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DERECHO
y
DESACUERDOS
Traduccién de
José Luis Marti y
Agueda Quiroga
Estudio preliminar de
Roberto Gargarella y
José Luis Marti
MARCIAL PONS, EDICIONES JURIDICAS Y SOCIALES, S. A.
MADRID 2005 BARCELONALa colecci6n Filosofia y Derecho publica aquellos trabajos que han superado una
evaluacién andnima realizada por especialistas en la materia, con arreglo a los estén
dares usuales en la comunidad académica internacional.
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© préstamo péblicos.
© Titulo original: Law ond Disagreement. Oxford: Oxford University Press, 1999. Esta
traduccién se publica de acuerdo con Oxford University Press.
Jeremy Waldron
Estudio preliminar de Roberto Gargarella y José Luis Mart
‘Traduccién de José Luis Marti y Agueda Quiroga
MARCIAL PONS _
EDICIONES JURIDICAS Y SOCIALES, S. A.
San Sotero, 6 - 28037 MADRID
‘913043303
ISBN: 84-9768-276-9
‘Depésito legal: M. 50.959-2005
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Fotocomposicién: Ivrortex, S.L.
Impresi6n: Docuprint S.A.
‘Ruta Panamericana Km. 37 Parque Industrial Garin
Garin (Provincia de Buenos Aires)
e000
}LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA INTEGRIDAD am
El contraste aqui no se da entre la justicia perfecta de la utopia
y la imperfeccién moral del mundo real. Si dominase sélo una pers-
pectiva imperfecta en la sociedad (y todos creyéramos en ella) tampoco
habria lugar para la integridad. La integridad es una respuesta a la
variedad y a la disonancia, y no a la imperfeccién como tal", Que
Ia integridad no deba ser una preocupacién indudable en una sociedad
en la que todos sus miembros estén de acuerdo sobre una concepcién
de la justicia (aunque sea falsa) parece suponer que cualquier con-
cepcién de la justicia es en sf misma coherente. Pero esto podria ser
cuestionado: seguramente la expresién «una teorfa incoherente de la
justicia» no es un oximoron, aunque esto tampoco debe perturbarnos.
El concepto de coherencia alberga muchas concepciones distintas. Aun-
que puede haber fests de coherencia que algunas teorfas de la justicia
no pasarian, DWoRKIN no tiene una raz6n independiente para inte-
resarse por las concepciones de la coherencia presupuestas por dichos
tests, Su tesis prescriptiva es que la sociedad como un todo deberfa
mostrar preocupacién por la justicia, una preocupacién que sea fan
coherente como pueda serlo cualquier teoria individual de la justicia. Para
alcanzar la nocién relevante de coherencia, debemos preguntarnos:
«ide qué manera debe ser coherente un conjunto de proposiciones
sobre la justicia a fin de ser considerado una teorfa 0 concepcidn tnica
de la justicia?» Y, segtin Dworxty, la respuesta nos proporcionaré el
test de coherencia que aplicaremos luego a los principios que subyacen
a los arreglos sociales generales ”.
‘Una concepcién tinica, entonces, garantizarfa eo ipso la coherencia
enel sentido relevante. Existe la posibilidad de incoherencia, y entonces
1 Batoy suponiendo que una concepeién de la justcia podrfa ser a la vez coherente y
false. Algunos flésofos han defendido tearias coherentistas de la verdad, de acuerdo con las
‘cuales la verdad en algin dominio es identiticada simplemente por la pertenencia a un conjunto
‘coherente de proposiciones en dicho dominio. Véase Wauxen, 1989. Es tentador decir que
fa teoria del derecho de Dworxin es una teoria coherentista de la verdad en el dominio de
las proposiciones juridicas. Pero deber(amos resistimos a esta tentacin. Ademis de otras cosas,
la coherencia requerida por la integridad es s6lo una dimensiin de la verdad (0 solidez 0 aser
tabilidad) jridiea en la teoria de Dworxtx. Tampoco creo que él sostenga uma teoriacoherentista
de la verdad acerca de la justcia. Como casi todo el mundo, considera que la coherencia es
necesaria para la verdad en este émbito, de ah la importancia de la utopfa. Pero no hay ninguna
‘prueba de que suscriba el punto de vista de que Ia incoherencia es una compatiera inevitable
Se a falsedad.
Es posible hacer el rst ain més severo. En lugar de preguntar cun coherente debe
ser un conjunto de proposiciones a fin de ser considerado como una concepci6a dnica de la
justicia, podriames sencillamente centrar nuestra atencién en la euestién de los desacuerdos
y el conflcto, ZEs este conjunto de proposiciones capaz de generar prescripciones dispares
Sobre Io que debe hacerse, por ejemplo, prescripciones que entren directamente en contradiceién
rmutua «todas-Ias-cosas-consideradas»? Si lo es, hard emerger entonces todos los problemas que
despiertan nuestro interés por Ia integridad. Por otra parte, si una teoria parece incoherente
‘desde algin estindar formal pero no genera, ni es capaz de generar tales conflitos presciptivos
‘agudos en el mundo real, entonces no nos importa tanto su incoherencia putativa, Esta in-
‘oherencia putaiva seria més una cuesti de estétca filoséfica que de a legitimidad que invoca
[Dworxiw en su andisis de la integridad. Agradezoo a Stephen Perit por este punto.78 JEREMY WALDRON
la integridad puede ser un principio indudable ¢ importante, s6lo por-
que estn en juego miiltiples concepciones de la justicia. Los que Dwor-
xin denomina «presupuestos del background» de su interés por la inte-
gridad son que «personas diversas sostienen concepciones diferentes
sobre aquellas cuestiones morales que en opinién de todos son de
gran importancia», y que, a pesar de tales diferencias, la equidad poli-
fica exige que «toda persona o grupo en la comunidad deba tener
una participaci6n aproximadamente igual en el control de las decisiones
tomadas por el Parlamento, el Congreso, o la asamblea legislativa del
Estado» (178).
El otro contraste, entre un mundo real en el que puede cumplirse
con las exigencias de integridad y un mundo distopico en el que esto
es imposible, también esta implicito en la concepcin de Dworkry, aun-
que su descripcién de las condiciones que distinguen el mundo real
de esta distopia esté algo menos desarrollada. La posibilidad dist6pica
se presenta en lo que Dworkin denomina «escepticismo interno» (78).
Los escépticos internos sostienen que las instituciones y los est4ndares
vigentes en las sociedades pluralistas modernas son demasiado caéticos
en su origen y demasiado inconsistentes en su ideologfa como para
dejar lugar al tipo de «ordenaciém» o de imposicién constructiva de
la coherencia que la integridad recomienda. La versién contemporinea
mas conocida de este punto de vista es, segdn Dworxty, la del movi-
miento de los Critical Legal Studies (CLS). Los académicos CLS sos-
tienen que hay al menos «dos ideologias profundamente antagénicas
en liza en el derecho», y que «nuestra cultura juridica, lejos de ser
susceptible de una justificacién uniforme y coherente de principio, s6lo
puede asirse mediante la infértil métrica de la contradiccién» (272).
Dworktw afirma tomarse en serio esta posibilidad. Es util, dice,
para recordar al jurista liberal que «ningdn aspecto de la forma en
que se produjo el derecho garantiza el éxito a la hora de encontrar
una concepcién coherente del mismo» (273). Desafortunadamente, sin
embargo, Dworkin dice muy poco sobre tas condiciones del mundo
real que el pluralismo moral y la competencia politica deben satisfacer
a fin de evitar esta posibilidad.
El argumento principal en Law's Empire contra el escepticismo
de los CLS es que éste rechaza la distincién entre principios en conflicto,
como la autonomia y la consideracién mutua, que podrian aparecer
en una concepeién tinica de la justicia, y principios contradictorios, como
Ia igualdad y la desigualdad, que posiblemente no pueden combinarse
en una sola concepciGn coherente (269-275). Esto podria llevarnos al
siguiente punto como una de las circunstancias de la integridad: si
la integridad debe poder ponerse en practica, las concepciones rivales
de la justicia que se han asegurado un emplazamiento firme en los
estindares vigentes de la sociedad no deben ser directamente con-LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA INTEGRIDAD 29
tradictorias, sino que deben ser capaces de coexistir (aunque sea en
tensi6n), convenientemente ponderadas, en alguna concepcidn tinica
aunque compleja"®.
Dicha condicién, sin embargo, serfa demasiado exigente. Por un
lado, se acerca peligrosamente a la negaci6n de la otra circunstancia
de la integridad, la que distingue nuestro mundo de uno moralmente
homogéneo. Recordemos que esto presupone que la gente discrepa
realmente sobre la justicia, y que concepciones que genuinamente (y
no solo en apariencia) entran en conflicto entre si pueden ser repre-
sentadas simultdneamente por los estndares actualmente vigentes. Por
otro lado, ignora el hecho de que cada una de las concepciones rivales
de la justicia en la sociedad implica también una concepcién de como
los principios en conflicto —por ejemplo, la autonomia y la conside-
racién mutua— deberian ser puestos en relacién, ponderados y orde-
nados desde una Gnica concepcin. No se trata de una ley que ha
sido aprobada por aquellos que defienden la autonomia frente a otra
ley aprobada por los que defienden la consideracién mutua, sin que
nadie haya tenido la ocasién de articular ambos principios en una posi
cién adecuadamente compleja, hasta que el juez se enfrenta a las dos
leyes conjuntamente en un caso. Los socialdemécratas y los conser-
vadores se contradicen abiertamente respecto al peso que atribuyen
a principios como éstos y en su interpretaci6n de la relacién que se
da entre dichos principios, asi que todavia queda por ver qué idea
coherente pucde extraer el jurista constructivo de estas ponderaciones
aparentemente contradictorias.
4. éINTEGRIDAD VERSUS JUSTICIA?
Una ventaja de describir los desacuerdos sobre la justicia como
una de las circunstancias de la integridad es que nos permite tener
una visién més clara de lo que sucede cuando dos valores, justicia
¢ integridad, parecen entrar en conflicto.
La perspectiva de Dworkin es que los dos valores entran a menudo
en conflicto (188) y que cuando lo hacen «la justicia debe a veces
ser sacrificada en aras de a integridad> (178). Tales conflictos entre
ideales, sefiala, son muy comunes en politica. Aun cuando rechacemos
la idea de integridad, todavia tendremos que abordar los contlictos
entre a justicia y la equidad politica (177).
Anteriormente en Law's Empire, Dwonn afirma que se vulnera ta integridad ecada
vyex que una comunidad aprueba y promulga leyes diversas, que a pesar de ser internamente
‘coherentes, no pueden expresar conjuntamente una ordenacidn coherente de distintos principios
de justica[...» (184), No queda claro, no obstante, silo que pretende suger es que la funcion
reconstructiva del juez se vuelve imposible cada vez que se vulnera la integridad de este modo.280 JEREMY WALDRON
No estoy seguro de que «conflicto sea la palabra correcta para
describir lo que sucede cuando los principios de equidad o integridad
prescriben a una persona hacer algo que se opone a sus propias con-
vicciones sobre Ia justicia. Por lo general hablamos de un conflicto
entre los principios A y B (en una situacién X) cuando un tinico agente
suscribe ambos principios, y queda claro qué es lo que A y B obligan
a hacer a tal agente en X, siendo dichas acciones incompatibles“. Esto
rara vez sucede entre la justicia y Ia equidad o entre la justicia y la
integridad. Podemos saber y estar de acuerdo en lo que la equidad
6 la integridad exigen en una determinada situaci6n, pero la condicién
que debe darse para que hablemos de equidad o de integridad es la
existencia de desacuerdos sobre lo que exige la justicia. Los principios
de equidad politica, por ejemplo, son usados para guiar la toma de
decisiones sociales en circunstancias en las que unos integrantes de
la sociedad piensan que la justicia exige hacer una cosa, y otros, otra.
Cuando los procedimientos politicos equitativos indican que uno de
estos grupos prevaleceré en la decisin social, el resultado les parecer
a los miembros de ese grupo congruente con la justicia, mientras que
los miembros del otro pensardn que entra en conflicto con ella. Esta
disparidad sobre si existe 0 no conflicto con la justicia deberia aler-
tarnos sobre la posibilidad de que haya algo asi como un «error cate~
gorial» en considerar Ia justicia y la equidad como principios coor-
denados, que compiten entre sf en un mismo nivel.
Es significative que la perspectiva de Dworkin de los conflictos
potenciales entre la justicia y la equidad vaya en contra de su carac-
terizacién de los mismos como valores que «son hasta cierto punto
independientes el uno del otro» (177). Los casos més claros de conflicto
moral implican tal independencia. Por ejemplo, tenemos interés en
un valor estético pero también en que disminuya la pobreza; entonces
una propuesta politica para financiar un nuevo musco compromete
valores independientes y conflictivos, dado que creemos que con los
mismos recursos podriamos alcanzar otros objetivos, como un nuevo
sistema de ayuda social. No obstante, la justicia y la equidad no son
independientes del mismo modo, sino que una esté funcionalmente
relacionada con la otra. La funcidn de la equidad politica es manejar
la situaci6n que surge cuando la gente en una sociedad no puede alcan-
zar un acuerdo sobre la justicia, y por lo tanto tampoco puede actuar
de forma univoca, como una sociedad, énicamente sobre la base de
una apelacién a la justicia. La invocacién a la equidad no supone la
introduccién de algtin valor nuevo e independiente que elimine las
diferencias en este empate, sino que tiene que ver mas con la cla-
boracién de procedimientos respetuosos del desacuerdo para estable-
cer una accién social a pesar del empate.
Ei estos términas,conficto no es lo mismo que desacuerdo,|
LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA INTEGRIDAD 2s
Otra manera de entender la relacién entre justicia y equidad
recurre ala nocién de Joseph Raz de razones para la acci6n de segundo
orden 8, Una raz6n de segundo orden es una raz6n para actuar 0 para
abstenerse de hacerlo de acuerdo a una raz6n de primer orden. Las
concepciones de la justicia de una persona son generalmente conclu-
siones sobre las razones de primer orden (sobre los méritos sustantivos)
que tiene la sociedad para distribuir los derechos y los recursos de
una determinada manera, Una vez que esta persona se da cuenta de
que tales concepciones no son compartidas por todos en la sociedad,
recurre a una raz6n de segundo orden para no actuar de manera peren-
toria, al menos para no hacerlo en nombre de la sociedad en su con-
junto, sobre la base de su propia estimacién de tales razones de primer
orden. La justicia, y ciertamente Ia justicia social, es algo que debemos
garantizar entre todos; nadie puede hacerlo por sé solo. Nuestra acciGn
Conjunta en tanto que sociedad nos exige adoptar un punto de vis-
ta sobre lo que debe hacerse (sobre Ia justicia) a la luz de nuestros
desacuerdos sobre las razones de primer orden que se aplican a la
cuestién en discusién. Si decidimos zanjar la cuestin mediante el voto
mayoritatio, estamos decidiendo actuar a la luz de razones que son
de segundo orden en relacién con las razones que sigue adecuadamente
la gente al formar sus concepciones sustantivas (y al decidir cémo
voiar).
Un ejemplo podria ayudarnos aqui. Supongamos que alguien insta
a la supresion del subsidio de desempleo para los hombres solteros
en paro. Existen muchas razones a favor y en contra de esta propuesta,
Dado que probablemente discreparemos acerca de cuales son estas
razones y c6mo deben ponderarse, debemos recurrir en tanto que socie~
dad a principios equitativos de decisién politica que nos permitan deter-
minar la cuestién de una u otra manera. Por lo tanto votamos, y encon-
tramos que la supresién cuenta con el apoyo de la mayoria de los
miembros del grupo. Ahora bien, este hecho politico no es en si mismo
una raz6n para estar a favor de la supresiGn, Si la decision mayorita-
ria pudiera predecirse con gran fiabilidad antes de votar, seria muy
inapropiado que dicha predicci6n inclinara la balanza de razones para
un votante que estuviera genuinamente indeciso sobre los méritos de
la propuesta 6, La expectativa de un apoyo mayoritario no agrega nada
a las razones en favor de la supresi6n (razones como la de dar incenti-
vos para trabajar, reducir el gasto pdblico, liberar recursos para los
museos, etc.), ni tampoco se suma directamente a las razones que
% Vease Raz, 1990: 39.
° La posibilidad del voto estratégico no afecta a este punto. Fl votante estratégico no
altera su razonamiento sobre la cuestin de primer orden cuando descubre cémo van a votar
Drobablemente los demés, Simplemente altera su voto. De hecho, si esta dispuesto @ votar
Ue forma estratégica, resulta de lo més importante que Su razonamicnto sustantivo permanczca
intaeto, de modo que pueda mantenerse firme en una idea clara de sus prioridades generales.22 JEREMY WALDRON
podrian existir para continuar con la prestacién social (como la de
evitar que haya ms personas sin techo, disminuir los incentivos para
el crimen, satisfacer necesidades, etc.) Ei apoyo mayoritario ofrece una
raz6n de tipo diferente, que opera en un nivel distinto: es una razon
para que la sociedad y aquellos que actian en su nombre se decidan
por la supresién como una decisiGn social determinada, debido a que
es necesario tomar alguna y dado que la gente tiene desacuerdos sobre
las razones de primer orden en la materia, La diferencia de nivel, enton-
ces, hace que sea un error hablar de conflictos entre justicia y equidad"”.
Hablar de tales conflictos no es s6lo un error te6rico, sino que
puede generar también confusién politica. Al referirnos a ellos, pare~
cemos presuponer que en algunas ocasiones la equidad podria pesar
més, y en otras podria ser la justicia la que prevaleciera. Pero el pro-
blema no consiste en pesos y equilibrios, sino en que discrepamos sobre
Jo que exige la justicia, y por lo tanto discrepamos sobre lo que debe
ir a un lado de Ia balanza. Si, en un caso determinado, fuéramos a
decidir que Ia justicia importa més que la equidad, iqué deberiamos
hacer entonces? En el ejemplo anterior, Zdeberfamos suprimir la pres-
taci6n social o mantenerla? éDe acuerdo a qué concepcién de justicia
deberfamos actuar, si hemos decidido que la justicia importa mas que
Ja equidad? {Deberfamos actuar de acuerdo a nuestra propia concep-
cién de justicia? Pero estos problemas s6lo surgen en el contexto de
la decision social.
Recordar que los desacuerdos sobre la justicia son una circuns-
tancia de la equidad tiene una consecuencia adicional. Nos previene
sobre adoptar principios de equidad cuyo funcionamiento se vuelva
en contra de las consideraciones de justicia. Tales principios no nos
ayudan a resolver decisiones sociales a la luz de los desacuerdos. Muy
al contrario, amenazan con reproducir el mismo conflicto sobre la jus
ticia con el que habiamos comenzado. Veamos un ejemplo de tal pri
cipio, que denominaré Mayoritarismo Modificado: «dejemos que pre-
valezca la mayorfa excepto en los casos en los que la decisién mayo-
titaria amenace los derechos individuales». Si las personas discrepan
(como sabemos que lo hacen) sobre qué derechos tenemos o sobre
qué puede suponer una amenaza para ellos, este principio acabaré
" Este andlisis se alinea con las sugerencias realizadas al final del agudo ensayo de
Wor.stim, 1969: 71. La paradoja de la democracia consiste en lo siguiente: una persona que
hha votado en favor de la politica A, creyendo que esta politica A (y no la B) es la que debia
ser implementada, esté obligado por los principios democriticas a creer que finalmente debe
implementarse Ia politica B, en el caso de que B obtenga el apoyo mayoritaro. La solucién
‘de Wout consiste ea distinguir entre principios edirectos» como westa prestacién deberia
limitarse a necesidades extremas» y principios «oblicuos> como la decisién mayoritaria. Pero
la base de esta distincin no se explica de manera satisfactoria y Wout offece s6lo un
bosquejo del argumento necesario para mostrar que las prescripciones «deberia hacerse A>
¥y eno deberia hacerse A> no son incompatibles cuando la primera se sigue de un principio
to ya segunda de un principio oblicuo
)
tLAS CIRCUNSTANCIAS DE LA INTEGRIDAD 283
siendo desesperanzador. Supongamos, en el ejemplo que he dado ante-
riormente, que muchos integrantes de la minorfa piensan que los hom-
bres solteros en paro poseen un derecho moral a recibir una prestacién
social, y que Ia mayoria que esté a favor de la supresi6n lo niegue
‘Ambos bandos se declararin vencedores bajo el principio del Mayo-
ritarismo Modificado, y no habremos avanzado nada en la toma de
decisiones. Necesitaremos establecer otro principio de procedimiento
politico equitativo (por ejemplo, el Mayoritarismo Puro) si queremos
tomar alguna decision social.
En estas paginas me he centrado en criticar el punto de vista bastante
extendido de que puede haber conflictos y trade-offs entre la justicia
y la equidad politica. Y no he dicho nada aiin sobre la integridad. Sin
‘embargo, creo que se le podrian aplicar las mismas consideraciones.
Las circunstancias de la integridad (como las de la equidad) incluyen
desacuerdas sobre lo que es justo. En consecuencia, cualquier trade-off
posible entre la justicia y la integridad da por sentado injustificada-
mente cual es ld concepcién de la justicia controvertida que resulta
privilegiada por nuestra interpretacién de dicho trade-off. Parece mejor
afirmar, no que la justicia y la integridad entran en conflicto, sino
que la integridad y ia equidad son valores politicos que se aproximan
a las cuestiones de la justicia desde un ngulo oblicuo, un angulo defi-
nido funcionalmente por la necesidad de afrontar el hecho de que
distintas decisiones con las que nuestra comunidad ya sc ha compro-
metido se han tomado sobre la base de concepciones de justicia dis-
pares y potencialmente conflictivas.
Por lo tanto, el discurso de Dworxy sobre el conflicto entre 1a
justicia y la integridad es engafioso. La integridad no es un valor que
entre en. conflicto con la justicia, sino més bien un valor cuya funcién
es la de entrar en juego cuando el lugar asignado a la justicia en la
vida de la comunidad, el de determinar una distribucién adecuada de
derechos y obligaciones, de cargas y beneficios, etc., resulta que ya
est ocupado por concepciones de a justicia dispares y potencialmente
conflictivas.
5. EL PUNTO DE VISTA DEL PARTICIPANTE
El andlisis realizado hasta aqui puede parecer insatisfactorio. Segu-
ramente Dworkin tiene raz6n cuando afirma que la integridad (0 la
equidad, o ambas) puede a veces ordenar un resultado que la justicia
condena. Podemos pensar en esa posibilidad de la siguiente manera.
Aunque la gente discrepa sobre la justicia, toda persona puede
sostener una opinién firme. Asi que es posible decir, al menos desde
el punto de vista de una persona en particular, que la justicia tal y como284 JEREMY WALDRON
él la ve esté siendo sacrificada en favor de la integridad (0 de la equi-
dad). Ademas, aunque la gente discrepa sobre la justicia, algunas tesis
sobre lo que la justicia cxige son verdaderas y otras son falsas. Asi
que, podriamos decir, es objetivamente cierto 0 falso que en una situa-
cién determinada la integridad (0 la equidad) entra en conflicto con
Jo que exige la justicia realmente. Ya vimos en el capitulo anterior
que debemos ser muy cautelosos con esta tiltima formulacién, No
importa con cudnta frecuencia o énfasis utilicemos palabras como «ob-
jetivor, en la politica nunca aparecen tesis sobre lo que exige la justicia
objetivamente salvo desde el punto de vista de alguien que, por supues-
to, en el tipo de situacién que estamos considerando, entra en abierta
contradiccién con el punto de vista de otro. Aunque pueda existir una
verdad objetiva sobre la justicia, dicha verdad no se nos manifiesta
nunca de una manera autocvidente, sino que inevitablemente se verd
como una opinién en conflicto con otras.
Centrémonos entonces en el caso de una persona particular que
defiende apasionadamente una concepcién de la justicia particular y
que esta completamente convencida de su verdad, a pesar de que cono-
ce a otras personas en la sociedad, igualmente sinceras y apasionadas,
que estén en desacuerdo con él. Cuando quede en minoria le parecera
que la justicia esta siendo sacrificada en favor de los principios demo-
craticos de equidad politica. Y puede que tenga raz6n, De igual modo,
en una situacién en la que la sociedad ya se ha comprometido con
principios de justicia que él considera équivocados, la demanda de
la integridad de que el derecho siga siendo coherente puede parecerle
todavia peor en términos de lo que exige verdaderamente Ia justicia.
Y también puede tener raz6n en esto.
EI punto de vista desde el que se formulan estos juicios, esto es,
el punto de vista segdn el cual parecen darse realmente conflictos y
trade-offs entre la justicia, la equidad y la integridad, es el punto de
vista de un solo participante en una sociedad cuya politica se define
por la controversia. Para un participante con cultura politica, cada uno
de estos juicios conlleva ser consciente de que algunos de sus con-
ciudadanos creen (segén él, erréneamente) que la justicia no esté en
conflicto con la equidad o la integridad en estos casos, personas que
discrepan con él acerca de lo que es justo y lo que no. Conlleva también
ser consciente del punto que he enfatizado en el tiltimo apartado: que
la raz6n por la que necesitamos principios de equidad o de integridad
es precisamente que discrepamos sobre la justicia.
Parece entonces que a creencia en Ia existencia de conflictos y
trade-offs entre la justicia y la integridad es una cuesti6n de politica
puramente personal, una creencia tendenciosa que debe ser trascen-
"© Véase el andisis desarroliado en el cap. VILLLAS CIRCUNSTANCIAS DE LA INTEGRIDAD 285
dida cuando se adopta la perspectiva de la sociedad en su conjunto
(la perspectiva que debemos adoptar en tanto que juristas o filésofos
politicos). Desde esta perspectiva, no debemos decir que «la sociedad
se enfrenta a un irade-off entre la justicia y la integridad», aunque
podemos afirmar que lo que haga la sociedad en nombre de la inte-
gridad inevitablemente (y mas 0 menos ex hypothesi) entraré en con-
flicto con To que algunos individuos creen sobre la justicia (y entraré
entonces en conflicto, segtin dichos individuos, con lo que la justicia
exige realmente).
6. ESCEPTICISMO Y DUDAS
Alo largo de Law’s Empire, Dworkin teme insistir en que aunque
los desacuerdos sobre Ia justicia son una de las circunstancias de la
integridad, no deberian afectar o socavar la confianza con la que expo-
nemos afirmaciones particulares sobre la justicia. Por ejemplo, descarta
‘como «singularmente inepta> la siguiente objeci6n a su teorfa del dere-
cho constitucional:
‘Alguien pensara que una interpretacién del debido proceso 0 de
Ja cléusula de igual proteccién sera mejor que otra s6lo porque cree
que una teoria de la justicia o de la igualdad es mejor que otra. Pero
jas teorias de la justicia y de la igualdad son tnicamente subjetivas,
y no hay una respuesta correcta a la pregunta de cual es mejor, sino
s6lo respuestas distintas (373) °.
Dworkin dice que esta objecién se basa en lo que denomina «es-
cepticismo externo» (78), una sospecha filosdfica general acerca de
Jas credenciales de cualquier reclamo de justicia, de hecho de los recla-
mos morales en general. Insiste en que incluso si cl escepticismo exter-
no plantea cuestiones importantes en metafisica y en filosofia del len-
guaje, es un error inferir cualquier cosa de ahi, por lo menos en lo
que respecta a la validez de nuestra practica de formular juicios morales
6 juicios sobre a justicia (78-83). La falta de consenso moral, el reco-
nocimiento de que diferentes personas dardn respuestas diferentes a
preguntas sobre la justicia, incluso la imputacion de «subjetividad>,
nada de esto deberia utilizarse para disuadirnos de participar en los
propios desacuerdos que se supone que origina la dificultad escéptica.
Después de todo, como vimos en el capitulo VIII, aun si los escépticos
tienen razén y los juicios sobre la justicia no son sino expresiones de
actitudes subjetivas, esto no es raz6n para tener reservas en expresar
las propias actitudes.
© work atribuye esta objecién a Bok, 197%: 10. Véase Dworkin, 1986: 451, nota 12.286 JEREMY WALDRON
Pero dexiste algdn problema en especial en exponer en el ambito
politico tesis tendenciosas sobre Ia justicia? Desde el propio punto de
vista, obviamente no. Si nadie expusiera tesis controvertidas sobre la
justicia, no habria nada de lo que pudieran ocuparse la equidad y la
integridad. No podemos, por lo tanto, invertir el hilo argumental y
sostener a partir de las circunstancias de la integridad y la equidad
que resulta inapropiado que las personas expongan sus opiniones par-
ticulares qua ciudadanos, qua votantes y qua partidarios de una opcién
politica.
Todavia podemos reflexionar un poco mas sobre este punto. Men-
cioné anteriormente que debemos garantizar la estructura social justa
conjuntamente, que no ¢s algo que una sola persona pueda hacer por
si misma. Pero a menudo la filosofia politica procede como si la mejor
manera de pensar sobre a justicia fuera la formulacién cuidadosa de
tuna concepcién o teoria por parte de cada individuo, una concepcién
© teorfa que idealmente contribuiré a una visiGn social comprehensiva,
Por supuesto que esperamos que todos estén abiertos a sugerencias
y criticas provenientes de otros individuos que construyen sus propias
concepciones. Pero el éelos del pensamiento-sobre-la-justicia es una
concepcién que se ha formado a fin de cuentas en la mente de un
agente, y que sera obedecido conscientemente por dicho agente, sin
importar lo que los demas piensen o digan. Y si alguien nos recuerda
que la justicia es una tarea social, le responderemos simplemente con
a esperanza de que la unidad de la verdad garantice una convergencia
en el pensamiento de los individuos. Que esta suposicién sea plausible
es otra cuestién. Pero, de cualquier manera, la reflexién sobre el hecho
de que cada uno delibera sobre algo social no nos advierte, como tal
vez deberia hacer, de que haya algén tipo de problema filos6fico en
la posibilidad de que una persona tenga razén y que todos los demas
a su alrededor estén equivocados, al menos respecto de la justicia.
‘Actuamos, como he dicho, como si en filosofia politica fuese crucial
que cada uno de nosotros otorgara un apoyo sincero a la teoria que
considera verdaderamente justa.;Ciertamente que este tipo de reso-
lucién a lo THoREAU tiene sentido si suponemos que la cuestién fun-
damental sobre la justicia es siempre, al fin, una pregunta dirigida
al agente individual: «qué debo (yo) hacer?»®. Es sorprendente, sin
embargo, que cuando un filésofo formula hoy una concepeién de la
justicia y habla de «qué harfa yor (sobre la inmigracién, por ejemplo,
© el rezo en las escuelas, 0 las politicas sociales) generalmente no se
® Véase Tuoursav, 1937b: esp. 648: «Si Ia injusticia tiene un resorte, o una polea, 0
tuna cuerda, o una manivela, exclusivamente para ella, entonces quizis deberiamos considerar
si el remedio no sera peor que In enfermedad, pero si esti en su naturaleza el requerir que
{i seas el agente de Ia injusticia sobre otro hombre, entonces, yo te dirfa: rompe la ley (-)
Lo que tengo que hacer es ver, en cualquier caso, de no prestarme a hacer el mal que yo
condeno».
heLAS CIRCUNSTANCIAS DE LA INTEGRIDAD 287
refiere a lo que él haria como agente individual, sino a lo que haria
en el caso poco probable de que estuviera a cargo de toda la sociedad
y su conciencia pudiera movilizarnos a todos. Y decimos lo mismo
Sobre los fildsofos politicos: qué harfa Prar6n respecto de la igualdad
de género, qué haria Hosnes con la religién, qué haria Mu respecto
de la prostitucién, etc. (Es ésta una manera valiosa de proceder en
la teoria politica? No estoy seguro”. Quizas deberfamos albergar algu-
nas dudas antes de sustituir a la sociedad por el pensador individual
en estas manifestaciones académicas; el «nosotros», que es finalmente
el tinico agente posible de cambio social, por el «yo». Al hacer esto,
Gestamos desestimando de hecho la acci6n colectiva ¢ imaginando en
su lugar que cada uno de nosotros puede cambiar algo por si solo,
y esta vez. cambiarlo en la direcci6n correcta? Pensamos que nosotros
0 los fildsofos que leemos somos profetas o legisladores? LO aceptamos
que somos ciudadanos, cada uno de nosotros uno entre millones de
otros ciudadanos? Quizés debiéramos hacer una pausa y reflexionar,
por ejemplo, en la tension existente entre los pronombres personales
en estos versos de William Biake, del poema Milton:
No cejara en mi espfritu la lucha
ni ha de dormirse en mi mano mi espada
hasta que nosotros levantemos Jerusalén.
enla tierra verde y dulce de Inglaterra.
Las primeras dos lineas de la estrofa corresponden a la retérica
de John Brown, las dos iiltimas a la ret6rica de la reconstrucci6n legis-
Tativa; y lo que me parece preocupante en estos parrafos es un cierto
desajuste entre el pensamiento y la conciencia que anima lo primero
y la idea de empresa colectiva que se desprende de lo diltimo.
No estoy seguro de lo lejos que podemas llegar con estas preo-
cupaciones”, pero estoy convencido de que debemos aferramos aqui,
filosoficamente, a la idea de desasosiego y duda.
7. FUNCIONARIOS
Quiz4 no haya nada inapropiado en el hecho de que las personas
expongan sus concepciones particulares de la justicia qua ciudadanos,
qua votantes, qua partidarios de una opci6n politica, puesto que al
fhacerlo ofrecemos nuestra concepcin como una contribucién més al
2 Véase WALDRON, 19953,
1s cursivaen el pocma es mia,
B Agradezco a Bob Haxonave, Sidney Moncenoessux y Thomas Pooce por las conver~
saciones que hemos mantenido en este sentido, Aunque sin duda serfan necesarias muchas
mis,288 JEREMY WALDRON
proceso de decisién social: entendemos que no somos dictadores, y
que cada uno de nosotros no es el nico candidato a representar la
conciencia de la sociedad. Sin embargo, cuando esto sucede con los
funcionarios (los capacitados para actuar en nombre de la sociedad
‘en su conjunto: legisladores, miembros del poder ejecutivo y jueces)
‘debemos ser un poco més cautelosos. Actuar en nombre de la sociedad
‘en su conjunto en las circunstancias de la equidad es actuar en una
situacién en la que todas las concepciones de la justicia (incluyendo
la propia) resultan controvertidas. En esas circunstancias, los funcio-
narios estén compelidos a proceder de manera que muestren respeto
por las otras personas que quedarén vinculadas por su decisién pero
que pueden no estar necesariamente de acuerdo con sus fundamentos.
Hay una famosa frase de la discusién entre Thomas Hones y el
obispo Bramiiatt: «Precisamente porque ni mi raz6n ni la del Obispo
son la adecuada y recta razén para convertirse en norma de nuestras
acciones morales, es por lo que hemos erigido un gobernador soberano
sobre nosotros», La tesis de Hones aqui no es que la razén de una
persona en particular sea del tipo equivocado para gobernar la accién
colectiva; después de todo el soberano puede también ser solo una
persona natural. Su tesis més bien es que, tal como estan las cosas,
Ja opinién de una persona en particular (incluso la de un obispo 0
la de un filésofo) es s6lo una opinién, rechazada y controvertida por
otros, en una disputa sustantiva que constituye el problema de la polt-
tica. La solucién de este problema s6lo empieza cuando existe una
forma de identificar una de las opiniones en disputa como «la nuestra,
esto es, como «la recta raz6n» para nosotros, como una opinién sobre
cuya base nosotros podemos actuar y coordinarnos aun cuando muchos
discrepen sobre sus méritos. Cuando la cuestién es presentada de esta
manera, esta claro que nadie puede creer que su concepeién de la
justicia es la recta razén (y por lo tanto, propiamente la nuestra) sim-
plemente porque esté convencido de que su concepcién es realmente
la correcta, aun cuando tenga raz6n en pensarlo*.
‘Aun asi, no resulta siempre’ inapropiado que un funcionario en
su actividad piiblica acttie sobre la base de sus propias concepciones
tendenciosas sobre la justicia, El caso mAs claro se da cuando la socie-
® Citado en Posten, 1986: 54
® Chr. Postusa, 1986: 5S. El soberano no posee ninguna pretensiGn especial de sabiduria,
discernimiento, o verdad. (..] El [contrato social] sencillamente erige la razén de naturaleza
‘comin del soberano como el estindar de la recta ra26n [>
% Vease también la maxima hobbesiana de este libro: «Quienes se piensan més sabios
que todos las demas, claman y exigen como juez a fa recta raz6n, pero no buscan sino conseguir
ue esas cosas sean determinadas por su raz6n exclusiva. Esto es tan intolerable en la sociedad
de los hombres como en los juegos de naipes sera, tras determinarse el triunfo, utilizar como
tal en toda ecasin ef palo de la baraja del cual se tienen més cartas en la mano». Hosues
(4651), 2003: cap. V, 68LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA INTEGRIDAD 289
dad adopta principios de equidad que le otorgan la capacidad para
hacer precisamente esto. Una dictadura electiva, como dije al principio,
¢s una posible solucidn al problema de la accién social en las circuns-
tancias de los desacuerdos y, bajo ciertas condiciones, es una solucién
justa y atractiva. De hecho, todos los sistemas democriiticos incorporan
en cierto grado el principio de que determinados funcionarios son com-
petentes para tomar decisiones en nombre de la sociedad en su con-
junto sobre la base de sus propias concepciones de la justicia. Asi es
como en la mayorfa de los sistemas politicos resuelven en la préctica
el problema de cémo alcanzar decisiones sociales a la luz de los desa-
cuerdos sobre la justicia: designamos una de las concepeiones en dis-
puta como aquella que debe regir provisionalmente.
Ademés de estas designaciones especificas basadas en la equidad,
a lo largo de Law’s Empire encontramos también la idea de que for-
mular juicios sobre la justicia por uno mismo, aun cuando se sea cons-
ciente de que dichos juicios son discutibles y controvertidos, es la mane-
ra habitual en la que desarrollamos nuestra acci6n politica”.
Dworkin afirma que la integridad y la equidad no tienen sentido
a menos que se planteen entre personas comprometidas con la justi-
cia (263), esto es, entre personas que formulan ¢ implementan juicios
acerca de lo que exige la justicia. Presuponiendo que las demandas
de integridad, por ejemplo, dejen a veces a los jueces ante la eleccin
entre dos esquemas coherentes de principios, siendo cada uno de ellos,
compatible con la mayoria de los precedentes judiciales y el derecho
existente, Dworkin piensa que es obvio que el juez debe elegir uno
sobre la base de consideraciones de justicia:
Debe escoger entre las interpretaciones posibles preguntandose cual
de ellas muestra la estructura de instituciones y decisiones de la comu-
nidad (cl conjunto de sus esténdares piblicos) en su mejor luz desde
la perspectiva de la moralidad politica. Y esto involucra ahora direc-
tamente a sus propias convicciones morales y politicas (256).
El hecho de que el juez sea consciente del disenso en la comunidad
no deberfa cohibirle a la hora de involucrar sus propias convicciones.
Puesto que si ya ha pagado el tributo apropiado a la necesidad de
coherencia y a cualquier principio de equidad que rija su posici6n ofi-
cial, el juez no puede hacer otra cosa que formular su juicio sobre
la base de la justicia, La tarea de gobernar consiste en adoptar una
de las concepciones de la justicia ¢ implementarla. Si el disenso entre
concepciones y la diversidad de los estandares actuales son, respec
tivamente, las circunstancias de la equidad y la integridad, entonces
7 Beta idea aparece més claramente expresada al final del libro, donde Dworkaw habla
{de Ia especial prominencia de la justicin en la constelacién de las virtudes politicas. Véase
woman, 1986: 406.290 JEREMY WALDRON
la préctica de formular y aplicar una concepci6n de la justicia es la
circunstancia primaria o elemental de dichas circunstancias.
8. LAS DEMANDAS DE LA INTEGRIDAD.
Tanto los funcionarios como los ciudadanos pueden emitir juicios
sobre la justicia con voz, propia, a pesar de ser conscientes de que
otras personas en la sociedad no comparten sus puntos de vista. Y
aun asf, existe una diferencia relevante entre ambos.
Si un tedrico elabora y manifiesta una concepcién particular de
Ja justicia, o si un votante 0 un militante de un partido propone dicha
concepcidn en el debate ptiblico, podemos esperar que lo haga de un
modo no sdlo tendencioso, sino también inflexible. Dird: «esto es lo
que realmente exige la justician; y «las teorfas que sostienen los demas
ciudadanos y que rivalizan con la mfa en el debate pablico estén sen-
cillamente equivocadas». Podria ser él el que estuviera equivocado,
por supuesto; su concepcién podria ser falsa y las otras estar mas cer-
canas a la verdad. Pero siempre que esté sujeto a los requisitos habi-
tuales de sinceridad, falibilidad y apertura a la critica, esto es todo
lo que podemos esperar del que defiende una concepcién determinada.
En este contexto, la indicacién de que toda teoria debe poder aco-
modarse 0 debe buscar algin tipo de compromiso con sus rivales pare-
cera bastante inapropiada. {Como podria alcanzarse un compromiso
sobre la justicia? Ceder un centimetro a mis rivales seria como admitir
que la sociedad no esta siendo todo lo justa que deberia ser. Esta
cuestién no es trivial. Formarse la creencia de que la justicia exige X
y no Y implica creer que debe hacerse X, y nada menos que X, y
‘que cualquier compromiso o cesi6n a Y serfa pernicioso. Por supuesto,
como ya he dicho, una creencia determinada sobre la justicia puede
estar equivocada, Pero aquello sobre lo que podemos estar equivocados
es lo que debe hacerse categérica ¢ inflexiblemente, por lo menos en
lo que respecta a la estructura basica de la sociedad.
No podemos explicar este punto de «ningtin compromiso, ninguna
cesién», mejor de lo que lo ha hecho el propio Ronald Dworkix en
su argumento (varios afos anterior a Law’s Empire) de por qué un
cdlculo utilitarista decente deberia excluir algunas de las preferenci
«externas» que sostienen algunas personas como resultado de convic-
ciones politicas que son incompatibles con el fundamento del mismo
utilitarismo. Dworkin decia:
El utilitarismo debe tener la pretensi6n, igual [..] que cualquier
otra teoria politica, de ser verdadero, y por lo tanto debe afirmar la
falsedad de cualquier teorfa que lo contradiga. Esto es, debe ocupar
41 mismo todo el espacio 16gico que requiere su contenido. [...]. Supon-|
LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA INTEGRIDAD 21
‘gamos que uno de los miembros de la comunidad es, por ejemplo, un
nazi cuyo conjunto de preferencias incluye la de que se satisfagan més
preferencias de los arios que de los judios, por ser unos y otros quienes
son. Un utilitarista neutral no puede negar que existe alguna razén de
moralidad politica para rechazar y desacreditar dicha preferencia, para
menospreciarla como sencillamente equivocada, para que los funcio-
narios no se esfuercen en satisfacerla con toda ia dedicacién que des-
tinan a la satisfaccién de cualquier otra preferencia. Por el contrario,
el propio utilitarismo proporciona dicha raz6n: su principio fundamental
es que las preferencias de la gente deben ser sopesadas sobre una misma
base y aplicando las mismas escalas, que la teorfa de la justicia nazi
es profundamente err6nea, y que los funcionarios deberfan oponerse
a dicha teorfa e intentar derrotarla en lugar de satisfacerla. Un uti-
litarista neutral esta en efecto impedido, por razones de consistencia,
de adoptar la misma actitud politicamente neutral con respecto de la
preferencia politica del nazi que la que adopta con respecto de las demas
referencias”.
Cuando se trata de exponer y defender e1 utilitarismo como teoria
de la justicia, esto parece absolutamente correcto. Como sefiala Dwor
iN, lo podemos asumir el compromiso de derrotar la teoria de que
las preferencias de algunas personas deberian contar més que las de
otras y al mismo tiempo considerar esa teoria, tal como la sostienen
sus defensores, como una preferencia mds entre otras a la que debemos
atribuir el mismo peso y consideraci6n en un célculo social, para deter-
minar qué es lo que es justo realmente.
Sin embargo, lo que en apariencia es una objecién basada en prin-
cipios al hecho de alcanzar a compromisos a la hora de tomar partido
por una opcién, cuando se esti actuando en nombre de la sociedad
en su conjuinto puede parecer egoista, obtuso y corto de miras. Cuando
se trata de tomar partido, una teoria de Ja justicia debe «pretender
ser verdadera» y ocupar «todo el espacio logico que requiere su con-
tenido»™. Pero cuando se trata de tomar una decisién social, ya no
estamos ante un juego «en él que cada persona intenta izar la bandera
de sus convicciones sobre un Ambito de poder y normas tan amplio
como sea posible» (211). El ejercicio del poder social debe pretender
legitimidad en relacién con la comunidad en su conjunto, y debe pre-
tender también lealtad y sentimiento de obligaci6n por parte de todo
miembro de la comunidad”. Pero sera dificil si su legitimidad se basa
Gnicamente en concepciones de la justicia que algunos de los miembros
de Ia sociedad rechazan. Asi, dadas las circunstancias de la equidad
y de la integridad, la idea apropiada de comunidad para que el poder
% Dworem, 1984: 155-156,
® Doyowsan, 1984: 157.
% Dworkin, 1988: 155,
> Véase también Com, 1993.292 JEREMY WALDRON,
y la coercién sean legitimos y para reclamar lealtad y una idea de
obligaci6n por parte de todos los ciudadanos debe ir més alla de las
concepciones particulares de la justicia, sin importar cuan sincera y
apasionadamente sean sostenidas. El punto de vista de Dworkin es
que la comunidad, en este sentido, «ordena que nadie queda fuera,
que todos estamos juntos en la politica para bien o para mal, que
nadie puede ser sacrificado, como los heridos en el campo de batalla,
ante la cruzada en favor de la justicia general» (213).
Este es un pasaje importante. Interpretada de manera superficial,
la prescripci6n suena anodina. Por supuesto, en una verdadera comu-
nidad nadie deberfa ser dejado fuera, sacrificado o abandonado. Una
comunidad se ocupa de sus victimas. {Pero hay victimas en una cruzada
por la justicia?
Queda claro en este contexto que Dworkin no entiende por «vic-
timas» aquellos que han dado sus vidas o sacrificado sus intereses para
que la sociedad sea més justa. Se refiere a aquellos cuyas concepciones
creemos equivocadas 0 defectuosas en cuestiones de justicia, aquellos
que han intentado defender lo que nosotros (que podriamos haberles
dejado atras en el campo de batalla) consideramos principios injustos
© arreglos no equitativos. Y cuando dice que los sacrificamos o los
dejamos atrés en el campo de batalla, Dworkin no se refiere a la posi-
bilidad de que podamos suprimir o liquidar a quienes discrepan con
nosotros sobre la justicia. A lo que se refiere, y ademas condena, es
a la posibilidad de que, tras la victoria que hemos alcanzado en favor
de nuestros principios (los que en nuestra opinién son los verdaderos
principios de justicia), podamos intentar evitar que los principios injus-
tos que defendian nuestros oponentes formen parte continéen tenien-
do influencia en los arreglos sociales. Esta es la posibilidad que queda
prohibida, a sugerencia de Dworkts, por un modelo de comunidad
basado en principios.
Interpretada de esta manera, y alimentada con ejemplos obvios,
a propuesta de Dworkin puede resultar muy sorprendente. La guerra
civil ha terminado, las fuerzas que defendian la esclavitud y el racismo
se han rendido, y ahora la reconstruccién de la nacién —finalmente,
gracias a Dios, sobre principios verdaderos de justicia— puede comen-
zar. Pero no vayamos tan rapido, dice la integridad. Las concepciones
de la justicia que defendian los vencidos no deben ser sencillamente
abandonadas en el campo de batalla en Antietam 0 Gettysburg. Si
las concepciones que han sido derrotadas est4n incorporadas en estén-
dares 0 instituciones todavia vigentes en la sociedad, entonces las deci-
siones que tomemos, aun en la euforia de nuestro triunfo moral, estarén
restringidas por la necesidad de encontrar un fundamento comin y
basado en principios con aquello que consideramos el epitome de Ia
injusticia. Por supuesto que tal bisqueda de un fundamento cominLAS CIRCUNSTANCIAS DE LA INTEGRIDAD 293
resultard desagradable. Pero precisamente lo que pretende la integri-
dad es que, en una sociedad pluralista, todo el mundo respete los prin-
cipios de justicia «de los que los arreglos politicos vigentes de su comu-
nidad particular estn imbuidos, [...] piense 0 no que son los mejores
desde un punto de vista ut6pico» (213),
GBs un error Hlevar el argumento de Dworkiw tan lejos? éSe trata
de un error particularmente debido al tipo de ejemplo, en el que la
injusticia a la que la integridad recomienda dar cabida, la de la escla-
vitud, parece tan particularmente atroz? DworKm concede que «una
asociaci6n en términos de principios no se transforma automaticamente
en una comunidad justa» (213). Pero 2podria ésta ser injusta?
Hay razones para sostener que el ejemplo es inapropiado, y las
analizaré dentro de un momento. Desde el punto de vista de la teoria
del derecho y de la filosofia politica, no obstante, estas razones no
pueden basarse en la naturaleza atroz de la injusticia en cuestién, 0
en lo apasionados que sean nuestros sentimientos hacia ella. Puesto
que, de nuevo, esto es algo sobre lo que la gente discrepa. No es tarca
del jurista ni del filésofo politico estipular umbrales de injusticia que
sefalen la frontera de la integridad. Tampoco es nuestra tarca exhibir
nuestras propias opiniones sobre lo justo y lo injusto, sino sefialar que
una de las circunstancias de la integridad es el hecho de que la gente
difiere en lo relativo a sus sentimientos morales apasionados y que
es muy probable que discrepe también sobre qué injusticias aleanzan
un determinado umbral de gravedad.
Habiendo dicho esto, deberia destacar que algunas personas pue-
den encontrarse con que sus sentimientos morales sobre alguna injus-
ticia potencial son tan intensos que pesan mds que cualquier com-
promiso estable con un sistema politico que les exija aleanzar un curso
comiin de accién con sus oponentes. Si éste es el caso, las circunstancias
de la equidad y de la integridad ya no se les aplicardn (y por tanto
ya no se aplicardn tampoco a la sociedad en su conjunto), puesto que
las circunstancias de la equidad no son sélo la existencia de desacuer-
dos, sino también la necesidad percibida por las partes en disputa de
que es necesaria una accisn comin a pesar de tales desacuerdos. Dicha
necesidad percibida puede tener sus limites. Si los tiene, las personas
en cuestién pueden no seguir sintiéndose parte de la comunidad en
Ia que el poder ha sido compartido o alternado con sus oponentes,
y entonces pueden no sentirse obligados a resolver los problemas rela-
tivos a la coherencia o a la integridad que conciernen a la mezck
articulada de esténdares vigentes en la actualidad.
Esto podria ocurrir también al nivel de la sociedad en su conjunto
si en una cuestién de justicia los principios usuales de decisién equi-
tativa y de compartir 0 alternarse en el poder dejan de resultar pol
ticamente aceptables. Cada una de las partes, 0 las dos, podria preferir298 JEREMY WALDRON
disolver la comunidad politica antes que buscar un acomodo continuo
con la otra perspectiva o sujetar la cuesti6n permanentemente a las
vicisitudes de la politica electoral. Nos lleve esto a una secesi6n pactfica
‘0 a una guerra civil, es poco probable que se produzca un resultado
en el que se den las circunstancias normales de la integridad. Una
faccidn secesionista o la faccién vencedora intentarén, inmediatamente
después del conflicto, borrar todos los rastros de aquello que repudian
‘como principios radicalmente injustos en los arreglos politicos vigentes.
Si tienen éxito, no quedara nada a lo que acomodarse, nada con lo
que llegar a un acuerdo basado en principios, como exige la integridad.
Algo asi, o una variante compleja y quizés imperfecta de esto, pare-
ce darse en el caso de la esclavitud en los Estados Unidos de la pos-
guerra. En todo caso, la mera posibilidad indica una ventaja final para
nuestro discurso de las «circunstancias de» la integridad. Aunque la
escasez moderada y el altruismo limitado se encuentran entre las cir-
cunstancias de la justicia, la ldgica de las «circunstancias» ® nos dice
que comprometerse con la justicia no es comprometerse con la escasez
y el altruismo limitado. Un partidario de la justicia no se desanimaria
(o no deberia hacerlo) si llegamos a tener recursos superabundantes
0 sila indiferencia y la sospecha mutua entre los hombres disminuyen
gradualmente, igual que un partidario de la caridad no se desanimaria
por la supresién de la pobreza o un partidario del coraje por la dis-
minuci6n de los peligros en el mundo. Del mismo modo, los par-
tidarios de Ia equidad no se desanimaran cuando surja la unanimidad
sobre alguna cuestién. Y no sélo esto, sino que qua partidarios de
la equidad no tendran nada que decir sobre si es deseable que una
comunidad politica se fracture por alguna cuestin de justicia. Por lo
gue respecta a la equidad, podria ser mejor que los hombres no per-
ciban la necesidad de actuar en comunidad con aquellos cuyos puntos
de vista desprecian. O sera necesario dar algin argumento adicional,
si no mejor, como el argumento de Hopses sobre los horrores del
estado de naturaleza, para demostrar por qué. El que la necesidad
percibida de una accién comén sea una de las circunstancias de la
equidad no demuestra que dicha necesidad deba ser aplaudida ni que
siempre esté justificada.
De la misma manera, delinear las circunstancias de la integridad
nos permite comprender las condiciones de su aplicacién, y darle un
sentido te6rico a la propia visién intuitiva (y en sf misma insatisfactoria)
de Dworkiw de que el peso relativo de ia integridad sera menor en
aquellos casos en los que la cuestién de justicia sea particularmente
grave (381-397). La gravedad de la cuestin no es en si misma una
% En términos formales, la I6gica de las «circunstancias» es a grandes rasgos la l6gica
e la presuposicion
© fr Sanus, 1982: 28-46,
estes Step
weitLAS CIRCUNSTANCIAS DE LA INTEGRIDAD. 295
raz6n para disminuir el peso asignado a la integridad. Puede ser un
indicio, no obstante, de que no seguirdn dandose algunas de las cir-
cunstancias de la integridad. No podemos garantizar que las personas
estén siempre dispuestas a perseverar en una comunidad y a compartir
el poder con aquellos cuyos puntos de vista sobre la justicia rechazan.
La idea comin de la politica es que a menudo lo hacemos, y DworKny
tiene raz6n al darle a este hecho un lugar central en su teoria del
derecho y en su teoria politica. Los limites de esta disposicién, sin
embargo, dan mejor cuenta (mejor que cualquier intenso sentimiento
de un filésofo) de las condiciones bajo las que la integridad y la equidad
deben dejarse levar por rectos juicios individuales de la justicia.PR Sasrcncicoaenescconcnmannerncoicssnena asta or ar PER SE Ne RNR orbs=
TERCERA PARTE
DERECHOS Y CONTROL JUDICIAL
DE CONSTITUCIONALIDAD|
CAPITULO X
ENTRE LOS DERECHOS Y LAS CARTAS
DE DERECHOS
1, REFORMA CONSTITUCIONAL
«Los individuos poseen derechos, y hay ciertas cosas que ninguna
persona o grupo pueden hacerles (sin violar sus derechos)» !. «Toda
persona posee una inviolabilidad fundada en la justicia que incluso
el bienestar de la sociedad en su conjunto no puede sobrepasar»
«No tiene sentido vanagloriarnos de que respetamos los derechos indi-
viduales a menos que eso implique algiin sacrificio, y el sacrificio en
cuestién debe ser el de renunciar a cualquier beneficio marginal que
nuestro pais pudiera recibir de vulnerar tales derechos, aun cuando
se pruebe su inconveniencia» >.
Este tipo de propuestas son habituales y resultan bastante per-
suasivas en filosofia politica. Pero {qué implican para las instituciones?
{Deberiamos incorporar nuestros derechos en f6rmulas legalistas y
proclamarlos en una carta formal de derechos? 20 deberfamos dejar
que se desarrollen informalmente mediante el didlogo entre los ciu-
dadanos, sus representantes y los funcionarios? éCémo podemos dete~
ner la violacién de derechos? {Deberiamos confiar en un espiritu gene-
ral de cuidado en la comunidad, intentando erigir lo que John Stuart
Maz denominé «una fuerte barrera de conviccién moral» para protege
* Noztex, 1984: ix
2 Ramis, 97:3
> Dworxan, 1977: 193,300 JEREMY WALDRON
nuestra libertad? ‘ £O deberiamos también depositar nuestra confianza
en alguna rama especifica del gobierno, por ejemplo Ia judicial, asig-
nandole la funcién de detectar las violaciones de los derechos y con
Ja autoridad de anular la decisin de cualquier otra rama del gobierno,
incluyendo el poder legistativo, que los ponga en compromiso?
Las ventajas de este dltimo enfoque continéan atrayendo a los
impulsores de la reforma constitucional en el Reino Unido. Ronald
Dworkin, por ejemplo, ha sostenido que un sistema de control judicial
de constitucionalidad de las leyes construiria un vinculo decisivo entre
los derechos y la legalidad, dindole a los primeros una mayor pro-
minencia en la vida pdblica britanica. Al situar la autoridad de los
tribunales detrés de la idea de los derechos, el sistema juridico podria
comenzar a jugar «un papel diferente y mas valioso en la sociedad»
Los abogados y los jueces podrian ocupar unos roles mas parecidos
a los de sus homélogos en los Estados Unidos:
Los tribunales, con la responsabilidad de crear [...] un esquema
caracteristicamente briténico de derechos humanos y libertades, podrian
pensar més en términos de principios y menos en términos estrictos
de precedentes. [...] Hombres y mujeres diferentes podrian entonces
sentirse atraidos por el derecho como carrera, y de sus filas surgiria
una generaci6n de jueces mas comprometida ¢ idealista, alimentando
un ciclo creciente en el renacimiento de la libertad®.
Si estos jueces utilizaran bien su nuevo poder, concluye DwoRKIN,
los gobiernos dejarian de ser libres, como lo son ahora, para tratar
Ia libertad como una mercanefa de conveniencia o de «ignorar los dere-
chos que la nacién tiene la solemne obligacién de respetar»*, {Qué
podemos decir acerca de estas propuestas?’ En las discusiones sobre
a reforma constitucional observo que la gente da por hecho que el
entusiasmo por la propuesta de Dworkin es compartido por cualquier
fildsofo cuya teoria moral o teorfa normativa de la justicia se organice
en torno a la idea de los derechos. Con toda seguridad, se dice, cual-
quiera que crea en los derechos recibiré con agrado la propuesta de
institucionalizar una carta de derechos y de conferit a los tribunales
Ja competencia de invalidar toda aquella legislacién que traspase los
limites de las libertades basicas ®.
* Muu. (1855), 1970: cap. 1, 7.
5 works, 1990: 25,
© worry, 1990: 12y 21.
7 En el momenta en que aparezca este libro pueden ser algo més que «propuestas». La
Carta de Derechos Humanes, siguiendo su curso en el Parlamento, apunta a la incorporacién
del Convenio Europeo de Derechos Humanos al derecho britinico, aunque no esta claro todavia
‘cual serd el sistema de controt judicial de constitucionaidad de {as leyes en el Reino Unido.
Por ejemplo, Bruce Acceiau asume en su libro We the People: Foundations que los
scadémicos comprometides Siloséficamente con los derechos fundamentales —elos fundamen-
emceeENTRE LOS DERECHOS ¥ LAS CARTAS DE DERECHOS 301
En esta parte del libro trataré de cuestionar esta presuposicién.
Pretendo desarrollar cinco lineas argumentales principales. La primera
es una tesis negativa: mostraré en este capitulo que de una posicién
basada en derechos en filosofia moral o politica no se infiere nece-
sariamente un compromiso con una carta de derechos, entendida como
una institucién politica en la linea de la practica estadounidense del
control judicial de constitucionalidad.
En segundo lugar, sostendré también en este capitulo que los filé-
sofos deberfan ser més conscientes que los demés impulsores de la
reforma constitucional de la dificultad, la complejidad y la controversia
que emanan de la idea de derechos basicos. Sostendré que tienen una
raz6n, fundada en la humildad profesional, para tener més dudas de
las habituales acerca de la aprobacién de cualquier elenco canénico
de derechos, especialmente si nuestro objetivo es situar este canon
fuera del alcance del debate y la revision politicos ordinarios.
En tercer lugar, trataré de prestar una mayor atenci6n, y de per-
suadir a aquellos que hablan de derechos de que también io hagan,
a los procesos mediante los cuales se toman las decisiones en una
comunidad en condiciones de desacuerdo. Este fue uno de los temas
de la Primera Parte, especialmente del capitulo V, donde nos cen-
tramos en la toma de decisiones legislativa en lo que he denominado
«las circunstancias de la politica». A lo largo de esta Tercera Parte
sostendré que dichas circunstancias —la existencia del desacuerdo y
la necesidad, a pesar de dicho desacuerdo, de establecer un marco
comin de accién— son de aplicaci6n a las cuestiones de derechos
en la misma medida en que lo son a lo que habitualmente consideramos
Ja agenda mas modesta de la politica legislativa. Se sigue que las teorias
de los derechos en tanto que teorias de las politicas piblicas necesitan
ser complementadas por teorfas de la autoridad, cuya funcidn es deter-
minar cémo deben ser tomadas las decisiones cuando los miembros
de una comunidad discrepan acerca de qué decision es la correcta.
Puesto que debemos presuponer un contexto de desacuerdos, un prin-
cipio como «tomemos la decisién correcta» no puede formar parte
de un principio adecuado de la autoridad, ya que reproduce mas que
resuelve los desacuerdos a los que nos enirentamos. A esto le sigue
que, si la gente discrepa acerca de los derechos basicos (y realmente
lo hace) a la vez que, en cualquier caso, necesita un marco comin
(y lo necesita), una teoria adecuada de la autoridad no puede en este
Ambito, ni incluir, ni estar cualificada por una concepcidn simple de
los derechos como «cartas de triunfo» sobre las formas mayoritarias
de toma de decisiones®, Al contrario, cualquier teorfa de los derechos
talistas de fos derechos», como él os lama—consideran que «el tinico objetivo de tener derechos
{es que venzan sobre las decsiones que emanan de las instituciones democriticas que, de otta
forma, pueden legisiar en favor del bienestarcolectivo». ACKERMAN, 1991: 1-12.
* Véase también la discusin en el apartado 5 del cap. I.302 JEREMY WALDRON
como cartas de triunfo institucionales necesariamente tendré que
depender de la previa invocacién de algiin método de toma de deci-
siones colectivas que resuelva cual de las teorias rivales de los derechos
en la sociedad debe ser considerada como la teoria de los derechos
de esa sociedad.
Fs sobre esta base, en cuarto lugar, que plantearé algunas dudas
sobre el control judicial de constitucionalidad como practica. Parece
probable que en un régimen constitucional como el planteado por
Dworxty, los tribunales se convertirian inevitablemente en un impor-
tante foro, sino el principal, para la revisién y adaptacién de los dere-
chos basicos a la luz de las circunstancias cambiantes y las controversias,
sociales. Esta es una extrapolacién de la experiencia de la politica cons-
titucional en los Estados Unidos. Propondré que una teoria de los
derechos deberia albergar serias dudas sobre esta perspectiva, puesto
que, con toda seguridad, la gente posee el derecho a participar en
todos los aspectos del gobierno democratico de su comunidad, un dere-
cho que esté profundamente conectado con los valores de autonomia
y responsabilidad que tanto celebramos cuando nos comprometemos
con otras libertades basicas. Este derecho a la participacién demo-
cratica es un derecho a participar en condiciones de igualdad en las
decisiones sociales sobre las cuestiones més importantes de principio,
¥ no s6lo en las cuestiones intersticiales de la politica social y eco-
némica. Més atin, en la medida en que haya alguna diferencia entre
Jas cuestiones politicas sustantivas y las procedimentales, el derecho
de participacién seguramente deberia pertenecer también a estas
segundas, Sostendré que nuestro respeto por tales derechos democri-
ticos se pone seriamente en peligro cuando se realizan propuestas de
trasladar las decisiones acerca de la concepcién y la revision de los
principios bisicos del poder legislativo al judicial, del pueblo y de sus
instituciones representativas, que reconocemos imperfectas, a un puiia~
do de hombres y mujeres, supuestamente sabios, instruidos, virtuosos
y de altos principios, los tinicos en quienes slo se puede confiar, asi
se piensa, para tomarse en serio las grandes cuestiones que estas deci-
siones plantean.
En quinto lugar, intentaré dar respuesta a algunas defensas del
control judicial de constitucionalidad, que lo presentan como un coro-
lario dé la democracia y no como algo inherentemente contrario al
principio de participacin democritica. Esta respuesta sera la labor
de los capitulos XII y XT.
2. TEORIAS BASADAS EN DERECHOS
Mi propésito inmediato en este capitulo es mostrar que de la idea
de derechos o de las premisas de una teorfa moral basada en derechos|
pee ree
ENTRE LOS DERECHOS ¥ LAS CARTAS DE DERECHOS, 308
no se infiere necesariamente que los derechos constitucionales defen-
didos judicialmente sean un mecanismo politico concreto deseable.
4A qué me refiero con «una teoria basada en derechos»? La ter-
minologia est adaptada de Taking rights seriously, de Ronald Dworkin,
donde propone «una clasificaci6n inicial tentativa de las teorias poli-
ticas» en teorias basadas en derechos, teorias basadas en deberes y
teorfas basadas en objetivos”. La idea es que en toda teorfa, salvo
en las intuicionistas mas extremas, se puede distinguir entre juicios
mis 0 menos bdsicos, en el sentido de que los menos basicos son deri-
vados de, 0 estan respaldados por, los ms bésicos". En una teoria
politica en ocasiones podemos alcanzar un nivel de «ser basico» del
que ya no podemos descender més, a un conjunto de juicios que
respaldan otros juicios en la teorfa pero que no son ellos mismos res-
paldados det mismo modo por ningan otro. Estas serén las propo-
siciones fuundamentales de la teoria 0, como Dworkin las ha denomi
nado en otro lugar, sus posiciones «constitutivas» ". Los utilitaristas
se enorgullecen del hecho de que su teoria moral esté organizada expli-
citamente de esta forma, y la tipologia de Dworkin presupone que
una estructura de este tipo puede ser también identificada en muchas
teorfas no utilitaristas ©.
No necesito, para mis propésitos aqui, utilizar ninguna idea que
dependa demasiado de la distincién precisa entre teorias basadas en
derechos, en deberes y en objetivos, asi que no entraré en los detalles,
de la clasificacién de Dworkty", En cambio, quisiera ocuparme de
‘Véase Donets, 1977: 90-96, Para una mayor discusién de esta tipologia, véase Mac
xa, 1984,
1 Joseph Raz sefiala que se trata de una relacion de respaldo, y no de una implicacién
pica. Si pentamas por razones distintas que deberia haber: i) un derecho a la libertad de
expresin politica, y i) un derecho a la libertad de expresi6n comercial, podemos resumir esto
dliciendo que deberia haber: it) un derecho a la libertad de expresion en general Pero aunque il)
implica Wdgicamente §), no la respalda en esta interpretacién de nuestro razonamiento, Véase
Re, 1986: 169,
© ‘Vease Dworxin, 1985: 186 ss.
* {sto compromete a los que utilizan la tipologia de Dworxaw con el «fundacionslismo»
‘en a teoria politica y moral? Este término tiene un sentido amplio y uno estrcto. En su sentido
amplio (¥ ms débil), et «fundacionalismo> se refiere al modo lineal de organizacién que he
‘mencionado: que una teoria tiene una estructura no-ircular 0 unidireecional de respaldo y
justfeacion, La alternativa al fundacionalismo en este sentido es el «holismo», en el que se
‘considera que los teoremas estin respaldades tanto por lo que ellos implican como por el hecho
{de que otros principios més generals les impliquen a ellos. No hay duda de que una clasificacion
fen tipos de teorias basadas en derechos, hasadas en deberes y basadas en objetivos presupone
due las teorias que estén siendo clasificadas son fundacionalistas en este sentido. Cuando se
critica el fundacionalismo, no obstante, habitualmente se esté pensando en una posiién mis
fuerte que ésia. Se trata ‘de que la verdad 0 la asertabilidad de las «proposiciones bisicas»
los waxiomas» de dicha teoria puede ser percbida o intuida, y que la estructura lineal transmite
esta justfcabilidad fundamental a través dela teoria. La clasiicaci6n en este capitulo no esti
‘comprometida con esta epistemologis, y no presupone niagin compromiso de este tipo por
parte de las teoras clasifiadas
"Para una discusién innecesariamente dilatada, éase WALDRON, 1988: 64-105.304 JEREMY WALDRON
la idea de que una teoria puede estar comprometida con los derechos
individuales en sus fundamentos y dejar todavia abierta la cuestién
de qué implicaciones tienen dichos fundamentos sobre la construcci6n
politica 0 constitucional.
Existen opiniones divergentes acerca de si las preocupaciones en
la base de una teoria de los derechos son exclusivamente preocupa-
ciones acerca de la libertad, 0 acerca de la independencia, 0 acerca
de la igualdad, o sie les puede atribuir una relevancia bésica intrinseca
respecto de otros intereses y necesidades materiales. Espero también
eludir esta cuestién aqui, si bien es una de las controversias cuya im-
portancia discutiré un poco mas adelante en este capitulo. Teorfas
diversas otorgan valor fundamental y consideran dignos de respeto a
diferentes derechos individuales —la libertad, la independencia, la
dignidad, etc—, y consideran también que un sentido de este valor
basico forma parte del fundamento general de la normatividad dentro
de cada teoria.
Podemos confiar en que estas preocupaciones, en tanto que pre~
misas, tendrén un caracter bastante abstracto. No esperariamos encon-
tar proposiciones como la Cuarta Enmienda de la Constitucién de
los Estados Unidos en los fundamentos de una teoria de los derechos.
Un derecho de proteccién del domicilio contra los registros injus
ficados probablemente se basa en el valor que otorgamos a un interés
individual més profundo que es el de la intimidad (privacy) *. Un dere-
cho a la intimidad (privacy), a su vez, puede estar basado en premisas
incluso més profundas sobre el valor de la autonomia y de vivir la
vida segdn los propios planes de vida. Se generardn entonces otras
conclusiones cuando descubramos qué es lo que exige el respeto a
estos intereses més profundos en las circunstancias de la sociedad con-
tempordnea. As{ es como funciona el argumento normativo en una
filosofia politica basada en derechos.
A veces en el desarrollo de dicho argumento podemos alcanzar
conclusiones intermedias que nos permiten decir que algén interés rela-
tivamente concreto debe ser considerado como valioso para que algén
interés mas profundo sea respetado adecuadamente. Aqui es donde
se encontraran las propuestas habituales sobre derechos en una teoria
bien desarrollada. Como vamos de premisas profundas abstractas a
recomendaciones particulares concretas, podemos hacer afirmaciones
como «la gente tiene un derecho a la libertad de expresiém» 0 «todos
tenemos un derecho a la educacin elementab> o «los sospechosos bajo
tutela policial tienen el derecho a no ser torturados». Aunque estas
propuestas indican intereses individuales valiosos, el valor de dichos
© Véase el apartado 6 de este capitulo,
* IN. de los trads:: Debemos advertir que el derecho a la privacy en Estados Unidos se
cetiende como algo mucho més ampli que el derecho a la intimidad en nuestros ordenamientos.
reson
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