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Romanos 5,1-7

Este documento resume el capítulo 5:1-7 de la epístola a los Romanos. Explica que este capítulo trata sobre los beneficios de la justificación por la fe y las bases de la santificación. Pablo enumera tres beneficios principales de la justificación por la fe: 1) la paz con Dios al ser perdonados los pecados, 2) el acceso a Dios mediante la oración, y 3) la esperanza de la gloria de Dios en la que los creyentes pueden glorificarse legítimamente. El documento analiza cada uno de est

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Romanos 5,1-7

Este documento resume el capítulo 5:1-7 de la epístola a los Romanos. Explica que este capítulo trata sobre los beneficios de la justificación por la fe y las bases de la santificación. Pablo enumera tres beneficios principales de la justificación por la fe: 1) la paz con Dios al ser perdonados los pecados, 2) el acceso a Dios mediante la oración, y 3) la esperanza de la gloria de Dios en la que los creyentes pueden glorificarse legítimamente. El documento analiza cada uno de est

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Romanos

Programa No. 0464

Capítulo 5:1 – 7

Y llegamos hoy al capítulo 5 de esta epístola a los Romanos. Y aquí tenemos los beneficios de la
justificación por la fe, y la base de la santificación. La primera sección de este capítulo, concluye el
tema de la salvación, mientras que la última sección comienza a tratar el tema de la santificación. La
salvación y la santificación son temas diferentes, pero no contrarios, sino que la santificación surge
de la salvación como el agua del manantial. Es necesario mantener separados el manantial y la
corriente, puesto que son dos temas diferentes. Bueno, como dijimos entonces, es en la primera
división de este capítulo 5, que el apóstol Pablo concluye el tema de la salvación o de la justificación
por la fe, lo cual fue presentado por primera vez allá en el capítulo 3 de esta epístola, versículo 21.

Y Pablo trata ahora el tema del futuro de la justificación por la fe. Este es un sistema maravilloso,
como Pablo ya nos lo ha mostrado; pero, ¿es final o es inestable? ¿Resistirá las presiones y los choques
de la vida? ¿Tendrá el mismo valor después de pasar por el crisol de la prueba y la dificultad? ¿Habrá
seguridad en tal sistema? Y Pablo contesta a estas preguntas en la primera sección de este capítulo 5
de su epístola a los Romanos. Los beneficios que se enumera aquí no son frutos, sino más bien los
resultados lógicos de la justificación por la fe.

Hemos sido salvados por la redención que tenemos en Cristo. Esta redención fue comprada con
gran precio en la cruz. Nos libra de la culpa del pecado. La cuestión del pecado ya ha sido arreglada.
Eso quiere decir que no compareceremos ante el juicio de Dios. Quiere decir que todos aquellos que
han confiado en Cristo ya tienen un hogar eternal en el cielo.

Pablo ahora nos muestra que hay ciertos beneficios ahora mismo, o sea en esta vida, para quien
confía en Cristo como su Salvador. J.A. Beet, un estudioso de la Biblia ha dicho que: “Dios da justicia
por la fe, a todos aquellos que creen; y que entregó a Cristo a la muerte para hacer que esto sea
compatible con Su propia justicia. Pablo, prosigue desarrollando en forma lógica los resultados de
estas doctrinas.”

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Ahora, en la segunda división de este capítulo 5, el apóstol Pablo principia el tema de la


santificación. Denota allí el único potencial para esta obra de Dios. Nos hace ver que está arraigado
en nuestro reconocimiento que sólo hay dos cabezas sobre la humanidad. Podemos ser linaje natural
de Adán, o linaje espiritual por medio de Cristo. Por medio del encabezamiento de Adán, recibimos
pecado y muerte; mientras que por medio de Jesucristo recibimos la justicia y la vida. Leamos, pues,
el primer versículo de este capítulo 5 de la epístola a los Romanos:

Romanos 5:1 “. . . Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.”

La Biblia menciona varias clases de paz. Por ejemplo, hay ese sueño de la paz mundial. Las
Naciones Unidas se han esforzado por obtener la paz en el mundo, así como se esforzó ante la Liga de
las Naciones. No lograron la paz en el pasado, y no la están logrando en el día de hoy, amigo oyente.
Muchos creen que si uno protesta lo suficiente, pues que por último habrá paz en el mundo. Sin
embargo, mientras haya pecado en los corazones de los hombres, amigo oyente, nunca habrá paz en
el mundo. Solamente el Príncipe de Paz puede traer esa paz a esta tierra. Pero ésta no es la clase de
paz de la cual Pablo habla en este versículo.

También tenemos esa paz que se conoce como la tranquilidad del alma. Esa es la paz que el
Señor Jesucristo mencionó allá en el evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo 27, cuando dijo:
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni
tenga miedo.” Esta paz viene a aquellos creyentes que no solamente han confiado en Cristo, sino que
también descansan en El.

Ojalá yo pudiera decir que he conocido la paz continuamente desde que soy creyente. Pero, no
ha sido así, no la he conocido en esa forma. Reconozco que la paz está disponible al creyente, pero a
veces, amigo oyente, cuando nos hallamos bajo tensiones y dificultades, o cuando estamos cansados;
esta paz se nos va y no es nuestra porción. Bueno, tampoco es ésta la paz de la cual Pablo habla aquí.

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La paz de la cual Pablo habla en este versículo es el estado de estar reconciliados con Dios. Es
la paz que resulta entre el pecador reconciliado y Dios. El pecador ya no es enemigo de Dios, que lucha
contra El. El creyente en Cristo tiene paz con Dios, quien ha extendido Su misericordia al pecador.
Dios ya no tiene cargo alguno contra el pecador. El pecador ya no es culpable; tiene una salvación que
es permanente y eternal. Esta paz resulta de tener perdonados los pecados.

Cuando el hombre pecó en el huerto de Edén, no solo huyó de Dios, sino que también se halló
alejado de la vida de Dios, y en realidad era enemigo de Dios. Un Dios Santo tenía que mantenerse
apartado del pecador. Ahora, cuando Cristo murió en la cruz, Dios se volvió y ahora, a un Dios Santo
le es posible decir al pecador perdido: “Ven a Mí.”

Usted, amigo oyente, no tiene que hacer nada para ser reconciliado con Dios. Algunos creen que
es necesario dejar caer muchas lágrimas para poder reconciliarse con Dios. Hay algunos evangelistas
que tienen buen éxito en lograr que la gente llore. Pero, amigo oyente, cuántas lágrimas necesita
dejar uno caer, para obtener la reconciliación. Amigo oyente, las lágrimas no enternecen el corazón
de Dios. Y gracias a Dios que las lágrimas no son esenciales. Usted no tiene que hacer nada para ser
reconciliado con Dios. Pues esto fue lo que Cristo ya hizo por nosotros en la cruz del calvario. Dios es
reconciliado con el hombre por lo que Cristo logró en la cruz, y el mensaje del evangelio es, según lo
expresa Pablo en su segunda carta a los Corintios, capítulo 5, versículo 20, diciendo: “Así que, somos
embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre
de Cristo: Reconciliaos con Dios.”

Los hombres hoy en día, están en paz en sus pecados. Pablo trató el tema del pecado en la
primera sección de esta epístola a los Romanos, para desbaratar esta falsa paz que poseen las almas
de los hombres. Hay muchas almas cansadas que adolecen de un complejo de culpa, que desean ir a
alguna parte para quitarse esa culpa de sus almas. Un psicólogo cristiano dijo hace algunos años: “El
único lugar donde uno puede acudir para deshacerse de su culpa, es a la cruz de Cristo.” La paz que
es mencionada aquí en este versículo 1 de este capítulo 5 de la epístola a los Romanos, procede del

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conocimiento de que los pecados son perdonados. Este es el primer beneficio de la justificación por
la fe. Pasemos ahora al versículo 2:

Romanos 5:2 “. . . y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.”

Ahora, el segundo beneficio que se da en este capítulo 5, es el del “acceso” o como dice el Obispo
Moule, una “entrada gratis.” Tenemos acceso a Dios mediante la oración. Es maravilloso tener alguien
a quien acudir y con quien hablar acerca de uno mismo y de los problemas de la vida. El Hijo de Dios
puede ir a su Padre Celestial en cualquier momento, y El escuchará y contestará nuestras oraciones.
Claro que eso no quiere decir que Dios siempre contestará las oraciones de la manera en que nosotros
queremos que sean contestadas, pero obrará según Su sabiduría y no según nuestra voluntad.

En lugar de ser excluidos debido a nuestros pecados, se nos da un “pase,” por decirlo así. La fe
es como ese pedacito de cartón en las manos, que es nuestro “pase.” Otro pagó el precio de la
entrada. Y nosotros tenemos entrada a la gracia de la justificación. No sólo tenemos entrada, sino
que también podemos quedarnos allí. Y esto denota la permanencia de este acceso.

Son muy pocos los que tienen acceso al Presidente de su país. La mayoría de las personas
encuentran que es imposible tener una entrevista privada con él. Aquellos que disfrutan de este
privilegio, tienen algún mérito o alguna demanda sobre su tiempo. ¡Qué contraste tenemos aquí, ya
que el pecador más malo y el santo más débil pueden tener una audiencia con el Rey de reyes! El
pecador más débil que confía en El es puesto en Su presencia y se le permite quedarse allí. ¡Qué gran
privilegio, es este!

Ahora, el tercer beneficio se da también en este versículo, donde dice: “. . . nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios.” El pensamiento aquí es que el pecador salvado tiene algo de lo cual
puede jactarse legítimamente. Esta jactancia no está arraigada en algún amor propio mal colocado,
ni en un engreimiento vano. La esperanza es una verdad objetiva y definitivamente se refiere a la
única esperanza del cristiano.

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Pablo le dijo al joven predicador que se llamaba Tito, allá en el capítulo 2 de su carta, versículo
13: “. . . aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y
Salvador Jesucristo.” El hijo de Dios tiene una esperanza. Tiene un futuro. Tiene algo que esperar,
qué anticipar en los años venideros. Vivimos en tiempos cuando el hombre tiene todo tipo de cosa
imaginable. El hombre vive en una sociedad afluente y tiene todas las comodidades de la vida. Lo
interesante, sin embargo, es que no tiene ningún futuro.

James Rustin, escritor del diario The New York Times, ha declarado que hay una creencia hoy en
día de que los problemas se han amontonado y multiplicado tanto, que el hombre ya no puede
resolver los problemas de la vida. Eso no constituye ningún futuro, ¿no le parece?

Antes de morir, George Bernard Shaw dijo que había puesto toda su esperanza en el liberalismo,
y que había descubierto que tal filosofía no había resuelto los problemas del mundo. Luego, hizo la
siguiente declaración un tanto extraña; dijo: “Ustedes miran a un ateo que ha perdido su fe.” Cuando
un ateo pierde su fe, en verdad ha perdido algo. No tiene nada más de lo cual pueda asirse.

El mundo hoy en día está buscando una esperanza y un futuro. Esto explica muchos de los
movimientos que existen en el día de hoy. La falta de esperanza ha conducido a muchos al vicio de
los narcóticos, y a otros a buscar algún escape en otras avenidas perjudiciales. El hombre ha perdido
su esperanza en el futuro.

Los creyentes tienen una esperanza bienaventurada. Ellos sí saben que “. . . a los que aman a
Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados,”
como dice Pablo en el capítulo 8 de esta misma epístola a los Romanos, versículo 28. También saben
que “. . . ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en
Cristo Jesús Señor nuestro.” La esperanza de una felicidad eterna, pertenece solamente a los
redimidos por la preciosa sangre de Cristo. La justificación por medio de la fe hace que la esperanza

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bienaventurada del creyente sea una realidad y una gloriosa expectación. Ella sola garantiza los
deleites del cielo. Pasemos ahora a los versículos 3 y 4 de este capítulo 5 de la epístola a los Romanos:

Romanos 5:3-4 “. . . y la prueba, esperanza.”

Ahora, el cuarto beneficio es un triunfo en medio de las dificultades, con un resultado de


paciencia y otras evidencias. ¿Puede la paciencia resistir el golpe marchitante de las dificultades?
Creemos que ésta es una pregunta normal. La respuesta es que hay en realidad un gozo triunfante y
un triunfo gozoso en medio de las dificultades. Esta es una de las paradojas de la fe cristiana.

Las dificultades son necesarias para sacar a la luz lo mejor de la vida del creyente. La única
manera en que Dios puede obtener fruto de la vida del creyente es podando o cortando sus pámpanos.
El mundo no busca las dificultades sino las situaciones buenas, fáciles o cómodas en las cuales las
dificultades no existan.

La Palabra de Dios dice allá en la primera carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses, capítulo
1, versículo 6: “Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en
medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo.” También nos dicen allá en la primera carta
del apóstol Pedro, capítulo 1, versículo 7: “Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más
preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y
honra cuando sea manifestado Jesucristo.”

El resultado de esta experiencia para el cristiano es una manifestación visible en su vida, y esto
es lo que la Biblia llama el fruto del Espíritu Santo. Algunos frutos del Espíritu son también el producto
de nuestra experiencia. También el creyente mismo y los que entran en contacto con él, pueden
comprobar que él es aprobado de Dios. La dificultades no deben debilitar la fe del cristiano, sino más
bien fortificarla. En realidad, las dificultades deben engendrar intrepidez. El resultado final es
esperanza, lo cual significa un optimismo sobreabundante en cuanto a la vida. Y ahora en el versículo
5, tenemos el quinto beneficio:

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Romanos 5:5 “. . . por el Espíritu Santo que nos fue dado.”

El quinto beneficio es el amor de Dios, lo que quiere decir, el amor de Dios se ha manifestado
para con nosotros, como los versículos siguientes lo comprueban. Este versículo no está hablando en
cuanto a nuestro amor para con Dios, sino del amor de Dios para con nosotros. Pablo dice que esta
esperanza nunca nos defraudará, ni nos traicionará, y tampoco nos causará vergüenza, porque en el
mismo tiempo de la persecución, el amor de Dios nos es manifestado por medio del Espíritu Santo.
Ahora, esta es la primera referencia al ministerio del Espíritu Santo, y solo se menciona brevemente
en este versículo. No llegamos a ninguna explicación acerca del ministerio del Espíritu Santo sino
hasta el capítulo 8 de esta epístola a los Romanos, donde se menciona muchas veces.

Pero aquí quisiéramos dirigir su atención al hecho de que se establece con toda claridad en este
versículo, que el Espíritu Santo es dado a todo creyente y no solamente a algunos pocos. El Espíritu
Santo confirma en forma viviente la realidad del amor de Dios en el corazón de cada creyente. Esto es
amor de Dios para con nosotros, y no nuestro amor para con Dios. Mucho necesitamos estar
conscientes del hecho de que Dios nos ama. Cuando somos probados severamente, el recordar este
hecho nos da estabilidad y felicidad interior. Este es el amor de Dios para con nosotros, que sólo el
Espíritu Santo nos puede hacer comprender y ver en Cristo. El apóstol Juan en su primera carta,
capítulo 4, versículo 10, dice: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.”

Ahora, el sexto beneficio, el cual también se encuentra en este versículo 5, es el hecho de que el
Espíritu Santo es dado a cada creyente. La obra del Espíritu Santo que mora en cada creyente, es Su
obra particular en esta edad de la gracia. Allá en el evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo
17, leemos: “El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce;
pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.” Pasemos ahora al
versículo 6 en nuestro estudio de este capítulo 5, de la epístola a los Romanos:

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Romanos 5:6 “. . . a su tiempo murió por los impíos.”

Ahora, fíjese usted que Cristo murió por los impíos. Dios reveló Su amor en la cruz. Cristo no
murió por los hombres y mujeres, muchachos y muchachas buenos; murió por los impíos. Murió por
aquellos que eran Sus enemigos, y por aquellos que le aborrecieron. Sin embargo, Cristo no nos salvó
solamente por Su amor. Amigo oyente, Dios es más que amor. El es Santo, es Justo. No puede abrir
la puerta de atrás del cielo para dejar entrar a los pecadores bajo alguna cubierta de oscuridad. No
puede dejar entrar al cielo a pecadores, simplemente en la base de Su amor. Dios tuvo que hacer algo
en cuanto a la culpa del pecador. Es necesario el juicio del pecado.

Dios sí nos ama. Es malo decir a los niños: “Si haces esto de nuevo, Pepito o si eres malo Pepito,
Dios no te amará.” Amigo oyente, Dios amará a Pepito, no importa lo que haga. No hay nada que
podamos hacer que pueda impedir que Dios nos ame. Sin embargo, es verdad que usted puede
apartarse del amor de Dios. Por ejemplo, usted no puede impedir que el sol brille, pero sí puede salirse
de la luz del sol. Pues, bien, usted puede alzar la sombrilla del pecado o de la indiferencia, o la
sombrilla del alejamiento de la voluntad de Dios; pero Dios, aun así, todavía le ama. Sin embargo,
permanece el hecho de que Dios no nos salva sólo por Su amor. El mismo apóstol Pablo, escribiendo
a los Efesios, dice en el capítulo 2, versículos 8 y 9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Amigo oyente, Dios
nos salva por GRACIA más bien que por Su amor.

Ahora, fíjese usted en lo que el amor de Dios logró. El Señor Jesucristo dijo allá en el evangelio
según San Juan, capítulo 3, versículo 16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.” Dios
demostró su amor por la humanidad, amigo oyente, dando a Su Hijo para que muriera en la cruz. La
muerte de Cristo pagó la deuda de la culpa suya y de la culpa mía, y permitió que un Dios Santo salvara
a cualquiera que acudiera a El creyendo.

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Es necesario llegar por el camino indicado por Dios. No podemos llegar al Padre por nuestro
propio camino, sino por el camino que El ha provisto mediante Jesucristo. Este es el universo de Dios
y es El quien dicta los reglamentos. Considere usted las palabras de Jesús cuando El dijo allá en el
capítulo 14 del evangelio según San Juan, versículo 6: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre, sino por mí.” Este versículo muestra la completa bancarrota de la raza humana sin
valores espirituales o morales, sin una capacidad para entrar en contacto con Dios, y su impotencia
para hacer lo bueno. Cristo no vivió por los impíos, sino que murió por ellos. No murió por los
piadosos, sino por los impíos. En cambio, no pidió nada. ¡Esta es la maravillosa gracia de Dios! Ahora,
el versículo 7 dice:

Romanos 5:7 “. . . pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.”

¿Conoce usted amigo oyente, a alguien que esté dispuesto a morir por usted? Pablo está
diciendo que nadie ama lo suficiente a un justo como para morir por él. En cambio, es posible
imaginarse que un hombre bueno que sea generoso y amistoso, engendre tal grado de buena
voluntad de parte de algunos, que estén dispuestos hasta a morir por él. Los impíos no caen bajo
ninguna de estas dos clasificaciones. El amor de Dios en cambio, fue lo suficiente profundo como para
morir por aquellos que son impíos, y el amor no puede hacer más que eso.

El buen joven que rescató a un borracho que estaba a punto de ahogarse, y que en el proceso
perdió su propia vida; ocasionó el siguiente comentario: “¡Qué lástima que tal joven bueno diera su
vida por un borrachín tan despreciable.” Ahora, esto no es nada amigo oyente, comparado con el
sacrificio de Cristo por los pecadores. Dios nos amó lo suficiente como para enviar a Su propio Hijo a
morir por nosotros. Y si fuera necesario, y no lo es, Cristo aparecería ahora mismo para morir
nuevamente por usted. ¡Tanta es la magnitud del amor de Dios por usted!

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Y aquí, amigo oyente, vamos a detenernos por hoy, porque nuestro tiempo ya ha tocado a su fin.
Continuaremos la consideración de este capítulo 5 de la epístola a los Romanos, Dios mediante, en
nuestro próximo programa. Será pues, hasta entonces, ¡que Dios le bendiga ricamente!icamente!

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