. 1972 Tomo XXII (Intere-Istig). p.581. Citado por MORALES
HERVIAS, Op. cit. p. 266.

[54] GALGANO, Francesco, “El Negocio Jurídico”. Traducción realizada por Francisco de P.
Blasco Gascó y Lorenzo Prats Albentosa de la Primera Edición Italiana. Tirant lo blanch.
Valencia.1992. p. 263

[55] MORALES HERVIAS, Op. cit. p. 267.

[56] MORALES HERVIAS, Op. cit. p. 267

[57]BETTI, Op. cit. p. 405

[58] BETTI, Op. cit. p. 405

[59] SCOGNAMIGLIO, Op. cit. p. 233

[60] SCOGMANIGLIO Op. cit. p. 232. El mismo autor, en investigación de revisión


imprescindible, que constituye un clásico en la literatura jurídica privatística, (SCOGNAMIGLIO,
Renato "Contribución a la Teoría del Negocio Jurídico". Edición, traducción y notas de Leysser
L. León. Lima: Grijley, 2004) señala: "coherentemente, los autores definen la invalidez, sea
desde el punto de vista de la imperfección de la fattispecie, y así establecen cuando se
presenta ella; sea desde el punto de vista de sus consecuencias: la ineficacia o la menor
eficacia, considerada, sobre todo, por la doctrina alemana; sea, en fin, desde ambos puntos de
vista, poniéndose en evidencia, entonces, la lógica correlación entre defectuosidad de la
fattispecie e ineficacia”. Op. Cit. p.456, 457. Refiriéndose a las teorías que cuestionaban la
doctrina imperante con énfasis manifiesta: "lo que conviene tener en cuenta, para ofrecer un
panorama suficientemente cabal de la doctrina, son las teorías que se oponen rotundamente a
la concepción imperante. Estas rechazan, principalmente, la coincidencia de la invalidez con la
imperfección del negocio, e identifican lo sustancial en la idea de reacción o medida con los
efectos negociales. Se cambian detalles en las diversas formulaciones, pero el concepto central
es siempre el siguiente: que solo los efectos negociales existen (no el acto, que pertenece
inmediatamente al pasado) y que, por lo tanto, la invalidez se impone contra ellos, para
destruirlos, y constituye, así, por su naturaleza, una sanción jurídica". Op. Cit. p. 466.

[61] SCOGNAMIGLIO, Op. Cit. p. 495. En la misma obra se señala: “ (…) en definitiva, la
autonomía de la invalidez, respecto de su consecuencia (la ineficacia), resulta plenamente
fundada en la realidad jurídica: si el negocio posee una relevancia particular, en virtud de la
cual realiza los efectos finales, la simple ineficacia resulta inadecuada para el caso de violación
de las normas reguladoras; por el contrario, surge la exigencia de una medida que ataque a
dicha relevancia (en términos expresivos que ataque su "fuerza jurídica"), la cual repercutiría
luego, con mayor o menor intensidad, en los efectos finales. Dicha medida es la invalidez, que
incide justamente, y de raíz, en la situación efectual, haciéndola caer por entero, o bien
volviéndola precaria y exponiéndola a tal eventualidad"

[62] BIANCA, Diritto civile,3,Il Contratto, Giuffre, Milano, 9, citado por Espinoza Juan, (en
Prólogo a obra de Eric Palacios, “La Nulidad...” Op. cit. p. 11

[63] BETTI, Op. cit. p. 410

[64] Artículo 2001.- Prescriben, salvo disposición de la Ley:

1. A los diez años, la acción personal, la acción real, la que nace de una ejecutoria y la de
nulidad del acto jurídico” (resaltado mío).

[65]ESCOBAR ROZAS, Freddy, “Código Civil Comentado”, Tomo I, Gaceta Jurídica, 2003 p.
915.Comentando las causales de nulidad, el autor citado expresa: "la falta de manifestación de
voluntad supone, en principio, no la nulidad del negocio sino la inexistencia del mismo, pues
sin aquella resulta imposible que se forme el supuesto de hecho en el que se resuelve este
último (o sea el negocio). el inciso materia de comentario, sin embargo, considera que el
"negocio" es nulo cuando no esta presente el componente "volitivo" (p. 916) (...) la
incapacidad a la cual se refiere la norma materia de comentario supone que el sujeto goza de
capacidad jurídica mas no de capacidad de obrar plena o absoluta, de modo que el mismo no
puede "actuar" valida y personalmente el contenido de las situaciones jurídicas subjetivas que
le corresponden (ejercer poderes o derechos, cumplir deberes, etc)" (p.917) (...)
"el objeto del negocio jurídico es el conjunto de preceptos o reglas que la parte o las partes
declaran "hacer suyas" con miras a conseguir un resultado práctico aceptado por el
ordenamiento jurídico. Para que el objeto del negocio "alimente" a los "efectos negociales", es
necesario que cumpla con ciertos requisitos normativamente impuestos, a saber: la posibilidad
(física y jurídica), la licitud y la determinabilidad" (p. 918).

[66] TABOADA, Lizardo, “Nulidad del Acto Jurídico” Editorial Grijley. Segunda Edición. P. 87-88

[67] Cfr. Para la exposición de las principales teorías, FEDELE, La invalliditá,..., SCOGMANIGLIO,
Contibuto, cit, pp. 421 y ss.) p. 242. Citados por SCOGMANIGLIO, “ Teoría General del
Contrato”, p. 229

[68] SCOGMANIGLIO, Op. cit. P. 233. Al respecto el autor señala “el remedio de la anulabilidad
puede desvincularse de la idea tradicional, que funda esta suerte de invalidez,
contraponiéndola así a la nulidad, en la necesidad de tutelar un interés privado de manera
principal, sino exclusivamente (el del contratante a quien se atribuye la acción de anulación).
En realidad el legislador dispone esta otra forma de invalidez en virtud a la necesidad advertida
por él de señalar para ciertas oportunidades un tipo de invalidez menos grave que la nulidad,
que podrá aplicarse solo delante de ciertas condiciones, cuando el sujeto legitimado propone
la correspondiente acción (obvio que dicho sujeto obrará según su propio interés,
circunstancia que da pie para que se abuse de la mencionada tesis de la dependencia de la
anulabilidad del interés privado).

Apenas hay para que precisar que es al legislador a quien corresponde en todos los casos
decidir si es pertinente dicha forma de invalidez (la doctrina admite que tampoco puede
aceptarse la anulabilidad virtual), como también atribuir la acción de anulación. Pero, sea el
caso de precisar que sobre tal decisión no es pequeño el influjo de la tradición, que se
proyecta en el sentido de sancionar ciertas anomalías del contrato con la anulabilidad, por
iniciativa del sujeto cuya determinación aparece viciada. En consecuencia a pesar de que la
nulidad es la sanción preponderante, según la regla sentada por el artículo 1418 hay algunas
materias reservadas a la anulabilidad. Tal lo que acontece por ejemplo, con todos los casos en
que la voluntad del contratante resulta viciada, en los cuales en caso de duda debe optarse por
la solución de la anulabilidad.

[69] BRECCIA, BIGLIAZZI-GERI, NATOLI y BUSNELLI, Derecho Civil. Hechos y Actos Jurídicos T. I.
Vol. 2, Traducción de la 1ra Edición Italiana, Universidad externado de Colombia, Bogotá 1992,
p. 993 Citado por PALACIOS, Eric, Op. cit. P. 102
[70] SANTORO PASSARELLI, Doctrinas Generales del Derecho Civil. Editorial revista de Derecho
Privado, Madrid, 1965, p. 294. PALACIOS, Op. cit. 102

[71] BIANCA, Op. cit. P. 642

[72] Art. 1447.- “La acción rescisoria por lesión solo puede ejercitarse cuando la desproporción
entre las prestaciones al momento de celebrarse el contrato es mayor de las dos quintas
partes y siempre que tal desproporción resulte del aprovechamiento por uno de los
contratantes de la necesidad apremiante del otro. Procede también en los contratos
aleatorios, cuando se produzca la desproporción por causas extrañas al riesgo propio de ellos”.

[73] La Casación Nº 129-2001 CONO NORTE (El Peruano, 02/02/2002), resolvió:

Lima, cinco de octubre del dos mil uno.- La SALA CIVIL PERMANENTE DE LA CORTE SUPREMA
DE JUSTICIA, vista la causa el día de la fecha, y producida la votación correspondiente de
acuerdo a ley, emite la siguiente sentencia. Con el acompañado. 1. MATERIA DEL RECURSO: Es
materia del presente recurso de casación la resolución de vista de fojas trescientos treintiocho,
su fecha veintiuno de julio del dos mil, expedida por la Sala Civil de la Corte Superior de Justicia
del Cono Norte de Lima que, confirmando la sentencia apelada, declara nula la asamblea, del
veintisiete de febrero de mil novecientos noventisiete y del diecinueve de mayo del mismo
año, de la empresa Estación de Servicios Kendall Sociedad de Responsabilidad Limitada y nula
la inscripción de esta última acta, en el proceso seguido por doña Deydi Villacorta Gómez y
otra, contra la aludida empresa, sobre nulidad de acto jurídico. 2. FUNDAMENTOS POR LOS
CUALES SE HA DECLARADO PROCEDENTE EL RECURSO. Mediante resolución de fojas
treintinueve del cuaderno de casación, su fecha diecisiete de abril del año en curso, se ha
declarado procedente el recurso interpuesto por Estación de Servicios Kendall Sociedad de
Responsabilidad Limitada, por las causales previstas en los incisos 2 y 3 del artículo 386 del
Código Procesal Civil, relativa a la inaplicación de normas de derecho material y contravención
de normas que garantizan el derecho a un debido proceso. 3. CONSIDERANDOS: Primero.-
Habiéndose declarado procedente el recurso de casación mediante resolución de fojas
treintinueve, de fecha diecisiete de abril del año en curso, de este cuadernillo, por las causales
de inaplicación del artículo 144 del Decreto Legislativo número 311 (Ley General de
Sociedades) y contravención de normas que garantizan el derecho a un debido proceso, de
primera intención debe analizarse si el recurso por esta última causal debe declararse fundada
o no, pues en el primer supuesto carecería de sentido pronunciarse por la causal prevista en el
inciso 2 del artículo 386 del Código Procesal Civil. Segundo.- La denuncia relativa a la
contravención del inciso 4 del artículo 122 del Código Procesal Civil, sustentada en que las
sentencias de mérito irregularmente han emitido resolución sobre un punto no controvertido
(la nulidad de la asamblea del veintidós de febrero de mil novecientos noventisiete), no tiene
asidero legal para ampararla por cuanto que, en el sexto considerando de la sentencia de
primera instancia, se constata el fundamento por el cual el Juez declaró de oficio dicha nulidad
haciendo uso de la facultad que le confiere el segundo párrafo del artículo 220 del Código Civil,
que prevé que la nulidad puede ser declarada de oficio por el Juez si ello resulta manifiesta.
Estas razones conducen a declarar infundado el recurso por dicha causal. Tercero.- En cuanto a
la denuncia por inaplicación del artículo 144 del Decreto Legislativo 311 (Ley General de
Sociedades), del texto de la demanda de fojas cuarentiuno, consta que la acción de
impugnación propuesta por las actoras se funda en causales de nulidad previstas por el Código
Civil. Con arreglo a lo dispuesto por el artículo 152 de la Ley General de Sociedades derogada
(Decreto Legislativo número 311), aplicable ultractivamente al caso de autos, dicha
impugnación queda sometida a las reglas de dicho Código. En tal virtud, no resulta amparable
el recurso en cuanto denuncia la inaplicación del artículo 144 de dicha Ley, que se refiere a
otro tipo de impugnaciones. Por consiguiente se llega a la determinación que el recurso es
infundado. 4. DECISION: A) Declararon INFUNDADO el recurso de casación interpuesto por
Estación de Servicios Kendall Sociedad de Responsabilidad Limitada por las causales de
inaplicación de normas de derecho material y contravención de normas que garantizan el
derecho a un debido proceso, en los seguidos por Deydi Villacorta Gómez y otra, sobre nulidad
de acto jurídico, en consecuencia decidieron NO CASAR la sentencia de vista de fojas
trescientos treintiocho su fecha veintiuno de julio del dos mil uno. B) CONDENARON a la
empresa recurrente al pago de una multa de dos Unidades de Referencia Procesal. C)
DISPUSIERON la publicación de la presente resolución en el Diario Oficial El Peruano bajo
responsabilidad; y los devolvieron. SS. VASQUEZ V.; CARRION L.; TORRES C.; INFANTES V.;
CACERES B.

[74] Los considerandos pertinentes de la sentencia son “Noveno: Al respecto debe indicarse
que las primeras normas citadas están referidas a la nulidad del pacto, mientras que el artículo
139 citado está referido a la impugnación judicial de acuerdos societarios. Décimo: Bajo este
contexto, debe tenerse en cuenta las diferencias que existen entre la nulidad del pacto social y
la nulidad de un acuerdo societarios. Décimo Primero: Así pues, el pacto social y el estatuto
establecen las normas que las partes, en ejercicio de su autonomía privada, han decidido para
regular sus relaciones dentro de la sociedad, consecuentemente, los acuerdos que violenten el
pacto social o el estatuto son nulos así sean adoptados con las mayorías requeridas por ley o
incluso por unanimidad; nada impide que la sociedad modifique previamente su pacto social,
si sigue los procedimientos y formalidades previstos para ello, pero no puede adoptar un
acuerdo contrario a una disposición estatutaria si antes no lo ha modificado. Décimo Segundo:
Siendo ello así, los acuerdos que son adoptados con las formalidades de publicidad prescritas
en el estatuto o en el pacto social son nulos de pleno derecho, por lo que no cabe
pronunciamiento alguno sobre la conclusión del proceso bajo el fundamento de que el
acuerdo en cuestión ha sido materia de sustitución o de ratificación, toda vez que el acuerdo
que transgrede el pacto social no puede ser materia de ratificación alguna, pues el
funcionamiento de una sociedad debe adecuarse en todo momento a las disposiciones de su
estatuto y pacto social, pues ello es lo que otorga seguridad a socios y terceros. Décimo
Tercero: En consecuencia las normas denunciadas resultan impertinentes para la solución del
presente conflicto, toda vez que las mismas están referidas a la nulidad del pacto social y no a
la nulidad de acuerdos societarios que es materia de la presente acción 4.- DECISIÓN: Por las
consideraciones expuestas y en atención a lo dispuesto por el artículo 396 del Código Procesal
Civil declaran FUNDADO el recurso de casación interpuesto; en consecuencia NULA la
resolución de vista de fojas ciento cuarentiséis, su fecha cuatro de mayo del dos mil uno; y
actuando como sede de instancia REVOCARON la sentencia de fojas ciento ventitrés, su fecha
treintiuno de enero del dos mil uno, que declara improcedente la demanda, con lo demás que
contiene; y REFORMÁNDOLA declararon fundada la demanda; en consecuencia, nulos los
acuerdos societarios adoptados por mayoría en las sesiones de Directorio del diecinueve de
agosto del dos mil y dos de octubre del dos mil con expresa condena al pago de costos y costas
a la parte vencida; DISPUSIERON la publicación de esta resolución en el Diario Oficial El
Peruano, bajo responsabilidad y los devolvieron.

SS. VÁSQUEZ C.; CARRIÓN L.; TORRES C.; INFANTES V.; CÁCERES B.”

[75] NISSEN, Ricardo A. “Impugnación Judicial de Actos y Decisiones Asamblearias”. Ediciones


Depalma. Buenos Aires, 1989. p. 65

[76] Art. 1037.- Los jueces no pueden declarar otras nulidades de los actos jurídicos que las
que en este Código se establece Art. 1038.- La nulidad de un acto es manifiesta, cuando la ley
expresamente lo ha declarado nulo, o le ha impuesto la pena de nulidad. Actos tales se
reputan nulos aunque su nulidad no haya sido juzgada Art. 1045.- Son anulables los actos
jurídicos cuando sus agentes obrasen con una capacidad accidental, cuando si por cualquier
causa se hallasen privados de su razón, o cuando no fue conocida su incapacidad impuesta por
la ley al tiempo de formarse el acto, o cuando la prohibición del objeto del acto no fuese
conocida por la necesidad de alguna investigación de hecho, o cuando tuviera el vicio de error,
violencia fraude o simulación y si dependiese para su validez de su forma instrumental, y
fuesen anulables los respectivos instrumentos., Art. 1046.- Los actos anulables se reputan
válidos mientras no sean anulados, y solo se tendrán por nulos desde el día de la sentencia que
los anulase.

[77] GARRIGUES, Op. Cit. En nota 69.t I, p 511

[78] VASQUEZ DEL MERCADO, Oscar, Asambleas, Fusión y liquidación de sociedades


mercantiles, pp. 233 Y ss.

[79] NISSEN, Op. cit. p. 70

[80] NISSEN, Op. cit. p. 70

[81] Articulo 150.- Acción de Nulidad, legitimación, proceso y caducidad


Procede acción de nulidad para invalidar los acuerdos de la junta contrarios a normas
imperativas o que incurran en causales de nulidad previstas en esta ley o en el Código Civil.

Cualquier persona que tenga legítimo interés pueda interponer acción de nulidad contra los
acuerdos mencionados en el párrafo anterior, la que se sustanciará en el proceso de
conocimiento. La acción de nulidad prevista en este articulo caduca al año de la adopción del
acuerdo respectivo.

Articulo 151.- Otras impugnaciones.- El juez no admitirá a trámite, bajo responsabilidad, acción
destinada a impugnar o en cualquier otra forma discutir la validez de lo acuerdos de la junta
general o de sus efectos, que no sean mencionadas en los artículos 139 y 150.

[82] NISSEN, Op. cit. p. 73

[83] BORDA, Guillermo, retroactividad de la Ley y derechos adquiridos, Bs. Aires,1960 Nº


39, .p. 55

[84] BORDA, Op. cit. p. 55

[85] A propósito, La doctrina nacional propone una modificación al art. V del Título Preliminar
del Código Civil, en el sentido que basta hablar de Orden Público, pues las buenas costumbres
están subsumidas en este principio ESPINOZA ESPINOZA, Juan, El orden público y las buenas
costumbres en la experiencia jurídica nacional, en Ius et Veritas Año XII Nº 24,p. 312-313.

[86] Ley española de sociedades anónimas, art. 115; ley general de sociedades mercantiles
mejicana, arts. 19, 21,102,156,188,196 y 201

[87] NISSEN, op. cit. p. 85

[88]RODRÍGUEZ VILLA, Daniel, Impugnación de Acuerdos de las Juntas de Accionistas,


Legislación, Doctrina y Jurisprudencia, según el nuevo texto refundido de la Ley de Sociedades
Anónimas, 2da. ED. Ed. Aranzadi pp. 37 y ss.
[89] Artículo 139º.- Acuerdos Impugnables Pueden ser impugnados judicialmente los acuerdos
de la junta general cuyo contenido sea contrario a esta ley, se oponga al estatuto o al pacto
social o lesione, en beneficio directo o indirecto de uno o varios accionistas, los intereses de la
sociedad. Los acuerdos que incurran en causal de anulabilidad prevista en la Ley o en el Código
Civil, también serán impugnables en los plazos y formas que señala la ley. No procede la
impugnación cuando el acuerdo haya sido revocado, o sustituido por otro adoptado conforme
a ley, al pacto social o al estatuto. El juez mandará tener por concluido el proceso y dispondrá
el archivo de los autos, cualquiera que sea su estado, si la sociedad acredita que el acuerdo ha
sido revocado sustituido conforme a lo prescrito en el párrafo precedente. En los casos
previstos en los dos párrafos anteriores, no se perjudica el derecho adquirido por el tercero de
buena fe.”

El artículo 92 del Código Civil regula la Impugnación Judicial de acuerdos en materia asociativa,
es decir en el caso de una persona colectiva sin fines de lucro: “Artículo 92.- Todo asociado
tiene derecho a impugnar judicialmente los acuerdos que violen las disposiciones legales o
estatutarias. Las acciones impugnatorias deben ejercitarse en un plazo no mayor de sesenta
días contados a partir de la fecha del acuerdo. Puede ser interpuestas por los asistentes si
hubieran dejado constancia en carta de su oposición al acuerdo, por los asociados no
concurrentes y los que hayan sido privados ilegítimamente de emitir su voto. Si el acuerdo es
inscribible en el registro, la impugnación puede formularse dentro de los treinta días siguientes
a la fecha en que la inscripción tuvo lugar. Cualquier asociado puede intervenir en el juicio a su
costa, para defender la validez del acuerdo. La impugnación se demanda ante el Juez Civil del
domicilio de la asociación y se tramita como proceso abreviado.”

[90] ABRAMOVICH ACKERMAN, Daniel, La problemática de la Impugnación y nulidad de


acuerdos en la Ley General de Sociedades, en Themis, Revista de Derecho de la PUCP, Nº 47,
Libre Competencia.

[91] ABRAMOVICH ACKERMAN, Daniel, Op. cit, p. 252

[92] ABRAMOVICH ACKERMAN, Daniel, Op. cit, p. 244

[93] El artículo 115 de la Ley de Sociedades Anónimas española preceptúa: “Artículo 115.
Acuerdos Impugnables. 1. Podrán ser impugnados los acuerdos de las juntas que sean
contrarios a la ley, se opongan a los estatutos o lesionen, en beneficio de uno o varios
accionistas o de terceros, los intereses de la sociedad. 2 Serán nulos los acuerdos contrarios a
la ley. Los demás acuerdos a que se refiere el apartado anterior serán anulables. 3. No
procederá la impugnación de un acuerdo social cuando haya sido dejado sin efecto o
sustituido válidamente por otro. Si fuere posible eliminar la causa de impugnación, el juez
otorgará un plazo razonable para que aquella pueda ser subsanada”. Si se desea revisar la
Jurisprudencia española sobre la sección segunda de su ley referida a la Impugnación de
Acuerdos es recomendable el trabajo de CARRERA GIRAL, Juan y CARRERA LOZANO, Enrique.
Ley de Sociedades Anónimas. Vol. II 5ta. Ed. Editorial Bosch.

[94] HUNDSKOPF EXEBIO, Oswaldo, “ El derecho de impugnación de acuerdos de juntas


generales de accionistas en la nueva ley general de sociedades”, en IUS ET PRAXIS, Nº 28, Año
1997 p. 21

[95] URIA, Rodrigo; MENÉNDEZ, Aurelio y Javier GARCIA DE ENTERRIA. “Curso de Derecho
Mercantil”. Tomo I. Madrid, Civitas, 1999.pp. 888-889.

[96] GALGANO, Francesco. “Las Sociedades. En “Derecho Comercial” Volumen II. Bogotá.
Editorial Temis S.A., 1999, p.350, citado por ABRAMOVICH, Op. cit. p. 245

[97] Ni que decir de nuestra normativa civil que débilmente expresa en su artículo 92 que : “
Todo asociado tiene derecho a impugnar judicialmente los acuerdos que violen las
disposiciones legales o estatutarias”

[98] A guisa de ejemplo es interesante lo enunciado por ABRAMOVICH, Op. cit. p. 246 que
señala ” (...) podemos señalar que un acuerdo por el que se creen acciones con distinto valor
nominal podría ser objeto de una acción de impugnación, ya que el contenido mismo del
acuerdo sería contrario al artículo 82 de la LGS, que establece que todas las acciones deben
tener el mismo valor nominal. Por el contrario, un acuerdo de aumento de capital acordado
con el quórum y mayoría correspondientes, pero que no fue materia de convocatoria no sería
impugnable, puesto que el contenido mismo del acuerdo (el aumento de capital) no es
contrario a la LGS, sino que se trataría de un punto tratado fuera de agenda.” En el caso de
acuerdos contrarios al estatuto, al pacto social el mismo autor (ABRAMOVICH, Op. cit. p. 246)
establece: “Supongamos, como ocurre en muchos casos un estatuto en el que se transcriben
determinadas normas imperativas de la LGS, como por ejemplo el requisito contenido en el
artículo 52 de la LGS, según el cual para que proceda la emisión de acciones se requiere que
éstas hayan sido íntegramente suscritas, y cada acción suscrita pagada en al menos un
veinticinco por ciento. A pesar de ello la junta general de accionistas adopta un acuerdo de
aumento de capital, acordándose expresamente que para la emisión de las acciones será
necesario únicamente pagar el diez por ciento de cada acción. ¿Estamos ante un acuerdo nulo
o impugnable? La respuesta no parece ser tan sencilla. Por un lado, podríamos señalar que el
acuerdo es nulo puesto que va en contra de una norma imperativa, como lo es el artículo 52 de
la LGS. Pero al mismo tiempo también podríamos señalar que se trata de un acuerdo
impugnable, puesto que cumpliría con el requisito de oponerse al estatuto, conforme a lo
regulado en el artículo 139 de la LGS.” Al respecto consideramos que estamos ante un acuerdo
nulo.
[99] HUNDSKOPF EXEBIO, Oswaldo, “El derecho de impugnación de acuerdos de juntas
generales de accionistas en la nueva ley general de sociedades”, en IUS ET PRAXIS, Nº 28, Año
1997 p. 21. El mismo que efectúa la siguiente clasificación: a) acuerdos nulos por infracción a la
ley, b) acuerdos nulos por el contenido de estos, c) acuerdos que pueden ser considerados
anulables. Dentro de los primeros (literal a) están los que se refieren al incumplimiento de los
requisitos formales para la instalación y regular funcionamiento de la Junta ; si dicho órgano
social se convocó por quién no debía; si la junta se instaló sin la concurrencia mínima de
accionistas; si se celebró sin convocatoria, no encontrándose presentes accionistas o
representantes de la totalidad de las acciones; si se reunió fuera de la sede social y el estatuto
no autorizaba un lugar diferente; si no se hubiere formado la lista de asistentes o si se privó a
algún accionista de asistir a la junta o de su derecho a voto, etc. El autor hace referencia a que
la enumeración que realiza es meramente enunciativa pues existen multiplicidad de casos que
pueden ser objeto de nulidad. Dentro de los segundos (literal b) y citando al maestro
MONTOYA MANFREDI, señala entre otros casos, el de la nulidad que provenga de la infracción
de un mandato legal o que sea contrario a la moral, al orden público o a las buenas
costumbres; el del acuerdo que viole los derechos de los accionistas como derechos mínimos;
el de emisión de acciones no pagadas en el 25% de su valor , por lo menos; el de emisión de
nuevas series sin estar pagadas las anteriores; el de creación de acciones de voto plural; el
acuerdo de reparto de dividendos ficticios; el que apruebe la propuesta de distribución de
beneficios sin detraer el mínimo correspondiente a la reserva legal etc. Dentro de los terceros
(literal c) es decir aquellos que pueden ser considerados anulables estarían aquellos que
contravienen normas estatutarias o que lesionan en beneficio de uno o varios accionistas el
interés social. Es el caso que la mayoría, utilizando sus poderes , toma un acuerdo que, sin
violar la ley o el estatuto posponga los intereses de la sociedad al interés personal de alguno
de los socios , dirigiendo la voluntad social en una dirección opuesta la interés común, que es
la razón de ser del contrato de sociedad.

[100] Al respecto, permítaseme remitirme al trabajo titulado: “Breve panorama de la


impugnación de acuerdos: Asociativos y Societarios” CIEZA MORA, Jairo, en “Diálogo con la
Jurisprudencia” Editorial Gaceta Jurídica, Lima, noviembre 2003.

[101] Exp. Nº 1089-88-Lima, 10 de septiembre de 1990: “ (...) no puede demandarse la nulidad


de un acto jurídico si previamente no se ha impugnado el acuerdo que dio origen a dicho acto;
que el accionista que no esté conforme con dicho acuerdo puede impugnarlo de conformidad
con el artículo 146º de la ley General de Sociedades, lo que no se a hecho en el presente caso,
ni se han consignado las acciones como establece la Ley; que en el caso de autos el acuerdo
materia de la demanda no está incurso en las nulidades previstas por el artículo 152 de dicha
ley, por cuanto las razones para pedir su nulidad son de orden societario y no de aquellos que
se fundan en causales de nulidad previstas en el Código Civil; que finalmente en el supuesto
que la sentencia declarase fundada la impugnación del acuerdo, ésta producirá efectos entre
los accionistas pero no afecta los derechos de terceros, como lo prevé el artículo 143 de la Ley
de Sociedades: que por lo tanto la demanda deviene en improcedente”. Como se aprecia la ley
societaria aplicada es la derogada. “Para esta sentencia las reglas de nulidad (y de
impugnación) de los acuerdos de la Junta General de Accionistas establecidas por la Legislación
Societaria, tienden a complementar las disposiciones generales de nulidad por el Acto Jurídico.
Cualquier sujeto que se sienta perjudicado puede interponer una acción dirigida a declarar
judicialmente la invalidez de los acuerdos societarios, sea a través de una demanda de
impugnación o de nulidad de los mismos. Rodrigo Cría, señala con respecto a los acuerdos que
son declaraciones de voluntad (de la voluntad colectiva de la sociedad como persona jurídica)
y que, en este sentido, entran en la gran categoría de los negocios jurídicos, porque la voluntad
declarada por la Junta va dirigida a producir efectos en orden al derecho. (...) Para nosotros-
agrega Cría- es un negocio unilateral, aunque se forme por la coincidencia de una serie de
voluntades individuales (las de los socios que votaron a favor del acuerdo) que se funden entre
sí para formar la voluntad colectiva, porque es declaración de voluntad de una sola parte (la
sociedad), y porque además, es un acto que, aunque se cumpla por una pluralidad de
personas, como estas actúan como componentes de un mismo órgano, no pierden su
condición unitaria” (Texto citado por Vladik Aldea Correa, en el Explorador Jurisprudencial de
Gaceta Jurídica 2003-2004).

[102]Al respecto, comentando esta jurisprudencia se ha pronunciado acertadamente el


profesor Manuel Alberto Torres Carrasco, el mismo que señala: “Sin embargo, si se observa
con más detenimiento el contenido de ambos artículos podrá advertirse que cuando el artículo
150º de la LGS hace referencia a que la llamada “acción de nulidad” puede interponerse contra
acuerdos que incurran en alguna de las causales de nulidad prevista en la Ley o en el Código
Civil, se está abriendo una enorme puerta para que todo acuerdo sancionado como nulo por el
artículo 38 de la LGS (que en suma contiene los mismos supuestos que los previstos en el
artículo 139 de la LGS) puede ser objeto tanto de la acción de nulidad como de la acción de
impugnación. Por citar un ejemplo, si en junta se adopta un acuerdo que colisiona con una
disposición del estatuto, cualquier accionista podría interponer la acción de impugnación, ya
que esto lo prevé expresamente el art. 139º de la LGS, pero también el accionista podrá
discutir la validez de este acuerdo vía acción de nulidad, porque el artículo 150º faculta a
interponer esta pretensión cuando el acuerdo incurre en una causal de nulidad establecida en
la LGS, lo que sucede con los acuerdos que violen el estatuto social, en virtud de los dispuesto
en el artículo 38 de la LGS. Lo mismo podríamos decir de aquellos acuerdos que lesionen los
intereses de la sociedad en beneficio de uno o varios socios, o que violen el pacto social o sean
contrarios a las leyes que interesan el orden público. Por ello nos parece totalmente
contradictorio que si, en aras de la libre circulación de los capitales y la seguridad jurídica, se
ha tomado partido por restringir la posibilidad de los accionistas para discutir los acuerdos de
junta mediante la llamada acción de impugnación, imponiendo una serie de requisitos tan
exigentes en los arts. 139 y 140 de la LGS; luego, a solo diez artículos más adelante, se abra la
posibilidad para que no únicamente los accionistas, sino cualquier tercero con legítimo interés,
puede dirigirse contra el mismo acuerdo vía la flexible acción de nulidad, la misma que
adicionalmente tiene un mayor plazo de caducidad que el de la acción de impugnación. Es
decir, por un lado se restringe enormemente las posibilidades de impugnar un acuerdo, y por
otro lado, se olvidan estas previsiones con la acción de nulidad”.
A la única solución coherente que podemos llegar para armar este rompecabezas normativo es
que la voluntad de la ley (que probablemente no coincida con la del legislador) ha sido que el
accionista que reúna los requisitos del los arts. 139 y 140 de la LGS obtenga mediante el
ejercicio de la acción de impugnación el beneficio de una tramitación más rápida y expeditiva
en el Poder Judicial (vía procedimental abreviada o sumarísima) que la prevista para la acción
de nulidad (vía procedimental de conocimiento).

Sin embargo, el problema subsiste porque mediante el ejercicio de una acción de nulidad
(cuyo plazo de caducidad es de un año) se pueden paralizar los efectos del acuerdo
impugnado, con el consecuente perjuicio de inmovilizar la actividad negocial de la Empresa por
mucho mas tiempo que el aconsejable, posibilidad que precisamente se quiso amenguar al
establecerse los ya comentados requisitos de procedibilidad de la acción de impugnación.

(*) Jefe de la Oficina General de Asesoría Legal de la UNMSM, Jefe de Práctica de Derecho Civil
en la UNMSM, adjunto de Docencia en Derecho Civil I de la PUCP.

IMPUGNACION NULIDAD
- La impugnación de los acuerdos es un - La nulidad la cual puede ser ejercida por
derecho personal y potestativo de los cualquier persona que tenga legítimo interés.
accionistas
- La nulidad se fundan en causales
- La impugnación prima el interés básicamente de orden público es el interés
particular, es decir el interés al interior de general
la sociedad mercantil .
- La nulidad es una institución jurídica del
- La acción de impugnación podrá ser derecho civil, especialmente de la teoría del
ejercitada solo por los accionistas, podrá acto jurídico o del negocio jurídico.
ser demandada por cualquier accionista, ya
sea que haya estado presente en la reunión - La nulidad es, también un concepto que
o que haya estado ausente. describe la situación a la que llega una
conducta humana que pretende generar
- La Impugnación es uno de los más determinados efectos o consecuencias
valiosos derechos con que cuentan los jurídicas, en un determinado ámbito de la
socios para defender sus intereses dentro realidad normada por el derecho, que no
de una sociedad[26]; pues a través de este reúne los requisitos para su validez, por lo
derecho cualquiera de ellos puede cual es ineficaz y no produce los efectos
cuestionar la validez de los acuerdos deseados. Hay nulidad cuando alguna de las
adoptados en una junta general, haya o no condiciones esenciales para su formación o
asistido a aquella para su existencia es imperfecta o irregulan
falta alguno de los requisitos o formalidades
- La Impugnación es un instrumento que la ley exige teniendo en mira el exclusivo
adecuado para Constreñir a los poderes y particular interés de las partes.
mayoritarios a no rebasar en su actuación
los límites de sus propias facultades, el - Serán absolutamente nulos los acuerdos
campo de su propia competencia; sin tomados en contravención a la ley, el Pacto
atentar por ello contra él. Social o los Estatutos.
- Impugnación, si los acuerdos permanecen - Serán relativamente nulos o anulables los
en el fuero interno de la sociedad y que se adopten sin observar las ritualidades
únicamente afectan a los accionistas, éstos o formalidades previstas para ellos en la ley
serán los únicos interesados en impugnar o el Pacto o bien, en beneficio de uno o
los acuerdos varios de accionistas con perjuicio de una
minoría o de los intereses de la sociedad.
- la acción impugnatoria de los acuerdos de
las JGA tiene como finalidad invalidar - Nulidad, si los acuerdos determinan
aquellos que son contrarios a la ley, al consecuencias que trascienden los intereses
estatuto o los que lesionen en beneficio de los accionistas el ordenamiento jurídico
directo o indirecto de uno o varios prevé la acción de nulidad a favor de
accionistas, los intereses de la sociedad, o aquellos que tengan un legítimo interés en
que estén afectados por las causales de contradecirlos.
anulabilidad de los actos jurídicos conforme
al Código Civil. - La acción de nulidad procede para invalidar
los acuerdos de la junta contrarios a normas
-el derecho de impugnación se vincula con imperativas o que incurran en causales de
los derechos políticos del accionista, ya que nulidad previstas en la LGS o en el código
así como tiene derecho a participar en la civil.
formación de la voluntad de la sociedad a
través de la emisión de su voto, también - Podemos encontrar las causales de nulidad
tiene derecho a velar porque dichas previstas en el código civil, en sus Arts. 190,
decisiones se ajusten a lo previsto en la 201º y 219º y tienen que ver con la
ley, el pacto social y no vulneren los simulación absoluta o relativa del acto
intereses de la sociedad jurídico, vicios de la voluntad, error, dolo,
engaño, violencia o intimidación; y nulidad
- el derecho de impugnación de acuerdos propiamente del acto jurídico; agente
societarios representa el derecho subjetivo incapaz, objeto imposible o defecto de forma
de todo accionista y de cualquier tercero establecido en la ley.
con legítimo interés, en algunos casos, de
solicitar se declare la invalidez, por ende, la - Cualquier persona que tenga legítimo
ineficacia, de los acuerdos adoptados por la interés puede interponer acción de nulidad
junta general de accionistas en razón a un contra los acuerdos a que se refiere el primer
defecto sustancial en su contenido párrafo del art. 150º, sustanciándose en la
vía del proceso de conocimiento.
- El derecho legítimo para demandar la
impugnación de acuerdos de junta general - Las demandas de nulidad de acuerdos
de accionistas lo tienen los socios y la adoptados en junta general de accionistas
sociedad no puede tener la calidad de fundadas en las causales de nulidad que
demandante sino más bien de demandada, establece el código civil se encuentran
en este sentido, corresponde a los sometidas a dicho cuerpo legal, no siendo de
accionistas impugnantes el cuestionar la aplicación lo establecido en la ley general de
validez de los acuerdos y a la sociedad el sociedade
accionar en su defensa
- Son nulos los acuerdos: 1. Adoptados con
- No procede la impugnación cuando el omisión de las formalidades de publicidad
acuerdo haya sido revocado, o sustituido prescritos por la ley. 2. Adoptados contrarios
por otro adoptado conforme a ley, al pacto a las leyes que interesan al orden público o a
social o al estatuto. las buenas costumbres. 3. Los contrarios a
las estipulaciones del pacto social o del
- El accionista que impugne judicialmente estatuto. 4. Los que lesionen los intereses de
cualquier acuerdo de la junta general la sociedad en beneficio directo o indirecto
deberá mantener su condición de tal de uno o varios socios. 5. Los adoptados en
durante el proceso, a cuyo efecto se hará conflicto con el pacto social o el estatuto.
la anotación respectiva en la matricula de
acciones. - No procede la nulidad: 1. Cuando la causa
ha sido eliminada por efecto de una
modificación del pacto social o del estatuto.
2. Cuando las estipulaciones omitidas pueden
ser suplidas por las normas...
La impugnación de los acuerdos societarios

Miguel Ampudia Belling 23 septiembre, 2014 Actualidad, Derecho, Destacados

NELSON RAMÍREZ JIMENEZ

LA IMPUGNACIÓN EN LA SENTENCIA DEL QUINTO PLENO CASATORIO

NELSON RAMÍREZ JIMENEZ

Socio del Estudio Muñiz, Ramírez, Pérez-Taiman & Olaya. Especializado en derecho civil,
derecho de contratos, litigios y arbitraje. Catedrático.

Se tomó su tiempo el pleno civil de la Corte Suprema para resolver este caso. Cerca de dos
años tuvimos que esperar esta decisión judicial, lo cual marca un negativo récord en la historia
de la casación en el Perú y de la justicia en general. Nada justifica tan larga espera. Lo peor es
que esta tiende a consolidarse, pues el sexto pleno también está al voto desde hace unos dos
años, pues se llevó a cabo el 6 de noviembre de 2012. ¿Tan difícil es ponerse de acuerdo?

Objeto

Primero. El objeto del pleno fue discutir la problemática de la impugnación de los acuerdos
emitidos por personas jurídicas que desarrollan actividades sin fines de lucro, asociaciones,
bajo la figura de la nulidad del acto jurídico regulado por el Art. 219, dejando de lado el Art. 92
del Código Civil (CC), que versa específicamente sobre esa materia, y cuyos requisitos de
procedibilidad y vía procedimental son manifiestamente distintos; en especial en lo que atañe
a la prescripción y caducidad, respectivamente, del plazo para demandar. La pretensión de
nulidad tiene un plazo de prescripción de 10 años, mientras que para la impugnación de
acuerdo es uno de caducidad de 60 días (o de 30, a partir de su inscripción registral). Es fácil
advertir que quien pierde el plazo de caducidad le sería propicio “convertir” la pretensión en
una de nulidad y así extender el plazo en su propio beneficio. La sentencia ha tocado varios
aspectos doctrinarios importantes, sobre los que haré algunas glosas más adelante. Lo primero
que toca apreciar es si la Corte Suprema, al resolver como lo ha hecho, ha logrado el objetivo
que le impone el Art. 384 del C.P.C. Bien sabemos que el 28 de mayo de 2009 se publicó la Ley
Nº 29364, norma que introdujo cambios en la casación, entre ellos los fines que se persigue
con ella.
Segundo. A partir de dicha reforma los fines de la casación variaron, pues se dejó de exigir que
el control casatorio busque conseguir la correcta aplicación y la correcta interpretación del
derecho objetivo. El nuevo objetivo, según la ley, es lograr la adecuada aplicación del derecho
objetivo al caso concreto. Este cambio no fue puramente semántico, pues al establecerse que
ya no es un fin de la casación que se “interprete correctamente” el derecho objetivo, no
buscaba con ello desactivar una de las tareas más importantes de todo órgano de justicia, cual
es interpretar, dada la característica de generalidad que identifica a la norma jurídica. Debía
entenderse que la interpretación que se haga de la ley no puede ser, en todos los casos, la
“correcta”, pues es claro que siempre habrá tantas interpretaciones como métodos puedan
existir. Lo que la Corte Suprema debe pretender es que la interpretación que los órganos de
justicia hagan deba ser la más adecuada para resolver en justicia el caso submateria. Es, pues,
un cambio lógico.

Tercero. En la audiencia respectiva intervinieron los amicus curiae convocados para ilustrar
sobre los aspectos doctrinarios del debate. Asistieron los doctores Juan Morales Godo, Juan
Espinoza Espinoza y Jairo Cieza Mora, quienes coincidieron en señalar: (a) Que en el caso de
antinomias debe primar el principio de especialidad. Por ende, siendo el Art. 92 el que regula
de manera específica el tema de la impugnación de acuerdos no debe recurrirse a estructuras
jurídicas de alcances generales como la teoría de la nulidad del acto jurídico; (b) Que los breves
plazos de caducidad que prevé el Art. 92 del CC procuran preservar la buena marcha de las
personas jurídicas, evitar inseguridades durante mucho tiempo y permitir la circulación de la
riqueza; (c) Que de permitirse la aplicación de la tesis de nulidad del acto jurídico en
sustitución de la impugnación de acuerdos supondría extender el plazo de prescripción a 10
años, lo que conllevaría la derogación del referido Art. 92, ya que sería previsible que todos los
interesados opten por este tipo de pretensiones.

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Decisión de la Corte Suprema

La Corte Suprema hizo suya la tesis defendida por los amicus curiae. Las principales razones
que sustentan sus conclusiones son las siguientes:

Primero. Citando a Lizardo Taboada, considera que “en el negocio jurídico” no es el sujeto el
que decide cuándo un hecho es o no un acto jurídico o cuándo es un acto jurídico en sentido
estricto o un negocio jurídico, sino que ello depende exclusivamente de la valoración del
ordenamiento jurídico. Los efectos jurídicos son siempre atribuidos o concedidos por el
derecho, no son una creación de la voluntad del sujeto o de las partes; por consiguiente, los
sujetos de derecho son los que establecen el propósito o finalidad que quieren alcanzar, pero
finalmente será el ordenamiento jurídico el que acogerá estos o no. Este es el negocio jurídico
que tenemos regulado, no la anarquía del individualismo que pretende convertir todo lo que
se acuerda en un estatuto negocial sin tomar en cuenta lo que establece el ordenamiento, cual
si este solo tuviera un papel meramente referencial, lo cual es falso (Fundamento 138).
Segundo. Agrega que “el supuesto de la inexistencia… no es de aplicación entre nosotros,
primero porque no se encuentra regulada en la normativa civil, y en segundo término porque
en nuestro caso particular no existe ninguna laguna normativa, toda vez que es de aplicación
ante los supuestos que no señalan taxativamente la nulidad, la aplicación de la nulidad tácita o
virtual” (Fundamento 159).

Tercero. Citando a José dos Santos, en relación con los alcances del Art. 92 del CC, agrega que
“el derecho de impugnación es un derecho complementario al derecho de voto que sirva para
cautelar la correcta formación de la voluntad social…”, con lo cual hay un deber de diligencia
de los asociados para poder impugnar los acuerdos dentro de los plazos de caducidad
previstos en la ley (Fundamento 165).

Cuarto. Precisa que “con relación al objeto de la pretensión, cuya estructura tiene un pedido y
una causa de pedir corresponde señalar que a través de la pretensión impugnatoria se realiza
un pedido de ineficacia, esto es, de nulidad o de anulabilidad, precisándose en la causa de
pedir la fundamentación correspondiente a dichas ineficacias estructurales las causales en que
se sustenta que puede ser de nulidad, anulabilidad, así como las normas que permitan
establecer vicios estructurales en el acuerdo impugnado” (Fundamento 181).

Quinto. Haciendo referencia a las metarreglas de la interpretación jurídica de jerarquía,


temporalidad y especialidad y citando a Marcial Rubio, sostiene que “… todos los métodos de
interpretación que hayan sido propuestos solo conducen a una solución posible y no a una
solución que sea la única correcta. Uno no puede cuidarse del texto y atenerse a la voluntad
probable del legislador, o bien respetar estrictamente el texto y desentenderse de esta
voluntad, en general muy problemática…” (Fundamento 225).

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Sexto. Precisa la Corte que “es sobre la base del método sistemático teleológico de ubicación
de la norma, que podemos aplicar el principio de especialidad… nos encontramos frente a una
norma particular frente a otra que es general y ello se puede apreciar desde que la regulación
de las causales de ineficacia del acto jurídico se encuentran en los Arts. 219 y 221 del CC, del
Título IX, referida a la nulidad del acto jurídico, del libro II, que trata del acto jurídico, y en toda
norma que sin señalar la ineficacia estructural, esta es deducida de conformidad con el artículo
V del Título Preliminar y el numeral 8 del Art. 219 del CC. En ese sentido, nos encontramos
frente a una disposición normativa que establece una regulación general para los vicios
estructurales de los negocios jurídicos y, por consiguiente, es de aplicación a todos los libros
del Código Civil. Resultando una norma de aplicación particular, y por tanto especial, el artículo
92 de la norma anotada, toda vez que esta se encuentra ubicada en el Título II, referido a la
Asociación, de la sección segunda, que trata de las personas jurídicas, del Libro I, referido al
derecho de las personas, en el supuesto de impugnación de acuerdos de asociación”
(Fundamento 245).

Sétimo. Precisa que “en el caso de autos aparentemente se presentan dos normas aplicables al
mismo supuesto de hecho, cuales son el Art. 92 del CC referido a la interposición de la
pretensión de impugnación de acuerdos de asociaciones y el Art. 219 del mismo cuerpo
normativo, que fija taxativamente las causales de ineficacia estructural en el supuesto de
nulidad de negocio jurídico. La existencia de esta figurada incoherencia socava el
ordenamiento jurídico y tiene que ser solucionada a través de los métodos interpretativos, a
fin de eliminar las contradicciones sistémicas, que afectan la predictibilidad de los fallos
judiciales y, por tanto, la seguridad jurídica, así como la justicia, valores supremos de nuestro
ordenamiento jurídico (Fundamentos 272 y 273).

Octavo. Define el caso sosteniendo que “en atención a los métodos sistemático por ubicación y
teleológico se puede aplicar correctamente el principio de especialidad de la norma, que en
nuestro caso es el Art. 92 del CC, de observancia, por tanto, a todos los supuestos de hecho
similares que son objeto de procesos, como el incoado en autos, toda vez que la pretensión de
impugnación de acuerdos de asociación regulada en la norma antes precisada es de aplicación
preferente a las normas generales de ineficacia del negocio jurídico reguladas en el Libro II del
Código Civil u otras normas que regulan la ineficacia negocial (Fundamento 277).

Noveno. Como consecuencia de ello, “… el asociado únicamente puede impugnar los acuerdos
de la asociación de conformidad con el Art. 92 del CC y no indistintamente con base en los
supuestos de ineficacia estructural estatuidos en el Libro II del Código Civil u otras normas
(Fundamento 278).

Reflexión final

Estimo que la interpretación asumida por el pleno casatorio es la más “adecuada” para
resolver la antinomia existente en la materia. Es claro que de no hacerse respetar el contenido
del Art. 92 del CC, se habría vaciado su contenido, pues toda pretensión de impugnación de
acuerdos se habría canalizado vía la nulidad de acto jurídico, cuyos plazos de actuación son
mucho más largos, con lo cual se generaría una manifiesta inestabilidad en la vida institucional
de las asociaciones.

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Los problemas con la ineficacia en el Código Civil La ineficacia, por definición, hace referencia a
la privación de los efectos de los actos jurídicos en general; y en particular, a los contratos. Por
ello, se distingue a la ineficacia estructural (que atañe a la fase de nacimiento de los actos
jurídicos) de la ineficacia funcional (que atiende a la fase de ejecución o desenvolvimiento de la
relación jurídica creada por el acto o contrato).
El caso es que las sanciones de ineficacia desperdigadas a lo largo del Código exceden las
categorías que él mismo regula, incluyendo otras respecto de las cuales no anuncia ni define
sus alcances, todo lo cual genera confusión. Una lectura horizontal del Código nos permite
apreciar las siguientes “categorías”:

1) Ineficacia, en los Arts. 161, 195 y 676;

2) Nulidad, en los Arts. V del título preliminar, 27, 219, 865, 1066, 1111, 1130, 1328, 1405,
1406, 1582, etcétera;

3) Anulabilidad, en los Arts. 166, 214, 221 y 743;

4) Validez, en los Arts. 8, 140, 978, 1058, 1099, 1124, 1250, 1360, 1377,1544, 1545, 1930,
entre otros; sin embargo, en los Arts. 1398, 1629 y 1634 se pronuncia afirmando que no son
válidos o son inválidos, sin precisar las consecuencias jurídicas de tal invalidez, aunque
pareciera que se refiere exclusivamente a la nulidad. En otros casos, bajo la expresión invalidez
comprende tanto a la nulidad como la anulabilidad, tal como puede apreciarse en el capítulo
referido a la invalidez del matrimonio (véase Arts. 274, 277 y 280), en el que, bajo ese
concepto, se regula tanto a la nulidad como a la anulabilidad del mismo, con lo cual queda
claro que para el legislador, en ese específico caso, el concepto invalidez abarca a las dos
especies, la nulidad absoluta y la relativa;

5) Revocación, en los Arts. 9, 102, 151, 380, 798 y 1464;

6) Inexistencia, en el Art. 1386, mientras que en los Arts. 1438 y 1816 se hace referencia a la
existencia. Bien sabemos que nuestro código solo regula la nulidad, subsumiendo a la
inexistencia dentro de sus efectos, tal como se aprecia del Art. 219 Inc. 1, que regula el típico
caso de inexistencia, esto es, cuando falta la manifestación de voluntad del agente, pero
tratándola como nulidad. Precisamente, este es uno de los

temas tratados en la definición asumida por el pleno casatorio, tal como lo glosamos más
adelante;

7) Caducidad, en los Arts. 715, 720, 772, 805, 1385, 1387 y 1644;

8) Rescisión, en el Art. 1370;

9) Resolución, en el Art. 1371;

10) Extinción;

11) Poner fin;

12) Separación;

13) Reversión, en los Arts. 1467, 1763, 1801, 1769, 1613 y 1631;

14) Es eficaz;

15) No tiene efectos;

16) No obliga;
17) No tiene eficacia;

18) Queda sin efecto, en los Arts. 536, 1376, 1378, 1383, 1399, 1435, 1476, 1664; y,

19) No hay precisión legal sobre la ineficacia que debe declararse como consecuencia de la
situación regulada, en el Art. 315. Dicho esto, no cabe duda de que el tratamiento de la
ineficacia en el CC, sea estructural o funcional, no ha sido muy feliz. Esta ambigüedad ha
generado parte del problema jurisprudencial que el pleno casatorio trata.

EL DERECHO DE IMPUGNACIÓN DE ACUERDOS DE JUNTAS GENERALES DE ACCIONISTAS Y SU


EJERCICIO A TRAVÉS DE ACCIONES JUDICIALES

EL DERECHO DE IMPUGNACIÓN DE ACUERDOS DE JUNTAS GENERALES DE ACCIONISTAS Y SU


EJERCICIO A TRAVÉS DE ACCIONES JUDICIALES OSWALDO HUNDSKOPF EXEBIO * - PERÚ (Lima)

SUMARIO: I. Antecedentes.- II. El derecho a la impugnación.- III. Acuerdos impugnables.- IV.-


Acciones de impugnación.- V. Reflexiones finales.- VI. Jurisprudencia ilustrativa.

Si bien no es un tema nuevo, ya que el derecho de impugnación de acuerdos de Juntas


Generales de Accionistas y su ejercicio a través de acciones judiciales fue expresamente
recogido por la actual Ley de sociedades Mercantiles N° 16123 del año 1966, y por los artículos
143° al 152° de la Ley General de Sociedades, sucede que desde 1966 a la fecha se ha
desarrollado no sólo una casuística muy interesante sino además hay doctrina y jurisprudencia
nacional y extranjera que me motiva a reflexionar respecto de su contenido y alcances, a todo
lo cual se suman los siguientes hechos:

1. La formación mediante la Resolución Ministerial N° 424-94-JUS publicada el 5 de setiembre


de 194, de una Comisión encargada de elaborar un Anteproyecto de la nueva Ley General de
Sociedades, la misma que sin duda considerará como uno de los temas de indiscutible
importancia, los derechos que poseen los titulares de acciones de Sociedades Anónimas, uno
de los cuales es el derecho a la impugnación de acuerdos societarios.

2. La entrada en vigencia del nuevo Código Procesal Civil aprobado por Decreto Legislativo N°
768, que en sus disposiciones complementarias finales, modifica normas de la Ley General de
Sociedades aplicables a las acciones de impugnación, sustituyendo específicamente sus
artículos 143° y 152°, introduciendo en sus nuevos textos, importantes modificaciones a la
tramitación de dichas acciones.

3. La especial situación que se ha configurado actualmente, a partir de la entrada en vigencia


del Código Procesal Civil, en relación a la validez y eficacia de acuerdos societarios que
inclusive han sido formalizados por Escritura Pública e inscritos en el Registro Mercantil, y que
no obstante ello, judicialmente se podría pretender, discutir su validez, como de hecho, en la
práctica viene sucediendo, al amparo del nuevo texto del segundo párrafo del artículo 152° de
la Ley General de Sociedades al establecer éste que las impugnaciones de juntas generales o
de acuerdos adoptados en ellas que se funden en defecto de convocatoria o de falta de
quórum se tramitan como proceso sumarísimo con lo cual, ya son tres las vías procesales para
la impugnación, a saber, la vía del procedimiento abreviado para los casos del artículo 143° de
la ley, la vía del proceso de conocimiento para los casos del primer párrafo del artículo 152°, y
la del proceso sumarísimo para estos casos especiales.
4. El acceso a la doctrina moderna sobre el tema, en gran medida propiciada por la nueva Ley
de Sociedades Anónima de España aprobada por R.D.L. N° 1564 del 22 de diciembre de 1989.

Entrando al tema propuesto, considero necesario hacer una breve referencia a los
antecedentes y a los principales aspectos relacionados con el derecho de impugnación, y con
su ejercicio a través de acciones judiciales, reseñar una importante jurisprudencia de los
últimos veinticinco años, para luego, plantear los problemas que se vienen suscitando, y
señalar algunas recomendaciones y sugerencias relativas al ejercicio del derecho de
impugnación.

Cuando a lo largo del presente trabajo me refiero simplemente a la ley, me estoy refiriendo a
la Ley General de Sociedades, cuyo Texto Unico Concordado actualmente vigente ha sido
aprobado por Decreto Supremo N° 003-85-JUS.

I. ANTECEDENTES

Como bien lo señala el Dr. Ulises Montoya Manfredi(1) a diferencia del Código de Comercio de
1902 que no contenía ninguna norma sobre el particular, la Ley de Sociedades Mercantiles N°
16123 de 1966 estableció un mecanismo para que los accionistas puedan impugnar los
acuerdos de las Juntas Generales que consideren contrarios a la ley o a sus estatutos y en
general lesivos a los intereses de la sociedad.

El hecho que dentro del Código de Comercio no se hubiere contemplado el derecho de


impugnación de acuerdos de las Juntas Generales, no impidió que en la práctica, entre 1902 y
1966, se demande judicialmente la impugnación a través del procedimiento ordinario, pero
por lo dilatado del trámite, el accionista se desalentaba de iniciarlo, o tan sólo lograba ver los
resultados cuando la decisión judicial resultaba ineficaz siendo por tanto un derecho ilusorio.
Para el Dr. Montoya Manfredi este fue uno de los hechos que originó el retraimiento o el
alejamiento de inversionistas como socios de sociedades anónimas.

La Ley de Sociedades Mercantiles N° 16123 desarrolló por primera vez en nuestro país un
sistema tendiente a impedir que las mayorías excedan los límites de sus facultades,
obligándolas a que se desenvuelvan su acción dentro del marco de la ley y del estatuto social.
No obstante que dicho órgano social, funciona por la fuerza de la mayoría, la misma que debe
ser acatada, no se puede admitir que la voluntad de ésta infrinja los mandatos de la ley, del
estatuto o que lesione los intereses de la sociedad. Tampoco puede admitirse el hecho que por
querer protegerse al accionista minoritario se llegue al extremo, más arbitrario aún, de
convertir a la minoría en una fuerza decisoria que dirija la marcha de la sociedad contra las
decisiones de la mayoría. De aquí la necesidad de equilibrarse los poderes, manteniendo
siempre el derecho de la mayoría de dirigir la marcha de la sociedad, pero asignándole a la
minoría un rol de control de la vida societaria.

Como se sabe, la Ley General de Sociedades actualmente vigente, prácticamente transcribe


literalmente el articulado de la Ley N° 16123 manteniendo inclusive en forma parcial, la misma
numeración, pero como ya se adelantó, ha sido el Código Procesal Civil el que a través de su
Segunda Disposición Modificatoria ha sustituido el texto de los artículos 143° y 152°
introduciendo significativas modificaciones.

II. EL DERECHO A LA IMPUGNACIÓN

Si bien el artículo 109° de la actual Ley General de Sociedades al enumerar los derechos
mínimos del accionista no incluye el derecho a la impugnación de acuerdos societarios, es la
propia Ley la que en su artículo 143° reconoce que los accionistas en determinadas
circunstancias pueden impugnar los acuerdos de la Junta General de Accionistas. Es pues un
derecho potestativo ya que el socio tiene la facultad o no de ejercitarlo; es además un derecho
personal por que es inherente a la condición de accionista, condición que no solamente debe
ostentarse al momento de tomarse el acuerdo materia de la impugnación sino que debe
mantenerse durante todo el proceso y finalmente es un derecho subjetivo por cuanto se le
concede al accionista dicho derecho para formular su pretensión en base a su apreciación
personal, la misma que debe compatibilizarse con el interés social.

Para María del Carmen Flores Miranda(2), el derecho de impugnación es un derecho


complementario al derecho de voto que sirve para cautelar la correcta formación de la
voluntad social que como se sabe, es distinta e independiente de la voluntad de los accionistas
que forman la Junta General, derecho que le es conferido al accionista que no contribuyó a su
formación ya sea porque votó en contra del acuerdo dejando constancia de su oposición,
porque no estuvo presente en la Junta en la que se aprobó el acuerdo, o porque fue privado
ilegítimamente de su derecho de voto. Al respecto, considero acertado vincular el derecho de
impugnación con el derecho de voto, y también con el derecho a la previa información, sin
señalar cual es principal y cual accesorio, pero destacando que se trata al fin y al cabo de
derechos políticos de los accionistas que se pueden ejercitar en defensa de la Ley, del Estatuto
y del interés social.

III. ACUERDOS IMPUGNABLES

El nuevo texto del artículo 143° de la Ley General de Sociedades incorporado por la Segunda
Disposición Modificatoria del Código Procesal Civil establece que pueden ser impugnados los
Acuerdos de Junta General que sean contrarios a "esta Ley", se opongan al Estatuto o que
lesionen en beneficio de uno o varios accionistas los intereses de la sociedad. En lo formal,
adviértase al respecto que en la versión original de dicho artículo se decía "acuerdos contrarios
a la Ley", y que es recién en la nueva versión del artículo, la que en este extremo reduce los
alcances de la impugnación a los "acuerdos contrarios a esta Ley", es decir, contrarios a la Ley
General de Sociedades y en lo sustancial, adviértase que la Ley no distingue o diferencia entre
acuerdos nulos y acuerdos anulables como si lo hace la nueva Ley de Sociedades Anónimas de
España aprobada por Real Cédula N° 1564 de 1989. El artículo 115° de dicho cuerpo legal
considera como acuerdos nulos los acuerdos contrarios a la Ley, señalando que los demás
acuerdos, es decir los contrarios al Estatuto o que lesionen los intereses de la sociedad son
anulables, distinción que acarrea como analizaremos más adelante importantes diferencias
respecto a la legitimación activa, respecto a los plazos de caducidad y también en lo
concerniente a las vías procesales.

Para Rodrigo Uria(3) en la amplia categoría genérica de los acuerdos impugnables, deben
distinguirse los acuerdos radicalmente nulos y los simplemente anulables, reconociendo que
en el plano puramente teórico la línea divisoria entre la nulidad y la anulabilidad es tan borrosa
como imprecisa, pero en el terreno concreto de los acuerdos sociales la separación no es difícil
de establecer.

En nuestro marco legal, el hecho que no exista una diferenciación expresa, no nos impide
considerar como acuerdo nulo, al igual que lo hace la actual Ley Española, el que es contrario a
la Ley, y como acuerdo anulable el que atenta contra el Estatuto o el interés social. Sin
embargo, en sustento de la postura asumida por nuestra ley de no hacer ninguna
diferenciación entre ambos supuestos está la opinión de Garrigues y Uria(4) para quienes es
conveniente evitar las distinciones entre acuerdos nulos y anulables y hacer de toda invalidez
de los acuerdos sociales, causas simples de impugnación, para de esa manera excluir la
posibilidad de situaciones divergentes y apartar la amenaza indefinida de la acción de nulidad,
respondiendo a la necesidad que tienen las sociedades anónimas de ser dinámicas y de dar
seguridad a sus accionistas y terceros.

Siendo necesario para fines didácticos hacer tal diferenciación, entre los acuerdos nulos por
infracción de la ley están los que se refieren al incumplimiento de los requisitos formales para
la instalación y regular funcionamiento de la Junta; si dicho órgano social, se convocó por
quien no debía, si la junta se instaló sin la concurrencia mínima de accionistas; si se celebró sin
convocatoria no encontrándose presentes accionistas o representantes de la totalidad de las
acciones; si se reunió fuera de la sede social y el estatuto no autorizaba un lugar diferente; si
no se hubiere formado la lista de asistentes, o si se privó a algún accionista de concurrir a la
junta o de su derecho al voto, si se ha tomado el acuerdo sin observarse la mayoría simple o
calificada de votos según corresponda, o si se hubiese obtenido la mayoría en virtud de votos
que adolezcan de algún vicio que los invalide y sin los cuales no se habría alcanzado la mayoría.
Tal enumeración es meramente enunciativa.

Continuando con los acuerdos nulos pero respecto al contenido de los mismos, Ulises Montoya
Manfredi(5), señala ente otros casos el de la nulidad que provenga de la infracción de un
mandato legal o que sea contrario a la moral, al orden público, o a las buenas costumbres, el
del acuerdo que viole los derechos concedidos a los accionistas como derechos mínimos; el
acuerdo de emisión de acciones no pagadas en por lo menos el veinticinco por ciento de su
valor; el acuerdo de emisión de acciones bajo la par; el acuerdo de emisión de nuevas series
sin estar pagadas las anteriores; el acuerdo de creación de acciones de voto plural; el acuerdo
de reparto de dividendos ficticios; el acuerdo que apruebe la propuesta de distribución de
beneficios sin detraer el mínimo correspondiente a la reserva real; el acuerdo de emisión de
títulos representativos de obligaciones desiguales; el acuerdo de conversión de obligaciones en
acciones, sin haberse previsto la conversión al emitirse las obligaciones o sin contar con el
acuerdo previo de los obligacionistas; el acuerdo que admitiese en prenda acciones de la
propia sociedad.

Entre los acuerdos que pueden ser considerados anulables estarían aquellos que contravienen
normas estatutarias o que lesionan en beneficio de uno o varios accionistas el interés social. Es
el caso que la mayoría utilizando sus poderes, toma un acuerdo que sin violar la Ley o el
Estatuto posponga los intereses de la sociedad al interés personal de algunos de los socios
dirigiendo la voluntad social en una dirección opuesta al interés común, que es la razón de ser
del contrato de sociedad. Para Joaquín Garrigues(6) se trata de una suma de una desviación
del poder, de un abuso de facultades contrarias a la esencia del pacto social y al principio de
buena fe que obligan al accionista mayoritario a observar una conducta acorde con el interés
común de los socios.

IV. ACCIONES DE IMPUGNACIÓN

Antes de analizar las modificaciones efectuadas a los artículos 143° y 152° de la Ley General de
Sociedades es interesante conocer cómo funcionaba la impugnación de los acuerdos antes de
la entrada en vigencia del Nuevo Código Procesal Civil. La Ley establecía únicamente dos vías
procesales para el trámite de la pretensión cuyo objeto era la impugnación de un acuerdo de
Junta General dependiendo de la naturaleza del problema jurídico invocado en la demanda. Si
la impugnación se sustentaba en vicios o defectos de carácter mercantil el trámite era el
proceso de menor cuantía, hoy proceso abreviado con las modificaciones adicionales y
requisitos particulares contenida en la misma Ley, todas ellas orientadas a lograr que se haga
más rápida y expeditiva su tramitación, lo cual hacía que se le conociera como Acción Especial.
Pero si la impugnación se amparaba en un vicio o defecto de nulidad sustentado en las
causales del Código Civil, la demanda debía tramitarse en la vía ordinaria, hoy proceso de
conocimiento, pues la naturaleza de la pretensión exige plazos mayores para su Probanza. Con
las modificaciones introducidas por el Nuevo Código Procesal Civil y específicamente con el
nuevo texto del segundo párrafo del artículo 152° se ha incluido una tercera vía procesal cual
es la del proceso sumarísimo, utilizable cuando las impugnaciones se funden en defecto de
convocatoria o de falta de quórum.

1. ACCIÓN DE IMPUGNACIÓN A TRAVÉS DEL PROCESO ABREVIADO, TAMBIÉN CONOCIDA


COMO ACCIÓN ESPECIAL DE IMPUGNACIÓN

La Ley General de Sociedades establece entre sus artículos 143° al 151° reglas especiales para
las acciones judiciales de impugnación, con lo cual pretende lograr una mayor efectividad y
celeridad en esta clase de procesos para de esa manera cautelar los intereses de la sociedad, y
de sus accionistas, garantizando con ello un eficiente ejercicio del derecho de impugnación.
Esta es la denominada Acción Especial la cual es aplicable tanto para la impugnación de
acuerdos nulos, es decir contrarios a la ley, como para los acuerdos anulables, ya sean
contrarios al estatuto o al interés social.

1.1 Legitimación Activa

Fluye del artículo 144° de la Ley que únicamente los accionistas están legitimados para el
ejercicio de la Acción Especial, a diferencia de la Ley de Sociedades Anónimas Española que en
su artículo 117° faculta además a los Administradores, y terceros que acrediten interés
legítimo. En nuestro sistema por considerarse el derecho de impugnación como un derecho
subjetivo de naturaleza personal y exigirse por ello la calidad de socio como requisito de
procedibilidad, es necesario que el accionista impugnante mantenga su calidad de accionista
durante todo el proceso judicial, debiéndose obviamente ostentar tal calidad en la fecha del
acuerdo impugnado. Según el artículo 144° de nuestra Ley, para que el accionista esté
legítimamente autorizado a interponer la acción debe encontrarse dentro de cualquiera de
estas tres situaciones: que haya asistido a la junta y haya hecho constar en el acta su oposición
al acuerdo que pretende impugnar; que se haya encontrado ausente en la junta en el
momento de tomarse el acuerdo materia de impugnación; o que el socio haya sido
ilegítimamente privado de emitir su voto.

En cuanto al primer supuesto, para que un accionista concurrente a la junta esté legitimado
para impugnar, se requiere primer que se haya puesto al acuerdo, y segundo que hubiere
dejado constancia escrita en el acta de su oposición. Ahora bien, al haberse creado las acciones
privilegiadas sin derecho a voto, debe tenerse en cuenta que se ha adicionado por Ley N°
26356 un párrafo al artículo 143° de la Ley con la finalidad de precisar que la impugnación para
los titulares de acciones sin derecho a voto sólo procede respecto de acuerdos sociales que
afecten sus privilegios.

En el caso que el accionista hubiera votado en contra sin dejar constancia en acta del sentido
de su voto ello únicamente serviría para el cómputo de la mayoría que forma la voluntad
social; pero no legitimaría al accionista para ejercer la acción de impugnación ya que como se
ha mencionado, es necesario que el accionista declare en forma expresa su oposición, a
efectos de no contribuir de manera alguna a la formación de un acuerdo viciado de nulidad o
de anulabilidad. De otro lado, también carece de legitimación para esta acción especial, el
socio que votó afirmativamente para la adopción del acuerdo y que posteriormente haya
hecho constar su oposición al acuerdo ya sea por carta simple o por conducto notarial.

También están legitimados activamente los socios ausentes, sea justificada o no su


inasistencia. Por accionista ausente se debe entender no sólo quien no acudió a la junta, sino
también quien habiendo asistido se retiró de la misma temporalmente, de tal manera que no
se encontraba presente en el momento de la adopción del acuerdo que se pretende impugnar.

Por último, también se encuentran legitimados los accionistas que fueron ilegítimamente
privados de emitir su voto. Aunque la ley no menciona el supuesto de hecho que contempla
esta norma, sería de aplicación en el caso que quien presida la Junta, impida al socio ejercitar
su derecho de voto al amparo de algún pretexto, invocando incorrectamente alguna de las
causales del artículo 139° de la Ley.

Aun cuando el artículo 144° de la Ley no lo señala explícitamente, en mi opinión, tanto los
usufructuarios como los acreedores prendarios de acciones tendrían legitimación activa para
impugnar, en los casos, que en mérito a los pactos en contrario previstos en los artículos 110°
y 111°, se les haya extendido a ellos el derecho al voto.

1.2 Legitimación Pasiva

A tenor con lo establecido en el artículo 146° de la Ley es la sociedad anónima quien tiene la
legitimación pasiva, ya que la demanda deberá dirigirse contra ella. Es la propia sociedad quien
tomará parte en el proceso, debiendo actuar por medio de sus representantes.

Podría darse el caso que el accionista que ejercite la acción especial de impugnación en contra
de la sociedad sea el único que posea la facultad de representarla en juicio, suscitándose un
conflicto de interés entre la sociedad y su representante.

Nuestra ley no señala nada al respecto a diferencia de la nueva Ley de Sociedades Anónimas
española que sí soluciona el conflicto, facultando en su artículo 117°, inciso 3, a que sea el Juez
quien nombre un representante de la sociedad entre los accionistas que votaron a favor del
acuerdo.

De otro lado, al igual que la Ley Española, nuestra ley también faculta en su artículo 146°, 2do.
párrafo, a aquellos accionistas que hubiesen votado a favor del acuerdo impugnado para que
intervengan a su costa en el proceso para coadyuvar en el mantenimiento de la validez del
acuerdo, en cuyo caso deberá distinguirse entre la legitimación pasiva de la sociedad
demandada y la del accionista interviniente.

13. Plazos de caducidad para la acción especial

Conforme al segundo párrafo del artículo 144° de la Ley, la acción especial debe ejercitarse en
el plazo de sesenta días siguientes a la fecha de adopción del acuerdo y si éste fuese inscrito en
el Registro, la impugnación podrá realizarse también dentro del mes siguiente a la fecha en
que la inscripción tuvo lugar. En mi opinión este segundo plazo es innecesario y contribuye a la
inseguridad jurídica por lo que debería suprimirse, manteniéndose un plazo único de 60 días.

Tales plazos se entienden, referidos a días calendario y no a días hábiles, por no señalarse lo
contrario, son en mi opinión plazos perentorios de caducidad y no de prescripción, ya que una
vez transcurridos, extinguen el derecho de impugnar y por ende la acción.
Para el ejercicio de la acción especial, la ley española en su artículo 116° establece dos plazos
diferentes de caducidad; uno corto de cuarenta días, para las acciones de impugnación de
acuerdos anulables y otro más largo de un año, para las acciones de impugnación de acuerdos
nulos.

Coincidiendo con lo señalado por María del Carmen Flores Miranda(7), la solución que da la ley
española es acertada pues debido a la necesidad de celeridad y seguridad del tráfico mercantil,
es necesario que exista un término para interponer la acción de impugnación de manera que
no ocurra lo que sucede actualmente en el Perú, que tratándose de acciones de impugnación
de acuerdos, al amparo de las causales de nulidad del Código Civil a que se refiere el artículo
152° de la Ley, no existe plazo específico de caducidad, lo cual origina que una vez vencido el
plazo de 60 días para interponer la acción especial, subsiste la posibilidad de conseguir la
nulidad del acuerdo a través del proceso de conocimiento.

1.4 Suspensión del acuerdo impugnado

El juez como medida cautelar puede, a petición de parte, ordenar la suspensión del acuerdo
impugnado, deteniendo de esa manera la ejecución del acuerdo hasta que se dicte sentencia.

Están legítimamente facultados para solicitar la suspensión del acuerdo, el demandante o


demandantes que representen no menos de un quinto del capital social. Adviértase al
respecto que en este caso concreto la Ley no habla de capital pagado, con lo cual no interesa
diferenciar si las acciones de los impugnantes están a o no pagados en su totalidad.

El juez decretará la suspensión del acuerdo si por la apreciación de los hechos determina la
existencia de indicios suficientes para su validez, o que a su criterio la ejecución del acuerdo
ponga en peligro inminente a la sociedad, o que su ejecución puede dar lugar a relaciones que
rebasen el ámbito interno de la sociedad.

Para acceder a la solicitud de suspensión que se tramita como medida cautelar, el juez puede
disponer que los demandantes presten una contracautela para el resarcimiento de los daños y
perjuicios que cause la suspensión. Por no ser la solicitud de suspensión una facultad que se
pueda utilizar indiscriminadamente, la Ley exige la participación de un determinado porcentaje
de capital y la presentación de una garantía idónea (contracautela).

1.5 Anotación preventiva

Conforme lo establece la Ley en su artículo 149°, el juez a petición de parte y cuando el


acuerdo impugnado fuera inscribible, puede disponer la anotación preventiva de la demanda
en la partida correspondiente del Registro Mercantil. Dicha anotación preventiva de la
demanda, en el proceso de impugnación, constituye una medida cautelar, la cual no altera o
afecta el normal desenvolvimiento de la sociedad.

Sin embargo dicha anotación cumple con la función de debilitar la eficacia de la buena fe
registral, evitando de esa manera que los terceros aleguen buena fe, para no verse
perjudicados por los efectos materiales de la sentencia definitiva que deje sin efecto el
acuerdo impugnado.

Como se ha mencionado, la anotación preventiva de la demanda la ordenará el juez a petición


de parte, pudiendo ser solicitado por los demandantes y/o por la misma sociedad demandada.
Aun cuando nuestra ley no es precisa o específica en este punto, en mi opinión también
procede la anotación preventiva de la resolución firme que ordene la suspensión del acuerdo
impugnado.

1.6 Depósito de acciones

La Ley en su artículo 145° exige que el accionista impugnante deposite los títulos de sus
acciones en una entidad de crédito, la cual queda obligada a mantener el depósito hasta la
conclusión del juicio. El accionista por dicho depósito recibe una constancia la que debe
acompañar a la demanda y que además le sirve para ejercitar sus derechos como accionista.

Según el Dr. Ulises Montoya Manfredi(8) con dicha exigencia la intención del legislador es
obligar al accionista a acreditarse como tal, así como obligarlo a mantenerse en su calidad de
accionista hasta el fin del proceso.

Tal requisito se entendería y justificaría si las sociedades anónimas todavía pudieran emitir
acciones al portador y de existir éstas en circulación, la única forma para su tenedor de
acreditarse como accionista y ejercer los derechos inherentes a dicha calidad, entre los cuales
se encuentra el derecho de impugnación, sería el depósito de las acciones en una institución
de crédito para de esa forma evitar que sean transferidas. Pero estando prohibida la emisión
de acciones al portador y siendo las acciones obligatoriamente nominativas bajo un régimen
dentro del cual se reputa como accionista a quien aparece con derecho inscrito en el Registro
de Acciones y Transferencias, en mi opinión, dicha exigencia carece de sustento.

El artículo 145° anteriormente citado es uno de varios artículos de la Ley en la que se le


reconoce un excesivo valor a la acción como título, confundiéndose el concepto y significado
de acción con su título representativo.

Como se sabe, existen importantes diferencias entre la acción y el título que los representa;
estos últimos si bien facilitan la circulación de las acciones en el mercado, no se requiere su
presentación para el ejercicio de los derechos de accionista.

En el caso de la impugnación de acuerdos, si se condiciona el ejercicio de la acción judicial al


previo depósito de los títulos de las acciones en una institución de crédito, estableciéndose
además que la depositaria, además de expedir la constancia del depósito quedará obligado a
mantener el depósito hasta la conclusión del proceso, se está supeditando un asunto de fondo
cual es el cuestionamiento de un acuerdo contrario a la Ley, opuesto al Estatuto o lesivo a la
sociedad en beneficio de uno o varios accionistas, al cumplimiento de un requisito formal y lo
que es más serio aún, si fuere el caso que por falta de emisión, extravío, o deterioro, o
sustracción un accionista no contara con los títulos representativos de sus acciones
teóricamente estaría imposibilitados de iniciar la acción impugnatoria.

Sobre este requisito procesal como ya se ha mencionado, se entendería su exigibilidad


tratándose de acciones al portador pero carece de sentido en el caso de acciones nominativas
en las que prevalece el derecho inscrito en el Registro de acciones y transferencias y que las
acciones se hayan emitido en correspondencia a dicho registro. En consecuencia, una
certificación notarial del asiento pertinente de dicho libro o en todo caso la exhibición judicial
del libro, suple perfectamente este requisito.

1.7 Acumulación de procesos

La Ley no admite que se mantenga más de un proceso impugnatorio en base al mismo acuerdo
social, aun cuando las pretensiones de los accionistas no sean iguales, ya que al final de cada
proceso el juez dictará sentencia pudiendo ocurrir que las diferentes sentencias sean
contradictorias. Tratándose de resoluciones que se refieren al mismo acuerdo social se
originaría un grave conflicto donde sería imposible lograr la ejecución de alguna de ellas.

Es por ello que la ley obliga en su artículo 147° a acumular las acciones interpuestas ante
diferentes jueces sobre el mismo acuerdo social. Es decir, todas las acciones serán remitidas
ante el juez que notificó primero a la sociedad con la demanda; de manera tal que todas las
pretensiones se resolverán en una misma sentencia.

Al efecto, la sociedad está obligada a comunicar al primer juez la existencia de nuevas


impugnaciones contra el acuerdo, quien deberá de oficio solicitar a su juzgado la remisión del
nuevo expediente. Así también si en la nueva impugnación la sociedad le hace presente al juez
la existencia de una demanda anterior, éste deberá inhibirse de seguir conociendo el caso y
remitir todo lo actuado al juez competente.

Es importante resaltar que la acumulación o es aplicable a las impugnaciones que se deduzcan


contra otros acuerdos adoptados en la misma junta. Esto se debe a que cada acuerdo es
independiente sin importar que hayan sido tomados en la misma junta, de manera tal que al
ser independientes y a la vez diferentes no hay peligro de la existencia de sentencias
contradictorias.

La ley española establece que todas las acciones deberán ser interpuestas ante el mismo juez y
de no ser así, se remitirán las demandas al juez que recibiera la primera. Adicionalmente
establece que no se dará trámite a la demanda hasta que no transcurra el plazo de caducidad
de la acción especial, de manera que de existir más de una demanda interpuesta todas se
encontrarán más o menos en el mismo estado y una vez acumuladas será más fácil el
desarrollo del proceso.

En nuestro sistema se puede dar el caso que la tramitación de las diferentes demandas se
encuentren en estados diferentes, que por ejemplo la primera demanda se encuentre en la
etapa probatoria, mientras que la recién presentada y remitida para su acumulación
solamente haya sido notificada debiendo ser contestada, retrasando de ese modo el proceso.

1.8 Daños y perjuicios

A fin de procurar la mayor celeridad en la tramitación de la acción especial de impugnación la


Ley en su artículo 146°, tercer párrafo, prohíbe la acumulación a la acción principal, de otras
acciones ya sea de resarcimiento de daños y perjuicios o cualquier otra que deba tramitarse
como proceso de conocimiento, prohibiéndose además la reconvención que por tales
conceptos formule la sociedad, disposición legal que no se opone a que se tramiten tales
pretensiones en procesos separados.

1.9 Juez competente

La Ley señala en su artículo 143°, segundo párrafo, que es competente para conocer las
acciones de impugnación el juez del domicilio de la sociedad. Igual precepto existe en la ley
española, en su artículo 118°.

Al no establecer la Ley General de Sociedades ningún tipo de competencia especial, se


entiende que el juez competente es el juez especializado en lo civil que se encuentre de turno
al momento de la interposición de la demanda.
En mi opinión debería modificarse la ley en este extremo en el sentido de establecer que es
competente el juez que se encontraba de turno en la fecha que se celebró el acuerdo materia
de impugnación. De precisarse ello, se evitarían las presentaciones de demandas en más de un
juzgado y el problema de la remisión de las mismas al juez que primero notificó con la
demanda para que sean acumuladas.

1.10 El procedimiento

La acción especial de impugnación se sujeta a los trámites del procedimiento abreviado, ya


que así lo dispone la Cuarta Disposición Final del Código Procesal Civil. Anteriormente se
tramitaba como juicio de menor cuantía pero bajo las reglas especiales señaladas por la Ley
General de Sociedades.

1.11 Ejecución de sentencia Señala la Ley en el tercer párrafo del artículo 143° que la sentencia
que declare fundada la demanda producirá efectos frente a todos los accionistas pero no
afectará a los terceros de buena fe.

El artículo 150° de la Ley hace al Directorio responsable de la ejecución de la sentencia que


recaiga en la acción especial de impugnación con lo cual asegura su debida ejecución.

1.12 Sanción para el accionista de mala fe

Nuestra Ley prevé en su artículo 151° una sanción cuya imposición es facultad del juez de la
causa, cuando a su criterio el impugnante hubiese procedido con mala fe o accionado con
notoria falta de fundamento, sanción que es de carácter pecuniario a beneficio de la sociedad
y sin perjuicio del pago de costas y de la indemnización que pudiere corresponder.

Del artículo 151° fluye que puede imponerse una sanción pecuniaria sin necesidad de
acreditarse la existencia de daños y perjuicios por indemnizar, aun cuando éstas no existieran.
Lo que se trata con ello es sancionar la interposición de demandas temerarias o de mala fe con
el exclusivo propósito de dañar a la sociedad.

2. IMPUGNACIÓN A TRAVÉS DEL PROCESO DE CONOCIMIENTO

El proceso de conocimiento se rige por las normas establecidas en el Código Procesal Civil, y es
aplicable para conseguir la nulidad del acuerdo social cuando adolece de algún vicio
contemplado en el Código Civil para la nulidad y anulabilidad del acto jurídico en general.
Asimismo, se usa para que los directores de la sociedad o los terceros con legítimo interés
impugnen los acuerdos contrarios a la ley; ya que, como se ha visto, carecen de legitimación
activa para la acción especial. También para que los accionistas impugnen los acuerdos
contrarios a la ley, una vez vencido el plazo para interponer la acción especial.

Los accionistas están legitimados activamente para interponer acción de nulidad contra los
acuerdos ilegítimos y contra los acuerdos que incurran en alguna de las causales de nulidad del
acto jurídico contempladas en el Código Civil. Los accionistas están legitimados por el sólo
hecho de ser accionistas, no siendo a mi modo de ver necesario, a diferencia de lo establecido
para la acción especial, que mantengan dicha calidad, con posterioridad a la celebración de la
junta, a lo largo del proceso y hasta la sentencia, ni que depositen sus acciones en una
institución de crédito.

Lo importante es lograr que a través de este proceso se declare la nulidad de este tipo de
acuerdos, pues el vicio que acarrean es insubsanable, de manera que es irrelevante que los
demandantes sean accionistas que hayan votado a favor o en contra del acuerdo impugnado.
En el caso de la legitimación activa de los Directores, existen dos posibilidades: que se trate de
un Director accionista o de un Director no accionista. La legitimación del Director accionista es
en nombre propio, es decir a favor de un derecho propio en tanto que, en el caso de
Directores no accionistas, concurren con una doble legitimación; por un lado, posee un interés
personal relacionado con su responsabilidad frente a la sociedad; y de otro en defensa de la
misma sociedad para dejar sin efecto un acto nulo.

Respecto a los terceros, éstos tienen que tener legítimo interés económico o moral por verse
afectadas por el acuerdo nulo o por los efectos que se devengan de éste.

En cuanto a la legitimación pasiva ésta le corresponde a la sociedad. Es posible que los socios
que así lo deseen puedan intervenir en el proceso para ayudar a la defensa de la sociedad.

Aun cuando la ley no lo señala expresamente, entiendo que el plazo para interponer la acción
de nulidad es el señalado en el inciso 1) del artículo 2001° del Código Civil, es decir 10 años, y
que tratándose de acciones de anulabilidad, el plazo es de dos años, vencidos los cuales
prescribe la acción.

La acción deberá ser interpuesta ante el juez de primera instancia en lo civil del lugar donde
domicilie la sociedad que se encuentre de turno al momento de la interposición de la
demanda.

En este procedimiento no procede solicitar ninguna de las medidas cautelares contempladas


en la ley para la acción especial, lo cual no implica que no se puedan pedir las medidas
cautelares señaladas en el Código Procesal Civil.

3. ACCIÓN DE IMPUGNACIÓN A TRAVÉS DEL PROCESO SUMARÍSIMO

Como se ha mencionado en la introducción del punto IV, antes de la entrada en vigencia del
Decreto Legislativo N° 768 con el cual se aprobó el Nuevo Código Procesal Civil, la Ley General
de Sociedades establecía únicamente dos vías procesales para el trámite de la pretensión cuyo
objeto era la impugnación de un acuerdo de junta general, dependiendo de la naturaleza del
problema jurídico invocado en la demanda.

En los casos en que la impugnación se sustentaba en vicios o defectos de carácter mercantil, el


trámite era el proceso de menor cuantía, hoy proceso abreviado (acción especial), con las
modificaciones adicionales contenidas en la misma Ley General de Sociedades, orientadas a
evitar que esta acción se dilate, y a hacer más rápida y expeditiva su tramitación.

En cambio si la impugnación se amparaba en un vicio o defecto de nulidad sustentado en el


Código Civil, la demanda debía tramitarse en la vía ordinaria, hoy proceso de conocimiento,
pues la naturaleza de la pretensión exige plazos mayores para su probanza.

En el caso específico de las sociedades mercantiles su objeto fundamental se relaciona con la


generación de un beneficio económico en favor o en provecho de sus accionistas, y es
frecuente o probable que durante el desarrollo de su actividad productiva o comercial, por
diversos motivos se generen conflictos entre sus socios.

Como bien señala el Dr. Guillermo Checa(9) la existencia de conflictos, afecta el normal
funcionamiento de una sociedad y genera un estado de incertidumbre jurídica al interior de la
misma y en su relación con terceros, no siendo prerrogativa del Estado la prohibición de la
existencia de éstos, pero sí en la medida de lo posible, su atenuación o disminución de sus
efectos para con la Sociedad, reduciéndose para tal efecto la duración del proceso a través del
cual se tramitan estas discrepancias.

Esta tendencia se aprecia en la modificación que efectuó el Decreto Legislativo N° 768,


añadiéndosele un segundo párrafo al artículo 152° de la Ley General de Sociedades a efectos
de establecer que la impugnación que se sustente en defecto de convocatoria o falta de
quórum se tramitará a través del proceso sumarísimo con lo cual se está añadiendo una
tercera vía procesal a la impugnación de acuerdo a Juntas de Accionistas.

El proceso sumarísimo es el procedimiento más breve, simple y sencillo de los diferentes


procesos contenciosos regulados por el nuevo Código Procesal Civil. Es aquel en el que se llega
de la manera más rápida a la sentencia definitiva que ponga fin a la situación de conflicto o al
estado de incertidumbre jurídica que originó el proceso.

Sin embargo, este principio no inspira necesariamente la totalidad de los casos en los procesos
de impugnación. El Estado, para conseguir de una manera rápida la satisfacción de la finalidad
concreta del proceso cual es la solución del conflicto de intereses, no puede de manera alguna
descuidar la finalidad abstracta del mismo, es decir la paz social en justicia. Para que resuelvan
de una manera justa tales conflictos, dispone en determinados casos que aquellas
pretensiones que requieran de una tramitación mayor por la complejidad del problema, se
tramiten a través del proceso de conocimiento o abreviado, sin sacrificar la certeza en aras de
la celeridad procesal.

Respecto del plazo dentro del cual debe interponerse una acción de impugnación por defecto
de convocatoria y falta de quórum a que se refiere el segundo párrafo del artículo 152° de la
Ley y tramitarse como proceso sumarísimo, si bien la Ley no lo señala, considero que éste no
puede ser mayor al previsto por el artículo 144° de la Ley General de Sociedades, es decir, 60
días a partir de la fecha del acuerdo o dentro del mes siguiente de la inscripción si éste fuere
inscribible.

Ahora bien, en concordancia con la innovación efectuada en el segundo párrafo del artículo
152° de la Ley, considero que debió consignarse un plazo más breve para el supuesto de la
impugnación del acuerdo sustentado en el defecto de convocatoria o falta de quórum. Si el
objetivo de la modificación es el procurar que se resuelva el conflicto de intereses lo más
pronto posible a través del proceso sumarísimo, se debió reducir el plazo para el ejercicio del
derecho de impugnación en dicho supuesto.

Considero que la modificación efectuada, consistente en incorporar un segundo párrafo al


artículo 152° de la Ley General de Sociedades, tiene por finalidad concederle al accionista
impugnante la posibilidad de elegir una vía procesal preferente y de carácter excepcional, cual
es la del proceso sumarísimo.

Respecto a las causales de impugnación previstas en la modificación contenida en el segundo


párrafo del artículo 152°, éstas no sólo han estado contenidas en el artículo 143° de la Ley
General de Sociedades, en tanto que la convocatoria defectuosa y la falta de quórum implican,
indiscutiblemente, violación a la Ley y al Estatuto Social, sino que además, continúan
estándolo.

Coincidiendo con el Dr. Guillermo Gulman Checa, la modificación del artículo 152° de la Ley
tiene por único objetivo concederle un beneficio procesal al accionista demandante,
consistente en que su pretensión se tramite bajo el proceso contencioso más simple, rápido y
sencillo que prevé el Código Procesal Civil, cual es el Proceso Sumarísimo.

El Legislador parte de la premisa que la impugnación que se sustenta en un defecto de


convocatoria y o falta de quórum, en virtud de su temática, no requiere para su
esclarecimiento de un proceso amplio. Es por ello que se establece un trámite corto a través
del proceso sumarísimo lo cual implica otorgarle al accionista únicamente un beneficio de
carácter procesal, pero en modo alguno significa que las causales consagradas en el segundo
párrafo del artículo 152° no estén incorporadas o subsumidas en las genéricas previstas por el
artículo 143°.

Lo que no queda claro es si en el caso de recurrirse al proceso sumarísimo se deben o no


depositar las acciones en una institución de crédito, y en general, si le son aplicables o no las
normas procesales especiales que contienen los artículos 143° al 151° de la Ley para la acción
de impugnación que conforme a la Ley se tramita como proceso abreviado.

V. REFLEXIONES FINALES

Al margen de los vacíos y problemas que ha generado la modificación del artículo 152° de la
Ley al haberse incorporado una tercera vía procesal, considero que:

a) Se ha producido una suerte de superposición de procedimientos sobre la base de las mismas


causales de impugnación ya que los defectos de convocatoria o la falta de quórum implican
transgresiones de la ley o del estatuto.

b) Al no haberse establecido normas expresas para la impugnación por la vía del proceso
sumarísimo no se sabe en definitiva si se aplican a las normas especiales establecidas
(legitimación activa, depósito de acciones, y demás) para la acción de impugnación contenidas
en los artículos 143° al 151° de la ley.

c) Igualmente, por no haberse señalado plazos particulares de caducidad se ha abierto la


posibilidad de impugnar acuerdo, por una vía procesal expeditiva y breve, después de haber
vencido el plazo de 60 días fijado para la Acción Especial.

d) Si la intención del legislador fue garantizarle al accionista un proceso rápido y efectivo, lo


más propio hubiera sido darle a la Acción Especial a que se refiere los artículos 143° al 151°
carácter de sumarísimo.

VI. JURISPRUDENCIA ILUSTRATIVA

Sobre el derecho de impugnación de acuerdos y su ejercicio a través de acciones judiciales es


ilustrativo citar algunos pronunciamientos de nuestra Corte Suprema y al efecto, he
seleccionado las Resoluciones siguientes:

1. Ejecutoria del 11 de diciembre de 1970 por la que se resolvió que la demanda de


impugnación de los acuerdos de junta general debe dirigirse contra la sociedad y no contra los
accionistas a título personal; y que la acción debe recaudarse con copia del acta de la sesión
impugnada y de los respectivos avisos de convocatoria.

2. Ejecutoria del 28 de agosto de 1972 que resolvió que la demanda de impugnación de los
acuerdos debe entenderse con los representantes legales de la sociedad y no con los
liquidadores los que sólo ejercen la representación de ésta para el cumplimiento de los fines
propios de la liquidación.
3. La ejecutoria del 3 de junio de 1975 por la que se resolvió que es juez competente para
conocer de las demandas de impugnación de acuerdos, el del domicilio de la sociedad, sin que
la existencia de oficinas en un lugar distinto al domicilio social y el haber seguido juicios en el
mismo, importen el cambio de sede.

4. Ejecutoria del 21 de setiembre de 1982 referida a una acción de impugnación de un acuerdo


de aumento de capital presentada dentro del plazo de 30 días siguientes a su inscripción en el
Registro Mercantil. La ejecutoria señala que interpuesta la demanda dentro del término
prescrito por la última parte del artículo 144° de la Ley General de Sociedades e inscritas en el
Registro Mercantil tanto el acuerdo de aumento de capital social como el de su cancelación a
que se refieren las escrituras públicas, están sujetas a lo que disponen los artículos 400° y
siguientes del anterior Código de Procedimientos Civiles concordante con el artículo 26° del
Código de Comercio.

5. Ejecutoria del 28 de octubre de 1985 (Expediente N° 1739-84) mediante la cual se declaró


nula la suscripción de un aumento de capital aprobado por la Junta de Accionistas por no
haberse observado las formalidades que la Ley establece para el aumento de capital
incurriéndose en la causal de nulidad prevista en el artículo 1123°, inciso 3 del Código Civil de
1936, debiendo procederse a un nuevo ofrecimiento.

6. Ejecutoria del 27 de junio de 1986 (Expediente N° 368-86) referida al procedimiento de


impugnación de acuerdos de Junta General de Accionistas y de Directorio señalándose que su
tramitación deberá sujetarse a los trámites del juicio de menor cuantía y que no puede
acumularse a la acción de impugnación cualquiera otra que debe tramitarse como juicio
ordinario.

7. Ejecutoria del 11 de octubre de 1983 (Expediente N° 2433-87) que se pronunció en el


sentido de señalar que el accionista que impugna judicialmente cualquier acuerdo de la Junta
General, debe depositar los títulos de sus acciones en una institución de crédito cuya
constancia deberá acompañarse a la demanda, siendo condición sine qua-non para el ejercicio
de tal acción tener la calidad de accionista adquirida con arreglo a ley y a los Estatutos.

8. Ejecutoria del 27 de noviembre de 1992 (Expediente N° 973-90) que distingue entre acto
jurídico nulo y acto jurídico anulable presentándose el primero, cuando el acto es contrario al
orden público o carece de algún requisito esencial para su formación, y el segundo cuando,
concurriendo los elementos esenciales a su formación incurren en un vicio que pueda acarrear
su invalidez, pudiendo demandar su anulabilidad quien es parte en la formación y efectos del
acto jurídico, en tanto que el acto jurídico nulo puede ser denunciado por el afectado.

9. Ejecutoria del 12 de febrero de 1993 (Expediente N° 2425-91) en la que se pronuncian en el


sentido que en los procesos judiciales de impugnación de acuerdos la ausencia de inscripción
de una transferencia de acciones en el Registro de Acciones de la sociedad, no impide al
demandante ejercer sus derechos de accionista si es que la demandada no realizó dicha
inscripción deliberadamente y con dolo. Para dicha Ejecutoria más importante es la
comunicación cursada a la sociedad y efectivamente recibida por ella, que la anotación en el
Registro.

(1) MONTOYA MANFREDI, Ulises. Comentarios a la Ley de Sociedades Mercantiles, Primera


Edición, Impreso en la U.N.M.S.M. Lima, 1967, Pág. 260.
(2) FLORES MIRANDA, María del Carmen. Impugnación de Acuerdos de Sociedades Anónimas
en la Legislación Peruana: Tesis para optar el grado de Bachiller en Derecho y Ciencias Políticas
en la Universidad de Lima, Lima - Perú, 1991.

(3) URIA, Rodrigo. Derecho Mercantil, Undécima edición, Madrid, Imprenta Aguirre, 1976, Pág.
250.

(4) GARRIGUES, Joaquín y URIA, Rodrigo. Comentarios a la Ley de Sociedades Anónima,


Editorial e Imprenta Aguirre, Tomo I, Madrid, España, 1971, Pág. 630.

(5) MONTOYA MANFREDI, Ulises. Obra citada, págs. 263 y 264.

(6) GARRIGUES, Joaquín. Curso de Derecho Mercantil, México, Editorial Porrúa, 1981, Impreso
en Offset Universal S.A. Pág. 512.

(7) FLORES MIRANDA, María del Carmen. Obra citada.

(8) MONTOYA MANFREDI, Ulises. Obra citada.

(9) GULMAN CHECA, Guillermo. Consulta absuelta al Colegio de Abogados de Lima, el 09 de


diciembre de 1993.

PROPUESTA LEGISLATIVA

In document La acción de nulidad y la impugnación de los acuerdos societarios, legitimación,


procesos y caducidad en la Ley General de Sociedades (página 86-94)

Art 150:

“Procede acción de nulidad para invalidar los acuerdos de la junta contrarios a normas
imperativas o que incurran en causales de nulidad previstas en esta ley o en el Código Civil.

Cualquier persona que tenga legítimo interés puede interponer acción de nulidad contra los
acuerdos mencionados en el párrafo anterior, la que se sustanciará en el proceso de
conocimiento.

La acción de nulidad prevista en este artículo caduca al año de la adopción del acuerdo
respectivo”.

Modificación: Art 150:

“Procede acción de nulidad para invalidar los acuerdos de la junta contrarios a normas
imperativas o que incurran en causales de nulidad previstas en esta ley o en el Código Civil.
Solamente los terceros que tengan legítimo interés pueden interponer acción de nulidad
contra los acuerdos mencionados en el párrafo anterior, la que se sustanciará en el proceso de
conocimiento. Los accionistas quedan excluidos de esta acción, pudiendo ejercitar si es
necesario su derecho a la impugnación estipulada en el art 139

La acción de nulidad prevista en este artículo caduca al año de la adopción del acuerdo
respectivo.”

LEGISLACION COMPARADA 5.1. ESPAÑA:

.Ley de Sociedades Anónimas Española del 22 de diciembre de 1989 Sección 2. : Impugnación


de acuerdos sociales:

Artículo 115. Acuerdos impugnables.

1. Podrán ser impugnados los acuerdos de las juntas que sean contrarios a la Ley,se opongan a
los estatutos o lesionen, en beneficio de uno o varios accionistas o de terceros, los intereses de
la sociedad.

2. Serán nulos los acuerdos contrarios a la ley. Los demás acuerdos a que se refiere el apartado
anterior serán anulables.

3. No procederá la impugnación de un acuerdo social cuando haya sido dejado sin efecto o
sustituido válidamente por otro.

Si fuera posible eliminar la causa de impugnación, el Juez otorgará un plazo razonable para que
aquélla pueda ser subsanada.

Artículo 116. Caducidad de la acción.

1. La acción de impugnación de los acuerdos nulos caducará en el plazo de un año. Quedan


exceptuados de esta regla los acuerdos que por su causa o contenido resultaren contrarios al
orden público.

2. La acción de impugnación de los acuerdos anulables caducará a los cuarenta días. 3. Los
plazos de caducidad previstos en los apartados anteriores se computarán desde la fecha de
adopción del acuerdo y, si fuesen inscribibles, desde la fecha de su publicación en el «Boletín
Oficial del Registro Mercantil».

Artículo 117. Legitimación.

1. Para la impugnación de los acuerdos nulos están legitimados todos los accionistas, los
administradores y cualquier tercero que acredite interés legítimo.

2. Para la impugnación de acuerdos anulables están legitimados los accionistas asistentes a la


junta que hubiesen hecho constar en acta su oposición al acuerdo, los ausentes y los que
hubiesen sido ilegítimamente privados del voto, así como los administradores.

3. Las acciones de impugnación deberán dirigirse contra la sociedad. Cuando el actor tuviese la
representación exclusiva de la sociedad y la junta no tuviere designado a nadie a tal efecto, el
juez nombrará la persona que ha de representarla en el proceso, entre los accionistas que
hubieren votado a favor del acuerdo impugnado.

4. Los accionistas que hubieren votado a favor del acuerdo impugnado podrán intervenir a su
costa en el proceso para mantener la validez del acuerdo.

5.2. ARGENTINA:

Ley de Sociedades Argentina. Ley 19550 de 1989

ARTÍCULO 251.- Toda resolución de la asamblea adoptada en violación de la ley, el estatuto o


el reglamento, puede ser impugnada de nulidad por los accionistas que no hubieren votado
favorablemente en la respectiva decisión y por los ausentes que acrediten la calidad de
accionistas a la fecha de la decisión impugnada. Los accionistas que votaron favorablemente
pueden impugnarla si su voto es anulable por vicio de la voluntad.

También pueden impugnarla los directores, síndicos, miembros del consejo de vigilancia o la
autoridad de contralor.

Promoción de la acción.
La acción se promoverá contra la sociedad, por ante el Juez de su domicilio, dentro de los tres
(3) meses de clausurada la asamblea.

Suspensión preventiva de la ejecución.

ARTICULO 252.- El Juez puede suspender a pedido de parte, si existieren motivos graves y no
mediare perjuicio para terceros, la ejecución de la resoluciónimpugnada, previa garantía
suficiente para responder por los daños que dicha medida pudiere causar a la sociedad.

Sustanciación de la causa. Acumulación de acciones.

ARTICULO 253.- Salvo el supuesto de la medida cautelar a que se refiere el artículo anterior,
sólo se proseguirá el juicio después de vencido el término del artículo 251. Cuando exista
pluralidad de acciones deberán acumularse, a cuyo efecto el directorio tendrá obligación de
denunciar en cada expediente la existencia de las demás.

Cuando la acción sea intentada por la mayoría de los directores o de miembros del consejo de
vigilancia, los accionistas que votaron favorablemente designarán por mayoría un
representante ad hoc, en asamblea especial convocada al efecto conforme al artículo 250. Si
no se alcanzare esa mayoría, el representante será designado de entre ellos por el juez.

Responsabilidad de los accionistas.

ARTÍCULO 254.- Los accionistas que votaran favorablemente las resoluciones que se declaren
nulas, responden ilimitada y solidariamente de las consecuencias de las mismas, sin perjuicio
de la responsabilidad que corresponda a los directores, síndicos e integrantes del consejo de
vigilancia.

5.3 ITALIA:

Código civil italiano de 1942

Art. 23.- Anulación y Suspensión de las deliberaciones:


Las deliberaciones de la Asamblea contrarias a la ley, al acto constitutivo o al estatuto pueden
ser anuladas a instancia de los órganos de la entidad, de cualquier asociado o del Ministerio
Público.

La anulación de la deliberación no perjudica los derechos adquiridos por los terceros de buena
fe a base de actos realizados en ejecución de dicha deliberación.

El presidente del tribunal o el juez instructor, oídos los administradores de la asociación, puede
suspender, a instancia de quien ha propuesto la impugnación la ejecución de la deliberación
impugnada, cuando existan graves motivos. El decreto de suspensión debe ser motivado y se
notifica a los administradores.

La ejecución de las deliberaciones contrarias al orden público o a las buenas costumbres puede
suspenderse también por la autoridad gubernativa

5.4. VENEZUELA:

Artículo 290.- A las decisiones manifiestamente contrarias a los estatutos o la

Ley, puede hacer oposición todo socio ante el Juez de Comercio del domicilio de la sociedad, y
éste, oyendo previamente a los administradores, si encuentra que existen las faltas
denunciadas, puede suspender la ejecución de esas decisiones, y ordenar que se convoque
una nueva asamblea para decidir sobre el asunto.

La acción que da este artículo dura quince días, a contar de la fecha en que se de la decisión.

Si la decisión reclamada fuese confirmada por la asamblea con la mayoría y de la manera


establecida en los artículos 280 y 281, será obligatoria para todos los socios, salvo que se trate
de los casos a que se refiere el artículo 282, en que se procederá como él dispone.

CONCLUSIONES

1. La ineficacia de un acto o negocio jurídico hace referencia a la falta de producción de los


efectos queridos por las partes o señalados por ley debido a un defecto en su conformación o
por un evento posterior a dicha celebración. Por lo tanto la nulidad es un supuesto de
ineficacia estructural o invalidez de los actos o negocios jurídicos consistente en la falta de uno
de los elementos, presupuestos o requisitos conformantes del acto o negocio jurídico al
momento de su celebración.

2. Los supuestos de nulidad pueden ser expresos o tácitos. En los primeros la causal está
expresamente señalada en la ley; en los segundos, la causal tiene que ser inferida por el
juzgador valorando la ilicitud del acto por contravenir al orden público o a las buenas
costumbres. De tal modo que la nulidad difiere realmente de la inexistencia de un acto
jurídico, no obstante, para nuestra codificación los efectos son los mismos, por lo que se puede
decir que la inexistencia de un negocio jurídico ha sido asimilada a la nulidad del mismo.

3.. Coincidiendo con el criterio establecido en la LGS de diferenciar ambas instituciones, sin
embargo, se encuentran aún ciertas contradicciones que bien podrían subsanarse con un
adecuado tratamiento legal del tema, por lo tanto podría resumirse en lo siguiente:

a) Deben aclararse los efectos que traen consigo las sentencias que declaran fundadas las
acciones de impugnación o nulidad toda vez que es la doctrina la que establece que uno de los
posibles efectos sería la declaración de ineficacia del acuerdo. Pensamos que para el caso de la
impugnación, el acuerdo podría revocarse o sustituirse y en su caso, subsanarse; dependerá de
la naturaleza del acto impugnado; mientras que para la nulidad, la ineficacia del acto de
declararía desde el momento de su nacimiento, convirtiéndose en inexistente. En ambos casos
se debería cautelar los derechos de los terceros contratantes de buena fe como lo hace la
legislación española - y no sólo limitarlo a las acciones de impugnación.

b) Debe asimismo aclararse la posibilidad de la solicitud de suspensión de los acuerdos por


parte del demandante de la impugnación, sin que sea necesario es cumplimiento del requisito
mínimo de participación en el capital, porque la exigenciade este requisito limitaría la
posibilidad del demandante de solicitar una medida cautelar.

c) Finalmente, debe definirse el alcance del art. 150º de la LGS, toda vez que al remitirnos
necesariamente al Art 38º del mismo cuerpo legal encontramos que las causales de
impugnación establecidas en el art. 139º, con requisitos tan exigentes en cuanto a la
legitimación y los plazos de caducidad, pueden ser observados tranquilamente a través de la
causal de nulidad prevista en el Art. 150º, careciendo de sentido entonces que se establezcan
dos formas de contradicción de los acuerdos si luego puede utilizarse la misma vía para ambos.

4. Hay quienes creen que se tiene dos alternativas para cuestionar la validez del acuerdo
societario cuando las decisiones colisionen contra los derechos de la socie- dad favoreciendo a
algunos socios: tanto la vía de la Impugnación de acuerdos como la vía de la nulidad (absoluta),
de acuerdo al tenor del artículo 38 de la LGS. Ciertamente, semejante interpretación
equivaldría a sostener que no tiene relevancia distinguir entre causales de nulidad y
anulabilidad, y además que no importa si se vence un plazo de caducidad para la demanda de
impugnación de

acuerdos societarios, pues, de ocurrir ello, puede demandarse lo mismo mediante la


pretensión de nulidad, que tiene un plazo de caducidad mayor (lo que llevaría a cuestionar la
existencia misma de los artículos 139 a 149 de la LGS, por inútiles). Es de una obviedad saltante
que una conclusión como esa es ajena por completo al sistema jurídico tanto en el ámbito civil
como societario, y específicamente con- traviene la esencia deeste.

5. El problema radica en que la LGS parece identificar el término "impugnación"

(que significa "atacar, combatir"10 y que puede ocurrir fuera, con y dentro del proce-

so) con la pretensión de declaración de nulidad relativa (o anulabilidad).

En propiedad, la impugnación de un acuerdo societario debería poder plantearse para lograr el


efecto de anularlo, distinguiendo la pretensión de nulidad absoluta (con sus causales, plazos
de caducidad, requisitos y legitimación) de la de anulabilidad (o nulidad relativa, con sus
propios requisitos, causales, plazos, etc.). Pero la LGS ha conferido al término "impugnación" la
categoría de una pretensión específica (de anulabilidad), distinguiendo de ese modo las dos
pretensiones: una,

de anulabilidad (= impugnación) y la otra, de nulidad12. Por ello, para la

comprensión del texto de la LGS se ha hecho necesario el análisis sistemático y ló- gico de sus
normas.

Por ello, es adecuado sostener que existen dos vías distintas para cuestionar la validez de los
acuerdos societarios: la impugnación (por anulabilidad) y la de de- claración de nulidad
(absoluta), cada una por causales propias y excluyentes, con rutas procedimentales y plazos de
caducidad distintos, no siendo dable considerar que ambas son alternativas.

6. Acordamos que es necesaria para una mayor comprensión, diferenciación y aplicación de las
dos acciones una modificación al art. 150 de la LGS, para que se pueda delimitar la legitimación
activa de dicha acción, restringiéndola solo para terceros.
7. Por último es importante también indicar que fuera de estas dos pretensiones (de
anulabilidad -o impugnación- y de nulidad), en sede judicial no proceden otras pretensiones
para cuestionar o invalidar los acuerdos societarios.

BIBLIOGRAFÍA

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92º del Código Civil. En “Código Civil comentado”. Tomo I Gaceta Jurídica Editores. 2003.

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19. TORRES CARRASCO, Manuel Alberto; El derecho de impugnación de los acuerdos


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21. VEGA VELASCO, Jorge; Impugnación y nulidad de acuerdos societarios, En: Tratado de
Derecho Mercantil, Tomo I, Derecho Societario, 2da edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2005.
NFORME SOBRE LA IMPUGNACIÓN DE LOS ACUERDOS DE LAS JUNTAS GENERALES DE
ACCIONISTAS

Carlos Esmith Mendoza García

Abogado

Universidad Nacional de Trujillo

SUMARIO: 1.- Nota Introductoria. 2.- El derecho de impugnación. 3.- Expresiones del derecho
de impugnación. 4.- La pretensión de impugnación de los acuerdos de la junta general de
accionistas. 4.1.- Supuestos. 4.2.- Legitimidad Activa. 4.3.- Plazos de caducidad. 4.4.- Vías
Procesales. 4.5.- Juez Competente. 4.6.- Intransmisibilidad de las acciones del socio
impugnante. 4.7.- Acumulación de pretensiones de impugnación. 4.8.- Medida Cautelares.
4.9.- Efectos de la Sentencia. 5.- La pretensión de nulidad de los acuerdos de la junta general
de accionistas – acción de nulidad. 5.1.- Supuestos. 5.2.- Legitimidad activa. 5.3.- Caducidad.
5.4.- Vía procesal.

1.- NOTA INTRODUCTORIA.

El código de Comercio de 1902 no reguló de manera específica la impugnación de acuerdos de


las juntas generales de accionistas, sin embargo ello no impidió que en la práctica entre el año
de 1902 y 1966, se demande judicialmente la impugnación a través del procedimiento
ordinario; pero por lo dilatado del trámite, el accionista se desalentaba de iniciarlo o tan solo
lograba ver los resultados cuando la decisión judicial resultaba ineficaz, siendo por tanto un
derecho ilusorio.[1]

La Ley General de Sociedades Mercantiles 16123 del año 1966, reguló por primera vez en
nuestro país el tema referido a la impugnación de acuerdos de la junta general de accionistas.
Así la referida ley reguló la impugnación de los acuerdos de la junta general de accionistas en
sus artículos 142 al 152. Dicha ley hace la distinción entre la impugnación de acuerdos
propiamente, regulados en el artículo 143 a 151 de la referida ley y la impugnación que se
fundan en causales de nulidad regulado en el artículo 152 de la misma. En el primer caso
establece diversas normas referidas a la legitimación, los plazos de caducidad, la vía
procedimental, las medidas cautelares entre otras; en cuanto a las impugnaciones fundada en
causales de nulidad, se limitó a establecer que quedan sometidas al código Civil y se sustancian
en juicio ordinario.

Posteriormente la ley 26887, actual Ley General de Sociedades, ha regulado el régimen de la


impugnación de los acuerdos de la Junta General de accionistas en los artículos 139 al 151,
siendo parte del título I de la sección cuarta del libro II.

La actual Ley General de Sociedades, ha introducido importantes innovaciones respecto a su


antecesora ley de Sociedades mercantiles, pero en líneas generales, mantiene casi la misma
estructura, regulando igualmente la impugnación de los acuerdos de la junta general de
accionistas y la acción de nulidad de los mismos, de manera separada. Respecto a la
impugnación de acuerdos de la junta general de accionistas propiamente, regula lo referente a
los supuestos en los cuales procede y en qué casos no procede; asimismo la legitimidad para
obrar, los plazos de caducidad, las vías procesales, las medida cautelares que se pueden
otorgar; por otro lado, respecto a la denominada acción de nulidad de acuerdos de la junta
general de accionistas, regula en un solo artículo los supuestos en los cuales procede, la
legitimidad para demandar, la vía procesal y el plazo de caducidad, sin embargo se aprecia, en
los dos casos antes mencionados, que existen múltiples defectos en la regulación que los
doctrinarios y estudiosos del tema han ido detectando a lo largo de la vigencia de la referida
ley .

La vigente ley general de sociedades, sin duda, ha constituido un cambio cualitativo, de


esencia jurídica y es un documento legislativo de “apreciable valor jurídico”, que tiene como
principio el otorgar una herramienta que favorezca la seguridad jurídica, la protección de la
buena fe y la celeridad en el tráfico mercantil. Asimismo, toda ley debe contribuir con el
desarrollo y el fortalecimiento económico del país, en coherencia con una economía social de
mercado[2]. Así, la ley general de sociedades constituye una herramienta de suma importancia
a fin de otorgar a los agentes económicos de una herramienta útil y clara, para que desarrollen
su actividad, lo cual implica que se debe procurar promover la seguridad jurídica a fin de no
afectar las operaciones y negocios jurídicos que realizan estas personas jurídicas; esto es,
contribuir que los costos de transacción en las diferentes negocios de intercambio comercial
sea el menor posible.

Sin negar el derecho de los accionistas de impugnar y solicitar la nulidad de los acuerdos en
uso de sus derechos como accionistas, cuando el acuerdo no esté arreglado a derecho o a los
intereses sociales; una defectuosa regulación de la impugnación y nulidad de los acuerdos de
la junta general, puede conllevar a un uso abusivo de sus derechos que constituirían trabas y
obstáculos en el manejo de la sociedad anónima con la consecuente incertidumbre tanto para
la propia sociedad, como para los agentes económicos que con ella contratan.
Como es sabido la sociedad anónima es una persona jurídica de mayor importancia en el
mundo contemporáneo y el Perú no está ajeno a esta realidad, en ella están en juego y
confluyen una serie de intereses de diversa índole, por tanto es necesario que el derecho y las
legislaciones adopten regulaciones que procuren que el manejo de estas entidades sea
adecuado y eficiente, esto es procurar que los órganos de la sociedad cuenten con
instituciones legales que le brinden rápida solución a los problemas presentados y por tanto
menor uso de recursos, a fin de procurar el crecimiento y desarrollo empresarial.

Si bien es cierto los accionistas cuentan con derechos políticos y económicos por su condición
de tales, y, entre uno de esos derechos se encuentra el de impugnar o pedir la nulidad de los
acuerdos que no se ajusten al ordenamiento jurídico o a los intereses sociales; también lo es
que estas facultades deben guardar equilibrio con principios de seguridad en el tráfico
mercantil, celeridad y eficiencia en el manejo de la sociedad anónima, sobre todo en un
mundo que se caracteriza por la dinamicidad y requiere rapidez en las transacciones. Por tanto
la Ley general de sociedades debe contribuir a evitar que el uso de las impugnaciones a los
acuerdos y consiguiente judicialización de los asuntos societarios, se constituyan en un
obstáculo para el adecuado manejo de la sociedad anónima.

2.- EL DERECHO DE IMPUGNACIÓN

HUNDSKOPF, Oswaldo afirma que “es un derecho potestativo ya que el accionista tiene la
facultad o no de ejercitarlo; es además, un derecho personal porque es inherente a la
condición de accionista la que…no solo debe ostentarse al momento de tomarse el acuerdo
materia de impugnación, sino que debe mantenerse durante todo el proceso y, finalmente, es
un derecho subjetivo por cuanto se le concede al accionista dicho derecho para formular su
pretensión, basándose en su apreciación personal, la que debe compatibilizarse con el interés
social”[3].

Para VEGA, Jorge “el derecho de impugnación de acuerdos societarios representa el derecho
subjetivo de todo accionista y de cualquier tercero con legítimo interés, en algunos casos, a
solicitar se declare la invalidez, por ende ineficacia, de los acuerdos adoptados por la junta
general de accionistas en razón a un defecto sustancial en su contenido o formulación.”[4]

ELIAS, Enrique dice que “el derecho de impugnación es un derecho subjetivo, propio del
accionista en su calidad de tal y no vinculado a la protección de otros accionistas, la sociedad o
terceros. Este derecho se vincula con los derechos políticos del accionista: así como tiene
derecho a participar en la formación de la voluntad de la sociedad mediante la emisión del
voto, también tiene derecho a velar porque dichas decisiones se ajusten a lo previsto en la Ley
o el pacto social y no lesionen los intereses de la sociedad en beneficio exclusivo de algunos
socios”[5]

TORRES, Manuel afirma que “el derecho de impugnación, en principio es un derecho político
en la medida que, mediante su ejercicio, el socio expresa su disconformidad con la adopción
de determinado acuerdo y solicita su inmediata revocación a efectos de que no despliegue los
efectos deseados por los demás socios. Es decir, el socio impugnante discrepa abiertamente de
la decisión adoptada en la junta, por lo que es una manifestación política de negación de la
legalidad o validez del acuerdo.”[6]

3.- EXPRESIONES DEL DERECHO DE IMPUGNACIÓN

De acuerdo a la Ley General de Sociedades, los socios cuentan con dos pretensiones
procesales para estos efectos:

i.- La acción de impugnación propiamente dicha, prevista en los artículos 139 a 149 de la ley
General de Sociedades; y,

ii.- La acción de nulidad, prevista en el artículo 150º del referido cuerpo de leyes.

Esto es, para utilizar términos más afines al derecho procesal, el derecho de acción de los
socios para recurrir al órgano jurisdiccional a fin de resolver el conflicto de intereses generado
entre él (en su condición de accionista) y la sociedad por la adopción de un determinado
acuerdo, puede materializarse a través de dos pretensiones procesales: la llamada acción
(léase pretensión) de impugnación de acuerdos societarios y la llamada acción (pretensión) de
nulidad de acuerdos societarios[7].

VEGA, Jorge afirma que “el fundamento para establecer una diferencia entre la impugnación y
la nulidad de los acuerdos de juntas generales de accionistas radica en la naturaleza del vicio o
defecto del que adolecen los mismos en relación al nivel de influencia que posteriormente
desencadene tales acuerdos. Esto es, si los acuerdos se encuentran vinculados exclusivamente
al desarrollo interno de la sociedades generando consecuencias para un grupo determinado de
sujetos, llámese los accionistas, estos serán los únicos interesados y, por ende, legitimados
para impugnarlos. Por otro lado, si los vicios, así como los acuerdos que los contienen
determinan consecuencias que trascienden los intereses de los accionistas, el ordenamiento
jurídico prevé la acción de nulidad a favor de aquellos que tengan un interés legítimo en
contradecirlos.”[8]
4.- LA PRETENSIÓN DE IMPUGNACIÓN DE LOS ACUERDOS DE LA JUNTA GENERAL DE
ACCIONISTAS

La primera variante del derecho de impugnación - la Impugnación de acuerdos - se encuentra


establecida en los artículos 139 a 149 de la ley.

El artículo 139 de la ley general de sociedades establece que “pueden ser impugnados
judicialmente los acuerdos de la junta general cuyo contenido sea contrario a esta ley, se
oponga al estatuto o al pacto social o lesione, en beneficio directo o indirecto de uno o varios
accionistas, los intereses de la sociedad. Los acuerdos que incurran en causal de anulabilidad
prevista en la Ley o en el Código Civil, también serán impugnables en los plazos y formas que
señala la ley.

No procede impugnación cuando el acuerdo haya sido revocado o sustituido por otro
adoptado conforme a ley, al pacto social o al estatuto.

El Juez mandará tener por concluido el proceso o dispondrá el archivo de autos, cualquiera que
sea su estado, si la sociedad acredita que el acuerdo ha sido revocado o sustituido conforme a
lo prescrito en el párrafo precedente.

En los casos previstos en los dos párrafos anteriores no se perjudica el derecho adquirido por
el tercero de buena fe.”

4.1.- SUPUESTOS.-

Entre los supuestos de impugnación podemos enunciar los siguientes:

1.- Los acuerdos cuyo contenido sea contrario a la Ley General de Sociedades.
2.- Los acuerdos cuyo contenido sea contrario o entren en conflicto con las estipulaciones del
pacto social.

3.- Los acuerdos cuyo contenido sea contrario o entren en conflicto con las estipulaciones del
estatuto.

4.- Los acuerdos cuyo contenido lesione los intereses de la sociedad en beneficio directo de
uno o varios socios.

5.- Los acuerdos cuyo contenido lesione los intereses de la sociedad en beneficio indirecto de
uno o varios socios.

6.- Los acuerdos cuyo contenido incurra en alguna causal de anulabilidad prevista en la Ley.

7.- Los acuerdos cuyo contenido incurra en alguna causal de anulabilidad prevista en el Código
Civil.

4.2.- LEGITIMIDAD ACTIVA.-

El artículo 140 de la Ley General de Sociedades establece: “La impugnación prevista en el


primer párrafo del artículo anterior puede ser interpuesta por los accionistas que en la junta
general hubiesen hecho constar en acta su oposición al acuerdo, por los accionistas ausentes y
por los que hayan sido ilegítimamente privados de emitir su voto”.

HUNDSPOF, Oswaldo afirma: “En nuestro sistema jurídico, por considerarse el derecho el
derecho de impugnación como un derecho subjetivo de naturaleza personal y exigirse por ello
la calidad de socio como requisito de procedibilidad, es necesario que el accionista
impugnante mantenga su calidad de accionista durante el proceso judicial, debiendo
obviamente ostentar tal calidad en la fecha del acuerdo impugnado. Según el artículo 140 de
nuestra ley (Ley General de Sociedades), para que el accionista esté legítimamente autorizado
a interponer la acción, debe encontrarse dentro de cualquiera de estas tres situaciones: que
haya asistido a la junta y haya hecho constar en el acta su oposición al acuerdo que pretende
impugnar; que se haya encontrado ausente en la junta en el momento de tomarse el acuerdo
materia de impugnación; o que el socio haya sido ilegítimamente privado de emitir su voto”[9].
En consecuencia de acuerdo al a artículo 140 de la Ley general de sociedades para demandar la
impugnación de acuerdo de la junta general de accionistas se requiere, necesariamente ser
accionista, además:

- Haber asistido a la junta y hecho constar en el acta su oposición al acuerdo.

- Haber estado ausente en la junta al momento de tomarse el acuerdo; o,

- Haber sido ilegítimamente privado de emitir su voto.

4.3.- PLAZOS DE CADUCIDAD.-

La ley general de sociedades establece los siguientes plazos de caducidad, conforme al artículo
142:

i.- Dos meses de la fecha de la adopción de acuerdo, si el socio impugnante concurrió a la


junta general; o,

ii.- Tres meses si no concurrió a la Junta general de accionistas; o, en su defecto,

iii.- Tratándose de acuerdos inscribibles, interponer su demanda dentro del mes siguiente de la
inscripción.

4.4.- VÍAS PROCESALES

El artículo 143, primer párrafo establece: “La impugnación se tramita por el proceso
abreviado. Las que se sustenten en defectos de convocatoria o falta de quórum se tramitan
por el proceso sumarísimo”.
ELIAS, Enrique hace el siguiente comentario: “La Impugnación aclara que la impugnación se
tramita como proceso abreviado. En este caso la LGS, aunque no explícitamente, se está
refiriendo sólo a los acuerdos impugnables descritos en el artículo 139. Como se puede
apreciar, el artículo 139 refiere a la nulidad de los acuerdos adoptados por la junta general
cuyo contenido tiene determinadas características. En tal virtud, no es aplicable, por ejemplo a
los casos del artículo 150 ni aquellos acuerdos que han sido adoptados en una junta general
que se constituyó sin cumplir con los requisitos de convocatoria y quórum necesarios.”[10]

Asimismo TORRES, Manuel para complementar lo antes citado afirma que “si se revisa con
cuidado el artículo 139 de nuestra ley societaria, podemos advertir que cada uno de los cuatro
supuestos de impugnación previstos tienen su razón de ser en el contenido del acuerdo. O sea,
no se discute cómo se llegó a adoptar el acuerdo, sino el contenido del acuerdo en sí.
Obviamente, en este último caso se requiere de una discusión y debate mayor que permita a
las partes en conflicto exponer sus pareceres sobre la invalidez o legalidad del acuerdo, lo que
no se puede lograr con creces en los procesos sumarísimos.”[11]

Respecto al proceso sumarísimo se tramitan en esta vía procesal las impugnaciones que se
sustenten en defectos de convocatoria o falta de quórum; al respecto el Artículo 116, sobre los
requisitos de la convocatoria establece: “El aviso de convocatoria de la junta general
obligatoria anual y de las demás juntas previstas en el estatuto debe ser publicado con una
anticipación no menor de diez días al de la fecha fijada para su celebración. En los demás
casos, salvo aquellos en que la ley o el estatuto fijen plazos mayores, la anticipación de la
publicación será no menor de tres días.

El aviso de convocatoria especifica el lugar, día y hora de celebración de la junta general,


así como los asuntos a tratar. Puede constar asimismo en el aviso el lugar, día y hora en que, si
así procediera, se reunirá la junta general en segunda convocatoria. Dicha segunda reunión
debe celebrarse no menos de tres ni más de diez días después de la primera.

La junta general no puede tratar asuntos distintos a los señalados en el aviso de


convocatoria, salvo en los casos permitidos por la Ley”.

Y, en segundo lugar, los defectos de quórum se dan en los siguientes casos:

i.- Cuando el acuerdo ha sido adoptado en una junta que no reunió, en primera convocatoria,
al menos los dos tercios de las acciones suscritas con derecho a voto; o,

ii.- Cuando, en segunda convocatoria, el acuerdo fue adoptado en una junta que no tuvo
concurrencia igual o mayor a tres quintas partes de las acciones suscritas con derecho a voto;
iii.- Cuando el acuerdo no se adoptó con el voto favorable de la mayoría absoluta de las
acciones suscritas con derecho a voto.

4.5.- JUEZ COMPETETE

El artículo 143, segundo párrafo establece: “Es competente para conocer la impugnación de los
acuerdos adoptados por la junta general el juez del domicilio de la sociedad”. La norma no
hace referencia a la competencia por especialidad, sin embargo se entiende que es el Juez
Comercial, y en su defecto el Juez Civil del domicilio de la sociedad.

4.6.- INTRANSMISIBILIDAD DE LAS ACCIONES DEL SOCIO IMPUGNANTE.-

Regulado en el artículo 144 de la Ley General de Sociedades que establece: “El accionista que
impugne judicialmente cualquier acuerdo de la junta general deberá mantener su condición de
tal durante el proceso, a cuyo efecto se hará la anotación respectiva en la matrícula de
acciones.

La transferencia voluntaria, parcial o total, de las acciones de propiedad del accionista


demandante extinguirá, respecto de él, el proceso de impugnación.”

TORRES, Manuel hace una dura crítica a este artículo al decir que “el artículo 144 de la vigente
norma societaria no deja de ser particularmente criticable. En efecto al sancionar al socio que
transfiere parte de su participación social con la pérdida de la legitimidad para obrar en el
proceso de impugnación, dicho artículo resulta ser un precepto ineficiente e inadecuado al
devenir del mercado y al libre flujo de los capitales.”[12]

4.7.- ACUMULACIÓN DE PRETENSIONES DE IMPUGNACIÓN

Conforme el artículo 146 de la Ley General de Sociedades: “Todas las acciones que tengan por
objeto la impugnación de un mismo acuerdo se sustanciarán y decidirán en un mismo proceso.
No puede acumularse a la pretensión de impugnación iniciada por las causales previstas
en el artículo 139, la de indemnización por daños y perjuicios o cualquier otra que deba
tramitarse en el proceso de conocimiento, ni se admitirá la reconvención que por este
concepto formule la sociedad, quedando sin embargo a salvo el derecho de las partes a iniciar
procesos separados.”

Para MONTOYA, Ulises “a fin de procurar la mayor celeridad en la tramitación del proceso de
impugnación, se prohíbe que se tramite conjuntamente con la acción de impugnación la de
resarcimiento de daños y perjuicios o de cualquier otra que debe seguirse como proceso de
conocimiento, pues esto crearía una implicancia de orden procesal. Del mismo modo, si se
diese al juicio de impugnación la tramitación del proceso de conocimiento, se estaría
permitiendo la frustración del propósito de franquear un procedimiento rápido para la
solución de la acción impugnatoria.”[13]

4.8.- MEDIDAS CAUTELARES.-

A. SUSPENSION DE ACUERDO.- regulado en el artículo 145 de la Ley general de sociedades que


establece: “El Juez, a pedido de accionistas que representen más del veinte por ciento del
capital suscrito, podrá dictar medida cautelar de suspensión del acuerdo impugnado.

El juez debe disponer que los solicitantes presten contracautela para resarcir los daños y
perjuicios que pueda causar la suspensión”.

Al respecto MONTOYA afirma que “como protección contra la ejecución de acuerdos


presumiblemente inválidos, se autoriza al juez a ordenar la suspensión del acuerdo impugnado
y en casos de necesidad, aun a suspender el cumplimiento del que estuviese en ejecución, a fin
de que la acción de impugnación resulte eficaz. Pero, esta facultad no puede ejercitarse
indiscriminadamente, sino que está vinculada a determinada proporción del capital en poder
del impugnante, que debe ser de por lo menos el veinte por ciento del capital social. Es
importante hacer notar que en el presente caso, la ley no utiliza como patrón de medida las
acciones con derecho a voto para computar el mínimo para ejercer este derecho, sino el
capital suscrito, ello por cuanto la impugnación puede ejercerla el titular de acciones sin
derecho a voto, y estas acciones como las que tienen derecho a voto forman parte del capital
de la sociedad.” [14]
B. MEDIDA CAUTELAR DE ANOTACIÓN DE DEMANDA.- Regulado en el según el artículo 147 de
la Ley General de Sociedades, que dispone: “A solicitud de parte, el Juez puede dictar medida
cautelar, disponiendo la anotación de la demanda en el Registro.

La suspensión definitiva del acuerdo impugnado se inscribirá cuando quede firme la


resolución que así lo disponga.

A solicitud de la sociedad las anotaciones antes referidas se cancelarán cuando la


demanda en que se funden sea desestimada por sentencia firme, o cuando el demandante se
haya desistido, conciliado, transado o cuando se haya producido el abandono del proceso.”

HUNDSKOPF afirma que dicha anotación cumple con la función de debilitar la eficacia de la
buena fe registral, evitando de esta manera que los terceros aleguen buena fe, a efectos de no
verse perjudicados por las consecuencia materiales de la sentencia definitiva que deje sin
efecto el acuerdo impugnado”[15]

4.9.- EFECTOS DE LA SENTENCIA.-

Según el Artículo 148 de la Ley General de sociedades “La sentencia que declare fundada
la impugnación producirá efectos frente a la sociedad y todos los accionistas, pero no afectará
los derechos adquiridos por terceros de buena fe a consecuencia del acuerdo impugnado.

La sentencia firme que declare la nulidad de un acuerdo inscrito debe inscribirse en el


Registro.”

5.- LA PRETENSIÓN DE NULIDAD DE LOS ACUERDOS DE LA JUNTA GENERAL DE ACCIONISTAS –


ACCIÓN DE NULIDAD

El artículo 150º de la Ley General de Sociedades prescribe: “Procede acción de nulidad para
invalidar los acuerdos de la junta contrarios a normas imperativas o que incurran en causales
de nulidad previstas en esta ley o en el Código Civil.
Cualquier persona que tenga legítimo interés puede interponer acción de nulidad contra
los acuerdos mencionados en el párrafo anterior, la que se sustanciará en el proceso de
conocimiento.

La acción de nulidad prevista en este artículo caduca al año de la adopción del acuerdo
respectivo.”

Nos dice VEGA, Jorge que “un acuerdo societario más allá de los mecanismos particulares
empleados en su formación, no deja de ser un acto jurídico, y, por tanto, susceptible de
someterse a las normas sobre nulidad. La doctrina es unánime al señalar que todo acto nulo es
pasible de impugnación en razón a los vicios de los que adolece, y que la consecuencia lógica
de la declaración judicial de nulidad es que el acto nunca haya existido.

No obstante lo referido, se debe considerar que la nulidad contenida en el artículo 150 de la


ley difiere en no pocos aspectos de la nulidad civil.

(…) Podemos hablar de una nulidad societaria, con características especiales ajenas a la
nulidad civil, que se adecua al espectro de las sociedades y que permite que la ley regule de
manera efectiva el mismo, alejando el fantasma absorbente del entorno civilista”[16]

Por su parte SÁNCHEZ CALERO, Fernando afirma que “dentro de los acuerdos nulos se
encuentran los que por su causa o contenido resultaren contrarios al orden público, cuya
nulidad ha de estimarse como absoluta y no sanable con el transcurso del tiempo. La
delimitación de estos acuerdos cuya invalidez deriva de una nulidad absoluta ha de referirse al
hecho concurrente de que su causa o su contenido sean contrarios al orden público, cuya
concreción resulta difícil. Porque el orden público, está constituido por los principios jurídicos
que son absolutamente obligatorios para la conservación del orden social de un pueblo y en
una época determinada, cuya formulación frecuentemente no esta recogida por la ley.”[17]

5.1.- SUPUESTOS

De acuerdo al artículo 150 de la Ley General de Sociedades se puede demandar la nulidad de


acuerdo de la Junta General de Sociedades:

a. Acuerdos contrarios a normas imperativas;


b. Acuerdos que incurran en causales de nulidad previstas en la Ley General de Sociedades;
o.

c. Acuerdos que incurran en causales de nulidad prevista en el Código Civil.-

5.2.- LEGITIMIDAD ACTIVA

Según ALFARO, Rosario y CALDERÓN, Carlos, “la legitimidad activa la tiene cualquiera, tanto el
accionista como el tercero. En cuanto al tercero su legitimación se deriva porque se infracciona
una norma imperativa, lo que faculta a cualquiera a solicitar su nulidad. En el caso del
accionista su legitimación prospera incluso si ha votado a favor del acuerdo, sin que pueda
existir cortapisa alguna a dicha legitimidad dada la trascendencia del acto que se pretende
anular.”[18]

Para HUNSDKOPF “esta acción puede ser utilizada por los directores de la sociedad o por los
terceros con legítimo interés a efectos de impugnar los acuerdos contrarios a la ley ya que,
como se ha visto, carecen de legitimación activa para la acción de impugnación que se siga a
través del proceso abreviado o sumarísimo. También podrá ser interpuesta por cualquier
accionista, una vez vencido el plazo de caducidad establecido por el artículo 142 de la ley (Ley
general de sociedades) para presentar la impugnación abreviada o sumarísima.”[19]

5.3.- CADUCIDAD

De acuerdo al artículo 150 de la Ley General de Sociedades la pretensión de nulidad caduca al


año. Al respecto se ha dicho que “la impugnación de los acuerdos está sujeta a un plazo de
caducidad como una forma de brindar seguridad jurídica en materia societaria, no solo en lo
que se refiere a las acciones meramente comerciales como son las que ejercen los socios por
su condición de accionistas dentro del plazo señalado en la ley, sino también la caducidad
aplicada a las pretensiones que se amparan en las causales de nulidad del Código Civil.”[20]
5.4.- VIA PROCESAL

La pretensión de nulidad se tramita en el proceso de conocimiento.

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Sánchez Calero, Fernando. INSTITUCIONES DE DERECHO MERCANTIL. TI, Editorial de Derecho


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Uria, Rodrigo. DERECHO MERCANTIL. Ediciones Jurídicas S.A., 1995, 1238pp.

REVISTAS
1. REVISTA JURIDICA DEL PERÚ, Alfaro Lanchipa, Rosario y Calderón Puertas, Carlos. “Los
Procesos en la Ley General de Sociedades”, Trujillo– Perú, editorial Normas Legales, Revista N°
20, Marzo 2001.

URL

Briganti Arencibia, Alfredo, “Notas Sobre la Impugnación de acuerdos sociales: Su


problemática”,

http://www.cej.justicia.es/pdf/publicaciones/abogados_estado/ABOGA23.pdf.

[1] Cfr. HUNDSKOPF, Oswaldo. El derecho de impugnación de acuerdos de juntas generales de


accionistas en la nueva ley general de sociedades y su ejercicio a través de las acciones
judiciales. En: Ius et veritas. Edit. Tinco SA, Año IX, N° 17, Lima, 1998, p. 89

[2] Cfr. ECHAIZ, Daniel. La Legislación societaria en el Perú (reflexiones jurídicas). En Revista
Jurídica del Perú. Nº 36, Julio 2001

[3] Vid. HUNDSKOPF, Oswaldo. Derecho Comercial – Temas Societarios. Fondo Editorial de la
universidad de Lima. TIII. Lima. 2000. p. 63

[4] Vid. VEGA, Jorge. Impugnación y nulidad de acuerdos societarios. En Tratado de Derecho
Mercantil. Gaceta Jurídica. TI. Lima. 2005. p. 526

[5] Vid. ELIAS, Enrique: Derecho Societario Peruano. Ed. Normas Legales. Trujillo. 2000. p. 306

[6] TORRES, Manuel. Op. Cit. Pág. 554

[7] Cfr: Ibidem. p. 556.

[8] Vid. VEGA, Jorge. Op. Cit. p. 527

[9] HUNDSKOPF, Oswaldo: Op. Cit. pp. 67-68

[10] ELIAS, Enrique: Op. Cit. p. 310

[11] TORRES, Manuel: Op. Cit. p. 564

[12] Ibidem. p. 571

[13] MONTOYA, Ulises Derecho Comercial. Grijley. T. I. 11° ed., Lima, 2004. pp. 232-233
[14] Ibidem. Pág.233

[15] HUNDSKOPF, Oswaldo: Op. Cit. p. 70

[16] VEGA, Jorge: Op. Cit. P. 549

[17] SÁNCHEZ, Fernando. Instituciones De Derecho Mercantil. Editorial de Derecho Reunidas,


18º Ed., Madrid, 1995, pp. 396-397

[18] ALFARO, Rosario y CALDERÓN, Carlos. Los Procesos en la Ley General de Sociedades. En:
Revista Jurídica Del Perú. Ed. Normas Legales. N° 20, Trujillo, Marzo 2001. p. 58

[19] HUNDSKOPF, Oswaldo. Op. Cit. p. 76

[20] Montoya Manfredi, Ulises: Op. Cit. Pág. 229

1,.7. De las pretensiones de nulidad e impugnación

En el tema de la nulidad e impugnación se presenta una doble regulación.

En la parte general, artículos 35o(20) al 384, aplicable a todas las formas societarias (sociedad
anónima, sociedad colectiva, sociedades en comandita, sociedad comercial de responsabilidad
limitada y sociedades civiles), se regula la nulidad del pacto social y la nulidad de acuerdos
societarios, mientras ue en la parte especial, artículos 139o al 151q, dedicada a Ia sociedad
anónima y sus dos modalidades, está prevista la impugnación de acuerdos societarios y la
nulidad de acuerdos societarios.

Sobre la duplicidad normativa, Jairo Cieza Mora opina que, si "bien es cierto, la nulidad de
acuerdos Propiamente dicha se encuentra regulada en el artículo 1504 de la LGS, esta
institución se confunde y superpone en la práctica con la figura de la impugnación judicial de
acuerdos, la cual se encuentra establecida en el artículo 139a de la LGS. Similar confusión se
presenta en el ordenamiento civil en el cual las causales de impugnación judicial de acuerdos
prevista en el artículo 92a del CC. En el formante jurisprudencial peruano existe también una
superposición de conceptos cuando se habla de las causas para invocar la nulidad o la
impugnación de determinado acuerdo en materia societaria, lo cual genera incertidumbre
jurídica y se constituye en un obstáculo para el tráfico comercial. Se requiere de una
sistematización de estos artículos que regule y distingaIUTELA PROCESAL GENERAL DE LAS
SOCIEDADES Y SUS MIEMBROS

adecuadamente la nulidad e impugnación de acuerdos tanto en materia

societaria como en el campo .iri1".(zt)

La Comisión Redactora al parecer estuvo consciente de tal duplicidad

y justificó la misma señalando que las "reglas generales establecidas

en nuestro ordenamiento jurídico Para velar que las manifestaciones de

voluntad se ajusten al mismo -nulidad y anulabilidad del acto jurídicoresultan

por sí solas insuficientes para el caso de las sociedades, debido

a que la formación de la voluntad en estas Personas jurídicas se produce


a través de un mecanismo complejo que oPera con reglas muy concretas,

así como por los múltiples intereses en juego cuando se discute la nulidad

de los acuerdos societarios: intereses de accionistas, de los terceros

relacionados con la sociedad y el interés general de brindar seguridad al

tráfico mg¡6¿¡¡i1".(22)

Vemos que la labor de la Comisión Redactora fue creativa: por un lado

se reguló la pretensión de nulidad genérica que corresponde a cualquier

persona con legítimo interés, para distinguirla de la pretensiórr impugnatoria

(especial), que sólo corresponde a los accionistas de la sociedad anónima.

Así lo ha entendido por Judicatura: "En materia de impr-rgnación de

acuerdos de una entidad societaria, el derecho de impugnar, Por parte de

un accionista, constituye un derecho propio no necesariamente vinculado

a la protección de otros accionistas, Ia sociedad o terceros. El ejercicio de

este derecho guarda relación con los derechos políticos del accionista, pues

así como puede participar en la formación de la voluntad de la sociedad

mediante la emisión del voto, también tiene derecho a velar que dichas

decisiones se efectúen conforme a ley y al pacto social, no debiendo lesionar

los intereses de la sociedad en beneficio de algunot to.iot''(23)

La creatividad es mayor, ya que con el afán de manterler viva y activa

una sociedad, aun cuando se presente una causal de nulidad, puede

revocarse el acuerdo viciado o sustituirse, de tal modo que oPera la subsanación

de una nulidad, lo que es singular si hacemos una comparación

con el tratamiento de las nulidades en materia civil.

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