Primera Junta de Gobierno Autónoma de Quito
Primera Junta de Gobierno Autónoma de Quito
Quito
La Primera Junta de Gobierno Autónoma de
Quito fue un gobierno ejecutivo que se creó en el Primera Junta de Gobierno
territorio de la Provincia de Quito a raíz de la Autónoma de Quito
invasión napoleónica a España, y que dio inicio al
proceso revolucionario que se extendería hasta 1812.
Esta revolución, tuvo lugar en la ciudad de Quito el
10 de agosto de 1809, después del derrocamiento de
Manuel Ruiz Urriés de Castilla y Pujadas, I conde de
Bandera de la Junta Revolucionaria de Quito.
Tratamiento Majestad.
Antecedentes
El pueblo de Quito vio afectados sus intereses por las medidas tomadas por el Gobierno colonial, al
mismo tiempo que los ideales de la Ilustración y la Revolución francesa, fueron propagados por
intelectuales como Eugenio Espejo y José Mejía Lequerica, que los extendieron entre todas las clases
sociales de la población. La decadencia del régimen colonial español que era evidente en todo el
continente, fue un detonante para intentar una sublevación contra el régimen, disfrazada bajo las
llamadas máscaras de Fernando VII, en las que se fingía lealtad al rey español para evitar represiones,
pero que tenían como fin lograr un gobierno autónomo.
El 6 de octubre de 1808 el Cabildo de la ciudad de Quito recibe las noticias de la invasión napoleónica
a España y las Capitulaciones de Bayona, por las que Fernando VII abdicó la corona en el emperador
francés Napoleón Bonaparte.2 Este tema se discutía con frecuencia en varias reuniones a las que
asistían tanto los nobles locales, como intelectuales liberales influidos por la Ilustración.
El más conocido entre estos capítulos es el llamado Complot de Navidad, que tuvo lugar el 25 de
diciembre de 1808 durante una reunión efectuada en la Hacienda Chillo-Compañía, propiedad de
Juan Pío Montúfar, II marqués de Selva Alegre. En ella los invitados discutieron los acontecimientos
que estaban sucediendo en España con motivo de la invasión napoleónica, así como la crisis
socioeconómica que vivía gran parte de la Audiencia a causa de las reformas borbónicas, todo ello con
planes autonomistas para Quito.
El 22 de febrero de 1809, Pedro de Montúfar, que ejercía como alcalde de Quito, recibió varias cartas
de la Junta Central Suprema en las que se solicitaba que el Cabildo demostrase la fidelidad de la
ciudad al depuesto rey Fernando VII, enviando cartas al virrey de Nueva Granada y a los Infantes de
España; por ello el 17 de marzo se acordó el reconocimiento a la Junta Central como representante de
la autoridad del Rey hasta que se consiga su restablecimiento en el trono, así como una ceremonia
religiosa en la Catedral donde el Cabildo, el tribunal de la Real Audiencia y el cuerpo militar, jurasen
dicha lealtad.3
Sin embargo, el Complot de Navidad con planes autonomistas para Quito, salió a la luz pública los
últimas días de febrero, cuando fue denunciado a los españoles por unos sacerdotes mercedarios a los
que el coronel Salinas había hecho partícipes del plan buscando apoyo de esa congregación religiosa.4
El presidente Manuel Ruiz Urriés de Castilla ordenó apresar a Juan de Dios Morales, Nicolás de la
Peña, el cura José Riofrío, el mismo Salinas y otros asistentes a la reunión decembrina; aunque luego
tuvo que liberarlos por falta de pruebas, ya que los expedientes del proceso fueron extraídos de la
oficina del secretario que lo llevaba.4
Ante lo que las autoridades españolas de la Presidencia consideraban ya una tentativa innegable de
sublevación de los quiteños, estas enviaron un comunicado al Cabildo que fue leído el 25 de abril, en
el que se refiere a la reunión de diciembre en la hacienda del Marqués de Selva Alegre como «una
Junta que se ha supuesto iba a entablarse contra el Gobierno actual» y se solicitaba que se detenga,
denuncie e investigue estos movimientos que manchaban la imagen de lealtad de la ciudad.4
Durante la noche del 9 a la madrugada del 10 de agosto de 1809 en casa de Manuela Cañizares, dama
quiteña comprometida con la causa independentista. Decidieron reunirse un grupo conformado por
nobles criollos, doctores, marqueses con el objetivo de organizar una junta suprema de gobierno. En
esta junta se designó a Juan Pío Montufar Marqués de Selva Alegre como Presidente, el obispo Cuero
y Caicedo como vicepresidente, en el despacho del Interior a Juan de Dios Morales, en el de Gracia y
Justicia a Manuel Rodríguez de Quiroga y en el de Hacienda a Juan Larrea.
El 10 de agosto
En la mañana del 10 de agosto de 1809 los patriotas
sorprendieron a los comandantes españoles de la guarnición
de Quito y sitiaron el Palacio Real, actual Palacio de
Carondelet, con el fin de entregar al conde Ruiz de Castilla,
quien era el presidente de la Real Audiencia, el oficio
mediante el cual se le había cesado de sus funciones. El apoyo
de los 177 soldados de la guarnición colonial fue clave para el
triunfo de la revuelta, ya que plegaron a ella sin que se Reunión de los próceres en la casa de
produjeran enfrentamientos armados. La tropa se formó en la Manuela Cañizares. Óleo sobre lienzo,
Plaza de la Independencia, al mando de Salinas, cerca de las autor desconocido (inicios del siglo XX).
cinco de la mañana.
"A las seis de la madrugada se vio que en la plaza mayor se formaba una gran reunión de
hombres, frente al Palacio de Gobierno, y se oyó muy luego una prolongada descarga de
Artillería, repiques de campana y alegre bullicio de los vivas y músicas marciales."
Se formó entonces la Junta Soberana de Quito bajo el liderazgo de Juan Pío Montúfar marqués de
Selva Alegre; quienes tomaron posesión de la administración de la Audiencia en la sala capitular de
San Agustín, el día 16 de agosto.
En consideración a su edad y a que vivía en el Palacio Real, se dejó a Ruiz de Castilla permanecer en
él, pero Pedro Fermín Cevallos destaca la prisión de los siguientes funcionarios coloniales:5
La Junta
La Junta de Gobierno se titulaba suprema y debía mandar a la Provincia de Quito, y a las de
Guayaquil y Popayán si voluntariamente querían unirse. Se atribuyó el tratamiento de majestad, pues
pretendía representar al Rey, dio a su presidente el de alteza serenísima y a sus miembros el de
excelencia.
Sobre por qué los quiteños adoptaron estos tratamientos, explica Pedro Fermín Cevallos:5
"A la Junta debía darse el tratamiento de Majestad, como tres años después dieron los
españoles a las Cortes de España; al presidente el de Alteza serenísima y a cada uno de los
miembros el de Excelencia. En la inocente ignorancia en que habían nacido y vivido
nuestros padres no comprendieron que, fuera de la ridiculez con que imitaban los
insustanciales títulos del gobierno que acababan de echar por tierra, no eran tampoco los
mejores para contentar al pueblo inteligente, sin cuya cooperación no podía afianzarse el
nuevo. Verdad es que ellos no fueron los únicos de los colonos que se ocuparon en tales
farsas, pues los chilenos incurrieron también en igual tratamiento, y más tarde el Congreso
de Santafé, compuesto de los diputados de esta provincia."
A pesar de ello, la Junta trazó los primeros bosquejos de la República ecuatoriana, creando sus
primeras instituciones, como el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, el Poder Judicial y las Fuerzas
Armadas. El Diez de Agosto contó con masivo apoyo popular, pues cada uno de los barrios de la
capital nombró nueve diputados al congreso, que fueron en su mayoría los propios nobles quiteños,
como los marqueses de Solanda, Villa Orellana, y Miraflores y profesionales ilustrados como Manuel
Zambrano, Manuel de Larrea y Jijón y Manuel Matheu, quienes conformaron por primera vez el
Poder Legislativo ecuatoriano.
Los diputados de la ciudad reunidos en este congreso nombraron también los primeros ministros del
Poder Ejecutivo del Estado ecuatoriano: Juan de Dios Morales para Negocios extranjeros y de la
Guerra; Manuel Quiroga para Gracia y Justicia y Juan de Larrea para Hacienda. Como secretario
particular de la Junta se nombró a Vicente Álvarez. En el mismo documento se fijaron los sueldos de
los nuevos funcionarios: el Presidente seis mil pesos de sueldo anual, dos mil cada vocal-ministro y
mil el secretario particular. Los diputados reorganizaron la guarnición colonial de Quito creando una
falange de tres batallones de infantería bajo el mando del coronel Juan de Salinas y del teniente
coronel Juan Pablo Arenas, y decretó un alza salarial del 30% para todos los soldados.
Como una de las principales funciones de la Real Audiencia era la administración de justicia, la Junta
la reemplazó con una alta corte, a la que llamaron Senado, compuesta por dos salas: una Civil y otra
Criminal, integradas por seis senadores-jueces y presidida por un gobernador (la Civil) y por un
regente (la Penal). Ambas salas contaban con fiscales. Por primera vez en la justicia ecuatoriana, la
junta ordenó nombrar un protector general de indios, con rango de senador-juez, cargo que recayó en
Tomas Arrechaga. Se mantuvo en su cargo al Alguacil Mayor de la Real Audiencia.
Los diputados advertían que los encargos eran prácticamente obligatorios, pues quienes se negaren a
participar serían tenidos "por mal patriotas y vasallos y excluidos de todo cargo público".6
Para honrar a quienes dieran servicios distinguidos al nuevo Gobierno, se creó la condecoración de la
Orden Nacional de San Lorenzo, vigente en Ecuador hasta la actualidad.
Ya desde el 10 de agosto, cuando la Junta publicó un Manifiesto al Pueblo, se dejaba claro que,
aunque el levantamiento era en nombre del Rey, no es menos cierto que el pueblo estaba cansado de
los abusos de los gobernadores y burócratas españoles (mostrando claramente que esta lealtad se
trataba de una estrategia):7
"Los dulces y pacíficos preceptos de su Religión Santa, el innato amor a sus Reyes y una
larga costumbre los ha conservado sumisos y obedientes, en medio del despotismo
subalterno más ignominioso, sin atreverse a registrar sino temblando sus profundas
heridas y precisados a manifestar en sus semblantes un contento que no podía estar en sus
corazones".
En el manifiesto, la Junta denunciaba que antes del Diez de Agosto Ruiz de Castilla ya había detenido
"a cinco de sus vecinos más nobles" y que tenía previsto ejecutar a 14 más, solo por el delito de tener
"el pensamiento de no sujetarse nunca a Bonaparte y el haber hecho planes para este digno objeto". Al
mismo tiempo, los patriotas desconocen la legitimidad del presidente de la Real Audiencia, ya que "la
mayor parte de los que le mandan son hechuras del infame Manuel Godoy; la execración del género
humano" y le reprochan haber ordenado corridas de toros en honor de los Bonaparte.7 El manifiesto
termina con estas palabras:
Los patriotas adoptaron como bandera un pendón rojo con un aspa blanca, para indicar su oposición
a España, cuya bandera militar era blanca con el aspa roja de San Andrés o aspa de Borgoña; el
emblema fue utilizado por los patriotas quiteños que resistieron el contrataque español en 1812 y fue
capturada por las tropas realistas de Toribio Montes y Sámano en la Batalla de Ibarra de diciembre de
aquel año.8 9 Durante buena parte del siglo XX, por un error en la transcripción del parte de la
Batalla de Ibarra, se pensó que el pabellón quiteño había sido totalmente rojo, sostenido en un "asta"
blanca. Con ocasión de las celebraciones del Bicentenario del Diez de Agosto, se usó la bandera
correctamente representada y se aclaró masivamente el error.
Tan pronto se conocieron los sucesos del Diez de Agosto, los gobernadores españoles de Guayaquil y
Cuenca respondieron con la brutalidad habitual en la época:10
Diputados y electores
BARRIO REPRESENTANTES
(pueblo soberano)
Manuel Angulo
Antonio Pineda
Manuel Cevallos
Joaquín de la Barrera
(Marqués de Solanda)
Vicente Paredes
Francisco Romero
Juan Pino
Manuel Zambrano
San Sebastián
Lorenzo Romero
(Regidor del Ayuntamiento)
Manuel Romero
Miguel Donoso
José Rivadeneira
Ramón Puente
Antonio Bustamante
Jacinto Sánchez de Orellana
San Roque
José Álvarez (Marqués de Villa Orellana)
Diego Mideros
Vicente Melo
Juan Coello
José Ponce
Manuel de Larrea y Jijón
San Blas
Mariano Villalobos
(luego nombrado Marqués de San José)
José Bosmediano
Luis Vargas
Cristóbal Garcés
Mariano Flores de Vergara y Jiménez de Cárdenas
Santa Bárbara
Toribio de Ortega
(Marqués de Miraflores)
Tadeo Antonio Arellano
Antonio de Sierra
Francisco Javier de Ascázubi
José Padilla
Nicolás Vélez
Manuel Matheu y Herrera
San Marcos
Nicolás Jiménez
(hijo de los Marqueses de Maenza)
Francisco Villalobos
Juan Barreta
Felipe Carcelén
Vicepresidente Su Excelencia
Marqués de Solanda
Vicente Álvarez Secretario Su Señoría
Ministro de Negocios
Juan de Dios Morales Su Excelencia
extranjeros y Guerra
Su Señoría, el Teniente
Juan Pablo Arenas Auditor General de Guerra
Coronel
Antonio Tejada
Senadores Su Señoría
Salvador Murgüeitio
Intento de expansión
Inicialmente la Junta había considerado entre sus proyectos el organizar un ejército de dos mil
hombres para defender la ciudad de Quito.13 Los revolucionarios solicitaron ayuda a los territorios de
Cuenca, Guayaquil y Popayán, pero éstos se negaron al enterarse de la campaña que acababa de
emprender el virrey del Perú José Fernando de Abascal en contra de la sonada, dejando solos a los
quiteños, que contaban con apenas 800 fusiles, y debieron enviar 2000 hombres (solo 200 o 300
armados con fusiles, el resto con lanzas y sables) capitaneados por un inexperto Francisco Javier de
Ascázubi, a tomar Pasto y Popayán, pero la mayoría de sus tropas desertaron y Ascázubi sería
apresado por los pastusos.14
Los quiteños terminaron rodeados por realistas tanto al norte como al sur, y sufrieron serias
dificultades para alimentarse,15 por lo que fueron fácilmente vencidos por un ejército de cinco mil
realistas limeños y neogranadinos que avanzaron arrasando todo a su paso, con el apoyo de Pasto,
Guayaquil y Cuenca.16
Cuenca
Juan de Salinas comprometió al sargento mayor Mariano Pozo, riobambeño de 36 años de edad, para
que propagara las ideas independentistas en Cuenca, lugar al que debía viajar con una escolta de
catorce soldados para relevar a los que estaban en esa urbe. Los delegados secretos llegaron el 8 de
agosto y se entrevistaron con el capitán Francisco García-Calderón sobre los aprestos
revolucionarios.17
La noticia de los hechos sucedidos en Quito la madrugada del 10 de agosto, fueron conocidos en
Cuenca varios días después debido a que Blas Santos, encargado del servicio postal, llevó la nueva al
interventor de la Renta de Correos Joaquín Tovar.17 En esos mismos días, una carta enviada a
Mariano Pozo desde Quito fue requisada por José Neyra y Vélez, que la entregó al gobernador
Melchor de Aymerich, quien a su vez pidió a Francisco García-Calderón que le cediera los dineros
públicos que tenía a su cargo, con el pretexto de levantar tropas e iniciar la marcha sobre la provincia
rebelada, pero como no presentó las respectivas libranzas legales, éste se negó.17
Mientras tanto, Aymerich había mandado a desarmar la escolta disponiendo la prisión del sargento
Pozo y de otros vecinos, a quienes acusó de revolucionarios por simples chismes y delaciones.17 El 24
de agosto, mientras el alcalde Fernando Guerrero de Salazar y el capitán García-Calderón almorzaban
juntos en casa de este último, fueron detenidos por el teniente Manuel Rodríguez y Villagómez, que
los condujo a un Cuartel hasta el 5 de septiembre, fecha en que fueron remitidos a Guayaquil.17
Las autoridades coloniales cercanas a Quito, desde el primer momento, consideraron que la Junta
Soberana era una sublevación independentista y se apresuraron a reprimirla a sangre y fuego. A
ningún funcionario español de la época convencieron las declaraciones de fidelidad al rey Fernando
VII.
Poco ayudaron circulares como esta, que envió Quito a los cabildos de las ciudades más cercanas,
hablando claramente de conceptos prohibidos por los españoles, como patria, libertad e
independencia:5
"Quito, Agosto 13 de 1809.- A los Señores Alféreses, Corregidores y Cabildos que existen en
los asientos, villas y ciudades.- S. E. El Presidente de Estado, de acuerdo con la Honorable
Junta y los Oidores de audiencia en pública convención, me han instruido que dirija a US.
una circular en la que acredite y haga saber a todas las autoridades comarcanas que,
facultados por un consentimiento general de todos los pueblos, e inspirados; de un sistema
patrio, se ha procedido al instalamiento de un Consejo central, en donde con la
circunspección que exigen las circunstancias se ha decretado que nuestro Gobierno gire
bajo los dos ejes de independencia y libertad; para lo que han convenido la Honorable
Junta y la Audiencia nacional en nombrar para Presidente a S. E. el señor marqués de
Selva Alegre, caballero condecorado con la cruz del orden de Santiago. Lo comunico a US.
para que en su reconocimiento se dirijan por el conducto ordinario letras y oficios
satisfactorios de obediencia, después de haber practicado las reuniones y juntas, en las
capitales de provincia y pueblos que sean convenientes; y fechas que sean se remitan las
actas."
Al mismo tiempo, solo las ciudades más cercanas, como Ibarra, Ambato y Riobamba, se sumaron al
movimiento quiteño, mientras que Guayaquil se mantuvo leal al rey y sus autoridades pidieron al
virrey del Perú el bloqueo de la costa ecuatoriana para asfixiar a Quito.
Desde Bogotá y Lima, los virreyes españoles despacharon con suma urgencia tropas para sofocar a la
Junta Soberana. En Popayán, el alférez real Gabriel de Santacruz contestó lo siguiente:5
"El envío de tropas desde el Norte (de Panamá, Bogotá, Popayán, Pasto y Barbacoas) y
desde el Sur (de Lima, Guayaquil y Cuenca), el bloqueo de la costa por parte del Virrey del
Perú, General José Fernando Abascal y Sousa, Marqués de la Concordia, era esta la difícil
situación de Quito, asediada por estas fuerzas, sin sal, sin armas suficientes y sin
pertrechos, originaron el debilitamiento de la Junta.
Desesperado, Montúfar remitió al puerto de Esmeraldas una carta para que se la entreguen a
cualquier buque inglés, pidiendo el apoyo de Gran Bretaña para la Junta Soberana. La carta, dirigida
"al Gabinete de San James y al augusto monarca de los mares", dice:10
Enterado de los hechos de Quito el virrey de la Nueva Granada, Antonio Amar y Borbón, se reunió con
los notables de Bogotá, para auscultar sus criterios. Los monárquicos le advirtieron del peligro que
significaba la revolución quiteña, mientras que los criollos le insinuaron que formara una Junta
Soberana. La reunión le sirvió para convencerse del peligro de una revuelta similar en la capital del
virreinato, por lo que reforzó la seguridad en Bogotá y despachó hacia Quito 300 soldados para
aplastar a la Junta Soberana.
Los quiteños no obtuvieron apoyo de los pueblos cercanos. El 6 de octubre, un presionado Montúfar
obligó a Ruiz de Castilla a abandonar el Palacio Real, donde vivía, y lo confinó en una quinta en
Iñaquito, en las afueras de la capital.
La personalidad débil de Montúfar le hizo flaquear. Así la describió el historiador Pedro Fermín
Cevallos:5
"Don Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre, hijo de otro del mismo nombre y título
que gobernó la presidencia desde 1753 hasta 1761, y que se había casado en Quito con doña
Teresa Larrea; era un hombre de fina educación, de cortesanía y acaudalado, con cuya
riqueza, liberalidades, servicios oficiosos y maneras cultas se había granjeado el respeto y
estimación de todas las clases. Si como titulado e hijo de español había sido partidario de
Fernando VII y decidido por su causa, como americano lo era más todavía de su patria que
no quería verla ni en poder de los Bonapartes ni dependiente de la junta central de España,
la oficiosa personera de la Presidencia. Pero asimismo, si como promovedor principal y
arrojado partidario de la revolución se mostró muy aficionado a esta, mostrose más
aficionado todavía a su propia persona e intereses particulares, pues, nacido y educado
como príncipe, no tenía por muy extraño ni difícil seducir a sus compatriotas con el brillo
de la púrpura, y encaminarlos, aunque independientes, bajo la misma forma de gobierno
con la cual ya estaban acostumbrados. Quería, cierto, una patria libre de todo poder
extranjero, a la cual había de consagrar sus afanes y servicios generosos, pero acaudillada
por él o bajo su influjo, sin admitir competencias, gobernada en fin por su familia, sean
cuales fueren las instituciones que se adoptaran, ni pararse en que habían de ser
precisamente las monárquicas. Quería sobre todas las cosas, la independencia, y a fe que
había acierto en este principio, puesto que con independencia recuperaba la patria su
dignidad. El carácter del marqués, flaco por demás, contrastaba con sus fantásticos deseos,
y carácter y deseos juntamente le llevaron dentro de poco a la perdición de sus
merecimientos y fama."
"Hombres acaudalados y mansos por demás; letrados que pensaban gobernar el pueblo por
las reglas del derecho civil, y paisanos que, hechos soldados de la noche a la mañana,
habían de sostener la guerra que de seguro iban a levantar los antiguos gobernantes, si no
por las mismas reglas, por los principios más humanos y clementes; no debían ni podían
durar otro tiempo que el absolutamente necesario para que los enemigos pudieran
concertarse, reunirse y asomar por las fronteras de la provincia."
Finalmente, aislada y bloqueada, el 24 de octubre de 1809 la Junta no tuvo otra opción que devolver
el mando al conde Ruiz de Castilla, negociando con él que no se tomarían represalias y permitiendo el
ingreso a la ciudad sin resistir de las tropas coloniales de Lima y Bogotá.
Luego persiguió y encarceló a los cabecillas del 10 de Agosto, obligando a los otros miembros a huir y
esconderse. Con la ciudad ocupada por el Ejército colonial de Arredondo, Ruiz de Castilla ordenó a la
Audiencia el inicio de procesos penales contra todos los patriotas, que fueron detenidos en su
mayoría, al menos lo que no tenían títulos nobiliarios. Al respecto precisa Pedro Fermín Cevallos:5
"Los patriotas no habían dado un solo paso por subvertir el orden público: diremos más,
no habían respirado ni cabía que respirasen bajo el ojo apasionadamente prevenido de
Arredondo; y con todo, el 4 de diciembre, el presidente mandó prender a cuantos estaban
comprendidos en ese pasado que ofreció olvidar. Fueron pues, aprehendidos y llevados al
cuartel que hoy es el Colegio Nacional, los señores José Ascásubi, Pedro Montúfar, Salinas,
Morales, Quiroga, Arenas, Juan Larrea, Vélez, Villalobos, Olea, Cajías, Melo, Vinuesa,
Peña, los presbíteros Riofrío y Correa y otros menos notables hasta algo más de sesenta. El
expresidente Montúfar logró escapar, como escaparon también otros, pero fueron
perseguidos con tenacidad, y perseguidos principalmente por los americanos don Pedro y
don Nicolás Calisto, don Francisco y don Antonio Aguirre, don Andrés Salvador, don Pedro
y don Antonio Cevallos, Núñez, Tordecillas y otros de tan desleales compatriotas (...) El
marqués de Selva Alegre, Ante y otros de los principales cabecillas lograron siempre
salvarse.
Ruiz de Castilla decretó la pena de muerte para todos los que protegieran a los próceres, con este
bando:5
«En la ciudad de San Francisco de Quito a 4 de diciembre de 1809. El Excmo. señor conde
Ruiz de Castilla, teniente general de estas provincias, etc., dijo: que habiéndose iniciado la
circunstanciada y recomendable causa a los reos de Estado que fueron motores,
auxiliadores y partidarios de la junta revolucionaria, levantada el día 10 de agosto del
presente año, y siendo necesaria se proceda contra ellos con todo el rigor de las leyes que
no exceptúan estado, clase ni fuero, mandaba que siempre que sepan de cualquiera de ellos
los denuncien prontamente a este gobierno, bajo la pena de muerte a los que tal no lo
hiciesen. A cuyo efecto y para que conste en el expediente, así lo proveyó etc. El conde Ruiz
de Castilla.- Por S. E. Francisco Matute y Segura, escribano de S. M. y receptor»
Ruiz de Castilla, como presidente de la Real Audiencia, debía dictar sentencia. Pero tras varias
tribulaciones no lo hizo y se limitó a enviar el expediente de dos mil páginas al virrey de Santa Fe de
Bogotá. Víctor Félix de San Miguel, un funcionario de la Audiencia, escoltado por soldados, partió la
madrugada del 27 de junio de 1810 a Bogotá con el expediente. Según Pedro Fermín Cevallos, el
expediente sobrevivió a la revuelta bogotana del 20 de julio de 1810 y se conserva en un archivo
público de Colombia.
Para aquel entonces, ya se sabía que estaba viajando hacia Quito Carlos Montúfar, quien había sido
nombrado en España comisionado regio de Quito, y que probablemente absolvería a los patriotas
enjuiciados. No obstante, la tensión aumentaba entre las tropas coloniales y los quiteños.
Los quiteños atacaron dos cuarteles: el Real de Lima, en la Relieve del Motín del 2 de agosto de
calle Espejo y el de Santa Fe, en la calle García Moreno, y una 1810, parte del Monumento a la
casa conocida como el Presidio, donde estaban detenidos los Independencia.
presos del pueblo.
Los soldados respondieron asesinando a los presos en los calabozos del piso alto, y luego salieron a la
calle García Moreno a enfrentarse con la turba. Durante la tarde, se produjeron choques en los barrios
de San Blas, San Sebastián y San Roque, mientras los soldados saqueaban las casas más ricas del
centro. Entre 200 y 300 muertos y por los menos medio millón de pesos en pérdidas dejó la criminal
represalia ordenada por Ruiz de Castilla y Arredondo.
Medidas posteriores
Debido a la trascendencia de los sucesos acaecidos en Quito, los gobernadores españoles de la región
tomaron medidas para detener la expansión de la noticia. Por ejemplo Vicente Emparán, capitán
general de Venezuela, prohibió con pena de muerte la circulación de impresos procedentes de Quito,
por lo que los patriotas caraqueños lo destituyeron y expulsaron del país en 1810.
Trascendencia
Los sucesos del Diez de Agosto y la posterior matanza
ordenada por Ruiz de Castilla al año siguiente tuvieron amplia
repercusión en la América Hispana, donde el movimiento
libertario se extendía rápidamente. Algunos de los patriotas
quiteños participaron en la formación de la Junta de Santiago
de Chile el 18 de septiembre de 1810, como fue el caso de
Camilo Henríquez. El pueblo chileno reconoció tiempo
después el aporte, colocando en el faro de Valparaíso una
placa en la que reconoce a Quito como "Luz de América".
Al adoptarse el Himno Nacional de Ecuador, escrito por Juan León Mera en 1865, se oficializó la
estrofa que recuerda el Diez y el Dos de Agosto:
En 1906, en el primer centenario del Diez de Agosto, el presidente Eloy Alfaro inauguró un
monumento a los Héroes del Diez de Agosto, en el centro de la Plaza Grande, conocido como
Monumento a la Independencia. La columna conmemorativa está rematada con una estatua de la
libertad, a cuyos pies un león derrotado por un cóndor entre cadenas rotas representa a la Patria
liberada de la dominación colonial. El monumento destaca también el Acta del Diez de Agosto y los
nombres de los próceres en relieves de bronce.
Los presidentes ecuatorianos desde el siglo XIX juraron su cargo el diez de agosto, que es el día
nacional que celebran las embajadas ecuatorianas en el exterior, además de la fecha de graduación de
los oficiales del Ejército.
Con ocasión del Bicentenario del 10 de agosto, en Ecuador se organizaron varios eventos
conmemorativos, como un desfile militar y conciertos de música popular, entre otros.18
Aún no se ha determinado la ubicación real del acta original, pero se conoce dónde se encuentran tres
copias manuscritas del mismo, dos que reposan en archivos históricos de la ciudad de Bogotá, y una
en el Archivo Jacinto Jijón y Caamaño, de la ciudad de Quito.19
Referencias
1. Diputados de Quito (1809). «Acta del 10 de agosto de 1809» (https://web.archive.org/web/200908
13191755/http://www.fmmeducacion.com.ar/Historia/Documentoshist/1809independenciaquitoecu
ador.htm). Archivado desde el original (http://www.fmmeducacion.com.ar/Historia/Documentoshist/
1809independenciaquitoecuador.htm) el 13 de agosto de 2009. Consultado el 2007.
2. Gomezjurado Zevallos, 2015, pp. 275.
3. Gomezjurado Zevallos, 2015, p. 276.
4. Gomezjurado Zevallos, 2015, p. 277.
5. Fermín Cevallos, Pedro. «Resumen de la Historia del Ecuador, tomo III, Cap. I "Primera Idea de
Emancipación", páginas 194 - 220» (http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/pedro-fermin-ceva
llos--0/html/fffd854e-82b1-11df-acc7-002185ce6064_11.html#I_11_). Biblioteca Virtual Cervantes.
6. FMMEducación.com.ar. «1809: Declaración de la independencia de Quito (Ecuador)» (https://we
b.archive.org/web/20090813191755/http://www.fmmeducacion.com.ar/Historia/Documentoshist/18
09independenciaquitoecuador.htm). Historia - Documentos históricos. Archivado desde el original
(http://www.fmmeducacion.com.ar/Historia/Documentoshist/1809independenciaquitoecuador.htm)
el 13 de agosto de 2009. Consultado el 1 de septiembre de 2015.
7. Efemerides.ec. «Grito libertario en Quito» (http://www.efemerides.ec/1/agosto/10.htm).
8. Núñez Proaño, Francisco. «Las benderas: imperial de Guayaquil y de Carlos Montúfar.
¿Coincidencia?» (http://coterraneus.wordpress.com/2011/10/08/las-banderas-imperial-de-guayaq
uil-y-de-carlos-montufar-%C2%BFcoincidencia/). Coterraneus. Consultado el 8 de octubre de
2011.
9. Educar Ecuador. «Historia de la bandera del Quito rebelde de 1809» (https://web.archive.org/web/
20151126233945/http://www.educarecuador.ec/_upload/bachihistoriabanderaquitorebelde1809.pd
f). Archivado desde el original (http://www.educarecuador.ec/_upload/bachihistoriabanderaquitore
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10. Pacheco Manya, Luis. «Bicentenario de la Primera Revolución de Independencia en
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Véase también
Proceso revolucionario de Quito (1809-1812)
Motín del 2 de agosto de 1810
Segunda Junta de Gobierno de Quito
Estado de Quito
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