Medina, R. y Fernández, M.E. (2016).
El malestar de la pareja tradicional contemporánea:
Perfectos por fuera, muertos por dentro. En D. Villareal y D. Villareal-Zegarra. (Coords.).
Apuntes en terapia sistémica (pp. 23-40). Lima, Perú: IPOPS
Capitulo 2
EL MALESTAR DE LA PAREJA TRADICIONAL
CONTEMPORÁNEA: PERFECTOS POR FUERA,
MUERTOS POR DENTRO
Raúl Medina Centeno y Maricela Elizabeth Fernández Galindo
Universidad de Guadalajara, México
Instituto Tzapopan, México
“Perfectos por fuera, muertos por dentro” es un párrafo que se tomó prestado
del inglés Marshall (2006) para referirse a matrimonios zombis, un tipo de
malestar de muchas las parejas tradicionales contemporánea. La pareja tradi-
cional parte de la creencia de que “el matrimonio es para toda la vida”. Esta
creencia está hecha de una complejidad socio-cultural que conduce a generar
una forma de vida, con sus virtudes y problemas.
“Esta pareja se une en matrimonio para quererse y apoyarse en las buenas y en
las malas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. Hasta
que la muerte los separe”. Esta es la declaración emblemática del matrimonio
tradicional cristiano. A esta se les unen otras expresiones como “que no separe
el hombre lo que Dios ha unido”. Y si no es lo se esperabas del matrimonio y las
cosas van mal, te lapidan con la expresión metafórica: “es la cruz que te tocó
cargar”. Este callejón sin salida conduce a la resignación, que producirá una
diversidad de malestares.
A la cultura cristiana sobre el matrimonio se suman otros sistemas de pensa-
miento: “Eres mi media naranja”. Esta concepción de la “media naranja”
proviene del mito andrógino de Platón, que consiste en la idea de la búsqueda
de plenitud a través de la unión con otro, que constituye la contraparte (Krei-
mer, 2005). Según Platón, las mitades incompletas de un sólo ser, experimen-
tan una incesante necesidad de búsqueda de su otra mitad para convertirse de
nuevo en uno, y entonces estar completos (Ackerman, 1994). La otra mitad nos
hará felices en una fusión eterna; una persona no puede considerarse completa,
si no está en pareja (Kreimer, 2005).
24
Sobre el amor romántico se dicen expresiones como las siguientes: “Él o ella es
el amor de mi vida, amor verdadero sólo hay uno, el amor es ciego, el amor es
eterno. Eres parte de mí ser. No sé vivir sin ti. Eres todo para mí. Soy todo para
ti. Tú le das sentido a mi vida. Sin ti no podré vivir. Contigo estoy completo.
Morir de amor, etc.”. Esto conlleva a connotaciones diversas, como: la felici-
dad de uno depende del otro, la inmensa necesidad de estar juntos para siempre.
El sentido de mi vida está en el otro. El otro me pertenece, es mío, de nadie más.
Pertenecer a alguien, ser de propiedad del otro, como si fuera un objeto. Gar-
ciandía (2011) le denomina a este fenómeno ”yosotros”, es tan simple y tan
complejo, no nos habla de estar juntos solamente, como lo puede expresar el
término “nosotros”, nos habla de lo involucrado que estoy en otros y lo involu-
crado que los otros están en mi… es vital existencial, así expresiones como “sin
ti me muero”, no sé que hacer sin ti”, tú me haces falta”, “te necesito-” (p.449)
Un médium potente para educar desde el amor romántico ha sido la literatura.
“Y fueron felices por siempre”. Esta expresión típica de muchas de los cuentos
infantiles e historias de amor, es el colofón de una historia romántica entre dos
personajes que superan adversidades y obstáculos, que al final sella su amor
con el matrimonio. Un final anhelado no sólo por los protagonistas de la histo-
ria, también por sus lectores. Este tipo de literatura popularmente expuesta en
la actualidad en la pantalla grande en 3D. Muestra el capítulo de la lucha por el
amor ante todas las adversidades, aunque, por otra parte, no logra añadir otro
capítulo donde la pareja feliz lidia con el matrimonio. Es un cuento ficción que
enfoca el amor sólo en el noviazgo y enamoramiento, y se olvida del amor en el
matrimonio. Logra penetrar en el imaginario de la gente, el amor se instala sólo
en esta parte de la historia creyendo que así será para toda la vida, felices para
siempre.
Ha estas narrativas de la pareja tradicional se le añade otra, “un matrimonio no
es familia si no hay hijos, los hijos unen más a la pareja, lo hijos son el sello que
hacía falta para completar el amor de la pareja”. Esta lógica de amor donde se
incluye a los hijos como parte del amor pleno entre una pareja, es un artificio
que complica aún más el fetiche y el mito de la pareja feliz.
El poder de la retórica del matrimonio tradicional que se construye en base a la
creencia “para toda la vida”, ¿de dónde proviene, quienes lo sustentan y cuáles
son sus prácticas que lo construyen?
En México, cuando el matrimonio legal fue instaurado1, se consideró como una
unión indisoluble, bajo el mandato de “para siempre”, precepto que concuerda
25
con el ritual del matrimonio religioso (Gonzalbo, 2001, pp. 221). En tiempos
actuales en México la creencia del matrimonio “para toda la vida” todavía
tiene un enorme poder, haciendo caso omiso de la insatisfacción conyugal,
situaciones de maltrato, mentiras y engaños que puedan presentarse (Medina,
2014).
Este breve trabajo teórico tiene el objetivo de conocer los componentes de la
narrativa cultural de la pareja tradicional contemporánea: el compromiso
religioso, del amor romántico, la cultura machista y las lealtades familiares con
el fin de explicar la naturaleza de su malestar.
COMPROMISO RELIGIOSO
En México, la religión que predomina en la mayoría de la población es la
católica2; desempeñando un papel importante en la cultura de los mexicanos;
en el caso del matrimonio, se le da comúnmente un mayor valor a la boda
religiosa, aunque, para llevarla a cabo se requiera del matrimonio civil
(Medina, 2013).
La Religión Católica considerar la indisolubilidad del matrimonio como
elemento sustancial, con el fin de defender su durabilidad y permanencia de la
relación.
El postulado sobre la indisolubilidad del matrimonio es atribuido a Cristo ya
que en la biblia aparece “Lo que Dios unió, el hombre no lo separe” (Mt. 19:6
Versión Latinoamericana). Además, considerando que el matrimonio es
indisoluble, niega la posibilidad de que los cónyuges vuelvan a casarse
diciendo “Todo el que repudia a su esposa y toma otra, adultera; y adultera el
que toma a la repudiada por su marido” (Pío XI, 1930). Aunque hace una
excepción a la separación por motivos de adulterio, como podemos observar
en: “El que despide a su mujer, fuera del caso de infidelidad, y se casa con otra
comete el adulterio” (Mt. 19:9).
Pío XI en la Encíclica Casti Connubii (1930) afirma que los cónyuges con el
___
1
La instauración del matrimonio civil en México se promulgó en 1859, comenzó con las pro-
puestas y movimientos de Melchor Ocampo con la finalidad de comenzar un control tanto de
los matrimonios como de los nacimientos y las defunciones de la población. Hasta que no se
promulgó la ley del matrimonio civil, el único matrimonio era el canónico.
2
Según datos del INEGI (2010) aunque en los últimos 100 años, la población de católicos ha
disminuido, actualmente existen 60,762,011 personas creyentes.
26
matrimonio adquirieron un sello inviolable de perennidad, ya que el verdadero
amor no reconoce límites; esto significa que pase lo que pase durante su vida,
“deben” permanecer juntos. (Pío XI, 1930). Aunado a esto, podemos agregar la
cita bíblica “El amor disculpa todo; todo lo cree, todo lo espera y todo lo
soporta” (2 Co. 13:7).
Los sermones dominicales de los sacerdotes mediante la palabra de Dios,
alientan el matrimonio entre “un hombre y una mujer” para toda la vida, se
promulgan en contra del matrimonio entre homosexuales o lésbico, satanizan a
los padres o madres solteras, el divorcio y estigmatizan a los hijos y mujeres de
familias fuera del matrimonio o divorciados. Una narrativa que tiene un gran
poder moral en las familias católicas en México, convirtiéndose en profecías
autocumplidoras. (Watzlawick, 1989)
AMOR ROMÁNTICO
El amor romántico ha ido desarrollándose y adaptándose desde las culturas
primitivas hasta las concepciones del siglo XXI, pasando por la Antigua Grecia
y Roma, la Edad Media, el Romanticismo, etc., por lo tanto, hablar del amor
romántico no es nuevo, sino que es un concepto acuñado culturalmente desde
hace siglos.
Los griegos mantenían la dicotomía cuerpo-alma, planteando así, una
diferencia entre la razón y la pasión. (Branden, 1980). Para Platón el amor es
“el deseo de la posesión constante de lo bueno”, el cual no reside en lo físico,
sino en la búsqueda de conocimiento. Se trata entonces de sustituir los
sentimientos por la racionalidad. Platón, a su vez, exigió que se separara al
amor del sexo, pues la sexualidad “distrae del amor al saber”; los impulsos
físicos, deberían mantenerse bajo el control de la razón (Rodríguez, 2006.
pp.71).
Desde entonces el concepto del amor ha venido redefiniéndose a través de la
historia. Para llegar al fines del siglo XVIII y a principios del XIX en Europa,
donde aparece el Romanticismo, como un periodo en contra del
neoclasicismos y la ilustración, para darle prioridad a la expresión de los
sentimientos en contra de la racionalidad.
Son muchas las connotaciones y cualidades que se le ha dado al concepto de
amor romántico. Branden (1980) plantea que el amor romántico satisface la
necesidad de compañía, de amar y admirar a alguien más, la de ser amado, y
27
sentirse visible por otro; la necesidad de autoconocerse, y de experimentar
plenitud sexual. Fisher (2004) por su parte, señala que el amor romántico
estimula que se mantenga una relación de apego, promoviendo que los
cónyuges se esfuercen para no disolver la relación, o a tratar de permanecer en
ésta.
En término generales el concepto de amor romántico está íntimamente ligado a
los preceptos de que el amor no se acaba, es para siempre y que debemos de
permanecer con nuestra contraparte, ya que sin ésta estamos incompletos, por
lo que es mejor estar con alguien para juntar fuerzas y sentirnos completos;
como consecuencia, dichos pensamientos influyen en la concepción del
compromiso de las parejas tradicionales (Ackerman, 1994, pp.95). Esto de la
mano del matrimonio católico al que nos referimos antes.
Investigaciones sobre el amor romántico
A pesar de que el Romanticismo intenta empoderar a los sentimientos como
una cualidad positiva de las relaciones humanas, la investigación científica
sobre los sentimientos y en concreto el enamoramiento lo sigue considerando
una interferencia para la razón o buen juicio. Por ejemplo, Tennov, mencionado
en Fisher (1992) en los resultados de su investigación enumera una serie de
comportamientos del amor romántico: la otra persona adquiere un significado
especial; se presenta una “invasión de ideas” o pensamiento repetitivo del
objeto de amor, llegando incluso a abarcar la mayoría del tiempo; se presta
atención a los aspectos triviales del otro, se magnifican las características del
ser amado (cristalización3); incluso, si los encuestados eran conscientes de los
defectos del otro, los veían como algo único y simpático; se siente una intensa
esperanza e inseguridad en la relación, esta inseguridad se puede manifestar en
temblores, rubor, palidez, tartamudez, sudor, mareos, o las tan aclamadas
“mariposas en el estómago”; además, se incluye la timidez, el miedo al rechazo
y el entusiasmo por obtener reciprocidad como aspectos primordiales (Fisher,
1992, pp. 36).
___
3
Stendhal, mencionado en Ackerman (1994) extrae el término “cristalización” del recuerdo de
las formaciones de cristales en las minas de sal, en una mina de sal, cuando los mineros dejan
una rama por tres en un pozo abandonado, después la encontrarán incrustada de relucientes
cristales de sal. Lo aún más importante de esto es que, la rama original ya no puede
reconocerse.
28
Un fenómeno detectado en el enamoramiento es la atención concentrada exclu-
sivamente en el otro; incluyendo todos los hechos y cosas que se asocian con el
otro, constituye un pensamiento intrusivo y obsesivo. Se genera un tipo de per-
cepción distorsionada, como engrandecimiento del otro, se magnifican los
aspectos positivos o virtudes, y se minimizan los defectos. Estas características
del enamorado genera un tipo de marco socio-narrativo organizado: depen-
dencia del ser amado, una esperanza irracional, e incluso aún después de termi-
nada la relación años atrás, la esperanza para que la relación vuelva a resurgir
debe de permanecer; conexión o química sexual como parte fundamental y con
ello la exclusividad sexual, porque la relación de alguna forma es intocable y
por eso no puede ser mancillada por otros; generando, por lo tanto, celos, como
señal y prueba del amor. También se experimentar un amor involuntario e
incontrolable; este amor no se puede reprimir, y no se mantiene por algún fun-
damento lógico.
Sobre la duración del amor romántico según Tennov mencionado en Fisher
(1992), es de entre 18 meses a tres años, la razón es que la “pasión” se acaba y la
persona amada adquiere un “sentimiento neutral”, ya que el contacto con el
otro se vuelve regular y la intensidad disminuye (pp. 54).
Por último, Fisher (2004) agrega que el amor romántico es como “una pasión
extraordinariamente difícil de controlar ya que produce ansia, obsesión, com-
pulsión, distorsión de la realidad, dependencia emocional y física, cambio de
personalidad y pérdida del autocontrol” (pp. 206).
El amor romántico y el matrimonio
En muchas sociedades el matrimonio es el resultado del amor entre la pareja
(Georgas, Berry y Van de Vijer, 2006).
Cuando al matrimonio se le agrega el elemento del amor, se da paso al
nacimiento de la idealización romántica; es decir, en “el amor romántico” los
afectos y el amor espiritual, predominan sobre la atracción sexual, elevando a
un rango sagrado la unión entre los cónyuges (Rodríguez, 2006. pp.80).
Los mitos sobre el amor y la pareja tradicional más frecuentes según Bou
(2005) son: “el amor romántico siempre será el pilar que sostendrá la relación”,
“el amor es suficiente. Sabrá lo que yo quiero sin que se lo diga.”, “Con mi
pareja no voy a sufrir penalidades ni frustraciones. Todo lo bueno se va a poner
mejor. Lo malo va a desaparecer”, “Mi pareja siempre estará de mi parte,
29
siempre me será fiel y siempre será indulgente conmigo…hasta que entre en
conflicto”, “Somos inseparables y lo compartiremos todo”, “Me hará feliz”,
“Ella/el me dará: continua aprobación, apoyo y seguridad”, y por último “Te-
nemos las mismas expectativas acerca de la pareja” (pp. 121).
Por otra parte, Rougemont (1986) hace una diferenciación entre matrimonio y
romance, considera el matrimonio como algo hecho de costumbre, proximidad
y cotidianeidad; mientras que el romance es efímero y de breves excitaciones.
Por lo tanto, si alguien contrae matrimonio llevado por el romance, una vez que
éste se evapore será esperable que ante el primer conflicto cuestione sus moti-
vos para estar casado, presentándose así el riesgo de aceptar la primera oportu-
nidad para enamorarse de alguien más.
A pesar de que los cónyuges contraen matrimonio bajo los mandatos del amor
romántico, de la permanencia y del vínculo indisoluble, experimentan un dese-
namoramiento e insatisfacción conyugal con el paso del tiempo, el cual puede
distorsionar el compromiso.
Durante las primeras etapas de la relación, cada cónyuge le atribuye al otro sus
propias percepciones y cada uno sobreentiende que ambos piensan igual. Los
problemas surgen entonces cuando el otro no hace lo que se esperaba, desatan-
do las acusaciones, entre las más comunes podemos escuchar frases como “has
cambiado” o “ya no eres el mismo” (Bou, 2005. pp.121).
Una vez que los conflictos se instauran en la relación, uno de los cónyuges o
ambos comienzan a desilusionarse, dado que en el momento en el que contraen
matrimonio, lo hacen pensando que es “para toda la vida” (Fernández y Medi-
na, 2016).
Herrero (2005) señala, que también podría manifestarse esta desilusión con la
pareja después del matrimonio, porque al inicio de la relación uno de los miem-
bros realiza una identificación proyectiva del otro, quién acepta el lugar y el rol
que su pareja le confiriere, pero que, con el paso del tiempo, concluye que no
está cómodo en la relación).
Manrique (2009) en un tono crítico analiza la combinación entre matrimonio y
amor, señala que estos son de naturalezas distintas, el matrimonio es una insti-
tución social, pertenece al campo de lo público. Mientras que el amor es una
cuestión privada. Es decir, por una parte, la función principal del matrimonio es
generar familias, por ello el matrimonio debe de estar regulado para darle esta-
bilidad y conservarlo, necesario para el orden social; mediante dispositivos de
control, tanto legales como culturales. Matrimonio significa también dinero
30
por lo tanto posesión y exclusividad. Por otra parte, Manrique (2009) agrega
que “el amor pertenece a la lógica intersubjetiva, exige los nuevo, lo transgre-
sor, lo único, lo privado, lo pasional” (p.101). La seducción se convierte en uno
de las cualidades del amor, es un acto creativo, espontáneo y nutricio. Por lo
tanto, “la relación amorosa , sometida de forma sistémica a la conservación, a
la rutina a lo doméstico que toda familia necesita” (p.104) destruye la naturale-
za del amor; y agrega , “hasta que ya es tarde y, al fin, nos descubrimos casados
por interés, angustia, miedo a lo soledad, a la vejez”. (p105).
Contrastando con lo que dice Manrique, una investigación realizada (Fernán-
dez y Medina, 2016) con mujeres casadas tradicionalmente de clase media alta
con hijos menores de 15 años y otro grupo con hijos mayores de 15 años, tuvo
como resultado que siguen principalmente casadas por “lealtad a la familia
extensa vinculada a la creencia religiosa”, “estatus”, “tiempo invertido” y “los
hijos”, y como otro indicador pero no el más relevante: por amor.
Otros estudios sobre el matrimonio tradicional señalan que algunos de los prin-
cipales motivos que llevan a las parejas a contraer matrimonio son: para evitar
la soledad, adquirir mayor estabilidad económica y obtener reconocimiento
social. La idea de que vínculo es indisoluble genera algo de temor, aunque tam-
bién proporciona seguridad. Al estar casado es más difícil tomar la decisión de
separarse, a diferencia de vivir en unión libre (Rodríguez, 2001).
Rodríguez (2001) dice que la permanencia en el matrimonio se explica de dos
formas; la primera, el matrimonio es una estrategia para acceder a diversos
recursos como la estabilidad, la subsistencia económica, el amor, compañía,
sexo, etc.; y la segunda, porque ofrece un conjunto de principios de organiza-
ción de la vida.
En resumen, se desmitifica la idea de que el amor es la única motivación y
motor del matrimonio, aparecen otros aspectos que también son sustantivos
para tomar la decisión de casarse y continuar en el matrimonio. Aquí juegan un
papel importante otros imaginarios socio-culturales que han fundamentado el
matrimonio a través de la historia: la dote, la clase social, el patrimonio, la
etnia, el estatus, las coaliciones, el color de la piel, la religión y hasta la mutua
conveniencia.
CULTURA MACHISTA
Según Polanyi (1966), citado por Medina (2014), la cultura son todas aquellas
31
creencias, emociones, conductas y rituales dominantes aceptados, los cuáles,
se practican de forma tácita por una comunidad.
La narrativa cultural por ser tácita o se da por sentada como la “verdadera y
buena”, tiene un poder enorme en la construcción de realidades. Al respecto
Díaz-Guerrero (2008) señala que las premisas socio-culturales gobiernan una
gran parte de los sentimientos, ideas, relaciones jerárquicas, roles sociales y
familiares, así como las reglas de dichos roles. Por lo que Barnes (1998) men-
cionado en Medina (2014), señala que “la cultura es lo más tangible de cual-
quier otro aspecto social, y que influye en gran parte en la constitución del sí
mismo, organizando la experiencia de éste”. La cultura es constitutiva del sí
mismo, pero al participar en la cultura se contribuye a la constitución de ésta
(pp. 25).
En México, la cultura machista tiene un poder enorme, su fuente es el patriarca-
do y está íntimamente ligada a la religión católica, esta forma de vida se ha ins-
taurado en las narrativas y prácticas familiares y muchas veces sustentada por
las instituciones de gobierno mediante políticas sociales. (Medina, Núñez,
Castro y Vargas, 2013)
Cabe mencionar que le machismo tiene diferentes caras. Falicov (2010) estu-
dió el machismo en México, concluye que este tiene aspectos positivos y nega-
tivos; en los negativos se incluye violencia, egoísmo, falta de respeto, irrespon-
sabilidad y cobardía; en los positivos, responsabilidad, altruismo o generosi-
dad hacia la familia, responsabilidad, honor, respeto, generosidad y lealtad. Y
si a esto le añadimos la doble cara del machismo “control y seducción”, convir-
tiendo la relación, en una paradoja de códigos ambiguos que atrapa psicológi-
camente a las personas.
Otro factor que estimula la cultura machista en México es la religión católica
inflexible que promueve la familia nuclear machista. Esto ha propagado por
varias generaciones una estructura social rígida, en la que comunidades y fami-
lias basan su moral en un fundamentalismo arcaico con nula tolerancia a la
diversidad, por lo que rechazan, estigmatizan y, por lo tanto, excluyen otros
estilos de vida que contradigan su retórica del mito de la familia nuclear
machista universal (Medina, 2014, pp. 2).
Dentro de los códigos morales se construyen también contradicciones “para-
dójicas” que llevan a la hipocresía, es decir, se genera un escenario basado en la
mentira, el abuso, la evasión de la responsabilidad y la contradicción de los
valores. Un ejemplo, es que, por una parte, se rechaza el divorcio y las madres
32
solteras; mientras que existe indiferencia ante el maltrato físico y psicológico,
y al abuso cotidiano en las familias nucleares-machistas (Medina, 2014).
En este marco socio-narrativo del machismo aparecen como protagonistas
estelares por una parte, la identidad de la víctima autocompasiva, que explican
su malestar fuera de su propia persona, por lo que las inactiva a enfrentar sus
problemas de manera social. La adversidad es enfrentada con una retórica,
donde se apuesta todo a una plegaria, un milagro, la buena suerte, la voluntad
divina, o incluso al destino; orientando la responsabilidad de sí mismos a otros
(Medina, 2014).
Por otra parte, como parte del mismo escenario discursivo de la cultura del
machismo aparece la identidad del farsante, aquél que se rodea de víctimas
autocompasivas que le permite su propia existencia y supervivencia. Es otro
actor que funda su comportamiento en una doble moral, en la mentira, la simu-
lación, el engaño y en un egoísmo exacerbado. (Medina, 2014).
Género y matrimonio tradicional desde la cultura machista
Hablando de diferencias de género, en las últimas dos generaciones, en Méxi-
co, los roles, habilidades y expectativas de las mujeres han ido cambiando. Ha
aumentado su ingreso a las escuelas y universidades, su participación en el mer-
cado laboral y el uso de anticonceptivos; incluso, aunque paralelamente se han
dado constantes negociaciones entre los hombres y mujeres para acomodar sus
nuevos roles, la mayoría de los hombres continúan jugando sus roles tradicio-
nales, caracterizados por el machismo (Medina, 2013) mientras que las muje-
res ahora cumplen con doble rol: cuidado del hogar e hijos y sustento económi-
co.
En la cultura machista, podemos constatar una diferencia marcada en las con-
cepciones sobre el matrimonio con respecto al género; al respecto, Rodríguez
(2001) plantea que son las mujeres quiénes reclaman acerca del matrimonio; ya
sea presionando para casarse, o porque lamentan no haberlo hecho. Por su par-
te, los hombres muestran actitudes más favorables hacia la unión libre.
Las mujeres se interesan más sobre el tema del matrimonio porque lo toman
como un medio para independizarse de la familia de origen, así como un impul-
so para entrar a la edad adulta y madurar; además de que se ven beneficiadas
por el estatus económico, y mejoran su nivel de vida (Rodríguez, 2001).
La necesidad de contraer matrimonio para “el logro de autonomía e indepen-
33
dencia es más determinante para la mujer que para el hombre” (Rodríguez,
2001. pp. 172). Además, entran en juego otros factores que hacen que el matri-
monio tome tanta importancia para las mujeres, como el estatus económico y el
nivel de vida; por ejemplo, a través del matrimonio, la mujer puede garantizar
sus recursos, y tener mayores probabilidades de mantenerlos o incluso incre-
mentarlos (Rodríguez, 2001).
En el contexto mexicano, si una mujer permanece soltera, se piensa que ésta
debería quedarse a vivir en casa de sus padres y no se esperaría que fuera dueña
de su vida, es decir, no podría tomar sus propias decisiones o para hacerlo ten-
dría que apoyarse en sus padres o hermanos, como si no pudiera hacerlo sola
(Rodríguez, 2001). No se puede dejar de lado el tema del “sentido de vida” que
resulta de gran importancia para las mujeres, quienes creen que el matrimonio
les proporcionará uno. Además, culturalmente existen creencias de que las
mujeres que permanecen solteras “desperdiciaron su vida” o no se “realiza-
ron”, tuvieron una “vida inútil” y llena de “soledad y tristeza”, lo que promueve
la estigmatización y el deseo por casarse (Rodríguez, 2001. pp. 176). Por lo
tanto, un factor determinante en la necesidad de casarse por parte de las muje-
res, es la de evitar la estigmatización y rechazo de la unión libre y/o de la solte-
ría (Rodríguez, 2001).
Incluso, las mujeres “están comprometidas con el matrimonio por cuestiones
culturales y materiales que se entretejen y sustentan su mayor atracción hacia
este modo de vida” (Rodríguez, 2001. pp. 175).
El hecho de que las mujeres se muestren tan interesadas en el tema del matri-
monio es porque el entorno social desempeña un papel importante ya que “la
mujer percibe la existencia de un entorno cultural y social que le exige que esté
casada, que estigmatiza a la mujer que permanece soltera y a la que vive con un
hombre sin casarse” (Rodríguez, 2001. pp. 177).
LEALTADES FAMILIARES
La palabra “lealtad” por su etimología proviene de la voz francesa <<loi>> que
significa “ley”, lo cual “implica actitudes de acatamiento a la ley” (Boszormen-
yi-Nagy y Spark. pp.66).
La lealtad como actitud individual abarca la “identificación con el grupo,
auténtica relación objetal con otros miembros, confianza, confiabilidad,
responsabilidad, debido compromiso, fe y firme devoción” (Boszormenyi-
34
-Nagy y Spark. pp.67).
Los sistemas de lealtad pueden estar conformados por la colaboración de sus
miembros, sus formulaciones cognoscitivas o por los mitos gestados por las
familias. No siempre las “lealtades” son visibles fácilmente, pueden
permanecer disfrazadas hasta el momento en que “deban” surgir, por ejemplo,
ante la amenaza de desvinculación de algún miembro.
Las personas pueden mostrarse leales hacia un grupo por dejarse llevar por la
coerción externa, su interés por pertenecer al grupo, y por sentimientos de
obligación, ya sea de manera consciente o inconsciente.
Los vínculos de lealtad participan como medios de existencia relacional, su
función es la supervivencia del grupo, asegurando la permanencia de sus
miembros.
La lealtad hacia un familiar comienza cuando la persona siente e interioriza que
le “debe” algo a su progenitor o que debe de cumplir con una expectativa de sus
padres; incluso, estos sentimientos de “deuda” se pueden transmitir a otras
generaciones con el afán de seguir pagando dicha deuda o de continuar
satisfaciendo las expectativas.
Lealtades familiares y el matrimonio
Las parejas conciben el matrimonio como un vínculo permanente, por
creencias de integración familiar y de la importancia de la parentalidad en la
educación infantil. Existen muchas creencias populares que afirman que una
familia integrada ayuda a evitar problemas en los hijos como alcoholismo,
drogadicción, delincuencia, suicidios, entre otros (Rodríguez, 2001).
Un aspecto importante que menciona Rodríguez (2001) es que las mujeres
suelen experimentar una presión para contraer matrimonio debido a que son
instigadas por sus madres, promoviendo la necesidad de casarse; incluyendo,
la desaprobación ante la unión libre o la soltería. Las hijas responden a esta
instigación presionando a los novios para casarse y negándose rotundamente a
cualquier otra forma de convivencia, como la unión libre.
Los padres de los cónyuges ejercen una presión (en su mayoría de forma
implícita) para que los hijos se mantengan en el matrimonio (Fernández y
Medina, 2016). Por lo regular la presión es hacia las mujeres, como parte de la
cultura machista y la ideología católica, dichos y expresiones comunes para
una mujer que no se ha casado en un rango de 20 a 30 años son: “te vas a quedar
35
a vestir santos”, “ya no vas a tener edad para tener hijos”, “se te va pasar el
tren”. La narrativa se concentra en casarse, no importa con quien, y cómo, siem-
pre y cumplas con el ritual. Estimulando un maquiavelismo con consecuencias
terribles: “el fin justifica los medios”. Y si tienen más de 30 años y no se ha
casado se le estigmatiza: “eres la quedada”, “ya te quedaste para monja”,
eres la cotorra de la casa”, etc. Generando malestar en la mujer.
En algunos casos la lealtad de la familiar de origen sigue operando después de
casarse. Independientemente si eres feliz o no, si existe maltrato, abuso u otros
problemas, lo importante es que sigas casada, porque para este tipo de familias
tradicionales pesa más el divorcio que el bienestar de la hija o hijo.
El divorcio y su impacto en el matrimonio tradicional
Con una cultura dominante machista, nutrida por la Religión Católica y ejerci-
da por la familia de origen, se realizan innumerables esfuerzos para evitar el
divorcio, incluso cuando en el matrimonio está plagado de malos tratos, abuso,
infidelidades y otras ofensas; culturalmente, el divorcio es más insultante y
grave, que éstos problemas. Abonando a la hipocresía como forma de vida.
(Medina, 2013).
En las sociedades machistas el divorcio es concebido como algo negativo para
ambas partes, aunque como tal como lo revisamos arriba, conlleva una carga
mayor de estigma para las mujeres, afectando en su desarrollo y salud; incluso
puede llevarlas a ellas y a sus hijos a vivir situaciones de exclusión social,
laboral y escolar. Pero es el rechazo de la familia extensa la que conlleva una
mayor carga emocional, que conduce en muchos casos a expresarse el malestar
personal mediante un síntoma (Medina, 2013).
En este escenario machista, aunque el divorcio se haya firmado legalmente. Se
observan dos prácticas narrativas comunes. Por una parte, el hombre abandona
a sus hijos tanto en lo económico como en lo relacional, es decir se consuma un
divorcio con toda la familia, un tipo de todo o nada. Este abandono es
potenciado por una precaria política de protección a la familia del estado,
aunado a un sistema legal impune. Las cifras corroboran este dato: una de cada
tres familias en México se encuentran sostenidas por el trabajo de las mujeres
solas. Sólo el 32.5% de los padres que se encuentran fuera del hogar aportan la
pensión alimenticia de sus hijos; y sólo el 15% de éstos participa en su
educación, lo que deja a las madres, en un estado de sobre carga económica y
36
emocional, apelando a la buena voluntad del padre. Existen más de cinco
millones de madre solas en México, por lo que no existen las políticas públicas
suficientes para intervenir en esta situación (Lujambio, 2009).
Por otra parte, otro fenómeno común es que después del divorcio continúan las
peleas entre las parejas, en especial, se genera un control sobre la mujer,
mediante las negociaciones de la manutención y el cuidado de los hijos, es
decir, el divorcio nunca se consuma emocionalmente. (Medina, 2013).
CONCLUSIONES: EL MALESTAR DE LA PAREJA TRADICIONAL
1) Como parte de la narrativa dominante del matrimonio tradicional “para toda
la vida”, se da por sentada su durabilidad; ante esta idea de eternidad, se pueden
presentar una serie de fenómenos relacionales que paradójicamente deteriora
el amor. Se reduce el deseo, el interés y la seducción por la pareja, que a
mediano y largo plazo conduce al aburrimiento y rutina. Por otra parte, se
podría generar violencia, maltrato, infidelidad, indiferencia, etc., por lo regular
por el hombre, gracias a la idea de que pase lo que pase, no hay cabida para la
separación. Y otro fenómeno común, relacionado con la confusión entre amor
y apego, se puede generar miedo de pérdida en uno de los cónyuges, por lo que
aplica estrategias de control y maltrato de parte del varón, o chantajes y
triangulaciones regularmente por la mujer. ( Linares, 2002).
2) La inclusión de los hijos como parte del amor pleno entre una pareja, es una
ficción que complica aún más el fetiche y el mito de la pareja feliz. Esta unión
triangular conlleva sus propios males que todos conocemos (Linares, 2015). Se
constituye una narrativa ambigua en torno al amor de la pareja y los hijos,
confundiendo ser buen padre o madre con el amor a la pareja. Existe el mito
social de que el matrimonio funciona como un “protector” contra el
sufrimiento de los hijos (Delsing, 1995). Se produce un tipo de ceguera, la
pareja cree que sus hijos no se dan cuenta del divorcio emocional. Y lo más
interesante, creen que eso es un acto de amor a los hijos, un verdadero
sacrificio.
3) El desamor en la pareja tradicional no necesariamente lleva a la separación.
Aparece un fenómeno que es un tipo de divorcio emocional intramuros –cada
quien duerme en su cuarto y no existe intimidad ni cuidado por el otro-. Viven
37
juntos, pero no se hablan, viven en la misma casa, pero están más separados que
nunca. Toda la brillante estrategia está basada para aparentar ante los demás,
principalmente ante la familia extensa, en el trabajo, en la escuela, en la iglesia,
o porque se está pelando el pedazo de ladrillo que les toca y ninguno de los dos
cede, por lo que decidieron seguir viviendo “juntos hasta que la muerte los sepa-
re”.
4) Este fenómeno, según Marshall (2006) conduce a la muerte psicológica de la
pareja, un tipo de “muertos vivientes”, a esto le denomina “matrimonios zom-
bis: “perfectos por fuera, muertos por dentro”. Marshall (2006) señala que este
tipo de parejas adolecen de dirección, deambulan, sin pasión, pensamientos, es
rutinaria, aburrida, sin diálogo y sin sentido. Están juntos, pero no van a ningu-
na parte. Se pueden gritar ocasionalmente, pero no hay argumentos en la discu-
sión, sino reclamos, sin contactar en su emociones, son indiferentes tal y como
los muertos vivientes.
5) La institución del matrimonio es un acto social y público, mientras que el
amor es privado (Manrique, 2006). La mezcla de estos dos campos ha conduci-
do a una serie de fenómenos sobre el matrimonio que no logra acoplarse para
fortalecerse mutuamente. Precisamente por las interferencias ideológicas y
culturales como el romanticismo, el machismo y las lealtades familiares. Dema-
siadas interferencias para el amor. En el plano psicológico “el amor eterno” y el
“matrimonio para toda la vida” son trampas psicológicas. Estas expresiones
están hechas de paradojas que inactivan el propio acto de amor. El amor es
espontáneo, privado, no puede ser pedido, obligado y mucho menos por terce-
ros, estos mandatos o la propia institucionalización del amor, lo inactiva, lo
conflictúa, aniquila y se desvanece.
6) Por último, Shotter (1998) habla de la construcción de la realidad desde los
imaginarios –en este caso la pareja y la familia tradicional-. Este imaginario
compartido genera un marco socio-narrativo organizado, o forma de vida parti-
cular alimentado de creencias culturales, pero real. Desde donde el malestar
encuentra su construcción y sentido. Este se integra en la identidad de las pare-
jas, por ello no sabrían cómo ser distintas, aunque se sientan profundamente
insatisfechas.
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