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Gladis Gentes- Cátedra Psicología Clínica
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El Psicólogo Clínico en la función preventiva
¿Qué es prevenir? El significado de prevenir es anticipar, preceder, imposibilitar con
medidas anticipadas. ¿Qué es lo que vamos a prevenir? La enfermedad, el trastorno, lo
patológico. Prevenimos cuando estamos atentos y anticipamos el surgimiento de
problemáticas no deseadas en un individuo, grupo o comunidad.
La noción de prevención, aparece a fines del siglo XIX, centrada fundamentalmente en
los aspectos corporales. Más recientemente el concepto de prevención se incorpora al de
Salud Mental con la evolución del pensamiento psiquiátrico y psicológico. Desde esta
perspectiva, se trata de realizar un abordaje preventivo y aún más; promover la Salud
Integral, tomando en cuenta las distintas áreas (biológica, psicológica, y social) y ámbitos
que la determinan: individual, familiar, institucional, comunitario. A la vez, se reconoce que
la salud individual está intrínsecamente ligada a la salud del grupo al que pertenece. Galende
(1994) define el sector de la Salud Mental como “. . .un ámbito multidisciplinario destinado a
prevenir, asistir y propender a la rehabilitación de los padecimientos mentales, y lo hace
desde una comprensión de los lazos sociales deseables, implementando determinadas
políticas dirigidas a la integración social y comunitaria de los individuos involucrados” En
esta definición están reflejados los tres niveles de la prevención , dependiendo cada una de
cual es el momento en que se realiza la intervención psicológica y con qué objetivos.
El proceso de enfermar está multideterminado por numerosas variables que exceden a las
individuales y refieren a las condiciones de vida de los sujetos; entre ellas el acceso a los
servicios de salud, el nivel de escolarización, la vivienda, las posibilidades laborales. Desde
esta perspectiva, cuando se actúa sobre esas variables, podemos hablar de promoción de la
salud, en tanto ésta apunta a mejorar la calidad de vida de la población, elevar el nivel
educativo, propiciar actividades recreativas, deportivas, culturales, mejorar la atención
sanitaria, ofrecer mayores oportunidades laborales.
Las respuestas en salud mental implican la interacción de diferentes disciplinas en el análisis
de determinada problemática. Por eso, un concepto fundamental en el trabajo preventivo es la
interdisciplina, que apunta a la confluencia de múltiples enfoques para la comprensión y el
abordaje de fenómenos sumamente complejos. Los programas de prevención no solamente
requieren los saberes de las distintas ciencias para fundamentarse, sino que su implementación
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se basa en la articulación de las actividades desarrolladas por diferentes actores sociales
provenientes de distintas disciplinas.
Los objetivos fundamentales de la Salud Mental y a los que debe apuntar la prevención son:
• Hacer de la Salud Mental un patrimonio de la comunidad.
• Promover conductas positivas y favorables a la Salud Mental.
• Capacitar a los individuos para que puedan participar en la toma de decisiones sobre la
salud mental de su comunidad.
• Promover cambios ambientales facilitadores de la Salud Mental.
Esto significa que la salud mental no es algo que se le otorga a la población desde un lugar de
poder sino que se trata de un derecho inalienable de la comunidad. Los programas de salud
mental deben diseñarse con la comunidad y no para la comunidad.
Algunas reflexiones sobre la subjetividad actual
El psicólogo clínico está entrenado para utilizar las leyes del método clínico,
adecuándolas a un determinado campo, (psicopatológico o de la psicoprofilaxis) y apuntando
a un determinado fin que puede ser de investigación, diagnóstico, terapéutico o preventivo.
El método clínico pretende un estudio detallado y profundo basado en la observación
directa con un enfoque global. Además se caracteriza por un contacto directo y personal del
investigador con la persona estudiada. Al psicólogo clínico le interesa el ser humano portador
de un conflicto y dentro de su ámbito cotidiano, para el cual la salud y la enfermedad son
dos formas de resolución del mismo, y la Psicología Clínica la sitúa a una en relación a la
otra.
El psicólogo clínico se ha capacitado en los procesos de diagnóstico y psicoterapia, ha
desarrollado conocimientos muy valiosos sobre la construcción de la subjetividad, los
vínculos con los otros significativos (padres, educadores, pares, etc.), que hacen a la
constitución de la identidad. La Psicología Clínica también se ha ocupado de caracterizar
disfunciones, trastornos en la conducta de los sujetos y describir ciertas configuraciones y
funcionamientos familiares que hacen a la producción de sujetos con trastornos psicológicos.
Ahora bien ¿Con qué tipo de sujeto se encuentra el psicólogo clínico en su ambiente de
trabajo, sea éste la consulta privada, la institución hospitalaria, escolar o en la comunidad?
Que características tiene este sujeto?
Emiliano Galende (1997) nos habla de la indiferencia como una de las características más
notables; indiferencia en su doble sentido: desinterés por el otro e indiferenciación. Dice
“esta indiferencia cursa solapadamente, acompañada a veces por una preocupación
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hipocondríaca difusa, reconocible en los modos como estas personas cuidan de sus cuerpos”.
No presentan expresiones afectivas de cierta intensidad, sino más bien lo que aparece es un
vacío afectivo.
La articulación entre el amor, la ternura y la sexualidad se halla empobrecida, y en muchas
ocasiones no existe. Galende continúa explorando en estos sujetos y nos dice que los vínculos
amorosos son discontinuos, hay amistades que involucran esporádicamente sexo; relaciones
con personas del otro sexo con quienes el vínculo parece agotarse en cada satisfacción sexual.
Paradójicamente disminuye el deseo sexual y el erotismo. Este aislamiento afectivo, que era
propio de las neurosis obsesivas, ahora se observa en personas sin manifestaciones obsesivas
que no demuestran angustia ni sufrimiento manifiesto. Esto tiene su correlato en las
estadísticas que nos hablan de mayor cantidad de separaciones y de personas que viven solas.
Pero también en los que están juntos, nos encontramos con parejas que se sostienen en
relaciones sadomasoquistas, temerosos de perder al otro y quedarse solos. En estos
comportamientos vinculares puede observarse algo de lo que Andre Green llamó “locuras
privadas”, ya que no suele estar perturbada la relación con la realidad.
En el sujeto actual también podemos ver que las relaciones laborales se han vuelto
sumamente ansiógenas por el grado de competencia que las caracterizan y el miedo a perder
su puesto de trabajo. En los consultorios médicos los motivos de consulta más habituales son:
agotamiento, fatiga, trastornos corporales funcionales (malestares digestivos, palpitaciones,
ahogo, etc.), trastornos del sueño. En la consulta psicológica observamos enfermedades
psicosomáticas, trastornos de la alimentación, conductas adictivas, violencia, trastornos de la
sexualidad.
Y estas características ya no podemos pensarlas como propias de un grupo de personas
enfermas; la generalización de estas manifestaciones, que en mayor o menor medida nos
involucran, nos hace pensar en “síntomas sociales”. Justamente por eso Galende nos habla de
la necesidad de construir “indicadores clínicos sociales”; ya que ciertos fenómenos de la
vida social parecen tener la misma organización que un síntoma psíquico, permitiéndonos
analizar rasgos dominantes de la cultura actual. Con respecto a esto, colegas cordobesas, en
un artículo llamado la “Actualización de las neurosis actuales” (Cheluja, Serrone),
encuentran una relación significativa entre lo que Freud llamó neurosis actuales y las
características del sujeto actual. Lo que distinguía a las neurosis actuales, según Freud eran
las siguientes manifestaciones: a) el mecanismo de formación de síntomas es somático, no
simbólico. b) su origen no debe buscarse en los conflictos infantiles, sino en los actuales. La
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constante en estos pacientes es la carencia de asociaciones, la escasa vida de la fantasía y la
ausencia de recuerdos.
Tomando como base, según lo que dijimos anteriormente, que estas manifestaciones son
generalizadas, y que su etiología remite a factores actuales; es la sociedad en su conjunto
interpelada: ¿Qué factores socioculturales actuales producen este tipo de subjetividad?
Para responder a esto nos remitimos a las características de nuestro tiempo, la
posmodernidad. Nuestra época está atravesada por contradicciones fundamentales:
1* Tendencia a la globalización producto de un sistema económico impuesto en el
orden mundial (el capitalismo), al avance tecnológico de los medios de comunicación que nos
permiten informarnos casi simultáneamente de lo que está ocurriendo en la parte más lejana
del planeta, pero al mismo tiempo el recrudecimiento de ideas sectarias, prejuicios raciales
que enfrentan a grupos humanos intolerantes ante las diferencias de raza, nacionalidad,
creencias.
2* Paralelamente al gran desarrollo científico y tecnológico, se observa la búsqueda
de respuestas religiosas, el surgimiento del pensamiento mágico y la proliferación de sectas.
3*El mayor desarrollo económico logrado por numerosos países del mundo,
elevando la calidad de vida de sus habitantes, hace un fuerte contraste con los países pobres,
superpoblados, e incluso dentro de un mismo territorio nacional se profundizan las
desigualdades sociales, crece el desempleo y la marginación.
Podemos agregar otros indicadores de nuestra época como el incremento del
individualismo, la ruptura de vínculos sociales, la belleza física de la adolescencia como ideal
estético, la tendencia al consumo.
Marc Augé (1993), antropólogo francés, sostiene que vivimos en una época
caracterizada por los excesos, y la llama sobremodernidad. Uno de sus conceptos en relación
al análisis del espacio es el No-lugar. Los no-lugares son espacios del anonimato que crean
identidades provisionales; uno está solo pero es semejante a los otros porque es pasajero o
cliente o usuario. Son ejemplos de no-lugares los shoppings, los aeropuertos, las autopistas. El
espacio del no lugar no crea ni identidad singular ni relación con los otros; sino soledad y
similitud. En la gran ciudad observamos esta “curiosa integración” de los excluidos sociales,
que se ve facilitada por las características de las interacciones sociales actuales y los nuevos
espacios, que son paradigmas de nuestra época.
Este fuerte impacto de las variables sociales en la aparición de las problemáticas
actuales nos hace pensar en la necesidad de implementar acciones comunitarias que
involucren a sectores de la población. Este es justamente el desafío: la construcción de nuevos
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paradigmas del proceso de salud-enfermedad, la elaboración de estrategias preventivas y la
formación de profesionales capaces de implementar y desarrollar nuevas propuestas. Esto
implica enfocar la mirada sobre la complejidad de la producción de salud y de enfermedad en
los modos que va tomando la vida social. Galende (1994): “la intervención comunitaria es
aquella que se guía por la comprensión del proceso salud-enfermedad en el seno de la vida
social y que tiene en cuenta los recursos en salud de la comunidad para la planificación de
sus acciones”. Más adelante continúa desarrollando los aportes del psicoanálisis al campo de
la prevención: “Una concepción de la subjetividad como la que efectúa el psicoanálisis
establece la posibilidad de un pasaje entre el sujeto - la familia – la institución – la masa
social. Freud nos mostró que las categorías de análisis de esos diferentes niveles pueden ser
las mismas, singularizándose en cada uno de ellos los modos de expresión de los conflictos y
la producción de síntomas. Una intervención psicoanalítica en prevención problematiza el
objeto y se abre así no sólo a la complejidad de determinación sino también a la pluralidad
de soluciones posibles”. Partir de la no identidad entre la demanda y el deseo le permite al
psicoanalista interrogar sobre la demandas para comprender las interacciones sociales que se
movilizan como expresión del deseo. Indaga sobre las condiciones en que las interacciones
sociales producen fracturas subjetivas y recomposiciones patológicas. El método
psicoanalítico facilita que las fantasías y conflictos grupales se expresen en un contexto que
tiene en cuenta a la transferencia, de tal manera que los sujetos mismos logren reapropiarse
de sus palabras y de su saber sobre los lazos libidinales en el grupo.
Algunos conceptos básicos para intervenir en el campo de la prevención
A partir de ahí podemos pensar qué conceptos básicos tienen que formar parte del marco
teórico del Psicólogo Clínico.
Un concepto clave es población en riesgo, que al decir de Cecilia Moise es la población
vulnerable. La vulnerabilidad es aquel espacio de incertidumbre que contiene a los
individuos precarizados en sus esferas laborales y relacionales. El espacio de vulnerabilidad
se incrementa por la falta de inserción laboral, el empobrecimiento y la paulatina pérdida del
valor de los ingresos. Esta autora expresa que “la pobreza sería la primera causa de
enfermedad y la falta de proyecto, la primera condición de enfermedad mental”1 El
concepto de marginación está íntimamente articulado con el de población vulnerable, ya que
implica la separación creciente de ciertos grupos respecto de los consensos normativos de la
sociedad global. En estos sectores la marginación social es potencialmente patógena ya que
1
Moise, Cecilia (1998) Prevención y psicoanálisis. Editorial Paidós. Pag. 71.
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han perdido los lugares colectivos de elaboración de lo vivido. La población en mayor riesgo
de enfermar se define en relación a la comunidad a la que pertenece, ya que además de tener
en cuenta el tipo de problemática social que presenta, es importante conocer los recursos con
los que cuenta para enfrentarla. Los más vulnerables son los que están más expuestos al
sufrimiento mental por el desamparo en que se encuentran como los ancianos, los niños
abandonados, los desocupados crónicos, los jóvenes marginados.
Otro concepto es el de Institución, la institución como productora de subjetividad. Las
instituciones generan fenómenos de identidad en los sujetos. En relación a esto es importante
rectificar preconceptos que ponen el énfasis casi con exclusividad en la familia, como
constructora de subjetividad. “La subjetividad no es algo que se configure en la niñez para
permanecer constante e invariable a lo largo del tiempo. La subjetividad no es nunca
autónoma; su dependencia del otro no permite nunca su estabilidad definitiva. Es una
construcción continua.”2
Más allá de la familia como institución básica, existen otras instituciones, de las cuales una
de ellas es la escuela. La escuela como institución debe estar presente en todo programa de
prevención primaria; porque alberga la población que está en formación y es masiva
preferentemente en su nivel primario, y en menor medida en el secundario. El docente es en
potencia un excelente agente de prevención, al cual se lo debe instrumentar adecuadamente
para cumplir con esa función. En la institución hay dos movimientos en interjuego
dialéctico: lo instituído y lo instituyente y que hacen al proceso y a la historicidad de toda
institución. El análisis de las instituciones utiliza los instrumentos del método clínico. Se
requiere una buena escucha para tomar los mensajes que emite la institución. Todo habla en
las instituciones: la infraestructura edilicia, la distribución de los espacios, la estructura
jerárquica, la dimensión administrativa, etc. Un ejemplo claro de intervención del Psicólogo
Clínico en las instituciones asistenciales, es cuando en función de interconsultor, analiza los
desencuentros en el vínculo médico-paciente, cuando éste último es reducido a objeto
biológico.
Siguiendo en la línea de que todas las instituciones son productoras de subjetividad, es
interesante el aporte de la Dra. Ana María Fernández. Habla de instituciones estalladas
aludiendo “a un particular desfondamiento de sentido por el cual Estado, familia, escuela,
universidad, hospital, etc., se reproducen como si fueran los mismos pero con prácticas y
actores que las habitan de muy distinto modo”3 La institución deja de funcionar como
2
Moise, C: op.cit. pág.30
3
Fernandez, Ana María (2007): Las lógicas colectivas. Imaginarios, cuerpos y multiplicidades. pag. 20.
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garante y organizador simbólico e imposibilita el anclaje de pertenencia para los individuos.
El vaciamiento de sentido se muestra en la caída de la normativa, en el incremento del
maltrato y la creciente violencia en las relaciones sociales. La sociedad actual funciona con
nuevos modos de subjetivación, que se ven en los hábitos de crianza, escolares, amorosos,
etc. Cambian nuestras prácticas cotidianas en las instituciones en las que participamos,
cuando incorporamos nuevas tecnologías, internet por ejemplo.
Silvia Bleichmar. (2007) habla de los profundos procesos de desconstrucción de la
subjetividad que se han producido en los últimos años de la Argentina; resultado de la
desocupación, la marginalidad y la cosificación. Llegado a ese extremo, el ser humano queda
expulsado de sus aspectos identitarios que le permiten operar en el mundo.
Los conceptos de poder y autoridad tienen que ver con la forma de estructurar y
organizar la vida social. El autoritarismo es un abuso de la autoridad que se hace desde un
lugar de poder y que implica el desconocimiento del otro. Piera Aulagnier considera al
autoritarismo un tipo de alienación. La alienación en vínculos autoritarios puede expresarse
como una forma de dependencia ciega a ideas, textos, teorías científicas, con la pretensión que
el otro piense como yo pienso o haga lo que yo quiero. Cuando se realiza un buen ejercicio de
la autoridad, se permite a los demás reconocer sus propios saberes (saber hacer, saber pensar,
saber producir) y reconocer también sus propios espacios de poder para tomar decisiones y
ejecutarlas.
En estrecha relación con el poder, también hablamos de violencia, en tanto ésta es resultado
de una relación desigual de poder. Para que se produzca el acto de violencia, ya sea física o
verbal, “es necesario que una sociedad haya previamente interiorizado, discriminado,
fragilizado al grupo social (mujeres, niños/as, ancianos/as, etc), que es objeto de la
violencia”4. En la medida en que la violencia implica una intolerancia a la diferencia, el
diferente se convierte en inferior, peligroso o enfermo.
La participación permite la distribución del poder y limita las actitudes autoritarias. Dice
C. Moise5 “una persona que participa está más saludable porque en el intercambio ejercita el
reconocimiento de diferentes estímulos, su receptividad, el desarrollo de sus afectos y la
autonomía”. Las técnicas de participación deben promover la creatividad para resolver los
problemas, favorecer la autonomía para tomar decisiones, generar el clima necesario para
aprender a participar, a comprometerse y aprender a aprender.
4
Fernandez, A.M. (2009). Las lógicas sexuales: amor, políticas y violencias pág.33
5
Moise, C: op.cit. pág. 79
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En relación a los conceptos de autoridad y participación, es importante aclarar que la
planificación de estrategias preventivas debe realizarse con la participación de los líderes de la
comunidad y de las organizaciones que existen en ella; como son las sociedades vecinales, los
clubes, escuelas, centros de participación comunal, centros de jubilados.
Memoria Colectiva es otro concepto clave. La reconstrucción de la memoria colectiva
tiene que estar presente en toda propuesta preventiva. Porque en esta vorágine de
acontecimientos que nos impactan tendemos a posicionarnos en el hoy, en lo inmediato y
perdemos las referencias temporales que dan consistencia a la identidad; prevaleciendo
efectos negativos como el aislamiento, la agresividad. Una sociedad que niega o silencia sus
problemas, enmascara el malestar y envía a sus miembros a la adicción o al suicidio6. Las
comunidades, como los individuos, también deben recordar para no repetir. La memoria
colectiva está ligada a las experiencias vividas en la historia de un grupo y contribuye a la
construcción de la identidad de cada sujeto.
Estos conceptos constituyen apenas una aproximación a un marco teórico que está en
permanente construcción; que de ninguna manera queda agotado.
En consecuencia, ¿en qué se asientan los programas de prevención, especialmente en el
ámbito comunitario, grupal, institucional? Los pilares son:
• Socializar la información adecuada y pertinente.
• Permitir el tiempo necesario para la reflexión y elaboración de la información.
• Promover la solidaridad.
• Promover la participación.
• Restablecer y favorecer las redes sociales.
Estos pilares se hacen aún más necesario en nuestra sociedad argentina atravesada
por años de represión que dejaron secuelas en cuanto a la no participación, a la falta de
solidaridad, a la rotura de los vínculos sociales con los efectos negativos de inseguridad,
miedo, desconfianza y silencio. “El Psicólogo Clínico de hoy está obligado a pensar
conjuntamente los problemas del sufrimiento mental del individuo y las dinámicas de
integración y exclusión social”7
Y aquí se plantea el problema metodológico: ¿Cómo hacer para socializar la
información y que pueda ser elaborada? ¿De qué forma se puede promover la solidaridad, la
participación? Es en este aspecto metodológico, donde se hace necesario la construcción de
instrumentos innovadores que permitan operar sobre las interacciones sociales.
6
Moise,C: op.cit. pag. 65
7
Galende, Emiliano (1997) De un horizonte incierto. Ed. Paidós.
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La metodología del taller ha demostrado ser adecuada para abordar la prevención de
diferentes problemáticas ya que permite socializar la información y a la vez trabajar sobre ella
de forma activa y comprometida. El Taller se sostiene en una dinámica grupal, una
modalidad operativa, que desmitifica el lugar del poseedor del saber. El término taller alude a
un lugar donde se trabaja, se elabora y se transforma algo para ser incorporado y utilizado. La
materia prima son las propias vivencias, conocimientos y experiencias que aportan los
miembros del grupo. El objetivo es que los integrantes del grupo se posicionen en otro lugar
con respecto a la temática trabajada; desde un lugar de “sujeto prevenido”. Esta metodología
se sirve de técnicas grupales que facilitan la participación ya que desarrollan un proceso
colectivo de discusión y reflexión que lleva a la elaboración colectiva del conocimiento. “Lo
que cuenta no es lo que uno transmite, muestra o presenta sino lo que la comunidad asimila,
interpreta o recrea”8. Los talleres también son herramientas útiles para generar y capacitar
agentes preventivos o promotores de salud, ya sean alumnos, docentes, padres.
Podemos sintetizar los aportes del psicólogo clínico en el campo de la prevención:
o Una escucha particular de todos los mensajes que emite la comunidad a través de las
instituciones y de sus líderes. Un análisis de lo subyacente, de lo que no se dice, de las
contradicciones en el mensaje.
o Aporta elementos para la detección de poblaciones vulnerables en función de la
asociación de factores psico-sociales. Como también reconoce tempranamente las
personas que son capaces de emerger como líderes naturales en los diferentes grupos o
comunidades.
o Instrumenta a potenciales agentes de salud con el objetivo de promover la salud
mental de la comunidad (docentes, enfermeros, médicos, etc.).
o Interviene facilitando la participación, la capacidad de interrogación y autogestión
del grupo, equipo o institución. Como ejemplo: grupos operativos, grupos de
reflexión, talleres.
o Posibilita la historicidad institucional, promoviendo el recuerdo, la resignificación y la
elaboración de los conflictos.
o Planifica estrategias de abordajes institucionales a partir del diagnóstico situacional,
que permiten movilizar el interjuego de lo instituído y lo instituyente, evitando la
cristalización de los conflictos y las conductas estereotipadas.
8
Materazzi, M (1991) Salud Mental: una propuesta de prevención permanente. Ed. Paidós.
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Para finalizar y en base a lo desarrollado, se podrían describir algunos elementos posibles
que hacen a los saberes y competencias contenidos en el perfil del Psicólogo Clínico en el
campo de la Prevención:
• Capacidad de adaptación y flexibilidad suficiente para abordar situaciones
imprevistas (donde no hay un encuadre fijo especialmente en lo que se refiere a
espacio y tiempo)
• Capacidad para integrar un equipo de trabajo interdisciplinario, generando relaciones
cooperativas y diluyendo las competitivas.
• Capacitado en dinámica de grupo y en el manejo de técnicas grupales.
• Capacidad para utilizar los patrones comunicacionales del medio.
• Habilidad para generar colaboración y compromiso.
• Capacitado en recursos e instrumentos no tradicionales: cine, teatro, técnicas
psicodramáticas.
• Capacidad para intervenir en situaciones de crisis o emergencias.
• Actitud creativa para realizar abordajes preventivos no convencionales.
• Actitud de investigación permanente que le permita reflexionar críticamente sobre los
resultados de su accionar.
BIBLIOGRAFÍA:
AUGE, M. Los No- Lugares. Espacios del anonimato. Ed. Gedisa. 1993
AULAGNIER, Piera: Los destinos del placer. Alienación, amor, pasión. Ed. Paidós.
Reimpresión 2007
BLEGER, J. Psicohigiene y Psicología Institucional. 2da edición. Paidós. Reimpresión 2007
BLEICHMAR, S.: La subjetividad en riesgo. Topía editorial. Buenos Aires. 2007
CHELUJA, E. y SERRONE, A. La Actualidad de las Neurosis Actuales. En Revista
Nuestra Ciencia Nº5. Córdoba.
FERNANDEZ, Ana María: Las lógicas colectivas. Imaginarios, cuerpos y multiplicidades.
Ed. Biblos. Buenos Aires. 2007.
Las lógicas sexuales: amor, política y violencias. Nueva visión.
Buenos Aires. 2009
FUCKS, S Reflexiones acerca del trabajo comunitario en salud mental. Ficha de
cátedra. UNR
GALENDE, E.: De un horizonte incierto Ed. Paidós. 1997
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KAËS, R: El grupo y el sujeto del grupo. Elementos para una teoría psicoanalítica del grupo.
Amorrortu Editores. 2006.
MATERAZZI, M: Salud Mental: una propuesta de prevención permanente. .Ed. Paidós 1991
MOISE, C.: Prevención y psicoanálisis. Ed. Paidós. 1998
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