Notas sobre la historia del trabajo en Brasil:
su consagración en hechos, valores y canciones
Osicleide de Lima Bezerra
Resumen
El texto trata sobre el proceso de elaboración de los valores y las representaciones
sobre el trabajo, tal y como se presentan en la sociedad brasileña contemporánea
—ligados a las nociones de utilidad y productividad—. Iniciamos relatando algunos
aspectos de esa historia directamente relacionada con el pasado colonial y esclavista;
en seguida abordamos el proceso de formación del mercado de trabajo en la región
Nordeste, donde los llamados libres y libertos recién salidos del modelo esclavista,
considerados en otras regiones como ociosos, vagabundos e ineptos para el trabajo,
fueron absorbidos por los sectores productivos cuando éstos llegaron a requerir ma-
no de obra. Finalmente, llegamos a la consagración del trabajo durante el Estado Novo
[Estado Nuevo], fase en la que los ideales del trabajo son erigidos en contraposición
a la ociosidad y al malandraje a través de la música y de la propaganda oficial del go-
bierno de Getúlio Vargas.
Palabras clave: historia del trabajo, trabajadores, consagración del trabajo.
Abstract
Notes about the history of labor in Brazil:
its consecration on facts, values and songs
The text discusses the process of developing the values —and perceptions of work
as presented in contemporary Brazilian society, linked to the notions of usefulness
and productivity. We begin recounting some aspects of that history directly related
to the colonial past and slavery, then we address the formation of the labor market
in the Northeast, where so-called free and freed freshly coming out from the slave
model, considered in other regions such as idle, vagabonds and unfit for work, were
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absorbed by the productive sectors when they arrived to require labor. Finally we come
to the consecration of work during the Estado Novo [New State], phase in which the
ideals of the work are erected as opposed to idleness and roguery through the music
and the official propaganda of the government of Getúlio Vargas.
Key words: labor history, workers, labor consecration.
Este artículo es un fragmento de los resultados de una investigación mayor
titulada “Vai trabalhar, vagabundo”: valores e representações sobre o trabal-
ho (“¡A trabajar, vagabundo!”: valores y representaciones sobre el trabajo),
realizada en el ámbito del Programa de Post-Grado en Ciencias Sociales de la
Universidad Federal de Rio Grande do Norte en 2006. El objetivo principal de
la investigación fue analizar la ética del trabajo, entendida como expresión
de un patrón de conducta que se manifiesta en el imaginario social, volvién-
dose capaz de regular moralmente las relaciones y los valores al producir
códigos definidores de comportamientos sociales aceptados como modelos.
La investigación analizó fuentes bibliográficas y documentales, y realizó en-
trevistas cualitativas con trabajadores empleados y desempleados y trabaja-
dores del mercado informal del Estado de Rio Grande do Norte, Brasil, en el
año 2006. Este artículo presenta un corte histórico con un análisis cualitati-
vo de hechos históricos y aspectos simbólicos y valorativos referentes a la
construcción social del significado de la categoría “trabajo” en Brasil.
Analizamos aquí el proceso de elaboración de los valores y represen-
taciones sobre el trabajo, tal y como se presentan en la sociedad brasileña con-
temporánea —ligadas a las nociones de utilidad y productividad, disciplina
y obediencia—. En la primera parte nos referimos al proceso de formación
del mercado de trabajo en el país y a los resquicios del pasado colonial y es-
clavista que dio forma a una estigmatización de la fuerza de trabajo nacional.
Los trabajadores llamados “libres”, los libertos, los miserables que vivían de
trabajos ocasionales, eran considerados en las provincias como mano de obra
inepta, indisciplinada y dada a la vagancia (Monteiro, 2002). En el momento
que la sociedad brasileña, en función de las exigencias económicas, comienza
a necesitar absorber la mano de obra nacional, lo que empieza a suceder en
el paso del siglo XIX al siglo XX, se inicia de manera paralela la re-significa-
ción de este estigma. Finalmente, sería a partir del final de la década de 1930,
durante el gobierno del entonces presidente Getúlio Vargas, que el proceso
de consagración de los valores del trabajo y de exaltación de la figura del
trabajador brasileño se asentaría de modo más real. Esta consagración del tra-
bajo es analizada en la segunda parte del texto a partir del análisis de las
letras de siete canciones de samba producidas en el país durante este perio-
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do, las cuales destacan los temas del trabajo, de la bohemia, de la vagancia,
y revelan la dualidad existente entre la afirmación moral del trabajo como
un valor y un bien y, por otro lado, la pillería, el vagabundeo y la bohemia.
Las canciones que analizamos, Vou ver se posso [Voy a ver si puedo] (Hei-
tor dos Prazeres, 1934), Bonde de São Januário [Tranvía de San Januario]
(Ataulpho Alves y Wilson Batista, 1940), Minha embaixada chegou [Mi
embajada llegó] (Assis Valente, 1934), Lenço no pescoço [Pañuelo al cuello]
(Wilson Batista, 1933), Tenha pena de mim [Ten compasión de mí] (Cyro
de Souza y Babalú, 1937), O dinheiro que ganho [El dinero que gano] (As-
sis Valente, 1951) y O trem atrasou [El tren se retrasó] (Arthur Villarino,
Estanislau Silva y Paquito, 1940), fueron seleccionadas bajo el criterio de
ser canciones que exteriorizaban esta exaltación del trabajo apoyada por el
gobierno de Vargas, o incluso que presentaban el dilema entre la imagen
enaltecida y noble del trabajo y la figura de la pillería y de la negación del
trabajo, lo que traía de vuelta el estigma de vagancia atribuido al trabajador
brasileño.
El análisis de las letras de las canciones se suma a las referencias biblio-
gráficas que componen un panorama elucidario para ayudarnos a entender
cómo se fue constituyendo en el imaginario social brasileño el valor del tra-
bajo como orientador moral de las conductas y los comportamientos de los
trabajadores. Esto se debe a que de modo general podemos afirmar que las
generaciones actuales son herederas de un siglo en el cual el trabajo se consti-
tuye como un medio de inscripción y participación en el orden productivo
asalariado, convirtiéndose en la época moderna en un apalancamiento para
la comprensión de las nociones de clase y de identidad.
El trabajo y la esclavitud en Brasil
En Brasil, la historia del trabajo está profundamente ligada al pasado colo-
nial. Dentro del sistema esclavista, dominante hasta finales del siglo XIX, las
relaciones se caracterizaban por la posesión total no solamente de la fuerza de
trabajo, sino también del cuerpo y de la vida de los esclavos. Kowarick (1994)
afirma que la cuestión fundamental del siglo XIX en Brasil fue la superación de
una modalidad productiva basada en las fuerzas laborales provenientes de la
senzala [barracas de esclavos]. La formación de un mercado de mano de obra
libre fue un proceso lento, que comenzó todavía en el siglo XIX. Chalhoub
(2001) destaca dos fenómenos fundamentales para el surgimiento de la figura
del trabajador libre en Brasil: la emancipación de los esclavos y el movimien-
to migratorio (que no ocurrió de manera uniforme en todas las regiones del
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país). Los dos procesos generaron al trabajador expropiado, que tenía que
someterse al salario en el mercado capitalista.
Sin embargo, el fin de la esclavitud en 1888 no significó la integración de
los libertos a la sociedad. La capa de la población constituida por los negros,
sumada al número de los llamados “libres” (mestizos surgidos de diversos ma-
tices étnicos y sociales), conformó una gran masa que permaneció al margen
de los cambios económicos y sociales durante las primeras décadas de la re-
pública, promulgada en 1889. Solamente a partir de la revolución de 1930,
algunas décadas después, el cuadro sufriría modificaciones, dado el proceso
de diversificación de la economía.
La conformación del mercado de trabajo libre, no obstante, solamente
llegó a ser delineada mediante un proceso de “educación” para la “disciplina
del trabajo”. Los cuerpos y las mentes de los nuevos sujetos que ingresaban
al escenario económico del sistema capitalista deberían ser disciplinados y
docilizados, empleando aquí términos heredados del pensamiento de Fou-
cault (1985), para hacer frente a una nueva disciplina laboral. Forjar cuerpos
adiestrados representó una tarea fundamental para la institución de una nueva
moral de afirmación del trabajo que colocaba dicha categoría en el centro
de la organización del modelo de la sociedad salarial. El aprendizaje de esa
disciplina por parte de los cuerpos y los espíritus representó un proceso de
internalización del trabajo como un bien, como un valor supremo, regulador
del nuevo orden. Ese proceso tuvo lugar bajo formas variadas en diversos con-
textos, pero manteniendo siempre en su núcleo el “valor trabajo” como ele-
mento regulador de la vida social, especialmente para las capas pobres.
El análisis de estas problemáticas nos ayuda a pensar cómo se configuró
históricamente y cómo se presenta, por lo tanto, el trabajador brasileño. Seña-
lar los elementos históricos es fundamental no para volver a ver o reescribir la
historia, como diría Robert Castel (2001), sino para que la historia sea releí-
da, produciendo nuevos textos. El análisis de estos aspectos y momentos de la
historia brasileña es importante para comprender cómo fue plasmado el ima-
ginario referente a los valores y a las representaciones del trabajo en el país.
En Brasil, a diferencia de algunas sociedades europeas, el proceso de
consolidación del capitalismo no contó con la destrucción de un campesinado
y de un artesanado ya consolidados. La sociedad brasileña se organizaba
bajo una rígida jerarquía social que fomentaba agudas desigualdades. El
circuito económico colonial impedía circuitos internos de producción, lo cual
mantenía como núcleo la producción en monocultivo con base en el azúcar.
Quienes no pertenecían a los estratos formados por los señores, los esclavos, la
burocracia civil y la militar, formaban parte de la capa que Kowarick (1994) de-
nomina “la masa de los desarraigados”: libres, libertos, mestizos, advenedi-
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zos de diversos orígenes. Una buena parte de estos sujetos vivía de actividades
de subsistencia. Según Kowarick:
Además de éstos había los mendigos, individuos que vivían de la mano a la boca,
sin sitio fijo de residencia, que, al igual que los anteriores, no encontraban forma
de inserción estable […] eran individuos de diversos estratos sociales que se
encuadraban en la amplia gama de los desclasificados: segmentos mayoritarios
de población libre y liberta, conocidos bajo la denominación de “vagos”. Para
esa población, que no era ni señor ni esclavo, restaban los trabajos ocasionales
y las actividades de subsistencia. (Kowarick, 1994:41)
En ese contexto, se imponía el rótulo de la “vagancia” a los que no
estaban integrados al orden laboral. Frente a las condiciones de humillación
a las cuales estaba sometido el esclavo, la vida regulada por el trabajo re-
presentaba, sobre todo, degradación y encarcelamiento. El referencial de la
vida de trabajo, a través del cautiverio, expresaba la forma más mortificante
de existencia.
Con el colapso del sistema esclavista, la mano de obra esclava pasó a
ser sustituida por inmigrantes. El llamado “elemento nacional” —blanco, ne-
gro, mulato, cafuzo, mameluco— era el menos deseado para los cultivos ca-
fetaleros, en ascenso a finales del siglo XIX en la región sudeste del país, que
se encontraba en plena bonanza económica. La derrota del sistema colonial
imponía una solución que sólo podría basarse en la utilización del trabajo
libre. Bajo ese imperativo, antes de movilizar a los nacionales —considerados
“ineptos” y, por lo tanto, inadecuados para el trabajo disciplinado—, en el
sudeste los grandes propietarios cafeticultores optaron por la importación de
mano de obra extranjera. Los libres y los libertos, ubicados en la periferia
del sistema organizacional vigente, eran representados por la imagen de un
“itinerante que vaga por los campos y las ciudades, visto por los señores como
la encarnación de una calaña inútil que prefiere el ocio, el vagabundeo, el
vicio o incluso el crimen, a la disciplina del trabajo” (Kowarick, 1994:55).
En función de ese discurso de la época, llega a ser aprobada en 1888 en el
país la llamada Ley de Represión a la Ociosidad, de autoría del ministro
Ferreira Vianna, que contemplaba que los “sin trabajo”, los ociosos, a los
que se consideraba peligrosos, debían ser castigados cuando se considerara
necesario, o sea cuando representaren una amenaza para el orden social.
Las zonas económicamente más dinámicas atraían inmigrantes también
de manera interna. En la región nordeste, que hasta mediados del siglo XIX
representaba la región económicamente más dinámica en función de la pro-
ducción azucarera de las zonas de litoral, entre los años 1872 y 1890, de acuer-
do con los datos presentados por Kowarick (1994), el saldo migratorio llegó
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a 350 mil. En las últimas dos décadas del siglo XIX, la población era atraída
por los estados de Minas, Bahía y, sobre todo, Amazonia, por la extracción de
caucho de la entidad, a donde se trasladaron cerca de 250 mil personas (en
especial oriundos del nordeste). El proceso migratorio de la llegada de ex-
tranjeros a Brasil no tenía como destino el nordeste. En consecuencia, en esa
región fue incorporada la llamada “mano de obra nacional”. La cuestión fun-
damental de este proceso es el hecho contradictorio de que en las regiones
de mayor dinamismo económico del país la fuerza de trabajo nacional per-
maneció fuera del escenario productivo.
Como el proceso de formación del trabajador urbano en la región nordeste
hacia el cambio del siglo XIX al siglo XX, a diferencia de lo ocurrido en el
sudeste, no contó con la llegada de extranjeros inmigrantes, su mercado de
trabajo contó con trabajadores de origen rural y nacional. El hombre libre y
pobre, considerado en otras regiones del país (donde la migración era fuerte)
bajo la categoría de vagabundo, era incorporado a la dinámica económica
local. Estos “hombres libres y pobres” eran todos aquellos que “flotaban” en
la estructura de la sociedad, que estaban al margen, que no eran ni señores
ni esclavos. Éstos recibieron la denominación de desclasificados, inútiles e
inadaptados; individuos de ocupación más o menos incierta y aleatoria o sin
ninguna ocupación.
Después de la abolición de la esclavitud en el país, que ocurrió en 1888,
la región nordeste, cuya economía era movida por la fuerza de trabajo escla-
va, tuvo que confrontar las siguientes cuestiones: ¿Cómo evitar la crisis de
brazos? ¿Cómo disciplinar a una población de negros y mestizos pobres,
ajenos a las reglas y disciplinas exigidas por una sociedad de mercado com-
petitiva? La ociosidad, como también el gran número de hombres pobres en
las provincias, era concebida como un riesgo para el orden social, de la mis-
ma forma en que se pensaba en el ámbito nacional. Principalmente los pro-
pietarios de la región manifestaban preocupaciones por crear mecanismos de
coacción a la masa de los desocupados. Esa preocupación se vinculó con la
creación progresiva de una nueva significación de la categoría trabajo. Era
necesario crear un modo de vida regular, disciplinado, productivo, especialmen-
te destinado a la población pobre y a los sin trabajo.
Mientras tanto, poco a poco, el proceso de universalización del trabajo
libre, de manera conjunta con el avance de la agricultura comercial, imponían
la necesidad de incorporación de la fuerza de trabajo nacional, la cual fue
siendo incorporada lentamente a la dinámica productiva conforme se conso-
lidaba el proceso de expansión del capital. A partir de 1914, cuando el mo-
vimiento migratorio disminuyó, el discurso estigmatizador del vagabunda-
je que prevalecía sobre la mano de obra nacional se mostró poco útil, en la
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medida que, paralelamente, se volvía urgente y necesario movilizar para el
trabajo una capa de esa población.
su falta de ambición es contemplada ahora como la parsimonia de alguien que
se contenta con poco, que no busca un lucro fácil y, sobre todo, que no reivin-
dica; la inconstancia se traduce en versatilidad y aptitud para aprender nuevas
tareas, y el espíritu de indisciplina se metamorfosea en brío y dignidad. El
antiguo deambular le sirve ahora para ir andando a donde está lo que necesita;
el gusto por las aventuras y los pleitos se transforma en intrepidez, en valentía
para realizar servicios arriesgados; y la desconfianza es atributo para rechazar
ideas espurias, tan en boga en esa época en que se produce la conversión del
elemento nacional, cuya indolencia no proviene de la pereza o de la vagancia
sino de la falta de oportunidad para trabajar, a partir de que sus vicios pasan a ser
enfrentados como producto de la miseria, en la cual, por siglos, estuvo atascado, y
de la cual es preciso sacarlo. (Kowarick, 1994:112)
El cambio en los discursos a partir de que la economía del país empezó a
necesitar la fuerza de trabajo nacional puso en marcha un nuevo proceso: el
de la sustitución de la mano de obra extranjera por la nacional. A partir de
este punto comenzó la fundación de una segunda generación de trabajadores,
la cual se expresaría más claramente años más tarde. Los primeros indicios
de este proceso de cambio en el plano de los discursos y de la formación del
mercado de trabajo nacional son revelados por la preocupación de transformar
al exesclavo y al hombre libre y pobre en trabajadores, en sujetos adaptados al
orden disciplinario, a los valores y a una nueva moral constituida en torno
de lo que representaba en el plano simbólico y de valores la pobreza digna.
La noción de “ser trabajador” pasó a designar un calificativo social, un valor
en el plano material e inmaterial. Esa calificación indicaría elementos del
comportamiento y del carácter: los trabajadores eran considerados personas
honradas, honestas, dignas, toda vez que optaban por la vida de trabajo, y
no por la vida fácil.1
¿Qué es lo que representaría, entonces, en los términos contrarios, la
vagancia? La negación del trabajo y de sus valores a través de un comporta-
miento sesgado con respecto al orden disciplinario instituido por la moral pro-
ductivista. El que es considerado vago es el sujeto que se rehúsa a ser útil en
el seno de la sociedad de la cual forma parte. Al rehusarse a participar del
“contrato” establecido por la sociedad salarial, se estaba negando a pagar su
1
Chalhoub (2001), al analizar procesos criminales, demuestra cómo autoridades jurídicas
de la época analizaban a los reos tomando en consideración el comportamiento y las virtudes.
En ese aspecto, por lo tanto, era muy valioso ser considerado por la sociedad un trabajador, lo
que se volvería sinónimo de algunos calificativos sociales positivos.
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deuda con ella y, al mismo tiempo, el estar sin ocupación representaba el pe-
ligro de aproximarse a los vicios de la mendicidad y del robo. La “vagancia”
comprendía toda y cualquier forma de vida que no fuera la ocupación por
medio del trabajo en el mercado libre. Incluso los sujetos que trabajaban
apenas para su propia subsistencia eran vistos como vagabundos.
La “consagración” del trabajo en el Estado Novo2
En el Brasil de las primeras décadas del siglo XX, la expansión de las in-
dustrias y del comercio trajo consigo el fenómeno de la urbanización, de la
construcción de ferrovías, bancos, etc. A la vera de los cambios en curso,
la Era Vargas anunciaba la coyuntura para transformaciones a través de me-
didas adoptadas en nombre de la promoción del bienestar social y del desarro-
llo de la nación. A través de la Consolidación de las Leyes del Trabajo, por
ejemplo, aprobada por decreto el 1º de mayo de 1943, el Estado quedaba fa-
cultado para interferir y regular las relaciones de trabajo con base en el man-
tenimiento del orden social, enalteciendo el orgullo del trabajador brasileño.
El gobierno de Getúlio Vargas3 representó una de las fases más importantes
en el proceso histórico de afirmación de los valores del trabajo.
Las puertas se abrieron para el ingreso al modelo de sociedad salarial por
medio de la posibilidad dada a los sujetos libres de vender su fuerza de tra-
bajo en el mercado. De este modo, el trabajador podría convertirse en el sujeto
considerado digno a través de la conquista del derecho de ser el proveedor
de su propia existencia.
El primer marco oficial para la afirmación del trabajo en Brasil puede
ser considerado el establecimiento de la Constitución de 1937, la cual esta-
blecía nuevas directrices políticas, sociales y laboristas acordadas durante
el Estado Novo (1937-1945). Con esa Constitución se confirmaron algunos
de los derechos ya fijados por la Constitución de 1934, tales como: salario
mínimo, vacaciones anuales y descanso semanal. Antes de eso, la Ley de
Sindicalización de 1931 obligaba a que los sindicatos, para ser reconocidos
y defender la categoría que representaban, tuvieran que afiliarse al Ministerio
2
Getúlio Vargas gobernó el país durante dos periodos: de 1930 a 1945, y de 1951 a 1954.
Al periodo que va de 1937 a 1945 se le conoce como Estado Novo [Estado Nuevo], y representó
una fase de gobierno autoritaria y centralizadora.
3
Dada la importancia política de Vargas como personaje en la historia nacional, se acordó
denominar al periodo de su gobierno era Vargas. Vargas emprendió una política desarrollista y
nacionalista en el país, y la repercusión popular de su gobierno está representada también por
la expresión que fue acuñada para él, “padre de los pobres”.
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del Trabajo. Por medio de esa medida, el gobierno cercenaba la independen-
cia de los movimientos de trabajadores y debilitaba los liderazgos obreros
independientes, manteniéndolos bajo la vigilancia del control gubernamental,
creando el “sindicato pelele”, como eran llamados los sindicatos subordinados
al dominio directo del Estado.
Mientras tanto, el problema de la definición en cuanto a lo que sería el
salario mínimo salió a relucir nuevamente y fue objeto de un nuevo decreto
el 1º de mayo de 1940, el cual determinaba parámetros para calcularlo. Según
Carone (1977), de acuerdo con datos obtenidos en conjunto con el Ministerio
del Trabajo, a través del documento “Algunos aspectos de la política del
salario mínimo”, el salario debería atender a: “[Para] todo trabajador adulto,
sin distinción de sexo, por día normal de servicio, [el salario mínimo] debe
poder satisfacer, en la época actual y en los puntos del país determinados en
la tabla anexa, sus necesidades normales de alimentación, habitación, vestido,
higiene y transporte” (Carone, 1977:116).
Con una nueva organización sindical, detallada todavía más en julio de
1939, se instituyó otra facción caracterizada por el centralismo, como resulta-
do de la eliminación de las centrales sindicales que representaban diferentes
categorías en los ámbitos municipales y regionales. La nueva estructura,
verticalizada, vinculaba directamente a los sindicatos con el Ministerio del
Trabajo a través de federaciones estatales y confederaciones nacionales. Por
otro lado, esa estructura también preveía su autosustentación, concretada
a través de la creación de la contribución sindical obligatoria, el conocido
impuesto sindical, creado en 1940.
El nuevo modelo forjaba un andamiaje de sustentación de las bases
sindicales de apoyo al gobierno. Todavía en lo que se refiere al trabajo, otra
medida a destacar realizada por el Estado Novo fue la creación de la Justicia
del Trabajo, instituida el 1º de mayo de 1939 e inaugurada el 1º de mayo de
1941, durante la gestión del ministro Valdemar Falcão. El 1º de mayo de 1943
es aprobada también por decreto la Consolidación de las Leyes Laboristas.
Hasta ese momento se sumaba ya un conjunto grande de leyes, decretos de
ley y disposiciones que, de acuerdo con el análisis de Carone, “hacen tan
complejo y confuso el problema de la legislación laborista, que en un cierto
momento es preciso ordenar y dar forma clara y sustancial a lo que subsiste,
y dejar a un lado lo que es anticuado” (Carone, 1977:139).
La Consolidación de las Leyes del Trabajo (CLT), aprobada por decreto
del 1º de mayo de 1943, representó la reunión y sistematización de la vas-
ta legislación laborista producida en el país en los años anteriores. Una
comisión integrada por Arnaldo Sussekind, Dorval de Lacerda y J. de Sega-
das Vianna fue nombrada por el gobierno Vargas con el fin de organizar un
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anteproyecto que sería encauzado al Ministerio del Trabajo. De este proceso
resultó la CLT.
Además, la CLT no solamente representó la reunión de las leyes antes
previstas, sino que también introdujo nuevos derechos, y se dio a la tarea de
reglamentar detalladamente las nuevas relaciones y condiciones de trabajo.
A partir de entonces, un documento fue ganando notoriedad de manera im-
portante: la cartera de trabajo, la cual habría de describir la historia de la vida
de un trabajador, caracterizándolo como una “abeja sin lugar seguro donde
posarse” (ésta sería el trabajador que no ama su profesión y, en consecuencia,
vive de fábrica en fábrica, puesto que no encontró su propia vocación), o
como alguien que ama lo que hace. La cartera se convirtió de esa forma en
un mecanismo formal de expresión de las calificaciones de los trabajadores
conforme a los valores y a la moral del trabajo que se propagaban.
La Consolidación de las Leyes del Trabajo asociada a la propaganda
gobiernista fue un elemento fundamental para la construcción de la imagen
de Getúlio Vargas como protector de los pobres (el “padre de los pobres”), de-
fensor de la clase trabajadora. La institución con mayores esfuerzos en ese
sentido fue, sin duda alguna, el Departamento de Prensa y Propaganda (DIP,
por sus siglas en portugués), órgano gubernamental. Y uno de los mayores
articuladores del proyecto de popularización y divulgación de la imagen de
Vargas fue Alexandre Marcondes Filho, que ocupó el puesto de Ministro del
Trabajo desde diciembre de 1941.
El esquema de propaganda y diseminación de las acciones del gobier-
no y también de los valores del trabajo, una de las banderas del populismo
varguista, era orquestado a nivel nacional por el DIP, que a su vez tenía el
comando de los Departamentos Estatales de Prensa y Propaganda (DEIP, por
sus siglas en portugués). El organismo surge como Departamento Oficial
de Propaganda en 1931, y se transforma en Departamento de Propaganda
y Difusión Cultural en 1934. Solamente en 1939, por decreto, es creado el
Departamento de Prensa y Propaganda (Carone, 1977).
La radio, la música y el malandraje en el Estado Novo
En la colección Historia de la Civilización Brasileña, organizada por el his-
toriador Boris Fausto, Gilberto Vasconcelos, refiriéndose al malandraje y a
la formación de la música popular brasileña, hace la siguiente afirmación:
La música popular crece siendo contemporánea de la miseria, del desequilibrio,
del inconformismo, de la rebeldía: fiebre, cangaço [bandidaje “social”], Canu-
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dos, [Revuelta de] Chibata, Columna Prestes, movimientos proletarios, Moder-
nismo […] En su cadencia, desplegando el estandarte de los (en)cantos, la música
popular se presentaba como una de las voces de la voz general que desafina-
ba. Arma presa en la garganta. Obreros, malandros, vagos, bohemios —con el
desajuste siendo entonado por nuevos timbres—. (Vasconcelos, 1984, citado
en Fausto, 1984:503)
Si es posible afirmar, por un lado, que el gobierno de Getúlio Vargas
introdujo un modus vivendi calcado en el orden del trabajo, cuya expresión
simbólica de mayor contenido es la CLT; por otro también podemos conside-
rar que la dinámica social brasileña nos revela elementos que traducen una
dialéctica constante de negación y afirmación social entre la figura ideal del
trabajador y la figura estigmatizada del malandro vagabundo. Es imposible
imaginar tipos puros. La música popular brasileña producida en ese periodo
representa esa agonía en muchos de sus versos. Para concebir tales relacio-
nes, analizamos dos movimientos.
El primero de ellos estaría representado por la afirmación de los ideales
del trabajo a través de la prensa, de los órganos oficiales y principalmente de
la radio en esa época. Y el segundo, un contra movimiento o, incluso, un
movimiento de negación de ese ideal, estaría representado por las expresio-
nes de la música, que a veces toman como protagonista no al trabajador, sino
al malandro —un “héroe nacional” de la picardía y la astucia—. Esos dos
movimientos ora se confrontan, ora se bifurcan, exponiendo las múltiples
formas de entenderlos, y ora se complementan en la constitución de un sujeto
híbrido —el trabajador brasileño—. Adelantamos que, desde el punto de vis-
ta de nuestro análisis, no interesa elegir un “tipo puro” que condense lo que
pensamos que representa ese trabajador; pero sí percibirlo, por lo menos,
como resultado de la constitución de un sujeto múltiple.
En lo que concierne al papel de la radio en ese contexto, importa destacar-
la como uno de los vehículos de mayor eficiencia en la difusión del proyecto
político estadonovista. El gobierno creó y apoyó, inclusive financieramen-
te, a la Radio Nacional, que mantenía en sus programaciones un elenco de
artistas de gran expresión en esa época. En los programas transmitidos a la
población se difundían modelos de comportamiento, patrones de conducta y
valores sociales. Entre estos modelos morales, el valor trabajo figuraba como
una bandera de vida digna y honesta. Existía incluso una emisora que se au-
todefinía como “la emisora del trabajo” —la Radio Mauá—.
Los esfuerzos del gobierno apuntaban hacia el deseo de convertir al ma-
landro en un trabajador ejemplar. El DIP, que tenía poder de censura, mani-
festaba apoyo a los compositores para que exaltaran el trabajo en detrimento
de la vida bohemia. En esa fase, a partir de 1939, se conmemoraba el “Día
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de la música popular brasileña”, y algunas composiciones que elegían el tra-
bajo como tema, reservándole un sitio de honra, eran enaltecidos por la pro-
paganda oficial varguista. El samba de Heitor dos Prazeres, compuesto en
1934, elucida:4
Vou ver se posso, vou seguir a trabalhar Voy a ver si puedo, otra vez a trabajar
Não é negócio ser malandro e dá azar No es negocio ser malandro, es vivir al azar
Eu vou deixar essa vida de vadio Yo voy a dejar esa vida de vago
Ser malandro hoje é malhar em ferro frio Ser malandro hoy es golpear en fierro helado
Eu vou deixar esta vida de vadio Yo voy a dejar esa vida de vago
Ser malandro hoje é malhar em ferro frio Ser malandro hoy es golpear en fierro helado
Vou arranjar uma vida melhor Voy a hacerme una vida mejor
Para eu viver mais descansado Para poder vivir más descansado
Eu vou trabalhar Yo voy a trabajar
E no trabalho terei outro resultado Y en el trabajo tendré otro resultado
Vou enfrentar o que aparecer Voy a enfrentar lo que aparezca
Não posso viver assim No puedo vivir así
É bem doloroso Es muy doloroso
É vergonhoso, não é bonito pra mim Es vergonzoso, no es lindo para mí
(Vou ver se posso [Voy a ver si puedo], Heitor dos Prazeres, 1934)
La vida de malandro no da resultado, es vergonzosa, dolorosa, es azarosa
y, además, no promueve una vida de comodidades. La vida opuesta es honra-
da, no conlleva dolor, trae fortuna y reconforta a un sujeto con una condición
social que le permite vivir “más descansado”. En el conocido samba Bonde
de São Januário [Tranvía de San Januario], de Ataulpho Alves y Wilson Ba-
tista, grabado en 1940 por Cyro Monteiro, también aparece la oposición entre
una vida de malandro y otra de trabajador:
Antigamente eu não tinha juízo Antiguamente yo no tenía juicio
Mas resolvi garantir meu futuro Pero decidí garantizar mi futuro
Veja você, sou feliz, vivo muito bem Mira tú, soy feliz, vivo muy bien
A boemia não dá camisa a ninguém La bohemia no le da una camisa a nadie
É, digo bem. Así es, lo digo bien.
(Bonde de São Januário [Tranvía de San Januario],
Ataulpho Alves y Wilson Batista, 1940)
4
Todas las letras de los sambas que utilizamos en esta sección fueron tomadas de la
Colección Historia del Samba, publicada en 1998 por la Editora Globo.
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En este samba se destaca que el trabajo no impide la felicidad. Además
de eso, puede garantizar el futuro. El malandraje quedó en un tiempo en el
que no se tenía un buen juicio de valoración. Al final, “la bohemia no le da
una camisa a nadie”.
En las transmisiones de las radiodifusoras, a la música brasileña se le
daba un gran realce, y buena parte del acervo era nacional. Las programa-
ciones incluían desde comentarios sobre arte popular y descripciones de
puntos turísticos del país, hasta relatos de acontecimientos históricos. A pesar
de toda la exaltación, la figura del malandro y el elogio de la vida bohemia
resistían. Vasconcelos (1984:505) nos ofrece elementos para comprender
ese contramovimiento:
El trayecto histórico de nuestra canción es contemporáneo del proceso local de
formación de la clase obrera —hecho que no ocurre sin consecuencias profun-
das—. No obstante, la esfera del trabajo se proyecta sobre la MPB [música popular
brasileña] como una poderosa imagen invertida; el ejercicio sistemático y radical
de la negación de los valores positivamente elevados por el trabajo se volvió el
asunto poético predilecto de nuestro compositor popular en las décadas de 20 y
30 de este siglo [el autor se refiere al siglo XX], una de las épocas más fecundas
y notables de la MPB. En ésta, la historia del trabajo es narrada a contrapelo. El
obrero es el principal personaje a la sombra, ofuscado por la ruidosa y alegre
consagración de la figura del malandro.
El tema del malandraje surge en la literatura brasileña a través del ensayo
de Antônio Cândido, Dialética da malandragem (Dialéctica del malandraje)
(Cândido, 1970), en que el autor analiza el folletín Memórias de um Sargento
de Milícia [Memorias de un sargento del ejército], de Manuel Antônio de
Almeida. Cândido mostraba su preocupación por el “orden difícilmente
impuesto y mantenido, cercado por un desorden vivaz […]”, de acuerdo con
Vasconcelos (1984:505) —el desorden de la desobediencia, de la indiscipli-
na, del parasitismo, de la astucia del malandro—.
En el espacio libre del arte musical, el samba en favor del malandraje,
de la bohemia, creaba una vena de negación del trabajo, cuya herencia del
esclavismo todavía reciente remitía a la degradación de la vida. La bohemia
ordenaba el principio del placer; mientras que la vida de trabajo, el principio
del dolor. De esto surgieron sambas como el de Assis Valente, grabado por
Carmen Miranda en 1934, que entonaba:
Vem vadiar no meu cordão Ven a vagar en mi cordón
Cai na folia meu amor Cae en la locura, mi amor
Vem esquecer tua tristeza Ven a olvidar tu tristeza
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Mentindo a natureza Mintiendo a la naturaleza
Sorrindo a tua dor Sonriéndole a tu dolor
(Minha embaixada chegou [Mi embajada llegó], Assis Valente, 1934)
O en versos como los de Wilson Batista:
Sei que eles falam desse meu proceder Sé que ellos dicen que no hago vida seria
Eu vejo quem trabalha andar no miserê Yo veo a los que trabajan andar en la miseria
(Lenço no Pescoço [Pañuelo al cuello], Wilson Batista, 1933)
Incluso cuando no son protagonizados por el malandro, versos cuyo
personaje principal es el trabajador también ponen en evidencia que la vida
de trabajo no resulta en una condición mejor:
Ai, ai meu Deus ¡Ay, ay Dios mío
Tenha pena de mim! Ten compasión de mí!
Todos vivem muito bem Todos viven muy bien
Só eu quem vivo assim Soy yo quien vivo así
Trabalho, não tenho nada Trabajo, no tengo nada
Não saio do miserê De la miseria no logro salir
Ai, ai meu Deus ¡Ay, ay, Dios mío
Isso é pra lá de sofrer! Esto es algo más que sufrir!
(Tenha pena de mim [Ten compasión de mí],
Cyro de Souza y Babalú, 1937)
La identificación de la vida de trabajo con una condición de reglamen-
tos sometida también a la pobreza y al salario bajo es destacada en estos ver-
sos de Assis Valente:
O dinheiro que ganho El dinero que gano
Não dá pra ficar no meio da rua No alcanza para quedarse a media calle
Pra cá e pra lá, pra lá e pra cá Para acá y para allá, para allá y para acá
O dinheiro que ganho só dá pra viver El dinero que gano sólo alcanza para vivir
No meu barracão, sentado no chão En mi barraca, sentado en el piso
Comendo de mão, farinha, feijão Comiendo con la mano, frijoles y harina
Olhando a cabrocha mexendo o legume Mirando a la mulata revolver las verduras
Pra não azedar Para que no se agrien
(O dinheiro que ganho [El dinero que gano], Assis Valente, 1951)
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Esa misma condición también puede representar subordinación, el miedo
de perder el empleo, las carreras para no llegar tarde al local de trabajo, según
los versos del samba O trem atrasou [El tren se retrasó], de Arthur Villarino,
Estanislau Silva y Paquito, de 1940:
Patrão, o trem atrasou Patrón, el tren se retrasó
Por isso estou chegando agora Por eso estoy llegando ahora
Trago aqui memorando da central Traigo aquí un memorando de la central
O trem atrasou meia hora El tren se retrasó media hora
O senhor não tem razão ¡Tiene usted toda la razón
Para me mandar embora! Si me quiere dejar afuera!
O senhor tem paciencia Pero téngame paciencia
É preciso compreender Es preciso que me entienda
Sempre fui obediente Siempre fui obediente
Reconheço o meu deber Reconozco mi deber
Um atraso é muito justo Un retraso es muy justo
Quando há explicação Cuando existe explicación
Sou um chefe de familia Soy un jefe de familia
Preciso ganhar o pão Necesito ganar el pan
E eu tenho razão Y tengo razón
Todos los versos citados arriba no sólo ilustran un movimiento de
afirmación y negación de los personajes y temas sociales aquí abordados,
sino también un proceso de elaboración de los elementos caracterizadores de
una nacionalidad que, a lo largo de la historia, calificaron y también desca-
lificaron la imagen del pueblo brasileño. Es importante referir, entre tanto,
que el malandraje es resignificado durante el Estado Novo. De ese movimien-
to forma parte también la figura del buen malandro, representante de una
cultura maleable de mestizos, que es desempeñada muy bien, por ejemplo,
por el personaje de Zé Carioca, el papagayo creado por la compañía Disney
como representante de las tierras tropicales, que bebía cachaza y bailaba
samba.
Según Schwarcz (1995), en el Estado Novo el mestizo se vuelve nacio-
nal. A través de la cultura popular y mestiza, se investía con la afirmación
de elementos constituyentes de una nacionalidad antes negada: la capoeira,
que estaba incluida como crimen en el código penal de 1890; la feijoada;
el mestizaje de las razas, antes visto como causa de degeneración; y, por
supuesto, el samba. Refiere Schwarcz (1995):
La identidad local surgía en el interior de ese movimiento que viene del mirar
de afuera para dentro y de adentro para fuera, resultando de ahí su espacio de
consagración. Al final, el samba, la capoeira, el candomblé, la mulata y el
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malandro carioca son transformados, en grados diferentes, en iconos nacionales,
producidos y reproducidos interna y externamente.
Frente a las cuestiones apuntadas en torno a un ideal de trabajo y de
cierta resistencia representada por la imagen del malandro, ¿cómo podría-
mos pensar en la conformación del trabajador? Antes que todo, se vuelve
fundamental observar que el hibridismo se afirma en el estudio de esas
figuras simbólicas representantes de valores, a veces contradictorios. Esto
se debe a que, si tomamos como referencia al trabajador inmerso en el con-
texto actual, fácilmente podemos observar, en los discursos y en las prác-
ticas, en la construcción del reconocimiento público a través del ejercicio
del trabajo digno, en las estructuras de las relaciones de trabajo, que existen
elementos antiguos y nuevos. Antiguos, en lo que se refiere a la edificación de
los valores del trabajo estructurados a lo largo del siglo pasado y que todavía
siguen vigentes; y nuevos, en lo que se refiere a las metamorfosis concebi-
das en función de las adaptaciones de modelos anteriores en el cambio del si-
glo XIX al XX, lo que promovió el surgimiento de nuevas formas de “vivir
del trabajo”.
Siguiendo este razonamiento, podemos afirmar que, después de casi un
siglo de profundas transformaciones en la organización social, que colocaron
en un lugar central una categoría conductora de la linealidad de las histo-
rias de vida de los trabajadores, cuestiones básicas regresaron a las agendas
mundiales de debate: existencia del trabajo esclavo, trabajo infantil, tráfico
de mujeres, precarización, desregulación, entre otras. Las configuraciones
recientes en el diseño de las relaciones capital-trabajo, economía-sociedad,
imponen una cuestión nueva, que casi siempre había pasado inadvertida: la
negación del derecho de proveer para la existencia propia.
En el escenario actual, principios del siglo XXI, dadas las recientes con-
figuraciones del modelo salarial de organización de la sociedad, el no trabajo
representa más que la negación del derecho conquistado por los trabajadores
de proveer para la propia existencia. A los no-empleables les es negada tam-
bién la posibilidad de ejercicio de esa dignidad edificada históricamente y, por
lo tanto, de un reconocimiento social fruto de aquello que simbólicamente
conlleva la condición de empleado.
La sociedad del trabajo en la época contemporánea manifiesta una
enorme paradoja: por vía de la consagración de los valores liberales del in-
dividualismo, de la competencia y de la libertad de venta de las fuerzas del
cuerpo en tanto propiedad del sujeto, el trabajo se instituyó como un regulador
del orden social, y se le concedió estatus de derecho social. Por otro lado, la
institución de ese derecho en una sociedad como la brasileña, que no llegó a
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consolidar un Estado de Protección Social efectivo, representa un medio de
integración de las capas pobres de trabajadores, posibilitándoles el acceso
a un conjunto de bienes y servicios sociales esenciales, como educación y
salud. El problema de las generaciones actuales es que las configuraciones
profundas de este parámetro de organización social, exhibidas a través de
las altas tazas de desempleo, del aumento de la precariedad, de la pérdida
de estabilidad, en tiempos de producción y acumulación flexible del capital,
significan la negación de ese acceso.
Para los trabajadores pobres, esa negación resulta en la negación de
la supervivencia, del derecho de auto-afirmación social y de construcción
de reconocimiento público. La pérdida de ese medio de construcción de la
“dignidad social”, que antes se hizo viable por el disfrute de derechos sociales
amparados legalmente, pasa a representar, en su conjunto, el sentimiento de
frustración, incapacidad, impotencia, incompetencia, invalidez, inutilidad.
Es decir, delinea la peor faz del fracaso de un sujeto inmerso en una cultura
que propaga como ideal de éxito lo completamente inverso de lo que este
sujeto experimenta en el ámbito de la vida cotidiana.
Consideraciones finales
Las reflexiones que intentamos presentar nos llevan a pensar en algunas
cuestiones importantes acerca de la categoría trabajo. En primer término,
creemos que es necesario considerarla, en el caso brasileño, a partir de lo que
se volvió la esfera del trabajo, como una esfera del derecho (fenómeno insti-
tuido por el gobierno de Getúlio Vargas). En la medida que la dimensión del
trabajo se instituyó como una esfera de realización de un derecho, perma-
necer al margen de ese sistema, en el cual la ética de proveer se realiza para
el trabajador, se vuelve sinónimo de la negación de proveer por la vida. El
derecho al trabajo en nuestra sociedad no se restringe al conjunto de leyes,
ni siquiera a la propia relación formal de trabajo. Lo que queremos decir con
esto es que éste determina el acceso a un conjunto de satisfacciones simbólicas
que se ubican en el campo de la afirmación social de valores.
Nos corresponde destacar el entorno de una dimensión de la vida humana
que a lo largo de un proceso histórico ganó estatus, significado e importancia
fundamental en la orientación de la vida. Por otra parte, es necesario percibir
que el trabajo visto como un valor positivo, y por lo tanto como un califica-
dor social, es uno de los principales condicionantes nuevos de la relación de
alienación entre el trabajador y el trabajo. Si en el siglo XIX y los inicios
del siglo XX el esfuerzo era para obligar al trabajo y para disciplinar a una
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masa de inadaptados, en el siglo XX e inicios del XXI se da una inversión
paradójica del problema.
El trabajo es una categoría histórica, y como tal debe ser considerada y
reflexionada, tomando en cuenta las marcas y herencias que la moral produc-
tivista y competitiva erigió en nuestra sociedad. A partir de las cuestiones que
apuntamos en este artículo, es posible afirmar que, contando con un proceso
histórico de afirmación de los valores del trabajo, con un pasado colonial
esclavista que otorgaba un lugar indigno al trabajo, el trabajador brasileño
se constituyó socialmente a partir de una dialéctica permanente de negación
y afirmación social de valores contradictorios, divididos entre un ideal mo-
ral y social de lo que debe ser un trabajador y la figura estigmatizada del
malandro vagabundo. Este proceso transcurrió a través de diversas esferas
de la cultura, incluso en el universo de la música, como hemos mostrado,
plasmando un imaginario, condensando imágenes y valores. Por esto, diversas
ópticas deben ser consideradas para el análisis de la constitución de lo que
aquí defendemos como un sujeto híbrido —el trabajador brasileño—. La
historia del trabajo en el país, la confrontación de valores en fases como la del
gobierno de Vargas, indican que es necesario pensar la realidad del trabajo,
y también del trabajador, como una realidad compleja y, más que esto, en el
caso brasileño, reveladora de aspectos de nuestra cultura y de los estigmas
sociales perpetrados en el seno de una sociedad mestiza, los cuales permane-
cen todavía como remanentes en nuestro imaginario, a pesar del proceso de
resignificación, exaltación y afirmación que tuvo lugar a lo largo del siglo XX.
Recibido: abril de 2010/Revisado: marzo de 2012
Traducción del portugués de Gonzalo María Vélez
Correspondencia: Universidade Federal da Paraíba, Campus IV/Litoral Norte/
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Acerca de la autora
Osicleide de Lima Bezerra es doctora en ciencias sociales por la Universida-
de Federal do Rio Grande do Norte, Rio Grande do Norte-Brasil. Profesora de
la Universidade Federal da Paraíba, Campus IV, Litoral Norte. Sus áreas de in-
terés son educación, sociedad y trabajo. Entre sus publicaciones podemos
citar, en coautoría con José Willington Germano, “O padre ibiapina nos ser-
tões do nordeste: entre modernidade e conservadorismo”, presentado en el
XXVIII Congresso Internacional da Associação Latino Americana de So-
ciologia, Fronteiras Abertas da América Latina, Recife, ALAS, 2011; además
de “Dinâmica e características do mercado de trabalho do setor saúde”, en
Janete Lima de Castro (org.), Gestão do trabalho no SUS: entre o visível
e o oculto, Natal, Editora Observatório RH NESC/UFRN, 2007, pp. 201-216.
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