Clínica psicomotriz con niños con plurideficiencias
Alicia Sabó
Intentaremos comenzar a sentar algunas bases, sobre el trabajo clínico-
educativo con niños con plurideficiencias o multidiscapacidades. tomaré una de las
definiciones que Andreas Frohlich enuncia en sus libros, fruto de un trabajo
específicamente dedicado a las personas con plurideficiencias. Llama personas
con plurideficiencias profundas, a las que apenas llegan al desarrollo de un bebé
de 6 meses aproximadamente.
Explica: “Tomo este tiempo considerando que es el momento en que
comienza la separación de la relación madre- hijo, ya que su sistema de
percepciones, movimiento y comunicación se ha diferenciado de tal manera, que
el medio ambiente ya puede ser recibido en forma activa. No depende casi, de la
mediación exclusiva de la persona adulta referente.” Estas personas se
encuentran severamente afectadas en las distintas áreas del desarrollo. A.
Frohlich toma para su estudio y análisis las siguientes: Area motriz, sensorial,
cognitiva y decomunicación. Explica también que, estas personas presentan,
generalmente y como consecuencia de ello, trastornos orgánicos y de salud.
Consideramos que la plurideficiencias no es la yuxtaposición de los
trastornos en la persona, sino que su especificidad resulta de la Inter- relación de
los trastornos entre sí, y más aún, fundamentalmente, de en que posición esta
Inter- relación de trastornos y anomalías, coloca al niño y ubica a su familia con
respecto a él.
Por lo tanto, el tratamiento no puede ser la suma de los tratamientos según
el área afectada, sino una intervención específica e individual, justamente en el
encuentro de toda esta gran discapacidad y sufrimiento en el niño que lo padece y
su familia.
En el niño, como sujeto a advenir, a construir.
Al hablar del niño, debemos hablar de su familia, en donde el nacimiento de
un niño con trastornos, genera graves perturbaciones. Fundamentalmente rompe
gravemente, con el ideal que generalmente toda pareja parental tiene, al esperar
el nacimiento de su bebé – hijo, pero con el agravante, de que el diagnóstico o los
síntomas de discapacidad del niño, ponen en cuestión su capacidad de ser padres
de un niño tan diferente al esperado.
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Al ver a los niños siendo tomados por tratamientos que los reenvían a su
lugar de órgano afectado, cuerpo tomado por el discurso de la medicina y la
estimulación de las distintas áreas como sumatoria, nos preguntamos acerca de
los efectos que dichas prácticas tienen en su constitución subjetiva y evolución.
Pensemos entonces, en niños tan alejados de los parámetros de la
normalidad, que ninguna técnica generalizada consigue dejar de llamarlos por el
nombre de la patología, quedando excluido entonces, el nombre personal y
familiar.
¿Cómo amamantar a un niño que no succiona?
¿Cómo jugar con un niño que parece no oír ni ver?
¿Cómo cambiarle los pañales a un niño con extrema hipertonía o hipotonía?
Pueden ser estás, algunas de las dolorosas preguntas que se harán los padres de
éstos niños. Sumado a estás , nos preguntamos:
¿Cómo identificarse y construir el lugar de padres de un niño con una
malformación?
¿Cómo ver más allá de la discapacidad, la parálisis o la ceguera y encontrarse con
su hijo?
¿Cómo en definitiva, encontrarse con SU hijo y no con el síndrome que lo
representa, como carta de presentación imposible de esconder?
La presencia de la muerte fantaseada o real, representada en médicos que
anuncian el pronóstico de vida en suspenso, muchas veces, provoca el miedo a
relacionarse con el niño y crear un vínculo.
Nuestro planteo es:
¿Cómo hacer para que éstos niños sean nominados, subjetivados más allá
de la masiva deprivación que sufren y que los nomina desde ya, en el gran grupo
de los discapacitados graves?
Estos niños se presentan con su cuerpo tomado por la patología, por su
historia tomada por sus múltiples internaciones e imprescindibles cuidados y
atenciones médicas, por su nombre y su subjetividad generalmente anulada por el
nombre del diagnóstico.
Al nacer, nace con ellos su historia clínica.
Podríamos pensar que tocarlos los remite al toque del sufrimiento, sus
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recuerdos, sus huellas si las hay, tienen que ver con el dolor y la soledad.
Podríamos conjeturar que sus primeras vivencias serían las de
insatisfacción y que van marcando su modo de estar, ¿cómo armamos desde allí
un modo de ser?
Planteamos la creación de una relación, desde donde el toque genere
vivencias de satisfacción a las cuales querer retornar o crear, y que al suponerle el
efecto de una huella en él, una marca que se enlace con otra y con otra, le
posibilite ir armando una cadena significante que le dé sentido a éste toque, un
nuevo sentido donde él exista.
En el dialogo tónico, el toque de cada madre a su bebé, tendrá un sentido
particular, cada sonido será transformado por ella en un mensaje, si es que ella
hace una hipótesis sobre cada balbuceo y si ante un movimiento se y le pregunta
al niño, que le pasa o que quiere, entonces estará transformándolo en un gesto.
Entonces ¿dónde centro el tratamiento?
1. Si se centra en lo motor, se haría, por ejemplo: maniobras de relajación
muscular, para que el chico abra la mano. Eso sería general, a todos por
igual.
Niño pasivo (posición conocida y transitada habitualmente por él)
Terapeuta activo (Es el que sabe exactamente que se debe hacer con el
cuerpo de todos los niños que se le presentan con las mismas características.
Nada nuevo puede renacer, no hay dudas ni pregunta en la cual el niño
sorprenda al terapeuta. El plan se realiza tal cual es pensado por el profesional,
sin depender de la particularidad de cada niño muestra, si es que hay alguien
que este dispuesto y deseoso de verla.)
2. Si se centra en lo afectivo se hará maternaje, o sea, se sostiene un lugar
materno, de modelo a seguir, en donde el niño queda atrapado en el cariño
y placer maternal de alguien que, no es su madre ni puede ejercer esa
función.
Por lo tanto, no se trabajara entonces, en la restitución de las función materno-
paterna y de hijo, tan imprescindible en estas familias en donde se ha roto o al
menos esta muy cuestionado, el saber materno- paterno sobre su hijo.
Las ejercitaciones se realizarán con el objetivo de conseguir la relajación y el
“bienestar” en el niño.
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3. Si suponemos que el sujeto se va construyendo en función de la imagen
que el Otro le arma y lo sostiene en esa escena espejante, en donde pueda
comenzar a verse reflejado en sus producciones en calidad de existencia,
como espejo de su ser niño y no como discapacitado, articulando su hacer
(aunque fallido, diferente, asistido por otro) con las huellas en la que se
podrá ir reconociendo, entonces se deberá ubicar cada movimiento como
gesto, anticipándose así en un futuro anterior donde se supone ya la
existencia de un sujeto, allí donde todavía no lo hay.
Entonces, intervendremos en la articulación entre lo instrumental, por ejemplo:
en lo postural, armando y asistiendo su postura - dado que en principio sólo no
puede sostenerse -, y el armado de su imagen, en el intento de ir dejando
inscripciones significantes, que pretenderemos vayan instalándose como
marcas en las que reconocerse. Allí lo interrogaremos, tomaremos aquello que
él nos muestra, un sonido, un movimiento incluso involuntario, y lo
espejaremos entonces, como una producción suya.
Esta producción así entendida, en su repetición no automática, sino
significante, irá dejando huellas que el niño podrá tomar y así, enlazándolas, se irá
armando la historia ya no medica, sino el comienzo de su historia subjetiva.
En éste armado de escenas – cotidianas, de relación o de juego-, corremos el
riesgo de quedarnos jugando solos. Ese es el gran desafío al cuál estamos
expuestos, los que nos proponemos acompañar el advenimiento de un Sujeto, en
el tratamiento de aquellos niños que aún no han construido una imagen, que los
nombre con su propio nombre.
Dice Esteban Levin en su último libro:” La función del hijo. Espejos y laberintos
de la infancia.”
“He allí uno de nuestros pilares en esta particular clínica. Nos referimos al
hecho de anticipar (anticipación simbólica), un sujeto en cualquier producción
sensoriomotriz, por estereotipada o disarmónica o paratónica o extraña que
parezca. Esta anticipación implica una construcción ya que, en “realidad” no
sabemos si hay en ese movimiento un sujeto o no constituido, pero suponemos
siempre que sí lo habrá (es lo que se denomina “tiempo del futuro anterior”) o sea
construimos un futuro en una anterioridad, que implica suponer un sujeto en cada
producción del niño...
Para que el clínico que se ocupa de ese niño pueda construir un futuro
anterior, tendrá que soportar el espejo deformante y descarnado que el niño en su
sensorialidad presenta.”
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Y, por último, referimos al párrafo en donde reflexiona:
“...para producir el corte entre lo sensitivo y lo motor, así como la posterior
ligadura y enlace, hace falta “todavía” que el terapeuta este presente,
sosteniendo y construyendo constantemente el escenario, para que por allí
emerja la escena en donde ellos se alejen (aunque sea por unos instantes)
de la patología y aparezcan en su imagen como sujetos y no como objetos-
órganos sensoriomotores.”
Pero, ¿cómo sería esta construcción?
¿Cómo sería el armado de escenas en niños que no pueden jugar ni
aprender como los
otros?
¿Cómo conformar el escenario para que puedan configurar sus
representaciones?
¿Cómo abordamos la formación de su imagen corporal?
Si el cuerpo del niño tiene la imagen de lo real, de la patología, lo que lo
representará son
los signos patológicos y éstos, no tienen imagen subjetiva.
Nos planteamos entonces, el armado de un lazo particular, transferencial,
para ir transformando los movimientos, las posturas, las reacciones tónicas, en
una producción suya, con sentido para él. Así comenzará a verse en el Otro,
terapeuta, padre, espejo de sus imágenes, quien deberá sostenerlas y armarlas
cada vez, mientras el niño así lo requiera.
El camino transferencial a recorrer va en la dirección de: armarle,
sostenerle cada vez el escenario y las escenas, hasta que él pueda colocarse en
esa otra posición que le vamos proponiendo, de hacedor y productor de sus
propias imágenes, reflejándose y sosteniéndose por fin en sus haceres.
Estas producciones serán entonces significantes, suyas (aunque anómalas,
diferentes y hasta ineficaces para los patrones que los evalúan) y con un sentido
subjetivo, para ser, estar y habitar su cuerpo como propio y productivo, desde esta
diferente concepción de producción que estamos proponiendo.
Una cosa es suponer que lo que le va armando su imagen es el ejercicio
(motor, general, anónimo) y otra muy diferente es pensar que, a través de una
relación transferencial y escénica como la que estamos planteando, se va
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construyendo subjetivamente desde su quehacer singular, apropiándose de su
hacer como gesto propio, de su postura como representación y en definitiva, de su
cuerpo, en su producción singular y no general.
Alicia Sabó
Licenciada en psicología. Psicomotricista. Especialista en clínica de la
primera infancia y estimulación temprana. Psicoanalista. Docente universitaria.
Orientadora familiar. Especialista en el trabajo con bebés, niños y jóvenes con
plurideficiencias. Profesora de educación pre-escolar. Especialista en inclusión
escolar. Docente y conferencista invitada en Argentina y en el exterior. Ex
directora-docente de la Escuela de Formación en Clínica Psicomotriz y problemas
de la infancia, de Buenos Aires. Supervisora y capacitadora clínica y educativa en
Argentina y en el exterior. Autora de artículos dedicados a problemáticas de la
infancia, la adolescencia y la familia, el juego, trabajo con padres, diagnostico,
inclusión escolar y social y trabajo institucional e interdisciplinario. Directora -
docente de la Escuela de Formación en Infancia, Adolescencia y
Familia, de Buenos Aires.
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Bibliografía
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Aires: Amorrortu, 1914.
Freud, S., Más allá del principio de placer, Obras completes, Volumen
XVIII, Buenos Aires: Amorrortu, 1920.
Levin, E., (2000), La función del hijo. Espejos y laberintos de la infancia,
Buenos Aires: Nueva Visión, 2000.
Levin, E., Discapacidad clínica y educación. Los niños del otro espejo,
Buenos Aires: Nueva Visión, 2003.
Levin, E., Pinochos, marionetas o niños de verdad. Las
desventuras del deseo, Buenos Aires: Nueva Visión, 2014.
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2001.
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Winnicott, D., Realidad y juego, Buenos Aires: Editorial Gedisa, 1972.
Winnicott, D., Acerca de los niños, Buenos Aires: Paidós, 1998.