PROGRAMA INTENSIVO EN COACHING PARA MUJERES Y LIDERAZGO FEMENINO –ACEPTARTE-
-Este material es una transcripción para fines didácticos-
LAS 5 HERIDAS QUE IMPIDEN
SER UNO MISMO
Lise Bourbeau
Quiero compartir unas enseñanzas que me han ayudado a comprenderme y a
amarme. Me baso en las enseñanzas de Lise Bourbeau y su libro “Heal your
wounds & find your true Self”. Descubrir mis heridas me ha permitido aceptarme
más y eso ha marcado un antes y un después. De todo lo que vengo haciendo
desde hace 10 años para mi crecimiento personal, lo que aquí comparto ha sido
y es muy eficaz y transformador.
Nuestra alma elige los padres y las circunstancias de nacimiento por razones
muy precisas. Venimos a experimentar una serie de vivencias para sanar una
serie de heridas, y así integrar la personalidad con el alma. Venimos a aprender
a aceptar y amar incondicionalmente partes de nosotros que hasta ahora han
vivido ignoradas y con miedo. Somos atraídos hacia padres con heridas como
las nuestras para recordarnos qué hemos venido a amar. Aprender a aceptar
nuestras heridas es aprender a ser responsables y a amarnos
incondicionalmente, y esa es la llave para la transformación y la sanación del
alma.
¿Te has dado cuenta que cuando acusas a alguien de algo, esa persona te
acusa a ti de lo mismo? Chequealo con la otra persona, y aparte de
sorprenderte, verás cómo te liberas de juicios.
No aceptar nuestra herida, sentirnos culpables, con vergüenza o juzgarnos, es
atraer circunstancias y personas que nos harán sentir esa herida no aceptada.
Aceptar la herida no significa que sea nuestra preferencia tenerla; significa que,
como seres espirituales que elegimos vivir la experiencia humana para
espiritualizar la materia, nos permitimos experimentar esa herida sin juzgarnos y
aprender de la experiencia. Mientras haya miedo, hay herida y hay un juicio o
creencia que bloquea su sanación. Cuando aprendemos a aceptar nuestras
heridas estamos desarrollando el amor y estamos espiritualizando la materia.
La sanación se produce totalmente cuando nos aceptamos a nosotros. El perdón
hacia uno mismo es lo que finalmente nos sana, y para eso hay que aceptar que
uno mismo es responsable de todo lo que le ocurre, y aceptar que ha acusado a
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otros de hacer lo que uno mismo hace a los demás. En el fondo, todos somos
humanos, y aceptar nuestras limitaciones es lo que nos hace humildes y nos
permite descubrir nuestra herencia divina.
Las cinco heridas del alma más comunes son:
- El rechazo
- El abandono
- La humillación
- La traición
- La injusticia
No necesariamente tenemos las cinco heridas. Con humildad y sinceridad cada
cual puede reconocer sus heridas. Reconocer nuestra limitación humana es el
primer paso en el proceso de sanación. Si nos cuesta identificar nuestras heridas
es porque nos ocultamos tras una máscara, que se construyó para no ver ni sentir
esa herida. Las máscaras de cada herida son las siguientes:
- Rechazo -----> Retraimiento
- Abandono ---> Dependencia
- Humillación --> Masoquismo emocional y mental
- Traición ------> Control
- Injusticia -----> Rigidez
LA HERIDA DEL RECHAZO Y SU MÁSCARA DE RETIRADA
Rechazar alguien es repelerlo, echarlo. La persona que nos rechaza nos dice “no
te quiero a mi lado”. La persona que nos abandona dice “no puedo tenerte
conmigo”, y nos deja para ir en busca de algo o de alguien. Hay que tener clara
la diferencia entre rechazo y abandono. La herida del rechazo es muy profunda,
pues hace sentir a uno que su “derecho a existir” está siendo rechazado. Un
ejemplo claro son los bebés que no son bienvenidos al tenerse por accidente. La
herida se activa sobretodo en la relación con el padre del mismo sexo. Es del
todo humano pues, que no aceptes o odies al padre que tiene el mismo sexo que
tú. No significa que tu padre te rechazara. Significa que tu interpretaste una o
varias experiencias como si fueran un rechazo de tu persona. Otra persona lo
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podría haber vivido como una humillación. Piensa que cuando un padre no se
acepta sí mismo/a (se rechaza) y tiene un hijo del mismo sexo, es normal y
humano que inconscientemente rechace a ese hijo, pues constantemente le
recuerda su propio auto rechazo.
Si sufres de la herida del rechazo, la no aceptación del padre del mismo sexo
explica las dificultades que tienes en aceptarte y amarte a ti mismo/a. El padre
del mismo sexo nos enseña a amar, a dar amor. El padre del sexo contrario
nos enseña a ser amados, a recibir amor.
La persona con esta herida tiene ganas de desaparecer. No quiere ocupar su
espacio en la vida por miedo a ser rechazado. La máscara tras la cual se esconde
esta herida se llama “retraimiento”, “retirada” o withdrawal en inglés. Sus cuerpos
casi no tienen carne en los huesos, indicando que quieren desaparecer. Son
personas que se cuestionan su derecho a existir, y parecen que no están
totalmente encarnadas o enraizadas en sus cuerpos. Los niños que construyen
la máscara de retirada para no sentir el rechazo, son niños que viven en un
mundo imaginario, son niños calmados que no hacen demasiado ruido y pasan
desapercibidos.
Sus cuerpos parecen frágiles, y eso hace que la madre sobreproteja al niño. Los
niños sobreprotegidos se sienten sofocados por la madre; se sienten rechazados
por no ser aceptados con sus limitaciones, tal y como son.
La persona que sufre el rechazo vive separada del mundo material, incluso de su
instinto sexual. Suele atraer parejas que le rechaza sexualmente, o simplemente
decide cortar su sexualidad por considerarlo “poco espiritual”. Los retraídos creen
que no tienen ningún valor. Por eso intentarán ser perfectos, para merecer ese
valor que sienten que les falta. Un hombre que diga “a los ojos de mi padre no
soy nadie, y no hago nada bien” intentará ser perfecto (con todo el sufrimiento
que conlleva tal exigencia) para ganarse algo de auto-valoración. Para ellos, ser
juzgados por lo que hacen es igual a ser rechazados. Quieren hacerlo todo tan
perfecto que les toma más tiempo de lo normal. Los retraídos no sabrían qué
hacer si reciben demasiada atención. Es como si su existencia fuera demasiada
para ellos mismos. Por eso prefieren estar solos. Al aislarse lo que hacen es
sentirse más y más marginados o rechazados.
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Los retraídos se angustian cuando piensan que han podido rechazar algo o
alguien (especialmente del sexo opuesto). Si tienes miedo a rechazar alguien,
probablemente terminarás haciéndolo. Cuanto más miedo tenemos, más
probabilidades hay que ese algo se materialice. Los retraídos se comparan con
otros, y siempre se encuentran con menos valía que los demás. Les cuesta creer
que alguien se pueda fijar en ellos e incluso enamorarse de ellos. Normalmente
sabotean sus éxitos, pues no se sienten merecedores. Si sienten que acaparan
demasiado espacio o atención, se bloquean pensando que están molestando a
los demás, y temen ser rechazados. La parálisis ocurre sobre todo con gente del
mismo sexo.
Si alguien les interrumpe cuando hablan, pensarán que es porque “no son
suficientemente importantes”, y dejarán de hablar. Si interrumpes a alguien que
no sufre de la herida del rechazo, pensará que “lo que dice no es importante”,
pero él sigue siendo igual de importante que antes. Los retraídos tienen miedo a
dar su opinión si no se les pregunta, por miedo a confrontar a los demás, y
exponerse a un rechazo. Tienen miedo a molestar a los demás. Se ocultan tras
la máscara de la “vergüenza” y les impide mostrarse y ocupar su lugar. Sus ojos
esconden miedo. Pueden tener problemas de memoria debido a ese miedo tan
profundo. Para retirarse más acuden a veces a las drogas y al alcohol. No se
permiten ser niños, se fuerzan a madurar rápido pensando que así serán menos
vulnerables al rechazo. Por eso parte de su cuerpo parece a la de un niño. Como
tienen dificultad para reconocerse como “alguien”, a menudo tratan de llegar a
ser como otra persona. Si no se dan permiso para odiar al padre del mismo sexo,
su rechazo no aceptado puede conducirles al cáncer, una enfermedad asociada
con el resentimiento que se sufre en aislamiento. Si reconoces que sufres de la
herida del rechazo, es muy probable que el padre de igual sexo que tú también
la sufra, y no sólo se haya sentido rechazado por su padre del mismo sexo, sino
que se sienta rechazado por ti.
Acusamos a otros por todo lo que hacemos nosotros pero no queremos
ver. Por eso atraemos personas que nos muestran qué hacemos a los
demás o a nosotros mismos.
Una vez la herida está sanada, detrás de esa máscara de retraimiento se
encuentran personas:
- Con muchos recursos, dotados para lo creativo y la imaginación.
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- Capaces de trabajar solos.
- Eficientes y con capacidad para tratar el mínimo detalle.
- Capaces de actuar en casos de emergencia.
- Pueden ser felices solos.
LA HERIDA DEL ABANDONO Y SU MÁSCARA DE DEPENDENCIA
La herida del abandono se siente más al nivel del “hacer y tener” que en el nivel
del “ser” (como es el caso de la herida del rechazo).
Situaciones que pueden despertar la herida del abandono son:
- La madre debe ocuparse de su recién nacido bebé. El otro hijo puede sentirse
abandonado.
- Si los padres trabajan todo el día y no tienen tiempo para los niños, pueden
sentirse abandonados.
- Si el niño tiene que estar en cama en el hospital sin entender qué le ocurre,
puede sentirse abandonado.
- Si el niño de quedarse en casa de su tía durante unas cortas vacaciones, puede
sentirse abandonado.
Normalmente la herida del abandono se reaviva con el padre de sexo opuesto.
Normalmente quien sufre de abandono también sufre de rechazo (con el padre
del mismo sexo). Mientras sigamos estando resentidos con alguno de nuestros
padres, tendremos dificultades con las personas del mismo sexo que nuestro
padre a quien no hemos perdonado. Para perdonar, no hay nada mejor que
comprender que él/ella son también víctimas de sus padres, y que les acusamos
de algo que nosotros mismos hacemos a ellos. Quien sufre de abandono siente
que no tiene suficiente alimento afectivo. Para no sentir esa carencia afectiva, se
construyen la máscara de la dependencia. Los dependientes piensan que nunca
serán capaces de valerse por sí mismos, y que necesitan a alguien a quien
apoyarse. Algunas partes de su cuerpo se muestran flácidas o sin tono muscular,
como si no pudieran aguantarse solas. Los dependientes tienden a adoptar el
papel de víctima.
Atraen problemas para atraer la atención de los demás. Pero la atención de los
demás nunca es suficiente para ellos. Sueñan en destacar o tener papeles
“estrella” ante grandes audiencias. Su necesidad de atención es insaciable, por
eso cuando comen no ganan peso, pues hay en ellos una creencia profunda que
dice que “nada es suficiente”.
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A los que adoptan el papel de víctima les suele gustar adoptar el papel de
salvador. Jugarán el papel de “padre o madre” con sus hermanos o tratarán de
salvar alguien a quien aman y que está en dificultades. Hacen para los demás
para sentirse importantes, y esperan afecto a cambio. Asumen responsabilidades
que no les corresponden, y sufren por los demás, dependiendo su felicidad de la
felicidad del otro. Su gran abertura del plexo solar (empatía) no es sana para ellos
ni para los demás. Creen que si logran hacerlo todo bien solos, nadie se ocupará
de ellos en el futuro, y para tratar de evitar ese posible aislamiento, buscan
alguien con quien sentirse apoyados para realizar sus proyectos.
Los dependientes tienen muchos altos y bajos. Su gran miedo a estar solo es lo
que genera esas subidas y bajadas de humor. Pueden aguantar lo inaguantable
con una pareja para no sentirse solos. Viven en la esperanza emocional de que
en el futuro las cosas pueden cambiar. Tiene problemas con la palabra “dejar”.
Si alguien les dice “te tengo que dejar, tengo que irme”, se sentirán heridos.
Tienen dificultades en dejar una situación, persona o lugar. La emoción más
intensa que siente un dependiente es la tristeza. Buscan la compañía de los
demás para no sentir esa tristeza. Pueden usar el sexo para sentirse próximas a
la otra persona.
Tienen miedo de todas las formas de autoridad, pues piensan que alguien
autoritario es frio y no va a cuidarse de ellos. Por eso los dependientes son
cálidos con los otros. Temen recibir demasiada atención de los demás, por miedo
a sentir emociones demasiado profundas de abandono. Tan pronto la relación se
vuelve intensa, buscan una manera de hacer que acabe. Necesitan atención de
su pareja, pero no dan al otro lo que le piden. Si el dependiente quiere tomarse
un rato para leer a solas, todo está bien. Pero si es la pareja quien decide tomarse
un rato para leer a solas, se lo toman como si no fueran importantes para ser
tomados en cuenta. Pueden acusar a Dios de abandonarles en la vida. No se
dan cuenta con qué frecuencia ellos mismos decepcionan a los demás, o con
qué facilidad abandonan proyectos sin acabar. Cuando se dan cuenta del
problema que trae su dependencia, en lugar de aceptarla, intentan ser
independientes. Muchos que tienen la herida del abandono no quieren ver su
dependencia, y se creen los más independientes. La autonomía es sana, no la
independencia.
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LA HERIDA DE LA HUMILLACIÓN Y LA MÁSCARA DEL MASOQUISMO
La herida de la humillación se despierta en el niño cuando este siente que
alguno de sus padres (indistinto el sexo) se siente avergonzado de él, o tiene
miedo que se pueda sentir avergonzado porque se ha ensuciado, porque no
guarda las formas sociales, o porque va mal vestido, etc. El niño se siente
degradado, comparado, mortificado o avergonzado a nivel físico de “hacer” o
“tener”. Uno puede sentirse culpable sin sentirse avergonzado, pero quien se
siente avergonzado también se siente culpable.
Sentimos culpa cuando juzgamos que la cosa que hicimos (o no hicimos)
está mal hecha. Sentimos vergüenza cuando consideramos que nosotros
somos malos por hacer o no hacer algo.
Normalmente la herida se activa con la madre, pero puede activarse con el padre
si este era quien “controlaba” al niño y hacía el papel de madre, enseñándole
como comer correctamente, cómo estar limpio, etc. La humillación se despierta
por ejemplo, cuando el niño escucha a su madre contando a su padre lo que ha
hecho el niño. O cuando la madre descubre al niño tocándose los genitales y le
grita: “no te da vergüenza?”. O cuando el niño ve a su padre desnudo y este
rápidamente se tapa, el niño aprenderá a tener vergüenza de su propio cuerpo.
El niño se siente humillado si siente que sus padres controlan sus movimientos,
dejándole poca libertad. Para no sentir la herida, el niño desarrolla la máscara
masoquista. Con esa protección, el niño aprenderá a castigarse a sí mismo
(humillarse) antes de que lo hagan otros. El cuerpo de una persona con la herida
de la humillación suele ser de formas redondas y llenas.
El masoquista quiere demostrarse a sí mismo que es alguien sólido y que
controla su vida (y la de los demás). A menudo lo encontramos ocupándose de
los problemas de los demás, y olvidándose de sí mismos. Cuanto más
responsabilidades de otros asumen, más peso coge su cuerpo. El masoquista
piensa que ayudando a los demás evitará que se sientan avergonzados de él,
pero a menudo se acaba sintiendo humillado y como si los demás se
aprovecharan de su buena voluntad.
A menudo son mediadores entre dos personas. Los masoquistas no se dan
cuenta que haciendo todo por los demás, acaban humillando a los demás, pues
les hacen sentir que solos no podrían hacerlo. Deben aprender a no tomar tanto
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espacio en la vida de las personas a quienes aman. Deben aprender a dejar los
demás tomar decisiones por sí mismos. Los masoquistas generalmente no están
en contacto con sus sentimientos pues tienen miedo de que los demás o sus
madres se molesten o se avergüencen de ellos. En el fondo les gusta la ropa
bonita y el lujo, pero como creen que tienen que sufrir, no se permiten esos
regalos. Son híper-sensibles, y la mínima cosa les puede herir. Un comentario
crítico ligero les puede hundir. Por eso hacen todo lo posible para no herir a los
demás. Tan pronto alguien a quien aman se siente infeliz, el masoquista se siente
responsables. Se culpan por todo, y asumen la culpa de los demás. Es su manera
de ser “buenas personas”. No se da cuenta que estando tan “empatizado” con el
humor del otro, se desconecta de sus propios sentimientos y necesidades.
A menudo hacen cosas por los demás (como pintar la casa de otro) que no harían
para sí mismos. La mujer que limpia la casa cuando vienen invitados, pero que
no la limpia cuando está sola (pues no se siente lo suficiente importante). El
masoquista se siente unworthy, sin valor, no merecedor de ser amado o
reconocido. Al creer que no tiene valor o importancia, cree que merece sufrir. Los
masoquistas a menudo se sienten sin poder frente aquellos cercanos a quienes
aman. Cuando son culpabilizados (algo que atraen inconscientemente), se
quedan mudos, paralizados, sin saber cómo defenderse. La libertad es muy
importante para los masoquistas. Ser libre significa no tener que dar
explicaciones a nadie, no ser controlado por nadie, hacer lo que quieras cuando
quieras. Cuando eran jóvenes, a los masoquistas les faltó libertad con sus
padres. Cuando consiguen sentirse libres viven al máximo la vida, sin límites. Eso
les lleva a comportamientos extremos (hacen demasiado, ayudan demasiado,
gastan demasiado, creen que tienen demasiado, etc). Cuando viven sin límites
se sienten avergonzados porque se sienten humillados por la mirada y
comentario de los demás. Por eso tienen terror a encontrarse a sí mismos sin
límites: creen que harían cosas que avergonzarían a los demás. Además creen
que si se ponen a sí mismos en primer lugar, no serían de ayuda para los demás.
Su mayor miedo es la libertad. Se sabotean de muchas formas:
- Un hombre que se siente libre de tener varias novias, se creará problemas para
verlas y esconder las unas de las otras.
- Un hombre que se siente atrapado en casa por su mujer controladora, se
buscará dos trabajos para estar siempre fuera de casa. Creerá que así es libre,
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pero se engaña. Lo que un masoquista hace para liberarse en un área le
aprisiona en otra.
Los masoquistas tienen dificultades para satisfacerse o gozar. Cuando sienten
placer estando con alguien o haciendo algo, se critican y se castigan por creer
que están aprovechándose del otro. Aprovecharse del otro es lo último que
quieren ser acusados. Por eso tienen dificultades con la sexualidad, pues les
despierta culpa. De jóvenes se controlaban (reprimían) para que sus madre no
se sintiera avergonzada.
El sentido del deber es muy importante para ellos. Pueden tener problemas de
páncreas (diabetes y hipoglucemia), pues tienen dificultades para tratarse con
dulzura. También pueden tener problemas de corazón pues no se aman a sí
mismos lo suficiente, o no se sienten importantes como para sentir alegría.
Normalmente, su forma de recompensarse es comiendo.
Para ser conscientes de la herida de la humillación, se sugiere que aprendas a
reconocer las veces en que te sientes avergonzado de ti mismo/a o de otros, y
las veces en que te humillas a ti mismo sintiéndote sin ningún valor, o te
comparas o te criticas duramente. Date cuenta las veces que humillas al otro
haciendo demasiado por el otro. Es importante que te des cuenta que tu madre
o padre también sufren la misma herida. Aprende a tomarte tiempo para sentir
tus necesidades antes de decir “sí”. Asume tu responsabilidad y libérate de la
carga y la culpa de los demás. Una vez la herida está sanada, detrás de esa
máscara masoquista se encuentran personas:
- Que conocen y respetan sus necesidades.
- Sensibles a las necesidades de los demás, y capaces de respetar la libertad del
otro.
- Buenos conciliadores o mediadores.
- Joviales.
- Altruistas, generosos.
- Organizadores con talento.
- Sensuales, saben cómo gozar del amor.
- Con mucha dignidad; están orgullosos de ser quienes son.
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LA HERIDA DE LA TRAICIÓN Y LA MÁSCARA DEL CONTROLADOR
El alma que encarna para sanar está herida nace con un padre (del sexo opuesto
al suyo) con quien hay una fuerte atracción o lazo de amor, generando un fuerte
complejo de Edipo que no se ha resuelto. Eso significa que la dependencia del
padre de sexo opuesto es muy fuerte, y en sus relaciones futuras esperarán
mucho de su pareja, esperando recibir lo que no recibieron de su padre/madre.
En sus relaciones les costará comprometerse por miedo ser decepcionadas
(traicionadas). De niño/a se sintió traicionada por el padre de sexo opuesto cada
vez que ese padre no mantenía su palabra promesa, o cada vez que no cumplía
sus expectativas de “padre ideal”. El niño también se sentía traicionado cada vez
que su padre del mismo sexo se sentía traicionado por el padre del sexo opuesto.
Una niña podría sentirse traicionada por su padre si sentía que este le daba
menos atención cuando nació otro hermanito.
Para no sentir la herida de traición, la personalidad construye la máscara del
control. Quieren mostrar al mundo que son gente de confianza, responsables,
con palabra, fuerte, importante.
La traición es tan inaceptable para ellos que son incapaces de reconocer que
ellos mismos podrían ser capaces de traicionar a otros (o a sí mismos). Y eso es
justamente lo que ocurre, aunque les costará mucho reconocerlo. Si por ejemplo
ellos traicionan a alguien no cumpliendo su palabra, encontrarán todo tipo de
excusas para justificarse, incluso pueden mentir (algo inaceptable que hagan los
demás). Son muy hábiles en decir a los demás lo que quieren oír, pero pocas
veces piensan hacer lo que dicen. Los controladores tienen fuertes
personalidades, son líderes en potencia. Piensan que tienen la razón, intentarán
convencerte, y probablemente lo conseguirán. Son de pensamiento y acción
rápida, tienen talento pero les falta paciencia y tolerancia hacia los que son más
lentos. Cuando las cosas no salen a su manera, pueden volverse agresivos con
facilidad, que es una forma de mostrar su “fuerza” y su “control”. En realidad son
las personas que tienen más altos y bajos emocionales, y no se dan cuenta que
con su actitud volátil hacen que los que les rodean se sientan desorientados y
traicionados.
Les gusta tenerlo todo bajo control. Llegan antes a los lugares, les gusta planear
el futuro, son muy exigentes con los demás (pero no tanto consigo mismos), y
encuentran difícil delegar y confiar en los demás. Cuando ven alguien del sexo
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opuesto que no hace nada, le llaman “vago” y encuentran eso como una prueba
para no poder “confiar” en esa persona. A los controladores les gusta que todo el
mundo sepa lo mucho que ellos han hecho están haciendo, para sentirse
responsables y dignos de confianza. Les cuesta mucho revelar sus intimidades,
por miedo a que sea usado en su contra (desconfianza). Sin embargo, son los
primeros en repetir a los demás los rumores de otros, y siempre tendrán “buenas
razones” para hacerlo. Les gusta tener siempre la última palabra, les gusta
organizar la vida de los demás (es una forma de manipular controlar al otro). Son
personas sensibles pero no muestran su sensibilidad pues están ocupados en
mostrar su “fuerza” y su “control”. Tienen que saber un poco de todo pues les
cuesta mucho aceptar que pueden no saberlo todo. Si alguien les pregunta algo
que no saben, antes que decir “no sé” probablemente se inventarán la respuesta
pareciendo que controlan el tema. Odian sentirse controlados. Tienen problemas
con la autoridad, pues piensan que les quieren controlar. No se dan cuenta que
normalmente ellos están dando órdenes a los demás y decidiendo por los demás.
Les gusta saber qué ocurre en todo momento, y dan su opinión sin que se la
pidan. Su reputación es muy importante para ellos. Cuando hablan no se
revelarán completamente; sólo hablarán de cosas que realzan su reputación, su
confianza y su responsabilidad. Tienen miedo a admitir sus miedos y a hablar de
sus debilidades. Tienen mucho miedo a mostrar su vulnerabilidad, por miedo a
que alguien se aproveche de eso y pueda controlarle. No les gustan las
sorpresas, pues pueden perder el control. No se dan cuenta con qué frecuencia
cambian de pensamiento y toman decisiones de último segundo que sorprenden
a los demás. Son rápidos a llamar a los demás “hipócritas”, pues recelan con
facilidad. No se dan cuenta que su actitud muchas veces es manipuladora y de
hablar a las espaldas de los demás. Si alguien no confía en ellos - lo cual es
normal hasta que no se sane la herida- se sienten traicionados.
El controlador tiene mucho miedo del compromiso. Son seductores (para
controlar al otro) pero en el fondo tiene miedo que un fuerte compromiso pueda
romperse, y sentirse traicionados. Pueden confiar más si no hay sexo
involucrado. Sienten más confianza con los amigos que con la pareja, pues con
la pareja el miedo a sentir su herida es mayor. El controlador experimenta más
separaciones y roturas que cualquier otra persona. Creen que tener una pareja
que esté “delante” o al mismo nivel que ellos sería perder el control y la fuerza.
Prefieren apartar esa pareja de su vida para siempre por creer que no es digna
de su confianza. Cuando empiezan a dejar de sentir la pasión/romance con la
pareja, empiezan a sentirse decepcionadas, y encuentran maneras de hacer que
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su pareja les deje, y así no serán acusadas de traición. La causa principal de sus
problemas sexuales tiene que ver con el vínculo que crearon con el padre de
sexo opuesto, a quien idealizaron tanto que ninguna pareja puede cumplir sus
expectativas. Pueden incluso renunciar al gozo sexual, y siempre encuentran una
buena forma de justificar su decisión. Si tienes está herida es importante que te
des cuenta que tu padre de sexo opuesto con quien tu herida se activa, ha sufrido
y sufre probablemente todavía la misma herida con su padre del sexo opuesto.
Normalmente quien tiene la traición como herida, tiene la herida del abandono.
Por no querer aceptar su dependencia afectiva (con el padre de sexo opuesto)
desarrollan la coraza y la máscara de control que les impida ver su herida de
abandono.
LA HERIDA DE LA INJUSTICIA Y LA MÁSCARA DEL RÍGIDO
Sufrimos de la herida de injusticia cuando sentimos que no somos apreciados
por nuestro verdadero valor, cuando no nos sentimos respetados o cuando
creemos que no recibimos lo que merecemos. También sufre esta herida quien
cree que recibe más de lo que se merece. La herida se activa con el padre del
mismo sexo. Si sentíamos que ese padre no expresaba sus sentimientos con
nosotros, sufrimos una relación “fría” y superficial con el/ella, lo cual nos limita a
podernos expresar y ser nosotros mismos. Si el padre del mismo sexo era
además autoritario, crítico y estricto, la herida es mayor. De pequeño quien tiene
esa herida siente que es más apreciado por lo que hace que por lo que es. La
reacción de la persona que sufre la herida es disociarse de sus sentimientos,
como forma de sentirse protegidos y no vulnerables. Para ese fin construyen la
máscara de la rigidez. Físicamente van todo rectos, como si su cuerpo fuera
“perfecto”. En el fondo son injustos a sí mismos, pues no se permiten expresar
sus verdaderos sentimientos. Los rígidos son gente muy sensible, pero esconden
su sensibilidad, actuando como si nada les tocara sus sentimientos. A los ojos de
los demás parecen fríos e insensibles, aunque ellos piensan que son los más
sensibles y cariñosos del mundo. Temen la frialdad en los demás y en sí mismos.
No pueden aceptar ser fríos pues significa no tener corazón, y eso equivale a ser
injusto. Por eso para ellos es tan importante sentir que son “buenas personas” y
“buenas en lo que hacen”. Ellos se consideran “perfectos” en primer lugar, y
“cálidos” en segundo lugar”. Los rígidos buscan la justicia por encima de todo.
Son perfeccionistas y creen que hacer o decir las cosas a la perfección es justo.
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Hacen bien las cosas, y de forma rápida. Quieren hacerlo todo para evitar
problemas, y si alguna vez tienen algún problema prefieren decir que “todo va
bien” para no sentir el sufrimiento. Son muy optimistas. Parecen imperturbables.
Son muy dinámicos, aunque sus movimientos muestran poca flexibilidad,
mostrando que están algo cerrados. No les gusta la autoridad, porque para ellos
la autoridad siempre tiene “razón”. Para ellos, el merecer las cosas es muy
importante. Difícilmente aceptan regalos “sin haberlos merecido” por su esfuerzo.
Harán saber a los demás lo que han hecho o están haciendo para mostrarles que
son merecedores de su reconocimiento.
Cuando piden explicaciones, los rígidos quieren que todos los detalles sean
exactos. Pero cuando ellos tienen que explicar algo, suelen exagerar fácilmente.
A menudo utilizan las palabras: siempre, nunca, mucho. No se dan cuenta que
exagerar los datos no es ser justo. Cuando les preguntas cómo están,
rápidamente te contestarán “muy bien!” para no tomarse el tiempo de sentir cómo
están. La religión tiene un impacto grande en los rígidos. Para ellos el concepto
de “bien” y “mal”, “correcto” o “incorrecto” pesa mucho. Por eso tienen mucho
miedo a cometer errores. Se exigen mucho a sí mismos, les gustaría tenerlo todo
solucionado al instante, son muy impacientes y críticos consigo mismos. Casi
nunca están satisfechos por lo que hacen, y eso les drena energía. Por eso sus
cuerpos suelen ser delgados. Se comparan con los que consideran que son “más
perfectos”, y eso es algo injusto que se hacen a sí mismos. Es una forma de
rechazar su ser. Normalmente de pequeños se sintieron comparados con sus
hermanos/as. Suelen tener problemas de visión, porque es muy difícil para ellos
ver que han tomado decisiones poco acertadas o que tienen una percepción mala
de una situación. Prefieren no ver nada que sea “imperfecto”, pues así no sufren.
Prefieren utilizar la expresión: “no lo veo del todo claro”.
Se sienten culpables si no están haciendo nada mientras otro está trabajando.
Lo viven como una injusticia. Para el rígido es difícil conocer y respetar sus
propios límites. Se imponen obligaciones aunque no sean coherentes con sus
necesidades. Si se permitieran sentir más se harían un favor. Encuentran injusto
tener más privilegios que los demás. Por eso, muchos se sabotean a recibir, otros
se centran en aquello que quejarse (y así olvidar sus privilegios) y otros creen
que tienen que dar a los demás para ser justos. Pueden intervenir en una
situación si ven que no es justa. Les gusta que todo esté en su sitio, ordenado.
Su sistema nervioso está sobreexcitado porque se exigen la perfección, aunque
a los demás les parezca gente tranquila (debido a su auto-control).La emoción
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más común es el enfado, sobre todo hacia ellos mismos, por no alcanzar sus
ideales de perfeccionismo. Deben vigilar su hígado si reprimen mucho el enfado.
Normalmente quieren dar una “segunda oportunidad” a las personas porque
creen que es justo. Si son muy rígidos, no verán su propio enfado y suavizarán
la situación excusando a la otra persona. Los rígidos tienen dificultades en
dejarse ir y sentir placer sexual. Les cuesta expresar su ternura. Son sin
embargo, los de apariencia más sexy. Cuando se encuentran en una situación
emotiva (cumpleaños por ejemplo), tienen dificultad en controlarse.
Si reconoces está herida en ti, puedes sanarla empezando por reconocer cuando
eres injusto con los demás y contigo mismo. Si sientes vergüenza, es señal que
no somos justos con nosotros (ni con los demás). El niño/a que se siente
rechazado, quiere llegar a ser perfecto, pues tal y como es ahora, no es digno de
existir. Cuando pasan los años y el niño siente que su padre del mismo sexo le
ama más, lo consideran injusto. Deciden entonces auto-controlarse, exigirse más
para así no ser rechazados. Así crean la máscara de rigidez. Se apartan de sus
sentimientos para no sentir el dolor del rechazo.
Una vez la herida está sanada, detrás de esa máscara de retraimiento se
encuentran personas:
- Dotados para lo creativo, muy dinámicos y entusiastas.
- Capaces de simplificar, explicar claramente y enseñar.
- Sensibles y conocedores de lo que los otros sienten.
- Saben encontrar la persona adecuada para hacer trabajos específicos.
- Pueden manejar situaciones difíciles.
Una vez eres consciente de una herida, ya has empezado a curarla. Siente esa
herida y siente compasión, aceptación hacia ti. Siente. Acéptate así, tal como
eres en el nivel físico emocional, mental. Acéptate profundamente. Acepta al
niño/a herida. Luego, entrégate a lo Divino dentro de ti, para que desde allí fluya
la Luz y el Amor que realizarán la cura total. Mantén tu consciencia enfocada en
lo profundo de ti, y con Fe y sin expectativas, entrega todo tu Ser (incluidas tus
heridas) a la Voluntad y Amor Divinos que moran en tu corazón. La cura viene de
los niveles de consciencia que están más allá de todo mal, más allá por lo tanto
del plano físico, emocional o mental. Si conectamos internamente con la realidad
en un nivel donde no hay herida, la vibración de aquel nivel fluye hacia nosotros
y nos sana.
PROGRAMA INTENSIVO EN COACHING PARA MUJERES Y LIDERAZGO FEMENINO –ACEPTARTE-
-Este material es una transcripción para fines didácticos-
La cura se produce cuando uno acepta lo que es en el plano físico,
emocional y mental, y sin juzgarlo se entrega totalmente libre de
expectativas a lo Superior que mora en interior del corazón, para que desde
allí las energías se conduzcan según la Voluntad Superior.
Puedes aceptarte porque intuyes que eres mucho más que esas heridas. En
otros niveles de tu Ser, eres Luz, Belleza, Amor y Fuerza infinitas. Hay que
rendirse a lo Superior dentro de uno mismo y aceptar cualquier resultado. Esa
entrega, el silencio y esa fe producen la cura, pero debe realizarse con
sinceridad. Pide desde la humildad de tu corazón “ser Aquello para lo cual fuiste
creado”. Pide está dispuesto a soltar lo que no te sirva, a modificar patrones de
pensamiento y de conducta. Pide servir a la Voluntad Suprema, que es
Omnisciente, Omnipotente y Omnipresente. Acércate a esa Consciencia
Suprema con humildad y entrégate a ella. Entrégate y observa qué es lo que el
yo Superior te pide que hagas o dejes de hacer.
La cura viene de lo profundo de nuestro Ser, donde existen la perfección y la
salud; viene de nuestro propio inconsciente. Agradece ser conducido por lo
Superior en ti y confía en Ello. Puedes confiar que Eres Dios y que estás
ocupándote con amor de ti mismo. Puedes decirle a tu cuerpo que es el Templo
de lo más Puro, y decirle que se tranquilice por el proceso de Purificación que
está atravesando para liberarse viejas cargas que ya no sirven. Puedes encender
cada mañana la llama de tu corazón, con devoción a la Vida por darte la
oportunidad de existir. Puedes volverte un poco más amoroso y abrir tu corazón
poco a poco. Puedes hacer muchas cosas. Hagas lo que hagas, hazlo con Amor
y Fe. Entrégate a lo Superior, es Allí donde empieza la cura, y desde allí las
energías se conducen de forma inteligente.
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Ahora bien, te invitamos a responder las siguientes preguntas:
1. ¿Explica con cuál (es) herida (s) y máscara (s) te sientes identificada?
2. Ahora que lo sabes, ¿Cuál es tu reflexión al respecto?
3. ¿Cuáles acciones tomarás ahora?
4. Realiza un mapa conceptual de esta lectura.
Reporta por escrito a tu Coach de Tribu.