William MacDonald - Una Vez en Cristo para Siempre
William MacDonald - Una Vez en Cristo para Siempre
Más de 100 (o 50?) razones bíblicas por las que un verdadero creyente no puede perder la
salvación
William MacDonald
autor de los Comentarios al Antiguo Testamento y al Nuevo Testamento
Editorial Discípulo
Apartado 202
22080 Huesca, España
Todas las citas son de la Versión Reina Valera, revisión de 1960, a menos que indique lo
contrario. BAS = Biblia de las Américas
¿Qué de Cristo el alma puede separar,
Pues son lazos eternos los que nos atan,
Una vez en Él, para siempre así será,
Así permanece el pacto eterno.
Nadie te arrebatará, nadie te arrebatará,
De las poderosas manos del Salvador.
John Kent
Índice
Desde temprano en la historia de la Iglesia, esta cuestión crucial ha sido debatida: ¿Es
el creyente salvado eternamente, o puede perder su salvación mediante el pecado? En un lado
están los calvinistasi, que creen en la perseverancia de los santosii, o mejor dicho, la
perseverancia de Cristo. En el otro lado están los arminianos iii, que enseñan que la salvación
es condicional o probacional. Esta disputa doctrinal seguirá tanto tiempo como la Iglesia esté
en este mundo.
Siendo perfectamente franco, hay Escrituras que parecen apoyar cada lado. Hay
versículos, que si los tomamos aislados, confirman a un metodista o un pentecostal cuando
por ejemplo cree lo que a veces se llama “la doctrina de caer de la gracia”. Y hay muchos
otros pasajes que aseguran a los bautistas conservadores y muchos otros creyentes que su
salvación está segura para siempre.
Encontrarás a verdaderos creyentes en ambos lados. Juan Wesley, un arminiano fuerte,
y Charles Spurgeon, un calvinista fuerte, tomaron puntos de vista opuestos sobre la cuestión.
Sin embargo, ¿quién dudaría de la realidad de su experiencia de conversión? Ambos eran
verdaderos cristianos. Ningún lado puede jactarse de un monopolio en el nuevo nacimiento.
Y ningún lado puede jactarse de un monopolio en la santidad. Las vidas piadosas de
hombres y mujeres de ambas escuelas de pensamiento deben hacernos ir con cuidado para no
rechazarlos como herejes o hablar de ellos sin amor.
Por lo tanto, al hablar del tema los unos con los otros, es inútil intentar establecer
nuestro punto mediante referencias a cristianos prominentes. El otro lado puede hacer esto
también con igual eficacia. Aun el hecho de citar palabras de estos líderes no tiene valor a
menos que sus palabras sean basadas en las Escrituras y ayuden a ilustrarlas.
Otra forma inútil de argumentar es apelar a la experiencia humana. A menudo
escuchamos este tipo de argumento, como si fuera la última palabra: “Pues, yo conozco a
alguien que...” Pero esta forma de proceder descuida el hecho de que hay muchas clases de
experiencia humana. Y todavía más importante, olvida que las experiencias espirituales deben
conformarse a la Palabra de Dios para que tengan valor como evidencia.
Al formar nuestras convicciones sobre el asunto, debemos acercarnos a las Escrituras
en humildad. Hay problemas en ambos lados de la cuestión de seguridad, condicional o
incondicional. Debemos enfrentar esto honestamente.
Debemos acercarnos a las Escrituras con actitud de oración, pidiendo al Espíritu
Santo que nos ilumine con la verdad mientras las estudiemos.
Y debemos mirar las Escrituras objetivamente. En lugar de meramente buscar
argumentos para apoyar nuestra posición preconcebida, debemos estar constantemente
abiertos a la enseñanza del Espíritu. De acuerdo que esto es difícil. Una vez que hayamos
tomado públicamente una posición sobre un tema controversial, es difícil cambiar porque nos
hace perder.
Al estudiar objetivamente, podríamos seguir estas reglas sencillas.
1. Un versículo debe estudiarse en su contexto inmediato. Si el contexto tiene que ver
con servicio, no debemos aplicarlo a salvación.
2. Un versículo debe interpretarse a la luz de todo el resto de la Palabra de Dios.
Ningún pasaje solo, cuando correctamente entendido, va a contradecir docenas de otros
versículos.
3. Las definiciones deben incluir todo uso principal de la palabra.
4. Una doctrina debe basarse sobre todo lo que la Biblia enseña acerca de la cuestión.
Está claro desde el título de este libro que el autor toma la posición de que el creyente
está eternamente seguro. En el resto del libro, él procura establecer la base bíblica por la que
tiene esta creencia. Pero también procura explicar aquellos pasajes bíblicos que son
empleados más comúnmente para probar que un cristiano puede perder la salvación.
Algunos se preguntarán por qué citamos tan pocos textos del Antiguo Testamento para
apoyar la seguridad eterna, y por qué tan poco espacio es dado a explicar versículos del
Antiguo Testamento que se usan para apoyar la salvación condicional. ¿Por qué es así?
La razón es que éstos no son temas claramente desarrollados en el Antiguo
Testamento, Por ejemplo, hay muy pocos pasajes que tratan el tema de vida en el cielo
después de la muerte. No cabe duda que los judíos creyentes fueron salvados por la fe en el
Señor. Y no tengo ninguna duda de que ésta era una salvación eterna. Aunque el pueblo del
Señor tenía una esperanza celestial (He. 11:16), su expectación principal era el reino del
Mesías aquí en la tierra. El tema del más allá estaba en nubes de oscuridad. Esto da sentido
especial al anuncio de Pablo: “...nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a
luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Ti. 1:10). Verdades que existían sólo en
forma semilla en el Antiguo Testamento están completamente desarrolladas en el Nuevo
Testamento.
Para que nadie piense que al no tratar los pasajes del Antiguo Testamento estemos
intentando evitar dificultades, debemos mencionar que algunas de las obras definitivas sobre
la salvación condicional también limitan su atención al Nuevo Testamento.
2
No Perecerán Jamás
Una de las afirmaciones más concluyentes sobre la seguridad eterna del creyente es la
de Juan 10:27-29. Cualquiera que la lea puede ser disculpado si creen que uno que nace de
nuevo está seguro eternamente. De hecho, es difícil ver cómo alguien podría llegar a otra
conclusión. Examinemos el pasaje frase por frase, y disfrutemos la certidumbre que da.
“Mis ovejas oyen mi voz, y lo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida
eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre
que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano
de mi Padre” (Jn. 10:27-29).
“Mis ovejas oyen mi voz, y lo las conozco, y me siguen”. Esto es una frase
declarativa. Nos informa quienes son las ovejas de Cristo. Son las personas que oyen Su
Palabra, responden a Su voz, y son salvas.
Él les conoce. Él les reconoce como Suyos. Él les distingue de los que no son
creyentes y de los que falsamente profesan creer. Él puede ver donde hay fe genuina cuando a
lo mejor ninguno de nosotros lo sospecha, así como en el caso de Lot (2 P. 2:7), y Sansón
(He. 11:32).
Ellas le siguen. Esto no es una condición. Él no dice que son Sus ovejas si le siguen, o
mientras tanto que le sigan. Al contrario, esto es lo que caracteriza al verdadero creyente.
Característicamente él sigue a Cristo (ver Jn. 10:4-5). Digo “característicamente” porque
nadie lo hace perfectamente. Todos tenemos más o menos tendencia a vagar y alejarnos del
Dios que amamos. Pero el Pastor asume la responsabilidad de restaurar a las ovejas
descarriadas.
“Y yo les doy vida eterna”. De nuevo tenemos una promesa incondicional, sin
cláusulas o condiciones añadidas. La vida eterna es un regalo, un don. ¡Un regalo con
condiciones no es regalo! Cualquiera que se haya entregado al Señor Jesucristo para la
salvación de su alma puede saber, en base a la autoridad de la Palabra de Dios, que tiene vida
eterna.
“Y no perecerán jamás”. Piensa por un momento en las consecuencias que habría si
una sola oveja de Cristo se perdiera jamás. Entonces, Cristo habría renegado Su promesa. Ya
no sería Dios. La Trinidad cesaría. La Biblia no sería fidedigna. Estaríamos todavía en
nuestros pecados. No puede suceder, porque el cumplimiento de la promesa depende
solamente de Cristo y no de Sus ovejas.
“Ni nadie las arrebatará de mi mano”. Jesucristo, el Hijo eterno de Dios, garantiza
que Sus ovejas están en Su mano y que nadie las puede quitar a la fuerza.
Los arminianos argumentan: “Nadie más puede arrebatarlas, pero el mismo creyente
puede arrebatarse de la mano del Señor”. Esta forma de argumentar es grotesca, que un
cristiano tenga más poder que todos los demás en el universo. Nadie—un absoluto que
incluye las ovejas—puede arrebatarse de las manos fuertes del Salvador.
“Mi Padre que me las dio, es mayor que todos”. Para enfatizar todavía más la
seguridad del creyente, Jesús dice que los verdaderos creyentes son el regalo del Padre al
Hijo. Si un creyente pudiera quitarse de la mano de Cristo, entonces cabe la posibilidad de
que todas Sus ovejas podrían hacerlo. Y no solamente podrían, sino que probablemente lo
harían. En este caso, el regalo del Padre al Hijo desaparecería. Entonces, ¿qué tipo de regalo
sería? Ciertamente no sería nada digno del Padre.
No, el Padre es mayor que todos, esto es, mayor que todos los demás poderes en el
universo, y ciertamente mayor que la fuerza de una oveja. El término “todos” incluya las
ovejas.
“Y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”. En vista de semejante
certidumbre maravillosa, es perverso que algunas personas objeten diciendo que una
verdadera oveja de Cristo puede decidir que ya no quiere ser más ovejas, y así quitarse de la
mano del Padre.
El argumento no puede mantenerse. La palabra “nadie” es absoluta. No admite
excepciones. El texto inspirado no dice “nadie excepto una oveja de Cristo”, y tampoco
debemos nosotros decirlo.
3
Cuando piense en la seguridad eterna, uno de los primeros pasajes que viene a mi
mente es Efesios 2:8-10.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues
es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef. 2:8-10).
La salvación es por gracia. Esto significa que nadie la merece. Es el favor de Dios no
merecido a aquellos que merecen el castigo eterno. Es todo a cambio de nada para uno que no
merece nada. Es un don, el cual, una vez dado, nunca será quitado (Ro. 11:29). El don es
incondicional. Al añadir condiciones, viene a ser una deuda, no gracia, y todavía Dios no está
endeudado con nadie (Ro. 11:35). Gracia que tiene condiciones no es ninguna gracia. La
única forma de que una persona pueda estar segura de su salvación es cuando sea por gracia
(Ro. 4:16).
En Efesios 2:8-9, Pablo recuerda a los efesios que fue por gracia que habían sido
salvados. Cuando por medio de la fe recibieron a Jesucristo como señor y Salvador, habían
sido salvados y todavía lo eran. No había cláusulas condicionales. Era un evento espiritual
con resultados permanentes. Ningún requisito legal había sido impuesto con amenaza de
posible condenación eterna. No viene la palabra “si” después de la palabra “salvos”; su
ausencia es notable.
Dios da la salvación com un don gratuito, pero el salvador tiene que recibirlo. Es aquí
que entra la fe. La fe es confianza implícita en la Palabra de Dios. El Señor no coacciona a
nadie. No llevará al cielo a nadie que no quiera estar allí. Para ser salvo, cada uno debe
recibir a Jesucristo por un acto deliberado de fe. La fe no tiene mérito, y por lo tanto no deja
lugar para jactancias. No es la cantidad de fe lo que importa, sino el objeto de la fe.
Cuando Pablo agrega: “y esto no de vosotros”, no es extraño que algunas personas
piensen que habla de la fe. Entonces, ellas siguen y sacan la conclusión de que Dios da fe a
algunas personas, pero a otras no. Pero ésta es una conclusión extraña. El antecedente de “y
esto no de vosotros” es salvación “por gracia por medio de la fe”.iv Lo que Pablo está
diciendo aquí es que no hay nada de mérito que nadie pueda hacer para ser salvo, ni para
contribuir a su salvación. Todo el mérito está en Cristo; no hay nada en el creyente.
Como hemos visto, la salvación es un don gratuito de Dios. Cuando Él haga una
promesa incondicional de vida eterna, no se puede añadir luego restricciones para anular
aquella promesa. Cuando Él dé un regalo, ninguna ley puede venir después para anularlo.
La salvación no es “por obras, para que nadie se gloríe”. No hay nada de mérito que
nadie pueda hacer para obtenerla.v De otro modo el cielo se poblaría de gente que se jacta de
sus obras y méritos. La salvación es obra del Señor, de principio a final. El hombre solamente
es el receptor afortunado. Es, y siempre será, “sólo un pecador salvado por la gracia”. La
gracia y las obras son mutuamente exclusivas (Ro. 11:6).
El versículo 10 enfatiza que las obras no son medio de salvación, sino el resultado de
ella. No son la raíz sino el fruto. No somos salvados por obras, sino para obras. Éste es el
propósito de nuestra creación en Cristo Jesús. Antes de ser salvos, Dios preparó buenas obras
para que las hiciéramos en nuestras vidas como creyentes.
A lo largo de los siglos, millones de personas han descansado su bienestar eterno
sobre la verdad de Dios en estos versículos en Efesios 2, y ninguna de ellas ha sido
avergonzada ni ha faltado de llegar al cielo al final.
4
En ningún lugar de la Biblia se enseña más claramente la seguridad del creyente que
en el capítulo 8 de Romanos. Pablo amontona verdad sobre verdad para demostrar que nadie
ni ninguna cosa puede robar a un cristiano de su destino eterno con Cristo en el cielo.
En los versículos 29 y 30, el apóstol delinea cinco pasos en el gran programa de Dios
para nosotros de la eternidad a la eternidad.
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen
hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los
que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también
glorificó” (Ro. 8:29-30).
Él antes nos conoció. Esto para mí significa más que saber en la eternidad pasada
quién escogería a Cristo como Salvador. Dios también conoció antes a Israel (Ro. 11:2). Esto
parece significar que Él escogió la nación como Su pueblo terrenalvi. Ciertamente no significa
que el pueblo de Israel le escogió a Él, porque su historia demuestra que no lo hizo. Todo fue
por la gracia. Sin embargo, el preconocimiento de Dios no absuelve al hombre de su
responsabilidad.vii
Él nos predestinó. La meta divina era que todos los que Él conoció fuesen como Su
Hijo moral, espiritual y físicamente, en cuerpos glorificadosviii. Todos los que creen en el
Señor Jesús son hijos de Dios. Pero Él sólo tiene a un Hijo único. Y el Padre ha determinado
que el Señor Jesús ocupará el lugar de más alto honor (el primogénito) entre Sus otros hijos e
hijas.
Él nos llamó. Su conocimiento de antemano y predestinación tomaron lugar antes de
la fundación del mundo. Su llamado tomó lugar en el tiempo. En un sentido real, Él llama a
todo aquél que escucha la predicación del evangelio (Ap. 22:179. Pero aquí el apóstol está
pensando en la eficacia del llamado en aquellos que responden al evangelio y se convierten.
Él nos justificó. Cuando nos arrepentimos y creemos, Dios nos declara justos. Él nos
absuelve de todo acusación en nuestra contra. Esto es más que ser declarado no culpable. Él
realmente imputa o pone a nuestra cuenta la justicia. Estamos delante de Él, vestidos de Su
propia justicia.
No es un veredicto condicional que dependa de nuestro comportamiento. Es la
declaración de una vez por todas que el pecador que cree ha sido totalmente absuelto. Porque
la obra del sacrificio de Cristo expió todos sus pecados desde su nacimiento hasta su muerte,
Dios el Juez no puede hallar un sólo pecado por el cual castigarle con la muerte segunda.
Él nos glorificó. ¡Éste es el punto clave en los cinco eslabones de la cadena del
argumento! El Espíritu santo se atreve a poner el verbo en el tiempo pasado—Él nos glorificó
—aunque nuestras imperfecciones presentes nos recuerdan con viveza que todavía no hemos
llegado al estado glorificado. El punto es que si una persona ha sido justificada, su
glorificación está tan segura como si ya la tuviera.
Pero Pablo no ha terminado. En el resto del capítulo hace hincapié en la posición
inalterable de la persona que está en Cristo, y explora el universo en busca de cualquier cosa
que podría separar al creyente del amor de Dios, y no halla absolutamente nada.
El apóstol presenta aquí cinco argumentos más para demostrar que no es posible que
nadie esté más eternamente seguro que la persona que ha confiado en Cristo como su
Salvador.
Dios es por nosotros. Puesto que Dios está en nuestro lado, nuestros adversarios son
adversarios de Dios. Nada puede ser más inútil que luchar contra Dios. A largo plazo ningún
ataque contra nosotros puede tener éxitoix.
Lo mayor incluye lo menor. Dios ya ha hecho el sacrificio más grande, cuando envió
a Su Hijo a este mundo. Y Él ya ha dado la dádiva más grande al entregar a Su Hijo por
nosotros. Entonces sigue que con Él también nos dará todas las cosas. Y “todas las cosas”
incluyen el don de salvación perfecta, completa y eterna. Puesto que es un don gratuito, es
incondicional, esto es, no tiene condiciones. Todo depende de la generosidad de Dador, no del
mérito del receptor.
Nadie nos puede acusar. La idea es que nadie lo podrá hacer justamente o con éxito.
El diablo nos acusa día y noche (Ap. 12:10). Pero ¿qué más da, ya que la justicia de Dios ha
sido puesto a nuestra cuenta?
Nadie puede condenar. La razón es que Cristo ha muerto para llevar nuestra
condenación en la cruz. Él ha resucitado, lo cual prueba que Dios está plenamente satisfecho
con Su obra terminada a favor nuestro. Él está a la diestra de Dios como nuestro Sumo
Sacerdote y Abogado. Él intercede por nosotros, asegurándonos de Su poder para guardarnos
seguros.
No hay condenación para los que están en Cristo Jesús. Su deuda ha sido pagada, y
Dios no la requiere dos veces.
Mucho Más
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los
impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera
ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con
nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues
mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la
ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte
de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y
no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro
Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Ro. 5:6-11).
Las palabras “mucho más” merecen atención especial en este pasaje sobre la
seguridad del creyente. He aquí el sentido del argumento.
Cristo murió por nosotros cuando no éramos ni justos ni buenos. En realidad,
estábamos sin fuerza, éramos impíos y pecadores. En otras palabras, no teníamos nada con
que recomendarnos a Dios. No había nada en nosotros que atrajera Su amor. Al contrario,
había razones fuertes por las que Él, el Santo, no debía amarnos. ¡Y aun entonces, cuando
estábamos en aquella condición de absoluta indignidad, Dios nos amó y Cristo murió por
nosotros!
Esto nos conduce al primer “mucho más”. Si el Señor nos amó cuando éramos tan
indignos de amor, ¿cuánto más nos salvará de la ira eterna ya que somos justificados por Su
sangre? Si Él gastó tanto para declararnos justos, ¿nos va a dejar deslizar y salir de Sus
manos? ¿Puede que alguna vez nos suelte? La pregunta demanda un “¡no!” resonante.
Además de nuestras otras desventajas, éramos enemigos de Dios. Sería lógico pensar
que esto en sí nos quitaría cualquier oportunidad de recibir misericordia de Él. Pero fue
cuando todavía éramos Sus enemigos amargos que Él nos reconcilió a Sí mismo por la
muerte de Su Hijo.
Y ahora viene el segundo “mucho más”. Mediante la obra del Señor Jesús en el
Calvario, Dios nos ha provisto una manera en la que podemos ser reconciliados con Él.
Cuando nos arrepentimos y creemos en el Señor Jesucristo, se quita la enemistad.
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo” (Ro. 5:1). Si el precio de nuestra reconciliación fue la muerte del Hijo de Dios,
¿cuánto más, siendo reconciliados, seremos salvos por Su vida? Si Cristo murió por nosotros
cuando éramos enemigos, ¿ahora nos dejará perecer cuando somos Sus amigos?
Pero, ¿cómo somos salvos por Su vida? Esto no significa Su vida como hombre en
este mundo. Significa Su vida presente a la diestra de Dios en el cielo donde Él es nuestro
Abogado, Intercesor, Sumo Sacerdote y Pastor.
Aquí debemos recordarnos que la salvación tiene tres tiempos.
Pasado. Fuimos salvos de la pena eterna del pecado cuando confiamos en Cristo.
Cuando Él murió, todos nuestros pecados eran futuros, y Él pagó por todos ellos.
Presente. Estamos siendo salvos del poder del pecado. Esto es lo que significan las
palabras “seremos salvos por su vida”. Si nuestra seguridad de día en día dependiera de
nuestros miserables logros, todos estaríamos perdidos. Somos preservados por Su intercesión.
Somos guardados porque Él nos representa. Somos seguros porque Él nos restaura cuando
nos alejemos.
Futuro. Seremos salvos de la presencia del pecado. Esto, por supuesto, se refiere al
tiempo cuando lleguemos al cielo, donde estaremos libres de todo vestigio del pecado.
El argumento es conclusivo. Si Dios nos salvó de ira dando a Su Hijo para morir por
nosotros, Él nunca nos permitirá sufrir aquella ira. Si fuimos reconciliados a Dios por la
sangre de Cristo cuando éramos enemigos, Él asegurará nuestra continua salvación por el
ministerio presente de Cristo a favor nuestro.
6
El Espíritu de Certidumbre
“El cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en
nuestros corazones” (2 Co. 1:22).
“Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras
del Espíritu” (2 Co. 5:5).
La garantía es una paga y señal, como una promesa. Al comprar una casa, la persona
primero da una señal como garantía de que el resto de precio será pagado. Cuando una pareja
entra en noviazgo, a veces se da un anillo como promesa de que después vendrá el
matrimoniox. Como garantía, el Espíritu Santo es la promesa de Dios al creyente que toda la
herencia vendrá. Cuando somos salvos, nuestro espíritu y alma son redimidos, pero todavía
estamos en cuerpos sujetos a enfermedades y muerte. La redención del cuerpo y nuestro
hogar en el cielo están todavía en el futuro. Pero la garantía del Espíritu los hace
absolutamente seguros. Pablo establece esto en Efesios 1:14.
“Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias
del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando
la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Ro. 8:23).
Ya tenemos las primicias del Espíritu, tales como el sello y las arras, como hemos
mencionado. Pero esperamos el pleno fruto de Su ministerio en nuestras vidas, esto es, la
redención de nuestros cuerpos.
Hay un modo distintivo en el cual sufren los que tenemos las primicias del Espíritu.
Gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención del cuerpo (ver el
v. 23). Así que, el “si” de Romanos 8:17 no expresa una prueba posible para unas cuantas
personas selectas, sino el privilegio inevitable de todo el pueblo de Dios.
Fuimos salvos en esta esperanza, la esperanza de vida eterna con el Señor en el cielo.
Pero no hay ningún elemento de incertidumbre en esta esperanza, porque ella está fundada
sobre la Palabra de Dios, la cosa más segura en el universo.
Un ministerio más del Espíritu debe mencionarse, esto ese, la unción. En 1 Juan 2:27,
el apóstol Juan escribe así:
La unción aquí se refiere al ministerio de enseñar del Espíritu Santo, la habilidad que
Él da a los creyentes para discernir entre la verdad y el error. Subraya las palabras:
“permanece en vosotros”. ¡La unción no va y viene! Permanece en el hijo de Dios porque el
Espíritu Santo permanece.
De hecho, todos los ministerios del Consolador que hemos mencionado aquí han sido
diseñados para llenar al creyente con profunda certeza acerca de su destino eterno en el cielo.
No hay aquí sugerencia de que un hijo genuino de Dios pueda perder su salvación . El
Espíritu Santo garantiza que al final recibiremos nuestro cuerpo glorificado. Nuestra
seguridad eterna y el Espíritu Santo están unidos. Sólo puede fallar nuestra seguridad si el
Espíritu Santo puede fallar.
7
En Cristo
Tan pronto como alguien cree en el Señor Jesús, está “en Cristo”. Esto se refiere a la
posición de favor que Dios le concede. Jehová ya no le contempla en toda su indignidad, sino
que ahora le contempla vestido de toda la dignidad de Cristo.
En Cristo el creyente fue conocido, escogido y predestinado antes de la fundación del
mundo (Ro. 8.28-30). Obviamente esto fue antes de que hiciera bien o mal. Puesto que Dios
es omnisciente, sabía de antemano todo lo que cada escogido haría. Y aun así le escogió y
predestinó a ser como Su Hijo para siempre. Si el creyente pudiera perder su salvación, lo que
el Señor decretó no vendría a ser. Y Su elección habría sido un error. Pero es imposible que
Dios se equivoque.
En Cristo el creyente es perdonado, redimido y librado de toda condenación. Si su
salvación continua dependiera de sus obras o comportamiento, entonces Dios tendría que
revocar los beneficios que antes confirió a la persona, mérito aparte. Es más, fueron
conferidas a pesar de montones de desmérito. ¿Cambiaría Dios de opinión en este asunto? ¡Es
imposible!
En Cristo el creyente es justo posicionalmente. Realmente está vestido de la justicia
de Dios (2 Co. 5:21). No es justo en sí mismo, pero la justicia de Dios ha sido imputada a su
cuenta. Esto y sólo esto le hace apto para “la herencia de los santos en luz”.
En Cristo el pecador que cree es aceptado (Ef. 1:6). En Cristo él está tan cerca de Dios
como Cristo, y tan querido a Dios como Él (Jn. 17:23). Antes de que pudiera perder esta
posición privilegiada, primero el Señor Jesús tendría que perder Su aceptación con Dios
Padre. Nada podría ser más impensable.
En Cristo el hijo de Dios está completo (Col. 2:10). Cristo es su aptitud total para el
cielo. El mérito de Cristo y la aptitud del creyente van juntos.
No sólo está el creyente en Cristo; Cristo está en el creyente. La unión es tan completa
que el apóstol Pablo dijo: “El que se une al Señor, un espíritu es con él” (1 Co. 6:17). Nada
podría ser más íntimo o indivisible que esto.
No hay mayor seguridad que estar en Cristo y ser también Su morada. Esta posición
de seguridad continua tanto como Cristo continua; esto es, para siempre.
8
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
“Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Cualquiera que crea en Cristo está asegurado de que nunca perecerá, sino que tiene
como posesión presente una vida que es eterna.
La fe y la vida eterna están ligadas otra vez en Juan 3:36.
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo
no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.
El hecho de ver vida o sufrir la ira eterna de Dios depende de si uno cree en el Hijo de
Dios.
“Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que
bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo
le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn. 4:13-
14).
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió,
tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a
vida”.
Aquí el Señor comienza Su comentario con la frase “de cierto, de cierto”,xii como si
Su intención fuera enfatizar la certidumbre de Sus palabras. El que cree en Él ya tiene vida
eterna. Y como para prevenir cualquier malentendido, el Salvador agrega: “y no vendrá a
condenación”. Y por si fuera poco esto, añade: “más ha pasado de muerte a vida”.
El Señor Jesús no podía haberlo dicho con más claridad fuera de lo expresado en Juan
6:47.
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna”.
El que creyere en Él tiene vida que es eterna. Nota aquí que no hay ni siquiera una
condición o excepción.
Ahora bien, yo propongo que una persona ordinaria, al leer estos versículos, tendría la
clara impresión de que vida eterna es la posesión presente de todos aquellos que creen en el
Señor Jesucristo. La nata está en la superficie. El sentido claramente visible en la superficie
es que la fe y la salvación están inseparablemente conectadas. Los que creen son salvos
eternamente.
Entonces, ¿cómo pueden algunos negar esto, y enseñar que la seguridad del creyente
es condicional?
En primer lugar, tienen una forma un tanto complicada de alegar que la vida eterna no
es necesariamente eterna. Tienen razón al indicar que la vida eterna denota no sólo duración
sino también calidad de vida. Es más que existencia sin terminar, porque aun los que no son
salvos existirán eternamente. Es una clase de vida: la vida de Cristo que es impartida al
creyente en el momento de su conversión. Ninguna persona inconversa la tiene.
Pero entonces ellos parecen descuidar este aspecto de la duración de la vida y
prosiguen su punto, para decir que uno tiene esta cualidad de vida sólo mientras siga andando
en obediencia a los mandamientos del Señor. En otras palabras, la permanencia de esta vida
está sólo en el momento presente. Puedes tenerla ahora, pero podrías perderla de aquí a una
hora. Si esto fuera verdad, entonces la palabra tendría que ser “temporal” o “condicional”.
No se nos permite separar la calidad de vida eterna de su duración. Si recibo por fe la
vida de Cristo, entonces, la tengo eternamente porque es lo que ella es: vida eterna. Nuestro
Señor no dijo: “Cree en mí y tendrás vida condicional”. Dijo: “vida eterna”. Y esto es
exactamente lo que quería decir.
Conocer a Cristo es vida eterna (Jn. 17.3). Una vez que una persona conozca a Cristo,
le es imposible decidir no conocerle más.
La palabra eterna significa sin fin. Se emplea con respecto a Dios (1 Ti. 1:17) y el
Espíritu Santo (He. 9:14). El juicio de los incrédulos es eterno (Mr. 3:29; He. 6:2), así como
son los fuegos del infierno (Jud. 7). La redención que Cristo realizó por nosotros es eterna
(He. 9:12), y la vida del creyente es eterna (Jn. 6:47). En ninguno de estos versículos que
contienen las palabras “vida eterna” está la sugerencia de que esta vida pueda perderse por
causa del pecado.
En dos versículos el apóstol Pablo habla de vida eterna como una esperanza:
Esto podría crear la impresión de que no podemos estar seguros de ella hasta que
termine la vida aquí en la tierra. Cuando usamos la palabra esperanza hoy en día,
normalmente hay un elemento de duda. Sostenemos un deseo pero sin una certidumbre firme
de que vaya a cumplirse.
Pero como ya ha sido señalado, esto no es el caso con la palabra esperanza en el
Nuevo Testamento. Allí describe una certeza, porque está basada sobre la promesa de Dios.
Nada hay más seguro en el universo que ella. Ya poseemos vida eterna, pero la esperanza de
ella que guardamos es con respecto al estado glorificado en el cielo.
La esperanza cristiana no puede avergonzarnos:
El Señor Jesús, nuestro precursor, ya ha entrado en el cielo, que se describe aquí como
“la Presencia dentro del velo”. Si Él ha entrado allí “por nosotros”, ¿qué puede significar
sino que nosotros le seguiremos allí?
Pero hay otra forma en que los partidarios de la salvación condicional buscan avanzar
su causa. Además de redefinir la palabra “eterna”, intentan demostrar con la gramática griega
que el tiempo presente del verbo “creer” siempre significa un proceso continuo, no un hecho
singular de fe. En otras palabras, debes creer y seguir creyendoxiii. Si dejas de creer, ya no eres
salvo.
Los que dicen esto están confiando en una versión simplista de gramática. El tiempo
del verbo “creer” en estos versículos no implica nada acerca del tipo de acción xiv. No siempre
describe acción continua. Por ejemplo: “aquel que descendió del cielo” (Jn. 6:33) describe la
encarnación. En la Reina Valera está así: “descendió”, pero la palabra griega
(katabai,nwn) es un participio activo, del tiempo presente, en este caso correctamente
traducido como un hecho puntual y consumado. Fue un acto solitario, no una cosa
constantemente repetida. La misma forma se usa en expresiones tales como:
“Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor” (Ap. 14:13).
¡Ciertamente no significa “que mueran y sigan muriéndose”!
En Juan 3:14-15, Jesucristo emplea la ilustración de la serpiente de bronce en el
desierto (Nm. 21:6-9). Cuando los israelitas habían sido mordidos por las serpientes
venenosas, Dios mandó a Moisés erigir una serpiente de bronce en un palo. Cuando alguno
de los moribundos mirara la serpiente, sanaría. No tenía que mirarla y seguir mirándola. Una
mirada fuera suficiente. Tenía resultados permanentes. Tal como una mirada trajo sanidad
física, así un acto de fe salvadora en Cristo trae salvación eterna. Esto es lo que los versículos
14 y 15 enseñan.
El Señor dijo a la mujer de Samaria: “el que bebiere del agua que yo le daré, no
tendrá sed jamás” (Jn. 4:14). ¿Quería decir “beber y seguir bebiendo”? Obviamente, no. Si
alguien tiene que beber continuamente, entonces sigue teniendo sed. El significado está claro:
Una vez bebida el agua de vida satisface la sed para siempre. En este pasaje, beber es un
sinónimo de creer. Un solo acto de fe provee “una fuente de agua que salte para vida
eterna”.
Cuando Pablo dijo al carcelero en Filipos: “cree en el Señor Jesucristo” (Hch. 16:31),
le llamó a un hecho definido e instantáneoxv.
Por supuesto, al decir esto, debemos tener en cuenta que si una persona
verdaderamente ha nacido de nuevo, no dejará de creer. xvi Creer en Cristo es una parte tan
vital de la vida espiritual como respirar lo es a la vida física. No puede parar indefinidamente
de respirar por un acto de su voluntad. Tampoco puede dejar de creer.
Resumiendo, el testimonio consistente del Nuevo Testamento es que Dios da una vida
que es eterna a los que creen en el Señor Jesucristo. No hay en ninguna de estas promesas la
sugerencia de que esta vida pueda perderse. Es verdad que hay unos pocos pasajes que
parecen admitir excepciones, pero unos pocos no pueden contradecir una multitud. Y aquellos
pocos, cuando son correctamente entendidos, no niegan la verdad de que el creyente está
eternamente seguro. Esperamos demostrar esto en las páginas siguientes.
10
¿Habilidad O Hechos?
Hay Escrituras maravillosas que nos aseguran que Dios puede salvarnos y guardarnos
hasta el fin. Pero aquellos que creen en una salvación bajo probación (condicional) robarían
estos textos de su preciosidad, diciendo que sólo porque Dios puede hacer algo no significa
que lo hará. Simplemente porque puede socorrer a los que son tentados (He. 2:18), no
garantiza que lo hará. El hecho de que puede sujetar a sí mismo todas las cosas (Fil. 3:21) no
significa que esto sucederá.
¡No nos preocupemos! Para cada versículo que habla de Su habilidad de salvar o de
guardar eternamente, hay otros que aseguran que será hecho así.
En 2 Timoteo 1:12, Pablo expresa la convicción de que el Señor puede guardar lo que
él había depositado hasta aquel día. Puede hacerlo, sí, pero, ¿lo haría? ¡Ciertamente, sí! El
apóstol no tenía duda. Dijo: “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para
su reino celestial” (2 Ti. 4:18).
El escritor a los hebreos exultó diciendo: “Por lo cual puede también salvar
perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por
ellos” (He. 7:25). Su ministerio presente de intercesión a favor nuestro garantiza que Su
habilidad se convertirá en hechos realizados. Pero, por si fuera poco, hay la promesa añadida
del honor divino que dice: “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará
hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6).
Dicen: “Oh, sí, la voluntad de Dios es que no se pierda ninguno de los que Él da al
Hijo, pero esto no significa que todos ellos se van a salvar. Dios no quiere que nadie perezca
(2 P. 3:9), pero sabemos que muchos sí perecen.
El argumento tiene un fallo. Es la voluntad de Dios que el Hijo no pierda a ninguno de
los que el Padre le ha dado. Es la voluntad de Dios que el Señor Jesucristo los resucite en el
último día.
El Hijo siempre hace la voluntad del Padre (Jn. 8:29). Lo que el Padre encargue al
Hijo para hacer, será hecho. Esto significa que no se perderá ninguno de los que el Padre ha
dado al Hijo. Todos ellos le verán, creerán en Él, tendrán vida eterna y serán resucitados en el
último día.
Nuestro Dios y Salvador puede guardarnos de caída, y presentarnos sin mancha ante
la presencia de Su gloria con gran gozo (Jud. 24). Pero, ¿esto significa que lo hará? Pablo da
descanso a nuestra mente, con la certeza de que Jesucristo “os confirmará hasta el fin, para
que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo” (1 Co. 1:8).
Nuestro glorioso Señor puede guardar, salvar, sujetar y socorrer a los que son
tentados. Y en todos estos casos Su habilidad es equivalente al hecho. El hecho de que Él
puede incluye la promesa de que lo hará.
11
¿Certidumbre O Incertidumbre?
Los que contienden a favor de la salvación condicional basan su caso sobre el libro de
Hebreos más que cualquier otro libro de la Biblia. Antes de examinar ciertos pasajes que ellos
citan, vamos a hacer un repaso de la epístola a grandes rasgos, como a vista de pájaro.
En los primeros días de la Iglesia, el evangelio salió primeramente a los judíos.
Muchos de ellos se convirtieron genuinamente a la fe cristiana. Otros fueron atraídos a la luz
del evangelio y llegaron a ser adheridos nominales. Algunos de estos llegaron incluso al
punto de bautizarse y llegar a ser miembros de la asamblea cristiana, así identificándose con
la comunidad cristiana.
Para los judíos, profesar ser cristiano era un acto de traición. Los que lo hicieron
fueron denunciados como traidores y renegados. Fueron sujetos a excomunión, ostracismo,
desherencia y aun abuso físico. Sus líderes religiosos, familias y amigos los pusieron bajo
presión enorme para que volviesen al sistema ceremonial elaborado del judaísmo. A los
buscadores inciertos se les recordaba lo que estarían abandonado al salir del judaísmo:
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que
hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio
de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa
retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan
grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos
fue confirmada por los que oyeron” (He. 2:1-3).
Este pasaje es una advertencia contra la apostasía. A los lectores se les recuerda que la
pena por romper los Diez Mandamientos era muerte. Puesto que esto era así, algo mucho
peor espera a aquellos que descuidan el evangelio. Aquí el descuido se refiere a no hacer
caso, menospreciar o ignorar.
No debemos dejarnos confundir por el uso de la palabra “nosotros” aquí, como si el
autor se incluyera a sí mismo y también a otros creyentes. No es así. Ellos ya habían aceptado
el evangelio. Es el uso editorial de nosotros; y los escritores de la Biblia tenían tanto derecho
a usarlo como nosotros. Aquí significa, aquellos que estaban en peligro de descuidar el
evangelio.
Estos no son buenos versículos para probar que un creyente puede acabar en el
infierno en la eternidad.
“6 pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si
retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza. 7
Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, 8 No
endurezcáis vuestros corazones, Como en la provocación, en el día de la
tentación en el desierto, 9 Donde me tentaron vuestros padres; me probaron,
Y vieron mis obras cuarenta años. 10 A causa de lo cual me disgusté contra
esa generación, Y dije: Siempre andan vagando en su corazón, Y no han
conocido mis caminos. 11 Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo.
12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de
incredulidad para apartarse del Dios vivo; 13 antes exhortaos los unos a los
otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se
endurezca por el engaño del pecado. 14 Porque somos hechos participantes
de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del
principio, 15 entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis
vuestros corazones, como en la provocación. 16 ¿Quiénes fueron los que,
habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto
por mano de Moisés? 17 ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años?
¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? 18 ¿Y a
quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que
desobedecieron? 19 Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad”
(He. 3:6-19).
Al acercarnos a estos versículos, recuerda que el escritor se estaba dirigiendo a un
auditorio mixto. Al igual que hoy, algunos eran creyentes genuinos y otros tenían una
apariencia de piedad pero sin el poder. Las lineas no estaban claramente marcadas. Nadie
podía discernir en cada caso si la persona realmente estaba en Cristo o no. Por lo tanto, fue
necesario advertir a los no decididos, del peligro de la apostasía, y a los demás asegurarles en
su fe.
Versículo 6. Los que han nacido de nuevo por fe en el Señor demuestran la realidad de
su fe porque retienen firme hasta el fin su confianza y el regocijarse en la esperanza. No son
salvos mediante la retención de su confianza; esto sería salvación por obras. Sería algo
personalmente logrado de lo cual podrían jactarse. Pero el principio de fe excluye toda
jactancia (Ro. 3:27).
Versículos 7-11. Los creyentes nominales deben tomar advertencia de la experiencia
de Israel en el desierto. Durante cuarenta años el pueblo provocaba a Dios con su
incredulidad. Finalmente, juró en Su ira que no entrarían en Su reposo, esto es, reposo en la
tierra de Canaán.
Versículos 12-14. Los “hermanos” mencionados en el versículo 12 podrían ser
hermanos humanamente hablando, hermanos de la misma nación judía, o hermanos cristianos
sólo en nombre (de profesión). Apartarse del Dios vivo es lo mismo que apostatar. Pese a su
profesión, sólo han venido a ser miembros de Cristo si retienen firme hasta el fin su confianza
del principio. Una vez más, retener firme no es la raíz de la salvación, es el fruto.
Versículos 15-19. La fe es el asunto crucial. Del mismo modo que la incredulidad no
permitió a los israelitas entrar en el reposo de Dios en Canaán, hoy en día impedirá la entrada
de la gente en el reposo de Dios, como veremos en la siguiente sección.
El texto de prueba que emplean los arminianos aquí es el versículo 9. Cristo es autor
de eterna salvación para todos los que le obedecen. La implicación es que si dejas de
obedecerle, pierdes la salvación. ¡Pero esto suena precariamente como salvación por obras!
Debemos entender que el evangelio es un mensaje que hay que obedecer, uno lo
obedece cuando cree en el Señor Jesucristo. En este contexto, obediencia es sinónimo de fe.
Es lo que Pablo en otro lugar llama la obediencia a la fe (Ro. 1:5; 16:26). Y Lucas dice que
“muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hch. 6:7). Su experiencia de salvación fue un
evento puntual, no un proceso.
Uno de los pasajes que más frecuentemente usan para demostrar que un verdadero
creyente puede perderse es Hebreos 6:4-8.
“Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del
don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo
gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y
recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de
nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la
tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba
provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;
pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser
maldecida, y su fin es el ser quemada”.
Honestamente, debe ser admitido que hay muchas interpretaciones distintas de estos
versículos. Aun entre los que creen en la seguridad eterna hay varios puntos de vista xix. Por lo
tanto, debemos adoptar la posición que pensamos que mejor cabe en el contexto y está de
acuerdo con el resto de la Palabra inspirada. Al escritor le parece que este pasaje controversial
trata los apóstatas.
Fueron una vez iluminados. No cabe duda de que esto puede ser verdad respecto a
personas que no son convertidas. Es demasiado posible ser iluminado sin responder a la luz.
Gustaron del don celestial. El don celestial podría referirse al Señor Jesús o al Espíritu
Santo. La palabra “gustar” puede significa saborear sin tragar, como en Mateo 27:34; donde
Jesús, después de gustar el vinagre mezclado con hiel, rehusó beberlo. O podría significa
tener conocimiento de algo mediante la experiencia. Por ejemplo, Jesucristo, por la gracia de
Dios, gustó la muerte por todos. Esta fue la muerte en su sentido pleno. Así que, la palabra
aquí en Hebreos no es decisiva en sí, pero basta para decir que una persona puede tener
conocimiento del don celestial sin aceptarlo.
Fueron hechos partícipes del Espíritu Santo. Nota que no dice que hayan sido
bautizados, o que son Su morada, o que fueron llenos del Espíritu Santo. Pero participaron de
tales ministerios del Espíritu Santo como la convicción del pecado, y el conocimiento del
camino de la salvación.
Gustaron de la buena Palabra de Dios. Sobra decir que es posible escuchar la Palabra
de Dios sin creerla. Hay personas que tienen sus cabezas llenas de conocimiento bíblico, y
que mueren en sus pecados. Gustar no es suficiente.
Gustaron los poderes del siglo venidero. Los hebreos aquí descritos habían
atestiguado los milagros que acompañaron la predicación del evangelio por los apóstoles.
Estos milagros se describen como “los poderes del siglo venidero”. Esto significa que serán
repetidos en el Milenio cuando el Señor Jesús reine como Rey de reyes y Señor de señores.
Ten en cuenta, entonces, que estas cinco características pueden ser verdad en cuanto a
los incrédulos. Ahora consideremos el resto del pasaje.
Si las personas aquí descritas recaen, es imposible renovarlas al arrepentimiento.
Puede que se arrepintieran una vez superficialmente (2 Co. 7:10), sin creer en Cristo, pero
una vez que apostaten, su destino, la perdición, está sellada. Han pasado el punto de no
retorno respecto a la redención. Esto se demuestra en la historia. Ningún verdadero apóstata
ha venido jamás a conocer y ser salvo por el Señor Jesucristo.
Si este pasaje hablara de verdaderos creyentes que habían caído en pecado,
significaría que jamás podrían ser salvos. Pero esto prueba demasiado para los que mantienen
la doctrina de recaída.
Estas personas no son genuinos hijos de Dios, porque pecan “crucificando de nuevo
para sí mismos al Hijo de Dios, y exponiendole a vituperio”. Esto ciertamente no es
comportamiento característico de los que han nacido de Dios.
En el versículo 7, el escritor compara a los creyentes verdaderos a una tierra bien
regada que produce hierba provechosa y recibe bendición de Dios. Los apóstatas son como la
tierra que “produce espinos y abrojos” , la cual “es reprobada, está próxima a ser
maldecida, y su fin es el ser quemada” . La expresión: “está próxima a ser maldecida”, no
ofrece ninguna otra posibilidad. Al contrario, expresa la certeza del juicio, y esto se confirma
por el veredicto: “su fin es el ser quemada”.
Para que no haya duda acerca de la condición espiritual de los apóstatas que el
escritor ha estado describiendo, añade la afirmación decisiva en el versículo 9, “Pero en
cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la
salvación”. Aquí se dirige claramente a los cristianos, diciendo: “oh amados”. Está
persuadido que ellos no producen espinos y abrojos, que no están próximos a ser maldecidos,
y que su fin no es el ser quemados. Está persuadido que ellos se caracterizan por las cosas
que acompañan la salvación, y esto no es verdad acerca de los que fueron descritos en los
versículos anteriores.
“Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber
sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte,
ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por
otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación
semejante. Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de
vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor
y perdurable herencia en los cielos. No perdáis, pues, vuestra confianza, que
tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que
habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un
poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe;
Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que
retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del
alma” (He. 10:32-39).
A los hebreos creyentes se les recuerda todo lo que habían sufrido a causa de su fe
notoria en el Señor Jesús. Habían compartido las persecuciones de otros creyentes, y
ministrado al escritor de la epístola a los hebreos en su encarcelamiento, y con gozo sufrieron
el despojo de sus bienes, sabiendo que tenían una mejor y perdurable herencia en los cielos.
Ahora no debían perder el ánimo, sino soportar las pruebas para que, después de hacer
la voluntad de Dios, obtengan [el cumplimiento de] la promesa. En los versículos 35-36 no
hay sugerencia de que la obtención de la promesa dependiera de su perseverancia. Al
contrario, esto es cómo debían vivir anticipando la venida del Señor (v. 37).
La primera parte del versículo 38 describe a los verdaderos creyentes: “el justo vivirá
por fe”. Significa: “los justificados por fe vivirán así”. El resto del versículo describe a un
apóstata: “Y si retrocediere, no agradará a mi alma”. ¿Retroceder de qué? De la verdadera fe
en el Señor Jesús.
Alguien preguntará: “¿Cómo sabes que significa esto?” Porque así lo dice. “Nosotros
[los verdaderos creyentes] no somos de los que retroceden para perdición [los apóstatas],
sino de los que tienen fe para preservación del alma”. En otras palabras, los apóstatas no
creen para la salvación del alma. Profesan fe por un tiempo, pero luego retroceden.
Confieso que estaba sorprendido y perplejo cuando vi que este texto estaba en la lista
de los pasajes empleados para apoyar la salvación condicional. Después de estudiarlo, sólo
podía concluir que el versículo 15 debe ser el texto de prueba: “ciertamente tenían tiempo de
volver”. Es empleado para decir que así como los patriarcas podían haber cambiado de
opinión acerca de seguir la ruta hasta Canaán, también los verdaderos creyentes pueden dejar
de creer y volver a su vida incrédula de antes. Dicen que el acto inicial de creer para ser salvo
no es suficiente. Debe ser seguido por una fe continua. Una persona puede perder su
salvación si deliberadamente cesa de creer.
Pero esto no está de acuerdo con los datos. Puede que tenga la oportunidad de volver
a mi vida de antes, pero no tengo el deseo ni la inclinación. Si una persona dice que es
creyente y luego decide volver a una vida de pecado, esto demuestra que nunca vino a ser
nueva criatura en Cristo.
La sugerencia de que el acto inicial de fe no determina el destino final es una
perversión del evangelio. Significa que Cristo no expió todos los pecados del creyente, sino
sólo los que fueron cometidos hasta el tiempo de conversión. Después de esto, el creyente
anda por su cuenta. ¡Piensa en las implicaciones de este punto de vista!
1. Niega que Cristo es el solo y suficiente Salvador; porque afirma que el creyente
comparte la obra.
2. Niega que la obra de Cristo paga por todos los pecados (pasados, presentes y
futuros), aunque todos eran futuros cuando Él murió.
3. Es una negación de salvación por pura gracia. Sugiere que la gente puede merecer o
contribuir a la salvación por su perseverancia en la fe.
“1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube
de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y
corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2 puestos los
ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra
del trono de Dios. 3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de
pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta
desmayar. 4 Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo
contra el pecado; 5 y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se
os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni
desmayes cuando eres reprendido por él; 6 Porque el Señor al que ama,
disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. 7 Si soportáis la disciplina,
Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no
disciplina? 8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido
participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9 Por otra parte, tuvimos a
nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por
qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10
Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les
parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su
santidad. 11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de
gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en
ella han sido ejercitados. 12 Por lo cual, levantad las manos caídas y las
rodillas paralizadas; 13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que
lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. 14 Seguid la paz con
todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. 15 Mirad bien, no sea que
alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de
amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; 16 no sea que
haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió
su primogenitura. 17 Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la
bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento,
aunque la procuró con lágrimas” (He. 12:1-17).
1. Es dejar de alcanzar la gracia de Dios. Tan cerca, y sin embargo, tan lejos. El
apóstata ha sido iluminado, pero no llega a tanto como para ser regenerado.
2. Es una raíz de amargura. No contento asilando su amargura sin expresarla, se
empeña en expresarla y contagiar a otras personas.
3. A menudo está asociada con inmoralidad. Mucha apostasía tiene sus raíces en el
fracaso moral.
4. Es profana, esto es, carece de cualquier afinidad o apreciación de realidades
espirituales.
5. No halla ningún lugar para el arrepentimiento.
Como hemos visto antes, el escritor pinta con un pincel ancho. Habla a los que han
nacido de nuevo y a los que potencialmente son apóstatas en casi el mismo momento y sin
identificar sus oidores. Es un caso de: “si te cabe, es para ti”.
Una vez más contrasta el peligro de rehusar a Dios cuando dio la Ley en el monte
Sinaí, con el mayor peligro de rehusarle cuando desde el cielo habla el evangelio.
Este no es el caso imaginado de alguien que creyó y luego decidió no creer más. Se
refiere a una persona que en primer lugar nunca ha creído verdaderamente. El mismo que
sacudió la tierra en Sinaí sacudirá todo el universo creado para que sólo las realidades
espirituales queden, esto es, el reino eterno. La obligación de los creyentes es servir a Dios
aceptablemente con reverencia y temor piadoso. Sólo aquellos que han recibido al Hijo de
Dios pueden hacer esto.
¿Cómo debemos entender las últimas palabras: “porque nuestro Dios es fuego
consumidor”? Es verdad en al menos dos sentidos. Su fuego será la perdición eterna de todos
los incrédulos. Sin embargo, cuando la palabra fuego se emplea en conjunto con los
redimidos, tiene que ver con sus obras, no con sus almas (1 Co. 3:13, 15).
Este párrafo es uno de muchos que se emplean para demostrar que la epístola a los
Hebreos fue escrita a creyentes, la implicación siendo que fue exclusivamente escrita a los
que pertenecen a Cristo. De esta premisa proceden a decir que los versículos dirigidos a los
apóstatas fueron escritos, ipso facto, a creyentes, y que por lo tanto los apóstatas son
miembros de Cristo que pueden perder su salvación.
El fallo de este argumento está en la palabra implicada: exclusivamente. Nadie niega
que porciones de Hebreos fueron escritas a hebreos que se había convertido genuinamente.
Pero esto no requiere que no se hable nada acerca de los que sólo tenían una profesión hueca.
2 Corintios fue escrita a “la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que
están en toda Acaya”, y sin embargo se les aconsejó que se examinasen para ver si estaban en
la fe (13:5). Gálatas fue escrita principalmente a las iglesias de Galacia, pero Pablo tenía
dudas acerca de algunos de ellos (4:20).
Otra vez el argumento es que estas exhortaciones claramente fueron escritas a los
verdaderos santos de Dios; puesto que los apóstatas figuran tanto en la epístola, tales
exhortaciones demuestran que los apóstatas habían sido una vez cristianos. De ahí que los
cristianos pueden perder su fe y así la salvación.
Esta forma de razonar falla porque no ve que Hebreos no fue exclusivamente a
creyentes. Nadie niega que muchas de las exhortaciones tenían en vista a los santos. Pero
muchas otras fueron dirigidas a los judíos que eran cristianos exteriormente, pero que estaban
bajo presión tremenda para volver al judaísmo.
Si los apóstatas fueron cristianos auténticos que posteriormente abandonaron su fe,
entonces jamás podrían volver a salvarse. Pero esto no está de acuerdo con las ideas de los
que creen en la salvación condicional. ¡Ellos creen que los apóstatas pueden ser restaurados!
También deja de tener en cuenta que Hebreos 13 contiene una promesa segura de Dios
que Él no abandonará a Su pueblo:
“Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora;
porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos
decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda
hacer el hombre” (He. 13:5-6).
Estos versículos tratan primariamente la provisión de Dios para las necesidades físicas
de los creyentes. En la persecución de aquel entonces, muchos creyentes contemplaban la
pérdida de sus posesiones (10:34). Aun para los creyentes genuinos entre ellos, esto tenía que
producir una tentación fuerte a tener envidia y codicia. El autor les animaba con este
recordatorio de que Dios proveería para ellos tanto tiempo como que les fuera necesario
cumplir Sus propósitos para ellos en esta vida. Nota que no dice: “si os guardáis de la codicia,
Él no os desamparará”; dice en efecto: “Él no os desamparará, así que, guardaos de la
codicia”.
Como Pablo hizo el Romanos 5 y 8, aquí ciertamente nosotros podemos razonar desde
lo inferior a lo superior. Dios provee aun para la preservación física de Su pueblo; ¿entonces
dejará su preservación espiritual a carga de ellos?
Muchas veces ha sido señalado que en el original, el versículo dice: “Yo nunca,
nunca, nunca os desampararé ni os dejaré”. Es enfático, ¿no?xxii
Al oponer la seguridad eterna, un partidario de la doctrina de salvación condicional
llegó hasta cuestionar si los pastores que creen en la seguridad eterna realmente pueden
cuidar correctamente las almas de su rebaño. Esto, por supuesto, es un mero juicio subjetivo
que sus oponentes también podrían emplear de igual manera.
13
Antes de dejar el tema de la apostasía, nos queda examinar los pasajes pertinentes en
1 Juan y Judas. Ellos nos ayudan a confirmar nuestra definición de un apóstata y fortalecen el
caso a favor de la seguridad eterna.
Aquí Juan advierte a sus lectores respecto a los maestros apóstatas, y les recuerda que
el Espíritu Santo es suficiente para guardarles de las enseñanzas heréticas. La Edad de la
Iglesia es la última hora. Ya hay muchos falsos maestros que promueven algunas de las
mismas doctrinas que tendrá el Anticristo. En el día de Juan, los gnósticos eran apóstatas. Se
habían hecho pasar por creyentes, pero al final habían dado la espalda a Cristo y la comunión
cristiana. Al recaer, demostraron que nunca habían sido verdaderamente nacidos de nuevo.
Los creyentes tienen una unción, esto es, el ministerio magistral del Espíritu Santo.
Con la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios, tienen todo lo necesitan para sana doctrina y
una vida de piedad. La verdad es lo que Dios ha dicho. Los creyentes tienen la verdad, y
saben que las enseñanzas contrarias son mentira.
La prueba clave es lo que uno cree acerca de Jesucristo. Negar que Jesús es el Cristo
es el espíritu de anticristo. Si una persona no tiene al Hijo, tampoco tiene al Padre.
Así que a los creyentes se les anima a seguir en la sana doctrina que Juan y los demás
apóstoles les habían enseñado, y así ir adelante en comunión feliz con el Padre y el Hijo.
Deben recordar la promesa inquebrantable de vida eterna que Cristo ha dado a los que han
nacido de nuevo. No tiene ninguna condición.
Siempre está el peligro de los maestros engañosos. Pero el Espíritu Santo permanece
en los hijos de Dios, y por lo tanto ellos no necesitan las “verdades adicionales” de estos
gnósticos apóstatas. El Espíritu Santo es la garantía de que los creyentes permanecerán en
Cristo.
Juan apela a los santos a permanecer en Cristo para que cuando Él se manifieste en el
Rapto y el Tribunal (Su tribunal), Juan y los demás apóstoles puedan tener confianza y no
avergonzarse delante de Él. (¡Juan está seguro de que sus lectores estarán allí!) Aquí no es
cuestión de confianza o condenación, sino de confianza o vergüenza.
Consideremos ahora otro pasaje que trata la apostasía.
“Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá,
y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de
muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida” (1 Jn.
5:16).
Es casi inevitable que este versículo sea empleado por aquellos que defienden la
doctrina de la salvación condicional. Parece dejar abierta la puerta a la posibilidad de que un
cristiano cometa un pecado imperdonable,xxiii y que por lo tanto sea inútil orar por él. Pero,
¿es esto lo que realmente dice?xxiv
En primer lugar, no dice que es un creyente que comete un pecado que le conduce a la
muerte. El que comete el pecado que no es de muerte es un hermano, esto es, un verdadero
hijo de Dios. Pero no menciona la palabra “hermano” en la segunda parte del versículo.
Segundo, Juan no aclara si la muerte en este versículo es física o la muerte segunda y
eterna. Tenemos que considerar el contexto para llegar a una comprensión correcta.
Mucho de la carta fue escrito para proteger a la Iglesia de falsos maestros conocidos
como gnósticos. Profesando conocimiento superior, estos hombres se infiltraron en asambleas
cristianas fingiéndose creyentes y quizá aun siendo bautizados. Pero con el paso del tiempo
abandonaron totalmente la comunión cristiana, probando que nunca habían sido salvos. Se
manifestaron apóstatas. Pecaron de muerte. Fue imposible renovarles al arrepentimiento (He.
6:4-6).
Y así Juan señala aquí que hay algunas personas por las cuales no vale la pena orar. Es
inútil orar por ellas. Con la mayoría de los pecados, es posible que Dios conduzca al pecador
al arrepentimiento, y debemos orar por esto. Pero apostasía es un pecado que conduce
inevitablemente a la muerte espiritual, y cuando alguien falla en este punto, ya no debemos
malgastar más el tiempo de rodillas intercediendo por él o ella.
“5 Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor,
habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que
no creyeron. 6 Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que
abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones
eternas, para el juicio del gran día; 7 como Sodoma y Gomorra y las
ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo
fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por
ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno. 8 No obstante, de la misma
manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y
blasfeman de las potestades superiores. 9 Pero cuando el arcángel Miguel
contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se
atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te
reprenda. 10 Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que
por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales. 11 ¡Ay de
ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el
error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré. 12 Estos son
manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se
apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los
vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados” (Jud.
1:5-12).
En su epístola, Judas trata casi exclusivamente a los apóstatas. Como hemos explicado
en otro lugar, un apóstata es alguien que profesa fe en el Señor, y luego se vuelve en Su
contra con malicia y amargura. No es un hermano alejado, sino un traidor.
Judas da los siguientes ejemplos de la apostasía en el Antiguo Testamento: los
israelitas que no creyeron, ángeles que pecaron, y la gente de Sodoma y Gomorra (vv. 5-7).
Entonces cambia a los apóstatas contemporáneos y su inmundicia moral, rechazo de
autoridad, y blasfemia (juicio de maldición) de las autoridades superiores, lo cual Miguel el
arcángel rehusó hacer (vv. 8-9). Al mostrar desprecio hacia las potestades gubernamentales,
realmente estaban despreciando a Dios.
Son como:
· Caín: porque rechazan la salvación por un sacrificio de sustituto.
· Balaam: porque compran y venden privilegios y beneficios religiosos.
· Los hijos de Coré: porque se rebelan contra la autoridad y usurpan una posición
religiosa.
Invadieron las asambleas cristianas como manchas, nubes engañosas y árboles sin
fruto y dos veces muertos.
Es una descripción severa que no encaja para los que han tenido fe genuina. Estos son
líderes religiosos cuyas vidas demuestran que nunca han nacido de nuevo.
14
¿Profesión O Posesión?
(Parte I)
La Biblia es un libro muy realista. Describe el comportamiento humano tal como es.
No mira a través de gafas de tinta rosa para ver todo bonito, ni concluye que todos están en el
lado de Dios. Al contrario, cuidadosamente distingue entre los que sólo son seguidores
nominales de Cristo, y los que realmente son creyentes. Hace una distinción clara entre los
que profesan y los que poseen.
Cuando Jesucristo estaba en el mundo, encontró a estos dos grupos. Había algunos
que creyeron en Él cuando vieron los milagros que Él hizo (Jn. 2:23). Pero Él no “creía” en
ellos. No le agrada la clase de fe que requiere señales antes de creer. Desea la clase de fe que
sencillamente cree porque Él lo ha dicho. Aunque dice que estas personas creyeron en Él,
aquello no fue la fe que salva. Creyeron en sus cabezas, o emociones, pero no en su corazón.
No era nada más que gente que profesaba creer.
En Su discurso maravilloso sobre el Pan de vida, el Señor dijo: “El que come mi
carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Jn. 6:54).
Comer Su carne y beber Su sangre simplemente significa creer en Él (v. 47). Pero algunos de
Sus discípulos se ofendieron por lo que llamaron: “dura palabra” (v. 60), y le abandonaron (v.
66). Con este acto de deserción, enseñaron que eran discípulos sólo de nombre. Cuando el
Señor preguntó a los doce si ellos también quisían irse, Pedro habló por todos menos Judas
cuando dijo: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos
creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (vv. 67-68). Esta
confesión les marcó como verdaderos discípulos del Señor Jesús.
Durante el ministerio terrenal del Salvador, había hombres que profetizaron en Su
nombre, echaron fuera demonios en Su nombre, e hicieron muchos milagros en Su nombre
(Mt. 7:22). Pero Su veredicto acerca de ellos fue: “nunca os conocí”. Profesaron conocerle,
pero Él no les conocía. Les expuso como hombres que practicaron injusticia (v. 23).
Había otros que comieron y bebieron en Su presencia, y le oyeron enseñar en sus
calles (Lc. 13:26). Pensaban que era suficiente asociarse con el Salvador. Pero una vez más Él
dijo que no los conocía, y los condenó como hacedores de maldad (v. 27). Externamente
siguieron al Señor, pero no hay ninguna mención de fe verdadera. Sólo habían ido con Él por
razones superficiales.
En los primeros días de la Iglesia, hubo un caso clásico de alguien que no era nada
más que un seguidor superficial de Cristo. Cuando Felipe predicó el evangelio en Samaria, un
espiritista de influencia llamado Simón creyó y fue bautizado (Hch. 8:13). Al principio esto
suena bien. Pero recuerda que hay una forma falsa de creer que no es lo mismo que la fe que
salva. Ya hemos visto esta clase de fe en Juan 2:23-25 y 6:66. Aun los demonios creen (Stg.
2:19). Lo que sigue demuestra que Simón no tenía los rasgos de un verdadero hijo de Dios.
Cuando Simón vio que los samaritanos creyentes recibieron el Espíritu Santo por
medio de la imposición de las manos de los apóstoles, deseaba comprar ese poder,
probablemente como medio para conseguir un negocio más lucrativo. Lástima, pero él no fue
el último fraude o charlatán que intentó hacer dinero mediante una pretensión de piedad (1 Ti.
6:5b).
Nota cómo Pedro le denunció, y pregúntate si el apóstol hablaría así a un verdadero
creyente.
“Tu dinero perezca contigo”. Pedro dijo: “Que tú y tu dinero vayáis al infierno, por
pensar que se puede comprar con dinero el don de Dios” (traducido de Today’s English
Version). Puesto que ningún cristiano verdadero perecerá jamás (Jn. 3:16), es imposible que
hubiera nacido de nuevo Simón.
“Has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero”. Aquí el don de Dios es el
Espíritu Santo. Simón quiso comprar el poder de impartir el Espíritu a otros. No hay
indicación de que él jamás recibiera el Espíritu.
“No tienes tú parte ni suerte en este asunto”. En lugar de ser miembro de la
comunión cristiana, él era uno de fuera que miraba dentro, todo porque no tenía parte en el
asunto de salvación.
“Tu corazón no es recto delante de Dios”. Aunque esto podría ser verdad en cuanto a
un creyente alejado del Señor, el contexto sugiere que era una persona que necesitaba nacer
desde lo alto y recibir un corazón nuevo.
“Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad”. La palabra empleada para el arrepentimiento
significa volver del pecado a Dios.
“Ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón”. Dios es el
que concede perdón eterno al pecador arrepentido y creyente. Pero como Padre Él da perdón
paterno a un hijo Suyo cuando confiesa su pecado. En este caso, se refiere a Dios como Juez
y no como Padre. La palabra “quizás” no sugiere incertidumbre ni falta de voluntad de parte
de Dios, sino posiblemente obstinación de parte de Simón.
“En hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás”. Si se conoce al árbol
por su fruto, y si el fruto de Simón era maldad extrema, esto hace surgir graves dudas acerca
de su condición espiritual.
En respuesta a la fuerte reprensión de Pedro, el mago pidió al apóstol que orara por él.
Hubiera sido mejor verle arrepentirse de su pecado y recibir a Cristo como Señor y Salvador.
Parece claro que sólo tenía una profesión de fe; no tenía la raíz de la fe en sí.
Aquí recuerdo las palabras de mi colega Jean Gibson. Muchas veces ha dicho:
“Aunque creemos en la seguridad eterna del creyente, no creemos en la seguridad eterna de la
profesión de fe”. Aquellos cuya fe sólo es una aceptación intelectual de datos históricos no
deben pensar que estén en Cristo para siempre. Ser miembro de una iglesia no es lo mismo
que ser cristiano. No hay seguridad en una fe intelectual; tiene que haber el compromiso de la
entrega de una persona a Otra.
Varias de las parábolas del Señor distinguen entre profesión y posesión, entre
creyentes nominales y verdaderos. Pero antes de estudiarlas una por una, debemos hacer unas
aclaraciones respecto a las parábolas del reino de los cielos. Hay dos aspectos del reino.
Primero, está la esfera de profesión externa. En este sentido, cualquiera que cree en Dios o
profesa lealtad al Él como Rey está en el reino. Pero también está la esfera de realidad
interna. Para que uno sea verdadero ciudadano del reino, tiene que nacer de nuevo (Jn. 3:3,
5). Así que, es posible ser súbdito del reino en base a sólo una profesión, y por otra parte, es
posible tener lealtad genuina al Rey.
Es desconcertante pensar que hay maldad e hipocresía en el reino del cielo, hasta que
veas que el reino en su sentido más amplio incluye no sólo la realidad sino también la
profesión. Es similar a la distinción entre la cristiandad y el cristianismo. Hay muchas
personas en la cristiandad que no son cristianas.
Ahora bien, vamos a ver cómo las parábolas distinguen entre discípulos nominales y
verdaderos creyentes.
Esta parábola cubre el tiempo desde el ministerio de nuestro Señor en la tierra hasta el
final del periodo de la tribulación. El Señor Jesús es el Sembrador y la Palabra de Dios es la
semilla. El campo es el mundo. La Palabra cae sobre cuatro clases de tierra, esto es, que
encuentra cuatro clases de respuesta humana. Así los discípulos están siendo preparados para
entender la verdad de que no cada oidor llegará a ser creyente.
El oidor junto al caminó no entendió las Buenas Nuevas porque no quiso (ver Jn.
7:17), y así perdió la oportunidad para entenderlas. Al principio el de pedregales oyó con
gozo la Palabra. Hubiera sido mejor recibirla con contrición y arrepentimiento. Cuando fue
presionado a dar la espalda a la Palabra en tiempos de persecución, lo hizo. El de espinos que
oyó la Palabra también mostró interés al principio, pero daba más prioridad a los intereses y
placeres del mundo, y a las riquezas engañosas. El de buena tierra que oyó la Palabra la
recibió, creyó y llevó fruto para Dios en su propio carácter y en su servicio para los demás.
Las primeras tres tierras son improductivas, y así ilustran a los que sólo profesan ser
creyentes sin serlo en realidad. Sólo la buena tierra da fruto. Representa a los verdaderos
creyentes, esto es, los poseedores de la salvación.
En la Biblia, la levadura siempre es símbolo del mal, bien de mala doctrina (Mr. 8:15;
Gá. 5:9), o de comportamiento malo (1 Co. 5:6-8). En esta parábola, una mujer esconde
levadura en harina. La mujer (que no debe estar enseñando doctrina, 1 Ti. 2:12), mezcla error
en el alimento del pueblo de Dios. Muchas sectas tiene algo de verdad pero lo han
contaminado con herejía.
Al final de la tribulación, los ángeles separarán los malos de los justos. Esto incluirá
la separación de los creyentes nominales de los que verdaderamente han nacido de nuevo.
Los primeros serán destruidos. Los otros entrarán en la era bendita de paz y prosperidad.
He aquí un hombre que debía al rey una deuda enorme. Porque estaba en la
bancarrota, el rey mandó que él y su familia fueran vendidos para ser esclavos. Cuando
fervientemente rogó al rey pidiendo la oportunidad para pagarle, el rey tuvo compasión, le
soltó y perdonó la deuda.
Entonces, las cosas cambiaron. El deudor perdonado descubrió que uno de sus
compinches le debía una cantidad pequeña. A pesar de los ruegos y las promesas de su
deudor, no lo quiso perdonar. Cuando su amo lo escuchó, estaba furioso, y mandó entregarle
a los verdugos.
Está claro que la parábola es para creyentes porque fue dicha en respuesta a la
pregunta de Pedro referente al perdón. Puesto que es para creyentes, naturalmente trata el
perdón paterno, no el perdón judicial. Esta distinción es importante. Perdón judicial o eterno
es lo que Dios el Juez da al pecador que cree en el Señor Jesucristo. Esto significa que Cristo,
como Sustituto, pagó por sus pecados y él nunca tendrá que pagar. Perdón paterno es lo que
Dios el Padre da a un creyente que ha pecado, cuando confiesa y se aparta del pecado. La
disposición a perdonar no es el evangelio para los incrédulos. No somos salvos porque
perdonemos a los demás. Pero es vital para los creyentes, si van a caminar en comunión con
Dios el Padre. (Observa las palabras: “mi Padre celestial” en el v. 35).
Así que, hemos visto que este pasaje es para creyentes, y que trata el perdón paterno y
no el perdón judicial o eterno. Pero, puesto que es así, ¿cómo debemos entender el versículo
34?
“Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo
lo que le debía”.
Es apropiado que el reino del cielo sea comparado a una fiesta de boda con su
celebración gozosa. La primera invitación del rey fue rechazada, así que abrió las puertas a
cualquiera que le gustaría asistir. Cuando el rey vio a un hombre no vestido correctamente
para la boda, mandó echarlo fuera.
Para entender esta parábola, debemos entender que en aquellos días el anfitrión de la
boda proveía la ropa de vestir apropiada para la boda. Así que, no había excusa para aquel
hombre. Cuando se le llamó la atención, se quedó sin palabras. Representa la persona que
desea disfrutar los beneficios del reino. Pero entra en su propia justicia y no aquella que Dios
provee por medio de la fe en Cristo. Es cristiano sólo de nombre.
Aunque esta historia no es llamada una parábola, tiene todas las marcas de una.
Cuando el Salvador venga para establecer Su reino, recompensará abundantemente a aquellos
que han cuidado Sus intereses, especialmente ministrando a los de Su casa. Ellos obviamente
son siervos verdaderos. Les llama fieles, sabios y bienaventurados.
Pero hay todavía otros siervos que toman ventaja de la demora del Señor, maltratando
a los otros siervos y comiendo y bebiendo con los borrachos. No son siervos genuinos de
Cristo, sino siervos malos que muestran por su comportamiento que nunca han nacido de
nuevo. Son hipócritas que compartirán la condenación de todos los demás farsantes.
En 1 Timoteo 4:1, el apóstol Pablo prevée que en los postreros tiempos algunos
apostatarán de la fe. Aquellos que creen que un cristiano puede perderse emplean este
versículo como texto de prueba. Razonan que si algunos apostatan de la fe, entonces antes la
guardaban pero ya no lo hacen. ¿Cómo pueden apostatar de algo que no tuvieron?
La respuesta es que apostatan de una profesada fe. Podrían ser cristianos nominales
sin jamás haber experimentado el nuevo nacimiento. En el mundo de hoy, cualquiera que cree
en Dios y trata bien a su madre es considerado cristiano. Todos sabemos que en la mayoría de
las iglesias evangélicas hay miembros que todavía están en sus pecados. Cuando se le
preguntó a un ministro bien conocido si los miembros de su congregación eran miembros de
la familia de Dios, respondió: “no me gustaría estar atado a algunos de ellos cuando mueran”.
Esta fue su manera curiosa de decir que no le gustaría ir donde ellos irán.
Ahora bien, estas personas ciertamente podrían apostatar de la fe, abandonando la
comunión cristiana, la enseñanza cristiana y la moralidad cristiana. Aquellos que apostatan de
la fe en 1 Timoteo se vuelven a:
¿Qué de Himeneo y Fileto? Algunos los emplean para demostrar que gente salva
puede posteriormente perderse. Se permiten dos grandes presunciones: primero, que estos dos
hombres eran creyentes genuinos; y segundo, que perdieron su salvación. Pero no podemos
ganar un argumento basándonos en presunciones.
Cuando en 1 Timoteo 1:19 dice: “manteniendo la fe y buena conciencia, desechando
la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos”, las palabras “la cual” se refieren a la buena
conciencia, no a la fe. Esto está claro en el idioma original.
A menudo tenemos que decir acerca de personas como Himeneo y Fileto lo que Pablo
dijo acerca de los Gálatas: “tengo mis dudas acerca de vosotros” (Gá. 4:20). Es interesante y
quizá significativo que inmediatamente después de describir a estos dos hombres, el apóstol
dice: “Conoce el Señor a los que son suyos” (2 Ti. 2:19). Nosotros no siempre podemos estar
seguros acerca de los tales, pero el Señor los conoce. Y si alguien profesa pertenecer a Cristo,
lo debe demostrar apartándose de iniquidad.
Aquí está lo que podemos saber con certeza acerca de Himeneo y Fileto:
Demas era colega de Pablo durante su primer encarcelamiento en Roma (Flm. 24; ver
también Col. 4:14). Más tarde desamparó al apóstol, “amando este mundo” (2 Ti. 4:10). ¿Es
éste un caso de un verdadero creyente perdiendo su salvación? ¿Era Demas profesante o
poseedor de salvación?
El hecho de que había servido con Pablo no prueba que fuera convertido. Judas servía
con Cristo, y muchos otros que profesaban servir a Cristo demostraron más tarde que no le
pertenecían.
La indicación más clara de que no era un genuino hijo de Dios es que amaba este
mundo. El apóstol Juan dice en su manera franca de expresarse: “Si alguno ama al mundo, el
amor del Padre no está en él” (1 Jn. 2:15b).
La una cosa mitigante sería que aunque Demas dejó a Pablo, no dice que dejara a
Cristo. Pero este supuesto es cancelado por el dato de que amaba al mundo. Así que hay
razones de peso para creer que Demas no conocía al Señor.
Muchos siervos del Señor han tenido una experiencia similar a la de Pablo. Conocen
la tristeza de descubrir que un colaborador amado y de confianza era, después de todo, falso.
15
¿Profesión O Posesión?
(Parte II)
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al
mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo,
los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no
proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el
que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17).
“Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es
nacido de él. Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos
llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le
conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado
lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos
semejantes a él, porque le veremos tal como él es.Y todo aquel que tiene esta
esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. Todo aquel que
comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.
Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto,
ni le ha conocido. Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como
él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca
desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las
obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado,
porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es
nacido de Dios” (1 Jn. 2:29-3:9).
De tal palo, tal astilla. Es un hecho de la vida natural que todo reproduce en su
semejanza. Los hijos nacen en imagen y semejanza de sus padres. Así también en la esfera
espiritual. Puesto que el Padre es justo, Sus hijos practicarán la justicia.
El pensamiento “nacido de él” en el versículo 29 lanza a Juan en una expresión de
asombro que nosotros llegáramos a ser hijos de Dios. No es extraño que el mundo no nos
conozca o no aprecie quiénes somos. Tampoco reconoció al Señor.
Entonces, en un arrebato maravilloso acerca de la seguridad eterna, el apóstol expresa
la verdad incondicional de que nosotros (sus lectores y todo verdadero creyente) seremos
cambiados para ser semejantes a Él cuando le veamos. ¡No cabe duda! Mientras tanto, esta
esperanza sirve como una esperanza purificadora. Y debemos recordar que la esperanza es
cierta porque se basa en la Palabra de Dios.
Esto lleva a Juan a otra marca del creyente. Aunque todavía peca, no vive bajo el
domino del pecado. Su estilo de vida no es característicamente pecaminoso. No es un pecador
habitual. La siguiente paráfrasis expresa esto:
4. Cualquiera que practica el pecado también practica injusticia, y el pecado es
injusticia.xxix
5. Y sabéis que Él fue manifestado para quitar nuestros pecados, y en Él no hay
pecado.
6. Cualquiera que permanece en Él, esto es, todo creyente, no sigue pecando
habitualmente. Todo aquel que es dominado por el pecado no le ha visto ni le ha conocido.
7. Hijitos, el que practica justicia es justo, así como Él es justo.
8. Todo aquel cuya vida es pecaminosa es del diablo, porque el diablo ha practicado el
pecado desde el principio. Por esto se ha manifestado el Hijo de Dios en el mundo, para
destruir las obras del diablo.xxx
10. Todo aquel que ha nacido de Dios no vive en el pecado, porque su simiente, esto
es, la vida de Cristo, permanece en él, y no puede practicar el pecado, porque es hijo de
Dios.xxxi
1 Juan 3:4-9; 5:19 son examinados en más detalle en el capítulo titulado: “¿Ocasional
O Habitual?”
Ahora venimos a la epístola de Santiago, donde él trata la profesión y la realidad. Fue
escrita en un tono notablemente distinto a lo de 1 Juan. Santiago escribía a personas cuyas
vidas no parecían apoyar su profesión de fe. Así que, habló bruscamente, fue necesario para
penetrar los corazones endurecidos de muchos de sus lectores. Les advertía que las buenas
obras eran necesarias para demostrar la realidad de su profesión de ser creyentes.
Santiago 2:14-26 ha sido históricamente uno de los pasajes más controversiales de las
Escrituras. Algunos alegan que enseña que somos salvos por obras, o al menos en parte por
obras. Los de la salvación condicional lo emplean para enseñar que nuestra salvación es
preservada por obras. Vamos a ver cómo nuestra comprensión de la diferencia entre profesión
y posesión nos ayuda a aclarar este pasaje.
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene
obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están
desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de
vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas
que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si
no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo
tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis
obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y
tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su
hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y
que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice:
Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de
Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no
solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada
por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?
Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras
está muerta” (Stg. 2:14-26).
¿LEY O GRACIA?
“El señorío de Jesús sobre el yo, la vida y las posesiones debe ser reconocido
si vamos a conocerle como Salvador”.xxxii
Y de nuevo:
“Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mt. 24:13).
“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:31-32).
El Señor Jesús habló estas palabras a algunos judíos que habían creído en Él.
Permaneciendo en Su Palabra, podrían probar la realidad de su fe. Esto demostraría que eran
discípulos en el verdadero sentido de la palabra, y disfrutarían el poder libertador de la
Palabra.
“De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá
muerte” (Jn. 8:51).
Guardar la Palabra del Señor Jesús es otra manera de decir creer en Él. Sabemos esto
al comparar este versículo con Juan 11:26. En el primero, el que guarda Su Palabra nunca
verá muerte. En el segundo, la persona que cree en Él nunca verá muerte. Así que por la regla
de tres sabemos que se trata de la fe en Él.
17
¿COMUNIÓN O RELACIÓN?
¡Qué incidente más maravilloso! Vemos aquí al poderoso Hacedor del universo
ciñéndose
una toalla de siervo, y doblándose para lavar los pies de Sus discípulos. Cuando llegó a Pedro,
el apóstol impetuoso protestó que era inapropiado que el Maestro lavara los pies de un
discípulo. Dijo: “No me lavarás los pies jamás”.
El Señor Jesús contestó: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo” (v. 8). Siendo
éste el caso, Pedro pidió un baño completo, no un lavamiento parcial.
El Señor Jesús dijo: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está
todo limpio...”
Las palabras del Salvador en el versículo 8 a veces son tomadas para apoyar la
doctrina de seguridad condicional. Para entenderlas correctamente debemos verlas en su
contexto.
Hay una diferencia entre bañarse y lavarse los pies. Lo primero es el baño de
regeneración mencionado en Tito 3:5, “No por obras de justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en
el Espíritu Santo”. En una palabra, el baño es salvación. Toma lugar sólo una vez.
Pero luego está el acto de lavar los pies. Si el baño toma lugar sólo una vez, el
lavamiento de los pies es algo que se hace repetidamente. En la vida cristiana pecamos
diariamente y contraemos inmundicia. Necesitamos limpieza constante por la aplicación de la
Palabra de Dios a nuestras vidas. Esto habla del mantenimiento de la comunión. La relación
es una cadena inquebrantable, pero la comunión es un hilo frágil que fácilmente se rompe. El
pecado rompe la comunión, y necesitamos el ministerio de la Palabra para limpiar nuestro
caminar.
En el tiempo de Pablo, la gente iba a los baños públicos para una limpieza a fondo.
Pero en el acto de simplemente ir a casa con sus sandalias, sus pies se ensuciarían otra vez.
Esto ilustra el baño y el lavamiento de los pies. El baño es salvación; el lavamiento de los pies
es santificación.
Puesto que el baño de regeneración toma lugar sólo una vez, Pedro no lo necesitaba de
nuevo. Ya era salvo. Esto refuta la idea de salvarse una persona, luego perder su salvación por
causa del pecado, y después, salvarse de nuevo.
En el acto de regeneración, una relación es establecida. Dios es el Padre y el creyente
es Su hijo. Esta relación es indisoluble. Tal como en la relación natural, es para siempre. El
pecado no rompe la relación. Si un creyente peca, Dios todavía es su Padre (1 Jn. 2:1b).
Cuando el Señor dijo a Pedro: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”, hablaba
de comunión, no de relación. Sin la limpieza constante de la Palabra, Pedro no podía andar en
comunión con su Maestro.
La limpieza por la Palabra no contradice la limpieza por la sangre de Jesucristo, el
Hijo de Dios. Cuando aplicamos la Palabra, ella nos conduce a confesar el pecado y
apartarnos de él: “y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn. 1:7).
Así que los dos no son contradictorios sino complementarios.
18
¿SALVACIÓN O DISCIPULADO?
El no distinguir entre los versículos que tratan la salvación y los que tratan el
discipulado ha causado confusión en cuanto a la seguridad del creyente.
Cuando Dios promete vida eterna a los pecadores en base a la fe, podemos estar
seguros que se trata de la salvación del alma. Pero cuando el Señor habla a verdaderos
discípulos, y los anima a vivir vidas de devoción, buenas obras y sacrificio, se trata del
discipulado.
No hay grados de salvación. Uno es salvo o no lo es. Ningún creyente es más apto
para el cielo que otro. El que tiene a Jesucristo como su Señor y Salvador es lo más apto para
el cielo que Dios puede hacerle. No se salva por sus méritos sino por los del Salvador. “En
Cristo” es aceptado, completo y apto para el cielo.
Ya hemos citado versículos que claramente tratan la salvación. Mencionaré sólo unos
pocos de ellos: Mateo 11:28; Juan 1:12; 3:16; 3:36; 5:24; 6:47; Hechos 16:31; Romanos 10:9.
Pero, aunque no hay grados de salvación ni de aptitud para el cielo, sí que hay grados
de discipulado. Por ejemplo, hay niños, jóvenes y padres (1 Jn. 2:12-14). Algunos todavía
toman leche mientras que otros toman alimento sólido (He. 5:12-14). Un discípulo es uno que
aprende, y obviamente hay algunos creyentes que aprenden más que otros, aparte de habilidad
natural, porque se disponen más a aprender.
Cuando uno es salvo, al principio comienza en la escuela de Dios del discipulado.
Cuando más estudie y obedezca la Palabra, más rápidamente avanza de un grado a otro. La
meta del discipulado es ser más como el Maestro.
Jesucristo habló de los que permanecen en Su Palabra y así son verdaderos discípulos.
En un sentido esta expresión: “verdaderos discípulos” puede indicar lo ideal. Nadie es un
discípulo perfecto, pero cualquiera puede ser un verdadero discípulo si obedece a las palabras
duras (difíciles) del Señor así como a Sus mandamientos sencillos.
Considera algunas de Sus palabras difíciles:
Esto significa que un discípulo ideal, uno que es discípulo en el más pleno sentido de
la palabra, pone a Cristo antes que las relaciones humanas.
Ahora bien, debe estar claro que estos versículos no son el evangelio. No son las
buenas nuevas para los pecadores perdidos. Obedecerlos requiere vida divina, y la única
manera de obtener esa vida divina es nacer de nuevo. Sin esto, estos versículos sólo pueden
condenar.
Pero son buena y sana instrucción para creyentes que desean andar en comunión
cercana con el Señor Jesucristo. Presentan una forma de vivir que es la debida para todos los
cristianos, y todos ellos deben esforzarse por vivir así.
He aquí unos versículos que tratan el tema del discipulado, no la salvación:
“Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo
lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no
perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mt. 18:34-
35).
Como fue explicado en otro lugar, no dice que el discípulo que no perdonó fuera
entregado a Satanás ni al infierno, sino a los que torturan, esto es, a las miserias de estar fuera
de comunión con Dios. Nota que el castigo sólo es temporal, no eterno: “hasta que pagase
todo...” Sería restaurado a la comunión tan pronto como confesara y se apartara de su pecado,
habiendo hecho restitución.
Esto significa una mayor capacidad para disfrutar la vida eterna, y recompensas más
grandes. La vida en sí se recibe mediante la fe en Cristo.
“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo,
para vida eterna la guardará” (Jn. 12:25).
De nuevo, no es la posesión de vida eterna que está en juego, sino recompensas más
grandes y una mayor capacidad para disfrutar la vida en el cielo.
Así que podemos resumirlo así. Cuando encuentres versículos que invitan a los
pecadores a poner su fe en Cristo, sabes que el tema es salvación. Cuando encuentres
exhortaciones al amor, la santidad, el sacrificio, la perseverancia u otros valores cristianos,
sabes que se trata del discipulado.
19
¿FRUTO O SALVACIÓN?
He aquí otros pasajes donde la palabra significa “levantar” o algo parecido, en lugar
de “quitar”:
Mateo 9:6 “(dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa”
(ver también Mr. 2:3, 9, 11-12; Lc. 5:24-25; Jn. 5:8-12).
Mateo 11:29 “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí...”
Mateo 14:20 “Y recogieron lo que sobró de los pedazos” (ver también Mt. 15:37; Mr.
6:43; 8:8, 19-20).
Mateo 16:24 “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su
cruz, y sígame” (ver también Mt. 27:32; Mr. 8:34; 10:21; 15:21).
Mateo 17:27 “...vé al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo...”
Marcos 16:18 “tomarán en las manos serpientes...”
Juan 8:59 “Tomaron entonces piedras para arrojárselas...”
Mucho fruto
Más fruto
Fruto
No [lleva] fruto
¿CONTINUACIÓN O PRESERVACIÓN?
“Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al
Señor. Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en
Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. Este, cuando
llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con
propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor” (Hch. 11:21-23).
El reino de Dios tiene un tiempo pasado, presente y futuro. El pasado fue cuando
Jesucristo estuvo en el mundo; el reino estaba presente en la Persona del Rey (Mt. 12:28; Lc.
17:21). Ahora el reino está en forma de misterio; el Rey está ausente pero los creyentes le
reconocen como su debido Rey. En el futuro, el reino será manifestado; Cristo se sentará en
Su trono en Jerusalén y reinará por 1.000 años. El reino sobre la tierra dará lugar al reino
eterno en el cielo.
La única manera de llegar a ser ciudadano verdadero del reino es nacer de nuevo (Jn.
3:3, 5). Tribulación no es el camino de la salvación, pero es lo que encontramos en el camino
al reino futuro. Es algo prometido a todos los creyentes.
En la epístola de Judas, él también anima a sus lectores de modo similar:
Cuando Judas nos exhorta a conservarnos en el amor de Dios, no está diciendo que
podamos mantenernos salvos. Está hablando de comunión, no de relación. Hacemos esto
pasando tiempo cada día en la Palabra, orando en el Espíritu Santo, confesando y
apartándonos de todo pecado conocido, y viviendo en expectación del retorno de Cristo.
La preocupación de Pablo por la continuación de los tesalonicenses, expresada en 1
Tesalonicenses 3, es a veces tomado equivocadamente como una preocupación por su
perseverancia.
Aquí tenemos otro pasaje que algunos alegan que prueba la salvación condicional.
Veamos ahora si esto es realmente lo que enseña.
En los versículos 5-6, Pablo apunta sus credenciales excelentes en cuanto a linaje,
ortodoxia, carácter personal y celo en servicio. Pero ahora que es salvo, él considera cualquier
punto de orgullo personal como basura en comparación con el privilegio de conocer a Cristo
Jesús su Señor. Desde ahora en adelante, su jactancia es que él está en Cristo, nada de su
propia justicia, sino aquella que le fue imputada por fe. El versículo 9 no puede significar que
el apóstol luchara para estar en Cristo ni que esperaba obtener justicia. Estas cosas ya eran
realidades en su vida. Pero para obtener estas bendiciones incomparables por la fe, no fue
ningún gran sacrificio considerarlo todo como basura y sufrir la pérdida de todas las cosas.
Ahora su única ambición constante es conocer a Cristo, el poder de Su resurrección, la
comunión de Sus padecimientos, la conformidad a Su muerte, y la resurrección de entre los
muertos.
“A fin de conocerle”, conocer a Cristo. Ya le conocía, pero le deseaba conocer de
manera todavía más profunda. Su oración, como la expresa un himno, era así:
“Y el poder de su resurrección”. Deseaba conocer por experiencia algo del gran poder
que levantó al Señor Jesús de la tumba. En Efesios 1:19-20 él amontonaba palabras sobre
palabras tratando de captar la inmensidad de este poder.
“Llegando a ser semejante a él en su muerte”. Esto puede entenderse figurada o
literalmente. Si se toma figuradamente, entonces significa que Pablo moriría diariamente en
el servicio de Cristo (1 Co. 15:31). O quizá decía: “¿Murió el Señor Jesús cumpliendo la
voluntad del Padre? Entonces, esto es lo que yo también deseo”.
A veces hablaba de sí mismo como entre aquellos que irían al cielo sin morir (1 Ts.
4:17, “...nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados
juntamente...”). Otras veces escribió como si fuera a ir al cielo por el camino de la muerte (2
Ti. 4:6b, “...el tiempo de mi partida está cercano”).
“Si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”. Es imposible
que Pablo no estuviera seguro de que sería resucitado en el Rapto. De esta verdad él estaba
absolutamente seguro (1 Ts. 4:17; 1 Co. 15:51). Lo que estaba diciendo era esto: “No me
importa qué pruebas, peligros, sufrimientos o persecuciones estén entre ahora y la
resurrección, estoy dispuesto a sufrirlos todos”.
La palabra “resurrección” siempre se refiere al cuerpo. Es el cuerpo que muere, y es el
cuerpo que será resucitado. Aquí es la resurrección de entre los muertos.xxxvi Se refiere a la
venida de Cristo por Sus santos. Sólo los creyentes serán resucitados en ese tiempo.
El sentido de las palabras de Pablo es: “¿Murió Jesús? Entonces, ¡yo deseo morir!
¿Resucitó Jesús de los muertos? Entonces, ¡yo también deseo resucitar así!” Es como si
deseara estar tan identificado con su Señor, que no quisiera ir al cielo de forma más cómoda
que Él.
En el versículo 11, asegura a los filipenses que no deseaba que pensaran que él
hubiera logrado la perfección espiritual. No había llegado, sino que proseguía la meta, la de
ver cumplidos los propósitos de Dios en su vida. Como un corredor ligero, daba lo mejor en
una vida de servicio, no para salvación sino para la corona de galardón. Anima a todos los
creyentes a seguir su ejemplo de alta motivación y disciplina.
El apóstol denuncia a los falsos maestros que enseñan por su comportamiento impío y
mundano que son enemigos de la cruz de Cristo (vv. 18-19). En contraste, los verdaderos
creyentes son ciudadanos del cielo, quienes esperan la venida del Salvador y además, cuerpos
glorificados. Hasta aquel gran suceso, deberían estar firmes en el Señor, no dejando que nada
debilitara su confianza (4:1).
A la luz de estos pasajes, que nosotros también de todos modos vayamos adelante para
el Señor, más y más. Pero no tenemos que trabajar bajo el peso de la idea de preservarnos o
guardar nuestra salvación. ¡Esto es trabajo del Señor!
21
¿OCASIONAL O HABITUAL?
“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es
infracción de la ley. Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y
no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que
peca, no le ha visto, ni le ha conocido. Hijitos, nadie os engañe; el que hace
justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo;
porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios,
para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no
practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede
pecar, porque es nacido de Dios...Sabemos que todo aquel que ha nacido de
Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le
guarda, y el maligno no le toca” (1 Jn. 3:4-9; 5:18).
Antes de examinar estos versículos, tomemos una vista global de lo que enseñan las
Escrituras respecto a la relación del creyente con el pecado.
En primer lugar, la voluntad de Dios es que Su pueblo no peque (1 Jn. 2:1). Él no
puede excusar ni consentir ninguna cantidad de pecado. Su santidad demanda que Su
oposición al pecado no tenga excepción alguna. Dios no puede decir: “Hijitos, pecad lo
menos posible”.
Pero la triste verdad es que los creyentes pecan. Cualquiera que diga que no ha pecado
se engaña a sí mismo y la verdad no está en él (1 Jn. 1:8). Y si dice que no tiene pecado, está
acusando a Dios de mentir, e ignora la Palabra de Dios (1 Jn. 1:10). Los creyentes que
profesan una vida perfecta sin pecado (por ejemplo, dicen que desde su conversión o algún
otro punto ya no han vuelto a pecar), simplemente no entienden lo que es el pecado, ¡o han
vuelto a definir radicalmente esta palabra!
Aunque pecamos, no debemos decir que tenemos que pecar. Esto no es lenguaje
bíblico. Tenemos el poder de Dios a favor nuestro para que clamemos a Él. En momentos de
tentación podemos clamar al Señor para que nos libre. Él nunca falla (1 Co. 10:13). El
problema es que no clamamos.
Como hemos visto, la voluntad inflexible de Dios para nosotros es: “no pequéis”. Pero
en gracia, Él ha hecho provisión para el fracaso.
Nota que dice: “si”, no “cuando”. El pecado debe ser considerado excepcional en
lugar de algo esperado o probable. Nota también que si alguno peca, tienen Abogado con el
Padre. Aun cuando pecamos, Él todavía es nuestro Padre y todavía somos Sus hijos. Esta es
una prueba convincente de que el pecado no rompe la relación con Dios.
Nuestro Abogado es Jesucristo el justo. Su obra es restaurar al santo que hubiere
pecado, para que vuelva a la comunión con el Padre. Él puede hacer esto con justicia, en base
al valor de Su sangre vertida en el Calvario. Él es la propiciación por nuestros pecados, esto
es, Su sacrificio como Sustituto nuestro satisface completamente todas las justas demandas de
Dios contra nuestros pecados. Su obra es suficiente por los pecados de todo el mundo, pero
solamente eficaz para aquellos que le aceptan como su Señor y Salvador.
Es obvio que un hijo de Dios puede cometer cualquier pecado de los cuales los
creyentes son advertidos en el Nuevo Testamento. La posibilidad para hacer el mal es
asombrosa. Y cada pecado rompe la comunión con Dios.
Pero la buena noticia es que “sin confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9). Esto no es el camino de
salvación, sino el camino de restauración para el creyente. La persona no salva recibe perdón
judicial cuando cree en el Señor Jesucristo (Hch. 16:31). El santo recibe perdón paterno
cuando confiesa su pecado (obviamente con intención de abandonarlo, ver Pr. 28:13). Perdón
judicial significa que la paga del pecado fue pagada por Cristo en la cruz (“perdonandoos
todos los pecados”, Col. 2:13), y que ahora y para siempre está libre de condenación (Ro.
8:1). Perdón paterno significa que la comunión feliz en la familia de Dios es restaurada.
Ahora venimos a la diferencia entre hechos y hábitos. Aunque un verdadero cristiano
puede cometer hechos de pecado, no es dominado por el pecado (Ro. 6:14). Su vida no se
caracteriza por el pecado. El pecado puede ser ocasional, pero no habitual. La versión de la
Biblia, “La Biblia Al Día”, capta la idea de práctica continua.
Esto, por supuesto, nos conduce a una pregunta: “¿Cuándo llegan los hechos a ser
habituales?” La Biblia no contesta la pregunta. Si la contestara, algunos cristianos serían
tentados a ir lo más cerca posible al hábito. El silencio de Dios les advierte a quedarse lo más
lejos posible.
Alguna alma extra sensible puede preocuparse pensando que debido a la repetición de
cierto pecado en su vida, realmente sea un pecador habitual. Aquí tiene una forma de decidir.
Digamos que trabaja en una oficina de negocios. Los otros empleados saben que él es
diferente. No se ríe de sus chistes verdes, no participa en sus fiestas de copas, y no entra en
tratos dudosos en el negocio. Luego, un día se le escapa de la boca una palabra indebida.
Inmediatamente todos se echan encima suyo diciendo: “¡Oh, pensábamos que eras cristiano!”
Ellos saben que característicamente él es creyente, pero esto ha sido algo fuera de carácter
para él.
El problema real y más grave está con aquellos que hablan como creyentes pero viven
como el demonio. Saben todas las respuestas correctas, y han hecho la “oración del pecado”,
y probablemente han sido bautizados. Pero su vida no es diferente a la de sus vecinos
paganos. Tenemos toda razón para creer que nunca han nacido de nuevo, porque no hay
evidencia de vida divina. La profesión de ser cristiano no tiene valor si no resulta en una vida
cambiada.
Es posible que un creyente tenga un patinazo, o que se aleje del Señor. Y en tal caso,
hasta que se arrepienta, estamos justificados en dudar de su profesión. Pero si es verdadero
hijo de Dios, experimentará culpa, vergüenza y la disciplina de Dios. Aprenderá que, aunque
tenga la seguridad eterna, no puede pecar con impunidad, porque tarde o temprano Dios le
castigará.
A pesar de nuestros mejores esfuerzos para decidir si ciertas personas son falsos
hermanos o creyentes fuera de comunión, tenemos que reconocer que existen casos en los
cuales sólo Dios sabe. “Conoce el Señor los que son suyos” (2 Ti. 2:19). Mientras tanto, todo
aquel que invoca el nombre de Cristo, que lo demuestre apartándose de iniquidad.
22
¿REFORMACIÓN O REGENERACIÓN?
El pasaje habla de gente que ha estado viviendo en pecado pero que decide, que desea
limpiarse, o enmendarse. Entonces, van al clérigo de su barrio buscando consejo. Pero en
lugar de decirles cómo nacer de nuevo, este falso maestro consiente su pecado, se jacta de que
él también lo comete, y les anima a dar plena expresión a sus apetitos naturales.
Sabían qué era lo correcto, pero rechazan este conocimiento con el resultado de que se
hunden más profundamente en una vida de vergüenza y degradación. Son como un perro que
vuelve a su vómito y una puerca que vuelve a revolcarse en el cieno. Tanto el perro como la
puerca eran animales inmundos en el Antiguo Testamento. Su naturaleza es inmunda y su
comportamiento también. Así fue con estas personas. Aunque se habían reformado, nunca
habían recibido una nueva naturaleza. El perro todavía era canino y la puerca todavía era
marrana.
Lo que la gente pecadora necesita es regeneración. Es la obra maravillosa, misteriosa
y milagrosa del Espíritu de Dios, que toma lugar cuando un pecador se arrepiente y reconoce
a Jesucristo como su Señor y Salvador. Se compara a un baño en Tito 3:5. El instrumento del
nuevo nacimiento es la Palabra de Dios (1 P. 1:23).
Es un nuevo nacimiento (Jn. 3:3, 5). La persona viene a ser hijo de Dios (Jn. 1:12-13).
Una vez que tome lugar un nacimiento, es para siempre. Nada jamás lo podrá deshacer. xxxviii
Yo nací hijo de William y Jessie MacDonald. Podría causarles vergüenza, rechazarles y en
algunos lugares ridículos aun “divorciarles”. Pero queda obstinadamente la verdad: soy su
hijo. Ellos siempre serán mis padres.
Volviendo a la ilustración del perro y la puerca, estos animales inmundos nunca
vinieron a ser ovejas (animales limpios). Cuando uno es regenerado, viene a ser oveja de
Cristo. Y debido a esto, nunca perecerá (Jn. 10:28). Es un nacimiento que jamás puede ser
deshecho.
Hay una diferencia entre un cristiano nominal y uno verdadero. Cuando alguien nace
de nuevo, viene a ser nueva criatura en Cristo Jesús. Experimenta vida nueva, la vida de
Cristo en él. No cabe duda. El Señor Jesucristo hace una diferencia cuando entra en alguien.
La persona cuya vida es lo que siempre ha sido, no es cristiana. El creyente tiene nuevos
amores, nuevos motivos, nuevas ambiciones y un nuevo estilo de vida. Vamos a apuntar
algunas de las cosas que caracterizan a uno que es hijo de Dios.
Niega cualquier mérito personal. Si le preguntas si es salvo, probablemente
contestará: “Sí, pero sólo por la gracia de Dios”.
Tiene un nuevo amor hacia Dios. Antes de su conversión, era hostil hacia el Señor, o
indiferente, o le toleraba, o le temía. Pero ahora instintivamente le llama “Padre” (Gá. 4:6). El
cambio está claro.
Tiene una determinación santa a restituir los males del pasado: hurtos, mentiras,
infracciones de la ley y otros males (Lc. 19:8).
Tiene una compulsión interna a confesar al Salvador ante sus parientes y amigos (Ro.
10:9). Naturalmente hablando, puede que sea una persona tímida, pero es impulsado a
proclamar al Señor Jesucristo. En obediencia a Cristo, le confiesa por medio del bautismo.
La oración le viene a ser parte vital de la vida, como lo es el tubo de aire a un
buceador en las profundidades del mar (Gá. 4:6; 1 Jn. 5:14-15; Hch. 9:11). Aun sin ser
enseñado, instintivamente reconoce la necesidad de hablar con su Dios y Padre.
Y la Biblia ocupa un lugar en su vida que jamás ocupó antes. Lo que la comida es a su
cuerpo, la Biblia es a su alma (Sal. 119:162; 1 P. 2:2). En las Escrituras escucha a su Padre
hablándole y desea nada más que obedecerle (1 Jn. 2:3-6, 17; 5:2; Jn. 14:15).
Pronto decide que tiene que deshacerse de la parafernalia de su vida de antes (Hch.
19:19). Pueden ser drogas y sustancias adictivas, material pornográfico, música cuestionable,
artículos de ocultismo, etc. ¡Fuera con todo ello!
Porque ama al Señor, desea servirle. Es impulsado por las misericordias de Dios, el
amor de Cristo, la brevedad del tiempo y el temor de malgastar su vida en cosas triviales.
Tiene un amor nuevo hacia los cristianos (1 Jn. 3:11, 14; 5:1). Antes de conocer al
Señor, a lo mejor los miraba por encima del hombro, como raros y fuera de contacto con la
realidad. Pero ahora son “su pueblo”: “los santos que están en la tierra, y para los íntegros es
toda mi complacencia” (Sal. 16:3).
Tiene un nuevo amor hacia el mundo de la humanidad perdida (Ro. 1:14; Hch. 4:20).
Cuando comienza a ver a los demás como personas por quienes Cristo murió, empieza a darse
cuenta de un inmenso sentido de obligación a ganarlas para el Salvador. Aunque no sean
amables, sí, y aunque manifiestan profundo odio, él desea su eterna salvación.
En ningún lugar es más manifiesto el cambio en la vida del nuevo creyente que en su
relación con el pecado. Aunque todavía cometa actos de pecado, ya no es esclavo del pecado.
El pecado no tiene dominio sobre él (Ro. 6:14). No es sin pecado, pero peca menos. Ha sido
librado de la práctica del pecado (1 Jn. 5:18).
Todo verdadero creyente tiene un amor innato de santidad y un odio innato de pecado
(1 Jn. 3:8-9; Sal. 97:10). Ya no puede pecar y sentirse cómodo. Cuando peque, sentirá una
culpa y convicción más profundas que nunca (Ro. 7:14-25). Ahora reconoce que está pecando
contra la gracia. No sólo está quebrantando la ley de Dios; está quebrantando Su corazón. Y
así es que tiene prisa para confesar su pecado y apropiar el perdón del Padre.
Con el paso del tiempo, aparecen otras evidencias de vida nueva. Practica justicia (1
Jn. 2:29; 3:7, 10). Ahora tiene una conciencia tierna que rehúsa jugar sucio, mentir, hurtar o
involucrarse en prácticas no éticas. El fruto del Espíritu se manifiesta: amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gá. 5:22-23). Se hace adicto
de buenas obras para que pueda adornar la doctrina de Dios su Salvador (Ef. 2:10; Stg. 2:14-
26; Tit. 2:7-10).
Más y más reconoce que el sistema del mundo está opuesto a Cristo y los valores
cristianos (Jn. 15:18). Ya no puede sentirse como en su hogar en las fiestas mundanas o en
grupos y situaciones donde el nombre de Cristo no tiene bienvenida. Está en el mundo como
testigo para Cristo, pero no es del mundo en sus lujurias y orgullo (Jn. 17:16). Se encuentra
moviéndose a una vida de separación del mundo y a Dios (1 Jn. 2:15-17).
Una de las marcas de la vida nueva que reconoce un nuevo hijo de Dios es que ya no
teme la muerte. Naturalmente no le gusta la idea de una muerte angustiosa, pero el morir ya
no tiene terror para él.
Puede que algún lector piense que esto es un gran peso para poner sobre un nuevo
creyente. Pero pensar así está fuera lugar. Éstas son maneras en que la vida de Cristo se revela
en una persona que ha sido convertida genuinamente. Nadie hace estas cosas con su propia
fuerza. Esto sí que sería demasiado. Es investido de poder por el Espíritu Santo. Y estas cosas
no descienden sobre una persona sin que esté ella involucrada; nuestra cooperación con Dios
es necesaria, pero es secundaria. El verdadero poder que lo impulsa todo es Cristo que mora
en nosotros.
23
¿CONDICIÓN O CRITERIO?
Algunas de las cláusulas comenzando con “si” en el Nuevo Testamento son leña para
los fuegos de los que enseñan la salvación condicional. Citan estos pasajes como si fueran
prueba indisputable de que nuestra salvación final depende de si nosotros permanecemos,
estamos firmes, seguimos en la fe o perseveramos.
Se les olvida que estas cláusulas condicionales son criterio o características de
personas salvadas, no condiciones para salvación. Describen rasgos de todos los que han
nacido de nuevo. Vamos a mirar dos pasajes en particular.
Los corintios eran verdaderamente salvos si retenían el evangelio que Pablo les había
predicado: un evangelio que incluía la resurrección. De otra manera, habían creído en vano.
Pero, ¿por qué dijo esto a los que ya eran cristianos? Porque sabía que había algunos
en la asamblea cuya salvación era cuestionable. Algunos incluso llegaron a negar la
resurrección de Cristo. Es a ellos que él dice: “Sois salvos porque creísteis el verdadero
evangelio, pero si realmente sois salvos, lo demostraréis reteniendo firme la palabra que os he
predicado”. Retener firme es el fruto de una vida nueva, no un medio de perseverar en la vida.
Sólo hay un verdadero evangelio (vv. 2-4). Creer en cualquier otro camino de salvación es
creer en vano. Si se omite la resurrección, como algunos hacían, entonces tu fe es fútil y
todavía estás en tus pecados (v. 17).
No puede enfatizarse demasiado que el momento que hagas la salvación final
depender en parte de algo de mérito que debes hacer, niegas que la salvación es por gracia. La
gracia es un regalo, no una deuda. Es un pacto incondicional que anuncia lo que Dios hará, no
lo que debemos hacer.
A menos que Dios haga toda la obra de salvar, nunca podremos estar seguros del cielo,
porque por nosotros mismos somos débiles, pecaminosos y no dignos. Aun si Dios nos llevara
a la puerta del cielo y nos dijera que tenemos que pasar el umbral de la puerta por nuestra
propia fuerza o virtud, nunca llegaríamos.
Si argumentan que el verbo “salvos” en versículo 2 está en el tiempo presente y puede
significar “estáis siendo salvos”, esto no cambia la conclusión.
Como ya ha sido mencionado, la salvación tiene tres tiempos: pasado, presente y
futuro. Fuimos salvos de la paga del pecado. Estamos siendo salvos del poder del pecado.
Seremos salvos de la presencia del pecado. Lo primero es justificación, lo segundo es
santificación y lo tercero es glorificación.
Pablo está diciendo a los corintios que si el mensaje que creyeron y todavía creen no
incluye la resurrección de Cristo, habían creído en vano. Pero es imposible creer en vano el
verdadero evangelio.
Algunos protagonistas de la doctrina de “caer de la gracia” tratan la salvación como
condicionada sobre nuestros sufrimientos en esta vida, basándose en Romanos 8:17.
INCRÉDULOS CREYENTES
versículo 5 Los que viven según la carne Los que viven según el Espíritu
versículo 6 Los que se ocupan de la carne Los que se ocupan del Espíritu
versículos 8-9 Los que están en la carne Los que están en el Espíritu
versículos 9-10 Los que no tienen el Espíritu de Los que tienen a Cristo en ellos
Cristo
versículo 13 Los que viven según la carne Los que por el Espíritu hacen morir
las obras de la carne
versículo 14 Los que son guiados por el Espíritu
versículo 15 Los que tienen el espíritu de Los que han recibido el Espíritu de
esclavitud para estar en temor adopción
versículo 17 Los hijos de Dios, herederos de
Dios y coherederos con Cristo
Cuando el apóstol dice en el versículo 17: “...si es que padecemos juntamente con él,
para que juntamente con él seamos glorificados”, no describe un círculo élite e interior de
cristianos especiales, sino a todos los hijos de Dios. Dos cosas son ciertas para todos ellos:
sufrimiento y gloria. Todos los que son justificados serán glorificados (Ro. 8:30), pero el
padecimiento viene antes de la gloria. En los versículos que siguen nos recuerda que todos
sufren: “toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora...
Nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro
de nosotros mismos, esperando la adopción”. Todos los hijos de Dios sufren.
Otra cláusula condicional (“si”) empleada por los arminianos es Colosenses 1:23
Aquí la cuestión gira en torno a las palabras: “si en verdad permanecéis fundados y
firmes en la fe”. ¿Significan que nuestra salvación final depende de nuestra permanencia fiel,
de nuestro no movernos de la esperanza del evangelio? ¿O es el pensamiento aquí que
demostramos que nuestra fe es genuina cuando vivimos así?
La segunda explicación es la correcta. Un verdadero hijo de Dios permanece en la fe,
no para retener su salvación, sino como fruto de la vida nueva. No es una obra de mérito, sino
la manifestación de la vida de Cristo en él. Es cuestión de criterio, no de condición. Así que,
el pasaje también es bueno para los cristianos nominales y para los verdaderos. A los primeros
les para y les expone, haciéndoles darse cuenta de que necesitan una verdadera obra de gracia
en sus vidas. Y estimula a los verdaderos hijos de Dios a proseguir la meta y el galardón.
Arthur Pridham lo expresa bien:
O como otro ha dicho, estas expresiones en las Escrituras que comienzan con “si”
contemplan a los cristianos profesantes en el mundo, y vienen al alma como pruebas
saludables”.
24
Los que buscan desacreditar la seguridad eterna a veces fallan al no reconocer que la
palabra “salvar” y otras palabras relacionadas con ella tienen una variedad de significados.
Salvar describe la obra de Cristo en salvar a la gente de sus pecados. En este caso, Él
les libra de eterna condenación. Éste es el aspecto de la salvación con la que estamos más
familiarizados, y tendemos a importar este sentido dondequiera que veamos la palabra.
Pero salvación también puede significar ser suelto de prisión (Fil. 1:19 “liberación”),
ser rescatado de muerte en el agua (Hch. 27:30-31), ser librado de peligro (Mt. 8:25) y de
enfermedad (Mt. 9:22). En breve, puede significar liberación de casi cualquier situación
adversa en la vida.
Otro significado importante de la palabra salvar es librar de daño espiritual en esta
vida. Toma 1 Timoteo 4:16, por ejemplo:
Debe estar claro desde el principio que esto no puede significar la salvación del alma.
Timoteo no podía salvarse de la ira de Dios y seguro que tampoco podía salvar así a otras
personas. Pero si tenía cuidado de sí mismo y seguía en la sana doctrina, podía evitar las
trampas espirituales y salvar a quienes recibieran su ministerio libre de errores y lapsos
morales.
Otro ejemplo de esta forma de emplear la palabra está en Santiago 1:21.
Santiago escribe a creyentes. No les dice cómo salvarse del infierno, porque ya son
salvos así. Pero les exhorta a terminar con la vida que les caracterizaba en sus días de
preconversión. Y les anima a obedecer la Palabra de Dios y así salvarse de un montón de
problemas.
Es verdad que la Palabra es el instrumento que Dios usa para salvar nuestras almas de
condenación eterna, pero esto no es el tema aquí. Santiago está hablando de santificación, no
de regeneración. El tema es el tiempo presente de salvación, esto es, liberación del poder del
pecado en la vida del creyente. Profunda sujeción a la Palabra de Dios salva al creyente de las
consecuencias inevitables de estar fuera de comunión con el Señor.
La expresión “salvar vuestras almas” no significa salvar del infierno. En lugar de
esto, el pensamiento aquí es salvar la vida de ser desperdiciada y arruinada.
Es también el pensamiento en Santiago 5:19-20.
Aquí tenemos el caso de uno que se ha alejado del Señor, una persona que ha
divagado de la verdad. Ya no anda en comunión con el Señor. Se ha desviado del camino de
su deber. Un hermano cristiano se involucra en el ministerio de restaurarle y consigue
volverle del error de sus caminos.
Dos resultados dramáticos siguen. Primero, el pastor salva de muerte a un alma. Aquí,
como frecuentemente en el uso judío, alma es sinónimo para persona. Pero, ¿cómo salva de
muerte a alguien? No puede significar muerte eterna porque salvación de ella sólo es obtenida
por arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo. No menciona aquí el evangelio.
Entonces, ¿cómo salva de muerte al creyente que peca? Haciéndole volver del error de su
camino. Si Santiago hubiera querido decir eterna salvación, entonces sería salvación por
reformación, la cual es totalmente contraria a la salvación por la gracia.
Esto deja una pregunta. ¿Qué quiere decir “muerte”? Es una muerte viviente, una
existencia de miseria, culpa e inquietud que acompaña el alejamiento. David la describió con
viveza en el Salmo 32.
Por supuesto, en este pasaje muerte también podría referirse al juicio de Dios sobre un
creyente que sigue en pecado sin confesarlo (1 Co. 11:30). Pero esto es excepcional, mientras
que la explicación anterior es inevitable.
Otro significado relacionado con salvación trata el tema de liberación de problemas en
esta vida. Toma Filipenses 2:12 por ejemplo.
Si entendemos las diferentes clases de muerte que están en el Nuevo Testamento, nos
ayudará a entender versículos que parecen apoyar la salvación condicional.
En primer lugar, está la muerte física, la separación del espíritu del cuerpo. Santiago
dice: “el cuerpo sin el espíritu está muerto”. Aquí la muerte se refiere al cuerpo y no al
espíritu. El espíritu es inmortal.
Luego está la muerte espiritual. Las personas no salvas están muertas en
transgresiones y pecados (Ef. 2:1, 5). Esto no significa que sus espíritus estén muertos.
Significa que ellos están muertos con respecto a Dios.
La muerte eterna es también llamada la segunda muerte (Ap. 20:14). Es el destino de
todos los incrédulos, en el lago de fuego.
Y la muerte puede ser una forma figurada de hablar para describir a uno que se ha
alejado del Señor. Significa que un creyente se ha enfriado. Está en una condición espiritual
en que no responde, y le falta actividad espiritual.
Éste fue el caso con los santos en Sardis. El Señor les dijo: “Yo conozco tus obras,
que tienes nombre de que vives, y estás muerto” (Ap. 3:1). Estaban física y espiritualmente
vivos, pero en lo referente a sus obras, estaban muertos. Observa: “Yo conozco tus
obras...estás muerto”. Y de nuevo en el versículo 2: “...no he hallado tus obras perfectas
delante de Dios”.
Tenemos un uso similar de la palabra muerta en 1 Timoteo 5:3-6.
“Honra a las viudas que en verdad lo son. Pero si alguna viuda tiene hijos, o
nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a
recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de
Dios. Mas la que en verdad es viuda y ha quedado sola, espera en Dios, y es
diligente en súplicas y oraciones noche y día. Pero la que se entrega a los
placeres, viviendo está muerta”.
Podría ser, por supuesto, que la viuda del versículo 6 sólo fuera una cristiana nominal.
Pero no es necesariamente así. Pablo la está contrastando con una viuda que confía en Dios y
continúa en súplicas y oraciones día y noche. La viuda del versículo 6 está muerta a este tipo
de vida. Vive en los placeres. Quizá es como aquellas en el versículo 11, “impulsadas por sus
deseos, se rebelan contra Cristo, quieren casarse”. En su obsesión con encontrar marido, se
olvida de sus deberes en casa, descuida la Biblia y la oración, va de un lugar a otro y se
vuelve entrometida. Mirándola desde afuera, aparentemente está muerta a su primera fe.
26
¿RECOMPENSA O RUINA?
Fe → Salvación
Obras → Galardón
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero
uno sólo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo
aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una
corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta
manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien
golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea
que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1
Co. 9:24-27).
Nota las referencias del apóstol a “premio” y “corona” (vv. 24-25). Éstas aclaran que
el contexto es servicio y recompensa. Pablo corre con propósito, concentración y disciplina en
su vida de servicio para ganar una corona incorruptible. Si no emplea todas sus fuerzas,
reconoce que podría ser descalificado como siervo del Señor. Esto no puede significar ser
descalificado del cielo porque la aptitud del creyente para el cielo se halla en Cristo y no en
uno mismo. Es en Cristo que somos aceptos (Ef. 1:6). En Él estamos completos (Col. 2:10).
Pero podemos ser marginados en lo referente al servicio si no observamos los reglamentos del
entrenamiento y las normas de la carrera.
Un segundo pasaje que se usa para apoyar la seguridad condicional es Gálatas 6:7-9.
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la
carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu
segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo
segaremos, si no desmayamos”.
Estos versículos claramente tienen que ver con nuestra mayordomía del dinero y otros
bienes materiales. Nos anima a ser generosos y hacer cuanto bien podamos. Cuando Pablo
dice: “...todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”, no está pensando en pecados y
castigo eterno (aunque esto también es verdad). En lugar de esto, le preocupa lo que hacemos
con nuestro dinero.
El que siembra para la carne es el cristiano que usa sus bienes materiales para sí
mismo y sus propios intereses y gustos. Piensa en su cuerpo y lo favorece. Al final de su vida,
el cuerpo para el cual vivía se volverá al polvo. Esta persona tendrá una cosecha de
corrupción.
El que siembra para el Espíritu es el creyente que es un mayordomo fiel, viviendo una
vida de sacrificio para que avance el evangelio. Cosecha vida eterna mediante el ministerio
del Espíritu. Pero, ¿significa esto que pueda comprar vida eterna con su dinero? No puede
significar esto. La salvación no puede ser comprada, ganada o merecida. Pero el que
generosamente apoya la obra del Señor y Sus obreros, recogerá una cosecha de mayor
disfrute de la vida eterna, mayores recompensas en el cielo, y una capacidad mayor para
disfrutar el cielo.
Siempre hay un intervalo entre sembrar y cosechar, así que debemos ser incansables
en hacer bien, estando seguros de que al final tendremos recompensa.
A continuación tenemos otro pasaje tomado erróneamente como refiriéndose a la
salvación:
“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra
fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al
dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto
fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros,
y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento
de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy
corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.
Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y
elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta
manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 1:5-11).
Alegan que los versículos 10 y 11 apoyan la salvación condicional, pero primero
vamos a examinar las Escrituras que vienen justo antes de ellos. Los versículos 5-7 son una
exhortación al desarrollo del carácter cristiano. Desarrollando estas gracias en nuestras vidas,
somos salvados de estar ociosos, sin fruto, ciegos ni olvidadizos de qué hemos sido salvados.
Con esta introducción, Pedro nos anima a hacer firme nuestro llamamiento y elección.
En un sentido, ya son firmes porque Dios los afirma. Fuimos escogidos en Cristo antes de la
fundación del mundo (Ef. 1:4), y llamados por el evangelio para pertenecerle. Pero por el
desarrollo de un carácter espiritual y maduro, demostramos a nosotros mismos y
especialmente a otros la realidad de nuestra elección y llamamiento. Se trata de una
confirmación visible. Y este crecimiento espiritual nos guardará de tropezar. Aquí no es
cuestión de perder la salvación, sino de tropezar espiritualmente, algo de lo cual por supuesto
uno puede recuperarse.
Debemos tener cuidado de leer con precisión el versículo 11. No dice: “Porque de esta
manera os será otorgada entrada en el reino eterno...” ¡No omitamos las palabras “amplia y
generosa”! Entramos al reino al nacer de nuevo (Jn. 3:5). Pero la abundancia de nuestra
entrada es determinada por la medida en que desarrollamos las gracias cristianas en nuestra
vida. Pedro no está hablando del camino de salvación, sino de las recompensas de una vida
piadosa. ¡Desea que entremos aquel día en el reino con honores!
Es sorprendente saber que los que creen que se puede perder la salvación emplean 2
Juan 8 para hablar de esto.
“Tened cuidado para que no perdáis lo que hemos logrado, sino que
recibamos abundante recompensa”.
Según estas versiones (Versión Autorizada “King James” en inglés, “New King James
Version”, y la versión traducida al inglés por Darby), Juan está diciendo: “Vosotros los
cristianos, mirad por vosotros mismos, para que nosotros (los apóstoles) no perdamos las
cosas por las que habíamos trabajado, sino que recibamos una recompensa completa”.
La Reina Valera coincide con la Nueva Versión Internacional, la cual sigue el texto
griego de Nestle-Sociedades Bíblicas Unidas: “Mirad por vosotros mismos, para que no
perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo”.
En cualquier caso, no es cuestión de perder la salvación. No trabajamos para ella. Es
cuestión de ganar una recompensa completa.
A continuación trataremos otros pasajes empleados por los que niegan la seguridad
eterna. El primero es Apocalipsis 2:10-11.
“No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos
de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por
diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. El que
tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no
sufrirá daño de la segunda muerte”.
En el versículo 10, la corona de vida es prometida a los que sean fieles hasta la
muerte. Nuestros amigos de la doctrina de “caerse de la gracia” hacen la corona de vida
equivalente a la vida eterna. Dicen que es para los que siguen creyendo hasta el fin de sus
vidas. Así es su argumento.
Pero apelamos al contexto para el verdadero sentido. La primera parte del versículo
habla del sufrimiento terrible que los santos en Esmirna tendrían que soportar. Tendrían
prisión, pruebas y tribulación. Algunos aun tendrían que morir por la fe. A ellos se les daría la
corona de los mártires: la corona de vida.
En el versículo 11, el Señor promete que los vencedores no serán dañados por la
segunda muerte. Los que enseñan la salvación condicional alegan que el que venciere es el
que cree y sigue creyendo. El apóstol Juan dice que significa uno que cree que Jesucristo es el
Hijo de Dios (1 Jn. 5:5). (Esto se trata más a fondo en el siguiente capítulo.) La muerte
segunda es el destino sólo de los incrédulos.
Ahora consideraremos un pasaje más donde se confunden a menudo la salvación y las
recompensas:
“Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la
cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi
palabra, y no has negado mi nombre. He aquí, yo entrego de la sinagoga de
Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo
haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado.
Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré
de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a
los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes,
para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el
templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre
de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual
desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo” (Ap. 3:8-12).
La palabra “obras” al principio del versículo 8 señala que Juan está hablando de
recompensas. La recompensa para Filadelfia por guardar la Palabra de Cristo y no negar Su
nombre sería que sus enemigos se doblarían ante sus pies y reconocerían que son Sus santos
queridos. Porque habían guardado Su mandamiento de perseverar, Él les guardará del periodo
de la Tribulación. Hasta que Él venga, ellos deben retener firme lo que tenían para que nadie
tomara su corona (no su salvación sino su corona). El premio para los que vencieren será el
ser hechos columnas en el templo de Dios. Y sobre ellos estará escrito el nombre de Dios, y
de la ciudad de Dios, la nueva Jerusalén y el nombre nuevo de Cristo.
Todos estos honores son por fidelidad en la vida y el servicio, pero no son medios para
obtener salvación. Obras que permanecen serán recompensadas. Las demás serán quemadas,
y el siervo sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo (1 Co. 3:14-15).
27
¿VENCEDORES O VENCIDOS?
Las palabras: “no borraré su nombre del libro de la vida” parecen implicar la
posibilidad de borrar a aquellos que no vencieren. Al principio esto hace surgir dos preguntas:
“¿Qué es un vencedor?” y ¿Qué es el libro de la vida?”
La definición básica del vencedor se halla en 1 Juan 5:4-5, es uno que vence al
mundo.
En estos versículos los vencedores son los que han nacido de Dios, los que creen que
Jesús es el Hijo de Dios: en otras palabras, creyentes genuinos.
Estos versículos en 1 Juan 5 a veces son empleados para apoyar el punto de vista
condicional. No veo aquí nada para sustanciar esto, a menos que apelen al tiempo presente de
la palabra “creer” e insistan que significa acción continua. En otras palabras, el que vence al
mundo debe creer y seguir creyendo. Y sigue necesariamente que uno es nacido de Dios
solamente mientras persista creyendo.xliii
Según esta idea, uno puede nacer de Dios, y luego llegar a deshacer ese nacimiento
(idea extraña), y entonces puede renacer espiritualmente otra vez. Aparentemente no hay
límite al número de veces que este ciclo puede repetirse. Es como si las Escrituras enseñaran:
“Os es necesario nacer de nuevo, y de nuevo, y de nuevo”. La Biblia no contiene nada así.
Lo que los versículos sí enseñan es que la fe capacita al creyente nacido de nuevo para
que venza al mundo, porque por ella él puede penetrar la superficie atractiva y ver la vanidad,
darse cuenta de que es enemistad para con Dios y Su pueblo, y temer sus lisonjas pero no su
desaprobación o ira. No espera que el mundo le trate mejor que trataba a su Señor.
Un santo genuino sigue creyendo, no como condición de salvación sino como rasgo
de su vida nueva. Tres veces el apóstol Juan se dirige a los hombres jóvenes en la familia de
Dios como los que han vencido al maligno (1 Jn. 2:13-14; 4:4a). Pero no lo hicieron en su
propia fuerza, sino por el poder de Aquel que mora en ellos (1 Jn. 4:4b).
Volvemos ahora a nuestro texto original en Apocalipsis. Notemos las promesas que se
hacen al vencedor, aquí y en otros lugares en el libro: comerá del árbol de vida (2:7). No será
dañado por la segunda muerte (2:11). (Puesto que la segunda muerte es el lago de fuego, y
sólo los incrédulos serán dañados por la segunda muerte (Ap. 20:14), todo vencedor es un
verdadero hijo de Dios.) Comerá del mana escondido (2:17). Se le dará poder sobre las
naciones (2:26). Será vestido con vestiduras blancas (3:5a). Será hecho columna en el templo
de Dios (3:12). Se sentará con Cristo en Su trono (3:21). Heredará todas las cosas, y Dios será
su Padre, y él será Su hijo (21:7).
Tomando todos estos pasajes juntos, no solamente aprendemos que todos los
vencedores son creyentes, sino que también todos los creyentes son considerados vencedores.
John MacArthur explica: “El que venciere” y las expresiones paralelas son comunes
en los escritos de Juan. El apóstol Juan sencillamente emplea el concepto del vencedor como
sinónimo del creyente. Por su definición, todos los cristianos son al final vencedores... Por lo
tanto, no existe semejante cosa como un creyente que no sea vencedor en este sentido”.xliv
Ahora consideremos lo del libro de la vida. Los nombres de los colaboradores de
Pablo están en el libro de la vida (Fil. 4:3). Los nombres de los que adoran a la bestia del mar
no han sido escritos en el libro de la vida del cordero (Ap. 13:8). Los que no están registrados
en el libro de la vida son lanzados al lago de fuego (Ap. 20.15). Sólo aquellos cuyos nombres
están inscritos en el libro de la vida del Cordero entrarán en la nueva Jerusalén (Ap. 21:27).
Tomando todos estos juntos, es obvio que el libro de la vida es un registro de todos los
redimidos. (En algunas versiones de la Biblia, como la Reina Valera, el libro de la vida se
menciona en Apocalipsis 22:19, pero otros manuscritos considerados más auténticos tienen
“árbol de vida” en este versículo.)
Así que, ahora volvemos al problema básico: el Señor dice en Apocalipsis 3:5 que no
borrará los nombres de los vencedores del libro de la vida. ¿Implica esto que los nombres de
algunos creyentes podrían ser borrados?
En primer lugar, no debemos construir una doctrina sobre lo que podría parecer una
implicación. Es mejor tomar afirmaciones directas y llanas.
En segundo lugar, debemos saber que lo inverso de una afirmación no es
necesariamente implicado ni verdad. Por ejemplo, yo podría decir: “Si estoy en Jerusalén,
entonces, sé que estoy en Israel”. Lo inverso sería: “Si no estoy en Jerusalén, entonces sé que
no estoy en Israel”. Esto no es verdad. Podría estar en Haifa o Tel Aviv.
Realmente, la promesa del Señor de que no borraría los nombres de los creyentes es
una promesa de su seguridad eterna. Si Él no borra sus nombres, entonces siguen estando en
el libro de la vida. En lugar de tomar Sus palabras como una posibilidad siniestra, es mejor
tomarlas como una afirmación positiva de lo que Él no hará.
Esto describe a los santos del periodo de la Tribulación que fueron amenazados con
muerte si no se retractaban de su fe en Cristo. Habían vencido al diablo por la sangre del
Cordero. La sangre vertida de Cristo contestó toda acusación que Satanás podía traer contra
ellos. Y habían vencido por la palabra de su testimonio: no retirarían su confesión de Cristo,
aunque significara morir como mártires. “Y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. Es
difícil ver cómo este versículo apoya la salvación condicional, sin embargo es usado a veces
con esa intención.
Apocalipsis 17.14 contiene la palabra “vencer”, pero esta vez se refiere al Señor:
“El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y
hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago
que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Ap. 21:7-8).
Sólo hay dos clases: los salvos y los perdidos. El versículo 7 describe a los salvos.
Todos los demás (v. 8) están perdidos. No somos salvos porque vencemos. Vencemos porque
somos salvos. El que venciere heredará todas las cosas; vida eterna está incluida en estas
cosas. Dios llega a ser nuestro Padre y llegamos a ser Sus hijos cuando creemos en Cristo.
Pero las palabras: “Yo seré su Dios, y él será mi hijo” describen una intimidad más profunda
en la relación (ver 2 Co. 6:17-18).
28
¿CONTEXTO O PRETEXTO?
Estos versículos a veces son sacados de contexto para probar que el creyente está
seguro eternamente sólo mientras busque al Señor, etc. Pero el pasaje no habla de la
salvación del alma. ¡Asa y sus hombres estaban jubilosos sobre su recién victoria militar!
Azarías les recuerda que la clave de la victoria era su fidelidad al Señor.
Ezequiel 33:7-8 también es tomado fuera de contexto para intentar apoyar la salvación
condicional.
Dios designó a Ezequiel como atalaya para advertir al pueblo de lo que pasaría cuando
Él trajera la espada sobre la tierra (v. 2), en otras palabras, en tiempo de guerra. Los malos
iban a morir (significando muerte física). No obstante, si el profeta advirtiera fielmente al
pueblo, él no sería culpable de su muerte.
No hay sugerencia aquí de que un verdadero creyente pueda perderse después de
haber creído. Esta idea es bien ajena al pasaje. El tema es la responsabilidad del atalaya para
advertir a los malos. Si el malo no se arrepiente, viene a ser víctima de la guerra.
En Juan 15:1-8, el Señor Jesús dio Su mensaje clásico sobre la Vid verdadera y los
pámpanos. Como explicamos en otro capítulo, los arminianos emplean los versículos 2 y 6
para apoyar la seguridad condicional. ¡Se les olvida que el tema del pasaje tiene que ver con
fruto, no con salvación! Si pusieran esta llave en la puerta, las dificultades desaparecerían.
Pablo habló de la posibilidad de venir a ser “eliminado” o descalificado (1 Co. 9:27).
Pero el contexto revela claramente que habla de servicio, no de vida eterna. Si uno no ve esto,
entonces la salvación de Pablo parece depender de si él disciplinara a su cuerpo, y esto sería
salvación por obras.
Al estudiar el libro de Hebreos, es importante ver que el contexto tiene que ver con
apostasía, no con creyentes que se enfrían o se alejan del Señor. Un creyente fuera de
comunión puede ser restaurado; esto es imposible para un apóstata.
En otros capítulos damos ejemplos adicionales de la importancia de interpretar un
versículo a la luz de su contexto. Todos necesitamos obedecer esta regla cardinal de
interpretación bíblica.
29
¿POSICIÓN O PRÁCTICA?
Algunos de los versículos que se emplean para atacar la seguridad eterna son
aclarados cuando recordamos la distinción entre la posición del creyente y su práctica; entre
relación y comunión.
Cuando se convierte un pecador, desde este momento Dios le ve en Cristo. Le acepta,
no por lo que él es en sí, sino por lo que es en el Amado. Porque el creyente está en Cristo,
está completo, esto es, no necesita nada más para hacerle apto para el cielo. Tiene una
posición perfecta delante de Dios, no por ningún mérito suyo, sino solamente por los méritos
de Cristo. Está tan cerca de Dios como Cristo, y tan amado por el Padre como Cristo.
Esta posición es alcanzada por la gracia por medio de la fe, aparte de obras de mérito.
Y una vez alcanzada, nunca puede ser perdida. Cristo tendría que perder Su posición de
aceptación delante de Dios antes de que el hijo de Dios pudiera perder la suya.
Pero luego está la práctica del cristiano. Esto se refiere a su vida cotidiana. Como su
posición es lo que él es en Cristo, su práctica es lo que él es en sí. Es como si el Señor dijera:
“Mira, yo te he salvado por mi gracia. Ahora ve a vivir (con los recursos que te he dado) de
manera digna de tu posición. Cuanto más sea esto verdad en tu vida, más recompensa te
daré”.
Dios sabe que en esta vida nuestra práctica nunca corresponderá perfectamente a
nuestra posición. Nunca igualará nuestra relación con Él hasta que veamos al Salvador y
seamos como Él. Pero es la voluntad de Dios que crezcamos en semejanza a Cristo mientras
estemos en este mundo. Esto se conoce como santificación progresiva.
Esto explica las muchas exhortaciones a santidad en el Nuevo Testamento. No son
mandamientos con amenaza de perdición eterna. Al contrario, son instrucciones en justicia
para aquellos que han sido salvados por la gracia. Son maneras prácticas de hacer armonizar
nuestra práctica con nuestra posición.
Éste es el método de Dios para producir santidad. La gracia dice: “Te doy posición
perfecta como don de gracia. Ahora, en amor al Salvador que murió para hacer esto posible,
vive de manera digna de esta posición”.
La ley, en cambio, dice: “Gana y guarda tu posición mediante hechos de mérito
(imposible), y si no, estás perdido”.
Veamos ahora cómo esto aclara algunos de los pasajes difíciles.
“11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para
Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. 12 No reine, pues, el pecado en vuestro
cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; 13 ni
tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de
iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los
muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14
Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley,
sino bajo la gracia. 15 ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la
ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. 16 ¿No sabéis que si os sometéis
a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien
obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?
17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis
obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis
entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. 19
Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para
iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la
iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para
servir a la justicia. 20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres
acerca de la justicia. 21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las
cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. 22 Mas ahora
que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por
vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. 23 Porque la paga
del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús
Señor nuestro” (Ro. 6:11-23).
En los primeros diez versículos de este capítulo, el apóstol Pablo ha estado hablando
de nuestra posición. Hemos muerto al pecado (v. 2). Nuestro viejo hombre fue crucificado
con Él (v. 6). Hemos sido librados del pecado como amo (v. 7). Porque hemos muerto con
Cristo, también viviremos con Él (v. 8).
El resto del capítulo tiene que ver principalmente con nuestra práctica. Ya que
morimos posicionalmente al pecado, debemos considerarnos muertos al pecado, esto es,
respondiendo al pecado como respondería un muerto (v. 11). Ya que hemos sido librados del
pecado como amo, debemos vivir como los que son esclavos de la justicia (vv. 13, 16).
Parece extraño que el último versículo de este capítulo sea empleado para apoyar la
salvación condicional. El razonamiento va así: El capítulo obviamente fue escrito a cristianos.
¿Por qué advertiría Pablo que la paga del pecado es la muerte si ellos no podían perder su
salvación y perecer?
¡Esto pierde totalmente la linea de enseñanza del apóstol! Ha estado contrastando lo
que sus lectores eran antes de conversión, con lo que son ahora por la gracia. Eran esclavos
del pecado; ahora son esclavos de la justicia. Eran esclavos de inmundicia y de injusticia que
conducía a todavía más injusticia; ahora deben ser esclavos de la justicia para santidad. Eran
esclavos del pecado; ahora son esclavos de Dios. Para completar el contraste, les recuerda que
antes de venir a Cristo, estaban ganando la paga del pecado, esto es, muerte. Ahora, como
creyentes, disfrutan el don de Dios que es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Pablo no
está tratando de probar que muerte espiritual podría ser su destino, sino más bien afirmando
que la vida eterna es su porción ahora y para siempre.
De hecho, el pasaje realmente describe una de las razones más fuertes por las que
nuestra salvación está segura. No podemos perder la salvación porque pecamos. Además,
hemos nacido de nuevo y pecar ya no es nuestra inclinación. Spurgeon comenta así:
Ya hemos visto que la posición del cristiano ante Dios se resume en las palabras: “en
Cristo”, “en él”, “en el Amado”. No tiene mérito propio en cuanto a ser apto para el cielo.
Pero en Cristo, es perfectamente apto, y esto es lo que le califica para el hogar del Padre.
Como pámpano en la Vid verdadera, el creyente es responsable de permanecer en
Cristo. Esto significa mantenerse en comunión con Él, confesar y apartarse de todo pecado
conocido, y obedecer Su Palabra. Sólo así podrá llevar fruto para Dios, tener eficacia en
oración, glorificar al Padre, ser discípulo en sentido más puro, y experimentar plenitud de
gozo. Pero después de todo esto, tiene que recordar que sin Cristo nada puede hacer.
A veces la palabra “permanecer” y sus varias formas describen a verdaderos
creyentes. Es su posición ante Dios. Él les ve como permaneciendo en Cristo. Otras veces
describen lo que debe ser su práctica. Deben permanecer en Cristo como el pámpano
permanece en la vid.
Entonces, en primer lugar examinemos los versículos que hablan de permanecer como
algo que es verdad acerca de todo hijo de Dios.
“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn. 2:6).
En este versículo permanecer en Él equivale a ser una persona nacida de nuevo. Todo
aquel que profesa ser creyente debe andar como el Salvador anduvo en este mundo. Por
supuesto que también es verdad que si un hijo de Dios profesa andar en comunión con el
Señor, debe conducirse de acuerdo con lo que dice. Pero la primera interpretación es
preferible porque en los versículos 3-5 Juan está contrastando los incrédulos y los creyentes.
Aquí de nuevo el apóstol distingue entre los que no son salvos (“el que...aborrece a
su hermano”, v. 9) y los que son salvos (“el que ama a su hermano”, v. 10). El que no es
salvo está en tinieblas. El que es salvo permanece en la luz.
“Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha
visto, ni le ha conocido” (1 Jn. 3:6).
¿ENGAÑADO O CONDENADO?
¿Puede un verdadero creyente ser engañado? Obviamente, sí. Hay varias advertencias
acerca de la decepción que se dirigen al pueblo de Dios. Pero, ¿esto significa que si un santo
es engañado, entonces está perdido o condenado? Obviamente, no.
Los creyentes tienden a ser ingenuos. Quizá por el énfasis en la Biblia sobre la fe, se
les olvida que la fe demanda la evidencia más segura y la halla en la Palabra de Dios. No
debemos creer todo viento de doctrina ni aceptar toda novedad o idea religiosa.
Con la venida de la televisión, la gente está especialmente abierta a la decepción.
Gráficos digitalizados pueden crear situaciones casi vivas y aun “milagros”. Es más difícil
detectar la linea entre la realidad y la ficción.
El Señor Jesús advirtió a Sus discípulos respecto a la venida de falsos mesías:
“Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán
muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos
engañarán...muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y
por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el
que persevere hasta el fin, éste será salvo...Entonces, si alguno os dijere:
Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se
levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y
prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.
Ya os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no
salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis” (Mt. 24:4-5, 11-13, 23-
26).
El hecho de que estas advertencias son primariamente para los discípulos judíos del
Señor Jesús durante el periodo de la Tribulación no afecta la cuestión. La verdad es que en
cualquier época somos susceptibles a la decepción. Líderes religiosos que son emisarios de
Satanás se disfrazan como ministros de luz. Profesan recibir profecías de Dios y hacen
milagros para probar su autenticidad. Creyentes no enseñados son un blanco fácil. Pero un
discípulo puede ser engañado sin negar a Cristo, y tampoco perderá la salvación.
“Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo,
para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la
serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna
manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si viene alguno
predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro
espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis
aceptado, bien lo toleráis” (2 Co. 11:2-4).
Los corintios estaban en peligro de ser engañados. Pablo les había conducido a Cristo
y deseaba regocijarse con ellos en el Tribunal de Cristo. Pero falsos maestros se habían
infiltrado en la asamblea, buscando engañarles como la serpiente engañó a Eva. Había la
posibilidad de que perdieran algo de su devoción pura y sencilla a Cristo. Los corintios
mostraron una tolerancia amable a estos falsos apóstoles. Empleando ironía, Pablo les
amonesta porque daban la bienvenida a los que realmente predicaban otro Jesús, dispensaban
un espíritu diferente y proclamaban un evangelio distinto.
No hay nada aquí que sugiera que los corintios perdieran su salvación. Habían sido
engañados, pero no habían renunciado a Cristo.
“Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas. Porque
aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante en espíritu estoy con vosotros,
gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo.
Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él;
arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis
sido enseñados, abundando en acciones de gracias. Mirad que nadie os
engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los
hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:4-
8).
Cuando esto fue escrito había gente que intentaba integrar el cristianismo con el
judaísmo, intelectualismo, ascetismo, legalismo y misticismo. Pablo advierte a los colosenses
contra estos errores, como haría hoy en día cualquier siervo del Señor. La diferencia principal
es que hoy probablemente incluiría psicología.
Pero una advertencia contra decepción no implica que la víctima podía perderse
eternamente. La decepción no equivale necesariamente a la condenación. Piensa en toda la
decepción que hay en la cristiandad hoy en día: teología de prosperidad, la mafia de
sanidades, falsas profecías y “risa santa”. Quizá entre muchos profesados creyentes que no lo
son en realidad, algunos verdaderos creyentes también hayan sido engañados por semejantes
enseñanzas, pero esto no significaría que han perdido su salvación.
Pablo no advierte a los colosenses contra la pérdida de su fe. Se regocija en la firmeza
de su fe y les anima a seguir así. Habían recibido al Señor Jesucristo por la fe (salvación);
ahora deberían andar en Él, establecidos en la fe tal como habían sido enseñados
(santificación).
La paráfrasis de J. B. Philllips del versículo 8 en su New Testamento In Modern
English (“Nuevo Testamento en Inglés Modero”) es de especial ayuda. La traducimos a
continuación:
Esto lo dice bien. La fe puede ser arruinada, puede ser adulterada, debilitada o aún
sufrir un lapso temporal. Pero la verdadera fe en Cristo no será jamás renunciada.
“mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y
siendo engañados. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste,
sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las
Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por
la fe que es en Cristo Jesús” (2 Ti. 3:13-15).
El apóstol Pablo advirtió a Timoteo que en los postreros días los engañadores irían de
mal en peor. En contraste con ellos, Timoteo debería continuar y permanecer en la Palabra de
Dios: las Sagradas Escrituras que pueden hacerle sabio para salvación por la fe en Cristo
Jesús. Esta salvación es una experiencia pasada que Timoteo ya ha tenido. La expresión: “te
pueden hacer sabio para la salvación” ciertamente no puede significar que su salvación
dependiera de si continuaba creyendo o no. Es simplemente una frase adjetiva, como si dijera:
“las Escrituras que pueden hacerte sabio para salvación”, es decir, una descripción de las
Escrituras. Es uno de los muchos poderes de la Palabra de Dios.
31
¿DISCIPLINA O DESTRUCCIÓN?
¡Este pasaje ha sido un coto de caza para los que intentan desacreditar la seguridad
eterna! El argumento parece sencillo. Fue escrito a creyentes y describe cómo el pueblo de
Dios pecó gravemente en el desierto. Como resultado, Dios los destruyó. Por lo tanto, los
creyentes hoy en día pueden perder su salvación por medio del pecado.
El fallo del argumento es que no distingue entre la disciplina divina del pueblo de
Dios en esta vida, y Su castigo eterno de los malos después de esta vida. Repasemos el pasaje
teniendo en cuenta esto.
Los primeros cuatro versículos cuentan todos los privilegios maravillosos que el
pueblo disfrutaba: dirección divina, protección, un líder designado por Dios y suplencia
constante de comida y bebida. Pero los privilegios conllevan responsabilidades. Todos los
soldados de veinte años arriba que salieron de Egipto murieron en el desierto excepto Josué y
Caleb. Pero esto no significa que todos los que perecieron en el desierto también perecieran
eternamente. Por ejemplo, ciertamente no fueron eternamente perdidos Moisés, Aarón y
María. La disciplina de Dios los excluyó de Canaán, pero no les excluyó del cielo.
Los pecados de los israelitas se apuntan en los versículos 6-10: codiciando carne y los
alimentos de Egipto, idolatría, inmoralidad sexual, tentando al Señor y quejándose. El hecho
de que esta historia fue escrita como ejemplo para amonestarnos hace surgir la pregunta:
“¿puede un verdadero cristiano cometer estos pecados?”
Desgraciadamente, la respuesta es “sí”. Un creyente puede cometer (no practicar)
cualquiera de los pecados de los cuales se le advierte en el Nuevo Testamento. Y si tal pecado
no es confesado, incurrirá en la disciplina del Señor e impedirá a la persona de estar en el
lugar de bendición. Si la vida de alguno es dominada por el pecado, si su estilo de vida es
habitual y característicamente pecaminoso, es evidencia que nunca ha venido a ser morada
del Espíritu Santo. Nunca ha nacido de nuevo. Un cristiano puede tener problemas con cierto
pecado con el cual lucha, pero esto es totalmente distinto a una vida de pecado con el pleno
consentimiento de la voluntad.
Nadie debe pensar que ha llegado al pináculo de santidad, ni que sea incapaz de caer
en pecado. Nunca estará seguro de no caer en tentación hasta que llegue al hogar celestial.
Cada creyente está expuesto a tentación desde fuera y desde dentro. Pero no es una víctima
impotente o indefensa. Nuestro Dios fiel limita la intensidad y provee una salida.
El resto del capítulo trata el descuido de ciertos nuevos convertidos en cortar sus lazos
con su pasado idólatra. Después de animarles a huir de la idolatría, les da razones fuertes para
hacerlo.
Es importante recordar que hay una diferencia entre cómo Dios juzga a un creyente y
Su condenación del mundo. Pablo hace resaltar esta diferencia en 1 Corintios 11:31-32.
Antes de participar en la Cena del Señor, debemos juzgar todo pecado conocido en
nuestras vidas, confesándolo y recibiendo el perdón de Dios. Si hiciéramos esto, no seríamos
juzgados por el Señor. La naturaleza de este juicio se da en el versículo 30: enfermedad y aun
muerte. Esto se describe como el castigo del Señor, una forma de disciplina paterna. Es mejor
soportar este castigo que hallarse entre los que sufren condenación eterna. Si no
experimentamos Su castigo, no somos Sus hijos sino hijos ilegítimos (“bastardos”, He. 12:7-
8). El versículo 32 no implica que un creyente pueda ser condenado con el mundo. Al
contrario, está diciendo que sólo hay dos posibilidades: castigo ahora, que es la porción de
verdaderos creyentes, o condenación con el mundo, que es la porción de los incrédulos.
32
En esta sección, examinaremos varios pasajes más que a veces se emplean para
enseñar o apoyar la idea de salvación condicional. La mayoría de estos no son claves para ese
argumento, pero aun así nos irá bien examinarlos y ver si tienen algo que decir al respecto.
El primero de éstos es Romanos 11:22.
Las últimas palabras en este versículo: “tú también serás cortado”, tomadas fuera de
contexto, parecen ofrecer prueba positiva de que un creyente podría perderse posteriormente.
Pero si vamos a ser estudiantes cuidadosos de la Biblia, tenemos que interpretarlo en su
contexto. ¿A quién se dirigía, y qué significa el “ser cortado”?
Consideremos cómo fluye el pensamiento del capítulo. El tema es el futuro de Israel.
En los primeros nueve versículos, Pablo enseña que Dios ha desgajado a Israel, pero no
completamente. El apóstol mismo es prueba de que Dios se ha reservado un remanente de
israelitas creyentes.
Los versículos 11 y 12 confirman la caída de Israel, pero insisten en que no es final.
La nación será restaurada. Mientras tanto, los gentiles han sido colocados en un lugar de
bendición.
Es importante recordar el contexto. Estos versículos no fueron escritos a cristianos
individuales ni a la Iglesia. Pablo aclara esto en el versículo 13: “porque a vosotros hablo,
gentiles...” Al decir esto, distingue entre los gentiles, los judíos y la Iglesia de Dios (1 Co.
10:32).
Ahora emplea la figura del olivo con ramas naturales y luego con ramas silvestres. El
tronco del árbol es la linea divina de privilegio durante los siglos. Es muy importante ver
esto. El tronco no es Israel. Es un lugar de favor en los tratos de Dios con los seres humanos.
Israel, las ramas naturales, originalmente tuvo este lugar como el pueblo escogido y terrenal
de Dios. Pero debido a la incredulidad, la nación ha sido “desechada” o “desgajada” de su
posición de privilegio, y los gentiles (ramas silvestres) han sido injertados. Han llegado a ser
lo que llamaríamos Su “nación favorecida”. Cristo halla más fe entre los gentiles que entre el
pueblo de Israel (Mt. 8:10; 15:28). En este sentido, los gentiles por la fe están en pie. Porque
el pueblo judío no se juzgó digno de vida eterna (Hch. 13:46), Dios envió Su salvación a los
gentiles (Hch. 28:28).
Pero los gentiles no deben tomar a la ligera su lugar de privilegio. Si no continúan
exhibiendo una actitud relativamente abierta a la Palabra de Dios, serán cortados. Esto no
significa que los gentiles salvados perderán su salvación, sino que el pueblo gentil como
entidad perderá su lugar de privilegio.
Sabemos de otras Escrituras que esto es exactamente lo que sucederá. Las ramas
silvestres del olivo (los gentiles) serán cortados e Israel creyente tomará de nuevo su lugar de
privilegio ante Dios.
Miremos ahora un pasaje en el cual surge confusión en otro sentido. Vimos antes en el
libro que la palabra salvar tiene una gama amplia de significados: no siempre significa la
salvación del alma del infierno. La palabra destruir también puede tener varios significados,
como vemos a continuación:
“Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas
conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien
Cristo murió. No sea, pues, vituperado vuestro bien; porque el reino de Dios
no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque
el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres.
Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. No
destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la
verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo
que come. Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu
hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite. ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo
delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que
aprueba. Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo
hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Ro. 14:15-23).
En primer lugar, la enseñanza general de este pasaje: Pablo trata ciertos asuntos de
indiferencia moral, tales como comer carne y observar días. Existía la posibilidad de conflicto
entre creyentes judíos y creyentes gentiles sobre estos asuntos. Así que, el apóstol afirma que
aunque uno puede tener libertad cristiana en estas áreas, no debe usarla si resulta en tropiezo
para otra persona. Y si un hermano tiene mala conciencia acerca de comer carne ofrecida a
ídolos, pero lo hace, ha pecado, porque lo que no puede hacerse en fe es pecado.
El problema surge en torno a la palabra perder y destruir en los versículos 15 y 20.
“No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió” (v. 15). “No
destruyas la obra de Dios por causa de la comida” (v. 20). Esto no significa causar su
perdición eterna. En lugar de esto, significa hacerle tropezar e impedir su progreso espiritual.
Significa arruinar la obra que Dios está haciendo en la vida de aquella persona. El hombre
con la conciencia débil no pierde su salvación, pero su bienestar espiritual es afectado
adversamente.
Ahora consideraremos otro versículo que es empleado a veces por los arminianos para
apoyar su posición.
“No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro
gozo; porque por la fe estáis firmes” (2 Co. 1:24).
Este versículo, especialmente las últimas cinco palabras, se emplea para enseñar que
la salvación continua depende de la fe continua. Sólo somos salvos mientras sigamos
creyendo.
Pablo está diciendo algo bastante distinto. Al hablar francamente con los corintios, no
intentaba controlar sus vidas. Su meta era que tuvieran gozo. En lo referente a la fe de ellos,
estaban firmes. No corregía su doctrina sino su comportamiento. Vemos más de esto en el
siguiente pasaje.
“Que cuando vuelva, me humille Dios entre vosotros, y quizá tenga que llorar
por muchos de los que antes han pecado, y no se han arrepentido de la
inmundicia y fornicación y lascivia que han cometido. Esta es la tercera vez
que voy a vosotros. Por boca de dos o de tres testigos se decidirá todo asunto.
He dicho antes, y ahora digo otra vez como si estuviera presente, y ahora
ausente lo escribo a los que antes pecaron, y a todos los demás, que si voy
otra vez, no seré indulgente; pues buscáis una prueba de que habla Cristo en
mí, el cual no es débil para con vosotros, sino que es poderoso en vosotros.
Porque aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues
también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de
Dios para con vosotros. Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe;
probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que
Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Co. 12:21-
13:5).
Es triste decirlo, pero un creyente puede cometer los tres pecados mencionados en el
12:21. El apóstol no dijo que estuvieran condenados al infierno. Pero les advirtió de que
cuando viniera a Corinto, no les perdonaría, sino que les disciplinaría en base al testimonio de
dos o tres testigos.
Al decir esto, era consciente de que ciertos maestros habían persuadido a algunos de
los corintios de que él no era apóstol verdadero. Así que, dijo: “Puesto que buscáis prueba de
que Cristo habla en mí...examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe”. (La última parte del
versículo 3 y todo el versículo son un paréntesis). Los corintios mismos eran prueba de que él
era apóstol. Era él quien les había conducido al Cordero de Dios (1 Co. 9:2), y quien servía
espiritualmente como padre a ellos. Así que dijo: “probaos a vosotros mismos. ¿No sabéis
vosotros que Jesucristo está en vosotros? De otro modo estaríais descalificados. Pero confío
que sabréis que nosotros no estamos descalificados” (vv. 5-6). Si Cristo no estaba en ellos, no
pasaban la prueba de ser creyentes. Pero sabían que Cristo estaba en ellos, y esto fue
resultado del ministerio de Pablo. Así que, después de todo, él no estaba descalificado como
apóstol.
Ahora venimos a la epístola de Pablo a los Gálatas. En ella, él estaba corrigiendo un
problema distinto: la herejía de salvación por obras:
Éste ha sido un texto de prueba favorito para los que creen en la salvación
condicional. Lo citan para demostrar que cuando un cristiano peca, cae de la gracia, y por lo
tanto ya no es salvo.xlvi Pero, ¿es esto lo que dice el pasaje?
Está claro que el apóstol no está hablando a creyentes. La expresión: “los que por la
ley os justificáis” prueba que ellos nunca habían sido justificados. Todavía buscaban ser
declarados justos por Dios. Y lo buscaban de forma equivocada, por la cual nunca iban a
encontrarlo, porque es imposible ser justificados guardando la ley. “Ya que por las obras de
la ley ningún ser humano será justificado delante de él” (Ro. 3:20).
Los que buscan la justificación por medio de obras de la ley le son extraños a Cristo.
Esto no significa que una vez estaban en Cristo pero que luego fueron cortados de Él. Al
contrario, significa que se cortaron de cualquier beneficio que pudieran recibir de Cristo.
Debían escoger entre el Señor y la ley. Al escoger a uno, esto nos corta del otro. Tiene que ser
o el uno o el otro, pero no puede ser ambos. Cristo tiene que ser todo o nada.
Puede que alguno se pregunte porqué Pablo se dirige así a gente no convertida en una
carta que ostensiblemente era para creyentes. El apóstol era realista. Sabía que en muchas
asambleas, si no en todas, había una “multitud mixta”; verdaderos creyentes y personas que
nunca habían nacido de nuevo. Esto especialmente era verdad en las iglesias de Galacia;
habían sido subvertidas por falsos maestros que proclamaban un evangelio falso. Así que, no
se retenía de incluir a los incrédulos entre sus lectores.
El siguiente versículo nuestro, Efesios 3:17, es empleado por los partidarios de
seguridad condicional en casi la misma manera que 2 Corintios 1:24, el cual ya hemos
tratado.
“para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (Ef. 3:17a).
Esto se toma equivocadamente para decir que Cristo mora en nuestros corazones sólo
mientras tengamos fe o sigamos creyendo. Es una idea fallada en dos puntos importantes.
En primer lugar, una vez que Cristo tome residencia xlvii en la vida de un creyente,
nunca sale. Él prometió: “No te desampararé, ni te dejaré” (He. 13:5b). Y de nuevo: “...he
aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20).
Segundo, la idea de que un cristiano verdadero decida que va a dejar de creer es algo
ajeno a las Escrituras. Somos salvos por medio de la fe, y vivimos por fe (Gá. 2:20). El que
nos da vida eterna como un don gratuito garantiza guardarnos para que la disfrutemos
siempre.
Si nuestra salvación dependiera de nuestra perseverancia fiel, sería de valor negativo.
Pero cuando es sólo Dios, es algo absolutamente seguro.
En las cartas de Pablo a Timoteo, varios pasajes surgen donde Pablo instruía a
Timoteo acerca de los peligros de la vida mala y la falsa enseñanza. ¿Qué son exactamente
estos peligros? Veamos.
Cuando hay viudas en una asamblea que necesitan que alguien les cuide, esta
responsabilidad cae en primer lugar sobre los miembros de su propia casa u otros parientes. Si
alguno rehúsa proveer para una viuda pariente, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.
¿En qué sentido ha negado la fe? Ha actuado de manera que es totalmente opuesta a
todo lo que enseña la fe cristiana. No dice que ha desechado su propia fe. Se ha comportado
de manera egoísta, sin amor y sin cariño.
¿En qué sentido es peor que un incrédulo? En este sentido particular: los incrédulos
generalmente cuidan de los suyos que están destituidos. Les muestran una actitud más
humana que este cristiano irresponsable.
El versículo no tiene nada que ver con la salvación del creyente. No hay sugerencia de
que pudiera perder la salvación si no provee para su madre que es viuda. No obstante, la
reprensión fuerte de Pablo debe despertarle para que corrija su comportamiento.
Al advertir a Timoteo acerca del amor al dinero, Pablo dice que los que quieren
enriquecerse can en codicias que ahogan a los hombres en destrucción y perdición. Estas
últimas palabras no significan pérdida de existencia sino pérdida de bienestar. Indican ruina
en cuanto al propósito de su creación y vida. Para un creyente, podría significa la pérdida de
su familia, dinero, hogar y testimonio. Podrían incluir encarcelamiento por fraude, estafa,
robo y otras formas de corrupción.
El amor al dinero expone la falta de fe genuina en algunos, e induce a otros a
extraviarse de la fe. Se enfrían y se alejan del Señor, dejando el camino de la santidad para
vagar en los campos del pecado. Aunque no niegan lo fundamental de la fe cristiana, viven de
manera que no es digna del evangelio. Puede haber algún caso de alguien que tenga fe pero
que no ande por fe como debiera. El joven Timoteo no debería hallarse en semejante
contradicción, sino que debe adornar la doctrina. Debe echar mano de la vida eterna,
“apropiando prácticamente todos los beneficios, privilegios y responsabilidades que vienen
con la posesión de ella” (W. E. Vine).
No hay nada en el versículo 12 que sugiera que Timoteo pudiera echar mano de la
vida eterna mediante su carácter u obras. Él ya la tenía, pero se le animaba a disfrutarla y
aprovecharla al máximo aquí y ahora.
“A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza
en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da
todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que
sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen
fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna” (1 Ti. 6:17-
19).
Aquí los creyentes afluentes son enseñados a echar mano de la vida eterna, no
guardando su dinero, sino haciendo bien, siendo ricos en buenas obras, “dispuestos a dar y a
compartir”. Esto no es salvación por obras sino las obras como fruto de la salvación.
En el versículo 12, puede que Santiago esté hablando tanto de pruebas santas como de
tentaciones inmundas. En el lenguaje original es la misma palabra. El que resiste la prueba es
premiado con la corona de vida, no con vida eterna. Es cuestión de recompensas, no de
salvación.
Los versículos 13-15 hablan claramente de las tentaciones inmundas. Éstas no vienen
de Dios sino de la naturaleza caída del hombre.
Santiago compara el proceso del pecado a la vida humana: concepción, nacimiento,
crecimiento y finalmente, muerte. No implica que cada vez que un cristiano peca, muere. ¿No
prometió el Señor Jesús que el que comiere del pan de vida no vería muerte (Jn. 6:50), y el
que vive y cree en él no morirá eternamente? (Jn. 11:26).
Santiago sabía muy bien que una persona puede ser creyente y todavía pecar. ¿Por
qué, entonces, advirtió que el pecado termina en muerte? Lo hizo para recordar a sus lectores
lo grave que es el pecado. En el caso de los verdaderos creyentes, sus pecados resultaron en la
muerte de su Sustituto Divino. En el momento en que confiaron en Cristo, murieron en Él. En
el caso de los que mueren sin Cristo, sus pecados resultan en la muerte eterna. Así que la
muerte siempre es la paga del pecado (Ro. 6:23), o en la muerte del Sustituto o en la muerte
del pecador.
Si alguien profesa ser salvo y sin embargo su vida es dominada por el pecado,
demuestra que su profesión es falsa. Nunca ha sido un creyente verdadero, y a menos que se
arrepienta y crea en Cristo, su perdición está sellada.
“¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad
contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye
enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él
ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor
gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a
Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros
los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y
llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos
delante del Señor, y él os exaltará” (Stg. 4:4-10).
“que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la
salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En
lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es
necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a
prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero
se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea
manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo,
aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso;
obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas...Por
tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por
completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado” (1
P. 1:5-9, 13).
Es un pasaje fuerte sobre la seguridad eterna del creyente. Nos asegura sin condición
alguna que se nos guarda una herencia gloriosa y que también nosotros somos guardados para
ella. No obstante, los que creen en la salvación condicional señalan la expresión: “guardados
por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación”, e insisten que sólo somos
guardados mientras sigamos creyendo. ¿Cuál es la respuesta?
La idea de que un creyente verdadero cese de creer es algo puramente hipotético. La
Biblia no sabe nada de esto. Es impensable que uno en quien mora Cristo pudiera o quisiera
echarle fuera.
Una vez salva una persona, viene a ser la plena responsabilidad del Salvador, quien
garantiza que ella nunca perecerá. En tiempos de depresión o de crisis de nervios, un hijo de
Dios puede dudar de su salvación, ¡pero qué consuelo es saber que todavía es guardado por la
mano poderosa de Jesucristo!
No contribuimos a nuestra salvación con nuestra fe. La fe es meramente la mano vacía
que recibe lo que Dios nos da. Somos salvos por medio de la fe y vivimos por fe (Gá. 2:20).
No hay nada de mérito en la fe. Todo el mérito está en Cristo, el objeto de nuestra fe. Así que,
aceptamos por fe la verdad de que somos guardados por el poder de Dios para salvación en su
tiempo futuro, esto es, salvación de la presencia del pecado, cuando lleguemos al cielo.
Mientras tanto, encontramos dificultades que prueban nuestra fe para demostrar si es
genuina o no. Es nuestra fe, no nosotros, lo que se prueba con fuego. Y cuando es probada
genuina, resulta en alabanza, honra y gloria al Señor Jesús primeramente, y también a
nosotros.
No le hemos visto todavía, pero la fe le hace real a nosotros y le amamos. También
estaremos llenos de gozo glorioso al recibir el fin de nuestra fe: la salvación de nuestras
almas.
En el versículo 13, la palabra “esperad” es empleada por los arminianos para crear
incertidumbre acerca de nuestra salvación final. Es otro lugar donde las definiciones son
cruciales. La esperanza del cristiano es la gracia que le será dada en la manifestación de
Jesucristo; en otras palabras, el estado glorificado. La esperanza de esta consumación no
tienen duda ni incertidumbre conectada con ella. Se basa sobre la infalible Palabra de Dios, y
por eso es tan cierto como si ya hubiera acontecido.
Finalmente, nuestros últimos dos pasajes son ambos advertencias acerca de los que
alteran la Palabra de Dios:
“casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales
hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes
tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. Así que
vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que
arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza” (2 P. 3:16-
17).
Pedro describe a los que toman las Escrituras que tratan importantes doctrinas bíblicas
y las trastornan para hacer que signifiquen lo que ellos desean. Es una distorsión voluntaria de
la Palabra para enseñar error, y resulta en su destrucción.
Se les advierte a los creyentes en contra de cualquiera que maneje así las Escrituras,
para que su fundamento firme en la fe no sea sacudido ni sean ellos contaminados por
enseñanzas falsas. Aquí no entra el pensamiento de cristianos que pierden su salvación. Es
posible tener la fe adulterada sin negar la fe.
“Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si
alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están
escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta
profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de
las cosas que están escritas en este libro” (Ap. 22:18-19).
¿CUÁL ES LA RESPUESTA?
Hay una cosa en la que ambos lados están de acuerdo referente a la cuestión de la
seguridad eterna. Comparten una preocupación por las muchas personas que profesan ser
cristianas pero viven en pecado. Les entristece ver que el Nombre del Señor Jesucristo es
deshonrado por vidas que son difamaciones en lugar de Biblias ilustradas. Ven los frutos de
los evangélicos que predican un “evangelio fácil” que omite cualquier compromiso, los frutos
de las profesiones superficiales y huecas de lo que a veces ha sido llamado “gracia barata”.
A los niños y jóvenes se les sujeta a presiones emocionales a “abrir la puerta del
corazón a Jesús”, pero más tarde en la vida se involucran en las drogas, el alcohol, la
inmoralidad sexual o la avaricia. Pero sus padres cristianos les aseguran que fueron salvos
cuando eran más jóvenes. Y algunos de estos mismos padres reaccionan con vehemencia a
cualquier sugerencia que ponga en duda la salvación de sus queridos hijos.
Se “salvan” los mafiosos, pero luego vuelven a su vida de antes. La prensa informa
sobre la “conversión” de actores y actrices, pero estas estrellas nunca rompen con el mundo
de películas violentas e inmorales. Los nombres de “tele evangelistas” aparecen en los
titulares, expuestos como mujeriegos y manipuladores de estafas. Se alegran los evangélicos
cuando un político dice que ha nacido de nuevo, pero después viene la desilusión cuando sus
discursos públicos contienen palabrotas.
Una gran oleada de profesión de fe ha inundado el país. A menudo es popular ser
conocido como cristiano. A veces le va bien al hombre de negocios llevar este título. Y va
bien en la política porque significa votos. La cristiandad ha venido a ser un reino de confusión
religiosa. Los que sentimos celo por la honra de Cristo sentimos vergüenza.
Aunque los que creemos en la seguridad eterna y los que creen en la seguridad
condicional estamos de acuerdo al deplorar la forma disoluta de vivir de los que dicen que
son creyentes, hay una diferencia en nuestro análisis del problema. Los de la salvación
condicional alegan que esas personas fueron salvas una vez pero que han perdido su
salvación. Los otros decimos que esas personas nunca fueron salvas. No tenían nada más que
una profesión falsa y vana.
El propósito de este libro ha sido mostrar que un verdadero creyente está seguro
eternamente, y que el punto de vista contrario es erróneo por las siguientes razones:
En la tormenta es mi sostén,
El pacto que juró y selló;
Su amor es mi supremo bien,
Su amor que mi alma redimió;
La roca eterna que me da
Base única que durará,
Base única que durará.
W. B. Bradbury
SEGURIDAD ETERNA SEGURIDAD CONDICIONAL
EL EVANGELIO Cree en el Señor Jesucristo, y Cree en el Señor Jesucristo, y serás
serás salvo (Hch. 16:31). salvo (Hch. 16:31).
LA SALVACIÓN Es una obra de Dios, No es un acto puntual, sino un
instantánea, completa y eterna proceso continuo de creer de parte
en su resultado cuando el del cristiano, y de guardarse del
pecador se arrepiente y cree. pecado.
LA FE Cuando verdaderamente cree en El creyente puede decidir que ya no
Cristo, nunca cesa de creer. quiere creer más.
EL PECADO Cualquier pecado rompe la El pecado, si es grave y prolongado,
comunión con Dios, pero no puede romper la relación. El creyente
rompe la relación. Si el pecado que peca pierde su salvación. (No se
domina la vida de alguien, definen claramente la naturaleza y
indica que nunca fue salvo. duración del pecado.)
LA EXPIACIÓN La muerte de Cristo expió una Parece significar que la muerte de
vez por todas el pecado del Cristo expió los pecados del creyente
creyente: pasado, presente y sólo hasta el momento presente.
futuro.
LAS OBRAS Las obras no tienen parte en la La salvación no es por obras, pero el
obtención de la salvación. Las creyente tiene que mantenerse firme,
obras son el fruto de la perseverar, permanecer y obedecer
salvación, no la raíz. los mandamientos del Señor. Tiene
que someterse en la práctica al
señorío de Cristo en toda área de su
vida.
LA CERTIDUMBRE La salvación está segura porque Plena certidumbre no es posible
es un don, porque Cristo terminó porque una persona nunca sabe si
la obra de redención y porque el continuará hasta el fin.
creyente es acepto en el Amado
y completo en Él.
MOTIVACIÓN Cuando uno es salvo, no quiere Si el creyente fuera eternamente
PARA VIVIR EN pecar. Dios ha quitado ese seguro, entonces podría salir y pecar
SANTIDAD “deseo” de su vida y lo ha como le diera la gana. Esta doctrina
reemplazado con el deseo de conduce a vidas descuidadas. Los
agradar al Señor en todo. Le creyentes necesitan ser restringidos
motiva el amor al Señor que por el temor de perder su salvación.
murió por él: una motivación
mucho más fuerte que el temor.
Notas Finales
iLos calvinistas siguen las enseñanzas de Juan Calvino, nacido francés (1509-1564). Él vino a ser el líder
principal de la reforma en Suiza y puso un énfasis fuerte sobre la soberanía de Dios.
iiLa perseverancia de los santos no significa que sean salvados mediante su perseverancia, sino que si son
verdaderamente salvos, perseverarán hasta el fin. Cuando alguien dice: “sería presunción si dijera que soy
salvo”, esto demuestra que depende entera o parcialmente de sus propias obras. Si primeramente Dios dice
que el que tiene al Hijo tiene la vida ahora (1 Jn. 5:12), no es presunción que un creyente también lo diga. Si
uno lo niega cuando Dios lo ha declarado, está haciendo a Dios mentiroso.
iiiLos arminianos, en contraste a los calvinistas, siguen las enseñanzas desarrolladas por el teólogo holandés,
Jacobus Arminius (1560-1609), que enfatizaba la libre voluntad del hombre como el factor principal en la
salvación.
ivComo en Español, Francés y Latín, el texto original emplea nombres y adjetivos masculinos, femeninos o
neutros (en griego). Puesto que las palabras gracia y fe son ambas femeninas en griego, si Pablo hubiera
querido referirse a una de ellas, hubiera empleado una forma femenina. Pero empleó una forma neutro, que
se refiere a toda la frase anterior: “por gracia sois salvos por medio de la fe”.
vEn un sentido, aun la fe es una obra (Jn. 6:28-29), pero no es una obra de mérito. Es sencillamente creer a
Alguien que solamente puede decir la verdad.
viLa elección de Israel no fue para salvación, sino para ocupar un lugar en el cumplimiento de los propósitos
de Dios. Muchos de los elegidos en Israel no fueron israelitas verdaderos (Ro. 9:6), esto es, que no gozaron
de una relación viva con Dios. Puesto que era posible para los israelitas (como Coré) estar perdidos, ¿pueden
los “escogidos... en Él” (Ef. 1:4) perderse? No, porque la elección de Israel se basó en el nacimiento físico;
la elección del creyente se basa en el nuevo nacimiento. Como tales, tenemos vida eterna y no pereceremos
jamás (Jn. 3:16). ed.
viiComo en cualquier relación de amor humano (El amor inmutable de Dios es el tema concluyente de
Romanos 8), si un hombre escoge a una mujer para que sea el objeto de su amor, ¿concluimos entonces que
ella no tiene voz ni voto en el asunto? Ella también escoge amarle, y el Nuevo Testamento está lleno de
semejantes llamados a “venir”, “recibir”, “creer”, “confiar”, etc. ed.
viiiComo notamos, la predestinación no tiene que ver tanto con dónde estaremos los que recibimos a Cristo
(cielo o infierno), sino con qué seremos por la gracia de Dios (ver también Jn. 1:11-12). ed.
ixOprimido por enemigos desde dentro de Ginebra y por las fuerzas anti-reforma alrededor de Suiza, Calvino
hizo de Romanos 8:31 lo que llamaríamos hoy en día su “texto clave para la vida”.
xEs fascinante saber que la misma palabra empleada por Pablo en el griego del siglo I, ha venido a significar
en griego moderno: “anillo de compromiso”.
xiBarker, Harold P., Secure Forever (“Seguro Para Siempre”), Neptune, NJ: Loizeaux Brothers, 1974, pág.
78.
xiiMás literalmente sería: “Amén, Amén”. Esto es hebreo y significa “así sea” o “así será”.
xiiiLos que favorecen la seguridad eterna y los que creen en la salvación condicional apelan al texto griego
del Nuevo Testamento para establecer su punto. Pero un conocimiento de la gramática griega no soluciona el
asunto conclusivamente. De otro modo, hace años que habría sido un caso cerrado. Cuando los estudiosos
del griego no están de acuerdo, no debemos sentirnos sin ventaja al usar nuestras versiones en Español.
xivEn Juan 6:47, es realmente un participio con un complemento directo, literalmente, “el creer” o “el que
cree”. Puede tomarse como característica de la persona de la cual se habla, y es más correcto tomarlo así.
Por lo tanto, leeríamos: “el creyente en mí”. Describe una persona en lugar de la duración de una acción.
xvEl mandamiento a creer se expresa en pretérito imperativo activo, para enfatizar un hecho decisivo, no
algo que se repita o que continúe.
xviEs parte de la obra intercesora de Cristo ahora el orar por Sus santos hasta que lleguen al hogar. Esto se
ilustra con las palabras que dijo a Pedro antes de que Pedro le negara con juramentos y maldiciones: “pero
yo he rogado por ti, que tu fe no falte...” El coraje y el testimonio de Pedro iban a faltar, pero su fe no faltaría
porque fue sostenida por Cristo. ed.
xviiEl prefijo apo significa “de” o “fuera” y el resto de la palabra viene del verbo que significa “estar de
pie”. Por lo tanto significa tomar una posición fuera o en contra de la posición de antes.
xviiiJudas tenía remordimiento, pero sólo esto; no fue arrepentimiento piadoso. (Mt. 27:3; 2 Co. 7:10). Era
un demonio (Jn. 6:70). Nunca había recibido el baño de la regeneración (Jn. 13:10-11). Fue a su propio lugar
(Hch. 1:25). Cuando Jesús le llamó “hijo de perdición” (Jn. 17:12), el significado de este versículo es: “a
los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino [se perdió] el hijo de perdición, para que
la Escritura se cumpliese” (Jn. 17:12). Juan 18:9 aclara que “los que me diste” se refiere a los once, los
verdaderos creyentes, pero no a Judas.
xixHe aquí algunos puntos de vista alternativos de los que creen que el pasaje habla de verdaderos creyentes
que no pueden perder su salvación:
· Son creyentes que caen en el pecado, y luego desean ser renovados al arrepentimiento, esto es
salvados de nuevo. Si hicieran esto, estarían poniendo a Cristo de nuevo en la cruz, declarando
vergonzosamente que Su obra no fue suficiente para salvarles una vez para siempre.
· Son cristianos que cometen pecado y son sujetados al juicio de Dios en esta vida, aunque al final
son salvos.
· Son cristianos a los cuales se les advierte en contra de la apostasía, y mediante esto, previene que lo
cometan. Es una interpretación puramente hipotética.
Otro punto de vista de los que creen que el pasaje habla de verdaderos creyentes que sí pueden
perder la salvación.
· Son creyentes que están seguros eternamente a menos que cometan el pecado único de apostasía.
ed.
xxEl arrepentimiento y la fe no son obras de mérito por las cuales contribuimos algo a la obra consumada de
Cristo.
xxiLa palabra disciplina incluye todo lo que abarca la educación de un hijo: instrucción, ánimo, corrección,
castigo, etc.
xxii¡Realmente es un negativo quíntuple en griego!
xxiiiHay tres pecados imperdonables:
a. Atribuir al diablo los milagros que Jesucristo hizo por el poder del Espíritu Santo, blasfemando así
al Espíritu Santo al llamarle el diablo (Mt. 12:24; 31-32).
b. Profesar abrazar la fe cristiana, y luego abandonarla y negar a Cristo como plenamente Dios y
Hombre (He. 6:4-6; 10:29).
c. Morir sin fe en el Señor Jesucristo (Jn. 3:18b).
xxivEste versículo ha sido el desespero de los comentaristas porque sienten la necesidad de más información.
He aquí algunas de las explicaciones sugeridas acerca de aquel que comete el pecado de muerte:
a. Es un creyente que pierde su salvación por algún pecado no nombrado.
b. Es un creyente que sufre la muerte física debido a un pecado no confesado. Puede que muera de
una enfermedad incurable, por ejemplo, como resultado de un pecado sexual. La oración es inútil.
c. Es un creyente que comete homicidio y por lo tanto debe sufrir la pena de muerte porque Dios lo
ha decretado (Gn. 9:6).
d. Es un creyente que comete públicamente algún pecado notorio que le hace no apto para más
servicio en este mundo (Hch. 5:1-11) aunque es apto para el cielo por los méritos de Cristo.
e. Es un apóstata. Ésta es la posición que creemos que mejor cabe en el contexto.
xxvHemos pasado por alto la parábola del tesoro escondido y la de la perla de gran precio, porque no son
relevantes al tema de profesión y posesión.
xxviOtras versiones, como la BAS, ponen “banquete de bodas”. La boda ya tomó lugar en el cielo, cuando
sucedió el Rapto. Ahora el novio viene con Su novia, la Iglesia, para celebrar el banquete.
xxviiSu nombre procede de la palabra griega para conocimiento (gnosis). Pensaban que sabían tanto o más
que los creyentes ortodoxos.
xxviiiEl gnosticismo luego desarrolló muchas subdivisiones. Por ejemplo, unos eran licenciosos y otros eran
realmente ascetas.
xxixLa palabra “comete” (“todo aquel que comete pecado”) es desafortunada. Es la práctica de pecado que
está en vista aquí. Se contrasta con “hace [practica] justicia” (2:29)
xxxEn los versículos 6, 8 y 9 se podría sacar la implicación de que un cristiano nunca peca. Esto, por
supuesto, se contradice en 1 Juan 1:8-10 y 2:1. Entonces, lo que se trata aquí es el pecado como práctica,
como estilo de vida. Se contrasta con la práctica de justicia en 3:7 y 10. Es ilustrado por el comportamiento
del diablo, que “ha pecado desde el principio”. Es su comportamiento característico.
xxxiOtra interpretación que acepta la seguridad eterna considera que este versículo se refiere a la nueva
naturaleza (“nacido de Dios”) que no puede pecar en ninguna manera.
xxxiiRobert Shank, Life in the Son: A Study of the Doctrine of Perseverance (“Vida en el Hijo: Un Estudio
Sobre la Doctrina de la Perseverancia”), Springfield, Missouri: Westcott Publishers, 1961, pág. 16.
xxxiiiIbid, pág. 219.
xxxivIbid, pág. 96.
xxxvLa versión “Logos 21” del Evangelio según Juan, Living Water, traduce el verbo “apoyará”.
xxxviPablo emplea una palabra única aquí, no la palabra normal para resurrección, sino una que significa
“resucitar fuera”.
xxxvii
Gardiner Spring, The Distinguishing Traits of Christian Character (“Los Rasgos Distintivos del Verdadero
Cristiano”), Phillipsburg, N.J. Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1980, pág. 72.
xxxviiiAlguien podría preguntar: “Bien, ¿pero qué de los hijos del diablo (Jn. 8:44)? ¿Están condenados a
quedarse en esa relación? ¿No pueden ser salvos? La respuesta es que nadie viene a ser hijo del diablo por un
nacimiento, sino por imitar su comportamiento.
xxxixArthur Pridham. Más documentación no disponible.
xlEn el versículo 8 Pablo específicamente emplea una palabra griega que significa “varones” (andres, cf.
poliandry, “muchos maridos”), no la palabra para seres humanos (antropoi, cf. antropología).
xliNota del traductor: realmente en el griego es mei,nwsin, tercera persona plural: “permanecieren”,
cuyo antecedente gramáticamente tendría que ser “hijos”, también tercera persona plural]. En este caso
estaría hablando de los hijos, de cómo resultan sus vidas después de haber sido criados por sus madres.
Quedarse en el hogar y criar hijos piadosos es una gran misión que muchas mujeres “modernas” rechazan a
favor de carreras y otras cosas.
xliiEl término es realmente atlético, queriendo decir: “no aprobado” o “descalificado”.
xliiiAquí la forma es realmente un participio, literalmente: “el que cree”. Consulta la nota nº 14, procedente
del capítulo 9, para más información.
xlivJohn F. MacArthur, The Glory of Heaven (“La Gloria del Cielo”). Wheaton, IL: Crossway Bookos, 1996,
págs. 99-100.
xlvCharles Haddon Spurgeon, Till He Come (“Hasta Que Él Venga”), Houston, TX: Christian Focus
Publications, 1989, pág. 339.
xlviSu enseñanza es conocida como “la doctrina de caer de la gracia”.
xlviiMerece la pena notar aquí que la palabra morar es una forma más fuerte del verbo en el original. Puede
sugerir “asentarse” o “sentirse en hogar”.
xlviiiMuchos manuscritos tienen “árbol de la vida” aquí en lugar de “libro de la vida”, pero realmente no
afecta el tema que estamos tratando.