PLAN SUPREMO DE EVANGELIZACIÓN POR ROBERT E.
COLEMAN: UNA RESEÑA DE LIBRO
Resumen
Los métodos de evangelización han variado a través de los años, sin
embargo, no siempre el propósito y pertinencia de la acción
evangelizadora están relacionadas con la Gran Comisión (Mateo 28:16-
20). Robert E. Coleman aborda este problema a través de su libro Plan
supremo de evangelización, haciendo un análisis de los principios que
debieran estar presentes en la evangelización y que están
fundamentados en la persona de Cristo.
Coleman traza su libro con un plan maestro, desde su introducción
hasta su epílogo se trata de un plan vital para cada cristiano, el cual es
nacido desde Jesús para cada uno de sus discípulos, no sólo desde la
enseñanza, sino desde el modelamiento. El problema que aborda son
los métodos de evangelización, pero no haciendo un análisis de cada
uno de ellos, sino de los principios que debieran estar presentes y que
están fundamentados en la persona de Cristo . El autor plantea que el
propósito y pertinencia de nuestra acción evangelizadora deben estar
relacionadas con la Gran Comisión de Jesús (Mateo 28:16-20, Reina-
Valera 1960), por lo tanto, es necesario preguntarnos “¿Estamos
realmente complementando la gran comisión de Cristo? ¿Vemos
como resultado de nuestro ministerio una comunidad creciente y
pujante de hombres consagrados que comunican al mundo el
evangelio? ¿Estamos cumpliendo el propósito deseado?
(Coleman, 1996, p. 7).
Para responder a estas preguntas y solucionar el problema planteado,
aborda ocho principios que dirigieron las acciones del Maestro. Al ser
principios, Coleman (1996) “no pretende interpretar métodos
específicos de Jesús en la evangelización personal o de masas. Es más
bien un estudio de los principios que forman el sustrato de su ministerio:
principios que determinaron sus métodos” (p. 8). A continuación, unos
fragmentos representativos de cada uno ellos, los cuales cada uno de
ellos son capítulos del libro.
Principios
Principio uno: Selección
“Escogió a doce de ellos” (Lucas 6:13).
El propósito inicial de su plan, fue buscar pocas personas y concentrar
sus energías en aquellos (Juan 1:35-40; Juan 1:41,42; Juan 1:43-51;
Marcos 1:19; Mateo 4:21; Mateo 9:); Marcos 2:13,14; Lucas 5:27,28).
Esto no implica descuidar a las multitudes, sino más bien intencionar
personas llenas de él y que les ministren en su nombre (Lucas 6:13-17;
Marcos 3:13-19; Lucas 10:1; 1 Corinto 15:7). Unos cuantos
consagrados, con el tiempo sacudirán al mundo para Dios. El triunfo
nunca lo consiguen las multitudes.
Principio dos: Asociación
“He aquí yo estoy con vosotros todos los días” (Mateo 28:20).
Lo que Jesús hizo para enseñarles fue mantenerlos cerca de él, siendo
él mismo la escuela y programa de estudio. Sus discípulos se
distinguieron, no por la conformidad externa a ciertos rituales, sino por
permanecer con él, y participar así de su doctrina (Juan 18:19).
La iglesia es el medio para consolidar a todos los que seguían a Jesús.
Sin embargo, el problema es que la iglesia habla mucho acerca de
evangelización y la educación cristiana, pero hay poca preocupación
por asociarse en forma personal cuando se ve claramente que tal cosa
implicaría el sacrificio de algo personal. ¿Cómo puede una iglesia
esperar cumplir su cometido con una serie de actividades unos cuantos
días al año?
Principio tres: Consagración
“Llevad mi yugo sobre vosotros” (Mateo 11:29).
Quienes decidieron no seguirle Jesús no salió corriendo tras ellos para
que permanecieran en el grupo de los discípulos (Juan 6;60, 66).
Preparaba líderes para el reino, y si iban a ser instrumentos útiles de
servicio, tenían que pagar el precio. Nadie podía seguir a Jesús por todo
el curso de su vida a menos que se separa del mundo; los que
pretendieron hacerlo sin llenar esta condición, cargaron su conciencia
de angustia y tragedia (Mateo 27:3-10; Hechos 1:18,19).
Jesús no urgió a sus discípulos a que entregaran la vida a una doctrina,
sino a una persona que era la doctrina, y sólo a medida que prosiguieran
en su Palabra podrían llegar a conocer la verdad (Juan 8:31, 32; 14:15,
21, 23, 24; 15:10, 12, 14).
Principio cuatro: Comunicación
“Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22).
La medida con la que debían aplicar su propio servicio en nombre de él
debía ser con la misma liberalidad con que habían recibido (Mateo
10:8). Tenían que amarse unos a otros como él los amaba (Juan 13:34,
35). Por este distintivo serían reconocidos como discípulos suyos (Juan
15:9, 10). En esto contenían todos sus mandamientos (Juan 15:2, 7;
Mateo 22:37-40; Marcos 12:30, 31; Lucas 10:27). Amor -amor de
calvario- era la norma. Tal como lo habían visto durante tres años, los
discípulos tenían que entregarse en dedicación desinteresada a
aquellos a quienes el Padre amaba y por quienes el Maestro moría
(Juan 17:23). Tal demostración de amor por medio de ellos iba a ser el
conducto para que el mundo reconociera que el evangelio era
verdadero. ¿De qué otro modo se podría convencer a las multitudes? El
amor es el único medio para ganarse la respuesta voluntaria de los
hombres, y eso es posible sólo por la presencia de Cristo en el corazón.
Jesús dijo con claridad meridiana que su vid nos llegaría sólo por medio
del Espíritu Santo. “El espíritu es el que da vida; la carne para nada
aprovecha” (Juan 6:63). Por eso, incluso para comenzar vivir en Cristo,
uno ha de nacer de nuevo (Juan 3:3-9).
Principio quinto: Demostración
“Ejemplo os he dado” (Juan 13:15).
Jesús reconoció que no era suficiente introducir a las personas a la
comunión espiritual con él. Sus discípulos necesitaban saber cómo
mantener esta experiencia y cómo mantener esta experiencia y cómo
compartirla, ya que era necesario perpetuarla por medio de la
evangelización. Prácticas como la oración, el uso de la Escritura, el
ganar almas, enseñar con naturalidad y clases siempre en acción,
siempre estuvieron presentes como demostración a sus discípulos.
Principio sexto: Delegación
“Os haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19).
Jesús realizó siempre su ministerio con miras al momento en que sus
discípulos habrían de asumir la responsabilidad de la obra y salir al
mundo con el evangelio redentor. Su método fue que los discípulos
llegaran a una experiencia vital con Dios, y mostrarles cómo actuaba él
mismo antes de decirles lo que tenían que hacer. Ellos debían seguir su
método, esperando inconvenientes, reconociendo que el evangelio
divide, que se trataba de él (uno con Cristo) y que la labor debía hacerse
en compañía (de dos en dos).
Principio séptimo: Supervisión
“¿No entendéis ni comprendéis?” (Marcos 8:17).
Jesús procuró siempre reunirse con los discípulos después de sus
recorridos, a fin de escuchar sus informes y compartir con ellos las
bendiciones de su propio ministerio. En este sentido, se podría decir que
sus enseñanzas alternaron entre instruir y asignar, por lo cual ante los
reportes de los discípulos repasaba y extraía alguna aplicación práctica,
además de dar lecciones sobre la paciencia en el ministerio.
Principio octavo: Reproducción
“Os he puesto para que vayáis y llevéis fruto” (Juan 15:16).
Jesús se propuso que los discípulos reprodujeran su imagen en y por
medio de la iglesia que se iba formando en el mundo. De este modo su
ministerio en el Espíritu quedaría duplicado muchas veces por medio de
su ministerio en las vidas de sus discípulos. Si no llegaban a comunicar
su Espíritu y método a otros que continuaran la obra, entonces su
ministerio con ellos todos estos años se reduciría a la nada. La Gran
Comisión se trata sobre la reproducción y la petición de obreros para la
mies también lo es.
Conclusión
Plan supremo de evangelización es una obra que debe estar en la
biblioteca de todo ministro. Muy útil para formación de nuevos obreros,
es más, pudiendo utilizarse como lectura obligatoria dentro de algún
curso formativo, como ocurre en la formación de liderazgo y pastores
universitarios a través de la literatura de Harvey Herman (1991, 2008)
por Chi Alpha en Estados Unidos y Red Universitaria en Latinoamérica.
Según Logos (2019) de Faithlife, los libros de Robert E. Coleman se
publican en 109 idioma y solo en inglés superan los 7 millones de
copias. Logra reunir de manera práctica, confrontacional e inspiracional
nuestro plan maestro en la tierra encomendado por Jesús, hacer
discípulos.