Las costumbres limeñas que se han
perdido o reducido en los últimos
siglos.
La capital del Perú cumple 485 años de fundación española. Para
recordar el pasado (y comparar el presente) de la ciudad, revisa este
listado de tradiciones que por mucho tiempo la han identificado.
Comprarle a los pregoneros
Eran vendedores ambulantes, que visitaban los patios públicos de las casas limeñas
para promocionar sus productos -generalmente, alimentos- a viva voz. Además,
tenían horarios establecidos y solían identificarse con alguna prosa a gritos. Se
mantuvieron vigentes durante casi toda la época colonial y desaparecieron tras la
apertura del Mercado Central de Lima.
Así lo señala Marco Capristán: “Como en la Lima antigua no había luz eléctrica y
los mercados funcionaban solo los fines de semana, los pregoneros ofrecían sus
productos en las casas. Comienzan a desaparecer tras el boom del guano,
alrededor de 1850, cuando -con los grandes ingresos económicos- llegó al Perú una
serie de obras de modernidad. Con el Mercado Central de Lima, que funcionaba
todos los días de la semana, los pregoneros se mudaron a las puertas o los
interiores de este. Para 1879, ya no había pregoneros”.
Actualmente, la versión más cercana de los pregoneros son los comerciantes
ambulantes. Jesús Cosamalón explica que la figura del ambulante es
especialmente importante en la identidad de Lima. “Contribuyen a generarnos una
imagen sobre la ciudad. Además, se presentaron como una solución de gran
impacto durante las crisis económicas de las últimas décadas”.
Salir a 'jironear'
Entre las décadas de 1920 y 1940, uno de los lugares más concurridos por los
adolescentes o jóvenes de Lima era el Jirón de la Unión. “Salir a jironear” significaba
caminar por su largo tramo -generalmente, vestido de alguna manera especial- para
visitar las tiendas y, sobre todo, conocer a nuevas amistades. Actualmente, el Jirón
de la Unión sigue siendo muy recorrido, pero por fines más comerciales, turísticos
o de simple tránsito.
Arrojar papeles como celebración
Esta costumbre se solía dar el último día laborable de diciembre, a propósito de las
celebraciones por el Año Nuevo. Consistía en arrojar los papeles desde las
ventanas de las oficinas. Tanto instituciones estatales como privadas ubicadas en
Lima se sumaban a esta tradición, que dejaba las calles del Centro repletas de
hojas, fólderes, periódicos, calendarios rasgados y documentos triturados. “Tuvo un
auge entre las décadas de 1960 y 1980, pero se dejó de lado a partir de los 90. Las
calles quedaban bastante sucias y las entidades empezaron a prohibirlo”, señala
Capristán.
Vestirse de negro en Semana Santa o de morado
en octubre
Hasta las décadas de 1970 y 1980, era muy común observar a personas vestidas
completamente de negro durante la Semana Santa o de morado en octubre, para
las celebraciones del Señor de los Milagros. Además, durante la Semana Santa se
solía ocultar o tapar algunas imágenes religiosas que no tuvieran relación con la
muerte de Cristo. Pese a que ambas fiestas religiosas siguen muy vigentes y captan
a millones de devotos en Lima y en el Perú, algunas cosas han cambiado. Ahora,
usar un vestido morado para ir a trabajar resultaría extraño.
Como lo indica Capristán, algunas tradiciones de estas fechas sí se han mantenido,
como el recorrido de las siete iglesias y el sermón de las tres horas. “Muchos
limeños aún recorren siete iglesias en un día, que es una costumbre muy virreinal.
También está el “sermón de las tres horas”, que fue inventado por el sacerdote
limeño Francisco del Castillo. De hecho, esta última tradición -que consiste en leer
las palabras de Cristo entre las 12 y las tres de la tarde del Viernes Santo- se
difundió a todo el Perú y también a muchas partes del mundo”.
Ir en grupo a la playa La Herradura
En los años anteriores a 1980, La Herradura era el lugar más de moda durante el
verano. El ahora extinto servicio de tranvía facilitaba a los limeños pasar por debajo
del Morro Solar para visitar esa playa del sur (además de otras en Barranco y
Chorrillos), cuya fama también atraía a los artistas extranjeros del momento. Su
auge se intensificó entre las décadas de 1940 y 1960. Hoy, la playa ha perdido su
atractivo.
Fotos post-mortem
El historiador de Pinceladas Limeñas recuerda que, aproximadamente entre 1860 y
1915, se mantuvo en Lima una tradición algo macabra: fotografiar a niños fallecidos.
“La alta mortalidad infantil y la creencia del momento llevó muchas personas a
ofrecer fotografías post-mortem en sus estudios. Los deudos llevaban, entonces,
los cuerpos de sus hijos y los sometían a una pequeña sesión en la que se los hacía
posar como si estuvieran vivos o dormidos. Esta costumbre decayó junto con la
mejor calidad de vida y la supervivencia de los niños a las enfermedades que antes
no superaban”, explica el especialista.
El emblemático cementerio limeño, Presbítero Matías Maestro, ubicado en Barrios
Altos, ofrece muestras permanentes de estas fotografías de archivo.
Personajes urbanos extintos
Las tapadas limeñas son figuras que quedaron en la Historia. Las primeras eran las
mujeres que ocultaban sus rostros y vestían largos trajes para evitar que las
identifiquen. Esto respondía a un contexto de condena social hacia las mujeres que
paseaban por las calles sin la compañía de un hombre. Como estaba prohibido
transitar sin el esposo o el pariente varón, algunas mujeres adoptaron la vestimenta
(la saya y el manto) que las anonimizaba, pero que al menos les permitía salir de
sus casas o mirar la calle desde los balcones. Las tapadas limeñas tuvieron una
vigencia aproximada de 300 años, entre fines de 1500 y fines de 1800.
Por el mismo periodo, existió el sereno, que no era la autoridad municipal que se
conoce actualmente, sino el responsable de iluminar la ciudad. Con ayuda de una
escalera, los serenos se encargaban de colocar y encender las velas dentro de los
faroles de las calles. Desaparecieron con la implementación del alumbrado a gas.
Las ‘lloronas’, por su parte, también eran muy solicitadas en esa época. Se trataba
de mujeres que eran contratadas para llorar desconsoladamente en los velorios.
Casi al término de 1870, con el sistema de tranvía en Lima, se hicieron conocidos los
‘gorreros’, que eran aquellas personas que eludían el pago de ese servicio de
transporte. “Se colgaban de los lados del tranvía en marcha para no pagar. Algunos
incluso se vengaban del maquinista cuando este los expulsaba: subían al techo,
manipulaban el cable de contacto y dejaban el tranvía estancado. Era bastante
común que la gente no pagara por el servicio y esa es una de las razones por las
que el sistema quiebra a mitad de la década del 60”, precisa Capistrán.
ACTIVIDAD: Que costumbres nuevas se han dado en la ciudad de los reyes hasta
la actualidad.