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VIDAL-NAQUET El Mundo de Homero Caps 1, 2, 7, 9

1) Los poemas homéricos de La Ilíada y La Odisea datan del siglo IX-VIII a.C. y fueron compuestos originalmente para ser recitados por aedos que los cantaban y acompañaban con instrumentos musicales. 2) Los rapsodas eran personas que aprendían los poemas de memoria para recitarlos. El filósofo Platón describió al rapsoda Ión como alguien que hacía un estudio continuo de Homero. 3) Se cree que los poemas homéricos fueron fijados por escrito
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VIDAL-NAQUET El Mundo de Homero Caps 1, 2, 7, 9

1) Los poemas homéricos de La Ilíada y La Odisea datan del siglo IX-VIII a.C. y fueron compuestos originalmente para ser recitados por aedos que los cantaban y acompañaban con instrumentos musicales. 2) Los rapsodas eran personas que aprendían los poemas de memoria para recitarlos. El filósofo Platón describió al rapsoda Ión como alguien que hacía un estudio continuo de Homero. 3) Se cree que los poemas homéricos fueron fijados por escrito
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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero

I. PEQUEÑA HISTORIA DE DOS POEMAS

CONOCEMOS la cabeza de Homero: un hombre ciego, de cabello y barba


abundantes. No es un retrato. Esta escultura, que se conserva en el museo de Munich
en Baviera, data de la época romana. Probablemente está inspirada en un modelo del
siglo V a.C., la gran época del arte griego (figura 1). Existen biografías de Homero,
pero son puramente legendarias. Si los antiguos lo consideraban ciego, tal vez se debía
a que pensaban, acaso no sin razón, que la memoria de un hombre era tanto más
impresionante por cuanto carecía de la vista.
Siete ciudades de la Grecia asiática, más precisamente de Jonia y Eolia, situadas
en la costa de lo que hoy es Turquía y en las islas griegas vecinas, se disputaban el
honor de ser su patria: entre ellas se cuentan Esmirna, en el continente, y la isla de
Quíos, donde aún hoy exhiben la "Piedra de Homero", también llamada la "Piedra del
Maestro de Escuela", un peñasco donde está tallada una silla en la cual se sentaba el
poeta cuando recitaba sus versos a los niños.
Se ha fantaseado mucho –incluso se ha delirado– sobre el poeta ciego. ¿Hubo
un Homero, dos Homeros, incluso, como piensan muchos, una multitud de Homeros?
En la isla de Quíos vivían los Homéridas, que decían ser descendientes del poeta, un
grupo de rapsodas que cantaban los poemas de su presunto antepasado.
¿Qué es un rapsoda? Aparece uno en una vasija ática del siglo V a.C. (figura 2).
Con la mano sostiene un bastón en gesto de orador y de su boca salen palabras, como
en los textos de nuestras historietas, acaso los versos de un poema épico. Proviene de
Tirinto (figura 4), ciudad amurallada vecina de Micenas. En el siglo siguiente, el
filósofo Platón, en uno de sus diálogos, puso en boca de su maestro, el ateniense
Sócrates (quien fue condenado a muerte en 399), las siguientes palabras dirigidas al
rapsoda Ión de Éfeso (en Jonia):

Muchas veces, mi querido Ión, os he tenido envidia a los que sois rapsodas, a
causa de vuestra profesión. Es, en efecto, materia de envidia la ventaja que ofrece
el veros aparecer siempre ricamente vestidos en las más espléndidas fiestas, y al
mismo tiempo el veros precisados a hacer un estudio continuo de una multitud de
excelentes poetas, principalmente de Homero, el más grande y más divino de
todos.

Ión hacía un estudio continuo de Homero, lo cual era una manera de decir que
conocía de memoria los poemas homéricos, La Ilíada y La Odisea. Los había
aprendido al leerlos o al escuchar a otros recitarlos.
Homero no era un rapsoda sino un aedo. El término viene del griego aoidos, que
significa "cantor". Los poemas homéricos fueron compuestos y cantados por aedos que

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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
se acompañaban con un pequeño instrumento de cuerdas, la forminge.
¿Cuándo vivió Homero? La opinión general es que La Ilíada y La Odisea datan
de finales del siglo IX a.C. o del siglo VIII, siendo la primera anterior a esta última en
varios decenios. El siglo VIII es un período muy importante en la historia del mundo
griego, y del mundo mediterráneo en general (por ejemplo, Roma fue fundada en 753
a.C.). En esa época se consolida en la Grecia europea, insular y asiática una nueva
forma de vida social: la ciudad. Un grupo de hombres libres dice "nosotros" al hablar
en nombre de todos. Los reyes han desaparecido, o bien tienen una función simbólica.
Las ciudades no son gobernadas por el pueblo sino por grupos de hombres
(relativamente) ricos, poseedores de tierras y de los ingresos provenientes de éstas,
pero que en ocasiones se dedican al gran comercio marítimo.
Cuando leemos La Ilíada o La Odisea, debemos recordar que eran poemas para
ser recitados ante auditorios de hombres ricos y poderosos, capaces de hacer la guerra
y armarse de pies a cabeza, con casco, coraza y grebas, como se advierte en esa
armadura del siglo VIII hallada casi intacta en una tumba en Argos, al norte del
Peloponeso (figura 12). Las ciudades del siglo VIII podían tomar colectivamente
decisiones importantes; por ejemplo, la de enviar emigrantes más allá del mar, al sur
de Italia o a Sicilia, a fundar colonias, es decir, ciudades nuevas, como Cumas, no lejos
de Nápoles, o Siracusa en Sicilia.
Precisamente en una tumba en Ischia, una isla en la bahía de Nápoles, en 1955
apareció un cáliz que databa aproximadamente del 720 a.C. con una inscripción que
constituye la primera alusión escrita a los poemas homéricos. Es lo que se llama un
"objeto parlante": se supone que el cáliz se dirige al bebedor:

Yo soy el cáliz, útil para beber, de Néstor.


Quien beba será embargado inmediatamente
por el deseo de Afrodita, la de la bella corona.

Afrodita es la diosa del amor. Por su parte, Néstor, un anciano, es un personaje


importante tanto de La Ilíada como de La Odisea. Posee un cáliz descrito en el canto
XI de La Ilíada. Esta inscripción está redactada en verso. Así, podemos tener la certeza
de que los temas e incluso las formas de la poesía épica griega existían en una versión
escrita en el siglo VIII antes de nuestra era.
¿Cómo se sitúa en este contexto a Homero o, más precisamente, a los poetas
que bajo ese nombre nos legaron La Ilíada y La Odisea? Si el lector de hoy quiere
obtener las obras de Homero, debe acudir a un librero. Si escribe versos, puede
confiarlos a un editor, quien a su vez los entregará a un impresor. Pero en el siglo VIII
a.C. no había ni libreros ni editores ni, por cierto, impresores. La imprenta apareció
por primera vez en la China y luego en Occidente, en el siglo XV con Gutenberg. Fue
apenas en 1488 que los poemas homéricos aparecieron por primera vez en versión
impresa, en Florencia, Italia (figura 7).
¿Qué sucedía en la época de Homero? ¿Existía un vínculo real entre la práctica
del canto poético y la escritura? ¿Qué dicen al respecto los poemas mismos? En el
canto VI de La Ilíada, el héroe Glauco, que combate en el bando troyano, relata al
héroe aqueo Diomedes la historia de su antepasado Belerofonte, personaje conocido de
la mitología griega sobre todo por haber matado a un ser monstruoso, la Quimera.

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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
Belerofonte había sido enviado a un rey de Licia (en el Asia Menor) con un mensaje
que contenía "signos de muerte". Hoy hablaríamos de una carta escrita en lenguaje
cifrado que pedía al destinatario que matara al mensajero. Este episodio es muy
revelador de una concepción un poco diabólica de la escritura. Su función no es dejar
constancia escrita de los poemas ni, como se hace a partir del siglo VII, de las leyes,
sino transmitir un mensaje de muerte.
Al principio tanto de La Ilíada como de La Odisea, el poeta se dirige a una
divinidad, la Musa, que todo lo sabe y puede relatar: "Canta, oh diosa, la cólera de
Aquiles hijo de Peleo [...] Dime, oh musa, del héroe ingenioso [Ulises]". Pues bien, las
Musas, hijas de la diosa Memoria, son las depositarias de la poesía. En La Ilíada, el
único héroe capaz de cantar, acompañándose con una cítara, es Aquiles, el héroe por
excelencia, el "mejor de los aqueos". Por el contrario, en La Odisea se multiplican los
aedos. Hay uno entre los feacios, el pueblo navegante que transportará a Ulises hasta
Ítaca. Hay uno en el palacio de Ulises, a quien el héroe le perdona la vida mientras se
venga de los pretendientes. Ulises mismo es un aedo que canta sus viajes. Por último,
entre los seres maléficos que encuentra entre Troya y Feacia, están las Sirenas, que no
son mitad mujeres, mitad peces, sino mitad mujeres, mitad aves (figura 33). Ulises
sabe que, si se deja seducir por ellas, perecerá. Tapona con cera las orejas de sus
camaradas y él mismo se hace atar al mástil de su nave. La poesía, como la escritura,
es peligrosa.
¿Qué cantan las Sirenas? Justamente, la guerra de Troya:

Porque sabemos todas las fatigas


que griegos y troyanos resistieron
en Troya por decreto de los dioses
y cuanto ocurre en la espaciosa tierra.

Y aquellos que se acercan demasiado a esas mujeres-aves corren un peligro terrible:

Pues encantan con su voz deliciosa


en verde prado sentadas, rodeadas de
osamentas humanas y de carnes que se pudren.

La Odisea contiene, entonces, una suerte de reflexión sobre el oficio del aedo,
sobre la grandeza y los peligros que puede representar.
Los aedos eran capaces de reproducir, con intervalos de algunos años y con
escasas variantes, las epopeyas puramente orales. Se ha observado el mismo fenómeno
en África, Oceanía y en otras sociedades, como la del Kurdistán. Dicho lo cual, es
difícil no relacionar la consolidación de los cantos épicos con el desarrollo de la
escritura alfabética que los griegos tomaron de los fenicios alrededor del 900 a.C.
Se trata de saber cuándo quedaron fijados los textos. Muy antiguamente según
algunos eruditos, pero para otros no antes de 560 a.C, cuando Pisístrato, "tirano" —es
decir, gobernante no electo— de Atenas, mandó preparar una edición oficial. Se trata
de dos hipótesis extremas. La única certeza es que estos textos conocieron pocas
variaciones desde que fueron fijados hasta 1488, el año de su primera impresión. Tanto
La Ilíada como La Odisea llevan la impronta de un compositor "monumental", que
sabe lo que va a decir desde el principio hasta el fin. La división en cantos según el

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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
modelo de las letras del alfabeto, del I al XXIV, sí es tardía. Se remonta a la llamada
época alejandrina, probablemente al siglo III a.C.
¿En qué lengua fueron compuestos? En un idioma en parte artificial basado en
dos dialectos hablados principalmente en el Asia Menor (la Turquía actual), el jónico y
el eolio. Los 26 mil versos siguen una forma llamada "hexámetro dactílico". Cada uno
está compuesto por seis medidas (hex significa "seis" en griego y metron, "medida").
Cada medida está compuesta por una sílaba larga y dos breves (que constituyen un
"dáctilo") o dos largas (un "espondeo"). El acento no es de intensidad como el francés,
sino "tónico" como el español, es decir, musical. Al pronunciar el nombre de Homero,
pasamos de la a sol y nuevamente a la.
Dicho lo cual, ¿qué sucedió entre la época de Pisístrato, hacia 560 a.C, y la
primera edición del texto griego en 1488? Para los griegos, Homero era el poeta por
excelencia, como la Biblia es el libro de los judíos y los cristianos, como el Dante de
La Divina Comedia es el poeta de los italianos de ayer y hoy. Los jóvenes griegos
aprendían a leer con Homero. El texto se presentaba en rollos, llamados en latín
volumina (de donde viene la palabra "volumen"), incómodos de leer. Con frecuencia
se servían de un esclavo. Junto con el Homero-texto existía felizmente el Homero-
figura, el de las vasijas y esculturas.
Los volumina estaban escritos en papiro o en pergamino (piel de carnero curtida
y tratada). Puesto que La Ilíada y La Odisea formaban parte de la cultura básica, desde
muy antiguo se las estudiaba de manera crítica para asegurar que el texto fuera
auténtico. Después de las conquistas de Alejandro (muerto en Babilonia en 323 a.C), el
griego se convirtió en la lengua culta del Mediterráneo y el Oriente. Se crearon
escuelas de eruditos, sobre todo en Alejandría, capital de los soberanos griegos de
Egipto, y en Pérgamo, Asia Menor. Las ediciones preparadas por esos estudiosos no
han llegado hasta nosotros, pero muchas de sus observaciones quedaron registradas en
comentarios más tardíos, entre ellos los de Eustacio, arzobispo de Salónica en el siglo
XII. Allá uno podía estudiar con pasión a Homero sin dejar de ser cristiano. No
sucedía lo mismo en esa época en Occidente.
Ningún rollo de papiro nos ha llegado intacto sino apenas en fragmentos,
algunos de los cuales se remontan al siglo III a.C., hallados en los desiertos de Egipto.
No obstante, una invención crucial permitió salvar una parte de la literatura griega: al
rollo sucede el códice, es decir, el libro encuadernado tal como lo conocemos hoy. A
partir del siglo III de nuestra era, esta invención se extiende por toda la cuenca del
Mediterráneo, unificada por el Imperio Romano.
Ahora bien, nuestros manuscritos más antiguos son muy posteriores, ya que se
remontan al siglo X. Son obra de los talleres del Imperio Bizantino (cuya capital era
Constantinopla, llamada antiguamente Bizancio), es decir, el Imperio Romano de
Oriente que, roído poco a poco por los persas, los árabes y finalmente los turcos, duró
hasta 1453, cuando Constantinopla cayó en manos del sultán turco Mahomet II. Por lo
demás, éste era un gran admirador de Homero, pero se identificaba con los troyanos
más que con los griegos.
¿Qué sucedía en Occidente? Tras la caída del Imperio Romano, el número de
los que sabían leer griego se redujo gradualmente hasta volverse ínfimo, con una
curiosa excepción, la de ciertos monjes irlandeses. Sin embargo, las relaciones con el
Imperio de Oriente no desaparecieron del todo. Es el caso de Venecia, donde siempre

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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
vivió una comunidad griega. En el siglo XIV, el gran poeta italiano Petrarca poseía un
Homero manuscrito, que, para su gran desesperación, era incapaz de leer. Por el
contrario, dos siglos más tarde, el poeta francés Ronsard escribió: "Quiero leer en tres
días La Ilíada de Homero", se sobreentiende que en griego. Los humanistas, sabios
griegos como Bessarión o florentinos como Marsilio Ficinio, habían conocido la
misma experiencia.
Durante los primeros años de la imprenta, los copistas manuales aún
reproducían los manuscritos griegos. Si a alguno de ustedes le dicen que escribe
"como los ángeles", sepa que no se lo compara con los habitantes de los cielos sino
con el cretense Ángel Vergecio, que para el caso de los manuscritos griegos fue el
copista preferido de Francisco I, coronado rey de Francia en 1515, poco antes de ganar
la batalla de Marignan.

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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero

II. LA HISTORIA Y LA GEOGRAFÍA

¿SUCEDIÓ realmente la guerra de Troya? Los griegos de la época clásica (500-


323 a.C.) e incluso de la helenística (323-31 a.C.) y romana no tenían la menor duda
sobre el emplazamiento de Troya, a la que llamaban, como Homero, Ilión. Desde el
siglo VIII se levantaba allí una ciudad griega que pasó luego al patrimonio romano. La
conocemos por descripciones, inscripciones, testimonios arqueológicos y monedas.
Según Estrabón, geógrafo contemporáneo de Virgilio y Augusto (siglo I a.C.), la
Troya homérica se encontraba a pocos kilómetros del lugar. Se mostraba a los turistas
la tumba de Aquiles e incluso un santuario consagrado a Héctor. Todavía en la época
helenística se observaba una costumbre curiosa. Se decía que Casandra, hija del rey
troyano Príamo, había sido violada sobre el altar de Atenea por el griego locrense
Áyax, hijo de Oileo. Como penitencia, los locrenses (habitantes de la costa norte del
golfo de Corinto) debían enviar cada año a dos niñas para servir como esclavas a
Atenea Ilíade, la gran divinidad de la ciudad griega. El gran historiador italiano
Arnaldo Momigliano decía con humor que esta costumbre era la única prueba de la
guerra de Troya.
El Asia Menor se volvió turca y la colina donde se alzaba Ilión recibió el
nombre de Hissarlik. Un comerciante alemán, Heinrich Schliemann, aficionado
entusiasta y rico que había adquirido la ciudadanía norteamericana después de vender
índigo en Rusia, decidió que resolvería este problema mediante excavaciones
arqueológicas. Cavó durante tres años, y el 14 de julio de 1873, cuando estaba a punto
de poner fin a la campaña, descubrió un objeto de oro y luego muchos más: diademas,
aretes, sortijas y pulseras. Era el "Tesoro de Príamo". Poco después, engalanó a su
esposa, que era griega, con "joyas de Hécuba" que los aqueos aparentemente habían
olvidado en el lugar. Sophia Schliemann dio a luz a una Andrómaca en 1871 y a un
Agamenón en 1878. Así se reconciliaron los adversarios que se habían enfrentado en
Troya. Durante algún tiempo, el tesoro de Príamo o de Hécuba quedó en Berlín.
Desapareció desde 1945 hasta que los rusos revelaron que ese botín de guerra se
encontraba en Moscú. Pero no era el tesoro de Príamo.
La arqueología ha progresado desde los tiempos de Schliemann. Once "Troyas"
se han sucedido en Hissarlik, de las cuales la octava es griega y la undécima, romana.
La del "Tesoro de Príamo" es Troya II, que floreció en los Dardanelos entre el 2500 y
el 2200 a.C., un milenio largo antes de la guerra de Troya, según la cronología de los
antiguos. Para conocer una Troya que existiera en los siglos XIII o XII a.C. y fuera
destruida por los hombres es necesario estudiar las ruinas que los arqueólogos han
bautizado Troya VII a una ciudad de escasa importancia, cuyos muros no hubieran
resistido un asedio de diez años. Cuesta imaginar que los aqueos se coaligaran para
apoderarse de un lugar tan poco imponente. Troya VI es la más atractiva, con murallas
un poco más impresionantes (fígura 5). Desgraciadamente, esta ciudad no fue
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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
destruida por un asedio sino por un terremoto alrededor de 1275 a.C. Caso contrario,
habría que caer en teorías absurdas: imaginar, por ejemplo, que Poseidón, el dios del
mar llamado por los griegos "el estremecedor de la Tierra", destruyó la ciudad ¡y los
sitiadores le consagraron una ofrenda con forma de caballo!
Es imposible armonizar una epopeya con una excavación. Buscar la Troya de
Homero en Troya es tan racional como creer que el cuerno de Rolando se encuentra en
Roncesvalles. Quien quiera hacerse una imagen de la Troya homérica no debe viajar a
la colina de Hissarlik. Las guías turísticas de Turquía reconocen que el lugar es
decepcionante. Conviene más leer La Ilíada o contemplar una colección de vasijas
griegas, en las que están representados muchos episodios de esa guerra legendaria.
Con todo, Heinrich Schliemman aún habría de asombrar e incluso maravillar al
mundo. En 1876, descubrió en Micenas, al noreste del Peloponeso, un conjunto de
sepulturas reales. Uno de los esqueletos llevaba una máscara de oro, que el excavador
atribuyó inmediatamente a Agamenón. Y no demoró en comunicar al rey de Grecia,
Jorge I, que había hallado la tumba de su predecesor Agamenón.
Nuevamente, igual que en el caso de Troya, las investigaciones realizadas
durante más de un siglo, tanto en Micenas como en otros lugares del Peloponeso,
Grecia central, Creta y otras islas, complicaron el panorama.
¿Cómo se representa hoy la evolución histórica de esas regiones? Se sabe que a
fines del tercer milenio antes de nuestra era, entre el 2200 y el 2000, una nueva
población invade Grecia. Habla una lengua de la cual derivará el griego. Bajo la
influencia de la civilización "minoica" que se había desarrollado anteriormente en
Creta, esta población forja una cultura que aparece a la luz alrededor del 1600. Se
construyen fortalezas, se cavan tumbas reales —las descubiertas por Schliemann— y
surge todo un arte: frescos, cerámicas, objetos de bronce y oro. Se trata de una
civilización militar que contrasta con la cretense, ya que en ésta no había ciudades ni
palacios amurallados. Hacia el 1300 aparecen tumbas reales monumentales con forma
de colmena, como el "Tesoro de Atreo" en Micenas; tumbas que se encuentran en
muchos lugares de Grecia, incluso, por ejemplo, en Cefalenia, en el reino de Ulises.
Los modernos suelen identificar esas tumbas reales con la presencia de una nueva
dinastía, la de los Átridas, cuyo personaje más conocido es Agamenón, comandante de
la expedición a Troya según La Ilíada y La Odisea.
Esta civilización (a la que se ha denominado "micénica") desapareció alrededor
del 1200 a.C. durante la gran crisis que sacudió el Mediterráneo oriental y que se
conoce en documentos egipcios como la invasión de los "pueblos del mar". Así, por
ejemplo, desembarcan en lo que más adelante será Palestina unos hombres
aparentemente oriundos de Creta llamados filisteos.
Cuando digo que esta civilización "desapareció", no me refiero a los hombres
sino a las estructuras económicas y sociales. En el centro de cada lugar de la
civilización micénica había un palacio gobernado por un soberano (en griego, ouanax),
asistido tal vez por un jefe de guerreros. La autoridad del soberano era absoluta,
incluso en lo religioso. Controlaba los recursos agrícolas y el ganado de la región, y
disponía de las armas y los carros de guerra. Esas estructuras eran frágiles porque
carecían de los recursos de espacio y agua que permitieron que la civilización egipcia
perdurara durante varios milenios. Así lo demuestra, por ejemplo, el carácter
monumental de las tumbas de Micenas, más parecidas a las pirámides que a las

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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
necrópolis de la Grecia arcaica y clásica. Apenas en el siglo IV antes de nuestra era
reaparecerán en regiones marginales con respecto al mundo de las ciudades griegas los
monumentos fúnebres de enormes dimensiones, como la tumba del rey Mausolo (el
"Mausoleo") en Halicarnaso, Asia Menor, y la necrópolis real de Vergina en
Macedonia.
¿Es ese mundo micénico el que describe Homero? La Troya de Príamo, la Pilos
de Néstor, la Esparta de Menelao, la Micenas de Agamenón, la Ítaca de Ulises,
¿constituyen la realidad del segundo milenio? Los estudiosos no se ponen de acuerdo.
Daré mi opinión con la mayor claridad posible.
Veamos, por ejemplo, el Cantar de Rolando. No cabe duda de que su autor —
de quien sólo sabemos que tal vez se llamaba Turoldo— creía describir el mundo de
Carlomagno, pero no es así: sus guerreros se parecen a los del mundo feudal y, para
colmo, el poeta deja volar su imaginación.
Sin duda, el Homero autor de La Ilíada, como el de La Odisea, quería
representar una sociedad muy antigua. La gran mayoría de los lugares que menciona se
encuentran en Grecia propiamente dicha o en las islas, incluida Creta, que para él es un
mundo distinto, misterioso. Muchos corresponden a lugares donde los arqueólogos han
encontrado sitios "micénicos". Algunos sostienen que el "catálogo de las naves" en el
canto II de La Ilíada era una suerte de carta geográfica del mundo micénico, lo cual es
muy dudoso. Es notable que la Grecia asiática, la patria de Homero, está prácticamente
ausente de La Ilíada. El valle del Caistro sólo aparece en una magnífica imagen:

Y cual en raudo vuelo las bandadas


de chilladoras aves, como grullas, gansos
o cisnes de alongado cuello, en la
verde pradera que a la orilla se
extiende del Caistro por el aire
discurren bulliciosas, y las alas
tienden alegres y con gran ruido, al
fin se posan y retumba el prado...

Mileto, el valle del Meandro y el monte Mícale, que aparecen desde la ribera de Samos
como el frontón de un templo, están presentes en el canto II de La Ilíada, pero como
un país "de los carios", cuyos guerreros combaten con los troyanos. La isla de Samos
es una mera referencia geográfica, un lugar donde se posa Iris, la mensajera de los
dioses, y donde se pueden vender los prisioneros como esclavos. Esmirna y Quíos
están ausentes de la geografía homérica.
Pero el hecho de que Homero haya querido evocar la Grecia micénica no
significa que la haya descrito. Falta nada menos que la escritura de los escribas y toda
la sociedad que ella implica: una sociedad dominada por el palacio del rey. Por cierto,
Agamenón es el rey de reyes y Ulises es el rey de Ítaca y algunas islas vecinas, pero en
modo alguno son soberanos absolutos. Agamenón no toma decisiones sin reunir la
asamblea de los guerreros y el consejo de los reyes. Tanto Alcínoo, rey de los feacios,
como Príamo convocan a sus aliados. ¿Qué se puede decir del bando aqueo de esta
sociedad? Sólo tenemos el cuadro de un ejército en campaña, lejos de las esposas y los
hijos, como Telémaco, hijo de Ulises, mencionado dos veces en La Ilíada y uno de los
protagonistas de La Odisea. En el bando aqueo hay un solo anciano, Néstor; los
demás, como Peleo, padre de Aquiles, y Laertes, padre de Ulises, están muy lejos. En
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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
la época de Homero, hombre de la edad de hierro, un ejército vestido de bronce tendría
un aspecto exótico. Pero era en gran medida un ejército imaginario, tanto como el
muro construido por los aqueos para proteger sus naves, del cual Homero aclara que
desapareció por completo. En cuanto a los campesinos, se los menciona en La Ilíada,
pero solamente en las comparaciones. Nada dice el poema sobre el clima salvo en
algunas comparaciones o, como en el canto XII, en un relato referido a otros tiempos;
en el canto XXI se desborda el río Escamandro, pero no porque llueve sino porque
intenta ahogar a Aquiles. Una vez más, son las comparaciones, no la narración épica,
las que abren una ventana al mundo "real".
No obstante, falta decir que algunos objetos descritos por Homero ya habían
desaparecido, según los arqueólogos, en la época en que compuso sus poemas. El
ejemplo más notable es el casco que el cretense Meriones coloca sobre la cabeza de
Ulises, en el canto X de La Ilíada:

Le puso en la cabeza un yelmo


con las pieles fabricado de
un jabalí. Por dentro revestido
todo estaba con sólidas correas
y por fuera aún los blancos dientes
del animal tenía al duro casco bien ajustados.

En las excavaciones de monumentos de la época micénica se han hallado esa clase de


objetos, sean cascos o modelos reducidos. ¿Los conoció el poeta, quien destaca la
antigüedad de esos objetos, puesto que según él cuatro personajes los habían utilizado
antes de Meriones? Es difícil saberlo. Evidentemente, se podría decir que los conoció
gracias a la tradición oral, pero no siempre se puede formular esa hipótesis. En el canto
XVIII de La Ilíada, Homero describe largamente el escudo forjado por el dios herrero
Hefesto para Aquiles. Un objeto de ese género, en el cual aparecen a la vez el mundo
entero y dos ciudades muy distintas, jamás ha existido y sería vano imaginar que el
poeta se hubiera inspirado en algún modelo.
La Odisea presenta problemas muy complejos. Desde la antigüedad se
identifica la isla de los feacios como Corcira, la actual Corfú, una de las islas jónicas al
oeste de Grecia. En 1797, cuando se apoderó de Corfú, que pertenecía a la República
de Venecia, Napoleón dijo que "la isla de Corcira era, según Homero, la patria de la
princesa Nausícaa" y añadió que el arcipreste local, al recibir al oficial francés que
comandaba las tropas de desembarco, le entregó solemnemente un ejemplar de La
Odisea.
Ya en la antigüedad se consideraba que las escalas del viaje de Ulises desde
Troya hasta la isla de los feacios (el mundo de la narración) eran en gran medida
legendarias. ¿Qué sucede hoy? Muchos estudiosos se han esforzado por identificar
hasta el último peñasco por donde pasó Ulises en su viaje de regreso entre Troya e
Ítaca. Un erudito francés, Victor Bérard, que además fue político, tradujo La Odisea y
trató de demostrar que detrás del poema se podía adivinar un documento fenicio —
pueblo que habitaba las costas de las actuales Siria y Líbano—, y que cada escala del
viaje correspondía a un lugar geográfico hallable en un mapa. El resultado más
concreto de esta investigación es un cúmulo de fotografías que nos dan a conocer
muchos sitios mediterráneos dignos de admiración, pero que ni Ulises ni el poeta de

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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
La Odisea jamás visitaron.
Para colmo de complicaciones, La Odisea contiene muchos relatos directos de
viajes narrados por el poeta y otros indirectos, cuando un personaje toma la palabra.
Son directos los viajes del mismo Ulises entre la isla de Calipso y la de los feacios, y
entre ésta e Ítaca. También lo es el viaje de su hijo Telémaco de Ítaca a Pilos y
Lacedemonia, así como el regreso a la primera. Es indirecto el relato que hace Ulises
en el palacio de Alcínoo de sus viajes entre Troya y la isla de Calipso. A éstos se
suman el relato de Menelao de su viaje a Egipto, donde el mago Proteo le revela el
paradero de Ulises y conoce también la suerte lamentable de Agamenón, asesinado a
su regreso por su esposa y el amante de ésta, Egisto, así como la de Áyax hijo de
Oileo, arrojado al agua por Poseidón. A todo esto se agregan los relatos, teóricamente
mentirosos, de Ulises convertido en cretense, quien narra a Eumeo, el porquerizo de
Ítaca, sus aventuras en Creta, en la Tróade, en Egipto y Libia, así como en Epiro;
también los relata a Penélope antes de darse a conocer. Por no hablar del mismo
Eumeo, quien tiene sus propias aventuras en las cuales los fenicios cumplen un papel
importante.
Así como no es historiador, Homero tampoco es geógrafo, aunque se han
realizado importantes esfuerzos, tanto en la antigüedad como en nuestros días, para
reconstruir el mundo imaginado por él. La Odisea no abunda en referencias
topográficas. Con todo, sitúa el país de los muertos en el norte, un lugar frío, lo cual es
lo más natural para un autor mediterráneo.
En mi opinión, no se puede explicar La Odisea formulando preguntas de este
género. La verdad es que existe un mundo que, a los ojos de Homero, es real. El signo
que denota su "realidad" es el hecho de que los hombres cultivan la tierra y que ésta
produce trigo para amasar el pan. Sin duda, Ítaca pertenece al mundo de los hombres.
La gran mayoría de los estudiosos la identifican con la isla jónica de Thiaki, cuyo
nombre oficial es Ítaca. Allí se encuentra un antiguo culto del héroe Ulises y se ha
descubierto una gruta donde se conservaban numerosos trípodes de bronce. Con todo,
los habitantes de la vecina Cefalenia, que formaba parte del reino homérico de Ulises,
libran una campaña encarnizada para explicar que sólo su isla, por su extensión,
paisajes y belleza, es digna de haber sido la Ítaca de Homero.
Telémaco viaja solamente por un mundo "real". De Ítaca viaja a Pilos, donde
reina el anciano Néstor, y luego a Esparta, donde los reyes son Menelao y la siempre
bella Helena. Durante el viaje de regreso, Menelao y Helena se habían detenido en
Egipto. Es un país "real" porque la tierra produce trigo, pero también un lugar de
magia. Menelao ha obligado a hablar al brujo Proteo, que se había transformado en
foca, y Helena ha traído de allí un medicamento eficaz contra el insomnio. Cuando
Ulises, haciéndose pasar por cretense, relata sus aventuras en Creta, la Tróade, Egipto
y Epiro, se inspira en un mundo "real".
¿Existe en el mundo de los viajes relatados por Ulises a los feacios un poco de
lo que el poeta Jacques Prévert llamaba "atroces grajeas de la realidad"? Troya, el
punto de partida, está concebida como algo "real", así como el pueblo de los ciconios,
en Tracia, con los cuales combate Ulises y donde recoge el vino con el que embriagará
al cíclope. A continuación, Ulises navega a lo largo de la costa oriental de Grecia.
Después de doblar el cabo Malea, en el extremo austral del Peloponeso, lo alcanza una
tempestad y pasa de largo de la isla de Citera. El huracán, que dura diez días, lo arroja

16
Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
a un mundo totalmente distinto, el de la fábula, el de la inhumanidad.
El cultivo del trigo es un criterio absoluto. Las otras dos plantas de lo que se ha
dado en llamar la trilogía mediterránea, la viña y el olivo, pueden estar presentes en el
mundo salvaje, pero no el trigo. Al analizar las etapas del viaje se constata que Ulises
conoce personajes por encima, por aparte de la humanidad, y por fuera de la
humanidad viva y mortal.
Aparte de las sirenas y de su canto fatal, del que ya he hablado, Circe y Calipso
son diosas que comparten su lecho con Ulises. Circe es una maga que transforma a los
compañeros de Ulises en cerdos (figura 32). Advertido por el dios Hermes, Ulises
evita esa suerte, recupera a sus camaradas y obtiene de la diosa buenos consejos para
su viaje (figura 31). Calipso le ofrece, aparte de su lecho, lo que podríamos llamar la
naturalización divina. Ulises la rechaza, opta por recuperar a Penélope, por seguir
siendo hombre. Esa elección de humanidad es lo que da sentido a todo el poema. Una
sola de esas divinidades es masculina: Eolo, amo de los vientos, que los encierra en un
odre. Los compañeros de Ulises cometen la imprudencia fatal de abrirlo cuando habían
avistado Ítaca. Eolo está casado. Tiene seis hijos y otras tantas hijas. Cada uno de sus
hijos está casado con una hermana. Entre los hombres, eso se llama incesto, pero nos
encontramos en el mundo de los dioses.
También son inmortales las vacas del Sol, animales divinos que los compañeros
de Ulises descuartizan y cuecen. Pagarán ese crimen con sus vidas, sólo Ulises
sobrevivirá.
Después de la tormenta, Ulises desembarca en el país de los lotófagos, los
comedores de loto. Se trata de un fruto que anula la memoria y el deseo de regresar al
hogar. La memoria es propia del hombre, Ulises no come lotos.
El cíclope Polifemo es un caníbal, devorador de hombres. Come crudos a varios
compañeros de Ulises y sólo lo vence la ebriedad. Sin duda, es un monstruo con un
solo ojo, pero lo más importante es que los cíclopes no conocen ni la agricultura ni la
vida en sociedad. Son criadores nómades, pastores. Los lestrigones también son
caníbales, pescadores que atrapan a los compañeros de Ulises tal como los griegos,
italianos y árabes recogen el atún, entre las mallas de un cerco de redes. Finalmente,
Caribdis y Escila, consideradas desde antiguo representantes del estrecho de Messina
entre Sicilia y Calabria, la puntera de la bota italiana —una aldea calabresa actual se
llama Sicilia—, también son monstruos que devoran hombres cuando se les presenta la
oportunidad.
Aparte de la humanidad están los muertos, a los que llega Ulises luego de
sacrificar una oveja negra. Los muertos no comen pan sino que beben sangre. En ese
país, Ulises habla con Tiresias, quien le anuncia sus viajes futuros; también con la
sombra impalpable de su madre y las de sus camaradas de armas, así como las de
varias mujeres ilustres. Sin duda, es el momento del viaje cuando Ulises está más lejos
de la humanidad, porque es cuando está más lejos de la vida.
Entre los dioses, los monstruos, los muertos y los países de los hombres
"comedores de pan" aparecen personajes intermediarios, los habitantes de la isla de los
feacios. Son hombres, poseen la viña, el olivo y el trigo, pero los dioses frecuentan su
mesa y en otro tiempo han sido vecinos de los cíclopes. Son navegantes profesionales,
pero hacen alarde de desprecio hacia los mercaderes. Viven en fiestas perpetuas como
los pretendientes instalados en el palacio de Ulises en Ítaca.

17
Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
Autores posteriores han descrito a Ulises como navegante. Así lo ve Dante en el
infierno y el escritor griego Kazantzakis en su continuación de La Odisea. Desde muy
antiguo, los habitantes griegos o bárbaros de Italia lo convirtieron en uno de sus
héroes. Por ejemplo, cumple un papel muy importante entre los etruscos, habitantes de
lo que hoy llamamos la Toscana. En pocas palabras, se lo considera un intermediario,
y eso es lo que nos transmiten los relatos y leyendas de La Odisea. Ahora bien, el
Ulises de Homero no navega ni explora sino por fuerza de las circunstancias. El
adivino Tiresias le dice en el Infierno que encontrará la muerte —una muerte lejos del
mar, una muerte muy dulce— tras un último viaje, cuando un hombre se cruce con él y
al ver un remo sobre su hombro le pregunte por qué carga una pala para trillar el
grano. Es la señal de que su destino no está ligado al mar sino a la tierra "proveedora
de trigo".

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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero

VII. EL REY, EL MENDIGO Y EL ARTESANO

PERO cuando los planetas vagan errantes, en desorden, en una mezcolanza


funesta, ¡qué plagas y qué prodigios entonces, qué anarquías, qué cóleras del mar,
qué temblores de tierra, qué conmociones de los vientos! Fenómenos terribles,
cambios, horrores, trastornan y destrozan, hienden y desarraigan completamente
de su posición fija la unidad y la calma habitual de los Estados. ¡Oh! Una empresa
padece bastante cuando se quebranta la jerarquía, escala de todos los grandes
designios. ¿Por qué otro medio sino por la jerarquía, las sociedades, la autoridad
en las escuelas, la asociación en las ciudades, el comercio tranquilo entre las
orillas separadas, los derechos de primogenitura y de nacimiento, las prerrogativas
de la edad, de la corona, del cetro, del laurel, podrían debidamente existir? Quitad
la jerarquía, desconcertad esa sola cuerda, y escuchad la cacofonía que se sigue.
Todas las cosas van a encontrarse para combatirse...

¿Cuál es el Ulises que habla así? ¿El de La Ilíada o La Odisea? El vocabulario y el


estilo nos dan la clave: es el Ulises de Shakespeare (1564-1616) en la obra Troilo y
Cressida * . Agamenón, Príamo, Héctor, Menelao, Tersites y Patroclo son algunos
personajes de esta tragicomedia escrita probablemente a comienzos del siglo XVII.
Muchos ven en esta larga perorata sobre las jerarquías una suerte de oración fúnebre
por la sociedad medieval, herida de muerte por el Renacimiento y la instauración del
absolutismo. Pero no es por eso que me interesa aquí. Shakespeare había leído una
traducción al inglés de La Ilíada, así como Efemérides de la guerra de Troya del
apócrifo Dictis de Creta e Historia de la destrucción de Troya del también apócrifo
Dares el Frigio, autores de la época imperial romana. En estos textos, no en el de
Homero, aparece el personaje de Troilo, hijo de Príamo.
En nuestro pensamiento, el concepto de jerarquía se opone al de igualdad, que
aparece en la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789, junto con el de
libertad. El mundo griego, que inventó la democracia, no desconocía la igualdad, pero
la reservaba, incluso en Atenas, a una minoría, la de los ciudadanos varones. En este
sentido hemos cambiado muchas cosas, si bien en nuestras sociedades subsisten las
exclusiones.
Lo que presintió Shakespeare fue confirmado por un gran historiador
contemporáneo, Moses Finley:

El mundo de los poemas homéricos estaba estratificado por una profunda


brecha horizontal. En lo alto estaban los aristoi, literalmente "los mejores" [en

*
Traducción española de Luis Astrana Marín, Madrid, Aguilar, 16a ed., 1974.
47
Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
español decimos los aristócratas], nobleza hereditaria, poseedora de la mayor
parte de la riqueza y todo el poder, tanto en tiempos de paz como de guerra. Abajo
estaban los demás, la multitud no definida por término colectivo alguno. El foso
que separaba a las dos categorías raramente era franqueado, salvo como
consecuencia de accidentes provocados por la guerra y la rapiña.

Cabe agregar que los poemas homéricos nos dan más ejemplos de caída que de
ascenso social. Eumeo, el porquerizo de Ítaca, fue hijo de un rey antes de ser
comprado por Laertes, y el presunto cretense detrás del cual se disimula Ulises, hijo de
un hombre rico y una concubina, conoció sucesivamente la riqueza y la miseria.
Volvamos ahora a La Ilíada, canto I. "Enemigo poderoso es un rey cuando se
enoja con algún inferior", dice el adivino Calcas, especialista en las relaciones entre
los dioses y los hombres. Pide a Aquiles que lo defienda si llegara a provocar la cólera
del rey de reyes Agamenón. En cuanto a los dominantes o, si se quiere, lo más alto de
la gama social, no cabe duda de que son aquellos que Homero llama "los reyes del
linaje de Zeus". Todos tienen una genealogía, que en la mayoría de los casos se
remonta a un dios, más o menos directamente a Zeus, padre de muchos dioses y
diosas. El cíclope Polifemo es hijo de Poseidón, "estremecedor de la Tierra".
Los reyes, tanto Agamenón como Ulises, poseen un arma simbólica, el cetro.
También éste tiene una genealogía. Cuando Agamenón se pone de pie, en el canto II
de La Ilíada,

el cetro
en la diestra empuñaba que Hefesto
labrado había para el padre Zeus,
y Zeus del Olimpo al mensajero
en don se lo otorgó cuando la vida
a Argos quitara. Se le dio Hermes
luego al valiente Pélope, y Atreo
le recibió de Pélope, y Tiestes
de Atreo le heredó; pero vencido
por los Átridas, que cederle tuvo
a Agamenón porque con él rigiera
sus muchas islas y el argivo imperio.

Semejante transmisión del símbolo del poder, que incluye tanto a quien fabricó el
objeto como a aquellos, dioses u hombres, que reinaron con él, es evidentemente
excepcional. Cuando Agamenón se dirige al ejército, habla de sus "semejantes, los
héroes dánaos, servidores de Ares". ¿Se refiere Homero a los meros soldados? Desde
luego que no, y explica por qué en el canto II:

el vulgo
de los soldados yo no contaría,
ni llamarlos podría por sus nombres,
si diez lenguas tuviese con diez bocas,
infatigable voz, de bronce el pecho;
y aunque vosotras, que del alto Zeus
sois hijas, me nombraseis uno a uno
cuantos aqueos a Ilión vinieron.

48
Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
La única excepción es un hombre que ya les presenté, en el capítulo III: el
caricaturesco Tersites, del cual no se menciona el nombre de su padre, indicio
característico. ¿Fue intención del poeta salvar del olvido al soldado raso Tersites?
Probablemente quiso reflejar de manera desfavorable la existencia, frente a los aristoi,
de clases sociales menos gloriosas. Uno de los poetas del ciclo, el autor de la
Etiopíada –poema centrado en el personaje de Memnón, hijo de la Aurora y
Pentesilea, reina de las amazonas–, imaginará la muerte de Tersites, derribado de un
solo puñetazo por Aquiles.
El sociólogo francés Marcel Mauss escribió a principios del siglo XX un
célebre ensayo sobre "el obsequio, forma primitiva de trueque". Los poemas
homéricos contienen abundantes ejemplos de intercambio de obsequios. Ya mencioné
el trueque desigual entre Diomedes y Glauco en el canto VI de La Ilíada; en el canto
VII, Héctor ofrece a Áyax una espada y recibe a cambio un tahalí. Los poetas trágicos
darán un giro siniestro a este trueque. Áyax se suicidará con la espada de Héctor; éste
será arrastrado por Aquiles alrededor de Troya mediante el tahalí de aquél. Es un canje
entre enemigos. En el canto XXIV de La Odisea, Ulises visita a su padre Laertes,
mugriento en su huerto, y le dice que ha sido anfitrión del héroe. Le hizo obsequios
suntuosos, como los que ofrece Agamenón a Aquiles en el canto IX de La Ilíada: oro,
plata, vestimentas, mujeres "diestras en labores". Así responde Laertes:

Inútiles presentes ofreciste,


al darle tantas cosas: Si en su patria
lo hubieses vivo hallado, de seguro
No te hubieras partido sin larguezas
Tras de amigo hospedaje: pues se debe
corresponder así, con quien primero
nos otorgó favores.

Estos dones se realizan dentro de la categoría de los aristoi. Por ejemplo, Ulises recibe
suntuosos presentes de los feacios, que desde luego no puede retribuir porque ha
llegado desnudo a su isla. No obstante, esos aristoi dadores y recibidores de objetos
caros no constituyen en el imaginario homérico una clase segura de sus derechos y
valores. Se podría decir que lo está en La Ilíada, pero de ninguna manera en La
Odisea. Así, Ulises se asocia con un porquerizo y un boyero contra una "élite" de
saqueadores a los que deberá exterminar.
Por otra parte, en esta sociedad en parte imaginaria hay otra circulación de
bienes aparte de los presentes. Existe el comercio: en La Ilíada, la isla de Lemnos
exporta vinos para consumo de los guerreros aqueos, y es un lugar de compra y venta
de esclavos, sobre todo prisioneros de guerra. Allí fue vendido Licaón, hijo de Príamo,
y rescatado para su desgracia por sus familiares. En La Odisea aparecen especialistas
en comercio: los fenicios y también los "tafios", habitantes de un lugar ignoto. ¿Se
honra a los comerciantes? De ninguna manera. La paradoja aparece en la isla de los
feacios, donde sólo hablan los aristócratas. Estos tienen nombres significativos, que los
sitúan en la clase de armadores o técnicos de la navegación. En cambio, las alusiones a
los comerciantes son casi obscenas. Así, en el canto VIII, Euríalo ("Hombre-del-
ancho-mar") se dirige así a Ulises, cuya identidad real aún desconoce:

Forastero, le dijo, no pareces


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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
una de esas personas entendidas
en los juegos usados por los hombres,
sino un patrón de nave que se pasa
la existencia en los bancos de remeros
anotando la carga y vigilando
las vituallas y el lucro conseguido
a fuerza de rapiñas. No un atleta.

Demás está decir que Euríalo deberá disculparse.


Cuando Ulises y sus compañeros llegan a la cueva del cíclope Polifemo, éste les
pregunta si son comerciantes o piratas, término éste que no tiene connotación
peyorativa, prueba evidente de que, para los poetas homéricos, la piratería era tan
"natural" como el comercio. Ahora bien, ¿con qué valores se calculaban los bienes en
circulación? La moneda no existía. Aparecerá apenas en el siglo VI antes de nuestra
era. En esa época, las piezas de trueque eran trípodes y calderos, valores muy
presentes en los poemas homéricos, así como mujeres, vacas, oro en lingotes. De todo
eso hay en el presente que Agamenón ofrece a Aquiles, con tal de que se digne volver
al combate.
Entre ese ganado, esos esclavos y objetos, y el culto de los dioses existe una
relación sin duda significativa. Trípodes y calderos son algunos de los objetos
consagrados en los templos de la Grecia arcaica; se ofrendan bueyes y vacas en
sacrificio a los dioses para que se regocijen con el humo antes de repartir las carnes
entre los hombres. Si los esclavos capturados durante las incursiones, o los prisioneros
de guerra, forman parte de la riqueza de reyes y nobles, ¿se desprende de ello que la
riqueza consiste esencialmente en esos bienes "muebles" y que la sociedad imaginada
por los poetas homéricos a partir de la realidad se basa en la oposición entre hombres
libres y esclavos? Sin duda, el asunto es más complejo. En primer lugar, porque el
imaginario poético, épico o novelesco por más que pretenda acercarse a la "realidad"
jamás la abarca por completo. En el siglo XIX, Balzac era considerado el escritor
realista por excelencia y por ello lo admiraba Carlos Marx a pesar de sus opiniones
políticas "legitimistas". Sin embargo, escribía en la época en que se conformaba el
proletariado, que está ausente de su obra.
No cabe duda de que la propiedad terrateniente, directa o indirecta, era la base
de la riqueza en la época en que Homero recitaba sus poemas. Pero habla poco de ello,
prefiere evocar las manadas más que los campos. Hay en esto una relación con la
realidad, en la medida en que el conflicto entre ganaderos y agricultores es una de las
características dominantes de la economía mediterránea, desde muy antiguo hasta
nuestros días. La ganadería requiere espacios mucho más vastos que la agricultura o la
horticultura.
Agamenón, más que un propietario de tierras, es un "pastor de hombres"; los
troyanos son "domadores de caballos". Homero evoca el mundo campestre, que está
presente incluso en las comparaciones con los leones y jabalíes que amenazan a los
campesinos, acaso una imagen de las incursiones realizadas, en el mundo real, por los
nobles guerreros de los poemas.
En el canto XI de La Ilíada se lee esta magnífica imagen:

Como al segar el trigo o la cebada


de rico labrador en el sembrado
50
Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
bandas de segadores numerosas
caminan a encontrarse, y las espigas
en tierra caen sin cesar al filo
de las cortantes hoces; así griegos
y troyanos vinieron a embestirse,
y se mataban, y ninguno de ellos
en la fuga pensaba ignominiosa.

Algunos versos más abajo, aparece bruscamente el mundo de los bosques:

Y cuando el leñador el alimento


en el bosque prepara silencioso,
y tiene ya la mano muy cansada
de cortar altos árboles, y el pecho
se rinde del trabajo a la fatiga,
y el aguijón del hambre poderoso
el alma siente.

Dije en el capítulo II de este libro que la "tierra proveedora de trigo" es la señal de la


presencia del hombre. Ulises la besa al regresar a Ítaca. El cíclope, criador de carneros,
no es un hombre, aunque fabrica queso y produce un vino bastante malo. Pero son
escasas las indicaciones sobre el mundo agrario. En la lista de los bienes ofrecidos por
Agamenón a Aquiles (canto IX) aparecen siete ciudades, una de las cuales es
"abundante en pastos"; otra, "fértil en herbosos prados"; la tercera, rica en viñedos.
Están ''pobladas todas de ricos ganaderos y pastores, que a par de las deidades con
ofrendas le honrarán, y regidos por su cetro le pagarán espléndidos tributos", pero no
es tierra triguera.
La situación es un poco distinta en La Odisea. En el canto IV, Telémaco
compara la riqueza agraria de Esparta con la pobreza de Ítaca, donde no se pueden
criar caballos sino cabras. Le dice a Menelao: "En tu reino hay campiñas dilatadas,
abundantes en juncia, alfalfa y trigo y espelta y cebadales". ¿Significa que pasamos del
mundo de los pastores al de los agricultores? Por otra parte, en La Odisea se describen
dos huertos, lugares donde se combinan la tierra y la destreza: el jardín de los feacios,
en el canto VII, es un vergel mágico; la uva para la vendimia crece junto a la viña en
flor, "y perenne duraba, pues tan suave soplaba siempre el Céfiro que un fruto al
sazonarse, el otro aparecía". El huerto de Laertes, en el canto XXIV, es un huerto
"real", bien cuidado: higueras, olivos, viñas, perales, manzanos, hortalizas crecen
siguiendo el ciclo de las estaciones. La pulcritud de ese vergel contrasta con el aspecto
miserable de su dueño:

mal vestido
de una túnica sucia y remendada;
con recosidas grebas de baqueta,
atadas a las piernas, por reparo
de rasguños de espinos; con sus guantes
para evitar las zarzas, y cubierta
la afligida cabeza con un gorro
hecho de piel de cabra.

Semejante miseria entristece a Ulises: "Tu porte y talla majestuosa a voces dicen que
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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
no son de un esclavo, sino propias de un poderoso príncipe". Más le extraña
comprobar que el noble anciano trabaja: el trabajo no es una virtud real en el mundo
homérico y la vejez es el tiempo del reposo.
Pues bien, ¿quién representa a las clases más bajas? ¿Los esclavos? Pero los
hay de diversas clases. El "divinal porquerizo" Eumeo es hijo de un rey y posee un
esclavo. Acerca de Euriclea, la esclava nodriza que reconoce a Ulises, se dice en el
canto I que Laertes la compró cuando era joven, pero jamás hizo el amor con ella, "por
temer la cólera de su esposa". En un mundo como el de Homero, eso es hacer gala de
gran moderación. Por otra parte, el porquerizo Eumeo y el boyero Filecio recibirán su
libertad: pasarán a ser parte de la familia, casi en el sentido más estrecho del término.
Leemos en el canto XXI:

Os prometo
daros mujer, riqueza y a la mía
próximas, buenas casas, y trataros
como amigos y hermanos de Telémaco.

En el canto XI, en la morada de los muertos, Ulises habla con el alma de Aquiles y le
dice: "Ahora que estás aquí, mandas las almas con soberana fuerza. No te quejes, pues,
de haber muerto". La respuesta de Aquiles es célebre:

Ay, no procures
respondió, de mi muerte consolarme.
Desearía más labrar la tierra
al servicio de un pobre, sin recursos,
que mandar en las almas de los muertos.

En la Atenas del siglo VI a.C, el que "labraba la tierra al servicio de un pobre"


pertenecía a la clase de los thetes, la más baja de los ciudadanos. Eran los remeros de
la ciudad. No se los movilizaba como hoplitas (soldados de infantería con armas
pesadas) sino excepcionalmente, y la ciudad les proporcionaba los pertrechos que no
podían comprar.
¿Es realmente la categoría más baja? Muchos lo sostienen, pero basta leer a
Homero para encontrar una objeción de peso: a Ulises disfrazado de mendigo y que
acaba de demostrar su fuerza física, el pretendiente Eurímaco le ofrece, entre risas, en
el canto XVIII:

Extranjero, le dijo, ¿no querrías,


si te admitiese yo, como criado
con jornal suficiente, en los confines
de mis campos servirme en la limpieza
del espinoso seto y el plantío
de los excelsos árboles? Tendrías
allí pan y vestidos y sandalias.
Pero avezado al mal, huyes el hombro
del trabajo, y prefieres, mendigando
para llenar tu estómago insaciable,
por el pueblo vagar de puerta en puerta.

52
Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
Según Eurímaco, para un hombre del pueblo es mejor trabajar que mendigar. Por otra
parte, en el canto XVIII, no se habla de un mendigo entre los pretendientes sino de
dos: junto con Ulises disfrazado, está el que llaman Iro porque les sirve de mensajero,
así como Iris lo es de los dioses. Ulises dice que hay lugar para dos mendigos, pero Iro
no lo cree y desafía al rey disfrazado. Naturalmente, Ulises lo vence de manera
aplastante, aunque se contiene: no mata al mendigo verdadero. Constatemos que, como
en Troya, Ulises conoce los dos extremos de la escala social novelesca, es rey y
mendigo.
Falta mencionar una categoría social cuya situación es ambigua: los artesanos.
Se ha dicho que fueron los héroes de la cultura griega, pero héroes secretos. Pocas
realizaciones de esa civilización no están relacionadas con el artesanado. Aedos,
médicos, escultores, pintores, músicos, todos son artesanos, pero no se los honra como
tales. Se admira la obra, no al autor. ¿En qué medida confirman esta paradoja los
poemas homéricos? En La Ilíada hay algunos nombres indicadores de oficios. Así, en
el canto V, Meriones mata a Fereclo, portador de gloria, hijo de Tectón [el Carpintero],
"nacido de un artífice famoso, Harmónides [el Ajustador] llamado [...] y fabricaba él
por su mano, con destreza suma, cuantas máquinas el arte admira". La protección de
Palas Atenea, diosa de los artesanos, no era suficiente.
Aquí y allá aparecen imágenes evocadoras de los oficios (figuras 8 y 9), por
ejemplo, el del carpintero. Así, en el canto XV:

Como hábil artífice que [...] con igualdad nivela


escuadra en mano, el ponderoso mástil
al hacer un navío: tan iguales
el combate alargaban clamoroso
aqueos y troyanos.

Pero la imagen más asombrosa, en mi opinión, se encuentra en el canto XII.


Nuevamente, se trata del frente de batalla. Los aqueos se parecen a

la hilandera [que sostiene]


la igual balanza en la siniestra mano
y fiel su lana pesa, a los hijuelos
para después llevar pobre salario.

Comparación singular por cuanto no hay una similitud evidente entre el equilibrio del
frente de batalla y el de una balanza. ¡Pero Homero era el mejor intérprete de la
realidad de su tiempo!
El único artesano verdadero de La Ilíada, herrero y fabricante de autómatas,
trípodes con ruedas capaces de desplazarse por su cuenta, "entrar en el regio salón en
que se juntan los eternos dioses y volver otra vez adonde estaban", es el dios cojo,
Hefesto. En el canto XVIII forja esa obra de arte que es el escudo de Aquiles. Su
presencia en La Odisea es menos destacada. Cuando Menelao, en el canto IV, cambia
el caballo que Telémaco se niega a recibir, el más precioso de sus tesoros, elige "una
cratera primorosa, toda de plata, con el borde de oro finísimo cercado; obra admirable
del experto Hefesto", y aclara inmediatamente que la ha recibido del rey fenicio de
Sidón.
En La Odisea, la importancia que se atribuye a los artesanos es aún más
53
Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
paradójica. Acusado por el pretendiente Antínoo de llevar al palacio un mendigo más,
Eumeo responda (canto XVII):

¿Quién va a buscar a nadie que no sea


alguno de esos hombres para todos
útiles, ** en verdad, como adivinos,
ebanistas y médicos, y aedos
de deliciosa voz? Sólo se llama
a éstos entre las gentes infinitas
de la espaciosa tierra; pero nunca
se invita a un pordiosero, que sería
insoportable carga.

Y, sin embargo, el mendigo cuya presencia deplora Antínoo no es otro que Ulises. Por
cierto que el héroe no es un trabajador manual, pero, hombre de multiforme ingenio,
posee todas las destrezas de éstos. Con sus manos ha construido a partir de un tronco
de olivo la cama que será la señal de su reconocimiento por Penélope. Cuando
Eurímaco le ofrece trabajo, responde que sabe hacer de todo. Y en el canto IX, al saltar
el ojo único del cíclope, trabaja "como cuando la viga de una nave taladra un
carpintero" (figura 34). Y:

Como cuando un herrero en agua fría


sumerge, rechinantes, para darles
el temple, que es la fuerza del acero,
un hacha o una azada; así la estaca
en el ojo del cíclope crujía.

La comparación es tanto más asombrosa por cuanto no interviene un solo trozo de


metal en esta acción sino sólo la madera. También en La Odisea el artesano es un
héroe secreto.

**
Literalmente los "demiurgos", los que trabajan para el pueblo.
54
Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero

IX. LOS PROBLEMAS HOMÉRICOS

YA ME REFERÍ en el primer capítulo de este libro a lo que se llama desde hace


mucho tiempo la "cuestión homérica". Ahora es el momento de ser más precisos. Los
antiguos no la habían planteado en realidad. Habían puesto en duda la autenticidad de
tal o cual verso. ¿Quieren un ejemplo? En el canto XI de La Ilíada, el héroe aqueo
Áyax hijo de Telamón se encuentra, hecho excepcional, a la defensiva. Se lo compara
sucesivamente con un león expulsado de una granja por los campesinos cuyas vacas
pretendía devorar y con un asno "perezoso [que] desprecia la cuadrilla de muchachos".
Un crítico llamado Zenódotes quiso suprimir esos magníficos versos bajo pretexto de
que no era razonable hacer de Áyax sucesivamente un león y un asno. Por su parte, el
poeta latino Horacio, contemporáneo de Augusto (siglo I a.C), decía que a veces el
buen Homero "se echaba un sueño": quandoque bonus dormitat Homerus. Dicho de
otra manera, a veces Homero es inferior a sí mismo.
No es la clase de problema que desvelaba al historiador ateniense Tucídides a
fines del siglo V a.C. En el afán de demostrar que la guerra del Peloponeso (431-404)
era un suceso de importancia capital, minimizó la importancia de la guerra de Troya.
A partir del siglo III, cuando el mundo romano se inclinó por el cristianismo, se
planteó el problema de situar a Homero y la guerra de Troya con respecto a lo que
relataba la Biblia, el libro sagrado de los judíos. Se elaboró una suerte de compromiso
que situaba a Moisés antes de la guerra de Troya, pero sin eliminar a ésta de la
historia. En cuanto a Homero, si bien ya nadie creía en sus dioses, seguían leyéndolo.
Con todo, mucho más adelante, a fines del siglo XVII y sobre todo en la
segunda mitad del XVIII, Europa se puso a pensar en el pasado más remoto. ¿La
humanidad había cantado antes de empezar a escribir? En ese caso, la poesía homérica
aparecía como una poesía "primitiva", que no era obra de un poeta o dos sino de
bardos populares que disponían de un tesoro de leyendas. De golpe, se visualizó a La
Ilíada y La Odisea como obras situadas una a continuación de la otra. Un erudito
alemán, F. A. Wolf, en sus Prolegómenos a Homero (1795), dio forma perdurable a
esta teoría. No convenció a todos. Así, el poeta J. W. Goethe escribió a su amigo F.
Schiller el 17 de mayo de 1795:

Leí el prefacio [los Prolegómenos] de Wolf a La Ilíada; no carece de interés. Tal vez
sea una buena idea y un esfuerzo honroso; pero, ¿por qué es necesario que esta gente,
para disimular la debilidad de su argumento, se permita devastar los jardines más fértiles
del reino estético y los transforme en un terreno pelado?

Ahora bien, si Homero era el bardo primitivo de los griegos, cada pueblo tenía derecho
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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
a su propio Homero. Por ejemplo, en Francia se redescubrieron los cantares de gesta
de la Edad Media, y Víctor Hugo supo inspirarse en ellos. En Gran Bretaña, un
falsificador de nombre MacPherson fabricó con piezas sueltas un presunto bardo
bretón llamado Ossian, y los poemas "traducidos" de éste conocieron gran éxito en
toda Europa, hasta rivalizar precisamente con los homéricos. El joven Bonaparte, por
ejemplo, rendía un verdadero culto a Ossian. La búsqueda afanosa de una poesía de los
orígenes se extendió por toda Europa. Richard Wagner mezcló una canción de gesta
del siglo XIII, el Cantar de los nibelungos, con una serie de poemas de origen
escandinavo para escribir y poner música al Anillo de los nibelungos, resucitando así a
Homero y la tragedia griega para hacer de ellos la epopeya de los orígenes germánicos.
En la misma época, el finlandés Lönnrot recogió en los campos de su país una
serie de poemas orales y a partir de ellos fabricó una epopeya de dioses y hombres: el
Kalevala. En Rusia se realizó una investigación análoga a partir de poesías de la
tradición oral: los Byline.
Pero apenas en el siglo XX se descubrió, si no la clave, al menos una clave para
el estudio de los poemas homéricos como poesías orales. Un hecho siempre llama la
atención a los lectores de Homero. El poeta no se limita a nombrar a los personajes –
Héctor, Néstor, Aquiles, Ulises– sino que los acompaña con una serie de epítetos
constantemente repetidos: Héctor de casco refulgente, Néstor el anciano conductor de
carros, el divino Aquiles de pies veloces, Ulises fecundo en ardides. Lo mismo sucede
con los dioses: Zeus es largovidente o de voz tonante, Atenea tiene ojos de lechuza,
Hefesto es el ilustre cojo y Calipso la más divina. A veces se repiten versos y hasta
grupos de versos, y aparece entre los eruditos la tentación de declararlos
"interpolados". Algunos estudiosos han eliminado miles de versos, sobre todo por
repetitivos. Hoy a este estilo se lo llama "formulario". El descubridor del secreto fue
un estudioso norteamericano, muerto muy joven, que escribía en francés y se llamaba
Milman Parry.
Epítetos y fórmulas tienen una función precisa: dar un descanso al aedo durante
el recitado, que adquiere así un carácter automático, y reservarle una serie de "pausas"
que le permiten extender o abreviar el poema a voluntad. Se ha constatado que en los
papiros la mayoría de los versos suplementarios con relación a la tradición manuscrita
son versos que figuran en el texto homérico. Ahora bien, Milman Parry, acompañado
por su amigo Albert Lord, tuvo la rara ocasión de verificar experimentalmente en los
Balcanes la hipótesis que había formulado a partir del texto de Homero.
Kosovo es una llanura habitada principalmente por albaneses, pero que cumple
un papel importante en el imaginario del pueblo serbio, como se pudo verificar en la
primavera de 1999. En esa llanura, un ejército de cristianos serbios y albaneses
comandado por el príncipe serbio Lázaro enfrentó en 1389 a un ejército turco otomano
al mando del sultán Murad, en el llamado "Campo de los Mirlos". Los dos jefes
murieron, pero los turcos resultaron vencedores. Esa batalla dio lugar a una tradición
épica. En los cafés de la región de Novi Pazar, bardos serbios recitaban millares de
versos y conocían de memoria monumentales epopeyas sobre las batallas entre serbios
y otomanos, en particular la del "Campo de los Mirlos". Esos poetas eran analfabetos.
Uno de ellos, oh maravilla, era ciego. Además, cuando se les enseñaba a leer, perdían
sus facultades poéticas. Albert Lord registró las epopeyas serbias –las había también
albanesas– y verificó que, pasados algunos meses o incluso años, las modificaciones

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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
introducidas por los aedos no eran importantes. Las analogías con los poemas
homéricos parecían decisivas. Por consiguiente, se podía conjeturar que antes de la
consolidación por escrito de las dos epopeyas atribuidas a Homero, uno o
probablemente dos poetas geniales habían dotado a La Ilíada y La Odisea de una
estructura monumental.
¿Cuáles eran los rasgos particulares de esos genios? No los busquemos en algún
supuesto secreto del espíritu griego. Si existió ese espíritu, nadie contribuyó más que
"Homero" a forjarlo, y el poeta trágico Esquilo en el siglo V a.C. no se equivocó al
decir que se limitaban a recoger migajas del gran festín de Homero. Pero se puede ser
más preciso. Un estudio atento del poema le reveló a Adam Parry, hijo de Milman, que
un personaje como Aquiles, el héroe principal de La Ilíada, usaba un lenguaje propio.
Utiliza el lenguaje de las fórmulas, pero con variaciones propias. Dicho de otra
manera, los materiales pertenecen al acervo del repertorio épico, pero la combinación
es única.
Es Aquiles, no Agamenón ni Áyax, quien formula en La Ilíada la pregunta
decisiva, la única que no tiene respuesta. No tiene querella con los troyanos: "¿Por qué
los argivos deben hacer la guerra a los troyanos?" Pregunta terrible, que tiñe todo el
poema de una melancolía esencial, y hay en ello algo singular o, en todo caso, raro. Su
adversario Héctor también tiene un lenguaje particular. Quién otro podría dirigirse así
a su esposa Andrómaca:

Bien conozco, y el corazón


y el alma lo presienten,
que ha de llegar el día en que
asolada será la fuerte Ilión
y en que perezcan Príamo y su nación
tan poderosa. Pero no tanto la común ruina
que a los demás troyanos amenaza,
ni de Hécuba la suerte y de mi padre
el rey Príamo siento y mis hermanos,
que muchos y valientes por la diestra
de nuestros enemigos en el polvo
derribados serán, como la tuya:
que algunos de los aqueos
de coraza de bronce, dejándote la vida,
por esclava a Argos te llevará,
bañada en lloro [...]
La tierra amontonada mi cadáver
antes oculte que llevarte vea por
esclava, y escuche tus gemidos.

Lágrimas de Héctor, lágrimas de Aquiles, de Andrómaca "mezclando con sus lágrimas


la risa" cuando Héctor devuelve el bebé Astianacte a sus brazos, lágrimas de Ulises
que llora como otrora lloraba Andrómaca, los poetas que legaron al mundo semejantes
maravillas no eran máquinas repetidoras de fórmulas, aunque a veces se cansaban.
¿Hubo poetas épicos anteriores a Homero? Probablemente sí. Pero no tenemos
los medios para conocerlos. ¿Hubo poetas épicos contemporáneos de los autores de La
Ilíada y La Odisea? Seguramente. Conocemos los títulos de seis epopeyas compuestas
entre el 800 y el 500 a.C. La más importante es conocida bajo el título de Cantares

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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
chipriotas, que relata la guerra de Troya desde los orígenes, es decir, desde el juicio de
París, al cual La Ilíada hace apenas una breve alusión, hasta la entrega a Aquiles de la
cautiva Briseida, que se convierte en su favorita (figura 22). El rapto de Briseida por
Agamenón provoca la cólera de Aquiles y el comienzo de La Ilíada.
Desgraciadamente, no queda casi nada de esos Cantares chipriotas (Chipre es la isla
de Afrodita), pero gran parte de la obra de Eurípides se inspira en esa epopeya perdida.
Tampoco nos queda gran cosa de esos poemas continuadores de La Ilíada y La Odisea
que no conocemos sino por alusiones, resúmenes e ilustraciones. Por ejemplo, una
epopeya relata el fin de Ulises, muerto por Telégono, un hijo que tuvo con Circe.
También nos ha llegado el texto de una Continuación de Homero escrito en
hexámetros dactílicos por Quinto de Esmirna, quien vivió durante el Bajo Imperio
Romano. Evidentemente es un ejercicio escolar, pero tiene el mérito de relatar
leyendas que de otro modo no conoceríamos bien.
La auténtica "continuación de Homero" no está ahí. Se encuentra en millares de
vasijas corintias, áticas o del sur de Italia que representan escenas de los poemas. Se
encuentra en la literatura griega de las épocas clásica y helenística. Un historiador
como Heródoto, en el siglo V antes de nuestra era, es calificado de "muy homérico" y
desde las primeras líneas de sus Historias alude al rapto de Helena por Paris. En Roma,
en el siglo III a.C., Livio Andrónico tradujo La Odisea, y así Homero empezó a hablar
en latín. ¿Qué es La Eneida, poema en el cual Virgilio, contemporáneo de Augusto, da
forma a la "leyenda troyana" según la cual Roma fue fundada por un descendiente de
Eneas, sino una pequeña Odisea seguida de una pequeña Ilíada? Otros textos vuelven
a escribir La Ilíada y reconstruyen el calendario de los sucesos, como la Efemérides de
la guerra de Troya, o relatan la caída de la ciudad, como lo hace también La Eneida.
Gracias a esos textos se conocerán las aventuras de Aquiles y Ulises en la Edad Media
occidental. En el siglo XIII, Benoit de Sainte-Maure escribe un Román de Troie, que a
su vez será traducido al griego. ¿Y qué viene después? A principios del siglo XIV,
Dante, a pesar de que no ha leído a Homero porque no sabe griego, lo trata de "poeta
soberano" al conocerlo armado de una espada en el "Limbo", donde residen los
paganos virtuosos que no han conocido a Cristo; así lo relata en el canto IV del
"Infierno", a donde lo ha guiado Virgilio. En el canto XXVI del mismo poema relata
su encuentro con Ulises y Diomedes, los dos héroes asociados en el canto X de La
Ilíada. Ulises narra la continuación de sus aventuras después de su regreso a Ítaca. A
la inversa, en el siglo XVII, Fenelon, arzobispo de Cambrai, escribe para su discípulo,
el duque de Borgoña, nieto y presunto heredero de Luis XIV, Las aventuras de
Telémaco, en el que retrata una ciudad ideal. Otras obras son Andrómaca, de Racine,
en el siglo XVII, y "El ciego", de Chénier, en el XVIII.
En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Jean Giraudoux pone en escena La
guerre de Troie n’aura pas lieu, en tanto la pacifista Simone Weil escribe en 1937:
"No reanudemos la guerra de Troya". En cuanto a La Odisea, sirve de marco en 1922 a
la colosal novela de James Joyce, Ulises.
En el siglo XX existió un infierno moderno llamado Auschwitz; un aedo de ese
infierno, el italiano Primo Levi, quien luego sería un escritor célebre, trató de enseñar
el canto de Ulises (el de Dante) a un camarada francés. Mucho después de la guerra,
un escritor angloantillano, Derek Walcott, recibió en 1992 el Premio Nobel por su
poema Omeros, que transforma a los personajes de Homero en pescadores de las islas

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Pierre Vidal-Naquet El mundo de Homero
del Caribe, que hablan un inglés teñido de creole y francés. Estos pocos ejemplos
revelan la lista enorme de preguntas que los siglos posteriores plantearon a Homero y
que le seguimos planteando en nuestros días.

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