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Fallo Paolucci

Este resumen proporciona la información fundamental del documento en 3 oraciones: 1. Marcelo Galluzzi demandó a Pablo Paolucci y Jessica Barreto por daños derivados del incumplimiento contractual, alegando haber invertido entre 2008 y 2014 aproximadamente USD $600,000 en fondos de inversión ofrecidos por Paolucci con una rentabilidad garantizada del 2.5% mensual. 2. Paolucci negó las acusaciones y alegó que asesoró a Galluzzi en inversiones bursátiles de forma periódica de
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Fallo Paolucci

Este resumen proporciona la información fundamental del documento en 3 oraciones: 1. Marcelo Galluzzi demandó a Pablo Paolucci y Jessica Barreto por daños derivados del incumplimiento contractual, alegando haber invertido entre 2008 y 2014 aproximadamente USD $600,000 en fondos de inversión ofrecidos por Paolucci con una rentabilidad garantizada del 2.5% mensual. 2. Paolucci negó las acusaciones y alegó que asesoró a Galluzzi en inversiones bursátiles de forma periódica de
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Poder 

Judicial de la Nación
JUZGADO COMERCIAL 27­ SECRETARIA Nº 54

CIV 75080/2016
GALLUZZI, MARCELO CARLOS ALBERTO c/ PAOLUCCI, PABLO Y OTRO s/ORDINARIO

Buenos Aires, 30 noviembre de 2021.


VISTOS: Estos autos caratulados "GALLUZZI, Marcelo Carlos Alberto c/
Paolucci, Pablo y otro s/ Ordinario", Expte. Nro. 75080/2016 del registro de la
secretaría Nro. 54, venidos para dictar sentencia, de los que,
RESULTA:
1. Que a fs. 85/92, por derecho propio, se presentó Marcelo Galluzi e
inició demanda contra Pablo Paolucci y contra Jessica Barreto por daños derivados del
incumplimiento contractual que cuantificó en U$S 600.000, o su equivalente en pesos
argentinos al mercado oficial de cambios, y pesos $300.000, y/o lo que en más o en
menos resulte de la prueba a rendirse, ello con más sus intereses y las costas del juicio.
Señaló que Paolucci es un financista, consultor económico,
conferencista y operador en la Bolsa Bursátil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
con el que tomó contacto por recomendaciones. Precisó que lo ubicó por internet,
que siguió los videos con sus análisis técnicos de acciones, que estaba en distintos
foros económicos en algunos con seudónimos y que le envió un mensaje privado para
contactarse.
Indicó que acordaron una reunión en la bolsa en donde el accionado es
miembro asociado y socio, según surge de su curriculum de linkedin.
Manifestó que Paolucci ofrecía la inversión en fondos de inversión que
armaba, los que, en teoría, tendrían un rédito de tasa de interés muy favorable.
Relató que antes del encuentro recibió por mail detalles de la forma de
inversión, los distintos instrumentos que le ofrecía con una rentabilidad asegurada de
2,5 % mensual cada U$S 10.000 dólares invertidos.

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Denunció que los montos que entregó y sus fechas surgen de los recibos
que acompañó. Aclaró que algunos los entregó por transferencia, otros bajo recibo y
otros sin constancia, pues el accionado jamás se la entregó pese a recibir el dinero.
Afirmó que el accionado es una persona conocida en el ambiente y
operaba en la Bolsa de Comercio, aspectos que le otorgaban seriedad.
Contó que luego de ciertas conversaciones personales, telefónicas y vía
correo, decidió invertir en el negocio que Paolucci le recomendaba ante el rendimiento
de la tasa de interés, que eran “…terminales que el mismo armaba, gestionaba y
administraba” (v. fs. 86/86vta.), denominadas Fondo Terminusa I y Fondo Terminusa II,
nombre que derivaba de la empresa que posee Paolucci, llamada “Terminus
Consulting”.
Así dijo que su primera inversión fue de U$S 10.000 en el año 2008 a
una rentabilidad mensual del 2,5% ofreciendo la posibilidad de capitalizar intereses, tal
como dijo realizaba. Expresó que no retiraba el capital y de este modo volvía a invertir
para volver a capitalizar, y que también inyectaba capital en vista de incrementar su
fondo, conforme se desprendía de los recibos y constancias de transferencias.
Dijo que tal era la forma que operaba respecto de la terminal llamada
“Terminusa 1”.
Se refirió luego al funcionamiento de la terminal 2, llamada “Terminusa
2”. Manifestó que en esta el porcentaje de ganancia era anualizado aunque todos los
años rondada en el 30% anual, es decir, el 2,5 % mensual.
Advirtió que según recibos invirtió fondos en Terminusa 1 y Terminusa
2.
Continúo su relato y dijo que la relación con el accionado se mantuvo sin
mayores contratiempos pues atendía el teléfono, se mostraba predispuesto a explicar
personalmente y por correo sus experiencias y recomendaciones sobre las crisis
globales, análisis de diferentes acciones, es decir, como un profesional serio y
dedicado a su especialidad.
Adujo que tal situación permaneció hasta octubre 2014
aproximadamente, cuando por motivos de fuerza mayor se vio obligado a solicitar el
reintegro del dinero que había depositado en la terminal, o al menos parte, tal como
surge de los correos.

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Explicó que, salvo excepciones, el accionado contestaba los pedidos que
se le realizaban, adjuntaba planillas de Excel con las supuestas ganancias obtenidas,
explicaba pormenores y se comportaba como un buen administrador del dinero.
Sin embargo, adujo que, en octubre de 2014 el accionado comenzó a
oponer excusas para responder sus solicitudes de reintegro del dinero invocando
imponderables para luego no devolverlo sin dar explicación dejando luego de atender
el teléfono, contestar los mails y whatsApp. Expresó que evidentemente el demandado
no tenía la plata que le había dado en vista de que la invierta, por lo que no le quedó
otra alternativa que el reclamo judicial.
Expuso que como consecuencia del obrar descripto ha padecido los
daños que reclama.
Así, en concepto de daño moral solicitó $ 150.000 que expuso derivada
de la situación descripta. Con citas de jurisprudencia refirió a su concepto.
Reclamó asimismo $ 150.000 en concepto de daño psicológico. Refirió a
su carácter autónomo respecto del daño moral y que la suma que pretendía
contemplaba el tratamiento para sobrellevar el perjuicio.
Solicitó U$S 350.000 en concepto de daño emergente, señaló que esa
era la suma que había entregado al demandado en efectivo o por transferencia.
Por último, reclamó U$S 250.000 en concepto de lucro cesante, que es
el importe de los intereses que jamás le fueron abonados.
Ofreció pruebas.
2. Tras la declaración de incompetencia en razón de la materia del fuero
civil decidida a fs.95; a fs. 99 se radicaron estas actuaciones antes este Juzgado.
3. Que a fs. 116, pto. 1.1. se imprimió a las presentes actuaciones el
trámite del juicio ordinario, ordenándose el correspondiente traslado de la demanda.
4. A fs. 129/134 el Sr. Pablo Paolucci, por derecho propio, contestó
demanda. Solicitó el rechazo de la acción con costas. Desconoció los correos
electrónicos, comprobantes y transferencias.
Realizó una negativa puntual de hechos: i) que ofreciera al actor la
inversión en fondos de inversión y una rentabilidad del 2,5 % mensual cada U$S
10.000; ii) que el actor hubiera realizado transferencias, depósitos o entregado dinero
en mano sin recibo; iii) que la primera inversión hubiera sido en el año 2008; iv) que las

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terminales se denominaran “Terminusa 1” y “Terminusa 2”; v) que el nombre sea un
derivado de la empresa Terminus Consulting; vi) que el sistema incluyera la posibilidad
de capitalizar intereses; vii) que el actor volviera a invertir para capitalizar; viii) que en
el 2014 el actor hubiera solicitado el reintegro de dinero alguno; ix) que hubiera
opuesto excusas para devolver el supuesto dinero adeudado y, ix) la existencia de
padecimientos psicológicos.
Dio su versión de los hechos. Expuso que se dedica al análisis de
mercado de capitales y renta fija, acciones y derivados; que es socio de la Bolsa de
Comercio de Buenos Aires y que diseña y desarrolla sistemas de trading.
Expuso que sus tareas principales son de asesoramiento financiero y
económico y análisis de carteras, en particular, en mercados emergentes y que realiza
seminarios sobre análisis financiero y técnicas de inversión.
Expuso que en este contexto es que se vinculó con el actor en el ámbito
comercial, asesorándolo en la Bolsa de Comercio de Bs. As.
Reconoció que el actor colocó dinero en inversiones, mas expuso que no
era exacto que no hubiera recibido las capitalizaciones en tiempo y forma. Para ello
alegó que resultaba inverosímil que una persona colocara dinero a disposición desde
2008 a 2014 sin obtener un rédito a cambio. Señaló que era llamativo que se
mantuviera la confianza en una inversión que no se ve y que perciba ganancias con la
sola esperanza de obtenerlas en un futuro. Así dijo que el relato del actor carecía de
sustento fáctico y jurídico que eludía razonamientos de sentido común.
Así es que explicó que cada inversión realizada era devuelta en forma
bimestral con más intereses durante el periodo que duró la relación.
Alegó que el reclamó del actor carece de veracidad y verosimilitud.
Adujo que el actor toma supuestos recibos de dinero como si fueran entregas aisladas
acumuladas por un lapso de 6 años, lo que dijo que no era creíble.
Señaló que las reglas del sentido común indicaban que ninguna persona
entregaría grandes cantidades de dinero en forma periódica sin recibir resultados. Así
se preguntó quién se atrevería a entregar en doce o más oportunidades U$S 10.000 o
más por un lapso de 6 años y aguardar hasta el 2016 para su devolución. Adujo que
evidentemente tergiversa la realidad para obtener un enriquecimiento sin causa.

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Explicó que para el hipotético caso de que la rúbrica de los recibos le
perteneciera, ello podría deberse a que si bien hubiera existido una entrega en una
inversión inicial de U$S 10.000, bimestralmente recibía no solamente dicho capital sino
sus intereses y volvía a reinvertir; por lo que cada uno de los recibos informales no
eran entregas de dinero independientes y sin devolución, sino que era un “ida y
vuelta” continuo de capital (v. fs. 130 vta.).
Así señaló que cada 60 días se reunía con el actor, este recibía su capital
y su capitalización y generalmente volvía a entregar, en el día o posteriormente, los
U$S 10.000 reteniendo el actor las ganancias de la inversión.
Aludió a que “la inexistencia de recibos de devolución de dinero y de
sus propios emolumentos era una constante en entre el actor y yo” (v. fs. 131).
Expuso que la realidad de los hechos es que su vínculo comercial con el
actor cesó de manera intempestiva cuando solicitó la colocación de dinero en el
exterior, de manera poco clara, rayana con la ilicitud. Relató que, ante esta situación, y
para procurar preservar su nombre y conducta a derecho, eliminó todo contacto con el
actor.
Añadió que “…sinceramente, de existir un saldo a favor del mismo, lo he
omitido involuntariamente, máxime cuando jamás he sido interpelado de manera
fehaciente antes de ser notificado de la presente acción” (v. fs. 131).
Opuso defensa de falta de legitimación activa y defecto legal.
Señaló que el actor omitió interpelarlo y constituirlo en mora con el
único propósito de “…de contabilizar supuestos intereses…” y violar principios de
bilateralidad y defensa en juicio; sobre tales bases alegó que planteaba la defensa de
falta de acción.
Aludió a la necesidad de la constitución en mora, pues expuso que,
según relato de los hechos del propio actor, no existía una plazo para la supuesta
devolución del capital y que tampoco se acercaba a los montos que el actor reclamaba;
dijo que “Por lo que no encontrándose exigible suma de dinero alguna, la demanda
deviene improcedente” (v. fs. 131vta.) y carecía de acción para reclamarla.
Negó también que exista un saldo a favor del actor.

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Asimismo planteo excepción de previo y especial pronunciamiento de
defecto legal pues el actor no explicó hechos, silenció situaciones, no invocó derecho
vulnerando principios de congruencia, bilateralidad y defensa en juicio.
Denunció la existencia pluspetición inexcusable. Expuso que las sumas
reclamadas eran arbitrarias, antojadizas y desproporcionadas, carentes de sustento
lógico y legal.
Ofreció pruebas.
5. Que a fs. 137/141 se presentó la Sra. Jessica Barreto, por derecho
propio, opuso excepción de falta de legitimación pasiva; contestó demanda y solicitó el
rechazo de la acción con expresa imposición de costas.
En punto a la excepción de falta de legitimación pasiva dijo que era clara
la inexistencia de la relación comercial y cualquier otra con el actor con quien nunca
había tenido trato. Señaló que jamás se dedicó a realizar inversiones y/o movimientos
financieros. Expuso que si bien el actor iniciaba su demanda contra Paolucci y contra
ella, nada hacía presumir su legitimación activa para obrar ni su legitimación pasiva
para estar en juicio. Reiteró que no se dedica a la actividad financiera sino que hace
capacitaciones en el área de enseñanza, conforme constancias impositivas que expuso
acompañaba.
Dijo que la excepción era manifiesta por lo que solicitaba fuera resuelta
antes de que continúen las etapas del proceso.
Contestó demanda. Negó genéricamente todos los hechos que expuso
el actor en su escrito de inicio y específicamente negó: i) que tuviera correos enviados
o recibidos del actor; ii) la existencia de una inversión de U$S 10.000; iii) que tuviera
alguna vinculación con las empresas Terminusa 1, Terminusa 2 y “Terminus consulting”
y, iv) el daño psicológico.
Desconoció la documental.
Denunció la existencia de pluspetición inexcusable. Expuso que las
sumas reclamadas eran arbitrarias, antojadizas y desproporcionadas, carentes de
sustento lógico y legal.
Ofreció pruebas.

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6. Que a fs. 149 contestó el actor el traslado de las excepciones de falta
de legitimación pasiva, activa y defecto legal solicitando su rechazo por los argumentos
que expuso, a los que me remito.
En punto a la excepción de falta de legitimación que opuso Barreto dijo
que ambos demandados colaboraban en trabajo de inversionistas; y que la nombrada
era quien en ciertas ocasiones se encargaba de recibirlo, asesorarlo en las inversiones
y recibir sumas de dinero.
7. Que a fs. 152, pto. III se difirió para el tiempo de dictar sentencia las
excepciones de falta de legitimación activa y pasiva opuestas y se rechazó la de
defecto legal.
8. A fs. 159/ se abre la causa a prueba, produciéndose aquella que
surge del informe obrante a fs. 294 del expediente digital.
A fs. 294 se clausuró el periodo probatorio y se pusieron los autos para
alegar, derecho que fue ejercido por el actor a fs. 298/9 del expediente digital y en
escrito conjunto Paolucci y Barreto a fs.300/304 del mismo expediente.
A fs. 305 se llamaron autos para dictar sentencia, providencia que se
encuentra firme.-

Y CONSIDERANDO:

I. Según puede desprenderse de lo expuesto por las partes no hay


controversia acerca de que Galuzzi y Paolucci mantuvieron un vínculo en virtud del
cual el accionado, quien se presenta como profesional en la actividad de
asesoramiento en inversiones, recibía fondos en moneda extranjera del actor con la
promesa de invertirlos para que éste obtenga una rentabilidad.
Son contestes también en que el vínculo jurídico principió en el 2008 y
comenzó su fin en octubre de 2014, aunque difieren las respectivas versiones sobre lo
acontecido a lo largo de la relación y sobre la causa de su ruptura.
Así, el actor aduce que, después de haber entregado en el transcurso del
período señalado la suma de U$S 350.000, cuando necesitó contar con dinero a fines
de 2014, Paolucci opuso exclusas para no devolverlo y luego dejó de atender el
teléfono, contestar correos electrónicos etc. por lo que se vio obligado a promover la

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presente demanda en la que reclama la restitución de lo entregado, con más daños (la
rentabilidad presuntamente prometida, como lucro cesante, y daño moral).
Mientras que el demandado niega haber incurrido en incumplimiento
alguno, pues sostiene que periódicamente invertía y restituía al actor el capital que
había recibido junto con la renta; afirmación que realiza tras desconocer que las sumas
entregadas por el actor hayan sido las señaladas por éste, ya que -según su versión-
sólo se reinvertía el mismo capital de origen (U$S 10.000), después de retener el actor
las ganancias, negando por otro lado que la renta haya sido del 2,5% mensual como
Galluzzi sostiene. Agrega que nunca fue constituido en mora y que el distanciamiento
con el actor -que reconoce- se produjo porque éste le solicitó una operación de
colocación de dinero en el exterior que calificó de poco clara o rayana en la ilicitud,
motivo por el cual, para preservar su buen nombre, eliminó todo contacto con aquel.
Planteados en estos términos la controversia habrá que decidir, a la luz
de la prueba producida, si el actor entregó las sumas de dinero cuya restitución
reclama y, en su caso, la procedencia de las restantes pretensiones vinculadas con el
destino que debían tener los fondos y los daños alegados.
Luego examinaré la excepción de falta de legitimación pasiva que opuso
Barreto a quien el actor demandó por haber participado, junto con Paolucci en el
presunto negocio.

II. Antes de ingresar en la primera cuestión puntual propuesta (la


prueba de la entrega de los fondos) entiendo necesarias ciertas consideraciones sobre
lo que surge -y lo que no surge- de la causa, a fin de procurar definir el encuadre de la
cuestión y anticipar el criterio que guiará la solución del caso.
Así, he de señalar que tanto los límites que derivan del objeto definido
en la demanda; como los escuetos términos de la contestación efectuada por Paolucci;
y la escasez de medios probatorios propuestos por ambas partes, han impedido
desentrañar la naturaleza de la actividad de “inversión de fondos” que presuntamente
debía cumplir Paolucci en favor del actor.
Es que, no hay un contrato escrito y la acción no se orientó a obtener
una rendición de cuentas sobre la aplicación de los fondos entregados, sino que fue

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enmarcada como una acción de cobro de pesos más daños y perjuicios; y, por otro
lado, no ofrecieron las partes prueba contable sobre los registros que está obligado a
llevar quien supuestamente administra fondos ajenos de manera profesional.
Nótese en ese sentido que el actor entendía invertir en “fondos de
inversión que armaba (el demandado) y que en teoría redituarían una tasa de interés
muy favorable” (dichos de fs.86 1er párrafo), denominados “Fondo Terminusa I” y
“Fondo Terminusa II (fs.86 vta), pero más allá de que la abreviatura de estas
denominaciones consta en los documentos que se analizarán (recibos imputados a
“Term.1 Fund”, “Term.2.Fund.”), no ha sido brindada por el demandado explicación
alguna acerca de la naturaleza de estos presuntos negocios y menos aún ha sido
incorporada a la causa prueba de su existencia como “fondos de inversión”, siendo que
la orfandad probatoria a la que hice referencia, también impide asumir que el
demandado hubiera aplicado los fondos recibidos para realizar operaciones como
intermediario en el mercado financiero en favor del actor. Paolucci escuetamente
negó haberle ofrecido la posibilidad de invertir en fondos de inversión; negó haber
ofrecido una rentabilidad del 2,5% mensual; y negó que “los terminales sean
denominados Terminusa I y Terminusa II”, pero omitió, en efecto, dar su propia
versión sobre la naturaleza y alcance de sus obligaciones, aunque reconoció que
recibía dinero con la promesa de invertirlo y restituirlo con una renta.
Así, por caso -más allá de cuanto se dirá respecto de su versión sobre las
sumas recibidas y presuntamente devueltas- señala en su contestación que “cada
sesenta días aproximadamente nos volvíamos a reunir con el accionante, este recibía
su capital y su capitalización y generalmente volvía a entregarme ese mismo día
nuevamente los diez mil dólares estadounidenses, reservándose para sí las ganancias
de la inversión” (dichos de fs. 131 1er párrafo).
Aunque nunca fueron aclaradas -se reitera- las características de las
presuntas inversiones que debía realizar el demandado, ni acreditada, por ende, su
existencia.
En rigor, aún cuando el demandado expuso que era socio de la Bolsa de
Comercio de Buenos Aires; que diseña y desarrolla sistemas de trading; y que se dedica
principalmente al asesoramiento financiero y el análisis de carteras (dichos de fs. 130),
lo cierto es que ni siquiera estas condiciones personales relativas al presunto carácter

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profesional de su actuación, aparecen avaladas por elemento alguno arrimado a la
causa.
Diré también que el actor no podía permanecer ajeno a la notoria
informalidad que se desprende de su propio relato y de la prueba que se valorará infra.
En ese sentido, aún cuando -como hipótesis- las circunstancias en que Galuzzi sustenta
la alegada apariencia de seriedad de las operaciones (vgr. las condiciones personales
antes referidas, el ámbito de las reuniones etc. fs.86 4to párr.), pudieran considerarse
acreditadas, entiendo que no podía desconocer, obrando con un mínimo de cuidado y
previsión, que para avalar tal presunta seriedad era necesario algún otro tipo de
instrumentación y de respaldo que garantice la devolución del dinero; con mayor
razón si resultara exacto que el accionado prometió una ganancia como la que se
describe en la demanda, pues lo excepcional de la misma lo obligaba a ser aún más
cauto. Desde tal óptica considero que las supuestas condiciones de rentabilidad
prometidas no podrían conformar una obligación jurídicamente exigible.
En suma, más allá de las responsabilidades que en otra esfera de
competencia pudiera conllevar el presunto ejercicio de una actividad que podría
implicar la captación de ahorros o la intermediación en el mercado financiero de
manera informal -actividades que se encuentran sujetas a contralor estatal y al
cumplimiento insoslayable de normas reglamentarias- y de cuanto pudiera disponerse
al respecto, lo cierto es que la naturaleza y existencia de la actividad efectivamente
comprometida y cumplida no ha quedado esclarecida ni probada en estos autos.
Y pese a la señalada escasez de elementos de prueba, corresponde
decidir respecto de las pretensiones esgrimidas a partir de las constancias existentes y
recurriendo a las reglas que emanan del art. 377 CPCCN.
Debe recordarse, en tal sentido que la carga de la prueba es una
circunstancia de riesgo, donde quien no prueba los hechos que debe probar pierde el
pleito si de ellos depende la suerte de la litis. Es una noción procesal que contiene la
regla del juicio, por la cual se le indica al juez cómo debe fallar cuando no encuentre
en el proceso pruebas que le dan certeza sobre los hechos que debe fundamentar
su decisión, e indirectamente, establece a cuál de las partes le interesa acreditar
tales hechos, para evitarse consecuencias desfavorables. (en ese sentido CNCom

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Sala B “VAENA, JORGE C/ PROSPERO, SANTIAGO S/ EJEC”. 1/02/91; Sala C, “ABOSO,
JORGE C/ MUSSO, CARLOS S/ ORD.”18/11/91, entre muchos otros).
Así, he de tener por cierto que Paolucci recibió dinero del actor con la
consigna de invertirlo para obtener una renta en beneficio de este último, por lo que,
sea que se considere configurado un contrato atípico o se encuadre el vínculo como un
mandato, en la medida que se acredite la entrega de los importes de dinero
denunciados por el actor -cuya cantidad se discute y es carga del actor probar como
hecho constitutivo de su pretensión- corresponderá examinar: a) si Paolucci restituyó
el dinero recibido, en tanto afirmó haberlo hecho periódicamente, encontrándose en
cabeza del accionado la prueba de esta circunstancia en la que se funda su defensa
(cfr. art. 377 CPCCN); o b) si no lo hizo; en cuyo caso, dado que -como se adelantó- no
aparece acreditado que el demandado hubiera cumplido aquel encargo de invertir el
dinero, no puede ser sino considerado como un poseedor de mala fe, por lo que con
prescindencia de la alegada ausencia de constitución en mora, deberá reintegrar tales
sumas con más intereses desde que cada suma fuera recibida y hasta el efectivo pago
(art. 788 CCiv.).

III. i. A fin de probar la entrega del dinero, el actor acompañó 15 recibos


con firmas que atribuyó a Paolucci (v. fs. 65/79).
El accionado las desconoció, pero frente a la incomparecencia a la
audiencia de cuerpo de escritura que surge de fs. 263, a fs. 266 se hizo efectivo el
apercibimiento ordenado a fs. 219 y, en consecuencia, se tuvo por reconocidas las
firmas.
Cabe añadir, a mayor abundamiento, que si bien tal prueba fue
ordenada a fin de dar la máxima garantía del derecho de defensa, el desconocimiento
efectuado por Paolucci difícilmente pueda ser calificado como categórico, conforme
exigencia que emana del art. 356 CPCCN, a la luz de lo manifestado en su misma
contestación de demanda cuando expresa “si bien desconozco la autenticidad de los
recibos acompañaos al libelo de inicio, en caso de ser coincidentes con mi rúbrica,
podrían obedecer a las entregas de dinero efectuadas pero que poseían una cadena de

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acciones” (fs. 130 vta. último párrafo), refiriéndose con ello a que no serían entregas
de dinero independientes sino el “ida y vuelta” (sic) del mismo capital.
Pues bien, según surge de esos recibos, Galuzzi habría entregado en el
2008 a Paolucci: i) U$S 5.000 el 05.05.2008; ii) U$S 5.000 el 02.07.20008; iii) U$S
10.000 el 23.09.08; iv) U$S 10.000 el 15.11.2008; es decir, en ese año, la suma de U$S
30.000 (ver recibos de s. 69/72 en los que se lee el monto y “Funds management Term
1 Fund” o “Term2 Fund” .).
Luego y según recibos similares, en el año 2009: i) U$S 10.000 el
05.02.2009; ii) U$S 5.000 el 05.05.2009; iii) U$S 20.000 el 6.10.2009; es decir la suma
de U$S 35.000 (v. fs. 74,73 y 75).
Según recibos suscriptos en el 2010, Galuzzi entregó a Paolucci: i) U$S
5.000 el 03.02.2010; ii) U$S 10.000 el 29.4.2010; iii) U$S 20.000 el 14.10.2010; es decir
la suma de U$S 35.000 (v. fs. 65/67).
Los recibos suscriptos en el año 2011 dan cuenta de la entrega de las
siguientes sumas: i) U$S 10.000 el 02.06.2011; ii) U$S 10.000 el 13.10.2011; iii) U$S
7.000 en idéntica fecha; iv) US$ 18.500 también el 13.10.11; es decir la suma total de
U$S 45.500 (v. fs. 76/79).
Por último, en el año 2012, solo hay suscripto un recibo de Paolucci al
actor por U$S 25.000 del 7.5.12 (v. fs. 68).
La suma de estos totales anuales correspondientes al período
transcurrido entre los años 2008 a 2012, alcanza a U$S 170.500.
Ello así, habiéndose tenido las firmas insertas en los recibos como
pertenecientes a Paolucci, siendo que los recibos constituyen la prueba por excelencia
del pago, en este caso, de la entrega de dinero, en principio cabría tener por exacto
que el actor le entregó esa suma en la moneda denunciada.
Pero el actor alegó que entregó a Paolucci una suma mayor de la que
surge de tales documentos; y el demandado sostuvo, de su lado, que las sumas
recibidas (no precisó su monto) eran devueltas periódicamente.
Se analizarán seguidamente ambas cuestiones en ese orden.

III.ii Dijo Galuzzi que entregó algunas otras sumas sin recibos que así lo
documenten y que también entregó fondos mediante transferencias bancarias.

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Más allá de la ausencia de recibos, la entrega de fondos se trata de un
hecho que puede ser probado por otros medios.
Con ese objetivo el accionante adjuntó intercambio de correos
electrónicos que atribuyó a Paolucci en su carácter de emisor y/o destinatario según
corresponda.
Inicialmente y sobre su autenticidad, Paolucci al contestar demanda los
desconoció; sin embargo, el perito informático concluyó que los correos habían sido
enviados y recibidos (v. informe pericial obrante a fs. 252, vta. pto. 2).
No se me escapa que al tiempo de alegar el accionado expuso que no
podían considerarse enviados por su parte pues según había informado el perito, la
dirección de IP a la cual se había enviado se ubicaba en Ituzaingó, sitio distante a su
lugar de residencia (v. alegato pág. 3).
Pero la sola lectura del contenido de la perica informática conduce a
desestimar tal observación (art. 477 y 386 del Cpr.).
En este sentido, obsérvese que el experto explicó la alternativa de que
la dirección de IP pudiera en tiempo posterior a su envío variar, para geolocalizarse en
una zona distinta a la original (v. fs 251); en tal orden de ideas, la observación del
accionado sobre la ubicación diferente de la IP que informó el perito informático de los
correos enviados y recibidos, sin otra prueba que permita contrarrestar las
ilustraciones del experto, hayan técnicamente respuesta en estas explicaciones, por lo
que corresponde quitar virtualidad a las impugnaciones y tener por exacto que los
correos fueron enviados y recibos por Paolucci (conf. art. 477 del Cpr.)
Ahora bien, acreditada su autenticidad, su análisis permite observar que
esos intercambios de mensajes ocurrieron entre el 22.9.2008 y marzo 2015 (v.
contenido de correos obrantes a fs. 5/53).
De su lectura observo que allí se mencionan adjuntos y planillas que no
fueron aquí incorporadas y que el intercambio queda muchas veces inconcluso, sea
porque continúa por otro medio o porque existió una selección previa de los
elementos ofrecidos por el actor.
Esta circunstancia por sí sola, si bien no excluye su valor probatorio, le
resta fuerza de convicción como medio que permita reconstruir la realidad de las
operaciones llevadas adelante a lo largo de la relación, puntualmente a los fines de

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tener por acreditada la entrega de importante cantidad de sumas de dinero y conocer
los saldos presuntamente adeudados.
El actor hace hincapié en su alegato en el correo electrónico glosado a
fs. 51, del que, según sostiene, surge que el 13.05.2014 poseía invertida la suma de
U$S 507.632 nunca devuelta.
Pero amén de lo expuesto sobre las limitaciones probatorias de los
correos parcializados, lo cierto es que, en primer lugar, el correo remitido por el actor
en esa fecha no permite tener por acreditada la entrega de tales sumas de dinero al
demandado, sino que traduce aquello que el actor entendía haber obtenido como
resultado de un negocio cuyas condiciones no han quedado clarificadas; y, en segundo
lugar, del texto del referido correo se desprendería además que, en parte sustancial, se
refiere a fondos pertenecientes a la madre del actor, por lo que carecería el aquí
accionante de legitimación para formular reclamo alguno con relación a los mismos.
Tras esto diré que el accionante, también a los mismos fines de
acreditar que entregó a Paolucci otras sumas de dinero distintas a las que surgen de
los recibos, acompañó copia de una transferencia realizada el 7.03.2013 al Banco
Santander Rio por $ 19.125,00 (v. fs. 80) y refirió a otra efectuada el 14.3.13 (v. fs. 90).
Con la respuesta a la prueba informativa dirigida al Banco Santander Río
que corre a fs. 195/289, cabe tener por acreditada solo aquella transferencia que
mencionó el actor del 7.03.2013 pues allí se confirmó su efectiva realización, mas la
oficiada afirmó que no tenían en sus registros la restante (v. en particular fs. 197 y fs.
209).
Observo que el modo de entrega de las sumas y la moneda que se
realizó -pesos- es distinto a todas y cada una de las anteriores; estas diferencias
habilitan cierta duda en punto a que ellas hubieran tenido el mismo destino de las
entregas anteriores, incertidumbre que puede ser despejada a partir de los correos
electrónicos obrantes a fs. 40/41 pues de allí se desprende que esas sumas fueron
destinadas a la adquisición de cierta cantidad de moneda extranjera como “nuevo
depósito” el que, a falta de otra versión del accionado, se relacionaría con la misma
operatoria, más allá que no se acreditó la adquisición de moneda extranjera a ese
efecto.

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En el contexto referido las declaraciones testimoniales obrantes a fs.
258 y fs. 275 no permiten arribar a una conclusión distinta. Es que, si bien lo relatado
por los testigos es que habrían presenciado, cada uno, la entrega de U$S 10.000 (en la
casa del demandado y en un bar cercano a la Bolsa de Comercio, respectivamente) sin
que en el momento se hubiera extendido recibo, lo cierto es que del propio
intercambio de correos adjuntado por el actor surge que en ocasiones cuando existían
entregas de dinero sin recibo, con posterioridad el actor requería la emisión de esas
constancias al accionado y estas eran remitidas. Véase, por caso, el correo de fs. 18,
del 11.11.2008 de las 10:16 pm. (“te hago acordar como me dijiste los recibos 2 de 5
mil de term I, si querés me los enviás por mail como la otra vez”) y confrontar con el
recibo del 15.11.08 por U$S 10.000 term 1 fund obrante a fs. 72; también el correo del
20.04.2012 obrante a fs. 36 (“Pablo, me dijiste que cualquier cosa te haga recordar lo
del recibo (25 mil”) y confrontar con recibo del 7.05.12 por U$S 25.000 obrante a 68.

III.iii. Como se señaló, el demandado sostuvo que las sumas recibidas


(no precisó su monto) eran devueltas periódicamente, junto con las ganancias.
Es lo que finalmente dice, más allá de que parece eludir las afirmaciones
claras, como cuando señala que los recibos en caso de ser coincidentes con sus
rúbricas, “poseían una cadena de acciones”; o que “cada uno de estos recibos
informales no conforman entregas de dinero independientes y sin devolución, sino que
era un ida y vuelta continuo de capital”. Pero luego indica que “cada sesenta días
aproximadamente nos volvíamos a reunir con el accionante, este recibía su capital y su
capitalización y generalmente volvía a entregarme ese mismo día o en el transcurso de
unos días nuevamente los diez mil dólares estadounidenses, reservándose para sí las
ganancias de la inversión”. Para sumar argumentos que parecen por lo menos sinuosos
cuando no contradictorios señala: que “de existir un saldo a favor lo he omitido
involuntariamente” (fs. 130 vta y fs.131); “que no existía plazo para el cumplimiento de
la supuesta devolución del capital, que desde ya no se acerca a los exorbitantes
montos reclamados” y que, agrega, como consecuencia de ello, porque no se
encuentra exigible crédito alguno, “el actor carece de acción” (fs, 131 vta. últimos
párrafos):

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Pues bien, como ya se adelantó en el considerando II, la carga de
acreditar tal extremo -la devolución periódica alegada- en tanto constituye la premisa
principal de su defensa y/o excepción, pesa sobre el demandado (art. 377 del Cpr.).
Así se ha expresado que la prueba del pago, en primer término,
recae sobre la parte que lo ha invocado, pues este no se presume. En segundo
lugar, puede ser probado por cualquier medio, pero esa amplitud probatoria
lleva como contrapartida que la comprobación del pago que no conste en recibos
debe examinarse con un criterio severo, riguroso y restrictivo. Esta última regla
tiene su fundamento en la presunción hominis derivada de la omisión del recibo
pertinente, habida cuenta que la exigencia del recibo por parte del deudor es lo
que ordinariamente acontece en la práctica general de los negocios, de modo
que su falta debe ser entendida en sentido desfavorable para el deudor,
quien entonces se halla obligado a desvirtuar mediante prueba idónea la
presunción que le es adversa. Pues a quien pudo recabar recibo y no lo hizo lo
menos que se le puede pedir es que justifique la razón de su conducta negligente y
descuidada y agote por otros medios de comprobación la verdad del pago que alega
(CNCom SALA C CHALITA, ALBERTO C/ IDO SA.24/12/82; en igual sentido: SALA
D, 4.9.02, "POGGI, CRISTIAN S/ QUIEBRA S/ INC. DE VERIF. PROMOVIDO POR
ISAURO VAZQUEZ", DICTAMEN 89624, SALA E, 19/10/06, "TRANSPORTES CADAM
SA Y OTRO C/ COCA COLA FEMSA DE BS AS SA S/ ORD."; SALA A, 23.11.06, "CUEROS
PATAGONICOS SRL C/ LA HOLANDO SUDAMERICANA CIA. DE SEGUROS S/ ORD.").
Paolucci, sin embargo, no solo no acompañó documento alguno a fin
acreditar que tal como lo había alegado devolvía bimestralmente al actor el capital
invertido y que entregaba la renta producida, sino que tampoco ofreció ninguna otra
prueba para demostrar tal extremo.
Ello así deberá cargar el accionado con las disvaliosas consecuencias de
su obrar (art. 377 del Cpr.).
Su único argumento es que resulta “poco creíble”, “carente de
verosimilitud”, y contrario a “las reglas del sentido común” que el actor le hubiera
entregado las sumas de dinero consignadas en los recibos sin recibir ningún resultado
a lo largo de tantos años.

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Tales alegaciones no bastan, por cierto, para desvirtuar lo ante
enunciado respecto de la carga probatoria. Pero, amén de ello, he de apuntar que más
allá de cuáles hayan sido las razones por las que el actor consintió una informalidad
como la que surge de la causa, lo cierto es que al menos tuvo la precaución -mínima
por cierto- de munirse de los recibos antes referidos y, frente a ello, resulta llamativo
-e inverosímil- que quien dice actuar de manera profesional (con la mayor
responsabilidad que ello debería conllevar, cfr. art. 902 CCiv., vigente a la época de los
hechos, art. 7 CCCN) no hubiera adoptado los recaudos necesarios para acreditar lo
afirmado en el sentido de que aquellas sumas por las que periódicamente otorgaba
recibo, eran devueltas.
Más aún, los elementos de prueba arrimados desvirtúan la modalidad
que alegó Paolucci.
Resulta ilustrativo sobre este aspecto de la cuestión el intercambio de
mensajes que mantuvieron las partes al inicio de la relación (correo del 14.10.2008, de
las 9:5, fs. 14), del cual se desprende que Paolucci informaba al actor que a partir de la
inversión de ciertos fondos que le entregaba y la reinversión de la renta, estos podrían
utilizarse en el futuro como un “fondo de retiro”, finalidad que resulta claramente
incompatible con la versión dada por el demandado en su escrito contestación; más
precisamente en el mentado correo señala que lo importante es “la capacidad de
generación de rendimiento perpetuo a partir del punto de Excel, no me acuerdo en
que fecha, que generabas 2000 dólares por mes ya que el objeto es precisamente que
funcione como fondo de retiro. La clave está en este caso en particular en la política de
aportes y reinversión que hace exponencial la gcia…” (sic.).
Tras todo lo anterior y con base en la prueba producida, tendré por
acreditado que el actor entregó a Paolucci las sumas de U$S 170.500 y de $ 19.125 y
que estas sumas no fueron restituidas.

IV. Acreditadas tales circunstancias debe admitirse el derecho a obtener


la restitución da las mentadas sumas.
Es que -descartada por cierto la existencia de una liberalidad- y en tanto
el discurso del demandado, al limitarse en su defensa a sostener la presunta

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devolución del capital invertido, no provee argumento alguno que pudiera justificar la
retención de tales sumas, se impone concluir en el sentido adelantado.
Ahora bien, con relación a las ganancias esperadas que el actor reclama
como lucro cesante, cabe recordar lo señalado al comienzo (considerando II) en el
sentido de que no se aclaró cuál era la naturaleza de la actividad que el demandado
debía cumplir, ni se acreditó que haya llevado adelante inversión alguna, ni en
definitiva el contenido de la obligación asumida.
Los elementos arrimados -me remito aquí a las limitaciones probatorias
de los correos adjuntados, a las que me referí en el considerando III- no permiten
tener por acreditado el presupuesto de hecho invocado, esto es: que el demandado se
habría comprometido a obtener en favor del actor una renta del 30% anual sobre
sumas de dinero en dólares estadounidenses, que además estaría exenta de riesgo
alguno.
Pero más allá de ello en este punto he de reiterar que el actor no puede
resultar ajeno a las consecuencias de la informalidad que signó la relación, por lo que
debe soportar los efectos que resultan de tal circunstancia; más aún cuando, de haber
existido una promesa como la que describió, no podía desconocer que ésta estaba al
margen de cualquier rentabilidad razonable. Así, pretender que la obtención de
aquella renta constituya una obligación exigible, sería ir en contra de aquel principio
de derecho que impide invocar la propia falta o la propia torpeza.
Lo expuesto no importa desconocer que el actor se vio privado del
dinero cuya entrega tuve por acreditada, y que, por otro lado, el demandado recibió y
retuvo tales sumas sin haber demostrado causa legítima para hacerlo, pues no solo no
probó haber efectuado inversión alguna, sino que sostuvo haber reintegrado los
fondos percibidos -lo que no pudo acreditar- razón por la cual, y también por
aplicación del principio que veda el enriquecimiento sin causa, he de condenar al
demandado a la restitución de las sumas de U$S 170.500 y de $ 19.125; ello con más
intereses que se devengarán desde que cada suma fue recibida, en tanto resultan
aplicable la solución prevista para el poseedor de mala fe, de conformidad con las
circunstancias apuntadas, y hasta el efectivo pago-
Por lo expuesto haré lugar a la pretensión con el alcance de condenar al
demandado a entregar al actor: a) la suma de U$S 170.500 con más los intereses que

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se devengarán desde que cada suma fue entregada, según consta en los recibos, y
hasta el efectivo pago aplicando una tasa del 7% anual, tasa que es admitida en el
fuero para obligaciones en moneda extranjera, lo expuesto sin mengua de la facultad
del deudor de cancelar dicha suma en pesos al momento del pago (cfr. art. 765
CCyCN.); y b) la suma de $ 19.125,00, con más intereses aplicando la tasa activa que
cobra el Banco de la Nación Argentina para operaciones de descuento a treinta días
sin capitalizar (cfr. plenarios “La Razón” y “Calle Guevara”), desde el 07.03.2013, fecha
en que fue efectivizada la mentada transferencia bancaria y hasta el efectivo pago.
Añado aquí que ello da respuesta a aquella excepción que fuera titulada
por el accionado Paolucci como falta de legitimación y que fuera diferida para este
instante (v. decisión de fs. 152, pto. III); ello pues sus argumentos parecen relacionarse
con la ausencia de constitución en mora, cuya falta de incidencia para la solución del
caso ya fue analizada.

V. En cuanto a las restantes pretensiones he de desestimar aquella


relativa a la reparación del daño moral; no porque descarte las aflicciones que pudo
padecer el actor al comprobar que el demandado evadía la restitución de las sumas
oportunamente entregadas, y que el rédito que en teoría había acumulado nunca
existió, sino porque se colocó en tal situación por su propia negligencia; así el haber
tolerado la ya señalada informalidad en aras de la obtención de una supuesta ganancia
que excedía parámetros razonables, le impide alegar su propia torpeza para sustentar
una pretensión resarcitoria, por lo que, remitiéndome a lo expuesto sobre este punto
en los considerandos precedentes, el reclamo no tendrá favorable recepción.
Iguales consideraciones caben respecto del daño psicológico alegado,
debiendo agregarse, a mayor abundamiento, y sin perjuicio de cuanto pudiera
señalarse sobre la categorización de este daño, que por sus características el peritaje
se presenta como la prueba necesaria e insoslayable para su demostración en
juicio, ya que si bien no tiene carácter vinculante, permite al juez acceder a
conocimientos técnicos y científicos que de lo contrario ignoraría (CNCom, Sala C,
“Hermida, Jorge Alberto y otros c/ Carbone, Carlos Martin y otro s/ ordinario”,
30/03/21; en similar sentido, Sala E, “Schmidt, Adolfo c/ Mastellone Hnos. SA s/ Daños
y Perjuicios; y Lugones, Irma C/ Mastellone Hnos. S.A. S/ Sum (Acumulados) del

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28/02/94). Y, el actor, en el caso no ofreció la prueba pericial psicológica que resultaba
necesaria a fin de acreditar el daño cuyo resarcimiento pretendía (cfr.art. 377 del Cpr.).

VI. Finalmente he de examinar la excepción de falta de legitimación


pasiva que opuso Barreta.
Fue recién cuando el actor contestó el traslado de la excepción de falta
de legitimación pasiva que explayó sus argumentos para fundar la comparecencia de
Barreta en su carácter de parte demandada.
Recuerdo que allí el actor expuso que existía una relación comercial
entre el actor y Paolucci y la restante codemandada al existir un giro comercial en que
ambos intervenían. Añadió que Barreto era quien en ciertas ocasiones se encargaba
de recibirlo, asesorarlo en las inversiones y recibir sumas de dinero.
Sin embargo, con la prueba producida y del propio relato de los hechos
que el actor realizó al tiempo de iniciar demanda, no surge que Barreto hubiera
intervenido y/o participado asumiendo el carácter de parte en la relación en que se
sustenta esta litis.
Así adviértase que ninguno de los recibos de los que surge la entrega de
fondos aparecen suscritos por la nombrada, ni tampoco del intercambio de mensajes
por correo electrónico, surge la intervención de Barreto; sino que, por el contrario,
todos ellos tienen como único interlocutor a Paolucci.
No se me escapa que en la declaración testimonial de Guillermo Manuel
Montes de Oca este refiera a la presencia de Barreto en una supuesta entrega de
dinero que habría realizado el actor (v. 275vta., respuesta a la pregunta 3).
No obstante, la sola intervención de Barreto en aquel acto, no logra
contrarrestar la fuerza probatoria que debe otorgarse al contenido de la prueba
documental producida en la causa la que solo permite concluir en el sentido antes
expuesto (art. 386 del Cpr.).
Como elemento coadyuvante, observo que la restante declaración
testimonial que brindó Ramon Daniel Samaniego en donde relató cierta vez que fueron
a la casa de los accionados y lo atendió la Sra. Barreto para luego convocar a Paolucci
(v. respuesta a la 2 pregunta obrante a fs. 258) deja entrever que los aislados
encuentros personales que el actor podría haber llegado a mantener con Barreto eran

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solo a partir del vínculo de esta con Paolucci, sin que pudieran tener virtualidad
jurídica para considerarla parte del vínculo con el demandado. Tampoco se desprende
la legitimación pasiva de la nombrada del correo electrónico obrante a fs.52 que según
el actor “acredita el trato con la codemandada Jesica Barreto” (v alegato), pero está
dirigido a Paolucci y permite inferir un trato que se vincula con la relación personal
entre ambos codemandados.
A mayor abundamiento esta conclusión es también la que surge del
relato del actor quien, a fin de explicar los fundamentos de hecho de su demanda, solo
aludió a cómo conoció al accionado, el porqué de su vinculación, explicó la relación, las
supuestas condiciones personales del demandado etc. sin que hubiera referido en
momento alguno a la mediación de Barreto; discurso que recién completó explicando
una supuesta participación de la codemandada cuando debió contestar el traslado de
la excepción objeto aquí de tratamiento.
Tal relevante omisión permite corroborar la exactitud de esta
conclusión.
Tras todo lo anterior, y en tanto que Barreto resulta ser una tercera
ajena al vínculo contractual que es objeto aquí de tratamiento; haré lugar a la
excepción de falta de legitimación pasiva opuesta.

VII. Costas.
En atención a que la demanda progresó parcialmente habré de distribuir
las costas en un 70 % a cargo de la demandada y en un 30% a cargo del actor,
prescindiendo de realizar un cálculo meramente aritméticos sobre sumas pretendidas
y admitidas en virtud de que cabe otorgar mayor relevancia al hecho de que ha
quedado demostrado el presupuesto principal de la pretensión, que fuera negado por
la parte demandada, dejando aclarado que las costas que soportará el demandado
sustancialmente vencido serán calculadas obre el monto por el que prospera la
demanda.
Por último y en relación a las costas por la participación de Barreto
serán impuestas al actor en virtud de la decidido en el considerando IX al receptar la
defensa de ausencia de legitimación pasiva opuesta por la nombrada.

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VIII. Respecto al planteo de pluspetición inexcusable introducido por el
accionado no puede ser atendido pues más allá de cualquier otra consideración, para
que este instituto resulte aplicable, la parte demandada debió haber admitido la
pretensión hasta el monto reconocido en la sentencia, y en el caso la accionada negó la
existencia de responsabilidad alguna y por ende la procedencia de la demanda, es
decir no admitió la pretensión en la medida en que prospera ni en ninguna otra (art. 72
1er párr. CPCCN).
Por las razones expuestas FALLO: 1) Haciendo lugar parcialmente a la
demanda promovida por Marcelo Carlos Alberto Galuzzi contra Pablo Paolucci a quien
condeno a abonar al actor las sumas de U$S 170.500 y $ 19.125, con más los intereses
indicados en el considerando IV; 2) Distribuyendo las costas por la actuación de las
partes nombradas en un 70% a cargo del demandado y en un 30% a cargo del actor,
conforme a las razones expuestas en el considerando VII; 3) Rechazando la demanda
entablada por Marcelo Carlos Alberto Galuzzi contra Jessica Barreto, con costas a
cargo del actor, de acuerdo a lo indicado en el considerando VII en virtud del principio
objetivo de la derrota; 4) Conforme la línea interpretativa sentada por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación in re “Las Marías SACIFIA c/ Misiones Provincia de s/
Acción declarativa” del 04.09.18, la nueva ley arancelaria 27.423 no se aplicará a la
labor profesional desarrollada durante las etapas procesales concluidas o que hayan
tenido principio de ejecución bajo la vigencia de la ley 21.839 y su modificatoria ley
24.432.
Bajo estas consideraciones, por los trabajos efectuados por etapas
concluidas o iniciadas bajo la vigencia de la ley 21839, evaluando la importancia,
forma, calidad y extensión de los trabajos realizados, regúlanse los honorarios del
letrado patrocinante de la parte actora, Dr. Martin Huidobro en $ 599.305,15 y
Pablo Martin Palacios Anchorena, en la suma de $ 599.305,15 (arts. 6, 7, 9, 19, 37 y
38 de la ley 21.839, modif. por la ley 24.432) y los honorarios de la letrada
patrocinante de la parte demandada Pablo Ernesto Paolucci, Dra. Valeria Andrea
Ampo en la suma de $ 762.752,03.
Luego y en virtud de la demanda iniciada contra la restante
codemandada, Jesica Leonor Barreto, se regulan los honorarios de la letrada

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patrocinante de la restante codemandada, Jessica Leonor Barreto, Dra. Valeria
Andrea Ampo en la suma de $1.198.610,30.
Regúlanse asimismo los honorarios de la mediadora, Dra. Patricia
Marina Kremer en 120 UHOM equivalentes al día de la fecha a la suma de $ 132.000
y los de la mediadora Dra. Laura Susana Adela Gadi en 120 UHOM, equivalentes al día
de la fecha a la suma de $ 132.000 (conf. art. 2, inc. “G”), del Anexo III del Decreto
Reglamentario1467/2011, sustituido por Decreto N°2536/2015), en su caso, previo
descuento de la suma adelantada.
b) Por los trabajos que fueron efectuados en etapas iniciadas bajo la
vigencia de la ley 27423, regúlanse los honorarios del letrado patrocinante de la
parte actora, Dr. Martin Huidobro, en 265,33 UMAS equivalentes al día de la fecha a
la suma de $ 1.634.468,7 y Pablo Martin Palacios Anchorena en 265,33 UMAS
equivalentes al día de la fecha a la suma de $ 1.634.468,7 y los de la letrada
patrocinante de la parte demandada, Pablo Ernesto Paolucci, Dra. Valeria Andrea
Ampo, en 424,53 UMA equivalente al día de la fecha a la suma de $ 2.615.149,80
(se han aplicado los arts. 16 inc. a, b, d, y e, 20, 21, 29 y 58:a) de la ley 27.423).
Los honorarios de la letrada patrocinante de la restante codemandada,
Jesica Leonor Barreto, Dra. Valeria Andrea Ampo se regulan en 530.66 UMA
equivalente al día de la fecha a la suma de $ 3.268.937,40 (se han aplicado los arts. 16
inc. a, b, d, y e, 20, 21, 29 y 58:a) de la ley 27.423).
Los honorarios del perito calígrafo, Sra. Graciela Juana Aguirre, se
regulan en 16.24UMA equivalente al día de la fecha a la suma de $100.038,40.
Los honorarios del perito ingeniero en sistemas, Gabriel Adrián
Ascazuri, se regulan en 265.33 UMA equivalente al día de la fecha a la suma de $
1.634.432,80.
Se deja constancia de que el valor de la UMA es al día de la fecha $
6.160.
En ambos casos se ha tomado como base para el cálculo el monto
resultante de la sentencia con más los intereses (CNCom. En pleno 29.12.94 “Banco del
Buen Ayre c/ Texeira Mendez s/ Ordinario s/Inc. de honorarios” LL1995A330, ED
161183y art. 24 de la ley 27.423).

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Se deja constancia que la presente regulación no incluye el Impuesto al
Valor Agregado, que pudiera corresponderle al/la beneficiario/a en razón de su
condición, impuesto que debe ser soportado por quien tiene a su cargo el pago de las
costas conforme la doctrina sentada por la C.S.J.N. in re: “Compañía General de
Combustibles S.A. s/recurso de apelación” del 16.6.93.
La adición corresponde previa acreditación por parte del beneficiario, de
su condición de responsable inscripto frente al tributo (Resoluc. Gral. DGI 3316/91:3).
Ello no procederá si se encuentra adherido al régimen del monotributo (ley 24.977).
Atento a las particulares del caso que fue sometido a decisión y
antecedentes arrimados, firme y consentida remítanse estas actuaciones a la UIF en el
marco de lo previsto en el art. 21 de la ley 25.246 a los fines que estime pertinentes.
Practíquese por secretaría la notificación ordenada a las partes,
debiendo la parte actora notificar a la mediadora interviniente en autos.
Cópiese, regístrese, notifíquese, cúmplase y oportunamente, archívese.-

MARIA VIRGINIA VILLARROEL
JUEZ

Signature Not Verified


Digitally signed by MARIA
VIRGINIA VILLARROEL
Date: 2021.11.30 15:05:06 ART

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