GUIA PARA VIVIR ESPIRITUALMENTE EL ADVIENTO
Empezamos el Adviento
Con el Adviento, empezamos la preparación de la Navidad.
Nos preparamos para que Dios venga a nuestro mundo y a nuestro corazón.
A pesar de los problemas y de los miedos; a pesar de que estemos cansados de
tantas promesas incumplidas,
y de los desengaños de cada día, a pesar de todo, vamos a intentar vivir una
nueva Navidad,
porque siempre necesitamos de la visita de nuestro Dios, a nuestra vida.
Nuestro corazón ya no es de carne, sino de cemento y hierro.
¡Qué fría es nuestra sangre, qué forzados nuestros saludos,
qué cortos nuestros encuentros y qué mezquinos nuestros dones!.
Cada uno vamos a lo nuestro y dejamos sólo las migajas para otros.
Todo nos parece ya normal. Nos parece normal que muchos mueran de hambre;
que se asesine a los niños antes de nacer, cuando tienen todo el derecho a la
vida.
Por eso necesitamos una gran esperanza. De lo contrario, se nos secaría el
corazón.
Una persona sin esperanza es como un peregrino que camina sin rumbo, a
ninguna parte.
Es como un parado que no tiene nada que hacer y se limita a dejar pasar los días
y los años en la desesperación.
Vamos a intentar, a pesar de todo, vivir con esperanza. Los cristianos no
esperamos cualquier cosa.
Esperamos nada menos que la visita de Dios y esa visita puede cambiar muchas
cosas.
Empecemos, pues, el Adviento con la misma ilusión con la que un estudiante
espera las vacaciones;
con la misma emoción con la que una madre espera a su hijo.
Con el mismo amor que se tienen una pareja de jóvenes enamorados locamente.
Cuando trabajamos para la Paz y la Justicia, estamos sembrando el mundo de
esperanza.
Cuando sabemos sufrir con paciencia, es Adviento.
Cuando esperamos y nos esforzamos por hacer un mundo más justo y más
humano,
estamos preparando la venida del Señor.
Cuando buscamos a Dios, pronto será Navidad.
I.- PRIMERA APROXIMACIÓN: ¿QUÉ ES ESO DEL ADVIENTO?
. El Adviento es una invitación a conectar con lo mejor que hay en ti, en tu
corazón. Conectar con esos sueños de ser mejor persona, más madura, más
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honrada, más tú. Yo creo que tú tienes un espacio en el corazón donde hay
«sueños» de ser mejor persona, más feliz. . . Esos sueños son un camino por el
que es posible que Dios llegue hasta ti.
Llevamos una vida de vértigo, y lo mejor nuestro queda un poco aplastado por el
cada día... Vivimos desconectados de nuestras raíces, de nuestros sueños más
profundos, de lo que de verdad ansiamos... Hablas con la gente, y muchos llegan
a decirte con sinceridad: «Necesitamos el dinero, pero el dinero no nos da
felicidad; nos permite algunas cosas; pero el dinero no llena el corazón".
-¿Qué es Adviento? Conectar con tus mejores aspiraciones, ésas que te llevan a
decir: «¡Ya está bien de vacío interior! ¡¡Ya está bien de sequía!!".Tenemos un
corazón que necesita agua fresca de sentimientos, de verdad, de ganas de ser de
otra manera más humana y menos máquina.
Y aquí, los que nos llamamos creyentes en el Dios de Jesús, conectamos con las
esperanzas de hombres y mujeres que sintieron lo mismo que sentimos y
esperaron a Alguien (Jesús, el Mesías) que les dijera palabras que les sacaran de
su aburrimiento.
Es curioso: lo que ansiamos, lo que esperamos, lo que echamos de menos porque
vivimos un vacío tremendo... no se nos ocurre a nosotros. La solución nos viene
de palabras que nosotros no pronunciamos y que pronuncia para nosotros el
Mesías, el enviado de Dios: Jesús.
. Pronuncia una palabra silenciosa naciendo donde nació (¡Tela lo de los belenes
bonitos que hacemos...! El primero, de bonito no tenía nada: sólo era una realidad
dura y cruda, como la vida misma cuando se pone tonta y nos pega disgusto tras
disgusto).
. Pronuncia una palabra destacando la importancia del corazón sobre el ritualismo
de salvarnos haciendo cosas. Nos salva el corazón, no las cosas por las cosas (a
los que cumplían la Ley a la perfección, pero sin corazón, les dio unos palos de
mucho cuidado, o si no, lee el Evangelio.. .).
. Pronuncia una palabra nueva removiendo el corazón y sacándolo del egoísmo.
«Ser samaritano" significa ver la necesidad del otro y echar una mano... Y esto
complica la vida que es un gusto, pero alegra el corazón que no te puedes
imaginar... (Si tienes experiencia de todo esto, me entenderás...)
. Pronuncia una palabra para decirnos que nuestro vacío y falta de felicidad vienen
muchas veces por querer servir a dos, tres, cuatro o cinco señores... Y Señor sólo
hay uno: Dios.
. Pronuncia una palabra de comprensión, libertad e invitación. El Dios nacido en
Belén apela a la libertad. Viene invitando, no forzando. Si te sientes forzado o
forzada a creer por «presiones de fuera'" ahí no hay verdad... A Dios se llega sin
fuerza, sin presiones, sin nada... Sólo por uno mismo...Así llegaron a Jesús los
Magos, sin ser forzados por nadie... Les llevaba el corazón, les empujaban las
ganas que sentían dentro, la estrella que brillaba como invitación dentro de ellos...
Todo lo de Dios es pura invitación. Dios es para libres, no para esclavos. A los
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esclavos se les imponen las cosas. A los libres no. Aceptan ellos lo que sea desde
su libertad.
Esto me ha salido del corazón y hoy no te sé decir por escrito otra cosa para
explicarte el Adviento. Hay «instrumentos» que ayudan a todo esto, el principal, la
Biblia, las lecturas de la Eucaristía de cada día o de los domingos de Adviento... Y
hablar con gente, que ayuda mucho...
2. SEGUNDA APROXIMACIÓN: DIOS CON NOSOTROS
Seguro que os habéis enterado: Es tiempo de Adviento. Y me sale del alma
comunicarme con los que sois amigos, en el grado que sea, para celebrar este
tiempo que los cristianos llamamos fuerte. La expresión no es muy buena, pero es
así como la Liturgia llama a las cuatro semanas de preparación a la Navidad. Nos
entrenamos para celebrar algo que Dios ha hecho por nosotros: ser Dios con
nosotros. Reconocer a Dios en nuestra vida ordinaria y vivir «divinamente" lo
ordinario se nos da mal; nos es difícil. Es preciso prepararnos. Lo importante se
prepara; si no nos preparamos, nos lo perdemos...
Vivimos tiempos de miedo. Pasan cosas que ni nos las imaginábamos o creíamos
que eran «de película". Pero hemos palpado que son realidades... Hasta
pensamos que «puede pasar cualquier cosa"... Es tremendo pensar y sospechar
que hemos llegado a una situación en la que puede pasar «lo que sea"... ¿Qué
nos puede extrañar ya? Estamos tocando lo que es el corazón humano... Llega
muy lejos tendiendo trampas para atacar al otro.
A mí, ahora, no me importa señalar quiénes son los buenos y los malos. El mal
está en todas partes. No sé si nos conduce a algo saber quién tiró la primera
piedra... Pero así no puede seguir.
¡Hay que romper la espiral de la violencia y venganza! Necesitamos mirar a alguna
parte para descubrir luz, para romper la marcha del odio. En el fondo, lo que
estamos viviendo es lo que nos merecemos porque es lo que hemos ido
construyendo poco a poco... Nos hemos adormecido tanto, tenemos tantas
«adormideras" que sólo nos pueden despertar e interrogar cosas de éstas que son
un «puro escándalo" o «algo inimaginable"...
- En este clima, los creyentes iniciamos el Adviento, preparación de la Navidad.
Es decir, nos damos un tiempo para entrenarnos, para hacernos más sensibles y
poder acoger la presencia de Dios entre nosotros en su Hijo Jesús.
. Necesitamos sensibilizarnos porque estamos muy insensibles a los otros y al
Otro. Creo que nos hace falta mirar con ojos de ternura a nuestro mundo y la las
heridas de los hombres y mujeres... de hoy. Detrás de bonitas apariencias hay
duras realidades y mucho dolor callado y mucha soledad ahogada. ¿Cómo
reconocer a Dios y la voz de Dios si no reconocemos la voz de los próximos... ?
Observa cómo va la gente, metida en lo suyo: su libro, sus auriculares, sus
problemas... No somos capaces de mirarnos a los ojos; nos huimos. Cada uno
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tiene bastante con su mundo... ¿Cómo podremos aceptar a Dios-con-nosotros si
no aceptamos al otro con nosotros? ¿Cómo podremos mirar y descubrir a Dios si
ni nos miramos ni nos descubrimos? ¿Cómo diremos, con Yahvé: He visto la
opresión, he visto los sufrimientos... he bajado a librarlos, a sacarlos... (Ex 3,7-
10)?
Es hora de entrenarnos en mirar y reconocer al esposo, a la esposa, al padre, a la
madre, al hijo, al hermano, al vecino, al compañero de trabajo, al extranjero, al
«herido», al excluido... No es verdad que aceptemos a Dios-con-nosotros si no
nos acogemos próximo-con-el-prójimo. No es verdad que sea Navidad si las
escenas que nos sirven de guerras, luchas, odios... no nos interrogan y no nos
llevan a sembrar cercanía, ternura, acogida y paz. No es verdadera Navidad
cristiana la que no sabe reconocer que Dios es ciudadano del mundo, está
próximo a nosotros en el mapa y geografía que recorremos cada jornada. Dios no
es lejano. Dios se cruza cada día contigo y conmigo, aunque no nos demos cuenta
ni caigamos en la cuenta...
. Necesitamos aprender a «abajarnos». Suenan por todas partes voces que llaman
a ser «triunfadores». La vida se convierte en una continua «Operación Triunfo».
¡Tienes que subir; llegar; conquistar; alcanzar; conseguir; lograr; aumentar;
superar...! ¡Hay que triunfar! ¿Dónde vamos? ¿Dónde queremos subir? ¿Dónde
está el techo, el límite? ¿No estamos haciendo, sin darnos cuenta, una torre de
Babel con tanto subir y triunfar...? En la cima de esa montaña que escalamos,
cada uno en su profesión, está la guerra y la confusión. Alcanzar cotas más altas
se ha convertido en una «guerra admitida» porque es la ley del comercio. Hay una
guerra que nos muestra tanques, explosivos, heridos... Pero hay muchas guerras
secretas para derrotar a la competencia, al que destaca, al que está en el otro
bando... El grito de guerra es: ¡Lograr más mercado, hundir proyectos ajenos,
ganar las elecciones, atraer clientes, ser primeros y únicos en el sector...! Hay
muchas «escuelas» que sólo enseñan a triunfar, dan diplomas de «triunfadores»...
Ser un fracaso es insoportable. Estamos en un proceso donde los pequeños no
tienen sitio; son sólo objeto de explotación. Trepar y «ser un trepa» tiene leyes y
servilismos: «adorar al jefe», «comprar al otro a base de dinero», «vender bien el
producto» a costa de lo que sea, a costa de la libertad... Es la guerra «permitida» y
«admitida» para subsistir: si no luchas, te devoran, desapareces. ¡Hay que luchar
y triunfar...!
En esta situación, ¿podremos entender lo que significa el Dios que desciende, que
se abaja, que viene a nosotros...? ¿Cómo hacer ejercicios prácticos de
«descender», de «acercarnos a los pequeños», de «estar donde están los que no
cuentan o sólo cuentan para aprovecharse de ellos»...? Descender, abajarse,
encarnarse... es asumir andar junto a los que están más abajo, junto a los que no
pueden y no les dejan subir. El ejercicio de «bajar" no es porque abajo está lo
mejor o se está mejor, sino porque abajo hay personas como nosotros a quienes
hay que humanizar e impedir que alguien les atropelle. Bajar a los pobres no es un
deporte de moda. Es tarea de Dios y de aquellos que escuchan su palabra. Estar
donde están los pobres no es deporte que nos inventemos, sino misión que
aprendemos mirando al recién nacido, Emmanuel. Siempre llevamos clavado en el
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corazón «ser como Dios" (Gen 3,5). Dios se «abaja" para intimar con nosotros,
para potenciar todo lo bueno que llevamos y somos, para ofrecernos su presencia
y su misterio de novedad.
Es hora de entrenarnos en bajar hacia los que Dios mira con más complacencia y
a los que llama «bienaventurados,,: los pobres, los que lloran, los que no se las
dan de nada... ¿Cómo encontraremos a Dios «arriba" si ha bajado para nacer
donde viven los que no tienen posada, los que no tienen dónde reclinar la
cabeza... ?
. Necesitamos aprender a intimar con Dios. Cada vez resuena más fuertemente la
necesidad de intimar con Dios. Pensamos, programamos, inventamos, hacemos,
luchamos, damos vueltas a cosas... El origen de todo el misterio de Navidad y de
Dios encarnado es el amor. Todo lo que hoy inaugura nuestro Dios tiene una
fuente de alimentación: la intimidad con el Padre. Sin intimidad todo es vacío. La
intimidad hace milagros. La intimidad es la que lanza e impulsa. La intimidad es
tan íntima que no sé si la conocemos, no sé si no llamamos intimidad a cualquier
cosa.
Es hora de íntimos y de intimidad. ¿Qué pinta Dios con nosotros sin íntimos, sin
intimar con Él? Este Adviento es para hacer ejercicios prácticos de la intimidad: los
célibes, como célibes; los casados, como casados; los solteros, como solteros.
Hagamos de nuestra vida humana una vida más íntima para aprender a intimar
también con Dios. No tenemos exceso de intimidad jamás...
. Necesitamos aprender la grandeza de lo pequeño. La Navidad comercial es
atrayente, deslumbrante. Basta que salgas a la calle o que enciendas el televisor.
La Navidad primera fue pequeña, tan pequeña que nadie se dio cuenta, si no fuera
porque el coro de los ángeles rompió el silencio de la noche. Quizá aún hoy
muchos añoramos años de atrás en los que parecía percibirse más predominio de
lo religioso en la sociedad... Aparentemente, vacías están las calles de Dios.
Como ayer y como siempre, muchos ídolos tienen templos instalados y no 1es
faltan devotos... En medio de todos esos templos, en Belén se encarna el que es
más grande que el Templo, el que es el Señor de cielo y tierra. Viene con la
pretensión de buscar adoradores en espíritu y en verdad.
Es la hora de lo pequeño, de lo sencillo. Tenemos que inaugurar gestos de
Navidad densos y sencillos, tan sencillos como la levadura o el grano de mostaza
o la moneda perdida o los centavos depositados en el Templo. Cuando inundemos
de gestos pequeños el espacio y el tiempo que abarcamos, escucharemos el
cántico de los ángeles en medio de la noche alabando a Dios y deseándonos paz.
Lo pequeño comienza por ti, por los tuyos, por los que conoces y por los que no
conoces... Lo pequeño será posible si crees en ello. Lo pequeño tiene nombre:
una sonrisa, una palabra, un minuto dado, un gesto inesperado de cercanía y
comprensión, una oración callada... Tienes que saber que todo lo que Dios inicia
siempre tiene orígenes pequeños... Tan pequeños que Él mismo nos dijo que sólo
sale fruto del grano de trigo que se pudre... Es la hora de lo pequeño, del detalle;
es la hora del silencio, de la siembra callada de todo lo que tiene germen de vida...
La semilla que se siembra, aunque sea en la noche, como en aquella Nochebuena
primera, siempre da fruto, cuando sea...
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- Estamos convocados, como creyentes, a preparar el Adviento. Son posibles
muchas pequeñas cosas.
Dependen de ti y de mí. Dios ha dado el primer paso. Dios espera el nuestro:
el mío, el tuyo, el de tu familia, el de tu grupo...
Dios busca creyentes que sigan las huellas del que llega en el silencio de la
noche.
Si escuchas hoy su voz, no cierres la puerta, ni el corazón...
Si escuchas hoy su voz, no digas que no hay sitio en tu posada...
Si escuchas hoy su voz, camina hacia la cueva, le verás envuelto en pañales,
niño normal, con padres normales, en una cueva normal... en el lugar de los que
no tienen nada y nadie les abre las puertas...
Si escuchas hoy su voz, deja que la voz interior te guíe más allá...
3..- Objetivo: Proponer maneras concretas de vivir el
Adviento.
Sugerencias
- Espacio de silencio. Crearlo en la familia, a pesar del ruido ambiental para poder
escuchar la Palabra; no dejarse emborrachar por el ruido.
- Poner en un lugar especial del hogar la Palabra. Alguien de la familia que se
ocupe de abrirla cada día en un pasaje, leerlo en común o dejarlo ahí, para que lo
lea el que quiera de la familia y cuando quiera.
- Aprender a apagar la televisión unos minutos (2, 5, etc.). No apagar por apagar
la televisión; si la apagamos es porque hay «cosas más importantes» que
escuchar, es el silencio, o mirarnos a los ojos, hablarnos, etc.
- Ser conscientes del silencio mientras vamos en autobús, coche, o estamos en
casa. Escuchar lo que hay dentro de nosotros: deseos, ansiedades, palabras
bonitas. Hacer «carne», verbal izar lo que llevamos dentro y es más íntimo.
- Hacer silencio para que el otro pueda hablar. Silencio para escuchar las palabras
de los otros. Silencio para mirar despacio y contemplar, sin consumir nada, a
nadie... Silencio para gustar y alegrarnos. Silencio para orar y gritar: iVen, Señor,
ven, salvador!
- Espacio de penumbra. Para no dejarnos deslumbrar por nada, por las cosas, por
lo que se nos ofrece, por el martillo de la publicidad. Saber apagar la luz y vivir con
una vela durante dos minutos. El Dios de la Biblia aparecerá como tenue luz en
medio de la noche. Saber mirar allí donde hay poca luz y descubrir lo (a los) que
vive(n) en las tinieblas, en la penumbra; acostumbrar nuestros ojos a ver y mirar lo
que no está en los escaparates, pero está presente. Desde la penumbra podremos
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gritar la salvación que descubrimos como necesaria para nosotros, para los
hombres y mujeres que conocemos.
- Espacio para el diálogo en familia. Decimos que son fiestas de familia las fiestas
navideñas. Familia es hablar, hablarnos, darnos tiempo para escucharnos.
Estamos juntos, pero nos hablamos poco, nos contemplamos poco. Nos damos
poco tiempo, nos interesamos poco por lo íntimo del otro, resolvemos rápidamente
lo inmediato. Más allá de lo inmediato hay muchas cosas importantes en cada
persona... Escuchar los verdaderos problemas de los nuestros: sus ansias... Lo
importante de cada uno se dice no cuando se nos pregunta, sino cuando
queremos decirlo. Para eso necesitamos clima y oportunidades creadas...
- Espacio y tiempo para acoger a otros. «Lo siento, está completo; no hay
sitio", es la respuesta que dan a María y José... y tienen que buscar sitio donde
sólo caben los pobres... Dar tiempo a otros es hoy uno de los regalos más
grandes... Dar ese aguinaldo.
- Espacio para la felicidad sencilla. No caer en la tentación de comprar la felicidad
con cosas, con grandes gastos, no poner la felicidad en «trastos", disfrutar con lo
sencillo, con cosas pequeñas. Reunirse en familia y hacer el presupuesto de
gastos, de regalos. Hacer presupuesto para los que no tienen, para las ONG, para
personas concretas. Tenemos bastante con menos. Sentirnos regalados por Dios
con el regalo de Jesús nos lleva a regalar, a reconocer al otro.
- Adornar el espacio del hogar. Procurar que sea tarea de todos los miembros.
Cada uno que haga algo, que se reconozca: «Esto lo he hecho, lo he puesto yo".
Tener como criterio hacer las cosas antes que comprarlas. Si es posible, que no
sea cosa de un día, sino de muchos, que dure...
- Preparar las cosas es una manera de celebrarlas, de vivirlas. Lo bonito de las
fiestas es la preparación. No adornamos la casa para los demás, la adornamos
para la familia en primer lugar. Que no falten los elementos específicamente
cristianos: la corona del Adviento, el pesebre. Después ya puedes poner el árbol y
lo que quieras. Pero lo central es lo central.
- Una leyenda sobre el árbol de Navidad. Cuando llegaron los misioneros a
los pueblos germánicos, al principio de todo, se encontraron con una tradición: las
tribus que poblaban aquellas tierras, en este tiempo de diciembre, adornaban y
adoraban a un árbol seco, sin ramas. Los misioneros tomaron esta tradición y la
«retocaron un poco" cambiando el árbol seco por un árbol de hoja perenne, un
pino de Navidad, porque Jesús es perenne, no caduco, ha vencido al tiempo y a la
muerte, es principio y fin de todo. Además, colgaron del árbol manzanas, sí,
manzanas (hoy se han convertido en bolas de luces y en regalos de sorpresa)
porque este árbol que es Jesús es nuestra salvación. En el árbol del paraíso había
manzanas que fueron ocasión de la «caída" de los primeros hombres. Las
manzanas colgadas en el árbol de Navidad son recuerdo de nuestros pecados, los
que Jesús viene a redimir.
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- Y también una tradición: en muchos hogares ponen una cunita vacía. Cada día,
todos los miembros de la familia están invitados a realizar algo bueno en la
jornada. Al final, antes de acostarse, se coloca una pajita en la cuna para que
Jesús tenga paja donde reclinarse y con qué calentarse. Es una manera de ir
preparando la venida de Jesús, preparando su cuna.
- Espacio para la alegría. No somos unas tristes personas... Dios nos visita, nos da
valor. Valemos tanto que Dios se «desplaza hasta nosotros». Esto no es para
estar tristes. Es para estar agradecidos y alegres. Manifestaciones de la alegría: la
cara, la fiesta, la participación de todos en hacer cosas... Hacer algo que nunca se
ha hecho en comidas, por ejemplo, donde todos «puedan meter la mano,,; si sale
bien, fenomenal; si sale a medias, nos reímos...
- Cultivar las tradiciones familiares. Vale la pena conservar todo lo bueno que en
cada familia el Espíritu ha suscitado y es tradicional en estos días de Navidad. Es
importante que los hijos puedan decir mañana: «En mi casa, en Navidad,
teníamos la costumbre de...".
Algunas tradiciones es posible que las tengas que modificar o retocar de acuerdo
con tu actual vivencia del mensaje del Señor o la situación.
El año pasado, me comentaba una pareja que está en grupos cristianos, desde la
fuerza del Evangelio, tuvo una idea y la pusieron en práctica rompiendo «la
tradición,,: sintieron la necesidad de hacer algo distinto: no regalarse nada y se lo
explicaron así a los hijos: «Este año papá y mamá no nos regalaremos nada el
uno al otro. Lo hacemos desde lo que sentimos dentro del corazón, desde nuestra
opción de fe. El importe irá a una asociación de ayuda contra la droga. A vosotros
«no os castigamos,,; seguiremos regalándoos algo como siempre. Si vosotros
queréis regalarnos algo, lo hacéis. Si nos dais el importe en dinero, sabéis que el
dinero lo uniremos a lo nuestro para entregarlo". Los hijos respetaron y
aprendieron. Estas lecciones dan fruto más tarde, cuando
uno ve las cosas «con otra luz".
Esperanzas de Adviento
“Que haya esperanza para los niños y los jóvenes.
Que haya humildad en los gobernantes.
Que haya trabajo para todos.
Que a nadie le falte el pan de cada día...”
Estrenamos una vez más el Adviento, aunque siempre es Adviento. Vamos a
ponernos a soñar. Y traducir los sueños en esperanzas. Que cada uno diga cuatro
esperanzas: una por cada semana de Adviento.
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La Primera esperanza es que haya esperanza, que no se pierda eso que es lo
último que se pierde, que no podamos leer nunca letreros como el que está a la
puerta del infierno: “Abandonad toda esperanza los que aquí entráis”. Porque,
efectivamente, vivir sin esperanza, vivir en la depresión y la tristeza permanentes
es lo más parecido a un infierno. Por eso, ¡qué bonita misión devolver esperanzas
a los que las han perdido, llenar de esperanzas y ganas de vivir a los niños y a los
jóvenes! ¿No os habéis estremecido cuando oís que un niño o un joven se
suicida? ¿Qué sociedad estamos construyendo, que no llena de alegría y no da
razones para vivir a los niños y a los jóvenes?
La Segunda es humildad para gobernantes y poderosos: Se ve que esta raza de
gentes se parece en todas partes. Hay que ver qué aires de superioridad y
perdonavidas adquieren enseguida los que son elegidos para “servir”. Si los
gobernantes fueran en verdad servidores y los poderosos fueran humildes, la
sociedad aprendería su ejemplo y florecerían, o al menos sonreirían un poco, la
solidaridad y la paz social.
La Tercera es trabajo para todos. Es una gran necesidad. El trabajo ya nadie lo ve
como castigo. Es un derecho, un don, una necesidad. Es un medio, no tanto para
tener, sino para ser, para realizarse, para relacionarse, para vivir con dignidad. Dar
trabajo hoy es una hermosa bienaventuranza y la mejor obra de misericordia.
La Cuarta es el pan de cada día. Muchos niños no lo tienen. Muchos mueren de
hambre. Son víctimas de la tercera guerra mundial no declarada: la guerra del
egoísmo, del capitalismo, de las multinacionales, de la especulación, de la
explotación del Norte contra el Sur. Y esta sucia guerra de intereses se da aquí
mismo entre nosotros, con un número de víctimas superior al del terrorismo. ¿No
será esto, el pan de cada día, una hermosa esperanza y una constante oración?
Podríamos continuar la lista, que se haría interminable: que desaparezca la droga,
que se entierren las armas, que no se vuelva a hablar de chabolas. Que se borren
las fronteras, que las Iglesias se unan, que los esposos se quieran... Esperanzas.
Y que éstas se traduzcan en oración, y que la oración nos lleve al compromiso.
Porque, ya se sabe, en el cielo “no se venden frutos, sino semillas”.
Propuestas para un ADVIENTO y NAVIDAD consciente y
responsable
Consumo medido: No se trata de ser rácanos ni de dejar de celebrar la Navidad
como se merece sino de preguntarnos con sinceridad: ¿cuánto necesitamos para
celebrar la Navidad? ¿Hasta dónde queremos gastar?...
Solidaridad: …¿y hasta dónde queremos compartir con los que no tienen? ¿Qué
proporción queremos que haya entre lo que nos vamos a gastar en nosotros (y en
regalos a nuestros familiares y amigos) y lo que vamos a dar a los pobres?
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Comercio Justo: No solo en la cena de Nochebuena, que este tiempo sea
ocasión para descubrir los productos de Comercio Justo… y, de rebote, para
reflexionar sobre los que no son de comercio justo.
Regalos: que lleven algo de nosotros, que pongamos “valor añadido” de tiempo,
cariño, artesanía casera; que expresen algo de nosotros mismos o de lo que
realmente deseamos a quien lo recibe. Y , en cuanto a los niños, ¡no les
sepultemos en regalos!
Decoración de la casa: realizada exclusivamente con motivos religiosos: el
misterio del portal, el Belén, la estrella, los magos de Oriente… ¡ésas son las
señas de identidad de nuestra Navidad cristiana! No Papá Noel, arbolito (sin
Belén)…
Televisión: En lugar de incrementar esta Navidad el tiempo que le dedicamos a la
televisión, ¿no se nos ocurren otras maneras alternativas de pasar el tiempo en
familia? ¿Y si decidiéramos un “apagón de tele” hasta el 7 de enero?
Felicitaciones: ¿Qué estamos comunicando con nuestras tarjetas de felicitación y
nuestras llamadas telefónicas? ¿Y si además de desearnos “feliz Navidad” nos
atreviéramos a decirnos esa palabra sincera que lleva tanto tiempo esperando?
¡Es Navidad, regale sinceridad! "Yo para eso he nacido y para eso he venido al
mundo: para ser testimonio de la Verdad" (Jn 18, 37).
Acercar a los alejados: Ante el slogan “¡Vuelve a casa por Navidad!”, ¿podemos
hacer algo para que los que van a pasar la Navidad solos tengan compañía? Tal
vez disponed un nuevo sitio para un amigo más en nuestra mesa, tal vez
ayudarles a volver esos días con los suyos…
Gestos proféticos: Si nos desagrada la manera como “el mundo” celebra la
Navidad, ¡hagámoslo saber! ¡Que se oiga nuestra voz de creyentes católicos en
medio de una sociedad ciega y sorda! Aunque no publiquen nuestras cartas, no
dejemos de escribir a los medios de comunicación.
Conciencia de Dios: ¡Que no se nos olvide lo que estamos celebrando! ¡Que
no se nos olvide dedicarle a Dios esta Navidad tiempos extra de oración personal
o en familia! ¡Que, como María, guardemos en silencio todas estas cosas en el
corazón, a la vez que proclamamos en voz alta las maravillas que Él ha hecho por
nosotros
Plegaria para el Adviento
Nos han dicho que quieres volver a nacer esta Navidad.
Mira que estás loco, ¿eh?
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¿Pero no ves lo que somos y lo que estamos haciendo?
Y, sin embargo, Tú quieres venir.
Ya no sé si con tu gesto testarudo de volver cada Navidad
estás pretendiendo decirnos algo:
Que tenemos que dejar de ser lobos
para volver a ser hermanos.
Que no perdamos tanto tiempo en criticar
y nos pongamos seriamente a trabajar.
Que nadamos en abundancia
mientras hay hermanos nuestros y tuyos,
que sufren hambre de pan, de cultura, de libertad y dignidad.
Que Tú tienes un mensaje que se llama Evangelio
que todavía no es Buena Noticia para todos,
porque nosotros lo malinterpretamos y malvivimos.
Que tenemos miedo de vivir
y cerramos nuestro corazón a los hermanos.
Que nos preocupamos mucho por nosotros,
y nos justificamos ante Ti dando limosnas.
Que no sabemos compartir
y que Tú sigues encontrando nuestras puertas cerradas...
Si es así, Jesús, ven a nuestras casas en esta Navidad.
Ven a nuestro pueblo, a nuestra parroquia.
Ven a nuestro mundo.
Y ven, antes que nada, a nuestro propio corazón.
Palabras de Vida
¿Y Tú cuánto Esperarías?
¿Serías capaz de pedirle algo a Dios y tener la capacidad de esperar treinta y
siete años la respuesta? Ya sé. Me vas a decir ¿y para qué quieres una respuesta
después de treinta y siete años?
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Escucha. Los periódicos del día 19 de enero del 2006, publican una noticia curiosa
en primera página. Alan Poster, acaba de recuperar su flamante Chevrolet
Corvette descapotable, que le robaron en el barrio Queens, en Nueva York, el 22
de enero de 1969. Durante años lo anduvo buscando. Y todo fue inútil. Y recién, el
martes, 17 de enero del 2006, la policía lo descubrió cuando era embarcado en el
puerto de Long Beach, California, rumbo a Suecia. Un señor lo había adquirido a
un vendedor de Texas. Y curioso, cuando lo compró como un capricho debió
pagar por él 6.000 dólares. Hoy, puesto de nuevo en venta, vale más de 60.000
dólares. Bonita inversión, ¿no crees?
Creo que lo que más atenta contra la esperanza suele ser el tiempo. Las
máquinas tragamonedas nos han acostumbrado muy mal. Porque allí todo es
inmediato: las ganancias como las pérdidas. Aprietas un botón y ya....
En cambio, cuando hablas con Dios y le pides algo, no hay botón alguno que
apretar. Y sólo queda esperar. Pero el tiempo de la espera se nos hace eterno. Y
terminamos por imaginarnos que nuestra llamada no llegó a destino o que Dios no
tiene ganas de respondernos. Y entonces nos vamos desilusionados.
Un día, esperaba yo a un amigo mío. Quedó en una hora concreta. Le insistí en lo
de la hora. No llegaba. Y claro, siempre mis prisas, le esperé un cuarto de hora y
me fui. Luego me dijeron que llegó como dos minutos que yo me marché. Dos
minutos no es mucha cosa. Pero suficiente para que yo me fuese y él no llegase y
nuestro encuentro se hubiese frustrado.
El tiempo de espera es un tiempo de esperanza. Es un tiempo de maduración.
Quien no sabe esperar verá perdidas muchas semillas. Quien no sabe esperar,
comerá frutas demasiado verdes. Quien no sabe esperar se va a perder muchas
citas. Quien no sabe esperar verá fracasar muchos proyectos.
¿Te imaginas el tiempo que debió esperar Dios para poder encarnar a su Hijo?
Fueron no años sino siglos de espera. Y el pueblo debió vivir una esperanza que
se retransmitía de generación en generación. Quienes recibieron el anuncio de la
esperanza, nunca lograrían verla realizada. Pero los hijos de los hijos de los hijos,
fueron testigos de que aquella espera tenía sentido.
El tiempo es la prueba de la esperanza. La esperanza para saber si es verdadera
necesita pasar por el alambique del tiempo. La esperanza que superar el tiempo
de espera, es una esperanza que da vida.
Alguien dirá: ¿y para qué quiero yo una esperanza que no lograré verla?
Pues yo te diría: ¡espera para tus hijos! ¿A caso es menos esperanza esperar no
para ti sino para ellos?
Tu hermano “un hombre de esperanza”,
Corona de Adviento
Voy a dar también un apunte sobre la Corona de Adviento, porque creo que es un
signo y los signos son reclamos para anunciar algo importante.
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La Corona «tiene su origen en la tradición pagana europea; consistía en encender
velas durante el invierno para representar al fuego del Dios sol, para que
regresara con su luz y su calor durante el invierno. Pero los primeros misioneros
aprovecharon esta tradición para evangelizar a las personas. y así partieron de
sus costumbres para enseñarles la fe católica».
Así, la Corona de Adviento es el primer signo que anuncia un tiempo nuevo que
nos invita a prepararnos para la Navidad.
Esta Corona no es algo prefabricado que tenga que tener unas características
imprescindibles, pero sí tiene unas tendencias que la identifican.
Se llama Corona de Adviento porque su forma es redonda, para demostrar que no
tiene ni principio ni fin y podría significar, muy bien, la eternidad. Se suele hacer
con follaje verde, muy típico en ese tiempo, en el que se simbolizan la esperanza
y, dado que se coge el follaje de un arbusto, también podría simbolizar la vida.
En medio de esa Corona se insertan cuatro velas, representando los cuatro
domingos de Adviento. Hay sitios donde ponen las cuatro rojas, que podrían
simbolizar el amor; en otras las ponen de varios colores, significando cada una de
ellas una cualidad distinta.
También en otras parroquias, para variar, hacen como un árbol donde, desde
diferentes alturas, se van mostrando las cuatro velas.
Cada domingo se enciende una de ellas, permaneciendo encendidas las de los
domingos anteriores y, al hacerlo, se puede cantar o hacer una oración sencilla.
Personalmente, prefiero la Corona que tiene cinco velas, una de ellas más grande
que las demás y de color blanco, anticipo del cirio que lucirá en la Vigilia pascual
anunciando la resurrección. Esa vela significa a Jesús. La noche de Navidad, en la
Misa de medianoche, podrían subir cuatro niños portando las cuatro velas de
Adviento encendidas, hasta situarse alrededor de la vela blanca. Una vez
encendida esta, se apagan las demás, dando paso a Jesús, que es la única y
verdadera luz que alumbra a todo ser humano.
Al comenzar la Eucaristía, tras el saludo del sacerdote, una persona encenderá la
primera vela. Mientras otra, desde el ambón, irá leyendo las oraciones que pueden
servir para el momento de encender la vela.
Primera vela
Con esta primera vela queremos significar la necesidad de vivir en oración.
Pedimos que esta luz nos ilumine para que, en este mundo en el que se ha
perdido el poder de discernimiento, Dios nos ayude a distinguir lo auténtico de lo
falso, lo verdadero de lo engañoso, lo justo de lo injusto y lo que está bien de lo
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que está mal... Así podremos llevar este resplandor a todos los que encontremos a
nuestro paso.
Segunda vela
Con esta segunda vela queremos significar la necesidad que tenemos de silencio
y reflexión.
Queremos pedirle al Señor que su luz ilumine nuestro interior, para que seamos
capaces de allanar nuestra prepotencia, rebajar nuestro egoísmo, alisar nuestro
orgullo y quitar todo lo escabroso que existe en nuestro corazón, para poder
esperar, sin condicionamientos, la salvación que se acerca.
Tercera vela
Esta tercera vela queremos que sea un toque de atención para vivir a la escucha
de lo que nos dice el mensajero de Dios.
¡Regocíjate! ¡No temas! Dios te ama, está contigo, viene
a liberarte.
Que esta condición de personas salvadas nos ayude a iluminar a los que siguen
sin encontrar motivos de esperanza.
Cuarta vela
Con esta cuarta vela queremos mostrar nuestra admiración ante esta luz tan
potente.
Para asombrarnos, junto a María, de que Dios, al contrario que el mundo, enaltece
al pobre y al humilde.
Maravillarnos de que Dios no es el Rey de la fuerza y el poder, sino de la paz y el
amor.
Y admirarnos de cómo Dios va siempre al corazón.
Para poder decir, como María: Aquí estamos, Señor, que sea todo como Tú
quieras.
Quinta vela
Al encender esta quinta vela, nuestras peticiones se tornan en acción de gracias,
porque Cristo ha llegado a salvarnos. Y así decimos:
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Gracias, Señor; por llegar de nuevo,
a salvar nuestra vida.
Gracias por venir a liberarnos.
Ya no nos importan las dificultades, ni que
la gente no entienda nuestra manera de vivir.
Ya no nos importan los condicionamientos.
Lo único importante para nosotros es haber
encontrado al salvador,
al Señor de nuestra vida.
Queremos postrarnos ante Ti y adorarte.
Queremos decirte que Tú eres nuestro único y
verdadero Dios.
(B)
Primer Domingo:
Encendemos, Señor, esta luz
como aquel que enciende su lámpara,
para salir en la noche,
al encuentro del amigo que ya viene.
En este primer domingo de Adviento
queremos estar preparados
para recibirte con alegría.
Muchas sombras nos envuelven;
muchos halagos nos adormecen;
muchas cosas nos distraen.
Queremos estar despiertos y vigilantes,
porque Tú nos traes la LUZ más clara,
la PAZ más profunda,
la ALEGRÍA más verdadera.
¡Ven, Señor Jesús!
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Segundo Domingo:
Los profetas mantenían encendida
la esperanza del pueblo de Israel
en el Mesías prometido,
en el Salvador anunciado y esperado.
La humanidad entera se estremece
porque Dios ha tomado nuestra carne,
haciéndose hombre como nosotros.
Que cada uno de nosotros, Señor,
te abramos nuestra vida,
para que Tú nazcas y florezcas
dentro de nosotros
y mantengas en nuestro corazón
la esperanza en el Salvador.
Tercer Domingo:
El Señor viene a nuestro encuentro
para estar cerca de nosotros,
como una LUZ que nos ilumina,
como una FUERZA que nos sostiene,
como un amigo que nos acompaña.
Ayúdanos, Señor, a comprender
que no estamos solos
para combatir la angustia y el miedo.
Que te sintamos siempre cerca de nosotros,
para que tu proximidad
nos aliente y nos fortalezca.
Cuarto Domingo:
Señor Jesús,
Hijo de María y hermano nuestro.
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Te esperamos y Te necesitamos:
para que estés presente en nuestras vidas,
para que nos ayudes a seguirte,
para que remedies nuestras necesidades,
para que tu ejemplo nos ilumine.
Ven, Señor,
acércate a nosotros y ayúdanos,
pues somos débiles
y sin Ti nada podemos.
2º modo (Con niños)
En el momento del ofertorio se hace ofrenda, junto con el pan y el vino, de una
vela encendida, con una de éstas oraciones (una para cada domingo):
Primer Domingo:
Gracias, Padre nuestro,
por la alegría de la Navidad,
por lo divertido que es
encontrar regalos en los zapatos,
por los árboles de Navidad
con lucecitas que brillan,
por los “belenes”
con sus figuritas y paisajes,
por las fiestas tan estupendas,
por los roscones y los pasteles.
Gracias, Padre nuestro.
Gracias, por la alegría de las Navidades,
por los regalos que nos hacen.
Pero, gracias, sobre todo,
porque Jesús nació, hecho un niño,
el primer día de la Navidad.
Que, al celebrarlo este año de nuevo,
nazca de veras Él en nuestro corazón
y vayamos creciendo como Él crecía.
Que la corona de Adviento
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de todas las casas y corazones
no esté nunca vacía y triste
sin saber qué se celebra
cuando llega la Navidad.
b) Segundo Domingo
(Colocamos la segunda vela del Adviento: ¡vamos haciendo luz...!)
Todos los niños del mundo, Señor,
somos una prueba más de tu cariño.
Todos los niños del mundo, Señor,
somos tus hijos,
sin distinción,
sin categorías ni privilegios.
Todos los niños del mundo, Señor,
somos una nueva esperanza
para la humanidad.
¿Cómo es posible, entonces,
que permitamos que haya tanto dolor?
En estos días del Adviento,
enséñanos, Padre,
a poner todo nuestro empeño
para que jamás exista
un niño sin hogar,
un niño sin alimentos,
un niño sin escuela,
un niño sin amigos,
un niño solitario,
un niño abandonado,
un niño sin atención médica,
un niño triste,
un niño en medio de una guerra;
en fin, un niño que no pueda serlo.
c) Tercer Domingo
(Colocamos la tercera vela de las buenas acciones –nuestras o de otros- que
ponen luz, alegría y verdadera fiesta en todas partes, allanando el camino por el
que llega Jesús)
La persona que es feliz
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vive contenta y difunde paz
entre quienes le rodean.
Su alegría atrae a todos,
y siempre piensa en lo bueno
que hay en los demás.
La persona que es feliz
trae la luz
allá donde hay oscuridad.
Y sólo quien es feliz
puede hacer felices a los otros.
Señor Jesús:
enséñanos a ser felices,
a contagiar la alegría
a quienes nos rodean,
a llenar con buenos pensamientos
este mundo,
a llenar de sonrisas
nuestros días
d) Cuarto domingo
(Colocamos a María y a José en la casita de la corona, en actitud de espera... Y
colocamos la cuarta vela...)
María, madre de Jesús,
testigo de cómo crecemos,
que guías con cariño
nuestra vida estos años:
nos acercamos a ti.
Venimos a saludarte
y pronunciamos tu nombre.
Queremos que nos caliente
el calor de tu mirada
como madre siempre atenta,
como madre que no falla.
Haz que nosotros seamos
instrumentos generosos de Jesús,
para sembrar el amor, la paz y el consuelo,
desterrando los rencores y las ofensas,
los enfados y las discusiones.
Bendice nuestro trabajo,
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ayúdanos a ser fuertes,
esforzados, serviciales,
para que venga a nosotros
y a toda la humanidad
el Reino de Dios, de Jesús,
para que de verdad renazca
en todos los corazones
de nuevo esta Navidad.
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