La prueba en el régimen
disciplinario policial
Sumario. 1. El derecho al debido proceso y su vinculación con la prueba,
2. Sobre la admisibilidad probatoria, derecho de defensa y debido
proceso, 3. El principio del contradictorio y su relación con el derecho a la
prueba, 4. El contradictorio y la declaración del coinvestigado en el
procedimiento administrativo disciplinario policial, 5. En cuanto a los
límites de la prueba trasladada y su incorporación en el procedimiento
disciplinario. La reapertura de pruebas incriminatorias.
1. El derecho al debido proceso y su vinculación con la prueba
Una de las cuestiones de mayor discusión en el régimen disciplinario de
los funcionarios públicos es la práctica de los medios probatorios que
pueden desarrollarse dentro del procedimiento. En concreto, si estos
deben limitarse a los propuestos por el órgano de investigación, o
también resultan exigibles aquellos propuestos por el administrado
sometido a un juicio de reproche.
Y esta discusión no solamente se vincula a los protocolos, pericias,
declaraciones, interrogatorios, reconstrucción de los hechos, prueba
trasladada, entre otros (métodos de obtención de prueba que la
administración decida practicar para la obtención de la verdad); sino
además en la forma en que estos deben ser incorporados al proceso ya
que su inobservancia podría significar la vulneración del derecho de
defensa del administrativo, y, como consecuencia, la nulidad de todos los
actos procesales desarrollados en la instancia administrativa.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha definido que el
sistema procesal es un medio para realizar la justicia y esta no puede ser
sacrificada en aras de medias formalidades, para lo cual resulta
necesario conservar un adecuado equilibrio entre la justicia y la
seguridad jurídica. Entiéndase pues que cuando se trata del derecho a la
prueba resulta necesario “cuidar la seguridad jurídica y el equilibrio
procesal de las partes”[1], más aún cuando “el propósito de esta es el
esclarecimiento de un aspecto determinante del caso.”[2]
El debido proceso asegura el derecho de defensa, por lo que concurre
dentro de sus garantías el de contradicción del investigado, en cualquier
etapa del procedimiento, de forma tal que aquellas actuaciones
coadyuven a la búsqueda de la verdad. En ese sentido, el derecho de
defensa, implica la plena posibilidad de controvertir las pruebas
expuestas en su contra; la de proponer aquellas existentes a su favor; las
de cuestionar las propuestas por quien acusa; las de controvertir
oportunamente aquellas que hayan sido practicadas en otros fueros; la
de cuestionar las decisiones procesales a través de los recursos que la
ley le habilite; la de ser técnicamente asistido permanentemente; la de
impugnar la decisión arbitraria; e incluso, el derecho a recurrir a segunda
instancia.
Siendo así, el ejercicio del debido proceso reconoce la práctica todos los
mecanismos que la defensa pudiera considerar idóneos y efectivos para
controvertir la acusación disciplinaria, proponer pretensiones o plantear
excepciones al debate; además que se vincula también con el derecho a
probar, que se traduce en la necesidad de la concurrencia de elementos
de juicio suficientes para sostener que la decisión adoptada se ajusta a
derecho y elude la arbitrariedad.
El derecho que tiene el investigado a no ser considerado culpable en
tanto no se acredite su responsabilidad, mediante una resolución
debidamente fundamentada, se encuentra íntimamente ligado a la
existencia de medios de prueba y de específicos procedimientos de
valoración de la misma, de forma tal que su práctica permita ilustrar el
criterio del órgano de decisión, para el reconocimiento de la culpabilidad.
También concreta las posibilidades ciertas de proponer medios
conducentes; objetar aquellos que vinculen al investigado con la
supuesta comisión de la conducta antijurídica; contradecir los
argumentos o las declaraciones incriminatorias; cuestionar la idoneidad
de su idoneidad o su falta de utilidad para llegar a la verdad. La
inobservancia de esta posibilidad constituye una vulneración manifiesta
al derecho de defensa y debido proceso.
Ello, porque la práctica de medios probatorios –de oficio o de parte y
siempre que resulten conducentes, pertinentes y útiles – generan
convicción sobre la verdad y de justicia. Por tanto, es un elemento
esencial de la decisión, las supuestas conclusiones que se puedan
consignar, sobre la base imprescindible e imparcial de los medios
probatorios aportados en el procedimiento. Es por ello que resulta
apropiado la práctica y ponderación de todos aquellos propuestos por las
partes, con posibilidad de contradecirlas y objetarlas, ya que solo a través
de dichos mecanismos, se logrará la idoneidad del proceso para cumplir
las finalidades por el cual fue instaurado.
La práctica de la integridad de las pruebas que hayan sido solicitadas por
el investigado, o propuestas de oficio, forman parte del debido proceso;
porque la persona que es sindicada de la comisión de un ilícito
disciplinario tiene derecho a controvertir las imputaciones que le son
atribuidas, y desvirtuar los medios probatorios que sustentan tales
alegaciones. Ello implica la controversia de las pruebas, la sustentación
de alegatos, la propuesta de pretensiones probatorias, la exigencia de
reapertura de aquellas que hubieran sido trasladadas, así como todo
método que tuviera por finalidad controvertir las presunciones que
buscan desvirtuar el principio de inocencia.
Y esto resulta ser importante puesto que también, a través de la
reapertura de la prueba practicada en otro fuero, el órgano disciplinario
tiene la posibilidad de decidir si la prueba trasladada resulta ser
pertinente, conducente y útil, para los fines del procedimiento
disciplinario, teniendo en consideración que el resultado de su
investigación y conclusión debe ser ponderada a la supuesta afectación
del deber, formado por la conducta activa, omisiva o extralimitada del
funcionario público.
Si bien el juzgador goza de un poder discrecional para valorar el material
probatorio en el cual debe fundar su decisión y formar libremente su
convencimiento, dicho poder jamás debe ser arbitrario; su actividad
evaluativa probatoria supone necesariamente la adopción de criterios
objetivos y racionales. Cuando la autoridad disciplinaria omite la
valoración probatoria sin razón valedera, no sólo contribuye a la negación
de la verdad, sino además, ejerce un imperio arbitrario que aqueja los
derechos de quienes se encuentran sujetos a su decisión.
El rechazo de la prueba solo puede obedecer a circunstancias fundadas
cómo que aquella sea ajena a la verdad, que esté legalmente prohibida,
sea ineficaz, o verse sobre acontecimientos notoriamente imprudentes.
Pero la impertinencia, inutilidad y extralimitación en la petición de la
prueba deben ser objetivamente analizadas por el investigador al
momento de su calificación y ser evidente el desmedro de su aporte
probatorio para descalificarlas; pues debe tenerse presente que el
rechazo de una prueba, que legalmente sea conducente, constituye una
violación al derecho de defensa y al debido proceso.
El derecho de toda persona de presentar pruebas y controvertir las que se
leen en su contra dentro de un proceso disciplinario, constituye un
derecho constitucional fundamental, y “dado que la declaratoria de
inconducente de una prueba puede conllevar la violación del derecho de
defensa y del debido proceso, con innegable perjuicio para el inculpado, el
investigador debe proceder con extrema cautela y en caso de duda, optar
por la admisión de la prueba.”[3]
Esto quiere decir que ante las solicitudes formuladas por los
administrados sometidos a un procedimiento disciplinario, el órgano de
investigación tiene la obligación de resolver en base a la pertinencia de la
prueba propuesta, más aún cuando su demanda resulte manifiestamente
procedente. En cuanto su negatoria, ésta solamente podrá sustentarse en
la ausencia de conducencia para el procedimiento disciplinario que se
tramita, debiendo sustentar la decisión, en una resolución debidamente
fundamentada.
Como sostiene BELÉN MARINA JALVO[4], “la presunción de inocencia
exige además que las pruebas de cargo hayan sido obtenidas respetando
las debidas garantías procesales. Este conjunto de garantías puede
sintetizarse señalando que, como regla general, en el proceso solo
constituyen pruebas las practicadas con respeto a los principios de
contradicción e inmediación”. Además sostiene “lo que los valores que
subyacen a los derechos fundamentales en juego exigen a las diligencias
de prueba, son mínimas condiciones objetivas y subjetivas que hagan
posible su fiabilidad. Y sí las primeras parecen centrarse en su
normatividad y en la posibilidad de contradicción, las segundas aluden a
las características del sujeto que las practican. respetando estas
garantías, la presunción de inocencia no se opone a la valoración de las
diligencias practicadas previa incoación del procedimiento administrativo
sancionador”.
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2. Sobre la admisibilidad probatoria, derecho de defensa y debido
proceso
Tratado el tema de la importancia de la prueba y de la necesidad de
practicarla como garantía de respeto al derecho de defensa y al debido
procedimiento, debemos resaltar que el rechazo de las pruebas
contribuidas o solicitadas, sólo debe proceder en tanto sean
impertinentes, inconducentes o inútiles en su aporte. La conducencia es
la idoneidad legal que tiene una prueba para demostrar determinado
hecho. Es una comparación entre el medio probatorio y la ley, a fin de
determinar si el hecho imputado se puede acreditar en el desarrollo del
proceso, con el empleo de ese medio probatorio.
Ahora bien, el rechazo de la prueba por carencia de las cualidades
referidas, debe sustentarse en una resolución debidamente motivada, de
forma tal, que no se vulnere la garantía del derecho de contradicción que
proponen los medios de defensa para desvirtuar las acusaciones que el
órgano de investigación fórmula. Esto porque, conforme previene nuestra
normatividad, las decisiones administrativas deben soportarse en
decisiones justas, incluso aquellas destinadas a desvincularse del aporte
probatorio. Como sostiene el profesor JUAN MANUEL LAVERDE, “la
realidad es que con el aporte o la solicitud de pruebas se fundamenta la
defensa del investigado y se desvirtúan los cargos en su contra y, por lo
mismo, esa actuación debe rodearse de las garantías que le lleven ejercer
a plenitud su derecho y otorguen al investigado la posibilidad de
controvertir la decisión de la administración de rechazar las pruebas”.[5]
Conviene igualmente referir que, con respecto a la decisión denegatoria
en materia probatoria, podrá formularse recurso de apelación, e incluso
agotada la vía, impugnarse judicialmente, porque resulta necesario
advertir que el proceder indebido de la administración, para desestimar
pruebas que podrían resultar prudentes, constituye igualmente un acto de
afectación manifiesta al derecho de defensa y al debido procedimiento.
Siendo así, para evitar posteriores nulidades, en caso de duda, lo sensato
será siempre “estar a favor de la producción de la prueba, aún cuando ésta
pudiera parecer improcedente o superflua.”[6]
No olvidemos que la finalidad de la prueba “es obtener el convencimiento
o la certeza subjetiva de la autoridad que ejerce la potestad sancionadora
sobre los hechos a los que se refiere la prueba, en tanto se caracteriza
como un estado supremo de seguridad o firmeza con el cual se acepta la
verdad de un enunciado. Corresponde a un grado máximo de adhesión
respecto a lo afirmado cuando se ha descartado cualquier género de duda
razonable. En pocas palabras, es la eliminación o superación de la
duda.”[7]
Es obligación de la administración practicar las pruebas necesarias con
la finalidad de desvirtuar el principio de presunción de la inocencia.
Dentro de ellas, deben comulgar aquellas pruebas de descargo ofrecidas
por el administrado y que tienen por finalidad desvincularlo de la
imputación de la conducta típica en el procedimiento administrativo
disciplinario. Esto se sustenta en el principio de contradicción a través
del cual se reconoce el derecho de todo investigado a controvertir las
acusaciones que pretendan desmerecer su conducta inducida en un
juicio de reproche. La exigencia del principio de contradicción se
relaciona, igualmente, con otros cánones como lo son el principio de
imparcialidad y de apreciación de la prueba, en el sentido que deben
otorgarse todas las garantías a quien resulte investigado para requerir la
práctica de pruebas de descargo, así como para exigir, de la autoridad a
cargo de la conducción del procedimiento disciplinario, el apartamiento
de valoraciones subjetivas que pudieran perturbar el real valor y
significancia demostrativa de la prueba.
En ese sentido, si bien corresponde a los órganos de investigación y
juzgamiento administrativo proponer medios probatorios para
desvanecer la presunción de inocencia, no puede limitarse la
admisibilidad de aquellos medios de prueba propuestos por el
administrado, que tiendan a desvincularlo de la conducta acusada como
típica y culpable. Y es que si bien no resulta exigible que el investigado
proponga pruebas para fortalecer su inocencia – porque es la
administración quien debe sugerir las pruebas que sostengan su
culpabilidad – el auxilio que plantea persigue la verdad, quizás con mayor
rigurosidad, para apartarse de la probabilidad de la imposición de una
sanción.
A su vez, vinculado con el principio de la prueba se sostiene el principio
del alegación y flexibilidad probatoria, el cual establece que toda persona
tiene derecho de acceder a ellas y de disponer del tiempo y de las
medidas adecuadas para ejercer su defensa, y al mismo tiempo, prevé
que serán nulas las pruebas obtenidas mediante violación del debido
proceso. Es así que los hechos, que se consideren relevantes para la
decisión de un procedimiento, podrán ser objeto de todos los medios de
prueba establecidos en la ley, apreciándose según la razón, la sana crítica
y las máximas de la experiencia.
Es justamente por ello que “el principio de la flexibilidad probatoria recurre
al campo del Derecho Administrativo puesto que esta dogmática rechaza
la rigidez y el hermetismo del procedimiento civil en materia probatoria”[8],
exigiéndose mayor rigurosidad y sustentación.
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de la Policía Nacional del Perú, por Juan José Santiváñez Antúnez
En ese sentido el profesor LUIS MANUEL COSCULLUELA[9] afirma “con
independencia de que los interesados hayan iniciado a su instancia el
procedimiento, podrán aducir cuantas alegaciones estimen convenientes y
aportar documentos u otros elementos de juicio en cualquier momento
anterior al trámite de audiencia del interesado. También podrán alegar lo
que estimen conveniente mediante comparecencia que se documentará
en la propia dependencia administrativa”.
Por su parte el profesor MEIER[10] sostiene que la libertad probatoria
representa, para el interesado, el derecho de poder hacer uso –a los
efectos de demostrar sus pretensiones– de todos aquellos medios de
prueba consagrados en el ordenamiento jurídico positivo, así como
también, los que no estén expresamente prohibidos en la ley. La única
limitación, en lo que refiere a la práctica de medios probatorios en el
campo administrativo, es que no se trate de un medio de prueba que no
esté expresamente prohibido por ley. Así, sostiene que “en el
procedimiento administrativo mientras no hubiera recaído la decisión de
fondo, el interesado puede ofrecer y promover cuantas pruebas se
conocen en el mundo del derecho probatorio, sean éstas las clásicas o
tradicionales como son los instrumentos escritos, testigos, pericias,
inspecciones oculares, exhibición de documentos, etc; o los novedosos
medios que el desarrollo de la ciencia y la tecnología han puesto al
alcance de la sociedad para la más exacta reproducción de los hechos
naturales y sociales”.
Como afirma el maestro GORDILLO, “son admisibles todos los medios de
prueba siempre que hayan sido legítimamente obtenidos, excluyéndose
aquellos que no sean admisibles por haber sido obtenidos contra la
voluntad del individuo y sin que la ley los autorice”.
Por tanto, son plausibles en el procedimiento administrativo disciplinario
policial, todas aquellas pruebas que, en principio, no resulten restringidas
e ilegales y que aporten al expediente información de relevancia para la
toma de decisiones, pudiendo servirse los administrados de cualquier
medio probatorio no prohibido por la ley para demostrar sus afirmaciones
y acreditar la conducta que, esencialmente, lo desvincule de la
imputación de cargos.
La concurrencia de la prueba, que forma parte del derecho de defensa,
resulta ser importante porque permite esbozar frente al órgano de
investigación y decisión, los argumentos que contrapongan las
imputaciones y desvirtúen otros elementos de prueba o convicción.
Siendo así, mientras la prueba sea razonable, “puede ser sustanciada en
el procedimiento antes que se adopte la decisión”.[11]
3. El principio del contradictorio y su relación con el derecho a la prueba.
Como sostiene el profesor ROJAS HERNÁNDEZ, “uno de los principios
que regula el procedimiento administrativo sancionador es el principio del
contradictorio, el cual permite a los administrados participar en el iter
procedimental a los efectos de garantizar su defensa.”[12]
El principio del contradictorio, también conocido como participación
intersubjetiva, hace referencia al derecho que tienen los administrados
para participar al interior del procedimiento constituyendo un canon de
protección y una garantía a la tutela de los derechos de los interesados,
permitiendo la defensa de sus posiciones, la formulación de sus
descargos, la sustentación de sus alegatos y el ofrecimiento de medios
de prueba.
Así, el principio del contradictorio adquiere relevancia suprema cuando se
trata de procedimientos de naturaleza disciplinaria, puesto que tiene que
permitirse al investigado la exposición de los alegatos que sustenten su
defensa, así como también, la proposición de medios probatorios que
coadyuven su tesis absolutoria. Al respecto, el maestro DROMI ha
expresado que “un procedimiento adquiere carácter contradictorio cuando
existen intereses contrapuestos debiendo el Estado asegurar la
participación igualitaria de los administrados bajo sanción de ilegitimidad
de la decisión por afectación a la imparcialidad”.[13]
El artículo 139º de la Constitución Peruana, establece como derecho de
todo justiciable la observancia del debido proceso, cuyo ejercicio admite
dos dimensiones: una formal, procesal o procedimental, y otra de
carácter sustantivo o material. Por la primera, se propugna como un
derecho continente que garantiza un estándar de participación justa
durante el desarrollo de todo tipo de procedimiento o proceso. En la
segunda de sus dimensiones, exige que todas las decisiones, respondan
a un referente mínimo de justicia o razonabilidad, con sujeción al
respecto por los derechos y valores constitucionales.
En el ámbito del derecho disciplinario lo que persigue el principio de la
contradicción es garantizar el adecuado ejercicio del derecho de defensa
del funcionarios público sometido a un procedimiento sancionador, pero
su relevancia resulta ser de singular magnitud puesto que no solo se
practica a través de la alegación, sino además, de la posibilidad de
controvertir cualquier tipo de prueba documental, testimonial, pericial o
sustentada en cualquier otro medio, procurando – en el caso del
investigado – la desvinculación del procesado y de la conducta típica
antijurídica atribuida.
Es por ello que el principio de contradicción tiene tal vez su máxima
expresión en la formulación de alegatos, pero no pueden reducirse las
posibilidades de recurrir a éste, para ejecutar cualquier tipo de medida
que tenga por finalidad controvertir la prueba.
Los hechos relevantes en la decisión de un procedimiento pueden
acreditarse por cualquier medio que el derecho admita. Como lo sostiene
el maestro MANUEL GÓMEZ TOMILLO[14], “la necesidad de que el
procedimiento sancionador incluya una fase de prueba tiene un
fundamento constitucional que no es otro que la presunción de inocencia,
y la consiguiente carga de la prueba que se impone a los órganos
administrativos, sin que la acreditación de los hechos constitutivos de la
infracción pueda quedar amparada por la presunción de legalidad”. Por
tanto, se reconoce el derecho a utilizar cualquier medio de prueba
siempre y cuando resulte pertinente para la defensa del investigado
encontrando su límite, única y exclusivamente en la falta de legalidad.
Siendo así, los interesados deben proponer la prueba identificando los
medios y las formas cómo estás deben llevarse a cabo[15]. Para su
consideración lo único que debe exigirse es que sean admisibles en
derecho, quedando exentas de actuación aquellas cuya producción estén
prohibidas por la ley. Anótese que “deben quedar exentos de prueba
aquellos hechos sobre los que existe conformidad de las partes y no es
necesaria su controversia”[16]; pero no pueden excluirse, la utilización de
cualquier otro medio que permita alcanzar certeza sobre los hechos en
discusión. Así, puede practicarse dentro del procedimiento administrativo
disciplinario: la prueba documental, el dictamen pericial, el
reconocimiento personal, el interrogatorio de testigos, el interrogatorio de
las partes, el contra interrogatorio, el careo, la reconstrucción de los
hechos, y cualquier otro medio que permita a la administración llegar a la
verdad. Incluso, en algunos procedimientos disciplinarios, las Fuerzas
Armadas han recurrido a la prueba del polígrafo, que podría ser
considerada por algunos carente de un análisis científico riguroso, pero
en la medida que coadyuva como instrumento para obtención de indicios
– no prueba plena – ha justificado su recurrencia.
Es de reconocimiento jurídico que el instructor de un procedimiento
disciplinario está obligado a admitir las pruebas propuestas por los
interesados y solo puede rechazarlas cuando sean manifiestamente
improcedentes o innecesarias, basando la posición sobre este último
supuesto, en que la prueba no fuera recurrente por hechos reconocidos
expresamente por las partes, o que fuera inconducente. Debe entenderse
entonces, que la procedencia únicamente operará sobre aquellas pruebas
que por su relación con los hechos sean adecuadas para el
esclarecimiento de la verdad y la determinación de responsabilidades. De
ahí que parte de la doctrina refiera que el instructor de una investigación
únicamente tiene la obligación de acordar la apertura formal del periodo
probatorio, en el caso que el inculpado haya propuesto prueba en su
escrito de alegaciones.[17]
Cualquier acuerdo denegatorio de la prueba debe motivarse. La
sustentación de rechazo de un elemento probatorio no puede justificarse
en algún documento ajeno al procedimiento, como en una carta inductiva
del órgano de investigación, puesto que la ausencia de motivación no
solo convierte dicho acto en nulo sino además es susceptible de ser
recurrido a través de los medios impugnatorios que la ley propone.
La prueba debe realizarse dentro de los plazos previstos en la
normatividad vigente, “por lo que una vez admitida se debe notificar a los
interesados del inicio de las actuaciones con antelación suficiente,
concretando lugar, fecha, hora de práctica y con la advertencia que, en
caso lo merezca, el administrado puede nombrar técnicos para que lo
asistan”.[18] Su valoración responde a criterios admitidos en el derecho.
Se parte de la libre valoración de la prueba[19], con la excepción de
aquellas aplicadas para los documentos que cumplan requisitos de
presunción de certeza. En cuanto a este punto debemos mencionar que
deberá entenderse como documento con contenido certificante, aquel
que forma parte de un archivo oficial o que sea un documento cuyas
estimaciones obtengan datos objetivos de un registro o archivo público,
por lo que su apreciación probatoria se debe hacer en un análisis
conjunto de la prueba. No debe entenderse como documento de
presunción de certeza un peritaje, puesto que dicho análisis puede estar
sujeto aún a la desvaloración técnica o al cuestionamiento de sus
conclusiones, dependiendo de la rigurosidad con el que éste se hubiera
practicado. Y esto resulta importante advertirlo puesto que el error
común de los órganos de investigación en el procedimiento disciplinario
es recurrir a la prueba trasladada practicada por el Ministerio Público y
que luego pretenden hacer suyo en instancia administrativa disciplinaria.
La presunción y valoración legal de tal prueba no puede significar, al
menos inicialmente, prueba plena ni tampoco una que contenga
principios de certeza incuestionable ya que tratándose de un medio
adquirido del traslado documental de otra jurisdicción, quedará
subordinado a su ratificación en las instancias del proceso judicial en
donde se practique; y esto puesto que, no tendría ningún sentido
razonable ni lógico, otorgarle certeza y presunción de veracidad, a
aquellos medios cuyos juicios de valor pudieran ser cuestionados en las
etapas del proceso penal.
En ese sentido, el derecho al contradictorio tiene una especial vinculación
con los medios probatorios porque los argumentos que formen parte de
su alegación se sustentarán, justamente, en aquellas pruebas que fueran
practicadas dentro del procedimiento administrativo disciplinario; en
razón de ello, si la autoridad disciplinaria desestima la incorporación de
los medios probatorios solicitados por el investigado, no solo vulnera su
derecho de defensa y la posibilidad de fortalecer la presunción de
inocencia, Sino además afecta en estricto el desarrollo del debido
proceso; y eso esta sancionado con nulidad.
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José Santivañez | ¿Aló, LP?
4. El contradictorio y la declaración del coinvestigado en el
procedimiento administrativo disciplinario policial.
El Tribunal Constitucional Peruano, en reiterada jurisprudencia ha
declarado que el derecho de defensa reconocido en el artículo 139.º,
inciso 14), garantiza que los justiciables, en la protección de sus
derechos y obligaciones, cualquiera que sea su naturaleza, no queden en
estado de indefensión. Así pues, este derecho garantiza, entre otras
cosas, la posibilidad de contradicción de los actos procesales que
pudieran repercutir en su situación jurídica. De ahí que el contenido del
derecho de defensa queda afectado cuando cualquiera de las partes
resulta impedida, por actos concretos, de ejercer los medios necesarios,
suficientes y eficaces para defender sus derechos.
El principio de contradicción constituye un canon procesal esencial y
como tal no puede ser abrogado.[20] Este principio tradicional e
indistintamente, ha sido denominado también como de “bilateralidad”,
“controversia”, “defensa en juicio”, o “debido proceso”.
Su vigencia impone que cualquier decisión adoptada por un órgano que
tenga potestades jurisdiccionales solo puede concluir después de haber
analizado razonable y adecuadamente, la oferta probatoria que permita
definir la situación jurídica de quienes se encuentran sometidos a un
procedimiento. Es menester señalar que el principio de contradicción
involucra a todos los sujetos, y no solo se relaciona con la oportunidad de
ser oído, sino además, a hacer efectivo todos los medios probatorios
destinados a cuestionar la imputación que conforman los cargos.
[21] Constituye pues una garantía de defensa exigible en cualquier
procedimiento, basado en razones técnicas de oportunidad y eficacia.
Al respecto, en la STC 5871-2005-AA/TC, el Tribunal Constitucional
Peruano sostuvo que el derecho de defensa: “(…) se proyecta (…) como un
principio de contradicción de los actos procesales que pudieran repercutir
en la situación jurídica de algunas de las partes de un proceso o de un
tercero con interés (…). La observancia y el respeto del derecho de defensa
es consustancial a la idea de un debido proceso, propio de una
democracia constitucional que tiene en el respeto de la dignidad humana
al primero de sus valores. Por su propia naturaleza, el derecho de defensa
es un derecho que atraviesa transversalmente a todo el proceso judicial,
cualquiera [que] sea su materia.”
Siendo así, la posibilidad de su ejercicio presupone la oportunidad de
desplegar los derechos procesales que fueran necesarios para lograr la
satisfacción de las pretensiones. Por tanto, el derecho de contradicción
no se agota en la formulación de descargos contra la resolución de
apertura del procedimiento disciplinario, sino que se complementa con el
aporte probatorio, con la práctica de los mismos, con las audiencias de
alegatos, con las peticiones de copias, con la remisión oportuna de
documentos, con el traslado para reapertura de la prueba trasladada, con
la participación en interrogatorios, con el concesorio recursivo, entre
otras acciones que tienen por finalidad garantizar un debido proceso.
Nótese pues la importante relación que existe entre el principio de
contradicción y el aporte probatorio. La contradicción no solo puede
fundarse en alegaciones, sino que éstas deben estar soportadas en la
práctica de pruebas que tengan por finalidad el convencimiento del
juzgador, debiendo ser admitidos y tomados en consideración, aquellos
que mantengan una conexión lógica con los hechos sin discusión, más
aún cuando lo que se pretende es encontrar la verdad. Los medios
probatorios permitirán al juzgador formarse un razonamiento hipotético
sobre los hechos ocurridos y la posición de las partes en ellos.
Dentro de un procedimiento, independientemente de cuál sea la
naturaleza o causa que lo invoca, las partes son las que mejor conocen
los hechos que las motivaron. Por ello es que se debe tomar muy en
cuenta el testimonio o la declaración de las partes, pues si bien es cierto
cada una expondrá sus propios hechos para nutrir los enunciados
fácticos de su hipótesis de defensa, el juzgador podrá advertir la
verosimilitud de la historia y lo lógico de su argumento. “Es quizás dicha
situación la que generó la tradición que las partes no fueran consideradas
testigos dentro del proceso puesto que se cuestionaba la fiabilidad de su
declaración, en el sentido de si merecía, o no, darle valor a sus dichos.”[22]
La prueba oral, en donde las partes tienen participación, se traduce en el
medio de prueba declarativo, que es la disposición que sobre un hecho
realiza un sujeto procesal denominado “parte”. Es “parte” quien pide y
contra quién se pide una pretensión. No es parte quién no ostente la
calidad de investigado. “La declaración de “parte” puede tener dos fines,
según el momento procesal en el que se practique y según quien solicite y
practique la prueba. Así, sí quién solicita la prueba es la “contraparte”, la
declaración de “parte” busca el fin de la confesión. Sí por el contrario,
quién ordena la prueba es el juez, la declaración tendrá fines meramente
aclarativos de la controversia.”[23]
El hecho en discusión es si en el procedimiento administrativo
disciplinario, donde se practican los elementales principios del debido
proceso, debería participar una “parte” en la declaración de otra “parte”,
con la finalidad de controvertir sus argumentos de defensa o dejar al
descubierto sus alegaciones, a través de la práctica del
contrainterrogatorio. Existe una necesidad de prueba en todos los
procesos, más aún en aquellos donde se discute una responsabilidad
disciplinaria; por tanto, el aporte probatorio tiene por finalidad desbaratar
la presunción de inocencia de quien es sometido al procedimiento, o, en
contraposición, promover valores que sostengan dicha presunción.
Basado en ello, no existiría ningún impedimento para que en el
diligenciamiento de la prueba las partes puedan participar de las
declaraciones de su “contraparte” y, a través de habilidades de
interrogatorio, afectar la credibilidad de aquella que podría contrastar su
versión con la verdad. Es por eso, que en el proceso civil, por citar un
ejemplo, las pruebas se reciben con citación a la parte contraria sin cuyo
requisito no se tomarían en reparo; presupuesto que debe ser recogido en
la actividad probatoria disciplinaria ya que no estamos inmersos en una
contienda penal, sino en un procedimiento singular consecuente a una
relación especial de sujeción intensificada, que incentiva – en su
preámbulo normativo – el principio de autonomía de la responsabilidad.
En la actividad probatoria no existen sujetos activos o pasivos, pues
todos actúan por igual, participan de ella, y colaboran en su actuación, y
ello porque la prueba está destinada exclusivamente al juzgador, quién es
el único destinatario del aporte probatorio. Pero ello no significa que no
puedan deducirse otros sujetos que participen de su origen y
conservación. Así, el maestro DEVIS ECHANDÍA[24] afirmaba que “por
sujetos entendemos a las personas que desempeñan algunas de las
actividades procesales probatorias, de presentación o solicitud, admisión
o decreto, práctica, recepción o asunción, contradicción o discusión y
valoración o apreciación de la prueba; esto es, el juez y las partes
principales y secundarias del proceso.”
Basándonos en la conducencia del medio, la relevancia o pertinencia del
hecho objeto de prueba y la utilidad de la misma, así como la ausencia de
prohibición legal para proponerla, la participación de una de las partes en
el interrogatorio de la otra – en el procedimiento administrativo
disciplinario – no puede ser objeto de controversia alegando que en el
símil de un proceso penal, la aptitud legal o jurídica que tiene la misma
carecería de regulación y existiría proscripción para su utilización. Los
principios del derecho penal se aplican en el procedimiento
administrativo disciplinario en la medida que éstos no constituyan
mayores cánones que confinen derechos procesales. Suponer lo
contrario sería aceptar que los resultados de un procedimiento
administrativo disciplinario, resuelto por el Tribunal Administrativo
Policial, tendría que subordinarse, necesariamente, a lo resuelto en la
instancia judicial penal, desalentando el principio de autonomía de la
responsabilidad expuesto en el preludio de la Ley Nro. 30714, Ley que
regula el régimen disciplinario de la Policía Nacional del Perú.
Aquí el contrainterrogatorio de la “parte” no está vedado, y mucho menos
puede desestimarse alegando su excepción en la aplicación del Código
Procesal Penal, puesto que, basados en el principio de autonomía de la
responsabilidad y la dogmática del derecho disciplinario, tal alegación
implicaría asumir la inconducencia de una prueba por exclusión
normativa, y ello es ajeno a la verdad. No existe disposición procesal que
la restrinja o la prohiba. Ya hemos advertido que, en la jurisdicción
disciplinaria militar, por ejemplo, se practican medios probatorios como
el polígrafo que no resulta de aceptación en un proceso penal, sin
embargo, basándose la administración en el principio de obtención de la
verdad – y siendo aceptado por las partes – este es actuado
regularmente por no existir prohibición para su utilización.
Son pues (i) la conducencia del medio, (ii) la pertinencia o relevancia del
hecho objeto de la prueba, y (iii) la utilidad de la misma, los requisitos
intrínsecos aceptados por la dogmática probatoria y que se
complementan para garantizar el principio de defensa y el debido
proceso.[25]
En conclusión, en el ámbito administrativo disciplinario no podría
reclamarse la restricción de participación en la declaración de la
contraparte o coinvestigado. La razón es evidente. Su declaración no está
sometida al deber de veracidad, siendo considerada prueba sospechosa
en la medida que el investigado no tiene la obligación de decir la verdad,
de modo que no puede convertirse en fundamento para el
establecimiento de responsabilidad; como comúnmente suelen
interpretar los órganos de investigación y decisión del sistema
disciplinario policial. Como sostiene el maestro JORDI NIEVA FENOLL “el
testimonio de un coimputado puede estar condicionado a la existencia de
enemistad hacia el resto de los imputados u otros móviles
malintencionados. y el hecho que existe enemistad entre imputados es
algo tan sumamente humano y evidente, que difícilmente puede ser tenido
en realidad en consideración como dato objetivo al valorar la declaración,
porque se puede dar por descontado.”[26]
En estas circunstancias, el interrogatorio de la contraparte en los
instantes de su declaración constituye una herramienta de obtención de
la verdad e impugnación de credibilidad, sumamente útiles para el
procedimiento disciplinario ya que es el momento donde el órgano de
investigación o decisión podrá advertir si es que las alegaciones
propuestas, por una de las partes, son ciertas o se contradicen frente al
cuestionamiento técnico del contrainterrogatorio. Tan importante es
obtener la información para llegar a la verdad, que el marco jurídico
general propone mecanismos como el careo, al que la autoridad
administrativa debe recurrir cuando existan versiones contradictorias
sobre un mismo hecho.
Lea también: Procedimiento administrativo por insuficiencia
disciplinaria y vulneración de garantías constitucionales en la PNP
5. En cuanto a los límites de la prueba trasladada y su incorporación en el
procedimiento disciplinario. La reapertura de pruebas incriminatorias.
El principio de inmediación conforma el derecho a la prueba. De acuerdo
con el, “la actividad probatoria debe transcurrir en presencia del juez
encargado de pronunciar sentencia, puesto que solo de esta manera se
garantiza que exista un contacto directo entre el juzgador y los medios de
prueba aportados al proceso, que permitirá a éste ponderarlos en forma
debida y plasmar sus conclusiones en forma suficiente y razonada al
momento de emitir sentencia condenatoria”.[27]
Tal como lo expone la Casación N.º 05-2007-Huaura, suscrita por la Corte
Suprema de la República, la actuación y la valoración de la prueba
personal en su relación con el principio de inmediación presenta dos
dimensiones: una personal y otra estructural. La primera, que se refiere a
los datos relacionados con la percepción sensorial del juez: lenguaje,
capacidad narrativa, expresividad de las manifestaciones, precisiones en
el discurso, etc., no es susceptible de supervisión y control en apelación,
es decir no puede ser variada. La segunda, cuyos datos se refieren a la
estructura racional del contenido de la prueba, ajenos en sí mismos a la
percepción sensorial del juzgador, sí puede ser fiscalizada y variadas. En
este contexto, el relato fáctico que el juez asume como hecho probado
no siempre es inmutable, pues a) puede ser entendido o apreciado con
manifiesto error o de modo radicalmente inexacto; b) puede ser oscuro,
impreciso, dubitativo, ininteligible, incompleto, incongruente o
contradictorio en sí mismo; o, c) ha podido ser desvirtuado por pruebas
practicadas en segunda instancia.
Ese es el riesgo principal que existe en la recurrencia a la prueba
trasladada, ya que no solo hace referencia a aportes obtenidos sin el
ejercicio del principio de inmediación sino que, siendo resultado del
análisis valorativo de otra jurisdicción, pudiera ser entendido de manera
deficiente. Recordemos que la carga de la prueba tiene por finalidad
desvirtuar la presunción de inocencia, correspondiendo a quien acusa la
incorporación legal de la prueba, como garantía procesal.
La naturaleza fundamentalmente procesal de la presunción de inocencia
se manifiesta en el hecho de que la carga de la prueba recaiga sobre la
administración. Por su parte, el investigado, en ejercicio de su derecho de
defensa puede aportar medios probatorios que tengan por finalidad
desvincularlo del proceso y del imputación en concreto, siendo la regla
general la admisión de los mismos en la medida que concurran las reglas
de conducencia, pertinencia y utilidad. A pesar de constituir una garantía,
la administración tiene la facultad discrecional de no admitir la prueba
debidamente solicitada; sin embargo ello debe estar sujeto a un control,
más aún cuando se pueda acreditar que le inadmisión afecta la
trascendencia de la decisión final “ya que en caso de demostrarse que el
fallo pudo haber sido otro, si la prueba hubiera sido admitida, podrá
demostrarse el menoscabo al derecho de defensa”.[28]
El derecho a la utilización de los medios de prueba pertinentes para la
defensa, exige que las pruebas pertinentes sean admitidas y practicadas,
sin desconocimiento ni obstáculos, resultando reprochable aquellos
supuestos en los que el rechazo de la prueba propuesta carezca de toda
motivación, o la que se ofrezca sea manifiestamente arbitraria o
irrazonable. Es por ello que, en el caso en particular de la prueba traslada,
la formalidad que debe cumplirse parte de la notificación de su
incorporación en el expediente justificando su pertinencia, con la finalidad
de de permitir al investigado la solicitud de reapertura de los medios
probatorios sumados, que implican la posibilidad de controvertirlos en
instancia disciplinaria.
Como ha expuesto el Tribunal Constitucional Peruano, en reiterada
jurisprudencia, el derecho de defensa “se proyecta como un principio de
interdicción de ocasionarse indefensión y como un principio de
contradicción de los actos procesales que pudieran repercutir en la
situación jurídica de algunas de las partes de un proceso o de un tercero
con interés. (…) El derecho de defensa consiste en la facultad de toda
persona de contar con el tiempo y los medios necesarios para ejercerlo en
todo tipo de procesos, incluidos los administrativos, lo cual implica, entre
otras cosas, que sea informada con anticipación de las actuaciones
iniciadas en su contra”.[29]
Como se advierte de la interpretación constitucional del principio de
defensa y su vinculación con el derecho de contradicción, la obtención de
medios probatorios destinados a perturbar el principio de presunción de
inocencia y su incorporación en el procedimiento administrativo
disciplinario, deben ser informados con anticipación a los actores del
procedimiento de forma tal que puedan practicar la contradicción de
cada pieza incorporada, a través de los medios que la ley le franquea.
En conclusión, la prueba trasladada no es un aporte prohibido pero si es
una patente que debe ser analizada con rigurosidad, expuesta al
investigado para que tome conocimiento de su incorporación al
expediente y, de considerarlo pertinente y necesario, pueda éste requerir
la reapertura de la prueba para que, en aplicación del principio de
inmediación, sea valorada por la autoridad administrativa. No es cuestión
discutible que la sustentación de la carga probatoria es, inicialmente, de
quien acusa y, en el caso de los procedimientos administrativos
disciplinarios esta facultad recae en los órganos designados por la ley.
Son estos los que, en un procedimiento contradictorio, con participación
y audiencia del investigado, deben introducir los elementos que sirvan de
soporte al supuesto hecho cuya clasificación como ilícito disciplinario se
pretende. “En el caso que tal actividad probatoria no se produzca, es
evidente que el relato o descripción de los acontecimientos por la
autoridad o sus agentes no conlleva una presunción de veracidad que
obligue al inculpado a demostrar su inocencia (aparte la imposibilidad de
hacerlo respecto de hechos negativos) invirtiendo así la carga
probatoria.”[30]
La presunción de inocencia comporta que la sanción esté basada en
actos o medios probatorios de cargo o incriminatorios de la conducta
reprochada; que la carga de la prueba corresponda al órgano disciplinario
y no al investigado; que se admitan los medios probatorios propuestos
por la parte siempre que no resulten inconducentes al procedimiento; y,
que no se obligue al administrado a soportar una decisión de
inadmisibilidad probatoria cuando ésta no se encuentre debidamente
fundamentada. El derecho de defensa proscribe cualquier indefensión
que implica también la prohibición absoluta de utilizar pruebas obtenidas
con vulneración de los derechos fundamentales, de lo que deriva también
la obligación de motivar la inadmisibilidad de aquellos que hubieran sido
propuestos.
Para ello “han de probarse los datos determinantes de la procedencia de
la sanción”[31]. “La posición de privilegio en orden a las pruebas de que
gozan las actuaciones en los expedientes administrativos lleva aparejado
que los actos y resoluciones de la administración han de fundarse en
situaciones fácticas probadas y demostradas en aquellos”[32]. Es claro
que la administración soporta la carga de probar los elementos de hecho
integrantes del tipo del ilícito disciplinario. Lo exige la presunción de
inocencia. Pero eso no habilita a la administración a incorporar medios
probatorios a través de mecanismos transgresores del derecho de
defensa ni mucho menos a desplazar al investigado la carga de accionar
la prueba dentro del proceso, que es tarea de la administración.
[1] Corte Interamericana de Derechos Humanos, sentencia del 25 de
noviembre de 2000, CASO BAMACA VELASQUEZ VERSUS GUATEMALA,
párrafos 96 y 97.
[2] CASO APITZ BARBERA Y OTROS (Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo) versus Venezuela, sentencia del 05 de agosto de 2008,
párrafo 4.
[3] CARLOS ARTURO GOMEZ PAVAJEAU, “La Lucha por los derechos en
el Derecho Disciplinario”; Ediciones Nueva Jurídica, Primera Edición,
2014, pág. 244-245.
[4] BELÉN MARINA JALVO; “El régimen disciplinario de los funcionarios
públicos”, Ed. Lex Nova; Tercera Edición, Valladolid, Octubre 2006, pág.
304 – 305.
[5] JUAN MANUEL LAVERDE ÁLVAREZ; “Manual del procedimiento
administrativo sancionatorio”, Editorial Legis, Segunda Edición, Colobia,
2018, pág. 119-122.
[6] AGUSTIN GORDILLO; “Tratadio de Derecho Administrativo: el
procedimiento administrativo”, Tomo IV, Bogotá, Bilbioteca Jurídica Dike,
2001, pag. 103.
[7] MICHELE TARUFO, “La prueba”, traducido por Jordi Ferrer Beltrán,
Madrid, Ed. Marcial Pons, 2013, pp. 29-30.
[8] AGUSTIN GORDILLO; “Algunos aspectos del procedimiento
administrativo”, Revista de Derecho Público, 9, 1982, pag. 29-40.
[9] LUIS MANUEL COSCULLUELA; “Manual de Derecho Admkinistrativo”,
Noeva Edición, Madrid, Signocrom Impresos, C.A., pag. 374.
[10] ENRIQUE MEIER; “El procedimiento administrativo ordinario”, Editorial
Jurídica Alva, Caracas, 1992, pag. 236.
[11] ROBERTO DROMI; “El procedimiento Administrativo”, Instituto de
Estudios de Administración Local, Madrid, 1986, pag. 324.
[12] JESÚS DAVID ROJAS HERNÁNDEZ; “Los principios del procedimiento
administrativo sancionador como límites de la potestad administrativa
sancionatoria”, Ediciones Paredes, Primera Edición, 2004, Caracas-
Venezuela, pág. 68
[13] ROBERTO DROMI; op.cit.
[14] MANUEL GOMEZ TOMILLO e IÑIGO SANZ RUBIALES; “Derecho
Administrativo Sanciionador: Parte General. Teoría General y Práctica del
Derecho Penal Administrativo”, Tercera Edición, Ed. Aranzdi, Tercera
Edición, Febrero 2013, pág, 819-826.
[15] JOSÉ GARBERI LLOBREGAT; “El Procedimiento administrativo
sancionador práctico”, Volumen I, Editorial Bosch, 2012, pág. 243.
[16] BARRERO RODRIGUEZ; “La prueba en el procedimiento
administrativo”, Segunda Edición, Editorial Aranzadi, Pamplona, 2003,
pág. 247-248.
[17] Al respecto puede leer al maestro JOSÉ GARBERI LLOBREGAT, y
BUITRÓN RAMIREZ en “El Procedimiento administrativo sancionador”,
Cuarta Edición, Editorial Valencia, 2001; y “El Procedimiento
administrativo sancionador”, Quinta Edición, Tirant Lo Branch, Valencia,
2008. Léase también MELLADO RAMIREZ; “La instrucción del
procedimiento sancionador”, en AAVV, Manual de Derecho Disciplinario
Sancionador, Tomo I, Parte General, Parte Especial Tomo I, Editorial
Thomson Reuters Aranzadi, Madrid, 2009. Igualmente, GARCIA DE
ENTERRÍA, “Curso de Derecho Administrativo II”, Ed. Civitas, Madrid, 2005.
[18] MANUEL GOMEZ TOMILLO e IÑIGO SANZ RUBIALES; po.cit.
[19] BARRERO RODRIGUEZ, “La prueba en el procedimiento
administrativo”, Segunda Edición, Editorial Aranzadi, Pamplona, 2003,
pág. 248.
[20] SERGIO BARBIERO Y MARCELA GARCÍA SOLA; en “Los lineamientos
del principio de contradicción”, en “Los principios procesales”, Tomo I,
Editorial Ribunzal Culzoni Editores, Buenos Aires, primera edición, 2011,
pág. 675-677.
[21] “En el ámbito de la imputación disciplinaria esta proscrita la
responsabilidad objetiva; es decir, la responsabilidad por sola causa del
resultado o por la sola infracción del deber funcional. Y ello tiene sentido
pues en razón se ha dicho que el contenido subjetivo de la imputación es
una consecuencia necesaria de la dignidad del ser humano”. Corte
Constitucional de Colombia, Sentencia SU-01 de 2005, M.P. Jaime
Córdova Triviño.
[22] NATTAN NISIMBLAT; “Derecho probatorio, principios y medios de
prueba”, Colombia, CreateSpace Independent Publishing Plataform, 2011,
pág. 129.
[23] JOSÉ PABLO PACHECO SAMAYOA; “Introducción al derecho
probatorio”, Cuadernillo 142, Instituto de Investigación y Estudios
Superiores en Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Rafael Landivar,
Guatemala, Primera Edición, 2017, pág. 18-20.
[24] HERNANDO DEVIS ECHANDÍA, “Compendio de la prueba
judicial”. Anotado y concordado por Adolfo Alvarado Velloso, Buenos
Aires, Editorial Rubinzal-Culzoni, 2007.
[25] LUIS MUÑOZ SABATE; “Técnica probatoria”, en Estudios sobre las
dificultades de la prueba en el proceso, Barcelona, Ed. Praxis, 1967.
[26] JORDI NIEVA FENOLL; “La valoración de la prueba”, Editorial Marcial
Pons, Barcelona, 2010, pág. 151-164.
[27] Exp. N.º 0849-2011-HC/TC, FJ 6.
[28] ALEJANDRO NIETO; “Derecho Administrativo Sancionador”, Editorial
Tecnos, Quinta Edición, 2012, pág. 370-372.
[29] Cfr. STC 0649-2002-PA/TC, STC 2659-2003-PA/TC, STC 04105-2010-
PA/TC, STC 02269-2007-PA/TC, STC 00013-2010-PI/TC, 02098-2010-
PA/TC, entre otros.
[30] ALEJANDRO NIETO; op. cit. pág. 502.
[31] JOSE RAMÓN PARADA VASQUEZ; “El poder sancionador de la
administración y la crisis del sistema judicial penal”, RAP, Nro. 67, 1972.
[32] ALEJANDRO NIETO; op. cit. pág. 501-503.