Colecci6n de Anfdisis y Critica
Michael Heinrich
Critica de la economia politica.
Una introducci6n a El Capital de Marx.
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_Michael Heinrich
Critica de la econo1nia politica.
Una introducci6n a El Capital de Marx.
Traducci6n y pr6logo de Cesar Ruiz Sanjuan
1a Edici6n, 2008.
© Schmetterling Verlag GmbH
Titulo original: Kritik der politischen Okonomie. Eine Einfiihrung, 2004
© Escolar y Mayo Editores S.L. 2008
Pza. Agueda Diez sC 1°D
28019 Madrid
E-Mail:
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© De la presente traducci6n y pr6logo, Cesar Ruiz Sanjuan.
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de soporte.
PRO LOGO
LA NUEVA LECTURA DE MARX
«Critica de la economfa polftica» es la expresi6n que utiliza Marx para
designar su proyecto teorico de investigaci6n y exposici6n del modo de
producci6n capitalista. Michael Heinrich se sirve de ella para darle titu-
lo a su introducci6n a El Capital, en la que expone con gran rigor, pero
sin renunciar en ningun momenta a la claridad en la argumentaci6n
-incluso cuando comenta los pasajes que presentan una mayor dificul-
tad-, el proyecto te6rico de Marx.
En su lectura de El Capital, Heinrich se aparta en igual medida de las
interpretaciones generalistas -en las que Marx es utilizado por el inter-
prete como pantalla de proyecci6n para exponer sus propios plantea-
mientos, con escaso apoyo textual- y de las interpretaciones que, si bien
abordan de manera rigurosa la obra de Marx, resultan en muchas oca-
siones tan complejas 0 mas que los textos que tratan de interpretar.
Ahora bien, el hecho de que ellibro consista en un comentario expositi-
vo de El Capital no significa que el autor se dedique simplemente a citar
y a explicar textos, organizando l.ma exposicion mas o menos didactica,
sino que los somete a un comentario critico en el que destaca las ambi-
giiedades y contradicciones que en ellos se puedan presentar. La exposi-
cion de Heinrich pone de manifiesto la magnitud intelectual de la obra
de Marx y su singularidad como una nueva forma de teorfa en Ia histo-
ria del pensamiento, pero constata asimismo que Marx no siempre fue
coherenteen la articulacion de su nueva concepcion teorica yen ocasio-
nes desarrollo sus planteamientos sabre la base de sistemas conceptua-
les anteriores, lo que tiene como resultado que determinadas partes de
El Capital presenten un caracter ambivalente.
La interpretacion de Heinrich separa ambos niveles de la argumenta-
ci6n de Marx, lo que le permite resolver gran parte de las ambivalencias
con las que se han encontrado los interpretes y que por lo general no han
7
Critica de Ia economia politica
sido resucltas de man era satisfactoria. Eslo le pennite asimismo poner de
rnanific:;:lo !a potr.ncia te(Jrica del analisis de .i\1arx y rnoslrar c6wo en et
sc CJJClJCntran los elementos tc6ricos fundamcntales para explicar la
actual configuraci6n del modo cle producci6n capitalista y para Ia critica
del mismo. La utilizacion que hace Heinrich de los conceptos fundamen-
talcs de Marx para analizar cl funcionamiento del capitalismo actual hace
patentc sn vigencia.
Es evidente que ciertas estructuras del capitalismo estan hoy mucho
mas desarrolladas que en tiempos de Marx, por lo que resulta legitimo
preguntarse antes de abordar Ia lectura de El Cupital -o de un texto que
pretenda introducir a su lectura, como es cl caso del presente lihro·- si
esta obra, escrita haec ya mas de un siglo, todavia es v£1lida para com-
prender el f1mcionamiento del sistema capitalista. Pero para poder res-
ponder a esta pregunta es preciso separarla de dos tipos de consideracio-
nes con que se suele mezclar, y que impiden darle una rcspuesta adecua-
cla en tanto que no permiten plantearla propiamente como tal pregunta.
En primer lugar, sc afirma a mcnudo que cl clcnumbamiento de los
sistemas del «socialismo real», que se han «basado» en Ia teoria de Marx,
es la prueba definitiva de que dicha teoria ha «fracasado» y que, por
tanto, ya no tiene valiclez. Ahora bien, para que una teo ria fracase tiene al
menos que existir primero como tal teoria; y en la lectura de El Capital,
esto es, de Ia obra te6rica de Marx propiamente dicha, se puede consta-
tar que no hay un solo capitulo en el que se proyecte una teo ria sobre una
nueva sociedad socialista o comunista. Lo que nos encontramos en esta
obra es un analisis teorico del modo de producci6n capitalista.
En segundo lugar, tambien es frecuente la afirmacion de que el
determinismo historico de la teoria de Marx se basa una concepcion
especulativa de la historia que carece de base cientifica y simplifica Ia
complejidad de los procesos historicos, y que Ia explicaci6n de todos los
fen6menos sociales a partir de causas econ6micas resulta asimismo
demasiado simple para dar cuenta de la complejidad de Ia estructura
social. En este caso se confunde el analisis te6rico de Marx con la doctli-
na ideol6gica que ha recibido el nombre de «marxismo», una concep-
cion simplificada de la sociedad y de Ia historia que presuntamente se
basa en la teoria de Marx, pero que en muchos casas no ticne demasia-
do que ver con ella y que ha estado al servicio de otros fines muy distin-
tos al de la explicacion tcorica del modo de produccion capitalista. La
teoria de ·Marx es rechazada basandose en estas afirmaciones con un
enfasis que, al igual que en el caso anterior, suele ser directamente pro-
porcional al desconocimiento que se tiene de El Capital.
Si la pregunta se centra propiamente en Ia vigencia de El Capital
para comprender cl capitalismo tal y como se presenta en la actualidad,
entonces puede plantearse con cierto fundamento la objeci6n de que
8
La nueva !ectura de iVfarx
Marx ;1naliza en esta obra el capitalismo del siglo XIX, y que c1 capitalis-
rnu <'H'tual es tan distillto de aqu61 que el an{llisis te6rico de lVIarx ya no
puede sen;ir para explicarlo. Ciertamcnte, dicha objcci(m tiene su justi-
ficacion en el hecho de que los modos de produccion han ido cambiando
a lo largo de 1<~ historia. El modo de producci6n de la Antigiiedad estaba
basado en el Lrabajo de los esclavos, c1 de la Edad Media en el trabajo de
los siervos cle la gleba, y en la Modernidad ha surgido e1 capitalismo
corn-f) nuevo modo de producci6n constituido sabre la base del trabajo
asalariado. A su vez, ninguno de ellc>s ha sido estatico, sino que su con-
figuraci6n ha sufrido modificaciones con el paso del tiempo. Pero asi-
mismo resulla evidente que, a pesar de estas modificaciones, han tenido
qne .mantenerse una serie de estructurasfundamentales dcntro de cada
uno de eslos modos de producci6n para que siguiesen fi.!l1cionando
como tales. Esto es asi tambien por lo que respecta al capitalismo. A
pesar de los cambios hist6ricos, se han tenido que mantener una serie de
elementos comunes que hacen que este modo de produccion siga siendo
capitalismo y no ya otra cosa distinta. La prcgunta relevante es, enton-
ces, si cl objeto del analisis de Marx en El Capital es la forma hist6rica
del capitalismo que se presenta en su tiempo o si su investigaci6n se cen-
Lra, por el contrario, en las estructuras fundamentales que constituyen el
capitalismo y Io distinguen de los otros modos de producci6n.
En este sentido, Marx nos indica en el Pr61ogo a El Capital cual es
el prop6sito que persigue en su investigaci6n: «El objetivo ultimo de
esta obra es deseubrir Ia ley econ6mica que r:ige el movimiento de la
sociedacl mo<lerna». Esto significa que el objeto de su exposici6n no son
las relaciones capitalistas tal y como se presentan en su momento hist6-
rico, sino las determinaciones csenciales que definen al capitalismo y
que, por cosiguiente, tienen que ser cornunes a toda forma hist6rica de
capitalismo en tanto que se defina como tal. La exposici6n de Marx se
desarrolla, pues, a tm altisimo nivel de abstracci6n. El material empiri-
co le sirve para «ilustrar» su cxposici6n te6rica, como sefiala exprcsa-
mente en el Pr6logo a El Capital, pero no se trata en ningun caso de
analizar una determinada forma de capitalismo presente empiricamen-
te, sino de investigar las estructuras fundamentales que estan a la base
de toda forma de capitalismo. En efecto, esto es lo que Marx declara
como su prop6sito, lo que no quiere decir que de hecho consiga realizar-
lo plena mente. La lectura de El Capital podria poner de manifiesto que
no ha alcanzado su objetivo en detenninados puntas de su analisis, y
que ha eonsidcrado determinadas configuraciones hist6ricas transito-
rias como pertenecientes a Ja esencia del modo de producci6n capitalis-
ta. Pero de donde hay que patiir, en cualquier caso, es de la compren-
si6n expllcita de Marx respecto a su objeto de investigaci6n. La carga de
Ia prueba recae sobre quicn sostenga que Ia exposici6n de Marx no
9
Critica de !a economfa politico
alcanza su prop6sito, para lo cual hay que confrontarse ponnenorizada-
mente con su obra.
El Capital tienc como sub titulo la designaci6n que le da Marx al eon-
junto de su proyccto te6rico: Critica de la economia politico. Lo que nos
indica esta denominaci6n es que el analisis del modo de producci6n
capitalista tiene lugar a traves de la critica del sistema te6rico de Ia eco-
nomia politica. Ahara bien, es preciso determinar el significado que
tiene para Marx esta «critica», pues solo asi es posible hacerse cargo de
la amplitud y el alcance de su proyecto teorico. Se pucde entender, tal y
como ha sido usual en el marxismo tradicional, que se trata de la critica
de las distintas teorias existentes hasta ese momento, a partir de la cual
se presenta una nueva teoria que supera a las anteriores en rigor cienti-
fico y sistematicidad. A pesar de esta superioridad, en ultima instancia la
teoria de Marx estaria situada en la misma dimension te6rica que las
demas teorias de la economia po1itica clasica.
Frente a esta comprension restringida del significado de la «critica»,
cabe entenderla a un nivel mas esencial como una critica de los funda-
mentos te6ricos sobre los que se levanta la totalidad de la economia
politica, una critica de los presupuestos sabre los que se establece como
ciencia. Y en tanto que esta ciencia es la instancia central a partir de la
cualla moderna sociedad burguesa se comprende a si misma, se esta cri-
ticando al mismo tiempo tal autocomprension. Esta critica constituye el
camino a traves del cual se lleva a cabo el analisis de las estruduras y de
los procesos econ6micos de la sociedad moderna.
Si se entiende Ia critica de Marx en este sentido, las categorias que
vertebran su exposici6n ya no pueden ser entendidas al mismo nivel que
las de la economia politica. La investigacion de Marx no tiene como obje-
tivo simplemente explicar las relaciones cuantitativas de intereambio en
la sociedad capitalista; lo que en ella se presenta es el analisis de la forma
en Ia que se constituye el proceso social en el modo de produccion capi-
talista. Este proceso social, mediado por el intercambio generalizado de
mercancias, tiene como consecuencia que a las personas se les aparezcan
sus relacioncs sociales como relaciones entre cosas, de forma que se les
presentan como un poder independiente de ellas, al que se encuentran
sometidas y sobre el que no pueden ejercer ningun control. La media-
cion material de las relaciones sociales no solo engendra una determina-
da forma de dominio de clase, sino que tambien produce el «fetichismo»
que se adhiere a las mercancias, y al que estan sometidos todos los indi-
viduos de la sociedad, independientemente de la clase ala que pertenez-
can. Se trata de una per~epcion espontanea que se deriva inmediata-
mente de la praxis social de los individuos en 1a sociedad capitalista.
Dado que las personas se refieren a las cosas como mercancias, son
las mismas personas las que, de este modo, generan una determinada
10
La nueva /ectura de lvfarx
logiea de actuacion que esta mediada materialmente. Pcro las personas
queclan sornetidas asi a una forma de racionalidacl objetiva, indepen-
diente de elias mismas. Por consiguiente, el proceso social se les apare-
ee invertido, las relacioncs socialcs se les presentan «mistificadas». Y Ia
economia politica parte en sus teorias de estas relaciones invertidas y las
toma como si fuesen naturales. Tales formas de pensamiento «Objeti-
vas», que son aceptadas como algo evidente por la economia politica,
constituyen e] punto de partida de la critica de Marx, a traves de la cual
lleva a cabo la exposicion del modo de produccion capitalista.
Este conccpto de critica es el que esta a la base de ]a interpretacion
de la teoria de Marx que elabora Michael Heinrich. Para caracterizar los
elementos fundamentales que constituyen su interpretacion es prcciso
ubicarla en el contexto de la recepcion de la obra de Marx: por un lado,
en contraposicion a las interpretaciones simplificadas que se han pre-
sentado con frecuencia en el «marxismo tradicional»; por otro !ado, en
continuidad con el «marxismo occidental», como desarrollo del cual
surge la «nueva lectura de Marx» de la que es exponente la obra de
Heinrich.
II
La comprension de la teoria de Marx que ha dominado en el «mar-
xismo tradicional» no se ha hecho cargo de la verdadera dimension de
su critica. Al obviar esta dimension, la «critica de la economia politica»
quedo reducida a una «economia politica marxista», en la que, a diferen-
cia de la vision armoniosa de la sociedad capitalista que presentan los
economistas burgueses, se hace patente la explotacion de los trabajado-
res y el cad.cter estructural de las crisis en el modo de produccion capi-
talista. Pero ademas, esta comprension rcducida de la obra teorica de
Marx se insert6 como un elemento adicional en una teoria general de la
naturaleza, de la sociedad y de la historia, a partir de la cual se pretendia
dar respuesta a todas las pregnntas posibles. Asi quedo constituida una
ideologia que es lo que com(mmente se comprende bajo el r6tulo de
«marxismo», y que ciertamente tiene muy poco que ver con la :eoria de
Marx.
El proceso de gestaci6n de esta ideologia tiene su origen en los ulti-
mos escritos de Engels, que fueron la base de sucesivas simplificaciones
por parte de los principales dirigentes del movimiento obrero, a partir de
las cuales se acab6 configurando el corpus doctrinal del «marxismo». En
estos escritos, Engels intent6 suministrar al movimiento obrero una
vision global y 11nitaria de Ia sociedad y de la historia que se distinguie-
ra claramente de la vision burguesa dominante. La tarea que llevo a cabo
en este sentido era de una gran importancia practica, pues estaban sur-
ll
Crifica de fa economfa pofftica
giendo distintas concepciones del socialismo que ganaban carla vez mas
adPp1Ps dcntro clel n1.ovimiento ohrero. El ~rado de <.Jbstracci(HI y Ia difi-
cultad del analisis te6rico de Marx hacian que Sll obra no fuese inmedia-
tamente acccsible para Ia mayor parte de la clase obrera, de modo que
Engels asumi6 la tarea de proporcionarle a esta una concepcion global
de la sociedad y del mundo que, a diferencia de las otras eoneepciones
del socialismo, tuviese a su base una vision «cientifica»l.
Estos planteamientos de Engels, que no pretendian suplantar los
analisis te6ricos de Marx, sino que tenian un objetivo distinto, se redu-
jeron a sus elementos mas simples y fueron asumidos en Ia II
Internacional como la version oficial del «marxismo» 2 • La obra de Lenin
se desarrollo en gran parte en esta direcci6n, con el proposito de hacer
del marxismo .una doctrina cerrada y unitaria que sirviese de guia a la
actividad polltica del movimiento obrero. Ala muerte de Lenin, su inter-
pretacion del marxismo se instih1y6 como la doctrina oficial del Partido
Comunista sovietico en la forma del denominado «marxismo-leninis-
mo». Esta codificacion simplificada del marxismo estuvo al servicio de la
generacion de una conciencia de clase entre los trabajadores dentro del
proccso de constitucion del Estado «socialista» que tuvo Iugar en la
Union Sovietica. En este proceso se fue desarrollando una tendencia cre-
ciente a forjar formulaciones lo mas breves y condensadas que fuera
posible para llevar a cabo las tareas de propaganda. La regresi6n teorica
se consum6 con Stalin, que canoniz6 el «materialismo dialectico e histo-
rico» como el fundamento ideologico del socialismo de Estado, e1 cual
fue exportado desde la Union Sovietica al resto del mundo como Ia doc-
trina oficial del marxismo.
Los elementos funclamentales de este «marxismo ideol6gico» son:
una vision economicista de la sociedad, que reduce la explicaci6n de
todos los procesos sociales a causas economicas; una concepcion deter-
minista de la historia, segun la cual el modo de producci6n capitalista
colapsar<1 inexorablemente como resultado de sus contradicciones inter-
nas; y una concepcion medmica de !a dialectica, entendida como un
-,Engels fue victima en este sentido del <<cientifieismo» que domin6 el sig\o XIX. El <<mar-
xismo» que se constituy6 a pa1-tir de una interpretacion reduecionista de los planteamien··
tos contenidos en los escritos tardios de Engels se autoproelamo incesantementc como
«cienlifico». La historia se ha encargado de demostrar -y no solo por lo que al marxismo
se rdiere- que este afan desmedido de «cientificidacl» puede ser, de hecho, una de las for-
mas mas insidiosas en que se presenta Ia ideologia.
2 · Fue especialmente Kautsky -que como cabeza dirigente de Ia socialdemocracia alemana
tuvo una influencia decisiva en Ia II fnternacional- quien se encarg6 de codificar en un
sistema autosuficiente esta concepcion, elevandola al rango de «marxismo oficial». Otro
nombre importante al que se puede asociar este proceso es el de Plejanov, cuyos esfuerzos
se encaminaron asimismo a convertir elmarxisrno en un esquema onmicomprensivo en
el que encontrasen respuesta todas las cnestiones te6ricas y que suministrase una oricn-
taci6n para todas las cuestiones practicas. La sistematiz.aci6n doctrinaria de l'lcjanov
determin6 en gran medida Ia concepcion del marxismo de Lenin.
12
La nueva lectura de l'vlarx
cor\junto de !eyes que determinan el curso de Ia naturaleza, la sociedad
y el rwns<lmiento. Qued(J asi cunstituido definitivamente cl «marxismo»
como mera ideolugia que permitia explicar todos los procesos posibles e
inslituia una cosmovisi6n vinculante para el cor0unto de la clase obrera.
III
En la decacla de 1920 comenzo una critica a este marxismo ideol6gi-
co, cuyas distintas corrientes sc suelen integrar bajo la denominaci6n de
«marxismo occidental»3. Estas nuevas interpretaciones comenzaron a
surgir en el contexto de ]a. disolucion de la II Internacional -que tuvo
Ingar en la Primera Guerra Mundial- y de.la derrota de los movimientos
revolucionarios en los distintos paises europeos fuera de Rusia, que
supusieron la polarizad6n de los partidos delmovimiento obrero: por
un lado, los partidos socialdem6cratas abandonaron las posiciones revo-
lucionarias en favor de posiciones puramente reformistas, yen este pro-
ceso se fl.1eron desvinculando progresivamente del marxismo; por otro
!ado, los particlos comunistas se limitaron por lo general a aceptar acri-
ticamente la concepcion del marxisrno ideol6gico impuesto por la Union
Sovietica. Esto tuvo como consecuencia una separacion creciente entre
el movimiento obrero y las interpretaciones teoricas de la obra de Marx
que se desanollaron en el mundo occidental, cada vez menos vinculadas
a las confrontaciones politicas del momento y progresivamente despla-
zadas a un ambito mas academico. Estas nuevas corrientes de interpre-
tacion no fueron unitarias, sino que adoptaron una configuracion parti-
cular en los diversos paises. Pero a grandes rasgos pueden establecerse
una sel:ie de caracteristicas generales que en mayor o menor medida fue-
ron corhunes a casi todas elias, si bien r~sulta preciso hacer matizacio-
nes importantes en muchos casos.
Lo que caracteriza en primer lugar al marxismo occidental es su
orientaci6n predominantemente filos6jica. La obra de Marx se puso en
relaci6n con lade otros pensadores de Ia filosofia occidental, tratando de
buscar predecesores te6ricos de su pensamiento y de reconstruir los
planteamientos metodol6gicos implicitos que operaban en su exposici6n
tc6rica. El pensador al que estas interpretaciones se remitieron con
mayor frecuencia fue Hegel, en cuya filosofia se quisieron encontrar las
categorias fundamentales con las que Marx oper6 en su obra de critica
de Ia economia politiea. Esta relaci6n se entendi6 por lo general en el
sentido de que Marx habia extraido las categorias l6gicas del contexto
especulativo de la filosofia hegeliana y las habia aplicado, una vez libera-
3 Esta denominaci6n se ha hecho usual a partir de Ia obra de Perry Anderson
Considerations on Westem Marxism (1976) [Consideraciones sabre el marxismo occi-
dental, Mexico, Siglo XXT, 1979]. .
13
Crftica de fa economfa politico
das del sistema idealista en el que estaban insertas, a su concepcion
materialista clc la soeiedad y de la histo:·ia.
Un hito importante en el desarrollo del marxismo occidental lo eons-
lituy6 la publicaci6n de los escritos de jnvcntnd de Marx clenominados
Manuscritos de Paris o Manuscritos econ6mico-filos6jicos4. En estos
•extos, que tuvieron una enorme resonancia en el mundo occidental,
dparecen los conceptos de «esencia humana generica» (definida en los
terminos de la filosofia antropol6gica de Feuerhach) y de «enajenaci6n».
Se descubri6 un Marx humanista, que se reivindic6 f:rente al Marx eco-
.1omicista del marxisrno tradicional. Por otra paite, se quiso ver una con-
tinuidad entre el concepto de «enajenaci6n» que se presenta en estos
manuscritos y el de «fetichismo» que aparece posteriormente en El
;apital, y en general se tendi6 a interpretar la obra de madurez a la luz
de estos escritos de juventud. De este modo, los Manuscritos de Paris
acentuaron la orientaci6n filos6fica de la nueva recepci6n de Marx que
e venia desarrollando desde afios atras en el mundo occidental.
Esta recepci6n tuvo su comienzo en los escritos de Luldcs y de
Korsch. En la obra del primero, Historia-y~eorun:enc-Kt"-d£7-elase (1923),
lue se puede considerar como el documento fundacional del «marxismo
occidental», se cuestion6 por primera vez la identidad de los plantea-
mientos de Engels y Marx. En esta obra, Lukacs critic6 la concepcion
)bjetivista de la dialectica de Engels, sefialando que en dicha concepcion
estaba ausent~la relaci6n entre sujeto y objeto como elemento constitu-
tivo de la diale{aica. Desaparece asi la mediaci6n subjetiva del objeto, de
'llodo que la dialectica queda reducida a un puro mecanicismo objetivo,
,rente al que el sujeto asume una posicion puramente contemplativa.
Lukacs puso de manifiesto que esta falsa objetividad supone el descono-
r:imiento del planteamiento fundamental de Marx, que consiste en remi-
.ir los fen6menos econ6micos a las relaciones sociales de los hombres, y
· mostr6 c6mo solamente desde esta posicion resulta posible la crltica de
la conciencia cosificada.
La obra de Lukacs influy6 de manera decisiva en los pensadores de
.la Escuela de Frankfurt, cuya orientaci6n filos6t1ca fue a(m mayor que la
de los demas representantes del marxismo occidental. Esta corriente de
nterpretaci6n se origin6 en el «Instituto de Investigaci6n Social» de
. Frankfurt, fundado en 1924 como un institute de investigaci6n «marxis-
ta», que no dependia de ningun partido y que desarrollo una labor cuya
•rientaci6n fue ya desde el principia mas academica que politica. Esta
4 Estos manuscritos, ineditos en vida de Marx, se puhlicaron por prim era en 1932 en Ia edi-
'ion en curso de Ia MEGA (Marx-Engels Gesamtausgabe). Esta edici6n hist6rico-critica de
JS escritos de Marx y Engels, cuyo primer volumen apareci6 en 1927, fue un proyecto con-
junto de Alemania y la Uui6n Sovietica, y se desarrollo bajo Ia direcci6n de Riazanov. Es la
denorninada primera MEGA, que qued6 detenida en 1935 por el ascenso del nazismo y del
stalinismo. La continuaci6n de esta edici6n (segunda MEGA) no tuvo Iugar hasta 1975.
14
La nueva lectura de Marx
tendcncia se consurn6 en los afios 30, con la elaboraci6n de Ia «Teoria
critica>>, cuyos principales autores fueron M. Horkheirner, T. W. Adorno
y H. Marcuse, que desarrollaron una teoria social que iba mas alia del
marco originariamente «marxista» en el que habia surgido el Instituto.
Se centraron en el analisis critico cl.e diversos fen6menos culturales de Ia
sociedad capitalista, para lo cual no solo se basaron en la teor!a de Marx,
sino tambien en la obra de otros pensadores de la filosofia occidental.
El desarrollo del marxismo occidental basta comienzos de los alios
60 estuvo centrado sobre todo en cuestiones metodol6gicas de caracter
general, dirigiendo su critica basicamente al econornicismo y al objeti-
vismo del marxismo dogmaticos. Durante mucho tiempo no se cuestio-
n6la transformaci6n de la «critica de la economia politica» en una «eco-
nomia politica marxista». No fue hasta mediados de los afios 60 cuando
se comenz6 a abordar con rigor el contenido de la obra de critica de la
economia politica6. Estos debates, que se desarrollaron sobre todo en
medias academicos, estaban influidos por los planteamientos filos6ficos
y sociol6gicos que se habian desarrollado en la etapa anterior, y critica-
ron igualmente la lectura economicista de la obra de Marx. Pero las
interpretadones de indole metodol6gica que se comenzaron a desarro-
llar en este momento tuvieron un caracter menos general, y se centraron
en aspectos mas concretos, como la estructura de la exposic:6n de El
Capital, los diversos niveles de abstracci6n de las categorias con las que
Marx operaba en su analisis del sistema capitalista o la conexi6n interna
que existia entre las distintas categorias.
En este contexto, la interpretacion de Althusser tuvo una influencia
determinante7. Su critiCa se dirigi6 fundamentalmente contra la corn-
prensi6n de la obra de Marx que se habia hecho dominante en el mundo
occidental: seiial6la existencia de una «ruptura epistemol6gica» entre la
obra cientifica de madurez y los primeros escritos de orientaci6n filos6-
s Una exposici6n general de los planteamientos y discusiones que dominaron hasta este
momenta Ia ofrece Habermas en Theorie und Praxis. Sozia/philosophische Srudien (1963)
[Teo ria y praxis. Estudios de filosofia social, Madrid, Tecnos, 1987].
6 La obra de P. Sweezy Theory of capitalist development (1942) [Teoria del desarrollo
capitalista, Mexico,. FCE, 1958] constituye una excepci6n en este sentido. En esta obra,
Sweez.y realiz6 un amplio estudio de El Capital que fue mas alia de las cuestiones episte-
mol6gicas que habian dominado las interpretaciones del marxisrno occidental. El estudio
de Sweezy analizaba Ia teoria del valor, el proceso de la acurnulaci6n capitalis:a, y aborda-
ba un planteamiento general de la teo ria de las crisis. Pero su analisis partia C.e una teoria
del valor entendida en terminos cuantitativos, y no lleg6 a considcrarla al nivel del aniili-
sis de las determinaeiones econ6micas formales. Tampoco se hizo cargo del alcance del
significado de la «critica» para Marx, situando su obra en la rnisma dimension te6rica de
Ia economia politica.
7 En el afio 1965 aparccen las dos obras mas influyentes de Althusser en los debates mar-
xistas posteriores: Pour Marx [La r·evolucion teorica de Marx, Mexico, Siglo XXI, 1968]
y Li1·e le Capital [Para leer El capital, Mexico, Siglo XXI, 1969], esta ultima escrita en
colaboraci6n con otros autores (en la edici6n espanola solo estan recogidaslas contribu-
ciones de Althusser y Balibar).
15
Critica de fa economia politica
fica y humanist;1. Althusscr consiclcr{J que est-a ruptura s11ponia tambicu
cl aba11donu dcfiniti\'O de la filosofia de Hegel, y que las dcclaraciones de
.0-'Iarx que apuntabau a una relaci6n con la dialectica hegcliana se debian
a una reflexi6n insuficiente sobre la «revoluci6n te6rica» que habia lle-
vado a cabo_ Si bien esta interpretacion ha sido objeto de fuertcs polemi-
cas~>, lo cieiio es que con ella se introdu_jo una perspectiva nueva en Ia
recepcion de Ia obra de Marx; pues si la autocompresi6n de Marx resul-
ta insuficiente en relaci6n al desarrollo efectivo de su labor te6rica, ya no
hastahn simplemente con remitir a aquella, sino que era preciso un estu-
dio exhaustivo de su exposici6n te6ric.a a los distintos niveles en que se
presenta en los tcxtos.
A finales de los aiios 60 tuvo una gran importancia !a obra de R.
Rosdolsky sohre los Grundrisse9, que puso de rnanifiesto la relevancia
de estos manuscritos no publicados por Marx para la cornprensi6n del
proc.eso de gestaci6n de El Capital. En muchos casos se vieron como un
nexo entre los primeros escritos filos6ficos de Marxy El Capital. Pero lo
realmente significativo de la recepci6n de los Grundrisse fue que su
estudio hizo c.ada vez mas patente que la teoria de Marx no es algo aca-
bado, y que resultaba necesario el recurso a los diversos manusc.ritos
preparatorios de El Capital para tener una idea precisa sobre la eslriLc-
htra del proyeclo global diseiiado por Marxw.
En este momento comenzaron a desarrollarsc, sobre todo en
Alemania Occidental, nuevas investigaciones sobre la obra de Marx, en
las que se llev6 a cabo un estudio riguroso de los distintos niveles a los
que tiene lugar la exposici6n te6rica en los diferentes textos de c.ritica de
la economia politica. Las c.uestiones sobre el metoclo de Marx se plante-
aron sobre la base del analisis de los textos y de los intentos de solucio-
nar los problemas que de aqui se derivaban. En este contexto se disc.uti6
nuevamente sobre la influencia de la dialectica hegeliana en la estructu-
ra sistematica de la obra de Marx, pero dic.has discusiones se desarrolla-
ron igualmente partiendodel analisis de los tex--tos de critic.a de Ia ccono-
m:ia politica, y no de una manera abstrac.ta y general como habia sido
usual en el marxismo anterior. En estos debates resnltaron fundamenta-
B Muchos autores sc han esforzado en mostrar Ia continuidacl del pcnsamiento de Marx, y
otros, aun accptando la existencia de una mptura te6rica entre Ia obra de juventud y !a obra
de madurez, no h;m asociado esta mplura a una scparaci6n radical de Marx con respecto a
Hegel, sino a un tipo de aproximacion distinto al que habia tenido Iugar en su obra anterior.
9 /.ur Entstelwngsgeschichte des 111Jarxschen «Kopitul»_ Der Rohentwurf des «Kapital»
(1968) [Genesis y estructura de El capital de Marx (Estudius sobre los Grundrisse),
Mexico, Siglo XXI, 1978!- Los Grundrisse habian sido publicados por prirnera vez en
I9:J9-4.l, pero hasla Ia aparici6n de Ia obra de Rosdolsky nose situaron en cl centro de las
investigaciones sobrc Ia teo ria de Marx_
10 Para cl desarrollo de estos debates tambicn tuvo una gran importaneia la publicaci6n
de nn volumen conjunto con ocasi6n del centcnario de la primera edicion de El Capital.
Este volumen llevaba por titulo Kri6k der politisclren Okorwniie hcule- 100 ,/Ghre
<<Kapital» (1968), y fue cditncio par Alfred Schmidt y Walter Euclmer_
J()
La nueva lectura de Afarx
les las obras de Ilelmnt Reirhdt y Hans-Georg Backaus de principios de
los ar1ns ;o''· Fue prccisanwntc Backhaus quien, en e1 Pr61ogo a Ia edi-
ci{m compilatoria de sns cscritos publicada en 1997 12 , acufi6 cl t(Tmino
«nueva lectura de Marx» para referirse a estas interpretacioncs que sur-
gierou en Alernania a partir cle los afios 70 y que continl1an basta hoy.
En esla recepci6n de la obra de Marx, la tcoria del valor ya no se
interpreta simplemente con1o una teoria que analiza las relaciones de
intcrcambio de las mercandas, a partir de la cual se debe explicar un sis-
tema de precios relativo.s, ni la teoria del plusvalor se reduce a la expli-
caci6n del proreso de explotaci6n del trabajador en las condiciones capi-
talistas. La teoria marxiana es interpretada con mayor amplitud como la
explicaci6n y la critica de la forma general que ado pta el proceso social
en el modo de producci6n capitalista y de las distintas formas de pensa-
miento inverticlas que se desprenden de el, que detenninan tanto lacon-
ciencia espontanea de las personas sometidas a las relaciones capitalis-
tas como la perspectiva te6rica de la economia politica que trata de
explicar estas relaciones.
En esta «nueva lectura de Marx», la investigaci6n ya no se ha cir-
cunscrito solo a El Capital, sino que tambien han desempefiado un papel
importante los Grunclrisse y otros manuscritos, como los Resultate des
unmittelbaren Produktionsprozesses o el Urtext zur Kritik der politi-
schen Olwnomie. En estos debates se comenz6 a plantear la neccsidad
de una ~<reconstrucci6n» de la critica de Ia economia politica 13, partien-
do de la consideraci6n de que adolece de problemas en su coristituci6n
intcrna, y que son estos problemas internos los que han favorecido las
interpretacioncs simplificadas de las que ha sido objeto 1 4. Para soluci.o-
narlos, se puso de manifiesto la necesidad de recurrir a los manuscritos
de Marx en los que se encuentra p1anteada la estructura global de su pro-
yecto te6ric.o, dado que el desarrollo efcctivo del mismo ha quedado en
un estado fragmentario. Por otro lado, se recurri6 a los manuscritos para
analizar la forma en que sc prcsenta en cllos la exposici6n te6rica de
Marx y comprender a partir de aqui la cstructura metodol6gica de El
11 H. Reichelt, Zur logischen Stmktur des Kapitalbegriffs bei Karl Marx, Frank:furt/M.,
1970; H.-G. Backhaus, Mnte,·ialiell zur Rekonstruktion der Marxschen Werttheorie 1-2,
rJ1 Gesellsclwft. Beitroge wr Marxschen Theorie, Frankfurt/M, 1974, 1975-
12 H.-G. Backhaus, Diolektik der Werifonn, Freiburg, 1997-
'l Muy diferenle a estos inlentos de reconstnlcci6n es cl de J. Habermas en su obra Zur
Rekonstruktion des historischen Materinlimus (1976) [La reconstrucci6n del materialis-
m a hist6rico, Madrid, Taurus, 1981]. Habermas, sin llevar a cabo una confrontaci6n rigu-
rosa con los textos de critica de Ia economia politica de Marx, considera que es posiblc rea-
li?.ar esla reconslrucci6n redefiniendo los conceptos del marxismo tradieional sobre una
uueva base.
'4 Para Uevar a cabo esta reconstrucci6n, Backhaus cunsidera que la obra fundamentB\ de
Ia que hay que partir son los Grundrisse, pues en las obras postcriores el metodo de Marx
va quedando progresivamenle mas oculto debido al grado cada vez mayor de <<populari-
zaci6n» que prctende alcanzar.
17
Critica de Ia economia politica
Capital, pues sus escasas reflexiones explicitas sobrc Ia cuesti6n del
metodo no permiten dar cucnta de Ia complejidad de Ia arquitect6nka
de El Capita[JS.
Un impulso importante para el desarrollo de estas investigaciones
fue la continuaci6n del proyecto de edici6n hist6rico-eritica de los escri-
tos de Marx y Engels (segunda MEGA) a partir de 1975 1 6. Aqui comen-
zaron a aparecer textos basta ese momento ineditos, pero tam bien tex-
tos anteriormente publicados se presentaban ahora en una edici6n crfti-
ca, acompafiados de un enorme aparato documental, lo que permiti6
una investigaci6n mucho mas rigurosa de las fuentes. Tras el derrumba-
miento de 1a Union Sovietiea, a principios de los afios 90 la edici6n de la
MEGA pas6 a 1a Internationale Marx-Engels Stiftung (IMES) en
Amsterdam, con lo que qucd6 liberada de condicionamientos politicos y
se propici6 la internacionalizaci6n del proyecto.
IV
La interpretacion de la obra de Marx que lleva a cabo Michael
Heinrich se encuentra en continuidad con la «nueva lech1ra de Marx»
brevemente ca:racterizada en los pa.rrafos anteriores. Su posicion teorica
se halla ampliamente fundamentada en su obra principal Die
Wissenschaft vom Wert 17. Por su parte, Critica de la econom{a politico
es un texto de caracter introductorio, en el que Heinrich realiza una
exposici6n general de los elementos te6ricos fundamentales de El
Capital. Por ella aqui no se encuentra una confrontaci6n d.etallada con
las distintas interpretaciones de la obra de Marx, ni una fundamentaci6n
de Ia posicion teorica del autor. Esta exposici6n presupone, pues, la
interpretacion que desarrolla exhaustivamente en su obra Die
Wissenschaft vom Wert, ala que remite en repetidas ocasiones a lo largo
dellibro.
La tesis que esta ala base de la interpretacion de Heinrich 1 8 es que en
la critica marxiana de la economia polltica se cruzan dos diseursos distin-
15 Una contnbuci6n interesante con respecto al metodo de Marx, que esta en Ia linea de
interpretacion seiialada, puede verse en Helmut Brentel, Soziale Form und okonomisches
Q.bJekt. Studien zum Gegenstands- und Methodenverstiindnis der Kritik der politischen
Okonomie, Opladen, 1989.
16 En este aiio emprendieron Ia Union Sovietica y Ia Republica Dernocratica Alemana Ia
publicacion de Ia nueva MEGA (Marx-Engels Gesamtausgabe), cuya primera fase de edi-
ci6n se interrumpi6 en 1935. La otra edici6n dasica de referencia es Ia MEW (Marx-
Engels Werke), que constituyc Ia cdici6n mas popular de las obras de Marx y Engels: es Ia
mas frecuentemente citada en Ia bibliografia sobre Marx, y a partir de ella se han venido
realizando 1a mayor parte de las traducciones a otros idiomas.
17M. Heinrich, Die Wissenschaft vom Wert. Die Marxsche Kritik der politischen Okono-
mie zwischen wissenschaftlicher Revolution und klassischer Tradition, Hamburg, 1991.
Una version sustancialmente ampliada de esta obra apareci6 en la segunda edici6n de la
misma, en el aiio 1999. Las siguientes ediciones ya no presentan camhios significativos.
18 Cf. Die Wissenschaft vom Wert, Westfallisches Dampfboot, Miinster, 1999, p. 13 y ss.
18
La nueva lectura de Jvfarx
tos, lo que genera toda una serie de ambivalencias fundamentales en sus
desarrollos teoricos. Por un !ado, Marx !leva a cabo una ruptura con el
campo-tc6rico de la econornia polltiea; no solo eritica determinadas teo-
rias, sino que critica el campo te6rico sobre el que se levantan las distin-
tas teorias de la economia politica clasica. Por otro lado, debido a ]a en or-
me complejidad de esta ruptura, el discurso de los clasicos sigue ocupan-·
do un lugar central en muchos momcntos de su exposici6n, con lo que
Marx vuelve a situarse en e1 campo teorico que acaba de superar. Lo que
Michael Heinrich cuestiona a partir de aqui no es solo la autocomprcn-
sion que tiene Marx de su objeto y de su metoda, como ya han hecho
anteriormente otros antares, sino la coherencia te6rica de su discurso.
Las ambivaleneias presentes en la argumentacion de Marx tienen
importantes consecuencias en la estructura te6rica de su obra, pues afec-
tan incluso a las categorias-fundamentales. Los elementos del discurso
de la economia politica clasica son integrados en el nuevo campo teori-
co abierto por Marx, por lo que ambos discursos interfieren entre sL Esto
supone que intcrpretaciones opuestas puedan encontrar con igual dere-
cho una oase textual en la obra de Marx. La investigacion que lleva a
cabo Heinrich separa el nuevo nivel de analisis alcanzado por Marx de
los restos del discurso de los clasicos que interfieren con eL
Esta investigacion parte de una concepcion de la ciencia que
Heinrich hace explicita para poner de manifiesto el sentido de la mptu-
ra de Marx con el campo teorico de la economia politica clasica 19. A par-
tir de la critica ala insuficiencia de la concepcion empirista de la ciencia,
Heinrich sostiene que la ciencia no consiste s61o en observaciones y teo-
rias, sino que es la estmctura de un discurso, que genera un determina-
do tipo de preguntas y excluye otras, lo que constituye la condici6n de
posibilidad para la observacion de los fen6menos en el ambito de la cien-
cia y para la formulaci6n de las teorias que puedan explicarlos. Por con-
siguiente, los objetos de la ciencia no estan dados inmediatamente, sino
que son construidos en el proceso de conocimiento, lo que implica que
nose pueden separar sin mas del campo te6rico en el que se constituyen
como tales objetos. La «objetividad» solo es posible, por tanto, dentro de
un determinado campo teorico. Estos campos teoricos, en los cuales se
constituye Ia correspondiente representaci6n de lo ernpirico, se deben a
lo que Marx denomina «formas de pensamiento objetivas». Son las for-
mas de percepcion y de estructuraci6n de los objetos que corresponden
a una determinada fonnaci6n social, y que se taman por algo tan eviden-
te que parecen pettenecer al objeto en si mismo. La critica de Marx a la
economia politica se presenta en el contexto de esta concepcion de la
ciencia no solo como una nueva teoria en la historia del pensamiento
economico, sino como una critica de las formas de pensamiento objeti-
-----
!9 Ibid., p. 20 y ss. Cf. tambien p. 144 y ss.; p. 153 y ss.
19
Critica de Ia economia politico
vas <1 patiir de las cuales se constituye la economia politica como ciencia,
por lu que su critica esta clirigida al campo te6rico mismo que genera las
distintas teorias de Ia cconomia politica.
A partir de aqui, Heinrich plantea una lectura de la obra de Marx que
no solo se opone a la interpretacion burguesa, sino que tarnbien se dis-
tancia del marxismo tradicional en muchos puntas. En este sentido, un
aspecto significativo de Ia posicion te6rica de Heinrich es Ia crftica de los
interpretociones historicistas que han dominado en esta corriente del
marxismo, y qne entienden la exposici6n que se realiza en El Capital
como la reproducci6n abstracta del desarrollo hist6rico efectivo 2 o. La
lectura de Heinrich comprende Ia obra, por cl contrario, como una cons-
trucci6n conceptual que reproduce te6ricamente la conexi on objetiva de
las relaciones econ6micas que se presentan en la sociedad capitalista
desarrollada. Esta construcci6n te6rica no se deiiva en ning{m caso del
analisis del desarrollo hist6rico de las sociedades, por lo. que no puede
existir una correspondencia determinada entre el orden de sucesi6n his-
t6rico de las relaciones econ6micas y el orden l6gico de deducci6n de las
categorias. Este esta referido ala relaci6n que tienen las categorias en la
sociedad capitalista, no al orden en que han aparecido hist6ricamente
las relaciones que se expresan en ellas 21 •
Por lo que respecta al orden en que se presentan categorias en Ia
exposici6n te6rica de Marx, Heinrich destaca que se trata de un desm-ro-
llo conceptual que yjene determinado por la conexi6n interna de las
categorias, de tal modo que cada una de elias se desarrolla necesaria-
mente a partir de la anterior. Dieho orden de desarrollo conceptual
expresa las relaciones econ6micas de la sociedad moderna precisamen-
te a traves de} progreso de la exposicion: esta comienza COil las catego-
rias mas simples, que debido a! grado de abstracci6n de sus determina-
ciones resultan insuficientes a cierto nivel de la cxposici6n, lo que obli-
ga a abandonar el nivel al que se ha argurnentado hasta esc momento
para presentar categorias progresivamente mas concretas, que senin a
su vez insuficientes mientras no este expuesta todavia la totalidad del
modo de producci6n capitalista. Pero la expresi6n conceptual de las rela-
ciones econ6micas de la sociedad moderna no csta dada con el ultimo
2 o La.s interpretaciones historicistas considcran que en El Capital tiene Iugar la exposici6n
del desarrollo hist6rico de la producci6n desde una sociedad precapitalista de producto-
res de mercancias hasta la sociedad capitalista. Esta interpretacion se remonla a Engels,
que introdujo el termino <<prodLtcci6n mercantil simple>> (que no aparece en ning{m
momenta en ]a exposici6n de Marx) para designar esta sociedad precapitalista en la cual
habria estado vigente ]a determinaci6n del valor por el tiempo de trabajo como algo visi-
ble para los sujetos del intercambio, lo que hahrla permitido que las men:andas se intcr-
cambiasen a sus valores. Esta interpretacion de Engels, que supone Ia hislorizaci6n de Ia
ley del valor en una construcci6n l6gico-hist6rica, ha influido de manera decisiva en Ia
rcccpci6n de El Capital.
21 Cf. en la presente obra p. 1.5 y ss. Un planteamiento mas amjJ!io puede verse en 1Jie
~11issensclwft uom ),ilert, eel. cit., p. 164 y ss.
20
La nuevo lectura de i'vfarx
nivcl concreto de la exposicion, sino que solo es completa a traves de la
sucesi6n gloha l del desarrollo coHcept uaL
Esta exposici{m diulectica de las categorias no es el resultado de una
transferencia o aplicacion de las categorias de la logica hegeliana a Ia
materia de Ia economia politica, se trata m{ls bien de que solo a partir del
sistema de Hegel se puede alcanz.ar la estructura logica de la exposici6n
que desarrolla Marx en El Copital. Es precisamente a lraves de la cxpo-
sici6n clialectica de las categorias como Marx lleva a cabo la critica de las
categorias que estan ala base de la economia burguesa, de modo que la
critica nose rcaliza desde fuera -no hay un patron externo de medida-,
sino que es una critica inmanentc, una critica que resulta de la exposi-
ci6n misrna de las categorias. Para Marx se trata, al igual que para Hegel,
de disolver la apariencia de autonomia de alga que se presenta como
inmediato, y clemostrar de este modo que lo aparentemente inmediato
es en realidad algo mediado. Sc puede ctiticar asi el modo de operar con
categorias que tienen la apariencia de independencia y de inmediatez 22 .
Hasta aqui se han sefialado los elementos mas importantes de la
interpretacion de Michael Heinrich a nivel metodol6gico. En cua'nto a
los conceptos fundamentales que articulan el analisis marxiano a los dis-
tintos niveles de su exposici6n, uno de los elementos centrales de la
interpretacion de Heinrich es su comprension de la teoria del valor de
Marx como una teoria no sustancialista del valor 2 3. La concepcion sus-
tancialista del valor, que ha siclo la que ha dominado la recepci6n de la
teoria del valor de Marx (tanto entre los marxistas como entre sus criti-
cos), considera que el valor esta determinado de manera definitiva por el
«tiempo de trab<~o socialmente necesmio» para la producci6n de !a
mercanda individual; se lo comprende como una «sustancia» que entra
en el producto del trabajo a traves del proceso de producci6n, por lo que
es algo que le corresponde a cada mercanda aisladamentc de las demas.
Por el contrario, la concepcion no sustancialista entiendc el valor como
algo que solo se presenta en 1a relaci6n entre las mercancias en el proce-
so de intercambio, ya que esta determinado por la relaci6n entre el «tra-
h<0o individual» y el «trabajo social global» (y no solo por la relaci6n
entre el trabajo individual y el producto, tal y como sostiene la interpre-
tacion sustancialista), de modo que el valor no es algo que pueda existir
en la mercancia aislada.
De esta manera se hace patente la importancia fundamental que
tiene el an:llisis de la forma de valor para la comprensi6n de la teoria del
n Cf. Die Wissenschaft vom Wert, ed. cit., p. 171 y ss.
73 Cf. el capitulo HI de esta obra. Un tratamiento miis extenso se encuentra en Die
Wissenschqfl: vorn Wert, ed. cit., p. 198 y ss. Una exposici6n de estos pbnteamientos en
base a! comenlario de textos selcccionados de El Capital y de los manuscritos puede verse
en Ia ultima obra del autor, dedicada al analisis de Ia teoria del valor: M. Heinrich, Wie
das Mm·.uche «Kupitol» lesen, Stuttgart, Schmetterling Verlag, 2008.
21
Critica de la economia polirica
vahr de .Marx. El valor no se puede aprehender en la cosa aislada, sino
que s6lo se presenta en Ia relaci6n entre cosas, en Ia que una de elias
act6a como forma del valor. Los productos del trabajo fuera del inter-
cambia no poseen valor, ni son, por tanto, rnercancias; solo lo son en el
proceso en el cual se igualan. El vaior es, pues, Ia expresi6n de una rela-
ci6n social (que aparece como una relacion entre casas), no una sustan-
cia que exista en una cosa aislada, por lo que no puede estar determina-
do solo por el proceso de produccion de Ia cosa. Lo que se expresa en el
valor es la forma espedfica del proceso social capitalista, que esta cons-
tituido por la produccion privada de mercancias, y en el que el caracter
especificamente social del trabajo que se gasta privadamente solo se
hace valer con posterioridad: el trabajo individual, concreto, no es inme-
diatamente social, sino que solo adquiere canicter social yvale como tra-
bajo abstracto, generador de valor, en el proceso de intercambio. Pero ~~
hecho que el valor s6lo se presente en el intercambio no significa que sea
este el que genera el valor, sil'io que el intercambio hace de mediaci6n
entre los trabajos de los productores individuales de mercancias. Nose
trata de sustituir la primacia de Ia esfera de la producci6n por lade la cir-
culaci6n, sino de poner de manifiesto que el valor se genera <;n la unidad
de las dos esferas24.
Otro aspecto relevante de la interpretacion de Heinrich es su posi-
cion critica frente a la existencia de una concepcion determinista de Ia
historia en la obra de critica de la economia politica. El determinismo
hist6rico ha constituido una de las piezas fundamentales de la interpre-
tacion de la teo ria de Marx por parte del marxism a tradicional, el cual ha
sostenido par lo general que, segun el analisis de Marx, la evoluci6n his-
torica conducini ineludiblemente al colapso del capitalismo a causa de
sus propias contradicciones internas. Aunque en El Capital se encuen-
tran algunas afirmaciones que apuntan en este sentido, Heinrich sostie-
ne que no son constitutivas del desarrollo teo rico de Marx, sino que per-
tenecen a las partes «declamatorias» de la obra, y que de su analisis del
modo de producci6n capitalista no puede deducirse ninguna conclusion
fundada te6ricamente que permita realizaJ;" tales afirmaciones, asi como
dicho analisis no se basa en ningun punta en estas afirmaciones 2 5.
En conexi6n con estos planteamientos se encuentra la critica que rea-
liza Heinrich de la denominada «ley de la caida tendencial de la tasa de
beneficia>> formulada por Marx en ellibro tercero de El Capital. La vali-
2 4 A partir de esta concepci6n no sustancialista, Heinrich entiencle Ia teo ria del valor de
Marx como una <<teoria monetaria del valor», segun Ia cual el dinero es el medio necesa-
rio a traves del que se constituye Ia forma social de los prodnctos del trabajo individual, y
no un mero media tecnico auxiliar para facilitar el intercambio a nivel pnictico, como se
considera clesdc el punta de vista de la concepci6n sustancialista del valor.
2 5 Cf. p. 192 y ss. de Ia presente obra. Para una exposici6n mas detallacla de esta interpre-
tacion, vease Die Wissenschaft vom Wert, eel. cit., p. 148 y ss.; p. 371 y ss.
22
La nueva lectura de lvfarx
rlez de esta ley ha sido insistentemente defendida por la corriente tradi-
cional del marxismo, sobre todo porque ha fundamentado en ella la teo-
ria de las crisis en el capitalismo. Basandose en esta <dey>>, que afirma
que la tendencia a la disminuci6n progresiva de la tasa general de bene-
ficia es consustancial al desarrollo de la produccion capitalista, muchos
marxistas han defendido que como consecuencia de ello se ira reducien-
do graclualmente la acumulacion de capital, y las sucesivas crisis que esto
provocara tendran como resultado el colapso del modo de producci6n
capitalista. Michael Heinrich niega la validez de esta ley, pero sostiene
que Marx no funda.en ella la nccesidad de las crisis en el capitalismo, sino
que la determinacion del caracter estructural de las crisis se situa a un
nivel mny anterior de su exposici6n. Por otra parte, si bien es cierto que
el analisis de Marx pone de manifiesto que el desarrollo del cap:talismo
va necesariamente acompaiiado de crisis, que un capitalismo sin crisis es
imposible debido al propio modo de funcionamiento del sistema, lo que
no se deriva del analisis de Marx es que el car:kter estructural de las cri-
sis en el capitalismo signifique necesariamente un colapso definitivo del
sistema. Los planteamientos deterministas suponen la absolutizacion de
ciertas tendencias, sin tener en cuenta en ning{tn momento la gran flexi-
bilidad y Ia extraordinaria capacidad de adaptaci6n de la que dispone el
sistema capitalista. Heinrich sefiala una funcion esencial de las crisis a la
que se refiereMarx en distintos lugares de su obra y ala que el marxismo
no ha solido prestar atenci6n: la destructividad de las crisis es precisa-
mente el modo en que el capitalismo restablece su equilibria, de forma
que las crisis constituyen un mecanismo necesario para el funcionamien-
to del sistema capitalista y tienen una dimension positiva para el sistema
en su conjunto26.
El analisis de Marx muestra, por tanto, que las crisis son pa:te cons-
titutiva del capitalismo, pero no que lleven inexorablemente a su colap-
so, de donde se desprende que si el capitalismo ha de desaparecer no
sera a causa de su propia evolucion interna, sino porque las personas
que estan sometidas a su potencial destructive decidan ponerlefin. Pero
reducir esta discusion ala contra posicion entre determinismo yvolunta-
rismo en el modo en que se ha hecho tradicionalmente supone simplifi-
carla de manera considerable. ~ues la posicion de la clase trabajadora
dentro de la sociedad capitalista no implica necesariamente una con-
ciencia de clase y una accion de clase comun, y menos aun en una direc-
ci6n «revolucionaria». Lo que ha mostrado la evolucion del capitalismo
ha sido mas bien que la clase trabajadora puede no tcner ning{m in teres
en abolir el sistema capitalista, y que su unico interes puede dirigirse
simplemente a conseguir una posicion mejor dentro de el.
26 Para Ia c~ltica de Ia «ley de Ia caida tendencial de Ia tasa de be.ficio», cf. en esta obra p. 152
y ss.; sobre Ia teo ria de las crisis, cf. p. 171 y ss. En Die Wissensc.tift vom Wert p. 327 y ss. y p.
341 y ss. respectivamente.
23
Cririca de Ia ecorzomia po!itica
Estn es algo que rcsulta perfcctumcnte explicable a partir (lei anali-
sis riel modo de producci{m capilalista qHe desarrolla Marx en El
Capital, pues pone de manifiesto que Ia conciencia espont£u1e;t de todos
los individuos de !a sociedad capitalista, independicntemente de Ia clase
a Ia que pertenczcan, sucumbe a! «fctichismo» de la mercancia y del
dinero, ala «mistificaci6n» de 1a forma de salario y, en general, a !a cosi-
ficacion de las relaciones sociales. Esto implica que la percepcion que
tienen los individnos de sus «intereses» est{t mediada por estas forrnas
invertidas de pcnsamiento, que surgen espontanearnente de la propia
actuacion social de las personas dentro de la sociedad capitalista 2 7. Esto
no significa que sea imposible sustracrsc a esta representacioninvertida
de las relacioncs sociales, pero ello no depcnde de la posicion de clasc,
sino de !a rcflexi6n y de la comprensi6n del funcionamiento del sistema.
En este sentido, el anaJisis que rea1iza Marx en El Capital, al mostrar que
es la propia praxis social de los individuos en la sociedad capitalista la
que genera las estructuras de coercion material que se les presentan
como un poder aut6nomo al que se encuentran sometidos, muestra al
mismo tiempo Ia posibi1idad de eliminar este poder que se vuelve inde-
pendiente frente a las personas, pero que es producido por elias mismas.
De este modo proporciona los elementos para llevar a cabo la critica de
las relacioncs cosificadas y abre la perspectiva de una verdadera ernan-
cipaci6n social.
La critica de Marx se desarrolla sobre la base del analisis del modo
de funcionamiento del proceso de produccion capitalista. Lo que cons-
tata en su analisis cs que el {mico fin de la produccion capitalista es la
valorizacion del valor, el incremento incesante de la ganancia. La satis-
faccion de necesidades es solo un elemento secundario, que se lleva a
cabo en tanto que es necesario para el movimiento continuo de la
ganancia. En este sentido, el proceso carece de medida alguna -al con-
trario de lo que ocurriria si su fin fucse la satisfaccion de necesidades,
pues estas constituirian su medida y su limite-, es un proceso ilimitado
por definicion. Y el hombre y la naturaleza no son mas que meros
medias para la consecucion del {mico fin que tiene este proceso carente
de medida. Como scfiala Heinrich: «Ya que estc proceso no conoce otro
fin que la valorizaci6n y el constantc pcrfeccionamiento de la valoriza-
cion, ya que el hombre y la naturaleza son simplemente medius para la
?7 La interpretacion de Heinrich, que pone en primer plano estos planteamientos funda-
mentales de El Capital, muestra como a partir de Ia teoria de Marx se pueden compren-
der los diferentes aspectos de este proceso. Veanse para ello las impmiantes secciones
sobre el fetichismo (capitulo Ill.VUI) y sobrc Ia formula trinitaria (capitulo X.l) en este
Jibro. En cambia, el marxismo tradicional generalmente nose ha hecho cargo de Ia dimen-
sion central de esta parte de !a !.coria de Marx, como hace palente su rccurrente afirma-
ci6n sobre e! c:ml.cter privilegiaclo del pun to de vista de Ia dase trabajadora para compren-
der las relacioncs capita,istas.
24
La nueva lectura de t'vfarx
va\oriz(lcifm, esle proceso tiene un potencial destructivo inmancnte
frcnt·e a\ hombre y Ia 1taturalev1, y sigue reproduciendo siemrre en for-
was nuevas las condiciones Jc vida miscrables, incluso con un nivel de
vida crecienle»:?H.
La leoria de Marx es una de las henamientas mas potentes de que
disponemos para comprendcr la dinamica interna del sistema capita-
lista, y a ella tiene que remitirse cualquier amllisis profundo del capita-
lismo y cualquier critica que aspire ala emancipaci6n social de las per-
sonas sometidas a su potencial destructivo. El libro de Michael
Heinrich constituye una excelente introducci6n a los elementos funda-
mentales de esta teoria, yen el se pone de manifiesto la plena vigencia
de la obra de Marx para la comprensi6n del funcionamiento del siste-
ma capilalista y para la critica del mismo. Una critica que, como indica
el aulor, no se debe confundir con una critica moral al capitalismo;
Marx no parte de ningun tipo de recriminaci6n de caracter moral, sino
que muestra la forma en que flinciona efectivamente el modo de pro-
clucci6n capitalista: «Frente a las exigencias desmesuradas del capita-
lismo, Marx no trae a colaci6n un "derecho" moral a una vida integra o
algo parecido. En Iugar de eso, tiene la esperanza de que con la com-
prensi6n creciente de la naturaleza destructiva del sistema capitalista
(que se puede constatar sin invocar ninguna moral), la clase trabajado-
ra emprenda la lucha contra este sistema, no a causa de consideracio-
nes monzles, sino de su propio interes; pero no de un interes que busca
una posicion mejor dentro del capitalismo, sino del interes en una vida
buena y segura, que s6lo se pucde realizar mas alla del capitalismo» 2 9.
Cesar Ruiz Sanjuan
2 8 Cf. p. 136 de la presente ohra.
29 Ibid., p. 50.
25
PROLOGO A LA EDICJON ALEMANA
La protesta vuelve a tener lugar. En los ultimos aiios han surgido
multiples movimientos contestatarios, sobre todo movimientos de criti-
ca ala «globalizacion». Los cnfrentamientos en la reunion de la Orga-
nizaci6n Mundial del Comercio (OMC) en Seattle (1999) o en la reunion
del G 8 en Genova (2.001) se han convertido ya en el simbolo de una
nueva resistencia frente a las exigencias desmesuradas del capitalismo.
Al mismo tiempo, las discusiones sobre las consecuencias destructivas
de un capitalismo «desenfrenado» han ido mas alla de los tradicionales
drculos de izquierda.
Una breve mirada retrospectiva nos muestra que esto no era algo evi-
dente. A comienzos de los afios 90, tras el colapso de la Union Sovietica,
parecia que el capitalismo se habia impuesto definitivamente a escala
mundial como modelo economico y social sin alternativa posible. Aunque
siempre ha habido muchas posiciones de izquierdas que no veian en el
«socialismo real» sovietico la alternativa deseable al capitalismo, en ese
momento tales diferencias ya no parccian importar. Casi todo el mundo
consideraba que una sociedad mas alla de la economia de mercado capi-
talista era solo una utopia completamente aj ena ala realidad. En lugar de
la protesta, se impusieron el conformismo y la resignacion.
Sin embargo, precisamente en los aiios 90 se puso de manifiesto que
el capitalismo, tambien despues de su aparente «victoria finaL>, seguia
acompafiado de procesos de crisis y depauperaci6n; y Kosovo,
Afganistan e Irak han demostrado que las guerras en las que los paises
capitalistas desarrollados estan involucrados -no s61o indirectamente,
sino tambien de manera directa- no son en modo alguno cosa del pasa-
do. Los nuevos movimientos se han hecho cargo de todo esto en formas
diversas y lo han convertido en pun to de partida de la critica. A menudo
se ha tratado solamente de protestas puntuales y de mejoras iamanen-
tes al sistema, y no pocas veces la critica se ha basado en una represen-
taci6n moral simplista en la que todo es blanco o negro. Pero en cl trans-
curso de las discusiones tambien se han planteado una y otra vez pre-
?.7
Crifico de !a cconomiu po!itica
gunta.s fundamentalcs: prcgunlas sobrc el modo de funcionamienlu del
capitali.smo aclual, sobre Ia conexi6n cnlre capitalismo, Estado y guerra,
\' sobre los <:<imhioc; que son posiblcs dentro del capitalismo.
La teoria de iz,quierdas ha vuelto a ser importantc. Cuaiquier acci6n
que tenga como objetivo el cambia parte de una cleterminada compren-
sibn de lo existcnte. Si se exige, por ejcmplo, Ia irnplantaci6n de una tasa
Tobin (el gravamen de las transacciones de divisas) como un medio dcci-
sivo para «domar» a! eapitalismo «desbocado», con clio se estan presn-
poniendo determinados conceptos tc6ricos sobrc el significado de los
mercados financicros y sobre el capitali.smo refrcnado o dcsenfrenaclo,
se formulcn expresamente o no. La pregunta acerca de como funciona el
capitalismo actual no es, por tanto, una cucsti6n abstracta y acadcmica,
sino que Ja respuesta que se le de tiene una relcvancia practica inmedia-
ta para todo movimiento de critica a! capitalismo.
Por eso no cs sorprendente que en los i'tltimos anos hayan vuelto a
tener actualidad grandes proyectos teoricos, como ha ocurrido reciente-
mentc con Imperio de Antonio Negri y Michael Hardt, La em cie la
iriformaci6n de Manuel Castells o, particularmente en Alemania,
Schwarzbuch des Kapilalismus de Robert Kurz. En estos tres libros,
orientados de man era muy distinta tanto pollticamente como por lo que
respecta a su contenido, sc recurre en mayor o menor medida a las cate-
gorias de Marx: en parte se las utiliza para analizar el desarrollo presen-
te y en parte se las critica como obsoletas. Por lo vist:o, hoy en dia tam-
poco se pueclc eludir El Capital si se quiere analizar en profundidad el
capitalismo. Sin embargo, los tres libros mencionados tienen en comun,
si bien de modo diferente, una utilizaci6n muy superficial de las catcgo-
rias marxianas, que aparecen a menudo como meros ornamentos ret:ori-
cos. Una confrontacion eon el original es conveniente no solo para criti-
car tales superficialidades, sino tambien porque El Capital, escrito hace
mas de cicn anos, es mas actual en muchos sentidos que algunas obras
escritas recientemente y presentadas con gran ostentaci6n.
Cuando comienza a leer El Capital, uno choca con algunas difieulta-
des. Precisamente a! comienzo, e1 texto no siempre resulta facil de
entcnder. Tambi<'m la extensi6n de sus tres libros puede tener un cfecto
disuasorio. Sin embargo, no hay que conformarse solamcntc con Ia lec-
tura del libro primero. Puesto que Marx expone su objeto a distintos
niveles de abstraeci6n, que se presuponen y complementan tmos a otros,
solo al final dellibro tercero se puede entender plenamcnte Ia teoria del
valor y del plusvalor tratada en ellibro primero. Lo que uno crce saber
tras Ja tectura aislada dellibro primero no s61o es incompleto, sino tam-
bien equ!voco.
Tampoco se entiende sin mas !a pretension de El Capitol, que se
encuentra expresada en su subtitulo y que Marx uliliza tambien como
Prulugo u !a edicir5n ulemuna
caraclerizaei(m de Ia totalidad de su proyecto cientifico: «Critica de Ia
('('()JlO!rll<l polil ica ". En e! siglo xrx se designaba tcmiiticanwnte como
ccononriu polilicu mils o lllcuos aquello que hoy Jlamamos ciencia eco-
n6mica. Lo que .Marx indica con la denominaci6n «eritica de la econo-
mia poll! ica» es que no sc trata s61o de una nueva exposici6n de la eco-
nomia politica, sino de una critica fundamental ala totalidad de Ia cien-
cia ccon6mica anterior: para Marx se trata de una «revoluci6n cicntifi-
ca>>, y claro est£1 que con una intenci6n politica y sociaL A pesar de todas
eslas di.ficultades, se hade abordar la lectura de El Capital. La siguiente
Iutroducci6n no puedc reemplazar esta lectura; {micamente pretende
ofrecer una primera orientaci6n 1 .
Ademas, los lectures y lectoras deberian ser conscientes de que ya
poseen una determinada precomprensi6n acerca de lo que es el capital,
de lo que son las crisis, y t;imbicn acerca de lo que trata la teoria de
Marx. Dicha precomprensi6n, que se forma automaticamente a traves de
la eseuela y de los medios de comunicaci6n, a traves de las conversacio-
nes y las discusiones, tiene que ser cucstionada criticamente. Nose trata
solo de confrontarse con algo nuevo, sino tambien de examinar lo
supuestamente conocido y evidente.
Este cxamen deberia empezar ya en el primer capitulo. Aqui se de-
san·olla, por un lado, un primer concepto provisional del capitalismo,
que se rliferencia de muchas ideas «espontaneas» acerca del mismo. Por
otro !ado, se trata del papel del marxismo en el movimiento obrero. A
este respecto deberia quedar clara que no existe en absoluto algo asi
como «el» marxismo. Siempre se ha discutido acerca de que es lo que
eonstituye la verdadera esencia de Ia teoria de Marx, y ciertamente no
solo entre «marxistas>> y «criticos de Marx», sino tambien entre los pro-
pios «marxistas>>.
En el segundo capitulo, que es asimismo preparatorio, se da una
caracterizaci6n provisional del objeto de El Capital. Los capitulos pos-
teriores siguen de manera muy general el curso de la argumentaci6n de
los tres libros de El Capitol: del capitulo HI al V se aborda la materia del
libro primero, en el capitulo VI la del segundo y del capitulo VII a! X Ia
del terccro.
Marx tenia proyectada una investigaci6n del Estado que debia de-
sarrollarse sistematicamente de manera similar a su analisis de la econo-
mia, pero nunea lleg6 a rcalizarla. En El Capital se cncucntran sola mente
observaciones ocasionales acerca del Estado. Sin embargo, la critica del
capital no s6lo quecla incompleta sin la criti.ca del Estado, sino que indu-
1 Un comentario delallado del libro primer-a de El Capital, que toma en consideraci6n
cada uno de lo~ capitulos, se encuentra en Altvater el al. (1999). A diferencia cle dicho
comentario, aqui se trata solo del contexto general de Ia argumentaci6n de Marx, si bien
tomando en consideracihn los Ires Jibros de El Capital. Una introducci6n en base a textos
seleccionatlos puede verse en Berger (2003).
29
Critica de Ia economia politico
ce a malentendidos. Por este motivo, en el capitulo XI se abordara, siquie-
ra brcvcmcnte, una critica del Estado. En el capitulo XU, con cl que con-
cluye este libro, se plantea una breve discusi6n acerca de lo que Marx
cntiende o deja de en tender pur socialismo y comunismo.
Muchas simplificaciones del marxismo tradicional, «ideol6gico» (cf.
para este concepto el capitulo I.III), han sido critieadas especialrnente en
las ultimas decadas. A raiz de ello ya no se sigui6 interpretando a Marx
simplemente como cl mejor economista, st:;g{tn se habia hecho en la
perspectiva tradicional, sino fundamentalmente como critico del proce-
so social mediado por el valor y por ello «fetichizado». Esta nueva lectu-
ra de los textos de critica econ6mica de Marx constituye la base de la pre-
sente Introducci6n. Por lo tanto, en mi exposici6n entronco con deter-
minadas interpretaciones de la teoria de Marx, mientras que otras son
desechadas. Ahara bien, para no desbordar los limites de esta Introduc-
ci6n, he tenido que renunciar en gran parte a la confrontaci6n con otras
interpretaciones. He fundamentado detalladamente mi punta de vista
sobre la critica de la econorriia politica en Heinrich (1999); una reseiia de
la bibliografia mas importante se encuentra en Heinrich (1999a).
En el capitulo III se aborda la teoria del valor de Marx. Recomiendo
una lectura particularmente detenida de este capitulo, tambien a aque-
llos que creen conocer ya la teoria del valor y solo quiercn informarse
sobre temas especificos como, por ejemplo, el credito o las crisis. Este
capitulo no solo es el presupuesto de todo lo que sigue; en el tambien se
pone de manifiesto con especial claridad la «nueva lechtra de Marx»
mencionada anteriormente.
Una observaci6n sabre la forma de escribir en lo relativo al genero:
soy consciente de que la lengua alemana ignora a las mujeres, siendo
utilizadas indistintamente las formas masculinas para referirse a
ambos sexos. Como reacci6n a ello se han introduciclo determinadas
grafias para hacer referenda a los dos sexos. Pero su uso consecuente
en el presente contexto conduciria a una nueva ignorancia, pues mien-
tras que clicho uso esta justificado en el caso de «trabajadoresjas»,
ocultaria en otros casos el hecho de que las mujeres raramente han for-
mado parte, por ejemplo, del mundo politico o empresarial. Por eso he
renunciado a dichas grafias, pero hablo a menudo de «trabajadores y
trabajadoras», etc.
Sobre la forma de citar: El Capital y oh·os textos de Marx se citan por
la edici6n Marx-Engels Werke (MEW), Berlin, 1956 y ss.; los tres libros
de El Capital se encuentran en MEW 23, 24 y 25. Los textos que no estan
contenidos en MEW se citan por la edici6n Marx-Engels Gesamtausgabe
(MEGA), Berlin, 1975 y ss*.
• Con respecto a las citas, la coherencia terminol6gica con el resto del texto ha hecho pre-
ferible la traducci6n directa del aleman. Pero dado que el libro pretende introducir a la
30
Prologo a La edicion utemana
En la elaboraci6n de esta Introducci6n he recibido la ayuda de uiver-
sas personas. Por la reiterada lectura critica de distintas partes del
manuscrito, por las intensas discusione.s y por las importantes sugeren-
cias que me han hecho, quiero dar las gracias de manera especial a
Marcus Broskamp, Alex Gallas, Jan Hoff, Martin Krzywdzinski, Ines
Langemeyer, Henrik Lebuhn, Kolja Lindner, Urs Lindner, Arno
Netzbandt, Bodo Niendl, Sabine Nuss, Alexis Petrioli, Thomas
Sablowski, Dorothea Schmidt, Anne Steckner e Ingo Stiitzle.
lectura de El Capital, se indica tam bien Ia referencia de p:i.gina de !a traducci6n espanola
en el caso de las citas de los tres libros de El Capital, por si ellector quisiera consultar el
contexto en el que aparecen en Ia obra. La indicaci6n de pagina se da por Ia edici6n de
Siglo XXI, a continuaci6n del numero de pagina de Ia edici6n alemana, y separando
ambos numeros por una barra (N. del T.).
31
CAI'JTULO I
CAPITALISMO Y «MARXISMO»
I i.Quf: ES EL CAPITALISMO?
Las sociedades actuales estan atravesadas por multitud de relaciones
de poder y de opresi6n que se manifiestan de distintas formas.
Encontramos relaciones de genera asimetricas, discriminaci6n racial,
enormes diferencias de posesi6n con las correspondientes diferencias de
influencia social, estereotipos antisemitas, discriminaci6n de determi-
nadas orientaciones sexuales. Se ha debatido mucho sobre la conexi6n
entre estas relaciones de poder y, en particular, sobre si una de ellas es
mas fundamental que las otras. Si en lo que sigue se ponen en primer
plano las relaciones de poder y de explotaci6n fundadas econ6micamen-
te, no es porque seah las {micas relaciones de poder relevantes. Pero no
se puede hablar de todo al mismo tiempo. En la critica de la economia
politica de Marx se trata fundamentalmente de las estructuras econ6mi-
cas de la sociedad capitalista, y por eso se siluan en el centro de esta
Introducci6n. Sin embargo, uno no deberiq. entregarse ala ilusi6n de que
con el analisis de los fundamentos del modo de producci6n capitalista
ya estuviera dicho toclo lo decisivo sabre las sociedades capitalistas.
El hecho de que vivamos en una «sociedad de clases» parece ser,
sobre todo en Alemania, algo controvertido. Aqui, ya e1 simple uso del
concepto de «dase» esta mal vista. Mientras la ultrareaccionaria
Primera Ministra de Inglaterra Margaret Thatcher no tenia ningun pro-
blema en hablar de Ia «working class», en Alemania raramente se oye
esta palabra, ni siquiera por boca de los socialdem6cratas. En este pais
s_olamente hay empleados, cmpresarios, funcionarios y, sobre todo,
«clase media». Y eso que hablar de clases no supone en modo alguno
plan tear un discur1o especialmente critico en si mismo. Esto vale no solo
para ideas de «jnsticia social» que buscan una equiparacion entre las
clases, sino tambien para algunas ideas presuntamente de «izquierdas»
que consideran la politica burguesa como una especie de conjuraci6n de
las clases «dominantes» contra el resto de la sociedad.
33
Crftica de Ia economia politica
El hecho de. que una «clase dominante» este situada frente a una
clase «dominada» y «explotada» puede scr qnizas una sorpresa para un
profesor de ciencias sociales cohservador que solo conocc «ciudadanos>>,
pero con ello todavia no se dice gran cosa. Todas las socicdades que
conocemos son «sociedades de clases». «Explotaci6n» significa, en pri-
mer Iugar, que la clase dominada produce no solo Sll propio sustento,
sino tambien el de la clase dominante. Pero las clases aparecen hist6ri-
camente en formas muy distintas: esclavos y esclavas estaban situados
frente a los poseedores de esclavos en la antigua Grecia, los siervos de la
gleba frente a los senores feudales en la Edad Media, yen el capitalismo
se oponen la burguesia (los ciudadanos propietarios) y el proletariarlo
(los trabajadores y trabajadoras asalariados). Lo decisivo es como fun-
cionan el dominio de clase y la explotaci6n en una sociedad. Y aqui el
capitalismo se distingue de manera absolutamente fundamental de las
sociedades precapitalistas en un doble respecto:
(1) En las sociedades precapitalistas, la explotaci6n se basaba en una
relaci6n personal de dependencia y de poder: el esclavo era propiedad
de su amo, el siervo de la gleba estaba sujeto a] correspondiente senor
feudal. El «senor» tenia un poder directo sobre el «siervo». Apoyado en
este poder, se apropiaba de una parte de lo que producia el «siervo~>. En
las relaciones capitalistas, el trabajador asalariado establece un contrato
de trabajo con el capitalista. Los trabajadores asalariados son formal-
mente libres (no hay ning{m poder exterior que les obligue a firmar el
contrato, los contratos establecidos pueden rescindirse) y estan situados
como formalmente iguales frente a los capitalistas (es cierto que existe
la ventaja factica de la propiedad, pero no hay p1ivilegios juridicos «de
nacimiento» como en una sociedad aristocratica.). En los paises capita-
listas desarrollados no existe una relaci6n de poder personal, por lo
menos no como regia. Par eso la sociedad burguesa, con sus ciudadanos
libres e iguales, fue considerada por muchos te6ricos sociales como lo
contrario de la sociedad feudal medieval, con sus privilegios estamenta-
les y sus relaciones de dependencia personal. Y m uchos economistas nie-
gan que exista algo asi como la explotaci6n en el capitalismo, e incluso
prefieren hablar, en lugar de capitalismo, de «eeonornia de mercado».
Aqui concurren, segun se afirma, distintos «factores de producci6n»
(trabajo, capital y suelo) y reciben la pmte correspondiente del produc-
to (salario, beneficia y renta de la tierra). Se discutira mas adelante como
se llevan a cabo la dominaci6n y la explotacion en el capitalismo preci-
samente par media de la libertad y 1a igualdad formales de lo.s «indivi-
duos que i.ntercambian,>.
(2) En las sociedades precapitalistas, la explotaci6n de la clase domi-
nada sirve de manera predominante para el consumo de la clase domi-
34
Capitalismo y «marxismo»
nante: sus rniembros Bevan una vida de lujo, utilizan la riqucza de Ia que
se apropian para su propia satisfacci6n, obien para la satisfacei6n ptlbli-
ca (representaciones teatrales en Ja antigua Grecia, juegos en Ia antigua
Roma), o tambien para hacer Ia guerra. La producci6n sir-ve de manera
inmediata para cubrir necesidades: para cubrir las necesidades (forzo-
samente) simples de Ia clase dominada y las extensas necesidades sun-
tuarias y belicas de la clase dominante. Solo en casos excepcionales se
usa Ia riqueza de la q\le se apropia Ia clase dominante para aumentar la
base de la explotaci6n (por ejemplo, renunciando al consumo para poder
comprar mas esclavos, de modo que estos puedan producir una mayor
riqueza). En las condiciones capitalistas, sin embargo, este es el caso
tipico. La ganancia de una empresa capitalista no sirve de manera pre-
dominante para p6sibilitarle una vida agradable al capitalista; Ia ganan-
cia debe invertirse de nuevo para generaF: aun mas ganancia en el futu-
ro. Elfin inmediato de la producci6n no es la satisfacci6n de necesida-
des, sino la valorizaci6n del capital, yen este sentido tam bien el disfru-
te del capitalista es solo un producto secundario de este proceso, pero no
su fin: silas ganancias son suficientemente grandes, entonces basta una
pequefia parte de elias para financiar la vida opulenta del capitalista,
mientras que la mayor parte de las ganancias pueden ser utilizadas para
la «acumulaci6n» (el incremento del capital).
Posiblemente parezca absurdo que la ganancia no este destinada de
manera predominante al consumo del capitalista, sino a la continua
valorizaci6n del capital, es decir, al movimiento incesante de una gamin-
cia cada vez mayor. Sin embargo, aqui no se trata de un absurdo indivi-
dual. Cada uno de los capitalistas se veforzado por la competencia de los
otros a este movimiento incesante de la ganancia (permanente acumula-
ci6n, aumento de la producci6n, introducci6n de nuevas tecnicas, etc.):
sino se acumula, si el aparato de producci6n nose moderniza continua-
mente, la empresa corre el riesgo de ser arrollada por competidores que
producen mas barato 0 fabrican mejores productos. -si un determinado
capitalista quiere sustraerse a la continua acumulaci6n e innovaci6n, le
amenaza la quiebra. Por lo tanto, esta forzado a participar en el proceso,
lo quiera o no. En el capitalismo, el «afan desmesurado de lucro» no cs
una deficiencia moral del individuo, sino que resulta necesario para
sobrevivir como capitalista. Como se pondra de manifiesto en los pr6xi-
mos capitulos, el capitalismo se basa en una t<ela.eiEH'l-d&-podersisterni-
ca, que supone una coacci6n para todos los individuos que est{m sujetos
a dicha relaci6n, tanto para los trabajadores y trabajadoras como para
los capitalistas. Por eso se queda muy corta una critica que se dirija al
<<afan de lucro desmesurado» de los capitalistas individuales, pero no al
sistema capitalista en su conjunto.
35
Critica de Ia economia politico
Por capital cntendcmos (provisionalnwnte, clespucs se prccisara
mas) una determinada snma de valor cuyo fines «valori;r,arse~~. es decir.
arrojar una ganancia. Adcmas. csta ganancia puedc ob1enl'rse <k distin-
tos modos. En el caso del capitol que deucngu inlcn!s, se presta dinero
a un interes detenninado. El intcres constituye aqui la ganancia. En cl
caso del capitol comercia1, los productos se compran mas baratos en un
lugar y se venden mas caros en otro lugar (o en otro momento del tiem-
po). La di"ferencia entre e1 precio de compra y el precio de venta consti-
tuye (previa deducci6n de los gastos que se hayan presentado) la ganan-
cia. En el caso del capital industrial se organiza de forma capilalista el
proceso de producci6n mismo: se anticipa capital para la compra de
medios de producci6n (maquinas, materias primas) y para cl empleo de
fuerza de trabajo, de modo que se lleva a cabo un proceso de producci6n
bajo la direcci6n del capitalista (ode sus encargados). El producto fabri-
cado sc vende; si el ingreso es superior a los costes que suponen los
meclios de producci6n y los salarios, entonces cl capital adelantado al
principio no solo se ha reprodueido, sino que tambien ha arrojado una
gananCia.
En casi todas las sociedades que han conocido el intercambio y el
dinero ha habido capital en el sentido que hemos esbozado (sobre todo
como capital que devenga interes y como capital comerdal, en menor
medicla como capital industrial), pero generalmente tenia un papel su-
bordinado, y lo que dominaba era la producci6n para cuhrir necesida-
des. Se puede hablar de capitalismo solo si el comercio y sobre todo la
producci6n funcionan predominantemente de forma capitalista. E1 capi-
talismo en este sentido es un fen6meno que se da por primera vez en la
Europa moderna.
Las raices de este desarrollo capitalista moderno se remontan en
Europa hasta la Alta Edad Media. Primero se organizo el comercio a
distancia sabre bases capitalistas, teniendo aqui las «cruzadas» medic-
vales -guerras de saqueo a gran escala- un importante papel en la
extension del comercio. Poco a poco comenzaron a controlar la produc-
ci6n los comerciantes, que al principia se habian limitado a comprar
productos previamentc elaborados y a vei1derlos en otro lugar: ahora
comienzan a encargar determinados productos, a anticipar los costes
de las rnaterias primas y a dictar el precio al que se compra el produc-
to elaborado.
El desarrollo del capital en Europa experiment6 su verdadero auge en
los siglos XVI y XVII. Marx resumi6 de la siguiente mancra lo que en los
libros de texto sc suele designar como «la epoca de los descubrimientos»:
36
Capitalismo y «marxismo»
<< El descuhrimienlo de los yacirnientos de oro y de plata en America. el
exterminio. Ia e.~davi?,aci6n y cl sepultarnicnto en las minas de Ia poblacion
indigeua, PI crnnien;.o ric h1 conqui~ta y cl saqncc' de las India~ Orientales, 1~
transfor!llaci(>n de Africa enu11 colo de caza comercial de picles negras mar-
can la aurora de la era de producci6n capitalista. ( ... ) Los tesoros usurpados
fuera de Furopa directamentc por medio del saqueo, ]a csclavizaci6n y !a
matanza rcfluian a Ia metr6poli y se lrans.formaban alii en capital» (MEW
2;), pp. 779, 781/ 939, 942).
Dentro de Europa, la producci6n capitalista abarc6 cada vez mas
ambitos, surgieron manufacturas y fab1icas, y junto a los capitalistas
comerciale.s se establecieron finalmente los capitalistas industriales, que
empleaban cantidades crecientes de fuerza de trabajo asalariada en ins-
talaciones productivas cada vez mayo res. A finales del siglo XVIII y prin-
cipios del XIX comenz6 a desarrollarse este capitalismo industrial en
Inglaterra, a la que siguieron en el siglo XIX Francia, Alemania y los
Estados Unidos. En el siglo XX, el capitalismo se estableci6 en casi todo
el mundo, si bien algunos paises como Rusia o China intentaron sus-
traerse a e.ste desarrollo a traves de la construcci6n de un «sistema socia-
lista» (cf. capitulo XII). Con el colapso de la Union Sovietica y la orien-
taci6n de China hacia cstructuras capitalistas de economia de mercado,
el capitalismo a comienzos del siglo XXI ya no conoce fronteras, al
menos geograficamente. Es cierto que no se ha establecido aun en todo
cl mundo (como muestra una ojeada ala mayor parte de Africa), pero no
porque se haya eneontrado con una resistencia, sino porque las condi-
ciones de valorizaci6n no son igualmente favorables en todas partes, y el
capital busca siempre las mejores oportunidades de ganancia y pasa de
largo ante las menos favorables (cf. Conert 1988 para una introducci6n
ala ev6luci6n hist66ca del ca:Qitalismo).
II EL SilltGIMIENTO DEL MOVIMIENTO OHRERO
La condici6n previa para el desarrollo del capitalismo industrial no
fue solo Ia formaci6n de grandes fortunas, una condici6n igualmente
csencial fue la «liberaci6n» de la fuerza de trabajo: personas que, por
una parte, ya no estahan st0etas a relaciones feudales de dependenc;ia,
sino que eran fonnalrnente lib res y por ello tenian la posibilidad, por pri-
mera vez, de vender sn fuerza de trabajo, y que, por otra parte, tambien
e.staban «lihres» de toda fuente de ingresos -no poseian ninguna tierra
de cuyo cultivo pudieran subsistir-, de modo que tenfan que vender su
fuerza de trabajo para sobrevivir.
Pequefios campesinos empobrecidos o expulsados de sus tierras (los
sefiores feudales transformaban a menudo las tierras de cultivo en pas-
to.s porque les era mas lucrativo), artesanos arruinados y jornaleros
constituian el grucso de este «proletariado», que era forzado al trabajo
37
Critica de Ia economia poli.tica
asalariado permanente a traves de la mas brutal violencia estatal (perse-
cuci6n de «vagabundos» y «mendigos», fundaci6n de «casas de trabaja-
dores>> ). El surgimiento .del capitalismo modcrno no fue un proceso
pacifico, sino extremadamente violento, sobre el que Marx escribi() en El
Capitai:
«Si el dinero, segun Augier [periodista frances, M. H.], "viene aim undo eon
manchas de sangre en la mejilla", el capital nace chon·eando sangre y lodo
por todos los poros, de Ia cabeza a los pies>> (MEW 23, p. 788/ 950).
El capitalismo se desarrollo en Europa (en primer lugar en
lnglaterra) a comienzos del siglo XIX con un inmenso sacrificio huma-
no: las jornadas de trabajo de hasta 15 y 16 horas diarias y el trabajo
infantil, al que eran forzados los nifios ya con scis o siete afios, eran tan
comunes como las condiciones extremadamente insalubres y peligrosas
en las que se trabajaba. Y los salarios que se percibian por ello apenas
alcanzaban para sobrevivir.,
Frente a estas condiciones surgieron dis-tintas formas de resistencia.
Los trabajadores y trabajadoras intentaron alcanzar salarios mas altos y
mejores condiciones de trabajo. Los medios para ello fueron muy diver-
sos, desde escritos de suplica, pasando por huelgas, hasta enfrentamien-
tos violentos. Las huelgas f1,1eron sofocadas frecuentemente por media
de la acci6n de la pol ida y el ejercito, los prim eros sindicatos y asociacio-
nes de trabajadores fueron perseguidos como organizaciones «insurrec-
tas» y sus portavoces resultaron a menudo condenados. A lo largo de
todo el siglo XIX se llevaron a cabo luchas por el reconocimiento de los
sindicatos y de las huelgas como medias legitimos de confrontaci6n.
Con el tiempo hubo tambien ciudadanos instruidos e incluso algunos
capitalistas que criticaron las condiciones miseratbles en las que mal vi via
una gran parte del proletariado, que aumentaba constantemente con el
curso de la industrializaci6n.
Y finalmente tambien el Estado tuvo que reconocer que los hombres
j6venes, que desde nifios habian estado expuestos a jornadas de trabajo
excesivamente largas en las fabricas, apenas vfdian ya para el servicio
militar. En parte bajo la presion de una clase obrera que se hacia cada
vez mas fuerte, en parte por la comprensi6n de que el capital y el Estado
necesitan, como fuerza de trabajo y como soldados, hombres sanos,
comenz6 a establecerse en el siglo XIX la «legislaci6n fabril»: aparecie-
ron una serie de leyes (de nuevo por primera vez en Inglaterra) en las
que se prescribi6 un minimo de protecci6n sanitaria para los empleados,
se aument6 la edad minima para el trabajo infantil y se redujo el tiempo
maximo de trabajo diario para los nifios. Finalmente, se limlt6 tambien
la jornada de trabajo para los adultos. En la mayoria de los sectores se
estableci6 una jornada laboral de 12 horas, mas adelante de 10.
38
Capita/ismo y «marxismo>>
El movimiento obrero se fue hacienda cada vez mas fuerte a lo largo
del siglo XIX, se formaron sindicatos, asociaciones de trabajadores y,
pot tlltimo, lambien partidos obreros. Con la ampliaci6n del dcrecho al
voto, que al principia estaba reducido a quienes tenian propiedades
(mas exactamente: a los varones que tenian propicdades), se fueron
hacienda cada vez mayores los grupos parlamentarios de estos partidos.
Pero la meta de la lucha del movimiento obrero siempre fue controver-
tida: lse pretendia alcanzar solo un capitalismo reformado 0 se aspiraba
a su abolici6n? Era igualmente controvertido si el Estado y el gobierno
eran adversarios que debian ser combatidos del mismo modo que el
capital o si se trataba de posibles aliados a los que simplemente se debia
convencer de lo que es justo.
Desde la primera decada del siglo XIX aparecieron multitud de ana-
lisis del capitalismo, conceptos del socialismo, propuestas de reforma y
proyectos estrategicos acerca de la mejor manera de alcanzar las metas
correspondientes. Marx y Engels adquirieron en estos debates una
influencia creciente desde mcdiados de siglo. A finales del XIX -ambos
habian muerto ya- el «marxismo}> dominaba dentro del movimiento
obrero internacional. No obstante, se podia preguntar ya entonces cuan-
to de este «rnarxismo}> tenia que ver aun con la teoria de Marx.
III MARx y EL «1\'l.ARXISMO»
Karl Marx (1818-1883) naci6 en Treveris. De padre abogado, prove-
nia de una familia culta de la pequefia burguesia. En Bonn y en Berlin,
Marx estudi6 «formalrnente» derecho, pero se ocup6 sobre todo de la
filosofia de Hegel (1770-1831), que era todavia la filosofia dominante, y
de la de los j6venes hegelianos (un grupo radical de disdpulos de
Hegel).
Fuc redactor entre 1842 y 1843 de la Rheinischen Zeitung, que como
6rgano de la burguesia liberal renana se oponia a la autoritari2. monar-
quia prusiana (que entonces dominaba tambien Renania). Critic6 en sus
articulos la politica prusiana, utilizando como modelo en su critica la
concepcion hegeliana de la «esencia» del Estado, concretamente la rea-
lizaci6n de una «libertad racional» situada por encima de los intereses
de clase. En su actividad periodistica, fue entrando progresivamente en
contacto con cuestiones econ6micas, con respecto a las cuales comenz6
a parecerle dudosa la filosofia hegeliana del Estado.
Marx intent6 entonces, bajo la influencia del critico radical de Hegel
Ludwig Feuerbach (1804-1872), partir de los «hombres reale~» en vez
de basarse en las abstracciones hegelianas. De aqui surgieron en 1844
39
Critica de Ia economio politir:a
los Munuscritos econornico~(ilos6ficos, que no fueron publicados en
vida de Marx. En e!Jos desarrollo su «teorb deb enajcnaci6n>>, qm~ lleg6
a ser enormemente popular en el siglo XX. Marx intent6mostrar que los
hombres reales, en las condiciones capitalistas, estan «enajenados» de
su «csencia generica», por tanto, de aquello que los distingue de los ani-
males, y que consiste basicamente en que desarrollan en su trabajo sus
capacidades y sus fuerzas. Como trabajadores asalariados, ni disponen
de los productos de su trabajo, ni controlan el proceso de trabajo; ambos
estan sujetos al dominio del capitalista. El con?.unismo, con el que que-
clara abolido el capitalismo, es concebido por Marx como la supresi6n de
la enajenaci6n, como Ia reapropiaci6n de la esencia humana generica
por los hombres reales.
Durante su trabajo en la Rheinische Zeitung, Marx conoci6 a
Friedrich Engels (1820-1895), hijo de un fabricante de Barmen (hoy una
parte de Wuppertal). En 1842 Engels fue enviado por sus padres a
Inglaterra para completar su formaci6n comercial, y alii vio la miseria
del proletariado industrial ingles. Descle finales de 1844, Marx y Engels
permanecicron en estrecho y amistoso contacto, que nose interrumpiria
hasta el final de sus vidas.
En 1845 redactaron conjuntamentc la Ideologfa alemana, un escri-
to (publicado de manera p6stuma) que pretendia romper no solo con la
«radical» filosofia neohegcliana, sino tambi€m, como Marx escribi6 des-
pues, «con nuestra anterior conciencia filos6fica» (MEW 13, p. 10 ). Aqui
se criticaba especialmente, del mismo modo que en las Tesis sabre
Feuer bach escritas por Marx poco tiempo antes, la concepcion filos6fica
de una «esencia human a>> y Ia teoria de la «enajenaci6n>>. En vcJ>: de csto,
se deben investigar las relacioncs sociales reales en las que viveu y lra-
bajan los hombres. Posteriormente no vuelve a afJ.:'1recer nunca mas en
Marx el concepto de una esencia humana (generica), y de em0enaci6n
habla muy raramente y de manera imprecisa. Sin embargo, se ha discu-
tido con frccuencia acerca de si Marx ha abandonado de hccho la teoria
de Ia enajenaci6n o simplemente ya no Ia coloca en primer plano. Esta es
la cuesti6n de la que se trata fundamentalmente en la disputa sobre Ia
existencia de una mptura conceptual entre los escritos del «joven>> Marx
y los del Marx «maduro>>.
Marx y Engels se hicieron ampliamentc conocidos por el Manifiesto
clel Partido Comunista, publicado en 1848 (poco antes del estalliclo de la
revoluci6n). Se trata de un escrito programatico que redactaron por
encargo de ia «Liga de los Comunistas», un pequefio grupo de revolucio-
narios que solo existi6 por poco tiempo. En el Manifiesto Comwzista
esbozaron de forma muy concisa yen un lenguaje sumamente pregnan-
te el ascenso del capitalismo, la oposici6n de clase entre la burgucsia y el
proletariado, que se destacaba cada vez con mayor nitidez, y lo inel~di-
40
Capita!ismo y «marxismo>>
ble de una revoluci6n proletaria. Esta revoluci6n debia conducir a u11a
sociedad en la qnc qtwdase aholida Ia propiedad privada de los medios
de producci6n.
Tras el aplastamiento de la revoluci6n de 1848, Marx luvo que huir
de Alemania. Se traslacl6 a Londres, que era por aquel enlonccs el cen-
tro c<'~pilalisla ()Or anlonornasia, y por e11o el mejor 1ugar para estudiar el
desarrollo del capitalismo. Aclermis, en Londres tambien podia recurrir
ala enonne biblioteca del Musco Britanico.
El Munifiesto Comunista habia SU\·gido mas bien de una intuici6n
genial que cle un conocimiento cientifico profunda (algunas afinnacio-
nes, como la tendencia a una depauperaci6n absoluta de los trabajado-
res, fucron revisadas posteriormente). Es cierto que Marx ya se habia
ocupado de Ia literatura econ6mica en los afios 40, pcro fuc en Londres
donde realiz6 por primera vez un analisis cientifico amplio y profunda
de Ia economia politica. Esto le 1lev6 a finales de los afios 50 al proyecto
de una «critica de la economia politica», que debia desarrollarse en
varios libros y para Ia que fue elaborando a partir de 1857 una serie de
manuscritos rnuy extensos, pero que quedaron inconclusos y no fueron
publicaclos por el (entre otros la Introducci6n de 1857, los Gnmdrisse de
1857/58 y las Teorfas sabre la plusvalia de 1861-63).
Marx trabaj6 hasta el final de su vida en este proyecto, pero solo
pudo publicar una parte del mismo: en 1859 apareci6 como comienzo la
ConiTibuci6n a la critica de la economia politica. Primer cuaderno, un
pequefio escrito sobre la mercanda y el dinero que no tuvo continuaci6n.
En Iugar de ello se publico en 1867 ellibro primero de El Capital, y en
1872 apareci6 la segunda edici6n corregida del mismo. Los libros segun-
do y tercero fueron publicados por Friedrich Engels tras la muerte de
Marx, en los afios 1885 y 1894 rcspectivamente (para la historia de la
eclici6n, vease Hecker 1999).
Pero Marx no se limit6 al trabajo cientifico. En 1864 particip6 de
mancra decisiva en la fundaci6n de la «Asociaci6n lnternacional de
Trabajadores», que tuvo lugar en Londres, y redact6 tanto el «Discurso
inaugural», que contenia las ideas programaticas, como los estatutos.
Como miembro del Consejo General de la Intemacional, en los afios
siguientes ejerci6 una influencia decisiva sobre su politica. La
lnternacional, a traves de sus distintas secciones nacionales, foment6 Ia
fundaci6n de partidos obreros socialdem6cratas en muchos paises euro-
peos. Sc disolvi6 en Ia clecada de 1870, en parte por disensiones internas,
en parte porque como organizaci6n central se habia hecho superflua al
!ado de los distintos partidos.
Marx y Engels constituyeron para los partidos socialdem6cratas una
especie de «think tank»: mantuvieron intercambio epistolar con muchos
lideres de partido y escribieron articulos para la prcnsa socialdem6cra-
41
Critica de !a economia politico
ta. Se solicitaba su opinion sobre las mas diversas cuestiones politicas y
cientificas. Donde mayor influencia tuvieron fue en el partido socialde-
m6crata aleman, fundado en 1869, que se desarrollo Je manera especial-
mente rapida y pronto se eonvirti6 en cl punto de referencia de los
clemas partidos.
Engels redact6 un buen numero de escritos popularizantes para los
partidos socialdem6cratas, en particular el denominado Anti-Diihring.
Esta obra, y sobre todo el resumen de la misma que aparecio bajo el titu-
lo El desarrollo del socialismo desde la utopia hasta la ciencia, traduci-
do a muchas otras lenguas, forman parte de los escritos mas leidos en e1
movimiento obrero antes de la Prirnera Guerra Mundial. En cambio, El
Capital solo fue conocido por una pequefia minoria. En elAnti-Diihring,
Engels se confronta criticamente con las concepciones de Eugen
Diihring, un profesor de Berlin que pretendia haber creado un nuevo sis-
tema completo de filosofia, economia politica y socialismo, lo que le
vali6 un numero creciente de seguidores en las filas de la socialdemocra-
cia alemana. '
El exito de Dii.hring se basaba en la creeiente necesidad que tenia el
movimiento obrero de una «Weltanschauung», de una orientaci6n que
ofreciera una explicacion completa del mundo y que suministrara una
respuesta a todas las preguntas. Despues de que sc eliminaran las peo-
res aberraciones del capitalismo naciente y la supervivencia cotidiana de
los asalariados estuviera asegurada en cierta medida, se desarrollo una
cultura obrera socialdem6crata especifica: en los barrios obreros surgie-
ron diversos tipos de asociaciones culturales y deportivas de trabajado-
res. La clase obrera, ampliarnente excluida de la sociedad y la cultura
burguesa, desarrollo una cultura paralela, que ciertamente queria apar-
tarse de manera consciente de la cultura burguesa, pero que a menudo
la copiaba inconscientemente (como ocurrio a finales del siglo XIX con
August Bebel, presidente durante muchos afios del SPD, que fue venera-
do con un fervor parecido al que la pequefia burguesia expresaba por el
Kaiser Guillermo II). En este clima surgi6 !a necesidad de una orienta-
cion espiritual completa, que pudiera oponerse a la vision burguesa del
mundo y a los valores burgueses irnperantes, en los cuales no figuraba la
clase trabajadora o lo hada de una man era completamente subordinada.
En tanto que Engels no solo critic6 a Diihring, sino que Ie opuso en
diversos ambitos las posiciones «correctas» de Ull «Socialismo cientifi-
CO», sento las bases de un marxismo ideologico que fue acogido satisfac-
toriamente por la propaganda socialdem6crata y que se fue simplifican-
do cada vez mas. Este «marxismo» encontr6 su m;as destacado represen-
tante en Karl Kautsky (1854-1938), que tras la muerte de EngelS fue con-
siderado como el teorico marxista mas importante basta la Primera
Guerra Mundial. Lo que hasta finales del siglo XIX domino en la social-
42
Capitalismo y «marxismO>>
democracia como «marxismo» consistia en un repertorio de plantea-
mientos bastante esquematicos: un materialismo hecho a medida '/ extre-
madamente simple, esquemas del pensamiento progresista burgues, un
par de elementos muy simplificados de la filosofia hegeliana y algunos
conceptus extraidos de manera parcial del pensamiento de Marx, todo lo
cual se combin6 para dar lugar a una serie de formulaciones ideol6gicas
bastante simples. Los rasgos mas destacables de este marxismo popular
eran un burdo economicismo (es decir, la ideologia y Ia polltica se redu-
cen a una traducci6n directa y consciente de intereses econ6micos), asi
como un marcado determinismo hist6rico (el fin del capitalismo y la
revoluci6n proletaria se consideran como acontecimientos que van a
suceder por necesidad natural). Lo que se propag6 en el movimiento
obrero no fue Ia critica de la economia politica de Marx, sino este «mar-
xismo ideo16gico», que actu6 basicamente como generador de identidad:
mostraba a d6nde se perteneda como trabajador y socialista, y e;.."plicaba
todos los problemas del modo mas simplificado posible.
Una continuaci6n y una simplificaci6n ulterior de este marxismo
ideo16gico tuvieron Iugar en el marco del «marxismo-leninismo».
Lenin (1870-1924), el representante mas influyente de la socialdemo-
cracia rusa a comienzos del siglo XX, desarrollo un pensamiento pro-
fundamente enraizado en el marxismo ideol6gico que se acaba de esbo-
zar. Lenin expresa sin rodeos la desmedida autocomprensi6n de este
«marxisn10»:
«La doctrina de Marx es todopoderosa porque es verdadera. Esta concluida
en si misma yes armoniosa, les da a los hombres una vision del mundo uni-
taria» (Lenin 1913, p. 3 y ss.).
Antes de 1914, Lenin apoy6 politicamente al centro socialdem6crata,
agrupado en torno a Karl Kautsky, frente al ala izquierda, representada
por Rosa Luxemburg (1871-1919). La ruptura tuvo Iugar a! comienzo de
la Primera Guerra Mundial, cuando el SPD dio su aprobaci6n a los cre-
ditos de guerra reclamados por el gobierno. A partir de aqui comenz6 Ia
escisi6n del movimiento obrero: un ala socialdem6crata, que en los alios
siguientes se alej6 cada vez mas, tanto pnictica como te6ricamente, de la
teoria de Marx y de la meta de la superaci6n del capitalismo, yfrente a
ella un ala comunista, que mantenia una fraseologia rnarxista y una ret6-
rica revolucionaria, pero que basicarnente se limitaba a justificar los
giros de la politica tanto interior como eJ...'terior de la Union Sovietica
(como ocurri6 despues, por ejemplo, con el pacta Hitler-Stalin).
Despues de su muerte, Lenin fue convertido por el ala comunista del
movimiento obrero en una figura sagrada del marxismo. Sus es:::ritos de
lucha, surgidos la mayoria de las veces por motivos de actualidad y que
eran de canicter polemico, fueron ensalzados como la mas alta expresi6n
43
Critic:a de [a ecunomiu polftica
de Ia <<cieocia marxi::;ta» y conformaron, junto con d «marxismn>> ya
existente, uo sistema ilogmatico de filosofirt ( «materialismo Jialt~clit·o, ),
historia (,<matcrialismo historico») y economia politica: el «marxismo-
leninismo>~. Tambien csta variante del marxismo dogmatico sirvi{J funda-
mentalmente para Ia fonnaci6n de identidad, y Ia Union Sovietica lo uti·
1iz6 para legitimar el poder del partido y asfixiar toda discusi6n ptihlica.
Las ideas hoy universalmente difundidas sobre el contenido de Ia
teoria de Marx, tanto si es valorado de forma positiva como negativa, se
basan fundamentalmente en este marxismo ideol6gico. Tambien
muchos lectores y lectoras de esta lntroducci6n pueden haber sacado de
este marxismo ic1eol6gico algunas afirmaciones sobre Ia teoria de Marx
que les parecen totalmente evidentes. Para la mayor parte de lo que en
el siglo XX firma como «marxisrno» o «marxismo-leninismo» sigue
siendo va.lido lo que Marx manifesto ante su yerno Paul Lafargue, cuan-
do este le ioform6 sobre el «marxismo» frances: «Si eso es marxismo,
entonces yo no soy marxista>> (MEW 35, p. 388).
Sin embargo, el marxismo no qued6 limitado a este marxismo ideo-
l6gico. Desde el trasfondo de la escisi6n del movimiento obrero en dos
alas, una socialdemocrata y otra comunista, y del desengafio de las espe-
ranzas revolucionarias tras la Primera Guen-a Mundial, se desarrollaron
en los afios 20 y 30 distintas variantes (y de distinta amplitud) de una
crltica «marxista» al marxismo ideologico. Estas nuevas corrientes, que
estan asociadas a los nombrcs, entre otros, de Karl Korsch, Georg
Lukacs, Antonio Gramsci (cuyos Cuadernos de la carcel se publicaron
por primera vez tras Ia Segunda Guerra Mundial) o Ia «Escuela de
Frankfurt» fundada por Max Horkheimer, Theodor W. Adorno y
Herbert Marcuse, a menudo son agrupadas retrospectivamente bajo el
r6tulo «marxismo occidental» (cf. Diethard Behrens 2004).
Durante mucho tiempo este marxismo occidental solo critico los fun-
damentos filosMicos y te6rico-hist6ricos del marxismo tradicional: el
«materialismo dialectico>> y el «malerialismo hist6rico». Fue solo en las
decadas de 1960 y 1970 cuando realmente se alcanz6 a ver por primera
vez que en el marxismo tradicional la critica de la economia poHtica
habia sido reducida a una «economia politica marxista», y que de este
modo se habia perdido el amplio sentido de ]a «critica». Como conse-
cuencia del movimiento e.studiantil y de las protestas contra la guerra de
los Estados Unidos en Vietnam, se produjo a partir de los afios 6o un
auge a nivel mundial de los movimientos de izquierda, mas alia de los
partidos socialdem6cratas o comunistas del movimiento obrero, y sur-
gieron ademas nuevos debates sobre Ja teorfa de Marx. En este momen-
to comienza tarnbicn una profunda discusi(m sabre su crilica de la eco-
nornia politica, en la que tuvieron mucha influencia los escritos de Louis
Althusser y sus colaboradores (Althusser 1965; Althusser/Balibar 1965).
44
Capitalismo y <<marxismo»
Esta disc11si6n ya no se rcstringi6 solameute a El Cnpiial, sino que se
extcndi{, tml!bihl a ntros escrit(•S ck critica ec.on6mica como los
Gmndrisse, que se hicicron popnlares sobre todo a partir del libro de
Rosdolsky (1968). En los debates que se desarrollaron en Alemania
(occidental) sobre la construcci6n y Ia estructura te6rica de Ia critica de
la economia politica, tuvieron un papel central los escritos de Backhaus
(reunidos en Backhaus 1997), asi como ellibro de Reichelt (1970), que
snpusieron un importante impulso para la nueva lcctura de los escritos
de critica econ6mica de Marx de la que sc habl6 en el Pr6logo. En el con-
texto de csta «nueva lcctura de Marx» se encuentra tam bien Ia presente
Introducci6n 1 . Las diferencias entre Ia <<critica de la economia polltica»
y una <<economla politica marxista», hasta aqui solamente apuntadas, se
rnostraran mas claramente en lo que sigue.
ll:;; denominaci6n «nueva lectura de Mano> la utiliz6 por primera vez Hans-Georg
Backhaus en el Pr6logo a su obra anteriurmente citada (Backhaus 1997). Una vision de
conjunto sobre los d.isth1tos niveles de csta nueva lectura de Marx la da Elbe (200:3).
Nuevas coiJlribuciones a ella son, entre otras, Brentel (1989), Behrens (1993a, 199:3b),
Heinrich (1999), Backhaus (2000), Rakowitz (2000), Milios/Dimoulis/Economakis
(2o02), Reichelt (2002). Tam bien Postonc (zoo:{} forma parte de esle contexto.
45
CAPITULO II
EL ORJETO DE LA CRITICA DE IA ECONOMiA POLITICA
Marx investiga en El Capital el modo de producci6n capitalista. La
cuesti6n es, no obstante, en que sentido es aqui objeto el capi~alismo,
pues en el texto se encuentran tanto investigaciones te6ricas abstractas
sobre el dinero y el capital, como tambien pasajes hist6ricos (por ejem-
plo, los dedicados a la formaci6n de las relaciones capitalistas en
Inglaterra). ~.Se trata de analizar los rasgos fundamentales de la historia
del desarrollo general del capitalismo, de analizar unajase determinada
del capitalismo, 0 mas bien de una exposici6n te6rico-abstracta de su
modo de funcionamiento? Planteado en terminos generales: ~en que
relaci6n se encuentran la exposici6n te6rica y la historia dentro de la cri-
tica de la econom!a politica?
Una pregunta ulterior concierne a la relaci6n entre la eJQosici6n
marxiana del modo de producci6n capitalista y la teo ria econ6rr.ica bur-
guesa: ~presenta Marx simplemente una teoria mas sabre el modo de
funcionamiento del capitalismo? <'.Consiste la «critica» que se realiza en
la critica de la economia politica en que se prueban los errores que apa-
recen en uno u otro lugar de las teorias existentes, para presentar enton-
ces una teor!a mejor? <'.0 tiene aqui la «critica» una pretension mas
amplia? Formulado de nuevo en terminos generales: i.que significa «cri-
tica» en el marco de la critica de la economia politica?
I TEORiA E HISTORIA ·
Engels fue el primero en proponer un modo de lectura «historicista»
de la exposici6n de Marx. En una recension a Ia Contribuci6n a (a critica
de la economia politico de 1859, escribi6 que la exposici6n «l6gica» de las
categorias presentada por Marx 06gico significa aqui tanto como concep-
tual, te6rico) noes «de hecho, nada mas que la exposici6n hist6~ica, desc
pojada simplemente de la forma hist6rica y de las contingencias perturba-
doras» (MEW 13, p. 474). Y Karl Kautsky, que publico en 1887un resu-
47
Critica de fa economia polftica
men del libro primero de El Capitol que se hizo muy popular, escrihi6 que
El C:opitul es <<t~ll lo esencial. una obra hist6rica» (Kautsky 1RB7, p. u).
A comienzos del siglo XX. l'lllre los dirigent.es del movimiento ol.Jre-
ro era una idea comtm que el capitalismo habia entrada en una nueva
fase de desarrollo: el «irnperialismo>>. El Capital de Marx sc interprct6
como un analisis del «capitalismo de la competencia», una fase de
desarrollo del capitalismo anterior al imperialismo. La investigaci6n de
Marx tenia que actualizarse hist6ricamente y habia que analizar ahora el
imperialismo, que constitufa Ia siguiente fase del capitalismo. Hilferding
(1910), Luxemburg (l913) y Lenin (1917) se dedicaron cada uno a su
modo a esta larea.
Tambicn se oye decir con frecuencia a los economistas actuales que
el analisis de Marx -siempre y cuandu uo es rechazado ya de antemano-
tiene, en el mejor de los casos, una cierta valiclez para el siglo XIX, pero
que en el siglo XX se han transforrnado tanto las relaciones econ6micas
que su teo ria ya no sirve para nada (por lo que en la mayo ria de las facul-
tades de Economia tampoco sc dice nacla sobre ella).
Tales modos de lectura «historicista», que son tipicos tambien de
muchas introducciones a El Capital, se oponen en todo caso ala propia
autocomprensi6n de Marx. En el Pr6logo allibro primero, dice sobre el
objeto de su investigaci6n:
<<Lo que me propongo investigar en esta obra es el modo de producci6n
capitalista y las relaciones de producci6n y de circulaci6n qu~ le correspon-
deu. Su sede clasica es, hasta ahora, Inglaterra. Esta es la raz6n por !a que
sirve de ilustraci6n principal a mi exposici6n te6rica. (. .. ) En si y para si no
se trata del mayor o menor grado de desarrollo de los antagonismos socia-
les que surgen de las !eyes naturales de la producci6n capitalista. Se trata de
estas ]eyes mismas>> (MEW 23, p. 12 ( 6-7).
Aqui se expresa claramente que de lo que se trata para Marx noes ni
de la historia del capitalismo, ni clc una determinada fase hist6rica del
mismo, sino de su analisis «te6rico»: cl objeto de la investigaci6n son las
determinaciones esenciales del capitalismo, lo que debe permanecer
igual en toclas las transformaciones hist6ricas para que podamos hablar
en general de «capitalismo». Por lo tanto, no se trata de presentar un
capitalismo determinado (temporal o localmente), sino (asi dice Marx al
final dellibro tercero de El Capital)
«solo Ia organizaci6n interna del modo de producci6n capitalista, por asi
dccirlo, en su media ideal» (MEW 25, p. 839 j 1057).
De esta manera quecla formulada la exigencia que Marx asocia a su
exposici6n. Cuando nos ocupemos de los detalles de esta exposici6n, dis-
cutiremos si Marx cumple con semejante exigencia, si logra efectiva-
mente exponer el modo de producci6n capitalista «en su media ideal».
48
El ol:ieto de lo critica de Ia econorn fa politica
En cnalquier cac;o, las cleclaraciones citadas ponen de manifiesto el
grado de ahstracci6n de la exposici{m: si el anftlisis se mueve al nivel de
Ia «media ideal» del modo de producci(m capitalisla, cntonccs suminis-
tra las categorias que tiencn que estar a Ja base de la investigaci6n de
una detE'nninada fase del capitalismo, asi como tambien de la historia
del mismo.
El hecho de que haya que conocer la historia para comprender el pre-
sente tienc una cierta justificaci6n para la pnra historia de los aconteci-
mientos, pero no para la hisloria de !a estructura de una sociedad. Aqui
vale mas bien lo contrario: para poder investigar Ia forma cion de una
delermina.da estructura econ6mica y social, es preciso conocer antes la
estructura acczbada, y solo entonces sc sabe lo que hay que buscar en la
historia en general. Marx formula esta idea con ayuda de una metafora:
«La anatomia tlel hombre cs una clave para ]a anatomia del mono. Los indi-
cios de las formas supcriores en las especies animales inferiores solo pueden
comprenderse, por el contrario, cuando ya se conoce la forma superior»
(MEW 42, p. 39).
De ahi que en El Capital torlos los pasajes «hist6ricos» se encuen-
tren despw?s de la exposici6n (te6ri.ca) de las correspondientes categori-
as y no antes: asi, por ejemplo, el celebre capitulo sobre ]a «Hamada acu-
mulaci6n originmia» -en el que sc trata del surgimiento del trabajador
asalariado «libre» como presupuesto de la relaci6n capitalista- no esta
al comicnzo, sino al final dellibro primero de El Capital. Los pasajes his-
t6ricos complementan la exposici6n te6rica, pero no lafimdamentan.
As! pues, El Capital es basicamente una obra te6rica (que analiza el
capitalismo ya desarrollado) y no una obra hist6rica (en la que se trate
de laformaci6n del capitalismo); no obstante, la exposici6n no es ahis-
t6rica en el mismo sentido en que lo es una gran parte de !a ciencia eco-
n6mica aclual. Esta parte de qt1e hay un problema general «de» la eco-
nomia que existe en toda sociedad (hay que producir, hay que distri.buir
medias escasos, etc.). Este problema, que en esencia es el mismo en
todas las fases hist6ricas, se investiga con categorias que son tambien
esencialmente las mismas (de modo que algunos cconomistas conside-
ran como «capital» incluso el hacha del hombre de Neandertal). En
cambio, Marx entiende que el capitalismo es un particular modo de pro-
ducci6n hist6rico que se distingue de manera fundamental de otros
modos de producei6n (como la socicdad esclavista antigua o el feudalis-
mo medieval), por lo que cada uno de ellos contiene relacioncs especifi-
cas que hay que exponer con categorias propias, que solo son validas
para Cl. En este sentido, las categorias quedescriben el modo de produc-
ci6n capitalista son «hist6ricas», yen ningun caso suprahist6ricas; valen
solo para la fase hist6rica en la que el capitalismo es cl modo de produc-
ci6n dominante.
49
Critica de Ia economia polftica
II TEORIA Y CR.iTICA
Dentro del rnarxismo <<ideol6gico», del que se habl6 anterionnente,
Marx era consideraclo como el gran cconomista del movimiento ohrero,
que habia desarrollado una «econornia politica marxista» que se oponia
a la «economia burguesa» (es decir, a las escuclas ccon6micas que se
refieren positivamente al capitalismo): Marx habria tornado de Adam
Smith (1723-1790) y de David Ricardo (1772-1823) -los mayores repre-
sentantes de la denominada economia politica clasica- la teoria del
valor-trabajo (el valor de las mercancias se determina por el tiempo de
trabajo necesario para su produccion), pero a diferencia de los clasicos
hahria desarrollado una teoria de la explotaci6n de la fuerza de trabajo y
de la necesidad de las crisis en el capitalismo. Desde esta perspectiva, no
hay ninguna diferencia fundamental de categorias entre ]a economia
politica clasica y la marxista, sino solamente una diferencia de resulta-
dos de la teoria. ,
Esta es basicamentc hi interpretacion de la ciencia econ6mica
moderna: para ella Marx es, por el contenido de su teoria, un represen-
tante de la escuela clasica que simplemente ha sacado otras consecuen-
cias que Smith y Ricardo. Y ya que para la ciencia econ6mica moderna
los clasicos se consideran como algo superado (la teoria rnoderna ha
abandonado la determinacion del valor a traves del trabajo), el econo-
mista actual piensa que ya no necesita ocuparse seriamente de !a teoria
de Marx.
Pero como lo pone de manifiesto el mismo subtitulo de El Capital,
Marx no queria hacer una «economia polltica}> alternativa, sino una
«critica de la economia politica», lo que supone que todo nuevo plan-
teamiento cientifico contiene tambien la critica de las teorias anteriores
por el solo hecho de tener que probar su propia legitimidad. Pero para
Marx se trata de alga mas que de una critica en este sentido, ya que no
se limita a criticar ciertas teorias (natnralmente esto tambien tiene lugar
en El Capital), sino que se dirige mas bien ala econornia politica en su
totalidad: es una critica de los presupuestos categoriales de toda una
ciencia. Este canicter general de la critica lo pone de manifiesto Marx ya
a finales de la decada de 1850 en una carta a Ferdinand Lassalle:
«El trabajo del que se trata, en primer lugar, es la critica de las categorias
econ6micas o, if you like, el sistema de la economia burguesa expuesto cri-
ticamente. Es a] misrno tiempo la exposici6ri del sistema y a traves de la
exposici6n la critica del mismo» (MEW 29, p. 550,. subrayado de Marx).
Esta critica de las categorias comienza con la categoria mas abstrac-
ta de la economia politica: el valor. Marx le concede a la econornia poll-
tica el haber cornprendido el «contenido de la determinacion del valor»
50
El objeto de Ia crftica de Ia economfa po!iticu
y, por tanto, la conexi6n entre trabajo y valor, pero ]a economia politica
«nunca se ha planteado siquiera ]a pregunta oe por que este cm:tenido
adopta esa forma>> (MEW 23, p. 95 I 98).
Marx no se limita aqui a criticar los resultados de la econom[a poli-
tica, sino que critica precisamente el modo en que plan tea las pregun-
tas, es decir, la diferencia entre lo que la economia politica pretende
eA.'Plicar y lo que acepta como algo tan evidcnte que no tiene que ser
explicado en absoluto (por ejemplo, la forma de mercancia de los pro-
ductos del trabajo). De esta manera, Adam Smith, el padre fundador de
la economia politica clasica, pa1te de que los hombres, a diferencia de los
animales, poseen una «propensi6n al intercambio», por lo que seria una
de las caracteristicas del hombre como tal considerar todas las cosas en
tanto que mercancias.
Las relaciones sociales como el intercambio y la producci6n de mer-
candas son «naturalizadas» y «cosificadas» dentro de la economia poli-
tica, de modo que se las concibe como relaciones cuasi-naturales, en
definitiva, como propiedades de las cosas (las cosas no poseen un valor
de cambio a causa de un determinado contexto social, sino que el valor
de cambio es algo que les corresponde en si mismas). A traves de esta
naturalizaci6n de las relaciones sociales parece que las casas tuvieran las
propiedades y la autonomia de los sujetos.
Marx califica de «absurdas» este tipo de relaciones (MEW 23, p. 90
I 93), habla de «objetividad espectral>> (MEW 23, p. 52 I 47) y de «cua-
lidad oculta» (MEW 23, p. 169 I 188). Lo que esto significa concreta-
mente se aclarara en los pr6ximos capitulos. En el marxismo ideo16gi-
co, asi como en la critica burguesa a Marx, tales consideraciones se han
pasado por alto la mayor patte de las veces o se han tornado simplemen-
te como particularidades estilisticas. Sin embargo, Marx se referia con
estas denominaciones a un estado de cosas fundamental para la critica
de la economia politica. Y es que la naturalizaci6n y la cosificaci6n c:ie
las relaciones sociales no se deben a un error de los economistas, sino
que son el resultado de una imagen que se desarrolla: por si misoa entre
los miembros de la sociedad burguesa a partir de su praxis cotidiana. De
ahi que al final dellibro tercero de El Capital Marx pueda constatar que
en la sociedad burguesa las personas viven en «un mundo encantado,
invertido y puesto de cabeza>> (MEW 25, p. 838 I 1056) y que esta «reli-
gion de la vida cotidiana» (ibid.) no solo constituye la base de la con-
ciencia espontanea, sino tambien el trasfondo de las categorias de la
economia politica.
Mas arriba se formu16la pregunta acerca de lo que significa •<critica»
dentro de la critica de la economia politica. Se le puede dar provisional-
mente la siguiente respuesta: la critica pretende disolver el campo te6ri-
co (es decir, las ideas que se consideran evidentes de por si y las repre-
51
Critica de !a economfo politica
scnt<1cioncs que se producen cspontancamente) al <.pte las categorias de
Ia economia politica deben su aparente plausihilidad; cl <·.absurdo» de ];1.
economia politica tiene que ponerse de manifiesto. Aqui conf1uyen Ia cri-
tica del conocimiento (por tanto, la pregunta par como cs posible cl
conocimicnto) y el analisis de las relaciones cle produccion capitalistas:
ningunil de las doses posiblc sin la otra 1 .
Pero Marx no solo se propuso en El Capital una critica deJa cien-
cia bu rguesa y de Ia conciencia burguesa, sino tam bien una critica de las
relacioncs sociales burguesas. En una carta designa su obra ··no preci-
samente de manera modesta-- como «el misil mas terrible que se ha
lanzado a !a cabeza de los burgueses (terratenientes inclnidos}» (MEW
31, p. 541).
Para ella va a poner de manifiesto los castes socialcs y humanos que
acarrea necesariamente el desarrollo capitalista. Intenta dcmostrar que
«dentro del sistema capitalista, todos los metodos 'para aumentar la
fuerza productiva social del trabajo se realizan a costa del trabajador
individual; todos los medias para el desarrollo de la produccicm se trans-
forman en medios de dominio y explotaci6n del productor» (ME\N 23,
p. 674 / 804). 0 como lo formula en otro lugar:
«La producci6n capitalista solo desarrolla Ia tecnica y la combinaci6n del
proceso social de producci6n socavando al mismo tiempo las fuentes origi-
narias de toda riqueza: la tierra y el trabajador» (MEW 23, p. s:lo I 613).
Estas afirmaciones no pretenden ser una critica mural. Marx no Je
recrimina al capitalismo (ni tampoco al capitalista individua1) que infrin-
_ia cicrtas norm as de _iusticia eternas. Mas bien qui ere partir de la consta-
taci6n de un estaclo de casas: al capitalismo lees imncmenle un enorme
potencial destructivo que se activa de manera constante (cf. capitulos V
y IX). A causa de su modo de funcionamiento, siempre va a lesionar los
mas clemcntales intereses vitales de los trabajadores y trabajadoras.
Dentro del capitalismo, estos interescs elementales solo se pueden prote-
ger de manera limitada y temporal; por tanto, solo se puede transformar
esencialmente la situacion si el capitalismo es abolido.
Frente a las exigencias desmesuradas del capitalismo, Marx no trae
a colaci6n un «derecho» moral a una vida Integra o algo parecido. En
lugar de eso, tiene la esperanza de que con Ia comprensi{m crccientc de
la naturaleza destructiva del sistema capitalista (que se puede constatar
sin invocar ninguna moral), ]a clase trabajadora ernprenda Ia lucha con-
1 En ]a historia del «marxismo ideologico» (a! igual que en Ia critica burgucsa a Marx) se
desatenrli6 la mayoria de las vcccs ]a dimensi\m de critica del conocimiento que conlleva
la argumcntacion de Marx. Solo con los nuevos debates de las decadas de 1960 y 1970 se ·
coloc6 en primer plano esta dimension frentc a una recepcion de Marx redueida al ambi-
to de lo economico (que solo veia en el al «rncjor>> economista).
52
El ubjeto de Ia critica de lo economia po!ftica
tra Pste sistema. no a causa de eonsidcraciones momles, sino de su pro-
pin intcrcs; pero no dP un inter(~s que husca una posicion mejor dentro
del capitalismo, sino del inten'!s en una vida lmena y segura, que s6lo se
pueclc rcaliz;ar mas alta del capitalismo.
HI LA lJIALECTICA: (,UN ARMA MAR.XlSTA PKODIGIOSA?
Siempre que se habla de la teoria de Marx aparece en algun momen-
to la palabra clave «dialectica» (o tambien: desarrollo dialectico, metodo
dialectico, exposici6n dialectica), y la mayoria de la veces no se explica
prccisamente con demasiada claridacl que se quiere decir con ella. En los
debates del «marxismo de partido» era frecuente que. los rcspcctivos
adversarios sc hicieran el rcproche de tener una «concepcion no dialecti-
ca» del terna discutido en ese momento. Tambien hoy se habla de buena
gana en los drculos marxistas de que una cosa esta en «relaci6n dialecti-
ca» con otra, con lo que a! parecer ya esta todo claro. Y a veces recibe uno,
al iuquirir crlticamente, la amonestaci6n de nivel elemental de que esto o
aquello se tiene que «ver cliahkticamente». Aquino hay que dejarse inti-
midar, sino sacar cada vez mas de quicio al respectivo maestro con 1a pre-
gunta de que hay que en tender exactamente por «dialectica» y c6mo es el
punto de vista «dialectico». No pocas veces se reducira entonces el alti-
sonante discurso de la dialectica al simple estaclo de cosas de que todo
csta de alguna manera en mutua dependencia y que lo uno esta en in-
teracci6n con lo otro y que el toclo es realmente muy complejo, lo que en
Ia mayor parte de los casos ciertamente es asi, pero con ello no se dice
gran cosa.
Si se habla de Ia dialectica en un sentido menos superficial, entonces
se pueden clistinguir a grandes r:asgos dos tipos de uso diferentcs de este
concepto. En uno se considera la dialectica, en conexi6n con el Anti-
Dii.hring de Engels ya mencionaclo anteriormente, como la «ci.encia de
las leyes generales clel movirniento y desarrollo de 1a naturaleza, 1a socie-
dad humana y el pensamiento» (MEW 20, p. 132). El desarrollo diah~cti
co no transcurre de manera uniforme y lineal, sino que se trata mas bien
de un <<rnovimiento en eontradicciones». Este movimiento csta constitui-
do, en particular, por el «cambio de la cantidad en cualidad» y por la
«negaci6n de Ia negaci6n» 2 • Pero mientras que Engels tenia claro que con
2 Cambio de Ia canl"idad en cualidad: una magnitud amnenta cuantitativamente basta que
por fin se transforrua Ia cualidad. Si se calienla agna, en primer Iugar au menta Ia tempera-
tura, pero permanece en estado liquido, basta que a 100 grados Celsius final mente se eva-
pora. Negaci6n de Ia neguci61l: en el desarrollo sigue a Ia negaci6n del estado originario una
negaci6n ulterior. Una semilla crece basta convertirse en planta; Ia planta es la «Iiegaci6n»
de la sernilla; si la planta da frutos y deja mas semillas, entonces esto es Ia negaci6n de Ia
planta, y tenemos, por tanto, una <<ncgaci6n de la negacion»; pero esta no lleva al punto de
partida, sino que lo reproduce a un nivel supc1ior: Ia semilla se ha multiplicado.
Critica de Ia ecOnomfa politica
tales exprcsiones generales aun nose conocia absolutamente nada de los
procesos concretos3, en el marco del «marxismo ideologico» esto no esta-
ba ni mucho rnenos claro, y se consicleraba frec.:uentcmente ICI «dialecti-
ca» (entendida como teoria general del desarrollo) como una especie de
arma prodigiosa con la que se podia explicar absolutamente todo.
El segundo modo en el que sc habla de la dialectica se refiere a la
forma de la exposici6n en la critica de la economfa politic.:a. Marx habla
en divcrsas ocasiones de su «metodo dialectico», destacando aquf Ia
contribuci6n de Hegel, en cuya filosofia Ja dialectica ha tenido un papel
central. Sin embargo, la dialectica ha sido «mistificada» por Hegel, por
lo que Marx afirma que su dialectica no coincide con la hegeliana (MEW
2:3, p. 27 I 20). Este metodo adquiere su importancia en la «exposici6n
dialectica» de las categorias, lo que significa que en el curso de la expo-
sici6n cada una de ellas tiene que desarrollarse a partir de las otras: no
se presentan simplemente una tras otra, yuxtapuestas, sino que tiene
que ponerse de manifiesto su relaci6n intcrna (en que medida una cate-
goria hace necesaria a la otra). La construcci6n de la exposici6n no es
para Marx, por tanto, una cuesti6n de didactica, sino qne tiene en si
misma una importancia decisiva en cuanto al contenido.
Pero esta exposici6n dialec.:tica no resulta de la «aplicaci6n» de un
«metoda dialectico» ya elaborado a la materia de la economia politica.
Ferdinand Lassalle se propuso una «aplicaci6n» semejante, lo que moti-
v6 la siguiente observaci6n de Marx en una carta a Engels:
«Aprendera para su perjuicio que llevar una ciencia a traves de Ia critica
hasta el pun to en que se la pueda exponer dialectieamente es una cosa com-
pletamente distinta a aplicar un sistema de logica abstracto y concluido a las
nociones de tal sistema>> (MEW 29, p. 275).
El presupuesto de la exposici6n dialectica no es la aplicaci6n de un
metodo (una idea que tambien esta muy difundida en el marxismo ideo-
l6gico), sino la critica de las categorias, de la que se habl6 en la secci6n
anterior. Y esta critica de las categorias presupone un analisis muy pre-
ciso y detallado de la materia correspondiente ala que estan referidas.
Una discusi6n mas precisa sobre la «exposid6n dialectica» de Marx
solo es posible, pues, cuando ya se sabe algo sobre las categorias expues-
tas: no se puede hab1ar del caracter «clialectico» de la exposici6n de
Marx o de 1a relaci6n entre la dialectica hegeliana y 1a dialectica marxia-
na antes de haberse ocupado de la exposici6n misma. Tampoco la fre-
cuente caracterizaci6n de la dialectica de Marx como «ascenso de lo abs-
3Engels escribe en el Anti-Diihring a este respecto: «Es evidente que no digo absoluta-
mente nada del proceso de desarrollo particular, del proceso que recorre, par ejernplo, el
grana de cebada desde la genninaci6n hasta la muerte de Ia p]!anta, si digo que es Ia nega-
ci6n de la negaci6n» (MEW 20, p. 131).
54
El objeto de Ia critica de Ia economta potmco
tracto a Jo concreto» dira demasiado a aquellos que esten comenzando
con la lectnra de El Capital. Y sobre todo, la estructura efectiva de la
ex posicion es r.onsid.erablemente mas compleja de Jo que se pucde supo-
ner por esta temprana formulaci6n que proviene de !a Jntroducci6n de
1857·
En El Capital, aparte del Pr6logo y el Epilogo, Marx hab1a en muy
pocas ocasiones expl1citamente de la dialectica. Practica una exposici6n
dialectica, pero sin exigir por ello a sus lectores y lectoras que se ocupen
de la dia1ectica antes de la lectura de su libro. Lo que es «dialectico» en
esta exposici6n solo se puede decir con posterioridad. Por consiguiente,
la presente Introducci6n no va precedida tampoco de ninguna secci6n
sobre la dialectica.
55
CwhuJ.O Ul
VALOR, TRABi\JO Y DfNERO
l V AJ.OR DE USO, VALOR DE CAMBIO Y VALOR
Marx va a investigar en El Capital el modo de producci6n capitalis-
ta, pcro no comienza su ana!isis directamente con el capital. En los tres
primeros capitulos se habla solo de Ia mercancia y del dinero, y hasta el
capitulo cua1to no se trata explicitamcnte del capital. En el marco del
tipo de lectura «historicista» que antes se mencion6, los tres primeros
capitulos se interprctaron como una descripci6n abstracta de una «pro-
ducci6n rnercantil simple» precapitalista.
Pero ya las dos primeras frases del primer capitulo ponen de mani-
fiesto que no sc trata de condiciones precapitalistas:
<<La riqucza de las sociedades en las que impera el modo de proclucci6n capi-
talista aparece como una "inmensa acumulaci6n de mercancias", y !a mercan-
cia im1ividual como la forma elemental de esa riqueza. Nuestra invcstigaci6n
comicnza, por tanto, cone\ analisis de la mer,cancia>> (MEW 23, p. 49 / 43).
Marx a1ude aqui a algo especifico de la sociedad capitalista: en ella
-y solo en e11a- es la <<mercanda» 1a forma tipica de la riqueza.
Tambien hay mercancias (csto significa provisionalmentc para no-
sotros: bienes destinados al intercambio) en otras sociedades, pero solo
en las sociedades capitalistas se convierten en mercancias la inmensa
mayoria de los bienes. En las sociedadcs feudales de la Edad Media se
intercambiaba solo una pcquefia parte de los biencs; la forma de mer-
cancia era mas bien la excepci6n que la regia. La mayor parte de los
bicnes eran productos agricolas y estos se producian para cl consumo
propio o bien se entrcgaban a los terratenientes (los Principes, la
Iglesia) y, por consiguiente, nose intcrcambiaban. Solo en el capitalis-
mo cst{l generalizado el intercambio, y por eso esta gencralizada tam-
bien la forma de mercancia de los bienes. Por lo tanto, solo en el capita-
lismo adopla la riqucza la forma de una «acumulaci6n de mercancias»
y solo ahora llega a ser la mercancia individualla «forma elemental>~ de
57
Critica de Ia economia politico
Ia riqueza. Esta mercancia, la mercancia de las sociedades capitalistas,
es la que Marx va a analizar.
Se designa como mcrcancfa solamente algo que se interc:ambia, por
tanto, algo que ademas de su valor de uso tiene tambien un valor de
cambia. El valor de uso de una cosa no es nada mas que su utilidad; el
valor de uso de nna silla, por ejemplo, consiste en que uno se puede
sentar en ella. Como tal, es independiente de que la cosa se intercam-
bie o no.
Si ahora intercambio la silla por dos telas, por ejemplo, el valor de
cambia de esta silla son dos telas. Si cambia la silla por 100 huevos,
entonces su valor de cambia son 100 huevos. Si no cambia la silla, sino
que simplemente la utilizo, entonces no tiene ningun valor de cambio,
sino solamente valor de uso; una silla en Ia que uno puede sentarse mas
o menos comodamente.
El que las cosas sean mercancias, es decir, que ademas del valor de
uso tengan tambien un valor de cambio, no es una propiedad «natural»
de las cosas, sino una propiedad «Social»: solo en las sociedades donde
las cosas se intercambian poseen estas valor de cambia, solo aqui son
mercancias. Marx sefiala al respecto: «Los valores de uso consti.tuyen el
contenido material de la riqueza, sea cual sea la forma social de esta»
(MEW 23, p. so I 44).
Con ello hemos llcgado a una distincion sumamente importante. El
«contenido material» de una cosa (su «forma natural») se distingue de
su «forma social» (Marx tambien habla a veces de «determinacion eco-
nomica formal»). La «forma natural» de la silla es simplemente su cons-
titucion material (si esta hecha, por ejemplo, de madera o de metal); en
cambio, con la «forma social» se alude a que la silla es «mercancia», una
cosa que se intercambia y que posee por cso un valor de «cambia». El
hecho de que la silla sea mercancia no se debe a ella misma como cosa,
sino a la sociedad en la que esta cosa existe.
Actos de intercambio ocasionales sedan en todas las sociedades que
conocemos. Pero el hecho de que casi todo se cambie es algo especifico
de las sociedades capitalistas. Esto tiene consecuencias para las relacio-
nes cuantitativas de cambio. En el intercambio eomo fen6meno aislado
se pueden dar las mas diversas relaciones cuantitativas de cambia:
puedo cambiar la silla una vez por dos tel as, otra vez por tres, etc. Pero
si el cambio cs la forma normal en la que sc transfieren los bienes, las
relaciones de cambio individuales tienen que «ajustarse» unas a otras.
Siguiendo con el ejemplo anterior: sc ha intereambiado una silla por
dos telas 0 por 100 huevos; si este es el caso, entonces tienen que inter-
cambiarse tambien 2 telas por 100 huevos. lPor que'? Si este no fuera el
caso, si se intercambiaran, por ejemplo, 100 huevos por una tela sola-
mente, entonces se podria estar obteniendo ganancia continuamente
58
Valor, trabajo y dinero
por medio de una habit sucesi6n de actos de cambio. Cambio una tela
por wo huevos, luego 100 huevos por 1 silla, y luego 1 silla por 2 telas.
Por medio del mero intercambio habria duplicado mi provision cle telas,
por lo que a traves de muc:hos actos de c:ambio analogos podria seguir
aumentando contim1amente mi riqueza. Sin embargo, esto s6lo sera
posible mientras encucntre a alguien que este dispuesto a realizar los
actos de cambio contrarios. En poco tiempo, los otros participantes del
mercado querrian seguir mi lucrativa cadena, y no habria nadie mas que
quisiera cambiar en la direcci6n opuesta. Solo pueden ser estables las
relaciones de cambio que excluyan que se puedan producir ganancias o
perdidas solamente a traves de una determinada sucesibn de actos de
cambio.
Por lo tanto, podemos concluir que para las sociedades capitalistas
(en las que cl intercambio es el caso normal) los distintos valores de
cambio de la misma mercancia tienen que constituir tambien valores de
cambio los unos con respecto a los otros. Si una silla se cambia, de un
!ado, por dos telas y, de otro lado, por 100 huevos, tienen que cambiar-
se tambiEm dos telas por 100 huevos.
Pues bien, si se datal regularidad en el cambio (y esta tiene que darse
para que el cambia funcione sin dificultades), se impone la pregunta de
que tienen en corntm una silla, dos telas y 100 huevos. La respuesta que
nos sugiere nuestro saber cotidiano es que estas tres cosas tienen «el
mismo valor». A traves de la experiencia en el carnbio podemos hacer
una eva1uaci6n muy precisa del valot' de much as cos as. Silo que tenemos
que dar por eUas en el cambia difiere de esta evaluaci6n, concluimos que
la cosa en cuesti.6n es «barata» o «Cara». Pero ahora hay que preguntar-
se que constituye este «valor», e inmediatamente despues, como se
determina la correspondiente magnitnd del valor.
Mucho antes de Marx, los economistas se habian ocupado ya de esta
pregunta y habian llegado ados respuestas basicamente distintas. Una
respuesta dice: el valor de una cosa se determina por su utilidad. Estoy
dispuesto a dar mucho por a1go que tiene una gran utilidad para mi; en
cambio,.por algo que me es de poca utilidad solo estoy dispuesto a dar
poco o incluso nada. Pero esta «teoria utilitarista del valor» se encuen-
tra fi·ente a un gran problema que ya senal6 Adam Smith: el agua tiene
una gran utilidad, sin agua no podriamos vivir, y sin embargo ticne muy
poco valor. En comparaci6n con el agua, la utilidad de un diamante es
mint1scula, pero su valor es enorme. Smith saca de ello la conclusion de
que la utilidad de las cosas no puede ser lo que determina su valor; vio
como determinante del valor la cantidad de trabajo que se necesita para
conseguir una cosa: esta es la segunda respuesta fundamental a la pre-
gunta acerca de aquello de lo que depende el valor.
59
Critica de Ia economio polilica
Esta «lcoria del valor-trabajo>~ era !a concepcion usual dcntro de Ia
economia pol!tica en la epoca de Marx 1 . Esta teoria, traclucida a JllJestro
ejcmplo anterior, diria que una silla, dos tdas y 100 huevos til'IWn el
m ismo valor porque se requierc el mismo tr8bajo para su producci6n.
Son cvidentes dos objecioncs contra esta teoria del valor-trabajo. Pur
un lado, tambi6n se intercambian productos que no proccden del traba-
jo (por ejemplo, suelo no trabajado); por otro ladu, hay detcrminados
productos del trabajo (como, por ejemplo, obras de arte) cuyo valor de
cambia cs completamente independientc del tiempo de trabajo gastaclo
para su producci6n.
Respecto al primer punta hay que sefialar que la teoria del valor-tra-
bajo solo explica el valor de los productos del trabajo. Los productos que
no proccden del trabajo no poscen «valor». Si se intercambian, tieneu
un valor de cambia, y entonces estc tiene que ser explicado aparte.
Respecto a.l segundo punto: una obra de arte es cierlamentc un pro-
ducto del trabajo, pero a diferencia de las mercancias normales se trata
de un ejemplar {mico, algo que solo se presenta una vez. El prccio que
csta clispuesto a pagar por ella un comprador es un precio discrccional,
que no tiene lomas minimo que ver con el trabajo gastado por cl artista.
Pero la mayor{a de los productos de una economia no son tales ejernpla-
res {micas, sino productos fabricados en grandes cantidades y cuyo valor
debe ser explicado.
Marx tambien considera que el valor de las mercancias se funcla en
cl trabajo que las produce. Como objetivaci6n de «trabajo humano
igual», las mercancias son valores. La magnitud del valor esta determi-
nada par «la cantidad de "sustancia generadora de valor", es decir, de
trabajo, contenida en ella» (MEW 23, p. 53 I 48).
Pero lo que genera valor, continua Marx, no es el ticmpo de trabajo
gastado por cacla uno de los productores individualmente (entonces ]a
silla fabricada por un carpintero que trabajase con lentilud tendrfa un
valor mayor que una silla identica fabricada por otro carpintero que tra-
bajase mas rapido), sino solamente el <<tiempo de trabajo socialmcnte
necesario>>, csto es, el tiempo de trabajo que es necesario «para produ-
cir un valor de uso cualquiera en las condiciones normales de produc-
ei6n existentes en la sociedad y con el grado social medio de habilidad e
intensidad de trabajo» (MEW 23, p. 53 I 48).
Sin embargo, el tiempo de trabajo socialmente necesario para la pro-
ducci6n de un determinado valor de uso no permanece siempre igual. Si
aurnenta la fuerza produetiva del trabajo, se pueden fabricar mas pro-
ductos en e) mismo lapso de tiempo, por lo que disminuye cl tiempo de
trabajo socialmente necesario para la fabricaci6n del producto y se redu-.
' !Ioy domina rle nuevo en Ia teoria econ6mica una variante de Ia teoria utilitatista del
valor, Ia «teoria de Ia utilidad marginal». -
GO
Va!ot; trabojo y dinero
ee su magnitud de valor. En cambio, si disminuye la fucrza productiva
del trahajo, aumeuta el tiempo de trabajo socialmente necesario que se
requi1•rc para ]a prochwci(m y se acrccicnta la magnilud de valor del pro-
ducto (esto puede ser consecueucia, por ejemplo, de condiciones natura-
les: si el granizo ccha a pcrcler la cosecha, la misma cantidad de trabajo
trae cousigo un men or rendimien to, se requiere mas trahajo para Ia pro-
ducci6n y cl valor del produclo aumcnta).
Si hay intereambio, entonccs se presupone la division del trabajo:
s6lo intercambio lo que no produzco yo mismo. La division del trabajo
es cl presupuesto del cambio, peru el cambiu no es presupuesto de la
division del trabajo, como revela un vistazo a cualquier fabrica: encon-
tramos aqui una producci6n eon una elevada division del trabajo, pero
estos productos en ningun caso se intercambian entre si.
Cuando en todo lo dicho antcriormente se ha hablado de «mercan-
cia», ha podido surgir la irnpresion de que con ello se esta hacienda
refercncia a cosas materiales, a cosas que se intercambian. Lo relevan-
te es, de hecho, el intercambio, pero no que en este se trate de casas.
Tambien los «servicios» pucden intercambiarse y convertirse de este
modo en mercancias. La diferencia entre un producto material y un ser-
vicio «inmaterial» consiste simplemente en una relacion temporal dife-
rida entre produccion y consumo: cl prodncto material se produce pri-
mero y a continuacion se consume (una barra de pan se suele consumir
en el mismo dia, un coche puede estar semanas o incluso meses en la
fabrica antes de que el comprador lo utilice); en una prestaci6n de ser-
vicios (da igual que se trate de un desplazamiento en taxi, un masaje o
una representaci6n teatral) coinciden de rnanera inmediata el acto de
producci6n y el acto de consumo (mientras el ta-x:ista produce el cambio
de lugar, yolo consumo). Entre las eosas materiales y los servicios s61o
hay una diferencia en cuanto a la materia, pero cuando se trata de mer-
candas se haec referencia a sufol'lno social, y esta dcpendc de que las
cosas y los servicios se intercambien o no. Con e1lo tambien queda anu-
lado cl argumento frecuentementc esgrimido de que con el «transito de
Ia sociedad industrial a Ia sociedad de servicios>> (o en una version «de
izquierdas» como, por ejemplo, Ia de Hardt/Negri: el tr{msito de la pro-
ducci6n «material» ala «inmaterial») ha quedado obsoleta Ia teo ria del
valor de Marx.
Lo que sc ha dicho basta e1 momenta sobre la teoria del valor es
expuesto por Marx en las sietc primeras paginas (de un total de cincuen-
ta) del primer capitulo de El Capital. Para muchos marxistas (como tam-
bien para la mayoria de los criticos de Marx) este es el nucleo de la teo-
ria marxiana del valor (Ia mercancia cs valor de uso y valor, el valor es
trabajo humano objetivado, y la magnitud del valor depende del «tiem-
po de trabajo socialmente necesario» que se requiere para la produccion
61
Critica de Ia economia po!itica
de la mercanda; esto ultimo es designado frecuentemente como «ley del
valor»). Si real mente esto fuera todo, la teorla del valor de Marx no
babria ido mucbo mas alla de la economia polltica clasica. En el resto de
este capitulo se pretende poner de manifiesto que los planteamientos
centrales de la teoria del valor de Marx nose limitan simplemente a estas
consideraciones, y que lo verdaderamente impmtante de la teoria mar-
xiana del valor esta mas alla de lo que se ba esbozado basta el momento.
II i.UNA DF.MOSTRACION DE LA TEORiA DEL VALOR-TRABAJO?
(ACTUACION INDIVIDUAL Y ESTRUCTURA SOCIAL)
Con la pregunta por la diferencia entre la teo ria clasica del valor y la
teoria del valor de Marx esta conectada tam bien una pregunta ulterior, a
saber, lade si Marx ha «demostrado}} la teo ria del valor-trabajo, es decir,
si ha probado de manera ip.cuestionable que es el trabajo y nada mas lo
que constituye el valor de las mercancias. En la bibliografia sobre Marx
se ha discutido a menudo esta cuestion. Como veremos inmediatamen-
te, Marx no tenia ningun interes en tal «demostracion}>.
Adam Smith habia «demostrado» la determinacion del valor de las
mercancias por el trabajo con el argumentci de que el trabajo supone
esfuerzo y que estimamos el valor de una cosa segun cuanto esfuerzo
nos cueste procunirnosla. Aqui el valor se atribuye a las consideracio-
nes racionales de los individuos. De manera muy similar argumenta
tambien la moderna economia neoclasica cuando parte de los indivi-
duos que maximizan su utili dad y fundamenta las relaciones de cambia
en los calculos de utilidad que realizan los individuos. Tanto los clasicos
como los neoclasicos parten de manera completamente evidente del
i.ndividuo particular (y sus estrategias humanas de actuacion supuesta-
mente universales) e intentan explicar a partir de elias el contexto
social. Para ello tienen que proyectar en los individuos una buena pmte
de la estructura social que pretenden explicar: asi, por ejemplo, Adam
Smith, como ya se ha mencionado anteriormente, hace de la «propen-
sion al cambio» la propiedad que distingue al hombre del animal, y
entonces no es dificil deducir a partir de la racionalidad de este hombre
(el poseedor de mercancias) las estructuras de una economia que se
basa en el intercambio de mercancias, y declararlas asi como universa-
les para todos los hombres.
Por el contrario, para Marx lo fundamental no son las reflexiones de
los individuos, sino las relaciones sociales en las que se encuentran en
cada caso. Lo formul6 con suma precision en los Gnmdrisse:
«La sociedad no consiste en individuos, sino que expresa la suma de relacio-
nes y condiciones en las que los individuos se encuentran reciprocamente
situados}> (MEW 42, p. 189).
62
Valor, trabojo y dinero
Estas relaciones establecen una determinada racionalidad a !a que
los individuos se tienen que atener si quieren mantenerse dentro de
ellas. Y al actuar couforme a est.a racionalidad, reproducen por medio de
su actuaci6n las relaciones sociales que estan a su base.
Esto se manifiesta con total claridad a traves de un ejemplo obvio.
En una sociedad que se basa en el intercambio de mercancias, todas y
cada una de las personas tienen que seguir Ia 16gica del cambio si quie-
ren sobrevivir. No es simplemente resultado de mi comportamiento
«maximizador de Ia utilidad» cl que yo quiera vender cara mi propia
mercancia y comprar la mercancia ajena barata, es que no me queda mas
remedio (a no ser que sea tan rico que puedan no interesarme ya las rela-
ciones de cambio). Ypuesto que no veo otra alternativa, percibo mi com-
portamiento incluso como «natural». Si la mayorla se comporta del
modo indicado, entonces se reproducen las relaciones sociales que se
basan en el intercambio de mercancias, y con ello tambien la coacci6n a
la que esta sometido cada individuo para comportarse reiteradamente
de esta manera. ·
Por consiguiente, Marx no fundamenta la teoria del valor en las
reflexiones de los individuos que intercambian. En contra de un frecuen-
te malentendido, su tesis no es que los valores de las mercancias corres-
ponden al tiempo de trabajo necesario para su producci6n porque los
individuos que intercambian asi lo quieren. Por el contrario, Marx sos-
tiene precisamente que las personas, en el intercambio, no saben real-
mente lo qtie hacen (cf. MEW 23, p. 88/90).
Con la teoria del valor, quiere poner al descubierto una determinada
estructura social que los individuos deben seguir independientemente
de lo que piensen alrespecto (cf. capitulos IILVI y III.VIII). El plantea-
miento de Marx es aqui completamente distinto al de los clasicos y los
neoclasicos: Adam Smith comenzaba considerando un acto de intercam-
bio particular, y se preguntaba como se puede determinar aqui la rela-
ci6n de cambio. Marx, por el contrario, vela relaci6n de cambio ()articu-
lar como parte de un determinado contexto social global -un conteA.'to
global eri el que la reproducci6n de Ia sociedad esta mediada a traves del
cambio- y se pregunta que significa esto para el trabajo gastado por la
sociedad en su conjunto. Como puso de manifiesto en una caria a su
amigo Ludwig Kugelmann, para el no se trata en absoluto de una
«demostraci6n» de la teoria del valor-trabajo:
«La verborrea sobre Ia necesidad de demostrar el concepto de valor se debe
solo a Ia mas completa ignorancia tanto de ]a cosa de la que se trata como del
metoda de la ciencia. Hasta un nino sabe que cualquier naci6n pereceria si
cesara en ella el trabajo, no digo por un afio, sino por unas cuantas sernanas.
Del misrno modo que sabe que las masas de productos correspondientes a las
distintas rnasas de necesidades requieren masas de trabajo social global dis-
tintas y cuantitativamente determinadas. El hecho de que esta necesidad de
63
Critico de lcz econom!a pofitica
Ja division social df'! trahajn en detcrminadas pmporciones no puedc ser
suprirnida llc ninpma m;mcra por una forma dctcnninad~1 ,]cIa pn,<Jucci6n
SOCial, sino ql.iC CSta s(J\o pucdc l.ransl"ormar S\J lJHX(O de Jllilllifcs\arsc, ('S
self-euiclent. (. .. ) Y la forma en la que sc n·aliLa. csta division proporcional dci
t rabajo Pn un cstado de la sociedad en cl que cl trabajo social sc presenta
como cambio privac\o d(' los productos dd trabajo individual es, pn~cisamcn
tc, el valor de cambio de estos produclos» (MEW 32., p. 552. y ss.).
S-i en las condiciones de la producci6n de mercandas la division del
trabajo privado gastaclo en cacla una de las ramas de la producci6n esta
mecliada por cl valor de las mercancias (pues no existe un control cons-
ciente o una division fijada de manera tradicional), entonces Ja pregun-
ta interesante es como, en definitiva, es posible esto, o expresado de
manera general: como el irubujo priuado gastado puecle conuertirse en
parte constilvtiva del trczbajo social global. Por lo tanto, la teoria del
valor no pretende «demostrar>> que la relaci6n de cambia particular esta
cleterminada por las cantidades de trabajo necesarias para la produc-
ci6n2. :Y1ii.s bien pretende explicar c1 can1cler especificamente social del
trabajo que produce mercancias; y esto lo hace Marx mas all a de las siete
primeras paginas de El Capital de las que se ha hablado anteriormente,
consideradas por el marxismo tradicional, asi como por muchos criticos
de Marx, como lo mas impOI-tante de la teoria marxiana del valor.
HI TRAHA.JO ABSTRACTO: ABSTRACCI()N REAL Y RELACION DE VALIDTIZ
Para entend.er que tiene que ver el trabajo que produce rnercandas
con el carf1cter espedfieamcnte social, tenemos que ocuparnos de la clis-
tinci6n entre trabajo «concreto» y «abstracto». En la mayoria de las
exposicioncs sobre Marx, esta distinci6n se nom bra s6lo de pasada y con
fre<":uencia no se comprende su akance. El mismo Marx habia adverticlo
de su importancia fundamental:
«f·!e sido el primero en dernostrar criticamente esta naturaleza doble del
trabajo contenido en. la mercancia. Dado que este punto es el eje alrededor
del que gira la comprensi6n de la economia politica, tenemos que analizar-
lo aqui mas dctalladamentc» (MEW 23, p. 56 I 51).
2-De que sc trata? Si Ia mercancia es a1go cloble, valor de uso y valor,
e1 trabajo que produce merconcias tiene que poseer tambien un carac-
ter doble: es trahajo que no solo produce valor de uso, sino tamhien
valor de cambio (es importante notar que no cualquier trabajo posee un
car:kter doble, sino solo eltTabajo que produce mercancias).
2 De hc:cho, ;vlarx muestra en ellibro tercero de El Capitol que las relaciones de cambia
efectivas no corresponrlen a las cant.idades de trab;Jjo empleaclas en Ia producci{m (cf. el
carituln VII. I!).
Valm; trnbajo y dinero
Los <<trabajos concretos» cualitativamente distinlos producen valores
de nso cualitalivamente distinlos. El trabajo del carpintero pmduce una
silla, cl trabaju del tc:jrdor una teia, etc. Si «aprcndcmos un trabajo»,
aprcndemos las pmiicularidades de una actividad concrcla, si vemos tra-
bajar a una persona, vernos realizar un trabajo concreto.
Pero el valor nose conslitnye por medio de un determinaclo trabajo
concreto o a traves de un determinado aspccto del trabajo concreto.
Cualquier tmbajo cuyo producto (que tambien puede ser ur1 servicio) se
intercambia produce valor. Como valores las mcrcandas son cualitati-
uamente iguales, por lo que tarnbieulos clislinlos trabajos que producen
valores tienen que ualer como lrabajo humano cucrlita.tiuamente igual.
El trabajo del carpintero no produce valor como trabajo del carpintero
(como tal trabajo produce la silla), sino que produce valor como trabajo
humano cuyo producto se intercambia por el producto de otro trabajo
humano. Por consiguiente, el trabajo del carpintero produce valor prcci-
. samente P-n la abstraccion de suforma concreto como trabajo del car-
pintero. De ahi que Marx designe el trabajo que produce valor como
«trabajo abstracto».
El trabajo abstracto no es, pues, un tipo particular de gasto de tra-
bajo, como puede ser el trabajo en cadena a diferencia del trabajo arte~
sanal del carpintero:o. Como trabajo que genera valor, cl mon6tono tra-
bajo en cadena es un trabajo concreto del mismo modo que lo es e1 tra-
bajo del carpintero. El trabajo en cadena genera valor (igual que el tra-
bajo del carpintero) solo como trabajo humano igual, por tanto, hacien-
da abstracci6n de su caracter concreto, o clicho brevemente: el trabajo en
cadena genera valor, a! igual que el trabajo del carpintero; s61o como
trabajo apstracto. Las mercandas son «valores» como «cristalizacio-
nes» (MEW 23, p. 52/ 47) del trabajo abstracto. Por lo que Marx desig-
na tambien el trabajo abstracto como «sustancia generadora de valor» o
mas concisamentc como «sustaricia del valor».
La expresion «sustancia del valor» se ha entendiclo a menudo de
manera cuasi-material, «snstancialista»: el trabajador ha gastado una
determinada cantidad de trahajo abstracto, y esta cantidad se introduce
en la mercanda como sustancia del valor y hace de la cosa singular un
objeto de valor. El hecho de que Marx designara la objetividad del valor
como una «objetividad espectral» (MEW 23, p. 52 / 47) deberia poner
ya de manifiesto qne esto no sucede en absoluto de manera tan simple.
3 Tal comprensi6n del trabajo abstracto cs sugerida pur Robert Kurz, cuando senala, en
refcrcncia al concepto de trabajo abstracto, t(UC los hombres gastan <<fuerza de trabajo
abstract:a" (un concepto que no explica dcspues) y cooper an «Pn un grado sumo de indi-
ferencia rcciproca y enajenaci6n» (Kun; .1991, p. 27:3). Pero en el h·abajo abstracto nose
!rata en uingun caso del modo en que los hombres cooperan, sino del modo como vale
sucialmente su trabajo; como constituyente de valor. Una breve introducci6n al concepto
de trabajo abstracto, que se confrouta critif::amente con las simplificaciones que sc
cncuentran frpeuentemente, puede verse en Reitter (2002).
65
Criiica de Ia economia politico
En el manuscrito de revision a la primera edici6n de El Capital
(Ergiinzungen und Veriinderungen zum ersten Band des «Kapital» )* se
habla incluso de una <<objetividad puramente fa nhi.stica» (MEGA U.C>, p.
32). Si fuese correcta ia concepcion <<Sustancialista», no resulta posihle
comprender por que Marx habria calificado la objetividad del valor
como «espectral» o «fanUi.stica>>.
Tenemos que analizar el trabajo abstracto de manera mas precisa. El
trabajo abstracto no es visible, solo es visible un determinado trabajo
concreto. Del mismo modo que noes visible el «arboh>, pues lo que yo
puedo ver en cada caso es solo una planta concrcta. En el trabajo abs-
tracto se trata c\ertamente de una abstracci(m, como en el caso del
«arbol», pero es un tipo completamente distinto de abstracci6n.
Normalmente las abstracciones se forman en el pensamiento humano.
Tomamos los caracteres comunes de los ejemplares individuales y for-
mamas un concepto generico abstracto (como, par ejemplo, «arbol» ).
Pero en el trabajo abstracto nose trata de tal «abstracci6n mental», sino
de una «abstracci6n real»; es decir, de una abstracci6n que se realiza en
el comportamiento efectivo de las personas, independientemente de que
lo sepan o no.
En el cambio se hace abstracci6n del valor de uso de las mercancias.
Estas se igualan como valores (el comprador individual compra siesta
interesado en el valor de uso de Ia mercancia, o bien se abstiene del cam-
bia sino quiere este valor de uso; pero si realiza el cambia, entonces se
igualan las mercandas como valores). En tanto que se igualan las mer-
candas como valorcs, se abstrae f6.cticamente de la particularidad del
trabajo que las produce, y este tan solo vale a:hora como trabajo «abs-
tracto» que genera valor. Por lo tanto, la abstracci6n tiene Iugar real-
mente, con independencia de lo que piensen al respecto los poseedores
de mercancias implicados.
Este pun to no siempre fue explicado por Marx con suficiente clari-
dad. De hecho, habla tambien del trabajo abstracto como «gasto de
fuerza de trabajo humana en sentido fisiol6gico>> (MEW 23, p. 61/ 57).
La reducci6n de los distintos trabajos a trabajo en sentido fisiol6gico es
precisamente una abstracci6n mental, en la que por lo demas se puede
subsumir cualquier trabajo, indcpendientemente de que produzca
mercancias o no. Ademas, con esta formulaci6n se sugiere que el tra-
bajo abstracto tiene un fundamento completamente independicnte de
lo social, un fundamento, por asi decir, natural, lo que provoca enton-
• Se trata de un manuscrito en el que Marx estuvo trabajando para preparar la segunda
edici6n de El Capital, y que contiene las modificaciones al primer capih1lo de ]a primera
ed.ici6n, qtie fue reelaborado de manera considerable. En este manuscrito, en el que Marx
co menta detalladamente su propia exposici6n de la teoria del valor, se encuentran impor-
tantcs reflexiones que no fueron recogidas despues enla segunda edici6n de El Capital (N.
del T.).
66
Valor, trabajo y dinero
ces las correspondientes interprctaciones «naturalistas» del trabajo
abstracto4.
En otros pasajes, sin embargo, Marx se expres6 de manera cumpleta-
mente inequivoca sabre cl fundamento no-naturalista del trabajo abstrac-
to. En el manuscrito de revision ala primera edicion de El Capital se dice:
«La reducci6n de los distintos trabajos privados concretos a esta abstracci6n
del trabajo humano igual se realiza solo a traves del intercambio, que igua-
la, de hecho, los productos de los distintos trabajos>> (MEGA IL6, p. 41)5.
Por consiguiente, es solo en el cambio donde se realiza la abstraccion
que esta ala base del trabajo abstracto (con independencia de que las
personas que intercambian sean o no conscientes de esta abstracci6n).
Pero entonces el trabajo abstracto no puede medirse simplemente a tra-
ves de las horas de trabajo, pues cada una de las horas de trabajo medi-
das con el reloj es una hora de un trabajo concreto determinado gastado
por un individuo determinado (e independientemente de que el produc-
to del trabajo se cambie o no). El trabajo abstracto no puede ser «gasta-
do>>. El trabajo abstracto es una relacion de validez constituida en el
cambia: el trabajo concreto gastado vale en el cambia como una deter-
minada cantidad de trabajo abstracto, y por eso vale tambien como parte
integrante del trabajo social global.
Para que el trabajo privado concreto que se ha gastado tenga validez
como una determinada cantidad de trabajo abstracto que genera valor se
tienen que dar tres «reducciones» distintas:
(1) El ticmpo de trabajo gastado individualmente se reduce a tiempo
de trabajo socialmente necesario. Solo cuenta como trabajo generador de
valor el trabajo que es necesario para la produccion de un valor de uso en
condiciones medias. Pero la magnitud de la productiviclad media no
depencle de los productores individualcs, sino de la totalidad de los pro-
ductores de un valor de uso. Este promedio se modifica constantemente,
y solo se manifiesta en el cambia, solo en este momenta llega a saber el
productor individual en que medida su tiempo de trabajo gastado indivi-
dualmente COlTesponde al tiempo de trabajo socialmente necesario.
4 Asi, por ejemplo, cuando W. F. Haug establece en sus Lecciones de inlroducci6n a El
Capital que Marx ha reducido el trabajo abstracto a una «base natural>> (Haug 1989, p.
121). He intentado mostrar (Heinrich, 1999) que para Marx se trata aqui (yen otros pasa-
jes) de algo mas que de una formulaci6n desafortunada: ciertarnente encontramos en la
critica de la economia politica de Marx, por un lado, una revoluci6n cientifica, una rup-
tura con el campo teo rico de Ia economia politica clasica, peru, por otro !ado, se adhieren
una y otra vez a su argumentaci6n residuos de las concepciones ya superadas. En el
marco de una introducci6n solo podemos referirnos de pasada a tales ambivalencias d~
Ia argumentaci6n.
5 Esta frase central fue recogida tambien en la traducci6n francesa (MEGA IL7, p. 55), es
decir, en Ia ultima edici6n deE/ Capital que Marx contro16 personalmente.
67
Cr!tica de Ia economia politica
(2) En d marxismo tradicional se interpretaba por lo general el
«tiPmpo de trrtbajo :;;ocialmenle necesario» como cl unico factor dcter-
minanle del trabajo que genera valor. El hecbo de que los valorcs de uso
producidos encontrasen tambien una dernanda solvenle pan~cia no de-
sempefiar ning{m papel para la determinacion del valor. Sin embargo,
Marx s<~nalaba que para producir mercancias no hay que producir sim-
plcmente valor de uso, «sino valor de uso para otros, valor de uso social»
(MEW 23, p. 55 I so). Side un dcterminado valor de uso, por ejcmplo,
de tela, sc produjera por encima de la demanda existente (solvente) en
Ia socicdad, esto significa
<<que una parte demasiado grande del tiempo total de trabajo de la socicdad
se ha gastado en forma de fabiicaci6n de tela. El efecto es el mismo que si
cada uno de los tejedores hubiese empleado en su producto individual mas
tiempo de trabajo del socialrnente necesario>> (MEW 23, p. 122 / 131).
tnicamente produce valor a que! tiempo de trabajo que no solo se ha
gastado en condiciones medias de produccion, sino que tambien es
necesario para Ja satisfaccion de la demanda social solvente. En que
medida el trabajo privaclo gastado ha sido realmente necesario para
cubrir la dcmancla depende de la magnitucl de esta demanda y del volu-
men de proclucci6n de los otros productores. Ambas cosas s61o se hacen
visibles en el cambio.
(3) Los distintos gastos de trabajo no solo se diferencian en su can'lc-
tcr concreto (como carpinteria, sastreria, etc.), se diferencian tambien en
cuanto ala cualificacion de la fuerza de trabajo necesaria para realizarlos.
El «trabajo medio simple» es el «gasto de fuerza de trabajo simple que
posee, por termino media, toclo hombre corriente» (MEW 23, p. 59 I 54).
Lo que se considcra como cualificacion de la fuerza de lrabajo simple --si
se considera, por ejemplo, que leery escribir o los conocimientos infor-
matic.:os forman parte de ello- cambia segun cl pa(s y la epoca, pero esta
fijado para un pais determinado en un periodo detenninado. El trabajo
de elevada cualificacion es trabajo <<complejo». Vale como trabajo que
produce valor en mas alta medida que el trabajo medio simple. En que
proporci6n una determinada cantidad de trabajo complejo produce nul.s
valor que 1a misma cantidad de trabajo simple tambien es algo que s6lo
se ponclr{l de manifiesto en el cambio. No obstante, para la relacion cuan-
titativa 110 solo tienc un papella cnalificacion de ]a fuerza de trabajo (cf.
MEW 23, pp. 211-212/239-240), tambien los procesos dejcrarqni7.aci6n
social pueden tener aqui Lm efecto dccisivo; por ejernplo, el hecho de que
las <<profesiones de mujeres>> tengan un status mas bajo que las «profe-
siones de hombres» influye en la determinacion de las actividades consi-
deradas como <<simples>> o como <<complejas».
GS
Vo/01~ trabajo y dinero
En que meclida el trahajo individual gastado privadamcntc uale
como trabajo abstraclo que produce valor es el resultado de estas trcs
reduc:ci(lllC~, que tienen Jugar simult{meumente en el cambio.
IV «0BJETJVIIMD ESI'ECTRAL>>.
i.TEORIA DE LA PRODUCCI6N 0 DE LA CIRClJLACI6N DEL VALOR?
Las mercandas no poseen objetividad de valor como objetivaci6n de
trabajo concreto, sino como objctivaci6n de trabajo abstracto. Pero si,
como se acaba de indicar, el trabajo abstracto es una relaei6n social de
validez que existe solo en el cambio (el trabajo privado gastado vale
como trabajo abstracto que genera valor), entonces tambien la objetivi-
dad de valor de las mercancias existe solo en el cambia: la objetividad
de valor noes una propiedad que pueda tener para sl una cosa aislada.
La sustancia del valor, que fundamenta esta objetividad, no les corres-
ponde a las mercandas aisladamentc, sino s6lo conjuntamente en el
intercambio.
Marx lo sefiala con total claridad en su manuscrito de revision a la
primera edici6n de El Capital (Erganzungen und Veranderungen zum
ersten Band des «Kapital» ). Aqui se dice que si se cambian una chaque-
ta y una tela, se «reducen ala objetivaci6n de trabajo humano como tal».
Pcro adcmas no debe olvidarse
<<que ninguna es para sf tal objelividGd de valor, sino que solo Jo son en
tanto que es una objetiuidad cormin a ambas. Fuera de su mutua relaci6n
-la relaci6n en la que se igualan- ni !a chaqueta ni la tela poseen objetivi-
dad de valor, esto cs, objetiviclad como gclatina de trabajo humano en cuan-
to tal» (MEGA II.6, p. 30). .
Esto tienc como consecuencia que «un producto del tr·abajo, consi-
deraclo para si aisladamente, no es valor, del mismo modo que no es
mercancia. S6lo Hega a ser valor en su unidad con otros productos clel
trahajo» (MEGA Il.6, p. 31).
Con esto nos acercamos tambien al caracter «espectral» de la objeti-
vidad del valor, del que habla Marx al comienzo de El Capital (MEW 23,
p. 52 f 47). La sustancia del valor no es comun a dos mercancias del
mismo modo en que, por ejemplo, un coche de bomberos y una manza-
na tienen en com{m el color rojo (cada uno para si es rojo, y cuando est{m
uno junto a otro constatamos que ticnen efectivamente algo en com{m).
La su~tancia del valor, y con ello tambien la objetividad del valor, les
eorrcsponde a las cosas solo cuando se refieren 1as unas a las otras en el
intercambio. Por lo tanto, a1go asi como si el coche de bomberos y la
manzana solo fuesen rojos cuando efectivamente se presentan uno al
69
Crftica de !a econornia politica
lado del otro, mientras que en su aislamiento (el coche de bomberos en
el parquc de bomberos, la manzana en el arbol) no tuvieran ningun
color.
Normalmente les corresponden propiedades objetivas a las cosas
como tales, con independencia de su referencia a otras casas. Las pro-
piedades que solo estan presentes dentro de determinada referenda no
las consideramos precisamentc como propiedades objetivas que le
correspondcn a la cosa aislada, sino como relaciones. Si el soldado A
esta sometido al mando del sargento B, entonces A es un subordinado y
Bun superior. Las propiedades de ser subordinado o superior resultan
de la relaci6n especifica entre A y B dentro de una jerarquia militar,
pero estas propiedades no les corresponden como personas fuera de
dicha jerarquia.
Sin embargo, en cl caso de la objetividad del valor, una propiedad
que solo existe dentro de una relaci6n pare.ce ser una propiedad objeti-
va de las casas, que tambi{m les corresponde fuera de esta relaci6n. Si
buscamos fuera de la relaci6n de carribio esta objetividad, rio podemos
aprehenderla en ninglin sitio. La objetividad del valor es, en 'un sentido
totalmente literal, una objetividad «espectral».
Una gran pmte del marxismo tradicional se ha dejado engafiar tam-
bien por esta apariencia de que la objetividad del valor es una propiedad
de la mercancia considerada aisladamente. La sustancia del valor se
entendi6 de manera «sustancialista» como propiedad de la mercancia
aislada. Por eso se consider6 tambien la magnitud del valor como una
propiedad de la mercancia aislada, que es independiente del cambio y
esta determinada solo por la cantidad de tiernpo de trabajo socialmente
necesario gastado en la producci6n de la mercancia. A las interpretacio-
nes que, por el contrario, destacaban la importancia del cambio, se les
reprochaba sostener una «teoria de la circulaci6n del valor», por tanto,
situarse en e11ado supuestamentc no esencial6.
Pero ya la misma pregunta acerca de si el valor y la magnitud del
valor se determinan en la esfera de la producci6n «O» en la esfera de la
circu1aci6n (cs decir, en la esfera de la compra y la venta) se debe a una
funesta simplificacion. El valor no «surge» en alguna parte y entonces
esta «ahi». En el caso de una barra de pan se puede al menos plantear la
pregunta (si bien la respuesta es inequivoca) de donde ha surgido, si en
e1 horno del panadero o en el mostrador de la tienda. Pero el valor no es
una cosa como la barra de pan, sino una relaci6n social que aparece
6 Este reproche me lo hizo a mi tambien Norbert Trenkk uno de los mas destacados
representantes, junto a Robert Kurz, del grupo «Krisis» (Trenkle 1998, cf. al respecto
Heinrich 1999b). Esto es tanto mas notable por cuanto que el grupo «Krisis» se presenta
como critico de lo que denomina «el marxismo del movimiento obrero» (con lo que se
hace rcferencia a algo parecido a\ marxismo ideol6gico anteriormente esbozado). Sin
embargo, no es este cl {mica lugar en el que permanecen presos del «rnarxismo del movi-
miento obrero» que critican (ef. capitulo IX.II).
70
Valor, trabajo y dinero
como una propiedad de Ia coscr. La relaci6n social que se expresa en el
valor yen !a magnitud del valor se constituye precisamente en !a produc-
ci6n «y» en la eirculaci6n, de modo que Ia pregunta de si se constituye
en una esfera «O» en !a otra carece de sentido.
Ciertamente, la magnitud del valor todavia no esta determinada
antes del cambia, pero no surge de manera contingente en el cambio. Es
la resultante de la triple reducci6n seiialada en la secci6n anterior, de la
reducci6n de trabajo individual gastado de manera privada a trabajo
abstracto. La magnitud del valor de una mercancia no es simplemente
una relaci6n entre el trabajo individual del productor y el producto (a
esto va a parar, en \1ltima instancia, la concepcion «sustancialista» del
valor), sino una relaci6n entre el trabajo individual del productor y el
trabajo social global. El cambio no produce el valor, sino que hace de
mediaci6n en esta relaci6n. En una sociedad que se basa en la produc-
ci6n privada, esta mediaci6n solo puede tener lugar en el cambia y en
ninguna otra parle7.
Antes del cambio, las magnitudes del valor pueden calcularse mejor
o peor. Este calculo es responsable tam bien de que un productor de mer-
candas de comienzo o no a una determinada producci6n. Pero el calcu-
lo del valor de una mercancia no es ni mucho menos identico ala exis-
tencia de esc valor, lo que algunos productores tendran que experimen-
tar dolorosamente.
Tras las consideraciones precedentes deberia estar claro que la expo-
sici6n de Marx sabre la sustancia del valor no tiene que ser entendida de
manera «susta11cialista», en el sentido de que una sustancia estuviera
prescnte en la eosa aislada. La objetividad del valor no se puede apre-
hender en la mercancia aislada. Solo en el intercambio recibe el valor
una forma de valor objetiva, de ahi la importancia del «analisis de la
forma de valor»B para la teoria del valor de Marx.
En cambia, las interpretaciones sustancialistas de la teoria marxiana
del valor no saben muy bien que hacer con el ana1isis de la forma de
7 Como prueba de que Marx tambien considera que el valor queda establecido en Ia pro-
ducci6n y antes del cambia es usual citar su afirmaci6n de «que no es el intercambio lo
que regula Ia magnitud de valor de Ia mercancia, sino que, al contrario, es la magnitud del
valor de Ia mercanda Ia que regula sus relaciones de intercambio>> (MEW 23, p. 78 I 78).
Con ello se pasa por alto que en esta frase se trata de una relaci6n de regulaci:Jn y no de
una relaci6n temporal (segun la cual el valor prirnero estaria ahi y luego se intercambia-
ria). Por lo que respecta a Ia conexi6n temporal, Marx argumenta de rnanera inequivoca:
«Solo en e/ intercambio reciben los productos del trabajo una objetividad de valor social-
mente igual, separada de su objetividad de uso materialmente diversa>> (MEW 23, p. 87 /
89; subrayado M. H.). No obstante, Ia objetividad del valor tiene un papel determinante
para los productores de mercancias, por lo que estos «taman en consideraci6n el cariic-
ter de valor de las cosas ya en Ia producci6n misma>> (ibid., subrayado M. H.). Pero que
el valor sea tornado «en consideraci6n>>, que los productores hagan una estimaci6n del
futuro valor, es algo cornpletamente distinto de que el valor ya exista.
B En El Capital este analisis de Ia forma de valor tiene Iugar en Ia extensa subsecci6n ter-
cera del primer capitulo.
71
Critica de la economfa politica
valor: para ell as los problemas de la teo ria del valor ya est{m resncltos con
!a sirn;:Jle afirmaci6n de que el valor de las mercandas C"!P.pende del I iern-
po de trabajo S(ICialmeiJte nccesario para la prodncci(m d.e la nwrcancia.
V FOR:\1A DE VALOR Y DIN.ERO
(DETERMI~ACIONES ECON6MICAS FOHMALES)
Marx reivindica haber realizado con el analisis de la forma de valor
algo que no ha hecho nunca !a economia burguesa. De manera prelirni-
nar escribe:
«Cualquier persona sabe, aunque no sepa nada mas, que las mercancias
poscen una forma comun de valor que contrasta de manera muy notoria con
las variopintas formas naturales de sus valores de uso: la forma de dinero.
Aqui se trata, no obstante, de realizar algo que la economia burguesa ni
siquiera ha intentado, a saber, mostrar la genesis de esta forma de dinero»
(MEW 23, p. 62 I 59).
Estas frases se han entendido a menudo como si Marx quisiera expo-
ncr a un e1evado nivel de abstracci6n el surgimiento hist6rico del dine-
ro, partiendo del intercambio simple de productos. Pero en este caso su
delimitaci6n frente a la economia burguesa (realizar algo que la econo-
mia burguesa ni siquiera ha intentado) seria totalmente exagerada. Pues
ya en la epoca de Marx tales esbozos hist6rico-abstractos formaban
parte del repertorio estandar de los economistas9.
Pero recordemos que Marx ha puesto ya de manifiesto con la prime-
ra frase de El Capital que no pretende analizar una mercancia precapi-
talista, sino la mercanda en el capitalismo (cf. el comienzo del capitulo
III.I). Con ello quecla claro que nose refiere aqui con «genesis» a un sur-
gimiento hist6rico del dinero, sino a una relaci6n de desarrollo concep-
tllal: para Marx no se trata de la formaci6n hist6rica del dinero (tampo-
co en un sentido completamente abstracto), sino de la reconstrucci6n
conceptual de Ia conexi6n entre Ia «forma simple de valor» (una mer-
cauda expresa su valor en otra rnercancia) y la «forma de dinero», una
conexi6n dentro del capitalismo actual. Expresado en terminos genera-
les, se trata de Ia prcgunta acerca de si el dinero es meramente un medio
9 Muchas introducciones a Rl Capital enticnden el anAlisis de Ia forma de valor en estc
sentido hist6rico-abstracto, y por eso no alcanzan el n\Icleo de !a argumentaci6n de Marx.
Asi, por ejcmp.lo, Haug (1989, p. 151) contrapone a! <<desarrollo hist6rico real» el analisis
de Ia forma de valor, que <<prepara !a ley del desarrollo de la forma de valor en condicio-
nes puras, a modo de laboratorio», y tam bien se refiere de mam~ra aprobatoria a !a formu-
la de Engels de que lo 16gico (el desarrollo conceptual) es s6lo lo hist6rico depurado de
contingencias perturbadoras (cf. sobre Ia problematica del tipo de lecturn enjjelsiana el
capitulo JU). Sobre este puuto, entre otros, tuvo Iugar nna cliscusi6n entre Haug y yo
mismo en !a revista Argitmcnt, cf. Haug (2003 a, b), Heinrich (2003; 2004).
72
Vi.dor: frulwjo y dinero
auxiliar practico en una socicdad que produce nwrcancias (al que, en
ultima instancia, tambi{~n Se podria l"l'I1UllC:iar) 0 sic] dinero C.<; real men-
te nccesurio.
Esta pregunta no solo tenia un inted~s cientifico en tiempos de Marx.
Diversas corrientes socialistas aspiraban, como alternativa al capitalis-
mo, a una sociedad en la que deberia seguir habiendo producci6n priva-
da de mercancias, pero en la que el dinero cleberia ser suprimido y sus-
tituiclo por meros certificados o «papelctas horarias» (en las que se ano-
tara el rendirniento )aboral de cada uno). La demostraci6n de que la pro-
ducei6n de mercandas y el dinero no se pueden separar pretendia servir
tambiEm como critica a tales corrientes.
Marx proccde en trcs pasos en su analisis del dinero:
(1) Primero se desarrolla de modo analftico-fonnal (es decir, se ana-
lizan determinaciones formales prescindiendo de los poseedores de
mercandas) Iaforma de equivalente general (o sea, laforma de dinero)
como forma del valor necesaria para el valor. (2) Despues se toman en
consideraci6n las acciones de los poseedores de mercanc£as: el dinero
real (que tiene que corresponder a las determinaciones de la forma de
equivalente general) surge a causa de estas accioncs. (3) Por ultimo, se
desarrollan las distintas funciones que adopta cl dinero dentro de la
«circulaci6n simple» (es decir, de la circulaci6n de mercancias y dinero
prescindiendo del capital).
La economia burguesa suele comenzar su analisis del dinero con la
enumeraci6n de sus distintas funciones. El hecho de que exista el dine-
ro se fundamenta con el argumento de que sin din~ro seria muy dificil
organizar el intercambio, es decir, la fundarnentaci6n tiene lugar al nivel
de la acd6n de los poseedores de mercancias. En la economia burguesa
no es posible encontrar en ningun lugar consideraciones anali.tico-for-
males sobrc la conexi6n entre el valor y lajonna de valor, y esta cone-
xi6n es justamente la «genesis» de la que hab1aba Marx en e1 pasaje cita-
do anteriormcnte.
Tambien muchos marxistas tienen problemas para comprender el
analisis de Marx. Las interpretaciones sustancialistas generalmente cen-
tran su atenci6n, de manera similar ala economia burguesa, en lasji.m-
ciones del dinero, y no saben muy bien que hacer con e1 desarrollo con-
ceptual de la forma de dinero. Pero tam bien las interpretaciones no sus-
tancialistas ignoran a menudo la diferencia entre los dos primeros pasos
(desarrollo conceptual de lafurma de dinero y desarrollo conceptual del
dinero). Nos ocuparemos del primer paso en esta secci6n, y de los pasos
2 y 3 en las clos pr6ximas secciones.
Marx comienza el analisis de la forma de valor con la investigaci6n
de Ia «forma simple, singular o contingente de valor>>. Es ]a expresi6n de
valor de una mercanda en una segunda mercancia:
T\
Critica de Ia economia politico
x de la mercancia A vale y de la mercancia B
o <:.on el d~lebre ejemplo de Marx:
20 varas de tela valen 1 chaqucta
El valor de la tela es lo que debe expresarse y la chaqueta sirve co~o
media para expresar cl valor de la tela. Por lo tanto, las do.s ~ercanClas
ticnen en la expresion de valor papeles completamentc (hst.mtos, para
los que Marx reserva conceptos diferentes ..El valor de .la pnmcra me:-
cancia (la tela) se expresa como «valor relatwo» (es denr, por referenc1a
a otra cosa): se encuentra en forma relatiua de valor. La segunda mer-
cand.a (ta chaqueta) sirve como «equivalent~>> para e1 valor de 1a prime-
ra: se encuentra enfunna de equivalente.
En la expresion simple de valor solo puede expresarse en cada caso
el valor de una mercancia: solo se expresa el valor de la tela como una
determinada cantidad de chaqueta. En cambio, el valor de la chaqueta
no se expresa. Ahora bien,' la expresion de valor 20 varas de tela valen 1
chaqueta contiene tambien la expresion inversa de que 1 chaqueta vale
20 varas de tela. Ahora .se encuentra la chaqueta en forma relativa de
valor y la tela en forma de equivalente.
En un valor de uso aislado no se puede aprehender el valor. Solo en
la expresion de valor recibe el valor una forma objetiva: la mercancia que
se encuentra en la forma de equivalente (merc:ancia B) actU.a como la
encarnaci6n del valor de la rnercancia que se encuentra en la forma rela-
tiva de valor (mercancia A). Pero considerada aisladamente, la segunda
mercancia es un valor de uso del mismo modo que lo es la primera mer-
cauda. Dentro de la expresi6n de valor, sin embargo, la segunda mer-
cancia, que se encuentra en la forma de equivalente, representa un papel
espccifico. No solo es un determinado valor de uso, sino que su valor de
uso actl1a al mismo tiempo como encarnacion imnediata del valor:
«En la relaci6n de valor en que Ia chaqueta constituye el equivalente de la
tela, la forma de la chaqueta actua, por tanto, como forma del valor>> (MEW
23, p. 66 I 64).
Solo porque el valor adopta la forma de una chaqueta, recibe el valor
de la tela una forma objetiva, su valor se hace aprehensible, perceptible,
mensurable: como una determinada cantidad de ehaqueta. Marx resume
este resultado de la siguiente manera:
«La oposici6n interna contenida en Ia mercancia entre valor de uso y valor
se presenta, por consiguiente, a traves de una opo.sici6n externa, es decir, a
traves de Ia relaci6n entre dos mercancias, en la que una mercancia, aquella
cuyo valor debe ser expresado, act:Ua directamente solo como valor de uso,
mientras que la otra, aquella en Ia ct~al se expresa el valor, actua solo como
valor de cambia>> (MEW 23, pp. 75-76 I 75).
7Ll
Valor, trabajo y dinero
El valor es algo puramente social, expresa la ualidez igual de dos
trabajos completamentc diferentes. Por consiguiente, expresa una
detcrminada relaci6n social. Esta relaci6n social recibe en la forma de
equivalente la figma de una cosa; en nuestro ejemplo, el valor parece
ser identico de manera inmediata a la chaqueta. La chaquetc actua
como encarnaei6n del valor, pero ello solo tiene lugar dentro de la
expresi6n del valor. El hecho de que la chaqueta tenga dentro de la
expresi6n del valor otras propiedades de las que tiene fuera de ella es
todavia evidente con la chaqueta, pero con el dinero no es este el caso
sin mas.
La forma simple de valor cxpresa objetivamente e1 valor de la mer-
canda A, lo hace aprehensible y mensurable. No obstante, esta forma
es todavia insuficicnte, pues relaciona la mercancia A con una {mica
mercancia, la mercancia B, pero todavia nola relaciona con todas las
demas . .
Si consideramos ahora la relaci6n de valor de la mercancia A (la tela)
con todas las demas mercancias, obtenemos la «forma total o desplega-
da de valor»:
20 varas de tela valcn 1 chaqueta,
20 varas de tela valen 10 libras de te,
20 varas de tela valen 40 libras de cafe, etc.
El valor de la tela esta referido ahora a todo el mundo de las mercan-
cias (y no a una {mica mercancia) y al mismo tiempo se hace patente que
el valor de la mercancia es indiferente a la forma particular del valor de
uso en la que aparece: como encarnaci6n del valor de la tela puede ser-
vir la chaqueta, pero tambien el te, el cafe, etc. El valor de la tela perma-
nece igual si se representa en la chaqueta o en el cafe. Con eUo queda
clara tambien que la relaci6n cuantitativa de intercambio no es en modo
alguno contingente, algo que no se podia apreciar aun en la for:na sim-
ple de valor.
Sin embargo, tambien la forma desplegada de valor es insuficicnte:
la expresi6n de valor de la mercancia A es incompleta y no concluye
nunca. Ademas, las expresiones de valor son totalmente heterogeneas,
tenemos muchas fornms particulates de equivalentes que se excluyen
mutuamente.
La forma total de valor noes otra cosa que una serie de formas sim-
ples de valor. Pero cada una de estas formas simples de valor contiene
tambien su inversion. Si invertimos la serie de formas simples de valor,
obtenemos la «forma general de val on>:
7'5
Crftica de La economia politico
1 chaqucta v<Jk
10 libras dele valen } 20 varas de tela
ttO libras cle cafe valen
El valor de la mercanda esta expresado ahora de manera simple y
unitaria, porque el «equivalente general» sirve como expresi6n de valor
para todas las otras mercandas. Por eso esta forrna ofrece algo absoluta-
rnente decisivo:
«Ahora el valor de cada mercancia, en tanto que igual a la tela, no solo se
distingue de su propio valor de uso, sino de todo valor de uso, y precisamen-
te por eso estii. expresado como lo qne es comun a ella y a todas las demii.s
mercancias. Solo esta forma, por tanto, relaci01w efectiuamente las mer-
candas eniTe sf como valores» (MEW 23, p. So I fh; subrayado M. H.).
La objetividad del valor no es un atributo que les corresponda a las
mercancias aisladas, se trata mas bien de un caracter social que expresa
la relacion de la mercanda individual (o del trabajo individual que la
produce) con todo el mundo de las mercandas (o con el trabajo social
global). Por eso el valor no solo hace necesaria una forma social de valor
en general, sino que hace necesaria una forma de valor que exprese este
caracter social, y esto solo se consigue con !a forma general de valor.
La dimension espedficamentc social deJa forma general de valor .se
muestra tambien en una propiedad ulterior, que la diferencia tanto de la
forma simple de valor como de la forma desplegada. En estas dos formas
de valor «es, por clecirlo asi, un asunto privado de la. mercancia indivi-
dual el darse una forma de valor». Ahora, por el contrario:
«La forma general de valor surge como obra comun del mundo de las mer-
candas. Una mercanda solo adquicre expresi6n general de valor porque
todas las demas mercancias expresan simultaneamente su valor en el
mismo equivalente, y cada nuevo tipo de mercanc.ia que aparece tiene que
hacer lo mismo. Con ello se pone de manifiesto que la objetividad del valor
de las mercancias, dado que es la mera "existencia social" de estas cosas,
solo p11ede exrwesarse a troves de s11 relaci6n social con todas las demas»
(MEW 23, pp. 80-81/ 81; subrayado M. H.).
Lo que aqui se pone de manifiesto no cs evidente para Ia conciencia
espontii.nea, sino que es el resultado del analisis cientifico: la dimension
social del ualor se expresa en una forma de valor especificamente social.
El valor y la magnitnd del valor -que en realidad no son una propie-
dad de la mercancia aislada- se pucden expresar ahora, con ayuda del
equiualenle general, como si fueran tales propiedades simples.
Cuaiitativamente: cl valor de la chaqueta (te, cafe, etc.) consiste en su
Jla/o,~ trohajo y dinero
igualclad con !a tela; cuantitativamente: cl valor de una chaqueta (20
lihr<-ls dP le, 40 librets de cafe. etc.) es 20 varas de tcl3..
Por ultimo, !ajomw de dinero solo se diferellcia de la forma general
de valor en que la forma de equivalentc, «por la costumbrc social»
(MEW 23, p. 84 I 86), se ha fumlido definitivamente con la forma natu-
ral espedfi.ca de una mercancia detenninada (hist6ricamcnte ha sido el
oro y, en menor medida, tambien la plata). De este modo, dicha mercan-
cia llega a ser la «mercanda dineraria>>.
La referencia ala «costumbre social>> hace patente que con la forma
de (\inero nos encontramos ya en cl nivel de las acciones de los poseedo-
rcs de mercancias. I-Iasta este momenta no se habia hablado de los po-
seedores de mercancias. Sc habia considerado la forma de mercancia
del producto del tralx0o y las relaciones de intercambio de las mercan-
cfas, pero no los aetas cle inlercambio cle los poseedores de mercancfas.
VI DINERO Y PROCESO DE INfERCAMBIO
(AcrUACIONES DE LOS l'OSEEDORES DE MERCA.i'<CIAS)
Marx comienza a ocuparse explicitamente de los poseedores de
mercancias y de sus actuaciones en el capitulo segundo de El Capital:
como tales, las personas solo son representantes de la mercanda, por lo
que es la mercancia lo que se tiene que investigar en primer lugar.
Si se considera solo la relaci6n d.e in:tercambio de 1as mercand.as,
vale como fon:ha de manifestaci6n del valor de una mercancia cualquier
otra mercanda con la que se intercambie. Pero el poseedor de mercan-
das no q1ticre intercambiar su mercanda por cualquier otra, sino por
una determinada: su propia rnercanda no es valor de uso para el, y su
cambio hade pruporcionarle el valor de uso 'que necesita. El poseedor de
mercancias querria, por tanto, pocler tratar su mercancia como equiva-
1ente general, querria l!Ue fuera inmedittturnente intercmnbiabte por
todas las demas mercancias. Pero dado que esto es lo que quiere cual-
quier posecdor de mercandas con respecto a !a suya propia, ninguna
mercancia es equivalente general.
Parece que los poseedores de mercancias se encuentran frente a un
problema en el proceso de intercambio. Marx resume la soluci6nfactica
a este problema de manera pregnante:
<<En su confusion, nucstros poseedores de mercandas piensan como Fausto.
En el principia fue la acci6n. Por eso ya han actuad_o antes de haber per:sa-
do. Las !eyes de la naturaleza propia de las mercanc1as se cumplen en cl ms-
tinto natural de los poseedores de rnercandas. Solo pueden rcfP;rir sus_ m;r-
candas unas a otras como valores y, por tanto, como mercanc1as, refinen-
77
Criticu de Ia econornia politico
dolas uor oposici6n a alguna otra mer,cancia que haga de equi~alente g.ene-
ral. Este fue et resultado de\ analisis de \a mercancia. _fEs dec1r, el analiSlS
formal realizado por Marx en el primer capitulo, que fue trata~o en Ia see-
cion precedente, M. H.). Pero solo un acto social pued; corw~rt1r una deter-
minada mercancia en equivalenle general. La accwn soc1al .d.e todas las
demas mercancias segrcga, pucs, una determmada rnercanc1a en la que
todas ellas representan sus valores. De esta mane_ra, \a form? ~atu~al de esta
mercancia llega a ser ]a forma de eqmv(J.lente soc~almente_vah_~a. El pr~c:eso
social hace que el ser equivalentc general se conv1e1ta en funcwn especJhca-
mente social de Ia mercancia segregada. Asi es como esta se conVJerte en
dinero» (MEW 23, p. 101 (105-106; subrayado M. H.).
El analisis de la mercancia habia mostrado la necesidad de la forma
general de equivalente. Para comportarse hacia las casas efectivamente
como mercancias, es decir, para referir las cosa.s unas a otras como val o-
res, los poseedores de mercancias tienen que referir sus mercancias a un
equi.valente general. Por lo tanto, su «acci6n social» tiene que convertir
una mercancia en equivaleiJ.te general y de este modo en «dinero» real.
Las personas que intercambian son libres en sus acc\ones, pero como
poseedores de rnercancias tienen que seguir las «leyes de la :b.aturaleza
propia de las mercancias». Como ya sefial6 Marx en el Pr6logo a El
Capital, las personas solo aparecen en tanto que «personificaci6n de
categorias econ6micas» (MEW 23, p. 16 / 8). Si en el analisis se parte de
las actuaciones y de la conciencia de los poseedores de mercancias,
entonces se esta presuponiendo ya el contexto social que hay que expli-
car. Por eso era necesario que Marx distinguiera en su exposici6n entre
las determinaciones formales de la mercancia y las acciones de los
poseedores de mercancias, y expusiera en primer Iugar estas determina-
ciones formales como tales, ya que constituyen el presnpuesto de las
acciones y reflexiones de los poseedores de mercancias (y que estos
reproducen de nuevo con sus acciones, cf. capitulo TII.II).
El dinero real es ciertarnente el resultado de la actuaci6n de los po-
seedores de mercandas, pero no se basa de ningun modo en un contra-
to titcito, como sostenia John Locke, uno de los fi16sofos mas importan-
tes de la burguesia naciente. El dinero no se introduce en un momento
dado a traves de una deliberaci6n consciente, como suponen aquellos
economistas que sostienen que el dinero se utiliza para simplificar el
intercambio. Los poseedores de mercancias, sefiala Marx, «ya han
actuado antes de haber pensado», sus acciones deben dar como resulta-
do el dinero, pues de otro modo nose pueden referir las mercancias unas
a otras como valoresw.
10 Solo despw?s de que el dinero se ha desarrollado como resultado necesario (aunque
inconsciente) de Ia acci6n de los poseedores de rnercancia.s, se puede comprender el pro-
ceso hist6rico que produjo este resultado: en Ia exposici6n cle Marx, tras el desarrollo cate-
gorial se presenta un breve esbozo de Ia formaci6n hist6rica del dinero (MEW 23, pp. 102-
104/107-110).
78
Valor, trabajo y dinero
. Asi pues, el dinero no es un simple medio auxiliar de carnbio a nivel
practico, ni un mero apendiee de la teoria del valor a nivel te6rieo. La
teoria del valor de Marx es mas bien una teoria moneta ria del valor: sin
la forma de valor no pnetlen referirse las rnercaneias unas a otr·as, y solo
Ja forma de dinero es la forma de valor adecuada para el valor. Las inter-
pretaciones «sustancialistas» del valor (que quieren fijar el valor a la
cosa aislada) son, por el contrario, teorfas premonetarias del valor.
Creen poder desarrollar el valor sin referencia al dinero. Tanto la teoria
del valor-trabajo de Ia economia politica clasica como la teoria utilitaris-
ta del valor de los neoclasicos son premonetarias. Tambien la teoria
«marxista» usual del valor, que considera que el valor esta ya determi-
. nado de manera definitiva con el «tiempo de trabajo socialmente nece-
sario», es prernonetarian.
VII l<'UNCIONES DEL DINERO, MERCANCiA DINERARIA
Y SISTEMA MONETARJO MODERNO
Marx distingue tres funciones basicas del dinero, que resultan de la
«circulacion simple» de la mercancia y el dinero. Si se considera el pro-
ceso global de !a producci6n y la reproducci6n capitalista, se aii.aden aun
otras funciones del dinero (cf. capitulo VIII).
La primerafunci6n del dinero consiste en ser medida universal del
valor para todas las mercancias. El valor de cualquier mercancia se
expresa como una determinada cantidad de dinero.
Las mercancias son valores como «cristalizaci6n» de la sustancia
com{m a elias, el trabajo abstracto: No es el dinero, pues, lo que hace
comparables a las mercancias, sino esta referencia comun al tra)ajo abs-
tracto. Por lo qi1e Marx constala:
«El dinero, como medida del valor, es la forma de manifestaci6n necesaria
de Ia medida inmanente del valor de las mercancias: el tiempo de trabajo»
(MEW 23, p. 109 I 115).
Pero con ello se plantea inmediatamente la pregunta de por que el
valor no pnede medirse igualmente en tiempo de trabajo, o mejor dicho,
por que el dinero no representa inmediatamente el tiempo de trabajo.
Marx aborda brevemente esta pregunta en una nota a pie de pagina de
El Capital y remite a su obra Contribuci6n a la critica de Ia economia
polftica. Alli habia escrito:
11Fue sobre todo Hans-Georg Backhaus quien puso de relieve el caracter «monetario» de
la teotia del valor de Marx, y con ello influy6 de manera decisiva en Ia «nueva lectura de
Marx» de Ia que se hahl6 anteriormente en el capitulo l.III.
79
Critica de fa econom[a polftica
«Las mcrcancias son, elf: man era inmediata, procluctos de trabajos privados
aisl<Jdos e indcpcndienl-cs c'ntrc si. que a traves de su t~n<~jcnaci(m en el pro··
ceso de inlc!-cambio privado sc lienl'n 4uc confinnar como trabajo social
general. esto es, el trabajo, sabre /a base de Ia producci6n de IIWrcwzcfas,
solo llega a ser trabajo social a /raves de Ia enajenaci6n universal de los
lrabajos indiuidualcs» (MEW 1:1, p. 67; subrayaclo M. H.).
Lo que podemos medir con el reloj es solamente el trabajo privado
gastado antes del cambio. Como ya se ha constataclo en la secci6n sobre
el trabajo abstracto, s6lo en el eambio se pnede comprobar cuanto de
este trabajo privado gastado fue real mente generador de valor (y vale
por eso como parte integrante del tiempo social de trabajo). El tiempo de
trabajo generador de valor (o Ia cantidad de trabajo abstracto) no se
puedc medir antes, sino s6lo eu el carnbio, y si los valores de todas las
mercancias deben ser referidos unos a otros, entonces esta medici6n
solo se puede efectuar por medio del dinero. De ahi que Marx pueda
hablar del dinero como la forma de manifestaci6n «necesaria» de la
medida inmanente del valor, el tiempo de trabajo: el tiempo de trabajo
generador de valor no se puede medir de ningun otrn modo que no sea
por media del dinerot2.
La expresi6n del valor de una mercancia en dinero es su precio. Para
indicar el precio ere una mercancia, tiene que estar claro que desempei'ia
la funci6n de dinero (oro, plata, billetes, etc.), pero el dinero no tiene que
estar presente realmente (junto ala mercancia), el dinero sirve aqui s6lo
como «dinero figurado o ideal» (MEW 23, p. 111 I 117).
La magnitud del valor de la mercancia se expresa en el precio: esta
es la unica posibilidad para poder expresar la magnitud del valor. Si se
transforma la magnitud de valor de la mercancia (si el trabajo gastado
individualmente se encnentra en una nueva relaci6n con el trabajo social
global), se transforma tambien el precio de esta mercanda. Sin embar-
go, lo contario noes valido: ni cada precio es expresi6n de una magnitud
de valor, ni cada transformaci6n del precio indica una transformaci6n de
la magnitud de valor.
Tambi6n pueden tener un prccio cosas «sin valor», es decir, cosas
que no son producto del «trabajo abstracto». Puede tratarse de estados
de cosas econ6micamente irrelevantes (por ejemplo, del precio de un
titulo nobiliario) o absolutamente relevantes (por ejemplo, del precio de
una opci6n sobre acciones, que es el precio por el derecho a realizar una
compra de acciones bajo condiciones garantizadas).
El cambia de precio de una rnercancia individual puede indicar un
cambio de su magnitud de valor, pero tambien puede indicar simple-
mente la existencia de circunstancias favorables o desfavorables (despla-
zamientos momentaneos de la oferta y la demanda) bajo las que puede
12
Por cso en la Conlrihuci6n tam bien sc designa el dinero como la «forma de existcncia
inmcdiata» del trabajo abstracto (MEW 13, p. 42).
80
Valot; trabajo y dinero
vcnJerse temporahncntc la mercancla. El cambio simu1tanco del precio
de toclas las mercandas, es decir, el cambio cld nivcl dr. precios, no indi-
ca en general un cambio de todas las magnitudes de valor, sino un cam-
bio del valor del dinero: la disminuci6n del valor del dinero repercute en
una subida general de prccios (i11flaci6n), y el aumento del valor del
dinero en una bajada general de los precios (dejlaci6n).
En lo sucesivo se presupone generalmeute que las mercancias «se
venden a su valor>>. Esto significa que los precios de las mercancias son
la expresi6n adccuada de los valores y que prescindimos de fluctuacio-
nes momcntaneas. Sin embargo, en el capitulo V1I.II veremos que bajo
condiciones capitalistas normalcs las mercancias no se intercambian a
sus valores, es dccir, que los precios normale.s no son simplemente la
expresi6n de las magnitudes de valor de las mercancias.
La segundo funci6n del dinero es la de ser media de circulaci6n que
actua de intermediario en el intercambio efectivo de las mercancias. En
el proceso de intercambio, el poseedor de la mercanda A (por ejemplo,
un tejedor que produce tela), que no es un valor de uso para el, quiere
transformarla en Ia mercancia B (por ejemplo, una silla), en cuyo valor
de uso esta interesado. Vende la tela por 20 euros y compra a continua-
cion una silla por otros 20. Marx designa este proceso como «metamor-
fosis de la mercancia» (para el tejedor, la tela se transforma en silla).
El contenido material cle csta metamorfosis es la sustituci6n de un
valor de uso por otro. Marx habla aqui tambien de «cambio social de
materia». El resultado es el mismo que en el intercambio simple de pro-
ductos, Ia tela por la silla. Sin embargo, lajorma del proceso es comple-
tamente distinta, y precisamente esta difcrencia de forma es lo que
importa aqui. ,
La metamorfosis de la mercanda est'a mediada, a diferencia del
intercarnbio de productos, por el dinero. El proceso tiene la forma mer-
cauda - dinero - mercancia (M - D - M), concretamente para el teje-
dor: tela - dinero - silla.
Pues bien, lo que para el tejedor es el primer acto del proceso, M - D,
transformaci6n de Ia tela en dinero, es para d poscedor de dinero, que
compra tela, la conclusion de la metamorfosis de su mercanda inicial. El
comprador de la silla representa para el tejedor la conclusion de la meta-
morfosis de su mercancia; para el carpintero, que vendc la silla, este acto
cs, por cl contario, cl comienzo de la metamorfosis de la mercanda.
Las metamorfosis de las mercandas est an entrelazadas y no aeaban
nunca: en su totalidad constituyen la circulaci6n cle mercancias. El
intercambio simple de productos -valor de uso por valor de uso- es, por
el contrario, solo un asunto bilateral que se acaba definitivamente con la
real1zaci6n del intercambio. La circulaci6n de mercandas y el intercam-
bio de productos son, por tanto, esencialmente distintos.
81
Critica de Ia economia politica
El que en Ia circulaci6n de mercancias (a diferencia del mero inter-
cambia de produetos) tenga Iugar Ia conexion de los actos individuales a
tnwes del dinero significa que con Ia intervenci6n del dinero se da tam-
bien la posibilidad de una interrupci6n de esta eonexi6n. Si el tejedor
vende su tela, pero no compra nada y conserva el dinero, no solo se inte-
rrnmpe con ello Ia metamorfosis de su propia mercancia, la tela, sino
tam bien la metarnorfosis de las mercancias ajenas (por ejemplo, la silla).
En consecuencia, con la mediacion del metabolismo social a traves del
dinero se da tambien la posibilidad de su interrupci6n, y con ello de la
crisis. Pero para que de la meraposibilidad de Ia crisis se pase a una cri-
sis real tienen que sobrevenir toda una serie de circunstaneias adiciona-
les (cf. capitulo IX).
La metamorfosis de la mercancia, M ~ D - M, comienza con una
mercancia y termina con una mercancia del mismo valor, pero con otro
valor de uso. La mercancia parte del poseedor de mercancias y vuelvc de
nuevo a el con otra forma, yen este senti do describe un ciclo. El dinero,
que actua de mediaci6n en este ciclo, no describe el mismo ningun ci.clo,
sino una circulaci6n: en el primer acto M-D, el poseedor de mercanci-
as recibe dinero, pero solo (en una circulacion de mercaqcias que trans-
curre con normalidad) para gastarlo de nuevo inmediatamente y realizar
el acto iinal D - M. En su funci6n como medio de circulaci6n, el dinero
permanece continuamente en Ia esfera de la circulacion. Pero ya que los
poseedores de mercancias solo han tenido en cuenta las mercancias que
pueden comprar con la ayuda del dinero, para la circulacion basta sim-
plemente el dinero simb6lico, y como mero medio de circulacion el dine-
ro puede ser sustituido por «signos de valor>> que carecen ellos mismos
de valor (como trozos de papel).
En su tercerajunci6n, el dinero actua como dinero real. Como medi-
da del valor el dinero no tenia que estar presente realmente, ba.staba
como dinero ideal. Como medio de circulaci6n el dinero tenia que estar
presente realmente, pero bastaba como dinero simbolico. Solo como
unidad de medida del valor v medio de circulaci6n el dinero es dinero
real, es decir,forma aut6no~a del valor, lo que encierra toda una serie
de determinaciones nuevas.
Mientras que las mercancias individuales representan en su existen-
cia material un determinado valor de uso y su valor (la «riqueza abstrac-
ta>>) solo puede estar t1gurado en cllas, el dinero real es «la existencia
material de /a riqueza abstracto» (MEW 13, p. 102). Lo que hace las
veces de dinero actua en su existencia material inmediata como cosa de
valor. Como tal cosa de valor puede cambiarse en todo momento por
cualquier mercanda, transformarse en cualquier valor de uso. El dinero
real es, por tanto, «el representante material de la riqueza material>>
(MEW 13, p. 103).
82
Valor, trabajo y dinero
El dinero real, es decir, el dinero como forma autonoma del valor,
tiene funciones totalmente determinadas. Funciona como tesoro, como
medio de pago y como dinero mundial.
Como tesoro el dinero se retira de Ja circulaci6n. Ya no haec de
mediaci6n en la circulaci6n de mercancias, sino que existe como forma
aut6noma del valor. Para atesorar se vende sin que tenga lugar a conti-
nuaci6n una compra. Elfin de Ia venta es retener el dinero como forma
aut6noma del valor. Para no tener que esperar a hacer sus compras
hasta que este vendida la mercancia (o tambien para prevenir el fraca-
so de la venta), todo productor de mercancias precisa de un mayor o
menor atesoramiento.
Asimismo, el dinero como forma aut6noma del valor funciona como
media de pago. Si en Ia compra de una mercancia nose paga inmediata-
mente, sino despues, entonces el comprador se convierte en deudor y el
vendedor en acreedor. El dinero no actua en este caso como media de
circulaci6n que hace de mediaci6n en una compra, sino como medio de
pago que salda la compra que ya ha tenido lugar. (La expresi6n «media
de pago» s6lo es utilizada en este sentido por Marx; en el uso comun, asi
como en Ia ciencia econ6mica, se designa como medio de pago el dinero
que sirve para pagar una compra tanto si se paga en el acto como si se
hace con posterioridad). Si se emplea el dinero como media de circula-
ci6n, el poseedor de mercancias primero ha vendido, por lo que ha rea-
lizado el acto M - D. A continuaci6n compra, realizando D - M. En el
empleo de dinero como media de pago se invierte el orden: el poseedor
de mercancias compra primero y luego vende, para obtener dinero y
cumplir con su obligaci6n de pago. Conseguir dinero como forma auto-
noma del valor se conviette ahara en el fin de la venta.
Por ultimo, cl dinero actua como dinero mundial en el mercado
mundial. Aqui puede ser utilizado de nuevo como media de circulaci6n
para mediar una compra, como media de pago para saldarla, o como
«materializaci6n social absoluta de Ia riqueza» (MEW 23, p. 158 /175)
si no se trata de compra o de pago, sino de transferencia de riqueza de
un pais a otro (por ejemplo, despues de una guerra).
Marx parte en El Capital de que el dinero siempre tiene que estar
vinculado a una determinada mercancia. En su epoca el oro representa-
ba este papel de «mercancla dineraria». En aquella epoca apenas circu-
laban ya monedas de oro en la practica del comercio; los importes
pequenos se pagaban en monedas de plata o cobre, los grandes en «bille-
tes de banco». Los billetes de banco al principia eran emitidos por ban-
cos particulares, que se comprometian a canjear el billete por un desem-
bolso en oro. Despues los billetes de banco solo fueron emitidos por un
banco emisor estatal, que se comprometia igualmente a! reembolso. Por
83
Cririco de lo economia polirico
lo general, los bancos ernisores de los distintos paises no podlan emitir
tantos billctc;.s cnmo quisieran. Los billctcs teniail que cslar cubicrlos en
un determinado porcentaje pur !as reserYas de oro dd barwo ernisor.
Ciertamente, apenas circulaba ya oro, pcro el papel moneda circulante
era solo el representante del oro.
Al liual cle !a Segnnda Guerra Munclial se acord6 en Bretton \'\foods
(EE.UU.) un sistema monetario internacional que segula hasandose en
el oro como rncrcancia dincraria. Pcro el oro solo cubria el d6lar ameri-
cana; 35 d6lares correspondian a una onza de oro. Las demas monedas
debian estar en una relaci6n fija de cambio con el d6lar. Sin embargo, la
obligaci6n de reembolso del d6lar en oro no estaba en vigor para las per-
sonas privadas, sino solamente para los bancos ccntrales estatales; y
desde finales de la decada de 1960 era evidenle que habia unas canticla-
des tan ingentes de d6lares en circulaci6n que Ia obligaci6n de reembol-
so se habia vuelto ficticia. A comienzos de la decada de 1970, Ia obliga-
<::i6n de reembolso se suprimi6 tambit'm formalmente, del mismo modo
(;pr~ los tipos fijos de cambio de las monedas.
Desde ese momenta ya no hay ninguna mercancia que a nivel nacio-
nal o internacional actue como rnercanda dineraria. Ahora f1mciona
como dinero el papel moneda emitido por los bancos centrales estatales,
y no hay nada mas por lo que se pueda canjear este papcl moneda.
Naturaimente sc puede comprar oro, pero el oro es ahara una mercan-
da como la plata o el hierro, que no act(ra ni juridica ni tActicarnente
como mercancia dineraria.
Ciertamente Marx no podia imaginarse un sistema monetario capi-
talista sin mercancia dineraria. Sin embargo, esto no se deriva en abso-
luto de su analisis de la rnercancia y del dinero. En el marco del analisis
de la forma de valor, Marx habfa desarrollado las determinaciones for-
males del equivalente general, y el analisis del proceso de intercambio
dio como resultado que los poseedores de mercandas tenian que referir
sus mercandas a un equivalente generaL Pero el hecho de que estc equi-
V<1lcnte general tuvicra que ser necesariamente una mercancfa no es
algo que Marx haya demostrado, sino que lo supuso. Lo que sirve como
equivalente general (que se trate de una mercancia o mcramentc de
parel moneda) no puede determinarse al nivel de la circulaci6n simple
(cf. para un ana.lisis mas cletallado: Heinrich 1999, p. 233 y ss.). Cuando
examinemos cl sistema de crcdito capitalista se pondra de manifiesto
( cf. capitulo VIlLI I) que Ja existencia de una mcrcancia dineraria es sim-
plemente una situaci6n hist6rica transitoria, por lo que no cor-responde
al «modo de producci6n capitalista en su media ideal», que cs lo que
Marx queria analizar (cf. capitulo IU).
Va/01; trabajo y dinero
VIII EL «SECRETO>> DEL FETICHISM() DE LA l\JERCAi"iclA Y DEL DINERO
La \dtima sccci6n del primer eapitulo de J:i Copitullleva como titu--
lo: «El caracter fetichista de la mcreanda y su secreta>>. La expresi6n
«fetichismo de Ia mercancia>> ha adquirido clesde cntonces una cierta
difusi6n, pero no siempre se entienclc por ella lo que Marx dice en El
Capital. Marx nose refiere a que en cl capitalismo cl consumo sea muy
importante para las personas o a que hagan un fctiche de la posesi6n de
detcrminadas mercandas que sirven como simbolo de posicion social.
Tam poco se trata de uu fetichismo delmercado. Detras de la posesi6n de
mercandas caras como slmbolo de status no se oculta ningU.n «secreta»
que hubiera que desvelar.
A rnent1do se caracteriza el fetichismo de la mercanda diciendo sim-
plcmente que las relaeioncs sociales de las personas aparccen como rela-
ciones de cosas (las relaciones de los sujetos que intercamhian aparecen
como relaciones de valor de los productos intcrcambiados), de modo que
las relaciones sociales se convierten aparentemente en propiedades
materiales. Si nos quedamos en una caracterizaci6n semejante, el feti-
chismo aparece como un mero error: las personas atribuyen propieda-
des falsas a los productos de su trahajo, no ven que detras de las relacio-
nes entre cosas hay <<en realidacl» relacioncs entre personas. El fetichis-
mo seria entonces una forma de «falsa conciencia» que simplemente
oculta las «relaciones reales» 13. Si fuese asi, entonces tendria que de-
saparecer esta falsa conciencia con la explicaci6n de las relaciones rea-
Ies. En esta interpretacion simplifieada del fetichism a de la mercanda se
pierden importantes aspectos de la investigaci6n de Marx. A continua-
cion, vamos a analizar cletalladamente su argumentaci6n. Para tcner una
mejor vision de conjunto, lo que sigue esta di.vidido en distintos aparta-
dos dcsignados con letras 11.
a. En primer lugar, es preciso preguntarse d6nde hay que localizar el
«secreta» del que habla Marx en el titulo y que trata de desvelar aqui. De
rnanera preliminar escribe al respecto:
<<A primera vista, una mercancia parece una cosa evidente, trivial. Pero su
analisis demuestra que es una cosa muy compleja, llena de sutilezas meta-
fisicas y argucias teol6gicas>> (MEW 23, p. 85/ 87; subrayado M. H.).
13 La «ideologia» (un concepto que Marx emplc:a muy rarDmente en El Capita[) ~e inter-
preta a menudu como una forma de «falsa conciencia», del mismo modo que el fdidus-
mo. Una discusi6n critica sobre !a rclaci6n entre ideologia y fetichismo se encuentra en
Dimoulis/Milios (.1999).
14 En el capitulo T.III sc mcncion6 que el juven Marx concebia el capitalismo como ]a ,,cna-
jcnaci6n» de la <<escncia humana». El analisis del fetichismo de la mercancia ha sido
·interprctado por diversos auto res como unn continuaci6n de esta teo ria de Ia enajenacibn.
Sin embargo, en una lectura rigurosa se cunstalara que en la serci6n sobre el fetichismo
de la rnercancia Marx nose reficre en ningtlll pasaje a una <<escncia humana».
85
Critica de Ia economia politica
Asi pues, Ia mercancia no es «compleja>> para el entendimiento
comttn; la mercancia es compleja y misteriosa solo como resultado del
analisis (rca!izado hasta ese momento). Por ejemplo, una mesa es
«una cosa sensible ordinaria. Pero tan pronto como sc presenta como mer-
cancia, se transforma en una cosa sensiblemente suprasensible» (ibid.;
subrayado M. H.).
Segun la experiencia comun, la siUa es un determinado valor de uso.
Como mercaneia tiene adernas un determinado valor. Ninguna de las
dos casas tiene nada de misterioso para la conciencia espontanea. Y el
que la magnitud del valor dependa de la cantidad de tiempo de trabajo
gastado se puede aceptar o se puede cuestionar, pero tampoco es algo
que tenga nada de misterioso en si mismo. El caracter «Sensiblemente
suprasensible» de la mercanda s6lo lo pone de manifiesto el analisis:
muestra que la objetividad de valor de la mercancia nose puede apre-
hender de ningun modo en 'ella misma (en este sentido es una «objetivi-
dad suprasensible», una <<objetividad espectral»), sino sola.mente en
otra mercancia, que por su parte vale como encarnaci6n inmediata del
valor. Igualmente inaprchensible se habia mostrado el trabajo abstracto
como sustancia del valor. Por consiguiente, cl analisis ha sacado ala luz
un buen numero de resultados ins6litos.
b. Marx se pregunta ahora: «.!.de d6nde surge, pues, el caracter enig-
matico del producto del trabajo tan pronto como este adopta la forma de
mercancia?>>, y formula como respuesta:
«Evidentemente de esta forma misma. La igualdad de los trabajos humanos
asume !a forma material de la igual objetividad de valor de los productos del
trabajo, la medida del gasto de fuerza humana de trabajo por su duraci6n
asume !a forma de la magnitud del valor de los productos del trabajo y, final-
mente, las relaciones entre los productores, en las que se activan esas deter-
minaciones sociales de sus trabajos, asumen la forma de una relaci6n social
entre los productos del trabajo. Por tanto, lo misterioso de !a forma de mer-
cancia consiste simplemente en que les ret1eja a las personas los caracteres
sociales de su propio trabajo como caracteres objetivos de los productos
del trabajo mismos, como propiedades sociales naturales de estas casas>>
(MEW 23, p. 86 / 88; subrayado M. H.).
En cualquier producci6n social que se base en la division del trabajo
las personas estan en dcterminadas relaciones sociales las unas con las
otras. En la producci6n de mercancias aparece esla relaci6n social entre
personas como una relaci6n entre cosas: no son las personas las que
estan en relaci6n entre si, sino las mercandas. Sus relaciones sociales se
les aparecen, por tar:ito, como «propiedades sociales naturales» de los
productos. Lo que esto significa se puede mostrar en el valor: por un !ado,
esta claro que el «valor» no es una propiedad natural de las casas como
86
Valor. trabajo y dinero
lo es el peso o el color, pero parece (para quienes viven en una sociedad
que produce rnercandas) como si las cosas Pn el contexto social t~1vieran
automaticamerzte «valor» y por ello siguiescn automaticamente sus pro-
pias leyes objetivas, a las que las personas no tendrian mas rcmedio que
someterse. Bajo las condiciones de la producci6n de mercandas tiene
Iugar una autonomizaci6n para la que Marx solo encuentra un paralelis-
mo en las «nebulosas regiones del mundo religioso»: en este caso son los
productos de Ia mente hurnana los que adquieren autonomi<:>., en el
mundo de las mercancias son «los productos de 1a mano humana»:
<<A esto es a lo que llamo fetichismo, que se adhiere a los productos del tra-
bajo tan pronto como son producidos como mercancias y que, por tanto, es
inseparable de Ia producci6n de mercancias» (MEW 23, p. 87 I 89).
c. Si el fetichismo se «adhiere» de hecho a las mercancias, tiene que
tratarse de algo mas que de una falsa conciencia, tiene que esta;:- expre-
sando un estado de cosas real. Y efectivamente los productores -bajo las
condiciones de Ia producci6n de mercancias- no se relacionan entre si
de manera inmediatamente social; se relacionan solo en el intercambio
redproco, o sea, por medio de los productos de su trabajo. Por consi-
guiente, el que las relaciones sociales aparezcan como propiedades de las
cosas noes de ningun modo una ilusi6n. A los individuos que intercam-
bian, escribe Marx,
<<se les aparecen las relaciones sociales entre sus trabajos privados como lo
que son, es decir, no como relaciones directamente sociales entre las perso-
nas en sus trabajos, sino mas bien como relaciones materiales entre personas
y relaciones sociales entre casas» (MEW 23, p. 87 I 88; subrayado M. H.).
El que las casas tengan propiedades sociales bajo las condiciones de
la producci6n de mercancias no es en modo alguno falso. Lo que es falso
es que tengan estas propiedades automaticamente, en cualquier contex-
to social. El fetichismo no consiste en que los productos del trabajo sean
considerados como objetos de valor -en la sociedad burguesa los pro-
ductos del trabajo; en tanto que se intercambian, tienen efectivamente
objetividacl de valor-, sino en que esta objetividad de valor sea conside-
rada como una «necesidad natural evidente» (MEW 23, p. 95(99).
d. Ante todo, lo que les interesa a los procluctores de mercancias, y
tiene que interesarles, son los valores de sus mercancias. Son Ia expre-
si6n palmaria de una sociabilidad que ciertamente producen las perso-
nas, pero que no comprenden.
<<Las personas no relacionan los productos de su trabajo entre si como valo-
res porque estas cosas sean consideradas por elias meramente como envol-
turas materiales de trabajo humano igual. AI contrario. Al equiparar entre si
como valores sus diversos productos en el intercambio, equiparan sus dis-
tintos trabajos como trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen» (MEW
23, p. 88 I 90; subrayado M. H.).
87
Critica de Ia economia po!itica
Los prodnctores de mercancias producen su contexto social no prc-
cisamcnte a c<lusa cle una determinada concicllcia sobre ]a conexi6n
entre valor y trabajo, sino independicntemente de tal concicncia. Por lo
tanto, seria por completo err6neo comprender la teoria del valor de
Marx como silas personas intcrcambiaran mercancias a sus valores pur-
que saben cu<'mto trahajo se ha invertido en cada uno de los productos.
Marx quiere mostrar justamente que las personas actuan sin ser cons-
cientes de las condiciones de su acci6n.
c. El fetichismo producido de modo inconscicnte no es simplcmente
falsa conciencia, posee tambien una fuerza rnate1ial. La socicdad no me
da ninguna informacion acerca de simi trabajo gastado indiviclualmen-
te es reconocido como una parte integrante del trabajo social global yen
que medida oeurrc esto; tan solo me da informacion del valor cle mi mer-
c:ancia en el intercambio. y de esta iilformaci6n depende mi bienestar.
Pero las magnitudes de valor de las mercandas
«cambian constantemente, con independencia de la voluntad, la prevision
y la acci6n de los individuos que intercambian. Su propio mouimiento
social tiene para elias laforma de w1. mouimiento de casas bajo cuyo con-
trol se encuentran, en Iugar de controlarlas ellos» (MEW 23, p. 89 I 91;
subrayaclo M. H.).
Los valores de las mercancias son expresi6n de una estructura social
enormemcnte poderosa, que los individuos no pueclen controlar. En una
sociedad que produce mercancias, las personas estan (y lo estan todas),
de hecho, bajo el conlrol de las cosas; las relaciones de poder detenni-
nantes no son personates, sino «materialcs». Pero este poder malerial,
el sometimicnto a !a «coercion de las cosas», no existe porque las casas
tengan en si determinadas propiedades que engenclren este poder o par-
que las relaciones soeiales exijan forzosamente esta mediaci6n material,
sino simplemente porque las personas se refieren de una determinada
maner·a a las casas, a saber, como mercancias.
f. El hecho de que este poder material y la objetivaci6n de las relacio-
nes sociales como propiedades materiales se deban a un determinado
comportarniento de las personas no es perceptible para la coneiencia
espontanea. Para ella, las «formas que les dan a los productos del trabajo
el caracter de mercancias» tienen «la soliclez de fonnas naturales de la
uida sociah> (MEW 23, pp. 89-90/ 92; subrayado M. II.). Y no solo lacon-
ciencia espontanea, sino tam bien la economia politica clasica (y la econo-
mia neochisica rnoderna) permanecen atrapadas en estas formas. Ahora
bien, Marx sefiala que ello no se debe a un error subjetivo del economista
indi-vidual, sino que tiene a su base una determinada objetividad:
<<Tales formas constituycn pn"cisamcnte las categorias de la economia bLir-
guesa. Son form as de pensarniento social mente ualidns y, por tanto, objeti-
Valm; trabajo y dinero
uos, para las rclaeiones de produc:ci6n de estc modo de producci6n social
1Ji~t6ricanH~nte detPrminado que es Ia producci6n de mercancias» CvlEW
I
2;), p. (}(l 93; subrayado lVf. H.). ·
Los economistas toman de un modo tota1mente acritico estas «for-
mas de pensamicnto objetivas>> como el objelo dudo inmedicztamente de
la economia politica. En este lugar sc pone claraniente manifiesto aque-
llo a lo que Marx se referia en la ca rta a Lasalle, citada en capitulo II.ll,
con «critica a traves de la exposiei6n>>: Ia critica de las categorias bur-
guesas no es un asunto te6rico abstracto, no se pucde separar en abso-
luto de Ia exposici6n de las relaciones de proriucci6n.
En las diversas corrientes de la economia politica nose discute sobre
las determinacinnesformales de su objeto, sino solamentc sobre cl con-
tenido de estas determinncionesformales. Frente a esta situaci6n, Marx
rcaliza una critiea fundamental, rcferida a losfundamentos de la econo-
mia burguesa: critica lasformas siempre ya presupuestas de antemano
por la econornia burguesa:
«La economia politica ciertamente ha ana1izado, si bien de man era incom-
pleta, el valor y la magnitud del valor, y ha dcscubierto el contenido oculto
en estas formas. Pero nunca ha plantcado siquiera !a pregunta de por que
este contenido adopta csa forma, por que, pues, el trabajo se rcpresenta en
el valor y la medida del trabajo segun su duraci6n se representa en Ia mag-
nitud de valor del producto del trabajo» (MEW 23, pp. 94-95 I 97-98).
Ni la conciencia esponU\nea ni la economia politica llegan a compren-
der que la objetividad del valor es re.sultado de una actuaci.6n humana
detcnnin<).da., que las cosas s6lo se convierten en mercancias, y con e\lo
en objetos de valor, porque uos comportamos freute a ellas como mer-
cancias (las producirnos privadamente y las :intercambiamos). En ambos
casos se considera Ia forma de mercancia como una «propiedad social
natural de los productos». En este sentido, no s61o la conciencia esponta-
nea permanece atrapada en el fetichismo, sino tambien la ciencia econ6-
mica. En tanto que Marx pone de manifiesto el fetichismo, no s6lo sumi-
nistra las bases para una critica de la conciencia y de 1a ciencia, sino que
ademtls hace patente que las relaciones sociales no ti.enen P?r que ser
como son: el dominio del valor sobre las personas no es nmguna ley
social natural sino el resultado de un determinado comportamiento de
las personas, ~ estc comportamien~o se pl_Iedc -al m~nos :n
~rincipio
transformar. Es concebible una souedad s1n mercanc1a y sm dmero .. ,
g. El fetichismo no esta limitado a la mercancia. Se adhiere ~amb1en
al dinero. El dinero es lafonna aut6noma del valor, posee una .forma de
valor especial: se encuentra en la forma general de equivalente. t:Jinguna
otra mercancia se encuentra en esa forma. Esta mercancia especial Co en
su caso ei papel) que funciona como dinero sblo puede funcionar como
89
Critica de Ia economfa polftica
tal porque todas las dcmas mercancias se refieren a ella como dinero.
Sin embargo, la forma de dinero aparece como <-~propiedad social natu-
ral» de csta rnercancia.
<<Una mercancia no pareec convertirse en dinero porque todas las de mas
mereanc\as representen sus valores en ella, sino que, por el contrario, todas
parecen rcpresentar sus valores en ella porque es dinero. El mouirnienlo
mediador desaparece en su propio resultado y no deja ningur:a huella tr~s
de si. Las mercandas, sin i.ntervenir en ello, encuentran ya hsta su prop1a
figura de valor como cuerpo de una mercanc;ia que existe a! margen de ellas
y a su !ado>> (MEW 23, p. 107 / 113; subrayado M. H.).
Se puede decir del djnero lo mismo que se dijo de !a mercancia: solo
a causa de un determinaclo comportamiento de los poseedores de mer-
candas tiene el dinero sus propiedades especificas. Pero esta mediaci6n
ya no es visible, <<desaparece». De ahi la apariencia de que el dinero
tuviera estas propiedades en si mismo. Tambien en el, da igual que se
trate de una mercancia dineraria o de papel, aparece una relq.ci6n social
como propiedad objetiva de una cosa 15. Y del mismo modo que, en el caso
de la mercancia; las personas que actuan no tienen que conocer las cone-
xi ones mediacloras para poder actuar: «Cualquiera puecle usar el dinero
como dinero sin saber que es el dinero>> (MEW ~26.3, p. 163).
h. Pero lo «absurdo~~ (MEW 23, p. 90 I 93) de esta cosificaci6n de
las relaciones sociales es a{m mayor en el caso del dinero que en el de la
mercancia. Si los productos del trabajo se transforrnan en mercancias,
reciben junto a su objetividad fisica como valore.s de uso una objetiviclad
de valor. Esta tlltirna es, como se mencion6 mas arriba, una objetividad
«espectral», ya que parece ser tan objetiva como el valor de uso y, sin
embargo, no se puede aprehender en las cosas aisladas.
El dinero acrua ahora como forma aut6noma del valor. Mientras que
las mercancias son valores de uso que ademas son objetos de valor, el
dinero que se presenta frente a las mercancias es: inmediatamente «cosa
de valor». Lo que esto significa lo explica Marx con un buen ejemplo en
la primera edici6n de El Capital:
<<Es como si junto con los leones, los tigres, las licln·es y todos los de mas ani-
males reales que agrupados constituyen los distintos generos, especies,
subespecies, familias, etc. del reino animal, existiera tambien el animal, la
encarnaci6n individual de todo cl reino animal>> (MEGA ILs, p. 37; subra-
yado en el original).
>sA este respecto es indifercnte que -como en el denominado <<metalismo»- se suponga
que los metales nobles, el oro y Ia plata basicamente, tienen propieuades uinerarias por
naturaleza o que -como en Ia teorla monetaria <<nominalista;·>- el portador concreto de las
funciones monetarias se conciba como rcsultado de un acuerdo social o de una disposi-
ci6n estatal. La existencia del dinero parece ser en cualquier caso una necesidad social
naturaL El hecho de que actualmente exista un sistema monetario sin rnercanda dinera-
ria no significa en modo alguno, pues, que el fetichisrno del dinero haya desaparecido.
90
Valor, trabajo y dinero
El que junto a los diversos animales concrctos tam bien ande por ahi
«el animal» no solo es facticamentc imposiblc, sino l6gicamente absur-
do: el genero es colocado a! mismo nivel que los individuos a partir de
los cuales es obtenido por abstracci6n. Y sin embargo, el dinero cs Ia
existencia real de este absurdo.
i. En Ia sociedad burguesa, la conciencia cspontanca de las personas
sucumbe al fetichismo de la mercancia y el dinero. La racionalidad de
sus acciones es siempre una racionalidad dentro del marco establecido
por Ia prodHcci6n de mercancias. Si se taman las intenciones de los
individuos que aetuan (por tanto, lo que «saben») como punta de parti-
da del analisis (como, por ejemplo, en la economia neoclasica o tambien
en muchas tcorias sociol6gicas), entonces aquello que los individuos «no
saben>>, es decir, el marco presupuesto de su pensamiento y su acci6n,
queda suprimido del analisis desdc el principia. En base a esta conside-
racion no solo se puede criticar una buena parte de los fundamentos de
la economia l:mrguesa y de la sociologia, sino tambien un populcx argu-
mento del marxismo ideologico: que hay un sujeto social (la clase traba-
jadora) que a causa de su particular posicion en la sociedad burguesa
dispondria de una especial capacidad para comprender las relaciones
sociales.
Muchos representantes del marxismo tradicional sostuvieron que
«habia que colocarse en el punta de vista de la clase trabajadora>> para
comprender el capitalismo. Con e1lo se pasaba por alto que tambien los
trabajadores y trabajadoras (de la misma manera que los capitalistas)
estim atrapados en el fetichismo de la mercancia en su conciencia espon-
tanea. En el proximo capitulo veremos que el proceso de producci6n
capitalista engendra todavia mas inversiones, a las que suc.umben tanto
los trabajadores como los capitalistas. Asi pues, no se puede hablar de
una posicion de conocimiento privilegiada de la c.lase trabajadora, si
bien tampoco de que el fetichismo sea impenetrable por principia.
91
CAPITULO IV
CAPITi\L, PLUSVAU)R Y EXJ>HHAClON
lEcONOMiA DE MERCADO Y CAPITAL:
LA «TRANSICI6N DEL DINERO AL CAPITAL»
Marx se ocupa en los tres prim eros capitulos de El Capital de la mer-
cauda y del dinero, sin hablar en ellos todavia e:x-plicitamente del capi-
tal. Esto llev6 a algunos autores a considerar que en cstos tres primeros
capitulos se expone a un elevaclo nivel de abstracci6n una «producci6n
rnercantil simple>> precapilalista: un modo de producci6n en el que
dominan relaciones dinerarias y mercantiles, pero que no conocc toda-
via el capital o lo conoce solo en una forma muy poco clesarrollada. Se
supone, ademas, que las mercancias se intercambian conforme a sus
valores (de trabajo), ya que los productores conocerian con exactitud su
propio gasto de trabajo y el de los demas. El representante mas promi-
nente de esta interpretacion fuc Friedrich Engels, que l<t formula en su
Apendice al libro tercero de El Capital --algunos aiios despues de la
muerte de Marx-, intluyendo con ello en muchos marxistas 1. Pero esta
concepci6n es problematica en varios sentidos:
-Como afirmacion hist6rica: si bien sc intercambiaba ya hace miles
de afios y existc dinero acuiiado por lo menos desde el siglo \71 a. C., las
relaciones dinerarias y mercantiles en las epocas precapitalistas estaban
siempre «incrustadas>> en otras relaciones de producci6n, nunca eran
completas y la ecouomia no estaba dominada por ellas. Esto tiene Iugar
por primera vez con la expansion del modo de produccion capitalista.
- Como concepto te6rico: Marx intenta rnostrar precisamentc que la
determinacion del cambio por los valorcs no se basa en un calculo cons-
ciente de las cantidades de trabajo gastadas, que las personas que inter-
1 Esta concepcion forma parte tam bien del repertorio estiintlar del marxismo tradicional.
lia sidu difundida, por cjemplo. por Ernest Mandel, junto con una lectura historicista de
El Capi/(1/ (cf. capitulo Il.T), en muchos textos introductorios (vease, por ejemp1o, Mandel
1968; 1(}75).
93
Critica de !a economia polflica
cambian no sa ben lo que hacen, que de hecho el contexto social se impo-
ne «a sus espaldas» (cf. capitulo UI.VIII dye).
- Como interpretacion de los tres primeros capitulos Je El Capi:al:
la mencionada interpretacion no comprende lo que Marx expone aqm, la
«Circulaci6n simple». Por ella entiende Marx la circulaci6n de mercan-
cias v dinero como form as de circu1aci6n que dorninan toda la economia,
perC:, por asi decirlo, en una consideraci6n restringid~: se hace ab~tr~c
ci6n de Ia existencia del capital. No se analizan relacwnes precapltahs-
tas que existieron en alg{m momenta del pa.sado, sino relaciones capita-
listas presentes (a esto alude ya la primera frase de la obra, como se
subray6 mas arriba), pero prescindiendo del capital.
El que se haga ahs1Taeei6n del capital no es una disposici6n arbitra
ria del teorico, ni tampoco una decision didactica. En esta abstracci6n se
expresa un determinado aspecto de \a realidad: la circulaci6n simple
aparece «COmO lo inmediatamente existente en la superficie de la socie-
dad burguesa» (Gnmdrisse, MEW 42, p. 180), la verdadera economia
parece consistir solo en actos de compra y venta.
A primera vista, la economfa parece dividirse en tres grandes ambi-
tos separados:
• La esfera de la producci6n: con las posibilidades tecnicas corres-
pondientes se producen bienes y se prestan servicios.
• La esfera de la circulaci6n: los bienes y los servicios se intercam-
bian y, en general, no directamente unos por otros, sino por dinero.
• La esfera del consumo: los bienes y los servicios se consumen, o
bien por los individuos particulares como medios de vida para su subsis-
tencia inmediata (como, por ejemplo, alimentos, vestido, etc.), o bien
dentro de los procesos de producci6n como medios de producci6n (por
ejemplo, maquinas 0 materias primas) para fabricar otros productos.
Pero esto genera la impresi6n de que la esfera del consumo tiene que
ver unicamente con las necesidades de los consumidores y la esfera de la
producci6n con condiciones puramentc tecnicas, de modo que solo
queda la circulaci6n como la esfera propiamente econ6mica.
La reclucci6n de la economia ala circulaci6n tiene importantes con-
secuencias. La circnlaci6n s6lo tiene que ver eon la compra y la venta,
por tanto, con procesos en los que (al menos en principia) se enfrentan
personas libres e iguales, yen los que, en tanto que las mercancias inter-
cambiadas tienen igual valor, nadie es engafiado, robado o explotaclo. Si
las personas no son todas completamentc iguales, porque unas poseen
mucho y otras muy poco o absolutamente nada, esto puede ser cierta-
mente una circunstancia lamentable, pero no dice nada contra «la ceo-
94
Capital, plusva/or y exp!otacion
nomia de mercado». Las diferencias de posesi6n no tienen nirrgurra rele-
vancia te6rica en las teorias liberales que cantan hirnnos de alabanza al
rnercado. Estas diferencias aparecen para el proceso de compra y venta,
y con ello tambien para la economia de mereado en su conjunto, como
algo tan externo como, por ejemplo, los defectos fisicos de las personas
que intcrcambian. El «mercado» aparece desde esta perspectiva como
una instancia neutral para la distribuci6n de bienes y para ]a satis-:'acci6n
de necesidades, como una instituci6n eficicnte (y completamente caren-
te de burocracia) para la transrnisi6n de informaci6n sobre lo que es
nccesario, d6nde lo es yen que cantidad. Si esta instituci6n del «merca-
do» no funciona tan bien, es algo que desde la perspectiva esbozada solo
puede deberse a condiciones perifericas desfavorables o a perturbacio-
nes externas, las cuales tienen que ser e1iminadas por el Estado. Tal acti-
tud euf6rica bacia el mercado no s61o se encuentra en (casi) todos los
libros de texto de economia, no s6lo se afirma como una verdad irrefu-
table en las facultades de ciencias econ6micas y en la secci6n de econo-
mia de los grandes peri6tlicos. Despues de 1989 este entusiasmo por el
mercado tambien fue asumido en distintas versiones por muchos que
anteriormente eran de izquierdas; en este caso se suelen contraponer
mereado y capital como fuerzas opuestas entre si, y se sacan de ella las
consecuencias correspondientes: ya sea en la forma de reivindicar lares-
tricci6n del poder de las grandes empresas para ayudar al exito de los
efectos beneficiosos del mereado, o incluso en la forma de un «socialis-
mo de mercado>>, en el que las empresas capitalistas sean sustituidas por
cooperativas de trabajadores, las cuales pueden entonce~')competir ale-
gremente unas con otras «en el mercado».
Por lo tanto, el que mercado y capital se encuentren simplerr.ente en
una relaci6n externa y laxa o que haya una conexi6n interna y necesaria
entre ambos no es meramente una pregunta acadcmica, sino que lares-
puesta ticne consecuencias politicas inmediatas.
Si la circulaci6n de mercancias y dinero expuesta en los tres prime-
ros capitulos de El Capital noes algo aut6nomo, independiente del capi-
tal (como de hecho expresa la designaci6n de Marx de la circulaci6n sim-
ple como «Superficie»), entonces tiene que hacerse patente su depen-
deneia dentro de este objeto. De modo muy similar a la relaci6n entre
mercancia y dinero, tiene que poder rnostrarse una conexi6n interna,
necesaria entre dinero y capital.
Recapitulemos brevemente tres pasos esenciales en el curso de ]a
exposici6n de la mercancia y el dinero:
(1) En primer lugar se analiz6 la mercancia. Se rnostr6 como alga
doble: valor de uso y valor. Pero su objetividad de valor se rr.anifest6
como algo peculiar: como una propiedad puramente social que no le
correspondia a la rnercancia aisladamente, sino s6lo a las mercancias
95
Critica de fa Pconomia politica
intercambiadas como propiedad comr1n a todas ellas (de ahi el caracter
«cspcctral» dei valor).
C:-c) Para qne se pueda aprehendcr cfectivamente esc algo cspectral
que es el valor, necesita una expresi6n aut6noma, una forma objctiva. La
recibe en el dinero. For consiguiente, el dinero no es simplemenle algo
suplementario al mundo de las mercandas o un mero recurso auxiliar.
El dinero es nccesario para expresar el caracter de valor de las mercan-
cias, para refcrir universalmente las mercancias entre si como valores
(de ahi la caracterizaci6n de la teoria marxiana del valor como «teoria
monetaria del valor»). Esto significa tam bien que el dinero y la procluc-
ci6n de mercandas son inseparables, que nose puede, como creian algu-
nos socialistas, suprimir el dinero y mantener ]a produccion privada.
(3) El dinero es la forma aut6noma del valor, pero como medida de
los valorcs y como medio de circulacion no se puede percihir csta auto-
nomia, pues el dinero sirve aqui solo como medio auxiliar. Solamente
como unidad de medida del valor y media de circulaci6n ( «cl dinero
como dinero») Jlega a ser realmcntc e1 dinero la forma aut6noma del
valor. ~o es solo un mediador que clesaparece constantemente (como
cuando es medio de circulacion); no tiene que estar en abso1uto presen-
te de manera real (como cuando es medida del valor); sino que cl dine-
ro mi.smo se convierte ahora en el fin: no es s1mplemente valor, sino
forma aut6noma y permanente del valor, dinero que tiene que mante-
nerse y acrecentarse.
Sin embargo, el atesoramiento muestra precisamentc lo limitado
que es cl caracter aut6nomo y perdurable del valor: si el dinero .se atcso-
ra y, por tanto, se retira de Ia circnlaci6n, acaba convirticndosc en un
oojeto inutil. Pero si se vuelca en la circulaci6n, es decir, si sc compran
mercancias con el, entonces se pierde Ia forma aut6noma del valor.
Dentro cle Ia circulaci6n simple el dinero es la forma aut6noma y per-
manente del valor, pero esta autonomia y permanencia no sc pucde
aprehender en ninguna parte, no pucde existir realmente dentro de la
circulaci6n simple. Por lo tanto, si es cierto que, por un lado, dentro de
la circulaci6n simple el valor de las mercancias hace necesaria la existen-
cia de una expresi6n aut6noma del valor (el dinero), pero que, por otro
!ado, esta autonomia del valor no puede existir en absoluto dentro de la
circulaci6n simple, se sigue de ello que Ia circulaci6n simple no puede
ser algo autbnomo, sino que tiene que ser momento y resultado de un
proceso «subyacente», a saber, el proceso capitalista de valorizaci6n.
Si el dinero debe ser realmcnte Ia forma aut6noma y permanente del
valor, no puedc existir scparado de Ia circulacion, sino que tiene que
ingrcsar en ella, pero sin que el valor pierda por ello su autonomia y per-
manencia, como seria el caso en el acto simple de compra D -'- M con el
consumo subsiguiente de Ia mercanda M. La autonomia y permanentia
96
CajJital, plusvalor y explotaci6n
del valor ~61o esta garantizada si el dinero cfectt'ta el movimicnto D - M
- D. Sin cmbnrgo, cste movimiento -c:omprar una mercancla por una
detenninada suma de dinero para volvl~r a vendcrla a continuaci6n por
Ia rnisma surna de dinero-- no conlleva ninguna ventaja. Solo resulta
vent<~joso el nwvimiento D- M-D', en doncle D' es mayor que D. En
cstc movimiento (Marx lo designa como «formula general del capital»)
el valor no solo mantiene su forma aut6noma, sino que se acrccienta y
con ello llcga a ser efectivamente elfin de todo el proceso. Asf pues, solo
en el capital encuentra Ia forma aut6noma del valor su expresi6n ade-
cuacla, o formulado de otra manera: el valor s6lo adquiere una existen-
eia permanente y abarca toda la economia si realiza el movimiento del
capital D- M-D'. Pero con el movimiento D- M-D' abandonamos la
circulaci6n simple; ahora hay que exarninar el contenido y los supucstos
de este movimiento2.
II LA «CUAI.IDAD OCL"'LTA» DEL VALOR: D - M - D'
En primer lugar, consideremos otra vez la caclena M - D -- M, de la
que nos hemos ocupado en Ja secci6n II.II al discutir las funciones del
dinero. El productor de mercandas ha producido una mercanda M que
tiene un detem1inado valor de uso, vende esta mereanda y compra con
cl dinero obtenido otra mercanda que tiene otro valor de uso. El dinero
cs gastado definitivamcntc, cl fin del proceso es el consurno de la segun-
da rnercanda. La totalidad del proceso encuentra su medida en las nece-
sidades del productor, y con la satisfacci6n de e'stas necesidades conclu-
ye el proceso.
Consideremos ahora la cadena D- M-D. Se componc de los mis-
mos elementos, D -My M- D, queM- D -·'M, pero el orden de suce-
si6n es distinto: ahora se compra para vender a continuaci6n. El dinero
es el punto initial y final del proccso. Una suma de dinero noes clistinta
de otra cualitativamente; s61o se diferencian cuantitativamente. La figu-
ra de la circulaci6n antes mencionada solo resulta ventajosa si la suma
de dinero cs mayor al final que al comienzo, si se trata de una cadena D
- M- D' en la que D' es mayor que D. E1 fin del proceso es ahora el incre-
2 El resumen de Ia «circulaci6n simple» y el capital que se acaba de esbozar lo expone
Marx solamente en los trabajos preparatorios de El Capita( (en los Gnmdrisse, MEW 42,
p. 160 y ss. yen el Urtext. von «Zur Kritik der politischen Okonomie» *, ~1EGA Jl.2, p. 63
y ss.), pero no en El Capital mismo, en el que comienza el capitulo cuarto dm:ctar~ente
con el an{disis de Ia f6nnula D- M- o·. Con esta omiSI6n Marx ha favorec1do las mter-
pretaciones anteriormente mencionaclas que contraponen Ia economia de mercado y el
capital como algo separaclo. . ..
* Este manuscrito esta constituido por un fragmento del borrador a Ia Contnhucwn a Ia
crftim de Ia economfa polftica que no fuc recogido en Ia version definitiva de csta obra,
ni tampoco desptH~s en El Capital (N. del T.).
97
Critica de Ia economia politica
rnento cuantitativo de Ia suma de dinero inicial. El dinero noes gastado
(como en M-D- M), sino adelantado: solo se g;asta para recuperar mas
a continuaci{m.
Una suma de dinero que realiza este movimiento es capital. Una
mera suma de dinero como tal; sea en forma de dinero o en forma de
mercancias, no es aun capital. Tampoco un proeeso de intercambio ais-
lado convierte una suma de dineFO en capital. S6lo la concatenaci6n de
procesos de intercambio con elfin de acrecentar la suma de valor inicial
nos suministra el movimiento tfpico del capital: el capital noes simple-
mente valor, sino valor que se valoriza, es decir, una suma de valor que
realiza el movimiento D- M-D'.
El incremento de valor obtenido con el movimiento del capital -la
diferencia entre D' y D-es designado por Marx como plusvalor*. Este
concepto no se encuentra ni en la economia politica clasica ni en la
ciencia econ6mica moderna. El plusvalor noes simplemente otro nom-
bre para el beneficia o la g;mancia. Mas adelante veremos que sc trata,
de hecho, de algo diferente; no obstante, por el momenta no debemos
ocuparnos todavia de esta diferencia (para el significado preciso del
beneficia cf. el capitulo Vll, para el significado de ganancia empresarial
el capitulo VIII).
El movimiento del capital tiene como {mica fin el acrecentamiento
del valor adelantado. Pero el acrecentamicnto puramcnte cuantitativo
no tiene medida (~por que nova a ser suficient:e un incremento del1o%
y, en cambio, va a ser suficiente uno del 20%?) ni V~rmino (~por que
tiene que acabar despues de un unico movimiento 0 despues de diez?).
A diferencia de la circulaci6n simple de mercancias M - D - M, que
apunta a un fin fuera de Ia circulaci6n (apropiaci6n de valores de usa
para satisfacer necesidades) y que encuentra su medida en las necesida-
des y su termino en la satisfacci6n, el movimiento del capital tiene en sf
mismo su propio fin, es inconmensurable e ilimitado.
Si se considera la producci6n de mercandas hacienda abstracci6n
del capital, se puede llegar a la idea de que el fin de Ia producci6n de
mercancias y del cambia es la satisfacci6n general de necesidades: cada
uno satisface sus propias necesidades en tanto que produce primera-
,-EI termino acufiado en espaiiol para traducir el termino aleman .Mehnuert es «plusva-
lia», pero considero que es mas correcto traducirlo por <<plusvalor». En este caso queda
establecida Ia relaci6n directa que existe entre los terminus alemanes Wert (valor) y
Mehrwert (plusvalor), relaci6n que no queda tan clara cu.ando se traduce por plusvalia.
Adenu\.s, permite establecer tambien con mayor claridad el paralelisrno con los pares de
conceptus correspondientes Arbeit (trabajo) y Mehrarbeit (plustrahajo), Pr-odukt (pro-
ducto) y Mehrprodulct (plusproducto). El hecho de que el termino acui'iado en espanolsea
plusvalia, en Iugar de plusvalor, no me parece raz6n suficiente para renunciar a Ia preci-
sion terminol6gica en el caso de un termino tecnico tan fundamental en Ia teoria de Marx.
Ademas, para el termino «plusvalor» ya existe un buen precedente en la traducci6n de El
Capital de P. Scaron en Siglo XX1 (N. del T.).
98
Capital, plusvalor y exp/otaci6n
mente una rnercancia que satisface las necesidades de otros, iotercarn-
bia esta mercancia por dinero y con este dinero adquiere despues mer-
eancias que satisfacen sus propias necesidades. Expresado eoncisamen-
te: todos satisfacen sus propias necesidades en la medida en que satisfa-
cen las de los otros. De cste modo concibe la economia burguesa (tanto
la economia politica clasica como Ia modcrna teoria neoclasica) Ia pro-
ducci6n de mercancias.
Pero una producci6n capitalista de mercancias (y la generalizaci6n
de la produccion de mercancias acontece historicamente solo bajo las
condiciones capitalistas) no esta dirigida a la satisfaccion de necesida-
des, sino a la valorizaci6n del valor. La satisfacci6n de necesidades tiene
lugar solo como un producto secundario, en tanto que se corresponde
con la va 1orizacion del capital. Elfin de la producci6n capitalista es el
plusvalor y no la satisfacci6n de necesidades.
Basta el momenta se ha hablado solo del capital, pero no de los
capitalistas. Un capitalista no es simplemente alguien que dispone de
una gran surri.a de valor, solo es capitalista quien emplea efectivamcnte
esta suma de valor como capital, es decir, quien hace del movimiento
autofinalista del capital su propio fin subjetivo:
«(. .. ) solo en la medida en que la apropiaci6n creciente de riqueza abstracta
constituye el unico motivo impulsor de sus operaciones, funciona como capi-
talista, como capital personificado, dotado de voluntad y de conciencia. El
valor de t!SO no hay que considerarlo nun·ca, par tanto, como elfin in media-
to del capitalista. Tampoco Ia ganancia aislada, sino el movimiento ince-
sante de la ganancia>> (MEW 23, pp. 167-168 I 186-187; subrayado M. H.).
Asi pues, una persona solo es «Capitalista» si es «Capital personifica-
do», es clecir, si sigue en su actuaci6n la l6gi.ca del capital (valorizaci6n
carente de medida y de termino). Este capitalista es entonces «personi-
:ficaci6n de una categoria econ6mica» o «mascara econ6mica» (MEvV
23, p. 1oo I 104).
Aqui ocurre algo similar a lo que ya pudimos constatar para las accio-
nes de los poseedores de mereancias (cf. capitulos III.Il y III.VI): una
persona se com porta como poseedor de mercancias o capitalista en tanto
que sigue una determinada racionalidad en su actuaci6n. Esta racionali-
dad resulta de las determinaeiones formales presupuestas del proceso
econ6mico (de las determinaciones formales de la mercancia o del capi-
tal). En la medida en que las personas siguen esta racionalidad en su
actuaci6n, reproducen al mismo tiernpo las determinaeiones formales
presupuestas. En la exposici6n hay que analizar las determinaciones for-
males antes de poder ocuparse del comportamiento de las personas.
Es cierto que un determinado poseedor de dinero puede seguir otros
fines distintos al de la valorizaci6n del capital, pero entonces ya no actlia
exclusivamente como «capitalista>>. El hecho de que el eapitalista indivi-
99
Critica de Ia economfa politico
c1ual intente contirwamcnte incrernentar su ganancia no esta fundaclo en
cicrtos rasgos psiquicos como, por ejemplo, la «cochcia», sino que se
trata mas bien de un comportamiento j(Jrzudu porIa !m:ha cornpettliva
de los capitalistas. El capitalista individual, si quiere seguir siendo capi
talista, necesita que aumente la gcmancia, no para aumentar su consumo
personal (para los grandes capitalistas cste consumo coustituye una
fracci6n minima de la ganancia), sino para modernizar sus instalacioncs
de producci6n o para producir nuevas productos si ya no hay demanda
para los antiguos. Si renuuciR a Ia modernizaci6n o ala transformaci6n,
pronto se encontrara en quiebra. En el capitulo V.II volveremos sobre
esta ley forzosa de lu competencia.
Con el paso del tiempo se modific6 algo cl aspecto externo del capi-
talista. El «libre empresario» del siglo XIX, que dirigia «Sll» cmprcsa y
que no pocas veces fundaba una dinastia familiar, :fue sustituido amplia-
mente en el siglo XX, por lo menos en las grandes empresas, por el
«manager», que a menudo solamente posee un peqnefio paquete de
acciones de la empresa que dirige. Pero ambos son capitalistas en el sen-
tido que esto tiene para iVIarx, son personificaci6n del capital: emplean
una suma de valor como capital.
Si el capi.talista s61o ejecuta la 16gi.ca del capital, cntonces el «sujeto>>
no es el eapitalista, sino el capital, el valor que se valoriza. Marx habla en
este contexto del capital como «sujeto autorml.tico>> (MEW 23, p. 169 /
188), lo que hace patente el absurdo: por un lado, el capital es un auto-
mata, algo sin vida, y por otro lado, funciona como «sujeto», es lo que
determina todo cl proceso.
Como «sujeto supremo>> (ibid.) del proceso de valorizaci6n, el valor
nccesita de una forma aut6norna, y esta forma la encuentra en el dinero.
Por lo tanto, el dinero es e! pun to inicial y final del proceso de valorizaci6n.
El dinero era ya clentro de la circulaci6n simple la forma aut6noma
--aunque insuficiente- del valor. Como capital (para subrayarlo una vcz
mas: el capit:1l noes ni dinero ni mercancia tom:1dos como tales, sino cl
movimiento sin medida ni termino de la ganancia: D -- M- D') cl valor
no solo posec una forma aut/moma, ahora es valor en proceso, «sustan-
cia que se mueve a si misma» (ibid.); un sujeto sumamente extrai'io con
capaciclades realmente asombrosas:
«De hecho, el valor se conv:ierte aqui en el sujcto de un proceso en el que,
hajo d constantc cambio de las form as de dinero y mercanda, transforma su
propia magnitud. ( ... ) Ha obtenido la cualidad oculta de engeudrar valor
porque es valor>> (!'.1EW 2~), p. 169 / 1 El8; subrayado M. II.).
Parcce como si fuera el valor mismo el que se acrecienta (por lo que
algunos bancos h:1ccn publicidad con cllcma <<Ponga su dinero a traba-
jan>, que designa precisamente esta apariencia). Ahora hay que cxami-
nar aquello a Jo que se debe esta «cua1idad oculta>>.
100
Capito!, plusvalor y explotaci6n
JIJ RELACIONES DE CIASE: EL TRABAJADOR «OOBLEMENTE UllRE»
llasta abora hernos caraclerizado el capital s6lo de mancra formal:
una suma de valor que sc valoriza, que cfect(ta el movimiento D -- rd -
D'. Pero subsistc Ia pregunl.a de dJmo es posible en general cste movi-
miento: ide d6nde uienc en realiclad el plusvalor?
Dcnlrn de la cireulaci6n solo scria posible una valorizaci6n si lamer-
canda M fucra compracla por dcbajo de su valor o venclida por cncima de
su valor. En estc caso ciertamcnte se puedc acrccentar la suma de valor
adclantada, pcro ala ganancia de un capitalista se le contrapone por otro
!ado una perdida de igual magnitud. En el conjunto de la sociedad no se
ha modificado la suma de valor, sencillamentc se ha repartido de otro
modo, exadamcnte igual que si hubiera tcnido Iugar un simple robo.
La ganancia capitalista se explicaria en este caso a partir de una vio-
laci6n de las !eyes de Ia producci6n. Si suponemos las condiciones nor-
males de Ia producci6n y Ia circulaci6n de mcrcancias, entonces forma
parte de elias el «intercambio de equivalentcs»: las mercancias inter-
carnbiadas tienen el mismo valor, lo que significa que cl precio pagado
es la expresi6n adecuada de la magnitud de valor de la mercanda y no
expresa una fluctuaci6n coyuntural; las mercandas son «intercambiadas
a sus valores». Si cl plusvalor es un fen6meno normal de Ia producci6n
capitalista de mcrcancias y no meramente una excepci6n, su existencia
tiene que ser exp1icada b<uo el supuesto del «intercambio de equivalen-
tes», y precisamente este es el problema que sc plantea :VIarx.
Su n:.:i1exi.6n es, de forma resurnicla, Ia si.gu\ente: si se supone el inter-
cambia d.e equivalentes, el plusvalur no pue<.le generarse en la circula-
ci6n, ni en el primer acto de la circu1aci6n (D -- M) ni en el segundo (M
--- D'). Asi pues, entre ambos actos de la circulaci6n tiene que tener Iugar
una transformaci6n en la mercancia M. Pero fuera deJa circulaci6n sim-
plemente se consume el valor de uso de las mercancias compradas. Por
consiguiente, el posecdor de dinero tiene que encontrar en el mercado
una mercancia cuyo valor de uso tenga Ia propiedad de ser fuente de
valor, de modo que el consumo de esla mercancia genere valor, y de
hecho mas valor del que ella misma cucsta.
Esta peculiar mercanda existe: cs Ia mercancia fuerza de trabajo.
Con «fuerza de trabajo» se hace referencia a Ia capaciclad del hombre
para ejccutar trabajo. Eu las condiciones de la producci6n de mercan-
cias cste gasto de trabajo puecle convertirse en :fuente de valor. Si vendo
mi fuerza de trab<uo, le cedo a otro esta capacidad por un determinado
lapso de tiempo. Con la venta de la fuerza de trabajo nose vende todo el
hombre (no me convierto en un esclavo), pero tampoco se vende el tra-
bajo, pues cl trabajo cs solo la aplicacion de la fuerza de trabajo. El
101
Critica de !a economia politico
hecho de que solo se vende la capacidad para trabojar y no el trabajo
se pone de manifiesto, por ejernplo, si en 1m momenta d_ado faltan mat~
rias prirnas y el posecdor de dinero no puede nsar !a tuerza de lrabaJo
cornprada. . .
Pero que el poseedor de dinero encuentre la tuerza de traba)O como
una mercancfa en el rnercado no es algo que vaya de suyo. Tienen que
curnplirse dos condiciones para ello. En prim~r lu~ar, _tienc que habe_r
hombres que puedan comportarse como propletarws lzbres de su fuer-
za de trabajo, por tanto, que esten en la situaci6n ~e vend~r su ~erz~_dc
trabajo. Un esclavo o un siervo de la gleba no estan en drcha sr~u~cr_on:
los vendedores de fuerza de trabajo tienen que ser personas JUT"ldlca-
mente libres.
Sin embargo, si estas personas Jisponen de rnedios de producci6n,
y pueden producir y vender mercancias ellos mismos o alim~ntar:se d:
sus productos, probablemente no vender{m su fuerza de traba.JO. Solo sr,
en segundo Iugar, no poseen medias de producci6n, por tanto, si ade-
mas de ser li.bres juridicamente, tambien estan libres de propiedad
materiaL, se encontra.ran forzados a vender su fuen.a de trabajo, por 1o
que trataran efectivamente su fuerza de trabajo como si fuera una mer-
cancia. La existencia de estos trabajadores y trabajadoras «libres>> ·en
este doble sentido es el presupuesto social imprescindible de la produc-
ci6n capitalista.
Por lo tanto, el modo capitalista de producci6n se basa en una rela-
ci6n de close completamente determinada: tiene que haber, por una
parte, una close de propietarios (poseedores de medias de producci6n y
de dinero) y, por otra parte, una close de trabajadores y trabajadoras
en su mayor parte carentes de pro piedad, pero juridicamente lib res. A
csta relaci6n de clase es a lo que se refiere generalrnente Marx cuando
habla, no de capital, sino de la relaci6n de capital.
Con el termino «clase» alude ala posicion social dentro del proceso
social de producci6n, en nuestro caso a los propietarios de los medios de
producci6n o a los hombres que estan excluidos de esta propiedad. Pcro
en las clases, determinadas por su posicion social, no se supone que sus
miembros individuales tambien tengan automaticamente una «concien-
cia de clase» comun o que se presente una «acci6n de clase» comun. A
este nivel de la e>.rposici6n, «clase» es una categoria puramente estruc-
tura/; si «clase» significa algo mas, tendra que ser investigado en el con-
texto concreto corresponiliente. Cuando la sociologia moderna cree
reconocer -contra Marx-elfin de la sociedad de clases ya en el capita-
lismo, se alega normalmente como prueba la ausencia de una conciencia
de clase3 -a causa de las posibilidades de ascenso ode la «individualiza-
ci6n» de Ia sociedad-, un criterio, pues, que no se aplica en absoluto en
3 Por ejemplo, Ulrich Beck en su libro La sociedad del riesgo.
102
Capital, plusvalor y explotaci6n
el concepto estructural de clase que domina en El Capital. Sin embargo,
con frecuencia el rnarxismo ideol6gico tradicional ha declucido err6nea-
mente Ia existenc:ia de una conciencia similar, o ineluso de una actuaci6n
tendencialmente similar, a partir de una situaci6n social est.ructural-
mente similar. De modo que en lugar de entender la «dominaci6n de
clase» como una relaci6n estructural, se la interpret6 como una relaci6n
defuerza entre dases sociales, en la que una clase impone su voluntad a
la otra.
El que cxista en general csta rclaci6n de clase --por un ]ado, propie-
tarios de medias de producci6n y de dinero, por otro, trabajadores y tra-
bajadoras carentes de propiedad, pero juridicamente libres- no es de
ning{m modo algo «natural», sino resultado de un determinado desarro-
llo hist6rico. Este desarrollo hist6rico forma parte de la prehistoria del
capitalismo. Para seguir analizando sus estructuras fundamentales basta
con presuponer el resultado de esta prehistoria. Por eso el proceso his-
t6rico de surgimiento del trabajador «libre» en doble sentido es esboza-
do al final dellibro primero de El Capital, hajo el titulo «La Hamada acu-
mulaci6n originaria»: Marx muestra con el ejemplo de Inglaterra que se
trato de un proceso extremadamente violento y cruel, que de ningun
modo sucedi6 «por la via del mercado», sino con 1a colaboraci6n activa
de los Estados (se ha aludido ya a este proceso en los capitulos I.I y I. II).
Sin embargo, la «acumu1aci6n originaria» no es un proceso que se haya
· producido una sola vez: en el curso de la expansion mundial de: capita-
lismo se desarrollan constantemente procesos semejantes.
IV EL VALOR DE LA MERCANCiA FUERZA DE TRABAJO, PLUSVALOR
Y EXPLOTACION
Para comprencler el origen del plusvalor -a pesar del intercambio de
equivalentes- tenemos que ocuparnos de manera mas precisa de lamer-
cancia fuerza de trabajo. Tiene, como toda mercancia, valor de uso y
valor. El valor de uso de la fuerza de trabajo consiste en su aplicaci6n,
por tanto, en el trabajo mismo. El gasto de trabajo crea nuevo valor, y
antes del cambia solo puede realizarse una estimac:i6n del mismo. En
que rnedida el trabajo ha generado efectivamente valor resulta de las
reducciones que tienen lugar en el carnbio (cf. capihrlo III.III).
Marx considera que el valor de Ia fucrza de trabajo, an;ilogamente al
valor de cualquier otra mercancia, esta «deterrninado por el tiempo de
tra bajo necesario para la producci6n y, por consiguiente, tam bien para
la reproducci6n de este articulo especifico». Todo individuo necesita
para su subsistencia una serie de rnedios de vida (en el senjdo mas
am plio, por tanto, no solo alimentos, sino tam bien vestido, alojamiento,
etc.), por lo que Marx concluye:
103
Capital. plusva!or y explotaci6n
entra en Ia clelerminaci6n del valor de Ia mcrcancia fuerza de t-nbiljo
(MEW 23, p. lH.') I 20R)4.
Sin embargo, hay todavia una diferencia adicional, de Ia que Marx no
se oct1pa, entre el valor de la mercanda fuerza de trabajo y el resto de las
mcrcaadas. En el valor de una mercancia normal ingresa, por un ]ado,
el valor de los medias de producci6n consumidos en su producci6n, y por
otro laclo, el nuevo valor que es agregado por el trabajo que fabrica el
producto acabado con esos medias de producci6n. Pero este noes el caso
de la mercanda fuerza de trah3jo: su valor esta detcrminado unicamen-
te por el valor de los mcdios de vida que hay que comprar en el merca-
do. El trabajo de rcproducci6n realizado en el hogar por las mujeres (tra-
bajo Jomb;tico, educaci.6n de los hijos, etc.) no ingresa en el valor de la
fuerza de trab<~io. Por eso algunas autoras feministas le han reprochado
a Marx que la critica de Ia economia politica tiene aqui un «punto ciego>>
(asi, por ejemplo, el ensayo programatico de Claudia von Werlhof de
1978). No obstante, la determinacion marxiana del valor de la mercan-
cia no es crr6nea; el error es que no ha puesto de relieve la particulari-
clad de esta detenninaci6n del valor, intentando mas bien demostrar su
coincidencia con todas las otras mercancias.
La pati:icular determinaci6n del valor de la mercancia fuerza de tra-
bajo es nccesaria dentro del capitalismo: silos trabajadores y trabajado-
ras no recibieran sola mente el valor de los medios de vida que tienen que
comprar en el mercado, no seguirian careciendo de propicdad a largo
plazo y podrian liberarsc, al menos en parte, de la coacci6n de vender su
fuerza de trab<0o. La restricci6n del valor de la fuerza de trabajo a los
costcs de reproducci6n es una necesidad funcional del capitalismo. Pero
que siernpre sc logre lal restricci6n no csta en modo alguno establccido
a priori. Se puede concebir perfectamente.' que una clase trabajadora
bien organiza<la consiga imponcr salarios elcvados. Sin embargo, en el
capitulo V.Vl veremos como esta restricci6n de1 valor de la fuerza de tra-
bajo se establece «por si misma» en el transcurso del proceso de acumu-
laci6n capi.talista.
4\1arx habla g,eneralmente en El Capita[ solo del valor «de» Ia fuen;a de trabajo, corn~ ~i
cualquier fucrza de lrabajo tuviera el mismo valor. Esto ocurre porquc se tra~a del anah-
sis de cstructuras fundarnentales -de c6mo cs posible el plusvalor a pesar del mtercamb10
de equivalentes- y por eso las difcrencias en el valor de Ia fuer:-a de trabajo no cumplen
ning(m papel. Marx considera que tales diferencias _se deben bastca_rncnte ~ los dtstml.os
costes de cualificaci6n, por lo que cl gasto de trabaJO de !a fuerza ue traba.JO cuahfi.cada
tam bien genera mas valor (cf. MEW 23, pp. 211-212/ 239-240). Sin embargo, a parllr del
«elemento hist6rico y moral>> del valor de 1a fuerza de trabaJO puesto C'~e re!Jevc por ~'larx,
tambien se pnede concluir que este valor esta determinado de. man era e11stmta -no solo en
los cliversos paises, sino tambien en cl mismo pais ·para dtstmtos sect~res de ~a clasc t:~
bajadora (a causa de Ia diferente or)?;anizaci6n, fuerza de lucha, tradloon, etc.; y tamb1en
que las rciaciones asimetricas entre los sexos y Ia discrim~naci6n racial !levan a chferen-
cias en el valor de la fuerza de trahajo, puesto que noes pos1ble alcanzar determmadas ret-
vindicaciones.
105
Crftica de la econornfa politica
La diferencia entre el valor (diario) de la fuerza de trabajo (de la
suma de valor que ]a fuerza de trabajo necesita pnr termino medio para
su reproducci6n diaria) y el valor que el trabajador individ~al puede
producir de nuevo en un dia en circuns~ancias_normales const~;-uye pre-
cisamente el plusvalor, del que se bablo antenormente en la :ormula D
--M-D'. El hecho de que el valor diario de Ia fuerza de trabaJO (el valor
que necesitcz para su reproducci6n) sea menor que el_ valor que r:uede
ser creado diariamente por media de su uso (es decir, por medw del
gasto de fuerza de trabajo) es el fundamento de la «cualidad oculta» del
valor de crear nuevo valor.
El valor (diario) de la fuerza de trabajo constituye, pues, solo una
parte del nuevo valor creado por media del uso (diario) de la fuerza de
trabajo. Si se crca un determinado valor por el gasto de fuerza de traba-
jo en una jornada ]aboral de, por ejemplo, 8 harass, entonces se puede
distribuir formalmente este nuevo valor creado en valor de la fuerza de
trabajo y plusvalor. Si el valor diario de la fuerza de trabajo asci en de, por
ejemplo, a 3/8 del valor que se crea en una jornada !aboral de 8 horas,
se puede decir formalmente que se ha producido en 3 horas el valor de
la fuerza de trabajo y en 5 horas e\ plusvalor. De ahi que Marx tambien
designe estas 3 horas como tiempo de trabajo «necesario>> (cl tiempo de
trabajo que es necesario para reproducir el valor de la fuerza de trabaio)
y las 5i1oras restantes como «tiempo de plustnibajo» (el tiempo de tra-
bajo que realiza el trabajador individual mas allii de sus propias necesi-
dades de reproducci6n). Ya que los trabajadores y trabajadoras de nues-
tro ejemplo reciben como remuneraci6n el valor creado en 3 horas, Marx
llama tambien al tlempo de trabajo necesario «trabajo pagado», y al
tiempo de plustrabajo cuyo producto de valor recibe el capitalista como
plusvalor «trabajo no pagado».
El hccho de que el trabajador individual reciba del capitalista por su
fuerza de trabajo mcnos valor del que ha producido por media de su tra-
bajo lo denomina JVlarx «explotaci6n», un concepto que es equivoco en
diversos sentidos.
Con «explotacion» nose hace referencia a un salario especialmente
bajo o a una situaci6n laboral especialmente mala. «Explotaci6n» desig-
na 1micamente el estado de casas en el cuallos productores reciben solo
una parte del nuevo valor producido por ellos, independientemente de
que el salario sea alto o bajo y las condiciones laborales buenas o malas.
s Como se discuti6 en el capitulo anterior, solo en cl intercambio se pone de manificsto
cuaJ es la sum a de valor creada en una jornada labora!. Pero si Ia mercancia es vendible en
general, entonces se ha creado una determinada suma de valor, mayor o menor. A esta
suma de valor se refieren las consideraciones que siguen. Si ahora y en las secciones
siguientes se dice que un trabajador trabaja deterrninadas horas y con ello erea determi-
nado valor, no se trata de una recaida en una teoria del valor sustancialista, prernoneta-
ria, sino sencillamente de un modo de hablar simplificado.
106
Capital, plusvalor y explotacion
Pero «explotaci6n» tampoco se emplea -contrariamente a una idea
muy difundida, y a pesar de las declaraciones correspondientes de
muchos «marxistas»- como una categoria moral. ,'\o se trata de que a
los trabajadores se les quite algo que «realmente» les pertenece, de
modo que esta usurpaci6n scria algo moralmente censurable. Tampoco
las expresiones de trabajo «pagadcP> y trabajo «no pagado» se refiercn a
que en realidad «todo» cl trabajo deberia pagarse6. Todo lo contrario:
Marx insiste en que -conforme a la ley del intercambio mercantil- el
vendedor de la mercancia fuerza de trabajo recibe exactamente el valor
de su mercancia. El hecho de que el comprador saque un especial prove-
cho del valor de uso de esta mercancia es algo que ya no le concierne a
su vendedor. Marx establece la comparaci6n con un comerciante de
petr6leo: esle obtieue el pago del valor del petr6leo, pero no algo adicio-
nal por el valor de uso del petr6leo (MEW 23, p. 208 I 235). La «explo-
taci6n» y la existencia de «trabajo no pagado» no surgen de una viola-
cion de las !eyes del intercambio mercantil, sino de su cumplimiento. Si
lo que se quiere es abolir la explotaci6n, entonces no puede hacerse por
meclio de una reforma de las relaciones de cambio dentro del capitalis-
mo, sino solamente a traves de la abolici6n del capitalismo.
V VALOR DEL TRABAJO: UNA «EXPRESION IMAGINARTA»
La valorizaci6n del valor se basa en la apropiaci6n de «tiempo de tra-
bajo no pagado»: el capitalista no paga el producto de valor creado por
los trabajadores, sino que paga el valor de la fuerza de trabajo. Sin embar-
go, la conciencia espontimea considera el salario como el pago del traba-
jo realizado; desde aqui, la explotaci6n como estado normal de la produc-
ci6n capitalista no resulta perceptible. La explotaci6n parece tener Iugar
solamente si el salario es «demasiado bajo». Parece como si el salario no
exprcsase el valor de lafuerza de trabajo, sino el valor del trabajo.
El termino «valor del trabajo» es designado por Marx como una
expresi6n «imaginaria» e «irracional» (MEW 23, pp. 559, 561 I 653,
656). El trabajo (para ser exactos: el trabajo abstracto) cs la sustancia y
la medida inmanente del valor. El trabajo crea valor, pero el mismo no
lo tiene. Si se habla del «valor del trabajo» y se prcgunta cuaJ es el valor
de una jornada !aboral de ocho horas, habria que contestar: la jornada
!aboral de ocho horas tiene un valor de ocho horas de trabajo, una frase
que Marx designa, con raz6n, como «trivial».
Sin embargo, la expresi6n «valor del trabajo» no es simplemente
una expresi6n absurda. Con rcspecto a «exprcsiones imaginarias» como
«valor del trabajo» o «valor del suelo», Marx constata que
6 Una pretension analoga de «pleno ingreso !aboral>> fue formulada, por ejemplo, por
Ferdinand Lassalle (1825-1864) y sus seguidores, lo que fue duramente ciiticado por Marx.
107
Critica de Ia economia polflica
<<0urgen de las rclaciones de producci6n rnismas. Son categori;ts para las
fnrm~1s de rnanifP~taci(m <k n~];JcionPs esrnciah~s» (l\1E\V ::>3. p. ::;;:;9 / 6;1-1).
La relaciC:m esencia I es el valor de Ia rnercancia fucorza de trabajo,
pero uparcce en el salario como valor dd trahajo. Tales forrnas cle
manifeslaci6n
«sc rcprocluccn cspont{mcamentc de manera inmediata, como formas
conientes de pcnsamicnto», en cambio, la relaci6n esencial «ticne que ser
dcscubierta por ]a ciencia» (MEW 23, p. 5611 / 660).
«\-alor del trabajo>> es una representaci6n invertitla que no viene
provocacla por una manipulacion conscicnte, sino que surge de las rela··
ciones mismas. Sc trata de una de las «formas de pensamicnto objeti-
vas>> (cf. capitulo III.V1TI, apartado 0 que estructura el pensarniento de
lr1s personas encerradas en estas relaciones. Desde el punlo de vista del
trabajador se trata de una jornada !aboral de ocho horus que tiene que
curnplir para percibir un determinado salario. El salario aparece como cl
pago de este trabajo, una apariencia que se intensifica a{m mas a traves
de formas usuales del salario como el «salario por tiempo>> (pago por
lwras de trabajo) y el «salario a destajo» (pago por unidad producida).
En cl primer caso parece que se paga el trabajo ejecutado en una hora, y
en el segundo el trabajo ejecutado para Ia producci6n de una unidacL
Tambien el capitalista esta sujcto a esta apariencia. Se trata de una
inversion que surge «espontaneamente» y ala que sucnmben todos los
participes (asi como ]a mayoria de los economistas). En tanto que se
concibe el salario como pago del «valor del trab;0o», toclo el trabajo apa·-
rece como trabajo pagado. El p1ustrabajo, el trabajo 110 pagado, parece
entonc.cs no existir. Esta inversion ticne consecu.encias de gran alcance:
«En esta forma de manifestaci6n, que haec invisible la relaci6n efectiva y
rntlcstra precisamente su contrario, se basan todas las representacioncs
juridicas tanto dellrabajador como del capilalista, todas las mistificacioncs
del modo de producci6n capitalista, todas sus ilusioues de libertad, todas las
patrafias apologeticas de Ia economia vulgar>> (lVfEW 23, p. 562 I 657-658).
La forma de salario constituye el funclamento de todas las demfts
«mistificacioncs» de la relaci6n capitalista, que desembocan finalmente
en la <<formula trinitaria>> (cf. capitulo X). Pero ya aqui hay que consta-
tar que al igual que la conciencia espontanea de todos los micmbros de
la sociedad burguesa sucumbe al fetichismo de la mercancia y del dine-
ro (c.f. capitulo VIII), los trabajadorcs del misnw modo que los c.apitalis-
tas cstan sometidos a !a mistificaci6n de la forma de salario7. Las inver-
7 \Jew..: habla defctichisiTlo s6lo en rclaci6n ala mercancia, a! dinf'ro y al capital (cf. para
cl ff"tichismo del capital e.! capitulo V.III): una dctenninada relaci6n social nparccc como
108
Capitol. plusvalor y explotacir5n
c:ioncs provocadas por el modo de producci6n capitalista ni se detiencn
ante !a clase dominante (su cmnpreu:;i(HJ de las relaciones cs, pues, nna
comprensi6nlimitada), ni 1a clase clominada y explotada ticnc una posi-
cion privilegiada para entendcr estas relaciones, por lo que el «punlo de
vista de ta clase obrera», lan frecuentcmente cnsalzado por cl marxismo
tradicional, no rcsulta aqui de ninguna ayuda.
una propwdad material. Habla de mistfficaci6n cuando un determinaclo estado de cosas
aparece necesariarncntc invcrtido: en el salario aparcce cl pago del valor de la fuerza de
trabajo como pago del valor del trabajo.
109
CAPITULO V
EL PROCESO DE PRODUCCION CAPITALISTA
I CAPITAL CONSTANTI~ Y VARIABLE, TASA DE PLUSVALOR
Y JORNADA LABORAL
En el tercer capitulo se expuso el canicter doble del trabajo que pro-
duce mercancias: por una parte, trabajo concreto, que produce valores
de uso; por otra parte, trabajo abstracto, que genera valor. Gn caracter
doble semejante tiene tambien el proceso de producci6n capitalista: es
una unidad de proceso de trabajo (que produce un determinado valor de
uso) y proceso de valorizaci6n (de producci6n de plusvalor).
Independientemente de toda determinacion social formal, se pueden
distinguir como momentos simples del proceso de trabajo: la actividad
adecuada a un fin (el trabajo), el objeto de trabajo (el cual es transforma-
do por el trabajo) y los medias de trabajo (con los que se hace posible
esta transformaci6n). El proceso de trabajo es un proceso entre el hom-
bre y la naturaleza. En el actua el hombre sabre la naturaleza y, al mismo
tiempo, se transforma a si misrno, desarrolla sus propias capacidades. El
proceso de trabajo no existe nunca puramcnte como tal, sino q:1c sicm-
pre tiene Iugar como un proceso socialmente determinado en cuanto a
su forma: como proceso de producci6n basado en el trabajo esclavo,
como proceso de producci6n de campesinos siervos, como proceso de
producci6n de artesanos independientes o como proceso de producci6n
de trabajadores asalariados 1 •
El proceso de trabajo muestra dos peculiaridades dentro del proceso
de producci6n capitalista: en primer lugar, transcurre siempre bajo el
control del capitalista y, en segundo lugar, el producto es propiedad del
1
En Ia Introducci6n de 1857 seiiala Marx que el concepto aparentemente simple de «tra-
bajo», que parece expresar un estado de cosas que se presenta en toda sociedad, solo en Ia
economia capitalista resulta posible y «verdadero en Ia pnictica»: solo aqui las distintas
actividades se han separado de las personas, de su contexto social, etc.; solo ahora deja de
dominar una actividad particular, y toda actividad se convierte en un medio de valorizaci6n
para el capital yen un medio de subsistencia para el trabajador asalariado; solo ahora se
puede hablar de manera completamente general de «trahajo» (cf. MEW 42 . p. 38 y ss.).
Ill
Cr£tica de Ia economia po/ftica
capitalista y no del productor inmediato. El capilali::;ta ha comprado la
fuerza de trahajo y los mcdios oe produrci6n (ohjetos de tr;Jbajo y medios
de lrabajo). El proceso de trabajo se comiertc cou ello en un proceso
entre cosas que pertenccen al capitalista. Por consiguiente, tambien le
per·tenec.e el producto del proceso. Estc producto es un valor de uso. Pero
en el proccso de producci6n capitalista este valor de uso s6lo se produce
en tanto que represcnta valor y plusvalor.
Ahora tenemos que investigar mas detalladamente este proceso de
producci6n determinado de forma capitalista. Pero primero tienen que
ser introducidos algunos conceptos fundamentales que son de importan-
cia central no solo en este capitulo, sino t.ambien en capitulos posteriores.
La expresi6n D - M - D' se ha clesignado anteriormente como «for-
mula general del capital»; ahora hay que considcrarla con mas deteni-
miento. La valorizaci6n solo es posible porque se compra y se vende una
determinada mercancia, a saber, ]a fuerza de trabajo. Sin embargo, para
«eonsumir» esta mercancia, por tanto, para utiliz.ar el trabajo en un pro-
ccso de producci6n, son necesarios medios de produccion (materias pri-
mas, maquinas, etc.). Como resultado del proceso de producci6n se
obtiene una nueva cantidad de rnercandas cuyo valor se encuentra por
encima del valor del capital adelantado y que se vende por D'.
Con respecto a] valor de las nuevas mercancias producidas, los
rnedios de producci6n y la fuerza de trabajo desernpefian papeles total-
mente cliferentes. El valor de los medios de producci6n consumidos en
la producci6n de una mercanda ingresa en el valor de las nuevas mer-
c.andas produc.idas. Si los medios de producci6n se consumen integra-
mente en el proc.eso de producci{m (como es el caso de las materias pri-
mas, la energfa, etc.), el valor de cstos medios de produccion consumi ..
dos se transfiere integrarnente a las nuevas mercancias producidas. En
cambio, si los medios de producci6n no se con.sumen integramente
(como es el caso de las herramientas 0 las maquinas), s6lo se transfiere
una parte de su valor. Por ejemplo, si una detenninada maquina tiene un
tiernpo de vida de diez aiios, se transfiere una decima parte de su valor a
la cantic.lad de mcrcandas producida en un afio 2 . I.a patte del capital
constituida por los medios de produccion no transformar{l su valor
durante el proceso de producci6n en circunstancias normales, sino que
lo transferir:i al valor de las mercancias producidas. Esta parte integran-
te del capital es denominada por Marx capital constante, abreviado: c.
Otra cosa distinta ocurre con lo fuer:z.a de trabajo. El valor de la fuer-
za clc trabajo no ingresa en absoluto en las mercandas producidas. Lo
2 I-l;ryquetener en cuenta que el «tiempo de vida» de una maquina solo depende en parte
de su desgaste fisico. Si aparecen en uu plazu breve maquiaas nuevas y mejores en elmer-
cado, su tiempo de vida econ6mico es consiclerablemeote rnenor que su tiempo de vida
fisico ..A.si ocurre con los ordcnadorcs, que por lo general no se desechan porque ya· no
sigan funcionando, sino porque aparccen aparatos mucho mcjorl'.s.
ll2
Elproceso de producci6n capita/isla
que ingresa en el valor de las rnercancias cs aquel valor que surge de
nucuo a trav(~s del <<consumo» de !a h1erza de trabajo, es dccir, a traves
del gasto de trabajo.
El distinto papel que desempefian los rnedios de producci6n y la
f11erza de trabajo en la formaci6n del valor sc pucde ver en lo siguiente:
si sc modi fica el valor de los medios de producci6n consumidos, se modi-
fica de manera correspondientc el valor del producto. Pero el hecho de
que se modifiquc el valor de la fuerza de trabajo es algo que no tiene nin-
guna inf1uencia en el valor del producto. La cantidad de valor que agre-
gue un trabajador al producto no depende clel valor de la fuerza de tra-
bajo, sino de la medida en qne el trabajo gastodo actue como trabajo
abstracto generador de valor.
La diferencia entre el nuevo valor que se ha agregado y e1 valor de la
fuerza de trabajo es justamente el plusvalor, p. Expresado de otra mane-
ra: el nuevo valor que se ha agregado es igual a la suma del valor de Ia
fuerza de trabajo y del plusvalor. Aquella parte del capital que se emplea
para el pago de salarios la clenomina Marx capital variable, abreviado:
v. Esta parte del capital modiJica su valor durante el proceso de produc-
ci6n, los traba,jadores y trabajadoras son pagados con v, pero producen
un nuevo valor en la cuantia de v + m 3. Por consiguiente, el valor de Ia
cantidacl de mercancias producida en un determinado periodo (un dia o
un aiio) se puede escribir como:
c + v + p
donde c designa e1 valor del capital const:mte consumido (el valor de
las materias primas consumidas y el valor proporcional de las herra-
mientas y las rnaquinas, en la medida en que han sido consumidas).
La valorizaci6n del capital resulta s6lo de su componente variable,
por lo que se puede medir el grado de valorizaci6n refiriendo el plusva-
lor al capital variable: la magnitud p/v es designada por Marx como tasa
de plusualur. La tasa de plusvalor se expresa normalmente en porcenta-
je: si, por ejemplo, p = 40 y v = 40, nose habla de una tasa de plusvalor
de 1, sino de una tasa de pJusvalor del 100%, si p == 20 y v = 40, la tasa
de plusvalor es del so%, etc.
La tasa de plusvalor es una categoria <malltica que resulta de la com-
prensi6n cientifica del proceso de valorizacion (presupone que sabemos
como se genera el plusvalor). Pero para la conciencia pr<'lctica de los
capitalistas es irrelcvante: estos calculan que es necesario un adelanto de
capital en una cuantia dec+ v para obtener un benr~ficio en una cuantia
p, independientemente de como se generc cste beneficio (esto es, cl
3!\1ft-;; ar:iha se suurayo que el valor de Ia fuerla de traba.io
no se transficre al producto,
sino que sc crca nuevo valor a traves del gasto de trabajo. Este nuevo valor se expresa con
aynda de v y m.
1B
Critica de Ia economfa pofitica
beneficia se considera como «fruto del capital»). Su medida de va1oriza-
ci6n es la tasa de beneficia pI (c + v). Pero el beneficia y la tasa de bene-
ficio, que ti.enen un papel decisive en la vida cotidiana del capitalista, los
analiza Marx en cllibro tercero de El Capital (cf. capitulo VII); por este
motivo, entre otros, es absolutamente necesario conocer los tres libros
de El Capital.
La duraci6n de lajornada labor-a/ resulta de la suma del tiempo de
trabajo necesario y del tiempo de plustrabajo. Siesta dado el valor ~e la
fuer-z.a de trabajo para una determinada sociedad y para un determma-
do momenta del tiempo, entonces tambien est;'!. dada la extension del
tiempo de trabajo necesario, pero aun no la extension del tiempo de
plustrabajo.
En toda soci.edad basada en el dominio de clase se pueden distinguir
el «ti.empo de trabajo necesario>> (en e\ que se producen aquellos pro-
ductos que necesita la clase explotada para su reproducci6n) y el <<tiem-
po de plustrabajo» (en que se produce el plusvalor, es decir, la parte del
producto global de que se apropia la clase dominante). Sin
embargo,
Marx cstablece una diferencia decisiva entre las sociedades prccapitalis-
tas y las sociedades capitalistas:
«Esta c1aro que si en una forrnaci6n social econ6mica no predomina el valor
de cambio, sino el valor de uso de los productos, el plustrabajo esta limita-
do por un circulo mayor o menor de necesidades [de la clase dominante, M.
H.], y del caracter de la producci6n misma no surge una necesidad ilimita-
da de plustrabajo >> (MEW 23, p. 250 I 282).
Sin embargo, cuando Marx habla de la «necesidad ilimitada de plus-
trabajo» caracteristica del modo de producci6n capitalista, no esta
hacienda en modo alguno un reproche moral al capitalista individual.
Pues esta necesidad de plustrabajo implica -precisamente porque no
conoce limites- que el capital actua «sin miramientos bacia la salud y la
cluraci6n de la vida del trabajador>> (MEW 23, p. 285 I 325), yen conse-
cuencia supone tambien la destrucci6n de la fuerza de trabajo, pero esto
no es una deficiencia moral individual, sino la consecuencia de la l6gica
de la producci6n mercantil capitalista.
Si el capitalista ha comprado la fuerza de trabajo a su valor diario,
tiene el derecho de utilizar la fuerza de trabajo durante un dia. Pcro la
duraci6n de una jornada de trabajo no esta determinada: una jornada
laboral tiene que durar ciertamente menos de 24 horas, de modo que al
trabajador 1e quede tiempo para su regeneraci6n fisica y psiquica, pero
no esta claro cuanto menos tiene que durar. Ahora bien, si el capitalista
intenta prolongar la jornada laboral, simplemente esta intentando,
como cua1quier comprador, sacar ei mci.ximo provecho del valor de uso
114
El proceso de producci6n capitalisw
de la mercancia comprada (de la misma manera que cuando uno aprie-
ta hasta el final el tubo de Ia pasta de dientes para intentar sacar el ulti-
mo resto que queda). La eompetencia de los dernas capitalistas se encar-
ga de que el capitalista individual haga un uso sustancioso de su derecho
como comprador al maximo aprovechamiento del valor de uso de Ia
mercanda comprada.
Los trabajadores actuan igualmente dentro de la l6gica de la compra
y la venta cuando intentan reducir Ia jornada !aboral. Deben tener a su
disposici6n su fuerza de trabajo en condiciones normales al dia siguien-
te para poder venderla otra vez. Pero este no es el caso si la jorrrada de
trabajo es demasiado larga.
As! pues, tanto el capitalista en su intento de prolongar la jornada
]aboral, como el trabajador en su intento de reducirla, pueden remitirse
de la misma manera a las leyes del intercambio mercantil. A partir de
estas leyes no puede deducirse un limite de la jornada de trabajo. Y esto
significa que:
<<Aqui tiene Iugar una antinomia, derecho contra derecho, sellados ambos
por la ley del intercambio mercantil. Entre derechos iguales decide Ia fuer-
za. Y de esta forma, en Ia historia de Ia producci6n capitalista se presenta Ia
reglamentaci6n de la jornada !aboral como una lucha por sus lirr.ites; una
lucha entre el capitalista colectivo, es decir, la clase de los capitahstas, y el
trabajador colectivo, esto es, Ia clase trabajadora» (MEW 23, p. 249 I 282).
AlH donde los trabajadores no est{m en condiciones de oponer sufi-
ciente resistencia al capital y hay bastantes reservas para reponer las
fuerzas de trabajo destruidas, el capital prolonga la jornada !aboral por
encima de todo limite fisico. La lucha por la reglamentaci6n de lajorna-
da !aboral (que Marx describe detalladamente en El Capital) condujo en
el siglo X1X a una limitaci6n legal del tiempo de trabajo diario, primero
en Inglaterra y despues tambien en otros paises. En el capitulo XI habla-
rernos sobre el particular papel del Estado en cste proceso.
II PLUSVALOR ABSOLUTO Y RElATIVO,
LEYES COF.RCITIVAS DEL<\ COMPETENCIA
El capital, el valor que se valoriza, no conoce ningun limite interno a
la valorizaci6n, por lo que para el capital no es suficiente en {!ltima ins-
tancia ning{m grado de valorizaci6n alcanzado. Si se parte de :a tasa de
plusvalor p/v como medida de la valorizaci6n, existen basicamente dos
posibilidades para aumentar la valorizaci6n del capital, que Marx desig-
na como producci6n de plusvalor absoluto y producci6n de plusvalor
relativo (en el capitulo VII, en el que se exarnina la tasa de beneficia
como medida de la valorizaci6n, veremos a{m otras posibilidades).
115
Critica de Ia economia politico
Para un valor dado de b fuerza de trabajo, aumenta p/v si se aere-
cicntu p. La masa de plusvalor producida por una fuerza de lrahajn indi-
vidual puede incremeni.arse por medio Je la prolongaci6n del ticmpo de
plustrabajo, y el tiempo de plustrabajo se puede prolongar en la medida
en que sc prolonga Ia jornaua !aboral. El acrcccntamiento del plu.svalor
y de la tasa de plusvalor por mcdio de la prolongaci6n de Jajornacla !abo-
ral lo designa Marx como producci6n de plusvalor absoluto.
Con la fijaci6n de una jornacla !aboral regulada (legalmcnte), Ia pro-
ducci6n de plusvalor absoluto no alcama todavia su limite. La prolonga-
cion de la jornada !aboral no solo ticnc Iugar cmmdo aumenta el n{Ime-
ro de horas diarias de trabajo, tambien puede prolongarse cuando se
apro\iechan mejor cstas horas: por una disrninuci6n de los tiempos de
pausa, no computanclo determinados preparativos laborales como tiem-
po de trabajo, etc. Aparte de esto, una c1cvaci6n de la intensidad del tra-
bajo ( es decir, una aceleraci6n del ritmo de trabajo) tiene elmismo efec-
to que una prolongaci6n de Ia jornada laboral. Una jornada de trabajo
mas intensiva suministra un producto de valor mayor que una jornada
laboral normal, exactamente igual que si se hubiera prolongado lajorna-
da de trabajo. Los analisis sobre cl aprovechamiento del tiempo de tra-
bajo y la intensificaci6n del trabajo tambien forman parte hoy en dia de
Ia vida cotidiana del munclo empresarial.
Pero e1 tiempo de plustrabajo tambien se puede incrcmentar sin
modificar la duraci6n de Ia jornada ]aboral o el aprovechamiento del
tiempo de trabajo: a saber, reduciendo el tiernpo de trabajo necesario, es
decir, disminuyendo el valor de la fuerza de trabajo. Si hasta elmomen-
to se requerian cuatro horas de una jornada ]aboral de ocho horas para
producir el valor diario de la fuerza de trabajo, quedaban entonces cua-
tro horas de plustrabajo. Si ahora son suficientes tres horas para Ia pro-
ducci6n del valor de la fuerza de trabajo, quedan cinco horas de plustra-
bajo. El acrecentamiento del plusvalor y de la tasa de plusvalor por
medio de una disminuci6n del tiempo de trabajo necesario lo designa
Marx como proclucci6n de plusvalor relatiuo.
El tiempo de trabajo necesario liene que alcanzar para producir el
valor de los medios de vida que necesita la fuerza de trabajo para su
reproducci6n. Si hay que pagar integramente el valor de la fuerza de tra-
bajo (y esto tiene que presuponerse si .se consideran condiciones capita-
listas {<normales» ), entonces solo es posible una reducci6n del tiempo de
trahajo nec.csario si se disminnye el volumen de los rneclios de vida que
se considera como ncccsarios ( esto es, si se reduce el nivel de vida {{nor-
mal» de la clase trabajadora; pero esto es di.ficil de con.seguir y no se
puecle cfcctuar de manera continuada, sino en todo caso puntualmente),
o bieu si -y este es el caso t1pico del que se trata aqui- se disminuye el
valor de cstos medios de vida.
116
HI proceso de producci6n capitalista
Este t1ltirno caso se da cnando aumenta Ia fucrza product iva del tra-
bajo en aqucllos c,ectores que proclucen medias de vidil (cntendidos
sicmpre en el scntido mas amplio, por tanto, no s61o los productos ali-
menticios), o bien cuando aumenta la fuerza productiva en aqucllos sec-
tares que suministran matcrias primas o maquinaria a los sectores que
producen medios de vida: silos medias de producci6n son mas baratos,
disminuye el valor de los medias de vida producidos con estos medias.
La producci6n de plusvalor relativo termina par reducir el valor de los
medios de vida a traves de un aumento de la fuen;a productiva del tra-
bajo, y de este modo reduce el valor de la fuerza de trabajo.
La prolongaci6n de ]a jornada !aboral y el aumento de Ia fuerza pro-
ductiva son, pues, las dos posibilidades fundamentales para elevar el
grado de valorizaci6n del capital. Pero estas dos posibilidades s6lo puc-
den realizarse par medio de las acciones de los capitalistas inclividuales.
Es muy plausible que los capitalistas tengan interes en la prolonga-
ci6n de la jornada !aboral: para un valor dado de la fuerza de trabajo,
cada hora que se prolongue !a jornada laboral eleva directamentc el
plusvalor que obtiene el capitali.sta individual.
Sin embargo, otra cosa distinta ocurre con el aumento de la fuerza
productiva del trabajo. Si, por ejemp1o, un productor de mesas aumen-
ta la fuerza productiva, se abaratan las mesas. Pero solo se abaratara
tambien la fuerza de trabajo en la medida en que las mesas entren en el
valor de la fuerza de trabajo. El efecto es minimo, y ademas la mayoria
de las veces queda temporalmente diferido. Esta pequefia e incierta
ventaja no es suficiente como motiuo individual para el aumento de la
fucrza productiva.
Por consiguiente, lo que rnotiva a los capitalistas individuales a
aumentar la fuerza productiva es algo completarnente distinto. El tiem-
po de trabajo gastado individualmente con tara en mayor o meuor medi-
da como generador de valor dependiendo (entre otras cosas) de si para
!a producci6n de un bien se ha empleado o no el «tiempo de trabajo
socialmente necesario» (el tiempo de trabajo que es necesario en unas
cletenninadas condiciones de produchvidacl c \ntensidad del l..raba)o
soc\a\mente norma\es, d. capitulo lU.l). S\ el tiemvo de trabajo social-
mente necesario para la producci6n de un detenninado tipo de mesas
asciende, par ejemplo, a 10 horas y un productor consigue producir esa
mesa en 8 horas, ha creado en 8 horas el mismo producto cle valor que
los otros productores en 10 horas, es decir, puede vender el producto de
8 horas de trabajo como un proclucto de 10 horas de trabajo.
f~sta es precisamente la situaci6n cuamlo un ca1)italista es el prime-
roque eleva la fuerza productiva del trabajo en u.1: cleterminado pr?ceso
de producci6n. Supongamos que en !a produccJt~n de un determmado
bien, por ejemplo, un ordenador, se consume capttal constante c par un
117
Critica de Ia economia politico
valor de 200. Ademas, sc necesita una jomada !aboral de 8 horas de tra-
bajo d'trecto para prodncir e1 ord.enador. F1 valor diario de la fuerza de
trabaju es de 8o y e1 plusvalor asci.encle al1o~%, d~ modo que_ ell)lusva-
lor diario produci.do por una fuena de traba)O asctende asnmsmo a So.
El valor del producto es entonces:
c + v + p = 200 + So + So = 360
Supongamos ahora que este capitalista consigue reducir (y de
momenta es el U.ni.co que lo consi.gue) d.e 8 a 4 horas e\ ti..em.po de traba-
)o di.recto que es necesari.o para el monta)e d.el ord.enad.or. El valor del
ordenador se ajusta a las condiciones sociales medias y permanece por
el momento todavia en 360. Pero nuestro astuto capitalista no tiene que
seguir gastando So en capital variable, sino solamente 40. Por lo tanto,
sus castes son solo de:
200 (capital co~stante) + 40 (capital variable) = 240
Si vende el producto por 360, le queda un plusvalor de 120. Ademas
del plusvalor socialmente normal de So, nuestro capitalista 'obtiene por
cada ordenador un plusvalor extra de 40 y una tasa de plusvalor del
300% en lugar del 100%. Este plusvalor extra o beneficia extra (cf. el
comentario sobre el beneficia en el capitulo V.I) -y noel futuro abarata-
miento de la fuerza de trabajo- es lo que motiva al capitalista a aumen-
tar la fuerza productiva del trabajo.
El capitalista sigue obteniendo el plusvalor extra durante todo el
tiempo en que nose haya generalizado aun el nuevo metodo productivo.
Pero una vez que se ha generalizado, disminuye el tiempo de trabajo
socialmente necesario para la producci6n de un ordenador. Si entretan-
to todo lo demas ha permanecido igual (el valor de la fuerza de trabajo,
el valor de los elementos del capital constante, etc.), entonces el nuevo
valor seria:
c + v + p = 200 + 40 + 40 = 280
y el plusvalor extra habria desaparcciclo para nuestro capitalista; su
tasa de plusvalor seria nuevamente delwo%.
Pero permanezcamos de momenta con el eapitalista que ha sido el
primero en implementar el aumento de la fuerza productiva. Ya no sigue
necesitando la misma cantidad de tiempo de trabajo directo para produ-
cir la misma masa de productos. Ahora puede producir la misma canti-
dad de productos que antes con menos fuerzas de trabajo, o bien produ-
cir una cantidad mayor con la misma cantidad de tiempo de trabajo y de
fuerzas de trabajo. La primera posibilidad no es realista en la mayor
parte de los casos, pues normalmente el aumento de la fuerza producti-
va del trabajo solo es posible si se incrementa al mismo tiempo el volu-
118
El proceso de producci6n capitalista
men de producci6n (volveremos sobre esta conexwn en la seccwn
siguiente). Podemos partir de que el aumcnto de la f11erza productiva va
acompanado por lo general de un incremento del nurnero de productos.
El medio mas simple para dar salida ala mayor cantidad de productos
consiste en reducir el precio: el producto individual se vende por debajo
su valor anterior. Aunque nuestro ingenioso capitalista vende por deba-
jo del valor anterior, no necesita renunciar por cornpleto a! plusvalor
extra. Si en el ejemplo anterior vende el ordenador (con un coste para el
de 240) a 350 en vez de a 360, obtiene un plusvalor total de no, que
comparado con el plusvalor normal de 8o significa todavia un plusvalor
extra de 30. Pero que nuestro capitalista venda mas significa -si en la
economia no se modifica ninguna otra cosa que provoque una mayor
demanda global- que los otros capitalistas que ofertan cl mismo produc-
to van a vender menos, yen tlltimo extrema iran ala quiebra. Si quieren
defender su cuota de mercado, tendran que vender asimismo a un pre-
cia mas bajo. Si no se transforma el modo de producci6n, esto conduci-
ra a una disminucion de su plusvalor. Por lo tanto, a los otros capitalis-
tas no les queda otra opci6n para poder tamar patte en Ia competencia
de precios que aumentar igualmente la fuerza productiva del trabajo y
reclucir los costes.
Asi pues, la competencia obliga a los capitalistas a participar en el
aumento de la fuerza productiva al que uno de ellos da comienzo, aun en
el caso de que individualmente no tengan ningun interes en elevar cada
vez mas Ia valorizaci6n del capital. Las leyes inmanentes del capital,
como la tendencia a prolongar Ia jornada !aboral y el desarrollo de la
fuerza productiva, son independientes de la voluntad de los capitalistas
individuales. Se imponen frente a ellos como /eyes coercitiuas de la com-
petencia. Ya que todo capitalista conoce esta coercion, normalmente no
espera hasta que le sea impuesta por la competencia, sino que intenta
ser el primero en aumentar Ia fuerza productiva, de modo que al menos
pueda tener algo de plusvalor extra, en lugar de tener que estar Jimitan-
do siempre sus perdidas. El resultado es que cada capitalista presiona a
todos los demas, de la misma manera que el estc:'i presionado por ellos. y
hacienda esto, todos los capilalistas obedccen a una eiega «coercion
objetiva». Por muy frugal que sea un capitalista como persona, en tanto
que quiera seguir siendo eapitalista no puede evitar ir a la caza de una
ganancia cada vez mayor.
119
Critica de fo economio politico
Ill LOS METODOR PARA LA PROVUCCI()N DE I'LUSVALOR RELATI\'0:
COOPERACI()l\', DIVJSl()N DEL TH.AHA.IO, MAQtJlNAlUA
El proceso de producci6n capitalista comienza donde un cierto
numero de trabajadores actuan conjuntamente bajo el mando de un
capilalista para la producci6n de la misma dase de mercancias. Un po-
scedor de dinero a! que le es posible emplear a uno o dos trabajadores,
pero que tiene que lrabajar tambien elmismo para asegurarse su propio
susten to, no es todavia un capitalista en senti do estricto, sino un
«pequeiio patron». S61o es capitalista el que puede actuar como capital
personi6cado. es decir, el que puecle dedicar todo su tiempo ala organi-
zaci6n y al control oel proceso cle producr-i6n capiralista y ala venta de
los productos.
La cooperacion de muchos trabajadores provoca tm aharatamiento
de los productos -incluso sin modificaciones en el proceso lecnico de
producci6n- por dos razones: por nn !ado, se utilizan conjuntamente
muchos medios de producci6n, de modo que ccden una parte de valor
menor a1 producto (100 trabajadores pueden producir 10 veces mas que
10 trabajadores, pero no necesitan 10 veces m8.s edificaciones, etc.); por
otro !ado, puecJe surgir una nueva fuerza de Ia actuaci{m conjunla de
muchas fuerzas de trabajo: por ejemplo, un !:ronco de gran tamano no
puede ser rnovido por un solo trabajador, da igual de eu{mto tiempo dis-
ponga, en cambio, cuatro lrabajadore.~ lo pueden mover en el acto; diez
personas pueden transportar cargas en cadena de manera considerable-
mente mas rapida que si cada una de ellas luviera que recorrer todo el
camino, etc,
Sc puede conseguir un aumento adicional de Ia fuerza productiva del
trabajo a traves de la divisi(m del trabajo, Un proceso de trabajo com-
plejo se descompone en una multitucl de funciones parciales simples.
Por 1o general, estas se pueden ejecutar por scparado mas rapitlamente
que en el marco del proccso total. Por medio del correspondiente ejerci-
cio y de 1a expcriencia, y con la ayuda de instrumentos aclecuados a esta
funci6n parcial, el trabajaclor espccializado en una fm1c:i6n parcial pnede
SET a{m mas n'tpido. El aspecto negativo es que cllrabajador sc convier-
te en 1m trabajaclor parcial carente de iniciativa, y que la actividad uni-
lateral le puede ocasionar trastornos fisicos y nerviosos. Una actividacJ
cuyo proceso de producci6u se basa en su mayor parte en la divisi6n clcl
trvbajo, y que no utiliza maquinas 0 utiliza muy pocas, se denomina
monufacturo.
A comienzos del siglo XX, Ia division del trabajo llcvada a! extrema
diolugar al tuylorismo (asi llamado por el ingeniero T. W. Taylor): Taylor
dcscompuso los momentos del proceso de trabajo en sus elementos mini-
120
El proccso de producci6n capitalista
mos, para asignar ala fuerza de trabajo individual tan pocos movimicn··
tos como fuera posihle. De esta ma11Cra sc minimizaban las perJidas de
Liernpo y las pausas cncubiertas. Tales conccptos se aplicaro11 sobrc toclo
en la producci6n en cadena. Sin embargo, esta extrema division del tra-
hajo no sblo trajo consigo ventajas para el capital. En el caso de produc-
tos complcjos en los que es importante una alta calidad, se puso de mani-
fiesto que una excesiva division del trahajo actuaba negativamente, ya
que producia demasiados desechos. De ahi que, en el desarrollo del pro-
ccso de producci6n capitalista a lo largo del siglo XX, se Lendi6 de manc-
ra alternativa ala expansion y ala reducci6n del taylorismo.
Fl aumento decisivo de la fuerza productiva del trabajo se alcanz6 con
la utilizaci6n de las m6quinas. Una maquina noes simplemente una gran
herramienta. Lo esencial es que la peculiar herramienta que es Ia maqui-
na ya no es una hcrramienta en las manos de un unico hombre, sino que
es herramienta de un rnecanismo. El numero de herramientas que una
maquina puede poner en funcionamiento simultaneamente esta exento
de barr·eras humanas. Sc consigue un aumento aclicional de la fuerza pro-
ductiva cuando las distintas maquinas se combinan en un sistema de
m6quinas, el cual tiene que ser recorrido por el objeto de trabajo. Una
actividad que se basa en la producci6n medi.nica sc llamaf6.brica.
Lo que en la fabrica les queda a las personas, aparte de las activida-
des paitieulares que todavia no estan meeanizadas, es basicamente !a
tarea de supervisar las maquinas, repararlas, esperar y subsanar los
defectos que cstas han producido. Con la implantaci6n de los ordenado-
rcs csto nose modifica esencialmente. Pues si bien se realizan mecani-
camente una multitud de tareas de supervisi6n y control, los ordenado-
res tienen que ser supervisaclos a su vez y hay que <0ustar su programa-
ci6n a exigencias carnbiantes.
La divisibn del trabajo en una mam!faduru parte d10 1a hahilidad
manual de las fuerzas de trabajo. El capital sigue depencliendo de esta
habilidad subjcti.va, aunque qucdc rcducicla a una «hahilidad del deta-
lle». En la j(rbrica basada en Ia producci6n mccanica esto cambia por
completo:
« Este principio subjetivo de la division del trabajo qneda suprimido en 1a
producci6n mecanica. El proceso global, considerado en si y para si, sc V'Jel-
ve aqui ohjetivo, queda descompuesto en sns fases constitutivas, y el proble-
ma de ejccutar cada proccso parcial y de combinar los distintos proccsos
parc:iales queda resuelto por ]a aplicaci6n teenica de la mccanica, la quimi-
ca, etc.>> (MEW 23, p. 401).
De estc modo, en la proclucci6n rnedmica el capital se puede des-
prencler casi por eomplelo de las fuerzas productivas individuales. Ahora
ya no se trata simplemente de qnc cstas queden reducidas a la fnnci6n
de un trabajador parcial, sino que -en e\ caso de un sistema mecanico
121
Critica de Ia economia politica
desarrol1ado y con buen funcionamiento- quedan reduciclas a meros
apendices de este sistema. . .
El dominio del capital sobre los trabaJadores y trabaJadoras queda
ahora materializado, por asi decir, en el sistema mec{mico:
<< F.s un aspecto comun a toda produccion capitalista, en euanto_ qu~ _noes
solo prOCCSO de trabajo, sino a~ _mismo tie~p~l proceso de ~aJO~IzaC!Oll del
capital, que el trabajador no utihce l~s co:'~Iclones de t~abaJo, smo que por
el contrari.o las condiciones de traba)O utlhc~n al traba)ador; pero solo con
la maquinaria csta inversion adquiere una realidad tecnicamente tangible. A
traves de la transformaci.on del trabajador en un automata, se le en:frentan
los medias de trabajo, durante el proceso de trabajo mismo, como capital,
como trabajo muerto, que domina la fuerza de trabajo viva y le chnpa la san-
gre» (MEW 23, p. 446 I 516).
La cooperacion, la di.vi.si.6n del trabajo y la introducci6n de maquina-
ria provocan una elcvaci6n de la fuer'z.a prodnctiva del trabajo: con la
misma canti.dad de tra'oa}o se pue<ie proG.uc'l.r un mayor numero de pro-
ductos, por lo que disminuye el valor del producto individ1:.1al. Pero la
mayor fuerza productiva del trabajo aparece bajo condiciones capitalis-
tas como fuerza productiva del capital. Este es yael caso en la coopera-
ci6n simple: dado que las :fuerzas de trabajo aisladas no disponcn de la
fuerza productiva adicional que surge de su actuaci6n conjunta, sino que
solo cooperan bajo el mando del capitalista, esta :fuerza productiva adi-
cional parece ser una fuerza productiva que le pertenece al capital. Esta
imprcsi6n se intensifica aun mas en la manufactura y en la fabrica. La
fuerza de trabajo individual se reduce a una funci6n parcial, que :fuera de
Ia manufactura y de la f<ibrica es por lo generalcompletamente inutil. El
que los trabajadores y trabajadoras puedan hacer alga con sus capacida-
des parece ser un resultado engcndrado por e1 capital. Podemos desig-
nar como fetichismo del capital Ia aparienci.a de que el capital es un
poder dotado de :fuerza productiva propia. Al igual que el fetichismo de
la mercancfa, el fetichismo del capital tam poco es simplementc una falsa
conciencia o un error. Tiene mas bien un fundamento material en la
organizaci6n capitalista del proceso de producei6n:
<<Las potencias espirituales de Ia produccion amplian su escala por un !ado,
porquc por otros muchos !ados desaparecen. Lo que pierden los trabajado-
res parcia1es, se concentra frente a ellos en el capital. Es un producto de Ia
division manufacturera del trabajo el que se Jes contrapongan his potencias
espirituales del proceso de produccion material como una propiedad ajena
y un poder que los domina. Este proceso de separacion comienza en la coo-
peracion simple, donde el capitalista representa, frente a los trabajadores
individuales, Ia unidad y la voluntad del cuerpo social del trabajo. Se desa-
rrolla en Ia manufactura, que rnutila a! trabajador convirtiendolo en un tra-
hajador parcial. Se consuma en la gran industria, que separa la ciencia res-
122
HI proceso de produce ion capitalista
pecto del trabajo como potencia Je producei6n aut6noma y Ia exprime a!
servicio del capital>• (MEW 23, p. 382 I 440)-1.
El aumento de Ia fuerza productiva mediante Ia introduccion de
maquinaria se distingue de manera fundamental del aumento de la fuer-
za productiva mediante la cooperaci6n o Ja division del trabajo. La intro-
ducci6n de maquinaria Cuesta aJgo aJ capita[ista, y dado que la maquina
se consume en el proceso de producci6n, transfiere su valor al producto.
Es dccir, en vez de abaratar el producto, la introd.ucci6n de maquinaria
lleva primero a un cncarecimiento del producto. En conjunto, se llega a
un abaratamiento del producto si el encarecimiento por causa de la
cesi6n de valor de la maquinaria se compensa con el tiempo de trabajo
directo ahorrado en la producci6n.
Supongamos que en la fabricaci6n de un determinado producto se
consumen materias primas por un valor de so, asi como 8 horas de tra-
bajo que producen, en circunstancias normales, un valor de So.
Entonces el valor del producto sera:
so (materias primas) + So (tiempo de trabajo) = 130
Supongamos que el producto se fabrica con ayuda de una maquina.
La maquina tiene un valor de 2o.ooo y sirve para la producci6n de 1000
unidades antes de su desgaste completo. Transfiere, por tanto, un valor
de 20 a cada unidad. El producto individual producido mecanicamente
se encarece prirnero en estos 20. Si ahora se ahorran 3 horas de trabajo,
de modo que se necesiten s horas en Iugar de S, entonces el valor resul-
tante del producto fabricado mecimicamente sera:
so (materias primas) + 20 (maquina) + 50 (tiempo de trabajo) =120
El producto se ha abaratado en 10 unidades de valor, de forma que
las 20 unidades de la cesi6n de valor de la maquina se han compensado
con el ahorro de 3 horas de trabajo. Si se hubiese ahorrado solo t:na bora
de trabajo, habria aumentado el valor del producto fabricado meeanica-
rnente, por lo que la maquina no habria contribuido al aumento de la
fuerza productiva y al abaratamiento del producto.
Sin embargo, para el empleo capitalista de maquinaria no es sufi-
ciente que la introducci6n de la maquina abarate el producto. Al capila-
lista no le interesa el valor de un producto, sino el plusvalor (o mejor
dicho, el benefieio; cf. el comentario del capitulo V.I). Como se explic6
en la ultima secei6n, el capitalista implernenta un aumento de la fuerza
productiva para que sus castes individuales sean mas bajos que el pro-
·4La importancia creciente del saber y de !a ciencia para !a producci6n capitalist a no es de nin-
gun modo un fen6meno nuevo, como sugiere el ctiscurso de moda hoy en dia sobre el tn\nsito de
la <<sociedad industrial ala sociedad del conocimiento». Y sobre todo nose cuestiona con ello
-tal y como se afirma a veres- !a determinacion formal capitalista de la producci6n:
123
Cntica de Ia cconomia politicu
medio social, obteniendo asi no solo el plusvalor (beneficia) normal,
sino un pbsvalor extra (heneficio extra). Supongamos que en cl cjel1J-
pio mencionado anteriormente la tasa riP piusvalor asciende alwo%. El
trabajador que trabaja 8 horas y crea con ello un valor de 80 recibe 40
como salario. Los 40 restantes son el plusvalor del capitalista. Por lo
tanto, antes de Ia introducci6n de la m[lquina los costes de nuestro capi-
talista son:
so (materias primas) + 40 (salarios por 8 horas) = 90
Los costes despues de la introducci6n de la maquina serian:
so (rnaterias primas) + 20 (rnaquina) + 2S (salarios por s horas) = 95
Aunque esta maquina clisminuye cl gasto total eu Lrabajo para el
producto en cuesti6n, no seria instalada, ya que no reduce los castes del
capitalista. Estos costes solo se rcduccn si se ahorra mas en salarios (por
producto) de lo que la maquina cede en valor al producto individual. Si
en nuestro ejemplo la cesi6n de valor de la maquina asciendc a 20, se tie-
nen que ahorrar mas de 4 horas de trabajo para que la introducci6n de
maquinaria le salga rentable al capitalista. 0 expresado de otra rnanera:
el capital constante adicional que se emplea en la producci6n mecanica
para cada uno de los productos tiene que ser men or que el capital varia-
ble ahorrado por la reclucci6n del tiempo de trahajo. Por consiguiente,
el capitalista no empleara tanto capital constante adicional por unidacl
como desee, sino a lo sumo tanto como ahorre en capital variable por
unidad producida.
Asi pues, el hecho de que se instale o no una detenninada maquina
(que cede un determinado valor al producto individual) depencle de
cufmto capital variable se pueda ahorrar con ella. Pero el capital variable
ahorrado no depende solo de las horas de trabajo ahorradas, sino tam-
bien del importe de los salarios. En nuestro ejcmplo anterior, los traba-
jadorcs y trabajadoras recibian por una jornada ]aboral de 8 horas un
salario de 40, 1o que supone un salario de 5 por cacla hora de trabajo.
Tres horas de trabajo ahorradas dan como resultado un ahorro en eapi-
tal variable de 15, por lo que la introducci6n de la maquina no resulta
provechosa para el capitalista. Pero si los salarios hubieran sido mas
altos, por ejernplo, de 8 por cada hora de trabajo, entonces las tres horas
de trahajo ahorradas habr!an sido remuneraclas con 24. Con este nivel
salarial, el capital variable ahorrado habria compensado el capital cons-
tJnte adicional (20 en nuestro ejemplo), y los costcs de nuestro capita-
1ista habrian disminuiclo. La misma maquina que con salarios mas bajos
no snpone un ahorro de cosles para el capitalista y, por tanto, nose ins-
tala, puede producir este ahorro de costes con un nivel salarial mas alto,
y eatonces se la instalar2t.
124
El proceso de produccion capita!ista
IV EL POTENCTAL DESTRUCTIVO DEL DESARROLLO CAPJTALlSTA
DE LA FlJERZA l'RODUCTIVA
El proceso !aboral cooperativo requiere de coordinaci6n. En el pro-
ceso de produeci6n capitalista, csta funci6n es asumida por el capitalis-
ta. Pero Ia direcci6n por pmte de este no tiene solamente una funci6n
tt~cnico-organizativa, sino que es a] mismo tiempo organizaci6n de la
explotaci6n y, en consecuencia, esta condicionada por la oposici6n entre
cl explotador y los explotaclos, cle lo que Marx concluye que la dirccci6n
capitalista es «desp6tica en cuanto a su forma» (MEvV 23, p. 351 I 403).
En el caso de disponer de un gran numero de trabajadores y trabajado-
ras se requiere -igual que en el ejcrcito- de oficiales y suboficiales
industriales que mandan en nombre del capitaL
La forma de la rc1aci6n de dominio empresarial ha experimcntado
transformaciones decisivas en el siglo XX. El despotismo capitalista
cxperiment6 ciertas rcstricciones a traves de las regulaeioncs legales y a
travcs de los procesos de negociaci6n sindical. En una seric de sectores,
el capital ha presentado inc1uso una tenclencia, sabre todo en la ultima
decada, a reforzar la autonomia de los empleaJos sobre el proceso de
trabajo. Pero con todos estos cambios no se ha puesto en cuesti6n elfin
de la proclucci6n capitalista: la valorizaci6n del capital, la producci6n de
plusvalor. Se trata solo y exclusivamente de formas clifcrentes de reali-
zar este fin. Y ademas se ha comprobado que precisamente en activida-
des cualificadas, a menudo es mas favorable motivar a los empleados par
medio de un mayor grado de autonomia para que aporten voluntaria-
mente su experiencia y su potencjal de rendirniento, que forzarlos a ello
a traves de una presion y un control permanentes. Pero las consecuen-
cias de esta autonomia son generalmente, tan destructivas para los
empleados como 1as antiguas formas desp6t1cas, solo que ahora la des-
trucci6n esta organizada por los empleados rnismos (ef. sobre las nuevas
tendencias cmpresariales \'\Tolf 1999, Gli13mann/Peters 2001).
Las tendencias destructivas que supone el aumento de Ia fuerza pro-
ductiva para la fuerza de trabajo se ponen inmediatamente de manifies-
to en la tendencia ala prolongac:i6n -y desde haec algun tiempo ala «fle-
xibilizaci6n>>- del tlempo de trabajo. El aumento de la fuena proc.lucti-
va significa que se puede fabricar la rni.sma canbclad. de proclU(:t~)s en
menos tiempo. Vera en conc\iciones capi.talistas, e1 aumento de la f11er.za
proclncti.va no conduce a una reducei6n clc1 t~empo de .traba]o.
Especialmente si el aumento de la fuerza product1va se cc;nsJ~ue por
mcdio de la introducci6n de maquinaria, cl resultado es mas b1en una
pro1ongaei6n del tiempo de trabajo, asi como trabajo par ~urnos _Y trab~
io nocturno, para lograr el mayor tjempo posible de funcwnaimento ClC
1" m{lquina. Hay diversas razoues para e1lo:
125
Cririca de Ia econornia politica
Mientras que la nueva maquina nose haya difunclido aun en la socie-
dad, el capitalista que produce con ella obtiene. un flusvalor ~xtra.
Cuantos mas nroductos fabriquc y vcnda en est a s1tnanon excepcwnal,
tanto mayor ;era su plusvalor extra. Si la implantaci6n de la maquina
forma parte mas adelante de las condiciones. medi~s de produc:io~,
sigue siendo ventajoso alargar cl tiempo de funcwnarniCnto de la ma9-m-
na. El tiempo durante el que una maquina puede ser utilizada lucratiVa-
mcnte no depende solo de su desgaste fisico, sino tam bien de si hay una
nueva maquina en el mercado que sea mcjor. Cuanto mas rapido trans-
fiera una maquina su valor a los productos fabricados con e1Ia, tanto
menor sera el riesgo de que tenga que ser sustit:uida por una maqu~na
mejor sin que haya t:ransferido ya en ese momenta to~o su va}o~. S1 la
pro1ongaci6n del tiempo de trabajo choca con d~termma~os .hm~tes (a
causa de restricciones legales del tiempo de trabaJo), el cap1tahsta mten-
tara imponer por lo general una intensificaci6n del trabajo, por ejemplo,
a traves de una mayor veloCidad de funcionamiento de las maquinas.
Puesto que el proceso de producci6n se ha desprendido de las barre-
ras de la fuerza de trabajo individual y se ha convertido, como proceso
objetivo, en objeto cle la investigaci6n cientifica, la moderna industria
capitalista no considera «nunca conlo definitiva la forma existente de un
proceso de producci6n. Por eso su base tecnica es revolucionaria, mien-
tras que la de todos los modos de producci6n anteriores era esencial-
mente conservadora» (MEW 23, p. 511 J 592). Las bases tecnicas de la
producci6n se revolucionan constantemente, la fuerza productiva del
trabajo se incrementa sin cesar. El {mico motivo para ello es aumentar la
ganancia. En el curso de este proceso tienen lugar inversiones ingentes
para construir instalaciones productivas o para adquirir nuevas maqui-
nas. En tanto que estas inversiones sirven para el abaratamiento del pro-
ducto, sc consideran como necesarias. En cambia, las inversiones para
hacer que las condiciones de trabajo sean mas comodas para los emplea-
dos, o simp1emente para disminuir los riesgos de accidente o los perjui-
cios para la salud, representan una deducci6n de la ganancia y, por
tanto, se tratan de evitar. Tarnbien hoy en dia se puede constatar en
muchos ambitos que:
«La economizaci6n de medios sociales de producci6n, madurada primero
en el sistema fabril como en un invernadero, se convierte, en manos del
capital, en el robo sistematico de las condiciones de vida del trabajador
durante el trabajo, en el robo de espacio, de aire, de luz y de los medias per-
sonales de protecci6n contra las condiciones nocivas e insalubres del proce-
so de producci6n» (MEW 23, pp. 449-450 / 520).
Se necesita continuamente de la coacci6n legal o de Ia resistencia
dccidida de los empleados para establecer siquiera las mas simples
mejoras de las condiciones de trabajo, de manera que 1a siguiente obser-
vaci6n de Marx es tan actual ahora como antes:
126
El proceso de produce ion capitalista
«lQue podria caracterizar mejor a! modo de producci6n capitalista que la
necesidad cle someterlo, por meclio de !eyes coactivas del Estado, a los mas ele-
mentales mecanisrnos dP higiene y de salubridad?» (MEW 2;{, p. 505! 586).
El {mica fin de !a producci6n capitalista es !a producci6n continua de
plusvalor. La competencia obliga a los capitalistas, bajo pena de sucum-
bir como tales, a hacer Je la caza de un plusvalor cada vez mayor el fin
de su acci6n. Y !a naturaleza es tam bien, al igual que la fuerza de traba-
jo, un simple media para alcanzar esta meta. Por su l6gica interna, el
capital es indiferente ala destrucci6n de los fundamentos naturales de la
vida (por medio de los gases de combustion y las aguas residuales, por
medio de la destrucci6n y la contaminaci6n de regiones enteras), del
mismo modo que es indiferente ala destrucci6n de las fuerzas de traba-
jo. De tal forma que actualmente se mantiene y se expande a escala mun-
dial un modo de producci6n industrial que se basa en la combustion de
fuentes de cnergia fosiles, a pesar de que son previsibles devastaciones
ecol6gicas tanto a nivellocal como global a causa del cambia clima.tico
(cf. Altvater 1992).
Este potencial destructivo del desarrollo capitalista de la fuerza pro-
ductiva solo puede ser limitado «desde fuera», a traves de la resistencia
de los trabajadores y trabajadoras o por medio del poder del Estado. Si
faltan tales barreras o se debilitan, vuelve a aumentar inmediatamente
este potencial destructivo, puesto que es inmanente al modo de produc-
ci6n capitalista. Sigue siendo vigente que:
«La producci6n capitalista s6lo desarrolla la tecnica y la combinaci6n del
proceso social de producci6n socavando al mismo tiempo las fuentes origi-
narias toda riqueza: Ia tierra y el trabajador>> (MF.W 23, p. 530 / 613).
Ala vista de la destrucci6n del media ambicnte y de los peligros para
!a salud que se derivan del modo de producci6n industrial, se discutio
vehementemente en ell1ltimo tercio del siglo X.X acerca de si esta des-
trucci6n estaba inscrta en las condiciones materiales de la producci6n
industrial o si son solo las condiciones capitalistas las que provocan esta
destruction.
Nose encuentra en Marx una discusion explicita de esta problemati-
ca. Sin embargo, ha insistido en que hay que distinguir «entre la mayor
productividad que se debe al desarrollo del proceso social de producci6n
y !a mayor productividad que se debe ala explotaci6n capitalista>> (MEW
23, p. 445 I 515). Por ello se le ha atribuido a menudo que considera el
proceso de producci6n industrial positivo «en si>>, y que s61o cjtica su
envoltura capitalista. Esta era tambien la posicion del marxismo-leninis-
mo: en consecuencia, los metodos de produccion capitalistas fueron
copiados en parte por la Union Sovietica de una mancra completamente
127
Criticu de !a cconomfa politica
acritica (para una discusion sobre tal interpretacion de Marx, cf..Jacobs
1997)-
En todo caso, hoy en dia est<i mfts claro que en la epoca de Marx que
no todo proceso de produccion industrial se puedc desacoplar simple-
mente de S\l aplicacion capitalista, para asf desplegar Sltbitamente solo
sus efectos beneficiosos. Algunas lineas de desarrollo de Ia industrializa-
cion no solo son clestructivas a causa de su aplicacion capitalista: si se
utilizara encrgia at6mica en una sociedad socialista, los riesgos serian
enormes alii tambien, y la extensa utilizaci6n de combustibles f6siles
conduciria igualmente a! cambio dimatico. El potencial destructivo del
capital no solo se presenta en el modo de aplicaci6n de una tecnologia,
sino ya en la misma eleccion de determinadas vias de desarrollo tecni-
co-industrial.
V SUBSUNCI6N FORMAL Y REA.L, FORDIS~IO,
TRA.BA.JO PRODUCTIVO E I:MPRODUCITVO
Marx habla de subsunci6nformal del traba,jo bajo el capital cuando
un proceso de trabajo, tal y como existe, se subordina al capital: la {mica
diferencia con Ia situaci6n prccapitalista consiste en que el trabajador o
la trabajadora, en Ingar de trabajar para si mismo, lo hace para el capi-
talista. Las condiciones de coercion capitalistas se cxpresan {micamente
en el hecho de que el trabajador trabaja mas tiempo del que es necesario
para su conservaci6n y el capitalista se apropia del plusproducl:o que
surge de ello. Sobre la base de la subsunci6n formal solo es posible la
producci6n de plusvalor absoluto.
Marx habla de subsunci6n reG{ del trabajo bojo el capital cuando el
proccso de trabajo se modifica para aumentar la fuerza productiva. El
proceso de trabajo bajo el mando del capital se distingue ahora no s6lo
formal, sino realmente, es decir, en toda su organizaci6n y estructura,
del proceso de trabajo precapitalista: el modo de producci6n capitalista
crea la forma material de la producci6n que le corresponde. La subsun-
ci6n real solo es posible sobre la base de la subsunci6n formal. Con la
subsunci6n real del trabajo bajo el capital se hace posible la producci6n
de plusvalor relativo.
Basta 8hora hcmos supuesto en la consideraci6n del plusvalor rela-
livo que la extension cuantitativa de los medias de vida necesarios para
la reproducci6n de la fucrza de trabajo (esto es, los medios de vida ncce-
sarios para el trabajador y para su familia) permanece inalterada, que el
nivel de vida de la clase trabajadora, por tanto, nose modifica. Pero esto
no es necesariamente asf.
Partamos de unajornada !aboral de ocho horas y de una tasa de plus-
valor del 100%. En este caso, la jornada !aboral sc descompone en cua-
128
El proceso de producci6n capitalista
tro horas de tiempo de trabajo necesario, en cl que se reproduce el valor
de lo fu'-'.rza de trabajo, y cuatro iloras de tiempo de plus1rabajo, en el que
se produce el plusvalor. Supongamos ademas que la expresi6n en dine-
ro del valor creado en ocho horas es, en condiciones nOt·males, de 160
euros. Entonces e! valor diario de la fuerza de trabajo es de 8o euros, y
el plusvalor producido diariarminte es asimismo de So euros.
Supongamos ahora que !a fuerza productiva del trabajo se duplica en
todos los sectorcs5. En tal caso se pueden producir todos los bicnes en la
mitad del tiempo de trabajo que se necesitaba hasta ahara, por lo que su
valor se reduce a la mitad. El valor diario de la fuerza de trabajo se pro-
duce entonces en dos horas en lugar de en cuatro, por lo que desciende
de So a 40. Quedan, pues, otras dos horas para el plustrabajo, de modo
que aumenta de cuatro a seis horas, y el plusvalor aumenta de So a 120
euros. Si bien se ha reducido el valor de la fuerza de trabajo de So a 40,
ahora sc pueden comprar con 40 euros los mismos medias de vida que
antes con 8o, por lo que el nivel de vida de los trabajadores ha permane-
cido igual.
Sigamos suponiendo ahora que los trahajadores logran (como con-
secuencia de las luchas laborales o como resultado de la escasez de fuer-
zas de t.rabajo) rccibir como salario no s6lo el valor creado en dos horas,
sino el creado en tres horas, por tanto, 6o en vez de 40. Tam bien en este
caso habria caiclo el valor de 1a fuerza de trabajo (de So euros a 60 ), el
plustrabajo habria aumentado en una hora (de cuatro horas a cinco, por
lo que el plusvalor seria ahora de 100 euros) y, sin embargo, ahora
habria aumentado tambien elnive1 de vida cle los trabajadores. Pues el
valor de \.os me(lios c\.e vida se babria red.uciclo ala mitacl a causa de 1a
dupli.cacion de la fuerza procluctiva, pero el presupuesto del trabajaclor
cs ahora no solo Ia mitad, sino trcs euartos del salario anterior. Si nues-
tro trabajador puede comprar hoy con 40 etiros los mismos medios de
vida que antes con 80, pero tienc hoy a su disposici6n 6o euros, enton-
ces puede aumentar en un 50% la cantidad cle medios de vida.
Expresado en los terminos usuales hoy en dia: los salarios nomirwles
(esto es, los salari.os expresacl.os en dinero) han caido en un25% (de So
euros a 6o), los salarios 1·eales (esto es, los sala1ios expresados en poder
adquisitivo) han aumentaclo en un so% (se pueden comprar un so%
mas de bienes).
El aumento de la fuerza prod.uctiva ha permitido que una eleu:1ci6n
del nivel de vida de Ia close trabajadora vaya acompanada de un mere-
menta del plusvalor del que se npropian Ins capitalistas. La disrninu-
ci6n del valor de fuel7.a de trabajo y d incremento del plusvalor produ-
5 Se ~upone este enonne incremento solo para simplificar los cii.l~ulos siguientes. No obs-
tante, si se comparan 6pocas que esten separaclas por algunas decadas, es perfectarnente
posible que sc ilaya duplicado Ia fuerza productiva.
12Y
Critica de fa economia politica
cido por la fuerza de trabajo individual ~~gnifica q ue.s~ ,ha incrementad~
1
!a tasa de plusvalor p/v, y con ello tam?;en !a explotacwn de la fuerza cl~
trabajo. Asi pues, una mayor explotocwn .Cesto es, una pa:~e mayo: de l.t
jornada ]aboral que se dedica al plustrabaJo) y una elevacwn del nwel de
vida de la clase trabajadora no·son en absoluto excluy,cntes. .,
Por ultimo, en nuestro ejemplo puede tener lugar aun n?a r~d~cc1?n
de la jornada !aboral. Supongamos que el tie~po ~e trabaJo d1ano chs-
minuye de 8 horas a 7,5. Si la fuerza de trabaJo rec1be tanto antes com,o
despues 6o euros (que es el valor er_eado en _tres horas)/ queda~ todaVl~
4 ,5 horas de tiempo de plustrabaJO (med1a hora mas que a;1tes del
aumento de la fuerza productiva), por lo que el plusvalor sen~ de 90
euros (10 euros mas que antes del aumcnto de la fuerza productw~) 6 .
F.ste \11timo caso cm·responde (por lo que respecta a su tendenCla, no
en sus relaciones cuantitativas exactas) al desarrollo de los paises capi-
talistas avanzaclos. El hecb.o cle que la clase trabajadora. de estos paises
tenga actualmente un mayor nivel cle Vida y jornadas laborales mas cor-
tas que hace 50 o 100 aflos, no significa en abso1uto -como se afirma
constantemente- que la exp1otaci6n haya disminuido o que haya de-
saparecido por completo. Ya se sefia16 en el 1tltimo capitulo que con
<<explotaci6n)) no sc hace referencia a unas condiciones especialmente
malas y miserables, sino a! estado de cosas en el cuallos trabajadores y
trabajadoras crean un valor mayor del que reciben en forma de salario.
El grado de explotaci6n no se mide por el nivel de vida, sino por la tasa
de plusvalor. Por consiguiente, es perfectamente posible que la elevaci6n
del nivel de vida y la reducci6n del tiempo de trabajo vayan acompafia-
das de un au men to del plusvalor y de la tasa de plusvalor.
La dinamica que se acaba de esbozar, basada en la producci6n de
plusvalor relativo (desarrollo tecnico acelerado, e1evaci6n del nivel de
vida de la clase trabajadora, y al mismo tiempo ganancias crecientes)
tiene, sin embargo, un supuesto 4ue no se ha explicitado hasta cl
momenta: la gran mayoria de los medios de vida que entran en el con-
sumo del trabajador han de ser produciclos de manera capitalista.
Mientras las familias de trabajadores produzcan ellas mismas una gran
parte de sus medios de vida o se los compren a pequefios campesinos y
a pequefios artesanos, el aumento de la fueria productiva en las empre-
sas capitalistas da lugar a un plusvalor a corto plazo, pero solo provoca
una pequefia disminuci6n del valor de Ia fuerza de trabajo. A lo 1argo del
siglo XX se alcanz6 el pun to en el que la mayoria de los bienes consumi-
dos por una familia de trabajadores se procl.ucian efectivarnente de
manera capitalista. El denominado jordismo desempefi6 aqui un papel
6 Cuando disminuye el tiempo de trabajo, tiene Iugar generalmente una intensificaci6n del
trabajo (se produce un mayor producto de valor en el mismo tiempo), lo que favoreceria un
aumento del plusvalor. Pero esto nose tiene en cuenta en el calculo de nuestro ejemplo.
130
El proceso de producci6n capital isla
decisivo: en sus fabricas de autorn6viles, Henry Ford habia logrado
desde 1914/15, basandose en la deseornposici6n taylorista del proceso de
trabajo, producir en cadena cl modelo T como producto de rnasas estan-
darizado, abaratandolo de rnanera muy considerable, de modo que este
autom6vil pudo convertirse en un bien de consumo para amplios estra-
tos sociales. Al misrno tiempo, Ford aument6 los salarios muy por enci-
ma del promedio de entonces, para reducir asi la fluctuaci6n de las fuer-
zas de trabajo. Tras la Segunda Guerra Mundial, el fordismo se extendi6
ampliamente por Estados Unidos y Europa occidental: por un lado, a
traves del taylorismo y de la producci6n en cadena, se abarataron cada
vez mas los bienes de consumo de masas, como autom6vi1es, frigorificos,
lavadoras, televisores, etc.; por otro lado, se elevaron los salarios ~eales.
Ya que, a pesar del aumento de los salarios reales, disminuy6 el valor de
la fuerza de trabajo, las ganancias pudieron crecer. La producci6n estan-
darizada a gran escala, el aumento del consumo de masas y las ganan-
cias crecientes fueron de la mano durante casi dos decadas, y constitu-
yeron una de las bases (nola {mica) del «milagro econ6mico>> de la epoca
de posguerra.
El fin del proceso de trabajo, considerado con independencia de su
determinacion econ6mica formal, consiste en la producci6n de un deter-
minado valor de uso. Desde el punta de vista del proceso de trabajo, el
trabajo que crea valor de uso (o participa en ello) es trabajo productivo.
Elfin del proceso de producci6n capitalista consiste en la producci6n de
plusvalor. Desde el pun to de vista del proceso de producci6n capitalista,
solamente cl trabajo que produce plusvalor es trabczjo productivo.
Cuando en lo que sigue se habla de trabajo produetivo, se hace referen-
cia, siempre que no se diga lo contario, al trabajo productivo en sentido
capitalista.
Si en un determinado tipo de gasto de trabajo se trata o no de traba-
jo productivo (en sentido capitalista), no depende del caracter concreto
de este trabajo, sino de las condiciones econ6micas en las que se realiza.
Si hago una pizza y me la como yo mismo o se la sirvo a mis amigos, he
creado ciertamente un valor de uso, pero no una rnercancia Oa pizza no
se vende), por lo que tampoco he creado valor o plusvalor, de modo que
mi trabajo ha sido improductivo en sentido capitalista. Si vendo la pizza
en una fiesta en la calle, he producido mercancia y valor, pero no plus-
valor, de forma que el trabajo sigue siendo improductivo. Si se me con-
trata en un restaurante gestionado de manera capitalista y hago alli una
pizza porIa que pagan los clientes, no solo he creado valor, sino tam bien
plusvalor, por lo que mi trabajo ha sido «productivo».
El que mi trabajo sea productivo no depende del can\.cter del valor de
uso producido, sino de que procluzca mercancias que al mismo tiempo
contengan plusvalor.
131
Cririca de Ia economia po!itica
Ya se indic6 en el u1pftulo III.I que no :-;6lo los productos materiales
son mercandas. sino tambien lo." serv1cios en tanto que son vendidos.
Asi pucs, en un teatro gestionado de rnanera capitalista, los actores son
«trabajadores productivos>> de !a misma rnanera que lo son los trabaja-
dores del acero que trabajan en una fabrica capitalista. Para el caracter
de mercanda de una cosa tam poco desempena ning{m papel el hecho de
que sea ~<realrnente» L!til y necesaria para la reproducci6n de la socie-
dad: un yale de lujo, una pelicula o un tanque, si encuentran comprado-
res, son mercancias. Y si se producen en condiciones capitalistas, el tra-
bajo gastado en su proclucci6n es «trabajo productivo>>.
Para realizar trabajo productivo en sentido capitalista tengo que ser
trabajador asalariado. Sin embargo, lo contrario no es cierto. No todo
trabajador asalariado es automaticamentc «trabajador productivo».
Continuemos con el ejemplo de la pizza utilizado mas arriba. Si soy coci-
nero en un restaurante gestionado de manera capita1ista, mi trabajo es
productivo. Supongamos ahora que el dueiio del restaurante quiere
tener un cocincro privado y yo paso del restaurante a la casa del dueno
del rcstaurante. Sigo siendo trabajador asalariado y, sin embargo, ya no
produzco mercancias, sino solo valores de uso: !a pizza que preparo en
la cocina de la casa del duefio del restaurante nose vende, sino que se la
comen ely sus amigos. No he produciclo valor ni plusvalor, de modo que
soy un trabajaclor asalariado improductivo.
Aqui se pone claramente de manifiesto cl sentido de !a cl1stinci6n
entre trabajo productivo e improductivo: si estoy contratado como coci-
nero en un restaurante, el duefio del rcstaurante ti.ene que emplear tanto
dinero para mi sa!ario como si trabajase para el de cocinero privado.
Pero cl dinero que emplea para d funcionamiento del restaurante solo
ha siJo adelcmtado, y regresa a su dueiio, si el restaurante marcha bien,
acrecentado con el plnsvalor. El dinero que paga por mi como coci.nero
privado ba sido gastado, el duefio del restaurante recibe por ello cietta-
mente un valor de uso, pero no dinero. Para poder gastar dinero en un
cocinero privaclo, el duefio del restaurante necesita (lel plusvalor que
produce el cocinero en e! restaurante. La rantidad de trabajo improduc-
tivo que se puede permitir cl cluefio del rcstaurantc esta limitada por !a
cantidad de plusvalor que producen los trabajadores productivos en el
restaurant e.
VJ ACU1\1C1ACJ(1:"<, E.Jfm.CITO 1!'\DUSTRJAL DE RESERVA, DE!'AUPERACION
Si a! final del proceso de producci6n capitalista se ha vcndido con
ex ito el producto, el capitalista no s6lo recupera el capital adelantado al
principio, sino ademas un plusvalor adiciona1. Este plusvalor es cl fin de
1:12
Hl proceso de produce ion capitalista
Ia producci6n c:apitalista. Pero cste pluvalor nose va a destinar al consu-
mo dPl capitalist a -en esc caso elfin de la producci6n seria solo Ia ma.sa
de valores de uso que se pueden comprar con el plusvalor-, sino a la
valorizaci6n ulterior del capital: el movimiento del capital tiene en si
misnw su propio fin (cf. capitulo IV.II). Al final del proeeso de valoriza-
ci6n D - M ·- D' se vuelvc a adelantar dinero como capital, y no s6lo la
suma de valor inicial D, sino una suma de valor incrementada con el
plusvalor (descontando los gastos de consumo del capitalista) que, en
condiciones que por lo demas permanezcan iguales, suministrara un
plusvalor incrementado. La transformaci6n del plusvalor en capital se
denomina acumulaci6n.
La eompetcncia obliga al capitalista individual a acumular. tste
tiene que tomar parte en la carrera por el aurnento de L• fuerza produc-
tiva para poder parlicipar en la competencia de precios. El aumento de
1a fuerza productiva a traves de la iustalaci6n de nuevas maquinas suele
scr caro. A menudo no basta solo con invertir la misma suma de dinero
en otras maquinas, sino que es necesaria una suma de valor mayor, de
manera que el capitalista individual seve forzado ala acumulaci6n.
La magnitud de !a acumulaci6n puede resultar muy distinta para
cada uno de los capitalistas. Para llevar a cabo grandes inversiones,
como cuando hay que renovar toda la planta productiva, puede no ser
suficiente cl plusvalor produciclo con anterioridad. En este caso, el volu-
men de la acumu1aci6n puede ser aumentado por medio de un cn§dito.
Por otro lado, pueden darse casos en los que no se necesite toclo el plus-
valor para la acumulaci6n, y entonces e1 plusvalor restante puede ser
invertido en el mercado financiero o en buncos como capital que deven-
ga intercs.
En ambos casos, el tipo de interes se convierte en una magnitud
decisiva. La invcstigaci6n del capital que clevenga interes, del credito,
etc., presupone, sin embargo, algunos pasos intermedios, yes abordada
por Marx en el libra tercero de El Capital (cf. capitulo VIII). Por lo
tanto, su exposici6n del proceso de acumulaci6n en e1libro primero (al
que est£\ refcrida esta secci6n) no esta todavia completa, lo que remite
de nuevo ala necesidad de no limitarse allibro primero en la lectura de
El Capital.
Al comienzo de este capitulo se estableci6la distinci6n entre el capi-
tal constance c (aquella parte del capital que se adelanta para m6.quinas,
materias primas, etc.) y cl capital variable v (adelanto.s para salarios).
La relaci6n entre capital constante y variable c/v es dcsignada por Marx
como cornposici6n de valor del capital. La relaci6n entre 1a masa Je
mcdios de producci6n y ]a masa de trabajo la denomina composicion
tecnica del capitaL Eula medida en que la composici6n de valor del capi-
133
Critica de Ia economia politica
tal esta dcterminada por !a composici6n tecnica, la designa Marx como
composici6n organico del capital (cf. MEW 23, p. 640 I 760). La ~om
posicion organica solo toma en eonsideraci6n, pues, aquellas mo?;fica··
ciones de la composici6n de valor que resultan de la transformacwn de
las condiciones tccnicas (por ejemplo, porque se instala una nueva
maquina mas cara), pero no ~quellas modi~~acioncs que re~ultan ~lela
variaci6n del valor de los medws de produccwn empleados. 81, por eJem-
plo, se encarcce el carbon, en una fabrica de acero aumenta el ~~pital
constante c y con ello crece tambien cjv, sin que se haya mod1ficado
nada en las condiciones de producci6n. En este caso, habria aumentado
la com posicion de valor, pero nola com posicion organica. Cuando ~con
tinuaci6n se hable de la composici6n del capital, se hace referenc1a ala
composieion de valor y no ala com posicion organica7.
Si se acumul.a ca\)i.ta\ en conO.i.ciones que 1_)ermanecen 'mvariab\es
-en 1_)artic:u\at eon una com-posicion O.e valor constante, un valor cons-
tante de la fuerza de trabajo y una duraci6n constante de lajornada !abo-
ral-, entonces la demanda de fuerza de trabajo crece tan fuertcmente
como el capital. Por ejemplo, si se transforma tanto plusvalor' en capital
que la suma de valor adelantada como capital aumcnta en un 20%, se
necesita tambien un 2.0% mas de fuerza de trabajo. En un primer
momenta, la mayor demanda de fuerza de trabajo mejora las condicio-
nes en las que se vende 1a fuerza de trabajo, de tal forma que el precio
actual de la fuerza de trabajo puede aumentar por encima de su valor.
Pero con ello disminuye el plusvalor, lo que ralentiza la acumulaci6n
ulterior, frena el aumento de la demanda de fuerza de trabajo y, en con-
secuencia, frena tambien posteriores subidas salariales.
La elevaci6n del salario tambien tiene efectos sabre 1a introducci6n
de maquinaria para ahorrar trabajo. Como ya se explic6 en el capitulo
V.III, un capitalista solo instala una maquina si el encarecimiento de los
costes de producci6n (a causa de la cesi6n de valor de la maquina al pro-
ducto) es menor que el ahorro en capital variable. Pero la cantidad de
capital variable que ahorra un capitalista al redncir el tiempo de trabajo
en una cantidad determinada depende del importe de los salarios. De ahi
que con salarios elevados se introduzcan maquinas que, en el caso de
salarios bajos, no 1e habrian reportado al capita]ista ninguna ventaja en
los castes. Por lo tanto, salarios crecientes llevan a una instalaci6n acele-
rada de maquinas para ahorrar trabajo. E1 proceso de acumulaci6n tipi-
co no tiene lugar en condiciones invariables, sino con una composici6n
7 Con Ja composici6n tecnica uno encuentra problemas sobre todo cuando se habla de la
composici6n media del capital global de una sociedad, pues las transformaciones tecni-
cas en un sector modifican el valor de sus productos y Bevan con ello a modificaciones de
!a composici6n de valor en todos los sectores que emplean este producto. Es decir, las
modificaciones de la com posicion organica ya no se pueden delimitar con precision res-
pecto de las modificaciones de la com posicion de valor (cf. H.einrich 1999, p. 315 y ss.).
134
El proceso de producci6n capitalista
de valor del capital crecienle: por eso tambien en un proceso de acumu-
laci6n continua puede reducirse la demanda de fuerza de trabajo y con
ello disminuir el salario. Vemos aqui lo que ya sc mcnciono en el capitu-
lo lV.IV: que el mismo proceso de acumulaci6n capitalista se encarga de
que el salario permanezca limitado en promedio al valor de la fuerza de
trabajo, y que este valor, aunque varia hist6ric:').mente, nunca puede ser
tan alto que perjudique seriamente la valorizacion del capitaL
La cantidad de trabajadores y trabajadoras que estan dispuestos (o
mejor dicho, forzados) a vender su fuerza de trabajo, pero que no
encuenh·an comprador, es designada por Marx como ejercito industrial
de reserva. La magnitud de este ejercito industrial de resen'a depende
de dos efectos contrapuestos. Por un lado, tiene lugar la acumulaci6n de
capital y con ella una ampliaci6n de la producci6n, lo que -con una com-
posicion de valor constante- requiere mas fuerza de trabajo (efecto posi-
tivo de la acumulacion sobre el empleo). Por otro !ado, el aumento de la
fuerza productiva del trabajo, que se expresa en una composicion de
valor creciente, comporta que, para una cantidad de producci6n cons-
tante, se necesite menos f·uerza de trabajo (efecto negativo sabre el
empleo del aumento de la fuerza productiva). Dependiendo de emil de
estos dos efectos prevalezca, se producira un aumento o una c~isminu
ci6n de la demancla de fuerza de trabajo.
Suponiendo que se duplique la fuerza productiva del trabajo, solo se
necesitan la mitad de fuerzas de trabajo para la producci6n de una deter-
minada cantidad de productos. Si ahora se transforma en capital tanto
plusvalor que la producci6n puecla asimismo duplicarse, permanece
igual el numero de fuerzas de trabajo empleadas. Si se acumula menos
capital, seguira. subiendo la cantidad producida, pero la mayor cantidad
se produce con un menor nim1ero de fuerzas de trabajo.
Marx partia de que el capital produce tcndencialmente un «ejercito
industrial de reserva» cada vez mayor. Con un numero de fuerzas de tra-
bajo que permanece aproximadamentc igual, esto solo es posible si el
efecto negalivo del aumento de la fuerza productiva prevalece sobre el
efecto positivo de Ia acumulaci6n.
Si se considera un deterrninado capital individual, no se puede pre-
decir en general que efecto cs mas fuerte. Sin embargo, Marx argumen-
ta que para los capitales individuales hay dos posibilidades de creci-
miento: una a causa de la transformaci6n de plusvalor en capital, a la
que Marx denomina concenlraci6n del capital; otra a causa de la union
de diversos capitales (sea como proceso de fusion «pacifica» o como
toma de posesion «hostil» ), lo que Marx denomina centraliz2ci6n del
capita/B. Con la centralizaci6n aumenta considerablemente el capital
B I.a terminologla de Marx se aparta aqui del uso actual. Con el termino «concentraci6n»
se designa actualmente el proceso que Marx denomina como «centralizaci6n»: Ia dismi-
nucitm del nl1mero de capitales individuales.
135
Critica de Ia economia politico
individual, lo que se expresa tambicn por Jo general en una transforma-
c:i6n tccnica acelerada (cl capital acrecentado dispone de mi'ts posihilida-
des de inversi()l!, puc:cle adquirir rnftquiuas p;na las qm~ no lmbier<ln
alcanzado los medios de un capital mas pequeno, etc.), pero sin que el
capital global haya aumentado. En este scntido, se siguen produciendo
aumentos de Ia fuerza productiva a causa deJa centralizaci6n, con efec-
tos negativos importantes sobre cl empleo, sin que se contrapongan
efect.os positivos a causa <lela acumn1aci6n. Esta reJ1exi6n es ciertamen-
te plausible; pero el hecho de que en cl conjunto de !a economia tenga
Iugar un efecto positivo o un efccto ncgativo sobrc cl cmpleo, depende de
la frecuencia de tales procesos de ccntralizaci6n y de Ia relaci6n en la que
se encuentren los efectos negativos que resultan de cllos con los efectos
positivos de los dem{ts capitales.
F.l aumento tendencial del ejercito industrial de rescrva supuesto
por Marx nose puede fundamentar de manera rigurosa. Sin embargo, lo
que por lo menos si esta claro es que el ejercito industrial de reserva no
puede dcsaparecer ala larga en el capitalismo. Un capitalismo con pleno
empleo es siempre una excepci6n: el pleno empleo posibilita a los traba-
jadores y trabajadoras imponer salarios mas altos, lo que lleva a ]a ralen-
tizaci6n del proceso de acumulaci6n y/o a Ia introducci6n de maquina-
ria para aborrar trabajo, de modo que se constitnyc nueva mente un cjer-
cilo industrial de rescrva.
La existencia de este ejercito industrial de rescrva ticne una cloble
ventaja para los capitalistas. Por una parte, las fuerzas de trabajo clesem-
pleadas presionan sobre el salario de los cmpleados. Por otra parte,
representan efectivamcnte una «reserva» para ampliacioncs subitas de
Ia acumulaci6n: un aumcnto repentino de la producci6n (por ejemplo, a
causa de nuevas posibilidades de venta en cl extranjero) no es posible
con pleno empleo. De ahi que scan desaccrtados los llamamientos a los
empresarios para que contribuyan a clisminuir el clesempleo. Pero tam-
bien es crr6nca una critica al capitalismo que le haga el rep roche de que
produce desempleo9: el unico fin del capital cs ]a valorizaci6n, en modo
alguno !a consecuei6n del pleuo empleo o de una vida buena para la
mayoria de la poblaci6n.
En conexi6n con la invcstigaci6n del cjercito industrial de rescrva, en
d capitulo 23 del libro prirnero de El Capital se encucntran cliversas
observaciones que se han interpretaclo como um1 «tcoria de la depaupe-
raci6n>'. Esta tcoria de la clepauperaci6n se entenrli6 tambi€~n, sobrc
todo enla decada de 192.0, como una teoria Tevolucionari;;: en e1 capita-
Tal reproclle lo formula tambieu Robert Kurz, que a Ia vista ud paro masivo )' del pan-
'l
pcrisrno llega a Ia conclusion de «que el sistema global capilalista ( ... ) ha fracasado com-
p:etamentc» (Kurz .t999, p. 69y). Pe.ro solo se pclede frac;tsar en Ia consecuci6n de las
metas que uno efcctivarnente se propone.
136
El proccso de producci(m capitolisla
lismo, las masas sufncn una miscria crecicnte, por lo que comprcnderim
indudihJcmente que no les qncJa otra opci6n que la abolici6n revolucio-
naria del capitalismo. Sin embargo, el fascismo alemfln dcmostr6 que las
partes mas «depauperadas» de ]a poblaci6n no se clirigcn automatica-
mente hacia la izquierda; puedcn dirigirse ignalmente hacia movimien-
tos de dercchas, nacionalistas y fascistas.
En e1 per!odo del «milagro econ6mico» de los afios 6o y principios
de los 70, los defensores del capitalismo solian indicar que Ja «teoria de
Ia dcpauperaci6n» de Marx quedaba refutada de manera patente por el
pleno empleo y por el nivel de vida continuamente creciente de los tra-·
bajadores y trabajadoras, de lo cual sc extrajo tambicn un argumento de
principia contra la critica marxiana de la economia: el pron6stico err6-
neo sobrc el desarrollo del capita1ismo pone de manifiesto que el anali-
sis de Marx esta completamente equivocado.
Los marxistas no aceptaron este juicio y establecieron una distinci6n
(que nose encuentra en Marx) entre «depauperaci6n absoluta» (el nivel
de vida de la clase trabajadora desciencle en thminos absol utos) y
«clepauperaci6n relativa»: elnivel de vida puede ascender, pero la parti-
cipaci6n de la c1ase trabajadora en la riqueza de ]a sociedad disminuyc
en terminos relativos con respecto a la de los capitalistas.
Si nos atcnemos a los textos, vemos que Marx habia defendido una
teoria de la depauperaci6n absoluta en el Jvfanifiesto comunista, escrito
en c1 ailo 1848 (cf. MEW 4, p. 473). Pcro en el libro prirnero de El
Capital, publicado diecinueve ailos clespues, ya no se habla mas de ello.
Marx sostiene aqui que precisarnenrc Ia producci6n de plusvalor relati-
vo (que, si se quicre, puede interpreiarse como «depaupcraci{m relati-
va») permite que aumcnte el nivel de vida de la clase trabajadora y que
al mismo tiempo se incrernente el plusvalor (cf. capitulo V.V).
No obstante, en el pasaje del capitulo :2.3 que tanto se ha discutido a
este rcspecto, Marx nose refiere a una detcrminada distribuei6n de los
ingresos. Haciendo alusi6n a su analisis precedcnte sobre la producei6n
de plusvalor relativo, Marx escribe aqui que:
<<den!TO del sistema capitalista, todos los metodos para aumentar Ia fuerza
productiva social del trabajo se aplican a costa del trabajador individual;
todos los medios para desarrollar la producci6n se convierten en med10s de
dominaci6n y explotacion del produetor, rnulilan al trab<\i~dor convirtien-
dolo en un hombre parcial, lo degraclan a apenclice de la maquma.,Inedl•ln-
te 1a tortura de su trabajo destruyen el contenido de este, le ena]enan 1as
potcncias espirilualcs del proceso de trabajo en la misma mechda_en que la
cienc:ia como potencia aut6noma se inco11Jora a este proceso; desflgurar;t las
condiciones en las que trab::J;ja, Io someten durante l~l proceso t~e trab~10 al
dcspotismo.mas m~zquino y odioso, convit;rten s~t tien:po ~e v1da en,ttem:
po rle trabaJO, arropn a su muJcr y a sus hiJO!' ba.Jo la ruccla de .JuRgunal~c
del capital [se refiere a un cullo hindt'1,. en el que los crcycntes, en l~s ~eStl
vidades rcligiosas importautcs, se atTOJaban haJO los carros que HevcJban Ia
Critica de Ia economia politica
imagen del dios, M. H.]. Pero todos los metod.os ~~~~ra la producci6n~e plus-
valor son al mismo tiempo rnetodos dc acumulac10n, y to~ a expar;swn d(~ la
pe
acumulaci6n es, a su vez, un media para el desarrollo de chcl~os rnetr:dos_
aqui se desprende que, en la medida en qu~_se acumula ~ap1~al, la S!~uaci~n
del trabajador, sea cual sea su remnneracwn, alta o baJa, tJene necesana-
mente que empeorar» (MEW 23, PP- 67t]-675 I 804-805)-
La ultima frase de la cita pone de manifiesto que para Marx no se
trata de la cvo1uci6n de los salarios o del nivel de vida. El «empeora-
miento>> de la situaci6n de los trabajadores se refiere ala totalidad de sus
condiciones laboralcs y vitales, lo que tambicn hace patente la siguiente
afirmaci6n:
«La acnmulaci6n de riqneza en un polo es al mismo tiernpo acumnlaci6n de
miseria, padecimiento, esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degrada-
ci6n moral en el polo opuesto>> (MEW 23, P- 675 / 805).
La critica de Marx al dpitalismo no se reduce a la pregunta por la
clistribuci6n de los ingresos o del patrimonio. Esta distribuci6n se puede
moclificar hasta un ci.erto punto dentro c.lel capitalismo, y el capital esta
absolutamente interesado en que los trabajadores y trabajadoras no se
hundan en lamas completa pobreza, pues con ello se resentir1a tam bien
la calidad de la fuerza de trabajo. Tampoco los desempleados, los miem-
bros del «ejercito industrial de reserva>>, pueden simplemente vegctar,
pues entonces su fuerza de trabajo, de la que requiere el capital en cada
nuevo empuje de la acumulaci6n, ya no seria utilizable (cf_ capitulo XI).
Lo que critica Marx no es una determinada distribuci6n de los bie-
nes o de los ingrcsos, sino las «miserables>> condiciones laborales y vita-
les en sentido amplio, que caracteriza con terminos como «padecimien-
to», «ignorancia>>, «embrutecimiento>>, etc. Lo que Marx intenta demos-
trar con su amilisis del proceso de producci6n y de acumulaci6n capita-
lista es que estas condiciones vitales no son en modo alguno «enferme-
dades infantiles» del capitalismo, sino que, con todo cambio de su forma
concreta, la «miseria>> se siguc manteniendo. Ya que este proceso no
conocc otro fin que Ia valorizaci6n y el eonstahte pcrfeccionamiento de
la valorizaci6n, ya que el hombre y Ia naturaleza son simplementc
medios para la valorizaci6n, este proceso tiene un potencial destrnctivo
inmanente frente al hombre y la naturaleza, y sigue reproduciendo siem-
pre en formas nuevas las condiciones de vida miscrables, incluso con un
nivel de vida creciente.
Marx no hace ning{m reproche moral a los capitalistas individualcs a
partir de estc resultado de su analisis, sino que saca la conclusion ele-
mental de que si se esta efectivamente interesado en cambiar estas con-
diciones de vida miserables, no queda otra opei6n que la abolici6n del
capitolisrno. La crftica de Marx no consistc en una recriminaci6n moral,
sino en la demostraci6n de como funciona de hecho el capitalismo.
l38
CAPiTULO VI
LA CIRCULACI()N DEL CAPITAl.
En el proceso de valorizaci6n, el capital adopta alternativamente
las formas de mercancia y de dinero. Como se desprende de la «formu-
la general del capital» D- M-D', el proceso de valorizaci6n compren-
de actos de producci6n y de circulaci6n. En el capitulo anterior se trat6
solamente del proceso de producci6n del capital, expuesto por Marx en
ellibro primero de El Capital. La investigaci6n del proceso de circula-
ci6n del capital la !leva a cabo en el libro segundo. En este capitulo
vamos a examinar solamente algunos conceptos de esta investigaci6n
que son necesarios para la com presion del contenido dellibro tercero.
l ELCICLO DEL CAPITAL.
COSTES DE CIRCULACI6N, CAPITAL INDUSTRIAL Y CAPITAL COMERCIAL
La formula D - M - D' describe el ciclo del capitaL Este se des com-
pone en tres estadios:
Primer estadio: el capitalista aparece f~n el mercado de mercancias
como comprador, transformando su capital dinerario D en mercancia
M. El dinero es la forma aut6noma del valor, y el capital dinerario es la
forma dineraria del capitaL Lo que hace de este acto de compra una
etapa del cido del capital es la conexi6n enla que se encuentra: se vende
para producir una nueva mercancia, que se va a vender a continuaci6n
con ganancia. Esto es posible a causa del contenido material especifico
de las mercancias compradas: el capitalista compra medias de produc-
ci6n (MP) y fucrza de trabajo (I,~r), es decir, transforma el caj::ital dine-
rario Den copital productivo P.
Segundo estadio: el proceso de circulaci6n se interrumpe, cl capital
productivo P se consume en un proceso de proclucci6n. El capital pro-
ductivo consta de medias de producci6n y fuerza de trabajo, lo que no
significa que estos sean siempre capital productivo. Los medics de pro-
ducci6n y la fucrza de trabajo son siempre factores del proceso de pro-
139
Critica de fa economia politica
ducci6n, independientemente de cuai sea ]a forma social de clicbo proce-
so; pero s6Jo son capital productivo dentro de un proeeso de producci(m
wpitalislo. El resultado del proceso de producci6n capitalista cs una
nueva canticlad de mercancias; como forma de existencia del capital
valoriz.ado, esta cantidad de mercandas es copital mercuntillVI'. Este no
solo consta de mercancias cualitativamente distintas de la cautidacl ini-
cial de mercancias M (medios de proclucci6n y fuerza de trabajo), sino
que en la venta tiene tambien un valor mayor que M.
Tercer esladio: el proceso de circulaci6n prosigue, e1 capitalista se
presenta en el mercado de mercancias como vendedor. Vende la nueva
cantidad cle mcrcancias M' por D', esto es, transforma cl capital mercan-
Lil en capital dinerario, que ahora es un capital dinerario valorizaclo
(acrecentado con el plusvalor).
Por lo tanto, se obtiene la siguiente figura de la circulaci6n:
MP
D rvr < ........ P ......... M' D'
En este ciclo, el capital adopta sucesivamente las formas de capital
dinerario, capital productivo y capital mercantil. En estas formas no se
trata de clases independient:es de capital, sino de etapas particulares del
ciclo del capitaL
El tiempo que pasa el capital en el proceso de producci6n es su tiem-
po de producci6n; el ticmpo que pasa en el proceso de circulaci6n, sea
en !a forma de capital dinerario que busca vendedores de mercandas,
sea en la forma de capital mercantil que busca compradores, es su iiem-
po de circulaci6n. El tiempo de producci6n es mayor que el tiempo de
trabajo propiamente dicho: silas maquinas estan paradas de noche, 0 si
se mantienen las existencias, el capital tarnbi{m se encuenlra en el pro-
ccso de proclucci6n fuera del tiempo de trabajo. Sin embargo, s6io se
produce valor y plusvalor dentro del ticmpo de trabajo, de modo que los
capitalistas se esfuerzan por reducir a] minimo posible el tiempo de pro-
ducci6n y de circulaci6n que exceda del tiempo de trabajo propiarnente
ciicho.
En Ia cireulaci6n surgen los castes de circulaci6n. Aqui hay que dis-
tinguir entre los castes de lo::; actos productivos, que incrementan el valor
de uso y el valor de los productos, por tanto, los costes de una continua-
cion del proceso de producci6n durante la circulaci6n, y los puros cosies
de circulaci6n, que no agregan nada al valor de uso y, por consiguieute,
tarnpoco al valor de los productos, ya que resultan \micamente del cam-
hio de forma del dinero en mercanda o de 1a mercanda en dinero.
140
La circulacion del capital
La primer<~ clase cle costes esta constituida basicamentc por los co.s-
t-e.s ck transporte_ Una cosa ticnc valor de uso para rni si la tengo a mi
disposic.i6n en cl Ingar en e1 que la quiero consumir. Por ejemplo, el
transport-e de una bicideta desde Ia fabrica hasta el consumidor es tan
necesario para cl valor de uso de esta bicicleta como el montaje de los
neumaticos, por lo que conlribuye a! valor de uso de Ja bicicleta tanto
como este montaje.
Por el contrario, el simple cambio de forma de mercanda y dinero no
tiene nada que ver con el valor de uso de la mercancia y, por tanto, tam-
poco tiene nada que ver con su valor. Los meros a gentes de la circulaci6n
(por ejemplo, un cajero) pueden ser ciertamente trabajadores asalaria-
dos, que producen plustrabajo como todos los demas trabajadores asa-
lariados, ya que si trabajan, por ejemplo, ocho horas, su salario expresa
una suma de valor que en circunstancias nonnales se produce, ponga-
mos por caso, en cuatro horas. Sin embargo, estos agentes de !a circula-
ci6n mismos no producen ninglin valor y, en consecuencia, tampoco
producen ningun plusvalor. En el caso de su trabajo, se trata de un tra-
bajo que es necesario en condiciones capitalistas, pero que es «impro-
ductivo», no crea plusvalor. El salario para este trabajo (y el valor de los
medios de proclucci6n consumidos por el) es una deduccion del plusva-
lor que han producido los trabajadores productivos. El que los trabaja-
dores improductivos rindan plustrabajo y sean explotados no contribu-
ye al aumento del plus valor, pero si se reducen estos gastos disminuye la
deducci6n del plusvalor.
Lo que se acaba de decir de los agentes de la circulaci6n vale en gene-
ral para los eostes de circulaci6n propiamente dichos: constituyen una
deducci6rl'del plusvalor; si se reducen, aumenta el plusvalor que queda.
Con ello surge la apariencia de que la va!oriz!=lr.i6n del capital no resulta
solamente de la explotaci6n de la fuerza de trabajo en el proceso produc-
tivo, sino independientemente de cllo, tambien del proceso de circula-
ci6n del capital. Elfetichisrno del capital, del que ya se habl6 en el an{l-
lisis del proccso de producci6n (cf. capitulo V.III), sigue reforzandose en
el proccso de circulaci6n.
El capital que recorrc las tres formas de capital dinerario, capital
productivo -y Ca\)ital met<:',anbl es c\es'tg,naC\o por M.arx. como capitul
industrial. C.on esto no se C\estaca u_._,_a -pal"tiC\_ll:ariC\ae\ material (c:omo,
por e}emplo, el uso de grandes instalacioncs industriales), sino una
caracteristica por el lado del VCllor:
«El capital in~ustrial es_cl unico mo<;Io d.c existencia del capital en e~ qu~.no
s61o es funcion del captta_l la aprop1ac1on d.e plusva1or o de p1uspl o<lucto,
stno al mismo ti.cmvo su creacion» (MEW 24, p. 61 I 62).
141
Critica de la economia politica
Tam bien cl capital que csta invertido en emp:resas de se:rvicios forma
parte del capital industrial en este sentido: Ja (mica diferencia consiste
en que el producto acabado (sea una funci6n de teatro o un transport~)
no es una cosa material que pueda presentarse como capital mercant1l
inclependiente; solo puede consumirse simultaneamente con su proceso
de producci.6n, de manera que \a figura de la ci.reu\aci.6n ti.ene la si.gui.en-
te forma:
MP
D M < ........ P D'
FT
Pero el valor de tal se:rvicio esta determinado, como el valor de cual-
quier otra mercancia producida de forma capitalista, por la suma del
valor de los medias de producci6n consumidos para su producci6n (c) y
el nuevo valor crcado por medio del gasto de fuerza de trabajo (v + p).
En cambia, el capital comercial y el capital que devenga interes no
pertenecen al capital industrial. Es cicrto que ambos se apropian una
parte del plusvalor, pero no pertenece a su funci6n de capital producir
este plusvalor.
El capital comercial tiene que ver solo con la compra y la venta de
mercancias, los trabajadores y trabajadoras empleados por el rea1izan un
trabajo improductivo que no suministra ningun plusvalorl: el capitalista
industrial se ahorra los gastos que supone este trabajo improducti.vo (por
tanto, tambien los propios castes de circulaci6n) y acorta ademas el tiem-
po de circulaci6n de su capital, en la medida en que no vende a los con-
sumidores, sino al comerciante. Por eso le vende al comerciante las mer-
candas producidas con su capital par debajo de su valor, el cuallas vende
posteriormente a su valor. De este modo, el capitalista industrial reparte
con el capitalista comercial el plusvalor producido con su capital.
II L\ ROTACTON DEL CAPITAL. CAPITAL FIJO Y CIRCWANTE
Si se considera el ciclo del capital no como 1111 fen6meno aislado, sino
como un proceso peri6dico, se habla entonces de rotar:i6n del capital. El
liempo de rotaci6n es la suma del tiempo de producci6n y del tiempo de
circulaci6n; es el tiempo durante el cual un capitalista tiene que adelan-
tar capital hasta que lo rccupera valorizado.
1
Entre las funciones del capital comercial nose cuenta el transporte; este representa una
esfera del capital industrial. Aqui se trata de distinciones conceptuales, en Ia realidad
puede ocurrir pel"fectamente que un detenninado capital eombine la funci6n de transpor-
te y de venta, es decir, que una parte del capital adelantado sea eapital industrial y, por
tanto, generador de valor y de plusvalor, y otra parte sea capital comercial, que no genera
valor ni plusvalor.
142
La circulaci6n del capital
Una parte de los medias de producci6n como, por ejemplo, edificios
y maquinas, solo se desgastan despues de varios periodos de producci6n.
Conforme a Sll desgaste mcdio, transfieren solo una paite de su valor al
valor del producto: por ejemplo, si una maquina puede ser utili:oada
durante veinte periodos de producci6n, transfiere a! producto de cada
uno de estos veinte periodos una vigesima parte de su valor. Mientras
que el valor de esta maquina ingresa parcialmente en Ia circulaci6n, Ia
maquina en su forma natural quecla fijada a Ia esfera de Ia producci6n.
Los componentes del capital constante que tienen esta propieC.ad son
designados como capitalfijo. A else contrapone el capitallfquido o cir-
culante: son los componentes del capital que se consumen materialmen-
te durante un proceso de producci6n, por lo que su forma natural des-
aparece. El capital circulante esta constituido por las partes no-fi.jas del
capital constante, esto es, por las materias primas y las materias auxilia-
res, Ia energia, etc., asi como por el capital variable.
La diferencia entre capital fijo y circulante no es una diferencia
material (como, por ejemplo, una diferencia entre cosas m6viles e inm6-
viles), sino una diferencia en la circu/aci6n del valor. Esta diferencia es
de enorme importancia practica para los capitalistas.
El valor del capital circulante se reintegra, en condiciones ncrmales,
tras una rotaci6n, y entonces tiene que ser inmediatamente adelantado
para el siguiente per\odo de producci6n. El valor del capital fijo solo se
transfi.ere al producto en el curso de varios periodos de producci6n, por
lo que s61o re:fluye parcialmente tras una rotaci6n. Estos reflujos no son
necesarios de inmediato, sino solo cuando loselementos materiales del
capital fijo tienen que ser efectivamente sustituidos, por ejemplo, cuan-
do se adquiere una nueva maquina. Entonces tiene que ser adelantado
de una vez el importe total del capital fijo. Hasta ese momenta, los reflu-
jos del capital fijo constituyen unfondo de amortizaci6n.
Tanto la distinci6n entre capital fijo y capital circulante, como la dis-
tinci6n entre capital constante y capital variable son distinciones del
capital productivo, del valor del capital que se transforma en medias de
producci6n y en fuerza de trabajo. La diferencia entre capital constante
y variable se refiere a laformaci6n del valor: el capital constan;e c sim-
plemente transfiere su valor al producto; por el contrario, el capital
variable crea un nuevo valor en la cuantia de v + p. La distinci6n entre
capital fijo y circulante se refiere, en cambia, a la circulaci6n del valor,
al momenta en cl que el correspondiente valor del capital regresa de
nuevo al capitalista.
La distinci6n entre capital constante y variable presupone toda una
serie de conocimientos te6ricos sobre el proceso de formaci6n del valor
(sobre la conexi6n entre valor y trabajo, sobre la diferenc.ia ent~e traba~
joy fuerza de trabajo, Ia comprensi6n de que el «salario» como pago del
143
Critica de Ia econom[a po/ftica
trabajo cs una «expreswn imaginaria», etc.)_ Estos conocimientos no
son de espec·ar ,•n la concieucia esponta.nea, nsi como tampoco en Ja del
capiialista (cL sobrc la concicllcia espontfmea el capitulo X). En cambia,
la distinci6n entre capital fijo y circnlante, a causa de su importancia
prezctica, es inmediatamcnte comprensible para el capitalista, y consti-
tuye la base de sus c:ilculos. En tanto que csta clistinci6n agrupa como
capital circulante al capital variable y a una pa1ie del capital conslante,
oculta mas aun Ia diferencia entre capital constante y capital variable.
III L\. REPRODUCCTON DEL CAPITAL SOCIAL GLOBAL
Los ciclos de los capitales individuales estan entrelazados los u_nos
con los otros y se presuponen mutuarnente: cl ciclo clc un capital presu-
pone que encuentra en el mercaclo los productos de olros capitales
(medias de producci6n, as:! como medias de vida que puedan consumir
las fuerzas de trabajo ernpleadas por el). Si el capital individual ha pro-
ducido el mismo mercancias, neccsita que estas mercancias ingresen en
el ciclo de otros capitalistas como medias de producci6n o medios de
vida. Por lo tanto, la reproducci6n de un capital individual no puede con-
siderarse ais1adamente, solo es posible como parte de !a reproclucci6n
del capital social global, el cual esta constituido por la totalidad de los
capitales incli"Yiduales.
Para que se puecla reproclucir el capital social global, el proclucto
total ticne que presentar una determinacla proporcionaliclad material:
por una parte, tienen que producirse tantos medios de producci6n como
necesitcn en total los capitales indivicluales; por otra p;:ute, tienen que
producirse tantos medios de vida como consuman las fam ilias de traba-
jadores y los capitalistas. Pero dado que los medios de producci6n y los
medios de vida no se distribuyen, sino que se intercambian, las partes
del producto social global materialmente determinadas tienen que pre-
sentar tambien una detcrminada proporcionalidacl en lCI nwgnit11d del.
valor, de manera que los medias de producci6n y los medias de vida
tambicn puedan ser pagaclos.
Se puede ver con claridad esta proporcionalidaci en \!11 ejemplo
extrernadamente simplificado. Suponemos una economia en 1a que solo
hay trabajadores y capitalistas, yen la que toda Ia producci6n est{\ orga-
nizada de forma capita!ista. Prescindimos del capital fijo, es clecir, supo-
ncmos que dentro del pcrioclo cousiderado, digamos un alio, se consu-
me todo el capital constantc y su valor se transfiere al producto.
En csta economia hay cientos de ramos distintos (industria del
acero, industri8 quimica, procluctores de alimentos, industria textil, etc.)
y la mayoria de estos ramos se pueden dividir a su vcz en una multitud
1<44
La circulacion del capital
de ramos parciales. Para nuestros fines, Jistinguimos solamente dos
grandes sedores de produccion: el sect()r I, que produce mcdios de pro-
Jucci6n, y cl .sector Il, que produce medios de consumo (en el mas
amplio sentido). La diferenci.a entre ambos sectores se encuentra en el
uso de sus productos: los productos del sector I entran en procesos de
producci6n ulteriores, los productos del sector II entran en el consnmo
de 1os trabajadorcs y de los capitalistas. Una serie de productos, por
ejemplo, los autom6viles, son apropiados para ambos tipos de uso. En
nuestro planteamiento simplific.ado, suponemos que los autom6viles
que se utilizan como medios de producci6n son producidos en el sector
I y los :mtom6viles que entran en el consurno privado son producidos en
el sector II.
Para que sc pueda reproducir el capital global, los productos de
ambos sectores no pueden estar en una relaci6n de cantidad y de valor
cualquiera. Vamos a investigar su necesaria proporcionalidad, en primer
lugar, bajo el supuesto de reproducci6n simple, cs deci.r, prcscindi.mos
de la acumulaci6n; por tanto, suponemos que todo el plusvalor ingresa
en el c.onsumo de los capitalistas.
Sean c 1 y v1 el capital constante y el capital variable del sector I y PI e1
plusvalor proclucido en este sector (analogamente cw vu y Pn para el sec-
tor II); entonces el valor total del producto sera:
en el sector I cT + VI + Pr
en e1 sector II Cn + Vu + Prr
El producto del sector I esta constituido materialmente por los
medios de producci6n. Si tiene que ser posible la reproducci6n simple,
este producto tiene que reembolsar los meclios de producci6n consumi-
dos en ambos sectores. Por consiguiente, tiene que cumplirse la siguien-
te relaci6n de valor:
( l) ci + vi + PI == ci + Cu
El producto del sector n esta conslituido por los medios de consnmo.
Ticne que cubrir el consumo de los trabajadores y de los capitalistas de
ambos sectores. Por eso se tiene que cumplir:
(2) Cn + Vu + Pn '=' V1 + Vn + 1h + Pn
De mnbas ecuacioncs se s1guc en cada caso (chminando miembros
ich~nticos
a ambos !ados de la ccuaci6n):
Es decir, el valor del capital constante consumido en el sector II tiene
que ser igual al valor del capital variable y dd plusvalor c\.el sector 1.
145
Crftica de Ia economia politica
Pero los capitales individuales planean su produccion independicn-
temente los unos de los otros, por lo que las condiciones que se acaban
de formular solo pueden cumplirse de mancra casual. Lo normal es que
se presente un cierta desproporcion entre cada uno de los sectores.
Consideremos ahara la reproducci6n ampliada; por tanto, suponga-
mos que hay acumulaci6n, es decir, transformacion de una parte del
plusvalor en nuevo capital. En principia, podemos hacer las inismas con-
sideraciones, pero ahora el producto del sector I no solo tiene que scr
suficiente para reembolsar los medias de producci6n consumidos en el
sector I yen el sector II, sino que tienen que producirse alin mas medias
de produccion para hacer posible la acumulacion en ambos sectores. Lo
mismo vale para el sector II: ahara no solo tienen que producirse tantos
medias de vida como consuman los trabajadores y los capitalistas, sino
que tienen que producirse medias de vida adicionales para cubrir el con-
sumo adicional de las fuerzas de trabajo empleadas.
Para hacer posible la acumulacion, ambos se:ctores tienen que pro-
ducir mas de lo que se ha consumido basta ese momenta; la ilCumula-
cion de unos capitales individuales presupone la. acumulacion de otros
capitales individuales, y esto en un doble sentido: por un lado, el capital
individual que quiere acumular tiene que encontrar mas productos que
antes en el mercado; por otro lado, en la ai:umulacion misma se produ-
ce una mayor cantidad de inercancias, a las cuales solo se les puede dar
salida si otros cap-itales individuales acumulan a su vez. Tambien en este
caso solo casualmente se cumplen las condiciones correctas, y las des-
proporciones entre los sectores constituyen la regla.
En la historia de los debates marxistas, los esquemas de reproduc-
ci6n que se acaban de explicar desempefiaron un importante papel a
comienzos del siglo XX: en base a ellos se discuti6 si era posible, al
menos en principia, un capitalismo sin crisis, y que perspectivas de de-
sarrollo t~nia el capitalismo en paises con escaso desarrollo capitalista,
como Rus1a (cf. sobre este debate Rosdolsky 1968b, Milios/Economakis
~003). Pero en estas discusiones se otorgo demasiada potencia explica-
tiva a estos esquemas. Si bien es cierto que exponen una vision global de
la produccion y la circulaci6n capitalista, no son ni mucho menos una
representacion de la reproduccion capitalista tal y como esta se presen-
ta empiricamente. La unidad del proceso de produccion y de circulaci6n
expresada en los esquemas de reproduccion solo constituye la base sabre
la que pueden ser tratadas de la manera apropiada categodas como el
beneficia, el interes, la ganancia empresarial, el capital accionarial, etc.,
en las cuales se expresan relaciones mas concretas.
146
CAPITULO VII
BENEFICIO, BENEFICIO MEDIO Y LA «LEY DE LA CAiDA
TENDENCIAL DE LA TASA DE BENEFICIO»
Del capitulo V1I al X se tratan1n temas dellibro tercero de El Capital.
En este libra encontramos por primera vez aquellas categorias que
expresan la «empiria» de las relaciones capitalistas, es decir, la forma en
que el modo de producci6n capitalista se presenta inmediatamente ala
percepci6n. La conexi6n de los tres libros de El Capitalla caracteriza
Marx del siguiente modo al comienzo dellibro tercero:
«En ellibro primero se investigaron los fen6menos que presenta el proceso
de producci6n capitalista considerado para si, como proceso directo de pro-
ducci6n. (. .. ) Pero este proceso directo de producci6n no agota el curso vital
.del capital. En el mundo real se completa con el proceso de circulaci6n, y
es'te constituy6 el objeto de las investigaciones del libro segundo. Aqui se
mostr6 (. .. )que el proceso de producci6n capitalista, considerado en su tota-
lidad, es Ia unidad del proceso de producci6n y del proceso de circulaci6n.
En este libro tercero no se trata de formular reflexiones generales sobre esta
unidad. Se trata mas bien de descubrir y de exponer las formas concretas
que surgen del proceso de movimiento del capital considerado como un
todo. (. .. ) Las configuraciones del capital, tal y como se desarrollan en este
libro, se aproximan paulatinamente, por tanto, a Ia forma en que aparecen
en la supedicie de Ia sociedad, en Ia acci6n reciproca de los distintos capita-
les, en Ia competencia, y en Ia conciencia habitual de los agentes de Ia pro-
ducci6n» (MEW 25, p. 33 / 29-30).
I PRECIO DE COSTE, BENEFICIO Y TASA DE BENEFICIO.
CATEGORiAS Y MISTIFICACIONES ESPONTANF..AS
El valor de toda mercancia producida de forma capitalista se puede
expresar como c + v + p, en donde c expresa el valor de los medias de
producci6n consumidos y v + p expresa el nuevo valor producido por
media del gasto de trabajo vivo. Para el capitalista es esencial c + v: indi-
ca lo que le cuesta la mercancia al capitalista. Marx designa esta magni-
tud como el precio de coste de la mercancia.
147
Critica de Ia economia poUtica
En la generaei6n de valor, e y v desempeiian papeles completamen-
te diferentcs: el valor de los medios de producci6n consumidos se trans-
fiere a] producto; en cambio, el valor de la fuerza de lrabajo no tienc
absolutamente nada que vcr con el valor del producto, lo que se transfie-
re a! producto es un nuevo valor, que resulta del gasto de fuerza de tra-
bajo. E..'ite nuevo valor es igual a v + p (cf. capitulo V.l).
Pero los distintos papeles que tienen c y v en !a generaci6n de valor
no son i_nmediatamente perceptibles: en !a forma de salario parece que
todo el trabajo es trabajo pagado. Con v parece pagarse Ia contribuci6n
de valor del trabajo al producto acabado, de la misma manera que con c
parece pagarse !a contribuci6n de valor de los medios de producci6n
consumidos; no se percibc una diferencia fundamental entre ambos
componentes del capital. La (mica diferencia que ve el capitalista es Ia
diferencia entre capital fijo y circulante. Pero esta diferencia no tiene
nada que ver con la generaci6n de valor, sino con el momento en que
refluye el valor (cf. capitulo VI.II).
En primer Iugar, el plusvalor pes s6lo un excedente del valor de la
mereanda sabre su precio de coste, es decir, sobre el valor del capital
gastado en su producci6n. Para el capitalista esta claro que este exceden-
te de valor tiene su causa en los procesos productivos que ocurren con el
capital. Pero ya que el capitalista nove ninguna diferencia entre Ia par-
ticipaci6n de cada una de las partes del capital con respecto ala genera-
cion de valor, este excedente parcce surgir en Ia misma medida de todas
las partes de1 capital (del capital constante y del variable, de la misma
manera que del capital fijo y del circulante)l.
El plusvalor como resultado del capital total adelantado es el benefi-
cia. En el beneficia se refiere !a misma magnitud a! valor del capital total
adelantado, en vez de referirla al valor de Ja fuerza de trabajo. Pero el
bcneficio no es solo otra expresi6n para el plusvalor, lo relevante es que
al beneficia va unida una representaci6n totalmente diferente, que «mis-
tifica» las relaciones reales. El plusvalor es el excedente del nuevo valor
creado por el trabajo vivo sobre el valor de la fuerza de trabajo; el gasto
de trabajo vivo es la causa del plusvalor (en condiciones capitalistas).
Por el contrario, el beneficia es el excedcnte del valor de la rnercancia
sobre Ja parte del capital adelantado consurnido en su producci6n; el
capital aparece aqui como la causa del beneficia. Marx resume la dife-
rencia entre el plusvalor y el benefido de Ia .siguiente manera:
«En el plusvalor ha salido ala luz la re1aci6n entre capital y trabajo; en Ia
relaci6n entre capital y beneficia ( ... ) aparecc el capital como relaei6n con-
sigo mismo, una relaci6n en Ia que se distingue como suma originaria de
valor respccto de un nuevo valor pueslo por el mismo. Lo que esta en Ia
1 Tanto..cnTa economia politica cl<isica como en Ia teoria economica actual sedan intcrpre-
taciones completamcnte diferentcs sobre Ia causa que origina esle excedente de capital.
l48
Beneficia y «ley de la caida tendencial de la tasa de beneficia»
conciencia es que cl capital engcndra este nuevo valor durante su movi-
miento a travcs del proceso de producci6n y del proceso de cirmlacion.
Pero el modo como ocurre esto es a! go que se presenta mistificado, y pare-
ce proceder de cualidades ocultas que le son inherentes al capital misrno>>
(MEW 25, p. ss 1 ss-s6).
La mistificacion de las relaciones reales que se da en el beneficia
tiene como presupuesto otra mistificacion, a saber, el salario como pago
del trabajo: solo porque el salario aparece no como pago del valor de la
fuerza de trabajo, sino como pago del valor del trabajo, puede aparecer
el plusvalor como beneficia, esto es, como fruto del capital.
Pero el plusvalor en la forma del beneficia no es solo una represen-
tacion mistifi.cada de las relaciones reales; esta representacion tiene rele-
vancia pra.ctica, pues el capitalista solo esta interesado en el beneficia
eomo excedente del valor de la mercanda sabre el capital necesario para
su produccion. Por lo tanto, para ella medida de la valorizaci6n no es la
tasa de plusvalor p/v, sino la tasa de beneficia p / (c + v). En cada ade-
lanto de capital, el capitalista esta interesado en una tasa de beneficia lo
mas alta posible, esta es la magnitud decisiva para la actuacion practica
de los capitalistas.
La tasa de beneficia -en condiciones por lo demas invariables-
puede aumentar por una elevaci6n de la tasa de plusvalor (cf. capitulo V:
Ia producci6n de plusvalor absoluto y relativo). Pero la tasa de beneficia
tambien puede incrementarse con una tasa de plusvalor constante (e
incluso decreciente). Para ello hay basicamente tres posibilidades:
(1) Economia en el empleo del capital constante. Se manejan de
manera mas econ6mica los elementos del capital constante. Tal ahorro
puede surgir de un aumento del volumen df?! producci6n: una- produc-
ci6n dos veces mayor no necesita forzosamente el doble de energia, edi-
fld.os, etc. Esto ocurre especialmente cuando la amJJliaci6n de la pro(\uc-
ci6n se obt.iene por media de una prolongaci6n del tiempo de trabajo: en
una empresa que tenga dos turnos se puede producir, con las mismas
maquinas y edifidos, el doble que en una empresa que tenga un solo
turno· solamente tienen que duplicarse las materias primas. Con una
tasa de plusvalor constante se duplican el plusvalor y el capital variable,
pero el capital constante aumenta mucho menos.de: doble, de modo qu~
la tasa de beneficia experimenta un enorme crec1m1ento. Por eso el capt-
talista tambien se puede permitir el pago de bora: e~tra Y el-pago de
suplementos por trabajo nocturno. Esto hace que dismmuya.algo 1~ tasa
de plusvalor, pero a pesar de ello aumenta la lasa de benefic10 deb1do al
enorme ahorro de capital constante. . .
Con un volumen de producci6n que permanezca mvarwble -~e
puede conseguir un ahorro de capital constante par media de una ut1h-
149
Critica de Ia economia politica
zaci6n mas racional de las materias primas y de Ia energia, pero tam bien
a costa de los trabajadores y trabajadoras, ahorrando en las medidas
preventivas para la seguridad !aboral, asumiendo procesos de trabajo
nocivos para la salud, etc.
En el capitulo V.III ya se habl6 del ahorro en el empleo de capital
constante, pero solo como un factor que abarata el producto. Ahara se
pone de manifiesto que dicho ahorro eleva al rnismo tiempo la tasa de
beneficia.
(2) Economia en la produccion de capital constante. Si disminuye el
valor de los elementos del capital constante, se reduce el valor del capi-
tal constante sin que tenga que producirse nin~Jn cambia en el modo de
producci6n concreto. El aumento de la tasa de beneficia en una esfera se
debe entonccs al aumento de la fuerza producliva en otra esfera.
(3) Aceleracion de la rotacion del capital. Si un capital rota dos
veces en un afio, se produce el doble de plusvalor que en el caso de un
capital que, bajo condiciones por lo demas identicas, s6lo rota una vez en
un afio. Por consiguiente, la tasa de beneficia del primer capital seria el
doble que la del segundo. Cada aceleraci6n de la rotaci6n 'del capital
eleva la tasa de beneficia.
II BENEFICIO MEDIO Y PRECIO DE PRODUCCION
A partir de los metodos sefialados para elevar la tasa de beneficia con
una tasa de plusvalor constante, se pone de manifiesto que dos capitales
que producen con la misma tasa de plusvalor tienen una tasa de benefi-
cia distinta: si en el mismo tiempo de rotaci6n presentan una composi-
cion de valor distinta; o si con la misma composici6n de valor tienen un
tiempo de rotaci6n distinto.
Vamos a ilustrarlo con un ejemplo numerico. Supongamos que la
tasa de plusvalor se mantiene uniforme en el 100% y prescindimos del
capital fijo. Los dos capitales A y B tienen el mismo tiempo de rotaci6n,
digamos un afio. Para el capital A sea c = 90 y v = 10, para el capital B
sea c = 6o y v = 40. El capital A produce un plusvalor p = 10, por lo que
su tasa de beneficia asciende a 10 / (90 + 10) = 10%. El capital B
produce un plusvalor p = 40, por lo que su tasa de beneficia asciende a
4o / (6o + 40) = 40%. Distintas composiciones de valor dan Iugar a
tasas de beneficia distintas: cuanto mas alta sea la com posicion de valor,
mas baja sera la tasa de beneficia.
Consideremos ahara un capital C que tenga la misma composici6n
de valor que el capital A, pero que rote dos veces al afio. Por lo tanto, su
plusvalor es 2 x 10 = 20 y su tasa de beneficia 20 / (90 + 10) = 20%,
mientras que e1 capital A solo alcanzaba una tasa de beneficia del 10%.
150
Beneficia y «ley de la caida tendencial de Ia tasa de beneficia»
Cuanto menor sea cl tiempo de rotaci6n, mas alta sera la tasa de benefi-
cio (anual).
Sin embargo, los capitalistas no pueden escoger libremente !a com-
posicion de valor y el tiempo de rotaci6n del capital, sino que esHm suje-
tos a las condiciones concretas de cada sector: en una fabrica de acero,
por ejemplo, se cuenta con mucho mas capital constante en relaci6n al
variable que en la industria textil. Si las mercandas fueran «vendidas a
sus valores», es decir, silos precios normales de las mercandas fueran la
expresi6n adecuada del valor de las mercancias, tendria que haber tasas
de beneficia completamente distintas en cada uno de los sectores, inclu-
so si la tasa de plusvalor (esto es, la explotaci6n de la fuerza de trabajo)
fuera igual en todas partes.
El unico fin del capital es la valorizaci6n. El {mico interes de los po-
seedores de capital, en tanto que se comportan como capitalistas, es
decir, como capital personificado (cf. capitulo V.I), consiste en conseguir
la mayor valorizaci6n posible de su capital adelantado. Si distintos sec-
tares presentan tasas de beneficia diferentes, los poseedores de capital
intentanin retirar su capital de los sectores con bajas tasas de beneficia
e invertirlo en sectores con tasas de beneficia mas altas. Si es posible el
movimiento de capital entre los sectores (y no lo impiden, por ejemplo,
restricciones legales), afluira cada vez mas capital a los sectores con altas
tasas de beneficia y abandonara los sectores con bajas tasas de beneficia.
Esto conduce a un aumento de la oferta de mercancias en los sectores
con elevada tasa de beneficia y a tma disminuci6n en aquellos sectores
que tengan una baja tasa de beneficia. A causa de Ia competencia entre
capitalistas, la oferta creciente en los sectores con una elevada tasa de
beneficia inicial da lugar a una disminuci6n de los precios de venta, y
finalmente a una disminuci6n de la tasa de beneficia, mientras que la
oferta decreciente en los sectores con una baja tasa de beneficia inicial
conlleva un aumento de los precios, y finalmente un aumento de la tasa
de beneficia. Las distintas tasas de beneficia se nivelan en una tasa de
beneficia media o general. .
La competencia entre los capitalistas, su perseeuci6n de una tasa de
beneficia Jo mas alta posible, !leva ados resultados: por un lado, los pre-
cios no son una expresi6n adecuada del valor, y esto no solo accidental
y transitoriamente, sino de manera permanente; por otro lado, sobre Ia
base de estos precios se constituye una tasa media de beneficia tenden-
cialmente igual para todos los capitales. Los precios con los que se obtie-
ne esta tasa media de beneficia son denominauos por Marx precios de
producci6n.
El benefici.o media que obtiene un capital es igual al precio de coste
de la mercancia (los castes de los medias de producci6n y los salarios par·
unidad de mercanda) multiplicado por la tasa media de beneficia. Los
lSI
Critica de Ia economfa pulitica
precios de producci6n rcsultan de la suma del precio de coste y del bene-
ficia medio 2 • Si los gastos en medios de producci(m <1scienden a 100
euros, los gas los en sa Iarios a 20 euros y !a tasa media de beneficia es del
10%, entonces el precio de coste de la mercancia es de 120 euros, el bene-
ficia media de 12 euros y cl precio de produeci6n de 132 euros.
Este beneficia medio se le prcsenta a] eapitalista como un rccargo
sobre el precio de coste. Para el capitalista, el importe de su beneficio
individual parcce depender de dos magnitudes: por una parte, del precio
de venta que «marca cl mcrcado», por tanto, del prccio al que puede
vender la mercancia; por otra parte, de Ia cuantia del precio de coste. Si
puede reducir cl precio de coste, por ejemplo, utilizando nul.s rriaquina-
ria y mcnos fuerza de trabajo (cf. capitulo V.Il sobre la produeci6n de
plusvalor relativo), puede alcanzar un beneficio mayor que el beneficia
media -obtiene, pues, un beneficia extra- y, a pesar de ello, vender al
precio de mercado.
El beneficia efectivo de un capital, que puede diferir del beneficia
medio, parece depender, por un !ado, de condiciones objetivas (de los
precios en el mercado) y, por otro, de la habilidad subjetiva del capitalis-
ta (para producir con un precio de coste mas bajo). El hecho de que el
beneficia resulta de Ia apropiaci6n de plustrabajo no es perceptible. Al
contrario: si el capitalista logra producir ernpleando menos trabajo, por
lo general aumenta su beneficia.
Ahora bien, en realidad, el beneficia media depcnde tambi€m del
plusvalor: no del plusvalor del capitalista individual, sino del plusvalor
que se produce en el conjunto de la cconomia, esto es, del plusvalor del
capital social global. La nivclaci6n de las tasas de beneficia en una tasa
general de beneficia no significa otra cosa que una redistribuci6n del
plusvalor social global. Silas mercancias se intercarnbiaran a sus valo-
res, cada capitalista obtendria el plusvalor que ha producido por media
de su capital individual y las tasas de beneficia de los capitales individua-
les scrian muy distintas. Silas mercancias se intercarnbian a sus precios
de producci6n, cada capitalista obtiene en promedio un beneficia pro-
porcional a la magnitud de su capital adelantado, lo que significa que
cada capital obtiene en promedio la misma tasa de beneficia. Los capita-
listas se compmian con respecto al beneficia medio como los accionistas
de una sociedad an6nima: la ganancia porcentual es la misma para
todos, y cada uno obticnc una participaci6n en la ganancia de la emprc-
sa que es proporcional a 1a cantidad que ha invertido.
Marx ha planteado en cl libra tercero de Rl Capital un metoda de
conversion cuantitalivo para pasar de un sistema de valores (esto es, c, v
y pest an dados para los divcrsos sectores, y dentro de un sector son igua-
2 Para simplificar el calculo, prescindimos aqui nuevamente del capital fijo y suponemos
un tiempo de rotacion de un afio.
152
Beneficia y «ley de Ia caida tendencial de Ia tasa de beneficio»
les para todos los capitah~s) a un sistema de precios de producci6n. Sin
embargo, se ha comprollado que este metoda de caJculo es err6neo. Marx
tambien percibi6 que este metodo contiene algunos fallos (MEW 25, p.
174), pero subestirn6 la repercusibn de los mismos. El «problema de la
transformaci6n», esto es, la cuestibn de como (y de si es posible en gene-
ral) se pueden transformar magnitudes de valor en precios de produc-
ci6n, ha sido objeto de intensas discusiones en los ultimos cien afios (ana-
liza este debate de una manera detallada en Heinrich 1999, p. 2.67 y ss.).
Pero en el marco de una teoria monetaria del valor noes posible que
haya ningun tipo de procedimiento de conversion de valores en precios
de produccion3. La «transformacion de valores en precios de produc-
ci6n» representa mas bien un desarrollo conceptual ulterior de la deter-
minacion formal de la mercancia.
Se puede hablar de un intercambio a valores mientras el momenta
de determinacion del intercambio es la relaci6n del tiempo de trabajo
gastado individualrnente con el trabajo social global. Para que el trahajo
gastado individualmente se ratifique como generador de valor, tienen
que consumarse en el carnbio las tres reducciones rnencionadas en el
capitulo IILIII. En la mercancia alli analizada (es decir, la mercancia tal
y como se ha expuesto en el capitulo III), se trata facticamente de la mcr-
cancia producida de forma capitalista, pero en su analisis se hizo abs-
tracci6n del capital.
Los conceptos asi obtenidos, como valor, magnitud del valor, dinero,
etc., constituyen, por tanto, el supuesto categorial para poder exponer el
proceso de produccion y el proceso de circulaci6n del capital (veanse los
capitulos V y VI). Pero el capital del que se trata en este ana.lisis no es ni
mucho rnenos el capital individual que se presenta empiricamente. Solo
despues de que se haya expuesto el capital cqmo unidarl del proceso de
prorlucci6n y del proceso de circu1aci6n, se ha
llegado al pun to en que se
pueden tratar las propi.edades fundamentales del capital individual que
se -presenta cmp\r\camente.
La transici6n del uat01· y del plusualor al precio de producci6n Y ul
beneficia media no tiene que ver con una su:e~i6n his_t6rica (o ternpor~l
en general), sino con una transici6n entre dtstmtos n!ve~es de la exposz-
ci6n: al nivel del valor y del plusvalor, la forma cap1tallsta del proceso
social de intercambio se expresa toclavia de forma abstracta, el int~rc~n~
bio solo esta determinado por la relaci6n entre el trabajo gastado mdlVl-
3 Elgran interes de Marx por un procedimiento de conversion cuantitativo es expr.esi6n
de sus ambivalencias va mencionadas anteriormente (capitulo III.III, n~t~ 10): en C,'trtos
;nJ
lugar~s permanece atrapado en !a teoria no-mone~aria del valor de l?s .cl~l~~s, f'!e pr~=
cisameilte acababa de superar. Si el valor qued!! ~~ado ala m;-rcanc1a mb. ;'1 ua
clientemente del intcrcambio (que era !a concepciOn preclommante tam Icn en; man: 1;~
epe__
mo t;adicional), entonces se presenta efectivamente un «problema de trans ormacwn
cuantitativo».
153
Critic a de la economia politic a
dualmente y el trabajo global; al nivel del precio de producci6n y del
beneficia media, el intercarnbio esta determinado asimismo por la rela-
ci6n entre el capital individual y el capital social global, por lo que aqui
sc pone de manifiesto que en el intercambio no s6lo se trata del proceso
social de productores de mercan:cias, sino del proceso social de produc-
tores capitalistas de mercandas4.
Ill LA «LEY DE LA CAiDA TENDENCIAL DE LA TAS:A DE BENEFICIO»:
UNACRiTICA
A finales del siglo XV1II y a lo largo del XIX era un hecho empirico
indiscutido que la tasa media de beneficio cae tendencialmente en los
paises capitalistas desarrollados. Lo que se diseutia eran las causas de
esta caida de la tasa de beneficia. Para ella puede haber causas muy
distintas, por ejemplo, el ~umento de los salarios o el encarecimiento
de las ITiaterias primas. Pero las causas mencionadas son de naturale-
za accidental y transitoria: los salarios tam bien pueden disminuir, y las
materias primas abaratarse, de forma que la tasa de beneficia suba de
nuevo.
Lo que Marx queria mostrar con el titulo «ley de la caida tendencial
de la tasa de beneficia» era que, independientemente de tales causas
transitorias, hay una tendencia a la caida de la tasa de beneficia que
surge de «la esencia del modo de producci6n capitalista» (MEW 25, p.
223/ 271). Es decir, prescindiendo de todas las eircunstancias particula-
res, las propiedades generales del desarrollo capitalista dan lugar a una
ca:ida tendencial de la tasa de beneficia. La cuesti6n de si Marx ha con-
seguido probar esto ha sido y sigue siendo sumamente controvertida.
A1 comienzo de este capitulo se mostr6 que la tasa de beneficia puede
aumentar por un ahorro de capital constante o por una aceleraci6n de la
rotaci6n del capital. Pero la verdadera fuente de la valorizaci6n es la
explotaci6n de la fuerza de trabajo. En el capitulo V se pl!SO de manifies-
to que hay dos posibilidades fundamentales para incrementar la explo-
taci6n de la fuerza de trabajo: la prolongaci6n del tiempo de trabajo
( «producci6n de plusvalor absoluto») y Ia reducci6n del valor de la :fuer-
4 En este sentido, el proceso de !a competencia esbozado mas arriba no supone una tran-
sici6n temporal de uu sistema de valores a un sistema de precios de producci6n (ya que
no hay capitalismo con intercambio a valores), sino una transici6n de un sistema de pre-
cios con tasas de beneficia distintas a un sistema de precios con tasas de beneficia (ten-
dencialmente) iguales. Par medio de los aumentos de la fuerza productiva, de las modifi-
caciones de Ia demanda, etc., se producen siempre nuevos desplazamientos de los precios
y tasas de beneficia, distinlas en cada una de las esferas, p<)r lo que el proceso de nivela-
cion mediado par la competencia tiene Iugar permanentemerte.
154
Beneficia y «ley de Ia caida tendencialde Ia tasa de beneficia»
za de trahajo por medio del aumento de la fuerza productiva del trabajo
( «producci6n de plusvalor relativo» ). Pero la prolongaci6n del tiempo de
trahajo solo cs posiblc de forma limitada. El metodo capitalista tipico
para aumentar Ia explotaci6n es la producci6n de «plusvalor relativo»,
esto es, a traves del empleo de maquinas mejores. La revoluci6n perrna-
nente de la producci6n, asi como la crecientc sustituci6n de trabajo
humano vivo por maquinas nuevas y mas cficientes, es Ia imagen que
ofrece el modo de producci6n capitalista desde finales del siglo XVIII.
Ningun otro modo de producci6n anterior al capitalismo ha conocido un
desarrollo tan acelerado de Ia fuerza productiva.
En el capitulo V.Il se expuso que los capitalista..s individuales introdu-
cen aumentos de la fuerza productiva para obtener un plusvalor adicio-
nal (o mejor dicho, como lo podemos expresar ahara: un beneficia extra
que se sitUe par encima del beneficia media). Este beneficia extra de-
saparece cuando se generaliza el aumento de la fuerza productiva.
Entonces disminuye el valor (o el precio de producci6n) de las mercanci-
as producidas. En tanto que se trate de mercancias que entran en el con-
sumo del trabajador, disminuye tambien el valor de la mercancia fuerza
de trabajo, por lo qne el resultado es el aumento de la tasa de plusvalor.
Pues bien, Marx quiere demostrar que la tasa media de beneficia cae
debido a este modo de aumentar la fuerza productiva tipico del capita-
lismo: como resultado de la caza constante de beneficia extra se va a pre-
sentar, tras Ia generalizaci6n de las nuevas condiciones de producci6n,
no solo un valor mas bajo, sino tambien (a espaldas de los capitalistas
individuales y contra su voluntad) una tasa media de beneficia mas baja.
Para Marx, la caida tendencial de Ia tasa de beneficia y el desarrollo capi-
talista de la fuerza productiva son dos caras de la misma moneda. Si
hubiera podido demostrar esta conexi6n de forma concluyente, habria
mostrado, en efecto, que la caida de la tasa de beneficia pertenece a la
«esencia» del capitalismo. Vamos a examinar ahora de manera mas pre-
cisa su argumentaci6n.
Si baja Ia tasa media de beneficia, no tienen que bajar las tasas de
beneficia de todos los capitales, pero si las de la mayoria, o al menos las
de los mayores capitalcs. Si Ia caida de Ia tasa de beneficia es efectiva-
mcnte una tendencia tipica, tiene que poder mostrarse tambien eri un
capital individual tipico. Los argumentos de Marx se refieren a tal capi-
tal individual tipico. A continuaci6n, argumentaremos como el, pero al
nivel del valor (los precios de producci6n traen consigo complicaciones
adicionales), prescindimos del capital fijo y suponernos un tiempo de
rotaci6n de un ano. El valor del producto es entonces c + v + pyla tasa
de beneficia p I (c + v).
Como se discuti6 en e! capitulo V, el aumento de la fuerza producti-
va por medio de la instalaci6n de maquinaria da lugar al incremento de
155
Crftica de Ia economia politica
Ia tasa de plusvalor p/v y de la composici{m de valor del capital cjv. El
desarrollo cuantitativo de ambas magnitudes es decisivo para el movi-
miento de la tasa de beneficio. Si en la f{mnula anterior se dividen el
numerador y el denominador por v (lo eual no modifica el valor nume-
rico de la fracci6n), obtenemos Ia siguiente expresi6n para la tasa de
beneficia:
p p/v p/v
c + v c/v + vjv cfv +
Aqui sc puede ver que Ia tasa de beneficia -esta determinada por Ia
tasa de plusvalor y por la composici.6n de valor.
Marx apoya su fundamenlaci6n de Ia caida tendencial de la tasa de
beneficia en el aumento de c/v. Si p/v nose modificase, el aumento de
cfv conducirfa automaticamente a una bajada de Ia tasa de beneficia (el
numerador de nuestra fracci6n permanece constante y el dcnominador
aumenta, por lo que disminuye el valor de la fracci6n). Sin embargo,
Marx afirma que la tasa de beneficia caeria tarnbien en el caso de una
tasa de plusvalor crcciente.
Si aumenta tanto la tasa de plusvalor p/v como la composici6n del
capital c/v, entonces la tasa de beneficio cae s6lo si cfv + 1 (el denomi-
nador de la fracci6n) aurnenta mas rapidamente que p/v (el numera-
dor). Para demostrar que la tasa de beneficio cae inevitablemeute, no
basta con demostrar que c/v aumenta, hay que demostrar que c/v
awnenl"a en una determinada proporci6n, tiene que dernostrarse que
cjv aurnenta en tal rnedida que se cumple la condici6n que se acaba de
mencionar. Y aqui sc encuentra Ia dificultad principal para cualquier
demostraci6n de [a «ley de Ia caida tendeneial de la tasa de beneficio»:
no cs posible una afirmaci6n general sobre la proporci6n del aumerzto
de cjv. En un caso puede obtenerse un determinado aumento de la pro-
ductividad por medio de una pequefia cantidad adicional de capital
constante; c/v aumenta muy poco, lo que puede lener como consecuen-
cia que Ia tasa de beneficia aumente debido al aumento de la tasa de
plusvalor. En otro caso, es necesaria una mayor cantidad de capital cons-
tante adicional para el mismo aumento porcentual de Ia fuerza produc-
tiva; se produce entonces un gran aurnento de c/v, y puede ocurrir que
bajc Ia tasa de beneficia.
Ahora bien, Marx no intenta realizar una demost:raei6n directa de
que c/v crece siempre en una proporci6n tal que Ia tasa de beneficio cae.
En Iugar de eso, parte de Ia masa de plusvalor. Todo el plusvalor de un
capital rcsulta del plusvalor medio per di.pita multiplicado por el nt'nne-
ro N de fuerzas de trabajo, sicndo el plusvalor medio per capita igual a
156
Beneficia y «ley de Ia ca[da tendencial de la tasu de beneficia>>
}a tasa de pJusvaJor pjV muJtipJicada pot eJ saJario medio per capita VC"
Por !o tanto, cl plusvalor total p sera:
p == p/v · v · N
c
Si se reduce el numero de fuerzas de trabajo, disminuye el plusvalor
producido. Pero si aumenta simultaneamente la tasa de plusvalor, se
puede compensar la reducci6n del numero de fuerzas de trabajo y
seguir produciendo la misma masa de plusvalor; sin embargo, s6lo den-
tro de determinados limites, pues el plusvalor per capita no puede ser
tan grande como se quiera. Esto se puede demostrar con un sencillo
ejemplo (cf. MEW 25, p. 257 I 318). Supongamos que 24 fuerzas de tra-
bajo suministran cada dla dos horas de plnstrabajo, lo que da como
resultado un total de 48 horas de plustrabajo. Si ahora se reduce a dos
el numero de fuerzas de trabajo, estas 2 fuerzas de trabajo no pueden
suministrar 48 horas de plustrabajo al dia, independientemente de cwil
sea la magnitud de la tasa de plusvalor. Este resultado se puede genera-
lizar: si el numero de fuerzas de trabajo empleadas disminuye conside-
rablemente, en algun momento disminuye tambien la masa de plusva-
lor producida, independientemente de lo elevado que sea el aumento de
la tasa de plusvalor.
Marx crey6 que de este modo habia demostrado suficientemente Ia
ley de la caida tendencial de la tasa de heneficio. Pero no es asi. Una
masa de plusvalor m decreciente s6lo indica con seguridad una ca:ida de
la tasa de beneficia si el capital global c + v que es necesario para la pro-
ducci6n de esta rnasa de plusvalor no cae a su vez, sino que al menos per-
manece constante. Y esto es lo que Marx presupone tacitamente en su
ejemplo. Ahora bien, esta suposici6n resulta problematica. Siguiendo
con el mismo ejemplo, si en vez de 24 trabaj~dores solo estan empleados
2, los salarios que hay que pagar sen:in menores. En el caso de permane-
cer constante el valor de la fuerza de lrabajo, el capital variable se redu-
ciria a 1j12 de su anterior valor. Ya que la tasa cle plusvalor aurnenta
enormemente, habria que utilizar mucho menos de 1(12 del capital
variable anterior para las 2 fuerzas de trabajo que quedan. Para que se
rnantenga igual el volumen del capital global no basta con que el capital
constante c aumente, tiene que aumentar en una determinada cuantia, a
saber, tanto como haya disminuido el capital variable. Pero no es posi-
ble responder a nivel general si este es efectivamente el caso: no sabemos
si d aumcnto de la fuerza productiva se consigui6 con una cantidad
mayor o menor de capital eonstante adicionaL .
Si el capital constante no aumenta tanto eomo para 1gualar la reduc-
ci6n del capital variable, entonccs disminuye cl capital ?lobal adelan.ta-
do. En este caso tenemos una masa de plusvalor decreciente ,con. cap1t~l
deereciente. El que eaiga la tasa de beneficio depende de que cmga mas
157
Critica de Ia ecorwmia politica
nipido, la masa de plusvalor o el capital adelantado. Si cae mas rapido la
masa de plusvalor, baja la tasa de beneficio; si cae mas nipido el capital
adelantado, sube la tasa de beneficia, a pesar de Ia disminuci6n de la
masa de plusvalor.
Por lo tanto, al contrario de 16 que Marx pensaba, no podemos par-
tir de una «ley de la caida tendencial de la tasa de beneficio». Eso no sig-
nifica que la tasa de beneficia no pueda caer, es perfectamente posible
que caiga, pero tambien puede aumentar. Al nivel general al que argu-
menta Marx en El Capital, no es posible fundamentar una tendencia
permanente ala caida de la tasa de beneficios.
Ahara bien, la pregunta es si la critica economica de Marx pierde
realmente tanto prescindiendo de la «ley de la caida tendencial de la tasa
de beneficia». Muchos marxistas vieron en esta «ley>> el fundamento de
la teoria de las crisis, raz6n por la cual se discuti6 de manera tan vehe-
merite sobre ella. Sin embargo, en el capitulo IX veremos que la teoria de
las crisis no depende en absoluto de esta «ley».
Para Marx, no obstante, esta ley expresaba algo mas general 1 a saber,
. «que el mqdo de producci6n capitalista encuentra una barrera en el desarro-
llo de las fuerzas productivas que no tiene nada que ver con la producci6n
de riqueza en cuanto tal; y esta peculiar barrera atestigua la limitaci6n y el
caracter puramente hist6rico, transitorio, del modo de producci6n capitalis-
ta» (MEW 25, p. 252 I 310).
Pero la 1imitaci6n del modo de producci6n capitalista se manifiesta
ya en el hecho de que el desarrollo de las fuerzas productivas y la produc-
ci6n de riqueza estan subordinados a la valorizaci6n del valor, y este
obtuso fin desata una multitud de fuerzas destructivas contra el ser
humano y la naturaleza. El hecho de que aumente o disminuya la expre-
si6n de la valorizaci6n en la contabilidad capitalista no cambia en nada el
canicter fundamentalmente obtuso del modo de producci6n capitalista.
s Una confrontaci6n con las posiciones que defienden Ia <<ley» de Marx, asi como un exa-
men de otros aspectos de esta <<ley», puede verse en Heim;jch (1999, p. 327 y ss.).
158
CAPiTULO VIII
INTERES, CREDITO Y «CAPITAL FICTICIO»
ICAPITAL QUE DEVENGA INTERES, INfERES Y GANANCIA EMPRF.SARIAL •.
CONSUMACION DEL FETICHISMO DEL CAPITAL
Es probable que desde que existe el dinero se haya prestado tambi€m
a cambia de un interes. El capital que devenga interes existia ya mucho
antes de que el conjunto de la economia se organizase de forma capita-
lista; lo encontramos en las formaciones sociales mas diversas, tanto en
la antigua sociedad esclavista como en la sociedad feudal medieval. En
las sociedades preburguesas se endeudaban, por un lado, los principes y
los reyes, para financiar su consumo suntuario o para financiar las gue-
rras; las deudas y los intereses eran reembolsados por medio de los
impuestos y las conquistas. Por otro lado, se endeudaban los campesinos
y los artesanos que se encontraban en situaciones de necesidad; teniari
que reembolsar las deudas por medio de los rendimientos de su trabajo,
alga que con frecuencia -dada su miseria y los tipos de interes del vein-
teo del treinta par ciento, yen ocasiones a(m mas altos- no les era posi-
ble de ningun modo, par lo que a menudo perdian todas sus propieda-
des, incluida su casa. La expropiaci6n por parte de los «usureros» era un
fen6meno com(m. El prestamista aparecia como una «sanguijuela», y de
esta situaci6n solo podia resultar el odio al usurero.
En condiciones capitalistas, es decir, cuando tambien la producci6n
esta organizada de forma capitalista, el prestamo de dinero tiene lugar
en una situaci6n completamente distinta. Sobre la base de la produc-
ci6n capitalista, una suma de dinero se puede transformar en capital y
se puede esperar que este capital rinda el beneficia medio. El dinero no
es s61o, como en la circulaci6n simple, expresi6n aut6noma del valor y
por ella intercambiable por cualquier mercancia. El dinero es ahora
capital potencial:
«Este caracter de capital potencial, de medio para la produccion de benefi-
cia, lo convie1te en rnercancia, pero una mercancia sui generis .. 0 lo que es
lo rnisrno, el capital como capital se convierte en mercancia>> (MEW 25, p.
351/434).
159
Critica de Ia economia politica
La venta de esta peculiar mercancia liene tambien una forma pecu-
liar: se presta. Lo que se «Vende» con ello es !a capacidad del dinero
(capacidad que lienc en condiciones capitalislas) de producir un benefi-
cio en un determinado espacio de tiempo. El «precio» que hay que pagar
por esta mercancia peculiar es el interes. El interes se paga con el bene-
ficia que se ha obtenido por medio del dinero.
Ciertamente, tambien toman dinero a prestamo los no-capitalistas,
por ejemplo, ros asalariados -sea en una situaci6n de precariedad o para
financiar una (".Ompra- y tienen que reembolsar el credito por medio de
sus salarios, Tales «creditos a los consumidores» son muy significativos
y desempeiian tambien un importante papel para el desarrollo del pro-
ceso de acumulaci6n, ya que contribuyen a Ia estabilizaci6n de la deman-
da. Pero lo que es nuevo en c1 capitalismo es que una gran parte de los
creditos sirv:c para el enriquecimiento de los deudores: toman dinero a
prestamo par-a utilizarlo como capital. Esta forma de credito, que en las
sociedades precapitalistas solo aparecia en casus excepeionales, es la
forma de cn~dito tipica para las empresas capitalistas, Ia forma que
domina a todas las demas. Por consiguiente, Ia forma de circulaci6n par-
ticular del capital que dcvenga interes en condiciones capitalistas es:
D - D - M - D' -- D"
El capital que devenga interesse adelanta dos ueces: una vez por su
poseedor a! capitalista industrial y otra por el capitalista industrial para
financiar cl proceso de prod1~cci6n del que se espera obtener un benefi-
cia. A continuaci6n se produce tambien un doble reflujo: primero al
capitalista industrial y de este otra vez al poseedor de dinero. El reflujo
al capita1ista industrial contiene (en el caso de que Ia valorizaci6n tenga
Iugar con exito) un beneficia, y el reflujo a! puseedor de dinero contiene
un interes, que se paga por medio del beneficia.
El hecho de que el interes se pague por medio del beneficia no nos
dice todavia nada sobre el importe del tipo de interes. En condiciones
capitalistas «normales», el tipo de interesse situara por encima de cero
(de lo contrario los poseedores de dinero no prestarian su dinero), pero
por debajo del beneficia mcdio (de lo contrario los eapitalistas industria-
les no demandarian capital adicional) 1 . El irnporte correspondiente del
tipo de interes depende de la situaci6n de la oferta y la demanda que
haya en ese momento; no cxiste una tasa «natural» de interes, ni una
relaci6n «natural» entre el tipo de interes y la tasa media de beneficio 2 •
1 En siluacioncs anormales, por ejemplo en una epoca de crisis aguda, los capitalistas
demandan credito no para conseguir un beneficia adicional, sino para cumplir cm1 sus
obligaciones de pago existcntes y evitar una quiebra. En tales situaciones, el tipo de inte-
res puede situarse por encima de Ia tasa media de beneficio.
2 De hecho, encontramos en· cada mumento no solo till tipo de in teres. sino distintos tipos
de interes, dependiendo de Ia duracion del credito. K~tos tipos de interesse mueven den-
160
Interes, credito y «Capital ficticim>
A1 capitalista que posee capital que devenga interes lo designa Marx
como capitalista dinemrio, y al que toma prestado este capital como
capitolista activo; en sus manos el capital que devenga interes se con-
vierte en capital activo en el proceso de reproduccion. El capital activo
correspondiente arroja un determinado beneficio, el beneficia bruto,
que puede situarse por encima o por debajo del beneficia medio. El inte-
res se paga de este beneficia bruto, y lo que sobra es la ganancia empre-
sarial que obtiene el capitalista activo.
La division del beneficia bruto en interes y ganancia empresarial es,
en primer lugar, una division cuantitativa. Sin embargo, esta division
cuantitativa se consolida en una division cualitativa, que tambierr inclu-
yen en sus consideraciones aquellos capitalistas que no toman prestado
capital.
El capita1ista dinerario es propietario de capital que devenga inten~s.
A1 ceder a otro la disposici6n sobre su propiedad, recibe un interes. Asi
pues, el in teres parece ser fntta de Ia propiedad de capital, del capital
que existe fuera del proceso de producci6n. Por oposici6n a ello, Ia
ganancia empresarial parece ser resultado de la actividad del capital en
el proceso de producci6n. El interes y la ganancia empresarial aparecen,
pues, como magnitudes cualitativamente distintas, como magnitudes
que proceden de fuentes difcrentes. Esta apariencia se intensifica a(m
mas por el hecho de que el tipo de interes se configura en el mercado
como una magnitud homogenea que no depende de los capitalistas indi-
viduales, rnientras que la tasa de beneficia del capitalista individual (y
con ello tam bien la correspondiente ganancia empresarial como exce-
dente sobre el interes) puede verse influida por las medidas que tome el
capitalista activo (ahorro de medias de producci6n, reducci6n del tiem-
po de rotaci6n, etc.; vease capitulo Vll.ll). , .
De este modo, 1a rlistinci6n entre interes y ganancia empresarial se .
vuelve tam bien relevante para el capitalista que no utiliza capital presta-
do: pues tiene que decidir si presta su capital, obteniendo como propie-
tario del mismo solamente el interes, o si hace actuar el mismo su capi-
tal. Pero lo que se le presenta como el verdadero resu~tado de la ~clivi
dad no es el beneficia total, sino solamente la gananc1a empresana1, ya
que el interes lo recibiria en cualquier ca~o. Si bi;n es cierto que la cla~e
capita1ista en su conjunto no puede eleg1r d,e que mod_o v~ a _empl;ar su
capital -pues sin capital activo no se podna paga~ mngun mteres-, el
capitalista individual si tiene la posibili?ad .t~e elegtr. .
El interes es Ia expresi6n deJa valonzacwn del capttal, de la c~plata
ci6n de la fuerza de trabajo. Pero el capital se halla frente al trabaJO asa-
lariado solo dentro del proceso de explotaci6n. En el capital que deven-
tro deun-determinado margen, por ejemplo, entre el4% y el 6%. Si se habl:1 de que sube
0
baja el in teres, lo que se quiere decir con ello es que todo este margen se desplaza o tam-
bien que se estrecha o se ensancha.
lftl
Critica de Ia economia politica
gain teres ya no puede verse esta oposici6n, pues el capital devenga in te-
res como propiedad de un capitalista que esta fuera del proceso de pro-
ducci6n. El capitalista que presta dinero nose encuentra frente a los tra-
bajadores asalariados, sino frente al capitalista activo que t?ma presta-
do su capital. Asi pues, el interes expresa la facultad del capital de apro-
piarse del producto del trabajo ajeno, pero la expresa como una facultad
del capital, que en apariencia le correspon~e ~~ra del_ pr?ceso de pro-
0..\.\.ccicm., 'ln<le;\)eu.Oie.nte.ro.ente. <le. su. <le.te.nn:rn.ac1.ou. ca\)\ta\i..sta.
l'e.1:o taro.))oco e.\ ca\)'lta\\sta acu:'lG \)a1:e.e.e. e.s'la1: s\tuaG.o b:e.nte. a \as
trabajadores asalariados. La ganancia empresarial que obtiene cl capita-
lista activo parece ser independiente de la propiedad de capital (esta se
paga con el interes), parece ser resu1tado de la aetividad dentro del pro-
ceso de producci6n, un proceso de producci6n que aparentemente no
presenta ninguna determinacion capitalista, sino que aparece como sim-
ple proceso de trabajo. El capitalista no obtiene Jla ganancia empresarial
como propietario, sino COrQ.O un trabajador particular: un trabajador
que es responsable de la vigilancia y de Ia direcci6n del proceso de tra-
bajo. El trabajo de explotaci6n y el trabajo explotado se consideran en la
misma medida como trabajo. El resultado de todo esto es que:
«Sobre el interes recae la forma social del capital, pero expresada en una
forma neutral e indiferente; sobre la ganancia empresarial recae la funci6n
econ6mica del capital, pero hacienda abstracci6n del caracter determinado,
capitalista, de esta funci6n>> (MEW 25, p. 396 I 489).
Lo peculiar del capital que devenga interes noes el interes, este s61o
es una expresi6n particular de la valorizaci6n del capital, sino la forma
apareritemente directa de esta valorizaci6n, tal y como se expresa en la
formula D- D': el dinero parece incrementarse solamente a partir de si
mismo. De ahi que Marx la designe como la <:<forma mas fetichista>>
(MEW 25, p. 404 j 499) de Ia relaci6n de capital (sobre el fetichismo del
capital que surge del proceso de producci6n eapitalista, cf. capitulo
V.III), pues:
«La relaci6n social se consuma como relaci6n de una cosa, del dinero, con-
sigo rilisma. (... ) Crear valor, arrojar interes es un atributo del dinero, del
mismo modo que el de un peral es dar peras>> (MEW 25, p. 405 I 500-501).
A esta forma, Ia «forma mas fetichista>> de la relaci6n de capital, se
le han dirigido hist6ricamente toda una serie de criticas, en las cuales no
se ha criticado la relaci6n capitalista misma, sino tan solo Ia existencia
del interes, de modo que en dichas criticas no se ha visto la conexi6n
entre e1 interes y la relaci6n de capital. Por un lado, se contrapuso el
interes a la relaci6n capitalista «productiva» y se lo critic6 mora1mente
como un ingreso que no se basa en su propio rendimiento. Por otro !ado,
161
Jntenis, credito y <<Capita[ flcticio»
se declar6 la existencia del interes como la causa de todos los males
sociales: en ultima instancia, toda la sociedad quedaba subyugada,
d1recta o indi.rectamente, para poder pagar el interes a los poseedorcs de
dinero.
II DINERO CREDITICIO, BANCOS Y «CAPITAL FlCflCIO»
En la secci6n precedente se han considerado las determinaciones
formales que presenta el capital que devenga in teres a· diferencia del
capital industrial, asi como las representaciones invertidas que surgian
de ello. Ahara tenemos que ocuparnos de las instituciones (hist6rica-
mente variables) que median el movimiento del capital que devenga
interes: los bancos y los mercados de capitales3.
Los bancos son los mediadores del negocio del credito. Reciben, por
un lado; los c!ep6sitos de los poseedores de dinero y, por otro, prestan
dinero. El tipo de interes que pagan los bancos per los depositos es mas
bajo que el tipo de interes crediticio que co bran por sus creditos. De esta
diferencia saca el banco sus ingresos. Lo que queda de estos ingresos
despues de la deducci6n de los castes es la ganancia del banco4.
Sin embargo, los bancos no representan solamente una instancia de
mediaci6n pasiva, que mueve dinero de una mano a otra, sino que tam-
bien «Crean» dinero: el dinero crediticio.
El dinero crediticio es una promesa de pago que realiza las funcio-
nes del dinero. Surge en el mom en to en que A toma prestados 100 euros
de B y firma un certificado de deuda que se queda B (si el certificado de
deuda tiene un plazo de pago fijo y relativamente breve se habla de letra
de cambia). Este certificado de deuda es una promesa de pago por parte
de A. Si ahara B compra una mercancia a C y este acepta el certificado de
deuda como pago, entonces la promesa de pago de A ha actuado como
dinero. Junto a los 100 euros iniciales de dinero en metalico (el «dinero
real» con el que A puede comprar) circulan ahora tambien 100 euros de
dinero crediticio (con el que compra B). Este dinero crediticio ha surgi-
do «de Ia nada» con la concesi6n del credito, y con el cumplirniento de
la promesa de pago vuelve a desapareeer «en la nada» {el certificado de
deuda es destruido).
Por lo general, las promesas de pago no circulan entre las personas
privadas, sino entre los bancos o las instituciones bancarias, como las
organizaciones de credito. Si pago COil un cheque 0 una tarjcta de credi-
3 lncluso por lo que respecta a los conceptos fundamenlales, aqui s6lo podemos conside-
rar lo mas basico. Una introdncci6n pormenotizada se encuentra en Kriitke (1995), asi
como en Itoh/Lapavitsas (1999).
4 Otras fuentes de i11gresos de los bancos son las tasas (por ejemplo, porIa administraci6n
de Ia cuenta) ylas comisiones (por la gesti6n en la compra y la venta de acciones y titulos).
163
Crftica de la economfa politica
to, cl vendedor no rccibe de mi dinero real, sino solo una promesa de
pago (lo que significa que cou Ia prcscntaci6n del cheque o del rcsguar-
do de Ia tmjeta de crcdito rccibe el dinero del banco ode Ia organizaci6n
de cn~dito). Pero no soy yo quien garantiza esta prornesa, sino el ban cos.
El dinero crcditicio (o dinero contahle, segun la denominaei6n usual
hoy en dia para el dinero crediticio creado por los bancos) surge con
cada deposito de dinero en un banco: si ingreso 100 cnros de dinero en
metalico Cf! mi cuenta, entonces se encuentran 100 euros de dinero en
metalico en la caja del banco (que pucden ser utilizados por el banco, por
ejemplo, para un credito) y, por otra parte, aumenta el saldo tle mi cuen-
ta (del que puedo disponer a traves de un cheque o una transferencia) en
100 euros, por lo que adicionalmente a los 100 euros de dinero en meta-
lieu (que han ido a parar de mi bolsillo al banco) han surgido de repen-
te 100 euros de dinero crediticio -o dinero contable- en mi cuenta.
Si ahora el vended oral que yo le he pagado con mi cheque abona este
cheque en su cuenta, el dinero crediticio simplemente se ha transferido
de mi cuenta a la suya, y puede actuar en adelante como dinero.
Solamente si el vendedor canjea cl cheque pur dinero en meta.lico (por
tanto, solicita dinero en metalico de Ia caja del banco), se destruye el
dinero crediticio. De hecho, el banco solo tiene que mantener como
reserva en metalico una parte de los 100 euros que yo he ingresado,
pudiendo disponer del resto. Ya que la mayoria de los pagos se realizan
«por transferencia» de cuenta a cuenta (y normalmente tampoco los cre-
ditos tienen que pagarse en efectivo, sino como dinero crediticio), la
suma de dinero en metalico que tiene que mantener un banco es s6lo
una pequefia fracci6n del dinero crediticio creado por ellos.
En la concesion de un credito, los baneos no dependen s61o de los
depositos de los poseedorcs de dinero, tambien se pueden endeudar con
el banco central del Estado. El banco ceniTal es la {mica instai1cia que
puede emitir billetes (dinero en metalico). En una economia cuyo dine-
ro ya no csta ligado a una mcrcancia dineraria, cl banco central «crea>>
el dinero real («real» a diferencia del dinero crediticio, que es solo una
promesa de pagar dinero). El banco central no esta st0eto a ningun limi-
te formal en esta crcaci6n de dinero.
Mientras el sistema monetario todavia estaba ligado a una mercan-
da dineraria (por ejemplo, el oro), los billetes de banco no eran dinero
real, sino solamente su representante, de modo que la emisi6n de bille-
tes que podia realizar el banco central estab<J limitacla por las eorrespon-
dientes preseripcioncs de cobertura. La emisi6n de hilleles tenia que
estar cubierta en una determinada proporci6n por las rcscrvas de oro del
s Normalmcnte el banco o la organizacion de credito solo garantiza esta promcsa de pago
hast a una dcterminada cuantia; pcro cl vended or puede eonfinnar por medio de una sim-
ple consulta si cl cheque 0 ]a tarjcta cle crcdilo son valiclos.
164
Jnteres, credito y «capital jicticio»
banco central. Si se solicitaba canjcar los billetes por oro, se reduda su
reserva de oro y s6Jo podia emitir Ull numero mcnor de billetes. Cuando
se presentaban situaciones de crisis, por un lado, salia oro de las reser-
vas del banco central y, par otro lado, aumentaba la necesidad de crcdi-
to y los bancos necesitaban mas billetes. Pero a causa de Ia salida de oro,
el banco central no podia aurnentar la emisi6n de billetes sin suspender
las prescripciones de cobertura, de modo que la mercanda dineraria se
mostr6 como un obstaculo -evitable·- para la reproducci6n capitalista.
Actual mente, al no estar ya ligado el sistema monetario a una mercanda
dineraria (cf. el final del capitulo Ill.VII), este obstaculo ha quedado
suprimido. Sin mercancia dineraria, el sistema bancario puede reaccio-
nar a las crisis con mayor flexibilidad que antes, pero esto no significa
que las crisis mismas se puedan evitar (cf. capitulo IX).
A diferencia de lo que pensaba Marx, que creia imprescindible Ia
existencia de una mercancia dineraria en el capitalismo, se ha hecho
patente que un sistema monetario que esla ligado a una mercancia dine-
raria no forma parte del modo de producci6n capitalista «en su media
ideah> (cf. para un anaJisis mas detallado Heinrich 1999, p. 302 y ss.).
En el mercado de capitales, los prestatarios y los poseedores de
dinero establecen una relaci6n crediticia directa. Los prestatarios, sobre
todo las grandes empresas y los Estados, toman dinero prestado directa-
mente de los poseedores de dinero, y prometen por ello un pago fijo de
intereses anuales, asi como el reembolso del dinero prestado en un plaza
fijo: los poseedores de dinero reciben titulos a cambia de su dinero, en
los que estan registradas las condiciones correspondientes (a causa del
interes fljo, se habla de titulos de reniafija). Dado que el credito se lleva
a efecto sin !a participaci6n de los bancos6, los prestatarios y los presta-
mistas pucden repartirse la diferencia ent1:e el tipo tle interes del depo-
sito y el tipo de interes crediticio de los bancos: por lo general, cl tipo de
interes del titulo es menor que el interes crediticio de1 banco y mayor
que el interes del deposito. No obstante, el prestamista asume todo el
riesgo de la suspensi6n del credito: si quiebra la empresa a la que ha
prcstado dinero, pierde su dinero; de ahi que generalmente s6lo puedan
emitir tales emprestitos grandes empresas, de las que se asume que son
solventes. En cambio, si uno de los prestatarios del banco quiebra, se
re~\uee \a gananeia del banco, \)ero no af.ecta a \os clep6s\tGS m\entras e\
tlanco mismo no qui..e'm:e.
Las cmpresas no solo pueden conseguir dinero en el rner~a~o d.e
capitales a traves de emprestitos, s~no tambien ~ t_rav~s, de la emJsion de
acciones. Con una acci6n se adqUiere una partiCipaciOn en la empresa
6L"c)s ban-~os actuan simplcmente como mediadores cle estas compras y rcciben por ello
una comisi6n.
l(i5
Critica de Ia economia politica
correspondiente, de modo que el accionista 3_e convie~e en copropieta-
rio. De forma similar a los titulos de renta hJa, Ia accwn representa un
derecho: se tiene derecho a voto en Ia junta de accionistas, asi como a
una parte de Ia ganancia que se reparta (los di~idendos), en a~bos cas~s
en proporci6n a la participaci6n en Ia totahdad _de las acci~nes. Sm
embargo, nose tiene derecho al reembolso del_precw de ~as accwnes po:
parte de la empresa, y la cuantla de~~- gananc1a a :·epartir tampoco esta
fijada, sino que depende de la evoluciOn del negocw.
Los titulos de renta fija y las acciones se pueden vender en el merca-
do de capitales7. Tienen un precio, que es su correspondiente cotizacion
burs6.til o ualor de cotizaci6n (\a coti7.aci6n burs2Ltil del d.ia anterior se
puede consultar en la seccion economica de los grandes -peri6dicos).
Pero estos documentos no tienen ningun valor; solamente son dereehos
a un valor (interes y dividendo), lo que se vende son derechos: despues
de la venta, la empresa ya no paga el interes o dividendo ala persona A,
sino a la persona B. Pero enf Ia vida diaria, asi como en la teo ria econ6-
mica irnperante, nose distirigue entre precio y valor: la cotizaci6n bur-
satil se c~nsidera como el «valor» de la acci6n 0 del titulo de renta fija.
La cantidad que el poseedor de un titulo de rentafija obtiene (de la
cotizaci6n bursatil) en la venta depende basicamente del importe del
actual interes de mercado. Supongamos que Aha comprado en el ultimo
ano un titulo de la empresa Y, ha pagado woo euros y ha adquirido por
ello el derecho a que Ia empresa Y le pague durante diez afios 50 euros
de intereses y despues de 10 afi.os los 1000 euros :iniciales. Aha adquiri-
do, pues, un titulo con un valor nominal de 1000 euros y un pago de inte-
reses (referido al valor nominal) del 5%. Sigamos suponiendo que en el
siguiente afio suben los intereses al 7%, lo que significa que por los nue-
vas titulos que cuestan 1000 euros se reciben 70 euros como pago anual
de intereses. Si ahora A quiere vender su titulo, no encontrara a nadie
que le quiera pagar woo euros por ei, ya que el pago de intereses esta
fijado para dicho titulo en 50 euros. A solo podrii vender su titulo si se
contenta con menos de 1000 euros: el valor de cotizaci6n del titulo (lo
que se obtiene por el en el mercado) cae por debajo del valor nominal al
subir los intereses. Si bajan los intereses, el valor de cotizaci6n se eleva-
ra por encima del valor nominalB.
7Utilizo aqui Ia denominaci6o mercado de capitales como tt~rmino generico para el mer-
cado de titulos y el mercado de acciones. A menudo se utiliza tambien como termino gene-
rico «rnercado financiero», yen el siglo XIX y a principios dd XX era usual Ia denomina-
ci6n «balsa». A veces se distingue tarnbien entre el mercado de capitales como mercado
de emprestitos a largo plaza y el mercado dinerario como rnercado de ernprestitos a corto
plaza.
8 La cuantia en que aumente o disminuya el valor de cotizaci6n depende del plaza de ven-
cirniento del documento (ellapso de tiempo hasta su desembolso), asi como de Ia evalua-
ci6n de riesgo del deudor (Ia estimaci6n de su solvencia futura).
166
Intenis, credito y «Capitalficticio>>
Lo mismo parece ocurrir en el caso de la venta de acciones, tambien
aqui cambian constantemente las cotizaciones bursatiles. Sin embargo,
para su movimiento no es decisivo solamente el dividendo actmtl, sino
sobrc todo Ia ganancia futuro de la emprcsa. El dividendo desempena
solo un papel subordinado, ya que normalmente solo se reparte una
pequefia parte de la gananeia como dividendo a los accionistas; Ia mayor
parte de la ganancia se invierte. Pero la ganancia futura nunca es segu-
ra, es una expectativa. Si aumentan las expectativas de ganancia, sube
tambien la cotizaci6n de las acciones, si disminuyen las expectativas de
ganancia o existe una gran incertidumbre al respecto, baja la cotizaci6n.
En este sentido, lo que se expresa en la evoluci6n de la cotizaci6n de las
acciones no es la evoluci6n presente, sino las expectativas de Ia evolu-
ci6n futuro.
La circulaci6n de titulos y acciones representa una duplicaci6n
similar a la que vimos en el caso del dinero crediticio: alii circulaba la
promesa de pago junto al dinero real; aqui tenemos, por un lado, el
capital real, que fluye del poseedor de dinero al empresario y es utili-
zado por este, y por otro lado, el derecho al pago de intereses 0 dividen-
dos, que se negocia y circula en funci6n de la cotizaci6n cambiante de
los valores.
Estos derechos circul.antes, tanto los titulos como las acciones, son
designados por Marx como capital ficticio, a causa de su especifica
«determinacion del valor» (es decir, la determinacion de la cotizaci6n
bursatil que se acaba de esbozar). Pero esto no significa que tales dere-
chos no se puedan hacer efectivos. Se trata mas bien de que el capital
real, que los poseedores de dinero tenian inicialmente en sus manos en
forma de dinero, s61o es adelantado una vez por ellos, en la compra de
acciones y emprestitos. A continuaci6n se encuentra en manos de los
empresarios y es adelantado por ellos. Los documentos, sean acciones o
emprestitos, representan meros derechos a un pago determinado, su
«valor» (la cotizaci6n bursatil) no tiene nada que ver con la suma de
valor que se pag6 inicialmente por estos derechos (esta surna de valor
existe ahora, por ejemplo, como capital productivo en una empresa o, si
se trata de un emprestito cstatal, como un gasto por parte del Estado).
El «valor» de los documentos es un valor de calculo, que en el caso de los
titulos de renta fija se basa en la comparaci6n del interes del documen-
to y el interes de mercado, y en el caso de las acciones se basa en las
expectativas de ganancia9. En que medida este «valor» es estable y con-
9 En los mercados de capitales no solo se negocian titulos de renta fija y acciones, sino
tam bien toda una serie de documentos que representan solamente derechos a acciones o
a titulos, lo que en rigor significa que representan derechos a derechos. Las «;nnovacio-
nes>> que han tenido Iugar en las ultimas decadas en los mercados financieros internacio~
nales (sabre todo los denominados «derivados») consisten basicamente en el invento de
nuevas form as de derechos negociables, por tanto, nuevas formas de capital ficticio.
167
Critica de Ia economia polirica
!leva a largo plazo los pagos correspondientes, es algo que depende de
las ganancias efectivas de Ia empresa en cuestion.
Puesto que las expectativas de ganancia pucden carnbiar rapidamen-
te, tambien puedcn cambiar con gran rapidez las cotizaciones de las
acciones. De ahi que, en el casu de una fuerte caida de las cotizaeiones en
bolsa, puedan deslruirse en un dia millones de euros de valor de cotiza-
ci6n (mill ones de euros de capital ficticio) yen el caso de una fuerte sub i-
da de las cotizaciones puedan surgir de repente rriillones de euros de
valor de cotizaci6n. Sin embargo, nose lrata aqui de la destrucci6n o sur-
gimiento de sumas atesoradas, con respecto a las cuales seria posible
imaginarse un uso mejor, sino del valor de calculo de determinados
documentos. Lo que no significa que eslos cam bios en ]a cotizaci6n sean
procesos que carecen de importancia. Si las acciones ylos titulos se uti-
lizan como garantias para creditos, estas garantias se devall1an a] caer
las cotizaciones. El prestatario tiene entonces que aportar garantias adi-
cionales o reembolsar el credito; en el caso de que no pueda hacerlo, ira
a la quiebra. Si el banco tiene demasiadas suspensiones de este tipo, le
amenaza igualmente la quiebra.
Las expectativas tienen Ia tendencia a amplificarse durante un peri-
odo de tiempo: si sube la cotizaci6n de las acciones, muchos quieren
subirse al tren, con lo cual aumenta Ia demanda, sube la cotizaci6n y
quieren subirse al tren todavia mas poseedores de dinero; en cambio, si
cae la cotizaci6n, muchos quieren deshacerse de sus acciones, aumenta
la oferta, la cotizaci6n sigue cayendo, etc. Esto tiene como consecuencia
fuettes oscilaciones en la evoluci6n de los valores.
III EL SISTEMA CREDfnCIO COMO INSTANCIA DIRECTJVA
DE LA ECONOMiA. CAPITALISTA
Podemos designar sumariamente a los bancos y a los mercados de
capitales como sistema crediticio. El movimiento del capital que deven~
ga interes, que se encuentra mediado por este sistema crediticio, no es
un mero agrcgado o una «supereslructura» situada por encima del capi-
tal industrial. Como sc pondra de manifiesto en seguida, el capital que
devenga intcres surge de la circulaci6n del capital industrial y, por otra
parte, el movimiento del capital industrial no resulta en absoluto posible
sin el crcdito.
En el capitulo III, hahiamos sefialado que la teo ria del valor de Marx
es una teorfa monetaria del valor: la mcrcancia y el dinero no pueden
cxistir, ni tam poco se pucden aprehender conceptualmente, sin referen-
cia al dinero. Se puede decir algo parecido de la relaci6n entre el capital
y el credito. En el marxismo tradicional dorninaba tanto una teoria no-
168
lntenis, credito y «capital ficticio»
monetaria del valor, como una teoria del capital que reducl::~ el credito a
algo meramente suplementario, algo que en principia no resulta necesa-
rio para ]a existencia y la cornprensi6n del capital.
Con Ia circulaci6n del capital industrial surgen una serie de fondos
que estan constituidos por capital tcrnporalmente «desempleado»:
como consecuencia de la yenta de mercandas refluye eapital adelantado,
el cual no puede volver a emplearse de inmediato. De estos fondos, los
mas importantes son elfondo de ocunwlaci6n (constituido por plusva-
lor que hay que invertir, peru que s6lo se puede hacer en un momenta
posterior, porque, por ejemplo, se requiere una suma minima para la
inversi6n) y elfondo de amortizaci6n (constituido por los componentes
de valor que refluyen del capital fijo, cf. capitulo VI.ll). Hasta que llegue
el momento de su inversion, tales fondos se pueden ernplear como capi-
tal que devenga intenk
En vez de esperar hasta que estos fondos se completen, una parte de
la acumulaci6n y la renovaci6n del capital fijo pueden financiarse con un
cn~dito, de modo que los sucesivos reflujos no van a parar al fondo de
acumulaci6n o al de amortizaci6n, sino que son utilizados para el pago
de los intereses y el reembolso del credito.
Por ultimo, la circulaci6n del plusvalor (esto es, la parte del produc-
to social global cuyo valor corresponde al plusvalor social global) no es
posible sin que exista atesoramiento o se concedan creditos: dejando de
lado el capital fijo, los capitalistas de un pais, en el transcurso de un afio,
ad elan tan capital por valor de c + v, pero en este aiio producen por valor
c + v + p. Hay que preguntase, por tanto, de d6nde procede el dinero
para comprar los productos por valor de p. Una posibilidad es que una
parte de los capitalistas, ademas del capital que han adelantado, dispon-
gan adicionalmente de un cierto atesorami'ento, por lo que pueden com-
prar una parte de p; y los capitalistas que han vendido pueden comprar
de nuevo con este dinero al primer grupo de capitalistas, de modo que al
final se han vendido todos los productos y las cantidades atesoradas
refluyen otra vez a sn poseedor inicial. Pero atesorar solamente para
faci.li.tar la situaci6n significa renunciar a \a valmiz.acion de esta suma de
valor. Si los ca-pitalistas persig,uen la maxima valorizad6n -posi.b\e ue\
ca-pital, no rea\'n.aran tal atesoramiento, sino que financiaran las com-
pras correspomlientes por med~~ de credit?s a corto plazo.
Por lo tanto, es la circulac10n de capital la que da lugar, por una
parte, a capital temporalmente dcsempleado y, por ?tra p~rte, a la
demanda de credito; de ahi que con el aumento del capttal social global
se incremente tambien el volumen de credito. Ac;~ pucs, la l~.l~ra expan-
sion de los ncgocios de credito no es todavia un s1gno de cns1s o de de-
sarrollo inestable (como sugiere, por ejemplo, Robert Kurz :1995).
Critica de la economfa politica
Un sistema crediticio desarrollado le posibilita al capital individual
renunciar al atesoramiento y tomar prestado capital que no se utiliza;
ademas, si el capital individual pide un eredita, puede acumular p~r
encima del mero beneficia del periado anterior. Pa,ra una empresa capl-
talista, por tanto, un cierto endeudamiento noes en mo_do ~lguno «insa-
no» o un signo de debilidad. En las sociedades precap1tahsta~, los pro-
ductores se endeudaban general mente en situaciones de neces1dad, Y no
pocas veces t~nian problemas para pagar tan solo los intereses. En con-
diciones capitalistas, los creditos sirven fundamentalmente para finan-
ciar una acuinulaci6n adicional: los creditos permiten aumentar la tasa
de beneficia en relaci6n al capital individual. Su·~;>ongamos que la tasa
media de beneficia es del 8% y el tipo de interes de mercado del5%. Si
un capitalista invierte un mill6n de euros, puede esperar un beneficia de
8o.ooo euros. Si ademas pi de prestado un mill6n de euros, y este segun-
do mill6n arroja tambien el beneficia medio, nuestro capitalista obtiene
un beneficia adicional de 8o.ooo euros, de los que tiene que pagar
so.ooo euros como interes al poseedor de dinero. Su beneficia total
asciende a 8o.ooo mas 30.000, lo que supone no.ooo euros: su capital
individual (el mill6n de su propiedad) le ha rentado, gracias al credito,
no el 8% de beneficia media, sino el 11%. Este aumento de la tasa de
beneficia es el motivo fundamental para pedir un credito. Sino se cum-
plen las expectativas, ya sea porque fracasa el negocio, ya sea porque
empeora ]a situaci6n econ6mica en su conjunta, entonces puede ocurrir
que la tasa de beneficia obtenida se sit(le por debajo de la tasa de inte-
res. En este caso, el capital prestado no habria producido un beneficia
adicional, sino una perdida Oa diferencia entre e1 interes y el beneficia).
La existencia del credito tambien tiene consecuencias sabre el capi-
tal social global. Los movimientos de capital entre sectores, a traves de
los cuales tiene lugar la nivelaci6n de las tasas de beneficia (cf. capitulo
VILli), consisten basicamente en una variad6n de los flujos de cn§dito,
de manera que en un sector se acumula mucho y en otro se acumula
poco; el desplazarniento del capital ya invertido seria considerablernen-
te mas dificil y, sobre todo, requeriria mucho mas tiempo. Un sistema
crediticio desarrollado hace posible concentrar y desviar en poco tiempo
enorrnes masas de capital. A menudo es esto precisamente lo que se
necesita para el desarrollo acelerado de nuevas fuerzas productivas, pues
la introducci6n de nuevas tecnologias requiere generalrnente de inver-
siones iniciales considerables.
La existencia del credito no solo posibilita al capital individual acu-
mu1ar por encima del beneficia del periodo anterior, sino que tarnbien se
lo posibilita a! capital social global, siempre y cuando esten presentes los
supuestos materiales de ]a acumulaci6n. Por consiguiente, una expan-
sion en la concesi6n de credito puede canstituir un importante empuje
170
Interes, cn~dito y «capital ficticio»
para Ia acumulaci6n (del mismo modo que una restricci6n en la conce-
si6n de credito puede estrangular el proceso de acumulaci6n). En este
sentido, el sistema crediticio representa una instancia direct-iva estruc-
tural de la econon:ia capitalista. Los capitalistas se esfuerzan por inver-
tir su capital en las esferas en las que se esperan los mayores beneficios.
Peru puesto que estas inversiones se financian generalmente por medio
de creditos o de acciones, al menos en parte, depende esencialmente del
sistema crediticio, de los bancos y de los mercados de capitales el que
estos movimientos de capital sucedan con mas o menos dificultades y
que la acumulaci6n tenga lugar con mayor o menor rapidez.
De una parte, el sistema crediticio le confiere ala acumulaci6n su fle-
xibilidad, por tanto, «acelera el desarrollo material de las fuerzas pro-
ductivas y la formaci on del mercado mundial», y de otra parte el sistema
crediticio es tambien «la principal palanca de la sobreproducci6n y del
exceso de especulaci6n en el comercio» (MEW 25, p. 457/ 568): el con-
trol de la acumulaci6n por el sistema crediticio es un proceso con un
enorme potencial para generar crisis. La concesi6n de credito, sobre
todo el comercio con titulos y acciones, «vive» de expectativas e incerti-
dumbre. Aqui es necesario «especular», y esta especulaci6n tambien
puede fracasar y conducir a la destrucci6n del capital invertido. En la
bolsa se pueden producir «burbujas» especulativas (alzas excesivas en la
cotizaci6n de las acciones) y el subsiguiente «estallido» de esta"S burbu-
jas (la caida repentina de la cotizaci6n). Pero nunca se sabe con plena
ccrteza antes de su estallido si se trata realmente de una burbuja ode un
aumento de la rentabilidad de los capitales que se esta anticipando en la
elevada cotizaci6n.
Sin embargo, seria err6neo oponer a los mercados financieros «espe-
culativos» una «salida» producci6n capitalista. Toda producci6n capita-
lista contiene un elemento especulativo, ningun capitalista puede estar
completamente seguro de que va a vender sus mercancias o del precio
que obtendra por elias. La especulaci6n en los mercados financieros es
mas evidente y repentina, pero no es algo cualitativamente distinto de Ia
producci6n capitalista. En ambos casos se parte de expectativas necesa-
riamente inciertas y se intenta lo mismo a traves del comercio con sus
respectivos productos: maximizar el beneficia.
No obstante, la relaci6n entre los mercados financieros y la produc-
ci6n industrial no es siempre la misma, ni cuantitativa ni cualitativa-
mente. Esta relaci6n puede ser distinta en los diversos paises y puede
tambien modificarse con el curso del desarrollo del capitalismo, de ahi
que las discusiones sobre los cambios de los mercados financieros (fun-
damentalmente sabre su desregulaci6n y su internacionalizaci6n) cons-
tituyan uno de los temas centrales en los debates sobre la globalizaci6n
en los ultimos afios (cf. Altvater/Mahnkopf 1999; Huffschmid 2002).
171
CAPITtTLO IX
LAs CRISIS
l CICLO Y CRISIS
Se denomina crisis econ6mica a las perturbaciones severas de la
reproducci6n econ6mica de una sociedad. En una economia capitalista,
esto significa que una gran parte de las mercancias producidas ya no se
puede vender: no porque no haya demanda de los productos correspon-
dientes, sino porque no existe una demanda solvente. El capital mercan-
til ya no se puede transformar integramente en capital dinerario, de
modo que el capital adelantado se valoriza cada vez peor y la acumula-
ci6n disminuye. Con ello se reduce la demanda de elementos de capital
productivo, de medios de producci6n y de fuerzas de trabajo por parte de
las empresas capitalistas. La consecuencia de ello es el desempleo masi-
vo y Ja dismirmci6n del consumo de la clase trabajadora, lo que hace que
disminuya aun mas la demanda y se agudice la crisis.
El capitalismo no es el unico modo dE; producci6n en el que existe
una enorme pobrezajunto a una riqueza inl11ensa. Pero es el unico modo
de producci6n donde la abundancia de bienes representa un problema y
donde los bienes invendibles conducen a la ruina a sus poseedores,
mientras que al mismo tiempo hay personas que carecen de lo mas nece-
sario y que ademas no pueden vender lo unico de lo que disponen: su
fuerza de trabajo. El capital ya no requiere de ella, puesto que no puede
emplearla de manera lucrativa.
Desde que se impuso el capitalismo ind.m;tri.al a 1JYincipi.os d_el si.g\o
XIX., j)rimero en lng\atena, d_espues tambien en "Francia, A1emani.a y
Estados Unidos, se presentaron crisis en los paises capitalistas desarro-
Uados con intervalos de 10 afios aproximadamente. A la acumulaci6n
acelerada, con altas tasas de beneficia y salarios crecientes, lc segulan el
estancamiento y la crisis, que finalmente desembocaban en un nuevo
aumento de la acumulaci6n, lenta primero y luego otra vez acelerada.
173
Critica de Ia economia politica
Este desarrollo cidico continuo en el siglo xx:, pero los ciclos eran
generalmente menos pronunciados que antes. En cambio, aument6 la
importancia de los desarrollos supracidicos: con la crisis econ6mica
mundial de 1929 se inici6 una larga fase de depresi6n econ6mica que
s6lo se super6 a comienzos de los anos 50, y que en Europa occidental
yen Norteamerica se transform6 en ellargo periodo de auge de los anos
50 y 6o, sostenido sobre todo por el «fordismo» (cf. capitulo V.V). Este
capitalismo del «milagro econ6mico» no solo trajo consigo altas tasas
de beneficia, sino tambien plena empleo, salarios reales crecientes y
una ampliaci6n del Estado social. Es cierto que tambien hubo ciclos en
esta fase, pero no se presentaron crisis agudas. El capitalismo que Marx
habia contemplado, que estaba marcado por las crisis, el desempleo y
los procesos de depauperaci6n, parecia estar superado, al menos en las
metropolis capitalistas. Sin embargo, con la cris'is econ6mica mundial
de 1974/75, la situaci6n cambi6 de manera radical: el modelo fordista
de acumulaci6n, con sus m:etodos «baratos» para aumentar la fuerza
productiva (taylorismo y producci6n en masa), habia llegado a su limi-
te, las tasas de beneficia disminuyeron, los movimientos ciclicos
aumentaron en intensidad, e incluso en las fases de auge las tasas de
crecimiento de la economia se mantuvieron bajas y el desempleo sigui6
siendo elevado. No obstante, las tasas de beneficia experimentaron una
recuperaci6n en los afi.os So y go, sabre todo debido al estancamiento o
disminuci6n de los salarios reales, asi como a Ia eonsiderable reducci6n
de impuestos a las empresas y a las personas con altos ingresos, que se
financiaron fundamentalmente a traves de la reducci6n de las presta-
ciones sociales.
No es posible dudar de que el desarrollo del capitalismo en los ulti-
mos 180 afios ha transcurrido de facto atravesado por las crisis. Sin
embargo, las causas de estos procesos de crisis son controvertidas. La
mayoria de los representantes de la economia politica dasica, asi como
actualmente los de la econornia neoclasica, han negado que las crisis
sean resultado del modo de funcionamiento del capitalismo. Para los
clasicos y los neoclasicos, las crisis son provocadas por influencias
«externas» (por ejemplo, por la politica econ6mica del Estado): la eco-
nomia de mercado capitalista esta «en si» exenta de crisis. Solamente
John Maynard Keynes (1883-1946) atribuy6 al menos el recurrente de-
sempleo masivo a causas inmanentes al capitalismo (Keynes 1936) y
puso con ello los cimientos del «keynesianismo».
En cambio, Marx intent6 demostrar que las crisis surgen del modo
de producci6n capitalista mismo, que un capitalismo exento de crisis es
imposible. Pero en su obra no se encuentra ninguna teoria coherente
sobre las crisis, sino simplemente observaciones sueltas, de mayor o
menor amplitud, que fueron transformadas por la tradici6n marxista en
174
Las crisis
teorias complelamente diversas (una vision de conjunto puede encon-
trarse en Sablowski 2003).
Ya en el analisis del dinero como medio de circulacion, Marx habia
constatado Ia posibilidad general de las crisis en la mediacion del inter-
cambia a traves del dinero: se puede vender la mercancia propia sin
comprar nuevas mercancias con el dinero obtenido, y al retener el dine-
ro se interrumpe el proceso de reproduccion (MEW 23, pp. 127-128 /
137-138; cf. capitulo III.VII). La denominada ley de Say, que dice que
tiene que haber un necesario equilibria entre compras y ventas, o lo que
es lo mismo, que toda oferta genera una demanda de igual magnitud,
solo tiene validez si la circulacion de mercancias (mediada por el dinero)
se equipara con el intercambio directo de productos: solo en este caso
coincide cada «venta» con una «compra» simultanea. Por consiguiente,
si los clasicos y los neoclasicos fundamentan en la ley de Say su afirma-
cion de que una economia de mercado, por principia, esta exenta de cri-
sis, estan presuponiendo en el fonda un capitalismo sin dinero.
Sin embargo, hay que explicar por que a partir de la mera posibilidad
de la crisis surge una crisis real, por que se interrumpe de hecho el pro-
ceso de reproduccion. De los diversos planteamientos de Marx para con-
testar a esta pregunta (para una exposicion mas amplia cf. Heinrich
1999, pp. 341-370), en el marxismo tradicional desempefio un importan-
te papel una reflexion apoyada en la «ley de la caida tendencial de la tasa
de beneficia» (cf. 'capitulo VIII.III): a causa de la caida de la tasa de
beneficia, caera tambien en algun momento la masa de beneficio, de
forma que la acumulacion se ralentizara cada vez mas y conducira final-
mente a la crisis. La mayor parte de las veces esta estrecha conexion
entre la teoria de las crisis y Ia «ley de la caida tendencial de la tasa de
beneficio» era lo que estaba detras de la vehemente defensa de esta ley.
Sin embargo, los argumentos decisivos de Marx sabre la teoria de las cri-
sis son totalmente independientes de ella.
Marx ya haqia mostrado en ellibro primero de El Capital que Ia pro-
duccion de plusvalia relativa es una tendencia fundamental del desarro-
llo capitalista: Ia disminucion del valor de la fuerza de trabajo por medio
del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo. y e]• metodo mas
importante para el desarrollo de la fuerza productiva cs la introduccion
de maquinaria cada vez mejor (cf. capitulo V.II-V.III). Pero la instala-
cion de maquinaria para ahorrar costes esta vinculada gcneralmente a
un incremento del volumen de produccion. Por lo tanto, el aumento de
la fuerza productiva va acompafiado de una mayor cantidad de bienes
producidos que, por la presion de la competencia (si es posible, ser el
primero que inunda el mercado con los productos; adelantarse a la des-
valorizaci6n de los medios de producci6n haciendo de ellos el uso pro-
ductivo mas rapido posible, etc.), se intensifica mas ann. Pero a esta
175
Crftico de Ia economia politico
ampliaci6n teodencialmente ilirnitada de Ia prociuceion se opone, como
Marx pone de manifieslo f~ll ellibro fercero de HI Capitol, una capacidud
de consumo por parte de la sociedad limit ada en muchos sentidos (MEW
25, pp. 253-254 I :F3<114).
El consumo social no se reduce al consumo individual del consumi-
dor final. Sc compone del consumo de ]a clase trabajadora, del consumo
suntuario de los capitalistas y de las inversiones (inversiones de reposi-
ci6n para sustituir la maquinaria gastada, e inversiones de ampliaci6n,
en las que sc adquieren medios de producci6n adicionales y, por tanto,
sc acumula capital).
El consumo de la clase trabajadora est.a limitado por la l6gica de
valorizaci6n del capital: los capitalistas intentan rnantener los salarios al
nivel mas bajo posible, e iguahnente el numero de fuerzas de trabajo
cmpleadas, ya que para el capitalista individual el salario es solamente
un factor de coste. La fundarnentaci6n de la teoria de las crisis en el
«subconsumo» se refiere basicamente a esta capacidad de consumo
limitada de la clase trabajadora. Pero el argumento de los salarios bajos
y del «vacio de demanda» que resulta de ello es insuficiente como expli-
caci6n de la existencia de las crisis: los salarios siempre son menores que
e1 valor total del producto ( este valor total es c + v + p, los salarios son
solamente v), por lo que nunca son suficientes --indepemlientemente de
que sean altos o bajos- como demanda para el producto totaL
A la demanda de la clase trabajadora hay que afiadir Ia demanda
suntuaria de los capitalistas (que en relaci6n al conjunto de la econo-
rnia es relativarnente escasa, de modo que podemos prescindir aqui de
ella) y la demanda de inversion. Esta ultima es la variable decisiva: de
ella depcnde directamentc Ia dernanda capitalista de medios de pro-
ducci6n adicionales, e indirectamente el desarrollo ulterior del consu-
mo de la clase trabajadora, a saber, en la rnedida en que se emplean o
no fucrzas de trabajo adicionalcs. Pero cl hecho de que las inversiones
en capital productivo (medios de producci6n y fuerzas de trabajo) sean
rnayores o menores depende, por un lado, de las expectativas de bene-
ficia -si se esperan beneficios reducidos, las inversiones se retraeu-,
por otro !ado, de la comparaci6n entre la tasa de beneficio (esperada) y
el tipo de inten~s: el capilalista individual siempre puede elegir -no asi
la clase capitalista en su conjunto- si invierte su capital en capital pro-
ductivo o si lo ernplea como capital que devenga interes. Cuanto mas
alto sea cl tipo de intercs o cuanto mayores sean las expectativas de
cotizaciones bursatiles al alza mas se invertira en capital fieticio, en
Iugar de hacerlo en capital productivo.
Por consiguiente, la producci6n capitalista y el consumo capitalista
no solo estan dcterminados de manera completamente distinta, sino que
sus momentos de determinacion se eomp01tan de manera opnesta: a
176
una producci6n tendeneialrnente ilimitada (no por las necesidarles, sino
por Ia l6gica de Ja valorizaci6n) se l<' opone un eonsumo limitBdo. La
eonsecueneia es la tendencia a la sobreproducci(m de mercaucias
(sobreproducci6n en relaci6n a Ia demauda solvente) y ala sohreacumu-
laci6n (capital acumulado que se valoriza mal o que no se valoriza en
absoluto), lo que finalmente conduce ala crisis: la reproducci6n se para-
1iza, el capital invertido se desvaloriza o incluso se destntye por com pie-
to, las empresas menos rentables cierran, los capitales individuales
menos rentables van a la quiebra, las fuerzas de trabajo son despedidas,
y con el desempleo creciente disminuyen tambien los salarios. Por lo
tanto, las crisis son procesos enormemente destructivos: se destruye Ia
riqueza social y las condiciones de vida de un gran numero de personas
empeoran considerablemente.
Sin embargo, son precisamente estos momentos destructivos los
que, por medio de un proceso violento, eliminan el desequi!ibrio entre la
producci6n y el consumo sociaL Las crisis no s6lo tienen un Iado des-
truetivo, sino que para el sistema capitalista en su conjunto son verdade-
ramente «productivas»: la destrucci6n de capitales no rentables reduce
la producci6n, mientras que la desvalorizaci6n del capital que sigue
actuando y los salarios bajos aumentan la tasa de beneficio de los capi-
tales que subsisten. Finalmente, se reducen los intereses, ya que dismi-
nuye la demanda de capital prestado. Todo esto despeja el camino para
un nuevo crecimiento, que a menudo se apoya en la introducci6n de
innovaciones tecnicas: se intensifica la demanda de maquinas nuevas, lo
que reactiva las inversiones del sector I (el sector que produce mcdios de
producci6n), y como consecuencia del aumento del empleo se acelera
tam bien la acumulaci6n en el sector II ( el sector que produce medios de
consumo). Comienza un nuevo periodo de,crecimiento, que finahnente
vuelvc a desembocar en la siguiente crisis. ·
Asi pues, las crisis no s6lo son destmctivas, sino que en elias vuelvc
a restablecerse de manera violenta la unidad de momentos que se
corresponden entre si (como la producci6n y el consumo), pero que se
comportan independientemente el uno del otro (Ia producci6n y el con-
sumo obedecen a determinaciones distintas). Marx seiiala reiterada-
mente que las crisis produeen estos efectos positivos para el sistema
capitalista precisamente a traves de la destrucci6n que provocan (por
ejemplo, MEW 42, p. 360, MEW 26.2, p. 501, MEW 25, pp. 259, 316).
Por otra parte, aunque se comprenda el mecanisrno general de las
crisis, estas no pueden sencillarnente evitRrse. En primer lugar, la pre-
sion de la cornpetencia obliga a los capitalistas individuales a compor-
tarse de una determinada manera, aunque sepan que el efeclo global de
este comportamiento es destructivo; ninguno puede echarse atdis indi-
Yidualmente, la unica esperanza consiste Cll Salir UnO mismo mas 0
177
Critica de Ia economia pofitica
menos airoso 1 . En segundo lugar, nose puede determinar con seguridad
en que punto de su ciclo se encuentra la crisis en un momenta determi-
nado. LF.sta creciendo todavia la economia y va a seguir asi un cierto
ticmpo, de modo que todavia es rentable un aumento de !a producci6n,
o se ha alcanzado ya el pun to de la sobreproducci6n y va a hacerse notar
dentro de poco la caida de las ventas? Precisamente el desarrollo cons-
tante de las fuerzas productivas, la introducci6n de nuevos metodos de
producci6n, a lo que esta obligada toda empresa si quiere mantenerse en
el mercado, conduce al desplazamiento del (lujo de la demanda. Surgen
nuevos ramos de producci6n, otros desaparecen o pierden importancia,
las maquinas y las materias primas que basta hac:e -poc:o eran im-portan-
tes dejan de serlo, se hunden empresas y surgen otras nuevas, pero sin
que este clara si rendiran beneficios en la medida esperada. En estas
tempestades ec:on6micas, lo unico cierto es ]a ineertidumbre. y la tmica
posibilidad de sobrevivir como capitalista en estas circunstancias es uti-
lizar todas las posibilidadeS para aumentar el beneficia, sin importar las
consecuencias que esto tenga. Dentro del capitalismo no se p\leden evi-
tar las crisis, ann cuando se hayan comprendido mas o menos bien los
mecanismos por los que se desarrollan.
Al nivel general de la exposici6n en el que se mueve Marx en El
Capital, no se puede decir nada mas sobre los procesos concretos de las
crisis. Estos procesos dependen de las circunstancias concretas del
momenta, como la evoluei6n tecnica y organizativa, la estructura del sis-
tema crediticio, la situaei6n de un pais en e1 mercado mundial (hacia
donde se dirige el capital especialmente en tiempos de crisis), la organi-
zaci6n y las luchas de la clase trabajadora, el modo en que intervenga el
Estado en la evoluci6n coyuntural, etc. Y esto es a.si no s6lo para el curso
del cido econ6mico usual, que tiene una duraci6n aproximada de 10
afios, sino tambien para los desarrollos supraciclicos a largo plaza. Aqui
alcanzamos los limites de la exposici6n que pretende Marx del modo de
producci6n capitalista «en su media ideal».
II lHAY UNA TEORiA DEL COLAPSO EN MARX?
En la historia del movimiento obrero, las critsis econ6micas se han
considerado siempre, debido a su lado destructivo, como una amenaza
para Ja existencia del capitalismo. Se piensa que las crisis econ6micas
intensas pueden conducir a crisis del sistema politico: ante las dificulta-
des de la reproducci6n econ6mica, las relaciones de poder en el ambito
1Hace afios, !a fabrica de autom6viles BMW aument6 sus planes de producci6n en medio de
una crisis. El entonces presidente de Ia junta de accionistas declar6, cuando los periodistas le
preguntaron por ello, que sabla muy bien que habia demasiados coches en cl mercado, pero
que habia muy pocos BMW.
178
Las crisis
politico pierden su legitimaci6n, y las personas comienzan a rebelarse. A
eomienzos de Ia decada de 1850, Marx vio en los movimientos revolucio-
narios que sacudieron Europa en 1848/49 una consecuencia de Ia fuer-
te crisis econ6mica de 1847/48. Marx generaliz6 precipitadamente este
resultado y esper6 que con Ia proxima crisis economica se produjera
tambien Ia proxima revoluci6n (cf. MEW 7, p. 441). Sin embargo, las
siguientes crisis ecoriomicas pusieron de manifiesto que no existe nece-
sariamente una conexi6n directa entre las crisis y los movimientos revo-
lucionarios. Y nosotros sabemos, al menos desde el siglo XX, que el caos
provocado por las crisis econ6micas profundas puede constituir tambien
el caldo de cultivo p'ara movimientos fascistas y nacionalistas.
En Ia historia del movimiento obrero se difundio ampliamente Ia
idea de que las crisis economicas conducirian finalmente al colapso del
capitalismo, que el capitalismo se dirigia hacia su «crisis final». Se saco
de El Capital una «teoria marxiana del colapso». En la decada de 1990,
·esta vieja idea .fue reactivada de nuevo sobre todo por Robert Kurz y el
grupo «Krisis».
Es verdad que Marx habla en ellibro tercero de El Capital sobre los
«limites» del modo produccion capitalista, pero no en el sentido de un
final en el tiempo. La limitaci6n se entiende aqui como estrechez de
miras: el capital desarrolla las fuerzas productivas en mayor medida que
cualquier otro modo de produccion anterior, pero este desarrollo esta al
servicio unicamente de Ia valorizacion del capital.
«El verdadero limite del modo de producci6n capitalista es el propio capi-
tal, es el hecho de que el capital y su autovalorizaci6n aparecen como el
pun to inicial y el punto final de la producci6n, como su motivo y su fin; que
la producci6n es solo producci6n para el capital y no, a la inversa, que los
medias de producci6n sean meros medias para un desarrollo cada vez
mayor del proceso de vida en favor de la sociedad de los productores»
(MEW 25, p. 260 I 321).
Marx habla a continuacion de un «conflicto permanente» entre el
desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas y el fin limitado de la pro-
duccion capitalista, pero nose menciona ning{m tipo de «colapso».
Solo en un pasaje -no de El Capital, sino de los Grundrisse, escritos
con anterioridad- se encuentra una observaci6n que se puede entender
como una teoria del colapso. En este pasaje, en conexion con Ia impor-
tancia creciente de Ia aplicaci6n de la ciencia, se dice que lomas impor-
tante para la produccion de riqueza ya no es el trabajo realizado en el
proceso de producci6n, sino Ia aplicacion de la ciencia como «fuerza pro-
dnctiva universal». A partir de las transformaciones del proceso de pro-
ducci6n capitalista, Marx deduce directamente el «colapso» de todo el
modo de producci6n: ·
179
Critica de !a economia polftica
<<Tan pronto como cl trabajo en su forma inmediata ha dejado de ser Ia gran
fuente de la riqueza, el tiempo de lrahajo deja de ser y tiene que dejar de ser
su mcclida y, por tanto, el vaiN de cambio deja de ser [Ia meclida] del valor
de uso. El plustrabajo de la masa ha dejado de ser Ia conclici6n para el de-
sarrollo de la riqueza general, del rnismo modo que el no-trabajo de tmos
pocos ha dejado de ser Ia condici6n para el desarrollo de los poderes gene-
rales de la mente humana. Con ello colapsa !a producci6n fundada en el
valor de cambia» (MEW 42, p. 601).
Sin embargo, Marx ya no vuelve nunca en sus obras posteriores a
esta idea de los Grundrisse. Si bien es cietto que tambien en distintos
pasajes dellibro primero de El Capital se tematiza la importahcia de la
ciencia para el modo de producci6n capitalista, en ellos no se considera
la «separaci6n entre las potencias espirituales del proceso de producei6n
y el trabajo manual» (MEW 23, p. 446(516) como un debilitamiento del
modo de producci6n capitalista, sino como un momento del aumento de
poder del capital sabre el trabajo (ibid.; cf. capitulo V.III).
El hecho de que en este proceso que se acaba de sefialar se gaste cad a
vez menos trabajo en e1 proceso de producci6n de Ia mercancia indivi-
dual no es analizado en El Capital como tendencia al colapso, sino como
el :fundamento de la producci6n de plusvalor relativo. La aparente con-
tradicci6n que tanto sorprendia a Marx en los Grundrisse, que el capital
<<tiende a reducir a un minima el tiempo de trabajo, mientras que, por
otra parte, el tiempo de trabajo constituye Ia (mica medida y fuente de Ia
riqueza» (MEW 42, p. 601), se convierte para Kurz, Trenkle y otros
representantes de <<Krisis» en una «autocontradicci6n l6gica del capi-
tal», por la cual el capitalismo tiene que perecer ineludiblemente. En
cambia, Marx descifra esta contradiccion en el libro primero como un
viejo enigma de la economia poHtica, con el que ya el economistp. fran-
ces Quesnay habia atormentado a sus adversarios en el siglo XVIII. Este
enigma, segun Marx, resulta facil de comprenrler si se tiene en cuenta
que para los capitalistas no se trata del valor absoluto de Ia mercanda,
sino del plusvalor (o masprecisamcnte, del benefieio) que esta mercan-
cia genera. El tiempo de trabajo necesario para la producci6n de una
mercancia individual puede reducirse y el valor de la mercancia dismi-
nuir, con tal de que el plusvalor o beneficia producido por su capital
aumente. A este respecto, es irrelevante que el plusvalor/beneficio se
distribuya entre un pequefio numero de productos con un elevado valor
o entre un gran numero de productos con un valor reducido (MEW 23,
PP· 338-339 I 387-388).
Prescindiendo de todas las objeciones punluales que se puedan
hacer a las teorias del colapso, lo cierto es que se encuenlran frente al
problema fundamental de tcncr que indicar una lendencia inevitable de
desarrollo, a Ia cual el capitalism a no puede sustraerse y que hace impo-
sible su existencia ulterior, indepcndientemente de lo que pueda pasar
180
Las crisis
en el proceso hist6rico. En Ia historia del marxismo, estas tendencias a!
colapso se fundamentaron a traves de distintos factores. En el easo de
Kurz, este papel Jo asume la <<revoluci6n rnicroe1ectr6nica», es decir,
una determinada fase del desarrollo tecnol6gico que haria superfluo cl
trabajo en su mayor parte y conduciria a Ia <<disoluci6n de la sustancia
del valor» 2 •
La teoria del colapso ha teniclo hist6ricamente una funci6n exculpa-
toria para !a izquierda: no importaba lo terribles que fueran las derrotas
actuales, el fin del encmigo era seguro antes o despues. La critica a la
teoria del colapso no es en absoluto una «capitulaci6n frente al capitalis-
mo» (asi dice el titulo de un ensayo de Norbert Trenkle dirigiclo contra
esta critica), pues la ausencia de estas ce1tidumbres profeticas no hace
mejor al capitalismo en ningun sentido.
2 Para una critica pormenorizada a Ia teoria tlel eolapso de Kurz, vease Heinrich (1999b). Sea
mencionada de paso una ironia: el determinismo tecnol6gico ~on el que se ~n~lamenta aqul
el colapso del capitalismo encaja a Ia perfecci(m con el «ma!Xlsmo ?el ~ovn:uento ~brero>>
que Kurz critica tan duramente, en el cual se explica el curso _de Ia h1stona um;,ersal con una
esquematica «dia!t~ctica de las fuerzas productivas y las relacwnes de pwduccJOn» ·
JSl
CAPITULO X
EL .FETICHISMO DE LAS RELACIONES BURGUI~SAS
I LA «FORMULA TRINITARIA»
Con el surgimiento del modo de producci6n capitalista se disuelven
las relaciomis feudales y estamentales junto con sus ropajes politicos y
religiosos. Los estamentos, los privilegios y los derechos de nacimiento
desaparecen con el establecimiento de la igualdad de los poseedores de
mercandas, que solo conocen la desigualdad de la posesi6n. El desarro-
llo sistematico de la ciencia y de la tecnica, que el capitalismo necesita e
impulsa, socava los prejuicios tradicionales y las concepciones religiosas
del mundo. Sobre esta base surgi6 la autocomprensi6n de la sociedad
burguesa-capitalista como baluarte de la Ilusti:aci6n, la civilizaci6n y la
cultura, en la que la civilizaci6n occidental ha alcanzado finalmente su
cenit. Desde este punto de vista, todas las otras formaciones sociales se
presentaban como fases previas aun poco desarrolladas en el camino
hacia la sociedad burguesa, o bien se consideraban simplemente como
«primitivas», lo que se ponia de manifiesto, entre otras cosas, en su
«fetichismo»: a un determinado pedazo de madera ode tela se le atri-
buian poderes magicos. Este seritimiento de superioridad le confiri6 al
colonialismo de los siglos XIX y XX su marchamo ideo16gico: habia que
llevar la cultura y la civilizaci6n a las poblaciones colonizadas.
La autocomprensi6n racionalista de la epoca burguesa-capitalista se
ha plasmado tambien en la reflexi6n sociol6gica. Asi, Max Weber (1864-
1920), uno de los padres fundadores de la sociologia moderna, ha sefia-
lado el «desencantamiento del mundo» y una «racionalizaci6n» que
atraviesa todas las relaciones vitales como las caracteristicas fundamen-
tales de las sociedades configuradas por el capitalismo.
Tambien Marx y Engels tenian presente tal «desencantamiento del
mundo» cuando en 1848, en el Manifiesto Comunista, caracterizaron las
consecuencias del ascenso de Ia burguesia del siguiente modo:
«La burguesia, alli donde ha llegado al poder, ha destmido todas las relacio-
nes feudales, patriarcales; idilicas. ( ... ) En una palabra, ha sustituido Ia
183
Critica de la economia politica
cxplotaci6n cubierta con ilusioncs rcligiosas y politicas por la cxplotaci6n
ahicrta, dc.<;vcrgonz<~da, directa, seca_ (_ ) T(ldo lo fijo y sMido se ha cvapn-
rado, lodo lo sagrado ha sido profanado, y las personas estan ooligadas,
finalmcnte, a contemplar su vida y sus relaciones mutuas con mirada
sobria» (MEW 4, p. 464 y ss.).
Marx y Engels mantienen aqui todavia Ia concepcibn de que con el
establecirniento del capitalisrno las relaciones sociales se habrian vuelto
transparentes: el dominio y la explotaci6n ya no estarian disfrazados y
embellccidos, sino que serian abiertamente visibles. A esto se unia Ia
esperanza de que los oprimidos y explotados, ahora que tenian que con-
templar su situaci6n «con mirada sobria», se defenderian progresiva-
mente contra las relaciones de explotaci6n.
En cl marxismo tradicional tambien era una concepcion muy cxten-
dida que Ia explotaci6n de Ia dase obrera se muestra a Ia luz del dia en
el capitalismo, y que son solo las manipulaciones de los que tienen el
poder las que encubren esta situaci6n a traves de la prensa, la Iglesia, la
escuela, etc. Por eso la critica de la idcologia se entendi6 generalmente
como desenmascaramicnto: hay que desvelar los «intereses reales» que
estan detn'ts de las ideast.
Pero Marx no permaneci6 en Ia posici6n del Manifiesto Comunista.
En El Capital ya no habla de que las relaciones en el capitalismo son visi-
bles asi sin mas. Por el contrario, aqui se tematiza en lugares centrales Ia
«mistificaci6n» de estas relaciones sociales. Lo que Marx designa en El
Capital como fetichismo y mistificaci6n son inversiones que no surgen a
causa de una manipulaci6n de los que tienen el poder, sino que proce-
den de la cstructura de la sociedad burguesa y de las aceiones que repro-
ducen pcrmancntcmentc esta estructura. El hecho de que Marx hable
aqui de fetichismo es un claro ataque tanto a Ia autocerteza racionalista-
ilustrada de Ia sociedad burgue.sa, como a la autocomprensi6n empiris-
ta de Ia economia politica, que se deja engafiar precisamcnte por este
fetichismo (cf. capitulo III.VIII).
Las distintas formas felichistas y mistificaciones que se menciona-
ron en capitulos anteriores no coexisten unas junto a otras sin conexi6n
entre si. Constituyen una totalidad que Marx expone al final dellibro ter-
cero de El Capital bajo el titulo «La formula trinitaria>> (MEW 25, p. 822
y ss. I 1037 y ss.).
El proceso de producci6n eapitalista cs una forma hist6rica determi-
nada del proceso social de producci6n; a su Lase esta la se!Jaraci6n entre
los productores directos y los medios de producei6n: los trabajadorcs y
1
A este respecto, era frecuente apoyarsc en Ia concepcion del mundo, muy simplitlcada en
este punto, de la Jdeologfa alemana ·-redactada en 1845/46-, en ]a que Marx y Engels
escribieron: «Las ideas de Ia clase dominante son las ideas dominantes en cada epoca,
csto es, Ia clase que ticne el poder material dominante en Ia sociedad liene, al misino
ticmpo, cl podcr espiritual dominantc» (MEW 3, p. 46).
IR4
El fetichismo de las relaciones burguesas
trabajadoras son formalmente libres, pero estan material mente forzados
a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, que disponen de los
medios de producci6n. Los capitalistas pagau con el salario el valor de la
fuerza de trabajo (sus castes de reproducci6n), pero hacen trabajar a la
fuerza de trabajo mas tiempo del que es necesario para la rcproducci6n
de su valor: los capitalistas extraen plustrabajo de sus empleados y este
plustrabajo se representa como plusvalor en la venta del producto. Pero
el capitalista no se queda con todo el plusvalor: en primer Iugar, tiene
que pagar Ia renta de la tierra al propietario del suelo (o cornprar suelo
y asi convertirse el misrno en propietario). Los capitalistas tienen que
pagar renta de la tierra, ya que cl suelo es lirnitado yes propiedad piiva-
da de su propietario. El pago de Ia renta s6lo lo pueden sacar del plusva-
lor, aunque consideren la renta como un factor de coste habitual. La
clase de los capitalistas, que se apropia del plusvalor, tiene que repartir-
lo con los propietarios del suelo 2 .
No obstante, los productos nose venuen a sus valores, por lo que el
capitalista individual tampoco se apropia exactamente del plusvalor que
han creado las fuerzas de trabajo empleadas por el. Prescindiendo de
oscilaciones ocasionales, el capitalista individual obtiene el beneficia
medio, esto es, un beneficia proporcional a la magnitud del capital que
ha adelantado. Y este beneficia medio se divide en interes y ganancia
empresarial3.
Por consiguiente, el producto anual global de la economia se divide
materialmente y conforrne al valor en una parte que reembolsa los .
medias de producci6n consumidos, una parte que obtienen los trabaja-
dores y trabajadoras como salario y que es necesaria para su reproduc-
e-\6n, y un -plusproducto que excede \a. reproducci6n de \os meclios (\e
-proclucc\6n y que se d'l.strihnye en renta. de 1a ti.erra., 'mteres y gananc'i.a
empresarial. . J • •
El capital, la propiedad del suelo y la fuerza de trabaJO, por muy dis-
tintos que sean, tienen Ia earaeteristica com{m de c!ue ~on fi_Jentes de
ingreso para sus poseedores: el capital rin~e bene~c10 o mteres: la pro-
piedad del suelo renta y la fuerza de trabaJo salano (o el ~rabaJo nnde
salario: asi se les presenta tanto a los trabajadores y trabaJadoras como
2 Aquino podemos tratar de que dcpende en concreto Ia cuantia de Ia renta de Ia tierra.
Sea dicho simplemente con respecto a! <<valor del suelo»: en tanto que se tratc de suelo no
trabajado «valor del suelo» es una expresion imaginaria del rnismo modo que lo es «valor
del tr:abaj~» (cf. capitulo fV.V). Este <<valor>> depe_nde de Ia cuanlia esperada de Ia rc~1ta
de Ia tierra. El precio del suelo correspor~de ai;roxn11adame~te a! de una ~un;a de. ca~Jtal
que a] tipo de in teres corrieote rioda un 1f!le~·es de !a cuant1a de cs_ta re~t~ .. El <<valot del
suelo» se cornputa, pues, de una mancra snmlar al «valor>> del ca~1,tal ficltcJO. .
3 La suma de los pagos de renta de Ia tierra constit~ye n?a deducc1on del plusvalor soct~l
global. Debido a esta deducci6n, Ia masa de beneficw soctal glohal es mcnor de lo que s~r~a
sin esta deducci6n. El beneficia media se rcfierc siempre a esta meno; :nasa de bcneftno
social global; por tanto, se divide s61o en in teres y ganancia empresanat.
185
Critica de Ia economia politica
a los capitalistas, cf. capitulo IV.V). Estos ingresos pueden consumirse
\ntegramente sin que se agote su fuente correspondiente.
El capital es una fuente de ingresos, ya que le pcrmite al capitalista
extraer plustrabajo de las fuerzas de trabajo empleadas; Ja propiedad del
suelo es una fuente de ingresos,ya que posibilita a su propietario apro-
piarse de una parte del plusvalor extraido por el capitalista; y el trabajo
es una fuente de ingresos porque los trabajadores y trabajadoras reciben
a traves del trabajo una parte del valor creado por ellos mismos. Por lo
tanto, el capital, la propiedad del suelo y el trabajo sonfuentes de ingre-
sos porque son medias de apropiaci6n: en condiciones capitalistas, es
posible apropiarse en forma de ingresos de una parte del producto
anual por medio del capital, la propiedad del suelo y el trabajo.
Sin embargo, para los agentes de la producci6n (capitalistas, propie-
tarios del suelo y fuerzas de trabajo), al igual que para la mayoria de las
teorias econ6micas, la situaci6n se presenta de forma invertida. El capi-
tal, la propiedad del suelo y el trabajo se les aparecen como tres fuentes
del valor producido anualinente, distintas las unas de las otras e inde-
pendientes entre si; y solo porque son.fuentes de valor pueden llegar a
ser -esta es la conclusion ala que llega tanto el entendimiento comun
como el economista- medios de apropiaci6n de partes de este valor. A
los agentes de producci6n les parece que el capital, la propiedad del
suelo y el trabajo reciben (en condiciones norm ales) como ingresos jus-
tamente la parte del valor que su «factor de producci6n» agrega en valor
al producto.
lC6mo surge esta apariencia? Ya en la secci,)n sobre el fetichismo de
la mercanda (capitulo IILVIII) se puso de manifiesto que el canicter de
valor de las mercandas aparece en la sociedad burguesa como un
«hecho social natural»: es obvio que el valor no representa una propie-
dad natural como el peso o el color, pero pareee como si los productos
tuvieran automaticamente valor en cualquier contexto social y no s6lo en
un contexto social determinado. Considerado desde un punto de vista
puramente material, el producto individual es resultado de un proceso
de producci6n en el que se gasta trabajo, se utilizan medios de produc-
ci6n (producidos a su vez) y se explota el suelo (en la agricultura o para
la obtenci6n de materias primas). De manera analoga se concibe enton-
ces el proceso de generaci6n de valor: como adici6n de cuotas de valor
por parte de los factores. de producci6n.
El fundamento de esta inversion consiste en que no parece existir
ninguna diferencia esencial entre el trabajo y el trabajo asalariado. La
separaci6n entre el trabajo y las condiciones materiales de trabajo se
acepta como algo natural4. Pero si no hay ninguna diferencia esencial
4En el caso del artesano independiente no se da esta separaci6n, pero aparece como la
coincidencia casual de alga propiamente separado.
186
El Jetichismo de las relaci01?es burguesas
entre el trabajo y el trabajo asalariado, tampoco hay diferencia entre el
capital y los rnedios de producci6n que est{m frente al trabajador, asi
como tampoco entre Ia tierra y Ia propiedad del suelo. Marx lo resume
del siguiente modo:
«Si el trabajo coincide con el trabajo asalariado, tambien Ia forma social
determinada en la que las condiciones de trabajo se enfrentan al trabajador
coincidira con su existencia material. Los medias de trabajo como tales son
capital, y Ia tierra como tal es propiedad del suelo. La independizaci6n for-
mal de estas condiciones de trabajo frente a! trabajo, la forma particular de
esta independizaci6n que tales condiciones tienen frente al trabajo asalaria-
do es, pues, una propiedad inseparable de ellas como casas, como condicio-
nes materiales de producci6n, un caracter inmanente a elias, que les corres-
ponde necesariamente como elementos de producci6n. Su canicter social en
el proceso de producci6n capitalista, determinado par una epoca hist6rica
concreta, es un caracter c6sico innato, que les corresponde par naturaleza y,
por asi decir, desde Ia eternidad, como elementos del proceso de produc-
ci6n>; (MEW 25, p. 833/1050).
Las determinaciones jormales de caracter social (trabajo asalaria-
do, capital y propiedad del suelo) coinciden aparentemente con las con-
diciones materiales de producci6n (trabajo, medios de producci6n y tie-
rra), de man era que todo proceso de trabajo es ya un proceso de produc-
ci6n capitalista. De ahi que Marx hable de «cosificaci6n de las relaciones
de producci6n» (MEW 25, p. 838 / 1056): en las relaciones de produc-
ci6n ya no se percibe que se trata de determinadas relaciones hist6ricas
entre personas, sino que parecen tener un fundamento puramente mate-
rial en el hecho de hay que producir en general.
Parece, pues, que el salario, el beneficia y la renta no son otra cosa
que las partes del valor del producto que surgen del trabajo asalariado,
del capital y de la propiedad del suelo. Aqui resulta fundamental la
transformaci6n del valor de la fuerza de trabajo en «valor del t:-abajo»
(cf. capitulo IV.V): precisamente porque con el salario parece pag;arse el
«valor del trabajo», las restantes partes del valor (beneficia y renta) tie-
nen que proceder de los otros dos «factores de producci6n» (capital y
propiedad del suelo). Y puesto que las mercanci<1s nose intercambian a
sus valores, sino a sus precios de producci6n, no es posible eliminar esta
apariencia con respecto a la mercancia individual. Entre el trabajo gas-
tado, por un lado, y la tasa media de beneficio y la renta, por otro, no
parece existir ninguna conexi6n: el beneficio depende (en condiciones
normales) de la magnitud del capital, independientemente de que se
empleen muchas o pocas fuerzas de trabajo, y la renta depende de que
tipo de suelo se utilice y en que cantidad.
Capital-beneficio o interes, propiedad del suelo-renta, trabc.jo-sala-
rio: esta «trinidad», como expresi6n de la conexi6n aparente entre el
187
Critica de Ia economia polftica
valor y sus fuentes, es dcsignada por Marx como f6nnula trinitaria. En
ella, nos dice, esta
«consumada la mistificaci6n del modo de producci6n eapitalista, la cosifiea-
ci6n de "las relaeiones socialcs, el cntrelazamiento directo de las relaciones
materiales de producci6n con s11 determinacion historico-social: el mundo
encantado, invertido y puesto de cabe;>;a, donde Monsieur le Capital y
Madame Ia Terre hacen su aparici6n fanlasmal como caracteres sociales y, al
mismo tiempo, directamente como meras cosas» (MEW 25, p. 838(1056).
En 1a sociedad capitalista, al «capital» y a1 «suelo» se les atribuyen
podcres magicos similares a los de los fetiches de madera 0 de tela en las
sociedades supuestamente primitivas. Tambien en la sociedad burguesa
viven las personas en un mundo «encantado», en el que tiene Iugar la
«personizaci6n de las cosas)): los sujetos del proceso social no son las
personas, sino la mercanda, el dinero y el capitaL Yaqui nose trata solo
de una «falsa conciencia». Es la praxis social de la sociedad capitalista la
que produce sistema.ticamente la cosificaci6n de los «factores de produc-
ci6n» y convierte el contexto social en un ambito de coacci6n material,
del que los individuos s6lo pucden sustraerse bajo pena de sucumbir
econ6micamente. En cste sentido, las cosas personizadas poseen un
pleno poder materiaL
Todos los miembros de la sociedad burguesa estan sujetos al fetichis-
mo de las relaciones sociales. Este fetichismo se plasma en «formas de
pensamiento objetivas», que estructuran la percepci6n de todos los
miembros de la sociedad (cf. capitulo IILVIU). Ni los capitalistas ni los
trabajadores tienen una posicion privilegiada para escapar del fetichismo.
Sin embargo, el fetichismo tampoco constituye un estado de cosas
completamente cerrado en si mismo y del que no hay evasion posible. Se
lrata mas bien un trasfondo estructural que siempre esta presente, pero
que actua sabre los individuos con distinta intensidad, y que se puede
abatir por medio de la experiencia y la reflexi6n.
II EXCURSO SOBRE EL ANTISEMITISMO
Marx escl:ibe en el Pr6logo a El Capital que no pinta «de rosa las
figuras del capitalista y del tcrratenientc», pero que se lrata de personas
s6lo en tanto que «son la personificaci6n de categorias econ6micas» y
que, por tanto, nose puede «hacer rcsponsable al iudividuo de relacio-
nes de las que socialmente es criatura, por mas que subjetivamente
pueda elcvarse por encima de elias» (MEW 23, p. 16 / 8). Como se ha
sefialado mas arriba (cf. capitulo IV.II o V.ll), los adores econ6micos
siguen una racionalidad que lcs viene impuesta por las relaciones econ6-
micas mismas. As! pues, el pcnnanente af{m de los capitalistas por
188
El fetichismo de las relaciones hurguesas
aumentar la valorizaci6n rlel capital no es resultado (nonna!mente) Jel
«ansia desmesurada de gammcia» de los capitalistas individuales; es
mas bien Ia competencia la que, bajo pena de Ia ruina econ6mica, impo-
ne a los capitalistas tal comportamiento. Todos, tambien aqnellos que se
benefician del funcionamiento del capitalismo, son parte de un gran
engranaje. El capitalismo sc mnestra en ultima instancia como una gran
maquina an6nima, que no tiene ningun conductor que Ia dirija por
medio de su voluntad y al que se pudiera hacer responsable de la des-
trucci6n que causa. Si se quiere acabar con Ia destrucci6n, no basta con
criticar a los capitalistas, sino que hay que abolir las estructuras capita-
listas en su totalidad.
Con la «personizaci6n de las cosas y Ia cosificaci6n de las relacioncs
de producci6n» (MEW 25, p. 838/1056), el capitalismo en su conjunto
parece haberse hecho inmune a Ia critica. Puesto que Ia maquina capita-
lista no parece ser otra cosa que Ia forma mas desarrollada del proceso
social de vida (lo que !af6rmula lrinitaria puso de manifiesto fue preci-
samente que las determinaciones formales de caracter social no pueden
separarse del contenido material), no hay modo alguno de que la socie-
dad se sustraiga a esta maquina; segun parece, no es posible escapar del
somctimiento ala supuestamente ineludible «coacci6n material», y no
queda mas remedio que resignarse a ello.
Ante lo inadmisible del capitalismo -de su desarrollo plagado de cri-
sis, a menudo catastr6fico para las perspectivas vitales de los seres
humanos, de su permanente amenaza a las condiciones de vida- apare-
cen constanternente nuevas formas de negaci6n del fetichismo que
resultan muy cortas de miras: detras de la an6nima maquinaria capita-
lista se bliscan «culpables» a los que poder responsabilizar de Ia miseria.
Hay que quitarles su influencia, en ultimo extremo tienen que expiar sus
crimenes. Asi, se puede constatar una y otra vez en las distintas socieda-
des capitalistas unapersonalizacion de las relacionesfetichistas. De ello
forma parte tambien el antisemitismo, que nose reduce, sin embargo, a
tal personalizaci6n5.
Marx no se ha ocupado en El Capital ni de tal pcrsonalizaci6n ni del
antisemitismo. En esta secci6n vamos a abordar este fen6meno dentro
s·Hay que distinguir rigurosamente los conceptus de pcrsonificaci6n, personizaci6n* y
personalizaci6n: per·sonificaci6n significa que una persona obedece unicarnente a Ia 16gi-
ca de una cosa (el capitalista como personificaci6n del capital), pe1·sonizaci6n de una cosa
significa que se le otorgan ala cosa propiedades de una persona (~l capital apare~c como
sujeto activo) y personalizaci6n significa que las estructuras soctales son reductdas a Ia
acci6n conscicnte de las personas. · .
* Los terminus alernanes son Personiflkatiun y Personijizierung rcspectJVamcnt~. P~csto
que en espanol solo tenemOS Ja palabra <<personifi~ac.iOI~>: para traducir.~mbos termmOS,
ha habido que recurrir para poder esta?Jecer Ia dt~lmcJUn a la form~cwn de \~ p~lal?ra
<<persooizaci6n», que ciertamente no extsle en espanol, pero que se deJa constru1r sm VIO-
lentar demasiado el idioma (N. del T.).
189
Critica de Ia economia politica
del marco del analisis marxiano del fetichismo. Pero con ello alcanzamos
los limites de una exposici6n del modo de producci6n capitalista «en su
media ideal»: la personalizaci6n y el antisemitismo no se dejan «deri-
var» en modo alguno de las eategorias deJa critica de la economia poli-
tica. La personalizaci6n de las relaciones fetic.histas puede adoptar for-
mas completamente distintas seglin el contexto hist6rico y las corres-
pondientes estructuras sociales, dentro de las euales pueden existir tam-
bien varias de estas formas simultaneamente.
Raramente se responsabiliza a «los capitalistas» en conjunto de la
miseria existente. Es evidente que tambien los capitalistas se ven impe-
lidos frecuentemente a obedecer las «exigencias del mercado» si no
quieren perecer. Esto parece ser asi sabre todo para los pequefi.os y
medianos capitalistas, mientras que a las grandes corporaciones y a los
«monopolios» se les atribuye el poder de sustraerse a estas exigencias o
se piensa incluso que son ellos mismos los que las generan. El resultado
es, pues, que se distingue ;entre el buen capitalismo de los pequefi.os y el
capitalismo malo, explotador y sin escrupulos de los grandes, conside-
rando a estos ultimos como los verdaderos conspiradores que permane-
cen en la sombra.
Otra variante de la personalizaci6n es culpar a «los bancos» (even-
tualmente tambien a «los especuladores»), que controlan un gran
numero de empresas por media de los credito:s y la propiedad de accio-
nes, con lo que serian ellos los controladores ocultos de la economia.
Aqui se contrapone el buen capital industrial-productivo al mezquino y
codicioso capital financiero.
Estas personalizaciones encuentran su fundamento en distinciones
completamente reales: la situaci6n de competencia y el campo de acci6n
de una pequefi.a empresa parecen por lo general totalmente distintos a
los de una gran empresa; entre los bancos y las empresas industriales
hay una considerable diferencia de intereses en muchas cuestiones.
Tambien se pueden encontrar bastantes ejemplos de como los jefes de
las grandes empresas y de los bancos in ten tan aprovecharse de sus posi-
ciones de poder. No obstante, ni las grandes empresas ni los grandes
bancos pueden sustraerse de manera permanente al contexto econ6mi-
co mediado por el valor. Lo que se les reprocha normalmente a las gran-
des corporaciones es que piensan solo y exclusilvamente en su beneficia.
Pero precisamente de eso se trata en el capitalismo, y efectivamente,
bajo la coercion de la competencia, esto es asi para cualquier capitalista,
sea grande o pequefio.
Una forma particular de Ia personalizaci6n tiene lugar en el antise-
mitismo; se 1es atribuye a «los judios», por un lado, una orientaci6n eco-
n6mica al dinero y a la ganancia que esta enraizada en su caracter o
-desde el surgimiento de las «teorias racistas» en el siglo XIX- en su
190
E! fetichismo de las relaciones burguesas
«raza», y por otro lado, una arnbicion insaciable de poder (a menudo la
ambicion de dominar el mundo) que supuestamente se habria consuma-
do ya en gran parte.
El odio y Ia persecucion bacia los judios han existido tam bien en las
sociedades preburguesas, sobre todo en la Edad Media europea. Sin
embargo, hay claras diferencias entre el odio a los judios en la Edad
Media y el antisemitismo de los siglos XIX y XX. Desde las cruzadas (la
primera tuvo lugar en el afio 1096), el odio a los judios tuvo un compo-
nente fuertemente religioso. Es cierto que ya antes los judios habian sido
injuriados como «asesinos de Dios» por la crucifixion de Jesus, pero con
las cruzadas este reproche adquiri6 una nueva dimension: se extendi6 Ia
idea de que habfa que dar muerte a estos «asesinos de Dios», al igual que
a los «musulmanes» que mantenlan ocupada «Tierra Santa». En la
misma epoca, se hizo mas severa para los cristianos la prohibici6n de
cobrar intereses (III Concilio Laterano, 1179) y a los judios se les prohi-
bi6 ejercer toda una serie de oficios (IV Concilio Laterano, 1215). Si no
querian bautizarse, las (micas fuentes de ingresos que les quedaban eran
basicamente el comercio y el prestamo de dinero.
Tambien en las sociedades preburguesas habia intercambio y dine-
ro, pero solo desempefiaban un papel subordinado. La explotaci6n y el
dominio se establedan por medio de relaciones personales directas de
dependencia y poder (sujeci6n de los esclavos a su duefio, de los siervos
de la gleba o de los campesinos obligados a prestaciones personales a su
sefior feudal, etc.). La expansion del intercambio y del dinero min6 las
relaciones preburguesas, agravando con ella la miseria de los estratos
sociales inferiores, y la depauperaci6n aument6 a menudo por causa del
endeudamiento con un pequefio prestamista.
Por su parte, Ia nobleza y los principes hicieron uso de los servicios
de los grandes banqueros judios. Estos recibieron por ella una posicion
privilegiada en la corte, pero tambien fueron rapidamente objeto de.la
envidia general y se les hizo responsables de las dificultades politicas y
financieras.
Los judios no fueron los unicos que se dedicaron al comercio y al
prestamo de dinero en la Edad Media y a principios de la Edad Moderna,
pero durante siglos fueron claramente visibles como un grupo «extrafio»
dcbido a su obligada indumentaria, a que vivian en guetos y a que no
pa1ticipaban en las festividades cristianas. Por ella result6 facil identifi-
carlos con el poder destructivo del dinero y del interes, independiente-
mente de que le afectase a uno mismo este poder destructivo ode que
tuviese algun contacto con los judios. Los judios fueron objeto de un
odio muy extendido, que fue instigado ademas por los rumores mas des-
cabellados, como, por ejemplo, el supuesto asesinato ritual de nifbs cris-
lianos. Desde la Alta Edad Media, el odio a los judios se ha descargado
191
Critica de Ia economia politica
repctidamente en cxpulsiones y pogromos, frecuentemente con Ia apro-
bacibn de !a lg}esia, los Principes <I las clases altas de Ia soeiedad. Lo que
tuvo como resultado que tanto las capas sociales altas como las bajas se
sirvieran de las fortunas de los judios.
Para el antisemitismo moderno, el momenta religioso no desempe-
fia ningun papel importante. La «falsa» religion ya no puede ser un cri-
terio clecisivo en un mundo crecientemente secularizado. Sin embargo,
ahora adquiere una dimension cornpletamente nueva aquello que se les
atribuye a «los judios» como comportamicnto econ6mico, a saber: inte-
resarsc solo por el dinero y Ia ganancia, no tener que trabajar gracias al
poder del dinero y vivir del trabajo de otros, esquilmar a Ia sociedad y
tener efectos destructivos, etc. Pero el dinero, Ia valorizaci6n del capital,
la maximizacion del beneficio y el interes no desempefian un papel
meramente marginal en Ia sociedad modern a, sino que son constihrtivos
del modo de producci6n capitalista. Por eso el antisemitismo de Ia socie-
dad burguesa-capitalista se distingue de manera funda1Hental de todas
las demas discriminacioncs, prcjuicios e imputaciones. Tanto en las
sociedades preburguesas como en Ia sociedad burguesa fueron y son dis-
criminados tambien otros grupos, y se les atribuyen modos de compor-
tamiento o habilidades particulares (una especial astucia, agresividad
sexual, etc.). Pero solo en el antisemitisrno moderno se proyectan
«hacia aju.era», sabre un grupo «extrafio», principios constitutivos
fundamentales de la propia sociedad6. Ademas, la proyecci{m no se
limita a! ambito econ6mico, tambien ciertos rasgos culturales de la
moderna sociedad burguesa (intelectualiuad, movilidad, etc.) se les atri-
buyen de manera exagerada a «losjudios» y al mismo tiempo se despre-
cia tal exceso.
Finalmente, la condici6n de extranjcros que se les atribuye en el pen-
smniento antisemita es consirlerada como una condidon de prineipio,
que se opone a toda comunidad. Es cierto que tambien un turco, por
cjcmplo, cs considerado como un extran.jcro en Alemania, pero s6lo par-
que (supuestamente) pertenecc a otra comunidad. Sin embargo, en el
antisemitismo se considera a los judios no solo como miembros de otra
comunidad, sino como elementos disolventes y destructores de toda
comunidad.
Si nos lirnitamos ala economia, se pueden fijar a distintos niveles los
estereotipos antisemitas desdc cl punto de vista de Ia teoria del valor.
Las ideas transmitidas desde las condiciones precapitalis!as sobre el
6 La fundarnentaci6n «l.e6rica» del antisemitisrno a !raves de las «leorias racistas» que
surgieron a finales del siglo XIX tiene, a mi parccer, una impot"tancia menor como carae-
teristi.ca del antisernitismo, y se debe atribuir mas bien a Ia fe del siglo XIX en la eiencia:
cl antisemitismo tenia que recibir un revestimiento cientifico. En cualquier caso, el anti-
sernitismo moderno estuvo vigente tanto antes de Ia propagaci6n de las <<tcorias racistas»
como Jespues de que cayeran en descredito.
l92
El fetichismo de las relaciones burguesas
«alma mercenaria del judio>>, que en el comercio va ala caza del mas
insij!,nificante provecho y que como <<nsurero» arrastra despiadaJamcn-
te a Ia desgracia a los deudores, perrnanecen en lo esencial (aunque se
trate del interes) al nivel de Ia circulaci6n simple de mercandas y de
dinero. El poder del valor nutonomi:wdo en el dinero, que se contrapo-
ne al trabajo concreto y al valor de uso, se proyecta sobre <<los judios»
como un poder que surge de ellos. Es elfetichismo del dinero (cf. capi-
tulo fii. VIII) lo que a qui se personaliza.
Con la contraposici6n, predicada sabre todo pur el nacionalsocialis-
mo, entre capital «creado» (no-jud!o) y capital «arrebatado» (indio)
-habiendose apoderado el segundo del primero a traves de los bancos y
la bolsa-, se desplaza al nivel del proceso global de la reproducci6n capi-
talista la oposici6n entre el valor autonomizado en el dinero y el trabajo
concreto. Lo que aqui se personaliza es elfetichismo del capital en su
forma mas desarrollada, como capital que devenga interes. En el capitu-
lo VIII.I se puso de manifiesto que el in teres, como rendimiento que pro-
viene aparentemente del capital, convierte Ia ganancia empresarial en
resultado del trabajo del empresario, y de este modo reduce a los capita-
listas activos a una categoria particular de trabajadores. Sobre esta apa-
riencia sc constituye la personalizaci6n de Ia que aqui se trata. No se
cuestiona Ia separaci6n entre el in teres y la ganancia empresarial, sino !a
fuerza misteriosa del capital para producir interes: al final son «los ju-
dios>> los que mantienen en Ia «servidumbre del interes» a los que tra-
bajan real mente, sean empresarios o trabajadores, y ellos mismos, como
no-trabqjadores, no son otra cosa que <<parasitos>>7.
En tanto que en el pensamiento antisemita «los judios» son seii.ala-
dos como los verdaderos capitalistas, se les puede responsabilizar de
todos los males y de todas las perturbacione~ que provoca el capitalisrrio.
Pero de esta forma «los judlos» aparecen al mismo tiempo como todo-
poderosos: por medio de los bancos y la bolsa controlan las grandes
empresas, con su dinero pueden comprar a !a prensa (1o que supucsta-
mente se demuestra con todo articulo de peri6dico que se dirija contra
el pensamiento antisemita) y, finalrnente, influyen tambien en los parti-
dos y en los gobiernos. «Los judios~) son presentados como apatridas,
sin arraigo en ningun Iugar, y al mismo tiempo con conexiones a nivel
mundial con sus semejantes. Estos dos estereotipos, Ia supremacia de
los judios y su falta de raices, conducen a un tercer estereotipo en el pen-
samiento antisemita: «la conspiraci6n mundial de los judios>> (en la que
a menudo tambien se incluy6 al «comunismo judio>>). Se supone que los
7 Este aspecto del antisemitismo se basa en una critica simplificada Y. se~gada del capita-
lisrno. Lo que no quiere decir que toda critica simplifieada del capitahsmo, como, p~r
ejernplo, Ia que ve en el papel de los mercados financieros la caus~ ~e todos los males ca.~l
talistas, sea ya antisemita. Pero tales criticas equivocas ofrecen fac1les puntos de conexwn
para los estereotipos antisemitas.
193
Critica de Ia economia politico
judios aspiran al dominio del mundo, y tambien que ya estan muy cerca
de esta meta. Todas las amenazas que surgen de poderes an6nimos e
inaprensibles, del dinero, del capital, del mercadci mundial, adquieren
ahora un rostro: es la amenaza del «judaismo mundial».
Pero con esta caracterizaci6n general del antisemitismo no se ha
dicho todavia nada acerca de en que medida esta efectivamente difundi-
do. El hecho de que la personalizaci6n de las estructuras capitalistas pro-
porcione una descarga a los individuos que padecen estas relaciones no
significa que hagan uso necesariamente de esta via de descarga, y si lo
hacen, con esto no esta dicho que las personalizac:iones empleadas ten-
gan siempre un caracter antisemitaS. Al nivel general de argumentaci6n
de EZ Capital de Marx, en el que se han movido tambien las considera-
ciones -precedentes, no es posible ninguna afirmaci6n acerca del modo
en que el antisemitismo repercute en la sociedad. y cual es la magnitud
de los dafios que acarrea9.
III CLASES, LUCHA DE CLASES Y DETERMINISMO HISTORICO
Muchas corrientes del marxismo tradicional entendieron el analisis
del capital que realiza Marx como si fuera basicamente un analisis de las
clases, como la investigaci6n de la lucha entre burguesia y proletariado.
Hoy en dia, la mayor parte de los conservadores y de los l.iberales consi-
deran los conceptos de «clase» y especialmente de «lucha de clases»
como «ideol6gicos», lo que pretende significar tanto como «no cientifi-
cos». Por lo general, es la izquierda la que utiliza estos conceptos. Sin
embargo, el discurso sobre las clases no es en modo alguno especifico de
Marx. Ya antes de el, los historiadores burgueses hablaban de clases y
lucha de clases, y David Ricardo, el mayor representante de la economia
politica clasica, puso de relieve los intereses fundamentalmente opues-
tos de las tres grandes clases de la sociedad capitalista (capitalistas,
terratenientes y trabajadores).
Las clases y la lucha de clases fueron para Marx, sobre todo en el
Manifiesto Comunista (1848), el punto de referencia central de su argu-
mentaci6n. Alli se encuentra, justamente al comienzo, la famosa frase:
«La historia de todas las sociedades que han existido hasta ahora es la
historia de la lucha de clases» (MEW 4, p. 462). Marx resumi6 en una
8 Es perfectamente plausible que el estudio de las estructuras psiquicas generadas porIa
sociedad burguesa constituya un medio para llegar a saber aJgo concreto sobre la propa-
gaci6n del antisemitismo. Pero aqui no es posible entrar en este debate iniciado por
Horkheimer/Adorno, asi como por Wilhelm Reich, ya en la dckada de 1930.
9 Moishe Postone se deja llevar a este respecto por un paralelismo precipitado: en su ensa-
yo Nationalsozialismus und Antisemitismus sugiere un camino directo e inevitable del
fetichismo de Ia mercancia basta Auschwitz.
194
Elfetichismo de las relaciones burguesas
carta a su amigo Weyderneyer, fechada en el aiio 1852, lo que conside-
raha su propia aportaci6n a Ia teoria de las clases. Subray6 que el de
ninguna manera habfa clescubierto Ia existencia de las clases o de la
lucha de clases. Pero habia rnostrado que: «I) la existencia de las clases
esta ligada a determinadas fases de desarrollo hist6rico de la produc-
ci6n; 2) que la lucha de clases conduce necesariamente ala dictadura
del proletariado; 3) que esta dictadura solo constituye la transici6n ala
supresi6n de todas las clases y a una sociedad sin clases» (MEW 28, p.
so8; la palabra «dictadura» no significa aqui una forma autoritaria de
poder, sino solamente el poder de una clase, iildependientemente de su
forma politica). Los puntos 2 y 3 tienen un tono muy determinista, la
historia parece dirigirse -impulsada por la lucha de clases- a una deter-
min ada meta, una concepcion que tambien se encuentra en el
Manifiesto Comunista.
En El Capital, Marx habla constantemente de clases, pero no se
encuentra aquf ninguna tentativa de tratamiento sistematico del tema,
ni tampoco ninguna definicion al respecto. Solo al final dellibro tercero
aparece el comienzo de una seccion sabre las clases, pero precisamente
aqui se interrumpe el manuscrito tras unas pocas frases. De esta ordena-
cion se puede deducir que el tratamiento sistematico de las clases no
constituye el supuesto de su exposici6n, sino que debia aparecer como
resultado al final de la misma.
En lo que sigue no se pretende reconstruir lo que Marx quizas hubie-
se podido decir en la secci6n sobre las clases que no llego a escribir. Mas
bien se pretende recoger lo que se desprende de los capitulos anteriores
acerca de las clases y Ia lucha de clases. Esta seccion depende en gran
medida, pues, de la concepcion aqui esbozada de la critica de la econo-
mia politica (cf., para una introduccion ala teoria de las clases de Marx,
Kofiler/Wienold 2001, p. 199 y ss.; sobre las distintas versiones de una
teoria de las clases, cf. las contribuciones en Fantomas n. 4, 2003, asi
como mi controversia con Karl Reitter 2004, Heinrich 2004a).
Se puede hablar de clases sociales en dos sentidos distintos. En sen-
tido estructural, las clases se definen por su posicion en el proceso social
de producci6n. En este sentido, alguien puede pertenecer a una clase
aunque no tenga conciencia de ella. Otra cosa son las clases en sentido
hist6rico. Aqui se trata de grupos sociales que en una determinada situa-
ci6n hist6rica se consideran a si mismos como clase a diferencia de otras
clases. Los miembros de la clase se distinguen por una «conciencia de
clase» comun. Marx em plea en El Capital el concepto de clase principal-
mente en sentido estructural. Asf lo hace cuando constata que a la base
de la relacion de capital se encuentra una determinada relaci6n de clase:
por un lado, el poseedor de dinero y de medias de produccion, por otro
lado, el trabajor «libre» en doble sentido (cf. capitulo IV.III). Marx
195
Critica de Ia economia polftica
designa como clase media, o tambien como pequefiobnrgueses, a los
grupos que no son ni burgucscs ni prolclarios, sobrc todo a los pequeilos
trabajadores aut6nomos, como los arlesanos, a los pcqucfios eomercian-
tes o a los pequefios campesinos.
Las clascs en sentido estructural no deben idenlificarse con sus
correspondientes exprcsiones hist6ricas: el eh6fer y el puro no forman
parte necesariarnente del capitalista, del mismo modo que el proletaria-
do nose reduce a los trabajadores industriales que viven en barrios obre-
ros. La disoluci6n de tales estereotipos no es ninguna prueba del fin de
las clases, sino simplemente de un cambio de su forma historica.
Pertenecer a una clase en sentido estructural no significa tampoco
cstar determinado por ciertas propiedades formalcs -como, por ejemplo,
la existencia de una relaci6n de trabajo asalariado-, sino que significa
solamente estar determinado por la propia posicion dentro del proceso
de producci6n. Dicho mas rigurosamente: solo se puede rleterminar Ia
pertenencia a una clase al nivel del «proceso global del capital» en el que
se situa Marx en el libro tercero, donde ya se presupoue la unidad del
proceso de producci6n y del proceso de circulaci6n (cf. el comienzo del
capitulo VII). A este nivel esta claro que noes simplemente la posesi6n o
no-posesi6n de medios de producci6n lo que decide acerca de Ia perte-
nencia a una clase. El presidente de la junta de accionistas de una soeie-
dad an6nima puede ser formalmente un trabajador asalariado, pero de
hecho es «capitalista activo», dispone del capital (aunque no sea su pro-
piedad), organiza la explotaci6n y su «remuneraci6n» no depende del
valor de su fuerza de trabajo, sino del beneficia producido. Por el contra-
rio, muchos trabajadores formalmente aut6nomos (que pueden poseer
induso algunos pequenos medias de producci6n) son, tanto ahora como
antes, proletarios que viven de facto deJa venta de su fuerza de trabajo,
lo que ademas, en muchas ocasiones, tiene Iugar en peon$ condiciones
que en el caso de una relaci6n formal de trabajo asalariado.
Es cicrto que tambi~m hoy en dia se distinguen en gran rnedida las
condiciones de vida (ingresos, educaci6n e incluso esperanza de vida) de
la «burguesia» y el «prolctariado» -cousideradas como clases eslructu-
ralmente determinadas-, pero tambien dentro del <<proletariado» hay
una gran distancia entre realidades vitales completamente diferentes (en
el trabajo, los ingresos, la educaci6n, asi como en las fonnas de consumo
y de ocio). El hccho de que una situaci6n com1m de dase se transforme
en una conciencia yen una acci6n com{m, que Ia clasc estructuralmente
determinada se convicri-a en una ela.se hist6rico-social, es cualquicr cosa
menos scguro: puede pasar o tam bien no pasar.
Pero aunquc el proletariado (determinado estructuralmente) o una
parte de el se convierta en una clasc hist6rica y desarrolle una concien-
cia de clase, no significa que automaticamente de csta conciencia .de
196
El fetichismo de las relaciones burguesas
clase forme parte tambien la idea de una superaci6n emaneipatoria de la
rC'!acion capitalista. Tarnpoco el proletariaclo con conciC'ncia de clasc es
automaticamente «revolucionario».
En el proceso de producci6n capitalista se oponen directamenle la
burguesia y el proletariado, Ia explotaci6n del proletariado es lo que
posihilita la existencia del capital como valor que se valoriza. Las condi-
ciones concretas en las que se realiza la valorizaci6n del capital son sicm-
pre conflictivas: el valor de Ia fuerza de trabajo tiene que alcanzar para
la reproducci6n normal, pero lo que sea considerado como normal
depende tambien de las reivindicaciones que la clase trabajadora sea
capaz imponer (cf. capitulo IV.IV). lgualmcnte conflicliva es la duraci6n
de la jornada !aboral (d. capitulo V.I) y las condiciones correspondien-
tes en las que tiene Iugar el proceso de producci6n (cf. capitulo V.IV). En
este sentido, junto con !a relaci6n capitalista existe siempre la lucha de
clases, se la clenomine de este modo o no. Yespecialmente en la lucha de
clases puede formarse una conciencia de clase entre los oponentes, pero
esta puede presentar aspectos completamente distintos segun las situa-
ciones hist6ricas.
La luch,a de clases no s6lo aclopta la forma de una confrontaci6n
directa entre la burguesia y el proletariado, tambien puede dirigirse al
Estado, en tanto que a traves de las leyes estatales se pueden establecer o
suprimir determinadas condiciones laborales (limitaciones de la jornada
!aboral, protecci6n contra el despido, coberturas sociales, etc.). Pero los
conflictos de clases no son las unicas formas de conflicto relevantes en las
sociedades capitalistas. Tambien los conflictos sobre posiciones de gene-
ra, discriminaci6n racial o tratamiento de los movimientos migratorios
tienen una importancia considerable para el desarrollo capitalista.
El marxismo tradicional consideraba generalmente los conflictos de
clases como las {micas confrontaciones sociales realmente importantes.
El «operaismo» italiano, una de las corrientes de izquierda radical que
surgieron en los afios 60, vio en Ia lucha de clases el factor decisivo de
las crisis capitalistas. Ciertamenle, no se puecle negar que el hecho de
que Ia clase trabajadora !ogre imponer sus reivindicaciones puede pro-
vocar o agravar las crisis. Precisarnente \os economistas burgueses,
como los modernos neodaskos, ponen c\e re\i.eve e.sta conexi6n cuando
aducen como eausas de las crisis y del desempleo los salarios demasia-
dos elevados la fuerza excesiva de los sindieatos y las regulaciones (favo-
rables a los ~mpleados) del mercado de trabajo. Sin duda, la dimension
y las formas de la lucha de clases son elementos impOitantes para el ana-
lisis del desarrollo del capitalismo en un determinado pais durante un
cleterm1nado periodo hist6rico. Pero si, al nivel de la exposici?n del
modo de producci6n capitalista «en su med,ia ideal» (esto es; ~~ mvel de
exposici6n de El Capital de Marx, cf. capitulo Il.I), las cns1s quedan
!97
Critica de Ia economia politica
reducidas a Ia lucha de clases, se pierde el punto decisivo de Ia teoria
marxiana de las crisis. Pues lo que qucria demostrar es justamente que
al capitalle es inmanente la tendencia a las crisis, que con independeu-
cia del estado de la lucha de clases hay una tendencia que conduce a las
crisis. Lo que significa que aunque Ia lucha de clases se enconlrara pnic-
ticamente inmovilizada, se seguirian produciendo crisis.
La lucha de clases es, en primer Iugar, una lucha dentro del capitalis-
mo: el proletariado lucha por sus condiciones de existencia como prole-
tariado, se trata de una lucha por salarios mas altos, por mejores condi-
ciones de trabajo, por el establecimiento de garantias jufidicas, etc. En
este sentido, la lucha de clases no es un sintoma de debilidad del capital
y menos a{m de una inminente revoluci6n, sino que es la forma normal
en que se desarrolla la confrontaci6n entre la burguesia y el proletariado.
Tambien las motivaciones de las reivindicaciones que se plantean perma-
necen la mayoria de las veces dentro del marco definido por la formula
trinitaria: si se exige un salario «justo», lo que est~L ala base de tal reivin-
dicaci6n es precisamente la irracionalidad de la forma de salario (a saber,
el salario como remuneraci6n del valor del trabajo y no como remunera-
ci6n del valor de la fuerza de trabajo, cf. capitulo IV.V), de la que Marx
habia constatado que constituye Ia base de todas las representaciones
juridicas tanto de los trabajadores como de los capitalistas (MEW 23, p.
562 I 657). Lo que significa que cuando en Ia sociedad burguesa las per-
sonas, sean los trabajadores y trabajadoras o los capitalistas, intentan
hacerse cargo de sus intereses, lo haeen en las formas fetichistas de per-
cepci6n y de pensamiento que dominan la conciencia espontanea.
Pero Ia lucha de clases tambien posee una dinamica propia. Puede
llevar a procesos de aprendizaje y racionalizaci6n en los que se ponga en
cuesti6n el sistema capitalista en su conjunto. El fetichisrrfo no es ines-
crutable. Sabre todo en la fase de establecimiento del moderno capitalis-
mo industrial, se reaccion6 frecuentemente a las luchas sostenidas por el
proletariado con una feroz represi6n estatal (prohibici6n de los sindica-
tos y de las huelgas, persecuci6n de activistas, eto::.), con lo que a menu-
do los procesos se radicalizaron aun mas. En comparaci6n con el siglo
XIX y principios del XX, la represi6n directa ha disminuido en muchos
paises (aunque en muchos otros todavia sigue desempefiando un papel
significativo). Actualmente, en los paises capitalistas mas desarrollados
hay una regulaci6n legal mas o menos fuerte de las formas en las que se
presenta Ia confrontaci6n direda entre la burguesia y el proletariado: la
lucha de clases puede tener Iugar sin que ello ponga en peligro al siste-
ma (por ejemplo, en Alemania esta garantizado legalmente el derecho de
coalici6n y de huelga, pei·o tambien el derecho del empresario al lock-
out; asimismo esta garantizado el convenio colectivo, pero esta prohibi-
da Ia huelga politica). Es decir, determinadas formas de lucha estan
198
El fetichismo de las relaciones burguesas
practicamente exentas de represi6n estatal directa, pero por eso mismo
otras son perseguidas mas intcnsamente.
En Ia historia del marxisrno se lleg6 con frecuencia a dos conclusio-
nes err6neas con respecto a las clases y a Ia lucha de clases. Por un !ado,
de Ia situaci6n de clase se infiriola.existencia de una conciencia de clase
que necesariamente se desarrollaria antes o despues. Por otro ]ado, se
supuso que esta conciencia de clase debia tener un contenido mas o
menos «revolucionario». De ahi que toda lucha de clases que se presen-
taba fuese interpretada a menudo como indicia de una inminente lucha
revolucionaria definitiva. Se suponia que el proletariado desarrollaria
inexorablemente una conciencia de clase y se convertiria en una clase
revolucionaria en el curso del desarrollo del capitalismo. Es verdad que
en la historia se habian presentado algunas situaciones en las que una
parte del proletariado actu6 de manera revolucionaria, pero tales situa-
ciones no fueron resultado de una tendencia general de la evoluci6n del
proletariado hacia su transformacion en una clase revolucionaria, sino
expresi6n de circunstancias historicas concretas (por ejemplo, en la
Alemania de 1918, fueron resultado de la derrota en la guerra y de Ia per-
dida de legitimaci6n de los circulos militares y aristocraticos determi-
nantes hasta ese momenta). El hecho de que una parte del pro1etariado
se haya orientado en una direccion revolucionaria siempre ha sido, pues,
un fen6meno transitorio.
Muchos «anal isis de clase» marxistas que giran en torno ala pregun-
ta sobre «quien forma parte del proletariado» no van mas alia de Ia idea
de un desarrollo necesario del proletariado hacia su conversion en una
clase revolucionaria. Se pensaba que con la determinacion analitica del
proletariado se habia encontrado el «sujeto revolucionario». En tanto
que los proletarios rcales no tenian conciencia de su papcl, habia que
ayudarles a dar el salto, 1a mayor parte de las veces a traves del «partido
de Ia clase obrera», un titulo que solia ser objeto de un encarnizado com-
bate entre diversos candidatos.
Tambien en Marx se pueden encontrar las dos conclusiones crr6-
neas que se acaban de mencionar, asi como una concepcion determinis-
ta de la historia fundada sobre ellas, ante todo en el Manifiesto
Comunista; por tanto, precisamente en el texto que desempefi6 en todo
momenta un papel fundamental en el marxismo tradicional y en los dis-
tintos partidos obreros.
Marx es mueho mas circunspecto en El Capital. No obstante, tam-
bien aqui hay un eco del determinismo historico anterior. Al final del
libro primero, esboza de manera sucinta, en apenas tres paginas, la
«tendencia hist6rica de Ia acumulaci6n capitalista» (este es el titulo de
la seccion). Primero resume el surgimiento del modo de producci6n
capitalista a traves de la expropiaci6n de los pequefios productores (los
199
Critica de Ia economia politico
pequeiios campesinos o artesanos). En el curso de la denominada «acu-
mulaci6n originaria», estos picrdcn su propiedad sohre los rncdios de
producci6n, de modo que est[m fou;ados a vender su fuerza ue
lrabajo a
los capitalistas. Sobre la base capitalista comienza entonces una trans-
formaci6n fundamental del proceso de produeci6n: de las pequenas
explotaciones surge la explotacion a gran escala, tiene lugar un proceso
de concentraci6n y centralizaci6n del capital, se produce una aplicaci6n
sistematica de la ciencia y la tecnica, se economizan los medios de pro-
ducci6n y las economias se integran en el mercado mundial. Y Marx
continua diciendo:
<<Con el numero cada vez menor de magnates capitalistas que usurpan y
monopolizan todas las ventajas de cste proceso de transforrnaci6n aumen-
tan cada vez mas Ia miseria, Ia opresi6n, Ia servidumbre, Ia degeneraci6n y
Ia explotaci6n, pero aurnenta tarnbicn Ia indignaci6n de Ia clase obrera, una
clase cad a vez mas nurnerosa y crecientemenle disciplinada, unida y organi-
zada a traves del propio mecanisrno del proceso de producci6n capitalista.
El monopolio del capital se convierte en una traba del modo de producci6n
que ha crecido con el y bajo el. La centralizaci6n de los meclios de produc-
ci6n y Ia socializaci6n del trabajo alcanzag un punto en el que se hacen
incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta por los aires. Ha sona-
do Ia hora de Ia propicdad privada capitalista. Los expropiadores son expro-
piados» (MEW 23, pp. 790-791 I 953).
En estos pasajes se presenta la transformaci6n del proletariado en
clase revolucionaria y cl dcrrocamiento del dominio del capital como un
proceso ineludible. Y aqui cita Marx en una nota a pie de pagina el
1\ianifi.esto Comunista, donde se dice sobre la burguesia: «Su ruina y la
victoria del proletariado son igualmente inevitables» (MEW 23, p. 791 /
954, n. 252).
En el antiguo movimiento obrero se acogieron de buena gana tales
declaraciones, pero se comprob6 una y otra vez que esa sociedad burgue-
sa de Ia que se proclamaba su fin inexorable seguia imponi{mdose a los
trabajadores, excluyendolos y humillandolos. En Ia prensa socialdem6-
crata anterior a ]a Primera Guerra Mundial, y posteriormente en la pren-
sa comunista, esta secci6n de tres paginas del libro primero se publico y
se cit6 repetidamente, de forma que se gener6 la idea de que era de esto
de lo que trataba esencialmente el analisis de Marx.
Sin embargo, estos pron6sticos no coineiden con su investigaei6n.
No esta claro en que medida el monopolio del capital se ha convertido
«en una traba para el modo de producci6n que ha crecido con Cl y bajo
el». El hecho de que los beneficios y los castes sociales del desarrollo
capitalista esten repartidos de manera tan snmamente desigual no es
ningun obstaculo para el desarrollo capitalista, sino -como pone de
manifiesto justamcnte cl analisis de Marx- su forma de movimiento mas
propia. Y aunque es cierto que el proletariado aumenta en t{~nninos
200
El fetichismo de las relaciones burguesas
nunH~·rir.os con la imposieion del modo de producci6n capitalist a y que a
traves de Ia gran industria !leg a a cstar en cierto modo «unido >> y «dis-
ciplinado» (por ejernplo, en tanto que el proletariado tiene que organi-
zarse sindical y politicarnente de alguna manera para poder existir en
general como proletariado), nose sigue en modo alguno del ana.lisis de
Marx que ello de lugar ineludiblcmentc a la constituci6n de una clase
«revolucionaria». Por el contrario, El Capital suministra los elementos
para comprender por que se producen tan raramcnte los procesos revo-
lucionarios, por que la «indignaci6n» de la que se habla en Ia cita no
conduce directamente ala lucha contra el capitalismo: con el amilisis del
fetichismo, de la irracionalidad de la forma de salario y de la formula tri-
nitaria, Marx ha mostrado como cl modo de producci6n capitalista pro-
duce una imagen de si misrno en la que las relaciones sociales estan cosi-
ficadas, donde las relaciones capitalistas de producci6n parecen surgir
de las condiciones de la producci6n como tal, de manera que solo pue-
den tener lugar transformaciones dentro de las relaciones capitalistas.
Se puede producir un proceso revolucionario; dertamente noes imposi-
ble, pero es cualquier cosa menos un resultado inevitable.
En la secci6n mencionada, Marx saca conclu..c;iones que descmbocan
en un determinismo hist6rico, que no esta fundamentado en su exposi-
ci6n categorial. La exposici6n del modo de producci6n capitalista, sin
embargo, no depende en ningun Iugar de estas dudosas conclusiones. El
Capital es, ahora tanto como antes, la mejor contribuci6n para com-
prender el modo de producci6n capitalista. Si este modo de producci6n
esta llegando a su fin, y como va a ser este fin cuando llegue, es algo que
no se puede determinar de antemano. Aqui no hay certezas, sino solo
una lucha con un desenlace abierto.
CAPITULO Xl
ESTADO Y CAPITAL
Cuando Marx emprendi6 a finales de la decada de 1850 una critica
general de la economia politica, queria escribir un libro sobre el Estado.
En total plane6 seis libros: sobre el capital, la propiedad del suelo, el tra-
bajo asalariado, el Estado, el comercio exterior y el mercado mundial (cf.
MEW 13, p. 7). Los tres libros de El Capital abarcan, por lo que al con-
tenido se refiere, los tres primeros libros de los seis planeados. Ellibro
sobre el Estado no lleg6 a escribirse nunca; en El Capital solo hay obser-
vaciones ocasionales al respecto. Algunos ekmentos generales de una
teoria del Estado se encuentran en los escritqs tardios de Engels: en el
Anti-Diihring (1878) y sobre todo en El origen de La familia, la propie-
dad privada y el Estado (1884). En el siglo XX se produjo un amplio
debate sobre la teoria del Estado entre los marxistas, pero no llev6 a una
comprensi6n comun 1• En lo que sigue nose pretende acometer la tenta-
tiva de exponer resumidamente una «teoria marxista del Estado». Mas
bien se pretende poner de manifiesto en algunos puntos fundamentales
que el trasfondo de la critica de la economia politica no solo apunta a una
teoria del Estado alternativa ala burguesa, sino sobre todo a una critica
de la politica. Esto no significa una critica de determinadas politicas,
sino una critica del Estado y de la politica como formas sociales, es decir,
como los modos determinados de mediar las relaciones sociales.
I EL ESTADO: lUN INSTRUMENTO DE LA CLASE DOMINANfE?
Fueron sobre todo dos planteamientos de Marx y Engels los que
determinaron en gran medida las discusiones posteriores sobre el
1DeTa multitud de contribuciones sobre el tema, seiialaremos a qui solo unas pocas: Lenin
(1917a), Paschukanis (1924), Gramsci (1929-35), Althusser (1970), Ag:10li (1975),
Poulantzas (1977), Gerstenberger (1990); para una primera y breve introducci6n en el
debate, vease Sti.itzle (2003).
203
Critica de Ia economfa politica
Estado. Uno fue la distinci6n entre «base» y «superestructura», y el otro
la concepcion del Estaclo como instrumento de la clase tlominante.
En el Pr6logo a Ja Contribuci611 o Ia crilicu de lu econurnio polilicu
(1859), Marx resumi6 de forma muy breve (aproximadamente en uua
hoja y media) su vision general de Ia sociedad. Design6 aqui Ia estructu-
ra econ6mica de esta como «Ia base real sobre Ia que se levanta una
.supercstructurajuridica y politica», y destac6 que
<<las relaciones juridicas y las form as de Estado no se pueden comprender a
partir de si mismas, ni a partir del denominado desarrollo )',eneral del espi-
ritu humano, sino que mas bien hunden sus 1·aices en las condiciones mate-
riales de vida» (MEW 13, p. 8).
Con esto se inlrodujeron en el debate los terminos <<base» y «super-
estructura», de los que tanto uso hicieron los marxistas posterionnente
(y que por lo demas rara vez aparecen en Marx). En el marxismo tradi-
cional y en el marxismo-leninismo, las escasas afinnaciones de este
Pr6logo fueron consicleradas como uno de los documentos fundamenta-
les del «materialismo hist6rico». A menudo se sac6 la conclusion de que
la <<base» economica determina esencialmente la «superestructura»
politica (Estado, derecho, ideologia) y que para todo fenomeno de la
<<superestructura» tiene que haber una causa en la <<base» econ6mica.
Esta reducci6n simplista a causas e intereses ecori6micos se designa
como economicismo.
Muchas de las discusiones entre marxistas giraban en torno ala pre-
gunta por el grado de determinacion efectivo de la <<superestructura»
porIa «base». En el intento de descubrir resultados cientificos definiti-
vos en este Pr6logo, frecuentemente se paso por alto que para Marx solo
se trataba aqui de una delimitaci6n respecto ala teoria del Estado impe-
rante en su epoca, que consideraba al Estado con independencia de
todas las rclaciones econ6micas. Frentc a ello, Marx insisti6 en que no se
puede comprender el Eslado y el derecho simplementc a partir de si rnis-
mos, sino que hay que verlos siempre desde el trasfondo de las relacio-
nes econ6micas. Pero con tal delimitaci6n no esta ni siquiera minima-
mente indicada la configuraci6n del analisis del Estado.
La interpretacion economicista apoyada en la distinci6n entre base y
superestructura encajaba muy bien con la caracterizacibn del Estado que
sostenia Engels. AI final deE/ origen de fa familia, Ia propiedad priva-
da y el Estado (1884), Engels realiz6 algunas consideraciones muy gene-
rales sobre el Eslado. Sefialb que no tiene por que haber un Estado en
todas las sociedades humanas. Solo cnando en una sociedad se forman
clases con intereses contrapuestos y estas oposiciones de clase amena-
zan con desgarrar Ia socicdad, se hace necesario un «poder que aparen-
temente se situa por encima de la sociedad». Este poder, que surge a
204
Estado y capital
partir de la sociedad rnisma, pero que se va haciendo cacla vcz mas auto-
noma, es el Eslado (MEW 21, p. 16;:;). Sin embargo, el Estado solo se
situa aparenternentc por encima de las clases, en realidad es «el Estado
de Ia clase mas poderosa, de la clase econ6micamente dominantc, que a
traves suyo se convierte tambien en !a clase pollticamente dominante»
(MEW 21, p. 166 y ss.).
Engels considera al Estado como un pouer que esta situado frente a
la sociedad. Esto se corresponde con el concepto general, coloquial, del
Estado como una instituci6n que en una detenninada sociedad dispone
del rnonopo1io para el ejercicio legitimo de la fuerza (en suma, del mono-
polio de la fuerza); prescindiendo de !a legitima defensa, nadie pucde
ejercer la fuerza a excepci6n de los 6rganos estatalmente determinados,
como ]a polida o el ejercito. Pero Engels destaca aclemas que esta insti-
tuci6n es un instrumento de la clase dominante. y este es tambien el
caso en una republica democratica con sufragio universal, algo que se
debe, segun Engels, a d.istintos mecanismos indirectos: por un !ado, a Ia
«corrupci6n de los funcionarios», por otro, a una «alianza del gobierno
y la bolsa» (debido a las deudas estatales, el Estado depende cada vez
mas de las balsas). Tam poco el dcrecho general de voto impide !a instru-
mentalizacion del Estado mientras «el proletariado no este maduro para
su autoliberacion» y siga reconociendo el orden social existente como el
(mico posible (MEW 21, p. 167 y ss.).
Pero cuando el proletariado se libere finalmente y erija una socicdad
socialista/ comunista, entonces, sigue diciendo Engels, desaparccenl.n
tarnbi(m las clases, no de golpe, sino paulatinamente. Y ya que el Estado,
como un poder que esta situado frente a Ia sociedad, solo surgio a causa
de Ia division en clases, desaparecen1 tam bien con la desaparici6n de las
clases: el Estado «se extingue», dice la celebre formulaci6n del Anti-
Diihring (MEW 20, p. 262). .
La concepcion de que el Estado es ante todo un instrumento en
manos de la clase economicamente dominante no solo estnvo presente
en rnuchos debates marxistas, tambien los criticos burgueses radical-
dem6cratas sostuvieron que al menos el Estado existentc es un instru-
rnento del dorninio directo de clase. Pero los Estados modernos, por su
propia exigencia, son neutrales frente a las clases: lo que rige es la igual-
dad de los ciudadanos ante la ley y el deber del Estado de ocuparse del
bien comun. Quien concibe el Estado basicamente como un instrumen-
to del dominio de clase intenta dcmostrar, por tanto, que Ia acci6n efec-
tiva del gobicrno y el modo de funcionamiento de los 6rganos estatales
son contrarios a esta exigencia de nelitralidad.
Tal concepcion es ernpiricamente plausible: siempre se pueden encon-
trar ejemplos de !eyes que favorecen sobre todo a las clases adineradas, o
de formas legales (y tambien ilegales) de influencia de los lobbies capita-
205
Critica de Ia economia politico
listas sobre la legislaci6n y la actuaci6n politica del gobierno. Es indiscu-
tible que distintas faceiones del r:apital intentan utilizar al Estado como
instrumento, y que a veces ademas lo consiguen. Ahora bien, la pregunta
es si con este estado de cos as ya se ha comprendido el canl.cter esencial del
moderno Estado burgues.
Entre las medidas estatales normalmenie tambien hay algunas que
benefician a los estratos sociales mas pobres. Los defensores de la con-
cepcion instrumental del Estado interpretan tales medidas como meras
concesiones, como un metoda para mantener aca llados a los oprimidos
y explotados.
La critica del Estado es entendida por los defensores de esta concep-
cion como desenmascaramiento: hay que demostrar que la neutralidad
del Estado es s61o aparente. Tal critica se refiere sobre todo a la corres-
pondiente utilizaci6n del Estado, pero no al Estado y a la politica como
formas sociales 2 •
En la praxis politica, la concepcion instrumental del Estado condu-
ce generalmente ala exigencia de otro uso del Estado: la obligaci6n de
ocuparse del bien comun debe tomarse en serio definitivamente y los
intereses de las clases bajas tienen que ser mejor atendidos. Existen dis-
tintos juicios acerca de cuando es posible alcanzar esto. Las corrientes
«revolucionarias» insisten en que solo despues de una revoluci6n es
posible una politica estatal que se base en los intereses «reales» de la
mayoria. Pero lo que no suele quedar claro es cbmo va a ser la politica
revolucionaria en situaciones no revolucionarias. Las corrientes «refor-
mistas>> creen, por el contrario, que tambien en las condiciones capita-
listas es posible otra politiea, un compromiso de clase. Por consiguien-
te, se espera que !a participaci6n de los partidos de izquierdas en el
gobierno tenga como resultado una politica «mejor». La decepci6n que
sigue normalmente a estas expectativas se justi.fica entonces, por una
parte de los reformistas, como el coste inevitable de los compromisos; y
el ala algo mas radical critiea la politica decepcionante y la atribuye ala
acomodaci6n o a la «traici6n» de las cabezas dirigentes de los partidos
de izquierdas. A menudo se funda entonces el siguiente partido, que
«realmente» lo va a hacer de otro modo. Lo que esta critica nose plan-
tea es que tambien puede haber razones estructurales para la criticada
acomodaci6n (vease a este respecto la parte final del capitulo XI.II).
2 En los escritos del joven Marx de comienzos de Ia decada de 1840, se encuentra asimis-
mo una critica del Estado que contrapone el modelo y Ia realidad. Debido a Ia insuficien-
cia de tal critica, Marx paso a ocuparse de Ia economia politica (cf. Heinrich 1999, p. 88 y
ss.). Pero estos trabajos tempranos se mostraron poco fecundos para una critica del
Estado que conectase con Ia de Ia economia politica.
206
l!.stodo y capital
II DETERMiNACIONES FORMALES DEL ESTADO BURGuES:
ESTADO DE DERECHO, ESTADO SOCIAL, DEMOCRACJA
Bay un problema basico asociado a la concepcion «instrumental»
del Estado: suprirne Ia diferencia cualitativa entre las relaciones sociales
burguesas y preburguesas. Solo pone de relieve la division de la sociedad
en clases diferentes. Pero lo importante para un analisis del Estado es la
forma especifica en la que estas clases se relacionan entre si y reprodu-
cen su relacion de clase3. En las sociedades preburguesas todavia no
estaban separadas la dominaci6n politica y la econ6mica: la relacion de
dominio de un propietario de esclavos era t1na relaci6n personal de
dominio sobre «sus» esclavos, del mismo modo que lo era Ia de un senor
feudal sobre «SUS» siervos, lo que (desde nuestra perspectiva actual)
comprendia simultaneamente tanto una relaci6n politica de poder como
una relaci6n econ6mica de explotaci6n.
En las sociedades burguesas-capitalistas se separan la explotaci6n
econ6mica y el poder politico. El propietario del suelo o de los medios de
producci6n no tiene una funci6n militar, policial o judicial vinculada a
esta propiedad que le confiera poder politico. La dominaci6n econ6mica
ya no tiene, pues, caracter personal. El trabajador asalariado individual
no depende personalmente de un capitalista determinado.
Los miembros de la sociedad burguesa se enfrentan en el mercado
como propietarios privados «libres» y juridicamente «iguales», aunque
los unos solo posean su fuerza de trabajo y los otros los medios de pro-
ducci6n. Sobre esto observa Marx sarcasticamente en El Capital:
<<La esfera de la circulacion o del intercambio de mercancias, dentro de
cuyos limites se desarrolla Ia compra y Ia venta de la fuen;a de trabajo, era
de hecho un verdadero Eden de los derechos humanos innatos. Lo unico que
impera aqni es la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham4. iLibertad!
Pues el comprador y el vendedor de una mercancia, por ejemplo, de la fuer-
za de trabajo, solo est an determinados por su libre voluntad. Firman un con-
trato como personas libres y juridicamente iguales. El contra toes el resulta-
do final en el que sus voluntades se dan una expresion juridica comun.
iigualdad! Pues solo se relacionan entre si corrio poseedores de mercancias
e intercambian equivalente por equivalente. iPropiedad! Pues cada uno solo
tiene disposici6n sabre lo suyo. iBentham! Pues cada uno de ellos solo se
ocupa de si mismo. El (mico poder que los une y los relaciona es el de su ego-
ism a» (MEW 23, pp. 189-190 I 214).
3 Este punto lo resalta Marx en El Capital: «La forma econ6mica especifica en Ia que el
plustrabajo no pagado es extraido de los productores directos determina Ia relaci6n de
dominaci6n y servidurnbre, tal y como surge directamente de ]a producci6n misma, y a su
vez repercute de manera determinante sabre ella. Pero sabre esto se funda toda Ia confi-
guraci6n de Ia comunidad econ6mica surgida de las propias relaciones de producci6n, y
con ello al mismo tiempo su forma politica especifica>> (MEW 25, p. 799 / 1007).
4 Jeremy Bentham (1748-1832) era un fil6sofo ingles que defendia una etica basada en el
principia deJa utilidad.
207
Crftica de Ia econumfa po!ftica
La rclaci6n econ6mica de explotaci6n y domiuio se constituye por el
acuerdo entre partes contratantes libres e iguales, v pnede caneelarse de
nuevo en cualquier momenlo. El hecho de que aquellos que son explola-
dos acepten su cxplotaci6n se debe a que en una sociedad de propieta-
rios privados no tienen ninguna otra posibilidad para ascgurarse su sub-
sistencia. Es verdad que el trabajador asalariado no depende de 1111 capi-
talista detcrminado, pero tienc que vender su fuerza de trabajo a alg(uJ
capitalista para sobrevivir.
As:i pues, la relaci6n de poder entre clases que surge de Ia produc-
ci6n es completamente distinta en Ia sociedad burguesa y en las socie-
dades preburguesas, por lo que tarnbien Ia forma politica de la socie-
dad burguesa, cl Estado burgues, presenta unos caracleres totalrnente
propws.
En las sociedades preburguesas, los hombres se relacionan desde el
principia como personas juridicamente rlesiguales. En eslas sociedades,
los derechos y las obligaciones estaban definidos por la correspondiente
posicion o categoria social de las personas; las relaciones de dominio
econ6micas y politicas se entrelazaban direclamente las unas con las
otras. En las condiciones capitalistas no es necesario el poder politico
directo para sostener la explotaci6n ccon6rnica: basta con que el Estaclo,
como un pocler politico que esta situado mas alia de la sociedad, garan-
tice que sus miembros se comportan como propietarios privados. Tiene
que scr un podcr aut6nomo, independiente, pues debe obligar a todos a
que reconozcan a los otros comv propietarios vrivados.
Como Estado de derecho, el Estado burgues trata a sus ciudadanos
como propietarios privados libres e iguales: todos los ciudadanos del
Estado estan sometidos a las mismas !eyes y tienenlos mismos derechos
y obligaciones5. El Estado protege la propicdad privada de cualquicr ciu-
dadano, con independencia de la consideraci6n de la persona. Esta pro-
tecci6n consiste sobre todo en que los c.iudadanos estan obligados a
reconocerse mutuamente como propietarios privados: Ia apropiaci6n de
la propiedad ajena s6lo esta permitida en el caso de acuerdo mutuo; Ia
propiedad ajena se obtiene gcncralmente por medio de Ia donaci6n, la
herencia, el intercambio o la compra.
s Conforme ala conocida formulacion de Marx, se pudrla decir que esta afirmaci6n y las
siguicntes son va!idas solo para el K<;tado burgm~s «en su media ideal». De ]a misnHt
manera que Ia cxposicion del modo de producci6n capitalista <<en su media ideal» no
suministra 11n analisis total de la sociedad capitalista, este es tamhien el casu con el
Estado. El estahlecimiento de la plena igualdad juriJica y politica de los cindadanos (y
sohre todo de las ciudadanas) fue un proceso que en muchos Estados dnr{l hasta Ia segun-
da mitad del siglo XX. y que en parte aun continlti!. Ademas, a causa de los procesos de
migraci6n a escala mundial, artualmente vivcn en Ia mayoria de los I<:Stados no solo ciu-
dadanos juridicarnente iguales, sino tam bien un n\unero creciente de ciudadanos cle otros
Estados que disfTutan de nn nurnero considcrablemente menor de derechos o, en cl caso
de los inmigrantes ilegales, que no tienen pn\.cl"icamente ningtm derecho.
208
Estado y capital
El Estado se com porta efectivamente frente a los eiudadanos indivi-
duales como una instancia neutral; c,<;ta neuiralidad no cs en absoluto
una simple apariencia. Precis a mente a traves de ella asegura el Estado
los fundamentos de las relacioncs eapitalistas de dominio y explotaci6n.
La protecci6n de la propiedad implica que aquellos individuos que,
apai-tc de su fuerza de traba_jo, no tienen ninguna propiedad (relevante),
estan forzados a vender su fuerza de trabajo. Para poder adquirir sus
medios de subsistencia tienen que sorneterse al capital. Con ello se hace
posible el proceso de producei6n capitalista, y este reprodu€e perma-
nentemente Ia relaci6n de clase que constituye su propio presupuesto.
El trabajador individual sale del proceso de producei6n tal y como entra
en el. Su salario alcanza basicamente para su reproducci6n (la suya pro-
pia y la de su familia). Para reproducirse de nuevo, tiene que vender
nuevamente su fuerza de traba_jo. Tambien el capitalista vuelve a salir
del proceso como capitalista: su capital adelantado le refluyc junto con
un beneficia, de modo que puede adelantar una cantidad mayor. Por
consiguiente, el proceso de producci6n capitalista no solo produce mer-
candas, sino que tarnbien reproduce la relaci6n de capital misma (cf.
MEW 23, eapitulo 21).
Sin embargo, es un resultado hi.st6rico tardio que la rcproducci6n de
la relaci6n de capital, al menos en los paises capitalistas desarrollados,
tenga Iugar en su mayor parte sin una violencia estatal directa (indirec-
tamente, como amenaza, la fuerza del Estado esta siempre presente).
Durante Ia «acumulaci6n originaria», cuando atm tenia que ser produ-
cido por primera vez el «traba_jador doblemente libre» (cf. capitulo
lV.III), 1a situaci6n era por complcto diferente. Tal y como rnuestra
Marx en detalle con el ejemplo de lnglaterra, el Estado tenia que inter-
venir de manera directa y permanente para posibilitar y para potenciar
la pr-oducci6n capitalista: en primer Iugar, 'ayudando a los terratenientes
a cxpulsar a los campesinos del campo que cultivaban (la cria de ganado
lanar lcs era mas lucrativa), y despues para obligar a estas personas, a las
que se habia arrancado de su tierra y que se habian convertido en vaga-
bundos, a trabajar en las fabricas y someterse a su disciplina. Con csto
no pretende decirse que los distintos gobiernos hayan seguido un plan
general para la implantaci6n del capitalismo; sus medidas obededan a
razones totalmente diferentes. Sin embargo, el capitalismo moderno
solo pudo establecerse como resultado de estas medidas violcntas. Paso
mucho tiempo hasta que se desarroll6 una clase obrera «que por educa-
cibn, tradici6ny costumbre reconoee las exigencias de ese modo de pro-
ducci6n como leyes naturales evidentes»6. Solo entonces es suficiente la
6fl~t~ estado de casas mencionado concisamente por Marx constituye uno de los temas
centrales de Foucault (1976). En este contexto, Foucault critica el conccpto traclicional de
poder, reducido a una facultad que pnede simplemente apropiarsc cl uno o el otro !ado
209
Critica de Ia economia politica
«violencia muda de las relaciones econ6micas» para el «dominio de los
capitalistas sobre los trabajadores», y el uso de Ia violencia por parte del
Estado solo es net:esario en casos excepcionales (MEW 23, p. 765). En
condiciones capitalistas desarrolladas, se asegura el mantenimiento de
la relaci6n de clase justamente porque el Estado, como Estado de dere-
cho, trata a sus ciudadanos, independientemente de su pertenencia a
una clase determinada, como propietarios libres e iguales, protegiendo
su propiedad y sus transacciones como propietarios7.
Pero el Estado burgues no es solo Estarlo de derecho, que establece
un marco formal y asegura la observancia del mismo por medio de su
monopolio de la fuerza. Tambien garantiza las condiciones materiales
generales de la acurnulaci6n de capital, en tanto que estas condiciones no
pueden ser creadas de modo capitalista por los capitalistas individuales,
dado que no rinden beneficios suficientes. De estas condiciones -que
eambian hist6ricamente o tienen una importane:ia distinta en periodos
diferentes- forman parte, eritre otras, la creaci6n de una infraestructura
adecuada (sobre todo redes de comunicaci6n y de transporte), d,e capaci-
dades de formaci6n e investigaci6n, asi como un dinero de valor estable
a traves del banco centrals. El Estado actl1a aqui, segl1n Ia expresi6n de
Engels, como «capitalista global ideal» (MEW !;;~0; p. 260), que con su
polltica persigue el interes capitalista global de lograr una acumulaci6n
lomas lucrativa posible. Este interes global no siempre es identico con el
in teres particular de las distintas facciones eapitalistas o de los capitalis-
tas individuales, yen este sentido las actuaciones del Estado pueden opo-
nerse por completo a estos intereses particulares; justamente por eso se
necesita una instancia propia, independiente de los capitalistas particu-
lares. Aunque siempre se pueden encontrar ejernplos de actuaciones de
los gobiernos que favorecen directamente a deterrninados capitalistas, lo
cierto es que en ello no se pone de manifiesto ningl1n momenta esencial
del Estado burgues, ninguna determinacion vineulada necesariarnente a
el. De ahi que este comportamiento favorecedor se denuncie como un
«eScandalo» precisarnente en los drculos burgueses que en modo alguno
se oponen criticamente al Estado y al capital.
El supuesto esencial de la acumulaci6n capitalista es la existencia de
los trabajadores asalariados. Su reproducci6n se hace posible por media
(clase). A lo que contra pone una «microfisica del poder>>, que atraviesa a todos los indivi-
duos en sus opiniones interiores yen sus modus de coinportamiento.
7 Puesto que Ia valorizaci6n del capital conquista continuamente nuevas ambitus, las rela··
ciones de propiedad privada tienen que volver a ser establecidas una y otra vez bajo nue-
vas condiciones; por ejemplo, como ocurre actualmente en Internet (cf. Nuss 2002).
8 La existencia del dinero no se basa en aetas estatales, sino que es Ia mercancia Ia que
hace necesario el dinero (cf. capitulo III). Sin embargo, en condiciones capitalistas norrna-
les, es el Estado el que garantiza el valor de Ia correspoudienleforma concreta del dinero
a traves de sus instituciones (en el capitalismo desarrollado es el banco central el que rea-
liza esta funci6n, cf. capitulo VIII). ·
210
Estado y capital
del salario que paga el capitalista. Para el capitalista individual, el sala-
rio representa (igual que las rnedidas de protecci6n !aboral, de preven-
ci6n contra accidentes, etc.) simplemente un factor de coste, que como
tal debe ser minimizado. Bajo Ia presion de la competencia, cada capi-
talista intenta conseguir una ganancia lomas elevada posible. Si el capi-
tal no encuentra ninguna resistcncia en Ia forma de sindicatos fuertes o
agrupaciones similares, se establecen jornadas laborales de duraci6n
superior a la normal, condiciones de trabajo nocivas para la salud y
salar"ios de miseria, lo que a la larga tiene como consecuencia que las
fuerzas de trabajo no puedan reproducirse: al capital, con su impulso
(forzado por Ia competencia) a una valorizaci6n cada vez mayor, le es
inmanente una tendencia a la destrucci6n de la fuerza de trabajo. El
eapitalista individual puede reconocer esto, y tambien lamentarlo, pero
no puede hacer gran cosa al respecto si no quiere ir a la quiebra. Para
que el capital no destruya el objeto de su explotaci6n, este objeto tiene
que ser protegido por media de la legislaci6n estatal. Una jornada !abo-
ral regulada legalmente (cf. MEW 23, capitulo 8), disposiciones para la
protecci6n de ]a salud y Ia prevenci6n de accidentes, asi como un sal a-
rio minima garantizado (o un subsidio minima estatal, como la ayuda
social en Alemania, que actua como limite inferior del salario) -todo
ello establecido, por lo general, solo a traves de las luchas de los traba-
jadores y trabajadoras- restringen las posibilidades de valorizaci6n del
capital, pero la garantizan a largo plazo.
El Estado no solo evita la destrucci6n de la fuerza de trabajo, sino
que, como Estado social, tambi{m garantiza su reproducci6n, en tanto
que esta no es posible solamente por media de la remuneraci6n salarial
negociada entre el trabajador y el capitalista. A traves de los diversos
seguros sociales, el Estado protege al trabajador frente a los riesgos fun-
damentales a los que se ve expuesto en una economia capitalista: la
imposibilidad permanente de seguir vendiendo su fuerza de trabajo a
causa de un accidente ode la edad (seguro de accidentes y pensiones); la
imposibilidad transitoria de vender su fuerza de trabajo a causa de una
enferrnedad ode encontrarse en paro (seguro de enfetmedad y subsidio
de desempleo, o ayuda social).
Los medias para las prestaciones sociales del Estado provienen ·del
proceso de acumulaci6n, independienterncnte de que se financien a tra-
ves de contribucioi1es a la Seguridad Social o a traves de impuestos. Se
utiliza para ello una parte del valor social producido, de modo que dis-
minuye la masa de plusvalor. Esta deducci6n significa para los capitalis-
tas individuales una restricci6n, lo mismo que las disposiciones de pro-
tecci6n mencionadas anteriormente. En este sentido, el Estado, como
Estado social, atenta contra el interes inmediato de cada uno de los capi-
talistas por conseguir la maxima valorizaci6n, y chC>ca por ello contra la
211
Critica de Ia econumia pulitica
resistcncia de estos. De ahi que normal mente las prestaciones soeiales
estatales solo sean cstablecidas como resultado rle las hwhas de los
movimicntos de trab<~iadores. Por cso el Estauo .social es concehido a
menudo como una <<conquista» del movimiento obrero, como una con-
cesi6n a Ia clase de los trabajadores (para mantcncrlos tranquilos). De
hecho, Ia vida de los trabajadores y lrabajadoras es considerablemente
mas facil y mas Segura con Ia protecci6n del Estado social que sin ella.
Pero no se trata de prestaciones unilaterales para los trabajadores, que
representarian, como se afirma a vcces, el primer paso hacia Ia supera-
ci6n del capitalismo. Se trata mas bien de una protecci6n adecuada a!
capitalismo para asegurar Ia existcncia de los trabajadores asalariados.
Por un lado, a! capitalle interesa que aquellos trabajadores y trabajado-
ras cuya fuerza de trabajo no se pueda utili:wr transitoriamente, por
causa de enfermedad, accidente o escasez de demanda, se conserven en
<<buen estado» para el capital. Por otro !ado, las prestaciones sociales del
Estado estan vinculadas generalmente a Ia venta de fuerza de trabajo (o
ala disposici6n para ello): prestaciones como los subsidios de desem-
pleo o las pensiones de jubilacion dependen del salario anterior, una
cone:Gon que tiene el efecto de disciplinar a muchos trabajadores y tra-
bajadoras; en el caso de las personas en condiciones de trabajar, el pago
del subsidio de desempleo o de Ia ayuda social esta vinculado ademas a
que se esfuercen activamente para vender su fuerza de trabajo. Si este no
es el caso, tiene Iugar Ia reduccion o la denegaci6n plena de los pagos por
parte de las autoridades estatales como medida disciplinar. Por lo tanto,
las prestaciones del Estado social no eximen en modo alguno de la coer-
cion a vender Ia fuerza de trabajo.
La concepcion del Estado burgues como un simple instrumento en
manos de Ia clase de los capitalistas tiene un punto debit muy impcntan-
te: se presupone tanto una clase <<dominante» unitaria y capaz de actuar
politicamente como un interes de clase claramente definido, al que solo
le falta el instrumento para poder realizarse. Pero ni lo uno ni lo otro es
evidente. La «clase econ6micamente dominante» en el capitalismo
consta de capitalistas que compiten entre s1 con intereses distintos por
completo y parcialmente opuestos. Es cierto que hay un interes com(m
en la conservaci6n del modo de producci6n capitalista. Pero salvo en el
caso de que este se encuentre amenazado por movimicntos revoluciona-
rios, dicho interes es dcmasiado general para podcr ofrecer una pauta
com(m respecto a Ia actuaci6n «normal» del Estado. Los intereses que
determinan la actuaci6n del Estado no estan simplcmente ahi, esperan-
do a su realizacion, como se supone en ]a concepcion instrumental del
Estado, sino que tienen que cmzstituirse.
Todas las medidas estatales son discutibles, da igual que se trate de
una reestructuraci6n concreta del sistemajuridico, de Ia protecci6u de las
212
Estado y capital
condiciones materiales de la acumulaci6n o de Ia forma y Ia extension de
las prestaciones sociales. Por In general, toda medicla perjudica a algunos
capitalistas (a veces incluso a todos) y beneficia a otros (o los perjudica
rnenos que al rcsto). Ciertas expectativas de beneficiarse a largo plazo se
enfrentan con perjuicios inmecliatos, etc. Aquello en lo que consiste el
in teres global capitalista, los desafios a los que debe reaccionar el Estado
y el modo en que debe hacerlo son cosas que hay que determinar en cada
momenta. La politica estatal presupone una constante averiguaci6n de
este inten~s global y de las medidfls para su realizaci6n.
A menudo hay diversas posibilidades accrca de como se puede per-
seguir el interes global capitalista. Son posibles estrategias alternativas,
de modo que la politica estatal no se puede reducir a una simple realiza-
ci6n de las necesidades de la economia capitalista. La rcferencia a ]a
finalidad econ6mica de una medida estatal, tan popular en drculos mar-
xistas, es una explieaci6n insuficiente. Las relaciones de poder entre los
distintos lobbies capitalistas, las alianzas que se establezcan, la influen-
cia dentro del aparato del Estado yen los medios de comunicaci6n, etc.
tienen una importancia fundamental para establecer o impedir detenni-
nadas medidas o incluso estrategias en teras, yen ocasiones se producen
resultados disfuncionales para el interes global capitalista. Estas presio-
nes de los lobbies, las luchas por la influencia, etc. no son una infracci6n
de las reglas, sino el modo en que tiene Iugar normalmente la busqueda
de eonsenso.
Pero Ia politica estatal no solo requiere de un consenso entre las fac-
ciones capita!istas mas importantes sobre el interes global capitalista,
sino que ademas tiene que legitimarse frente a las clases infcriores;
tambien se requiere de ellas en cierta medida para el con sensa. Solo asi
se puede garantizar que las clases inferiores no pe1iurben con su acci6n
socialla reproducci6n de las condiciones capitalistas (si bien tales per-
turbaciones no comienzan s61o por una resistencia motivada politica-
mente), y en espeeial que esten de acuerdo con los sacrificios que a
menudo se les exigen o al menos que los soporten pasivamente. Ahora
bien, para obtener la legitimaci6n y para mantcner el comportamiento
«disciplinado» de los individuos como trabajadores y como ciudadanos
del Estado, no basta con ~~vender bien» la politica. Los intereses de las
clases inferiores -sus intereses dentro del capitalismo, es decir, sus
interescs clirigidos a alcanzar una existencia rnejor como trabajadores
asalariados- tieuen que tomarse en consideraci6n, almenos en la medi-
da en que no peijudiquen «dcmasiado» el inten§s global capitalista por
una acumulaci6n creciente. Tam bien aqui son imp01tantes 1a fuerza y la
habilidad con que se defiendan estos intereses, y !a influencia que ten-
gan sus representantes en los partidos, en el aparato del Estado yen los
medios.
213
Critica de Ia economia politica
La discusion sobre las diversas medidas politicas y las distintas
estratcgias, Ia generacion de consenso y legitimacion, Ia integracion de
intereses adecuados a! capitalismo, no comprende s61o a las dases
«do,minantes», sino tambicn a las clases «dominadas». Tiene Iugar
tanto dentro como fuera de las instituciones estatales: tanto en los
medios de la opinion publica burguesa (televisibn, prensa) como en las
instituciones de formaci6n de Ia voluntad democratica (parlamentos,
partidos, comites). Es cierto que la polltica tambien pucde ser impuesta
dictatorialmente frente a Ia mayoria de la poblaci6n a traves de los
medios autoritarios del Estado. Pero una eliminaci6n prolongada de las
instituciones democraticas y Ia restricci6n de Ia libertad de opinion y de
la libertad de prensa acarrean costes materiale.s considerables (cuanto
menor es la legitimaci6n, mayor tiene que ser la cnvergadura del a para-
to de represion), y ademas dificulta notablemente Ia averiguacion del
interes global capitalista. Por eso las dictaduras militares son mas bien
tma excepcion en los paises capitalistas desarrollados.
Un procedimiento esencial para la obtenci6n de legitimac~on y de un
conseriso adecuado al capitalismo son las elecciones generales, confiden-
ciales y libres. De este modo se le posibilita a la mayoria de la poblacion
destituir por medio del voto a los partidos o a los politicos impopulares
y sustituirlos por otros. El nuevo gobierno, se distinga o no su politica de
la del gobierno anterior, puede hacer valer frente a aquellos que lo criti-
quen que ha sido «elegido» por la mayoria de Ia poblacion y, por tanto,
«querido». Esta «legitimidad procedimental» se situa en primer plano
en la consideraci6n de la democracia par parte de Ia teoria politica
dominante, perdiendose asi de vista el contexto capitalista. La posibili-
dad de elecciones regulares no solo supone una valvula de escape para el
descontento de la poblaci6n por la procacidad de la politica, sino que
tambien lo canaliza, en tanto que se dirige contra determinados politicos
y partidos, y no contra el sistema politico y economico que esta detras de
su politica. Asi pues, en Ia opinion p6blica burguesa se considera que un
sistema politico es democratico si ofrece la posibilidad efectiva de elegir
al gobierno.
La idealizaci6n de la dcmocracia que se puede encontrar en una
parte de la izquierda -que confunde las instituciones democniticas real-
mente existentes con el ideal de un ciudadano que pudiera decidir por
medio del voto entre el mayor numero posible de estados de cosas-,
prescinde del contexto econ6mico y social exactamente igual que la
corriente dominante de teo ria politica antes mencionada. Ademas de las
distintas variantes de sistemas democraticos (con presidente fuerte, eon
parlamento fuerte, etc.), no hay una democracia «verdadera» que ten-
dria finalmente que implantarse; en las condiciones capitalistas, los sis-
temas democr:iticos existentes sonya Ia democracia «verdadera» (quien
214
Estado y capital
considera que la democracia «verdadera» consiste en la realizaci6n del
mayor nl1mero posible de plebiscites puede observar en Suiza, por ejem-
plo, si esto conduce a grandes transformacioncs).
El Estado y la opinion publica representan, como se sefiala a menu-
do, un campo de batalla de intereses distintos; en un sistema democni-
tico esto se puede ver con especial claridad. Pero este campo de batalla
noes un terreno neutral, sino que afecta ala estructura de las confron-
taciones y a la praxis politica que resulta de ellas. Ciertamente la politi-
ca estatal no esta determinada totalmente por la situaci6n econ6mica,
pero en la formulaci6n de esta politica tarnpoco se trata de un proceso
abierto en el que todo fuera posible. Por una· palie, desempefian un
papel irnportante las confrontaciones tanto dentro de las clases como
entre ellas, la fuerza relativa y la habilidad en los conflictos de determi-
nados grupos, etc., de modo que siempre son posibles desarrollos distin-
tos. Por otro lado, la politica tambien ha de tener en cuenta en todo
mornento el interes global capitalista en una acumulaci6n creciente de
capital. Los partidos y los politicos pueden ser completamente distinlos
en euanto a su procedencia y a sus posiciones; pero en su politica, espe-
cialmente cuando estan en el gobierno, se orientan por lo general hacia
este interes global capitalista. Esto nose debe a que esten «sobornados»
por el sector capitalista 0 dependan de el de alguna otra forma (aunque
esto tambien pueda ocurrir), sino que se debe a los procesos de consoli-
daci6n de los partidos y a las condiciones de trabajo del gobierno, proce-
sos y condiciones a los que tampoco pucden sustraerse los partidos de
izquierdas que aspiran a la participaci6n en el gobierno.
Para ser elegido presidente o para obtener la mayoria como partido
hay que agradar a distintos intereses y posiciones. Para ser tornado en
serio por los medios (una condici6n esencial para llegar a ser conocido)
hay que hacer propuestas «realistas» y «posibles». Antes de que un par-
tido consiga acercarse siquiera a Ia participaci6n en el gobierno, recorre
normalmente un proceso de disciplinamiento que dura muchos afios, en
el cual se va adaptando cada vez mas a lo que es «necesario», es decir, a
la observancia del interes global capitalista, por la sencilla raz6n de que
solo asi puede lograr un mayor exito electoral. Si un partido llega final-
mente al poder, tiene que ocuparse entonces de conservar la aprobaci6n
alcanzada. Aqui es especialmente relevante el hecho de que su «espacio
de movimiento politico» depende de manera decisiva de sus posibilida-
des financieras, las cuales estan determinadas, por un lado, por la cuan-
tia de las recaudaciones de impuestos y, por otro lado, por el importe de
los gastos, entre los que las prestaciones sociales constituyen la mayor
partida. En el caso de una acumulaci6n de capital creciente, la recauda-
ci6n fiscal es alta y los gastos sociales por desempleo son relativamente
bajos. Por el contrario, en una fase de crisis, la recaudaci6n fiscal dismi-
215
Critica de Ia economfa politica
nuye y almismo tiempo aumentan los ge~stos socialcs. En consecuencia,
la base material del F.stado esta direclamen!e vinculada a Ia acumtde~
ci6n capita!ista; ningtm gobicrno puede pasar por alto est a vineulaci6n.
Aunque un gobierno pnede ampliar un poco su margen de movimienlo
a travcs del endeudamiento, con clio aumentan las cm·gas finaneieras
futuras y, ademas, un Estado obtiene credito sin problemas s6lo mien-
tras los ingresos fiscales futuros, en base a los cuales tiene que reembol··
sar el cn~dito, esten asegurados, lo que presupone a su vez una acumula-
ci6n creciente de capital.
Pero el fomento de Ia acumulaci6n no es solo Ia meta evidente de los
politicos, tambien a una parte considerable de Ia poblaci6n le parecc
totalmente obvio que «nuestra» economia tiene que ir bien para que a
«nosotros» tambien nos pueda ir bien. Los «sacrificios>>, que sirven basi-
camente para favorecer a las cmpre.sas capitalistas, se soportan mas o
menos de buena gana en espera de tiempos mejores para todos. Lo for-
mul6 con total claridad el ex-canciller federal (socialdem6crata) Helmut
Schmidt en la decada de 1970: «Los beneficios de hoy son las inversiones
de manana y los puestos de trabajo de pasado manana». Entre Ia mayo-
ria de la poblaci6n, la critica no se dirige por lo general a lo inadmisible
de una polltica fundamentalmcntc dirigida a promover el beneficia, sino
a que con ello no se han logrado los resultados esperados.
Aqui se hace patente la relevancia politica del fetichismo que estruc-
tura la percepci6n espontanea de los actores de la producci6n capitalis-
ta. En 1a formula trinitaria, el modo de producci6n capitalista aparecia
como la «forma natural» del proceso social de producci6n (ef. capitulo
X). El capitalismo aparece asi como un sistema sin alternativa, en el que
el capital y el trabajo adoptan sus papeles «naturales». Por lo tanto, las
experiencias de desigualdad, explotaci6n y opresi6n no llevan necesaria-
mente a la critica del capitalismo, sino mas bien a la critica de situacio-
nes dentro del capitalismo: se critican las exigencias «excesivas», una
distribuci6n «injusta», pero no el fundamento capilalista de esta distri-
buci6n. El trabajo y el capital son considerados como las bases de la pro-
ducci6n de Ia riqueza social, tan necesarios cl uno como el otro, por lo
que hay que tenerlos en cuenta en la misma medida ..Justamente a par-
tir de la formula trinitaria se puede llegar a eomprcnder por que Ja con-
cepcion del Estado como un terccro neutral, que se tiene que oeupar «de
la totalidad» y al que se apcla para que cstablezca Ia «justieia social», es
tan plausible y csta tan ampliamente difundida.
Esta «totalidad» constituida por cl capital y el trabajo, y por la que
tiene que velar el Estado, es designada ·-con un alcance distinto segtm cl
pais del que se trate- como nacion: Ia presunta comunidad de destino de
un «pueblo» que esta constituido sobre una supuesta historia y cultura
«comun». Esta comunidad nacional se configura fnndamentalmenlc a
216
Estado y capital
lraves de una dclimitaci{m frente a los cnemigos «internos» y «exter-
IIOS». El Estado aparer:e eomo la forma politica de Ia naci6n: ticnc que
realizar su «bien comun», tanto por medio de .su politica interior como
a traves de la defensa de los «intercses nacionales» frcnte al exterior. Y
eso es prccisamente Io que hace el Estado cuando persigue el intcn~s glo-
bal capitalista, pues en condiciones capitalistas no existc otro bien
comtm que este interes.
HI MERCADO MUNJJIAL E IMPERIALISMO
El capital, en su impnlso por alcanzar una valorizacion lo mas alta
posible, tiene !a tendencia a sobrcpasar todas las fronteras nacionalcs,
tanto en ]a compra de elementos de capital constante (sobre todo mate-
rias primas) como en la venta de los productos fabricados. De ahl que
Marx pudiera decir del mercado mundial que «constituye la base y la
atmosfera vital del modo de producci6n capitalista» (MEW 25, p. 120 I
136). El interes global capitalista que persigne el E~<tado burgues se refie-
re por ello no solo al plano nacional, sino tambien al internacional.
Muchas corrientes marxistas analizan Ia politica internacional en la tra-
dici6n de las teorias del imperialismo de Lenin, por lo que tenemos que
eomenzar ocup{mdonos brevemente de elias.
Por imperialismo se entiende la tendencia de los Estados a ampliar
su ambito de pocler mas alla de sus fronteras, ya sea directamente par
medio del aumento del territorio del Estado, ya sea indirectamente a tra-
ves de nna dominacion econ6mica, politica o militar sobre otros
Estados. En el ultimo cuarto del siglo XIX, los palses capitalistas de-
sarrollados de Europa Occidental, asi como Estados Unidos y Japon,
hicieron enormes esfuerzos por anexionar a su propio ambito de poder
territorios del resto del mundo (sobre todo de Africa, Asia y
Latinoamerica) y utilizarlos en su provecho, por lo que en un lapso de
tiempo relativamente breve surgieron imperios coloniales gigantescos,
que eontinnaron existiendo parcialmente hasta despues de la Segunda
Guerra Mundial.
A comienzos del siglo XX, distintos autores marxistas estudiaron en
que medida esta conducta imperialista tenia su causa en cambios
estructurales del capitalismo en el interior de los paises imperialistas
(Hilferding 1910, Luxemburg 1913, Kautsky 1914, Lenin 1917). La con-
tribuci6n mas influyente fue Ia de Lenin, que adopt6 en gran parte los
planteamientos del autor ingles Hobson (1902) -un liberal de orienta-
cion izquierdista- y los presento con un ropaje marxisla. Basandose en
los analisis de Hobson, Lenin consideraba que lo escncial del cambio
estructural del eapitalismo contcmporaneo consistia en el transito del
217
Crftica de Ia economia politica
«capitalismo de la competencia» al «capitalismo del monopolio». Lenin
argumentaba del siguiente modo: cada vez hay mas sectores que estan
dorninados por un nl!mero muy reducido de empresas industriales y,
ademas, las grandes empresas industriales se fusionan con los grandes
bancos, constituyendo asi el «capital financiero». El resultado es que la
economia acaba siendo dominada por un pufiado de monopolistas y
magnates financieros, los cuales ejercen asimismo una influencia deter-
minante sobre el Estado. Puesto que los monopolios ya no pueden
encontrar suficicntes posibilidades de valorizaci6n en el interior de un
pais para partes cada vez mayores de su capital, se ven en la necesidad
de exportar a otros paises no solo mercancias, sino tambien capital. La
politica imperialista posibilita y garantiza dicha exportaci6n de capital,
gracias a la cual la burguesia de los paises imperialistas se apropia de
una gran parte del plusvalor de otros paises, por lo que el capitalismo
imperialista adquiere un caracter «parasitario». Ypuesto que el capita-
lismo monopolista pierde dinamismo (y tambien detiene artificialmen-
te el progreso tecnico), tiende «al estancamiento y ala putrefacci6n»; el
capitalismo imperialista es un capitalismo «podrido» y «moribundo».
Como todos los paises capitalistas desarrollados han impulsado la
expansion imperialista, se llega finalmente a una lucha por la repartici6n
del mundo. Lenin consider6la Primera Guerra Mundial como el resulta-
do inevitable de esta lucha. El hecho de que en muchos paises una gran
parte de la clase obrera aceptara la politica imperialista, y despues tam-
bien la guerra, lo explica Lenin diciendo que los estratos superiores de la
clase obrera (la «aristocracia obrera») habian sido «sobornados» por
medio de una participaci6n en los frutos del imperialismo.
Desde este punlo de vista, el imperialismo no es simplemente una
forma politica, que en ultima instancia tambien podria presentarse de
otra manera, sino una necesidad econ6mica que resulta del transito del
capitalismo de la competencia al capitalismo del monopolio. Asi pues, el
imperialismo fue considerado por Lenin como un estadio necesario en el
desarrollo del capitalismo, como el estadio final del capitalismo mono-
polista. Y como despues del capitalismo monopolista no puede haber ya
ninguna fase ulterior de desarrollo, el imperialismo es para Lenin el
estadio superior y ultimo del capitalismo, que s6lo puede acabar en la
guerra o en la revoluci6n9.
En la teoria del imperialismo de Lenin hay toda una serie de aspec-
tos sumamente problematicos. El primero de ellos es la afirmaci6n del
9Ya que el capitalismo «moribundo>> sobrevivio ostcnsiblemente a Ia Primera Guerra
Mundial, en el marco del «marxismo-leninismo>> se desarrollo ]a teoria del «capitalismo
monopolista estatah> como la ultima de todas las fases del ultimo estadio del irnperialis-
mo: la fusion del aparato del Estado con los monopolios mantendria con vida todavia
durante un tiempo al capitalismo «moribundo».
218
Estado y capital
tninsito del capitalismo de Ia compctencia al capitalismo del monopolio.
A partir de la magnit11d creciente de los capitales individualcs y del
n{unero cada vez rncnor de capitales que dominan un sector (tendencias
que ademas no suelen prevalecer, y que a vcces incluso se invierten), se
deduce una transformacion de la forma capitalista del proceso social: ya
no es el valor lo que dom~na Ia economia, sino que ahora es la voluntad
de los monopolistas),os intentos de planificaci6n mas o menos exitosos
de los capitales individuales, los acuerdos de cartel, etc., se confunden
eon una transformacion fundamental del proceso social mediado por el
valor. A continuaci6n, el Estado es reducido a un mero instrurnento de
estos monopolistas, y con ello el imperialisrno es concebido como la rea-
lizaci6n directa de los intereses de los capitalistas individuates.
Finalmente, la caracterizacion del imperialismo como «parasitario» no
solo es problematica por su tono moralizante, sino tambien porque nose
comprende por que Ia explotacion de una clase trabajadora extranjera ha
de ser peor q~te la de la nacional. Lo que Lenin pretendio que fuera una
continuacion del analisis de Marx tiene como resultado algo que ya no
tiene casi nada que ver con su critica de la economia politica.
Pero la teoria del imperialismo de Lenin no solo no se sostiene te6-
ricamente, sino tampoco desde un punto de vist(l empfrico: Ia exporta-
cion de capital, que es lo que supuestamente hace necesaria la politica
imperialista, tuvo efectivamente Iugar, pero una gran parte de ella no fue
a las colonias y a los territorios dependientes, sino a otros paises capita-
listas desarrollados, que seguian asimismo una politica imperialista.
Esto significa que la expmtacion de capital no puede deberse solo a Ia
falta de rentabilidad en los centros capitalistas, ya que entonces no
habria podido haber exportacion de capital a otros centros capitalistas.
Ademas, el dominio de territorios extranjeros fuera de estos centros, que
era el objetivo que perseguia la politica imperialista, tampoco garantiza-
ba tal exportacion de capital. Y finalmente, qui en todavia hoy quiera afe-
rrarse ala teoria de Lenin, se encuentra con el problema de que para los
Estados Unidos, que es el pais capitalista mas importante, la magnitud
decisiva no es la exportacion de capital, sino la importacion de capital
(para una critica mas exhaustiva a la teoria del imperialismo de Lenin,
cf. Neusiiss 1972; como introducci6n al desarrollo de las teorias del
imperialismo, cf. Heinrich 2003c).
Tambien hay intentos de desarrollar la teoria del imperialismo mas
alla del marco establecido por Lenin. Si se designa como imperialismo
Ia consecucion del interes global capitalista a nivel internacional por
medio de la presion economica, politica o militar sobre otros paises,
entonces el imperialismo ya noes simplemente un estadio particular en
Ia evoluci6n del capitalismo, sino que mas bien hay que considerar a
todo Estado burgues como imperialista (en el marco de sus correspon-
219
Critica de Ia economfa polftico
dientes posibilidades). Pero entonces nose dice gran cosa con el concep-
t a de imperialisrno. No cs posiblc cleterminar n nivel general las rnetas
que pcrsigue la politica imperialista o los factores que Ia impulsan. En
todo caso, lo que Ia mucve noes un mecanismo sencillo, como por ejem-
plo asegurar las cxportac.iones de capital.
A nivcl internacional, se enfrentan una multitud de Estarlos -que tie-
nen distinta potencia econ6mica, politica y militar, y que tienen asimis-
mo diferentes intereses-, entre los cuales existe una enorme diversidacl
de formas de alianza y de dependencia, as! eomo de oposici6n, de modo
que las posibilidades de acci6n de cada uno de los Estados estan restrin-
gidas por las acciones de todos los demas. En esta competencia entre
Estados, lo importante para cada uno es mantener y mejorar sus propias
opciones de actuaci6n. Con ello sc constituye un ambito de confrontaci6n
entre Estados para aumentar su poder e influencia, que no se reduce a Ia
realizaci6n dirccta de los intereses ccon6micos de las distintas facciones
del capital (aunque esto tambi€m ocurre). En este ambito se trata basica-
mente de Ia conformaci6n de un «orden» internacional (sobre todo en
materia de politica comercial, monetaria, judicial y militar).
Junto a los interese~ espedfieos que resultan de su situacion particu-
lar, los Estados tienen tambien un interes comun en Ia existencia de un
cierto orden internacional, pues solo se puedc lograr una acumulaci6n
creciente de capital si las relaciones politicas y econ6micas son hasta
cierto punto estables y previsibles. La configuraci6n concreta de este
orden (basta d6nde llega Ia protecci6n y hasta d6nde el libre comercio,
que moneda asume el papel de dinero mundial, en que campos tiene que
haber una limitaci6n del armamento) trae consigo distintas ventajas e
inconvcnientes para cada uno de los paises, lo que lleva a diferentes
constelaciones de alianzas, las cuales no estan exentas de contradiccio-
nes y tienen una duraci6n limitada 10 •
y por ultimo, para los paises capitalistas dcsarrollados, que padeccn
casi todos ellos de escasez de materias primas, es un punto absoluta-
mente decisivo asegurarse el abastecimiento de las mismas, asi como de
cnergia. Pero aqui no se trata tanto de la conquista de los territorios
correspondientes como del «arden» del comercio y sus condiciones: de
una extracci6n calculada y de un transporte seguro, del establecimiento
de precios y de Ia moneda con que se comercia.
El hecho de que haya un interes comun en este orden internacional
no dice todavia nada acerca de como se alcanza y que dimensiones adop-
ta. Hay una gran difercncia entre los Estados fuertes y los debilcs en lo
loLa ideafonnulada por Hardt/Negri (2002) de que cl imperialismo de los Estados nacio-
nales (que es concebido por ellos de una man era total mente acritiea en el senti do de Ia teo-
ria del imperialismo de Lenin) ha siclo sustituido por un «imperio» ~in centro de poder
territorial noes nvis que una idealizaci6n de este ordcn internacional.
220
Estado y capital
que se refiere a su respectiva disposid6n a proecder de una manera co-
operativa: para los Estados fuertes, Ull proceder ··<unilateral>> (es decir,
una imposici6u de sus interescs sin consideraci6n alguna de los intcre-
ses de los demas) puede ser una perspec.tiva realista, micntras que los
paises mas debiles tienden por lo general a un proceder «multilateral»
(es decir, a un comportamiento mas o menos cooperativo) e incluso
reclaman evenlualmente \.m ordcn juridieo internacional vinculante.
Normalmente tienen lugar ambos modos de proceder, y ambos son uti-
lizados para la consecuci6n de los propios intercses.
Las relaciones entre los Estados no son estaticas, existen sobre la
base de un capitalismo que evoluciona, que reestructura constantemen-
te las condiciones tecnicas de los procesos de producci6n, Ia organiza-
ci6n de las empresas y su mutua dependcncia a nivel internacional. Por
eso el rnercado mundial no es solo el presupuesto del modo de produc-
ci6n capitalista, sino tambien su resultado nuevamente generado de
manera constante, de modo que las posibilidades de actuaci6n de los
Estados tienen que ser una y otra vez establecidas de nuevo. En Ia histo-
ria del capitalismo, se pueden dislinguir diversos perlodos estructurales,
tanto en el caso de los distintos paises como para cl sistema capitalista
mundial considerado en su conjunto. Marx intenta analizar las caracte-
risticas comunes fundarnentales de estos periodos, que permiten hablar
de manera sistematica de «capitalismo» (cf. capitulo ILl). Por consi-
guiente, la periodizaci6n se establece a un nivel mas concreto que el de
la exposici6n de Marx en El Capital. Pero tal periodizacion no deberia
confundirse (como ha ocurrido a menudo en la historia del movirniento
obrero) con un desarrollo inexorable hacia una meta, sea un estadio
«superior» del capitalisrno alcanzado en alg{m mornento, o un transito
«necesario» al socialismo o cornunismo.
Por otro la.do, tambien hay que tener cuidado cuando se afirma que
«ahora» se trata de un capitalismo completamenle distinto, cornpleta-
mente nuevo. Los fen6menos que estan siendo discutidos en los 6ltimos
aii.os hajo el r6tulo de globalizacion no representan una rnptura total en
el desarrollo del capitalisrno, sino la fase mas reciente de la configura-
cion de las relaciones capitalistas en el rnercado mundial y de las profun-
das transformaciones asociadas a ella en las relaciones sociales Y politi-
cas de los distintos paises (como introducci6n al debate sobre Ia globali-
zaci6n, cf. «Initiativgruppe Regulationstheorie>> 1997, Sablowski 2001;
para un analisis mas amplio, cf. Hirsch 1995, AltvaterjMahnkopf 1999).
221
CAI'ITULO XII
COMUNISMO: UNA SOCIEDAD MAs ALIA DE LA MERCANCiA,
EL DINERO Y EL ESTADO
La meta poHtica de Marx era la superacion del capitalismo. Su lugar
deberia ocnparlo una sociedad socialista o comunista (Marx y Engels
utilizan normalmente estos conceptos como sin6nimos desde la decada
de 1860), en la que sea abolida la propiedad privada de los medios de
produccion y en la que, por tanto, la producci6n ya no este dirigida a la
maximizaci6n del beneficia. Sin embargo, Marx no elaboro una concep-
cion detallada de tal sociedad, de forma que a{m hoy muchos lectores de
El Capital se sorprenden cuando constatan que no hay en toda la obra ni
siquiera un pequefio capitulo sobre el comunismo. No obstante, Marx
intent6 en diversos lugares (tanto en El Capital como en escritos ante-
riores) sacar conclusiones acerca de las determinaciones generales del
comunismo a partir de su analisis del capitalismo. Puesto que tales con-
clusiones dependen de la correspondiente fase del analisis, nos encon-
tramos con afirmaciones muy distintas, que no se pueden agregar sim-
plemente unas a otras para formar una concepcion unitaria.
Hay dos grupos de ideas ampliamente extendidas de lo que significa
el comunismo para Marx. Pcro ninguno de los dos tienc mucho que vcr
con Ia critica de la economia politica esbozada en los capitulos anteriores.
Comunismo como ideal. Aqui se supone que el comunismo hace
referencia a como debe ser una sociedad, a los fundamentos eticos de la
misma: los seres humanos no deben explotar y oprimir a otros seres
humanos, no deben perseguir su provecho material, sino mostrarse soli-
darios y dispuestos a ayudar a los demas, etc. En los escritos de juventud
de Marx se encuentran algunas afirmaciones que se pueden interpretar
en este sentido. A tal concepcion se le objeta a menudo que «los seres
humanos» no son tan buenos como requiere el comunismo, que siempre
buscan su provecho y que, por tanto, el comunismo no puede funcionar.
Por otro lado, las personas con motivaciones eticas o religiosas encuen-
tran aqni un punto de contacto, por lo que la supuesta etica de Marx
parece coincidir basicamente con la etica cristiana, por ejemplo. Sin
embargo, en ninguna de estas dos consideraciones se atiende al hecho de
223
Critica de Ia economia polftica
que Marx en El Capital no critica cl capitalism a por razones 1norales (cf.
capitulo II.II), sino que pone de manifiPsto en el curso dP su analisis tpte
las rcpresenlaciones morales son producidas socialmente (cf. capitulo
IV .III). De lo que se puede concluir que s6lo existe la moral de la socie-
dad conespondicnte, pero no una moral universal con Ia cual se pudie-
ra medir a cada una de las sociedades.
Comunismo como nacionalizacion de los medias de producci6n.
Aqui se equipara Ia abo1ici6n de la propiedad privada de los medias de
producci6n con Ia naciona1izaci6n y Ia planificaci6n estatal de Ia econo-
mia. A lo que se suele objetar que una planificaci6n estatal es mucho
rru1s lenta y compleja, y que ademas conlleva una tendencia al aulorita-
rismo. Frecuentemente se considera el «socialismo real» de la Union
Sovictiea como una realizaci6n mas 0 IIICIIlJS uirecta de esta idea del
CDmunismo, y su colapso se toma como la prueba evidente del fracaso
ineludible del comunismo. Ciertamente, Ia exigencia de que se naciona-
licen los medios de produeci6n se encuentra tanto en el Mcm(fiesto
Comunista (MEW 4, p. 481 y ss.) como en el Anti-Diihring (MEW 20,
p. 261) de Engels, pero en ambos casos s6lo como la prirnera medida, no
como caracterizaci6n del comunismo. Los medios de producci6n tienen
mas bien que pasar a manos de la sociedad, y eJ Est ado, finalmente, «Se
extingue)> (MEW 20, p. 262).
En las pocas observaciones significativa.s acerea del comunismo que
hace Marx sobre la base de la critica de la economia politica (cf. en E/
Capital MEW 23, pp. 92-93 I 95-96, MEW 25, p. 828 I 1044; en Ia
Crftica del programa de Gotha MEW 19, p. 19y ss.), quedan claras al
me nos dos cosas. En primer Iugar, que la soeiedad comunista nose basa
ya en el intercambio. Tanto el gasto de fuerza de trabajo en la produc-
ci6n, como Ia distribuci6n de los productos (primero, en cuanto a su
empleo eomo medias de producci6n o medios de vida; segundo, como
distribuci6n de los bienes de consumo entre los distintos miembros de Ia
sociedad) se realizan de un modo consciente y regula do sistematicamen-
te por la sociedad (asi pues, ni por el mercado ni por el Estado). No s6lo
deja de existir el capital (el valor que se valoriza), sino tambien la mer-
cauda y el dinero. En segundo lugar, para Marx no se trata solo de una
distribuci6n cuantitativamente distinta a Ia de las condiciones capitalis-
tas (no obstante, el marxismo tradicional destac6 prineipalmente esta
cuesti6n de Ia distribuci6n), sino que se trata fundamcnlalmenle de Ia
emancipaci6n de un contexto social que sc ha hecho aut6nomo frente a
los individuos y que se les impone como una coacci6n an6nima. No s6Jo
tiene que ser superada Ia relaci6n capitalista como una detenninada
relaci6n de explotaci6n que genera unas condiciones de trabajo y de vida
malas e inseguras para la mayoria de la pohlaci6n, sino tambien el feti-
chismo que se «adhiere.~) a los productos del trabajo en tanto que son
224
Comunismo
prouncidos como mercancias (MEW 23, p. 87 I 89). La emancipaci6n
social, Ja liberacibn de las coacciones qm' geueramos nosotros rnismos y
que, por tautu, podemos eliminar, s{llo es posible si desaparecen las rcla-
ciones sociales que producen las clistintas formas de fetichismo. Solo
cntonces los miembros de la sociedad podn1n organizar y regular efecti-
vamente elias mismos sus asuntos sociales como una «asociaci6n de
hombres libres>> (MEW 23, p. 92 I 96). De lo que se trata para Marx es
de Ia plena emancipaci6n y no de una mera cuesti6n de distr]:mcion.
Por el contrario, para el marxismo tradicional, ideologico, asi como
para el marxismo-leninismo, lo fundamental era que el socialismo o
comunismo condujera a una distribuci6n distinta; sobre esta base alcan-
zarian los individuos unas mejores posibilidades de desarrollo. Seg{ln
esta concepcion centrada en la uistribuci6n, tambicn un Estado benefac-
tor autoritario (que puede conservar incluso cieiias estructuras de la
economia de mercado) se considera como socialismo o comunismo.
Justamente en esta direcci6n se desarrollo el «socialismo real>> en Rusia,
en Europa uel Estey en China: una elite del pmiido tenia las posiciones
estatales de poder y conduda la economia en la direcci6n del mayor
aumento posible del output mateiial, de una distrihucion de los ingresos
mas 0 menos igualitaria y de una seguiidad social lo mas elevada posi-
hle1. En este Estado asistencial del socialismo real, la politica del partido
clirigente no solo se imponia de modo autoritario frente a una oposici6n
politica que quisiera restablecer las condiciones capitalistas, sino tam-
bien frente ala mayoria de la poblaci6n, que no tenia ninguna influencia
real; era un objeto pasivo, mas o menos bien cuidado, de la politica del
partido. Nose podian plan tear discusiones abiertas o solo se podia hacer
de man era muy restringida. Los partidos «comunistas>> que gobernaban
en los «paises socialistas>> tam poco dejaban que su monopolio del poder
fuera cuestionado por fuerzas comunista$ afines. No era la sociedad Ia
que regulaba aqui el proceso social, sino el partido. En una fase todavia .
incipiente, Rosa Luxemburg critic6 con gran lucidez estas tendencias.
En su escrito inacabado Sabre Ia reuoluci6n rusa dice:
«Sin elecciones generales, sin libertad de prensa y de reunion, y sin liber-
tad para defender Ia propia opinion muere Ia vida en toda instituci6n publi-
ca, se convierte en una vida aparente, en Ia que la burocracia es el U.nico ele-
mento activo. La vida pt1blica se va quedando dormida paulatip._ame.tife;
algunas docenas de dirigentes del partido con una energia inagotablc y un
idealismo ilimitado dirigen y gobiernan, por debajo de ellos los que en rea-
lidad deeiden y organizan son una docena de cabezas privilegiadas, y se uti-
liza de vez en cuando a una elite de Ia clase obrera para ir a los rnitines a
1 La corrupci6n y el enriquccimienlo personal de los altos funeionarios no era en absolu-
to inusual, pcro esto dice tan poco sobre el modo esencial de funcionamiento del Estado
en el socialismo real, como los fen6menos correspondientes en el CHSO de los politicos bur-
guescs sobre el funcionarniento del Est:1do burgues.
225
Critica de Ia economia politica
aplaudir los discursos de los dirigentes y para aprobar uminirnemente las
resoluciones presentadas; en el fondo, pues, un puro nepotisrno»
(Luxemburg 1918, p. 362).
En el socialismo real, el Estado era basicamente un instrumenlo para
asegurar el dominio del partido sobre la sociedad. La «extinci6n del
Estado» se aplazo a un futuro lejano. Para Ia idea que tenia Marx del
comunismo, este punto es de una irnportancia decisiva: el Estado, sea el
burgues o el «socialista», representa un poder que se ha hecho aut6no-
mo frente ala sociedad, que organiza (en una cierta medida) y hace pre-
valecer (en caso necesario por media de la fuerza) una deterrninada
forma de reproducci6n. La «asociaci6n de hombres libres» (MEW 23, p.
92 I 96), como Marx caracteriza el comunisrno, regula sus asuntos sin
recurrir a tal poder autonomizado; mientras exista tal poder, no se
puede hablar de una «asociaci6n de hombres libres». El hecho de que
unicamente se pueda hablar de comunismo cuando han desaparecido no
solo la mercancia, el dinero y' el capital, sino tambien el Estado, no sig-
nifica que tal sociedad no conozca ninguna regla. Los miembros. de esta
sociedad tienen que regular su vida social, tienen que organizar la pro-
ducci6n en los distintos sectores y coordinarlos, tienen que conciliar sus
distintos intereses como productores y como consumidores. Han de
encontrar formas para tratar con las posiciones minoritarias y han de
confrontarse con toda una serie de formas de discriminaci6n sexual y
racial, pues tales discriminaciones no desapareceran automaticamente
con elfin de la explotaci6n capilalista.
En cualquier caso, los enormes trabajos de coordinaci6n que se tie-
nen que realizar en una sociedad comunista, y que actualmente se efec-
ruan a traves del mercado, no deberian ser subestimados, como tampa-
cola divergencia de intereses y los conflictos, ni el peligro de una nueva
autonomizaci6n de las diversas instancias de coo:rdinaci6n y su trans-
formaci6n en una estructura estatal. Lo que Engels escribi6 en el Anti-
Diihririg, «en Iugar del gobierno sabre las personas aparece la adminis-
traci6n de las cosas» (MEW 20, p. 262), ciertamente es correcto, solo
habria que afiadir que la administraci6n de las cosas contiene en si un
potencial que siempre puede volver a conducir al gobierno sabre las
personas.
Pero a pesar de todas estas dificultades, no se ve ningun argumento
que explique por que deberia ser imposible en principia una sociedad
comunista. No obstante, el comunismo -sino se trata del comunismo
«crudo)>, que simplernente administra la escasez- esta ligado a determi-
nadas condiciones econ6rnicas y sociales. Marx sefiala como condici6n
esencial para el trausito a una sociedad comunista (cf. MEW 23, pp. 510-
511, 514, 526, 52.8-529, 618 I 592-593, 596, 609, 612-613, 730; MEW 25,
p. 827 I 1043) el enorme desarrollo de la product:ividad fundado en la
226
Comunismo
. ciencia yen Ia tecnica ya alcanzado en el capitalismo, asi como el am plio
desarro11o de las capacidades de los trabajadores y trabajadoras que ello
ba heeho necesario. Arnbas eosas, ciertamente, sc han desarrollado en el
capitalismo, pero solo lo han hecho en condiciones mostrencas, limita-
das meramente al fin de la maximizaci6n del beneficia.
A partir de estas consideraciones de Marx se ponen de manifiesto
dos cosas. En primer lugar, para el transito a una sociedad comunista no
basta con conquistar el poder del Estado en una fase de debilidad del
dominio burgues y conseguir mantenerlo, como en Rusia en 1917. Sin las
correspondientes condiciones sociales y econ6micas, una revoluci6n
socialista puede tener exito quizas como proyecto para que un partido se
haga con el poder, pero no como proyecto de emancipaci6n social. En
segundo Iugar, una sociedad comunista requiere todavia de un determi-
nado desi:lfrollo para transformar las condiciones creadas ,:lentro del
capitalismo. Solo en una «fase superior de la sociedad comunista»,
donde «con el desarrollo general de los individuos hayan crecido tam-
bien sus fuerzas productivas y todas las fuentes de las que brota Ia rique-
za colectiva fluyan en abundancia», se podra decir: «iDe cada uno segun
sus capacidades, a cada uno segun sus necesidades!» (MEW 19, p. 21).
Por muy dificil que pueda ser alcanzar una sociedad comunista asi
caractcrizada, ala vista de los estragos sociales que causa cl capitalismo
global a traves de las crisis y el desempleo tanto en los paises desarro-
llados como en los paises del llamado tercer mundo, mientras que al
mismo tiempo existe un nivel de riqueza material que nose habia alcan-
zado nunca en la historia, a lavista de la destrucci6n de los fundamen-
tos naturales de la vida provocados por la producci6n capitalista, que ya
no tiene lugar solo local mente, sino que afecta al planeta en su totalidad
(como el cambia climatico, claramente perceptible) y ala vista de las
constantes guerras que parten de los Estados burgueses «democrii.ti-
cos» o son alentadas por ellos, hay razones de suficiente peso para abo-
lir el capitalismo e intentar reemplazarlo por una «asociaci6n de hom-
bres libres».
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214
lNDICE DE MATF.RIAS
Se indican solo los pasajes en los que se encuentra una explica-
ci6n del terrnino.
Abstracci6n real, 64. Ciclo, 171 y ss.
Acci6n, 163 y ss. del capital, 137 y ss.
Acumulaci6n, 14. Circulaci6n
capitalista: 122. del capital, 137.
originaria, 101, 207. de dinero, 8o.
Antisemitismo, 188 y ss. de mercancias, 8o.
Banco, 161. simple, 92.
Base I superestructura, 202. Clase (relaci6n de clase), 33 y ss.,
Beneficia, 111, 146. 100 y ss., 192 y ss.
Balsa, 164 (n. 7). estmctural I hist6rica, 193 y ss.
Burguesia, 34, 194. Composici6n del capital
Cambia, 161. organica I tecnica 1 de valor,
Capital, 36, 95 y ss. 131 y ss.
activo, 159. Comunismo, 221 y ss.
comerdal, 140. Concentraci6n del capital, 133.
constante I variable, 110 y ss. Cosificaci6n, 49, 186.
dinerario, 137. Costes de circulaci6n, 138.
ficticio, 165. Credito, 157 y ss.
fijo I circulante, 140 y ss. Crisis, So, 171 y ss.
financiero, 216. Critica, 48 y ss., 87.
industrial, 139 y ss. Democracia, 212 y ss.
mercantil, 140. Determinacion formal, 56, 76, 87.
productivo, 137. Determinismo, 43, 193, 197 y ss.
que devenga interes, 158. Dialectica, 51 y ss.
Capitalismo, 15 y ss. Dinero, 71, 76 y ss.
monopohsta, 216. contable, 162.
Capitalista, 97 y ss. crediticio, 161.
dinerario, 159. mundial, 81.
global ideal, 208. Economia burguesa, 48 y ss., 60
Centralizaci6n del capital, 133. y ss., 70 y ss.
235
Critica de Ia economfa politica
Economicismo, 43, 193. Marxismo-leninisrno, 42 y ss.~ 223.
Ejercito industrial cte rcserva, 1.'13· Medio
Enajenaci6n, 40, 83 (n. 14). de circulaci6n, 79·
Equivalente general, 75. de pago, 81.
Estado de producci6n, 36, 110.
burgues, 206. Mercado
de derecho, 206 y ss. de capitales, 163 y ss.
social, 210 y ss. financiero, 16'1 (n. 7).
Explotaci6n, 34, 104 y ss. mundial, 21.5 y ss.
Fabrica, 119. Mercancia, 56, 59·
Factor de producci6n, 34, 184. dineraria, 75, 82 y ss., 162.
Fetichismo, 83 y ss., 106 (n. 7), Mistificaci6n, 106 y ss., 147, 182.
182, 214. Naci6n, 214 y ss.
del capital, 120, 139, 160. Personalizaci6n, 187 (n. 5), 192.
del dinero, 88. Personificaci6n, 76, 97, 187 (n. 5).
de la mercancia, 83 y ss. Personizaci6n, 187 (n. 5).
Fordismo, 128 y ss. Plusvalor, 96, 111.
Forma absoluto, 114.
de dinero, 70, 75· extra I beneficia extra, 116.
de equivalente, 72. relalivo, 114 y ss.
de pensamiento objetiva, 87, 106. Poseedor de mercandas, 76.
Forma de valor Precio, 78.
desplegada, 73· de coste, 145.
general, 74. de producci6n, 149.
relativa I forma de equivalente, 72. Prestaci6n de serv:icios, 59, 140.
simple, 72. Problema de la transformaci6n,
Formula trinitaria, 182, 185 y ss. 151 y ss.
Fuerza de trabajo, 99, 101, 126 y ss. Proceso de trabajo / proceso de
Ganancia empresarial, 159. valorizaci6n, 109.
Imperialismo, 215 y ss. Producci6n mcreantil simple, 91
Interes, 158. y ss.
Ley Proletariado, 34, 37 y ss., 194 y ~s.
de Say, 173. Renta de ]a tierra, 183.
del valor, 60. Reproducci6n
Leyes forzosas de la competencia, simple I ampliada, 142 y ss.
35, 97 y ss., 117, 131. Rotaci6n del capital, 140.
L6gico I hist6rico, 45 y ss., 70 y ss. Sal a rio
Lucha de clases, 102, 113, 195 y ss. nominal, 127.
Magnitud del valor, 58, 69, 78. real, 127.
Manufactura, 118. Signo de valor, 8o.
Marxismo, 42 y ss., 48, 77, 89, 166 Sistema crediticio, 166.
y ss., 223. Sobreacumulaci6n, 175.
Sobreproducci6n, 175.
236
fndice de materia.>
Socialisrno, 225 y ss. Ticmpo
real, 223, y ss. de circ:ulaci6n, 13H.
Sociedad burguesa, 34, 89, 182. de producei6n. 138.
Subsunci6n Tiempo de trabajo
formal I real, 126. necesario I tiernpo de plustra-
Sustancia del valor, 63 y ss., 69 y ss. b£0o, 104.
Tasa sociahnente necesario, 58.
de beneficia, 112, 147. Titulo de renta fija, 163.
media de beneficia, 148 y ss. Trabajo
abstracto I concreto, 62 y ss.
de plusvalor, 111.
privado I social, 62, 78.
Taylorismo, 118.
productivo I improductivo, 129
Teo ria y ss., 140.
del colapso, 176 y ss. simple I complejo, 66.
de Ia depauperaci6n, 135 y ss. Valor, 58, 63 y ss., 69, 72 y ss.
delsubconsurno, 174· de cambio, 56.
del valor-trabajo, 58, 60 y ss. de cotizaci6n (cotizaci6n bursa-
Teoria del valor, 6o y ss. til), 164.
monetaria, 77, 166. de uso, s6.
sustancialista, 63 y ss., 70, 77- Valorizaci6n, 35, 95 Y ss.
237
lNDJCE
Pr6logo del traductor ........................................................................ . 7
Pr6logo a la edici6n alemana .......................................................... . 27
Capitulo I - Capitalismo y «marxisrno»
I .!.Que es el capitalismo?...................................................................... 33
II El surgimiento del movimiento obrero............................................. 37
III Marxyel «marxismo» ....................................................................... 39
Capitulo II - El objeto de Ia critica de Ia economia politica
I Teoria e historia................................................................................. 47
II Teo ria y critica................................................................. ................... so
III La dialectica: tun arm a marxista prodigiosa? ............................... .... 53
Capitulo III- Valor, trabajo y dinero
I Valor de uso, valor de cambio y valor................................................ 57
II .!.Una demostraci6n de la teoria del valor-trabajo?
(Acluaci6n individual y estructura social)......................................... 62
III Trabajo abstracto: abstracci6n real y relaci6n de validez................ 64
IV «Objetividad espectral» .
.!.Teo ria de la producci6n o de !a circulaci6n del valor?.................... 69
V Forma de valor y dinero
(Determinaciones econ6micas formales) .................................. :....... 72
VI Dinero y proceso de intercambio
(Actuaciones de los poseedores de mercancias).............. .............. .... 77
VII Funciones del dinero, mercancia dineraria
y sistema monetario moderno................................... .... .. .... .. ............ 79
VIII El «secreto» del fetichismo de la mercancia y del dinero.................. 85
Capitulo IV- Capital, plusvalor y explotaci6n
Economia de mercado y capital:
la «transici6n del dinero al capital»................................................... 93
II La «cualidad oculta>> del valor: D- M-D'....................................... 97
III Relaciones de clase: el trabajador «doblemente libre>>..................... 101
IV El valor de Ia mercancia fuerza de trabajo, plusvalor y explotaci6n 103
V Valor del trabajo: una «expresi6n imaginaria»................................. 107
Capitulo V - El proceso de producci6n capitalista
I Capital constante y variable, tasa de plusvalor y jornada ]aboral.... 111
II Plusvalor absoluto y relativo, leyes coercitivas de ]a competencia... 115
239
fndice
III Los metodos para Ia prodncci6n del plt!.<;valor rclativo:
coopcraci6n, division del trabajo. maquinaria................................. 120
rv El potencial de~tructivo del des<irrollo capitalista
de Ia fuerza productiva...................................................................... 125
V Subsunci6n formal y real, fordismo,
trabajo productivo e improductivo................................................... 128
V1 Acumulaci6n, ejercito industrial de reserva, dcpauperaci(m........... 132
Capitulo V1 - La circulaci6n del capital
I El ciclo del capital.
Costes de circulaci6n, capital industrial y capital comercial............ 139
II La rotaci6n del capital. Capital fijo y circulante............................... 142
III La reproducci6n del capital social global.......................................... 144
Capitulo V1I- Beneficia, beneficia medio
y !a <<ley de !a caida tendencial de !a tasa de beneficio»
Precio de coste, beneficio y tasa de beneficio:
categorias y mistificaciones cspontaneas......................................... 147
II i3eneficio medio y precio de producci6n..... ................................ ..... 150
III La «ley de Ia caida tendencial de Ia tasa de beneficia»: una critica.. 154
Capitulo V1II - Ihteres, credito y «capital ficticio»
I Capital que devenga intercs, interes
y ganancia empresarial. Consumaci6n del fetichismo del capital.... 159
II Dinero crediticio, bancos y «capital ficticio>>.................................... 163
III El sistema crediticio como instancia directiva
de la economia capitalista ............................................... ,.................. 168
Capitulo IX - Las crisis
I Cicio y crisis....................................................................................... 173
II C:Hay una teoria del colapso en Marx?.............................................. 178
Capitulo X- El fetichismo de las rclaciones burguesas
I La «formula trinitaria»...................................................................... 1R3
II Excurso sobrc cl antisemitismo.......................... ...................... ......... 188
III Clases, lucha de clases y determinismo hist6rico............................. 194
Capitulo XI - Estado y capital
I El Estado: C:un instrumento de Ia clase dominante?......................... 203
II Determinaciones formales del Estado burgues:
Estado de derecho, Estado social, democnicia.................................. 207
III Mercado mundial e imperialismo................ ..................................... 217
Capitulo XII - Comunismo:
una sociedad mas alia de !a mercanda, el dinero y el Estado.............. 223
Bibliografia....................... ........ ............................................................ 229
Indice de materias................................................................................ 235
240