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ENSAYO La Educación Como Práctica de Cohesión Social y Participación Democrática

El documento argumenta que la educación es fundamental para la cohesión social y la participación democrática. Debe transformar las estructuras que perpetúan la pobreza y promover una sociedad más justa. La educación debe enseñar valores compartidos y respetar la diversidad para fomentar la ciudadanía activa. Preparar a las personas para la participación democrática debe ser la misión del sistema educativo.
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ENSAYO La Educación Como Práctica de Cohesión Social y Participación Democrática

El documento argumenta que la educación es fundamental para la cohesión social y la participación democrática. Debe transformar las estructuras que perpetúan la pobreza y promover una sociedad más justa. La educación debe enseñar valores compartidos y respetar la diversidad para fomentar la ciudadanía activa. Preparar a las personas para la participación democrática debe ser la misión del sistema educativo.
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La educación como práctica de cohesión

social y participación democrática


Enviado por Oscar Armando Pérez Sayago

Partes: 1, 2

"La educación es una práctica social ubicada en un proceso socio-histórico determinado al


cual debe responder creativamente. La función principal del proceso educativo en un país
subdesarrollado debe ir encaminada a colaborar en la transformación de las estructuras que
perpetúan ese estado social, y a re-definir el proyecto de una sociedad liberada"[1].

Frente a los numerosos desafíos del provenir, la educación constituye un instrumento de


cohesión social y participación democrática indispensable para que la humanidad y en
especial, nuestra querida Colombia, pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y
justicia social. Es indispensable un nuevo tipo de sociedad para lograr la superación de la
pobreza, en condiciones generales de participación y justicia sobre la base de un proceso
educativo que contribuya a una mejor calidad de vida. "Una nueva civilización en la que
sea imposible el despilfarro y la miseria"[2]. Al concluir este ensayo, deseo afirmar mi
convicción respecto a la función esencial de la educación como práctica de cohesión social
y participación democrática al "servicio de un desarrollo humano más armonioso, más
genuino, para hacer retroceder la pobreza, la exclusión, las incomprensiones, las
opresiones, las guerras, etc."[3].

La educación desde sus orígenes ha encontrado variados significados que guían y orientan
su quehacer. Para Sócrates la educación es un parto, un auténtico nacimiento lleno de
riesgos y expectativas. Para un educador con convicción y vocación, la educación es el
ejercicio de la vida. Para mí y después de ciertas experiencias, la educación es un clamor
por la infancia, por la juventud que tenemos que integrar en nuestras sociedades en el lugar
que les corresponde, en el sistema educativo indudablemente pero también en la familia, en
la comunidad de base, en la nación.

Al comienzo de un siglo caracterizado por el ruido y la furia tanto por los progresos
económicos y científicos, donde la angustia se enfrenta con la esperanza, es imperativo que
todos los que están y estamos investidos de alguna responsabilidad presten atención a la
educación como factor de cohesión social y practica de la democracia.

La cohesión de toda la sociedad humana procede de un conjunto de actividades y de


proyectos comunes, pero también de valores compartidos, que constituyen otros tantos
aspectos de la voluntad de vivir juntos. Con el tiempo, esos vínculos materiales y
espirituales se enriquecen y se convierten en la memoria individual y colectiva, en un
patrimonio cultural en el sentido amplio de la palabra, que origina el sentimiento de
pertenencia y solidaridad.
En todo el mundo, la educación en sus distintas formas, tiene por cometido establecer entre
los individuos vínculos sociales procedentes de referencias comunes. Los medios
empleados varían según la diversidad de las culturas y las circunstancias pero, en todos los
casos, la finalidad principal de la educación es el pleno desarrollo del ser humano en su
dimensión social. "Se define como vehiculo de las culturas y los valores, como
construcción de un espacio de socialización y como crisol de un proyecto común"[4].

Confrontada con todos los cambios acaecidos en la sociedad, la educación debe asumir la
tarea de transformar la diversidad en un factor positivo de entendimiento mutuo entre las
personas y los grupos humanos. En este sentido, se debe promover que "la diferencia de
raza, de religión, de pensamiento e ideología no la vean como inferioridad sino como factor
de riqueza humana"[5]. Creo que su más alta ambición es brindar a cada cual los medios de
una ciudadanía consciente y activa, cuya plena realización sólo puede lograrse en el
contexto de sociedades democráticas. Que bonita utopía, pero una utopía necesaria para
nuestro país y continente, pues "un pueblo sin utopía es un pueblo que no vive
socialmente"[6].

Hablar de práctica de la democracia en nuestro país es un tanto paradójico, pero en cierta


manera hay que revivificarlo. En todo caso debe seguir siendo una de nuestras prioridades,
pues no creo que haya otro modo de organización del conjunto político y de la sociedad que
pueda pretender sustituir a la democracia y que permita al mismo tiempo llevar a cabo una
acción común en pro de la libertad, la paz, el pluralismo auténtico y la justicia social.
Entiendo acá democracia como lo definido anteriormente y no como sustento ideológico de
quienes detenta el poder y manipulan su contenido a favor de sus intereses personales o
mejor dicho nacionales.

El reconocimiento de las dificultades actuales no debe llevarnos en modo alguno al


desaliento ni constituir un pretexto para apartarse del camino que lleva a la democracia. Se
trata de una creación continua que exige la contribución de todos. En palabras de San
Agustín: "necesitamos de los demás para ser nosotros mismos"[7].

La educación puede ser un factor de cohesión si procura tener en cuenta la diversidad de las
personas y al mismo tiempo evita ser a su vez un factor de exclusión social. Todos
anhelamos saber, por eso no hay sabios absolutos ni ignorantes absolutos en palabras de
Freire; es decir, todos necesitamos educarnos y por ende exigimos una educación que
"superando el intelectualismo alienante, el autoritarismo del educador bancario y la falsa
conciencia del mundo"[8], respete la diversidad y especificidad de las personas y
contribuya en la dinámica social a salvaguardar su función de crisol, luchando contra todas
las formas de exclusión.

La educación no puede contentarse con reunir a los individuos haciéndoles suscribir a


valores comunes forjados en el pasado. Debe responder también a la pregunta: vivir juntos,
¿con qué finalidad? ¿Para hacer qué? Y dar a cada persona la capacidad de participar
activamente durante toda la vida en un proyecto de sociedad.

El sistema educativo tiene por misión prepararnos para ese cometido social. En las
complejas sociedades actuales, la participación en el proyecto común rebasa ampliamente
el ámbito político en sentido estricto. En realidad, cada miembro debe asumir su
responsabilidad para con los demás de forma cotidiana, en su actividad profesional,
cultural, asociativa y de consumidor. Por consiguiente, hay que preparar a cada persona
para esa participación, enseñándole sus derechos y deberes pero también desarrollando sus
competencias sociales, su criticidad "entendiendo ésta como la posibilidad de poseer un
pensamiento autónomo y reflexivo"[9] y fomentando el trabajo en equipo.

La preparación para una participación activa en la vida ciudadana debe convertirse en


misión educativa, donde se procure la reflexión analítica, la ética y la formación moral, el
entendimiento de la dimensión planetaria (luchar por la Gaia, en palabras de Leonardo
Boff), el pluralismo y la educación multicultural.

Esa exigencia democrática, que debe formar parte de todo proyecto educativo, se ha
reforzado con la aparición de sociedades de la información. Por tanto, la educación debe
responder en función de un enriquecimiento continuo de los conocimientos y del ejercicio
de una ciudadanía adaptada a las exigencias de nuestra época.

En conclusión, la educación sólo puede llevar a buen puerto esta tarea si, por su parte,
elabora programas más abiertos, en función de los distintos dones y necesidades de las
personas.

BIBLIOGRAFÍA

 Documento Preparatorio III CELAM. Puebla. Octubre de 1978.

 Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo


XXI, presidida por Jacques Delors. Madrid, 1996.

 MEJÍA, Marco Raúl. De calles, parches, galladas y escuelas. CINEP: Bogotá, 1996.

 BOFF, Leonardo. El Águila y la Gallina. Una metáfora de la condición humana.


Editorial Trotta. Madrid, 2000.

 BOFF, Leonardo. Y la Iglesia se hizo pueblo. Sal Terrae. Petrópolis, 1986.

 San Agustín. Comentarios a los Salmos.

 FREIRE, Paulo. La Pedagogía del oprimido. Ediciones Siglo XXI. Bogotá, 1976.

 PARRA, Rodrigo. La Pedagogía de la desesperanza: enseñar en las cruces. En: La


Escuela Urbana.

 VASQUES, Carlos. La educación personalizada. Una propuesta educativa para


América Latina. Colección Experiencias. Bogotá, 1986.

 VASCO, Eloísa. Maestros, alumnos y saberes. Magisterio. Bogotá, 1998.


 MORALES, Alfredo. El Desafío de la Educación. Ediciones La Salle. Santiago de
los caballeros, 1992.

Autor:

Oscar Armando Pérez Sayago

[1] Exposición de los directivos del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC) ante
la Comisión Nacional de Desarrollo el 12 de septiembre de 2003.

[2] Documento Preparatorio III CELAM. Puebla. Octubre de 1978.

[3] Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo


XXI, presidida por Jacques Delors. Madrid, 1996.

[4] MEJÍA, Marco Raúl. De calles, parches, galladas y escuelas. CINEP: Bogotá, 1996.
Pág. 21.

[5] BOFF, Leonardo. El Águila y la Gallina. Una metáfora de la condición humana.


Editorial Trotta. Madrid, 2000. Pág. 15-16

[6] BOFF, Leonardo. Y la Iglesia se hizo pueblo. Sal Terrae. Petrópolis, 1986. Pág. 129.

[7] San Agustín. Comentarios a los Salmos.

[8] FREIRE, Paulo. La Pedagogía del oprimido. Ediciones Siglo XXI. Bogotá, 1976. Pág.
95

[9] PARRA, Rodrigo. La Pedagogía de la desesperanza: enseñar en las cruces. En: La


Escuela Urbana. Pág. 120.

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