VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
INTRODUCCIÓN
Hermanos: en cada rincón del mundo, Cristo Jesús sigue recorriendo un interminable viacrucis, en el
calvario íntimo de tantos niños, jóvenes, adultos y ancianos, y de miles de hogares y pueblos marginados o
descartados de la sociedad.
Vivimos en un mundo contradictorio, porque mientras nos preocupa y alarma la superpoblación, los altos
índices de pobreza, de analfabetismo y destrucción del medio ambiente, al mismo tiempo se invierte miles
de millones de dólares en armamento, en la explotación de los recursos naturales. La ambición enfermiza y
el despilfarro de muchos, impulsados por la voraz sociedad consumista y hedonista, cada vez va invadiendo
más fuertemente los bolsillos de los más pobres y necesitados.
Desde hace muchos años se ha proclamado los derechos humanos, y, sin embargo, no se respeta el más
elemental derecho a la vida. Con razón, el Papa Francisco, afirma que nos encontramos dentro de una
“cultura del descarte”. La sociedad se mueve en términos de eficiencia, producción y calidad, y como el niño
y el anciano, no producen, los órganos socio-económicos, los descartan, aniquilan y matan con el aborto y la
eutanasia.
Todos somos culpables del dolor del mundo y de los abruptos cambios climáticos a nivel mundial. Cada
día contribuimos a destruir el hermoso universo que Dios puso en nuestras manos. Dios lo hizo con infinito
amor y sabiduría, dotándole de una increíble armonía, pero es el hombre el que ha ido desarticulando esa
armonía con la contaminación, abuso y destrucción de la Casa de todos: el maravilloso Universo.
Somos invitados a tomar conciencia de nuestra responsabilidad: si amamos la vida, tratemos de cuidarla,
defenderla y hacerla crecer en todos sus niveles; si queremos la paz, luchemos por ser más hermanos, más
hijos de Dios, más justos, honestos, responsables, respetuosos, solidarios y caritativos. Es lo que vamos a
meditar, mientras acompañamos a Jesús en su camino hacia el calvario que culmina en la resurrección y la
vida.
ORACIÓN INICIAL
Señor, queremos acompañarte en tu camino de cruz; ayúdanos a recorrerlo con el amor con que tú lo
atravesaste. Abre nuestros corazones al amor, a fin de amarte a Ti y a nuestros hermanos, donde Tú sigues
misteriosamente presente, especialmente en tantos hermanos nuestros que sufren como víctimas inocentes
de la injusticia y la cruel inhumanidad.
Danos la capacidad de comprender el valor del perdón, de la amistad, de la solidaridad, de la honestidad,
la reconciliación y la paz, necesarios para construir el mundo que tú quieres: un mundo de hermanos, donde
lo más importante sea la persona y no el mercado, la dignidad y no el engaño, la vida y no la muerte. Amén.
Página | 1
PRIMERA ESTACIÓN
JESÚS CONDENADO A MUERTE
«Conspiran contra el inocente y lo condenan a muerte» (Sal 94, 2).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio de San Mateo 27, 23-26.
Pilato les dijo: “Y ¿qué voy a hacer con Jesús, llamado Cristo?”. Y todos gritaron a una: ¡Que sea
crucificado! Preguntó Pilato: “Pero, ¿qué mal ha hecho?”. Mas ellos seguían gritando con más fuerza:
“¡Crucifícalo!” Entonces Pilato, viendo que nada lograba, sino que más bien crecía el tumulto, tomó agua y
se lavó las manos delante de la gente, diciendo: “Inocente soy de la sangre de este justo. Allá ustedes”. Y todo
el pueblo respondió: “¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”. Entonces, ordenó soltar a
Barrabás; y a Jesús, después de hacerlo azotar, se lo entregó para que fuera crucificado. Palabra de Dios.
Reflexión:
Jesús es víctima inocente de la más horrenda injusticia político-religiosa, y es condenado a
morir en una cruz, el justo por los injustos. Sin embargo, Jesús ofreciéndose a sí mismo como
Víctima, acepta plenamente la voluntad del Padre y hace realidad lo que nos ha enseñado en
el Evangelio: “Sólo el que pierde su vida, la encuentra para siempre”. En Cristo sufriente
confluyen el dolor, la pasión y la muerte de tantos hombres y pueblos, víctimas de la injusticia,
del poder opresor y la impunidad, de la explotación y de tantos males provocados por los
enemigos de Dios de ayer y de hoy.
Oración:
Señor Jesús, con tu pasión dolorosa quisiste solidarizarte con todos los hombres y mujeres
injustamente juzgados y condenados, con tantos niños privados de la vida antes de haber
nacido, con los ancianos marginados, olvidados y abandonados a su suerte. Ayúdanos a ser
más sensibles al sufrimiento de nuestros semejantes, a ser misericordioso con ellos y a luchar
porque se instaure un mundo de justicia y de paz entre hombres y naciones. Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 2
SEGUNDA ESTACIÓN
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
«¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto
y va a buscar la que se perdió, hasta que la encuentra?
Y cuando la encuentra, la carga muy contento sobre sus hombros» (Lc 15, 5).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, desarrollar
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio de San Juan 19, 16-17.
Entonces, Pilato entregó a Jesús para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando con su
cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota. Palabra del Dios.
Reflexión:
El peso de la cruz que Jesús abraza, abarca el pecado de la humanidad de todos los tiempos.
Es un peso siempre en aumento, donde cabe el peso de la cruz personal, de cada hogar,
comunidad y nación. Esa cruz inmensa somos cada uno de nosotros. Jesús nos ama, pero
también nos pide conversión; nos carga en sus hombros para liberarnos, curarnos y volvernos
al redil de la salvación. Pero a su vez, Jesús nos invita también a compartir el peso de las
cruces de las personas que encontramos cada día en nuestro camino.
Oración:
Señor, nosotros nos lamentamos de nuestras cruces, pero muchas veces miramos con
indiferencia las cruces de nuestro prójimo o, incluso cargamos cruces en los hombros de
nuestros hermanos. Enséñanos a ser solidarios con la cruz gigante de nuestros semejantes y
de nuestro mundo. Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 3
TERCERA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ BAJO LA CRUZ
«Todos hemos caídos como hojas marchitas» (Is 64, 5)
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del profeta Isaías 53, 2-5.
Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; le vimos
sin aspecto atrayente. Despreciable y desecho de los hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno
ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. ¡Y con todo eran nuestras dolencias las
que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y
humillado. Él ha sido herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestras culpas. Él soportó el castigo que
nos trae la paz, sus heridas nos han curado. Palabra de Dios.
Reflexión:
Nuestra vida abrumada de pecado, complejos, desilusiones y esclavitudes hacen pesada la
cruz de Jesús y lo empujan a caer en el polvo, símbolo de nuestra miseria y debilidad. Nuestras
propias caídas las comprendemos y hasta las justificamos, pero no toleramos las caídas de
nuestros hermanos. Es hora de aprender a levantarnos para ayudar a levantar también a los
caídos, incomprendidos y olvidados.
Oración:
Jesús, tus caídas nos estremecen de ternura, las nuestras las comprendemos y justificamos
con cualquier pretexto, pero no toleramos las caídas de nuestros semejantes, juzgamos las
caídas de los demás. Ayúdanos a comprender más para poner en pie a nuestros hermanos
caídos y marginados. Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 4
CUARTA ESTACIÓN
JESÚS ENCUENTRA A SU SANTÍSIMA MADRE
«Cuando sufre un miembro, todos los demás sufren con él» (1Cor 12, 26).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio de San Lucas 2, 33-35.
Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: “Este está puesto para caída y levantamiento de muchos en
Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que
queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”. Palabra del Dios.
Reflexión:
A María la encontramos en el camino del dolor, compartiendo paso a paso con su Hijo
todos sus padecimientos. Ella nos enseña a vivir el amor cristiano con autenticidad. Un amor
que se muestra más cercano cuando nuestros hermanos están solos y abatidos. Un amor que
hace más llevaderas las horas difíciles de frustración, incomprensión, soledad y dolor de
nuestros semejantes.
Oración:
Oh Madre, sabemos que ya no estamos solos, porque en nuestro camino has querido
hacerte nuestra compañera que sostiene, nuestra Madre que comprende, nuestra Madre que
comparte toda nuestra vida. Enséñanos a no ser indiferentes ante el dolor ajeno, sino prontos
para consolar, fortalecer, animar y acompañar a cuantos sufren por causa del egoísmo,
ambición, injusticia y deshumanización. Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 5
QUINTA ESTACIÓN
JESÚS ES AYUDADO POR SIMÓN DE CIRENE
«Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas» (Gal 6, 2).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio de San Marcos 15, 21-22.
Y mientras conducían a Jesús al Calvario, obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del
campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Palabra de Dios.
Reflexión:
Cristo Jesús, en realidad no necesitaba ser ayudado por nadie, sin embargo, aceptó con
amor la ayuda obligada de un hombre, para que permitamos que el otro se aproxime a nuestra
vida, y aceptemos su ayuda, su compasión y solidaridad. Es preciso derribar los muros del
orgullo, vanidad y egoísmo para reconocer que nos necesitamos mutuamente y que debemos
salvarnos no aisladamente, sino juntos. Es necesario arrancar de nosotros la soberbia y los
aires de autosuficiencia para darnos cuenta que necesitamos de Dios, sólo en Él nuestra vida
es feliz y plena. Dejemos que el Señor nos ayude a cargar con amor nuestra cruz de cada día.
Oración:
Señor Jesús, a menudo nos sobran pretextos para no dejar entrar al prójimo en nuestra
vida. El orgullo hace creernos autosuficientes, fuertes y perfectos como para aceptar la ayuda
de los demás. Danos la capacidad de entender el valor del otro y aceptar su mano generosa
en nuestras debilidades. Danos la humildad para sentir la necesidad de Dios y dejarnos salvar
por Él. Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 6
SEXTA ESTACIÓN
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
«No tenía presencia ni belleza que atrajera nuestras miradas» (Is 53, 2).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del profeta Isaías 50, 6.
Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que arrancaban mi barba. No oculté mi
rostro a los insultos y salivazos. Palabra de Dios.
Reflexión:
El Creador dotó a la mujer de profunda ternura, de capacidad de sacrificio, de formidable
intuición y simpatía. Es por eso que una mujer se abre camino entre la multitud para acercarse
a limpiar el rostro ensangrentado de Jesús. Es allí, en el servicio digno donde la quiere Dios,
y no el pedestal de reina de cualquier cosa, porque no es objeto decorativo, ni muñeca de
salón ni anzuelo de publicidad.
Oración:
Padre bueno, Tú encomendaste a la mujer una misión tan noble y tan grande, ser esposa y
madre, sin embargo, los hombres nos hemos encargado de desviarla y colocarla en el sitial de
los intereses egoístas. Ayúdanos a reconocer su dignidad para valorarla y defenderla en todo
tiempo y lugar. Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 7
SÉPTIMA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ BAJO LA CRUZ
«El Señor levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre» (Sal 113, 7).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del profeta Isaías 53, 5-7.
Él ha sido herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae
la paz, y con sus heridas hemos sido curados. Todos nosotros como ovejas errantes, cada uno marchó por su
camino, y Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca.
Como un cordero llevado al matadero y como oveja ante los que la trasquilan, enmudecía y no abría la boca.
Palabra de Dios.
Reflexión:
Jesús, abatido por la debilidad de cuerpo, cae bajo el peso de la cruz. Es la pesada cruz del
mal de la humanidad. Con frecuencia somos indulgentes y compasivos con nuestras propias
debilidades, pero crueles e inhumanos con las debilidades ajenas. Por eso nos sorprenden las
recaídas del prójimo, a quien miramos con desprecio en lugar de extenderle la mano. Y
muchas veces podemos tener alguna culpa en esas recaídas.
Oración:
Señor Jesús, esta segunda caída te ha dejado ya sin fuerzas. Sin embargo, te levantas para
retomar el camino. Haznos comprender que no podemos permanecer pasivos ante los nuevos
desafíos y retos de la sociedad, sino que cada uno debe asumir la responsabilidad confiada.
Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 8
OCTAVA ESTACIÓN
JESÚS CONSUELA A LAS PIADOSAS MUJERES
«Conviértanse a mí de todo corazón» (Jl 2, 12).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio de San Lucas 23, 27-28
Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose
a ellas, dijo: Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes mismas y por sus hijos […].
Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco, ¿qué harán? Palabra de Dios.
Reflexión:
Jesús, olvidando su sufrimiento, se preocupa y conmueve ante los lamentos de quienes le
acompañan. En ese llanto, Cristo mira el llanto de toda la humanidad dolorida y agobiada por
tantos males, y nos invita a ver en profundidad las causas del mal que aflige a cada ser humano,
para buscar soluciones movidos por un amor activo y efectivo.
Oración:
Señor, los males que nos afligen es el efecto de nuestro pecado, de nuestro egoísmo,
ambición y prepotencia. Danos un corazón arrepentido y la disposición para avanzar en el
camino de la conversión personal y social. Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 9
NOVENA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ BAJO LA CRUZ
«Si he caído, me levantaré. Si ahora estoy a oscuras, el Señor es mi Luz» (Miq 7, 8).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del profeta Isaías 53, 3.12.
Al verlo se tapaban la cara, despreciado, lo tuvimos por nada; él soportó nuestros sufrimientos y cargó con
nuestros dolores. Él fue contado entre los rebeldes, cuando llevó el pecado de muchos, e intercedió por los
pecadores. Palabra de Dios.
Reflexión:
Una vez más encontramos por los suelos a Jesús. Sus caídas son el reflejo de nuestras
incontables caídas. El miedo, la vacilación, la desilusión, el fracaso, son otras tantas piedras
de tropiezo para caer. También Pedro, Tomás, Judas y otros apóstoles fueron débiles y
cayeron, dudaron, fracasaron. Sin embargo, Jesús los siguió amando y con su amor los fue
cambiando en hombres nuevos. Necesitamos del coraje para levantarnos y con asombroso
entusiasmo denunciar las injusticias y defender con valentía la vida y la dignidad de la persona
humana.
Oración:
Cristo Jesús, enséñanos a no desmayar en la lucha por extirpar de nuestra sociedad el
permisivismo, el relativismo moral, la indiferencia y el egoísmo, causa de nuestras continuas
caídas. Danos el coraje de ponernos en pie para contribuir en la construcción de un mundo
fraterno, justo y en paz. Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 10
DÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
«Ellos me miran triunfantes: se reparten mis vestidos, echan a suerte mi túnica» (Sal 22, 18-19).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio de San Juan 19, 23.
Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro partes,
una para cada soldado y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se
dijeron: “No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca”. Para que se cumpliera la Escritura:
Se repartieron mis vestidos, echaron a suertes mi túnica. Palabra de Dios.
Reflexión:
Los soldados despojan a Jesús de la túnica tejida por manos de su Madre. Hasta ese grado
de despojo quiso llegar el Señor, como prueba de su anonadamiento absoluto, como un ser
totalmente indefenso. Así comprendemos el despojo de miles de indefensos en nuestro
mundo. Cuantas veces arrebatamos la honra y buen nombre de nuestros hermanos con la
murmuración, la calumnia y la envidia. Muchos han perdido el sentido del respeto, del pudor
y de la intimidad de sí mismos y de los demás.
Oración:
Jesús, con tu despojo absoluto, abre nuestros ojos para ver la única riqueza que nadie nos
puede arrebatar, tu Reino ofrecido gratuitamente a todo aquel que quiera seguirte por el
camino del desapego y desinterés, del servicio y entrega de la vida hasta el último momento.
Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 11
DÉCIMA PRIMERA ESTACIÓN
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
«A esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas» (Lc 11, 50).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio de San Lucas 23, 33-34
Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, lo crucificaron allí, y también a dos malhechores, uno a
la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Palabra
de Dios.
Reflexión:
Jesús es clavado en una cruz que nos dice hasta dónde llega el amor de Dios y hasta dónde
llega el pecado del hombre. Es la prueba de que Dios nos ha amado hasta el extremo de
entregar a su propio Hijo. El ignominioso martirio de Jesús en la cruz se convierte en promesa
de victoria final. Sin embargo, el mártir del Calvario sigue clamando en los crucificados de
todos los tiempos.
Oración:
Señor Jesús, al verte suspendido en una cruz, entendemos que nos amaste hasta el extremo.
Ayúdanos a ser agradecidos contigo, pero danos la capacidad de comprometernos con
nuestros hermanos crucificados por la explotación, el odio, la contaminación, los vicios, y
todas las esclavitudes que imperan en nuestro mundo. Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 12
DÉCIMO SEGUNDA ESTACIÓN
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
«En esto hemos conocido el amor de Dios: en que él dio su vida por nosotros» (1Jn 3, 16).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio de San Juan 19, 28-37.
Jesús, sabiendo que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: “Tengo sed”. Había
allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la
acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: “Todo está cumplido. E inclinando la cabeza entregó
el espíritu. Después, los soldados al llegar a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino
que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. Y todo esto
sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará ni un hueso. Y también: Mirarán al que
traspasaron. Palabra de Dios.
Reflexión:
Cristo Jesús vivió una vida de total donación hasta morir por nosotros. Entregó toda su
vida a la causa de nuestra salvación, sin reservarse nada para sí. En Él se cumple aquello que
nos enseña “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo”, y “el que pierda
su vida por amor la salvará”. Cuán distinto sería el mundo si cada uno compitiéramos en ser
servidores los unos de los otros, como Jesús. Sin embargo, el egoísmo, el orgullo y ambición
nos impiden abrirnos a los demás y a sus necesidades; y, en vez de amarnos, buscamos la
ocasión de traicionarnos, abusarnos y matarnos, con lo que impedimos también que Cristo
esté en medio de nosotros, porque el Amor no puede reinar donde existen odios, divisiones,
ambiciones y guerras.
Oración:
Señor Jesús, moriste en una cruz amando, perdonando, orando por tus victimarios de
entonces y de ahora, derramando tu Sangre preciosa hasta la última gota, ofreciéndonos tu
Reino, tu Padre celestial y tu propia Madre. Todo el tesoro infinito que trajiste del cielo lo
compartiste con nosotros día a día hasta donarte a ti mismo. Ayúdanos a hacer de nuestra
vida una oferta continua de amor y de servicio hasta la hora final, que medirá el valor y
autenticidad de nuestra fe y de nuestra vida. Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 13
DÉCIMO TERCERA ESTACIÓN
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y ENTREGADO A SU MADRE
«¿Quién te podrá salvar y consolar, doncella, hija de Sión?
Grande como el mar es tu quebranto: ¿quién te podrá curar?» (Lam 2, 13).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio de San Juan 20, 38.
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos,
pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su
cuerpo. Palabra de Dios.
Reflexión:
He aquí al Señor Jesús que yace muerto en brazos de María. He aquí al Dios herido de
amor, como un corderito, pero manando vida por cada poro de su bendito cuerpo, dando
aliento al frustrado empeño del hombre por ser algo. Desde la cruz nos revela el amor
salvador del Padre y la promesa de vida para todos. Junto al regazo de su Madre nos dice que
el amor lo puede todo, porque quien ama se logra como persona, quien se entrega, se
encuentra, quien sirve fructifica, vence a la muerte y es coronado de vida, de luz y de sentido,
gracias al amor verdadero que nunca muere.
Oración:
Oh, María, ¿dónde podría descansar mejor el cuerpo indefenso de tu amado Hijo Jesús?
En tus amorosos brazos, donde lo tuviste de pequeño; en tu regazo de Madre donde lo
arrullaste con indecible ternura. Ahora lo contemplas frío, triturado, inerte. Tu sacrificio de
Madre y el sacrificio de tu Hijo se unen como puente franco para la reconciliación entre Dios
y la humanidad. Señora, acógenos también hoy en tus brazos, porque todos somos tu Cristo,
cuya pasión no ha terminado. Necesitamos cambiar, ser engendrados de nuevo, para renacer
a la imagen de Jesús. Recíbenos en tu seno, para aprender a amar sin medida como Tú. Te
queremos Madre junto a nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 14
DÉCIMO CUARTA ESTACIÓN
JESÚS ES SEPULTADO
«En el espíritu fue a predicar a los espíritus encarcelados» (1Pe 3, 19).
V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos,
R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio de San Juan 19, 39-42.
Fue también Nicodemo con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y
lo envolvieron en lienzos con los aromas, conforme a la costumbre de sepultar entre los judíos. Donde Jesús fue
crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie había sido sepultado. Como era
el día de la Preparación para la pascua de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. Palabra
de Dios.
Reflexión:
Jesús no ha fracasado, su vida no culmina en un sepulcro, sino que ha querido solidarizarse
tanto con nosotros, compartiendo todo el dolor, la soledad, la muerte y sepultura de todo ser
humano. Aceptó plenamente la voluntad del Padre, ofreciéndose a sí mismo como Víctima
en la Cruz, realizando lo que nos dice en su Evangelio: “Sólo el que pierde su vida, la
encuentra para siempre”. Jesús comprende mejor que nadie la oscuridad, soledad y frialdad
de la tumba, donde yacen inertes los despojos de tantos hermanos, víctimas del poder injusto,
de la explotación y del odio.
Oración:
Señor Jesús, cuando viniste al mundo quisiste compartir la morada del seno de una madre,
y después de haber cumplido tu misión salvadora y liberadora, compartes también nuestra
morada final, la tumba. Allí recibes la postrera despedida de tu Madre y de quienes te
acompañaron hasta el fin, y a cambio nos ofreces a todos, el ejemplo de un amor y de una fe
inquebrantable hasta la tumba. Desde ahora, enriquece, Señor, nuestra vida con un amor
activo y efectivo, con una fe valiente y consecuente, con una esperanza inquebrantable, para
que cuando seamos llevados a la tumba, les dejemos a los demás, el ejemplo de una vida
gastada y entregada en el servicio por amor. Amén.
Padre Nuestro… Dios te salve María…
V. Señor pequé, misericordia de mí.
R. Pecamos Señor y nos pesa. Ten piedad y misericordia de nosotros.
Página | 15
ORACIÓN FINAL
En este día Cristo del Calvario,
vengo a pedirte por mi carne enferma;
pero al verte, mis ojos van y vienen,
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando los tuyos los tienes destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la Cruz, alzado y solo estás?
¿Cómo decirte que no tengo amor,
cuando tú tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada.
Huyeron de mí todas mis dolencias.
Y, el ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
quedarme aquí junto a tu imagen muerta.
Ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa Puerta. Amén. (Gabriela Mistral)
Página | 16