ANÁLISIS CRÍTICO DE LA CONQUISTA Y COLONIZACIÓN DE AMÉRICA
El primer impacto fue el asombro, luego el miedo ante los cañones de bronce, arcabuces, mosquetes, pistolones y la
fuerza mágica del hombre blanco subido a un caballo. Los invasores aprovecharon el desconcierto y dominaron
fácilmente a las sociedades más desarrolladas de los aborígenes americanos, que eran más populosas e imponentes
que las existentes en Europa.
El arribo de Cristóbal Colón a América fue un emprendimiento que hizo posible uno de los hechos más destacados de
la historia de la humanidad. A partir de esa fecha, en menos de un siglo se pudo alcanzar a conocer la dimensión total
del planeta. Se vincularon así mundos desconocidos entre sí con los más diversos estadios de desarrollo. La ventaja
para los europeos fue conocer la pólvora, la brújula, el papel y la imprenta, entre otras adquisiciones.
El solo hecho de pisar tierra americana produjo una espectacular cadena de acontecimientos que transformó y
dinamizó la historia de la humanidad. El descubrimiento de oro y plata en el continente desataron un verdadero
aluvión colonizador. Centenares de expediciones y millares de hombres fueron tras los pasos de las noticias de
fabulosas fortunas. En los primeros 150 años de conquista, 17 mil toneladas de plata y unos 200 toneladas de oro
arribaron a España y potenciaron el incipiente desarrollo comercial y manufacturero, que abrió las compuertas a la
Revolución Industrial y al desarrollo capitalista de Europa.
La navegación superó todos los límites y se aventuró hacia todos los rincones del planeta, el conocimiento del mundo
comenzó a ser posible, el comercio empezó a diseñar el mercado internacional y el desarrollo económico que
terminarían por sepultar definitivamente a la sociedad feudal y al absolutismo monárquico.
La ambición no encontró barreras infranqueables. En pocos años la inmensidad americana dejó de ser inexpugnable y
españoles, portugueses, británicos, holandeses y franceses se disputaron el gigantesco botín.
Un siglo después de la llegada de las carabelas de Cristóbal Colón al mar Caribe, de los más de 70 millones de
indígenas preexistentes sólo quedaban tres millones y medio de almas. Primero, fueron derrotados por la
desproporción de recursos, la sorpresa y la confusión. Luego, fueron privados de su cultura y creencias, sometidos al
trabajo esclavo y finalmente, las enfermedades importadas por los europeos encontraron a sus organismos sin
anticuerpos para resistir los virus y bacterias.
La casi extinción de la población nativa generó otro genocidio; al propiciar el repudiable comercio de seres humanos,
al arrancar millones de africanos de su tierra ancestral para traerlos a nuestro continente como mano de obra esclava.
Medio milenio después, no se puede ocultar el exterminio indígena, salió a la luz otra versión de la historia, atrás
quedaron definiciones como el “Descubrimiento de América”, que pretendía ignorar la existencia de millones de
seres humanos que habían descubierto el continente miles de años atrás. También quedó pasada de moda la más
reciente definición de “Encuentro de dos mundos”, cuando en realidad subyace el aplastamiento de uno por otro.
No se puede dejar de reconocer que la llegada europea a costas americanas produjo un avance notable de la
humanidad, pero el progreso no puede ocultar la magnitud de sangre derramada.
La sociedad capitalista se concibió a partir de la sangre, la esclavitud y el saqueo impulsado por las potencias
europeas de la época.
La denominación improvisada en medio del debate de “encuentro de dos culturas” o “de dos mundos” fue un hábil
intento de falsificar la historia, dado que ese encuentro no tuvo nada de protocolar o pacífico como cínicamente
pretendieron sus ideólogos y difusores.
El genocidio desatado, el saqueo de sus incalculables riquezas y el sometimiento de los supervivientes presentan un
cuadro muy distinto al pretendido y mucho más próximo al de un verdadero “encontronazo” donde el desequilibrio
tecnológico impuso sus trágicas desproporciones.
La expedición de Colón fue la más destacada empresa de las que hicieron posible uno de los acontecimientos más
importantes de la historia humana: tomar conciencia de la magnitud del planeta y poder comunicar sus diversos
puntos geográficos. Se relacionaron mundos antes desconocidos entre sí, algunos en estadios muy primitivos de
desarrollo otros más avanzados como los europeos, que ya conocían la brújula, la pólvora, el papel y la imprenta.
Se modificaron las economías cerradas de esos países para constituir un mercado mundial. “Los descubrimientos de
los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, la esclavización de las poblaciones indígenas,
forzadas a trabajar en el interior de las minas, el comienzo de la conquista y del saqueo de las indias, la conversión
del continente africano en cazadero de esclavos negros, son todos hechos que señalan los albores de la era de
producción capitalista (...) Las riquezas apresadas fuera de Europa por el pillaje, la esclavización y la masacre
refluían hacia la metrópolis donde se transformaban en capital”; “...el capitalismo aparece sudando sangre y lodo por
todos sus poros...”
El oro y la plata americanos contribuyeron a formar los primeros grandes capitales europeos, que dinamizaron la
economía y detonaron la Revolución Industrial.
Así se fue gestando la sociedad capitalista que, como contrapartida, significó un importante avance en la historia de la
humanidad. El capitalismo desplegó sus máximas posibilidades de desarrollo en los países más avanzados de la
época, donde se produjeron los saltos más dinámicos en la primitiva acumulación de capital, basados esencialmente
en el pillaje y la repartición del mundo.
Simultáneamente, se generó un desarrollo incesante en las ciencias, en el conocimiento, en las técnicas productivas,
en las posibilidades de consumo y supervivencia, etc.
El capitalismo logró cumplir un rol progresivo sólo interrumpido por las crisis cíclicas que desquiciaban
periódicamente la producción y su economía, dejando en evidencia las limitaciones del sistema.
A pesar de este notable aporte a la evolución humana, el capitalismo desde sus primeros pasos denotaba
características salvajes, corruptas e inhumanas que hoy se explayan en su total plenitud.
La llegada europea a América motorizó una serie de elementos que hasta ese entonces se manifestaban en forma
embrionaria y que provocaron un verdadero sacudón en la sociedad que comenzaba a desperezarse de la economía
medieval.
A fines del siglo XV, en el continente europeo surgían y se desarrollaban las producciones artesanales que
comenzaron a impulsar la vida comercial y a dinamizar la economía. Las monarquías iniciaron un proceso de
unificación de condados, principados y regiones autónomas insumiendo mayores gastos a sus aparatos estatales;
simultáneamente, comenzaron a eliminarse algunas barreras aduaneras que posibilitaron la instauración de mercados
regionales y luego nacionales.
El primer paso de las transacciones fue el trueque, ante los desiguales requerimientos surgía la necesidad de
establecer compensaciones en valores internacionalmente aceptados, por lo general, se utilizó el oro, la plata y
piedras preciosas.
“El descubrimiento de América se debió a la sed de oro que anteriormente había lanzado a los portugueses hacia
tierras al Africa, porque la industria europea, enormemente desarrollada en los siglos XIV y XV, y el comercio
correspondiente reclamaban más medios de cambio de los que podía abastecer Alemania la gran productora de plata
entre 1450 y 1550...”
El viaje de Colón hizo posible el desarrollo de las grandes compañías navieras, su consecuencia inmediata fue un
impresionante desarrollo del intercambio regional y tasas de ganancia inusitadas, que alimentaron un formidable
proceso de acumulación primitiva de capital, basados esencialmente en el pillaje, la apropiación de los conocimientos
de los pueblos sometidos y de sus territorios.
La situación europea motorizó la búsqueda de nuevas fuentes de ingreso para las monarquías. El propio diario de
viaje de Colón tiene numerosas referencias a la obsesiva necesidad de encontrar oro. Los hallazgos de piezas
ornamentales y rituales de los nativos constituyeron la primera fase del saqueo. En las islas de Cuba, Española y
Puerto Rico en sólo dos o tres años se despojó a los nativos de todo el oro producido en casi un milenio.
Agotada rápidamente esa fase del saqueo, se pasó a la búsqueda desenfrenada de los yacimientos, derribando todo
obstáculo que se erigiera en su camino.
“En menos de una década, los españoles exploraron casi todas las islas del Caribe, especialmente Cuba, Jamaica,
Puerto Rico y La Española. En 1513, Balboa avistó el Pacífico. Durante la década de 1520-30, se inició la conquista
México y Centroamérica. Y en la próxima, la de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile”.
Entre 1503 y 1660 salieron desde tierras americanas hacia España, según constancias documentadas en Sevilla y
Madrid, alrededor de 200 toneladas de oro y 17 mil toneladas de plata. Considerando una relación de once a uno entre
esos dos metales, se llega a las dos mil toneladas de oro, esta acumulación de envíos valuados a precios actuales
rondarían los 28 mil millones de dólares.
Con base a los datos que proporciona Alexander von Humboldt, se ha estimado en unos cinco mil millones de dólares
actuales la magnitud del excedente económico evadido de México entre 1760 y 1809, apenas medio siglo, a través de
las exportaciones de plata y oro” .
Para contar con una aproximación del formidable impacto que generó esta invasión de riquezas a territorio europeo,
basta con tomar como referencia que la totalidad del oro existente para esa época en el “viejo mundo” se estimó en
unos mil millones de dólares y la plata en unos mil quinientos millones de dólares actuales.
Las cifras del saqueo, con seguridad, deberían elevarse notablemente si se considerasen la cantidad de navíos
hundidos, que son cuantiosos en las aguas del mar Caribe, en las costas chilenas y en la confluencia austral de los
océanos Pacífico y Atlántico. La recuperación del cargamento de las bodegas, hace unos años atrás, de “El Preciado”,
frente a costas uruguayas, fue valuado en cifras que oscilaban entre 600 y 3.000 millones de dólares. Sólo en las
proximidades del río de la Plata existen otras ocho embarcaciones hundidas con sus bodegas repletas de oro y plata.
La reactivación comercial desembocará en la Revolución Industrial y en la liquidación de la sociedad medieval. Se
genera así una división internacional del trabajo que adoptó formas de triangulación: América aportó oro, plata,
materias primas y la mano de obra aborigen; Africa suministró la mano de obra esclava que sustituyó a los
exterminados nativos americanos y Europa se llevó la parte del león, ya que produjo y comercializó los productos
manufacturados a la vez que capitalizó las transacciones de los demás vértices de la triangulación.
España y Portugal, que fueron los primeros en avanzar en el proceso de la unidad nacional, indujeron a la revolución
comercial; pero cada vez más su enriquecimiento fue agravando su dependencia con las naciones más
industrializadas. Los ibéricos cumplieron un rol contradictorio, por un lado, fueron los agentes que fortalecieron a la
incipiente burguesía europea, que se enriqueció aceleradamente y comenzó a enfrentar al absolutismo feudal hasta
derrocarlo. En cambio hacia su interior tanto España como Portugal carecieron de una burguesía industrial, razón por
la cual el flujo masivo de riquezas consolidó a la monarquía limitando el futuro de la fugaz prosperidad. Los
principales acaparadores de oro y plata americanas fueron sólo un puerto de paso de esas riquezas, utilizado para las
crecientes demandas del aparato estatal y de las multitudinarias nobleza y clero, su destino final fue capitalizar y
expandir a la burguesía manufacturera francesa, flamenca e inglesa.
Los colonizadores americanos tuvieron un objetivo claramente capitalista. La organización de la extracción, tráfico y
producción fue para generar ganancias prodigiosas y, sobre todo, proveer al mercado mundial.
“Si no inauguraron en el “Nuevo Mundo” un sistema de producción capitalista fue por la inexistencia de un ejército
de trabajadores libres. Esta carencia obligó a los colonizadores a utilizar opciones no capitalistas como
semiesclavitud y esclavitud. Sintetizando: producción y colonización por objetivos capitalistas, relaciones esclavas o
semiesclavas de producción y denominaciones propias del feudalismo fueron los pilares sobre los que se asentó la
Conquista de América”.
El primer impacto para los indígenas ante todo esto, fue el asombro y el miedo ante los cañones de bronce, arcabuces,
mosquetes, pistolones y la fuerza mágica del blanco subido a un caballo. Esto fue aprovechado rápidamente por los
astutos españoles, que dominaron fácilmente a las sociedades más adelantadas de América: los sedentarios aztecas,
incas y mayas. Estas sociedades habían llegado a formas sociales similares a las de los egipcios, asirios y caldeos, con
la existencia de un estado e incipientes formas de explotación tanto de los sectores plebeyos como de las tribus
vecinas que eran violentamente sometidas. Esto explica que las sociedades americanas más desarrolladas y
poderosas, por sus contradicciones internas fueron las que más fácilmente fueron sojuzgadas.
En cambio, las tribus que adoptaban formas sociales comunistas primitivas, fueron las que más dificultades y
resistencia ofrecieron al invasor. Las sociedades nómades dieron valientes batallas para enfrentar el sometimiento;
pero la diferencia abismal de desarrollo económico y tecnológico, expresado en potencial bélico, hacía inexorable el
resultado final.
“Los indios de América sumaban no menos de setenta millones y quizás más, cuando los extranjeros aparecieron en
el horizonte. Un siglo y medio después se habían reducido en total a sólo tres millones y medio...”
El genocidio comenzó a implementarse en la guerra de conquista. Luego, en la explotación inhumana de los
socavones. Allí, los indígenas sufrían el desarraigo, al ser obligados a dejar sus tierras y familias; se les imponía un
ritmo de trabajo para el que no estaban acostumbrados; los socavones les devoraban los pulmones y los dejaba
rápidamente discapacitados. Algunos adelantaban el inexorable final con el suicidio, otros mataban a sus hijos para
liberarlos del yugo inevitable y la capacidad reproductiva se deterioraba paralelamente al desinterés por la vida.
Las rebeldías de las tribus nómades fueron apaciguadas con la acción de la Iglesia, que los sometía por la vía religiosa
para luego obligarlos a trabajar en producciones agrícolas, forzándolos a abandonar su vida ancestral dedicada a la
caza, la pesca y la recolección, generando efectos similares a los socavones.
Otro importante porcentaje de nativos fue víctima de las enfermedades introducidas por los europeos, los organismos
indígenas no estaban preparados para resistir a los virus y bacterias importados. Así, la viruela, tétanos, sífilis, tifus,
lepra, entre otras, produjeron estragos. “Los indios morían como moscas; sus organismos no oponían defensas ante
las enfermedades nuevas. Y los que sobrevivían quedaban debilitados e inútiles. El antropólogo brasileño Darcy
Ribeiro estima que más de la mitad de la población aborigen de América (...) murió contaminada luego del primer
contacto con los hombres blancos” .
América ofrecía enormes posibilidades de enriquecimiento y toda una jauría humana desembarcó en sus costas para
cumplir con esos sueños de prosperidad a cualquier precio. “...la sistematización económica del inmenso espacio
conquistado por los españoles puede ser resumida así: distribución de tierras en cantidad casi ilimitada a los
conquistadores y atribución a los mismos de un gran número de indios adscriptos al trabajo forzado en esas tierras.
Terminado el momento violento de la conquista no se puede decir que la colonización se haya desarrollado sobre
principios diferentes” .
El debate generado por el quinto centenario dejó a las claras la orgía de sangre desatada por el supuesto “encuentro de
dos culturas”. El exterminio de la población nativa junto a las necesidades de mano de obra para ocuparla en las
flamantes explotaciones dio lugar a una nueva rama económica del naciente capitalismo: el tráfico de esclavos.
Ingleses, holandeses y franceses se destacaron en este flamante negocio. Los cazaban como a animales en el Africa,
luego los cargaban en los barcos para atravesar el Atlántico. Su primer destino eran las Antillas, luego prácticamente
toda América.
La reconstrucción de los datos disponibles permite determinar que, en no menos de un siglo, se importaron unos diez
millones de nativos africanos. Según fuentes inglesas, esa estimación se duplica.
Si se toma en cuenta que gran cantidad de africanos morían antes de pisar tierra americana, víctimas de las cacerías,
en el traslado hacia los barcos, en las tortuosas travesías hacinados en las bodegas o en el desembarco, la cifra de
seres arrancados violentamente de Africa puede elevarse a cuarenta o cincuenta millones desde que comenzó este
sucio comercio hasta mediados del siglo diecinueve, provocando el arrasamiento de regiones, aldeas y etnias.
La conquista de América se ejecutó a través de la apabullante superioridad tecnológica y militar europea. Pero esta
brutal dominación se complementó con la sutil participación de la Iglesia. Esta institución siempre cumplió un papel
funcional a los que ostentaron el poder. Su actuación durante la conquista de América no fue muy distinta del rol
cumplido en épocas más recientes, cuando cooperó con regímenes siniestros como los representados por Hitler,
Mussolini, Franco o Videla.
Los religiosos buscaron congraciarse con los nativos al ofrecerles algunas formas de protección ante el salvajismo
colonizador, para luego someterlos por la vía de la imposición cultural y el sometimiento ideológico.
El solo hecho de haber impuesto una creencia distinta, demuestra el profundo desprecio de los sacerdotes hacia las costumbres
ancestrales indígenas. El objetivo de inculcar, catolicismo mediante, la resignación y la docilidad ante el nivel de explotación
infrahumano permitió la incorporación de una cuantiosa mano de obra barata y útil para los proyectos de los europeos.
Las mitas y encomiendas sirvieron para organizar la explotación agropecuaria y minera, gran parte de ellas en beneficios de la
propia Iglesia.
El rol perverso jugado por esta institución medieval fue tan notorio, que ante el debate desatado sólo pudieron erigir la figura del
sacerdote Bartolomé de las Casas, con la intención de neutralizar su complicidad con la barbarie cometida. Pero el propio de las
Casas fue un encomendero que empleó a los nativos para su enriquecimiento personal. Luego, cuestionó el sistema y se proclamó a
favor de la introducción de negros africanos para reemplazar a los diezmados aborígenes antillanos.
Una vez que se consolidaron en el poder, luego de superado el radicalizado y tumultuoso período de la emancipación
latinoamericana, las nacientes oligarquías y burguesías americanas, orientaron su voracidad a ocupar la extensión territorial
expulsando a sangre y fuego a los legítimos dueños de las tierras.
Bibliografía consultada:Nahuel Moreno y George Novak. Feudalismo y Capitalismo en la Colonización de América, Buenos
Aires, 1972, Ediciones Avanzada.Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI, 1989. Ruggiero Romano. Le
Rivoluzioni del centro e Sudamérica, in Le revoluzioni borghesi. Milán, Fratelli Fabbri, 1973.