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DICKSON, Roger E. (1986) El Ocaso de Los Incrédulos. Clie

Roger E. Dickson cubre en las páginas de este libro todo el campo de la apologética, desde la defensa del Cristianismo frente al paganismo, hecha por los «padres» de los primeros siglos, hasta la réplica más contundente a las teorías modernistas y revisionistas sobre el «Cristo histórico», desarrolladas y preconizadas por el alemán Rudolf Bultman en su obra Jesús and the Word
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DICKSON, Roger E. (1986) El Ocaso de Los Incrédulos. Clie

Roger E. Dickson cubre en las páginas de este libro todo el campo de la apologética, desde la defensa del Cristianismo frente al paganismo, hecha por los «padres» de los primeros siglos, hasta la réplica más contundente a las teorías modernistas y revisionistas sobre el «Cristo histórico», desarrolladas y preconizadas por el alemán Rudolf Bultman en su obra Jesús and the Word
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Roger E.

Dickson
EL OCASO
DELOS
INCREDULOS
Roger E Dickson

EL OCASO
DELOS
INCREDULOS
ISBN: 8482674226
Depósito legal: SE-1329-2004

Impresión: Publidisa
~

Indice

Prefacio del editor 7


Prefacio del autor 9
Introducción 11
Prólogo 17

CAPÍTULO PRIMERO

UNA HISTORIA DE DEFENSA 21


Definiciones, 22
Defensas del siglo primero, 23
Defensas de los siglos segundo y tercero, 23
Defensas de los siglos cuarto a dieciocho, 25
Defensas del siglo diecinueve, 30
Defensas del siglo veinte, 31

CAPÍTULO SEGUNDO

EL CRISTIANO Y LA RAZÓN 35
Evidencia y creencia, 36
El cristiano y la razón, 36
La verdad, 38
Razonamiento inductivo, 39
Razonamiento deductivo, 40
La naturaleza de la evidencia, 42
La fuerza de la evidencia, 42
Resultado del razonamiento, 44
La fuerza de la fe, 4 7
Los límites de la razón, 48
El cristiano y la fe, 49
El ateo y la fe, 52
CAPÍTULO TERCERO

EL DILEMA DE LA DUDA . 55
Naturalismo desnaturalizado, 57
La materia. ¿Es un Mandarín?, 57
Materia y mente, 59
Lejos del materialismo, 62
Negociaciones de la deidad, 63
El hombre se marchita sin Dios, 65
Sin Dios, ni ley ni orden, 67
El dilema de la negación, 68
El camino de la negación es una vía muerta, 69
Deseo por la deidad, 70

CAPÍTULO CUARTO

DIOS VIVE - ÉL EXISTE - PARTE I. 73


El argumento de causa, 75
El argumento de designio, 79

CAPÍTULO QUINTO

DIOS VIVE - ÉL EXISTE - PARTE 11 . 89


El argumento de la idea de Dios, 89
El argumento de la naturaleza religiosa del hombre, 92
El argumento de la moralidad, 95
El argumento de la apreciación de la belleza, 98
El argumento de la revelación, 99

CAPÍTULO SEXTO

EL PROBLEMA DEL MAL 103


¿Cuál es el problema?, 104
Un antiguo problema, 105
Consideraciones preliminares, 106
Una mala ilusión, 108
Soluciones, 108
¿Beneficios del sufrimiento y del mal?, 114
¿Qué del infierno?, 118

CAPÍTULO SÉPTIMO

BIBLIA Y CIENCIA 121


El conflicto, 121
El problema, 124
El resultado, 127
Poniendo vallas al método científico, 128
El dios Ciencia, 134
La muerte del dios Ciencia, 135
La ciencia sin Dios, 137
Ciencia bíblica, 138

CAPÍTULO OCTAVO

EL ATAQUE DE LA EVOLUCIÓN 143


La identidad del atacante, 144
Una hipótesis, no una teoría, 146
Y la llaman un hecho, 147
Cambio, no evolución orgánica, 148
Conclusión carente de hechos, 149
Una breve historia, 149
Las tornas han cambiado, 158

CAPÍTULO NOVENO

EVIDENCIAS DE LA EVOLUCIÓN . 161


Clasificación: Sin clase como prueba, 162
Similaridad: No la suficiente, 163
J;:mbriología: Evidencia abortada, 165
Organos vestigiales: Evidencia sobrante, 166
Distribución geográfica: Evidencia demasiado estirada, 167
Fósiles: Una evidencia muerta, 168
Mutaciones y crianza: Evidencia bastarda, 170

CAPÍTULO DÉCIMO

GÉNESIS 1 173
Génesis y la oposición, 17 4
«El principio ... », 175
El estirado intervalo, 176
El qué y cómo de la Creación, 180
¿Siguen seis días siendo seis días?, 182

CAPÍTULO UNDÉCIMO

GRAVES PROBLEMAS PARA LOS EVOLUCIONISTAS TEÍS-


TAS 189
El problema de la insuficiente evidencia, 191
El problema de la confirmación, 192
El problema de la intervención, 192
El problema de la secuencia fuera de orden, 192
El problema del «tipo», 194
El problema del polvo, 194
El problema de la imagen, 195
El problema de la costilla, 196
El problema macho-hembra, 196
El problema del intelecto, 197
El problema del dominio, 197
El problema de la vida dilatada, 198
El problema del pecado y de la caída, 198
El problema de la armonía, 198

CAPÍTULO DUODÉCIMO

LA DATACIÓN: UN GRAVE PROBLEMA 201


La cronología de Ussher, 203
El método meteorítico, 204
El método de la sal, 205
El método del nitrato, 205
El método de la fluorina, 206
El método del helio, 206
El método del uranio-plomo, 206
El método del potasio-argón, 208
El método del carbono-14, 209
Escalonando la escala de tiempo geológico, 213

CAPÍTULO DECIMOTERCERO

EL DILUVIO: UNA RESPUESTA ADECUADA 225


El registro bíblico, 227
El registro histórico, 236
El registro paleontológico, 238
El registro geológico, 242

CAPÍTULO DECIMOCUARTO

GRAVES PROBLEMAS PARA LA EVOLUCIÓN . 245


Las dinámicas leyes de la termodinámica, 246
Variación y mutación: No las suficientes, 249
Selección natural: Un gran azar, 253
CAPÍTULO DECIMOQUINTO

MÁS PROBLEMAS GRAVES PARA LA EVOLUCIÓN 263


El problema de «los orígenes», 264
ADN: El problema del «ordenador», 266
El problema de «la columna vertebral», 270
El problema de «la supervivencia», 271
El problema «Simio-hombre, hombre-simio», 273

CAPÍTULO DECIMOSEXTO

EL FIN DE LA EVOLUCIÓN . 285


Desdichadas consecuencias del pensamiento evolucionista, 286
Entonces, ¿por qué hay tantos evolucionistas?, 294
¿Dónde nos encontramos?, 300

CAPÍTULO DECIMOSÉPTIMO

ARQUEOLOGÍA Y BIBLIA . 305


La estela moabita, 306
El obelisco negro de Salmansar Ill, 309
La inscripción de Sisac, 310
Los anales de Sargón 11, 311
El túnel de Ezequías y el prisma de Senaquerib, 314
Los recibos de raciones de Joaquín, 317
El cilindro de Ciro, 319
Confirmación ilimitada, 321

CAPÍTULO DECIMOCTAVO

INSPIRACIÓN Y REVELACIÓN . 323


Manifestación por revelación, 325
Afirmación de revelación, 326
Revelación: ¿Cómo?, 326
Inspiración y revelación: Relación entre ellas, 327
Inspiración, 328
Inspiración verbal plenaria, 331
Inspiración: una definición, 332
Inspiración: ¿Cómo?, 335

CAPÍTULO DECIMONOVENO

LA BIBLIA ES LA PALABRA DE DIOS . 339


Afirmaciones de la Biblia pasadas por alto, 340
Confirmación novotestamentaria del Antiguo Testamento, 341
Unidad inseparable, 344
Permanencia indudable, 346
Armónica con la historia, 348
Las Escrituras conforman la sociedad, 348
Prueba de la profecía, 349
Aclamación coetánea, 351

CAPÍTULO VIGÉSIMO

EL PODER DE LA PROFECÍA 353


Profecía y los paganos, 353
El verdadero profeta, 354
La naturaleza de la profecía demostrativa, 358
Naciones en la profecía, 361
Ciudades en la profecía, 364
Personas en la profecía, 365
Cristo en la profecía, 366

CAPÍTULO VIGESIMOPRIMERO

HISTORIA DE LA BIBLIA-PARTE I 371


Materiales de escritura, 372
Lenguas de la Biblia, 374
El canon, 375
Alta y baja crítica, 375
Crítica textual, 376
Prueba de la canonicidad, 376
Exactitud coherente, 377

CAPÍTULO VIGESIMOSEGUNDO

HISTORIA DE LA BIBLIA - PARTE II . 381


Evidencia textual del Antiguo Testamento, 381
Evidencia textual del Nuevo Testamento, 385
Un examen de la evidencia, 386
Los apócrifos y pseudoepígrafos del Antiguo Testamento, 391
La controversia, 391
Los apócrifos y pseudoepígrafos del Nuevo Testamento, 394

CAPÍTULO VIGESIMOTERCERO

EL MILAGRO 397
Definición de los milagros, 397
Satanás y milagros, 400
Los milagros de la Biblia, 401
Ciencia y milagros, 407
Consecuencias de la negación, 410
El hecho de los milagros, 411
El propósito de los milagros, 412

CAPÍTULO VIGESIMOCUARTO

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS . 417


Profecía de la Resurrección, 418
La Resurrección: El centro de la predicación, 418
La importancia de la Resurrección, 419
Teorías muertas, 420

CAPÍTULO VIGESIMOQUINTO

EL JESÚS HISTÓRICO . 429


Jesús, un carácter histórico, 430
Prefacio a la edición
castellana

El libro El ocaso de los incrédulos ha tenido ya amplia circulación en


todo el mundo de habla inglesa. Al hacerse la primera edición inglesa hubo quie-
nes pensaron que una edición castellana era muy necesaria. Aquel sueño se ha con-
vertido ahora en realidad. Quien ha hecho este sueño posible ha sido Enrique
Martorell, de Madrid, España.
Quiero expresar mi sincera gratitud a cuantos han hecho posible la edición
española de este libro: al Sr. Martorell, por haber tomado la iniciativa; al Sr.
Escuain, por el excelente trabajo de traducción del mismo y a la Editorial Clie, por
su decisión al asumir el riesgo de edición de un libro voluminoso como el
presente.
Es mi oración que la publicación de este libro ayude a muchos en el mundo
de habla castellana a incrementar su fe en aquella esperanza que nos ha sido dada.

Roger E. Dickson
White's Ferry Road School of Biblical Studies
WEST MONROE, Luisiana

Setiembre 1987
Prólogo a la edición
castellana
Hace años, cuando el autor me dedicó una copia de su libro en su lengua ori-
ginal, advertí la gran calidad del contenido de su obra, en la que hace un extenso e
intenso esfuerzo para organizar las diversas cuestiones que tienen que ver con lacre-
dibilidad epistemológica, científica e histórica de la Biblia como la Revelación e
Historia de la Revelación de Dios.
La mera consulta del índice hará consciente al lector del ambicioso plan de la
obra; y el contenido de cada capítulo demostrará al lector que su autor ha estudiado
pacientemente, sopesado y articulado cada uno de sus elementos con gran equili-
brio y erudición. El resultado es un todo orgánico, un verdadero manual de apolo-
gética moderna, que comenzando por la historia de la defensa de la fe a través de
los siglos pasa a la estructura del conocimiento, y las mútuas relaciones de la fe y
la razón, la evidencia y su naturaleza, la naturaleza del ser humano, los distintos
argumentos clásicos de la existencia de Dios, el problema del mal, las relaciones
entre la Biblia y la ciencia, tocando temas como la misma estructura del método
científico, la controversia creación/evolución, la naturaleza de los primeros capí-
tulos de la Biblia, la postura del evolucionismo teísta, los distintos modelos de la
historia geológica de la tierra, la controversia actualismo/diluvialismo, la estruc-
tura de la vida y del registro fósil, las investigaciones arqueológicas pertinentes al
registro histórico de los tiempos bíblicos, la naturaleza de la inspiración bíblica y
de la revelación divina, la naturaleza de la Biblia, la profecía y su cumplimiento,
la historia de la transmisión de la Biblia hasta la actualidad, la naturaleza de los mi-
lagros y su realidad, llegándose a la conclusión de la obra con sendos capítulos
acerca de la resurrección de Cristo y de la historicidad de la persona de Jesús de
Nazaret.
Así, esta obra afronta la escena moderna. Su título, El ocaso de los in-
crédulos, señala a un hecho que es evidente para los estudiosos de las evidencias
cristianas y de la historia de la controversia entre cristianismo y escepticismo: la
solidez y persuasividad de la realidad de la manifestación de Dios, muchas veces y
en muchas maneras, culminando con Su irrupción personal en la historia humana,
por la encarnación del Hijo eterno, y de Su muerte y resurrección. Ello pone a su
vez de manifiesto la endeblez de los fundamentos anti-teístas y escépticos en ge-
neral, que se mueven en las arenas movedizas de la contradicción y del absurdo, y
que llevan no a la muerte de Dios, como algunos filósofos ateos han llegado
atrevidamente a afirmar, sino a la alienación y muerte consiguiente del hombre, a
su perdición existencial en el presente y a su perdicióp eterna caso de persistir en
su actitud de rechazo de Dios y de la provisión que El le ofrece en Cristo por su
Palabra.
Deseo agradecer a la Editorial CLIE el gran interés mostrado en la edición de
esta obra y su lanzamiento al público hispanoamericano. Asimismo su acertada
elección del traductor, Santiago Escuain, que ha salvado las considerables difi-
cultades de traducción de una obra tan polifacética como ésta. El traductor, poli-
facético también, tiene una formación universitaria en el campo de la química, con
años de experiencia profesional; interprete jurado, con actividad en tribunales y con
años de experiencia en traducción de documentación técnico-científica, comercial y
legal, cuenta en su haber con la traducción de más de setenta obras de tamas
apologéticos, teológicos y doctrinales, incluyendo la adaptación del Diccionario
Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, ha estado por gran
número de años estudiando personalmente la temática histórica y arqueológica del
Oriente Medio, cristalizando parte de la información adquirida en el Nuevo
Diccionario Bíblico Ilustrado como coautor del mismo. Todo ello, junto a
su actitud de identificación en general con el contenido y designio de esta obra, ha
posibilitado la transmisión con fidelidad de la obra original al lector hispano, tanto
en sus secciones científicas como históricas y conceptuales.
Me resta sólo recomendar vivamente esta obra a instituciones cristianas de
enseñanza, maestros y pastores, estudiosos y cristianos en general que tengan
interés en una visión de conjunto y a la vez penetrante de las bases para un defensa
de la fe una vez entregada a los santos. Una defensa que tiene la gentileza de aquel
que sabe en Quién ha creído, aquella gentileza que surge de una fortaleza proce-
dente del mismo Dios que nos ha hablado por el Hijo. Y desear que el Señor se
digne emplearla para el establecimiento de muchos sobre la roca inamovible de las
Sagradas Escrituras, que nos pueden hacer sabios para salvación.

Enrique Martorell
Director - Centro de Formación
de Líderes Cristianos
FUENLABRADA (Madrid)
Prefacio del editor
Personalmente, me siento más que complacido en poder publi-
car esta monumental obra del doctor Roger E. Dickson. Si nunca se
ha dado una época en la que se precise que los buenos hombres den
el paso al frente y tomen postura en público, es ahora. Con el evo-
lucionismo, modernismo, liberalismo e incredulidad lanzados de-
senfrenadamente por el país, y a través de todo el mundo, es cosa
urgente que salgan buenos hombres que alcen su voz en contra de
falsas teorías y prácticas. Es también de vital importancia que
obras de este tipo se pongan a disposición del público, a fin de que
se haga consciente de las falsas enseñanzas, de que hay una alter-
nativa en la verdad, y que por todo ello hay un camino mejor.
El mundo puede aparentar ser sabio en todo. Presenta su causa
de una manera tal que parece invencible, pero todo ello suena bien
sólo cuando no se ha dicho la otra parte. Cuando se dice, la incre-
dulidad se derrumba, cayendo sobre su rostro.
Uno no tiene por qué avergonzarse de reconocer su fe en Dios, en
Cristo y en la Biblia. No hay razones para tener que pedir excusas
por el relato de la creación. La adopción de esta postura es la cosa
más sensata y lógica que uno pueda hacer. Acéptalo y aboga por él.
Al final se demostrará que estás en lo cierto. No tienes nada que
perder actuando así. El que no cree tiene todas las de perder.
Por ello quisiera alentarte a examinar este libro con una mente
abierta. Léelo; ponlo en tela de juicio, si así lo quieres, pero inves-
tígalo y examínalo en profundidad. Una vez hayas quedado conven-
cido de su veracidad, compártelo con otros. Te sentirás satisfecho
de haberlo hecho.

J. C. CHOATE
Winona, Mississippi
10 de junio, 1982

7
Prefacio del autor
El escepticismo es siempre el enemigo de la fe. Cuando el escep-
ticismo asciende, la fe desciende. Pero cuando la fe sube, viene en-
tonces la caída de la incredulidad, la destrucción del escepticismo.
ha sido el propósito de este autor acelerar la caída de la increduli-
dad mediante la publicación de este libro. Así, a lo largo de las pá-
ginas que siguen se da un ataque implacable contra aquellas filoso-
fías que dan apoyo a la incredulidd y al escepticismo.
Hace diez años el autor emprendió una actividad de redacción
que ha dado origen a El ocaso de los incrédulos. El escepticismo tie-
ne que ser afrontado directamente. Este es el propósito de este li-
bro. Esta obra, por ello, es un intento de afrontar los argumentos
del escepticismo.
Son demasiadas las personas que han estado involucradas en la
redacción de este libro para darles las gracias a todas. Pero se debe
dar las gracias de una manera especial a Tom Gaumer, doctor Bert
Thompson y Wayne Jackson. La lectura del manuscrito por parte
de ellos y sus sugerencias fueron de gran provecho para el autor en
la redacción final.
El autor desearía también hacer mención del doctor James D.
Bales por su especial atención al manuscrito y sus útiles sugeren-
cias. El doctor Bales ha tenido una gran actuación en el área de la
apologética cristiana durante varios años. Sus libros, que han sido
dirigidos hacia la argumentación apologética, han sido de suma uti-
lidad para el autor así como para miles de otros lectores. De mane-
ra específica, sus obras en el área del materialismo ateo han cons-
tituido una significativa contribución para el mundo creyente. De-
bido a su valiente postura contra todas las formas de escepticismo
durante tantos años el autor creyó que tan sólo él debía escribir la
introducción. Y me siento verdaderamente agradecido de que el
doctor Bales consintiera tan gentilmente a ello.
Es la oración de este autor que El ocaso de los incrédulos halle
su lugar en las bibliotecas de aquellos que deseen mantener la fe.
Es su deseo que esta obra sea de ayuda a aquellos que tienen per-

9
sistentes dudas acerca de su fe. Y es también deseo del autor que los
esfuerzos manifestados por la aparición de este libro en el mercado
arranquen a muchos de las garras de la incredulidad. Sin tan sólo
un alma se salva eternamente mediante la lectura de este libro, en-
tonces todo el tiempo finito empleado en escribirlo habrá sido bien
recompensado.

ROGER E. DICKSON
St. John's, Antigua
Pequeñas Antillas

10
Introducción
Cuando los apóstoles predicaban el evangelio comenzaban sobre
el terreno común que compartían ellos mismos y su audiencia, o
con algún punto de interés común. La gente no va a aceptar algo di-
ferente de lo que ellos creen a no ser que uno comience con una ver-
dad que ambos sostengáis en común y/o alguna necesidad que ellos
reconozcan tener. Si uno no tiene nada en común con otra persona,
no hay por donde comenzar y por ello no se llega a ninguna parte.
En Pentecostés tanto los apóstoles como la audiencia creían que el
Antiguo Testamento era la palabra de Dios, ambos sabían algo al
menos acerca de Jesús de Nazaret, y erigiendo sobre lo quemante-
nían en común los apóstoles procedieron a demostrar que Jesús es
el Cristo. En Atenas Pablo conectó con el interés que tenían en los
asuntos religiosos (Hechos 17:22-23), utilizó la verdad que mante-
nían en común, de que somos linaje de Dios (17:28-29), y luego pasó
a presentar una de las credenciales de Cristo, esto es, la resurrec-
ción (17:31).
Durante mucho tiempo en América y Europa el terreno común
que hemos mantenido con mucha gente, tanto religiosos como tam-
bién incluso con la mayor parte de las personas que no eran muy
religiosas, ha sido que la Biblia es la palabra de Dios. Erigiendo so-
bre este terreno común podíamos exponerles lo que la Biblia ense-
ña, y cuando sabían que era de la Biblia reconocían que era cierto,
aun cuando pudieran no obedecerlo. Sin embargo, en la actualidad
las termitas de la incredulidad han destruido la fe de muchas per-
sonas religiosas en la Biblia como la palabra de Dios. Cuando uno
demuestra que la Biblia enseña un cierto principio moral, o una
verdad particular con respecto a la Iglesia, ello no les convence de
que sea verdad ni que les obliga. Afrontamos un mundo que sepa-
rece más al mundo de los días de los apóstoles. De hecho, la mayo-
ría de los judíos, en la actualidad, no creen que el Antiguo Testa-
mento esté inspirado por Dios. Hay una tremenda cantidad de
ateísmo en el mundo, hoy en día. El comunismo es una filosofía
atea de la vida, y cuando llega a dominar un país hace todos los es-

11
fuerzos posibles para desalentar la religión e inculcar el ateísmo. Al
tratar con las muchas personas del mundo actual tenemos que ha-
cer como hacían los apóstoles, esto es, tenemos que comenzar con
una base común, y al razonar sobre ella llevar a las personas a la
fe en Dios y en Cristo.
¿Qué terreno común tenemos con los ateos? No compartimos
con ellos una fe común en Cristo ni en la Biblia. ¿Dónde podemos
empezar? Con diferentes ateos podemos comenzar por distintos lu-
gares, pero con todos ellos debemos comenzar con la convicción,
sostenida en común, de que la mente humana puede llegar a la ver-
dad. Si uno no cree que haya poder alguno en la razón y en el ra-
zonamiento sobre las evidencias, si uno no cree que haya posibili-
dad alguna de llegar a ninguna verdad, será imposible razonar con
tales individuos. ¿Cómo se puede razonar con alguien que niegue
que la razón tenga poder alguno para llegar a la verdad? Natural-
mente, hay algunas personas que han afirmado que nada existe,
que incluso si existiera no podríamos conocerlo, e incluso que si
uno pudiera conocerlo no podría transmitir este conocimiento a
otros. Evidentemente, estas personas se contradicen a sí mismas. Si
nada existiera, no habría nadie para afirmar ni negar que algo exis-
ta. Sin embargo, ellos niegan que exista. Si fuera imposible conocer
algo si este algo existiera, sería imposible afirmar la abrumadora
verdad, si verdad fuera, de que uno no puede conocer nada. Ten-
drían que aprender algo acerca de la naturaleza de la realidad en
orden a afirmar que uno no puede conocer la realidad en grado al-
guno. Si es imposible comunicar, ¿cómo podrían ellos comunicar su
conocimiento de que nada hay o que si algo hay este algo no puede
ser conocido? Es divertido y patético que estas personas se llamen
a sí mismas, por regla general, intelectuales que han llegado a co-
nocer por fin la verdad acerca de la vida, y que como hombres mo-
ralmente honrados están dispuestos a reconocer esta verdad. Natu-
ralmente, si están en lo cierto no hay nada que sea moral ni inmo-
ral, honesto o deshonesto. Estos pretendidos agnósticos se contradi-
cen a sí mismos y uno podría comenzar señalando que ellos cono-
cen lo suficiente como para dar alimento al cuerpo, que supuesta-
mente no existe, y hallan su camino a la mesa alrededor de tres ve-
ces al día. Una persona así no debería pretender que no sabe nada,
ni que está siendo razonable e intelectual al hacer tal pretensión.
Sin embargo, la mayor parte de la gente reconoce consciente-
mente, y todos reconocen por sus acciones, que existe algún poder
de la mente humana para llegar a la verdad. Comenzando desde
este terreno común razonamos con el ateo y le mostramos que la ra-
zón exige que uno acepte la existencia de Dios.
Como los apóstoles, no debemos ante todo enseñar a estas per-
sonas lo que deben hacer a fin de salvarse, sino que les tenemos que
mostrar que son pecadores y que Cristo es el Salvador. Entonces se
12
abrirán a la enseñanza que les muestra lo que deben hacer a fin de
ser salvos a través de Jesucristo. Tenemos primero que tratar con el
hecho de que el pecado existe, que hay la ley moral, que Dios existe,
y que Jesucristo tiene suficientes credenciales. Las credenciales de
Cristo tienen que ser predicadas. Incluso cuando los apóstoles se
hallaron frente a una audiencia que creía en Dios y en el Antiguo
Testamento, les tuvieron que predicar a Cristo y Sus credenciales.
Esto fue hecho en Pentecostés. Pedro sacó una conclusión cuando
dijo: «Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este
Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cris-
to» (Hechos 2:36). Una conclusión se basa en lo que ha venido
antes. ¿Qué hubo antes de esto que justificara la conclusión de que
Jesús es el Cristo que mucho tiempo antes había sido profetizado
por los profetas del Antiguo Testamento? Pedro había expuesto cua-
tro líneas de evidencia que constituían el fundamento de esta con-
clusión. Primera, el cumplimiento de las profecías (Hechos 2:16-21,
25-28, 30-35). Segunda, los milagros de Cristo que habían sido pre-
senciados y reconocidos incluso por los enemigos de Cristo, que tra-
taron luego de dar cuenta de ellos como siendo obra del diablo.
«Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón apro-
bado por Dios entre vostros con las maravillas, prodigios y señales
que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mis-
mos sabéis» (Hechos 2:22). Tercera, la resurrección. «A este Jesús re-
sucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos» (Hechos 2:32).
Las dos características básicas de testigos fiables son: (a) Deben es-
tar en posición de conocer la verdad de la que dan testimonio. (b)
Tienen que ser suficientemente honrados como para decir la ver-
dad. Cuando sean probados en cualquier forma en que se deban
probar los testigos. Como testigos, los apóstoles cumplen a la per-
fección. Cuarta, los milagros en Pentecostés. «Así que, exaltado por
la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Es-
píritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís» (Hechos
2:33). Aquel día algo fue oído: «vino del cielo un estruendo como de
viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban
sentados» (Hechos 2:2). Algo fue visto: «y se les aparecieron lenguas
repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos»
(Hechos 2:3). Algo fue hecho: «y fueron todos llenos del Espíritu
Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu
les daba que hablasen ... cada uno les oía hablar en su propia len-
gua ... como, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra
lengua en la que hemos nacido ... les oímos hablar en nuestras len-
guas las maravillas de Dios» (Hechos 2:3, 6, 8 yll). A la gente se le
dieron razones para la fe; no se les pidió que creyeran sin razón de
por qué.
Por todo el libro de Hechos encontramos que Cristo es predica-
do, pero esta predicación de Cristo involucraba la presentación de

13
evidencias, las credenciales, que demuestran que Jesús es el Cristo.
No sólo debemos ser agresivos en la proclamación de las razones
para la fe en Dios, Cristo y la Biblia, sino que cuando se nos pida
debemos dar razones para nuestra fe. «Santificad a Dios el Señor en
vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar de-
fensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande
razón de la esperanza que hay en vosotros» (1 Pedro 3:15). Esta no
es solamente la responsabilidad de los predicadores del evangelio,
sino de cada cristiano. Es cierto que algunos conocen más acerca de
las razones de la fe que otros, pero todos nosotros debemos persistir
en el estudio a fin de poder estar más y mejor equipados para pre-
sentar razones de la fe en Cristo a un mundo que carece de esta fe.
Hay muchos libros buenos sobre el tema de por qué creer. Algu-
nos tratan de un aspecto, otros de otro. Algunas personas quedan
más impresionadas por unas ciertas líneas argumentales que otras.
Sea donde sea que la gente se encuentre, y sea lo que fuere que las
pueda impresionar, es mi convicción de que en el vasto campo de
las evidencias cristianas hay material con el que comenzar y ense-
ñarles acerca de Dios, de Cristo y de la Biblia.
Necesitamos más hermanos que se familiaricen estrechamente
con los varios campos de las evidencias cristianas. También necesi-
tamos a más que examinen todo el campo de ellas. Estos hermanos
tienen que escribir libros, monografías y artículos que presenten los
frutos de sus investigaciones, meditaciones y razonamientos. Yo he
estado interesado en este tema desde mi adolescencia, por cuanto
los había que intentaron derribar mi fe en mis años primeros. Mien-
tras estaba en la universidad escribí a una cantidad de prominentes
predicadores apremiándoles a que escribieran más acerca de este
tema. Durante mis estudios superiores en tres universidades dife-
rentes pasé más tiempo dedicado a las evidencias cristianas que a
muchas de las materias lectivas. Creo que he tocado al menos el
borde del manto, pero son muchas las cosas que me invitan y apre-
mian a dedicar más tiempo que el que le he dedicado a la cuestión
de la tierra y del hombre y también al diluvio.
Doy la bienvenida a este libro del doctor Roger E. Dickson como
una valiosa contribución para la Iglesia y su obra de evangelización
del mundo incrédulo. Uno de sus valores es que trata de una varie-
dad de temas y asuntos pertinentes al conflicto entre el cristianis-
mo y el mundo hoy en día, el conflicto entre la fe en Dios como se
revela en Cristo, y la fe en la materia y en las filosofías de los hom-
bres que los incrédulos utilizan para intentar destruir el cristianis-
mo. Espero que tenga una amplia circulación y que sea de ayuda a
los cristianos para que den razones a aquellos que se las pidan de
la base de su esperanza en Cristo.
Este libro aparece en un mundo que está lleno de incredulidad,
como lo estaba en los días del obispo Joseph Butler en 1736 en In-

14
glaterra, cuando dijo: «Ha venido, no se por qué, a ser dado por su-
puesto, por parte de muchas personas, que el cristianismo no es
tanto un tema en el que indagar, sino que, por fin, se ha descubierto
como ficticio. Y por todo ello lo tratan como si, en la presente épo-
ca, éste fuera un punto de acuerdo entre las personas con discerni-
miento, no quedando nada más que exponerlo como asunto princi-
pal de risa y ridículo, como represalia, por haber interrumpido du-
rante tanto tiempo los placeres del mundo. Al contrario, aquí, como
mínimo, se encontrará no dado por supuesto, sino demostrado, que
cualquier persona razonable que quiera considerar este asunto a
fondo puede quedar plenamente asegurada, como lo está de que
existe, de que no se trata empero de una cosa tan clara, que no haya
nada de ello. Hay, creo yo, una poderosa evidencia de su veracidad;
y lo cierto es que nadie puede, en base de los principios de la razón,
quedar convencido de lo contrario. Y la consecuencia práctica que
se debe sacar de ello no recibe atención por parte de todos aquellos
a los que les atañe» (The Analogy of Religion, 30." edición, 1858,
págs. 28-29).
Butler presentó sus argumentos en lo que uno pudiera denomi-
nar un enfoque suave en tanto que se contentaba con establecer un
elevado grado de probabilidad que él decía llegaba a la certidum-
bre moral. El libro del doctor Dickson muestra, aunque con una
más amplia serie de argumentos, que el cristianismo no está desa-
creditado ni destruido como lo han pretendido sus críticos en varios
períodos durante los últimos dos mil años.

JAMES D. BALES, PhD.


Searcy, Arkansas

15
Prólogo
Muchos dirían que el mundo en el que vivimos está lleno de in-
credulidad. Esto puede ser exacto o no . Si fuéramos caritativos di-
ríamos al menos que el mundo es sumamente escéptico. La gente
no sabe qué o a quien creer ya más. Si no existe una total incredu-
lidad, al menos la duda se encuentra en todas partes. Los que du-
dan son una cantidad tan significativa que su fuerza debe ser toma-
da como indicación de que no estamos llevando a cabo el trabajo de
disipar la incertidumbre. ¿En quién se puede confiar acerca de
algo? Muchos dirían: «En nadie». Desde la jefatura del gobierno (lo-
cal, estatal o federal) hasta el ministro local, todos caen automáti-
camente bajo sospecha. Con frecuencia se hace la pregunta: «¿Pue-
do realmente creerme lo que dice esta persona?» O, «¿Cómo puedo
creerme esto?» O, también, «¿Por qué debiera yo creer esto?» Pero
las preguntas no se detienen ahí, porque muchos están interesados
en más. «¿Puedo creer en Dios?» «¿Puedo creer en Jesucristo como
Hijo de Dios?» «¿Puedo realmente creer la Biblia?» Nuestra falta de
fe en otros parece irónica, por cuanto creemos que otros nos crean
a nosotros. Sin embargo, la moralidad se encuentra en un vacío,
una vacuidad; está ausente tanto en nuestra nación como en el
mundo.
¿Por qué no nos preocupamos más acerca de la moralidad?
¿acaso la historia registrará nuestra época como una que ha descar-
tado la moralidad como anticuada y carente de valor para noso-
tros? Cuando alguien se siente preocupado por la moralidad (al es-
tilo de la «Mayoría Moral»), en lugar de sentirnos agradecidos por-
que alguien está intentando hablar por el bien, parece que sale un
rugido de lugares por lo general silenciosos. No estoy intentando ar-
gumentar acerca de lo acertado o desacertado de la Mayoría Moral,
sino que estoy diciendo que alguien tiene que decir algo en defensa
de la decencia. En un día y en una época en que la gente se siente
preocupada por los «derechos», ¿qué acerca de aceptar el DERE-
CHO de alguien para hablar en favor de la decencia, de la morali-
dad, de la ética? ¿Por qué aplaudir lo indecoroso y escarnecer lo de-

17
coroso? ¿Hemos perdido la sensibilidad, y no podemos ya discernir
entre el bien y el mal? Quizá estamos cayendo en la culpa de «amar
las tinieblas más que la luz», y estamos llamando"ª lo malo bueno,
y a lo bueno malo».
En tanto que es cierto que muchos en nuestro mundo se encuen-
tran en la incredulidad, se debería observar que cada uno cree algo.
No hay nadie que no crea en nada. Esto es imposible a no ser que
alguien quiera negar la existencia de la realidad. Pero pregunta-
mos, si cada uno cree algo, ¿qué es lo que uno debe de creer? Esta
es una buena pregunta y merece una respuesta honrada.
El cristianismo existe. Hay personas por todo el mundo que son
cristianas. La existencia de la religión cristiana no puede ser nega-
da. Esencial para la existencia del cristianismo son las verdades
fundamentales que no pueden ser ignoradas y que le son básicas.
En primer lugar, hay un Dios. Parece más bien inútil que al-
guien pretenda ser cristiano, esto es, seguidor de Cristo (el Hijo de
Dios), si no hay Dios. Si Dios no existe, es ciertamente inútil creer
que Jesús es Su Hijo. Una creencia en Dios es curiosamente enfoca-
da por parte de algunos. No puedo argumentar en favor de la exis-
tencia de Dios tal como es percibida por varios grupos religiosos.
En demasiadas ocasiones Dios ha sido conformado en base de los
pensamientos humanos (cp. J. B. Phillips, Your God is Too small,
para una excelente co,nsideración acerca de los varios conceptos de
Dios). Para algunos, El es un Dios «muy, muy lejos» y no es cons-
ciente de las luchas que el hombre afronta. O, si está consciente de
estas luchas, no puede hacer nada debido a Su lejanía. Esto es una
negación de la obra sobrenatural de Dios en el mundo. En base de
esto se desarrolla la persuasión de que el hombre tiene que «»arre-
glárselas él mismo» si la vida ha de ser un éxito. Para otros, el he-
cho de que uno crea en la obra sobrenatural de Dios en la actuali-
dad debe ser clasificado como «sectario» (¿lleva esto a la memoria
a Jim Jones y el incidente de Guayana?) y por ello no es aceptable
para respetables intelectuales cristianos. Por ello no discurriremos,
como cristianos, en favor de la creencia en varios conceptos de
Dios, sino sólo en pro de la fe en el Dios del mundo que se ha re-
velado a Sí mismo en Su Hijo y en Su palabra, la Biblia.
En segundo lugar, al hombre se le pide que crea que Jesucristo
es el divino Hijo de Dios. Pero, ¿cómo puede el hombre creer esto?
¿No es más bien absurdo creer que Jesús sea un ser divino? Llamar-
le un buen hombre, un buen filósofo moral, un maestro por excelen-
cia, sí. Pero, ¿podemos aceptarlo como divino? ¿No es esto esperar
demasiado? ¡No! Personas responsables por todo el mundo aceptan
a Jesucristo como el Hijo divino de Dios. Y lo hacen basados en (1)
Su afirmación de ser el Hijo de Dios, y (2) la evidencia presentada
en apoyo de esta afirmación.
El testimonio de la deidad de Jesucristo viene de la voz de cua-

18
tro hombres, esto es: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Estos hombres
aportan evidencias de la divinidad de Jesucristo, y piden a sus lec-
tores que sopesen la evidencia y tomen una decisión. Juan especí-
ficamente lo pone en claro en Juan 20:30-31. Fuera del testimonio
de lo que estos hombres aportan acerca de Jesús, nadie puede decir
que Jesús hiciera o dijera nada. Esto hace muy crucial nuestra de-
pendencia del testimonio de ellos. Atticus G. Haygood escribió un
pequeño tratado titulado El Hombre de Galilea (CLIE, reimpresión
1985). Allí presenta un excelente material acerca de cómo estos es-
critores presentan a Jesús tal como fue conocido por ellos. Cristo no
fue criatura de la imaginación de ellos, sino una persona en la ex-
periencia de sus vidas. Edward C. Wharton argumenta en Give Me
Historical Christian Evidences que la creencia en la historicidad de
Jesús como el divino Hijo de Dios no es un recurso de los cristianos,
sino más bien una conclusión obligada basada en el peso de una só-
lida evidencia.
En tercer lugar, la Biblia es la divina palabra de Dios. La vali-
dez de la Biblia está siendo puesta en tela de juicio desde cada sec-
tor de la sociedad. La aparición de nuevas traducciones (por útiles
que puedan ser) está causando que algunos lo utilicen en contra de
la Biblia, preguntando: «¿Qué Biblia debemos creer?» Entre los
creyentes surge la pregunta: «¿Cómo interpreto la Biblia?» Y, más
recientemente: «¿Es la Biblia la palabra inerrante de Dios?» Siem-
pre se han hecho preguntas similares. «¿Cómo debemos entender la
Biblia?» «¿Debería defenderse la Biblia, o necesita la Biblia ser de-
fendida?» «¿La Biblia contiene verdad?» «¿Qué clase de verdad?»
«¿Contiene verdades proposicionales?» «¿Es absoluta la verdad de
la Biblia?» Y, «¿Es la Biblia, hoy en día, la palabra de Dios? ¿Po-
demos confiar en ella?» «¿Cómo sabemos que la Biblia es la misma
hoy que cuando fue originalmente escrita?» «¿Fueron inspirados los
escritores de la Biblia?» «Si es así, ¿cómo?» «¿Significa esto que
cada palabra lo fue?» O: «¿Fue la inspiración tan sólo una parte de
sus procesos pensantes, siéndoles inspirado el pensamiento, en tan-
to que su puesta en palabras está abierta al error?» «La inspiración
(infalibilidad) ¿debe ser adscrita a los escritores o a los escritos?
¿Hay alguna diferencia en que sea una u otra cosa?»
Estas cuestiones, y muchas más, son tratadas con cuidado y pre-
cisión en este libro, El ocaso de los incrédulos, del doctor Roger E.
Dickson. He conocido personalmente al doctor Dickson durante va-
rios años. Hemos pasado mucho tiempo discurriendo acerca del
tema de las evidencias cristianas. Encuentro que es una persona
que está dispuesta a escudriñar a fondo el material acerca del que
habla y escribe. Ama la verdad y busca conocerla y llevar a otros a
un más pleno conocimiento de la divina revelación de Dios. Cual-
quiera que lea este material no se sentirá defraudado con lo que en-
contrará. Su estilo polémico está envuelto en· amor y es no obstante
19
intenso en la defensa de lo que cree. No hay ninguna nueva revela-
ción en estas páginas, porque lo que él dice se encuentra también
en otras partes. Pero merece ser repetido a una nueva generación y
debería ser cuidadosamente estudiado por todos y cada uno.
Edward P. Myers (*Ph.D., Candidato)
(Drew University, Madison, New Jersey)
38 Southern Blvd.
Chatham, New Jersey 07928

20
1

U na historia de defensa
Cada persona cree algo. Este algo que es creído es generalmente
creído porque el individuo ha quedado convencido de ello mediante
algún tipo de evidencia. Y, por lo general, podemos dar algún tipo
de defensa por creer en lo que creemos. Todas las personas norma-
les reflexivas tienen creencias y defensas para estas creencias.
No es distinto con el cristianismo. El cristianismo no es una re-
ligión carente de base. No es un sistema de pensamiento basado en
un deseo. Está basado en hechos que han sido demostrados y pro-
clamados por testigos fiables. Y la verdad de todo ello ha quedado
confirmada en los anales de la historia mediante la sangre de aque-
llos testigos que murieron en su defensa. El cristianismo es una
creencia de los hombre que puede ser defendida por cuanto está ba-
sada en hechos.
La defensa de la Biblia y del cristianismo no es un producto re-
ciente de los tiempos modernos. La defensa de la Biblia se origina
a partir de la misma Biblia. Esta acción simplemente ha tenido su
continuación a lo largo de los siglos. Cuando el apóstol Pablo se de-
tuvo en la Colina de Marte se enfrentó a las diversas filosofías con
el poder de la palabra y de la lógica. Y ha habido miles de «colinas
de Marte» desde su época. Siempre ha habido aquellos gigantes de
la lógica que han ascendido hasta la misma cumbre para hacer re-
sonar una defensa de Jesús y de Su vida y palabra. Es la opinión de
este escritor que cada cristiano debería abrirse camino hasta la
cumbre y defender lo que cree. Una religión que no pueda ser de-
fendida desde las cimas de los montes del mundo pensante no vale
la pena ser creída. Y aquellos que se postran atemorizados y no de-
fienden una creencia defendible deberían darse cuenta de que están
sólo estorbando su causa por su inactividad.

21
DEFINICIONES

Tenemos que clarificar la utilización de los dos términos si-


guientes: Apologética cristiana y evidencias cristianas. El término
Apologética cristiana tiene referencia a la verificación general del
cristianismo. 1 La función de la Apologética cristiana es mostrar que
el cristianismo es la verdadera religión de Dios.2 Por otra parte, las
evidencias cristianas pueden ser consideradas una subdivisión del
campo de la Apologética cristiana. Trata más de la {actualidad de la
religión cristiana, en tanto que la apologética cubre las esferas de
evidencia filosófica, teológica e histórica como un todo.

FILOSÓFICA

Apologética
cristiana

TEOLÓGICA HISTÓRICA

En realidad, las definiciones de Apologética cristiana y de evi-


dencias cristianas varía de uno a otro autor. Ambos términos pue-
den ser utilizados para referirse al amplio campo de las defensas
del cristianismo. Este autor utilizará el término evidencias cristia-
nas para referirse a todas las evidencias que dan una base de apoyo
a la religión cristiana. Nuestra principal preocupación es presentar
y reconocer las pruebas filosóficas, teológicas y factuales del cristia-
nismo.
Estamos tratando con la siguiente abrumadora proposición: El
cristianismo es la verdadera religión de un Ser eterno, Dios. Si ello
es cierto, entonces deberíamos dar todas nuestras vidas a ello. Si es
falsa, quedamos entonces en manos del existencialismo, esto es,
cada hombre queda suelto para determinar lo que es recto para él
mismo.
Tanto los ateos como los teístas han estado luchando durante si-
glos con la anterior proposición. Y su importancia no debería ser ja-
más ignorada. Cada individuo debe tomar algún tipo de decisión
con respecto a esta proposición. Nuestra decisión afectará a nuestro
destino eterno. Es el propósito de este estudio de evidencias cristia-
nas ayudar a las personas con esta proposición.

l. Bernard Ramm, Protestant Christian Evidences (Chicago: Moody Press, 1971), pág. 13.
2. !bid.

22
DEFENSAS DEL SIGLO PRIMERO
La defensa del cristianismo tuvo su origen en los apóstoles ins-
pirados. Cuando Pablo marchaba valientemente sobre las llanuras
del mundo antiguo estaba listo para, en cualquier momento, hacer
resonar una defensa de la veracidad del cristianismo. Su defensa de
la verdadera religión contra los filósofos atenienses en Hechos 17
constituye sólo un ejemplo de ello (Hechos 17:22-31). Este hecho
será expuesto en el capítulo que sigue, pero desde el punto de vista
histórico debemos aquí reconocer que los primeros cristianos eran
defensores capaces y bien dispuestos de su fe (cp. Filipenses 1:7, 16;
Hechos 24:10-25; 1 Pedro 3:15; Judas 3). No eran remisos ni frente
al ·reto ni frente a la responsabilidad de defender el evangelio.
En base de 1 Pedro 3:15, entendemos que la defensa de la fe fue
un mandato dado por Dios. Pedro escribió que debemos «estar
siempre preparados para presentar defensa ... » Así, cada cristiano
debía estar preparado para dar una respuesta concerniente a su fe.
Y esto lo hacían los primeros cristianos.

DEFENSAS DE LOS SIGLOS SEGUNDO Y TERCERO


Las defensas del cristianismo se expandieron durante los siglos
segundo y tercero. Los apologistas del siglo segundo afrontaron los
ataques de los paganos, que lanzaban falsas acusaciones contra la
Iglesia. Y defendieron la veracidad del cristianismo en contra de las
extendidas influencias del paganismo que se infiltraban en la Igle-
sia.
El cristianismo fue palmariamente tergiversado por parte de sus
enemigos durante los siglos segundo y tercero. Los cristianos eran
llamados ateos y caníbales y muchas otras cosas. La principal tarea
de los defensores del siglo segundo fue la de afrontar estas falsas
acusaciones y mostrar al mundo político y religioso que el cristia-
nismo era teológica y moralmente superior a cualquier otra reli-
gión. J. K. S. Reid escribió que los primitivos apologistas «empren-
dieron la doble empresa de mostrar que el cristianismo era políti-
camente inofensivo y de refutar las ignorantes acusaciones de inmo-
ralidad de que era objeto» .3
Las siguientes son sólo unas pocas de las principales figuras que
encabezaron la defensa del cristianismo durante los siglos segundo
y tercero.
A. Justino Mártir (100-165):
Justino Mártir se dirigió valerosamente a Antonino Pío, y al pue-
3. J. K. S. Reíd, Christian Apologetics (Grand Rapids, Mlch.: William B. Eerdmans Publis-
hing Co., 1970), pág. 45.

23
blo romano como un todo, en su Apología. Reid dice que «comienza
con una instancia no para que se finalice el castigo contra los cris-
tianos, sino para que se examinen las acusaciones contra ellos». 4
Justino no estaba suplicando para que por misericordia acabara la
persecución. Estaba demandando un honrado examen del cristia-
nismo.
En su Diálogo con Trifón, Justino afirma que su propósito es «ex-
poner ante el público un fiel memorial de nuestra vida y doctrina,
a fin de que no tengamos que culparnos a nosotros mismos por
nuestros sufrimientos que, por falta de una debida información, po-
dáis inflingir sobre nosotros». 5
La principal tarea de Justino fue la de demostrar la superiori-
dad de la vida y moralidad de Cristo sobre las prácticas paganas.
En el Diálogo con Trifón emprende la defensa de la condición me-
siánica de Cristo mediante referencia a las profecías del Antiguo
Testamento.
B. Taciano (125-200):
Taciano es más bien conocido por ser autor del Diatessaron, una
armonía de los Evangelios. En su Discurso a los griegos argumenta
él que el cristianismo es superior al paganismo. «Emprende un ata-
que insólitamente intenso contra el mundo contemporáneo: No
puede hallar nada sino el mal en sus religiones, ética, filosofía y cul-
tura.» 6
C. Tertuliano (160-220):
El propósito de Tertuliano en su Apologeticus era también la de-
fensa de la superioridad del cristianismo sobre el paganismo. Es
bien conocido por la afirmación: «La sangre de los cristianos es la
semilla de la Iglesia.» Esta afirmación fue hecha en referencia a su
defensa del cristianismo, señalando al hecho de que la persecución
contra el cristianismo era injustificada e ilegal. En Apologeticus tra-
ta específicamente de aquellas injusticias practicadas contra los
cristianos.
En su obra Contra Marción Tertuliano pasó a una refutación
doctrinal de Marción. Marción acuñó la creencia gnóstica de que el
Dios del Antiguo Testamento era diferente del Dios de amor del
Nuevo Testamento. Así, la tarea de Tertuliano fue la de demostrar
que el Dios de la creación era el «buen» Dios del Nuevo Testamen-
to.
D. Ireneo (130-200):
Ireneo es reconocido como el primero en defender los princi-

4. !bid. pág. 46.


5. !bid.
6. !bid .• pág. 47.

24
pios o sistema qe argumentación apologética. 7 Su mayor obra fue
Contra herejías. Esta fue una obra apologética contra las extendidas
creencias de los gnósticos.

E. Orígenes (185-254):
Un hombre llamado Celso atacó al cristianismo alrededor del
177 al 180 en una obra llamada Discurso verdadero. En esta obra,
Celso negaba la condición mesiánica de Cristo y afirmaba que el pa-
ganismo era una alternativa válida frente al cristianismo. Básica-
mente, la obra de Orígenes, Contra Celso (230), es una respuesta a
Celso. En su obra, Orígenes expone, básicamente, una defensa com-
pleta del cristianismo. Sus razonamientos en este y otros escritos
afectaron el mundo religioso por muchos siglos.

DEFENSAS DE LOS SIGLOS CUARTO A DIECIOCHO

Los defensores de la fe durante los siglos segundo y tercero co-


menzaron a sistematizar el estudio y la presentación de las eviden-
cias cristianas. Pero no fue hasta algunos siglos después que queda-
ron formalizados del todo muchos de los argumentos- filosóficos.
Grandes pensadores como Kant, Anselmo y Paley pusieron a traba-
jar al mundo incrédulo con sus presentaciones sistemáticas de ar-
gumentos apologéticos. Y sus sistemas de pensamiento se mantie-
nen en la actualidad en muchas escuelas de filosofía.
Alrededor del siglo doce, la ciencia y la religión fueron situadas
en posiciones que las hacía contradecirse mutuamente. En realidad,
lo que entraba en conflicto era una falsa ciencia y algunos falsos
pensamientos religiosos.
Pero ahí es donde el pensamiento científico verdaderamente en-
tró en el estudio de las evidencias cristianas. Tomás de Aquino se
fijó la misión de establecer la armonía entre estos dos grandes cam-
pos de pensamiento: ciencia y revelación. Y muchos apologistas le
han seguido en ello desde entonces. En la actualidad, cualquier es-
tudio de las evidencias cristianas trata de la armonización entre la
Biblia y la ciencia, o de la determinación de la verdadera ciencia
frente a la falsa ciencia, y su relación con la Biblia.
Las siguientes son sólo algunas de las principales figuras que
destacan como defensores del cristianismo durante el período com-
prendido entre los siglos cuarto a dieciocho:

A. Atanasia (296-373):
La principal obra de Atanasia fue la de luchar contra la herejía
arriana que negaba la divinidad de Cristo. Este fue en realidad un

7. !bid.. pág. 54.

25
debate doctrinal que vino a la confrontación abierta en sus años de
labor.
B. Agustín (354-430):
En su de Civitate Dei, Agustín defendió el cristianismo en contra
de los que le achacaban la caída del Imperio Romano. De Civitate
Dei fue escrito en dos partes entre el 412 y el 426. La primera parte
es una defensa del cristianismo. En la segunda parte Agustín pasa
de una defensa a un ataque contra aquellos que se oponían al cris-
tianismo.
C. Anselmo (1033-1109):
La más grande contribución que Anselmo de Canterbury hizo
para el campo de las evidencias cristianas fue la presentación for-
malizada del argumento ontológico de la existencia de Dios, que
será tratado en un capítulo posterior. Pero, desde el punto de vista
histórico que nos ocupa aquí, Anselmo afirmó que se podía presen-
tar evidencia de la existencia de Dios en base de la idea misma de
Dios. La misma idea de Dios asume la existencia de Dios.
D. Tomás de Aquino (1225-1274):
Como se ha sficho antes, el principal propósito de Aquino era el
de armonizar la razón y la revelación, la ciencia y la religión. Su
primer libro principal fue Summa Contra Gentiles (1259-1264). En
su segunda obra, Summa Theologica, 8 trata específicamente de la
existencia de Dios exponiendo sus cinco pruebas mayores: (1) Tiene
que haber habido un Primer Motor para dar comienzo a todo mo-
vimiento. (2) Cada efecto tiene que tener una causa «eficiente». Tie-
ne que haber habido una causa primera y eficiente para dar origen
a todas las cosas presentes. (3) Si nada hubiera existido en el pasa-
do, nada existiría ahora. Ello demanda la existencia de algo duran-
te todo el tiempo pasado. (4) Tiene que haber una norma de bien
moral. Sin tal cosa no podrían existir los conceptos de bien y de
mal. Esta norma tiene que ser infinita, y Dios mismo. (5) Aquino
afirmó que hay una inteligencia por la cual las cosas son dirigidas
hacia un objetivo. Su quinto argumento era su versión de lo que
hoy recibe el nombre de argumento teleológico.
E. Otros defensores de pasados siglos y épocas en su contexto
intelectual:
El espacio no nos permitirá tratar todos aquellos que se han le-
vantado tan valientemente para defender el cristianismo durante la
edad media. Pero debemos mencionar aquí de paso a algunos de los
mejor conocidos.
8. !bid., pág. 112.

26
Durante los días de la Reforma, Juan Calvino (1509-1564) publi-
có su obra Instituto Christianae Religionis (1536). En el mencionado
tratado él mantiene que Dios se presenta a Sí mismo al hombre por
medio de la naturaleza. Y del mismo modo que Anselmo, Calvino
creía que Dios ha puesto en las mentes de los hombres el concepto
de Dios. En 1627, Hugo Grotus escribió Conceming the True Chris-
tian Religion, que era una defensa frente a las enseñanzas del Islam.
Pocos años después, John Locke (1632-1704) contendía en pro de la
razonabilidad de la religión cristiana en The Reasonableness of
Christian Faith (1695). Locke creía que algunas cosas no podían ser
probadas por la razón, como, por ejemplo, la futura resurrección de
los muertos y las guerras angélicas.
Al llegar a este punto se debe tener una clara comprensión del
pensamiento filosófico general de estos siglos. Los siguientes puntos
nos dan una imagen de fondo general:
1. La era del escolasticismo: «El escolasticismo fue un intento
de proveer una base filosófica para la teología; un intento de redu-
cir la doctrina cristiana a una forma científica, de armonizar la re-
velación ¡::on la razón, la fe con la ciencia.» 9 Este sistema de pensa-
miento se originó en realidad en el siglo noveno, pero floreció entre
los siglos once y catorce. La espiritualidad no caracterizó este pe-
ríodo. A la gente sólo le interesaba la fría lógica. Los primitivos es-
colásticos trataban con la mera lógica en la defensa de las doctri-
nas, fuera que se basaran en la Biblia o no. Mucho del pensamiento
filosófico de estos años estaba centrado en esta manera de razonar.
Y muchos religionistas defendieron el cristianismo, durante este
época, mediante esta misma manera de razonar.
2. La era del pietismo: El pietismo se localizó más en el siglo
diecisiete. «Históricamenmte, el movimiento fue originado por Phi-
lipp Jakob Spener en Alemania, buscando un retorno al cristianis-
mo vital y evangélico frente al intelectualismo y formalismo de la
ortodoxia protestante del siglo diecisiete.H Indudablemente, este
movimiento surgió de la falta de concentración en el lado espiritual
del cristianismo durante los años del escolasticismo.
3. La era del racionalismo (la era de la Ilustración): Durante esta
época, la razón reinó como reina en las mentes de los hombres. La
espiritualidad se hallaba en un punto bajo, y la ignorancia de las
Escrituras en un punto muy elevado. Este período ha sido conside-

9. H. S. Miller, General Bíblica/ lntroduction (Houghton, New York: The Word-Bearer Press,
1960). pág. 325.
10. T. Almar Kantonen, •Pietism•, An Encyc/opedia o( Religion, Virgilius Ferm, ed. (New
York: Philosophical Library, 1945). pág. 585.

27
rado como la épica en la que los hombres aceptaron «La razón
como sustitutivo para la depresión espiritual». 11
Este período del pensamiento surgió a la vida a finales del siglo
diecisiete. Inglaterra fue su cuna, y su período de vida fue algo más
de cien años. «Esta Edad de la Razón o de la Ilustración comenzó
durante el reinado de Luis XIV y persistió sin o bien poca decaden-
cia hasta 3ue llegó a su punto culminante durante el reinado de
Luis XV.» 1 Filósofos como Rousseau, Voltaire, Descartes, Leibnitz
y Spinoza influenciaron de manera suma las mentes de los hombres
durante aquellos días de dominio de la razón.
Como se ha dicho antes, la razón vino a ser la solución para
todos los problemas; la razón vino a convertirse en un dios. Reid
explica:
La característica dominante que encarriló el pensamiento de la época y que
determinó la manera en la que los hombres hablaban acerca de la religión fue
una confianza fundamental en la omnicompetencia de la razón. Se trata de
una edad en la que no existen problemas irresolubles ni puertas cerradas a tra-
vés de la que no pueda pasar la razón. Las limitaciones sobre nuestro conoci-
miento son echadas a un lado, si no en la práctica si al menos en principio, y
nada queda esencialmente fuera del alcance de la razón. 13

Como resultado del pensar naturalista en religión durante estos


años, Dios fue separado por el deísta de Su creación. La idea de un
Dios trascendente fue echada del pensamiento religioso. El deísmo
vino a ser la creencia común en esta era de proposicionismo racional.
Un deísta es «uno que cree en Dios pero que no cree en la reli-
gión cristiana; niega la Divina Providencia; cree que Dios es distin-
to del mundo, y que está separado de él». 14 No cree en la religión
cristiana en que no cree en el cristianismo que se revela en el Nuevo
Testamento. Los deístas, durante este período, afirmaban una
«creencia en Dios, creador del universo, pero lo consideraba como
apartado del mundo, y no dador de ninguna revelación». 15
El deísmo adoptó varias formas durante la Ilustración. Sus prin-
cipales proponentes fueron Lord Herbert de Cherbury (comúnmen-
te señalado como el «padre del deísmo»), John Toland (Christianity
not Mysterious) y Matthew Tindal (Christianity as Old as Creation).
Tindal afirmaba que la religión natural era completa. No precisaba
de ningún Dios trascendente. Toland afirmaba que el evangelio no
estaba por encima de la razón. En esencia, los deístas no creían en
la posibilidad de los milagros. En lugar de ello, creían que Dios es-
11. Willard O. David, Evolution and Revelation (Austin, Texas, Firm Foundation Publishing
House, s/f), pág.81.
12. !bid., pág. 80.
13. Reid, Christian Apologetics, op. cit., págs. 140, 141,
14. George A. Klingman, God Is (Cincinnati, Ohio: F. L. Rowe, 1929), pág. ii.
15. Morton S. Enslin, «Deism», An Encyclopedia of Religion, op. cit., pág. 221.

28
taba separado del mundo; simplemente, no hace milagros. Como
resultado de tales creencias, se tendía a eliminar la posibilidad de
una revelación. Y esto, automáticamente, condujo a la negación de
la inspiración de la Biblia.
El deísmo también preparó un suelo fértil para la doctrina de la
evolución teísta. Dios creó el mundo y luego se retiró para dejar que
las leyes naturales tomaran su curso. Y cuando Charles Darwin se
presentó con el Origen de las Especies en 1859, ya se había dispuesto
el escenario en las mentes de muchos religionistas para un concepto
de los orígenes totalmente naturalista.
Pero muchos de los apologistas levantaron sus plumas en protes-
ta en contra del concepto deísta de la religión natural. Aunque hubo
algunos apologistas deístas -creían en Dios en oposición a los
ateos- fueron demasiado lejos en su sustitución de la razón y ra-
cionalismo en lugar de la obra trascendente de Dios. Por lo general,
los milagros, la profecía e inspiración eran dejados fuera de la re-
ligión del deísta. Por ello, otros que sí creían en la inspiración di-
vina de las Escrituras y en el hecho de los milagros y de la profecía
salieron en defensa del verdadero cristianismo.
Joseph Butler (1692-17 52) fue una de las principales figuras en
levantarse en protesta contra la religión deísta. En su Analogy of Re-
ligion (1736) da por sentada la existencia de Dios y razona que Dios
creó todas las cosas y rige todas las cosas. «Su argumento clave es
la incapacidad de la razón humana para ser juez de los asuntos re-
ligiosos.» 16
Otros hombres principales que se mantuvieron en contra de los
naturalistas y de los deístas durante este período fueron Richard
Baxter (The Reasons of the Christian Religion, 1667), Charles Leslie
(A Short and Easy Method with Deists, 1698), y Edward Stilling-Flee
(An Answer to the Modern Objections of Atheists and Deists, 1709).
F. William Paley (1743-1805):
Ningún estudio de las evidencias cristianas estaría completo sin
mencionar las obras de William Paley. Sus obras en esta área de es-
tudio han sido utilizadas durante muchos años. Han tenido un in-
mensa influencia en el área de las evidencias cristianas.
Inevitablemente, el racionalismo conduce al escepticismo. Y los
escépticos florecieron durante la Ilustración. Hombres como David
Hume negaron de plano la posibilidad de los milagros, este último
en su libro Treatise of Human Nature (1737). Y Thomas Paine, en su
libro Age of Reason (1794-1796) enseñó que la Biblia era indigna de
confianza. Como resultado de los ataques de los escépticos, hom-
bres como William Paley se levantaron en defensa de la Biblia y del
cristianismo.
16. Reid, Christian Apologetics, op. cit., pág. 151.

29
En View of the Evidences of Christianity (1794), Paley responde a
los ataques de Hume y Paine. Presenta allí una sana argumentación
filosófica en defensa de la existencia de Dios. Más tarde se dedicó a
demostrar la validez de los milagros, profecía y otros hechos del
cristianismo comúnmente negados por los escépticos.

DEFENSAS DEL SIGLO DIECINUEVE

Durante la última parte del siglo dieciocho en Europa, el escep-


ticismo dominaba abrumadoramente bajo la influencia de personas
como Voltaire (1694-1778) y Rousseau (1712-1778). La autoridad di-
vina fue totalmente rechazada. La Biblia era blasfemada. Se hacía
burla del cristianismo. 17 Alimentado con los libros de Paine y
Hume, el racionalismo se extendió rápidamente por las tierras ame-
ricanas. En 1796 entraron en América 15.000 copias de la obra de
Paine, Age of Reason. Y se estima que los escépticos franceses invir-
tieron casi un millón de dólares para extender el ateísmo y el escep-
ticismo en las mentes de los americanos.
Como resultado de esta infiltración de pensamiento escéptico,
tanto predicadores como profesores comenzaron a levantar sus vo-
ces en defensa de la Biblia y del cristianismo. Los libros de Butler
y de Paley eran utilizados como libros de texto en las escuelas. Ha-
bía comenzado la batalla. Se hizo de la ciencia la enemiga de la re-
ligión. La ciencia vino a ser un dios en las mentes de muchos. La re-
ligión vino a ser un mero misticismo.
Desde 1820 hasta 1850 casi todas las instituciones de enseñanza
enseñaban un curso de evidencias cristianas. Y casi todas ests ins-
tituciones enseñaban la interpretación literal del relato del diluvio
del Génesis de la época de Noé. Las obras evolucionistas y natura-
listas de George Buffon (1707-1788) y Charles Hutton (1737-1823)
tuvieron poca aceptación en los departamentos de geología de las
primeras escuelas americanas. Pero esto cambió pronto.
Durante la última parte del siglo diecinueve muchos científicos
aceptaron una interpretación mecanicista de la naturaleza: la evo-
lución. Byron C. Nelson explica esta transición desde el sobrenatu-
ralismo al naturalismo en relación con las influencias naturalistas
del siglo diecinueve:
La razón para esto (el rechazo de la doctrina del actualismo, la geología na-
turalista de principios del siglo diecinueve) fue que los principales educadores
de la época eran en su mayoría hombres de una gran fe religiosa, hombres que

17. En realidad hombres como Rousseau y Voltaire rechazaron la forma corrompida de re·
ligión que vieron en el mundo en aquel tiempo: el catolicismo romano. Sus ataques eran en con-
tra de la tal y no específicamente en contra del verdadero cristianismo de la Biblia, aunque no
reconocieron ninguna diferencia.

30
creían intensamente en la Biblia y no dudaban en enseñar a los <lemas a hacer
lo mismo. En el siglo diecinueve se dio un cambio. Al ir transcurriendo aquel
siglo, el control de la educación en Europa y América pasó gradualmente de
las manos de tales hombres a manos de hombres más o menos carentes de con-
vicciones religiosas, e incluso a manos de hombres secreta o abiertamente hos-
tiles a la Biblia. 18

Como resultado de esta tendencia un nuevo enemigo emprendió


el ataque contra la ciudadela del cristianismo: la falsa ciencia. Los
hombres hicieron de la ciencia un dios. La ciencia filosófica, no la
factual, cautivó las mentes de los hombres y reinó suprema. Hacia
el fin del siglo diecinueve el dios Ciencia había despertado del todo
y estaba emprendiendo su guerra en contra de las desprevenidas
filas del mundo religioso.
Fue durante esta épica de controversia que algunos grandes li-
bros salieron de los libros en defensa del cristianismo. En 1867, Al-
bert Barnes publicó The Evidences of Christianity. En 1855, Charles
Pettit M'Ilvaine escribió Evidences of Christianity in Their Externa/,
ar Historical, Division. J. W. McGarvey redactó Evidences of Chris-
tianity en 1886. En 1884, Harvey W. Everest publicó un clásico en
el área de las evidencias cristianas titulado The Divine Demonstra-
tion.
Ciertamente, el siglo diecinueve fue una época entusiasmante
para el estudio de las evidencias cristianas. Fue una época de con-
troversia. En 1829 se celebró el histórico debate público de aquel si-
glo en Cincinnati, Ohio, entre Robert Owen, un escéptico de Esco-
cia, y Alexander Campbell, uno de los primeros líderes del Movi-
miento de Restauración en América.
El tema del debate fue «La existencia de Dios y la validez del
cristianismo». Aunque el movimiento de evidencias cristianas era
fuerte a mediados del siglo diecinueve, pareció perder intensidad
durante la última parte de dicho siglo. Como se ha dicho antes, mu-
chos en el mundo religioso estaban sin preparación en el campo de
la ciencia para poder afrontar el nuevo dios de la falsa ciencia. Así,
los religiosos sufrieron de manos de aquellos que eran mucho más
celosos en propagar teorías que hechos.

DEFENSAS DEL SIGLO VEINTE


Al final del siglo diecinueve, el liberalismo y el modernismo se
introdujeron subrepticiamente en las filas religiosas. La alta crítica
arrojó dudas sobre la exactitud de la Biblia. El evolucionismo teísta
mitologizó el relato bíblico de la creación. Agentes secretos del na-
18. Byron C. Nelson, The Deluge Story in Stone (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House,
1968), pág. 83.

31
turalismo procedentes del campo científico se introdujeron subrep-
ticiamente en el campo religioso para esparcir su falsa propaganda
con respecto a los milagros y profecías de la Biblia. Los religionis-
tas modernistas y existencialistas comenzaron a buscar otra autori-
dad que la de la Biblia. Y así, cuando se abrieron las puertas del si-
glo veinte, en él entraron toda suerte de ideas torcidas, tanto acerca
de ciencia como de religión.
Durante la primera parte de este siglo, la ciencia comenzó a con-
formar las mentes de muchos a una actitud opuesta a la religión.
Los religionistas estaban carentes de preparación para afrontar las
filosofías de la evolución y sus consecuencias. Después de todo -se-
gún pensaban los evolucionistas- si la evolución es cierta no tene-
mos necesidad de unos orígenes sobrenaturales. Muchos creyentes
en la Biblia aceptaron crédulamente las conclusiones de esta cien-
cia filosófica. Y así comenzó una incesante decadencia que minaba
los principios fundamentales de la Biblia.
Pero esto ha cambiado en las últimas décadas, no en el sentido
de que las destructivas y decadentes filosofías hayan sido extermi-
nadas, sino que se han desarrollado las vacunas para combatirlas.
Los creyentes en la Biblia están afrontando el ataque de la ciencia
filosófica, no afirmando que la ciencia sea mala, sino señalando la
diferencia entre ciencia falsa y verdadera. Y esta última no contra-
dice a la Biblia, en contra de lo que muchos habían sido conducidos
a creer. ¡La verdadera ciencia armoniza con la verdadera religión!
El cristianismo ha sido puesto bajo una rígida investigación, y
hallado verdadero. Los que conducen la ofensiva en contra de los
ataques filosóficos de la falsa ciencia en la actualidad no son sólo
predicadores sino hombres pertenecientes al campo científico. Este
ha sido uno de los aspectos más relevantes y entusiasmantes de los
estudios modernos de evidencias cristianas. Geólogos, antropólo-
gos, biólogos e incontables especialistas de otros campos en el mun-
do de la ciencia están aportando su contribución en el ataque con-
tra las falsas ciencias y filosofías contrarias a las enseñanzas de la
Biblia. Este es un desarrollo estratégico, y de un tipo que puede lle-
var eventualmente a la caída de las teorías científicas y filosóficas
erróneas.

RECAPITULACIÓN

La defensa de la palabra de Dios es la responsabilidad de cada


cristiano. Pablo guió con el ejemplo. Pedro se cercioró de que cada
cristiano reconociera esta responsabilidad ordenándolo. Debería-
mos estar preparados para dar respuesta a cualquiera que pregunte
acerca de nuestra fe. Deberíamos estar bien preparados para dar
respuesta al ateo.

32
Pero permítase que el autor dé aquí una advertencia que será
tratada más plenamente en el siguiente capítulo. No debemos caer
en la trampa del racionalismo. Hay mucho lugar para la fe en el
cristianismo. El problema con el deísta es que intenta hacer todo
razón del cristianismo.
Esto es lo que sucedió durante los siglos diecisiete y dieciocho.
La razón tiene desde luego lugar en el cristianismo. Nos llevará
hasta tal punto, y luego la fe «razonable» nos llevará el resto del ca-
mino. El verdadero cristianismo no es todo razón ni todo fe. Es una
saludable parte de ambas cosas. Esto es lo que los racionalistas de-
jaron de ver.

33
2
,,
El cristiano y la razon
Vivimos en un mundo en el que no hay suficiente con conocer
qué es lo que creemos, sino donde también debemos ser capaces de
explicar de una manera razonable por qué lo creemos así. Y así es
como debiera ser. Esta atmósfera, sin embargo, no ha existido siem-
pre en sociedades de años pasados. Pero siempre ha sido responsa-
bilidad del cristiano explicar su fe.
El apóstol Pedro expuso esta vibrante tarea al ordenar: «Sino
santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre
preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia
ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vo-
sotros» ( 1 Pedro 3: 15). El término griego apología, aquí traducido
«presentar defensa», significa literalmente «una respuesta de vuel-
ta, una defensa», 1 o «un discurso en defensa». 2 La frase en estepa-
saje podría también ser traducida «listos para hacer una defensa a
cualquiera». 3 Este mismo término se utiliza también en 2 Corintios
7: 11, donde tiene que ver con «justificarse uno mismo» de acusacio-
nes y cargos. En Filipenses 1 :7 Pablo escribió: «Os tengo en el co-
razón; y en mis prisiones, y en la defensa (apología) del evangelio»
(cp. Hechos 19:33; 22:1).
De estos pasajes podemos concluir que el cristiano tiene la gran
responsabilidad de defender su fe. Por lo que a esto se refiere, cada
uno debiera poder dar razón de sus creencias, o abandonarlas en

l. Archibald Thomas Robertson, Word Pictures in the New Tes/amen/ (Nashville, Tenn.,
Broadman Press, 1933), vol. VI, pág. 114.
2. G. Abbott-Smith, Manual Greek Lexicon of the New Tes/amen/ (Edinburgh, Inglaterra: T.
& T Clark, 1937), pág. 52.
3. William F. Amdt & F. Wilbur Gingrich, A Greek Lexicon of the New Tes/amen/ (Chicago
University Press, 1968), 11." edición, pág. 95.

35
caso contrario. Archibald Sydney Smith dijo: «Es siempre correcto
que una persona debiera poder dar razón de la fe que está en él.» 4
Y se ha dicho con verdad: «La vida no examinada no vale la pena
de ser vivida, y la fe no examinada no vale la pena de ser creída.» 5

EVIDENCIA Y CREENCIA

Todas las personas establecen verdades razonando a partir de la


evidencia a la fe en una conclusión. Hay aquellas evidencias que
creemos empíricamente, y a las que por ello llamamos hechos. Y
hay aquellas evidencias que no hemos experimentado pero que ere-
mos debido al testimonio de otros. La razón opera sobre estas evi-
dencias. Creemos aquellas cosas o hechos que experimentamos:
«ver es creer». Y lo hacemos porque confiamos en nuestros sentidos.
Y de ello razonamos que lo que hemos visto o experimentado u oído
es cierto. Sin embargo, si estuiéramos bajo la influencia de una dro-
ga alucinógena, podríamos tener razones para dudar de nuestros
sentidos.
También tenemos fe en, o creemos, muchas cosas que no hemos
experimentado personalmente. Creemos que Sócrates existió, aun-
que nunca le hayamos visto ni hablado con él. Y sin embargo cree-
mos que existió en un período de la historia. ¿Por qué? ¿Por qué
cree el cristianismo que Jesús fue levantado de entre los muertos?
La fe puede ser un fenómeno interesante. La pregunta «¿Por qué
creemos lo que creemos?» no es de poca importancia para nuestro
estudio de las evidencias cristianas.

EL CRISTIANO Y LA RAZÓN

Por qué creemos lo que creemos? ¿Por qué creemos, sin ninguna
especie de dudas, cosas o sucesos que nunca hemos experimentado
personalmente? Ahí es donde el acto de la razón entra en nuestra
discusión.
En contra de lo que algunos creyentes religiosos han mantenido
en el pasado, es necesario para razonar que sea un proceso de pen-
samiento cristiano. «La razón es la actividad mental utilizada en la
búsqueda de la verdad, y ningún sistema filosófico evita su utiliza-
• , 6
CIOn.»
Muchos como Fred Denbeaux han afirmado que «el Nuevo Tes-
tamento no tiene una gran confianza en el poder de la razón huma-
4. Sydney Smith, Lady Holland's Memoirs, I, 1855.
5. Arlie J. Hoover, Fallacies of Unbelief (Abilene, Texas: Biblical Research Press, 1975), pág.
l.
6. J. D. Thomas, Facts and Faith (Abilene, Texas: Biblical Research Press, 1965), pág. 260.

36
na». 7 Pero esto, simplemente, ¡no es correcto! La actividad del cris-
tiano en el reino del razonamiento queda claramente evidenciada
por el ejemplo de los primeros cristianos. Lucas registra: «Por tres
días de reposo (Pablo) discutió con ellos ... por medio de las Escritu-
ras» (Hechos 17:2, 3). Y discutía (Pablo) en la sinagoga todos los
días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos» (Hechos 18:4; cp.
v. 19). Y Pablo «al disertar ... acerca de la justicia, del dominio pro-
pio y del juicio venidero» (Hechos 24:25; cp. Filipenses 1:17; 1 Te-
salonicenses 5 :21).
De necesidad, el cristianismo utiliza la razón. Los cristianos de-
ben utilizar sus cabezas. Harvey Everest escribió:
No podemos creer a no ser que la creencia sea más racional que la incre-
dulidad. No podemos creer voluntaria, arbitrariamente, o en contra de la ra-
zón. La razón, significándose por ella todo el poder mental para la indagación
de la verdad, debe ser nuestra conductora. Nadie insiste más intensamente en
ello que el defensor del cristianismo. La razón y la fe no son antagonistas, sino
más bien coadjutoras. Ninguna fe vale la pena a no ser que quede justificada
por el más estricto uso de la razón. 8

George Santayana dijo: «La razón es la imitación humana de la


divinidad.» 9 No hay antagonismo entre la revelación de Dios al
hombre, la Biblia, y el poder humano de razonamiento. Dios es el
autor de ambas cosas. Aquellos que contienden que el razonamien-
to filosófico con respecto a la existencia no tiene lugar en el pensa-
miento cristiano están ciertamente equivocados acerca de ello. Ga-
lileo descubrió en cierta ocasión: «No me siento obligado a creer
que el mismo Dios que nos ha dotado de sentido, razón e intelecto
tiene la intención de que nos abstengtamos de utilizarlos.» 10
Por todo ello, tenemos que comprender que «no hay antagonis-
mo entre razón y revelación. La Biblia revela un sistema, afirman-
do ser divina en su origen, e invita al hombre diciendo "Venid y ar-
guyamos juntos" (Isaías 1:18)». 11 «La razón y la revelación no se
oponen; ni la razón y la fe. Aceptamos una profesa revelación, si lo
hacemos, porque es razonable hacerlo; ponemos nuestra fe en otro,
y lo seguimos, porque la razón así lo indica. La razón o las facul-
tades intelectuales del hombre, se encuentra detrás de todo lo de-
más.» 12 J. D. Thomas estaba verdaderamente en lo cierto cuando es-
cribió: «Un hombre no puede pensar sin razón y aquellos que dicen

7. Fred Denbeaux, The Arto( Christian Doubt (New York: Association Press, 1960), pág. 60.
8. Harvey W. Everest, The Divine Demo11stratio11 (St. Louis, Mo.: Christian Publishing Co.,
1884), pág. 13.
9. George Santayana, Scepticism and Animal Faith (Peter Smith, 1923), n.p.
10. Galileo, Carta a la Gran Duquesa de Toscana, 1615.
11. Willard O. Davis, Evolution and Revelation (Austin, Texas: Firm Foundation Publishing
House, s/f), pág. 35.
12. Everest, The Divine Demonstration, op. cit., pág. 108.

37
que la razón no tiene un lugar significativo en la fe religiosa son
ciertamente, en este punto, superficiales.» 13

LA VERDAD
Para mayor claridad aquí, el autor utilizará el término «verdad»
para referirse al verdadero conocimiento derivado de las evidencias
del cristianismo, entendiendo que estas evidencias incluyen hechos,
acontecimientos y testimonios históricos. Hay en realidad una dife-
rencia, empero, entre verdad y hecho. Alexander Campbell escribió:
Un hecho significa algo llevado a cabo. Verdad y hecho ... no son lo mismo.
Todos los hechos son verdades, pero no todas las verdades son hechos. Que
Dios existe es una verdad, pero no un hecho; que él creó los cielos y la tierra
es un hecho y una verdad ... La simple concordancia de los términos de cual-
quier proposición con el sujeto de aquella proposición, o la representación de
cualquier cosa tal como ella existe, constituye una verdad. Pero se tiene que
hacer o ejecutar algo antes de que tengamos un hecho."

Así que en realidad hay una diferencia entre los hechos del cris-
tianismo y las verdades del cristianismo. Argumentamos en base de
las evidencias, que incluyen hechos como descubrimientos arqueo-
lógicos y la existencia de la Biblia, para establecer la verdad del
cristianismo. Pero también establecemos verdades utilizando ideas
como evidencia. Tal evidencia se utiliza cuando argumentamos la
existencia de Dios. Para simplificar nuestra comprensión del lugar
de la razón en las evidencias cristianas y para evitar confusiones, el
autor elige utilizar el término verdad en un sentido literal. Todos
los hechos, conocimiento y acontecimientos del cristianismo son
verdades. Y por ello, en el mundo del conocimiento (la razón), estas
«verdades» específicas actúan juntamente para establecer la verdad
general del cristianismo.
En las evidencias cristianas nuestro razonamiento se centra en
la evidencia y en las verdades derivadas de nuestro examen de esta
evidencia. La evidencia y la verdad tienen una relación directa en-
tre sí. Si una posición es de verdad válida, la evidencia probará su
validez, aun cuando no hayamos considerado toda la evidencia. Si
la conclusión particular que aceptamos como verdad es inválida, la
evidencia no establecerá su validez, existencia o ser. La evidencia
consiste en aquellos fragmentos de información que dan testimonio
de y confirman la validez de la verdad. Si nuestra conclusión con
referencia a ciertas evidencias es cierta, no deberían darse entonces

13. Thomas, Fact and Faith, op. cit., pág. 260.


14. Alexander Campbell, The Christian System (Nashville, Tenn.: Gospel Advocate Co., 1970),
pág.90.

38
contradicciones entre aquella conclusión y ninguna evidencia que
pueda descubrirse. ·

RAZONAMIENTO INDUCTIVO

El razonamiento inductivo es un proceso distinto del razona-


miento deductivo. Pero los dos tienen relación. El razonamiento in-
ductivo en realidad produciría la premisa mayor del proceso deduc-
tivo. En el método científico, el razonamiento inductivo viene por
lo general antes del proceso deductivo. El proceso inductivo forma
la premisa mayor, o principio conocido, y el proceso deductivo
arranca a partir de allí.
«En el proceso de razonamiento inductivo la mente comienza
con lo particular y pasa a lo general.» 15 Este es el método más uti-
lizado por el científico, y puede ilustrarse en el siguiente diagrama:

A B
'_'..VIDENCIA ~ ? - - RAZÓN - - - - - - - - - - (HIPÓTESIS)
Fig. 1
En este proceso de razonamiento «el científico reúne muchos he-
chos que puedan ser pertinentes al problema. Luego erige una hipó-
tesis».16 Se trata de una «suposición informada» basada en lo que el
científico conoce acerca de la información que ya tiene disponible.
Luego se llevan a cabo varios ensayos y experimentos (Fig. 1, A) ba-
sados en la asunción de la hipótesis (Fig. 1, B). Si muchas pruebas
no revelan ninguna contradicción observada de la hipótesis, enton-
ces la hipótesis viene a ser una teoría. Después de mucho tiempo y
ensayos, la teoría puede venir a ser técnicamente clasificada como
una ley. Así, una ley es una hipótesis exhaustivamente comproba-
da.17 Pero si se consigue una evidencia contradictoria, entonces se
tiene que cambiar la hipótesis para que concuerde con la nueva evi-
dencia.
El descubrimiento del átomo y su función ilustra lo que aquí se
considera. Antes de que se confirmaran las «leyes atómicas», los
científicos tan sólo hipotetizaban acerca de la existencia y función
del átomo. Fue sólo después de una diligente experimentación que
el átomo fue descubierto y sus cualidades básicas determinadas.
Los científicos asumieron primeramente que existía y luego basa-

15. Lewis T. Oldam, Is There Real/y A God? (Murfreesboro, Tenn.: Denhoff Publishing, 1965),
pág. 19.
16. Biology: A Search far Order in Comp/exity, John N. Moore y Harold S. Slusher, editores,
(Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1971), pág. 5.
17. !bid., pág. 5, 6.

39
ron sus experimentos en sus asunciones. Y todas las pruebas efec-
tuadas hasta el presente han demostrado la existencia del átomo,
aunque nadie lo ha visto realmente funcionar.
Pero si la experimentación arroja una nueva luz sobre la función
del átomo, entonces los científicos tendrán que revisar sus leyes
atómicas. Y tenemos que estar dispuestos a abandonar cualquier
«ley» si más tarde resulta errónea. Duane Gish señalaba un ejemplo
del efecto de un nuevo descubrimiento en el área de la misma in-
vestigación atómica. Escribe así: «En tiempos recientes, una teoría
que tenía que ver con las interacciones débiles de las partículas ató-
micas vino a ser tan extensamente aceptada por parte de los físicos
que consiguió la posición de ley, la Ley de la Paridad. En la década
de los cincuenta, dos brillantes científicos chino-americanos lleva-
ron a cabo una serie de experimentos que falsaron la teoría y depu-
sieron la "Ley".» 18
Sería de provecho aquí leer una advertencia dada en el libro de
texto de biología Biology: A Search far Order in Complexity. Cada
científico debería andar de puntillas en este punto, dándose cuenta
de que a menudo es difícil abandonar algunas creencias largamente
mantenidas al estilo de vacas sagradas:
La historia de la ciencia ha incluido la sustitución de conceptos general-
mente aceptados por conceptos novedosos. En el futuro, no sabemos cómo se-
rán cambiados nuestros presentes conceptos, pero podemos estar seguros de
que cambiarán. Por esta razón, tenemos que reconocer que todas las conclu-
siones científicas son provisionales. No constituyen respuestas finales ni debe-
rían ser consideradas como tales.' 9

Para volver a nuestra definición de razonamiento inductivo, te-


nemos que reconocer que este razonamiento es la formación de hi-
pótesis como un examinador experimentado y cualificado razona
con repecto al problema y a su probable solución. Después de ha-
berse formado la hipótesis, tiene lugar la deducción para ascender
la hipótesis a teoría y posiblemente, tras mucha experimentación, a
ley.

RAZONAMIENTO DEDUCTIVO

En evidencias cristianas también trabajamos en el área de razo-


namiento denominada razonamiento deductivo. «Dados los hechos
revelados», decía Thomas, «la verdad se discierne por razonamien-
to inductivo y deductivo, de la misma manera que se llega a un co-

18. Duane T. Gish, Evolution: The Fossils Say No (San Diego, Cal.: ICR Publishing Co., 1973),
pág. 10.
19. Biology: A Search far Order in Complexity, op. cit., pág. 13.

40
nocimiento científico, histórico u otros conocimientos ordinarios.» 20
El cristiano no puede esperar que el mundo examine sus creencias
sobre una base diferente de aquella sobre la que examinaría cual-
quier otra disciplina.
El siguiente diagrama nos dará una idea del proceso del razona-
miento deductivo:

A B
EVIDENCIA - - - - - - - - - - RAZÓN - - ?-----? VERDAD
Fig. 2

El razonamiento deductivo (Fig. 2) es «Un razonamiento desde


un principio conocido [premisa mayor] a uno desconocido, de uno
general ~ otro de específico, o desde una premisa a su conclusión ló-
gica» .21 Este es el proceso de razonamiento que tiene lugar después
de un razonamiento inductivo.
La forma más común de razonamiento deductivo es el silogis-
mo. Se forman una premisa mayor y otra menor. De estas premisas
se llega a una conclusión específica. La verdad es ya evidente en la
premisa mayor, el principio conocido, antes de que se llegue a la
conclusión, o particular. Si alguna de las dos premisas es inexacta,
la conclusión será falsa. Un ejemplo de este tipo de razonamiento
sería así: Premisa mayor: Todos los rumiantes son cuadrúpedos.
Premisa menor: Todos los ciervos son rumiantes. Conclusión: Todos
los ciervos son cuadrúpedos. Si se encontrara una excepción que
contradijera la premisa mayor, se tendría entonces que cuestionar
la conclusión. O bien la premisa mayor tendría que ser redactada
de nuevo para conformarse a cualquier nueva evidencia. La conclu-
sión del silogismo queda cualificada sólo por la validez de las pre-
misas.
Así, el razonamiento deductivo saca una conclusión en base de
fragmentos particulares de evidencia (Fig. 2, A). Razonamos con
aquella evidencia (A) para sacar conclusiones, verdades. En el área
de las evidencias cristianas como un todo consideramos todos los
campos de evidencia para verificar la veracidad del cristianismo o
para mostrar que es más razonable que la incredulidad.
La diferencia entre el razonamiento deductivo e inductivo puede
quedar clarificada mediante dos historias de detectives. En la pri-
mera historia se comete un crimen y en el acto los investigadores
comienzan su búsqueda de pistas (evidencia) que conduzcan a la
captura del criminal. Esto es razonamiento deductivo.
En la segunda historia también se comete el crimen. Después

20. J. D.Thomas, Heaven's Window (Abilene, Tex.: Biblical Research Press, 1974), pág. 20.
21. «Deduction», Webster's New Twentieth Centurv Dictionarv (New York, N. Y.: The World
Publishing Co., 1971), pág. 474. · •

41
del crimen un hombre se entrega a la policía y confiesa haber co-
metido el crimen. La policía no sentencia de inmediato a este con-
feso a la cárcel, incluso a pesar de que puedan creer su confesión.
En primer lugar, se reúne evidencia para determinar si éste es el
verdadero hombre que cometió el crimen. Si to,da la evidencia le se-
ñala como culpable, entonces es sentenciado. Este sería un razona-
miento inductivo.

LA NATURALEZA DE LA EVIDENCIA

En el estudio de las evidencias cristianas utilizamos tanto razo-


namiento deductivo como inductivo.

A B
EVIDENCIA E------ RAZÓN -----+ VERDAD
Fig. 3
Nuestras evidencias pueden ser clasificadas en dos áreas genera-
les: evidencias externas y evidencias internas. Las evidencias exter-
nas son aquellas evidencias fuera del campo de la revelación bíbli-
ca, como la antropología, arqueología, cosmología, biología y la his-
toria de la Biblia. Las evidencias internas tienen que ver con aque-
llas evidencias que se hallan dentro de las páginas de la Biblia que
confirman a la vez la Biblia como Palabra de Dios y la razonabili-
dad del cristianismo. Estas dos fuentes de evidencia, externa e in-
terna, suministran el material sobre el que actúa la razón en el es-
tudio de las evidencias cristianas.
El proceso total de razonamiento en las evidencias cristianas
examina la evidencia (Fig. 3, A) con el fin de exponer la veracidad
del cristianismo (Fig. 3, B). Lo razonable de la existencia de Dios
queda expuesto mediante razonamiento inductivo y deductivo. Una
vez se ha llegado a la conclusión de que es más razonable creer en
Dios, entonces se considera desde esta conclusión lo razonable que
sea que Dios se revele a Sí mismo al hombre. Y al considerar los he-
chos del cristianismo, se utilizan los procesos del razonamiento de-
ductivo. Deducimos en base de numerosas evidencias que el cristia-
nismo es razonable y verdadero.

LA FUERZA DE LA EVIDENCIA

Para poder mantener cualquier proposición se precisa de la pre-


sentación de evidencia válida. Floyd E. Hamilton afirmó correc-
tamente:

42
Ninguna opinión, sea de quien fuere, que no esté apoyada por evidencia,
vale el papel en que esté escrita. No importa lo eminente que sea un hombre
en el campo de la lingüística o de la arqueología, sus opiniones acerca de las
Escrituras no valen un ápice a no ser que las apoye en evidencia. La Biblia
misma es evidencia, y una opinión en contra de ella basada en nada sino en
premisas antiteístas o evolucionistas, sin evidencia directa en apoyo de ella,
carece de valor."

Y «en la determinación de la veracidad o falsedad de una idea


tiene que haber presentación de evidencia real, en lugar de un exa-
men general y de pasada de la situación». 23 En la determinación de
la verdad se debe presentar y examinar toda la evidencia posible.
Recordemos aquí que el transcurso del tiempo no afecta lo con-
vicente que sea la evidencia, en tanto que tengamos la evidencia.
Las. mismas evidencias que se utilizaron para demostrar la inspira-
ción de la Biblia en el siglo décimo pueden ser utilizadas en la ac-
tualidad. Son igual de válidas. Sin embargo, se debe señalar tam-
bién que la hipótesis o teoría del proceso inductivo del método cien-
tífico (Fig. 1) puede ajustarse constantemente al descubrirse más y
más evidencia. Pero se trata de un cambio en las conclusiones, no
en las evidencias. Sólo se ha conseguido nueva evidencia. El cientí-
fico honrado reconoce y acepta esto como normal y necesario. Una
teoría científica aceptada hoy puede encontrarse mañana en el ce-
menterio de la ciencia. Y este cementerio está lleno. Peter W. Sto-
ner escribió:
Una teoría científica está constituida por hechos conocidos. La teoría puede
ser o no cierta; puede que su mismo autor no la considere cierta. Ayuda al es-
tudioso a organizar los hechos en su mente y con frecuencia es de ayuda para
que el científico o ingeniero puedan predecir un c:omportamiento futuro de los
acontecimientos. Cuando se consiguen datos adicionales, con frecuencia se re-
visa la teoría para que cubra los nuevos hechos o puede ser sustituida por una
nueva teoría. Este frecuente cambio no preocupa al científico. 24

En el cristianismo no estamos tratando con verdades cambian-


tes ni con evidencias cambiantes. Estamos tratando con un Dios
eterno, un Espíritu Santo eterno, un Cristo eterno, y una eterna Pa-
labra de verdad. Todo esto no cambia con el paso del tiempo, ni lo
hace la evidencia que apoya su ser. Cada investigador individual
puede entrar en contacto con una nueva evidencia inmutable; pero
la verdad no cambia, sino sólo el entendimiento que de ella tiene el
investigador. Así que nunca pensemos que las evidencias del cristia-
nismo se desgastan con el paso del tiempo. No es así:
22. Floyd i;:. Hamilton, The Basis of Christian Faith (New York: Harper & Row Publishing,
1964), pág. 219.
23. Batsell Barrett Baxter, I Believe Because (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1971),
pág. 36.
24. Peter W. Stoner, Science Speaks (Chicago: Moody Press, 1963), pág. 26.

43
RESULTADO DEL RAZONAMIENTO

Después que uno evalúe la evidencia disponible y quede conven-


cido de que demuestra una conclusión particular, el resultado sería
lo siguiente:

CREENCIA
A jC B
Fig. 4
EVIDENCIA - - - - - - - - - - RAZÓN - - ?-----'> VERDAD
La Figura 4 representa un examen deductivo de la evidencia (A)
y una creencia en aquella evidencia para apoyar una verdad parti-
cular (C). Para producir creencia (Fig. 4, C) en la verdad, tiene que
haber primero suficiente evidencia para que el razonador considere
que justifica tal conclusión. Tiene que haber suficiente evidencia
para motivar de tal manera al razonador para tal respuesta. Una
evidencia insuficiente en apoyo de la supuesta verdad resultaría de-
finitivamente en lo siguiente:

A B
EVIDENCIA - - - - - - - - - - RAZÓN - - ?-----'> YERDAD
-- i D ---
INCREDULIDAD Fig. 5
No creemos en unicornios. Nuestra incredulidad no proviene de
nuestra mala disposición a creer, sino debido a que no hay eviden-
cia que dé apoyo a su existencia. Si el proceso (A) de la Figura 5 (ra-
zonamiento) no tiene suficiente evidencia con la que razonar, en-
tonces (B) seguirá estando en suspenso. O también puede que no
haya evidencia alguna sobre la que razonar. Por ello, la verdad nun-
ca habrá existido en primer lugar. Si por alguna razón alguien cree
en una «verdad» insostenible, deberíamos pedir una reevaluación
objetiva de ello si creemos que no hay suficiente evidencia o una ca-
rencia total de ella acerca del asunto. Es bien apropiado preguntar:
¿Cuál es tu evidencia? O, ¿cuál es tu razón para creer esto?
Todo esto parece sencillo hasta que consideramos las influencias
siempre presentes que gravitan sobre la mente del razonador. Fran-
cis Bacon (1561-1626), que es considerado como el padre del méto-
do inductivo de razonamiento, señaló cuatro problemas principales
que afectan a la objetividad del razonador: 1) razonamiento «volun-
tarioso»; 2) prejuicios personales; 3) negligencia en la definición de
los términos, y 4) la ciega aceptación de la tradición como autori-
dad.25 Bacon señaló tan sólo algunas de las necesarias advertencias

25. Citado por Thomas, We Be Brethren, op. cit., pág. 13.

44
con respecto a su invención del razonamiento formalizado. Hay
muchos problemas que tenemos que reconocer aquí y que serán de
ayuda para explicar por qué algunas personas dejan de ver una ver-
dad específica incluso cuando hay suficiente evidencia para ella.
Hay el problema de la ignorancia, ignorancia de la evidencia. Y
también hay el problema de que se le dé a uno falsa evidencia.
Otros pueden tener prejuicios y estar dispuestos a no creer sin im-
portar lo poderosa que pueda ser la evidencia en favor de la verdad.
La Figura 6 podría representar este problema:
CREENCIA
c
EVIDENCI~ - - - - - - - - - - RAZÓN - - ? ~ VERDAD
---'"""'i_D_____ -
INCREDULIDAD
Fig. 6
La evidencia puede ser lo suficientemente poderosa como para
apoyar el hecho, pero debido a que el razonador no ha examinado
todas las evidencias o ha examinado falsas evidencias (o autorida-
des no cualificadas), puede llegar al punto (D), incredulidad. Es po-
sible que llegue a esta conclusión aunque la verdad sea válida. El
autor mantiene que éste es el caso con aquellos que no creen en la
total armonía de la Biblia. No creen en la armonía y exactitud del
texto bíblico debido a que de una u otra forma se han convencido
de que está lleno de contradicciones. El problema puede ser que no
hayan examinado enteramente el tema bajo consideración o que
hayan examinado autoridades no cualificadas que eran también
desconocedoras de la evidencia. Naturalmente, aquí la clave es la
objetividad.
La Figura 6 puede ser también el resultado del prejuicio, de jui-
cios preconcebidos o de una parcialidad de parte del razonador.
Thomas Paine afirma en la Parte I de su obra Age of Reason: «No
tenía ni Biblia ni Nuevo Testamento que poder examinar, aunque
estaba escribiendo contra ambos (énfasis mío, R. E. D.)». 26 Paine está
aquí diciendo que había estado criticando la Biblia, pero no tenía
una copia para examinarla de primera mano. Esta afirmación ma-
nifiesta patentemente su prejuicio contra la Biblia. Más tarde, en el
prefacio a Age of Reason, Parte II, afirmaba: «Me he proveído ahora
de una Biblia y Nuevo Testamento, y puedo decir que he descubier-
to que los dos son libros mucho peores que lo que había concebi-
do.»27 Esto es razonamiento con prejuicios.
26. Citado por J. W. McGarvey, Evidences ofChristianity (Nashville, Tenn.: Gospel Advocate
Co., 1956), pág. 4.
27. !bid.

45
Lo anterior no es un ejemplo insólito de hombres juzgando la
Biblia llenos de prejuicios y sin conocimiento alguno de su conteni-
do. Estos prejuicios tan injustificados siempre nublarán la visión
del indagador y resultarán siempre en conclusiones retorcidas. Una
vez más sale la objetividad a flote como la salvadora del rectora-
zonamiento. Pero, ¿es posible la objetividad plena?
Tenemos que confesar que la objetividad total en el examen de
la evidencia es casi imposible. Frank E. Wier decía:
La «objetividad» se debate mucho en ciencia. Los críticos afirman --correc-
tamente, me parece a mí- que ningún ser humano puede ser verdaderamente
objetivo. Los defensores del principio mantienen que a no ser que por lo menos
se haga un intento de objetividad, no hay esperanza alguna de que se pueda
extraer una imagen del mundo del potingue de sentimientos y voluntad."

Siempre que las parcialidades y los prejuicios distorsionan la prue-


ba de evidencias válidas del cristianismo, se hace un abandono de
la correcta razón. Todos tenemos creencias preconcebidas. Pero
cuando estas creencias nos motivan a intencionadamente pasar por
alto, distorsionar, o rechazar evidencias válidas, pueden salir como
resultado conclusiones carentes de base. En Juan 12:48 los fariseos
creyeron en Jesús, pero debido a otros factores se apartaron de Él.
Muchos otros rehusaron creer aunque Jesús hizo grandes maravi-
llas delante de sus mismos ojos. Su razonamiento estaba nublado
por prejuicios. Ninguna otra religión tiene una evidencia compara-
ble a la del cristianismo. Los que lo rechazan no lo hacen debido a
la insuficiencia de la evidencia, sino debido a otros factores.
El agnóstico mantiene que no podemos ni creer ni descreer. Afir-
ma que no podemos «conocer». Esto presenta otros problemas para
el recto razonamiento. Puede presentarse toda la evidencia -evi-
dencia que apoya abrumadoramente una verdad- pero el razona-
dor puede no tomar una decisión. Es culpa suya y no establece que
lo demostrado sea indemostrado o indemostrable. El problema de
la correcta actitud recae sobre sus hombros, no sobre el de los cre-
yentes. Si está mal dispuesto a tomar una decisión, no debería con-
denar a aquellos que la toman.
El cristiano debe tener cuidado. McGarvey escribió: «El creyen-
te, por otra parte, está en peligro de seguir la indagación con una
determinación tan fija de que la Biblia resultará veraz como para
llevarle a aceptar superficiales sofismas como sanos argumentos, y
a descuidar la fuerza de objeciones serias.» 29 El razonador puede
llegar a estar tan ávido de creer que puede aceptar o incluso poner
en compromiso varios aspectos de su creencia para mantener una
concepción total. La Figura 7 representaría esta conclusión:

28. Frank E. Wier, The Christian Views Science (New York: Abingdon Press, 1969), pág. 65.
29. McGarvey, Evidences of Christianity, op. cit., pág. 3.

46
CREENCIA

--
A ------- j C ---:B---- --
EVIDENCIÁ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ RAZÓN - - ?-------? VERDAD
D
INCREDULIDAD
Fig. 7
La creencia en la evolución teísta es un buen ejemplo de esta si-
tuación. El razonador en esta situación piensa que las teorías cien-
tíficas (técnicamente, «hipótesis» con referencia a la evolución) tie-
nen que ser armonizadas con la Biblia. Aunque la evidencia cientí-
fica no apoya la evolución, cree él que si ha ele salvar su fe en la Bi-
blia mientras que permanece fiel a lo que él cree ser evidencia cien-
tífica en apoyo de la evolución, tiene que hacer un compromiso en-
tre ambas. Así tenemos la evolución teísta. Es el resultado de su ig-
norancia acerca de la ausencia de evidencia en favor de la evolución
y también de su ignorancia acerca de lo irreconciliables de las en-
señanzas del evolucionismo orgánico y la Biblia. Una confianza ex-
cesiva en teorías no las hace verdad ni hecho demostrado, aunque
sean teorías de la ciencia. Pero aquí, en relación con la teoría de la
evolución, el celo con frecuencia ha producido evidencias allí donde
no las había. Estudiaremos este problema en los capítulos relacio-
nados con el tema de la evolución.
El razonador debería tomar un sumo cuidado en su examen de
las evidencias del cristianismo. Los prejuicios y las posturas pre-
concebidas, o incluso presiones sociales, afectarán al final las con-
clusiones que uno tome.

LA FUERZA DE LA FE

Creemos que Sócrates existió. Creemos esto casi sin ninguna


duda. De hecho, la mayor parte de lo que creemos nunca lo hemos
visto, oído, olido, gustado o tocado. Esto ilustra la fuerza de la fe.
Creemos los hechos históricos como si los hubiéramos experimenta-
do personalmente. Las muchas señales, maravillas y actos de Jesús
registrados en la Biblia fueron registrados allí con el propósito de
generar una firme fe en aquellos que leyeran sus relatos escritos
(Juan 20:31, 32). Jesús dijo: «Bienaventurados los que no vieron, y
creyeron» (Juan 20:29). Es verdad que «ver es creer». Pero el cris-
tiano tiene esta ventaja sobre el escéptico, que para él «creer es
ver». Cuando reconocemos el ser de Dios, todas las piezas del uni-
verso cobran sentido. Y no tenemos que llegar a tocar o ver a Dios
para creer. No es necesario experimentar algo antes que uno crea
en ello. Incluso el escéptico tiene que admitir esto.

47
El método científico cae dentro del reino de la experiencia. Tie-
ne que ver con las cosas presentes empíricamente discernidas, no
con el pasado ni con el futuro. Tenemos que mantener esto bien
presente en nuestras mentes. Los historiadores utilizan el método
científico de estudio para determinar verdades históricas. Pero el
historiador está trabajando con el pasado mediante documentos de
la historia pasada. Y en el mismo sentido el científico histórico está
trabajando en el presente con «documentos» (fósiles y formaciones
geológicas) de la historia pasada. El científico trata con observacio-
nes, pero el historiador trata con testimonios. El historiador sólo
utiliza el método científico de razonamiento para determinar la
verdad del testimonio. En las evidencias cristianas tratamos con
testimonios y hechos. Y el testimonio y los hechos tienen que pre-
ceder a la fe. Por lo menos, es lo que normalmente sucede. Pablo es-
cribió: «¿Cómo creerán en aquél de quien no han oído?» (Romanos
10:14). En realidad, entonces, el propósito de los registros evangé-
licos es dar testimonio de Jesús, evidencia de Su deidad.

LOS LÍMITES DE LA RAZÓN

C. S. Lewis escribió: «Todo posible conocimiento, entonces, de-


pende de la validez del razonamiento.» 3º Pero es esencial imponer
algunos límites y dar advertencias acerca de nuestra facultad de ra-
zonar con relación a la revelación. T. Alee Burkill advierte primero
afirmando que «la razón es una facultad peligrosa por cuanto tien-
de a ir más allá de sus datos legítimos derivados del entendimiento
y a aplicar sus ideas a lo incondicionado, que va más allá de los lí-
mites de la experiencia». 31 Benjamín B. Warfield afirma:
La razón puede afirmar cosas acerca de Dios y de cosas más allá de la ex-
periencia del hombre pero que así lo afirme no puede ser considerado como
una parte del conocimiento por la experiencia. Mediante la razón el hombre no
puede entrar en el campo de lo divino. Al menos, no puede hablar de ello con
la misma certeza con que suele expresarse acerca del reino de lo empírico."

Davis elabora más esta reflexión diciendo:


Mediante sabiduría humana, la razón, no es posible comprender los cami-
nos de Dios, porque «por fe andamos, no por vista». Si encontramos en la en-
señanza de la Biblia una cierta verdad, no deberíamos tratar entonces de de-

30. C. S. Lewis, Miracles, A Preliminary Study (New York: Macmillan Company, 1947), pág.
19.
31. T. Alee Burkill, God and Reality in Modern Thought (Englewood Cliffs, New Jersey: Pren-
tice-Hall, Inc., 1963), pág. 12.
32. Benjamin B. Warfield, The Inspiration and Authority of the Bible (Philadelphia, Pa.: Pres-
byterian and Reformed Pub. Co., 1970), e;;• ed., pág. 8.

48
cidir si es o no es razonable, y rechazarla si no es razonable (desde el punto
de vista humano). Podemos razonar acerca de la verdad enseñada, pero la ver-
dad o falsedad de cualquier doctrina bíblica no debe ser determinada median-
te el solo criterio de la razón. 33

«La razón puede enseñarnos muchas cosas con respecto a Dios


y al deber, pero no puede enseñarnos todo lo que es necesario que
conozcamos, sin la ayuda de la revelación». 34 La razón sólo puede
llegar hasta cierto punto en nuestra creencia en Dios, y después la
revelación debe proseguir desde allí.
El grande e inminente peligro de la razón es que muchas veces
se dirrge al racionalismo. Y el racionalismo casi siempre toma el lu-
gar de la revelación en religión. W. A. Visser'T Hooft escribió: «La
entronización de la razón significa la entronización del hombre que
viene a ser su propio legislador.» 35 «Nada podría ser más nefasto
que la sustitución del racionalismo en lugar de la razón en el cris-
tianismo. »36 Este razonamiento queda plasmado por León Tolstoi
en su declaración: «Si no hay una razón más elevada -y no la
hay- entonces mi propia razón tiene que ser el supremo juez de mi
vida.» 37
El hombre no puede ser su propio juez y legislador. Si rechaza-
mos la revelación de Dios en nuestro razonamiento acerca de las
cosas, nuestras conclusiones serán de cierto falsas. La Biblia advier-
te en contra del racionalismo una vez tras otra (Romanos 8:7; 2 Co-
rintios 10;5; 1 Corintios 1:18-2:16). Brantle dijo acerca de la recta
razón: «La razón encontrará a Dios, pero la razón encontrará tam-
bién la necesidad de trascender la razón, la promesa de más que lo
que la razón puede ofrecer.» A cada persona que tiene más fe en la
razón .que en la revelación (la Biblia) se le debería recordar que el
hombre sigue siendo falibe. El hombre necesita algo más que la
mera razón para conducir su vida. Necesita la revelación de Dios.

EL CRISTIANO Y LA FE

El cristianismo es un sistema de fe, no de fe ciega sino de una


fe razonable. El cristianismo no es meramente hechos y razones. Si
lo fuera, no habría lugar para la fe. La fe del cristiano es adecuada-
mente definida en Hebreos 11: 1: «Es, pues, la fe la certeza de lo que

33. David, Evolution and Revelation, op. cit., pág. 36.


34. !bid., pág. 34.
35. W. A. Visser't Hooft, The Kingship of Christ (1948), citado por Ralph Woods, World Trea·
sury of Religious Quotations (New York, Garland Boos, 1966), pág. 818.
36. Bernard Ramm, «The "Death of God" Theology», Is God Dead? (Grand Rapids, Mich.:
Zondervan Publishing House, 1966), pág. 97.
37. León Tolstoi, My Confession (Nueva York: Thomas Y. Crowell, 1879), n.p.

49
se espera, la convicción de lo que no se ve.» La fe es a la vez certeza
y convicción. La palabra «convicción» podría también traducirse
como «prueba o demostración». 38 La fe cristiana es prueba o evi-
dencia de las cosas que no se ven. Pero ¿por qué se considera como
prueba de cosas no vistas? Obsérvese primero la figura 8:
«LO QUE SE ESPERA»
0.
0rt0
<'?.)

Fig. 8
La palabra griega traducida «certeza» se traduce también en la
Versión Estándar Americana, en el margen, «el dar sustancia a». En
este pasaje, la fe «es afirmada como siendo la subestructura de la
esperanza y la prueba de su realidad». 39 La Biblia dice que la fe es
evidencia de las cosas no vistas, pero es una evidencia debido a que
se basa en la evidencia. Thomas escribió: «Cuando la Biblia habla de
fe como evidencia, nos damos cuenta de que la fe misma está basa-
da en la evidencia, y que puede ser una fe válida sólo si está arrai-
gada en una evidencia válida.» 4 º
La fe cristiana está basada sobre una evidencia razonable y vá-
lida, o sería una fe irrazonable. Tenemos que entender claramente
que la fe es una evidencia sólo si está basada sobre evidencias.41 La
fe, o la creencia, sin evidencia es sólo superstición.
«LO QUE SE ESPERA» «NO SE VE»

~lFE7 T
1EVIDENCIA! Fig. 9
En las evidencias cristianas estudiamos hechos y verdades que
llevan a inferir cosas que no podemos experimentar (Fig. 9). Y« ... de
necesidad para la fe es el asentimiento intelectual a una afirmación
proposicional o hecho histórico, y que como condiciones previas
para el asentimiento tienen que darse hechos, evaluados por la ra-
zón y culminando en el conocimiento, al cual se da finalmente el
asentimiento.» 42 «Tanto el conocimiento como la razón tienen que
38. Arndt and Gringrich, A Greek-English Lexicon of the New Testament, op. cit., pág. 248.
39. Thomas, Facts and Faith, op. cit., pág. 261.
40. !bid.
41. !bid.
42. !bid., pág. 276.

50
ser anteriores a la entrega para una fe válida.» 43 Y esto es esencial-
mente lo que se afirma en Hebreos 11: 1. La fe es la evidencia de las
cosas que se esperan.
La fe cristiana nos lleva más allá de aquellas cosas que experi-
mentamos empíricamente. La fe válida puede llevarnos más allá de
aquellas cosas que nuestros sentidos pueden experimentar sólo si
está basada en evidencias razonables. Pero la prueba del conoci-
miento religioso, o de las cosas que no podemos verificar empírica-
mente, nunca es absoluta en el sentido de que puedan ser probadas
por el método científico. «Por fe andamos, no por vista».
Así que llega el momento en nuestro razonamiento con respecto
a la evidencia que la fe es producida en aquello que es sumamente
probable, pero, sin embargo, no experimentado. No podemos de-
mostrar empíricamente que Dios existe. Pero la evidencia es lo su-
ficientemente poderosa como para justificar esta conclusión. Tho-
mas añade que esta fe «lleva a alcanzar (por lo que al creyente in-
dividual respecta) los conceptos metafísicos que no pueden ser dis-
cernidos por medio de los sentidos físicos.» 44 En la indagación cris-
tiana la razón sólo llega hasta cierto punto. Allí donde se detiene,
la fe toma su lugar. Thomas explicaba que Hebreos 11: 1 «indica
que la razón (apoyada por la evidencia y los hechos empíricos) pue-
de llevarnos sólo hasta cierto punto, y luego debemos proseguir
para llegar a nuestras conclusiones por la fe. No es bíbilico por ello
pensar que las conclusiones de la fe están totalmente enmarcadas
por la razón.» 45 Con esto se dice que la sólida razón es siempre el
fundamento de la verdadera fe cristiana, pero que la fe cristiana no
es íntegramente razón. No es racionalismo.
«Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la
palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no
se veía» (Hebreos 11 :3). Esta fe no es una fe supersticiosa, carente
del apoyo de la razón. Pablo afirma que la persona razonable llega-
rá a deducir que la existencia de este presente cosmos la existencia
de un Creador. Y escribe: «Porque las cosas invisibles de él, su eter-
no poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación
del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas» (Ro-
manos 1 :20). Dios «no se dejó a sí mismo sin testimonio» (Hechos
14: 17), sino que proveyó suficiente evidencia para el hombre para
llevarlo más allá del mundo material a la fe en el espiritual. Nos
dejó justo con la suficiente evidencia como para hacernos saber que
este mundo material no es todo lo que hay.

43. !bid., pág. 267.


44. !bid., pág. 250.
45. J. D. Thomas, Heaven's Window, op. cit., pág. 18.

51
EL ATEO Y LA FE

En la infructífera lucha del ateo para refutar el cristianismo, se


han emitido acusaciones de que el sistema cristiano reposa entera-
mente sobre la fe, en t~nto que la posición atea descansa entera-
mente sobre la razón. Este no es el caso. No sólo el ateo tiene fe,
sino que tiene fe sin suficiente evidencia para su postura.
El ateo cree que la vida provino de la materia. Cree que la cons-
ciencia surgió de la materia inanimada, que las emociones surgie-
ron de lo que no las tiene, que la personalidad surgió de lo imper-
sonal. El ateo cree en la eternidad de la materia. El ateo «cree en
un credo que carece de esperanza; que le dice al hombre que salió
del limo en lugar de lo sublime, y que el hombre acabará en el limo
con todas sus esperanzas y aspiraciones aplastadas». 46
Echemos un vistazo a su fe. Su postura es una postura de gran
fe. «La posición del ateo es una posición de una insensatez consu-
mada, porque afirma una proposición negativa que es incapaz de
prueba.» 47 Si es incapaz de prueba, es entonces una posición que
exige fe, una fe irrazonable. El ateo no puede demostrar que la vida
surgiera de la materia inerte. No puede demostrar que la inteligen-
cia proviniera de lo ininteligente, que el razonamiento surgiera de
aquello que no puede razonar. Cree en estas cosas, pero no puede
demostrarlas. Y es una fe irrazonable.
El ateo niega a Dios pero no puede demostrar su posición. Man-
tiene una posición que nunca puede ser demostrada. Su sistema re-
posa sobre una negación, no sobre una prueba.
El asunto es que el poder de una posición se debe hallar no meramente en
su poder de ataque, sino también en su poder de sostener su propia doctrina.
En otras palabras, uno no debiera caer en la «falacia de las objeciones» y creer
que debido a que puede encontrar ciertas objeciones a la posición de la fe en
Dios, que por ello mismo la fe en Dios es irrazonable. No hay ninguna posición
que nadie pueda asumir que no presente algunas dificultades.4'
Así como el ateo demanda pruebas de la posición cristiana, de la
misma manera el cristiano debería demandar pruebas de la posi-
ción del ateo. Esto es lo justo. Ningún sistema razonable de pensa-
miento se opondría a la presentación de su evidencia. Así que al
ateo le decimos: «Presenta tus pruebas». Baxter escribió:
Ha sido mi observación durante muchos años que toda la carga de prueba
se impone frecuentemente sobre aquellos que creen en la religión cristiana por
parte de aquellos que la ponen en tela de juicio. Con frecuencia el ateo o el ag-
nóstico no arriman el hombro para tomar su parte de la carga de la prueba.

46. James D. Bales, «The Existence of God», Bales-Teller Debate (Arkansas: Old Paths Book
Club, 1947), pág. 18.
47. J. Noel Merideth, «Theism», Cospel Advocate (March 24, 1966), pág. 181.
48. Bales, Bales-Teller Debate, op. cit., pág. 15.

52
Lo que hacen es lanzar una ráfaga de preguntas, pero sin demostrar su propia
posición. Es fácil hacer preguntas. Es mucho más difícil demostrar evidencias.
Comencemos nuestro estudio demandando que las posiciones de fe y de incre-
dulidad acepten una responsabilidad equitativa de presentar evidencias.' 9

Eran ciertas las palabras del salmista cuando dijo: «Dice el ne-
cio en su corazón: No hay Dios» (Salmo 14:1). Esta afirmación que-
dará justificada al irse desvelando las evidencias del cristianismo.
Pero que nunca se olvide que el ateo tiene fe. Las palabras de R. C.
Foster son de lo más apropiadas en este punto. «En la actu~lidad se
considera una chocante descortesía llamar a alguien ateo. El es sólo
un "humanista" -por lo general, un "humanista teísta", si se quie-
re, porque tiene un "dios", una idea, la imagen de su propio torcido
yo. ¡Un ateo teísta!» 5º

RECAPITULACIÓN

El cristianismo demanda fe. Pero, insistimos, esta fe no es irra-


zonable ni carente de base. Está basada en una evidencia válida. La
fe sin razón es superstición. Pero el cristianismo no es un sistema
donde toda la fe queda borrada mediante el razonamiento sobre sus
evidencias. «Pero nunca quedará la fe disuelta en una total certi-
dumbre, y tenemos que esperar que habrá siempre un grado de con-
tingencia.» 51 Siempre habrá lugar para la fe en el cristianismo.
Pero el problema surge cuando se acusa al cristianismo de ser
meramente un sistema de fe, en tanto que el ateísmo es un sistema
de razón. Esto, sencillamente, es falso. Refiriéndose a la fe cristia-
na, Voltaire escribió: «La fe ... no pude ser nada más que la aniqui-
lación de la razón, un silencio de adoración ante la contemplación
de cosas absolutamente incomprensibles ... la fe, por ello, no es más
que una incredulidad sometida o respetuosa.» 52 ¡Voltaire estaba en
un error! El cristianismo es razonable y su fe se apoya sobre eviden-
cias.
La posición del ateo es irrazonable por cuanto no está basada en
pruebas. Está basada totalmente en una negación no probada del
pensamiento teísta. El ateísmo no puede ser demostrado cierto y la
evidencia muestra que, como sistema de pensamiento, es falso.
El cristiano tiene fe en el cielo porque su fe se mantiene sobre
evidencias que justifican esta conclusión. No cree en Dios porque le
haya visto sino porque la evidencia que apoya la fe cristiana dice
que es razonable creer e irrazonable no creer. Etienne Gilson con-
49. Baxter, I Believe because, op. cit., pág. 24.
SO. R. C. Foster, The Final Week (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1966), pág. 261.
SI. Thomas, Facts and Faith, op. cit., pág. 269.
S2. Voltaire, Philosophical Dictionary, 1, 1764.

53
cluía: «Una persona busca la verdad mediante el esfuerzo solitario
de la razón y queda frustrado; le es ofrecida mediante la fe y acep-
ta; y, habiendo aceptado, encuentra que da satisfacción a su ra-
zón.» 53

53. Etienne Gilson, The Spirit of Medieval Philosophy (1936).

54
3

El dilema de la duda
Todo el mundo tiene dudas en ocasiones. En el reino de los asun-
tos religiosos seríamos de lo más ingenuos si no admitiéramos que
muchas personas religiosas tienen algunas dudas con respecto a
muchas de sus creencias religiosas. ¿Es la Biblia verdaderamente la
palabra de Dios? ¿Existe Dios siquiera? ¿Es Jesús el Hijo de Dios?
Muchas personas sienten dudas acerca de estas verdades religiosas
básicas.
Pero muchas personas religiosas han dejado que sus dudas acer-
ca de estos temas queden tan fuera de control que han aceptado el
modernismo o incluso el escepticismo como filosofía de la vida. El
modernista o escéptico cree que Dios existe pero muchas veces tie-
ne varios vacíos de pensamiento que no pueden ser colmados con
evidencias empíricas. Por lo que sienten que esto es causa de duda.
No es innatural ni contradictorio el que la fe busque respuestas.
Nuestra búsqueda y adquisición de conocimiento en estas áreas
de duda no echan la fe a un lado. Es el propósito de las evidencias
cristianas sepultar las dudas, aunque siempre habrá aquellas áreas
que tienen que quedar cubiertas por la fe. Pero tenemos que hacer
algunas respuestas sobre las que fundamentar una sólida fe. Como
escribió James F. Coppedge: «Es importante que la filosofía que
uno tenga de la vida provea una fuerte base de certidumbre sin per-
sistentes dudas en los temas capitales.» 1 El ateísmo niega los prin-
cipales temas del cristianismo. El escepticismo pone la duda sobre
todos ellos. Y el modernismo se dirige en esta dirección. Así, es el

l. James Coppedge, Evolution: Possible or Jmpossible? (Grand Rapids, Mich.: Zondervan pu-
blishing House, 1973), pág. 25.

55
propósito de este y de los varios capítulos que siguen desafiar lapo-
sición de los dubitativos y fortalecer la posición teísta.
Al estudiar la existencia de Dios nuestro propósito es el de mos-
trar que un examen de la evidencia demanda Su existencia. Exami-
namos evidencias derivadas de varios campos de estudio que lógica
y razonablemente afirman la necesidad de la existencia de Dios. En
otras palabras, nuestra conclusión afirma: «Por ello, es más razona-
ble creer que no creer.»
Pero el inquiriente no puede llenar todos los vacíos de pensa-
miento en su estudio de la existencia de Dios. La mayor parte de las
cosas que estudiamos acerca de Dios no se derivan de evidencias
empíricas. Incluso la revelación divina no llena todos los huecos.
Hay algunas cosas que nuestras mentes finitas simplemente no
comprenden acerca de Dios. Dios es eterno. Pero ¿verdaderamente
entendemos y comprendemos la eternidad? Si lo entendiéramos
todo, seríamos dioses nosotros mismos. Hay mucho espacio para la
fe. Pero nuestra fe se basa en un razonamiento lógico que afirma la
existencia de Dios y que no es meramente un pensar voluntarioso,
supersticioso.
La Biblia no intenta demostrar la existencia de Dios. Afirma:
«En el principio creó Dios ... » (Génesis 1:1). Afirma que los cielos de-
claran Su gloria (Salmo 19: 1-6); que el cosmos revela Su inteligen-
cia (Romanos 1:18-22); que. Él no es de carne (Le. 24:39), sino
espíritu (Juan 4:24). La Biblia asume Su existencia, afirmando
que Su ex!stencia es totalmente evidente por el examen de las
cosas que El ha creado (Hechos 14:17; Romanos 1:20; Salmos 8:1;
50:6).
Sin embargo, existen hoy en día muchas escuelas de pensamien-
to de las cuales la metafísica niega el ser de Dios. El escepticismo
ha retorcido las mentes de muchos pensadores haciéndoles pasar
por alto evidencias que manifiestan lo razonable de la existencia de
la Deidad. El escepticismo es definido como el «método de la sus-
pensión de juicio, duda sistemática ... » 2 Pero no todos los que tienen
dudas son escépticos. Lo son sólo aquellos que «Sistemáticamente»
ponen en tela de juicio aquellas creencias que son, y siempre serán,
fundamentales para el cristianismo. 3 El verdadero escéptico es
aquel que hace de la duda un hábito.
El cristianismo es una institución positiva y ha tenido una existencia posi-
tiva en el mundo por más de dieciocho siglos. La incredulidad, como opuesta
al cristianismo, no es una institución, sino una mera negación de una institu-
ción y de los hechos y documentos sobre los que está basada. No tiene una
existencia formal esencial. No tiene hechos ni documentos y, por ello, carece

2. «Skepticism», Webster's Seventh New Collegiate Dictionary (Springfield, Mass.: G & C. Me-
rriam Company, 1965), pág. 815.
3. !bid.

56
de prueba. Simplemente, se dedica a asaltar el cristianismo, pero no ofrece
m1.da en su lugar, ni nada tiene que ofrecer.'

Siempre los ha habido que hacen su objetivo en la vida la des-


trucción de Dios. Pero no tienen nada que dar a cambio. Niegan,
pero no tienen nada que poner en su lugar. Algunos de estos siste-
mas de pensamiento son considerados en el resto de este capítulo.

NATURALISMO DESNATURALIZADO
El naturalismo es una filosofía de que todas las cosas tienen que
ser explicadas mediante procesos físicos. Mantiene «que todo -en
el pasado, presente y futuro- tiene que ser explicado en términos
de procesos naturales como los del presente». 5 Enno Woltuis lo ex-
plica de la siguiente manera:
Es una filosofía de la vida que se contenta con limitar sus intereses a este
mundo. Intenta explicar todo lo que conocemos, incluyendo al hombre mismo,
en términos de procesos físicos que obedecen las leyes naturales, descubiertas
por las ciencias inductivas, experimentales. Lo que es real, dice, es aquello que
podemos describir científicamente; todo lo demás, si es que hay algo más, es
para siempre desconocido para nosotros, así que, ¿para qué ocuparse de ello? 6

«La existencia de Dios, la inmortalidad, las almas fuera del


cuerpo o los espíritus, el propósito y designio cósmicos, tal como
todo ello ha sido de costumbre interpretado por la gran religión ins-
titucional, es negado por los naturalistas por la misma razón gené-
rica por la que niegan la existencia de hadas, duendes y meigas.» 7
El naturalismo es un enemigo básico de la fe religiosa y es más fre-
cuentemente la enfermedad del científico cuya mente ha quedado
absorta en el estudio del mundo natural. No hay lugar para el so-
brenaturalismo en la filosofía de los verdaderos naturalistas.

LA MATERIA ¿ES UN MANDARÍN?


El hermano gemelo del naturalismo es el materialismo. El ma-
terialismo es descrito como «una teoría de que la materia física es
la única realidad y que todo el ser, procesos y fenómenos pueden
4. Alexander Campbell, «Introduction», Ca111pbell-01ven Debate (Nashville, Tenn.: Me Quid-
dy Publishing Company, 1957).
S. James d. Bales, «Philosophy and Religion», Pillars of Faith, Herman O. Wilson and Morus
M. Wonock, eds., (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, sil), pág. 206.
6. Enno Wolthuis, Scíence, God and You (Grand Rapids, Mich., Baker Book House, 1965),
pág. 40.
7. Sydney Hook, Partisan Review (Janmuary-February, 1943).

57
ser explicados como manifestaciones o resultados de la materia».8
el materialismo mantiene que la materia en movimiento es lo único
que existe. 9 Mao Tse Tung dijo: «No hay nada en el mundo aparte
de materia en movimiento.» 0 «El materialismo mantiene que los
cambios químicos obrados en las células cerebrales arrojan una es-
pecie de efluvio que llamamos consciencia, pero tan pronto como el
cerebro deja de funcionar, la consciencia deja de existir y se desva-
nece para siempre.» 11 Julian Huxley, un evolucionista materialista,
expresaba su filosofía materialista en biología al afirmar lo siguien-
te acerca de la actividad del cerebro: «La complejidad de la orga-
nización del cerebro es casi infinitamente superior a la de cualquier
otra pieza de maquin,aria biológica en nosotns mismos o en cual-
quier otro animal... [Enfasis mío, R. E. D.].» 12 Y así es como la ma-
yor parte de evolucionistas materialistas consideran el cuerpo, sim-
plemente maquinaria. Para el materialista todos somos todos sim-
plemente maquinaria en movimiento.
El verdadero materialismo niega la existencia de la mente apar-
te de la materia. Sostiene que la materia es eterna. La materia sería
la única fuente de la que proviene el mundo presente. Niega a Dios
de plano, como también niega los milagros, la inspiración de la Bi-
blia o cualquier cosa relacionada con el sobrenaturalismo. De ma-
nera que en realidad «nadie que sea exclusivamente un materialista
puede tener fe cristiana. Como tampoco nadie que sea un naturalis-
ta pleno podría aceptar a Dios ni a Cristo, ni la Biblia como libro
divino en nigún sentido». 13 El materialismo estricto es necesaria-
mente ateo. El materialismo afirma que no hay Dios y que la ma-
teria es la única entidad eterna, o bien que la materia se creó a sí
misma evolucionando a la existencia procedente de la nada absolu-
ta. En este último caso se viene a decir que la materia posee los
atributos de un creador.» 14 «En la filosofía materialista no hay lu-
gar alguno para Dios. El materialista cree que la materia, las sus-
tancias físicas, es todo lo que hay en el universo, y que todos los fe-
nómenos, incluyendo la mente y la personalidad, son debidos a
agentes físicos.» 15 Y si ésta es la filosofía que uno tiene de la vida,
¿cómo puede quedar entonces lugar para Dios?

8. «Materialism», Webster's Seventh New Col/egiate Dictionary, op. cit., pág. 521.
9. James D. Bales, The Existence o(God (Searcy, Ark.: 1948), un debate, pág. 37.
10. Mao Tse Tung, On Contradiction (New York: lnternational Publishers, 1953), pág. 20.
11. Floyd E. Hamilton, The Basis o{ the Christian Faith (New York: Harper and Row Publis-
hers. 1964). pág. 18.
12. Julian Huxley, Evolution in Action (New York: The New American Library, 1964 edition),
pág. 73.
13. J. D. Thomas, Facts and Faith (Abilene, Tex.: Biblical Research Press, 1965), pág. 23.
14. Donald England, A Christian View o{ Origins (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House,
1972), pág. 18.
15. W. A. Criswel/, In Defense o( God (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House,
1967), pág. 57.

58
MATERIA Y MENTE

Los materialistas dicen que la materia ha existido desde toda la


eternidad y que la mente es el resultado de la compleja organiza-
ción de la materia misma (Fig. 1, A). Los teístas mantienen que la
mente ha existido desde toda la eternidad y que la materia es el re-
sultado de la Mente que la creó (Fig. 1, B).

A. MATERIALISMO

________ ..,.
La mente evolucionó
(

La materia es eterna
Fig. 1

B. TEÍSMO
La mente es eterna
~C..___ _ _ _J
La Materia fue creada

Uno se queda con la alternativa de que o bien la materia creó la


mente (consciencia, intelecto, emoción, la idea de Dios, etc.), o que
la Mente (Dios) creó y sustenta la materia. El Dualismo mantiene
que tanto la Mente (Dios) como la materia han existido desde toda
la eternidad. Esto es, la Mente es eterna y la materia también lo es;
han coexistido durante toda la eternidad (Fig. 2).

DUALISMO

La materia es eterna

La mente es eterna

Fig. 2

Pero aquí se tiene necesariamente que rechazar la eternidad o la


capacidad originadora de la materia. Siguen las al menos dos obje-
ciones a la filosofía de «la eternidad de la materia»:

59
A. La materia prima no es eterna
Stoner escribió: «El argumento de que la materia es eterna y
que no ha podido haber creación, resultó ser totalmente falaz y ha
sido sustituido por el nuevo concepto probado de que la energía
puede ser transformada en materia, y ésta en energía. 16 La segunda
ley de la termodinámica es un concepto científico que declara que
«en cualquier transferencia o transformación energética, aunque la
cantidad total de energía sea inalterable, la cantidad de utilidad y
disponibilidad que la energía presente siempre disminuye». 17 La
evidencia científica actual ha rechazado el concepto de la «eterni-
dad de la materia». Muchos científicos ya no creen que la materia,
tal como la vemos en la actualidad, haya existido durante toda la
eternidad. Algunos científicos han pasado a la teoría del «plasma»,
que es la creencia de que los plasmas fueron los materiales origina-
les en base de los que fue formado el presente mundo de la materia.
Naturalmente, para la mayor parte de los científicos que aceptan
esto, se trata sólo de un cambio de una filosofía materialista a una
filosofía «plasmática». Ambas rechazan el sobrenaturalismo.

B. La mente señorea sobre la materia


Los descubrimientos científicos, que han refutado la afirmación
de naturalistas, materialistas y dualistas de que la materia es eter-
na, han obligado a los científicos a buscar otras respuestas para el
origen de lo existente. Para el investigador objetivo este cambio ha
sido hacia el teísmo. Pero para el escéptico ha sido hacia el agnos-
ticismo, esto es, la idea de que no podemos conocer. Muchos sim-
plemente rechazan las explicaciones teístas y recurren a cualquier
explicación, en tanto que no involucre ninguna idea de, un Dios.
Pero la mente es la que señorea sobre la materia. Esta es una
conclusión lógica, científica y filosóficamente exacta. Los siguientes
puntos son factores que ilustran esta conclusión:

l. Tan sólo se da por sentado que la materia es la realidad eterna


y definitiva. El materialista «asume que la materia es todo lo que
existe, y que toda consciencia, pensamiento, inteligencia, aborreci-
miento, amor y sentimiento son meramente ilusiones». 18 El mate-
rialista no puede probar la eternidad de la materia. Su creencia está
basada totalmente sobre una mera suposición. Ramm ha afirmado
acertadamente: «Para que una filosofía sea verdadera tiene quepo-
der dar explicación no sólo del universo en general, sino de sí mis-
ma en particular.» 19 Los materialistas no pueden explicar el universo.

16. Peter W. Stoner, Science Speaks (Chicago: Moody Press, 1963), pág. 14.
17. Henry M. Morris, The Bible and Modern Science (Chicago: Moody Press, 1956). pág. 14.
18. Bales, The Existence ofGod, op. cit., pág. 37.
19. Bernard Ramm, Protestant Christian Evidences (Chicagro: Moody Press, 1971), pág. 61.

60
Si la mente es sólo la actividad y el resultado de la interacción
de la materia, entonces ¿por qué (la mente) determina que la rea-
lidad última es la materia? Ramm dijo: « ..•en los procesos natura-
les no hay ni bueno ni malo. No hay efectos erróneos que provengan
de causas correctas». La materia es amoral y carente de reflexión.
Pero nosotros somos seres morales y reflexivos. Trascendemos la
materia porque somos seres morales y reflexivos.
Si el materialismo fuera cierto no podría probarse a sí mismo
que es cierto sin trascender los conceptos materiales. Naturalmen-
te, ello destruye totalmente el concepto de materialismo. De mane-
ra que lógicamente el materialismo es una filosofía que no puede
explicarse a sí misma. ¿Cómo puede la materia explicar la forma en
que ella misma funciona? Evidentemente, el hecho de que podamos
explicar, al menos hasta cierto punto, es evidencia de que somos
más que meramente materia en movimiento.
2. La mente tiene los poderes de pensamiento, memoria, conscien-
cia y comprensión. ¿de dónde provinieron estas capacidades? ¿De
aquello que no puede hacer nada de ello, la materia? Hamilton pre-
gunta:
¿Cómo podría una fuerza impersonal producir un ser personal? ¿Cómo
aquello que ni piensa ni desea podría producir aquello que piensa y tiene vo-
luntad? El materialista afirma que en un universo de casualidad todo es po-
sible si se da suficiente tiempo para producirlo, pero ninguna combinación ca-
sual de átomos o moléculas podría producir algo que no consiste ni de átomos
ni de moléculas: ¡la consciencia y el alma! 21

3. La mente es moral; la materia no es moral. Preguntamos:


«¿Cómo podría una fuerza amoral (materia) producir (crear) una
fuerza moral?» En esto el materialista está pidiendo un milagro
mayor que el de la creación. La materia amoral no puede producir
lo moral. Thomas escribió: « ... si el materialismo mecanicista es la
verdadera filosofía básica, entonces uno queda exento de toda res-
posabilidad personal y moral por sus elecciones y decisiones en la
vida. No tendría ninguna inhibición moral, excepto aquellas que
pudiera elegir arbitraria y voluntariamente».22 ¿Cómo entró tanto
bien en el mundo si sólo la materia existe? Es el resultado de una
Mente creadora que estableció leyes morales. Y estas leyes morales
fueron establecidas para conducir a los seres creados de aquel Crea-
dor eterno.
4. La mente puede anticipar el futuro. ¿Cómo puede la mente
producir una anticipación del futuro? Ramm afirma:
20. !bid., pág. 65.
21. Hamilton, The Basis of Christian Faith, op. cit., pág. 40.
22. Thomas, Facts and Faith, op. cit., pág. 25.

61
Igualmente fenomenal es la capacidad de la mente para anticipar el futuro.
Porque es absurdo que un proceso sea consciente del proceso mismo. La afir-
mación «ven a verme mañana al mediodía» sólo puede ser hecha por una men-
te consciente del proceso, y que sin embargo lo trasciende."

Si todo lo que somos es materia en movimiento, entonces no


tendríamos capacidad tal como la de pensar en futuro. Ramm aña-
de: «El argumento es que la mente puede trascender el tiempo y
mirar adelante o atrás, fenómeno que destruye corrosivamente la
trama del naturalismo.» 24 La «materia» no puede concebir que está
en movimiento en el presente, y no puede concebirse a sí misma
como estando en movimiento en el futuro.

LEJOS DEL MATERIALISMO

Los anteriores argumentos pronuncian la muerte del materialis-


mo mecanicista. Con frecuencia se proclama el materialismo como
la respuesta y, sin embargo, no puede explicar nada. No puede dar
respuestas en lo concerniente al ser. Intenta sustituir la fe cristiana
con otra fe basada en suposiciones e improbabilidades. Y podría
añadirse que intenta sustituir la fe cristiana con una fe insustenta-
ble e irrazonable. Una fe así es ciertamente una fe crédula en com-
paración con la fe cristiana.
Así, tenemos que llegar a la conclusión de que es más razonable
creer que la mente ha existido desde toda la eternidad, y que lama-
teria es su producto. Dehoff escribió:
La materia es conocida por sus cualidades, y la mente por sus actividades;
la consciencia revela la segunda, los sentidos la primera; la primera es inerte,
la segunda, viva; la primera es insensible, la segunda llena de pensamiento y
sentimiento; la primera es pasiva, la segunda, activa; la primera sigue los dic-
tados de la ley física, la otra es responsable ante la ley intelectual y moral."
Es alentador ver un ligero desplazamiento en el campo cientí-
fico, que se aleja del materialismo; al menos en ciertas áreas. 26 An-
drew Rule dijo: «Pero el desarrollo en la ciencia ha tenido lugar de
tal manera que ha hecho que la idoneidad del materialismo haya
venido a quedar bajo una extrema sospecha y que el mismo concep-
to de materia ya no sea apropiado. Los procesos de la física en
manos de los mismos físicos han sido la causa básica de este cam-
bio.» 27 Las explicaciones mecanicistas y materialistas del ser han
23. Ramm. Protestant Christian Evidences. op. cit., pág. 65.
24. !bid.
25. George Dehoff. Why We Believe the Bible (Murfreesboro, Tenn.: 1966), pág. 18.
26. Para más información sobre este punto, leer W. Nevious, Religion as Experience and Truth,
págs. 187 y ss. y W. Hocking, Types of Philosophy, págs. 88 y ss.
27. Andrew K. Rule, «Materialism», Twentieh Century Encyclopedia of Religious Kno1vledge,
Lefferts A. Loetscher, ed. (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1955), pág. 712.

62
sido y son continuamente minadas por la investigación científica.
La filosofía ya ha cavado su tumba; la ciencia está echando paleta-
das de tierra encima. En el reino de la física, la energía ha tomado
el lugar de la materia. 28 Rule añadía: «Si éstas son interpretaciones
adecuadas de la situación contemporánea, entonces el concepto
mismo de materialismo parecería pasado de moda y actualmente
carente de significado.» 2
Esto es al menos un paso en alejamiento del materialismo ateo
que ha dificultado muchas investigaciones científicas en el pasado.
Sin embargo, para muchos científicos se trata sólo de un desplaza-
miento hacia un «energismo» ateo, la creencia de que la energía, no
la materia, es la fuente primera. Lo cual sigue siendo un rechazo de
los orígenes teístas.

NEGACIONES DE LA DEIDAD
Como se ha dicho antes, el naturalista o materialista estricto no
puede lógicamente creer en Dios como originador del universo. Una
tal filosofía, para ser coherente, tiene que negar la existencia de
Dios. En el escenario religioso, el modernismo ha conducido al es-
cepticismo. El modernismo en el cristianismo es la resurrección de
la duda con respecto a los puntos básicos del cristianismo.
El modernismo es una negación muy sutil. Su insidia va fre-
cuentemente disfrazada bajo el ropaje de «Teología» moderna. Esta
es la razón de que sea tan peligroso. Pero tenemos que reconocerlo
como una negación: es escepticismo. Bales tenía razón al decir:
Cuando el modernismo no nos da un «Dios muerto», nos da un «Dios
mudo» que no ha hablado al hombre, o un «Dios tartamudo» cuyo mensaje en
la Biblia está tan lleno de incertidumbre que no podemos conocer cuando es
Dios quien habla, o cuando se trata de una piadosa presentación de la ignoran-
cia humana. 30

El modernismo coherente tiene que conducir lógicamente al an-


tisobrenaturalismo. Llevado a su fin lógico levanta todas las som-
brías dudas de los pozos del escepticismo.
Hasta el punto en que el modernismo es coherente con su naturalismo y an-
tisobrenaturalismo, hasta este punto echa a Dios fuera, alejándolo del hombre,
y silencia Su voz al minar la fe en la Biblia. Cuando es totalmente coherente con
~u antisobrenaturalismo, niega la existencia de Dios [énfasis mío, R. E. D.]:11

28. /bid.
29. /bid.
30. James D. Bales, Modernism: Trojan Horose in the Church (Searcy, Ark.: James D. Bales,
1971), pág. 30.
31. /bid., pág. 28.

63
El ateísmo es siempre una constante amenaza para la fe cristia-
na, no debido a su razonabilidad, sino a su agresividad. Es una
amenaza tanto desde dentro como desde fuera. Ataca a la fe cristia-
na desde cada rincón. Unas pocas afirmaciones lo pondrán en evi-
dencia. En uno de los primeros boletines de la Asociación America-
na para el Avance del Ateísmo se hizo este llamamiento: «Ha llega-
do la hora de derribar la Iglesia. ¡Levantáos, prisioneros de los
sacerdotes! ¡Golpead la superstición de Dios!. .. Levantáos, ¡Echad
fuera de vosotros la fe y el temor de lo sobrenatural! ¡Sed hom-
bres!» 32 Huxley dijo: «Tenemos que estar ahora dispuestos a aban-
donar la hipótesis de Dios y sus corolarios como la revelación divi-
na de verdades inmutables, y cambiar de una visión sobrenaturalis-
ta a una visión naturalista del destino humano.» 33 Friedrick Nietzs-
che, un filósofo ateo alemán y propagandista de la teología de «la
muerte de Dios» dijo en una ocasión: «Considero el cristianismo
como la mentira más fatal y seductora que jamás haya existido:
como la mayor y más impía mentira ... » Y David Hume escribió con
respecto a la existencia de Dios: «Todo aquello que podamos con-
cebir como existente, también podemos concebirlo como no exis-
tente.» 34 Nunca creamos que los ateos no han emprendido o no es-
tán llevando a cabo una batalla agresiva en contra de la religión en
general y contra la Biblia en particular.
Muchos filósofos y científicos han aceptado y propagado el ateís-
mo. Pero no debemos decir que sólo ellos sean culpables. Unos su-
puestos «teólogos» también anidan y propagan esta teología de ce-
menterio, especialmente la «teología de la muerte de Dios». Por
ejemplo, J. J. C. Smart dijo: «Nunca puede haber una contradicción
lógica en la negación de que Dios existe.» 35 Baier escribió: «Ya no
se discute con seriedad que el concepto de un ser lógicamente ne-
cesario es contradictorio en sí mismo. Todo lo que pueda ser con-
cebido como existente puede asimismo ser concebido como no exis-
tente.» 36 John A. T. Robinson, en Honest to God, escribió: «Pero los
signos es que estamos llegando al punto en que toda la concepción
de un Dios "que está ahí", que nos ha ido tan bien desde la caída del
universo de tres pisos, está ella misma viniendo a ser más un estor-
bo que una ayuda.» 37 Thomas J. J. Altizer, otro proponente de la
teología de la muerte de Dios, escribió: «Verdaderamente, el primer
axioma de una teología verdaderamente contemporánea es la acep-

32. Bulletin, American Association far the Advancement of Atheism, 1928.


33. Carta al editor, Fortune Magazine (February, 1965), pág. 101.
34. David Hume, Dialogues Conceming Natural Religion, Part IX.
35. J. J. C. Smart, New Essays in Philosophical Theology, pág. 34.
36. K. E. M. Baier, The Meaning of Life, Inaugural Lecture (Canberra: Canberra University
College, 1957), pág. 8.
37. John A. T. Robinson, Honest to God (Philadelphia: The Westminster Press, 1963), págs. 15,
16.

64
tación de la muerte de Dios.» 38 Un profesor de un 'seminario de teo-
logía afirmó en la revista Time:
Para los teólogos contemporáneos, Dios es un concepto en progresivo enra-
recimiento. Los «ateos cristianos» están listos para redactar su necrológica ...
en el pasado, la religión ha dificultado, en lugar de ayudar, el auto-progreso
del hombre ... En el futuro, el cristianismo no podrá concebir a Dios como ser,
lo que literalmente significa que Dios no existe, por cuanto la existencia es sólo
la propiedad de seres ... Y, hasta allí donde la palabra «Dios» ha venido a ser
un símbolo de un ídolo sobrenatural pasado de moda, la Iglesia bien puede re-
signarse al silencio en cuanto al nombre del ser al que sirve y predica.3 9

Que nadie que crea en Dios se piense que sus creencias no están
siendo atacadas. ¡La po~ición del cristiano está sufriendo un ataque!
Y siempre ha sido así. Esta es la razón de que cada cristiano debie-
ra estar «Siempre preparado para presentar defensa ... ante todo el
que demande razón» con respecto a la esperanza que hay en él.
La Biblia afirma: «Dice el necio en su corazón: no hay Dios»
(Salmos 14:1; 53:1). También dice que hay aquellos que rehúsan
«tener en cuenta a Dios» (Romanos 1 :28). Siempre los hay que han
clamado: «¡No hay Dios!» Y en tanto que los haya que rehúsen so-
meter sus vidas a las leyes de Dios, estos inútiles clamores persis-
tirán. «El ateísmo es la lepra del corazón, maldad destilada, ente-
nebreciendo de manera total la esperanza, y entregando a cada uno
al olvido y a la nada.» 40 H. H. Farmer dijo: «No puede haber nin-
guna duda que muchas personas encuentran difícil creer en Dios
debido a que en sus mentes hay un prejuicio que les predispone en
contra de ello.» 41 Pero nunca deberíamos permitir que tal prejuicio
entenebrezca las evidencias ni distorsione nuestro pensamiento.

EL HOMBRE SE MARCHITA SIN DIOS

·sin Dios, el alma del hombre se queda privada de un factor de


seguridad consciente de lo más necesario. El hombre es un ser físico
y también espiritual. Si satisface sus necesidades físicas en su vida,
pero no sus necesidades espirituales, entonces el ser del hombre
queda totalmente desequilibrado. Nietzsche manifestó esta situa-
ción en sí mismo y otros como él que han rechazado a Dios. Escri-
bió: «¿Dónde está, mi hogar? Por él pregunto y busco, y he buscado,

38. Thomas J. J. Altizer, «Nirvana and Kingdom of God», The Joumal of Religion, XLIII (April
1963), pág. 107.
39. Time (December 23, 1966) citado en Criswell, In Defense of God, op. cit., pág. 31.
40. J. Noel Merideth, «Theism», Cospel Advocate (March 24, 1966), pág. 181.
41. Herbert H. Farmer, Towards Belief in God (Londres: Student Christian Movement Press,
1942), Part 11, páf,. 129.

65
pero no lo he hallado. ¡Oh ubícuo eterno y presente; oh eterno au-
sente, oh eterna ilusión!» 42 Hume dijo también:
«¿Dónde estoy, o qué soy? ¿De qué causa recibí mi existencia, y a qué con-
dición volveré ... ? Me siento confundido con todas estas citas, y comienzo a
imaginarme a mí mismo en la más mísera condición imaginable, rodeado de
las más negras tinieblas, y totalmente privado de cada miembro y facultad:"

Hume y otros como él estaban filosóficamente perdidos; y tam-


bién teológicamente perdidos. Su naturalismo negaba todo sobre-
naturalismo y no tenían donde ir. El director cinematográfico Fede-
rico Fellini explica la situación de aquellos como él, que no tienen
fe ni seguridad espiritual:
Como muchas personas, no tengo religión y estoy simplemente sentado en
un pequeño bote arrastrado por la corriente. Vivo en las dudas de mi deberes ...
Creo que hay dignidad en esto, simplemente en seguir trabajando ... Ésta es la
forma en que son las cosas, dirás tú, y ahora ¿qué podemos hacer? Hoy nos ve-
mos desnudos, indefensos y más solos que en cualquier otro momento de la
historia. Estamos esperando algo, quizá otro milagro, quizá a los marcianos.
¿Quién sabe? 44

Altizer confesaba que la aceptación de su filosofía, la teología


«de la muerte de Dios» es abrir «la vía a la locura, la deshumani-
zación, e incluso a la más totalitaria forma de sociedad que jamás
se haya visto en la historia. ¿Quién puede dudar que un paso real
a la muerte de Dios tiene que tener como resultado ya bien una
abolición del hombre, ya bien el nacimiento de una nueva y trans-
figurada humanidad?» 45 Esta «humanidad transfigurada», o mejor
dicho «humanidad desfigurada», puede ser sólo la sociedad descrita
por Pablo en Romanos 1 :28-32. Aquella sociedad (la descrita por
Pablo) también rehusó «tener en cuenta a Dios». Pablo los describe
como « ... atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, ava-
ricia, maldad; llenos de envidia, horn.icidios, contiendas, engaños y
malignidades; murmuradores, etc.» Este es exactamente el tipo de
sociedad que la filosofía de Altizer, y otros como él, promueve.
El hombre no puede sobrevivir sin Dios. Las sociedades que lo
han intentado degeneran, en lugar de progresar.
Vivir sin Dios no es nada sino tortura ... El hombre no puede vivir sin arro-
dillarse, no podría soportarlo, nadie sería capaz de ello; si rechaza a Dios, se

42. Frederick Nietzsche, Thus Spoke Zarathustra, traducido por John Common (New York: Boni
and Liveright, !ne., 1917), pág. 274.
43. David Hume, Treatise of Human Nature, Libro 1 (Green and Greses Edition). 1:548, págs.
4, 7.
44. Citado por Martín E. Marty en The varieties of Unbelief(New York: Rinehart and Winston,
1964), pág. 85.
45. Thomas J. J. Altizer, The Cospel of Christian Atheism (Philadelphia: The Westminster
Press, 1966), pág. 22.

66
arrodilla ante un ídolo de madera o de oro de un Dios imaginario ... son todos
idólatras y no ateos. Esto es lo que tendrían que ser llamados. 46

Francis Bacon escribió:


Los que niegan a Dios destruyen la nobleza del hombre, porque ciertamen-
te el hombre es de la misma naturaleza que los animales por su cuerpo, y si
no es de la misma naturaleza que Dios por su espíritu, es una criatura baja e
innoble. Por ello, como el ateísmo es en todos respectos aborrecible, también
lo es en esto, que priva a la naturaleza humana de los medios de levantarse por
encima de la fragilidad humana.

«El ateísmo desarraiga totalmente de las mentes de los hombres


todo temor de hacer el mal.» 47 «Cuando los hombres dejan de creer
en Dios no es que no crean en nada; creen en cualquier cosa.» 48 «La
mejor prueba de la existencia de Dios», advirtió Sullivan, «es lo que
sucede cuando se le niega». 49 Sí, Ralph Waldo Emerson tenía razón
al decir: «El escepticismo es un lento suicidio.»

SIN DIOS, NI LEY NI ORDEN

Stephen Charnock (1628-1680) afirmó, en sus argumentos de la


existencia de Dios, una consecuencia mayor del pensamiento ateo.
Afirmó que el ateísmo «introduciría todo el mal en el mundo». 5º Si-
guió diciendo: «Si se quita a Dios, se elimina la conciencia, y con
ello todas las medidas y normas de bien y mal. ¿Y cómo se podrían
hacer ningunas leyes cuando se eliminara la medida y norma de
ellas?» 51
Charnock tenía la razón. Si quitamos la norma eterna de la ley
moral (Dios) no nos queda ninguna norma inalterable. Si el hombre
fuer Dios para sí mismo, su norma se haría más y más depravada
al ir transcurriendo el tiempo. No podríamos determinar la diferen-
cia entre el bien y el mal porque no habría bien ni mal. Cuando Is-
rael se olvidó de Dios, su sociedad degeneró hacia una abominable
crueldad humana (cp. Jeremías 3:21; Ezequiel 22:12; Romanos
1:24-32). Charnock concluye:
Un hombre podría ser ladrón, asesino, adúltero, y, en el sentido estricto de
la palabra, no sería delincuente. Las acciones peores no podrían ser malas si
46. Citado por Anthony T. Padoriano en The Estranged God (New York: Sheed and Ward,
1966), pág. 71.
47. Jean Bodin, The Republic (1606).
48. Citado por James D. Bales en The God Killer (Tulsa, Okla.: Christian Crusade Publications,
1967), pág. 133.
49. William L. Sullivan, Epigrams and Criticisms in Miniature (1936).
50. Stephen Charnock, The Existence and Attributes of God (Grand Rapids, Mich.: Sovereign
Grace Publishers, 1971), pág. 59.
51. !bid.

67
el hombre fuera Dios para sí mismo, ley para sí mismo. Nada si no el mal me-
rece una censura, y nada sería mal si no hubiera Dios, el gobernador del mun-
do, y en contra del cual, en sentido propio, se comete el mal. 52

Bales añade con acierto:


Aunque hay ateos que son retenidos por sus antecedentes, o medio ambien-
te, de repudiar la ley moral, cuando el ateo es coherente, niega la realidad de
la ley moral... En tanto que los hombres reconozcan que Dios y la ley moral
existen, se les puede apremiar a la obediencia a Él, pero una vez que niegan
la existencia del Uno y de la otra no hay una base adecuada sobre la que cul-
tivar un espíritu obediente a la ley .53

La ley moral tiene que tener siempre una norma básica como
fundamento. Siempre debe haber una «Corte Superior» donde se
pronuncia la decisión última. Pero los ateos están intentando li-
brarse de esta «Corte Suprema». Thomas F. Heinze concluía:
Existe frecuentemente una verdadera diferencia entre la conducta de uno
que está convencido de que Dios existe y que es responsable ante Él, al tratar
de obedecer el mandamiento de Dios de amar incluso a sus enemigos y tratar-
los como él quisiera ser tratado, y la conducta de uno que no cree en Dios, sino
que cree que sería mejor para la raza eliminar todo aquello que él viene a con-
siderar inferior. 54

EL DILEMA DE LA NEGACIÓN

, Pero, ¿puede alguien negar lógicamente la existencia de Dios?


Esta es una buena pregunta, y que es ciertamente pertinente al
tema que estamos tratando. Es la creencia de este autor que uno no
puede negar a Dios en buena lógica. Esto puede parecer ridículo de
entrada, pero unas reflexiones pondrán esto en claro.
Uno tendría que ser un dios para negar a Dios. Theodore Chris-
tlieb escribió: «La negación de la existencia de Dios involucra una
hipótesis absolutamente monstruosa; cuando se mira más de cerca,
es una presuposición inconsciente. Antes que uno pueda decir que
el mundo no tiene un Dios, tiene ante todo que haber llegado a co-
nocer perfectamente todo el mundo.» 55 En otras palabras, «Sería ne-
cesario conocer todo antes que uno pudiera afirmar dogmáticamen-

52. !bid.
53. James D. Bales, «The Denial of God and the Spirit of Lawlesness», Finn Foundation (May
27, 1975), pág. 324.
54. Thomas F. Heinze, Creation vs. Evolution (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1973),
pág. 101.
55. Thedore Christlieb, Modern Doubt and Christian Belief; trad. por W. U. Weitbrecht, T. L.
Kingsbury, Ed. (New York, Charles Scribener's Sons, 1878), pág. 143.

68
te que no hay Dios, porque si no se conociera todo, aquella misma
cosa que pudiera haber escapado a la detección es Dios». 56
El ateo, a fin de negar ló~icamente a Dios, tendría que investi-
gar cada rincón del universo. 7 Tendría que mirar detrás de cada es-
trella de manera simultánea, estar en todo lugar al mismo tiempo
y conocerlo todo. «Si hay una cosa que no sepa, aquella cosa podría
ser que Dios existe.» 58 El ateo tiene que estar familiarizado con
todas las fuentes de verdad, conocer todas las causas de la existen-
cia, y explicar todo lo que ha sucedido en el curso de la historia
antes que pueda decir que no hay Dios. «En conclusión», concluía
Christlieb, «para poder afirmar autorizadamente que no existe Dios
alguno, el que lo hace tiene que ser omnisciente y omnipresente,
esto es, él mismo tiene que ser Dios, y entonces, después de todo, ha-
bría uno». 59

EL CAMINO DE LA NEGACIÓN ES UNA VÍA MUERTA


Muchos jovénes pretenden ser ateos, no conociendo el razona-
miento ilógico de este sistema filosófico. Y luego muchas personas
son tan ateas como aquel que dijo: «Gracias a Dios que soy ateo».
Pero el ateísmo no es una filosofía de juguete. Es un sistema
irrazonable de pensamiento no sustentado por la evidencia. Se pue-
de decir sobre seguro que la mayor parte de las personas que se han
proclamado ateas no han examinado el dilema del razonamiento
ateo. Un ateo es una persona sin ningún medio visible de apoyo. El
ateísmo no puede ser demostrado. Es una suposición.
El único ataque del ateo es la negación. Puede negar pero no
puede demostrar. Y cada pretendido ateo tendría que ser consciente
de esto. Oldam dijo con acierto: «el ateo es meramente la encarna-
ción de una idea negativa. No es nada más que una mera nega-
ción.» 60 Y como dijo una vez Patmore: «El ateísmo en el arte, como
en la vida, sólo ha de ser llevado a su fin lógico a fin de llegar a ser
ridículo.» 61 «La realidad es de tal naturaleza que cuando el hombre
emprende el curso de negar a Dios, acaba aceptando conceptos que
niegan la propia racionalidad del hombre. Su propia lógica exige que
llegue a negar que sus propios argumentos son racionales.» 62
56. F. Maurice Ethridge, «Reasons Not to Believe in God», North American Christian (July,
1967), pág. 195.
57. James D. Bales, Communism: lts Faith and Fallacies (Grand Rapids, Mich.: Baker Book
House, 1962), págs. 40-43.
58. Lewis T. Oldham, Is There Really a God? (Murfreesboro, Tenn.: Dehoff Publications, 1965),
pág. 6.
59. Christlieb, Modem Doubt and Christian Belief, op. cit., pág. 144.
60. Oldham, Is There Really a God?, op. cit., Introduction.
61. Coventrv Patmore, Emotional Art, 1889.
62. Bales, éommunism: lts Faith and Fallacies, op. cit., pág. 44.

69
DESEO DE LA DEIDAD

Puede ser que el ateo no puede encontrar a Dios por la misma


razón que un ladrón no puede encontrar un policía. La indagación
honesta, aparte de prejuicios, sí lleva a una explicación teísta del
universo. Los ateos no dan una explicación del universo porque no
pueden. No tienen respuestas. Simplemente afirman su existencia y
lo dejan ahí. Ewing se lamentaba que «las posturas filosóficas mo-
dernas usuales opuestas al teísmo no siempre intentan dar ninguna
explicación racional del mundo en absoluto, sino que simplemente
lo toman como un hecho bruto que no debe ser explicado». 63 Al-
guien dijo en una ocasión: «El momento más embarazoso para el
ateo es cuando se siente profundamente agradecido por algo, pero
no puede pensar en nadie a quien darle las gracias.» ¿Qué piensa el
ateo cuando contempla la iluminada bóveda de las estrellas celes-
tes? ¿Qué dice? «¿Gracias a Dios por los grandes poderes del azar?»
Quizá. Pero, más en serio, el ateo está agradecido de existir. Iróni-
camente, empero, no puede explicarlo. No tiene nadie a quien ex-
presar su gratitud.
La razón, sin embargo, conduce al teísmo. La verdadera refle-
xión lleva al teísmo. Es cierto que «en cada tierra donde ha flore-
cido la filosofía, ha habido profundos pensadores que han intentado
descubrir alguna base metafísica para una creencia racional en la
existencia de algún ser supremo, de algunos seres supremos». 64 Ba-
con tenía razón al decir:

Un poco de filosofía inclina la mente del hombre hacia el ateís-


mo; pero la profundidad en la filosofía lleva las mentes de los hom-
bres hacia la religión. Porque en tanto que la mente del hombre
contempla causas segundas esparcidas, puede en ocasiones reposar
en ellas y no ir más allá; pero cuando contempla la cadena de ellas
confederadas y enlazadas mutuamente, tiene necesariamente que
proyectarse hacia la providencia y la Deidad.65
Hay problemas en cada sistema de creencia. Hay problemas en
la argumentación afirmativa de la existencia de Dios. Estos proble-
mas puede que nunca lleguen a quedar resueltos por nuestras men-
tes finitas, pero el concentrarse en ellos hará que se hinche una
duda pequeña, insignificante y aceptada llevándola a un craso es-
cepticismo. Y eJlo engendrará todo tipo de razonamiento irracional.
Benjamin B. Warfield destacó este punto al afirmar:

63. Citado por Paul Edwards, The Rationalist Annual far tlze Year, (1959). Este manuscrito
está en The Cosmological Arguments, Donald R. Burril, ed. (New York: Doubleday & Co., Inc.,
1967), pág. 122.
64. !bid., pág. 280.
65. Francis fl· • i, Of Atheism.

70
Cuando los hombres dan su atención fija a esta~ dificultades, pueden llegar
y llegan a quedar tan perplejos en sus mentes que pueden llegar a sentirse in-
capaces de creer que Dios existe, o que ellos mismos existen, o que existe un
mundo externo a ellos mismos. 66

J. Oswald Dykes refuerza esta reflexión diciendo:


Si los hombres han de reconciliar cada verdad conflictiva antes de que va-
yan a creer ninguna; si tienen que ver cómo las promesas de Dios se han de
cumplir antes de obedecer Sus mandamientos; si el cumplimiento del deber
tiene que esperar a la satisfacción del entendimiento, en lugar de actuar sobre
el sometimiento de la voluntad, entonces la mayor parte de nosotros hallare-
mos cerrados de entrada el camino de la fe y el camino del deber. 67

El teísmo es una explicación de la existencia. El ateísmo es una


negación de la explicación del teísmo, señalando algunos proble-
mas, pero sin ofrecer ninguna explicación alternativa. La argumen-
tación basada sólo sobre el poder de la negación es tan provechosa
.como un hombre intentando agarrar un puñado de aire. No impor-
ta cuánto lo intente, sigue sin conseguir nada. Y precisamente nada
es lo que los ateos tienen para ofrecer.

RECAPITULACIÓN

Et naturalismo y el materialismo son filosofías estrictamente


antisobrenaturales. En rigor sus disciplinas exigen un pensamiento
ateo. fero las investigaciones filosóficas así como las científicas han
probado que la superestructura de estas dos filosofías es ilógica y
anticientífica. La materia no es eterna. La mente controla la mate-
ria. La mente no hubiera podido desarrollarse a partir de aquello
que no tiene capacidad de reflexión, emoción, consciencia y antici-
pación del futuro. La diferencia entre el concepto teísta de los orí-
genes y el del materialista es que el teísta cree que Dios creó la per-
sonalidad y el materialista cree que la materia creó la personali-
dad. Así que nuestra pregunta es: «¿Cuál es el mayor milagro?»
La conclusión de las premisas ateas no apoya el ateísmo, sino
que más bien constituye un argumento en contra de sí misma. El
ateísmo niega a Dios. Pero para poder hacerlo de manera lógica el
ateo tiene que ser él mismo un dios. Tiene que ser capaz de cono-
cerlo todo, verlo todo, oírlo todo, y estar en todas partes simultá-
neamente.
El ateo niega la norma o ley moral: Dios y Su palabra. Pero al

66. Benjamin B. Warfield, The Inspiration and Authority of the Bible (Philadelphia: The Pres-
byterian and Reformed Pub. Co., 1970), pág. 128.
67. J. Oswald Dykes, «Abraham», 1877, pág. 257, citado por Warfield, !bid., pág. 128.

71
mismo tiempo el ateo no ofrece ningún sustituto para dirigir la
ética humana. No puede porque no puede haber otro código inmu-
table. El hombre sería ley par~ sí mismo si no existiera ningún pun-
to central de reflexión moral. El, el ateo, no podría argumentar que
el asesinato, el robo, el adulterio, etc., son malos si no hubiera una
norma de referencia. Lo que sería recto sería aquello que fuera rec-
to a los ojos de cada uno. Si no hubiera Dios este mundo sería un
mundo en el que no podría calificarse nada de malo. Y si no es así,
deberíamos preguntarle al ateo por qué no.
Si nuestro punto de arranque para la reflexión no se basa en la
creencia en la existencia de Dios, nuestro razonamiento llegará a
conclusiones erróneas. Sin la creencia en Dios, los razonamientos
que se hagan con respecto a orígenes, moral, propósito y vida serán
siempre mal conducidos meandros de pensamiento dirigidos en una
mala dirección.
Como conclusión tenemos que traer a la memoria que casi todos
han tenido dudas acerca de sus creencias. Pero estas dudas pueden
ser controladas mediante la fe. No se trata de una fe basada en pen-
samientos voluntariosos. Es una fe sólidamente basada en eviden-
cia. Un examen de las evidencias cristianas, sin dudas de ningún gé-
nero, da su apoyo al cristianismo. La duda no controlada conduce
al escepticismo. La duda controlada lleva a la verdad. Como dijo
Agustín: «Dudemos sin incredulidad de cosas que han de ser creí-
das.» 68

68. Citado por The World Treasury of Religious Quotations, Ralph L. Books, ed. (New York:
Garland Books, 1966), pág. 253.

72
4
~

Dios vive - El existe


Parte 1
Indudablemente son muchos los que jamás han examinado el
camino lógico de los razonamientos que llevan a concluir en la exis-
tencia de Dios. En las mentes de muchos este camino ha sido aban-
donado para permitir el crecimiento ahogador de las malas hierbas
del escepticismo. Muchos han basado totalmente su fe en el pensa-
miento voluntarioso. El pensamiento: «Yo sé que Dios existe; sim-
plemente sé que existe» no soportará la prueba ante ninguna per-
sona reflexiva si no está apoyado por evidencias. Y_no mantendrá la
nave de la fe de uno libre de vías de agua cuando se tengan que
atravesar las olas del escepticismo moderno. El mero deseo de estar
en lo cierto no es suficiente. La clase de fe que no está basada en la
evidencia se desmoronará, por lo general, cuando se vea atacada
por la primera brigada del escepticismo. La verdad es que hay en
el campo cristiano demasiadas espadas oxidadas por su falta de uso
acerca de este tema. Son demasiado pocos los que han examinado
las evidencias de la existencia de Dios.
Cada creyente en la existencia de Dios tiene que prepararse con-
tra las acechanzas del ateísmo. Pedro nos amonestó a estar «siem-
pre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reve-
rencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay
en vosotros». Y cada cristiano tiene que estar listo, tiene que estar
dispuesto a entregar el artículo cuando el cliente se lo pida.
Alguno puede preguntar: «¿Pued9 saber que dios existe?» La res-
puesta es que sí podemos saber que El existe. La evidencia que exa-
minaremos en los tres capítulos siguientes demanda esta conclu-

73
s10n: Dios existe. Podemos conocer que Él exi~te mediante un exa-
men de las evidencias. Y podemos saber que sabemos.
Pero, ¿qué queremos decir por ~<conocer»? El cristiano puede sa-
ber que Dios existe de la misma manera en que puede conocer cual-
quier otra verdad no experimentada. Es asunto de deducir en base
de la evidencia. Cierto, no podemos conocer la existencia de Dios
mediante el uso del método científico. El método científico se ocupa
de las evidencias empíricas. El método científico es una vía para
«conocer», pero no la única. Al razonar acerca de la existencia de
Dios no estamos razonando con evidencias como las que son pre-
sentadas exclusivamente por el método científico. No podemos oler,
gustar, tocar, oír (al menos no en esta época), o ver a Dios.

«CONOCER»
/' "' Fig. 1
Método Testimonio
Científico
También trabajamos con testimonios, con el testimonio de aque-
llos que han oído a Dios y han experimentado Sus grandes obras
(Fig. 1). Sabemos que George Washington existió al examinar los
testimonios. De la misma manera podemos sab,er que Dios existe
examinando el testimonio y al ver las cosas que El ha hecho. Sí, po-
demos saber que Dios existe de la misma manera en que sabemos
y creemos la mayor parte del conocimiento que poseemos con res-
pecto a eventos históricos, la mayor parte de los cuales no hemos si-
guiera experimentado. · 0
Tenemos que recordar que no es la carga del creyente demostrar
la existencia de Dios. Es su tarea, sin embargo, examinar las evi-
dencias que siempre, lógica y razonaqlemente, han llevado a esta
conclusión: Dios existe. Es la carga del ateo demostrar queºlas evi-
dencias no dan apoyo a la existencia de Dios. Cuan~o un att;o afir-
ma que Dios no existe, tiene que explicar por qué las evidencias
teístas que utilizamos no deben llevar a uno a creer en una existen-
cia divina. La carga de la prueba reposa sobre las espaldas del ateo,
no del teísta.
No podemos pretender que los argumentos teístas en este y el si-
guiente capítulo no presenten ningún problema. Lo presentan. Pero
esto es cierto de casi cualquier argumento, filosófico. Pero querer sa-
.::.dr provecho de los problemas menores o insignificantes de cual-
quier argumento hasta el punto de pasar por alto el peso principal
de aquel argumento es de lo más ilógico y falso; esto es, es falso por
lo que respecta a la argumentación filosófica. Tales procedimientos
en la argumentación son generalmente engendrados por prejuicios
o conceptos preconcebidos que muchas veces se esconden tras una

74
cortina de humo como «tenemos que ser objetivos». Los problemas
menores que se presenten en una argumentacióq no militan en con-
tra de la validez de los argumentos en general. Este es un principio
de la argumentación filosófica. En otras palabras, las objeciones a
los argumentos teístas no son lo suficientemente poderosas como
para hacer que uno rechace la validez de los argumentos. Si se die-
ra algún defecto capital, sin embargo, nos veríamos forzados a re-
considerar el argumento, o incluso a descartarlo. Y los ateos han es-
tado retorciéndose las manos durante siglos para hacer que los teís-
tas hicieran precisamente esto con cada uno de los siguientes argu-
mentos teístas de la existencia de Dios.
Con esto en mente, los argumentos teístas que siguen afirman la
existencia de Dios. Estos argumentos no son originales de este au-
tor, sino que han sido válidos y proclamados a través de siglos. Hom-
bres históricos los han formulado en proposiciones, pero su origen
y manifestación fueron propuestos por su conclusión lógica, Dios.
Un argumento, por sí mismo, no conduce necesariamente a una
entrega total de fe. Pero, tomado como un todo, su abrumadora
conclusión es que Dios está ahí. El ateo no debe sólo destruir un ar-
gumento, sino que tiene que quebrar cada eslabón en esta cadena
de argumentos que ligan la fe a la existencia de Dios.

EL ARGUMENTO DE CAUSA
El argumento de causa, que comúnmente recibe el nombre de
argumento cosmológico, es la afirmación de que tiene que haber
una causa para el cosmos. Es «el argumento de que el cosmos es un
efecto producido por una Causa Primera, que, por la misma natu-
raleza del caso, tiene que ser una Persona». 1
Este argumento es uno de los argumentos formalizados más an-
tiguos de todos los argumentos teístas. El apóstol Pablo menciona
lo esencial de este argumento en Romanos 1:20: «Porque las cosas
invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente vi-
sibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de
las cosas hechas, de modo que no tienen excusa» (cp. Hechos 14:17).
Pablo destaca el hecho de que las cosas existentes en el presente
dan testimonio de la existencia de un Creador, una Causa Primera.
Así, el razonador puede, por medio de las cosas hechas, ver lo invi-
sible.
POR MEDIO DE PUEDE VER
RAZONADOR ------? LAS COSAS HECHAS ------? AL INVISIBLE
Fig. 1

1. Leander S. Keyser, A System of Natural Theism, 2." ed. (Burlington, lowa: The Lutheran
Literary Board, 1927), pág. 46.

75
O podríamos decir que el hombre, por medio de la creación de
Dios, puede ver a Dios.

HOMBRE ~ CREACIÓN ~ DIOS


Fig. 2

De manera que, en realidad, éste es un argumento indirecto en


favor de la existencia de Dios. Al examinar la creación (un efecto)
llegamos a la conclusión de que fue causada por una Primera Cau-
sa. Al examinar la creación podemos ver más allá de la creación y
mirar a Aquel que lo comenzó todo. Esto es lo que Pablo afirma.
Tomás de Aquino (1225-1274) fue el primero en formalizar este
argumento en la filosofía moderna. Desde Aquino ha recibido crí-
ticas de varios hombres, especialmente David Hume (1711-1776),
Immanuel Kant (1724-1804) y John Stuart Mili (1806-1873). 2 Y to-
davía los hay en la actualidad que blanden sus hachas en contra de
él.
Este argumento es tan sólo un primer paso en la demostración
de una divina causa de los mundQs. Manifiesta que tiene que haber
una Causa Primera, pero no expfica de una manera completa esta
Causa. Por ello se precisa de otros argumentos para suplementar
este argumento de causa. 3
El razonamiento del argumento de causa expresa la necesidad
de una causa primordial y adecuada de todo lo existente. Aquino
afirmó: «Aquello que no existe comienza a existir sólo a través de
algo ya existente. Por ello, si en algún momento no había nada en
existencia, habría sido imposible que nada hubiera comenzado a
existir; y así no habría ahora nada en existencia, lo cual es absur-
do.» 4 Así, para tener algo tenemos que comenzar con algo. Aquino
simplemente afirmó que algo no puede proceder de la nada. O,
como Charnok lo expuso: «Porque como nada puede tener ser de sí
mismo, así nada puede aparecer de sí mismo y por su propia fuer-
za.» 5
El argumento de causa trata de causa y efecto: cada efecto debe
tener una causa adecuada. La verdad de que algo no puede provenir
de la nada es axiomática. Es verdad en sí misma. Un círculo es re-
dondo, no porque haya sido demostrado sino porque los círculos
son redondos. La distancia más corta entre dos puntos es una recta,

2. Leer: David Hume, Dialogues Concerning Natural religion, Parte IX; Immanuel Kant, Cri-
tica de la Razón Pura, Dialéctica Trascendental, Libro 11, Capítulo III; John Stuart Mili, «Theims»,
Three Essays on Religion: Nature, the Utility of Religion, and Theism, Part l.
3. The Cosnzological Arguments, Donald R. Burrill, ed. (Garden City, New York: Doubleday
and Company, Inc. 1967), pág. 104.
4. !bid., pág. 54.
5. Stephen Charnock, The Existence and Attributes of God (Grand Rapids, Mich.: Sovereing
Grace Publishers, 1971), págs. 35, 36.

76
no porque sea ello demostrado por la lógica, sino porque es una ley
del ser. Es evidente. Esto son verdades axiomáticas. La afirmación
«Algo no puede provenir de la nada» es axiomática por cuanto no
precisa de prueba. Su verdad es inherente de una manera intrínseca
y se mantiene sin contradicción. Señalemos los aspectos básicos de
este concepto en relación con el argumento de causa como un todo.
A. ¿Algo de la nada?
Nuestra percepción sensorial afirma que algo existe. Nosotros
existimos. El universo existe. Pero, ¿de dónde venimos? ¿De un
limo primordial, como dicen los evolucionistas? ¿Cuál ha sido la
causa de la cosas que son? De las dos premisas, «algo no puede pro-
ceder de la nada» y «algo existe» podemos formar el siguiente sis-
tema silogístico de

1 ALGO NO PUEDE PROCEDER DE LA NADA 1

t
rnB.Q
ALGO EXISTE
i
POR LO TANTO,
«ALGO HA EXISTIDO SIEMPRE»

La anterior formulación de pensamiento ha sido mantenida por


muchos y es el corazón del argumento cosmológico. Keyser explica
lo siguiente: «Tiene que haber un algo eterno y último. Ya que aho-
ra hay algo, tiene que haber existido algo siempre. Si jamás hubiera
habido un tiempo en el que no hubiera nada, nada podría haber ha-
bido jamás.» 6
Hay algo existente ahora; por ello tiene que haber habido siempre algo en
existencia. Si hubo jamás un tiempo en el que no había nada, nada podría ja-
más haber habido - nada podría jamás haber venido a la existencia. Ex nihilo
nihil fit. Así que tiene que haber algo que es eterno e increado. Pero aquello
que ha existido desde la eternidad tiene que ser existente por sí mismo, infi-
nito y absoluto, y no puede depender de nada más que de sí mismo. 7

Aquel algo que siempre ha sido tiene que ser auto-suficiente.


Para el c,ristiano, es Dios, Y este Dios es una respuesta suficiente,
esto es: El no precisa de ninguna respuesta adicional. 8

6. Leander S. Keyser, Why Believe in God (Malverne, New York, Christian Evidence League,
1969), pág. 7.
7. !bid., pág. 14.
8. William H. Davis, Philosphy of Religion (Abilene, Tex.: Biblical Research Press, 1969),
pág. 15.

77
B. La materia no es suficiente
El materialista mantiene que la primera causa fue la materia,
un limo primordial. Pero aquello que causa tiene que tener las cua-
lidades de aquello que es causado, y más. Estamos hablando acerca
de cualidades del ser (personalidaµ), no de sustancia. Dios creó la
tierra, per9 esto no significa que El mismo está compuesto de tie-
rra. Pero, El creó la mente, la personalidd, la volición y el pensa-
miento. El mismo tiene que tener al menos estas cualidades que es-
tán por encima del mundo material. «La razón y la ciencia deman-
dan que la Causa original de todos los fenómenos que aparecen en
el cosmos tiene que haber tenido en sí mismo todas las cualidades
y poderes exhibidos en los fenómenos: en otras palabras, una causa
capaz.» 9
La Primera Causa tiene que ser infinita, independiente y adecua-
da. «Tenemos que venir a algo que es primero en cada clase», escri-
bió Charnock, «y este primero tiene que tener una causa, no de la
misma clase, sino infinita e independiente; de otra manera, los
hombres caen en inconcebibles laberintos y contradicciones». 10 La
primera causa tiene que haber sido adecuada: pero la materia no es
adecuada como causa primera debido a que si la materia hubiera
producido vida, consciencia y mente, tan distinto ello de la materia,
habría sido lo mismo que conseguir algo de nada; porque estas
cosas no se encuentran en la materia. 11
El mundo no se explica a sí mismo. La materia no puede dar ex-
plicación del cosmos. El universo precisa de más explicación que la
que pueda dar el materialista. Dios, sin embargo, es una explica-
ción suficiente, y que no tiene que ser explicada ella misma. 12 Si
Dios no es una explicación adecuada, tendremos entonces que bus-
car otra que se explicará a sí misma. 13 Si siguiéramos esta vía del
razonamiento, seguiríamos acabando con Dios como siendo una ex-
plicación adecuada para el universo, porque no se puede encontrar
ninguna otra explicación. Nuestra búsqueda en pos de una causa
suficiente siempre acabaría con el encu, utro con Dios.

C. ¿Lo racional procede de lo irracional?


Algo no puede proceder de la nada, pero algo existe; por lo tan-
to, algo ha existido siempre (Fig. 3).
Lo anterior es un argumento que tiene que recibir respuesta de
parte del materialista. Pero él no puede encontrar una respuesta
adecuada para la existencia de la materia. Sin cambiar el sentido
de la anterior afirmación podemos cambiar las palabras de este ar-
9. Keyser, Why Believe in God, op. cit., pág. 4.
10. Charnock, The Existence and Attributes of God, op. cit., pág. 31.
11. James D. Bales, The Existence ofGod, un debate (Searcy, Ark.: 1948), pág. 141.
12. Davis, Philosophy of Religion, op. cit., pág. 18.
13. /bid.

78
gumento y aplicarlo a la mente y a la consdencia. Lo que sigue es
una prolongación válida de este razonamiento:
1. Un ser racional no puede provenir de una· cosa irracional. (Si pudiera,
sería equivalente a algo proviniendo de la nada.)

2. Pero, existe un ser racional (pensante).

3. Por ello, siempre ha existido un ser racional (pensante).

Ésta es la base del argumento de causa. Es razonar que la inte-


ligencia está detrás del universo c01;no su causa. Dios, un ser racio-
nal, pensante, siempre ha existido. El es una causa adecuada. «Algo
existe ahora, y debido a que algo no viene de la nada, sabemos que
algo siempre ha existido. Si en algún momento del pasado remoto
no hubo nada, nada habría ahora. De la nada nada viene.» 14 Así que
el algo que ahora existe, incluyendo la mente, tiene que haber pro-
venido de un primer algo. Reíd llega a esta conclusión: «No puede
ser que todas las cosas tienen que ser sólo capaces de existir: tiene
que haber algo que es necesario. Además, este algo necesario ti~ne
que tener su necesidad en derecho propio, per se. Y así puede ser
causa de necesidad en otras cosas. "Y esto todos los hombres lo lla-
man Dios".» 15

EL ARGUMENTO DE DESIGNIO

El argumento de designio recibe muchas veces el nombre de ar-


gumento teleológico. La teleología es «el estudio de evidencias de
designio en la naturaleza». 16 «El argumento teleológico es el argu-
mento para la existencia divina que se basa en la evidencia de de-
signio, propósito y adaptación en la creación.» 17 El argumento se
expresa así: «El orden que impregna los reinos inorgánico, orgánico
y humano es indicación de un plan previsto por Uno con un propó-
sito inteligente y bueno.» 18
En el mundo filosófico el argumento de designio y orden del uni-
verso y de la naturaleza fue sugerido por vez primera por Platón y
Aristóteles. 19 No fue formulado en pensamiento filosófico de un

14. James D. Bales, The God-Killer? (Tulsa, Okla., Christian Crusade Publications, 1967).
pág. 121. •
15. J. K. S. Reid, Christian Apologetics (Grand Rapids, Mich.: William B. Eerdmans Publis-
hing Co. 1969), pág. 115.
16. «Teleology», Webster's Seventh Ne1v Collegiate Dictionary (Springfield, Mass.: G. & C. Me-
rriam Company, 1965), pág. 906.
17. Keyser, A System of Natural Theis111, op. cit., pág. 30.
18. Peter A. Bertocci, «Teleological Argument far God», An Encvclopedia ofReligion, Vergilius
Ferm, ed. (New York: Philosophical Library, 1945). pág . .(63.
19. Reid, Christian Apologetics, op. cit., pág. 116.

79
modo ordenado hasta Tomás de Aquino. En Summa Contra Gentiles,
Aquino dice: «Ahora vemos que en el mundo cosas de una natura-
leza distinta armonizan en un orden, no pocas veces o al azar, sino
siempre o en su mayor parte. Por ello, de esto sigue que hay alguien
por cuva providencia el mundo es gobernado. Y le llamamos
Dios.» 2«
Este argumento complementa y añade al argumento cosmológi-
co, el argumento de causa, en lo que llama «atención a la interre-
lación adaptiva de las varias partes o aspectos del universo de ma-
nera mutua y conducente a la producción y conservación de los va-
lores humanos». 21 El argumento cosmológico demanda una causa
del orden de cosas ahora existente. El argumento teleológico dice
que el «orden de cosas» fue designado con un propósito. Ambos ar-
gumentos son complementarios y se apoyan mutuamente.
El argumento de designio es uno de los más antiguos y podero-
sos de los argumentos teístas. En el siglo dieciocho, William Paley
expuso este argumento de manera competente. Pero en el siglo die-
cinueve este argumento sufrió en el mundo filosófico y se consideró
que había recibido respuesta por parte de aquellos que se enamo-
raron locamente de la teoría darwinista de la evolución. 22
Aunque muchos evolucionistas creen que la evolución es la res-
puesta a este argumento, el autor señalará más adelante que no
todos los evolucionistas piensan así. Hay muchos evolucionistas
que han sido forzados a la conclusión de que la Inteligencia está de-
trás del orden de los mundos. Aunque se trata en realidad de una
postura inconsecuente para cualquier evolucionista, constituye des-
de luego una demostración del poder del argumento. Examinemos
aquí tan sólo algunas de las muchas maravillas de la creación que
constituyen manifestación de designio.

A. La creación manifiesta la gloria de Dios


La Biblia tiene al hombre como responsable de creer por cuanto
afirma que la creación es suficiente para llevar a conclusiones teís-
tas. Como hemos citado antes, Pablo escribió: «Porque las cosas in-
visibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visi-
bles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de
las cosas hechas, de modo que no tienen excusa» (Romanos 1 :20). Pa-
blo afirma que la creación misma es evidencia para la fe. La crea-
ción fue causada. Muestra designio. Por ello, señala a un Diseñador.
El salmista escribió: «Has puesto tu gloria sobre los cielos» (Sal-
mo 8: 1). «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anun-
cia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una no-

20. Tomás de Aquino, Summa Contra Gentiles, II.


21. Bertocci, An Enciclopedia of Religion, op. cit., pág. 763.
22. !bid.

80
che a otra noche declara sabiduría» (Salmo 19: 1, 2). «Y los cielos de-
clararán su justicia» (Salmo 50:6, cp. 139:14). Pablo añade: «(Dios)
no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos llu-
vias del cielo y tiempos fructíferos» (Hechos 14: 17). La Biblia afir-
ma que el hombre debería ser capaz de examinar las cosas del mun-
do y deducir mediante su examen de estas cosas que existe un Crea-
dor. Job 12:7-9 dice:
Y en efecto, pregunta ahora a las bestias, y ellas te enseñarán; a las aves de
los cielos, y ellas te lo mostrarán; o habla a la tierra, y ella te enseñará; los pe-
ces del mar te lo declararán también. ¿Qué cosa de todas éstas no entiende que
la mano de Jehová la hizo?

La honrada indagación de la creación conduce y ha conducido a


muchas personas al Creador. Esto muestra que el argumento de de-
signio es un poderoso argumento de la existencia de un Ser Supre-
mo. El reconocimient9 del designio desemboca en el reconocimien-
to de un Diseñador. Este es un principio para todo razonamiento
recto en esta área de estudio.
Se tiene que entender, sin embargo, que un estudio de las cosas
existentes no le lleva a uno a conocer el carácter del Ser Supremo
detrás de todas las cosas. Sí lleva a uno a la conclusión de que hay
algo o alguien por encima de lo material. El reconocimiento de esto
debería llevar a una indagación adicional por parte del observador.
Uno no debería estirar en demasía este argumento hasta el punto
en que se hace para demostrar las supremas características del Dios
de la Biblia. Esto no se puede hacer. Este argumento afirma tan
sólo que hay algo distinto de la materia en el universo, y que este
universo no es resultado del azar.
Personas de todos los siglos se han llenado de asombro y mara-
villa al considerar la ley, el orden y el designio del universo. Elmer
W. Maurer, un investigador químico, dijo: «Para mí es imposible
concebir la ley y el orden en el universo como resultado del puro
azar. Simplemente, las probabilidades son demasiado inmensas. La
ley, el orden y la inteligencia van de la mano.» 23 Platón dijo: «La
tierra, el sol y las estrellas, y el universo .mismo; y la encantadora
variedad de las estaciones, demuestran la existencia de una Divini-
dad.»24 Isaac Newton concluye: «La existencia de un Ser dotado de
inteligencia y sabiduría es una inferencia necesaria de un estudio
de la mecánica celeste.» 25
El orden prevalece sobre la humanidad para creer en un Orde-
nador. Un examen de unos pocos ejemplos de designio y orden mani-
festarán esta evidente verdad. Bales nos introduce a esto afirmando:
23. Elmer W. Maurer, «Laboratory Lesson», citado por John C. Monsma;The Evidence o{God
in an Expanding Universe (New York: G.P. Putnam's Sons, 1958), págs. 201, 202.
24. Platón, De Legibus, Lib. XI.
25. Isaac Newton, Principia (1687).

81
Si no hubiera orden en el universo, el hombre no podría existir, porque él
no es un arreglo deosrganizado de materia, y así no podría estudiar el univer-
so. Además, si no hubiera orden en el universo, el hombre no podría descubrir
orden, y sin embargo lo descubre allí donde se vuelve. 26

Sí, el hombre descubre orden sea donde sea que se dirija. Este
orden proclama la Inteligencia. Aquí se relacionan unos pocos
ejemplos de las maravillas de este ordenado mundo:
l. El mundo celular: Hay alrededor de 100 billones (108) de cé-
lulas en un cuerpo humano adulto .promedio. Algunas células son
tan pequeñas que se precisaría de 6.000 de ellas puestas en línea
para cubrir el espacio de 2,5 centímetros. Se estima que las células
nerviosas pueden vivir hasta 100 años. Los leucocitos viven alrede-
dor de 13 días, y los eritrocitos alrededor de 120 días.
Un solo eritrocito contiene alrededor de 280 millones de moléculas de he-
moglobina. Cada molécula tiene 64.500 veces el peso de un átomo de hidróge-
no y está constituida por alrededor de 10.000 átomos de hidrógeno, carbono,
nitrógeno, oxígeno y azufre, además de cuatro átomos de hierro, que son más
importantes que el resto. 27

Cada célula humana contiene 46 cromosomas. En cada cromoso-


ma hay lo que se llama ácido desoxirribonucleico, o ADN. El ADN
es el programa de ordenador, la pauta intemporal de todos los ca-
racteres herditarios. 28 El ADN es contenido en el núcleo de cada cé-
lula y determina cada carácter de un individuo, tal como el color de
los ojos, la altura y el color de la piel. 29 Estos caracteres están plas-
mados en la estructura del ADN de cada célula y así han estado des-
de la creación del hombre. ¿Fantástico? ¡sí! ¿acaso esta estructura
hubiera podido surgir por evolución de la materia al azar? Tú serás
el juez.
El M icoplasma hominis H39 es la más pequeña forma de vida
unicelular conocida en existencia.30 Y sin embargo se cree que ella
sola posee alrededor de 600 tipos diferentes de proteínas. 31 ¡Esto es
increíble! Y ello tiene que señalar a algo distinto del azar como su
originador.
26. Bales, The God-Killer? op. cit., pág. 122.
27. H. F. Perutz, «The Hemoglobin Molecule», Scientific American (November 1964), págs. 64,
65.
28. Henry M. Morris, Evolution and the Modem Christian (Grand Rapids, Mich.: Baker Book
House, 1969), págs. 24, 25.
29. Thomas F. Heinze, The Creation v.s Evolution Handbook (Grand Rapids, Mich.: Baker
Book House, 1972), págs. 58, 59.
30. Hans R. Bode y Garold J. Morowitz, «Size and Structure ofthe Mycop/asma hominis H39
Chromosome», Journal of Molecular Biology (1968), Vol. 23, pág. 198.
31. James F. Coppedge, Evolution: Possible or lmpossible (Grand Rapids, Mich.: Zondervan
Publishing House, 1975), págs. 72, 135.

82
La estructura y operación del cerebro siguen siendo una mara-
villa para el hombre. ¿Cómo funcionan las células del cerebro? Los
científicos han descubierto que unas pequeñas áreas de la corteza
cerebral contienen una memoria de todas las experiencias pasadas
de un individuo. Cuando estas áreas son estimuladas, el individuo
puede recordar y revivir experiencias pasadas y conscientemente
olvidadas.32 Un neurofísico, W. Grey Walter, afirmó que se necesita-
rían diez mil millones de células electrónicas, ocupando un espacio
de alrededor de 43.000 metros cúbicos, para construir un facsímil
del cerebro humano. 33
Las anteriores creaciones de nuestro mundo exigen un Diseña-
dor. Estas maravillas no pueden ser resultado del azar. No podrían
ser el resultado de un desorden.

2. El mundo de las aves: Las migraciones de las ·aves han sido


siempre un espectacular fenómeno para el hombre. Un ejemplo de
esta maravilla lo constituye la migración de las golondrinas árticas.
Las golondrinas árticas anidan en el área del Cabo Cod. Cuando les
llega el apremio de emigrar, ponen rumbo a través del Océano
Atlántico ha~ia las costas de España, descendiendo por la costa oc-
cidental de Africa, vuelven a cruzar el Atlántico, y llegan finalmente
a la inmensa Antártida. Cuando la naturaleza llama a estas mara-
villosas criaturas a retornar al hogar de su vuelta por el hemisferio
austral, hacen el vuelo de vuelta a la misma orilla de riachuelo, al
mismo lecho de grava que dejaron al comienzo de su viaje. En total,
cubren una fantástica distancia de más de 35.000 kilómetros. ¿Qué
tal para una excursión a tierras del sur?
Millones de aves migran cada año. No tienen brújula, mapa ni
calendario. Y, sin embargo, nunca se ha visto que se pierda ni una
de ellas. ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo pueden algunas aves migrar hasta
sus moradas de verano el mismo día, año tras año? Una revista, el
National Geographic School Bulletin, afirmaba: «Es un misterio
cómo las aves migran a tales distancias». 34 Una autoridad declara-
ba: «Incluso tras años de investigación y experimentos, los cientí-
ficos hablan del "misterio" de la migración de las aves, porque si-
guen sin comprenderla de una manera completa.» 35
Los evolucionistas no ofrecen explicación alguna para la mara-
villa de la migración de las aves. No pueden. Decir que las aves evo-
lucionaron, y que luego aprendieron la migración, sería un mayor
milagro que el de la creación. Las aves recibieron su inteligencia no
32. Maxwell Maltz, Psycho-Cybernetics (Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-hall Inc.,
1960), págs. 20, 21.
33. !bid.
34. National Geographic School Bulletin (March 6, 1967).
35. The lllustrated Encyclopedia of the Animal Kingdom, Herbert Kondo, ed. (New York: The
Danbury Press: 1972), pág. 17.

83
de la materia ininteligente, sino de una Inteligencia eterna. El estu-
dio de la migración de las aves ha dado no pocos dolores de cabeza
de los peores a los evolucionistas mecanicistas. Simplemente, no
pueden dar explicación alguna.
3. El mundo de las anguilas: Otro ejemplo de la capacidad in-
nata de migración animal es la ilustrada en los viajes de las angui-
las americanas y europeas. Ambos tipos de anguilas migran a pro-
fundidades oceánicas al sur de las Bermudas para el nacimiento de
su progenie. Las anguilas hembras ponen sus huevos y mueren. Las
anguilas jóvenes, sin instrucción alguna de sus progenitores, em-
prenden su fantástica ruta de vuelta al hogar de sus padres. Las
crías de anguilas americanas vuelven a las aguas americanas. Las
crías de anguilas europeas siguen su ruta de retorno a las aguas eu-
ropeas (a las anguilas europeas les lleva casi un año de más llegar
a su hogar debido a la mayor distancia).
Otro hecho asombroso acerca de esta migración es que nunca se
ha encontrado una anguila americana en aguas europeas, como
tampoco se ha encontrado ninguna anguila europea en aguas ame-
ricanas. Esto es lo que uno puede llamar orden. ¿Puede un orden así
provenir del desorden? ¿Podría la materia producir esto en base de
un azar ciego? Naturalmente, es un brusco golpe a la teoría de la
evolución, que pretende que esta característica surgió por evolución
de una ausencia de orden.
4. El mundo de los peces: Uno de los ejemplos más asombrosos
de inteligencia otorgada en el mundo de los peces es el del pez ar-
quero. Este pez se encuentra desde las aguas de la India a las de
Australia. El pez arquero adquiere su alimento de una manera muy
singular. Cuando un insecto se posa en una hoja o ramita sobre la
superficie del agua, este buen tirador dispara una ráfaga de agua,
echando al infortunado insecto fuera de su sostén y sobre al agua.
Acto seguido, el pez arquero se come su trofeo.
Cuando esta técnica del pez arquero fue por primera vez divul-
gada en 1764 por un miembro de la Royal Society de Londres, In-
glaterra, nadie se lo quería creer. Todos pensaban que había algo
falseado en toda esta historia. No fue sino hasta cuarenta años des-
pués, y después de la captura y observación de muchos de estos pe-
ces, que finalmente se llegó a creer el fenómeno del pez arquero.
¡Después de todo se trataba de un buen tirador!
El pez arquero dispara y abre brechas en la teoría de la evolu-
ción como explicación del orden existente en el mundo. Esta histo-
ria de un pez elimina cualquier otra explicación del orden en el
mundo excepto que sea por creación por una Inteligencia. Otra vez
tenemos un ejemplo de designio, el designio de un Diseñador.

84
S. El maravilloso mundo en un fantástico universo: La ordena-
ción y complejidad del mundo manifiesta la señal de un Diseñador
inteligente.
A. Cressy Morrison, un anterior presidente de la Academia de la
Ciencia de Nueva York, y evolucionista él mismo, escribía lo si-
guiente con respecto a la precisión de la tierra:
Hemos encontrado que el mundo está en su sitio justo, que la corteza está
ajustada dentro de un margen de diez pies (3 metros), y que si el océano fuera
unos pocos metros más profundo no tendríamos ni oxígeno ni vegetación. He-
mos hallado que la tierra gira en veinticuatro horas y que si esta velocidad dis-
minuyera, la vida sería imposible. Si la velocidad de la tierra alrededor del sol
aumentara o disminuyera sensiblemente la historia de la vida, si la hubiera
habido, hubiera sido totalmente diferente. Encontramos que el sol es entre mi-
les el único que podría hacer posible la vida en la tierra; su tamaño, densidad,
temperatura y el carácter de sus rayos tiene que ser todo ello ajustado. Descu-
brimos que los gases de la atmósfera están ajustados entre sí, y que un cambio
muy pequeño sería fatal:'º

Morrison y muchos otros científicos han reconocido y destacado


el exacto ordenamiento de la tierra. 37 Ellos mantienen la necesidad
de unas medidas exactas para la tierra al afirmar que sin esta pre-
cisión la vida estaría ciertamente en peligro.
Considerando el volumen de la tierra, su situación en el espacio y la deli-
cadeza de los ajustes, la probabilidad de que algunos de ellos tengan lugar al
azar se encuentra en el orden de una a un millón, y la probabilidad de que
todos ellos aparezcan al azar no puede ser calculada ni siquiera en los billones.
Por ello, la existencia de estos hechos no puede ser reconciliada con ninguna
de las leyes del azar. Es imposible, por tanto, escapar de la conclusión de que
los ajustes de la naturaleza al hombre son mucho más asombrosos que los
ajustes del hombre a la naturaleza. Un examen de las maravillas de la naturaleza
demuestra más allá de toda duda de que hay designio y propósito en todo ello [én-
fasis mío, R E.D.]. 38

Todo ello concuerda, desde el más pequeño átomo hasta la más


grande galaxia. Precisión, designio, orden, exactitud, son los adjeti-
vos que califican el universo. J. Arthur Thomson, un evolucionista,
confiesa: «Cuando estudiamos los poderes del mundo, encontramos,
como en otros estudios, que, al ir progresando la ciencia, el mundo
se vuelve más y más susceptible de interpretación como la plasmación
de un Pensamiento Divino [énfasis mío, R. E. D.].» 39 Thomson aña-
36. A. Cressy Morrison, Man Does Not Stand Alone (Westwood, New Jersey: Fleming H. Revell
Co., 1944), págs. 94, 95.
37. Leer también: Robert E. D. Clark, Creation (Londres: Tyndale Press, 1946), pág. 20; Rea-
der's Digest (October 1960), pág'. 72.
38. Morrison, Mand Does Not Stand Alone, op. cit., pág. 95.
39. J. Arthur Thomson, Science and Religion (New York: Charles Scribner's Sons, 1925). pá-
gina 101.

85
de: «No podemos comprender como el Orden de la Naturaleza pudo
surgir del caos y del azar.» 40 Y aunque Albert Einstein consideraba
a Dios como una fuerza o mente impersonal, dijo lo siguiente en re-
conocimiento de las maravillas que observaba en su trabajo:
Mi religión consiste en una humilde admiración por el ilimitable Superior
Espíritu que se revela a Sí mismo en los pequeños detalles que podemos per-
cibir con nuestras frágiles y débiles mentes. Esta convicción profundamente
emocional de la presencia de un poder razonador superior, que se revela en el
incomprensible universo, conforma mi idea de Dios.4'

¿Puede surgir orden del desorden? Toda la experiencia humana


responde negativamente a esta pregunta. Juan Calvino afirmó que
Dios «Se presenta a diario a la vista del público de tal manera que
ljts personas no pueden abrir los ojos sin verse obligados a verle.» 42
Este es el sentido del argumento de designio. La Inteligencia es vis-
ta en todas partes en las cosas que existen.
Sin embargo, no debemos estirar este argumento para incluir en
él todo lo que Dios es. Podemos decir tan sólo que ello señala a una
Inteligencia detrás del mundo físico. Pero la grandeza de esta Inte-
ligencia queda desde luego patente. Charnock escribió: «Así como
la causa es conocida por los efectos, así la sabiduría de la causa es
conocida por la elegancia de la obra, la proporción de las partes en-
tre sí.» 43
B. El designio presupone un Diseña<f.or
Un diseño presupone un diseñador. Esta es una afirmación lógi-
ca, y que no puede ser refutada por el materialismo. El complicado
circuito de una radio fuerza a la conclusión de que alguien debe ha-
ber diseñado la ordenada disposición de los componentes. Cada
componente ejecuta su tarea específica. Los transistores y válvulas
trabajan conjuntamente para ejecutar la función y maravilla de
una radio. La radio no apareció por casualidad; fue diseñada por un
proyectista (inteligencia).
En este asunto el teísta sostiene la creencia en Dios. No es ni ló-
gica ni científicamente demostrable que el universo fuera el resul-
tado de un mero azar. La materia carente de inteligencia no pudo
producir lo que sí tiene inteligencia, el hombre. Por ello tenemos
que decir que el universo (designio) presupone un Diseñador (inte-
ligencia). ¿Qué otra explicación adecuada podemos presentar? El
evolucionista no tiene respuestas adecuadas por cuanto su filosofía
se mete en demasiadas vías muertas. No puede darnos respuestas
con respecto a los orígenes y al designio.
40. !bid., pág. 104.
41. Lincoln Barnett, The Universe and Dr. Einstein (Morrow Publishing Co., 1957), pág. 95.
42. John Calvin, lnstitutio Christianae Religionis (1536), 1.5.1.
43. Charnock, The Existence and Attributes of God, op. cit., pág. 36.

86
RECAPITULACIÓN

Los argumentos cosmológico y teleológico son pasos que condu-


cen a la conclusión de creer en la existencia de Dios. Están relacio-
nados y deberían ser estudiados juntos. Con un propósito tan gran-
de para estudiar y observar el universo, el indagador es llevado a la
conclusión última de que la causa inicial del universo fue la Inteli-
gencia y no la materia. Abraham Lincoln dijo en cierta ocasión:
«Puedo ver la posibilidad de que alguien mire abajo a la tierra y sea
un ateo, pero no puedo concebir como alguien puede mirar a los
cielos y decir que no hay Dios». Sí, como la Biblia afirma, los cielos
declaran la maravillosa gloria de Dios. Sir James Jeans escribió:
Hay en la actualidd una gran medida de acuerdo, que en el sector de la fí-
sica llega casi a la unanimidad, de que la corriente del conocimiento se dirige
hacia una realidad no mecánica; el universo comienza aparecer más un gran
pensamiento que una gran máquina. La mente ya no parece más como un in-
truso accidental en el reino de la materia; empezamos a sospechar de ella
como el Creador y gobernador del reino de la materia; no naturalmente nues-
tras mentes humanas, sino la mente en la cual los átomos de los cuales han ve-
nido a formarse nuestras mentes existen como pensamientos ... Descubrimos
que el universo muestra evidencia de un poder diseñador o controlador que
tiene algo en común con nuestras propias mentes individuales .....

Sin una Inteligencia controladora, el universo no tiene explica-


ción. Sin Inteligencia como causa primera no hay· respuesta razona-
ble para su existencia. Sin una Inteligencia eterna nos quedamos
con materia eterna. Y la materia por sí sola jamás ha explicado
nada de manera adecuada.
Así, ¿vino el orden del desorden? ¿Vino la inteligencia de la no
inteligencia? ¿Vino la mente de la materia? ¿Vino la sensibilidad de
lo que carece de sensibilidad? Los materialistas no pueden dar res-
puestas adecuadas a estas preguntas. Carl Wallace Miller llega a la
siguiente conclusión: «Echando a un lado detalles que pueden lle-
var a confusión, la creencia en Dios es la aceptación del principio
básico de que el universo tiene sentido, de que detrás de él existe un
propósito último [énfasis mío, R. E. D.].» 45 En nuestro examen del
universo, tenemos que preguntar al ateo: «¿Quién midió las aguas
con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos
juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con
pesas los collados?» (Isaías 40:12). ¿Quién?

44. Sir James Jeans, The Mysterious Universe (Dutton, 1958), págs. 186, 187.
45. Car! Wallace Miller, A Scientist's Approach to Religion (New York/The MacMillan Co.
1947). pág. 17.

87
5
,,,,
Dios vive El existe
Parte 11
En este capítulo queremos tratar los argumentos teístas que se
dan generalmente en el campo filosófico. Hay cuatro argumentos
teístas que están estrechamente interrelacionados aquí debido a
que tratan de la naturaelza mental del hombre. Estos cuatro argu-
mentos de la existencia de Dios son: 1) El argumento de la idea de
Dios; 2) el argumento de la naturaleza religiosa de Dios; 3) el argu-
mento de la moralidad, y 4) el argumento de la apreciación de la
belleza. Estos argumentos serán considerados en la primera parte
de este capítulo. Acabaremos dando el argumento de la revelación
que es el resultado y sumario irresistible de todos los argumentos
teístas. Este argumento no es filosófico y no debería ser clasificado
con los cuatro anteriores argumentos aquí relacionados.

EL ARGUMENTO DE LA IDEA DE DIOS


El argumento de la «idea de Dios» es por lo general conocido
como el argumento ontológico. La ontología es «la ciencia del ser,
esto es, como existente».' De todos los argumentos teístas de la exis-
tencia de Dios, éste parece ser el más extraño; esto es, muchos es-
cépticos lo han llamado el más extraño. Fue primeramente introdu-
cido por Anselmo de Canterbury (1033-1109) y desde entonces ha
sido tema de reflexión por parte de los pensadores y filósofos. Este
l. George Bosworth Burch, «Ontology•, Twentieth Century Encyclopedia of Religious Kno-
wledge, Lefferts A. Loetscher, ed. (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1955), pág. 820.

89
argumento es probablemente el más ardientemente debatido de
todos los argumentos teístas, habiendo sido considerado por unos
como una broma verbal, y simplemente rechazado de plano por
otros. Sin embargo, para el creyente el argumento tiene fuerza.
Pero, al mismo tiempo, ¿puede el ateo realmente rechazarlo en bue-
na lógica?
Definamos ahora el argumento.
El argumento ontológico pretende demostrar simplemente a partir del con-
cepto de Dios como ser supremo que la existencia de Dios no puede ser puesta
en duda de manera racional por parte de nadie que tenga tal concepto de Él.
Así es un argumento puramente a priori, es decir, que no se apoya en ningún
hecho de la experiencia, sino que tiene que ver sólo con la implicación de con-
ceptos, en este caso el concepto de Dios.'

Davis explica:
Este argumento intenta demostrar la existencia de Dios en base de un exa-
men de qué queremos decir con la palabra «Dios». Intenta mostrar que la idea
de la existencia de Dios está necesariamente involucrada en la misma idea de
Dios, de manera que uno que comprenda claramente lo que quiere decir con
la palabra tiene que reconocer que Dios existe. 3

«Así, a fin de incluso pensar acerca este Ser, más grande que el
cual no puede concebirse, uno tiene que pens~ir en Dios como ver-
daderamente existente, porque si se concibe de El como no existente,
no se ha pensado en el más grande Ser concebible.» 4
En otras palabras, Dios es concebido como existiendo simple-
mente por la mera idea de Dios como siendo un ser perfecto, eterno
y omnisciente. O, como lo expresó Anselmo: «Nadie que comprenda
la realidad que Dios es puede pensar que Dios no existe.» 5 Knudson
explica: «La misma idea de un Ser supremo o perfecto, así, implica
su existencia.» 6
Es verdaderamente curioso considerar cómo el hombre hubiera
podido formular la idea de Dios si fuera sólo el resultado de la ma-
teria. El hombre no tiene capacidad para pensar ni imaginar más
allá de aquella información que le ha sido dada por los cinco sen-
tidos. Y, sin embargo, el hombre ha concebido un Ser que no depen-
de de la percepción de los sentidos. Dios está por encima de los sen-

2. Richard Taylor, •lntroduction•, The Ontological Argument, Alvin Plantinga, ed. (Garden
City, New York: Doubleday & Co., Inc., 1965), pág. VII.
3. William H. Davis, Phi/osophy o( Re/igion (Abilene, Tex.: Biblical Research Press, 1969),
pág. 7.
4. !bid., pág. 8.
5. Anselmo, The Proslogion.
6. Albert C. Knudson, •God•, An Encyclopedia o( Religion, Vergelius Ferm, ed. (New York:
Philosophical Library, 1945), pág. 301.

90
tidos. Campbell dijo: «La imaginación ... no tiene el poder de crear
ninguna nueva idea. Tiene el poder de analizar, combinar, acumu-
lar y modificar todas las diferentes ideas que se le presentan; pero
la imaginación no tiene poderes creadores.>/ En su debate con Ro-
bert Owen, un ateo, Campbell argumentó persuasivamente que la
imaginación del hombre es incapaz de concebir un ser mayor que
la información aportada por los sentidos. 8 Y el hombre no puede.
Está más allá de su poder pensante.
Un ejemplo de lo anterior sería la incapacidad del hombre de
concebir de un sexto sentido. 9 ¿Cuál sería? ¿Cómo funcionaría? Si
decimos que un sexto sentido del hombre podría ser como el que
posee el sistema de radar de un murciélago, nuestro argumento si-
gue estando apoyado por el hecho de que nuestra concepción se ha
basado sobre estudios sensorios sobre los murciélagos. Un buen
reto para la mente es intentar pensar en algo que el hombre haya
inventado o imaginado que no le haya venido de alguna observa-
ción anterior. ¿De dónde sacó el hombre su primera idea de un
bote? ¿de un avión? ¿de un tenedor? ¿de una rueda? Todas estas in-
venciones vinieron de objetos ya existentes. Son inventos sólo por-
que el hombre simplemente tropezó con cosas que ya existían o que
eran ya leyes. Pero, ¿de dónde sacó el hombre la idea de Dios? ¿No
tendríamos que responder que sacó esta idea de un Dios que se re-
veló a los sentidos del hombre en algún tiempo pasado?
Si el hombre no puede concebir de nada mayor que aquello que
le permite su propia experiencia, es ciertamente desconcertante que
haya formulado la concepción de un Ser Perfecto, Dios. Campbell
pregunta: «Ahora bien, si esto es cierto [que el hombre no puede
imaginar nada que vaya más allá de sus experiencias], y basado en
un análisis estricto de la mente humana, y predicado de la expe-
riencia universal, ¿cómo hubiera podido el hombre imaginarse un
Dios?» 1º «Es extraño que, si todo lo que existe es materia en movi-
miento, la materia haya llegado universalmente a la creencia en
Dios». 11
El argumento ontológico dice que si la idea de Dios es concebi-
ble, es que es cierta, real. 12 Si no existe ninguna contradicción lógi-
ca en el argumento, entonces éste no se derrumba. Spinoza añade:
«Si, luego, no se puede dar causa ni razón que impida la existencia
de Dios, o que destruya su existencia, tenemos que llegar a la conclu-
7. Alexander Campbell y Robert Owen, A Debate, (Nashville, Tenn.: McQuiddy Printing Co.,
1957), pág. 213.
8. !bid., pág. 123-127, 147-154.
9. !bid.
10. !bid .. pág. 125.
11. James D. Bales y Woolsey Teller, The Existence of God (un debate) (Searcy, Ark.: Harding
College, Oct. 6-9, 1947), pág. 98.
12. Para una consideración más completa de este pensamiento, leer: Charles Hartshorne,
Man's Vision o{God (New York: Harper & Row, Inc., 1941).

91
sión de que existe necesariamente [énfasis mío, R. E. D.].» 13 No hay
ninguna contradicción lógica en el argumento; por tanto, tiene que
ser considerado como significativo de la existencia de Dios.
Hay otros varios aspectos de este argumento que no podemos
tratar aquí por falta de espacio. Tenemos que reconocer que este ar-
gumento no es necesariamente concluyente por sí mismo. Es tan
sólo una adición a la cadena de argumentos teístas. Algunos le han
dado importancia en demasía. Pero, por otra parte, sus críticos no
le han dado suficiente reconocimiento. Aunque es criticado por mu-
chos, sigue teniendo alguna fuerza en el fundamento de la evidencia
que defiende la existencia de Dios. Sigue siendo un obstáculo válido
en el camino de negación del ateo.

EL ARGUMENTO DE LA NATURALEZA RELIGIOSA


DEL HOMBRE
El argumento de la naturaleza religiosa del hombre está muy es-
trechamente relacionado con el argumento de la idea de Dios, o ar-
gumento ontológico. La antropología es el estudio y «enseñanza
acerca del origen, naturaleza y destino del hombre, especialmente
desde la perspectiva de su relación con Dios». 14 El autor utiliza el
título «argumento de la naturaleza religiosa del hombre» para re-
ferirse específicamente a la historia antropológica del hombre como
siendo la historia de una criatura religiosa desde el inicio de su exis-
tencia sobre la tierra.
A. El hombre es religioso
Los que han estudiado la historia de las civilizaciones mantie-
nen unánimemente que todas las civilizaciones humanas han teni-
do algún tipo de religión. Robert Flint afirmó: «Un examen impar-
cial de los hechos pertinentes, me parece a mí, muestra que la re-
ligión es virtualmente universal». 16 Y, «hasta allí donde va nuestro
actual conocimiento, la religión parece ser universal entre los hom-
bres» .17 «La afirmación de que hay naciones o tribus que carecen de
religión», argumenta C. P. Tiele, «descansa bien en observaciones
inexactas o en una confusión de las ideas.» 18 Uno de los antropólo-
gos líderes del pasado, S. H. Kellogg, afirmó:
13. Benedicl Spinoza, lmprovement of the Understanding, Ethics, and Correspondence of Bene-
dict de Spinoza, citado por Plantinga, The Ontological Argument, op. cit., pág. 51.
14. «Anthropology», Webster's Seventh New Collegiate Dictionary (Springfield, Mass.: G. & C.
Mcrriam Co., 1965). pág. 38.
15. L. S. Keyser, A System of natural Theism, pág. 24.
16. Robert Flint, Baird Lecture, 1877, citado por Edmund Davison Soper, The Religions of
Mankind (New York: Thc Abingdon Press, 1921), pág. 26.
17. C. H. Toy, lntroduction to the History o{Religions, 1924, pág. 5.
18. C. P. Tielc, Outli11es of the History of Religion (Boston,:.James R. Osgood & Co., 1977), pág.
6.

92
en cada caso por igual, se tiene que confesar que en todo lugar y siempre,
el hombre tiene una religión. Esto es tan manifiesto, que la negación del he-
cho, que no era poco común en nuestros días, es ahora poco oída después de
haber tenido lugar una investigación más cuidadosa y extensa. Se admite co-
múnmente que la religión es un fenómeno universal, y que las excepciones, si es que
existe alguna, deben ser ,consideradas como anonnales [énfasis mío, R. E. D.]. 19

El hombre es un ser religioso. Es incurablemente religioso. Tie-


ne que adorar algo. Una de las mejor conocidas afirmaciones de las
Confesiones es: «Tú (Dios) nos has hecho para ti, lo nuestros corazo-
nes no hallan reposo hasta que reposan en ti.» 0 Uno de los más
grandes filósofos de los tiempos modernos, Will Durant, dijo:
«Aquí, después de todo, hay un notable fenómeno: que los hombres,
por todas partes, han tenido religiones; ¿cómo podemos compren-
der al hombre si no comprendemos la religión?» 21 ¿Y cómo podre-
mos comprender al hombre antiguo si rehusamos reconocer su ins-
tinto religioso?
El estudio de la naturaleza humana da abundantes pruebas de que el
hombre es normalmente religioso, de que la religión es una experiencia que el
hombre posee inevitablemente tan pronto como su vida comienza a estar or-
ganizada y entra en relación con sus semejantes y con la naturaleza que le ro-
dea por todas partes. Así, estamos tratando con un fenómeno de alcance uni-
versal."

«Es un hecho bien conocido que no se ha encontrado todavía


ninguna nación ni tribu que no tenga su creencia en algún tipo de
poder o poderes sobrenaturales y que no se adhiera a alguna clase
de religión.» 23 El hombre es religioso simplemente porque está
constituido de tal manera que para él ser religioso es lo natural, y
ser irreligioso o no religioso es antinatural. 24
El hombre tiene que adorar algo. «Cada hombre adora algo o a
alguien, incluso si es él mismo. Adora algo, ya sea concreto o abs-
tracto, sea que haya sido hecho por sus propias manos o concebido
por su propia mente.» 25 El hombre es un ser religioso sea que el
ateo quiera admitirlo o no. Tiene que deificar algo y reverenciarlo.
Así es el carácter del hombre, y ningún estudio del hombre queda
al completo sin reconocer que su carácter es así.
19. S. H. Kellogg, The Genesis and Growth of Religion, The L. P. Stone Lectures (Princeton
Theological Seminary: 1892), pág. 154.
20. Confesiones, 1.1.
21. Will Durant, The Story of Philosophy (Forge Village, Mass.: Murray Printing Co., 1961),
pág. 372.
22. Soper, The Religions of Mankind, op. cit., pág. 27.
23. Leander S. Keyser, Why Believe in God? Malverne, New York: Christian Evidence league,
1969). pág. l.
24. Kellogg, The Genesis and Growth of Re/igion, op. cit., pág. 162.
25. Stanley E. Sayers, Far this Cause (Austin, Tex.: R. B. Sweet Co. Inc., 1957), pág. 12.

93
B. La creencia universal en un Ser Supremo
Junto con la naturaleza universalmente religiosa del hombre
viene la creencia universal del hombre en un Ser Supremo. 26 Esta
creencia puede verse fácilmente en una sociedad determinada, o
puede entreverse oscuramente en las historias de la sociedad. No
hay religión conocida de este autor cuyos objetos (seres) de adora-
ción no puedan seguirse en el pasado a un último y supremo ser ob-
jeto de adoración.
Todas las culturas han tenido religiones, y todas las relgiones
han tenido un Ser Supremo. William Schmidt escribió: «Este Ser
Supremo se encuentra entre todos los pueblos de cultura primitiva;
no ciertamente en todas partes en la misma forma o con el mismo
rigor, pero aún así en todas partes lo suficientemente destacado
como para hacer indudable su posición dominante.» 27 El himno 129
del décimo libro del Rig-Veda dice así:
En el principio no había ni nada ni algo.
Luego no había ni atmósfera ni cielo encima,
Ni muerte ni inmortalidad había,
No había día ni noche, ni luz ni tinieblas,
Sólo el Existente respiraba serenamente, en sí mismo completo.
Nada sino Él estaba ahí, nada más ni encima ni más allá.

Algunos han pretendido que la religión y el concepto original del


un Dios del hombre han sido resultado del proceso evolutivo del
pensamiento humano. 28 Esto es, el hombre simplemente imaginó la
idea de Dios y de la religión. Los hechos, sin embargo, están en to-
tal contradicción con esta afirmación. Si la evolución del hombre
fuera un hecho, sería lógico que el hombre desarrollara primero la
idea de muchos dioses y que luego combinara estos muchos dioses
en un solo dios; el politeísmo precedería al monoteísmo. Pero los
hechos no muestran que esto sea así. William M. Petrie responde a
esto diciendo:
Si la concepción de un dios fuera sólo una evolución de tal adoración de es-
píritus encontraríamos que la adoración de muchos dioses precede a la adora-
ción de un solo dios, que el politeísmo precede al monoteísmo en cada tribu
y raza. Lo que en realidad hallamos es lo contrario, el monoteísmo es la pri-
mera etapa que podemos rastrear en la historia. En todo lugar donde podemos
seguir el politeísmo hasta su primer estadio, encontramos que resulta de combi-
naciones de monoteísmo [énfasis mío, R. E. D.]. 29
26. Ver: J. N. D. Anderson, The World's Religion y William Schmidt, The Origin and Growth
of Religion.
27. William Schmidt, The Origin and Growth of Religion, J. J. Rose, Trans. (Copper Square
Publishing, 1972), pág. 257.
28. Frederick Engels, Ludwig Feuerback (New York: Internacional Publishers, 1941), pág. 20.
Para una buena muestra del concepto de los evolucionistas de cómo empezó la religión, leer: Ant-
hropology Today (Del Mar, Calif.: CRM Books, 1971), págs. 485 y ss.
29. William Matthew Petrie, The Religions of Ancient Egypt, págs. 3, 4.

94
Sea a donde sea que nos dirijamos en la historia de las religio-
nes del hombre vemos que él, el hombre, fue primero monoteísta y
no politeísta. Toda la evidencia da apoyo a este hecho. 30
Pero, ¿de dónde derivó el hombre su capacidad para la adora-
ción? ¿Por qué es religioso? ¿Por qué la idea de sólo un Dios? ¿Por
qué incluso la idea de un Dios en absoluto? Las respuestas a estas
preguntas llevan a uno a la conclusión de que hay un Ser Supremo
que creó dentro del hombre actitudes de ~doración. Y aquel mismo
Ser se reveló al hombre en el principio. El, aquel Ser, es el origen
de estas actitudes.
Al ver la evidente naturaleza religiosa del hombre esperaríamos
que la Biblia nos presentase una razón de este fenómeno. Y esto es
exactamente lo que hace. El apóstol Pablo escribió:
Y de una sangre ha hecho (Dios) todo el linaje de los hombres, para que ha-
biten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos,
y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera,
palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de no-
sotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos ... (Hechos 17:26-28).

Así, el argumento de la naturaleza religiosa de hombre es válido


debido a que no hay otra explicación lógica para el instinto religio-
so del hombre. Fue Henry Ward Beecher el que escribió:
Anhelos del alma: los hombres siguen suspirando, no sabiendo qué es lo
que el alma desea, sino sólo que necesita algo. Nuestros anhelos son nuestra
añoranza del cielo; nuestros suspiros son por Dios; así como los niños lloran
hasta dormirse cuando están lejos del hogar, y sollozan en su sueño, y no saben
que lloran por sus padres. Los lamentos inarticulados del alma son los afectos
que anhelan al Infinito, y sin tener a nadie que les diga qué es lo que les pasa.

EL ARGUMENTO DE LA MORALIDAD
El argumento de la moralidad del hombre puede ser dividido eri
dos áreas: (A) El hombre es un ser espiritual con necesidades espi-
rituales, y (B) el hombre tiene una conciencia moral que le apremia
a hacer lo que cree que es recto.
A. El hombre es espiritual
La afirmación que hizo Jesús: «.t'fo sólo de pan vivirá el hom-
bre», es cierta no sólo porque fue El quien la hizo, sino también
porque es un hecho demostrado cierto por la naturaleza humana
30. Algunos libros a estudiar acerca de este tema son: R. H. Nassau, Fetishism in West A/rica;
William a. P. Martin, Oriental Re/igions and Christianity; Principal Fairbaim, Studies in Philosophy
of Religion; James Orr, The Problem of the Old Testament; E. W. Hopkins, The History of Religions;
Frank Byron Jevons, An lntroduction to the History of Religion.

95
creada por Dios. El hombre es más que un ser físico. Por naturaleza
tiene hambre y sed de aquello que no es físico: lo espiritual.
El hombre es un ser dual, físico y moral o espiritual. En el mundo material
hay aquello que satisface y sacia a cada deseo físico del hombre. No hay nin-
gún apetito físico que no pueda ser saciado por el mundo de las cosas físicas.
Pero hay aquello en el hombre que todas las cosas físicas y materiales de la tie-
rra no püeden saciar. Hay un constante anhelar, un hambre por algo más allá
de lo meramente físico. Esto es lo que se reconoce como necesidades religiosas
o espirituales. 31

Este pensamiento se relaciona estrechamente con el argumento


de la antropología. El hombre es religioso; es un ser espiritual con
necesidades que sólo pueden quedar satisfechas con alimento espi-
r:itual. Si Dios creó al hombre, ¿no sería razonable concluir en que
El implantaría en la mente del hombre estas cualidades? Si tales
deseos existen -como ciertamente sucede- entonces, ¿a qué o a
quién atribuiremos su origen? ¿Lo atribuiremos a la materia, que
evidentemente no es ni moral ni espiritual? ¿O lo atribuiremos a la
Inteligencia? La respuesta lógica a estas preguntas es que debemos
dar el crédito a quien se debe dar. Tenemos que acreditar a la In-
teligencia como la originadora. La materia no es moral, pero la In-
teligencia sí lo es. Y es sólo razonable creer que los anhelos espiri-
tuales del hombre se originaron en lo que es espiritual.
B. El hombre tiene una conciencia moral
Todos los hombres tienen el apremio de elegir lo bueno sobre lo
malo. Lo que ellos elijan como bueno puede ser malo o lo malo que
elijan puede ser bueno en base de la norma de la Biblia. Pero, con
todo, el hombre tiene la capacidad df' elegir. Y tiene la consciencia
de bueno o malo en relación con sus decisiones. La existencia de la
conciencia es prueba de que el hombre tiene este apremio a elegir
lo bueno sobre lo malo y a ser motivados a decidirse por lo que él
cree ser bueno.
El hombre es un ser con voluntad. «Todos los hombres creen
que hay justicia e injusticia, que hay una diferencia entre lo bueno
y lo malo. Además, el hombre cree que está obligado a hacer lo bue-
no y a oponerse a lo malo.» 32 Esta sensibilidad moral está tan pro-
fundamente arraigada en la misma naturaleza del hombre, este he-
cho de la conciencia, que incluso aquellos que rechazan la realidad
de la ley moral argumentan por lo general que sus creencias condu-
cirán al hombre a lo mejor.» 33 Hamilton explica:
31. Homer Hailey, Interna/ Evidences ofChristianity (Bowling Green, Ky.: Evidence Quarter-
ly, 1964), pág. 21.
32. James D. Bales, The God-Killer? (Tulsa, Olka.: Christian Crusade Publications, 1967). pág.
128.
33. /bid .. pág. 129.

96
Lo que se quiere decir con la afirmación de que la conciencia es universal
para toda la humanidad es que hay una cierta característica innata en la men-
te que capacita a una persona que ha llegado a la edad de la razón a emitir
un juicio en cuanto a la bondad o maldad de cualquier curso de acción que se
le pueda presentar a la mente. Enfrentado a un curso de ación determinado,
la mente reacciona, instintiva, involuntaria, y con frecuencia inconscientemen-
te, con el juicio correspondiente: «Debería hacer lo que es recto.» 34

El hombre tiene una conciencia que lo lleva a hacer lo que cree


que es recto. «Aprueba nuestras acciones cuando hacemos aquello
que juzgamos ue deberíamos hacer, y nos condena cuando hacemos
aquello que juzgamos que no deberíamos hacer.» 35 En Política, Aris-
tóteles escribió: «El hombre bueno hace lo que debe hacer; porque
la razón en cada uno de sus poseedores elige lo que es mejor de sí
mismo, y el hombre bueno obedece su razón.»
Si el hombre es el resultado de una evolución materialista,
¿cómo llegó a desarrollar la capacidad innata para siempre querer
hacer aquello que cree que es lo recto? Cuando no obedece su deseo
de hacer lo que es recto, ¿de dónde le vino la capacidad de sentir
la culpa? El materialista no puede dar respuesta a estas preguntas.
Los materialistas no pueden explicar la conciencia. No pueden
decirnos por qué el hombre es un ser moral. ¿No es razonable creer
que la moralidad provino de lo que es moral? Esta pregunta nos
obliga a volver a la Inteligencia como explicación adecuada para el
fenómeno del hombre. Aquel que lo originó todo invistió al hombre
con la capacidad de decidir: de elegir el bien y el mal. 36 También
confirió al hombre el deseo de hacer lo bueno. Y cuando él, el hom-
bre, no cede a su deseo de hacer lo bueno, su conciencia le remuer-
de. «El hecho de que los hombres sean criaturas susceptibles de ele-
gir, y el hecho adicional de que sus elecciones se hacen en términos
de una cierta consciencia de principios morales y éticos, constitu-
yen una firme evidencia de que se originaron de una fuente que tie-
ne también la capacidad de hacer juicios morales y éticos.» 37 La
afirmación que todos hacen una u otra vez, «No hubiera debido ha-
cerlo», constituirá siempre evidencia de que el hombre tiene una
conciencia de que debe obedecer. Y esta conciencia tiene el sentido
de lo bueno y de lo malo.

34. Floyd E. Hamilton, The Basis ofChristian Faith (New York: Harper and Row, 1964), pág.
47.
35. Roy Deaver, «Creation And Moral Consciousness», The Spiritual Sword (1511 Getwell
Road, Memphis, Tenn.: April 1971), Vol. 2, n.º 3, pág. 41.
36. Rubel Shelly, Simple Study in Christian Evidences (Memphis, Tenn.: Simple Studies Pub.
Co., 1970), pág. 13.
37. Batsell Barret Baxter, I Relieve Because... (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1971),
pág. 52.

97
EL ARGUMENTO DE LA APRECIACIÓN DE LA BELLEZA

El argumento de la apreciación de la belleza, o argumento esté-


tico, trata de la singular receptividad del hombre ante las maravi-
llosas cosas bellas de la vida y existencia. Cuando el hombre obser-
va la hermosura y grandeza de una rosa, los majestuosos sones de
la música, la prevalente presencia de la vida a su alrededor, se que-
da lleno de maravilla y admiración. Cuando experimenta el senti-
miento del amor y de ser amado, de dar y recibir, de gozo y alaban-
za, su singularidad como ser viviente queda aún más destacada
frente a todas las otras criaturas vivas. El hombre no es un animal.
Es humano. Y en ello hay una gran diferencia.
Cuando el hombre ve una obra maestra de arte, aprecia la habi-
lidosa mano del talentoso artista. Cuando sus tímpanos vibran con
la maravillosa melodía de la música, se siente agradecido por la
agudeza del oído y por los talentos del compositor. Tal apreciación
nos hace preguntar de dónde el hombre sacó tales inclinaciones es-
téticas. Si el hombre es el resultado de la materia en movimiento,
es ciertamente asombroso que haya desarrollado por evolución un
interés tan intenso en el arte, en la música y en la emoción.
El argumento de la apreciación de la belleza afirma que el hom-
bre es un ser estético simplemente porque fue creado así por Aquel
que pose estas mismas cualidades. El materialismo no es una res-
puesta satisfactoria para tales instintos estéticos. La materia no es
estética. ¿Cómo podría originar aquello que sí lo es? ¿No está acaso
el materialista demandando un milagro mayor que el teísta? Este
autor así lo cree. ¿De dónde derivó el hombre estas cualidades es-
téticas? La única respuesta satisfactoria sería que le fueron confe-
ridas por Aquel que tiene el poder de originar tales cualidades. ¡Y
éste es Dios!
Continuemos algo más con este pensamiento. El hombre es sin-
gular. Los animales no aprecian el arte, ni la música ni la belleza.
El hombre aprecia la nieve y la lluvia, pero un gato o un perro no
se detienen maravillados ante estos fenómenos de la naturaleza.
Para un perro o un gato, la nieve sólo significa frío, y la lluvia hu-
medad. El hombre goza con los trinos de las aves. Pero el depreda-
dor de un ave sólo oye el sonido de un posible almuerzo.
El materialista no tiene respuestas para la naturaleza estética
del hombre. Si Dios no existe, no tenemos entonces respuestas para
el origen de la emoción, sensación y apreciación. Y si el hombre
evolucionó de los animales, tendríamos o bien que demostrar que
los animales son estéticos o que el hombre no es estético. Si el hom-
bre es estético (y lo es) y los animales no lo son (y no lo son), enton-
ces tenemos que explicar el origen de la naturaleza estética del
hombre.

98
EL ARGUMENTO DE LA REVELACIÓN
El argumento de la revelación se basa en la veracidad de los ar-
gumentos concernientes a la naturaleza religiosa y moralidad del
hombre. Si el hombre es un ser moral y espiritual que es inheren-
temente religioso (y lo es), ¿no es razonable entonces creer que su
Creador le revelaría por qué es de esta manera?
Evidentemente, este argumento supone que los anteriores argu-
mentos han defendido suficientemente la existencia de Dios. Dios
existe. Por ello, mantenemos que es razonable que Él se revelara al
hombre. Su existencia demanda la revelación. Podemos dividir este
argumento en dos áreas de interés: (A) la posibilidad, probabilidad,
necesidad y racionalidad de la revelación, y (B) la revelación misma.
A. Posibilidad, Probabilidad, Necesidad y Racionalidad
de la Revelación
¿Sería posible que una Inteligencia se revelara al hombre? ¡Cier-
tamente! Responder que no pondría de inmediato la carga de cono-
cer todas las imposibilidades sobre los hombros del contradictor.
¿Es probable que la Inteligencia se manifestara a sí misma a aquello
que fue creado? ¡Sí! Responder en sentido negativo sería decir que
el Creador sería cruel al haber creado un ser con anhelos religiosos
y espirituales y, sin embargo, dejando estos deseos sin satisfacción.
Por ello, ¿es necesario que Dios se revelara al hombre? ¡Totalmente!
Dios creó al hombre para ser llenado con Su alimento espiritual. La
amante naturaleza de Dios no le permitiría que Sus hijos ,murieran
de desnutrición espiritual. El hombre necesita de Dios. Esta es la
manera en que Dios lo creó. Es simplemente razonable creer que el
Creador completaría su Creación con la revelación.
Es razonable, por tanto, que el Creador se revelase a Su creación.
El cristiano afirma que Dios se ha revelado de tal manera al hom-
bre, tanto por las manifestaciones de Su presencia como por la re-
velación de Sus leyes.
El hombre es un ser moral y necesita una norma por la cual juz-
gar su vida. Si el ateísmo fuera verdad, no existe nada que pueda
tomarse como norma de moralidad. Cada persona podría hacer lo
que fuera recto delante de sus ojos sin decir lógicamente que era in-
correcto. La norma dominante sería «haz lo que te dé la gana».
Hay ateos que pretenden poder vivir vidas morales sin la norma
de los principios bíblicos. 38 Pero este autor pone en cuestión el ori-
gen de su moralidad. ¿De dónde sacaron su moralidad, qué morales
tienen, en primer lugar? Bales dice acertadamente:
Es cierto que hay ateos que viven buenas vidas morales bajo el prisma de
las normas generales de la sociedad. Por sus admirables vidas recomiendan su

38. John Reíd, Man Without God (New York: Corpus Instrumentorum, 1971), págs. ix, x.

99
ateísmo, y dan la apariencia de que el ateísmo es moralmene seguro y sano.
Sin embargo, tenemos que preguntar si acaso su moralidad está arraigada y
nutrida por su ateísmo. 39

En el mundo de la actualidad sería muy difícil decir que la mo-


ralidad no está basada en la moral de la Biblia -al menos en prin-
cipio-. Esta moralidad ha quedado atrincherada dentro de los sis-
temas, gobiernos y mentes de los hombres durante miles de años·.
¿Cómo puede un ateo pretender haberse separado de unos princi-
pios tan arraigados? Este autor reta a cualquier grupo de ateos a
comenzar su propia sociedad, con independencia de las actuales so-
ciedades. Que hagan sus propias leyes de una manera coherente y
que expliquen por qué las hicieron.
Para nuestra información aquí, el anterior experimento fue real-
mente llevado a cabo hace unos cien años. Un grupo de ateos co-
menzaron la ciudad de Liberal, Missouri. Y lo hicieron porque que-
rían vivir en una comunidad donde estuvieran excluidas las «Su-
persticiones del cristianismo». En esta ciudad no se permitían ni
predicadores, ni iglesias ni religiones.
Todo fue bien hasta que las verdaderas realidades del ateísmo
comenzaron a ser puestas en práctica. y para esto se necesitaron
sólo unos pocos meses. El diario Post-Dispatch de St. Louis publicó
un artículo acerca de la ciudad presentándola en toda su degrada-
ción. Era realmente el trono del diablo, un centro de robos, penden-
cias, juego y borracheras. Bien, a los hombres de la ciudad no les
gustó el artículo, por lo que pusieron pleito a Clark Braden, el autor
del artículo, y al Post-Dispatch, por difamación. Pero en el jucio la
evidencia era tan clara en contra de los habitantes de Liberal que
el Post-Dispatch fue absuelto al cabo de unos pocos minutos de de-
liberación por parte del jurado. La ciudad de Liberal tuvo que pa-
gar las costas del juicio.
Después de todo esto, muchos de los ateos de toda la vida que
vivían en la ciudad comenzaron a irse. Uno de ellos admitió que
«un incrédulo rodeado de cristianos puede hacer chorrear su incre-
dulidad y soportarla, pero toda una ciudad de ateos era demasiado
horrible de ver».
B. La revelación misma
La Biblia, la revelación de Dios, se levanta como columna en de-
fensa de la existencia de Dios. Edward J. Young escribió:
¿Cómo podemos saber que la Biblia es la Palabra de Dios? Naturalmente,
hay una multidud de razones para creerlo. la Biblia misma evidencia su divi-
nidad de una manera tan clara que el que no cree está sin excusa. Lleva en ella

39. James D. Bales, «Atheists and Admirable Lives», Firm Foundation (Austin, Tex.: March
4, 1975), pág. s.

100
misma señales de su divinidad. Así, su tema, su gloriosa doctrina del Dios vivo
y verdadero, Creador del cielo y de la tierra, de la caída del hombre en pecado
y de la maravillosa redención que Dios ha obrado para el hombre, da un tes-
timonio claro y convincente de su origen divino. Lo mismo es verdad que todas
sus otras «excelencias incomparables». Son sin paralelo en ningún otro escrito,
y muestran de una manera de lo más convincente que la Biblia es en un sen-
tido singular la Palabra de Dios.""

¿Cómo podemos dar cuenta de un libro tan singular? La unidad,


pofecía y aplicabilidad de sus enseñanzas son cualidades resonantes
que no pueden tener un origen humano. Simplemente, el hombre
no es así de inteligente o fiable. La única respuesta satisfactoria del
origen de la singularidad de la Biblia es una Inteligencia eterna:
Dios. (La singularidad de la Biblia será tratada con extensión en un
capítulo posterior.)
Es razonable creer que el autor de la Biblia es Dios. Cualquiera
que se haya hecho sabedor de lo que la Biblia realmente enseña
está convencido de que no pudo haber sido la obra del hombre por
sí solo. El hombre no la habría escrito si hubiera podido y no hu-
biera podido haberla escrito si lo hubiera deseado.
Y así hemos abierto el camino hasta Dios y Su carácter. Los ar-
gumentos teístas, como tales, no defineri el amante carácter de
Dios. Es tan sólo después de descubrir que es razonable que la In-
teligencia que está detrás de los mundos se revelara a Sí misma que
llegamos a la descripción del Creador. Esta descripción se obtiene
mediante Su revelación: la Biblia.
El argumento de la revelación tiene su fuerza en que si no hu-
biera Dios no esperaríamos una revelación de El. Pero, si lo hay, es
razonable y necesario que se revele a Sí mismo al hombre. Esto lo
esperaríamos. Si Dios existiera, esperaríamos una revelación. Si no
tuviéramos libros revelados como la Biblia, podríamos asumir que
no hay Dios. Pero, por cuanto la Biblia está aquí -una gran mara-
villa en sí misma- es de lo más razonable creer que se originó no
con el hombre, sino con Dios, su autor allí descrito. Ahí está y se tie-
ne que dar razón de ella. El ateo no puede explicarla. El materia-
lista no puede explicarla. Pero el cristiano sí.

RECAPITULACIÓN
Hay muchas otras reflexiones que podrían ser presentadas junto
con la línea de argumentación teísta. Este capítulo y el precedente
son sólo un breve examen de los principales argumentos. Al conca-
tenarse esta cadena de argumentación, se puede ver que la existen-
40. Edward J. Young, An lntroduction to the Old Testament (Grand Rapids, Mich.: William B.
Eerdmans Publishing Co., 1969), pág. 27.

101
cia de Dios tiene un sustento abrumador. Tomados como un todo,
los argumentos teístas llevan a la conclusión de que la inteligencia
es la ordenadora y controladora de los mundos.
El materialismo se vuelve irracional e ilógico en comparación
con la fuerza de la conclusión de estos argumentos. Andrew Conway
Ivy dijo: «La creencia en la existencia de Dios provee el único sig-
nificado total, definitivo y racional de la existencia.» 41
No tenemos por qué bajar la cabeza avergonzados en esta era científica de-
bido a que creemos en Dios. Más bien, es el ateo quien debería bajar la cabeza
avergonzado, por cuanto su hipótesis niega la posibilidad de racionalidad; ello
debido a que hace de todo simplemente materia en movimiento respondiendo
a materia en movimiento. 42

Uno de los anteriores científicos líderes de América, Wernher


von Braun, dijo: «El vuelo espacial tripulado es un asombroso lo-
gro, pero ha abierto para nosotros, hasta ahora, sólo una puertecita
para contemplar las asombrosas extensiones del espacio. Nuestra
visión a través de este agujerito hacia los inmensos misterios del
universo únicamente confinna nuestra creencia en la certidumbre de
su Creador [énfasis mío, R.E.D.].» Platón escribió: «La tierra, el sol
y las estrellas, y el universo mismo, así como la encantadora varie-
dad de las estaciones, demuestran la existencia de una divinidad.» 43
Isaac Newton añade: «La existencia de un ser dotado de inteligen-
cia y sabiduría es una inferencia exigida por el estudio de la mecá-
nica celeste.» 44 Y en verdad Anselmo estaba en lo cierto al escribir:
«Nadie que comgrenda la realidad que Dios es puede pensar que
Dios no existe.»
Durante el lanzamiento televisado del Apolo X, se hizo la afir-
mación de que el 89 % de los científicos dedicados a aquella tarea
creían en Dios. 46 Así, no todos los científicos son ateos, como los
ateos quisieran hacernos creer. El teísmo está vivo, bien, y fuerte.
La razón pone la fe a los pies de cada indagador. Pero es responsa-
bilidad del indagador recogerla. Nadie tiene por qué dejar que los
ateos le impresionen falsamente a pensar que la ciencia, la raciona-
lidad y la lógica han eliminado la idea de Dios. No es así. La ver-
dadera filosofía, la verdadera ciencia y la verdadera lógica condu-
cen armónicamente a uno a Dios de manera directa. La afirmación
sigue siendo verdadera: «Dice el necio en su corazón: No hay Dios.»
41. Andrew Conway Ivy, «The Absoluteness of the Certainty of God's Existence», Evidence of
God in an Expanding Universe, John C. Monsma, ed. (New York: G.P. Putnam's Sons, 1958). pág.
225.
42. Bales, The God-Kil/er? op. cit., pág. 138.
43. Platón; De Legibus, Lib. XI, siglo IV a.c.
44. Isaac Newton, Principia (1687), citado por Ralph L. Woods, ed., The World Treasury o(Re-
/igious Quotations (New York: Garland Books, 1966). pág. 372.
45. Anselmo de Canterbury, The Pros/ogion (1100), citado por !bid.
46. Otis Gatewood, There is a God in Heaven (Abilene, Tex.: Contact, Inc., 1970), pág. 157.

102
6

El problema del mal


Para muchas personas el problema del mal ha sido, y es, acla-
mado como la pregunta más difícil que el creyente afronta con re-
ferencia a la existencia de Dios. Ha sido considerado como la «evi-
dencia para el ateo». 1 Un incrédulo escribió: «Hay demasiado mal
en el mundo para que se pueda permitir la inferencia de que hay
una Providencia o un Arquitecto que tenga en su corazón los inte-
reses del hombre.» 2 Thomas B. Warren escribió: «Es probable que
no se haya presentado ningún cargo con tanta frecuencia ni con
tanta fuerza contra el teísmo de tradición judeocristiana (bíblica)
debido a que tal teísmo es incapaz de explicar adecuadamente la
ocurrencia o existencia del mal.» 3
Esta es una de las más apremiantes cuestiones de nuestro tiempo. Más
apremiante que la cuestión de los milagros o de la ciencia y la Biblia es pro-
blema pungente de por qué sufren las personas inocentes, por qué nacen bebés
ciegos, o por qué una vida prometedora se apaga en su flor. ¿Por qué hay gue-
rras en las que mueren miles de personas inocentes, niños quemados más allá
de todo posible reconocimiento, y muchos de ellos mutilados de por vida? 4

l. David Elton Trueblood, Philosophy of Religion (New York: Harper & Row, Publishers,
1957). pág. 231.
2. Donald A. Wells, Gud, Man and the Thinker, pág. 112, citado por Wayne Jackson en Fortify
Your Faith in an Age of Doubt (Stockton, Calif.: Pledge Publications, 1974), pág. 4.
3. Thomas B. Warren, Have Atheists Proved There is No God (Nashville, Tenn.: Gospel Advo-
cate Co., 1972), pág. vii.
4. Paul E. Little, Know Why You Relieve (Wheaton, Ill.: Scripture Press Pub. Inc., 1967), pág.
73.

103
¿CUÁL ES EL PROBLEMA?
Así, ¿cuál es el problema? ¿Hay un problema o una contradic-
ción lógica entre la creencia en Dios y la existencia del mal? En pri-
mer lugar, definamos el problema. Epicuro (300 a.C.) plantea el
problema de esta manera:
O bien los dioses pueden quitar el mal del mundo y no quieren, o estando
dispuestos a ello no pueden; o bien ni quieren ni pueden, o, en último término,
tienen capacidad para ello, y están dispuestos. Si tienen voluntad de eliminar
el mal y no pueden, entonces no son'omnipotentes. Si pueden, pero no quieren,
entonces no son bevevolentes. Si ni quieren ni pueden, entonces no son ni om-
nipotentes ni benevolentes. Por último, si a la vez tienen capacidad para ello
y están dispuestos a aniquilar el mal, ¿cómo es que el mal existe?;

Para el que cree en un Dios totalmente bueno y todopoderoso, la


existencia del mal presenta ciertamente un problema tal como lo
describió Epicuro hace más de 2.200 años. Y tenemos que pregun-
tar: ¿Cómo puede un Dios absolutamente bueno y todopoderoso
permitir que el mal exista? Si Dios es absolutamente bueno, ¿No
habría de desear que el Il).al dejase de existir? Si es todopoderoso,
¿no podría eliminarlo si El desea que no exista? Si Dios no puede
eliminar el mal, ¿no es cierto entonces que no es, todopoderoso? Si
puede eliminar el mal y no lo hace, ¿puede ser El un Dios' absolu-
tamente bueno? Esta es la situación que afronta cada cristiano. Y
muchos cristianos sólo tienen una tartamuda respuesta cuando se
les enfrenta con estos puntos aparentemente contradictorios en su
teología.
Es evidente que estas son preguntas aceradas que deben recibir
respuesta de parte del creyente. El ateo niega a Dios y asume que
el mal es meramente una parte de materia en movimiento, estando
toda ella en una lucha por la supervivencia. «Para el que no cree
que el mundo está regido por una Mente Amante», dijo Trueblood,
«la existencia del dolor en la naturaleza, y de la descarnada cruel-
dad del hombre para el hombre, no son en absoluto sorprenden-
tes».6
Pero, una vez más, aquí aparecen problemas que el ateo tiene
también que explicar. Tiene el problema de explicar cómo el teísta
vino a atribuir este mundo malo y totalmente material --como
ellos dicen-. como producto de un Dios bueno, justo y benevolente.
Naturalmente, esto nos lleva de vuelta al argumento ontológico con
respecto a la existencia de la misma idea de Dios. (El lector debería
repasar el material acerca de aquel argumento en el capítulo 5 .) Se

S. Epicurus, Aphorisms, citado por The World Treasury of Religious Quotations, Ralph L.
Woods, ed. (New York: Garland Books, 1966), pág. 298.
6. Trueblood, Philosophy of Religion, op. cit., pág. 231.

104
tiene que reconocer que el teísta tiene que explicar la cxistenci.l de
un Dios benevolente frente a la existencia del mal. Pero, por otra
parte, el ateo tiene que explicar la evolución de la idea de un Dios
benevolente en base de un ambiente de un universo y mundo su-
puestamente material en su totalidad. Estamos en una calle de dos
vías, y cada negador de la Deidad debería reconocerlo.

UN ANTIGUO PROBLEMA
Los profetas de la antigedad pedían incesantemente una explica-
ción de Dios acerca del sufrimiento, dolor y mal. Elías preguntó:
«Jehová Dios mío, ¿aún a la viuda en cuya casa estoy hospedado
has afligido, haciéndole morir su hijo?» (1Reyes17:20). «Si Jehová
está con nosotros», se preguntaba Gedeón, «¿por qué nos ha sobre-
venido todo esto?» (Jueces 6:13). Habacuc se quejaba: «¿Por qué ves
a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más
justo que él?» (Habacuc 1:13). Y luego Job, en su confrontación con
el mal, preguntaba angustiadamente: «Está mi alma hastiada de
mi vida; daré libre curso a mi queja, hablaré con amargura de mi
alma. Diré a Dios: No me condenes; hazme entender por qué con-
tiendes conmigo. ¿Te parece bien que oprimas, que deseches la obra
de tus manos, y que favorezcas los designios de los impíos?» (Job
10:1-3).
La presencia del sufrimiento, del dolor y del mal ha estado con
nosotros por un largo tiempo. Los teístas siempre han hecho la pre-
gunta de por qué Dios deja que los justos sufran. Los escépticos
como Hume han utilizado la existencia del mal como espada para
atacar la posición del teísta. 7 Hoy en día, el problema del mal es la
evidencia que alega el ateo en cpntra de la existencia de Dios. O así
se pretende.
El problema del mal ha estado dando vueltas por las mentes de
los filósofos durante muchos años. Cuando nombres como Belsen y
Auschwitz y Dachau le recuerdan a la humanidad los atroces sufri-
mientos inflingidos sobre la humanidad en campos de exterminio
nazis; cuando nombres como Hitler y Mussolini nos recuerdan las
maneras inhumanas de hacer que se pueden dar; cuando palabras
como Watergate y Vietnam nos traen recuerdos de corrupción po-
lítica y de guerras innecesarias, nos preguntamos por qué Dios per-
mite que todo ello exista. ¡Pero quizá la existencia de todo ello es
necesaria! ¿Podría ser que la existencia del mal fuera un «mal ne-
cesario»?
Al considerar este tema se hace por lo general una distinción en-

7. David Hume, «Dialogues Concerning Natural religion», Partes X, XI en God and Evil, Nel-
son Pike, ed. (Englewood Cliffs: Prentice Hall, loe., 1964), págs. 17-36.

105
tre tres tipos de «males». Estos son: (1) mal físico o sufrimiento
causado por cosas como tornados, inundaciones y nacimientos de-
formes; (2) mal moral, como asesinatos, codicias, pendencias, men-
tiras, y (3) el infiernf! eterno, un lugar de castigo eterno para los que
se rebelan contra Dios. Los ateos utilizan estas tres fuentes de mal,
como un todo, en contra de un Dios todopoderoso y absolutamente
bueno. ¿Por qué permite Dios que existan las primeras dos fuentes
de mal? Y, si es absolutamente bueno, ¿por qué va a sentenciar a
un ser humano a un infierno eterno?

CONSIDERACIONES PRELIMINARES

Unas reflexiones preliminares nos ayudarán a una mejor com-


prensión y delimitación de nuestro tema. Y por lo general una me-
jor comprensión del problema ayuda a resolver una gran parte de
él. Hay algunos aspectos que deben ser considerados por aquellos
que pretenden que el mal es evidencia en contra de la existencia de
Dios.

A. El problema de Dios
El ateo le dice al teísta: «Si hay un Dios absolutamente bueno
y todopoderoso, ¿cómo explicas la existencia del mal?» Pero el teís-
ta puede también preguntarle al ateo: «Si no hay Dios, ¿cómo ex-
plicas tú la presencia del bien?» Si todo lo que existe es materia en
movimiento, es ciertamente curioso que la materia haya desarrolla-
do el buen amor, la buena benevolencia, los buenos pensamientos
y buenos caracteres. ¿De dónde vino el bien? ¿Qué propósito hay en
el bien? El ateo tiene que dar respuesta a estas preguntas. 8 El teísta
tiene que tratar con el problema del mal, pero, por otra parte, el
ateo tiene que tratar con el problema del bien.

B. El conocimiento del hombre está limitado


Al estudiar la presencia del mal, tenemos que estar conscientes
de que el conocimiento del hombre tiene límites. El hombre no pue-
de abarcar los propósitos eternos. El conocimiento del futuro está
más allá de su capacidad. José, en el momento de ser maltratado
por sus hermanos y ser vendido por ellos a unos mercaderes extran-
jeros, no sabía que ello entraba en el plan de Dios para bien. Más
tarde, José reconoció este hecho.
El cristiano tiene que reconocer que hay algunas cosas ocultas
en la mente de Dios y que no se dan a conocer hasta el momento
adecuado (Deuteronomio 29:29). Herbert H. Farmer dijo: «El cris-

8. Leer James D. Bales y Woolsey Teller, The Existence of God, a debate (Harding College,
Searcy, Ark.), págs. 161, 162.

106
tianismo nunca ha pretendido quitar el aguijón del mal explicándo-
lo, sino dando la victoria sobre él.» 9 El cristianismo no quita el su-
frimiento ni el dolor de la vida de uno. Le ayuda a uno a soportarlo.
Debería eliminar el sufrimiento resultante del pecado al eliminar -
al menos en cierto grado- el pecado de la vida de uno. Segamos lo
que sembramos. Si sembramos el bien, segaremos el bien (Gálatas
6ó)). Así, el cristianismo es la medicina; el mal es el virus. Dios tan
sólo dice: «Tened pacieqcia hasta la venida del Señor» (Santiago
5:7). Y en aquel tiempo El dice que eliminará la existencia del mal
y de todo sufrimiento y dolor (Apocalipsis 21 :4). Esta es la esperan-
za del creyente.

C. ¿Qué es lo que es realmente bueno?


La idea que tiene el hombre de lo que es realmente bueno es en
ocasiones errónea. Con frecuencia asociamos el placer con lo bueno,
y el dolor con lo malo. «La concepción placer/dolor de la existencia
es superficial e incompleta. Sin embargo, casi toda la humanidad
considera buena una cosa si da placer y mala si causa dolor.» 10 Esta
falsa concepción es causante de no pocos problemas.
La evaluación de todo como bueno o malo en términos de si nos da placer
o dolor es ciertamente egocéntrica. Hay un mayor bien que el placer, y un ma-
yor mal que el dolor. El hombre no existe primariamente para ser feliz. El
hombre, la criatura, existe con el fin de dar gloria a Dios el Creador."

En otras palabras, el dolor no necesariamente da a algo la cua-


lidad de ser malo y el placer no indica necesariamente que algo sea
bueno. Es el pecado, no el dolor o el sufrimiento, el único mal verda-
dero. La obediencia a Dios, motivada por el amor, no por los place-
res carnales, es el único verdadero bien (Mateo 22:36, 37). Esto es
lo que dice la Biblia.

D. Malas reacciones
Y también nuestra reacción ante el sufrimiento puede ser mala.
«En ocasiones es nuestra reacción ante el sufrimiento», explica Paul
Little, «más que el sufrimiento mismo, lo que determina si la expe-
riencia será una bendición o una pérdida. El mismo sol que derrite
la mantequilla endurece la arcilla». 12
Nuestra valoración de la situación puede no ser siempre objeti-
va. Una cierva madre que cargue para proteger a sus cervatos pue-

9. Herbert H. Farmer, Towards Belief in God (Londres: Student Christian Movement Press,
1942), pág. 231.
10. Batsell Barret Baxter, I Believe Because ... (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House Cu.,
1971), pág. 274.
11. /bid.
12. Little, Know Why You Believe, op. cit., pág. 80.

107
de ser mala para aquel que recibe el ataque. Pero la superviviencia
de los cervatos es buena, porque provee de alimento para los huma-
nos. El aguijón de una abeja puede ser considerado malo por algu-
nos, pero si las abejas no tuvieran con qué proteger su miel, los de-
predadores destruirían rápida y ciertamente su sustento vital. Si la
miel fuera destruida, morirían las abejas. Si las abejas murieran, la
polinización en el reino de las plantas se vería severamente dificul-
tada. Sin polinización las plantas mueren. Sin plantas, el suminis-
tro de alimentos para el hombre se ve rápida y drásticamente dis-
minuido. Así que algunas de las cosas que pueden al principio pa-
recer malas son en realidad, a largo plazo, buenas. Tenemos que va-
lorar cuidadosamente todas nuestras reacciones ante el dolor y el
sufrimiento.

UNA MALA ILUSIÓN

Algunos han tratado de dar cuenta de la presencia del mal afir-


mando que se trata sólo de una ilusión de la mente. Mary Baker
Eddy escribió: «El mal no tiene realidad, no es ni una persona ni un
lugar ni un ser, sino que es simplemente una creencia, una ilusión
del sentido material.» 13 Esta no es ninguna respuesta. Davis dijo
acertadamente: «Pero incluso si el mal es tan solo una ilusión, en-
tonces las ilusiones existen (¡y en abundancia!), y, ya que estas ilu-
siones mismas son malas, ¿por qué permite Dios la existencia de la
ilusión?» 14 Si el sufrimiento es tan sólo una ilusión, ¿por qué luchar
contra él si simplemente podríamos olvidarlo?
El dolor no es una ilusión de la mente. Cuando alguien tiene una
pierna fracturada, su mente no le está gastando bromas. Si intenta
andar, seguramente que caerá de bruces y probablemente sufrirá
otra «ilusión»: una nariz partida. El angustioso dolor de su «ilusiva
pierna fracturada» le producirá indudablemente un gemido agóni-
co en su boca, informándole que tiene una pierna rota. La preten-
sión de que el dolor es una mera ilusión es en realidad un «truco»
teológico. Los que pretenden esto intentan simplemente soslayar el
problema.

SOLUCIONES
Dirijamos nuestra atención ahora a algunas explicaciones del
mal. Pronto se hará patente que casi todas las explicaciones tienen
13. Marv Baker Eddv, Science and Health With Kev to the Scriptures (Bastan: Trustees llnder
the Will af Mary Baker Eddy, 1908), n.p. -
14. William H. Davis, Philosaphy a( Religion (Abilene, Tex.: Biblical Research Press, 1969),
pág. 34.

108
huecos y problemas. Sin embargo, la fuerza de los argumentos para
la necesidad del mal son suficientes para satisfacer al indagador se-
rio en cuanto a la razón de la existencia del mal.

A. Las leyes naturales son necesarias


Mucho sufrimiento y dolor son atribuidos a causas físicas como
tornados, terremotos e inundaciones. Cuando Dios creó el universo,
estableció leyes naturales para regir Su creación. «Dios planeó el
universo de manera que fuera regido por un sistema de leyes natu-
rales, y todo funciona mediante estas leyes naturales. Sin estas le-
yes, la vida sería imposible. Un mundo al azar sería caótico.» 15 Gé-
nesis 8:22 dice: «Mientras la tierra permanezca, no cesarán la se-
mentera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día
y la noche.» Dios ordenó las cosas en el universo. El orden es nece-
sario. Si existiera más desorden que orden, la vida no podría ser. 16
Y se precisa de leyes naturales para mantener el orden. No existe el
orden sin ley.
Esto nos da una respuesta para muchas preguntas. F. R. Ten-
nant nos introduce a algunas respuestas al afirmar: La regula-
ridad de la naturaleza es la clave de este problema. Admítase que,
a fin de ser un escenario para la vida moral, el mundo tiene que
estar principalmente caracterizado por la uniformidad o constan-
-cia, y se verá cómo de ello siguen consecuencias muy significati-
vas.» 17
Lo que Pablo dijo en Gálatas 6:7 tiene un sentido espiritual y fí-
sico: «Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sem-
brare, eso también segará.»La gravedad es una ley de la naturaleza.
Viólala y graves consecuencias sobrevendrán. El sol es bueno para
el cuerpo, pero demasiado de él provocará un desagradable dolor.
El fuego tiene propiedades que lo hacen esencial para la existencia
de la vida. Pero el abuso de estas propiedades provocará sufrimien-
to. Para que el agua tenga cualidades que satisfagan y sustenten la
vida, tiene también que tener las cualidades que la apagan por aho-
gamiento. Tennant prosigue: «No podemos gozar de las ventajas de
un determinado orden de cosas sin sus desventajas lógicas o causal-
mente consiguientes.» 18 «Así, a pesar de toda la agonía que las fuer-
zas de las leyes de la naturaleza inflingen en la humanidad, no osa-
ríamos poner un mundo sin ley en lugar de un mundo regido por
ley.» 19 De esta manera, sin leyes naturales, que inflingen severas

15. Baxter, I Believe Because ... op. cit., pág. 275.


16. Bales and Teller, The Existence of God, op. cit., pág. 160.
17. F. R. Tennant, Philosophical Theology, II (Londres: Cambridge University Press, 1930),
págs. 198, 199.
18. !bid.
19. Harry Emerson Fosdick, Dear Mr. Brown (New York: Harper & Row Publishers, 1961),
pág. 21.

109
consecuencias si son violadas, el mundo sería caótico, y la vida no
podría subsistir.
Las discusiones acerca del problema del mal comienzan por lo
general con la consideración del dolor, sufrimiento, tornados e
inundaciones. Pero esto son trivialidades en comparación con el su-
frimiento que el hombre inflinge al hombre. ¿Por qué permite Dios
que el hombre sea dañino para el hombre? ¿Por qué permitió Dios
la existencia de hombres como Nerón y Hitler?
B. La libertad de elección es necesaria
Dios creó al hombre como un agente moral libre. Sin esta cua-
lidad el hombre sería un robot, una mera marioneta. Pero esta li-
bertad de elección tiene algunos inconvenientes necesarios. Los
hombres deben poder tener la libertad de elegir el mal así como el
bien. Y esta libertad de elección conduce a mucho mal.
La necesidad del libre albedrío del hombre da apoyo a la necesidad
de la existencia del mal. Para que el hombre fuera verdaderamente
libre, debía tener el poder de elegir el bien y el mal. «¿Por qué qo
nos hizo Dios de manera que no pudiérarµos pecar? Desde luego, El
hubiera podido, pero recordemos que si El lo hubiera hecho así, no
seríamos seres humanos, seríamos máquinas. ¿Te gustaría estar ca-
sado con una muñeca que habla?» 20 «Una persona que no es libre
de hacer el mal es una contradicción lógica.» 21 Y así tenemos que
entender que Dios «no puede dar al hombre el poder de elegir sin
darle la capacida de elegir el mal así como el bien». 22 «Si el hombre
debía tener libre albedrío, era inevitable que pudiera elegir el mal
así com0 el bien.» 23 Ramm dice acertadamente:
La hhertad, para ser una verdadera libertad, tiene que ser una libertad en-
tre opue~tos. Una libertad restringida o vallada, confinada, podría existir,
como quiz.:.. con un animal, pero ello no puede ser así con el hombre, hecho a
imagen de Dios. La libertad tiene que ser libertad entre opuestos radicales,
esto es, entre pecado y santidad, entre bien o mal, entre el diablo o Dios. Si se
pusieran argollas a la libertad humana, se destruiría cualquier sentido en que
el hombre fuera la imagen de Dios. Por ello, el mal tiene que ser una verdadera
posibilidad para el hombre, porque sólo esta posibilidad radical hace que sea
verdaderamente libre; y sólo en tanto que es verdaderamente libre es imagen
de Dios. 24

Para ser libre, el hombre tiene que poder hacer elecciones, inclu-
so malas elecciones. Tiene que poder elegir si va a hacer reactores
20. Little, Know Why You Believe, op. cit., pág. 73.
21. Farmer, Towards Belief in God, op. cit., pág. 244.
22. Fosdick, Dear Mr. Brown, op. cit., pág. 73.
23. Baxter, I Believe Because ... op. cit., pág. 276.
24. Bernard L. Ramm, The God Who Makes a Difference, (Waco, Tex.: Word Books Publisher,
1972), pág. 129.

110
atómicos o bombas atómicas. Al hombre se le debe permitir edifi-
car o destruir la situación. «Dios pudiera habernos hecho máqui-
nas, pero si lo hubiera hecho así nos habría robado de nuestra pre-
ciosa capacidad de elegir, y habríamos dejado de ser humanos. El
ejercicio del libre albedrío en dirección del mal, en lo que llamamos
la "caída" del hombre, es la razón básica del mal y del sufrimiento
en el mundo.» 25 Un agente moral verdaderamente libre sin la liber-
tad de elegir el mal es una contradicción. C. S. Lewis escribió lo si-
guiente:
Algunos piensan que se pueden imaginar una criatura libre pero sin la po-
sibilidad de actuar mal. Yo no. Si algo es libre para ser bueno es también libre
para ser malo. Y la libertad de la voluntad es lo que ha hecho posible el mal.
¿Por qué, entonces, les dio Dios libre albedrío? Porque el libre albedrío, aun-
que hace posible el mal, es también lo único que posibilita que valga la pena
disfrutar de cualquier amor o bondad o gozo. 26

Para ser unos verdaderos agentes morales libres tenemos que


poder elegir entre el bien y el mal.
Se tiene que admitir que en ocasiones es difícil comprender el
propósito de Dios desde la perspectiva de una mente finita. Farmer
escribió: «Se tiene que admitir que la mente se queda más que
abrumada ante el pensamiento de un propósito divino que podría
dar libertad a una raza para llevar a cabo las abominaciones de co-
rrupción, sensualidad y crueldad de las que va llena la historia ... » 27
Pero, una vez más, si las mentes finitas fueran a abarcar todo lo que
está en la mente del Infinito, ya no serían finitas. Serían también
infinitas.
Dios se propuso ~n la creación del hombre que éste fuera un
agente moral libre. El podría desarraigar el mal del mundo, pero
ello también significaría la destrucción de la libertad del hombre,
haciendo de él un robot. ¿Y quién quiere ser un robot?
Es inmenso el mal que se atribuye a las elecciones imprudentes,
codiciosas y concupiscentes del hombre, decisiones de las que no se
puede achacar responsabilidad a Dios. Santiago escribió: «Cuando
uno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios» (Santiago
1:13). Salomón dijo: «Hay camino que al hombre le parece derecho;
pero su fin es camino de muerte» (Proverbios 14:12). Los hombres
acusan frecuentemente a Dios de males que ellos se han atraído so-
bre sí mismos. En la Odisea de Homero, el mitológico dios Zeus re-
prende a la humanidad diciendo: «¡Mirad ahora vosotros cuán en
vano los mortales recriminan a los dioses! Pues dicen que el mal
viene de nosotros, en tanto que ellos, de sí mismos, por la ceguera
25. Little, Know Why You Believe, op. cit., pág. 79.
26. C. S. Lewis, Mere Christianity (New York: Macmillan Publishing Co., 1976), pág. 52.
27. Farmer, Towards Belief in God, op. cit., pág. 247.

111
de sus propios corazones, se granjean dolores más allá de lo que ha
sido ordenado.» 28
Los hombres no viven para sí mismos ni por sí mismos. El após-
tol Pablo escribió: «Porque ninguno de nosotros vive para sí, y nin-
guno muere para sí» (Romanos 14:7). «En un mundo en el que haya
algún libre albedrío es imposible ... que al~uien abuse de su libertad
sin en muchos casos hacer daño a otro.» 2 Los que están motivados
por incentivos egoístas tomarán decisiones que invariablemente
provocarán sufrimiento y dolor a otros. Pero esto no es culpa de
Dios, sino del hombre.
Sería bueno en este momento traer a la memoria el huerto del
Edén. Tenemos que tomar en consideración en esta discusión que
Dios creó al hombre, y era su propósito que allí prosperara, en una
situación edénica. Un ambiente así -del cual no conocemos plena-
mente sus beneficios y glorias- era ciertamente un amparo para
un agente moral libre. Este era el plan original de Dios. Pero el
hombre lo estropeó. Perdió su hogar original al elegir el pecado.
Como resultado del pecado de Adán y Eva, Dios lanzó Su maldición
sobre la tierra, para que el hombre se ganara el pan con el sudor de
su frente (Génesis 3:16-19).
«Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre ... »
(Romanos 5:12). Es el hombre que tiene que ser recriminado por el
pecado, no Dios. ¿Y cuánto mal en el mundo es consecuencia del pe-
cado del hombre? ¿De las decisiones malvadas del hombre? ¿Y de
los deseos egoístas del hombre? Recuérdalo, Dios lo comenzó todo
de una manera excelente. El hombre podría ser un agente moral li-
bre en un mundo edénico hoy. Pero la decisión mala de un hombre
lo cambió todo.

C. Dios puede hacer lo que puede ser hecho


Algunos pretenden que la presencia del mal es evidencia de que
Dios no es omnipotente. Si Dios es absolutamente queno y desea
que el mal no exista -según ellos dicen- entonces El no debe ser
todopoderoso debido a que el mal sí existe. 30 Los ateos se preguntan
por qué un Dios absolutamente benevolente, y para un ellos un Dios
absolutamente benevolente desearía eliminar todo mal, dejaría que
existiera el mal si se supone que es todopoderoso.
Pero esta acusación es inexacta además de injusta. Tenemos que
preguntar: ¿Puede Dios hacer lo imposible? ¿Puede el hombre ser
una criatura libre sin tener derecho a elegir el mal así como el
bien? ¿Puede el bien existir sin mal? Respondamos a estas pregun-

28. Homero, La Odisea (varias traducciones v editoriales).


29. Bales and Teller, The Existence of"God, ,;p. cit., pág. 162.
30. Para una consideración adicional acerca de las limitaciones de Dios, ver Edwin Lewis,
The Creator and the Adversary (New York: Abingdon-Cokesbury Press, 1948).

112
tas. Veremos que no hay contradicción en la enseñanza bíblica
acerca de la existencia del mal y la omnipotencia de Dios.
Dios puede hacer tod9 lo que puede ser hecho. La omnipotencia
de Dios no significa que El pueda hacer cosas que no pueden hacer-
se. Lewis escribió que omnipotencia «significa poder para hacer
todo aquello que es intr;ínsecamente posible, no lo que es intrínse-
camente imposible. A El se le pueden atribuir milagros, pero no
contrasentidos». 31 Davis escribió: «Pero decir que Dios es todopode-
roso significa sólo que Dios puede hacer todo lo que puede ser hecho,
no que pueda hacer cosas contradictorias como hacer círculos cua-
drados.» 32 «Nada que implique contradicción», contesta Aquino,
«cae bajo la omnipotencia de Dios». 33 Dios puede hacer lo que es
posible.
«No se trata de que no haya límites a lo que la omnipotencia
pueda hacer.» 34 Dios no puede hacer círculos cuadrados, cuadrados
redondos, triángulos de cuatro lados y rect~ngulos de tres lados.
Estas cosas no existen y no pueden existir. El no puede hacer que
algo exista y no exista al mismo tiempo. Warren dice con acierto:
En lugar de decir que Dios no puede hacer las cosas acabadas de mencionar
[como se han señalado más arriba], estaría más en armonía con la verdad de-
cir que tales cosas no pueden ser hechas en absoluto. Dios es infinito en poder,
pero el poder se relaciona sólo con aquello que puede ser hehco, con lo que es
de posible ejecución, ¡no con lo que es imposible! Es absurdo hablar de ningún
poder (incluso poder infinito) pudiendo (teniendo poder) de hacer aquello que
simplemente 110 puede ser llevado a cabo. Dios puede hacer todo aquello que es
posible de ser llevado a cabo, pero él querrá hacer sólo aquello que está en ar-
monía con Su naturaleza. 35

El asunto entonces es éste: Dios no hubiera podido crear un agen-


te moral libre verdadero no permitiéndole al mismo tiempo ser capaz
de pecar, hacer el mal -hacer malas elecciones-. El hombre podría
ser una marioneta de Dios y no poder hacer elecciones malas, o ser
un agente moral libre (como lo es) con la capacidad de hacer deci-
siones malas. La verdadera libertad demanda lo último. Para que el
hombre sea verdaderamente libre tiene que tener la capacidad de
elegir. Y esta capacidad incluye la de adoptar decisiones erróneas.
Un agente moral verdaderamente libre sin el poder de elegir lo
malo simplemente no puede existir.
Es una ,contradicción afirmar que es posible crear un agente moral libre,
inteligente, y ponerlo después en una situación en la que está fuera de toda po-

31. C. S. Lewis, The Problenz of Pain (N"w York: Macmillan, 1948), pág. 16.
32. Davis, Philosophy of Religion, op. 'i1., pág. 36.
33. Tomás de Aquino, Summa Theulr1girn, 1 a Q, XXV, Art. 4.
34. Warren, Have Atheists Proved T/1,,1-.· ¡,No God, op. cit., pág. 17.
35. /bid., págs. 27, 28.

113
sibilidad de pecar. Ningún poder, ni siquiera un poder infinito, puede crear un
ser que sea un agente moral libre y que a pesr de todo esté más allá de la po-
sibilidad de pecar. 36

No se trata de si Dios hubiera podido crear un ser que no pudie-


ra pecar, sino que sería una imposibilidad crear un ser así y que
con todo fuera un agente moral libre.37 Dios puede hacer lo que pue-
de ser hecho, no lo que es imposible o contradictorio.
El hombre tiene que tener el poder de elección a fin de ser libre,
y el abuso de tal poder da respuesta a numerosas preguntas con res-
pecto a la existencia del mal en el mundo de hoy. ¿Cuánto mal es
resultado de las malas elecciones del hombre? No hay contradic-
ción entre la omnipotencia de Dios y la existencia del mal. Mucho
mal existe necesariamente debido a que el hombre es verdadera-
mente un agente moral, no un robot.

¿BENEFICIOS DEL SUFRIMIENTO Y DEL MAL?


Sí, se derivan beneficios de la presencia del sufrimiento y del
mal, que no serían posibles si no existieran. Muchas veces cuestio-
namos la sabiduría de Dios al permitir que existan el sufrimiento,
dolor y pecado sin darnos cuenta de los beneficios que existen de-
bido a que Dios permite su existencia. Consideremos los siguientes
puntos:

A. La presencia del sufrimiento hace mejores hijos de Dios


Para que el hombre sea un agente moral libre verdadero, tiene
que vivir en un medio que le provea elecciones que tomar. Para que
el hombre se desarrolle y llegue a ser un verdadero hijo de Dios, tie-
ne que vivir en un ambiente que promueva la edificación del carác-
ter. El mundo provee un ambiente así. Warren dice que el medio en
el que el hombre vive «tiene que ser un medio que ofrezca al hom-
bre el reto de elegir para venir a ser y vivir como un hijo (de Dios)
y un hermano (de sus semejantes) a un precio posiblemente muy
alto (un gran sacrifido)». 38 Y este ambiente -este mundo- es be-
néfico para hacernos mejores personas.
Este mundo, a la luz de la omnisciencia divina, es el mejor de
los mundos posibles para la preparación y edificación del carácter
del hombre para ahora y para la eternidad. ¿Podría Dios eliminar
todo el sufrimiento y con todo esperar que los hombres desarrolla-
ran carácteres valientes? ¡No! El ateo pretende un mundo mejor

36. /bid, págs. 32, 33.


37. !bid., pág. 29.
38. /bid, pág. 46.

114
con la eliminación del dolor y del sufrimiento. Pero, ¿mejor para
qué? 39 En un mundo así, un mundo libre de sufrimiento y dolor, le
sería imposible al hombre ser un agente moral y libre. Sería impo-
sible que el hombre se desarrollara espiritualmente tomando deci-
siones rectas. Como escribió Agustín: «Porque Pedro estuvo en me-
jor condición cuando hubo llorado y estuvo insatisfecho consigo
mismo, que cuando atrevidamente presumía y se sentía auto-com-
placido.» 40
El sufrimiento forja mejores caracteres. El inspirado Santiago
escribió: «La prueba de vuestra fe produce paciencia» (Santiago
1:3). Sin pruebas, tentaciones y perturbaciones, no puede haber
hombres verdaderamente valientes y desarrollados en lo espiritual
y moral. T. B. Maston escribió:
Lo principal, desde nuestra perspectiva inmediata, es que Dios no quitó el
aguijón, sino que le dijo a Pablo: «Bástate mi gracia; porque mi poder se per-
fecciona en la debilidad» (2 Corintios 12:9). ¿Cómo hubiera podido Pablo co-
nocer el poder y la suficiencia de la gracia de Dios sin el aguijón en la carne?.,

Pensemos en esto.
Como se ha dicho antes, mucho de lo que en el mundo tiene cua-
lidad de bueno tiene también la cualidad de dañar si se violan las
leyes naturales. El agua tiene la cualidad de salvar al hombre de la
sed, pero también la de ahogarle. Un cuchillo tiene la cualidad de
cortar un delicioso pastel, pero también la de matar. El amor puede
dañar cuando es rechazado, pero gozo cuando es aceptado. Pero
Royce dijo: « ... es mejor haber amado y perdido que nunca haber
amado ... » 42
Así que si todo lo existente fuera bueno -y, en realidad, lo tal
no podría existir sin mal- ¿cómo entonces podría el hombre desa-
rrollar un carácter verdaderamente espiritual y moral? Tenemos
que aceptar las malas cualidades de las cosas que existen -y ello
incluye las malas elecciones del hombre- así como las buenas. Las
unas no pueden existir sin las otras. Precisamos de ambas cualida-
des para completar un ambiente adecuado para el desarrollo de los
verdaderos hijos de Dios.
«La cuestión crucial no es si el nuestro es el mejor de los mundos
posibles, sino si puede ser el único posible de los mundos.» 43 Para
el desarrollo del alma, parece que este es el único mundo posible.

39. !bid., pág. 49.


40. Agustín, La Ciudad de Dios, Libro XIV.
41. T. B. Maston, Suffering: A Personal Perspective (Nashville, Tenn.: Broadman Press, 1967).
pág. 46.
42. Josiah Royce, Studies in Good and Evil: A Series of Essays Upon Problems of Philosophy
and of Life (New York: A. D. Appleton & Co., 1898), n.p.
43. Trueblood, Philosophy of Religion, op. cit., pág. 253.

115
Dios «no puede eliminar todas las dificultades, riesgos, dolor y di-
ficultad de la vida y seguir esperando caracteres valientes y mentes
aventureras desarrollándose en ella» .44 Y nosotros tampoco.
Pedro escribió: «Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su
gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de
tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca» (1 Pe-
dro 5:10). También: «En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora
por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en
diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más
preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se pnieba con fuego, sea
hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucris-
to» (1 Pedro 1:6, 7).
Así que hay beneficios en el sufrimiento por lo que a la erección
de un carácter se refiere. Esto puede explicar por qué Dios no inter-
viene para preservar a Sus hijos de todo sufrimiento. «Si Dios inter-
viniera en favor de Su hijo, el hijo vendría a ser lo que alguien ha
dado en llamar "una mascota cósmica", y un hijo mimado resulta
ser un hijo echado a perder. Nuestro Padre Celestial no tiene niños
mimados ni consentidos.» 45 Pedro no dijo que el cristiano se vería
exento de sufrimientos. Si explicó, empero, por qué existe en al vida
del cristiano. Existe con el propósito de hacer mejores cristianos.
B. El mal ejemplifica el bien
Al definir la «teoría de la definición» para explicar la presencia
del mal, Ramm escribe:
El hombre nunca conocería el bien si no conociera el mal. Un hombre crea-
do en bondad, eternamente protegido del mal, no tendría aprecio alguno hacia
el bien. Por ello el mal se introduce en el universo a fin de que el hombre pue-
da experimentar el mal y al hacerlo así venir a conocer el bien. Él así es eter-
namente mejor por haber experimentado el mal, porque ahora conoce el ver-
dadero carácter del bien.46

Platón escribió en Theatetus: «Nunca será posible eliminar del


todo el mal, porque siempre debe haber algo opuesto al bien.» 47 ¿Y
cómo podríamos saber lo que es eternamente bueno si el mal no
existiera? Así que, en realidad, el bien no podría realmente existir
sin la presencia de un opuesto -el mal-.
Y además, el bien procede muchas veces del mal. Después de
que José hubiera sufrido muchos males como resultado de la mala
actuación de sus hermanos, les dijo a éstos: «Vosotros pensásteis
mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que ve-

44. Fosdick, Dear Mr. Brown, op. cit., pág. 73.


45. Maston, Suff'ering: A Personal Perspective, op. cit., pág. 6.
46. Ramm, The God Who Makes a Difference, op. cit., pág. 124.
47. Citado en The World Treasury of Religious Quotations, op. cit., pág. 296.

116
mos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo» (Génesis 50:20).
Desde una perspectiva global, las cosas ayudan a bien a aquellos
que obedecen a Dios (Romanos 8:28). Hay ocasiones en que no po-
demos ver el bien. Pero, ¿no deberíamos ser tan omniscientes como
Dios para ver el bien en tiempos de sufrimiento? Si viéramos todo
el bien que Dios ha prometido que vendrá, no quedaría entonces lu-
gar para la confianza, ni para la esperanza.
Así que no es malo que el mal exista. 48 Warren dijo que «lo que
sucede es que el mal existe realmente, no que es malo que exista» .49
En Enchiridion, Agustín dice: «Aunque el mal, en tanto que es
malo, no es un bien, sin embargo el hecho de que exista el mal así
como el bien es un bien. Porque si no fuera la existencia del mal un
bien, su existencia no sería permitida por el Dios omnipotente.» so
El pecado es el único verdadero mal porque es la voluntariosa
transgresión de la voluntad de Dios (1 Juan 3:4; Romanos 3:19;
4: 15). No es malo que Dios diera al hombre el poder de la libertad.
Pero es malo cuando el hombre abusa de este poder decidiéndose
por la rebelión en contra de Dios. Y una vez más, Dios no puede ser
hecho responsable de las decisiones pecaminosas del hombre.

C. El mal nos señala hacia el cielo


«Se tiene que recordar que Dios no creó al mundo para que fue-
ra el hogar permanente del hombre, sino su temporal "valle de pre-
paración del alma", el medio en el que se ha de pasar el solo y único
período probatorio del hombre.» si Si el hombre estuviera exento de
sufrimiento y dolor en esta vida, ¿anhelaría el cielo? Si el sufri-
miento no condujera la mente del hombre hacia un mundo mejor,
¿qué lo haría? John Bennett escribió que «la misma ausencia del
mal constituiría un problema, puesto que no habría entonces nada
que nos apartara de una actitud de suficiencia propia».s 2
Pablo escribió: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del
tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en
nosotros ha de manifestarse» (Romanos 8:18). Hay una tierra me-
jor, una tierra sin dolor, lágrimas ni tristeza (Apocalipsis 21 :4). Son
los sufrimientos de este mundo lo que dan sed a la boca del cristia-
no por las eternas aguas vivas del cielo (Hebreos 11 :24-26; Apoca-
lipsis 2:10; Lucas 14:26-33).
Así, tal como se ha afirmado anteriormente, tenemos que reac-
cionar ante la presencia del sufrimiento a la luz de lo que Dios ha
prometido a aquellos que persisten pacientemente -el cielo-. Y en
realidad es nuestra reacción, no el sufrimiento mismo, lo que pro-
48. Warren, Have Atheists Proved There is No God, op. cit., pág. 19.
49. lbid., pág. 38.
50. Citado por The World Treasury of Religious Quotations, op. cit., pág. 298.
51. Warren, Have Atheists Proved There is No God, op. cit., pág. 58.
52. John Bennett, Christian Realism (New York: Scribner, 1941), pág. 164.

117
voca la mayor parte de problemas. Maston exhortaba: « ... el sufri-
miento en general puede ser y será utilizado por Dios para profun-
dizar y enriquecer nuestras vidas si reaccionamos rectamente ante
él». 53 Y debemos reaccionar rectamente. Las reacciones correctas,
sin embargo, se encuentran sólo en la comprensión verdaderamente
bíblica de lo que realmente es el mal. Y las reacciones correctas
vendrán solamente a aquellos que se dan cuenta y comprenden la
gran recompensa preparada para aquellos que vencen.

¿QUÉ DEL INFIERNO?

Una vez más, tenemos que traer a la mente que Dios ha dado al
hombre el poder de elegir. Pero si abusa de este privilegio tendrá
que sufrir las consecuencias de sus malas acciones (Gálatas 6:7). La
acusación «¿Por qué un Dios absolutamente bueno iría a enviar a
nadie a un infierno eterno?» no se centra en el verdadero «envia-
dor». El hombre se destina a sí mismo al infierno debido a que así
decide su curso en una vida que conduce a tal lugar. Cuando viola
las necesarias leyes naturales existentes, tiene que pagar el precio.
Lo mismo sucede en el reino espiritual. Cuando el hombre viola le-
yes morales necesariamente existentes, tiene que pagar el precio.
A fin de que el hombre sea verdaderamente libre, tiene que tener
el poder de elegir entre el bien y el mal. Si elige el mal, tienen que
sobrevenir malas consecuencias. Si no, los hombres eligirían sólo
aquello que les complaciera. Cada uno haría entonces sólo aquello
que sería recto delante de sus ojos, sólo aquello que le diera placer.
Ello conduciría ciertamente a la aniquilación humana. Si los hom-
bres no fueran severamente advertidos en contra de la práctica del
pecado, es cierto que la sociedad se habría desvanecido ya hace mu-
cho tiempo. O al menos habría degenerado hasta la animalidad. El
hombre no puede dañar a sus semejantes sin recibir castigo. Así es
como tiene que ser a fin de que el hombre pueda sobrevivir.

RECAPITULACIÓN
A Dios no le da ningún placer ver sufrir a Sus hijos. Dios no es
un anciano sádico. Es un Padre amante que conduce a Sus hijos ha-
cia el cielo (Ezequiel 18:31 y ss.). Así como un padre amante disci-
plina a su hijo, así Dios disciplina a Sus hijos para mantenerlos en
el camino recto (Hebreos 12:6, 7). Así es como tiene que ser. Y así
es como debería ser.

53. Ver: Wallace l. Matson, The Existence ofGod (Ithaca, New York: Cornell University Press.
1965).

118
Dios tiene un propósito eterno para aquellos que le obedecen. Es
indudable que no podríamos comprender totalmente Sus propósi-
tos aun si nos los revelara. Algunas respuestas tienen que ser deja-
das a la fe. Si tuviéramos todas las respuestas, no quedaría lugar
para la fe.
Se debe admitir que quedan preguntas sin respuesta por lo que
respecta al problema del mal. Pero estas cuestiones menores no eli-
minan la existencia de Dios. 54 Illtyd Trethowan escribió: «Si recha-
zamos a Dios sobre esta base (que el mal existe), aceptamos el caos
en lugar de la oscuridad, y caemos en una oscuridad aún más tene-
brosa -porque en un mundo supuestamente sin propósito nos en-
contraríamos con el problema aún más irresoluble, el problema del
bien-.» 55 ¿Apagaremos la luz que tenemos? ¿Cambiaremos esta luz
por las tinieblas del ateísmo? El ateo ofrece el caos. El teísta ofrece
esperanza. ,
Dios respondió a Job revelándole que El era infinitamente ma-
yor que Job y que tenía un propósito. En resumen, la respuesta de
Dios fue: «Confía en mí; yo sé lo que estoy haciendo.» Incluso des-
pués de considerar todos los problemas de la vida tenemos que con-
fesar que sigue valiendo la pena vivirla. Después de sernos presen-
tado el alegato de Dios, tenemos que admitir que no podemos con-
cebir un mejor ambiente en el que el hombre pudiera ser moldeado
para su propósito designado -la glorificación de Dios en la tierra
y un hogar eterno con El en el cielo. Después de todo, tenemos que
estar de acuerdo con Habacuc en lo que dijo:
Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;
Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación.
Habacuc 3:17, 18

54. Farmer, Toward Belief in God, op. cit., pág. 248.


55. Illtyd Trethowan, The Basis o( Be!ief; citado por The World Treasury o( Religious Quota-
tions, op. cit., pág. 300.

119
7

• •
La Biblia y la c1enc1a
¿Por qué hay siempre un conflicto entre la Biblia y la ciencia?
¿Cuál es la base de este conflicto? ¿Acaso el desarrollo por parte del
hombre de una nueva verdad científica ensancha el abismo entre la
ciencia y la religión? Estas son preguntas que debieran llevarnos a
estudiar más estas dos grandes áreas de verdad. Evidentemente, de-
bemos reconocer que existe un conflicto entre estos dos grandes po-
deres. Pero para comprender este conflicto tenemos que visualizar
el problema real. El problema real es el de separar la verdadera
ciencia y la verdadera religión de la falsa ciencia y la falsa religión.
Nuestra comprensión del problema puede ayudarnos a darnos
cuenta de que en realidad no hay conflicto alguno entre las verda-
deras áreas de la ciencia y de la religión, después de todo.

EL CONFLICTO
La gran separación entre la ciencia y la religión en el día de hoy
se ha visto alentada en un grado elevado por las acusaciones proce-
dentes de cada campo en contra del otro. H. Holmes Harshorne
echa la culpa del conflicto a aquellos que consideran que la Biblia
es la palabra infalible de Dios. Escribe él: «Aunque, por ello, el fun-
damentalismo depende en gran parte de las presuposiciones que in-
forman la ciencia moderna, en su dogmatismo está irreconciliable-
mente opuesto a la ciencia.» 1 Harshorne comete el fallo de contem-
plar la Biblia desde una perspectiva modernista en un esfuerzo por

l. M. Holmes Hartshorne, The Promise of Science and the Power of Faith (Philadelphia: The
Westminster Press, 1958), pág. 78.

121
armonizarla con la ciencia. Hace de la Biblia la esclava y de la cien-
cia la dictadora de la verdad.
También los hay que presentan toda religión como opuesta a la
ciencia. José Stalin presenta el credo del comunismo de la siguiente
manera: «El Partido [esto es, el comunista] no puede ser neutral ha-
cia la religión, y lleva a cabo propaganda antirreligiosa en contra
de cada uno y todos los prejuicios religiosos debido a que se man-
tiene en favor de la ciencia, en tanto que los prejuicios religiosos
van en contra de la ciencia, debido a que toda religión es algo
opuesto a la ciencia.» 2
Los pensadores religiosos no están totalmente exentos de ino-
cencia en este conflicto. A comienzos de este siglo, F. Bettex afirma-
ba en su libro Science and Christianity:
Desafortunadamente, la respuesta tiene que ser que en general los cristia-
nos toman una posición, con referencia a la ciencia y a la investigación cien-
tífica, indigna de su profesión de fe, una postura que, si no es antagonística, es
sin embargo desconfiada, inclinada a ridiculizar o al menos a evitar el tema. 3

Tenemos que estar de acuerdo con esto. La situación no es dife-


rente en la actualidad.
Algunos científicos han atraído a religionistas a la trampa de ha-
cerles creer que la verdad se encuentra sólo dentro del reino del mé-
todo científico. Y el religionista, en su madriguera del miedo, ha
respondido muchas veces sólo con gritos de acusación, creyendo
que su posición estaba basada en una fe sin base. Temiendo quepo-
dría perder la fe al afrontar los supuestos «hechos» del científico, se
ha apartado de la batalla y ha dejado que la ciencia invada su cam-
po. Pero Bettex dijo en una ocasión: «Cualquiera que diga que ha
perdido a Dios al estudiar la naturaleza nunca realmente lo tuvo.» 4
La verdad no tiene nada que temer de la verdad. Los creyentes
en la Biblia tienen que salir de sus escondrijos y examinar el ene-
migo, si es que en realidad éste, la ciencia, es un enemigo en abso-
luto. ¿Hay en verdad un conflicto entre los hechos verdaderos de la
ciencia y los hechos verdaderos de la Biblia? Examinemos este su-
puesto conflicto.
La ciencia ha ganado, por lo que parece, una superioridad tan
grande sobre el cristiano que puede emitir cualquier confusa teoría
y esperar que la gente se la crea. En este punto el cristiano se en-
cuentra muchas veces en una posición de desventaja. Los científicos
pretenden conocer lo suficiente de la religión como para rechazarla,
pero al mismo tiempo dicen que ningún cristiano puede conocer lo

2. Joseph Stalin, Leninism, Vol. 1, pág. 386, citado por James D. Bales, Communism: Its
Faith and Fallacies {Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1962), pág. 164.
3. F. Bettex, Science and Christianity (New York: The Abingdon Press, 1901), pág. 107.
4. Ibid., pág. 112.

122
suficiente acerca de la ciencia a fin de poder ser un crítico válido de
la ciencia. Clark explica más acerca de este problema:

Cuando un científico o un filósofo arguyen en contra de la religión no ne-


cesitan saber demasiado acerca de la religión; pero cuando un teólogo discurre
acerca de la ciencia, tiene que conocer mucha. El científico puede salirse con
la suya si no sabe más que los cristianos creen que Dios es un espíritu incor-
póreo; pero al teólogo se le exige que discurra acerca del espacio, del tiempo,
del movimiento, de la energía, de la electrodinámica, del sistema solar, de la
teoría cuántica, de la relatividad y de otros temas varios.'

Es cierto que cada crítico debería tener un buen conocimiento


del campo objeto de su crítica. También es cierto que ningún cam-
po de estudio que pretenda ser una fuente de verdad debería poner-
se más allá de la crítica. Ningún creyente debería pensar que la
ciencia está por encima de la crítica cuando ésta presenta teorías
que contradicen verdades acreditadas a través del tiempo.
El estudio de verdaderos hechos científicos, no de teorías, nunca
derrumbará la fe de uno. Los hechos científicos nunca desacredita-
rán la Biblia. Los hechos científicos nunca demostrarán que Dios no
existe.

Desde que el mundo empezó, y mientras duren los cielos y la tierra, nunca
ha habido ni habrá un hecho demostrativo de que no hay Dios, o de que el
alma no es inmortal, o de que Jesucristo no vino a la tierra como Dios-hombre
para morir por nuestros pecados; y no hay ningún hecho que demuestre que
no hay resurrección de los muertos, y de que los enfermos no puedan ser sa-
nados por la oración, por la razón de que los hechos no tienen poder de prueba
negativa.•

El hombre fue designado para ser científico. Después de la crea-


ción, Dios dijo al hombre: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tie-
rra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los
cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra» (Génesis
1:28). David consideraba los cielos, la obra del dedo credor de Dios
(Samo 8). Al leer el libro de Eclesiastés uno tiene que afirmar que
el rey Salomón fue un científico. Una y otra vez Salomón hace las
afirmaciones: «He visto»; o «probé». El hombre no debería esqui-
var la ciencia. Debería utilizarla para investigar hechos. Y todos los
hechos señalan hacia Dios. La verdadera ciencia debería obrar en
favor del cristiano, no en su contra.
No obstante, Pablo advierte a Timoteo con respecto a la ciencia.

S. Gordon H. Clark, The Philosophy of Science and Belief in God (Nutley, New Jersey: Craig
Press, 1964), pág. 8.
6. Bettex, Science and Christianity, op. cit., págs. 117, 118.

123
«Guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláti-
cas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada
ciencia» (1 Timoteo 6:20). Hay una falsa ciencia. Es esta falsa cien-
cia la que entra en conflicto con la Biblia. Pablo advirtió a los co-
losenses: «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y hue-
cas sutilezas» (Colosenses 2:8). El problema aparece cuando la cien-
cia se convierte en una filosofía. Son las filosofías de los hombres
las que provocan todo el problema. Pero, por otra parte, hay tam-
bién falsas religiones. Y estas falsas religiones entran también en
colisión con la verdadera ciencia y con el verdadero cristianismo.
Nunca deberíamos permitir que se nos haga creer que toda ciencia
y toda filosofía son verdaderas. Hay cosas como falsa ciencia y fal-
sas filosofías y religiones.

EL PROBLEMA

Mucha parte del conflicto entre la ciencia y la Biblia ha sido el


resultado de falsas interpretaciones de la Biblia y de falsas interpre-
taciones de hechos científicos. «La mayor parte del aparente con-
flicto surge de hacerle decir a la Biblia lo que realmente no dice, y
del "cientificismo", una interpretación filosófica de los hechos.
Estas interpretaciones son distintas de los hechos mismos.» 7 Y
cuando el científico afirma que sus respuestas -tanto si son verda-
deras como si son falsas- constituyen la autoridad final, allí es
donde mucha parte del conflicto es engendrado. Merrill C. Tenney
explica: «La perenne fricción entre la ciencia y la Biblia ha genera-
do más calor que luz, y ha dado como resultado una controversia
superficial. Ha habido error en ambos lados de la cuestión, porque
muchos científicos han asumido que sus métodos y deducciones
eran lo definitivo, en tanto que algunos exegetas bíblicos han con-
siderado sus exégesis como infalibles.» 8 Whaling explicaba el pro-
blema de una manera más definida al escribir:

No puede haber ningún conflicto real entre la ciencia natural y la verdade-


ra religión, por cuanto sus esferas son distintas y separadas por entero. La
ciencia natural trata con entidades físicas mediante la abstracción, experimen-
to, y las mediciones matemáticas, en tanto que la religión es una actitud de
confianza y amor hacia el Dios infinito, lo que resulta en una experiencia vital
que constituye la esencia de la religión. Los conflictos entre estos dos son siempre el
resultado de interpretaciones erróneas y de la tergiversación de la postura adversa por

7. Paul E. Little, Know Why You Believe (Wheaton, Ill.: Scripture Press Pub. Inc., 1967), pág.
63.
8. Jack Wood Sears, «lntroduction», Conflict and Hannony in Science and the Bible, intro-
ducción de Merrill C. Tenney (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1969).

124
parte de uno o de ambos bandos, y la historia es pródiga en ilustraciones de todas
estas formas de desconcertantes contradicciones [énfasis mío, R. E. D.].» 9

Así, si «nos limitamos a lo que la Biblia realmente dice y a


lo que los hechos científicos realmente son, disminuimos enorme-
mente el área de controversia». 10 Y ¡cuán cierta es esta afirmación!
Como Clark señalaba anteriormente, los científicos han criticado la
religión sin ningún conocimiento adecuado del campo. Este error
ha sido cometido por no pocos científicos. Lewis tenía razón al de-
cir: «Pero con mucha frecuencia este insensato proceder es adopta-
do por personas que no son insensatas pero que, consciente o in-
conscientemente, quieren destruir el cristianismo. Este tipo de per-
sonas presentan una versión del cristianismo adecuada para un
niño de seis años y hacen de ello el objeto de sus ataques.» 11 Esto
es cierto de algunos científicos, pero el creyente no puede pretender
inocencia total en esto. También se ha criticado injustamente la
ciencia desde la misma actitud.
Las falsas interpretaciones de la Biblia han añadido también
combustible al conflicto Biblia/ciencia. Examinemos a continua-
ción algunos de estos falsos conceptos que las personas religiosas
han sustentado en el pasado. Con referencia a los Siglos Oscuros,
George A. Klingman escribe:
Lamentamos tanto como los demás la falsa concepción de que la verdadera
Ciencia y la verdadera Religión están opuestas entre sí. Son sólo las falsas
ideas y nociones de la religión las que chocan contra la verdadera Ciencia. La
persecución que la «Iglesia» lanzó contra aquellos que hacían progresar el
pensamiento científico es una mancha sobre la Cristiandad. Esta persecución
fue el resultado de una falsa interpretación de las Escrituras. No existe falta
de armonía entre la Verdad y la Ciencia, pero hay tal cosa como «falsamente
llamada» Ciencia, y hay muchas «falsamente llamadas» ciencias; de ahí es
donde surge el conflicto. 12

Tenemos que recordar que estas acusaciones durante los Siglos


Oscuros fueron hechas por una religión falsa. El verdadero cristia-
nismo nunca rechazó la ciencia.
Las objeciones eclesiásticas del pasado a la astronomía, geología y a algu-
nas enseñanzas biológicas, han sido basadas en unas erróneas interpretaciones
de las Escrituras inspiradas, que en modo alguno fueron dadas para enseñar
ciencias físicas, sino que se ocupan del mucho más elevado reino de la verdad
ética y religiosa que se relaciona con Dios, con el deber y con los valores su-
premos de la vida y del destino. 13

9. Thornton Whaling, Science and Religion Today (Chapel Hill: University of North Carolina
Press, 1927), pág. 21.
10. Little, Know Why You Believe, op. cit., pág. 64.
11. C. S. Lewis, Mere Christianity (New York: MacMillan Publishing Co., Inc., 1976), pág. 47.
12. George A. Klingman, God Is (Cincinnati: F. L. Rowe Pub., 1929), pág. 126.
13. Whaling, Science and Religion Today, op. cit., pág. 10.

125
Durante los Siglos Oscuros, muchos de los que se mantenían por
la Biblia enseñaban que la tierra era plana. Los que estaban discon-
formes con esta enseñanza eran considerados herejes. Pero la Biblia
jamás enseñó esta falacia. En Isaías 40:22 se afirma: «El está sen-
tado sobre el círculo de la tierra.» En contra de esta clara afirma-
ción, ha habido teólogos modernos, como Harry Emerson Fosdick
-Fosdick era modernista en sus interpretaciones de la Biblia- que
negaban que la Biblia enseñara que la tierra era redonda. 14 Pero la
Biblia siempre ha sostenido que la tierra es esférica.
Las falsas religiones de los Siglos Oscuros enseñaban que la tie-
rra reposaba sobre l~ espalda de un buey. La Biblia enseña que
cuelga sobre nada. «El extiende el norte sobre el vacío, cuelga la
tierra sobre nada» (Job 26:7).
Las falsas interpretaciones de la Biblia dadas por falsas religio-
nes han contribuido al conflicto ente ciencia y Biblia en los tiempos
modernos. Pero al examinar esta hostilidad entre la Biblia y la cien-
cia, el autor cree que la ciencia tiene que soportar la carga más pe-
sada de la causa del conflicto, que en realidad tuvo comienzo en los
Siglos Oscuros.
Pero se tiene que entender aquí que muchas de las falsas ense-
ñanzas científicas sustentadas por los religionistas de aquellos si-
glos habían sido aceptadas procedentes del campo científico de
tiempos anteriores. El concepto ptolemaico del universo, que fue
originado alrededor del año 150 d.C. por Ptolomeo, afirmaba que la
tierra era el centro del universo. Esta teoría fue posteriormente
aceptada por la Iglesia de Roma como un todo. Cuando Galileo, en
el siglo diecisiete, adoptó la teoría copernicana de que el sol era el
centro de nuestro sistema solar, se encontró con una vigorosa opo-
sición religiosa que tuvo como resultado el que tuviera que renun-
ciar a sus creencias copernicanas. Así que en realidad el conflicto
tuvo lugar entre dos enseñanzas de la ciencia, una que había sido
aceptada por el mundo religioso y otra que era más reciente en el
tiempo. Resultó que Galileo había aceptado la creencia menos po-
pular basada en estudios más recientes.
Pero en la actualidad la mayor parte del problema proviene de
dejar de distinguir entre hecho y teoría en el campo de la ciencia.
Muchos científicos han llegado a confundir los hechos con las teo-
rías. Los hechos, sin embargo, no contradicen las verdades de la Bi-
blia. «Toda la verdad es armónica, y toda la ciencia verdadera está
en perfecta armonía con la verdad.» 15 La causa real de este conflicto
reside en el área de la teoría científica, no de los hechos. En el pa-
sado se creía que las moscas eran generadas espontáneamente por
la carne. Naturalmente, esto estaba en contradicción directa con el

14. Harry Emerson Fosdick, Dear Mr. Brown (New York: Harper & Row, 1961), pág. 58.
15. Klingman, God Is, op. cit., pág. 13.

126
relato de la creación en Génesis. Al finalizar el siglo diecisiete un
hombre llamado Francesco Redi (1626-1698) comenzó el derrumba-
miento de esta teoría de la generación espontánea, tan largamente
mantenida. El colapsamiento final de la teoría de la generación es-
pontánea fue logrado por Louis Pasteur (1822-1895) en el siglo die-
cinueve.
Así, en lo referente a las teorías científicas, es probable que
Klingman diera en el clavo cuando escribió: «Con toda probabili-
dad nuestros nietos se preguntarán cómo fuimos tan insensatos
como para creernos algunas de las teorías que en la actualidad son
consideradas científicas. La morgue científica está "repleta" de ca-
dáveres de teorías difuntas y refutadas.» 16
Albert Wells, un evolucionista, reconoció que las suposiciones
científicas están en cambio continuo. «La ciencia es un infatigable
proceso sostenido de investigación», dijo, «y los que emplean sus
objetivos y métodos tienen que estar dispuestos a abandonar presu-
posiciones básicas cuando la nueva información lo exige.» 17 El ver-
dadero problema en el conflicto entre la Biblia y la ciencia surge
cuando la ciencia pretende que una teoría es un hecho demostrado.
La historia de la ciencia muestra claramente que lo que es considerado
cierto hoy puede no serlo maáana. Las teorías vienen y van. Incluso algunas le-
yes naturales han visto ya su día. El cuerpo de conocimiento llamado científico
no es un algo estático, sino un sistema dinámico que sufre constantes revisio-
nes y cambios. Y ello no se debe sólo a que no todos los hechos han sido to-
davía examinados, sino debido a que las mentes pueden ser en ocasiones sin-
gularmente acientíficas. 18

EL RESULTADO

La ancha grieta entre la ciencia y la religión ha llevado a filoso-


fías ateas por parte de muchos cieníficos. En su libro Science, God
and You, Enno Wolthius escribía:
No fue sino hasta el siglo diecisiete que la ciencia tal como ahora la con-
cebimos comenzó a tomar forma. Desde aquel entonces la separación entre los
hechos materiales y espirituales de la vida se ha hecho más y más completa.
De hecho, el fenomenal crecimiento de la ciencia durante el siglo pasado nos ha
llevado hoy en día al punto en que los valores espirituales se ven totalmente eclip-
sados por lo material en las vidas de muchos de nuestros semejantes [énfasis mío,
R. E. D.].» 19

16. !bid., pág. 84.


17. Albert N. Wells, The Christian Message in a Scientific Age (Richmond, Virginia: John Knox
Press, 1962), pág. 94.
18. Enno Wolthius, Science, God and You (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1965),
pág. 34.
19. !bid., pág. 34.

127
Muchos científicos han excluido totalmente todo pensamiento
religioso de sus investigaciones científicas. Un ejemplo de ello po-
dría ser Harlow Shapley, que escribió:
Las ideas de una intervención sobrenatural en las operaciones de la natu-
raleza y de la revelación procedente de fuentes sobrenaturales son por lo ge-
neral dejadas a un lado como no probadas y objetables ... se tiene que eliminar
el concepto de cualquier interferencia «sobrenatural» arbitraria con los proce-
sos naturales, y cualquier aparente evidencia de tales eventos milagrosos tiene
que ser debida a imperfecciones en nuestro conocimiento de la ley natural.'°

Ahí es donde muchos científicos cometen un trágico error. Intro-


ducen la filosofía en su trabajo. Y las creencias filosóficas que se
asumen tienen una perversa tendencia a manipular la interpreta-
ción de los hechos brutos.
Cuando cualquier científico excluye la posibilidad de la creación divina o
de la providencia divina en los asuntos humanos simplemente porque se trata
de cosas no científicas, está en este preciso momento haciendo un juicio filo-
sófico a priori especulativo, no científico. Es culpable de cientificismo, por
cuanto la ciencia ni ha probado ni puede hacerlo que no haya actividad pro-
videncial.'1

PONIENDO VALLAS AL MÉTODO CIENTÍFICO

Ahora estamos llegando al corazón de la batalla Biblia/ciencia.


«El conflicto básico entre la ciencia y la fe cristiana no es ~cerca de
la teoría de la evolución, sino del método científico.» 22 Este es el
quid de la cuestión. Harris Rall da una definición general del mé-
todo científico como sigue:
La ciencia significa un método de estudio y una actitud mental. El dejar a
un lado las teorías y los prejuicios, mantener una mente abierta y pedir sola-
mente la verdad, estudiar hechos concretos con una paciencia inagotable, in-
tentar encontrar un orden de conducta en el mundo (ley natural) como lo in-
dican estos hechos, poner a prueba esos hallazgos mediante experimentos y
más hechos: éste es el espíritu y el método de la ciencia. 23

Cierto, ésta es una hermosa imagen del método científico, pero


muchos científicos tienen la costumbre de dejar el laboratorio de
20. Science Ponders Religion, Harlow Shapley, ed. (New York: Appleton-Century, 1960), pág.
307.
21. J. D. Thomas, Facts and Faith (Abilene, Tex.: Bíblica! Research Press, 1965), pág. 93.
22. Bolton Davidheiser, Evolution and Christian Faith (Philadelphia: Presbyterian and Refor-
med Pub. Co., 1969), pág. 138.
23. Harris Franklin Rall, A Faith far Today (New York: Abingdon-Cokesbury Press, 1936),
pág. 66.

128
los hechos para aventurarse en la biblioteca de la filosofía. Y tam-
bién tenemos que recordar que ésta es sólo una definición superfi-
cial. (Revísese de nuevo el capítulo 2 para una explicación más
completa del método científico.)
Aquí necesitamos tratar las limitaciones del método científico.
Está limitado en al menos cinco áreas. Cunado uno se aventura fue-
ra de estas áreas, o deja de tomarlas en consideración, el conflicto
entre la ciencia y la Biblia se desata en toda su fuerza.

A. El método científico está limitado a los sentidos 24


La verdad, en el campo de la ciencia, se deriva de una investi-
gación empírica del mundo alrededor del científico. 25 Cuando se se-
para de la percepción de los sentidos en su búsqueda de la verdad,
se debería dar a conocer a todos lo que está teniendo lugar.
Jack Wook Sears escribió: «La ciencia está limitada al mundo
material, a los hechos observables.» 26 Tenemos que entender con
claridad que las teorías no son hechos. «Los hechos pueden ser ob-
servados o probados experimentalmente pero las teorías son ideas
acerca de los hechos» 27 , y las teorías frecuentemente son erróneas.
«La evidencia científica depende del conocimiento y de la observa-
ción humana», advertía Rita Rhodes Ward, «y por ello está sujeta
a error». 28
El salto de hecho a teoría queda muchas veces oscurecido en el
campo de la ciencia. Hay una inmensa diferencia entre la interpre-
tación que uno haga de los hechos y los hechos mismos. El proble-
ma que tiene el científico es que tiene que interponer sus sentidos
entr,e los hechos y su conclusión.
El, el científico, se encuentra entre los hechos y aquello que es
comunicado al público (Fig. 1). Tenemos que recordar siempre que
por lo general nos encontramos en una posición donde el científico
está entre nosotros y los hechos. Así, nos encontramos a su merced.

INTERPRETACIÓN
HECHOS ~ CIENTÍFICO ~ COMUNICADA ~ PÚBLICO
DEL CIENTÍFICO

Fig. 1

La ciencia está limitada al descubrimiento de los hechos. Aun-

24. Biology: A Search far Order in Complexity, John N. Moore y Harold S. Slusher, eds. (Grand
Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1971), pág. 7.
25. !bid.
26. Sears, Conflict and Hannony in Science and the Bible, op. cit., pág. 93.
27. Rita Rhodes Ward, In The Beginning (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1965),
pág. 10.
28. !bid., pág. 8.

129
que el científico puede formular y formula una hipótesis en base de
los hechos acumulados, tenemos que estar conscientes de que sus
deducciones no son los hechos mismos. Estas deducciones son sólo
sus interpretaciones de los hechos. Y su objetividad es puesta a
prueba por su acto de interpretación. La objetividad total, sin em-
bargo, es imposible. 29 Todos trabajamos a partir de preconcepcio-
nes y prejuicios. Un científico ha escrito: «La meta de la objetividad
científica es muy noble. En realidad, raras veces se alcanza, pero si-
gue valiendo la pena luchar por ella.» 3º

B. El método científico no es capaz de determinar lo que es ético


y moral
La ciencia es amoral y no puede establecer un código moral fia-
ble para la sociedad. Wolthius afirmaba que « .. .la ciencia siempre
se ha ocupado del mundo material y su comriortamiento en con-
traste a las realidades espirituales de la vida.» 1 «La ciencia es más
apropiada para describir que para prescribir, e incluso cuando des-
cribe está lejos de ser infalible.» 32
Se debería reconocer además que la ciencia es incapaz de hacer juicios de
valor acerca de las cosas que mide. Muchos pioneros en los límites de la cien-
cia se dan cuenta de que no hay nada inherente en la ciencia para conducirlos
en la aplicación de los descubrimientos que hacen. No hay nada en la ciencia
misma que determine si la energía nuclear será utilizada para destruir ciudades o
para destruir el cáncer. Éste es un juicio fuera de la determinación del método
científico [énfasis mío, R. E. D.]. 33

Incluso el evolucionista Loren Eiseley en su libro The Unexpected


Universe reconoce que la ciencia no es capaz de establecer códigos
morales.
Hay una respuesta dudosa a este boyante optimismo; la ciencia es humana;
es de imaginación o factura humana. No ha impedido la guerra: la ha perfec-
cionado. No ha abolido la crueldad ni la corrupción: ha posibilitado que estas
abominaciones sean practicadas en una escala antes desconocida en la historia
humana. 34

En la siguiente afirmación Wells concuerda con Eiseley en cuan-


to a la insuficiencia de la ciencia para determinar las cosas reales
de la vida: esto es, un código moral mediante el que vivir.

29. Biology: A Search for Order in Complexity, op. cit., pág. 8.


30. /bid ..
31. Wolthius. Science, God, and You, op. cit., pág. 12.
32. /bid., pág. 53.
33. Little, Know Why You Relieve, op. cit., pág. 65.
34. Loren Eiseley, The Unexpected Universe (New York: Harcourt Brace Jovanovich, Inc.,
1964). pág. 43.

130
Al expandirse el conocimiento del universo y hacerse más central y más
crítica la posición del hombre dentro de él, así aumenta la demanda de signi-
ficado, así como de medios eficaces de control moral y espiritual de los logros
que ha hecho posible la ciencia. La ciencia no puede darlos. La tarea científica
impulsa la integridad y da crecimiento al carácter. Una devoción persistente
y apasionada por la verdad no puede dejar de erigir credibilidad en la persona
que se dedica a esta búsqueda. Pero la ciencia no es en absoluto suficiente por
sí misma. Después de todo, está bastante limitada en cuanto a poder dar re.s-
puesta a las verdaderas cuestiones. 35

Con razón dijo Bettex: «La ciencia no es un sustitutivo de la fe,


esperanza y caridad que mueven el mundo, y, por grande que sea, no
puede dar al hombre felicidad en la vida ni consuelo en la muerte.» 36
C. El método científico está limitado al presente
Cuando la ciencia se aventura afuera del presente hacia el pasa-
do o al futuro, tan sólo puede teorizar.
La ciencia trata de explicar el comportamiento de lo que existe, y de com-
probar esta explicación mediante experimentos. Pero esta demanda experi-
mental sólo puede ser afrontada en el tiempo presente. El pasado, y en especial
el origen de las cosas, se encuentra más allá del alcance de este método, y por
ello la ciencia sólo puede especular acerca del origen y de la historia primitiva
de este mundo. 37

La ciencia no puede demostrar que el mundo haya existido du-


rante millones de años, veinticuatro horas o incluso cinco minutos.
Dios hubiera podido crear todas las cosas con su edad actual. El
Dios que creó el universo evidentemente tiene poder para hacerlo.
A esto, Sears añade:
Enfocando el asunto de otra manera, la ciencia trata sólo de lo que es in-
temporal, repetible a voluntad, fiable y universal. Con esto quiero decir que la
ejecución científica de un experimento funciona sólo con aquellos fenómenos
que son los mismos hoy como lo fueron ayer y como lo serán mañana. No pue-
de ocuparse de lo singular, de lo que sucede sólo una vez, porque la ciencia
descansa para la verificación no sólo en un experimento sino en repetidos ex-
perimentos.38

Así, las definiciones científicas del origen de las cosas es sólo es-
peculación. No puede decirnos cómo las cosas vinieron a ser. «Todo
el reino de la ciencia es el estudio de las cosas como son. La ciencia
puede examinar y analizar los procesos y materiales presentes, pero

35. Wells, The Christian Message in a Scientific Age, op. cit., pág. 72.
36. Bettex, Science and Christianity, op. cit., pág. 238.
37. Wolthius, Science, God and You, op. cit., pág. 50.
38. Sears, Conflict and Hamzony in Science and the Bible, op. cit., págs. 22, 23.

131
la ciencia no está en posición de decir cómo las cosas realmente lle-
garon a existir.» 39 Cuando la ciencia mira al futuro o al pasado, pue-
de sólo especular con respecto al pasado y al futuro mediante la ob-
servación de hechos conocidos del presente. Whitcomb y Morris des-
tacan esto al escribir: «Ya que la geología histórica, a diferencia de
otras ciencias, no puede tratar con acontecimientos actualmente
observables y reproducibles, es manifiestamente imposible llegar
realmente a demostrar mediante el método científico ninguna hipó-
tesis relacionada con la historia anterior a la humanidad.» 40 Por
ello, la historia del pasado está fuera del campo del método cientí-
fico. Tenemos que mantener esto en mente cuando estudiemos la
historia de la tierra. Con respecto a ello, «debería ser suficiente afir-
mar que si no conocemos (y no podemos conocerlo de cierto) cuáles
eran las condiciones de la tierra primitiva, no podemos esperar en-
tonces ser capaces de simular aquellas condiciones en un laborato-
rio moderno. No podemos simular lo que no conocemos» .41

D. El método científico está limitado a decimos el «Cómo»


del funcionamiento de un proceso pero no «por qué» es así
J. N. Hawthorne lo expresó de esta manera: «La ciencia nos pue-
de dar el conocimiento del "cómo", pero no del "por qué".» 42 Los
científicos pueden explicar cómo funcionan muchas de las leyes na-
turales, pero se quedan atascados cuando se trata de decirnos por
qué funcionan así. Bettex expresaba los sentimientos de un verda-
dero científico al escribir: «Cuanto más erudito sea el hombre, tan-
to mejor sabe cuán poco es posible explicar.» 43

E. El método científico está limitado por unas suposiciones básicas


Tenemos que añadir aquí que la investigación científica está ba-
sada en unas ciertas suposiciones. 44 Y <11 científico está limitado por
la existencia de estas suposiciones. Estas se interponen entre el
científico y el mundo físico (Fig. 2). Necesitamos reconocer estas su-
posiciones como tales.
En primer lugar, por cuanto el científico está limitado estricta-
mente a la percepción sensorial, él supone que sus sentidos no lo
engañan. Esto está algo relacionado a la primera limitación del mé-
39. Batsell Barret Baxter, I Believe Because ... (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1971),
pág. 91.
40. John C. Whitcomb and Henry M. Morris, The Genesis Flood (Philadelphia: Presbyterian
reformed Pub. Co., 1961), pág. 213.
41. Donald Engl~nd, A Christian View of Origins (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House,
1972), pág. 73.
42. J. N. Hawthorne, Questions ofScience and Faith (Londres: Tyndale Press, 1960), pág. 4.
43. Bettex, Science and Christianity, op. cit., pág. 138.
44. Ver John W. Klotz, «The Philosophy of Science in Relation to the Concepts of Creation
vs. the Evolution Theory», Why Not Creation, Walter Lammerts, ed. (Grand Rapids, Mich.: Baker
Book House, 1973), págs. 8-11.

132
todo científico que se ha relacionado en este capítulo. Esta es una
suposición que el científico debe hacer. En segundo lugar, hay la su-
posición de la uniformidad. Cualquier estudiante de ciencia de hoy
en día reconoce que casi toda la investigación científica está basada
en la doctrina del actualismo, esto es, la creencia de que las cosas
siempre han acontecido de la misma manera en el pasado como es-
tán teniendo lugar en la actualidad. (Más acerca de esto en un ca-
pítulo posterior.) En tercer lugar, el científico tiene que suponer
que la materia ha estado siempre constituida de la misma manera
que en la actualidad. De nuevo tenemos aquí la doctrina del actua-
lismo. En cuarto lugar, muchos científicos suponen también que la
teoría de la evolución es cierta. En realidad, la teoría de la evolu-
ción es una filosofía, y, por tanto, no forma parte del verdadero mé-
todo científico. Pero debido a que tantos científicos la aceptan como
un hecho, ha estorbado la investigación científica objetiva.
Las filosofías y prejuicios del investigador no deberían nunca
entrar en sus investigaciones. Pero lo hacen. En asuntos de induc-
ción y deducción las creencias preconcebidas del científico influen-
cian hasta cierto punto sus observaciones y establecimiento de hi-
pótesis. Por ello, éste sería otro límite a reconocer y poner sobre la
utilización del método científico, así como otros procesos del pen-
samiento.
Ninguna observación está libre de interpretaciones debidas a su-
posiciones preconcebidas. El científico tiene que mirar a través de
una nube de suposiciones para interpretar los hechos dados por el
método científico (Fig. 2). En ocasiones no puede ver los hechos
mismos debido a esta nube. En ocasiones la nube de las suposicio-
nes distorsiona los hechos.
CIENTÍFICO ~ SUPOSICIONES~ MUNDO FÍSICO

Fig. 2

Naturalmente, la nube de suposiciones no debería afectar las in-


vestigaciones empíricas. Pero debido a que algunas de estas supo-
siciones están tan arraigadas en las mentes de algunos científicos,
las tenemos que reconocer como un problema. La objetividad total
es una rara avis. En consecuencia, la filosofía del científico afecta su
investigación empírica mediante la utilización del método científi-
co. Como dijo John W. Klotz: «Tenemos que reconocer que los cien-
tíficos, también son humanos, que son emocionales, y que son con-
servadores en el sentido de que les gusta conservar las teorías que
han venido a aceptar.» 45 Los científicos, como todos los demás, es-
tán movidos y conducidos por las filosofías básicas de la vida.
45. !bid., pág. 20.

133
Se tiene que añadir que el problema con las suposiciones es que
están siempre cambiando, al menos las que tratan con las filosofías
de los hombres. Las teorías e hipótesis científicas están siempre en
un estado de cambio. Y cualquier científico honrado lo reconoce y
acepta. Como lo dijo Edward Teller en una conferencia en la Uni-
versidad de California: «De hecho hay sólo una afirmación que me
atrevería ahora a hacer de una manera decidida: No hay nada en
absoluto que sea más veloz que la velocidad de la luz ... quizá.» 46

EL DIOS CIENCIA
Son muchos los que le han atribuido a la ciencia más respetabi-
lidad y autoridad para determinar verdad que la que se merece o
que la que puede soportar. Muchos han pretendido que la ciencia es
nuestra única fuente de verdad. Louis Cassels dijo: «Cada era ha te-
nido sus supersticiones, y la nuestra es el concepto de que la ciencia
es un guía infalible y todo-suficiente hacia la verdad.» 47 En un dis-
curso hecho en Washington el 17 de febrero de 1966, el difunto
Wemher von Braun señaló esto al decir:
Debido a las maravillosas cosas que ha conseguido para la sociedad, nos ve-
mos tentados a exagerar el valor de la ciencia. Tendríamos que recordar que
la ciencia existen sólo porque existen personas, y sus conceptos existen sólo en
las mentes de los hombres. Detrás de estos conceptos se halla la realidad que
se nos está revelando, pero sólo por la gracia de Dios.
Karl Pearson dijo que el científico a menudo «afirma que el mé-
todo científico es la única puerta de entrada a toda la región delco-
nocimiento».48
El «hombre de la calle» ha sido engañado a pensar que la cien-
cia es la única fuente fiable para adquirir verdad.
Es un error muy extendido el concepto de que el gran cuerpo de conoci-
miento científico reposa sobre un sólido fundamento de experimentos sólida-
mente establecidos en laboratorio y que está ligado por principios inexorables
de la lógica. Arrancando desde este erróneo concepto, el hombre de la calle ar-
gumenta con frecuencia que solamente la ciencia tiene que ser la fuente última
de todo verdadero conocimiento, y mira desconfiadamente a los pronuncia-
mientos de profetas, poetas y sabios. El científico honrado reconoce la falacia
de esta posición, pero puede sentirse demasiado halagado por sus implicacio-
nes o demasiado sumergido en su propia tarea particular para molestarse en
protestar .49

46. Edward Teller, Reader's Digest (September 1970). pág. 20.


47. Louis Cassels, The Reality ofGod (Garden City, New York: Doubleday and Co., 1971), pág.
6.
48. Karl Pearson, Grammar of Science, pág. 24, citado por Clark, The Philosophy of Science
and Belief in God, op. cit., pág. 58.
49. Car! Wallace Miller, A Scientist's Approach to Religion (New York: The MacMillan Co.,
1947), págs. 7, 8.

134
Bacon dijo en cierta ocasión: «Saber es poder.» Ciertamente, te-
nemos que confesar que esta observación tiene cierto mérito. Parece
que en esta era se ha puesto demasiado énfasis sobre la ciencia. «La
ciencia ha jugado en nuestro tiempo un papel mesiánico: la gente
ha esperado en ella para la solución de las persistentes perplejida-
des y de los males de nuestra época.» 50 Muchos han hecho de la
ciencia un dios. «En el mundo moderno el enfoque científico goza
de una autoridad muy semejante a la del dogma, y presenta impre-
sionantes logros para apoyar su reclamación de competencia para
ello.» 51 Richard H. Bube expresaba la falacia del «dios ciencia»
cuando hizo la afirmación: «Una de las más perniciosas falsedades
que jamás haya sido aceptada, y ello de un modo casi universal, es
que el método [el método científico] es el único camino fiable hacia
la verdad.» 52 Y esta es una buena definición del cientificismo, que la
ciencia sea el único camino a la verdad.
Muchas personas cándidas han recibido un lavado de cerebro
que les ha llevado a creer de todo corazón que el camino a la ver-
dad está sólo en el método científico. Pero esto es un craso natura-
lismo. Wier destaca este hecho cuando escribe: «Conocer es tan sólo
una parte del amar -a menudo la parte menor-. Pero para algu-
nos conocer es una pasión. En lo más extremo, el científico es una
persona totalmente absorbida por la sed de conocimiento.» 53 Mu-
chos científicos, como consecuencia, se han visto atrapados por el
cientificismo. Edward David, consejero científico del anterior presi-
dente Nixon, nos advierte diciendo: «Ni la ciencia ni los ingenieros
son omnipotentes.» 54 Y no lo son. «La deificación de la ciencia no es
ciencia y va en realidad en detrimento de la verdadera ciencia. En
ocasiones incluso los científicos se ven atrapados en la exaltación
de la ciencia hasta el punto de olvidar sus limitaciones y las limi-
taciones de sus mismos métodos.» 55 Nunca debiéramos caer en la
trampa filosófica que dice que la ciencia es el único camino al co-
nocimiento. Du Nouy afirmó acertadamente: «Aunque debemos
mantener toda nuestra confianza en nuestra ciencia, no debemos
creer ciegamente en su real omnipotencia.» 56

LA MUERTE DEL DIOS CIENCIA

Pero en toda esta exaltación de la ciencia parece haber muchas


personas, incluso científicos, que durante la última década se han
50. Hartshorne, The Promise o(Science and the Power o( Faith, op. cit., pág. 110.
51. Wells, The Christian Message in a Scienti(ic Age, op. cit., pág. 140.
52. Richard Bube, Time (23 de abril, 1973). pág. 84.
53. Frank E. Wier, The Christian Views Science (New York: Abingdon Press: 1969), pág. 12.
54. Science Journal (Octubre, 1969), pág. 39.
SS. Sears, Conflict and Harmony in Science and the Bible, op. cit., pág. 26.
56. Lecompt« Du Nouy, Human Destiny (New York: Longman's Green & Co., 1947), pág. 38.

135
inclinado hacia el destronamiento del dios ciencia. Algunos están
perdiendo la fe en la ciencia como respuesta definitiva. Parece que
se está incrementado el sentimiento de desconfianza en lo que ha
sido una vaca sagrada durante varios años. El dios de la ciencia
está perdiendo füS fundamentos en las mentes de los hombres. Sus
adoradores están dudando más y más de su existencia. Samuel Sil-
ver destacaba esto al escribir:
Hay un sentimiento, que está en auge en los Estados Unidos, y en otros
países occidentales, de que los avances efectuados en ciencia y tecnología han
incumplido, de una u otra manera, sus promesas; que las esperanzas que la
humanidad había puesto en ellas para alcanzar un mundo más satisfactorio,
feliz y más sosegado han sido repentinamente traicionadas. Como consecuen-
cia hay un creciente sentimiento de desaliento y frustración acerca de la cien-
cia y de la tecnología ... 57

En un artículo en la revista Time titulado «Yendo más allá de lo


racional», se exhibió la inminente caída de la ciencia en el pensa-
miento moderno. Acerca de esto se hacía la siguiente afirmación:
El desempleo es alto en muchas disciplinas científicas; la cantidad de jóve 0

nes atraídos al laboratorio en ciertas áreas clave ha disminuido significativa-


mente. La indiferencia a los logros de la ciencia es la actitud del presente. 58

Los nuevos críticos «han sugerido que la ciencia no tiene un mo-


nopolio de la verdad, y que la fría y estrecha racionalidad tanto
tiempo destacada por los científicos no es la única ideología en la
que el hombre moderno pueda vivir». 59
En una declaración más reciente, Frank Trippett, de la revista
Time, escribía lo siguiente:

«Y en su lugar [el de la tecnología científica] ha surgido una nueva actitud


pública que parece constituir la antítesis de la anterior maravilla [reverencia
hacia la ciencia]. Aquella maravilla ha dado lugar al nuevo escepticismo, la
adulación al vituperio. Para aturdimiento de mucha parte de la comunidad
científica, sus triunfos del pasado se han visto minusvalorados, y el entusiasmo
popular acerca de los nuevos logros, como fotografías de Marte, parecen des-
vanecerse con las palabras finales de las noticias de la noche.» 60

Trippett seguía diciendo: «El nuevo escepticismo [acerca de la


ciencia] puede ser visto, así como oído, en la emergencia de una
nueva disposición a retar a los custodios del arcano conocimiento
técnico sobre su propio terreno. La tecnología científica, en cierto

57. Samuel Silver, «Reaching Beyond the Rational», Time, (April 23, 1973). pág. 83.
58. !bid.
59. Science (May 28, 1971).
60. Frank Trippett, «Science: No Longer a Sacred Cow», Time (March 7, 1977), pág. 38.

136
sentido, ha quedado destronada de sus condiciones de semidiosa [én-
fasis mío, R. E. D.].» 61
Ésta ha sido y es una buena tendencia. Es la tendencia a poner
la ciencia más en su verdadero papel en nuestras vidas. No es el
dios de la verdad. Como dijo Hans J. Morgenthau: «El monopolio
del científico de las respuestas a las preguntas del futuro es un
mito.» 62

LA CIENCIA SIN DIOS

«El fin de la ciencia no es el del conocimiento por sí mismo, y


ni tan siquiera el del conocimiento en provecho del hombre. Más
bien, su propósito último es el de servir a Dios y surgir del deseo de
hacer Su voluntad.» 63 La ciencia no puede ser verdadera ciencia si
Dios se queda fuera. «Mentes claras, buenos maestros, buenos li-
bros de texto, son cosas todas ellas importantes. Pero el factor de-
cisivo de la verdad puede nunca llegar a ser nuestro a no ser que es-
temos dispuestos a recsmocer el hecho de que Dios está detrás de
toda la naturaleza. Si El está allí y nosotros le ignoramos, nuestro
sistema es falso.» 64 Dios es el autor de aquello que la ciencia exami-
na. Un estudio de la sustancia, ignorando_ al autor de la sustancia,
lleva muchas veces a conclusiones falsas. Este es un factor principal
en el conflicto entre la ciencia y la Biblia.
La creencia en Dios involucra mucho más que la acrítica aceptación de un
concepto medieval que uno no rechaza por carecer del suficiente vigor intelec-
tual para ello. Un científico puede aceptar pasivamente la afirmación de un
principio fundamental, pero a no ser que organice su reflexión y su programa
de investigación en armonía con sus implicaciones, su creencia quedará vacía
de consecuencias prácticas.6 5

Tenemos que estar de acuerdo con Frances P. Cobbe, que dijo:


«La ciencia es meramente un montón de hechos, no una cadena de
oro de verdades, si rehusamos ligarla al trono de Dios.» Sí, von
Braun tenía razón al decir: «Mediante un examen más estrecho de
la creación, deberíamos ganar un mejor conocimiento del Creador,
y un mayor sentido de la responsabilidad del hombre ante Dios se
hará entonces patente.» 66

61. Jbid.
62. Hans J. Morgenthau, Science: Servant or Master, citado por /bid.
63. Wolthius, Science, God and You, op. cit., pág. 113.
64. Kenneth N. Taylor, Creation and the High School Student (Wheaton, Ill.: Tyndale House
Pub., 1969), pág. 16.
65. Miller, A Scientist's Approach to Religion, op. cit., pág. 19.
66. Wernher von Braun, The Cleveland Plain Dealer, An Associated Press Dispatch (Cleveland,
Ohio, July 19, 1969), pág. S.

137
CIENCIA BÍBLICA

En el conflicto entre la Biblia y la ciencia tenemos que compren-


der que la Biblia no es acientífica ni anticientífica. Pero tampoco es
un libro de ciencia. Ni nunca hubo el propósito de que lo fuera. Es
un libro de religión, la ciencia del vivir. Cuando trata de temas
científicos, sin embargo, es infalible. Hay muchos hechos de la cien-
cia en la Biblia. La ciencia ha pretendido haber descubierto muchas
cosas que en realidad fueron reveladas en la Biblia muchos cientos
de años antes del surgimiento de la ciencia moderna.
Casi 2.500 años antes que Magallanes y Colón emprendieran
rumbo a las zonas ignotas del mundo demostrando con ello que el
mundo no era plano, Salomón escribió: «Cuando formaba los cie-
los, allí estaba vo; cuando trazaba el círculo sobre la faz del abis-
mo» (Proverbios 8:27),. Isaías afirma también que la tierra era un
círculo, y no llana. «El está sentado sobre el círculo de la tierra»
(Isaías 40:22). La Biblia siempre ha enseñado que la tierra es redon-
da, no plana. Fue sólo cuando se confundió un lenguaje figurado
como «los cuatro ángulos de la tierra» en Apocalipsis 20:8 que se
desarrollaron enseñanzas que decían que la tierra era plana. Pero
no se debería utilizar un lenguaje figurado de este tipo para apoyar
argumentos en contra de hechos científicos.
Job declaró que Dios «extiende sobre el norte el vacío, cuelga la
tierra sobre la nada» (Job 26:7). Los astronautas nos dicen que la
tierra está suspendida sobre el espacio. Esto lo percibieron con la
vista, el método científico. Pero la Biblia proclamaba esta verdad
miles de años antes de que el hombre, por medio del método cien-
tífico, tuviera suficiente evidencia para afirmar empíricamente la
verdad de que la tierra estaba suspendida en el espacio.
La ciencia moderna afirma que el sol y sus planetas giran alre-
dedor de nuestra galaxia. La Illustrated World Encylopedia dice:
[El sol] se encuentra hacia el exterior de esta galaxia, girando alrededor del
centro de la galaxia a la velocidad de alrededor de 170 millas por segundo (al-
rededor de 272 kilómetros por segundo -N. del T.), llevando consigo a la tie-
rra y a todos los demás planetas y cuerpos del sistema solar. El sol precisará
de alrededor de 220.000.000 años para completar su revolución alrededor de la
galaxia. 67

Muchos se quedarán sorprendidos de saber que esta verdad fue


revelada a David hace alrededor de 2.900 años. Hablando acerca
del sol, David escribió: «De un extremo de los cielos es su salida, y
su curso hasta el término de ellos; y nada hay que se esconda de su
calor» (Salmo 19:6).
67. «Sun», The Il/ustrated World E11cyclopedia (New York: Illustrated World Encyclopedia,
Inc., 1968), Vol. 18, pág. 4.474.

138
La ciencia moderna nos dice que el movimiento general de nues-
tra atmósfera es desde los polos (norte y sur) hacia el ecuador. La
atmósfera es calentada en el ecuador. Se levanta, enfría y es llevada
de nuevo a los polos. No es insólito que este hecho se cite en la Bi-
blia desde hace miles de años. El sabio Salomón escribió: «El vien-
to tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus
giros viene el viento de nuevo» (Eclesiastés 1:6).
Matthew Fountaine Maury es reconocido como descubridor de
las corrientes oceánicas. Las descubrió leyendo la Biblia. Su fe en
la Biblia lo llevó a creer lo que David había dicho en Salmos 8:8.
Allí David dice: «Todo lo que pasa por los senderos del mar.» Des-
pués de oír la lectura de este pasaje, Maury descubrió muchas de
las corrientes marítimas que los marinos usan en la actualidad.
¿Quién determinó las dimensiones exactas de la tierra? Para vol-
ver al pensamiento de Israel otra vez hacia Dios, Isaías hace una
pregunta: «¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los
cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y
pesó los montes con balanza, y con pesas los collados?» (Isaías
40:12). Dios le hizo a Job una pregunta similar: «¿Quién ordenó sus
medidas, si lo sabes? ¿O quién exte~dió sobre ella cordel?» (Job
38:5). Dios creó los cielos y la tierra. El determinó las medidas del
universo.
La tierra misma está girando a una velocidad de 1000 millas por hora en
el ecuador (alrededor de 1600 kilómetros -N. del T.). Si girase a 100 millas
por hora, la noche y el día se prolongarían diez veces, las plantas se abrasarían
de día y los sembrados se destruirían por las heladas por la noche ... Si la luna
sólo estuviera a 50.000 millas (algo más de 80.000 kilómetros -N. del T.) de
distancia de la tierra, las mareas inundarían todas las tierras, incluyendo las
montañas ... Si los océanos fueran más profundos, el anhídrido carbónico y el
oxígeno serían absorbidos del todo, y no podrían existir las plantas. Si la at-
mósfera fuera más liviana que la actual, millones de meteoritos que son que-
mados en el aire caerían en la tierra y provocarían terribles incendios.••

La verdadera ciencia no entra en conflicto con la Biblia. La ver-


dadera ciencia confirma la Biblia. La Biblia no es un libro de cien-
cia, pero cuando habla no hay contradicción con los hechos de la
verdadera ciencia. La ciencia ha confirmado la Biblia una vez tras
otra. ¿Es acaso mucho pedir que se consideren como verdad aque-
llos pasajes de las Escrituras que no pueden ser demostrados ni re-
futados científicamente?

68. Wu, Questions Conceming the Faith, pág. 5, 6.

139
RECAPITULACIÓN
Podemos comprender ahora que la gran batalla entre la ciencia
y la Biblia es tan sólo una batalla de acusaciones y teQrías de la
ciencia contra la Biblia. El engaño de la ciencia está en realidad ba-
sado sobre las teorías del hombre. Los cristianos no deberían temer
el cientificismo de muchos científicos sino sentirse alentados por la
verificación científica factual del Santo Libro de Dios. Hay verdad
en la siguiente afirmación de W. R. Inge:
Una religión que no toque la ciencia y una ciencia que no toque la religión
están mutiladas y son infructíferas. No que la religión pueda nunca ser una
ciencia o que la ciencia pueda ser una religión. Pero podemos esperar un tiem-
po en el que la ciencia de un hombre religioso será científica y en que la re-
ligión del hombre científico será religiosa. 69

El cristiano no tiene nada que temer. La verdad nunca fracasa.


Ni se contradice. Puede que sea coloreada, oscurecida y condenada,
pero siempre será la verdad.
Los hombres pueden ser ciegos ante, o distorsionar la visión de, el cuerpo
de la verdad, pero no cambiará; sea como sea que se la vista, la verdad sigue
siendo verdad. Los científicos pueden presentar una porción vestida de fórmu-
las matemáticas, y la Biblia los mismos hechos en una vestimenta más conser-
vadora, filosófica; pero sea cual fuere el vestido, es el mismo hecho. Incluso si
el hombre intenta esconderlo dictando cómo debiera aparecer, no permanece-
rá siempre cubierto. Al final la verdad descartará los vestidos que los hombres
le cuelgan encima y aparecerá para que todos la vean. Es tan sólo la pequeñez
de la mente humana que hace de este proceso un acto de strip-tease. 70

El escéptico Voltaire (1694-1778) dijo en una ocasión: «Dentro


de cincuenta años la Biblia no será ya más considerada entre per-
sonas instruidas.» Hizo esta afirmación hace más de 250 años. Sí,
Voltaire estaba equivocado en su concepción de la Biblia. La ver-
dad seguirá manteniéndose en pie, tanto en ciencia como en reli-
gión. Wier dijo: «La ciencia conquista; la religión civiliza. Quizá
siempre tendremos la necesidad de continuar conquistado. Lo cier-
to es que siempre tendremos necesidad de civilización.» 71 Tenemos
que advertir al científico dedicado a su empresa que guarde su hu-
mildad. La ciencia no es un dios. «Para sobresalir en la investiga-
ción, se tiene que mantener una actitud de humildad genuina, una
profunda consciencia de que se está meramente tocando el borde

69. W. R. Inge, Science, Religion and Reality, Joseph Needham, ed. (New York: The Macmillan
Co. 1925), pág. 348.
70. James Reid, God, the Atom, and the Universe (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Pub. Hou-
se, 1968), pág. 26.
71. Wier, The Christian Views Science, op. cit., pág. 76.

140
del manto de la naturaleza.» 72 Nunca debemos creer que la ciencia
sea un fin por sí misma. Es sólo un medio para un fin. El fin es
Dios.
Cuando se asiente toda la humareda de la batalla entre la Biblia
y la ciencia, como ha sucedido en el pasado, la Biblia seguirá estan-
do sólidamente fortificada por la verdad. La batalla entre la ciencia
y la Biblia ha sido para provecho del fuerte de la Biblia. Como alguien
ha dicho: «Después de más de dos siglos de afrontar los más potentes
cañones científicos que se pudieron emplazar, la Biblia ha sobrevivi-
do -y está posiblemente en mejor posición gracias al asedio.» 73

72. Virgil R. Trout, Christian Evidences (Austin, Tex.: R. B. Sweet Co., Inc., 1963), pág. 48.
73. «The Bible: The Believers Gain», Time (December 30, 1974), pág. 39.

141
8

El ataque de la evolución
La palabra «evolución» viene en realidad del término latino evo-
lutio que significa «evolucionar, girar hacia adelante o cambiar». El
autor utiliza este término en este libro para referirse al cambio en
la vida orgánica. El tipo de cambio será explicado más adelante en
este capítulo. Y, naturalmente, tenemos que saber exactamente a
qué tipo de cambio nos estamos refiriendo antes de que podamos
comprender qué es lo que se significa por evolución orgánica. Tene-
mos la necesidad de definir qué es lo que se significa por evolución
orgánica. con unos términos más específicos.
Los siguientes capítulos tratarán de un antiguo campo de con-
flicto, el de la evolución orgánica de la vida. La evolución de la vida
es una de las más potentes filosofías de nuestro tiempo y, sin em-
bargo, es una de las menos estudiadas -esto es, estudiadas seria-
mente- por la persona de la calle. Es una filosofía crucial debido
a que se entremete con algunos de los más preciosos valores de la
vida, la naturaleza religiosa del hombre. Es un área dialéctica de-
bido a que los evolucionistas -esto se explicará plenamente más
adelante-han levantado sus estandartes en una ofensiva, emplean-
do lo que para muchos se trata de una evidencia «demostrativa»
dudosa. Allí donde la evidencia es dudosa, prevalecen las opiniones.
Y siempre hay lugar para la discusión en el área de las opiniones.
Como escribió G.C. Brewer: «Cuando alguien habla en contra de la
teoría de la evolución orgánica en nuestros días, se le considera, por
parte de todos los evolucionistas y de muchas otras personas que se
encuentran bajo la influencia de la propaganda evolucionista, como
estando en contra de la ciencia y de los científicos.» 1 Pero tenemos

l. G. C. Brewer, Evolution (Murfreesboro, Tenn.: Dehoff Publications, 1960), pág. 3

143
que comprender que no se está contra la ciencia ni los científicos
cuando se ponen en duda algunas teorías dudosas. Siempre hay lu-
gar para la reevaluación.
Pero la evolución como filosofía es un socialismo pseudointelec-
tual que está intentando abrumar toda oposición. Francis H. C.
Crick, un firme evolucionista, dijo: «Creo que es difícil enfatizar en
exceso la importancia de enseñar la selección natural, tanto en las
escuelas como en las universidades, de manera que cada miembro
de nuestra cultura tenga una clara y firme comprensión de este
principio.» 2 Afirmaciones de este tipo parecen ser indicativas de
que, para muchos evolucionistas, la evolución es lo principal: es la
única correcta visión del mundo. Pero esta manera de pensar es pe-
ligrosa. Chester Lehman dio un buen ejemplo de este sentimiento al
escribir acerca de la teoría de la evolución:
... probablemente el aspecto de más interés es su creciente influencia (de la
evolución), su avance aparentemente impetuoso sobre todo nuestro pensa-
miento, hasta el punto de demandar el derecho a ser el principio fundamental
de la visión del mundo ... En resumen, la evolución exige el lugar supremo en
nuestra manera de pensar. Quisiera imponerse sobre el sitial como la verda-
dera visión del mundo -el pensamíento todo inclusivo unificador del univer-
so--.'

La evolución orgánica ha cautivado las mentes de algunos hasta


el punto de que ellos, los evolucionistas, intentan en muchas ocasio-
nes defender su creencia de una forma muy poco objetiva. Y «la de-
fensa de la Biblia se ha hecho tan impopular que los escritos antie-
volucionistas tienen que ser sumamente documentados. Por otra
parte, los evolucionistas pueden hacer superficialmente cualquier
tipo de afirmaciones extravagantes y fantasiosas sin temor de con-
tradicción o ridículo». 4 Esto no parece justo en un ambiente donde
siempre se ha pretendido la objetividad como estandarte de la cien-
cia.

LA IDENTIDAD DEL ATACANTE

Antes de proseguir tenemos que identificar la filosofía agresora.


En otras palabras, ¿qué es la evolución orgánica? Oigamos algunas
definiciones dadas por evolucionistas. El eminente evolucionista
George G. Simpson la define así: «La evolución, en términos suma-
2. Francis H. C. Crick, Of Molecules and Men (Seattle, Wash.: University of Washington Press,
1966), pág. 91.
3. Cheter K. Lehman, The Inadequacy of Evolution (Scottdale, Pa.: Mennonite Pub. House,
1922), págs. 1, 2.
4. Bolton Davidheiser, Evolution and Christian Faith &The Presbvterian and Reformed Pub.
Co., 1969), págs. 156, 157. ·

144
mente sencillos, significa que la vida progresó desde organismos
unicelulares hasta su estado más elevado, el ser humano, por medio
de una serie de cambios biológicos que tuvieron lugar a lo largo de
millones de años.» 5 O algunos han definido la evolución diciendo
que «en un largo ayer, en términos de tiempo geológico, un animal
pisciforme salió reptando del agua y aprendió a reproducirse sobre
la tierra, iniciando un nuevo ciclo de vida sobre la tierra». 6 Loren
Eiseley, un antropólogo evolucionista, describe poéticamente la
evolución de la siguiente manera: «El ave ya no es más un ave, sino
que se la puede hacer saltar mágicamente de vuelta a un reptil; el
hombre está escondido en el lemur, el lemur en la musaraña, la mu-
saraña en el reptil; el reptil pasa finalmente a ave.» 7 Theodosius
Dobzhansky da una definición más detallada:
La teoría de la evolución afirma que (1) los seres ahora viviendo han des-
cendido de diferentes seres que vivieron en el pasado; (2) los cambios evoluti-
vos fueron más o menos graduales, de manera que si pudiéramos reunir todos
los seres individuales que han vivido sobre la tierra en todas las épocas, con-
seguiríamos una formación bastante continua de tipos; (3) los cambios fueron
predominantemente divergentes, de manera que los antecesores de las formas
ahora vivientes eran mayormente menos diferentes entre sí que las formas
ahora existentes lo son; todos estos cambios han surgido de causas que ahora
siguen estando en marcha, y que por ello pueden ser estudiadas experimental-
mente.'

Tenemos que comprender con claridad qué es lo que se entiende


por evolución orgánica. Los que enseñan esta filosofía mantienen
que las presentes formas de vida tuvieron su origen en la genera-
ción espontánea de la vida hace millones de años en los mares. Des-
de este pequeño comienzo, se han desarrollado todas las formas de
vida del presente. Se tiene que destacar que la evolución es consi-
derada como un proceso orgánico, proceso que está dirigiéndose ha-
cia un orden más elevado. Julian Huxley, un ardiente evolucionista,
destaca este punto:
En un sentido extenso, la evolución puede ser definida como un proceso di-
reccional y esencialmente irreversible ocurriendo en el tiempo, y que en su
curso da origen a un incremento de variedad y un nivel crecientemente más
elevado de organización en sus productos. Nuestro presente conocimiento cier-
tamente nos obliga a considerar que la totalidad de la realidad es evolución
-un sólo proceso de transformación-.9
S. George G. Simpson, Science (April 1, 1960), pág. 969.
6. The Houston Post (August 23, 1964), pág. 6.
7. Loren Eiseley, The Unexpected Universe (New York: Harcourt Brace Jovanovich Inc., 1969),
pág. 133.
8. Theodosius Dobzhansky, Genetics and the Origin of Species (New York: Columbia Univer-
sity Press, 1951), pág. 11.
9. Julian Huxley, «Evolution and Genetics», What is Man, J. R. Newman, ed. (New York: Si-
mon & Schuster, n.d.), pág. 278.

145
La afirmación de Huxley de que la teoría de la evolución es «la
totalidad de la realidad» manifiesta el fuerte atenazamiento que
esta filosofía ha impuesto en las mentes de algunas personas. Pero,
al examinar la idea de la evolución descubrimos una multitud de
serios problemas. En los capítulos siguientes se mostrará cómo la
evolución orgánica, como se ha definido arriba, es científicamente
insostenible.

UNA HIPÓTESIS, NO UNA TEORÍA


Al considerar el tema de la evolución, ésta es mencionada como
una teoría. Pero, en el sentido estricto de la palabra, la evolución no
ha llegado al nivel en que pueda ser considerada como teoría. En el
sentido más estricto la ciencia define una teoría como una proposi-
ción apoyada, al menos parcialmente, por hechos observados. La
evolución orgánica, tal como ha sido definida por los que han sido
anteriormente citados, caería más bien en la categoría de una hipó-
tesis. Y una hipótesis es «algo no demostrado, sino supuesto por
mor del argumento». 10
Pero incluso si aceptamos para la evolución la posición de teo-
ría, tenemos que aceptar el consejo del conocido evolucionista,
George G. Simpson: «En ocasiones las teorías van más allá de lo
que es susceptible de ensayo, al menos por los medios que ahora te-
nemos a disposición. Por esta razón, estos aspectos de la teoría no
son hechos científicos, y el desacuerdo cae en el campo de la filoso-
fía, no en el de la ciencia.» 11 G. A. Kerkut, un evolucionista, afirmó
con respecto a la teoría de la evolución: «La evidencia que la apoya
no es lo suficientemente fuerte como para permitirnos considerarla
como algo más que una hipótesis de trabajo.» 12 Kerkut tiene razón
en el sentido de que la evolución es una hipótesis. Pero para el cris-
tiano es más que dudoso que sea siquiera una hipótesis «de traba-
jo». Esto será señalado en los capítulos que siguen.
Al tratar con los orígenes, los evolucionistas están fuera del cam-
po del método científico. Todos los conceptos acerca de los orígenes
tienen que encontrarse en el área de la filosofía y de la religión. En
realidad, entonces, cualquier idea que se tenga acerca de los oríge-
nes en el campo científico no pueden ser más que hipótesis. Nadie
esstaba presente en el principio pra registrar los hechos. Por ello, la
ciencia puede sólo formarse hipótesis acerca del origen de la vida.
Y Williams S. Beck, un evolucionista, afirmaba esto al escribir acer-
ca de los orígenes:
IO. «Hypothesis•, Webster's Twentieth Century Dictionary, Unabridged 2nd Edition (Spring-
field, Mass.: G. & C. Merriam Company, 1971), pág. 897.
11. George G. Simpson, Notes on the Nature ofScience (New York: Harcourt, Brace and World,
Inc., 1962), n.p.
12. G. A. Kerkut, Implications of Evolution (New York: Pergamon Press, 1960), pág. 157.

146
Ante todo, hay el acuerdo general de que los eventos de que estamos ha-
blando tuvieron lugar ¡hace entre mil y dos mil millones de años! Entre otras
cosas, ello significa (1) que no sabemos de cierto cómo era la tierra en aquel
entonces (2) que estamos erigiendo hipótesis que no pueden ser verificadas de ma-
nera directa, y (3) que hay una gran diferencia entre afirmar lo que pudiera haber
sucedido y lo que realmente sucedió [énfasis mío, R.E.D.] 13

Como pronto descubriremos, la evolución no ha sido ciertamen-


te establecida como un hecho demostrado. Es tan sólo una hipóte-
sis. No tiene ningún hecho claro que le de su apoyo. O, por lo me-
nos, se afirma que los hechos podrían ser explicados igualmente
bien desde un punto de vista creacionista. Pero, con el fin de con-
cordar mejor con las citas que se tomarán de varios evolucionistas,
el autor utilizará el término teoría, con referencia a la evolución, a
lo largo de estos capítulos.

Y LA LLAMAN UN HECHO
¿Creen los científicos que la evolución es un hecho establecido?
Ciertamente que sí. Para muchos, la evolución es más que una teo-
ría o hipótesis. Muchos científicos creen que es una ley de la natu-
raleza ya demostrada y establecida.
Muchos evolucionistas fervorosos creen que los que no aceptan
la evolución como un hecho son acientíficos, o incluso anticientífi-
cos. Richard Goldschmidt, un evolucionista, afirmó: «La evolución
del mundo animal y vegetal es considerada por parte de todos los
que están calificados para juzgarla como un hecho del que no se pre-
cisan de más pruebas (énfasis mío, R.E.D.).» 14 Lo siguiente es un
ejemplo de afirmaciones arrasadoras que se hacen muchas veces en
textos de biología: « .. .los modernos biólogos, casi sin excepción, es-
tán convencidos del hecho de la evolución». 15 Estas dulzonas afir-
maciones son falsas en dos aspectos: (1) Desde luego, no todos los
biólogos son evolucionistas, y (2) la evolución no es, en absoluto, un
hecho demostrado. El estudiante de ciencia no debería ser engaña-
do a creer que la evolución es un hecho demostrado leyendo unas
afirmaciones tan temerarias. La emisión de atrevidas afirmaciones
que dicen que la evolución orgánica ha sido demostrada cierta no
la hacen cierta. Tan sólo oscurecen las mentes de los inocentes. Pero
esta misma puede ser la razón de que se hagan.
Tampoco deberíamos dejarnos engañar a pensar que la mayor

13. William S. Beck, Modern Science and the Nature ofLife (New York: Doubleday & Co. Inc.,
1961), págs. 260.
14. Richard B. Goldschmidt, American Scientist (1952), Vol. 40, pág. 84.
15. Johnson, Laubengayer, DeLanney and Cole, Biology (New York: Holt Rinehart & Winston,
1961), pág. 268.

147
parte de los científicos destacados no son evolucionistas. Muchos lo
son. Y son ardientes propagandistas de su doctrina. Simpson dijo,
con referencia a la obra de Darwin, que Darwin «estableció la evo-
lución de una manera final y definitiva». 16 Carl Henry, también
evolucionista, escribió: «Sean cuales fueren las inclinaciones subje-
tivas de uno, un enfoque objetivo debería detectar la lógica circular
del consabido argumento: Nadie familiarizado con los hechos duda
que la evolución haya tenido lugar: por ello la evolución es un he-
cho.» 17 La Collegiate Encyclopedia hace esta atrevida afirmación:
«La evolución ha venido a ser establecida como hecho por medio de
evidencias demostradas en muchos campos especializados de la
biología: la taxonomía, anatomía, embriología, ecología y paleonto-
logía.» 18 El famoso evolucionista Julian Huxley afirmó: «La prime-
ra observación a hacer acerca de la teoría de Darwin es que ya no
se trata de una teoría, sino de un hecho. Ningún científico serio ne-
garía el hecho de que la evolución ha tenido lugar, del mismo modo
que no negaría el hecho de que la tierra gira alrededor del sol». 19
« .. .la evolución persiste como hecho, sea que haya operado a través
de líneas separadas de descendencia, o en una sola». 20 Así, no son
pocos los científicos en posiciones prominentes que son ardorosos
evolucionistas.
Este autor está en desacuerdo con el presente c;oncepto de evo-
lución orgánica aceptado por algunos científicos. Este es el propó-
sito de estos capítulos, expresar y explicar este desacuerdo. El evo-
lucionismo es una filosofía de la vida a la vez engañosa y destruc-
tiva. Las palabras del profeta Jeremías al falso profeta Hananías se-
rían apropiadas para los evolucionistas, «Jehová no te envió, y tú
has hecho confiar en mentiras a este pueblo» (Jeremías 28:15).

CAMBIO, NO EVOLUCIÓN ORGÁNICA

Se tiene que reconocer, sin embargo, que ha habido y hay cam-


bios en la vida orgánica. A partir de los dos seres humanos original-
mente creados (Adán y Eva) han surgido todas las actuales y diver-
gentes razas humanas sobre la faz de la tierra. Esto es cambio. Pero
se trata de cambio dentro de límites. Y esta definición de cambio es
enteramente diferente del cambio exigido por parte de aquéllos que
16. George G. Simpson, The Meaning of Evolution (New Haven, Conn.: Yale University Press,
1961), pág. 715.
17. Car! Henry, Evolution and Christian Thought Today (grand Rapids, Mich.: William B. Eerd-
man's Publishing Co., 1959), pág. 195.
18. «Evolution», The Collegiate Encyclopedia (New York: Grollier Inc., 1969), pág. 582.
19. Julian Huxley, «At Random», A Television Review, en Issues in Evolution, Vol. III de Evo-
/ution Afier Darwi11 (Chicago: University of Chicago Press, 1960), pág. 41.
20. Julian Huxley, The Living Thoughts of Darwin (Greenwich, Conn.: Fawcett Publishing,
Inc., 1959), pág. 72.

148
propagandizan la evolución orgánica y atea: que toda la vida ha-
bría surgido a partir de una forma de vida unicelular para formar
las formas de vida más complejas que existen en la actualidad.
Como es patente, los humanos producen humanos, y los peces pro-
ducen peces. Decir que los humanos surgieron de los peces a lo lar-
go de inmensas eras de tiempo es algo totalmente falso. Decir, como
decía Darwin, que el hombre surgió de los simios -y él desde luego
enseñaba esto- es también un paso carente de toda prueba. 21 Tene-
mos que creer en los cambios, pero la cantidad de cambio que se
observa en la naturaleza está lejos del que el evolucionista precisa
para confirmar su teoría.

CONCLUSIÓN CARENTE DE HECHOS


Como se verá, los hechos no han producido la conclusión de que
la evolución orgánica sea cierta. Tan sólo las conclusiones precon-
cebidas de algunos científicos han torcido los hechos. La evolución
orgánica está erigida sobre el fundamento de una evidencia confusa
apilada para apoyar las esperanzas preconcebidas de los que bus-
can una respuesta de los orígenes que no involucre a Dios. Y no son
pocos los que han sido arrastrados por estos celosos abogados de fi-
losofías ateas.
Cuando Darwin hubo completado los primeros cinco capítulos
del Origen de las especies, comenzó el capítulo seis diciendo: «Mu-
cho antes de que el lector haya llegado a esta parte de mi obra se
le habrán ocurrido una multitud de dificultades. Algunas de ellas
son tan serias que hasta el día de hoy apenas si puedo reflexionar
sobre ellas sin verme abrumado en cierta manera.» 22 Podemos apre-
ciar la honradez de Darwin acerca de esto. Pero son muchos en la
actualidad los que no darían ni consideración a esto en relación con
la teoría de la evolución.
Este autor está de acuerdo en que las «dificultades» de Darwin
eran, y siguen siendo, abrumadoras. Su hipótesis sigue estando car-
gada de innumerables problemas. Y son estas «dificultades» las que
golpean mortalmente la hipótesis de la evolución.

UNA BREVE HISTORIA


La teoría de la evolución no se originó con Charles Darwin. Los
conceptos básicos de la evolución existían en las mentes de muchos
de los antiguos filósofos en sus esfuerzan por determinar cómo llegó

21. Charles Darwin, The Deseen! of Man (1871), capítulo 6.


22. Charles Darwin, The Origin ofSpecies (New York: New American Library, 1958), pág. 158.

149
el hombre a existir. Henry Osborn escribió que «desde el período de
las más primitivas etapas del pensamiento griego el hombre ha es-
tado ansioso por descubrir algunas causas naturales de evolución y
abandonar la idea de la intervención sobrenatural en el orden de la
naturaleza». 23
Algunos de los conceptos básicos de los antiguos han sido perpe-
tuados hasta nuestros días. Y en algunas áreas han sido presentados
de manera más sofisticada para armonizar con la jerga de la cien-
cia moderna. Es interesante señalar que las primeras teorías de la
evolución existieron no en las mentes de los biólogos, sino en las
mentes cuestionadoras de los filósofos. Sigue a continuación una
lista de personas y sus papeles particulares en la historia del pen-
samiento evolucionista:

A. Tales (640-546 a. C.):


Tales era un filósofo griego que creía que el agua era la realidad
última. «Creía que la vida se había originado en ella y que de ella
surgió.» 24 Seguimos con esta creencia pagana en la actualidad. Los
evolucionistas siguen creyendo que toda la vida se originó en los
océanos.
B. Empédocles (493-435 a. C.):
Osborn dijo que Empédocles «puede ser llamado, con justicia, el
padre de la idea evolucionista».25 ¿Qué era lo que creía este filósofo
griego? Empédocles creía que las plantas y los animales no habían
sido producidos simultáneamente. Las plantas, creía él, se origina-
ron en primer lugar, y la vida animal vino a existir sólo mucho
tiempo después. Sugirió asimismo una especie de teoría de «la su-
pervivencia de los más aptos». 26 Empédocles creía también en una
especie de fantasía, que «las partes del cuerpo fueron formadas in-
dependientemente: cabezas sin cuellos, brazos sin hombros, ojos sin
sus cuencas, y que fueron todos ellos reunidos en disposiciones for-
tuitas por una fuerza que él llamó amor. 27

C. Aristóteles (384-322 a. C.):


Aristóteles, un naturalista y filósofo griego, clasificó muchos he-
chos conocidos de su época. 28 Creía «que había habido una transi-
ción gradtial desde lo imperfecto a lo perfecto. Creía también que el
23. Henry Fairfield Osbom, The Origin and Evolution of Life (New York: Charles Scribner's
Sons, 1918), págs. IX, X.
24. Ruth Moore, Evolution (New York: Time Incorporated, 1964), pág. 10.
25. Henry Fairfield Osbom, From the Greeks to Darwin (New York: Charles Scribner's Sons,
1929), pág. 52.
26. John W. Klotz, Genes, Genesis and Evolution (Saint Louis, Mo.: Concordia Publishing Hou-
se, 1955), pág. 22.
27. Davidheiser, Evolution and Christian Faith, op. cit., pág. 40.
28. Moore, Evolution, op. cit., pág. 10.

150
hombre se encontraba en el punto superior de un ascenso largo y
continuo».29 En contraste a la creencia mecanicista de Empédocles,
Aristóteles creía que un Diseñador inteligente era responsable de la
planificación del mundo. 30 Davidheiser cita a G. T. W. Patrick di-
ciendo: «Aristóteles no sólo enseñaba las doctrinas de la evolución,
sino ~ue tenía lo que le faltaba a Darwin, una teoría de sus· cau-
sas.» 3

D. Agustín (354-430 d. C.): ,


Agustín fue obispo de Hipona, en el norte de Africa. Sus obras
apologéticas han sido incorporadas a las enseñanzas de la Iglesia
Católica Romana durante varios siglos. Agustín podría ser conside-
rado como un evolucionista teísta. Se inclinó en gran manera hacia
una «interpretación naturalista del relato de Génesis de la crea-
ción».32 «Favorecía una interpretación alegórica del libro del Géne-
sis en la Bíbliá, y promovía abiertamente un concepto evolucionista
en oposición a la creación específica.» 33 Agustín creía en Dios, pero
creía que la creación era el resultado de un proceso natural y no de
un acto creador especial de Dios.

E. Immanuel Kant (1724-1804):


Kant aparece en las páginas de la historia como un hombre que
intentó rescatar la religión y la ciencia de su tiempo formulando
una armonía lógica entre ambas. La religión que él mantenía esta-
ba siendo atacada por la Ilustración del siglo dieciocho en Europa.
La ciencia estaba guerreando por la mente de los hombres. Pero la
ciencia de aquellos tiempos se inclinaba más hacia un sistema de fi-
losofía basado sobre suposiciones que hacia un sistema de indaga-
ción de hechos. Kant se decidió a llevar estas dos grandes fuerzas
ante un arbitraje en un esfuerzo de lograr concesiones de ambas.
Tratando de conciliar ambas cosas, Kant deseaba que la religión
y la ciencia existieran en armonía y no en oposición. Se dijo de
Kant que él afirmaba que «SU propósito final había sido la concilia-
ción de las afirmaciones contradictorias de la ciencia y de la fe del
hombre en Dios, libertad e inmortalidad, al eliminar la pretensión
de conocimiento allí donde era imposible el verdadero conocimien-
to» .34 En su lucha por la conciliación de estos dos grandes campos,
Kant creó una comprensión naturalista del origen de las cosas. Así,
él «creía que los organismos más elevados había surgido proceden-

29. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 22.
30. Davidheiser, Evolution and Christian Faith, op. cit., pág. 40.
31. !bid, pág.41.
32. Osborn, From the Greeks to Darwin, op. cit., págs. 105, 106.
33. Eldon J. Gardner, History of Life Science (Minneapolis, Min.: Burgess Pub. Co., 1960),
pág. 93.
34. «Kant», Funk & Wagnalls Encyclopedia (New York: Unicorn Press, 1947), pág. 26.

151
tes de formas más simples». 35 Así, Kant era evolucionista, un evolu-
cionista teísta.
F. Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829):
Lamarck era un zoólogo francés. Era un evolucionista que hacía
desenfrenadas especulaciones y que es más bien conocidos por su
teoría de la herencia de las características adquiridas. Escribió:
Ciudadanos, id de lo más simple a lo más complejo y tendréis el verdadero
hilo que conecta toda la producción de la naturaleza; tendréis una idea exacta
de su progresión; seréis convencidos de que los seres vivos más simples han
dado origen a todos los demás. 36

Lamarck «creía en el cambio evolutivo, pero pensaba que tales


cambios surgían en la lucha del animal para adaptarse a su medio,
y que estos pasaban luego a la herencia. 37 Para ilustrar su teoría,
Lamarck utilizó el cuello largo de la jirafa. Espec9ló él, que durante
un largo período de tiempo hubo una sequía en Africa, y que como
resultado de ello la vegetación de la tierra comenzó a morir. La ji-
rafa se vio obligada a ir estirando el cuello más y más para alcanzar
el follaje en la copa de los árboles. Esto hizo que su cuello se fuera
alargando con el paso del tiempo. Esta característica adquirida -el
cuello largo-- fue después pasada a las generaciones posteriores,
que también tuvieron que alargar sus cuellos para conseguir ali-
mentos a fin de poder sobrevivir. Como resultado de ello, tenemos
en la actualidad jirafas de cuello largo.
Pero en la actualidad la ciencia rechaza la teoría de Lamarck.
Muchos años después de Lamarck, August Weisman (1834-1914), un
zoólogo alemán evolucionista, refutó esta teoría cortando las colas
de veinte generaciones consecutivas de ratones. La generación vigé-
sim0primera tenía unas colas tan largas como la primera. Un libro
de texto de biología observa con respecto a la teoría de Lamarck:
«El relato lamarckista del desarrollo del cambio es sencillo, claro y
atractivo, pero desafortunadamente es falso. Lamarck y muchos
otros han buscado una y otra vez la confirmación de la teoría, pero
en la actualidad no existe evidencia para apoyarla.» 38
Tenemos que señalar aquí en relación con la teoría de Lamarck
que las características somáticas (brazos fuertes, piernas fuertes,
cuellos largos, etc.), a las que se refería Lamarck, se desarrollan por
influencias ambientales. Estas características, sin embargo, no se
heredan. 39 No pueden ser transmitidas a sucesivas generaciones.
35. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 23.
36. Citado por Moore, Evolution, op. cit., pág. 11.
37. !bid.
38. Biological Science: An lnquiry Into Life, Don E. Meyer y Virginia M. Dryden, eds. (New
York: Harcourt, Brace & World, Inc., 1963), pág. 596.
39. Gordon Alexander, Biology (New York: Barnes & Noble, Inc., 1964), pág. 177.

152
Por otra parte, las características germinales son determinadas por
los genes y cromosomas. Estas características, de las que Lamarck
no tuvo conocimiento, son heredadas. Y estas características no son
influenciadas por el medio, para producir el cambio evolutivo exi-
gido por los evolucionistas.
Con respecto a la teoría de Lamarck, Davidheiser presenta otro
problema.
Ni la teoría de Lamarck ni la de Darwin explican cómo los animales que
no eran jirafas sobrevivieron con sus cortos cuellos, ni como las hembras so-
brevivieron con sus cuellos alrededor de un pie más corto (30 centímetros, N.
del T.) que los machos, ni como las jirafas jóvenes, con sus cuellos mucho más
cortos, se las arreglaron para sobrevivir hasta la edad adulta. 40

Klotz añade: «Nadie ha podido nunca demostrar de una manera


concluyente la herencia de una sola característica adquirida, y por
esta razón, la teoría ha sido descartada (énfasis mío, R.E.D.).» 41 Sí,
Lamarck estaba en un error.
G. Thomas Robert Malthus (1766-1834):
Malthus creía que la vida estaba en una lucha por la superviven-
cia. Creía él «que la pobreza y la enfermedad son inevitables por el
hecho de que la población crece más rápidamente que los medios
de subsistencia; que sólo el hambre, la enfermedad y la guerra
mantienen a raya la población mundial». 42 Malthus creía que en
cualquier aumento de población sólo los más fuertes podían sobre-
vivir. Darwin fue grandemente influenciado por el Essay on Popu-
lation de Malthus, que apareció en 1798. En octubre de 1838, Dar-
win escribió:
Para distraerme una vez, leí Malthus on Population y, estando bien prepa-
rado para apreciar la lucha por la existencia que se da en todas partes en base
de una larga y continua observación de los animales y de las plantas, en el acto
me vino el pensamiento de que bajo estas circunstancias se tenderían a preser-
var las variaciones favorables, y las desfavorables a ser destruidas. El resulta-
do de ello sería la formación de una nueva especie.43

Las creencias evolucionistas de Malthus fueron adoptadas y


adaptadas por Darwin. Y fueron dadas al mundo en El origen de las
especies.
H. Charles Lyell (1787-1875):
Charles Lyell fue un inglés que ha llegado a ser más conocido
por su obra Principies of Geology, que fue publicada en 1830.

40. Davidheiser, Evolution and Christian Faith, op. cit., pág. 26.
41. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 26.
42. Moore, Evolution, op. cit., pág. 40.
43. Citado por Robert E. D. Clark, Darwin: Before and After (Chicago: Moody Press, 1967),
pág. 51.

153
Fue esta obra de Lyell la que popularizó e hizo aceptable a los hombres de
ciencia la postura de que todas las agencias que produjeron cambios geológi-
cos en le pasado fueron las mismas que observamos en la actualidad, tales
como inundaciones locales, terremotos, corrimientos de tierra, y similares. De
manera concreta, el actualismo de Lyell negaba el diluvio de la época de Noé. 44

La doctrina actualista de Lyell fue tan sólo una presentación de


las enseñanzas de James Hutton. Los dos enseñaron que los acon-
tecimientos naturales en el mundo actual dan la clave de lo que
siempre ha sucedido en el pasado. Cuando uno estudia los escritos
de Charles Darwin se ve con claridad que los escritos de Lyell tu-
vieron un gran impacto sobre las creencias geológicas de Darwin.

l.Charles Robert Darwin (1809-1892):


Nadie tuvo un mayor impacto sobre la sociedad con la teoría de
la evolución que Charles Darwin. Sus teorías merecen una especial
atención en cualquier estudio de la teoría de la evolución.
Darwin nació el 12 de febrero de 1809 en Shrewsbury, Inglate-
rra. En la historia del pensamiento evolucionista, Darwin es, proba-
blemente, el más famoso de todos los nombres. Sus dos principales
obras acerca del tema sacaron a la superficie creencias evolutivas
que habían sido abrigadas en las mentes humanas durante mucho
tiempo. Darwin las sintetizó y presentó al público.
Desde 1831 hasta 1836 Darwin investigó su obra mientras hacía
un viaje alrededor del mundo en la goleta «Beagle». Coleccionando
y estudiando varias formas de la naturaleza, y como resultado de
las influencias de la obra de Lyell, Principies of Geology, Darwin for-
mó sus creencias evolucionistas. En 1844 Darwin escribió: «Siento
siempre como si mis libros surgieran medio del cerebro de Lyell, y
nunca reconoceré esto suficientemente ... porque siempre he creído
que el gran mérito de los Principies fue que alteraba todo el tenor
de la mente de uno ... »45
La aceptación de las teorías de Lyell por parte de Darwin fue un
punto de inflexión en su vida. Publicó las teorías de Lyell en su li-
bro El origen de las especies por selección natural, salido a la luz el
24 de noviembre de 1859.
La publicación de El origen de las especies fue un punto de infle-
xión en le pensamiento del mundo científico. Edward Dodson des-
cribió la era después de la publicación del libro como:
Caracterizada por un extremado entusiasmo, unido a una aceptación acrí-
tica de cualquier cosa que pretendiera dar apoyo al darwinismo. Se daba poco
peso a las evidencias negativas, en tanto que se hiceron muy comunes absur-

44. Davidheiser, Evolution and Christian Faith, op. cit., pág. 60.
45. More Letters o( Charles Danvin, Francis Darwin, ed. (Londres, Inglaterra: D. Appleton y Co.,
1903), Vol. 2, pág. 115.

154
das y extremadas interpretaciones, a fin de hacer que los hechos observados
armonizaran con la teoría darwinista. 46

Davis escribe que «alrededor de 1880 la mayoría de los biólogos


alemanes habían aceptaddo la visión darwinista de la vida sobre la
tierra». 47 Y de esta manera el evolucinismo se extendió como una
epidemia desenfrenada e incontrolable.
En 1871 Darwin publicó una secuela a El origen de las especies,
titulada El origen del hombre. En sus dos principales libros, El ori-
gen de las especies y El origen del hombre, Darwin desveló cinco con-
ceptos mayores que consideraba como suficiente evidencia para su
teoría. Estos eran: variación, sobreproducción, lucha por la existen-
cia, selección natural y herencia de los caracteres adquiridos. Lo
que sigue es un breve resumen de lo que Darwin enseñaba acerca
de cada una de estas áreas:
1. Variación: Darwin creía que cada planta o animal de la mis-
ma especie sufría variación. Creía que algunos animales o plantas
poseían características que serían provechosas para su superviven-
cia y que estas características podrían ser heredadas. 48

2. Sobreproducción: Darwin contendió también que nace más


vida en el mundo que la que puede posiblemente sobrevivir. Ahí es
donde la teoría de Darwin tenía profundas raíces en las creencias
de Malthus con respectó a la sobrepoblación. Esta conclusión con-
duce al tercer postulado.
3. Lucha por la supervivencia: Como resultado de la sobrepobla-
ción, se da una lucha en toda la vida por la superviviencia. Los
miembros de las mismas especies tienen que luchar a fin de sobre-
vivir. Erasmus Darwin, abuelo de Charles, que había sido también
un ardoroso evolucionista, creía esta filosofía: «Comer o ser comi-
do.» Ésta es, en palabras llanas, una buena definición de las teorías
de la lucha de Darwin.
4. Selección natural o la supervivencia de los más aptos: Klotz
define esta conclusión de Darwin. «En esta lucha por la existencia
sobrevivirán aquellos individuos más adecuados a su medio.» 49
Aquellos individuos que tengan características que les permitan
una mejor posibilidad de supervivencia sobre sus semejantes son
los que sobrevivirán. Así que los fuertes deben ser preservados, y los
46. Edward O. Dodson, A Textbook of Evolution (Philadelphia: Sanders, 1952). vol. 2, pág. 43.
47. Willard O. Davis, Evolution ami Revelation (Austin, Tex.: Firm Foundation Publishing Hou-
se, s/f), pág. 31.
48. Bio/ogical Science: An lnquiry Into Life, op. cit., págs. 589, 590.
49. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 31.

155
débiles son eliminados. «Darwin asumió que estas variedades que
de alguna manera habían adquirido una característica favorable se-
rían seleccionadas sobre otros miembros de la misma especie.» so
Como resultado de la supervivencia de los más aptos, Darwin
creía que se desarrollaban nuevas especies. La supervivencia de las
mejores cualidades de una especie específica conduciría finalmente
a otra especie. Durant lo define: «El darwinismo significa, presum~­
blemente, el origen de nuevos órganos y funciones, nuevos organis-
mos y especies, por la selección natural de variaciones favora-
bles.» 51 Así que de tal herencia de variaciones surgen nuevas espe-
cies, nuevas formas de vida.
S. Herencia de las características adquiridas o favorables: Como
ya se ha sugerido en el punto anterior, Darwin creía que las carac-
terísticas favorables de una especie específica proveían el material
para el mejoramiento de aquella especie. Davidheiser define las
conclusiones de Darwin diciendo:
Charles Darwin propuso ... que los animales y las plantas estaban siendo
mejorados en el sentido de que aquellos mejor ajustados al ambiente sobrevi-
vían y reproducían su tipo a costa de aquellos que no estaban tan bien ajus-
tados al ambiente. Así, al ir transcurriendo el tiempo, las criaturas se fueron
adaptando más y más al medio. 52

Éste era el camino de Darwin a la evolución. Al irse desarrollan-


do las estructuras, progresaba la evolución. La vida se hizo más y
más organizada en lo biológico. Y así tenemos lo que vemos en la
actualidad en el mundo biológico.
Las anteriores fueron las proposiciones básicas que Darwin pre-
sentó al mundo. Hizo muchas fantasiosas suposiciones que desde
aquel entonces han sido refutadas por la ciencia moderna. James
Reid hizo la siguiente afirmación con respecto a la visión general de
Darwin del progreso natural:
Incluso ahora, algunos de los principios de Darwin parecen enfrentarse con
los hechos científicos. Por ejemplo, consideremos el argumento de la «selec-
ción natural», un punto principal de la «teoría». Darwin suponía que el pro-
greso es siempre hacia arriba, que las cosas siempre mejoran. Esto choca con
muchos hallazgos científicos en el mundo material, donde todo tiende a buscar
el nivel inferior, un estado de mínima energía. 53

Davidheiser lanza críticas contra la teoría de la «selección natu-


50. !bid, pág. 237.
51. Will Durant, The Story of Philosophy (New York: Simon & Schuster, 1967), pág.343.
52. Davidheiser, Evolution and Christian Faith, op. cit., pág. 189.
53. James Reid, God, the Atom, and the Univierse (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing
House, 1968). pág. 195.

156
ral» de Darwin diciendo: «Una dificultad importante que presenta
la teoría de la selección natural es el hecho de que muchas carac-
terísticas útiles serían dificultades en lugar de ventajas mientras se
hallasen en un estado de desarrollo incompleto.» 54 Añade: «Las eta-
pas intermedias en la evolución de una estructura tienen que tener
valor adaptativ,o, pues en caso contrario, la estructura nunca se de-
sarrollaría.» 55 Estas son sólo unas pocas críticas contra los concep-
tos de «selección natural» de Darwin.
Otra crítica a la teoría de Darwin es que la «supe111ivencia de los
más aptos no nos dice nada acerca del origen de los más aptos y no
es por tanto, en absoluto, una explicación del origen de las diversas
formas de vida». 56
La selección natural tiene la capacidad de elegir aquellas características
que se encuentran dentro de la capacidad de un animal o planta, tal como es-
tán determinadas por los genes, pero esta teoría no tiene la capacidad de dar
origen a nuevas características. Es esta necesidad la que tiene que cumplir la
teoría de la evolución si ha de ser demostrada cierta. La supervivencia de los
más aptos puede ser demostrada, pero el problema es la aparición de los más
aptos."

Hay muchas otras críticas de la teoría de Darwin que se trata-


rán en sucesivos capítulos. Pero fueron estas suposiciones de Dar-
win las que dejaron atónito al mundo religioso de su época. Los que
sostenían el relato de la creación que se halla en Génesis no estaban
preparados científicamente para afrontar las suposiciones de Dar-
win. Ello condujo a un amargo desorden y debate entre los perte-
necientes al campo de la religión y al de la ciencia durante los años
que siguieron inmeditamente. Y con frecuencia el debate se caldeó
tanto que «toda objetividad desapareció». 58

J. Thomas H. Huxley (1825-1895):


Huxley fue el defensor público de las teorías evolucionistas de
Darwin. Huxley fue un ardiente evolucionista ateo, y no era renuen-
te en darlo a saber. En una ocasión declaró sus creencias diciendo:
«que no hay evidencia de la existencia de un ser tal como el Dios
de los teólogos es bien cierto». 59 Para decir poco, Huxley no era sólo
un evolucionista, sino un evolucionista ateo.

54. Davidheiser, Evolution and Christian faith, op. cit., págs. 192, 193.
55. /bid, pág. 193.
56. Robert S. Camp, «A General Guide», A Critica/ Look at Evolution, Robert S. Camp, ed. (Re-
ligion, Science and Communication Research and Development Corporation, 1972), pág. 15.
57. Batsell Barre! Baxter, l Belive Because ... (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1971),
pág. 152.
58. Jack Wood Sears, Confiict and Harmony in Science and the Bible (Grand Rapids, Mich.: Ba-
ker Book House, 1971), pág. 152.
59. Life, vol. 2, pág. 162.

157
El 30 de junio de 1860, Huxley debatió con el obispo Wilberforce
acerca del tema de la evolución. Debido a que Wilberforce no esta-
ba preparado para afrontar la poderosa retórica de Huxley, las teo-
rías evolucionistas ganaron una cabeza de puente en las mentes de
los hombres como resultado de este debate. Y fue debido a la mi-
litante postura de Huxley en el campo de la evolución que se poten-
ció mucho la aceptación de la teoría durante la última parte del si-
glo diecinueve.
K. Herbert Spencer (1820-1903):
Herbert Spencer hizo probablemente más que nadie para impul-
sar las creencias evolucionistas en los tiempos modernos. Spencer
era un gran orador, y gozaba de respeto en el campo científico. Sus
presentaciones públicas acerca de la evolución sirvieron de mucho
para el establecimiento de tales creencias en las mentes de todos
sus oyentes.
L. Hugo DeVries (1848-1935):
, DeVries es más bien conocido por su teoría de las mutaciones.
El creía que cuando tenía lugar una mutación en una especie, esta
mutación pasaba a la descendencia. Como resultado de ello, se for-
maban nuevas características y capacidades en la especie. Final-
mente, se formaban nuevas especies.

LAS TORNAS HAN CAMBIADO


La evolución reinó suprema en el mundo científico durante el fi-
nal del siglo diecinueve y la primera mitad del siglo veinte. En el
libro A History of Science, el autor afirma: «Al comienzo del siglo
veinte la mayoría de los hombres de ciencia mantenían incoscien-
temente un superficial materialismo, o, si pensaban en absoluto
acerca de tales problemas, se inclinaban al fenomenalismo de Mack
y Darl Pearson, o al monismo evolucionista de Haeckel o de W.D.
Clifford.» 60 Durante estos años, el mundo teológico estaba mal pre-
parado para afrontar el materialismo sobre una base científica. Una
de las principales razones por las que los pensadores religiosos no
podían presentar una eficaz batalla contra la teoría de la evolución
durante estos años era que la evolución era una filosofía presentada
como hecho científico. En realidad, había insuficiencia de evidencia
científica para ambos bandos. Por ello, las escaramuzas particula-
res en diferentes áreas eran generalmente ganadas por aquellos que
podían hablar con una retórica más poderosa, no por los que tenían
los hechos más convincentes.

60. Dampier & Whettham, A History of Science, pág. 445, citado por Gordon H. Clark, The Phi-
losophy of Science and Belief in God (Nutley, New Jersey, 1964), pág. 51.

158
Pero la escena ha cambiado rápidamente en las últimas déca-
das. La evolución ya no reina. Está siendo destronada por muchos
nuevos hechos que la llevan bajo un severo censor. En la última dé-
cada, numerosos científicos han publicado libros que son ciudade-
las en contra del pensamiento evolucionista tradicional. La obje-
ción del cristianismo contra la evolución, en la actualidad, no se da
necesariamente en la arena teológica o en la filosófica. Se da en la
arena científica. Y al ir entrando los hechos, la posición del creacio-
nista va fortaleciéndose más y más en el campo de la ciencia.

RECAPITULACIÓN
Decir que la teoría de la evolución es algo que se creen sólo al-
gunos científicos, o que no hay problemas para los que defienden
que el registro del Génesis es factual, sería ciertamente una falacia.
Las teorías evolucionistas han estado con el hombre durante un lar-
go tiempo. Y aparentemente, en tanto que haya personas que recha-
cen la revelación divina, estarán con el hombre durante algún tiem-
po en el futuro. La evolución, como filosofía, tiene un fuerte asidero
en las mentes de algunas personas.
La evolución ha sido desarrollada por algunos grandes hombres
de la ciencia, pero ello no quiere decir que sea verdad. Tampoco
significa ello que todos los científicos se la crean. No todos los cien-
tíficos creen en la evolución y la cantidad de los que no la creen va
en progresivo aumento. Las razones de su rechazo estan siendo pu-
blicadas en no pocas revistas científicas, boletines y libros. Cierta-
mente, la historia del pensamiento evolucionista en los siguientes
cincuenta años será de lo más interesante. ¿Qué le sucederá a esta
teoría que tan constantemente se enfrenta con hechos que le son
hostiles?

159
9

Evidencias de la evolución
Este capítulo es una introducción a la consideración de los mu-
chos problemas que afronta la teoría de la evolución. En cualquier
estudio de evolución se tienen que considerar las evidencias que se
utilizan para apoyar la evolución. El autor señalará, sin embargo,
que hay muchos problemas que muestran la insuficiencia de estas
evidencias como prueba.
Ya que la evolución es aceptada por tantos, incluso por muchos
científicos de mucho conocimiento, a veces se nos hace creer que las
evidencias en favor de la evolución son sólidas y están más allá de
toda duda. Y por las afirmaciones que algunos hacen somos lleva-
dos a creer que no se precisa de más evidencia. Pero esto no es así.
Se pretende que la teoría de la evolución está asentada sobre
una evidencia fuera de toda duda. Pero cuando se examinan estas
evidencias, es sorprendente descubrir que muchas de ellas quedan
muy lejos de lo que es necesario para probar la teoría de la evolu-
ción orgánica. Un problema aún mayor para los evolucionistas es el
hecho de que muchas de las evidencias que se dice son prueba de
la evolución pueden ser utilizadas con la misma presteza para apo-
yar el creacionismo -que toda la vida fue creada por Dios-. Esto
quedará claro cuando estudiemos las pretendidas evidencias en fa-
vor de la evolución.
Hay algunas evidencias que pueden apoyar el registro de la
creación tan bien como, o mejor que, la teoría de la evolución. Todo
depende de la creencia del indagador. ¿Se trata de un evolucionis-
ta? ¿O de un creacionista, de alguien que cree que la tierra y todas
las cosas que contiene fueron creadas por Dios? La concepción que
del mundo tenga el indagador será crítica para sacar conclusiones
de algunas de las evidencias utilizadas en apoyo de la evolución.

161
Así que examinemos ahora detenidamente algunas de las evi-
dencias que se supone apoyan la evolución orgánica. La mayor par-
te de estas evidencias caen en las siguientes categorías: clasifica-
ción, similaridad, embriología, órganos vestigiales, distribución
geográfica, paleontología, mutaciones y reproducción.
Las anteriores son las áreas generales de evidencia. ¿Dan estas
áreas una prueba concluyente de la evolución? ¿Constituyen evi-
dencia en absoluto? ¿No queda lugar para una investigación adicio-
nal? Al examinar estas pretendidas pruebas veremos cuánto dejan
que desear por lo que respecta a poder demostrar que la evolución
sea un hecho.

CLASIFICACIÓN: SIN CLASE COMO PRUEBA

Los evolucionistas mantienen que por el hecho de que los seres


vivos puedan ser dispuestos en filums, especies, géneros, etc., pode-
mos entonces asumir que estos seres vivientes evolucionaron proce-
dentes de antepasados comunes. 1 Se dice que hay estructuras homó-
logas y que pueden ser clasificadas «debido a que son derivadas, en
evolución, procediendo de la misma estructura de un antepasado
común». 2 Así, se pretende que la posibilidad de clasificación (taxo-
nomía) constituye una prueba de la posibilidad de la evolución.
Pero hay algunos problemas con esta pretendida prueba. Wil-
bert H. Rusch escribió
Francamente, el hecho de que podamos agrupar los seres vivientes y las for-
mas fósiles de vida en unos 30 filums animales y 25 divisiones vegetales sería
lo último que sería de esperar del desarrollo evolutivo. Un desarrollo evolutivo
al azar demandaría una enorme mezcolanza más que un número relativamen-
te tan pequeño de entidades reconocibles en comparación con todo el número
de especies. 3

En realidad, si la evolución ha tenido lugar y todos los seres


vivos han descendido de antepasados comunes, nos encontramos
sorprendidos de que la clasificación sea siquiera posible.4 Como
Rusch ha dicho, tendríamos «una enorme mezcolanza» en lugar de
una disposición tan ordenada de los actuales seres vivos.
Esta evidencia podría ser interpretada con igual facilidad en fa-
1. Willis H. Johnson, Richard A. Laybengayer y otros, Biology (New York: Holt, Rinenart and
Winston, 1966), pág. 688.
2. John A. Moore, Bentley Glass y otros, Biological Science: An Inquiry Into Life (New York:
Harcourt, Brace & Eorld, Inc., 1963), pág. 364.
3. Wilbert H. Rusch, «Analysis of So-Called Evidences of Evolution», Creation, Evolution and
God's Word, Paul A. Zimmerman, ed. (St. Louis, Mo.: Concordia Publishing House, 1972), pág. 44.
4. Henry M. Morris, Evolution and the Modem Christian (Gran Rapids, Mich.: Baker Book
House, 1969), págs. 22, 23.

162
vor del creacionista. Que la vida pueda ser clasificada en tales dis-
posiciones como las anteriormente mencionadas es también eviden-
cia de designio por parte de un Creador.5 ¿No podría acaso un Crea-
dor haber creado todas las cosas para que estuvieran adaptadas a
sus nichos ecológicos? 6 Rusch concluye: Ya que esto es una eviden-
cia subjetiva (los animales y las plantas no llevan etiquetas de cla-
sificación), se podría seguir ad infinitum con esta discusión sin que
se pudiera hacer ningún progreso.» 7 Así que, en realidad, la clasi-
ficación es una evidencia tanto o más buena para el creacionismo
que para el evolucionismo.

SIMILARIDAD: NO LA SUFICIENTE

La similaridad, o anatomía comparativa, se utiliza como una


evidencia para la evolución debido a que las estructuras anatómi-
cas de muchos animales están tan estrechamente relacionadas que
tienen que haber evolucinado de un antecesor común.JO Pero esta
conclusión no sigue necesariamente de lo anterior.
Hay algunos problemas con esta teoría. En el área de la bioquí-
mica, los evolucionistas mantienen que la similaridad de los cons-
tituyentes químicos del cuerpo en varias formas de vida constituye
evidencia de que tales formas evolucionaron a partir de un antece-
sor común. Pero en base de esta suposición nos encontramos con
muchos problemas. Como se señala en el libro de texto Biology: A
Search far Order in Complexity, tales similaridades significarían que
el hombre y las ratas, y el hombre y las cabras están relacionados
y deberían tener, según la evolución, un antepasado común. 11 «El
hombre y los perros tienen la rabia, el hombre y las aves tienen ma-
laria, el hombre y las ratas tienen plagas, y el hombre y las cabras
tienen fiebres de malta. Las propiedades químicas del cuerpo están
involucradas en cualquier enfermedad, y las similaridades patológi-
cas desafían a la teoría de la evolución.» 12
5. «Analysis of So-Called Evidences of Evolution», Creation, Evolution, and God's Word, op.
cit., pág. 45.
6. /bid.
7. /bid.
8. Moore, Biological Science: An Inquiry Into Life, op. cit., pág. 364.
9. F. M. Speed, General Biology (Columbus, Ohio: Charles E. Merril Books, Inc., 1966). y M.
S. Gardiner y S. C. Flemister, The Principies ofGeneral Biology, 2." ed. (New York: The Macmillan
Co., 1967), pág. 612; Moore, Biological Science: An Inquiry Into Life, op. cit., págs. 362 y ss.
10. Moore, !bid, pág. 606; Biology: A Search of Order in Complexity, John N. Moore & Harold
S. Slusher, eds. (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1971), págs. 421 y ss.
11. Este libro está escrito desde un punto de vista antievolucionista, y es excelente como libro
de texto para su utilización en clases de biología.
12. Biology: A Search ofOrder in Complexity, op. cit., pág. 426. Sobre la base de la composición
de la insulina, Sanger afirma que las ballenas de esperma son idénticas a los cerdos, según lo cita
George Gaylord Simpson, •Organisms and Molecules in Evolution», Science, vol. 146, pág. 1.537.

163
Este argumento de que la similaridad constituye evidencia de descendencia
de un antepasado común representa en realidad un giro en lógica. Es cierto,
naturalmente, que los individuos que descienden de un antecesor común tien-
den a parecerse entre sí, pero no es cierto que individuos que se parezcan entre
sí estén necesariamente relacionados de manera estrecha y que hereden estas
similaridades de ·..m antepasado común. Así, todos los miembros de la familia
felina poseen colmillos largos, pero ello no significa que cualquier animal con
colmillos largos sea miembro de la familia de los felinos. 13

Hay aún otros problemas con la «teoría de la similaridad». «Si


todos los organismos tienen un antecesor común, como pretende el
evolucionista, entonces debería darse una integración continua en-
tre todas las varias clases de animales y plantas. En lugar de ello
hay grandes vacíos entre las diferentes clases, tanto en el mundo ac-
tual como en el fósil.» 14
Más tarde señalaremos estos «eslabones perdidos».
Hay similaridad en las muchas formas existentes de vida. «Si la
similaridad nos nuestra algo, es que ambas se originaron enlamen-
te del mismo Creador.» 15 O, como J. Howard Trull dijo: « .. .la ana-
tomía comparativa sólo muestra evidencias de un Creador común,
y no de un antecesor común». 16
Sí, estas similaridades entre plantas y animales constituyen evi-
dencia de un Creador común. Hubiera sido verdaderamente poco
sabio de parte de Dios si no hubiera creado similaridades entre los
animales y el hombre. Si hubiera creado a los animales totalmente
diferentes del hombre y luego hubiera creado un ambiente para los
animales, el hombre no hubiera podido vivir en el ambiente de los
animales.
«Si la evolución fuera verdad, sería de esperar una similaridad
anatómica, pero no hay nada en tal similaridad que sea incompa-
tible con la creación.» 17 Por ello, la similaridad entre las diferentes
formas de vida no es lo suficientemente estrecha como para demos-
trar evolución, pero sí la suficiente como para añadir evidencia de
un Diseñador común. La similaridad no constituye evidencia en fa-
vor de la evolución ni evidencia en contra de la creación. Esto se de-
bería comprender con claridad.

13. John W. Klotz, •Evolution: An Overview and Examination of Evidence», Creation, Evolu-
tion and God's Wor4, op. cit., pág. 25.
14. Biology: A Search for Order in Complexity, op. cit., pág. 422.
15. Thomas F. Heinze, Creation vs. Evolution (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1973),
págs. 17, 18.
16. J. Howard Trull, «Life-Comparative Anatomy», The Spiritual Sword, Thomas B. Warren,
ed. (Memphis, Tenn.: Getwell Church of Christ, April 1971), vol. 2, n.º 3, págs. 9, 10.
17. Robert S. Camp, •Theistic Evolution», A Critica/ Look at Evolution, Robert S. Camp, ed.
(Religion, Science, and Communications Research and Development Corporation, 1972), pág. 195.

164
EMBRIOLOGÍA: EVIDENCIA ABORTADA
El estudio de la embriología como evidencia en favor de la evo-
lución ha pasado por muchas etapas de desarrollo y revisión. Para
empezar, los evolucionistas del pasado han afirmado que «los em-
briones de los animales superiores repiten muchas de las etapas por
las que pasan los embriones de animales inferiores». 18 A esto se le
da el nombre de recapitulación y este concepto fue formulado por
vez primera por un hombre llamado Karl von Baer. Pero en 1866
Emst Haeckel revisó la teoría presentando su ley biogenética. Haec-
kel afirmó que el embrión pasa a través de las etapas evolutivamen-
te adultas en su desarrollo. Pero la mayor parte de científicos actua-
les están en desacuerdo con este concepto, y más bien darían su
asentimiento a Julian Huxley, que afirmó: «El individual no pasa a
través de las etapas adultas de sus antecesores.» 19 En la actualidad
los evolucionistas afirman que «la versión de Haeckel es errónea ...
el conocimiento actual de los mecanismos de la herencia tiende a
apoyar la postura de von Baer».20
Huxley define lo que muchos evolucionistas creen hoy acerca del
desarrollo embriónico. Dice: «Lo que a menudo hace es pasar a tra-
vés de etapas de desarrollo ancestral. Las hendiduras branquiales
del embrión humano se corresponden con las del embrión del pez, en
el que persisten (con una ligera transformación), para devenir las hen-
diduras branquiales del pez adulto.» 21 Darwin consideraba que el de-
sarrollo embriónico y la similaridad de embriones de diferentes ani-
males eran «uno de los más importantes temas en todo el desarrollo
de la historia». 22 Y así es con muchos evolucionistas en la actualidad.
Sin embargo, para muchos biólogos modernos, la ley de la reca-
pitulación ha caído al borde del camino, aun a pesar de que se la
siga abrigando en algunos textos de biología. G. H. Waddington
afirma: «El tipo de pensar analógico que conduce a teorías de que
el desarrollo está basado en la recapitulación de etapas ancestrales
o cosas similares no parece ya más convincente en absoluto y tampo-
co es muy interesante para los biólgos [énfasis mío, R.E.D.].» 23 Esto
representa el pensar de muchos biólogos con respecto a la validez
de la hipótesis de la recapitulación.
18. Johnson, Laubengayer y otros, Biology, op. cit., pág. 685.
19. Julian Huxley, Evolution in Action (New York: Signet Science Library Books, 1964),
pág. 17.
20. Johnson, Laubengayer y otros, Bilogy, op. cit., pág. 685.
21. Huxley, Evolution in Action, op. cit., pág. 17, también: Raul Baily, An lntroduction to Mo-
dern Biology (Intemational Book House, 1969), pág. 342.
22. Charles Darwin, The Origin of Species (New York: New American Library of World Lite-
rature, Inc., 1958), pág. 408.
23. G. H. Waddinton, Principies of Enbryology (George Allen and Unwin, 1959), pág. 10, citado
por Bolton Davidheiser, Evolution and Christian Faith (The Presbyterian and Reformed Publishing
Co., 1969), pág. 242.

165
En un tiempo pasado algún científico creyó que un estudio del desarrollo
embriónico de una especie daría claves de su ancestro y desarrollo de organis-
mos de diferentes clases. Muchos libros de texto siguen enseñándonos esto,
aunque los expertos, mayormente, han abandonado este punto de vista. Se ha
encontrado una gran cantidad de excepciones, y hay también casos donde los
eventos en el desarrollo embriónico aparecen en orden inverso. 24

Davidheiser concluía: «Esta postura acerca del desarrollo em-


briónico con su presuntuosa designación de "la ley biogenética fun-
damental'' ya no se sostiene en alta estima por parte de los hombres
de ciencia, ni siquiera en una forma modificada ... » 25 Así que, de
nuevo, tenemos una evidencia que supone que da apoyo a la teoría
de la evolución, pero en realidad la tal prueba es inexistente.

ÓRGANOS VESTIGIALES: EVIDENCIA SOBRANTE


Se pretende que los órganos vestigiales son órganos o estructu-
ras en el cuerpo que han perdido su utilidad a lo largo del proceso
evolutivo. Huxley dijo:
Resumiendo, los órganos rudimentarios carecen de significado, y cierta-
mente presentan dificultades insuperables, desde la perspectiva de una crea-
ción específica, pero su existencia es inmediatamente inteligible si los anima-
les y plantas han evolucionado a través de otras etapas muy distintas para lle-
gar a su condición actual. El hecho realmente significativo acerca de los órga-
nos rudimentarios que están totalmente desarrollados, pero no utilizados por
sus poseedores, constituye evidencia para una evolución del mismo tipo que la
dada por órganos verdaderamente rudimentarios: son rudimentarios en fun-
ción.26

Hubo un tiempo en que se consideraba que la cantidad de órga-


nos vestigiales (rudimentarios) en el cuerpo humano estaba por en-
cima de 180. En la actualidad este número ha descendido hasta la
media docena. Los evolucionistas están rápidamente perdiendo su
evidencia. Vez tras vez se ha encontrado que órganos que al prin-
cipio se pensaba eran inútiles para las funciones del cuerpo, eran en
realidad totalmente necesarios. El apéndice es mencionado entre
los vestigios. Pero en la actualidad, la ciencia está viendo que juega
un papel principal en la función diaria de los procesos del cuerpo.
En realidad, toda la idea de los órganos vestigiales sería una in-
dicación de regresión.

24. Biology: a Search for Order in Complexity, op. cit., pág. 136.
25. Davidheiser, Evolution and Christian Faith, op. cit., pág. 136.
26. Julian Huxley, The Living Toughts of Darwin (Greenwich, Conn.: Fawcett Pub., Inc., 1959), .
pág. 50.

166
Se está haciendo más y más evidente que la «evidencia» de los órganos ves-
tigiales es de poco uso. Incluso si se pudiera demostrar que ciertos órganos han
degenerado. Y las estructuras degeneradas tenderían a indicar un proceso regre-
sivo y no evolutivo, lo cual no es exactamente lo que los evolucionistas necesi-
tan para demostrar su teoría. 27

Sí, los órganos vestigiales son necesarios para la función corpo-


ral, pero no funcionan como evidencia de evolución. La mayor par-
te de biólogos modernos son cautos a la hora de presentar los ves-
tigios como prueba de evolución. Saben que es una evidencia débil.
E incluso si se desconoce actualmente la función corporal de un ór-
gano específico ello no significa que este órgano no tenga funciones
corporales. La experiencia del pasado ha mostrado que deberíamos
ser pacientes en dejar que la ciencia desentrañe los misterios aún
desconocidos de nuestros cuerpos. Con todo ello, muchos impetuo-
sos evolucionistas han dejado de dar oído a la advertencia y se han
encontrado «con los pies en el tiesto» acerca de los supuestos órga-
nos vestigiales.

DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA: EVIDENCIA


DEMASIADO ESTIRADA
Los evolucionistas afirman que todas las formas de vida tuvie-
ron un lugar de origen. Se cree que formas similares de vida se ex-
tendieron lentamente, hace largas eras, hacia regiones geográficas
separadas. Como resultado del aislamiento geográfico de las dife-
rentes formas de vida, evolucionaron en diferentes direcciones, o
desarrollaron características diferentes. 28 Cuando dos grupos de una
cierta especie quedan aislados entre sí, se asume que cada uno de
ellos se adaptará a su ambiente concreto.29 Así, se pretende que este
desarrollo de características diferentes es evidencia de que la evo-
lución ha tenido lugar en el pasado.
No es fácil hallar una respuesta para la distribución geográfica
de algunos animales. ¿Por qué los canguros se encuentran en, Aus-
tralia y no en América del Sur? ¿Por qué hay elefantes en Africa
pero no en Grana<;la? ¿Por qué hay diferencias entre el elefante afri-
cano y el indio? Estas son preguntas difíciles de contestar. Pero el
mero hecho de que uno no tenga una explicación científica para
estos fenómenos no significa que constituyan una prueba suficiente
de evolución. Con mucho, la distribución geográfica y las diferen-
cias de vida no ofrecen prueba suficiente de evolución orgánica.
27. Jan Gary Williams, The Other Side of Evolution (Nashville, Tenn., McQuiddy printing Co.,
1970), pág. 33.
28. Johnson, Laubengayer y otros, Biology, op. cit., págs. 703, 704.
29. Moore, Ghss y otros, Biological Science: An Inquiry Into Life, op. cit., págs. 703, 704.

167
El aislamiento y la adaptación a un cierto medio pueden produ-
cir cambios, pero tales cambios pequeños como los que se pueden
observar en la actualidad se hallan muy lejos de los cambios capi-
tales que exige la evolución. El cambio para adaptación sí tiene lu-
gar. Pero un cambio suficiente como para provocar la evolución de
un animal en una forma enteramente diferente es sólo una suposi-
ción por parte de los evolucionistas. No tenemos evidencias que ni
tan siquiera insinúen un apoyo a tal suposición en la actualidad. A
fin de cuentas, todo lo que tenemos para determinar qué es lo que
sucedió en el pasado es lo que vemos y examinamos hoy. Y lo que
vemos y examinamos hoy no es que la distribución geográfica haya
servido de ayuda para la evolución de diferentes formas de vida.
Con respecto a la manera en que lo,s animales llegaron a las islas
de los Mares del Sur o migraron al Artico, la desconocemos. Pero
Davidheiser señala:
Ya que los científicos expertos tienen problemas en intentar explicar la dis-
tribución de los animales sobre la tierra, difícilmente se puede esperar que los
creyentes en la Biblia puedan dar todas las respuestas. Pero ya que los evolu-
cionistas ponen la distribución de los animales sobre una base natural, es de exi-
gir que ellos den las respuestas a todas las cuestiones involucradas o que sigan
buscándolas [énfasis mío, R.E.D.]. 30

La realidad es que ni el evolucionista tiene una respuesta clara


que dar a la distribución animal. Si ellos no pueden explicarlo, pa-
rece justo que no deban utilizarla como prueba para la evolución.

FÓSILES: UNA EVIDENCIA MUERTA


«La evidencia de evolución dada por los fósiles es la más pode-
rosa y directa evidencia de evolución que tenemos.» 31 Así lo dice el
evolucionista. «Para el biólogo que quiere estudiar las relaciones
temporales de la evolución, los fósiles son los documentos básicos ...
los restos fósiles proveen la evidencia directa.» 32 ¿Son ciertas estas
afirmaciones de los evolucionistas? ¿Demuestra evolución el regis-
tro fósil? Para muchos evolucionistas, los fósiles proveen todo lo
que se precisa para dar sustento a su teoría.
Examinemos brevemente esta evidencia fósil. Los evolucionistas
afirman que los organismos vivos más pequeños o más primitivos
se encuentran en las capas sedimentarias geológicamente más infe-
riores. Las formas más modernas y avanzadas se encuentran en las
capas superiores. Y se supone que se dio un desarrollo gradual des-
30. Davidheiser, Evolution and Christian Faith, op. cit., págs. 281, 282.
31. Johnson, Laubengayer y otros, Biology, op. cit., pág. 690.
32. Huxley, EvoÍutior¡ in Action, op. cit., pág. 26.

168
de los organismos simples a los más complejos. Ésta es una buena
reflexión; esto es, si la evolución fuera cierta. Pero la cosa no es así.
El registro geológico está abrumado con incoherencias desde el
punto de vista evolucionista.
El registro fósil, simplemente, no apoya la teoría de la evolu-
ción, tal y como lo quisieran los evolucionistas. Coppedge escribió:
«Pocos son los que se dan cuenta de lo realmente lejos que está d.e
ser convincente la interpretación evolutiva de la historia de los fó-
siles.» 33 Duane T. Gish afirmó también: «Por ello, tanto si la tierra
tiene una antigüedad de diez mil, diez millones o diez mil millones
de años, el registro fósil no apoya la teoría general de la evolu-
ción.» 34 Y Rusch añade: «En realidad pienso yo que si el tipo de
orígenes de nuevas formas sugerido por el registro fósil conocido
debiera recibir un nombre, tendría que ser necesariamente un ori-
gen por creación.» 35
Los evolucionistas suponen que hay una progresión gradual en
el registro fósil desde las formas más simples de vida a las más
complejas. Al suponer esto, se cree teóricamente que existen formas
de vida transicionales -«eslabones perdidos»- entre los grupos de
vida formados de manera definida. Pero en realidad no es así. «No
importa cuánto nos adentremos en el registro fósil de las formas de
vida anteriores sobre la tierra, no encontramos ni rastro de ninguna
forma animal que sea intermedia entre los varios grupos mayores
o filums.» 36 Y por lo que respecta a las aves, W. E. Swinton, un evo-
lucionista, afirmó: «No hay evidencia fósil de las etapas a través de
las que se logró el notable cambio de reptil a ave.» 37
Los evolucionistas no están sólo a la búsqueda del «eslabón per-
dido» para demostrar su teoría, sino que están buscando la cadena
entera. Las formas transicionales de vida no existen. Y el registro
fósil como evidencia de evolución resulta totalmente insuficiente
para que los evolucionistas puedan probar su teoría. (El autor tra-
tará este tema de los fósiles con mayor extensión en el siguiente ca-
pítulo.)

33. James J. Coppedge, Evolution: Possible or Impossible (Gran Rapids, Mich.: Zondervan Pu-
blishing House, 1975), pág. 43.
34. Duane T. Gish, Evolution, the Fossils Say No (San Diego, Calif.: ICR Publishing Co., l 973),
pág. 43.
35. Rusch, «Analysis of So-Called Evidences of Evolution», Evolution and God's Word, op. cit.,
pág. 59.
36. A. H. Clark, The New Evolution: Zoogenesis, A H. Clark, ed. (Baltimore, Md.: Williams and
Wilkins, 1930), pág. 189, citado por Gish, Evolution: The Fossils Say No, op. cit., pág. 118.
37. W. E. Swinton, Biology and Comparative Physiology of Birds, A. J. Marshall, ed. (New
York: Academic Press, 1960), vol. l, pág. 1, citado por Gish, !bid, pág. 64.

169
MUTACIONES Y CRIANZA: EVIDENCIA BASTARDA

La mutación es considerada como el mecanismo para la evolu-


ción neodarwinista. Combinadas con la selección natural, se cree
que las mutaciones ventajosas son seleccionadas para desarrollarse
mejor hacia una forma específica de vida. Simpson y Beck, ambos
evolucionistas, afirman: «En el último análisis, todo el cambio evo-
lutivo depende de las mutaciones ... » 38 En lo esencial, están diciendo
que la mutación es la manera en que trabaja la evolución.
Debido a que la mutación y la selección natural son considera-
dos los medios mediante los que tiene lugar la evolución, el autor
tratará estas dos áreas con más detalle en un capítulo posterior.
Pero aquí és necesario, ya que se considera que esto es una eviden-
cia de evolución, hacer algunas afirmaciones para mostrar breve-
mente que las mutaciones son totalmente insuficientes para llevar
a cabo la evolución demandada por los evolucionistas.
Se dice que la crianza es la prueba de que la evolución puede su-
ceder a lo largo de millones de años mediante mutación y selección
natural. Pero hay innumerables problemas asociados con estos apa-
rentes medios.
En primer lugar, consideremos la crianza. La cría selectiva des-
de luego causa cambios en una especie. En una especie se pueden
retener características favorables mediante la crianza selectiva.
Pero lo que puede ser favorable para el hombre -una vaca más
gorda, una manzana mayor o una naranja sin semillas- puede en
realidad ser perjudicial en la llamada «lucha por la supervivencia».
Las vacas más gordas no podrían huir de los depredadores. Las
manzanas más grandes serían fácilmente vistas y consumidas. Y las
naranjas sin semillas no podrían reproducirse. Así, estas caracterís-
ticas estorbarían la supervivencia de la forma específica de vida.
Con la crianza se pueden inducir cambios. Pero lo que dice Gish
acerca de este tema es cierto: «Lo que realmente llevaron a cabo la
selección artificial y la crianza fue establecer rápidamente el límite
más allá del cual no es posible ningún cambio ulterior.» 39 Y se tiene
que recordar que la crianza es artificial. Es un proceso coordinado
por el hombre -inteligencia-. No se trata de azar ciego. Y la evo-
lución es azar ciego.
Y existe también el problema de las mutaciones. Con mucho, la
gran mayoría de mutaciones son dañinas. André de Cayeux dijo:
«Sabemos que la gran mayoría de las mutaciones son malas.» 40 • Es
un hecho que «las mutaciones serán casi siempre deletéreas, casi

38. George G. Simpson y William S. Beck, Life, An lntroduction to Biology (New York: Har-
court, Brace & World, Inc., 1965), pág. 143.
39. Gish, Evolution: The Fossils Say No, op. cit., pág. 23.
40. André de Cayeux, Three Billion Years of Life (New York: Stein and Day, 1969), pág. 200.

170
siempre, de hecho, causarán la muerte del órganismo o de la célu-
la ... » 41

Ahora bien, la relación entre mutaciones dañinas y neutrales, o incluso qui-


zá ligeramente benéficas, es de alrededor de 1.000 a l. Así que si una especie
evolucionó por mutaciones, la carga genética de mutaciones drásticas o dañi-
nas sería tan elevada en unos pocos cientos de generaciones que el resultado
sería que casi todos los descendientes tendrían algún defecto. 42

Entonces, ¿por qué los evolucionistas se aferran a las mutacio-


nes? Coppedge contesta: « .. .la razón de que las mutaciones sean re-
tenidas como una fuente de esperanza evolutiva es que no hay nada
que sea mejor». 43 Y al darse cuenta de la fuerza del hecho de que las
mutaciones son malas, un evolucionista hace esta sorprendente
afirmación contradictoria en la Encyclopedia Britannica: «La selec-
ción natural ha utilizado mutaciones para la erección de organis-
mos bien integrados. Nuevas mutaciones lo que pueden hacer es
destruir este equilibrio, y son por ello mayormente dañinas o leta-
les.» 44 Vuélvase a leer esta afirmación y piénsese acerca de ella.
Vale la pena hacerse la pregunta: ¿En qué momento en el proceso
evolutivo dejaron las mutaciones de ser útiles, y en qué momento
comenzaron a ser dañinas en el proceso de la evolución?

RECAPITULACIÓN
Como se puede ver con claridad, las muchas evidencias que se
anuncian como constituyendo pruebas definitivas de la evolución
dejan mucho que desear como evidencias en absoluto. El argumen-
to de la similaridad puede igual ser utilizado para demostrar la
creación por un Creador. Dios no nos dejó sin evidencias. Su dedo
diseñador dejó marcas por todo el universo.
El cambio es evidente en las formas de vida. Pero la cantidad de
cambio que el evolucionista necesita no se ve en la actualidad por
ninguna parte. Los grandes cambios que los evolucionistas han pre-
tendido están basados estrictamente en suposiciones. No hay evi-
dencias empíricas de un cambio de tal magnitud.
Y los órganos vestigiales -si es que existen- serían más un ar-
gumento en contra de la creación que a su favor. Lo que destaca-
rían serían regresión, no evolución.
41. Jalm C. Dendrew, The Thread of Life (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 196),
págs. 106, 107.
42. Walter E. Lammerts, «Critique of E• olutionary Theory», Creation, Evolution and God's
Word, op. cit., pág. 169.
43. Coppedge, Evolution: Possible or Im;' JSsible, op. cit., pág. 89.
44. Encyclopedia Britannica (Chicago: V.; .liam Benton, Publisher, 1967), citado por Coppedge,
/bid, 88.

171
Al ir adelantando nuestro conocimiento del registro fósil, al irse
descubriendo más y más fósiles, tanto mejor se comprende que los
fósiles simplemente no ofrecen ninguna prueba en favor de la evo-
lución. Se supone que ésta es la evidencia real de evolución. Pero
existen demasiadas incoherencias en el registro. Hay demasiados
eslabones perdidos.
La mayoría de las «evidencias» en favor de la evolución son con-
sideradas tales sobre la suposición de que la evolución es verdad.
Pero ésto es un método erróneo. La supuesta evidencia proviniente
de la distribución geográfica, por ejemplo, es considerada como una
evidencia de evolución porque se supone que la evolución es un he-
cho. Pero sobre la misma base esta evidencia específica podría ser
considerada con la misma facilidad como evidencia de un Creador
común. Para que algo sea considerado una evidencia tiene que con-
cluir en aquello que evidencia. Tiene que ser una evidencia por sí
misma. Lo que no se puede hacer es suponer la conclusión, y pro-
clamar luego que la evidencia específica es una evidencia. Además,
no se demuestra que sea evidencia en base de otras evidencias. Para
que la distribución geográfica fuera una evidencia en favor de la
evolución, tendría que apuntar a una evolución. La suposición de
que la evolución sea cierta no demuestra que ésta, la evolución, sea
una respuesta para la distribución geográfica, ni que la distribución
gográfica sea una evidencia de la evolución.

172
10

Génesis 1
El conflicto entre la teoría de la evolución y Génesis 1 represen-
ta el área principal de conflicto entre la ciencia y la Biblia. Aquí es
donde las únicas dos filosofías del origen (evolución y creación) se
enfrentan directamente. Muchos científicos evolucionistas preten-
den que su concepto de los orígenes está probado con hechos. Los
que creen que el mundo y la vida fueron creados por el dedo de
Dios mantienen asimismo que su postura está apoyada por los he-
chos -hechos científicos-. Pero ambos lados piden fe con respecto
a estos hechos. Así que, en realidad, se trata de un conflicto entre
fes. Es la batalla entre las fes en los orígenes.
Este capítulo tratará específicamente de lo que la Biblia real-
mente enseña acerca de los orígenes. También trataremos de la
gran componenda --evolución teísta- que algunos creyentes en la
Biblia han hecho con la teoría de la evolución atea. No podremos,
sin embargo, tratar plenamente toda el área de problemas que exis-
ten en este conflicto entre Génesis 1 y la ciencia filosófica. Pero se
tratará de algunos hechos concretos concernientes a la enseñanza
bíblica de los orígenes y cómo entran en conflicto con algunas de
las filosfías de la ciencia.
Se tiene que poner en claro que el conflicto entre Génesis 1 y la
teoría de la evolución es 9-onde tiene lugar la verdadera acción en
la batalla Biblia/ciencia. Este es el más fragoroso de los campos de
batalla. Algunos creyentes en la Biblia no han podido resistir la in-
tensidad del conflicto y han desertado de las filas. Otros han hecho
componendas con el enemigo mediante la evolución teísta. Y aún
otros han arrojado la toalla, diciendo que no hay diferencia alguna.
¡Pero sí que hay una diferencia involucrada! ¡La credibilidad de la
Biblia está en juego! ¡Y por esto vale la pena luchar!
173
GÉNESIS Y LA OPOSICIÓN
Para destruir la oposición de un testigo, uno tiene primero que
destruir su credibilidad. Esto ha sido y es lo que está teniendo lugar
con respecto a la batalla del escéptico en contra del primer capítulo
de Génesis. Los hombres de los tiempos modernos -incluso teólo-
gos- han gritado «mito», «parábola» y «figurativo» cuando se han
encontrado frente. al relato de la creación en la Biblia. William
Keen expresó esta negación del hecho del Génesis de la siguiente
manera:
En esta era de educación general, me cuesta mucho creer que el más sin-
cero literalista pueda insistir que mientras se ponía a Adán en un estado de in-
consciencia, le era sacada una costilla para hacer de ella una mujer, y que Eva
y una serpiente conversaron realmente entre sí en un lenguaje inteligible. Para
los que están familiarizados incluso de una manera general con la literatura
oriental, esto debe ser entendido evidentemente de una manera figurativa y no
literal. 1

Rudolf Bultmann dijo: «Israel, como las demás naciones, tuvo


sus mitos de la creación. Se presenta a Dios como el artesano, for-
mando la tierra y todo lo que en ella hay en base de materia pree-
xistente. Son este tipo de mitos lo que se encuentra detrás de las
historias creacionales de Génesis 1 y 2.» 2 Albert Wells lanza su ata-
que diciendo: «Difícilmente es necesario considerar el relato de la
creación de Génesis como una verdad literal a fin de obtener su ver-
dadero significado y pertinencia.» 3 Wells, un «teólogo» contempo-
ráneo, sigue revelando sus pensamientos modernistas negando la
inspiración del relato de la creación. Dice: «El hecho de la creación
no debe ser así considerado como una revelación directa de Dios,
incondicionado por contingencias históricas. Se trataba más bien
de un componente esencial tanto de la mente profética como de la
sacerdotal.» 4 Holmes Hartshorne también grita «¡mito!» cuando se
enfrenta con la innegable verdad del Génesis. «El relato bíblico de
la creación es un mito, lo que significa que expresa las suposiciones
fundamentales concernientes a la naturaleza y el sentido de la exis-
tencia humana que sostenían los hombres de la Biblia.» 5 Y así si-
guen las negaciones.
Los significados míticos que el hombre ha atribuido a las pági-
l. William W. Keen, I Belive In God and In Evqlution (Philadelphia: J. B. Lippincott Co.,
1923), pág. 8.
2. Rudolph Bultmann, Primitive Christianity (New York: World Publishing Co., 1969), pág. 16.
3. Albert N. Wells, The Christian Message in a Scientific Age (Richmond, Virginia: John Knox
Press, s/f), pág. 113.
4. !bid, pág. 121.
5. M. Holmes Hartshorne, The Praise of Science and the Power of Faith (Philadelphia: The
Westminster Press, 1958), pág. 85.

174
nas de la Palabra de Dios han conducido a muchos al escepticismo.
Muchos científicos han aclamado la teoría como un hecho, y esto ha
llevado a muchos a dudar y a cuestionar la validez de Génesis 1 y
del relato de la creación. Debido al actual dogma teórico de la evo-
lución, muchos han tratado de «quitarse de encima» Génesis como
un mito de los antiguos. El problema es que demasiados teólogos
modernos quieren ser considerados científicos. Así, aceptan las filo-
sofías evolucionistas, pensando que la evolución es un hecho de-
mostrado de la ciencia. Pero lo que en realidad demuestran es que
no son científicos. Cometen el error de confundir los hechos con la
filosofía.
Se tiene que recordar que la filosofía de la evolución no puede
ser establecida pretendiendo que la otra alternativa a los orígenes
-la creación divina- es falsa. Y esto es lo que muchos están inten-
tando. El hecho de negar que Génesis 1 sea verdad no hace que la
evolución sea verdad.
La verdad de que Génesis no es un mito, sino una revelación ins-
pirada de Dios, como lo es toda la Biblia, se tratará con más exten-
sión en un capítulo siguiente. Nuestro propósito inmediato aquí es
el de examinar el contenido de Génesis l en relación con falsas es-
peculaciones religiosas y científicas.

«EL PRINCIPIO ... »

La ciencia concuerda y afirma que hubo un comienzo definido


de todas las cosas. Patrick Huxley lo expresó en estas palabras:
«Los elementos del mundo en que vivimos desde luego no han exis-
tido desde siempre; por ello, tampoco la tierra, ni el sistema solar,
ni nuestra galaxia de estrellas ha existido desde siempre.» 6 Pero
muchos evolucionistas admiten llanamente que la ciencia no puede
darnos una respuesta para el origen de las cosas existentes en el
presente. En realidad, esto es algo para lo cual la ciencia nunca po-
drá obtener respuesta. Richard Pearl, un evolucionista, afirmaba:
Se desconoce el estado primitivo de este globo. Sólo puede ser descrito en
términos de la teoría de los orígenes que sea aceptada por el científico o filó-
sofo individual -¡y muchas son las teorías que han sido propuestas!- Aunque
parece probable que esta cuestión tan intensamente interesante nunca pueda
recibir respuesta satisfactoria de parte de la ciencia (este tema recibe el nom-
bre de cosmogonía), es sin embargo una cuestión de importancia capital para
el hombre. 7

6. Patríck M. Huxley, How Old Is the Universe? (Garden City, New York: Doubleday and Co.,
1959), pág. 12.
7. Richard M. Pearl, 1001 Answers to Questions About Earth Science (New York: Gros-
set & Dunlop Pub., 1962), pág. 37.

175
A. C. B. Lovel admitía que está más allá de los límites de la cien-
cia dar una respuesta adecuada al origen de las cosas. Dice: «Pero
cuando indagamos cómo era el átomo primigenio, cómo se desinte-
gró y por qué medios y en qué tiempo, pasamos del campo de la fí-
sica al de la filosofía y teología.» 8 Con respecto al origen de la vida,
Simpson y Beck afirman en su texto de biología: «No hay nada que
sea directamente conocido acerca del origen de la vida.» 9 Y ésta es
la verdad desde el punto de vista científico. Cualquier evolucionista
que diga otra cosa está simplemente «arrimando el ascua a su sar-
dina».
Muchos evolucionistas se encuentran aquí con un dilema. Afir-
man solemnemente que todas las cosas materiales y orgánicas que
observamos en la actualidad han venido a ser a través de un dila-
tado proceso de evolución; y sin embargo, no pueden confirmar sus
afirmaciones mediante el método científico. Cuando consideramos
cómo las cosas vinieron a ser, hemos dejado el campo de la ciencia
empírica y nos aventuramos a las suposiciones filosóficas. Las
creencias que uno tenga con respecto al origen de las cosas se basan
en la fe. Pero al examinar la teoría de la evolución uno se queda im-
presionado por el hecho de que precisa de más fe que el relato de
la creación en Génesis l. Y debido a la falta de conocimiento de lo
que realmente representa la teoría de la evolución, muchos han
sido innecesariamente llevados a posturas de compromiso. Muchos
han pensado que por cuanto la evolución debe ser verdad, un hecho
demostrado, tenemos que encontrar alguna armonía entre ella y la
Biblia. Así es como ha evolucionado la doctrina de la evolución teísta.

EL ESTIRADO INTERVALO

George Wald, un evolucionista, dijo esto: «De hecho, el tiempo es


el héroe de la función ... Dado el tiempo suficiente, lo "imposible" se
hace posible, lo posible probable, y lo probable virtualmente cierto.
Uno tan sólo tiene que esperar: el tiempo mismo hace los milagros.» 10 •
Wald tenía razón al expresar las creencias de los evolucionistas. La fi-
losofía evolucionista necesita tiempo; montones de tiempo.
Génesis 1 ha sido demasiado frecuentemente estirado cronológica-
mente hasta la deformación para ajustarlo a los largos períodos de
tiempo exigidos por el evolucionista teísta. Uno de estos esfuerzos es
la afirmación de que hubo un dilatado intervalo de tiempo, millones
de años, entre los primeros dos versículos de Génesis 1.
8. A. C. B. Lovel, The Individual and the Universe (New York: New York American Library,
1958), pág. 98.
9. George Gaylord Simpson y William S. Beck, Life, An lntroduction to Biology (New York:
Harcourt, Brace & World, Inc., 1965), pág. 752.
10. George Wald, «The Origin of Life», Scientific American (agosto, 1954), pág. 48.

176
MILLONES
CREACIÓN RECREACIÓN
~DE
(Génesis 1 : 1) (Génesis 1:2)
AÑOS
Fig. 1
Durante este período los animales y la vegetación prosperaron
en la tierra. También fue durante este período que se formaron
todas las indicaciones de la aparente edad de la tierra.
La «Teoría del intervalo» ha sido generalmente basada sobre el
verbo hebreo hayetha, que en unos pocos pasajes del Antiguo Testa-
mento se traduce como «vino a ser». La Teoría del intervalo man-
tiene que Génesis 1:2 debería leerse: «Y la tierra vino a ser desor-
denada y vacía.» Así, esta teoría asume que hubo una creación ori-
ginal antes de la creación que se registra a partir de Génesis 1 :2.
Mucha de esta confusión ha resultado de una mala comprensión
de lo que en realidad se dice en los primeros versículos. La tierra
no fue creada como una masa sólida en Génesis 1: 1.
Los eruditos bíblicos cometen uno de sus mayores errores, en su compren-
sión de la creación de la tierra, en este punto. Suponen que debido a que Gé-
nesis 1: 1 dice que en el principio Dios creó la tierra, que ésta fue creada sólida.
La palabra «tierra» aprece comunicar de modo automático a la mente el con-
cepto de un globo sólido, como conocemos que la tierra es en la actualidad.
Pero esto no es lo que la Biblia dice. Génesis 1 :2 dice que la tierra original no
tenía forma -por lo que no hubiera podido ser sólida y redonda-."

Hay un malentendido generalizado acerca de lo que la Biblia


dice realmente sobre la condición de la tierra antes de Génesis 1:3.
Tenemos que entender que la tierra no estaba cubierta de aguas,
sino que era agua. 12 La tierra no quedó solidificada hasta la crea-
ción de la expansión en el segundo día. La condición original de la
tierra en el primer día era informe y compuesta de aguas. Sólo fue
en el tercer día que apareció algo como «la seca» (Génesis 1:9-13).
Tenemos que recordar que en Génesis 1: 1 la tierra no fue formada
como una masa sólida.
La tierra fue primeramente creada de una manera como la des-
crita en las dos palabras «desordenada y vacía» en Génesis 1:2. A.
Filby nos da una definición precisa de estas dos palabras en la si-
guiente afirmación:
El estado de la tierra en el pasado remoto es descrito por las dos palabras
tohu y bohu ... el primer término parece significar bien vacío o informe, o po-

11. Otis Gatewood, There is a God in Heaven (Abilene, Tex.: Contact Inc., 1970), págs. 163, 164.
12. !bid, pág. 164.

177
siblemente invisible. Aunque el concepto de informe parece el significado más
probable del hebreo, la traducción «invisible» está apoyada por la LXX, aora-
tos (no visto) y por Josefo y varios escritores cristianos ... las dos palabras, to-
madas juntas, implican «informe y vacía». 13

La tierra fue creada primero en una masa vacía e informe que


tenía profundidad. No degeneró a esta condición. C. F. Keil y F. De-
litzsch, dos de los más grandes eruditos en hebreo de los tiempos
modernos, dan testimonio de que las palabras hebreas para «desor-
denada y vacía» no implican «una desolación» o «devastación». 14 El
profeta Isaías escribió «Porque así dijo Jehová, el que formó la tie-
rra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese
habitada la creó» (Isaías 45:18). Dios no creó la tierra en Géne-
sis 1: 1, para decidir después que no lo había hecho bien, y volver a
empezar de nuevo en Génesis 1:2. No fue un intento creativo de
«ensayo y error».
Con la anterior descripción de Génesis 1: 1 en mente, examine-
mos algunos puntos que arguyen en contra de la teoría de que hubo
un intervalo de millones de años entre los dos primeros versículos
de la Biblia.

A. Hayetha debería ser traducida «era» en Génesis 1 :2


El argumento utilizado para apoyar la Teoría del intervalo se
basa en la afirmación de que la palabra hebrea hayetha en Génesis
1 :2 puede ser traducida «vino a ser», o «devino». Pero tal traduc-
ción es injustificada. Hayetha se utiliza 258 veces en el Pentateuco.
Puede traducirse «devino», «había devenido», o «era». Muchas ve-
ces se traduce «había devenido», o «había venido a ser», pero el
contexto en que se utiliza indica claramente que éste es el signifi-
cado del término (Génesis 3:22, «es como uno de nosotros» o «es de-
venido como uno de nosotros»; 19:26, «Se volvió»; 21 :20, «fue tira-
dor de arco» o «vino a ser tirador de arco»; Éxodo 7: 19, «se conver-
tirá»; 8:17, «se volvió»; 9:10, «hubo» o «vino a ser»). Con la mayor
de las frecuencias se traduce como «era» o «fue». El contexto de Gé-
nesis 1: 1, 2 ciertamente demanda esta traducción.
La misma palabra (hayetha) es utilizada en Jonás 3 :3 y se tradu-
ce «era». «Y se levantó Jonás, y fue a Nínive ... Y era Nínive ciudad
grande en extremo ... » ¿Significa esto que Nínive «vino a ser» una
gran ciudad después de la llegada de Jonás? Y en Génesis 3: 1 se lee
que la serpiente era (hayetha) más astuta que todas las bestias del
campo. ¿Significa acaso esto que la serpiente «Se volvió» más astu-
ta? ¡No! En Génesis 2:25 se afirma que Adán y Eva estaban (haye-
13. F. A. Filby, Creation Revealed (Westwood, New Jersey: Fleming H. Revell Co., 1965),
pág.58.
14. C. F. Keil y F. Delitzsch, Bíblica/ Commentary on the Old Testament (Grand Rapids, Mich.:
Eerdmans Publishing Co., 1969), vol. 1, pág. 48.

178
tha) ambos desnudos. ¿Significa esto que «llegaron a ser» desnu-
dos? ¡No!
En todo el Antiguo Testamento, la palabra hayetha se utiliza
1.522 veces. En todos los textos utilizados, sólo se traduce «se vol-
vió», «vino a ser», u otras traducciones con este sentido, veintidós
veces. Así, no es sorprendente señalar que todas las traducciones
normatiyas de la Biblia traducen la palabra hayetha «era» en Géne-
sis 1:2. Esta es la traducción correcta.
El término regular para «devenir», «venir a ser», «volverse»,
«convertirse», es haphak. ¿Por qué no utilizó Moisés esta palabra en
el texto en lugar de hayetha? La razón es que Moisés quería comu-
nicar el hecho de que los acontecimientos del versículo dos siguen
de inmediato a los del versículo uno. Moisés no creía en ninguna
Teoría del Intervalo.

B. Los acontecimientos del versículo dos siguen de inmediato


al versículo uno
Génesis 1:2 comienza diciendo «Y la tierra estaba desordenada y
vacía». La utilización del término hebrero waw al comienzo del ver-
sículo dos parece indicar que los acontecimientos en el versículo
dos siguen inmediatamente a los del versículo uno. Esta estructura
destaca la estrecha relación de los dos versículos sin mención de in-
tervalo alguno. En relación con esto, tenemos que recordar que la
división en versículos no era parte de los autógrafos originales. Por
ello, no habría división en «versículos» entre los dos versículos.

C. f,xodo 20:11 confirma Génesis 1


En Exodo 20: 11, Moisés registra: «Porque en seis días hizo Jehová
los cielos y la tierra, el m,ar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó
en el séptimo día» (cp. Exodo 31:17). Este pasaje, en relación con la
recapitulación de los eventos creativos de Génesis 2:1-4, indica que
los cielos, tierra y todas las cosas vivas fueron creadas en los seis
días de creación. No hay indicación de ningún intervalo de millones
de años entre estos versículos con una recreación iniciada en el ver-
sículo dos.
Si la vida fue creada antes de las afirmaciones de Génesis 1:2,
entonces el relato de la creación que sigue a Génesis 1 :2 sería en
realidad una re-creación. Es evidente que Génesis 1 no fue escrito
desde la concepción de ser un registro de recreación. Desde luego
quisiéramos preguntar: ¿Está Dios engañándonos dejándonos creer
que Génesis 1 fue la creación inicial de todas las cosas? Jesús creía
que la creación de Génesis era «original» (Mateo 19:3-6). ¿Existió la
vida antes de la creación de la vida?

D. ¿Qué sucedió durante el período del intervalo?


Se tiene que decir también que la Teoría del Intervalo nos deja
179
sin revelación de Dios acerca de lo que tuvo lugar en la tierra du-
rante estos supuestos millones de años. ¿Tenemos que creer que Gé-
nesis 1 no es la creación inicial de todas las cosas, y que Dios man-
tiene en secreto lo que sucedió antes de Génesis 1:2? ¿Por qué iba
Dios a hacernos creer que Génesis 1 es el relato original de la crea-
ción? Todo el énfasis en la Biblia por lo que a la creación respecta
llega hasta Génesis 1, y no a ningún tiempo anterior.
E. La Teoría del Inte1Valo minimiza la importancia del Diluvio
La Teoría del Intervalo le da poca importancia al diluvio de la
era de Noé (Génesis 7, 8), esto es, por lo que a las formaciones geo-
lógicas respecta. Los que mantienen la existencia de un intervalo
dicen que todos los fósiles habían sido depositados ya antes del Di-
luvio. Todos los depósitos minerales ya estaban formados. De he-
cho, dicen que el gran diluvio de la época de Noé fue una inunda-
ción pequeña, insignificante, que afectó sólo a una pequeña porción
de la población del mundo. Trataremos más este tema en el capí-
tulo que trata del diluvio de la era de Noé. Allí se verá que el Di-
luvio es una explicación adecuada para los fenómenos geológicos
del presente.
Para terminar esta consideración acerca de la Teoría del Inter-
valo, es interesante señalar una encuesta llevada a cabo por M.
Henkel en 1948, en la Escuela de Teología de Winona Lake. Se le
hizo la siguiente pregunta a veinte eruditos líderes de lengua he-
brea en los Estados Unidos: «¿Hay alguna evidencia exegética para
el punto de vista de que hubo un intervalo entre los versículos 1 y
2 de Génesis 1 ?» Su respuesta fue un enfático no. 15

EL QUÉ Y CÓMO DE LA CREACIÓN


Cuando se estudia Génesis 1 surge la siguiente pregunta:
«¿Cómo creó Dios las cosas que ahora observamos?» Para dar res-
puesta a esta pregunta examinemos algunas afirmaciones claras
que se dan en las Escrituras acerca de la creación. Y en segundo lu-
gar, definamos el significado de los términos hebreos traducidos
«crear» y «hacer».
A. La Biblia dice que lo que Dios hizo fue crear de la nada
El Salmo 33:6, 9 declara que los .cielos y la tierra fueron creados
por el mandato de Dios. «Por la palabra de Dios fueron hechos los
cJelos, y todo el ejérc!to de ellos por el aliento de su boca ... Porque
El dijo, y fue hecho; El mandó, y existió» (cp. Nehemías 9:6). El es-

15. «Fundamental Christianity and Evolution», Modern Science and the Christian Faith (Whea-
ton, Ill.: Van Kampen Press, 1950), pág. 59.

180
critor hebreo afirma que Dios creó los cielos y la tierra de la nada.
«Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por lapa-
labra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se
veía» (Hebreos 11 :3). La creación tuvo lugar al mandato de la pala-
bra de Dios, no por ningún proceso evolutivo. Y tampoco ordenó
Dios que un proceso evolutivo creara las cosas. Por la palabra de
Dios cosas inexistentes adquirieron el ser.
Las cosas creadas fueron hechas de las cosas que no se ven. Las
afirmaciones de la Biblia acerca de la creación del universo dan
una clara presentación del poder y la autoridad del Creador (Apo-
calipsis 4: 11, Juan 1:3; Isaías 44:24; 40:28; Romanos 11 :36; Colo-
senses 1: 16, 17). Estas afirmaciones bíblicas acerca del origen del
universo y de la vida no pueden ser armonizadas con la teoría de la
evolución.
B. La Biblia dice cómo Dios creó
Como ya se ha dicho antes, la Biblia afirma con claridad que las
cosas observables en el presente fueron creadas de la nada (Hebreos
11 :3). Pero hay alguna confusión acerca del significado de las pala-
bras hebreas bara (crear), asah (hacer) y yatsar (formar). Tenemos·
que entender que es muy difícil distinguir entre estas tres palabras
por vía de definición. Las tres palabras se aplican a la creación de
las cosas vivientes.
En Génesis 1:27 la Biblia dice que «Dios creó (bara) al hombre».
Pero en Génesis 1:26 Dios dice: «Hagamos (asah) al hombre a nues-
tra imagen». Y en Génesis 2:7 Dios formó (yatsar) al hombre del
polvo de la tierra. En Génesis 1 :21 Dios creó (/;ara) los grandes
monstruos marinos y en el versículo 25 dice que El hizo (asah) ani-
males de la tierra. Génesis 1: 1 afirma ql!e Dios bara los cielos y !a
tierra, y en cambio, en el Salmo 33 :6 y Exodo 20: 11 se dice que El
asah los cielos. En el Nuevo Testamento, Hebreos 11 :3 afirma que
las cosas fueron hechas, pero en Colosenses 1: 16 se dice que las
cosas fueron creadas. (Consultar el texto griego en estos dos pasa-
jes.) Y en Apocalipsis 10:6 se dice que Dios creó la ti,erra y las cosas
que hay en ella, pero en Génesis 1: 16 se dice que El las asah.
Así que en realidad no hay ninguna clara definición léxica para
ninguna distinción entre las palabras bara, asah y yatsar. Whitcomb
concluye diciendo: «Está particularmente claro que sea cual fuere
el matiz de significado que pueda tener el flexible verbo hacer
(asah) en otros contextos del Antiguo Testamento, en el contexto de
Génesis 1 es un sinónimo de crear (bara).» 16
Sabemos que Dios creó de la nada las cosas ahora existentes. La
afirmación en Hebreos 11 :3, «de modo que lo que se ve fue hecho
de lo que no se veía», afirma claramente este hecho y decide el
16. !bid, pág. 129.

181
asunto. Sólo el intento de retorcer Génesis 1 para que encaje en una
concepción filosófica preconcebida de las teorías evolucionistas po-
dría cambiar su significado.

¿SIGUEN SEIS DÍAS SIENDO SEIS DÍAS?

En un esfuerzo por armonizar los seis días del relato de la crea-


ción con la duración del tiempo necesario para la evolución, mu-
chos han dicho que los seis días de creación de Génesis 1 fueron en
realidad largos períodos de tiempo y no seis días literales de 24 ho-
ras. La siguiente afirmación manifiesta esta creencia:
A mí me parece que los actos creadores específicos de Dios tuvieron lugar
muchas veces durante seis largos períodos geológicos, coronados por la crea-
ción de Adán y Eva quizá hace un millón o más de años. Esta idea parece ha-
cer justicia tanto a la Biblia como a lo que los geólogos y antropólogos creen
en la actualidad. Si ellos cambian sus fechas en más o en menos, ello no hará
ninguna diferencia para esta creencia, a no ser que sea el desplazamiento de
la era de Adán hacia adelante o hacia atrás. 17

Un texto que se utiliza para apoyar esta postura es 2 Pe-


dro 3:8: «Para con el Señor un día es como mil años, y mil años como
un día.» Si entendemos por este pasaje que un largo período de
tiempo, mil años, es sólo un día de tiempo para Dios, entonces
Pedro habría estado diciendo: «Un largo período de tiempo, mil
años, es para el Señor como mil años.» Ciertamente, esto no tendría
ningún sentido. Lo que este pasaje está afirmando es simplemente
que el tiempo pa:ca Dios es algo de poca consecuencia.
La palabra hebrea yom en Génesis 1 -traducida «día» en las
traducciones castellanas- significa en algunos contextos un largo
período de tiempo (cp. Génesis 26:8; 4:3). En Génesis 2:4 tiene re-
ferencia a todos los seis días de la creación. En Salmo 95:8, 9 lapa-
labra yom se refiere a los cuarenta años de peregrinación por el de-
sierto de los hijos de Israel. Jeremías 46: 10 utiliza el término para
referirse al tiempo en que Israel sería castigado por sus pecados.
Este «tiempo» de castigo no estaba limitado por la duración de un
día de 24 horas, sino por un largo período de cautiverio. Así, yom
puede ocasionalmente significar más que un día de 24 horas.
¿Fueron los «días» de Génesis 1 largos períodos de tiempo? En
realidad, nunca se hizo ningún esfuerzo especial para alargar los
días de la creación hasta el desarrollo de la teoría evolucionista. Te-
nemos que asentir a lo que dice Klotz: «Es difícil concebir que na-
die pusiera en duda la interpretación de estos días como días ordi-
17. Kenneth N. Taylor, Evolution and the High School Student (Wheaton, 111.: Tyndale Publis-
hing House, 1971}, pág. SO.

182
narios si no fuera por el hecho de que los hay que están empeñados
en conciliar Génesis con la evolución.» 18 Pero lo que sigue son ra-
zones que apoyan la postura de que los días de creación en Génesis
fueron días solares de 24 horas y no largos períodos geológicos.

A. Yom significa un día de 24 horas en casi todos los pasajes


en los que es utilizado
La palabra hebrea yom se utiliza y define en Génesis 1:5: «Lla-
mó Dios a la luz día.» Esta palabra se utiliza 1.284 veces en el An-
tiguo Testamento entero, de ellas 396 veces sólo en el Pentateuco.
Hay unas pocas excepciones donde no significa un día de 24 horas,
pero el contexto de estas excepciones indica claramente que su sig-
nificado es de una duración mayor de 24 horas (Génesis 2:4; Salmo
95:8; Jeremías 46:10). En el contexto de Génesis 1 no hay apoyo
para el punto de vista de que la palabra signifique un largo período
de tiempo. La coherencia demanda el significado de «24 horas»
para la palabra yom en Génesis 1.
B. El uso de «tarde y mañana» con Yom indica un día
de 24 horas
La breve frase «tarde y mañana» se utiliza más de 100 veces en
el Antiguo Testamento con la palabra yom. Y cada vez que aparece
se refiere a un día de 24 horas. Morris lo volvió a destacar diciendo:
«Las palabras hebreas para "tarde" y "mañana" aparecen más de
100 veces cada una en el Antiguo Testamento, y siempre en sentido
literal.» 19 ¿Deberíamos suponer acaso que en Génesis 1 tienen un
significado distinto?
Los hay que han afirmado que el día de 24 horas no comenzó
hasta el cuerto día con la aparición del sol (Génesis 1: 14). Se afirma
que hubo milenios antes del cuarto día, pero que después se trata
de días de 24 horas. Pero se utiliza la misma frase «tarde y maña-
na» con la palabra día antes de Génesis 1: 14 y después. ¿Por qué
iba a haber tres largas eras de tiempo antes de la aparición del sol
en el cuarto día y sólo días de veinticuatro horas después de su apa-
rición?

C. Yom más un número es un día de veinticuatro horas


Cuando la palabra hebrea yom va precedida de un número siem-
pre conlleva el significado de un día de 24 horas. La palabra yom
aparece más de 100 veces en el Pentateuco sólo de esta manera y
siempre se comunica el significado de un día de 24 horas (Génesis

18. John W. Klotz, Genes, Genesis and Evolution (St. Louis: Concordia Publishing House,
1955), pág. 89.
19. Henry M. Morris, Bib/ical Cosmology and Modern Science (Nutley, New Jersey: Craig Press,
1970), pág. 58.

183
8:3; Números 13:25; Éxodo 20:11; Jonás 1:17). Arthur F. Williams
enfatizó esto al decir: «No hemos podido hallar un solo ejemplo del
uso de la palabra "día" en las Escrituras donde signifique otra cosa
que un período de 24 horas cuando es modificado por el uso de un
adjetivo numérico.» 20 ¿Por qué ha de ser nuestra comprensión de
esta palabra en Génesis 1 diferente en absoluto de todo el resto del
Antiguo Testamento? Williams añade: «La evidencia que surge de
una consideración seria del significado cultural del término yom
utilizado por Moisés y entendido por los israelitas está totalmente
del lado de un día de 24 horas en el relato de Génesis de la crea-
ción.» 21 Éste es uno de los más poderosos argumentos para el sig-
nificado natural de 24 horas de la palabra yom en Génesis 1.
D. Yom en plural siempre significa un día de 24 horas
Cuando se utiliza la forma plural de yom, yamin, en el Antiguo
Testamento, siempre se refiere a un día de 24 horas. Yamin nunca
se refiere a un largo período de tiempo.
El término hebreo para «día» puede ser utilizado ocasionalmente para sig-
nificar un período indefinido, pero nunca significa un período de tiempo cir-
cunscrito de una manera concreta (tal como el que se define con «tarde» y
«mañana», o como queda implicado por el día «primero?', «segundo», etc.), a
no ser que aquel período de tiempo sea un día literal. De manera similar, el plu-
ral hebreo para «días» (yamin) no se utiliza nunca en las Escrituras para ningún
período de tiempo excepto de días literales [énfasis mío, R.E.D.].''

En su libro Biblical Cosmology and Modern Science, Morris llega


a una conclusión definida acerca de la utilización de la palabra ya-
min. Escribe él:
Cuando la palabra «días» aparece en plural (hebreo yamin), como sucede
más de 700 veces en el Antiguo Testamento, siempre se refiere a días literales.
Así, en Éxodo 20:11, cuando la Escritura dice que «en seis días hizo Jehová los
cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay», no puede haber
duda de ningún tipo de que lo que significa son seis días literales. 23

Por ello, Éxodo 20: 11 es una confirmación de Génesis 1. En Éxo-


do, Moisés reafirma que los días de Génesis fueron seis en número
y de 24 horas de duración.
E. Olam significa un largo periodo de tiempo, pero no es utilizado
por Moisés

20. Arthur F. Williams, «The Genesis Account of Creation», Why not Creation?, Walter E. Lam-
merts, ed. (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1973), pág. 32.
21. !bid, págs. 27, 28.
22. Henry M. Morris, Evolution and the Modem Christian (Grand Rapids, Mich.: Baker Book
House, 1969), págs.60, 61.
23. Morris, Biblical Cosmology and Modem Science, op. cit., pág. 59.

184
La palabra hebrea olam significa un largo período de tiempo.
¿Por qué no utilizó Moisés esta palabra tan comprensible si quiería
comunicar el significado de que la creación tuvo lugar a lo largo de
períodos de tiempo geológico? Es evidente que no quería que enten-
diéramos Génesis de esta manera.

F. Orden cronológico erróneo si los días son períodos dilatados


de tiempo
Si los días de Génesis 1 son largos períodos de tiempo y la crea-
ción tuvo lugar por un dilatado proceso de evolución, entonces los
eventos del primer capítulo de Génesis están cronológicamente fue-
ra de orden. Las plantas fueron creadas en el tercer día, pero el sol
en el cuarto. Si se trata de períodos geológicos de millones de años,
¿cómo pudieron sobrevivir las plantas sin el sol? También los insec-
tos fueron creados en el día sexto. Muchas plantas e insectos se ne-
cesitan mutuamente para sobrevivir, como la planta de la Yuca y la
polilla de la Yuca (pronuba). 24 ¿Cómo sobrevivieron estas plantas
durante millones de años sin sus necesarios acompañantes? (Como
veremos más tarde, este es un grave problema tanto para los crea-
cionistas progresistas como para los evolucionistas teístas.)

G. El séptimo día no es un largo período de tiempo


Si los seis días de la creación eran largos períodos de tiempo,
entonces el séptimo día sería lógicamente lo mismo. Pero ¿está Dios
aún reposando en el séptimo período geológico? ¡Ciertament~, no!
Jesús dijo: «Mi Padre, hasta ahora trabaja» (Juan 5: 17). En Exodo
20:11 se dice que Dios «reposó» en el séptimo día. Génesis 2:1-3
afirma que Dios «acabó» su obra creadora y que «reposó» (cp. He-
breos 4:4). Estos verbos están todos en tiempo pretérito. Si Dios es-
tuviera todavía reposando, el verbo estaría en tiempo presente pro-
gresivo. El día séptimo tuvo la misma duración que los otros seis,
24 horas. Si el día séptimo no fue de 24 horas de duración, ¿cuándo
dejó Dios de reposar?

H. Las Escrituras afirman llanamente que la creación tuvo lugar


en seis días de 24 horas
Los días de creación fueron de 24 horas debido a las claras afir-
maciones que de ello se haceµ en las Escrituras. «En seis días hizo
Jehová los cielos y la tierra» (~xodo 20: 11). «Porque t;n seis días hizo
Jehov(l los cielos y la tierra» (Exodo 31: 17). «Porque El dijo y fue he-
cho; El mansfó, y existió» (Salmo 33:9). «Alaben el nombre de Jeho-
vá; Porque El mandó, y fueron creados» (Salmo 148:5). ¿Implican
estos versículos largos períodos de tiempo geológico? Evidentemen-
te, no.
24. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., págs. 531-533.

185
l. La creación fue acabada en el día sexto
Génesis 2:1 dice: «Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra,
y todo el ejército de ellos.» Dios acabó su creación en el día sexto
(cp. Hebreos 4:3). Si estos fueron largos períodos geológicos, y el
medio de la creación fue la evolución, ¿por qué dice la Biblia que
el proceso evolutivo acabó en el sexto período?
Ni los dilatados períodos de tiempo ni la teoría de la evolución
armonizan con Génesis 1 . Los seis días no fueron seis eras geológi-
cas, ni tuvo lugar la creación mediante el proceso de la evolución.

J. Adán no vivió millones de años


Adán fue creado en el día sexto -la sexta era geológica según
los evolucionistas teístas-. Y vivió a través del día séptimo, el día
en que Dios descansó. Para ser coherentes, los evolucionistas teístas
tienen que decir que el día séptimo fue un largo día geológico al
igual que los otros seis días. Y Adán vivió durante la noche del día
séptimo. Fue expulsado del huerto del Edén, como más pronto, en
el octavo día, el día después del día de reposo de Dios, el séptimo.
Así, Adán habría vivido durante un período geológico entero, el sép-
timo, y en partes de los otros dos, el sexto y octavo.

Día 6 Día 7 Día 8

VIDA DE ADÁN

Adán creado Reposo de Dios Adán en Edén


Fig. 2
Y así, según la postura del evolucionista teísta acerca de Génesis
1, Adán habría llegado a una edad de miles y miles de años. Esto
manifiesta lo incoherente de la postura que muchos tienen acerca
del relato de la creación en Génesis. Los días de Génesis 1 fueron
días solares de 24 horas, no períodos de tiempo geológico.
K. Seis días de trabajo, uno de reposo
Como último punto, un pensamiento que tiene cierto mérito es
que Dios creó la tierra en seis días de veinticuatro horas y reposó
el séptimo como pauta para el hombre en su vida. Seis días de tra-
bajo y uqo de reposo es la pauta dada para los judíos, como seor-
dena en Exodo 20:9-11. Dios hubiera podido crear la tierra y los se-
res vivientes en seis segundos y reposar en el séptimo segundo. Pero

186
para establecer una pauta eligió seis días de trabajo y uno de re-
poso.

RECAPITULACIÓN
Al considerar los anteriores once puntos, uno no puede dejar de
insistir en que los días creacionales fueron días solares de 24 horas.
Afirmar algo en sentido diferente sería contradecir la armonía de la
palabra de Dios. La filosofía de la evolución, tal como se muestra
hoy día, necesita tiempo a montones. Génesis no puede dar la can-
tidad de tiempo preciso para el desarrollo de la vida por evolución.
No se pueden encontrar intervalos ni largos períodos de tiempo en
Génesis l. Por ello, la evolución como proceso para explicar el ori-
gen de la vida no armoniza con el tiempo y orden de Génesis 1 .
No sabemos cuándo tuvo lugar la creación. La Biblia dice que la
creación tuvo lugar en seis días de veinticuatro horas. Pero la Biblia
no nos dice cuándo tuvieron lugar estos días. La creación tuvo lugar
en un corto período de tiempo en algún tiempo del pasado.

187
11

Graves problemas para


los evolucionistas teístas
La evolución teísta es una traición teológica. Y, por lo que res-
pecta a los evolucionistas ateos, es una traición evolucionista. Un
evolucionista teísta es en realidad un hobre sin país en este especí-
fico campo de estudio. No es un verdadero amigo del creacionismo,
ni es tampoco un verdadero amigo del verdadero evolucionismo.
No son pocas las personas en estos tiempos modernos que han
tenido un lavado de crebro debido a la autoritaria campaña de los
evolucionistas. El resultado de ello ha sido la advenediza doctrina
del evolucionismo teísta -el intento de armonizar el relato de la
creación en Génesis 1 con la filosofía de la evolución.
Muchos creyentes en la Biblia han sido engañados siendo lleva-
dos a pensar que la evidencia en favor de la evolución es tan pode-
rosa que exige nuestra reinterpretación del relato de la creación en
Génesis. Pero no es así. Hay una cantidad innumerable de proble-
mas asociados con las supuestas evidencias en favor de la evolu-
ción. Esto se verá en los siguientes capítulos. Hay también muchas
leyes de la naturaleza que son contradichas por la teoría de la evo-
lución.
¿Qué es lo que cree el evolucionista teísta? En primer lugar, y
ante todo, cree en la teoría de la evolución. Y con todo, creyendo en
la evolución quiere mantener a Dios en escena. En realidad, intenta
mantenerse en un punto neutral entre dos campos con dos filosofías
opuestas -la filosofía de la evolución, por un lado, y el relato de la
creación en Génesis, por el otro. Aquí citamos cómo los evolucionis-
tas teístas afirman su causa: Carl Wallace Miller dijo: «En un punto
de este proceso evolutivo emergió el hombre mismo, y comenzó su

189
penosa ascensión hasta su estado presente.» 1 Frederick C. Grant
afirmó:
La historia del origen de la raza es incluso más sublime relatado en Evo-
lución que en la Biblia, si alguien tiene oídos para oírlo. No por los dedos an-
tropomórficos de un Dios semítico, y sacado de barro babilónico, sino a través
de largos evos de un lento y progresivo desarrollo, conducido por una Mente
y Propósito Supremo, fue finalmente formado el hombre, hecho en «imagen»
de la Mente espiritual que lo creó -esto es, por el lado de su capacidad interna
para una naturaleza intelectual y espiritual, que es realmente lo que le hace
hombre. 2

A los ojos de John A. T. Robinson: «La verdadera religión ... con-


siste en armonizarse uno mismo con el proceso evolutivo al ir él de-
sarrollando formas más y más elevadas de consciencia propia.» 3
Otros dicen: «La evolución es el método de creación de Dios o de la
naturaleza.» 4
Y así van las componendas. Los evolucionistas teístas creen que
el proceso de evolución fue el medio de Dios de traer a la existencia
las formas de vida ahora existentes. Dios simplemente condujo el
proceso hasta que salió lo que deseaba, un verdadero hombre.
En el terreno de argumentación del evolucionista teísta la cohe-
rencia se evapora. No es amigo del verdadero evolucionista ni tam-
poco del verdadero creacionista. Es un mestizo teocientífico que
cree que ha descubierto la respuesta en la armonización de la cien-
cia filosófica con la Biblia. Pero Coppedge tenía razón al decir: «Al-
gunos creyentes en Dios no están conscientes de que la Biblia y la
evolución no son compatibles. Suponen que la evolución teísta es
una filosofía aceptable para la fe cristiana, no habiendo reflexiona-
do a fondo acerca de la contradicción implicada.» 5 Y esto es lo que
sucede con la mayor parte de evolucionistas teístas.
El evolucionismo teísta es una doctrina relativamente nueva.
Pero aún más recientemente ha evolucionado otra criatura al lado
del evolucionismo teísta. Esta nueva filosofía recibe el nombre de
«creacionismo progresivo». Como se ve en la anterior cita de Tay-
lor, la afirmación del creacionista progresivo es que Dios ha creado

l. Car! Wallace Miller, A Scientist's Approach to Religion (New York: Macmillan Co., 1947),
pág. 88.
2. Frederick C. Grant, New Horizons of the Christian Faith (Milwaukee: Morehouse Publishing
Co., 1928), The Hales Lectures 1927, 28, pág. 81.
3. John A. T. Robinson, Honest to God (Philadelphia, Penn.: The Westminster Press, 1963),
pág. 32.
4. Theodosius Dobzhansky, San Francisco Symposium (Biology Teachers of America, 1972), n.
p. Ver también: James Hauncy, Science Retums to God (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publis-
hing House, 1972), pág. 20.
S. James F. Coppedge, Evolution: Possible or lmpossible? (Grand Rapids, Mich.: Zondervan
Publishing House, 1975), pág. 177.

190
por fíat todas las forrv.as de vida, pero que lo hizo a lo largo de seis
períodos geológicos. Este es otro esfuerzo de aquellos que intentan
aferrarse a la Biblia, y a pesar de ello, creer en los millones de años
demandados por los geólogos evolucionistas. Es un esfuerzo en es-
tirar los seis días de veinticuatro horas de Génesis 1 para armoni-
zarlos con la escala de tiempo geológico.
Si hay alguna diferencia entre los evolucionistas teístas y los
creacionistas progresivos es que los evolucionistas teístas quieren
abrazar la teoría de la evolución como un todo, y los creacionistas
progresivos quieren abrazar sólo el tiempo geológicos exigido por
los evolucionistas. Los creacionistas progresivos tratan aún de creer
en algún tipo de creación. Pero aún no han andado todo el camino
en que se encuentran. Y este camino -los evolucionistas teístas es-
tán sólo un poco más adelantadados- conduce hacia el evolucio-
nismo ateo. La creación progresiva es en realidad una aceptación
progresiva de la teoría del evolucionismo ateo.
Así que ¿cuáles son los problemas que hay con el evolucionismo
teísta o con cualquier otra filosofía mestiza acerca de los orígenes?
Aquí se presentan algunos de los problemas que hacen que el evo-
lucionismo teísta sea una componenda totalmente insatisfactoria
entre Génesis 1 y la teoría de la evolución. Estos son problemas con
los que más tarde o más temprano se tendrá que enfrentar cada
evolucionista teísta.

EL PROBLEMA DE LA INSUFICIENTE EVIDENCIA


Los evolucionistas teístas se enfrentan con el problema de dar
cuenta de las muchas claras afirmaciones que se hacen en la Biblia
con respecto a la creación. Tienen que explicar, a través del cristal
de la evolución, afirmaciones como: «En el principio creó Dios los
cielos y la tie,rra» (Génesis 1 :1), «En seis días hizo Jehová los cielos
y la tierra» (Exodo 20:11; 31:17), y «Tú sólo eres Jehová; tú hiciste
los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y
todo lo que está en ella» (Nehemías 9:6; cp. Hechos 14:15; 17:24,
25; Apocalipsis 4:11; Isaías 17:7; Jeremías 27:5).
La Biblia afirma que Dios hizo varios órganos del cuerpo (Pro-
verbios 20: 12; Salmo 94:9). La Biblia afirma que todas las cosas
fueron hechas por medio de Cristo (Juan 1:3; Colosenses 1: 16). La
Biblia afirma que las cosas fueron creadas por la palabra hablada
por Dios (Salmo 33:6-9). Y se tiene que recordar que Dios no dio un
solo mandato para crear una pequeña forma de vida a partir de la
cual fueran a evolucionar las otras formas de vida. La creación fue
el resultado de una serie de mandatos. De manera que en la Biblia
se enseña con claridad la creación por mandato de Dios. Y los evo-
lucionistas teístas tienen que luchar para dar cuenta de cada uno de
estos versículos.

191
EL PROBLEMA DE LA CONFIRMACIÓN

Los evolucionistas teístas no solamente tienen que reinterpretar


Génesis 1, sino que en uno u otro sentido tienen que reinterpretar
la Biblia entera. Los primeros capítulos de la Biblia no son los úni-
cos pasajes que enseñan creación por fíat. Jesús enseñó que Dios
hizo al hombre en el principio (Mateo 19:4; Marcos 10:6). ¿Se equi-
vocó Jesús acerca de sus puntos de vista de los orígenes? Pablo en-
señó que había sido Dios quien ordenó «que de las tinieblas res-
plandeciese la luz» (2 Corintios 4:6). Si negamos el relato de Géne-
sis de la creación, la coherencia exige que neguemos todas las otras
afirmaciones bíblicas que se basan en los hechos de Génesis 1. Cier-
tamente se trata de una pesada carga la que tienen que llevar los
evolucionistas teístas. Su ataque, así, no es sólo contra Génesis 1.
¡Es contra la Biblia entera! Y desafortunadamente pocos evolucio-
nistas teístas se dan nunca cuenta de ello.

EL PROBLEMA DE LA INTERVENCIÓN

La creación fue el más grande milagro de Dios. Si eliminamos la


intervención de Dios en creación, ¿qué nos impedirá de poner a un
lado su obra en otros milagros, como el de la resurrección de Jesús?
El grave problema que tenemos aquí es que el modernismo no sabe
dónde detenerse en esta sustracción de Dios de su universo. Pero la
Biblia dice que Dios hizo al hombre con su gran poder (Jeremías
27:5). Creó por el poder del mandato (Salmo 33:6-9). Habló y fue
hecho. Estuvo activo en creación.
Una vez más, si quitamos el poder de Dios de la creación, ¿qué
nos impide excluir su poder de los milagros? Y también, ¿por qué
no lo sacamos totalmente de la escena? Con Dios fuera, podemos
eliminar el teísmo del evolucionismo teísta, y eliminar así más de
la mitad de los problemas que afronta la teoría de la evolución.
Pero si quitamos el elemento teísta de la evolución teísta -y la doc-
trina evolucionista coherente demanda esto- tenemos que poner
en su lugar el evolucionismo ateo. Esto es lo que cualquier evolucio-
nista verdadero dirá y hará.

EL PROBLEMA DE LA SECUENCIA FUERA DE ORDEN

Un verdadero problema para los evolucionistas teístas y para los


creacionistas progresivos es el orden en que se crearon las cosas en
Génesis 1. La vegetación fue creada en el tercer día, pero el sol no
fue creado hasta el día 4. ¿Cómo existieron estas plantas por los su-
puestos evos que transcurrieron entre el tercer y cuarto día? Plan-

192
tas como la Yuca dependen de la polinización, que es posibilitada
sólo por la Pronuba o polilla de la Yuca. Y la hembra de la Pronuba
depende de la planta Yuca en la que puede incubar sus huevos. Nin-
guna puede sobrevivir sin la otra. Pero los insectos fueron creados
el día 6 (Génesis 1:24) y las plantas el día 3 (Génesis 1:11, 12).
¿Cómo pudieron la planta de la Yuca u otras como ella, sobrevivir
dos períodos geológicos hasta la creación de la polilla Pronuba?
Hay numerosos animales y plantas que se necesitan mutuamente
para sobrevivir. Y los evolucionistas teístas tienen que enfrentarse
con cada una de estas situaciones.
Para escapar a este serio problema que se enfrenta al evolucio-
nismo teísta muchos han afirmado que el relato de Génesis no es
cronológicamente correcto. Así, tenemos las primeras señales de
que los evolucionstas teístas están tratando de reescribir la Biblia
para hacerla concordar con su teoría naturalista.
Pero Génesis 1 es cronológicamente correcto. «Los seis días de-
ben ser comprendidos en un sentido cronológico, esto es, que un día
sigue al anterior en sucesión. Este hecho queda enfatizado por la
designación de los días como un, segundo, tercero, etc.» 6 Génesis
2:4 afirma: «Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando
fueron creados.» Génesis 6:9 se refiere a las generaciones de Noé (el
mismo término hebreo que orígenes en Génesis 2:4 -N. del T.-).
Esta terminología es utilizada en muchos casos en el libro de Géne-
sis (Génesis 10:1; 11:10, 27; 25:12, 19; 36:1, 9; 37:2). Y ello se utiliza
para denotar una relación histórica. 7 Y Génesis 1 es una relación
histórica. No es una historia cronológicamente desordenada.
Los hay también que interpretan Génesis 1 como un paralelismo
hebreo. 8 Dicen que los seis días de creación forman una tríada. Los
días 1, 2 y 3 se corresponden con los días 4, 5 y 6. En otras palabras,
el día 4 es una reafirmación del día 1, el 5 una reafirmación del día
2, y el 6 es una reafirmación del día 3.
Pero hay algunos problemas con esta teoría de la tríada. El pri-
mer día, con la creación de la luz, podría desde luego ser paralelo
con la creación de las lumbreras del cuarto día. Pero el sol, la luna
y las estrellas fueron situadas en la expansión en el día 4, en tanto
que la expansión no fue creada hasta el día 2. Y el día 2 se debería
corresponder con el 5, no con el 4. Además, los peces fueron creados
el día quinto, pero el relato supuestamente paralelo da la creación
de los mares en el día 3. El día correspondiente al 5 debería ser el
2. ¿Acaso los peces se estuvieron debatiendo sobre el suelo hasta

6. Edward Young, Westminster Theological Joumal (Mayo, 1963), pág. 169.


7. Paul A. Zimmerman, «The Word of God Today», Creation, Evolution and God'S Word, op.
cit., pág. 114.
8. W. H. Griffith Thomas, Genesis (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Publishing, 1946),
pág. 29.

193
que los mares fueron creados en la siguiente era geológica? Me pa-
rece que esta teoría carece de toda coherencia.
Así, no son pocos los problemas consustanciales a esta teoría de
interpretación con cualquier intento de llevar Génesis 1 a concor-
dar cronológicamente con la teoría de la evolución. Simplemente,
no se puede hacer.

EL PROBLEMA DEL «TIPO»

Génesis 1 enseña que todos los seres vivos tenían que reprodu-
cirsse «según su género» (o tipo) (Génesis 1: 11, 12, 24, 25). No hay
ninguna definición clara de la palabra «tipo» en el libro de Génesis.
Sería un error identificar este término con lo que los biólogos deno-
minan «especie». Pero el principo que aquí se presenta es estricta-
mente antievolucionista. Génesis 1 dice que Dios ordenó que cada
tipo se reprodujera según él mismo. Y Pablo dice que Dios da a cada
semilla su propio cuerpo, y que no toda carne es la misma carne (1
Corintios 15:38, 39). Hay una carne de los hombres, otra carne de
las bestias, otra de los peces, y otra de las aves. No son iguales ni
procedieron unas de otras. Se reproducen según su propio tipo.
La enseñanza de la Biblia de que la vida debía reproducirse sólo
en conformidad a su propio tipo es ciertamente contraria a la teoría
de la evolución. Los evolucionistas dicen que una forma de vida ha
evolucionado de otra. Pero la Biblia afirma que cada forma de vida
reproduce otro individuo conforme a su propio tipo. (En la versión
de Reina, de 1569, se traduce uniformemente que la reproducción
de los seres vivos debía hacerse «Según su naturaleza», Génesis
1:11, 12, 21, 24, 25, en lugar de la traducción dada por las revisio-
nes modernas, que vierten «según su género» y «según su especie»,
términos que pueden llevar a equívocos con las actuales clasifica-
ciones científicas, por cierto no bien delimitadas ni aceptadas uni-
versalmente por los taxonomistas; evidentemente, la traducción de
Reina, 1569, es mucho más adecuada que las que se dan en las re-
visiones modernas. -N. del T.-).

EL PROBLEMA DEL POLVO

Génesis afirma que el hombre fue creado del polvo de la tierra


(Génesis 2:7). ¿Cómo puede esto armonizarse con una teoría que en-
seña que el hombre evolucionó desde criaturas inferiores, que a su
vez surgieron por evolución procedentes de una célula primigenia?
Génesis afirma que Adán fue un hombre original (Génesis 2:7;
cp. 1 Corintios 15:45). Pero ¿en qué punto de la cadena evolutiva
puso Dios la etiqueta de hombre sobre un animal? ¿Fue simio, lue-
go simio-hombre, luego, hombre-simio, y luego hombre total?

194
El primer hombre fue creado totalmente desarrollado según el
relato del Génesis. Pero el evolucionista teísta tiene un animal de-
sarrollándose hasta el punto en que Dios finalmente lo llama hom-
bre. Sí, cuando el polvo se asienta, sigue estando claro que Dios
creó un hombre original, totalmente completo en el principio. Fue
hecho desde el polvo, no desde una forma inferior de vida prehu-
mana.

EL PROBLEMA DE LA IMAGEN
Génesis enseña que el hombre fue hecho en la imagen de Dios
(Génesis 1:26, 27; 5: 1; 9:6). El hombre está hecho a la imagen espi-
ritual de Dios. El hombre es un ser espiritual, un alma eterna (Ma-
teo 10:28; Eclesiastés 12:7). Pero, ¿en qué punto en la supuesta pro-
gresión evolutiva del hombre otorgó Dios un alma eterna a un ani-
mal llamando hombre al animal? Esta es una pregunta que los evo-
lucionistas teístas no pueden responder. Dios no considera a los ani-
males como considera al hombre. Pero si el hombre evolucionó,
¿cuándo entonces cambió Dios su consideración sobre los animales,
y les dio almas eternas?
Cuando Dios pronunció la frase «Hagamos al hombre», la impre-
sión s::oncreta que uno recibe es que Dios consideró que el hombre
que El iba a hacer iba a ser una creación muy singular. Esta frase
no es utilizada en ningún otro lugar del registro de Génesis. Este
pensamiento se manifiesta también en el cambio de referencia que
Dios hace a los animales en Génesis 1:24, 25 con respecto a la re-
producción, que cada animal se debería reproducir «según su natu-
raleza» (Reina). Pero, con referencia al hombre, Dios dice «confor-
me a nuestra semejanza» (v. 26). Aquí se muestra una relación entre
Dios y el hombre en el principio, que no existió entre Dios y los ani-
males.
Para resaltar más la singularidad y diferencia del hombre y los
animales, Génesis 3:21 afirma que Dios hizo túnicas para Adán y
Eva de pieles de animales. Es evidente que la muerte de algunos ani-
males fue la consecuencia de esta obra de confección. Y en Génesis
4, Abel, hijo de Adán y Eva, ofreció un sacrificio animal. Pero más
tarde vemos a Caín dando muerte a Abel. Si no hay distinción entre
los animales y Adán, Eva y sus hijos, que se supone evolucionaron
de un antecesor animal común, ¿por qué entonces Dios condena el
asesinato de Abel? Si Abel era simplemente otro animal, ¿por qué
se le da tanta importancia acerca de su muerte, y no se da a la
muerte de los animales que proveyeron sacrificios y vestidos?

195
EL PROBLEMA DE LA COSTILLA

Génesis afirma que Eva fue creada de la costilla de Adán (Géne-


sis 2:21-23). El Nuevo Testamento enseña que el hombre fue forma-
do primero, y después la mujer, varón antes que hembra (1 Corin-
tios 11 :8, 9; 1 Timoteo 2: 13, 14). Pero según la teoría de la evolu-
ción, varón y hembra deberían haber evolucionado en algún mo-
mento inmediatamente posterior a la formación de la primera vida.
Y luego deberían haber continuado evolucionando juntos a fin de
que la reproducción fuera posible. Por ello, macho y hembra debe-
rían haber existido en el «reino humano» antes que Dios los seña-
lara como hombre y mujer totales, según el pensamiento evolucio-
nista. Los evolucionistas teístas consideran que el hombre y la mu-
jer existieron antes de que Dios los señalara como tales en Génesis
1 y 2. Pero Génesis dice que la existencia de la mujer vino después
de la del hombre. La mujer no existe antes que el hombre sea hom-
bre ,en Génesis 1 y 2.
Este no es un problema pequeño para los evolucionistas teístas.
Nunca han podido explicar el fenómeno de la reproducción, y aún
menos armonizarlo con Génesis. La formación de la mujer a partir
de la costilla del hombre es considerada como un mito por parte de
cualquier verdadero evolucionista.

EL PROBLEMA MACHO-HEMBRA

En relación con el punto anterior, Génesis 1:27 enseña que Dios


creó los sexos, macho y hembra. Después de ver a Eva, Adán dijo:
«Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Géne-
sis 2:23). Zimmerman escribe acerca de esto: «todo el énfasis acerca
del sexo en este punto carecería una vez más de sentido si lo que es-
tuviera involucrado fuera la evolución teísta, porque el sexo se ha-
bría originado muchos millones de años antes.» 9 Jesús afirmó que
Dios hizo al hombre macho y hembra desde el principio (Mateo
19:4; Marcos 10:6). No hay armonía entre esto y la evolución teísta.
«Si el hombre hubiera sido físicamente un animal antes de haber
adquirido su naturaleza espiritual, ya habría sido macho y hembra,
y las afirmaciones de Génesis 1:27 y Mateo 19:4 serían inexactas y
erróneas.» 10
Pablo dijo que Dios «de una sangre ha hecho todo el linaje de los
hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra» (Hechos

9. Zimmerman, «The Word of God Today», Creation, Evolution and God's Word, op. cit.,
pág. 114.
10. John C. Whitcomb, The Early Earth (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1972),
pág. 103.

196
17:26). Y Génesis 3:20 afirma que la primera mujer fue llamada
Eva porque ella era la madre de todos los vivientes. Pero los evolu-
cionistas teístas quisieran hacernos creer que hubo primero una
«mujer-simia» que fue la madre de todos los vivientes. Quisieran
hacernos creer que diferentes razas humanas evolucionaron de di-
ferentes razas de seres prehumanos que tuvieron un antepasado co-
mún.
Los evolucionistas teístas tienen que afirmar o bien que Adán y
Eva -los originadores de la actual raza humana- fueron mutantes
iniciales que los apartaron de su familia prehumana, o que todos los
descendientes de la especie prehumana de Adán y Eva se extinguie-
ron inmediatamente después de que Dios les otorgara su naturaleza
espiritual y los llamara humanos. Los evolucionistas teístas tienen
que responder a la pregunta de qué es lo que sucedió a los herma-
nos, hermanas, madre y padre prehumanos de Adán y Eva. ¿Qué su-
cedió a los descendientes de ellos después que estos últimos se vol-
vieran «humanos»? ¿Acaso Dios los devolvió al estado de simios?
Se podría hacer aquí una multitud de preguntas que ningún evolu-
cionista teísta podría ni comenzar a responder. En realidad, lama-
yor parte de los evolucionistas teístas ni siquiera han dado conside-
ración a las anteriores cuestiones ni para empezar.

EL PROBLEMA DEL INTELECTO

Génesis enseña que el hombre fue creado con una mente. Podía
decidir, razonar y pensar. Podía hablar y comunicarse (Génesis 3:1-
7). Y Pablo dice que el hombre podía percibir la grandeza de Dios
desde el principio (Romanos 1:20). Esto es bien diferente de los
mudos hombres-simios en que los evolucionistas querrían hacernos
creer.

EL PROBLEMA DEL DOMINIO

Génesis nos enseña que el hombre tenía el dominio sobre todos


los animales (Génesis 1 :28). En esto queda claro que Dios cierta-
mente consideraba al hombre diferente de los animales. Pero, ¿en
qué punto de la cadena evolutiva decidió Dios esto? ¿En qué punto
de la evolución humana puso finalmente Dios a Adán y Eva como
cabeza sobre su madre y padre prehumanos? Esta especie de rebe-
lión juvenil hubiera sido ciertamente difícil de aceptar por parte de
los padres prehumanos de Adán y Eva. «Lo siento, papá», debe ha-
berle dicho Adán a su padre prehumano: «tus descendientes ten-
drán que volverse a convertir en simios. Dios dice que los descen-
dientes de Eva y míos vamos a evoluionar a algo mucho más gran-
de».
197
En relación con lo que se. afirma en Génesis 2:20: «Mas para
Adán no se halló ayuda idónea para él», Zimmerman propone lo
que sigue:
Con independencia de la forma literaria del relato de Génesis, el mensaje
que aquí se da es claro y concreto. El hombre, Adán, es distinto de todos los
animales que él examinó, y no había ninguno como él. Éste es un concepto to-
talmente imposible bajo la teoría de la evolución, donde Adán hubiera sido
uno de varios homínidos antropoides que estaban acercándose al estado de
horno ... "

El hombre debía tener dominio sobre los animales, no debido a


que hubiera evolucionado a un estado más elevado en la línea de la
evolución, sino debido a que tenía la imagen y semejanza de Dios;
había sido creado de esta manera. Era diferente de los animales, muy
mucho. La autoridad de Dios formaba parte de su naturaleza. Y por
esta razón, el hombre ha tenido el dominio sobre los animales desde
el principio.

EL PROBLEMA DE LA VIDA DILATADA

Génesis 3:22 enseña que el primer hombre hubiera podido vivir


para siempre si no hubiera pecado. ¿Cómo vamos a reconciliar esto
con la teoría de la evolución? ¡No hay manera! Los evolucionistas
teístas nunca podrán conciliar este hecho con la teoría de la evolu-
ción orgánica.

EL PROBLEMA DEL PECADO Y DE LA CAÍDA

La Biblia enseña que como resultado del pecado de Adán, la


muerte pasó a todos los hombres. El pecado entró en el mundo (Gé-
nesis 2:17; Romanos 5:19). Pero la idea del pecado es totalmente ex-
traña a la teoría de la evolución. ¿En qué punto de la supuesta evo-
lución del hombre decidió finalmente Dios que éste podía pecar?
¿En qué punto decidió finalmente Dios que el hombre sería tenido
responsable de sus pecados?

EL PROBLEMA DE LA ARMONÍA

En realidad, ahí está todo el problema. No puede haber armonía


entre el relato bíblico de la creación y la filosofía de la evolución,
11. Zimmerman, «The Word of God Today», Creation, Evolution and God's Word, op. cit.,
pág. 114.

198
incluso aunque los evolucionistas teístas intenten con todas sus
fuerzas llegar a compromisos lógicos. Thomas Huxley, un evolucio-
nista, dijo acertadamente: «Está claro que la doctrina de la evolu-
ción es directamente antagonista a la de la creación ... La evolución,
si se acepta de manera coherente, hace imposible creer en la Biblia
[énfasis mío, R.E.D.].» 12 Zimmerman, un creacionista, añade:
«Cualquiera que esté familiarizado con la teoría de la evolución
sabe que es imposible reconciliar unos Adán y Eva históricos con
ninguna teoría de la evolución ... » 13 Riegle, también un creacionista,
afirma con acierto: «Es difícil entender cómo alguien puede creer
honradamente en Dios y también aceptar muchas de las ideas pro-
movidas por los evolucionistas. Una creencia genuina en Dios exige
la aceptación de su palabra, la Biblia, y su enseñanza.» 14 Y esta pa-
labra no enseña nada acerca de ningún concepto de evolución.
La verdadera creencia en la teoría de la evolución no deja nin-
gún lugar para la Biblia. Huxley estaba en lo cierto en este punto.
Y la verdadera creencia en la Biblia no deja lugar alguno a la evo-
lución. Simpson escribió: «El intento de erigir una teoría de la evo-
lución entremezclando misticismo y ciencia sólo ha tendido a viciar
la ciencia. Sospecho intensamente que ha sido igualmente dañino
para el campo religioso [énfasis mío, R.E.D.].» 15 Si Simpson, un evo-
lucionista, puede ver esto, ¿por qué no pueden verlo algunos su-
puestos creyentes en la Biblia? «La introducción de Dios no hace la
evolución más firme en lo científico y, si acaso, lo que sí hace es ha-
cerla menos científica.» 16 Bales dijo: « .. .los evolucionistas coheren-
tes consideran incoherentes a los evolucionistas teístas» . 17 «Estas
personas», dice Lewis Oldam con respecto a los evolucionistas teís-
tas, «no son ni buenos cristianos ni buenos evolucionistas, porque
tienen que rechazar de continuo partes de ambos sistemas». 18

12. Thomas Huxley, citado por Fred John Meldau, Why We Belive in Creation, Not in Evolution
(Denver, Colo.: Christian Victory Publishing Co., 1959). pág. 8.
13. Zimmerman, «The Word of God Today», Creation, Evolution and God's Word, op. cit.,
pág. 119.
14. David D. Riegle, Creation ar Evolution? (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing Hou-
se, 1971), pág. 23.
15. George Gaylord Simpson, This View of Life (New York: Harcourt, Brace & Co., 1964),
póg.232.
16. Donald England, A Christian View of Origins (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House,
[ 972). pág. 111.
17. James D. Bales, «Theistic Evolution and Genesis», Gospel Advocate (Nashville, Tenn.: 24
enero, 1974), pág. 52.
18. Lewis T. Oldham, Is There Really a God? (Murfreesboro, Tenn.: Dehoff Publications, n.d.),
pág. 109.

199
RECAPITULACIÓN

Concluyamos diciendo que los evolucionistas teístas han hecho


un compromiso injusto e innecesario. «La postura cristiana de la
creación no se ve dificultada por ningún hecho científico hasta allí
donde se sepa.» 19 No hay necesidad de comprometer la Biblia con
ninguna filosofía de la ciencia. Las filosofías no son hechos. Así que
no las confundamos con los hechos. Cualquier compromiso de este
tipo es una injusticia hacia la Biblia. El creacionista no debería per-
mitir que los evolucionistas lo induzcan a pensar que la evolución
es un hecho demostrado. No hay evidencia alguna que indique que
un cristiano tenga que hacer componendas de ningún tipo con el
evolucionismo ateo; y siendo que esto es así, no hay razón alguna
por la que ningún cristiano tenga que asumir que el evolucionismo
teísta es la manera en que las cosas vinieron a existir. 20

19. J. D. Thomas, Facts and Faith (Abilene, Tex.: Biblical Research Press, 1965), pág. 180.
20. !bid, póg. 183.

200
12

La datación:
un grave problema
¿Cuál es la antigüedad de la tierra? ¿Cuánto tiempo ha estado la
vida orgánica sobre la tierra? ¿Es precisa la escala de tiempo geo-
lógico? ¿Tene,mos realmente un medio preciso para medir la edad
de la tierra? Estas son preguntas que todos se han hecho una u otra
vez.
En este capítulo debemos ocuparnos de algunos problemas rea-
les para el evolucionista, esto es, el problema de la asignación de fe-
chas o datación de antiguos restos de materia orgánica y de rocas,
y el problema asociado a la escala de tiempo geológico. Cuanto me-
jor comprendamos los métodos de datación actuales (y pretéritos)
mejor entenderemos que los métodos de datación no son tan con-
cluyentes como algunos evolucionistas quisieran hacernos creer. Lo
mismo sucede con la escala de tiempo geológica. No existe tal cosa
como una fecha absoluta y concluyente para alguna cosa antigua.
Esto se constatará cuando estudiemos los múltiples problemas de
los actuales métodos de datación.
¿Qué antigüedad tiene la tierra? Los evolucionistas están csi tan
divididos acerca de este asunto como se pudiera. Holmes afirma
que «la tierra tiene 3.350.000.000 años de antigüedad». 1 Simpson y
Beck son más fluidos en su suposición diciendo que el sistema solar
-incluyendo la tierra, naturalmente- tiene entre tres y diez mil
millones de años. 2 Algunos afirman que la tierra tiene cinco mil mi-
l. Arthur Holmes, «A Revised Estimate of the Age of the Earth», Nature, (1947), CLIX, págs.
127 y SS.
2. George Gaylord Simpson y William S. Beck, Life: An Introduction to Biology (New York:
Harcourt, Brace & World, Inc., 1965), pág. 750.

201
llones de años. 3 Otros, que tiene seis mil millones. 4 E incluso los hay
que estiman que el sistema solar, incluyendo nuestra buena tierra,
tienen más de dieciséis mil millones de años. 5 Como se puede ver,
los evolucionistas están ciertamente divididos acerca de este tema.
Cuando llegamos al problema de la datación de los restos fósi-
les, la confusión es igual de grande. Louis S. B. Leakey descubrió el
Zinjanthropus. Afirmó que este «hombre-simio» tenía 1.750.000
años de antigüedad. 6 Pocos años más tarde su hijo, Richard Leakey,
descubrió otro hombre antiguo que, afirmó él, tenía 2.800.000 años
según los actuales métodos de datación. 7 Y así sigue y sigue la com-
petición entre los que anhelan descubrir el fósil de hombre-simio
más antiguo.
Como se puede ver, la edad de la tierra y de los restos orgánicos
es un problema desconcertante. ¿Cómo llegan los evolucionistas a
estas fantásticas edades? ¿Son los actuales métodos de datación tan
precisos como algunos afirman? ¿Tiene la tierra miles de millones
de años de antigüedad? ¿Ha estado el hombre sobre la tierra duran-
te millones de años en lugar de miles de años? ¿Cuán concluyentes
son los actuales métodos de datación?
Para empezar, examinemos brevemente algunos de los métodos
de datación que han sido utilizados para determinar fechas anti-
guas. Hay problemas con cada método. De hecho, como veremos,
no hay ningún método verdaderamente exacto de datación. Melvin
A. Cook dijo con razón: «En realidad no hay ningún cronómetro fia-
ble, a pesar de una opinión contraria casi abrumadora.» 8 Y Gish
añade: «Se debería estar consciente de que no hay ningún método
directo para determinar la edad de ninguna roca ... Los radiocronó-
logos tienen que recurrir a métodos indirectos que involucran cier-
tas suposiciones básicas.» 9
En el uso de los métodos científicos para determinación de fe-
chas hay problemas. Hay problemas en los métodos mismos, y hay
problemas con aquellos que utilizan los métodos. Sería bueno aquí
leer atentamente la siguiente advertencia que hace R. H. Brown:

3. Biological Science: An Inquiry into Life, Don E. Meyer y Virginia M. Dryden, eds. (New
York: Harcourt, Brace and World, !ne., 1963), pág. 243.
4. En un discurso ante la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, Dallas, Texas
(diciembre 30, 1947).
5. Time (December 30, 1974), pág. 42.
6. L. S. B. Leakey, «Exploring 1,750,000 Years Into Man's Pastn, National Geographic (Oc-
tober, 1961). Vol. 120, N." 4, pág. 564.
7. Richard E. Leakey, «Skull 1470», National Geographic (June 1973). Vol. 143, N.º 6, págs.
819-829.
8. Melvin A. Cook, Prehistory and Earth Mode/s (London: Max Parrish and Co., Ltd., 1966),
pág. xi, citado por James F. Coppedge, Evolution: Possible ar Impossible? (Grand Rapids, Mich.:
Zondervan Publishing House, 1975), pág. 184.
9. Duane T. Gish, Evolution: The Fossi/s Say No (San Diego, Calif.: ICR Publishing Co.,
1973), pág. 42.

202
Al dirigirse a consultar cualquier cuerpo de literatura científica es bueno
tener en mente la inevitable tendencia de un investigador a armonizar la in-
formación disponible para él con su visión general de las cosas. La mente hu-
mana está diseñada para integrar y sumarizar sus observaciones en principios
y posturas generalizadas. Esta característica es necesaria para el desarrollo del
entendimiento y capacidad. Como consecuencia de sus antecedentes culturales
y educativos, la mayor parte de los especialistas en radiocarbono tienen una
visión general del mundo basada en el desarrollo actualista y evolutivo progre-
sista de la vida.'º

En relación con esto, Coppedge escribió acertadamente: «Los


científicos que aceptan la evolución son bastante lentos en aceptar
resultados de datación que van en contracorriente del dogma nor-
mativo.»11 Como ya se ha dicho en un capítulo anterior, los evolu-
cionistas precisan de tiempo para su teoría. No precisan de miles de
años sino de millones y miles de millones. Y evidentemente supon-
drán que la tierra tiene miles de millones. Esta suposición afecta su
objetividad en la utilización de los actuales métodos de datación.
Examinemos algunos métodos que han sido utilizados para da-
tar cosas del pasado. La primera parte de este capítulo tratará de
métodos de datación. Examinaremos la escala de tiempo geológico
y su relación con la datación en la última parte del capítulo.

LA CRONOLOGÍA DE USSHER
Aunque no se trate específicamente de un método científico de
datación como los que estudiaremos en este capítulo, la cronología
de Ussher del Antiguo Testamento tiene que ser considerada aquí.
Es un método de datación y muchos se han apoyado en él en el pasado.
El Obispo Ussher (1581-1656) era un obispo anglicano que deter-
minó la edad de la tierra apoyándose en las cronologías del Nuevo
y Antiguo Testamento. En sus dos volúmenes de Annales Veteris et
Novi Testamenti (1650-1654), estableció que la tierra fue creada el
4.004 a. C.
Añadiendo las edades de los patriarcas del Antiguo Testamento,
Ussher intentó establecer una línea genealógica hasta Adán, y, así,
hasta la creación. Pero se sabe que Ussher cometió algunos errores.
Y al utilizar las genealogías de Mateo 1, Lucas 3, Génesis 5 y Géne-
sis 11, se tiene que reconocer que algunos de los descendientes pue-
den estar ausentes de estas listas. Por ejemplo, Cainán es intercala-
do entre Sela y Arfaxad en Lucas 3 :36 pero no aparece en la crono-
logía de Génesis 11. Si las genealogías de Génesis 5 y 11 tenían

10. R. H. Brown, «Radioactivity Dating Indicates A Young Earth», Why Not Creation?, Walter
E. Lammerts, ed. (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1973), pág. 80.
11. Coppedge, Evolution: Possible or lmpossible? op. cit., pág. 184.

203
como objeto establecer un número determinado de años, es extraño
que Moisés nunca añadiera las edades de estos hombres. Por ello, se
puede llegar a la conclusión de que el propósito de las cronologías de
Génesis no fue el de establecer fechas absolutas de acontecimientos.
La Biblia no señala una fecha de la creación, como algunos pre-
tenden. Y sería inútil intentar hacerlo, aunque en la actualidad
nuestra referencia histórica más exacta para la datación -que aún
ha de ser demostrada inexacta- es la Biblia. Pero aquí estamos ha-
blando acerca de sólo unos miles de años. La datación de la Biblia
hasta alrededor del 1000 a. C. es bastante precisa. Cuanto más uno
se aleja de esta fecha tanto más difícil es fijar una fecha para un
acontecimiento dado de la historia.

EL MÉTODO METEORÍTICO

El método meteorítico de determinación de edades se basa en


una comparación de la composición isotópica del plomo en la cor-
teza de la tierra con la composición isotópica del plomo en los me-
teoritos.12 Se supone que cuando se formaron la tierra y los meteo-
ritos, ambos tenían la misma composición de plomo. 13 «Se supone
que cuando se formó la tierra, contenía plomo con una composición
isotópica igual a la que se encuentra en los meteoritos de hierro, y
que la relación de plomo a uranio ha sido cambiada sólo por desin-
tegración radiactiva en la superficie de la tierra desde que se formó
su superficie.» 14 Al comparar la composición del plomo de la tierra
con la que se encuentra en los meteoritos los científicos han llegado
a diferentes fechas de la tierra. Las fechas para la edad de la tierra
han oscilado entre valores desde los dos mil millones hasta los seis
mil millones de años.
Pero el problema grande con este método es que no hay forma
de determinar que la tierra y los meteoritos tuvieron realmente la
misma composición isotópica de plomo en el principio. Los cientí-
ficos sólo pueden suponer que era la misma. Y, no se puede deter-
minar si la velocidad de desintegración ha sido la misma en la tie-
rra y los meteoritos. No hay manera de saber qué cambios pueden
o pueden no haber tenido lugar en la tierra o en los meteoritos des-
de el principio. 15

12. John W. Klotz, Genes, Genesis and Evolution (St. Louis, Mo.: Concordia Publishing House,
1955), pág. 109.
13. Rita Rhodes Ward, In The Beginning (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1973),
pág. 41.
14. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 109.
15. Ward, In The Beginning, op. cit., pág. 41.

204
EL MÉTODO DE LA SAL
Se han hecho diferentes intentos para medir la edad de la tierra
determinando varias soluciones que se hallan en los océanos. Uno
que se ha abandonado casi por completo es el de la medición del
cloruro sódico (sal) en las aguas oceánicas.
Se creía que los océanos contenían agua dulce en el principio. A
través de millones y millones de años, la sal fue arrastrada hacia los
mares por los ríos. Suponiendo que éste fuera un proceso inmuta-
ble, se utilizó la presente velocidad de aportación de sal hacia los
océanos para calcular la cantidad de años que este proceso ha esta-
do en marcha. Algunos creían que este método de datación ponían
la edad de la tierra en alrededor de 50.000.000 años. 16 Pero Whit-
comb y Morris afirman: «Los modernos biólogos marinos y oceanó-
grafos están, por otra parte, convencidos de que la salinidad de los
océanos ha sido siempre aproximadamente la misma que en la ac-
tualidad.» 17 Y así los científicos ya prácticamente han abandonado
este método de datación.

EL MÉTODO DEL NITRATO


Este método de determinación de la edad de los océanos se efec-
túa calculando el contenido del nitrato del océano en relación con
la cantidad de nitrato añadida anualmente por los ríos. 18 John G.
Read, un científico que había sido antes un evolucionista ateo,
calculó, utilizando este método, que los océanos tienen aproxima-
damente 6.000 años. 19 En vista de éste y otros métodos de datación
que miden las edades de los océanos en miles de años en lugar de
en millones, Coppedge afirma: «En vista de tales evidencias, pare-
cería razonable mantener una mente abierta hacia la posibilidad de
que, después de todo, el pasado de la tierra puede ser medido en
miles en lugar de en millones de años.» 2º Pero, naturalmente, nin-
gún evolucionista puede aceptar unas edades tan pequeñas para la
antigüedad de la tierra. Por ello, cualquier método de datación que
produzca tales edades es inmediatamente puesto en cuestión, si no
rechazado sin más contemplaciones.

16. Harold F. Blum, Time's Arrow and Evolution (Princeton: Princeton University Press, 1951),
pág. 10.
17. John C. Whitcomb, Jr. y Henry M. Morris, The Genesis Flood (Philadelphia, Pa.: The Pres-
byterian and Reformed Publishing Co., 1970), pág. 386.
18. Coppedge, Evolution: Possible or Impossible?, op. cit., pág. 196.
19. !bid., ver también C. C. Delwiche, «The Nitrogen Cycle», Scientific American (September
1970), pág. 146.
20. Coppedge, Evolution: Possible or lmpossible?, op. cit., pág. 197.

205
EL MÉTODO DE LA FLUORINA

Éste ha sido uno de los principales métodos para la datación de


fósiles. Cuando un fósil es sepultado en un suelo que contiene flúor,
mediante un proceso de «intercambio iónico» el hueso absorbe el
flúor del suelo. La edad del fósil puede ser determinado midiendo
la cantidad de flúor contenido en el fósil en relación con la veloci-
dad de absorción de flúor en un fósil.
La exactitud de este método depende de muchas cosas. En pri-
mer lugar está el contenido de flúor en el suelo. Si el suelo tiene un
elevado nivel de flúor, los fósiles pueden saturarse demasiado rápi-
damente. También no puede hacerse comparación entre los fósiles
en distintos lugares donde el contenido en flúor del terreno es dife-
rente. Prácticamente la única utilización que tiene este método es
determinar las diferencias entre las edades de varios fósiles que ha-
yan sido encontrados en el mismo lugar. 21

EL MÉTODO DEL HELIO

Esté método de datación es una medición de la cantidad de he-


lio atrapado en ciertas rocas, especialmente meteoritos. Este méto-
do está relacionado con los métodos de datación radiométrica que
se considerarán más tarde. Pero por ahora se puede citar el análisis
de Klotz, que afirma, acerca de este método: « ... se cree generalmen-
te que este método no es fiable en la determinación de la edad de
las rocas debido a que el helio, al ser un gas, es susceptible de es-
capar. Como resultado, se consiguen diferentes cifras a partir de los
minerales constitutivos que se encuentran en una sola roca.» 22

EL MÉTODO DEL URANIO-PLOMO

Este método de datación se basa en el cambio del uranio a un


isótopo de plomo y a helio a lo largo de un extenso período de tiem-
po.23 Esta velocidad de descomposición es la siguiente:
«7.600.000.000 gramos de uranio dan alrededor de un gramo de plo-
mo al año.» 24 « .. .la edad de un mineral puede ser determinada por
la relación entre el uranio restante y el plomo producido por la de-

21. David D. Riege, Creation or Evolution? (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing Hou-
se, 1972), págs. 62, 63.
22. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 99.
23. Willis H. Johnson, Richard A. Laubengayer y otros, Biology (New York: Holt, Rinehart
and Winston, 1961), pág. 693.
24. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 100.

206
sintegración de lo que originalmente era uranio.» 25 Simpson y Beck
dan la siguiente fórmula:
Fig. 1

GRAMOS DE PLOMO x 7.600.000.000 = EDAD26


GRAMOS DE URANIO
Aunque este método parece preciso cuando se observa superfi-
cialmente, se basa sobre algunas grandes suposiciones. Tanto Simp-
son como Beck señalan que este método demanda «buenos y recien-
tes cristales de minerales radiactivos que fueran formados al mis-
mo tiempo que la roca que los contenía». 27 Para ser ventajoso para
la teoría de la evolución, estos minerales radiactivos tienen que es-
tar asociados con rocas conteniendo fósiles. Dicen ellos: «Relativa-
mente pocos minerales de uranio presentan estas dos cualificacio-
nes. »28
Este método demanda no pocas suposiciones. Las siguientes son
algunas de ellas:
A. La suposición de «la inexistencia de plomo»
Se tiene que suponer que las primeras rocas de la tierra no con-
tenían ningún plomo, sino que estaban compuestas de uranio y to-
rio. Richard Acworth señala que «los métodos que involucran la de-
sintegración del uranio a plomo dan resultados muy discordantes,
y es imposible estar seguro de si todo el plomo actual provino de la
desintegración del uranio». 29 Para el creacionista, no hay aquí pro-
blema alguno. Dios pudo haber creado rocas con uranio y plomo a
la vez. Y asimismo, en relación con este punto, se han presentado
especímenes que han dado fechas más antiguas que las que nadie
pudiera aceptar, ni siquiera los evolucionistas.
B. La suposición del «sistema cerrado»
Se supone que los especímenes medidos han sido «sistemas ce-
rrados» sin influencia del exterior. Morris afirma: «Es casi cierto
que tales minerales no habrían podido funcionar como "sistemas
cerrados" durante varios miles de millones de años de tiempo geo-
lógico. Es fácilmente posible que algo del uranio haya sido extraído
o que algo de plomo radiogénico haya sido añadido muchas veces
durante unos lapsos de tiempo tan fantásticamente largos.» 30
25. Simpson and Beck, Life: An lntroduction to Biology, op. cit., pág. 750.
26. !bid.
27. !bid.
28. !bid.
29. Richard Acworth. Creation, Evolution and the Christian Faith (Londres: Evangelical Press,
1969), pág. 25.
30. Henry M. Morris, Biblical Cosmology and Modem Science (Nutley, New Jersey: Craig
Press, 1970), págs. 69, 70.

207
C. La suposición de la «velocidad constante de desintegración»
Se tiene que suponer que la velocidad de desintegración ha sido
constante a través de los supuestos miles de millones de años. 31 Mo-
rris afirma que «la velocidad de desintegración puede haber dismi-
nuido al disminuir gradualmente la incidencia de radiaciones cós-
micas y de otro tipo en el ambiente». 32 Es imposible determinar la
longitud original de una vela observando ahora su velocidad de
acortamiento. Uno podría llegar a una aproximación de la longitud
de la vela mediante una evaluación de sus restos. Pero, ¿ha estado
quemando la vela a la misma velocidad todo el tiempo del pasado?
No hay ninguna respuesta segura para esta pregunta. Y ésta es una
pregunta referente al reloj radiactivo que no puede recibir respuesta.

EL MÉTODO DEL POTASIO-ARGÓN

Un prometedor método de datación que ha sido desarrollado en


años recientes es el del potasio-argón. Básicamente, este método
depende del hecho de que el potasio natural contiene un isótopo de potasio-40
(K 40 ), que se desintegra a una velocidad conocida convirtiéndose en el gas iner-
te argón-40 (Ar40 ), que queda atrapado en los cristales de los minerales de po-
tasio. Las estimaciones del contenido de argón de una muestra de uno de estos
minerales, obtenidos de un depósito conteniendo huesos fósiles, medirá indi-
rectamente la edad de los huesos. 33

Este método ha sido utilizado para establecer fechas hasta 600


millones de años en el pasado.
Pero hay algunos problemas consustanciales al método. Al utili-
zar el método del potasio-argón y el del uranio hay siempre el pro-
blema de la contaminación. Acworth advierte que «el argón es un
gas común en la atmósfera de la tierra, y es imposible decir cuál es
la proporción de argón en un especimen dado de roca que provino
de la desint~gración del potasio y qué proporción provino de la at-
mósfera.»34 Este parece ser el mayor problema asociado con el mé-
todo. Garniss H. Curtis, un evolucionista, dijo con referencia al mé-
todo potasio-argón: «Sin embargo, cada muestra que viene a nues:
tro laboratorio está contaminada de una manera desafortunada.» 3º
Y desafortunadamente este hecho dificulta en gran manera la pre-
cisión de este método.

31. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 102.
32. Morris, Biblical Cosmology and Modem Science, op. cit., pág. 70.
33. Michael H. Day, Fossil Man (New York: Bantam Books, 1971), pág. 50.
34. Acworth, Creation, Evolution and the Christian Faith, op. cit., págs. 25, 26.
35. Gamiss H. Curtís, «A Clock for the Ages Potassium-Argon», National Geographic (October
1961), Vol. 120, N.º 4, págs. 590.

208
Y luego hay el problema de determinar la edad del fósil por el
suelo en que se encuentra. El método del potasio-argón se utiliza
para datar el sedimento, y luego el fósil es datado indirectamente
por los sedimentos en que se encuentra. Pero Michael H. Day, un
evolucionista, advierte diciendo: «A fin de conseguir resultados pre-
cisos y coherentes en base de este método se tiene que ejercer un
gran cuidado en la selección de muestras para asegurar que el es-
pecimen utilizado en esta estimación sea contemporáneo con el de-
pósito.»36
¿Pero cómo se puede datar con precisión un fósil mediante la
datación del sedimento en el que yace? ¿Puede acaso un animal que
cayó muerto en el suelo que se supone tiene mil millones de años,
y que luego fue cubierto por una tormenta de arena, una inunda-
ción, un volcán, un terremoto o un movimiento de tierra, ser datado
con precisión datando el suelo en el que yace? La verdad es que la
precisión del método del potasio-argón se encuentra oculta en una
nube de suposiciones.
En muchos lugares del mundo hay áreas en las que se encuen-
tran sedimentos más antiguos encima de otros más recientes. Este
tipo de formaciones recibe el nombre de sobrecorrímíentos. Y, en
base de los presentes métodos de datación, estos sedimentos están
en orden inverso. Se han encontrado cientos de millas cuadradas de
terreno más antiguo reposando sobre lo que se ha datado como es-
tratos más recientes. Esto será tratado más tarde cuando tratemos
de la escala de tiempo geológico. Pero se tiene que reconocer que
esto presenta un serio problema para la datación de los fósiles me-
diante el método del potasio-argón.
Con referencia a los métodos de uranio-plomo y del potasio-ar-
gón, Simpson y Beck dicen: «En la actualidad, sin embargo, la pre-
cisión de los métodos y la cantidad de fechas obtenidas de ellos no
son suficientes para justificar nuestra confianza en fechas absolutas
sólo en tal estudio.» 37 El método del potasio-argón está abrumado
de suposiciones. Por ahora, n,o se debería poner tanta fe en ello
como un medio de datación. Esta parece ser la conclusión de mu-
chos científicos. 38

EL MÉTODO DEL CARBON0-14

El método de datación de carbono-14 (C-14) fue descubierto en


1984 por Willard F. Libby en el Instituto de Estudios Nucleares.
Day describe este método de datación de la siguiente manera:
36. Day. Fossil Man, op. cit., pág. 50.
37. Simpson and Beck, Life: An Introduction to Biology, op. cit., pág. 751.
38. Para una descripción más detallada de las falacias y suposiciones del método del potasio-
argón leer los artículos de Robert L. Whitelaw en Why Not Creation?, op. cit., págs. 90-105.

209
Los átomos de nitrógeno en la atmósfera superior son bombardeados por
neutrones producidos por la radiación cósmica resultando en la producción de
una proporción conocida de carbono radiactivo (C 14 ) que viene a ser incorpo-
rado en dióxido de carbono atmosférico. A su vez, este dióxido de carbono es
absorbido por la vegetación y pasa a los tejidos animales cuando las plantas
son comidas. Cuando el animal muere no se absorbe más carbono radiactivo,
y la emisión de rayos beta va reduciendo gradualmente la radiactividad de los
restos a la mitad después de un período de 5.730 años, lo que recibe el nombre
de «vida media» del isótopo:'°

Algunos han establecido la vida media del C-14 inicial como de


5.568 años. 40 Hay algunas diferencias de opinión con respecto a los
años de vida media aquí. Pero la diferencia es pequeña y no afecta
demasiado al tema que se toca. La vida media significa que la mi-
tad de la cantidad remanente de C-14 de un especimen dado «desa-
parecerá» como resultado de la desintegración radiactiva cada
5.568 años.
Uno de los primeros problemas afrontados por este método de
datación es la fe excesivamente confiada que los evolucionistas tienen
en él. Esta excesiva confianza ha tenido como resultado la ampliación
de su precisión en la medición de especímenes. Algunos evolucionis-
tas han pretendido que da una cronología de la vida hasta 70.000 años
atrás. 41 Otros afirman que es preciso hasta los 50.000 años. 42 Al re-
finarse más y más el método del C-14, estas desenfrenadas especu-
laciones de precisión hasta cuarenta, cincuenta o setenta mil años
en el pasado se convierten en fantasías de los evolucionistas. En
realidad, este método de datación no es demasiado preciso más allá
de alrededor de los 8.000 años.
Al comparar las fechas de muchos especímenes datados por el
método del C-14 con las fechas de la cronología egipcia, Libby afir-
ma que «los dos juegos de fechas concuerdan hasta llegar a los
4.000 años antes del presente». 43 Seguía diciendo que «la incerti-
dumbre en las edades históricas de las muestras individuales y la
dispersión más allá de 4.000 años antes del presente son grandes». 44
Donald E. Chittick afirma que «parece bastante arriesgado empujar
las fechas radiocarbónicas más allá de los cinco mil años en el pa-
sado ... »45 Recientes estudios del método del C-14 ponen su capaci-

39. Day, Fossil Man, op. cit., págs. 48, 49.


40. Robert L. Whitelaw, •Radiocarbon Confirms Biblical Creation (and so <loes Potassium-
Argon)» Why Not Creation?, op. cit., pág. 93.
41. Day, Fossil Man, op. cit., pág. 48.
42. Curtis, •A Clock for the Ages: Potassium-Argon», National Geographic, op. cit., pág. 590.
43. Willard F. Libby, « Accuracy of Radiocarbon Dates», Science (April 19, 1963), Vol. 140,
pág. 278.
44. !bid.
45. Donald E. Chittick, •Carbon-14 Dating of Fossils•, A Symposium on Creation (Minneapo-
lis, Min.: Bethany Fellowship, Inc., 1970), pág. 50.

210
dad por debajo de los 30.000 años.46 La exactitud de fechas en las
edades más altas se encuentra ciertamente en tela de juicio por par-
te de muchos científicos. Pero con todo ello, 30.000 es sólo un punto
de tiempo para lo que los evolucionistas necesitan para su teoría.
Hay también contradicciones entre el método del C-14 y el mé-
todo del potasio-argón. Por ejemplo, en una localidad de estudio es-
pecífica, el método del argón-potasio asignaba una fecha a un estra-
to rocoso de 1.750.000 años. Pero dentro de los estratos se encontra-
ron huesos de mamíferos que por el método de C-14 fueron datados
en sólo 10.000 años. 47 ¿En qué método de datación debemos creer?
En realidad, la datación por C-14 ha dejado perplejos a algunos
evolucionistas. En base de la datación por C-14, muchas cosas no
son tan antiguas como se había creído originalmente. Heinze afir-
maba: «Las fechas que han sido establecidas por datación radiocar-
bónica han sido publicadas en Science hasta 1959, y en la revista
anual Radiocarbon desde entonces. Al examinar estas fechas, uno se
queda impresionado al principio por el hecho de que la inmensa
mayoría de las muestras datadas son muy recientes, con un porcen-
taje muy pequeño apareciendo con más de diez mil años.» 48 Con
respecto a esto, Brown añade: «La datación radiocarbónica de abe-
tos sepultados por el avance glacial en Wisconsin ha forzado a los
geólogos a reducir el tiempo supuesto que ha transcurrido desde el
principal avance glacial desde 25.000 años solares a 11.400 años ra-
diocarbónicos.»49 Así, la datación por C-14 ha disminuido la canti-
dad de años que la vida ha estado en la tierra.
Hay ciertos problemas que se tienen que considerar al utilizar la
datación por C-14. El mayor problema es que hay evidencia de que
la cantidad de C-14 en la atmósfera no ha sido la misma que en la ac-
tualidad. En Geochronicle Libby afirma: «Quizá la suposición más
importante por sí sola del método de radiocarbono sea la de que la
velocidad de producción de C-14 por los rayos cósmicos en la at-
mósfera superior ha sido constante.» so No hay prueba absoluta de
que la cantidad de C-14 en la atmósfera haya sido constante a lo largo
de los millones de años de evolución. Esto nos llevaría a suponer tam-
bién que la cantidad de C-14 en la atmósfera no ha sido constante.
46. !bid., pág. 53, y Whitelaw, «Radiocarbon Confirms Biblical Creation», Why Not Creation,
op. cit., pág. 95.
47. Wayne Jackson, Fortify Your Faith in an Age of Doubt (Stockton, Calif.: Pledge Publica-
tions, 1974), pág. 31.
48. Thomas F. Heinze, Creation vs. Evolution (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1973),
pág. 43.
49. R. H:Brown, «Radioactivity Dating Indicates a Young Earth», Why Not Creation, op. cit.,
pág. 85.
50. Willard F. Libby, «On the Accuracy of Radiocarbon (C-14) Dates•, The Geochronic/e (Geo-
chron Laboratories, Inc., June 1966), Vol. 2, N.º 2, pág. l.
51. Para una buena descripción de este extremo, leer: R. H. Brown: « Radioactivity Dating In-
dica tes a Young Earth», Why Not Creation, op. cit., págs. 80-89.

211
Se tiene que entender que la mayor parte de los trabajos primi-
tivos con el método del C-14 estaban basados en la visión actualista
del mundo, esto es, que todas las cosas han seguido siendo desde el
principio tal como las observamos ahora. Los primeros cálculos
fueron hechos con la idea de que la tierra tiene miles de millones
de años de antigüedad. No se consideró ninguna idea como la de
que haya tenido lugar un diluvio universal en la época de Noé. Y
tampoco se considera en la actualidad por parte de los evolucionistas.
Tenemos que considerar también el hecho de que se ha ido aña-
diendo C-14 a la atmósfera desde 1850, desde la revolución indus-
trial. La utilización de combustibles fósiles -carbón, petróleo, gas,
etc.- ha añadido C-14 a la atmósfera y ha complicado el método de
datación por C-14. 51 Acworth explica:
.. .incluso hoy, el carbono 14 (radiocarbono) no está en equilibrio en la at-
mósfera. Libby, el autor del método del radiocarbono, descubrió que la velo-
cidad de formación del radiocarbono era de 18,8 contajes por gramo por mi-
nuto, y que la velocidad de desintegración era sólo de 15,3 contajes. En otras
palabras, descubrió que la velocidad de desintegración era de de sólo 0,81 de
la velocidad de producción. Posteriores cálculos efectuados por Hess, Suess y
Lingenfelter dan ese valor como de 0,72. De hecho, por tanto, bien lejos de es-
tar en equilibrio, el radiocarbono estó siendo acumulado constantemente en la
atmósfera en este momento."

Juntamente con lo que se ha dicho anteriormente con respecto


a la influencia de la visión que tenga uno del mundo al datar, es in-
teresante señalar lo que Acworth dice acerca de los hallazgos de
Libby, Hess, Suess y Lingenfelter. Añade:
Pero debido a que no podían concebir una edad de la tierra tan reducida
como la que estas cifras sugerirían [cifras que figuran en la cita precedente].
ni admitir que no había ningún fósil que tuviera más de 10.000 años, o menos,
los científicos han preferido adoptar un supuesto sistema en equilibrio, atribu-
yendo la discrepancia al error experimental."

Al utilizar el método del C-14 hay también el problema de la


contaminación. Hay siempre la posibilidad de que la infiltración de
agua o factores desconocidos pudieran añadir C-14 al fósil. Hay
también el problema de que el bombardeo de los rayos cósmicos so-
bre la atmósfera superior no haya sido constante en el pasado. Esto
se ha dicho antes, y es una gran suposición por parte de algunos
evolucionistas. James R. Arnold, colaborador de Libby, dijo: «Por
ahora no hay pruebas, con independencia del método, de que la in-
tensidad de los rayos cósmicos hayan permanecido constantes, y,

52. Acworth, Creation, Evolution and the Christian Faith, op. cit., págs. 26, 27.
53. !bid., pág. 27.

212
por muy razonable que ello gueda ser, tenemos que clasificar esto
como una pura suposición.» 4
Hay todavía mucho trabajo que hacer en el área de la datación
con C-14. El principal punto como conclusión de esta discusión es
tener presente que todos los métodos de datación están basados en
ciertas suposiciones. Sólo alguien que esté anhelante de justificar
su ideología ya prejuzgada aceptaría los resultados de los métodos
de datación sin un estrecho escrutinio y examen.
Se utilizan varios métodos para fechar las rocas y los fósiles.
Estos métodos de datación han sido utilizados para mantener la va-
lidez de la escala de tiempo geológica. Pero, ¿dónde se originó la es-
cala de tiempo geológico? ¿Cuál es su propósito? Y, ¿se trata de
algo real?
Tenemos que recordar que la escala de tiempo geológico fue es-
tablecida antes del surgimiento de los modernos métodos de data-
ción. Fue establecida sobre una asunción evolucionista. Y hoy mu-
chos evolucionistas la utilizan como instrumento de datación para
situar cualquier fósil que descubran.

ESCALONANDO LA ESCALA DE TIEMPO GEOLÓGICO


La escala de tiempo geológico es uno de los más grandes proble-
mas que afronta el evolucionista (Fig. 2, pág. 214). «Nadie negará»,
dice Klotz, «que todo el esquema de la disposición de la escala de
tiempo geológico es sumamente especulativo, tiene muchas dificul-
tades, y presenta una gran cantidad de problemas para los evolu-
cionistas.»55 Y así es. A lo largo del resto de este capítulo trataremos
de los principales problemas de la escala de tiempo geológico.
En realidad, la «escala de tiempo» fue originada hace unos
150 años por Charles Lyell (1797-1875). Son pocos los cambios que
han sido hechos con respecto a los nombres desde aquel entonces.
Lyell y otros basaban su escala de tiempo en la hipótesis del actua-
lismo. Pero el actualismo es una suposición, y nunca podrá ser nada
más que esto. James W. Valentine, un bien conocido geólogo, afirmó:
La doctrina del actualismo ha sido vigorosamente discutida en años recien-
tes. Una cantidad de escritores, aunque enfocando el tema desde diferentes
perspectivas, han llegado a estar de acuerdo en que esta doctrina está com-
puesta en parte de componentes erróneos y carentes de significado, y así han
sugerido que sea descartada como suposición formal de la ciencia geológica.'º

Whitcomb y Morris dijeron acertadamente: «El actualismo, en


54. James R. Arnold, •Nuclear Geology», Henry Paul. ed. (John Wiley and Sons, 1954), pág.
350.
55. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 211.
56. James W. Valentine, •The Present is the Key to the Present», Journal of Geological Edu-
cation (April 1966), Vol. XIV, pág. 59.

213
ESCALA DE TIEMPO GEOLÓGICO
ERA ÉPOCA AÑO IDEAS EVOLUCIONISTAS ACERCA
(millones) DEL DESARROLW

Cenozoico Cuaternario Primeros hombres, plantas y mamíferos


modernos.
Holoceno
(Reciente)
Pleistoceno

Terciario
Plioceno 12 Desarrollo del hombre primitivo.
Mioceno 25
Oligoceno 35 Desarrollo de las plantas más elevadas y
mamíferos. Bosques extendidos.
Eoceno 60
Paleoceno 70

Mesozoico Cretaceo 135 Extinción de los dinosaurios, expansión


de las angiospermas.
Jurásico 180 Primeros mamíferos y aves, angiosper-
mas surgen de las gímnospermas.
Triásico 230 Primeros dinosaurios, algunas aves y
mamíferos.

Paleozoico Pérmico 280 Desarrollo de los reptiles primitivos.


Carbonífero 330 Primeros reptiles, bosques de plantas fili-
(Superior) cíneas.
Carbonífero 345 Primeros anfibios, peces se extienden,
(Inferior) primeros depósitos de carbón.
Devónico 400 Primeros insectos, peces sin huesos, do-
minio de las algas.
Silúrico 425 Primeros anímales y plantas terrestres,
peces primitivos.
Ordov{cico 500 Peces más primitivos, primeros verte-
brados y algunas plantas terrestres.
Cámbrico 600 Primeros vertebrados, aparición de la
mayor parte de fílums, abundancia de
invertebrados marinos.

Proterozoico (Precámbrico) 1.500 Algunas plantas marinas, algas.

Arqueozoico 2.000 Ninguna evidencia fósil reconocible.

Fig. 2

214
otras palabras, ha sido simplemente supuesto, no demostrado. El
catastrofismo ha sido simplemente negado, no refutado.» 57
Que capas de estratos hayan sido depuestos gradualmente a lo
largo de millones de años de una manera regular y sin perturbacio-
nes es sólo una suposición. Aunque algunos evolucionistas se afe-
rran esforzadamente a la doctrina del actualismo con uñas y dien-
tes, 58 la evidencia en contra de ella es abrumadora. Esta evidencia
será considerada con mayor detalle en el capítulo siguiente.
La escala de tiempo geológico que se presenta aquí (Fig. 2,pág. 214)
dará al lector una cierta idea de lo que se está tratando. Las fechas
varían de uno a otro geólogo, pero, por lo general, se trata de una
buena representación de la postura evolucionista acerca de la his-
toria de la tierra.
Hay algunos problemas sumamente severos que hacen que la es-
cala de tiempo geológico sea extremadamente dudosa. En opinión
de este escritor, se trata de problemas que exigen que se la relegue
a los archivos de la ciencia. Los evolucionistas no tienen pocos pro-
blemas con ella. Por lo general, lo que se hace es ignorarlos. Lo que
sigue es una consideración de estos problemas.
A. El problern,a de los «fósiles»
El problema de los fósiles es más que meramente un punto de
discordia. Se trata de una fractura múltiple de la escala de tiempo
geológico. «Hace más de 150 años William Smith, de Inglaterra, de-
terminó que cada estrato está caracterizado por ciertos fósiles indi-
cadores; así, es posible identificar estratos similares en diferentes
partes del mundo.» 59 Esto es lo que afirman los evolucionistas. En
otras palabras, se supuso en primer lugar la evolución de formas de
vida más simple a formas de vida más complejas. Se supuso que los
estratos con organismos más simples eran más antiguos que las for-
maciones con organismos más complejos. Aquí se puede ver con
claridad que la escala de tiempo geológico se originó con la supo-
sición de que la evolución era un hecho.
Miremos esto más estrechamente. La escala de tiempo geológico
está en realidad basada en un razonamiento en círculos. La siguen-
te figura lo ilustrará:

~ SE FECHAN LAS ROCAS POR LOS FÓSILES ~

• ):»))))~
~SE FECHAN LOS FÓSILES POR LAS ROCAS~
Fig. 3
57. Whitcomb and Morris, The Genesis Flood, op. cit., pág. 137.
58. Simpson and Beck, Life: An Introduction to Biology, op. cit., pág. 757.
59. Johnson, Laubengayer y otros, Biology, op. cit., pág. 693.

215
La edad de los estratos se determina fechando los fósiles que se
encuentran en ellos. Pero, por su parte, los fósiles son fechados por
los estratos en los que se encuentran. Sears escribió: «Pero a mí me
parece que el mayor error se ha introducido en el método de datar
los estratos geológicos mediante la utilización de fósiles clave. Y a
su vez determinando la edad de los fósiles por el estrato en que se
encuentran .» 6º En la Encyclopedia Britannica (ed. 1956) R. H. Ras-
tall señala con claridad esta falacia de establecer fechas:
No se puede negar que desde un punto de vista estrictamente filosófico los
geólogos están aquí discurriendo en círculos. La sucesión de organismos ha
sido determinada mediante un estudio de sus restos sepultados en las rocas y
las edades relativas de las rocas han sido determinadas por los restos de los or-
ganismos contenidos en ellas."

B. El problema de los «fósiles fuera de lugar»


Junto con el problema enunciado más arriba de la datación de
los estratos se da el hecho de que hay fósiles que están situados en
estratos que no corresponden; esto es, que no corresponden al orden
que apoyaría una teoría coherente de desarrollo evolutivo. Por
ejemplo, se han encontrado granos de polen de la familia del pino
en el fondo del Gran Cañón en estratos del precámbrico. 62 Pero, en
base de la teoría de la evolución, estas formas complejas de vegeta-
ción no surgieron sino hasta millones de años más tarde. (Más sobre
esto más adelante.) En realidad, no hay nada de verdad en la mayor
parte del apoyo que la escala de tiempo geológico da en favor de la
teoría de la evolución. Al menos hay otras respuestas para lo que
los evolucionistas presentan como evidencia de evolución.
C. El problema del «eslabón perdido»
Los evolucionistas mantienen que la vida se ha desarrollado gra-
dualmente a través de evos de tiempo para llevar a las presentes
formas de vida. Entonces es razonable que, si ello fuera cierto, el re-
gistro fósil estuviera repleto de formas de transición en los estratos
de la escala de tiempo geológico. Kerkut afirmó: «La evidencia más
importante para la teoría de la evolución es la que se obtiene del es-
tudio de la paleontología.» 63 Y nosotros supondríamos que así ten-
dría que ser si la evolución fuera verdad. Pero en el registro fósil no
aparece ningún desarrollo evolutivo.

60. Jack Wood Sears, Conflict and Harmony in Science and the Bible (Grand Rapids, Mich.:
Baker Book House, 1972), pág. 21.
61. R. H. Rastall, •Geology», Encyclopedia Britannica (1956), Vol. X, pág. 168, citado por
Sears, !bid., pág. 5 l.
62. Biology: A Search for Order in Complexity, John N. Moore and Harold S. Slusher, eds.
(Grand Rapids, Mich.: Zonderva\} Publishing house, 1971), pág. 417.
63. G. A. Kerkut, lmplications of Evolution (Oxford, Pergamon Press, 1960), pág. 134.

216
El registro fósil está vacío de las formas de enlace evolutivas in-
termedias. Charles Darwin ponderaba: «Pero como por esta teoría
tienen que haber existido innumerables formas de transición, ¿por
qué no las encontramos sepultadas en cantidades incontables en la
corteza de la tierra?» 64 La ausencia de las formas intermedias del
desarrollo evolutivo en las formaciones geológicas acosó sin fin a
Darwin. 65 Y sigue acosando a los evolucionistas en la actualidad. Éste
es uno de los más serios problemas para la teoría de la evolución.
Los evolucionistas precisan de formas- intermedias de vida, «es-
labones perdidos», pero no existen tales evidencias de desarrollo en
los estratos geológicos. A. Cressy Morrison escribió: «Parece, sin
embargo, que la búsqueda en pos del "eslabón perdido" va proba-
blemente a resultar inútil.» 66 La mayor parte de evolucionistas ad-
miten que «aunque los fósiles proveen mucha evidencia para apo-
yar nuestras teorías evolucionistas, sigue habiendo "eslabones per-
didos" no hallados.» 67 T. N. George añade: «Ya no hay más necesi-
dad de pedir excusas por la escasez del registro fósil. En ciertos as-
pectos ha venido a ser casi inmanejablemente rico, y los descubri-
mientos están yendo más rápidos que la integración ... Sin embargo,
el registro fósil sigue estando compuesto principalmente por dis-
continuidades.» 68
Los fósiles no dan apoyo a la escala de tiempo geológica como
les gustaría a los evolucionistas. Julian Huxley admite acerca de los
fósiles: «Desafortunadamente, durante quizá tres cuartas partes del
tiempo geológico, las rocas están casi vacías de ellos [fósiles]; cua-
lesquiera que estuvieran allí han sido quemados o aplastados hasta
ser irreconocibles, mientras que la mayor parte de los animales no
pudieron ser fosilizados en absoluto, al ser todavía de cuerpos blan-
dos.» 69 Jarman escribió: «El registro fósil del hombre es incomple-
to.» 70 Y ciertamente lo es. A.M. Winchester concluye así: «El regis-
tro no es en absoluto completo -hay grandes discontinuidades que
cubren millones de años en los que no se han encontrado absoluta-
mente ningún tipo de registros. Es en cierto modo como si se nos
permitiera ver fotogramas aislados de una gigantesca película de la
vida en movimiento a través de las edades.» 71
64. Charles Darwin, The Origin of Species (New York, New American Library edition, 1958).
pág. 159.
65. !bid., págs. 287-312.
66. A. Cressy Morrison, Man Does Not Stand Alone (Westwood, New Jersey: Fleming H. Revell
Co., 1954), pág. 70.
67. The Illustrated Encyclopedia of the Animal Kingdom, Herbert Kondo, ed. (New York: Gro-
lier Enterprises, Inc., 1972), pág. 142.
68. T. N. George, «Fossils in Evolutionary Perspective•, Science Progress (January 1960),
págs. 1, 3.
69. Julian Huxley, Evolution in Action (New York: The New American Library, 1964), pág. 26.
70. Jarman, Evolution of Life, op. cit., pág. 146.
71. A. M. Winchester, Biology and Its Relation to Mankind, pág. 849.

217
D. El problema de «Un orden no completo»
Otro problema con la escala de tiempo geológico es que no hay
ninguna localidad en la tierra donde se encuentren todos los estra-
tos de la escala juntos. En realidad, se monta como un complicado
«rompecabezas» a partir de diferentes estratos situados a miles de
kilómetros entre sí. Y si se colocaran todas las piezas de los estratos
de la escala de tiempo geológico una sobre otra en sucesión, como
a los evolucionistas les gustaría, el grosor total sería de más de cien-
to cincuenta kilómetros. ·
El hecho de que no exista ningún orden sucesional completo de
todos los estratos geológicos en ningún lugar de la tierra complica
de una manera grandiosa los problemas para los evolucionistas.
Debido a que no hay ninguna área donde quede representada toda la serie, se
disponen piezas de áreas diferentes sobre la suposición de que las menos com-
plicadas deberían ser las más antiguas. Los evolucionistas deciden en qué or-
den deben ser dispuestas las rocas mediante el orden en que ellos creen que
evolucionaron los organismos. 72

E. El problema del «desorden»


Los problemas para los evolucionistas y la escala de tiempo geo-
lógico se quedan adicionalmente complicados por el hecho de que
existen muchos estratos fuera de orden. En otras palabras, hay mu-
chos lugares donde los estratos más antiguos se encuentran encima
de estratos más recientes. Los evolucionistas reconocen este proble-
ma. Se afirma: «Otro factor que complica la interpretación del re-
gistro geológico involucra los numerosos plegamientos y fracturas
que han tenido lugar en la corteza de la tierra.» 73
Se encuentran por todo el mundo áreas donde se encuentran es-
tratos más antiguos encima de otros más recientes. Hay el Sobreco-
rrimiento del Monte Heart en Wyoming, los ejemplos de los Alpes
suizos, de las Highlands escocesas y del norte de la India. Estas evi-
dencias presentan problemas no pequeños para los evolucionistas
actualistas.
La edad de los estratos se determina mediante los denominados
fósiles de zona que se encuentran en ellos. Los fósiles más primiti-
vos y supuestamente más antiguos determinan estratos más anti-
guos. Los fósiles más recientes determinan estratos más recientes,
según los evolucionistas. Pero para los evolucionistas aquí la ima-
gen queda poco distinguible y muy desenfocada. Hay muchos estra-
tos antiguos en la corteza de la tierra que se encuentran encima de
otros que se suponen más recientes. ¿Cómo podremos explicar este
«desorden» de estratos por medio de una filosofía evolucionista?

72. Biology: A Search For Order in Complexity, op. cit., pág. 415.
73. Johnson, Laubengayer y otros, Biology, op. cit., pág. 693.

218
La explicación que se da comúnmente para estos «fenómenos
geológicos» es lo que se llama un proceso de sobrecorrimiento. Este
sobrecorrimiento habría tenido lugar a lo largo de un período de
millones de años. A lo largo de evos, se pretende que los estratos
más antiguos fueron empujados por enormes presiones a deslizarse
por encima de los más recientes. Pero no hay evidencia en estas
áreas ni de sobrecorrimientos ni litificación. Whitcomb y Morris
afirman: «Parece casi fantástico concebir tales inmensas áreas y
masas de rocas realmente comportándose de tal forma ... » 74 Y desde
luego parece increíble que miles de kilómetros cuadrados pudieran
ser «empujados» por encima de miles de kilómetros cuadrados de
otras rocas. Pero esto es lo que los evolucionistas están pidiendo a
los científicos que crean. Whitcomb y Morris concluyen:
Nada de lo que conocemos de los actuales movimientos de tierra, de esfuer-
zos compresivos y de cizalladura, del flujo plástico de materiales rocosos, o de
otros modernos procesos físicos, da ninguna base de observación para creer
que tales cosas estén sucediendo en la actualidad ahora o que hubieran podido
suceder jamás, excepto bajo unas condiciones extremadamente insólitas. 75

F. El problema de los «troncos de árboles»


Aquí tenemos otros problema que los evolucionisas simplemente
echan a un lado. En Essen, Alemania, así como en muchos otros lu-
gares del mundo, existe lo que se llama fósiles poliestráticos. 76 Estos
son fósiles que se extienden a través de más de una capa de estra-
tos. En Inglaterra se encontró un árbol que tenía más de treinta me-
tros de altura. Estaba yaciendo formando un ángulo de 40º y se ex-
tendía a través de un estrato que se suponía había sido depositado
a lo largo de un período de millones de años. Pero si tal cosa fuera
cierta, en base de la teoría de la evolución, las secciones superiores
del árbol se habrían descompuesto antes de que hubiera podido
quedar totalmente sepultado.
Estos hechos no pueden ser explicados por los evolucionistas. El
actualista se queda sin ninguna posible explicación. ¿Cómo se for-
maron estos fósiles poliestráticos? G. D. Hebbert afirmó acertada-
mente: «La evidencia de los fósiles apoya muy decididamente la
creación y no la teoría de la evolución.» 77 Este tipo de fósil da un
evidente apoyo a un diluvio noéico catastrófico y no al actualismo.
¿Podría este fósil poliestrático ser realmente evidencia de que Dios
creó la vida, y después la destruyó de la faz de la tierra mediante
un diluvio universal?

74. Whitcomb y Morris, The Genesis Flood, op. cit., pág. 180.
75. !bid., pág. 181.
76. N.A. Rupke, •Prolegomena to a Study of Cataclysmal Sedimentation», Creation Research
Society Annual (1966), Vol. 3, n.º 1, pág. 17.
77. !bid.

219
G. El problema de la «huella»
El 1 de junio de 1968 William Meister encontró cerca de Delta,
Utah, unas pisadas humanas fosilizadas en las que había unos fósiles
de trilobites. 78 Pero los evolucionistas mantienen que «los restos fó-
siles de estos organismos (trilobites) son abundantes en las rocas del
período Cámbrico, que queda a 550 millones en el pasado, aproxi-
madamente. Eran las formas animales dominantes durante la parte
primitiva de la era Paleozoica, pero ... se extinguieron ... hace unos
200 millones de años (énfasis mío, R.E.D.)». 79 Esto es lo que los evo-
lucionistas afirman. pero en Utah tenemos evidencia de pisadas hu-
manas en un estrato asignado a una época de hace más de 200 mi-
llones de años.
Consideremos también el río Paluxy cerca de Glen Rose, Texas.
Lo que esta localidad -y muchas como ésta- demuestra es que el
hombre y los dinosaurios fueron contemporáneos.
En este lecho de río se descubrieron pisadas humanas en estra-
tos del Cretáceo.80 En la misma capa se descubrieron también pisa-
das bien conservadas de dinosaurios. El período Cretácico está da-
tado, supuestamente, en 135 millones de años antes del presente.
Pero se supone que el hombre no evolucionó hasta finales del perío-
do Terciario. Los dinosaurios se extinguieron (así se supone) duran-
te el período Cretácico. No es pequeño el problema que aquí afron-
tan los evolucionistas. Se han descubierto, repetidas veces, huellas
humanas en estratos que supuestamente tienen millones de años de
antigüedad. Albert C. Ingalls hizo la siguiente interesante afirma-
ción en relación con esto:
Si el hombre, o incluso su antecesor simio, o incluso el antiguo antecesor
mamífero de este simio, existieron en época tan remota como el período Car-
bonífero [períodos Pennsylvánicos y Missisippianos en la notación americana]
en cualquier forma, entonces toda la ciencia de la geología está tan equivocada
que todos los geólogos se darán de baja y se dedicarán al transporte. Por esto,
al menos por ahora, la ciencia rechaza la atractiva explicación de que el hom-
bre hizo estas misteriosas pisadas en el barro del período Carbonífero con sus
propios pies. 81

H. El problema de «la aparición repentina»


¿Por qué hay una aparición repentina de todos los filums prin-
cipales en el período Cámbrico sin evidencia alguna de desarrollo?
Esta repentina aparición de la vida en la era Cámbrica es un pro-
78. William J. Meister, Sr., «Discovery of Trilobite Fossils in Shod Footprint of Human in
"Trilobite Beds" -A Cambrian Formation, Antelope Springs, Utah•, Creation Research Quarterly,
(December 1968), Vol. 5, págs. 97-102.
79. Johnson, Laubengayer y otros, Biology, op. cit., pág. 679.
80. Whitcomb y Morris, The Genesis F/ood, op. cit., págs. 172 y ss.
81. Albert C. Ingalls, «The Carboniferous Mystery•, Scientific American (January 1940), Vol.
162, pág. 14, citado por Whitcomb y Morris, The Genesis Flood, op. cit., pág. 173.

220
blema no insignificante para los evolucionistas por dos razones. Pri-
mero, se da el hecho de la aparición repentina de la vida en la es-
cala misma de tiempo geológico. Y en segundo lugar hay la ausen-
cia de explicación por parte de cualquier geólogo evolucionista.
Simpson y Beck afirman: « .. .los fósiles se vuelven variados y abun-
dantes sólo al principio del Cámbrico ... » 82 Y prosiguen para admi-
tir: «El repentino contraste entre las rocas del precámbrico, donde
los fósiles son raros o dudosos, y el Cámbrico, donde son abundan-
tes, plantea un serio interrogante: ¿por qué? Un buen científico tie-
ne que estar dispuesto a decir, "no lo sé", y por ahora esta es la res-
puesta correcta.» 83 Richard M. Pearl, un evolucionista, afirmó: «La
pobre evidencia de la vida del Precámbrico es asombrosa en vistas
a la abundancia de vida que se registra en las rocas del Cámbrico
y de otras eras posteriores.» 84 Darwin afirmó: «A la pregunta de por
qué no encontramos ricos depósitos fosilíferos pertenecientes a
estos pretendidos períodos anteriores al sistema Cámbrico, no pue-
do dar ninguna respuesta satisfactoria.» 85 Y tampoco pueden darla
los evolucionistas actuales.
Todas las formas principales de vida invertebrada han sido des-
cubiertas en las rocas del Cámbrico. Gish escribe: «¡No se ha encon-
trado ningún fósil multicelular indiscutible en rocas del precámbri-
co!,, 86 «Por todas las apariencias, entonces, basándonos en los he-
chos conocidos del registro histórico, tuvo lugar una gran explosión
de vida a un alto nivel de complejidad. El registro fósil no da evi-
dencias de que estos animales del Cámbrico se derivaran de formas
ancestrales precedentes.» 87
Esto parece ser característico de todas las formas de vida; esto
es, que hay una repentina aparición de cada forma de vida, planta
o animal, sin evidencia alguna de desarrollo evolutivo. R. B. Golds-
chmidt escribió: «Cuando aparece un nuevo filum, clase u orden, si-
gue una diversificación rápida, explosiva (en términos de tiempo
geológico) de manera que prácticamente todos los órdenes o familias
conocidos aparecen repentinamente y sin ninguna transición aparen-
te.» 88 Klotz señala esto en el mundo de las plantas:
Uno de los grandes problemas de la evolución de las plantas, y especial-
mente de la evolución de las plantas con flores, es el hecho de que las últimas
aparecen tan repentinamente en el registro geológico. Como hemos señalado
antes, aparecen en gran variedad y abundancia en la última parte del período

82. Simson and Beck, Life: An lntroduction to Biology, op. cit., pág. 760.
83. /bid.
84. Richard M. Pearl, /001 Answers to Questions About Earth Science (New York: Grosset-
Dunlap Publishers, 1962), págs. 46.
85. Darwin, The Origin of Species, op. cit., pág. 309.
86. Gish, Evolution, The Fossils Say No, op. cit., pág. 45.
87. /bid., págs. 46, 47.
88. R. B. Goldschmidt, American Scientist, Vol. 40, pág. 97, citado por Gish, !bid., pág. 119.

221
Cretácico. Darwin llamó su origen un «abominable misterio», y la mayor parte
de los evolucionistas siguen estando de acuerdo. 89

Si la vida se desarrolló lentamente a lo largo de prolongadas


eras, como se indica en la escala de tiempo geológico, nos queda-
mos sin explicación alguna para la evidencia que muestra que la
vida surgió repentinamente sin desarrollo gradual. Algunos evolu-
cionistas intentan explicar inadecuadamente este problema dicien-
do que en ello están involucrados millones de años y que hemos
descubierto sólo las formas de vida totalmente desarrolladas. 90
Pero, ¿es mucho pedir a los evolucionistas que presenten al menos
un fósil que sea transicional? ¿Dónde están todos los eslabones per-
didos?
Por otra parte, los evolucionistas tienen mucha dificultad en ex-
plicar la repentina desaparición de la vida. «Es también interesante
señalar que el registro científico se ve algo tensado al tratar de ex-
plicar por qué los dinosaurios se extinguieron repentinamente (re-
lativamente hablando). Se habían pasado alrededor de 140.000.000
años adaptándose para la supervivencia y luego desaparecieron en
unos pocos siglos.» 91 El registro geológico es en realidad una ima-
gen de muerte, de extinción y no de desarrollo. El registro fósil está
repleto de restos de la extinción de formas bien desarrolladas y
complejas de vida. E, indudablemente, la escala geológica de tiem-
po está totalmente fuera de tiempo. «Está claro que las dilatadas
eras de la escala de tiempo geológico son asunto de fe más que de evi-
dencia.» 92

RECAPITULACIÓN

Sin millones de años de tiempo, la evolución es una teoría muer-


ta. Los evolucionistas afrontan problemas que precisan de tiempo.
Con el tiempo suficiente, cualquier cosa puede suceder. Esto es lo
que ellos afirman. Estas filosofías tan arraigadas han afectado en
gran manera la utilización objetiva de los métodos de datación. Y
tales filosofías han constituido el fundamento de la escala de tiem-
po geológico. Fue fundada sobre el supuesto de la filosofía de la evo-
lución, y así sigue en la actualidad.
No hay ningún método de datación a prueba de error. Cada mé-
todo de datación científica está basado en ciertas suposiciones. Y
las suposiciones pueden ser muy afectadas por la filosofía general
89. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 433.
90. Jarman, Evolution of Life, op. cit., pág. 73.
91. James Reid, God, the Atom and the Universe (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing
House, 1968), pág. 184.
92. Coppedge, Evolution: Possible or lmpossible?, op. cit., pág. 195.

222
que uno tenga de la vida. Si el investigador es un evolucionista, tie-
ne que tener tiempo. Por ello, su filosofía se revelará en sus conclu-
siones. Si sus experimentos no le dan el tiempo suficiente, entonces
lo atribuye a error experimental, y vuelve a comenzar desde cero.
La escala de tiempo geológico es un sueño de los evolucionistas.
Pero es un sueño distorsionado. Al irse conociendo las nuevas evi-
dencias, el desorden de las pretendidas épocas viene a hacerse más
y más prominente. Darwin creía que cuando se descubrieran más
fósiles en el futuro, se rellenarían los huecos en su geología. Esto
era un mero deseo. Desde aquel entonces lo que ha sucedido ha sido
lo contrario. El actualismo de Lyell está siendo aplastado y los «es-
labones perdidos» de Darwin siguen estando perdidos. Pero los evo-
1ucionistas siguen cavando y cavando, esperando que sus picos y
palas golpearán algún día el anhelado eslabón perdido. Pero no está
ahí. Nunca lo estuvo. Así, podemos dejar que el polvo siga volando.

223
13

El diluvio: una respuesta


adecuada
Si el actualismo resulta falso -y ciertamente lo es- ¿cómo va-
mos a poder explicar los fenómenos geológicos actualmente obser-
vables? Esta es una pregunta que los evolucionistas no pueden con-
testar sin introducir el catastrofismo en su filosofía. Este autor
mantiene que el actualismo no es una respuesta adecuada para los
actuales fenómenos geológicos. Por ello, se tiene que encontrar otra
respuesta que explique el actual estado geológico del mundo.
Este autor mantiene que el diluvio del Génesis, en Génesis 6-8,
es una respuesta adecuada para los fenómenos geológicos que ob-
servamos en la actualidad. De hecho, la mayor parte de los fenóme-
nos paleontológicos y geológicos que vemos en la actualidad pue-
den ser explicados sólo a la luz de la geología cataclísmica; esto es,
que los fósiles y estratos fueron formados por sepultamiento y sedi-
mentación repentinos y no por el lento proceso de acontecimientos
naturales -actualismo.
¿Cómo podemos explicar los fósiles poliestráticos? ¿Cómo pode-
mos explicar las grandes masas de cementerios de fósiles? ¿Cuál es
la respuesta de la existencia de tantos fósiles, siendo que los fósiles
son formados como resultado de condiciones cataclísmicas. ¿Cómo
explicamos la sedimentación? Para aquellos que rechazan el actua-
lismo, la respuesta a estas preguntas se puede hallar en la geología
bíblica.
Hasta principios del siglo diecinueve la mayor parte de los cien-
tíficos interpretaban la geología en términos del diluvio noéico.
Universidades como las de Cambridge, Oxford, Harvard y Yale ba-

225
saban sus estudios geológicos sobre el hecho del diluvio de Génesis. 1
Central a los estudios paleontológicos y geológicos era el hecho de
que un diluvio universal había sido la causa de los actuales fenóme-
nos geológicos.
Pero entonces surgieron las doctrinas de la evolución y del ac-
tualismo. Darwin, Hutton y Lyell introdujeron estas suposiciones
en el mundo geológico. Y como resultado de sus teorías, nació un
nuevo ser. Y siendo criado por muchos proponentes, este nuevo ser
rechazó todo lo que tuviera que ver con un diluvio universal. Esta
es la postura de la mayor parte de los geólogos en la actualidad.
La geología diluvial no puede introducirse en estancias vacías
del pensamiento evolucionista. «La existencia del diluvio es negada
por el evolucionista, no tanto por la ausencia de evidencia, sino de-
bido a la necesidad de mantenerse como estricto actualista a fin de
dar más tiempo a la evolución.» 2 Pero, como ya se ha considerado
en anteriores capítulos, así como lo que se tratará en este capítulo,
el actualismo es una suposición y una explicación inadecuada de
los fenómenos geológicos. Ha sido pesado en las balanzas y hallado
falto. «Hemos visto que el principio del actualismo es totalmente
inadecuado para explicar los fenómenos geológicos, incluso en su
aspecto más importante -¡el de los depósitos fósiles sobre los que
se erige toda la estructura de la geología histórica evolucionista!».
Como nota introductoria a nuestro estudio, tenemos que tener
presente que cualquier estudio del pasado se encuentra fuera del
campo del método científico.
Es saludable mantener constantemente ante nosotros, al descifrar la histo-
ria geológica, el hecho de que estamos fuera del dominio de la verdadera cien-
cia. El punto de vista que aquí se favorece es, naturalmente, el del catastrofis-
mo. Los depósitos pueden ser comprendidos de una manera totalmente ade-
cuada en este contexto, pero esto no es lo mismo que decir que el catastrofismo
pueda ser demostrado científicamente (lo que significa experimentalmente).
De la misma manera, se debería reconocer con claridad que tampoco el actua-
lismo puede ser demostrado científicamente.•

Y recordemos también que no son los hechos los que causan tan-
ta confusión en la geología histórica. Son las varias interpretado-

3. Duane T. Gish, Evolution: The Fossils Say No (San Diego, Calif.: ICR Publishing Co.,
1973), pág. 41. Ver.también: John C. Whitcomb, Jr. y Henry M. Morris, The Genesis Flood (Phi-
ladelphia, Pa.: The Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1970), 13." ed., pág. 91. Hay edi-
ción en castellano, El Diluvio del Génesis (Terrassa, España: CLIE, 1982).
2. Thomas F. Heinze, Creation vs. Evolution (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1973).
págs. 106, 107.
3. Whitcomb and Morris, The Genesis Flood, op. cit., pág. 169.
4. Henry M. Morris, •Sedimentation and the Fossil Record: A Study in Hydraulic Enginee-
ring», Why Not Creation?, Walter E. Lammerts, ed. (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House,
1970), pág. 119.

226
nes de los hechos. En realidad, hay sólo dos explicaciones para los
actuales fenómenos geológicos: el actualismo y el catastrofismo.
Pero en un actualismo estricto no puede haber lugar para el catas-
trofismo.
Cuando los hechos comienzan a contradecir nuestra filosofía bá-
sica de los orígenes geológicos, deberíamos ponerla bajo un severo
escrutinio, e incluso abandonarla si no se puede encontrar ninguna
solución para las contradicciones. Esto es lo que la evidencia exige
de la doctrina del actualismo. Tiene que ser abandonado.
Ya que la doctrina del actualismo ha producido tantas canas en
las cabezas de los evolucionistas, el autor ofrece otra alternativa, el
diluvio del Génesis. Es una respuesta adecuada. Aquí tenemos que
considerar la narración bíblica del diluvio.

EL REGISTRO BÍBLICO
El diluvio del Génesis ha sido atacado desde los cuatro costados.
Algunos dicen que no fue un diluvio universal, sino una inundación
limitada a la región de Mesopotamia. Otros mantienen que el arca
no habría podido contener dos de cada tipo de animal en el mundo
en la actualidad. Y otros, incluso algunos profesos creyentes en la
Biblia, echan el relato del diluvio a un lado como un mito de los an-
tiguos. Se dice que el registro del Génesis no es literal. «Es un
mito», dicen. Pero un entendimiento pleno del relato bíblico del di-
luvio revela que fue universal y que las fuerzas geológicas produci-
das por él son explicaciones adecuadas para la mayor parte de los
fenómenos geológicos. Señalemos ahora algunos puntos clave del
diluvio del Génesis en relación con la geología. ¿Qué es lo que tiene
que decir la Biblia acerca del diluvio?
A. Un Diluvio Universal, no una inundación local
Muchos han afirmado, en años recientes, que el diluvio del Gé-
qesis fue una inundación local que cubrió sólo el valle del Tigris-
Eufrates. Pero este ataque se enfrenta con numerosos problemas.
Aquí relacionamos unos pocos:
1. Se hace un énfasis definido en el relato mismo en una inunda-
ción universal cubriendo toda la tierra. La siguientes citas de Génesis
6 y 7 lo muestran con claridad:
Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está
llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra ...
Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda
carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tien·a
morirá ... Porque pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta

227
días y cuarenta noches; y raeré de sobre la faz de la tierra a todo ser viviente que
hice ... Y sucedió que ... las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra. Y subieron
las aguas, y crecieron en gran manera sobre la tierra ... y las aguas subieron mu-
cho sobre la tierra; y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos,
fueron cubiertos ... Y murió toda carne que se mueve sobre la tierra ... todo rep-
til... y todo hombre ... Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices,
todo lo que había en la tierra, murió ... fue destruido todo ser que vivía sobre la faz
de la tierra ... fueron raídos de la tierra, y quedó solamente Noé, y los que con él
estaban en el arca (Génesis 6:13, 17; 7:4, 10, 18-23).

Uno no puede leer la narración anterior y decir que la Biblia


presenta el diluvio sólo como un acontecimiento local.
2. El concepto de un diluvio universal es presentado también por
otros escritores bíblicos. Dios, por medio de Isaías, reafirmó que no
permitiría que las aguas cubrieran otra vez la tierra como en los
días de Noé (Isaías 54:9). Pedro escribió acerca del diluvio que por
la palabra de Dios «el mundo de entonces pereció anegado en agua»
(2 Pedro 3:6). El término griego utilizado en este pasaje, kataklus-
tehis, significa literalmente «derrumbar con agua». Y es la palabra
de la que derivamos nuestro término castellano cataclismo. El mun-
do que era entonces, así, se vio destruido por un cataclismo.
3. La Biblia afirma con claridad que toda carne, con excepción de
la familia de Noé, murió. Pedro dice que sólo ocho personas fueron
salvadas en el arca (1 Pedro 3:20). Esto es lo que Moisés había dicho
en Génesis 7:23. Dios no perdonó al resto del mundo (2 Pedro 2:5).
Y el registro del Génesis afirma con claridad que murió toda la car-
ne que estaba fuera del arca (Génesis 7:19-22, 8:21, 22; 9:8-17). Je-
sús enseñó que todos los que estaban fuera del arca murieron (Lu-
cas 17:26-30; Mateo 24:39). Y ésta es una confirmación suficiente.

4. Si el diluvio no fue sólo local, entonces el arco iris y el pacto


que simbolizaba pierden su aplicación universal. Pero la Biblia afir-
ma que el pacto del arco iris fue concertado entre Dios, Noé y todas
las generaciones vivientes después de Noé (Génesis 9:8-12). Fue un
pacto entre Dios y el hombre que Dios no iba a destruir más toda
carne de sobre la faz de la tierra (Génesis 9: 11, 15-17). Pero si uno
mantiene la teoría del diluvio local, está diciendo que este pacto no
existe hoy entre Dios y toda la humanidad.
5. Si el diluvio del Génesis fue sólo una catástrofe local, ¿por qué
Dios ordenó a Noé que construyera un arca? Whitcomb y Morris di-
cen: «No obstante, tenemos que estar de acuerdo en que el inmenso
tamaño del arca abruma la imaginación. De hecho, éste es precisa-
mente el mismo centro de nuestro argumento: que Noé hubiera
construido una nave de tal tamaño sólo con el propósito de escapar

228
de un diluvio local es algo inconcebible.» 5 ¿Por qué migraron Noé
y los animales a otro lugar? «Todo el procedimiento de construir
una nave de este tipo, involucrando más de 100 años de planifica-
ción y trabajo, simplemente para escapar de una inundación local
apenas si se puede describir de otra manera que como algo absolu-
tamente insensato e innecesario.» 6 Parece que si el diluvio fue sólo
local, Noé y su familia hubieran podido huir de aquella zona, de la
misma manera en que Lot y su familia huyeron de Sodoma y Go-
morra.
Si el diluvio del Génesis, entonces, fue local y no universal, te-
nemos que llegar a la conclusión de que el registro no quiere decir
lo que claramente dice; que Dios actuó insensatamente con Noé al
ordenarle que construyera el arca; que Jesús y los escritores de la
Biblia entendieron mal el registro del diluvio en Génesis; y que el
pacto del arco iris no es válido en la actualidad.
Pero si el diluvio del Génesis fue universal, ¿cómo podría la Bi-
blia haberlo afirmado con más claridad? «Tan frecuente es la uti-
lización de los términos universales y tan tremendos son los puntos
de comparación ("montes altos" y "todos los cielos"), que es impo-
sible imaginar qué se pudiera haber dicho más de lo que se dijo
realmente para expresar el concepto de un diluvio universal.» 7 Y,
con respecto a lo que realmente tuvo lugar, Frederick A. Filby afir-
ma que sólo podemos comprender el diluvio como teniendo impli-
caciones universales .
... la tremenda y continua precipitación de lluvia, las convulsiones eviden-
temente violentas del lecho oceánico -las fuentes del abismo- y no unos ríos
meramente crecidos, la dirección de la deriva del arca, y el lecho de que se
asentó en una región montañosa y no en una llanura fangosa cerca del Golfo
Pérsico, y el largo período de tiempo para el abatimiento de las aguas, todo
ello pone perfectamente en claro que ninguna inundación del valle del Tigris-
Éufrates cumplirá jamás las condiciones exigidas por el relato del Génesis.'

B. Evidencias de fuerzas universales


Nunca deberíamos subestimar las magnas fuerzas que fueron
desencadenadas durante el diluvio del Génesis. Génesis 7: 11 afirma
que «todas las fuentes del gran abismo» fueron rotas. «Las catara-
tas de los cielos fueron abiertas» (Génesis 7:11).
Byron C. Nelson traduce literalmente Génesis 8:3 de la siguiente
manera: «Y las aguas iban y venían de sobre la tierra.» 9 Esto nos
S. Whitcomb and Morris, The Genesis Flood, op. cit., pág. 11.
6. John C. Whitcomb, Jr., The World that Perished (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House,
1973), pág. 73.
7. Whitcomb and Morris, The Genesis Flood, op. cit., pág. 57.
8. Frederick A. Filby, The Flood Reconsidered (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing
House, 1970), págs. 11, 12.
9. Byron C. Nelson, The Deluge Story in Stone (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House,
1968), págs. 4, S.

229
da una idea de que el diluvio no fue una tranquila lluvia. El poder
de arrastre del agua es inmenso. Desatada en una magnitud como
la del diluvio del Génesis, podemos asumir que el divino Cirujano
Plástico rehizo la tierra mediante las aguas. Como lo dijo Pedro:
«El mundo de entonces pereció anegado en agua» (2 Pedro 3:6).
«Evidentemente, por tanto, la Biblia pone muy en claro que los
acontecimientos asociados con el diluvio fueron de una inmensa po-
tencia geolófcica y tienen que haber provocado profundos cambios
geológicos.» 0
Aquí tenemos una breve descripción gráfica de lo que la Biblia
implica con respecto a la acción del diluvio del Génesis.
1. Lluvias de extensión universal: Hubo una fantástica lluvia de
extensión universal que duró cuarenta días y cuarenta noches. La
tremenda cantidad de agua liberada por esta lluvia hubiera sido
enorme.
2. Actividad artesiana global: La apertura de las fuentes del
gran abismo es claramente indicadora de actividad volcánica y sís-
mica. Se derramaron grandes reservas de agua subterránea. Se de-
sató la actividad volcánica. La tierra gimió con convulsiones tectó-
nicas.
3. Erosión universal. La erosión cortó, trabajó y reformó el
mundo antiguo. Inmensas cantidades de roca, tierra y fango fueron
transportadas, redepositadas y vueltas a depositar (Génesis 8:3).
4. Agrandamiento global de los mares: Las cuencas oceánicas
fueron agrandadas y Dios estableció sus límites (Isaías 40:12).
5. Fosilización global: Todos los seres vivos, plantas, animales
y hombres, fueron ahogados, sepultados y muchos de ellos fosiliza-
dos. Otros quedaron comprimidos para formar capas de carbón.
Las fuerzas combinadas de los puntos anteriores indudablemen-
te cambiaron la estructura geográfica del mundo antiguo. Y vemos
evidencia de ello hoy en día en las grandes cantidades de sedimen-
tación, cañones, yacimientos fósiles, océanos y montes. Whitcomb
describe la acción del diluvio de la siguiente forma:
Las abundantes «aguas sobre la expansión» se precipitaron a través de lo
que es gráficamente expresado en las Escrituras como «las cataratas de los cie-
los», hinchiendo los ríos y avenidas de aguas e iniciando la erosión y el trans-
porte de vastas cantidades de sedimentos continentales. Al mismo tiempo,

10. Whitcomb and Morris, The Genesis Flood, op. cit., pág. 122.

230
aguas y probablemente magmas estabari abriéndose paso explosivamente a
través de las rotas fuentes del gran abismo subterráneo. En los mares estas
«fuentes» no sólo hicieron surgir sus aguas y materiales volcánicos, sino que
los correspondientes desplazamientos de tierra tienen que haber generado de
continuo poderosos tusnamis (olas de aguaje).
Esta tremenda combinación de fuerzas, diastróficas e hidrodinámicas, tie-
ne que haber alterado profundamente, sin duda alguna, la topografía antedi-
luviana y la geología de la corteza terrestre."

C. Completa confirmación bíblica de un diluvio universal


Este punto ya ha sido brevemente considerado. Pero se tiene que
volver a destacar para manifestar lo serio de la postura de aquellos
que niegan el registro del diluvio en Génesis. Se tiene que poner en
claro que no sólo el libro de Génesis afirma un diluvio universal,
sino que también lo hace el resto de la Biblia. Esto presenta un
gran problema para los que mantienen que el diluvio es sólo un
mito. Isaías creía y predicó el diluvio de la época de Noé (Isaías
54:9). Ezequiel creía que Noé era real y no un carácter ficticio (Eze-
quiel 14:14, 20). Jesús creía y predicaba la factualidad de Noé y del
diluvio del Génesis (Mateo 24: 37-39). Lucas y Mateo registraron las
enseñanzas de Jesús acerca del diluvio (Lucas 17:26, 27). El autor
de Hebreos afirmó el diluvio (Hebreos 11 :7), lo mismo que Pedro (1
Pedro 3:20; 2 Pedro 2:5).
Si negamos el diluvio del Génesis, tenemos que decir que Jesús
y otros profetas de la Biblia eran falsos. Estaban en un error al re-
ferirse a Noé y al diluvio como siendo un hombre histórico y un
acontecimiento histórico verdaderos. Uno no puede mitologizar Gé-
nesis sin mitologizar toda la Biblia. Si el primer libro de la Biblia
es tan indigno de confianza, ¿qué es lo que nos hace pensar que el
resto sea nada mejor?

D. El invernadero universal
Al estudiar el relato bíblico del diluvio uno se queda impresio-
nado de inmediato por el hecho de que el diluvio armoniza con ha-
llazgos científicos. Aunque la Biblia no da explicación de muchos
aspectos del diluvio ni de las condiciones del mundo antes del di-
luvio, podemos hacernos una imagen bastante coherente a partir de
lo que sí se dice. Y ciertamente las condiciones de la tierra antedi-
luviana eran muy distintas de las que observamos en la actualidad.
Muchas personas cualificadas creen que las condiciones anterio-
res al diluvio eran muy diferentes de las que experimentamos en la
actualidad. Se cree que entonces el clima era mucho más benigno.
Estas condiciones benignas son atribuidas a lo que se llama «el
efecto de invernadero».
Indudablemente, antes del diluvio la tierra estaba cubierta por
11. lbid., pág. 265.

231
una cubierta de vapor de agua. 12 Génesis 1:6, 7 indica que Dios creó
tal capa al principio -«las aguas que estaban sobre la expan-
sión»- (cp. Job 38:9).
Antes del diluvio, Génesis 2:6 parece indicar que no había pre-
cipitación de lluvia, sino una neblina que subía de la tierra. Esto
puede explicar en parte por qué muchos no creyeron a Noé cuando
él les predicaba acerca de un gran diluvio que había de venir. Y
esto explicaría también la aparición del arco iris después del dilu-
vio (Génesis 9:14).
La cubierta de vapor de agua sobre la tierra habría inducido un
efecto de invernadero sobre la tierra. Esto es, la tierra capturaría y
retendría el calor del sol de la misma manera como queda encerra-
do dentro de un automóvil cerrado puesto al sol. Donald W. Patten
afirma que la atmósfera antediluviana contenía entre 6 y 8 veces
más de dióxido de carbono que la actual. 13 Al afirmar esto, llega a
la conclusión de que la tierra tenía una atmósfera compuesta de
una elevada cantidad de agua y de dióxido carbónico. Una atmós-
fera de este tipo capturaría y retendría mucho más calor que la at-
mósfera actual. 14
Esta cubierta habría actuado también como un escudo filtrando
los rayos ultravioletas. Coppedge explica:
Se hipotetiza que esta [cubierta] habría filtrado los rayos ultravioletas, al-
gunos de los cuales ahora llegan a pasar a través del escudo de ozono y que pu-
dieran estar involucrados en el proceso de envejecimiento. Esto explicaría las
largas vidas de las personas que vivían antes del diluvio, según la Biblia. In-
mediatamente después del diluvio, la duración de la vida fue disminuyendo
gradual, pero rápidamente, hasta el nivel actual. 15

Por ello, «la disminución del período de vida después del diluvio
parece concordar perfectamente con nuestro concepto de la disipa-
ción de la cubierta protectora de la tierra durante el diluvio». 16
«Después del diluvio, la cubierta había sido precipitada, sus efectos
protectores mayormente eliminados, y comenzó una larga decaden-
cia en salud y longevidad generales, sólo parcialmente neutralizada
en décadas recientes gracias a los avances médicos y de ingeniería
sanitaria pública.» 17
Como se ha dicho antes, esta cubierta produciría un clima cáli-
do. El clima cálido sería de extensión universal. No habrían existí-
12. Donald W. Patten y otros, A Symposium on Creation, No. II (Minneapolis, Minn.: Bethany
Fellowship, Inc., 1970), págs. 11-41.
13. !bid., págs. 14, IS.
14. !bid., pág. !S.
IS. James F. Coppedge, Evolution: Possible or lmpossible (Grand Rapids, Mich.: Zondervan
Publishing House, 1973), pág. 193.
16. Whitcomb y Morris, The Genesis Flood, op. cit., pág. 399.
17. !bid., pág. 404.

232
do zonas glaciales en los polos. Y esto es exactamente lo que afir-
man los registros arqueológicos y geológicos. Michael W. Ovenden,
evolucionista, dijo: «En las eras geológicas del pasado una lujuriosa
vegetación crecía en Groenlandia, y se ha sugerido que este hecho
fue resultado de una excesiva actividad volcánica que lanzó dióxido
carbónico a la atmósfera, aumentando así la temperatura en la su-
perficie al aumentar la eficacia de la acción de invernadero de la at-
mósfera.» 18 V. L. Westberg añade: «Como ya se ha señalado en los
estudios sobre los pinos gigantes Redwood, el hallazgo de huellas
de helechos y palmas en carbón incluso en los polos es indicación
de que un clima cálido prevaleció por todo el mundo antes del di-
luvio.» 19 La evidencia es poderosa en apoyo de este clima cálido
antes del diluvio, y de que era de extensión mundial. W. J. Miller,
refiriéndose al pasado, escribió: «La distribución general y el carác-
ter de las rocas y sus contenidos fósiles señalan unas condiciones
climáticas más uniformes que las que vemos en la actualidad.» 20
La vida prosperaba florecientemente antes del diluvio. Los ani-
males crecían hasta mayores tamaños. Génesis 6:4 afirma que el
hombre era de mayor tamaño. Y los fósiles demuestran que los gi-
gantes existieron. Pero el diluvio cambió todo esto. La cubierta pro-
tectora fue condensada para producir los cuarenta días de lluvia del
diluvio. Las cuentas oceánicas se agrandaron para contener el exce-
so de aguas. Y así hemos llegado a las actuales condiciones.
E. Datación y el diluvio del Génesis
Las condiciones de invernadero antediluvianas afectarían en
alto grado los actuales métodos de datación. Tomemos por ejemplo
el método del C-14. Brown afirma que la atmósfera antediluviana
tuvo probablemente un contenido más elevado de dióxido carbóni-
co. En relación a esto, afirma él:
Una planta o animal que hubiera vivido en una época en la que la biosfera
contuviera la misma cantidad de carbono-14 pero ocho veces la cantidad de
carbono no radiactivo característico de condiciones nuevas tendría a su muer-
te una edad radiocarbónica de 17.190 «años» en comparación con nuestros
materiales contemporáneos. 21

En otras palabras, el porcentaje de radiocarbono en el dióxido


de carbon de la atmósfera antes del diluvio era evidentemente me-
18. Michael W. Ovenden, Life in the Universe (Garden City, New York: Doubleday & Compa-
ny, Inc., 1962), págs. 27, 28.
19. V. L. Westberg, •The Master Architect», citado en Bible-Science Newsletter (Sept. 1973),
Vol. XI, n.º 9, pág. 5.
20. W. J. Miller, An lntroduction to Historical Geology (New York: Van Nostrand, 1952), pág.
116.
21. R. H. Brown, «Radioactivity Dating Indicates a Young Earth», Why Not Creation, op. cit.,
págs. 87, 88.

233
nor que en la actualidad. Era menor debido a la cubierta protecto-
ra. Y así, al ser menor en proporción al carbono no radiactivo, me-
nos cantidad entraba a formar parte de los organismos vivos. Por
ello, cualquier edad de fósiles antediluvianos determinada median-
te el contenido actual de C-14 establecería una edad mucho mayor
que la real. Si la fecha de un fósil de un organismo que murió en
el diluvio fuera comparada con un organismo fosilizado que murie-
ra un año después del diluvio, la fecha del organismo muerto en el
diluvio daría un resultado de miles de años más. Esto daría cuenta
del hecho de que las dataciones de más de 4.000 años mediante el
C-14, según Libby (el inventor del método) son muy susceptibles de
error.
F. La edad de la civilización y la fecha del diluvio
Al negar el diluvio del Génesis uno se encuentra ante el proble-
ma poblacional. Para el tiempo del diluvio, se ha calculado pruden-
temente que la población del mundo debía estar alrededor de los
mil millones de personas.22 Así, alrededor de mil millones de perso-
nas murieron en el diluvio. La tierra fue repoblada por la familia de
Noé.
Según todos los registros históricos que podemos examinar en la
actualidad, la evidencia de estos registros muestra que la historia
de hombre se remonta hasta alrededor del 3.000 a.C. 23 Si el hombre
hubiera estado en la tierra durante cientos de miles de años, es de
preguntarse por qué ha registrado la historia sólo desde el 3.000
a.c.
Si el hombre, tan inteligente como es hoy, ha estado aquí durante 100.000
ó 200.000 años, ¿por qué todas las evidencias de civilización y de lo que lla-
mamos un período genuinamente «histórico» surgen repentinamente, y tan
tardíamente como los años 5.000 ó 6.000 a.C.? ¿Qué ha estado haciendo este in-
teligente hombre durante todos estos miles de años, si es que ha estado aquí? 24

Aunque algunos, como se indica en la anterior cita, se remontan


hasta 5.000 ó 6.000 años a.C. como la fecha del inicio de la civiliza-
ción, la fecha más comúnmente aceptada para el diluvio es alrede-
dor del 3.000 a.C., con un error de unos pocos cientos de años en
más o en menos. Naturalmente, no podemos establecer una fecha
precisa. Pero el crecimiento estadístico de la población del mundo
parece dar apoyo a estas cifras. No es importante cuán precisas
sean estas fechas. Lo que es importante es que su recencia destruya
la teoría de que el hombre ha estado multiplicándose sobre la tierra
durante cientos de miles de años.
22. Whitcomb y Morris, The Genesis Flood, op. cit., págs. 25-27.
23. !bid., pág. 396. Ver también Filby, The Flood Reconsidered, op. cit., pág. 137.
24. J. D. Thomas, Evolution and Antiquity (Abilene, Tex.: Biblical Research Press, 1961), pág.
60.

234
No tenemos aquí espacio para considerar este tema a fondo. Ha
sido estudiado capazmente por parte de otros. 25 Pero utilizando ci-
fras prudentes del actual crecimiento demográfico, incluyendo en-
fermedades y guerras, muchos que han estudiado este asunto llegan
a fechas de un poco más de 3.300 a.C. como fecha de nacimiento de
la actual población mundial. 26 Morris presenta la fecha de 4.300 en
la siguiente cita:
Así, llegamos a la conclusión de que lo que se conoce actualmente acerca
de las poblaciones presentes o pasadas puede ser explicado muy razonable-
mente sobre la base de un comienzo hace sólo 4.300 años, admitiendo amplia-
mente los efectos de guerras y de catástrofes naturales. Sin embargo, la supo-
sición hecha por los evolucionistas de que el hombre apareció por primera vez
hace un millón de años o más se hace totalmente absurda cuando se examina a
la luz de la estadística demográfica. 27 [Énfasis mío, R.E.D.]

En base de un estudio de crecimiento demográfico, llegamos a


una clara situación de que la existencia del hombre sobre la tierra
es sorprendentemente corta. Si el hombre ha estado en la tierra du-
rante cientos de miles de años, la población de la tierra tendría que
ser enorme.
G. La controversia acerca de la gran nave
Muchos han atacado el registro bíblico del diluvio sobre la base
de que el arca simplemente no habría podido ser lo suficientemente
grande como para contener todas las actuales especies y el alimento
preciso. Pero hay varios factores a considerar aquí y que invalidan
los argumentos de los escépticos.
1. No todas las variedades actuales de vida estaban presentes du-
rante el diluvio. Hay cientos de variedades de perros, gatos y palo-
mas. Pero todas estas variedades provinieron de su «naturaleza» es-
pecífica que Noé tomó a bordo del arca. De todas las clases que Noé
tomó en el arca, provienen las actuales variedades. Así que en rea-
lidad no podemos decir que Noé tomara todas las variedades cono-
c;idas de perro o de gato o de cualquier otra cosa a bordo del arca.
El tomó a dos de cada clase o «naturaleza», no especies ni varieda-
des. Tenemos que tener esto presente.

2. El arca era de un tamaño enorme. Medía 30 x 50 x 300


codos, lo que es 13,33 x 22,23 X 133,35 metros, o aproximadamente
39.500 metros cúbicos, asumiendo que el codo sean 44.45 centíme-

25. Henry M. Morris, Bib/ical Cosmology and Modern Science (Nutley, New Jersey: Craig
Press, 1970), págs. 72-83.
26. Whitcomb y Morris, The Genesis Flood, op. cit., págs. 397, 398.
27. Morris, Biblical Cosmology and Modern Science, op. cit., pág. 77.

235
tros (Génesis 6:15). 28 Esto sería lo mismo que 522 vagones estándar
de carga de un tren. Los hay que han calculado que no habría más
de 35.000 vertebrados individuales que llevar en el arca. 29 Y una su-
posición justificable es que el tamaño medio de los animales fuera
el de una oveja; al menos éste es el tamaño medio en la actualidad.
Y, naturalmente, se hubiera podido tomar a los animales jóvenes de
cada especie, en lugar de tomar a los animales adultos. Así, estos
35.000 animales habrían cabido frobablemente en 75 vagones de la
capacidad total de 522 del arca. 3 Y habría habido capacidad de so-
bras para la comida. Tenemos que considerar también la posibili-
dad de que estos animales hubieran podido hibernar durante su es-
tancia en el arca.
Al considerar el arca, podemos ver de cierto que era capaz de
llevar todo lo que Génesis dice que llevó. No hay aquí ningún pro-
blema entre lo que el registro afirma y la posibilidad de que ello
fuera así.

EL REGISTRO HISTÓRICO
Si el diluvio del Génesis no hubiera tenido nunca lugar, no es-
peraríamos encontrar leyendas históricas o registros de ello. Pero si
realmente ocurrió sería de esperar que un acontecimiento tan es-
pectacular no fuera fácilmente olvidado por la humanidad. Espera-
ríamos encontrar alusiones acerca de este acontecimiento en las
historias de los distintos grupos humanos. Y al estudiar las anti-
guas civilizaciones es esto precisamente lo que hallamos.
Casi todas las civiljzaciones han tenido algún tipo de relato di-
luvial en su historia. Este es un fenómeno de la antropología. Nel-
son escribía: «La existencia entre todas las razas de historias otra-
diciones de un gran diluvio que destruyó toda la humanidad ha
sido cosa conocida dese hace largo tiempo y considerado por aque-
llos familiarizados con ellas como una notable confirmación de la
verdad del relato del diluvio en Génesis. 31 Y ciertamente es eviden-
cia de ello.
Uno de los relatos más destacables ~el diluvio que se dan ,en la
corrompida historia pagana es el de la Epica de Gilgamés. La Epica
de Gilgamés es un producto de los babilonios semitas. Se remonta
hasta una fecha entre 1700 y 2000 a.C. 32
Este relato, que fue hallado en la biblioteca de Assurbanipal, ha-
28. Whitcomb y Morris, The Genesis Flood, op. cit., págs. 65 y ss.
29. !bid., pág. 69.
30. Ver también: Filby, The Flood Reconsidered, op. cit., págs. 88 y ss.
31. Nelson, The Deluge Story in Stone, op. cit., pág. 165.
32. Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament, James B. Pritchard, ed. (Prince-
ton: Princeton University Press, 1950), pág. 73.

236
bla de las aventuras de Utnapistim. El dios Ea le ordenó que cons-
truyera una nave para salvarse él mismo y «la simiente de todas la
cosas vivientes». Esta nave tenía que tener 120 x 120 x 120 codos.
Tenía nueve cubiertas. Cuando Utnapistim hubo terminado la em-
barcación, él, su familia, parientes y los animales entraron. La puerta
fue cerrada y llovió durante seis días. Cuando la lluvia hubo cesado,
fue soltada una paloma, después una golondrina, y a continuación
un cuervo. Y después de la prueba, Utnapistim ofreció un sacrificio.
Este relato del diluvio está más cercano a los acontecimientos
reales de Génesis que cualquiera de las otras historias diluviales pa-
ganas. Es notablemente similar en los aspectos generales de ambas
narraciones.
Nuestro interés no es aquí considerar las antiguas tradiciones
del diluvio, sino llamar la atención al hecho de su existencia. ¿Qué
dirían los escépticos si no hubieran relatos del diluvio del Génesis
a excepción sólo del registro bíblíco? Los escépticos podrían creer
que ello sería un punto fuerte para su argumentación, aun a pesar
de que la Biblia es un documento histórico fiable. Pero tenemos
estos relatos. ¡Existen! Y este autor demanda una explicación de
parte de los escépticos acerca de la existencia de estas historias di-
luviales. ¿De dónde provinieron?
Los escépticos tienen que dar respueta al fenómeno de la exis-
tencia de leyendas acerca del diluvio. Pero en cuanto a esto están
enfrentándose con una evidencia abrumadora. Briggs Dengman
afirmó: «Las tradiciones acerca de un diluvio cataclísmico que tuvo
lugar mucho ha son transmitidas por muchos pueblos. Se ha descu-
bierto la existencia de tribus aisladas en todas partes del mundo pose-
yendo estas tradiciones [énfasis mío, R.E.D.].» 23 «Miremos en el con-
tinente que miremos», dijo Daniel G. Brinton, «hallaremos el mito
de una Creación o construcción primordial, de un Diluvio o destruc-
ción, y de una esperada Restauración». 34

La historia del Diluvio ha llegado ciertamente a los confines de la tierra. Se


extiende a través de Asia desde Turquía hasta Siberia, China, Japón e Indone-
sia. Se encuentra en Australia, Nueva Zelanda y las islas del Pacífico. Es pro-
lífica en una diversidad de versiones tanto en Norte como en en Sudamérica,
desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Es más infrecuente en África, aunque se
encuentra desde Egipto a Nigeria y desde el Congo hasta El Cabo. Finalmente,
ha cruzado Europa desde Grecia a Irlanda e Islandia ... no hay ninguna otra his-
toria de un acontecimiento antiguo en todo el mundo que sea tan extensamente
aceptada [énfasis mío, R.E.D.]. 35
33. Briggs P.Dengman, «Flood», Zondervan Pictorial Bible Dictionary, Merrill C. Tenney, ed.
(Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1968), pág. 285.
34. Daniel G. Brinton, Religions of Primitive People, pág. 122, citado por Lewis T. Oldham, Is
There Real/y a God? (Murfreesboro, Tenn.: Dehoff publications, 1965). pág. 13.
35. Filby, the Flood Reconsidered, op. cit., págs. 55, 56.

237
EL REGISTRO PALEONTOLÓGICO
El diluvio del Génesis es una explicación adecuada para los fe-
nómenos paleontológicos. De hecho, mucha parte del registro pa-
leontológico sólo puede explicarse en términos de catastrofismo. No
hay ninguna otra explicación, ninguna otra respuesta. Los siguien-
tes puntos son hechos que demandan catastrofismo. Por ello, se le-
vantan en apoyo del diluvio del Génesis.

A. La mera existencia de los fósiles


La misma existencia de los fósiles es evidencia de catástrofes o
de una sola catástrofe. Los restos vegetales y animales pueden ser
preservados sólo si son sepultados rápidamente. Si no es así, los ba-
sureros y la descomposición terminarán pronto con todo aquello de
lo que pudiera constituirse un fósil. Pero en la corteza de la tierra
hay millones de restos fósiles. Millones de fósiles han sido sepulta-
dos totalmente intactos. Muchos han sido sepultados en hielo antes
de que pudieran comenzar a descomponerse. La misma existencia
de estos fósiles constituye evidencia en contra de la doctrina del ac-
tualismo. Al mismo tiempo constituyen evidencia de catástrofes.
En relación con la existencia de fósiles, la mayor parte de los
evolucionistas reconocen un hecho singular acerca del registro pa-
leontológico mismo. Este hecho singular es que el registro fósil da
evidencia de una o más grandes catástrofes en algún tiempo de la
historia de la tierra. Johnson, Laubengayer, DeLanny y Cole, todos
ellos evolucionistas, señalan esto en su libro de texto.
Hay una gran discontinuidad en el registro fósil entre las rocas del Prote-
rozoico y del Paleozoico que nunca ha sido explicada de manera adecuada.
Puede ser que hubiera una destrucción de fósiles a gran escala antes de la forma-
ción de las rocas del Cámbrico (énfasis mío, R.E.D.). 36

B. La evidencia de los fósiles poliestráticos


Como ya se ha considerado en el capítulo anterior, los fósiles po-
liestráticos son fósiles que se extienden a lo largo de varias capas
sedimentarias. N.A. Rupke tenía razón al decir: «Solamente un in-
sólito proceso de sedimentación puede dar explicación a condicio-
nes de este tipo.» 37
¿Puede el actualista explicar un fenómeno así? ¿Cómo puede un
lento proceso de sedimentación a lo largo de millones de años dar
cuenta de fósiles poliestráticos? Una vez más, la única explicación
adecuada es una catástrofe que sepultara estos seres vivos antes de
36. Willis H. Johnson, Richard A. Laubengayer y otros, Biology (New York: Holt, Rinehart
and Winston, 1961), pág. 695.
37. N. A. Rupke, •Prolegomena to a Study of Cataclysmal Sedimentation», Why Not Crea-
tion?, op. cit., pág. 154.

238
que pudieran descomponerse. Los árboles que atraviesan varias
capas de roca tuvieron que ser sepultados en un lapso de tiempo
muy corto. Rupke añade: «Personalmente, soy de la opinión que los
fósiles poliestráticos constityen un fenómeno crucial tanto en rela-
ción con la realidad como con el mecanismo de deposición cataclís-
mica. » 38

C. Silbando a través del cementerio de fósiles


Por todo el mundo hay cementerios de fósiles -lugares donde
los fósiles han sido acumulados en una masa, sepultados y fosiliza-
dos.
La cuenca del río Green (Eoceno) de Colorado, Wyoming, es considerado
como parte de un antiguo lecho de un lago. En esta formación se encuentran
masas de peces fósiles, muchos más de los que se pueden explicar mediante los
procesos actuales. Sobre la base de su excelente preservación y grandes can-
tidades, la explicación más lógica es un rápido sepultamiento. 39

Immanuel Velikovsky habla acerca de los animales prehistóricos


que fueron congelados en la tierra guanosa del norte de Alaska, cer-
ca de Fairbanks. «Estos animales perecieron en una época más bien
reciente ... millones y millones de animales fueron descuartizados
miembro a miembro y mezclados con árboles desarraigados.» 40 «La
cantidad de ellos es asombrosa. Yacen congelados en masas enreda-
das, entremezclados y desmembrados y luego consolidados bajo
condiciones cataclísmicas.» 41
Estos cementerios pueden ser sólo explicados a la luz del catas-
trofismo. Y los actualistas están solamente silbando al atravesar
este cementerio cuando deciden ignorar estos hechos. El diluvio del
Génesis es aquí una respuesta adecuda para los cementerios fósiles.
D. La muerte repentina contradice el actualismo
Estrechamente relacionadas con el punto anterior, las siguientes
evidencias vuelven a ilustrar la manera en que los animales y las
plantas de la prehistoria murieron. Y una vez más estos fenómenos
producen evidencia cierta que es contraria a cualquier concepto ac-
tualista.
Los animales prehistóricos murieron violentamente, no pacífica-
mente. Los mamuts, bisontes, ovejas, caballos y muchos otros ani-
males florecieron en tiempos prehistóricos en las regiones septen-
trionales de Siberia y Alaska. Toda la evidencia indica que estas re-

38. !bid., pág. 157.


39. Biology: A Search far Order in Complexity, John N. Moore y Harold S. Slusher, eds. (Grand
Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1971), pág. 418.
40. Immanuel Velikovsky, Worlds in Collision (New York: Doubleday & Co., 1950), pág. 13.
41. !bid., pág. 261.

239
giones habían tenido una vegetación lujuriante. El clima era mucho
más cálido que en la actualidad. Pero algo sucedió. Algo cambió el
medio escénico de estos grandes animales. Henry Howorth, que no
cree en el diluvio del Génesis, dijo:
Un cataclismo de una enorme magnitud abrumó una gran parte de la su-
perficie terrestre. Una inmensa inundación sepultó grandes cantidades de ani-
males bajo capas de limo y grava y hubo un repentino cambio climático en re-
giones como Siberia y Alaska. 42

Con respecto a estos animales, Filby añade:


El examen muestra que algunos murieron de un choche repentino con los
ojos y los vasos sanguíneos violentamente distendidos. Los expertos estiman
que se encontraron repentinamente golpeados por un extremado frío del orden
de los - lSOºF (alrededor de - 101 ºC) que congeló a estos enormes animales
antes de que pudiera iniciarse ninguna descomposición. 43

Este increíble acontecimiento es aún más destacado por Veli-


kovsky:
En 1797 se encontró el cuerpo de un mamut, con carne, piel y pelo, en el
noreste de Siberia, y desde entonces se han exhumado cuerpos de otros ma-
muts del terreno congelado en varias partes de la región. La carne tenía apa-
riencia de buey recién congelado; era comestible, y lobos y perros de tiro de
trineo se alimentaron de ella sin daño alguno ... En los estómagos y entre los
dientes de los mamuts se encontraron plantas y hierbas que no crecen en el
norte de Siberia}4

El diario Saturday Evening Post informaba de esta asombrosa


imagen de muerte repentina diciendo:
Aquí tenemos una imagen verdaderamente chocante -para nuestra ante-
rior manera de pensar-. Vastas manadas de enormes y bien alimentados ani-
males no designados específicamente para fríos extremos, alimentándose plá-
cidamente en soleados pastos, arrancando campanillas de una manera delica-
da a una temperatura a la que probablemente no habríamos necesitado siquie-
ra de un abrigo. De repente todos fueron aniquilados sin ninguna muestra vi-
sible de violencia y antes de que pudieran siquiera tragar el último bocado de
comida, y luego fueron congelados de manera tan rápida que cada célula de
sus cuerpos ha quedado perfectamente preservada}'

Estos relatos siguen y se repiten. Hay casos de aves, lagartos, pe-


ces y cientos de otros tipos de animales que fueron repentinamente
42. Sir Henry Howorth, The Mammoth and the Flaad, citado por Filby, the Flaod Recanside-
red, ap. cit., pág. 23.
43. Filby, The Flaad Recansidered, ap. cit., pág. 24.
44. Velikovsky, Worlds in Ca/lisian, ap. cit., pág. 16.
45. «Riddle of the Frozen Giants•, The Saturday Evening Post (January 16, 1960), págs. 82, 83.

240
muertos y rápidamente sepultados, sin descomposición alguna.
Leakey expresó correctamente el pensamiento de los evolucionistas
al decir: «Estas son cosas que hacen que un paleontólogo se frote
los ojos de asombro ... » 46
Ningún actualista estricto puede dar respuesta alguna para tales
fenómenos paleontológicos. Pero el diluvio del Génesis es una res-
puesta adecuada. Naturalmente, no estábamos allí cuando sucedió.
Pero cuando el diluvio llegó, es indudable que millones de animales
fueron sepultados repentinamente. Muchos se vieron repentinamen-
te congelados en las abrumadoras aguas. Desconocemos los meca-
nismos que Dios utilizó para provocar esta repentina congelación.47
Pero «el sepultamiento de tales cantidades de tan gran número de
criaturas demanda literalmente alguna forma de acción catastrófi-
ca».48 Y desde luego ello va en contra de la doctrina del actualismo.
E. Deposición de evidencia
El registro paleontológico está por lo general compuesto de or-
ganismos más simples en los estratos inferiores y de organismos
más complejos en los estratos superiores, aunque hay muchas ex-
cepciones a esta norma. Pero por lo general el registro muestra una
aparente pr9gresión desde las formas de vida más simples a las más
complejas. Este ha sido uno de los grandes argumentos que los evo-
lucionistas han utilizado para proteger su teoría.
Pero esto es también lo que sería de esperar si tales organismos
fueron sepultados por un diluvio.

El hecho de que, por lo general, los fósiles se encuentran segregados en con-


juntos de tamaños y formas similares es exactamente lo que sería de esperar
como resultado de un proceso diluvial, debido a que el agua turbulenta es un
agente clasificador sumamente eficaz.49
Por ello, sería razonable esperar que la actividad hidráulica de un Diluvio
universal tendiera a depositar organismos de tamaños y formas similares jun-
tamente, y que la profundidad del sepultamiento fuera en orden de compleji-
dad en aumento desde el fondo hacia arriba. Además, esto va directamente en
paralelo a la elevación del hábitat normal de los organismos.'º

«Y aún más, la movilidad de los animales está estrechamente re-


lacionada con su complejidad, de manera que los animales superio-
res escaparían durante más tiempo al sepultamiento.» 51
46. Louis S. B. Leakey, «Adventures in the Search for Man», National Geographic (January
1963), vol. 123, n." 1, pág. 147.
47. Ver Filby: The Flood Reconsidered, op. cit .. págs. 24, 25, para una posible explicación.
48. Whitcomb y Morris, The Genesis Flood, op. cit., pág. 280.
49. Henry M. Morris, «Sedimentation and the Fossil Record: A Study in Hydraulic Enginee-
ring», Why Not Creation, op. cit .. pág. 133.
50. !bid.. pág. 134.
51. /bid .. pág. 134.

241
Así, esta evidencia que se utiliza comúnmente en apoyo de la
evolución puede ser igualmente utilizada en apoyo del diluvio del
Génesis.

EL REGISTRO GEOLÓGICO
¿Cómo apoya el registro geológico el diluvio del Génesis? Hay
muchos fenómenos en la geología del mundo que pueden ser mejor
explicados en términos de catastrofismo que de actualismo. Consi-
deremos algunos de ellos.
A. La sedimentación y la evidencia estratificada
Casi toda la sedimentación que se encuentra en el mundo ha te-
nido lugar en el seno del agua. Ello es, superficialmente, evidencia
de aguas de inundación. El autor no intenta atribuir toda la sedi-
mentación y todos los estratos al diluvio del Génesis. No se trata de
esto. Es indudable que se formaron estratos debido a la obra de
Dios durante la creación inicial del mundo (Génesis 1:1, 2) y por la
obra de Dios durante los seis días de la creación cuando formó y se-
paró las aguas de la tierra (Génesis 1:6-13; Salmo 104:6-9).52 Aun-
que mucha de la sedimentación del mundo actual fue causada por
las anteriores obras, tenemos que atribuir la mayor parte de la apa-
riencia geológica de la tierra al diluvio del Génesis.

B. Cañones
Los actualistas pretenden que los cañones fueron cortados por
los ríos durante millones de años. Pero la existencia de cañones,
como el Gran Cañón mismo, puede ser explicada más adecuada-
mente por la geología bíblica. El libro de texto de biología, Biology:
A Search far Order in Complexity, explica:

Una mejor explicación según los creacionistas es que (el Gran Cañón) fue
formado rápidamente al cortar las aguas a través de un material no consoli-
dado que había sido depositado por el diluvio de la época de Noé. Esta expli-
cación es superior debido a que se conforma a los principios de la hidrodinámi-
ca. Estos principios afirman que el agua no puede formar meandros al mismo
tiempo que está formando un canal profundo. El canal del río Colorado es a
la vez profundo y serpenteante.53
52. Considerar el estrato de dos metros y medio encontrado por Sir Leonard Wooley, Exca-
vations at Ur (Londres: Emest Benn, Ltd., 1954}, págs. 27-36. Este estrato fue hallado en Mesopo-
tamia. Wooley afirmó que sus hallazgos eran evidencia del diluvio del Génesis. Pero hallazgos re-
cientes contradicen esta afirmación. G. E. Wright, Biblical Archaeology (Philadelphia: Westmins-
ter Press, 1957), pág. 119.
53. Bio/ogy: A Search or Order in Complexity, op. cit., pág. 412.

242
Morris y Whitcomb añaden:
Parece mucho más probable que los sedimentos fueron todos ellos deposi-
tados más o menos rápida y continuamente, lo que fue seguido de un gran y
único levantamiento regional. Siguió a continuación una rápida modelación
del cañón, la excavación de sus canales, mientras los sedimentos eran aún re-
lativamente blandos y los ríos transportaban mucho más caudal. 54

C. Petróleo y Carbón
Los geólogos se han dividido acerca de cómo se formaron las
capas de carbón. Algunos mantienen que la vegetación creció local-
mente a lo largo de millones de años y que fue cubierta por estra-
tos. Otros mantienen que la vegetación fue depositada por aguas di-
luviales. La evidencia parece apoyar este último punto de vista.
Las vetas de carbón se encuentran casi siempre en depósitos es-
tratificados; ello da así evidencia de aguas diluviales. Los fósiles po-
liestráticos, extendiéndose a través de muchos metros de carbón,
exigen también esta conclusión.
Estudios recientes han demostrado que no se precisa de grandes
eras de tiempo para formar carbón, a pesar de lo demandado por
los geólogos actualistas. George R. Hill, del Instituto Superior de
Minas e Industrias Mineras de la Universidad de Utah, demostró
experimentalmente que el carbón se podía formar en muy poco
tiempo.ss Naturalmente, los evolucionistas necesitan millones de
años para su teoría, de manera que no aceptan experimentos que
digan que el carbón se puede formar en unos pocos miles de años.
Los geólogos nunca han encontrado una explicación adecuada
para los depósitos de petróleo. Estos depósitos se encuentran en
prácticamente todas las eras geológicas. Y ello significa que los de-
pósitos de petróleo por todo el mundo deben haber sido formados
por un fenómeno universal. Así, ¿qué del diluvio de la época de
Noé? ¿No podría ser él la respuesta adecuada?
D. Actividad volcánica
Con la rotura de las fuentes del gran abismo durante el diluvio
del Génesis es indudable que hubo actividad volcánica. Ello expli-
caría el hecho de que casi todos los estratos geológicos contienen
depósitos volcánicos.
Y la actividad volcánica daría cuenta de la mayor parte de las
formaciones geológicas que vemos en la actualidad. Nunca debería-
mos subvalorar los cambios geológicos que fueron causados por los
volcanes en el pasado. Por ejemplo, el volcán Paricutín de México
S4. Whitcomb y Morris, The Genesis Flood, op. cit., pág. IS3.
SS. Duane T. Gish, Acts and Facts (San Diego, Calif.: Institute for Creation Research, n.c.),
Vol. 1, n.º 4. Ver también Melvin Cook, Prehistory and Earth Models (London: Max Parrish & Co.,
Ltd., 1966), págs. 23S-237.

243
entró en erupción en 1943, y siguió su erupción hasta 1952. Como
resultado se formó un monte de alrededor de 500 metros de altura.
También se formó la nueva isla, llamada Surtsey, frente a las costas
de Islandia, debido a la actividad volcánica, en 1963.56 Lo asombro-
so acerca de esta isla es que fue formada en sólo unos pocos meses.
Y sólo después de otros meses adicionales presentaba la apariencia
de una gran antigüedad, con playas arenosas, vida, y todo. Estopa-
recería desafiar cualquier interpretación actualista de formaciones
similares a través del mundo.

RECAPITULACIÓN

El diluvio del Génesis de la época de Noé no es una explicación


adecuada de los actuales fenómenos paleontológicos y geológicos.
En realidad, nadie puede rechazar la historia del diluvio en base de
la pretensión de evitar cualquier elemento absurdo que se le supon-
ga, sin aceptar y creer un mayor absurdo que aquél del que intenta
escapar. El diluvio del Génesis es la respuesta más lógica a los ac-
tuales fenómenos geológicos. El concepto de un gran cataclismo hi-
dráulico que fue acompañado por tremendas actividades volcánicas
y tectónicas, a escala mundial, provee una mejor respuesta a las
cuestiones presentadas por los fenómenos geológicos del mundo ac-
tual. La filosofía del actualismo evolucionista simplemente no da
respuesta a estas cuestiones.
El registro bíblico apoya el diluvio del Génesis. El registro his-
tórico apoya el diluvio del Génesis. El registro paleontológico apoya
el diluvio del Génesis. Y el registro geológico apoya el registro del
Génesis. En conjunto, hay una gran cantidad de evidencia que de-
muestra el diluvio universal de la época de Noé. Y ello constituye
también una gran cantidad de evidencia que va en contra del actua-
lismo de algunos evolucionistas. Filby dijo con acierto: «Ciertamen-
te, cuanto más procede uno al estudio de Noé y del Arca a lo largo
de principios simples y sanos de interpretación bíblica y a la luz de
los descubrimientos científicos y arqueológicos, tanto más razona-
ble se vuelve toda la historia.» 57 Al surgir más evidencias, tanto
más evidencia hay para el diluvio.

56. Samuel W. Matthews, «This Changing Earth», National Geographic (January 1973), pág. 5.
57. Filby, The Flood Reconsidered, op. cit.

244
14

Graves problemas
para la evolución
Tenemos que examinar ahora algunos problemas básicos de la
teoría de la evolución. Se trata de problemas que invalidan la teo-
ría. Así, en este y el siguiente capítulo se señalaran algunas de las
contradicciones fundamentales entre los hechos de la ciencia y la
teoría de la evolución.
Muchos evolucionistas quisieran hacernos creer que la evolución
orgánica es un hecho armónico y demostrado, exento de cualquier
tipo de dificultades y contradicciones importantes o incluso meno-
res. Otros mantendrían la filosofía de la evolución orgánica pero
admitirían que hay al menos algunas dificultades y contradicciones
en el camino de hacer que sus evidencias la demuestren cierta. Pero
al salir a la luz más hechos --0 al irse afinando más y más los he-
chos conocidos- las contradicciones entre la filosofía general de la
evolución orgánica y los hechos básicos de la ciencia se hacen más
patentes.
Así, en este capítulo se considerarán algunos hechos básicos que
asestan un contundente golpe contra la teoría de la evolución. No
se trata de problemas menores, sino de importantes piedras de tro-
pieza sobre las que ha caído la teoría de la evolución. Si la evolu-
ción orgánica debe ser probada cierta, tiene que armonizar con
estos problemas principales. Tiene que afrontarlos todos con éxito.
Pero, como se verá, no hay ninguna posibilidad de que la teoría de
la evolución armonice con los siguientes hechos. Por esta razón, tie-
ne que ser descartada. La ciencia y la filosofía tienen que liberarse
de las garras del estancado pensamiento evolucionista.

245
LAS DINÁMICAS LEYES DE LA TERMODINÁMICA

Julian Huxley definió la evolución como «Un proceso en una sola


dirección, irreversible en el tiempo, produciendo aparentes noveda-
des y mayor variedad, y conducente a más elevados grados de or-
ganización.»1 Huxley escribió también:
Por evolución no significamos una fuerza misteriosa. Significamos un pro-
ceso. Se trata de un proceso de una sola vía, no irreversible en el sentido de
estar irrevocablemente determinado desde adentro, sino que parece no ser
realmente reversible como lo son varias reacciones químicas. En su decurso, la
evolución produce una gran cantidad de novedades y diversidad y genera tam-
bién niveles más elevados de organización.'

Los evolucionistas mantienen que la vida está alcanzando una


mayor organización, una mayor perfección. Las cosas, como un
todo, están desarrollándose, dirigiéndose hacia un estado más per-
fecto. Pero cuando examinamos las leyes de la termodinámica, la
naturaleza nos presenta una imagen totalmente diferente.
A. La primera ley de la termodinámica
La visión de conjunto de los evolucionistas acerca de todas las
cosas, cósmicas y orgánicas, se encuentra en conflicto abierto con
dos leyes básicas de la naturaleza, la primera y la segunda ley de
la termodinámica. Tenemos que tratar en primer lugar de la prime-
ra ley de la termodinámica.
En relación con esta primera ley, tenemos que señalar en primer
lugar algunas profundas declaraciones bíblicas acerca del principio
que enuncia. La Biblia dice al final del relato de la creación en Gé-
nesis 1: «Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra ... Y acabó
Dios.;. la obra que hizo» (yénesis 2:1-3). El salmista escribió: «Por-
que El dijo, y fue hecho; El mandó, y existió» (Salmo 33:9). Moisés
registró: «Porque en seis días hizó Jehová los cielos y la tierra, el
Il!ar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día»
(Exodo 20:11). El escritor de Hebreos también nos recuerda, con refe-
rencia a la creación: « ... las obras suyas estaban acabadas desde la
fundación del mundo» (Hebreos 4:3). «Porque el que ha entrado en
su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las
suyas» (Hebreos 4:10).
La creación ha sido acabada. Dios no hace ya más mundos para
ser habitados, ni más criaturas. La Biblia enseña claramente que la
creación cesó al acabar los actos creadores registrados en Génesis 1.
Y esto es exactamente lo que nos enseña la naturaleza.
l. Julian Huxley, •At Random•. Una reseña televisiva en lssues in Evolution After Darwin
(Chicago, Ill.: University of Chicago Press, 1960). pág. 44.
2. Ibid., pág. 45.

246
La primera ley de la termodinámica afirma que no hay creación
de nueva materia, sino que la creación está en suspenso. Es cientí-
ficamente cierto que la materia puede ser transformada en energía.
Pero en esta transformación no se pierde energía. Sin embargo, la
disponibilidad de esta energía sí que disminuye.
La energía aparece en varias formas: calor, energía cinética, trabajo mecá-
nico, energía qúímica, etcétera. La energía puede cambiar su forma pero no su
cantidad -ésta es una afirmación de la primera ley de la termodinámica, que
hasta recientemente podía ser aceptada sin limitaciones. Ahora sabemos que
la materia es otra forma de la energía, pero ello no altera el principio funda-
mental que recibe también el nombre de ley de la conservación de la energía. 3

Antes de hacer un resumen de esta primera ley, examinemos el


principio de la segunda ley de la termodinámica. Como se verá,
también esta ley está en armonía con lo que enseña la Biblia. Y al
mismo tiempo entra en conflicto con las afirmaciones de los evolu-
cionistas.
B. La dinámica segunda ley de la termodinámica
El salmista escribió: «Desde el principio tú fundaste la tierra, y
los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permane-
cerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido
los mudarás, y serán mudados» (Salmo 102:26, 26; cap. Isaías 51 :6).
La Biblia enseña que las cosas no se dirigen hacia un mayor orden
y complejidad, sino que se ha introducido la deterioración. El uni-
verso está en decadencia. La segunda ley de la termodinámica en-
seña este mismo hecho.
«El concepto de entropía es utilizado para medir la falta de dis-
ponibilidad de la energía en un sistema.» La entropía es la medida
de desorden en un sistema o la medida de la no disponibilidad de
energía. En otras palabras, al tener lugar la decadencia y desinte-
gración, aumenta la entropía. La ley de la entropía y la segunda ley
de la termodinámica no pueden separarse. Simpson y Beck definen
correctamente estas leyes, pero no hacen ninguna aplicación al de-
moledor efecto que tienen sobre la teoría de la evolución. Escriben
ellos:
La segunda ley nos dice que al transferirse la energía de una sustancia a
otra o al ser transformada de una a otra forma, si! utiliza menos y menos de
aquella energía en posteriores transferencias y transformaciones. Aunque la
cantidad total no puede cambiar, la cantidad que puede efectuar cualquier tra-
bajo de cualquier tipo, químico, mecánico, u otro, va disminuyendo constan-

3. Harold F. Blum, Time's Arrowand Evolution (New York: Harperand Brother, 1962),pág. 14.
4. Henry M. Morris, Evolution and the Modern Christian (Grand Rapids, Mich.: Baker Book
House, 1969), pág. 44.

247
temente. La energía utilizable en una secuencia de transferencias tiende a ago-
tarse, y todo el proceso llegará a su final a no ser que haya una entrada con-
tinua de energía de otro lugar. 5

Las leyes primera y segunda de la termodinámica presentan no


una contradicción menor sino capital entre el principio de la evo-
lución y las leyes de la naturaleza. Los evolucionistas afirman que
la primera vida que se desarrolló sobre la tierra era unicelular, y
que se originó espontáneamente del mar. 6 Si fue así, la segunda ley
de la termodinámica habría eliminado esta «primera vida» antes
de que hubiera tenido posibilidad alguna de reproducirse. En lugar
de originarse espontáneamente se habría degenerado espontánea-
mente.
«Para todos los propósitos prácticos, entonces, las leyes primera
y segunda de la termodinámica se aplican a todos los sistemas y
procesos físicos sin excepción alguna.» 7
Sea cual fuere la disciplina particular de la ciencia que estudiemos -física,
química, biología, geología, etc.- estos procesos están todos erigidos sobre dos
conceptos básicos y siguen dos leyes básicas. Los dos conceptos básicos son
energía y entropía, y las dos leyes son las leyes primera y segunda de la termo-
dinámica.'

Los evolucionistas sostienen que las cosas están volviéndose más


y más ordenadas. La naturaleza afirma que todas las cosas están
llegando a un desorden cada vez mayor. Harold F. Blum escribió:
«Todos los procesos reales funcionan con un incremento de la en-
tropía. La entropía mide asimismo la aleatoriedad o ausencia de or-
den del sistema; cuanto mayor sea el desorden tanto mayor será la
entropía ... »9 «La teoría de un nivel creciente de organización en la
evolución», dijo Clark, «es tan directamente contraria a las presu-
posiciones de todos los que piensan científicamente que no puede
quedar a futuros descubridores que lleven a cabo una reconcilia-
ción "cubriendo los detalles".» 10 Esto es así con respecto a la teoría
de la evolución y las leyes de la termodinámica. Las cosas están di-
rigiéndose hacia abajo, no hacia arriba. Edward Luther Dessel
identifica la decadencia del universo de la siguiente manera:

5. George Gaylord Simpson y William S. Beck, Life: An Introduction to biology (New York:
Harcourt, Brace & World, Inc., 1965), pág. 640.
6. Cressy A. Morrison , Man Does Not Stand Alone (Westwood, New Jersey: Fleming H. Re-
vell Co., 1964), págs. 37-44.
7. Henry M. Morris, Biblical Cosmology and Modern Science (Nutley, New Jersey: Craig
Press, 1970), pág. 122.
8. Henry M. Morris, John W. Klotz y otros, A Symposium on Creation (Grand Rapids, Mich.:
Baker Book House, 1969), pág. 14.
9. Blum, Time's Arrow and Evolution, op. cit., pág. 15.
10. Robert E. D. Clark, Darwin: Befare and After (Chicago, Ill.: Moody Press, 1967), pág. 163.

248
La ciencia muestra claramente que el universo no pudo haber existido des-
de toda la eternidad. La ley de la entropía afirma que hay un contínuo fluir de
calor desde los cuerpos más calientes a los más fríos ... Por ello el universo está
dirigiéndose a un momento en el que la temperatura será universalmente unifor-
me, y en el que no habrá más energía útil (énfasis mío, R. E. D.). 11

Morris concluye diciendo:


Debería estar bien claro que la evolución y las Dos Leyes se contradicen
abiertamente. En base de la evolución, los actuales procesos que la ciencia es-
tudia tienen que ser básicamente procesos de innovación e integración. Según
las Dos Leyes, estos procesos más bien son básicamente procesos de conserva-
ción y desintegración."
Resumiendo, todos los procesos actuales son básicamente procesos de con-
servación y de desintegración, no procesos de creación e integración, tal como
sería necesario para producir el cosmos actual. Así, la estructura básica de la
moderna ley científica confirma, tanto como la ciencia pueda probar cualquier
cosa, la creación especial del cosmos en algún tiempo finito en el pasado, me-
diante procesos creacionales que ahora no están funcionando, como la Biblia
también lo afirma. 13

VARIACIÓN Y MUTACIÓN: NO LAS SUFICIENTES

Dentro del «núcleo de cada célula desde lo más simple hasta lo


más complejo, se encuentran filamentos espirales formados como
escaleras de mano retorcidas, hechos de ácido desoxirribonucleico,
que se abrevia como ADN». 14 El ADN en el cromosoma de una cé-
lula duplica el cromosoma así como también determina las carac-
terísticas de la herencia. 15 Es el componente ADN de la célula el que
determina las características de la descendencia de cada genera-
ción. Rutherford Plate escribió: «Mientras que el ADN permanece
en el núcleo dando órdenes que estimularán el crecimiento, la di-
gestión, los latidos del corazón, el pensamiento y el sentimiento,
está siguiendo su programa codificado que ha transmitido a lo lar-
go de los pasillos del tiempo. No hace ninguna alteración en este
plan a no ser que le sean impuestas por radiaciones o accidentes
procedentes del exterior de la célula.» 1 (Se dará más tratamiento al
tema del ADN más adelante.)
11. Edward Luther Kessel, «Let's Look at Facts, Without Bent or Bias», The Evidence o(God in
an
Expanding Universe, John Clover Monsma, ed. (New York: G.P. Putnam's Sons, 1958), págs. SO, 51.
12. Morris, Evolution and the Modern Christian, op. cit., pág. 46.
13. Morris, Bib/ical Cosmology and Modern Science, op. cit., pág. 19.
14. Thomas F. Heinze, The Creation vs. Evolution Handbook (Grand Rapids, Mich.: Baker
Book House, 1972). pág. 58.
15. Kenneth N. Taylor, Creation and the High School Student (Wheaton, Ill.: Tyndale House
Pub., 1969), pág. 29.
16. Rutherford Platt, Reader's Digest (Octubre 1962), pág. 148.

249
Ocasionalmente tendrá lugar un cambio accidental en la consti-
tución química de un gene, y como consecuencia, tendrá lugar una
mutación. 17 Y tenemos que recordar que cuando Darwin formuló su
teoría de la selección natural no sabía de la existencia de genes o
mutaciones de este tipo. La investigación moderna ha producido
una inmensa cantidad de conocimiento acerca de este asunto, sien-
do la mayor parte de ello contrario a la «teoría de la selección na-
tural» de Darwin. Pero Darwin sí se dio cuenta de la existencia de
las mutaciones. Y las tomó como parte de su teoría, suponiendo que
las mutaciones pasan a las generaciones sucesivas.
Tenemos que damos cuenta aquí de algunas cosas con respecto
a la variación. Las variaciones sí tienen lugar ~n las «clases» de ani-
males creados por Dios. Cuando tiene lugar un cambio anormal en
un animal, fuera del campo normal de variación, se le da el nombre
de mutación. 18 Y las mutaciones sí tienen lugar. Y muchas de estas
mutaciones son también hereditarias. 19 Se cree que las mutaciones
son «cambios repentinos, discontinuos, pero heredables en el códi-
go el ADN. Podría tratarse simplemente de un solo cambio en la se-
cuencia de las bases, o podría ser más extenso». 20 Pero se tiene que
señalar que la estructura del ADN es sumamente resistente al cam-
bio y que todo cambio es sumamemnte anormal.
Los evolucionistas mantienen que la mutación es el medio por el
cual ha tenigo lugar la evolución. Beck afirmó: «La mutación al
azar produce las variaciones que Darwin menciona, y la mutación
es, hasta allí donde sepamos,)a única fuente de variabilidad genética
y por ende de la evolución». 21 Esta es la razón de que los evolucionis-
tas se aferren con uñas y dientes a la teoría de la mutación. Es la
única respuesta que tienen. Oigamos a Huxley:
La mutación es el resultado de inexactitudes ocasionales en las varias zo-
nas de la constitución hereditaria, hasta llegar a las unidades esenciales que
llamamos genes -fallos en mantener algún detalle de su complicada estructu-
ra química y física; y estas inexactitudes son después fielmente reproducidas
por el proceso de auto-copia, de manera que la mutación original viene a ser
una cadena de genes mutantes ... las ventajas o variaciones favorables irán in-
troduciéndose gradualmente en la población, y las desventajas o variaciones
desfavorables serán progresivamente eliminadas. 22

17. John W. Klotz, Genes, Genesis, and Evolution (St. Louis, Mo.: Concordia Publishing Hou-
se, 1955), pág. 39.
18. Morris, Evolution and the Modern Christian, op. cit., pág. 26.
19. !bid.
20. Jack Wood Sears, •The Prohlem of Mechanism•, A Critica/ Look At Evolution, Robert S.
Camp, ed. (Religion, Science and Communication Research and Development Corporation, 1972),
pág. 125.
21. William S. Beck, Saturday Evening Post (May 19, 1958), pág. 92.
22. Julian Huxley, Evolution in Action (New York: The New American Library, 1964), págs. 33,
34.

250
Sinnott, Dunn y Dobzhansky prosiguen: «Ya que la mutación es
el único método de origen de la nueva variabilidad hereditaria, el
proceso mutativo es considerado como la fuente primaria de los
materiales de la evolución.» 23 En otras palabras, se supone que el
proceso mutativo produce los materiales brutos para el proceso de
la evolución. Así que si damos muerte al proceso mutativo en rela-
ción con la evolución, la evolución misma morirá.
Huxley, al igual que otros evolucionistas, afirma que las muta-
ciones son transmitidas a la descendencia y a las futuras generacio-
nes. Las características desfavorables se desvanecen, pero las venta-
josas o favorables son retenidas, hasta llegar a su tiempo a la for-
mación de nuevas especies. Se afirma que la gran variedad obser-
vada en la actualidad en la vida es el resultado de una serie de re-
producciones y desarrollo de mutaciones. Pero, como veremos, los
hechos no apoyan la proposición del mecanismo mutativo de los
evolucionistas. De hecho, lo cierto es lo contrario.
Las mutaciones tienen lugar, pero ello no da la evidencia que los
evolucionistas necesitan para mantener su teoría. «Sin embargo,
aunque se han estudiado muchos miles de mutaciones, no se ha en-
contrado ni un solo caso claro en que una mutación haya hecho
más complejo a un animal, haya hecho surgir una estructura o haya
siquiera llevado a efecto cualquier nueva adaptación de una natu-
raleza radical.» 24 Casi todas las mutaciones son recesivas en la re-
producción.
Y luego, casi sin excepción, cuando el mutante es cruzado con
un no mutante, la mutación desaparece de la especie. Pero esta «de-
saparición» no es lo que necesita el evolucionista. «Las mutaciones
de los genes, como las conocemos, los cambios cromosómicos, la se-
lección natural y la deriva genética están en marcha, pero no pro-
veen el mecanismo preciso para la teoría general de la evolución ...
Por lo que respecta a la genética, no provee el mecanismo necesario
para la evolución.» 25 Richard Acworth dijo:
Así, puede tener lugar una variación considerable dentro de una especie;
puede que haya menos «clases» o «tipos» básicos de criaturas que lo que han
pensado en ocasiones los creacionistas. Pero los cambios que tienen lugar se
encuentran siempre dentro de la herencia genética dada de la especie de que
se trate. Todos los genes de un tipo determinado de criatura dan sólo expre-
siones variantes de la misma pauta básica. Es esta pauta, basada en los prin-
cipios estructurales de la célula, la que define la especifidad de un tipo; no
emerge nada esencialmente nuevo.' 6

23. Sinnott, Dunn y Dobzhansky, Principies ofGene tics (New York: Macmillan, 19 50). pág. 315.
24. Clark, Darwin: Befare and After, op. cit., pág. 131.
25. Sears, «The Problem of Mechanism•, A Critica/ Look At Evolution, op. cit., pág. 137.
26. Richard Acworth, Evolution and the Christian Faith (London: Evangelical Press, 1969).
págs. 20, 21.

251
El mayor problema para la teoría de las mutaciones del evolu-
cionista es que casi todas las mutaciones son dañinas. He aquí un
ejemplo. En 1791 apareció una oveja mutante con patas cortas en
el rebaño de un granjero de Nueva Inglaterra. Como resultado de
este mutante, se desarrolló una nueva raza de ovejas, llamada ove-
jas Ancon. Pero las patas cortas de las ovejas Ancon serían cierta-
mente un perjuicio para la superviviencia de esta especie. Estas
pátas cortas no serían una característica favorable debido a que en
la lucha por la superviviencia las ovejas no podrían huir fácilmente
de los depredadores.
Otro ejemplo de este tipo de mutación sería la naranja nave/ de
California. Esta naranja es resultado de una mutación. Produce po-
cas semillas. Esta característica puede ser favorable para el hombre
-para sus dientes, en todo caso-- pero es evidentemente mortal
para la superviviencia de la naranja. ¿Cómo podría reproducirse?
«Las tasas de mutación han sido estudiadas en una amplia va-
riedad de plantas y animales experimentales, y en el hombre. Hay
un resultado general que emerge con claridad: Casi todas las muta-
ciones son dañinas.» 27 Dobzhansky, un evolucionista, reconoce este
hecho de una forma clara: « ...una mayoría de mutaciones, tanto de
las que surgen en laboratorios como de las almacenadas en las po-
blaciones naturales, producen deterioros en la viabilidad, enferme-
dades hereditarias y monstruosidades. Tales cambios, parece, difícil-
mente pueden servir como elementos constitutivos de la evolución [én-
fasis mío, R. E. D.].» 28
Así, «biológicamente, todas las mutaciones son defectuosas», 29
según ha afirmado Lammerts. Huxley admite que persiste la difi-
cultad de que la mayor parte de las mutaciones investigadas hasta
el día de hoy son deletéreas. 30 H. J. Muller escribía en Scientific
American: «En más del 99 por ciento de los casos la mutación de un
gene produce algún tipo de efecto dañino, alguna perturbación fun-
cional.»31 Y en Time Magazine, Muller afirmaba: «La mayor parte
de las mutaciones son malas, de hecho las buenas son tan raras que
podemos considerarlas todas como malas.» 32
Así que «la principal dificultad en el camino de la evolución me-
diante mutaciones es el hecho de que la mayor parte de las muta-
ciones son o bien letales o bien semi-letales. O bien causan directa-

27. James J. Crow, «Genetic Effects of Radiation», Bulletin of Atomic Scientists (January
1958), Vol. 14, págs. 19, 20.
28. Theodosius Dobzhansky, Genetics and the Origin of Species (New York: Columbia Univer-
sity Press, 1951), pág. 16.
29. Walter E. Lammerts, Journal of the American Scientific Affiliation (March 1961), pág. 6.
30. Huxley, Evolution in Action, op. cit..
31. H. J. Muller, «Radiation and Human Mutation», Scientific American (November 1955).
pág. 58.
32. H. J. Muller, Time (Novemb_er 11, 1946), pág. 96.

252
mente la muerte del organismo -en cuyo caso se dice que son le-
tales- o son dañinas de una u otra forma, por lo que en el curso or-
dinario de los acontecimientos serían eliminadas». 33 Y luego, «in-
cluso si una mutación confiere alguna cualidad favorable, es eleva-
da la probabilidad en contra de su permanencia en la especie». 34
H. Douglas Dean escribe: «Fuerzas como las de los rayos-x [y] la
energía atómica pueden causar cambios, pero todas nuestras obser-
vaciones parecen indicar que estos cambios son detrimentales para
la supervivencia del organismo.» 35 Por ello afirmaríamos confiada-
mente que las mutaciones «son evidencias notoriamente deficientes
para la evolución. Algunas de ellas son, indudablemente, meras ca-
racterísticas recesivas ya presentes en la compleja estructura gené-
tica de la célula germinal, pero sin haber tenido anteriormente
oportunidad para expresarse». 36
Hay también otro problema para la teoría de las mutaciones
que deberíamos reconocer aquí. Este problema es que las mutacio-
nes no producen la variedad necesaria para cambiar las especies ni
desarrollar nuevas especies. Hampton L. Carson destacó esto al es-
cribir: «Uno de los grandes dilemas que la moderna teoría evolucio-
nista ha tenido que afrontar es el hecho de que la mayor parte de
las mutaciones que se encuentran en repetidas ocasiones ... no cons-
tituyen la clase de diferencias que hacen distinción entre las espe-
cies.»37 Este es un problema con la filosofía básica de las mutacio-
nes -la teoría de la selección natural. En realidad, los hechos dicen
que las mutaciones no producen los materiales necesitados por la
evolución. Y no producen los materiales correctos.
Se debe llegar a la conclusión de que las mutaciones no produ-
cen los materiales precisos o correctos para el proceso evolutivo.
Las mutaciones tienen ciertamente lugar, pero están muy lejos de
lo que demanda el evolucionista. Las mutaciones pueden ser here-
ditarias. Pero al considerar que la mayor parte de ellas son deletéreas,
apoyar:_ía!l más bien la teoría de «la supervivencia de los inaptos».

LA SELECCIÓN NATURAL: UN GRAN AZAR

Darwin creía (1) que se produce más descendencia por parte de


los padres que la que puede sobrevivir, (2) que como resultado de

33. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 282.
34. /bid, pág. 294.
35. H. Douglas Dean, «ldentifying the Problem», A Critica/ Look At Evolution, op. cit., pág. 107.
36. Morris, Biblical Cosmology and Modern Science, op. cit., pág. 20.
37. Hampton L. Carson, «Genetic Conditions Which Promote or Retard Species», Cold Spring
Harbar Symposia on Quantitative Biology, Vol. 24, pág. 95, citado por John W. Klotz, «The Philo-
sophy of Science in Relation to Concepts of Creation vs. the Evolutionary Theory•>, Why Not Crea-
tion, Walter E. Lammerts, ed. (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1970), pág. 18.

253
esta sobreproducción existe dentro de cada especie una lucha por la
supervivencia, (3) que esta lucha por la supervivencia conduce a la
selección natural de los más aptos, y (4) que las características fa-
vorables de los más aptos son heredadas por la descendencia. 38 La
teoría de Darwin de la selección natural ha sido reformulada, cos-
metizada y potenciada por muchos científicos modernos. Pero, tal
como señalaremos en el resto de este capítulo, ha sido puesta seria-
mente en tela de juicio por muchos evolucionistas modernos.
Los evolucionistas ligan la mutación con la selección natural
para dar una explicación de las especies del mundo actual. «Un
problema básico que afrontan los evolucionistas es el de hallar al-
gún medio, o mecanismo, que pudiera producir los cambios necesa-
rios de las formas o tipos vegetales y animales que son precisados
por la doctrina de la evolución.» 39 Para la teoría de la evolución, la
respuesta al problema es la teoría de las mutaciones y de la selec-
ción natural. Se cree que las mutaciones proveen los materiales
brutos y que la selección natural produce la variedad en las espe-
cies.40 Huxley mantiene «que la reprodución más la mutación pro-
duce la selección natural; y ... que la selección natural más el tiem-
po producen los varios grados de mejora biológica que encontramos
en la naturaleza». 41 Huxley sigue explicando el mecanismo de la si-
guiente manera:
La mutación es el resultado de inexactitudes ocasionales en las varias zo-
nas de la constitución hereditaria, hasta las unidades que llamamos genes
-fallos en mantener algún detalle de su complicada estructura física y quí-
mica; y estas inexactitudes son después fielmente reproducidas por el proceso
de auto-copia, de manera que la mutación original viene a ser una cadena de
genes mutantes. 42

Hemos tratado anteriormente el hecho de que casi todas las mu-


taciones son letales para la especie. Este hecho aumenta sumamen-
te la posibilidad de que las características favorables -aquellas
que capacitan a la especie para sobrevivir mejor en un medio am-
biente- sean transmitidas a los descendientes.
Huxley y otros muchos pretenden que la selección natural «con-
duce» a la especie hacia un nivel más elevado de complejidad. Para
algunos, la selección natural ha venido a ser el «dios» de la evolu-
ción, dirigiendo la vida hacia fines más elevados. Huxley escribió:
«Más básicamente, la selección natural convierte los accidentes en

38. Gordon Alexander, Biology (New York: Bames & Noble, Inc., 1961), pág. 187.
39. Biology: A Search for Order in Complexity, John N. Moore y Harold s. Slusher, eds. (Grand
Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1971), pág. 441.
40. Simpson and Beck, Life: An Introduction to Biology, op. cit., pág. 440.
41. Huxley, Evolution in Action, op. cit., pág. 33.
42. !bid., págs. 33, 34.

254
aparentes designios, el azar en una pauta organizada. Las mutaciones
meramente proveen de nuevos materiales a la evolución; es un pro-
ceso al azar, y tiene lugar en todas direcciones.» 43 Pero Reid afirma:
Incluso en la actualidad algunos de los principios de Darwin parecen diver-
gir de los hechos científicos. Consideremos, por ejemplo, el argumento de la
«selección natural», un punto mayor de la «teoría». Darwin supuso que el pro-
greso tiene lugar siempre hacia arriba de la escala, que las cosas mejoran. Esto
va en contra de muchos hallazgos científicos en el mundo material en el que
las cosas siempre tienden a buscar el nivel inferior, un estado de mínima ener-
gía ....

La teoría de la mutación y selección natural se encuentra bajo


un intenso ataque en el mundo científico en la actualidad. Muchos
evolucionistas la han abandonado, reconociendo que no es otra cosa
que una tautología. Otros se aferran a ella porque no hay otra res-
puesta para proveer la variedad de la vida en base de una visión
materialista del mundo - la evolución.
Los sigue habiendo, sin embargo, que mantienen que la selec-
ción natural «elige» características favorables que son producidas
por primera vez por las mutaciones. Estas características que da-
rían a la forma específica de vida la capacidad de sobrevivir en su
nicho natural son después reproducidas en la descendencia. 45 Se
afirma que «la selección natural resulta en la superviviencia de
aquellas formas que están más bien integradas con los varios facto-
res del medio en el que viven». 46
El concepto del evolucionista de la selección natural aparece su-
perficialmente como una proposición bien probada. Pero, para el
cuidadoso estudiante, la selección natural, tal como es presentada
y definida por los evolucionistas, tiene serios problemas. Nos es
preciso examinar estos serios problemas.
Pero, en primer lugar, tenemos que introducir estos problemas
reconociendo que tiene lugar una cierta selección natural en las for-
mas de vidas. La naturaleza admite, en algunos casos, la supervi-
vencia de los más aptos. Esto es simplemente natural. Las caracte-
rísticas de los que sobreviven pueden ser entonces transmitidas a la
descendencia. Los criadores y granjeros han seleccionado durante
siglos las mejores características de las razas. Han criado a sus
razas para producir animales más productivos y mejores. Hay va-
rios animales que tienen la capacidad de adaptarse a varias candi-

43. !bid., pág. 36.


44. James Reid, God, the Atom, and the Universe (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing
House, 1968), pág. 159.
45. Johnson, Laubengayer, DeLanney y Cole, Biology (New York: Holt, Rinehart y Winston,
1961), pág. 718.
46. /bid., pág. 719.

255
ciones ambientales. Pero esto no debería sorprendernos. Dios puso
en las células de cada ser viviente la capacidad de sobrevivir, la ca-
pacidad de existir. Pero Walter Lang nos recuerda:
Se sabe que las mutaciones son en realidad dañinas para la célula viva.
Hay variaciones incorporadas que no son dañinas, y éstas son deliberadamente
confundidas por los evolucionistas con las mutaciones. Ello no es científico,
porque esta capacidad de variación intrínseca fue diseñada y creada por Dios
en el principio, y esta capacidad pasa de generación en generación mediante
la herencia. Debido a esta variación incorporada encontramos una gran can-
tidad de adaptación al ambiente, pero no hay evidencia en absoluto de que
esta adaptación fuera producida por el ambiente.47

Así que las variaciones en la naturaleza son prontamente admi-


tidas por el creacionista. Pero la definición de la selección natural
da"da por la naturaleza y la definición de la selección natural por
parte del evolucionista son drásticamente diferentes. Dios impartió
a muchos animales la capacidad de adaptarse y de producir una va-
riedad limitada. Los evolucionistas pretenden que las formas de
vida han variado hasta el punto de producir todas las formas de
vida presentes en la actualidad. Y esto es totalmente falso.
Aquí, pues, hay unos pocos de los problemas inherentes a la teo-
ría de selección natural de los evolucionistas:

A. No hay respuesta acerca del origen de las características


favorables
La selección natural de los evolucionistas no puede darnos razón
del origen de las características favorables que vienen a ser perma-
nentes en cualquier forma específica de vida. Por ejemplo, ponemos
dos peces en un acuario, y enfriamos el agua a 18 grados. El pez A
muere debido a que no puede sobrevivir en agua por debajo de 21
grados. El pez B sobrevive debido a su capacidad de sobrevivir en
agua a 18 grados. Pero, ¿de dónde le vino esta capacidad? ¿Acaso el
pez B no tenía esta capacidad antes de la prueba crucial?
Según el neodarwinismo, la selección natural es un factor esen-
cial en la evolución de las especies. Pero la selección natural, si hu-
biera tal principio en la naturaleza, sólo podría seleccionar y nunca
crear nuevas características. Nunca podría haber originado formas
más complejas de vida, nuevas especies.48 La selección natural no
crea nuevas capacidades ni características. No puede pretender que
es originadora de ellas.
Y las mutaciones no crean nada nuevo. Sólo cambian una es-

47. Walter Lang, «Creation in Six Days», Bible-Science Newsletter (December 1973), Vol. XI,
n.º 12, pág. l.
48. Evolution, Science False/y So-Called (Ontario, Canada: International Christian Crusade,
1970), pág. 38.

256
tructura ya existente. En base de ello, la selección natural tiene que
hacer elecciones. El pez B ya tenía la capacidad de sobrevivir. Y po-
siblemente podría pasar esta capacidad a su descendencia. Pero te-
nemos que recordar que la mutación y la selección natural no pro-
dujeron originalmente la capacidad del pez B.
La vida tiene la capacidad de adaptarse, pero no de transfor-
marse. Y en ello hay una inmensa diferencia. Algunas razas huma-
nas se han adaptado a severas condiciones de frío, pero no se han
transformado en personas peludas. Dios permite lo primero. Los
evolucionistas desean lo segundo. Así, Camp concluye acertadamen-
te: «La supen;iviencia de los más aptos no explica en absoluto la lle-
gada de los más aptos». 49
B. La selección natural no puede explicar la utilidad
de las estructuras a medio desarrollar
Michael W. Ovenden, un evolucionista, admite este segundo pro-
blema de la selección natural en su libro Life in the Universe. «Es
cierto que hay algunas dificultades en la aplicación directa de la
"selección natural" - por ejemplo, ¿cómo puede explicar el desa-
rrollo por etapas de un órgano que no parece dar ninguna ventaja
para la supervivencia en sus etapas primitivas, sino sólo cuando
está plenamente desarrollado?» 50 Ovenden no da respuesta a esta
pregunta en su libro. No la da porque no puede darla. Ningún evo-
lucionista puede darla. Es un problema principal de la teoría de la
evolución.
Las etapas intermedias en el proceso evolutivo tienen que tener
un valor adaptivo o nunca se podrían desarrollar. 51 ¿De qué serviría
un tímpano medio desarrollado para la supervivencia de una espe-
cie? ¿Qué beneficio se derivaría de un ojo a medio desarrollar?
Unas alas parcialmente desarrolladas serían un estorbo para la su-
pervivencia de las aves, y por ello quedarían eliminadas por el mis-
mo proceso de la selección natural. Tenemos que estar conscientes
de que éste es un serio problema para los evolucionistas.

C. Cuanto más intensa sea la selección natural tanto menos


numerosas serán las variedades
Klotz presenta aún otro argumento en contra de lo que los evo-
lucionistas intentan derivar de la teoría de la selección natural. Ex-
plica que «el papel jugado por la selección es inherentemente con-
tradictorio. Cuanto más intensa sea la selección, tanto menos nu-

49. Robert S. Camp, «Theistic Evolution», A Critica/ Look At Evolution, op. cit., pág. 197.
50. Michael W. Ovenden, Life in the Universe (Garden City, New York: Doubleday & Co., Inc.,
1962), pág. 101.
51. Bolton Davidheiser, Evolution and Christian Faith (Philadelphia, Pa.: The Presbyterian
and Reformed Pt.blishing Co., 1971), pág. 193.

257
merosas las variedades, y más pocas las especies. Cuanto menos in-
tensa sea la selección, tanto más numerosas son las variedades y es-
pecies que se desarrollan.» 52 Klotz da el ejemplo de Julian Huxley
de que en los lagos donde hay abundancia de depredadores hay me-
nos especies de peces que en los lagos donde hay pocos predado-
res.53 Concluye así: «Esto es simplemente lo que es de esperar, por-
que una selección intensa debería eliminar a todos menos a los más
favorecidos de los individuos. Pero este papel refrena la evolución
y derrota el proceso que supuestamente tiene que conducir.» 54

D. Hay demasiado azar involucrado en la selección natural


El concepto del evolucionista acerca de la selección natural se
basa en el azar. Y el azar y el tiempo son imprescindibles para la
teoría de la evolución. Ovenden escribió:
Es esencial para la teoría de la evolución que los cambios que tienen lugar,
y sobre los que opera la selección natural, vienen por azar -es decir, el medio
no tiene ningún control directo acerca de qué cambios tienen lugar en los in-
dividuos, sino sólo en la selección de las variaciones ventajosas."

A esto Huxley añade:


Para resumir, la selección natural convierte el azar en dirección, y la cau-
salidad ciega en aparente designio. Opera con ayuda del tiempo para producir
mejoras en la maquinaria de la vida, y en el proceso genera resultados de una
improbabilidad más que astronómica, que no hubieran podido ser conseguidos
de otra manera. 56

Pero la teoría azar/tiempo de Huxley, Ovenden y todos los otros


evolucionistas es demasido improbable. La probabilidad de que
sean introducidas mutaciones favorables en una especie por selec-
ción aleatoria está casi más allá de la comprensión. Incluso Huxley
confesó que «nadie apostaría a favor de que una cosa tan improba-
ble sucediera, y sin embargo ha sucedido». 57 Naturalmente, tiene
que haber sucedido si uno cree en la evolución. Los evolucionistas
no tienen otra alternativa excepto la creación, y para él es una total
insensatez. Después de señalar cuántas veces un caballo tendría que
ser criado para incorporar dentro de la raza una mutación favora-
ble, Huxley concluye así: «Naturalmente, esto no puede suceder
realmente, pero es una manera útil de visualizar las fantásticas im-
52. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 243.
53. /bid., pág. 244. Ver Julian Huxley, Evolution and Modern Synthesis (New York: Harpers,
1943), pág. 232.
54. /bid.
55. Ovenden, Life in the Universe, op. cit., pág. 101.
56. Huxley, Evolution in Action, op. cit., págs. 47, 48.
57. /bid .. pág. 42.

258
probabilidades en contra de conseguir que una cantidad de muta-
ciones favorables se introdujera en un grupo gracias a la mera ca-
sualidad. »58

Los evolucionistas están tratando con fantásticas improbabili-


dades. Huxley tenía razón en este punto. Utilicemos un ejemplo
aquí. Si uno tuviera una bolsa con diez canicas, nueve de ellas ne-
gras y una blanca, la probabilidad de sacar la canica blanca al pri-
mer intento sería de una en diez. Devolviendo la canica blanca cada
vez, la probabilidad de sacar la canica blanca dos veces seguidas se-
ría de 1 en 100 (10 x 10). Si intentara sacar la canica banca tres ve-
ces seguidas su probabilidad de conseguirlo sería de 1 en 1000
(10 x 10 x 10). Los evolucionistas están enfrentándose a improba-
bilidades millones de veces mayores.
Los evolucionistas están trabajando con una probabilidad vaga
y desdibujada. De hecho, están trabajando con imposibilidades que
ellos gustan de llamar probabilidades. Están intentando erigir una
teoría que simplemente demanda demasiadas casualidades.
El mundo viviente tal como lo conocemos en la actualidad nunca hubiera
podido surgir por azar. Esta simple afirmación es tan evidentemente cierta
que es innecesario desarrollar más este punto. Pero desde el punto de vista
neodarwinista el azar toma el lugar de Dios en el origen y desarrollo del uni-
verso, y el tiempo es el instrumento del progreso.'"

En recientes años la ciencia de la teoría de la probabilidad ha


dado un golpe devastador a la filosofía de la evolución. Esencial-
mente, la teoría de la probabilidad está atancado la evolución en el
área del azar. Los evolucionistas, como se ha dicho anteriormente,
dependen del azar. Dado el suficiente tiempo, cualquier cosa puede
suceder. Por ejemplo, George Wald, un evolucionista, mantiene:
«Por muy improbable que consideremos este acontecimiento, o
cualquier de los pasos en él involucrado, dado el tiempo suficiente
casi con toda certidumbre ocurrirá al menos una vez ... »6º Como se
ha citado antes, Wald afirmó: «Dado tanto tiempo, lo "imposible"
se vuelve posible, lo posible probable, y lo probable virtualmente
cierto. Uno sólo tiene que esperar: el tiempo mismo efectúa los mi-
lagros.» 61 Y ciertamente se trata de un milagro.
Pero aquí se tiene que preguntar: «¿Puede lo sumamente impro-
bable de que algo suceda hacer que ello sea imposible?» Muchos
científicos, hoy en día, responden a esta pregunta con un sí.
Muchos científicos afirman que la elevada improbabilidad es
58. /bid., págs. 41, 42.
59. Evolution, Science False/y So-Called, op. cit., pág. 34.
60. George Wald, «The Origin of Life•, Scientific American (August 1954), pág. 48.
61. /bid.

259
casi igual que la imposibilidad. Pierre du Nouy, en su libro Human
Destiny, afirmaba: «Si la probabilidad de un acontecimiento es in-
finitamente pequeña, ello equivale a la imposibilidad práctica de
que suceda dentro de ciertos límites temporales.» 62 Emile Borel, un
experto francés en probabilística, afirma con referencia al azar:
«Los acontecimientos cu,xa probabilidad es extremadamente peque-
ña nunca tienen lugar.» 3
Cuando examinamos las vastas complejidades de la vida -áto-
mos, moléculas, genes, ADN, etc.-, uno se queda lleno de asombro
por lo intrincado de todo ello. ¿Cómo hubieran podido evolucionar
estas complejidades al azar? ¿Acaso hubiera podido evolucionar
algo como el ojo si se le hubiera dado el suficiente tiempo y azar?
Los evolucionistas dicen que sí. Pero en base de la improbabilidad
de que los genes adecuados se yuxtapusieran para producir tal cosa,
el estudioso crítico tiene que responder que no. «La casualidad no
puede crear sistemas complejos, ordenados, operativos. Tampoco
puede dar cuenta de la belleza. La atribución al azar ciego del per-
fume de una rosa o de las actitudes juguetonas de un corderito es
ignorar toda lógica.» 64 «Ninguna teoría de la casualidad puede ex-
plicar la creación del mundo ... No tiene sentido decir que la casua-
lidad puede dar cuenta de la creación del ser.» 65
La evolución con su teoría de la selección natural es una filoso-
fía basada en el azar. Y la probabilidad de que todo ello sucediera
es sumamente pequeña. Coppedge escribió: «Pero sin un Diseñador
el materialista se queda con una sola fuente, esto es, la casualidad,
para hacerlo todo.» 66 Pero la casualidad no es suficiente. Realmen-
te, «Se precisa de más fe para creer en el azar que la que se precisa
para creer en la creación por un Dios todo sabio y todopoderoso». 67
Para concluir este tema, se tiene que decir que las esperanzas
del evolucionista en la teoría de la selección natural son de cierto
vanas y vacías. Ovenden confiensa: «Cien años después de la obra
de Darwin, sigue habiendo discusiones acerca de si la hipótesis de
la selección natural es plenamente suficiente para explicar la gran
diversidad de la vida en la tierra.» 68 Huxley también confiesa: «Un
pequeño cálculo demuestra cuán increíblemente improbables pue-
62. Pierre Lecomte du Nouy, Human Destiny (New York: Longmans, Green & Ca., 1947), pág. 38.
63. Emile Borel, Elements of the Theory of Probability (Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-
Hall Inc., 1965), pág. 57.
64. James F. Coppedge, Evolution: Possible or lmpossible? (Grand Rapids, Mich.: Zondervan
Publishing House, 1973), pág. 123.
65. Claude Tresmontant, «lt is Easier to Prove the Existence of God Than It Used To Be»,
Réalités (Paris, Francia: April, 1967), pág. 46, citado por Coppedge, !bid., pág. 37.
66. Coppedge, !bid., pág. 156.
67. John W. Klotz, «Evolution: An Overview and Examination of Evidence», Creation, Evo-
lution and God's Word, Paul A. Zimmerman, ed. (St. Louis, Mo.: Concordia Publishing House,
1972), pág. 19.
68. Ovenden, Life in the Universe, op. cit., págs. 100, 101.

260
den ser los resultados de la selección natural cuando hay suficiente
tiempo a disposición.» 69 Al reseñar el libro de Robson y Richard ti-
tulado The Variation of Animals in Nature, Klotz dice: «Llegan ellos
a la conclusión de que en tanto que la selección natural no puede
ser echada a un lado como un posible factor en la evolución, hay
poca evidencia positiva en su favor, hari mucha en contra de ella, y
mucha que sigue sin ser concluyente.» 0
Así, la prueba de la teoría de la evolución no puede encontrarse
en la teoría de la selección natural sustentada por el evolucionista.
Suponer que nada de esto -suponer que los átomos y las moléculas poseen
un poder de caer naturalmente en formas de animales y plantas, completas
con todas las intrincadas estructuras asociadas a la vida- es hacer los átomos
y las moléculas mismas de una complicación casi infinita. En realidad, con
ello sólo se agranda cien veces más el milagro de la creación. 71

La selección natural es una teoría moribunda. Aime Michel es-


cribió: «Incluso si no toman una postura pública declarada, casi
todos los especialistas franceses mantienen en la actualidad fuertes
reservas mentales acerca de la validez de la selección natural.» 72 Y
nosotros podemos añadir que «sin selección natural la evolución
está muerta». 73

RECAPITULACIÓN

Las leyes de la termodinámica contradicen la filosofía básica de


la evolución. Los evolucionistas dicen que las cosas tienden a un
mayor orden y complejidad en el mundo de lo viviente. Pero las le-
yes de la termodinámica dicen que todo está decayendo. Todo se
está haciendo más desorganizado.
Y estas leyes armonizan básicamente con las mutaciones. Casi
todas las mutaciones son letales. Y la probabilidad de que una mu-
tación favorable se transmita a la descendencia de manera que de-
sarrolle nuevas especies es imposible. Las mutaciones llevan a la
muerte, no a la vida; a la degeneración, no a la regeneración.
Se supone que la mutación, con la selección natural, es el meca-
nismo mediante el que ha tenido lugar la evolución. Pero tenemos
que poner en tela de juicio cualquier teoría que permita que un ani-
mal indefenso como una oveja sobreviva pero que causa la extin-
ción de formas más complejas de vida como un dinosaurio. No, la

69. Huxley, Evolution in Actio¡¡, op. cit., pág. 41.


70. Klotz, Genes, Genesis and Evolution, op. cit., pág. 243.
71. Clark, Darwin, Befare and After, op. cit., pág. 161.
72. Aime Michel, citado por L. Litynski, Science Digest (1961). Vol. 50.
73. Coppedge, Evolution: Possible or lmpossible?, op. cit., pág. 81.

261
mutación con la selección natural no produce nuevas característi-
cas. Las características para la supervivencia están ya presentes en
las especies. La poca selección natural que tenga lugar sólo preser-
va una capacidad ya existente. Y esta capacidad se originó en pri-
mer lugar en los genes creados por Dios.

262
15

Más problemas graves


para la evolución
Los evolucionistas conocedores del tema saben que su teoría
está abrumada de problemas. Estos problemas son por lo general
ignorados por los ardosoros e indocumentados defensores acérri-
mos de la teoría evolucionista. Pero son reconocidos, con una iluso-
ria esperanza de hallar una solución, por parte del evolucionista
que conoce bien su teoría.
En este capítulo, el autor desea señalar más problemas funda-
mentales que refutan la filosofía de la evolución. Se trata de proble-
mas que acosan a todo evolucionista bien documentado. Sabe que
no tiene respuestas. Pero por lo que a él respecta, no hay ningún
otro lugar al que dirigirse en busca de solución en el mundo actual.
Para él, el creacionismo es mitología. Así que él no puede integrarlo
en su visión «científica» del mundo. Simplemente, sigue adelante,
esperando que haya soluciones a descubrir en cada nuevo hueso ex-
humado, en una célula aún sin examinar, o en otro experimento. Y
para los que están interesados en las cuestiones del espacio, su es-
peranza es encontrar soluciones hallando vida en otro planeta. Y
así va la cosa, otro experimento, otra nave espacial.
Pero en todos los esfuerzos del evolucionista por lograr respues-
tas, parece que cada hecho recién descubierto de la ciencia contra-
dice la teoría de la evolución. Cuantos más fósiles se sacan a la su-
perficie, y cuantas más funciones vitales se descubren, parece como
si más vacío se quedara el almacén de pruebas de la teoría de la
evolución. Esto quedará patente con la discusión que aquí se hará
de los problemas.

263
EL PROBLEMA DE «LOS ORÍGENES»

«Y, ¿de dónde vino la vida?» Los únicos que pueden dar respues-
ta a esta pregunta son los creyentes en la. Biblia. La ciencia no pue-
de dar ninguna respuesta empírica. Pero tampoco puede el creyente
en la Biblia dar ninguna respuesta empírica. Sí puede, empero, pre-
sentar un testimonio, el testimonio de aquellos que realmente expe-
rimentaron las obras de Aquél que es el Hacedor de la vida. Este tes-
timonio se halla en la Biblia. El científico objetivo tiene que exami-
nar este testimonio para ver si es válido.
Los evolucionistas han batallado durante años en vano para ex-
plicar el origen de la vida. El discutir las teorías evolutivas de Teil-
hard de Chardin, Bernard Delffauw nos introduce en el problema
diciendo:
Sin embargo, el desarrollo de la vida procedente de la materia inerte sigue
siendo una hipótesis, porque no podemos, naturalmente, atrapar este desarro-
llo con las manos en la masa, por así decirlo, en un momento posterior de la
historia de la tierra; ni todavía se ha reproducido jamás en un laboratorio.'

Que ningún creacionista se inmute si la «vida» es producida en


un laboratorio. Si tal cosa llegar a suceder -y este autor es escép-
tico acerca de que tal cosa llegue a suceder nunca- se trataría sólo
de una reproducción de la maravillosa obra de Dios. Que el evolu-
cionista no piense que habría refutado la Biblia si consiguiera pro-
ducir «vida» en el tubo de ensayo. Y que el cristiano no pierda su
fe ante un ataque tan falso.
Los evolucionistas no tienen respuesta alguna acerca de cómo
empezó la vida. Paul Amos Moody, un evolucionista, escribió res-
pecto del problema del origen de la vida de la siguiente manera:
La respuesta es que no lo sabemos y probablemente nunca lo sabremos. El
origen de la vida tuvo lugar hace más de tres mil millones de años y no fue el
tipo de suceso que fuera a dejar una clara indicación del curso de los aconte-
cimientos en el registro fósil. ¿Por qué, entonces, discurrimos en absoluto acer-
ca de ello? Lo mejor que podemos llegar a hacer es señalar lo que pudiera ha-
ber sucedido.'

William T. Keeton, un evolucionista, escribió: « ... no tenemos


evidencias directas acerca del origen de la vida.» 3 Darwin admitió:
«La indagación acerca de cómo se originó la vida por vez primera

l. Bemard Delfgaauw, Evolution: The Theory of Teilhard de Chardin (New York: Harper &
Row, 1961), pág. 69.
2. Paul Amos Moody, lntroduction to Evolution (New York: Harper & Row, 1970), pág. 117.
3. William T. Keeton, Elements of Biological Science (New York: W. W. Norton & Co. Inc.,
1969). pág. 429.

264
es un imposible.» 4 Y Morrison añade: «El origen de la vida misma
es tan maravillosa, y los resultados posteriores tan divergentes, y
tan más allá del entendimiento, que incluso el más erudito biólogo
se queda atónito.» 5
Así, ¿con qué se quedan los evolucionistas para explicar los orí-
genes? Se quedan sólo con suposiciones -especulaciones. Los evo-
lucionistas afirman que podemos «Suponer» que ciertos pasos fue-
ron tomados por la naturaleza para eroducir y diversificar la vida,
y que podemos hacer «Suposiciones~razonables» acerca de cómo
todo ello se desarrolló. 6 Se ha afirmado con candor que «Aunque el
hombre nunca pueda ser capaz de probar que la vida surgió de una
manera específica, es ahora posible, con la información disponible,
formular una hipótesis de trabajo acerca de las condiciones y cir-
cunstancias bajo las cuales la vida pudiera haber surgido [énfasis
mío, R. E. D.].» 7 Pero, «incluso aunque los evolucionistas son atre-
vidos para decir cómo se desarrolló la vida, simplemente han de de-
cir que no saben cómo se originó. Ningún evolucionista estaba allí,
en el principio, para ver como sucedió.
Se tiene que añadir aquí que tampoco hubo ningún creacionista
en el principio. El origen de la vida es asunto de fe tanto para los
que creen el relato de la Biblia acerca de los orígenes como para los
evolucionistas. Ninguno de ellos estaba en la escena cuando todo
ello tuvo lugar. Así que en realidad todo se reduce a quién posee la
evidencia más convincente. Este escritor mantiene que la evidencia
está más en favor de la posición creacionista.
Naturalmente, la explicación favorita de los evolucionistas es la
generación espontánea. Aunque esta teoría de los orígenes fue pro-
bada falsa por Pasteur, Tyndall y otros en el siglo diecinueve, algu-
nos evolucionistas actuales tratan de resucitarla de los archivos.
Huxley escribió: «El hecho de que la generación espontánea no ten-
gci lugar en la actualidad no constituye evidencia de que no sucedie-
ra en alguna etapa anterior en el desarrollo de este planeta, cuando
las condiciones ..en el tubo de ensayo cósmico eran extremadamente
diferentes.» 9
Pero la mayor parte de los científicos hoy estarían en desacuer-
do con Huxley y otros que siguen aferrándose a la hipótesis de la

4. Citado por W. L. Oliphant, Oliphant-Smith Debate (Nashville, Tenn.: Gospel Advocate Co.,
1952). pág. 19.
S. Cressy A. Morrison, Man Does Not Stand Alone (Westwood, New Jersey: Fleming H. Revell
Co., 1964). pág. 37.
6. Moore, Glass y otros, Biological Science: An Inquiry Into Life, Don E. Mayer y Virginia M.
Dryden, eds. (New York: Harcourt, Brace & World, lnc., 1963). pág. 637.
7. Johnson, Laubengayer, DeLanny & Cole, Biology (New York: Holt Rinehart and Winston,
1966), pág. 731.
8. Moore, Glass y otros, Biological Science: An Inquiry /nto Life, op. cit., pág. 663.
9. Julian Huxley, Evolution in Action (New York: The New American Library, 1953), pág. 21.

265
generación espontánea. Un texto de biología dice: « ... no hay razón
para creer que la generación espontánea pueda darse en la actuali-
dad.»'º Y no la hay. Como tampoco hay evidencia alguna de que ja-
más ocurriera en el pasado.

ADN : EL PROBLEMA DEL «ORDENADOR»


Como ya se ha dicho en un capítulo anterior, el ADN (ácido de-
soxirribonucleico) es el filamento codificado con una forma asimi-
lable a la de una escalera de mano, que se encuentra en los cromo-
somas de cada célula viva. Este microscópico sistema de ordenador
determina todos los caracteres hereditarios que se transmiten a la
descendencia. Controla el color de los ojos, el color del cabello, las
huellas dactilares, y cada detalle físico del organismo individual. Es
el mecanismo que permite que la vida se reproduzca «según su na-
turaleza» (Génesis 1:24, Reina). «En términos de analogía (El ADN
es semejante a) una enciclopedia sumamente grande de cuarenta y
seis volúmenes, con 20.000 páginas cada uno. Cada célula del cuer-
po humano va provista de la enciclopedia entera.» 11
«Se cree que cada especie de plantas y animales utiliza molécu-
las de ADN para transmitir los caracteres hereditarios de una gene-
ración a la siguiente.» 12 El proceso mediante el cual el ADN es co-
piado y transferido a la célula hija no es sencillo. A continuación se
da un breve bosquejo de cómo ello tiene lugar. El proceso de «copia
tiene lugar en un ribosoma que está compuesto mayormente de
proteína. El ADN en el cromosoma se copia a sí mismo sobre un fi-
lamento de ARN mensajero. Luego, en el ribosoma, un ARN de
transferencia (tARN) toma el mensaje del ARN mensajero para fa-
bricar un filamento de proteína. Y así es como miles de filamentos
de proteína son fabricados del mismo ARN mensajero en cuestión
de segundos.
Al estudiar este proceso con sumo cuidado, los científicos han
aprendido que «los ribosomas están constituidos principalmente de
ARN y de proteína». 13 El ADN, según se supone, transfiere sumen-
saje con precisión a los filamentos de ARN mensajeros, que son he-
chos en conformidad a la pauta o modelo original del ADN. 14 Así,
«el gene en el núcleo de una molécula de ADN controla la síntesis
del ARN complementario». 15 Este ARN mensajero viene a ser la
10. Moore, Glass y otros, Biolagical Science: An Inquiry Inta Life, ap. cit., pág. 663.
11. John C. Dendrew, citado por James F. Coppedge: Evalutian: Passible ar Impassible?
(Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1975), pág. 125.
12. Bialagy: A Search far Order in Camplexity, John N. Moore y Harold S. Slusher, eds. (Grand
Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1971), pág. 105.
13. !bid., pág. 113.
14. !bid., pág. 112.
15. !bid., pág. 113.

266
pauta o modelo para sintetizar la proteína. El otro tipo de ARN, el
ARN de transferencia, atrae los aminoácidos y los monta en base de
la pauta del ARN mensajero. Se forma una nueva cadena polipep-
tídica. Las moléculas polipeptídicas se enlazan para formar molé-
culas mayores de proteína. 16 Así es como se forma la proteína.
Se ha llevado a cabo mucha investigación en las últimas pocas
décadas en el campo de la biología molecular. Como resultado,
nuestro entendimiento del proceso de la reproducción ha adelanta-
do mucho. Los evolucionistas han afirmado que este proceso común
en todos los seres vivientes constituye evidencia del concepto del
«antecesor común». Todos hemos comenzado de la misma manera,
y la manera en que hemos comenzado tiene que manifestarse en la
constitución química de la célula. Esto es lo que los evolucionistas
pretenden. Pero ahí es donde los evolucionistas se encuentran con
problemas con el ADN. Lo que sigue es una breve relación de estos
problemas:
A. El ADN es evidencia de un Creador común
Cuanto más estudiamos la vida tanto más comprendemos que
está compuesta básicamente por los mismos compuestos químicos.
Ello constituye una buena evidencia de un Creador común de todas
las cosas. La estructura del ADN de todas las células vivientes es
sorprendentemente semejante en toda la vida. Pero el hecho de es-
tar cerca de las serpientes, bichos y cerdos no es necesariamente lo
que desean los evolucionistas. John G. Grebe escribía acerca de
esto: «Sería muy chocante para el pensar pasado de moda de los
evolucionistas basado en observaciones alrededor de un millón de
veces más rudimentarias que las actuales, conocer cuáles son sus
parientes más cercanos en base del ADN.» 17
Por ello, la utilización de la estructura del ADN para demostrar
que todos hemos surgido de varios antecesores comunes puede lle-
gar a demostrar demasiado. Y también los evolucionistas tienen
que descubrir cómo un sistema de tal complejidad pudo jamás ha-
ber surgido por evolución.
B. La complejidad del proceso del ADN es un argumento contra
la evolución
La reproducción del ADN es un proceso fantásticamente compli-
cado. ¿Cómo hubiera podido surgir al azar? El ADN contiene el có-
digo de cada característica del cuerpo. Cada intrincado detalle se
encuentra almacenado en este maravilloso ordenador. Su trabajo
de reproducción no es cosa sencilla. Al considerar la complejidad de

16. !bid., pág. 114.


17. John L. Grebe, «DNA Studies in Relation to Creation Concepts», Why Not Creation?, Wal-
ter E. Lammerts, ed. (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1973), pág. 320.

267
los genes, Wallace dijo: «¿Hay alguna solución más sencilla al pro-
blema de la reproducción? No creo que la haya.» 18 Cuanto más
complicada sea la vida -y cada día estamos descubriendo que es
sumamente complicada- tanta menos posibilidad hay de que hu-
biera podido haberse originado al azar, mediante generación espon-
tánea.
C. La resistencia del ADN al cambio es un argumento en contra
de la Evolución
«Los científicos saben que las moléculas de ADN son sumamen-
te inmutables y que resisten la conversión de un tipo a otro, a pesar
de las mutaciones observadas debido a la radiación y a la variación
siguiendo las leyes de Mendel.» 19 «Numerosos estudios ... indican
que el mecanismo del ADN es sumamente específico e integrado. Al
igual que con un costoso reloj suizo, cualquier manipulación con el
ADN conduce a códigos carentes de sentido y a un organismo infe-
rior.»20 Aunque el código genético del ADN puede producir una gran
cantidad de variación, no se producen nuevas características que no
estuvieran originalmente «en el registro» en el ADN. Cualesquiera
alteraciones provocadas por irradiación o por otras fuerzas externas
provocarán mutaciones. Y estas mutaciones son casi siempre letales,
como ya se ha descrito en el capítulo anterior. Lammerts añade:
Al duplicarse, el ADN no siempre da una copia perfecta de sí mismo. En al-
gunos casos sabemos exactemente lo que ha sucedido. Así, en la anemia falci-
forme la secuencia normal de aminoácidos en la hemoglobina de los eritrocitos
ha sufrido una sustitución. Esto es suficiente para provocar un mecanismo de-
fectuoso.21

Estos mecanismos defectuosos son lo opuesto de lo que necesi-


tan los evolucionistas para su teoría. Sears añade: «Se cree que las
mutaciones son cambios repentinos, discontinuos, pero heredables
en el código del ADN. Pudiera tratarse de un solo cambio en la se-
cuencia de las bases o pudiera ser más extenso.» 22 Pero la mutación
es casi siempre deletérea para cualquier forma de vida. El ADN des-
de luego produce variedad. Pero cualquier cambio que no estuviera
originalmente en el ADN es una mutación. Y es un hecho que las
mutaciones y la evolución nunca se han llevado bien, a pesar o que
hayan afirmado los evolucionistas.
18. Bruce Wallace, Chromosomes, Giant Molecules, and Evolution (New York: W. W. Norton
& Co. Inc., 1966), pag. 19.
19. Grebe, « DNA Studies in Relation toCreation Concepts », Why Not Creation ?, op. cit., pág. 314.
20. Biology: A Search far Order" in Complexity, op. cit., pág. 118.
21. Walter E. Lammerts, «Critique of Evolutionary Theory», Creation, Evolution and God's
Word (St. Louis, Mo.: Concordia Publishing House, 1972), pág. 165.
22. Jack Wood Sears, •The Problem of Mechanism», A Critica/ Look at Evolution, Robert S.
Camp, ed. (Religion, Science and Communication Research Development Corporation, 1972),
pág. 125.

268
D. El ADN no es el dictador de la vida
Algunos evolucionistas quisieran hacernos creer que todos los
procesos de la vida están controlados y manipulados por el ADN de
la célula. Esto, afirman algunos, incluye también la parte emocio-
nal del hombre y sus acciones. Estos sociobiólogos están diciendo
que la vida es una reacción mecánica de los compuestos químicos
en el cuerpo. Pero hay muchas evidencias que apoyan la postura de
que el ADN es el sirviente de la célula. 23
Los sociobiólogos han forzado los hechos para decir que el ADN
domina totalmente la función y el destino de los organismos indivi-
duales. Muchos científicos están disconformes con este concepto de
que el ADN es el agente controlador absoluto. «Deberíamos recono-
cer que el ADN, y su ácido nucleico derivado de azúcar ribosa ARN,
son meramente los instrumentos mediante los que se llevan a cabo
funciones similares.» 24 Harold Armstrong mantenía que «Cualquier
teoría mecanicista que haga que la herencia dependa de informa-
ción almacenada mecánicamente no funcionará, simplemente». 25
Algunos evolucionistas, sin embargo, creen que toda la vida funcio-
na como resultado de sólo fuerzas y procesos mecánicos. Armstrong
dice: «Se han dado argumentos teóricos y evidencia experimental
para mostrar que el ADN no es la causa total de la vida y de la he-
rencia.»26 No podemos concluir que el proceso y la función de la
vida sean totalmente mecanicistas. No hay hechos acerca del pro-
ceso del ADN que exijan tal conclusión.

E. El ADN no es un gran azar


Si el ADN hubiera sido dejado al azar no hubiera tenido posibi-
lidad de supervivencia. Grebe explica:
El montaje del ADN utiliza sólo 20 de 64 posibles subconjuntos. Las unida-
des básicas reciben el nombre de nucleótidos. Se disponen en un filamento es-
piral de forma asimilable a una escalera de mano, hecha de una purina, un
azúcar y una unidad fosfatada, constituyendo cada uno de estos grupos de cua-
tro una de muchas secciones asimilables al escalón.
Los 15.000 o más átomos de los subconjuntos individuales, si son dejados
al azar como es demandado por la teoría evolucionista, se unirían en cualquie-
ra de 1087 maneras diferentes ... Es como echando 15.000 dados a la vez para
determinar qué molécula específica hacer; y luego ensayar cada una de ellas
para la supervivencia de los más aptos hasta que sale aquella de las 1087 po-
sibilidades diferentes que es probada como la correcta mediante la superviven-
cia de los más aptos.
Pensemos, sólo 20 de estos posibles aminoácidos son utilizados realmente

23. Biology: A Search far Order in Complexity, op. cit., pág. 116.
24. !bid., pág. 105.
25. Harold Armstrong, •Is DNA Only a Material Cause?» Why Not Creation?, op. cit. pág. 293.
Ver también: Barry Commoner, Nature (June 6, 1964), 202:960-968 (August 1, 1964), 203:486-491.
26. !bid., pág. 297.

269
en la naturaleza para formar, describir y prescribir todas las formas conocidas
de vida. Y sólo una pequeña proporción de cada célula individual de cada or-
ganismo viviente está constituida por la molécula de ADN. 27

Ciertamente, el azar no tiene lugar en la función de la molécula


del ADN. Y el ADN no podría ser, hablando razonablemente, pro-
ducto del azar. «Aunque el ADN es un elemento constitutivo de
todos los organismos vivos, es sumamemnte organizado y complejo.
Ello prácticamente excluye la posibilidad de su desarrollo median-
te procesos aleatorios.» 28 «Los evolucionistas deben estar suspiran-
do por los viejos tiempos», concluye Heinze, «cuando se pensaba
que la célula simple era realmente simple.» 29

EL PROBLEMA DE LA «COLUMNA VERTEBRAL»


Los evolucionistas mantienen que la vida se desarrolló a partir
de organismos simples ascendiendo a organismos más complejos.
Los invertebrados surgieron los primeros en esta línea de descen-
dencia, y luego surgieron los vertebrados. Si realmente sucedió tal
proceso esperaríamos encontrar en el registro fósil formas de tran-
sición entre los invertebrados y los vertebrados. Pero no es así.
Para destacar este problema, demos atención primero a W. Le-
Gros Clark. Dice él que «la evidencia realmente crucial de la evolu-
ción debe ser dada por el paleontólogo cuya función es el estudio de
la evidencia del registro fósil». 30 Y es crucial en este punto, porque
el registro fósil carece totalmente de las formas de transición que
deberían conectar los invertebrados con los vertebrados. Esta fuen-
te primaria de evidencia -la paleontología- no ofrece evidencia
primaria para la evolución.
Los evolucionistas reconocen este crítico problema. Por ejemplo,
a través del primer volumen de la Illustrated Encyclopedia of the
Animal Kingdom los autores suponen atrevidamente que la evolu-
ción es un hecho. (De hecho, al leerse este volumen, uno es llevado
a pensar que en realidad se trata de un esfuerzo para demostrar la
evolución, en lugar de ser un a guía informativa del reino animal.)
Pero hacia el final del volumen, bajo la sección titulada «"Eslabo-
nes perdidos" entre Vertebrados e Invertebrados», los autores pier-
den su confianza. Se dice: «Visto todo, aunque no existe ninguna
buena evidencia, podemos concluir en que los primeros vertebrados
27. Grebe, «DNA Studies in Relation to Creation Concepts», Why Not Creation? op. cit., pág.
316.
28. Biology: A Search for Order in Complexity, op. cit., pág. 426.
29. Thomas F. Heinze, Creation vs. Evolution (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1973),
pág. 89.
30. W. LeGros Clark, Discovery (January, 1955), pág. 7.

270
tienen que haber pasado a través de un estado similar al del anfio-
xus [énfasis mío, R. E. D.].» 31 Y luego concluyen: «Aunque los fósiles
proveen mucha evidencia para apoyar nuestras teorías evolucionis-
tas, sigue habiendo "eslabones perdidos" aún desconocidos.» 32 Creo
que éste es un buen ejemplo de como la mayor parte de los evolu-
cionistas afrontan este problema de los «eslabones perdidos».
El problema reconocido es que no hay «eslabones perdidos»; en
primer lugar jamás existieron. Los evolucionistas se dan cuenta de
que tienen que rellenar estos huecos entre las principales formas de
vida con formas de transición. La International Wildlife Encyclope-
dia afirma:
Durante la segunda mitad del siglo 19 el mundo científico se sintió entu-
siasmado por la nueva teoría darwinista de la evolución, pero se vio que había
un gran hueco entre los vertebrados y los invertebrados. Por ello comenzó la
búsqueda en pos de o bien una teoría con la que ofrecer una explicación o bien
un eslabón perdido para cubrir el vacío.

Esta búsqueda está todavía en marcha, a pesar de que muchos


evolucionistas creen que han cubierto el vacío con formas de tran-
sición.34 Pero hay evolucionistas que creen que los vacíos nunca se-
rán cubiertos. Por ello, la teoría de la evolución tiene que ser revi-
sada para dar lugar para esta falta de evidencia. Es como dijo una
vez Homer W. Smith: «Tal como está nuestra presente información,
sin embargo, el hueco sigue sin llenarse y el mejor lugar en el que
comenzar la evolución de los vertebrados es en la imaginación.» 35
«La idea de que los vertebrados se derivan de los invertebrados es
una mera su~osición que no puede ser documentada en base del re-
gistro fósil.» 6 Sigue siendo verdad que la suposición de «que los in-
vertebrados dieron origen a los vertebrados no está apoyada por la
evidencia ahora disponible». 37

EL PROBLEMA DE «LA SUPERVIVENCIA»

Otro problema devastador para la teoría de la evolución es la


falta de cambio. Los evolucionistas suponen que el cambio está te-
31. The Illustrated Encyclopedia of the Animal Kingdom, Herbert Kando, ed. (New York: The
Danbury Press, 1972), pág. 141.
32. !bid., pág. 142.
33. The International Wildlife Encyclopedia, Maurice Burton y Robert Burton, eds. (New York:
Marshall Cavendish Cor.poration, 1969), pág. 10.
34. !bid.
35. Homer W. Smith, From Fish to Philosopher (New York: Little, Brown and Co., 1953), pág.
26.
36. Duane T. Gish, «Creation, Evolution and the Historical Evidence», The American Biology
Teacher (March 1973), pág. 138.
37. Jack Wood Sears, Conflict and Ham1011y in Science and the Bible (Grand Rapids, Mich.:
Baker Book House, 1969), pág. 38.

271
niendo lugar constantemente en las especies. De hecho, sin cambio
no hay evolución, porque la evolución es cambio. Todas las especies
tienen que cambiar -tienen que desarrollar una mayor organiza-
ción- si van a evolucionar.
Pero aquí es donde surge el problema. ¿Qué hay acerca de las
muchas especies animales -y son numerosas- que no han eviden-
ciado ningún cambio anatómico a lo largo de los pretendidos millo-
nes de años de su existencia? ¿Por qué estas especies no han desa-
rrollado una mayor organización? ¿Por qué dejaron de evolucionar?
Hay varios ejemplos de organismos vivientes que ilustran esta
«vía muerta evolutiva». Los evolucionistas expresan sorpresa -y
así debería ser- acerca de este evidente hecho. Señalemos la si-
guiente afirmación de un evolucionista:
Una de las cosas más interesantes acerca del apus (un animal similar en es-
tructura a un trilobite) es que ha sobrevivido virtualmente sin cambios desde el
período Triásico hace unos 180 millones de años. Ciertamente, algunos cientí-
ficos consideran que la especie que conocemos en la actualidad es en realidad
la mismísima especie que vivía en aquella remota era. Éste es un tiempo sumamente
largo para que una especie real sobreviva sin cambios [énfasis mío, R. E. D.]. 38

Y verdaderamente es un tiempo muy prolongado para poder so-


brevivir sin evolucionar hacia un estado más elevado, una mayor
organización.
Hace muchos años, A. H. Clark escribió:
Uno de los hechos más notables e importantes que ha quedado establecido
a través del estudio de los animales fósiles es que desde los tiempos más an-
tiguos, desde el mismo comienzo del registro fósil los aspectos más generales de
la vida animal sobre la tierra han permanecido sin cambios [énfasis mío,
R. E. D.]. 39

Hay también formas de vida que al principio se pensaba que es-


taban extinguidas, pero que se han descubierto aún existentes en
estos tiempos modernos. Nos preguntamos asombrados cómo es
que estas formas de vida dejaron de evolucionar.
En primer lugar tenemos que considerar el tuatara -pertene-
ciente a los reptiles-. Este animal se suponía extinguido desde
hace más de 135 millones de años. Pero se han descubierto tuataras
vivos en Nueva Zelanda. Y han sobrevivido todos estos años sin
cambios. Esto realmente pone la teoría de la selección natural en
tela de juicio. Whitcomb y Morris afirmaron acertadamente acerca
del tuatara:

38. The International Wildlife Encyclopedia, op. cit., pág. 75.


39. A. H. Clark, The New Evolution: Zoogenesis (Baltimore: Williams and Wilkins, 1930), pág.
100, citado por Sears, Conflict and Harmony in Science and the Bible, op. cit., pág. 53.

272
Lo notable es que esta criatura tan aparentemente fuera de lugar en el
mundo moderno y que aparentemente tiene tan poco valor selectivo en la lu-
cha por la existencia, pudiera haber sobrevivido las incontables vicisitudes de
los millones de años que se supone transcurrieron desde que se extinguieron
todos sus parientes. Podrían ser posibles unos pocos miles de años de supervi-
vencia bajo circunstancias adversas, ¡pero difícilmente millones! 40

Hay también el ejemplo del celacanto. Antes de 1939 este pez era
conocido sólo a través del registro fósil. Se pensaba que era una es-
pecie extinguida de los tiempos primigenios. Pero hace pocos años
fue pescado cerca de la costa de Madagascar. Catherine Jarman,
una evolucionista, reconocía: « ... el asombroso descubrimiento en
1939 de un celacanto cerca de East London, África del Sur, dio evi-
dencia de que por más de 70 millones de años los celacantos han so-
brevivido relativamente sin cambios [énfasis mío, R. E. D.].». 41 Pero,
¿cómo es que ha sobrevivido sin cambios?
Hay otros ejemplos que podrían señalarse y que ilustran esta au-
sencia de cambios en la vida. 42 El problema aquí es de lo más evi-
dente. Si la evolución fuera verdad, esperaríamos cambios en las es-
tructuras de los animales al ir haciendo la selección natural su elec-
ción de los más aptos. Las condiciones cambiantes exigirían formas
cambiantes de vida. Pero aquí tenemos ejemplos de animales que
no han sufrido cambios en sus supuestos millones de años de exis-
tencia. ¿Cómo podremos conciliar este hecho con la teoría de la
evolución? Williams concluye:
En la base del registro fósil (período Cámbrico, que los evolucionistas dicen
fue depositado hace alrededor de 500 millones de años) se encuentran miles de
animales que no son diferentes de su descendencia viva actual. En vistas de
este testimonio uno se ve obligado a preguntar: «¿Han estado los animales su-
jetos alguna vez al cambio orgánico demandado por la evolución?» 43

EL PROBLEMA «SIMIO-HOMBRE, HOMBRE-SIMIO»

Probablemente no haya ningún área en la teoría de la evolución


donde los hechos hayan sido más retorcidos que en la búsqueda en
pos del hombre «primitivo». En este campo, las imaginaciones de
los paleontólogos evolucionistas ha corrido desenfrenadamente. Y
muchas personas de buena fe han sido engañadas por un optimismo
excesivamente entusiasta.
40. John C. Whitcomb, Jr., y Henry M. Morris, The Genesis Flood (Philadelphia, Pa.: Presby-
terian and Reformed Publishing Co., 1970), pág. 176.
41. Catherine Jarman, Evolution of Life (New York: Bantam, 1972), pág. 96.
42. Ver «Two More Mammals», Newsweek (November 3, 1975), pág. 53, y Huxley, Evolution
in Action, op. cit., pág. 112.
43. John Gary Williams, The Other Side of Evolution (Nashville, Tenn.: McQuiddy Printing
Co., 1970), pág. 24.

273
¿Han existido realmente los hombres-simios? Los problemas
con que se encuentra la llamada teoría de los hombres-simios ¿o si-
mios-hombres? de los evolucionistas no son precisamente pocos.
Cualquier estudiante que haya examinado la investigación de los
evolucionistas en pos del eslabón perdido se ve inmediatamente im-
presionado por la gran cantidad de suposiciones e imaginación in-
volucradas en esta búsqueda. No hay precisamente mucha eviden-
cia involucrada. Los evolucionistas han llenado los huecos con ima-
ginación y un deseo de apoyar una teoría imposible. Y, desfortuna-
damente, muchos han atrapado su fiebre de «buscar y buscar».
Aquí vamos a examinar algunos de los descubrimientos básicos
que los evolucionistas han utilizado en su teoría de los hombres-si-
mios. Y tenemos que reconocer los problemas envueltos en tales
descubrimientos.
A. El problema de los restos
Una de las principales cosas a recordar al examinar las ilustra-
ciones coloreadas en los libros de texto de los supuestos hombres-si-
mios es que mucha parte de la ilustración o ilustraciones ha sido
suplida por la imaginación del artista que, por lo general, es evolu-
cionista. Cuando un organismo viviente, como un hombre, muere,
todo se descompone, con excepción de los dientes y de los huesos
duros. Por ello, no tenemos ni idea de qué tipo de cabello aquella
persona tenía, si es que tenía algo. No se puede determinar la forma
de la nariz ni de los oídos. No se puede saber ni el color de la piel
ni la forma de los labios. Todas estas cosas quedan para la imagi-
nación del artista. Y el artista hará que el hombre primitivo parez-
ca aquello que él cree que tenía que parecer el hombre primitivo.
Si es un evolucionista, hará un dibujo que parezca un hombre si-
mio, un animal prehumano que se parezca a un hombre.
B. El problema de los «pocos fósiles»
Cuando consideremos los varios hombres-simios, como en el úl-
timo punto se señala, es sorprendente descubrir que existen relati-
vamente pocos fósiles. Y además uno se queda atónito al ver lo frag-
mentario de la evidencia de los que han sido descubiertos. Algunos
hombres-simios han sido reconstruidos en base de una mera calota
craneana, o de un solo diente, o de un fémur. Aquí no estamos tra-
tando con una gran colección de huesos. En realidad no hay dema-
siada evidencia.en base de la que podamos hacer juicios acertados.
C. El problema del «cementerio»
El hombre ha tenido siempre el hábito de sepultar a sus muer-
tos. Y cuando datamos un espécimen específico podemos estarlo da-
tando mediante el estrato en el que fue sepultado, no aquel en el que
murió. También, cuando intentamos datar restos tenemos el proble-
274
ma de la sedimentación. Fósiles que se suponen de varios cientos de
miles de años de antigüedad son datados en base de la sedimenta-
ción en la que se encuentran. Pero, si han sido sepultados bajo va-
rias capas estratigráficas, ¿cómo podemos datarlas con exactitud?
Y además todas las suposiciones y problemas relacionados con los
varios métodos de datación utilizados para determinar la edad de
los fósiles también se aplican aquí.
Y estos problemas de la datación no son pocos. Por ejemplo,
cuando se utilizó el método del Potasio-Argón para datar el estrato
en el que se encontró el «Cascanueces» de Leakey, se dijo que tenía
1.750.000 años. Pero cuando el especimen fue datado mediante el
método del carbono 14 resultó tener sólo 10.000 años. 44 ¿En cuál de
estas fechas tenemos que creer?

D. El problema de los «huesos esparcidos»


La mayor parte de los fósiles que son reconstruidos por los pa-
leontólogos están dispersos sobre una extensa área. Difícilmente se
encuentra un esqueleto completo y supuestamente antiguo en esta-
do intacto. Si alguno es hallado, pertenece por lo general a tiempos
muy recientes. Este pensamiento se volverá a presentar bajo el pun-
to G cuando consideremos descubrimientos específicos.
E. El problema de «los gigantes»
Hay también alguna evidencia fósil que manifiesta la existencia
de gigantes que vivieron en la tierra. Se han encontrado varias hue-
llas fosilizadas que dan evidencia de ello. No hay problemas con
esta evidencia en relación con lo que dice la Biblia acerca de la
existencia de hombres de una gran estatura (cp. Génesis 6:4; Núme-
ros 13:33; Deuteronomio 2:11, 20; 3:11, 13; Josué 12:4).
La existencia de gigantes en la antigüedad constituiría un pro-
blema para el evolucionista. ¿No se trataría aquí de evidencia de
evolución al revés? La existencia de estas huellas fósiles de gigantes
nuestra que «no hemos tenido evolución en el hombre, sino degene-
ración y decadencia». 45 Thomson, un evolucionista, admitió: «En el
curso de la evolución orgánica se han dado retrogresiones y degene-
raciones ... »46 Ello sería cierto en vistas al hecho de que tenemos evi-
dencia fósil de la existencia de gigantes en el pasado.
F. El problema «del cerebro»
No hace muchos años los evolucionistas ponían mucho énfasis
44. Ver: Science (November 1, 1968), Vol. 162 y Radiocarbon (1969), Vol. II. Ver también Crea-
tion Research Society Quarterly (June 1970).
45. John W. Klotz, Genes, Genesis and Evolution (St. Louis, Mo.: Concordia Publishing House,
1955), pág. 389.
46. J. Arthur Thomson, Science and Religion (New York: Charles Scribner's Son's, 1925), pág.
137.

275
en el tamaño del cerebro como medida de la inteligencia. Se creía
que los tamaños menores de cerebro constituían evidencias de an-
tigüedad así como una medida de baja inteligencia. Pero este argu-
mento ha sido abandonado en los últimos años, y con toda la razón.
Bozo Skerlj explica: «El tamaño del cerebro no parece ser una me-
dida adecuada, por cuanto sabemos que en el hombre moderno la
variabilidad oscila entre 800 y 2.000 e.e. y cubre todo el margen en-
tre el hombre de Java hasta el hombre moderno.» 47 El tamaño me-
dio de un varón adulto actual es de 1.200 a 1.500 ce. El hombre de
Neanderthal tenía un tamaño de cerebro alrededor de 100 e.e. más
que el hombre moderno. Y el hombre de Cro-Magnón tenía un ce-
rebro que presentaba una media entre 1.550 y 1.750 ce. Esto es, en-
tre 250 a 350 e.e. más que el hombre moderno. De manera que la
inteligencia o antigüedad de cualquier fósil no puede ser determi-
nada por el tamaño del cerebro.
Si el tamaño del cerebro fuera una señal de inteligencia, el hom-
bre primitivo debiera haber sido mucho más inteligente que el
hombre moderno. Y tenemos que preguntar:
Si el hombre tenía ya un cerebro mayor que el nuestro hace sesenta mil
años (el cerebro del hombre de Neanderthal era mayor que el del hombre mo-
derno), y estaba tan adelantado en su capacidad como para dejar dibujos que
serían dignos de un pintor moderno en una época asignada como 20.000 ó
30.000 a.C., ¿por qué habría de esperar a tanto para desarrollar las ciudades
y los métodos agrícolas que van junto con la civilización? 48
G. El problema de la evidencia
El mayor problema asociado con la teoría de los hombres-simios
es la decidida ambigüedad de los descubrimientos. Ahí es donde
sale a la luz el celo excesivamente entusiasta y lleno de prejuicios
del evolucionista. Para él, todo fragmento puede ser el del eslabón
perdido, cada diente una nueva especie. Dobzhansky admitió hon-
radamente: «Una dificultad menor pero bastante irritante para el
biólogo es el hábito que tienen los paleontólogos antropólogos de
adular sus propios egos asignando cada hallazgo a una nueva espe-
cie, si no a un nuevo género.» 49
Algunos paleontólogos han llegado a tal grado de confianza que
han llegado a aceptar fraudes. Algunos han erigido enteros seres hu-
manos, incluso nuevas «especies» humanas, en base de un sólo pu-
ñado de huesos fragmentados. Una consideración de algunas de
estas «especies» dará una idea de la confusión envuelta en todo ello.

47. Bozo Skerlj, «Discussion», Cold Spring Harbor Symposia on Quantitative Biology, Vol. 24,
pág. 215, citado por Klotz, «Philosophical and Theological Background», Why Not Creation?, op.
cit., pág. 19.
48. Heinze, Creation vs. Evolution, op. cit., pág. 62.
49. Theodosius Dobzhansky, Mankind Evolving (New Haven: Yale University Press, 1962),
pág. 171.

276
1. El hombre de Piltdown: El hombre de Piltdown (Eoanthropus
dawsoni) fue un fraude. Se suponía que había sido un fósil de hom-
bre-simio. Fue descubierto en 1912 cerca de Sussex, Inglaterra, por
Charles Dawson. 50 Muchos afirmaron que se trataba del «eslabón
perdido». Una gran parte del mundo científico creyó esto durante
casi cuarenta años después del descubrimiento. Pero cuando se des-
cubrieron modernas técnicas para examinar fósiles, el Hombre de
Piltdown tuvo que retirarse. En 1953 se anunció que el Hombre de
Piltdown era un fraude.
El realidad, el Hombre de Piltdown había sido montado con un
cráneo humano y una mandíbula y dientes de un orangután. Los
dientes habían sido limados para darles apariencia de desgaste.
Cuando fue descubierto, se anunció que tenía entre 200.000 y
1.000.000 de años de antigüedad. Se dijo que la capacidad cerebral
era de alrededor de 1070 e.e. Pero las modernas técnicas de data-
ción y examen de los fósiles han desvelado que el Hombre de Pilt-
down era un fraude. En verdad, el Hombre de Piltdown siempre se
levantará en el campo de la ciencia como recordatorio a aquellos
que son siempre lo suficientemente entusiastas como para aceptar
cualquier nuevo hallazgo sin un riguroso examen.
2. El Hombre de Nebraska: En 1922 Harold Cook descubrió un
solo diente y lo envió a Henry Fairfield Osborn, que lo aclamó como
siendo «el primer simio antropoide de América ... » 51 Otros afirma-
ron que era una especie más cercana al hombre que al simio. Y
siendo que había sido hallado en el estado de Nebraska, recibió el
nombre de Hombre de Nebraska. (Osborn lo denominó Hesperopit-
hecus H aroldcookii).
Al irse acumulando el entusiasmo, fue proclamado como uno de
los más primitivos miembros de la familia humana. El entusiasmo
creció, y anhelantes paleontólogos iniciaron las excavaciones donde
había sido descubierto el diente. Más tarde se encontró que el dien-
te pertenecía a una especie extinta de cerdos, y la historia del Hom-
bre de Nebraska pronto llegó a su fin.
3. El Hombre de Java: El Hombre de Java (Pithecanthropus erec-
tus) fue descubierto en un lecho de un río cerca de Trinil, Java. Este
descubrimiento fue llevado a cabo por Eugene Dubois en 1891 y
1892. En realidad, todo lo que Dubois encontró fue una calota cra-
neana, tres molares y un fémur izquierdo. Estos restos estaban dis-
persos en un área de alrededor de 15 metros de radio.
Pero en el mismo estrato del Hombre de Java, Dubois encontró
SO. Bolton Davidheiser, Evolution and Christian Faith (Philadelphia, Pa.: Presbyterian and
Reformed Publishing Co., 1971), pág. 340.
51. Henry Fairfield Osborn, «Hesperopithecus, the First Anthropoid Primate Found in Ameri-
ca», Science (May 5, 1922). 60:1427:463.

277
también los restos de un hombre moderno totalmente desarrollado
(Hombre de Wadjak). Debido a que era un evolucionista tan lleno
de prejuicios, Dubois tomó los restos del Hombre de Wadjak de
vuelta con él, y los escondió en un armario. No fueron revelados a
nadie durante veinte años. Los huesos del Hombre de Wadjak eran
evidencia cierta en contra del Hombre de Java, y él lo sabía.
Los cráneos del tipo de Wadkjak eran muy similares al hombre australiano
de épocas recientes. Por ello, tal evidencia no podía ser utilizada para apoyar
la evolución del hombre (cambio de una forma a otra) y por ello la evidencia
era contraria a lo que el doctor Dubois intentaba demostrar ... 52

Durante muchos años después del descubrimiento de Dubois


prevaleció la controversia acerca de la identidad de los hallazgos.
Con respecto a los hallazgos, M. Boule y H. M. Vallois afirman: «To-
mado como un todo, estas estructuras son muy similares a las de
los chimpanzés y gibones.» 53 «Antes de su muerte y después de que
él hubiera convencido a la mayor parte de los evolucionistas acerca
de la afinidad humanóidea del Pithecanthropus, el mismo Dubois
cambió de forma de pensar y declaró que su Hombre de Java no era
nada más que un gran gibón. 54 Asimismo, más tarde se descubrió
que los dientes no pertenecían al cráneo original.» 55
4. El Hombre de Pequín: El Hombre de Pequín (Sinanthropus
pekinensis más tarde designado como Hamo erectus) fue descubierto
cerca de Pequín, China, alrededor de 1922. Los primeros hallazgos
consistían en varios dientes y una mandíbula inferior. Más tarde, se
encontraron varios cráneos. Los restos eran similares a los del
Hombre de Java. También se afirmó que el Hombre de Pequín ha-
cía fuegos y fabricaba herramientas.
Cuando los japoneses invadieron la China antes de la Segunda
Guerra Mundial, se hizo un intento de sacar los huesos del Hombre
de Pequín del país. El cargamento fue interceptado, y nadie sabe en
la actualidad qué sucedió con los fósiles. 56 Ello añade fuego a la
controversia acerca de qué es lo que era realmente el Hombre de
Pequín. Es interesante señalar lo que Robert E. Kofhal y Kelly L.
Segraves tienen que decir acerca del Hombre de Pequín en la si-
guiente cita:
Varias fuentes informadas han afirmado que el Hombre de Pequín fue ma-
yormente un fraude a la par con el Hombre de Piltdown hallado en Inglaterra
S2. Biology: A Search far Order in Complexity, op. cit., pág. 437.
S3. M. Boule y H. M. Vallois, Fossil Men (New York: The Dreyden Press, 19S7), pág. 118, ci-
tado por Duane T. Gish, Evolution, the Fossils Say No (San Diego, Calif.: ICR Publishing Co.,
1973), pág. 87.
S4. Gish, !bid., pág. 87.
SS. !bid., págs. 87, 88.
S6. !bid., págs. 89, 90.

278
en 1912 y formalmente declarado fraude en 1953. Es interesante y quizá sig-
nificativo que el principal patrocinador de la investigación en Pequín, Teihlard
de Chardin, estuviera también implicado en el descubrimiento de Piltdown.
En todo caso, siendo que la evidencia ha desaparecido y que los testigos han
muerto, el Hombre de Pequín ha venido a ser una etapa hasta cierto punto
mítica en la supuesta evolución del hombre. 57

S. El Hombre de Neanderthal: 58 Los primeros esqueletos del


Hombre de Neanderthal fueron descubiertos en 1856 en una cueva
cerca de Neanderthal, Alemania. La cantidad total de individuos
que han sido descubiertos hasta la fecha es de más de noventa.
El Hombre de Neanderthal fue representado en los libros al
principio como un ser achaparrado, simiesco. Pero todo esto ha
cambiado. De hecho, ya no se le considera un hombre-simio en ab-
soluto. Jacob W. Bruber ha afirmado: «Su verdadero lugar en la
evolución del hombre nunca ha quedado establecido.» 59
«El último de los Hombres de Neanderthal fue probablemente
contemporáneo con el primitivo Romo sapiens. Algunos antropólo-
gos no excluyen la posibilidad de que tuviera lugar un cruce.» 6 Mu-
chos evolucionistas actuales, si no la mayoría, consideran al Hom-
bre de Neanderthal como demasiado próximo al hombre moderno
para permitir mucha distinción. 61 De hecho, «si los chicos y las chi-
cas neanderthales fueran vestidos como modernos estudiantes de
instituto y se mezclaran con estudiantes en una clase, probable-
mente no atraerían ninguna atención.» 62 Y desde que se llegó a la
conclusión de que el Hombre de Neanderthal era casi idéntico al
hombre moderno, los evolucionistas han estado afeitando los ros-
tros y enderezando la postura de cada representación de Neander-
thales en cada museo y libro de texto de biología por todo el mun-
do. Heinze ha observado acertadamente:
El Hombre de Neanderthal demuestra sólo .:¡ve el hombre tiene una terri-
ble tendencia de obligar a la evidencia a conformarse a su teoría. Uno se pre-
gunta cuántas de las otras evidencias en favor de la evolución quedarían eli-
minadas si supiéramos más acerca de ellas, o si lo que ya conocemos de ellas
no fuera interpretado con una presuposición evolucionista. 63

57. Robert E. Kofahl y Kelly L. Segraves, The Creation Explanation (San Diego, Calif.: Crea-
tion-Science Research Center, 1975), pág. 128.
58. Davidheiser, Evolution and Christian Faith, op. cit., pág,. 331-334.
59. Jacob W. Bruber, «The Neanderthal Controversy: 19th Century Version», Scientific Mon-
,hly (December 1948), 67:6; 436, pág. 436.
60. Delfgaauw, Evolution: The Theory ofTeilhard de Chardin, op. cit., pág. 79.
61. Ver William L. Staus, Jr., y A. J. E. Cave, «Paleontology and the Posture of Neanderthal
Man», Quarterly Review of Biology (December 1957), 32:4:348, págs. 351, 352.
62. Biology: A Search for Order in Complexity, op. cit., pág. 407.
63. Heinze, The Creation vs. Evolution Handbook (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House,
1972), pág. 51.

279
El libro de texto, Biology, A Search far Order in Complexity, ad-
vierte con razón: «Uno debería sentir prevenciones antes las restau-
raciones del pasado basadas en las fértiles imaginaciones de los pa-
leontólogos.» 64
6. El Hombre de Cro-Magnon: Este hombre ha sido aclamado
por los evolucionistas como el primero de los Horno sapiens. Los
machos tenían una altura de más de 1,80 metros y las hembras de
1,67 metros. El tamaño promedio del cerebro estaba entre los 1.500
1.750 ce., lo que es entre 200 y 400 e.e. más que en el hombre mo-
derno.65 M. F.Ashley Montagu escribió: «El hombre de Cro-Magnon
es un hombre moderno en todos los sentidos de la palabra, pero no
tenemos ni la más ligera idea ni de su procedencia ni de su ascen-
dencia.» 66
7. Zinjanthropus: En 1959, L. S. B. Leakey afirmó haber descu-
bierto otro hombre-simio en la Garganta del río Olduvai en Tanga-
nica.67 Le di a este descubrimiento el nombre de Zinjanthropus. Su
conclusión se basaba únicamente en la cresta de un cráneo. Para
añadir a la ambigüedad de su descubrimiento, más tarde se le dio
el nombre de Australopithecus.68 Se pensaba que este hombre había
vivido hacía 1.750.000 años. Pero, pocos años después del descubri-
miento, Leakey mudó de parecer, o de imaginación, y dijo que su
descubrimiento era de un simio, no de un hombre. 69
8. El cráneo 1470: En el número de junio de 1973 de la revista
National Geographic, Richard E. Leakey, hijo de L. S. B. Leakey,
provocó una sacudida en el confuso mundo de las teorías de hom-
bres-simios anunciando que había descubierto un hombre que da-
taba de casi tres millones de años. 70 El hijo Richard afirmaba que
este Cráneo 1470 «simplemente no se ajusta a modelos previos de
los comienzos humanos». 71 Y está en lo cierto en base de las preten-
siones de los evolucionistas.
Leakey cree que la gran caja cerebral del cráneo «deja en ruinas
el concepto de que todos los fósiles antiguos pueden ser dispuestos
en una secuencia ordenada de cambio evolutivo».72 «Parece», dice
64. Biology: A Search far Order in Complexity, op. cit., pág. 406.
65. O. G. Campbell, «Cro-Magnon Man», Encyclopedia Britannica (Chicago, Ill.: William Ben-
ton, 1965), Vol. 6, pág. 792.
66. M.F. Ashley Montagu, Man: His First Mil/ion Years (World Publishing Co., 1957), pág. 73.
67. L. S. B. Leakey, «Explorii:ig 1.750.000 Years Into Man's Past», National Geographic (Oc-
tober 1961), Vol. 120, n." 4, págs. 564-589.
68. Davidheiser, Evolution and Christian Faith, op. cit., pág. 337.
69. !bid.
70. Richard E. Leakey, «Skull 1470», Nationa/ Geographic (June 1973), Vol. 143, n." 6, pgs.
819-829.
71. !bid., pág. 819.
72. /bid.

280
él, «que hubo diferentes clases de hombre primitivo, algunos de los
cuales desarrollaron grandes cerebros antes de lo que se había su-
puesto.» 73
El hallazgo de Leakey era sumamente fragmentario. Cuando
Leakey hubo «completado» su Cráneo 1470 con una concepción ar-
tística de cómo podía haber sido, parecía casi exactamente igual a
cualquier otro género africano moderno. 74 Esto realmente deja a
todos los implicados en un estado de confusión en cuanto a cuándo
realmente evolucionó el hombre. Si el hombre parecía un hombre
moderno hace tres millones de años y un hombre-simio hacia un
millón de años, entonces debió evolucionar desde la apariencia
«moderna» a la de «hombre-simio», para volver a evolucionar a la
apariencia «moderna».
Leakey concluía así: «Tengo confianza en que un día podremos
seguir la pista del hombre fósil en el este del lago Rodolfo (ahora
Lago Turkana -N. del T.) hasta los cuatro millones de años de an-
tigüedad.»75 Y si él se siente confiado acerca de ello, este autor cree
que más pronto o más tarde exhumará algún hueso y le asignará
esta fecha.
9. Mujer 333 (Lucy): En Etiopía, Donald C. Johanson no podía
dejar que Leakey le ganara a descubrimientos sensacionales. Así,
afirmó haber descubierto una famVia de hombres-simios que data-
ba de más de 3.000.000 de años. 76 El y sus colaboradores afirmaron
que todos los linajes evolutivos debían ser «revisados». Se afirmó:
«Todas las anteriores teorías del origen del linaje que lleva al hom-
bre moderno tienen que ser ahora revisadas del todo.» 77 Parece que
ahora la palabra clave en el campo :de estudio de los hombres-si-
mios es «revisión».
Johanson afirmó que su hombre-simio caminaba erguido.78 Dijo,
acerca de su hallazgo de un fósil de hembra: «Desde luego, presenta
similaridades con los especímenes de Australopithecus de Sudáfrica,
pero los aspectos primitivos de sus dientes, mandíbula, pelvis y
otras partes sugieren que Lucy puede estar más estrechamente re-
lacionada con las formas homínidas más antiguas.» 79 Pero Johanson
afirma también que su espécimen presenta una semejanza muy no-
table con el hombre moderno. Dice él: «Pasando a través de los mi-
73. !bid.
74. !bid., págs. 822-825.
75. !bid., pág. 829.
76. Donald C. Johanson, «Ethiopia Yields First "Family" of Early Man•, National Geographic
(December 1976), Vol. 150, n.º 6, pág. 791.
77. Taieb, Maurice y Johanson citados en Scientific American (December 1974), pág. 64. Ver
también: Kofhal y Segraves, The Creation Explanation, op. cit., pág. 127.
78. Johanson, «Ethiopia Yields First "Family" of Early Man•, National Geographic, op. cit.,
pág. 802.
79. !bid., pág. 805.

281
lenios, los huesos duros de 333, dispuestos como un par compuesto,
presentan un arcano parecido a los nuestros - en tamaño, forma y
función [énfasis mío, R. E. D.].» 80 ·
Los evolucionistas se burlan de la afirmación de Génesis de que
Dios hizo a la mujer de la costilla de un hombre. Pero no es ni la
mitad del milagro que intentan ejecutar los evolucionistas de tratar
de reconstruir los hombres primitivos a partir de un solo diente, o
un fémur o un pequeño fragmento de cráneo. Nos viene a la mente
lo dicho por Dobzhansky acerca de los paleontólogos, que están an-
helantes de poner a cada hallazgo el nombre de un nuevo género. Y
desde luego ello ha añadido a la confusión centrada alrededor de la
teoría evolucionista de los hombres-simios. N~ngún estudioso serio
debería permitirse ser arrastrado por la entusiasta búsqueda de los
evolucionistas en pos de sus antecesores. Este entusiasmo ha des-
truido mucha objetividad en el campo de la paleontología. Y des-
truirá la objetividad de cada persona que acepte ansiosamente cada
pronunciamiento de los paleontólogos evolucionistas.

RECAPITULACIÓN
Tenemos que recordar que los evolucionistas no pueden darnos
una respuesta al origen de la vida. Fuera de la revelación bíblica no
hay respuesta alguna. Y al estudiar la complejidad de la célula viva
y la probabilidad de que ciertos compuestos químicos se unan para
formar la primera célula únicamente por azar, tenemos que confe-
sar que la generación espontánea, como explicación de los orígenes,
está totalmente muerta. La vida es la evidencia de plan y designio,
no de azar.
Para que la evolución fuera cierta, el registro fósil debería reve-
lar fósiles de transición -fósiles que muestren que varias estructu-
ras fueron cambiando gradualmente a otras estructuras. Pero el re-
gistro fósil está vacío de tales formas de transición. El problema
mayor es que no hay fósiles de transición entre los invertebrados y
los vertebrados. Si la evolución fuera cierta, sería de esperar que
aparecieran numerosos fósiles que mostraranla transición entre las
primeras formas de vida invertebradas y las posteriores formas ver-
tebradas de vida. Pero estos fósiles de transición, simplemente, no
existen.
Otro hecho que muestra que la evolución no ha tenido lugar es
la naturaleza sin cambios de animales supuestamente prehistóri-
cos. Algunos fósiles animales han sido hallados en estratos que se
suponen de millones de años de antigüedad. Y estas mismas espe-
cies de animales han sido halladas viviendo en la actualidad. El
80. /bid., pág. 808.

282
problema que presentan estas especies sin aparente cambio en su
estructura es, para los evolucionistas, un problema importante.
¿Por qué dejaron estas especies de evolucionar?
Y luego, la supuesta poderosa evidencia acerca del hombre fósil
proviene en realidad de huesos fragmentarios. No es sorprendente
llegar a saber que todo el concepto de los hombres-simios fue basa-
do al principio sobre la suposición de que la filosofía de la evolu-
ción es verdad. Luego, cada pequeño fragmento de fósiles supuesta-
mente humanos se interpretó bajo esta luz. Pero los recientes des-
cubrimientos de los evolucionistas parecen arrojar toda la imagen
de los hombres-simios fuera de lugar. Parece que cada evolucionista
tiene sus propias opiniones acerca de estos hallazgos, dejando toda
la teoría de los hombres-simios en una nube de confusión. Pero ello
sólo es evidencia de que la teoría de los hombres-simios está en rea-
lidad basada en opiniones, no en hechos reales. Así escribía el evo-
lucionista Michael H. Day:
Si has estado examinando este libro en busca de una explicación clara y
sencilla de los detallados cambios evolutivos que han tenido como resultado la
producción del hombre moderno, es probable que te sientas frustrado. En rea-
lidad, no hay ninguna explicación sencilla disponible. El registro fósil nos ofre-
ce sólo un vislumbre de la estructura del hombre primitivo en unas pocas e in-
ciertas épocas a lo largo de la historia evolutiva. Los anatomistas hacen lo que
pueden con los pocos y· preciados hallazgos que consiguen mediante un estre-
cho examen y análisis; cada hallazgo trae nuevos conocimientos y muy a me-
nudo nuevos problemas, pero así es el camino de la ciencia.
Lo que se sabe de la evolución del hombre es aún sólo una fracción de lo
que queda por conocer."'

El modernista Robert S. Alley escribió: «Nuestra antropología,


geología, biología, física, química y astronomía están totalmente
fuera de armonía con los mitos de la creación en Génesis.» 82 Esta se-
ría la postura de la mayor parte de los evolucionistas. Pero, bien al
contrario, al ir recogiéndose la evidencia, parece que Alley y los de-
más evolucionistas están totalmente en un error con respecto a los
hechos. Es la evolución lo que está totalmente fuera de sintonía con
los hechos.

81. Michael H. Day. Fossil Man (New York: Bantam Books. 1971). pág. 155.
82. Robert S. Alley. Revo/t Against the Faithful (New York: J. B. Lippincott Company. 1970),
pág. 88.

283
16

El fin de la evolución
Una de las verdaderas pruebas de cualquier filosofía social de la
vida es el fruto que produce una sociedad determinada. Nuestras fi-
losofías individuales de la vida -nuestra manera de entender el
mundo-- son siempre nuestros directores subconscientes. Nos con-
ducen. Controlan la dirección de nuestras vidas, y, la mayor parte
de las veces, nuestras acciones individuales. Esta es la causa de que
nuestras filosofías particulares de la vida sean tan importantes. Y
ahí es donde la filosofía de la evolución hace su daño.
Los hay que suponen que la filosofía de la evolución es un gato
doméstico manso. Pero cuando se pone a la práctica en el terreno
social, como lo hizo Adolf Hitler, se ve en su verdadera naturaleza,
un rugiente león social.
Las buenas filosofías pueden separarse de las malas examinando
su fin lógico, sus consecuencias últimas. Es fácil para el cristiano
hacer distinciones entre filosofías buenas y malas. Puede consultar
una normativa que ha resistido la prueba del tiempo: la Biblia.
Pero, para el no cristiano, la tarea cae dentro del reino de la razón
humana. Y los humanos son falibles. Pero para algunos la razón es
lo único que tienen para conducirse. Sin embargo, tenemos que
mostrar la sinrazón del evolucionismo mediante la razón humana.
No hay contradicción entre razón y revelación. Y si la filosofía de
la evolución no puede pasar la prueba de la razón, ciertamente no
podrá graduarse en la escuela de la revelación. Si no funciona ra-
zonablemente bien en la sociedad, no puede tampoco funcionar ra-
zonablemente en el ámbito del cristianismo.

285
DESDICHADAS CONSECUENCIAS DEL PENSAMIENTO
EVOLUCIONISTA
Los siguientes puntos arrojarán luz sobre algunas de las princi-
pales consecuencias que resultan del pensamiento evolucionista.
Bajo estos puntos principales se podrían relacionar numerosos pun-
tos secundarios. Pero estos dan una imagen básica del carácter des-
tructivo de la filosofía de la evolución. Se trata de algo más que de
una teoría de laboratorio. Es un horripilante monstruo sociológico.
Todos deberían reconocerla como tal.
A. El evolucionismo destruye la objetividad poniendo prejuicios
en la mente
Se proclama muchas veces (por parte de los evolucionistas) que
los científicos evolucionistas son investigadores objetivos y de am-
plias miras. Este escritor cree que éste no es necesariamente el caso .
... los científicos tienen las debilidades de los otros seres humanos, y por al-
guna razón se comportan más emocionalmente ante el tema de la evolución
que acerca de cualquier otra cosa que venga bajo el manto de la ciencia. Al es-
cribir acerca de la evolución, los científicos hacen extravagantes afirmaciones
del tipo que los químicos y físicos jamáas harían en sus campos. Una cantidad
de ellos creen deseable o necesario hacer afirmaciones menospreciativas acer-
ca de la Biblia. En clase, los biólogos han amenazado con dar bajas notas o sus-
pender a los estudiantes que no profesaran aceptar la teoría de la evolución.'

Cuando uno cree que algo es un hecho establecido, aquel hecho


«establecido» viene a formar una parte de su visión del mundo. Y
cuando se cree una filosofía como la evolución, que tiene tantas im-
plicaciones universales, por lo general queda fuera de cuestión la
objetividad hacia otras respuestas. Esto es así debido a que otras
respuestas tienen que armonizar con esta visión del mundo, o ser
rechazadas. Un ejemplo de esto sería la siguiente afirmación de
Dobzhansky: «El acontecimiento de la evolución en la historia de la
tierra está establecida tan bien como lo puedan estar sucesos no
testificados por observadores humanos.» 2 Y luego Teilhard de Char-
din añade que la evolución es «una condición general a la que todas
las teorías, todas las hipótesis, todos los sistemas, tienen que incli-
narse, y con la que tienen que armonizar de ahora en adelante si
han de ser pensables y ciertas. La evolución es una luz que ilumina
todos los hechos, una curva que todas las líneas tienen que seguir». 3

l. Bolton Davidheiser, Evolution and Christian Faith (Philadelphia, Pa.: Presbyterian and
Reformed Publishing Co., 1969), pág. 161.
2. Theodosius Dobzhansky, Science (1958), Vol. 127, pág. 1091.
3. Bernard Delfgaauw, Evolution, The Theory of Teilhard de Chardin (New York: Harper &
Row, Publishers, 1961), pág. 10.

286
Si esto es objetividad, entonces lo que sucede es que ellos han cam-
biado el significado de la palabra.
Para los evolucionistas ateos, la evolución es más que una mera
teoría: es una ley de la naturaleza. Y cuando se presenta evidencia
conflictiva que viola esta pretendida ley, esta evidencia tiene que
ser reexaminada, o echada a un lado, o ignorada. La evidencia con-
tradictoria tiene que ser retorcida hasta que se adapte.
Con lo anterior no se quiere pretender que todos los creacionis-
tas sean objetivos. No lo son. Los creacionistas tienen también una
visión del mundo. Pero su visión del mundo se basa en la revela-
ción. Y si esta revelación es verdaderamente inspirada, entonces
cualquier tipo de teorías científicas que entren en conflicto con ella
tienen que estar en error. No se trata de ser objetivo. Es asunto de
creer si la Biblia es o no es la palabra de Dios. Y, naturalmente, hay
evidencias que los creacionistas utilizan para demostrar este extre-
mo.
Los evolucionistas, sin embargo, son en ocasiones los científicos
más poco objetivos en el área de los orígenes. Calvin S. Hall, un
evolucionista, manifestó esto: «Uno, naturalmente, puede poner en
tela de juicio si la inteligencia es o no es lo mismo que la inteligen-
cia humana, pero si uno plantea la cuestión no es realmente un evo-
lucionista, y por ello sus puntos de vista no merecen una considera-
ción seria [énfasis mío, R.E.D.].» Ciertamente, esto no es objetivi-
dad científica. Y cualquier verdadero científico reconoce esto.
W. R. Thompson escribió acertadamente: «El éxito del darwinis-
mo fue conseguido mediante una decadencia de la integridad cien-
tífica.» 5 Pero sin objetividad la ciencia queda severamente lisiada.
Los científicos tienen que tener una mente abierta. Pero la manera
de pensar de los evolucionistas ha convertido el mundo científico en
un niño impedido. Morris escribió acerca de la influencia de la evo-
lución: «Ella (la evolución) ha contribuido probablemente más a la
filosofía secularista y materialista prevalente hoy en día que cual-
quier otra influencia.» 6 Y tal filosofía en el campo de la ciencia ha
rebajado la objetividad que tan desesperadamente se necesita en
ella.

B. El pensamiento evolucionista devalúa la vida y potencia la de-


cadencia social
«La teoría de la evolución es básicamente responsable de la de-
cadencia moral, espiritual y educativa de nuestro tiempo y del es-
píritu de anarquía tan dominante en la actualidad. Deja de lado a
4. Calvin S. Hall, «The Inheritance of Emotionality•, Sigma Xi Quarterly (March 1938), 26: 1,
pág. 19.
S. Citado por Wilbert H. Rusch, «Darwin, Science and the Bible•, Darwin, Evolution and
Creation (St. Louis, Mo.: Concordia, 1963), pág. 34.
6. Henry M. Morris, The Bible and Modern Science (Chicago: Moody Press, 1968), pág. 29.

287
Dios, y hace del hombre otro animal, sujeto sólo al instinto animal
para la supervivencia o la reproducción.» 7 Naturalmente, todos los
evolucionistas negarían esto de plano. Pero este es el corazón de la
filosofía de esta teoría.
La teoría de Darwin de la supervivencia de los más aptos formó
decididamente la base de las posturas filosóficas de Karl Marx y de
Fredrich Nietzsche. Nietsche aceptó la lucha por la existencia e
hizo de ella el fundamento de su pensamiento.
Inmediatamente después de la publicación del Origen de las Es-
pecies, un profesor de Cambridge, Sedgwick, afirmó que si se acep-
taban las enseñanzas de Darwin, la humanidad «sufriría un daño
que la podría brutalizar, y hundir a la raza humana en el grado
más hondo de degradación que ninguno en el que haya caído desde
que sus registros escritos nos cuentan de su historia. 8
Cualquier filosofía que elimine a Dios, la norma moral última,
arruinará la sociedad. Naturalmente, el evolucionista se verá sobre-
saltado por esto. Pero este autor va a presentar una evidencia con-
vincente de ello en los dos puntos siguientes. Lo único que ha pre-
servado a la mayor parte sociedades ha sido lo arraigado de los
principios morales de la Deidad. Y si dependiera de los evolucionis-
tas, ellos no atribuirían -y muchos de ellos no lo hacen- tales
principios a un Creador todopoderoso.
El hombre vivirá en un plano más elevado si se da cuenta de que
está sometido a Dios. Pero quitemos a Dios del con,texto, y elimine-
mos todo sentimiento de responsabilidad hacia El por parte del
hombre, y se introduce el caos en el acto. Esto es lo que hace la fi-
losofía de la evolución. Tenemos que recordar que si la evolución es
verdad, no hay nada que pueda considerarse como un código moral
absoluto. La evolución no precisa de Dios, y sin Dios no puede ha-
ber ninguna norma absoluta y última de moralidad.

C. La evolución potencia la filosofía de enfrentamiento


Después de que Darwin hubiera puesto plenamente ante lamen-
te del público su teoría de la lucha por la supervivencia, los soció-
logos comenzaron a darse cuenta del gran impacto que esta filoso-
fía tendría sobre una sociedad dada. Y básicamente la teoría de
Darwin volvió a subrayar el antiguo pensamiento bárbaro de «mata
o muere». Clark escribió: «En resumen, la evolución dio al hacedor
de lo malo un alivio de su conciencia. Ahora se podría racionalizar
el más malo de los comportamientos hacia un competidor: al mal
se le podría llamar bien.» 9
7. Bible-Science Association Leaflet (Arnold, Mo.: Shield Press, s/f).
8. Citado por Robert E. D. Clark, Danvin: Befare and After (Chicago: Moody Press, 1967),
pág. 96.
9. !bid., pág. 106.

288
Cuando la filosofía de la lucha por la existencia se inserta en una
sociedad, «mata o muere» llega a ser el lema. En sus negocios, John
D. Rockefeller manifestó este tipo de pensamiento cuando dijo: «El
crecimiento de un gran negocio es meramente la supervivencia del
más apto ... » 10 La lucha por la supervivencia dice que el fin justifica
el medio. No importa lo que uno haga, lo que debe hacer es salir a
la superficie. Haz trampas, hurta, miente, sobrevive. Paul Raubic-
zak concluía:
Sin embargo la evolución ha sido hecha la base de una filosofía total. Pro-
veyó a los filósofos con un sistema metafísico y ético, influenciando así profun-
damente sus ideas acerca de la naturaleza y comportamiento del hombre. De
hecho, la filosofía basada en el darwinismo ha ejercido una influencia extre-
madamente fuerte, mucho más allá del reino de la ciencia y de la filosofía, so-
bre todo el desarrollo del pensamiento europeo. La implacable lucha a vida o
muerte por la supervivencia ha sido traducida a una nueva moralidad, como com-
petencia implacable en una sociedad capitalista, como guerra implacable en el
mundo comunista y como un implacable nacionalismo en todas partes [énfasis
mío, R.E.D.]. 11

D. El pensamiento evolucionista justifica la guerra


¿Qué sucedería si la filosofía de la evolución fuera absorbida y
practicada por toda la sociedad? Para dar respuesta a esta pregun-
ta, examinemos algunos casos de la historia.
Mientras que Sir Archibald Geikie viajaba por Austria en 1868
y 1869 observó cómo la gente alemana mostraba una aceptación de-
cidida de los principios evolucionistas. Más tarde señaló: « •. .lo que
especialmente me chocó fue la influencia universal que los escritos
de Darwin ejercen ahora sobre la mente gerrriánica». 12 En las déca-
das que siguieron después de la visita de Geikie, el pensamiento
evolucionista arraigó también en otras sociedades.
La actitud de Mussolini estaba totalmente dominada por la evolución. En
pronunciamientos públicos, utilizaba repetidamente los reclamos darwinistas
mientras que se burlaba de la paz perpetua, que únicamente serviría de estor-
bo al proceso evolucionista. Para él, la repugnancia de Inglaterra a entrar en
guerra sólo demostraba la decadencia evolutiva del Imperio Británico. 13

Al italiano Mussolini se le atribuyó el origen de la siguiente de-


claración, que es en realidad una cita de Darwin: «Así, de la guerra
de la naturaleza, del hambre y de la muerte, sigue directamente el
más exaltado objeto que podamos concebir, esto es, la producción
10. Citado por Davidheiser, Evolution and Christian Faith, op. cit., pág. 351.
11. Paul Raubiczak, Existentialism: For and Against (Cambridge Press, 1964), pág. 23.
12. Archibald Geikie, Nature (November 4, 1869}, Vol. !, pág. 22, citado por Clark, Danvin:
Befare and After, op. cit., pág. 109.
13. !bid., pág. 115.

289
de los animales superiores. Hay grandeza en esta concepción de la
vida ... » 14
Adolf Hitler quedó también cautivado por las enseñanzas evolu-
cionistas. Sir Arthur Keith, un evolucionista, dice con razón: «Hit-
ler es un evolucionista decidido, y tenemos que buscar una explica-
ción evolutiva si queremos entender sus acciones.» 15 El libro Mein
Kampf (Mi lucha) de Hitler está saturado del pensamiento evolucio-
nista. Sus discursos eran ejercicios de oratoria acerca de la lucha,
la supervivencia y la guerra. En un discurso pronunciado en Nu-
remberg en 1933 afirmó:
Así resulta el sometimiento de una cantidad de personas bajo la voluntad
a menudo de sólo unas pocas personas, sometimiento basado simplemente en
el derecho del más fuerte, un derecho que, como hemos visto en la Naturaleza,
puede ser considerado como el único derecho concebible, debido a que está ba-
sado en la razón. 16

También dijo: «El que puede vivir tiene que luchar. El que no
desee luchar en este mundo en el que la lucha permanente es la ley
de vida, no tiene derecho a existir.» 17 Y el exterminio de los judíos
por parte de Hitler, así como su guerra, serán siempre el epítome de
la «evolución en acción».
En su libro Evolution in Action, Huxley dijo: «El dolor y el su-
frimiento forman una parte del desperdicio involucrado en la ac-
ción del proceso selectivo. No podemos esperar hallar valores hu-
manos en funcionamiento en las operaciones diarias de la natura-
leza.» 18 Es chocante oír a algunos evolucionists hacer afirmaciones
justificando la guerra en el proceso evolutivo. Por ejemplo, leamos
la siguiente afirmación de Carl Wallace Miller, que es un evolucio-
nista teísta:
Así la guerra, con su evidente violación de la santidad de la vida humana,
puede ser una necesidad inescapable para la corrección de males presentes en
el cuerpo político, y puede tener como resultado el bien último de la sociedad.
En ocasiones puede ser considerada como la mejor de dos alternativas, como
una operación drástica pero esencial para la eliminación de obstáculos intole-
rables del camino del progreso humano. 19

14. Jacques Barzun, Darwin, Marx, Wagner (New York: Doubleday & Co., Inc., 1958), pág. 65.
Ver las últimas frases en el Origen de las Especies.
15. Arthur Keith, Evolution and Ethics (1947), pág. 14, citado por Thomas F. Heinze, Creation
vs. Evolution (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1973), pág. 100.
16. De la traducción inglesa de Mein Kampf(Mi lucha) (Hutchinson, 1947) y Hitler's Speeches
(Discursos de Hitler) (1942).
17. !bid.
18. Julian Huxley, Evolution in Action (New York: The New American Library, 1964), pág. 72.
19. Car! Wallace Miller, A Scientist's Approach to Relit?ion (New York: Macmillan Co., 1947),
págs. 92, 93.

290
Sería interesante saber quiénes piensa Miller que deberían ser
los que determinen cuándo la guerra debe ser utilizada como la
« ...operación drástica pero esencial para la eliminación de obstácu-
los intolerables ... » ¿Recordamos la Alemania Nazi?

E. El evolucionismo engendra el ateísmo


Para el verdadero evolucionista, Dios no tiene parte en la histo-
ria. Huxley afirmó:
El Darwinismo eliminó toda la idea de Dios como creador de organismos
de la esfera de la discusión racional. Darwin señaló que no se precisdaba de nin-
gún diseñador sobrenatural; debido a que la selección natural podía dar cuenta de
la existencia de cualquier forma de vida, no quedaba lugar para ninguna agencia
sobrenatural en su evolución [énfasis mío, R.E.D.].' 0

«La postulación de una interferencia divina» en los cambios


evolutivos de materia y energía en la historia pasada de la tierra
era cosa para Huxley, «a la vez innecesaria e ilógica». 21 «Tenemos
que estar ahora preparados», escribió Huxley, «para abandonar
una hipótesis de un dios y sus corolarios como la revelación divina
de verdades inmutables, y mudarnos de una visión sobrenatural a
otra naturalista del destino humano». 22 Se dijo muy verdaderamen-
te en el tercer informe anual de la Asociación Americana para el
Avance del Ateísmo que «la Evolución es ateísmo». 23 Y, verdadera-
mente, ¡estaban en lo cierto!
Darwin era primero un teísta. Pero después que su teoría co-
menzó a llevar a su mente su conclusión lógica, comenzó a echar a
Dios fuera de su visión. Escribió: «Así, la incredulidad fue apode-
rándose de mí muy lentamente, pero al final de una manera total.
Y fue de una manera tan lenta que no sentí ninguna angustia, y des-
de entonces no he sentido ninguna duda de que mi conclusión fuera
correcta. Difícilmente puedo ver cómo alguien pueda desear que el
cristianismo sea cierto ... » 24 Esto debería servir de advertencia para
cualquier evolucionista teísta. Para Darwin, la evolución vino a ser
un «sustitutivo de dios». Y así le sucede a todo evolucionista ateo.
Huxley expresó los sentimientos de muchos que creen en la teoría
de la evolución en la siguiente afirmación:
La hipótesis de un dios ya no tiene ningún valor pragmático para la inter-
pretación o comprensión de la naturaleza, y en realidad frecuentemente actúa
como estorbo para una mejor y más verdadera interpretación. Operativamen-

20. Julian Huxley, «At Random: A Television Preview», Evolution After Darwin (Chicago: Uni-
versity of Chicago Press. 1960), Vol. Ill, pág. 41.
21. Huxley, Evolution in Action, op.cit., pág. 20.
22. Julian Huxley, Fortune Magazine (February 1965), pág. 101.
23. John R. Howitt, Karl Marx as an Evolutionist (Hants, Inglaterra: E. P. M., s/f), pág. 4.
24. The Autobiography ofCharles Darwin, Nora Barlow, ed., (Collins, 1958), pág. 87.

291
te, Dios está comenzando a parecer no un gobernante sino la última y evanes-
cente sonrisa de un Gato de Chesire. 25

F. La evolución destruye la Biblia


Hace muchos años el ateo y evolucionista Charles Smith dijo:
«La evolución pone a la Biblia en bancarrota. Desacredita la pala-
bra de Dios. El esquema de Ley y el esquema de Redención no se
sostienen juntos. Si descendemos de los simios, no necesitamos un
Salvador.» 26 Y proseguía diciendo: «Si aceptáis la evolución, tenéis
que dejar a un lado la Biblia y a Dios [énfasis mío, R.E.D.].» 27 Y
cuánta razón tenía.
En la misma vena, otro evolucionista ateo, Woolsey Teller, decía
que «Si la evolución es aceptada, ¡Adán y Eva se van! Esta historia,
esta fábula bíblica, es una interesante mitología pero no presenta la
verdadera realidad acerca del origen del hombre». 28 Un texto de
biología actual dice: «Darwin y sus sucesores han desacreditado la
vieja idea de una creación especial de los seres vivos tal como los
encontramos hoy día en el mundo.» 29 El zoólogo alemán Ernst
Haeckel (1834-1919) dijo: «La evolución excluye el proceso sobrena-
tural, todo acto preconcebido y consciente de un carácter personal.
Nada clarificará más el pleno significado de la historia del linaje
(evolución) que denominarlo una teoría no milagrosa.» 30 Thomson
expresó adecuadamente la posición que él mismo mantenía, junto
con otros muchos evolucionistas teístas, en las siguientes palabras:
Si la mente religiosa identifica su fe con alguna forma particular de doctri-
na que se atrinchera en lo concreto, puede estar envolviendo una verdad de
una manera que sea un insulto a la moderna inteligencia científica. Es indu-
dable que hay verdad espiritual en el relato del Génesis acerca del origen del
hombre; pero el hecho de tomarlo literalmente es robarle su poesía:"

En años recientes, hombres como Robert Alley, un modernista y


evolucionista teísta, han estado emprendiendo duros ataques con-
tra la inspiración bíblica. Alley mantiene firmemente que Génesis
es un mito y que la evolución «es la más razonable teoría de los
25. Julian Huxley, Religion Without Revelation, pág. 58, citado por John A. T. Robinson, Ho-
nest to God (Philadelphia: The Westminster Press, 1963), págs. 37, 38.
26. W. L. Oliphant y Charles Smith, Oliphant-Smith Debate (Nashville, Tenn.: Gospel Advo-
cate Co., 1952), pág. 112.
27. !bid.
28. James D. Bales y Woolsey Teller, The Existence of God (un debate) (Harding College,
1947), pág. 54.
29. Johnson, Laubengayer, DeLanny y Cole, Bio/ogy (New York: Holt Rinehart and Winston,
1966), pág. 731.
30. Citado por Willard O. Davis, Evolution and Revelation (Austin, Tex.: Firm Foundation Pu-
blishing House, s/f}, pág. 132.
31. J. Arthur Thomson, Science and Religion (New York: Charles Scribner's Sons, 1925). pág.
31.

292
orígenes humanos actualmente disponible». 32 Esto es una represen-
tación de la postura de aquellos que se han lanzado a la obsesión
evolucionista, y que sin embargo tratan de aferrarse a un poco de
la Biblia en un esfuerzo para que su religión secularista tenga un
poco de «teología».
La Biblia es vaciada de su inspiración por el modernista. Cada
evolucionista teísta debería levantar atentamente los oídos ante las
palabras de estos evolucionistas. El pensamiento evolucionista
coherente no tiene lugar para la Biblia. Thomson y el grupo que él
representa dejan la Biblia a merced de la evolución. Y más tarde o
más temprano cada evolucionista teísta tendrá que afrontar el pro-
blema de o bien aceptar de todo corazón la teoría de la evolución
o de aceptar -de todo corazón- la Biblia. No puede haber compo-
nendas entre estos dos campos de pensamiento. El diligente respeto
hacia y deseo de aceptar y creer una postura llevará al rechazo de
la otra.
La postura de compromiso de la evolución teísta no es lógica. Es
tan sólo una progresión desde el terreno bíblico hacia el de la evo-
lución. Davidheiser estaba en lo cierto al decir: «No importa cuál
sea el enfo'\ue, el evolucionismo teísta conduce lógicamente al mo-
dernismo.» 3 Y el evolucionismo es modernismo.
«La aceptación de la evolución va seguida lógicamente por el re-
chazo de una concepción elevada de la inspiración bíblica, luego
por el rechazamiento de la doctrina de la Caída y de la Maldición,
y finalmente por el rechazamiento de la expiación vicaria.» 34 Y las
consecuencias siguen y siguen. Si la evolución entra, la religión, ló-
gicamente, tiene que salir.

El evolucionismo provee al hombre con una vía de escape de su respon-


sabilidad hacia Dios. Si todo lo actualmente existente ha surgido y se ha
desarrollado sin Dios, entonces no hay juez ante quien tengamos que compa-
recer todos. En la interpretación de muchos, el hombre es responsble sólo ante
sí mismo, y aquello que ayuda a la evolución ayuda a la sociedad. 35

Así la evolución haría desvanecer el pecado. Después de todo, si


sólo somos animales evolucionados, ¿cómo podría un animal pecar
contra otro? La evolución teísta limita el poder de Dios. Seguida
hasta su fin, hace más que limitar, elimina del todo a Dios y los mi-

32. Robert S. Alley, Revolt Against the Faithful (New York: J. B. Lippincott Company, 1970),
pág. 88. Ver también: John A. T. Robinson, Buth That I Can't Believe (New York: New American
Library, 1967), pág. 39.
33. Davidheiser, Evolution and Christian Faith, op. cit., pág. 172.
34. Henry M. Morris, The Twilight of Evolution (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House,
1963). pág. 23.
35. Thomas F. Heinze, The Creation vs. Evolution Handbook (Grand Rapids, Mich.: Baker
Book House, 1972), pág. 84.

293
lagros. La evolución es un proceso de eliminación, una eliminación
total de la religión.
Sin una norma de moralidad, la sociedad se deteriora. El hom-
bre ha demostrado que es incapaz de establecer ninguna norma
real de vida recta. Tiene que haber algo más elevado. Tiene que te-
ner una autoridad superior a la suya propia. Si quitamos la Biblia
de la escena, ¿con qué ajustará su vida? No quedaría nada con lo
que pudiéramos regir nuestras vidas de una manera coherente. Y
muchos evolucionistas ateos desean precisamente esto. «La historia
del siglo pasado ha mostrado una y otra vez», advierte Davidheiser,
«que al ser aceptada la teoría evolucionista por la sociedad, la fe
cristiana se deteriora». 36 Y cuando la fe cristiana se deteriora, se in-
troduce el caos. «Tal como se siembra, así se segará. Y el hombre
ha sembrado un viento evolucionista. Por ello, está cosechando un
devastador torbellino, y seguirá cosechándolo hasta que abandone
esta falsa filosofía.» 37 Acworth presenta correctamente al hombre
moderno de la siguiente manera:
Los modernos psicólogos tienden a tratar las tendencias del hombre hacia
la concupiscencia, agresión, crueldad, cobardía y todo el resto como cosas «na-
turales», y en base de la suposición de que se trata simplemente de partes de
la naturaleza animal del hombre; y en ello están totalmente en lo cierto, si la
teoría de la evolución es cierta. 38

Así, si la evolución es verdad todos somos realmente sólo anima-


les. ¿Y qué código moral deberían tener los animales?

ENTONCES, ¿POR QUÉ HAY TANTOS EVOLUCIONISTAS?


Si la teoría de la evolución está tan vacía de hechos, entonces,
¿por qué hay tantos evolucionistas? ¿Por qué cree la gente en una
filosofía tan indefendible y con unas consecuencias sociológicas tan
desdichadas? Estas son buenas preguntas, y preguntas que merecen
algún tipo de respuesta. El autor desearía dar algunas razones de
por qué la gente cree en la teoría de la evolución. Estas razones ex-
plicarán de una manera básica por qué muchos son llevados a creer
la teoría y explicarán también por qué en la actualidad hay tanta
contienda entre evolucionistas y creacionistas.
A. Credulidad
Cuando los científicos proclaman atrevidamente que la evolu-
36. Davidheiser, Evolution and Christian Faith, op. cit., pág. 39.
37. Wayne Jackson, Fortify Your Faith in an Age of Doubt (Stockton, Calif.: 1974), pág. 46.
38. Richard Acworth, Creation, Evolution and the Christian Faith (London: Evangelical Press,
1969), pág. 11.

294
ción es un hecho demostrado, muchos estudiantes, por respeto a los
científicos, simplemente aceptan estas afirmaciones crédulamente y
por las buenas. «Desafortunadamente, la historia de la evolución ha
recibido tanta publicidad de parte de científicos, enciclopedias, li-
bros de texto y otras fuentes de información por lo general fiables
que la persona promedio de la actualidad la ha aceptado como ver-
dad sin poner en tela de juicio la fuente o naturaleza de la informa-
ción.» 39 Esto es cierto no sólo de aquellos que están relativamente
faltos de instrucción en los campos científicos, sino también de
aquellos que son científicos en otros campos que los centrados es-
pecíficamente alrededor del estudio de la evolución.
Los científicos especializados no tienen tiempo de ser especialis-
tas en campos de estudio ajenos al propio. Simplemente, tienen que
aceptar por las buenas los resultados de otros. Y esto ha llevado a
muchos eruditos científicos a aceptar las conclusiones evolucionis-
tas de biólogos, paleontólogos y otros que trabajan directamente en
base de presunciones evolucionistas.
Esto explica ... por qué muchas personas brillantes han sido conducidas a
aceptar alguna forma de evolución. No teniendo acceso a toda la supuesta evi-
dencia por sí mismos, han sido barridos por el abrumador coro de afirmacio-
nes de parte de otros que tienen más fe que hechos. 40

Y, ¿por qué los estudiantes universitarios son absorbidos por


este vacío de pensamiento? Para muchos, cualquiera que tenga un
doctorado tiene que saberlo casi todo. Al menos, se le tiene como in-
falible en proclamación. Los hay que creen que cualquier cosa que
diga un científico tiene que ser cierta. «Cuando un científico habla
acerca de cualquier tema lo probable es que se le crea. Puede que
esté hablando de algo ajeno a su campo, pero el mismo respeto que
se debería mostrar a afirmaciones dadas desde dentro de su campo
son casi inconscientemente transferidas a todo lo que dice.» 41 Esta
veneración de los científicos lleva muchas veces a la aceptación de
suposiciones como un hecho. Tenemos que reconocer que los cien-
tíficos son humanos, también. Hace muchos años Bettex dijo con
razón: «»Por mucho que debamos respetar y admirar el verdadero
conocimiento y capacidad, una veneración infantil hacia el profesor
y sus dogmas tiene que ser rechazada como dañina en sus efec-
tos.» 42

39. David D. Riegle, Creation or Evolution? (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing
House, 1972). págs. 79, 80.
40. James F. Coppedge, Evolution: Possible or lmpossible? (Grand Rapids, Mich.: Zondervan
Publishing House, 1975), pág. 184.
41. Paul E. Little, Know Why You Believe (Wheaton, Ill.: Scripture Press Publications, Inc.,
1968), pág. 64.
42. F. Bettex, Science and Christianity (New York: The Abingdon Press).

295
B. Apremiados a complacer
Muchos estudiantes son presionados a aceptar la filosofía de la
evolución debido a su deseo a conformarse a la norma del pensa-
miento. «Todos los demás lo creen, ¿y por qué yo no?» Pero este es
un enfoque peligroso para la verdad, y destructor de la objetividad.
Uno puede fácilmente involucrarse en lo que parece ser una filosofía de
moda, la cosa «in» entre sus compañeros. El factor decisivo es la presión a
adaptarse, tanto si está bien como si está mal. Siempre se precisa de valor y
de honradez intelectual para buscar la verdad frente a la obligación a ser con-
siderado «in» debido a ser «Ígual». 43

«Aunque no se debe ser inconformista sólo por serlo, sin embar-


go, la presión para aceptar la evolución es tan intensa que hay mu-
chos que la aceptan debido a que tienen miedo de lo que otros pue-
dan pensar de ellos.» 44
C. Deseo de ser considerado inteligente
Muchos evolucionistas enseñan que si uno quiere ser considera-
do inteligente tiene que aceptar la teoría de la evolución. El crea-
cionismo es escarnecido y considerado como un mito. Williams es-
cribió: «Los hay que insisten que la postura que uno tenga acerca
de los "días" de la creación no deberían ser hechos una prueba de
espiritualidad, pero que no parecen objetar a que se haga de ello una
prueba de mentalidad.» 45 Si uno quiere ser considerado inteligente,
los evolucionistas ateos no le permitirán creer en Génesis.
Una afirmación en el libro Evolution (un volumen en la colec-
ción de la Life Nature Library) ilustra lo parciales que son algunos
evolucionistas acerca de este punto. Al referirse a los dos libros de
Darwin, -El Origen de las Especies y El Origen del Hombre- los es-
critores dicen acerca de Darwin: «Cuando hubo terminado, el hecho
de la evolución podía ser negado sólo mediante un abandono de la ra-
zón [énfasis mío, R.E.D.].» 46 El escritor evolucionista Loren Eiseley
escribió que «en la actualidad ninguna persona inteligente» podría
negar el cambio del hombre en su evolución. 47 Cuando un estudian-
te se enfrenta a este tipo de presión puede a veces sucumbir. Morris
dijo con razón:
Además, este escritor está convencido, por haber tratado este tema con
cientos de personas, que la principal razón por la que la mayor parte de per-

43. Coppedge, Evolution: Possible ar Impossible?, op. cit., pág. 171.


44. Robert E. D. Clark y James D. Bales, Why Scientists Accept Evolution (Grand Rapids,
Mich.: Baker Book House, 1967), pág. 107.
45. Arthur F. Williams, «The Genesis Account of Creation•, Why Not Creation, Walter E. Lam-
merts, ed., (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1970), págs. 37, 38.
46. Ruth Moore y otros, Evolution (New York: Time Incorporated, 1964), pág. 10.
47. Loren Eiseley, The Unexpected Universe (New York: Harcourt Brace Jovanovich, Inc.,
1969), pág. 184.

296
sonas instruidas creen en la evolución es simplemente porque se les ha dicho
¡que la mayor parte de las personas instruidas creen en la evolución! Muy po-
cas veces puede tal persona hacer mucho más que repetir unas pocas de las
«evidencias de la evolución» normativas y casi nunca ha dado ninguna seria
consideración a la cuestión de sus verdaderas implicaciones. 48

Pero no todos los científicos aceptan la teoría de la evolución.


Esto se tiene que entender claro. Muchos la rechazan porque está
vacía de toda prueba. El doctor Ambrose Fleming, anterior presi-
dente de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia, dijo:
«La evolución es carente de base y totalmente increíble.» 49 Theodo-
re Schwarze añadió: «La doctrina de la evolución es un insulto a la
inteligencfa de cualquiera ... » 50 Que nunca se nos engañe a pensar
que todas las personas «inteligentes» son evolucionistas.

D. La búsqueda en pos de una solución atea


Muchos científicos son evolucionistas debido a que no tienen
otra respuesta para explicar la existencia del hombre. Han dejado
a un lado la Biblia como respuesta. Y al abandonar la Biblia han
abandonado a Dios. Así, son de creencia atea. Y a muchos les gusta
así. Si no hay Dios, entonces no hay nadie ante quien tengamos que
sentirnos responsables más que ante nosotros mismos.
Hay sólo dos explicaciones para la existencia de las cosas que
nos rodean: evolución o creación. Para los evolucionistas, la crea-
ción es mitología. Por ello, se quedan con la única alternativa que
les queda: la evolución. Y no importa cuán incoherente sea la teo-
ría, tienen que creerla o abandonar la razón -como ellos piensan-
y aceptar el creacionismo. Gish lo dijo acertadamente: «La razón
por la cual la mayor parte de los científicos aceptan la teoría de la
evolución es que la mayor parte de los científicos son incrédulos, y los
incrédulos y materialistas se ven obligados a aceptar una explicación
materialista y naturalista para el origen de todos los seres vivos.» 51
Los evolucionistas ateos no sólo quieren creer en la evolución,
sino que tienen que creer en la evolución. «Es creída no sólo debido
a que provee ya sea una explicación lógica o científica de la vida,
del mundo, o del universo a nuestro alrededor, sino a que esto es lo
que sus proponentes quieren creer.» 52 «Si consideramos la historia
como fiable nos vemos obligados· a decir que la evolución surgió de
mentes paganas, y que recibió expresión en tiempos modernos por

48. Morris, The Twilight of Evolution, op. cit., pág. 26.


49. Citado por Fred J. Meldau, Witnesses Against Evolution (Denver, Co.: Christian Victory
Publishing Co., s/f), pág. 73.
50. Theodore Schwarze, Evolution (Toronto: l.C.C., 1957), pág. 70.
51. Duane T. Gish, Evolution : The Fossi/s Say No (San Diego, Calif.: ICR Publishing Co.,
1973), pág. 10.
52. Donovan A. Courville, •Creation, When?» Bible-Science Neivsletter (April 1974), pág. 3.

297
hombres que deseaban eliminar la idea de Dios, y que no sabían
nada, o muy poco, acerca de las Escrituras.» 53 Muchos evolucionis-
tas lo son no debido a que han sido científicamente llevados a creer
en la evolución, sino debido a que han querido creer en la evolución.

E. Lisa y llanamente, prejuicios


Como ya se ha insinuado en los puntos anteriores, muchos cien-
tíficos son evolucionistas debido a que simplemente tienen prejui-
cios en contra de cualquier tipo de concepto de creación. Para ellos
la creación está fuera de la escena y no debe ser siquiera conside-
rada. «No hay duda de que Darwin, Huxley y Spencer aceEtaron la
evolución debido a que no querían creer en la creación.» 4 Sir Ar-
thur Keith, un evolucionista, admite lo mismo: «La evolución no
está probada ni es susceptible de prueba. La creemos debido a que
la única alternativa es la creación específica, y esto es impensa-
ble.» 56
Este prejuicio fue puesto de manifiesto en una afirmación hecha
por W. R. Thompson en su introducción al Origen de las Especies. El
doctor Thompson fue elegido para escribir la introducción al Origen
de las Especies que fue impreso en la colección Everyman's Library
Series. Léanse sus observaciones acerca de las actitudes de muchos
evolucionistas.
Como sabemos, hay una gran diversidad de opinión entre los biólogos, no
sólo acerca de las causas de la evolución, sino también acerca del proceso mis-
mo. Esta divergencia existe debido a que la evidencia es insatisfactoria y no
permite llegar a ninguna conclusión cierta. Por ello, es necesario y adecuado
atraer la atención del público no científico hacia los desacuerdos con respecto
a la evolución. Pero algunas recientes declaraciones de evolucionistas dan eviden-
cia de que creen que esto no es razonable. Esta situación, en la que las pesonas
se unen en defensa de una doctrina que son incapaces de definir científicametne,
y mucho menos de demostrar con rigor científico, intentando mantener su crédito
ante el público mediante la supresión de las críticas y la eliminación de dificul-
tades, es anormal e indeseable en ciencia [énfasis mío, R.E.D.]. 36

Tal rigor en el intento de suprimir la crítica contra la teoría de


la evolución es una manifestación de los prejuicos de algunos cien-
tíficos. Este escritor no puede dejar de pensar que este prejuicio ha
llevado a la manipulación de no pocos hechos. «Cuando alguien
está convencido de la verdad de una idea y está buscando eviden-
cias para demostrar su validez, su juicio tiende a hacerse parcial, y
tiende a interpretar todo de una manera que vaya a demostrar su
S3. Davis, Evolution and Revelation, op. cit., pág. 99.
S4. !bid., pág. 96.
SS. Citado por Meldau, Witnesses Against Evolution, op. cit., pág. 10.
S6. W. R. Thompson, «Introduction», The Origin ofSpecies (New York: Everyman's Library,
E. P. Dutton & Co., Inc., 19SO).

298
posición.» 57 Y, con referencia al fraude del Hombre de Piltdown y
a otros «fraudes científicos», Gish añadía: «El éxito de este fraude
monumental sirvió para demostrar que los científicos, lo mismo
que todos los demás, son muy susceptibles a encontrar lo que bus-
quen, sea que esté allí o no.» 58 Sí, nunca debemos olvidar que los
científicos son humanos. Y ser humano significa que uno funciona
dentro de ciertas presuposiciones y prejuicios. Ser científico no le
libra a uno de estas emociones y actitudes vitales.

F. Presuposicionismo
«Sean cuales fueren las posturas que se tengan acerca del origen
de la humanidad, nadie duda seriamente que el hombre haya des-
cendido de los animales ... » 59 Esto es lo que los evolucionistas dicen.
Ellos presuponen que la evolución es un hecho ya demostrado, y
que· por ello tenemos que aprender más para hacer que concuerden
nuestras teorías evolutivas de los orígnes. Pero la verdad es que los
evolucionistas meramente suponen que la evolución es cierta. Y a
partir de aquí llevan a muchos a creer que su presuposición es un
hecho. Pero esto, naturalmente, no la convierte en un hecho.
Arrastrados por el entusiasmo evolucionista, muchos científicos
confunden sus filosofías con los hechos. Luego, presentan sus filoso-
fías al público como si fueran hechos demostrados. Little escribió:
Algunos científicos se dan a hacer afirmaciones que van más allá de los he-
chos. Estas afirmaciones son, en realidad, interpretaciones filosóficas de los
hechos que no tienen el mismo peso de autoridad que los hechos mismos. De-
safortunadamente, pocas veces se distingue entre los hechos y la interpreta-
ción en las mentes de los oyentes.6°

Los evolucionistas simplemente suponen la factualidad de la


evolución, y parten de allí. No intentan ya más probar la teoría,
sino que dan por sentado que la teoría es cierta. Y luego esperan
que el público se lo trague todo, «anzuelo, sedal y plomo». Esto
queda ilustrado con la siguiente afirmación en un libro de biología
evolucionista:
Ella [la evolución] es el más inclusivo de los grandes principios unificado-
res de la biología. Constituye una parte tan grande del fundamento de la bio-
logía que esta ciencia difícilmente puede entenderse sin ella. Ha sido presen-
tada de esta manera: «La teoría de la evolución es para la biología lo que la
teoría atómica es para la química y la física.» • 1

57. Heinze, Creation vs. Evolution, op. cit., pág. 12.


58. Gish, Evolution: The Fossils Say No, op. cit., pág. 92.
59. Michael H. Day, Fossil Man {New York: Bantam Books, Inc., 1971), pág. 4.
60. Little, Know Why You Believe, op. cit., pág. 63.
61. Biological Science: An lnquiry Into Life, Don E. Meyer y Virginia M. Bryden, eds., {New
York: Harcourt, Brace & World, lnc., 1963}, pág. 589.

299
Muchos estudiantes de universidad que creen en la creación leen
afirmaciones como la anterior, sólo tragan saliva, y esperan lo que
salga. Es desafortunado que tales enseñanzas tengan tan a menudo
el campo libre sin ningún reto ni refrenamiento. Deberían ser repu-
diadas, especialmente en libros que se supone son documentaciones
científicas de los hechos de la biología.
Cuando alguien levanta la mano para poner en cuestión tales
afirmaciones, con frecuencia se enfrenta con el más intenso ridícu-
lo. Una afirmación en el Saturday Evening Post acerca de los evolu-
cionistas y aquellos que critican la teoría dice: «La crítica (contra
la evolución) es en ocasiones considerada, y quizá dirigida, como un
profundo insulto personal.» 62 Quizá los evolucionistas se sientan in-
sultados porque saben que no pueden demostrar su teoría. Saben
que estas críticas son un ataque en contra de su carácter científico,
no en contra de su insostenible teoría. Es un ataque en contra de su
religión, el evolucionismo.

¿DÓNDE NOS ENCONTRAMOS?

Así que, ¿qué diremos de la evolución hoy? ¿Dónde se encuentra


en nuestra sociedad? Coder y Howe comienzan diciendo:
La vigorosa investigación, llevada a cabo durante más de cien años, en pa-
leontología, taxonomía, homología, embriología y genética ha fracasado en
proveer ninguna prueba final de evolución. La investigación científica ha sido
incapaz de determinar cómo comenzó la vida, y asimismo tiene pocas o nin-
guna prueba de los llamados «eslabones perdidos». 63

En años recientes, la teoría de la evolución ha sido atacada por


científicos, no sólo por teólogos. Obsbom escribió: «en meses re-
cientes la enseñanza de la evolución se ha visto bajo ataque en di-
versos estados ... no por parte de teólogos, sino de científicos.» 64 Son
los científicos los que están liderando el ataque en contra de la evo-
lución. Y que nadie crea que los evolucionistas no están sintiendo
el calor.
A los evolucionistas se les está haciendo ver que su teoría es
realmente una filosofía, y para los más una religión. Morris escri-
bió: «Una evidencia de que el actualismo evolucionista es una reli-
gión en vez de ciencia la constituye el hecho de que sus defensores
casi invariablemente reaccionan emocionalmente siempre que un

62. Saturday Evening Post (December 3, 1966), pág. 119.


63. S. Maxwell Coder y George F. Howe, The Bible,Science and Creation (Chicago, Ill.: Moody
Press, 1966), pág. 119.
64. Henry Fairbairn Osborn, «Science and the Citizen: Creationism», Scientific American (Ja-
nuary 1971), Vol. 224, pág. 46.

300
compañero científico la pone en tela de juicio.» 65 Ello explica las
reacciones de los evolucionistas ante cualquiera que quiera criticar
su religión.
La creciente evidencia en contra de la evolución obligará al final a los evo-
lucionistas americanos a afrontar el hecho de que su posición es insostenible.
Algunos entonces explorarán con apertura de miras la idea de la creación, en
tanto que otros indudablemente persistirán en el materialismo a cualquier
precio, y se volverán a formas del lamarckismo o seguirán a Oparín en la
creencia comunista de que la materia se desarrollará intrínsecamente por su
propia acción.6 6

La más reciente tendencia en la actualidad en el pensamiento


evolucionista es el rechazo de la evolución actualista en favor de la
evolución catastrofista. Los evolucionistas están comenzando a dar-
se cuenta y a reconocer el sentido de la evidencia de los cataclismos
geológicos. Están reconociendo que el actualismo no puede dar res-
puestas adecuadas al desarrollo de la vida. La ausencia de formas
de transición en el registro fósil ha llevado a muchos evolucionistas
a cuestionar la teoría largo tiempo sostenida de que la vida se de-
sarrolló gradualmente. Morris escribió:
Un intrigante desarrollo en el reciente pensamiento evolucionista ha sido el
creciente repudio de la ortodoxia neodarwinista (esto es, la idea de una evolu-
ción lenta y gradual, conseguida con el mecanismo de pequeñas mutaciones
genéticas aleatorias preservadas por la selección natural) en favor de la idea
de una evolución rápida provocada por rápidos cambios ambientales. En lugar
de argumentar sólo en contra del actualismo evolucionista, el creacionista se
ve ahora con la necesidad de enfrentarse también ¡al evolucionismo catastro-
fista! 67

Es casi iromco que los argumentos creacionistas que han sido


utilizados durante años para combatir el evolucionismo actualista
estén siendo utilizados ahora por muchos evolucionistas también
para refutar el evolucionismo actualista. Están usando el mismo vi-
gor para promover los argumentos en favor del catastrofismo que el
que utilizaban para rechazar el catastrofismo hace sólo unos pocos
años. Morris añade:
Es interesante que estas actuales críticas del darwinismo son esencialmen-
te las mismas que los creacionistas han estado haciendo durante años y que los
evolucionistas han estado negando hasta hace poco. Cuando, por ejemplo, los
creacionistas señalaron las connotaciones racistas del neodarwinismo, los evo-

65. Henry M. Morris, Carta al Director, JASA (March 1970), pág. 36, citado por John C. Whit-
comb, The World that Perished (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1973), pág. 122.
66. Coppedge, Evolution: Possible or lmpossible?, op. cit., pág. 180.
67. Henry M. Morris, «Revolutionary Evolutionism», /CR Impact Series (San Diego, Ca.: Ins-
tituye for Creation Research, 1979), pág. i.

301
lucionistas se indignaron, pero ahora sus propios colegas están emitiendo la
misma acusación.6 8

Sin embargo, el evolucionismo actualista está profundamente


atrincherado en la mente de la sociedad americana. Será difícil de
desarraigar. Pero ello no significa que la batalla en su contra sea
inútil. ¡no lo es! Es difícil cambiar la imaginación de las mentes de
las personas. Pero se puede hacer. El hombre puede ser convencido
de que el evolucionismo es una teoría inútil y una dificultad para
el progreso. Louis Bounoure, un biólogo francés bien conocido, dijo:
«El evolucionismo es un cuento de hadas para adultos. Esta teoría
no ha sido ninguna ayuda para el progreso de la ciencia. Es inú-
til.» 69

En la actualidad, la evolución sigue constituyendo primariamente una ac-


titud de la mente -y una actitud que es peligrosa y negativa. Alienta a la so-
berbia y al entusiasmo, que a su vez conducen a la desilusión y a la pérdida
del sosiego mental. Centra la atención en frenéticos proyectos de mejora que
nunca se materializan y hace que los hombres pierdan el sentido de sus limi-
taciones.'º

En los últimos años surgió una nueva criatura de estas teorías


evolutivas por selección natural. Es una nueva filosofía llamada so-
ciobiología. Los que han inventado esta polémica escuela de pensa-
miento han afirmado que todo el comportamiento humano está ba-
sado en la genética. En otras palabras, nuestro comportamiento es
lo que es debido a que está establecido en nuestros genes, en el
ADN. Nuestro comportamiento está programado, no aprendido.
Esté predeterminado, y no moldeado por experiencias personales.
Si odiamos, es porque nuestros genes están estructurados para ello.
Si matamos, es porque nuestro ADN está compuesto de esta mane-
ra. Hoy día ya no es que «el diablo me lo hizo hacer», sino que «mis
genes me lo hicieron hacer». El sociobiólogo Richard Dawkins dice
acerca de nuestros genes que ellos
forman enjambres en grandes colonias, a salvo dentro de gigantescos y tor-
pes robots, protegidos del mundo exterior, y manipulándolo mediante control
remoto. Están en ti y en mí; nos crearon en cuerpo y alma; y su preservación
es la razón última de nuestra existencia ... somos sus máquinas de superviven-
cia."

En realidad, este es otro ataque del evolucionismo. Los sociobió-


68. /bid., pág. iv.
69. Louis Bonoure, «Evolutionnisme et Progress Humain•, Le Monde et la Vie (October 1963).
pág. 53.
70. Clark, Danvin: Befare and After, op. cit., pág. 187.
71. Citado por Time (August 1, 1977), pág. 36.

302
lagos están solamente diciendo que nuestro comportamiento ha
evolucionado junto con nuestros cuerpos. La conducta y el cuerpo
se hallan bajo el control del ADN. Robert Trivers, uno de los más
importantes promotores de la sociobiología en América, dijo:
Una vez aprendí lo que era la selección natural, resultó claro que durante
cien años desde Darwin no se había hecho casi ningún trabajo para aplicar sus
razonamientos a la conducta social. Era una increíble oportunidad poderse
mover dentro de este enorme vacíb. 72

Si los sociobiólogos están en lo cierto, entonces no hay nada que


se pueda calificar de mala acción. Todo tipo de mal que haya en el
mundo actual podría encontrar su justificación en la sociobiología
-esto es precisamente lo que ellos pretenden. Ello tan sólo pone de
manifiesto hasta que extremo ha sido llevado el pensamiento evo-
lucionista en años recientes. Y ello debería proclamar a voz en grito
los inmensos peligros inherentes en la filosofía de la evolución.

RECAPITULACIÓN
Los frutos de la evolución son abundantes. Pero están todos po-
dridos. La sociobiología es sólo una reciente extensión de los prin-
cipios evolucionistas. La guerra, el crimen, robos, asesinatos y odio
constituyen parte integrante de la lucha evolutiva por la supervi-
vencia. Nada hay que sea malo. Nada hay que vaya en contra de
ninguna ley moral, porque no hay ninguna ley moral en base de la
filosofía de la evolución. Haz lo que te dé la gana. Vive tu propia
vida. Consigue todo lo que puedas. Haz todo lo que puedas en la
vida para conseguir placer. Toda la vida es una lucha, una lucha
para sobrevivir por encima de nuestro hermano. Este es el fin real
del pensamiento evolucionista. Este es el verdadero sabor de este
amargo fruto.

72. Citado por !bid., pág. 39.

303
17

Arqueología y Biblia
La arqueología es el estudio de los objetos antiguos. Es un exten-
so campo de estudio que incluye la excavación y desempolvamiento
de cualquier reliquia del pasado. Este capítulo tratará acerca de
una sola área del campo de la arqueología. Aquí, nuestra atención
se centrará en la arqueología bíblica, o el estudio de los objetos an-
tiguos en su relación con las Escrituras. Podemos definir la arqueo-
logía bíblica como «un examen de objetos antiguos que se perdie-
ron y han vuelto a ser hallados, en cuanto estos objetos recuperados
se relacionan con el estudio de las Escrituras y la ilustración de la
vida en los tiempos bíblicos». 1 Este será el principal propósito de
este capítulo.
Nuestra indagación en el campo de la arqueología bíblica dará
evidencias que verifican la historicidad de la Biblia. Los críticos,
tanto del presente como del pasado, han dirigido constantemente
sus ataques contra la precisión histórica de las Escrituras. Pero al
irse desenterrando artículos del mundo bíblico, ¡va enterrándose el
concepto de cualquier contradicción entre la Biblia y la historia!
El universalmente famoso arqueólogo Nelson Gluek hizo en una
ocasión la siguiente afirmación: «Nunca se ha hecho ningún descu-
brimiento arqueológico que contradiga o contravenga las afirma-
ciones históricas de las Escrituras.» 2 Los críticos se han visto silen-
ciados en más de una ocasión por el golpe de una piqueta contra un
monumento recién descubierto. Una vez tras otra los acontecimien-
tos de las Escrituras han sido demostrados como exactos mediante

l. Howard F. Vos, An lntroduction to Bible Archaeology (Chicago, 111.: Moody Press, 1959),
pág. 8.
2. New York Times (October 28, 1956).

305
hallazgos arqueológicos. Así que ¿no sería razonable admitir la
exactitud de aquellos acontecimientos que no tienen respaldo ar-
queológico? Si cien pasajes han sido demostrados ciertos mediante
la evidencia externa, ¿podemos dudar con justicia de un pasaje que
pueda carecer de apoyo externo? En años recientes, la arqueología
bíblica se ha dirigido más hacia el campo de la crítica textual. Se
han hecho incontables descubrimientos que arrojan luz sobre el sig-
nificado de palabras griegas y hebreas. Estos estudios ayudan en
gran manera a los estudiosos de la Biblia en la comprensión del tex-
to de la Biblia.
La arqueología bíblica como un todo es una evidencia externa
en el estudio de las evidencias cristianas. Y es una de las más po-
derosas evidencias que apoyan la veracidad de la Biblia -de toda
la Biblia-.
Es imposible en este breve capítulo examinar la totalidad de las
evidencias arqueológicas que apoyan la historicidad de la Biblia. El
autor citará solamente unos pocos descubrimientos arqueológicos,
esperando que el lector se sienta estimulado a examinar la abun-
dancia de evidencias en este campo de estudio que confirman la
exactitud de las Escrituras. La mayor parte de los descubrimientos
que serán relacionados en este capítulo pueden encontrarse en casi
cualquier enciclopedia. Cada estudioso de la Biblia debería poseer
un libro de arqueología bíblica. El campo es extenso, y también es
extensa la selección de libros acerca de este tema.
Cada año se hacen nuevos descubrimientos que nos dan un pe-
queño atisbo de edades pretéritas. De manera especial, siguen aflo-
rando a la superficie pequeños fragmentos de información que arro-
jan nueva luz sobre las costumbres y lenguajes de los tiempos bí-
blicos. La importancia de estos temas no puede ser destacada en ex-
ceso. Tampoco pueden los escépticos ignorar aquellos descubri-
mientos que confirman las afirmaciones bíblicas.
Examinemos algunos de los principales descubrimientos que se
han hecho en el pasado. Se trata de descubrimientos que han silen-
ciado la mayor parte de los ataques de los escépticos. De hecho, es
en raras ocasiones que se oye en la actualidad a nadie negar la
exactitud histórica de la Biblia. Se ha desarrollado tal atmósfera
centrada sobre la historia de la Biblia gracias a los descubrimientos
arqueológicos que se ha acallado la boca de cada escéptico.

LA ESTELA MOABITA

El 19 de agosto de 1868, le mostraron a un misionero alemán en


Palestina, llamado F. A. Klein, una gran piedra negra de 1,20 me-
tros de altura, 60 centímetros de anchura, y con un grosor de 27

306
centímetros. 3 En aquel tiempo Klein no tenía ni idea de la verdade-
ra importancia de esta piedra ni del significado de su preciadísima
inscripción. Pero sentía curiosidad por saber de qué se trataba.
Klein volvió a Alemania para conseguir dinero para comprar la
piedra a los árabes. Durante el tiempo que estuvo en Alemania, un
erudito francés llamado Clermont-Ganneau, que estaba trabajando
en Jerusalén, oyó del descubrimiento del misionero alemán y en el
acto emprendió la marcha hacia Dibón, Moab, donde había sido
descubierta la piedra.
Rodeado de árabes hostiles, Clermont-Ganneau consiguió un re-
calco (esto es, una reproducción facsímil) de la inscripción. (Somos
afortunados de que la consiguiera. Después de haber conseguido el
recalco, los árabes calentaron la piedra y echaron agua fría sobre
ella para romper en pedazos lo que ellos creían eraun ídolo supers-
ticioso.) Cuando Clermont-Ganneau volvió para ofrecer a los árabes
alrededor de dos mil dólares (unas cinco veces el precio que les
ofrecía Klein), la piedra ya había desaparecido. Después de muchos
meses de búsqueda sólo se descubrieron alrededor de dos terceras
partes de la inscripción. Pero seguía existiendo el recalco de la ins-
cripción completa que había hecho Clermont-Ganneau.
Este monumento fue tallado durante el reinado de Mesa, rey de
Moab (alrededor del 850 A.C.). Se trataba de un tributo a Quemós,
la deidad moabita. Este Mesa es el mismo Mesa de 2 Reyes 3:4, 5.
El mensaje básico de la inscripción cuenta como Quemós, la deidad
moabita, se enojó contra Moab y los entregó a servidumbre bajo los
israelitas. Habla de cómo las ciudades y tierras de Moab fueron de-
vueltas a Mesa en sus días. Revela también cómo Mesa se rebeló
contra Acab, rey de Israel.
La inscripción contiene treinta y nueve líneas de escritura en
moabita, un lenguaje estrechamente relacionado con el hebreo bí-
blico. El alfabeto es el antiguo o paleohebreo, como el utilizado
para la Inscripción de Siloé y las Cartas de Laquis». 4 Melvin Kyle
destaca la importancia de lo avanzado del escrito de esta inscrip-
ción al escribir:
Siendo su excelente y sumamente desarrollado alfabeto superior en aquella
importantsima combinación de legibilidad y simplicidad a cualquiera incluso
de los pretendidos alfabetos científicos de hoy, les ha parecido a muchos que
señala a un desarrollo literario que bien podría cubrir todo el período pasado
de la historia nacional de Israel hasta el mismo Éxodo. El posterior descubri-
miento de la inscripción de Siloé, de la tableta del Calendario de Gezer, y otros
fragmentos de menor importancia, en tanto que no añaden demasiado, si algo,

3. A. H. Sayce, «Moabite Stone•, lnternational Standard Bible Encyclopedia, James Orr., ed.
(Grand Rapids, Mich.: Eerdmans Publishing Co., 1939), Vol. 3, pág. 2.071.
4. «Moabite Stone», The Biblica[ World, Charles Pfeiffer, ed. (Grand Rapids, Mich.: Baker
Book House, 1966), pág. 396.

307
a la evidencia proveída por la estela moabita, sí que sirven uniformemente
para fortalecer y confirmar esta previsión de información acerca del carácter
literario de la era precedente.;

Lo que sigue es una parte de la inscripción como la presenta A.


H. Sayce en la International Standard Bible Encyclopedia:
Yo [soy] Mesa, hijo de Quemós-melech, rey de Moab, el dibonita. Mi padre
reinó sobre Moab durante 30 años y yo reiné después de mi padre. He hecho
este monumento para Quemós en Qorhah, un monumento de salvación, por-
que él me salvó de todos los invasores, y me dejó ver mi deseo sobre todos mis
enemigos. Omri era rey de Israel. y oprimió muchos días a Moab, porque Que-
mós estaba enojado con su país. Su hijo [Acab] le siguió y también dijo: Yo
oprimiré a Moab. En mis días [Quemós] dijo: Yo veré (mi deseo) sobre él y su
casa, e Israel de cierto perecerá para siempre. Omri tomó la tierra de Medeba
[Números 21 :30], e [Israel] vivió en ella durante sus días y la mitad de los días
de su hijo, 40 años en total. Pero Quemós (dio) la de vuelta en mis días. Yo
construí Baal-Meon [Josué 13:17] e hice en ella los fosos; yo construí Quiria-
taim [Números 32:37]. Los hombres de Gad vivían en la tierra de Ataroth [Nú-
meros 323:3] desde la antigüedad, y el rey de Israel construyó allí (la ciudad
de Ataroth; pero yo hice guerra contra la ciudad y la tomé ... Y tomé de allí los
Arels de Yahweh y los llevé ante Quemós.

A lo largo de esta inscripción Mesa habla de muchas ciudades


que él construyó. También registra cómo construyó muchos canales
y acueductos para proveer de agua a su pueblo. Mesa utilizó tam-
bién el término hebreo Yahweh, una referencia al Dios de Israel.
Evidentemente, Mesa estaba familiarizado con el Dios de Israel.
La inscripción cuenta también como Quemós se enojó contra el
pueblo de Moab y permitió a Omri, rey de Israel, que los venciera
y los obligara a pagar tributo. Habla de la recuperación de la inde-
pendencia por parte de los moabitas tras la muerte de Acab, rey de
Israel.
Es evidente, así, que este singular descubrimiento confirma va-
rios hechos del Antiguo Tetamento. Omri queda confirmado como
rey de Israel. La utilización de la palabra Yahweh en referencia al
Dios de Israel constituye evidencia de que Dios era conocido entre
las naciones. Queda confirmado el sometimiento de Moab a Israel
(2 Reyes 3). Mesa queda confirmado como rey de Moab. Este monu-
mento afirma que Acab y Mesa fueron reyes contemporáneos. Así,
la estela de Moab constituye una significativa evidencia que apoya
la exactitud histórica de la Biblia.

5. Levin G. Kyle, The Deciding Voice of the Monuments in Biblical Criticism (Ohio: Bibliot-
heca Sacra Co., 1912), págs. 275, 276.

308
EL OBELISCO NEGRO DE SALMANSAR III
En 1846 un joven abogado llamado Henry Layard, de Constan-
tinopla, hizo un descubrimiento que abrió las puertas del conoci-
miento de la antigua historia de Asiria. 6 Se podría decir que fue uno
de los más valiosos descubrimientos hechos por la menor inversión
jamás pagada. Cuando Layard dejó Constantinopla tenía sólo 120
dólares para gastos. Parece casi asunto de suerte que llegara siquie-
ra a sobrevivir, no ya a llevar a cabo un descubrimiento que atrae-
ría el interés de todo el mundo.
Mientras llevaba a cabo sus excavaciones de aficionado en Nim-
rod, situada en la región alta de Mesopotamia, se encontró un mo-
numento memorial u obelisco hecho por Salmansar III, rey de Asi-
ria. El obelisco era un pilar cuadrado de limolita negra de dos me-
tros de altura. Presentaba cinco hileras de burdos bajorrelieves ins-
critos en sus lados. 7 Arriba y abajo de las inscripciones había expli-
caciones de los relieves escritas en cuneiforme.
Este obelisco era una conmemoración de las victorias de Sal-
mansar III. Las inscripciones de este monumento nos son de gran
valor en la actualidad por su mención de Jehú, rey de Israel. Estas
inscripciones representan a Jehú inclinándose ante Salmansar III.
Esta es, de pasada, la única figura que tenemos representando a un
rey de Israel. Jehú reinó en Israel desde el 841 hasta el 814 a.C. Sal-
mansar III reinó en Asiria desde el 859 hasta el 824 a.c. El monu-
mento verifica que estos dos reyes fueron contemporáneos. Werner
Keller escribe así tocante a este obelisco:
El pilar, u obelisco como se le llama, fue erigido en un lugar público cerca
del palacio de Salmansar para conmemorar los logros de los primeros treinta
y un años de su reinado. Los relieves muestran representantes de cinco regio-
nes sometidas a Salmansar trayéndole tributo. En la segunda hilera de relieves
delante del obelisco vemos a Jehú rey de Israel arrodillándose ante Salman-
sar.8

En tres ocasiones en el monumento se menciona que Salmansar


subió contra la coalición de reyes de Damasco y Palestina, a todos
los cuales derrotó. Damasco, cuyo rey era Hazael (2 Reyes 8:7 y ss.)
e Israel, cuyo rey era Acab, tenían un pacto para luchar juntos con-
tra las fuerzas invasoras. Esta información se da en el monumento.
Se dice que en el año decimoctavo del reinado de Salmansar éste
subió contra un solo rey, el de Damasco.9 Acab había muerto en la
batalla de Karkar (853 a.C.) y evidentemente Israel dejó de mante-
6. Werner Keller, The Bible as History (New York: Morrow and Co., 1956), págs. 239-241.
7. «Moabite Stone», The Bíblica/ World, op. cit., pág. 150.
8. !bid.
9. Keller, The Bible as History, op. cit., pág. 240.

309
ner la alianza con Hazael, rey de Damasco. El obelisco menciona a
«Acab, rey de Israel» como teniendo los más poderosos ejércitos del
grupo militar que luchó contra Salmansar en Karkar. Esto consti-
tuye una confirmación del reinado de Acaben el siglo IX a.C. Cuan-
do Jehú vino a ser rey de Israel decidió pagar tributo en vez de lu-
char contra Salmansar. La inscripción dice: «Tributo de Jehú hijo
de Omri; plata, oro, tazones de oro, cálices de oro, ánforas de oro,
plomo, un cetro real, estacas, yo recibí de él.»
Salmansar utiliza la expresión «hijo de Omri» en referencia a
Jehú como sucesor de Omri, no como hijo literal de Omri. Ococías
y Joram reinaron después de Acab y antes de Jehú. Omri reinó
antes de Acab. Elmer Mould escribió lo siguiente acerca del tributo
pagado por Jehú:
Durante unos cinco años Jehú permaneció a salvo en la protección pagada
a Asiria. Luego, en el 839 a.c., Salmansar volvió al ataque sobre el reino de Da-
masco. En esta ocasión pudo conquistar cuatro ciudades sirias, aunque no
pudo tomar Damasco. Tomó tributo de Tiro y Sidón pero no se hace ninguna
mención de exacción alguna a Jehú, quizá debido a que Jehú estuviera pagan-
do con regularidad, o quizá debido a que Salmansar se retiró antes de que pu-
diera cobrar.'º

Después de los ataques de Asiria sobre Damasco, Hazael, en ven-


ganza, comenzó su campaña contra Israel. En 2 Reyes 10:32 se afir-
ma: «En aquellos días comenzó Jehová a cercenar el territorio de
Israel.» Este fue el comienzo del fin para Israel por haber abando-
nado su confianza en Jehová y ponerse en manos de un rey extran-
jero.
Los registros de Salmansar III no contradicen la Biblia; la con-
firman. Es una evidencia más de la integridad histórica de las Es-
crituras.

LA INSCRIPCIÓN DE SISAC
Tenemos que examinar ahora otro significativo descubrimiento
acerca de la relación de Israel con Egipto en el siglo x a.C. En mo-
numentos erigidos en Egipto se atribuye a Sisac la fundación de la
22.ª Dinastía de faraones egipcios. Al final de la 21.ª Dinastía, que
quedó marcada 1?ºr la muerte de Pasebkhanu II, Sisac accedió al
trono de Egipto. 1 Su reinado se extendió desde el 945 hasta el 924
a.c.
En 1 Reyes 11 se registra que cuando Salomón se enemistó con
Jeroboam, éste se vio obligado a huir a Egipto. Este acontecimiento
10. Elmer Mould, Essentials of Bible History (New York: Ronald Press Co .. 1951), pág. 239.
11. T. Nicol, «Shishak», lnternational Standard Bible Encyclopedia, op. cit., Vol. 3, pág. 2.777.

310
tuvo lugar durante el reinado de Sisac. Así, Jeroboam estuvo en
Egipto mientras Sisac era faraón. Cuando Salomón murió, Jero-
boam volvió a Palestina para gobernar sobre las diez tribus del nor-
te de Israel. Esto fue en cumplimiento de una profecía hecha por
Ahías (1 Reyes 11:31 y ss.). Al mismo tiempo, Roboam reinó sobre
las tribus meridionales de Israel. Roboam había estado en el trono
de Judá durante unos cinco años cuando Sisac comenzó su saqueo
de Palestina. En 1 Reyes 14:25 leemos:
Al quinto año del rey Roboam subió Sisac rey de Egipto contra Jerusalén,
y tomó los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa real, y lo sa-
queó todo; también se llevó todos los escudos de oro que Salomón había hecho
(cp. 2 Crónicas 9:1-5).

Jerusalén fue salvada de una destrucción total a manos de Sisac.


Pero todas las riquezas de la ciudad fueron tomadas y los judíos de
Judá quedaron como tributarios del rey de Egipto (2 Crónicas 12:8).
En los muros del templo de Amón, en Karnak, Egipto, Sisac dejó
inscripciones describiendo sus campañas en el territorio israelita.
Las inscripciones presentan a Sisac trayendo a 156 prisioneros pa-
lestinos maniatados ante el dios Amón. Se cree que cada uno de
estos presos representa una ciudad en Palestina. 12 Se hace una espe-
cial mención de la ciudad de Meguidó, situada a unos veinticuatro
kilómetros al sudeste del monte Carmelo en Palestina, cuando Me-
guidó fue excavada hace algunos años por el Instituto Oriental de
la Universidad de Chicago, se encontró una estela rota (una placa
de piedra escrita) que daba relatos de Sisac. También mostraba que
Sisac pudiera haber erigido un monumento memorial en Palestina.
En la pared meridional del templo de Amón dejó también Sisac una
lista de ciudades despojadas, no sólo de Judá, sino también de Is-
rael.13
La evidencia de las inscripciones de Sisac proclama que el rey
Sisac hizo guerra contra el pueblo de Dios en la tierra de Canaán.
El reinado de Sisac en Egipto fue contemporáneo con los reinados
de Jeroboam y Roboam en Palestina. Esto es precisamente lo que la
Biblia ha estado afirmando durante miles de años.

LOS ANALES DE SARGÓN 11


En Isaías 20: 1 Isaías data uno de sus oráculos en el año en que
Sargón envió a su comandante en jefe para someter la ciudad de As-
dod. «En el año que vino el Tartán a Asdod, cuando lo vio Sargón

12. Keller, The Bible as History, op. cit., pág. 228.


13. Kyle, The Deciding Voice of the Monuments in Biblical Criticism , op. cit., pág. 260.

311
rey de Asiria, y peleó contra Asdod y la tomó.» En este pasaje Sar-
gón es llamado rey de Asiria. Los críticos decían que la Biblia era
inexacta en este punto. Pero era poco lo que se sabía acerca del im-
perio de Asiria cuando se hizo esta crítica. La crítica estaba basada
en el hecho de que no se encontraba el nombre de Sargón entre los
reyes de Asiria.
Pero a mediados del siglo XIX todo ello cambió. Fue en este pe-
ríodo que Paul-Emile Botta, un cónsul francés, descubrió las ruinas
del palacio de Sargón II en Korsabad, situada en el extremo septen-
trional del río Tigris. 14 Sus expediciones condujeron más tarde al
descubrimiento de muchos y valiosos documentos que relataban las
campañas de Sargón a lo largo de su reinado. Se descubrieron un
total de 22.000 tabletas en Korsabad y regiones a su alrededor.
Estas tabletas han dado una gran cantidad de conocimiento con
respecto a los tiempos bíblicos. Examinemos algunos detalles rele-
vantes.
El 725 a.C. Salmansar V puso sitio a Samaria, la capital de Is-
rael. Luchó en contra de la ciudad durante un tiempo de aproxima-
damente tres años. Al acabar el sitio, Salmansar desapareció mis-
teriosamente de la escena y Sargón II terminó la tarea de destruir
la ciudad. En 2 Reyes 17:3 se atribuye a Salmansar el comienzo del
asedio contra Israel. En el versículo seis se afirma simplemente que
«el rey de Asiria» acabó el asedio de Samaria. En sus registros per-
sonales, Sargón afirma la victoria final.
No hay contradicción aquí entre la Biblia y la historia secular.
Los anales de Sargón simplemente prosiguen allí donde la Biblia
acaba. Salmansar comenzó la guerra contra Israel y su capital, y
Sargón II, que más tarde vino a ser rey de Asiria, acabó la tarea.
Después de haber capturado la ciudad, los registros de Sargón afir-
man que se llevó a 27.290 prisioneros al cautiverio. «Asedié y cap-
turé Samaria, llevándome a 27 .290 prisioneros que vivían allí. SO
carros recogí de entre ellos ... » 15
Comentando acerca de la guerra de Asiria contra Israel, D. J.
Wiseman dice: «Sargón deportó a algunos de los prisioneros de Sa-
maria a Gozán o Guzana (Tell Halab), donde las excavaciones han
mostrado evidencia de la presencia de los exiliados judíos. También
registra el reasentamiento en la ciudad de gentes traídas de partes
distantes de su imperio.» 16 Esto es exactamente lo que la Biblia
dice en los siguientes pasajes:

14. Henry Halley, Halley's Bible Handbook (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing Co.,
1956), págs. 287, 288.
15. R. K. Harrison, The Archaeology o( the Old Testament (New York: Harper & Row Publis-
hing, 1966), pág. 78.
16. D. J. Wiseman, Illustrations From Bib/ical Archaeology (Grand Rapids, Mich.: Eerdmans
Publishing Co., 1958), pág. 60.

312
En el año nueve de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, y llevó a Israel
cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciu-
dades de los medos (2 Reyes 17:6).
Y trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de
Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Is-
rael; y poseyeron a Samaria, y habitaron en sus ciudades (2 Reyes 17:24).

En Isaías 20: 1 leemos que Sargón envió al Tartán para luchar en


contra de Asdod. Hasta allí donde el relato de la Biblia lo muestra
no sabemos la razón de este ataque. Pero en los anales de Sargón
esto queda más explicado. Los anales dicen:
Azuri, rey de Asdod, planeó en su corazón no pagar tributo. En mi ira mar-
ché contra Asdod con mi usual guardia de corps. Conquisté Asdod y Gat. Tomé
sus tesoros y su pueblo. Estableci allí gentes de las tierras del este. Tomé tri-
buto de Filistea, Judá, Edom y Moab.' 7

Isaías 20:1 y los anales de Sargón parece armonizar perfecta-


mente aquí.
Además, las fechas de las ciudades, pueblos y países encontrados
en los anales de Sargón se corresponden de manera sorprendente
con la época que la Biblia les atribuye. Los países de Egipto, Elam,
Moab, Edom, y los medos, filisteos y sirios son mencionados en los
documentos de Sargón. Las ciudades de Asdod, Damasco, Tiro,
Gaza, Carquemis, Arpad y Hamat son también mencionadas en
estas valiosas inscripciones. 18 Por el descubrimiento de los anales de
Sargón, «muchos de los pueblos y lugares, y algunos de los perso-
najes, de una mención relativamente oscura en la Biblia, fueron
identificados, y su verdadera importancia se hizo evidente.» 19 Mu-
chos de los lugares mencionados en los anales que también apare-
cen en la Biblia se relacionan a continuación:
Ararat (2 Reyes 19:37; Isaías 37:38; en asirio, Urartu). Mesec (Ezequiel 27: 12;
32:26; 38:2, 3; 39:1; asirio, Mushki). Tuba! (Isaías 66:10 y anteriores referencias
en Ezequiel; asirio, Tabaf). Mini, mencionada con Ararat (Jeremías 51:27; los
manneos de los registros de Sargón). Kue o Cilicia (1Reyes10:28; 2Crónicas1:16,
RSV inglesa).20

Como se ve de la información dada y de mucha más que no ha


sido presentada, Sargón 11 fue uno de los más grandes reyes de Asi-
ria. Su reinado es muy importante para los estudiosos de la Biblia.
Los anales que se descubrieron en Korsabad y otros documentos
asirios son de gran valor en lo que nos cuentan del ambiente en que
vivían los israelitas.

17. Halley, Halley's Bible Handbook, op. cit., pág. 288.


18. «Sargon II3, The Biblical World, op. cit., pág. 507.
19. !bid.
20. !bid.

313
Se puede decir con seguridad que uno que no esté bien familiarizado con
Sargón II y sus tiempos difícilmente está en una posición para apreciar plena-
mente ni la historia religiosa ni la política de la Monarquía Dividida, ni el mi-
nisterio anterior y los mensajes del gran profeta Isaías. 21

EL TÚNEL DE EZEQUÍAS Y EL PRISMA DE SENAQUERIB


Ezequías, Senaquerib y Esarhadón son tres reyes que desarro-
llan un capítulo muy interesante en la historia antigua. Después de
la muerte de Sargón 11, Senaquerib, su hijo, subió al trono de Asi-
ria. Reinó desde el 705 al 681 a.C. 22 Aprovechando el cambio suce-
sorio en Asiria, Ezequías, rey de Judá, «se rebeló contra el rey de
Asiria, y no lo sirvió» (2 Reyes 18:7).
Después de su rebelión, Ezequías recibió aviso de que Senaque-
rib iba a reimponer su tiranía sobre Jerusalén (2 Crónicas 32:2). Al
enterarse de ello, Ezequías tomó medidas inmediatas para fortificar
la ciudad de Jerusalén. En 2 Crónicas 32:3, 4, leemos:
(Ezequías) tuvo consejo con sus príncipes y con sus hombres valientes, para
cegar las fuentes de aguas que estaban fuera de la ciudad; y ellos le apoyaron.
Entonces se reunió mucho pueblo, y cegaron todas las fuentes, y el arroyo que
corría a través del territorio, diciendo: ¿Por qué han de hallar los reyes de Asi-
ria muchas aguas cuando vengan?

Ezequías cavó un túnel desde el estanque de Gihón, que estaba


fuera de los muros de la ciudad, hasta el estanque de Siloé, que es-
taba dentro de los muros. Una afirmación que se hace al final de su
reinado dice específicamente qué es lo que hizo: «Este Ezequías cu-
brió los manantiales de Gihón la de arriba, y condujo el agua hacia

21. /bid., pág. 508.


22. /bid., •Senaquerib•, pág. 516.

314
el occidente de la ciudad de David» (2 Crónicas 32:30). Ezequías cu-
brió entonces el estanque de Gihón a fin de que los asirios no tuvie-
ran agua durante el asedio de Jerusalén. La última información que
tenemos de este túnel en la Biblia está al final del reinado de Eze-
quías: «Los demás hechos de Ezequías, y todo su poderío, y cómo
hizo el estanque y el conducto, y metió las aguas en la ciudad, ¿no
está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?» (2 Re-
yes 20:20).
Irónicamente, este túnel se perdió con el transcurrir de la histo-
ria. La última mención que se hace de él es en el libro apócrifo de
Eclesiástico (Eclesiástico 48: 17 - escrito alrededor del 200 a.C.). 23
Es evidente que el túnel era desconocido durante la época de Josefa
(37-115 d.C.) por cuanto él no hace ninguna mención del tal en sus
escritos ni en su descripción de Jerusalén. 24 El redescubrimiento del
túnel fue hecho por Edward Robinson, un erudito americano, y Eli
Smith, un misionero en Siria. Hacia el principio del siglo diecinue-
ve anduvieron toda la longitud del conducto y vieron que tenía una
longitud total de 533 metros. 25 Otras características del túnel era su
curso en zig-zag y su altura media de alrededor de 1,80 metros.
El descubrimiento más significativo acerca del túnel fue hecho
accidentalmente por un jovencito en 1880. Mientras jugaba cerca
del estanque de Siloé, resbaló y cayó. Desde donde estaba tendido
se dio cuenta de la existencia de unas marcas hechas burdamente
en el lado de la pared. 26 El jovencito le dijo a su maestro, Conrad
Schick, lo que había descubierto. Cuando Schick investigó esta ins-
cripción vio que las marcas cubrían una área aproximadamente del
mismo tamaño que un diario, de alrededor de 75 centímetros de
longitud. Después de más investigación se descubrió que la inscrip-
ción estaba escrita en hebreo clásico.
Para la erudición mundial, esta inscripción «constituye un im-
portante artículo en la colección más bien escasa de material dispo-
nible para el paleógrafo hebreo». 27 G. Ernest Wright dijo, acerca de
la importancia de la inscripción, que «ha sido durante muchos años
la pieza más monumental de escritura en palestino israelita, y otras
inscripciones hebreas han sido datadas ~or comparación de las for-
mas de las letras que aparecen en ella». 8 La inscripción fue escrita
en caracteres cursivos. Esta escritura era contemporánea de los
días de Ezequías, alrededor del 700 a.C. 29 La inscripción dice así:

23. T. Witton Davies, «Sirach», lntemational Standard Bible Encyclopedia, op. cit., pág. 2.813.
24. Ver la descripción que hace Josefo de Jerusalén, Guerras de los Judíos, Libro V, Capítulo IV.
25. «Siloam Inscription», The Bíblica[ World, op. cit., pág. 531.
26. Mould, Essential of Bib/e History, op. cit., pág. 54.
27. Harrison, The Archeology of the Old Testament, op. cit., pág. 80.
28. G. Ernest Wright, Bíblica/ Archaeology (Philadelphia: Westminster Press, 1957), pág. 169.
29. «Siloam Inscription», The Biblical World, op. cit., pág. 532.

315
El túnel está acabado. Esta es la historia del túnel. Mientras que los pica-
dores levantaban el pico, cada uno hacia su vecino (desde los extremos opues-
tos), y mientras estaban aún a una distancia de tres codos, se oía la voz del uno
llamando al otro; y después de esto pico chocó contra pico: y las aguas fluye-
ron desde la fuente al estanque, 1.200 codos, y 100 codos era la altura de la
roca encima. 30

Otro descubrimiento importante que se ha conseguido mediante


la inscripción es la cantidad de centímetros por codo. En la inscrip-
ción se da la longitud del túnel como 1.200 codos. Midiendo el túnel
y comparando los centímetros con los codos se descubre que un
codo mide alrededor de 45,5 centímetros.
Pero vayamos ahora de vuelta a la pendencia entre Ezequías y
Senaquerib. Después de la rebelión de Ezequías frente a Asiria, Se-
naquerib comenzó su saqueo de Judá. En 2 Reyes 18:13 leemos: «A
los catorce años del rey Ezequías, subió Senaquerib rey de Asiria
contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó» (cp. 2
Crónicas 32: 1; Isaías 36: 1). Una de las últimas ciudades en caer en
manos de Senaquerib fue la ciudad de Laquis. A mediados del siglo
diecinueve, A. H. Layard descubrió en Nínive trece losas de piedra
con bajorrelieves exhibiendo un ataque contra una ciudad bien for-
tificada.31 Es indudable que se trataba de la ciudad de Laquis. Este
bajorrelieve encontrado en el palacio de Senaquerib exhibe la pre-
sentación de los despojos de la ciudad de Samaria ante Senaquerib,
que se encuentra en su trono. 32
Esperando conseguir más tiempo de Senaquerib, Ezequías «en-
vío a decir al rey de Asiria que estaba en Laquis: Yo he pecado;
apártate de mí, y haré todo lo que me impongas. Y el rey de Asiria
impuso a Ezequías rey de Judá trescientos talentos de plata, y
treinta talentos de oro» (2 Reyes 18: 14). Aunque Senaquerib recibió
tributo de Ezequías siguió persistiendo en sus esfuerzos de saquear
Jerusalén, lo que él consideraba como punto culminante de su cam-
paña en Judá.
Pero ahí es donde hubo un giro desafortunado de los aconteci-
mientos para Senaquerib. Aquí es donde la importancia del prisma
de Senquerib se hace patente. Este prisma, también conocido como
el Prisma de Taylor, es un monumento de seis caras que fue hecho
por Senaquerib en el 691 a.C. 33 Contiene los últimos relatos de Se-
naquerib acerca de sus campañas en Judá. 34 En el monumento Se-
naquerib habla de esta manera de su campaña contra Jerusalén:
30. Halley, Ha/ley Bible Handbook, op. cit., pág. 225.
31. «Sennacherib», The Bíblica/ World, op. cit., pág. 517.
32. Jack P. Lewis, Historical Backgrounds of Bible History (Grand Rapids, Mich.: Baker Book
House), pág. 108.
33. Old Testament Illustrations (The Cambridge Bible Commentary), Leaney S. Packer Ackroyd,
ed. (Cambridge: The University Press, 1971). pág. 87.
34. !bid.

316
En cuanto a Ezequías, el judío, él no se sometió a mi yugo, puse sitio a 46
de sus ciudades fuertes y a las incontables aldeas de su vecindad, y las con-
quisté mediante rampas de bien apisonada (tierra), y arietes traídos cerca (de
los muros) (en combinación con) el ataque de soldades de infantería, (utilizan-
do) minas, brechas así como con trabajos de zapa. Expulsé (de ellos) 200.150
personas, jóvenes y viejos, varones y hembras, caballos, mulas, asnos, came-
llos, ganado mayor y menor incontable, considerándo(los) botín. A él mismo lo
hice prisionero en Jerusalén, su residencia real, como un pájaro en una jaula .35

En ningún lugar pretende Senaquerib haber conseguido una vic-


toria definitiva sobre Jerusalén. Esto no aparece en su prisma. Pero
la Biblia prosigue allí donde él acaba. En 2 Reyes 19:35 leemos: «Y
aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató
en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y
cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos
de muertos.» Cuando Senaquerib cercaba Jerusalén, Ezequías fue a
Dios en oración (2 Reyes 19: 14-19). Dios respondió a esta oración
destruyendo el ejército de Senaquerib.
Después de su terrible derrota, «Senaquerib rey de Asiria se fue,
y volvió a Nínive, donde se quedó» (2 Reyes 19:36). Su fin es regis-
trado en 2 Reyes 19:37: «Y aconteció que mientras él adoraba en el
tempo de Nisroc su dios, Adramelec y Sarezer sus hijos lo hirieron
a espada, y huyeron a tierra de Ararat. Y reinó en su lugar Esarha-
dón su hijo.» Para desaliento de muchos escépticos, se han descu-
bierto en los Anales de Esahardón las siguientes palabras que seco-
rresponden a la perfección con el relato bíblico:
... se rebelaron. A fin de ejercer la autoridad real dieron muerte a Senaque-
rib. Yo me convertí en un león rugiente, mi mente era una furia ... Estos usur-
padores ... huyeron a una tierra desconocida. Alcancé el muelle sobre el Tigris,
envié mis tropas a través del ancho río como si fuera un canal. En Adar (di-
ciembre) ... alcancé Nínive bien complacido. Ascendí al trono de mi padre con
gozo. El viento del sur estaba soplando ... cuyas brisas son propicias para la au-
toridad regia ... Yo soy Esarhadón, Rey del mundo, Rey de Asiria ... hijo de Se-
naquerib.36

Los anales de Esarhadón muestran la asombrosa precisión de


las Escrituras. ¿No es ésta una prueba más de que la Biblia es his-
tóricamente exacta?

LOS RECIBOS DE RACIONES DE JOAQUÍN

Continuemos con esta asombrosa armonía entre la arqueología


y la Biblia. En el 597 a.C. Nabucodonosor, rey de Babilonia, marchó

35. Ancient Near Eastern Texts Related to the Old Testament, J. E. Pritchard, ed. (Princeton:
Princeton University Press, 1969), pág. 287.
36. Keller, The Bible as History, op. cit., pág. 269.

317
contra la ciudad de Jerusalén, y le puso sitio. La ciudad cayó el 15/
16 de marzo. Un relato babilónico de este acontecimiento dice así:
En el año séptimo, el mes de Kisleu, el rey de Addad movilizó sus tropas,
marchó hacia la tierra de hatti, y acampó contra (esto es, asedió) la ciudad de
Judá y en el segundo día del mes de Adar capturó la ciudad y tomó preso al
rey. Señaló allí a un rey de su propia elección (lit.: corazón), recibió su pesado
tributo y (los) envió a Babilonia.37

Cuando Jerusalén cayó, muchos judíos fueron llevados al cauti-


verio, incluyendo su rey, Joaquín (2 Crónicas 36:9-10). Durante el
período en que Joaquín estuvo en cautiverio, Nabucodonosor murió
y su hijo, Evil-merodac, accedió al trono de Babilonia. 38 La Biblia
registra que Joaquín halló de inmediato favor en los ojos del nuevo
rey de Babilonia. «Evil-merodac, rey de Babilonia, en el primer año
de su reinado, liberó a Joaquín, rey de Judá, sacándolo de la cár-
cel... Y diariamente le fue dada su comida de parte del rey, de con-
tinuo, todos los días de su vida» (2 Reyes 25:27-30). Jeremías fue
contemporáneo con estos acontecimientos, profetizando entre el
627 y el 575 a.C. 39 También señala que el rey de Babilonia dio ra-
ciones al cautivo rey de Judá. «Y comía pan en la mesa del rey
siempre todos los días de su vida. Y continuamente se le daba una
ración de parte del rey de Babilonia, cada día durante todos los
días de su vida, hasta el día de su muerte» (Jeremías 52:33, 34).
Y es ahí donde entran los entusiasmantes descubrimientos ar-
queológicos. En 1899, la Sociedad Oriental alemana dispuso una
gran expedición bajo la dirección del profesor Robert Koldew~y, un
arquitecto, para excavar el monte de Babel en el área del río Eufra-
tes.40 Después de trabajar dieciocho años descubieron lo que recibe
el nombre de Puerta de Ishtar. Muchos otros artefactos fueron des-
cubiertos, como 300 tabletas de arcilla. Estas tabletas fueron empa-
quetadas y enviadas a un museo en Berlín, Alemania, donde perma-
necieron hasta 1935.41 En 1933, un hombre llamado E. F. Weidner
aceptó la tarea de traducir estas tabletas. El trabajo era muy duro,
y en ocasiones desalentador. Pero después de muchos días y sema-
nas de duro trabajo, Weidner repentinamente se encontró con un
nombre bíblico familiar: Ja-V-Kinu, o Joaquín. Se quedó mucho
más seguro de que se trataba del Joaquín de la Biblia cuando en-
contró otras tabletas que se referían a él como «rey de la (tierra de)

37. D. J. Wiseman, Chronic/es ofCha/dean Kings (London: British Museum, 1956), pág. 73.
38. «Jeioiachin», Zondervan Pictorial Bible Dictionary, Merrill C. Tenny, ed. (Grand Rapids,
Mich.: Zondervan Publishing House, 1968), pág. 406.
39. John C. Whitcomb, Old Testament Kings and Prophets (chart) (Winona Lake, Ind.: Grace
Theological Seminary, 1966).
40. Keller, The Bible as History, op. cit., pág. 285.
41. !bid., pág. 286.

318
Judá». Las tabletas le identifican como «Yaukin, rey de la tierra de
Yahud». 42 Era evidente que Weidner había encontrado los recibos
de las raciones del rey de Babilonia, que daban testimonio de que
el rey de Babilonia había dado alimento con regularidad al rey de Ju-
dea. Esto es exactamente lo que Jeremías y 2 Reyes habían afirmado.
De pasada, mencionados como raciones en las tabletas aparecen
artículos como cebada y aceite pagados a ciertos cautivos que vi-
vían cerca de Babilonia. También se mencionan los países de Egip-
to, Asia Menor, Elam, Media, Persia, Fenicia, Filistea y Judea. 43 Un
descubrimiento de tal calibre fue una confirmación maravillosa de
la Biblia y de su precisión histórica.

EL CILINDRO DE CIRO
Isaías profetizó durante los años 739 a 695 a.C. 44 Durante este
tiempo dio una profecía concerniente a un hombre llamado Ciro.
«Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano
derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de re-
yes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán»
(Isaías 45: 1). Esta profecía se dio aproximadamente 200 años antes
de su cumplimiento.
Veamos ahora cómo se cumplió esta profecía. Ante todo, consi-
deremos Daniel 5:25-28. Aquí Daniel está hablando acerca de la
caída de Belsasar.
Y la escritura que trazó es: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN. Ésta es la
interpretación del asunto: MENE: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin. TE-
KEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu reino ha
sido roto, y dado a los medos y a los persas.

La inspirada interpretación de Daniel de este escrito en la pared


del palacio de Babilonia decía que el reino de Belsasar llegaba a su
fin. Aquella misma noche después de haber sido pronunciada la
profecía, Belsasar fue muerto y Darío de Media comenzó a reinar
(Daniel 5:30, 31). Algunos creen que Darío de Media fue el hombre
puesto sobre la ciudad de Babilonia por Ciro, que era el gobernante
del imperio de Medo-Persia y ahora del imperio babilónico.45
Surge la cuestión, ¿cómo se correlaciona arqueológicamente la
caída de Babilonia con la Biblia? Veamos. En la última parte del si-
glo diecinueve, Hormuy Rossam descubrió un cilindro de barro de
forma barriloide que describe la actuación política de Ciro y cómo
42. «Jehoiachin•, The Bíblica/ World, op. cit., pág. 302.
43. /bid.
44. Whitcomb, Old Testament Kings and Prophets, op. cit.
45. Dick R. Wilson, «Darius•,lnternationa/StandardBibleEncyclopedia,op. cit., Vol.2,pág. 788.

319
se apoderó de Babilonia. Una parte de la inscirpción acerca de la
caída de la ciudad de Babilonia dice lo siguiente:
Marduk ... miró por todo el país buscando un conductor religioso ... Él pro-
nunció el nombre de Ciro, rey de Ansán, y lo declaró el gobernante de todo el
mundo ... lo puso de camino a Babilonia, caminando a su lado como un verda-
dero amigo. Sus numerosas tropas -su cantidad, como la del aguá de un río,
no podía ser calculada- paseaban al lado, con sus armas enfundadas. Sin nin-
guna batalla, él (esto es, Marduk) le hizo (Ciro) entrar en su ciudad (de Mar-
duk), Babilonia, ahorrando ninguna calamidad a Babilonia. Entregó en sus
manos a Nabunaid, el rey que no le adoraba.••

Evidentemente, Ciro tomó la ciudad de Babilonia sin ninguna


batalla -tanto la narración bíblica como el anterior relata indican
esto-. La fecha dada de esta conquista es el 539 a.C. 47 Una vez más,
esto fue aproximadamente 200 años después de la profecía dada por
Isaías.
También en la inscripción están las palabras: «Yo soy Ciro, rey
de todos, el gran rey, el poderoso rey, rey de Babilonia, rey de Su-
mer y Acad, rey de las cuatro esquinas de la tierra ... » 48 Estas pala-
bras de Ciro se registran también en el segundo libro de Crónicas,
así como Esdras 1 :20 - casi dicen lo mismo que la inscripción:
Así dice Ciro, rey de los persas: Jehová, el Dios de los cielos, me ha dado
todos los reinos de la tierra; y él me ha mandado que le edifique casa en Je-
rusalén, que están en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su pueblo, sea
Jehová su Dios con él, y suba (2 Crónicas 36:23).

De este pasaje descubrimos que Ciro era un humanitario, esto


es, tenía cuidado del pueblo, y quería que cada uno estuviera cómo-
do en su propia tierra. Su política de dejar que los pueblos cautivos
volvieran a sus tierras de origen queda claramente exhibida en su
cilindro monumental.
En cuanto a la región desde ... y hasta tan lejos como Assur y Susa, Acad,
Eshununna, las ciudades Zanban, Me-Turnu, Der, así como la región de los Gu-
tios, devolví a estas ciudades sagradas en el otro lado del Tigris, los santuarios
de las cuales han estado en ruinas por largo tiempo, las imágenes que solían
vivir en ellos, y las establecí como santuarios permanentes. También reuní a
todos sus antiguos habitantes y los volví a sus habitaciones. Además, por man-
dato de Marduk, el gran señor, reasenté a todos los dioses de Sumer, y Acad,
a los que Nabuniad ha traído a Babilonia para ira del señor de los dioses (esto
es, Marduk) sin daños, a sus anteriores capillas, los lugares que les hacían fe-
lices.49

46. «Cyrus Cylinder», The Bíblica/ World, op. cit., pág. 178.
47. Whitcomb, Old Testament Kings and Prophets, op. cit.
48. Keller, The Bible as History, op. cit., pág. 310, 311.
49. «Cyrus Cylinder», The Bíblica/ World, op. cit., pág. 178.

320
La política de Ciro era exactamente la opuesta a la de los reyes
asirios y babilónicos. Ellos tomaban a los pueblos de las tierras que
conquistaban y los dispersaban por todo el imperio. En cambio,
Ciro dejaba que los exiliados--volvieran a sus propias tierras para
morar en ellas en paz. Esto es exactamente lo que afirma la Biblia.
E Isaías había profetizado estos eventos 200 años antes de su cum-
plimiento.

CONFIRMACIÓN ILIMITADA
Hay docenas de artefactos arqueológicos que iluminan la histo-
ria de la Biblia así como los lenguajes y costumbres de los tiempos
bíblicos. Hay las tabletas de Mari que fueron escrituras primaria-
mente a partir del siglo decimoctavo a.c. por semitas norocciden-
tales. Estas tabletas explican muchas tradiciones israelitas.
Y hay también los textos de Nuzu. Estos textos proveen una in-
mensa cantidad de información con respecto a las costumbres so-
ciales y legales durante las épocas de los patriarcas. En estos textos
se halla el hecho de dar una muchacha esclava a un esposo por par-
te de la esposa si la esposa no podía dar a luz hijos. ¿Recuerda esto
a Abraham, Sara y Agar? Estos textos explican además las leyes de
la primogenitura. Estas leyes fueron las seguidas en el caso de Esaú
y Jacob.
Los textos execratorios pertenecen a finales del siglo veinte y el
siglo diecinueve a.C. Estos textos están escritos en hierático. Contie-
nen una valiosa información acerca de la historia política y étnica
de Palestina en el más temprano período patriarcal.
Las tabletas de Amarna explican numerosas actividades del an-
tiguo imperio babilónico. Las tabletas alfabéticas cananeas de Uga-
rit nos dan una gran cantidad de historia secular contemporánea
con la época de Moisés. Y hay pequeñas cosas como monedas, do-
cumentos de tiesto o de piedra que relacionan los nombres de Pon-
cio Pilato, Sergio Paulo, Herodes el Grande, Herodes Antipas, Agri-
pa I y 11, Berenice e incontables más que añaden a la tesorería de
la arqueología bíblica. Los descubrimientos se han acumulado has-
ta tal punto en las últimas décadas que se han tenido que escribir
libros nuevos cada año acerca de la arqueología bíblica para man-
tener la situación al día. En 1958, W. F. Albright, uno de los más
grandes arqueólogos conocidos en tiempos modernos, dijo:
Gracias a la moderna investigación ahora reconocemos su historicidad sus-
tancial [esto es, de la Biblia]. Las narraciones de los patriarcas, de Moisés y del
Éxodo, de la conquista de Canaán, de los jueces, la monarquía, exilio y restau-
ración, ha quedado todo ello confirmado e ilustrado hasta un punto que yo hu-
biera considerado imposible hace cuarenta años. 50
50. W. F. Alb:ight, The Christian Century (November 19, 1958), pág. 1.329.

321
RECAPITULACIÓN

La exactitud histórica de la Biblia no demuestra la inspiración


de la Biblia. Pero para que la Biblia sea inspirada tiene que ser his-
tóricamente precisa. Otros libros de historia pueden ser histórica-
mente exactos. Si su registro histórico contradice la arqueología,
entonces su credibilidad cae. Si se pudiera encontrar que la Biblia
estuviera en contradicción con la historia revelada a través de la ar-
queología, entonces su inspiración podría ser puesta en cuestión.
Pero, para descorazonamiento de muchos escépticos, no es este el
caso. La Biblia está en armonía con la historia. La revista Life hizo
la siguiente afirmación acerca de la Biblia en un artículo titulado
«Man's Eternal Dialogue With God» (El eterno diálogo del hombre
con Dios):
(La Biblia) es, globalmente, una historia notablemente fiable del pueblo he-
breo y del período primero de la iglesia cristiana. Todos los hallazgos recientes
de la erudición han tendido a elevar, no a rebajar, la posición de la Biblia
como historia. Las tabletas cuneiformes nos proveen ahora con un extenso tes-
timonio no hebreo de muchas batallas bíblicas, y de migraciones y pueblos bí-
blicos que los racionalistas habían considerado «míticos»; lo mismo sucede
con otros descubrimientos en Egipto, Babilonia, Turquía y otros lugares. 51

El artículo proseguía diciendo:


Los descubrimientos siguen llegando y expandiéndose -hasta el punto en
que nos quedamos cegados, a decir de un laborioso experto en paleografía- y
enriquecerán de una manera constante nuestro conocimiento de todas las eras,
lugares y creencias de la Biblia. Pero este enriquecimiento no es la caída de la
Biblia. Es como añadir instrumentos a una orquesta o cuerdas más graves a
una partitura musical. 52

Los descubrimientos arqueológicos mencionados en este capítu-


lo son sólo unos pocos entre los miles que se han hecho en años pa-
sados. Estos son solo ejemplos de las montañas de artefactos dispo-
nibles para su estudio por el estudioso sincero de la Palabra de
Dios. La evidencia histórica en apoyo de la historicidad de la Biblia
ha sido tan fuerte en las últimas décadas que la voz del escéptico
se ha visto casi totalmente silenciada en esta área de la crítica. Sí,
la Palabra de Dios sigue siendo históricamente exacta.

51. «Man's Eternal Dialogue With God», Life (1964), págs. 6, 7.


52. !bid.

322
18

Inspiración y revelación
¿Es la Biblia realmente la palabra de Dios? ¿O es meramente
una invención de santos escribas de años pasados? Si es la palabra
inspirada de Dios, ¿cómo entonces obró Dios por)nspiración? ¿Cuál
es la diferencia entre inspiración y revelación? Estas son sólo algu-
nas de las preguntas que nos introducen a este campo de batalla
frecuentemente caliente entre los teólogos modernistas y aquellos
que no concuerdan con su charlatanería teológica.
Parece ser norma entre algunos teólogos modernos poner en tela
de juicio cualquier cosa que haya sido tenida por sagrada durante
tantos años.' Los ataques son etiquetados como «erudición» para
justificar su existencia, pero en realidad el término «erudición» se
utiliza en muchas ocasiones para disfrazar las retorcidas actuacio-
nes de teólogos que desean una religión existencialista sin autori-
dad divina. Por ejemplo, Alley argumentaba: «Históricamente, así,
toda autoridad es instituida por el hombre.» 2 Y continuaba este
pensamiento existencial diciendo: «Podemos llegar a la conclusión
de que todos los intentos de descubrir una autoridad religiosa ob-
jetiva están condenados (al fracaso).» 3
Con frecuencia se hace burla de la inspiración de la Biblia en
nuestros tiempos modernos. Se escarnece el concepto de una reve-
lación dada a los profetas y apóstoles por un Ser divino. Se afirma
la paternidad humana de la Biblia y el hombre se queda a oscuras,
poseyendo sólo su falible racionalismo como guía. Las filosofías
l. Robert S. Alley, por ejemplo, pretende que Jesús no afirmó la inspiración del Antiguo
Testamento y que Pablo no pretendió inspiración, Revolt Against the Faithful (New York: J. B. Lip-
pincott, 1970), págs. 27, 28, 30, 46, 78.
2. /bid., pág. 50.
3. /bid., pág. 52.

323
existencialistas humanas han hecho su juego y han atrapado las
mentes incautas de los no instruidos. Incrédulos bajo el nombre de
«teología» han lisiado y estancado las mentes de sus aturdidas ove-
jas. De las oficinas de muchos intelectuales han salido afirmaciones
como: «No hay ninguna norma establecida», «no podemos conocer
la verdad», y «no hay ninguna autoridad final». Afirmaciones como
la que se cita ilustran este pensamiento acerca de la Biblia como
siendo un documento falible salido de manos humanas:
Si Dios no se ha avergonzado de hablar a través de las Escrituras con sus
falibles palabras humanas, con sus errores históricos y científicos, sus contradic-
ciones teológicas, con su incertidumbre en el asunto de su transmisión y enci-
ma de todo su carácter judaico, sino que lo aceptó con toda su falibilidad para
hacer que ello le sirviera a Él, nosotros no deberíamos avergonzarnos de ella
cuando con toda su falibilidad quiere ser una vez más un testigo ante nosotros;
sería voluntariosidad y desobediencia querer hallar en la Biblia elementos infali-
bles [énfasis mío, R. E. D.]. 4

Pero Pinnock respondió acertadamente: «La teología que se de-


leita en la ausencia de una verdad final es estrictamente algo caren-
te de sentido.» 5 Y cualquier intento de erigir una religión sin una
autoridad final es una farsa.
El hombre necesita de una autoridad final. El hombre necesita
de una norma para regir su vida. Y esta norma no puede ser de ori-
gen humano. Evidentemente, esta necesidad demanda una norma
de origen divino. David Otis Fuller afirmó:
La Biblia hace elevadas afirmaciones de inspiración, inerrancia y autoridad
divinas; y si es cierto que el Supremo Dios del univeso ha condescendido a re-
velarse a Sí mismo sobrenaturalmente en Su Libro, de la misma manera en
que se ha revelado a Sí mismo en la naturaleza del universo material, entonces
el hombre -incluso en un mundo arruinado por el pecado- tiene un firme
fundamento sobre el que erigir para el tiempo y para la eternidad. 6

Fuller está en lo cierto. Este autor afirma que tenemos una re-
velación completa e inerrante de nuestro Creador mediante la cual
podemos conocer la verdad y mediante la cual podemos conducir
nuestra vida diaria a fin de complacer a este Creador.
Para entender mejor la Biblia como Palabra de Dios, se tiene
que comprender el acto de la revelación y de la inspiración. Se tie-
ne que entender que la revelación y la inspiración no se refieren a

4. Karl Barth, Kirchliche Dogmatik, I, 2, pág. 590, citado por Edward J. Young, Thy Word is
Truth (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1974), pág. 232.
5. Clark H. Pinnock, A Defense of Biblical Infalibility (Grand Rapids, Mich.: Baker Book Hou-
se, 1972), pág. 5.
6. Which Bible?, David Otis Fuller, ed. (Grand Rapids, Mich.: Grand Rapids International
Publications, 1973), pág. l.

324
la misma manera en que Dios nos dio Su Palabra. Nuestro enten-
dimiento de ello sustanciará también el hecho de que Dios ha ac-
tuado en el pasado en Su manifestación de Sí mismo al hombre.
Así, consideremos ahora en primer lugar el aspecto de la revelación,
y luego veremos su relación con la inspiración.

MANIFESTACIÓN POR REVELACIÓN

La palabra revelación significa «Un desvelamiento» .7 Dios se ha


revelado, o «desvelado» Su ser y Su verdad, de dos maneras: (A)
mediante la revelación natural (general) y (B) por la revelación es-
pecial. Edward J. Young escribió que «el propósito del Señor al
otorgar la revelación es el de impartir conocimiento». 8 Y esto es lo
que ha hecho Dios, tanto en la naturaleza como en la revelación es-
pecial de la verdad mediante palabras. Examinemos primero la re-
velación natural.

A. La revelación natural
La revelación natural es Dios revelándose a sí mismo al hombre
por medio del mundo natural. La Biblia afirma la revelación natu-
ral afirmando que la existencia y la presencia de Dios pueden ser
deducidas del orden y de la belleza de la naturaleza. «Los cielos
cuentan la gloria de Dios» (Salmo 19:1, 2). «Porque las cosas invi-
sibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles
desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las
cosas hechas ... » (Romanos 1:20). A los paganos de Listra, Pablo les
dijo que Dios no se ha dejado a Sí mismo «Sin testimonio, haciendo
bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos» (Hechos 14: 17).
Pero la revelación natural necesita la revelación especial.

B. La revelación especial
La revelación especial es Dios revelándose a Sí mismo mediante
la palabra. La naturaleza declara la necesidad de un Ser creador,
pero no puede explicar los atributos de aquel Ser. Hay, entonces, la
necesidad de que aquel Ser se revele a Sí mismo a aquellos creados
y sustentados por Su poder. Gerstner pregunta con razón:
¿Nos permitirá Él (Dios) saber que existe sólo para ocultar de nosotros todo
conocimiento de cómo existe y de cuáles son Sus propósitos eternos? ¿Nos
abriría el apetito sólo para matarnos de hambre? No es así como hemos apren-
dido de Dios. «Buscad y hallaréis», parece estar escrito en grandes palabras so-

7. W. E. Vine, An Expository Dictionary of New Testament Words (Westwood, New Jersey:


Fleming H. Revell Co., 1966), pág. 292.
8. Young, Thy Word is Truth, op. cit., pág. 41.

325
bre el universo. ¿Nos pondrá Dios a la búsqueda para que al final no encon-
tremos? ¿Jugaría él a un juego tan cruel? 9

Dios ha dado satisfacción a la sed humana. Esta fuente de satis-


facción es una revelación especial - la Biblia.
Dios revelándose a Sí mismo al hombre en palabras es el más
pleno sentido de la revelación. «Una revelación divina es el desve-
lamiento por parte de Dios de la verdad acerca de Sí mismo en cier-
ta manera y grado a la inteligencia y al corazóq del hombre. El
hombre puede conocer a Dios sólo en tanto que El así se revele o
desvele a Sí mismo al hombre.»io La revelación especial es Dios re-
velando verdad que el hombre no hubiera podido llegar a conocer
por sí mismo.

AFIRMACIÓN DE REVELACIÓN
La Biblia afirma dar revelación. Pablo afirma que él no recibió
el evangelio de parte de hombres sino que le vino «por revelación
de Jesucristo» (Gálatas 1:11, 12; cp. Apocalipsis 1:1). Pablo mantie-
ne que el misterio del Evangelio «ahora es revelado» a los apóstoles
y profetas (Efesios 3:5, cp. 3:3). «Y al que puede confirmaros según
mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del
misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero
que ha sido manifestado ahora ... » (Romanos 16:25, 26). «Pero Dios
nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo
escudriña, aun lo profundo de Dios» (1 Corintios 2: 10).
Así, la Biblia afirma claramente contener una revelación de
Dios. Estos hechos y verdades que no habrían sido nunca conocidos
aparte de la revelación especial de Dios están en la Biblia. Y ade-
más fueron inspiradas para ser allí registradas con exactitud.

REVELACIÓN ¿CÓMO?

La Biblia presenta a Dios como revelándose a Sí mismo de va-


rias maneras. «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas
maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos pos-
treros días nos ha hablado por el Hijo» (Hebreos 1: 1, 2). La revela-
ción vino en una diversidad de maneras y medios. Estos medios de
revelación incluían lo que sigue:

9. John H. Gerstner, Reasons Far Faith (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1967), pág.
62.
10. H. Leo Boles, The Holy Spirit, His Personality, Nature, Works (Nashville, Tenn.: Gospel Ad-
vocate Co., 1967), pág. 70.

326
l. Dios se reveló por medio de sueños y visiones (Daniel 2: 19;
Números 12:6; Jeremías 38:21; Lamentaciones 2:14; Isaías 29:10,
11; Génesis 20:3; Ezequiel 1:3, 4; 11:24; 13:3; Amós 1:1).
2. Dios dio revelación a Moisés cara a cara (Números 12:8).
3. En ocasiones Dios puso las mismas palabras que Él quería
que fueran pronunciadas en la boca de los profetas (Deuterono-
mio 18:18; Jeremías 1:9; Ezequiel 3:4).
4. La más grande revelación de Dios fue en la persona de Su
Hijo (Juan 14:9; Colosenses 2:9).
5. En numerosas ocasiones Dios ha revelado Su voluntad por
medio de ángeles (Génesis 16:10-12; 18:13, 14; 22:11ss; 32:1, 2; He-
chos 7:38).
6. En ocasiones singulares, Dios también se reveló a Sí mismo
por varios medios como: «un silbo apacible y delicado» (1 Re-
yes 19:12), la boca de una asna (Números 22:28), y una nube res-
plandeciente (Mateo 17:5).

INSPIRACIÓN Y REVELACIÓN: RELACIÓN ENTRE ELLAS

Algunos están confundidos al pensar que inspiración y revela-


ción son el mismo proceso mediante el que Dios dio Su voluntad al
hombre. Pero hay una diferencia entre ambas cosas. Esta diferencia
tiene que ser comprendida antes de que uno pueda comprender ple-
namente la operación de Dios al dar al hombre Su Palabra.
La revelación es la revelación de verdad por parte de Dios a una
persona específica. La inspiración es la conducción de Dios de aquel
escritor u orador de tal manea que la verdad dada a conocer al es-
critor u orador pueda ser escrita o pronunciada de manera infali-
ble. «La revelación es el cuerpo de verdad que Dios deseó que los
hombres poseyeran; la inspiración es la manera en que dio este
cuerpo de verdad a los hombres.» 11 La inspiración garantizaba el
correcto manejo de las verdades reveladas.
Todo en la Biblia es resultado de la inspiración. Pero no toda la
Biblia es revelación. Lucas evidentemente conocía la carta de Clau-
dio Lisias en Hechos 23:26-30. Dios no le reveló esta carta, pero sí
le inspiró para registrarla sin error. Pablo citó a poetas paganos en
Hechos 17:28 y Tito 1:12. Pablo ya sabía lo que estos poetas habían
dicho. Dios le inspiró por el Espíritu Santo, primero para recordar
estos dichos, y segundo para registrarlos con precisión.
Por otra parte, muchos de los profetas recibieron la revelación
de hechos o de profecías que ellos mismos no comprendían (1 Pedro
1:10, 11). Daniel vio visiones de cosas futuras. Pero no comprendió

11. Guy N. Woods. The Case far Verbal Inspiration (tratado) (Shreveport, La.: Lambert Book
House, si!), pág. f ..

327
aquellas visiones reveladas hasta que también le fue dada la inter-
pretación de las mismas (Daniel 2:19; 7:13; 8-lSss). Las visiones e
interpretaciones fueron dadas por revelación; el registro inerrante
de estas visiones e interpretaciones fue por inspiración.
Toda la profecía es revelación. Los hombres no pueden conocer
el futuro a no ser que Dios se lo revele. La proclamación y registro
escrito de la profecía revelada de una manera inerrante fueron lle-
vados a cabo por la guía inspirada del Espíritu Santo.
Por ello, hay diferencia entre inspiración y revelación. No debe-
mos confundir entre ambas cosas. Así, «es bueno mantener en men-
te la distinción fundamental de que, en tanto que la revelación es
esencialmente la comunicación del conocimiento o información, la
inspiración tiene como designio asegurar la infalibilidad en la en-
señanza» .12

INSPIRACIÓN

Al llegar a este punto clarifiquemos más el significado de inspi-


ración. Cuando se utiliza el término inspiración con referencia a la
Biblia, muchos en muchas ocasiones han malentendido su pleno
significado. Y también los modernistas han debilitado la enseñanza
bíblica de la inspiración en un esfuerzo por humanizar su carácter
divino. Varias son las posturas que se han defendido con respecto a
la obra de Dios en la inspiración. Aquí presentamos algunas de
ellas:

A. Inspiración parcial
La inspiración parcial es la afirmación de que solamente seccio-
nes de la Biblia han sido inspiradas. Una postura acerca de la ins-
piración parcial mantiene que las enseñanzas morales y doctrinales
de la Biblia son inspiradas por Dios, pero que las secciones cientí-
ficas e históricas son solamente el resultado de la mente humana;
por ello, estas secciones no son fiables.
El problema con este tipo de inspiración es que precisaríamos
de un intérprete inspirado para determinar qué es lo que es inspi-
rado y qué es lo que no es inspirado. Y tenemos también que pre-
guntar: ¿Escondería Dios Su verdad en un laberinto de pensamien-
tos humanos, dejando la determinación de esta verdad al razona-
miento y juicio falible del hombre? Si tan sólo una parte de la Bi-
blia es inspirada, entonces, en buena lógica, no es de utilidad para
el hombre por cuanto el hombre no puede determinar lo que está
inspirado y lo que no está inspirado (cp. Jeremías 10:23). Sobre esta
base se tiene que descartar este concepto de inspiración.
12. Young, Thy Word is Truth, op. cit., pág. 42.

328
B. Inspiración natural (universal)
La enseñanza de la inspiración natural es un esfuerzo para hu-
manizar totalmente la Biblia. Esta «teoría se reduce a la simple
postura de que los escritores de la Biblia fueron inspirados sólo en
el sentido en que los escritores de la actualidad son inspirados». 13
Se afirma que los escritores de la Biblia simplemente concibieron
una buena idea y un buen sentimiento, y luego escribieron buena li-
teratura. Los escritores de la Biblia no tenían ningunas mayores as-
piraciones al escribir la Palabra de Dios que hombres como Shakes-
peare, Dante o Cervantes. Se afirma que en un momento de éxtasis
sólo ascendieron por encima de la normalidad del pensamiento
para redactar las Escrituras.
Pero esta enseñanza pone a los escritos de la Biblia dentro del
alcance y del poder del hombre. Hace bajar la Biblia a la paterni-
dad humana. El problema con esta teoría es que no puede explicar
la naturaleza divina de la Biblia. No puede explicar la unidad que
une Génesis y Apocalipsis con un tema central: la salvación del
hombre. Y en realidad, ¿cómo habrían podido unos simples seres
humanos conseguir una obra como la Biblia a lo largo de un perío-
do de 1.500 años? Es evidente que tenemos que descartar esta en-
señanza.

C. Inspiración mecánica (dictado)


Los que mantienen la postura de la inspiración mecánica -en
ocasiones denominada inspiración al dictado- oscilan a la posición
diametralmente opuesta a la de los que mantienen la inspiración
natural. Creen que cada palabra de la Biblia fue dictada por Dios
al autor humano. Los escritores de la Biblia actuaban como escri-
bas transcribiendo sólo las palabras específicas dictadas por Dios.
Pero esta teoría es sólo parcialmente correcta. Dios, en algunos
casos, dio en verdad las palabras mismas al escritor de la Biblia, las
que tenían que ser redactadas exactamente como se daban (Jere-
mías 1:9; 5:14; 36:1-3; Ezequiel 3:4; Isaías 51:16; 59:21). Pero esta
teoría no explica la manifestación de las personalidades humanas
que aparece en varios libros de la Biblia. Es evidente, para el estu-
dioso cuidadoso, que los escritos de Pablo -en el lenguaje origi-
nal- son distintos de los escritos de Lucas. Lucas escribió de una
manera diferente a la de Juan. Cada uno de ellos tenía sus caracte-
rísticas individuales que aparecen en sus escritos. Tenemos que re-
conocer esto en el estudio de cualquier teoría de inspiración.

D. Inspiración de pensamientos
La postura de esta teoría es que el Espíritu Santo simplemente
dio a los escritores de la Biblia el pensamiento, o la idea, y les dejó
13. Boles, The Ho/y Spirit, His Personality, Nature, Works, op. cit., pág. 77.

329
expresar aquel pensamiento a su propia manera sin ninguna con-
ducción bíblica. Los escritores de la Biblia pudieron elegir de su
propio vocabulario. Se les permitió expresar el pensamiento divino
en sus propias palabras, libres de toda interferencia divina.
Esta teoría suena bien vista superficialmente, debido a que las
características personales se evidencian en los libros escritos por
los autores especificados. Pero esto es sólo verdad a medias. Cae
muy lejos de lo que se precisaría para una Biblia verdaderamente
dada por Dios.
En primer lugar, es imposible pensar sin utilizar palabras. El
pensamiento y las palabras no pueden ser separados. Que Dios ins-
pirara un pensamiento y dejara que el pensamiento fuera transcrito
liberalmente con palabras elegidas por un escriba carente de con-
ducción haría que el proceso de inspiración quedara diluido. «Acep-
tar la inspiración de los pensamientos y no de las palabras de los
escritores bíblicos no solamente va en contra de las afirmaciones
bíblicas sino que intrínsecamente es algo carente de significado
(¿qué es un pensamiento inspirado expresado en un lenguaje no ins-
pirado?).»14
En segundo lugar, el significado de una gran cantidad de pasajes
depende del tiempo o significado de una sola palabra. En Juan 8:58
Jesús dijo: «Antes que Abraham fuese, yo soy» (cp. Lucas 20:37). Je-
sús estaba intentando mostrar a los judíos que El existía antes que
Abraham. Uno puede ver que el tiempo verbal correcto del término
traducido «Yo soy» era vital para el concepto que Jesús estaba en-
señando. El sentido de Génesis 22:18 y Gálatas 3:16 depende asi-
mismo del hecho de que la palabra «Simiente» es singular, y no plu-
ral. La palabra «todas» en Hebreos 2:8 y las palabras «Aún una vez
más» en Hebreos 12:26, 27 son críticamente importantes para el
sentido de lo que se está comunicando. ¿Cómo podrían los intrinca-
dos conceptos de la Deidad haber sido transmitidos si el Espíritu
Santo no hubiera tenido un cierto control sobre las palabras utili-
zadas por el escritor? (cp. Juan 10:30). Es difícil imaginar cómo
Juan hubiera podido escribir el primer capítulo de su Evangelio sin
una cuidadosa conducción del Espíritu.
Y luego hay aquellas situaciones en que el escritor no compren-
día la verdad revelada (1 Pedro 1: 10, 11). Esto es especialmente
cierto con respecto a los detalles de las profecías (cp. Daniel 12:8,
9: Salmo 22:16-18; Isaías 53). ¿Cómo hubiera podido ser dada nin-
guna profecía sin la cuidadosa guía del Espíritu Santo?
Así, es evidente que el Espíritu Santo ejercía un cierto control
sobre la selección de las palabras. Pero al mismo tiempo le daba al
autor la libertad de estilo.

14. Pinnock, A Defense of Biblical Infallibility, op. cit., pág. 8.

330
Si las mismas palabras de las Escrituras no fueron elegidas por Dios, en-
tonces toda el área del estudio crítico de las palabras viene a ser inútil. ¿Para
qué estudiar la forma exacta de una palabra en el lenguaje original de las Es-
crituras si aquella palabra es el resultado de una mera elección humana?
Como más, todo lo que el lector podría esperar conseguir de un pasaje deter-
minado sería el pensamiento general que Dios quería comunicar. 15

Se tiene que llegar a la conclusión de que la inspiración sólo del


pensamiento, es totalmente inadecuada. «Sigue de ello que cual-
quier teoría que no garantice la total exactitud de la sustancia (los
pensamientos) y la forma (las palabras) no puede ser aceptada como
correcta.» 16 Cualquier teoría que no garantice la inerrancia total de
los autógrafos originales y que no dé al mismo tiempo lugar a las
características y cualidades personales de los escritores bíblicos tie-
ne que ser necesariamente rechazada. Por esta causa el autor man-
tiene la inspiración verbal plenaria de la Biblia.

INSPIRACIÓN VERBAL PLENARIA


¿Qué es la inspiración verbal plenaria? Por verbal se significa
que cada palabra en la Biblia se encuentra allí debido a que Dios
así lo quiso. Dios no dejó al hombre sin conducción para expresar
las verdades divinas. Como tampoco dictó palabra a palabra cada
pasaje. El Espíritu Santo condujo a cada escritor de una manera
que aseguraba la inerrancia pero que permitía la individualidad.
La palabra plenaria proviene del término latino plenus, que sig-
nifica «lleno». «La inspiración plenaria significa que todas las par-
tes de la Biblia están igual y plenamente inspiradas y se opone a
otros puntos de vista como la inspiración "parcial" y la "inspiración
por grados".» 17 De manera que la Biblia es verbalmente (todas las
·palabras) y plenariamente (todas las partes) inspirada por Dios.
Antes de definir la palabra inspiración tenemos que comprender
que la inspiración verbal plenaria se refiere sólo a los autógrafos
originales de los escritos sagrados. Los profetas y apóstoles escribie-
ron y registraron sin intromisión de error alguno. Sin embargo, de-
bemos reconocer que pequeñas variaciones se han introducido en el
texto como resultado del proceso de copia de los autógrafos origi-
nales. Los escritores de la Biblia fueron inspirados, pero no los es-
cribas que copiaron su trabajo.
Ello no significa, como pretenden algunos, que no tenemos en la
actualidad la Palabra de Dios de una forma precisa. La evidencia de
15. S. Maxwell Coder y George F. Howe, The Bible, Science and Creation (Chicago, 111.: Moody
Press, 1966), pág. 22.
16. Woods, The Case far Verbal Inspiration, op. cit., pág. 14.
17. Coder y Howe, The Bible, Science and Creation, op. cit., pág. 22.

331
los manuscritos, como estudiaremos en un capítulo posterior, lleva
ciertamente a la convicción del hecho de que tenemos en la actua-
lidad la Palabra de Dios de una manera exacta. Nuestro texto de la
Biblia actual es fiable y digno de confianza. En realidad, el ataque
modernista, que dice que la Biblia ha sido mal copiada, es tan sólo
un espantapájaros para atemorizar a aquellos que no conocen el
arte de la transmisión del texto de la Biblia. Pero este espantapája-
ros no es nada a temer. Y cualquier estudio serio del linaje del texto
de la Biblia lo demuestra.

INSPIRACIÓN: UNA DEFINICIÓN

Así, ¿cómo inspiró el Espíritu Santo la redacción de la Biblia?


¿Podemos estar seguros de que cada palabra de los autógrafos ori-
ginales era correcta y precisa para comunicar verdades divinas? ¿Y
por qué los escritos individuales de varios escritores bíblicos difie-
ren en redacción y personalidad? Estas cuestiones que se refieren a
la inspiración tienen que recibir su plena respuesta a la luz de la
enseñanza de la Biblia. La única manera para definir cómo Dios
inspiró la redacción de la Biblia es consultar la Biblia misma. Se
presentan a continuación algunos pasajes que tenemos que conside-
rar para definir el acto de la inspiración.
A. 2 Timoteo 3:16
En 2 Timoteo 3:16: Pablo escribe: «Toda la Escritura es inspira-
da por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para
instruir en justicia.» En la versión inglesa «King James» de la Bi-
blia la palabra inspiración se utiliza sólo dos veces (Job 32:8; 2 Ti-
moteo 3: 16). Las cuatro palabras castellanas, «es inspirada por
Dios», en 2 Timoteo 3:16, son en realidad traducción de una única
palabra griega, theopneustos. Esta palabra es utilizada sólo en este
pasaje en todo el Nuevo Testamento. La forma nominal no aparece
en el Nuevo Testamento. En este pasaje está en la forma objetiva!.
La traducción de theopneustos por la frase «es inspirada por
Dios» no hace justicia, en realidad, al verdadero significado de la
palabra. Theopneustos significa literalmente «exhalado por Dios», o
«respirado fuera por Dios». 18 Pablo está afirmando que cada escri-
tura es respirada por Dios.
La Versión Estándar Americana (American Standard Version)
traduce desdichadamente el pasaje de 2 Timoteo 3: 16 de la siguien-
te manera: «Cada escritura inspirada por Dios es también prove-
chosa ... » (Aunque esta traducción parece apoyar la hipótesis de la

18. Benjamín B. Warfield, The Inspiration and Authority of the Bible (Philadelphia, Pa.: Pres-
byterian and Reformed Publishing Co., 1970), pág. 133.

332
inspiración parcial, el autor no cree que éste sea el significado que
querían comunicar los traductores de la ASV.) Conjuntamente con
el significado literal de theopneustos y la fraseología de la oración
griega, Benjamín Warfield da una adecuada traducción y explica-
ción en la siguiente afirmación:
Globalmente, parece que la construcción a preferir es, «Cada escritura,
viendo que es exhalada por Dios, es también provechosa». En este caso, lo que
el apóstol declara es que las Sagradas Escrituras en cada uno de sus pasajes
-porque es precisamente «pasaje de las Escrituras» lo que significa «Escritu-
ra» en esta utilización distributiva- es el producto del aliento creador de
Dios, y, debido a este origen divino que tiene, es de valor supremo para todos
los propósitos de santidad. 19

La Nueva Versión Internacional presenta también una traduc-


ción muy favorable y literal, al dar este pasaje así: «Toda Escritura
es exhalaga por Dios ... » (En inglés: «All Scripture is God-brea-
thed ... »). Esta es una buena traducción del pasaje, comunicando
con mayor precisión la obra de Dios al dar Su Palabra al hombre.
La palabra «escrituras» en 2 Timoteo 3:16 se refiere primaria-
mente a las escrituras del Antiguo Testamento. Pero al irse escri-
biendo las epístolas del Nuevo Testamento, fueron también clasifi-
cadas como escritura. Pedro se refiere a las epístolas de Pablo como
autorizadas y siendo escritura (2 Pedro 3:15, 16). Pablo y Pedro en-
señaron que «toda la escritura» era exhalada por Dios. Estos son es-
critores inspirados que afirman la inspiración plenaria de las Escri-
turas y, por ello, afirman la autoridad de las Escrituras.

B. 2 Pedro 1 :20, 21
Pedro escribió: «Entendiendo primero esto, que ninguna profe-
cía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la
profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hom-
bres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.» Pe-
dro afirma que hemos recibido la «palabra profética» no como re-
sultado de una invención humana, sino como resultado de hombres
«inspirados (lit.: llevados) por el Espíritu Santo». Young explica:
«No se trata, dice él, de una interpretación privada, y por esta frase
significa que la Escritura no vino a ser el resultado de la investiga-
ción de unos individuos que luego escribieron sus hallazgos. Las Es-
crituras no son el resultado de la investigación y razón humana.» 20
La palabra griega pheromenoi, que se traduce aquí como «inspi-
rados», significa literalmente «llevados a lo largo». Por ello, los es-
critores inspirados fueron «llevados a lo largo», o «conducidos»,
por el Espíritu Santo. La Biblia afirma claramente esta operación
19. /bid .. pág. 134.
20. Young, Thy Word is Truth, op. cit., pág. 24.

333
del Espíritu Santo en pasajes como el siguiente: «El Espíritu Santo
habló antes por boca de David» (Hechos 1:16); «El Espíritu de Jeho-
vá ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua» (2 Sa-
muel 23:2); «¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor ... »
(Mateo 22:43); «El mismo David dijo por el Espíritu Santo» (Mar-
cos 12:36). Muchas veces se atribuye directamente lo dicho al Espí-
ritu Santo, dejando de lado al autor humano, como en Hebreos 3:7:
«Por lo cual, como dice el Espíritu Santo ... » (cp. 9:8; 10:15). Pasajes
de este tipo indican claramente que se trataba del Espíritu Santo
obrando en y con los escritores humanos en el proceso de la inspi-
ración. Los escritores no actuaron por su propia cuenta. Fueron
«conducidos» por el Espíritu.
C. 1 Corintios 2:4, 7, 10, 13
Probablemente el pasaje más explicativo acerca de la obra del
Espíritu Santo en la inspiración esté en el siguiente pasaje de Pa-
blo: «Y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasi-
vas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de
poder ... Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría
oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra glo-
ria ... Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el
Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios ... lo cual tam-
bién hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana,
sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo
espiritual.»
Si cualquier pasaje de las escrituras en la Biblia enseña inspira-
ción verbal, es ciertamente esta escritura. Pablo dice que el miste-
rio del evangelio fue revelado. Fue hablado no por la sabiduría del
hombre, sino por la sabiduría de Dios. Fue expresado no en una
elección humana de palabras sino mediante palabras conducidas
por el Espíritu Santo. La traducción de Weymouth del versículo 13
refleja un buen significado: «Esto también pronunciamos, no en
lenguaje que enseñe la sabiduría del hombre, sino en aquel que en-
seña el Espíritu, adaptando palabras espirituales a verdades espiri-
tuales.»
La inspiración de pensamientos y 1 Corintios 2: 13 se contradi-
cen entre sí. «Si la inspiración que los escritores bíblicos ejercita-
ron estuvo limitada a los pensamientos que comunicaban, pero sin
incluir las palabras, la selección de las palabras para expresar los
pensamientos hubiera precisado de la "sabiduría humana".» 21 Y en
1 Corintios 2 el Espíritu Santo argumenta en contra de la utiliza-
ción de la sabiduría humana en revelación e inspiración.

21. Woods, The Case far Verbal lnspiration, op. cit., pág. 21.

334
INSPIRACIÓN: ¿CÓMO?
¿Cómo inspiró Dios a los hombres? ¿Cómo inspiró Dios a los
hombres de manera que no deformara sus características humanas
y personalidades en sus escritos? Hay muchos factores que uno tie-
ne que comprender para poder entender la esencia de la inspira-
ción. Ya hemos discutido el hecho de que los autores humanos fue-
ron «conducidos» por el Espíritu. Fueron guardados de error. Pe·ro
aquí el autor desearía sugerir algunos otros importantes factores in-
volucrados en el proceso de la inspiración bíblica.
A. Preparación espiritual
Dios preparó espiritualmente a los escritores bjblicos antes de
permitirles que escribieran verdades espirituales. Esta es una ma-
nera en que Dios preservó los escritos inspirados. Refiriéndose a Je-
sús, el escritor de Hebreos dijo: «Me preparaste cuerpo» (Hebreos
10:5). Así como Dios preparó un cuerpo humano para)a revelación
de Jesús, de la misma manera, en un sentido similar, El preparó los
corazones y las mentes de aquellos que irían a transcribir Su Pala-
bra. No se aceptaban individuos viles. Dios utilizó caracteres y co-
razones buenos. Y cuando los hubo preparado del todo, entonces el
Espíritu Santo los utilizó para escribir los escritos sagrados.
Una vez que los escritores hubieran sido preparados espiritual-
mente, entonces eran vasos dispuestos para ser utilizados por el Se-
ñor. Su preparación espiritual aseguraba el carácter espiritual del
autor, que indudablemente se manifestaría en cada libro o letra que
escribiera. El Espíritu Santo iba a poder influenciar a los escritores
estando al mismo tiempo cierto de la naturaleza espiritual de los
escritos.
B. Un esfuerzo conjunto
La inspiración fue un esfuerzo conjunto entre el Espíritu Santo
y los escritores humanos. Warfield define esto afirmando que
.. .la Biblia es la Palabra de Dios en un sentido tal que sus palabras, aunque
escritas por hombres y llevando indeleblemente impresas sobre ellas las mar-
cas de su origen humano, fueron sin embargo escritas bajo tal influencia del
Espíritu Santo como para ser también las palabras de Dios, la adecuada expre-
sión de Su mente y voluntad. (La iglesia) ha reconocido siempre que esta con-
cepción de co-paternidad implica que la supervisión del Espíritu se extiende
hasta la elección de las palabras por los autores humanos (inspiración verbal),
y que preserva su resultado de todo lo que sea inconsecuente con una pater-
nidad divina - asegurando de esta manera, entre otras cosas, aquella veraci-
dad total que se presupone en todos lugares de las Escrituras y afirmada para
la Escritura por parte de los escritores bíblicos (inerrancia). 22

22. Warfield, The Inspiration and Authority of the Bible, op. cit., pág. 173.

335
Warfield sigue explicando que el Espíritu Santo trabajó con los
autores humanos de una manera que garantizaría la total inerran-
cia. Al mismo tiempo, sin embargo, los autores fueron dejados a sus
propios estilos de escritura. Escribe él:
No se puede concebir del Espíritu como permaneciendo afuera de las capa-
cidades humanas empleadas para el objetivo propuesto, dispuesto a suplemen-
tar toda incapacidad que puedan mostrar y a suplir deficiencias que puedan
manifestar, sino como obrando confluentemente en, con y mediante ellos, con-
trolándolos, energizándolos, de manera que, como Sus instrumentos, ellos se
levantan a sí mismos y bajo Su inspiración hacen Su obra y alcanzan Su ob-
jetivo.23

El Espíritu Santo obró con los autores humanos en la elección


de qué materiales tenían que ser utilizados. Por ejemplo, se hubieran
podido registrar muchos acontecimientos de la vida de Jesús. Pero
el Espíritu Santo seleccionó sólo aquellos que pudieran dar satis-
facción a aquellos que estuvieran hambrientos y sedientos de ver-
dad. En la conclusión de su evangelio, Juan escribió: «Y hay tam-
bién otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran
una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que
se habrían de escribir» (Juan 21 :25). Juan había dicho con anterio-
ridad: «Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de
sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas
se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios,
y para que creyendo, tengáis vida en su nombre» (Juan 20:30, 31).
También por inspiración, Lucas seleccionó sólo aquellos materiales
que cumplieran el propósito de dar un relato preciso de la vida de
Jesús (lucas 1: 1-4). Pero,el Espíritu Santo efectuó la elección real de
los acontecimientos. Y El obró con y en los escritores para asegurar
que estos acontecimientos fueran registrados con exactitud, hasta
la última palabra. Hamilton añade:
El Espíritu Santo supervisó a los hombres que estaban escribiendo, mien-
tras lo hacían, de tal manera que, en tanto que fueron dejados en plena pose-
sión de su propio estilo y vocabulario, quedaron sin embargo impedidos de es-
cribir lo que no fuera cierto, y conducidos a seleccionar precisamente los he-
chos que Dios quería que Su pueblo conociera. 24

C. Dictado
En ocasiones Dios dictaba las mismas palabras que debían ser
pronunciadas o escritas. Lo que sigue es sólo una pequeña cantidad
de ejemplos de la Biblia que ilustran esto: « ...pondré mis palabras
en su boca» (Deuteronomio 18:18). «He puesto mis palabras en tu

23. !bid., pág. 95.


24. Floyd E. Hamilton, The Basis of Christian Faith (New York: Harper & Row Publishing
Co., 1964), pág. 291.

336
boca» (Jeremías 1:9; cp. 5: 14). «Toma un rollo de libro, y escribe en
él todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra
Judá ... » (Jeremías 36:2). «Y en tu boca he puesto mis palabras»
(Isaías 51:16; cp. 59:21). «Pero la palabra que yo te diga, ésa habla-
rás» (Números 22:35; cp. 23:5, 12, 16). «Hijo de hombre, vé y entra
a la casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras» (Ezequiel 3:4).
«Les hablarás, pues, mis palabras ... » (Ezequiel 2:7). «Hijo de hom-
bre, toma en tu corazón todas mis palabras que yo te hablaré, y oye
con tus oídos» (Ezequiel 3:10). «El Espíritu de Jehová ha hablado
por mí, y su palabra ha estado en mi lengua~> (2 Samuel 23:2).
«Estas son las cosas que Jehová h~ mandado» (Exodo 35:1). «Y ha-
bló Dios todas estas palabras» (I;.xodo 20: 1). «Y Moisés escribió
todas estas palabras de Jehová» (Exodo 24:4; cp. 17: 14; 34;27).
De las anteriores afirmaciones llegamos a la definida impresión
de que en ocasiones la inspiración era un verdadero proceso de dic-
tado. Los profetas hablaron las mismas palabras de Dios; escribie-
ron las mismas palabras de Dios. Por ello, tenemos que aceptar que
lo que escribieron es la mismísima Palabra de Dios.
D. Inerrante, y sin embargo humana
El mero hecho de que el Espíritu Santo utilizara vasos humanos
para comunicar las verdades de Dios no significa que automática-
mente ello dé falibilidad. Ciertamente, los varios libros de la Biblia
tienen el elemento humano del estilo de escritura. Pero el Espíritu
Santo lo permitió. No entraba en los planes de Dios crear de la
nada una Biblia para conducir la vida del hombre. No, sino que Su
plan era conducir (inspirar) al hombre para producir la Biblia. Esto
es evidente tanto en lo que Dios hizo realmente como en el produc-
to de Su inspiración, la Biblia.
Aquí tenemos que señalar el proceso. Jesús prometió a los apósto-
les que el Espíritu Santo vendría a ellos c9n poder para conducirlos a
toda verdad (Juan 14:26; 16:12, 13). Y El les dijo que no ter,nieran
cuando estuvieran ante gobernantes y jueces, porque, dijo El: «en
aquella hora os será dado lo que habéis de hablar» (Mateo 10: 19).
Esto es inspiración. Pablo escribió: «Y pienso que también yo tengo
el Espíritu de Dios» (1Corintios7:40). Estaban hablando acerca de la
inspiración. Y todos los apóstoles y profetas tuvieron el mismo Espí-
ritu. Por la influencia del Espíritu Santo, la Palabra de Dios fue ha-
blada y escrita inerrantemente por los apóstoles y profetas.
Pablo escribió también: «Leyendo lo cual podéis entender cuál
sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras
generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como
ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu»
(Efesios 3:4, 5). Esto es revelación registrada por inspiración. Pablo
afirma también en 1 Tesalonicenses 2: 13: «Por lo cual también no-
sotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibísteis la
337
palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibísteis no como pa-
labra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la
cual actúa en vosotros los creyentes.» También: «Si alguno se cree
profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son manda-
mientos del Señor» (1 Corintios 14:33).
Es revelación escrita no por la sabiduría del hombre sino por
inspiración de Dios (1 Corintios 2:13). El Espíritu Santo conectó
verdades divinas con palabras humanas y al hacerlo así rev~ló la
mente de Dios al hombre. Esto es inspiración verbal. Pero El no
destruyó el elemento humano en el proceso. Permitió que quedaran
patentes los estilos y caracteres espirituales de los escritores.

RECAPITULACIÓN
Las Escrituras afirman ser la palabra inspirada de Dios. La Bi-
blia es la palabra exhalada de Dios a autores humanos a los que se
les permitió retener sus propias personalidades y rasgos de redac-
ción al escribir. Cada pensamiento y palabra de la Biblia, sin em-
bargo, es de Dios como resultado de la inspiración de Su Espíritu.
Así, los autógrafos originales fueron inerrantes, infalibles e inspira-
dos. Pinnock escribe:
La Biblia en su integridad es la Palabra escrita de Dios para el hombre, li-
bre de error en sus autógrafos originales, totalmente fiable en historia y doc-
trina. Su inspiración divina ha dado como resultado que el Libro sea «infali-
ble» (incapaz de enseñar nada engañoso) e «inerrante» (no susceptible de ser
probado falso ni equivocado). Su inspiración es «plenaria» (extendiéndose por
igual a todas partes), «verbal» (incluyendo la misma forma del lenguaje), y
«confluente» (producto de dos agentes, humano y divino). La inspiración invo-
lucra la infalibilidad como una propiedad esencial, y a su vez la infalibilidad
implica inerrancia. Esta triple designación de la Escritura se halla implícita en
la tesis básica de la autoridad bíblica.25

Tenemos que mantener, entonces, que la Biblia es la palabra de


Dios. Si no lo es, entonces Dios nos ha engañado a pensar que lo es.
Pero ello es totalmente contrario al carácter de Dios. Young llega
acertadamente a esta conclusión:
Si los autógrafos de las Escrituras estuvieran mutilados por manchas de
error, entonces, simplemente, Dios no nos ha contado la verdad acerca de Su
Palabra. Aceptar que Él pudiera exhalar una Palabra que contuviera errores,
es decir, en realidad, que el mismo Dios puede cometer errores. Tenemos que
mantener que la Escritura original es infalible por la simple razón de que nos
vino directamente del mismo Dios.2•

25. Pinnock, A Defense of Bíblica/ Infalibility, op. cit., pág. 1.


26. Young, Thy Wod is Truth, op. cit., pág. 87.

338
19

La Biblia es la Palabra
de Dios
Hay dos áreas de las que conseguimos información para demos-
trar el origen divino de la Biblia: las evidencias internas y las evi-
dencias externas. Las evidencias internas se derivan del texto de la
Biblia. ¿Cómo manifiesta la inspiración el texto por sí mismo? Ésta
es nuestra principal cuestión en el área de las evidencias internas.
Muchos, sin embargo, mantienen que la Biblia no puede ser uti-
lizada como testigo para confirmar su propia inspiración. pero esta
pretensión no es realmente ni justa ni válida. ¿Tiene alguien dere-
cho a negar la autenticidad de un documento sin consultar el docu-
mento mismo? ¿Negaría alguien las obras de Shakespeare sin pri-
mero considerar su texto? La Biblia debería ser tratada al menos
como cualquier otro libro. Pero incluso esta demanda es rechazada
por las mentes llenas de prejuicios de algunos. Pinnock escribió:
«En tanto que insisten en su derecho de tratar la Biblia "como cual-
quier otro libro" (esto es, un libro producido sólo por el hombre), al-
gunos críticos pasan entonces a tratarla como a ningún otro libro,
sumergiéndola en la solución ácida del escepticismo y pesimismo
histórico con el que se enfrentan a ella.» 1 Con frecuencia, cuando la
Biblia contradice a Josefo, Herodoto, Orígenes o a cualquier otro de
los historiadores antiguos, se le achacan a ella los errores, y Josefo
y los otros quedan exentos de toda duda. Estas injustas críticas no
son objetividad erudita, sino una irracional incredulidad. Y no se
podría atrapar a ningún estudioso serio dando abrigo a tal tipo de
raciocinio.
1. Charles H. Pinnock, A Defense o{ Biblical lnfalibility (Grand Rapids, Mich.: Baker Book
House, 1972), págs. 22, 23.

339
La segunda área de evidencias de la inspiración de la Biblia es
clasificada como evidencias externas. Ya hemos examinado la ar-
queología. Ésta era una evidencia externa. Pero el cumplimiento de
las profecías, la exactitud histórica de la Biblia e incluso la indes-
tructibilidad de la Biblia tiene que ser, todo ello, considerado como
evidencias externas. Estas evidencias serán consideradas al final de
este capítulo.
Un breve examen de las evidencias internas y externas de la Bi-
blia muestran que la Biblia no hubiera podido tener un origen hu-
mano. Los pensadores humanos, sencillamente, no hubieran podido
llegar a redactarla. Y, en realidad, si se rechaza la inspiración de la
Biblia, uno se ve obligado a decir que la razón humana lo hizo todo.
Naturalmente, la conclusión lógica de tal manera de pensar es la
negación del cumplimiento de toda profecía y la negación de que
Jesús sea verdaderamente el Hijo de Dios. De hecho, la negación de
la inspiración de cualquier sección de la Biblia llevará lógicamente
a una negación de que Jesús sea el Cristo, el Hijo de Dios. ¡Y ésta
es una negación ciertamente capital! Así que aquí nos es preciso co-
menzar un estudio del mismo texto de la Biblia. ¿Cómo concuerda
con la inspiración?

AFIRMACIONES DE LA BIBLIA PASADAS POR ALTO

No se puede pasar por alto el hecho de que la Biblia hace claras


afirmaciones de inspiración. Homero, Orígenes y Platón no hicieron
tales afirmaciones de inspiración. Si la Biblia fuera meramente
otro libro, sus abrumadoras demandas de inspiración serían cierta-
mente consideradas insensatas por parte de cualquier lector. Pero
cuando leemos la Biblia, sus afirmaciones de inspiración suenan a
todo menos insensatas.
Esteban, por ejemplo, afirmó que los judíos habían recibido las
verdaderas «palabras de vida» de Dios (Hechos 7:38). Pablo dice
que «les ha sido confiada la palabra de Dios» (Romanos 3:2). El
Nuevo Testamento afirma ser la palabra de Dios (Hebreos 5:12;
1 Pedro 4: 1)). Los profetas tuvieron la palabra de Dios puesta en
sus bocas (Exodo 4:12; Jeremías 1:7-9; Números 12:8). Isaías habló
«la palabra de Jehová» a Israel (~saías 1: 10, 20). «Moisés escribió
todas las palabras de Jehová» (Exodo 24:4). Moisés afirmó ,que
«éstas son las cosas que Jehová ha mandado que sean hechas» (Exo-
do 35: 1). Y estas palabras son la Biblia.
Muchas veces, cuando los escritores del Nuevo Testamento citan
a los escritores del Antiguo Testamento, el escritor del Antiguo Tes-
tamento es dejado a un lado y se da todo el crédito a Dios obrando
por Su Espíritu (Gálatas 3:8; Hechos 4:24, 25; Hebreos 3:7). Con fre-
cuencia, se afirma que son las mismas palabras de Dios las que es-
340
tán registradas en la Biblia (Éxodo 20: 1; Daniel 10:9ss). Con fre-
cuencia, un libro comienza afirmando que es «Palabra de Jehová»
(Isaías 1: 1, 2; Jeremías 1: 1; Oseas 1: 1; Jonás 1: 1; Miqueas 1: 1; So-
fonías 1:1; Malaquías 1:1). De hecho, frases como «la Palabra de
Dios», «Dijo Dios», «vino palabra de Jehová», «Habló Jehová»,
«Jehová mandó», etc., aparecen más de 3.000 veces en la Biblia.
La Biblia afirma ser «escritura» (Timoteo 3:16; Romanos 9:17;
Gálatas 3:8). Los escritores de la Biblia escribieron «en el Espíritu»
(Mateo 22:43; Hch. 1: 16; cp. Hebreos 3:7). La advertencia de Juan
en Apocalipsis 22:18, 19, de no añadir a este «libro» sería verdade-
ramente una demanda extraña si la Biblia no fuera la Palabra de
Dios. Josué registró por inspiración las palabras del pacto (Josué
24:26). Y Moisés registró «los mandamientos y los estatutos que
mandó Jehová por medio de Moisés a los hijos de Israel..» (Núme-
ros 36: 13). La Biblia afirma claramente ser el libro verdaderamente
dado por Dios. No podemos negar este hecho.
Las pn~mesas de Jesús manifiestan la inspiración del Nuevo Tes-
tamento. El les dijo a Sus discípulos que no temieran cuando estu-
vieran ante reyes y gobernadores, porque les serJa dado qué decir
(Mateo 10:17; Marcos 13:11; Lucas 21:12-15). El prometió a los
apóstoles que les sería dado qué decir (Mateo 10:17-20), y esto era
una promesa directa de inspiración. Prometió que serían conduci-
dos a toda verdad (Juan 14:16; 16:12, 13). Los apóstoles y profetas
recibieron y predicaron el misterio, el evangelio (Efesios 3:3-5;
1 Corintios 2:9-13). Los escritores del Nuevo Testamento hablaron
y escribieron por inspiración «los mandamientos del Señor» (1 Co-
rintios 14: 37; cp. 1 Tesalonicenses 2: 13; 2 Timoteo 3: 16; 2 Pedro
3:2, 16). Jesús prometió todo esto. Y estas cosas fueron cumplidas
en las vidas de los primeros discípulos. Ellos así lo afirmaron.
Así, la Biblia afirma abiertamente la inspiración. No puede ha-
ber dudas acerca de ello. Gerstner concluye acertadamente al decir:
«La Biblia podría, concebiblemente, afirmar ser una revelación sin
serlo, pero no podría serla sin afirmarlo. En tanto que la afirmación
puede no ser un argumento a su favor, la ausencia de esta afirma-
ción sería ciertamente un argumento en contra de ello.» 2

CONFIRMACIÓN NOVOTESTAMENTARIA DEL ANTIGUO


TESTAMENTO
Es en raras ocasiones que hoy en día se oye a alguien negar la
inspiración del Nuevo Testamento sin negar simultáneamente la
inspiración del Antiguo Testamento, y viceversa. Los dos Testamen-

2. John H. Gerstner, Reason for Faith (Grands Rapids, Mich.: Baker Book House, 1967),
págs. 69, 70.

341
tos, Antiguo y Nuevo, no pueden ser separados. La mayor parte de
la gente se da cuenta de esto. La negación de la inspiración del uno
demanda la negación del otro. Ambos están tan estrechamente re-
lacionados con confirmaciones entrelazadas que no hay manera de
separar entre ambos.
Los cuatro registros evangélicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan)
tienen aproximadamente 400 citas del Antiguo Testamento. Hay
278 diferentes versículos del Antiguo Testamento citados en el Nue-
vo. La epístola a los Hebreos cita 88 veces de 16 libros diferentes
del Antiguo Testamento. «Los escritores del Nuevo Testamento
eran inspirados, y cuando citaban del Antiguo Testamento eviden-
ciaban la inspiración de los libros de los que citaban o, al menos,
de las citas que hacían.» 3 Esta yuxtaposición de inspiración entre
los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo, es ligada por la confir-
mación por parte de los escritores del Nuevo Testamento de los es-
critores del Antiguo Testamento. Siguen a continuación unos ejem-
plos de esta confirmación unificadora:

A. El testimonio de Jesús
Jesús reconoció el Antiguo Testamento como palabra de Dios.
Su afirmación de la inspiración y autoridad del Antiguo Testamen-
to se puede ver en afirmaciones como: «Escrito está» (Mateo 4:4, 6,
7; Lucas 20: 17), y «¿Nunca leísteis en las Escrituras?» (Mateo
21 :42; cp. Marcos 12: 10, 11). En Juan 10:34 Jesús dijo: «¿No está es-
crito en vuestra ley ... ?» (cp. Salmo 82:6). Y luego en el versículo 35
se refiere a aquella ley diciendo: «La Escritura no puede ser que-
brantada» (cp. 5:39). En Lucas 20:42 Jesús dijo: «Pues el mismo Da-
vid dice en el libro de los Salmos», citando a continuación el Salmo
110: l. Pero en Marcos 12:36 Jesús citó el mis~o Salmo y dijo: «El
mismo David dijo por el Espíritu Santo». Así, El afirma la inspira-
ción de David y de los Salmos.
Jesús afirmó también la inspiración y autoridad de Moisés (Ma-
teo 8:4; Marcos 7:8-11; Juan 5:45-47), los milagros de Elías al pro-
veer para la mujer de Sarepta (Lucas 4:25, 26), la curación de Naa-
mán (Lucas 4:27), el episodio de Jonás tragado por un gran pez
(Mateo 12:39-41), las enseñanzas proféticas de Daniel (Mateo 24:15),
la destrucción de Sodoma y Gomarra (Lucas 17:28-32), el diluvio
del Génesis (Lucas 17:26, 27), la muerte de Abel (Mateo 23:36) y
muchos otros episodios del Antiguo Testamento.
Algunos enredan su teología alrededor de falsas teorías científi-
cas. Al hacerlo así o bien han distorsionado Génesis 1 hasta hacerlo
irreconocible o han tratado de resolver sus problemas --o al menos
creen que lo han conseguido- llamando Génesis 1 un mito. Pero Je-

3. H. Leo Boles, The Holy Spirit, His Personality, Nature, Works (Nashville, Tenn.: Gospel Ad-
vocate Co., 1967), págs. 95.

342
sús afirma la genuinidad de Génesis (Mateo 19:4-6). Y Pablo utiliza
los hechos de Génesis en sus escritos (Romanos 5:14; 1 Corintios
11:8, 12; 2 Corintios 11:3; 1 Timoteo 2:13). Así que o bien Jesús y
Pablo estaban errados en su postura acerca de los orígenes, o bien
el primer registro de los orígenes (Génesis 1) es cierto y verdadero.
Y por cuanto no había ningún ser humano allí cuando todo ello
tuvo lugar, Génesis 1 tiene que ser considerado como un registro
inspirado de los acontecimientos. Después de todo, esto es lo que
Jesús y :pablo pensaban acerca de este asunto. Y Jesús tiene que sa-
berlo. ¡El estaba allí! (Juan 1 :lss).
Así que la negación de cualquier sección del Antiguo Testamento
pondría en tela de juicio, desde luego, la afirmación de que Jesús es
el Hijo de Dios. ¿Acaso Jesús malentendió, citó mal o mal aplicó el
Antiguo Testamento? ¿Fue engañado por los líderes judíos a pensar
que el Antiguo Testamento era verdaderamente la Palabra de Dios?
Si es así, entonces él no era el perfecto Hijo de Dios.
B. El testimonio de Pablo
Pablo cita de veinticinco de los treinta y nueve libros del Anti-
guo Testamento en sus epístolas.4 En 2 Timoteo 3:16, con referencia
primaria al Antiguo Testamento, Pablo escribió: «Toda la Escritura
es inspirada por Dios ... » Pablo afirma que el Espíritu Santo habló
por medio de Isaías (Hechos 28:25). Reconoce asimismo la inspira-
ción y autoridad de Moisés y de los profetas al citar de ellos y re-
ferirse a sus leyes inspiradas (Hechos 26:22, 23; 1 Timoteo 5:18;
Deuteronomio 25:4). Si Pablo se equivocó en su entendimiento de
que «toda la Escritura es inspirada por Dios», entonces tenemos
que llegar a la conclusión de que tampoco él era un escritor inspi-
rado por Dios. Y si esto es así, ¿cómo podemos fiarnos de él con res-
pecto a las otras enseñanzas en el Nuevo Testamento? Esto resulta
crítico cuando se considera que Pablo escribió las dos terceras par-
tes del Nuevo Testamento.
C. El testimonio de Pedro
Pedro escribió: «Porque nunca la profecía fue traída por volun-
tad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo
inspirados por el Espíritu Santo» (2 Pedro 1:21). Pedro también cla-
sificó los escritos de Pablo como «escritura» (2 Pedro 3:15, 16). Re-
cordemos, Pablo dijo que «toda la Escritura es inspirada por Dios»
(2 Timoteo 3:16). ¿También se equivocó Pedro en su entendimiento
de que todas las Escrituras fueron traídas por el Espíritu de Dios?
Dios habló durante la dispensación del Antiguo Testamento ~n
diversas maneras a los padres y a los profetas (Hebreos 1:1). pero El

4. W. Graham Scroggie, Is the Bible the Word ofGod (Chicago, Ill.: Moody Press, 1922), pág.
52.

343
nos ha dado Su revelación hoy por medio de Jesús, los apóstoles y
profetas (Hebreos 1 :2; Efesios 3:3-5). Negar la inspiración de los re-
gistros escritos de los profetas y apóstoles es negar a Jesús como
hijo de Dios, porque Jesús prometió que el Espíritu Santo guiaría
a los apóstoles a toda verdad (Juan 14:26; 16:13). Sería también
una negación de la inspiración del Antiguo Testamento. Y los que
mantienen que la Biblia se contradice a sí misma están en realidad
diciendo que no está inspirada. 5

UNIDAD INSEPARABLE

La unidad de la Biblia es uno de los más poderosos argumentos


que dan evidencia de su inspiración. Los siguientes puntos ilustran
lo que significa por unidad, y cómo esta unidad sustenta la inspira-
ción:

A. Unidad de escritores
La Biblia es una recopilación de sesenta y seis libros y epístolas,
todo ello escrito a lo largo de un período de alrededor de 1.500 años
por aproximadamente cuarenta autores. Estos hombres escribieron
en diferentes períodos históricos y en diferentes localidades. Y, sin
embargo, sus obras presentan una armonía total, con ausencia de
contradicciones. Muchos escritores confirman la inspiración de
otros. Pedro reconoce a Pablo como un escritor inspirado (2 Pedro
3:15, 16). Los libros Primero y Segundo de Crónicas y Primero y Se-
gundo de Reyes se confirman mutuamente en cuanto a episodios
históricos. Josué 1 verifica Deuteronomio 34. Jueces 1: 1 verifica Jo-
sué 24:27-33. Jeremías 52:31-34 verifica 2 Reyes 25:25, 27-30. Es-
dras 1 verifica 2 Crónicas 36:22, 23. Daniel se refiere a Jeremías
(Daniel 9:2) y Ezequiel se refiere a Daniel (Ezequiel 28:3). ¿No tes-
tifica esta unidad que la Biblia tuvo que tener una divina mano
conductora durante los muchos años en los que fue escrita? ¿Cómo
hubieran podido tantos escritores haber tenido una tal armonía en
su redacción?
B. Unidad orgánica
Homer Hailey escribió: «La unidad orgánica implica tres cosas:
En primer lugar, que todas las partes son necesarias para un todo
completo; en segundo lugar, que todas son necesarias para comple-
mentarse entre sí; y en tercer lugar, que todas estén impregnadas de
un mismo principio vital.» 6 Examinemos de cerca estos conceptos.
5. Harry Emerson Fosdick, así como muchos otros, pretendió y pretende, que la Biblia se
contradice. Dear Mr. Brown (New York: Harper & Row, Publishers, 1961), pág. 59.
6. Homer Hailey, Interna/ Evidences ofChristianity (Bowling Green, Ky: Evidence Quarterly,
1964). pág. 17. .

344
1. Todas las partes completan el todo. Todas las partes y libros
de la Biblia son esenciales. Todos agregan a la plenitud de la reve-
lación de Dios al hombre. Libros como Rut, Ester, Cantar de los
Cantares, Filemón y Apocalipsis tratan de áreas singulares de la re-
velación total de Dios. Ester nos relata la condición de Israel duran-
te el cautiverio. Rut presenta la práctica del levirato hebreo y relle-
na un enlace vital en la genealogía de Jesús (Mateo 1:5; Lucas 3:32).
Así que cada sección de la Biblia nos presenta con verdades nece-
sarias y esenciales para la comprensión del todo.
2. Todas las partes se complementan. Todos los libros y epístolas
son necesarios para completarse o complementarse entre sí. Mateo,
Marcos, Lucas y Juan destacan distintos aspectos de la vida de Cris-
to a fin de relacionar el evangelio bien con el judío o con el gentil.
También cada uno de ellos destaca un aspecto específico de la mi-
sión y ministerio de Jesús. Marcos destaca las obras de Jesús. Juan
escribió para generar fe (Juan 20:30, 31). Mateo dirigió su registro
del evangelio primariamente al pueblo judío. Juntos, los registros
evangélicos nos dan una visión completa de la genealogía, humani-
dad, divinidad, vida, muerte, resurrección y ascención de Jesús.
3. Todas las partes completan un único principio vital. Todos los
libros se centran en un solo principio vital - la existencia de Dios
y el deber del hombre de servirle. Salomón llegó a esta correcta
conclusión: «El fin de todo el discurso oído es éste: Teme a Dios, y
guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre»
(Eclesiastés 12:13). Y cada libro de la Biblia es una llamada de Dios
al hombre para que reconozca este principio.

C. Unidad de enseñanza
El tema evidente de la Biblia es: «El plan de Dios para redimir
al hombre.» Desde Génesis a Apocalipisis este tema es puesto en
primer plano por los escritores bíblicos. Toda la revelación y acti-
vidad de Dios se centran alrededor de este tema. Lo asombroso
acerca de este aspecto de unidad es que no hay contradicciones en-
tre los escritores bíblicos acerca de este tema ni en ninguna otra en-
señanza, aun a pesar de que escribieron a cientos de años y a cien-
tos de kilómetros de distancia entre sí. Hamilton escribió: «Si se
pudiera probar claramente la existencia de contradicciones, el
asunto se habría resuelto ya hace siglos, y no habría ya lugar para
discusiones.» 7
Si existieran contradicciones, los críticos las hubieran manteni-
do delante de la vista del pueblo de Dios a lo largo de cada siglo
desde el registro de una contradicción específica. Pero no lo han he-
cho. Y ello demuestra que las pretendidas contradicciones procla-

7. Floyd E. Hamilton, The Basis of Christian Faith (New York: Harper & Row Publishers,
1964), pág. 160.

345
madas por parte de algunos simplemente no existen en la Biblia.
¿No es esto prueba de una paternidad divina? ¿Cómo hubieran po-
dido los escritores armonizar sus enseñanzas a lo largo de los 1.500
años en que la Biblia estuvo siendo redactada, sin ayuda divina? Ja-
mes ()rr escribió:
Pero la mente imparcial no puede ignorar el hecho de que en los escritos
que constituyen nuestra Biblia hay una unidad y progresión, un propósito con-
ductor, culminando en Jesucristo y Su redención, una plenitud y poder de ver-
dad religiosa, que los sitúa en una categoría y que llevan al reconocimiento de
un origen singular correspondiente con su singular carácter. 8

Una vez más, ¿cómo podríamos explicar tal carácter si la Biblia


sólo hubiera tenido una paternidad humana?
Si cuarenta hombres comenzaran a tocar instrumentos musica-
les, y como resulta do surgiera un hermoso son de una música me-
lódica en una maravillosa armonía, nos daríamos cuenta de que al-
guien había organizado y estaba dirigiendo su actividad. Si cuaren-
ta hombres, a lo largo de un período de 1.500 años, escribieron li-
teratura y sus escritos se presentan con un tema armonioso y sin
ninguna contradicción, en absoluto, y con nadie fuera de sintonía
con el tema general, también nos daríamos cuenta de que alguien
había organizado y conducido su actividad de redacción. Esto es
simplemente lo razonable.
Así que aquí tenemos que dirigir nuestra reflexión a las eviden-
cias externas de la inspiración. En otras palabras, ¿Qué hechos hay
que rodeen el texto de la Biblia y que den apoyo a su inspiración?

PERMANENCIA INDUDABLE
En Mateo 24:33 Jesús dijo: «El cielo y la tierra pasarán, pero
mis palabras no pasarán.» Pedro escribió: «La palabra del Señor
permanece para siempre» (1 Pedro 1:25). Hay un principio de dura-
bilidad aquí que rodea la palabra de Dios que tenemos que recono-
cer.
El canon completo de la Biblia ha estado en manos ,de los hom-
bres durante casi 2.000 años. El Pentateuco (Génesis, Exodo, Leví-
tico, Números y Deuteronomio) ha estado disponible para el hom-
bre casi por 3.600 años. ¿Cómo, o por qué, han estado estos libros
tanto tiempo en circulación?
Siguiendo esta misma línea de raciocinio, es interesante señalar
que hubo otros libros escritos por los judíos que eran contemporá-
neos con los libros de Josué, Números y Crónicas (Números 21 : 14;
8. James Orr, Revelation and Inspiration (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1969),
págs. 12, 13.

346
Josué 10: 13; 1 Crónicas 22:29). Pero estos libros no han sobrevivido
hasta el día de hoy. Es evidente que los judíos no los consideraban
sobre la misma base que a la Biblia. Los libros de la Biblia fueron
confirmados como inspirados por las poderosas obras de Dios y
eran por ello cuidadosamente guardados por los judíos. Ello cons-
tituye evidencia de que fueron verdaderamente confirmados y con-
siderados inspirados hace miles de años. Y esta consideración los
ha seguido desde el día en que fueron escritos hasta el presente.
El intento de Joacim de destruir la palabra de Dios cortándola
con un puñal y arrojándola a las llamas constituye una ilustración
de cómo los malvados han intentado destruir la Biblia a través de
los siglos (Jeremías 36:22, 23). Durante las Edades Tenebrosas se hi-
cieron muchos intentos de mantener la Biblia fuera del alcance del
hombre de la calle. Las «quemas de Biblias» vinieron a ser una
práctica común de la iglesia de Roma. Los que eran atrapados en
posesión de una copia de las Escrituras eran sometidos a tortura y
muerte. Sí, la Biblia ha sobrevivido sin daños e invicta.
Voltaire dijo en una ocasión: «Dentro de cincuenta años la Bi-
blia ya no será considerada entre las personas instruidas.» Voltaire
hizo esta afirmación hace 200 años. Parece que se equivocó. Cuando
Robert Ingersoll corría por las carreteras de América a principios
de este siglo, dando conferencias en contra del cristianismo y de la
Biblia, hizo esta afirmación en uno de sus discursos refiriéndose a
la Biblia: «En quince años tendré este libro en el depósito de cadá-
veres.» Pero en quince años él estaba en el depósito de cadáveres y
la Biblia sigue en pie. Un escritor desconocido escribió en cierta
ocasión el siguiente poema ilustrativo que hace referencia a la ma-
ravillosa durabilidad de la Biblia a través de los siglos:
Frente a un herrero pasando anoche,
El batir sobre un yunque oí resonar,
Viejos martillos sobre el suelo yacían.
Gastados, usados, cansados de golpear.
«¿Cuántos yunques rotos van» -inquirí-
«para así dejar tantos martillos?»
«Uno solo», el artesano dijo;
«El yunque al martillo puede, ¿no sabías?»
Pensé, pues: Sobre las Palabras de Dios
De la incredulidad fuertes golpes han caído;
Pero en medio del fragor de tal batir
Indemne el yunque queda ... rotos los martillos.
E. S. Bates dijo, y dijo bien: «ningún individuo, ningún César ni
Napoleón, ha tenido una parte tan grande en la historia humana

347
como este libro ... Si sólo quedaran fragmentos y trozos de nuestra
civilización, entre ellos todavía encontraríamos la Biblia, entera y
sin daños. El libro que sobrevivió al Imperio Romano sobrevivirá a
cualquier destrucción que pueda sobrevenir.» 9

ARMÓNICA CON LA HISTORIA

La Biblia es totalmente armónica con la historia. La arqueología


ha confirmado la exactitud histórica de la Biblia una vez tras otra.
El campo de la arqueología no contradice la historia tal como ésta
es presentada en la Biblia. Esto ha sido tratado en un capítulo an-
terior, pero tiene que recibir énfasis aquí para destacar la impor-
tanGia de esta armonía. Coder y Howe escribieron: «Las Escrituras
mencionan grandes naciones, reyes, ciudades, pueblos, ligándolo
todo con fechas y episodios específicos durante miles de años, sin
cometer jamás ningún error [énfasis mío, R.E.D.].» 10
Tenemos que contender por la limpieza al tratar de ello. Cual-
quier otro documento es considerado exacto hasta que no se de-
muestra su inexactitud. Los que tienen prejuicios contra la Biblia la
consideran inexacta hasta que no se demuestre que es exacta. Pero
así es realmente el prejuicio contra la Biblia. Los que niegan la
exactitud histórica de la Biblia tienen que demostrar que ello es así.
¿Pueden venir con una discrepancia histórica? ¿Pueden presentar
una contradicción histórica con la Biblia? Estas discrepancias y
contradicciones no pueden ser halladas. Y mirando a la historia ya
pasada podemos suponer que ello nunca sucederá en el futuro.

LAS ESCRITURAS CONFORMAN LA SOCIEDAD

También se demuestra que la Biblia está por encima de la auto-


ridad humana debido a su efecto sobre la humanidad. William
Lyon Phelps escribió: «La civilización occidental está basada en la
Biblia; nuestras ideas, nuestra sabiduría, nuestra filosofía, nuestra
literatura, nuestro arte, nuestros ideales, todo ello proviene más de
la Biblia que de todos los demás libros juntos. Es una revelación de
divinidad y de humanidad.» 11 ¿Podría un libro de paternidad mera-
mente humana tener tal efecto sobre la sociedad? ¡Difícilmente!
¿Tiene alguien la capacidad de emitir principios que fuesen uni-
9. E. S. Bates, Biography of the Bible, citado por Ralph L. Woods, ed., The World Treasury of
Religious Quotations (New York: Garland Boos, 1966), pág. 74.
10. S. Maxwell Coder y George F. Howe, The Bible, Science and Creation (Chicago, Ill.: Moody
Press, 1966), pág. 15.
11. William Lyon Phelps, Human Nature in the Bible (New York: E. P. Dutton & Co., 1922),
n.p.

348
versales y adaptables para los hombres en todas las épocas? Los
inútiles esfuerzos humanos para conseguirlo, desde el cierre del ca-
non del Nuevo Testamento y en la antigüedad antes de ello, cons-
tituyen prueba de que esta tarea está más allá de su alcance. La Bi-
blia tiene que ser de origen divino debido a la incapacidad humana
para producir una manera de vivir como la que se expone en las Sa-
gradas Escrituras.
Varios hombres principales de todas las épocas han reconocido
el asombroso efecto que la Biblia ha tenido sobre las vidas de los
hombres y su valor para conformar una manera de pensar y de vi-
vir correctas. Jean Jacques Rousseau, un escritor francés escéptico,
admitió: «Tengo que confesar que la majestuosidad de las Escritu-
ras me deja atónito ... si hubiera sido invención humana, el inventor
sería más grande que el más grande de los héroes.» El general U. S.
Grant dijo: «Aferraos a la Biblia como el ancla firme de vuestras li-
bertades, escribid sus preceptos en vuestros corazones y practicadla
en vuestras vidas. Todos estamos en deuda hacia la influencia de
este libro por todo el progreso hecho en la verdadera civilización, G
a él tenemos que mirar como nuestro conductor en el futuro.» 2
John Quincy Adams también escribió: «He hecho mi práctica habi-
tual durante varios años leer la Biblia entera una vez al año. Por lo
general me dedico a su lectura durante la primera hora después de
levantarme por la mañana.» 13 Abraham Lincoln escribió en 1864:
«Toma este libro todo lo que puedas con la razón, y el resto con la
fe, y vivirás y morirás un hombre más feliz y mejor.» 14 Woodrow
Wilson dijo en un discurso en 1911, con referencia a la Biblia: «Un
hombre se ha encontrado a sí mismo cuando ha encontrado su re-
lación con el resto del universo, y aquí está el Libro donde se expo-
nen estas relaciones.» 15 «Si permanecemos en los principios enseña-
dos en la Biblia», advirtió Daniel Webster, «nuestro país prospera-
rá, pero si nosotros y nuestra posteridad descuidamos su instruc-
ción y autoridad, nadie puede decir cuán repentina catástrofe pue-
de abrumarnos y sepultarnos a nosotros y nuestra gloria en una
profunda oscuridad». 16

PRUEBA DE LA PROFECÍA

La profecía es la evidencia principal en apoyo de la inspiración


de la Biblia. Debido a la importancia de este tema se dedicará un
12. Citado por Frank E. Gaebelein en Exploring the Bible (Harper Baptist Sunday School
Board; Marshall, Morgan & Scott), pág. 4.
13. John Quincy Adams, Diary, 26 de septiembre 1810, Allan Nevins, ed. (Ungar, 1969).
14. Abraham Lincoln, Letter to Speed, (1864).
15. Woodrow Wilson, Discurso, 7 de mayo, 1911.
16. Citado por Rubel Shelly, Simple Studies in Christian Evidences (Memphis, Tenn.: Simple
Studies Publishing Co., 1970), pág. 36.

349
capítulo siguiente a ello. Aquí sólo consideraremos brevemente el
tema en cuento a su aportación como evidencia de la inspiración de
la Biblia.
En Deuteronomio 18:22 se da un cualificación necesaria para un
profeta: «Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cum-
pliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha ha-
blado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de
él» (cp. Jeremías 28:9). Israel podía probar a sus profetas mediante
la profecía del profeta. Si se cumplían las profecías de un cierto
profeta, era un profeta de Dios. Si sus profecías se incumplían, es
que era un falso profeta. Era así de sencillo. Dios desafiaba a pro-
fetizar a los falsos profetas de la época de Isaías, sabiendo que sus
profecías se incumplirían. Y el pueblo podí~ saber así que estos pro-
fetas eran falsos (Isaías 41:22, 23; 45:21). Esta es una prueba para
los profetas de todo tiempo.
Pero los verdaderos profetas de Dios fueron probados ciertos en
todas las profecías. Cuando hablaban de acontecimientos futuros,
las palabras que habían pronunciado se cumplieron. No se trataba
aquí de prueba y error. La Biblia contiene literalmente cientos de
profecías que fueron cumplidas. Profecías como la de Isaías, capí-
tulos 13 y 14, acerca de la caída de la gran ciudad Babilonia, han
sido indudablemente cumplidas. Las naciones y las ciudades de
Tiro (Ezequiel 26), Egipto (Isaías 19: Ezequiel 29, 30), Edom (Ab-
días), Nínive (Nahum), y una gran cantidad más oyeron la profecía
de su destrucción y posteriormente fueron destruidas. ¿Hubieran
podido saber estos profetas estas cosas cientos de años antes de que
tuvieran lugar? La probabilidad de que estas profecías se cumplie-
ran por mera casualidad está más allá de la razón y de la lógica.
El Antiguo Testamento contiene más de trescientas profecías
acerca de Jesús. Todas estas profecías se cumplieron. Peter W. Sto-
ner calculó matemáticamente que la probabilidad de que un hom-
bre cumpliera la profecía de Miqueas 5:2, acerca del hecho de que
Jesús nacería en Belén de Judá, en relación con las otras ~rofecías
acerca de su vida, sería de 1 en 2,8 x 105 (ver referencia) 7 Stoner
calculó que la probabilidad de que se cumplieran todas las profe-
cías acerca de Jesús justo en el momento adecuado de la historia sería
de 1 en 1,7 X 10245 , lo cual es un número fantásticamente grande. 18
Podemos comprender por qué Dios dijo a Sus discípulos: «¡Oh
insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas
han dicho ... ! Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los
profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían»
(Lucas 24:25, 27). ¡Y cuán tardos de corazón son algunos hoy en
creer en la precisión profética de la Biblia!

17. Peter W. Stoner, Science Speaks (Chicago Ill.: Moody Press, 1963), págs. 101, 102.
18. !bid., pág. 113.

350
ACLAMACIÓN COETÁNEA
Otro argumento en favor de la divinidad de las Escrituras, y que
es muchas veces pasado por alto, es la aceptación de la inspiración
de las Escrituras por parte de la Iglesia Primitiva. Aquellos que fue-
ron testigos del poder divino de que se había investido a Pablo, Pe-
dro y el resto de los obreros de Dios en manifestación de milagros
no arrojaron dudas a su palabra como siendo de Dios. Cuando Dios
por mano de Pablo cegó a Barjesús, la Biblia dice que Sergio Paulo,
que había sido testigo del hecho, creyó (Hechos 13: 12). Y así creye-
ron una cantidad innumerable que fueron testigos del poder de
Dios. Cuando los profetas de Israel mostraron pruebas de haber
sido enviados por Dios por el poder de los milagros y de la profecía
que les había sido dado por Dios, el pueblo aceptó lo que dijeron o
escribieron como procedente de Dios. Pocos fueron los que dudaron
o negaron su credibilidad o sus escritos inspirados. La Iglesia del
Nuevo Testamento en los primeros siglos de su existencia aceptó
plenamente los escritos de los apóstoles y profetas sobre la misma
base.
Los documentos del Nuevo Testamento vinieron a ser puestos en
duda siglos después de la muerte de aquellos primeros testigos.
Sólo después de que se desvaneciera el efecto de la confirmación
milagrosa de la palabra de Dios proclamaron sus pretensiones los
escépticos. Pero los padres apostólicos citan las epístolas del Nuevo
Testamento como Escritura, aceptándolas sin ningún género de
dudas. Warfield afirma este extremo de la siguiente manera:
Está meridianamente claro, entonces, que la crítica moderna no ha demos-
trado que la Iglesia coetánea resistiera la afirmación de los escritores del Nue-
vo Testamento ni que se enfrentara a su afirmación de inspiración: es bien pre-
cisamente lo contrario. Cada migaja de evidencia en este caso exhibe a la igle-
sia apostólica no rechazando, sino reconociendo de manera clara la autoridad
absoluta de los escritos del Nuevo Testamento. En el breve período de los frag-
mentos de la literatura cristiana de las dos primeras décadas del siglo segundo
tenemos a Mateo y Efesios citados claramente como Escritura, los Hechos y las
Epístolas de Pablo nombrados específicamente como parte de la Santa Biblia,
y el Nuevo Testamento como consistente en registros evangélicos y escritos
apostólicos formando una colección sagrada de libros junto con el Antiguo Tes-
tamento. Tengamos presente que la creencia de la iglesia primitiva en la ins-
piración del Antiguo Testamento está fuera de discusión, y veremos que el sig-
nificado de todo aquello es simplemente éste: La iglesia apostólica ciertamente
aceptaba los libros del Nuevo Testamento como inspirados por Dios. Estos son
los resultados de la indagación crítica acerca de las opiniones que de este tema
tenían los escritores de la Iglesia que vienen inmediatamente a continuación
de los Apóstoles. 19

19. Benjamin B. Warfield, The Inspiration and Authority of the Bible (Philadelphia, Pa.: Pres-
byterian and Reformed Publishing Co., 1970), págs. 428, 429.

351
RECAPITULACIÓN
Al observar las evidencias internas y externas que acaban de ser
examinadas, uno es llevado a la conclusión de que la Biblia es más
que una mera colección de epístolas y libros escritos por autores
humanos. Es más que esto. ¡Tiene que ser el Libro de Dios!
Este autor cree que el rechazo de la inspiración de la Biblia ex-
presado por muchos críticos es en parte el resultado de hombres que
intentan rehuir las responsabilidades de una vida recta. Los hom-
bres que no quieren que se les gobierne o que se les tenga como res-
ponsables ante un juez y legislador llegarán al final a negar la au-
toridad y credibilidad del juez y de su ley. Hacer esto con la Biblia
es dejar al hombre sin un fundamento sobre el que erigir una fuerte
sociedad. Es dejar al hombre errando sin rumbo a través del tiempo
sin esperanza ni promesa. Pinnock concluye diciendo:
Ponerse fuera de la sombra de las Escrituras no es un privilegio de la liber-
tad cristiana; es el poner la cabeza debajo de la arena del racionalismo. Porque
ello no le pone a uno en la luz más clara de la revelación directa, sino en la
densa tiniebla de la total ausencia de revelación. Esta tiniebla reduce al final
todo el universo a una máquina inhumana sin orígenes personales, y condena
la vida humana a un trágica futilidad.'º

Sí, la Biblia es la palabra de Dios. Es Dios hablando al hombre


(2 Pedro 1:21, 2 Timoteo 3:16, 17; Hebreos 1:1, 2); Dios hablando
por medio de hombres a hombres (Ezequiel 2:7, 3:4, 19, 11, 17). Es
Dios hablando por el Espíritu Santo a través de hombres a los hom-
bres (Lucas 1:70; Romanos 1:2; 16:26; Hechos 28:25). Si no es ins-
pirada, entonces somos criaturas sentenciadas, sin un solo rayo de
luz que nos conduzca a través de la oscura estancia de la vida. Esto
no es un argumento en favor de la inspiración de la Biblia, sino sólo
el aturdidor caos con que se nos deja si no tenemos hoy la palabra
de Dios. Pero podemos sentirnos agradecidos y felices por tenerla.

20. Pinnock, A Defense of Biblical Infallibility, op. cit., pág. 32.

352
20

El poder de la profecía
En Isaías 41:23 Jehová Dios pide la verdadera prueba de cual-
quiera y todos aquellos que fueran a pretender inspiración divina.
«Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que
vosotros sois dioses.» En Isaías 46:9 y 10 Dios se aplica la prueba
a Sí mismo: «Yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante
a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la anti-
güedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanece-
rá.»
Dos argumentos principales que prueban con gran fuerza que la
Biblia es inspirada y que el cristianismo es cierto son la resurrec-
ción de Cristo y el cumplimiento de las profecías. 1 La descripción de
los acontecimientos y actividades de naciones y pueblos muchos
años antes de que realmente acontecieran es la verdadera prueba
de la inspiración divina. Esta sería una confirmación total de la ins-
piración de las Escrituras.

LA PROFECÍA Y LOS PAGANOS

«La profecía es un fenómeno peculiar de Israel», escribió James


Orr. 2 Las religiones paganas abundan con predicciones del futuro.
Pero las incontables predicciones incumplidas de la historia de
ellos dan una clara evidencia de que son simplemente religiones pa-

l. Floyd E. Hamilton, The Basis o( Christian Faith New York: Harper & Row Publishers,
1964), pág. 305.
2. James Orr, Revelation and Inspiration (Grand Rapíds, Mích.: Baker Book House, 1969),
pág. 88.

353
ganas. 3 Ramm dijo: «La profecía no constituye parte de la misma fi-
bra de las religiones no cristianas, y es creída porque el sistema ya
es creído.» 4
Pero sólo en Israel tenemos el espectáculo de una sucesión de hombres, ha-
blando con plena consciencia en nombre de un Dios santo y justo, mantenien-
do un testimonio elevado y continuo de Su voluntad y propósito y, entre las
más grandes revoluciones en asuntos exteriores, interpretando inerrantemente
Su providencia en su relevancia acerca de los fines de Su Reino -hallando su
cumplimiento en el testimonio y la predicción en la venida, obra y Reino es-
piritual del Redentor del Nuevo Testamento. 5

Así la profecía es una prueba clave de la verdadera religión que


se basa en la Biblia. Dios así lo dispuso.

EL VERDADERO PROFETA

La palabra profeta nos viene de una palabra griega que significa


«anunciar» o «proclamar». 6 El profeta era un proclamador de lapa-
labra de Dios. Pero su proclamación con frecuencia involucraba
predicción. «Tenía discernimiento además de perspicacia; era un
maestro inspirado, infalible y autorizado de la voluntad de Dios.» 7
Era a la vez predicador y predictor de acontecimientos futuros.
En el Antiguo Testamento el profecta era el portavoz autorizado
de Dios en la tierra. Su trabajo frecuentemente involucraba ciertas
declaraciones de acontecimientos y personas futuros. En tiempos
modernos la palabra profecía se utiliza casi exclusivamente con re-
ferencia a la predicción de cosas futuras. En la Biblia esto es sólo
verdad a medias. Tenemos que recordar que en la Biblia el acto de
la profecía era más un acto de predicación. Pero en esta predicación
se incluía frecuentemente la predicción de eventos del futuro.
La definición frecuentemente citada de C. P. M'Ilvaine es una
clara descripción de profecía. La define como «Una declaración de
eventos del porvenir -tal como ninguna sabiduría ni previsión hu-
manas son suficientes para hacerla- dependiendo de un conoci-

3. C. P. M'Ilvaine, The Evidences of"Christianity (New York, Harper and Brother, 1847), págs.
191, 192. Para un ejemplo a este respecto leer: Joseph Smith, Doctrine and Covenants (Salt Lake
City, Utah: The Church of Jesus Christ of Latter Day Saints, 1956), Sec. 57:1-3. Smith profetizó
que la Guerra Civil americana «Se derramaría sobre todas las naciones». Pero no sucedió. Ver
también: Doctrines and Covenants, Sec. 101 :20 y secciones 84:4, 5; 84:31.
4. Bernard Ramm, Protestant Christian Evidences (Chicago, Ill.: Moody Press, 1971), pág. 84.
5. Orr, Revelation and Inspiration, op. cit., pág. 88.
6. George Simpson, A Book About the Bible (New York: Harper & Brother Publishers, 1945),
pág. 114.
7. H. S. Miller, General Bíblica/ Introduction (Houghton, New York: The World Bearer Press,
1960), pág. 18.

354
miento de las innumerables contingencias de los asuntos humanos,
lo cual pertenece exclusivamente a la omnisciencia de Dios; de ma-
nera que en base de su misma naturaleza la profecía tiene que ser
una revelación divina». 8
Hay una diferencia entre las predicciones de autoproclamados
profetas y las verdaderas profecías de los antiguos profetas de Dios.
«En predicción hay circunstancias existentes sobre las que pode-
mos basar una premisa y de aquella premisa llegar a una conclu-
sión.» 9 La mayor parte de las profecías de la Biblia involucran cir-
cunstancias y acontecimientos muy separados del profeta. No había
ni claves ni pistas sobre las que el profeta pudiera basar su profe-
cía. En lo esencial, entonces, una profecía de acontecimientos futu-
ros era un milagro.w
El pronunciamiento y cumplimiento de una profecía es un tema
clave de secciones principales de la Biblia. Debido a esto podemos
suponer que Dios considera la profecía como una evidencia proba-
toria de gran importancia para la inspiración divina de la Biblia.
Hay designio detrás de los pronunciamientos divinos de cosas futu-
ras. Aquí se dan algunas de las razones que estaban detrás de la uti-
lización de la profecía por parte de Dios en el pasado.
A. Para demostrar la presencia de Dios ,
En Isaías 42:9 Dios recordaba a Israel que las cosas que El había
revelado con respecto al futuro habían acontecido. Al mismo tiem-
po les decía que les iba a hablar de cosas aún futuras. «He aquí se
cumplieron las cosas primeras, y yo anuncio cosas nuevas; antes
que salgan a luz, yo os las haré notorias.» Esto era siempre una ma-
nifestación de la presencia divina. La profecía estaba fuera del al-
cance de la mera inteligencia humana, e Israel lo sabía.
Sólo un poder sobrenatural podría declarar acontecimientos fu-
turos. La Biblia afirma y demuestra por su propia declaración de
cosas futuras que sólo Dios podía ser su autor (Isaías 44:6-8). Dios
está dispuestoa apoyar Su causa en el cumplimiento de Su profecía
(Isaías 48:3-5). Aquellas profecías demostraron en el pasado la pre-
sencia de Dios, y lo mismo hacen en la actualidad.
Toda la profecía vino por inspiración de Dios por medio del Es-
píritu Santo (2 Pedro 1:20; Lucas 1 :70). La profecía y el cumpli-
miento están de tal manera entretejidas por toda la Biblia que sería
ciertamente una inconsecuencia aceptar unas partes de la Biblia
como inspiradas y al mismo tiempo rechazar otras partes como no
inspiradas. No podemos aceptar las secciones que contienen profe-

8. M'Ilvaine, The Evidences o( Christianity, op. cit., pág. 238.


9. Foy E. Wallace, God's Prophetic Word (Oklahoma: Foy E. Wallace, Jr. Publications, 1960),
pág. 61.
10. !bid.

355
cías y rechazar aquellas que contienen su cumplimiento. Hulen
Jackson escribió: «Si cr;ees que el Nuevo Testamento es la palabra
de Dios, inspirada por El, entonces crees que los profetas de la épo-
ca del Antiguo Testamento predijeron de parte de Dios el futuro con
una sabiduría que no aprendieron mediante el estudio sino que les
vino directamente de Dios [énfasis mío, R.E.D.] 11 Así, la profecía
constituye una prueba de la presencia divina en la Biblia y la Biblia
constituye una prueba de la presencia divina en la actualidad.
La Biblia, con sus numerosas profecías, es hoy un testimonio de
la presencia de Dios. ¿De qué otra manera vamos a explicar las pro-
fecías de la Biblia? Están más allá de la inteligencia humana. Están
más allá de un cumplimiento por azar. Tienen que venir de Dios.
Charnock concluye así:
Aquel poder que descubre las cosas futuras, que toda la previsión humana
no puede discernir ni conjeturar, está por encima de la naturaleza. Y la pre-
dicción de ellas con tanta certidumbre como si ya existieran, o como si hubie-
ran existido mucho tiempo ha, tiene que ser el resultado de una mente infini-
tamente inteligente, por cuanto es el tipo más elevado de conocimiento, no pu-
diéndose imaginar otro más elevado: y Aquél que conoce las cosas del futuro
de esta manera tiene que conocer las presentes y las pasadas. 12

B. Para acreditar a los mensajeros de Dios


Antes del nacimiento de Israel como gobierno nacional, Dios de-
cidió suscitar profetas para anunciar Su palabra a ellos (Deuterono-
mio 18:9-22). Y lo hizo una vez tras otra durante la historia de Is-
rael (Jeremías 25:4; 26:5; 2 Crónicas 36:15, 16; Ezequiel 2:3). Pero
debía haber pruebas de que se era de cierto un profeta de Dios. No
todo adivino o sabio debía ser considerado inspirado. Así que Dios
declaró a Su pueblo dos pruebas principales mediante las que Is-
rael podría determinar si un hombre era o no era un verdadero pro-
feta. Las dos siguientes condiciones del profetismo servían como
pruebas proféticas:

1 . La prueba de la armonía: El verdadero profeta profetizaría en


armonía con la palabra de Dios, de acuerdo con Su palabra ya re-
velada al hombre (Deuteronomio 13:1-5, 18-20). Orr escribe: «En
otras palabras, que ella [la palabra de profecía] fuera coherente
con, y no subvirtiera ni contradijera el esquema de la revelación
hasta allí donde había sido dada.» 13 Si alguien pretendía ser un
profeta de Dios y anunciaba cosas contrarias a lo que Dios había ya

11. Hulen L. Jackson, «Did the Prophets Really Prophesy?» Finn Foundation (May 17, 1966),
pág. 307.
12. Stephen Charnock, The Existence and Attributes of God (Grands Rapids, Mich.: Sovereign
Grace Publishers, 1971), pág. 58.
13. Orr, Revelation and Inspiration, op. cit., pág. 95.

356
hablado, era un falso profeta. Esta prueba debería ser aplicada a
aquellos que hoy en día pretenden ser profetas.
2. La prueba de~ cumplimiento: La profecía de un profeta verda-
dero se cumpliría. Esta es ciertamente la prueba última y definiti-
va, y ha hecho que se aplique el calificativo de «falso» a muchos
hombres a través de la historia que han pretendido ser profetas de
Dios. 14 Jeremías escribió: «Cuando se cumpla la palabra del profeta,
será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió» (Jere-
mías 28:9). Este fue ciertamente el caso con Samuel. Dios demostró
plenamente que se trataba de un profeta. 1 Samuel 3:19, 20 afirma:
«Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra
ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, co-
noció que Samuel era fiel profeta de Jehová.»
Por otra parte, si la profecía de un profeta no se cumplía, Israel
sabía que aquel profeta era falso (Deuteronomio 18:21, 22). Dios
afirma que el cumplimiento de la profecía constituye evidencia de
su inspiración; es una evidencia que no puede ser refutada (Isaías
34:16; 41:22 y ss.; 42:9; 43:9).
C. Para acreditar la Palabra de Dios
Como ya se ha dicho, la profecía es la prueba final y definitiva
de la inspiración. Si las profecías de la Biblia no se hubieran cum-
plido sabríamos de cierto que la Biblia no es la palabra de Dios
(Isaías 46:9, 10: 48:3). Una Biblia llena de profecías cumplidas es
una poderosa evidencia de su inspiración como una Biblia llena de
profecía incumplida y errada lo sería de no estar inspirada. Si res-
tamos divinidad a la Biblia no nos queda ninguna otra explicación
de la profecía cumplida. La inspiración divina es la única explica-
ción para las profecías cumplidas.
D. Para preparar hacia el cristianismo y acreditarlo
Probablemente el principal propósito de la profecía fue la prepa-
ración para la venida de Cristo y la prueba de que el cristianismo
es de origen divino. Jesús dijo a Sus discípulos antes de Su ascen-
sión: «Estas son las palabras que os hablé, estando aún con voso-
tros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de
mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos» (Lucas
24:44). El Antiguo Testamento está repleto de profecías con respec-
to a Cristo. (Estas serán relacionadas más tarde.) El Nuevo Testa-
mento se refiere en cientos de ocasiones a las profecías del Antiguo
Testamento. Sólo en el libro de Mateo aparecen cuarenta y cuatro
referencias a profecía del Antiguo Testamento. 15
14. Hulen L. Jackson, «Who Fulfilled the Prophecy», Firm Foundation (December 10, 1968),
pág. 790.
15. Wallace, God's Prophetic Word, op. cit., pág. 62.

357
Los profetas profetizaron con respecto a muchos aspectos del
cristianismo. Profetizaron con respecto a la naturaleza espiritual
del cristianismo (1Pedro1:9-12). Wallace escribió que «los profetas
prepararon el mundo para la distinción entre el concepto temporal
y el espiritual». 16 Los profetas profetizaron de Cristo y de Su pala-
bra (Hechos 26:22, 23; Juan 5:37-39; Lucas 24:25-27; 1 Pedro 1: 10-
12) y de un gran número de otras cosas.
El Antiguo Testamento quedó demostrado como inspirado .al
cumplir Jesús sus profecías con respecto al Mesías. Jesús fue igual-
mente demostrado como divino cuando Sus profecías de aconteci-
mientos fueron cumplidas poco después que El muriera. La caída
de Jerusalén fue uno de estos acontecimientos profetizados. La caí-
da de Jerusalén fue prueba de que Jesús era un verdadero profeta,
por cuanto la caída cumplía sus profecías de Mateo 24, Marcos 13
y Lucas 21. «además de todas las otras pruebas que se dan en el
Nuevo Testamento de la deidad de Cristo, la caída de Jerusalén es
la respuesta final a la pregunta: "¿Qué pensáis del Cristo? ¿De
quién es hijo?"» 17
Así como las profecías del Antiguo Testamento y su cumplimiento por Cris-
to son pruebas de la inspiración del Antiguo Testamento, de la misma manera
el cumplimiento de la profecía pronunciada por Cristo de la caída de Jerusalén
es la apelación y argumento finales de Dios para la aceptación de la inspira-
ción del Nuevo Testamento."

Dios utilizó la profecía como medio de verificación. Todos los


que se autoproclaman profetas de Dios tienen que emitir pronun-
ciamientos equivalentes a las profecías de la Biblia. Los autoim-
puestos profetas de la actualidad deberían ser probados con un es-
crutinio no menor que aquél con el que probamos las profecías
cumplidas de la Biblia. Sí, el cumplimiento de la profecía es la
prueba última y definitiva. Si se encuentra cierta una profecía in-
trincada y detallada de la Biblia, hay entonces prueba de inspira-
ción divina. Pero, ¿qué es lo que tiene que caracterizar a la profecía
para que pueda constituir una prueba sustancial de inspiración?

LA NATURALEZA DE LA PROFECÍA DEMOSTRATIVA


Muchas personas se burlan de las profecías del Antiguo Testa-
mento y de sus proclamados cumplimientos en el Nuevo Testamen-
to por el hecho de que no comprenden la profecía. Muchos críticos
16. !bid.
17. Franklin Camp, The Word of the Ho/y Spirit in Redemption (Birmingham, Ala.: Roberts
and Sons Publication, 1974), pág. 48.
18. !bid.

358
rehúsan examinar y dar el crédito debido a las profecías cumplidas
en la historia. El prejuicio ha empañado las gafas de muchos inda-
gadores de las profecías bíblicas.
Pero, al examinar la naturaleza de la profecía válida, el estudio-
so honrado tiene que admitir que la profecía bíblica no admite
comparaciones con las predicciones de las falsas religiones y de los
adivinos. 19 Una comprensión clara de lo que realmente es la verda-
dera profecía la ampliará ciertamente como verdadera prueba de la
inspiración. A continuación se dan algunas de las características de
las profecías bíblicas. Estas son características que quitan la profe-
cía de cualquier campo de crítica. 20

A. Tiene que ser de enunciación detallada


Arthur Pierson escribió: «Los detalles de la profecía deben ser
tantos y tan precisos que no haya posibilidad de dar cuenta de la
precisión del cumplimiento mediante inteligentes suposiciones.,/ 1
Así, «la profecía tiene que ser más que una buena suposición o una
conjetura. Tiene que poseer una precisión suficiente como para ser
capaz de verificación por medio de cumplimiento». 22 La verdadera
profecía es lo suficientemente detallada como para poder eliminar
cualquier pretensión de que el cumplimiento fue sólo coincidencia.
Muchas profecías son tan detalladas que sería ridículo atribuir-
las a invención humana. Como se verá más tarde, muchas profecías,
cuando fueron emitidas, daban nombres a personas aún no nacidas,
especificaban acciones de naciones aún no fundadas, y describían
con minuciosidad guerras aún por comenzar. Las listas de estas
profecías no dejan dudas en la mente del indagador de que estas
profecías no fueron el resultado de conjeturas.
B. Tiene que haber suficiente tiempo y espacio entre el pronuncia-
miento y el cumplimiento
El cumplimiento de la profecía tiene que quedar lo suficiente-
mente alejado en el tiempo y en el espacio del pronunciamiento ini-
cial para que el profeta no tenga influencia en el cumplimiento.
Muchas profecías bíblicas cumplen este criterio al haber cientos e
incluso miles de años entre el pronunciamiento y el cumplimiento.
Daniel da un detallado relato del período intertestamentario.
Isaías, Jeremías y muchos otros profetas describen la destrucción
de muchas naciones, destrucción que tuvo lugar varios años des-
pués de la muerte del profeta específico que emitió la profecía.
19. Para una excelente descripción de qué es la profecía, leer: James D. Bales, Prophecy and
Premillenialism (Searcy, Ark.: Harding College, 1972).
20. Ver también: Arthur T. Pierson, The Scripture: God's Living Oracles (London: Fleming H.
Revell Co., 1913), págs. 75, 76.
21. /bid.
22. Ramm, P·otestant Christian Evidences, op. cit. pág. 82.

359
Naturalmente, hubo aquellas profecías que se cumplieron den-
tro de la vida y de la situación geográfica del profeta. Estas demos-
traban que el profeta era un verdadero profeta de Dios. Pero aque-
llos que eran testigos del cumplimiento de la profecía del profeta
podían saber también de primera mano si el profeta había tenido
algo que ver con el hecho de que la profecía se hubiera cumplido.
Y cada una de las indicaciones que recibimos de los registros nos
muestra claramente que los observadores que rodeaban al profeta
conocieron la presencia divina en el profeta.
C. Tiene que haber claridad
Las profecías tienen que ser lo suficientemente claras como para
que el observador pueda relacionar el anuncio con el cumplimiento.
Si una profecía no es lo suficientemente clara para permitir que el
observador pueda seguir su cumplimiento, ¿de qué serviría la pro-
fecía? Con esto no se quiere decir que no hubiera profecías en la Bi-
blia que no fueran oscuras para los oyentes inmediatos. Lo eran.
Pero el cumplimiento de la profecía clarificó la profecía misma
como para poder dar prueba de inspiración. En muchas ocasiones
una profecía fue entendida sólo cuando se llegó a su cumplimiento.

D. No debe tener indicaciones históricas


La verdadera profecía no se basa en un cálculo en base de las ac-
tuales condiciones económicas, sociológicas o nacionales. «No debe
haber habido nada en la historia previa que ~osibilite la previsión
de un acontecimiento similar en el futuro.» 2 En la Biblia se dan
muchas profecías que se encuentran en contradicción directa con lo
que indicaba la situación en el momento en que fue dada la profe-
cía. Muchas ciudades y naciones recibieron su sentencia profética
de destrucción cuando se encontraban en el punto culminante de su
poderío. Pocos fueron los que creyeron al profeta hasta después del
cumplimiento de su profecía.
E. No se deben contradecir entre sí
No hay profecía en la Biblia que se contradiga con otra profecía.
Si las profecías bíblicas fueran de origen humano, habría un cúmu-
lo de contradicciones. Ello queda apoyado por las contradictorias
profecías de los profetas de la actualidad. Pero mediante la inspira-
ción nunca se dio el caso de que un profeta de Dios en el Antiguo
Testamento profetizara la destrucción de una ciudad en tanto que
otro profeta de Dios profetizara su salvación. Hubo ocasiones en
que un falso profeta contradijera a un profeta de Dios. Pero cuando
vino el cumplimiento, no hubo dudas en cuanto a quien fuera cier-
tamente enviado por Dios. Y no eran pocos los falsos profetas que
23. Pierson, The Scriptures: God's Living Oracles, op. cit., pág. 75.

360
tenían que salir avergonzados por la puerta trasera cuando Dios po-
. nía Su aprobación sobre Sus profetas al dar cumplimiento a las
profecías por ellos pronunciadas.
Si cualquier profeta puede cumplir los criterios anteriores cum-
plidos por las profecías de la Biblia, entonces es ciertamente un
profeta de Dios. Pero un hombre así no ha pisado esta tierra desde
hace unos 1900 años. Un examen de las profecías de la Biblia y de
sus cumplimientos da evidencias suficientes y abrumadoras para
acreditar el origen divino de la Biblia. Ningún ser humano podría
en absoluto dar tales atisbos del futuro como los que los profetas
dieron en la antigüedad. Para definir la magnífica precisión con la
que fueron dadas las profecías en la Biblia, consideremos algunas
profecías específicas en el resto de este capítulo.

NACIONES EN LA PROFECÍA
En Isaías, capítulo 34, Dios llama a las naciones a oír los desti-
nos de su existencia. «Acercaos, naciones, juntaos para oír; y voso-
tros, pueblos, escuchad. Oiga la tierra y cuanto hay en ell51, el mun-
do y todo lo que produce» (Isaías 34:1; cp. 41:1; 43:9). Este es un
llamamiento de Dios en todo tiempo para todos los que quieran
considerar la certeza de Su palabra.
Numerosas profecías del Antiguo Testamento dan una descrip-
ción detallada del surgimiento y caída de naciones, pueblos y ciu-
dades. Tales relatos pictóricos se mantienen como un baluarte de la
conducción divina de los profetas. La profecía es imposible para el
hombre a solas. Pero es natural para un Dios omnisciente.
Muchas profecías son tan detalladas y exactas que críticos mo-
dernos han afirmado que no podían ser realmente profecías. Dicen
ellos que tales registros tienen que ser historia. Por ello han afirma-
do que la profecía fue en realidad registrada después de su cumpli-
miento. Así, los detalles fueron registrados por un historiador. De
manera que en realidad estos críticos hacen de la profecía una his-
toria y no una predicción del futuro.
Pero tal exégesis es estéril a los ojos de un estudio profético ob-
jetivo. Las siguientes son algunas de las muchas vívidas profecía
que en la Biblia se encuentran con respecto a las naciones. ¿Cómo
hubieran podido los profetas haber conocido tantos años ante los
detalles de estas naciones, ciudades y pueblos?

A. Egipto en la profecía
El antiguo Egipto era una de las más ricas naciones del musndo
antiguo. Su conocimiento científico estaba mucho más avanzado
que el de sus naciones contemporáneas antes del siglo V a.c. En los
días de Ezequiel (593-561 a.C.), Egipto tenía astrónomos y matemá-
361
ticos que estudiaban princ1p1os que estudiamos nosotros hoy en
día. 24 Tenían hermosas pinturas, templos maravillosos, una arqui-
tectura sin competencia y materiales hilados no superados por na-
die en el mundo antiguo. 25
Pero en lo más alto de la gloria de Egipto los profetas de Dios
pronunciaron para esta nación un oscuro futuro. Ezequiel profetizó
que Egipto sería disminuido. Ya no regiría más sobre las naciones
(Ezequiel 29:12-15). Ya no habría más un príncipe de la tierra (Eze-
quiel 30: 12, 13). Egipto era una nación económicamente poderosa
cuando profetizaron Ezequiel e Isaías. Pero sus proclamaciones con
respecto al futuro de Egipto prefiguran una caída de su poderío eco-
nómico y de su gloria (Ezequiel 30: 12; Isaías 19:5-8; 20; Jeremías
46: 13-26).
Se podrían señalar otras profecías acerca de Egipto, pero éstas
son suficientes para mostrar que la historias iba a tratar desfavora-
blemente a una de las grandes naciones del mundo antiguo. En
cumplimiento de estas profecías es asombroso ver cómo realmente
ha disminuido el poder de Egipto. Después del cautiverio babilóni-
co de Israel y de las profecías de Ezequiel e Isaías, Egipto no ha
sido regido por su propio príncipe a lo largo de la historia. Ha sido
regido por persas, griegos, romanos, árabes, turcos, franceses e in-
gleses.26 Ya no es la capital económica del mundo, sino una de las
principales naciones empobrecidas del tercer mundo. 27
B. Babilonia en la profecía
En los día de Isaías (739-690 a.c.) Babilonia era sólo una nación
en su infancia. Al llegar el tiempo de las profecías de Jeremías (627-
575 a.C.) era el mayor imperio del mundo. No se puede hablar de
la grandeza del imperio de Babilonia sin utilizar como ejemplo el
esplendor de su capital, Babilonia.
Babilonia era la Nueva York del mundo antiguo. Los arqueólo-
gos nos dicen que sus murallas se levantaban a más de noventa me-
tros de altura y que tenían un grosor de alrededor de dos metros y
medio, extendiéndose entre sesenta y cinco y ochenta kilómetros al-
rededor de la ciudad.28 Babilonia tenía calles adoquinadas. 29 Mu-
chas de sus casas tenían agua corriente. Tenía una hermosa arqui-
tectura, como se evidencia por la existente puerta de Ishtar. 30 Y sus

24. Hamilton, The Basis of Christian Faith, op. cit., pág. 113.
25. John Urquart, The Wonders of Prophecy (Boston: Hamilton Brothers, 1925), pág. 57.
26. John H. Gerstner, Reasons far Faith (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1972), pág.
111.
27. Hamilton, The Basis of Christian Faith, op. cit., pág. 313.
28. !bid., pág. 317.
29. Roland Kenneth Harrison, « Babylon», Zondervan Pictoria/ Bible Dictionary, Merril C. Ten-
ney, ed. (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing Co., 1968), pág. 92.
30. !bid.

362
jardines colgantes eran una de las siete maravillas del mundo. 31 Se
podría hacer no poco énfasis sobre la grandeza de Babilonia. Era
una ciudad verdaderamente magnífica y fuerte.
Pero cuando Babilonia era una ciudad en la infancia y encabe-
zaba una nación insignificante entre los poderes mundiales, Isaías
se levantó para decir que los medos subirían en contra de ella
(Isaías 13:17). Babilonia sería destruida (Isaías 13:19). Nunca será
habitada, proclamó Isaías (Isaías 13:20). El árabe no plantará allí
su tienda (Isaías 13:21). Será arrasada al nivel del suelo (Isaías
14:12; cp. 14:4-28). Cuando Babilonia vino a ser un imperio mun-
dial, Jeremías clamó: «perpetuo asolamiento serás» (Jeremías
51:26). Iba a ser un lugar donde nadie moraría (Jeremías 51:43; cp.
25:12-14; 50; 51). Era un tenebroso futuro para una ciudad y un rei-
no tan poderoso.
Así, ¿podrían cumplirse estas profecías? Se precisaría de una
sola visita a la antigua localidad de Babilonia para convencer a los
críticos de que estas profecías han sido cumplidas hasta su último
detalle. Babilonia es un montón de ruinas. Es la morada de la de-
solación y el epítome de la gran presciencia de Dios. ¡Babilonia ha
desaparecido!
C. Los reinos de Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma en la
profecía.
El capítulo 2 de Daniel es una de las más notables profecías en
la Biblia con respecto a las naciones del mundo antiguo. Nabucodo-
nosor, rey de Babilonia, tuvo un sueño con respecto a una gran ima-
gen con una cabeza de oro (v. 32), pecho y brazos de plata (v. 32),
vientre y muslos de bronce (v. 32) y piernas de hierro con los pies
en parte de hierro y en parte de barro cocido (v. 33). ¿Qué signifi-
caba esta profecía?
Daniel interpreta este sueño como referido a cuatro grandes rei-
nos mundiales (vv. 39 y ss.). Babilonia era el primer reino, con Na-
bucodonosor como su cabeza de oro (v. 38). Después de este reino
iba a surgir otro, el reino de Medo-Persia (Daniel 5:31). Seguiría
después otro reino, el reino griego de Alejandro Magno. Y finalmen-
te surgiría un cuarto imperio mundial, el Imperio Romano. Sería
en los días del cuarto reino, el reino de Roma, que Dios iba a esta-
blecer Su reino, la iglesia (v. 44).
Cualquiera que tenga el más ligero conocimiento de historia
universal sabe que estos fueron los cuatro principales imperios del
mundo antiguo, comenzando con Babilonia y acabando con Roma.
Esta profecía, además de otras detalladas profecías del libro de Da-
niel, han sido tan precisas que muchos críticos han afirmado que
este libro fue en realidad escrito en los días del Imerio Romano jus-
31. /bid.

363
to antes de la venida de Cristo. Así, el libro de Daniel sería un libro
histórico y no profético. Pero la indagación honrada no permite este
punto de vista. Daniel vivió en la época del reino babilónico (Daniel
1:1-6), no en los días del reino de Roma. Y cualquier intento de ha-
cerlo pasar a él y al libro de su profecía a los días del Imperio Ro-
mano es tan sólo un esfuerzo modernista para dar cuenta de la na-
turaleza detallada de sus profecías.

CIUDADES EN LA PROFECÍA
Hay numerosas ciudades, como Babilonia, que han sufrido una
suerte similar. Las profecías y cumplimientos con respecto a estas
ciudades se levantan también como una ciudadela en contra de los
ataques del escepticismo.
A. Tiro en la profecía
En el capítulo veintiséis de Ezequiel, éste profetizó que la ciu-
dad de Tiro sería hecha como una roca desnuda (v. 4). Sería un lu-
gar para tender redes (vv. 5, 14). Nabucodonosor, rey de Babilonia,
la destruiría (v. 7). Sus piedras y vigas de madera serían arrojados
al mar (v. 12).
En el 586 a.C., Nabucodonosor puso sitio a Tiro y le hizo guerra
durante trece años. Finalmente consiguió tomarla en el 573 a.C. 32
Nabucodonosor destruyó la ciudad principal de Tiro, situada en tie-
rra firme, pero no pudo vencer la sección fortificada de la ciudad,
situada en una isla a algo menos de un kilómetro de la costa.
No fue sino 241 años más tarde que las profecías de Ezequiel se
cumplieron totalmente. En el 332 a.C., Alejandro Magno puso sitio
a la isla fortificada. Para capturar la pequeña ciudadela, tuvo que
construir un dique desde el continente hasta la isla. ¿De dónde con-
siguió las piedras y cascotes para construir el dique? Tomó las pie-
dras y restos de la ciudad original y los arrojó al mar a fin de cons-
truir el dique. Hoy en día, los pescadores secan sus redes sobre las
ruinas de la vieja Tiro. ¿Cómo sabía Ezequial todo esto?
B. Nínive en la profecía
Otra metrópolis del mundo antiguo era la ciudad de Nínive, que
fue fundada por Nimrod (Génesis 10: 11, 12). Nínive estaba situada
en las riberas del río Tigris y fue la capital del belicoso Imperio Asi-
rio. Las excavaciones del siglo XIX revelaron que Nínive no había
sido una ciudad pequeña, sino que tenía una población que sobre-
pasaba los 600.000. Muchos arqueólogos creen que las murallas de
la ciudad tenían alrededor de cien kilómetros de longitud, forman-
32. Peter W. Stoner, Science Speaks (Chicago, Ill.: Moody Press, 1963), pág. 74.

364
do un paralelogramo alrededor de la ciudad misma. 33 La ciudad te-
nía muchos grandes palacios, específicamente el palacio de Sargón.
Se descubrió una de las mayores bibliotecas del mundo antiguo en
las ruinas de Nínive. Ciertamente, ésta era también una magnífica
ciudad del mundo antiguo.
Pero en medio de su grandeza, Sofonías proclamó que Dios con-
vertiría «a Nínive en asolamiento y en sequedad como un desierto»
(Sofonías 2:13). Nahum profetizó que Nínive sería asolada (NahuÍn
3:7).
Estas profecías fueron cumplidas literalmente. En el año 612
a.C. Nínive cayó en manos de los babilonios. Después de esto, vino
a ser un montón de ruinas. Acerca de la destrucción de esta gran
ciudad dice un escritor: «La destrucción fue tan total que esta loca-
lidad fue pronto olvidada por casi todo el mundo.» 34

PERSONAS EN LA PROFECÍA
A. Ciro en la profecía
El profeta Isaías profetizó desde el 739 a.C. hasta alrededor del
691 a.c. En Isaías 44:28 dio una profecía que dejó perplejos a los ju-
díos por más de 200 años: «Que dice de Ciro: Es mi pastor, y cum-
plirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y
al templo: Serás fundado.» Esta profecía fue pronunciada antes de
la destrucción de Jerusalén por Babilonia, mientras el templo esta-
ba aún en pie. Los judíos no podían creer que su sagrada ciudad se-
ría destruida. De cierto es que cualquier profecía referente a su re-
construcción debe haber sido considerada como carente de sentido
por parte de muchos judíos escépticos en la época de Isaías.
No fue sino hasta después de la destrucción de Jerusalén y del
Templo por parte de Nabucodonosor en el 586 a.C. que esta profe-
cía comenzó a tener sentido. Nabucodonosor llevó cautivos a los ju-
díos a Babilonia durante un período de setenta años después de la
destrucción del 586. Allí se quedaron, preguntándose que sucedería
con la bienamada ciudad.
Pero en el 550 a.C. un hombre llamado Ciro accedió al trono de
Persia. Uno puede imaginarse el entusiasmo que se agitaría en el
pecho de cada judío que hubiera. creído en la profecía de Isaías.
Después de que los persas hubieran conquistado Babilonia, Ciro
promulgó un decreto por el que los judíos podían volver a su tierra
y reconstruir el templo y la ciudad de Jerusalén (2 Crónicas 36:22
y ss.; Esdras 1: 1 y ss.). Así se cumplió la profecía de Isaías.

33. «Niniveh». The Biblical World, Charles E. Pfeiffer, ed. (Grand Rapids. Mich.: Baker Book
House. 1966), pág. 416.
34. !bid .. pág. 417.

365
B. Los judíos en la profecía
Cuando Federico el Grande preguntó por una sola palabra que
demostrara la veracidad de la Biblia, la respuesta que le fue dada
fue: «Judíos». 35 Las profecías con respecto a los judíos son demasia-
do numerosas para podernos referir a todas ellas. Deuteronomio,
capítulo 28, afirma que si lo judíos no obedecían los mandamientos
de Dios (v. 15), serían dispersados entre las naciones (vv. 64, 65; cp.
Levítico 26:33; Ezequiel 22:15; Jeremías 9:16; 24:9); soportarían di-
ficultades incluso hasta el punto de comerse a sus progios hijos e
hijas (v. 53); y serían llevados en naves a Egipto (v. 68). 6 Pero en la
tierra de sus enemigos Dios dijo que no serían totalmente rechaza-
dos y aborrecidos (Levítico 26:44). Numerosas otras profecías refle-
jan las desdichadas consecuencias de la desobediencia de Israel.
Estas profecías han sido cumplidas a través de los siglos en
todos los detalles, comenzando con los cautiverios asirio y babiló-
nico y extendiéndose a la matanza, cautiverio y destrucción de los
judíos y Jerusalén en el año 70 d.C. Historiadores como Josefo nos
revelan detalles horrendos de la destrucción de Jerusalén en el 70
d.C. Los padres devoraban a sus hijos debido a lo atroz de la esca-
sez. Miles morían de hambre. Más de un millón de judíos murieron.
Los judíos fueron vendidos en Egipto hasta que los compradores ya
no querían más. Millones de judíos se encuentran dispersados por
todo el mundo en la actualidad, y, con todo, como raza, han man-
tenido su identidad.

CRISTO EN LA PROFECÍA
Son pocos los críticos en la actualidad que pretenden que los li-
bros del Antiguo Testamento fueran escritos después de la vida de
Jesús de Nazaret. Aún menos, si es que hay alguno, afirman que un
hombre llamado Jesús no vivió en la tierra hace unos 1.900 años.
Jesús fue un verdadero personaje histórico.
Ya que Jesús es un verdadero personaje de la historia, y ya que
el Antiguo Testamento fue escrito antes de su vida, es de lo más
asombroso que tantas profecías se cumplieran en este hombre en
los cortos treinta y tres años de Su vida. Nada menos que la decla-
ración de que Jesús era ciertamente el Hijo de Dios puede darnos
una respuet~ satisfactoria a este fenomenal cumplimiento de la pro-
fecía en Su vida.
Se admite que una o dos o tres de los cientos de profecías po-
drían ser cumplidas accidentalmente por cualquiera de los hom-
bres de la historia. Pero sería verdaderamente un contrasentido

35. Gerstner, Reasons for Faith, op. cit., pág. 112.


36. Pierson, The Scriptures: God's Living Orac/es, op. cit., pág. 87, 88.

366
pensar que todas ellas, hasta el último de los detalles, fueran a ser
cumplidas por un hombre de manera accidental. pero ¡Jesucristo
las cumplió todas! ¿Cómo vamos a explicar este hecho?
A continuación se relacionan sólo algunas de las principales pro-
fecías que se cumplieron en Cristo. Estas profecías y sus cumpli-
mientos dan poderoso testimonio de que Jesús era el Cristo, el Hijo
de Dios. Jesús dijo a los jupíos que escudriñaran las Escrituras, por-
que ellas testificaban de El (Juan 5:39). Juan escribió que Jes4s es
el «espíritu de la profecía» (Apocalipsis 19: 10), y ciertamente El lo
es. Aquí damos algunas de las profecías que fueron hechas en el An-
tiguo Testamento y que fueron cumplidas en la vida de Jesús:

l. Él sería (y fue) un descendiente de Abraham (Génesis 12:1-


3; 22:18; Gálatas 3:16).
2. Sería (y fue) un descendiente de Isaac (Génesis 21:12; He-
breos 11: 18).
3. Nacería (y nació) en la tribu de Judá (Génesis 49: 10; 1 Cró-
nicas 5:2; Miqueas 5:2; Mateo 2:3-6; Hebreos 7:14; Lucas 3:23-38).
4. Pertenecería (y perteneció) al linaje de David (Isaías 9:7;
11:1; 2 Samuel 7:12 y ss.; Jeremías 23:5; Mateo 1:1 y ss.; 22:4, 42;
Apocalipsis 22: 16; Hebreos 1:5).
5. Nacería (y nació) de una virgen (Isaías 7:14; Mateo 1:23;
Lucas 1 :26-35).
6. Nacería (y nació) en Belén (Miqueas 5:2; Mateo 2:1, 8; Juan
7:42).
7. Tendría (y tuvo) un precursor (Malaquías 3:1; 4:5; Isaías
40:3; Lucas 1:17; Juan 1:22-28; Mateo 3:1-3; 11:14, 15).
8. Habría (y hubo) una matanza de pequeños en un esfuerzo
de darle muerte (Jeremías 31:15; Mateo 2:16-18).
9. Sería (y fue) extranjero en Egipto (Oseas 11:1; Mateo 2:15).
10. Viviría (y vivió) en Galilea (Isaías 9:1, 2; Mateo 4:15).
1 L Viviría (y vivió) en Nazaret (Isaías 11: 1; Mateo 2:23).
12. Sería (y fue) pobre (Isaías 53:2; Marcos 6:3; Lucas 9:58).
13. Su misión incluiría (e incluyó) a los gentiles (Isaías 42:1-4;
Mateo 12:18-21).
14. Enseñaría (y enseñó) mediante parábolas (Salmo 78:2;
Isaías 6:9, 10; Mateo 13:34, 35).
15. Su ministerio sería (y fue) de sanidad (Isaías 53:4; Mateo
8:17).
16. Obraría (y obró) milagros (Isaías 35:5, 6; Lucas 7: 18-23).
17. Sería (y fue) rechazado por muchos (Isaías 53:1; Salmos
69:4; 118:22; Isaías 6:10; Juan 12:38-40; 15:25; Mateo 21:42).
18. Haría (e hizo) una triunfal entrada en Jerusalén (Zacarías
9:9; Salmo 118:26; Isaías 62:11; Mateo 21:5; Juan 12:13-15).
19. Sería (y fue) un pastor golpeado (Zacarías 13:7; Mateo
26:31; Marcos 14:27).
367
20. Sería (y fue) traicionado por un discípulo (Salmo 41 :9;
Marcos 14:43-45).
21. Sería (y fue) entregado por treinta piezas de plata (Zacarías
11:12, 13; Mateo 27:3-10).
22. Con las treinta piezas de plata se adquiriría el campo de un
alfarero (Zacarías 11:13; Mateo 27:5-7).
, 23. Sus seguidores huirían (y huyeron) en el momento en que
El fue apresado (Zacarías 13:7; Mateo 26:55, 56; Marcos 14:50, 51).
24. El elegiría (y eligió) el silencio durante Su juicio (Isaías
53:7; Marcos 15:3-5).
25. El sería (y fue) azotado, abofeteado, y escupido (Isaías 50:6;
27:31).
26. Moriría (y murió) con malhechores (Isaías 53:9, 12; Lucas
22:37).
27. Su costado sería (y fue) traspasado (Salmo 22:16; Zacarías
12:10; 13:6; Juan 19:37; Lucas 23:33; Apocalipsis 1:7).
28. Se le daría (y se le dio) vinagre y hiel para beber en la cruz
(Salmo 69:20, 21; Mateo 27:34).
29. Sería (y fue) escarnecido (Salmos 22:7, 8; 35:15-21; Mateo
27:39-44).
30. Su sepultura sería (y fue) con los ricos (Isaías 53:9; Mateo
27:57-59).
31. Ninguno de Sus huesos sería (y no fue) roto (Salmo 34:20;
Juan 19:23, 24; Mateo 27:35).
32. Se echarían suertes (y se echaron) por sus vestidos (Salmo
22:18; Juan 19:23, 24; Mateo 27:35).
33. Resucitaría (y lo hizo) de entre los muertos (Salmo 16:10;
Juan 2:19-22; Hechos 2:31; 1 Corintios 15:1-3).
34. Ascendería (y lo hizo) al cielo (Salmo 68: 18; Daniel 7: 13, 14;
Lucas 24:41; Hechos 1 :9). 37

RECAPITULACIÓN

No se puede estudiar la profecía y su cumplimiento sin quedar


convencido de que la Biblia es la palabra inspirada de Dios y de
que Jesús es el Hijo de Dios. 38 Son cientos las profecías que se hi-
cieron en el Antiguo Testamento para confirmar los mensajeros de
Dios y de Su palabra. Estas profecías han quedado cumplidas en
cada uno de los detalles dados. Los falsos profetas, tanto antiguos
como modernos, han intentado probar suerte con la profecía. Todos

37. Ver Hamilton, The Basis ofChristian Faith, op. cit., pág. 322 y Gerstner, Reasons far Faith,
op. cit., pág. 112.
38. Un libro muy interesante y documentado para estudiar este tema es Peter W. Stoner: La
ciencia habla (Editorial Moody, s/f, Chicago, Ill.).

368
han fracasado miserablemente. Si uno pretende inspiración, Dios
dice que se le permita probar suerte con la profecía. Si sus profecías
no se cumplen, es un fraude. Y muchos son los que lo han intenta-
do, y fracasado, en estos tiempos que corren ahora.
Así que la profecía viene a ser la nota alta de la inspiración. De-
mostró la inspiración de los profetas mientras ellos vivían. Demos-
tró la inspiración de sus escritos después de la muerte de ellos. La
profecía bíblica se mantiene firme sobre el cumplimiento. Siempre
tendremos el registro de estas antiguas profecías. Y siempre tendre-
mos el registro del cumplimiento de ellas. Esta combinación de
profecías y cumplimientos constituirán siempre una sólida eviden-
cia para demostrar la inspiración de la Biblia.

369
21

Historia de la Biblia
Parte 1
La historia de la Biblia es indudablemente uno de los más ma-
ravillosos y entusiasmantes estudios de todas las historias. El minu-
cioso examen de las varias fases del desarrollo de las Sagradas Es-
crituras ciertamente suscitará fe en el corazón del estudiante since-
ro. Jesús dijo: «El cielo y la tierra pasarán, pero mi palabra no pa-
sará» (Mateo 24:35). Es electrizante examinar cómo Dios ha
guardado providencialmente Su palabra de escépticos y críti-
cos para proveer para los hombres en todas las edades Sus leyes
escritas.
Son varios los temas que uno tiene que estudiar para poner en
perspectiva la grandeza de la historia bíblica. Se tienen que exami-
nar cosas como los escritos materiales, lenguajes de la Biblia, im-
portantes manuscritos griegos y hebreos, y los libros apócrifos. En
este y el siguiente capítulo estudiaremos estas áreas de pensamien-
to. Neil R. Lightfoot dijo: «Toda la historia de la Biblia queda con-
dicionada por (1) la historia de la escritura, y (2) la historia de los
materiales utilizados en la manufactura de los libros antiguos.» 1 Te-
nemos que examinar estas áreas de estudio. En primer lugar, exa-
minemos los materiales de escritura involucrados en la transmisión
del texto de la Biblia.

1. Neil R. Lightfoot, How We Got the Bible (Austin, Tex.: R. B. Sweet Co., Inc., 1962), pág. 4.

371
MATERIALES DE ESCRITURA
Había al menos siete materiales básicos de escritura en la anti-
güedad: piedra, arcilla, tiesto, madera, cuero, papiro y vitela. Los
antiguos cronistas utilizaban estos materiales de diversas maneras
y en varias épocas. El antiguo escriba parece haber utilizado siem-
pre el principio de utilizar aquellos materiales que tenía más a
mano, los mejores a disposición y más duraderos en aquella época:
Lo que sigue es una breve descripción de estos materiales:
A.Piedra
Algunas de las más antiguas inscripciones que tenemos en la ac-
tualidad fueron escritas sobre piedra. El código de Hammurabi (un
rey de la antigua Babilonia) es una inscripción en una piedra que
data de alrededor del 2.000 a.C. Las inscripciones de piedra de
Egipto son anteriores al 3.000 a.C. Las primeras leyes escritas da-
das al pueblo de Dios fueron inscripciones hechas por Dios sobre ta-
blas de piedra. «Y dio a Moisés ... dos taqlas del testimonio, tablas
de piedra escritas con el dedo de Dios» (Exodo 31:18; cp. 34:1, 28).
Así que la piedra es realmente uno de los materiales de escritura
originales.
B. Arcilla
La utilización de la arcilla como material de escritura fue de
gran importancia en los imperios de Asiria y Babilonia. La Biblio-
teca Real de Asiria en Nínive, que data del 650 a.C., consistía en mi-
les de tabletas de arcilla. La utilización de la arcilla para la escri-
tura se remonta hasta el 3.100 a.C. 2 Como material de escritura, la
arcilla era trabajada y hecha flexible, y luego se utilizaba un estilo
para grabar la varias formas de escritura. La arcilla era entonces
cocida o secada al sol, asegurándose así la inscripción para un tiem-
po indefinido de tiempo.
C. Tiesto
Los tiestos eran trozos rotos de cerámica. Este material de escri-
tura era generalmente utilizado por los pobres, o durante épocas de
crisis en las que había apremio para encontrar un material. Un
buen ejemplo de ello es la correspondencia de Laquis durante la in-
vasión de Palestina por parte de las fuerzas babilónicas entre el 589
y el 587 a.c.
D. Madera
La madera no era utilizada como material de escritura con tan-
ta profusión como otros materiales. Debido a su poca durabilidad

2. D. J. Wiseman, Illustrations from Biblical Archaeology (Grand Rapids, Mich.: Wm. B.


Eerdmans Publishing Co., 1958), pág. 11.

372
no se utilizaba como material para preservar leyes y códigos sagra-
dos. Números 17:2 es un ejemplo de la madera utilizada para la es-
critura. Algunos también sugieren que Isaías 30:2 y Habacuc 2:2
son ejemplos en los que se utilizaba la madera para la escritura. 3

E. Cuero
El cuero era un material más avanzado para la escritura, aun-
que su uso data de fecha temprana. E. C. Richardson escribió: «La
utilización de pieles preparadas para la escritura en un lado (piel)
fue temprano y general, remontándose al menos a la IV dinastía de
Egipto. Los Anales de Tutmose 11 en Palestina fueron escritos en ro-
llos de cuero.» 4 William LaSor dice que «el cuero fue ciertamente
utilizado como material para la escritura desde el siglo veinte a.C.
y hasta el tiempo de la invención de la imprenta mediante tipos
móviles». 5 Miller data su origen alrededor del 2.900 ó 2.750 a.C. 6
Los judíos utilizaban el cuero principalmente como material de es-
critura para la transmisión del Antiguo Testamento. Es probable
que Moisés inscribiera las primeras palabras de la Ley de Dios so-
bre hojas de cuero.
F. Papiro
El papel de papiro se hacía de la planta de papiro que crecía a
lo largo del río Nilo en Egipto. El tronco de esta planta era cortado
a tiras, entretejido, prensado, y dejado secar al sol. «El papiro fue
utilizado en Egipto ya en época tan temprana como la Quinta Di-
nastía (2.500-2.350 a.C.), y siguió siendo utilizado hasta la época de
los árabes.» 7 Durante el siglo primero d.C. éste fue el material de es-
critura más popular. Es muy probable que los autógrafos originales
de los escritores del Nuevo Testamento se hicieran sobre papiro. A
través de los siglos se escribieron muchas copias del Antiguo y Nuevo
Testamento sobre papiro, de las cuales existen aún muchas copias.
G. Vitela
La utilización de la vitela (pergamino) como material de escri-
tura se cree que proviene de un desacuerdo entre el rey Eumenes II
de Pérgamo (197-158 a.C.) y Ptolomeo IV, rey de Egipto. Cuando
Eumenes estaba tratando diligentemente de preparar su biblioteca
en Pérgamo, el material de escritura entonces más popular era el
papiro. Y el papiro venía sólo de Egipto. Así, cuando se dio un de-

3. Lightfoot, How We Got the Bible, op. cit., pág. 5.


4. E. C. Richardson, «Writing», lrzternational Standard Bible Encyclopedia, James Orr, ed.
(Wm. B. Eerdmans Publishing, Co., 1939), pág. 3.121.
5. William Sanford LaSor, Amazing DeadSea Scrolls (Chicago, Ill.: Moody Press, 1959), pág. 59.
6. H. S. Miller, General Biblical Introduction (Houghton, New York: The Word-Bearer Press,
1960), pág. 170.
7. LaSor, Amazing Dead Sea Scrolls, op. cit., pág. 59.

373
sacuerdo entre estos dos reyes, los egipcios detuvieron el suministro
de papiro. Como resultado, Eumenes se vio obligado a desarrollar
otro material para la escritura. El resultado de este desacuerdo fue
el desarrollo de la vitela, que era un cuero de alta calidad prepara-
do para su escritura en ambos lados. Este material fue utilizado ex-
tensamente por los cristianos primitivos y su uso persistió durante
más de mil años después de su invención. En la actualidad hay mu-
chas copias de la Biblia que fueron escritas en pergamino.

LENGUAJES DE LA BIBLIA

El antiguo hebreo era «la lengua de Judá» y el lenguaje del An-


tiguo Testamento (2 Reyes 18:26, 28; Nehemías 13:24). El hebreo es
una lengua muy estrechamente relacionada con lenguas como el
arameo, acadio y árabe. 8 El alfabeto hebreo antiguo tenía veintidós
consonantes. Pero carecía de vocales. Así, se escribía sin vocales.
Por ejemplo, la palabra hebrea para Dios era originalmente escrita
YHWH (en su transliteración al castellano). Los escribas masoretas
(600 a 900 d.C.) añadieron posteriormente vocales a las palabras
originales, a fin de que no se perdiera la antigua pronunciación. En-
tonces se escribió YHWH como Y(a)HW(e)H.
Como ya se ha dicho anteriormente, el arameo estaba estrecha-
mente relacionado con el hebreo. Se cree que el arameo vino a ser
la lengua de Palestina después del cautiverio babilónico. Es proba-
ble que Jesús utilizara el arameo durante su ministerio en la tierra. 9
El arameo empezó a utilizarse en Palestina cuando los primeros
cautivos del Exilio Babilónico volvieron a la tierra de Palestina.
Muchos de los cautivos habían nacido en el cautiverio, y así crecie-
ron conociendo el arameo, el lenguaje de sus conquistadores.
Algunas secciones del Antiguo Testamento tienen una influencia
aramea. Secciones que fueron escritas originalmente en arameo
son: Jeremías 10:11; Daniel 2:4-7:28; Esdras 4:8-6:18; 7:12-26. 10 Hay
también unas pocas palabras y frases del Nuevo Testamento en ara-
meo: talitha cumi («muchacha, levántate») (Marcos 5:41), ephphat-
ha («sé abierto») (Marcos 7:34), eli, eli, lama sabactani («Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has desamparado?») (Mateo 27:46), abba
(«padre») (Marcos 14:36; Romanos 8:15; Gálatas 4:6), y varias otras
palabras y nombres. 11
El griego era la lengua universal del siglo primero d.C. El griego
que era hablado por la gente común de Palestina era el griego koiné.
8. Lightfoot, How We Got the Bible, op. cit., pág. 13.
9. Miller, General Biblical Introduction, op. cit., pág. 157.
10. «Aramaic», Zondervan Pictorial Bible Dictionary, Merrill C. Tenney, ed. (Grand Rapids,
Mich.:Zondervan Publishing House, 1968), pág. 55.
11. !bid.

374
Koiné significa «común». Los manuscritos del Nuevo Testamento
fueron originalmente escritos en griego koiné, el lenguaje común de
la gente el mundo del primer siglo.
No hay evidencias de que los manuscritos originales del Nuevo
Testamento fueran escritos en ningún otro lenguaje, excepto por pe-
queñas secciones en arameo como las que hemos mencionado algo
más arriba. Así, cuando hablamos de los manuscritos del Nuevo
Testamento, como el Codex Sinaítico, Codex Vaticanus y Codex Ale-
xandrinus, nos estamos refiriendo a manuscritos que fueron escri-
tos en griego koiné.

EL CANON
La palabra canon significaba originalmente una «regla de medi-
da». Con referencia a la Biblia se utiliza para referirse a una nor-
mativa por la que los libros son considerados autorizados. Miller
afirma: «Es la regla de medir, el gálibo, la norma de prueba, o nor-
ma crítica, por la que cada libro de la Biblia tiene que ser probado
antes de ser admitido como parte integrante de las Sagradas Escri-
turas.»12 Los libros canónicos son aquellos que fueron aceptados
como inspirados por los antiguos judíos y por los primitivos cristia-
nos. «Así, si uno habla de los escritos canónicos, está refiriéndose a
aquellos libros que son considerados como poseedores de autoridad
divina y que constituyen nuestra Biblia.» 13

ALTA Y BAJA CRÍTICA


Al estudiar el canon de la Biblia tenemos que trabajar en las
áreas de la alta y baja crítica. Ambas áreas son esencialmente la
misma. Las dos tratan del examen del texto de la Biblia. El término
«alta crítica» fue introducido por vez primera por J. G. Eichhorn de
Gotinga, Alemania. Jean Astruc, un francés católico romano, y mé-
dico personal de Luis XIV, introdujo por vez primera los destructi-
vos conceptos de la alta crítica en 1753 en su publicación Conjectu-
res Concerning the Original Memoranda Which it APPEARS Mases
used to Compase the Book of Genesis. Allí afirmaba, erróneamente,
que la presencia de las dos palabras hebreas para Dios en el Anti-
guo Testamento, Elohim y Yahewh, significaba que Génesis no ha-
bía tenido un autor, sino dos. La investigación hecha por parte de
Astruc del texto vino a ser un ataque en contra de la inspiración de
la Biblia. Y estos ataques han continuado hasta el día de hoy en el
campo de la alta crítica.
12. Miller, General Biblical Introduction, op. cit., pág. 87, 88.
13. Lightfoot, How We Got the Bib/e, op. cit., pág. 52.

375
La alta crítica es esencialmente un examen del texto con el pro-
pósito de determinar la paternidad, fecha y redacción del documen-
to examinado.
La alta crítica tiene por lo general una mala connotación para el que cree
en la historicidad de la Biblia, pero el nombre puede referirse a diferencias
críticas de la Biblia así como a ataques vertidos contra ella. El nombre se uti-
liza principalmente en contraste a «baja crítica», que es la crítica del texto
mismo de la Biblia con el fin de establecer cuál fue el texto que fue redactado
por los escritores originales. La alta crítica es el estudio de los documentos con
vistas a dilucidar cuál es su edad, carácter, paternidad, fuentes, naturaleza
simple o compuesta, y valor histórico. 14

Así, consideramos la alta crítica «como estudios que se limitan


al estudio de la evidencia interna de los libros de la Biblia con res-
pecto a la paternidad de ellos, las fechas de su redacción, su fide-
dignidad, "y la ocasión y propósito por los que fueron escritos".» 15

CRÍTICA TEXTUAL

La crítica textual, conocida también como baja crítica, tiene que


ver con la historia del canon aceptado de las Escrituras. «La crítica
textual se interesa en la reconstrucción de la larga historia de la
transmisión de aquel contexto desde sus orígenes hasta nuestros
días, de manera que el contexto original, o texto, puede ser restau-
rado con precisión.» 16 Ernest Cadman Colwell clasifica los materia-
les fuente de la crítica textual en tres áreas: «(1) manuscritos en el
lenguaje original, (2) manuscritos de traducciones, y (3) manuscri-
tos de citas.» 17 Trataremos de estas áreas en el capítulo siguiente.

PRUEBA DE LA CANONICIDAD

Antes que un libro viniera a formar parte del canon de las Es-
crituras, tuvo que pasar a través de varias pruebas. Tenemos que
tener en mente que si un libro formaba parte del canon del Nuevo
o del Antiguo Testamento, era considerado como inspirado y con
autoridad divina. Por ello, la alta y la baja crítica examinan la ca-
nonicidad de los libros de la Biblia haciendo algunas de las pregun-
tas que siguen:
14. Floyd E. Hamilton, The Basis ofChristian Faith (New York: Harper & Row, 1964), pág. 21S.
IS. Willard O. Davis, Evolution and Revelation (Austin, Tex.: Firm Foundation Publishing
House, s.f.). págs. S4, SS.
16. Ernest Cadman Colwell, The Study of the Bible (Chicago, Ill.: University of Chicago Press,
194S), pág. 39.
17. /bid., pág. 41.

376
1. ¿Aceptaron los judíos como inspirado el libro específico del
Antiguo Testamento que se considera?
2. ¿Es el libro respaldado por otros escritores inspirados?
3. ¿Aceptaron los cristianos primitivos como inspirados el do-
cumento específico del Nuevo Testamento bajo consideración?
4. ¿Fue el libro del Nuevo Testamento bajo consideración es-
crito en el primer siglo?
5. ¿Fueron estos libros reconocidos por Jesús y los apóstoles
como de origen divino?
6. ¿Encuadra bien el libro específico del Antiguo Testamento
en la cadena divina de los profetas?
7. ¿Habla el libro específico con autoridad de inspiración?
8. ¿Contradice el documento bajo examen las enseñanzas de
otros documentos aceptados como inspirados?
9. ¿Tiene el documento bajo inspiración una impronta de ins-
piración?
Éstas son sólo unas pocas de las áreas que se examinan en el es-
tudio de la canonicidad de antiguos documentos en su relación con
aquellos libros que llamamos la Palabra de Dios. No se puede con-
siderar cualquier documento de la antigüedad como inspirado y
parte de la Biblia. Cada libro tiene que pasar al menos las pruebas
anteriores.

EXACTITUD COHERENTE
Una de las críticas más injustas que se hace en contra del texto
de la Biblia es que contiene muchos «errores» como resultado de su
proceso de copia a lo largo de los siglos. Al considerar esta crítica
se tienen que admitir que varias variantes de lectura se han introdu-
cido en el texto de los documentos hebreos y griegos al ser copiados
por los escribas.
Una lectura variante es allí donde la evidencia de los manuscri-
tos puede producir una variación de palabras o de fraseología en un
pasaje específico. Por ejemplo, Marcos 4:24 se lee en algunos: «Mi-
rad bien lo que oís; porque con la medida con que medís, os será
medido ... » En otros documentos se lee: «Mirad bien lo que oís, con
la medida con que medís os será medido ... » La diferencia entre la
utilización de las palabras «porque» y «con» constituye una varian-
te de lectura.
Una comparación de 2 Reyes 8:26 y 2 Crónicas 22:2 revela otro
ejemplo de una variante de lectura. Se trata de un error con respec-
to a la edad de Ocozías cuando éste accedió al trono. 2 Reyes 8:26
dice que tenía veintidós años y 2 Crónicas 22:2 dice que tenía cua-
renta y dos años. Pero esto tiene fácil explicación. Los judíos utili-
zaban letras para expresar números. Y siendo que las letras para

377
cuarenta eran muy similares a las de veinte es evidente que algún
copista transcribió una letra equivocadamente. El relato de 2 Reyes
da indudablemente la edad correcta. Si Ocozías hubiera tenido cua-
renta y dos años al acceder al trono, como se dice en 2 Crónicas, hu-
biera nacido dos años antes del nacimiento de su padre, que murió
a la edad de 40 (2 Reyes 8:17, 24).
Los orígenes de las lecturas variantes son numerosos. Muchas
son el resultado de un involuntario despiste del copista. Algunas
fueron el resultado de que los copistas intentaran hacer que pasajes
paralelos concordaran allí donde había una supuesta contradicción.
Algunos manuscritos tenían notas explicativas en los márgenes.
Estas notas fueron posteriormente incorporadas en el texto por un
escriba que pensó que constituían parte del texto que había queda-
do afuera por error de un escriba anterior.
Pero lo importante a tener presente aquí acerca de las lecturas
variantes es que tienen sólo un efecto mínimo sobre la lectura de un
texto. Ninguna lectura variante afecta a ningún asunto doctrinal en
toda la Biblia. La mayor parte son variaciones de preposiciones,
nombres de lugares, caracteres y cosas, y listas de pesos y fechas.
Acerca del texto del Nuevo Testamento, Vos destaca lo mínimo del
efecto que tienen las variantes de lectura en todo el Nuevo Testa-
mento diciendo: «Cuando uno se da cuenta de que el texto griego
publicado por Westcott y Hort tiene unas 500 páginas y que las pa-
labras más dudosas caben en media página, su fe en la fiabilidad
del Nuevo Testamento queda materialmente fortalecida.» 18 Se han
hecho afirmaciones injustificadas de que el texto del Nuevo Testa-
mento contiene más de 200.000 «errores». Pero, una vez más, tene-
mos que considerar esto como 200.000 lecturas variantes. Y además,
tenemos que comprender la naturaleza de esta cantidad de lecturas
variantes. Norman Geisler y William Nix explican, en su libro A Ge-
neral I ntroduction to the Bible:
Hay ambigüedad en la afirmación de que hay unas 200.000 variantes en los
manuscritos existentes del Nuevo Testamento, por cuanto estas representan
sólo 10.000 lugares del Nuevo Testamento. Si una sola palabra recibe diferen-
tes errores ortográficos en 3.000 diferentes manuscritos, esto se considera
como 3.000 variantes o lecturas. Una vez se comprende este procedimiento de
contaje, y se han eliminado las variantes mecánicas (ortográficas), las varian-
tes restantes, significativas, son sorprendentemente pocas en cantidad.' 9

Muchos críticos arrojan tanta atención sobre las lecturas varian-


tes que pasan por alto la exactitud casi increíble con la que han
sido copiadas las Escrituras. El renombrado R. Laird Harris escribió:
18. Howard F. Vos, An lntroduction to Bible Archaeo/ogy (Chicago, Ill.: Moody Press, 1959),
págs. 48, 49.
19. Norman L. Geisler y William E. Nix, A General lntroduction to the Bible (Chicago, 111.:
Moody Press, 1978), pág. 361.

378
Podemos ahora estar seguros de que los copistas trabajaron con sumo cuidado
y precisión sobre el Antiguo Testamento, incluso hasta la fecha del 225 a.C. En
aquel entonces había dos o tres tipos de texto disponibles para la copia. Estos
tipos diferían entre sí tan poco, sin embargo, que podemos inferir que unos co-
pistas aún anteriores habían transmitido fiel y cuidadosamente el texto del An-
tiguo Testamento. En verdad, sería un escepticismo temerario el que negara que
tenemos nuestro Antiguo Testamento de una manera muy cercana al utilizado por
Esdras cuando enseñaba la Ley a aquellos que habían vuelto del cautiverio babi-
lónico [énfasis mío, R. E. D.].'º

Con respecto al texto hebreo, Herbert March, en Lectures on Cri-


ticism and Interpretation, nos recuerda la meticulosa exactitud de
los escribas en la copia de las escrituras hebreas.
Cuando consideramos las normas que eran observadas por los judíos al
transcribir las sagradas escrituras, normas que eran llevadas hasta una preci-
sión que bordea con la superstición, hay razones para creer que ninguna obra
de la antigüedad ha descendido hasta la era presente tan libre de alteraciones
como la Biblia hebrea. 21

Un ejemplo de esta precisión queda evidenciada por el descubri-


miento de los Rollos del Mar Muerto en 1947. En particular, el rollo
de Isaías es uno de los más interesantes. El texto más antiguo de
Isaías antes de este descubrimiento era el texto masorético, que da-
taba de alrededor del año 850 d.C. El rollo de Isaías descubierto en
el Mar Muerto databa de alrededor de mil años entre la publicación
de estos dos textos. Pero, cuando se cotejaron, sólo se encontraron
unas pocas diferencias carentes de importancia entre ambos. 22 Ello
constituye un magnífico testimonio de la exactitud con que fue co-
piada la Biblia.
Yigael Yadín, en su insólito libro titulado Masada, nos habla del
descubrimiento de una porción de los Salmos que apareció en Ma-
sada, una fortaleza judía en el área meridional del Mar Muerto.
Esta parte de los Salmos fue datada en veinte o treinta años de an-
terioridad a 73 d.C., la fecha en que Masada cayó en poder de los
Romanos. Cuando fue comparado con el texto masorético, escribe
él que «es casi exactamente idéntico (excepto por algunos cambios
carentes de importancia aquí y allí) al texto de los libros bíblicos
que utilizamos en la actualidad. Incluso la división en capítulos y
salmos es idéntica a la división tradicional». 23 Una vez más, éste es

20. R. Laird Harris, «How Reliable is the Old Testament Text?» Can I Trust the Bible? (Chica-
go, Ill.: Moody Press, 1963), pág. 124.
21. Citado por John W. Haley, Alleged Discrepancies of the Bible (Nashville, Tenn.: Gosped Ad-
vocate Co., 1951), pág. 44.
22. Millar Burrows, The Dead Sea Scrolls (New York: The Viking Press, 1955), pág. 305.
23. Yigael Yadin, Masada: Hero's Fortress and the Zealot's Last Stand (Random House Inc.,
1966), págs. 171, 172.

379
un maravilloso testimonio de la precisión con la que los antiguos
escribas copiaron la Biblia.
El descubrimiento de manuscritos separados en fechas por unos
pocos años tan sólo de la inscripción del autógrafo original da un
gran convencimiento de que tenemos en la actualidad la Palabra de
Dios de una manera adecuadamente pura. Muchos han sido enga-
ñados a creer que tenemos solamente manuscritos separados por
cientos de años de la época de los autógrafos originales. Pero, para
el estudioso bien introducido en la historia de la Biblia éste es un
error de bulto. Sir Frederic Kenyon, uno de los más renombrados
eruditos acerca de manuscritos antiguos, concluía diciendo:
Así, el intervalo entre las fechas de la redacción original y la evidencia exis-
tente más antigua se hace tan pequeño como para ser despreciable, y queda
eliminado el fundamento para cualquier duda de que las Escrituras nos hayan
venido sustancialmente tal como fueron escritas. Tanto la autenticidad como
la integridad general de los libros del Nuevo Testamento pueden considerarse
como definitivamente establecidas. 24

RECAPITULACIÓN
Para concluir, tenemos que recordar algunos factores principa-
les para volver a destacar este tema. En primer lugar, la creencia de
que el Pentateuco no hubiera podido ser escrito en fecha tan tem-
prana como el 1.500 a.C. debido a que la escritura no había sido
aún perfeccionada en aquel tiempo, ha quedado refutada por la an-
tigüedad del origen de la escritura, miles de años antes que la re-
dacción del Pentateuco por Moisés. Los hay que creen que el oriren
de la escritura se remonta a fecha tan remota como el 8.000 a.C. 2
Además, la acusación de que la Biblia tal como la tenemos hoy
en día no puede ser una copia exacta debido a la gran cantidad de
veces que se han hecho copias de copias, ha quedado deshecha por
la existencia de antiguos manuscritos que se hallan muy cercanos
en el tiempo a los autógrafos originales. Tenemos hoy la Biblia en
una forma exacta.
Con respecto a la inspiración y al canon de las Escrituras, tene-
mos que recordar que no se debe considerar inspirado cualquier li-
bro antiguo. Cada libro había de ser considerado inspirado por
aquellos para quienes fue primeramente escrito. Los libros de la Bi-
blia fueron considerdos inspirados y autorizados ya en el momento
en que fueron escritos. Y ello constituye evidencia de que debería-
mos considerarlos hoy como inspirados y autorizados. Sí, éstas y otras
evidencias nos convencen de que sí tenemos hoy la Palabra de Dios.
24. Sir Frederick Kenyon, The Bible and Archaeology, 1940, págs. 288ss., citado por F. F. Bru-
ce, The New Testament Documents (Grand Rapids, Mich.: 1965), pág. 20.
25. «The Roots of Writing», Time (August, 1, 1977), pág. 47.

380
22

Historia de la Biblia
Parte 11
El propósito de este capítulo es examinar la evidencia textual de
nuestra Biblia. ¿Puede uno confiar en el texto de nuestra Biblia?
¿Podemos tener certidumbre de que tenemos las palabras de los es-
critores originales? ¿Cuáles son algun9s de los documentos sobre
los que basamos nuestro texto actual? Estas son unas pocas pregun-
tas que tenemos que considerar en este capítulo.
Muchos críticos bíblicos creen hoy que hay muy poca evidencia
textual para apoyar el texto de la Biblia. Y la evidencia que tene-
mos, dicen ellos, es inexacta. Pero, bien al contrario, la cantidad de
versiones antiguas y manuscritos que tenemos en nuestro poder hoy
en día para la comparación textual y la investigación es abrumado-
ra. En la actualidad existen muchas antiguas versiones, manuscri-
tos y citas de antiguos escritores, tanto procedentes del Antiguo
como del Nuevo Testamento, que, colectivamente, establecen un
fundamento sobre el que reposa sólidamente el texto de nuestra Bi-
blia. Examinemos alguna de esta evidencia.

EVIDENCIA TEXTUAL DEL ANTIGUO TESTAMENTO

La cantidad de manuscritos antiguos y de versiones también an-


tiguas del Antiguo Testamento es grande. Aquí tenemos espacio
para considerar sólo unos pocos.
A. Los Targumes
Cuando los judíos volvieron del cautiverio babilónico en el año

381
539 a.C., muchos de ellos sólo podían hablar arameo, el lenguaje de
sus conquistadores. Siendo ello así, era necesario que se tradujeran
o parafrasearan porciones del Antiguo Testamento al arameo (cp.
Esdras 4:7). Taml?ién surgió la necesidad de escribir comentarios
del texto hebreo. Este fue indudablemente el comienzo de la redac-
ción de los Targumes.
Al principio el trabajo se hacía oralmente, pero las traducciones fueron gra-
dualmente reducidas a un elaborado sistema, se fijaron y finalmente quedaron
escritas. Los Targumes escritos parecen haber sido preparados por diferentes
hombres en diferentes épocas, desde el siglo 1 hasta el siglo 10 u 11 d.C., aun-
que algunos de ellos contienen materiales remontándose a los siglos a.C.'

Los Targumes son valiosos debido a sus citas del Antiguo Testa-
mento así como por su traducción o paráfrasis de muchos versícu-
los del Antiguo Testamento. Su antiguo origen y carácter son una
valiosa fuente para la determinación del exacto texto del Antiguo
Testamento. De sus citas del texto podemos conseguir lecturas para
pasajes del Antiguo Testamento. En base de estos comentarios po-
demos vislumbrar cómo los antiguos judíos interpretaban el Anti-
guo Testamento.
B. Los Talmuds
«El Talmud es una colección de dichos de varios escribas, que fue-
ron transmitidos oralmente durante varios siglos y que al fin fueron
fijados por escrito alrededor del 200 d.C., aunque muchos fueron
añadidos posteriormente.» 2 Los Talmuds eran conocidos por dife-
rentes nombres según su origen, como el Talmud Palestino y el Tal-
mud Babilónico.
Lo importante a recordar con respecto a los Talmuds es que dan
citas de todos los libros del Antiguo Testamento, aclamándolo como
de origen divino. Dan mucha evidencia para el texto del Antiguo
Testamento tal como lo tenemos hoy. Explica P. B. Wells: «Los Tal-
mudistas no se ocupaban tanto de fijar el texto como de explicarlo.
Sus citas de las Escrituras son, sin embargo, generalmente concor-
dante con el texto hebreo recibido.» 3
C. Los Rollos del Mar Muerto
En los montes del extremo noroccidental del Mar Muerto, alre-
dedor de comienzos del mes de marzo de 1947, dos pastores bedui-

l. H. S. Miller, General Biblical lntroduction (Houghton, New York: The Word-Bearer Press,
1960), pág. 216; leer también; Norman L. Geisler y William E. Nix, A General Introduction to the
Bible (Chicago, 111.: Moody Press, 1970), págs. 249-266.
2. Floyd E. Hamilton, The Basis o( Christian Faith (New York: Harper & Row, 1964), pág.
205.
3. Preston B. Wells, The Story o( the English Bible (Louisville, Ky.: Pentecost Publishing Co.,
1911), pág. 36.

382
nos hicieron accidentalmente uno de los descubrimientos más sig-
nificativos y entusiasmantes de toda la historia. Descubrieron lo
que más tarde llegó a conocerse como los Rollos del Mar Muerto.
Descubiertos en cuevas cercanas a la comunidad de Qumrán en el
Mar Muerto, estos rollos y fragmentos se contaban por miles. «En
total, los fragmentos de manuscritos constituyen más de 400 libros,
unos cuantos de ellos casi intactos, y más de 40.000 fragmentos. No-
venta de estos libros pertenecen a la Biblia, encontrándose repre-
sentados en ellos cada uno de los libros del AT (Antiguo Testamen-
to) excepto el de Ester.» 4
Lo asombroso acerca de estos fragmentos y rollos es lo antiguo
de su fecha. «A la luz de toda la evidencia, escribía William S. La-
Sor, la mayor parte de los eruditos están convencidos de que los
materiales de Qumrán deben ser datados en el período entre el 175
a.C. y el 68 d.C., probablemente con varias décadas dentro de estos
márgenes límite en cada caso.» 5 Ya que nuestros manuscritos más
antiguos del texto del Antiguo Testamento antes del descubrimien-
to de los Rollos del Mar Muerto se remontaban al 800 o 900 d.C., es
muy grande la importancia de este descubrimiento. Cuando los ro-
llos de las cuevas del Mar Muerto fueron comparados con los de los
siglos noveno y décimo, sólo se constataron diferencias mínimas.
Ello da testimonio de la exactitud con que se ha copiado la Biblia.

D. La Septuaginta
La Septuaginta es una de las ayudas de mayor valor que tene-
mos en el campo de la crítica textual. Fue la primera traducción
completa del Antiguo Testamento en otro idioma. Esta traducción
del hebreo al griego fue iniciada alrededor del 280 a.C., con la tra-
ducción del Pentateuco por unas setenta perssonas en Alejandría,
Egipto. El resto del Antiguo Testamento fue traducido a lo largo de
los siguientes cien años. Es comúnmente denotada con los números
romanos LXX, indicando los setenta hombres que la tradujeron. La
palabra Septuaginta es un término latino que significa «Setenta».
Hay algunos hechos muy intere~antes que rodean a la Septua-
ginta y que tenemos que recordar. Esta era la versión utilizada por
los judíos en la época de Cristo y fue un importante factor para pre-
parar al hombre para la venida del Redentor. Jesús y los apóstoles
citaron de la Septuaginta. Los más antiguos fragmentos que tene-
mos de la Septuaginta en la actualidad se encontraron sobre una
momia egipcia, y se remontan a alrededor del 150 a.C. Así, tenemos
una traducción de porciones del Antiguo Testamento que se remon-

4. Guy B. Funderburk, «Text and Versions», Pictorial Bible Dictionary, Merrill C. Tenney, ed.
(Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1968), pág. 840.
S. William Sanford LaSor, Amazing Dead Sea Scrolls (Chicago, 111.: Moody Press, 1959), pág.
64.

383
ta a unos pocos cientos de años del cierre del canon del Antiguo
Testamento.

E. La Hexapla
La Hexapla contenía una traducción del Antiguo Testamento
efectuada por Orígenes además de otras cinco traducciones dispues-
tas en seis columnas. La distribución era: el texto hebreo corriente,
una transliteración del texto hebreo, traducciones de Aquila (128
d.C.), Símaco (200 d.C.) y Teodoción (180 d.C.). Incluía también la
'Septuaginta. Este trabajo fue llevado a cabo en Cesarea y fue fina-
lizado alrededor del 240 d.C. La Hexapla, debido a su gran exten-
·sión, nunca fue copiada como un todo. La copia de Orígenes fue
,guardada en la Biblioteca de Cesarea. Jerónimo la vio y estudió en
el siglo cuarto d.C. La quinta columna, que era la revisión de la
Septuaginta llevada a cabo.por Orígenes, fue copiada en muchas
ocasiones, pero sólo porciones de ella existen en la actualidad.

F. El Papiro Nash
, El Papiro Nash consiste en cuatro fragmentos de los diez man-
damientos y de Deuteronomio 6:4-9. Está datado entre el siglo se-
gundo a.C. y el siglo primero d.C. Y, de pasada, era la parte más an-
tigua conocida del Antiguo Testamento antes del descubrimiento de
los Rollos del Mar Muerto.

G. La Vulgata Latina
La Vulgata es una traducción del hebreo al latín hecha por Je-
rónimo alrededor del 382 d.C. La Vulgata fue traducida con una es-
trecha consideración a la Septuaginta y a la Hexapla de Orígenes.
En la actualidad existe una antigua copia de la Vulgata en la Bi-
blioteca Vaticana en Roma. Es considerada como el texto oficial de
la iglesia católica.

H. Los Códices
Originalmente, «Codex» significaba «un canon de ley». Pero este
término se aplica comúnmente a los antiguos manuscritos de la Bi-
blia que contienen en forma de libro bien la totalidad o grandes
secciones del texto del Antiguo y Nuevo Testamento. Lo que sigue
son algunos de los más importantes códices de los dos Testamentos,
el Antiguo y el Nuevo, junto con sus respectivas fechas, lugar de
descubrimiento y contenido. Contienen traducciones del Antiguo
Testamento al griego.

1. Codex de El Cairo: Este códice fue descubierto en Tiberias en


la ribera occidental del Mar de Galilea. Data de alrededor del 895
d.C. Y contiene los Profetas Anteriores y Posteriores.
2. Codex de Leningrado: Data del 1008 d.C. Contiene los Profe-
384
tas Posteriores. Es el más grande y único completo manuscrito del
Antiguo Testamento.
3. Codex Vaticanus: El Vaticanus data de alrededor de media-
dos del siglo cuarto d.C. Contiene casi la totalidad del Antiguo y del
Nuevo Testamento.
4. Codex Alexandrinus: Data del siglo quinto d.C. (alrededor del
450 d.C.). Contiene toda la Biblia excepto por diez hojas en el An-
tiguo Testamento, veinticinco hojas del Evangelio de Mateo, dos de
Juan y tres de 2 Corintios.
5. Codex Sinaiticus: Fue descubierto en un monasterio al pie
del Monte Sinaí por Constantine Tischendorf. Data de alrededor del
340 d.C. Y contiene fragmentos del Antiguo Testamento y de casi
todo el Nuevo Testamento.
6. Codex Ephraemi: Data de alrededor del 450 d.C. y contiene
sesenta y cuatro hojas del Antiguo Testamento. 2 Tesalonicenses, 2
Juan y otras secciones están ausentes del Nuevo Testamento.

Se podría hacer una relación de otros manuscritos y versiones


que destacarían el hecho de que la evidencia textual es muy fuerte
en apoyo de nuestro Antiguo Testamento. También existen antiguas
versiones arameas, siríacas, coptas y góticas del Antiguo Testamen-
to que reciben consideración en la crítica textual. Así que cuando
hablamos acerca de la evidencia textual del Antiguo Testamento no
nos referimos a la evidencia de unas pocas copias desgastadas del
texto. Estamos refiriéndonos a un cúmulo de material que puede
ser utilizado para la comparación.

EVIDENCIA TEXTUAL DEL NUEVO TESTAMENTO

La evidencia en apoyo del Nuevo Testamento es aún más con-


vincente que para el Antiguo Testamento. Hay tres categorías de
esta evidencia: manuscritos antiguos, versiones antiguas y citas de
«los padres de la iglesia». Los manuscritos, las versiones y las citas
del Nuevo Testamento existen en decenas de millares. Ya se han re-
lacionado tres de las más grandes fuentes para el examen del crítico
textual -Códice Sinaítico, Códice Alejandrino y Códice Vaticano.
Un examen de estos manuscritos, más las versiones y citas del Nue-
vo Testamento, eliminará cualquier duda acerca de la exactitud del
texto de nuestros días.
Tenemos que tener presente que los libros o epístolas del Nuevo
Testamento no fueron escritos al mismo tiempo ni reunidos en un
solo libro en el tiempo en que fueron redactados. Cuando los libros
o cartas fueron escritos fueron copiados individualmente a través
de los años y finalmente fueron reunidos como los veintisiete libros
del Nuevo Testamento. Tenemos también que recordar que cada li-
385
bro era considerado inspirado en el momento de ser redactado.
Estos documentos no fueron reunidos como canon del Nuevo Testa-
mento sino hasta muchos años después de su redacción. Pero fueron
recibidos como autorizados por parte de aquellos que al principio
los recibieron y leyeron. F. F. Bruce dice correctamente:
Los primeros concilios eclesiásticos que clasificaron los libros canónicos tu-
vieron lugar en el norte de África: en Hippo Regius en el 393 y en Cartago en
el 397; pero estos concilios no impusieron nada nuevo sobe las comunidades
cristianas sino que codificaron lo que era ya la práctica general de estas comu-
nidades .6

Los libros del Nuevo Testamento no fueron hechos inspirados


por un concilio humano, sino que fueron inspirados por Dios en el
momento en que fueron redactados. Pablo escribió: «Si alguno se
cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son man-
damientos del Señor». Esta afirmación era verdadera en el momento
en que fue redactada, cientos de años antes de la ratificación de los
libros del Nuevo Testamento por concilios humanos. Cuando Dios
daba a conocer que éste o aquél era un apóstol o profeta inspirado
-esto se hacía mediante manifestaciones milagrosas- también se
consideraba inspirado lo que escribió el apóstol o profeta.

UN EXAMEN DE LA EVIDENCIA

Examinemos ahora algunas de las evidencias que se mantienen


en apoyo de nuestro texto del Nuevo Testamento. Este estudio es
una ciencia por sí misma. Pero, desafortunadamente, aquí tenemos
espacio sólo para presentar brevemente lo que esta área involucra.
Sin embargo, un mero examen superficial de este campo es sufi-
ciente para darnos información acerca de la exactitud del texto del
Nuevo Testamento.

A. Antiguos manuscritos del Nuevo Testamento


Un manuscrito es una copia de un documento antiguo en su len-
gua original. Cifras recientes afirman que hay al menos 5.285 ma-
nuscritos (fragmentos, porciones o documentos completos) del Nue-
vo Testamento. Pero esta cifra sigue creciendo al irse descubriendo
nuevos manuscritos. Ningún documento de la antigüedad puede
compararse con el apoyo textual que tiene el texto del Nuevo Tes-
tamento. Estas 5.285 evidencias en apoyo del texto del Nuevo Tes-
tamento pueden dividirse de la siguiente manera:

6. F. F. Bruce, The New Testament Documents (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Pu-
blishing Co., 1965), pág. 27.

386
1. 81 papiros: Casi todos estos se originaron en Egipto. Estos
manuscritos sobre papiro datan entre los siglos segundo y octavo y
representan a todos los veintisiete libros del Nuevo Testamento.
2. 267 Unciales (escritos en mayúsculas, sin espaciado entre las
letras o párrafos): Muchos de los unciales sobreviven sólo en frag-
mentos. La mayor parte de ellos datan entre los siglos cuarto o un-
décimo.
3. 2.764 Cursivos (escritos en minúsculas): La mayor parte de
los cursivos datan entre el siglo noveno y diecisiete.
4. 2.143 Leccionarios:7 Los leccionarios son formas u órdenes
escritas de culto que contienen varias citas de las Escrituras. La
mayor parte de estos leccionarios data de entre los siglos tercero y
diecisiete.
5. 30 Óstraca: Los óstraca son trozos rotos de cerámica con
porciones o citas de las escrituras escritos en ellos.

De los anteriores manuscritos, muchos nos remontan a dentro


de unos pocos siglos del autógrafo original. Otros, asombrosamente,
a unos pocos años del original. Aquí se da una relación de sólo una
fracción de los manuscritos más importantes con sus fechas y con-
tenidos:

1. Papiro de John Rylands:


a. Fecha: 125-140 d.C. (El más antiguo manuscrito del Nue-
vo Testamento.)
b. Contenido: Fragmento del evangelio de Juan: Juan
18:31-33, 37.
(Nota del Traductor: En la actualidad hay fragmentos más an-
tiguos del Nuevo Testamento, descubiertos en la Cueva 7 de Qum-
rán, fechados antes del año 70 d.C., y correspondientes a pasajes
de Marcos, Hechos, Romanos, 1 Timoteo, Santiago, 2 Pedro. VerVila-
Escuain, «Qumrán», Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado, págs. 980-
981, 988, CLIE, Terrassa, 1985).

2. Papiro Chester Beatty:


a. Fecha: Alrededor del 200 d.C.
b. Contenido: Epístolas de Pablo excepto Filemón, 1 y 2 Ti-
moteo, 2 Tesalonicenses, Tito y partes del Apocalipsis.
Contienen también partes del Antiguo Testamento.
3. Papiro Bodmer 1/:
a. Fecha: Alrededor del 200 d.C.
b. Contenido: Los registros evangélicos y los primeros ca-

7. Esta y las anteriores cifras han sido tomadas de Kurt Aland: •The Greek New Testament:
Its Present and Future Editions», Journal of Biblical Literature (June 1968), LXXXVII, pág. 184.

387
torce capítulos de Juan. Desde los capítulos 15 al 21 en
fragmentos.
4. Papiro Bodmer Vil, VIII:
a. Fecha: Principios del siglo tercero.
b. Contenido: Fragmentos de Lucas y de Juan.
5. Chester Beatty:
a. Fecha: Alrededor del 200 d.C.
b. Contenido: Partes de las epístolas de Pablo.
6. Barcelona:
a. Fecha: Alrededor del 200 d.C.
b. Contenido: Partes de los registros evangélicos.
7. Oxford y Barcelona:
a. Fecha: Alrededor del 200 d.C.
b. Contenido: Partes de los registros evangélicos.

Lo anterior nos da una idea de los manuscritos básicos con los


que tiene que ver el crítico textual. Y naturalmente uno de los pun-
tos principales que se aprenden es que no estamos tratando con evi-
dencias separadas pos siglos de los autógrafos originales. Muchos
de estos fragmentos se remontan a unos pocos años del original. In-
cluso si no tenemos unos manuscritoss completos que se remonten
a una fecha tan cercana a la de los autógrafos originales -y no los
tenemos- tenemos porciones que poder comparar para determinar
la exactitud. Podemos comparar estas partes antiguas con manus-
critos de un origen posterior para determinar la fidelidad con que
fue copiado el texto.

B. Versiones antiguas del Nuevo Testamento


Hay más de 10.000 documentos de versiones antiguas del Nuevo
Testamento disponibles para la crítica textual. Estas versiones da-
tan de entre los siglos segundo y séptimo d.C., y se agrupan común-
mente tal como sigue: Siríaca (siglos segundo a séptimo), Copta (si-
glos tercero a sexto), Gótica (siglo cuarto), Armenia (siglos cuarto a
quinto), Etiópica (siglo sexto), Georgiana (siglo quinto) y Nubia (si-
glo sexto). Sigue a continuación una relación de algunas de estas lí-
neas en cuanto a su origen y uso:

1. Vetus Latina: El latín era la lengua oficial de Roma. Es indu-


dable que el Nuevo Testamento fue traducido al latín en la última
parte del siglo segundo. 8 Se hicieron muchas traducciones indepen-
dientes en los siglos tercero y cuarto. En el 382 d.C. un hombre lla-
mado Dámaso encargó a Jerónimo la traducción de la Vulgata La-
tina. Como ya se ha dicho antes, esta traducción vino a ser más tar-
de la traducción oficial de la iglesia católica romana.
8. Funderburk, «Texts and Versions», Pictorial Bible Dictionary, op. cit., pág. 844.

388
2. Vieja Siríaca: Es probable que partes del Nuevo Testamento
fueran traducidas al siríaco (estrechamente relacionado con el ara-
meo) alrededor de mediados del siglo segundo. Se atribuye a Tacia-
no la traducción de partes de los registros evangélicos, obra que re-
cibe el nombre de Diatessaron, alrededor del 160 d.C. La Peshitto
(nombre que significa «correcta» o «Sencilla») fue traducida en el
siglo tercero. La Peshitto es una traducción todavía utilizada por
muchos en el Medio Oriente.
3. i:ersión Gótica: Fue traducida por Ulfilas alrededor del siglo
cuarto. Esta es la primera versión que representa al texto bizantino.
4. Versión Copta: Al extenderse el cristianismo por Egipto, sur-
gió la necesidad de traducir las Escrituras a la lengua de los egip-
cios. Así, el Nuevo Testamento fue probablemente traducido al dia-
lecto sahídico en el siglo tercero. Fue traducido a otros dialectos en
años posteriores al surgir nuevas necesidades.
Son muchos más los manuscritos del Nuevo Testamento que son
traducciones a otras lenguas de la antigüedad. La versión armenia
tuvo su origen alrededor del 400 d.C., la georgiana a alrededor de
mediados del siglo quinto, la etiópica alrededor del 600 d.C., y la es-
lava en el siglo noveno.
La evidencia textual conseguida en base de las muchas versiones
antiguas que poseemos para su examen en la actualidad dan un
apoyo indestructible para la fidedignidad de nuestro texto del Nue-
vo Testamento. Cada estudioso de la Biblia debería darse cuenta de
esto. La crítica de que nuestro Nuevo Testamento es impreciso, in-
completo e indigno de confianza cae ciertamente ante la luz de tal
evidencia. En realidad, tales críticas se basan sólo en la ignorancia
de la evidencia misma.
C. Citas de los «Padres de la Iglesia»
Los «padres de la iglesia» o líderes que vivieron durante los si-
glos segundo y tercero d.C. escribieron cartas de aliento para las
iglesias desalentadas y perseguidas así como defensas apologéticas
ante los gobernantes romanos. En sus escritos aparecen más de
36.000 citas del Nuevo Testamento. Pero muchas de estas citas se
escribieron de memoria. J. Harold Greenlee escribió: «Si cada ms.
[manuscrito] del NT [Nuevo Testamento] mismo fuera destruido, el
NT podría ser virtualmente reconstruido en base de otra fuente sig-
nificativa, esto es, los miles de citas de pasajes del NT en los escri-
tos de los antiguos Padres de la Iglesia, principalmente en griego,
latín y siríaco.» 9 Los siguientes puntos relacionan sólo unos pocos
de los principales nombres en este campo de estudio:

9. /bid.

389
l. Clemente de Roma (30-100 d.C.): Clemente escribió una carta
a la iglesia en Corinto alrededor del 97 d.C. (Algunos creen que pue-
de tratarse del Clemente mencionado por Pablo en Filipenses 4:3).
«Esta epístola contiene 150 citas del Antiguo Testamento así como
numerosas referencias a escritos del Nuevo Testamento.» 10 Clemen-
te cita y muestra su familiaridad con Romanos, 1 Corintios, Efesios,
1 Timoteo, Tito, Hebreos y 1 Juan. Las citas de Clemente y de otros
escritores apostólicos dan evidencia de la temprana aceptación de
los libros del Nuevo Testamento así como de su canonización.
2. Justino (100-165 q.C.): Justino «nació como pagano en Sa-
maria, se convirtió en Efeso (quizá), y fue maestro cristiano en
Roma: es el más importante de los apologistas del siglo segundo;
conocido como "Mártir" por la manera en que murió.» 11 En sus es-
critos Justino se refiere muchas veces al Nuevo Testamento y de-
fiende muchas enseñanzas del Nuevo Testamento como el culto en
domingo. Escribió: «Y en el día llamado Domingo, todos los que vi-
ven en ciudades o en el campo se reúnen en un lugar, y se leen las
memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas, hasta allí
donde el tiempo lo permite.» 12 Justino cita unas cuarenta y tres ve-
ces de Mateo y diecinueve veces de Lucas. Numerosas otras citas
son tomadas de Juan y Marcos. Parece que citó mayormente de los
registros evangélicos.
3. Ireneo (125-192 ?): Ireneo fue obispo de Lyon y escribió ex-
tensamente en defensa del cristianismo. La mayor parte de sus es-
critos se han perdido, pero una de sus más grandes obras sigue dis-
ponible: Contra herejías (escrita alrededor del 185). Cita del Nuevo
Testamento más de 1.800 veces, utilizando los cuatro evangelios,
Hechos, las trece epístolas de Pablo, 1 Pedro, 1 Juan y Apocalipsis.
Consideraba inspirados y autorizados todos los libros del Nuevo
Testamento.
Algo importante a recordar acerca de los escritos de los antiguos
Padres Apostólicos es que mencionan todos los veintisiete libros del
Nuevo Testamento como de origen divino. Esto refuerza el hecho de
que el canon del Nuevo Testamento quedó concluido con la redac-
ción del último de los veintisiete libros: Apocalipsis. Ninguno otro
de los escritos del siglo primero era considerado inspirado por los
cristianos primitivos. Lighfoot escribió: «Si no es más tarde que a
medidados del siglo segundo que comienzan a ser extensamente
leídas en reuniones públicas las cartas de los apóstoles, no es más
tarde que a fines del siglo segundo que aparecen listas sustanciales
10. F. W. Mattox, The Eternal Kingdom (Delight, Ark.: Gospel Light Publishing Co., 1961), pág.
57.
11. Everett Ferguson, Early Christians Speak (Austin, Tex.: Sweet Publishing Co., 1961), pág.
241.
12. Justin Martyr, Apology, Capítulo 67.

390
de los libros del Nuevo Testamento.» 13 Y estas listas contienen sólo
los veintisiete libros del Nuevo Testamento.

LOS APÓCRIFOS Y PSUEDOEPÍGRAFOS


DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Tenemos ahora que considerar la controversia centrada alrede-
dor de los Apócrifos y otros escritos similares, esto es, los Pseudoe-
pígrafos.
La palabra «apócrifo» significa «escondido» u «oculto». Vino a
ser aplicado a cierta colección de libros cuyo origen se fecha entre
el 200 a.c. al 100 a.c. El término pseudoepígrafos significa «falso»
o «espúreo». Se aplica a una colección de literatura judía que se
originó entre el 200 a.c. y el 200 d.C.
Los apócrifos del Antiguo Testamento están constituidos por los
siguientes catorce libros: 1 Esdras, 2 Esdras, Tobit, Judit, añadidu-
ras a Ester, Sabiduría de Salomón, Eclesiástico, Baruc, Cántico de
los Tres Jóvenes, Susana, Bel y el Dragón, Oración de Manasés,
1 Macabeos, y 2 Macabeos. Si de Baruc se separa, como hacen algu-
nos, la Carta de Jeremías, llegamos a quince libros apócrifos. En el
Concilio de Trento (1546) la Iglesia Católica rechazó 1 y 2 Esdras y
la Oración de Manasés. Ello condujo a la aceptación, por parte de
la Iglesia Católica, a la aceptación de doce de los libros apócrifos si
dividimos Baruc.
Estos libros son literatura judía e historias del turbulento perío-
do de la nación de Israel entre el 200 a.C. y 100 d.C. Por lo general
se dividen en las siguientes categorías en base de su contenido: His-
tóricos (1 Esdras, 1 y 2 Macabeos), Legendarios (Tobit, Judit, Añadi-
duras de Ester, Cántico de los Tres Jóvenes, Bel y el Dragón), Pro-
féticos (Baruc, Oración de Manasés, 2 Esdras), y Eticos (Eclesiásti-
co, Sabiduría de Salomón).
Los pseudoepígrafos se componen de alrededor de dieciocho li-
bros que fueron escritos con el propósito de dar esperanza a Israel
en tiempos turbulentos. Sus autores asignaron falsas paternidades
a sus libros a fin de producir un mayor impacto y aliento a los lec-
tores.14 Estos libros se dividen por lo general en cuatro divisiones
principales: Apocalípticos, Legendarios, Poéticos y Didácticos.

LA CONTROVERSIA

Ha habido y hay mucha controversia acerca de la adición de los


apócrifos al canon del Antiguo Testamento. Muchos han pretendido
13. Neil R. Lightfoot, How We Got the Bible (Austin, Tex.: R. B. Sweet Co., Inc., 1962), pág. 55.
14. Miller, G·meral Biblical lntroduction, op. cit., pág. 106.

391
inspiración para estos libros que tienen un carácter dudoso y mu-
chas afirmaciones históricas erróneas en su texto. Los pseudoepí-
grafos han tenido siempre muy poco soporte para su inclusión en el
canon. Los siguientes puntos constituyen razones para rechazar los
apócrifos y pseudoepígrafos del canon del Antiguo Testamento:

1. Los libros apócrifos carecen decididamente de la dignidad de la


inspiración. Repletos de contradicciones, inexactitudes, elementos
absurdos y mitología, estos libros no aguantan la comparación, en
absoluto, de las características clásicas de redacción de los treinta
y nueve libros del Antiguo Testamento. Miller escribió acerca de los
libros apócrifos:
Estos libros contienen muchos errores históricos, geográficos y cronológi-
cos, y distorsiones de las narraciones del Antiguo Testamento, contradiciéndo-
se entre sí, contradiciendo a la Biblia, y también a la historia secular.
Enseñan doctrinas y man.tienen prácticas que son directamente contrarias
a las Escrituras canónicas. Se aprueba la mentira, se justifican el suicidio y el
asesinato, se enseñan y aprueban la salvación por las obras y por las limosnas,
los encantamientos mágicos, las oraciones de los muertos por los muertos,
etc. 15

2. Los libros apócrifos no pretenden inspiración, ni pretenden


ser obra de profetas. Las características proféticas que caracterizan
a los profetas del Antiguo Testamento estfln. ausentes de estos li-
bros.
3. Los libros apócrifos no fueron considerados parte del canon del
Antiguo Testamento cuando fueron escritos. Cuando los treinta y
nueve libros del Antiguo Testamento fueron escritos vinieron a for-
mar automáticamente parte del canon del Antiguo Testamento. Los
judíos los consideraban inspirados porque sabían que sus escritores
eran hombres inspirados por Dios. Esto no se puede afirmar de los
libros apócrifos. Fueron añadidos cientos de años después del cierre
del canon del Antiguo Testamento.
Se desconoce la fecha exacta en que fueron añadidos estos libros
a los treinta y nueve del Antiguo Testamento. La Iglesia Católica los
añadió como canónicos en el Concilio de Trento en 1546. Pero algu-
nas antiguas copias de la Septuaginta contienen los apócrifos. Sin
embargo, es dudoso que estos libros fueran inmediatamente añadi-
dos a la Septuaginta cuando fueron escritos. La evidencia parece
apoyar el hecho de que los libros apócrifos fueron añadidos al ca-
non muchos años después de su redacción. Josefo escribió:
Nosotros no tenemos una cantidad innumerable de libros entre nosotros,
discrepando entre sí y contradiciéndose (como sucede con los griegos), sino

15. !bid., pág. 118.

392
sólo veintidós [los 39 libros de nuestro Antiguo Testamento], que contienen los
registros de todos los tiempos pasados; y que con justicia son aceptados como
divinos; ... y cuán firmemente hemos dado crédito a estos libros de nuestra pro-
pia nación queda evidente por lo que hacemos; porque durante tanto tiempo
como ya ha transcurrido, nadie ha sido tan temerario como para añadir nada
a ellos, ni quitar nada, ni hacer ningún cambio en ellos. 16

Estos veintidós libros mencionados por Josefa son los treinta y


nueve libros que tenemos del Antiguo Testamento. Los antiguos ju-
díos clasificaban los treinta y nueve libros en veintidós diferentes
divisiones.
Hay también otros antiguos escritores que rechazan los escritos
apócrifos. Cirilo de Jerusalén, que nació alrededor del 315, se refirió
a la Septuaginta diciendo: «Leed las divinas Escrituras, esto es, los
veintidós libros del Antiguo Testamento que tradujeron los setenta
y dos intérpretes.» La versión griega de Aquila del 128 d.C. no con-
tiene los apócrifos, como tampoco la de Teodoción del 180 d.C. y Je-
rónimo rehusó incluir estos libros a su Vulgata latina. Pero fueron
añadidos después de su muerte.
Para concluir este asunto, la evidencia da un apoyo sustancial al
hecho de que el judío ortodoxo jamás aceptó los apócrifos como
parte de los veintidós libros que constituían el Antiguo Testamento
hebreo. Tampoco los aceptaron los cristianos del primer siglo. So-
bre esta base, no podrían ser aceptados hoy en día como inspirados.
4. Jesús y los escritores del Nuevo Testamento no reconocieron los
libros apócrifos. Junto con la fuerza del anterior argumento, Jesús y
los escritores del Nuevo Testamentq jamás se refirieron a los apó-
crifos, ni por cita ni por inferencia. Este es el más devastador argu-
mento en contra de su inspiración. Si estos libros hubieran sido
añadidos al canon del Antiguo Testamento hacia la época de Jesús,
es natural suponer que Cristo y Sus apóstoles habrían levantado la
voz en protesta contra estos libros. Pero no se hace ninguna obje-
ción. Por cuanto no había objeción contra ellos, ni, al mismo tiem-
po, ninguna cita de sus textos, es lógico llegar a la conclusión de
que no formaban parte del canon del Antiguo Testamento y que Jesús
y los escritores del Nuevo Testamento no los consideraban inspirados.
Los judíos no aceptaban los apócrifos como inspirados. Jesús no
los aceptó como inspirados. Siendo que no se da ninguna controver-
sia entre Jesús y los judíos acerca de estos libros, tenemos que lle-
gar a la conclusión de que ambos estaban de acuerdo en cuanto a
su no inspiración y no integración en el canon del Antiguo Testa-
mento. De estos hechos se llega a la conclusión final de que los li-
bros apócrifos no fueron inspirados por Dios. Por ello, no tienen lu-
gar hoy en el canon del Antiguo Testamento.

16. Flavio Josefo, Contra Apión, Libro 1, Sección 8.

393
Otros puntos detallados podrían ser presentados para rechazar
los apócrifos. Estos serán suficientes para nuestra argumentación
en contra de la inspiración de estos libros y de su adición en el ca-
non del Antiguo Testamento. Se dan para familiarizar al estudioso
con las muchas dificultades que tienen que afrontarse al tratar de
añadir los apócrifos al canon del Antiguo Testamento. En cuanto a
la fecha de redacción de estos libros, o por quién fueran escritos, no
se sabe con certeza. Pero es evidente que no son escrituras inspira-
das. Tenemos que mantener esto en claro. Pero sí que tienen un
cierto valor, como lo señala Miller más abajo:
Aunque debido a su falta de inspiración contienen inexactitudes, contradic-
ciones, elementos absurdos y enseñanzas que entran en conflicto con las Escri-
turas, dan sin embargo una valiosa información acerca de la vida externa e in-
terna del judaísmo, un atisbo al pensamiento, sentimiento, filosofía, carácter
e historia del judaísmo dentro del período de tiempo en que fueron escritos. 17

Norman Geisler y William Nix concluyen este asunto de la si-


guiente manera:
Por ello, todos los argumentos utilizados en favor de la canonicidad de los
libros apócrifos sirven meramente para demostrar que estos libros han recibi-
do diversos grados de estima y reconocimiento, llegando por lo general bien
cortos de una plena canonicidad hasta que la Iglesia Católica Romana los pro-
nunció oficialmente como canónicos en 1546 en el Concilio de Trento. Este re-
conocimiento queda muy por debajo de la canonicidad dada a los treinta y
nueve libros del Antiguo Testamento, y los abrumadores argumentos en favor
de rechazar los apócrifos como parte del canon proveen una convincente evi-
dencia de que los libros no son inspirados por Dios. 18

LOS APÓCRIFOS Y PSEUDOEPÍGRAFOS


DEL NUEVO TESTAMENTO

Los libros apócrifos del Nuevo Testamento -hay entre once y


quince- se originaron alrededor del siglo segundo y posteriormen-
te. Estos libros contienen superficiales relatos acerca de los prime-
ros años de la vida de Jesús, falsos hechos de los apóstoles y otros
relatos de naturaleza legendaria. Esto escritos no deberían confun-
dirse con los de los Padres Apostólicos que escribieron entre alrede-
dor del 80 d.C. hasta el 200 d.C. Los Padres Apostólicos escribieron
cartas en defensa del cristianismo y para fortalecer las iglesias. Los
libros apócrifos del Nuevo Testamento son fantasiosas historias

17. Miller, General Biblical Introduction, op. cit., pág. 112.


18. Norman L. Geisler y William E. Nix, A General Introduction to the Bible (Chicago, Ill.:
Moody Press, 1979). pág. 200.

394
acerca de Jesús y de los apóstoles. No fueron aceptados como ins-
pirados cuando fueron escritos, y por esta razón tampoco debieran
ser aceptados hoy en día como inspirados. Evidentemente, no son
libros inspirados.
También hay libros pseudoepigráficos del Nuevo Testamento
como los del período del Antiguo Testamento. Hay alrededor de
veinte de estos libros que pretenden ser registros evangélicos, o
epístolas, o apocalipsis, que datan de tiempos muy tempranos. Pero
«alrededor del siglo noveno, Fotino relacionó unos 280, y posterior-
mente se han descubierto aún más». 19 Pretenden haber sido escritos
por personajes neotestamentarios. Pero ninguno de estos libros fue
aceptado como inspirado por los más antiguos escritores. Su evi-
dente carácter deja mucho que desear por lo que a la inspiración
respecta.

RECAPITULACIÓN
Se tiene que concluir, en base del análisis de los muchos anti-
guos documentos bíblicos que existen en la actualidad, que la evi-
dencia está abrumadoramente en favor de la exactitud de nuestra
Biblia actual. Sólo un mal conocimiento de los hechos puede pro-
ducir la duda de un escéptico en la exactitud de nuestra Biblia. Y
solamente el deseo de buscar un apoyo antiguo para errores religio-
sos le llevaría a uno a añadir a la autorizada colección de la auto-
rizada Palabra de Dios cualquier tipo de documentos no inspirados,
como los libros apócrifos o pseudoepígrafos.
La lista de documentos antiguos en este capítulo es solamente
un puñado representativo de la enorme cantidad de evidencia ofre-
cida en apoyo de nuestro texto bíblico. Se podrían presentar pági-
nas llenas de listas mencionando documentos del Antiguo y Nuevo
Testamento utilizados en la crítica textual. Sólo se han mencionado
unos pocos con el propósito de familiarizar al estudioso con el tipo
y calidad de los documentos que el crítico textual tiene en su cam-
po de recolección, cotejo y traducción.
Aquellos libros que no tienen lugar en el canon tienen antiguos
documentos que apoyan su antigüedad. Pero las pruebas de la ins-
piración excluyen con claridad su adición a los sesenta y seis libros
inspirados de la Biblia. Los apócrifos tienen su lugar entre los an-
tiguos documentos históricos, pero en absoluto pueden compararse
ni ocupar un mismo lugar con la redacción, carácter y contenido de
las Sagradas Escrituras.

19. /bid., pág. 173.

395
23

El Milagro
El área más controvertida del cristianismo y la evidencia que
ante todo niegan muchos científicos así como los modernistas reli-
gosos es el hecho de los milagros-. Para el continuo asombro de este
escritor muchos siguen siendo religiosos y basan su fe en la existen-
cia de Dios, y sin embargo, niegan el hecho histórico de los mila-
gros. Muchos científicos, tanto si son religosos como agnósticos,
afirman tener pruebas y evidencias sustanciales que contradicen el
hecho de los milagros. Dicen que los milagros no podrían haber su-
cedido en un mundo regido por leyes naturales. Pero, cuando se po-
nen a prueba, gran parte de esta objeción es tan sólo reflexión me-
tafísica basada en la teoría y no en los hechos. De hecho, tal como
veremos, todo se basa en filosofía y no en hechos derivados del mé-
todo científico.
Mucho de la controversia sobre los milagros es el resultado de
un malentendido acerca de qué es lo que un milagro es en realidad.
Muchos han ido hasta el extremo de dar el nombre de milagro a
cualquier hecho inexplicable. Por otra parte, muchos han conside-
rado a verdaderos milagros como episodios meramente naturales.
¿Qué son los milagros tal como son definidos por su acontecer en la
Palabra de Dios,? ¿Sucedieron en realidad, los milagros? ¿Tenemos
milagros, hoy? Estas son cuestiones que tienen que ser examinadas.
Determinemos en primer lugar una definición adecuada de un mi-
lagro. Esto clarificará mucho la atmósfera de confusión.

DEFINICIÓN DE LOS MILAGROS


Para definir los milagros de la Biblia, nuestra definición tiene
que concordar con la presentación registrada de los milagros que se
397
relacionan en la Biblia. Ello es sencillo y necesario. La definición de
milagros en base de fuentes exteriores a los límites de la Palabra es-
crita de Dios sería una gran injusticia. La Biblia tiene que ser nues-
tra fuente primaria de definición.
En la Biblia, los milagros son generalmente mencionados como
«maravillas», «Señales», «poderes» (Hechos 2:22; 2 Tesalonicenses
2:9: Hebreos 2:4). También encontramos que se utiliza el término
«obras» en referencia a milagros (Juan 5:20; 6:28, 29; 7:3, 4; 10:37,
38). Cada uno de estos términos define una área singular de lo que
un milagro es. En muchas ocasiones los términos griegos son sim-
plemente traducidos «milagro». Cuando la traducción es el término
«milagro» sería prudente consultar el texto griego para determinar
la palabra griega original de la que se hecho la traducción. Así que
aquj definamos cómo el Nuevo Testamento utiliza las siguientes
cuatro palabras para describir un milagro:
A. Maravilla (Griego: teras)
Con el uso de la palabra «maravilla» se comunica la reacción de
la gente ante un milagro. La reacción de la gente a los milagros de
Jesús se manifiesta asimismo en pasajes en los que teras no se uti-
liza. Ejemplos de ello serían: «estaban atónitos» (Lucas 8:56), y «en
gran manera se maravillaban» (Marcos 7:37), «y ellos se asombra-
ron en gran manera, y se maravillaban» (Marcos 6:51; cp. 2:12;
4:41; Mateo 9:26; Lucas 13:17). En ninguno de estos pasajes se uti-
liza la palabra teras, pero lo que se destaca es el hecho de que
la gente manifestaba un gran asombro ante los milagros de
Jesús.
El término griego teras nunca es utilizado por sí mismo con re-
ferencia a milagros. Siempre se utiliza con el término «señales»,
«poderes» u «obra poderosas». Siguen unos ejemplos: «maravi-
llas y señales» (Hechos 2:43; 5:12; 2 Corintios 12:12; 2 Tesalonicen-
ses 2:9; Hebreos 2:4), «maravillas y prodigios» (Hechos 2:22; 6:8;
15:12), «prodigios y milagros» (u obras poderosas) (2 Corintios
12:12).
Se tiene que recordar que Jesús nunca obró un milagro por el
mero propósito de provocar el asombro y la maravilla en las men-
tes de los espectadores. Los milagros no fueron llevados a cabo por
el mero propósito de satisfacer una vana curiosidad. Su propósito
era mucho más elevado.
La palabra «maravilla» no refleja la definición de un milagro. El
detenernos aquí sería detenernos muy por debajo de nuestra desea-
da meta. Esta palabra comunica el asombro de la gente, no aquello
que producía el asombro.

B. Señal (Griego: semeion)


Richard C. Trench dijo que una señal es una «prenda e indica-
398
cion de la cercana presencia y obra de Dios». 1 Las señales son
«prendas de la presencia de Dios y del respaldo así dado al maestro
o a aquello que es enseñado». 2 «Como señal un milagro es una ma-
ravilla asombrosa que señala a alguna otra cosa - a la fidedigni-
dad del ejecutor y predicador de la verdad divina.» 3
Una señal apunta más hacia la teleología del fenómeno. Es una
manifestación de prueba verificando a aquel que lo llevó a cabo. Pa-
blo tenía «las señales de un apóstol» (2 Corintios 12:12). Ello signi-
fica que tenía la prueba de su apostolado. Los judíos preguntaron
a Jesús: «¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?» (Juan 2:18).
Querían pruebas de Su filiación divina (cp. Juan 3:2). Querían algu-
na señal de lo sobrenatural que lo verificaba como profeta.
Un milagro como señal significa algo más que la manifestación
externa. La curación del hombre ciego de nacimiento tenía más sig-
nificado que un mero acto de ayudar a la humanidad. El fin teleo-
lógico era demostrar que Jesús era el Hijo de Dios (Juan 9:16). El
mensaje evangélico de los apóstoles fue confirmado mediante seña-
les (Marcos 16:20; Hechos 14:3; Hebreos 2:4). Aquello que quedaba
confirmado era y es más importante que aquello que efectuaba la
confirmación. El evangelio de la salvación era el principal factor.
Los milagros, un factor secundario que demostraban la autentici-
dad del evangelio.
C. Poderes (Griego: dunamis)
Este término griego se traduce generalmente de estas maneras
en nuestras Biblias castellanas: «poderes», «milagros», «maravi-
llas», etc. Cuando se utilizan las dos primeras palabras con referen-
cia a un milagro, se está haciendo referencia a la cualidad del men-
sajero. Los milagros de Jesús registrados en el libro de Juan exhi-
ben Su poder sobre la materia (2:1-11), la distancia (4:46-54), el
tiempo (5:1-9), la cantidad (6:1-14), la naturaleza (6:16-21), el infor-
tunio (9:1-12) y la muerte (11:1-46). Jesús fue un hombre «aprobado
por Dios entre vosotros con las maravillas» (Hechos 2:22). «Y hacía
Dios milagros (poderes) extraordinarios por mano de Pablo» (He-
chos 19: 11). El término «poderes» es definitorio del poder divino
manifestado en aquello que se llevaba a cabo, así como de la natu-
raleza divina en aquel que ejecutaba el hecho. El milagro era una
manifestación del poder divino en el ejecutante, una prueba de que
era de Dios.

1. Richard C. Trench, Notes on the Mirac/es of Our Lord (Grand Rapids, Mich.: Baker Book
House, 1968), pág. 4.
2. George Park Fisher, Manual of Christian Evidences (New York: Charles Scribner's Sons,
1903), pág. 10.
3. Gus Nichols, «Jesus as a Miracle Worker», Spiritual Sword (Memphis, Tenn.: Getwell
Church of Christ, 1970), Vol. 1, n." 3, pág. 15.

399
D. Obras (Griego: ergon)
El término «obras» se utiliza muchas veces en el libro de Juan
para significar los milagros llevados a cabo por Jesús (Juan 5:36;
7:21; 10:25, 32, 38; 14:11, 12; 15:24). Este término parece comuni-
car el pensamiento de que estos milagros, como maravillosos actos
hacia el hombre, eran sólo manifestaciones del medio natural en el
que Jesús vivía antes de Su encarnación. La obra de Jesús era con-
vencer a los hpmbres de que Él era el Hijo de Dios. Las obras mi-
lagrosas que El llevaba a cabo daban testimonio de Su filiación di-
vina. «Las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mis-
mas obras dan testimonio de mí, que el padre me ha enviado»
(Juan 5:36).

SATANÁS Y MILAGROS

En cualquier discusión del tema de los milagros se tiene que tra-


tar el tema de Satanás y sus obras. Tenemos que recordar que Sa-
tanás podía llevar a cabo muchas maravillas y señales mentirosas.
Jesús dijo: «Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y
harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si
fuere posible, aun a los elegidos» (Mateo 24:24). Pablo describió al
hombre de pecado como aquel «cuyo advenimiento es por obra de
Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos» (2 Tesa-
lonicenses 2:9).
Satanás podría llevar a cabo prodigios mentirosos. Esto es lo que
dijo Pablo. Pero nunca podría llevar a cabo verdaderos milagros. Si
pudiera, entonces los milagros de Jesús y de los apóstoles queda-
rían anulados .
... Si el diablo poseyera también un poder sobrenatural y puede llevar a
cabo milagros, entonces no tendríamos manera de confirmar la palabra de
Dios. No sabríamos si es Dios quien los está llevando a cabo o el diablo ... éste
es un verdadero problema para aquellos que creen en la realidad del poder de-
mónico sobrenatural. Dios confirmó Su Palabra haciendo cosas que nadie más
puede hacer. 4

Los milagros erqn pruebas del ejecutante, de que era Dios (cp. Deu-
teronomio 13: 1-4; Exodo 7: 10-17; Mateo 12:24-27; Apocalipsis 13: 15;
16:14; 19:20). Los milagros de Dios no eran,prodigios mentirosos.
Con los milagros venía también el mensaje. Este era también prue-
ba del portador. Constituía prueba sólo si armonizaba con la ante-
rior verdad revelada. Pablo da a los cristianos una prueba adecua-
da. «Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro
4. Darrel Conley, The Cospel Versus Occultism (Shreveport, La.: Lambert Book House, 1975),
pág. 19.

400
evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema» (Gá-
latas 1:8). Ya que Satanás ha manifestado prodigios mentirosos,
cada cristiano debería también poner todas las enseñanzas de los
hombres a la prueba de la Palabra de Dios (Jeremías 23:25-32; Ma-
teo 7:21-23; 2 Corintios 11:13-15; 2 Tesalonicenses 2:7-11).
Las grandes maravillas obradas por los profetas, Cristo y los
apóstoles fueron muy superiores a cualquier obra engañosa de Sa-
tanás. Jesús dijo: «Aunque no me creáis a mí, creed a las obras,
para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Pa-
dre» (Juan 10:~8). Debido a que nadie podía hacer unas obras mi-
lagrosas como El, Jesús dijo que estas obras constituían una prueba
sustancial de Su filiación divina. Si no lo eran, o si Satanás podía
también llevar a cabo milagros iguales y válidos, entonces ¿por qué
utilizó Dios milagros como prueba de Sus mensajeros delante de los
hombres? El hecho de que Jesús hiciera algo que estuviera más allá
de la capacid5ld de Sus contemporáneos constituye evidencia de
que había en El algo que era singular. ¿Era simplemente otro hom-
bre como los demás?

LOS MILAGROS DE LA BIBLIA


Al definir los milagros de la Biblia, uno tiene que determinar las
características que se manifiestan en su decurso. En la actualidad
se utiliza muchas veces el término milagro para denotar cualquier
acontecimiento inexplicable. Cuando un automóvil da diez vueltas
de campana, queda aplastado formando un montón de chatarra y
todos los pasajeros escapan sin un rasguño, quedamos culpables de
clamar «¡Milagro! ¡Milagro!» Verdaderamente, los ocupantes de
este automóvil tuvieron muy buena fortuna en escapar con sus vi-
das de este lance, pero sería injusto categorizar este episodio junto
con los milagros de la Biblia.
También somos culpables de dar a cualquier fenómeno natural
pero inexplicable el nombre de milagro. Hamilton dijo acertada-
mente:
... muchas de las cosas que los hombres habitualmente llaman milagros no
pueden recibir este nombre de manera apropiada. Algunos llaman milagro a
cualquier acontecimiento maravilloso que las personas ordinarias no pueden
explicar mediante las leyes de la naturaleza que conocen, pero que podrían ex-
plicar de acuerdo con estas leyes si conocieran más acerca de ellas ... Un ver-
dadero milagro no puede ser explicado por las leyes naturales, conocidas o
desconocidas. 5

5. Floyd E. Hamilton, The Basis ofChristian Faith (New York: Harper & Row, 1964), págs.
102, 103.

401
Un milagro tiene unas características básicas que tienen que ser
comprendidas. Hay tres áreas definitorias que nos ayudan para
comprender la verdadera naturaleza de los milagros.

A. Un acontecimiento sensorial experimentado


Un milagro es un acontecimiento reconocido como tal mediante
los sentidos. Los que experimentaron milagros en la Biblia recono-
cieron la alteración de los acontecimientos ordinarios. En Hechos,
capítulo tres, Pedro sanó a un mendigo lisiado en el porche del
Templo. Pedro y Juan fueron llevados ante el Sanhedrín para dar
cuenta de lo que habían hecho. Cuando el Sanhedrín vio «al hom-
bre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían
decir nada en contra» (Hechos 4:14). Dijeron: «¿Qué haremos con
estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por
ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos ne-
gar» (Hechos 4:16).
El milagro anterior no fue hecho en secreto, sino ante todos, in-
cluso incrédulos. En su defensa ante Agripa, Pablo, con respecto a
las obras de Jesús, dijo: «Pues el rey sabe estas cosas, delante de
quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ig-
nora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón» (Hechos
26:26). Los verdaderos milagros nunca fueron trucos. Muchos de los
que rechazaron a Jesús habían visto y creído Sus obras, aunque la
dureza de sus corazones les impidiera creer en el mensaje del que
actuaba así.
George Fisher dijo con toda razón: «Se debiera añadir, para
completar el concepto de un milagro, que se trata de algo manifies-
to - algo que puede ser conocido y comprobado por los hombres.» 6
Con este entendimiento sería un error ligar la definición de la pro-
videncia con la definición de los milagros que se encuentra en la Bi-
blia. Examinemos este concepto, esta relación entre los milagros y
la providencia.
Se tiene que afirmar que Dios obra hoy detrás de las escenas
para cumplir Sus propósitos y para dar respuesta a las oraciones de
los santos. Esto ciertamente puede ser sobrenatural en sí, pero no
clasificado con los milagros de Jesús, Sus apóstoles y cristianos pri-
mitivos llevaban a cabo en el siglo primero.
La providencia es la obra de Dios detrás de una cortina de ley
natural, en tanto que un milagro es la manifestación directa del po-
der en acción de Dios patente para el hombre. Yo puedo tener fe en
que Dios obra todas las cosas para bien, pero no puedo afirmarlo en
base de una evidencia empírica. La providencia es la obra de Dios
de una manera conocida por la fe, en tanto que un milagro es Dios
obrando de una manera conocida a los sentidos. En un milagro Dios
6. Fisher, Manual of Christian Evidences, op. cit., págs. 9, 10.

402
suspende la ley natural; en providencia, Él obra mediante la utili-
zación de las leyes naturales. Así, «podemos definir un milagro bí-
blicamente como un fenómeno observable llevado a cabo por la
operación directa del poder de Dios, una desviación sorprendente
de las ordinarias consecuencias de la naturaleza, desviación que tie-
ne el propósito de suscitar una maravilla engendradora de fe, una
irrupción divina que autentica a un agente revelacional.» 7 Así que
hay una diferencia decidida entre este curso de actividad divina y
el exhibido en providencia.
B. Una exhibición sobrenatural
La presencia de lo sobrenatural tiene que ser claramente visible
en un milagro. De acuerdo con el primer punto se tiene que decir
también que la ocurrencia de un milagro no deja dudas en las men-
tes de los espectadores acerca de quién o qué es lo que está obran-
do. Elías oró por una manifestación de Dios en el monte Carmelo.
Dios dio respuesta a aquella oración con un milagro que daba clara
evidencia de Su presencia (1 Reyes 18: 17-46). Cuando Lázaro salió
de la tumba al mandato de Jesús, el pueblo conoció la presencia de
lo sobrenatural (Juan 11 :43-45). No había dudas en la mente de Ni-
codemo acerca de cuál era el poder que se manifestaba en los mi-
lagros de Jesús (Juan 3:2). Estos milagros evidenciaban poderosa-
mente la presencia de lo sobrenatural. Esta es una característica de
un verdadero milagro.
C. Un acontecimiento no ordinario
Un milagro es un acontecimiento diferente del ordinario aconte-
cer de la ley natural. Para determinar el significado verdadero de
un milagro, uno tiene que comprender plenamente su relación con
la ley natural. Un malentendido común es que un milagro es una
«Contradicción» de la ley natural. Hume, en su Essay on Miracles,
mantenía que un milagro era una contradicción de la ley natural.
¿Es cierto?
La ley tiene referencia al acontecer ordinario de las cosas. La ley
natural es el acontecer ordinario de los principios que gobiernan al
universo material. No sería lógico afirmar que la ley natural existió
antes que la naturaleza. Dios creó todas las cosas. Para regir las
cosas creadas, las leyes naturales fueron creadas. Pero con ello no
se afirma que Dios dejó a Su creación para que funcionara a ~olas
como pretende el deísta. Dios trasciende Sus leyes naturales. El da
a conocer Su presencia manifestando Sus «más elevadas leyes».
Dios «sustenta todas las cosas con la palabra de su poder» (Hebreos
1:3). Jesús dijo: «Mi Padre hasta ahora trabaja» (Juan 5:17). Las le-

7. Vernon C. Grounds, «Miracles•, Baker's Dictionary ofTheology, Everett F. Harrison, ed.


(Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1966), pág. 356.

403
yes naturales fueron creadas y son sustentadas por Dios para con-
trolar Su creación.
Aún más, ¿no sería razonable creer que una razón por la que
Dios instituyó leyes naturales fue para poderse revelar al hombre
mediante la utilización de leyes superiores, comúnmente llamadas
milagros? Si las más elevadas leyes de Dios estuvieran siempre en
vigor en la historia del mundo no habría manera por la que Dios se
pudiera revelar por medio de milagros, porque las leyes más eleva-
das son los milagros. Por ello fue necesario que Dios creara las leyes
naturales inferiores para poderse revelar a Sí mismo mediante los
milagros. (Sería bueno aquí que el lector repasara el capítulo titulado
«El problema del mal». En aquel capítulo se explica porqué fue nece-
sario que Dios creara un mundo donde están en acción las leyes natu-
rales. Para que el hombre fuera verdaderamente un agente moral li-
bre tenía que vivir en un medio que produjera verdaderos caracteres
morales. Y este ambiente no podría existir sin las leyes naturales).
Pero un milagro no es una contradicción de la ley natural. Es un
dejar aparte las leyes inferiores para que aparezcan las superiores.
Trench elabora en este punto diciendo:
Una extraordinaria causalidad divina, y no aquella causalidad ordinaria
que reconocemos en todas partes y en todos lugares, pertenece entonces a la
esencia del milagro. La actividad incesante de Dios, que en otras ocasiones se
oculta y esconde detrás del velo que denominamos ley natural, se desvela en
el milagro, sale de su ocultamiento,y la mano que obra queda patente. 8
Un milagro es la suspensión temporal de lo natural para revelar
lo sobrenatural. «Un milagro, cuando es una interposición de la di-
vina voluntad, no es antinatural, sino sobrenatural.» 9 «Pero, en tan-
to que el milagro no es, por tanto, naturaleza, tampoco va en contra
de la naturaleza. Está más allá de la naturaleza, más allá y por en-
cima de la naturaleza que conocemos, pero no es contrario a ella.
El milagro no es innatural.» 10 Se tiene que entender que «los mila-
gros exceden a las leyes de la naturaleza, pero n J por ello se tiene 1

que seguir que excedan a las leyes de toda la naturaleza» 11 Es como


dice Hamilton: «Un milagro, tal como utilizaremos el término, es
un apartarse del método ordinario de la actividad de Dios.» 12
Las leyes superiores son milagros para el hombre. Son las leyes
del cielo. Este mundo está infestado con dolor y enfermedad. Cuan-
do Jesús desveló el poder por encima de la ley natural, ¿no iba a
darle al hombre una pequeña degustación del cielo? (Apocalipsis
21 :4). Tenemos que esperar anhelantemente el día en que las leyes

8. Trench, Notes on the Miracles of Our Lord, op. cit., págs. 10, 11.
9. Fisher, Manual of Christian Evidences, op. cit., pág. 13.
10. !bid., pág. 12.
11. !bid., pág. 13.
12. Hamilton, The Basis of Christian Faith, op. cit., pág. 102.

404
secundarias quedarán eliminadas con la destrucción de este mísero
mundo material. Será entonces que Dios nos permitirá vivir en un
medio controlado por las leyes primarias. Este medio será el cielo.
Otra definición que conduce a un equívoco de qué es lo que un
milagro es, se da en el Webster's Dictionary. Allí un milagro es de-
finido como «Un acontecimiento o efecto que aparentemene contra-
dice las leyes científicas conocidas y que por tanto se atribuye a cau-
sas sobrenaturales, especialmente a un acto de Dios.» 13 Esta defini-
ción comunica lo que Alfred Walton intentó hacer inútilmente hace
varios años en su libro This I Can Believe. Walton -hay muchos
Waltons en la actualidad que hacen la misma afirmación- preten-
día que los milagros de la Biblia «tienen explicaciones razonable-
mente claras» en base de las leyes que conocemos en la actualidad,
pero que eran desconocidas durante los períodos en que se llevaron
a cabo los milagros. 14 Albert Wells hizo también el intento de expli-
car los milagros mediante lo que podríamos llamar «la teoría de la
ley natural desconocida». Escribe él: «El estudio de los milagros de
sanidad de Jesús revelará que sus obras de sanidad eran llevadas a
cabo mediante la aplicación de leyes y métodos de curación aún
desconocidos, leyes y métodos que en parte han sido descubiertos
independientemente por la ciencia moderna.» 15
Walton y Wells representan a aquellos que pretenden que los
acontecimientos sobrenaturales de la Biblia fueron llamados mila-
gros por aquellos que los experimentaron, porque ignoraban las le-
yes naturales que fueron utilizadas para llevar a cabo tales mara-
villas. Dicen que en la actualidad conocemos estas leyes y que po-
demos explicar estos milagros. En sus libros intentan, contra toda
esperanza, dar una explicación naturalista de los milagros bíblicos.
Naturalmente, se trata sólo del naturalismo disfrazado de teología.
Y esto es de lo más peligroso. Esta teología naturalista ha invadido
el mundo religioso con una velocidad asombrosa. Con respecto a
este naturalismo, R. Hooykaas dijo certeramente: «La deificación
de la naturaleza sigue estando bien viva, y el hecho de que esta dei-
dad no tenga un culto especial no demuestra nada en sentido con-
trario. No se daba ningún culto especial a la Naturaleza en la An-
tigüedad, y no se erigieron templos a ella, pero se la adoraba bajo
los nombres de otros dioses.» 16 En la actualidad, hoy es adorada
bajo el nombre de «teología».
13. «Miracle», Webster's New Twentieth Century Dictionary (Cleveland, Ohio: World Publis-
hing Co., 1971), pág. 1147.
14. Alfred Grant Walton, This I Can Believe (New York: Harper S. Brothers, 1953), págs. 204,
205, Alley también hace un ataque similar en Revolt Against the Faithful (New York: J. B. Lippin-
cott Co., 1970), págs. 151-154.
15. Albert N. Wells, The Christian Message in a Scientific Age (Richmond, VA: John Knox
Press, 1962), pág. 80.
16. R. Hooykaas, Religion and the Rise of Modem Science (Grand Rapids, Mich.: William B.
Eerdmans Publishing Co., 1974), pág. 19.

405
Pero el problema con los razonamientos de los naturalistas es
que tenemos los hechos registrados acerea de estos milagros y que
siguen sin poder ser explicados por las leyes de la naturaleza que se
conocen en la actualidad. La curación del ciego poniendo sobre sus
ojos fango hecho con polvo y saliva no puede ser explicada median-
te las leyes naturales (Juan 9:6, 7). ¿Qué poder médico hay en lasa-
liva y en el barro? ¡Ninguno! «Un milagro es una obra que sale de
la secuencia normal de causas y efectos secundarios, que no puede
recibir explicación mediante la acción ordinaria de estas causas.» 17
Los milagros de la Biblia no pueden ser explicados por las causas
ordinarias y los efectos de las leyes naturales conocidas que expe-
rimentamos en la actualidad. Fisher escribe: «En el caso de un mi-
lagro, el efecto es diferente debido a que las causas no son las mis-
mas. La variación en el efecto es lo que tiene que tener lugar, supo-
niendo una tal alteración de los antecedentes. Si irrumpe una nue-
va causa, es irracional esperar el mismo efecto que antes. .
Cualquier esfuerzo en explicar los milagros por intervención de
leyes naturales desconocidas es un ataque en contra del carácter so-
brenatural de la Biblia. Es un bofetón en el mismo rostro de la di-
vinidad de Cristo. F. Bettex respondió a estos modernos «exposito-
res teológicos» años antes de que llegaran a «la verdad» cuando es-
cribió:
La misma esencia de un milagro es su intangibilidad mediante pruebas y
razonamientos, su incomprensibilidad e imposibilidad de prueba. El que in-
tente explicar y comprender un milagro, abarcar o fijar tal resplandor de po-
der ilimitable y divino, demuestra que no sabe lo que es un milagro, y en su
intento de explicarlo solamente consigue demostrar su insensatez, tanto desde
una perspectiva científica como cristiana. Un milagro demostrado científica-
mente y científicamente explicado sería una contradicción lógica. 19

La definición de milagro por el autor no dice que Dios no pueda


utilizar leyes naturales para llevar a cabo Sus propósitos. Algunas
de las plagas de Egipto no eran fenómenos desconocidos en aquel
país. Pero su intensidad y eJ hecho de que sucedieran al mandato de
Moisés sí fue un milagro (Exodo 7-11). La separación de las aguas
del Mar Rojo por un fuerte viento oriental para liberar a Israel de
lqs egipcios fue un ejemplo de Dios utilizando medios naturales
(Exodo 14). Lo que fue un milagro y manifestó la presencia de lo so-
brenatural fue que sucedió en el momento preciso ordenado por Moi-
sés y con la fuerza necesaria para llevar a cabo aquella obra. Natu-
ralmente, que el agua se transformara en sangre y las tinieblas eran

17. William M. Taylor, The Gospel Miracles in their Relationship to Christ and Christianity,
pág. 173.
18. Fisher, Manual of Christian Evidences, op. cit., pág. 11.
19. F. Bettex, Science and Christianity (New York: The Abingdon Press, 1901), pág. 143.

406
cosas desconoocidas en Egipto. Es evidente que Dios no utilizó le-
yes naturales en estos milagros. Pero el argumento es que Dios ha
utilizado leyes naturales para manifestarse.
Un milagro, entonces, no es una contradicción de las leyes natu-
rales sino un poner estas leyes a un lado para permitir que el poder
eterno de Dios sea liberado en este mundo. O, Dios puede utilizar
una ley natural en una forma intensa o innatural para llevar a cabo
una gran maravilla. Los milagros en la Biblia no pueden ser expli-
cados por el decurso ordinario de las leyes naturales, conocidas o
desconocidas. James Buswell concluye que un milagro «es
(1) un acontecimiento extraordinario, inexplicable en términos de
fuerzas ordinarias naturales; (2) un acontecimiento que causa que
los observadores postulen una causa personal super-humana; (3) un
acontecimiento que constituya evidencia (una «señal») de implica-
ciones más amplias que el acontecimiento mismo». 2º

CIENCIA Y MILAGROS
La ciencia ha estado constantemente intentando acogotar los
milagros. Esto no es el resultado de hechos demostrados, sino de su-
posiciones carentes de base de parte de algunos científicos. Ramm
menciona dos bases sobre las que la ciencia se opone a los milagros:
(1) «Sobre la base de que lo sobrenatural es contradictorio a la ley
natural», y (2) «los milagros no caben en el universo en el que tra-
bajan los científicos». 21 Estas pueden ser las dos principales áreas
de oposición, por lo que procede a considerar cada una de ellas por
separado.

A. Rechazo debido a que los milagros son contrarios


a la uniformidad de la naturaleza
Algunos científicos rechazan los milagros debido a que afirman
que lo sobrenatural es contradictorio frente a las leyes uniformes de
la naturaleza. Esta objeción se refiere principalmente a la uniformi-
dad de la naturaleza. En primer lugar, tenemos que determinar qué
es lo que se significa por la uniformidad de la naturaleza. Peter Ec-
kler dio la siguiente definición representativa, y con ella expresó la
concepción de muchos científicos: «El universo persiste en su in-
quebrantable uniformidad a pesar de todas las mezquinas preten-
siones del hombre ... Ninguna ley natural se ha desviado jamás ni
una pizca de su senda original, ningún fragmento de materia ha
cambiado su forma sin obedecer a las fuerzas que gobernaron su

20. James O. Buswell, «Miracles», Zondervan Pictorial Bible Dictionary, Merrill C. Tenney, ed.
(Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1968), pág. 544.
21. Bernard Ramm, Protestant Christian Evidences (Chicago, Ill.: Moody Press, 1971), pág. 47.

407
origen.» 22 Esta es la postura de muchos científicos. Y, naturalmente,
no hay lugar para los milagros en tal comprensión de la naturaleza.
Pero parece haber aquí una gran suposición que los científicos tie-
nen que reconocer como tal.
Si algunos científicos rechazan los milagros sobre la base de la
uniformidad de la naturaleza, entonces han presentado este rechazo
sobre la base de una suposición metafísica. La suposición de que
todas las cosas en el pasado y en el futuro han seguido y seguirán
como son ahora en el presente es una filosofía imposible de demos-
trar. Sí, se trata de una filosofía. Y la filosofía tiene un persistente
hábito de no tomar todos los hechos en consideración. En ocasiones
erige su sistema metafísico, antes de hacer una investigación y ve-
rificación de la evidencia. Esta parece ser la situación con respecto
a la objeción de la ciencia a los milagros. Pero una objeción impo-
sible de prueba en contra de aquello que se cree improbable cons-
tituye un burdo error de lógica. Se trata frecuentemente de una ob-
jeción estimulada por los prejuicios y no por la evidencia factual.
Ningún científico puede demostrar que la naturaleza haya sido
siempre uniforme. Y por ello, se sigue que lógicamente ningún cien-
tífico puede utilizar la uniformidad de la naturaleza como argu-
mento en contra de los milagros.
Al considerar la segunda objeción podremos comprender mejor
el argumento de aquellos que objetan a los milagros.
B. Rechazo debido a que los milagros no caben en el mundo
del científico
Los científicos se oponen a los milagros sobre la base de que los
milagros no caben en el mundo en el que trabajan. El científico tra-
baja en el presente. Está rodeado por las actuales leyes naturales.
Le cuesta aceptar cualquier cosa contraria a este medio en que se
encuentra. Manford G. Gutzke, que era antes un científico escéptico
pero que es ahora un firme creyente en los milagros y en la resu-
rrección de Cristo, admite que cuando era un escéptico «mi mente
había sido tan condicionada a creer en la ley natural que encontra-
ba difícil creer en los milagros». 23
Lo anterior es una representación bastante ajustada del pensar
de la mayor parte de los científicos. El mundo de ellos es un mundo
de leyes naturales. Estas leyes son ordenadas -así las hizo Dios-.
Cualquier cosa que insinúe siqviera una desviación de este orden es
rechazado por los científicos. El puede ver el orden en la naturale-
za. Sobre esto es sobre lo que erige su obra. Pero no puede ver al
Ordenador. Es algo parecido a no poder ver el bosque a causa de los
árboles.
22. Peter Eckler, Searching Far Truh (New York: Peter Eckler Publisher, 1902). pág. 136.
23. Manford G. Gutzke, Plain Talk of the Resurection (Grand Rapids, Mich.: Baker Book Hou-
se, 1974), pág. 48.

408
Pero, ¿podemos negar los milagros sobre la base de que no son
parte de nuestra experiencia actual? Esto suscita la cuestión: ¿tiene
alguien que experimentar algo antes de creerlo? ¡Desde luego que
no! Nadie tiene que experimentar un terremoto para creer que su-
ceden. No se tiene que experimentar el poder de una bomba atómi-
ca para comprender que existe la energía atómica. Este autor no ha
tenido el privilegio de ver un ángel, como sí lo vio María, la madre
del Señor (Marcos 1:26-28). Pero esto no me da derecho a negar que·
un ángel se le apareciera a ella. Mi falta de experiencia no me jus-
tifica para negar la experiencia de otros. «Conocer» no necesaria-
mente significa «experimentar». Tenemos que recordar que el cono-
cimiento viene por los dos caminos de la experiencia y el testimo-
nio, o por la lógica basada sobre este testimonio. Ramm puso las
cosas en su sitio al decir:
Ahora bien, si un hombre afirma que no se va a creer nada que no esté den-
tro de lo común, ha encegado la ciencia. Es evidente que no se puede hacer
ninguna objeción válida contra los milagros sobre la base de que los milagros
sean tan diferentes de lo que generalmente experimentamos sin, al mismo
tiempo, apremiar la misma objeción contra las novedades de la ciencia. 24

Tenemos que aceptar que los milagros eran mucho más acepta-
dos en los tiempos de Cristo y de los apóstoles. Los escribas y fari-
seos preguntaron a Jesús: «Deeamos ver de ti señal» (Mateo 12:38).
«Otros, para tentarle, le pedían señal al cielo» (Lucas 11:16).
Concediendo que los milagros eran más fáciles de creer entonces que ahora,
con todo nadie iba diariamente por Palestina restaurando la vista a los ciegos,
sanando a leprosos, levantando muertos, como lo hacía Jesucristo. Aunque
aquella gente creía más bien dispuesta en los milagros, los de Cristo no pudie-
ron dejar de tener un destacable efecto en sus mentalidades.2 ;

Durante la indagación que uno haga acerca de los milagros hay


una cosa que tiene que mantener presente: el hombre vive en el con-
texto de su propio tiempo. No puede vivir en el pasado ni en el futu-
ro. No se pueden experimentar hoy en día acontecimientos que tu-
vieron lugar y que fueron experimentados por gentes de hace dos
mil años. Sobre esta base de la no-experiencia, la ciencia intenta re-
chazar los milagros. Y ello es una falacia.
Bien al contrario, Dios contempla la naturaleza desde su comienzo a su fi-
nal y planea sus acontecimientos para que sean apropiados para Él. En una
porción del tiempo otorgado a la Naturaleza Él suscita acontecimientos que el
hombre en su pequeño tiempo que le ha sido dado no puede creer porque ni
lo ha visto antes de él ni lo verá después de él. Cree solamente aquello que ve
24. Ramm, Protestant Christian Evidences, op. cit., pág. 161.
25. ibid., pág. 145.

409
y experimenta en su propio tiempo y sólo aquello que ocurre de acuerdo con
lo que en su tiempo sabe que es la ley natural. 26

La ciencia no puede objetar nada frente a los milagros debido a


que los milagros no caen dentro del campo del método científico.
Sears concluye diciendo:
.. .la ciencia no trata de lo singular. Los milagros son singulares. La ciencia
no ha refutado los milagros, porque ellos se encuentran fuera de la esfera de
la ciencia. La mayor parte de los científicos han negado los milagros y han re-
pudiado totalmente la Biblia debido a los milagros registrados en ella, pero la
ciencia ni ha refutado ni puede refutar la posibilidad de los milagros de la mis-
ma manera que tampoco la ciencia puede refutar la existencia de ningún fe-
nómeno sobrenatural. La ciencia está limitada al mundo material, a los hechos
observables. 27

Cada vez que un científico haga un ataque contra los milagros


se sale del campo científico y se introduce en los recovecos de la fi-
losofía. Cada creyente en la Biblia debería darse cuenta de esto. Y
se debería recordar esto a cada científico.

CONSECUENCIAS DE LA NEGACIÓN
Si se admite la existencia de Dios se tiene que admitir la posi-
bilidad de los milagros. Es de pura lógica. Si se admite lo sobrena-
tural se da a la vez lugar para los milagros. La negación de los mi-
lagros es en realidad una negación de lo sobrenatural, una negación
de Dios. Si Dios es un Dios que no se pued~ revelar a ~í mismo al
hombre, ¿qué clase de ser sobrenatural es El? ¿Tiene El algún po-
der? ¿Es él un ser débil e impotente? Si elirpinamos la manifesta-
ción de Su presencia, ¿no lo eliminamos a El? Bettex escribió:
El que permite que su fe en los milagros sea eliminada o siquiera pertur-
bada por razonamientos de pretendidos argumentos científicos, carece, para
hablar suavemente, de perspicacia, y haría bien en probar su concepción de un
Dios Todopoderoso, y en descubrir qué es lo que cree realmente. Dios es mila-
gro, y el que no cree en milagros no cree en Dios, aunque crea que cree en él;
es decir, es mentalmente demasiado débil para poder asirse de ambos.28

Muy frecuentemente los hay que quieren un dios Baal y no un


dios de Elías. Quieren un Dios impotente que sea sordo y mudo sin
poder para lanzar fuego para demostrar la falsedad de las vanida-
26. Stanley Sayers, For This Cause (Austin, Tex.: R. B. Sweet Co., lnc., 1957), pág. 116.
27. Jack Wood Sears, Conflict and Harmony in Science and the Bible (Grand Rapids, Mich.:
Baker Book House, 1972), pág. 93.
28. Bettex, Science and Christianity, op. cit., pág. 144.

410
des de los escépticos. Pero la Biblia no sabe de un Dios de impoten-
cia. Si negamos los milagros, tanto daría negar a Dios. ¿De qué sir-
ve un Dios impotente? ¿De qué les sirvió Baal a los profetas de
Baal?
Las consecuencias de la negación de los milagros son enormes.
Si negamos los milagros tenemos que negar la autenticidad de la
Biblia. «El Nuevo Testamento sin los milagros», escribió John Ma-
chen, «sería mucho más fácil de creer. Pero el problema es: ¿valdría
la pena creerlo?» 29 Y también, si negamos los milagros de la Biblia
negamos el repentino crecimiento de la Iglesia primitiva. Un creci-
miento tan asombroso hubiera sido imposible sin la mano activa de
Dios. Si negamos los milagros negamos el inexplicable cambio en
las vidas de los apóstoles y la repentina realidad del cristianismo.
E. V. Zollers dijo que «es inútil intentar echar los milagros por la
borda y seguir sosteniendo el cristianismo. Como sistema está ba-
sado en milagros. Si sus milagros son genuinos, su afirmación está
claramente respaldada; si son falsos, su pretensión queda totalmen-
te desacreditada y sus fundamentos quedan barridos». 30
La negación de los milagros, entonces, no es el comienzo del es-
cepticismo, sino que es el mismo escepticismo. Y, en realidad, se
trata del ateísmo aferrándose a un Dios impedido. Al menos, esto es
lo que algunos «teólogos ateos» intentan hacer. Pero la carga de la
negación es demasiado pesada para soportarla. El autor está con-
vencido de que muchos modernistas no se dan cuenta de las conclu-
siones finales de su escepticismo. ¡El «teólogo» que no cree en mi-
lagros tiene que ser el extremo último de la contradicción y de la
incoherencia!

EL HECHO DE LOS MILAGROS


Para respaldar aún más el hecho de los milagros se tiene que
considerar también cómo y bajo qué circunstancias fueron llevados
a cabo. Señalemos algunos puntos aquí que clarifican este extremo.
A. Los milagros fueron llevados a cabo delante de incrédulos
Los milagros fueron en numerosas ocasiones llevados a cabo
ante los ojos de los incrédulos. No fueron «hechos en un rincón» ni
escondidos de los escépticos (Hechos 26:26). El poder de Dios no fue
algo oculto y oscuro cuando derramó fuego sobre el monte Carmelo
en respuesta a la oración de Elías (1 Reyes 18:30-40). La resurrec-
ción de Lázaro por parte de Jesús llevó a muchos a creer, pero hubo

29. John G. Machen, Christianity and Liberalism (New York: Macmillan, 1923), pág. 103.
30. E. V. Zollars, The King of Kings (Cincinnati, Ohio: Standard Publishing Co., 1911), pág.
105.

411
también muchos incrédulos que fueron testigos del acontecimiento
(Juan 11 :45, 46). Los milagros de los apóstoles fueron «manifiestos
a todos los que moran en Jerusalén» y los incrédulos no podían ne-
garlos (Hechos 4: 16). La validez de los milagros de Jesús nunca de-
pendió de su ocultamiento de los ojos de los escépticos.

B. ,No hay negación de milagros en los registros evangélicos


Este es un hecho realmente asombroso. En los registros evangé-
licos no hay ninguna negación de los milagros efectuados por Jesús.
Muchos podrían y hubieran querido negar el hecho de los milagros
si tan solo fueron actos de magia y fraude. Pero la ausencia de ne-
gación nos conduce a creer en su autenticidad. Judas hubiera podi-
do negar los milagros ante los fariseos, pero no lo hizo. ¿Por qué
no? Uno podría decir que, bien, sólo aquellos que creían en los mi-
lagros escribieron los registros. Cierto. Pero, si los milagros fueron
engaños, ¿no se habrían contradecido estos creyentes que registra-
ron los milagros al registrar los hechos que rodeaban los aconteci-
mientos milagrosos?

C. Había testigos fiables de los milagros


Tenemos el testimono de testigos fiables. Los apóstoles lo tenían
todo que perder debido a su testimonio de que Jesús era demostra-
damente el Cristo. ¿Por qué iban a dar sus vidas por uno que hubie-
ra engañado al mundo? ¿Hubieran ellos también podido ser enga-
ñados? Muy improbable. Estuvieron con El durante tres años. ¿Hu-
bieran estado dispuestos a ir al foso de los leones por uno que ellos
supieran había estado ejecutando trucos y no verdaderos milagros?
¿Realmente?
D. Tenemos el testimonio de los que fueron sanados
Al determinar el hecho de los milagros tenemos también el tes-
timonio de aquellos que fueron sanados. Jesús dio la vista a un
hombre que había nacido ciego (Juan 9). Este hombre fue traído
ante los fariseos e interrogado acerca de su curación. Aunque fue
presionado y amenazado por los fariseos, ni él ni sus padres estaban
dispuestos a negar que hubiera sido sanado (Juan 9:25).
Así que el testimonio y la lógica confirman los milagros. Cual-
quier razonamiento recto con respecto a su existencia llevará a
creer en su factualidad. Es por esta razón que fueron registrados
(Juan 210:30, 31). Este fue su propósito.

EL PROPÓSITO DE LOS MILAGROS

Dios no hace nada sin un propósito. No pone en acción Su mano


grande y poderosa para entretener al hombre. J. W. McGarvey es-
412
cribió en una ocasión: «Un milagro obrado por un hombre es una
ejercitación de poder divino confiado al hombre por algún propósi-
to divino.» 31 Cuando el propósito quedó cumplido cesaron los mila-
gros. Los siguientes puntos definen el propósito de Dios al manifes-
tar los milagros al hombre.
A. Los milagros eran un sello de aprobación divina
Muchos de los milagros que se encuentran en el Antiguo Testa-
mento daban a conocer que Dios era el único y verdadero Dios y
que Sus mensajeros habían sido enviados por El, no por Satanás.
Elíseo, el sucesor de Elías, fue confirmado como mensajero de Dios
mediante los milagros que llevó a cabo (2 Reyes 2). Moisés tuvo
consigo el testimonio de Dios cuando exhibí~ el poder de Dios por
encima de los trucos de los magos de Egipto (Exodo 7:8-13). Cuando
estos milagros hubieron cumplido su propósito no hubo necesidad
de que prosiguieran. Dios no tuvo que continuar demqstrando a Fa-
raón, una vez que los israelitas estuvieron libres, que El era el único
Dios, incluso aunque nosotros creyéramos que tuviera que seguir.
B. Los milagros demostraron la filiación divina de Jesús
Los milagros exhiben la realidad de que Jesús es el Hijo de Dios.
Juan escribió: «Hizo además Jesús muchas otras señales en presen-
cia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero
éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de
Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre» (Juan 20:30,
31). Los milagros de Jesús producían fe en las mentes de los espec-
tadores. «Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y
manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él» (Juan 2: 11). Ni-
codemo proclamó: «Sabemos que has venido de Dios como maes-
tro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está
Dios con él» (Juan 3:2; cp. 4:48).
«Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan», dijo Jesús,
«porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mis-
mas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el padre me ha
enviado» (Juan 5:36; cp. 6:14; 10:24, 37, 38; 11:15; 14:11). Cuando
Juan envió a sus discípulos a Jesús para preguntarle: «¿Eres tú
aquel que había de venir, o esperaremos a otro?» Jesús respondió:
«Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y véis. Los ciegos ven,
los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los
muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio»
(Mateo 11 :2-6; cp. Lucas 7 :20-22). ,
Las obras de Jesús demostraron que El era el Hijo de Dios y que
tenía autoridad para perdonar los pecados (Mateo 9:6; cp. Marcos

31. John William McGarvey, Short Essays in Biblical Criticism (Nashville, Tenn.: Gospel Ad-
vocate Co., 1956), pág. 354.

413
2:9-12; Lucas 5:26). Pedro se levantó en el día de Pentecostés y pre-
dicó: «Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón
aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y se-
ñales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros
mismos sabéis ... » (Hechos 2:22).
Reflexionemos un momento. Si iba a haber algo como un «Hijo
de Dios», ¿no es de lo más razonable creer que este «Hijo de Dios»
llevara a cabo milagros? Los milagros como prueba de autenticidad
hubieran sido necesarios a fin de que los crédulos no siguieran en
pos de cualquier pretendido mesías que se aventurara a salir en la
escena de la historia. Y verdaderamente la historia ha demostrado
lo correcto de que Dios hiciera de los milagros la prueba de Sus
mensajeros. ¿Acaso alguien, en ningún momento de la historia, ha
llevado a cabo obras tan grandes como las de Jesús de Nazaret?

C. Los milagros demostraron que los cristianos primitivos eran


de Dios
Los milagros efectuados por los mensajeros de Cristo durante el
primer siglo testificaron que habían sido enviados por Dios con el
evangelio de verdad. Marcos registra:

Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera de-
monios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebie-
ren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos,
y sanarán ... Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor
y confirmando la palabra con las señales que la seguían (Marcos 16:17, 18, 20).

El escritor de Hebreos también dice: «¿Cómo escaparemos noso-


tros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo
sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por
los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales
y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo
según su voluntad» (Hebreos 2:3, 4). Fue necesario el testimonio de
los milagros, en el siglo primero, para autenticar a los mensajeros
y al mensaje. Y esto lo hicieron de una manera total.
En la actualidad en nuestros tribunales utilizamos a testigos
para verificar un hecho. La fiabilidad y carácter de los testigos jue-
gan un importante papel en cuanto a la veracidad de sus declara-
ciones. Se les interroga extensamente y son puestos a prueba por
los abogados. Después de que se establece su fiabilidad y de que su
testimonio queda registrado, ya no se les necesita más. El jurado no
se lleva a los testigos al salón de deliberaciones a fin de tomar su
decisión. Se llevan el registro del juicio que contiene el testimonio
de cada testigo.
Y así sucede con la Palabra de Dios. ¿Quién puede encontrar un
problema en los milagros que los inspirados escritores nos han re-

414
gistrado para nuestros días? ¿Acaso Pablo, Pedro y Juan no son tes-
tigos fiables? ¿Quién puede hallar falta o defecto en la vida de Jesús
de Nazaret? Los milagros demostraban la fidedignidad de los testi-
gos. La Palabra de Dios ha quedado confirmada por milagros. Los
hechos han quedado establecidos. Aquello que fue utilizado para la
confirmación ya no se necesita más. Tenemos el registro del testi-
monio con el que tomar nuestra decisión de obedecer a Dios o al
hombre. Ya ha pasado la era de los milagros de la Biblia. Aquellos
fueron verdaderos milagros que dieron testimonio de la veracidad
de la Biblia, de que es la palabra inspirada de Dios.

RECAPITULACIÓN
Los milagros tienen que ser definidos en relación con su acaecer
en la Biblia. Cualquier otra fuente utilizada para su definición pro-
duciría una definición a la vez falsa e injusta. Los milagros no fue-
ron resultado de la operación de leyes naturales desconocidas ni
una contradicción de las leyes naturales. Fueron la manifestación
de la mano activa de Dios poniendo a un lado las leyes naturales.
Esta manera en que Dios obró en los tiempos pasados cae fuera del
campo de investigación del método científico. Por ello, los cientí-
ficos no pueden negar la existencia de milagros en el pasado sobre
una base científica.
Los milagros de la Biblia eran hechos, pero no hechos repetibles
que puedan ser examinados hoy mediante el método científico. Con
esto no se significa que Dios no se pudiera dar a conocer en el pre-
sente de la misma manera que en varias ocasiones en el pasado,
sino que El ha elegido no hacerlo así. Tenemos en las páginas de la
Biblia el registro de aquellas evidencias necesarias para satisfacer
a aquellos que tienen hambre y sed por la verdad.

415
24

La resurrección de Jesús
El milagro de los milagros del cristianismo es la resurrección de
Jesús. Sobre este acontecimiento descansa la validez de la Biblia, la
validez del cristianismo. Podríamos decir que este es el gran mila-
gro sobre todos los milagros, la gran conclusión del ministerio per-
sonal de Jesús.
Numerosos escépticos han negado de plano la resurrección. Con
frecuencia se han suscitado teorías naturalistas en contra de los
cristianos para dar explicación de ella. Algunas negaciones se han
extinguido. Algunas de las que eran reliquias de pasados pensado-
res modernistas han resucitado con nuevos ropajes en recientes dé-
cadas. El cristiano es bombardeado con no pocas cantidades de es-
cepticismo con respecto a la resurrección de Jesús de entre los
muertos.
Algunos cristianos han esquivado este escepticismo sin demasia-
do esfuerzo defensivo. En demasiadas ocasiones hemos dejado el
hecho de la resurrección a la sola fe sin ninguna investigación real
de la evidencia. Naturalmente, ello es una equivocación, porque
cualquier fe real tiene que reposar en la evidencia. Es la convicción
de este escritor que tal práctica no es correcta -la práctica de no
investigar los hechos- tanto por parte del escéptico como por parte
del que acepta la resurrección. Dios dejó mucha evidencia para con-
firmar el acontecimiento real. Espera que examinemos esta eviden-
cia. Con un poco de razonamiento sobre los hechos, la fe de uno en
este acontecimiento queda fortalecida. Y es injusto que cualquier
escéptico remita una creencia a los libros de mitología sin ningún
examen estrecho de los hechos. Cualquiera que niegue -y ello in-
cluye a todos los escépticos- tiene que examinar laboriosamente la
evidencia ut'..lizada para respaldar aquello que él está negando.
417
Así, estudiaremos ahora algunos hechos preliminares acerca de
la resurrección. Después tendremos que examinar las teorías que se
han propuesto para dar una explicación racional de ellas. Al exami-
nar estas teorías se puede abrir ampliamente el sólido fundamento
sobre el que reposa la resurrección. En el último capítulo tratare-
mos de la resurrección desde una perspectiva histórica.

PROFECÍA DE LA RESURRECCIÓN

Los registros evangélicos están repletos de profecías de la resu-


rrección. Estas afirmaciones son comentarios sobre unas pocas de
las profecías del Antiguo Testamento que dan sólo una sombra de
aquel gran acontecimiento. Una lectura de las afirmacione~ de Je-
sús acerca de Su resurrección manifiesta con claridad que El sabía
exactamente lo que estaba haciendo, cuál era su propósito, y a dón-
de se dirigía. Jesús declaró que sería crucificado (Lucas 18:31-34).
Declaró que resucitaría de entre los muertos (Mateo 12:40; 16:21;
17:9, 23; 20:19; 16:32; Marcos 8:31; 9:10; Lucas 9:22; 18:31-34; Juan
2:19-21). Declaró que resucitaría al tercer día (Mateo 12:46; 16:21;
17:23; 20:19; Juan 2:19).
Los hay que pretenden que la obra de Jesús en la tierra fue in-
terrumpida cuando los judíos lo prendieron y crucificaron. Pero un
claro entendimiento de los registros evangélicos revela ciertamente
que Jesús sabía lo que estaba haciendo. Conocía el plan divino (He-
chos 2:23) y con frecuencia hacía afirmaciones preparatorias a Sus
discípulos para condicionarlos para aquel evento final.
Jesús también afirmó que Su resurrección estaba enseñada en el
Antiguo Testamento (Lucas 24:44-46). La primera referencia a la
misma se encuentra en Génesis 3:15 (cp. Salmos 49:15; 86:13; 16:8-
11; Hechos 2:24-32). Dios dijo que la simiente de la mujer aplasta-
ría la cabeza de Satanás. Y Jesús hizo esto precisamente cuando
venció a la muerte para reinar en el cielo (Hebreos 2:14, 15; Efesios
1 :20-23). Ató a Satanás (Mateo 12:29; cp. Juan 12:31; Colosenses
2:15). Hizo posible que uno pudiera vencer a Satanás por la obe-
diencia al evangelio (Marcos 16:15, 16; Hechos 2:37, 38).

LA RESURRECCIÓN: EL CENTRO DE LA PREDICACIÓN

Después de la resurrección los discípulos proclamaron abierta y


valerosamente que Jesús había resucitado. La resurrección era el
tema principal de la predicación de los apóstoles. 1 John Shaw escri-
bió:
l. Hermitage Day, On the Evidences far the Resurrection (London: Brighton, 1906), pág. 2.

418
Bien lejos de ser un mero apéndice o accesorio del mensaje apostólico, un
acontecimiento aislado añadido a la vida y enseñanza de Jesús para dar cer-
teza a los discípulos de Su supervivencia sobre la muerte y de la verdad de Sus
afirmaciones, en ella (la resurrección) existía germinalmente y como en una se-
milla todo el evangelio que tenían que predicar; de manera que la predicación
de Cristo es para los apóstoles la predicación de Su resurección, y siendo su
función primaria la de testigos del hecho. 2

Se podrían dar referencias y referencias para demostrar que la


resurrección era el principal tema de la predicación del Nuevo Tes-
tamento (leer Hechos 2:23, 24; 3:14, 15; 4:10; 5:30; Romanos 1:4;
6:4-10; 8:11, 34; 10:9; 1 Corintios 15:1-8, 12-19; 2 Corintios 4:14;
5:15; 123:4; Gálatas 1:1; Efesios 1:20; Filipenses 2:9; 3:10; Colosen-
ses 2:12; 1 Tesalonicenses 1:10; 1 Timoteo 3:16; Apocalipsis 20:13).
Que se callen aquellos que pretenden que el hecho de la resurrec-
ción no tiene relevancia para el cristianismo. Sin ella no hay cris-
tianismo. La resurrección jamás fue una creencia marginal para los
primitivos cristianos. Era el centro de su predicación y de su fe.

IMPORTANCIA DE LA RESURRECCIÓN

La importancia de la resurrección en relación con el cristianis-


mo no puede ser destacada suficientemente. Si uno rechaza la resu-
rrección, tiene que rechazar la Biblia y los milagros. 3 C. Guignebert
subrayó lo siguiente:
La totalidad de la soteriología y la enseñanza esencial del cristianismo re-
posan en la creencia de la Resurrección, y en la primera página de cualquier
enunciación de los dogmas cristianos podrí;;i escribirse como lema la declara-
ción de Pablo: «Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación,
vana es también vuestra fe.» 4

Incluso algunos de los que tienen una perspectiva del cristianis-


mo han admitido que la resurrección es «decisiva para la perspec-
tiva completa del cristianismo». 5 Y cualquiera que tenga alguna
idea de lo que dice toda la Biblia acerca del cristianismo admitirá
lo mismo.
El Nuevo Testamento destaca enfáticamente la importancia de
la resurrección. Jesús fue declarado Hijo de Dios por la resurrección
de entre los muertos (Romanos 1:4). Jesús fue resucitado para nues-
2. John Shaw, The Resurection ofChrist (Edinburgh: n.p., 1920), pág. 4.
3. James Denny, Jesus ami the Gospels (New York: A. C. Armstrong and Sons, 1909), págs.
]22 y SS.
4. C. Guinebert, Jesus (New York: Harper & Row, Publishers, 1964), pág. 277.
5. David Strauss, The Life of Jesus (or the People (London: Williams and Norgate, 1879), pág.
397.

419
tra justificación (Romanos 4:25). Somos reconciliados con Dios por
la resurrección (Romanos 5:10). Conocemos el poder de Dios por la
resurrección (Efesios 1: 18-20). Los cristianos tienen una esperanza
viviente de la vida eterna, posibilitada por la resurrección (1 Pedro
1 :3, 21). Sin la resurrección la obra de Cristo sería vana (1 Corintios
15: 17). Sin la resurrección es vana la predicación de Cristo, nuestra
fe es vana, «Somos los más dignos de conmiseración de todos los
hombres» (1 Corintios 15:12-19).
John S. Whale dijo: «La creencia en la resurrección no es nues-
tro apéndice a la fe cristiana, es la fe cristiana.» 6 Y es una afirma-
ción bien cierta. «Este milagro de la resurrección es un elemento
principal en el plan de la redención, en tanto que los otros milagros
del Señor y Sus discípulos eran elementos secundarios y auxiliares
del plan de la redención.» 7 «Por ello, parece que la credibilidad de
la totalidad del testimonio apostólico tiene que mantenerse o caer
según la postura que tomemos acerca de la resurrección.» 8
Así, la resurrección de Jesús de entre los muertos es importante,
sumamente importante. Cada cristiano debería comprender con
claridad los hechos asociados con este acontecimiento. Y es la opi-
nión de este escritor que cuanto mejor uno comprenda los hechos
reales del acontecimiento, tanto más vigorosa se vuelve su fe en él.
Es totalmente necesario que investiguemos la evidencia.

TEORÍAS MUERTAS

Los modernistas han mirado debajo de cada piedra en busca de


alguna explicación de la creencia de la resurrección en el cristianis-
mo. Y los archivos del modernismo están llenos de teorías muertas
que han sido utilizadas en el pasado para negar racionalmente la
real resurrección de Jesús de entre los muertos.
Todas las teorías denegatorias con las que el creyente se enfren-
ta en la actualidad tienen sus raíces, en realidad, hundidas en las
refutadas tierras del modernismo de hace largo tiempo. Por lo ge-
neral, lo que se hace es cambiar de lugar una de estas arcaicas teo-
rías, para desempolvada, limpiarla y presentarla a las mentes in-
cautas de la actualidad, revestidas del ropaje de la moderna termi-
nología teológica. 9 Sigue siendo la misma vieja, caduca y refutada

6. Citado por Doan Eleanor, The New Speaker's Sourcebook (Grand Rapids, Mich.: Zonder-
van Publishing House, 1969), pág. 312.
7. Bernard Ramm. Protestan! Christian Evidences (Chicago, Ill.: Moody Press, 1971), pág.
185.
8. J. N. D. Anderson, Christianity: The Witness of History (London: Tyndale Press, 1969), pág.
85.
9. Ver Robert S. Alley, Revolt Against the Faithful (New York: J. B. Lippincott Co., 1970),
pág. 154-158 para una típica negación modernista de la resurrección física de Jesús.

420
teoría. No es nueva. Lo parece. Son pocos los escépticos de hoy con
ideas originales. La mayor parte de ellos escudriñan los archivos en
pos de alguna interesante reliquia del pasado que poder revestir de
pensamiento moderno para pensadores «modernos».
Pero, en realidad, el intento modernista para negar racional-
mente la resurrección ha ayudado para respaldar la evidencia de la
resurrección. Así, un estudio exaustivo de estas falsas teorías posi-
bilita que uno se quede convencido de que la resurrección desde
luego tuvo lugar. Cada golpe del martillo modernista sólo ha resul-
tado en potenciar la estabilidad del yunque de la resurrección. Las
teorías que se han utilizado para negar el acontecimiento sólo han
servido para acerar y dar temple a la evidencia en su favor. Así que
al examinar las varias teorías que se han presentado, nuestra fe en
este acontecimiento se fortalece aún más. Estas son las teorías:
A. La teoría simoniana
Algunos han llegado tan lejos en su intento de negar la resurrec-
ción que han afirmado que Simón de Cirene, que fue obligado a lle-
var la cruz de Jesús (Lucas 23:26), fue realmente crucificado en lu-
gar de Jesús. Los recientes textos de Nag Hammadi, o Textos Gnós-
ticos, promovían esta creencia. 10 Estos textos datan de los primeros
siglos y explican varias creencias de la secta gnóstica.
En realidad, no se tiene que dar ninguna explicación acerca de
esta teoría si se tiene algún conocimiento de los registros históricos
de la cruficixión. Había demasiados testigos para que pudiera suce-
der tal cosa. Y, además, ¿desapareció así de simplemente Jesús des-
pués de que Simón fuera accidentalmente crucificado en Su lugar?
Ciertamente, uno u otro de los discípulos habría dado publicidad al
hecho si los primitivos cristianos hubieran tratado de engañar al
mundo con una falsedad tal.
B. La teoría de la tumba equivocada
Los hay que han afirmado que cuando las mujeres fueron a la
tumba de Jesús temprano en el primer día de la semana, fueron a
dar en medio de la oscuridad a una tumba equivocada. Cuando Je-
sús fue sepultado, los ojos de ellas estaban bañados en llanto y no
sabían con exactitud donde, tres días después, estaba situada la
tumba. Cuando llegaron a lo que ellas creían era la tumba correcta,
y estando en expectación de la resurrección, simplemente se entu-
siasmaron en demasía. Corrieron a contar a los otros discípulos que
Jesús no estaba allí, sino que había resucitado. y desde entonces los
discípulos comenzaron a predicar la resurrección. Kirsopp Lake es
probablemente el que primero imaginó esta teoría. 11
10. «The World Haters», Time (June 9, 1975), págs. 35, 36.
11. Kirsopp Lake, The Historical Evidence for the Resurrection of Jesus Christ (New York: G.
P. Putnam's Sons, 1907), págs. 250-253.

421
Hay una serie de hechos que revientan esta hipótesis. Los regis-
tros evangélicos afirman que las mujeres se encontraban en la ver-
dadera tumba cuando Jesús fue sepultado (Mateo 27:61; Marcos
15:47; Lucas 24:55). Marcos registra que las dos Marías vieron
«donde era puesto» (Marcos 15:47). ¿Acaso estuvieron estas dos mu-
jeres tan poco tiempo que no hubieran podido reconocer la misma
tumba cuando volvieron? ¿Acaso esta tumba -la tumba de un
hombre rico que la había cavado de una roca para su propia sepul-
tura- tan indistinguible de las otras tumbas? Y, ¿había tantas
tumbas en aquella área?
Una vez más, tenemos que interrogar al escéptico preguntando:
¿Qué acerca de Pedro y de Juan, que fueron corriendo para compro-
bar el relato de las mujeres? ¿Fueron también ellos a la tumba que
no era? Cuando Pedro y Juan llegaron a la tumba, vieron los lienzos
sepulcrales yaciendo en la tumba (Juan 20:6, 7). Y los lienzos sepul-
crales serán siempre el hacha taladora de la teoría de la tumba
errónea. Pedro y Juan fueron a la verdadera tumba. No había error
posible. Estos lienzos sepulcrales serán siempre el primer proble-
ma, como dice Herschel H. Hobbs, para los escépticos acerca de la
resurrección. 12 Los lienzos sepulcrales eran la indicación de la tum-
ba correcta.
Si los discípulos eran tan entusiastas en predicar la resurrec-
ción, (más acerca de esto a continuación), ¿por qué esperaron en-
tonces siete semanas para predicar la resurrección por vez primera
en Pentecostés? (Hechos 2). De la misma manera, cuando los enemi-
gos de Jesús oyeron a los discípulos predicando la resurrección, hu-
bieran podido refutar fácilmente su pretensión exhibiendo el cuer-
po de Jesús. ¿O es que los enemigos de Jesús tampoco pudieron en-
con):rar la tumba correcta? También es ridículo creer que los discí-
pulos se hubieran atrevido a emprender tal aventura sobre el débil
testimonio de unas mujeres sobreexcitadas. Al arreciar el ardor de
la persecución, parece probable que al menos uno de los discípulos
se hubiera quebrantado y confesado los verdaderos hechos, o al me-
nos vuelto a Jerusalén para investigar la tumba y ver si estaba real-
mente vacía. No, no hubo cola ante la tumba para volver a compro-
bar la tumba. Todos sabían que estaba vacía, incluso los judíos es-
cépticos.
Y luego hay el problema de José de Arimatea. Después de todo,
¡era su tumba! Es evidente que de todos, él podría haber encontra-
do la tumba correcta. ¿Y qué del Sanhedrín? Ellos ciertamente sa-
bían donde habían puesto a los guardias y hubieran podido detener
«el rumor de la resurrección» de una vez por todas. Sí, la teoría de
la tumba equivocada provoca más problemas que los que resuelve.

12. Herschel H. Hobbs, Messages on the Resurrection (Grand Rapids, Mich.: 1959), pág. 17.

422
B. La teoría del desmayo
Frank Morison, un abogado que había sido escéptico acerca de
la resurrección de Jesús, pero que cambió de opinión cuando exa-
minó la evidencia, explica: «Empujado por la inmensa fuerza y con-
vicción de la realidad de la tumba vacía, el racionalista alemán
Venturini propuso la sugerencia de que Cristo no murió verdadera-
mente en la cruz, sino que sufrió un desmayo, y que revivió con el
frescor de la tumba, y que se apareció posteriormente a los discí-
pulos.» 13 Así, Jesús nunca murió en la cruz. En realidad, sólo sufrió
un desmayo y se recuperó más tarde. 14
No son pocos los problemas que afronta esta teoría. Los regis-
tros evangélicos afirman decididamente que Jesús murió en la cruz
(Mateo 27:50; Marcos 15:37; Lucas 24:46; Juan 19:30). Y los solda-
dos romanos presentes en aquella escena se cercioraron de la muer-
te de Jesús atravesando Su costado con una lanzada (Juan 19:34).
De allí salió sangre y agua, una señal cierta de Su muerte. Los sol-
dados se aseguraron de la muerte de Jesús.
Una vez más, tenemos que hacer algunas preguntas. ¿Hubiera
podido Jesús ser azotado, colgado de una cruz, traspasado por una
lanzada, privado de alimento y agua durante tres días, y sin embar-
go haber ido andando a Galilea para alentar a Sus discípulos? ¿Aca-
so los soldados romanos a los que se les había confiado la cruxifi-
xión habrían cometido un error tan estúpido como el de no cercio-
rarse de que había muerto? Y también, ¿cómo habría podido Jesús
deslizarse entre los guardianes de Su tumba sin que ellos lo supie-
ran? ¿Por qué dejó Jesús Sus lienzos sepulcrales en la tumba? ¿Qué
le sucedió a Jesús después de la supuesta reanimación? ¿Cómo
pudo desaparecer de la escena histórica? ¿A dónde se fue?
Ramm ha dicho con acierto: «La teoría del desmayo es una eva-
sión pura y simple para escapar del registro histórico de una mane-
ra voluntariosamente intencionada y sin ninguna validez histórica
para ello.» 15

D. La teoría de la alucinación
Aquellos que abrazan la teoría de la alucinación pretenden que
Jesús desde luego nunca resucitó de entre los muertos. Los discípu-
los simplemente sufrieron una alllcinación.
Fue debido a que estaban tan impresionados por Él que llegaron a tener ta-
les alucinaciones. Así, según dicen los que abogan por la hipótesis de la visión,
las alucinaciones fueron meramente la forma temporal necesaria en aquel día

13. Frank Morison, ¿Quién movió la piedra? (Caribe, Miami, 1977) (cita sacada de la edición
inglesa, Who Moved the Stone?, Faber & Faber Ltd., 1967, pág. 96).
14. !bid., pág. 96. Hugh J. Schonfield reavivó la teoría del desmayo con un matiz algo dife-
rente en The Passover Plot, 1965.
IS. Ramm, Pr9testant Christian Evidences, op. cit., pág. 186.

423
y entre hombres de aquel tipo de educación a fin de que la influencia de Jesús
continuara haciéndose sentir .16

Los discípulos se sentían tan entusiasmados acerca de la resu-


rrección que comenzaron a sufrir alucinaciones. 17 Esto es lo que di-
cen los que defienden la teoría de la alucinación.
Una vez más, nos encontramos con otra teoría cargada de pro-
blemas. El mayor de los problemas con esta teoría es que los discí-
pulos no esperaban la resurrección. Sí, Jesús les había anunciado que
resucitaría de entre los muertos. Pero después de la resurrección la
actitud general podía ser caracterizada por la afirmación de Pedro:
«Voy a pescar» (Juan 21:3). Todas sus esperanzas de grandes cosas
habían quedado sepultadas en una tumba de Jerusalén. O así lo
creían.
Los discípulos no comprendieron las afirmaciones de Jesús acer-
ca de la resurrección (Marcos 9:10; Lucas 18:34). De hecho, cuando
Jesús fue crucificado, sus esperanzas quedaron totalmente destroza-
das (Lucas 24:21). «Si no habían podido imaginar una crucifixión,
el preludio de Su resurrección, ciertamente es increíble que hubie-
ran podido prever y creído en una resurrección.» 18
Las apariciones de Jesús, que trataremos después, refutan esta
teoría. Jesús apareció en una ocasión, delante de quinientas perso-
nas (1 Corintios 15:6). ¿Acaso todos estos testigos sufrieron una alu-
cinación simultánea? Por lo general, las alucinaciones persisten por
un período largo de tiempo. O bien aumentan en frecuencia hasta
que se llega a una crisis, o disminuyen y se extinguen. 19 Pero que
una multitud tuviera tales alucinaciones de Jesús y que luego las
alucinaciones se extinguieran al cabo de siete semanas es algo ver-
daderamente muy extraño.
Hay abundancia de hechos para refutar esta teoría. Si las aluci-
naciones tuvieron lugar inmediatamente después de la resurrec-
ción, ¿por qué los discípulos no investigaron la tumba? Cuando pre-
dicaron la resurrección, ¿por qué los enemigos de Jesús no investi-
garon la tumba? ¿Iban los discípulos a afrontar la muerte por una
alucinación?
Sigue en pie el hecho de que la tumba estaba vacía después de
tres días. Los documentos del Nuevo Testamento destacan una y
otra vez que Jesús resucitó corporalmente (Lucas 24:1-8; Mateo
28:6; Juan 20:6-28; Hechos 2:29-32; 10:40, 41; 1 Corintios 15:4). Y

16. J. Gresham Machen, The Christian Faith in the Modern World (Grand Rapids, Mich.: Wm.
B. Eerdmans Publishing Co., 1970), pág. 205, 206.
17. R. D. Johnson define adicionalmente esta teoría en Resurrection: Myth ar Miracle (Great
Britain: John Ritchie, LTD., s.f.), pág. 36.
18. Albert L. Roper, Did Jesus Rise From the Dead? (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publis-
hing House, 1965), pág. 39.
19. Anderson, Christianity: The Witness of History, op.cit., pág. 98.

424
Tomás, que dudaba de la resurrección, no puso sus manos sobre
una alucinación, como tampoco tocó las huellas de los clavos de
una alucinación (Juan 20:24-29). Si Jesús no hubiera resucitado cor-
poralmente, entonces Su cuerpo hubiera seguido en la tumba cuan-
do estaba teniendo lugar toda esta conmoción pública después de la
resurrección. Morison dijo: «La tumba vacía misma tiene que haber
sido el testimonio final e irefutable.» 20 Y el testimonio de los discí-
pulos no se hubiera sostenido ni un día si el cuerpo de Jesús hubie-
ra seguido estando en aquella tumba.
Tenemos que preguntar también: ¿Qué del testimonio de los sol-
dados que guardaban la tumba? (Mateo 27:62-66; 28:1-4). ¿Acaso
también ellos sufrieron una alucinación? Es evidente que los enemi-
gos de Jesús no lo pensaban así, sino que sobornaron a los guardias
para hacerles callar acerca de los acontecimientos que habían teni-
do lugar en la tumba en el tercer día (Mateo 28:11-15).

E. La teoría del Espíritu


Créase o no, los hay que afirman un milagro para negar racio-
nalmente el milagro de la resurrección. Niegan la resurrección cor-
poral de Jesús diciendo que Dios sólo resucitó Su espíritu.21 Se dice
que «Jesús fue muerto en la carne y resucitó como una criatura es-
piritual invisible: por ello el mundo no le verá jamás». 22 Y, «Por ello
se comunicó con Sus discípulos -no sabemos cómo, y por ello lo
llamamos "telepatía"- haciendo que sus mentes proyectaran una
aparición de su cuerpo tal como lo habían conocido.» 23 Así habla
Michael Perry, que ha reavivado en algo la Teoría del Espíritu en la
actualidad. Lo que Perry y aquellos que defienden teorías similares
están diciendo es que ellos no saben si los discípulos vieron una vi-
sión o el espíritu resucitado de Jesús. Para ellos ello realmente no
hace ninguna diferencia. Lo principal es que Dios estaba obrando
en ambas situaciones, milagrosamente.
Pero, como se ha dicho antes, esta teoría propone un milagro
para librarse de un milagro. Tenney argumenta: «Si fuera posible
para Dios implantar la realidad de la existencia continuada de Cris-
to y Su presencia personal en la consciencia de los discípulos sin in-
tervención física, la resurrección no sería por ello menos real ni me-
nos milagrosa.» 24
Hay poca diferencia entre aquellos que afirman que Jesús apa-
reció en una visión espiritual a Sus discípulos y la idea de que Dios
obrara en las mentes de ellos para hacerles creer que veían a Jesús
en una visión. Los mismos problemas están aquí involucrados. Pre-
20. Morison, Who Moved the Stone?, op. cit., pág. 116.
21. Michael Perry, The Easter Enigma (London: Faber and Faber, Ltd., 1959), págs. 194, 195.
22. Let God Be Tnie (New York: Watchtower Bible and Tract Society, 1946), págs. 43, 122.
23. Perry, The Easter Enigma, op. cit., pág. 195.
24. Merril C. Tenney, The Reality o( Resurrection (Chicago, Ill.: Moody Press, 1972), pág. 191.

425
guntamos una vez más, ¿puso Tomás sus manos dentro de una vi-
sión? ¿Comieron los discípulos con el espíritu de Jesús, o con una
visión? (Hechos 10:40, 41). ¿Y por qué cesaron las visiones repenti-
namente? El principal problema con esta teoría es el cuerpo de Je-
sús. Si apareció sólo en espíritu, o por medio de visiones, ¿qué su-
cedió con Su cuerpo? La refutación de la predicación de los após-
toles en el día de Pentecostés se encontraba sólo a unos pocos cien-
tos de metros de allí si el cuerpo de Jesús seguía estando en la tum-
ba.25 Los que creen que Jesús resuc,itó sólo espiritualmente tienen
que pasar de puntillas sobre lo que El dijo en Lucas 24:39 acerca de
Su resurrección: «Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy;
palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como véis
que yo tengo.»
F. La teoría del cuerpo robado
Al proponer la Teoría del Cuerpo Robado los críticos dirigen por
fin su atención al cuerpo de Jesús. Algo sucedió con él. Si permane-
ció en la tumba, ciertamente las afirmaciones de los apóstoles po-
dían haber quedado refutadas. Algunos críticos dicen que los discí-
pulos organizaron las profecías acerca de la resurrección y luego
engañaron a todos los involucrados robando el cuerpo. Después que
sus manejos hubieran triunfado comenzaron atrevidamente a pre-
dicar que Jesús había resucitado de los muertos. También los hay
que pretenden que José de Arimatea cambió secretamente el cuerpo
de lugar. Examinemos algunos problemas devastadores para estas
teorías.
En primer lugar se tiene el problema presentado por el verdade-
ro carácter de Jesús y de Su discípulos. El robo del cuerpo de Jesús
y la predicación intencional de una falsedad se enfrenta totalmente
a todas las enseñanzas de Jesús y de los apó~toles. Ellos, los após-
toles, nunca creyeron, en primer lugar, que El fuera a resucitar de
los muertos. ¿Sobre qué base habrían ellos maquinado este plan?
En segundo lugar, hay el problema de los guardas romanos y del
sello oficial del Emperador. ¿Cómo esquivaron los discípulos a los
guardias? ¿Habrían arriesgado sus vidas para romper un sello ro-
mano? La mayor parte de los discípulos huyeron durante la cruci-
fixión. ¿Cómo habrían reunido el suficiente valor para hacer tal
cosa? (Mateo 26:26.) El mismo hecho de los guardias y enemigos de
Jesús intentaron ocultar el acontecimiento diciendo que los discí-
pulos habían robado el cuerpo constituye evidencia de que sabían
que Jesús había resucitado (Mateo 28: 11-15). Y demuestra que ellos
mismos no habían sustraído el cuerpo. Si José de Arimatea lo quitó,
ciertamente los guardias lo habrían sabido e informado a los judíos.
Si las autoridades romanas hubieran sido las que lo hubieran he-
25. Morison, Who Moved The Stone?, op. cit., pág. 135.

426
cho, lo hubieran afirmado cuando los discípulos comenzaron a pre-
dicar .26
En tercer lugar, está el problema de que los discípu~os no espe-
raban la resurrección, no comprendían a Jesús cuando El se refería
a ella. «El impacto inicial del rechazamiento de Jesús por parte de
los sacerdotes y del pueblo, la frustración ocasionada por el de-
rrumbamiento de los planes para un reino, y la incertidumbre de us
perspectivas personales dejaron a los discípulos totalmente aturdi-
dos y anonadados.» 27 Cuando los primeros informes de la resurrec-
ción llegaron a sus oídos se comportaron críticamente, con escepti-
cismo y dudas (Lucas 24:11, 23, 24, 41; Juan 20:25). Tenney escribe:
«Estaban mal dispuestos para aceptar por sí mismos el testimonio
de la tumba vacía. Sólo fue cuando la evidencia material quedó su-
plementada por el contacto directo con el Señor viviente que reco-
nocieron el hecho de que verdaderamente había resucitado.» 28
«Aquella sorpresa no fingida e interés de los discípulos son una bue-
na prueba de que ni habían esperado una sustracción ni tampoco
eran parte de ella.» 29
Toda la evidencia muestra que carecían enteramente de todo motivo, que
no esperaban una resurrección, que no tenían manera de llevar a cabo tal em-
presa, y que carecían penosamente, tanto individual como colectivamente, de
valor para una aventura tan osada y peligrosa.'º

En cuarto lugar, está el problema de los lienzos sepulcrales. El


mismo orden en que quedaron los lienzos sepulcrales constituye
evidencia en contra de cualquier teoría de un cuerpo robado (Juan
20:6, 7). Roper argumenta: «El mismo orden de la tumba, del que
Juan da testimonio, proclama lo absurdo de la acusación de que el
cuerpo de Jesús fuera sustraído por Sus discípulos.» 31 ¿Por qué ra-
zón iban los ladrones a tomarse el tiempo para arreglar la tumba
y dejar todo en orden? Una operación así desde luego no dejaría
tiempo para dejarlo todo en orden tras de sí.
En quinto lugar, está el problema de la persecución. Cuando la
persecución de la Iglesia apremiaba severamente, es razonable
creer que si los discípulos habían robado el cuerpo, el conocimiento
de este hecho habría llegado finalmente a extenderse. Cuando los
discípulos se enfrentaban así a la muerte, podríamos suponer que
algunos de ellos se habría hundido y confesado los hechos, que todo
aquello era una mentira. Pero no lo hicieron. ¿Por qué?

26. !bid., pág. 94.


27. Tenney, The Reality of the Resurrection, op. cit., págs. 134, 135.
28. !bid., pág. 121.
29. !bid., pág. 114.
30. Roper, Did Jesus Rise From the Dead?, op. cit., 46, 47.
31. !bid., pág. 37.

427
RECAPITULACIÓN
La resurrección es un verdadero acontecimiento histórico. Al in-
tentar negar esto de una manera racional los modernistas han ayu-
dado, en realidad, a la creencia al sustanciar su factualidad. No se
ha inventado ninguna explicación que dé cuenta de los hechos. Ello
constituye una manifestación de la solidez de la evidencia.
No podemos dejar este asunto a un lado. La resurrección de Je-
sús es el centro del cristianismo. Pretender un contacto con Dios y
sin embargo negar la resurrección como lo hacen tantos «teólogos»
tiene que ser una de las mayores contradicciones espirituales y teo-
lógicas de todas las épocas. Si Dios es de la manera que nosotros
afirmamos y queremos que sea, ¿por qué queremos entonces despo-
seerlo de Su poder? ¿Por qué algunos desean destruir la validez del
gran Maestro que dio instrucciones divinas en Palestina?
La resurrección era el corazón de la predicación apostólica. Im-
pregnó la totalidad de sus vidas. Y también debería significar lo
mismo para nosotros. En verdad, «si Cristo no hubiera resucitado»,
nuestra fe es vana; estamos aún en nuestros pecados. ¡Y cuán desa-
lentador es este pensamiento! Pero podemos dar gracias a Dios de
que Su hijo «fue declarado Hijo de Dios con poder ... por la resurrec-
ción de entre los muertos ... » (Romanos 1:4).

428
25

El Jesús histórico
¿Fue Jesús un verdadero carácter histórico? ¿Existió realmente?
Si fue un carácter histórico verdadero, ¿resucitó entonces de entre
los muertos? En el capítulo anterior se ha considerado la resurrec-
ción examinando teorías que se han explicado para negarla racional-
mente. En este capítulo final es imperativo considerar el aspecto his-
tórico tanto de la resurrección como del mismo Jesús. Se afirma aquí
que Jesús fue realmente un hombre histórico y que resucitó de entre
los muertos. Esta es una discusión crucial en una era de agnosticismo.
Los hay que mantienen que «los evangelios no son biografías de
Jesús escritas con un propósito histórico por los discípulos origina-
les de Jesús ... » 1 Se mantiene que los registros evangélicos son el re-
sultado de la tradición. Los cristianos primitivos solamente habrían
registrado las tradiciones de un carácter ficticio llamado Jesús para
satisfacer sus deseos de un Mesías y Salvador. En su libro Jesus and
the Word, Rudolf Bultman afirmó: «Ciertamente creo que ahora no
podemos saber nada acerca de la vida y personalidad de Jesús, de-
bido a que las antiguas fuentes cristianas no muestran ningún inte-
rés en ninguna de las dos cosas, y además son fragmentarias y con
frecuencia legendarias; no existen otras fuentes acerca de Jeús.» 2
Otros son más temerarios que Bultman al afirmar que Jesús fue
s,ólo un invento de la imaginación de celosos cristianos. Ante todo,
El nunca existió.

l. Ver, Edgar V. McKnight, What is Form Christianity (Philadelphia, Pa.: Fortress Press,
1969). pág. 2, Floyd V. Filson, Originsofthe Gospels (New York, N.Y.: Abingdon Press, 1938), pág. 95,
Alfred Wikenhauser, New Testament lntroduction, trad. de Joseph Cunningham (Freiburg, West
Germany: Herber and Herber, 1958), págs. 255, 256.
2. Rudolf Bultman, Jesus and the Word, trad. de Louise Pettibone Smith y Erminie Huntress
Lautero (New York, N.YH., Charles Scribner's Sons, 1958), pág. 8.

429
Para dar respuesta a este ataque escéptico contra el mismo fun-
damento del cristianismo, examinemos ante todo la historicidad de
Jesús.

JESÚS, UN CARÁCTER HISTÓRICO

Jesús fue una persona real, como George Washington, Thomas


Jefferson y Flavio Josefo. ¿Cómo podemos saber que Thomas Jeffer-
son existió en algún tiempo en el pasado? Lo sabemos gracias al tes-
timonio. No tenemos que experimentar personalmente a alguien o
algo a fin de creer que existiera. Podemos saberlo porque confiamos
en el testimonio de otros que realmente hablaron con o vieron a la
persona o cosa real. Nuestro conocimiento de y creencia en la his-
toria humana anterior a nuestra propia existencia depende del tes-
timonio.
Creemos en Jesús como personaje histórico debido a que crt;e-
mos el testimonio de aquellos que realmente se relacionaron con El.
Pero algunos dirán: «¿Cómo podemos creer a aquellos que dieron el
testimonio?» Examinemos su integridad. Observemos su mensaje.
Y entonces se debe preguntar: «¿Cómo podrían los hombres que
dieron el testimonio haber inventado un carácter histórico como Je-
sús?» Durant afirmó en una ocasión: «Que unos pocos hombres sen-
cillos hubieran inventado en una generación una personalidad tan
poderosa y atrayente, una ética tan sublime y una visión tan inspi-
radora de hermandad sería un milagro aún mucho más increíble
que cualquiera de los que se registran en los evangelios.» 3 Tenemos
que confesar que un hombre (Jesús) y una religión (cristianismo)
que ha impregnado toda la historia y que ha tocado los corazones
de millones no podría haber sido el invento de unos pocos pescado-
res y comerciantes de la antigua Palestina.
Luego está el problema de los documentos mismos. Hemos tra-
tado este tema en un capítulo anterior, pero tenemos que destacar-
los aquí como una evidencia específica de la historicidad de Jesús.
Se tiene que destruir la integridad de los documentos del Nuevo
Testamento a fin de librarse de Jesús. Pero esta no es una tarea fá-
cil. Los documentos son históricamente exactos. No contradicen la
historia. Los nombres de los gobernantes, reyes, tetrarcas y sacer-
dotes se dan con precisión. Los documentos son coherentes entre sí.
Vinieron a la existencia muy poco después de la vida de Cristo que
relatan como para poder ser el producto de una leyenda. Los docu-
mentos del Nuevo Testamento están demasiado cercanos a los he-
chos para ello.
En relación con la vida de Jesús uno tiene que llegar también a
3. Will Duran!, Caesar and Christ (New York, N.Y.: Simon and Schuster, 1944), pág. 557.

430
la resurrección. Allí es donde la evidencia presenta todo su poder.
Jesús, fue una persona real y realmente resucitó de entre los muer-
tos. Esta es la única conclusión que podemos sacar de la informa-
ción que tenemos disponible. Que Jesús y Su resurrección fueran
acontecimientos verdaderos e históricos es la única respuesta razo-
nable a las cuestiones suscitadas por los hechos que tenemos ante
nosotros. ¿Cómo podemos explicar los registros de los evangelios
sin un Jesús real? ¿Cómo podemos explicar la existencia del cristia-
nismo sin una resurrección de Jesús?
Las narraciones históricas y el efecto de la resurrección no pue-
den ser pasados por alto en ningún estudio histórico. La resurrec-
ción corporal real de Jesús es la única respuesta adecuada de la
existencia de las evidencias históricas que rodean al cristianismo.
Clark H. Pinnock escribió en cierta ocasión: «La resurrección es la
única hipótesis que sigue concordando con todos los hechos.» 4 Aquí
tenemos que examinar algunas de las evidencias.
A. La evidencia de la integridad
Como se ha dicho anteriormente, el escéptico tiene que destruir
la precisión e integridad de los registros evangélicos, del libro de
los Hechos y del. Nuevo Testamento como un todo en su esfuerzo
para desacreditar la resurrección y la historicidad de Jesús. Pero
ello no es un procedimiento fácil. No hay ningún registro histórico
-si consideramos el Nuevo Testamento sobre la misma base que
cualquier otro registro histórico-- que sobrepase al Nuevo Testa-
mento en precisión e integridad. Todavía se ha de encontrar en él
alguna inexactitud en su relación de hechos históricos. Bruce afir-
mó:
La evidencia en favor de nuestros escritos del Nuevo Testamento es muchí-
sima mayor que la evidencia para muchos de los escritos de autores clásicos,
cuya autenticidad nadie ni sueña en poner en tela de juicio. Y si el Nuevo Tes-
tamento fuera una colección de escritos seculares, su autenticidad sería por lo
general considerada como más allá de toda duda. 5

Incluso el escéptico H. G. Wells, un historiador, dio testimonio


de la autenticidad y precisión de los registros evangélicos. 6 Así que
aquellos que niegan la resurrección corporal de Jesús tienen que de-
sacreditar de una u otra manera los dichos registros. Y no son pocos
los que han intentado hacerlo sin éxito alguno.
Pero también hay en esta misma línea otros registro históricos
aparte del Nuevo Testamento. El escéptico tiene que afrontar la voz

4. Clark, H. Pinnock, Set Forth Your Case (Chicago, Ill.: Moody Press, 1972), pág. 99.
5. F. F. Bruce, The New Testament Docwnents (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Pu-
blishing Co., 1965), pág. 15.
6. H. G. Wells, The Outline o(History (New York: Garden City Publishing Co., s/O, pág. 497.

431
de los numerosos relatos de la resurreción que se encuentran en los
escritos de los Padres Apostólicos y otros antiguos registros históri-
cos.7 Se admite que estos son testimonios secundarios de la resu-
rrección y vida de Jesús, esto es, su testimonio se basa parcialmente
sobre el Nuevo Testamento. Pero estos testimonios aportan pruebas
de que la creencia en Jesús y en Su resurrección fue presentada a
miles de personas en los primeros siglos. No se trataba de la creen-
cia de una pequeña y oscura secta cristiana.
B. La evidencia de las apariciones
No debemos pasar por alto la evidencia de aquellos que vieron
a Jesús después de Su resurrección. Lo que sigue es una lista de
aquellas apariciones:

1. Apareció a las mujeres que acudieron a la tumba temprano


en el primer día de la semana (Mateo 28:1-10).
2. Se apareció a María Magdalena (Juan 20:11-18; Marcos
16:9-11).
3. Se apareció a Pedro (Lucas 24:34; 1 Corintios 15:8).
4. Se apareció a dos discípulos en el camino a Emaús (Lucas
24:13-55; Marcos 16:12, 13).
5. Se apareció a los diez apóstoles cuando Tomás estaba au-
sente (Juan 20:19-25).
6. Se apareció a los apóstoles cuando Tomás esta presente
(Juan 20:26-29),
7. Se apareció a los discípulos en Galilea mientras estaban
pescando (Juan 21:1-23).
8. Se apareció a 500 discípulos en una ocasión (1 Corintios
15:6).
9. Se apareció a Jacobo (1 Corintios 5:7).
11. Y, finalmente, se apareció a Saulo de Tarso en el camino de
Damasco (Hechos 9:1-9; 1 Corintios 15:8).

Con respecto a las apariciones, R. C. Foster escribió: «Las apa-


riciones de Jesús tuvieron lugar sobre un período tan extenso y en
tantos lugares diferentes y ante tantas personas que la evidencia
positiva es abrumadora.» 8 Jesús se apareció a una persona a la vez:
se apareció a multitudes. Sus, apariciones constituyen evidencias
positivas de Su resurrección. Este era el objetivo que tenían.
No debemos olvidar que las apariencias eran necesarias. Si Je-
sús no hubiera aparecido, los discípulos habrían estado siempre en
duda acerca de qué era lo que realmente había sucedido al cuerpo

7. Ver: 1 Clemente XLII; IX; Policarpo, A los Filipenses, IX, 2; V, I; Epístola de Bernabé V;
Josefo, Antigüedades de los Judíos XVIII, 3:3 y muchos otros.
8. R. C. Foster, The Final Week (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1966), pág. 259.

432
de Jesús. Examinaron cuidadosamente la tumba (Lucas 24:24; Juan
20:6, 7). Jesús no estaba allí. Las apariciones dieron respuesta a sus
preguntas. Jesús había resucitado.
Los hay que han lanzado la acusación de que la resurrección es
una leyenda o mito que se desarrolló a lo largo de un período de
años. Pero este no puede ser el caso. La resurrección no fue algo que
se desarrolló durante un período de muchos años. Los discípulos
quedaron convencidos por las apariciones de la noche a la mañana.
Anderson dijo con razón: «Por ello parece carente de significado ha-
blar de leyendas, cuando estamos hablando no de historias pasadas
de generación en generación, sino de relatos dados por los mismos
testigos oculares o atribuidos a ellos mientras ellos todavía vivían
para poderlos confirmar o negar.» 9
Cuando Pablo afirmó que Jesús había aparecido a más de 500
personas a la vez sabía que algunos de ellos todavía vivían que po-
dían refutar su afirmación (1 Corintios 15:6). Si hubiera sido una le-
yenda, sabía que la llamarían leyenda y que así refutarían su testi-
monio. Pero ninguno de ellos lo hizo.
Y también ¿para qué necesitaríamos testigos de una leyenda?
Una leyenda es una leyenda debido a que es aceptada como tal por
todos los que la conocen. «La total sencillez de las predicciones y de
los registros del cumplimiento ponen unas y otros aparte de todos
los esfuerzos de invención por parte de un falsificador. Nadie que
escribiera un cuento de hadas se habría quedado satisfecho nunca
con unos detalles tan escuetos y factuales.» 10
Si la historia de la resurrección es una leyenda, entonces los más
antiguos documentos informando de ella serían bien incompletos. 11
Pero ello no es el caso. Los documentos más antiguos son los más
completos con referencia a los hechos. Son los que dan los detalles.
C. La evidencia del encubrimiento
La negación por parte de los sacerdotes y su soborno de los
guardias es también evidencia en favor de la resurrección (Mateo
28:11-15). Si este fuera el único registro superviviente que relatara
los acontecimientos alrededor de la tumba en el tercer día, de cierto
sería de sospechar que se habría dado un encubrimiento de los he-
chos.12 ¿No se nos suscitarían sospechas si uno de los guardias nos
dijera que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús?
El mismo hecho de que los funcionarios romanos no intentaran
vengar el quebrantamiento de las muchas leyes procesales, y de
manera especial el quebrantamiento del sello romano sobre la tum-

9. J. N. D. Anderson, Christianity: The Witness ofH istory (London: Tyndale Press, 1969), pág. 91.
10. Foster, The Final Week, op. cit., págs. 258, 259.
11. Frank Morison, Who Moved the Stone? (London: Faber and Faber Ltd., 1967), pág. 137.
12. Stanley Sayers, For This Cause (Austin, Tex.: R. B. Sweet Co., Inc., 1957), pág. 135.

433
ba, constituye evidencia de que alguien estaba intentando «Silen-
ciar» el incidente.' 3 Es evidente que los acontecimientos del tercer
día serían embarazosos para el gobierno romano y para los guar-
dias de manera específica. No habían podido guardar un cuerpo
muerto en una tumba, ni siquiera con una pesada piedra cubriendo
su entrada, con un sello romano sobre ella y con guardias prote-
giendo la entrada. No es de asombrarse que no existan relatos ro-
manos acerca de la crucifixión. Los judíos, indudablemente, tomaron
todas las precauciones para mantener en silencio los acontecimientos
de la resurrección. Pero ello sólo añade a la evidencia en apoyo de la
realidad del acontecimiento. Como Fairbairn dijo: «El silencio de los
judíos es tan significativo como la predicción de los cristianos.» 14
D. La evidencia de la transformación
¿Cómo vamos a explicar el repentino cambio en las vidas de Pe-
dro, Saulo y el resto de los discípulos sin la resurrección? «Algo pe-
netró en las vidas de estas personas tan sencillas y ordinarias», es-
cribe Morison, «que las transformó más allá de toda semejanza.» 15
W. H. Thomas prosigue:
El mero hecho de haber quitado el cuerpo de la tumba no hubiera podido
en ningún caso haber transformado sus espíritus y carácteres. Tres días no son
suficientes para que surja una leyenda que les pudiera afectar de tal manera.
Se precisa de tiempo para un proceso de crecimiento legendario. No hay nada
más notable en la historia del cristianismo primitivo que este maravilloso
cambio obrado en los discípulos por la creencia en la resurrección de su Señor.
Es un hecho psicológico que demanda una plena explicación.' 6

las apariciones eran convincentes. La evidencia era inmutable. Los


discípulos creían. Y estaban dispuestos a ir a la tumba por su fe.
Los motivos que les influenciaban, al declarar esta verdad, no podían haber
sido de un carácter común, por cuanto este testimonio involucraba el sacrificio
de todo interés mundano. Y no sólo esto, sino que el Salvador les había ase-
gurado que, por esta misma causa, serían llevados a la muerte. Le dijo a Pedro
que esta causa le costaría un día la vida. 17

Y así fue. La persecución que sufrieron fue la verdadera prueba


de su fe y cambio. 18 Joseph Beet explica con precisión:
13. R. T. Humberd, The Resurrection of Christ (Indiana: R. T. Humberd, s/O, págs. 48, 49.
14. Citado por Hobbs, Messages on the Resurrection (Grand Rapids, Mich.: 1959), pág. 17.
15. Morison, Who Moved the Stone?, op. cit., pág. 104.
16. W. H. Griffith Thomas, •The Resurrection of Jesus Christ•, Intemational Standard Bible
Encyclopedia (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1939), Vol. IV, pág. 2.567.
17. Alexander Campbell y Robert Owen, Campbel/-Owen Debate (Nashville, Tenn.: McQuiddy
Printing Co., 1957), pág. 234.
18. Merrill C. Tenney, The Vital Heart ofChristianity (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publis-
hing House, 1964), págs. 19, 20.

434
Pero se expandió como un incendio desenfrenado. En unas pocas décadas
como mucho estaba firmemente arraigado en las principales ciudades del
mundo civilizado y en la misma Roma. Después de un lapso de menos de tres
siglos conquistó el Imperio Romano. Y su influencia ha sido incalculable sobre
la historia del mundo. 25

¿Cómo explicaremos un crecimiento tan fenomenal sin un Jesús


real y una resurrección también real?
Para un crecimiento tal tiene que haber una explicación. Sólo la
resurrección corporal de un Jesús real puede constituir esta expli-
cación. La única cosa suficiente para explicar el cambio en las vidas
de los discípulos y la expansión de la iglesia es una presencia sobre-
natural. Dice Anderson: «La triunfante fe y el testimonio de la pri-
mera generación de cristianos ... son inexplicables a no ser que sea
sobre la base de su convicción de que aquel a quien ellos habían
aceptado como el Mesías prometido ... había verdaderamente triun-
fado sobre la muerte y la tumba.» 26 Tenney prosigue: «El surgi-
miento y crecimiento de la iglesia no b'uede recibir una adecuada
explicación aparte de la resurrección.» 2 Sí, «es la fe en la resurrec-
ción de Cristo lo que explica la existencia de la iglesia cristiana». 28
«En otras palabras, la supervivencia y expansión del cristianismo
no pueden ser explicados excegto sobre la suposición de que Cristo re-
sucitó de entre los muertos.» 9 Sin la resurrección, «el cristianismo,
como religión, ni siquiera hubiera comenzado a existir.» 30 «La ver-
dad», añade Machen, «es que el origen de la Iglesia en Jerusalén es
explicable si Jesús verdasferamente resucitó de entre los muertos, y
no se puede explicar si El no resucitó.» 31
La enérgica fe en la resurrección de Cristo es explicada satisfactoriamente
sólo por la hipótesis de que la resurrección fue un hecho. Esta hipótesis lo ex-
plica todo -la repentina transformación de los discípulos a un renovado áni-
mo y valor; la unanimidad de los registros históricos y la fe tradicional; la re-
conocida ausencia del cuerpo de Jesús de la tumba. En resumen, todo lo que
conocemos acerca de la circunstancia es inteligible suponiendo el hecho de la
resurrección, en tanto que cualquier otra suposición involucra las conjeturas
más arbitrarias e improbables. 32

25. J. Gresham Machen, The Christian Faith in the Modern World, op. cit., pág. 202.
26. Anderson, Christianity: The Witness of History, op. cit., pág. 85.
27. Tenney, The Reality of the Resurrection (Chicago, Ill.: Moody Press, 1972). pág. 140.
28. George W. Forrell, The Protestant Faith (Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall Inc.,
1960), págs. 177, 178, citado por Tenney, ibid., pág. 141.
29. Beet, The Credentials of the Cospel, op. cit., pág. 125.
30. Fredrick John Foakes-Jackson, The Rise ofthe Gentile Church (New York: George H. Doran
Co., 1927), n.p.
31. Machen, The Christian Faith in the Modern World, op. cit., pág. 214.
32. C. M. Mead, Supernatural Revelations (London: Anson D. F. Randolph & Son Co., 1890),
págs. 196, 197.

436
Tenemos que llegar a la conclusión de que Dios dejó evidencias
más que suficientes para apoyar la historicidad de Jesús y de Su re-
surrección de entre los muertos. «Verdaderamente, reuniendo toda
la evidencia», dice Brocke Foss Westcott, «no es decir demasiado
que no hay ni un solo acontecimiento histórico mejor o más varia-
damente apoyado que la resurrección de Cristo.» 33 Jesús fue real. Su
resurrección fue real. La evidencia es suficiente; es lo suficiente-
mente convincente para el observador carente de prejuicios. Tene-
mos los registros; son precisos. Tenemos el testimonio de los testi-
gos; la credibilidad de ellos está más allá de toda duda. Tenemos la
historia de los que creyeron; la multiplicación de los convertidos es
inexplicable sin Jesús y la resurrección. Thomas Arnold concluye:
La evidencia de la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor puede ser,
y con frecuencia ha sido, demostrada satisfactoria; esto es, buena en base de
las reglas comunes para distinguir la buena evidencia de la mala. Miles y de-
cenas de miles de personas la han examinado minuciosamente, tan cuidadosa-
mente como cualquier juez pueda preparar el sumario de un caso de gran im-
portancia ... No conozco de ningún hecho de la historia que esté demostrado
por una evidencia mejor y más plena de todo tipo, para el entendimiento de
un indagador imparcial, que la gran señal que Dios nos ha dado de que Cristo
murió y resucitó de entre los muertos. 34
Por la resurrección quedó demostrado que Jesús es más que un
mero maestro bueno y moral d~l primer siglo. Si la resurrección de-
muestra algo, demuestra que El estaba por encima de esto -más
allá de lo meramente humano. Y debido a esta prueba, cada perso-
na tiene que elegir su posición justo en este punto. O bien uno se li-
bera de las cadenas del escepticismo y se inclina en humilde obe-
diencia, o rehúsa reconocer la evidencia. La evidencia es simple-
mente demasiado poderosa para que pueda ser considerada como
insuficiente o no fiable. Nadie puede dejar de lado a Jesús. Uno tie-
ne que tomar su decisión ante los hechos. Lewis lo expresó bien:
Un hombre que fuera meramente un hombre y dijera las cosas que Jesús
dijo no sería un gran maestro moral. Sería o bien un lunático -al mismo nivel
que un hombre que afirma que es un huevo duro- o bien era el mismo diablo
del infierno. Tienes que elegir. O bien este hombre era, y es, el Hijo de Dios,
o bien un loco o algo peor. Puedes encerrarlo como si se tratara de un loco, puedes
escupir sobre Él y darle muerte como a un demonio; o bien puedes postrarte ante
Sus pies y llamarlo Señor y Dios. Pero que nin~uno de nosotros se ponga en
un absurdo plan condescendiente diciendo que El era un gran maestro huma-
no. Él no nos ha dejado abierta esta posibilidad. Nunca tuvo esta intención. 35
33. Brocke Foss Westcott, The Cospel of the Resurrection (London: Macmillan & Co., 1884).
pág. 137.
34. Thomas Arnold, «lts Hopes, lts Fears and Its Close», Sermons on Christian Life (London:
1959), pág. 324.
35. C. S. Lewis, Mere Christianity (New York: Macmillan Publishing Co., Inc., 1976), pág. 56.

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