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ALFAS Y ELEGIDAS

Colección de 4 Novelas de Romance y Erótica

Por Jorge Borges

© Jorge Borges, 2020.


Todos los derechos reservados.
Publicado en España por Jorge Borges.
Primera Edición.
Dedicado a Carmen, Alberto, Nacho, Daniel y René
Índice
Harén de Músculo — Una Chica Virgen, Cuatro
Hombres y Mucho Sudor
Papi — Romance con el Sugar Daddy Millonario
Dios del Sexo — Romance Prohibido con el Jefe
Maduro, Millonario y Dominante
Salvando a Amaia — Amor Volcánico con su
Protegida
Bonus — Preview de “La Mujer Trofeo”
Harén de Músculo

Una Chica Virgen, Cuatro Hombres y


Mucho Sudor
I

Fiesta de verano

Cuando se aproximaban las vacaciones comenzaban a


escucharse rumores sobre las fiestas que venían, era lo mejor de
salir de clases y todos estaban convencidos de que era una muy
merecida recompensa después de un largo año de parciales y
pruebas.
Hoy era el último día y eran varios chicos los que organizaban las
mejores fiestas, lo que llevaban más alcohol, lo que tenían más
popularidad y por supuesto a donde iban las chicas más apuestas.
Era una competencia un poco insana, pero, la verdad nunca pasaba
de moda. Era así años tras años.
Esta vez las cosas estaban más reñidas que de costumbre, pero,
la mayoría iría a casa de Moisés. Él era el sueño de toda chica, el
más popular de la universidad y además el más guapo, nadie podía
negarlo, todas estaban detrás de él. Todas querían estar a su lado.
Debido a esto, los chicos inclinaban su balanza por ir a la reunión
en la casa de Moisés, las que no tuvieran oportunidad con él, pues
quedarían solas y capaz podía aceptar estar con alguien más,
además había una piscina enorme y sus padres nunca estaban en
casa. Era perfecto.
Pero, la cosa era que no todos podían ir, sí. Para Moisés no era
prioridad la cantidad de personas sino la calidad de la fiesta y de
quienes asistían. Era tan popular que hasta se hacía una lista
pública de sus invitados y para quienes terminaban siendo
escogidos era más que un honor.
Génesis era de esas chicas de las que todos sabían en la
universidad, pero, no muchos la conocían, Introvertida, inteligente,
estudiosa y muy recatada, pero, su belleza deslumbraba los pasillos
y aulas a su paso. Su cabello rojizo y su blanca piel relucían como
nada, sus ojos azules eran hermosos, pero nadie tenía acceso a esa
chica. Era como el premio que todos deseaban tener, inalcanzable.
Pero, era eso precisamente lo que más le atraía a Moisés. Él las
podía tener a todas, incluso a aquellas con las que no quería estar,
pero, Génesis se le había hecho imposible desde siempre. Así que
esta era la oportunidad de oro, había hecho que esta vez las cosas
con respecto a su fiesta fueran más grandes, más llamativas y que
la chica por primera vez fuera a una de ellas.
Pero, sabía que directamente no lo lograría así que invitó a la
mejor amiga de Génesis, pero, con la condición de que deberían ir
las dos.
Carla era un poco más fiestera, más de salir con chicos y siempre
había intentado convencer a Génesis de salir y hacer algo diferente,
pero, la chica prefería quedarse en casa a leer un libro y quizá beber
una copa de vino, para ella no había nada más interesante que
perderse dentro de las historias de sus autores favoritos y vivir ese
mundo de fantasía donde podía tener todo lo que quisiera.
Pero, las cosas esa vez fueron diferentes.
Carla llegó a clases el último día un poco más acelerada que de
costumbre y buscó a su amiga que se sentaba al final del aula. La
clase ya había empezado, pero, la verdad es que nadie, incluso el
profesor, no estaba de muchas ganas ese día, de hecho, rodaba en
el televisor un documental sobre algún tema que debería ser
interesante.
—¡Hoy no puedes decirme que no!
—A ver, ¿qué sucede ahora?
—Tenemos invitación para la fiesta de Moisés Guerrero.
—¿Tenemos?
—Si, así es. Tenemos, ambas.
Génesis sonrió, pero, la verdad no era algo que le emocionara
mucho.
—Ajá, pero, sabes que yo no asistiré.
—Por Dios, Génesis. Nadie rechaza una invitación a una fiesta de
Moisés.
—Bueno, pero, no es algo que me interese.
—Ha estado detrás de ti desde hace mucho tiempo y tu ni has
volteado a mirar a ese caramelo.
—Te repito. No es algo que me interese.
—Vamos, tienes que ir conmigo.
—Vas sola a todas las fiestas. Nunca me has insistido tanto.
—Si, pero, a esta realmente quiero ir. Héctor va a estar allá.
—Entonces anda.
Carla, se quedó callada sin saber cómo hacerle entender a su
amiga que sin ella no podría entrar. Decírselo de esa manera sería
algo inapropiado, Realmente sonaría muy mal e interesado de su
parte, aunque era la verdad más grande de todas.
—Quiero que vayas conmigo. Nunca salimos juntas y además
sería bueno para ti salir de esos aburridos libros y conocer el mundo
real.
—Primero que nada, mis libros no son para nada aburridos y
segundo, no quiero ir a esa fiesta ni a ninguna. Sabes que no soy de
ese tipo de cosas.
—Te lo estoy pidiendo como un favor. Casi te lo estoy suplicando.
El interés de Carla sobre el tema extrañaba a Génesis, pero,
también le llamaba la atención la forma en que se lo pedía, la
verdad era como si se tratara de vida o muerte. Nunca la había visto
tan emocionada antes.
—Realmente es importante para ti, ¿no?
—Muy importante. Pero, sería mejor si estás conmigo y
compartimos un rato agradable.
Carla era su mejor amiga, la chica que había estado con ella en
las buenas y en las malas, siempre. Sin importar nada, la verdad le
debía mucho más que acompañarla a una fiesta, además era cerca
de su casa y cualquier cosa se devolvería, cumpliría con su amiga y
además se saldría de averno en que se convertían ese tipo de
reuniones.
—¿A qué hora pasarás por mí?
El grito de Carla hizo que todos voltearan a verla y el profesor le
llamara la atención, aunque sin mucho hincapié. Ella volvió a su
asiento y se quedó callada mientras escuchaba la risa burlona de
Génesis quien se tapaba con su cuaderno para que no la vieran.
Pasaron toda la clase esperando con ansias la hora. Por fin
acabaría esa tortura de estar ahí aburridas y con tantas cosas por
hacer afuera.
Por fin el timbre de salida sonó y era como si las campanas del
paraíso hicieran su presencia más esperada. Todos salieron más
rápido que de costumbre y ahora le estaban dando la bienvenida
oficial a las vacaciones de verano.
Todos se saludaban en los pasillos y se reunían en grupos para
saber lo que harían esa noche, claro, todos menos los que estaban
invitados a la fiesta de Moisés, ellos sabían claramente que es lo
que harían.
Génesis y Carla pasaban justamente por donde estaba en
codiciado chico y sus amigos. Carla levantó su pulgar derecho
haciéndole saber a Moisés que todo estaba bajo control y que su
amiga había aceptado. Él sonrió y miró a Génesis desde donde
estaba.
La chica vio la señal de su amiga, pero decidió no comentar
nada. Siguieron su camino y entonces cuando ya estaban en el
coche la interrogó.
—¿Qué se supone que fue esa señal que le hiciste a Moisés?
—No sé a qué te refieres.
—Si, claro.
Ambas rieron. Sabían que no había nada malo con esa señal.
Ella eras más que amigas. Eran hermanas y estaban seguras de
que ninguna haría nada malo a las espaldas de las otras.
Esa tarde Génesis decidió revisar un poco entre sus cosas para
saber que iba a usar esa noche. Pero, sabía que no sería una
decisión fácil, así que optó por esperar a Carla y que ella le ayudara
a tomar una decisión.
Para la chica no era fácil escoger algo que estuviese a la moda
ya que no estaba acostumbrada a salir a ese tipo de actividades.
Más tarde, cuando ya se acercaba la hora de que su amiga fuera
por ella comenzó a sentirse un poco ansiosa y quizá nerviosa, la
verdad es que nunca había ido para una de esas fiestas, había
escuchado muchas cosas como que eran muy alocadas y que
algunas situaciones se salían de control con el alcohol.
Génesis sacudió su cabeza en ese momento como queriendo
sacar todas esas ideas de su mente, no quería llenarse de cosas
negativas, eso haría que cambiara de opinión, así que después de
la ducha esperó pacientemente a Carla a quien ya le había pedido
que viniera un poco antes para solucionar.
Le llamó mucho la atención la seña de su amiga a Moisés, pero,
más aún la mirada y sonrisa pícara del chico. Génesis sabía que él
estaba detrás ella, pero, era algo que el mismo Moisés se había
encargado de dejar en claro. La había invitado a salir a todos los
sitios más interesantes de la ciudad cualquier cantidad de veces,
además le había enviado flores una vez a una clase. El chico lo
había intentado todo, pero ella nada que caía en sus redes.
La verdad no quería ser una más, Moisés parecía un buen chico,
pero, era un mujeriego de primera y Génesis no quería ser una más
de sus víctimas pasionales. El problema era que a pesar de que el
chico le había demostrado que de verdad quería intentarlo con ella,
no cambiaba su manera de ser y cuando estaba cerca de él había
algo que le daba miedo.
Así fueron pasando los días y las semanas de todo ese año
donde él lo intentó todo con ella, pero, ahora estaba llegando lo que
podría ser la hora de la verdad. Estaría con él, o al menos cerca de
él, fuera de la universidad y rodeado de las personas más allegadas
a él. Moisés tendría toda la ventaja.
Quizá lo que más la alejaba de tener algo con él no era que no le
gustaba ni le atrajera, porque de hecho le llamaba muchísimo la
atención, así como al resto de las chicas y eso era algo que le
molestaba mucho. Ella no es como las demás, ¿entonces porque
comportarse como las demás? Así que lo que más alejaba a
Génesis de ese chico era el miedo que sentía cuando lo tenía cerca.
Se escuchó una bocina abajo y entonces Génesis se asomó por
la ventana. Carla había llegado.
Las chicas estuvieron un poco más de dos horas tratando de
escogerle algo casual y sexy a Génesis. El problema era que ella no
tenía nada así.
—Por Dios, amiga. Deberíamos ir un día de compras.
—Mi ropa está bien, solo que no hay nada con lo que pueda
mostrar tanta piel como tú quieres.
— En parte tienes razón, pero, por otro lado, la verdad es que tu
guardarropa es bastante aburrido.
Seguían bromeando cuando de pronto Carla consiguió algo que
le llamó la atención.
—Vaya, vaya. Esto sí es interesante de verdad.
Génesis se sonrojó un poco y luego trató de arrebatarle lo que
tenía en las manos.
—Debes usarlo, amiga. No importa que nadie lo vea, lo
importante es que lo lleves puesto. Te hará sentir sexy.
Carla tenía en las manos un conjunto blanco de ropa interior
espectacular.
—¿Y para qué voy a usarlo?
—Una nunca sabe, amiga.
—Sabes lo que pienso al respecto.
—Lo sé, pero, la verdad es que ese es el problema. Sigues
siendo virgen con 20 años solo porque así lo quieres. Todos los
hombres de la universidad se babean por ti, incluyendo al más
guapo de todos y también a algunas chicas.
Ambas rieron.
—Sabes que quiero que ese día sea especial, que las cosas
salgan mejor de lo que espero y que sea con una persona que valga
la pena. Sí, quizá he leído muchos cuentos de hadas, pero, lo siento
estoy chapada a la antigua.
—Solo quiero que lo use para que te sientas sexy por dentro, que
veas que afuera hay un mundo distinto, donde puedes coquetear
con chicos sin necesidad de que tengas que hacer algo más.
—Me lo pondré solo porque si no lo hago sé que no nos iremos
nunca.
Ella entró al baño y mientras se lo colocaba, Carla estaba afuera
escogiendo algo para que por fin se vistiera.
Pero, Génesis estaba encantada con lo que veía en el espejo y
muy dentro de ella comenzaba a despertarse algo que ella jamás
había sentido, se sintió bien, más que todo al ver su cuerpo
semidesnudo y llevando con mucha clase esa ropa interior tan sexy.
Se acomodaba el sujetador, pero, sintió la necesidad de pasar
sus manos por sus senos. Fue algo muy breve, pero, la sensación
fue más allá de todo lo que antes había sentido. Se notó con detalle
cada una de sus curvas y se volteó un poco para reflejar su trasero
en el espejo. Ella se sentía bien con ella misma, como nunca antes.
Salió con algo de timidez sabiendo que afuera estaba Carla.
Su amiga la miró y sonrió.
—¡Te lo dije! Te ves espectacular.
Génesis se sonrojó un poco y tomó el vestido que en ese
momento le lanzaba Carla.
—Vístete con eso, un maquillaje sencillo y nos vamos a
conquistar el mundo.
Media hora más tarde estaban listas. Más allá de lo que Génesis
pensara, había quedado más que hermosa. La chica tenía la ventaja
de tener una belleza única y natural, así que cualquier cosa le
quedaba bien, pero, ahora ella estaba saliendo a la noche más
mágica que pudiera tener jamás.
La fiesta ya estaba bastante prendida cuando ellas llegaron, pero,
la presencia de la pelirroja era algo que no podía pasarse de largo.
Como era normal en la universidad todos voltearon a mirarla,
sobre todo esa noche parecía salida del olimpo. Tenía algo que la
hacía ver más radiante y sensual, la chica estaba más bella que
nunca y ella se sintió intimidada con tantas miradas encima.
Desde lo más lejos de la casa, en el área de la piscina, Moisés la
veía entrar y dejó de hacer lo que estaba haciendo en ese momento
para observar con detalle la figura y el rostro de Génesis. Estaba
feliz de que la chica realmente haya decidido ir, ahora quedaba de
su parte todo lo demás. Tenía planes, claro que sí, pero, por los
momentos solo quería darle la bienvenida y conversar con ella un
rato.
La noche apenas comenzaba y la chica sabía que estaba
entrando en una cueva de lobos hambrientos, así que contaba con
Carla para apaciguarlos. No podía negar lo nerviosa que estaba, así
que buscó calmarse tomando algo.
No había vino, por supuesto, pero, se decidió por el vodka que
era algo que había probado antes, no en cantidad, pero, al menos
conocía al sabor y le agradaba. Era una manera de calmarse y
quizá engranar con el resto.
—Muy bien, amiga. Relájate y disfrutemos de todo esto. No todos
tienen el privilegio de estar aquí.
Carla hablaba como si se tratara de una excusión a la Capilla
Sixtina o algo por el estilo. Génesis creía que exageraba. Era solo
una fiesta de verano de un chico guapo y rico que además no
dejaba ir a todo el que quería sino al que él le diera la gana. De
hecho, el calificativo de egocéntrico le quedaría muy bien al dueño
de la fiesta.
Pero, cuando pensaba eso Moisés llegó y todo cambió en su
mente. Completamente todo.
II

Una mirada a ambos lados

Moisés era un buen chico. Desde muy pequeño estuvo inmerso


en el mundo deportivo lo que le hizo crecer dentro de un entorno
donde la competencia era el día a día. Estaba acostumbrado a
luchar por las cosas, a ser el mejor, a buscar siempre el primer lugar
en todo y vaya que lo había logrado.
Era como si hubiese nacido para practicar todos los deportes del
mundo, no había nada donde él no fuese bueno y sobresaliente. Era
algo innato. Su padre fue un gran apoyo, eso nadie lo podría negar,
pero, más allá de eso, también fue quien más le exigió.
El viejo Daniel estaba viviendo la vida que siempre había querido
para él a través de su hijo, pero, una pierna rota, cuando estaba a
punto de entrar en el equipo universitario de fútbol, le arruinó su
carrera deportiva, algo de lo que no se pudo recuperar por completo.
A pesar de todo, no bajó la cabeza y siguió con sus estudios
convirtiéndose en uno de los empresarios más respetados de todo
el país. Fue así como también pudo darle a Moisés todas las
comodidades para que nunca pensara en nada más que el deporte.
La ventaja es que el chico salió con la misma pasión que su padre y
aprovechó todas las virtudes que tenía.
Así se dieron las cosas poco a poco y ahora todo comenzaba a
generar frutos y Moisés estaba bastante emocionado por las
oportunidades que veía a la vuelta de la esquina. Muchos
cazatalentos habían ido a sus prácticas y la verdad es que estaban
bastante complacidos e interesados en el chico después de todo lo
que vieron.
Poco a poco las oportunidades se estaban dando y tenía
invitaciones de algunos equipos de futbol para ese mismo verano.
Esa era la principal razón que tenía el chico para estar dando la
mejor de las fiestas esa noche, él solo quería que las cosas salieran
de lo mejor y que pudiera tener, la que quizá sería, su última
oportunidad con Génesis.
Ella había sido la única que no había podido tener, la única que lo
había rechazado de todas las maneras, pero, había algo que lo
mantenía ahí, más allá de la notable belleza de la chica y el deseo
que tenía de tenerla.
Verla cada día con su retraída forma de ser, sus gafas oscuras y
su caminar era algo que lo volvió loco, algo que lo hacía quererla
más y de hecho esa noche era la noche para intentar cualquier cosa
que pudiera darse.
Había logrado lo más difícil que era llevarla hasta su casa. Estaba
en su territorio con sus personas de confianza, no podría estar en
mejor situación. Eran como una manada de lobos dispuestos a salir
a cazar en una noche completamente llena de presas que no
podrían escapar.
Quizá la manera que logró llevar a la chica, fue poco ortodoxa y
quizá un poco baja, pero, la verdad es que a él no le importaba
mientras el resultado fuese el que esperaba. No era digno de su
fama como Don Juan, pero, era un secreto que solo compartía con
Carla, nadie más lo sabría y de hecho esa fue otra de las
condiciones de él para que la chica fuera hasta su fiesta.
Así, pues, tenía la oportunidad de su vida y no la dejaría pasar.
Junto a él siempre estaban los mismos chicos. Julián, Héctor y
Manuel. Eran sus amigos inseparables, con quienes había
compartido gran parte de su vida deportiva y personal, para él eran
como sus hermanos.
La noche sería especial para todos puesto que ellos también
habían sido invitados a entrenamientos con algunos equipos, así
que sabían que eso significaba puro trabajo y olvidarse de las
fiestas como esas durante un largo periodo, pero, realmente no era
algo que les pesara mucho dado a que estarían haciendo lo que
más les gustaba.
La invitada principal de la noche estaba entrando a la casa y
Moisés la vio mientras hablaba y compartía con algunos de los
invitados. Tenía una cerveza en la mano y entonces no pensó en
nada más. La belleza de Génesis esa noche era más que
abrumadora, ella parecía un ángel con su cabello más rojo que de
costumbre y su sensualidad oculta.
Junto a la chica que robaba las miradas y los suspiros de todos,
estaba Carla que la verdad era una chica bastante linda solo que se
veía opacada ante su amiga. Lo cual era algo con lo que ya se
sentía cómoda. Al principio si le causaba un poco de envidia y quizá
celos, pero, igual eran cosas que no podía evitar, Génesis era su
mejor amiga y ahí estaría con ella siempre.
Pero, había alguien que solo tenía ojos para ella y ese era Héctor
quien quizá era el mejor amigo de Moisés.
La miró con detalle y sin importarle quién tenía al lado, la verdad
es que no sabía realmente lo que le atraía de ella, pero, la chica le
llamaba muchísimo la atención. La idea era que las cosas se dieran
de la mejor manera esa noche y él estaba dispuesto a hacerla llegar
hasta el final, además había escuchado de alguien que él también le
atraía, y era un rumor que tenía mucho tiempo rodando por los
pasillos de la universidad, así que era hora de averiguarlo.
Moisés vio a su amigo Héctor y entonces, sabiendo que él estaba
detrás de Carla, decidió que bajarían juntos. Si instinto animal
estaba a la orden del día.
Desde el otro lado estaban las dos chicas un poco perdidas y
tratando de integrarse en la fiesta. Ya muchos estaban bastante
bebidos y otros disfrutaban al máximo de las instalaciones de la
casa, la verdad es que esa fiesta se veía mucho mejor que lo que, al
menos Carla, se había imaginado.
Génesis se sentía un poco incómoda, y, además, algo retraída
por todo lo que estaba viendo. No era el ambiente al que estaba
acostumbrada. Para nada. Pero, la verdad es que estaba dispuesta
a darle una oportunidad a todo eso, era una chica joven que
necesitaba vivir esas situaciones, que necesitaba salirse un poco de
los libros y de los estudios. Sí, su amiga tenía razón en eso, pero,
no había hecho algo así antes por inseguridad.
A pesar de toda la belleza que podía tener, se sentía insegura de
ella misma, pero, era por cuestiones de autoestima. Había crecido
en un hogar donde su padre era la persona más sobreprotectora del
mundo y le había enseñado a desconfiar de todos pensando que le
hacía un bien, pero, la verdad es que estaba haciendo todo lo
contrario.
Génesis se mantenía entre las sombras, no quería salir de ahí.
Muy dentro de ella sentía que había algo que la empujaba, pero, el
miedo era su más grande enemigo, era la barrera más grande que
debía vencer, pero, en el momento justo.
Por su parte había tenido un par de relaciones en las que las
cosas no habían salido para nada bien y en ambas los chicos
terminaron engañándola. Sin dudas se convirtieron en golpes muy
fuertes, sobre todo, la segunda cuando ya estaba mayor y había
sentido algo real por el chico.
No fueron momentos fáciles para ella, pero, ya todo eso había
quedado en el pasado. Génesis ahora trataba de alejarse de ese
tipo de situaciones al menos mientras concluía la universidad que
era su prioridad ahora. Lo más importante para ella era sacar una
carrera y ser tan exitosa como siempre lo había soñado.
Había una atracción hacia Moisés, no lo podía negar, pero, era
algo muy común incluso para ella. El chico era demasiado atractivo
y no mirarlo o negar lo atractivo que era sería la mentira más grande
del mundo, pero, ella sabía exactamente la clase de persona que
era Moisés y realmente no era algo que le interesara mucho, ya
había tenido suficiente con los dos anteriores.
Pero, esa noche las cosas fueron diferentes cuando lo vio.
Fue imposible no detallarlo mientras venía caminando
directamente hacia ella. Había estado en el área de la piscina y
estaba sin camisa. Su atlético cuerpo era un deseo que ni la mujer
más retraída del mundo podría dejar de observar. Pero, algo más le
llamó la atención fuertemente.
Por primera vez el miedo que sentía cuando lo tenía cerca se
transformó en algo más fuerte y notorio. Sus piernas comenzaron a
temblar levemente y sus manos sudaban sin parar, ella no sabía lo
que pasaba realmente. Su mirada no podía despegarse de los
mejores abdominales que había visto en toda su vida y la forma en
cómo caminaba también le encantaba.
La combinación con unos grandes y bien formados pectorales era
fatal. El corazón le latía fuertemente y las cosas comenzaban a
ponerse algo caliente por dentro.
A su lado, Carla tenía el mismo sentimiento por Héctor que venía
caminando al lado de Moisés al mismo tiempo, solo que Carla sí
sabía exactamente lo que quería y lo que haría esa noche. Para ella
lo más importante de esa fiesta venía justo hacía ella y no se iría de
ahí hasta tenerlo.
—Buenas noches, señoritas encantado de tenerla en mi hogar.
Siéntanse como en casa.
Carla fue la que tomó la batuta en la situación debido a que
Génesis parecía distraída y algo nerviosa, solo se acomodaba su
cabello detrás de las orejas y mira la suelo.
—Gracias por la invitación, Moisés. Hola, Héctor.
Mientras Carla y Héctor se saludaban y hablaban un poco la
chispa comenzó a encenderse entre Moisés y Génesis.
—¿Te puedo invitar una cerveza o algo?
Ella lo seguía mirando al suelo y su alrededor, pero, nunca al
chico. No podía verle al rostro porque su mirada se iría directo a su
torso. Quería evitar eso.
—Creo que estoy bien así. Gracias.
Tartamudeaba un poco y se aclaró la garganta justo al terminar
de hablar. Ya no sabía a dónde mirar y el momento le parecía
eterno.
—¡Vamos, Génesis! Es una fiesta, no vas a estar aquí sin
divertirte. Quizá si vamos a un lugar más tranquilo, podrías estar
más cómoda.
Ella no sabía qué hacer y la verdad quería evitar estar a solas
con él, el miedo esta vez era enorme. Pero, justo en ese momento
Carla salió abrazada con Héctor hacía la piscina de la casa, al
parecer ella si iba preparada para eso.
Génesis no tenía alternativa, era eso o irse y la verdad sería peor
que pudiera hacer, además Moisés se estaba comportando muy
bien con ella y sería de mala educación dejarlo así nada más.
—¿Tienes vino?
—Por supuesto que tenemos vino. Del mejor del mundo.
Ella sonrió un poco y por fin pudo mirarlo, él tenía una mirada
dulce y parecía sincera en ese momento. Si no fuera por la
reputación que lo precedía, quizá las cosas fuesen diferentes.
Dejó el vaso con Vodka en una mesa y aceptó la invitación.
Caminaron hacía el lugar que él le dijo, ella solo estaba viendo que
no se tratase de un plan del chico. Pero, terminaron sentados en
una pequeña terraza al aire libre, lejos de la mayoría de los
invitados, pero, no a solas completamente. A ella le pareció bien y
para Moisés era más que perfecto. Toda estaba resultando bastante
bien.
La noche entraba en calor y las cosas se ponían cada vez más
interesantes, pero, la más sorprendida de todas era Génesis, ella
había estado con Moisés todo el tiempo y además la conversación
se había puesto bastante interesante.
Resulta que el chico era muy inteligente y a pesar de no
parecerlo, tenía muchos buenos temas de conversación y ella
estaba feliz de poder compartir tiempo con él.
—Creo que el vino se nos acabó. No pensé que tendría una
invitada con este tipo de gustos.
—Pues, no te preocupes, quizá podamos encontrar algo más.
—Espera un segundo, déjame ver que hay por el otro lado.
Ella sonrió y le hizo una seña haciéndole saber que todo estaba
bien y que lo esperaría.
Génesis entonces comenzó a ver a su alrededor. Todos
compartían el mismo lugar, pero, tenían mundos individuales, cada
quién estaba en lo suyo. Se dio cuenta que las cosas habían estado
pasando muy rápido aquella noche y que a pesar de seguir muy
nerviosa había podido controlar su mirada y ver a Moisés a los ojos.
Seguía sintiendo ese miedo extraño que la envolvía, peor, estaba
tratando de no hacerle caso, la estaba pasando muy bien y no
quería arruinar el momento, creyó que había perdido el tiempo por
todas las veces que el chico la invitó a salir y ella se negó, tenía una
opinión equivocada acerca de él. Ahora solo esperaba que
regresara pronto.
El lugar era más que agradable y no sabía si era por alguna
razón en particular, pero, todo eso la llenaba de un sentimiento
nuevo, había una especie de acoplamiento que jamás había
experimentado. Génesis sentía que ese lugar y la persona con quien
lo compartía eran especiales.
Justo en ese momento pensó en Carla. Desde el momento en
que llegaron no la había visto a ella ni a su enamorado. ¿Dónde
estaría?
Moisés volvió con una botella en la mano.
—Me di cuenta que tenías un vaso de vodka cuando te vi.
Imaginé que sería perfecto.
No, no era perfecto para ella, no estaba acostumbrada a beber
tanto y mucho menos ligando licores, eso sería una bomba que
explotaría en cualquier momento, pero, en ese momento ella estaba
un poco atontada y solo veía ese abdomen pasearse de un lado a
otro, así que se dejó llevar y levantó la copa donde estaba tomando
el vino para que Moisés le sirviera un poco.
Justo en ese momento cuando él sentó al lado de ella y
brindaron, sus miradas se cruzaron, Génesis sintió que en ese
momento él era más guapo de lo normal y por alguna razón pensó
en la ropa interior sexy que traía puesta, era como si eso la llenara
de un calor indomable y la ayudara a sentirse más mujer.
Ella miraba sus labios moverse con cada mirada y su cuerpo le
gritaba la necesidad de probarlos, era como si todo estuviese en
silencio y solo pudiera escuchar las palabras de él, las cosas
estaban poniéndose muy extrañas para ella y bastante interesantes
para él.
Las risas estaban a la orden de la noche, y sus manos
comenzaron a soltarse más. De pronto sin saberlo estaban más
cerca que cuando empezaron, y ella no aguantaba las ganas de
besarlo. Si, era eso, realmente no era miedo, era pasión y ganas,
solo que lo había querido ocultar siempre. No estaba preparada
para algo así, al menos no con él que ahora se convirtió en un ser
totalmente apetecible y sexy.
Las cosas iban bastante bien en general y el alcohol comenzó a
hacer efecto en ellos muy pronto.
III

Sin control

Mientras Génesis estaba en la terraza con Moisés, Carla había


hecho su propia fiesta con Héctor desde el momento en que
llegaron a la casa.
Apenas el chico la abordó ella no lo pensó ni un segundo y se fue
con él. Era lo que había estado esperando y era por eso todo el
esfuerzo que hizo para que su amiga fuera a la fiesta y así ella
pudiera entrar, tenía una corazonada y al parecer estaba en lo
correcto.
Héctor la llevó hasta la piscina donde se consiguió con la primera
sorpresa de la noche al ver que la chica de inmediato se quitó el
vestido y quedó ataviada con solo un bikini muy sexy que le hizo
perder la razón de inmediato.
Las curvas de Carla estaban ahora en la palestra, muchos
voltearon y vieron a la chica, la verdad era algo que nadie esperaba.
El bikini le quedaba perfecto y ella lo sabía, era más que sensual y
disfrutaba ver el rostro del chico por el que se moría. Él la deseaba.
Claro, sería divertido primero jugar un poco con él, desesperarlo
hasta que se diera cuenta que no podía más y que también estaba
esperando ese día como nadie.
Entraron en el agua y los besos no tardaron en llegar. La
situación cada vez se ponía más caliente, eran pocas las palabras
que se decían, sabían de una u otra manera que era la oportunidad
que estaban esperando y no la dejarían pasar por alto.
Alrededor otras parejas estaban en la misma situación, pero, ellos
dos no se daban cuenta de nada. Bajo el agua las manos de Héctor
recorrían el cuerpo de Carla quien cada vez sentía más las ganas
de tenerlo, ella estaba disfrutando lo que tenía hasta ahora, poco a
poco tendría más.
El cuerpo de él era más que deseable dado a que el chico
también era uno de los atletas más cotizados de su universidad. Ella
lo miraba sin parar, lo tocaba y necesitaba más. Mientras se
basaban él la acercó abrazándola, Carla sintió un gran bulto duro
que le presionaba en una de sus piernas, sus sentidos se dedicaron
solo a eso y sus ganas se incrementaban.
En su mente se imaginaba todo lo que podría pasar, estaba
tratando de calcular el tamaño de esa bestia que quería salir y
sumergirse en ella. También jugaba con ella misma, con sus ganas.
Quería desearlo tanto que cuando por fin lo tuviera para ella lo
disfrutara como nada.
Pero, la verdad, más allá de todo eso, estaba algo intimidada, no
se sentía completamente cómoda en ese lugar. Así que poco a poco
paró lo que se venía dando. Si él quería algo más debía llevarla a un
sitio donde estuvieran a solas. El chico lo entendió de esa manera y
entonces trató de controlarse un poco, la verdad es que la tendría
esa noche, no importaba a qué hora.
Salieron de la piscina y desde lo lejos Carla miró hacia la
hermosa terraza y se dio cuenta que Génesis también estaba
pasando un buen rato, eso la alegraba bastante porque no quería
que se sintiera sola.
Caminaron por la casa hasta que se encontraron con varios
amigos y compartieron un rato con ellos, eso sirvió para que los
ánimos se bajaran un poco, se relajaran y pudieran hablar con otras
personas. Carla no quería solo sexo, sino también estar con él de
otras maneras, no iba a quedar como una cualquiera así su cuerpo
le gritara las ganas que tenía, ella sabía cómo controlarse.
Lo que no supo controlar esa noche fueron sus ganas de beber.
Mientras conversaban con los amigos, los vasos iban bajándose con
rapidez y se llenaban mucho más rápido, Carla no paraba de ingerir
todo el licor que podía, nunca la había pasado tan bien. Ella ahora
era parte de todo lo que siempre había soñado, las personas la
aceptaban y además estaba con el chico, que, a su parecer, era el
más guapo de la universidad.
Si había un momento para inmortalizar, sería precisamente ese.
Un momento que nunca pensó que llegaría.
Las personas que estaban con ellos, eran los mejores
compañeros de clases, tenía mucho que hablar y lo hicieron durante
un buen rato. Todo se intercalaba con besos con Héctor y quizá
algunas caricias subidas de tono cuando sentían que nadie los veía.
Eso la hacía calentarse mucho más.
El alcohol seguía estando presente, así como las risas, los
chistes, los besos, las manos escurridizas y las ganas que estaban
multiplicándose. Ella cada vez lo miraba con más deseo y su pasión
estaba casi desbordada.
En un momento que Héctor fue al baño, Carla se levantó y lo
esperó justo en la puerta. Se dio cuenta en ese instante que estaba
perdiendo un poco su equilibrio, pero, no eso la dejó sin cuidado, no
era la primera vez que le pasaba y con solo dejar de beber era
suficiente. Ella seguía esperando afuera.
Desde ahí echó otra mirada a la terraza y veía a Génesis riendo,
siempre que volteaba era lo mismo así que era hora de dejar de
preocuparse por ella. Su amiga sabía qué hacer en cualquier
situación, era la persona más inteligente que había conocido jamás.
Por los momentos ella tenía un asunto del cual ocuparse.
Héctor salió del baño llevándose la sorpresa de encontrarse a
Carla justo en la puerta. La chica estaba algo ebria, eso no lo podía
ocultar, pero, seguía estando consciente de lo que hacía, o al menos
eso parecía.
—Quiero tenerte, Héctor.
Ella le habla suavemente en la oreja mientras lo abrazaba. Los
senos de la chica sentían muy bien sobre la piel de él, ella le besó
en el cuello y se pegó a su pelvis, estaba lista para todo.
El chico sabía exactamente a donde llevarla, era algo que había
planeado con Moisés antes de la fiesta. Ellos siempre tenían
disponible la habitación de huéspedes siempre y cuando no
estuviera siendo usada por otro de sus amigos que tenían acceso.
Pero, Julián y Manuel parecían estar concentrados en otras cosas
esa noche y estaban conversando con algunas personas del otro
lado de la casa mientras que el dueño de la fiesta seguía en su
cacería con Génesis en la terraza.
Entonces el terreno estaba abierto para él. Así que poco a poco
la llevó hasta allá.
Carla no había estado tan feliz nunca, no se había sentido tan
plena, tan aceptada, y quería sellar ese momento con la manera
más mágica que conocía. Ella no era virgen, pero, solo había estado
con un chico en toda su vida y fue lo mejor que le había pasado, él
resultó ser un patán, pero, le dejó eso que recordaría por siempre
sin importa lo que él le haya hecho.
Caminaba al lado de Héctor y no dejaba de verlo ni de tocarlo,
era imposible. Pasaron por una mesa y ella comenzaba a
comportarse como una borracha insolente. Se sentó en una mesa
que estaba en el camino y entonces cogió una de las botellas que
estaba ahí para servirse otro trago, él trató de evitarlo porque lo
único que tenía en mente era llevarla a la habitación, pero, la chica
no dejó que él la levantara de ahí.
Entonces hizo todo con calma y a pesar de que el chico también
estaba algo borracho, llevó las cosas del mejor modo, al menos él
ya había dejado de beber.
—¿Por qué no nos llevamos esa botella a la habitación y
terminamos de tomarla allá?
Le dijo el tratando de convencerla para que se levantara.
Ella lo miró sonriendo.
—Si, es una buena idea, pero, primero tomemos algo aquí.
¡Quiero comerte!
Héctor observó que ahora las cosas se estaban poniendo más
feas para ella y la verdad es que no quería follarla estando la chica
inconsciente. No era lo correcto, así que siguió intentando sacarla
de allí y alejarla de la bebida.
—Quiero comerme esa piel de “cocholate” que tienes.
Las palabras ya se le hacían complicadas a Carla.
—Vamos, guapa. Vamos a la habitación y allá hablamos mejor.
—Si, tienes razón.
Entonces con la ayuda de él, ambos caminaron hasta allá.
Carla entró en el lugar y se dio cuenta de su estado real cuando
ya no estaba rodeada de la bulla y todo el ambiente que estaba
afuera. Estando allí las cosas se pusieron bastante diferentes y
sintió cómo su estómago comenzaba a revolverse completamente,
pero, ella no podía arruinar ese momento, lo había esperado por
mucho tiempo.
Así que respiró profundamente para tratar de controlar todo, abrió
muy bien los ojos y sabía dónde estaba y que es lo que iba a hacer,
pero, su cabeza no dejaba de dar vueltas, era algo muy
desagradable y que realmente la sacaba de concentración.
Lo que más le molestaba era tropezarse con todo lo que estaba a
su paso, eso no la dejaba bien parada. Literalmente.
Sintió las manos de Héctor tocando su cintura desde atrás y ella
se dejó llevar por eso. El chico la tocaba con pasión, era algo que
Carla había deseado, así que las cosas estaban a punto de darse
como ella lo quería. Cerró sus ojos y fueron segundos maravillosos.
Escuchaba una voz, pero, por un momento no supo distinguir si
era algo que estaba pensando o si era Héctor que estaba
hablándole directamente. Carla se sentía bastante confundida en
ese instante, pero, seguía de pie decidida a todo. No era como ella
lo esperaba, pero, ya estaba ahí y quizá sería la última oportunidad
que tuviera con él, sabía que se iría a las pruebas con los equipos y
probablemente quedaría seleccionado.
La voz seguía diciéndole algunas cosas y el techo daba muchas
vueltas, ella seguía sabiendo dónde estaba, sabía que era lo que
estaba haciendo y con quien, pero, sus sentidos no respondían
correctamente. Sentía las manos y los pies adormecidos.
La parte de arriba de su bikini había desaparecido como por arte
de magia, no sabía en qué momento se la había quitado. De pronto,
delante de ella apareció Héctor. Alto, grande, musculoso y con su
piel de chocolate. Estaba desnudo y liso para la acción.
La espectacular visión pareció llenarla de energía, necesitaba
tenerlo.
Ella trató de levantarse dos o tres veces, pero, no pudo hacerlo.
Su estómago le estaba mandando una advertencia en ese mismo
instante.
Siguió intentándolo, pero, era peor a cada segundo, las cosas
eran más confusas y además ya no hilaba ni una sola frase
coherente. Su mente estaba volando en otro sitio, pero, sabía que
así no iba a hacer nada, que no lo iba a disfrutar y también pensaba
en Génesis. Ella quizá la necesitara.
Carla se tapó instintivamente con la sábana de la cama y
entonces no quiso hacer nada más en ese momento, la chica sintió
mucho miedo y de pronto todo había cambiado nuevamente.
¿Pero, dónde estoy?
¿Qué es esto que veo?
¿Y Héctor? ¿Y Génesis?
Sus manos trataban de agarrarse de cualquier lado, pero, se iba
hacia los lados y no encontraba nada para equilibrarse. Su vista
estaba completamente nublada a causa del mareo intenso que
tenía. Volvía a escuchar las voces, pero, esta vez estaba segura que
era la de Héctor.
Se vio a ella misma. Era su reflejo.
¿Acaso estoy soñando?
¡No, despierta! No puedes hacerle eso a Héctor.
Ahora sentía una extraña textura en una de sus mejillas. No sabía
de qué se trataba, pero, era suave. Las cosas iban cambiando poco
a poco en su mente. Una luz blanca le golpeaba directamente en los
ojos cada vez que intentaba abrirlos.
Héctor estaba sentado en la cama tratando de aguantar el asco
que sentía al escucharla vomitar en el baño. Tenía ya más de una
hora ahí y parecía que no iba a salir en mucho más rato, las cosas
no habían salido para nada bien.
Desde que la llevó a la habitación él tenía sus dudas, pero, todo
empeoró justamente cuando ella se quitó la parte de arriba del bikini
y se fue sobre él.
Carla estaba decidida a hacerlo todo, se lo repetía
constantemente y quizá si él estuvo tentado a hacerlo, pues ella
comenzó a masajearle el pene sin ningún tipo de vergüenza, ella iba
por lo que quería. Lógicamente se encontró con una gran erección
que estaba intacta desde el primer momento que entraron en el
lugar.
Después de eso, ella trató de hacerle un poco de sexo oral, pero,
estaba luchando por quitarle el short y la verdad es que parecía más
lúcida de lo que él imaginaba. Héctor se dejó llevar por el momento
y las ganas, pero, esperaba que ella no se pusiera peor, no quería
vivir con ese cargo de conciencia.
Los senos de la chica eran más que hermosos y él los apretaba
cada vez que podía, realmente ella disfrutaba de eso, se le notaba y
además se veía más que excitada. Quizá las cosas podían seguir de
esa manera y terminar con buen pie, pero, la verdad es que Héctor
estaba pensando con su optimista glande antes que con la cabeza.
Las manos de ella por fin comenzaron a adentrarse entre los
pantaloncillos de él con algo de torpeza, pero, con determinación.
Un fuerte apretón terminó de levantar el lívido del chico que ya
estaba más que dispuesto a cualquier cosa, ahora solo pensaba en
follarla.
En ese momento a Carla le vino una arcada tan fuerte que su
cuerpo se dobló completamente hacia adelante y entonces no pudo
aguantar más. Entre tropezones y golpes llegó al baño justo a
tiempo.
Se arrodilló frente al inodoro y dejó salir todo lo que tenía por
dentro, la chica estaba completamente descompensada y no sabía
qué hacer. Se soltó y quedó tendida en el suelo con la cabeza
apoyada en la alfombra y mirándose de vez en cuando en el espejo.
Sus ojos se abrían en ocasiones, sabía de una u otra forma que
debía estar alerta por algo, que debía levantarse de ahí, pero, la
verdad es que su cuerpo estaba muy metido en los efectos del
alcohol.
Ahora no sabía nada de ella, estaba expuesta por completo y las
cosas estaban muy mal. Lo último que pensó fue en su amiga y
después se durmió.
La erección de Héctor se quedó sin acción esa noche y ahora
solo tenía a una hermosa chica, semidesnuda en el suelo del baño
completamente borracha.
La verdad estaba más que molesto y no pensaba en nada más
que en ese momento justo cuando ya la iba a hacer suya. La
decepción no era normal y más allá sabía que había invertido todo
el tiempo en Carla, pudo haber estado con dos o tres esa noche,
pero, ahora se iría sin nada más que las ganas.
Ya era tarde para buscar a otra, además no podía dejarla sola
ahí, de hecho, tenía que hacer algo, ya tenía bastante rato sin
vomitar y estaba bien dormida. Se armó de valor y entró al baño.
IV

Decidida a todo

No podía parar de reír con todas las ocurrencias de Moisés.


Génesis se sentía contenta y quizá un poco arrepentida de no
haberle brindado una oportunidad al chico mucho tiempo antes,
pero, estaba convencida de que las cosas llegan en el momento
justo.
El vodka estaba haciendo sus efectos y ella ya estaba algo
mareada, así que comenzó a beber más despacio. Pero, parecía ya
estar condicionada para estar bebiendo y bebiendo, dejó de hacerlo
durante un rato cuando se le vació la copa.
Ella se veía más hermosa con el pasar de la noche y la
encantadora sonrisa que tenía ponía de cabeza a Moisés que
estaba casi desesperado por darle un beso, pero, no quería arruinar
el momento con algo así, la meta para él era otra.
Desde la primera vez que lo intentó con ella iba con un solo
pensamiento y era llevarla a la cama, Génesis era una marea de
deseo, su cuerpo lo atraía demasiado y, más allá de eso, la manera
en cómo ella era y cada vez que lo rechazó, la deseó más.
Entonces Génesis siguió mirándolo sin parar y entonces admitió
algo.
La verdad es que ese miedo que sentía cuando lo veía, no era
más que deseo. No podía mentirse más. Los músculos de Moisés
parecían ser más deseables con el paso de la noche, la voz del
chico la tenía hipnotizada y de no ser por su fuerte personalidad, ella
ya estuviera entre sus brazos, pero, ahora que sabía que lo deseaba
como a nadie, entonces tenía algo más con que luchar
internamente. Ella necesitaba probarlo de alguna manera, pero, no
sería capaz de dar ese primer paso.
Era eso lo que la había mantenido alejada de todo, tenía temor a
que la volvieran a lastimar y además pensaba que nunca más iba a
querer a alguien como quiso a su exnovio, estaba saboteándose ella
misma y la verdad es que ni siquiera se había dado cuenta.
Pero, ahora estaba en una situación donde todo eso podría
cambiar si solo se dejaba llevar por el momento, quizá terminaría
siendo como todas las demás que caen en las redes del atleta, pero,
la verdad no le importaba. Al menos hizo que lo intentara de todas
las formas y lo lograría en el último día del año, así que no fue tan
fácil para él.
Génesis sabía que ya había pasado su límite para la cantidad de
alcohol que podía consumir durante una noche y estaba tratando de
mantenerse con todos sus sentidos activos, pero, no era fácil para
ella.
Moisés ahora estaba muy cerca de ella y las manos le pedían en
todos los idiomas que lo tocara, ella sentía esa necesidad y todo su
cuerpo ahora se estaba estremeciendo solo ante la posibilidad de
poder hacerlo, ella sabía que, de lograrlo, él no se opondría a eso.
No se atrevía a hacerlo.
Pero, entonces fue su mirada la que la delató completamente.
Durante un instante se quedó observando con detalle el abdomen y
los pectorales de Moisés, ella lo veía con deseo y con ganas de
comérselo todo. En su mente estaba imaginando todas las
situaciones posibles.
Él notó lo que estaba pasando y con delicadeza le levantó la
mirada tomándola por la quijada.
—¿Podemos dejar de disimular y dejarnos llevar por lo que
sentimos?
Génesis sabía que ella había sido descubierta y su mente
comenzó a buscar una respuesta coherente a lo que él le proponía,
pero, no encontraba ninguna y no solo por el hecho de que estaba
completamente deseosa de tenerlo, sino porque el nivel de alcohol
no la dejaba pensar con claridad.
—Creo que… No entiendo a qué te refieres, Moisés.
Estaba sonrojada por haber sido capturada en pleno acto, pero,
se sentía bien de que ya no estuviese esa barrera entre ellos, por fin
alguien había dado el paso inicial.
Génesis entonces se acercó más y no podía evitar la atracción
que tenía por él, así que su mano se posó sobre el pecho del chico y
se mordió su labio inferior, lo miró con pasión y entonces lo besó. No
sabía exactamente lo que estaba haciendo, pero, estaba dejándose
llevar por lo que su cuerpo le pedía.
Fue así como comenzó a imaginar tantas cosas que jamás había
dejado salir, tantas cosas que deseaba tener y eran todas con él,
inconscientemente ella lo había deseado también desde el primer
momento y no fue hasta ahora que dejó que todo saliera a flote.
El contacto con de sus manos con los brazos de Moisés era
como tocar carbón encendido, sus músculos eran grandes y fuertes,
ella se sentía en la gloria.
Comenzaba a experimentar muchas cosas dentro de ella que
jamás había tenido presente, era como una montaña rusa de
emociones.
El beso de Moisés iba más allá de lo que ella podría haber
imaginado. Con cada roce de sus labios su entrepierna se
estremecía de manera contundente, sus manos trataban de
encontrar algo que ella no estaba segura que era, pero, seguía
recorriendo el musculoso cuerpo del chico con rapidez. Él la tomaba
con fuerza para que supiera quien era el que mandaba en esa
situación.
Génesis estaba completamente mojada y su nivel de excitación
sobrepasaba los límites antes experimentados, ella no podía
contenerse, necesitaba tenerlo en ese mismo momento.
Entonces fue cuando aprovechó el momento para subirse sobre
él, no sabía realmente lo que estaba haciendo, pero, no podía parar.
¿Acaso estoy lo suficientemente borracha para hacer esto?
¿Qué pasa conmigo?
No puedo dejar pasar esta oportunidad.
El vestido se hizo a los lados y entonces se sentó justo sobre la
gran erección que tenía Moisés que quedó rozando su vagina. Era
la mejor sensación que había sentido.
La chica entonces lo besó con más pasión y más ganas, ella
estaba como dejando salir todo lo que llevaba por dentro, estaba
convirtiéndose en algo que jamás había conocido. Él la tomaba por
la cintura y entonces sentía como ella se movía con desespero y
con ganas de más.
Las cosas iban poniéndose cada vez mejor, pero, entonces de la
misma manera en que estaban en ese momento, Moisés se levantó
y la cargó sin mucho esfuerzo, ella se asió fuertemente, pero, nunca
paró de besarlo.
En ese instante Héctor pasaba cerca de donde estaban y miró
cómo iban las cosas entre su amigo y Génesis. Moisés lo miró de
reojo y parecía que las cosas para él no estaban bien, pero, en ese
momento no podía darse el lujo de pensar en nada más. Héctor era
su hermano, pero, tenía que terminar lo que había empezado con
Génesis, era ahora o nunca.
Se sacó de la mente eso.
Él, casi a ciegas, abrió las puertas de su casa y caminó a oscuras
por los pasillos hasta que llegaron al despacho principal. Ahí había
un par de sofás y eso sería suficiente. Era el lugar de trabajo de su
padre, pero, la verdad a él no le importaba mucho eso en ese
momento.
Dejó caer a Génesis sobre uno de los sofás y se lanzó sobre ella
para no dejar de besarla ni un instante, estaba tan excitado como
podía y quería acabar con todo eso ya.
Pero, las cosas no serían tan fáciles como él lo esperaba.
Génesis se escabulló dentro de entre los brazos de Moisés y
comenzó a caminar por el lugar. Estaba jugando un poco antes de
comenzar con la verdadera acción.
La chica estaba un poco mareada, pero, aún tenía la
coordinación suficiente.
Se movía de un lado a otro con sensualidad, miraba a Moisés y
este cada vez la deseaba más, ella recordó que se había puesto su
lencería sexy y entonces tomó eso a su favor.
Levantó poco a poco su vestido hasta quitárselo por completo y
se lo lanzó a Moisés quien lo atajó sin problemas, él lo olió y
entonces lo puso a un lado. Génesis mostraba un cuerpo
espectacular con grandes senos que se ataviaban con un pequeño y
muy erótico sujetador que solo tapaba lo más necesario. Eso se
combinaba con un panty bastante pequeño también y parecía que
todo era hecho a la medida, le quedaba perfecto.
Ella no se reconocía para nada, pero, no era la Génesis de todos
los días, estaba siendo manejada por un alter ego muy especial y
que tenía además una sensualidad desbordante con pensamientos
sexuales que jamás se habría imaginado.
Estaba luchando internamente por saber qué era lo que estaba
sucediendo, pero, su cuerpo ahora necesitaba de esa nueva
personalidad que había estado encarcelada durante tanto tiempo,
quizá era todo ese deseo que sentía o probablemente habría sido la
cantidad de alcohol necesaria para dejarla salir, era la primera vez
que se sentía así.
Volteó la mirada hacia un minibar que estaba justo detrás del
escritorio y entonces caminó hasta allá, se agachó insinuantemente
mostrando completamente el trasero a su chico y tomó una de las
botellas que estaban ahí. El panty parecía que desaparecía entre las
nalgas de la mujer, era como si su trasero se la comiera.
Al volver a levantarse, se tambaleó un poco, pero, mantuvo su
postura. La chica era más que una sorpresa para Moisés que se
sentía muy emocionado por todo lo que estaba pasando, Génesis se
había convertido en una caja de Pandora.
Era un Whisky de 18 años de una muy buena marca y con una
presentación espectacular que fue precisamente lo que hizo que
Génesis lo escogiera. Comenzó a acercarse nuevamente hasta
Moisés y entonces se subió al sofá justamente al lado de él. Ella
estaba parada a su lado.
Lo empujó con uno de sus pies (lo cual fue casi una acrobacia
tomando en cuenta el estado y el sitio en el que estaba) y entonces
abrió la botella. La chica entonces levantó su pierna izquierda y
comenzó a derramar el licor desde su rodilla, recorría su piel hasta
que caía por la punta de su pie que estaba justo frente a la boca de
Moisés que en ese momento tomaba el whisky placenteramente.
Ella disfrutaba de verlo así, a sus pies. Disfrutaba de tenerlo justo
en el lugar en el que estaba, eso la excitaba más, era como tener el
control total de todo. Sobre todo, tener el control sobre ese chico
arrogante que lo tenía todo y que creía que podía tener a todas las
mujeres de mundo sin necesidad de buscarlas, pero, esa noche las
cosas eran distintas.
Él lamió el pie de la chica con delicadeza hasta que ella lo bajó
poco a poco y lo puso sobre su pene. Sentía como estaba
completamente erecto y entonces lo frotó con fuerza mientras
también se empinaba la botella y tomaba de ella.
Dejó caer un chorro del licor sobre sus senos y eso hizo que la
chica se calentara más.
Bajó del mueble para pararse frente al chico y lo miraba
fijamente, tomó más del whisky y entonces se agachó de nuevo
para poner la botella en el suelo. Desde el ángulo de Moisés los
senos de la chica parecían aún más grandes y a punto de salirse del
sujetador.
Ella comenzó a quitarse la poca ropa que tenía, dejando al
descubierto primero que nada sus senos, eran redondos y grandes,
a la distancia parecía jugosos y sin duda eran los mejores que él
había visto en toda su vida.
Ella entonces se acercó y se arrodilló frente a él para quitarle el
short que traía puesto y comenzar con el trabajo fuerte. Ella seguía
mareada, pero, sabía lo que estaba haciendo.
Cuando pudo sacar la prenda de Moisés vio como aparecía su
tesoro escondido, era como si se tratase de un lingote de oro, pero,
de los más grandes que existían. Ella estaba más que complacida
con lo que estaba viendo y hasta se le hizo agua la boca.
—¿Estás así de duro por mí?
¿Pero, qué carajos estás diciendo?
No estoy entendiendo qué pasa.
Génesis seguía en la lucha con su alter ego, seguía sin entender
exactamente lo que pasaba, pero, en ese momento no tenía fuerzas
para vencerlo.
—Por supuesto que sí.
Escuchar a Génesis hablando así de sucio era algo que él jamás
había imaginado, lo pensaría de cualquiera de las chicas de la
universidad, incluso de Carla, su amiga. Pero, nunca de ella. No con
ese rostro de niña buena. Además, lo excitaba mucho más.
Antes de preparar el camino ella tomó otro trago y le ofreció a
Moisés quien tomó la botella sin pensarlo. Entonces desde ese
momento vio como esa chiquilla que tenía entre sus piernas y ahora
parecía irreconocible estaba haciéndole el mejor sexo oral que
jamás haya tenido. Él solo echó su cabeza hacia atrás y dejó que
ella hiciera todo el trabajo.
Génesis sentía todas las texturas en su boca y además de dejaba
llevar por el momento sin pensarlo mucho, solo alimentando los
deseos de su mente, de su cuerpo y de esa personalidad que
estaba conociendo esa noche, era alguien que la manejaba, parecía
poseída por un espíritu o quizá por su misma lujuria.
Estaba arrodillada y solo paraba lo que hacía para beber más
alcohol y una voz muy interior le decía que debía parar eso, era
suficiente con lo que ya corría por sus venas y con la mezcla de
bebida que venía haciendo desde temprano.
Pero, no le hizo caso y la calló por completo.
Siguió con lo que hacía y estaba sedienta por más, pero, Génesis
comenzó a ver las cosas por partes, ahora comenzaban a haber
lagunas mentales, pero, en ese momento no importaba.
La botella de whisky estaba completamente vacía y tirada en una
esquina de la habitación. Moisés estaba ahora follándola con fuerza,
la tenía apoyada en el sofá y la tomaba por la cintura, ella gemía sin
parar y sentía como el gran tesoro escondido la penetraba sin parar.
Moisés estaba disfrutando del momento más crucial de la noche y
las cosas iban muy bien para él. Tenía a Génesis justo donde la
quería y a pesar de todo había podido dominarla después de un
largo rato donde solo se hizo lo que ella quiso y nada más.
Las manos de cada uno recorrían el cuerpo del otro y lograban
encontrar los puntos exactos solo por instinto, la verdad es que
estaban muy ebrios para tener consciencia de lo que estaban
haciendo, pero, para ellos solo bastaba lo que sentían en ese
momento.
Pero, las cosas iban confundiéndose cada momento más, las
imágenes eran borrosas y solo podía ver con claridad momentos
puntuales de todo lo que le acontecía.
Génesis seguía las instrucciones de todas las voces que
escuchaba, veía los brazos y los pectorales que tanto deseaba,
aunque por momentos parecían distintos.
Las sábanas en la piel, la textura de madera del escritorio, la
suave alfombra, el césped de la casa… Todas esas cosas estaban
en la mente de Génesis cuando despertó a día siguiente.
V

El día siguiente

La casa estaba hecha un desastre. Se podían ver vasos, platos y


botellas por todos lados. En el área de la piscina estaban al menos
una docena de personas durmiendo, semidesnudos y unos encima
de otros, en el agua flotaban algunos zapatos y la verdad es que las
cosas se veían muy mal.
La brasa de los carbones ardía tenuemente como luchando por
mantenerse viva, unos seis aspersores se activaron en ese
momento y despertó a un par de chicos, pero, estos solo se
movieron a un lado y siguieron durmiendo.
Más allá, en el jardín, se podían observar prendas de ropa tiradas
por todos lados. De hecho, muchas de las personas que estaban
dormidas por ahí estaban completamente desnudas, era más que
lógico que había bebido de más.
La música aun sonaba a lo lejos y los primeros rayos de sol
comenzaban a aparecer. Sin dudas la fiesta estuvo bastante
prendida y llena de locuras durante toda la noche como era de
esperar.
Una de las reglas no escritas de las fiestas en casa de Moisés es
que nadie decía nada de lo que allí pasaba, todo se guardaba como
secreto sumarial y todos eran responsables de sus propios actos.
Dentro de la habitación para los huéspedes despertaba Carla
quien estaba recostada en la cama y con un dolor de cabeza
descomunal, no podía creer que sintiera tantas náuseas y aún todo
le diera vueltas. Despertó tratando de no asustarse desde un
principio al no encontrarse en su casa.
Inmediatamente se sentó en la cama pensando que debía salir
corriendo lo antes posible al baño, pero, no tuvo que hacerlo así.
Cerró los ojos para tratar de despejar su mente, pero, era imposible
concentrarse con el dolor que sentía. El silencio era ensordecedor.
La mente de Carla estaba completamente bloqueada y no podía
hacer nada más que sentir esa lanza que le atravesaba el cráneo.
Se dio cuenta que estaba desnuda de la cintura para arriba y
entonces por simple inercia cubrió sus senos con una de las
almohadas que estaban sobre la cama. Volteó a todos lados
buscando ver a alguien junto a ella, pero, no, estaba completamente
sola en la habitación y eso la tranquilizó un poco.
Carla no recordaba nada de lo que había pasado la noche
anterior, tenía pequeñas imágenes de alguna cosa que hizo, pero,
nada más que eso. Ahora le preocupaba su ropa, sabía que se la
había quitado justo antes de entrar en la piscina con…
—¡Héctor! ¿Dónde carajos está?
La chica se llevó las manos a la cara sin saber qué era lo que
había pasado con él. Estaba clara que cuando se metió con él al
agua ella llevaba una sola intención, pero, después todo se volvía
muy confuso hasta ese momento que se veía sentada en esa cama.
Respiró profundamente, pero, la verdad no quería gastar sus
únicas energías pensando en ese tipo de cosas en ese momento.
No tenía su móvil con ella y tampoco sabía dónde estaba el resto
de su bikini. Tenía un alto grado de seguridad de que seguía en la
casa de Moisés, le parecía que había visto una habitación contigua
a la casa cuando entró. Así que lo primero que debía hacer era
calmarse y buscar una solución.
Se levantó y entonces miró por la ventana. Efectivamente seguía
en el lugar donde se había dado la fiesta. Desde ahí veía a algunos
que seguían durmiendo afuera en diferentes áreas, siguió dando
una pasada con la mirada y apenas observó la terraza le vino a la
mente Génesis.
—¿Dónde estará ella? ¡Espero esté bien!
Le gustó haber recordado eso porque le trajo a la mente un
momento que no tenía claro y fue justo cuando entró a esa
habitación con Héctor. Se veía a ella tambaleándose un poco y
tratando de abrir la puerta con mucha dificultad.
Sintió vergüenza ajena en ese momento.
No tuvo más opción que enrollarse la sábana alrededor de ella y
salir poco a poco a ver si conseguía sus pertenencias y las llaves de
su coche. No sabía dónde las había dejado, esperaba que ningún
chico tuviese la gran idea de tomar el coche prestado para dar una
vuelta por ahí.
De puntillas salió y apenas el sol la golpeó directamente se
escondió de él. Pensó que desde otro punto de vista se vería como
un vampiro huyendo de los rayos del astro rey, pero, no quería estar
más tiempo así y siguió su camino hasta la piscina para ver si corría
con la suerte de encontrar sus cosas.
Caminaba descalza y tenía miedo de pisar algo indebido.
Si alguien pudiera comparar todo eso con algo, sería con el paso
de un huracán, era increíble cómo se habían destruido partes
importantes de la casa. Definitivamente Moisés estaría metido en un
problema cuando regresaran sus padres.
Por suerte encontró todo con excepción de la parte de arriba de
su bikini, pero, con el vestido tenía suficiente. Dobló la sábana lo
más rápido que pudo hasta volverla una pequeña bola y dejarla
sobre una de las mesas, se vistió y entonces levantó una de las
sillas que estaba volcada sobre el césped para poder sentarse.
Esperaba que de una u otra manera ahí se pudiera despejar un
poco y aclarar varias situaciones, pero nada de eso sería posible
ahora, mientras se mantuviera con el dolor. Y en ese momento justo
detrás de la parrillera vio un botiquín de primeros auxilios y entonces
fue a por él.
Dentro no había más que algunas bandas adhesivas preparadas
para heridas leves además de otras cosas, pero, nada de aspirinas,
nada que le ayudara a calmar ese insoportable dolor. Así que volvió
hasta el lugar donde estaba y se sentó de nuevo.
Tenía cuatro mensajes de texto en su móvil, pero, ninguno de
Génesis o Héctor. Entonces decidió llamar a su amiga para ver en
donde estaba, se preocupaba mucho por ella porque no estaba
acostumbrada a este tipo de fiestas y pensó que había estado
aburrida toda la noche.
Esperaba que todo estuviera bien y bajo control, lo último que
recordaba de ella era que estaba muy complacida con Moisés en la
terraza. La veía bien y eso la tranquilizó en aquel momento, pero, de
eso había pasado al menos ocho horas.
El móvil sonaba, pero, nadie lo atendía. Así que después de
intentarlo tres veces, se rindió. No creía que estaría tan lejos y dado
el caso de que alguien le haya dado un aventón de seguro le habría
avisado al menos por un mensaje de texto. Así que esperaría a que
alguien le diera acceso a la casa para buscarla allí.
Carla seguía mirando a su alrededor, parecía la escena de una
película post apocalíptica, pero seguía pendiente de encontrar a su
amiga. La cabeza estaba por explotarle y necesitaba una aspirina lo
antes posible para poder comenzar a recuperarse.
Entonces justamente cuando creía que tendría que levantarse y
buscar a Génesis la vio saliendo de la casa por la puerta que daba a
la terraza. Parecía algo confundida y se tapaba el sol con la mano
derecha, en la otra tenía los zapatos y algo más que no lograba
divisar desde ahí.
Sintió un alivio al verla y la verdad lo único que quería ahora que
la había encontrado era salir de esa casa.
La chica caminó hasta que Génesis la miró y le hizo una señal.
Ambas se dirigieron hacia el coche y entonces ya dentro se
recostaron de cada uno de los asientos. Era como si hubiesen
entrado en una cámara de reparación de resacas.
—Siento que la cabeza me va a estallar en cualquier momento.
—Pues, somos dos amiga mía. No sé con exactitud lo que pasó
anoche.
Génesis colocó sobre el tablero principal del coche lo otro que
traía en sus manos. Era su ropa interior. Carla sonrió y casi que se
sentía orgullosa de su amiga.
—¡Vaya, vaya! Al menos una de nosotras tuvo acción anoche y
por fin llegó al club de las folladas.
Ambas rieron al mismo tiempo, y Génesis no pudo evitar
sonrojarse, en ese momento era la misma de siempre la que todos
conocen, introvertida, tímida y retraída.
—Las cosas se dieron de una manera muy extraña, pero, creo
que necesito descansar sobre todo mi mente para poder pensar en
todo eso, la verdad estoy bastante confundida.
—Poco a poco, amiga. Yo creo que también necesito lo mismo
que tú, aunque sé que anoche no pasó nada. Héctor debe estar muy
molesto.
—Siento oírlo. Quizá eso explica que lo viera durmiendo en el
sofá que está afuera en la terraza justo cuando salí hace unos
minutos.
Génesis obvió por completo el detalle de que estaba desnudo.
—Creo que será mejor dejarlo dormir y esperar que se le pase la
rabieta.
Génesis entonces volvió su mirada a la terraza y sintió como se
estremeció por completo, pero, ahora sabía diferenciar ese tipo de
cosas. Desde la noche anterior se había convertido en algo más,
había madurado y quizá ahora veía las cosas de manera diferente,
no tenía nada que ver con el sexo, era algo más de ella. Algo que
debía seguir descubriendo.
Carla encendió el coche y entonces salió en retroceso hasta la
entrada principal. Manejó con mucho cuidado y a muy baja
velocidad teniendo en cuenta que aún todo le daba vueltas, con
menos intensidad, pero, seguía mareada, lo importante era llegar a
casa, sanas y salvas.
Génesis se bajó en su casa después de despedirse de Carla y
entonces se encontró a su padre justo en la entrada. Intentó poner
la mejor cara que tenía y alejó esa de preocupación que traía.
—Buen día, señorita.
—Hola, papá. No llegué tarde, como lo prometí. Mira, es de día.
— Vaya, vaya… Tenemos a una comediante en la casa.
La chica sonrió.
—Anda. Termina de llegar. Tu madre hizo café, creo que te caería
bien uno ahora mismo.
Ella entró sin decir nada más, pero, no estaba pendiente de un
café sino de descansar y tratar de recordar todo lo que había
pasado la noche anterior, era muy importante para ella, porque si
sabía que Moisés la había follado las veces que le dio la gana, pero,
había algo más que la inquietaba y era algo que había hablado con
él con lo que ella había estado de acuerdo.
Era tan importante que fue lo primero que le vino a la mente en la
mañana.
Fue muy difícil para ella despertar y sentirse como si algo le
faltara, como si de pronto todo volviera a la normalidad así no más.
Era otra vez la chica de siempre.
¡Claro que va a ser muy divertido para ti!
¿Entonces, aceptas?
El dolor de cabeza era enorme, pero, lo que más le sorprendió
fue conseguirse completamente desnuda y dormida en la habitación
principal. Sintió algo de miedo porque no sabía cuándo llegarían los
padres del chico, sería una total vergüenza que la encontraran ahí.
A su lado tenía a Moisés que ni se dio cuenta cuando ella se
levantó.
Pero, solo por un segundo se sintió libre, sintió que podía hacer
ese tipo de cosas tan locas, que era capaz de disfrutar más, pero,
no se imaginaba realmente lo que había pasado.
Se levantó.
Las cosas tuvieron que estar fuera de control durante la fiesta.
Ahora ella no encontraba su vestido y estaba caminando desnuda
por una casa en la que jamás en su vida había estado y lo peor es
que uno de los amigos de Moisés estaba dormido en el despacho.
Ella lo miró y se ocultó detrás de la puerta, pero, de inmediato
notó que el chico no despertaría con facilidad, desde ahí podía ver
su vestido y su ropa interior, así como sus zapatos. Así que era
cuestión de hacer los movimientos adecuados y recuperar sus
cosas.
Génesis entró velozmente al despacho y entonces recuperó sus
cosas, salió al pasillo donde se colocó su vestido ahí, no quiso
ponerse la ropa interior para no perder más tiempo, ni los zapatos
para evitar hacer ruido.
Pero, será una experiencia maravillosa.
Claro, las reglas las pones tú.
Eres la mejor.
Todas esas frases le llegaban la mente, así como algunas
imágenes, pero, la verdad es que no tenían ningún tipo de sentido
para ella. Era como si su mente le jugara sucio para que no
recordara nada, pero, la verdad es que había sido el alcohol, no su
mente.
Se asomó por la ventana y entonces vio a Carla sentada en una
silla, parecía estar llamando por su móvil, ella miró el suyo en ese
momento y notó que estaba en vibrador y sí tenía dos llamadas de
su amiga.
Pero, entonces algo le vino a la mente muy claramente y ella se
quedó parada en donde estaba tratando de descifrar exactamente lo
que estaba viendo, en ese momento entró otra llamada de Carla,
pero, ella no le atendió. Génesis cerró los ojos con fuerza y
entonces comenzó a preocuparse.
¿Era posible que esto fuese realidad?
Pero, sea lo que sea, lo mejor era salir de ahí de inmediato, así
que cuando iba caminando vio a Héctor desnudo acostado en el
sofá que estaba afuera, justo en la terraza. Otra imagen la golpeó
con contundencia y entonces ella se sacudió con fuerza y salió
dispuesta a irse de una vez por todas.
Vio que su amiga ya la había observado desde lo lejos y se
fueron de la casa.
En el camino no hablaron mucho más, además de lo cansada
que ambas estaban sus propias voces las molestaban muchísimo.
Las cosas eran muy extrañas, Génesis tenía un sentimiento de
culpa, vergüenza y emoción. Era como si la noche anterior todo eso
se hubiese conjugado de alguna loca manera, así que justamente
un escalofrío le recorrió la espalda. Las imágenes que le venían
eran difíciles de asimilar y creía que seguía siendo algún efecto del
alcohol.
Génesis decidió darse una ducha para poder despejar un poco la
mente y luego pensar con más calma, pero, mientras lo hacía más
cosas iban apareciendo.
El problema es que todo eso le parecía fuera de lugar, era como
tener una pesadilla y no poder escapar nunca de ella.
Ella debía enfrentar ahora varías cosas que se distribuían en
verdades y consecuencias, pues quizá Génesis se dejó llevar
mucho por eso que la estaba manejando y no pensaba con claridad,
sin mencionar todo el licor que había consumido.
Ahora solo se recostó a descansar y tratar de recuperar todas las
horas de sueño perdidas, pero, estaría soñando toda la mañana con
lo que le había pasado y descubriría nuevas pistas para poder
terminar con todo eso.
O empezar.
Por alguna razón en su mente estaba Carla, la verdad pensaba
que debía decirle algo o quizá no, lo cierto es que al recordarla todo
cambia porque era un sentimiento de tristeza lo que le invadía.
Génesis entonces cerró los ojos y se durmió.
VI

Los hechos

Justamente cuando estaba pasando el efecto del primer orgasmo


que tuvo en toda su vida, ella parecía tener más ganas que nunca y
volvió a buscar a Moisés quien estaba dispuesto a todo con ella.
La chica era demasiado fogosa para lo que él esperaba, pero, era
lo mejor que le había pasado. Para esa segunda vez las cosas
llegaron con más fuerza.
Estaban teniendo sexo a ciegas prácticamente. La borrachera
que tenían no les permitía disfrutar conscientemente de lo que
estaba pasando, aunque Moisés se había recuperado un poco,
pero, seguía bastante ebrio.
Génesis entonces se montó sobre él y empezó a moverse
rápidamente, la mirada y la actitud de la chica parecían de otra
persona, era como si ella hubiese abierto paso a algo más, algo que
no podía controlar de ninguna manera porque estaba activado por el
deseo y la pasión que sentía en ese momento.
Lo cierto es que él no podía evitar aprovecharse de todo eso.
La chica se apoyaba sobre sus hombros para mantener el
equilibrio y se dejaba caer sobre su pena con frecuencia y mucha
fuerza. Los gemidos de Génesis eran enormes, pero, era algo que
no preocupaba a Moisés, pues afuera todos estaban pendientes de
la fiesta y la música estaba a muy alto volumen.
Ella no paraba de moverse y lo besaba con muchas ganas. Se
echaba para atrás mientras se mantenía sentada y cambiaba su
movimiento por uno circular que hacía que la bestia que tenía dentro
de ella tocara cada parte, rozara en los puntos exactos y no dejara
ni un solo centímetro por explorar.
Desde ahí él tenía los enormes senos de la chica justo en frente y
los besaba sin parar. Chupaba sus pezones y los mordía con
sutileza, eso le encantaba a ella ya que cada vez que lo hacía le
pedía que no parase, era una de las cosas que más la excitaba.
Ya llevaban casi dos horas dentro del despacho de su padre, el
sexo y los juegos previos habían sido sensacionales y a pesar de
todo habían sacado más energía de lo que podían creer en un
principio.
Entonces Génesis, que aún seguía al mando, se levantó y se
apoyó sobre el escritorio de madera dejando expuesta su vagina en
un ángulo perfecto para que Moisés la follara fuerte y sin piedad.
Mientras él la tomaba por la cintura y su pelvis chocaba con las
nalgas de ella, Génesis se dio cuenta de algo que la encendió
completamente, era algo que la excitaba tanto que no quería que
terminara.
Desde la ventana alguien los miraba y al parecer lo estaba
disfrutando al máximo.
Julián uno de los amigos de Moisés estaba pasando por el lugar
cuando escuchó los gritos de Génesis, para él fue imposible no
mirar por la ventana y más con todo oscuro por esa parte de la casa.
Nadie lo vería.
La pareja estaba pasándola de lo mejor y eso era algo que
disfrutaba al máximo, era como ver pornografía en vivo, algo que no
podía depreciar. Además, se trataba de la chica más hermosa y
sexy de la universidad y la estaba viendo completamente desnuda,
ella era una diosa y no se lo iba a perder, no importaba que fuese
uno de sus mejores amigos quien se la estuviera follando.
Además, no sería la primera vez que vería a Moisés en acción,
varias veces tuvieron sexo con varias chicas en el mismo lugar, así
que él estaba concentrado en mirar con detalle el cuerpo de
Génesis, de escuchar sus gemidos y ver su rostro cada vez que era
penetrada.
Pero, ella sí lo había visto, no sabía cuánto tiempo tenía el chico
mirándolos, pero, la verdad es que eso la excitaba mucho más,
hacía que ella quisiera dar el mejor espectáculo de la vida, era como
si estuviera en un gran escenario y él fuese su único espectador,
ella daría todo por el público.
Hubo un contacto visual entre ellos, pero, Julián pensó que era
solo casualidad, que ella había visto a la ventana solamente.
Génesis entonces no dejaba de mirarlo y le sonreía mientras se
mordía el labio inferior como muestra de cómo estaba pasándola,
pero, entonces las cosas para ella dieron un vuelco.
Moisés se le acercó al oído y la jaló por el cabello, eso le
encantó, la fuerza de él.
—¿Te gusta que te vean?
Si, él también había visto a su amigo y además sabía que ella lo
miraba.
Ella no tenía más opción que dejarse llevar por las cosas, no
quería tener más opciones realmente. Génesis siguió con el juego.
—El chico es un gran espectador.
Moisés y sus amigos habían compartido muchas cosas en la vida
y entre ellas estaban las mujeres, pero, jamás habían tenido sexo
con la misma, eso le dio una idea, pero, más que nada porque ya
había logrado su cometido, no había ningún lazo entre ellos dos y
Julián podría entonces disfrutar de eso también.
—Quisieras que te follara, ¿verdad?
Ella no dejaba de mirar a través de la ventana.
—Quieres que él también te folle duro, que te haga suya.
Las palabras de Moisés la excitaban demasiado y más por el
hecho de que cada vez que le decía algo parecía penetrarla con
más fuerza, la estaba llevando a sus límites, pero, en ese momento
ni ella misma sabía cuáles eran sus extremos, no era Génesis la
que estaba actuando en ese momento.
—Sería una grandiosa idea de que él entrara ahora y te mirara
más de cerca y pudiera tenerte también.
Ella se imaginó todo lo que su amante le decía y su corazón
palpitaba mucho más fuerte, aunque no podía evitar sentirse un
poco nerviosa, pero, la idea era lo mejor que había escuchado en su
vida.
Tener a dos hombres la misma noche, justo cuando estaba
dejando de ser virgen… No era exactamente como lo había
imaginado, pero no podía haber algo mejor si el chico también era
un amante extraordinario como lo es Moisés.
—Sería genial. Claro que me encantaría.
Las palabras de Génesis retumbaron en los oídos del chico que
de inmediato comenzó a follarla mucho más rápido. Ella entonces se
aferró con fuerza al escritorio dejando caer algunas cosas que
estaban sobre él, no dejaba de mirar a Julián y entonces sintió
cuando Moisés se corrió dentro de ella y a pesar de que lo disfrutó
como la primera vez ahora en su mente tenía algo más.
Cuando el chico paró de follarla entonces ella levantó una de sus
manos y movió su dedo índice en dirección a la ventana, el
movimiento le indicaba a Julián que era momento de su entrada.
Seguía sumida en el papel que desempeñaba ahora y no podía
dejar su cuerpo sin todo lo que le estaba pidiendo en ese momento.
La piel se le erizó de solo pensar que el chico podía entrar en
cualquier momento.
Afuera Julián se quedó congelado porque realmente pensaba que
no lo había visto y entonces su corazón comenzó a latir con fuerza.
Ella seguía pidiéndole que entrara, pero, no sabía qué hacer en
ese momento, no tenía ni las fuerza para correr he irse, pero, por
otro lado, quería saber si lo que estaba viendo era verdad o era
producto de todo el alcohol que había bebido, esas cosas no pasan
con frecuencia.
La chica le dijo algo a Moisés. Hablaron por un par de segundos y
eso fue todo.
Moisés fue por su short y entonces salió de la habitación,
Génesis que estaba deseosa de más sexo se terminó de subir al
escritorio y se acostó. La chica se tocaba los senos de manera
sensual y metía sus dedos en la boca, estaba completamente ida,
como en otro mundo y no quitaba la mirada del chico detrás de la
ventana.
Julián no podía dejar de verla, era como si ella le estuviera dando
esa actuación, era solo para él porque ahora no había nadie en el
despacho. El cuerpo de la chica era seductor y muy sexy, la verdad
es que era algo que todos sabían, pero, verla desnuda era una cosa
completamente diferente.
Sus gestos eran de una mujer decidida, de una mujer que estaba
disfrutando de su vida sexual sin tabúes, sin miedos de ningún tipo,
ese tipo de cosas le gustaban, pero, también lo intimidaban un poco.
Génesis estaba actuando sin saber lo que realmente estaba
haciendo, se sentía poseída, llevada por una fuerza enorme, pero,
las cosas estaban saliendo mejor de lo que esperaba. Así que no se
dio la tarea de evitarlo.
Estaba siguiendo sus instintos y seguía echándole la culpa al
alcohol, quizá. Era una manera lógica de explicar lo que estaba
pasando, solo que en realidad no se concentraba mucho en eso.
Afuera Julián fue sorprendido por su amigo quien entonces lo
llevó a dentro de la casa y le comentó lo que había pasado. No era
fácil asimilar para él que la chica más retraída de toda la universidad
estuviera aceptando tener sexo con él así nada más, pero, Moisés
no le mentiría en algo así.
—La chica es otra. Completamente. Parece que algo la
gobernara y no lo pudiera evitar.
—¿No está demasiado borracha?
—Todos bebimos esta noche, Julián y la verdad es que ninguno
está en sus cinco sentidos, pero, lo de ella no es solo el alcohol, ella
necesita todo ese sexo que tanto pide. Es una Diosa.
Eso lo sabía Julián que había estado viendo a Génesis durante
todo el año, pero, no se había atrevido a acercarse a la chica porque
sabía de las intenciones de su amigo con ella, pero, ahora tenía una
oportunidad de oro. Él mismo era quien le decía lo que ella quería
hacer.
Estaba asustado, eso no lo podía negar, pero, más allá de todo
comenzaba a excitarse seriamente de solo pensar en lo que podía
pasar.
Moisés le dio una palmada en la espalda y entonces comenzó a
caminar hacia la puerta de salida.
—¿Te vas?
—Fue una de sus condiciones, amigo. Nadie más puede estar en
el lugar.
El chico sonrió y entonces siguió su camino saliendo de la casa.
Ahora Julián seguro que solo tenía una opción y de pronto
escuchó como la chica gemía dentro del despacho. Eso fue una
alarma para él y entonces decidió entrar ya armado con una
erección que amenazaba con romper su pantalón.
Cuando abrió la puerta vio Génesis, quien seguía en el escritorio,
masturbándose. La chica estaba necesitada de placer, estaba
pidiendo a gritos que la follaran, era increíble verla así.
Julián cerró la puerta aún con algo de dudas, pero, la verdad es
que no era algo que se viera con regularidad, ella estaba ahí
esperando por él, de eso no había ninguna duda.
Se acercó poco a poco y entonces ella se dio cuenta de su
presencia y dejó de tocarse por un momento.
—Te gusta mirar, ¿no?
Él sonrió.
—¿Pero, te gusta tanto como para no dejar de hacerlo y venir por
mí?
No hubo nada más que decir, en ese momento Julián se quitó la
camisa y la tomó por las piernas. Con habilidad pudo bajarse un
poco el pantalón y enseguida comenzó a follarla. Esta vez ella se
estaba dejando llevar.
La vista de Génesis desde ahí era impresionante. El chico
también era muy musculoso y atlético, era como si los estuviera
coleccionando, ella se sentía mujer y más que deseada.
Los grandes brazos de su nuevo amante se contraían cada vez
que la penetraba por la fuerza que ejercía sobre las piernas de ella.
La tomaba tan fuerte que sus dedos estaban quedando marcados
en la piel de la chica, pero, eso era lo que menos le importaba,
Realmente le llamaba la atención otra cosa.
La fuerza y virilidad del muchacho eran increíbles, había tenido
una gran experiencia con Moisés, pero, ahora este que venía con
las baterías nuevas le estaba dando hasta más no poder, no paraba
ni un momento y la tocaba hasta el fondo.
No había podido ver que tan dotado era, pero, lo cierto es que de
la manera que la estaba follando no pensaba en mirárselo, estaba
haciendo un buen trabajo con su miembro, la estaba haciendo volar
lejos de ese despacho, lejos de esa casa y más lejos aún de la
fiesta. Ella tenía la verdadera celebración ahí dentro.
Los gemidos de la chica eran intensos. Ella trataba de agarrarse
de cualquier lado, pero, le era imposible, Julián seguía penetrándola
hasta más no poder y entonces se inclinó y la tomó por los hombros,
con ese apoyo, él tenía más fuerza sobre ella y cada penetración
era hecha salvajemente.
Génesis gritaba.
El momento era más que mágico, era mejor que cualquier sueño
erótico que pudiera tener, ahora tenía a su segundo hombre de la
noche, este con más virilidad, con más fuerza y dispuesto a hacerla
suya de todas las maneras, notaba que el chico lo único que quería
era hacerla gemir.
Ese despacho se había convertido en un festín sexual y todo
estaba completamente regado. Papeles, carpetas, artículos de
oficina… Todo estaba por el suelo, desparramado.
De pronto Génesis se contuvo y aguantó lo que estaba sintiendo
dentro de ella. Todas las sensaciones se estaban agrupando en un
solo punto y entonces se venía un gran orgasmo. Ella no quería
sacarlo aún, estaba dejando que él la siguiera follando hasta que ya
no pudiera más.
Entonces hubo un detonante.
Él se corrió por completo con un gran chorro. La sensación fue
para ella más que majestuosa y eso hizo que Génesis respondiera
de la misma manera explotando por completo y arropando con su
vagina el pene de Julián. Sus músculos se contraían completamente
y ella se retorcía involuntariamente.
Los gemidos de la chica quedaban ahogados en su garganta y no
podía evitar sentirse completamente relajada. Estaba esperando eso
con esa intensidad, definitivamente no sabía cuál había sido mejor,
pero, la verdad es que estaba completamente complacida. Ambos
chicos la habían llevado al cielo y también la habían traído de vuelta.
Julián acercó una silla y se sentó en ella mientras que Génesis
seguía con sus espasmos sobre el escritorio. La chica se llevaba las
manos a la cabeza y no podía creer lo que estaba viviendo, su alter
ego había escapado por fin y la había hecho disfrutar de lo que la
tímida Génesis jamás habría podido hacer.
Sus pensamientos iban más allá de todo lo que podía imaginar,
esa era su noche, estaba dando todo lo que siempre había deseado
en lo más profundo de su ser, estaba dejando los miedos a un lado y
se sentía libre y feliz por primera vez en la vida. Ahora las cosas
serían diferentes para ella, pero, quizá tenía un problema muy
grande.
Pero, entonces se dio cuenta de que las cosas podrían estar
mejor, que la noche era joven y ella seguía con fuerzas y fue justo
en ese momento cuando otra sorpresa entró por la puerta mientras
ella se levantaba.
Tanto Julián como ella quedaron sorprendidos.
VII

Deseo incontrolable

Génesis despertó y era más del mediodía, no tenía ninguno de


los síntomas normales de una resaca y eso era porque no tenía
ninguna. Se sentía descansada, pero, ahora las cosas estaban
llegando con claridad a su mente.
Sentada en la orilla de la cama veía como todas las imágenes
llegaban a ella sin parar, no podía creer lo que su mente le
proyectaba, ahora entendía que era lo que estaba pasando y se
sentía bastante culpable por muchas cosas que sucedieron y no
debieron ser así.
Pero, todo tenía una explicación.
Dos años antes cuando estaba sola después de verse con su
exnovio, Génesis llegó a su casa y se sentía bastante extraña por
una razón en particular. Esa tarde había tenido un episodio bastante
ardiente con su pareja, los besos se hicieron intensos mientras
pasaba el momento y luego las caricias se hicieron presentes.
Los chicos estaban muy jóvenes y eran inexpertos, así que era la
primera vez que sus manos tocaban aquellos lugares, estaban
aprovechando que no había nadie en casa y así tendrían todo el
tiempo libre y sin problemas.
Estaban muy nerviosos y eso lo podían corroborar sus
temblorosas manos y el sudor en ellas, pero, no podía parar de
hacer lo que estaban haciendo y siguieron poco a poco, explorando
y disfrutando la situación.
Ella se había dejado llevar por todo eso que sentía y él estaba
preparado para todo. Ambos chicos fueron precavidos y además
hicieron todo con calma.
La situación estaba llegando al punto de no retorno justo cuando
escucharon el coche de los padres de su ex-novio entrando, ellos
tuvieron que arreglarse la ropa de inmediato y tratar de calmarse lo
más posible, prendieron la televisión y se quedaron sentados uno al
lado del otro.
El chico se puso un cojín sobre las piernas para ocultar su
erección y en ese momento entraron los padres que se limitaron a
saludar y seguir de largo. Génesis y el muchacho se rieron
nerviosamente y todo había pasado. Ellos siguieron viendo la
televisión por un momento más hasta que ella se fue a casa.
Pero, la sensación de haber estado tan cerca de poder llegar al
próximo nivel había quedado en la piel de Génesis, ella seguía con
el corazón acelerado y no sabía cómo reaccionar al respecto, ya
había pasado más de dos horas de ese momento y se mantenía
vibrando.
Se recostó en su cama y no podía evitar pensar en los besos de
aquel chico y en la forma en que la tocó, era imposible no sentirse
excitada y en pocos términos había quedado con las ganas.
Su mente seguía volando y adentrándose en lo que pudo haber
pasado aquella tarde.
Entonces Génesis sin darse cuenta comenzó a tocarse. Sus
caricias comenzaron primero por encima del pantalón, pero, poco
tiempo después ya la tenía por dentro.
Sintió con un poco de curiosidad, pero, su mente estaba tan llena
de pensamientos que siguió sin darle muchas vueltas al asunto.
La chica comenzó a masturbarse y no creía que la situación sería
tan intensa. Seguía imaginando, seguía tocándose, ahora con sus
dos manos, recorría sus senos, su abdomen y poco a poco se fue
sacando toda la ropa, no abría los ojos para nada pues no quería
perderse nada de lo que estaba viendo.
Pronto estuvo con el pantalón por los tobillos y el panty corrida
hacia un lado dejando entrar un par de sus dedos.
La chica entonces dejaba salir unos pequeños gemidos que
debía ahogar si no quería ser descubierta por su madre o su padre,
entonces tomó una de las almohadas y la puso en su cara para
silenciar los sonidos.
Entró en una especie de dimensión desconocida y estuvo
tratando de mantener la calma, pero, no podía, cada vez iba más y
más lejos. Génesis estaba sumergida en un amasijo de sensaciones
e ideas que solo la hacía querer más de lo que hacía.
La chica entonces siguió sin parar y no tenía noción del tiempo ni
del espacio. Su mente estaba nublada y los recuerdos parecías
bloquearse, solo importaba lo que en ese momento sentía, era como
si se convirtiera en otra persona, en una Génesis que estaba
escondida y que necesitaba de eso.
Pudo tener un pequeño orgasmo que no disfrutó del todo porque
en ese momento comenzó a sentirse nerviosa, no sabía que hacer
al respecto, pero, lo peor era que quería seguir sin para, quería que
las cosas se pusieran mejor y que pudiera sentí todo lo que
deseaba.
Entonces dejó a un lado sus miedos, era una manera de
bloquearse. En su mente la hablaba completamente sucio al chico,
ella experimentaba una especie de metamorfosis que no podía
controlar, estaba en presencia de su alter ego por primera vez.
Así que después de eso estuvo tratando de evitar ese tipo de
situaciones porque la verdad es que la llevaban a otro mundo, la
hacía ser diferente, era un individuo dentro de ella y lo peor es que
su memoria se bloqueaba completamente.
Génesis entendió por fin que las cosas no eran casualidad y que
realmente no fue el alcohol lo que la hizo hacer todo ese tipo de
cosas. Había dejado que esa identidad, que de uno forma u otra se
apropiaba de su cuerpo, saliera e hiciera todo lo que quería.
Su piel se erizó completamente y sintió cómo su corazón
bombeaba cada vez más sangre.
Ahora seguía sentada en su cama y todo lo que su mente había
bloqueado ahora llegaba con claridad.
Todas y cada una de sus palabras eran repetidas una y otra vez,
ella recordaba ahora todo lo que había pasado y más que un
problema podría tener dos, no solo a nivel personal, sino que
también podría salir herida su mejor amiga. Carla estaba metida en
todo eso indirectamente.
Y había sido justo en el momento en que terminaba de tener sexo
con Julián.
En la puerta apareció Manuel, otro de los amigos de Moisés. Él
estaba completamente desnudo y más borracho que el resto con
una botella en la mano. Se acercó sin pensarlo al escritorio y
entonces Julián salió creyendo que eso era parte del trato que ella
había hecho con Moisés, pero, la verdad es que no era así, ni
siquiera Génesis sabía que era lo que pasaba.
Ella cerró sus piernas creyendo que el chico iba de manera
violenta, pero, no era así para nada.
Él se detuvo por un momento frente a la chica y aunque no
coordinaba bien lo que decía, se acercó para hablarle.
—Sabía que en algún momento… cuando… Estaba pasando y te
escuché.
Génesis entonces vio que era completamente inofensivo y que
quizá podría seguir con su colección de chicos musculosos esa
noche.
Pero, ya basta, es hora de parar.
¿No has tenido suficiente?
Entonces el alter ego de la chica respondió con una acción y fue
agarrándole el pene a su nuevo juguete.
Tenía chance de tener a uno más, tenía la necesidad de que él
también la follara, estaba quedando como una perra y así lo sería
para toda la vida, pero, no le importaba eso, estaba haciendo lo que
quería hacer desde hace mucho tiempo.
El desorden de psicológico de Génesis estaba en su punto más
crítico y subconscientemente se daba cuenta de eso. Pero, no lo
podía parar.
—Quiero que me llames Débora. Quiero que me hables sucio.
Ahora si estaba metida completamente en su papel.
La chica le quitó la botella y la bebió casi entera y la dejó caer a
un lado.
Manuel se acercó más, pero para él todo sería más difícil, pues
estaba completamente mareado.
Así que la chica se deslizó hasta caer en la alfombra y jaló de la
mano a Manuel.
—Oh, Géne…
Ella le tapó la boca con un dedo.
—Shhhh… Débora, cariño. Me llamo Débora.
El comenzó a follarla poco a poco, pero, no lo hacía nada mal,
solo que no tenía esa energía de sus otros dos amigos.
—¡Débora!
—Así es. Sigue sin parar.
Ella lo disfrutaba, era muy diferente a lo otro que había pasado,
pero, sin dudas que este chico se las traía. Era un poco más
cariñoso que el resto, y la miraba con los ojos más sinceros que
había conocido.
Manuel siguió penetrándola y cada vez tomaba más confianza en
lo que hacía.
Esta vez los gemidos de ella eran más retraídos, pero, se sentía
querida en ese momento, sentía que las cosas iban de otro modo,
pero con el mismo fin.
El problema estuvo justo cuando la situación se ponía mejor,
Manuel estaba tan borracho que entonces no tuvo más fuerza para
seguir y se cayó de lado, Génesis trató de mantenerlo sobre ella,
pero, le fue imposible.
Manuel terminó de correrse en la alfombra.
Ella no pudo soportar que eso ocurriese así, trató de despertar al
chico, pero, ya era tarde. Ahora la chica estaba con las ganas más
activas que nunca, no podía quedarse así. Era imposible, así que
buscó su vestido y se lo colocó para salir a buscar a Moisés o…
Justo al salir se encontró en el sofá de la terraza a Héctor y ahí
fue el único momento de lucidez que tuvo.
No, con él no. No puedes hacerlo.
Lo sé, pero, no lo puedo evitar.
No, Génesis con él no.
Se quedó mirándolo por un momento y él hizo lo mismo sin
entender qué era lo que pasaba.
No soy Génesis. Llámame Débora.
La chica embistió inmediatamente a Héctor y se sentó sobre sus
piernas. Para él todo era completamente extraño y seguía
confundido.
Génesis nunca había tenido un comportamiento parecido con
nadie en la universidad y mucho menos con él que era el chico de
quien su amiga estaba enamorada. Al primer instante trató de
quitársela de encima con caballerosidad, pero, ella parecía muy
decidida y él no quería lastimarla.
La chica entonces comenzó a sacarle la camisa y Héctor se dejó
llevar por lo que pasaba, no pudo evitarlo.
Además, estaban en la misma situación, ambos habían quedado
con las ganas de sexo y en ese momento debía saciar sus deseos.
La camisa del chico terminó sobre un arbusto y ella lo miró.
—¡Bingo!
Era otro de los musculosos, había tenido buen ojo esa noche y no
había nada que la excitara más que unos abdominales bien
marcados y los de Héctor eran como rocas, en ese mismo instante
ella los acarició y comenzó a moverse sobre el regazo de él.
Héctor, que, a pesar de estar pensando en Carla en ese
momento, no dudó entonces en tomarla para él sin importar lo que
pasara después. Génesis era un caramelo que debía comerse si se
le presentaba de esa manera, eran los instintos más básicos los que
salían a flote.
Entonces la levantó para poder sacar su pene y cuando estaban
en eso trastabillaron y después de dar dos pasos hacia atrás
cayeron sobre el abundante césped, así que no les importó nada
más y ahí mismo comenzó a penetrarla.
Estaban cubierto por los arbustos que estaban en la zona,
además la oscuridad de ahí evitaría que alguien los viera, si es que
a esa hora seguían despiertos.
Héctor la volteó y entonces le subió el vestido. Solamente lo
necesario para ver su meta.
Su primera sorpresa es que la chica no tenía ropa interior, así que
sin pensarlo comenzó a penetrarla con mucha facilidad dado a que
estaba completamente mojada.
Los brazos y el rostro de ella rozaban el césped y se sentía frío y
un poco áspero. Pero, ella estaba feliz de que cayeran ahí, era algo
nuevo para esa noche.
Tu mejor amiga está enamorada de él.
Debes irte de aquí.
Génesis cerraba con fuerza los ojos para evitar que esas cosas la
desconcentraran, era su noche y ella haría lo que quisiera, tenía su
harem de musculosos hombres para ella sola, tenía el derecho de
sentirse amada y de follar las veces que quisiera y no podía dejar a
un lado a este majestuoso espécimen.
La piel morena de Héctor y su indomable fuera era digna de tener
el cuerpo de Génesis, ella así lo creía y lo deseaba, además estaba
completamente fuera de control.
Apretaba fuertemente el césped y rasgaba tierra con las uñas, el
chico la estaba destrozando completamente.
No es justo para ella.
No es justo para ti, tampoco.
Tú no eres así
Entonces de una u otra forma sintió un pequeño remordimiento
por lo que estaba haciendo, pero, no podía parar a esa diera que
tenía detrás de ella, además no quería pararlo, ya estaba ahí, el
daño estaba hecho.
Así que se relajó y siguió dejando que Héctor la follara con
fuerza.
Comenzó a gemir, pero, en ese momento sí que no era permitido
para nada, así que él le tapó la boca con fuerza y eso le encantó,
sintió como si lo hicieran a escondidas como si estuviesen en
peligro.
Génesis estaba lista para sentir su tercer orgasmo de la noche
con su cuarto hombre.
Y así fue. Apretó con fuerza sus dientes para mantener la boca
cerrada y se contuvo de decir una sola palabra en absoluto… Sus
piernas volvieron a moverse por espasmos, la verdad es que este
estuvo más intenso que ninguno, quizá era por ser el tercero o
porque tenía el ingrediente extra de estar haciéndolo con el chico
que no debía hacer tocado.
Ambos quedaron exhaustos y tendidos en el césped. Ella
entonces miró el firmamento y comenzó a adormecerse, pero, no se
quedaría ahí.
Se levantó y entonces entró a la casa de nuevo, se quitó el
vestido y buscó un sitio a donde dormir. Subió por las escaleras y se
dejó caer sobre la cama más grande que vio, tenía a alguien a su
lado, pero, la verdad no le dio ni la más mínima importancia.
Génesis por fin había tenido todo lo que deseaba, ya no quería
más, estaba conforme por esa noche. Su mente comenzó a
aclararse, pero el sueño la venció.
Antes de quedarse dormida pensó en Carla, quizá ella no
merecía estar con un chico como Héctor que se follaba a la primera
que se le sentaba sobre las piernas.
¿Pero, por qué estaba solo?
¿Dónde estaba Carla?
¿Por qué había hecho todo esto?
¿Quién era ella realmente?
Una lágrima le corrió por la sien hasta que le llegó al oído y
entonces cerró los ojos. Dejó salir a su alter ego y descansó por un
buen rato.
Génesis había salido de su virginidad por todo lo alto, había
tenido a cuatro chicos en una misma noche, pero, ahora sentiría una
culpa muy grande por haber estado con Héctor, él debería ser
intocable, pero, nadie lo es cuando el alter ego de ella aparece y
tiene hambre de sexo.
Quizá arreglaría las cosas después, o quizá sería solo un secreto
que guardará para siempre.
VIII

¿Ocultándose de nuevo?

Génesis necesitaba parar de alguna manera todos esos


recuerdos que la estaban ahogando, la chica estaba a punto de
llorar porque había dejado su reputación por el suelo y además
había hecho que su desorden psicológico engañara la confianza de
su mejor amiga. De su hermana.
Ella jamás habría hecho algo así estando en sus cabales, pero, la
noche anterior se había dejado llevar por lo más fuerte que había
sentido nunca. No era completamente su culpa, ella necesitaba
buscar la manera de salirse de ese paquete como fuera.
Ella, conscientemente, nunca habría pensado estar con más de
un hombre una misma noche y mucho menos con cuatro, era algo
terrible para ella, era algo fuera de lo lógico… Algo… Algo… La
chica levantó su mirada hacía la ventana que tenía frente a ella y los
dijo en voz alta.
—Algo tan maravillosamente satisfactorio.
Pero, entonces bajó la mirada al suelo.
Se sentía culpable por pensar así, creía que las cosas estaban
mal, pero su cuerpo lo recordaba de otra manera. Ella se
encontraba en una batalla moral interna de la cual no iba a salir
ganando de ninguna manera porque su mente le decía una cosa y el
resto de ella otra.
Tenía que buscar la forma de evitar que todo eso sucediera de
nuevo, ¿cómo era posible que no pudiera tener la valentía para
encarar una fuerza que venía desde ella misma? Génesis se sentía
atada de manos y pies, creía que ese desorden solo le traería
problemas.
A menos que ella encontrara la manera de convivir con eso sin
que la dominara, pero, al parecer eso sería imposible. Parecía ser
secuestrada en cuerpo, alma y mente.
La chica estaba desesperada porque lo más seguro era que hora
todos se enteraran que era una cualquiera, que le encanta estar con
varios hombres a la vez, que está dispuesta a que la follen toda una
noche porque no consigue la manera de satisfacerse.
Casi podía escuchar todos los rumores sobre ella.
No podría salir de nuevo y mucho menos ir a la universidad,
todos la señalarían y sabrían lo que pasó, ella estaba ahora entre la
espada y la pared.
Génesis se sentía desesperada, pero, no solo por lo que podría
pasar con su persona, sino que quizá perdería a una amiga y eso
era lo que más le dolía en el alma.
Recordó cada uno de los momentos con Carla y eso nunca lo
podría cambiar por todas las noches de sexo alocado por mil
hombres.
Se levantó de la cama y entonces caminaba por su habitación
buscando una solución a todo lo que estaba pasando.
Justamente en ese momento su móvil comenzaba a sonar, pero,
ella no tuvo ni siquiera el valor de ver de quien era la llamada
entrante, se sentía incapaz de hablar con nadie en ese momento.
Dejó que el buzón de voz hiciera su trabajo.
Pero, el móvil comenzó a sonar de nuevo, era como si se tratase
de una tortura, así que se acercó y lo cogió sin pensarlo. Era
Moisés.
Es bastante extraño que esté llamando.
Claro que iba a llamarte, quiere más de lo que fácilmente le diste.
¡Cualquiera!
Soltó el aparato sobre la cama.
Génesis tenía cosas más importantes que hacer y resolver, pero,
al parecer Moisés no se quedaría tranquilo hasta que ella le
atendiera. El móvil comenzó a sonar nuevamente y entonces ella le
atendió.
—¡Sí!
—Hola, Génesis. Espero estés bien.
El tono de voz del chico era neutral y realmente llamó la atención
de ella.
—¿Qué sucede, Moisés?
—¡Vaya! Parece que no estás de humor.
—Para nada.
Ella estaba reaccionando de la manera equivocada.
—Solo quería saber si podríamos vernos esta noche.
¿Es en serio? ¿Para qué querría verme?
Esa voz, por Dios. Esa voz me recuerda tantas cosas.
—No creo que sea buena idea, Moisés. Yo la verdad…
—Creo que sí es una buena idea. Todos los muchachos
queremos hablar contigo.
Entonces ella se quedó sin habla por un momento y sintió un
escalofrío al saber que estarían todos juntos.
—No entiendo que me quieres decir.
—Si lo sabes. Te esperamos en mi casa a las 4:00 pm, no faltes.
Ella intentó decir algo más, pero, ya la llamada estaba cortada.
Su corazón no dejaba de palpitar fuertemente y ahora no sabía
qué pensar. Por un lado, estaba la duda de asistir, pero, por el otro,
y aunque no tan fuerte como la noche anterior, estaban las ganas de
verlos juntos de nuevo, de tener la oportunidad de tenerlos de
nuevo.
Pero, no. No era eso lo que ella quería, ¿o sí?
Génesis estaba atrapada por su propia culpa, ya no sabía qué
pensar.
Ir hasta allá sola era como dejar que una gallina entrara en una
cueva llena de zorros hambrientos, sería una locura porque no
habría nadie más allá. Al menos durante la fiesta había más
personas y podría pedir ayuda si la necesitaba, pero, ahora las
cosas eran diferentes.
Las ideas iban y venían, pero, ahora los recuerdos eran más
fuertes y la verdad es que por momento se dejaba llevar y hasta
sentía como se mojaba. Génesis estaba luchando por mantener
encerrada a esa lujuriosa mujer y si tomaba la decisión de ir sería
solo para saber qué era lo que ellos tenían que decirle.
También sería una buena oportunidad para hacerles entender
que fue cosa de una sola noche y que fue gracias al alcohol.
Simplemente una noche de locura que no se repetiría jamás.
Jugaba nerviosamente con su móvil. Lo pasaba de lado a lado
intentando llamar a Carla, pero, no podía hacerlo, realmente no
sabía lo que le iba a decir. ¿Estaba segura que valía la pena hacer
pasar a su amiga por algo así?
Pero, también estaba el punto de que el chico quizá no la estaba
tomando en serio y eso también le preocupaba, porque si llegaran a
estar juntos algún día ella tendría que advertirle, pero, ¿qué iba a
decirle? ¿Qué el chico la a engañaría fácilmente? ¿Y después como
lo probaría?
Tomó la decisión de ir hasta la casa de Moisés y primero aclarar
todo con ellos, después vería cómo iba a actuar con respecto a
Carla. Saldría de una situación a la vez.
Tomó una ducha rápida y entonces bajó a comer algo y a tratar
de organizar sus ideas y tranquilizarse.
—¿Recordaste que tenías familia?
—De hecho, me siento muy mal para tus sarcasmos, papá.
El hombre la miró con detenimiento y supo que algo le pasaba.
—Desde que llegaste en la mañana estás extraña, pero, ahora
pareces atemorizada.
—Son ideas tuyas.
—Esta bien, no pasa nada entonces. Solo te recuerdo que
puedes contar conmigo para lo que quieras y quizá hasta un buen
consejo puedo darte.
Su padre siempre tenía la manera de hacerla reír, era su
especialidad y Génesis lo agradecía siempre.
Le pidió el coche a su padre y justo quince minutos antes de la
hora para la cita salió decidida y con la frente en alto, no había nada
de que sentirse avergonzada, o al menos no se lo demostraría a
ellos.
El camino fue más corto de lo que esperaba y no lograba
calmarse por completo, seguía luchando por no pensar en los
momentos de la noche anterior porque de una u otra forma la
excitaba completamente. Se aparcó justo en la entrada de la casa y
entonces respiró profundamente, tomó su móvil y llamó.
—Estoy afuera.
Le dijo a Moisés después que le atendiera de inmediato.
—Bien, Génesis. Entra. Estamos en la terraza.
La terraza. ¡Vaya sitio para hacer la reunión! Justo donde
comenzó y terminó toda la locura anoche. Ella tenía que armarse de
valor porque realmente no sabía con qué iba a encontrarse.
Había muchas opciones, pero, la verdad es que no sabía qué
pensar. Dejó que simplemente las cosas pasaran, era lo mejor que
podría hacer y mientras más rápido fuese, mejor.
Las imágenes comenzaron a invadirla más rápidamente, no
paraba de ver los miembros de cada uno de los chicos y como la
follaron individualmente. Eso la hacía salirse de concentración,
hacía las cosas más difíciles.
Se bajó del coche, respiró de nuevo y comenzó a caminar.
Te gustaría que él entrara a follarte también, ¿cierto?
Dime Débora.
Génesis trataba de mantenerse cuerda, pero, con cada paso las
cosas se ponían más difíciles. Todo le traía recuerdos.
Por fin vio a los chicos y se acercó hasta donde ellos estaban. Sin
nervios, con calma y mirando siempre al frente, ella no quería dar la
sensación de lástima o de tener culpa por algo.
—Hola, Génesis. Puedes sentarte.
Los cuatro estaban muy serios y observó que la puerta de
entrada a la casa estaba completamente cerrada. Todo parecía
estar muy tenso en el ambiente.
—Gracias.
Moisés fue quien habló.
—Al parecer las cosas se fueron de control para todos anoche y
sé que es extraño que estemos aquí hablando de eso, normalmente
sería más fácil olvidarlo y dejarlo pasar.
El chico parecía estar un poco nervioso, su voz no era tan segura
como solía ser. Definitivamente había algo detrás de todo esto, esta
era una conversación muy importante para ellos también.
—Pero, la verdad es que no hicimos nada malo, por si no lo
recuerdas.
—Lo recuerdo todo perfectamente y tienes razón, no hicimos
nada malo.
—Perfecto, nos alegra que pienses de la misma forma y más allá
de eso, muy personalmente me complace que lo recuerdes todo, así
podremos avanzar más rápido.
Mientras Moisés hablaba ella recordaba como la había levantado
fácilmente del sofá donde justamente estaba sentada en ese
momento para meterla a la casa después. Ese despacho estaba
lleno de historia.
El recuerdo la hizo estremecer.
—Perfecto, Moisés. Es lo que quiero y así podremos irnos a casa.
Génesis se aclaró la garganta.
El la miró fijamente.
—El punto es que a pesar de que la pasamos muy bien hay algo
que nos afecta directamente y es que estamos a punto de entrar a
hacer nuestras carreras como deportistas y un cuento como el de
anoche podría perjudicarnos mucho por la parte de comportamiento
y disciplina.
¿Los muchachos le estaban pidiendo que mantuviera el secreto?
Eso sería genial porque ella también se vería beneficiada al
respecto. Quizá las cosas se equilibrarían un poco a su favor.
—Entiendo.
En su mente la imagen del miembro de Moisés apareció de
pronto al igual que la noche anterior justo cuando estaba dispuesta
a comenzar la acción con un poco de sexo oral. Su lingote de oro.
Otra vez se le hizo agua la boca, casi podía saborearlo.
Ella no podía evitarlo, pero, se mantenía inmutable sentada en el
sofá.
Tomó la palabra Julián.
—No queremos que tomes las cosas a mal, creo que lo que
hicimos fue algo genial y no queremos despreciarte como mujer,
solo que lo dejemos como la aventura de una noche y que no salga
de aquí. Te respetamos por lo que eres, eso tenlo por seguro.
Génesis se veía sobre el escritorio llamando a Julián cuando lo
veía a través de la ventana y recordaba la manera en que sus
brazos se tensaban con fuerza cuando la tomaba por la cintura. Los
músculos del chico estaban bastante definidos y la fuerza con la que
la folló era increíble, casi podía escuchar cada vez que chocaban
sus cuerpos.
Ella se acomodó en su asiento, estaba mojándose. Debía dejar
de pensar esas cosas.
—Entonces me están pidiendo que les guarde el secreto, ¿cierto?
Todos asintieron con la cabeza. Parecía más bien que estaban
siendo regañados por su maestra de primaria.
Manuel intervino de pronto.
—Lamentablemente las cosas se dieron mientras estábamos
bebiendo y todo ese tipo de cosas nos podrían afectar directamente.
No queremos sonar como egoísta, pero, estamos hablando de
nuestro futuro y es algo muy importante.
Seguía interviniendo de la misma manera en que se la había
follado, parecía que lo hubieran organizado de tal manera.
La imagen que se le vino de Manuel al principio no fue la mejor,
pero, recordó sus caricias y la manera en que él la hizo suya a pesar
de lo borracho que estaba. Eso la hizo sonreír levemente.
Así que las cosas pintaban bastante bien para ella, pero había
uno solo de ellos que no había dicho nada y ni siquiera la había
visto a la cara.
Héctor estaba tranquilo esperando que terminara la reunión y
mientras el resto seguía hablando ella aprovechó que usaba sus
lentes oscuros y lo miró fijamente.
El recuerdo que le venía de él era un poco más confuso, pero, le
encantaba como se veía la piel del chico con la luz de la luna y la
manera en que la penetraba, él fue el que más se hizo sentir,
durante todo el acto nunca perdió la fuerza y además parecía estar
sacándose algo que llevaba por dentro.
Quizá pensaba que en algún momento ella le diría a Carla lo que
había pasado y era lo más lógico o tal vez estaba pensando la
manera de salir de ahí sin mirarle ni decirle nada.
Moisés levantó su voz de nuevo.
—Yo termino diciendo que no me arrepiento de nada.
Ella dirigió de nuevo su mirada hacia él. Moisés fue quien lo inició
todo, fue él quien encendió la mecha y después nadie, más que ella
misma, pudo apagarla. Recordaba cómo pudo hacerle todo el sexo
oral que quiso, como lo hizo beber whisky de su pie y cada una de
las penetraciones que el chico le dio.
Fue él quien hizo que saliera ese alter ego, era su culpa. Por
culpa de sus músculos perfectos y su atractivo rostro. El causante
de todo ese terremoto.
Las imágenes de todos aparecían sin para, pero, ahora ella no
sufría por eso y dejaba que las cosas fuesen como tenía que ser.
Génesis se quedó callada un rato y entonces se levantó de su
puesto.
—No puedo negar que las cosas anoche se salieron de control
como ustedes mismos dicen, pero, dentro de toda esa locura las
cosas salieron muy bien, chicos. Créanme que lo vivido anoche me
perseguirá por siempre, pero, jamás saldrá nada de mi boca, con
este secreto nos beneficiamos todos y es lo importante.
Se colgó su gran cartera en uno de sus hombros y se arregló las
gafas de sol.
Ellos la seguían viendo como una diosa, de hecho, no podían
creer que la habían tenido.
Génesis se dio media vuelta y entonces habló.
—Todos tenemos momentos difíciles y otros que no
comprendemos completamente, quizá el alcohol ayude a
desinhibirnos y llegar a hacer cosas que no nos atreveríamos a
realizar con todos nuestros sentidos intactos, pero, hay otras
situaciones con las que tienes que aprender a vivir.
Ellos la escuchaban atentos, pero, no entendían lo que estaba
haciendo.
—Así que, si va a ser un secreto, que sea uno que recordemos
por completo.
La chica abrió la puerta de la casa, volteó a verlos y bajó sus
gafas hasta la punta de su nariz para que la vieran directamente a
los ojos.
—Que pase uno por uno y me llaman Débora.
Papi

Romance con el Sugar Daddy Millonario


I

Siempre había estado acostumbrado al éxito, Durante toda su


vida, había acumulado una gran cantidad de experiencias que,
sumadas, me daban la posibilidad a Frank de decir que su vida
había sido buena. Desde muy pequeño, siempre estuvo rodeado de
lujos y excesos, ya que, había nacido en una acaudalada familia de
empresarios que desde generaciones atrás habían trabajado en la
industria petrolera.
De forma inevitable, terminaría haciendo lo mismo que el resto de
su familia, ya que, tenía un talento increíble para los negocios y
siempre había estado involucrado en todas las actividades
vinculadas a las operaciones familiares.
El consorcio había alcanzado dimensiones realmente enormes,
por lo que, ahora de adulto, había encontrado su verdadera
vocación en los negocios. Después de haber vivido cinco años en
Dubái, finalmente Frank Torres se prepara para volver a los Estados
Unidos, ya que, una alianza está por generarse, y prepara todo para
volver a casa.
Acostumbrado a la vida de lujos y comodidades, sabe que no va
a realizar un movimiento en vano, su reunión con Mauricio Casas,
tendrá como objetivo, establecer las bases para el crecimiento del
negocio. En su habitación de hotel, ajusta su reloj de oro en su
muñeca, el mismo que ha sido herencia de su abuelo y qué ha
pasado de generación en generación como símbolo de éxito.
Quizá se ha convertido en su amuleto de la suerte, y es una
forma de recordar todos los conocimientos y enseñanzas que el
anciano hombre le había proporcionado.
Gran parte de estos éxitos que había acumulado durante su vida
de adulto, se debían a cada uno de los consejos y experiencias que
gradualmente fue asimilando en compañía del millonario anciano,
quien había fallecido muchos años atrás, ya que, su corazón había
dejado de funcionar. Era inevitable ver esta pieza de oro y no
recordar a su abuelo, quien se lo había entregado sabiendo que lo
cuidaría con tanto interés.
Ya sólo faltan algunos minutos para que vengan por él. Se
observa en el espejo, ajusta su corbata, el peinado es perfecto,
sonríe, y va directamente hacia la cama para tomar su maleta y salir
de allí. No había salido de Dubái en cinco años, se había
acostumbrado al ritmo de vida en este lugar, donde el dinero y el
prestigio era simplemente rutinario. Era el lugar perfecto para los
empresarios, para empezar una carrera de negocios, y Frank Torres
había contado con los mejores mentores.
Allí había logrado amasar una gran cantidad de dinero, ya que, su
inteligencia y su habilidad para poder codearse con los más duros,
lo había colocado en una posición bastante privilegiada.
Consuelo 29 años de edad, era cotizado por ser uno de los
jóvenes representantes del gran consorcio Torres, el cual era
reconocido internacionalmente por sus importantes negocios
petroleros.
Reuniones con presidentes de múltiples países, importantes
políticos, empresarios de cualquier nacionalidad, todos tenían algo
que ver con Frank, quien en esta oportunidad ha hecho un espacio
en su agenda para regresar a Nueva York, la ciudad favorita de su
juventud.
Jamás podría olvidar todas las experiencias que había
acumulado en esta ciudad, un lugar que había sido su hogar, la que
lo había formado y donde había alcanzado el máximo nivel de
conocimientos que en el futuro lo convertirían en esa estrella de la
industria petrolera en la que se había convertido hoy en día.
Todos dicen que el talento de Frank es simplemente nato, sabe
exactamente cuando un negocio no tiene sentido, y también sabe
cuándo una pequeña idea puede convertirse en un gran consorcio.
Una llamada un mes atrás, lo había colocado en una situación de
decisión, ya que, podría abandonar su estilo de vida en Dubái o
podría arriesgarse a volver a Nueva York, donde Mauricio Casas,
uno de los grandes tiburones del negocio del oro, lo había
contactado para trabajar con él.
Sin dudarlo demasiado, se había tomado el tiempo para hacer
incrementar la expectativa es Mauricio, pero desde el primer
momento en que había recibido la llamada, sabía que no podía
rechazar esta oferta. Era una oportunidad de fusionar dos de los
mercados más interesantes, los cuales prácticamente movían el
mundo.
El petróleo y el oro eran simplemente afines, generaba muy
buenos dividendos y eran negocios sencillos de desarrollar. Aunque
la inversión era bastante fuerte, era una oportunidad para el joven
millonario de poder emprender un nuevo proyecto.
Mauricio había conseguido respaldar su imperio con una gran
cantidad de inversiones, por lo que, era la oportunidad para Frank
de estar bajo la sombra de uno de los más reconocidos de todo
Estados Unidos y el continente. Seguir aprendiendo era la misión de
este joven, quien deja a un lado el ego y siempre estaba dispuesto a
aprender un poco más. Una vez más observa la hora en su reloj de
oro, y esto se convierte en una señal de que está tomando la
decisión correcta.
Es imposible no llamar la atención, Frank es un hombre alto,
apuesto, estilizado y muy elegante, cuyo perfume parece encantar a
las féminas y las convierte en presas fáciles de sus cualidades.
Ingresa al elevador, acompañado de una hermosa familia de vestido
rojo, la cual lo observa con mucho detalle, admirando la belleza del
sujeto.
Este, no ha podido evitar darle un vistazo a la chica, quien parece
estar buscando diversión. Lamentó enormemente no haberla
encontrado antes, ya que, seguramente no habría perdido la
oportunidad.
Salen del elevador y la mujer se abraza a un viejo millonario. Es
evidente la calaña de aquella mujer, es el tipo de caza fortunas, así
que, Frank sonríe y sigue caminando directamente hacia su objetivo.
En su corazón hay una gran cantidad de expectativas, no sabe
cómo irá el vuelo, y a pesar de tantos años viajando por todo el
mundo, es inevitable sentir cierto miedo, pero nada que no pudiese
manejar el gran aprendiz de los negocios.
Después de un largo viaje agotador, su principal intención era ir al
hotel, descansar e instalarse para su reunión, la cual se llevaría a
cabo aquella misma noche. El mejor hotel de la ciudad, la limusina
más exuberante, no hay absolutamente nada a lo que no pueda
acceder Frank, por lo que, disfruta de la vida de una manera
absolutamente gratificante, ya que, se ha esforzado lo suficiente
para alcanzar este nivel y estrato social.
Es tratado como la realeza, todo es puesto a su disposición, tiene
accesos, contactos, así que, podría decirse que la vida de Frank
está muy cerca de la perfección. Pero también parece extraño que
un hombre como este aún se mantenga solo, pero no siempre fue
así.
Una ruptura sentimental años atrás, lo había dejado devastado,
una lección más para la colección, la cual había servido para
comenzar a reestructurar su columna interna emocional, alejándose
definitivamente de este tipo de emociones.
Se había enfocado en su trabajo en negocios, y había dejado los
romances atrás. No había descartado absolutamente toda
posibilidad de volver a encontrar a alguien especial en el futuro, pero
precisamente en este momento, en lo único en que puede pensar es
en seguir acumulando cifras en sus cuentas bancarias. Aventuras
ha tenido decenas, no es difícil para un hombre como Frank poder
encontrar a una mujer atractiva en cualquier restaurante, llevarla a
su habitación de hotel y pasar una noche divertida acompañados de
champagne y un poco de sushi.
Es un hombre con una coherencia absoluta en la forma de hablar,
es inteligente, interesante y preparado, pero siempre que huele la
posibilidad de compromiso o la confusión en el corazón de las
féminas, decide alejarse drásticamente sin contemplación.
Así como es amado por muchos en el área de los negocios,
Frank se ha ganado el odio absoluto por parte de una gran cantidad
de mujeres que han visto al caballero como una posibilidad de
futuro.
Cualquier chica que conozca a Frank Torres, seguramente lo
vería como una alternativa para casarse, sería perfecto para poder
tener hijos y tener una vida asegurada, pero este hombre tiene este
objetivo muy lejos de sus prioridades.
Es un hombre puntual, siempre está pendiente de la hora, por lo
que, no hay forma de que sufra un retraso durante su cita con
Mauricio. Se prepara para salir a las 8:00, se dirige hacia un
restaurante del centro de la ciudad, reconocido por ser uno de los
mejores en la comida italiana.
Mauricio lo espera ansioso, sabe que tendrá la posibilidad de
reunirse con un elemento de gran valor para la compañía. Ambos
tienen intereses bastante similares, pero la edad entre ellos es
bastante diferente. Mauricio, con 55 años de edad, tuvo la
posibilidad de tener una familia y divorciarse, su esposa, se había
marchado dejándolo a cargo de su única hija, convirtiéndose en un
padre soltero responsable de una adolescente que muchos dolores
de cabeza le habían proporcionado.
Por otra parte, Frank es un joven de 29 años de edad que siente
que puede comerse al mundo entero, por lo que, son dos
perspectivas completamente diferentes de el mismo mundo.
Finalmente, a la hora establecida, Frank ingresaba al restaurante
acompañado de uno de los empleados del lugar, quien lo dirigía
directamente hacia la mesa donde lo estaba esperando Mauricio.
El viejo hombre de cabello canoso, se puso de pie con una
mirada bastante sonriente, inspiraba confianza, era muy agradable y
ni siquiera lo había conocido. Ambas manos se estrecharon y
finalmente los dos tiburones de los negocios se encontraron en la
misma sala.
—Eres tan puntual como me lo habían dicho. Es un placer
conocerte, Frank. — Dijo Mauricio mientras estrechaba la mano del
hombre con mucha seguridad.
—El placer es mío, no puedo hacer esperar a quienes confían en
mí. — Dijo Frank muy sonriente.
Hubo química desde el primer momento, ambos hombres sabían
perfectamente cuáles eran sus intenciones en el área de los
negocios, necesitaban que todo saliera bien, y buenas relaciones
personales eran primordiales para que la compañía se disparara.
Frank estaba arriesgando mucho al abandonar sus negociaciones
en Dubái, pero sabía que, si todo salía bien en los Estados Unidos,
su fortuna se dispararía de una manera exponencial.
Valía la pena intentarlo, y, además, estaba cerca de sus viejos
amigos, de sus viejos hábitos y tendría la posibilidad de retomar
algunas aventuras que había dejado en el pasado.
Estuvieron conversando durante horas, parecía que los temas de
conversación no terminaban, y a medida que se conocían más,
estaba más seguros de llevar a cabo las operaciones que durante
tanto tiempo se habían planeado. Mauricio tenía la costumbre de
hablar mucho sobre su vida privada, contándole acerca de todos los
detalles que la conforman.
De alguna otra forma, esto generaba un poco de confianza en su
interlocutor, ya que, sabía que era un hombre de familia, a quien lo
único que le interesaba era simplemente la estabilidad financiera y
poder generar un capital tan fuerte que pudiera ser el soporte de las
generaciones siguientes de su familia.
Mientras tanto, Cassandra, su única hija, hacía planes para salir
del país. Durante tres años, estaría completamente ausente y
alejada de él, pero esto también le daría la oportunidad a aquel
hombre de comenzar a vivir su propia vida.
Había dejado atrás los placeres y la diversión, intentando manejar
la personalidad de Cassandra, quien era una chica difícil, claro,
como todo adolescente. Con 18 años de edad, su curiosidad era
tremenda, quería ser libre, era rebelde, pero Mauricio hacía lo
posible por controlarla, pero no podría tirar de la cuerda durante
mucho tiempo.
Aquella decisión de dejarla ir finalmente se había tomado, y la
hermosa chica de cabello oscuro finalmente tomaría un avión hacia
Alemania en los próximos días.
Las relaciones entre Frank y Mauricio comenzaron a hacerse
mucho más cercanas, inclusive, el propio Frank fue invitado
almorzar a la casa de Mauricio en los próximos días, donde
conocería a la pequeña chica de 18 años que pronto partiría en
búsqueda de sus sueños.
Este fue el primer encuentro entre ellos, y quizá sería
determinante para la joven, ya que, durante todo ese tiempo, no
podría olvidar el rostro de franca. No había día en el que no
recordara el momento en que habían expresado su mano en la sala
del comedor de la mansión de su padre.
Intentaba ubicarlo por las redes sociales, obtener información de
él, buscaba en Internet absolutamente cualquier detalle sobre la vida
privada de Frank Torres, pero este había sido cuidadoso con este
tema, y era muy hermético.
Aunque mucha información había en el Internet sobre este
empresario, su vida privada era algo de lo que poco se sabía, por lo
que, la chica debía conformarse con las fotografías alojadas en la
red, las cuales comenzaron a formar un banco amplio en una
carpeta personal, lo que se hizo su pasatiempo favorito durante el
día cuando tenía un poco de tiempo libre.
Cada uno de estos días de los tres años que la chica estuvo
alejada de su padre, fueron una oportunidad para crecer y
experimentar, había vivido una experiencia realmente increíble en
Alemania, fiestas, salidas, amigos y algunas otras que simplemente
se había guardado para ella, ya que, si su padre se enteraba de que
todo esto está ocurriendo, seguramente la iría buscar él mismo sin
contemplaciones.
Aunque pensaba que tres años era demasiado tiempo, para
Mauricio fue una completa sorpresa ver como cada vez se acercaba
el día en que su pequeña hija volvería estar cerca de él.
El vacío que había dejado Cassandra tras irse, había sido
bastante significativo. La extrañaba cada día, pero había sido el
propio Frank quien se había encargado de abrirle el entendimiento
para aceptar su soledad y comenzar a disfrutar de ella.
Era una pareja de empresarios multimillonarios con acceso
absolutamente todo, por lo que, había sido el tiempo perfecto para
divertirse. Pero el tiempo había sido cumplido, y finalmente, llena de
ansiedad y con unas ansias tremenda de comerse a la ciudad,
Cassandra había regresado tres años después de nuevo a Nueva
York.
Con 21 años de edad, una gran cantidad de experiencias y una
madurez mucho más desarrollada, tendría la posibilidad de
plantearse nuevamente frente a Frank, un hombre a quien no había
olvidado ni un solo día.
Su presencia había sido impactante, realmente la había afectado
y había cavado voy dentro de su alma. Era un hombre
completamente deseable y absolutamente interesante, por lo que,
tenerlo cerca simplemente era un motivo para desestabilizarse y
perder el control.
Para llegar a la ciudad de forma secreta, su primera intención era
darle la sorpresa a su padre, por lo que, se dirigió al edificio de la
gran corporación de su padre, el cual era admirado y respetado en
la ciudad por ser un gran empresario y altruista. Entró en él. Pero la
chica no podía creer lo que sus ojos habían visto, cuando ingresó al
elevador, de forma casual, se había topado directamente con Frank
Torres, quien abandonaba el edificio justo en ese preciso instante.
La chica había cambiado levemente, ya no tenía su cabello largo
que casi llegaba la cintura, mientras estuvo en Alemania, había
decidido cortarlo a la altura de los hombros, peinándolo hacia un
lado mientras sus ojos habían sido remarcados con lápiz negro.
Esto hacía resaltar sus ojos verdes, haciéndola lucir mucho más
atractiva. No lo había visto a primera instancia, sólo había
reconocido su perfume, ya que, hacía una revisión rápida en su
móvil antes de que el elevador se abriera.
Cuando las puertas estuvieron abiertas, y sintió la fragancia,
automáticamente volteó para encontrarse con el rostro de este
hombre, que llevaba su móvil en el oído.
Iba concentrado en lo que hacía, por lo que, no pudo notar la
presencia de la chica, había pasado justo al lado de ella y ni siquiera
sabía que era la hija de su buen amigo Mauricio. La chica había
quedado fechada una vez más, y aunque ella no había existido para
él, seguramente Cassandra encontraría la forma de comenzar a
meterse en la vida del empresario.
II

Cassandra había quedado completamente impactada, mientras


viaja en el elevador, aún experimentaba un flujo fuerte latidos en su
pecho, estaba realmente nerviosa, frecuencia cardiaca había un
mentado y sus manos se habían puesto frías y había comenzado a
sudar y media da mente.
No era natural que alguien experimentara tales nervios por un
hombre que apenas conocía, pero la chica simplemente no podía
controlarlo. Experimenta un gusto tremendo por Frank Torres, lo
deseaba, pero quizá estaba muy lejos de su alcance.
Ella todavía no se había hecho presente en su vida, no existía,
por lo que, esa barrera de la edad existente hace solo tres años
atrás, tiene que caer. Las múltiples aventuras que vi intentado tener
con otros chicos en Alemania, no han servido para nada, ninguna le
había dado la posibilidad de poder olvidar a este atractivo sujeto,
quien había pasado a un lado de ella y prácticamente le había
generado un infarto.
Por momentos, quiso modificar sus planes y volver a bajar en el
elevador y correr directamente hacia Frank y decirle quién era y por
qué estaba allí y las ganas que tenía de salir con él.
Pero esto no era el comportamiento de una chica madura, era
algo infantiles caprichos, por lo que, trató respirar profundo y
calmarse para su encuentro con su padre. Había llegado el edificio
con la intención de darle una sorpresa al viejo millonario, no para
encontrarse con Frank, pero esto lo había desestabilizado tremenda
mente.
Las puertas del elevador se abrieron y la chica caminó por el
pasillo de oficinas directamente hacia el despacho de su padre.
Justo antes de llegar a la puerta principal de la oficina del jefe, fue
detenida por la asistente.
—Hey, no puedes entrar allí sin autorización. Debes tener una
cita y estar aprobada por el jefe. — Dijo la mujer al ver de espaldas
a la chica.
Aún no la había podido reconocer, y lo menos que se imaginaba
es que se trataba de la propia hija de Mauricio casas. La joven se
dio media vuelta y sonrió, había reconocido la voz del asistente
habitual de su padre, es una mujer que había trabajado con él
durante años, y quien, a pesar de haberla visto desde muy pequeña,
no había percibido la presencia de la chica en aquel lugar.
—Cassandra, ¿eres tú? No lo puedo creer. — Dijo la mujer
mientras corría hacia la chica para abrazarla.
La estrechó entre sus brazos, la apretó con mucha fuerza, sentía
mucho cariño por ella, y Cassandra no se podía quejar del cariño
que le expresaban muchos de las personas cercanas a su padre.
Pero había algo mucho más retorcido ocurriendo en aquel lugar,
no sólo se trataba de la confidencialidad del jefe, más allá de la
puerta, estaba ocurriendo algo para lo que la hija del empresario no
estaba preparada.
—Quería darle la sorpresa a mi padre. Estará muy contento de
verme aquí. — Dijo Cassandra antes de voltearse para regresar a
su misión.
—Lo lamento, hermosa. No te puedo permitir entrar allí, tu padre
me mataría. — Dijo la mujer afroamericana de unos 40 años de
edad.
—Soy su hija, ¿qué tiene de malo que entras oficina sin
anunciar?
—Últimamente tu padre lo ha tenido un comportamiento muy
normal, no sé si me explico. — Dijo la mujer.
La chica estaba confundida, pero lo último que quería era
meterse en problemas o generárselos a la asistente de su padre, a
quien conocía desde hacía muchos años y quizá podría ser algo de
tiempo conversando con ella.
Había madurado, sabía exactamente de lo que está hablando la
mujer, por lo que, tomó asiento en el escritorio junto a la mujer y
comenzó a narrarles sus aventuras en Alemania. Mauricio había
tomado muy en serio las enseñanzas de su nuevo amigo. Frank se
había encargado de mostrarle una visión completamente diferente
de la vida.
Le había proporcionado acceso a diversión, excesos, mujeres,
irresponsabilidad y descontrol. Aquel hombre había logrado seducir
a una de sus empleadas, una mujer exuberante de unos 29 años de
edad que simplemente estaba detrás del dinero de millonarios.
Poco le importaba utilizar su cuerpo para complacer este sujeto,
pero es una razón suficiente para poder encontrar lo que desea en
su futuro. La mujer en ese preciso instante, se encuentra apoyada
con sus pechos presionados contra el escritorio.
Está completamente desnuda, mientras Mauricio hace el mejor
esfuerzo por complacerla. La penetra desde atrás, sujetándose a
sus caderas mientras rebota contra ella.
La mujer hace un esfuerzo para no gemir, a pesar de todo, el
viejo sujeto está bien dotado y puede proporcionarle unos grandes
niveles de placer. El encuentro apenas ha comenzado minutos
atrás, cuando una reunión provocada por el propio Mauricio, había
llevado a la fémina asistir a la oficina. Esta, llevando algunos
documentos, había simplemente mordido el anzuelo, mientras
Mauricio se acercaba a ella para comenzar a quitarle la ropa.
No tenía que dar explicaciones mi permiso, aquel hombre había
tenido demasiadas atenciones con ella y la había convertido en su
objeto sexual. La chica simplemente accedía a todo lo que este le
pedía, no había peros, y detrás de esto, había una recompensa
bastante agradable que por lo general se traducía como joyas,
ropas, cenas y lujos a los que no podría acceder con su salario.
Cosa que ya deseara. Lo único que tenía que hacer era abrir las
piernas y proporcionar el mejor sexo, mantenerlo entretenido y
divertido.
No podía dejar que la llama se enfriara entre ellos, por lo que, en
muchas oportunidades había sido la propia Laura, quien había
iniciado estos encuentros de maneras inesperadas en cualquier
lugar.
Se comportan como adolescentes, eran irresponsables, no les
importaba absolutamente nada de las consecuencias que podrían
generarse con sus actos. Su reputación ya había dejado de ser
prioridad, era momento de divertirse, y lo menos que esperaba
Frank era el regreso de su hija a la ciudad.
Mientras la chica se encuentra las afueras de su oficina
conversando con su asistente, Mauricio hace fue mejor esfuerzo por
proporcionarle un par de orgasmos a Laura, quien se sostiene del
borde del escritorio mientras se sacude de manera agresiva al
recibir las embestidas de un excitado sujeto.
Los pantalones en los tobillos, aun con el traje puesto, Mauricio la
penetra desde atrás disfrutando de los deliciosos glúteos que él
mismo ha pagado. Múltiples operaciones estéticas se han llevado a
cabo en el cuerpo de la chica, estas modificaciones han sido
pagadas por el propio empresario, quien parece tener como
principal objetivo convertir a la chica en un balde perfecto que se
adapte su cuerpo.
Sabe que no le queda demasiado tiempo de vida sexual, y que en
cualquier momento corazón podría fallar, una afección cardíaca lo
ha venido acusando durante los últimos años, por lo que, si va a
morir, pretende que sea de una manera interesante.
La manera en que la penetra, parece estimular de manera
espectacular a la chica, quien, a pesar de todo, desearía estar
siendo follada por un hombre más varonil y fornido. Tiene gustos
específicos, y es precisamente alguien cercano a Mauricio quien
realmente le moja la entrepierna a Laura.
Su atracción por Frank también es muy intensa, ha intentado
seducirlo en múltiples oportunidades, pero este, sabiendo cuál es el
fuerte interés que siente su amigo Mauricio por ella, ha intentado
ignorarla en múltiples ocasiones.
Es evidente la gran cantidad de pasión que despierta este
hombre en ella, pero en lugar de poder ser follada por un hombre
fuerte y vigoroso, tiene que soportar que las manos de un millonario
la toquen el acaricien para poder conseguir estas cantidades de
dinero que pueden pagar vestidos de diseñador y joyas de miles de
dólares.
El cuerpo de la chica se frota contra la superficie de madera del
escritorio del millonario de la ciudad de Nueva York, el sudor
comienza correr por la frente de un agotado anciano, quien
comienza a marearse de manera repentina.
Este agotamiento obliga a Mauricio a detenerse por unos
segundos, necesita tomar aire, por lo que, va directamente hacia su
sillón de cuero presidencial, donde decide tomar un poco de aliento.
—¿Qué ocurre? ¿Estás bien? Te ves un poco pálido. — Preguntó
Laura al caminar hacia él.
El apetito sexual de Mauricio el insaciable, y mientras intentaba
recuperar su aliento, tomó a la chica del cabello y la obligó a
arrodillarse frente a él. Llevó la boca de la mujer hacia su miembro,
mientras la chica comenzaba a lamerlo.
Sentía un fuerte dolor en el pecho, pero para Mauricio era
demasiado placer como para arruinar el momento por su afección
normal en un hombre de edad avanzada. Su intención era
proyectarse como un hombre completamente fuerte vigoroso, por lo
que, abrió el cajón de su escritorio y tomó una pastilla.
Esta era parte del tratamiento que seguía rigurosamente para
poder mantener su corazón funcionando, si en algún momento no
contaba con esta pastilla en medio de una crisis, posiblemente
moriría irremediablemente. Laura está al tanto de esto, y este es
quizá uno de sus principales planes a gestar.
Cuando haya obtenido todos los beneficios necesarios de este
sujeto, posiblemente lo deseche con mucha facilidad. Aún hay
mucho que sacarle, hay mucho dinero sus cuentas y todavía hay
mucho preguntar, por lo que, es capaz de seguir soportando este
tipo de situaciones durante un poco de tiempo más.
Introduce el enorme trozo de carne en su boca mientras succiona
con mucha fuerza, lame hasta la base, intenta proporcionarle el
mayor de los placeres para que la recompensa sea proporcional.
Sabe que una buena sesión de sexo equivale a un pago jugoso,
aunque no puede catalogarse a sí misma como una prostituta,
simplemente esto es lo que es.
Ha cambiado su cuerpo simplemente por beneficios y bienes,
algo que le ha dado la oportunidad de pagar un apartamento en el
centro la ciudad de Nueva York con una vista espectacular. Al
parecer, Laura es muy buena en la cama, pues mujeres había por
montones en la ciudad, pero el millonario empresario le había
escogido a esta en especial.
La había convertido en su compañera, y aunque su relación aún
era secreta, era demasiado evidente que entre ellos existía algo
mucho más intenso que una relación laboral.
Pronto la chica podría llevar al hombre hacia una explosión
orgásmica que lo llevaría a sujetarse a los brazos de la silla al
correrse una manera brutal. La mujer estaba acostumbrada a recibir
los fluidos en su rostro y posteriormente limpiarlos, pero en esta
oportunidad, decidió mostrar su lengua mientras aquel hombre
eyaculaba de una manera apoteósica frente a ella.
Sólo la mirada de la chica fija en sus ojos mientras veía su placer
era algo espectacular, aquel hombre prácticamente la amaba, pero
sabía cuál es eran las intenciones de esta chica. Sabía que no había
ningún tipo de sentimientos en ella, más que la necesidad de
conseguir más dinero en cada oportunidad.
Pero esto no era demasiado importante para Mauricio, quien
había encontrado a la mujer perfecta en la cama y sacaría el mayor
provecho de esto. A su edad, no esperaba encontrar el amor
verdadero, ya lo había tenido entre sus manos y lo había perdido,
ahora simplemente quedaba diversión y excesos, no importaba si en
cada una de estas oportunidades su vida se desgastaba cada vez
más.
Su corazón no durará para siempre, y sabía que el futuro de su
hija ya estaba asegurado. Había un imperio demasiado grande y
estable detrás de él que se mantendría a flote sin importar su
presencia.
La única heredera era Cassandra, y ella quizá el único
impedimento para que se llevará a cabo una ceremonia entre Laura
y Mauricio. Aquella chica había intentado en muchas oportunidades
convencer el viejo millonario de casarse, pero este constantemente
sacaba relucir el nombre de su hija, que posiblemente no estaría de
acuerdo con que se llevase a cabo una ceremonia como esta.
El amor no existía en el corazón de una mujer como Laura, por lo
que, la chica no permitiría por nada del mundo que esta se viera
beneficiada del dinero de su padre.
Este había estado actuando de manera irresponsable, pero tenía
mucho dinero, podía gastarlo de esta manera desmedida sin
siquiera notarlo en sus cuentas. Lo que para Laura representaba
una masa de dinero impresionante, para el hombre simplemente
representa los intereses generados de su fortuna en sus bancos.
Su vida había sido monótona hasta el momento en que había
conocido a Frank, que le había mostrado la oportunidad de acceder
a una diversión absolutamente increíble, la cual le permitiría
recuperar todo ese tiempo perdido donde la rutina y las obligaciones
que lo habían sumido en una vida aburrida.
Finalmente, después de que Laura tomó su vestido y volvió
arreglarse, finalmente abandonó la oficina. Aquel hombre había
tenido una sesión de sexo increíble, y está completamente
satisfecho.
La exuberante rubia pasó a un lado de la mesa de la asistente.
En múltiples oportunidades la mujer de confianza de Mauricio le
había recomendado que se alejara de aquella mujer. No había
buenas relaciones entre ellas, ya que, la asistente conocía
exactamente cuáles eran las intenciones de esta chica.
Al pasar a un lado de ellas, ni siquiera volteó para notar que
estaba la hija de Mauricio allí, quien, de manera inmediata, entró
directamente a la oficina para recriminar a su padre este
comportamiento tan de probable y vergonzoso que estaba llevando
a cabo.
Lo que inicialmente debía ser un reencuentro increíble y muy
emotivo, se había convertido en una cantidad de reproches por
parte de la única persona que tenía el derecho de alzar la voz a
Mauricio Casas.
—¿Qué clase de ridiculez es esta, papá? — Preguntó Cassandra
al entrar abruptamente a la oficina.
El hombre recién acomodaba su camisa, dando un salto
completamente asustado, pero experimentando una emoción
bastante significativa al ver a su hija.
—Cassie, viniste, no puedo creerlo. — Dijo el hombre mientras
extendía sus brazos para darle albergó a su pequeña chica.
—Ni creas que me vas a tocar con esas asquerosas manos con
las que manoseaste a esa zorra que acaba de salir de aquí. No
entiendo cómo puedes estar comportándote así. Me voy tres años y
te conviertes en un completo desastre, papá. — Dijo la avergonzada
chica.
—No tienes por qué hablarme así, soy el dueño de todo esto me
puedo comportarme como me dé la gana. Ten cuidado cómo te
diriges a mí. Sigo siendo tu padre.
—Estás destruyendo tu reputación y tu carrera, absolutamente
todos se burlan de ti, principalmente la arrastrada que se acaba de
ir. ¿Cuánto le estás pagando? — Preguntó Cassandra.
—Ya basta, debo pedirte que vayas a casa y conversaremos de
esto luego. No estoy de humor.
—Me extraña que no estés humor, deberías estar muy contento
con lo que ella acaba de hacerte. — Dijo Cassandra antes de cerrar
la puerta brutalmente y salir de allí.
Se preocupaba enormemente por él, pero sabía que no estaría
molesta demasiado tiempo. Tienen una relación demasiado
estrecha y sabía lo testarudo y terco que podía llegar a ser Mauricio.
No importaba cuánto intentara persuadirlo, este entendería la
gravedad de lo que estaba haciendo solo en el momento en que
tuviese consecuencias.
Laura, por su parte, era una mujer que estaba acostumbrada
hacer esto y muchas cosas más, no era la primera oportunidad en
que se iba la cama en múltiples ocasiones con un hombre por su
dinero, por lo que, era simplemente cuestión de tiempo para
reemplazarlo.
Hasta el momento, estaba funcionando, pero Mauricio se había
convertido en el proveedor de esta chica, y esta se encargaría de
sacarle hasta la última moneda de oro siempre cuando fuese
posible.
III

Retomar la vida en Nueva York sería un reto para la chica, pero


esto sería sencillo una vez que volviera estar en contacto con sus
viejos amigos. Un par de llamadas telefónicas y unas cuantas
reuniones y nuevamente volvería a estar en contacto con ellos.
Salidas, fiestas, celebraciones y reuniones serían parte del itinerario
de la chica, quien no puede esperar para poder volver a ver a su
mejor amiga.
Cynthia siempre había estado cerca de ella, siendo su soporte,
quien la escuchaba y era ese pilar fundamental que cualquiera
necesita en su vida para poder drenar sus problemas y mantenerse
con la mente sana.
Esa amiga que había crecido con ella prácticamente como su
hermana, fue la primera en reunirse con ella, quién escucharía todos
los desahogos de Cassandra, quien le contaría con cada detalle lo
que había ocurrido durante la disputa con su padre.
—No puedo creer como fue capaz de acostarse con una chica a
la que le dobla la edad prácticamente. Mi padre parece haber
perdido la cordura.
—No exageres, Cassandra. Tu padre aún es muy atractivo,
puede conquistar a cualquier chica con mucha facilidad, de hecho,
yo en algún momento me sentía atraída por él.
—Por Dios, ¿qué cochinadas dices? Retráctate. — Dijo
Cassandra mientras se reía.
—Es necesario que tu padre vuelva retomar su vida. No puedes
pretender que viva encerrado en su despacho hasta morir. Déjalo
que se divierta.
—Creo que estás jugando a la abogada del diablo, creo que no
debí contarte nada. Mejor cambiemos de tema algo más interesante.
— Dijo Cassandra mientras llevaba una copa de vino su boca.
Frank, no era la primera vez que se lo nombraba, pero esta vez la
forma en que se expresaba era mucho más intensa. Había
explicado con mucho detalle todo lo que le haría a este hombre si
tenía la posibilidad de encontrarse completamente sola junto a él en
la misma habitación.
Era algo bastante atrevido, pero ni la propia esencia, quien decía
conocer a su mejor amiga, creía que ésta fuese capaz de llevar a
cabo todo lo que decía. Sabía que existía de por medio una amistad
entre Mauricio y Frank, algo que no se evadiría con facilidad.
Era riesgoso, ya que había dinero de por medio, y si se interponía
entre estas relaciones, haría que las negociaciones se quebraran.
Pero poco importaba esto para Cassandra, quien sólo puede pensar
en su necesidad de saciar esa curiosidad que siente por conocer a
Frank, quien parece ser un hombre impenetrable.
El hecho de que sea tan silencioso enigmático, me da mucho
más morbo, y fantasea con él cada vez que puede. Aquella noche
había sido una oportunidad para establecer retos, ya que, Cynthia
se había ocupado de llevar a Cassandra hasta el límite.
—Creo que todo lo que haces es hablar. No serías capaz de
seducir ese hombre ni que tu padre te heredara toda su fortuna hoy
mismo.
—Te recuerdo que no soy la misma que se fue a Alemania. Sería
capaz de eso y más. De verdad, ese hombre me encanta. — Dijo
Cassandra antes de terminar con la botella.
Las chicas se reían a carcajadas mientras disfrutaban del
delicioso licor, pero parecía que estaban hablando simplemente por
la ebriedad. Cynthia no tomaba en serio a la chica, pero, por otra
parte, Cassandra estaba decidida demostrarle a su amiga que era
una mujer completamente diferente. Ahora era desinhibida, y no le
importaban las consecuencias de su irreverencia.
Su padre sufriría un fuerte dolor de cabeza si se enteraba que su
pequeña estaba acostándose con Frank, pero esto poco importaba
para ella. Lo más difícil de todo esto sería acercarse a él, pero las
condiciones comenzarían a estar a favor de Cassandra la misma
mañana siguiente.
La chica había bajado a tomar el desayuno, la mansión era
espectacular, y la extrañaba enormemente. Después de su primera
noche de nuevo en su vieja cama, la chica estaba completamente
segura de que no volvería a salir de los Estados Unidos.
Adoraba esta vida, era cómoda, gratificante y el futuro de ella
estaba asegurado. No tenía nada que hacer en aviones buscando
lugares de estudio y tratar de prepararse, su padre era
multimillonario y ella simplemente estaba allí para gastar ese dinero.
Cassandra fácilmente sería catalogada como una chica egoísta,
caprichosa y vanidosa, pero dentro de ella vivía alguien bohemio,
amaba la literatura y el arte, y le apasionaba enormemente y un
producirse en buenos libros mientras escuchaba música de los 80.
La joven bajó llevando su pijama hasta la cocina, encontrándose
con su padre, quien se preparaba para salir directamente hacia la
oficina.
—Parece que te has divertido anoche. — Dijo Mauricio mientras
besaba la frente de su pequeña.
—No creo que me haya divertido más que tú.
—Por favor, ya dejemos ese tema a un lado. Hay cosas más
importantes de las que quiero hablarte. ¿Podrías darme la
oportunidad? — Dijo Mauricio.
La chica tomó una galleta de un recipiente de vidrio que se
encontraba en el centro del mueble de la cocina. Hizo un gesto con
sus hombros como si poco importara si su padre hablaba no.
Dándole la oportunidad al hombre de expresarle su interés de
que ella comenzar a trabajar con él en la oficina. Un cargo en la
empresa se había quedado vacante en el área de ventas, y la chica,
debido a su inteligencia y capacidad de convencimiento, era ideal
para ocupar el cargo.
Era una forma de retribuirle la vergüenza que había generado el
día anterior, pero también era una forma involucrarla en las
actividades de la familia, ya que, la chica había comenzado a vivir
una vida ficticia donde el trabajo simplemente era un mito. Si
Mauricio no quería consecuencias en el futuro, debía comenzar a
establecer responsabilidades y parámetros en su hija. Ya había
cumplido 21 años, y no era momento de seguir jugando.
—Recibirás un buen salario, sólo requiero que estés allí todos los
días a las ocho de la mañana y veremos cómo te va. Creo que eres
ideal para el cargo.
Aunque al principio, la oferta no pareció demasiado atractiva para
ella, rápidamente vino su mente la imagen de Frank. Esta era la
oportunidad perfecta para que Cassandra pudiese estar cerca de él.
De manera repentina, asintió con la cabeza, abrazando a su padre
para aceptar la propuesta.
—Creo que no te vas arrepentir, hija. Aprenderás muchísimo
junto a mí.
Le había dado muchas vueltas a la posibilidad de acercarse a
Frank, pero finalmente, más rápido de lo que yo imaginaba, el
destino le había dado la posibilidad de estar en el mismo edificio que
él durante casi todo el día.
Las probabilidades de que un encuentro entre ellos o algo
surgiera, cada vez eran más altas, por lo que, puede recordar su
conversación con Cynthia, sonriendo de manera espontánea sin
ninguna explicación.
Su plan estaba a punto de dar inicio, y aunque era una simple
chica de la ciudad de Nueva York, estaba dispuesta a descontrolar
absolutamente todos los aspectos de la vida de Frank.
—Si no tienes problemas, iniciarás mañana, te irás conmigo a la
oficina o si lo deseas le diré a mi chofer que te lleve. Eso sí, te
agradezco que no generes espectáculos. Y ya sabes a qué me
refiero. — Dijo Mauricio antes de abandonar su casa.
La chica toma su desayuno, y mientras hacía, no deja de pensar
en el empresario. Frank acababa de convertirse en su principal
objetivo, el hombre que estaría junto a ella muy pronto.
Estaba completamente segura de su capacidad y habilidad de
conquista, y sabía que el hombre no podría resistirse ante esos ojos
verdes y la picardía que podría demostrar. Las habilidades en la
cama de Cassandra eran bastante desarrolladas, al menos eran las
impresiones que daban sus amantes, los cuales eran bastante
exigentes.
Se había ido a las sábanas con más de un caballero durante su
estadía en Alemania, donde había perdido el Control durante el
desarrollo de algunas festividades donde el licor y las drogas habían
abundado. Sería un día bastante largo, ya quería prepararse para su
primer día de trabajo.
A la mañana siguiente, la chica estaría tal cual lo había acordado
con su padre entrando al edificio. Había escogido una ropa bastante
casual, aunque el escote no podía faltar. Combinado con la
minifalda, generaba algo completamente explosivo en los hombres.
Generaba deseo terrible, y las miradas de aquellos que pasaban
a lado de ella, quedaban completamente enganchadas en sus
atributos. Las curvas de Cassandra eran realmente privilegiadas, la
chica tenía un sex apile realmente elevado, por lo que, cualquier
cosa que se pusiese, le hacía lucir atractiva.
Está muy lejos de ver su lugar en minifalda, ya que les Cotera
bastante pronunciado aún existía ese toque de elegancia que ella
acaba. Ha entrado directamente al edificio, y finalmente, después de
algunas horas en el lugar a la expectativa para tratar de coincidir
con él, lo había visto caminar en dirección al despacho de su padre.
Sabía que saldría de ayer cualquier momento, por lo que, generar
una situación natural, sería de gran ayuda. Tenía que generar que
aquel hombre la viera, que se diera cuenta de que existía, así que,
después de algunos minutos de reunión, la puerta se abrió para ver
cómo los dos hombres se despedían con un apretón de mano.
Frank camina por el pasillo revisando su teléfono móvil, como
generalmente lo hacía. Estaba completamente atrapado en su tarea,
por lo que, prácticamente no levantaba la mirada si no para fijarse
en el camino y no chocar con alguna pared u obstáculo.
De pronto, de manera inesperada, Cassandra salió de la oficina
para chocar con él, dejando caer al suelo una gran cantidad de
papeles, obligando a aquel hombre a recogerla junto a ella.
—Que idiota soy. Discúlpame, venía totalmente concentrado en
mi móvil. — Dijo Frank mientras recogía cada uno de los papeles.
Unos segundos más tarde, tomaría el mismo papel que la chica,
coincidiendo finalmente sus miradas, lo que dejó al hombre
completamente perdido. Aquella chica le resultaba bastante familiar,
pero no lograba encontrar cuál era el vínculo exacto que existía
entre sus recuerdos y la presencia de la chica.
—¿Te conozco? — Preguntó Frank mientras recorría de manera
indiscreta el cuerpo de la chica.
Lo había logrado, su objetivo finalmente había sido alcanzado, ya
que, aquel hombre se había quedado embelesado con las piernas
de Cassandra. La chica era un espectáculo, por lo que, disfrutó de
cada milímetro de su piel mientras pudo. Esto no duraría mucho, ya
que, al descubrir que se trataba de la hija de Mauricio, esto
desaparecería.
—Nos conocimos hace tres años en mi casa. Soy Cassandra, la
hija de Mauricio. — Dijo la chica mientras estrecha la mano del
hombre.
Esto hizo que estallara una gran cantidad de vergüenza en aquel
sujeto, quien se sintió realmente apenado a la vera prácticamente
devorado con la vista aquella chica.
Se trataba de una simple joven, inocente, pero muy ardiente.
Había quedado atrapado con su cabello, labios carnosos, piel
blanca, las pecas que adornaban ligeramente sobre su pecho. Pero
ahora sentía un gran peso sobre sus espaldas, ya que,
prácticamente la había devorado con la mirada.
—Pensé que estabas en Alemania. Qué bueno volver a verte. —
Dijo Frank mientras disimulaba un poco.
Casi podría asegurar que había sufrido una erección casi
instantánea al ver las piernas de aquella chica, pero ahora tenía que
respirar con calma y tratar de calmarse, ya que, quien se había
desestabilizado en esta oportunidad había sido él. Frank ayudó a
recoger todos los papeles y se pusieron de pie ambos, conversaron
durante algunos minutos, poniéndose al día de absolutamente todo
lo que había ocurrido en los últimos tres años.
Cuando descubrió que la chica estaba trabajando en el edificio,
experimenta una sensación de su estómago bastante intensa. Esto
le daba la posibilidad de una oportunidad con ella, pero tenía que
quitarse esta idea de la mente lo más pronto posible.
Aquella joven era intocable, no se podría atrever a ponerle un
dedo encima, ya que sabía cuán delicado era Mauricio con ella.
Pero la chica era pícara, y la mirada que le había dedicado, le había
dicho absolutamente todo. Lo deseaba, sabía exactamente cómo
era la mirada de una mujer cuando quería algo, y la forma en que
Cassandra lo había visto, era completamente clara.
—Pues creo que no volveremos a ver pronto en este lugar.
Espero que tengas un buen día. — Dijo Frank antes de estrechar
nuevamente la mano de Cassandra.
—Será un placer para mí volver a verte. — Dijo la chica antes de
darse media vuelta y volver a su puesto de trabajo.
La interacción entre ellos fue demasiado intensa, ninguno de los
dos podía controlar el ritmo cardíaco mientras estaban juntos. Había
una atracción sumamente evidente, y se había hecho mucho más
fuerte en ese momento.
Pero no habían pasado desapercibido del todo, ya que, mientras
la chica caminaba, Frank se tomó el tiempo para visualizar las
curvas. Esto no había sido casual, la chica lo había generado
completamente de forma intencional, ya que quería mirar sus
glúteos y grabarlos en su mente. Había hecho múltiples fotografías
imaginarias del cuerpo de Cassandra, algo que no se borraría con
mucha facilidad.
—Parece que estás muy concentrado en lo que ves. —
Interrumpió una voz femenina detrás de Frank.
—Laura, ¿cómo estás? — Preguntó al hombre
—Muy bien. No sabía que tenías tanto interés en la hija de
Mauricio.
Sabía que era peligrosa, tenía que moverse con cuidado y tener
mucha cautela con la información que le daba a esta chica, ya que
sabía que era una trepadora de primera categoría. Sus intenciones
principales eran manejar toda la información posible que le diera la
oportunidad de escalar hasta el punto más alto de la cúspide, y allí,
podría ver hacia abajo a quienes había destruido en su camino.
—Tengo una reunión en unos minutos, me encantaría conversar
contigo, pero no tengo tiempo. — Dijo Frank antes de marcharse.
Le envidia carcomía a Laura, quien estaba completamente
perdida por Frank. Sabía que era alguien imposible, no podía
arriesgarse a perder lo que tenía con Mauricio.
Este hombre era mucho más ha puesto, atractivo y tenía casi que
la misma cantidad de dinero que su actual amante, por lo que,
maldecía tener que estar entre las sábanas con un viejo verde
mientras este sujeto era un Adonis que cualquier mujer moriría por
tener entre sus piernas.
Tuvo que observar como Frank se marchaba del lugar, sintiendo
una ira terrible, ya que, sabía que el hombre había fijado su atención
en la chica. La forma en que la había visto, cómo la había
observado, había sido demasiado evidente, y esta no estaba
dispuesta a permitir que una recién llegada de apenas 21 años le
quitaron la posibilidad de seducir a este apuesto millonario.
—¿Así que tú eres Cassandra? Es un placer conocerte, tu padre
me ha hablado mucho de ti. — Dijo Laura mientras acercaba al
escritorio de Cassandra.
—A mí no me ha dicho una sola palabra de ti, pero me imagino
quién eres. Te vi salir ayer de su despacho. — Dijo Cassandra con
una tonalidad bastante irónica.
—Sólo estábamos reunidos. No saques conclusiones y
necesarias. Aún no me conoces.
—Te seré completamente clara. Conozco a las mujeres de tu tipo.
Mi padre cae muy fácilmente en los brazos de una chica con senos
grandes y labios provocativos, pero a mí no me engañarás. Ten
cuidado con lo que haces con mi padre o te quitaré las extensiones
de cabello que llevas en este momento.
—Sólo he venido a tratar de ser cortés y mira cómo respondes,
parece que no te educaron muy bien en Alemania. Todo lo arreglan
a patadas.
El intercambio de palabras se había vuelto bastante intenso. Y la
paciencia de Cassandra se agotaba con facilidad. La chica no tardó
demasiado en estallar, poniéndose de pie rápidamente y
propinándole una bofetada a Laura, su rostro se volteó de manera
instantánea.
—¿Cómo te atreves a golpearme? — Dijo la rubia antes de saltar
encima de la chica.
Los gritos y el desorden se adueñaron del lugar. Era una pelea
completamente violenta, donde los arañazos, los mordiscos y los
jalones de cabello se hicieron presentes.
Las dos tenían razones completamente válidas para sentir ira
hacia la otra, por lo que, permitieron que se desatara ese lado
salvaje en medio de una oficina prestigiosa. La primera en hacer
acto de presencia había sido la asistente de Mauricio, quien intentó
separarlas, pero en lugar de esto, se suma a la pelea en contra de
Laura.
La desventaja era tremenda, y en lugar de beneficiar la situación,
la había empeorado. Golpes y patadas volaban por todas partes, era
evidente que las cosas no terminarían bien.
Rápidamente por el edificio comenzó a desarrollarse una serie de
comentarios, los cuales llegaron directamente hacia el despacho de
Mauricio, quien saldría rápidamente para resolver la situación.
Cuando llegó a la oficina de Cassandra, vio cómo las mujeres
habían desatado una batalla campal, donde todas las involucradas
habían perdido completamente el control.
—¡Deténganse ya! Es una orden. — Se escuchó retumbar una
voz masculina que estremeció absolutamente toda la oficina.
El propio Mauricio había llegado al lugar para percatarse que su
hija y su amante habían iniciado una interacción poco agradable. Se
habían dado tantos golpes, que sus caras estaban hinchadas y
enrojecidas. Absolutamente todo el personal del piso y muchos de
otros niveles, habían llegado al lugar para presenciar el acto como si
se tratara de un circo.
—Fue una de las primeras cosas que te pedí, Cassandra. Será
mejor que vayas a casa. — Dijo Mauricio.
—Yo estaba tranquila en mi oficina y fue ella quien vino a
provocarme, padre. — Dijo la joven mientras se arreglaba el cabello.
—No quiero explicaciones, ambas han dado un espectáculo
deplorable en mi propiedad. Quiero que salgan del edificio ahora
mismo y vaya a la casa cada una. — Dijo el presidente de la
compañía antes de abandonar el lugar.
Había sentido como su ritmo cardíaco se había disparado
enormemente, por lo que, era difícil controlarse. Debía llegar a su
medicamento, ya que, podría sufrir un infarto si no llegaba a tiempo.
Ambas mujeres se arreglaron para marcharse, pero Cassandra
había dejado caer su móvil durante la pelea. Estaba completamente
estropeado y no tenía cómo comunicarse con su chofer. Mientras
caminabas el elevador, se encontró nuevamente con Frank, quien
se había regresado para ver qué había ocurrido.
—Mira cómo estás. Té han golpeado fuertemente. Creo que
podría llevarte a casa.
No será necesario. Caminaré. — Dijo la chica, quien estaba
realmente estresada.
—De ninguna manera permitiré que camines. Vamos, yo te
llevaré.
Frank había hecho todo lo posible por tratar de alejar a la chica
de estos pensamientos negativos que la llenaban de tanta ira.
Realmente se veía enfurecida aún, y mientras se desplazaban en el
vehículo BMW de Frank, finalmente habían caído en un tema de
conversación alejado del incidente.
—¿Cómo es que no sabes conducir? Eso es absurdo.
—Pues estoy acostumbrada a que me lleven a todas partes. No
sé, quizá nunca me interesó se hecho.
—Yo podría enseñarte a conducir si me lo permites.
Era la oportunidad perfecta, y Cassandra no podía negarse.
—¿De verdad? Eres un hombre muy ocupado y no quiero
interferir en tus asuntos.
—No hay nada más que decir. A partir de la próxima semana
iniciaremos con las lecciones. Luego podría acompañarte a comprar
tu propio coche.
Este repentino interés por parte de Frank de estar cerca de
Cassandra le generó esperanzas increíbles, ya que, inevitablemente
buscaría la forma de generar una situación entre ellos que
desestabilizaría al millonario.
IV

Aunque pensaba que se trataba de simplemente una manera de


llevar una conversación, tal y como se lo había prometido Frank,
puntualmente había pasado por la mención de Cassandra a las
cinco de la tarde. Aquel hombre había descartado absolutamente
todos los planes existentes dentro de su agenda, haciendo tiempo
para la chica.
Había pasado tiempo desde que actuaba de esta manera, ya
que, su trabajo y su responsabilidad laboral siempre eran una
prioridad. De pronto, Fran se encontraba haciendo tiempo en medio
de todas sus obligaciones y se reuniones para verse con una chica
de 21 años de edad.
El riesgo era tremendo, pero tomaba precauciones para evitar
que Mauricio se diera cuenta de lo que está ocurriendo. Hasta el
momento, todo era absolutamente inofensivo, ya que, simplemente
se trataban de lecciones de manejo, y en medio de una situación
como esta, Mauricio jamás imaginaría que las verdaderas
intenciones de Frank era poner las manos y algo más encima a la
chica.
Esta estaría encantada de que aquel hombre tuviese intenciones
más oscuras que el simple hecho de llevarla a conducir, ya que, el
deseo tan intenso que experimenta por este caballero, la está
comenzando a enloquecer.
—Te prometí que estaría aquí puntualmente. — Dijo Frank
mientras abría la puerta para permitir que la chica entrar en el
vehículo.
—¿Siempre eres así de puntual o esta es una ocasión especial?
— Preguntó la joven.
—Siempre que tengo una cita con una mujer hermosa, sólo llegar
temprano. — Dijo el caballero intentando ganar puntos con ella.
Fue imposible para Cassandra no sonrojarse, ya que, el tono de
voz y la forma en que le había hablado casi sobrante, le habían
generado escalofríos. Una vez que se sentó en las cómodas
butacas del vehículo de Frank, experimentó cierto miedo, ya que, no
sabía si se podría controlar en medio de una situación así.
Este hombre la volvía loca, y le gustaba tanto, que era muy capaz
de perder el control. Ni siquiera ella misma conocía sus propios
límites, por lo que, en cualquier momento podría desatarse una
situación inesperada y no sabría cómo manejarla.
Confía plenamente en el caballero, quien comienza a conducir
por la carretera alejándose un poco de la ciudad de Nueva York. A
medida que pasan los minutos y la conversación se hace mucho
más amena, el lugar se va haciendo mucho más solitario y alejado.
—¿Hacia dónde vamos? No conocía este lugar. — Dijo
Cassandra.
—¿Tienes miedo de lo que pueda hacerte? — Preguntó Frank
mientras sonreía.
—Solo es curiosidad. No creas que tienes tanta ventaja en este
juego. — Susurró la chica.
El caballero había escuchado perfectamente las palabras de la
joven, pero había preferido hacer caso omiso a las mismas. Él sabía
exactamente lo que quería y como lo obtendría, tenía lecturas claras
del comportamiento de la joven, así que no había forma de fallar.
La idea de manejar lejos de la ciudad se debía al hecho de que
no habría riesgo al tomar su vehículo y conducir por la carretera, ya
que, en caso de un error, los dos podrían temer una situación muy
grave.
Lo último que esperaba franja en medio de esta cita poco usual
era terminar en el hospital, por lo que, esta lejanía tiene todo el
sentido. Pero también había un deseo oculto, ya que, si lograba
anotar con ella, posiblemente lo haría en cualquier lugar sin
demasiados planes.
Por esto, sería ideal tomar una hora en la que el sol estaría a
punto de ocultarse, y adicionalmente, estaría completamente solos.
Casi de manera inconsciente, la chica se quedaba admirando el
rostro de Frank mientras este conducía.
Concentrado en el camino, sentía la mirada pesada de la joven,
pero cuando volteaba para verificar que esta lo estaba mirando, esta
bajaba la mirada rápidamente.
Parecían dos adolescentes enamorados, era un juego realmente
absurdo, ya que, los dos sabían exactamente lo que querían y cómo
terminaría todo. Desde que lo había visto aquella noche en la cena
con apenas 18 años de edad, Cassandra había descubierto que
aquel hombre sería para ella.
Aún desconocía las condiciones en que se daría todo, no tenía la
menor idea en qué momento ocurriría, pero lo de lo que sí estaba
segura es que este hombre tenía exactamente todas las
características ideales que le gustaban.
Aunque también sería cuestión de paciencia, también tenía que
poner de su parte para que la situación se prestara. Aquel hombre
se había convertido en una obsesión para ella durante sus años en
Alemania, y ahora se encontraba allí en el mismo coche al lado de
él, respirando su perfume y escuchando su voz, algo que parecía
ser una ilusión.
Habían llegado a un gran terreno, estaba completamente
desierto, y finalmente, después de llegar a su destino, Frank había
apagado el coche y había abierto la puerta para dirigirse hacia la
puerta del acompañante. Abrió la puerta de la chica y le ayudó a
bajar.
Era momento de cambiar lugares, ya que, las primeras lecciones
de manejo de Cassandra iban a comenzar en ese preciso instante.
Frank resultó ser un mejor maestro de lo que él creía, ya que, se
mostraba gentil y paciente en cada una de las instrucciones que le
proporcionaba a Cassandra, quien fue perdiendo los nervios cada
vez más.
Su profesor de manejo era completamente ardiente, y cuando
hacía contacto con ella para explicarle la forma en que debía
sostener la palanca o mover el volante, parecía que iba explotar en
fluidos al excitarse de una manera tan extrema.
El caballero, contando con una experiencia bastante significativa,
sabía que era lo que estaba pasando, no podría obviar los nervios
de la joven, quien parecía temblar de una manera descontrolada.
Se le había atribuido al frío del aire acondicionado, pero esto no
tenía ningún tipo de sentido, ya que este se encontraba en el
mínimo. La intención era que Cassandra comenzar a manejar el
vehículo y que ganara seguridad, pero todo se había convertido en
una situación llena de provocación y tentación. Lo tenía ahí cerca de
ella, muchas veces lo había imaginado de esta forma, pero no tenía
el valor de tomar una decisión para iniciar una interacción con él.
Finalmente, la chica después de varios intentos, había desistido
ante la seguridad de que no se atrevería a dar el paso. No quería
quedar frente a Frank como una cualquiera.
Aquel hombre era el mejor amigo de su padre, y se me
incomodaba y no quería ir más allá, seguramente arruinaría
absolutamente todo. No tendría cara para volverlo a ver en el
trabajo, y mucho menos tendría explicaciones para su padre si es
que este hombre decidía contarle lo que había ocurrido.
Para prevenir una vergüenza, Cassandra prefirió quedarse
tranquila y recibir sus clases de manera normal. Habían pasado ya
mucho tiempo juntos, y entre risas y anécdotas, habían
compenetrado bastante bien. Había una química agradable entre
ellos, algo que ni siquiera podía explicar el propio Frank con toda su
experiencia y vivencias. Ya era el momento de regresar a casa, así
que, las lecciones habían terminado, y aunque habían avanzado lo
suficiente, serían necesarias algunas reuniones más en este
contexto similar para que Cassandra se sentirá más segura de todo
lo que debía hacer a la hora de conducir.
Cambiaron nuevamente de lugar, y la chica estaba realmente
agradecida por el gesto de este hombre por preocuparse por darle
indicaciones de cómo debía manejar un coche. Volvieron a casa, el
sol se está ocultando y pudieron observar un atardecer
espectacular.
El ocaso parecía de fotografía, de postal extranjera, por lo que,
ambos admiraron como el sol iluminaba el cielo con sus tonalidades
naranjas, algo que quedaría marcado en el recuerdo de ambos para
siempre. De manera repentina, Frank detuvo el coche a la orilla de
la carretera, algo no estaba bien, por lo que, decidió detenerse.
—Siento raro el comportamiento del motor. Déjame revisar. —
Dijo el hombre mientras bajaba del coche a liberarse del cinturón de
seguridad.
Abrió la tapa del motor, observó algunos controles y piezas, pero
no tenía la menor idea de qué hacer. Estaba acostumbrado a que
alguien más le resolviera, pero en esta oportunidad, no podría
mostrarse tan débil y vulnerable ante la mujer que intentaba
conquistar.
Cassandra se sentía un poco culpable, ya que, llegó a pensar
que había sido ella misma quien había arruinado el coche. Guardó
silencio durante algunos minutos, pero luego se unió a aquel
hombre.
—¿Qué ocurre? ¿Es muy grave? — Preguntó la chica mientras
observaba el motor impresionante de que el BMW.
—Tendré que llamar a alguien para que venga por nosotros. No
podemos quedarnos aquí y esperar a que anochezca.
—Yo no tengo problema con ello. — Dijo la chica.
En ese momento, los dos se quedaron mirándose fijamente de
una manera bastante intensa. La mirada hablaba por sí sola, y
Frank se vio obligado a actuar. Bajó la tapa del motor, e intentó
resistirse, camino directamente hacia el interior del coche, pero
trazarse media vuelta, se fue directamente hacia Cassandra,
tomándola de la cintura y colocándola sobre el vehículo.
La pasión era incontenible, era demasiado deseo resistido
durante mucho tiempo, por lo que, el cuerpo ardiente provocativo de
aquella chica había roto con las barreras del acaudalado millonario,
quien estaba a punto de degustar el placer más exquisito.
Se deshizo de la blusa de la joven, lamió sus pechos, los
masajea mientras besa su cuello y la chica permitía que este de
recurriera por completo. Mantenía sus piernas separadas mientras
franja se encontraba en el medio de estas.
Palpa sus muslos, sintió la dureza en ellos, era la juventud plena
cargada de placer y lujuria. Cassandra necesitaba esa dosis
orgásmica, mientras el hombre le proporcionaba una ráfaga de
besos que se fue revisando directamente hacia su abdomen.
Acto seguido, se deshizo de su panty, lo había tirado al suelo
mientras encajaba su lengua en el Centro de sus piernas. Aquel
sabor le hizo agua la boca, le estaba practicando sexo oral a la hija
de su mejor amigo.
Esto me hizo pensar durante sólo unos segundos, pero el néctar
delicioso le hizo romper con todos los pensamientos que lo
limitaban. Lamía los labios vaginales de Cassandra, mientras esta
acariciaba el cuero cabelludo de aquel hombre.
Finalmente habían roto las reglas y se sentía muy bien. Mientras
sostenía sus muslos, su lengua la penetraba una y otra vez
proporcionándole un placer exquisito, aquel sabor era incomparable,
nunca había sentido tal dulzura en una mujer, por lo que, sabe que
está completamente perdido en ella.
Viajó con su lengua directamente hacia su ombligo, generó
ciertas cosquillas que producen una sensación que corrió por todo el
cuerpo de Cassandra, quien se estremeció de una manera tal, que
decidió tomar al hombre de la camisa y llevarlo hasta su rostro.
Lamió sus propios fluidos, los cuales aún permanecen en la
superficie de los carnosos labios de Frank. Succiona de manera
intensa, mientras intentaba deshacerse del cinturón del pantalón.
El mismo Frank ayuda a chica. Tardó en terminar con la tarea,
pero este no le dio importancia al hecho. Se dio a la tarea de besar
cada una de las pecas que rodeaban sus pechos, esas mismas
pecas que había visto por primera vez en la oficina y que lo habían
dejado completamente desarmado.
Cada beso excitaba más a Cassandra, quien se mojaba cada vez
más intentando contenerse para no hacer una tontería. Pero este
hombre le excita demasiado y lo había deseado tanto que no había
forma de resistirse.
En unos pocos minutos, ambos estaban sobre la tapa del coche
follando sin contemplación. Estaban desnudos, y finalmente, las
luces del día se habían ido. Estaban en medio de la nada, y la
probabilidad de que un coche pasara por allí era muy baja.
Frank había escogido la ubicación perfecta, y sabía que su plan
daría resultados. Penetraba a la chica rebotando contra ella de
manera intensa, sabía que necesitaba sexo duro, y esta lo recibía
de una manera placentera.
La forma en que gemía, sus quejidos agudos, y la manera en que
respiraba, le daban a entender a Frank que la estaba llevando
directamente al punto donde él quería. Pronto explotaría un placer,
sintiendo como aquel hombre también estallaba dentro de sí.
Quería sentir el semen cálido de este caballero dentro de ella,
correrse de una manera masiva inundándola con este espeso y
blanquecino néctar que ella misma degustaría una vez que lo
sintiera dentro de ella. Se aferra los glúteos del caballero y lo
empuja hacia dentro, como si quisiera penetraciones mucho más
profundas, está sedienta de placer, y lo que experimenta,
simplemente le da un apetito mucho más pleno por recibir más de
esto.
Sabían que debían terminar rápido, y aunque el primer encuentro
no había sido de la forma más romántica, había sido exactamente
como lo había imaginado Cassandra. Inesperado, sin reglas y
desenfrenado.
De esta forma, ninguno tendría tiempo de prepararse, surgiendo
todo de manera espontánea para no dejar lugar al arrepentimiento.
Después de más de una hora de actividad física, finalmente los dos
habían terminado completamente exhaustos observando las
estrellas mientras sus cuerpos desnudos aún transpiraban.
No podían creer lo que había ocurrido, y aunque la culpa no
estaba presente, ambos sentían cierto remordimiento al saber que
era una regla que no debían romper.
Eran compañeros de trabajo y tienen en común a un hombre que
había confiado mucho en ellos. Era el momento de volver a casa, y
una vez que entraron al vehículo, este encendió sin problemas. Fran
sonrió, ya que, todo había sido parte de su plan.
La chica también sonrío al sentirse satisfecha del hecho de que
este hubiese llegado a tal punto de atrevimiento para poseerla, era
exactamente el hombre que ella imaginaba que era.
Pero las buenas noticias no estaban por llegar, ya que, mientras
se dirigía a la ciudad, estando solo a cinco minutos, Cassandra
recibiría una llamada que le helaría la sangre.
—No puede ser posible. ¿En dónde está? Voy para allá. — Dijo la
chica mientras escuchaba la voz desesperada de Cynthia, quien se
había comunicado con ella para notificarle lo peor.
—¿Qué ocurre? ¿Estás muy exaltada? — Preguntó Frank
mientras veía los nervios evidentes en la forma de expresarse de las
chicas.
—Es mi padre, ha sufrido un infarto.
—¡Por Dios, Mauricio! Seguro olvidó tomar su medicina.
Aquel nombre había sido encontrado en la habitación de un hotel
ya casi sin signos vitales, había sido un completo milagro el hecho
de que aún estuviese con vida. Había logrado llamar a recepción
antes de terminar muerto, por lo que, había sido un golpe de suerte.
Se había alojado en el mejor hotel de la ciudad junto a Laura,
quien le había proporcionado una noche exquisita de placer, pero
ante la invención de una excusa para salir de allí, había tomado el
medicamento de Mauricio antes de salir de la habitación.
Se había marchado, y con ella se había llevado la única
posibilidad de vida de aquel hombre en caso de que sufriera una
crisis. Lo había excitado tanto durante aquella noche, que sabía que
era inevitable que sintiera fatiga y la necesidad de tomar el
medicamento. Todo había sido responsabilidad de Laura, aunque ni
siquiera Mauricio, sería capaz de pensar en esa posibilidad.
V

Frank había conducido lo más rápido que podía hacia el hospital,


la ansiedad de la chica, la había hecho estar en un estado de
nervios terribles. Lloraba continuamente, intentaba mantener la
calma mientras hacía crujir los huesos de sus dedos continuamente.
—Tienes que calmarte, Mauricio es un roble. Seguramente fue
algo pasajero. Tranquilízate.
Frank colocó su mano sobre el muslo de la chica, tratando de
tranquilizarla. Y era algo retorcido que, en medio de una situación
como esta, ambos sintieran cierta excitación tras el contacto.
El hombre volvió a observar sus piernas, eran realmente
alucinantes, pero debía concentrarse, ya que, el momento no se
prestaba para esto. Unos minutos más tarde, se encontrarían en la
sala de emergencias del hospital central de Nueva York.
La chica había entrado completamente desesperada hasta la
recepción buscando respuestas acerca de su padre.
—Estoy buscando a Mauricio Casas, ¿cuál es su estado? —
Preguntó a la chica.
—Tendrá que sentarse por allá y esperar a que la atienda el
doctor.
—¡Mi padre está a punto de morir y me pides que espere! —
Exclamó la chica antes de dar media vuelta y marcharse a la sala de
emergencia.
Caminó por las habitaciones intentando verificar donde estaba su
padre, pero finalmente, encontraría una señal clara que le indicaría
dónde estaba Mauricio. A las afueras de la habitación, en unas sillas
plásticas, se encontraba sentada Laura, que parecía estar bastante
preocupada.
—Cómo es posible que haya llegado primero que yo aquí? —
Preguntó Cassandra, quien estaba a punto de iniciar una segunda
pelea.
—No es el momento ni el lugar. He venido porque yo estaba con
Mauricio minutos antes de que sufriera el ataque.
—Es una casualidad bastante conveniente. Parece que no te
arranqué suficientes cabellos la última vez. — Dijo Cassandra antes
de irse encima de la mujer.
Por suerte, Fran que estaba cerca para poder evitar una nueva
contienda entre las dos mujeres. Había una ira significativa entre
ellas, por lo que, posiblemente no se detendrían hasta ver a la otra
bañada en sangre. Se calmaron tras la intervención de aquel
hombre, pero Laura no era tonta. Aquella mujer había interpretado la
llegada de los dos juntos como una forma muy sospechosa.
Frank era su principal objetivo, era el hombre que deseaba y a
quien quería tener entre sus piernas, por lo que, el simple hecho de
ver llegar a esta chica al lado de este hombre, le generan unos celos
terribles.
Frank nunca había correspondido absolutamente ninguno de los
estímulos que vi intentado despertar la obra, por lo que, al lado de
Cassandra, se sentía menos mujer, menos atractiva, y esto no era
aceptable.
Era una mujer que había invertido mucho dinero en sus cambios
físicos, prácticamente estaba hecha de goma, a la medida de
Mauricio, a quien le gustaban las mujeres con estas características.
Las modificaciones estéticas a las que se había sometido, la
habían convertido en una mujer realmente deseable, pero no era
este el esquema el que estaba acostumbrado Frank, que buscaba
algo más natural te había tenido la posibilidad de estar con múltiples
mujeres con características similares a las de Laura, pero esto no le
daba la sensación que no buscaba.
Detestaba tocar a una mujer y que todo se sintiera como si se
tratara de un maniquí, silicón sintético de bueno y de la más alta
calidad, pero que no se comparaba con los pechos juveniles y
suaves de una chica como Cassandra.
La mujer observó ambos, y al no poder contener su molestia,
disfrazó la situación a su favor, abandonando el lugar al saber que a
partir de ahora se encargaría Cassandra. Pasaron algunas horas
hasta que el médico cirujano saldría nuevamente para dar noticias a
la chica.
Mauricio había sufrido un grave infarto, y por suerte había llegado
a tiempo al hospital, habían tenido que hacer un gran esfuerzo por
reanimarlo, no había sido una tarea sencilla, pero finalmente lo
había logrado.
Habían tenido que realizar una intervención de emergencia,
prácticamente lo habían regresado de la muerte, pero esto, a pesar
de que parecía bastante grave, era una prueba más para Mauricio,
quien era un hombre fuerte y con unas ganas increíbles de seguir
viviendo.
—Parece que tendremos a Mauricio durante algunos años más
entre nosotros. Se niega a irse, así que, no hay forma de que
podamos contenerlo en este hospital durante mucho tiempo. Puedo
asegurarte que cuando despierte, querrá irse a casa caminando por
su propio pie.
El médico de confianza de Mauricio, había hecho su trabajo de
manera seccional, le había dado la posibilidad de seguir viviendo y
tendría una calidad de vida similar a la que usualmente desarrollaba.
Habían sido muchas emociones las que había vivido Mauricio en
aquella habitación de hotel, Laura definitivamente había llevado
hasta el límite aquel hombre, desestabilizando tal punto que
perdería la capacidad de controlar su ritmo cardíaco él mismo.
Era un hombre afortunado, o al menos así se sentía él, ya que,
tenía una hija hermosa y tenía la posibilidad de irse a la cama con
una mujer espectacular.
Pocos con su edad podrían decir lo mismo, por lo que, el dinero,
el poder y el prestigio servían de algo para un viejo como Mauricio.
Las tres semanas siguientes habían sido suficientes para que la
recuperación del empresario se llevara a cabo. También había sido
el tiempo ideal para que Cassandra comprendiera que Frank
representaba un increíble apoyo para ella.
Se había comportado como un caballero y la vi acompañado
durante cada día durante las largas vigilias acerca de la salud de su
padre. No había conciliado el sueño con normalidad, no quería
quedarse dormida y que las cosas comenzaran a empeorar de
pronto y despertar con la noticia de que su padre había muerto.
Aunque no podría cambiar absolutamente nada de la realidad, al
menos tendría la posibilidad de verlo vivo antes de que su último
respiro. Quizá la actitud de Cassandra era un poco fatalista, pero
sabía que el corazón de su padre no resistiría para siempre.
Sospechaba enormemente acerca de Laura, ya que, había sido
muy casual que hubiese estado ella allí y no hubiese podido darle su
medicamento. En múltiples oportunidades había sufrido episodios
con características similares y había logrado salir airoso, pero en
esta oportunidad, parece que las cosas no hubiesen estado a favor
de Mauricio, como si hubiese sido una desventaja arreglada, y no
estaba muy alejada de la realidad. Laura había tomado el
medicamento de aquel hombre, se lo había llevado en el bolso y
había decidido regresar unos minutos después con la excusa de que
había dejado sus llaves.
Había encontrado a Mauricio tendido en el suelo, sus manos en
el corazón indicaban señales de infarto. El medicamento había sido
arrojado del coche justo en el momento que habían salido del hotel.
Ya chica no tenía ningún vínculo con esta situación, se había
lavado las manos, pero Mauricio no era un hombre idiota, sabía
perfectamente que algo no estaba bien. Cuando le dieron el alta,
aquel hombre parecía un toro, estaba completamente vigoroso, lleno
de vida y fuerte, no era la forma usual cómo salía un sujeto del
hospital después de haber recibido un infarto.
Este sujeto ha evadido la muerte, había conseguido una nueva
oportunidad de seguir viviendo, pero a pesar de que otros piensen
tomada me hice diferentes, Mauricio había decidido seguir con la
misma rutina de los niveles de diversión que estaba experimentando
en estos últimos años de su vida, era mucho más valioso que una
vida de anciano que ya no se tomando medicinas y aislado del
mundo.
Los menos que quería era terminar con una bomba de oxígeno
conectada a sus pulmones, tratando de conseguir el perdón divino
para limpiar sus culpas.
De esa manera era como usualmente terminaban los ancianos, y
Mauricio, bajo ninguna condición, terminaría sus días así. Preferiría
tomar una pistola y volarse los sesos antes de morir en una cama de
hospital deteriorándose gradualmente.
Había salido del hospital, y una de las primeras cosas que había
hecho, era buscar a Laura. Aquella mujer había dejado de asistir al
lugar por orden de Cassandra, quien había prohibido su entrada y le
había advertido que se mantuviese alejada de su padre.
Una vez que el anciano millonario había vuelto a las andanzas,
era imposible mantenerlo tranquilo y limitado, era testarudo y muy
decidido, por lo que, sus decisiones debían respetarse.
Tan sólo dos días después de salir del hospital, ya estaba de
nuevo saliendo con Laura, algo que había dejado completamente
decepcionada a Cassandra, pero la chica de 21 años no puede lidiar
contra la corriente. Su padre tiene poder, decidido, y no dará su
brazo torcer en una situación como esta.
Discusiones se han llevado a cabo, pero Cassandra lo único que
puede hacer es aislarse. Hay sido buscar un departamento en el
centro de la ciudad y alejarse de la casa de Mauricio, ya que, no
puede soportar las náuseas al ver cómo aquel hombre llega con
Laura y la muestra frente a ella como si fuese un trofeo.
Esta escena para la chica es completamente repugnante, por lo
que, después de haberse movido al centro de la ciudad, apenas y
comienza una vida independiente. Necesita mantener su mente
despejada, limpia y fresca, por lo que, decide ir a correr en la
mañana para mantenerse tranquila.
Llevando sus pantalones flexibles ajustables, zapato deportivo y
una camiseta que deja ver claramente sus escote y abdomen,
Cassandra hace una cola en su cabello y comienza correr. Sus
auriculares la isla del mundo, la música electrónica la mantiene
concentrada, y trata de mantener el ritmo mientras corre.
Su ritmo cardíaco comienza a aumentar y la transpiración
duración comienza a hacerse cada vez más evidente la chica
comienza liberar toxinas mientras mantiene su mente fresca.
Uno que otro pensamiento acerca de Frank viene su cabeza, a
qué nombre se ha convertido en parte de su cotidianidad, no hay
forma de que pase un día Sin pensar en él, por lo que, se encarga
de mantener las cosas vivas entre ellos.
Pero de forma inesperada, la chica corría por un parque, el cual
tenía acceso a los vehículos, viendo como de forma repentina el
coche BMW de Frank se veía justo al lado de ella. La bocina son un
par de veces, ante lo que, la chica sintió que algo estaba pasando.
—¿Qué ocurre? ¿Qué haces aquí? Es muy temprano. — Dijo
Cassandra al entrar al vehículo.
—Hay algo que tienes que saber. No sé cómo contarte esto sin
generar que explotes de la ira. — Dijo Frank.
—Si se trata de mi padre, no quiero saber absolutamente nada.
Últimamente se está comportando como un imbécil. — Dijo la joven
mientras sacaba su móvil para revisar algunas de sus redes
sociales.
—Se trata de Laura, y creo que no te va a gustar lo que pasó
anoche en mi hotel.
El rostro de Cassandra se transformó instantáneamente, sabía
que lo que estaba a punto de escuchar no sería nada agradable,
pero, aun así, se mantuvo atenta. Dirigió su mirada de manera
instantánea hacia los ojos de Frank, quien detuvo el coche a un lado
del camino para evitar un accidente.
—Comienza hablar, ¿qué es lo que ha hecho la zorra esa? —
Preguntó a la chica con una molestia bastante evidente.
Fran comenzó su narración indicando que había terminado la
noche completamente agotado después de un día rutinario de
trabajo. Detestaba el penthouse de Manhattan, por lo que, para él
era muchísimo más cómodo quedarse en un hotel lujoso donde
tenía acceso a todas las comodidades. Tras llegar a la habitación,
se había deshecho de toda su ropa para tomar un baño en el
jacuzzi, aún tenía su toalla rodeando la cintura, cuando la puerta
sonó un par de veces.
Nadie le había notificado nada acerca de alguna visita o
requerimiento, por lo que, el hombre confiado, pensó que se trataba
del servicio a la habitación. Sin cubrirse, caminó directamente en la
puerta y la abrió, encontrándose con una visita nada esperada de
Laura frente a él.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? — Preguntó Frank
mientras se ve bastante sorprendido.
Sin tiempo que perder, la chica empujó a Frank al interior de la
habitación e ingresó. Se veía bastante preocupada o nerviosa, por lo
que, no tenía tiempo que perder. Un abrigo la cubría, parecía que
había llegado caminando desde donde sea que había venido. No
hubo palabras, explicaciones, simplemente el abrigo cayó al suelo, y
con esto, se mostró el cuerpo completamente desnudo de aquella
rubia.
Era muy difícil rechazar a una mujer con estas características
físicas, pero lo que estaba sintiendo Frank ese momento por
Cassandra, había permitido generar un bloqueo ante cualquier
tentación de otra mujer.
Los sentimientos que son experimentados por aquella chica de
21 años estaban comenzando a hacerse cada vez más sólidos, por
lo que, las intenciones de Laura de tratar de acostarse con él,
habían sido un completo fracaso una vez más.
—Debes vestirte, no sé qué intentas, pero creo que has perdido
la cabeza. — Dijo Frank.
—Ya estoy cansada de que me rechaces. Al menos dame la
oportunidad de demostrarte que soy mucho más mujer que esa niña
de 21 años que está tratando de seducirte. Soy la mujer que
siempre esperaste, Frank. Acéptalo. — Dijo Laura mientras
caminaba hacia él.
Era una verdadera prueba de resistencia tener que evitar follar a
esta mujer en la cama de su habitación de hotel como a una
cualquiera, pues de esta forma era que se estaba comportando.
Laura había perdido cualquier rastro de autoestima, se había
convertido en alguien completamente interesada, buscando qué
podía conseguir de cualquier situación, y Frank no se prestaría para
esto.
Había dos elementos principales que bloqueaban sus deseos, y
uno de ellos era la amistad con Mauricio. No tenía la menor idea si
la relación que tenía con Cassandra iría a algún lugar, no sabía si
tendría éxito, pero no era momento para dudas, así que, antes de
darle armas a Laura para que lo perjudicara en el futuro, prefirió
tomar el teléfono para la recepción y solicitó la presencia de
empleados de seguridad.
—Hay una chica en mi habitación y no he dado autorización para
que esté aquí. Necesito que la saquen ahora mismo. — Ordenó
Frank antes de terminar la llamada.
—¿Qué estás haciendo? Tú no eres así, es la niña esta la que te
ha transformado y te has convertido en su objeto. Seguramente te
ha dicho cosas terribles sobre mí y ahora me tratas de esta manera.
He visto miles de veces como me observabas con deseo lo oficina,
¿ahora sólo soy una extraña en tu vida?
La mujer caminó directamente hacia su abrigo, el cual se
encontraba tendido en el suelo. Se cubrió antes de que llegaran los
de seguridad, y estaba a punto de enfrentar una situación realmente
humillante. La puerta se abrió y dos hombres muy fornidos vieron la
situación.
—¿Es ella, señor? — Preguntó uno de ellos.
—Llévensela ahora mismo y asegúrense de que vaya a casa. Yo
pagaré en taxi.
—Te vas arrepentir de esto, Frank. Esta humillación no la olvidaré
jamás. — Exclamó Laura antes de salir de allí.
Está completamente confundido, pero esta situación había
servido totalmente para poder entender que había alcanzado una
gran cantidad de sentimientos muy fuertes por Cassandra. Todo
pudo haber quedado en secreto, a puertas cerradas en aquel el
hotel que sería el nido para que se desarrollará una escena
apasionada entre Laura y él.
También había experimentado una gran cantidad de deseo por
esta fémina en el pasado, pero lo que había encontrado con
Cassandra, era completamente diferente y genuino, así que, no
estaría dispuesto arriesgarse para perderlo simplemente por unos
senos voluptuosos.
—Esa mujer no tiene escrúpulos. Se acuesta con mi padre y
quiere quitarme a mi novio. La verdad es que me encantaría tenerla
en frente y sacar todos sus dientes a golpes. — Dijo la furiosa chica.
—¿Novio? ¿Realmente me consideras eso en tu vida? —
Preguntó Frank mientras sonreía.
La molestia había generado un gran brote de sinceridad en
Cassandra, quien había sido traicionada por su subconsciente,
diciendo una palabra clave que la vinculaba fuertemente con Frank.
Ella también había comenzado enamorarse de él, y tras escuchar la
narración de la historia, se había quedado impresionada al ver lo
que estaba dispuesto a hacer aquel sujeto por ella.
Las palabras de Frank la habían intimidado muchísimo, siente
una gran vergüenza y su rostro se sonrojó totalmente. Hasta ese
punto, nada había sido oficializado, lo único que había entre ellos,
era un vínculo sexual que explotaba en cualquier lugar y a cualquier
hora, una llamada era suficiente para cerrar la cita, así que,
establecer una relación o vínculo sentimental ya era bastante
responsabilidad en ese punto.
—No estamos hablando de esto, Frank. Por favor no cambies el
tema. — Dijo Cassandra.
—¿Quieres que te lleve a casa? Creo que tienes algunas cosas
que revisar en tu mente. — Dijo el caballero mientras acariciaba el
rostro de la chica.
Ella asintió con la cabeza, y posteriormente, recibió un beso
profundo por parte del caballero, este se había sentido bastante
satisfecho de escuchar la palabra de la chica, ya que, haya valido la
pena tener resistencia en aquella noche. El hecho de que la joven
fuese capaz de decir que era su novio, significaba que lo tenía en un
lugar más importante.
Cassandra había salido del vehículo con toda la intención de
revelar la verdad a su padre, aunque no sabía si después de
contarle todo esto, este podría creerle y le daría crédito palabras,
pues posiblemente se parcializaría por la chica, pero Mauricio no era
tonto, por lo que, tras escuchar las historias múltiples que había
contado de Laura, la sospecha de que algo muy retorcido está
manejando esta mujer en su contra, eran cada vez más ciertas.
VI

Un fuerte presentimiento de que algo muy grave está a punto de


ocurrir ha perturbado a Cassandra durante los últimos días. Esto la
había llevado a analizar múltiples alternativas para resolver la
situación.
La chica estaba completamente segura de que las intenciones de
Laura iban más allá de conquistar a su padre y mantenerlo
surtiéndole dinero constantemente. No iba soportar para siempre,
pues una chica como ella, después de que obtenía todo lo que
deseaba, simplemente se deshacía de los estorbos y continuaba su
camino en busca de la próxima víctima.
Frank no había mordido el anzuelo, y esto había enfurecido
enormemente a Laura, quien estaba dispuesta a llevar las cosas a
otro límite era una mujer de malos sentimientos, calculadora, muy
meticulosa con las cosas que hacía, por lo que, la capacidad
analítica de Cassandra, le había dado la posibilidad de comenzar a
investigar por sus propios medios lo que estaba ocurriendo. Había
utilizado su agenda para contactar con alguno de sus viejos amigos,
necesitaba a alguien que tuviese conocimientos avanzados acerca
de computación.
La computadora de Laura debía ser un dispositivo que podría
proporcionarle algo de información, ya que, allí podría guardar una
gran cantidad de detalles o encontraría algo que la inculpara.
Tuve intenciones de asesinar a su padre aún permanecían vivas,
pero lo que no podía manejar Cassandra era el hecho de cómo lo
haría y en qué condiciones. Tenía que moverse rápido, ya que, no
quería tomar el teléfono un día y recibir la nefasta llamada de que
finalmente su padre había fallecido.
Aquel hombre estaba completamente enamorado de Laura, y
aunque sabía que había actitudes extrañas detrás de todo su
comportamiento, seguía disfrutando de su cuerpo y de los placeres
de la carne dando como principal prioridad.
El viejo millonario estaba actuando de forma irresponsable, y
poco le importaba su propia vida si puede recibir todo el placer que
podía proporcionarle aquella mujer. Esta chica estaba totalmente
entregada a él, le permitía hacer absolutamente todo con su cuerpo,
y este era un pago suficiente para el empresario.
Finalmente, Cassandra se había reunido con Cynthia, que le
había llevado con un viejo amigo de ella, quien era una eminencia
con la computación. Un chico obeso abrió la puerta de un viejo
departamento que olía completamente desagradable el olor a queso
rancio las había impactado enormemente antes entrar, pero era el
sacrificio que tenía que hacer si quería encontrar una forma de
desenmascarar a la chica. Las dos jóvenes estaban corriendo un
grave peligro en aquel barrio.
Habían llegado a la zona más peligrosa de Nueva York, pero
ahora en este sitio donde habitaba Martín, un joven de 25 años de
edad, quien ha dedicado enteramente a violar contraseñas, acceder
a las cuentas de redes sociales de manera ilícita y estafar a algunos
bancos para conseguir algo de dinero. Su experiencia era suficiente
como para poder encontrar la manera de acceder a la cuenta de
correo de Laura, por dónde iniciaría en sus primeras búsquedas.
La ayuda de Martín había sido primordial, este hombre se
desplazaba por la red como si se tratara de un lince, algo
completamente diferente a la movilidad física que mostraba. Este
hombre contaba con un gran sobrepeso, cabello largo y gafas que
eran evidencia del gran deterioro de su vista a lo largo de los años
frente a un ordenador.
Sus intenciones de ayudar a la chica estaban influenciadas por el
enorme gusto que siempre había sentido Martín por Cynthia, quien
había utilizado belleza y talento para conquistar y hacer uso de las
habilidades de este chico.
Unos pocos minutos habían pasado desde que habían llegado a
aquel lugar y el repugnante olor las estaba impulsando a salir de allí
para volver luego. Pero Martín era muy rápido, se desenvolvía con
fluidez, por lo que, no pasaría demasiado tiempo para que
finalmente encontraran lo que estaba buscando.
—Listo, lo he conseguido. Ahí tienen lo que buscaban. — Dijo el
joven mientras se paraba de la silla mostrando el buzón de entrada
del correo electrónico de Laura.
Tenían que encontrar algo que la inculpara, algo que le diera la
posibilidad de señalarla, pero pesar de que buscar minuciosamente,
era puro correo de trabajo y material basura. Eso no serviría de
nada, no les permitiría acumular nada en su contra, por lo que,
Cassandra se siente frustrada.
Pero se ha precipitado, ya que, había tomado en cuenta sólo el
buzón de entrada. Cuando empezó a revisar los archivos de aquel
correo, comenzó a encontrar algunos detalles que era
incongruentes. Algunos correos bastante particulares provenientes
de una cuenta misteriosa, comenzaron a aparecer en este archivo.
Parecían hablar en clave, era una forma bastante particular para
comunicarse entre dos personas que tenía una conversación
normal, por lo que, allí donde comenzó a fijar atención. No sabía
que lo que estaba hablando se involucraba su padre o ella, quizás
tenía que ver con otra cosa completamente aislada, tenía que tomar
toda esta información y analizarla con calma.
Le había pedido el favor a Martín que imprimiera toda esta
información, ya que, una vez en casa, se tomaría la tarea de
analizar todo con detalle para luego conversar con Frank.
Cada segundo que perdían, era un segundo que ganaba ventaja
Laura, por lo que, tenía que actuar rápido. Ambas chicas habían
regresado a casa para comenzar con su tarea investigativa. No
tenía ninguna experiencia en esto, pero Cassandra era realmente
inteligente, así que, no se rendiría hasta encontrar algún detalle.
Había convertido su cuarto en una especie de centro de
investigación. Todas las hojas estaban pegadas en la pared
mientras resaltaba alguno de los detalles para tratar de descifrar el
mensaje. Enviaba algunas fotografías de esto a Frank y juntos
intentaban armar una teoría en medio de esta conspiración.
Su romance seriamente en secreto, y Mauricio aún no sabía qué
era lo que ocurría. Era una forma bastante particular de ocupar el
tiempo y la mente, pero la chica estaba decidida a encontrar algo
que pusiera a Laura en una situación de desventaja. Aquella mujer
era de temer, podría tomar las armas en sus manos y hacerle pagar
lo que le había hecho hasta ese momento.
Desde el regreso de Cassandra de Alemania, todo se había
vuelto en contra de Laura, por lo que, era muy probable que, si
aquella chica llevaba a cabo sus amenazas, quién pagaría las
primeras consecuencias sería Cassandra.
No sentía miedo, pero sí tenía cierta expectativa ante el
desconocimiento acerca de qué era capaz de esta mujer. Dos
semanas habían transcurrido desde que habían descubierto la
información dentro del correo electrónico, y le había pedido a Martín
que por favor la mantuviese actualizar.
Este tenía la posibilidad de acceder a su correo cuando quisiera,
pero no proporcionaba esta ventaja a todo el mundo. Finalmente,
después de implorarle y utilizar el recurso de Cynthia a su favor,
finalmente había encontrado la forma de acceder a ella desde su
propio ordenador. La última noche, luego de tomar un baño de agua
caliente, la chica había tomado su portátil había ingresado una vez
más a la cuenta de correo electrónico de Laura. Había un correo
reciente que había sido recibido, por lo que, no dudó en ingresar y
revisar. Era el mismo remitente misterioso que generalmente
escribía, por lo que, cuando lo abrió, un mensaje poco habitual se
encontró entre las palabras.
“Es el día, 8:00 pm. Restaurante Norton High”.
Era una dirección, parecían indicaciones específicas, pero
finalmente, la chica pudo hilar todo lo que había encontrado en la
información y llamó inmediatamente a Frank.
—Creo que encontré la solución a todo esto. Necesito que
ubiques a mi padre inmediatamente. He intentado llamarlo y su
teléfono parece apagado. — Dijo Cassandra, quien parecía bastante
nerviosa.
—Voy para allá, tenemos que resolver esto pronto. — Dijo Frank.
La chica terminó con la llamada e intentó un par de veces más
llamar a su padre, necesitaba saber si realmente estaba bien o tenía
algún vínculo con este lugar. Finalmente, logró comunicarse con su
asistente, quien finalmente le dio la noticia a Cassandra, que le
revelaría que había algo turbio gestándose en torno a Mauricio. La
mujer afroamericana, le había dado especificaciones claras acerca
del último lugar al que iría su padre.
Tenía una cena de negocios en aquel lugar, por lo que, por lo
general apagaba el teléfono antes de iniciar dichas reuniones.
Mauricio había sido citado en este lugar, y por alguna razón, había
sido Frank quien supuestamente lo había llamado para se vieran
allí.
El hombre había estado esperando durante 20 minutos, pero
nada había ocurrido. Cuando Frank llegó a la casa, y comenzaron a
analizar todo lo que está pasando, pudieron encontrar detalles
acerca de un plan de asesinato que se estaba gestando desde hace
días frente a sus ojos.
Quizá pudieron haber evitado todo desde el comienzo, pero ya
era demasiado tarde, o quizás no, lo cierto es que tenían el tiempo
en su contra, y habían descubierto lo que iba a ocurrir en el último
segundo.
La desesperada Cassandra intentaba llamar constantemente a su
padre, pero este estaba completamente incomunicado. Lo que sea
que iba pasar en este lugar, iba ser ejecutado, por lo que, una idea
de Frank surgió en ese momento con lo que, encontraría una única
posibilidad de salvarle la vida al empresario.
—Tenemos que llamar al restaurante y verificar que tu padre esté
allí. Sea lo que sea, seguramente podremos resolver todo a tiempo.
— Dijo Frank mientras tomaba su móvil para comunicarse con el
establecimiento.
La chica temblaba, sabía que algo muy malo está a punto de
pasar, pero cuando se vio que Frank logró comunicarse con el lugar
y dio el mensaje inmediato a Mauricio que saliera de allí, pudo estar
un poco más tranquila.
—Justo ahora le notificarán que debe abandonar ese lugar. Algo
muy extraño está pasando. No tengo buena sensación acerca de
esto.
—Créeme, yo tampoco. Hay algunos puntos aquí que debemos
revisar puntos. — Dijo la chica mientras volvía a los correos
electrónicos.
Poco a poco hicieron ataduras en los cabos, llegando a la
conclusión de que el plan que se estaba gestando había sido
orquestado directamente por Laura, involucrando a Frank como
autor intelectual de un crimen que está perfectamente estructurado.
Todos los indicativos, apuntan directamente a él como culpable, y
si estas pruebas salieran a la luz, no habría forma de que este
hombre pudiese evadir el peso de la ley.
Laura quería quitar del medio a Frank, le quería hacer pagar su
desplante, y de esta forma, afectaría tanto a Mauricio como a
Cassandra. Este plan macabro que estaba siendo orquestado por la
propia Laura, tenía que salir perfecto, por lo que, a la chica toma las
precauciones y había decidido salir de la ciudad.
Minutos antes de que Mauricio fuese evacuado del restaurante
debido al mensaje de emergencia que se le había enviado, la chica
ya se encontraba viajando hacia la ciudad de París en un avión.
Tenía que desaparecer, no podía existir el vínculo alguno entre
ella y lo que está ocurriendo y el ejecutor de Mauricio, había fallado
su objetivo. Sería trasladado a casa bajo estrictas medidas de
seguridad, pero nada de lo que está pasando tenía sentido.
Cuando comienzan a investigar, Laura se había dedicado a dejar
una gran cantidad de señales que llevarían directamente hacia
Frank como autor intelectual. Ante esta situación tan difícil y
engorrosa, Cassandra no tuvo más opción que pedirle a Frank que
desapareciera.
Aquel hombre, descubriendo que había sido colocado en el ojo
del huracán sin ni siquiera darse cuenta, tenía que permanecer
oculto y mientras las investigaciones se llevan a cabo. Los días
transcurrieron y a medida que más detalles salían a la luz, más se
decepcionaba Mauricio.
Su propia hija trataba de convencerlo de que todo era un plan de
Laura, pero todo estaba demasiado claro en contra de Frank, y el
hecho de que hubiese desaparecido era mucho más sospechoso.
Explicaciones iban y venían, y Cassandra había hecho todo lo
posible por hacer entender a las autoridades que Laura era una de
las principales involucrados en todo esto. A pesar de que le habían
tomado como una participante, todos los caminos indican que Frank
era el autor intelectual.
Sólo Cassandra y él saben que nada tiene que ver en esto. La fe
que la chica depositado en el empresario, será la única esperanza
que tenga este caballero para poder recuperar su reputación.
Prácticamente se había desaparecido dentro de la ciudad. Todos los
límites estaban cerrados y había una búsqueda muy intensa de
Frank Torres en todas partes.
Justamente nadie sabía la relación que existía entre la chica y
Frank, quien con cada día de ausencia aumentaba más la
necesidad de tenerlo cerca. Nunca habían pasado tanto tiempo
separados desde que se habían encontrado nuevamente, por lo
que, la tentación de encontrarse es cada vez más fuerte.
La única persona en la ciudad que sabía dónde se encuentra
Frank era Cassandra, que no le importaba absolutamente nada,
cuando las ganas la estaban volviendo loca, la única solución que
tenía era salir corriendo detrás de Frank y encontrar la manera de
no ser seguida.
No tenía por qué haber un vínculo entre ella y el millonario, pero a
medida que avanzaba en las investigaciones, más cabos sueltos
comenzaban a aparecer. Laura había tejido toda su telaraña de
manera perfecta, los había colocado en una situación realmente
desesperante, ya que, era su palabra contra las pruebas, pero de
esta forma, era como actuaban las arpías.
Una noche, Cassandra ya no pudo soportar más ansiedad, por lo
que, tomó sus cosas, caminó unas cuantas calles y tomaría un taxi
para no se rastreada. Se dirigía al escondite de Frank, una
habitación de hotel, la cual se encontraba bastante retirada de la
ciudad.
No era el lugar preciso donde tendría las comodidades y los
mejores lujos, pero también soledad, y esto era suficiente para
empezar. El apetito que se había despertado a la chica era
incontenible, necesitaba sentirlo, tenerlo cerca de ella, olerlo,
rozarlo, sentir su calor, y de esta manera, experimentar las mejores
sensaciones al lado de un caballero que era capaz de
proporcionarle orgasmos ilimitados. Frank sabía dónde tocarla,
como sostenerla, pero lo último que esperaba era la llegada de
aquella chica en medio de la noche.
Una lluvia torrencial se había desatado, y mientras el hombre
permanecían cerrado en su escondite, contaba los segundos para
que todo este infierno comenzará a cesar.
Los noticieros no hablan de otra cosa, comentaba
constantemente la traición que había sufrido Mauricio casas por
parte de su socio, Frank Torres. Su reputación se estaba yendo a la
basura, y lo único que pensaba era en la posibilidad de poder tener
el cuello de Laura entre sus manos y poder apretarlo a
estrangularla.
Este hombre estaba completamente desestabilizado, pero sus
problemas parecieron desaparecer de forma instantánea el
momento en que abrió su puerta y encontró frente a él a que el
cuerpo mojado de la hermosa Cassandra.
No era necesario las explicaciones o las presentaciones, aquella
chica tenía una necesidad increíble de sentir los labios de que el
hombre besándola, por lo que, fue lo primero que hizo al abrirse la
puerta. Saltó sobre él, lo besó profundamente, sintió como el
hombre la abrazaba, su cuerpo se juntó, y poco a poco, la ropa
comenzó a caer al suelo, mientras dejaba que sus instintos los
dominaran.
Era como si le hubiesen regresado la vida a Frank, tenía el
cuerpo está chica otra vez en su poder, estaba completamente
desnuda sobre el pensándolo y acariciando lo mientras su cuerpo
húmedo aún por el agua de lluvia, se empezaba a combinar con la
transpiración del calor.
Sus cabellos aún destilaban agua, pujaron la cama, comenzaron
a rotar mientras se besaban y acariciaban de manera desenfrenada,
como si quisieran alimentarse del cuerpo del otro.
Era una necesidad de placer demasiado incontenible, estos dos
seres habían encontrado el verdadero amor, y en medio de aquella
lluvia torrencial que parecía que los iba dejar sordos, comenzaron
hacer el amor de una manera descontrolada en aquella cama sucia
y maloliente.
Los gemidos de Cassandra eran bastante altos, la cama
golpeaba de manera continua contra la pared, mientras el hombre
penetraba a la chica tratando de darle el mejor sexo, tal y como lo
había hecho siempre.
Las piernas de Cassandra se encuentran separadas y se cruzan
en la cintura de aquel sujeto, quien disfruta del calor interno vaginal
de aquella chica angelical de cuerpo exquisito, es una adicción
tremenda la que experimentado al momento de estar con ella.
No hay forma de que su mente pueda descansar cuando se
encuentra alejado de Cassandra, así que, es momento de poder
darle rienda suelta absolutamente todos sus deseos. Lame los
pechos de la chica, los masajea con sus manos y los contempla.
Pasada rosada su marido con la vida mientras continúa
penetrando la, Cassandra martes o labios enseñarle placer, gime,
pero contiene toda esa gran necesidad ardiente de gritar y
expresarle a aquel nombre lo mucho que disfruta de tenerlo dentro
de ella. Están completamente fuera de control, algo natural entre
dos personas que se han deseado desde su primer contacto.
VII

A pesar de que había tomado todas las previsiones antes de salir,


la chica había sido rastreada de manera constante. Las
investigaciones que se había llevado a cabo por parte de los
equipos de seguridad, habían determinado que entre esta joven y
Frank existía un romance. Inclusive, había surgido la alocada teoría,
de que quizás esta chica estaba involucrada en el atentado que se
estaba organizando en contra de su padre.
Mauricio, estaba completamente blindado, no había acceso a él,
se le había restringido cualquier tipo de llamadas o contacto con
absolutamente cualquier conocido. En ese momento, cualquiera era
una amenaza, y ni siquiera su propia hija podía acercarse a él, ya
que, esto representaría una fuerte amenaza para la seguridad de
aquel hombre.
Había atravesado por una de las situaciones más difíciles que
cualquier sujeto habría afrontado jamás, su vida peligraba, y desde
cualquier ángulo, podría venir un atentado o un disparo que acabara
con su vida.
Por primera vez, Mauricio y experimentado tanto miedo, pero
aquella cantidad de terror que estaba experimentando no era tan
fuerte como el hecho de tener que lidiar con la idea de que su propio
amigo lo había traicionado.
Mientras no se demostrara lo contrario, existía la posibilidad de
que Frank estuviese vinculado con Laura. Aquella mujer había sido
ya identificada como unas de las participantes en la que el atentado,
pero los sentimientos de Mauricio estaban realmente cegados, ya
que, experimentado un enorme deseo por ella.
El amor que había comenzaban hacer era corrupto, era deforme,
no tenía sentido, y se había forjado en medio de una situación
completamente disparatada en la cual el hombre siempre había
estado a merced de sus deseos. No había equidad, había una
desventaja completamente profunda que llevaba cada vez más
abajo a Mauricio.
Era manipulado, controlado, humillado, utilizado y vejado por la
propia Laura. Esta no le importaba acabar con la vida de él si a
cambio podría tener libertad y dinero, ya le había robado todo lo que
podía, miel y este ni siquiera se había dado cuenta.
Había utilizado las contraseñas del millonario para poder acceder
a su cuenta y realizar pequeñas transferencias que eran casi
imperceptibles acumulando una fuerte suma de dinero en sus
cuentas personales, lo que le dio la posibilidad de asegurar un futuro
y poder estar segura de que alejada de él podría tener una vida
normal.
Había elaborado su plan de manera efectiva, no tenía ninguna
contemplación con ningún hombre, y así como lo había hecho con
Mauricio, lo había venido haciendo durante años, pero este había
sido un pez gordo que había valido la pena sacarle una gran
cantidad de dinero.
Sus intenciones con él eran simplemente vaciar sus cuentas y
asesinarlo, pero tenía tanto dinero, que parecía que se tapan nunca
terminaría. Mientras llevaba a cabo su plan de extraerle hasta el
último centavo, tenía que soportar a aquel hombre tocándola,
acariciándola, poseyéndola y usándola como objeto de placer.
A pesar de que disfrutaba de los esfuerzos de Mauricio, ella
realmente quería otra vida, quería estar con un hombre que le diera
realmente morbo, que le generara placer, alguien que le gustara,
pero el verdadero objetivo de la chica, nunca había cedido ante sus
deseos.
La herida que había dejado Frank en su ego, nunca sanaría, pero
la forma en que se la pagaría ya estaba en desarrollo. Haberlo
expuesto como el principal responsable de el crimen del padre de
Cassandra, era una forma suficiente para separarlos de una vez por
todas.
Cassandra había cometido una imprudencia, y las autoridades,
en medio de la noche, mientras la pareja descansaba desnuda en la
habitación de aquel abandonado hotel, llegarían a aquel lugar para
capturar a Frank.
Este no opuso resistencia, sabía que tarde o temprano la verdad
saldría a la luz. Pero no permitiría que la chica fuese capturada, por
lo que, antes de que ambos fuesen sometidos y llevados al coche
de policía, este ofrece resistencia y generó que la atención fuese
dirigida directamente hacia él.
Cassandra, quien no había sido esposada, ya que no era
necesario, pudo correr directamente hacia el coche de Frank, tomó
las llaves y logró escapar. Ella no era prioritaria, era parte de la
investigación, pero quién era realmente importante era el caballero.
Por eso habían dejado que la chica se fuera, ya que, de cualquier
forma, podrían rastrearla en cualquier lugar. Cassandra te dedicaría
a buscar cualquier indicio que leer a la posibilidad de liberar a Frank,
esto se había convertido en su principal prioridad, ya que, no podría
vivir tranquila mientras el hombre que amaba estaba encerrado tras
las rejas.
Era una forma de retribuirle todo el amor que le había
proporcionado, y había demostrado que el mundo era
completamente diferente, por lo que, tiene que usar los pocos
recursos con los que cuenta para poder devolverle la libertad al
millonario empresario.
Su único recurso hasta el momento, es utilizar a Martín, sus
habilidades informáticas pueden ser de gran utilidad en medio de
una situación como esta, ya que, en un mundo que estaba
completamente desarrollado, entregado a la era digital,
absolutamente todos están a merced de la tecnología.
Cynthia fue nuevamente el enlace entre ellos, era su único apoyo
era la única persona que en quien podía confiar, y nuevamente
habían ido hasta aquel peligroso barrio donde podrían comenzar
nuevamente a tejer un plan.
El principal objetivo de esta fase, era poder rastrear a Laura, ya
que, la chica según las investigaciones se había marchado a
Londres. Podría decirse que Martín tenía mejores habilidades que
cualquier miembro de la seguridad nacional, por lo que, éste podría
conseguir a cualquier persona en el mundo siempre cuando tuviese
un teléfono móvil o hubiese utilizado una tarjeta de crédito.
Laura, quien había asegurado su futuro con una identidad falsa,
no sería difícil de rastrear, ya que, sus gustos, eran demasiado
predecibles, por lo que, con la ayuda de Martín habían logrado
acceder a una gran cantidad de registros de cámaras de seguridad,
habían dedicado los últimos cuatro días prácticamente a dormir solo
par de horas al día, ya que, este trabajo sería bien retribuido para
Martín. Si lograba encontrar a Laura, Cassandra le proporcionará
una cantidad de dinero importante, algo que se había convertido el
principal factor motivador para el hacker cibernauta.
Este caballero se ha convertido en un rastreador a tiempo
completo, y luego de un arduo trabajo, finalmente pudo dar con
alguna imagen que coincidía con la chica había cambiado el color
de cabello, la rubia sobrante se había convertido en una morena
bastante recatada, Martín es un hombre que era realmente
talentoso, por lo que, utilizaría todos los recursos para poder llevar a
Laura a una situación de desventaja.
Lo principal que debían hacer, según las recomendaciones de
Martín era bloquear sus cuentas, ya que, siendo una chica que
estaba acostumbrada a gastar una gran cantidad de dinero de
manera frecuente, mientras no tuviese acceso a una forma de pago,
se encontraría en una crisis tremenda.
De esta manera, la primera misión había sido bloquear su tarjeta
de crédito. Durante sus primeras compras, Laura se había
encontrado con un bloqueo masivo del crédito, algo que no le había
permitido acceder a los lugares a los que estaba acostumbrada.
Esto le dio la posibilidad de utilizar su tarjeta de débito, siendo
rastreada con nuevas cuentas, siendo cada vez más vulnerable ante
los ataques de Martín. Era impresionante como un hombre al otro
lado del océano se había convertido en el principal enemigo de
Laura, quien no tenía la menor explicación de lo que estaba
ocurriendo en aquel lugar.
Intentaba realizar compras, y ni siquiera la comida voy a pagarla,
ya que, se le estaba acabando el efectivo y cuando sea retiros por el
cajero automático, estos retiros se interrumpían de manera
inesperada. Estaba atravesando por el mismo infierno, y estando en
Londres sin una sola moneda, no era absolutamente nadie.
Estos movimientos comenzaron a surgir de manera repentina, y
era demasiado trabajo, por lo que, Laura, siendo inteligente y muy
habilidosa, había imaginado que todo esto provenía de los Estados
Unidos. Había atravesado por tantos momentos de frustración, que
finalmente había conseguido perder la paciencia. El primer error
había sido hacer una llamada internacional, ya que, esto permitiría
establecer una conexión exacta de donde estaba y en qué preciso
momento.
—Quiero hablar con Cassandra. — Se escuchó una voz femenina
un poco misteriosa.
El número al que se había llamado era directamente al de
Cynthia, quien sin decir una sola palabra comunicó el teléfono a su
mejor amiga.
—El hecho de que tenga el teléfono de tu amiga significa que
también tengo mis contactos. Creo que lo mejor será que me dices
me dejes en paz, Cassandra. Sé perfectamente que has intentado
sabotear mis planes, pero estás muy lejos de estar a mi nivel. —
Dijo Laura.
Cassandra no pronuncia una sola palabra, no estaba dispuesta a
caer en su juego, y lo único que quería era obtener toda la
información suficiente que pudiese culparla para conseguir la
libertad de Frank. Poco le importaba si la atrapaban, si era detenida
por Interpol, por la CIA, por el FBI, eso no era importante para ella,
ella lo único que quería era regresarle la libertad al amor de su vida.
Una vez que Frank estuviese fuera de esa horrible y fría celda,
con mucha seguridad desaparecería junto a él, dejando atrás
absolutamente todos estos problemas que han surgido de la noche
la mañana y que se había convertido en el principal infierno de
ambos. Su principal misión durante los últimos días había sido
buscar minuciosamente el paradero de Laura, y una vez que tuviese
la seguridad de donde estaba y cómo acceder a ella, se entregaría
directamente a la policía, y que estos la juzgaran como ellos
quisieran. Pero al encontrar a Laura, tendría la llave precisa para
quitarse encima todas las culpas que le habían sido asignadas.
Cuando se involucraba a un hombre tan importante como
Mauricio Casas, absolutamente todos eran sospechosos, poco
importaba quiénes eran y qué o cuál era su vínculo con el millonario,
todos se convertían en una amenaza para él, y Cassandra no era la
diferencia.
Las cosas habían salido mucho mejor de lo que ella lo había
planeado, ya que, simplemente aspiraba a obtener la ubicación de
Laura y que las autoridades se encargaran de conseguir la
información necesaria. Pero a través de la llamada, aquella mujer
había cometido tantos errores en tan sólo cinco minutos que había
durado la comunicación, que ya se había puesto la soga al cuello.
Lo último que vi imaginado era que Cassandra tenía la capacidad
de grabar las llamadas, y al escuchar absolutamente todas las
atrocidades que había comentado revelando los planes de matar a
su padre y enterrar a Frank en la peor prisión del país, había
conseguido absolutamente todo lo que necesitaba para poder ir
contra ella. Sus palabras se habían convertido en su maldición,
Laura nunca estaría tan arrepentida de haber dejado salir
absolutamente todo lo que sería por momento de impulsos.
Estaba sobrecargada, estresada, preocupada llena de miedo,
pero aun así se mostraba hostil, como la bestia a punto de morir.
Mientras más herida, mientras más vulnerable se encontraba, más
fuertes eran los rugidos y más violentos eran los manotazos.
Aquella chica estaba a punto de colapsar, por lo que, aquello
parecía ser una medida desesperada para amedrentar por última
vez a Cassandra. Cuando obtuvo la información que deseaba,
finalmente la llamada terminó, sintiendo es completamente
satisfecha de todo esfuerzo que bien hecho los demás días.
Tras dirigirse se las autoridades, había entregado toda la
información necesaria y ella misma se había puesto a disposición de
las mismas. Era una forma bastante arriesgada de obtener la
libertad de Frank, ya que, si no encontraban nunca a Laura, esta
grabación no sería suficiente para poder comprobar que ofrece ella.
Había entregado toda la información, así que, esto le había dado
la posibilidad de liberar a Frank de forma condicional. Todo había
sido revelado con mucho detalle y coincidía perfectamente con la
información que habían adquirido.
Este hombre está muy lejos de estar detrás de aquella
organización, y el momento en que la las pruebas fueran revisadas,
Frank sería libre. Sólo la chica estaría bajo observación y vigilancia,
ya que, no se sabía si era un plan para sacar a aquel hombre de la
cárcel y escapar. Sus intenciones eran claras, y simplemente
esperaría a que las autoridades internacionales arrestaran a Laura
para ir por su cabeza. Sólo dos semanas pasarían para que aquella
mujer fuese trasladada nuevamente los Estados Unidos.
Todos los medios de comunicación habían cubierto la noticia, así
que, de alguna otra forma, esa celebridad en la que quería
convertirse, finalmente se había hecho realidad. La fama y los
reconocimientos llegaron, pero esta vez, Laura había parecido en
los canales equivocados.
Todos los programas de noticias destacaban el hecho de que
fuese la amante de un importante millonario de la ciudad de Nueva
York y se había convertido en prácticamente la viuda negra. Lo
había intentado asesinar en múltiples oportunidades, pero el viejo
hombre ilusionado no se había dado cuenta de que esto estaba
ocurriendo.
La misión de Cassandra estaba cumplida, había liberado a Frank
y le había dado la posibilidad de volver a ver la luz del día. Estos
estaban hechos el uno para el otro, porque de alguna u otra forma,
el amor es lo que había movido a ambos para poder estar juntos.
Pero los problemas parecían no terminar.
Finalmente, Laura estaba tras las rejas, Mauricio había
descubierto que todo el plan que había detrás de su cabeza, estaba
forjado por Laura, la mujer a la que había follado en múltiples
oportunidades. Tras pedir disculpas a Frank, descubriría que este y
su hija estaban involucrados, y esto era algo que no estaba
dispuesto a permitir.
La forma en que descubriría la verdad, sería completamente
inesperada y fuerte para el afectado millonario que ya tenía una
operación en el corazón, cuando tras salir de casa, encontraría a
Cassandra justo a las afueras de la residencia acompañada de
Frank, quien sostenía su mano al despedirse de ella.
No habían planeado este encuentro, pero lamentablemente tenía
que asumir que existía un amor muy profundo entre ellos y tenían
que enfrentar la situación y que Mauricio debía aceptarlos.
Habían tenido que soportar demasiadas situaciones
desagradables por culpa de Mauricio, quien se había entregado a la
pasión que sentía por Laura, cometiéndose en uno de los peores
errores que cualquier hombre hubiese cometido jamás.
Su confrontación con Mauricio, había llegado las manos, ya que,
aquel nombre había sentido que había utilizado a su propia hija.
Aunque Cassandra había intentado intervenir en la pelea, esta no
parecía tener demasiado relevancia.
Mauricio seguía subestimando a su pequeña hija, ya que, la
seguía viendo como una inocente y frágil joven que no salía del
cascarón. Frank trató en múltiples ocasiones de defender
suposición, ya que, profesaba un profundo amor por Cassandra,
quien era una chica realmente espectacular y que se había
internado lo más profundo de su corazón.
Nunca se había enamorado así de alguien, y lamentablemente, la
oportunidad había llegado con ella. La deseabas, pero más allá de
esto, quería tener algo con ella que fuese completamente
trascendental y valioso. La veía en su futuro, y no podía imaginarse
un presente sin ella. Trató de persuadir múltiples veces a Mauricio,
pero este estaba completamente convencido de que era un error.
La chica estaba completamente independizada, y a pesar de que
sufrió el duro golpe de la cancelación de sus tarjetas de crédito y el
cierre de sus cuentas bancarias, tendría que tomar la decisión de
emprender esta aventura completamente sola.
No quería depender de otro hombre, no quería convertirse en una
carga para Mauricio, pero ya era demasiado tarde, aquel hombre la
había asumido como su propia responsabilidad, la amaba, y quería
compartir con ella su fortuna y su vida.
Las relaciones entre Mauricio y Frank, se fracturaron de manera
irremediable, el daño era bastante profundo, llegaba hasta el alma,
ya que, Mauricio le había abierto las puertas de su propia casa al
joven millonario emprendedor, quien había llegado para convertirse
en el amor de la vida de la chica.
Nada de esto había sido planificado, nada había sido intencional,
pero era una decisión que había que tomar. Mauricio rompió las
relaciones tanto personales como laborales con Frank, y este, no
teniendo más nada que buscar en los Estados Unidos, sabía que
debía volver a Dubái.
Esta vez había una razón para quedarse, pero Super Duero
futuro laboral estaba más allá en el continente asiático. Había
implorado en múltiples oportunidades a la chica para que se fuera
con él, pero Cassandra tenía raíces muy profundas en la ciudad de
Nueva York.
Era algo dual, pero era una situación realmente difícil que ambos
tenían que evaluar antes de emprender cualquier riesgo. Quizá las
cosas habían pasado demasiado rápido, posiblemente se habían
dejado llevar por el impulso, pero lo cierto es que ninguna de los dos
imaginaba una vida si no estaban cerca.
Habían tenido que atravesar duras pruebas, y la sabían librado
de una manera espectacular, siempre llevando la bandera del amor
como principal defensa. Ahora, cuando el destino amenaza con
separarlos una vez más, Cassandra siente una profunda duda al no
saber si debe separarse de su padre.
Toda su vida ha sido una pequeña temerosa, pero ahora que está
lejos de la sombra de Mauricio, tiene la posibilidad de mostrarse sí
misma que Frank puede ser el amor de su vida.
Finalmente, después de haberlo pensado mucho, una mañana de
abril, cuando los primeros rayos del sol tocaron la ciudad de Nueva
York, la chica se estaría preparando para despedirse de la gran
manzana. Sería la última vez que vería la estatua de la libertad, si
se iba, había determinado que no regresaría jamás.
Frank y ella caminan de la mano por el aeropuerto, lleva una
maleta de mano cada uno, en ella, llevan sus sueños, sus
esperanzas y sus proyectos, pero más allá de eso, no necesitan
maletas para cargar todas las expectativas y buena disposición que
tienen de empezar una vida juntos en un mundo completamente
nuevo y ordenado.
Todos los miedos y traumas habían quedado en el pasado, la
etapa más oscura de su existencia, se había borrado para siempre y
comenzaría escribir una nueva historia que estaría protagonizada
por el amor, la ternura y la confianza.
Nadie le había ofrecido un amor tan genuino y sincero como el
que le había entregado Frank, y ahora este, se encargaría de ser su
protector y absoluto compañero de vida durante el resto de esta
nueva etapa.
Dios del Sexo

Romance Prohibido con el Jefe Maduro,


Millonario y Dominante
I

La vida del éxito

Todos Estaban atentos a los pasos de Stuart Boyd, él era lo más


cercano a un Dios que habían visto los ojos de las personas que lo
rodeaban. Era un hombre inteligente, un hombre lleno de metas,
Playboy, maduro, dominante. Sobresalía entre los demás, nunca
podría ser comparado con nadie, único en su especie.
Estaba por encima de todos, luchó desde muy joven por tener
todo lo que tenía, claro está, había sido bendecido por el cielo que le
dio uno de los cuerpos más deseados según las revistas y
programas de televisión en todo el planeta y eso lo ayudó en el
camino, pero, solo para conseguir mujeres y más mujeres, su éxito
lo alcanzó gracias a su talento inigualable, de eso no había la menor
duda.
Stuart había estado a la altura de los mejores artistas, de
aquellos que están en la palestra, él era uno de ellos. Realizó
cientos de películas, series y miniseries para televisión, ganó una
buena cantidad de premios y estuvo nominado a muchos más, lo
cual le dio los mejores años de su vida, pero, eso fue sólo una
época, después de mucho tiempo en la gran pantalla se dedicó a lo
que realmente amaba, a eso con lo que siempre soñó desde joven:
los negocios.
Irónica o afortunadamente (dependiendo del punto de vista que
se mire), también brilló convirtiéndose en el empresario más
cotizado, y no fue precisamente por su atractivo, Stuart trabajó
incansablemente para construir el gran imperio del que ahora era
dueño, no descansó ni un minuto a pesar de ser conocido y
agraciado, por supuesto, esto le ayudó a abrir muchas puertas,
pero, fue su empeño y sus ganas de salir adelante lo que lo hicieron
llegar hasta la cima más alta.
Fue entonces cuando decidió comenzar a usar su verdadero
nombre, todos lo conocieron como Stuart Boyd cuando era un
reconocido artista, pero, su verdadero nombre era James Vilch. La
razón era sencilla, no quería usar su seudónimo como trampolín, él
mismo quería llegar a cumplir su meta sin necesidad de usar su
fama.
Pero, era imposible que no lo reconocieran, normalmente
terminaba haciéndose una fotografía y firmando algún autógrafo,
eso era de lo más cotidiano. Nada de eso le molestaba, todo lo
contrario, se sentía feliz de que las personas aún lo reconocieran y
que además de eso se tomaran el tiempo para decírselo y hablar
con él.
Definitivamente era el centro de atracción a donde fuese,
inclusive, las mujeres que no lo reconocían de las películas también
volteaban a mirarlo, es que para nadie era un secreto el atractivo del
hombre que, para completar, tenía una profunda y grave voz que lo
hacía ver mucho más interesante.
Pero, más allá de todo lo que él significaba para su entorno, se
caracterizaba por ser un hombre muy amable, correcto y
respetuoso, todo un caballero, de eso no había dudas. Todas las
mujeres que había tenido para él tenían el mismo concepto y
estaban casi seguras que no conseguirían a otro así nunca más.
El único punto negativo dentro de todo, es que quizá era muy
callado al momento de expresar sus sentimientos, se guardaba
muchas cosas que sólo él sabía, dejarse llevar por un momento
romántico y expresar algo de lo que tenía en su corazón, parecía ser
el comienzo de la muerte para el ser humano, pues, según, todos
terminaban siendo víctimas del amor.
Así, pues se conformaba con poner el ojo sobre su presa y
conquistarla. Eso era un paso muy importante para él, a pesar que
con solo mirarla ya tenía medio trabajo hecho, pero, esa no era la
idea, James siempre buscó la manera de seducir, de hablar con
dulzura, de abordar temas interesantes (aunque no siempre sentía
que lo entendían), él no quería dejar pasar el cortejo, una mujer
siempre lo aprecia, la hace sentir más segura y no se ve como un
simple juguete sexual.
Se preocupaba mucho por su presencia y siempre estaba
pendiente de vestir impecablemente. No importa si iba al gimnasio,
a la oficina o a una reunión con el presidente de la república, James
siempre se mantenía de punta en blanco. Desde escoger su ropa
hasta combinar el reloj, los zapatos y las gafas de sol; todo era
importante para él. Ni una arruga, ni un cabello fuera de lugar y, por
supuesto, ni una mancha.
Físicamente, desde que hacía cine, se mantuvo en un fuerte
entrenamiento de pesas y comida sana, primero porque la mayoría
de sus papeles se lo exigían y además él se habituó a ese tipo de
vida sana desde que estaba muy pequeño gracias a su padre que
también se mantenía activo en el gimnasio.
Alto, con una musculatura impresionante, de piel blanca, cabello
oscuro y con una mirada cautivadora que la acompañaba su gran
sonrisa de caballero y llena de seguridad.
James era perfecto, nada se le escapaba de las manos.
Sus oficinas estaban ubicadas en el centro de la ciudad, los
grandes edificios rodeaban el suyo, solo que el de él era el único
que podía ver a los demás desde arriba. Su corporación ostentaba
el edificio más alto de todo el país y el segundo del continente. Esa
fue la única manera en que James demostró su ego, demostró que
podía hacerlo y lo logró, fue algo más personal que otra cosa.
El interior de la estructura era extremadamente lujoso y en
ninguna de las áreas se permitía fumar. Oficinas amplias con la
tecnología más avanzada, máquinas de café para todos los gustos.
Contaba con un gimnasio, varias salas de conferencia, un spa, una
guardería para los niños de los empleados, en fin, todas las
comodidades que se pudiera imaginar. Era un lugar perfecto para
trabajar, sus empleados se sentían muy a gusto desde el primer
momento en que entraban.
Todos querían trabajar ahí y los hombres más ostentosos
soñaban con ser como James, él era un ejemplo a seguir.
James conocía a todos y cada uno de sus empleados, siempre
estaba pendiente de ellos y cuando podía ayudarlos, lo hacía sin
ningún problema. Se dedicaba a saludarlos y a saber un poco más
de ellos, se sentía feliz de tener un grupo de trabajo tan capaz y
dispuesto a sacar la empresa adelante, sí el negocio iba bien, ellos
también y así se lo había demostrado su jefe con el pasar del
tiempo.
Quienes trabajaban ahí siempre estaban motivados de una u otra
manera. James premiaba por trabajos extras o a aquellos que
tuvieron una iniciativa que le produjo algún tipo de dividendos a la
empresa, para nada era un hombre tacaño, así que todos daban lo
mejor de sí cada día de trabajo, eso mantenía un muy buen
ambiente dentro del lugar de trabajo.
A los más importantes los tenía cerca. En los pasillos los
llamaban “los consentidos del jefe”, eran los que más ganaban,
estaban mejor ubicados y hasta tenía coche y móvil asignado por la
empresa, pero, sin lugar a dudas eran los que más
responsabilidades acarreaban, eran los que siempre llagaban
primero y se iban de últimos, pero, valía la pena.
El equipo de trabajo central se conformaba por 12 personas,
todos ellos con los cargos más importantes de la empresa, el
desempeño de sus actividades daba como resultado el buen
funcionamiento de todo. Eran como una familia, se respetaban
mutuamente y la relación de trabajo era muy seria.
Desde el momento en que se conformó ese equipo James les
pidió la mayor entrega y el mejor de los desempeños, estaban
comprometidos a dar lo máximo.
Pero, ahora había algo que estaba desequilibrando el equipo.
La mala noticia para James es que Patricia, su asistente
personal, estaba por irse. Después de estar con ella desde el
principio, la mujer había decidido marcharse, pero, no porque así lo
quería, sino porque tenía algunos otros planes personales, de esos
que no se pueden posponer, ella no se los quiso contar a nadie,
pero, James los sabía muy bien.
El problema se centraba en que no podía mover a ninguno de los
otros once, cada uno de ellos tenía su puesto asignado y no se
podían reemplazar por el momento. Así que debía buscar a otra
asistente y no creía conseguirla con facilidad, por lo tanto se
arriesgaría a manejar toda su agenda el mismo por los próximos
días.
Sería una ardua tarea tomando en cuenta todo el trabajo que
tenía encima.
—Como todos saben, Patricia nos deja. Pero, no quería dejar
pasar la ocasión. Ella se merece que la despidamos de la forma en
que lo merece.
La mujer estaba bastante apenada. Sus mejillas se sonrojaron
tanto que parecía que iban a explotar de un momento a otro. Ella
sólo miraba al resto de sus compañeros que en ese momento
aplaudían parados alrededor de ella. Todos sonreían y en sus
miradas se reflejaba orgullo y algo de tristeza, pero, era parte de los
ciclos de la vida.
—Y para que veas que puedo hacer las cosas por mí mismo,
Patricia. Yo, sin ayuda de nadie más, organicé todo esto. ¡Adelante
muchachos!
Las puertas se abrieron de par en par y comenzaron a entrar
varios hombres vestidos de mesoneros con bandejas en las manos
y atendiendo a todos y cada uno de los presentes. Todos quedaron
con la boca abierta, no podían creer lo que estaba pasando.
De pronto había comida en todos lados, vino y champán. Fue una
sorpresa para quienes estaban ahí, la verdad es él, era por lejos, el
mejor jefe del mundo. Más allá del respeto (y las ganas de
comérselo que tenían algunas chicas que trabajaban en la
empresa), le tenían un gran apreció.
Entonces cuando ya todos habían brindado y repetían la dosis de
vino tinto, llegó la mejor parte.
—Quiero que sepas que agradezco todo lo que hiciste por mí,
pero, sobre todo por la empresa, mi éxito es en parte tuyo gracias a
tu arduo trabajo. Quería que supieras que te vamos a extrañar por
aquí y que te deseamos lo mejor en tu nuevo camino.
La mujer no aguantó las ganas de llorar y se llevó las manos a la
cara. Las lágrimas no paraban de salir. Sentía una mezcla de
sentimientos que no podía explicar para nada.
Un abrazo de James aplacó un poco el llanto y él mismo debió
contenerse para no terminar igual, no era fácil todo lo que estaba
pasando, para nada.
James caminó hasta su elegante y hecho a la medida escritorio
de cocobolo y abrió la primera gaveta sacando de ella una caja
medianamente grande. Todos lo miraban con atención y volvió al
lado de Patricia.
—Esto es un obsequio. Es algo mínimo comprado con lo que te
mereces.
La mujer no podía creerlo y entonces secándose el rostro, tomó
la caja. Era emocionante saber que era lo que había dentro.
Un reloj importado y bañado en oro relució dentro de la oficina.
Era uno de los relojes más elegantes y únicos que se había
diseñado y construido. Ella lo veía sin poder creerlo, por un
momento pensó que no podría aceptarlo, era un accesorio muy
costoso, pero James insistió que era para ella.
—No me lo puedes devolver, Patricia, primero porque es un
regalo de parte de todos tus amigos y compañeros que están en
esta sala acompañándote este día, y segundo, porque hice que le
grabaran tus iniciales en la parte de atrás, así que…
Patricia se lanzó sobre los brazos del que ahora era su exjefe y
lloró de nuevo. En el oído le dio las gracias infinitas veces y él sabía
que venían del corazón. James conocía perfectamente quien era la
mujer que estaba despidiendo.
En su mente estaba el hecho de que no sabía con exactitud lo
que haría. Pero, como en todos los casos, lo resolvería.
Los días pasaron y, después del retiro de Patricia, las cosas
habían sido algo complicadas. Así que James habló con la
encargada de Recursos Humanos para que anunciara por todos los
medios que se estaba en búsqueda de una nueva asistente
personal para él. No había otra opción.
Sin dudas debía ser una mujer con mucha experiencia, la agenda
que él llevaba era demasiado extensa y en días podía volver loco a
cualquiera, sería para alguien que estuviera preparada para
afrontarlo todas y cada una de esas cosas, además de tener una
buena presencia, pues, en ocasiones debía llevarla con él a distintos
eventos.
Así llegó el día para la postulación al puesto de asistente
personal y para James fue una gran sorpresa ver la cantidad de
entrevistas realizadas durante ese día, tendría un gran trabajo
revisando las candidatas que estuvieron más calificadas, que eran
alrededor de 26.
El departamento de Recursos Humanos realizó una excelente
labor y escogió a las mejores profesionales que estarían optando
por un cupo.
Esa misma noche sentado en un lugar dispuesto para el trabajo
en su enorme mansión se dispuso a revisar las hojas de vida de
cada una. Todas con excelente educación y algunas habían
trabajado con amigos y conocidos de él, lo que realmente no era
una gran ventaja. Otras venían de otros estados y también estaban
muy bien preparadas. Sin dudas todas eran muy elegantes y
hermosas.
Tuvo que hacer una segunda ronda para poder descartar y a
pesar de repetir el proceso varías veces, terminó pre-seleccionando
a 11, no pudo hacer más, estaba muy indeciso pues, todas estaban
muy bien para el puesto. Aunque había una que le llamaba
tremendamente la atención.
Se le ocurrió pedirle su opinión a Patricia y entonces la llamó.
—Patricia, ¿cómo estás?
—Muy bien. ¿Ya quemaste el edificio o perdiste algo?
Ambos rieron a carcajadas.
—No, aún no. Pero, te llamo para pedir tu ayuda.
—A ver cuéntame.
—Tengo aquí en mi portátil a 11 candidatas para suplantarte y la
verdad es no me puedo decidir por una. Quisiera que le echaras un
vistazo.
—Por supuesto. Envíalas a mi correo electrónico y mañana te
doy una respuesta sobre eso.
—Gracias, eres mi salvación.
—Siempre, James. Siempre. Descansa.
—Tu igual.
El hombre envió la información y entonces se reclinó un poco en
la silla y miró por la ventana mientras se terminaba su copa de vino.
Estaba pensando que era momento de relajarse y dejar las cosas
del trabajo para el día siguiente.
Se levantó de su silla y dejó la portátil prendida. Ahí estaba la
ficha y foto de su candidata preferida, no estaba muy seguro debido
a su experiencia, pero, había algo en ella que le llamaba la atención,
más allá de lo hermosa que era. Claro, su belleza era lo de menos,
pues, cuando una mujer entraba a trabajar con él nunca la veía con
otros ojos que no fueran los que puede tener un jefe con cualquier
empleado.
James guardaba respeto por ese tipo de cosas.
¿Pero, era precisamente por eso? Quizá era tan hermosa que
negarle el trabajo era la oportunidad para conquistarla, pero,
¿realmente le importaba más una follada que el bien de su negocio?
II

Con una meta en particular

La oportunidad de trabajo más importante con la que se había


topado Alicia desde el momento en que se graduó en la universidad
era está. Sin lugar a dudas era algo que no podía dejar pasar era
como un sueño hecho realidad y no sólo por el trabajo, que vaya
que era un gran trabajo, sino porque sabía exactamente quién era el
que mandaba allí.
Tenía tan sólo 2 días para prepararse completamente, repasó
todos sus apuntes escogió un buen traje y practicó incansablemente
todas las cosas que diría para la entrevista. Lo más seguro es que él
no estaría allí, pero, de alguna u otra forma sabría de su existencia,
eso estaba prácticamente escrito. Debía sobresalir entre las demás
postuladas.
Alicia era una chica de 25 años, hermosa, con un cuerpo
envidiable y con una inteligencia que iba más allá de lo normal.
Dedicada a verse bien, cuidaba cada aspecto de su vida diaria, no
se le pasaba ningún detalle por debajo de la mesa. Lucía impecable
hasta al momento de ir a la cama, a veces era como una obsesión.
De naturaleza rebelde siempre lograba alcanzar sus metas, no
importaba cuán alta fuera no importaba qué tan difícil fuese el
camino, eso sí, nunca se rebajaba ante ninguna circunstancia.
Trabajó desde muy joven para poder pagar sus estudios y mantener
a su familia en casa. Su madre se dedicaba a cuidar a sus
hermanos más pequeños y su padre había fallecido poco tiempo
antes en un accidente de tránsito, así que toda la responsabilidad
cayó sobre sus hombros, fue algo que ella tomó desde el primer
momento y nunca decayó. Lo hacía con mucho cariño y
perseverancia, sabía que en algún momento todo estaría mejor.
En la universidad era una chica destacada, sus notas estaban por
encima del promedio, todos los profesores la adoraban y muchos
otros la deseaba, pero, ella no estaba al alcance de ninguno, jamás
podrían tocarle ni un cabello. Alicia se los hacía saber de cualquier
manera, ella no estaba buscando eso, pues al parecer, el hombre
con el que ella soñaba no había nacido.
Pero era imposible no tener una cantidad innumerable de
pretendientes dado a que su presencia en un pasillo o en un aula de
clases nunca pasaba desapercibida. Con una estatura de 1,71,
grandes pechos y un trasero de diosa, dejaba a todos con la boca
abierta, pero, su sensualidad iba más allá de lo que se podía ver a
simple vista, Alicia tenía una personalidad hermosa creía en el amor
y sobre todo estaba convencida de que lo conseguiría en algún
momento sólo debía tener paciencia.
Así pues, después de tanta lucha estaba por fin a la espera de su
trabajo ideal. Soñaba con el momento en que entrara a la oficina y
tuviera frente a ella a ese impresionante hombre al que había
conocido en una película que vio por vez con su padre unos 10 años
atrás. Ese hombre que siempre tuvo tan cerca y tan lejos desde el
momento en que se mudó a la capital.
Venía de un pueblo cercano que solo lo conocían por la gran
universidad que tenía, el estado se había encargado de mantenerla
y la verdad es que era lo mejor que había, porque de resto parecía
haber sido olvidado por todos.
Ahí se formó como persona y en su casa aprendió todo lo
referente a las buenas costumbres y a saber lo que era el cariño y
respeto, Alicia era una chica con un alto índice de principios morales
inculcados por sus padres y eso la ayudó a salir adelante más
rápido, siempre haciendo las cosas de la manera correcta. Sin
importar la situación.
Estaba preparada, de eso no tenía duda, pero quizás había una
variante que podría echar todo a perder y eran sus nervios. Claro,
era normal tenerlos cuando ibas a una entrevista de trabajo
cualquiera, pero, para ella era mucho más que eso, esta vez, sí
lograba obtener el puesto, trabajaría directamente con ese
extraordinario hombre al que conoció como actor, pero, que había
tenido un auge y un éxito increíble desde que se dedicó a los
negocios.
Alicia practicó arduamente cada una de las palabras que
necesitaría para ese día visualizado el momento en que le dijera que
el puesto era suyo, y eso la hacía seguir adelante a pesar de sus
nervios. Era Ahora o nunca.
Durante las noches tenía pesadillas recurrentes donde se veía
saliendo por las puertas del edificio con lágrimas en los ojos y
sabiendo que no había logrado su cometido, se despertaba con el
corazón acelerado, pero, feliz que era tan sólo un sueño. Debía
tratar de calmarse lo antes posible para no caer en ese tipo de
cosas que la perturban tanto, le atraía pensamientos negativos y no
la dejaban descansar.
Pero, los días pasaron y entonces llegó el momento que tanto
estaba esperando, Alicia se levantó muy temprano, se ducho y
apenas salió de su cuarto comenzó su carrera por el primer puesto
en esa entrevista de trabajo. La chica se miró miles de veces en el
espejo antes de salir, buscaba algún detalle que estuviese fuera de
lugar. Su cabello estaba impecable, el maquillaje ya era el correcto
para la ocasión, su traje había sido hecho a la medida y le quedaba
espectacular y además el color gris hacia resaltar su dorada
cabellera.
Hablaba con su reflejo se miraba a los ojos, sabía exactamente
cuáles eran los gestos que debía hacer, repasar mentalmente las
palabras claves, y por supuesto no podía faltar una mirada segura y
una sonrisa cautivadora.
Para ese día había rentado un coche del año, pensó que si
quería ser exitosa debería verse exitosa, entonces condujo hasta el
edificio mentalizada y entró.
A pesar de parecer calmada y serena, por dentro se estaba
muriendo del miedo, no había un solo centímetro de su cuerpo que
no temblara en ese momento. Cómo era costumbre para ella, su
paso por las instalaciones del edificio no pasaba desapercibido,
todos voltean a mirarla, era una mujer impresionante que lucía
segura y con una sonrisa que enamoraba hasta el más difícil de los
hombres. Su cabello terminaba en ondas y rebotaba en su espalda
con cada paso que daba, era increíble la capacidad que tenía la
chica de atraer miradas.
Subió por el ascensor y notó a dos chicas más que de seguro iba
a la entrevista, pero, Alicia no las veía como competencia.
Llegó al lugar indicado y entonces observó una larga fila de
postulantes, pensó que debió llegar antes, pero, nunca se imaginó
tal asistencia. El reloj que estaba en una de las paredes indicaba
que había llegado diez minutos antes del horario indicado, así que
estaba bien, eso no la haría lucir desesperada y la dejaría bien
parada en cuestiones de responsabilidad y puntualidad.
Todas iban muy bien vestidas, unas más seguras que otras, pero
en definitiva cualquiera podría quedar seleccionada. Después de
confirmar su llegada y anotarse en la lista, solo le quedaba sentarse
en la cómoda sala de espera y aguardar por su llamado que no fue
sino dos horas más tarde.
Miraba las paredes en su entorno, todas estaban pintadas de
blanco y los cuadros que guindaban en ellas parecían ser un tanto
contemporáneos, ella no sabía mucho de arte, pero, le parecía que
algunos los había visto en una exposición de la universidad unos
cinco años antes. La verdad era muy interesante el contenido y la
manera como los habían distribuido por toda la sala.
Estaba enamorada de la decoración minimalista del lugar y la silla
donde estaba sentada era de cuero genuino y muy cómoda. Todo
estaba impecable y las luces blancas en el techo daban la
sensación de frescura y un ambiente muy agradable.
Pasaban y pasaban las chicas sin parar. Cada una salía con su
mejor cara, no importaba lo que pasara dentro, ellas siempre
regresaban rozagantes, como si todo fuese perfecto y algunas
pecaban de ególatras caminando a pasos agigantados, sonando los
tacones en el suelo y dando a entender que el puesto era suyo.
Pero, Alicia tenía la mirada puesta en una chica en particular. Ella
era la competencia directa. No había nada que pudiera verse como
un punto débil, quizá era al hablar o su letra, o también podía ser
que era irresponsable o cualquier cosa, pero, por fuera era perfecta,
todo estaba en orden y vaya que Alicia sabía lo que era eso.
Cada mujer que pasaba hacía que su turno estuviese más cerca
y según sus cálculos ya faltaba poco.
Entonces la llamaron.
Al levantarse Alicia cruzó la mirada con la chica y esta se la
devolvió con una sonrisa poco amigable, muy llena de sarcasmo,
pero, eso era lo que menos le preocupaba.
Iba controlando su respiración y con paso firme, los nervios
debían quedar atrás cuando pasara el umbral de esa puerta.
—Hola, encantada. Soy Alicia Blanco.
—Hola, señorita Alicia. Pase directamente a la oficina 22. Allí le
harán su entrevista.
—Gracias.
Caminar… En ese momento era lo que menos quería, sus
piernas temblaban más de lo que pensó.
Cálmate, Alicia. ¡Cálmate!
Entendía ahora como es que la entrevista parecía tan rápida,
había muchas personas trabajando en eso al mismo tiempo.
Tocó con delicadeza a la puerta que estaba entreabierta.
—Pase adelante.
Se escuchó la voz de un hombre.
La entrada de Alicia hizo que su entrevistador la mirara fijamente
y sin disimular mucho. Ella estaba acostumbrada a eso, pero, nunca
pensó que un lugar como ese pasara eso. Dejó pasar el momento
hasta que el hombre reaccionó.
—Bienvenida, señorita… Blanco. Tome asiento.
El hombre parecía algo nervioso mientras rebuscaba entre los
papeles.
—Gracias.
La entrevista comenzó con buen pie, todas las respuestas de ella
sonaban bastante seguras, no le titubeó la voz y poco a poco fue
entrando en calor. Las cosas comenzaron a fluir mejor y ella estaba
segura que no había nada para lo que no estuviese preparada.
El hombre en ocasiones era quien se quedaba embelesado con
la belleza de la mujer y no hablaba, ella no le dio importancia a eso.
Casi una hora más tarde estaban culminando la entrevista.
—Muy bien, señorita Blanco, hemos culminado.
—Perfecto, les agradezco la oportunidad.
—Ya sabe cómo es esto. La estaremos contactando si tenemos
que hacerlo.
—Perfecto. Hasta luego entonces, estoy segura que nos
volveremos a ver.
La confianza de la mujer fue confundida con otra cosa por el
hombre y entonces la detuvo antes de que saliera.
—¡Eh, señorita! ¡Disculpe!
Alicia volteó de inmediato sabiendo que era lo que venía.
—¿Le puedo invitar a tomar algo esta noche?
—Mejor no, caballero. Ahora no estoy disponible.
Ella cerró la puerta con naturalidad y salió caminando por el
pasillo como una leona en busca de su presa. Ahora no había
nervios y sabía que el éxito de la entrevista había sido abrumador.
Afuera solo quedaban cuatro, entre ella la chica perfecta. Alicia
se detuvo a verla y entonces se despidió de ella con la mano. Sabía
que no la volvería a ver nunca más.
Pero, estaba equivocada.
Salió en su coche rentado y decidió ir hasta su pueblo natal, total
estaba a menos de una hora de ahí y tenía mucho sin visitar a su
madre y hermanos. El camino la relajaría y además sería la última
oportunidad que tendría de verlos, quizá el nuevo trabajo le tomaría
más tiempo del que creía. Sí, estaba segura que lo tenía en la bolsa.
Durante el camino pensó en cada una de las respuestas que dio
y estaba feliz de no haberse equivocado en ninguna, sus gestos
fueron los correctos, se sentó de la forma correcta y no utilizó de
manera exagerada las manos mientras hablaba.
Imaginaba cada una de las situaciones que tendría con su nuevo
jefe y el corazón le palpitaba con fuerza, sería increíble trabajar a su
lado y más allá de eso sería un sueño hecho realidad, aunque sabía
que debía comportarse como adulta desde la primera hora de
trabajo, debía controlar sus impulsos.
Así entonces llegó al pueblo y a su antigua casa. Afuera estaba
su madre leyendo un libro como siempre.
La mujer vio bajar a la elegante chica del elegante coche y
entonces fue cuando se dio cuenta que era Alicia, su propia hija. No
podía creerlo y se levantó dejando caer el libro a un lado para correr
a saludarla.
—¡Esto es increíble! No me lo esperaba.
—¡Hola, madre! ¿Cómo estás?
—Bueno, definitivamente no tan bien como tu… ¡Mira cuanta
elegancia!
—Vengo de una entrevista de trabajo y el coche, pues es rentado.
Lo necesitaba para la ocasión.
—De igual manera te ves hermosa, Alicia. Te extrañaba mucho
por aquí.
—Y yo a ti, madre.
Hablaron durante un buen rato después de saludar a sus
hermanos quienes se quedaron a compartir también con su
hermano, era bonito para todo poder estar reunidos nuevamente,
eso se sentía bien.
Pero, más allá de todo eso, estaba un hecho que saltaba a la
vista. Su familia debía salir de ahí, no había nada malo con esa
casa, pero, era momento de cambiar y vivir cosas mejores.
Toda esa reunión con los suyos le hizo recordar muchas cosas,
sobre todo de lo aprendido en casa. Lo mejor que pudo hacer ese
día fue visitarlos, de regreso sentía una gran paz interior que de
haber sabido que sería así, lo habría hecho antes de la entrevista.
Estaba ansiosa por la llamada, ese trabajo sería la catapulta para
ella, podría conseguir todo lo que necesitaba, incluyendo traer a su
familia a casa, a la capital.
Llegó a su departamento, dejó los zapatos afuera para no pisar la
alfombra, entró al baño y abrió la ducha esperando que el agua
caliente saliera. Mientras tanto se desvistió dejando en orden la ropa
para llevarla a lavar al día siguiente, se desmaquilló y entró a la
ducha.
Eso la relajó bastante y la hizo estar mucho mejor. Se sintió
tranquila.
Esa noche no hubo pesadillas, durmió completamente y se
despertó con una llamada a primera hora. Era lo que ella estaba
esperando, solo que no para el siguiente día.
—Felicidades, señorita Blanco…
¡Sí, lo sabía!
—… usted ha quedado seleccionada para una segunda
entrevista.
¿Una segunda entrevista?
¿Qué clase de juego es ese?
—Disculpe, ¿dijo usted una segunda entrevista?
—Así es señorita. Es para mañana en la misma dirección,
—Está bien. Mañana estaré por allá.
Alicia parecía un poco desconcertada después de colgar la
llamada. No es que era una mala noticia, porque sea lo que sea la
estaban considerando de nuevo, pero, ¿una nueva entrevista?
¿Qué carajos es eso?
Se sentó en la cama trató de ordenar sus ideas. Ahora sabía que
el coche debía tenerlo por un día más y que además sería buena
idea salir a comprar un nuevo vestido. Sí, pero, esa llamada le
descontroló todos sus planes, ella había sido considerada, pero, no
solo ella.
III

Intuición

Patricia revisó cada uno de los perfiles de las candidatas y la


verdad es que estaba sorprendida, quizá lo único que las
diferenciaba era la experiencia que tenía cada una de ellas, pero, a
nivel académico estaban muy parejas, sin mencionar lo bien
parecidas que eran todas.
Más allá de eso, no tuvo una respuesta concreta para James que
no sabía qué hacer. Había una chica que mantenía como principal,
pero, no era la más indicada.
Entonces, Patricia llamó a su exjefe.
—Creo que lo mejor que puedes hacer es una segunda ronda de
entrevistas solo con estas que tenemos.
—¿Pero, en que me beneficiaría eso para tomar una decisión?
—Una de esas oficinas tiene un cuarto oculto, ¿recuerdas? La
que tiene el enorme espejo que no permite ver hacia adentro.
—Sí, claro.
—Podemos hacer una entrevista con nuevas preguntas, más
concretas, y tú podrías ver a cada una de las candidatas desde ahí.
No solo evaluarás su desempeño, sino que podrás observarlas tú
mismo.
—Me parece una idea genial. ¿Estarás conmigo?
—Por supuesto. Debo dejar mi escritorio en manos de una buena
chica.
—Perfecto, entonces mañana es el día.
—Nos vemos, allá.
La idea era más que genial según lo que estaba pensando
James. Poder observarlas con cuidado, escuchar sus palabras, ver
la manera como se desenvuelven y estar ahí con cada pregunta.
Bajó la mirada hacía su portátil y echó una ojeada a cada perfil de
nuevo y no sabía a ciencia cierta porque estaba escogiendo a esa
chica en particular. Pero, entonces dejaría ese tipo de preocupación
para el día siguiente, por ahora debía volver a la oficina a resolver
algunas cosas que tenía pendiente y a prepararse para un almuerzo
con algunos ejecutivos importantes de la zona.
En la noche también tenía algunos planes con una chica.
Así fue un día como otro, que terminó con una botella de
champán en un lujoso hotel acompañado de una linda dama
dormida y satisfecha.
James era una máquina sexual que jamás tenía suficiente y a
pesar de haber tenido todas las mujeres que quería, ninguna le
había hecho sentir las cosas que él estaba buscando. Pero, por los
momentos no había ningún tipo de problema con eso, él estaba feliz
con la vida que llevaba.
Sus mujeres lo deseaban desde el primer momento y algunas
cuando se enteraban de quien era se volvían como locas, querían
comérselo por completo sin importar el lugar donde estuvieran. Él
apasionado como era, no evitaba esas situaciones ni un segundo.
Siempre estaba dispuesto a darles lo que ellas querían.
Estuvo casado una vez, pero, esa relación fue más por
conveniencia que por cualquier otra cosa. Su esposa por tres meses
fue una gran actriz con la que tuvo una gran experiencia laboral y
pasional, pero, que confundió con amor y no terminó bien. La verdad
es que James quedó con el corazón destrozado y no sabía si saldría
de esa depresión.
Pero, sí. Salió adelante y de la mejor manera.
El problema fue darle a ella la importancia que no tenía, la mujer
se acostaba con cuanto director o guionista le pasaba por el frente,
no le importaba nada más que le sexo y se había casado solo
sabiendo que James tendría una prometedora carrera y ella podría
tener todos los lujos que nunca alcanzaría con su propio esfuerzo.
Lamentablemente para la mujer, su lujuria pudo más y James la
consiguió en un camerino revolcándose con uno de los actores.
Inmediatamente pidió el divorcio y dejó el proyecto por la mitad, no
sería capaz de ver a la cara al cabrón que se follaba a su mujer.
Creyó que ese sería el fin de su carrera y de su vida personal,
estuvo alejado de todos durante unas semanas hasta que tuvo que
contratar a un abogado para firmar los papeles del divorcio y saber
que era lo que le tocaba a su ex-esposa y por fin salir de todo eso.
La división se hizo de la manera en que la ley lo demandaba y
entonces fue una carga menos para él, aunque estuvo sumido en el
alcohol y la desidia durante un largo tiempo, era algo con lo que
tenía que luchar. Pero, saber todo lo que había perdido por culpa de
una mujer lo había dejado sin ganas de recuperar nada, no entendía
la razón por la cual ella le había hecho tal cosa.
Pero, la ventaja es que estaba muy joven cuando eso le pasó, de
hecho, estaba en la edad límite para contraer matrimonio, no había
amasado una gran fortuna y poco a poco fue dejando los vicios y
adentrándose en el mundo actoral, tratando de exorcizar sus
demonios y quemar su vida pasada.
Su salida de ese oscuro hoyo lo llevó a ser parte de los artículos
para la prensa donde adoran ver a los actores en sus peores
momentos, pero, él estaba dispuesto a salir adelante y tenía una
oferta de trabajo que no podía rechazar, así que luego de
desintoxicarse comenzó con una nueva vida.
Volvió a ejercitarse, pero, esta vez con un entrenador personal
para poder ganar masa muscular y estar listo para el papel donde
interpretaría a un soldado. La película contenía algunas escenas de
desnudos por lo que debió esculpir su cuerpo de la mejor manera y
sin descanso.
El rodaje fue intenso, pero, los resultados fueron los mejores.
Terminó siendo una película muy criticada por las fuertes escenas
de violencia y la crueldad con la que enseñaron las cosas, pero, con
todo y eso le hizo ganar una cantidad importantes de premios.
Por supuesto, después de su aparición en el film, la cantidad de
mujeres que deseaban al actor de multiplicó a la “n” potencia. Todas
estaban pendientes de él y las revistas comenzaron a verlo como
una mina de oro.
Las entrevistas eran casi a diario, las sesiones fotográficas igual y
algunas eran bastante picantes, tenía que explotar el cuerpo de
hombre de una manera u otra, las chicas compraban las revistas y
se terminaban el mismo día que las sacaban a las calles. Era el
personaje del momento.
James se sintió un poco intimidado al principio, peor, después
entendió por completo la ventaja que tenía en el mundo y comenzó
a ser el playboy más cotizado, su manera de cautivar a las mujeres
era increíble y recibía cualquier cantidad de propuestas a las que no
podía decir que no. Estaba pasado por una buena época y estaba
muy joven, tomó algunas decisiones equivocadas, pero, es parte de
la vida.
Continuó con su carrera y grabó unas cuantas secuelas de su
popular película lo cual le dio un éxito mundial, pero, fue justo en el
momento en que estaba en lo más alto que decidió retirarse y lo
comunicó al mundo a través de una rueda de prensa que organizó
su agente.
El mundo no podía creer que no tendrían más de su talento, y las
mujeres eran las más afectadas, hasta el punto que hicieron una
protesta en las afueras de los estudios donde él trabajaba para que
no se retirara, ellas no querían perder nuevas películas de su galán
favorito ni mucho menos dejar de tener sus escenas y sesiones de
fotos sexys.
Lógicamente la protesta no surtió efecto, pero, él las acompañó
durante un rato donde les regaló autógrafo y fotografía como
recuerdo, para él fue un gran gesto haberlas visto ahí haciendo ese
tipo de cosas.
Pero, no había vuelta atrás. James estaba decidido a hacer lo
que tanto amaba.
Así cuatro años después tenía la empresa más importante del
país y la cuarta de continente y sin tener nada que ver con la
actuación, por supuesto su gran fortuna le ayudó a hacer todo eso,
pero, el nombre de la empresa lo construyó desde cero en las
sombras, oculto de los reflectores y sin usar el nombre con el que
todos lo conocían.
Así pues, después de pasar por tanto estaba sentado detrás de
un espejo viendo a once chicas postulándose por un puesto de
trabajo y creía que era una de las decisiones más importante que
debía tomar, al fin y al cabo, una asistente personal era mucho más
que una trabajadora, debía conocerlo muy bien y estar siempre para
él y la empresa.
Miraba como entraban y salían cada una de las candidatas.
Todas parecían ser muy segura y sin duda eran hermosas.
—¿Qué les darán de comer a las chicas de hoy en día?
James volteó un poco consternado por la pregunta de su ex
asistente.
—¿A qué te refieres con eso?
—¡Míralas! Todas son hermosas e inteligentes. Definitivamente
nací en la época equivocada.
James se rio durante un momento lo que fue bueno, porque le
permitió despejarse un poco la mente.
En ese momento entró la elegida por James en silencio desde el
día anterior.
El traje azul que llevaba puesto Alicia la hacía ver mucho más
elegante de lo que era, su altura era dominante, pero, sin lugar a
dudas su rostro era el de un ángel. La chica iba ese día con el
cabello recogido y unos pendientes muy bonitos en sus orejas. El
cuello descubierto completamente, la manera en que entró cautivó a
James y a Patricia.
Se presentó de manera diferente a las demás, se veía
completamente decidida y eso era algo que llamaba la atención.
Habló con su entrevistador durante un buen tiempo y siempre
portando una hermosa sonrisa muy diferente a las de las anteriores,
esta era natural, real, no había nada fingido ahí.
James la veía con detalle explorando su extraordinaria belleza,
pero, también escuchaba cada una de las respuestas que ella daba.
Era importante que tuviera la presencia, pero, también la disciplina
como profesional. Las palabras salían de la boca de la chica con
mucha fluidez y nunca titubeó ni una vez, a pesar de que le hicieron
preguntas muy diferentes a las que le hicieron la primera vez.
—Excelente, señorita Blanco. Terminamos con la entrevista.
Gracias por su tiempo.
—Gracias a ustedes por la oportunidad de nuevo.
Desde el momento en que ella entró en esa oficina vio el gran
espejo, algo un poco raro, pero, no fue sino hasta el final que pensó
algo.
Entonces lanzó una mirada muy fugaz y discreta, pero, con alto
porcentaje de picardía. Se levantó elegantemente y se quedó
parada por un segundo, pensó que, si alguien la estaba viendo, la
viera en su mejor ángulo. Había que usar todas sus herramientas.
Salió de la oficina y entonces siguió su rumbo con un pequeño
susto en el corazón. ¿Y si estaba James detrás de ese espejo?
Habría sido como cuando ella lo veía en la gran pantalla, pero, al
revés ahora era él quien la veía y ella no sabía su reacción.
Eso la persiguió durante todo el día, así como el hecho de saber
que habían decidido con esa reunión.
Arriba se presentaba la última de las chicas, pero, sin dudas era
de la que menos quería oír James, quizá porque era la que menos
chance tenía de entrar. Ya él había tomado una decisión.
Se reunió con Patricia en su oficina.
—¿Qué te parecieron las chicas?
—Fue una excelente selección, James. La verdad tengo una
favorita, pero, es solo una opinión.
—A ver… Por eso te traje. Tu opinión es importante para mí
teniendo en cuenta que nadie conoce ese puesto mejor que tú.
—Ana Cafiso. La cuarta en la entrevista. Cabello corto y ojos
azules.
James la buscó en el ordenador de su escritorio y volteó la
pantalla para que Patricia la viera.
—¿Ella?
—Si, ella.
Él volvió la pantalla hacia él de nuevo y encendió el proyector.
—Mi candidata es ella. Alicia Blanco.
Las dos fichas estaban proyectadas sobre la pared y el grupo de
once pasó a ser ahora de 2.
Patricia miró con cuidado y leyó en voz alta ambas hojas de vida
y entonces las leyó en voz alta.
—Entiendo tu punto, sé que Ana está mucho más capacitada de
Alicia, pero, hay algo en ella que me atrae.
—Si no te conociera lo suficiente diría que es su belleza lo que te
tiene indeciso, pero, sé lo estricto que eres al respecto. Nunca
ligarías el placer con el trabajo, sabes que eso puede destruir una
empresa si se llega muy lejos.
—Por eso nunca lo hago. Ahora haciendo a un lado eso…
¿Observaste la mirada que lanzó al espejo al momento de
levantarse?
—Sí, claro. Claramente sabía que alguien la estaba viendo, o al
menos lo percibía.
—Exacto. Fue la única que tuvo esa idea. Vio que podía hacer
más en unos segundos, antes de salir. Se atrevió a ir más allá.
—Creo que no podré cambiar tu opinión, y la verdad no estarías
cometiendo una locura, porque la chica está muy preparada y no
estaría nada mal para el puesto.
James miraba a Patricia con una sonrisa pícara y ella sabía que
ya la decisión estaba tomada. Aunque sinceramente sentía un
pequeño miedo.
—Me quedo con Alicia.
—¡Alicia será! ¿Puedo preguntar por qué?
—Intuición, querida Patricia. Simplemente intuición.
Ambos se abrazaron y entonces se fueron a almorzar juntos.
Antes de salir le pidió al jefe de recursos humanos que contactara a
Alicia de una vez para que estuviera al día siguiente a primera hora
en su oficina.
—Es muy importante que lo hagas ahora mismo, Andrés.
El hombre lo hizo inmediatamente.
Fuera del edificio, pero, no tan lejos y justo cuando estaba
dispuesta a entregar el coche, sonó en móvil de Alicia, ella se
aparcó y contestó. Sabía que podía ser la llamada que estaba
esperando.
La noticia, a pesar de ser la que estaba segura que escucharía,
hizo que la mujer se quedara sin habla, su sonrisa era tan grande
que no podría ocultarla así quisiera hacerlo.
—¿Señorita Blanco, está usted ahí?
—Sí, sí… Disculpe.
—Necesito un correo electrónico en el que pueda enviarla una
credencial especial para garantizar el acceso a nuevas áreas del
edificio.
—Entiendo.
—Eso debe imprimirlo y traerlo con usted. Debe estar aquí a
primera hora y mostrar la credencial en la entrada para garantizar su
acceso.
—Perfecto.
—Muy bien, señorita Blanco. Hasta luego.
Alicia solo dejó caer el móvil que rebotó en una de sus piernas y
rodó hasta el asiento del coche.
Gritó de felicidad y no era para menos, había conseguido uno de
los puestos de trabajo mejor pagados en el país y además de eso
estaría al lado del hombre más espectacular que jamás haya visto
en su vida.
Terminó de entrar al lugar donde iba a entregar el coche, pero,
ahora solo pidió una semana más con él. Lo necesitaba para seguir
yendo al trabajo, sí, al trabajo.
Esa misma tarde optó por su tarjeta de crédito y se fue de
compras, era imprescindible tener ropa nueva para estar siempre de
punta en blanco, nada de vestidos viejos, al menos por los primeros
días. Debía impresionar, deslumbrar el lugar de trabajo y quizá el
corazón del que sería ahora su jefe.
IV

Primer día de trabajo

Ambos se prepararon de manera diferente, pero, con un solo fin.


Por su parte James se levantó temprano sabiendo que ese día
conocería en persona a su nueva asistente personal, era algo no
muy común para él, pues siempre trabajó al lado de Patricia, pero, la
verdad es que no sería nada del otro mundo. Era solo
acostumbrarse a una cara nueva y quizá a enseñarle algunas cosas.
Buscó uno de sus mejores trajes, se visitó con elegancia usando
el mejor reloj que tenía, se miró al espejo y supo que estaba listo
una vez se había rasurado el rostro y peinado su cabello. Salió con
el tiempo a su favor, se montó en el coche y se fue como cada día a
su oficina.
Llegó con la alegría de siempre, saludó a todos los empleados
que pudo, se acercó a otros y habló un momento con ellos. Las
mujeres de la oficina, a pesar de todo el respeto que le tenían, lo
miraban como lo que era, un Playboy, no podían ocultar lo tanto que
se derretían por su jefe.
Todos sabían del carisma de James, pero, ese día tenía algo
especial, algo diferente que lo hacía ver más alegre de lo normal,
además claro está, de lo elegante que lucía. Era algo en su sonrisa
y quizá en su mirada, no todos lo notaron, pero, era completamente
cierto.
Siguió hasta el ascensor principal y subió hasta su oficina.
Arriba se consiguió con su equipo principal a quienes saludó uno
a uno. Escuchó algunos temas sobre trabajo y siguió su camino. Le
dio la mano a su gerente y luego al final del pasillo justo al lado de
su puerta estaba Alicia, de pie, esperando a que él llegara.
James caminó con confianza y sin quitarle la mirada de encima,
la chica parecía más joven ese día y estaba vestida para la ocasión.
Definitivamente era muy hermosa, pero, se repetía una y otra vez
que eso no le importaba en lo absoluto, ella estaba ahí para hacer
un trabajo.
—Buenos días, Alicia. Encantado de tenerte aquí. Soy James
Vilch.
—Alicia Blanco, como ya debe saberlo.
Ella le sonrió, pero, no pudo evitar el sudor en las manos y lo fría
que las tenía. Él se dio cuenta de eso, solo que lo pasó por alto.
—Aquí somos una familia, Alicia, así que siéntete como en casa,
no dudes en pedirnos nada que nosotros con gusto te ayudaremos.
¡Ah, y muy importante! No me llames señor, ni jefe, ni nada de esos
protocolos. Soy James para todos.
Ella no supo que decir, solo miró alrededor y vio como todos la
saludaban con muy buenas ganas de ayudar. Ya los había conocido
apenas llegó y se sintió muy bien con el recibimiento que le dieron.
—Gracias, de verdad me ayudan en el proceso.
Ella solo estaba hablando por hablar, lo único que veían sus ojos
era a ese gran actor que admiraba y amaba desde que era una
jovencita. Ella no podía creer que estuviera trabajando para él, ¿qué
posibilidades había de que eso sucediera?
—Ven, Alicia. Tenemos trabajo por hacer.
Ella entró detrás de su nuevo jefe y cerró la puerta al entrar.
Ese primer día de trabajo comenzó para Alicia desde el momento
en que recibió la llamada. Después de hacer las compras
correspondientes llegó a casa y se duchó para luego meterse en la
cama y descansar un poco, pero no pudo conciliar el sueño durante
toda la noche. Estaba demasiado ansiosa y no sabía cómo iba a
reaccionar al momento de tenerlo frente a ella, además se le venían
a la mente todas las imágenes de él en sus películas, recordaba los
desnudos de las revistas y no podía sacarse todo eso de su cabeza.
Sin dudas ella lo admiraba y lo deseaba aún más.
Pero, ahora, como si se tratara de una broma, estaría a su lado
día tras día atendiéndolo y haciendo todo lo que él le pidiera y
precisamente eso la ponía muy nerviosa, su imaginación volaba
hasta los niveles más altos y entonces podía divisar con facilidad
todo lo que deseaba.
En uno de sus pensamientos hojeaba una de las revistas donde
él había hecho una sesión bastante sexy, en ese momento James
parecía comenzar a salirse de la portada y tomaba su tamaño real
ahí en su cuarto. Ella lo miraba de pies a cabeza y disfrutaba de lo
que veía, era colirio para sus ojos, no podía creer que estuviera con
él por fin.
Él se metía en su cama apartando las sábanas para poder
despejar todo el espacio, todo eso lo hacía sin dejar de verla. Ahora
teniéndolo cerca podía olerlo, podía sentir su respiración, pero, él no
decía absolutamente nada. Ella seguía mirándolo.
De pronto toda la cama comenzó a levitar y salió del espacio
físico donde estaba, parecía estar flotando en el espacio, no había
nada a su alrededor. Alicia comenzó a quitarse la ropa poco a poco
y él ahora se levantaba, dejando que el bulto entre sus piernas
quedara justo frente al rostro de la chica.
Alicia sentía que todo dentro de ella se desprendía, era como si
su corazón estuviera yéndose lejos hacía algún sitio que ella
desconocía, como si su alma quisiera alinearse con la de él.
Entonces una pizca de lucidez llegó a su mente y Alicia comenzó
a caer libremente hasta su cama y de pronto abrió los ojos, solo
observaba el techo de su oscura habitación. Buscó a James por un
segundo, pero, luego se dio cuenta que su imaginación la había
devuelto a la realidad.
Su respiración entrecortada le daba a entender que todo lo que
vivió lo hizo de la manera más real que pudo. Trató de sacarse de la
mente todas las imágenes que aún le revoloteaban, necesitaba
dormir de una u otra forma. Se la pasó las próximas dos horas
dando vueltas en la cama, pero, sabía que no dormiría ni un minuto
así que decidió levantarse.
Eran casi las 4:30 am, no faltaba mucho para que el despertador
sonara, por lo que prefirió comenzar a prepararse para su primer día
de trabajo con su atractivo y muy sexy jefe.
Alicia escogió uno de sus nuevos trajes, estaba literalmente
enamorada de todos lo que había comprado la tarde del día anterior,
pero, estaba segura que la primera jornada la encararía con uno en
particular, que a pesar de no ser tan sexy le hacía resaltar cada una
de sus curvas.
La chica después de una larga ducha que la ayudó un poco a
recuperar las fuerzas, salió a buscar su ropa interior. Estaba más
indecisa por eso, y no sabía si realmente pensaba que él la vería
ese día o en algún momento, pero, de igual manera se vistió con
una de las que mejor le quedaba. Combinada, por supuesto.
Luego su traje que realmente le quedaba espectacular y lo
combinó también con unos zapatos nuevos (después de probarse
unos 23 pares), ella lucía más que esplendorosa. Se tomó su tiempo
para maquillarse de manera sencilla para no sobrecargar su rostro
que de por sí era bastante hermoso, no necesitaba de retoques.
Así, pues estuvo lista antes de la hora programada, pero,
aprovechó para practicar algunas de las formas en como lo
saludaría. Se miraba al espejo ensayando las sonrisas, no podía ser
cualquiera, tenía que ser una que expresara interés y a la vez la
hiciera ver bonita y sexy, quizá.
Estuvo mirándose y acomodando cada pliegue de su ropa y
viendo las alternativas para llevar le cabello ese día, pero, pronto se
acercó la hora de retirarse. Alicia se quedó parada en la puerta de
su departamento cogiendo el pomo de la puerta principal y con los
ojos cerrados, se daba ánimos internamente y además tomaba un
respiro profundo para calmarse.
Salió sin pensarlo mucho y antes que se le hiciera más tarde.
Iba muy tranquila en el camino, pero, de su mente no se salían
las imágenes que imaginó la noche anterior. Veía una y otra vez
como James salía de la revista para estar con ella, veía a su jefe sin
ropa y con un cuerpazo digno de todas las fotografías que le
tomaron en esa misma revista.
Entonces se dio cuenta que ya estaba entrando en el sótano del
edificio donde comenzaría a trabajar. Una taquicardia la atacó
ferozmente y tuvo que mantenerse en el coche durante un rato
antes de salir y encaminarse hasta su puesto de trabajo.
Pasó por todos los filtros de seguridad y sintió la mirada de todos,
como ya era costumbre sin importar al lugar donde llegara, y
entonces tuvo que preguntar al ascensorista hasta donde
exactamente debía llegar.
—Soy la nueva asistente personal del señor James Vilch.
El hombre la miró amablemente, pero, no pudo evitar recorrerla
con sus ojos. Era una mujer increíble.
—Es el último piso, señorita. Yo le indicaré.
—Muchas gracias.
En ese preciso momento sus piernas comenzaron a flaquear. En
el camino entraron diferentes personas y todas parecían estar muy
ocupadas a pesar que aún no comenzaba la hora de trabajo, se
veían bastante identificados con sus responsabilidades, todo esto la
abrumaba un poco, pero, ella siguió con la mirada en alto esperando
su turno.
—Aquí, señorita. La final del pasillo un vigilante le guiará.
—Le agradezco, señor.
Ella salió tratando de mantener su postura y lo logró genialmente.
Lo que no aguantaba era la mirada de la ascensorista clavada en su
trasero, era algo que podía sentir a kilómetros, pero, no era tiempo
de ponerse con pequeñeces como esa.
El vigilante la guio y entonces ella se consiguió de frente con
algunos trabajadores, pensaba que se estaba metiendo en la boca
del lobo, pero estaba equivocada, los muchachos la atendieron muy
bien y se pusieron a la orden para lo que quisiera. Eso la hizo sentir
mejor por el momento, tendría que prepararse para lo más difícil.
Se sentó en su escritorio justo al lado de la puerta principal de la
oficina de James. Aprovechó para ordenar algunas cosas y
familiarizarse con el área de trabajo, todo parecía estar perfecto,
como todas las cosas ahí, entonces cuando estaba algo
concentrada en lo que hacía entró él.
La voz grave y ese tono extraño era muy particular en él, lo que la
llevó a ella a recordar diálogos que sabía de memoria de algunas de
sus películas.
Ella se levantó de inmediato y planchó nerviosamente con sus
manos el traje, de pronto él venía caminando hacia ella y estaba
más divino que nunca. Elegante como siempre y con una sonrisa
que enamoraba a cualquiera.
Sintió cuando le tomó la mano, fue un momento mágico,
escuchaba que le hablaba, pero realmente no escuchaba lo que le
decía a pesar que le contestaba inmediatamente. Ella estaba
embelesada realmente.
Todo lo hizo sin pensar, solo por inercia, entonces se dio cuenta
que estaba entrando a su oficina y cerró la puerta detrás de ella.
Tuvo que mantenerse activa lo más que podía.
—Muy bien, Alicia hay mucho por hacer y necesitamos empezar
desde ya.
—Si, James. Por supuesto.
—Mientras Patricia no estuvo me las arreglé yo solo, pero, la
verdad no me fue muy bien. Tengo todo anotado de una manera
muy desordenada y necesito que te pongas al día con eso. Todas
las reuniones que tenga para hoy suspéndelas, por favor avisa a
quienes se vean afectados, ahí están sus números de contacto.
Dales mis disculpas.
Ella estaba anotando lo más rápido que podía, pero la velocidad
con la que salían las palabras de boca de James le dificultaba la
tarea. Además, siendo sincera con ella misma, no estaba
completamente concentrada, escribía como una niña de Kinder
Garden, daba gracias por saber que esos apuntes solo los vería
ella.
—También necesito coordinar algunas cosas con el arquitecto de
la empresa, por favor concreta una cita con él lo antes posible. Creo
que Patricia tenía una agenda o algo así donde anotaba todos los
números de interés.
—Muy bien. ¿Algo más?
James estaba como buscando algo en su escritorio, y no fue sino
hasta ese momento que se volvió a verla.
—Nada más por ahora, Alicia. Gracias.
—Bien, haré todo esto inmediatamente.
La mujer salió de la oficina como si estuviera necesitando una
bocanada de oxígeno. Su corazón no dejaba de palpitar y estaba
más que nerviosa y algo decepcionada. Todo el tiempo que se
dedicó a vestirse y solo logró la mirada del baboso del ascensor,
James no la miró ni un segundo.
Sabía que estaba exagerando, pero, tenía la ilusión de poder
cautivarlo.
Alicia se dedicó a hacer el trabajo que recién le habían
encargado, pero, en su mente comenzaron a surgir algunas
preguntas.
Él es lo más cercano que hay un Dios.
¿Realmente piensas que quiera algo contigo?
James puede tener a todas las mujeres que quiera. Mujer a su
altura, claro está.
¿Piensas que se fijaría en ti solo porque crees que eres bonita?
¿Qué posibilidades hay en todo el universo de que él voltee a
mirarte?
Un sentimiento muy parecido a un fuego que le quemaba por
dentro la invadió de inmediato, Ella no sabía cómo reaccionar a
todas esas preguntas que ahora le estaban taladrando el cerebro.
¿Cómo no pudo pensarlo antes?
Alicia seguía metida en su escritorio, pero, realmente no estaba
prestando atención a lo que estaba haciendo.
—¿Te encuentras bien?
La chica dio un respingo en su silla y se llevó la mano al pecho en
señal de estar pasando por un susto.
—Ah, hola… ¿Daniel?
—Si, así es. Disculpa por el susto no era mi intención.
—No, no, no pasa nada.
—Ten te traje un café. Parece que saliste algo exaltada de la
oficina de James, lo comprendo es tu primer día, a mí me sucedió lo
mismo.
No creo que sea ni parecido, cariño.
—Si, cosas del primer día de trabajo. Gracias.
—Claro. Debes tomarlo con más calma, pronto te habituaras.
Alicia aceptó el café y entonces comenzó a tomarlo. Era una
situación un poco incómoda, pero, debía llevar las cosas con calma.
—Woao, es un gran café.
—Es de la máquina que está por allá, pero, yo preparo uno
mucho mejor. Te lo aseguro.
—Ah, ¿sí? Lo imagino.
—Quizá algún día, cuando tengas tiempo… No tiene que ser
pronto… O sí… Todo depende de ti… pero, podríamos tomarnos
uno juntos.
El chico se notaba bastante nervioso y de hecho algunas gotas
de sudor empezaban a aparecer en la frente de él. Realmente
estaba tratando de concretar una cita con ella.
Alicia lo miró con compasión, sabiendo muy dentro de ella que
eso jamás sucedería.
—Sí, claro. Quizá.
El chico le sonrió y se retiró. Alicia se quedó con sus
pensamientos, solo que ahora los pasaba con un poco de buen
café. Por un momento cambió los papeles y ella se sentía como ese
chico y ella era James, rechazándola para siempre.
¿Habría alguna forma de cambiar todo eso?
V

Un cambio necesario

Mientras pasaban los días más se adaptaba Alicia a su nuevo


trabajo, realmente comenzó a rendir mucho a pesar de las
exigencias de su jefe. Siempre trataba de llegar temprano para
poder adelantar todo lo que necesitaba en el día listo el itinerario
para que en cualquier momento que James lo necesitara, ella lo
tuviera a mano.
Las reuniones eran muy importantes porque de ahí salían los
nuevos clientes o inversionistas para la empresa y por eso debían
estar siempre de primera dentro de las listas semanales o diarias.
Listas que eran un nuevo formato para James pues eran un invento
de Alicia y la verdad es que anda muy bien con eso.
Ambos se estaban adaptando realmente, la chica tenía mucha
energía para trabajar y eso le encantaba al él y hasta lo inspiraba a
buscar nuevos métodos para trabajar y no quedarse estancado en lo
mismo siempre. Haber escogido a Alicia era una de las mejores
decisiones que había tomado como jefe, su intuición funcionó muy
bien, así como había funcionado antes.
James estaba contento con todo lo que se había logrado en tan
poco tiempo, de hecho, la chica había llegado en uno de los
periodos más intensos de la empresa con mucho movimiento y
además sin descanso, el primer fin de semana Alicia tuvo que
trabajar para adelantar todo lo relacionado con unos empresarios
que estaban dispuestos a convertirse en los principales inversores
de la compañía y quizá futuros socios.
Las reuniones iban y venía, en ocasiones James se duchaba y se
cambiaba de traje dos o tres veces, daba gracias por haber
construido dentro de su oficina una ducha bastante cómoda y un
vestidor lleno de trajes para ese tipo de ocasiones.
Todo iba a máxima velocidad, pero, en líneas generales, muy
bien.
El problema estaba dentro de Alicia, en su corazón y sus bragas.
La mujer estaba destrozada por dentro.
Cada día que pasaba deseaba más a su jefe, era una atracción
difícil de manejar y además exponencial. Tenerlo tan cerca y tan
lejos a la vez era una tortura interminable para ella, sentía que las
cosas no podían ponerse peor.
Era la chica nueva enamorada de su jefe, el ser más inalcanzable
del mundo, la persona más deseada del planeta que podía tener
todo lo que quería, incluyendo mujeres, pero, no a su asistente
personal, ella era intocable porque trabajaba con él. Así se sentía
Alicia cada día, pero, el problema se acentuaba más porque su
sentimiento era muy real.
Trataba de mantenerse serena y cada vez que hablaba con
James hacía su mayor esfuerzo para pensar solo en el trabajo, ella
estaba decidida a perderlo antes de haberlo tenido, era un castigo
enorme, pero, así eran las cosas.
Después de dos semanas consecutivas de solo trabajar llegaba
el viernes, apreciado y bendecido viernes que daba paso a un
merecido descanso de fin de semana, a pesar de lo que a Alicia le
encantaba estar en el trabajo, la verdad estaba un muy merecido
descanso.
Llegó con la actitud más positiva que tuvo en los últimos días y
así estuvo casi todo el día, solo hubo una cosa que la perturbó
enormemente y fue justamente una hora antes de irse.
La puerta de la oficina se abrió y James la llamó.
Ella se levantó inmediatamente algo extrañada, pues era la
segunda vez apenas que el la llamaba en privado.
—Pasa, Alicia. Necesito hablar contigo.
Ella hizo caso y tenía en su mano la pequeña libreta donde
anotaba todo lo que el jefe le encargaba.
—La verdad es que no sé si esto lo tomarás a mal, Alicia, pero,
eres la única que pueda ayudarme con esto.
James se notaba algo inquieto y ella comenzó a maquinar
rápidamente.
—Claro, dime que sucede.
—Necesito que hagas un envío de flores a la dirección que te voy
a dar y además de eso que hables con el chofer que esté de turno
en la empresa para que a las 9:00 pm pase a recoger a la señorita
que vive ahí y la lleve al Golden Fish. Ah, y necesito que hagas una
reservación ahí para dos.
¿Flores? ¿Chofer? ¿Señorita? ¿Reservación?
Acaso además de tener que saber que nunca lo tendría,
¿también debía programarle las citas con las mujeres que se iba a
follar? Eso ya rayaba en el colmo para Alicia, pero, en ese momento
se tragó todas y cada una de las palabras que quería decir. Solo
anotó todo lo que necesitaba y después de saber que James no
necesitaba algo más, se retiró.
Ella comprendía que estaba allí para ser la asistente personal de
James y que debía hacer todas las cosas que él le pidiera y las que
necesitara, pero esto iba mucho más allá de todo. Por supuesto él
era inocente de lo que le sucedía a Alicia.
La chica comenzó a llorar en su escritorio y fue cuando se dio
cuenta de que estaba completamente sola, justo en ese instante
James salió a buscar a uno de sus empleados y se paró en seco en
la puerta de su oficina.
—Cierto, hoy es viernes.
Hizo un gesto y entonces se devolvió cerrando detrás de él la
gran puerta de madera.
Alicia quien se había secado las lágrimas rápidamente para evitar
que él la viera así (si es que algún día la miraba a los ojos), se
quedó pensando en lo que estaba viendo y entonces una idea que
apenas estaba tomando forma, le llegó a la mente.
Entonces se puso a realizar cada una de las tareas que le fueron
indicadas, pero, le agregó alguna variante.
James salió despidiéndose de su asistente y con mucha prisa.
—Volvemos el lunes con el mismo ánimo, Alicia. Que la pases
bien en tu merecido fin de semana.
—Gracias James. Tú también.
El hombre siguió su camino y ella levantó el teléfono.
—Hola, vigilancia, le habla Alicia Blanco, soy la asistente
personal del señor James Vilch y necesito saber quién está de turno
para usar la limosina de la empresa para esta noche a las 8:30 pm.
—Si, un momento, por favor.
Alicia escuchó una canción mientras esperaba con el auricular en
su oído derecho.
—Sí, señorita. Tenemos a alguien disponible para esa hora.
—Perfecto, apunte la dirección que le voy a dar.
Alicia terminó de hacer todo lo que tenía pendiente con respecto
a eso y se sentía como una mujer condenada a la silla eléctrica que
bajaba ella misma el interruptor para conectar el circuito. No podía
creer que estuviese pasando por algo así, nada había funcionado
desde ese entonces.
Pero, algo debía estar haciendo mal, Alicia nunca pecó de
egocentrista ni nada por el estilo, pero sabía que siempre acaparaba
las miradas cuando pasaba por cualquier sitio, era una mujer muy
hermosa y con un cuerpo envidiable, no entendía realmente porque
James ni siquiera volteaba a verla.
Ya era hora de irse, no soportaba estar un momento más ahí y
además sola. Salió sin muchos ánimos e iba despidiéndose de
todos los que ella conocía y se encontraba en el camino. Era
demasiado tarde para estar saliendo del trabajo.
Se sentó en el coche con las manos puestas en el volante, lanzó
un resoplido y entonces pensó en esa idea que había tenido un rato
antes, pero, ahora no sabía si valdría la pena. Entonces arrancó y
se fue.
Eran más de las 7:00 pm y su mente no dejaba de maquinar,
pensaba que tenía un gran trabajo, muy bien remunerado, además,
pero, que al mismo tiempo estaba sufriendo las crueldades del
amor. Ella ahora sentía a James más lejos que nunca, ella ahora
que lo veía sabía que nunca lo tendría, su sueño se había esfumado
para siempre.
Estaba dando vueltas y luego decidió ir a completar al menos
parte de su plan. Miró el reloj y entonces fue a dar una vuelta por el
lugar a donde mandó al chofer de la empresa.
La chica llegó justo a la dirección, pero, aun no había movimiento.
Alicia se aparcó cerca y apagó el motor del coche. Esperó.
Poco más tarde una limosina llegaba, tenía que ser la de la
empresa, normalmente no andan por ahí ese tipo de vehículos
recogiendo gente. Entonces miró con detenimiento y sí, una mujer
bastante elegante de cabello negro con un vestido espectacular
(seguramente de diseñador) salió y se montó.
Alicia no pudo hacer nada más que mirar cómo se alejaba la
limosina con la nueva aventura de James viajando en ella. Tenía el
corazón completamente arrugado y un nudo en la garganta
amenazaba con soltarse, pero, ella lo evitó a toda costa.
Se sentía triste y con la moral por el suelo. Pero, las cosas no
podían ser así, ella también tenía como y con quien divertirse, no
era justo que se sintiera así por un hombre que ni siquiera la miraba
a los ojos, si estaba profundamente enamorada de él, pero, tampoco
era todo lo que había.
Buscó su móvil, marcó y después de una muy corta conversación
estaba camino a su departamento, era hora de darse una
reconfortante ducha y esperar la diversión.
Por su lado James ya estaba en el restaurante cuando llegó su
invitada. La mujer era espectacularmente bella y era el centro de
atención del lugar. Ella llegó directo a la mesa que le indicaron,
James le apartó la silla para que se sentara y ella lo hizo elegante y
placenteramente.
La conversación entre ellos fue muy larga, compartieron algunas
bebidas y no paraban de reír. La afinidad que había entre ellos se
notaba a leguas de distancia, sus miradas se encontraban a cada
instante y no podían dejar de agarrarse de las manos.
Estuvieron hasta un poco después de la media noche y luego se
fueron a casa de James.
Todo esto sucedía en paralelo con lo que hacía Alicia en su
departamento, que ya se había duchado y esperaba
impacientemente a su invitado, pero, no porque tenía ganas de verlo
y compartir lo que sea con él, sino por la necesidad de sacarse de la
mente a su jefe, a ese hombre que desde que lo conoció nunca la
había mirado a los ojos.
Tocaron a la puerta y entonces Alicia ataviada de un pijama
bastante provocativo, salió a abrir la puerta.
—Tanto tiempo, Andrés.
El chico la miró de arriba abajo y luego la miró directamente.
—Mucho tiempo, Alicia.
Andrés era un chico muy apuesto (nada cercano a la perfección
de James) que desde siempre fue el amigo para divertirse, aunque
él le había dejado claro desde un principio que si Alicia se lo
permitía él se casaría con ella, pero, era algo que jamás iba a pasar.
Así que tenían un mutuo acuerdo del que disfrutaban ampliamente.
No había medias tintas entre ellos, se conocían prácticamente de
toda la vida y sabían cómo iba a terminar todo cada vez que se
veían, pero además era agradable tener una buena conversación
con alguien que conoces y que además sabe perfectamente ayudar
cuando te sientes mal.
Entre ellos las cosas eran muy informales, bastaba con una
botella de vino y un sitio donde estar, podían hablar por horas y
horas sin aburrirse, era la mejor relación que Alicia tenía,
lamentándolo mucho no se veían mucho por cuestiones obvias.
Pero, esa noche ella no necesitaba una conversación, necesitaba
sentirse deseada por alguien, estaba loca por meterse a la cama
con Andrés para sacarse de la mente a James, aunque sea por un
rato y no estar sacando cuentas de lo que podría estar haciendo en
ese momento.
Así que Alicia no esperó más y tomó al chico por la mano y lo
llevó a su habitación. Ellos no necesitaban palabras y sabían
perfectamente lo que le gustaba al otro. Las ropas comenzaron a
caer y entonces de un momento a otro ya estaban desnudos
metidos en la cama.
El sexo entre ellos era muy bueno, pero, esa noche las cosas se
descontrolaron un poco teniendo, pero, no fue para mal. Alicia
estaba completamente entregada, estaba moviéndose encima del
hombre con mucha destreza mientras él la abrazaba con afecto. Ella
tenía los ojos cerrados y entonces su mente comenzó a viajar,
volaba como nunca antes.
La estimulación que sentía en ese momento la hizo concentrarse
completamente, se movía tanto como podía, gemía suavemente
como siempre, pero, esta vez con una pasión increíble, Andrés
estaba teniendo la mejor noche de su vida al lado de esa amiga que
tanto quería en secreto, pero, que sabía nunca tendría.
Alicia estaba sumergida en un mundo de fantasías donde los
protagonistas eran las manos, la piel, las sensaciones, ella sentía
como una cascada caía sobre sus cuerpos y había un silencio
sepulcral.
Pero, su mente se encargó de hacer todo el ruido que pudo de un
momento a otro y entonces, en la imagen que tenía apareció un
rostro y era el de James, Alicia estaba solo físicamente con Andrés.
Era el cuerpo, la cara, las manos y el deseo que solo podía
causarle James. Pero, ella dentro de su mundo seguía pensándolo
sin importarle lo que realmente estaba pasando, ella seguía bajo la
cascada con ese hombre que tanto necesitaba en su vida, con el
hombre que la hacía sufrir y bailar de amor.
El sexo seguía su rumbo y a pesar de que Andrés lo estaba
disfrutando más que nunca por la entrega y la forma en que Alicia lo
hacía, algo le decía que la chica no estaba ahí, que ella estaba
viajando por otra galaxia, solo esperaba que fuese por él.
Flores, reservación, limosina, señorita.
No tienes ni una posibilidad en la vida.
Entonces justo en ese momento Alicia volvió a la realidad y
Andrés se había corrido completamente, ella le sonrió y entonces se
bajó de él. Había tenido un gran sexo, pero, en su mente no estuvo
el chico que tenía al lado en ningún momento, él era tan solo un
instrumento esa noche.
Alicia lo miró y el parecía muy feliz. No había necesidad de
hablarle sobre lo sucedido, era mejor seguir con el juego que ella
misma había comenzado, de todas maneras, acabaría justo en la
mañana cuando él se iba, era cuestión de actuar con naturalidad.
La idea principal era sacarse a James de la mente, pero,
contrario a eso, lo tuvo más presente que nunca, estuvo pensando
en él todo el tiempo solo que hasta el final fue que conscientemente
lo aceptó.
Ahora estaba en su cama solo pensando en todo lo que podría
estar pasando justo a esa hora cuando James de seguro ya habría
salido del restaurante rumbo a algún hotel y quizá a su propia casa.
Estaría haciendo lo mismo que ella solo que pensando en la
elegante mujer que había visto montarse en la limosina.
Alicia aceptó en ese momento que las cosas no podían ser así.
Ella no estaba contenta con esto que estaba pasando, pero, dejó de
pensar todo cuando se relajó y por fin, después de un par de
semanas muy ajetreadas, se quedó completamente dormida.
VI

Nuevos recursos, nuevos resultados

Al final el fin de semana no estuvo tan malo, Alicia pudo


descansar y reponer las baterías para enfrentar una nueva semana
en el trabajo y seguir luchando con todo lo que sentía por James.
La verdad es que ese lunes amaneció con una actitud muy
diferente, entonces escogió el traje más elegante que tenía y se
alistó para salir, se sentía renovada y con nuevas ganas, claro está,
sus sentimientos por James estaban a flor de piel, pero, ella no
podía dejar que eso la afectara más.
Llegó al edificio justo a la hora, era la primera vez que no llegaba
antes de la hora desde que comenzara a trabajar ahí. Su paso por
recepción y por las oficinas de la parte baja hizo más conmoción
que nunca antes, la chica destilaba elegancia y belleza. Pasó
regalando una sonrisa a todos, inclusive al baboso del ascensor.
Llegó a su escritorio y se encontró con una sorpresa que a pesar
de ser muy cálida y hasta tierna, terminaba siendo una muestra de
crueldad de su parte si no aclaraba las cosas de una vez.
Había un pequeñísimo ramo de flores, algo muy minimalista y
moderno, acompañado de unas golosinas y una taza de café, y no
era de la máquina. Al lado una nota muy bien elaborada y a mano.
“Quizá probando una muestra del café que hago aceptes ir a
tomar uno conmigo. Atte: Daniel Carrasco”
Alicia no pudo evitar sonreír al leerlo, era algo muy especial, el
chico se había tomado la molestia de darle ese detalla que era muy
lindo, además. Pero, ya era hora de que entendiera las cosas, solo
que no se lo diría delante de todos los que trabajaban en esa área.
Ella levantó la mirada buscando a Daniel. Lo consiguió justo en el
cuarto de la máquina fotocopiadora, eso era perfecto, ella podría
hablar con algo de privacidad. Así que tomó su taza de café junto
con la nota y caminó hacia él.
—Hola, Daniel. ¿Cómo estás?
El muchacho estaba más nervioso que otras veces. Él la miraba
como si se tratara de una reina.
—Bien. Alicia. ¿Y tú?
—Todo perfecto. Quería agradecerte por el detalle.
—No es nada. Solo… un… detalle.
Ella sonrió. Se imaginaba que de la misma manera se veía ella al
lado de James.
—No quisiera que lo tomaras a mal, Daniel, pero, no creo que tú
y yo podamos compaginar en una cita o algo así.
El chico bajó la mirada, resignado.
—Lo sé Alicia, pero, no hay peor batalla que la que no se pelea,
¿no es así?
—Eso es muy cierto y me alegra que lo veas de esa manera.
—Yo nunca tendría oportunidad con una mujer como tú, era solo
una ilusión.
Las palabras del chico le llegaron al corazón y por un momento
sintió culpa.
—Oye, te diré que haremos. Busca una taza y compartimos este
café aquí. Estoy segura de que está riquísimo porque huele así.
Él la miró y sus ojos brillaron, pero, no de esperanza, sino de la
oportunidad de al menos poder tomarse el café con ella.
Inmediatamente buscó una taza y se sirvió del que le había dejado a
Alicia.
Fue un gran momento que terminó con las esperanzas de Daniel,
pero, que tuvo un final feliz. De hecho, el chico estaba ahora más
tranquilo y hablaba con más fluidez con Alicia, resultó ser muy
agradable y de buena conversación.
Después de un rato ella volvió a su escritorio y justo en ese
momento entró James con su típico andar y todo su buen humor.
Ella no podía evitar el palpitar de su corazón y que sus manos
temblaran sin parar. Se paró como siempre al lado de su escritorio
esperando que él pasara. Pero, esta vez el levantó la mirada cuando
caminaba hacia ella y la miró directo a los ojos.
—Hola, Alicia. ¿Cómo pasaste tu fin de semana?
Todo fue en cámara lenta.
—Hola, James. Perfecto. Todo perfecto.
—Me alegra.
El hombre entonces siguió su camino a su oficina y se detuvo
justo antes de entrar.
—Oh, Alicia… Necesito las copias de los contratos hecho a los
empleados con más de cinco años de antigüedad en la empresa,
pretendo hacerles una pequeña condecoración el próximo mes.
—Enseguida, James.
—Pasas a mi oficina apenas los tengas.
Terminó de entrar y entonces ella respiró con normalidad. Ese
contacto visual fue excelente, fue algo mágico. Alicia se sentó y
comenzó a trabajar, necesitaba hacer lo que le acaba de pedir y
mucho más.
Más temprano James estaba en la parte de abajo del edificio
hablando con algunos de los empleados cuando notó que todos a su
alrededor volteaban hacia un mismo punto, entonces el hizo lo
mismo.
Era Alicia quien entraba en el edificio, recibía saludos de todos
los que estaban cerca y los que no se conformaban con solo mirarla,
su andar era increíble y dejaba a todos estupefactos con cada paso.
Desde ese punto ella se veía más hermosa que de costumbre y ese
traje que llevaba la hacía lucir despampanante, cada una de sus
curvas se notaba con naturalidad y una sensualidad increíble.
La sonrisa de la chica era lo más cautivador, no importaba de qué
humor estuviese alguien, ella podía hacerle cambiar de parecer en
un instante con esa curva hermosa que se dibujaba en su rostro.
James no paraba de observarla, era más que perfecta, pero, era
su asistente personal, era algo que no podía permitirse. Él no podía
verla de otra forma, pero, vaya que en ese momento sus ojos
estaban embrujados con semejante belleza.
Todos la miraron hasta que el ascensor cerró sus puertas y
entonces desapareció.
La conversación con los empleados siguió, pero, James había
perdido la concentración por completo. Así que la culminó y fue a
buscar un poco de té verde que tomaba cada mañana.
Un rato más tarde subió y todo pasó como todos los días solo
que ahora Alicia se veía diferente, ella estaba parada ahí con su
espectacular vestido y su pose respetuosa esperando mi llegada, su
mirada era profunda y sincera.
Después de saludarla y pedirle los documentos, entró a la oficina
y se sentó en su silla. Ahora estaba ahí solo esperando a que ella
entrara con los papeles para verla de nuevo, James estaba un poco
confundido con lo que estaba pasando porque a pesar de aceptar
desde un principio lo bella que era la mujer, nunca la vio como tal, él
era su jefe y nada más.
¿Pero, estaban las cosas cambiando ahora?
La verdad es que había quedado impactado con la entrada de la
chica al edificio y sobre todo por la forma en que todas la miraban,
ella tenía un magnetismo impresionante y atraía todo lo que quería.
Cualquiera de ellos podría tener la suerte de tenerla.
Lo cierto es que James era muy estricto en lo que se relacionaba
con las relaciones en el trabajo, no le importaba que sus empleados
lo hicieran entre ellos, pero, él nunca buscaría a una mujer que
trabajara con él para una noche de placer y mucho menos para
entablar una relación. Eso jamás pasaría.
El punto en concreto es que él ahora estaba pensando eso de
manera seria, estaba pensando en las razones por las cuales no
podía ver a Alicia de otra manera que no fuese como su asistente
personal.
Pero, ahora le venía algo a la mente. Él estaba consciente de que
evitaba mirarla directamente a los ojos, pero, nunca le dio una razón
a eso, ahora podía creer que era u mecanismo de defensa para no
verla de la manera que él temía.
¿Y si había cometido un error contratando a Alicia? Había sido
una excelente trabajadora hasta el momento de eso no había dudas,
pero, si él seguía llevando sus estrictas medidas podría perder
alguna oportunidad de tenerla y entonces…
James se levantó de su asiento y trató de sacar de su mente
semejante idea. Alicia era solo una empleada más de la compañía y
la contrató por sus conocimientos y nada más. No había que darle
más vueltas al asunto.
Tocaron a la puerta.
—Adelante.
La chica entró mirando los documentos que traía en la mano y
James aprovecho para observarla, pero, bajo la mirada antes de
que se encontrara de nuevo con la de ella. Caminó hacia el
escritorio y se concentró en la pantalla del ordenador.
—Aquí tengo todos los documentos que me pediste, James.
—Perfecto. Muchas gracias Alicia, déjalos sobre la mesa que
tienes al lado.
—¿Necesitas algo más?
—No, por ahora no. Si eso cambia te lo haré saber.
—Muy bien.
Salió.
James volteó justo cuando escuchó que la puerta cerró. En la
pantalla de su ordenador solo estaba el logo de la empresa, se
estaba engañando a él mismo.
Afuera, Alicia se cayó de la nube cuando se dio cuenta que todo
volvía a ser como antes, él dejó de mirarla de nuevo y eso no era
justo, era como quitarle un caramelo a un niño.
Ella no podía evitar sentirse mal por la manera tan despectiva en
que la trataba, pero realmente sentía que había algo nuevo en
James esa mañana. La mirada que le había regalado era algo muy
diferente en él, una especie de conexión, la cual no había sentido
nunca antes ni con él ni con ningún otro hombre, era algo que quizá
estaba ayudado por el deseo que tenía ella de tenerlo, pero en
realidad iba mucho más allá de todo eso.
De pronto Alicia comenzó a pensar en la conversación que tuvo
con Daniel en el cuarto de la fotocopiadora. Una frase que le
comentó, para ser más específico, él le dijo que no había peor
guerra que la que no sé pelea, y entonces Alicia se sintió una nueva
esperanza, ella tenía todas las herramientas para poder tener al
hombre que quisiera, incluso a ese Dios que tenía como jefe y no
importaba qué tan difícil fuese, pero, ella lo intentaría.
Desde ese mismo momento empezó a planear todo lo que haría
para poder llegar al corazón, y por supuesto al tesoro que escondía
el pantalón de quién seguía siendo su actor favorito de todos los
tiempos y ahora también su jefe.
Sería algo nuevo para ella, jamás había intentado seducir a un
hombre de esa manera, y sabía que ahora estaba arriesgando su
trabajo y gastando el único cartucho que tenía en el arma para
poder tener lo que deseaba.
El día perfecto para llevar a cabo la operación sería el viernes,
Alicia había notado que durante esos días los empleados del área
se iban mucho antes de la hora acordada en el horario, así que usó
sus nuevos amigos de oficina para saber realmente cuál era la
razón de eso.
Poco a poco pondría manos a la obra y las cosas saldrían como
ella tanto la esperaba o al menos lo intentaría.
Pero, tenía que ir sembrando las semillas para poder tener el
terreno listo para el momento de la estocada final, de la cual alguien
saldría herido, pero así eran las batallas: se ganan o se pierden.
Tocó a la puerta de James y él inmediatamente la invitó a entrar.
Alicia asomó su cabeza por la puerta.
—¿Estás ocupado, James?
—Ah, Alicia. No, para nada. Adelante.
Él estaba escribiendo algo en el ordenador.
—Estuve viendo algunas de sus reuniones de los próximos días y
tengo algunas dudas que quisiera aclarar.
—Claro, Alicia. Dime que necesitas saber.
Ella miraba fijamente la libreta que tenía en sus manos y
comenzó a decirle algunas cosas. James trataba de no mirarla,
pero, ese imán que tenía la chica era bastante fuerte. Además, se
había dado cuenta que ella no lo estaba mirando en ese momento
así que aprovecharía.
Pero… ¿Acaso no se ha dado cuenta?
La camisa de Alicia tenía un par de botones desabrochados y se
veía mucho más de lo que debería. Los ojos de James no se
despegaban de ahí ahora y de hecho se levantó disimuladamente
para tener un mejor ángulo, sí, se estaba saltando las reglas de su
propia compañía, pero, si lo hacía bien y ella no se daba cuenta no
pasaba nada.
Se podía ver la parte de sus senos que no cubría el sujetador y
era extremadamente sexy la imagen, James imaginaba como sería
verlos completamente, ya desde ahí lucían bastante grandes. La
chica seguía hablando, pero, el solo estaba concentrado en mirar
esos extraordinarios pechos y que no lo capturara en la acción.
Pero, ella parecía más concentrada en su pequeña libreta que en
otra cosa.
—… Entonces creo que lo mejor es dejar la reunión con los
empresarios internacionales para un día después de que ellos
lleguen y así dejar que descansen un poco. ¿Te parece?
Él sólo había escuchado la última parte de todo lo que ella le
decía.
Se aclaró la garganta. Y se volteó para mirar por la ventana.
—Sí, claro. Excelente. Creo que es buena idea.
Parecía algo alterado.
—¿Te encuentras bien, James?
El hombre se volteó de inmediato tratando de mirar a cualquier
sitio y no parecer sospechoso.
—Todo bien. ¿Algo más?
—No, por el momento no. Gracias. Le paso por escrito eso al
correo corporativo de la empresa.
Alicia se volvió con una pícara sonrisa sabiendo que había puesto
la primera semilla, pero, aún tenía una carta bajo la manga.
Mientras iba caminando a la salida dejó caer su bolígrafo y
entonces se inclinó a levantarlo.
Justo en ese momento James volteó y vio todo cuadro a cuadro.
El monumental trasero de la mujer se posó frente a él y todos sus
sentidos se encontraron en su mirada, sus instintos lo invadieron,
pero, no puedo más que mirar y morderse la lengua. Ella levantó el
bolígrafo, siguió caminando y como si nada salió.
James se quedó mirando la puerta de madera por unos segundos
y no entendía lo que realmente había pasado. Su corazón estaba
acelerado y sin dudas ahora deseaba a su asistente personal,
aunque eso era mentira, siempre la había deseado, desde aquel
momento en que la vio a través del vidrio, desde el momento que
lanzó su mirada sin saber que él la estaba viendo. Sí, su intuición
aquella vez no era más que su deseo sexual, solo que lo disimuló
con eso del trabajo. ¡Vaya mentira!
Pero, ahora no había nada que hacer. Las imágenes que
acababa de ver activaron sus deseos y le aclararon la mente ahora
estaba a punto de quebrar todas sus reglas.
Afuera, Alicia estaba feliz con los resultados obtenidos y ya se
había abrochado la camisa cuando alguien llegó.
—Hola, ¿cómo estás? Vengo a ver a James Vilch.
Alicia volteó y la miró.
Era ella, la mujer de la limosina. La de las flores. La de la cena.
En ese momento no supo cómo reaccionar y entonces pasó lo
que tenía que pasar.
VII

Desmedida pasión, reglas rotas

James estaba bastante aturdido y necesitaba pensar con más


calma las cosas, no podía irse de bruces y cometer lo que podía ser
el error más grande de su vida porque podía perder a una gran
asistente personal si se sentía ofendida de alguna manera.
Pero, ¿ella querría algo con él o todo eso era pura casualidad?
La imagen de la camisa desabotonada la tenía impresa en la mente,
era algo que no podía dejar de ver y ahora deseaba haber roto
cualquier regla y saltar sobre ella en ese momento, pero, debía
llevar las cosas sigilosamente para poder tener todo bajo control y
no perder nada.
De pronto tocaron a la puerta de nuevo. Era Alicia otra vez, pero,
ahora su camisa estaba correctamente puesta (sí, fue lo primero
que observó) y por un momento pensó que todo había sido un juego
de su imaginación.
La chica estaba bastante seria.
—James, te solicitan aquí afuera.
Justo en ese momento Alicia pensó que no había preguntado el
nombre a la mujer y que pudo hacer el anuncio de la visita desde el
teléfono directo. Estaba haciendo mal su trabajo.
El hombre recordó de pronto que estaba esperando desde
temprano esa tan deseada visita.
Entonces se levantó y salió al encuentro con la mujer. Ella pasó
por un lado de Alicia y abrazó a James sin pensarlo dos veces.
Ambos se veían bastante felices y sus sonrisas eran enormes.
—¡Woao! Esto es increíble, la última vez que estuve aquí esto era
un desastre.
—Genial, ¿no?
—Me encanta.
Alicia ardía por dentro. Ya había traído a esa mujer a la oficina.
Era mejor retirarse antes de escuchar una palabra más, todo lo que
había planeado se acababa de ir por el desagüe.
—¡Oye, Alicia! ¡Espera!
James tomó de la mano a la mujer y se acercó.
—Quiero que conozcas a la mujer más especial en mi vida. Mi
hermana Helen.
Una especie de cortocircuito explotó en la cabeza de Alicia en
ese momento, su corazón comenzó a bombear de nuevo y las
esperanzas volvieron a ella de inmediato.
Era su hermana, así de simple. Con la familia también se salía a
cenar, se le compraba flores y por supuesto, se le iba a buscar en
limosina.
—Hola, Helen es un placer conocerte.
—El placer es mío querida. Eres encantadora.
—Gracias. Ahora yo me retiro y los dejo solos.
Alicia se retiró con la mejor de las disposiciones y estaba más
feliz que nunca, la que siempre creyó que fue su enemiga resultó
ser solo la hermana de James.
—¡Vaya! ¿Ahora contratas súper modelos para trabajar en la
empresa?
—Que exagerada eres. Es atractiva, sí.
—¿Atractiva? Yo le daría una casa y un hijo si me lo pidiese.
James carcajeó.
—Te lo juro. Nunca había visto a una mujer tan hermosa y
elegante. ¿Es tu asistente?
—Si, solo lleva dos semanas aquí.
—¿Qué sucedió con Patricia?
—Renunció, tenía algunos asuntos personales pendientes, pero,
no viene al caso.
James y Helen siguieron conversando por un buen rato.
Las cosas parecían estar tomando su rumbo y ahora Alicia solo
tenía que apegarse al plan. Sin muros en la costa, ella podría
obtener muchos mejores resultados de los que planeaba, además
estaba segura que su jueguito con la camisa y la seductora recogida
del bolígrafo abrieron el apetito de James.
Averiguó con Daniel lo del horario de los viernes y corroboró que
si era había un acuerdo mutuo donde ellos podían salir mucho más
temprano si las tareas del día estaban cumplidas, ellos se
acostumbraron tanto a eso que trabajaban un poco más duro el
resto de la semana que máximo para el mediodía de los viernes las
cosas estaban listas.
Así que ella tenía toda la tarde para poder llevar a cabo su plan,
además era su asistente personal y no tendría reuniones ni nada de
trabajo, solo esperar a un cliente ficticio que ella misma inventaría
para mantenerlo en la oficina.
Alicia había puesto todas las cartas sobre la mesa y era la hora
de apostarlo todo.
Los días de esa semana pasaron muy lentos para ella que estaba
muy ansiosa de saber cómo terminaría todo, ya tenía todo planeado,
pero, lo importante ahí era el resultado. Mientras tanto ella seguía
plantando semillas cada vez que podía hacerlo, y al parecer estaban
haciendo efecto.
A mediados de la semana ella llevó un vestido corto y recibió
instrucciones en la oficina de él mientras tenía las piernas cruzadas
mostrando más de lo normal. Para James era demasiada tentación
y ella sabía que la estaba evitando, pero, sus ojos de vez en cuando
se tropezaban con esas largas y divinas piernas.
Él ya estaba un poco desesperado con la situación.
Entonces llegó el día y el momento. Después de tanta espera.
Alicia estuvo desde la mañana preparándose psicológicamente
para poder enfrentar todas las situaciones que podrían presentarse,
quizá podría perder su empleo, pero, eran los riesgos que había que
tomar para poder alcanzar las metas más altas.
Entonces pasadas las dos de la tarde tenía todo el terreno para
ella. Era momento de actuar.
Se fue al baño y se quitó el traje que llevaba. Debajo de toda la
ropa tenía un conjunto de lencería con liguero incluido. Alicia se veía
como salida de la mejor portada de una revista para hombres, lucía
espectacular. Se miró en el espejo y entonces, a pesar de los
nervios que sentía, salió a buscar su presa.
Caminó un largo trecho entre el baño y la oficina y esperaba que
en ese momento nadie se devolviera a buscar unas llaves olvidadas.
Trató de sortear las cámaras de seguridad para que no quedara
evidencia de nada y entonces llegó a la puerta de la oficina de
James. Se paró frente a ella, tomó una gran bocanada de aire y
entonces tocó.
—Sí, Alicia. Puedes pasar.
Él sabía que era la única que quedaba en la oficina a esa hora.
La puerta se abrió y la imagen que había ahí no era precisamente
lo que James estaba esperando.
La mujer estaba recostada del lado izquierdo del marco con su
pierna derecha algo flexionada. El sujetador que usaba le quedaba
más que perfecto y levantaba su busto, su torneado cuerpo
mostraba un hermoso abdomen y unas caderas increíbles. El liguero
daba el toque sensual.
Ella comenzó a caminar y James no había dicho ni una palabra al
respecto.
Sus senos se movían con cada paso y en su rostro una pícara
sonrisa se veía muy sexy con el cabello alrededor.
La braga que llevaba puesta apenas tapaba lo necesario. Tenía el
cuerpo de una diosa, Alicia era mucho más de lo que él pudo
imaginarse durante la semana. No podía evitar desearla y ya tenía
una erección en el pantalón.
Ella se detuvo justo frente a él y entonces se acercó tanto que
sus labios se rozaron, la mirada de ella era fija y candente, no
necesitaba nada más que eso para seducir a cualquier hombre.
Entonces ella puso sus dedos entre el nudo de la corbata y
comenzó a halar para quitársela, segundos después la lanzaba
sobre el escritorio. Luego fue el saco del traje lo que cayó al suelo,
las manos de la chica recorrían el pecho de James y desabotonaba
la camisa con facilidad y sin perder el toque sensual.
Los pectorales del hombre salieron a relucir y luego los
abdominales. Todo era mucho mejor que las fotos en las revistas o
todo lo que se pudo haber imaginado Alicia. Ahora tenía muchas
más ganas de tenerlo y de probar cada parte de ese codiciado
cuerpo, necesitaba saciarse de su deseo.
Ella comenzó a besarle y no paraba mientras sacaba el cinturón y
dejaba caer el pantalón. A todas estas James no la había tocado ni
la primera vez, solo estaba ahí parado dejando que ella actuara,
realmente lo había dejado más que sorprendido.
Pero, justamente cuando ella se disponía a ver lo que escondían
sus pantaloncillos, él la tomó por los hombros y la levantó. James
ahora la tenía de frente y sus ojos se miraban hasta lo más
profundo. Por un momento ella pensó que la sacaría de la oficina,
pero, no.
Un beso corroboró que él también quería todo aquello, que no le
importaba las reglas de la compañía, que más allá de lo que podía
pasar después el estaría satisfecho de haber tenido a esa mujer con
él. Sus manos pasaron de los hombros a la espalda y ahora la
abrazaba con cariño enlazándola justo en la cintura.
Ella estaba cumpliendo un sueño de años, estaba cambiando
pensamientos por hechos reales y no todas podían decir lo mismo,
no importaba con cuantas mujeres haya estado, ella ahora lo
agradecía porque sabía que estaba a punto de recibir el mejor sexo
del mundo, ella sabía que James la haría suya dejando salir todas
esas ganas que tenía contenidas, ahora estaba segura que también
la deseaba.
Entonces él se recostó del escritorio y terminó de quitarse el
pantalón y el pantaloncillo. Alicia quería mira, pero, dejó eso para
después, ahora era el momento de él.
Con sus fuertes manos arrancó el sujetador y dejó libre los senos
de la mujer. Ahora que los tenía tan cerca lucían completamente
fabulosos, pudo acariciarlos un poco, peor siguió con el resto de la
ropa.
Pero, para eso la volteó y observó la espalda desde el cuello,
recorrió con la mirada hasta llegar al trasero de Alicia. Sus nalgas
eran monumentales y entre ellas estaba toda la braga. Metió las
manos entre la tela y la piel y también las rasgó, a ella le encantaba
esa rudeza y la forma como estaba haciendo las cosas.
Alicia estaba en ese momento completamente desnuda frente la
puerta abierta de la oficina de James Vilch, era para que nadie le
creyera. Peor, al fin y al cabo, eso era solo para ella, no se lo
contaría a nadie, no tenía por qué salir de ahí.
James le dejó las medias del liguero y entonces la acercó
completamente a él. Ella sintió entre sus nalgas todo lo que el
hombre tenía y eso la encendió completamente, ella estaba
entrando en un tipo de trance.
Las manos de James comenzaron a tocar, acariciar y apretar los
senos de ella, besaba el cuello y el palpitante pene seguía
sumergido entre las enormes nalgas de Alicia. Ella apretaba su
trasero de forma tal de abrazar ese monstruo que estaba buscando
una entrada.
Ella entonces volteó hacia el escritorio y extendió su brazo para
tomar un bolígrafo que de inmediato dejó caer al suelo. James
sonrió y vio cuando la chica se inclinó completamente y dejó la
mesa servida para que él comiera de la forma que más le
apeteciera. En lo que el hombre vio eso se dio cuenta que ya no
había tiempo para más protocolos.
La tomó por la cintura y luego de posicionar el pene empujó con
fuerza. Esa penetración hizo que ella gritara en un primer momento
por dolor, pero, ya cuando logró entrar por completo las cosas
cambiaron.
Él no paraba de follarla y Alicia estaba disfrutando del momento,
no podía creer lo que estaba sintiendo, sin dudas era muy grande lo
que estaba penetrándola, lo podía sentir cada vez que entraba.
Sus cuerpos chocaban y entonces él la tomó por el cabello y
comenzó a halárselo. Ella nunca pensó que James fuera de esos
hombres agresivos, pero, la verdad estaba encantada, ella solo
quería que le diera lo más fuerte que podía.
Los gemidos de la chica comenzaban a ser más fuertes, pero,
ninguno de los dos estaba preocupado por eso.
—¡Dame más, James!
El hombre la levantó y dejó caer sobre el escritorio, en ese
momento no le importaba lo que pudiese estar sobre él, lo
importante era complacer a la mujer y hacerla gritar todo lo que
pudiera.
Le abrió las piernas y ahora podía ver como los senos de Alicia
se movían al ritmo que él llevaba. Sus manos entonces estaban
distribuidas entre una nalga y uno de los senos, disfrutaba de todo lo
que podía al máximo y al mismo tiempo. El rostro de Alicia solo
indicaba una gran carga de placer, se mordía los labios en
ocasiones, pero, más que todo gritaba.
Cada gemido era como combustible para James, él seguía
escuchando y follando.
Las posiciones siguieron rotándose y la respiración de Alicia
estaba bastante entrecortada, por momento buscaba bocanadas de
oxígeno para poder seguir.
James la puso apoyada de manos y rodillas sobre la alfombre de
la oficina. Él se arrodilló también detrás de ella y entonces comenzó
a nalguearla. Sus manos resonaban con la piel de la mujer que
gritaba y se retorcía con cada contacto, no había ni una queja por
parte de ella, así que el continuo.
La verdad es que Alicia estaba tan excitada que la combinación
del dolor con el placer la estaba haciendo llegar a otro mundo
desconocido desde siempre por ella. Sentía como le ardían las
nalgas y fue entonces cuando el volvió a follarla, pero esta vez
mucho más fuerte de lo que lo había hecho antes.
Una de las manos de James se coló hacia delante y entonces
encontró el clítoris de Alicia, lo acariciaba mientras seguía
follándola. Todo lo que estaba sintiendo en ese momento hizo que
ella arqueara su espalda y esperara la explosión que sentía que se
armaba dentro de ella.
Él se preparó para el momento y sabiendo lo que pasaría
aumentó la frecuencia de sus penetraciones y las hacía mucho más
fuertes.
Alicia trató de asirse de la alfombra, pero, no lo pudo hacer así
que se deslizó y dejó su rostro pegado del suelo, en esa posición
estaba más expuesta y el pene de su amante llegó al punto exacto.
Alicia lanzó un frito que se convirtió en aullido justamente cuando
estaba sintiendo el orgasmo más intenso de su vida, él no paraba,
su vista se nubló y se desplomó, su cuerpo no aguató más.
Pero, no era todo para ella. Para nada.
James la volteó dejándola boca arriba y mientras miraba como
temblaba aún la penetró de nuevo, sin ningún tipo de compasión.
Ella seguía sumergida en su orgasmo y fue cuando sintió como
James se corría dentro de ella, el hombre lanzó un pequeño grito
ahogado mientras estaba terminando su momento.
La oficina quedó en completo silencio, algunos papeles estaban
en el suelo, el escritorio terminó completamente desordenado y la
ropa hacía la nueva decoración de la oficina. Arriba de ellos solo
quedaba el cielo, estaban en el edificio más alto de la ciudad y no
había nada que decir.
Estaban satisfechos y felices de todo lo que había pasado, pero,
quizá ahora las cosas se pondrían algo incómodas en el trabajo.
James tenía que tomar una decisión sobre eso, por ahora todas las
reglas estaban rotas y la pasión se desbordó completamente en esa
oficina por primera vez.
El plan de Alicia había funcionado, pero, ¿ahora que seguía?
¿Eso era todo lo que ella necesitaba o realmente ahora después de
tenerlo podía estar segura de que lo amaba?
Solo el tiempo se encargaría de darle las respuestas necesarias.
VIII

Decisiones

El fin de semana cada uno estuvo en su casa pensando en todo


lo que había pasado la tarde del viernes en la oficina. James era el
que más responsabilidades tenía al respecto, él era el jefe, la
persona más respetable de toda la empresa y debía asumir todo lo
que había ocurrido.
No era fácil para él luchar con todo eso que estaba revoloteando
en su cabeza y en su corazón, había una cantidad incontable de
sentimientos encontrados y necesitaba saber exactamente lo que
debía hacer.
Por su lado, Alicia aún estaba exhausta y pensativa. Había
podido cumplir su sueño, tener entre sus brazos a James era lo más
grande que le había sucedido y por un momento pensó que sería
algo de una vez, pero, la manera en que él la hizo suya le creó la
necesidad querer más y se había convertido en algo vital. Ahora
Alicia se encontraba en una encrucijada.
Por su mente pasaba cada uno de los momentos que vivió en esa
oficina, desde el instante en que James le arrancó las ropas hasta
cuando cayó rendida sobre la alfombra. Definitivamente James era
un hombre que estaba hecho para ese tipo de situaciones, era una
bestia indomable y fuerte.
Pero, si sentía algo de culpa y de preocupación, puesto que no
sabía si realmente había dañado la relación que había entre ellos.
Otra de las cosas que la preocupaban seriamente era su puesto
de trabajo, sabía que su jefe era muy estricto con respecto a las
relaciones dentro de la empresa, y aunque fue algo con lo que él
estuvo de acuerdo seguía siendo una regla que se había roto, él
podría estar pensando en dejarla ir para evitar que eso interfiriera en
el ámbito laboral.
No supieron del otro sino hasta el lunes cuando volvieron a la
empresa. Como siempre Alicia estaba desde temprano en su puesto
de trabajo y cuando vio entrar a su jefe se levantó para esperarlo.
James por primera vez pasó de largo a todos sus empleados y sólo
tenía la mirada clavada en los ojos en Alicia, se acercó a ella y
entonces la invitó a pasar a su oficina.
Quienes laboraban allí se quedaron extrañados de la actitud de
su jefe, el siempre, sin importar lo que pasara, estaba para sus
empleados y hasta en los peores días tenía tiempo para saludarle y
hasta para gastarse algunas bromas.
Pero, se limitaron a dejar pasar el momento y nadie dijo una
palabra al respecto. Alicia entró como si nada pasara, como
cualquier mañana en la oficina del jefe.
Ya dentro, los recuerdos afloraron y realmente para ambos era
muy difícil aceptar que nunca más se pudiera repetir todo lo que
vivieron. Las cosas estaban un poco incómodas, pero, debían
solucionarlo en ese mismo instante.
Estaban preparados para lo que pudiera suceder.
—Muy bien Alicia, siéntate. Debemos hablar.
—Está bien, James, te escucho.
Ella trataba de no transmitir todo el miedo que sentía en ese
momento.
Alicia se sentía muy nerviosa, pero, no sabía que era lo que más
le importaba. Había dos cosas en peligro y eran el empleo y su
deseo de tener a James, porque había llegado a la conclusión de
que quería tenerlo para siempre, pero, era algo que ella misma no
podía controlar.
Todo iba a depender de lo que él quisiera.
James en ese momento estaba actuando como lo que realmente
era: su jefe. Tenía que poner el nombre de la empresa por delante
de todo lo que había sucedido, puesto que las acciones se llevaron
a cabo ahí. No iba a ser para nada un ogro, solo aclararía varios
puntos.
—Creo que no pudimos hablar muy bien después de nuestro
encuentro antes del fin de semana, las cosas se descontrolaron un
poco y sinceramente yo no tenía las palabras adecuadas para
afrontar la situación.
—Te entiendo, porque yo pasaba por lo mismo.
El momento era un poco tenso, puesto que ambos habían
pensado mucho y no sabían cuál sería la reacción del otro, ante las
decisiones que habían tomado.
—Estamos claros que ambos queríamos que eso sucediera,
pero, también sabemos que rompimos algunas reglas y eso es algo
con lo que soy muy estricto, algo que jamás dejo pasar por alto.
Tenemos un serio nivel de responsabilidad, pero, la culpa recae en
mí.
James se levantó y caminó hacia la ventana, miró la ciudad y
tomó fuerzas para decir lo que debía decir.
—Pero nada podemos hacer con lo que ya sucedió, y la verdad
creo que no estuvo del todo mal.
Alicia quien ya estaba cabizbaja reaccionó ante la última frase del
hombre ¿estaba él de acuerdo con lo que había pasado? Podía
haber un poco de esperanza dentro de todo, ella entonces siguió
escuchando.
Él continuó.
—Y lógicamente no me refiero al sexo, eso estuvo genial, hablo
de las reglas que rompimos, hablo de lo que está más allá de los
actos en sí. Fuimos víctimas de nuestros deseos y necesidades y
nos vimos inmersos dentro de un universo de pasión del que no
pudimos escapar.
Mientras James hablaba recordaba lo que sucedió justo después
de que Alicia abandonara el edificio aquella noche. Y se trasladó
mentalmente a lo que sucedió.
Recogía un poco el desastre que había causado. De hecho,
terminó guardando en su bolsillo la braga rasgada de Alicia solo
para no dejar ningún tipo de evidencia. Los papeles que terminaron
el suelo quedaron inservibles y entonces los echó en el cesto de la
basura. El escritorio solo estaba un poco desordenado y de pronto…
Se había dado cuenta que toda su pequeña aventura sexual la
realizaron con la puerta abierta, y si bien no había nadie en esa área
del edificio recordó todas las cámaras de seguridad que estaba
instaladas alrededor de su oficina y dentro de ella.
¿Cómo carajo pudiste pasar por alto algo como eso, imbécil?
Una de las cosas en las que invirtió más dinero fue en el sistema
de seguridad, y sin dudas eran las cámaras con más alta calidad de
imagen que había en el mercado, no obstante, también había
adquirido el mejor sistema de almacenamiento para que nunca se
escapase nada de lo que sucedía dentro de sus instalaciones.
Tenía que actuar rápido antes de que alguien lo viera o cayera en
las manos equivocadas.
James llamó inmediatamente al jefe de seguridad para ver si aún
estaba en su oficina y, efectivamente, él le contesto. Después de
una pequeña charla convinieron verse en el cuarto de reproducción,
entonces James bajó inmediatamente. Sin terminar de recoger parte
del desorden.
Mientras iba en el ascensor pensaba en todo lo que la cámara
había podido grabar, y si bien él estaría expuesto, lo que más le
preocupaba era la integridad de Alicia. Ella era la que menos tenía
que salir herida por la imprudencia que él había cometido, la chica
sólo se había dejado llevar por el momento. La responsabilidad era
suya.
Llegó al cuarto de reproducción y Mauricio, que era el jefe de
seguridad, lo estaba esperando en la puerta.
—¿Jefe, sucede algo?
—No, por ahora, pero, necesito ver los videos de las últimas seis
horas.
Mauricio no hizo más preguntas sólo abrió la puerta y dejó entrar
a su jefe, quedándose él fuera del cuarto. Por lo visto era una
cuestión muy importante y el sólo podría manejarla allá dentro,
cuando instalaron las cámaras, él también recibió el adiestramiento
necesario.
La reproducción en vivo estaba apagada, lo cual fue algo que
tranquilizó a James, pero, el video estaba y, como él lo imaginó, en
la más alta resolución. No pudo evitar reproducir el momento en que
ella llegó y entró en la oficina, desde ese punto podía ver el
espectacular cuerpo de la mujer lo que le hizo sentir que había
tomado la mejor decisión de su vida al hacerla suya.
Otros momentos intensos fueron reproducidos por él, solo para
recordar con detalle lo que había pasado. Pero, pronto procedió a
borrar todo.
Salió y Mauricio seguía ahí.
—Gracias, Mauricio. Todo está listo.
—No hay de qué, jefe.
De inmediato James dejó a un lado ese trago amargo y volvió la
oficina donde estaba hablando con Alicia. Fueron unos momentos
bastante difíciles.
Ella notó que el hombre parecía distraído como si estuviese
pensando en algo más, pero, la verdad es que ella ya había
escuchado lo suficiente y quiso intervenir.
— Estoy consciente de que fui muy impulsiva y que quizás no
medí las consecuencias de los actos, pero, la verdad es que me
sentía sofocada por el deseo que tenía de estar entre tus brazos, de
sentirte cerca de mí, así como lo soñaba cada noche.
Ella entonces también se levantó y se paró justo al lado de James
y ahora estaban mirando la misma ciudad.
—Ahora siento miedo e incertidumbre a pesar de saber que tú
también me pensaste tanto como yo a ti, pero, entiendo cada uno de
tus puntos y necesito que tomemos una decisión ahora mismo. No
será fácil, pero, es lo correcto.
James volteó y la miró directo a los ojos. Sabía que lo que sentía
por ella era mucho más fuerte que cualquier otra cosa que haya
experimentado antes, y estaba seguro que sus ojos expresaban
exactamente lo que había en su corazón, definitivamente no podría
mentirle a Alicia ni un momento.
Sentía como por sus venas corría esa extraña sensación y no
quería esperar más.
Ella en ese momento se sentía más frágil que nunca, su alma
estaba siendo invadida por el sentimiento más puro y no podía dejar
que nada se lo arrebatara, no dejaría pasar por alto todo esto que le
estaba sucediendo, era un sueño hecho realidad y estaría dispuesta
a sacrificar cualquier cosa por mantenerse con James.
—Creo que es hora de hacer nuevas reglas.
Eso fue todo lo que pudo decir y más allá de cualquier cosa, era
un escudo para lo que iba a hacer a continuación.
Un beso selló un acuerdo tácito, pero, que ambos entendieron
completamente. Estaban sumergidos en un abismo de deseo y
pasión donde ellos eran tan sólo instrumentos que eran manejados
por fuerzas superiores.
Sus manos comenzaban a recorrer los cuerpos que ya conocían,
a quitar las ropas y a sentir más de lo que tanto necesitaban. Pero,
ahora el riesgo era mayor, afuera se escuchaba la gente trabajar, la
fotocopiadora estaba duplicando algún documento y las voces
tenues de los empleados se colaban por la puerta.
—¿Estás seguro de esto, James?
—Tan seguro como lo estuve desde la primera vez que te vi en tu
entrevista de trabajo, tan seguro como cuando te vi semidesnuda
hace tres días, tan seguro que es mi corazón quien me guía por
todo este trayecto.
Ella parecía tener una constelación en sus ojos, le brillaban más
que nunca y ahora no podía resistirse a su hombre, a ese sueño que
hizo realidad, a todo eso que él representó, representa y
representará, estaba segura que podía pasar la eternidad entera al
lado de él.
Continuaron el beso que había interrumpido y esta vez hicieron el
amor con casi toda su ropa puesta. Frente a ellos tenían de testigo a
toda la ciudad, podían sentir como estar en el paraíso.
Se contuvieron antes las ganas de poder hacer muchas más
cosas, pero, sabía que era solo por ese día, más adelante tendrían
más tiempo, solo que ahora no podían dejar a un lado todos eso
deseos que los arropaban.
Sus palabras al iodo prometían las mejores cosas y ahora
estaban felices de todo lo que había pasado, ella tomó los riesgos
necesarios para poder llegar a donde estaba, conquistó al hombre
de su vida y ahora no le faltaba nada más.
James por fin pudo dejarse llevar por sus sentimientos, y si lo que
él decía se mantenía, entonces no le importaría saber que este era
el principio de su fin con tal de pasarlo al lado de esa hermosa
mujer.
Los gemidos de Alicia eran ahogados por la mano de James, ella
disfrutó el momento mucho más, quizá por saber que detrás de esa
puerta estaban todos sus compañeros de oficina, lo cuales quizá ya
estaban comenzando a sospechar algo debido al tiempo que habían
tardado solos y encerrados.
Sus músculos vaginales comenzaban a contraerse
completamente y ella contuvo la respiración para poder evitar un
grito que los descubriera por completo, solo se mordió su labio
inferior y se dejó llevar.
Ella recibió su orgasmo con ambas manos en la ventana, desde
afuera se veía como si estuviera tratando de ver a través del vidrio,
su respiración lo empañaba cada vez que exhalaba. Se quedó en el
mismo sitio durante unos minutos esperando que todo pasara.
En ese momento James la abrazó por detrás y ella sintió
realmente el calor de su cariño, estaba completamente enamorada
de cada cosa que él hacía y por supuesto de su persona, era el
hombre perfecto para ella. Su actor favorito.
—Esto es maravilloso. Espero nunca despertar de este sueño.
—No despertarás porque es la pura realidad, Alicia. Créeme que
estaré a tu lado pase lo que pase.
Ella terminó de arreglarse y miró a James con algo de vergüenza.
Él se dio cuenta de eso y entonces procedió a preguntar.
—¿Sucede algo?
—Es solo que no sé cómo decirlo, James.
—Hazlo y ya. No hagas las cosas más difíciles.
Ella dudó un momento, porque la respuesta que recibiría, fuera la
que fuera cambiaría por completo todas las cosas, pero, luego se
armó de valor.
—¿Y ahora? ¿Qué pasará conmigo?
—Pasa que te acomodas bien el traje, arreglas un poco tu cabello
y sales a trabajar como todos los demás lo hacen, no pretendas que
porque ahora tienes relaciones con el jefe se te hará la vida más
fácil.
Ella sonrió feliz por lo que había escuchado, al parecer las cosas
estaban perfectamente bien. Alicia hizo exactamente lo que él le dijo
y cuando estuvo de punta en blanco salió, pero, antes le lanzó un
beso a James.
Él se quedó pensando en todo y la verdad es que no sabía en
qué momento había pasado eso. Estaba agradecido y lo cierto es
que ahora tenía algo en que pensar y quizá un futuro con alguien.
Alicia miró a su alrededor, pero, no había nadie con un aspecto
extraño, todos seguían haciendo sus actividades y al parecer nada
estaba fuera de lugar. Ella se sintió mejor, sería el mejor secreto
guardado hasta que, si llegaba el momento, ellos mismo lo dieran a
conocer. Se sentó en su silla y atendió el teléfono que comenzaba a
repicar.
Convirtieron la oficina de James en un nido de amor, ahora cada
viernes había algo especial para hacer y él era el anfitrión. Esas
eran las nuevas reglas de las que había hablado, pero, aplicaban
solo para ellos dos.
No faltaban las sorpresas y el sexo sin medida, solo que ahora
sin cámaras que los grabaran.
Salvando a Amaia

Amor Volcánico con su Protegida


I

Las aguas vuelven a su cauce

Anthony intentó ser una buena persona desde un principio, pero,


era gracias a todas las enseñanzas que le había inculcado desde
niño.
Provenía de un pequeño pueblo donde todos eran muy católicos
y el pecado era tomado muy enserio por todos. Ir a la iglesia cada
domingo era algo que en su familia no podía faltar, nadie se podía
negar a eso sino no quería llevar una buena tanda de golpes por no
hacer caso, lo cual terminaba siendo algo confuso para Anthony que
no entendía cómo es una persona tan religiosa era capaz de pegarle
a su propio hijo por no ir a la iglesia.
Pero, él no tenía ningún tipo de opción mientras era un niño debía
seguir los pasos de su madre y su padre y en ocasiones la pasaba
bien mientras el cura recitaba su sermón semanal, aunque siempre
tenía dudas acerca de algunas cosas que leía de la biblia.
Claro, él sería incapaz de refutar algo así, pues nadie era lo
suficientemente bueno, como para cuestionar lo que decía el libro
sagrado, así que era mejor dejarlo de ese tamaño.
Así fue formándose, entre su escuela guiada por sacerdotes y su
casa que estaba invadida por todo tipo de figuras alegóricas a la
religión.
El único escape que tenía era al momento de salir a trabajar por
las tardes. En su casa la situación económica se puso algo difícil y
entonces tanto él como sus hermanos se vieron en la obligación de
salir a trabajar a muy corta edad.
Todo eso le dio a Anthony una nueva visión de lo que podía ser la
vida y se encontró con muchas cosas que no conocía. La calle era
un mundo diferente, no era lo que le contaban en la iglesia, en su
casa o en la escuela, en lo único que tenía razón, al parecer, era
que había gente muy mala.
Pero, todo eso le dio la oportunidad al chico de saber defenderse
poco a poco y de poder comparar entre las cosas buenas y las
malas aunque rápidamente comprendió que el bien y el mal era algo
completamente relativo.
Las cosas siguieron así durante mucho tiempo, pues nada que
mejoraba la situación en su hogar y los problemas no tardaron en
llegar cuando su madre se cansó de la actitud de su padre, lo que
desencadenaba una serie de discusiones completamente
innecesarias que siempre llevan a la violencia.
Anthony veía como su progenitora se confesaba cada domingo
antes de tomar la comunión. Era como quitarse las culpas, pero,
realmente eso no funcionaba si al llegar a casa seguían los gritos y
los insultos y hasta golpes.
Las grietas comenzaron a ser más grande y parecía que una
plaga había caído sobre su hogar. Su padre comenzó a tomar
muchísimo y su madre ya no toleraba esa actitud, así que una
noche lo botó de la casa.
Anthony estaba completamente destrozado, pues a pesar de
cualquier cosa, él era su padre y no toleraba la idea de tenerlo fuera
de casa. Desde ese momento se sintió como un hipócrita si iba de
nuevo a una iglesia, pues su familia no era el mejor ejemplo de
amor, perdón y paz que tanto pregonaban.
La mejor salía era estar donde se sentía mejor y eso era en la
calle, trabajando y olvidándose de todo lo que sucedía en su casa,
era lo mejor para él sacarse de la mente todos esos gritos, insultos y
palabras hirientes de cada uno de sus padres.
Se mantuvo sólo durante mucho tiempo y trabajaba para poder
mantenerse y llevar algo de dinero a su casa, por supuesto no podía
dejar de llevarle algo a su madre ahora que estaba pasando por tan
difícil momento, pero, la verdad es que no se quedaba mucho
tiempo ahí a pesar de la petición de su mamá.
El chico estaba decidido a no volver, puesto que las cosas para él
podrían estar mejor en algún momento. Con lo que hacía a diario le
alcanzaba para comer y mantenerse relativamente bien. Dormía en
una casa abandonada que irónicamente estaba justo al lado de la
iglesia y esa era toda su vida.
A pesar de ir aprendiendo de todo lo que veía en la calle y
comenzar a interpretar el bien y el mal de otra manera, seguía
siendo un muchacho bien educado y con muchas dudas acerca de
algunas cosas con las que se conseguía.
Él vendía dulces en la plaza principal de la ciudad, era lo único
que sabía hacer, estaba todo el día caminando y ofreciéndoselos a
los transeúntes que estaban por la zona, pero, pensaba que no era
eso lo que quería hacer durante el resto de su vida, pero, también
sabía que sin estudiar las cosas se le complicarían un poco más.
Ir a la escuela estaba descartado para él. Alguno de los
sacerdotes podría obligarlo a quedarse de alguna manera ya que
estaba viviendo en la calle y para ellos eso no era justo, siempre
buscando la manera de ayudar, y eso estaba bien, pero, no de la
forma en que ellos lo hacían, no por la fuerza.
Entonces, seguiría ahí, en la calle y vendiendo dulces, sin pensar
en mejorar o esperando que una oportunidad le cayera del cielo,
algo que en su mente no podría pasar jamás.
Su sueño de vestir elegante como aquellos hombres con trajes y
buenos zapatos tendría que esfumarse de su mente, es más lo
único que podía esperar es un alma bondadosa se apiadara de él y
le regalara alguna prenda de ropa, esa sería la única manera de que
él tuviera al relativamente nuevo.
Entonces un día las cosas cambiaron completamente para
Anthony.
Cuando se decidía a ir a dormir observó a un par de hombres
parados frente a la puerta de lo que ahora era su casa.
Ellos parecían estar discutiendo.
Uno era bastante joven con la ropa un poco rasgada y algo flaco,
el otro, un hombre bastante fornido, con un traje negro.
El chico parecía estar algo asustado y Anthony, al no saber de
qué se trataba todo aquello se acercó lo más que pudo y se ocultó
detrás de un árbol, la zona estaba bastante oscura a falta del
alumbrado público.
—Es la segunda vez que me traes el dinero incompleto.
EL hombre del traje hablaba casi gritando y enfrentaba al chico
con violencia.
—Discúlpeme, señor. Es solo que me robaron.
—¿Te robaron nuestra mercancía?
—Sí, así es.
—Perfecto. Entiendo… Claro a todos nos pueden robar.
El hombre del traje le propinó un fuerte golpe en el estómago al
chico haciéndolo retroceder y apoyarse en un coche de lujo que
estaba aparcado al lado de los dos personajes.
—¡Que sea la última vez que esto pasa! Mañana paso por mi
dinero completo a esta misma hora por aquí mismo.
El fornido caballero le lanzó una paca de billetes en el pecho al
chico y entonces se montó de inmediato en su coche.
El viento comenzó a jugarle una partida sucia al escuálido
muchacho cuando de pronto todo el dinero salió volando. Él los
buscaba desesperadamente a pesar de que seguía un poco
adolorido por el golpe, pero, logró recogerlos todos.
Se dejó caer en el suelo y su mirada estaba como ida.
Definitivamente estaba metido en un problema muy grande, así que
salió corriendo y se metió por un callejón cercano.
Anthony esperó un momento y entonces decidió salir de las
sombras del árbol y dirigirse a su aposento, estaba un poco
nervioso, no lo podía negar. Un billete que al parecer voló durante
un rato cayó frente a él, era como si quisiera que lo tomara, así que
se acercó y lo pisó con la punta de su zapato, miró a ambos lados y
entonces se agachó para recogerlo.
Teniéndolo en su mano sintió como si lo quemara, era casi un
pecado de esos de los que tanto hablaba su madre, el billete no era
de él, pero, no tenía la manera devolverlo por lo que lo metió en su
bolsillo y entró al lugar.
Aquella noche las cosas estuvieron bastante confusas para él
porque no sabía a ciencia cierta lo que había ocurrido afuera, tenía
un poco de miedo puesto a que no estaba seguro en ese lugar y
había gente afuera como ese hombre del traje, gente que realmente
hacía daño a los demás.
Estaba conociendo uno de los peores lados de la calle.
Después de dormir dos o tres horas sumadas durante toda la
noche. El chico se levantó de inmediato y se fue a vender sus
dulces, era lo mejor. Estar lejos de ese lugar lo hacía sentirse más
tranquilo.
Pero, él sabía que el chico y el hombre volverían a estar ahí
cuando él volviera en la noche.
Durante el día pensó mucho lo que debía hacer y algo en su
bolsillo gritaba con todas sus fuerzas, tenía un billete que se había
convertido en culpa y ya no podía seguir con eso, así que volvió lo
más rápido posible, debía hacer lo correcto y esperaba que las
cosas salieran de la manera en que lo pensaba.
Tuvo razón y el chico estaba ahí, esperando, angustiado con la
misma ropa del día anterior, sin dudas era alguien que pasaba por la
misma situación que Anthony o quizá una mucho peor.
Anthony cruzó la acera con mucha velocidad y casi sin mirar a los
lados, se acercó y extendió su mano.
—Ten, esto es tuyo.
El chico lo miró confundido y no sabía qué hacer, por un
momento desconfió.
—¿Mío?
—Sí, de los que se volaron ayer. Tómalo, debo irme.
EL muchacho tomó el billete y entonces lo metió en su bolsillo.
Anthony caminó hasta desaparecer por un callejón y aunque ya
estaba más tranquilo por haber entregado lo que no le pertenecía, la
curiosidad pudo más con él y entonces dio la vuelta por la calle
paralela y llegó al mismo lugar en el que estaba la noche anterior.
Seguía el muchacho solo, miraba a todos lados, parecía tener un
ataque de paranoia, sus manos no estaban quietas en ningún
momento.
No mucho tiempo después llegó el mismo coche y se bajó el
mismo hombre. Esta vez no intercambiaron palabras.
El chico sacó una gran paca de dinero y entonces el hombre
comenzó a contar tranquilamente, estaba seguro que a esa hora
nadie pasaría por esa zona, estaban haciendo su transacción al lado
de la iglesia, nadie imaginaría que hacía algo malo.
De pronto las cosas se pusieron un poco violentas cuando lanzó
el dinero, pero, esta vez dentro del coche. Con ambas manos se
masajeaba las sienes tratado de canalizar su ira.
Por su parte el chico daba uno o dos pasos hacia atrás, pero, lo
pensó mucho para escapar.
Entonces el corpulento hombre lo tomó por el viejo suéter y lo
levantó como si se tratara de un trapo viejo y lo pegó de la pared.
—¿Dónde está el resto del dinero?
—No pude juntarlo completo, lo siento. De verdad lo siento.
—¿No me estás robando?
—Por supuesto que no, señor. Se lo juro.
El chico comenzaba a tener los ojos aguados, parecía que iba a
llorar.
—Algo me dice que me estás robando.
—Se lo juro que no se es así.
—¿Si reviso tus bolsillos los voy a encontrar vacíos?
El chico entonces no dijo nada por un momento. Pero, al final
respondió.
—Sí, señor, vacíos.
El hombre lo soltó y entonces metió sus manos en ambos
bolsillos del pantalón.
En ese momento Anthony estaba rezando porque el chico
hubiese hecho lo correcto.
Pero, el hombre del traje sacó un billete del traje y entonces lo
puso frente a la cara del chico. No dijo nada, solo sacó un arma y le
descargó toda la carga. Los disparos se escucharon muy fuertes y el
eco fue más que estruendoso.
Sin exaltarse ni un poco guardó su arma y entonces se fue.
Anthony no podía creer lo que había pasado, era la primera vez
que veía cómo asesinaban a alguien frente a él. En ese momento
estaba en shock y un sentimiento de culpa lo invadió
completamente, era el billete que le había entregado al chico, el
mismo billete.
No se podía mover de donde estaba, sería meterse en
problemas, lo mejor era irse, así que comenzó a retroceder entre las
sombras y se fue corriendo hacia el otro lado, secó la lágrimas que
apenas se daba cuenta que tenía en su rostro y caminó lo más
normal que pudo.
Unos minutos después un par de patrullas de la policía pasaron a
toda velocidad a su lado, él sabía hacía dónde se dirigía, él estaba
seguro que iban por los disparos.
Anthony sentía la sangre más fría que nunca, su corazón latía sin
parar y en su mente solo se repetía la misma pregunta una y otra
vez.
Caminó hasta la plaza donde normalmente trabajaba y entonces
se sentó en uno de los bancos a tratar de calmarse por completo
ahora que nadie lo veía.
En sus ojos aún se reflejaban cada una de las luces de los
disparos y el charco de sangre que vio debajo del cuerpo después
de que el coche arrancó.
Ese hombre había tenido en su mano una gran cantidad de
dinero, el cual se llevó, y mató a un chico por un solo billete, eso era
algo que no podía entender para nada, era algo que realmente no
podía sacar de su mente.
Sus oídos reproducían el sonido de las detonaciones.
Pero, lo pero era que en su mente seguía repitiéndose la misma
pregunta.
Anthony se puso las manos en la cara y comenzó a llorar, se
sintió triste por no poder hacer nada para ayudar al muchacho, se
sintió un desalmado por irse y dejarlo ahí tirado, estaba muerto de
miedo y sentía una culpa enorme.
Las lágrimas salían sin parar y por un momento se puso en los
zapatos del chico, eso le puso pasar a él también. Eso era algo
completamente verídico.
Se golpeó la cabeza con las manos.
—¡Ya basta, por favor ya basta!
Se agarró el cabello y entonces los jaló hasta hacerse daño.
Su mente seguía lanzando la misma pregunta que se había
convertido en una tortura.
¿Y si nunca le hubiese entregado el billete?
¿Seguiría vivo?
Quizá, en ese momento hacer lo correcto no era lo más
apropiado.
Anthony no sabía hasta cuando lo atacaría ese sentimiento de
culpa que tenía por dentro, pero, de una u otra forma debía
arrancarlo, no podría vivir con eso por tanto tiempo.
Entonces salió corriendo a otro sitio, quería estar lo más lejos
posible, lo sentía así.
El chico estuvo deambulando por la ciudad durante toda la noche
buscando un sitio a donde dormir. Lógicamente no volvería al lugar
donde lo había hecho en los últimos meses.
Se recostó en un muro dentro de una estación de servicio, ahí no
molestaría a nadie y trataría de dormir, cosa que no pudo hacer
durante toda la noche, pues su mente seguía gritando con imágenes
de lo que había pasado.
II

Una princesa

Los lujos estaban a la orden del día para la hija del mafioso más
grande de la historia, ella sabía quién era su padre y lo que hacía
para mantenerla como a una reina, la verdad no le importaba mucho
mientras tuviera lo que deseara.
Amaia además de eso era una mujer muy hermosa con una
personalidad increíble y fuerte, nadie podía serlo más que ella.
Su cuerpo perfecto con curvas bien dibujadas y una trasero
esculpido por los dioses era lo más deseado en su entorno que
estaba rodeado en su mayoría por hombres y aunque ninguno se le
podía acercar a menos que fuese para protegerla, ella sentía la
mirada, y en más de una ocasión, hasta el deseo que se le
desbordaba por los poros, algo que era normal para ella. Ya estaba
acostumbrada.
Pero, ella no solo tenía un cuerpo de infarto. También tenía unos
ojos encantadores y fascinantes que podían dejar sin palabras a
cualquiera que los mirara, ella era como venida del propio Edén,
solo que en su realidad era muy diferente y convivía con el propio
demonio.
Vivía con su padre en una inmensa mansión a las afueras de la
ciudad. Ella tenía todo ahí dentro, un área de piscina con bar, un
pequeño parque recreacional que usaba cuando era más niña, una
cancha de tenis y todas la bondades de la tecnología incluyendo
una sala de cine enorme donde veía sus películas favoritas una y
otra vez.
El guardarropa de Amaia era algo descomunal con cientos de
vestidos, zapatillas, accesorios, zapatos para todas las ocasiones y
además estaba minado de las mejores marcas del mundo con
prendas exclusivas de diseñadores alrededor del mundo.
No podían faltar las joyas, pues las amaba. Tenía cualquier
cantidad y todas las combinaba de la manera correcta, siempre
tomándose su tiempo para escoger la correcta.
Amaia vivía entre rosas y castillos, pero, la verdad es que eran
muy pocas las veces que podía salir del encierro de la mansión que
ya a sus 25 años era demasiado, ella necesitaba hacer las cosas
que una chica normal de su edad hacía, quería tener amigas de
verdad, no esas que decían serlo por estar bien con su padre, esas
que solo llegaban a la mansión a hacer tratos con la mafia.
La chica sabía que estaba atada a ese lugar gracias a los
negocios sombríos de su padre que iban desde el manejo de drogas
a nivel internacional, hasta asesinatos por negocio. Nada de eso era
un secreto para ella, había crecido viendo esas cosas y a pesar de
que no le afectaban en lo más mínimo, ahora estaba pagando parte
de las consecuencias, no le servía tener de todo si solo lo podía
usar en las aburridas reuniones de su padre.
Amaia perdió a su madre cuando era muy pequeña, de hecho ella
no lo recordaba realmente y eso la obligó a pasar mucho tiempo con
su padre que trató de todas las formas buscarle a una nana para
que la cuidara, pero, las dos terminaron asesinadas por sus esbirros
después de que una intentara secuestrar a la niña y la otra lo
vendiera con un pequeño capo de la zona diciendo dónde estaría en
un día en específico.
Por su parte, en esa época, Juan Pizarro dejó de confiar en ese
tipo de mujeres y asumió el cuidado de su hija junto a su mano
derecha de toda la vida, su mejor amigo David.
No fue una tarea fácil para los dos hombres, pues lo asuntos de
la mafia eran bastantes complicados, era cosas con las que debía
tenerse mucho cuidado y además la niña exigía mucho tiempo,
pero, no había otra opción.
Conforme fueron pasando los años, Amaia fue criándose en un
ambiente hostil lleno de muchas situaciones peligrosas, donde hasta
su vida peligró en un par de ocasiones, y la verdad es que forjó un
carácter muy fuerte y donde casi nada la lograba sorprender.
Todo eso fue algo normal para ella cuando ya estaba entrando en
su pubertad, estaba acostumbrada a ver los negocios de su padre,
siempre con hombre que lo respetaban mucho y le llevaban grandes
cantidades de dinero, también había visto algunos actos de violencia
que normalmente comenzaban cuando Juan subía al coche donde
ella esperaba y sus esbirros hacían el trabajo sucio.
Por supuesto, las cosas varías veces se salían de control y
presenció algunos enfrentamientos armado donde ella era la
primera que corrían a proteger, no había nada más importante, ni el
mismo jefe, para los trabajadores de su padre Amaia era lo
primordial.
Nunca había presenciado un asesinato, pero, si había visto
algunos cadáveres después de algún enfrentamiento. La chica
siempre tuvo sangre fría para ese tipo de cosas y todos se dieron
cuenta de eso, tenía mucho temple para una niña de su edad.
En principio ella se acomodó a la situación, pero, luego cuando
ya estaba más grande y se podía cuidar sola, evitaba ir a esas
reuniones porque de alguna manera la afectaban psicológicamente,
claro estaba que el daño ya estaba hecho, pero, intentaba borrar de
su mente todas aquellas cosas.
Pero, ahora ella necesitaba algo más de libertad, ya no quería
salir de casa con uno o dos guardaespaldas cuidándola día y noche,
necesitaba tomarse un cóctel en un bar con una amigas o quizá
conocer a un chico interesante del cual ella pudiera enamorarse,
alguien con quien pudiera compartir todas las cosas que no podía
hacer con su padre o con David que se había convertido como en
un hermano mayor para ella.
David había estado a su lado siempre y la cuidaba como a nadie,
era un hombre con un temperamento bastante volátil, duro con
quienes se atrevían a cruzar la línea y con un pulso que nunca
temblaba a la hora de jalar el gatillo y darle su merecido a quien lo
ameritaba. Pero, muy dentro de él podía ser una persona que de
alguna manera podía dar cariño, pero, todo eso estaba reservado
sólo para Amaia.
Así que la chica lo tenía todo y no tenía nada, vivía presa en su
propia casa.
A los 17 años comenzó a tomar clases de defensa personal, a lo
cual le puso todo su empeño para tratar de hacer ver a su padre que
si podía salir a divertirse sola. Para sorpresa de todos, la chica era
muy buena en eso y quizá Juan comenzó a pensar la posibilidad de
que pudiera darle permiso para que saliera a soltar un poco las alas.
El problema era que muchos de sus enemigos sabían quién era
su hija y tenerla por ahí contemplaría un gran riesgo para la vida de
la chica, algo que él no podía permitir, se había prometido a sí
mismo que jamás dejaría que nada malo le pasara a su pequeña,
era lo más valioso que tenía.
Además algo que nunca vio venir se hizo presente.
Amaia comenzaba a transformarse en toda una mujer, la chica se
desarrolló casi de manera abrupta después de cumplir los 16 años y
la verdad es que, a pesar que lo disimulaban, hasta sus hombres la
veían de una manera diferente y es que no era para menos.
Ella tenía mucha confianza con ellos, que los conocía de toda la
vida, y muchas veces (como siempre lo hacía) salía a tomar algo de
sol a la piscina, la cosa era que ahora si rellenaba por completo el
bikini, y aunque ella lo veía como algo normal, el resto de los
hombres, sobre todos los más jóvenes y nuevos, no podía evitar
mirar.
Si eso pasaba dentro de la mansión y en las narices de Juan,
entonces afuera, estando ella sola, las cosas serían mucho peor, así
que Juan echó su decisión hacia atrás y prohibió terminantemente
las salidas de su hija a solas, porque no sólo peligraba su vida sino
que ella no tenía la malicia suficiente para no dejarse engañar por
algún bueno para nada que se consiguiera en una fiesta.
Para él era mejor dejar las cosas así por un tiempo. Olvidarse del
asunto.
Por su puesto la decisión de su padre hizo que Amaia se
enfureciera completamente y terminó en su habitación llorando
hasta que no pudo más y se quedó dormida.
La chica sabía que después de que su padre decía algo no había
vuelta atrás, ella sabía que las cosas estarían así para siempre o
quizá hasta que ella se cansara de todo eso.
Resignada a todo eso, vivió encerrada, pagando una condena
con la que nació, algo que no era su culpa, pero, de igual manera
recaía sobre ella. Amaia no tenía ningún tipo de opción.
Las cosas fueron dándose y los meses y los años pasaban con
una simulada realidad, con las sonrisas a medias. Por momentos,
Amaia se sentía como secuestrada, como si realmente no fuese a
vivir su vida nunca, eso la hacía llorar sin para durante noches
enteras y nada podía consolarla.
De nada le servía tener todo dentro de mansión si realmente no
podía disfrutarlo con nadie. ¿De que valía tener un móvil de última
tecnología si en los contactos solo tenías a las personas que vivían
contigo?
Todo eso era una completa pesadilla, su juventud se estaba
yendo por el desagüe y eran años que no recuperaría. Era hora de
tomar una decisión.
En la mansión se preparaban para celebrar los 25 años de la
princesa (presa) de la casa. Todos estaban avocados a hacer la
mejor fiesta del mundo, algo que jamás se había hecho ahí y por lo
cual Amaia estaba algo curiosa.
—¿De qué se trata todo esto, padre?
—Quiero que celebremos tu cumpleaños por todo lo alto.
El viejo Juan sabía que todo lo que estaba haciendo con su hija
estaba mal, pero, era más el miedo por perderla que cualquier otra
cosa. Él era capaz de enfrentarse a los más crueles enemigos, pero,
cuando se trataba de su hija era un débil conejito.
—¿Y a quién piensas invitar?
—Pues, a las personas cercanas, hija.
—Imagino que tus amigos y quizá a mis primas que tengo unos
doce años que no veo.
—Si, exactamente. Esa es la idea también. Un reencuentro con
ellas.
Juan estaba tratando de hacerla sentir mejor, al menos un día
después de tantas cosas malas. De hecho se sentía agradecido por
tenerla en casa aún, siendo otra, ya se hubiese ido muy lejos, nadie
soporta algo así.
Pero, la verdad es que él, sin quererlo, había hecho un trabajo
extraordinario. Ella no sería capaz de irse sola porque no conocía
nada más allá de la mansión, era como soltar a un león en una
ciudad.
—Perfecto. Una fiesta para mí con las mismas personas de
siempre y unas primas desconocidas prácticamente.
—Será la mejor fiesta nunca antes dada.
—Perfecto, padre. La espero con ansias.
La chica se dio media vuelta y salió por la puerta principal a
caminar un poco por el parque que tanto visitaba de niña.
Sus pensamientos iban más allá todo lo que la rodeaba, no
entendía cómo su padre no se imaginaba por lo que ella estaba
pasando, era algo completamente ilógico, Amaia estaba tan
desesperada que por momentos pensaba en encerrarse en su
cuarto y dormir hasta morir, esa sí sería una salida, quizá así su
padre entendiera la situación.
Sentada en un banco miraba al cielo y recordaba cómo eran de
diferentes las cosas cuando era un niña.
—¡Todo esto es una mala decisión tuya, padre! ¡Todo!
Amaia gritaba a la nada, al menos de esa forma podía
desahogarse.
—Era mejor no tener una hija si ibas a mantenerla encerrada.
Terminó ahogando sus penas entre sus manos. La chica lloraba
sin parar, estaba viviendo su peor momento y no había manera de
que las cosas mejoran pronto.
En la casa Juan sabía que si hija estaba pasando por un infierno,
claro que estaba seguro de eso, pero, él se sentía amarrado de
manos. La verdad es que no exageraba ni en lo más mínimo al
pensar que ella estaba en peligro si salía sola.
Si, él la estaba protegiendo, pero, el precio era muy caro para por
esa protección. Amaia no podía seguir así y él había buscado hasta
la manera de sacarla del país, cosa que sería peor, pues teniéndola
lejos menos podría controlar su bienestar.
Juan tenía todo, menos la felicidad de tener a su hija contenta a
su lado. Pensaba que algún día moriría y la dejaría en un mundo del
cual ella no sabría salir, un mundo cruel rodeada de personas que
solo querían hacerle daño por los errores cometidos por su padre.
La tarde cayó y Amaia regresó a su cárcel, ella estaba
completamente destrozada y de la misma manera lo estaba su
padre, pero, él mantuvo sus ganas de hacerle la fiesta que ella tanto
se merecía, quizá cuando las personas estuvieran en la casa ella se
sentiría mejor o al menos tendría con quien hablar y distraerse.
Juan apostaba por esa celebración, pero, estaba equivocado al
pensar que quizá la calmaría, eso no era algo de momento, lo que
ella sentía era el peso de todos los años sin tener libertad, no era un
berrinche lo que tenía su hija, ella ya estaba cansada de vivir dentro
de esa lujosa mansión que ahora solo le producía tristeza.
La fiesta sería en tres días y ya casi todo estaba preparado,
Amaia solo pensaba en su habitación ahora, esperando poder
dormir y pudiera ser feliz al menos en sus sueños, la única manera
en que era libre.
Pero, esa noche las pesadillas atacaron sin tregua, ella despertó
casi a las 4:30 a.m. y después no pudo dormir más así que se
levantó y fue por una taza de café a la cocina.
Abajo escuchó un ruido afuera que la hizo asomarse a ver de qué
se trataba. Caminaba descalza y con mucho cuidado de manera de
que nadie se diera cuenta de su presencia, era bastante extraño que
alguien merodeara por la casa a esa hora.
Afuera, en la parte de atrás de la mansión, justo en un espacio
baldío lleno de maleza y muchas cosas viejas, estaba David con un
par de hombres más, pero, estos no eran parte de los trabajadores
de Juan.
Uno traía un maletín lleno de dinero el cual le estaba mostrando
en ese momento a la mano derecha de Juan, quien asintió de
manera rápida. David sacó entonces dos paquetes de droga lo
cuales procedieron a probar. El trato estaba hecho y los hombres
salieron de la residencia ayudados por tres hombres más de Juan,
saltando una cerca que colindaba con la calle.
Era algo increíble lo que estaba viendo.
Amaia se devolvió sigilosamente a su habitación.
Su corazón estaba completamente acelerado y entonces pensó
que todo eso era un locura si su padre se enteraba de algo así sería
capaz de matarlo y sería una decepción muy grande.
Pero, después de un rato divagando en su mente, Amaia pensó
que todo eso quizá sería algo bueno para ella, podría usarlo a su
favor.
III

Cambio de planes

La calle tenía un poco de las dos cosas. De la parte buena y de la


parte mala, pero, no había dudas de que era adictiva, después de
tener esa libertad nadie quería dejarla.
Con el paso del tiempo las situaciones se hicieron mucho más
difíciles, pero, para Anthony siempre había una salida sobre todo
cuando se tenía una mente tan prodigiosa como la de él.
Resultó ser un muchacho más listo de lo que aparentaba, solo
que se tropezó con las personas equivocadas y todo cambió
completamente, ahora debía luchar por un lugar a donde dormir y
conseguir algo para comer a diario, ya no vendía los dulces…
Necesitaba mucho más que eso.
Una noche se paró en una esquina con un cigarrillo en la mano y
entonces enganchó a un hombre que venía caminando por la acera,
claramente había tomado unas copas de más y no estaba en sus
cinco cabales.
—Oye, amigo. ¿Tienes algo para encender?
EL hombre lo miró tratando de enfocar la mirada y entonces se
detuvo buscando algo en su bolsillo derecho. Hurgó hasta conseguir
lo que estaba buscando y entonces lo sacó. Un encendedor.
Movió la tapa y trató de encenderlo un par de veces pero, no
lograba atinar a hacerlo, la verdad es que se tambaleaba de lado a
lado, Anthony solo esperaba pacientemente. El borracho se acercó
un poco más tratando de mantener el equilibrio hasta que solo sintió
como el cielo se movía rápidamente frente a él y un fuerte golpe en
la espalda le señaló que estaba en el suelo.
Anthony corría por un callejón y se había robado el encendedor
después de darle un empujón a ese infeliz. El chico desapareció en
la oscuridad y nadie lo vio, era como si el hombre hubiese sido
atacado por un fantasma.
Después de estar en un lugar seguro, recuperó un poco el aire,
se guardó en el encendedor y se fue al sitio que ahora era su casa.
Estaba quedándose en un viejo aparcamiento de coches, pero,
en ese momento estaba solo lleno de viejas chatarras y piezas
inservibles. Era el lugar perfecto para él, pues nadie entraba ahí y
además no había vigilancia.
El chico había hecho una especie de catre dentro de un coche
muy antiguo, entonces lo levantó, movió unos cartones que estaban
debajo y sacó una oxidada caja de metal, apenas se le podía ver el
color y la marca original. Dentro había seis o siete relojes,
encendedores, billeteras, anillos y cadenas, algunas de oro.
Sí, Anthony vivía en uno de los pecados más bajos de los que
podía caer el ser humano. Siempre pensaba que si su madre lo
supiera lo reprendería hasta un punto en el que quizá ella también
se convertiría en una pecadora, ese era el punto al que siempre
llegaba, la hipocresía de las personas que más hablaban de religión
era, para él, algo que nadie podía explicar.
Ya tenía un botín lo suficientemente grande como para llevarle a
la persona que se lo cambiaba por algo de dinero, siempre le
pagaba por debajo del precio, pero, era mejor que arriesgarse con
alguien en el que no confiaba, al menos con su contacto estaba
seguro que no le pasaría nada.
Esa noche, antes de dormir, pensó en los sitios a los que había
ido ese día. La idea era no repetirlos con frecuencia para que la
gente no lo reconociera o se diera cuenta de algún patrón que le
hiciera ver como sospechoso.
Las cosas iban bien para él, dentro de todo, se mantenía robando
a los más despistados o a aquellos que quizá no tenían una manera
de defenderse como su última víctima que terminó tendido en la
suelo sin saber lo que realmente le había pasado, quizá se daría
cuenta que lo había robado justo al día siguiente cuando quisiera
encender un cigarrillo.
El dinero le alcanzaba para algunas cosas, como comida (cuando
no la robaba) y para entrar de vez en cuando al cine de la ciudad. Él
estaba feliz y sabía que por ese camino siempre tendría lo que
necesitaba.
El día en que llevó el gran botín estaba frente a su contacto
esperando que valorara cada una de las cosas, parecía contento
con todo lo que le había llevado el chico.
—Muy bien, “Tony”. Muy bien. La verdad es que te estas
esmerando mucho.
—Sí, he estado haciendo las cosas con mejores movimientos.
—Me parece genial.
El hombre sacó una gran paca de dinero y entonces comenzó a
contar y a contar. Anthony estaba ansioso por saber cuánto le
tocaría al final.
Seguía viendo como el dinero pasaba de una mano a otra hasta
que el hombre lo puso sobre la destartalada mesa improvisada que
tenía. Era una gran cantidad y el chico casi babeaba al momento de
ir por el dinero, pero, la mano de su contacto seguía sobre todos los
billetes.
—Te veo futuro, “Tony”, eres demasiado meticuloso y realizas un
trabajo muy limpio como para que estés arriesgándote por ahí.
Podrías ganar mucho más, chico.
Anthony no decía nada. Solo esperaba el momento en que
pudiera tener ese dinero en sus manos.
—¿Me estás escuchando?
—Sí, señor. Claro que sí.
—Bien. Cuando decidas tener mucho más que esto, óyeme bien,
muchísimo más que esto… Hablas conmigo.
El chico asintió con la cabeza y por fin la mano dejó de presionar
el dinero, él lo tomó y se fue corriendo. No tenía necesidad de
contar, solo por la cantidad de billetes sabía que había sacado
mucho más que nunca antes, se sentía como un millonario.
Después, en su escondite se dio cuenta de que podría hacer
muchas cosas más que ir por algo de comida. Estaba atónito con
toda la cantidad de dinero que tenía en sus manos y no tenía por
qué esperar más para salir a gastarlo y lo primero que hizo fue
comprarse un par de zapatos.
Anthony estaba en la gloria, él necesitaba seguir sintiendo todas
esas cosas buenas que podía darle ese dinero, pero, entonces la
noche llegó y él seguía caminando por las calles con una buena
botella de licor camuflada en una bolsa.
Tenía 18 años y ya había recorrido bastante la cuidad, de pronto
recordó dónde podría gastar todo su dinero y sin ninguna restricción,
así que caminó hacía ese lugar.
Pronto estaba entre luces tenues que definían un ambiente único
y poderoso. Las chicas bailaban sobre las mesas y otras hacían su
espectáculo sobre un pequeño escenario, era el cielo.
No cabía dudas de que los pecados caminaban de un lado a otro
sin parar y eso era genial para él, Anthony no sabía por dónde
comenzar, necesitaba a una de esas chicas en ese mismo momento
y justamente una rubia exuberante un poco más baja que él se le
acercó por detrás.
El cuerpo de la mujer era increíble, sus senos casi desnudos se
presentaban deseosos ante él, la sonrisa era más que cautivadora y
la forma en que le hablaba hipnotizaba a cualquiera, si bien Anthony
sabía que ella lo hacía por trabajo, estaba claro que lo hacía muy
bien.
—¿Entonces quieres algo con esta rubia?
—Sí, por supuesto que sí.
—Muy bien. Las tarifas varían dependiendo de lo que…
—No importa lo que cueste y puedo pagar por adelantado si así
lo deseas.
Ya Anthony tenía una enorme erección que casi le reventaba los
pantalones.
—Muy bien, jovencito. Entonces ven conmigo y podremos
divertirnos.
Ella lo tomó de la mano y lo llevó poco a poco hasta una
habitación que estaba justo al subir las escaleras, mientras tanto el
miraba el enorme y redondo trasero de la mujer que parecía
demasiado perfecta como para trabajar en un lugar así.
Entraron a la habitación y ella cerró por dentro.
—Nadie nos molestará.
Había una mezcla de emociones durante esa noche, el chico era
inexperto en el asunto, pero, la verdad es que estaba siendo guiado
por sus instintos más básicos.
—Quiero toda la noche contigo.
—Eso costará mucho dinero.
Anthony sacó su gran paca de dinero y entonces ella comenzó a
mirar al chico de otra manera, quizá lo había subestimado y ahora
era momento de darle todo lo que él pidiera.
—Siendo así, tengo el paquete especial para ti.
—Me parece perfecto.
Él entró al baño y entonces decidió ducharse muy bien antes de
todo, tenía la necesidad de sentirse fresco y además hacía mucho
que no lo hacía, estaba cansado de asearse a medias en los baños
públicos.
Estuvo durante unos veinte minutos debajo de la ducha, tratando
de recordar aquellos momentos en casa cuando, a pesar de
cualquier cosa, tenía todo, pero, no libertad. Vivir algo como lo que
estaba a punto de hacer casi imposible si aún siguiera bajo los
mandatos de su madre que jamás le hubiese permitido estar tanto
tiempo en la calle y mucho menos habría aprobado su
comportamiento.
Pero, ahora eso era cosa del pasado, estaba viviendo como él lo
quería y estaba a punto de follarse a una puta, por primera vez. Eso
sí era emocionante.
El agua había aplacado la erección, pero, solo necesitó salir y
mirar a su chica recostada en la cama, desnuda y esperando por él.
Ella había ordenado una botella de champán y algunas otras
cosas, lo cual estaba más que bien, pensó en todo mientras él se
aseaba. Estaba listo para la acción y esperaba poder hacer todo
como lo estaba imaginando, debía dejar satisfecha a esa mujer.
Se acercó poco a poco y ella entonces se sentó en la orilla de la
cama, lo miró y sabía que estaba más que nervioso. A través de la
toalla que llevaba enrollada a su escuálida cintura podía notarse un
gran bulto que parecía hacerse más grande.
La mujer con sensualidad le quitó la prenda poco a poco y
entonces quedó muy sorprendida con lo que encontró. Eso era
mucho más de lo que ella estaba esperando.
Entonces, para romper el hielo, la mujer tomó el control de la
situación haciendo un buen sexo oral que dejaría sin palabras a
Anthony un rato más tarde.
La noche siguió entre mucho sexo, alcohol y algunas líneas de
coca, algo que también era nuevo para él, pero, lo cierto es que
parecía estar en la paraíso, el chico estaba volando gracias a la
mezcla de estupefacientes que tenía en la sangre, pero, la verdad
es que cada orgasmo que tenía era lo mejor de todo.
La mujer gemía y él trataba de dar lo mejor que tenía, pero, no
sentía todo como lo esperaba. La energía no bajaba ni un segundo y
por fin todo su trabajo y riesgos estaban rindiendo sus frutos,
Anthony realmente estaba viviendo su vida como lo quería y como lo
había imaginado.
Todo pasó muy rápido y no supo el número de veces que estuvo
con la chica, despertó solo en el cuarto cuando ya afuera el sol
estaba bastante reluciente. Se sintió un poco desubicado y por unos
segundos le costó reconocer el lugar donde estaba, definitivamente
no era el abandonado aparcadero de coches.
Pero, de pronto la sensación de la tela en su piel, el olor a alcohol
y un fuerte dolor de cabeza lo llevaron a recordar todo, o al menos
casi todo, los recuerdos llegaban a su mente de manera
intermitente. El instinto lo llevó a revisarse, pero, la verdad es que
no tenía mucho que buscar, a su lado aún había algo de dinero lo
cual le sorprendió.
Decidió levantarse para irse de inmediato, pero, en ese momento
entró la chica. Ella tenía mucho más tiempo despierta y ya estaba
bañada. Usaba un vestido azul.
—¡Vaya, pensé que dormirías por dos días más!
—Disculpa, es solo que tenía mucho que no dormía tan cómodo.
—Te entiendo. No hay problema, el burdel es de mi hermana, así
que no habrá recargo por el rato que has estado aquí en la
habitación.
—¡Oh, no! No quiero ser una molestia.
Anthony comenzó a recoger su dinero con la intención de pagar
lo que debía.
—No te preocupes, Anthony… Todo está pagado, créeme que
anoche me lo preguntaste más de cien veces.
En ese momento hubo un silencio bastante incómodo y entonces
se levantó de la cama. No sabía qué hacer, pues era la primera vez
que estaba en esa situación, así que lo mejor era salir de ahí lo más
rápido posible.
—Gracias…
Trató de recordar el nombre de la chica, pero, ni siquiera estaba
seguro de que ella se lo hubiese dado en algún momento.
No recordó nada y entonces salió disparado por las escaleras sin
mirar atrás de nuevo. Estaba seguro que volvería, pero, primero
debía conseguir el dinero.
Se sentía como una persona completamente diferente ese día, se
detuvo en un sitio donde compró algo para desayunar y entonces
siguió hacía lo más cercano que tenía de un hogar, necesitaba
descansar completamente y tratar de recuperar las fuerzas.
Anthony no podía creer la manera en que la cabeza le dolía.
En chico se dejó caer en su maltrecho catre y entonces todos los
pensamientos comenzaron a llegar poco a poco.
Los senos de la mujer se le aparecían muchas veces en
diferentes situaciones, la veía desnuda con las piernas abiertas,
podía recordar un par de sus orgasmos, llegaba una vaga imagen
de él tomando de una botella, y también…
¿Era eso posible?
¿Pero, cómo llegó a eso?
Sí, era claramente cocaína lo que había consumido y quizá lo que
le dio tanta energía. Sintió un poco de miedo al respecto, pero,
luego todo eso se quedó atrás cuando todos los pensamientos se
concentraron en una sola imagen cuando tenía a la rubia sobre él
gritando.
Ahora la veía de espaldas y notaba como se aferraba de las
sábanas, la forma en que ella se movía era algo completamente
increíble, algo fuera de este mundo.
Anthony había vivido la mejor experiencia de su vida y debía
repetirla lo antes posible, entonces se metió la mano en el bolsillo.
Sabía que necesitaba hacer más dinero y mucho más rápido.
Conseguir todo ese le llevó casi dos semanas, pero, esta vez no
podía tardar tanto, Así que se levantó y fue al único lugar donde le
había prometido esas cantidades de dinero.
Sabía que quizá se estaba metiendo en aguas muy turbulentas,
pero, si quería mantener esa vida, debía trabajar más duro para
lograrlo.
Se paró frente a su hombre de confianza, el único podría hacerlo
ganar ese dinero y se puso a su disposición.
Carlos “El loco” (como le decían todos), lo miró con una sonrisilla
en el rostro.
—Sabía que lo pensarías y volverías.
El hombre lo abrazó y se lo llevó caminando mientras
conversaban.
IV

Libertad

El día de la fiesta llegó y entonces Amaia estaba decidida a hacer


las cosas de la manera en que las había pensado.
Abajo toda la familia la esperaban con ansias, pues ella era la
cumpleañera y estrella de la celebración, nada era más importante.
Amaia estaba liste en su habitación y desde ahí escuchaba las
risas y voces de las personas abajo, ella se miraba en el espejo
practicando los posibles rostros de felicidad para que nadie supiera
por el infierno que estaba pasando, eso era lo que deseaba su
padre, que todos creyeran que ella era la mujer más feliz del mundo.
Así que tomó un poco de aire y sacó el nudo que tenía en la
garganta.
Abrió su puerta y bajó.
Estaba espectacularmente hermosa esa noche con un vestido
muy elegante que tenía un escote bastante pronunciado dejando
muy poco a la imaginación gracias a los grandes senos de la chica,
pero, no se veía nada vulgar, ella sabía exactamente cómo usar
esas prendas a pesar de que lo hacía en pocas ocasiones.
Todos la miraron y sonrieron, algunos de sus parientes hombres,
que tenían mucho tiempo sin verla, la desearon en ese mismo
instante, era una mujer increíble y maravillosa, alguien que quizá
nunca vería el mundo.
Amaia comenzó a saludar a todos y que sin excepción le dijeron
lo bella que estaba en ese momento, ella asentía con la cabeza a
todos y sonreía.
El paso entre los invitados fue largo tomando en cuenta de que
todos la saludaban y hablaban con la cumpleañera, la felicitaban y
algunos hasta se hacían una foto con ella. Todos parecían muy
contentos, la música sonaba de fondo y en ese momento arrancaría
la verdadera fiesta.
La chica llegó hasta donde estaba su padre y lo besó.
Se hablaron en voz baja y simulando sonrisas.
—¿Qué carajos es ese vestido tan insinuante?
—Es solo un vestido para celebraciones, padre. ¿No querías una
fiesta por todo lo alto?
—Debería cambiarlo. Todos te están mirando.
—Para eso están aquí. Para mirarme, yo soy la cumpleañera, la
dueña de la fiesta.
Mientras hablaba con su padre y seguía saludando de lejos a
algunos, miró entre la gente a la persona que estaba buscando.
— Ahora, si me disculpas, padre. Debo seguir atendiendo a mis
invitados.
El hombre la miró por unos segundos mientras se alejaba y
dentro de él estaba a punto de explotar, la chica claramente estaba
en un acto de rebeldía. Pero, lo que más quería era taparla con
algo, no soportaba ver a todos los hombres babeándose por su hija.
La estrella de la fiesta siguió moviéndose entre las personas y
tocó en la espalda a una chica quién volteó de inmediato.
Las dos mujeres se amalgamaron en un abrazo sin decir nada en
lo absoluto, solo disfrutando de ese momento, de ese reencuentro
tan emocionante. Se separaron tomadas de las manos y se
observaron de arriba abajo.
—Vaya que estás hermosa, prima.
—Tú no te quedas atrás, cumpleañera. ¡Vaya! ¡Tus pechos hacen
que los míos parezcan limones!
—Sí, han crecido un poco desde la última vez que nos vimos.
Susana Pizarro era su prima-hermana y fue su compañera de
aventuras cuando tan solo eran unas niñas y la mansión era
demasiado grande para ellas dos. Se veían todos los fines de
semana y disfrutaban de esos momentos al máximo, pero, un día su
s padres se mudaron muy lejos y solo quedaron en contacto
telefónico.
Ahora las dos mujeres estaban más que contentas de verse.
Inmediatamente el resto de los invitados había desaparecido para
Amaia y entonces se sentó en una mesa con su prima.
La conversación fue muy extensa y no paraban de reír con
algunos cuentos, pero, había algo muy importante de que hablar.
—Por un momento pensé que no ibas a venir, Susana. Desde
que bajé te estuve buscando con la mirada.
—Estaba entretenida con uno de nuestros primos que la verdad
se puso bastante bueno.
—Entiendo. ¿Tienes algún plan con él?
—Para nada. La verdad es un tonto, no tiene tema de
conversación.
—Quisiera que me ayudaras en algo, pero, no es obligatorio.
—Vaya, me asustas.
Las chicas comenzaron a hablar siempre teniendo cuidado de
que nadie las escuchara.
Después de unos diez minutos de discutir lo que hablaban,
Susana la miró a los ojos.
—No puedo negar que todo esto me parece una locura y me da
mucho miedo, pero, lo vamos a hacer, Amaia.
Las chicas entonces solo esperarían el momento perfecto.
EL resto de la familia estaba feliz de poder reunirse en ese gran
mansión de nuevo como lo hacían años atrás cuando estaba recién
construida, todos de una manera u otra pertenecía al gran negocio
que manejaba Juan, algunos más que otros, pero, la familia entera
vivía del tráfico de drogas y de armas.
Sin dudas que nadie se atrevería a meterse con ellos, dentro del
negocio, era la familia Pizarro la más temida y respetada, un
apellido que se había mantenido intacto durante los años ya que los
principales cabecillas eran hombres y traspasaron su apellido a sus
hijos.
Verlos en esa fiesta era un gran engaño, cualquiera pensaría que
ellos eran una familia normal, pero, detrás de todas esas sonrisas
había muchas vidas dañadas y personas asesinadas para mantener
a flote el negocio que los había hecho millonarios.
Habían invertido millones en jueces, políticos policías y militares
para poder mantener a flote toda la parte de trasporte de la
mercancía, no era lo que más les parecía, pero, era eso o tenerlos
encima siempre, así que sacaron el dinero y lo repartían a
montones.
Poco a poco fueron ganando más y más fuerza hasta que se
hicieron tan poderosos que ahora nadie les cobraba nada a pesar
de que todos sabían en qué estaban metidos, ninguna de las
autoridades se atrevía a enfrentarlos, eran mejor hacerse de la vista
gorda y dejar pasar todo eso.
Pero, toda su fortuna y vías de tráfico eran como miel para las
nuevas abejas que estaban tratando de surgir en el negocio y eran
esos los verdaderos enemigos, eran esos lo que tratarían de hacer
daño a Juan o a cualquiera de su familia para tratar de quebrarlos
emocionalmente y poder irse haciendo de su puesto.
Eso era exactamente lo que no entendía Amaia a pesar de que
su padre se la había explicado miles de veces, él solo la protegía,
pero, la chica de igual manera se sentía muerta sin poder salir de
esa mansión, se sentía atada y sin poder vivir al máximo como
cualquier chica de su edad de hecho ya había perdido muchas
cosas y no quería seguir perdiéndolas.
Así que ella seguiría con su plan sin importar nada, o perdía su
vida en la mansión o la perdía en la calle, ya le daba lo mismo.
Digna hija de su padre, con ese carácter fuerte y decidido.
La fiesta seguía con toda normalidad y ya el alcohol estaba
haciendo su trabajo.
El corazón de Amaia latía como nunca antes.
Todos habían entrado en el calor del momento y ya nadie estaba
pendiente de nada más de lo que tenían frente a ellos, entonces la
cumpleañera entraba en el baño para comenzar con su plan.
Después de unos minutos escuchó la voz de su prima afuera
haciendo lo que ella le había pedido, un rato más tarde Susana tocó
a la puerta y entró.
—Todo despejado. ¿Sigues segura de lo que estás haciendo?
—Muy segura.
—Siento algo de miedo, Amaia.
—No pasará nada y cualquier evento que suceda será solo mi
culpa. Tú me estás ayudando en algo que fue mi decisión. Si todo
sale de la manera en que lo planeé, nos veremos mañana.
—Bien.
Amaia salió por el pasillo trasero que daba justo hasta una puerta
por donde nadie pasaría en ese momento, el problema más grande
sería pasar a los hombres de su padre, pero, ya sabía quién estaría
cuidando esa parte de la mansión, el de más confianza, al que más
le interesaba estar en esa parte de la casa.
Y tenía razón, David estaba justo ahí, en su sitio.
—Hola, David.
El hombre lanzó un respingo grande. No esperaba que alguien le
hablara y mucho menos Amaia. La chica estaba espectacular y miró
de reojo los enormes senos.
—Señorita, Amaia. ¿Qué hace por aquí? Debería estar en su
fiesta de cumpleaños.
—Si, debería estarlo, pero, la verdad es que tengo otros planes y
espero que me ayudes.
—Estaré encantado de ayudarle siempre y cuando su padre esté
al tanto de la situación.
El hombre sospechaba algo.
—No, no lo está. Pero, eso no debería importarte.
—Por supuesto que me importa, señorita. Sabe que las ordenes
Juan son sagradas para mí, no hago nada sin su consentimiento.
—Entiendo… Así como los negocios que haces a escondidas con
su droga, ¿cierto?
Los ojos de David se abrieron tanto como era humanamente
posible y tragó grueso.
—No entiendo de qué me habla, señorita Amaia.
—Si lo sabes, David. Y ahora soy yo la que tiene el poder aquí,
mucho más allá que mi propio padre. ¿Entiendes lo que te quiero
decir?
—Señorita Amaia yo no…
—Dejemos esta conversación para otro momento y admite que
haces negocios a sus espaldas.
David no sabía qué decir, estaba sin palabras. ¿Cómo era posible
que ella lo supiera?
—Perfecto. Tu silencio me da la razón, pero, te digo algo… Lo
que hagas o no con la mercancía de mi papá me tiene sin cuidado,
él está demasiado obsesionado con eso, no entiendo para qué
necesita tanto dinero, ya con el que tiene puede vivir tranquilo.
El hombre miró a la chica con un poco de perspicacia, esperando
llegar a la verdadera razón por la que estaba ahí.
—Pero, no creo que él piense lo mismo. Digo, saber que el
hombre en que confía más en toda su vida lo está robando es algo
que lo volvería un poco loco y quizá algo violento. No sé si piensas
igual que yo.
Viéndose entre la espada y la pared, David solo bajó la cabeza y
asintió.
—Perfecto. Yo voy a salir de la mansión por un rato y no quiero
que nadie me siga en ningún momento, necesito las llaves del coche
que manejas y que no digas ni una sola palabra de todo esto.
—Si la dejo salir de igual manera su padre me mataría.
—Sí, es cierto, pero si vuelvo antes de que él se dé cuenta no
pasará nada y yo tomaré tu colaboración como un pago para
mantener mi boca cerrada.
Entonces sin saber realmente que hacer, David miró a los lados
como tratando de encontrar la respuesta, pero, finalmente metió la
mano en su bolsillo y le entregó las llaves a la chica. Él sabía que
estaba metido en un gran problema y al parecer no tenía salida.
Amaia tomó las llaves del coche con una sonrisa en el rostro y
entonces caminó con elegancia.
—¡Señorita, espere!
Ella volteó.
—Hace frío afuera.
El hombre se había quitado su abrigo y se lo estaba dando. Ella
lo pensó por un instante y entonces lo tomó, era un acto de
caballerosidad de esos que siempre había admirado en David.
—Gracias.
Siguió su camino al coche y escuchó a sus espaldas la voz del
hombre autorizando dejar salir el coche que se dirigía a la salida.
Amaia se subió al vehículo y arrancó de inmediato.
Más allá, dos guardias abrieron el portón sin poder ver quien iba
dentro gracias a los oscuros vidrios del coche, de igual manera ya
tenían la orden de dejarlo salir sin problemas.
Al cruzar el portón Amaia sintió una felicidad enorme, era la
primera vez que pasaba por ahí sin que nadie la acompañara, era
su momento y debía aprovecharlo al máximo. La aventura estaba
por comenzar, solo que nunca se imaginó que jamás volvería a
casa.
Pero, por supuesto esos no eran sus planes, así que estaba
decidida a disfrutar aquello.
La chica miraba las calles de otra manera y todo se veía
diferente, pues era ella quien delineaba su destino, no había nadie a
su lado que la condicionar o le dijera a donde ir o si era seguro o no
bajarse en algún sitio.
Para ella las cosas por fin se estaban haciendo de la manera
correcta, de la manera que siempre soñó. En ese momento pensó
que habría sido buena idea llevarse a Susana, pero, recordó que la
dejó haciendo gran parte del trabajo en casa.
Se lo agradecería por toda la vida.
Sería interesante bajarse en alguno de los sitios nocturnos, pero,
eran tantos que no sabía cuál escoger, necesitaría más que una
noche para poder hacer todo lo que se le venía a la mente en ese
momento.
El sentimiento de libertad era incomparable, algo jamás vivido, no
sentía la mirada de un guardaespaldas y además podría escoger a
donde ir, quizá era algo un poco inmaduro lo que ella estaba
haciendo, pero, la verdad es que lo necesitaba con todas su ganas.
Se detuvo delante de un lugar muy tranquilo, pero, que le llamó la
atención gracias a la manera en que estaba decorado, además no
había mucha gente. Quizá podría tomarse un cóctel ahí y mirar
gente nueva.
Se aparcó y entonces se fue al lugar.
Lógicamente acaparaba las miradas y no solo por su belleza sino
por su elegancia, si algo había aprendido Amaia durante todo ese
tiempo era a saber llevar un vestido de alta costura. Su manera de
caminar y todas las curvas eran dignas de ver, algo fuera de lo
común por esas áreas.
La chica veía las cosas desde otro punto de vista, nada era más
importante para ella en ese momento que disfrutar lo que estaba
haciendo. Era solo una probada de todo lo que deseaba, pero, para
empezar estaba muy bien.
La idea era darle pequeñas dosis al su padre para que se fuera
acostumbrando a la idea de que su hija podía estar sola en la calle y
que nada de esa locas ideas que le pasaban por la mente pasarían.
Se sentó en una de las mesas y después de dos minutos ahí ya
había un hombre tratando de cortejarla, él le sonreía desde otra
mesa y brindaba con la copa que tenía en la mano, Amaia se sintió
halagada, pero, mucho más avergonzada.
Pero, no le hizo caso. Un hombre no era por lo que ella se había
arriesgado a salir de casa, era solo por el hecho de sentir como el
peso de estar encerrada quedaba atrás. Esa noche las calles lucían
completamente diferentes, al ambiente era más agradable, por fin
tenía un experiencia como esa, algo que nunca habría podido ten si
no se hubiera escapado esa noche.
Tomó un solo cóctel y decidió ir a otro lugar para poder
aprovechar el tiempo lo más que pudiera.
Estuvo por varios lugares y pensaba que si pudiera hacer eso al
menos una vez por semana se sentiría feliz, esta era la manera de
demostrarle a su padre que exageraba con el hecho de que siempre
estaría en peligro, Amaia se sentía confiada de que nadie la
reconocería como él le decía.
No estaría mucho tiempo afuera para evitar meter en problemas a
todos, además pensó que Susana estaría pasándola difícil tratando
de hacer entender a todos que la cumpleañera estaba pasando por
una muy mala digestión.
Amaia dio la vuelta para volver y entonces un coche la interceptó
en un cruce. Ella frenó pisando el pedal hasta el fondo y entonces
tuvo que tomar con fuerza el volante para evitar que su frente diera
contra él.
La chica entonces se recuperó del susto y reaccionó de
inmediato. Trató de ver si el conductor del otro coche tenía
intenciones de bajarse y pedir disculpas, pero, no fue así.
Ella fue entonces quien se bajó sin darse cuenta que el sitio
estaba muy solitario, pero, su mente estaba maquinando la forma de
reclamarle a esa persona que conducía ese coche. Definitivamente
le faltaba mucha malicia.
Un brazo fuerte la tomó por el cuello y un paño húmedo tapó su
boca y nariz, Amaia luchó sin descanso, pero, poco segundos
después había perdido el conocimiento.
V

Primer encuentro

Su mente no hacía más que pensar en aquello que había hablado


con Carlos la noche anterior, sería pasar a un nivel mucho más alto,
pero, el dinero prometido era más de lo que había imaginado tener
en toda la vida.
Pero, necesitaba tenerlo, era algo que quería para él. Eso podría
comprar la felicidad y era la única manera de volver con aquella
mujer que lo hizo temblar de pasión y de felicidad. No tenía más
opción sino caer en lo que tanto temía, en un mundo tan oscuro que
una vez que entraba no tenía salida, un mundo que estaba hecho
para aquellos que no tenían alma.
Eran más las cosas que lo empujaban a hacerlo que las que se lo
impedían. Contaba los pocos billetes que aún le quedaban y ahora
le parecía muy poco.
La mujer con sus senos en su cara, las líneas de cocaína, los
orgasmos intensos, la noche llena de pasión… Todo eso se
proyectaba frente a él y entonces no pudo soportarlo más, si seguía
robando tardaría mucho más tiempo en alcanzar sus metas y quizá
la rubia del burdel ya no estaría para él.
Se levantó y caminaba solo por inercia. Su corazón gritaba algo y
su mente otra cosa muy diferente, pero, lo cierto es que no detenía
su paso.
Caminó y caminó y en su mente solo podía ver cantidades
enormes de dinero, solo le importaba el hecho de poder ver de
nuevo a la rubia.
Dos de los trabajadores de Carlos detuvieron al muchacho
cuando llegó, pero, el hombre le dejó pasar.
Carlos lo miró detenidamente y entonces le sonrió con gentileza.
Le hizo una seña para que se acercara más.
La verdad es que le gustaba el chico y sentía que en él podía
encontrar, más que un trabajador, a alguien fiel y dedicado con la
causa. Le serviría para todo lo que estaba planeando.
—Eres como el ave que sale de su jaula, Anthony. Te vas, pero,
siempre vuelves a donde perteneces porque sabes que afuera
nunca conseguirás lo que buscas.
—Necesito el dinero, Carlos. No importa lo que tenga que hacer.
Carlos sabía que para sus planes a futuro tenía que comenzar
por buscar personas muy buenas a la hora de hacer el trabajo,
alguien como Anthony era perfecto para todo eso, pues no
importaba lo que el chico hiciera siempre lo hacía sin dejar rastro y
eso era lo más importante.
Por supuesto debía pasar algunas pruebas primero porque debía
demostrar las cosas realmente, pero, si todo iba bien, entonces
nunca le faltaría el dinero y le haría ganar mucho más a Carlos.
El chico entonces tuvo sobre la mesa todas las opciones que le
daba Carlos. Sabía que por una cadena o por un reloj de buena
marca le daban una buena cantidad, pero, por una vida le pagaban
mucho más de lo que nunca podría.
La decisión debía ser tomada esa noche y sabía que al momento
de hacerlo las cosas para él cambiarían completamente, debería
olvidar todo lo que aprendió de niño, dejar de recordar todo aquello
que lo ataba a cualquier tipo de remordimiento y sobre todo dejar a
un lado todos los dogmas programados en su mente sobre lo bueno
y lo malo.
Anthony veía el dinero moviéndose frente a él y entonces sintió
como una especie de torbellino lo recorrió completamente por
dentro. Sus pensamientos solo estaban en el hecho de salir de toda
esa pobreza que lo rodeaba, no importaba como solo debía hacerlo
lo antes posible.
Tomó un arma que estaba en la mesa frente a él y se le entregó
una fotografía con la cara de un hombre.
—Ese es el objetivo. 26 años, blanco fácil, siempre solo en la
calle y frecuenta sitios nocturnos.
—Entiendo.
—Confío en ti, “Tony”. Puedes tener la mitad ahora y la mitad
cuando hagas el trabajo.
—Volveré por todo mi pago.
El muchacho salió del lugar tan pálido como era posible, las
manos le temblaban sin parar y unas gotas de sudor comenzaron a
marcarse en su frente.
Iba decidido a hacer lo que tenía que hacer y nadie lo pararía.
Estuvo mirando al hombre durante dos días seguidos y veía los
caminos que tomaba para ir a casa. En ambas ocasiones tomaba
atajos por callejones lo cual sería algo ideal para Anthony, con la
oscuridad como su cómplice las cosas serían más fáciles.
Cuando llegaba a su catre buscaba la manera de ocultar su arma
en sus viejos pantalones, además de dejarla en un lugar en que se
le hiciera fácil sacarla para poder usarla.
También ensayaba la manera en enfrentar la situación, lo cual era
muy difícil porque no sabía con que se iba a encontrar, así que dejó
que las cosas fluyeran de la manera en que debían ser.
Por supuesto que esa noche no durmió ni un poco pensando en
todo lo que pasaría al día siguiente, era difícil para él no sentirse
ansioso ni alterado, solo trataba de relajarse y estar con la mente en
blanco aunque en ocasiones llegaban a su mente algunas frases de
los sermones del sacerdote de la iglesia a la que asistía antes.
Sabía que era un pecado lo que haría, ¿pero, acaso no era todo
lo demás un pecado también?
Él vivía al margen de cualquier ley escrita o no.
Salió el sol, y con él, las ganas de que todo lo que iba a pasar
terminara.
Anthony se fue desde muy temprano al lugar a donde había
estado los dos días anteriores y esperó con paciencia al hombre que
apareció en su camino en su bar favorito justo a las 7:00 de la
noche. El chico estaba deseoso de que saliera, pasaban las horas,
pero, no aparecía de nuevo. Todos salían menos él.
El arma en la cintura de Anthony comenzaba a sentirse más
pesada, tenía algo de hambre aunque no apetito, las rodillas le
dolían de estar tanto tiempo de pie.
Caminaba de un lado a otro, pero, siempre oculto detrás de un
contenedor de basura.
Justo después de la media noche el hombre salió tambaleándose
como siempre, era el momento de actuar y entonces Anthony corrió
rápidamente por la otra calle para encontrarlo de frente, llegó muy
rápido y entonces le tocó esperar un poco.
El hombre dobló en la esquina justamente en ese momento, el
corazón del chico estaba por salirse de su pecho y no lo podía
contener, apretó y relajó su mano derecha unas cuantas veces
antes de coger el arma, ya cuando el hombre estaba a unos pasos
de él salió de entre las sombras y lo apuntó justo en la cara.
El desdichado hombre sintió como la vida se le venía encima y
entonces en un reflejo normal sacó su billetera y el móvil creyendo
que se trataba de un asalto, la verdad es que parecía que la
borrachera se desvaneciera.
—Toma, es todo lo que tengo amigo, no dispares.
Anthony seguía apuntando fijamente.
—Vamos, chico… Ten mi billetera. No he visto tu rostro, así que
tranquilo. No diré nada.
La mira del arma temblaba un poco y brillaba con la luz de un
pequeño foco.
Los ojos del hombre comenzaron a hacerse más y más grandes
hasta que no pudo contener las lágrimas, pero, del otro lado las
cosas estaban iguales, Anthony estaba a punto de llorar, ya su
visión estaba borrosa y estaba helado, no podía jalar el gatillo.
Las pulsaciones aumentaban y su corazón no paraba de
bombear sangre al cerebro, parecía más bien una especie de
alarma, era una manera de advertir la situación que se estaba
dando.
No lo hagas, Anthony.
¡No lo hagas!
Sintió el frío metal entre su manos y entonces una detonación.
Dos, tres… Cuatro.
EL cuerpo del hombre se desplomó en el suelo y cayó como si se
tratara de un saco de boxeo. No hubo dolor, no hubo tiempo para
reaccionar, la bala había acabado con su vida en el mismo instante
que le perforó el cráneo.
Anthony miró la escena y fue igual que aquella vez cuando era un
niño, pero, ahora era él el que ponía las reglas y disparaba sin
compasión. El chico salió corriendo por la ruta que había trazado en
su mente para el escape, la policía tardaría unos diez o quince
minutos en llegar al lugar y nunca utilizaría las calles que él escogió
para irse.
La adrenalina estaba a mil y entonces no sabía qué hacer en ese
momento, no estaba asustado y sentía una especie de sensación
muy diferente a lo que había sentido ante, nunca había estado en
una situación como esa, pero, ahora por sus venas recorría algo
infalible.
Sí, era poder. Disparar esa arma lo hizo sentirse poderoso.
Anthony sabía que lo había matado con el primer disparo, pero,
después no podía parar de hacerlo. De hecho se detuvo cuando se
dio cuenta de que no era él quien lo hacía.
Se había sentido más vivo que nunca, hasta más que aquella
noche en la habitación del burdel donde tenía el mejor sexo del
mundo con aquella rubia despampanante que lo hizo viajar más
lejos que nada en la vida.
Anthony gritó con todas su fuerzas. Gritaba al cielo y a él mismo,
a partir de ese momento las cosas serían muy diferentes para él.
Al día siguiente llegó a buscar su dinero con el diario local en las
manos.
La última página reflejaba el asesinato del hombre.
—No necesito que me traigas el diario para corroborar tu trabajo,
pero, es una buena estrategia para confirmar que todo se hizo al pie
de la letra. ¡Te felicito, “Tony”!
—¿Tienes mi dinero?
—Claro que lo tengo.
Uno de los hombres de Carlos dejó sobre la mesa un maletín.
Anthony lo miró y asumió que estaba lleno de dinero. Así que se
quedó esperando a que sacaran la parte que le pertenecía.
—¿Entonces, “Tony”? ¿No vas a tomar lo que es tuyo?
—Pero…
—Sí, amigo mío. Esta vez es un maletín lleno de dinero para ti.
Fue un trabajo muy limpio y nadie tiene ni sospecha de quien fue.
Anthony no tenía ni la más mínima idea de que era lo que
pasaba. No entendía cómo él tendría esa cantidad de dinero.
Volteó el maletín y entonces lo abrió.
Un billete sobre otro y ordenados en pequeños montones. Esa
fue la cura para la culpa.
Sus ojos brillaban más que nunca y estaba muy emocionado
aunque no lo demostró de esa manera. Por su mente pasaba todas
las cosas que podría comprar y tener.
Se fue del lugar con un trabajo fijo cuando él así lo quisiera, pero,
primero tenía que ir con su mujer, era la razón principal por la que
había hecho todo eso.
Ahora no la quería por una noche, ni por dos. Tenía el dinero
suficiente como para tenerla por una semana entera o por un mes si
así lo quería.
Ella le ayudó a olvidar todas las cosas malas, todas esas
decisiones que poco a poco lo estaban llevando por ese camino del
que no podría librarse fácilmente.
En la habitación no faltó el sexo ni la lujuria, tampoco faltaron las
respectivas líneas de cocaína que quedó regada por toda la
habitación, Anthony se perdió del mundo por una semana entera y
nadie supo de él.
Sabía que había gastado demasiado dinero, pero, sabía dónde
conseguirlo fácilmente. En adelante los asesinatos eran más
frecuentes y la droga con sexo junto a su rubia era algo de todos los
días. No podía estar alejarse de todo eso, la droga lo capturó desde
el primer momento y los orgasmos hacían la otra parte del día.
La desidia, la lujuria y su adicción por las drogas lo mantenían en
una fina línea entre la vida y la muerte, pero, era él quien se había
convertido en juez y verdugo. Sus asesinatos pasaron de boca en
boca llegando hasta los estándares más altos, empezó a ser
contratado para asesinar políticos, artistas y a todo aquel que así lo
necesitara.
Ya Anthony no era un simple sicario, sino alguien que realmente
era requerido para hacer los trabajos que nadie más podía hacer.
Era como una sombra y no dejaba rastro, rara vez alguien le había
visto el rostro, la muerte llegaba a ellos de manera inesperada.
Se convirtió en un experto en armas y con el paso de los años
nadie era tan sigiloso y conocedor de su trabajo como él, pero, la
diferencia que lo hacía sobresalir sobre el resto era el hecho de que
los planes que elaboraban eran tan limpios que nunca dejaba ni un
solo rastro.
Ahora trabajaba con uno de los mafiosos más grandes del país y
quizá del continente, el nombre de su nuevo jefe era más que
reconocido y ahora estaba custodiado por el asesino más letal de
toda la historia. Raúl Castañeda.
Anthony había perdido todo sentido de culpa, por sus venas no
corría más que combustible para poder trabajar y había desarrollado
una habilidad increíble para dejar a un lado todo lo que pasaba
cuando cometía un asesinato. Era como si desconectara un cable
de su mente para poder descansar durante las noches.
De entre todas las cosas, tenía el trabajo más fácil de toda su
carrera o al menos eso creía.
Tenía al menos una semana estudiando las entradas y salidas de
la hija del más grande jefe de las mafias que se conocían. Todo esto
se resumía en una venganza.
Años atrás durante una entrega que el nuevo jefe de Anthony
hacía a unos locales, Juan Pizarro llegó y los emboscó con varios
de sus hombres y amenazaban con quitarle toda la droga ya que
estaban haciendo negocios en su zona. Era lo peor que podían
hacer, una deshonra.
La discusión terminó violentamente, pero, claramente los
hombres de Juan eran más.
Raúl quedó a merced de su enemigo, estaba herido con un
disparo en el brazo y además había perdido a su hijo en la balacera.
Era lo que más le dolía en el mundo, así que no le importaba si
moría o no en ese momento, pero, Juan lo dejó vivo para que sus
palabras fueran testimonio de lo que pasaba cuando se metían con
el más grande de todos.
Juan era malvado, pero, ahora estaba a punto de pagar sus
daños de la misma manera.
La vigilancia de Anthony era constante y ya había trazado un plan
para poder aislar a la chica de la seguridad con la que salía. No eran
muy frecuentes las veces en que dejaba la mansión, así que debían
ser pacientes.
La espera fue bastante larga, algo que normalmente no debía
tardar más de tres días, pero, este caso era especial.
Pero, una noche al parecer la suerte los estaba acompañando y
la chica salió sola de la mansión, Anthony la siguió a una distancia
prudencial y supo que ese era el día para completar su misión.
Abortó al resto de sus compañeros y solo se quedó con el de su
máxima confianza para hacer un solo movimiento, él se encargaría
del resto.
La joven cruzaba en casi todas las esquinas, no parecía tener
rumbo fijo. Se detuvo en un par de locales a tomar algo y luego
siguió su camino.
Al dar la vuelta en una de las calles más solitarias de la ciudad,
aprovecharon la ocasión y Anthony dio las coordenadas a su
compañero y las características del coche que iba a emboscar.
La acción fue más rápida que nada, el coche de la chica se
detuvo en una intersección, ella se bajó y Anthony la tomó por
detrás rápidamente. Ella forcejeó lo más que pudo, pero, tenía un
paño con un líquido para adormecer que hizo su trabajo de
inmediato, la levantó con facilidad y la llevó a su coche poniéndola
en la parte trasera, hizo una señal a su amigo y entonces quedó él
solo.
Todo lo que quedaba del trabajo iba de su parte. Pudo haberla
asesinado ahí, pero, no eran esas las órdenes de su jefe.
VI

El comienzo del final

Amaia volvía en sí, poco a poco. Sentía un leve dolor en las


muñecas y tobillos, su cabeza le daba vueltas y era poco lo que
podía observar en la habitación donde estaba, no se escuchaba
nada y los recuerdos llegaban tímidamente a su cabeza.
Cuando se dio cuenta que todo eso que estaba viviendo era real
sintió un miedo enorme que la cobijó por completo, se le erizó la piel
y su corazón palpitaba con fuerza, sabía que estaba en una
situación comprometida y de mucho peligro y las primeras palabras
que recordó fueron las de su padre.
Muchas veces había sido advertida por él, Juan se lo dijo de
todas las maneras posibles, pero, ella siempre lo tomó como una
exageración de su parte, creía que era un plan de su padre para
mantenerla presa dentro de la mansión donde vivía. Ahora, la chica
de 25 años que soñaba con ser libre realmente, estaba siendo
víctima de un secuestro del cual quizá no saldría con vida.
A todas estas Amaia intentó gritar y fue cuando se dio cuenta que
tenía una mordaza atada a su boca y no le permitía hacer más que
pequeños ruidos y balbuceos que no llegarían muy lejos. Ahora ya
más despierta y con un poco más de fuerza, trató de jalar las
ataduras en sus extremidades, pero, sin ningún tipo de éxito,
comenzaba a sentirse muy ansiosa y el encierro le producía una
especie de claustrofobia que nunca había experimentado.
Buscó con la mirada la fuente de luz más cercana para tratar de
hacer una idea en su mente del lugar donde se encontraba. Un haz
luminoso se colaba por debajo de la puerta, pero, eso era todo.
Amaia esperó durante largos y agonizantes minutos, pero, todo
se mantenía de la misma manera, solo que sus manos y piernas se
acalambraban más con el paso del tiempo y los espasmos que eso
le producía se convertía en infernales punzadas con un dolor muy
agudo que subían por toda su columna vertebral.
La idea de que su muerte estaba cerca o de una posible tortura
golpeaban en su mente sin cesar, el miedo se apoderaba de la
chica y de pronto se dio cuenta que lloraba sin parar, que el pánico
era ahora su peor enemigo, que todo eso era su culpa y que lo
pagaría de la manera más cruel. Sentía que había decepcionado a
su padre y a todos aquellos a quienes amenazó antes de salir.
Deseaba con todas sus ganas estar en esa absurda fiesta
organizada por su padre, si bien en un principio no quería estar allá,
ahora sería lo mejor que podría pasarle, solo que realmente lo
apreciaría después de esta terrible experiencia.
El amarillento haz de luz se vio interrumpido por una sombra y se
pudo escuchar una voz lejana que al parecer hablaba por teléfono.
Entonces la puerta se abrió.
El miedo se apoderó de ella.
La cantidad de luz que entró cegó por un momento los ojos de la
chica y solo pudo observar una gran silueta que en definitiva era la
de un hombre. El primer reflejo instintivo de Amaia fue tratar de
alejarse lo más posible de esa figura difusa que veía moverse hacia
ella, pero, era imposible en las condiciones en que se encontraba la
chica.
El miedo la llevó a cerrar los ojos con fuerza esperando lo peor,
escuchaba los pasos acercándose hasta que se detuvieron, se
escucharon de nuevo y todo volvió a estar oscuro. El hombre se
había ido.
Ella un poco sorprendida, pero, agradecida por ver aquello como
una oportunidad más para conservar su vida, trató de calmarse y de
pensar mejor las cosas.
Mientras tanto, afuera, Anthony esperaba las órdenes de su jefe
Raúl que no esperaba tener a la chica para esa noche, así que
decidió esperar hasta el día siguiente cuando supiera algo de su
gran enemigo, ahora lo tenía en sus manos y la venganza estaba
servida en bandeja de plata, ella viviría solo el tiempo que él
permitiera, pero, antes ocasionaría todo el dolor y sufrimiento
posible a Juan Pizarro, era la única manera de devolverle todos y
cada uno de los segundos amargos vividos desde que asesinó a su
hijo.
Anthony era un hombre de sangre fría que no era ni la sombra de
aquel chico que huyó de su casa escapando de los problemas que
había en ella, no había ni rastro de culpa, sentimiento, ni nada que
se le pareciera en su alma y corazón.
Se había convertido en un cabrón de primera que a toda
semejanza con cualquier personaje de la era vampírica de antaño,
solo se sentía realmente satisfecho cuando veía correr la sangre de
su víctima. Era una bestia indomable que lo único parecido que
tenía con la raza humana era la piel que lo recubría.
Su transformación interna se basó en dejar a un lado y en el
olvido todos los dogmas inculcados por los principios morales y
religiosos con los que se crió en sus primeros años de vida, esos
que quizás no lo hubieran dejado avanzar de la manera en que lo
hizo.
Externamente se trazó la meta de ser un hombre fuerte, que
realmente inspirara miedo a sus enemigos y más que eso respeto,
algo que se había ganado dentro del gremio donde se
desempeñaba, ninguno en toda la historia había vivido tanto, ni
tenía en su haber tantas víctimas como él, la gran diferencia
radicaba en su astucia, en la manera en cómo realizaba sus
trabajos. Era un verdadero profesional.
Pero como todo gigante tenía un punto débil, y aunque ni él
mismo lo conocía, pronto lo descubriría.
Estaba sentado en una silla justo frente a la puerta de la
habitación donde tenía a la chica, él nunca sabía las razones por la
cual lo enviaban a asesinar a alguien, y realmente nunca le interesó,
pero, esta vez sentía un poco de curiosidad al respecto y no sabía
el porqué de eso.
Sin dudas era una joven muy hermosa y con unos atributos
encantadores que se exponían fácilmente teniendo como vitrina el
sensual vestido que llevaba. Ella no era el objetivo común por el que
él siempre iba y eso le resultaba bastante extraño.
Por otra parte, su jefe sólo le ordenó secuestrarla, pero más allá
de eso no sabía más nada, así que esperaba la orden para
ejecutarla o hacer con ella lo que le pidieran.
Anthony escuchó algunos movimientos dentro de la habitación y
procedió a entrar para ver si todo estaba en orden. Al entrar no vio
más que una simple joven aterrorizada tratando de alejarse de él,
era lo más natural. En ese momento pensó que era muy exagerado
tenerla amarrada de pies y manos, pero, era lo que le habían
ordenado.
No duró mucho tiempo dentro era mejor irse y dejarla descansar,
si es que podía hacerlo.
De nuevo afuera, el hombre tuvo una extraña sensación y una
imagen llegó imponente a su mente. Era aquel joven implorando
porque no le quitaran su vida después de sacarle un billete del
bolsillo. Su verdugo no lo pensó dos veces antes de vaciar su arma
sobre él asegurando que la razón había sido la mentira.
En ese momento Anthony no entendía las razones de lo que
había pasado, pero ahora estaba seguro de que aquel asesino era
una persona igual a él, con las mismas ganas de hacer su trabajo de
la mejor manera.
Ahora comparaba a Amaia con aquel muchacho indefenso y sin
salida, ella estaba en la misma situación y eso representaba un
peligro para su secuestrador que nunca estaba más de dos minutos
con su víctima, no había ningún tipo de acercamiento y era eso lo
que evitaba cualquier empatía.
El hombre se sentó de nuevo en la silla y trato de dejar su mente
en blanco hasta que su jefe decidiera dar el siguiente paso.
Pero esa noche soñó con su madre, con los sacerdotes que
dictaban clases en el colegio al que asistía, con los sermones que
escuchaba en la iglesia durante esas largas misas y con aquellas
dudas que lo azotaban junto cuando salió a la calle que le hacían
pensar entre el verdadero significado entre lo bueno y lo malo.
Se despertó muy entrada la noche y escuchaba sollozos a través
de la puerta, un pequeño ruido que parecía retumbar en sus
tímpanos, algo que pocas veces percibió en trabajos anteriores.
Sentía la necesidad de entrar y callar todo eso de la única manera
en que lo sabía hacer, pero por otro lado sus sueños estaban
latentes, esos sueños de su anterior vida que nunca antes había
tenido.
Pero, entonces comenzó a recordar cuando ataba a la chica. Su
cuerpo era una fuente inagotable de deseo, lujurioso y que podría
volver loco de pasión a cualquier hombre. No pudo evitar mirarle,
era lo más cercano que había estado a una mujer desde que pasó lo
que pasó con aquella rubia despampanante y hermosa que lo
esperaba día tras día en la misma habitación del burdel.
Atrás se habían quedado los días de sexo y drogas sin control,
atrás se había quedado el recuerdo de aquellos días de locura y
pasión, pero, la experiencia perduraría a través de los años así
como una mancha indeleble en su vida.
Sus instintos más básicos lo llevaron a quedarse viendo durante
un rato a la chica, hasta que decidió dejarla en la habitación y
alejarse.
El lloriqueo de la joven seguía y Anthony necesitaba con urgencia
las órdenes de su jefe, debía salir de esa situación lo antes posible o
quizá las cosas se complicarían. Él no era un hombre que estaba
hecho para esperar, él mismo se había forjado para ser una
máquina rápida y precisa.
Ambos estaban pasando por situaciones inéditas y de alguna u
otra forma debían calmarse y pensar la manera de huir de eso.
Amaia dejó de llorar y se concentró en esperar la primera
oportunidad para escapar, era algo que más que nada se basaba en
la esperanza.
Anthony afuera solo quería poner en funcionamiento su arma, era
lo único que necesitaba para estar tranquilo y seguir adelante.
El móvil sonó justo antes del amanecer y el hombre no dejó que
repicara por más de dos segundos para atenderlo.
—¿Cómo se encuentra la chica?
—Imagino que muy asustada. Lloró durante toda la noche.
—Bien. En unas horas vuelvo a llamarte. ¿Necesitas que alguien
te releve?
—No. Estoy bien, pero creo que podríamos desamarrarla para
tenerla un poco más cómoda y evitar que llore tanto.
—¿Y desde cuando te interesa la comodidad de tus víctimas?
—¡Desde que me dejas por más un minuto como niñero de tus
encargos!
Anthony colgó y dejó el móvil a un lado.
Desde ese momento no escucho más las quejas de la chica y
entonces esperó hasta el amanecer para entrar a verla. Aunque no
estaba seguro para qué lo haría realmente.
Un rayo de sol entró por una pequeña lámina transparente que
era parte de un improvisado techo sobre la habitación en donde se
encontraba Amaia y ella entonces tuvo una mejor idea del lugar
donde se encontraba. En ese momento sus piernas y brazos
estaban totalmente acalambrados y sus movimientos más limitados
que nunca. El dolor era insoportable.
Los espasmos estuvieron a la orden del día y comenzaron a
hacer estragos. La choca trató de aguantar lo más que pudo, pero,
por momento gritaba hasta donde la mordaza le permitía, sentía una
mezcla de rencor, rabia, culpa y desespero que no sabía cómo
canalizar.
El dolor seguía siendo el protagonista y sus gritos involuntarios
comenzaban a ser más fuertes y frecuentes. De pronto
abruptamente se abrió la puerta y ahora entró mucha más luz que la
noche anterior, Amaia había quedado ciega por unos segundos y
trataba de alejar su vista de esa intensa luz.
Sintió cuando la tomaron por los brazos y la sentaron en la cama,
la claridad seguía siendo un obstáculo aunque sus ojos comenzaron
a adaptarse. Como por arte de magia la mordaza desapareció y su
primera acción después de eso fue esculpir la silueta que tenía
frente a ella, la respuesta no fue la que esperaba. Anthony la tomó
del rostro a la altura de la quijada firmemente y entonces por fin ella
pudo ver de cerca esos ojos café que parecían no tener expresión
alguna.
—¡Cabrón de mierda!
—¡Ya basta! Cállate de una vez.
Ella lo escupió de nuevo.
La mano de Anthony se cerró con más fuerza y ella sintió un
dolor intenso.
—¡Si lo vas a hacer, hazlo de una vez!
Él la miraba fijamente y una sensación de ira lo invadía por
dentro.
—¿Acaso no tienes los huevos bien puestos? ¿O necesitas que
alguien dé la orden? Pues, te la estoy dando yo.
Amaia por supuesto estaba muerta de miedo, pero, era su
carácter el que estaba hablando por ella, esa personalidad fuerte y
decidida que había heredado de su padre estaba haciéndose
presente en ese momento. Ella no podía ser de otra manera, era
como la había criado.
Anthony la soltó y antes de cometer una locura decidió salir de la
habitación lanzando la puerta con todas sus fuerzas y buscando la
manera de calmarse. A pesar de todo era un profesional y estaba
ahí bajo el mando de su jefe y debía respetar los tiempos que él
asignaba a su trabajo.
El hombre tomó el móvil e intentó llamar a Raúl, pero, colgó antes
que la llamada conectara. Sus manos estaban temblando y la furia
que corría por sus venas parecía indomable, así que salió de ese
lugar tratando de tomar un poco de aire y calmarse.
Amaia se quedó sola, pero, al menos ahora no tenía la mordaza.
La chica trataba de moverse lo más que podía para mantener la
circulación en sus extremidades. Ahora le había visto la cara a su
captor y estaba sorprendida por todo lo que logró decirle, sabía que
ahora habría consecuencias por eso.
Una hora más tarde mientras Anthony estaba mucho más
calmado la chica estaba adormecida, entonces él pensó que era
hora de que ambos comieran algo. Se acercó a la puerta de la
habitación y se quedó un momento allí tratando de escuchar algún
ruido o queja, pero, ella al parecer se había dormido. Era momento
para hacerlo.
Había un lugar cercano donde podría comprar algo de comida, lo
cual hizo rápidamente, y entonces en su camino de regreso solo
podía pensar en la valentía que tuvo la chica en hablarle de esa
manera, era increíble que a pesar del miedo que había en sus ojos
ella pudiera decirle todas esas palabras sin titubear. Sin duda alguna
era digna hija de su padre.
Aparcó el coche, salió y llevaba la comida con él, pero, justo
antes de entrar un pensamiento le vino a la mente el cual hizo que
se detuviera. Ahora Anthony estaba en un serio dilema y debía
solucionarlo lo antes posible.
Su móvil comenzó a sonar en ese momento, pero él no respondió
de inmediato, ya llegaría el momento de responder esa llamada de
la manera correcta. En la mente de Anthony las cosas se estaban
tornando de otra manera.
VII

Sumidos por la pasión

La puerta esta vez se abrió lentamente y ella despertó del vago


sueño en el que estaba sumida, dio un respingo y trató de
incorporarse lo más que pudo.
Antes de entrar Anthony recordó que la última vez que había
comprado comida para alguien había sido para su rubia en aquel
burdel. Pero, por su puesto esta vez las cosas eran completamente
diferentes, estaba siguiendo órdenes de su jefe. Debía mantenerse
tranquilo.
Pero, la verdad él no tenía la necesidad de eso.
Amaia no sabía qué pensar en ese momento, así que tomó una
gran bocanada de aire y esperó a que él hiciera lo que tenía que
hacer.
Pero, el hombre parecía algo extraño esta vez, dejó una bolsa a
un lado y entonces se acercó a la chica, la volteó y comenzó a sacar
los nudos de las cuerdas. No podría comer con las manos atadas.
De la misma manera en que entró, salió. Su rostro no tenía
ninguna expresión, lo cual por momentos es peor, de esa manera
ella no sabría qué esperar.
Pero, de todas maneras Amaia sintió que su fin no estaba tan
cerca, pero, los dolores al mover los brazos y terminar de quitarse
las atadura fueron feroces, los calambres eran descomunales y no
le dieron ni un tipo de tregua a la chica. Ella trató de no gritar ni un
momento y dejaba pasar el dolor poco a poco, la sangre volvía a
fluir por todos lados de la manera correcta.
Estuvo más de una hora tratando de recuperar la movilidad y
entonces vio la bolsa al lado de la puerta, asumiendo que era
comida ella intentó levantarse de la cama, pero, cayó de rodillas, las
piernas no le daban para más, tenía más de 24 horas sin caminar.
Se quedó en el suelo durante un rato hasta que pudo por fin
levantarse y caminar un poco para alcanzar la bolsa.
Anthony por fin pudo hablar con su jefe, pero, las noticias no eran
alentadoras.
—Yo no soy un empleado cualquiera, si necesitaba una niñera
pudo llamar a cualquier anuncio en la guía telefónica.
—¿Sabes a quién le estás hablando, no?
—Yo no creo en jerarquías, para mí todos somos iguales, solo
que alguno tienen más dinero que otro. Pero, la verdad es que del
suyo no necesito.
—Definitivamente te estás saliendo de tu papel y no lo voy a
permitir.
—Estás equivocado Raúl, ahora las reglas las pongo yo.
—¿De qué estás hablando?
Anthony colgó la llamada y apagó el teléfono.
De nuevo la ira se apoderaba de él y entonces caminaba de un
lado a otro, pensando en sus nuevos movimientos. Tenía la ventaja
para él puesto que gracias a sus excelente trabajos anteriores él se
llevó a la chica a un lugar seguro del que, ahora su exjefe, no tenía
ni la más mínima idea. Por ese lado ganaría mucho tiempo.
Pero, ahora el problema era qué hacer con la chica, ella podía
valer mucho dinero independientemente de quien se la entregara,
era una pieza muy valiosa.
En ese momento golpearon a la puerta de la habitación e
instintivamente él volteó de inmediato y sacó su arma, pero, no
podía ser otra persona más que Amaia.
Él se acercó y entonces abrió.
Ella ni siquiera lo miró.
—Necesito el baño.
—Bien.
La chica siguió al hombre hasta un cuarto sin puerta y entonces
entró. Ella se sorprendió al ver que se retiró para darle toda la
privacidad posible.
Amaia miró a su alrededor buscando un ventana para escapar,
pero, lógicamente no había nada. Al salir del baño lo observó a lo
lejos, tenía una figura espectacular y además era muy rudo, algo
que no le llamaba mucho la atención ya que se crió alrededor de
hombres con el estilo de él.
Siguió su camino hasta la habitación y entró, casi de inmediato él
hizo lo mismo y notó que la chica se había comido todo, recogió las
bolsas, salió y entonces cerró la puerta.
Ese día transcurrió sin mucho más que una nueva tanda de
comida y dos viajes al baño, pero, no hubo ningún tipo de contacto.
Sin dudas ella no confiaba en él y Anthony estaba tratando de
mantenerse calmado ante la constante tentación que parecía ser la
chica.
Tres días después ya Amaia estaba recuperada de sus dolores
en las piernas y brazos. Las cosas se habían hecho un poco más
llevaderas entre Anthony y ella y los momentos de la hora de comer
ya eran comunes así como cada una de las veces que iba al baño.
Entonces fue aquella mañana del cuarto día cuando despertó y la
puerta estaba abierta. Una leve sensación de alegría la recorrió por
completo, pero, solo por un segundo. Fue precavida y entonces se
levantó de la cama para asomarse hacia afuera.
Su esperanza de estar sola se desvaneció por completo, pero en
lugar de eso vio algo que realmente le llamó a la atención.
Muerto de aburrimiento, esclavo solo de sus pensamientos y
además víctima de un extremo estrés, el hombre estaba
desahogándose haciendo ejercicios en la parte de afuera y
realmente y solo por unos segundos, Amaia se olvidó de todo
cuando observó el esbelto y bien formado cuerpo de Anthony. Los
ojos de la chica se paseaban por cada uno de los músculos que
podía ver y parecía que todos sus problemas habían terminado.
Pero, entonces volvió a su cama antes de que él la descubriera.
Su corazón palpitaba ahora, pero, de una manera muy diferente,
estaba como asustada y al mismo tiempo se sentía ansiosa, Amaia
no sabía de qué se trataba todo eso.
Desde la habitación podía escuchar el esfuerzo del hombre y
sentía la necesidad de volver a verlo, pero, esperó hasta el
momento preciso. No tuvo la valentía de volver a asomarse.
Anthony entró un rato más tarde ya con su camiseta puesta y por
primera vez le preguntó algo directamente.
—¿Tienes hambre?
—Sí.
—Bien.
El hombre salió y ella quedó sorprendida de que de nuevo dejara
la puerta abierta. Amaia pacientemente se quedó en la habitación y
salió cuando creyó que ya tenía espacio libre para hacerlo.
Lógicamente lo primero que buscó fue la manera de salir de ahí,
pero, no había forma, ni siquiera pudo ver hacia el exterior, aunque
de igual forma no habría encontrado un punto de referencia,
realmente ella no conocía mucho fuera de la mansión.
Escuchó el motor del coche y entonces corrió a su cama
nuevamente.
Anthony entró hasta la habitación y entonces dejó las bolsas en el
mismo lugar de siempre, pero, en ese momento la chica habló casi
por inercia. A él le sorprendió un poco todo eso.
—¿Quieres comer aquí conmigo?
Él se detuvo por un momento, pero, la verdad es que ya no le
importaba mucho lo que pasara. Dio un par de pasos hacia atrás y
entonces se sentó en el suelo.
Casi a mitad de comida Amaia alzó la voz.
—Quizá no puedas decirme tu nombre, ¿pero, al menos podría
llamarte de alguna manera?
—¿Se te ocurre algo?
—La verdad no.
—Soy Anthony.
Ella no sabía si era el verdadero nombre del hombre o si le
estaba mintiendo, pero, sea cual fuere el caso, le gustaba realmente
ese nombre. Por otra parte Anthony no sabía la verdadera razón por
la cual le dio su nombre, pero se sintió bien al hacerlo.
—¿Y sabes hasta cuando estaremos aquí?
Él siguió comiendo sin hacer caso a la pregunta.
—¡Oye, te hice un pregunta!
—Sí, la escuché.
—Necesito una respuesta.
—No la tengo.
—¡Carajo!
La chica lanzó un trozo de pollo que tenía en la mano. En ella
había como una especie de sentimiento mutante, no sabía qué
hacer para sacar de su mente todo aquello. ¿Pero, qué era lo que
realmente estaba sintiendo en ese momento?
Ella se levantó y entonces lo enfrentó.
—No quiero estar ni un momento más aquí, cabrón.
Anthony se levantó con mucha paciencia y antes de discutir con
ella decidió salir, pero, la mujer se le atravesó en el camino. Eso no
era una buena idea cuando estabas tratando con una persona como
él, era mejor llevar las cosas con calma.
—No es justo, pensé que eras un hombre más valiente, pero,
solo eres el títere de alguien más.
Ella golpeó con toda su fuerza el pecho del hombre y entonces
recordó de inmediato la musculatura del mismo, algo que
mentalmente la sacó de balance.
—Es preferible dejar las cosas de este tamaño.
—¡No, no las podemos dejar de este tamaño! Si me vas a matar
hazlo de una buena vez. Es la segunda vez que te lo pido. ¿Cuántas
veces más necesitas escucharlo?
El hombre trataba de contenerse, pero, los gritos de la chica era
muy intensos.
—Anda, saca tu arma y mátame.
Anthony la tomó por el rostro como la vez pasada y entonces
acercó el de él.
—Ya basta.
Ella entonces lo miraba fijamente, pero, por dentro no sentía ira y
lo que crecía era algo muy diferente. Ahora esos ojos cafés parecían
tener algo detrás de ellos. La mujer se sintió con más seguridad que
nunca y entonces iba por más, tenía que descubrir lo que ocultaba.
Amaia intentó morderlo en los labios y entonces por puro instinto
él se acercó más y entre puñetazos de ella, fue él quien lanzó la
mordida alcanzado a rozar el labio inferior de la chica. Eso fue
suficiente para ella que comprendió todo lo que sentía.
Ella relajó los músculos de su rostro y entonces sintió cuando la
presión en su mandíbula fue menos y se fue encima del hombre con
un beso extremo. Fue algo incontenible que realmente salió de
manera muy espontánea.
Inmediatamente recibió una respuesta directa de él devolviendo
el beso.
Un beso apasionado, lleno de vigor y de mucha adrenalina. Era
algo increíble y sus cuerpos estaban reaccionando al momento de la
manera adecuada.
Una enorme erección era más que notoria en la entrepierna de
Anthony y ella al verla de reojo sabía que no había vuelta atrás y era
eso realmente lo que más deseaba. Su vagina se mojaba cada vez
más.
Entonces todo comenzó a avanzar muy rápida y violentamente
cuando sus besos se transformaron en detonantes para lo demás.
Sus manos comenzaron a recorrer y a quitar prendas que solo
estaban estorbando.
Aunque no había caricias los roces se sentían como tal.
Entonces, sin darse cuenta ella tenía en freta un escultural
cuerpo muy bien definido y trabajado a la perfección. Los músculos
abdominales sobresalían de manera espectacular y Amaia se tomó
unos segundos para contemplarlos, tocarlos y besarlos. Eso la
excitaba muchísimo.
Ella se echó hacia atrás y se sacó completamente el vestido,
quedando solo con una panty muy pequeña y sexy. Sus senos
quedaron completamente expuestos y Anthony no podía creer que
todo eso estuviera pasando, tenía más de 8 años que no tocaba a
una mujer y era desde aquella vez con su rubia excepcional.
Los grandes pechos de la chica eran perfectos. Redondos,
simétricos y muy jugosos. Él entonces se lanzó sobre ella y
comenzó a chupar sus pezones, algo que la volvió loca en un
instante. De pronto estaba acostada y la cama que era su único
refugio en ese antro asqueroso donde estaba, ahora se convertiría
en un nido de pasión.
Anthony se levantó frente a ella y entonces terminó de quitarse el
pantalón dejando salir su gran arma secreta, la más descomunal
que tenía. Amaia quedó asombrada ante la presencia de semejante
pene y comenzó a lubricar de manera espontánea.
Sin pensarlo abrió sus piernas y después de un breve pero,
efectivo movimiento en su panty comenzó a sentir una presión
enorme en su vagina. La chica estaba experimentando su primera
experiencia sexual con un hombre que unos días antes la había
secuestrado y estuvo a punto de matarla.
Poco a poco los pensamientos de Anthony se movía hacia viejos
tiempos, pero, esta vez las cosas eran más improvisadas, no
necesitaba dinero para tener sexo y además estaba seguro que esta
no huiría con millones de los que él había ganado. Ahora no había
cocaína y quizá esta terminara como la rubia.
Pero, se concentró en lo que estaba viviendo en ese momento.
Amaia estaba asustada, pero, necesitaba sentir todo eso que su
cuerpo le exigía de una u otra forma. Ella se agarraba de las
sábanas y tratando de contener el dolor que sentía, pero, esta vez
era sostenible, nada parecido a lo que había pasado estos últimos
días con los espasmos.
Entonces sintió cuando aquel animal que la exploraba
internamente llegó al tope y comenzó su odisea de penetración sin
parar.
Las entradas eran cada vez más frecuentes y cada una parecía
tener su propia forma de hacerla sentir.
El coito era algo sobrenatural para ella y no sabía cómo
reaccionar ante tanto placer. La chica se debatía entre un remolino
de sensaciones únicas e inefables, algo nunca experimentado y que
había nacido ese mismo día cuando vio al hombre sin camisa y
ejercitándose.
Los gemidos de Amaia comenzaron a aparecer tímidamente
hasta convertirse exponencialmente en gritos que no podía
controlar.
Ahora su vagina se había adaptado completamente y todo era
placer.
Anthony sentía la mejor sensación del mundo y no sabía si era
por estar la sintiéndolo por primera vez sin los efectos de las drogas
o el alcohol, pero, la verdad es que Amaia era algo completamente
increíble.
Ahora que la estaba follando con todas sus fuerzas la veía tan
dócil que no parecía esa chica que le pedía que la asesinara, era
como si ahora se tratara de una pequeña dama dispuesta a darle
todo el placer del mundo.
La volteó y entonces ella se apoyó sobre sus codos, él la tomó
por las caderas y entonces la embistió de nuevo sin esperar mucho,
ahora tenía mejor ángulo y podía manejar las penetraciones a su
antojo.
Ella seguía gimiendo sin parar y las cosas iban mejor que nunca,
pues su mente solo estaba dedicada a pensar por lo que estaba
pasando en ese momento.
Una nalga muy fuerte la sorprendió y la hizo gritar.
—¡Dame así!
Otra nalgada en el otro lado con más fuerza la hizo saltar un
poco, pero, la combinación del placer que sentía en ese momento
con la piel ardiente en su trasero era algo que quizá un poeta muy
inspirado pudiera describir con precisión.
Los senos de la chica rebotaban sin parar y en ocasiones
Anthony los apretaba con algo de fuerza y retorcía los pezones.
Amaia agradecía en su mente todo eso.
¿Qué tanto placer podía darle ese hombre?
La chica estaba a punto de llegar al orgasmo y se dejó llevar de
inmediato. Sintió como una especie de corriente la recorrió
completamente por dentro dejándola sin fuerzas, era como si toda
su energía se estuviera escapando de su cuerpo.
El grito de la chica quizá se escuchó a un kilómetro a la redonda
y la sensación de placer pasaba de los sublime a lo ridículo, era algo
completamente espectacular.
No sabía que hacer más que gemir una y otra vez, una y otra vez.
Amaia se sentía mejor que nunca. Esa era la clase de libertad que
estaba buscando y si estar secuestrada era el precio para seguir
teniéndola (irónicamente) entonces ella seguiría pagándolo sin duda
alguna y si era con Anthony más todavía.
Unos espasmos, que le recordaron los calambres de días
anteriores, azotaron sus piernas. La diferencia es que estos se
sentían muy bien y eran síntomas de un excelente sexo.
Todo termino siendo perfecto cuando sintió sobre su espalda todo
el semen caliente de su amante. El dejó que sus fluidos recorrieran
la piel de la chica que ahora estaba viajando por un lugar el cual no
conocía.
El lazo entre ellos ahora era cierto, no había dudas y por primera
vez Anthony sintió algo en su corazón, algo que quizá sería el
comienzo de su final, pero, que por otro lado era lo que realmente
necesitaba en su vida.
Ambos caminaron a la ducha y dentro volvieron a estar juntos
una vez más, ahora vendría la parte más difícil.
VIII

Decisiones

Esa noche, después de varios días sin poder hacerlo, Amaia


durmió tranquilamente e irónicamente se sentía protegida.
Afuera a un lado de ella estaba Anthony que no supo
exactamente cómo es que todo eso había llegado hasta ese punto
tan extremo, pero, la verdad es que se sentía bien y estaba
experimentando algo nuevo dentro de él, era como aprender a sentir
nuevamente.
¿Pero, qué era lo que sentía? ¿Podía explicarlo?
Definitivamente había pasión y eso estuvo en evidencia desde el
primer momento en que la estaba cargando hasta su coche después
de que se desmayara, después sin quererlo recordaba esos senos
que se veían tan bien en ese vestido y fue acumulando las ganas de
manera subconsciente.
Pero, más allá de eso no podía identificar nada más, era muy
difícil para un hombre con ciento de muertes a sangre fría en su
expediente, decir si sentía algo por alguien que era igual a todas las
personas a las que les quitó la vida sin pensarlo.
Así que hacía falta más tiempo para definir algo así.
Sin dudas que ahora el plan tenía que ser completamente
diferente al original, el cual estaba empezando a tejer. No sabía
exactamente cómo lo abordaría, pero, lo primordial sería la
protección de la vida de Amaia.
Ya no importaba el dinero. Tenía el suficiente como para vivir el
resto de sus días entre los mejores lujos del mundo, logró hacerlo
así después de que la rubia lo robara y lo dejara sin un centavo y en
la calle.
Anthony tuvo que empezar de cero y la verdad no fue fácil ya que
tuvo que tuvo que lidiar con sus problemas de drogas y una
pequeña depresión que lo acompañó durante unos cuatro meses,
pero, tuvo la suerte de mantener su arma cargada y con el pulso
firme siempre.
Un día, después de dos años y cuando ya las cosas parecía
tomar rumbo para él, se tropezó con aquella rubia en la calle, ella
estaba más drogada que nunca, tanto que ni siquiera lo reconoció al
momento de pedirle ayuda. Él sólo le pasó por un lado y la dejó ahí
donde estaba, quizá el tiempo se encargó de lo demás.
Ahora tenía su lado una chica algo más joven que él, pero que
tuvo la fórmula para despertar algo en su corazón a pesar de la
situación en la que estaban, una chica que fue capaz de cambiar
todos los dogmas que ahora Anthony había escrito. Ella sin quererlo
logró más de lo que nadie había podido hacer.
El tiempo era oro y debía irse de ahí pues tarde o temprano lo
encontrarían y no solo sería él quien pagara todas las
consecuencias.
Amaia despertó unas horas más tarde y estaba sola en la
habitación. Se sintió extraña al pensar que necesitaba a Anthony
ahí. Pero, esa era la verdad. Su alma ahora soñaba con el chico, su
mente lo quería y su cuerpo lo deseaba con todas las ganas el
mundo.
No se atrevió a salir de inmediato así que se tomó un momento
para analizar las cosas un poco.
Estaba segura de lo que sentía por Anthony y aunque era
increíble para ella, era más real que cualquier otra cosa. Pensó por
un momento en lo que llaman síndrome de Estocolmo, era una
posibilidad de que ese trastorno psicológico temporal la estuviera
atacando, pero estaba casi segura de que era algo más que eso.
La chica sintió una enorme conexión completamente inédita para
ella, algo que jamás había vivido y que probablemente era lo más
sincero que pudiera experimentar, pero, tenía que entrar en la
realidad y eso tocaba dos puntos importantes.
Lo primero era Anthony, por supuesto. Y es que ella no conoce
nada de él, es un extraño completamente y a ese punto se le añadía
el hecho de que era un asesino, una personal que ante los ojos de
la sociedad, era mala y quizá, más allá de eso, no sabía si estar con
él sería una opción real.
Por otro lado estaba el volver a casa con su padre. ¿Era
realmente una opción para ella? Volver sería caer en algo mucho
peor a lo que ya había estado viviendo, puesto que esta experiencia
sería para Juan algo que no superaría jamás. Era perder todo lo que
había ganado hasta ahora.
Y, sí que había ganado mucho.
En ese momento entró Anthony a la habitación y su corazón
galopaba en su pecho, la verdad es que a cada momento lo notaba
más atractivo.
—¿Estás lista?
—¿Lista?
—Sí, debemos irnos.
—Pero, ¿irnos a dónde?
—No lo sé con certeza aún, pero, no podemos quedarnos más
tiempo aquí.
Ella se levantó de inmediato y lo siguió hasta el coche donde se
subieron los dos y salieron por el gran protón.
Amaia miraba a Anthony, pero, la verdad es que en ese momento
se sentía bastante nerviosa y no sabía si preguntarle algo de lo que
había estado pensando, indiscutiblemente él ya había tomado una
decisión, pero, para ella era importante saber lo que pretendía.
—Anthony, yo…
Una ráfaga de balas los sorprendió de inmediato y entonces él
tomó por la nuca a Amaia y la puso lo más abajo posible mientras el
trataba de maniobrar con la otra mano. Aceleró a todo lo que daba
el vehículo y siguió por el camino sin parar.
Trataba de mantener la calma y hablaba en voz alta para que la
chica lo escuchara.
—¡Necesito que te mantengas en esa posición hasta que yo te
diga lo contrario! ¿Me entiendes, Amaia?
—¡Sí!
Más allá otro coche los seguía muy de cerca y notó que era el
compañero con el que había hecho el trabajo para secuestrar a
Amaia. Lamentablemente iría contra él si realmente se interponía en
su camino.
Para Anthony no había ningún tipo de límites a la hora de
exterminar, no importaba quien era o qué cargo tenía, si era su
deber borrarlo del mapa, lo haría y los que iban en el coche de atrás
sabían eso de sobra, así que debían asesinarlo antes de que él
tuviera la más mínima oportunidad. Nunca fallaba.
Los coches entonces seguían por el camino de tierra dejando
atrás una gran nube humo. Otra ráfaga de balas alcanzó el coche de
Anthony, pero, tanto él como la chica seguían ilesos aunque esta
vez los disparos estuvieron mucho más cerca.
Tratar de disparar era imposible para él en ese momento,
entonces tenía que buscar otra manera de deshacerse de ellos.
De pronto vio una oportunidad y no la podía dejar pasar, así que
sin pensarlo frenó completamente y el coche que los venía
persiguiendo hizo lo mismo solo que sus llantas hicieron contacto
con el parachoques de Anthony haciendo que la parte delantera se
levantara completamente y el coche perdiera todo el control
volcándose.
A pesar del fuerte golpe los ocupantes comenzaron a salir del
maltrecho vehículo poco a poco. La idea de ambos era escapar lo
más rápido posible.
Anthony no podía permitir que ellos siguieran siendo un estorbo
para él en el futuro, así que tomó su arma y salió del coche dejando
a Amaia sola.
Él en ese momento estaba siguiendo sus instintos, no necesitaba
hacerlo, pero, se estaba cubriendo las espaldas. El copiloto fue el
primero que se asomó y Anthony le lanzó un balazo en la cabeza sin
ningún tipo de dudas, pero, más allá, bastante herido iba quién
había sido su compañero días antes.
Todo eso era un poco más difícil cuando la persona a la que iba a
asesinar era conocida.
—Entiendo que estás haciendo tu trabajo y eso lo respeto.
El hombre en el suelo no podía hablar y entonces se detuvo
sabiendo que era lo que le venía. Cuando estabas a los pies del
gran Anthony solo una cosa podías esperar.
El hombre disparó un par de veces en la espalda del otro y
entonces se dio media vuelta para irse lo más lejos que pudiera.
Nadie tenía la sangre tan fría.
Desde su ángulo Amaia observó al verdadero Anthony, un
hombre despiadado que no le temblaba el pulso a la hora de ponerle
una bala en la cabeza a otra persona, incluso si era su compañero.
Ella estaba horrorizada por lo que estaba viendo, pero, también
entendió que su vida dependía directamente de eso.
Tenía la oportunidad de tomar una decisión antes de que ese
monstruo se la llevara, pero, no lo hizo así, fue fiel a sus
sentimientos y seguiría hasta el lugar que él prometió. Confiaba en
él.
El camino se hizo algo largo y tedioso por lo que la chica terminó
durmiéndose.
Pronto supo que ella había visto su lado más oscuro, lo único que
sabía hacer bien. ¿Estaba bien llevarla con él o era mejor dejarla ir y
que ella ahora tomara las cosas de otra manera?
De lo que estaba seguro es que lo que había en su corazón era
amor y dejar ir a la chica sería el golpe más fuerte que podría sufrir
en ese momento, es más, él estaba dispuesto a dejarlo todo por ella
y comenzar una nueva vida lejos del país, la ventaja que él tenía es
que todos sus trabajos había sido perfectos y nunca nadie lo había
visto, solo Raúl, pero, de él podría encargarse luego.
La verdad es que si hay cosas buenas y malas en el mundo
también hay decisiones correctas o incorrectas, en ese momento él
decidió hacer lo correcto por ella.
Se aparcó y entonces la despertó.
Ella se incorporó con algo de dolor en el cuello por todo lo que
había pasado y entonces se dio cuenta de inmediato.
—¿Qué estás haciendo, Anthony?
—Lo que ves.
—¿Pero, es esto lo que quieres?
—Creo que es lo correcto.
La chica sonrió irónicamente.
—¿Me hablas de “lo correcto” cuando acabas de asesinar a dos
hombres en la carretera?
—Sí, así es.
—Pues, me parece que es lo más cínico que he escuchado en mi
vida.
Ella estaba a punto de reventar en llanto, en ese momento se
sentía como la mujer más infeliz del mundo.
—¿Sabes lo que pasará allá adentro después de unos abrazos y
algunas lágrimas?
—No tengo idea.
—Será lo mismo de siempre. Viviré un condenado infierno del
cual no podré escapar jamás, entrar ahí significa el fin de mi vida,
Anthony.
—Pero si te vas conmigo será peor, ellos nunca sabrán lo que
pasó contigo.
—Los llamaré en algún momento.
El la miró fijamente.
—¿Qué me estás queriendo decir?
—Que tomé una decisión hace mucho rato. Y te elijo a ti.
—Soy el mismo hombre que le disparó a otros dos en la
carretera. Lo acabas de decir. ¿Recuerdas?
—Yo veo al hombre que haciendo algo malo terminó salvando a
una chica de la más cruel de las cárceles, que le demostró que
dentro de todas las personas existe una pizca de amor y que me dio
la libertad que tanto anhelaba.
Anthony se quedó sin palabras y entonces encendió el motor de
nuevo.
No podía dejar ir a esa mujer tan especial que quizá terminaría
siendo su boleto para el retiro. Podía decir que estaba enamorado
de Amaia ya que por ella las cosas en su vida podrían ser
diferentes.
El hombre sonrió sinceramente después de mucho tiempo de no
hacerlo.
Un beso cerró la decisión de cada uno de ellos y ahora las cosas
serían diferentes.
Atrás quedaba una cárcel disfrazada de mansión.
“Bonus Track”
— Preview de “La Mujer Trofeo” —

Capítulo 1
Cuando era adolescente no me imaginé que mi vida sería así, eso por
descontado.
Mi madre, que es una crack, me metió en la cabeza desde niña que tenía
que ser independiente y hacer lo que yo quisiera. “Estudia lo que quieras, aprende
a valerte por ti misma y nunca mires atrás, Belén”, me decía.
Mis abuelos, a los que no llegué a conocer hasta que eran muy viejitos,
fueron siempre muy estrictos con ella. En estos casos, lo más normal es que la
chavala salga por donde menos te lo esperas, así que siguiendo esa lógica mi
madre apareció a los dieciocho con un bombo de padre desconocido y la echaron
de casa.
Del bombo, por si no te lo imaginabas, salí yo. Y así, durante la mayor parte
de mi vida seguí el consejo de mi madre para vivir igual que ella había vivido:
libre, independiente… y pobre como una rata.
Aceleramos la película, nos saltamos unas cuantas escenas y aparezco en
una tumbona blanca junto a una piscina más grande que la casa en la que me
crie. Llevo puestas gafas de sol de Dolce & Gabana, un bikini exclusivo de
Carolina Herrera y, a pesar de que no han sonado todavía las doce del mediodía,
me estoy tomando el medio gin-tonic que me ha preparado el servicio.
Pese al ligero regusto amargo que me deja en la boca, cada sorbo me sabe
a triunfo. Un triunfo que no he alcanzado gracias a mi trabajo (a ver cómo se hace
una rica siendo psicóloga cuando el empleo mejor pagado que he tenido ha sido
en el Mercadona), pero que no por ello es menos meritorio.
Sí, he pegado un braguetazo.
Sí, soy una esposa trofeo.
Y no, no me arrepiento de ello. Ni lo más mínimo.
Mi madre no está demasiado orgullosa de mí. Supongo que habría
preferido que siguiera escaldándome las manos de lavaplatos en un restaurante,
o las rodillas como fregona en una empresa de limpieza que hacía malabarismos
con mi contrato para pagarme lo menos posible y tener la capacidad de echarme
sin que pudiese decir esta boca es mía.
Si habéis escuchado lo primero que he dicho, sabréis por qué. Mi madre
cree que una mujer no debería buscar un esposo (o esposa, que es muy
moderna) que la mantenga. A pesar de todo, mi infancia y adolescencia fueron
estupendas, y ella se dejó los cuernos para que yo fuese a la universidad. “¿Por
qué has tenido que optar por el camino fácil, Belén?”, me dijo desolada cuando le
expliqué el arreglo.
Pues porque estaba hasta el moño, por eso. Hasta el moño de esforzarme
y que no diera frutos, de pelearme con el mundo para encontrar el pequeño
espacio en el que se me permitiera ser feliz. Hasta el moño de seguir
convenciones sociales, buscar el amor, creer en el mérito del trabajo, ser una
mujer diez y actuar siempre como si la siguiente generación de chicas jóvenes
fuese a tenerme a mí como ejemplo.
Porque la vida está para vivirla, y si encuentras un atajo… Bueno, pues
habrá que ver a dónde conduce, ¿no? Con todo, mi madre debería estar orgullosa
de una cosa. Aunque el arreglo haya sido más bien decimonónico, he llegado
hasta aquí de la manera más racional, práctica y moderna posible.
Estoy bebiendo un trago del gin-tonic cuando veo aparecer a Vanessa
Schumacher al otro lado de la piscina. Los hielos tintinean cuando los dejo a la
sombra de la tumbona. Viene con un vestido de noche largo y con los zapatos de
tacón en la mano. Al menos se ha dado una ducha y el pelo largo y rubio le gotea
sobre los hombros. Parece como si no se esperase encontrarme aquí.
Tímida, levanta la mirada y sonríe. Hace un gesto de saludo con la mano
libre y yo la imito. No hemos hablado mucho, pero me cae bien, así que le indico
que se acerque. Si se acaba de despertar, seguro que tiene hambre.
Vanessa cruza el espacio que nos separa franqueando la piscina. Deja los
zapatos en el suelo antes de sentarse en la tumbona que le señalo. Está algo
inquieta, pero siempre he sido cordial con ella, así que no tarda en obedecer y
relajarse.
—¿Quieres desayunar algo? –pregunto mientras se sienta en la tumbona
con un crujido.
—Vale –dice con un leve acento alemán. Tiene unos ojos grises muy
bonitos que hacen que su rostro resplandezca. Es joven; debe de rondar los
veintipocos y le ha sabido sacar todo el jugo a su tipazo germánico. La he visto
posando en portadas de revistas de moda y corazón desde antes de que yo
misma apareciera. De cerca, sorprende su aparente candidez. Cualquiera diría
que es una mujer casada y curtida en este mundo de apariencias.
Le pido a una de las mujeres del servicio que le traiga el desayuno a
Vanessa. Aparece con una bandeja de platos variados mientras Vanessa y yo
hablamos del tiempo, de la playa y de la fiesta en la que estuvo anoche. Cuando
le da el primer mordisco a una tostada con mantequilla light y mermelada de
naranja amarga, aparece mi marido por la misma puerta de la que ha salido ella.
¿Veis? Os había dicho que, pese a lo anticuado del planteamiento, lo
habíamos llevado a cabo con estilo y practicidad.
Javier ronda los treinta y cinco y lleva un año retirado, pero conserva la
buena forma de un futbolista. Alto y fibroso, con la piel bronceada por las horas de
entrenamiento al aire libre, tiene unos pectorales bien formados y una tableta de
chocolate con sus ocho onzas y todo.
Aunque tiene el pecho y el abdomen cubiertos por una ligera mata de vello,
parece suave al tacto y no se extiende, como en otros hombres, por los hombros y
la espalda. En este caso, mi maridito se ha encargado de decorárselos con
tatuajes tribales y nombres de gente que le importa. Ninguno es el mío. Y digo
que su vello debe de ser suave porque nunca se lo he tocado. A decir verdad,
nuestro contacto se ha limitado a ponernos las alianzas, a darnos algún que otro
casto beso y a tomarnos de la mano frente a las cámaras.
El resto se lo dejo a Vanessa y a las decenas de chicas que se debe de
tirar aquí y allá. Nuestro acuerdo no precisaba ningún contacto más íntimo que
ese, después de todo.
Así descrito suena de lo más atractivo, ¿verdad? Un macho alfa en todo su
esplendor, de los que te ponen mirando a Cuenca antes de que se te pase por la
cabeza que no te ha dado ni los buenos días. Eso es porque todavía no os he
dicho cómo habla.
Pero esperad, que se nos acerca. Trae una sonrisa de suficiencia en los
labios bajo la barba de varios días. Ni se ha puesto pantalones, el tío, pero
supongo que ni Vanessa, ni el servicio, ni yo nos vamos a escandalizar por verle
en calzoncillos.
Se aproxima a Vanessa, gruñe un saludo, le roba una tostada y le pega un
mordisco. Y después de mirarnos a las dos, que hasta hace un segundo
estábamos charlando tan ricamente, dice con la boca llena:
—Qué bien que seáis amigas, qué bien. El próximo día te llamo y nos
hacemos un trío, ¿eh, Belén?
Le falta una sobada de paquete para ganar el premio a machote bocazas
del año, pero parece que está demasiado ocupado echando mano del desayuno
de Vanessa como para regalarnos un gesto tan español.
Vanessa sonríe con nerviosismo, como si no supiera qué decir. Yo le doy un
trago al gin-tonic para ahorrarme una lindeza. No es que el comentario me
escandalice (después de todo, he tenido mi ración de desenfreno sexual y los
tríos no me disgustan precisamente), pero siempre me ha parecido curioso que
haya hombres que crean que esa es la mejor manera de proponer uno.
Como conozco a Javier, sé que está bastante seguro de que el universo
gira en torno a su pene y que tanto Vanessa como yo tenemos que usar toda
nuestra voluntad para evitar arrojarnos sobre su cuerpo semidesnudo y adorar su
miembro como el motivo y fin de nuestra existencia.
A veces no puedo evitar dejarle caer que no es así, pero no quiero
ridiculizarle delante de su amante. Ya lo hace él solito.
—Qué cosas dices, Javier –responde ella, y le da un manotazo cuando
trata de cogerle el vaso de zumo—. ¡Vale ya, que es mi desayuno!
—¿Por qué no pides tú algo de comer? –pregunto mirándole por encima de
las gafas de sol.
—Porque en la cocina no hay de lo que yo quiero –dice Javier.
Me guiña el ojo y se quita los calzoncillos sin ningún pudor. No tiene marca
de bronceado; en el sótano tenemos una cama de rayos UVA a la que suele darle
uso semanal. Nos deleita con una muestra rápida de su culo esculpido en piedra
antes de saltar de cabeza a la piscina. Unas gotas me salpican en el tobillo y me
obligan a encoger los pies.
Suspiro y me vuelvo hacia Vanessa. Ella aún le mira con cierta lujuria, pero
niega con la cabeza con una sonrisa secreta. A veces me pregunto por qué, de
entre todos los tíos a los que podría tirarse, ha elegido al idiota de Javier.
—Debería irme ya –dice dejando a un lado la bandeja—. Gracias por el
desayuno, Belén.
—No hay de qué, mujer. Ya que eres una invitada y este zopenco no se
porta como un verdadero anfitrión, algo tengo que hacer yo.
Vanessa se levanta y recoge sus zapatos.
—No seas mala. Tienes suerte de tenerle, ¿sabes?
Bufo una carcajada.
—Sí, no lo dudo.
—Lo digo en serio. Al menos le gustas. A veces me gustaría que Michel se
sintiera atraído por mí.
No hay verdadera tristeza en su voz, sino quizá cierta curiosidad. Michel St.
Dennis, jugador del Deportivo Chamartín y antiguo compañero de Javier, es su
marido. Al igual que Javier y yo, Vanessa y Michel tienen un arreglo matrimonial
muy moderno.
Vanessa, que es modelo profesional, cuenta con el apoyo económico y
publicitario que necesita para continuar con su carrera. Michel, que está dentro del
armario, necesitaba una fachada heterosexual que le permita seguir jugando en
un equipo de Primera sin que los rumores le fastidien los contratos publicitarios ni
los directivos del club se le echen encima.
Como dicen los ingleses: una situación win-win.
—Michel es un cielo –le respondo. Alguna vez hemos quedado los cuatro a
cenar en algún restaurante para que nos saquen fotos juntos, y me cae bien—.
Javier sólo me pretende porque sabe que no me interesa. Es así de narcisista. No
se puede creer que no haya caído rendida a sus encantos.
Vanessa sonríe y se encoge de hombros.
—No es tan malo como crees. Además, es sincero.
—Mira, en eso te doy la razón. Es raro encontrar hombres así. –Doy un
sorbo a mi cubata—. ¿Quieres que le diga a Pedro que te lleve a casa?
—No, gracias. Prefiero pedirme un taxi.
—Vale, pues hasta la próxima.
—Adiós, guapa.
Vanessa se va y me deja sola con mis gafas, mi bikini y mi gin-tonic. Y mi
maridito, que está haciendo largos en la piscina en modo Michael Phelps mientras
bufa y ruge como un dragón. No tengo muy claro de si se está pavoneando o sólo
ejercitando, pero corta el agua con sus brazadas de nadador como si quisiera
desbordarla.
A veces me pregunto si sería tan entusiasta en la cama, y me imagino
debajo de él en medio de una follada vikinga. ¿Vanessa grita tan alto por darle
emoción, o porque Javier es así de bueno?
Y en todo caso, ¿qué más me da? Esto es un arreglo moderno y práctico, y
yo tengo una varita Hitachi que vale por cien machos ibéricos de medio pelo.
Una mujer con la cabeza bien amueblada no necesita mucho más que eso.

Javier
Disfruto de la atención de Belén durante unos largos. Después se levanta
como si nada, recoge el gin-tonic y la revista insulsa que debe de haber estado
leyendo y se larga.
Se larga.
Me detengo en mitad de la piscina y me paso la mano por la cara para
enjuagarme el agua. Apenas puedo creer lo que veo. Estoy a cien, con el pulso
como un tambor y los músculos hinchados por el ejercicio, y ella se va. ¡Se va!
A veces me pregunto si no me he casado con una lesbiana. O con una
frígida. Pues anda que sería buena puntería. Yo, que he ganado todos los títulos
que se puedan ganar en un club europeo (la Liga, la Copa, la Súper Copa, la
Champions… Ya me entiendes) y que marqué el gol que nos dio la victoria en
aquella final en Milán (bueno, en realidad fue de penalti y Jáuregui ya había
marcado uno antes, pero ese fue el que nos aseguró que ganábamos).

La Mujer Trofeo
Romance Amor Libre y Sexo con el Futbolista Millonario
— Comedia Erótica y Humor —

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