Buen Gobierno Corporativo v02
Buen Gobierno Corporativo v02
Junio de 2016
v02
7 Bibliografía de Referencia 19
La pregunta clave que se plantea en este capítulo es: ¿Qué es gobernar bien? Ya nos planteamos el
alcance de lo que es gobernar (en dónde). Demos un paso más precisando algunos detalles
descriptivos. Gobierno ¿Qué es? Etimológicamente gobierno refiere originalmente al arte del timonel.
Esto plantea según Guerrero (2016) un doble significado asociado con dos funciones primordiales: La
de gobernador y la de regulador. Con la acepción que nosotros queremos darle sería un agente
encargado del control administrativo de una unidad política. Implica entonces definir un rumbo.
Clarificar expectativas. Anticipar conflictos. Articular acuerdos. En los términos más generales el
término gobierno significa la concreción del Estado, estableciendo las relaciones de poder,
estableciendo quién ejercerá el dominio y quien será dominado. Gobierno es pues un concepto muy
general que luego se aplicaría a otras instancias de definición de relaciones de poder de menor
alcance. En sus orígenes la idea de gobierno fue aplicada al gobierno de una máquina.
Específicamente a una nave. Un concepto que luego se extendiera a gobernar instituciones y
organizaciones de mayor jerarquía y entre ellas, a las Empresas Públicas (EEPP).
Gobernar bien tiene que ver por supuesto con cuestiones materiales relacionadas con disponer
adecuadamente de los recursos para poder hacerlo. Sin embargo para poder hacer gobernar no sólo
importa la cantidad de capital que pueda acumular y luego distribuir. Importa y mucho, la calidad de
las instituciones que aseguren el tránsito por el camino del desarrollo de los países. (Portes, 2009)
Aparece entonces la vertiente institucional del buen gobierno. Esto incluye los acuerdos normativos
para hacer posible el gobierno, desde la carta fundacional, donde se establecen los propósitos de la
nación, los derechos de sus ciudadanos y las estructuras de gobierno y siguiendo por todo un complejo
cuerpo normativo de carácter formal que incluye leyes, decretos y reglamentaciones de todo tipo. Ese
aparato normativo junto con los hábitos y las costumbres de los gobernantes y los gobernados van
generando condiciones de institucionalidad, que hace posible las condiciones básicas para que se
pueda desarrollarse un propósito común, una visión compartida y en definitiva pueda generarse un
nivel de prosperidad material básico que asegure la supervivencia de los ciudadanos y pueda
construirse con cierta armonía aceptable la vida comunitaria de manera sostenible y sustentable. Saber
gobernar es ayudar a que todo esto suceda.
Por otra parte entonces, referido a gobernar la respuesta ya está suficientemente clara, desde el tiempo
de los griegos. ¿Qué es gobernar? Como ya analizáramos, gobernar es de cierta forma guiar o dirigir
algo, que puede ser muy diferente según cada caso. Puede ser un barco, una empresa, una universidad
o un Estado. La idea de gobernar las organizaciones es entonces razonable y necesaria. Para gobernar
será necesario entonces establecer quien gobernará y quien será gobernado. Según la terminología
aristotélica: los “mandantes· y los “obedientes”. Constituye un presupuesto del desarrollo de las
organizaciones sociales, desde las más complejas a las más simples. El Estado no es la excepción. El
gobierno es la autoridad que dirige, controla y gestiona (directa o indirectamente) las instituciones del
Estado el cual consiste en la conducción política general o ejercicio del poder. Por extensión se
considera que el gobierno puede ser el órgano que dirige cualquier comunidad política, incluyendo
una empresa y en tal caso es el gobierno de la empresa.
Gobernar según Elena Pazos implica “Crear reglas, diseñar políticas y prácticas para hacerlas cumplir,
resolver conflictos (…).”. No se trata evidentemente de una tarea sencilla. “Es necesario el diálogo
político, que promueve los consensos. Los líderes de los partidos políticos suelen buscar acuerdos
para determinadas políticas. Las diversas partes realizan concesiones que favorecen la toma de
decisiones (negociar votos para la sanción de una ley).” Gobernar implica: “La realización de alianzas
política en determinadas circunstancias (por ejemplo atribución de ciertos cargos de gobierno).”
Alianzas que cuando dejan de operar, conducen a mecanismos de excepción como por ejemplo: “Las
elecciones anticipadas en los sistemas parlamentarios (cuando el diálogo fracasa) cuyo resultado dará
la razón a uno u otra postura (la del Poder Legislativo o el Poder Ejecutivo).” Estos procesos implican
El análisis de la gobernanza según Pazos: “se centra en los actores que intervienen en el proceso.
Estos actores pueden ser formales o informales.” El gobierno nacional o el gobierno departamental
son dos de los actores formales claves en la gobernanza. Los demás actores dependen del nivel de
gobierno del que circunstancialmente estemos hablando. Aparecen actores muy diferentes pero en
general hay ciertas uniformidades en los dos niveles de institucionalidad el Uruguay. Por ejemplo los
partidos políticos, agentes del sistema financiero, las asociaciones industriales o comerciales,
instituciones religiosas, los gremios de trabajadores, los medios de comunicación pública y en un
nivel de desagregación más grande los ciudadanos en general incluyendo los que tienen roles laborales
activos operado como empresarios independientes o en régimen de dependencia y los jubilados o
pensionistas por citar varios grupos de actuación y presión diferentes que inciden en mayor o menor
medida, en aspectos de gobernanza.
Hemos generado estructuras de gobierno muy variadas a lo largo de la historia humana, en general
definidas en torno a las formas de producción como planteara originalmente Carlos Marx. Pasamos
desde formas esclavistas a formas feudales, hasta llegar a la forma capitalista que hoy conocemos. En
cada tipo de instituciones y estructuras se consolidaban un conjunto de reglas para establecer quienes
serían los “mandantes y quienes los “obedientes”. Desde luego que gobernar requiere una buena dosis
de legitimidad (que cada sistema detentaba de manera auto-referente). Estas estructuras generaban
niveles de autoridad para hacer que las cosas sucedan de una determinada manera. Pero a partir de
esto y dejando la perspectiva historicista que brevemente mencionamos surge la siguiente pregunta:
¿habrá una manera de bien gobernar? ¿Cuándo podemos decir que un gobierno es bueno o malo, más
allá de nuestras simpatías o antipatías naturales? Las respuestas a este desafío han sido múltiples, a lo
largo de la historia humana, pero con el enfoque de este Libro nos orientamos pensamos si no habrá
una forma de apoyarnos en términos del “deber ser” de un buen gobierno.
Manuel Ernesto Bernales Alvarado aporta una visión histórica de las dificultades de bien gobernar.
Plantea la siempre vigente necesidad de una definición histórica de Buen Gobierno. Sostiene que “No
son escasas las definiciones o proposiciones sobre lo que es un buen gobierno; para muestra, las que
difunden el Banco Mundial y programas internacionales académico-políticos sobre gobernabilidad. La
preocupación se remonta a nuestros primeros años de vida independiente. Cito una carta del
Libertador Simón Bolívar del 27 de abril de 1829 que el destinatario, el agente inglés de apellido
Campbell, transcribió a su Gobierno en despacho del 4 de junio del mismo año: “Creo que sin mucha
exageración éste puede ser llamado el hemisferio de la anarquía (...) No dudo que semejante cúmulo
de desórdenes contribuya a abrir los ojos de los ilusos y dé ocasión de ver claro a nuestros amigos de
Europa, convenciéndolos al mismo tiempo de que mi conducta y principios son demasiado moderados
para gobernar este país”. (Citando a Bolívar. Prólogo de Manuel Trujillo. Biblioteca Ayacucho.
Venezuela. 1983). Esto llama la atención sobre la necesidad de generar institucionalidad para
controlar la anarquía, actuando con cierta moderación
Hay que contar con la institucionalidad apropiada para gobernar bien. Luego de tenerla: “Buen
gobierno” en principio tiene que ver con la capacidad de: 1) promover la transparencia y la opinión
pública; 2) proveer eficiente y efectivamente servicios públicos 3) promover la salud y bienestar de
los ciudadanos; y 4) crear un clima favorable para un crecimiento económico estable. El gran desafío
sería establecer cómo se debería operar en estas cuatro grandes dimensiones. Esto tiene que ver con
cierta institucionalidad en la que los actores formales o informales ejercen diferentes formas de
presión para satisfacer sus necesidades, que los gobiernos deben atender contado con recursos
limitados. Allí es precisamente donde se plantean los problemas políticos y económicos y sociales,
No hace mucho tiempo se comenzó a hablar y luego a escribir sobre “Buen Gobierno”. ¿Sería posible
codificar estos aprendizajes de manera de que sirvieran de orientación para futuras generaciones? La
UNESCO se ha preocupado por estos desafíos. Manuel Ernesto Bernales Alvarado y Víctor Flores
García, han compilado un conjunto de aportes sobre la necesidad de buen gobierno y su relación con
la Sociedad civil, la democracia y el desarrollo humano en América Latina. En particular se rescatan
aporte el Joan Prats Catalá con una propuesta de “Gobernabilidad democrática para la expansión de la
libertad”, el análisis Bernardo Kliksberg sobre las falacias sobre problemas sociales de América
Latina o las advertencias sobre la “tentación autoritaria” de Sandra Weiss, que aportan una interesante
visión sobre los desafíos Latinoamericanos históricamente relativamente recientes, en torno a la
necesidad de mejor gobierno. Se requiere esfuerzos sistemáticos para seguir poniendo estos desafíos
en la consideración de los gobiernos y la ciudadanía a nivel regional compartido y a nivel de cada
país, que tiene sus propias singularidades, que deberían ser contempladas.
Han empezado a generase propuestas sobre cómo generar un compendio de lo que había que hacer en
términos de buen gobierno. Un compendio que tuviera codificado aquello que sería necesario
contemplar para desarrollar buenos gobiernos. Es así que aparecen los códigos de buen gobierno.
Surge entonces naturalmente la pregunta: Código de Buen Gobierno ¿Qué es? Se trata de un
documento formal que estableciera que cuestiones mínima habría que atender en términos de valores,
directrices y compromisos. Por supuesto que más allá de los aportes de distinguidos profesionales y
académicos, en definitiva, todo gira en torno a la pregunta: Código de Buen Gobierno ¿Para qué lo
necesitamos? La respuesta inicial es para fijar lo que debe hacerse para bien gobernar y para generar
compromisos claros de hacerlo por parte de los administradores, fundamentalmente directivos y
gerentes, aunque gobernar genera compromiso a lo largo y ancho de las organizaciones.
Hoy hemos progresado en esta línea de enfoques. El Código de Buen Gobierno es un documento que
tiene como objetivo brindar una guía de acción sobre los aspectos más relevantes de gobierno de cada
organización. Se trata de un documento estratégico que debería desarrollarse en armonía con sus
características económicas y sociales. Afortunadamente no sólo se escribe al respecto de estos códigos
en términos académicos. Los Gobiernos nacionales comienzan a ser conscientes de la necesidad de
acercar a representantes y representados y de la conveniencia de facilitar la unión de gobierno y
ciudadanía en un proyecto mutuamente compartido de desarrollo y justicia, movidos por el deseo de
promover gobiernos sostenidos por la confianza generalizada y el respeto a las instituciones
democráticas. Existen declaraciones en que queda claro este compromiso con la ciudadanía y los
pueblos, lo que se refleja a nivel de compromisos de implantarlos.
La Dimensión Ética plantea desafíos que requieren atención. Analicemos las dos dimensiones. Por
una parte, se plantea la necesidad de contar con un peldaño más en la búsqueda de una ética universal
que sea fruto de un consenso en los principios y valores básicos de la convivencia global, a saber: el
respeto a la soberanía, al derecho internacional, la no injerencia en los asuntos internos de otros
Estados, la tolerancia, la convivencia pacífica, la solidaridad y la cooperación; en suma, una ética que
sea consecuencia de un diálogo de civilizaciones respetuoso de la pluralidad cultural y social de los
diversos pueblos del planeta.
Por otro lado, la dimensión Profesional también está en el agenda. Por otra parte, el Código se
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inserta en las tendencias promotoras de la construcción de códigos deontológicos o de conducta que
guíen el ejercicio correcto de las diversas prácticas profesionales. La esencia de lo que se proclama y
lo que se hace, forma parte de los compromisos articulados de decir y de hacer, en términos de buen
gobierno en los Estados Modernos. Precisamente el aporte de los códigos más allá de su valor
declarativo, es que aumentan la confianza en el desarrollo de buenos gobiernos.
1 Código deontológico es un documento que recoge un conjunto más o menos amplio de criterios, apoyados
deontológico con normas y valores que formulan y asumen quienes llevan a cabo correctamente una actividad
profesional. Los códigos deontológicos se ocupan de los aspectos éticos del ejercicio de la profesión que regulan.
Estos códigos cada vez son más frecuentes en otras actividades.
Somos contestes de que si bien los desafíos de gobernar y gestionar tienen aspectos a diferenciar en
términos de la realidad de cada región o incluso país, también plantea aspectos generales que deberían
ser contemplados. Empiezan a construirse acuerdos consensuados entre los diferentes Estados del
continente, sobre lo que sería desarrollar un “buen gobierno”. Una muestra de los progresos la
constituye el Código Iberoamericano de Buen Gobierno donde un conjunto de Gobiernos firmantes -
entre los cuales se encuentra Uruguay han llegado a un acuerdo formal que representa un paso formal
importante respecto del deber ser del buen gobierno. Los países formantes demuestran por estos
compromisos que son “conscientes de la necesidad de acercar a representantes y representados y de la
conveniencia de facilitar la unión de gobierno y ciudadanía en un proyecto mutuamente compartido de
desarrollo y justicia” Se trata de una manifestación de un conjunto de estados soberanos que llegan a
suscribir un acuerdo que contiene importantes compromisos “movidos por el deseo de promover
gobiernos sostenidos por la confianza generalizada y el respeto a las instituciones democráticas.
Las declaraciones de los gobiernos nacionales latinoamericanos plantean principios como “la dignidad
de la persona humana y como valores esenciales de desarrollo los de la libertad y autonomía del ser
humano y su esencial igualdad intrínseca”. Por ello es que señalan que “De ahí que, para garantizar
estas opciones esenciales, sea preciso que un buen gobierno reconozca, respete y promueva todos los
derechos humanos -civiles, políticos, sociales, culturales y económicos-, en su naturaleza
interdependiente y universalidad.” Con este tipo de manifestaciones los estados Latinoamericanos
pretenden: “contribuir a dignificar socialmente el servicio público y permitir a sus integrantes -
autoridades y funcionarios- sentir el orgullo de realizar una labor esencial para su comunidad. En
definitiva queremos que la actuación gubernamental consista en la práctica de la promoción del interés
general, y se aleje del reprobable abuso de los recursos públicos para fines de interés partidista o
particular.”
Los gobiernos latinoamericanos esperan que a partir del compromiso adquirido con la ciudadanía y los
pueblos, y del apoyo a los valores del pluralismo democrático, pueda manifestarse de forma explícita
que todos los siguientes, consideran inaceptable: 1. Un Gobierno que ampare y facilite la corrupción;
2. Un Gobierno que dificulte el escrutinio público sobre su toma de decisiones; 3. Un Gobierno que no
tome en cuenta las necesidades de sus ciudadanos y 4. Un Gobierno irresponsable y que no rinda
cuentas. Sobre estas bases, la idea es que el desarrollo de un Código de Buen Gobierno contribuya a
garantizar la confianza de los socios, de los empleados, del mercado y de la comunidad en general.
Aparecen entonces ciertas orientaciones que operan a modo de justificación. Los códigos de Buen
Gobierno tienen su justificación y su fundamento, lo que ha comenzado a ser comprendido a nivel de
los gobiernos nacionales de los Estados modernos o de los gobiernos de las organizaciones
específicas, tanto públicas como privadas.
Así es que se comienza a hablar de justificaciones existenciales de los Códigos de Buen Gobierno con
la idea de lograr el mejor desarrollo de las buenas prácticas de gobierno de las organizaciones (en sus
diversos noveles de existencia), asegurando la transparencia de las actuaciones de los órganos
directivos de cada organización. Se generan expectativas respecto de lo que pueden aportar estas
declaraciones. Se espera que los códigos puedan contribuir al cumplimiento de la normativa vigente y
a la gestión eficiente y eficaz y crear los medios organizativos para la institucionalización de las
prácticas de buen gobierno. También se habla de buen gobierno a nivel de la las compañías en
general. Como referencia se puede consultar lo que se sugiere a nivel de compañías en general pero
haciendo la salvedad de que estas consideraciones debería ser diferentes, si se trata de EEPP.
Por otra parte notoriamente: “El Buen Gobierno Corporativo está adquiriendo cada vez más
importancia entre las empresas, tanto en el ámbito local como en el internacional. Dado que éste
genera confianza, permite el establecimiento de unas reglas de actuación homologables e
interrelacionadas, que sirven de garantía a las diversas transacciones económicas.” Este enfoque
termina delimitando un conjunto de buenas prácticas. Precisamente un código de este tipo: “Consiste
en determinar las buenas prácticas empresariales con el criterio de asumir la verdadera
responsabilidad de la firma con los distintos interesados por ella. Lo cual requiere definir unas
características de carácter general y unos elementos mínimos, para su adecuada funcionalidad.”
(Moscoso Escobar y Jaramillo Bentancur, 2008: 96) De esta manera, con sucesivos aportes
académicos y profesionales se va afinando la puntería, en términos del deber ser de tales
construcciones. Esto nos facilitará, abordar seguidamente ciertas pautas de diseño de estos códigos.
Los desafíos contemporáneos de buen gobierno se generan en ámbitos públicos y privados por igual,
pero con sus respectivas singularidades. “Indudablemente, esto no sólo constituye un problema del
sector privado sino también del sector público”. Dados estos condicionantes generales, se han ido
desarrollando sucesivos modelos en el ámbito del Buen Gobierno Corporativo (Informe Cadbury,
Informe Olivencia, Informe Aldama…), lo cual sirve de base para estudiar características y principios,
para presentar una propuesta de modelo que sea fruto de diferentes estudios y de la interpretación de
las necesidades de las Instituciones Públicas” en general. Las preocupaciones al respecto son
oportunas y pertinentes. Aparecen problemas de debilidad ineficacia de la gerencia pública y privada
que requieren atención. En especial debilidades en la existencia de soportes de gestión institucionales
y organizaciones, persistencia de prácticas políticas que deslegitiman el Estado, entre otras, que
pudiéndose asociarse casos específicos se dan en realidad en muchos países de la región. (Moscoso
Escobar y Jaramillo Bentancur, 2008: 97)
Particularmente en el caso del sector público latinoamericano han aparecido en la última década
notorias contravenciones de lo que se podría considerar “buen gobierno”. Hay casos que han llevado
a gobiernos fuertes como el brasileño al borde de una crisis institucional de enormes proporciones a
partir de lo ocurrido en Petrobaras. No es pues extraño que la investigación de los desafíos
conceptuales de buen gobierno se fueran orientando según Moscoso Escobar y Jaramillo Bentancur,
hacia la formulación de las condiciones de un Código de Buen Gobierno para las instituciones
públicas.
El Código Iberoamericano de buen gobierno “se inserta en dos tradiciones diversas aunque
complementarias. Por una parte, es un peldaño más en la búsqueda de una ética universal que sea fruto
de un consenso en los principios y valores básicos de la convivencia global, a saber: el respeto a la
soberanía, al derecho internacional, la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados, la
tolerancia, la convivencia pacífica, la solidaridad y la cooperación; en suma, una ética que sea
consecuencia de un diálogo de civilizaciones respetuoso de la pluralidad cultural y social de los
diversos pueblos del planeta. Por otra parte, el Código se inserta en las tendencias universales
promotoras de la construcción de códigos deontológicos o de conducta que guíen el ejercicio correcto
de las diversas prácticas profesionales. “A su vez se señala que: “Los firmantes creemos que cualquier
sociedad razonablemente ordenada y que busque la justicia como fundamento de su convivencia debe
respetar aquellos principios y valores que permiten a todos los afectados por las normas opinar,
debatir, argumentar en condiciones de igualdad sobre las bases constitucionales de la convivencia,
para impulsar desde el debate modelos de desarrollo que promuevan la participación ciudadana, la
eliminación de la pobreza y de todo tipo de exclusión.”
Estos compromisos llevan a los estados firmantes a “establecer como fundamento de este Código el
principio de la dignidad de la persona humana y como valores esenciales de desarrollo los de la
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libertad y autonomía del ser humano y su esencial igualdad intrínseca.” Estas son bases axiológicas
importantes, que son formuladas para dar determinadas garantías a la ciudadanía. Los firmante
sostienen que “para garantizar estas opciones esenciales (en término de grandes valores), sea preciso
que un buen gobierno reconozca, respete y promueva todos los derechos humanos-civiles, políticos,
sociales, culturales y económicos-, en su naturaleza interdependiente y universalidad.” Seguidamente
se agrega que con el “Código (los estados firmantes) pretendemos contribuir a dignificar socialmente
el servicio público y permitir a sus integrantes -autoridades y funcionarios- sentir el orgullo de realizar
una labor esencial para su comunidad. En definitiva queremos que la actuación gubernamental
2 El valor en axiología, una disciplina de la filosofía, permite ponderar el valor ético o estético de las cosas, por lo
que es una cualidad especial que hace que las cosas sean estimadas en sentido positivo o negativo. Ver referencia
disponible en: (https://intercuba.net/wiki/articles/v/a/l/Valor_(axiolog%C3%ADa).html )
Dando un paso más en la comprensión de un código compartido, nos proponemos realizar un conjunto
de nuevos aportes formales. Vale interrogarse sobre los posibles diseños de estos Códigos de Buen
Gobierno. ¿Existirán ciertos fundamentos compartidos de diseño de los Códigos de Buen Gobierno?
El Código de buen gobierno debería ser un documento que pueda ser entendido por todos los agentes
internos y del entorno para que sirva de guía de acción de gobierno. Se debería diseñar el contenido
del Código con un enfoque situacional de manera que opere en armonía con sus características
económicas y sociales de la organización. Los Códigos de Buen Gobierno deberían entonces abarcar
aspectos esenciales del relacionamiento laboral entre los socios, los empleados, el mercado y la
comunidad en general. Además esos códigos, deberían incluir compromisos claros de la dirección con
los demás agentes con los que esta interactúa, especificando la forma en que van a ser cumplidos. Los
Códigos de Buen Gobierno deberían ser diseñados pensando en todos los aspectos referidos
precedentemente. Es oportuno preguntarse entonces ¿Cuáles serían las claves para un buen diseño?
Lo son sólo declaraciones del deber ser en términos de ideales inalcanzables. Importa también la
forma en que los agentes se posiciones al respecto. Por un lado parece ser importante lograr el
involucramiento de la alta dirección en el desarrollo del código y en el cumplimiento de los
compromisos establecidos; junto con la especificación clara de los compromisos derivados de la
formulación del código y la forma de verificar su adecuado cumplimiento. Además importan
cuestiones como la institucionalización de los mecanismos de cumplimiento de los compromisos y de
los medios para resolver los eventuales conflictos que puedan producirse o la existencia de un
documento de mayor detalle que complemente la orientación general establecida para el conjunto de
situaciones en las que puedan generarse conflictos éticos.
Entendemos que en próximas instancias de normalización será necesario comenzar a reflexionar sobre
los aspectos instrumentales para desarrollar códigos de buen gobierno. Más allá de las posibles formas
y opciones hay ciertos tipos de estructuras que operan como marco de referencia constructivo de cada
código. Primer punto importa la orientación Institucional del Código de Buen Gobierno junto con las
principales políticas de Buen Gobierno aplicables. ¿Estamos pensando en códigos a nivel de gobierno,
nacionales, o de compañías públicas o privadas? En cualquier caso, pero con variantes los códigos
deberían integrar cuestiones como las responsabilidades y compromisos Responsabilidades de gestión
interna o responsabilidades sociales empresariales. (Puede abrirse en varias dimensiones). Aparece
integradas cuestiones como las formas de administración del Código de Buen Gobierno y aspectos
institucionales relacionados (con la administración).
Estamos convencidos respecto de que se deberían considerar los valores institucionales relevantes
(establecer lista) que son los expresados en la declaración de la Misión (Sigue descripción) y Visión
(Sigue descripción) que el organismo se compromete a desarrollar. Se incluyen los siguientes detalles
(Sigue descripción) Por ejemplo: La consolidación de la transparencia en la gestión de sus recursos
Es necesario comenzar a intercambiar aportes sobre lecciones aprendidas y mejores prácticas para con
los códigos de buen gobierno. Primero que nada, como sugerencias vale consignar que lo que se ha
aprendido en el trabajo, debería estar disponible desde siempre por los canales habituales de
conversación, los consultores y sus clientes. Es oportuno rescatar algunas lecciones aprendidas sobre
el desarrollo de Códigos de Buen Gobierno. Nada es mágico en su formulación y ejecución en
administración. Debe ser construido a partir de lo legado, aunque circunstancialmente se propongan
rupturas. No se puede crear una propuesta de la nada. Debe ser la expresión de aspectos de gobierno
existentes. Entre ellos por ejemplo se señala que: deben estar previamente claras las políticas de buen
gobierno. Por otra parte, si las políticas no están claras un código no solucionará el problema. No
puede generarse claridad política en una redacción de propuestas donde en la realidad no las hay.
Hay muchos actores que pueden hacer importantes aportes. “Como demuestra el Círculo de Empresas,
la comunidad empresarial es un motor importante de reforma. Aunque los diseñadores de políticas y
los reguladores cumplen un rol primordial en la creación del marco general, es el sector privado el que
garantizará que dicho marco se aplique con éxito en la realidad.” (IFC, OCDE, GCGF, 2010) Ahora
bien, debido a nuestro foco puesto en la problemática de las EEPP, interesas especialmente las
prácticas de buen gobierno en nuestras propias empresas. Este tema será retomado más adelante.
Sobre el asunto y a título informativo recomendamos la lectura de la tesis de maestría de: Mayer
Aguerrebere, Fernando Lorenzo y Rafael Sabah: Gobierno corporativo en empresas públicas del
Uruguay de elaboración y defensa relativamente reciente (2012) que platea un interesante trabajo
exploratorio a partir de fuentes secundarias.
Muchos aspectos declarativos de Buen Gobierno tienen que desembocar en acciones, razón por lo cual
hay que prestar atención a ciertas definiciones relacionadas con aspectos de la institucionalidad que
haga posible la articulación de las propuestas formales. Este no es un desafío menos. No debería
soslayarse esta parte de apoyo a la instrumentación. Por ejemplo para poder atender las formas en que
se garantiza el cumplimiento de lo que se dispone, en el deber ser del Buen Gobierno. No se puede
pensar en que declarar el “deber ser” del “Buen Gobierno” alcanza. Hay que realizar definiciones y
sobre todo disponer cambios, en términos de estructuras y procesos que ayuden a concretar ciertos
Las cuestiones de buen gobierno pueden ser formuladas por la dirigencia de las organizaciones. Pero
no son exclusivamente un asunto de la cúpula de cada organización. Finalmente, señalamos que es
muy importante saber generar una visión compartida al respecto de la necesidad de Buen Gobierno.
Para ello no sólo hay que mostrar que se sabe construir un código que tenga los fundamentos y el
diseño apropiado. Cada organización debe mostrar a través de ciertas señales claras de la dirigencia al
resto de la organización y a la comunidad, que es necesario saber comunicar lo que ese código
plantea. Los aspectos de comunicación deben ser atendidos como parte del desarrollo. Finalmente los
códigos no son propuestas descontextualizadas de la realidad política, social y económica en que están
inscriptos. A esto había que agregar que los aspectos del cambio cultural, no pueden ser soslayados.
Y sobre todo la necesidad de que los referentes muestren con sus acciones el camino que se debe
seguir.
A nivel de los estados latinoamericanos la misma formulación del Código Iberoamericano de buen
gobierno y la cantidad de países que lo han firmado constituye un aporte institucional y
organizacional. Por otra parte las enormes crisis que se han dado en la región, debido a deficiencias en
el gobierno ha llamado la atención a los gobiernos en el poder, a los partidos políticos en la oposición
y a la ciudadanía toda. Todo parece indicar que cada vez va a ser menos contemplado un Gobierno
que ampare y facilite la corrupción y que además dificulte el escrutinio público sobre su toma de
decisiones. Se requieren cada vez con mayor insistencia Gobiernos que tomen en cuenta las
necesidades de sus ciudadanos y que actúen de manera responsable, rindiendo cuentas a la
ciudadanía. Los gobiernos han visto últimamente los riesgos de que ello no suceda en carne propia.
Todo parece indicar que los códigos pueden ayudar a que estas prácticas dejen de existir si se
manifiesta fuertemente una ciudadanía vigilante y exigente para con aquellos a los que les ha prestado
la conducción de la nación y bien se la pueden quitar.
Cada vez se cuestionan menos los planteamientos conceptuales sobre la necesidad de trabajar en buen
gobierno a nivel de las corporaciones. “Además de por la creciente inquietud expresada por los
Gobiernos de los países con mayor captación de inversión extranjera en la región (Chile, Brasil,
México, Colombia, Perú...), las mejoras en las prácticas de buenos gobiernos corporativos están
siendo alentadas también por los principales organismos regionales, como el BID. El año pasado, esta
entidad, decidida a animar las buenas prácticas y a concienciar de los vínculos de las mismas con una
mejor imagen corporativa y un mejor y mayor acceso a la financiación y a la inversión, lanzó un
fondo de 80 millones de dólares para promover la importancia del buen gobierno de las pymes en la
región. Financiado a través de la Corporación Interamericana de Inversiones (CII), la rama del BID
destinada a apoyar al sector privado, con la iniciativa se pretende ayudar a las pymes orientadas a la
exportación a cumplir las mejores prácticas internacionales en lo que se refiere a buen gobierno
corporativo, facilitando su acceso a canales de financiación a largo plazo. El proyecto fija la concesión
de créditos directos a esas pymes de la región, provenientes del fondo de 80 millones establecido, así
como asistencia técnica para ayudarlas a cumplir los estándares internacionales de buenas prácticas
corporativas.” (Álvaro, 2014: 1).
Por otra parte señala Carlos Álvaro: “El BID juzga que las PYMES regionales tienen frecuentemente
carencias en cuanto a transparencia y comunicación de información legal, problemas para cuya
solución el organismo está también dispuesto a dotar de las herramientas necesarias a esas empresas e
integrar la asistencia técnica a sus operaciones crediticias. La idea es que las pymes que cumplan con
criterios de buenas prácticas corporativas tengan el premio de acceder a fondos adicionales de la CII.
Entre 2010 y 2012, la CII aprobó 50 préstamos directos a MIPYMES por un valor conjunto de más de
63 millones de dólares, y a través de la iniciativa lanzada el año pasado se esperaba que el organismo
financiara 25 más. Pero el impulso a las buenas prácticas no es sólo cosa del BID y de la CII. En los
últimos años, el interés por las buenas prácticas de gobierno corporativo ha crecido entre las
compañías y organizaciones del mundo entero y Latinoamérica no ha sido una excepción.
Organizaciones como el Foro Global de Gobierno Corporativo (GCGF) y la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se han encargado de diseminar conocimientos, crear
capacidad en instituciones y desarrollar foros de discusión donde los reguladores analizan las políticas
y estándares a seguir en la región. Por su parte, algunas instituciones y compañías del sector privado
han sabido acompañar esta evolución y han implementado prácticas de buen gobierno corporativo,
obteniendo beneficios en sus operaciones, reputación, sostenibilidad, sustentabilidad y economía.”
“En los últimos tiempos, la OCDE, para la que el gobierno corporativo constituye un elemento clave
para aumentar la eficacia económica y potenciar el crecimiento de un país, así como para fomentar la
confianza de los inversores, ha alentado la mejora de los documentos de buena gobernanza en la
región. Y el año pasado, también la CAF, el banco de desarrollo de Latinoamérica, reiteró su
Para que las ideas y acciones de buen gobierno que se han presentado en términos muy generales en
este capítulo ponen en evidencia resultados que sean sostenibles en el tiempo, hay que articular este
nivel de definiciones y acciones, con el nivel de definiciones y acciones de buena gestión. Estos
desafíos relacionados con gobernar bien en general son parte de las legítimas preocupaciones de los
jerarcas de cada organización. No eludiremos este desafío, aunque sabemos que plantea controversias
teóricas y prácticas importantes. Queda claro que para reformular o reinventar las organizaciones, hay
que aprender a gobernarlas lo que requiere un conjunto de conocimientos y compromisos que no son
frecuentes, sobre todo porque los candidatos a desarrollar actividades de gobierno, suele ser
seleccionados por confianza política - lo que en principio no parece objetable - pero que no siempre
atiende la necesidad de conocimiento y experiencia para poder desempeñar el encargo, lo que por
cierto debería ser objeto de atención y critica cuando no sucede.
Señalamos que además a todo esto que hemos recapitulado a manera de reseña, se agregan los
problema de agencia, que complican la articulación entre el deber ser y lo que realmente ocurre.
¿Cómo logramos que los dirigentes expresen realmente las necesidades de sus respetivas
organizaciones y no las suyas propias? Precisamente ante ello se encuentra uno de los desafíos más
grandes de gobernar bien. Elegir las personas apropiadas y generar las condiciones para que éstas
puedan hacer bien su trabajo. Todo esto último ha sido minimizado cuando no ignorado por los
gobiernos nacionales, y entonces, más que malos gobiernos, que evidentemente los ha habido; se que
se han dado desgobiernos, por incapacidad agravada por otros aspectos asociados a la corrupción, que
han estado llamativamente presentes en la realidad Latinoamericana. Hay muchas aproximaciones a
los problemas de agencia - que describiremos en torno al capítulo, pero hay algunos aspectos básicos
que están en la tapa del Libro. No podemos elegir gente incompetente, porque sean buenos
correligionarios.
En resumen, en este capítulo hemos puesto sobre la mesa los principales aspectos que hacen al estado
del arte en términos conceptuales y en términos de prácticas, en relación con el buen gobierno, al que
debe agregarse - adecuadamente articulado, en desafío de la buena gestión, que analizaremos
seguidamente, en otro capítulo. Consideramos que la conveniencia y la necesidad administrar bien,
debe ser considerada en dos dimensiones. Gobernar bien y gestionar bien, todo ello apuntalado por
normas éticas de ejercicio profesional que incluyan claras referencias a las normas de conducta de los
funcionarios públicos, a las que debería agregarse cierta institucionalidad que las respalde que
deberían ser documentadas en los códigos de ética y conducta de los agentes. Códigos que otra vez
insistimos, que tienen que contener declaraciones y sobre todo compromisos. Decir y hacer en la
esfera pública deben ir de la mano y mostrarse consistentes, para construir legitimidad y confianza.
Álvaro, Carlos. La buena gobernanza corporativa avanza en América Latina, Disponible en:
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FIN DE DOCUMENTO