Artículo 277.
- Causales de anulabilidad del matrimonio
Es anulable el matrimonio:
1. Del impúber. La pretensión puede ser ejercida por él luego de llegar a la mayoría
de edad, por sus ascendientes si no hubiesen prestado asentimiento para el
matrimonio y, a falta de éstos, por el consejo de familia. No puede solicitarse la
anulación después que el menor ha alcanzado mayoría de edad, ni cuando la mujer
ha concebido. Aunque se hubiera declarado la anulación, los cónyuges mayores de
edad pueden confirmar su matrimonio. La confirmación se solicita al Juez de Paz
Letrado del lugar del domicilio conyugal y se tramita como proceso no contencioso.
La resolución que aprueba la confirmación produce efectos retroactivos.
El no tener la edad nubil constituye causal de anulabilidad cuando se celebra el
matrimonio sin haberse obtenido la dispensa judicial de este impedimento dirimente.
Respecto de la legitimación activa por esta causal, la ley expresamente reserva su
ejercicio al impúber, quien puede ejercitar la pretensión luego de llegar a la mayoría de
edad; a sus ascendientes, si no hubiesen prestado asentimiento para el matrimonio; y, a
falta de éstos, al consejo de familia.
Como queda expuesto, el principio de favorecer las nupcias determina la regulación
expresa de los casos en que la unión matrimonial deba convalidarse. Esa convalidación
también se produce cuando se verifican los supuestos de hecho contemplados en la ley.
Así, en lo que se refiere a la anulabilidad del matrimonio del impúber, aquél se convalida
por alcanzar éste la mayoría de edad y cuando la mujer ha concebido.
De otra parte, y aunque se hubiera declarado la anulabilidad, los cónyuges mayores de
edad no deben volver a contraer matrimonio; basta la confirmación del mismo que se
solicita ante el juez de paz letrado del lugar del domicilio conyugal, y se tramita como
proceso no contencioso. La resolución que aprueba la confirmación produce efectos
retroactivos
2. De quien está impedido conforme el artículo 241, inciso 2. La acción sólo puede
ser intentada por el cónyuge del enfermo y caduca si no se interpone dentro del
plazo de un año desde el día en que tuvo conocimiento de la dolencia o del vicio.
La sanidad nupcial está referida como causal de anulabilidad del matrimonio de quien
sufre una enfermedad crónica, contagiosa y trasmisible por herencia, o vicio que
constituya peligro para la prole.
Respecto de la legitimación activa por esta causal y con relación a la extinción de la
imprescriptibilidad de la pretensión de anulabilidad del matrimonio por la caducidad, la ley
expresamente reserva el ejercicio de la pretensión al cónyuge del enfermo, y caduca si no
se interpone dentro del plazo de un año desde el día en que tuvo conocimiento de la
dolencia o vicio.
3. Del raptor con la raptada o a la inversa o el matrimonio realizado con retención
violenta. La acción corresponde exclusivamente a la parte agraviada y sólo será
admisible si se plantea dentro del plazo de un año de cesado el rapto o la retención
violenta.
Se sanciona con anulabilidad el matrimonio del raptor con la raptada o a la inversa, o el
matrimonio realizado con retención violenta.
Respecto de la legitimación activa por esta causal y con relación a la extinción de la
imprescriptibilidad de la pretensión de nulidad del matrimonio por la caducidad, la ley
expresamente reserva el ejercicio de la pretensión al cónyuge agraviado, el que sufrió el
rapto o la retención violenta, y caduca si no se interpone dentro del plazo de un año de
cesado el rapto o la retención violenta.
4. De quien no se halla en pleno ejercicio de sus facultades mentales por una causa
pasajera. La acción sólo puede ser interpuesta por él, dentro de los dos años de la
celebración del casamiento y siempre que no haya hecho vida común durante seis
meses después de desaparecida la causa.
Se trata de una causa de invalidez relacionada con defectos en el consentimiento
matrimonial.
Es un supuesto de anulabilidad del matrimonio en el que por “causa pasajera” debe
comprenderse a los estados de insanidad mental transitorios de uno de los contrayentes,
así como a la afección temporal provocada por causa exterior al organismo: embriaguez,
hipnotismo, cólera, pavor, pasiones en general. Debe existir cualquiera de estas causas
en el momento mismo de la celebración del matrimonio; quedando sometida al discreto
arbitrio del juzgador la apreciación del hecho. Al respecto, debe considerarse que la causa
de la perturbación debe ser tan excesiva como para impedir a la parte dar un
consentimiento inteligente; pero si a pesar de ella, se aprecia la naturaleza y
consecuencias del acto, esa circunstancia no tendría mérito para anular el matrimonio.
Respecto de la legitimación activa, el ejercicio de la pretensión se reserva al cónyuge
agraviado, a quien ha sufrido la afección temporal de sus facultades mentales al momento
de celebrar el matrimonio. El matrimonio queda convalidado si dentro de un estado libre
de voluntad de los contrayentes, ellos exteriorizan su propósito de mantener el vínculo,
mediante el hecho mismo de la cohabitación, prolongada por un período de seis meses de
desaparecida la causa, tiempo bastante para demostrar la persistencia real de esa
voluntad.
La cohabitación, con el efecto extintivo de la caducidad de la pretensión, debe
consumarse durante el período de tiempo anterior por lo menos en seis meses al
vencimiento del plazo de dos años; cuyo mero transcurso, por sí solo, extingue el ejercicio
de la pretensión de anulabilidad.
5. De quien lo contrae por error sobre la identidad física del otro contrayente o por
ignorar algún defecto sustancial del mismo que haga insoportable la vida común.
Se reputan defectos sustanciales: la vida deshonrosa, la homosexualidad, la
toxicomanía, la enfermedad grave de carácter crónico, la condena por delito doloso
a más de dos años de pena privativa de la libertad o el ocultamiento de la
esterilización o del divorcio. La acción puede ser ejercitada sólo por el cónyuge
perjudicado, dentro del plazo de dos años de celebrado.
Se trata de otra causa de invalidez relacionada con defectos en el consentimiento
matrimonial.
Considerada como causal de anulabilidad del matrimonio, en primer lugar se refiere al
error sobre la identidad física de uno de los contrayentes que tiene lugar en el caso de
sustitución de una persona por otra, que se reputa casi imposible de ocurrir, aun en el
matrimonio por poder.
En segundo lugar, se considera el error sobre un defecto sustancial de la persona, en
base a supuestos de hecho taxativamente previstos. Error que debe referirse a la
ignorancia de defectos, unos de orden moral, como los relativos a la conducta que
específicamente se menciona, y otros consistentes en dolencias que comprometen la
salud del cónyuge, o de la prole cuya repercusión sobre la común convivencia sea tan
intensa y grave que haga imposible su normal mantenimiento; defectos todos estos que,
de haberlos conocido el otro cónyuge, sin duda, no habría concertado y concluido el
matrimonio y que por lo mismo, frustraron los motivos determinantes de la voluntad en la
prestación del consentimiento.
Todo esto hace surgir una cuestión de hecho que debe ser apreciada, en cada caso, por
el prudente arbitrio del juzgador, quien, al hacer la respectiva valoración del error
invocado, decidirá si él realmente vicia el consetimiento, en los señalados supuestos que
el dispositivo indica, que son los que pueden, conforme a su expreso texto, dar existencia
al error como causal de anulabilidad.
Respecto de la legitimación activa por esta causal y con relación a la extinción de la
imprescriptibilidad de la pretensión de anulabilidad del matrimonio por la caducidad, la ley
expresamente reserva el ejercicio de la pretensión al cónyuge agraviado, a quien ha
sufrido el error, y caduca si no se interpone dentro del plazo de dos años de celebrado el
matrimonio; plazo excesivo para la apreciación de las consecuencias del error incurrido
frente al matrimonio celebrado.
6. De quien lo contrae bajo amenaza de un mal grave e inminente, capaz de producir
en el amenazado un estado de temor, sin el cual no lo hubiera contraído. El juez
apreciará las circunstancias, sobre todo si la amenaza hubiera sido dirigida contra
terceras personas. La acción corresponde al cónyuge perjudicado y sólo puede ser
interpuesta dentro del plazo de dos años de celebrado. El simple temor reverencial
no anula el matrimonio.
Se trata de otra causa de invalidez relacionada con defectos en el consentimiento
matrimonial.
Considerada como causal de anulabilidad del matrimonio, se refiere a la amenaza de un
mal grave e inminente o coacción síquica, que presupone un consentimiento real aunque
viciado y un lazo jurídico efectivamente constituido, si bien susceptible de anulación. Se
prescinde de la violencia física o material, que es la fuerza que impide la libre
determinación de la voluntad y, por lo mismo, la formación de relación jurídica alguna, que
es de casi imposible realización en el casamiento, dadas las garantías prescritas para su
celebración, consistentes en las solemnidades previas de la declaración, información y
publicación, como en las concurrentes al acto mismo del matrimonio.
Es condición de la amenaza que sea grave, esto es, que suscite tal temor que por el
peligro que entraña sea decisiva en la determinación de la voluntad. Se trata aquí de una
cuestión que, por ser de hecho, se debe apreciar en cada caso, teniendo en cuenta las
condiciones personales del que sufre la coacción, las de quien la ejercita, como las otras
circunstancias de momento y lugar, y cuantas más forman el ambiente dentro del que se
perturba la prestación del consentimiento.
Debe ser el mal inminente, es decir, que se tenga el actual temor de su más o menos
próxima realización, faltando materialmente el tiempo suficiente para reclamar la
protección de la autoridad pública; y se excluye, por lo tanto, el mal meramente posible,
remoto o capaz de ser prevenido. Asimismo, debe afectar los derechos o atributos de la
personalidad humana del amenazado o de terceras personas vinculadas con él.
En cuanto al temor reverencial, del mismo modo que no tiene efectos en los actos
jurídicos en general, tampoco lo tiene en cuanto al matrimonio. Pero no debe por eso
excluirse la posibilidad de que la violencia sea ejercida por el ascendiente sobre el
descendiente, el tutor sobre el pupilo o el superior sobre el subordinado, y en tal caso
debe ser tenida en cuenta. Lo que la ley deja de lado es el temor que deriva de la
existencia de tal tipo de vinculación, situación subjetiva de quien lo sufre, pero no el
ocasionado por actos comprendidos en las situaciones de intimidación previstas, que
nada impide que sea ejercida por las mismas personas con respecto a las cuales podría
existir el temor reverencial.
Respecto de la legitimación activa por esta causal y con relación a la extinción de la
imprescriptibilidad de la pretensión de anulabilidad del matrimonio por la caducidad, la ley
expresamente reserva el ejercicio de la pretensión al cónyuge agraviado, a quien ha
sufrido la intimidación, y caduca si no se interpone dentro del plazo de dos años de
celebrado el matrimonio; plazo excesivo para la apreciación de las consecuencias de la
intimidación frente al matrimonio celebrado.
7. De quien adolece de impotencia absoluta al tiempo de celebrarlo. La acción
corresponde a ambos cónyuges y está expedita en tanto subsista la impotencia. No
procede la anulación si ninguno de los cónyuges puede realizar la cópula sexual.
De quien, de buena fe, lo celebra ante funcionario incompetente, sin perjuicio de la
responsabilidad administrativa, civil o penal de dicho funcionario. La acción
corresponde únicamente al cónyuge o cónyuges de buena fe y debe interponerse
dentro de los seis meses siguientes a la celebración del matrimonio.
El matrimonio celebrado por persona que adolece de impotencia antecedente y absoluta
(coeundi) es anulable.
Debe tenerse presente que la impotencia no es un impedimento matrimonial, debido a
que la procreación no es la única finalidad del matrimonio; y que, lo que se sanciona, es la
impotencia misma y no el que el otro cónyuge la hubiere ignorado.
La impotencia en el sentido de la ley, constituye la imposibilidad que padece uno de los
cónyuges para realizar la cópula, es decir, para mantener relaciones sexuales con el otro
cónyuge. La impotencia coeundi se la distingue de la impotencia generandi, o infertilidad
que impide la generación; no estando, esta última, comprendida en la impotencia a la que
alude el dispositivo legal.
Mientras que en el hombre la impotencia impide el acceso vaginal, sea por
malformaciones o atrofias del órgano genital, o por causas de tipo síquico o neurológico
que impiden la erección suficiente para la penetración en la mujer, la impotencia de ésta
se traducirá en la imposibilidad de ser accedida. Se han señalado diversas causas:
infantilismo en los genitales externos, estenitis vestibular y vaginal (congénita, cicatrizal,
raquitismo de la pelvis en alto grado, anexitis, etc.). Particular importancia asume el
vaginismo, es decir, una contracción espástica por estímulos externos de toda la vagina o
de los músculos puborrectales o del músculo restrictor del vestíbulo. Se trata de
espasmos musculares de la pelvis que se producen principalmente en el acto del coito,
obstaculizando o impidiendo en absoluto su cumplimiento.
El ejercicio de la pretensión corresponde solo a ambos cónyuges y está expedita en tanto
subsista la impotencia; no procediendo la anulación, si ninguno de ellos puede realizar la
cópula sexual.
8. El caso de la celebración del matrimonio ante funcionario incompetente
Ya se ha explicado que la intervención de la autoridad competente para celebrar el
matrimonio es una de las solemnidades esenciales requeridas por la ley para el
reconocimiento jurídico del vínculo matrimonial. También que la competencia de la
autoridad viene determinada por la función misma y por el territorio. Lo primero, se
aprecia cuando la ley reconoce que los llamados a celebrar el matrimonio son el alcalde,
el registrador y el comité especial, en las comunidades campesinas y nativas. En tal
sentido, si el matrimonio civil lo realiza un juez de paz o un notario público, aquél ha sido
celebrado por un funcionario incompetente. Lo segundo, se observa cuando la ley
establece que la autoridad competente por razón del territorio es la del domicilio de
cualquiera de los contrayentes. Para tal efecto, se exige presentar la prueba del domicilio
a fin de vincular a la autoridad competente. En tal virtud, si el matrimonio civil se realiza
ante una autoridad de una jurisdicción diferente a la del domicilio de los contrayentes,
aquél también ha sido celebrado ante un funcionario incompetente.
La presente disposición legal se refiere a la anulabilidad del matrimonio celebrado ante
funcionario incompetente por un contrayente que ha actuado de buena fe.
En este supuesto y respecto de la legitimación activa por esta causal, se realiza una
reserva a favor del cónyuge o cónyuges de buena fe.
Con relación a la extinción de la imprescriptibilidad de la pretensión de invalidez del
matrimonio por la caducidad, la ley establece expresamente un plazo de caducidad de
seis meses de la celebración del matrimonio para el ejercicio de la respectiva pretensión.