1830-1845
[Escribir el título del
documento]Aná lisis del periodo
geohistorico de Venezuela
La Gran Colombia y la Historia de
Venezuela a finales del siglo XIX
La visión de Bolívar de una República unificada se terminó antes de su muerte en
1830. En su lecho de muerte proclamó: “América es ingobernable. El hombre que se pone
al servicio de la revolución ara en el mar. Esta nación cayó inevitablemente en las manos de
una turba ingobernable y después pasó a las manos de pequeños tiranos prácticamente
iguales.” Desgraciadamente, sus declaraciones no estaban lejos de la verdad. El estado
compuesto de las tres provincias, Gran Colombia, comenzó a colapsar desde el momento de
su creación; el régimen central fue incapaz de gobernar el enorme país con sus diferencias
raciales y regionales. El nuevo estado existió sólo una década antes de separarse en tres
países independientes.
Tras la separación de Venezuela y su salida de la Gran Colombia, el congreso
venezolano aprobó una nueva constitución –y aún cuando difícil de creer – expulsando a
Bolívar de su país natal. De hecho, tomó a la nueva nación venezolana 12 largos años el
finalmente reconocer su deuda al hombre a quien le debía su libertad. En 1842, los restos de
Bolívar fueron traídos desde Santa Marta, Colombia, donde murió, a Caracas y sepultados
en la catedral nacional. En 1876 sus restos fueron solemnemente transferidos al Panteón
Nacional en Caracas, donde ahora reposan en un sarcófago de bronce.
El año 1830, cuando Venezuela obtuvo su completa libertad como un país
independiente, marcó el principio de la era de los “pequeños tiranos prácticamente iguales.”
El periodo post-independiente en Venezuela fue marcado por serios problemas
gubernamentales que siguieron por más de un siglo. Estos fueron tiempos de despotismo y
anarquía, en los que el país era gobernado por una serie de dictadores militares conocidos
como caudillos.
El primero de los caudillos fue el General José Antonio Páez, quien gobernó al país
por 18 largos años (1830–1848). Fue un gobierno duro, pero estableció cierta estabilidad
política y puso de pie la débil economía. El periodo que siguió fue una cadena casi
ininterrumpida de guerras civiles que sólo se detuvieron por otro dictador que gobernó por
largo tiempo: el General Antonio Guzmán Blanco (1870–1888). Blanco lanzó un ambicioso
programa de reformas, incluyendo una nueva constitución y garantizó cierta estabilidad
temporal, pero su gobierno despótico originó una amplia y popular oposición y cuando
finalmente dimitió, el país se sumergió nuevamente en una sangrienta guerra civil.
Pugnas económicas y tensiones político-
sociales en Venezuela (1830-1845
Tras la disolución de la República de Colombia en 1830, los legisladores reunidos
en el Congreso Constituyente de Valencia debieron afrontar el desafío de construir la
República de Venezuela, prácticamente desde sus cimientos, e intentar la búsqueda del
equilibrio entre los intereses de las distintas regiones que pugnaban por preservar su
autonomía. A pesar de que habían transcurrido varios años desde la conclusión de las
guerras, subsistían todavía muchas de las secuelas de aquella contienda. La población había
quedado diezmada y la agricultura no se había recuperado aún de los daños sufridos.
Muchas haciendas se encontraban abandonadas y, después de la emigración de los
comerciantes monopolistas del antiguo régimen, era menester estimular la recuperación del
tráfico ultramarino.
A partir de 1830, uno de los asuntos controversiales consistía en definir la
orientación de las estrategias económicas que habrían de apuntalar la naciente República.
Bajo la influencia del ideario liberal en el escenario político, algunos sectores creían
firmemente que la economía debía evolucionar en esa misma dirección, propósito que en
breve tiempo será motivo de hondas disensiones. Nuevas e inquietantes preguntas se abrían
frente a un horizonte incierto: ¿Cómo promover la agricultura, fuente de la riqueza
nacional, y diversificar la producción? ¿Cuál debía ser el papel del Estado en una economía
agroexportadora? Las respuestas reflejaron posiciones divergentes y dieron lugar a
innumerables debates en relación con los límites y alcances de la acción económica del
Estado, tema que con matices diversos continúa siendo objeto de polémicas en el presente.
El futuro inmediato de la economía auguraba multitud de obstáculos, siendo uno de
los más resaltantes la insuficiencia de recursos monetarios. El endémico mal del déficit
fiscal en la Venezuela decimonónica amenazaba con convertirse en un insalvable escollo
para el progreso de una sociedad que requería de inversiones e impulsos renovadores, del
fomento de obras públicas y de la afluencia de laboriosos inmigrantes. A mediados del
siglo XIX persistían todavía la falta de articulación entre las regiones y la segmentación de
los mercados, al tiempo que la escasez de medios para el financiamiento de la agricultura y
la supervivencia de métodos tradicionales de producción dificultaban la expansión de las
exportaciones.
La agricultura y el comercio: viejos y
nuevos actores económicos
A partir de 1830 se inició una etapa de relativa estabilidad interna que hizo posible
la reorganización paulatina de las finanzas públicas. En el aspecto político, la presidencia
provisional de la República de Venezuela fue asumida en aquel año por el general José
Antonio Páez, quien habrá de ejercer un firme liderazgo a lo largo de casi dos décadas.
La agricultura, consagrada a la producción de frutos para la exportación, comenzó a
restablecerse con lentitud en el transcurso de los años treinta gracias a la expansión de la
demanda mundial2 . Las fincas habían sido castigadas de manera implacable por los
saqueos y confiscaciones aplicadas por republicanos y realistas, además de la pérdida de
mano de obra, especialmente de esclavos que huyeron o bien se enrolaron en el ejército
para obtener su libertad. Muchos de los antiguos terratenientes, desprovistos de los
atributos de su aristocrático linaje, emprendieron la reconstrucción de las desatendidas
haciendas.
Nuevos y poderosos propietarios surgieron gracias a la adjudicación de tierras
como recompensa por los servicios prestados en el ejército. Los adelantos técnicos y las
inversiones de capital para modernizar los procedimientos agrícolas estaban aún muy lejos
de ocupar el centro de atención de los agricultores, preocupados más bien por conseguir
préstamos para adquirir semillas y contratar jornaleros.
Junto a la decadente esclavitud se estaba acrecentando el número de trabajadores
asalariados. La aspiración de impulsar la explotación del suelo había tenido su inicio con la
creación de la Sociedad Económica de Amigos del País en 1829, organismo que pretendía
incorporar ciertos avances técnicos y aclimatar nuevos cultivos con la finalidad de
diversificar la producción. Para dicha institución eran objetivos prioritarios la reducción de
los censos, la eliminación del cobro de alcabalas y diezmos y la introducción de mejoras en
las vías de comunicación. Sin embargo, solo una parte de tales propósitos llegaría a
materializarse en aquellos años.
La escasez de numerario obstaculizó el renacimiento de la agricultura que había
florecido en la etapa colonial y había alimentado las fortunas de aquellos terratenientes que
tuvieron decisivo papel en la causa emancipadora. Tal protagonismo comenzó a
desvanecerse en medio de las vicisitudes derivadas del proceso de reorganización
económica y de los conflictos políticos que afloraron en los años veinte y luego con mayor
intensidad desde 1830.
La política comercial. A su juicio, se estaban aplicando algunos derechos
específicos demasiado elevados para ciertas mercancías procedentes del extranjero, tal
como si Venezuela estuviera en condiciones de elaborar variedad de manufacturas cuando
en realidad no se disponía de capitales ni de conocimientos para impulsar ese tipo de
empresas. Por tanto, recomendaba la implantación de aranceles moderados para las
importaciones.
Con respecto a las exportaciones, creía en la conveniencia de exonerarlas del pago
de gravámenes a fin de fomentar la producción. Sin embargo, debió reconocer que era
indispensable continuar percibiendo esos aranceles con el objetivo de engrosar la principal
fuente de ingresos: las recaudaciones aduaneras. De esta aseveración se infiere que las
exigencias de orden fiscal se anteponían al cumplimiento de los postulados de la doctrina
liberal, de la cual Santos Michelena era un fiel exponente
Para incrementar los ingresos fiscales era necesario impulsar la expansión de los
cultivos y acrecentar las exportaciones, con lo que se tendría capacidad para aumentar las
importaciones que proporcionaban los mayores beneficios en las aduanas. Por ello el
establecimiento de vínculos comerciales con países extranjeros era una tarea primordial.
Siguiendo la política ya encaminada en los años veinte, en el decenio siguiente se
celebraron acuerdos comerciales con Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Dinamarca y
las Ciudades Hanseáticas.
Otra de las demandas del sector mercantil estaba dirigida a la reforma de las leyes
relativas a los contratos por préstamo de dinero. Se cuestionaba firmemente la fijación de
límites en las tasas de interés dispuesta por la antigua legislación castellana. Asimismo, se
exigía la adopción de medidas más efectivas en los juicios por cobro de deudas, tomando en
cuenta que los procedimientos judiciales eran lentos y engorrosos
. Desde la Colonia las propiedades hipotecadas no podían ser rematadas por menos
de los dos tercios de su valor, cláusula que entorpecía las transacciones debido a la
depreciación de las fincas. El secretario de Hacienda Santos Michelena propuso en 1833 la
incorporación de modificaciones a la materia legal que regía las relaciones entre deudores y
acreedores con el propósito de restablecer la confianza entre los prestamistas. Bajo la
inspiración de tales recomendaciones, se iniciaron las discusiones en el Congreso que
dieron como resultado la promulgación de la Ley de Libertad de Contratos, el 10 de abril de
1834.
En sus consideraciones generales, se señalaba que la libertad, igualdad y seguridad
de los contratos habrían de contribuir a la prosperidad de la República. En el artículo
primero se acordaba que podía pactarse libremente que, para hacer efectivo el pago de
cualquier acreencia, fueran rematados los bienes del deudor por la suma que se ofreciera
por ellos el día señalado para la subasta.
Crisis econó mica y tensiones político-
sociales
Las expectativas ante la posibilidad de aumentar las exportaciones venezolanas se
detuvieron a mediados de 1836, a causa de los síntomas de una fuerte crisis originada por
los desequilibrios que estaban atravesando los mercados europeos y de los Estados Unidos.
La rápida transmisión de los efectos de esos desajustes revelaba la existencia de estrechos
encadenamientos dentro del incipiente sistema financiero mundial. Venezuela se vio
notablemente afectada por la caída de la demanda de café por parte de los Estados Unidos.
Entre 1836-1837 y 1837-1838 se registró una caída del 14% en las exportaciones y del 35%
en las importaciones . A causa del impacto de la crisis, muchos hacendados y algunos
comerciantes, que habían solicitado préstamos según las pautas de la Ley del 10 de Abril de
1834, no pudieron cumplir con sus compromisos. La Ley de Libertad de Contratos fue
objeto de fuertes críticas por considerar que era el origen de los trastornos que estaba
sufriendo la agricultura. En torno a la Ley del 10 de Abril se suscitaron fuertes polémicas
que llevaron al distanciamiento de hacendados y comerciantes, a pesar del carácter
complementario de sus actividades. Con el objetivo de buscar vías de solución a los
diversos problemas que aquejaban a los propietarios rurales, se adoptó la iniciativa de
fundar en 1838 la Sociedad de Agricultores. En las elecciones celebradas en ese mismo
año, participó por primera vez el denominado “partido agricultor” con el propósito de llevar
al Congreso y a la Diputación Provincial una numerosa representación que podría velar por
el progreso de la agricultura en oposición al “partido mercantil” que preconizaba la doctrina
económica liberal. Si bien la mencionada sociedad proyectó la creación de una entidad
bancaria para otorgar financiamiento a plazos prolongados y bajas tasas de interés, esta
aspiración no llegó a materializarse ante la insuficiencia de recursos públicos, a lo que se
sumaba el elevado riesgo que comportaba ese tipo de inversiones.