Ars Celebrandi - Aurelio García Macías
Ars Celebrandi - Aurelio García Macías
1.- INTRODUCCIÓN
Antes de abordar este tema, me gustaría señalar dos matizaciones
relacionadas con la reflexión teológica del magisterio actual, que ayudan a
contextualizar el tema a tratar.
Hace años, al leer uno de los libros del entonces cardenal Josef Ratzinger me
llamó poderosamente la atención el texto con el que se iniciaba el prólogo
de un interesante libro suyo:
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Licenciado en Filosofía por la Universidad de Salamanca, fue ordenado sacerdote en 1992 en Valladolid.
Es doctor en Liturgia por el Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo de Roma, con una tesis
titulada Presbíteros en cada Iglesia (Hch, 14,23). La plegaria de ordenación del presbítero en el Rito
Bizantino-Griego y en el Rito Romano. Ha sido profesor invitado de la Facultad de Teología San Dámaso
de Madrid y presidente de la Asociación Española de Profesores de Liturgia. Desde 2015, es el Capo Ufficio
(jefe de la Oficina) de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
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las especies eucarísticas cuestionadas por las desviaciones cátaras y
albigenses. Resulta sorprendente la afirmación del Cardenal Ratzinger
cuando afirma que actualmente es en el campo de la liturgia donde nos
jugamos el destino de la fe y de la Iglesia. Es una afirmación que no
deberíamos desdeñar. ¿Por qué? Porque nos está indicando el campo en el
que hoy se manifiestan más evidentemente las confusiones teológicas que
padecemos. Es evidente que en la forma de celebrar se expresa también
nuestro modo de creer y, en gran manera, el contenido de la fe. Cuando se
alteran los textos o los gestos de la celebración litúrgica sin lógica alguna y
sin prestar atención a la normativa de la Iglesia, corremos el riesgo de
convertirnos en hermenéutas personales de las disposiciones litúrgicas
eclesiales. Tal actitud revela una insana autoridad para convertirnos, por un
lado, dueños de la liturgia y, por otro, correctores de las disposiciones
eclesiales. Por supuesto que la Iglesia dispone en los libros litúrgicos la
posibilidad de adaptar las celebraciones a la asamblea concreta y según las
circunstancias, pero no legitima cualquier alteración arbitraria, máxime
cuando contradice la mínima lógica de la sana Tradición cristiana.
Como presidentes de la celebración litúrgica y, por tanto, de toda celebración
eucarística, somos garantes y custodios de la recta celebración de la liturgia
en la comunidad cristiana a nosotros confiada.
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Conscientes de todo esto, hemos de poner gran atención para que la acción
litúrgica resplandezca según su propia naturaleza” (Sacramentum caritatis,
nº 35).
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afirma un autor moderno: “El arte no se limita a ser un simple ornamento de
la liturgia. La celebración de culto requiere –con una necesidad que
podríamos decir estructural- de la belleza para manifestar sensiblemente, de
una manera fiel y auténtica, la verdad última de cuanto en ella acontece: la
presencia de la gloria de Dios sacramentalmente dada en comunión a los
hombres. Y, por ello, en la celebración litúrgica, el arte, asumido como
elemento estructuralmente constitutivo del código simbólico del rito, se
convierte en todas sus expresiones –arquitectura, artes plásticas, música,
poesía…-, en mediación misma para la presencia del misterio.”
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culto, que se ha visto perfilado y enriquecido gracias a un proceso progresivo
de reglamentación de la liturgia eucarística. Partiendo de un núcleo esencial
que se remonta a los gestos y voluntad del mismo Jesucristo, el proceso
histórico de la tradición eclesial ha ido desarrollando y enriqueciendo la
celebración litúrgica de la eucaristía, hasta el punto de existir diversas
tradiciones eclesiales legítimas. Todas ellas fundamentadas en la esencial
tradición apostólica, pero enriquecidas por los matices culturales e históricos
propios de cada tradición.
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bien sea oral u escrita, sino también por los ritos litúrgicos. Desde aquel
famoso axioma de Próspero de Aquitania, la lex orandi se comprende como
lex credendi; es decir, la oración litúrgica define e interpreta también la fe de
una determinada Iglesia o tradición eclesial.
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negro (o posteriormente el morado) para las celebraciones exequiales;
mientras que en la tradición bizantina es el rojo.
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