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El Manto de San José

El documento narra cómo San José tuvo que dejar su manto de boda en prenda para obtener madera para su trabajo. El manto luego curó las enfermedades y cambió los corazones de quienes lo tocaron, incluyendo a un avaro llamado Ismael. Ismael y su esposa se convirtieron y trajeron regalos a San José en agradecimiento, ofreciendo dejar el manto con ellos para seguir bendiciendo a su familia.
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El Manto de San José

El documento narra cómo San José tuvo que dejar su manto de boda en prenda para obtener madera para su trabajo. El manto luego curó las enfermedades y cambió los corazones de quienes lo tocaron, incluyendo a un avaro llamado Ismael. Ismael y su esposa se convirtieron y trajeron regalos a San José en agradecimiento, ofreciendo dejar el manto con ellos para seguir bendiciendo a su familia.
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EL PRODIGIOSO

MANTO DE
SAN JOSÉ
El manto de San José

San José debía ir a las montañas de Hebrón, donde tenía ajustada una partida
de madera, y lo había ido dilatando día tras día hasta ver si podía reunir todo el
dinero; pero fue en vano. Las cosas de los pobres, se hacen sus cuentas y casi
nunca les salen como lo pensaron, José no tenía reunido más que la mitad del
dinero y el caso es que no podía esperar más tiempo; era necesario servir a los
parroquianos y por tanto partir a por la madera.

—Si te parece bien –le dijo la Santísima Virgen María-, lo pediré a los
parientes.
—Yo iré -contestó José.
—No, esposo mío -suplicó María-; has de hacer un largo viaje y no te debes
cansar -y cubriendo su cabeza según la costumbre, salió de casa. Al regresar
le dijo:

—No hay dinero. Lo he pedido en varias casas, y todas se han excusado;


indudablemente es que no tienen, porque si hubieran tenido ¿cómo se habrían
de negar a darlo? Pero he pensado una cosa, -continuó María, procurando
ocultar tras una dulce sonrisa el sentimiento que su corazón sentía-;… he
pensado que dejes el manto en prenda y con eso el dueño de la madera se
dará por satisfecho.
—No has pensado mal -dijo San José, bajando sus ojos, porque su esposa no
los viera arrasados en lágrimas.
—Adiós, esposo mío -dijo María al despedirle-. El Dios de Abraham te
acompañe y su ángel te dirija.
—Adiós esposa mía; procuraré volver pronto.

Y marchó el santo con la mitad del dinero y el manto nuevo que María le había
regalado en el día de su boda.

***

1
—Dios te guarde, Ismael, -dijo el Santo padre de Jesús cortésmente al llegar a
la presencia del dueño de los troncos contratados.
—¿Vienes ya por la madera? -fue la contestación al saludo de José-; bien
podías haber venido antes; en poco ha estado que te quedes sin ninguna.

Ismael tenía mal genio, era un avaro sin entrañas, en su casa no había visto
nunca la paz, su pasión era el dinero y todo esto lo conocía José desde que le
estaba tratando, por lo cual podemos presumir la poca confianza y el miedo
que había de tener por declarar el estado de su bolsillo. Escogió los maderos,
apartándolos a un lado, y cuando ya iba a partir para Nazaret, llegado el
momento supremo, llamó aparte a Ismael, y le habló de esta manera:

—¡Dispénsame que no traigo más que la mitad del dinero; tú sabes que
siempre te he pagado al contado. Espérame y ten paciencia y te pagaré hasta
el último cuadrante; quédate con esta capa en prenda.

Ismael quiso que se llevara la mitad de los troncos, protestó y volvió a


protestar, de tal manera, que estuvo a punto de desbaratarse el contrato, pero
al cabo cedió aunque no de muy buen grado, quedándose con el manto de
boda de San José.

El avaro Ismael tenía enfermos los ojos hacía tiempo con úlceras, y a pesar de
invertir en médicos y medicinas no había logrado la salud; casi había perdido la
esperanza de sanar; por lo cual se llenó de sorpresa a la mañana siguiente
cuando se encontró que sus ojos estaban sanos como si nunca hubiese
padecido.

—¿Qué es esto? -se decía-. ¡Ayer enfermos con úlceras incurables, según
opinión de los médicos, y hoy sanos sin medicina alguna!

No dio Ismael con la causa y al llegar a su casa contó a su esposa el prodigio.


Eva, que así se llamaba ésta, era un verdadero basilisco, tenía un genio de
fiera, y desde que se había casado con Ismael jamás había tenido paz, ni
dicha, ni tranquilidad, ni gusto en el matrimonio; pero aquella noche estaba

2
hecha una cordera. ¡Qué dulzura en sus palabras! ¡Qué mansedumbre! ¡Qué
alegría en su rostro antes sombrío y arrugado por la ira: "¿Qué es esto? ¿Qué
variación es esta? ¿Quién habrá traído este cambio?" se preguntaba a sí
mismo el esposo.

—Toma este manto y guárdalo por ahí -le dijo a Eva-. Es de José, el carpintero
de Nazaret, y ha de venir a llevárselo; este manto debe ser el que ha traído la
paz y la tranquilidad de esta casa -dijo casi pensarlo el esposo-. Desde que lo
puse sobre mis hombros para traerlo, siento en mí tal mudanza, tales afectos y
tales deseos, que no puede ser otra la causa. Oyeron entonces ruido en el
establo y, cortando la conversación, se tiró del lecho Ismael y acudió a ver lo
que era.

Una vaca, la mejor, la más gruesa, se retorcía en el suelo presa de un dolor


horrible. ¡Pobre animal! A pesar de los remedios que ambos esposos le
prodigaron no se mejoraba; al contrario, parecía que iba a expirar. Se acordó
Ismael del Manto de José y comunicó a Eva su pensamiento; nada perdían.
Pero si la vaca sanaba, sabrían que el Manto era la causa de su dicha y del
bienestar que disfrutaban.

Fue nada más ponerle la capa y el animal se levantó del suelo donde antes se
retorcía por la fuerza del dolor. La vaca se puso a comer como si nada hubiese
pasado.

—¿Lo ves? -dijo Ismael-, este manto es un tesoro. Desde que él está en
nuestra compañía, somos felices. Conservemos esta prenda de los cielos; no
nos desprendamos de ella ni aunque nos dieran todo el oro del mundo.
—¿Ni al mismo dueño se la devolveremos?-dijo Eva inquieta.
—Ni al mismo dueño -contestó resueltamente Ismael.
—Entonces -dijo Eva- le compraremos otra mejor que ésta, en el mercado de
Jerusalén, y si te parece bien iremos los dos a llevársela.
—Sí -contestó el marido-. Yo le perdono la deuda y además estoy dispuesto a
darle de aquí en adelante toda la madera que necesite.
—¿No has dicho que tiene un hijo llamado Jesús? -preguntó Eva-. Le llevaré

3
de regalo un par de corderos blancos y un par de palomas como la nieve, y a
María aceite y miel. ¿Te parece bien, esposo mío?
—Todo me parece bien –contestó-. Mañana iremos a Jerusalén y desde allí a
Nazaret.

Cuando estaban los camellos preparados para el viaje, llegó jadeante el


hermano menor de Ismael, diciendo que la casa de su padre estaba ardiendo y
había que llevar el Manto del Carpintero, con el fin de apagar el incendio. No
había tiempo que perder. Los dos hermanos corrieron precipitadamente a la
casa del padre y al llegar, cortaron un pedazo del milagroso manto y lo
arrojaron al fuego. No hubo necesidad de derramar una sola gota de agua;
aquello fue bastante para atajar el incendio y apagarlo. Las gentes se
admiraron al ver el prodigio y bendijeron al Señor.

—Qué fue -preguntó Eva al verlos llegar- ¿se ha apagado el fuego?


—Sí -contestó el esposo lleno de satisfacción-; un pedazo del manto ha
bastado para realizar el milagro.

Días después se bajaron de sus camellos a la puerta del Carpintero de


Nazaret. Ismael, el antiguo usurero y Eva su esposa, venían llenos de humildad
a postrarse a los pies de José y María y a hacerles varios regalos. Al verlos
San José y la Santísima Virgen María creyeron que vendrían reclamando la
deuda y se llenaron de tristeza porque aún no tenían el dinero reunido. Pero el
entrar en la casa donde José, María y el Niño Jesús estaban, se pusieron
ambos de rodillas, y tomando la palabra Ismael, dijo:

—Venimos mi esposa y yo a darte las gracias por los inmensos bienes que
hemos recibido del cielo desde que me dejaste el manto en prenda; y no nos
levantaremos de aquí sin obtener tu consentimiento de quedarnos con él para
que siga protegiendo mi casa, mi matrimonio, mis intereses y mis hijos.
—Levantaos -dijo José, tendiéndoles las manos para ayudarles.
—iOh, santo Profeta! -respondió Ismael en un arrobo espiritual-; permite hablar
a tu siervo de rodillas y escucha estas palabras: Yo estaba enfermo de los ojos
y por medio de tu manto se han curado; era usurero, altivo, rencoroso y hombre

4
sin entrañas y me he convertido a Dios; mi esposa estaba dominada por la ira y
ahora es un ángel de paz; me debían grandes cantidades y las he cobrado
todas sin costarme trabajo alguno; estaba enferma la mejor de mis vacas y ha
sanado de repente; se incendió, en fin, la casa de mi padre y se apagó el fuego
instantáneamente al arrojar en medio de las llamas un pedazo de tu manto
—¡Loado sea Dios por todo! -dijo bajando los ojos el santo Carpintero-.
Levantaos, que no está bien que estéis de rodillas delante de un hombre tan
miserable como yo.
—Aún no he terminado -respondió Ismael-. Tú no eres un hombre como los
demás, sino un Santo, un Profeta, un ángel en la tierra. Te traigo un manto
nuevo, de los mejores que se tejen en Sidón; a María tu esposa, le traemos
aceite y miel, y a Jesús, tu hijo, le regala mi esposa un par de corderos blancos
y un par de palomas más blancas que la nieve del Líbano. Aceptad estos
pobres obsequios, disponed de mi casa, de mis ganados de mis bosques, de
mis riquezas, de todo lo que poseemos, y... ¡no me pidáis vuestro manto!

— Quedaos con él, ¡en buena hora! -dijo el Santo Carpintero-; y gracias,
muchas gracias por vuestros ofrecimientos y regalos.

Y mientras se levantaban del suelo y acercaban los presentes, les dijo María:

—Sabed, buenos esposos, que Dios ha determinado bendecir todas


aquellas familias que se pongan bajo el Manto protector de mi santo
esposo. No os extrañen pues los prodigios obrados; otros mayores
veréis; amad a José, servidle, guardad el Manto, divididlo entre vuestros
hijos, y sea ésta la mejor herencia que les dejéis en el mundo.

…Y es sabido que los esposos guardaron fielmente los consejos de la


Santísima Virgen María y fueron siempre felices, lo mismo que sus hijos y los
hijos de sus hijos.

ORACIONES DEL SACRO MANTO SAN JOSE:

5
Se va rezando durante el día, hasta completar nueve veces cada oración:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Jesús, María y José, les doy mi corazón y mi alma.

A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José
a una posición de dignidad tan excepcional:

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Oh Glorioso Patriarca San José, aquí estoy yo, humildemente


postrado ante ti. Te ofrezco este Manto precioso, mientras que prometo
mis más sincera y fiel devoción. Todo aquello que yo pueda hacer para
honrarte a lo largo de mi vida, me propongo hacerlo para probar mi amor
por ti.

Ayúdame, San José. Asísteme ahora y durante toda mi vida, pero


especialmente en el momento de mi muerte, como tu fuiste asistido por
Jesús y María, para unirnos un día en el Cielo y allí honrarte por toda la
eternidad. Amén.

6
II

Oh Glorioso Patriarca San José, postrado, delante de ti y de tu Divino


Hijo, Jesús, te ofrezco, con sincera devoción, este precioso conjunto
de oraciones, en recuerdo de las numerosas virtudes que adornan tu
sagrada Persona. En ti, se cumplió el sueño del primer José, aquél del
antiguo testamento, que fue una anticipación de tu figura. De hecho, no
sólo te ha rodeado de los rayos del Sol Divino, Jesús, sino que también te
aclaró en la brillante luz de la luna mística, María.

Oh Glorioso Patriarca, si el ejemplo del anciano Jacob, quien fue


personalmente a felicitar a su hijo predilecto, quien fue exaltado en el
trono de Egipto, sirvió para traer a todos sus descendientes allí, acaso,
¿No deben el ejemplo de Jesús y María, que te honran con respeto y
confianza, enseñarme a ir con mis súplicas a ti, yo, tu fiel devoto, que me
presento con este Manto precioso en tu honor?

Oh gran Santo, que el Señor me dirija sobre mí una mirada de


benevolencia. Y como el José de Egipto, no rechazó sus hermanos
culpables, sino más bien los acepto con amor y protección y los salvó del
hambre y la muerte, te lo suplico, Oh Glorioso Patriarca, a través de tu
intercesión, haz que el Señor nunca me abandone en este exilio de valle
de dolores.

Consígueme la Gracia de conservarme siempre entre tus fieles devotos,


que viven tranquilos y seguros, bajo el Manto de tu patrocinio. Este,
tu patrocinio, lo quiero para todos los días de mi vida y sobre todo en el
momento en que respire mi último aliento. Amén

ORACIONES

7
I

Yo te saludo oh Glorioso San José, tú que estás encargado de


invaluables tesoros del Cielo y la Tierra y eres el Padre adoptivo de Aquel
que nutren a todas las criaturas del universo. Tú eres, después de María,
el santo más digno de nuestro amor y devoción. Tú solo, por encima de
todos los Santos, has sido elegido para ese honor supremo de la crianza,
orientación, de alimentar e incluso abrazar al Mesías, a quien tantos reyes
y profetas habrían deseado mirar.

San José, salva mi alma y obtén para mí de la Divina Misericordia de Dios


la petición que te ruego humildemente (expresamos con palabras claras y
directas la petición que le dirigimos con la aclaración final: «siempre que
ello no sea contrario a mi santidad o la santidad de aquellos por quien te
pido»). Y para las almas del Purgatorio, concédeles un gran alivio en su
dolor.

A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José
a una posición de dignidad tan excepcional:

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

II

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Oh poderoso San José, tú fuiste proclamado patrono de la Iglesia
Universal, por lo tanto, yo pido tu auxilio, por encima de todos los otros
Santos, como el mayor protector de los afligidos, y ofrezco incontables
bendiciones a tu generoso corazón , siempre dispuesto a ayudar en
cualquier necesidad.

A ti, oh Glorioso San José, vienen las viudas, los huérfanos, los
abandonados, los afligidos, los oprimidos. No hay dolor, angustia o
agonía que no has consolado. Dígnate, te ruego, utilizar en mi nombre los
dones que Dios te ha dado, hasta que a mi también me concedas la
respuesta a mi petición y que las almas benditas del purgatorio, recen a
San José por mí.

A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José
a una posición de dignidad tan excepcional:

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

III

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Innumerables son aquellos que han rezado a ti antes que yo y han
recibido consuelo y paz, gracias y favores. Mi corazón, tan triste y
doloroso, no puede encontrar reposo en medio de esta prueba que me
acosa. Oh Glorioso San José, tú sabes todas mis necesidades, incluso
antes de que las pronuncie en la oración. Tú sabes lo importante que esta
petición es para mí. Me postro ante ti mientras suspiro bajo el peso del
problema que se enfrenta a mí.

No hay corazón humano en el cual puedo confiar mi dolor, y aunque me


encuentre a un ser compasivo que estaría dispuesto a asistirme, todavía
no podría ayudarme. Sólo tú puedes ayudarme en mi dolor, San José, y te
ruego oigas mi súplica.
Acaso No ha dejado Santa Teresa escrito en sus diálogos que el mundo
debe siempre saber: «Todo lo que pidáis de San José, lo recibiréis.»

Oh San José, consolador de los afligidos, ten piedad de mi tristeza y


compadécete de las pobres almas que ponen en ti tanta esperanza en sus
oraciones.
(Recitar un Gloria 3 veces a nuestro Padre Celestial en acción de gracias
por haber exaltado de San José a una posición de dignidad tan
excepcional.)

IV

Oh Sublime Patriarca San José, a causa de tu perfecta obediencia a Dios,


interceder por mí.
Por tu santa vida llena de gracia y de méritos, oye mi oración.
Por tu nombre dulcísimo, ayúdeme.
Por tus lágrimas santísimas, confórtame.

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Para tu siete dolores, intercede por mí.
Por tus siete alegrías, consuélame.
De todo mal del cuerpo y del alma, líbrame.
De todos los peligros y desastres, sálvame.
Ayúdame con tu poderosa intercesión y obtenme, por tu poder y
misericordia, todo lo necesario para mi salvación y en particular el favor
(expresamos con palabras claras y directas la petición que le dirigimos
con la aclaración final: «siempre que ello no sea contrario a mi santidad o
la santidad de aquellos por quien te pido») que ahora te presento con
gran necesidad.

A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José
a una posición de dignidad tan excepcional:

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Oh Glorioso San José, son innumerables las gracias y favores que has
obtenido para las almas afligidas. Asistes a los Enfermos de cualquier
naturaleza, ayudas a los oprimidos, perseguidos, traicionados, privado de
todo consuelo humano, incluso aquellos que necesitan del pan de
vida, todos los que implora tu poderosa intercesión son consolados en
su aflicción.

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Oh querido San José, no permita que yo sea el único de todos los que
han apelado a ti, a quien niegues esta petición que yo tan ardientemente
te suplico. Demuéstrame incluso a mí, tu bondad y generosidad, para que
pueda gritar en acción de gracias, «¡Gloria eterna a nuestro Santo
Patriarca San José, mi gran protector en la Tierra y el defensor de las
Almas Santas en el Purgatorio.»

A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José
a una posición de dignidad tan excepcional:

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

VI

Eterno Padre, que estás en el cielo, por los méritos de Jesús y María, te
ruego me concedas mi petición. En el nombre de Jesús y María, me
postro ante tu presencia Divina y te ruego que aceptes mi súplica llenas
de esperanzas para perseverar en la oración para que pueda ser contado
entre la multitud de aquellos que viven bajo el patrocinio de San José.
Extiende tu bendición sobre este precioso tesoro de las oraciones que
ofrezco hoy a él como prenda de mi devoción.

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A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José
a una posición de dignidad tan excepcional:

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Súplicas en honor de la vida oculta de San José con Jesús y María:

San José, ruega para que Jesús pueda entrar en mi alma y me santifique.
San José, ruega para que Jesús pueda entrar en mi corazón e inspirarme
con la caridad.
San José, ruega para que Jesús pueda entrar en mi mente y me ilumine.
San José, ruega para que Jesús pueda guiar mi voluntad y la refuerce.
San José, ruega para que Jesús pueda dirigir mis pensamientos y
purificarlos.
San José, ruega para que Jesús pueda guiar mis deseos y dirigirlos.
San José, ruega para que Jesús pueda mirar mis acciones y extienda sobre
mi sus bendiciones.
San José, ruega para que Jesús me inflame de amor por él.
San José, solicita de mi parte a Jesús la imitación de tus virtudes.
San José, pide de mi parte a Jesús un verdadero espíritu de humildad .
San José, pide de mi parte a Jesús mansedumbre de corazón.
San José, pide de mi parte a Jesús la paz del alma.
San José, pide de mi parte a Jesús el santo temor del Señor.
San José, pide de mi parte a Jesús un deseo de perfección.

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San José, pide de mi parte a Jesús una dulzura de corazón.
San José, pide de mi parte a Jesús un corazón puro y caritativo.
San José, pide de mi parte a Jesús la sabiduría de la fe.
San José, pide de mi parte a Jesús su bendición de la perseverancia de mis
buenas obras.
San José, pide de mi parte a Jesús la fuerza para llevar mis cruces.
San José, pide de mi parte a Jesús el desprecio por los bienes materiales
de este mundo.
San José, pide de mi parte a Jesús la gracia de caminar siempre en el
camino angosto hacia el Cielo.
San José, pide de mi parte a Jesús la gracia de evitar toda ocasión de
pecado.
San José, pide de mi parte a Jesús un deseo santo de la felicidad eterna.
San José, pide de mi parte a Jesús la gracia de la perseverancia final.

San José, no me abandones.


San José, ruega que mi corazón nunca deje de amarte y que mis labios
nunca dejen jamás de elogiarte.
San José, por el amor que le tienes a Jesús, haz que yo pueda aprender a
amarlo.
San José, amablemente acéptame como tu fiel devoto.
San José, yo me entrego a ti, acepta mis ruegos y escucha mi oración.
San José, no me abandones en la hora de mi muerte.

Jesús, María y José, yo les doy mi corazón y mi alma.

A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José
a una posición de dignidad tan excepcional:

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Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era un principio por los
siglos de los siglos. Amén

Invocaciones a San José

Acuérdate, oh purísimo esposo de María y mi amadísimo guardián, San


José, que jamás se ha oído decir que alguno de los que han implorado tu
protección y pedido tu ayuda, ha sido dejado sin consuelo. Animado con
esta confianza, acudo a ti con todo el fervor de mi espíritu, me
encomiendo a ti. No desprecies mi súplica, oh Padre Adoptivo del
Salvador, antes bien, dígnate recibirla favorablemente y concedérmela.
Amén.

II

Glorioso San José, esposo de la Santísima Virgen María y virginal padre


de Jesús, guárdame y vela por mí, llévame por el camino de la gracia
santificante, presta atención a las necesidades urgentes que ahora te pido
que envuelvas dentro de los pliegues de tu manto paternal. Aparta de mí,
los obstáculos y las dificultades que se encuentran en el camino de mi
oración y concede que la feliz respuesta a mi petición puede servir para la

15
mayor gloria de Dios y mi salvación eterna.
Como prenda de mi eterna gratitud, me comprometo a difundir la noticia
de tu gloria, mientras que dar gracias al Señor por tener tanta bendición
de tu poder y maravillas en el Cielo y la Tierra

Letanías de San José:

Señor, ten misericordia de nosotros


Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David, ruega por nosotros.
Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.
Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.
Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.
Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.
Celoso defensor de Cristo, ruega por nosotros.
Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.
José, justísimo, ruega por nosotros.
José, castísimo, ruega por nosotros.
José, prudentísimo, ruega por nosotros.
José, valentísimo, ruega por nosotros.
José, fidelísimo, ruega por nosotros.
Espejo de paciencia, ruega por nosotros.
Amante de la pobreza, ruega por nosotros.

16
Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.
Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.
Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.
Sostén de las familias, ruega por nosotros.
Consuelo de los desgraciados, ruega por nosotros.
Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.
Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.
Terror de los demonios, ruega por nosotros.
Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de
nosotros.
Le estableció señor de su casa.
Y jefe de toda su hacienda.

Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José


por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos
tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú
que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

Oremos

Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por


Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que
merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como
protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén

Oración final al Sacro Manto:

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Oh Glorioso Patriarca San José, tú que fuiste elegido por Dios por encima
de todos los hombres para ser la cabeza terrenal de la más santa de las
familias, te ruego que me aceptes en los pliegues de tu manto sagrado,
que llegues a ser el guardián y custodio de mi alma.
A partir de este momento, yo te elijo como mi padre, mi protector, mi
consejero, mi Santo Patrón y te ruego que custodies mi cuerpo, mi alma,
todo lo que soy, todo lo que poseo, mi vida y mi muerte.

Mírame como uno de tus hijos; defiéndeme de la traición de mis


enemigos, invisible o visibles, ayúdame en todo momento en todas mis
necesidades, consuélame en las amarguras de mi vida, y especialmente a
la hora de mi muerte. Di tan solo una palabra a mí favor al Divino
Redentor a quien tú fuiste considerado digno de sostenerlo en tus brazos,
y ser digno de la Santísima Virgen María, tu castísima esposa.

Pide para mí las bendiciones que me llevarán a la salvación. Inclúyeme


dentro de los más queridos por ti y yo te demostraré que soy digno de tu
especial amparo. Amén.

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