1.
Estructura externa e interna
Nos encontramos ante un poema breve, escrito en prosa.
El título del texto tiene una función catafórica, pues adelanta cierta información que
será ampliada en el poema. En concreto, tras leer el título, el lector puede suponer que la
protagonista será una anciana. Además, puede deducir que la desesperación será uno de
sus sentimientos, al menos en algún momento de la narración.
El primer párrafo constituye la macroproposición narrativa primera y es el más extenso,
junto con el último. Se dedica a presentar a los dos protagonistas, la viejecita y el bebé,
en torno a los que se desarrollará la narración.
El segundo párrafo, muy breve, constituye la macroproposición narrativa segunda. En
él, se nos indica que la anciana ha tomado la decisión de acercarse al niño, para
acariciarlo. Esta determinación hace posible que la narración continúe, puesto que
desencadena el conflicto que se desarrolla en el texto.
El tercer párrafo, también muy breve, constituye la macroproposición narrativa tercera.
En él, se nos describe cómo el bebé reacciona con rechazo, ante la decisión de la
protagonista de acercarse a él.
El cuarto párrafo, más extenso que los dos anteriores, contiene dos macroproposiciones
narrativas, la cuarta y la quinta. Por un lado, ante el rechazo del niño, la anciana decide
retirarse. Además, el autor hace que sea la protagonista, quien en estilo directo, exprese
su propia evaluación de los hechos que ha protagonizado. La anciana, por tanto, nos
muestra la transformación que ha sufrido, tras el rechazo del niño. Emplea la primera
persona del plural, que tiene una función inclusiva, con lo que las palabras de la anciana
podrían considerarse casi una moraleja, válida para cualquier anciana en su misma
situación.
En cuanto a los marcadores discursivos que aportan coherencia y cohesión al texto,
observamos que los dos primeros párrafos están unidos por la conjunción “y”, un
marcador aditivo. El primer párrafo nos describe las similitudes que la anciana aprecia
entre ella y el niño. En el segundo, se nos muestra la decisión de la anciana de acariciar
al niño. Este segundo párrafo, por tanto, añade información al contenido del primero. La
anciana toma la decisión de acercarse al niño por las similitudes que aprecia entre
ambos, descritas en el primer párrafo, por lo que el intento de acercamiento se da,
posiblemente, a consecuencia de dicho parecido.
El primer y el segundo párrafo están conectados al tercero, mediante la conjunción
adversativa “pero”. Esto resulta lógico, pues el párrafo nos describe el rechazo del niño,
ante las caricias de la vieja y contrapone los sentimientos de los personajes. La anciana
se siente enternecida ante la visión del niño, puesto que a sus ojos, es un ser inocente y
parecido a ella, en la falta de pelo y dientes. Sin embargo, el niño se muestra asustado,
ante la decrepitud de la anciana.
Por último, el cuarto párrafo está conectado a los tres anteriores, mediante el marcador
consecutivo “entonces”. Lo descrito en los tres párrafos anteriores ha dado lugar a las
consecuencias que se indican en el párrafo final, que son la tristeza y la sensación de
soledad de la protagonista.
2. La historia
Este texto, un poema en prosa, nos pone ante una situación realista, puesto que el bebé y
la anciana son personajes que podrían formar parte de la realidad. Sin embargo, estamos
ante un poema dotado de cierto simbolismo. El personaje de la viejecita, rechazada
incluso por un bebé que tiene toda la vida por delante, sirve como ejemplo, para
mostrar lo terrible que resulta el paso del tiempo, según la visión del poeta.
3. El narrador
El texto cuenta con un narrador omnisciente, puesto que conoce todos los detalles, a
cerca de la historia, de sus personajes y de sus pensamientos. Además, es
heterodiegético, pues no habla de sí mismo y no interviene como personaje en la
narración.
En cuanto al punto de vista que adopta, se aprecia que el narrador empatiza con la
anciana protagonista. Para referirse a ella, utiliza la palabra “viejecita”. El empleo de
este diminutivo transmite una sensación de afecto. Además, en el tercer párrafo, cuando
la anciana está siendo rechazada por el niño, el narrador se refiere a ella como a una
“pobre mujer”. El uso de este adjetivo antepuesto al nombre deja ver que el narrador se
compadece de la protagonista.
4. Análisis formal y estilístico
4.1 Nivel fonético
No hay demasiados rasgos fonéticos que destacar. Sin embargo, en el último párrafo, el
autor da voz a la anciana, para que exprese sus pensamientos. Lo que la viejecita dice
está escrito entre signos de exclamación. Estas exclamaciones aportan mayor
expresividad, a la que ya tienen en sí mismos los sentimientos que la anciana expresa.
En ese mismo enunciado, aparece la interjección “ay”, que es un recurso expresivo que
ayuda a mostrar el sentimiento de desesperación del personaje.
4.2 Nivel morfosintáctico
En cuanto a los sustantivos, observamos que en el primer párrafo abundan los nombres
concretos, individuales y contables, mientras que en los siguientes, predominan los
nombres abstractos. Esta clase de sustantivos viene dada por el hecho de que nos
hallamos ante un poema que trata el tema del paso del tiempo, que forma parte de una
realidad intangible.
Encontramos también palabras derivadas, como “viejecita”. El uso del diminutivo
sirve, como ya se ha comentado, para dar una sensación de ternura y afecto.
4.2 Nivel lexicosemántico
En primer lugar, observamos dos sustantivos concretos, individuales y contables, que
son “viejecita” y ”niño”. En un principio, dadas las similitudes físicas que la anciana
aprecia entre el niño y ella, parecería que ambos términos no tendrían que ser del todo
contrapuestos. Sin embargo, el poeta hace que el niño rechace a la anciana, provocando
por tanto que haya una contraposición clara entre ambos. Esto se entiende por el tema
que trata el poema, que es el horror ante el paso del tiempo. Así, el niño tiene toda la
vida por delante y la oportunidad de ser amado. Sin embargo, la anciana está ya en el
final de su vida y según el texto, no puede ser querida ni siquiera por un bebé, un ser
inocente y sin prejuicios.
Otro sustantivo destacado, también concreto y contable, es “hembras”, que se halla en el
último párrafo. Este término sugiere que un hombre no está avocado a sufrir las
consecuencias del paso del tiempo, a diferencia de la mujer, que sí parece verse más
afectada por él y por la pérdida de afectos que la vejez y la decrepitud traen consigo,
según el texto.
En lo referente a los sustantivos abstractos, encontramos varios dignos de mención.
Los términos “caricias” y “remilgos”, forman del campo semántico de lo afectivo.
Otro sustantivo importante es “horror”, que contribuye a reafirmar la idea central del
texto, que es lo terrible del paso del tiempo, como se ha indicado.
Por último, conviene mencionar “soledad”, que es un sustantivo que se ha empleado de
manera metafórica, puesto que la viejecita se “retira a su soledad eterna”, siendo esta
soledad un lugar metafórico.
Cabe destacar también el empleo del pronombre “nosotras”, en el cuarto párrafo. La
anciana está hablando de sus propios sentimientos, pero como el poema trata un tema
universal, el empleo de la primera persona del plural y además, en femenino, hace que
todas las mujeres como ella parezcan incluidas en los sentimientos de soledad y tristeza
de la protagonista.
Dejando a un lado los sustantivos, observamos una gran abundancia de adjetivos
descriptivos. En el primer párrafo, encontramos “arrugada”, para describir a la viejecita
y “contenta”, para referirse a su estado de ánimo al ver al niño. En el mismo párrafo,
hallamos los adjetivos “lindo” y “bonito”, este último dos veces. Ambos son sinónimos
y describen al niño, creando algo similar a una antítesis entre ambas descripciones.
Además, vemos el adjetivo “frágil”, que adquiere importancia, en la medida en que es
una de las características que le permiten a la vieja establecer un símil, entre ella y el
niño.
En el segundo párrafo, por el contrario, el único adjetivo que hay es “agradables”, para
describir la clase de gestos que pretende tener la vieja con el niño. Destaca, porque el
lector no espera que un gesto agradable pueda provocar rechazo en el niño.
En el tercer párrafo, se emplea el adjetivo “espantado”, para describir el estado del niño,
tras los “gestos agradables”. Además, se retoma la descripción de la anciana, con el
adjetivo “decrépita”. Tal vez, sea esta palabra la que haga más comprensible el espanto
del niño. Para terminar, también destaca la anteposición del adjetivo “pobre” al
sustantivo “mujer”, que el poeta emplea, posiblemente en un intento de que el lector
sienta lástima por la viejecita.
En el cuarto párrafo, se emplea el epíteto “eterna”, para dramatizar todavía más el
significado del sustantivo “soledad”. Además, aparecen los adjetivos “pobres” y
“desgraciadas”, que se utilizan para describir a la protagonista, aunque al encontrarse
en plural, se refieran a todas las ancianas, en un sentido genérico. El adjetivo “pobres”
se antepone al sustantivo “hembras” y el adjetivo “desgraciadas” se pospone a dicho
sustantivo, posiblemente para llamar la atención sobre él.
En cuanto a las formas verbales, apreciamos que la mayor parte de ellas están en
pretérito imperfecto o en pretérito perfecto simple, como suele ser común en los textos
narrativos. Ejemplos de estas formas los hallamos en verbos como “sintió”, “querían” o
“forcejeaba”. Con respecto a esto, conviene mencionar que en el último párrafo, durante
la intervención de la viejecita, se produce un contraste entre formas verbales en pretérito
perfecto simple, como “pasó” y formas en presente de indicativo como “causamos” o
“queremos”. El poema se centra en mostrar lo terrible que es el paso del tiempo y las
consecuencias que este tiene en el presente. La referencia temporal que aporta el
adverbio “ahora” reafirma lo dicho. Además, dado que las formas en presente están en
primera persona del plural, igual que los pronombres ya mencionados, se remarca de
nuevo que esas consecuencias no solo le afectan a la viejecita del poema, sino a todas.
En cuanto a la sintaxis, en el primer párrafo, observamos un periodo oracional largo, de
cierta complejidad, con una oración de relativo. El párrafo describe a la anciana y al
niño, mediante dos oraciones yuxtapuestas. Además, se observa la elipsis del verbo ser,
en la enumeración de los rasgos del niño y de la anciana. En este párrafo, destaca la
figura retórica del símil, pues mediante el nexo “como”, se muestra la similitud entre la
anciana y el niño, en ciertos rasgos físicos.
La sintaxis de los dos párrafos siguientes presenta también cierta complejidad, aunque
los periodos oracionales no son tan largos como el primero. Podemos apreciar que en
ambos, hay dos oraciones subordinadas sustantivas que indican finalidad, aunque
ninguna de ellas presenta el nexo “para”, sino una forma verbal en gerundio, que hace la
misma función.
El último párrafo, más extenso que los anteriores, como se ha mencionado antes,
presenta una sintaxis también compleja. Tras dos oraciones coordinadas copulativas, la
anciana expresa sus pensamientos en estilo directo.
4.3 Registro
El lenguaje empleado en este poema en prosa se corresponde con un nivel culto-
estándar. No presenta términos demasiado complicados, con lo que su comprensión es
accesible, para un lector con cierto nivel cultural.