0% encontró este documento útil (0 votos)
432 vistas4 páginas

La Santa Voluntad de Dios (II) - Hora Santa Con San Pedro Julián Eymard

Este documento ofrece consejos espirituales sobre vivir de acuerdo a la santa voluntad de Dios. Enfatiza que los creyentes deben aceptar todo lo que Dios quiera para ellos, ya sea consuelo o aflicción, y buscar sólo agradar a Dios en cada momento. También enfatiza que la norma suprema de la vida es seguir la voluntad de Dios del momento presente y dejarse guiar por Él en todo.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
432 vistas4 páginas

La Santa Voluntad de Dios (II) - Hora Santa Con San Pedro Julián Eymard

Este documento ofrece consejos espirituales sobre vivir de acuerdo a la santa voluntad de Dios. Enfatiza que los creyentes deben aceptar todo lo que Dios quiera para ellos, ya sea consuelo o aflicción, y buscar sólo agradar a Dios en cada momento. También enfatiza que la norma suprema de la vida es seguir la voluntad de Dios del momento presente y dejarse guiar por Él en todo.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 4

LA SANTA VOLUNTAD DE DIOS (2)

Consejos de vida espiritual


San Pedro Julián Eymard, Apóstol de la Eucaristía

HORA SANTA
Iglesia del Salvador de Toledo (ESPAÑA)
Forma Extraordinaria del Rito Romano

 Se expone el Santísimo Sacramento como habitualmente.


 Se recitan las oraciones del Ángel de Fátima.
Mi Dios, yo creo, Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo,
adoro, espero Os adoro profundamente y Os ofrezco
y os amo. el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma
Os pido perdón y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
por los que no creen, presente en todos los sagrarios de tierra,
no adoran, no esperan en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias
y no os aman. con que Él mismo es ofendido
y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén
***
 Se lee la lectura de la Palabra de Dios.

Del santo Evangelio según san Juan 6,35-40


En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
– «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el
que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis
visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo
echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad,
sino la voluntad del que me ha enviado.
Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo
que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él
tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»
LA SANTA VOLUNTAD DE DIOS (2)
CONSEJOS DE VIDA ESPIRITUAL

Como Dios quiera


Nuestro Padre, que está en los cielos, tiene fija su amorosa mirada en
nosotros, y su providencia divina lo prevé y lo ordena todo a nuestro
mayor bien. Caminad en todo como lo quiera Dios, a la claridad del sol,
al resplandor de la luna o de las estrellas, o a tientas en medio de la
noche obscura, guiados por el hilo conductor de la obediencia; es esta
una norma segura. No cobréis la afición a tal o cual medio que os pueda
llevar a Dios, sino sólo a Dios y a su voluntad del momento actual.
Dejad al divino maestro que os trate de mil maneras, que os atienda o
abandone, que os consuele y os aflija como guste; no tengáis más
consolaciones que las del amor a su divina voluntad.
Ved a Dios, su pensamiento, su deseo, su voluntad en cada cosa.
Acercaos cuanto podáis a la vida íntima de Dios por la unión de vuestro
corazón y por la adhesión de vuestra voluntad a todo lo que quiera de
vosotros en todo momento.
Toda la vida de un alma interior está comprendida en una de estas dos
leyes: Dios lo quiere o Dios no lo quiere.
La perfección del amor está en hacer cada cosa como Dios lo quiera y
según el espíritu de Dios. Dios no necesita de vuestro trabajo; mas
busca vuestro corazón y vuestros sacrificios.
Esta ha de ser vuestra labor diaria. Glorificaréis a Dios no haciendo
nada, o mejor todavía, haciendo lo que Él quiera.
¡Ánimo! Dejaos conducir por el divino maestro como un niño sin
voluntad, sin otro amor que el suyo, que todo lo torna amable.
Procurad no ver, ni oír, ni gustar, ni desear más que la santísima
voluntad de Dios de cada instante; asíos a la mano de nuestro Señor y
decidle: “Llevadme por donde queráis”.
¡Qué feliz se siente uno cuando no piensa, ni desea, ni quiere más que
una cosa: la voluntad de Dios!
Meditad a menudo sobre esta materia: es la mina de oro de la caridad,
el surtidor del amor que da y que recibe.
Señor, Tú sólo eres bueno
Una vez entregados a la voluntad de Dios, no reparéis en lo poco que
puede la pobre naturaleza humana. Olvidad la pobre miseria humana,
sus palabras, sus intenciones, sus obras naturales: todo ello no pesa lo
que un cabello en la balanza de la divina providencia. Ved en todo lo
que Dios quiere de vosotros y los actos de virtud que espera del
concurso de vuestra libertad y de su gracia.
Sí; el mundo es injusto; siempre lo ha sido, aun con su creador y
salvador.
No es el mundo quien recompensa los buenos servicios, ni las
cualidades morales, ni la abnegación cristiana. ¡Cuánto bien hace, en
esos momentos de injusticia y de ingratitud, levantar los ojos al cielo y
decirse: “Padre mío, hágase tu santísima voluntad; todo ha sido para mí
mayor bien y para hacerme ver que Tú sólo eres bueno”!
Si con frecuencia no comprendemos la razón divina de las cosas, lo es
para que adoremos el misterio de la divina providencia y seamos de este
modo recompensados con creces.
El amor a la voluntad santísima de Jesús vale más que todos los dones
y todos los bienes de nuestra voluntad.

La norma suprema de la vida


La santísima voluntad de Dios del momento presente, indicada por la
necesidad o la conveniencia de atender al prójimo, es la mayor de las
gracias; vale más que todas las obras de celo y aún más que la misma
Comunión, porque en ella se cifra toda nuestra santidad.
Debe ser, por tanto, la norma suprema de nuestra vida.
Considerad las obligaciones de vuestro estado y de vuestra vida como
leyes actuales de la voluntad divina, y las exigencias de vuestras
obligaciones y conveniencias de vuestra posición como señales de dicha
voluntad.
Entregaos generosamente a la divina y amabilísima providencia.
Dejaos conducir por los acontecimientos, por las exigencias de
vuestro estado y de vuestro deber y, sobre todo, obedeced al soplo de la
gracia. Que vuestra alma, cual vela de un navío, se abra a las suaves
influencias de la brisa celestial y se deje llevar de ella. Dejad que
nuestro Señor os lleve como a un niño, sin otro deseo que su santo
beneplácito y persuadidos de que no tendréis más que seguir a nuestro
Señor que os precede y convencidos que os basta seguir sus huellas
divinas.

Unión con sólo Dios


No debéis cobrar afición ni a vuestro hogar, ni a vuestra tierra, ni a
nada exterior, ni a vosotros mismos, ni aun a las gracias transitorias:
todo pasa. Vosotros debéis estar unidos tan sólo a Dios, a su santa
voluntad actual, porque Dios os ama infinitamente y no quiere sino
vuestro mayor bien en todo y mediante todo lo que os suceda. Por tanto,
todo cuanto os aconteciere viene de lo alto, menos el pecado; y así, toda
transformación sufrida en vuestra vida ha sido regulada desde lo alto.
El aire de la voluntad de Dios es siempre bueno para nuestra
navecilla; llevad la vela desplegada y fuertemente amarrada a Jesucristo,
que irá delante de vosotros.
Dejad que Dios conduzca la navecilla a cualquiera orilla; a vosotros
toca el remar a sus órdenes.
Pero, sobre todo, no os precipitéis en los acontecimientos.
Estad indiferentes a todo lo que no sea la voluntad de Dios; sed
condescendientes y amables con el prójimo, primeramente con los de
vuestra familia.
Sed siempre libres en el deber y en la caridad; sed todo para todos
cuando Dios lo quiera. Nada más que Dios y todo para sólo Dios, según
la ley del amor.
En la divina voluntad actual y personal encontramos la gracia especial
que nos santifica; esta gracia especial está vinculada a cada hora y a
cada obra. Una vez pasada la hora, el tiempo de la obra; deja de
comunicársenos la gracia.
¡Cuán bella y fácil es la regla del amor! Contentaos con la santísima
voluntad actual de Dios.
Estad dispuestos a todo y a nada; a todo, cuando Dios lo quiera, y a
nada, cuando a Él no le plazca. Estad para con todos y para con todas
las cosas a merced del beneplácito divino.
Vivid día por día; aún es demasiado; vivid instante por instante.
Dad a Dios el todo por el todo, en lo grande y en lo pequeño.

También podría gustarte