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El Concepto de Ciudadanía y Su Evolución Histórica

El documento describe la evolución histórica del concepto de ciudadanía desde la antigua Grecia hasta la época moderna. En la antigua Grecia, la ciudadanía implicaba la participación activa en la polis, mientras que en la antigua Roma se entendía más como un estatus jurídico. Durante la Edad Media, la ciudadanía se basaba en la lealtad a un señor feudal. En la época moderna, surgió un concepto más inclusivo de ciudadanía como resultado de las revoluciones burguesas y el pensamiento contractualista

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El Concepto de Ciudadanía y Su Evolución Histórica

El documento describe la evolución histórica del concepto de ciudadanía desde la antigua Grecia hasta la época moderna. En la antigua Grecia, la ciudadanía implicaba la participación activa en la polis, mientras que en la antigua Roma se entendía más como un estatus jurídico. Durante la Edad Media, la ciudadanía se basaba en la lealtad a un señor feudal. En la época moderna, surgió un concepto más inclusivo de ciudadanía como resultado de las revoluciones burguesas y el pensamiento contractualista

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EL CONCEPTO DE CIUDADANÍA Y SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA

1. EL CONCEPTO

La filosofía, sobre todo en sus dimensiones éticas y políticas, va fundamentando a lo largo de la


historia el concepto de ciudadanía. En efecto, este ya aparecerá desde los primeros tiempos, bajo
el término griego "polis" que recoge la dimensión de la ciudadanía ejercida como participación en la
política y en el ejercicio del poder, el concepto latino de "civitas", entendido como lugar de civismo
o de participación en los asuntos públicos y también el latino "urbs" como concentración física de
personas y edificios.
La ciudadanía, en su acepción clásica, se corresponde con un estatus jurídico y político
mediante el cual el ciudadano adquiere, respecto a una colectividad política, unos derechos como
individuo-civiles, políticos, sociales- y unos deberes-impuestos-. En su acepción moderna, se
corresponde con el derecho y el deber de participación en la vida colectiva y democrática de un
Estado.
A través de estas definiciones se puede apreciar cómo el concepto de ciudadanía se ha mostrado a
lo largo de la historia del pensamiento como un concepto evolutivo.

2. LA CIUDADANÍA EN GRECIA Y ROMA

En Grecia, principalmente en las teorías de Platón y Aristóteles, se hace referencia a una vida digna
de ser vivida, que es aquella en la que el ciudadano activo (aquel que conoce sus derechos y
obligaciones, puede expresar su opinión y participa activamente en la sociedad. Su participación
puede concretarse en la sociedad en el ámbito local, nacional, europeo y mundial) participa en la
construcción de una sociedad justa, en la que puede desarrollar, en relación con otras personas,
sus cualidades y adquirir virtudes. Por ello quien se recluye en sus asuntos privados acaba
perdiendo, no sólo su ciudadanía real, sino también su humanidad.
Una herramienta esencial para llegar a ser un buen ciudadano es la educación, porque a ser
ciudadano se aprende. El ideal de participación sería el de la democracia griega, directa, pero tal
modelo tiene cuatro limitaciones: que es excluyente (solo para varones; estaban excluidas las
mujeres, los niños, los metecos o extranjeros y los esclavos); que libres iguales eran solo los
atenienses, no lo seres humanos; en tercer lugar, que la libertad era solo la de participar, pero no
estaban protegidos en la vida privada, en la cual podían darse fácilmente las injerencias de la
Asamblea y, por último, que la participación directa no es posible más que en comunidades
reducidas.
También en nuestras sociedades democráticas existen sectores sociales, como los inmigrantes, que
no tienen determinados derechos, como el de participar mediante el voto en la vida política.
En Roma la ciudadanía se entiende en el contexto de una democracia representativa. La gran
expansión del Impero romano provocó una manera distinta de entender la ciudadanía. El ciudadano
ya no es el que participa, sino en que tiene garantizado unos derechos, que actúa de acuerdo con la
ley y que se espera que esta le proteja. No es un miembro de la polis, sino un ciudadano del
Imperio.
Este cambio se denomina como el paso de la "polis" griega a la "civis" romana. La ciudadanía, por
tanto, supone un estatus jurídico y no un vínculo que exige responsabilidades de participación.
Habría que distinguir, por consiguiente, el concepto de ciudadanía en Atenas y en Roma.
En Atenas, la ciudadanía viene definida por la participación en la comunidad.
En el Imperio romano, la ciudadanía es menos excluyente, representa sobre todo una institución
jurídica que supone el reconocimiento y garantía jurídica de unos derechos. Del ciudadano-
gobernante del mundo griego clásico, se pasa al ciudadano-súbdito del Imperio romano, que será
el elemento en el que se apoye la filosofía política en el nacimiento del Estado moderno para
sentar las bases políticas de la nacionalidad.

3. LA CIUDADANÍA EN LA EDAD MEDIA

Con la caída del Imperio romano de Occidente se inaugura una nueva etapa, la Edad Media. En ella
se pierde progresivamente la idea de ciudadanía entendida como la pertenencia a una comunidad,
la del ciudadano-súbdito. Así, el sistema feudal medieval basa la idea de ciudadanía en una
vinculación personal más que territorial, de linaje y de sangre. Se tiende a una comunidad
política imperial, dejando atrás el concepto de ciudadanía de la etapa anterior. Además, en la
sociedad medieval el individuo dispone de múltiples posesiones, privilegios, derechos, etc.
De todos modos, la idea de ciudadanía en sus inicios también es excluyente, pues solo los patricios
romanos gozaban de plenos derechos aunque después esos derechos se ampliaran a otros
colectivos de personas como los latinos, los libres, etc.
En la Edad Media, el concepto de ciudadanía reside en la subordinación política a un señor
feudal o a un monarca y no en la idea de participación política. Al inicio de la Edad Media se pierde
progresivamente el concepto romano de "ciudadanía" entendida como "conquista de derechos”.

4. LA CIUDADANÍA MODERNA

A pesar de que el Renacimiento trata de rescatar, por lo menos parcialmente, la visión y el


patrimonio filosófico-cultural grecolatino para aplicarlos sobre todo en las ciudades- estados
italianas, lo cierto es que este período de tránsito sirve mucho más a la concentración del poder
en manos del monarca y la superación de la atomización medieval mediante el nacimiento del
Estado nacional, que a la recuperación de la ciudadanía como categoría político-participativa.

4.1. El Estado absoluto

En los siglos posteriores al Renacimiento, la ciudadanía casi desapareció, aplastada por las teorías
y burocracias del Estado centralizado. El modelo político dominante en Europa occidental será la
monarquía absoluta. Y en la medida en que la noción de ciudadanía estaba asociada a la de
autogobierno, no hay ya lugar para el concepto clásico de ciudadanía.
La modificación del sentido de la ciudadanía tiene que ver sobre todo con la consolidación del
Estado territorial moderno, caracterizado no solo por su amplia extensión, lo que dificulta la
participación de una ciudadanía activa, sino por la concentración de poder en manos del
príncipe y el desarrollo consiguiente de la teoría de la soberanía. El ciudadano viene a
equipararse con el súbdito. El súbdito debe obediencia total hacia su príncipe soberano, no hay
igualdad ni participación política. El soberano solo debe protección para sus súbditos. Esto
favorece la aparición de una sociedad civil (es el conjunto de las organizaciones e instituciones
cívicas voluntarias y sociales que forman la base de una sociedad activa y que elige a sus
representantes políticos. Tiene la soberanía que le otorga el poder popular) separada del ámbito
político.

4.2. La ciudadanía incluyente.

Las bases de una nueva función político-incluyente de la ciudadanía se sientan con la aparición de
las nociones filosófico-políticas de estado de naturaleza y de contrato social a partir de las
cuales se construye la idea de Estado y se le dota de la finalidad de garantizar los derechos y
libertades que de forma natural disfrutaban los individuos.
La ciudadanía va a desempeñar, sobre todo en el pensamiento revolucionario anglosajón
francés, una función de virtud cívica que permite unir a los individuos a través del reconocimiento
de unos derechos civiles y de participación política más allá del mero vínculo legal de sujeción que
había generado la nacionalidad para el Estado absoluto. El ciudadano comienza a ser identificado
con el individuo integrante de la nación o del pueblo, y para ello tiene que ser igual a los demás
por lo menos en su titularidad y ejercicio de derechos.
Destacan varios autores que enlazan la idea de ciudadanía con la noción de contrato. Este nuevo
concepto de ciudadanía del XVII se explica a partir de T. Hobbes. J Locke y J. Rousseau. Estos
pensadores pertenecen a la corriente de la filosofía política llamada contractualismo.

4.3. Las revoluciones burguesas.

Los estudiosos de la ciudadanía coinciden en afirmar que es en la época de las dos grandes
revoluciones burguesas, y sobre todo con la francesa, cuando se asiste al renacer del concepto
de una ciudadanía abierta, entendida bajo una triple dimensión:

• Ciudadanía legal. Recoge la igualdad abstracta ante la ley, frente a la ciudadanía donde se
diferenciaba a sus miembros en función de los privilegios locales, corporativos y estamentales. Es la
ciudadanía como estatus, que goza de igualdad en derechos ante el Estado. Esta remite a la idea
de ciudadano como individuo.
• Ciudadanía política. Es la del ciudadano como sujeto político que participa en el gobierno de los
asuntos públicos. Al depositar en el pueblo, no ya solo el origen de la soberanía, como hicieran las
soberanías contractuales, sino el ejercicio de las mismas, las revoluciones francesa y
americana recuperaron la ciudadanía como principio igualitario de pertenencia a una comunidad
política y convirtieron al ciudadano en protagonista de la vida pública.

• Ciudadanía nacional-estatal. Según esta concepción, el ciudadano se presenta como miembro


del Estado organizado como nación, y no a través de cuerpos intermedios. Se trata de la
ciudadanía nacional. La nación sustituye al mosaico de relaciones personales entre los individuos
y el soberano, y por tanto es un elemento decisivo para la traslación de la soberanía. La idea de
nación hizo tomar conciencia a los habitantes de un determinado territorio estatal de una nueva
forma de pertenencia compartida. Pero en cuanto nacional, la ciudadanía ha de ser excluyente.

Tras ambas revoluciones, el calificativo de ciudadano tiende a ser atribuido a todos los individuos
adultos masculinos, Pero esta universalización tiene sus limitaciones. Las mujeres no iban a poder
actuar en el espacio público en la nueva sociedad liberal. Sólo los varones podrán ser valorados
positivamente como "hombres públicos".

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