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Como Estudiar Moviento Sociales

Este documento describe los diferentes niveles de acción colectiva de los movimientos sociales, desde las formas cotidianas de resistencia a nivel micro hasta los movimientos trasnacionales a nivel macro. También explica los principales métodos utilizados para estudiar los movimientos sociales, como la observación, las entrevistas y el análisis de contenido. Finalmente, enfatiza la importancia de documentar sistemáticamente el cambio social histórico a través de la investigación de los movimientos.
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Como Estudiar Moviento Sociales

Este documento describe los diferentes niveles de acción colectiva de los movimientos sociales, desde las formas cotidianas de resistencia a nivel micro hasta los movimientos trasnacionales a nivel macro. También explica los principales métodos utilizados para estudiar los movimientos sociales, como la observación, las entrevistas y el análisis de contenido. Finalmente, enfatiza la importancia de documentar sistemáticamente el cambio social histórico a través de la investigación de los movimientos.
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CLACSO

Chapter Title: Cómo estudiar los movimientos sociales Clasificación y métodos

Book Title: Movimientos sociales


Book Subtitle: la estructura de la acción colectiva
Book Author(s): Paul Almeida
Published by: CLACSO. (2020)
Stable URL: https://www.jstor.org/stable/j.ctv1gm010t.5

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sociales

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2. Cómo estudiar los movimientos sociales
Clasificación y métodos

En el capítulo anterior, definimos y analizamos los componentes


básicos de los movimientos sociales. En el presente capítulo, inda-
gamos el proceso de investigación de estos movimientos. La explora-
ción comienza con una clasificación concisa de las actividades de los
movimientos sociales, desde el nivel micro hasta el nivel macro. Di-
cha categorización abarca desde las formas cotidianas de resistencia
hasta las revoluciones y los movimientos trasnacionales. La segunda
mitad del capítulo describe los principales métodos que usan los so-
ciólogos, los antropólogos, los politólogos, y los historiadores para
el estudio de los movimientos sociales: desde los archivos históricos,
las encuestas, la observación, las entrevistas y el análisis de conteni-
dos hasta la codificación de documentos. Cada categoría de la activi-
dad de los movimientos se corresponde con diferentes herramientas
metodológicas (por ejemplo, para las “formas cotidianas de resisten-
cia” usamos la observación, las entrevistas y los métodos históricos).
Prestaremos especial atención a la codificación de contenidos perio-
dísticos y datos correspondientes a los eventos de protesta (incluidos
los puntos fuertes y los sesgos), junto con las actividades de protesta
que se informan en los sitios web de activismo, dado que estas técni-
cas para la recolección de datos se cuentan entre las más utilizadas
en la investigación contemporánea de los movimientos sociales.

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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

Los estudiantes y académicos que investigan los movimientos so-


ciales hacen importantes descubrimientos relacionados con su dis-
ciplina, pero también documentan el cambio social histórico. Este
hecho añade un componente de “misión especial” a la investigación
de los movimientos sociales, dado que la información recabada de
forma sistemática puede resultar útil para otros movimientos socia-
les, para los historiadores y para el público en general. El presente ca-
pítulo suministra una introducción a las herramientas básicas que
se usan para hacer estas contribuciones especiales. En otras pala-
bras, los lectores adquirirán conocimientos sobre las clasificaciones
y los métodos básicos que se emplean en el estudio de los movimien-
tos sociales.

Los seis niveles de acción colectiva en la investigación


de los movimientos sociales

En aras de la claridad conceptual, los académicos encuentran útil


especificar diferentes niveles de la actividad de los movimientos so-
ciales. En una escala creciente, dichas actividades se ordenan de la
siguiente manera: (1) formas cotidianas de resistencia, (2) movimien-
tos locales de base, (3) movimientos sociales nacionales, (4) olas de
protesta, (5) movimientos revolucionarios y (6) movimientos sociales
trasnacionales.

Formas cotidianas de resistencia

Las formas cotidianas de resistencia son actos de disenso e incumpli-


miento que llevan a cabo los individuos o los grupos pequeños con-
tra las fuentes cercanas de injusticia. Este nivel de microrresistencia
es también conocido como “las armas de los débiles” (Scott, 1985).
Aquí nos explayamos un poco más sobre este tipo de acción colectiva
a nivel micro, debido a que los estudios de los movimientos socia-
les tienden a subestimarla. Los actos de resistencia cotidiana suelen
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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

darse en situaciones de opresión extrema, como la esclavitud, los


sistemas agrícolas represivos, las dictaduras militares, las ocupacio-
nes coloniales o extranjeras y los campos de concentración (Maher,
2010; Einwohner y Maher, 2011; González Márquez, 2017). El con-
texto es tan abrumadoramente opresivo, que las formas colectivas
de rebeldía –como una protesta organizada o una huelga– podrían
implicar un daño inmediato, e incluso fatal, para el grupo iniciador
de la resistencia. Este es el nivel más pequeño de actividad oposito-
ra. El trabajo etnográfico de campo que realizó James Scott (1985) en
la Malasia rural destacó y popularizó estas formas “cotidianas” de
resistencia. Scott documentó el robo de poca monta, los chismes de
pueblo, la desaceleración del trabajo, el incumplimiento y el van-
dalismo de la maquinaria agrícola como ejemplos de estas formas
de resistencia, que la bibliografía sobre movimientos sociales antes
tendía a pasar por alto. Scott también las consideró más eficaces y
pragmáticas en comparación con formas más convencionales de or-
ganización política.
En su escrito sobre “la sorda compulsión de las relaciones econó-
micas”, este autor también intenta explicar por qué los grupos subor-
dinados rara vez se suman a la política organizada: desde su punto de
vista, las barreras económicas extremas impuestas a muchos grupos
marginados les impiden rebelarse abiertamente contra su situación
opresiva. La dependencia económica se experimenta en un grado tal,
que una resistencia abierta acarrearía tremendas consecuencias ne-
gativas (como la miseria, el castigo físico y el hambre). El foco en la
dependencia económica también ha permitido indagar las formas
cotidianas de rebelión en contextos relativamente menos opresivos.
Además de las sanciones económicas negativas, los grupos sociales
subordinados enfrentan otras formas de coerción, como la represión
política y militar. En líneas generales, los grupos marginados partici-
pan en microactos anónimos y encubiertos de resistencia para evitar
las represalias de sus adversarios (Scott, 1990).
Entre otros destinatarios o blancos de la resistencia cotidiana,
cabe mencionar a los terratenientes, los supervisores del trabajo
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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

agrícola, los habitantes ricos de pueblos pequeños, los capataces


abusivos de las obras en construcción y las tecnologías amenazantes.
Scott también generaliza su hipótesis a otras clases y épocas (como
los obreros británicos del siglo XIX y la Revolución Mexicana). En re-
sumen, Scott sostiene que los grupos subordinados siempre resisten
y negocian a nivel micro la extracción de plusvalía en las relaciones
de explotación, en un intento de reducir la intensidad del abuso al
que los someten sus superiores. Esta contribución nos permite com-
prender mejor de qué maneras los grupos sociales suelen oponer re-
sistencia a la dominación por medio de estrategias solapadas.
Las conclusiones de Scott encuentran sustento en otros contex-
tos. Tal como demostró Hossfeld (1990), las mujeres inmigrantes
que ensamblaban computadoras en las plantas de Silicon Valley
invertían a su favor la ideología racial y de género de los hombres
blancos para acumular pequeñas ventajas, que a la larga devenían
en pausas más largas, ascensos y condiciones laborales menos ries-
gosas. Durante la observación participante que llevó a cabo en un
taller de metalmecánica de Chicago, Burawoy (1979, p. 171) consta-
tó que la resistencia individual se ejercía mediante el “timado”, es
decir, arreglando la marca de las tarjetas para transferir el tiempo
de una tarea a la siguiente. En el norte de México, Peña (1997) obser-
vó que las trabajadoras de las maquilas desaceleraban el ritmo de
trabajo (trabajaban “a paso de tortuga”) como forma de resistencia a
los gerentes abusivos en las fábricas de armado. Bank Muñoz (2011)
demuestra procesos parecidos en fábricas de tortillas en México y
California, especialmente durante el neoliberalismo. Rollins (1985)
también muestra una serie de rituales de deferencia invocados por
los trabajadores domésticos a fin de sobrevivir económicamente
en el contexto de explotación y dominación psicológicas por parte
de sus empleadores privilegiados. Hank Johnston (2005; 2011), en
su trabajo sobre la microrresistencia, agrega la noción de “actos de
habla” a nuestra comprensión de los desafíos cotidianos. Johnston
describe diversos microactos de resistencia. Observa que las formas
discursivas, tales como contar chistes sobre un gobierno represivo
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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

en pequeños grupos, las pintadas o el canto (o siquiera el tarareo)


de canciones prohibidas podrían plantar las semillas en las que co-
mienzan a florecer formas más extendidas de solidaridad.
También hay académicos que ponen de relieve el uso de formas
de rebelión cotidiana en África. Debido al colonialismo directo y vio-
lento que dominó al África subsahariana durante la primera mitad
del siglo XX, gran parte del desafío rural a la imposición extranjera
de cultivar productos básicos de exportación se plasmó en diversos
actos de resistencia cotidiana, en cuyo marco los campesinos parti-
cipaban en desafíos colectivos mayormente ocultos. Una vez más,
estos son contextos en los cuales las movilizaciones sociales abiertas
y sostenidas suponen un riesgo demasiado alto, de modo tal que los
grupos subalternos deben recurrir a formas menos públicas y promi-
nentes de disenso. Allen Isaacman (1993, p. 237) define estas situacio-
nes de resistencia observadas en el contexto africano como intentos,
por parte de los campesinos, “de bloquear o rebajar las pretensiones
de las clases gobernantes o apropiadoras”. Estas formas cotidianas
de incumplimiento, que no suelen ser documentadas en los archi-
vos oficiales, incluían el acto de hervir las semillas de algodón an-
tes de sembrarlas, en Sudáfrica, Malaui, Tanzania y Zaire; el robo a
los recaudadores de impuestos, en Angola, Etiopía, Mozambique y
Zimbabue; el sabotaje de maquinarias agrícolas, en Sudáfrica y Ke-
nia; apareceros que retienen parte del arroz producido, en Gambia;
la siembra tardía e insuficiente de cultivos comerciales (intercalada
con alimentos de subsistencia), en Camerún, Chad, Kenia, Malaui,
Mozambique, Tanzania y Uganda; y la huida en masa de comunida-
des africanas nativas (en muy diversas localidades) ante la amenaza
del trabajo forzado o la tributación colonialista (Isaacman, 1993, pp.
237-241).
En las dos primeras décadas del siglo XXI se han observado pe-
queños grupos de zonas rurales que continúan participando en
formas cotidianas de rebelión. Una gran proporción de estos actos
contemporáneos involucran la resistencia a nuevas rondas de ex-
tracción de recursos naturales y arrebatos de tierras en el Sur Global.
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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

Estas acciones colectivas en pequeña escala se dirigen contra la


minería, la siembra masiva de cultivos para la producción de bio-
combustibles (por ejemplo, caña de azúcar, palma, soja), plantas ge-
néticamente modificadas y árboles gomeros en tierras nativas.1 Los
habitantes de zonas urbanas también llevan a cabo microactos de
resistencia contra los gobiernos autoritarios. En 2017, luego de que
el gobierno hondureño declarara un estado especial de emergencia
e impusiera un toque de queda militar en las ciudades, tras las mul-
titudinarias protestas por sospechas de fraude y contra evidentes
irregularidades durante el recuento de votos, las personas de a pie
golpearon cacharros y cacerolas desde sus ventanas al amparo de la
oscuridad para expresar su oposición en un contexto cada vez más
represivo. Llevando al límite la definición de “armas de los débiles”,
algunos académicos sostienen incluso que la piratería informática
[hacking] políticamente motivada de páginas web y redes sociales
(“piractivismo” o “hacktivism”) es una forma novedosa de disrupción
cotidiana (Edyvane y Kulenovic, 2017).
Sin embargo, para quienes estudian la escalada de la protesta, el
enfoque de las “resistencias cotidianas/armas de los débiles” se limi-
ta a los grupos subordinados que recurren a sus escasos medios dis-
ponibles para oponer resistencia al maltrato que reciben en diversos
contextos diarios, por lo general en pequeños grupos y en el sitio de
producción. Johnston (2005; 2011) sostiene que es necesario especifi-
car un enlace micro-macro más amplio a fin de comprender los me-
canismos a través de los cuales la resistencia cotidiana escala hasta
devenir en un movimiento local de bases. Scott (1985, p. 273) alude a
un enlace micro-macro en los siguientes términos:

Tales formas de resistencia son las estrategias diarias, continuas y


casi permanentes de las clases rurales subordinadas que viven en
circunstancias difíciles. En momentos de crisis, o bien de cambios

1
Respecto de estos ejemplos, véanse Alonso-Fradejas (2015); Fu (2016); Jenkins (2017);
Lapegna (2016); McAllister (2015); Touch y Neef (2015); Kenney-Lazar et al. (2018); y
Gyapong (2019).

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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

políticos trascendentales, es posible que aquellas se vean comple-


mentadas con otras formas de lucha que resultan más oportunas. […]
Son el obstinado basamento sobre el que pueden crecer otras formas
de resistencia.

La dilucidación del proceso mediante el cual los actos de resistencia


cotidiana escalan hasta convertirse en rebeliones de mayores pro-
porciones es una tarea pendiente que deberán llevar a cabo los futu-
ros activistas y investigadores de la acción colectiva (Plankey-Videla
2012).
El aporte más crucial que suministra la concepción del disenso al
nivel de “las armas de los débiles” es la evidencia contundente de que
los grupos subordinados no son simples víctimas de la manipulación
ideológica ni sufren de “falsa conciencia”. Por el contrario, ejercen el
disenso a nivel micro en la esfera política. Los grupos subordinados
tienen sus propias culturas o estructuras normativas de resistencia,
que se perciben con mayor facilidad “entre bastidores”, lejos de la
esfera pública dominada por las élites (Hobsbawm, 1983; Scott, 1985;
1990). En resumen, las formas cotidianas de resistencia proveen una
comprensión a nivel micro de la acción colectiva, especialmente en
situaciones extremas de opresión y explotación.

Movimientos locales de base

Los movimientos locales de base luchan a nivel local o regional por


objetivos limitados y específicos (como la contaminación local o la
sindicalización de una fábrica) y suelen contar con una provisión
restringida de recursos organizacionales internos. Estas moviliza-
ciones se acercan más a la definición de los movimientos sociales
provista en el capítulo 1 que a las formas cotidianas de resistencia, en
la medida en que se sostienen a lo largo del tiempo. Los movimientos
locales obtienen respaldo en su mayor parte de voluntarios indivi-
duales que viven en comunidades cercanas. En muchos casos, el lo-
gro de las metas propuestas depende en gran medida de la capacidad

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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

del movimiento local para forjar alianzas con otros grupos, sobre
todo con movimientos sociales más grandes (Almeida y Stearns,
1998). Las perspectivas de éxito también aumentan con la mayor es-
pecificidad de las metas. En California, ciertas organizaciones comu-
nitarias, como Comunidades por una Nueva California (CNC por su
sigla en inglés), Faith in the Valley,* Central Valley Partnership (CVP)
y Líderes Campesinas se han embarcado en numerosas luchas de co-
munidades obreras, pobres e inmigrantes en distintas partes del va-
lle central del estado (Prebys-Williams y Padilla 2020). La CNC trabaja
desde 2010 con comunidades de bajos ingresos que demandan co-
modidades barriales básicas, como aceras y parques urbanos.2 Los
residentes que se oponen a la instalación de grandes tiendas departa-
mentales (como Walmart) en sus comunidades también ejemplifican
los movimientos locales de base (Bank Muñoz 2017; Halebsky, 2009).
El movimiento por la justicia ambiental es una de las formas más
comunes que ha adoptado la movilización local de base en los Esta-
dos Unidos a lo largo de los últimos treinta años. Este movimiento
levantó vuelo durante la década de 1980, a medida que innumerables
comunidades de todo el país tomaban conciencia y se volvían posi-
bles víctimas de la contaminación próxima a los lugares donde vi-
vían, jugaban y trabajaban las personas y las familias de la
comunidad (Bullard, 2000; Szasz, 1994). Un problema de contamina-
ción local u otras amenazas ambientales (como el envenenamiento
por plomo en Flint, Michigan, y los riesgos del oleoducto Dakota Ac-
cess) pueden desencadenar la movilización de comunidades y ba-
rrios afectados. En algunos casos, el detonante de la movilización
local es un incinerador industrial o un sitio de residuos peligrosos.
Otras luchas por la justicia ambiental se dirigen contra los depósitos
abandonados de residuos tóxicos, la contaminación atmosférica y
los pesticidas (Bullard, 2005; Taylor, 2014). Estos movimientos locales
aún se mantienen activos, como en el caso de las batallas

* Literalmente, “Fe en el Valle” [N. de la T.]


2
You Can Change Your Neighborhood. Communities for a New California, Suplemento
publicitario especial del CNC Education Fund, enero de 2018.

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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

comunitarias contra la fracturación hidráulica (“fracking”) de las em-


presas gasíferas y petroleras (Vasi et al., 2015; Auyero et al., 2018). El
rasgo que define a estos movimientos es su carácter de lucha local
enfocada en problemas locales, con una membresía voluntaria que de-
riva de comunidades cercanas. Los movimientos locales de base tam-
bién suelen autodenominarse con referencia a su localidad o región,
de modo tal que su identidad queda ligada al lugar de pertenencia;
como ejemplos de esto cabe mencionar a las Madres del Este de Los
Ángeles, la Coalición de Tóxicos del Oeste del Condado y los Ciudada-
nos Preocupados del Sur-Centro (Los Ángeles).*

Movimientos sociales nacionales

Los movimientos sociales nacionales representan luchas amplias


(extendidas a gran parte del territorio nacional) que involucran a or-
ganizaciones formales o federaciones de redes con afiliaciones laxas
(Tarrow, 2011). Los movimientos sociales nacionales poseen recursos
internos y una amplia gama de metas dirigidas a la reforma política,
así como al cambio de actitudes públicas. De acuerdo con Tilly (1984),
el movimiento social nacional surgió en concomitancia con la expan-
sión de los sistemas políticos representativos en Europa occidental a
mediados del siglo XIX. La expansión geográfica y las crecientes ta-
reas administrativas convirtieron al Estado en principal lugar adon-
de debían dirigirse los grupos para presentar reclamos y denunciar

* El autor cita a estas agrupaciones por sus nombres en inglés, que son, respectiva-
mente, (i) Mothers of East Los Angeles, (ii) West County Toxics Coalition y (iii) Concerned
Citizens of South Central Los Angeles. No los traduje según mi criterio, sino de acuer-
do con publicaciones en español de esas entidades o traducciones aprobadas de li-
bros anteriores; por ejemplo, véanse, respectivamente, los siguientes materiales de
internet: https://calisphere.org/item/bbcdc9ec5d9eea13e8ce4cea1d53e016/, https://
libros.metabiblioteca.org/bitstream/001/581/1/Tomando%20en%20Cuenta%20
lo%20Importante.pdf y https://books.google.com.ar/books?id=v1r7yJODevEC&p-
g=PA27&lpg=PA27&dq=Ciudadanos+preocupados+Centro+Sur+de+Los+%C3%81n-
geles&source=bl&ots=JrECqRK6X-&sig=ACfU3U1qSEx8D-CTVkWdPXbf_U-81ZME-
QQ&hl=en&sa=X&ved=2ahUKEwi0_dmMzMXoAhUEE7kGHSTKBVoQ6AEwAHoE-
CAoQAQ#v=onepage&q=Ciudadanos%20preocupados%20Centro%20Sur%20de%20
Los%20%C3%81ngeles&f=false. [N. de la T.].

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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

agravios. Aun cuando la movilización de los movimientos sociales se


haya originado en sistemas gubernamentales mayoritariamente de-
mocráticos, hoy los movimientos sociales nacionales están presen-
tes en los más diversos contextos políticos y económicos de todo el
mundo. Como consecuencia de la expansión colonial, la resistencia
anticolonial, la imprenta, las comunicaciones y la construcción de
naciones, la forma moderna del movimiento social nacional, basada
en la búsqueda de influencia política y en la presentación de recla-
mos, se difundió desde las metrópolis capitalistas hacia las regiones
periféricas de todo el mundo (McAdam et al., 2001; Markoff, 2015a).
El movimiento social nacional es la forma más analizada y estu-
diada por los investigadores. Sus ejemplos incluyen el movimiento
por los derechos civiles, el movimiento de las mujeres, el movimien-
to ambientalista, el movimiento LGBTQ, el movimiento obrero y el
movimiento por los derechos de los discapacitados, entre muchos
otros. El siglo XXI presenció el ascenso de varios otros movimien-
tos sociales nacionales, como el movimiento por los derechos de los
inmigrantes. El éxito de los movimientos sociales nacionales en la
concreción de sus metas más importantes acarrea cambios sociales
de gran envergadura. Estos resultados positivos pueden incluir la ex-
tensión del derecho al voto y a la ciudadanía, el acceso a la salud, la
seguridad del empleo y la creación de leyes que protejan a grupos
vulnerables, por citar unos pocos ejemplos. El capítulo 7 se enfoca
especialmente en los resultados de los movimientos sociales.
Los movimientos sociales nacionales de larga duración suelen
movilizarse en forma de campañas. Los grandes movimientos que
perduran a lo largo de décadas, e incluso de siglos, tienden a oscilar
entre períodos de fuerte actividad y relativa quietud. El período de
quietud –o “suspensión”– puede ser importante para reconstruir el
movimiento en entornos hostiles y prepararlo para la próxima ron-
da de movilizaciones (Taylor, 1989). Cuando los movimientos nacio-
nales de larga data y gran envergadura comienzan a reactivarse, sus
movilizaciones suelen adoptar la forma de una campaña enfocada
en determinados problemas o metas. Por ejemplo, en años recientes,
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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

el movimiento obrero de los Estados Unidos ha apoyado campañas


por el salario vital para el sector de los servicios (como la Lucha por
los $15), mientras que el movimiento feminista lideró y coordinó a
otros grupos en las históricas Marchas de las Mujeres entre 2017 y
2020.

Olas de protesta

Las olas de protesta tienen lugar cuando múltiples movimientos so-


ciales o grupos sociales participan en constelaciones de protestas sos-
tenidas en el tiempo y extendidas en el espacio (por ejemplo, a escala
nacional) (Tarrow, 1989; 2011; Almeida, 2008a y 2011 Della Porta,
2013). En las olas de protesta participan muchos sectores de la socie-
dad (como los estudiantes, los empleados públicos, los obreros indus-
triales y los trabajadores rurales), con tácticas cada vez más
confrontativas. Cabe decir, entonces, que las olas de protesta expan-
den rápidamente la acción de los movimientos sociales en escala
geográfica, diversidad de grupos participantes y cantidad de activi-
dades disruptivas. El término “ola de protesta”, acuñado por Sidney
Tarrow (1989), es intercambiable con “ciclos de protesta”* en la obra
de otros autores. Las olas se examinan en contextos muy diversos,
desde las democracias capitalistas avanzadas hasta los regímenes re-
presivos, los países de bajo desarrollo y algunos escenarios del pasa-
do histórico (Almeida, 2014a). La investigación sobre olas de protesta
se enfoca en la emergencia de las olas, su dinámica interna y su difu-
sión a lo largo de un ciclo, así como en los resultados políticos y cul-
turales que dejan como legado estos disensos a gran escala.3
Los ejemplos de estos ciclos u olas abarcan desde las protestas
de los campesinos asiáticos en el siglo XIX (White, 1995; Hung, 2011)

* El autor cita dos términos alternativos en este segundo caso, protest cycles y cycles of
protest, que, salvo por un forzamiento innecesario, se traducen igualmente por “ciclos
de protesta”.
3
Véanse reseñas sucintas de olas de protesta en Tarrow (1989), Koopmans (2004),
Della Porta (2013) y Almeida (2014a).

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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

hasta las olas de los años sesenta y principios de los setenta en Ja-
pón (Broadbent, 1998), Italia (Tarrow, 1989) y Estados Unidos (Perrow,
1979); las protestas antiautoritarias de Europa oriental a fines de
los años ochenta (Goodwin, 2001); y el disenso nacionalista en los
países de la ex Unión Soviética (Beissinger, 2001). Las primeras dé-
cadas del siglo XXI se han caracterizado por la oleada de protestas
latinoamericanas contra las políticas neoliberales de privatización,
libre comercio, austeridad económica y flexibilización laboral. Las
principales olas de este período han tenido lugar en Argentina, Bo-
livia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala,
Honduras, Panamá y Paraguay (Silva, 2009; Almeida, 2014b; 2016a).
El principal investigador de este tema, Sidney Tarrow (1989; 2011),
sostiene que las olas de protesta siguen un patrón parabólico. En
otras palabras, hay una apertura de instituciones políticas y una ex-
pansión de recursos que fomentan las protestas de uno o unos pocos
movimientos sociales (como los movimientos estudiantiles de las
universidades), para después extenderse rápidamente a otros grupos
(como los obreros industriales, la iglesia y los empleados públicos)
mediante el suministro de nuevas oportunidades para la acción, apa-
rejado al hincapié en la vulnerabilidad de ciertos organismos econó-
micos y estatales. La escala de la protesta alcanza su punto máximo
con la renovación de los marcos interpretativos, las innovaciones
tácticas y la difusión a grupos adicionales. Con el tiempo, la protesta
termina por amainar bajo una mezcla de institucionalización, refor-
ma gubernamental, represión estatal y agotamiento de los partici-
pantes. Estas etapas representan el “ciclo” de una ola de protesta.
La hipótesis de Tarrow –según la cual las olas de protesta siguen
la trayectoria de una U invertida– obtiene sustento empírico en la
experiencia de los sistemas democráticos avanzados (por ejemplo,
véanse Koopmans [1993] y Kriesi et al. [1995]), pero eso no valida su
extensión automática a otros contextos políticos y nacionales (McA-
dam et al., 2001). Los investigadores de la acción colectiva han re-
conocido las múltiples trayectorias que pueden seguir los ciclos de
protesta. La dirección de estas trayectorias depende de los contextos
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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

políticos particulares (o el grado de democratización), de la interac-


ción entre los movimientos y el Estado, y de los movimientos rivales.
Tarrow (2018) considera que Estados Unidos ingresó en un ciclo de
disenso (es decir, en una ola de protesta) desde fines de 2016, con el
ascenso del trumpismo y los múltiples movimientos que constitu-
yen la “resistencia”, incluido el grupo activista Indivisible, con casi
seis mil sedes locales en todo el país (Brooker, 2018). De hecho, Kau-
ffmann (2018) se basa en los datos de Crowd Counting Consortium
para contabilizar casi veinticinco mil protestas con un total de ca-
torce a veintiún millones de personas en los Estados Unidos desde
que Trump asumió el poder en enero de 2017: una actividad de mo-
vimiento social superior al apogeo de las protestas multitudinarias
que marcaron el fin de los años sesenta.
Las investigaciones recientes hacen hincapié en el poder de las
condiciones negativas –como la represión estatal (Brockett, 2005;
Chang, 2015) o las políticas económicas desfavorables (Auyero,
2002)– para detonar olas de protesta. Una de las cuestiones más
fascinantes para los estudiosos de la acción colectiva gira en torno
a la posibilidad de que, bajo circunstancias especiales, una ola de
protestas escale o se radicalice hasta convertirse en un movimiento
revolucionario (Brockett, 2005; Almeida, 2008ay 2011). Las recientes
oleadas de la “primavera árabe” en Libia, Siria y Yemen, que se radi-
calizaron hasta el punto de la movilización revolucionaria y la gue-
rra civil, dan crédito a esta perspectiva (Alimi, 2016).

Movimientos revolucionarios

La meta primordial de los movimientos revolucionarios es la caí-


da del régimen político e instituciones gubernamentales vigentes
(Goodwin, 2001; Goldstone, 2014). Sus participantes no consideran
siquiera la posibilidad de reclamar nuevas políticas o mantener los
beneficios existentes. Por el contrario, apuntan a sustituir de raíz el
sistema de gobierno junto con la totalidad de sus prácticas. Los mo-
vimientos revolucionarios suelen emerger de la interacción entre
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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

actividades de un movimiento (o movimientos) y un Estado repre-


sivo e ilegítimo (Goldstone, 1998; Almeida, 2003 y 2007a). Esta inte-
racción dinámica conduce a la formación de coaliciones opositoras
interclasistas (Foran, 2005). Entre las décadas de 1950 y 1980, las
movilizaciones revolucionarias de África, Asia y América Latina se
basaron principalmente en ataques directos a los organismos coerci-
tivos del Estado: el tipo de estrategia que promovía el revolucionario
argentino Ernesto “Che” Guevara. En el siglo XX, los partidos, las or-
ganizaciones, las coaliciones ad hoc y las “vanguardias” de tendencia
revolucionaria favorecieron o lideraron movimientos cuya meta era
la toma del poder político (Lawson 2019).
En el siglo pasado y –más aún– en la época actual, los movimien-
tos revolucionarios forman constelaciones temporales y regionales.
Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial presenciaron el
ascenso de múltiples movimientos revolucionarios que protagoni-
zaron las luchas anticoloniales de Asia y África, (Goodwin, 2001).
Durante las décadas de 1960 y 1970, tras la exitosa Revolución Cu-
bana, surgió una nueva constelación de movimientos revoluciona-
rios en América Latina (Wickham-Crowley, 1992 y 2014). La oleada
revolucionaria latinoamericana se extendió hacia América Central
a principios de los años ochenta, con el ascenso de movimientos
revolucionarios en El Salvador, Guatemala y Honduras, así como
el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua (Camacho y
Menjívar, 1989; Torres-Rivas, 2011; Álvarez, 2017; Pirker, 2017) . Volvi-
mos a observar este tipo de constelación a fines del siglo XX, con las
revoluciones que recorrieron Europa oriental entre 1989 y 1991. La
tendencia continuó en el siglo XXI, primero con las llamadas “Revo-
luciones de colores” en los Estados excomunistas a principios de los
años 2000, y después con los levantamientos de la “primavera árabe”
a partir de 2011.
Antes de los años noventa, los movimientos sociales y las revolu-
ciones se concebían como procesos políticos separados, con especia-
listas enfocados en uno u otro campo (Goldstone, 1998). En años más
recientes, sin embargo, la frontera académica entre los movimientos
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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

sociales y las revoluciones ha comenzado a desdibujarse. Tal como


sugiere nuestro ejemplo sobre la ola de protesta que se radicaliza
hasta el punto de convertirse en un movimiento revolucionario, la
movilización revolucionaria puede concebirse como un tipo particu-
lar de movimiento social que se diferencia de sus homólogos conven-
cionales por la meta primordial de derrocar al gobierno (Goodwin,
2001). Para complicar aún más el asunto, algunos grupos de acadé-
micos sostienen que un movimiento revolucionario no necesaria-
mente requiere la toma violenta del poder.

Figura 3. Escala de niveles de actividad de los movimientos

Alto

Nivel de
amenaza al
poder nacional

Bajo

Resistencia Movimiento Movimiento Ola de protesta Movimiento


cotidiana local social nacional revolucionario

Nivel de actividad de movimiento social

De acuerdo con esta concepción emergente, muchos movimientos


del “poder popular” están en condiciones de derrocar al gobierno
por medio de la resistencia masiva no violenta, tal como ocurrió con
Marcos en Filipinas y con el régimen racista del apartheid en Sud-
áfrica durante los años ochenta, así como con las revoluciones de
colores en Europa oriental y la “primavera árabe” en Egipto y Túnez
(Schock, 2015b; Nepstad, 2011; Chenoweth y Stephan, 2011). Esto se
debe en gran medida a que la mayoría de los Estados mantienen hoy
un poder infraestructural capaz de controlar sus territorios y supri-
mir con eficacia la rebelión armada (Goodwin, 2001). Al mismo tiem-
po, la acción no violenta permite que los sectores de la sociedad civil
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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

participen más ampliamente en manifestaciones masivas, y encie-


rra el potencial de expulsar a los gobernantes autoritarios (Schock,
2005 y 2008; Coronel, 2016).
El académico de la revolución tercermundista John Foran (2005)
lleva este debate aún más lejos cuando sostiene que las revoluciones
también pueden ocurrir por medio de elecciones democráticas. Si un
partido político llega al poder por vía de las urnas, e introduce de
inmediato cambios estructurales, como la redistribución de la tie-
rra y la nacionalización de recursos naturales e industrias cruciales,
Foran clasifica ese proceso como una revolución. Como ejemplos, el
autor cita la llegada de Allende a la presidencia de Chile en 1970, así
como la victoria de Hugo Chávez en la Venezuela de 1999. Los triun-
fos electorales de Evo Morales en Bolivia (2006) y de Rafael Correa
en Ecuador (2007) también se condicen a grandes rasgos con este
modelo.
Los cinco niveles de la acción colectiva que hemos resumido más
arriba pueden colocarse en un continuo de disensos políticos, que
escalan en intensidad de menor a mayor (véase la figura 3). Las for-
mas cotidianas de resistencia apenas trastocan rutinas en escena-
rios limitados de contextos sumamente opresivos (y a veces, solo en
el plano simbólico). Los movimientos locales de base confrontan a
las élites al nivel de los pueblos, ciudades y condados. Los movimien-
tos locales rara vez atraen la atención de las autoridades naciona-
les. Solo los movimientos sociales de alcance nacional comienzan
a atraer la atención del poder central, porque se organizan a una
escala mucho más amplia, y apuntan al Estado o a las grandes ins-
tituciones como blanco de sus demandas. Las democracias estables
(donde se celebran elecciones regulares competitivas entre partidos
políticos) normalmente están en condiciones de tolerar actividades
de movimientos sociales nacionales sin mayores crisis políticas. Los
regímenes no democráticos tienden a sentirse amenazados por los
movimientos sociales nacionales, por lo cual actúan para suprimir-
los por vía de diversas estrategias, desde la represión salvaje hasta la
cooptación.
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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

Las olas de protesta atraen a grupos numerosos de múltiples


sectores y regiones del país. El descontento masivo de los diversos
movimientos sociales que se suman a una ola de protesta atrae con-
siderable atención de los gobiernos nacionales, tanto en los Estados
democráticos como en los autoritarios. Los movimientos revolu-
cionarios, por definición, buscan la caída del gobierno existente, y
representan la mayor amenaza para quienes se encuentran en el
poder. Los movimientos revolucionarios son históricamente raros
(Gladstone, 2014) y mucho más propios de los contextos políticos no
democráticos (Goodwin y Rojas, 2015).

Movimientos sociales trasnacionales

Por último, hay actividades de movimientos sociales que operan a


nivel internacional. Los movimientos sociales trasnacionales se
movilizan en al menos dos naciones y, a menudo, en varias decenas
más. Mientras que los movimientos revolucionarios pueden clasifi-
carse como la forma más intensiva de movilización, los movimientos
trasnacionales son su forma más extensiva. Los movimientos trasna-
cionales se remontan al menos al siglo XVIII, con los movimientos
políticos que demandaban constituciones nacionales y sistemas
democráticos en Europa y el Atlántico (Markoff, 2015a). En el siglo
XIX hubo movilizaciones en múltiples países contra la esclavitud y
en demanda del sufragio femenino, mientras que los movimientos
obreros también forjaron lazos más allá de las fronteras nacionales
(Keck y Sikkink, 1998). A fines del siglo XX, observamos un aumen-
to pronunciado de los movimientos trasnacionales, con las nuevas
tecnologías globales de comunicación e información (TCI), así como
crecientes preocupaciones planetarias por los problemas sociales
que afectan a personas de todo el mundo, como la violación de de-
rechos humanos, la injusticia económica y el calentamiento global
(Castells 2015; Bennett y Segerberg 2013; Smith y Wiest 2012). El uso
de las TCI causa una variación sustancial entre los movimientos
trasnacionales, que de hecho es observable en algunos de los casos
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2. Cómo estudiar los movimientos sociales
Figura 4. Protestas contra la Organización Mundial del Comercio (OMC), 1999

Fuente: Almeida y Lichbach, 2003.

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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

más importantes de la actualidad, desde el Estado Islámico de Iraq


y el Levante (EIIL) hasta el movimiento mayormente pacífico por la
justicia climática.
La figura 4 cartografía las protestas mundiales en una de las pri-
meras campañas trasnacionales por la justicia económica global: la
Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio
(OMC) en Seattle, a fines de 1999.
Los activistas convergieron en Seattle para llevar a cabo una sema-
na de protestas contra la globalización del libre comercio, por cues-
tiones que abarcaban desde las protecciones ambientales hasta el
debilitamiento de las normas laborales (Smith, 2001). Al mismo tiem-
po, hubo manifestaciones y protestas solidarias en países de todo el
mundo (los que están sombreados en el mapa de la figura 4) (Almeida
y Lichbach, 2003). Estas movilizaciones configuraron el modelo de las
protestas trasnacionales simultáneas por la justicia económica mun-
dial en el siglo XXI, así como el de las campañas trasnacionales contra
la intervención militar extranjera y por la justicia climática. La figura
4 también suscita varias preguntas interesantes para los investigado-
res de los movimientos sociales. En el primer lugar de importancia,
¿por qué en algunos países hubo una protesta o una manifestación
contra la OMC, mientras que en muchos más no se registró ninguna?
¿Qué patrones emergen entre los países que protestaron y los que no
protestaron? Hacia el final de este capítulo, los lectores tendrán más
ideas acerca de cómo buscar la respuesta a estas preguntas mediante
diversos métodos de investigación. Y, hacia el final del capítulo 8, es
posible que los lectores ya tengan planes de diseñar un estudio que
incorpore la teoría y los métodos para llevar a cabo un proyecto de
investigación sobre movimientos trasnacionales.
La identificación del nivel de actividad de movimiento social su-
ministra un punto de partida para comprender la dinámica de la
acción colectiva y sus probables resultados. También se emplean
métodos y estrategias particulares de investigación para hacer un
seguimiento de sus variaciones. El cuadro 1 resume estas formas cre-
cientes de movilización colectiva.
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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

Cuadro 1. Niveles de actividad de movimiento social

Nivel de actividad Características centrales Ejemplos


Formas Pequeños actos de resistencia Disminución del ritmo de
cotidianas de por parte de grupos trabajo (por ejemplo, a través de
resistencia pequeños en condiciones de demoras y pausas innecesarias)
extrema opresión en los sistemas de plantaciones;
tararear el himno nacional bajo
ocupación militar extranjera
Movimientos Grupos comunitarios que Movilización local contra
locales y grupos luchan en torno a un agravio instalaciones contaminantes,
de base local, con las elites políticas como vertederos de basura,
y económicas locales como incineradores, minería;
blanco de la protesta luchas barriales en reclamo de
parques, aceras e iluminación
pública, y contra la violencia
social
Movimientos Luchas organizadas a nivel Movimientos de mujeres,
sociales nacional, con metas amplias movimientos laborales,
nacionales de cambio e integradas por movimientos ambientalistas,
muchas organizaciones movimientos por los derechos
sociales de los inmigrantes
Olas de protesta Múltiples grupos y Protestas en los Estados Unidos
movimientos sociales que durante la década de 1960 hasta
actúan al mismo tiempo, principios de los años setenta,
con un nivel acrecentado de Ecuador, 1997-2001; Argentina,
protesta en todo el territorio 1997-2002; Chile, 2019-2020;
nacional Bolivia, 2000-2005; Honduras,
2009-2011; Siria, 2011-2012;
España, 2011-2014; Grecia,
2010-2014
Movimientos Movimientos que buscan el Revoluciones francesa, rusa,
revolucionarios derrocamiento del gobierno china, cubana, mozambiqueña,
y la toma del poder estatal sandinista e iraní; “primavera
como su principal objetivo árabe”
Movimientos Movimientos que se Movimiento por los derechos
sociales organizan en múltiples humanos, movimiento por
trasnacionales países y coordinan sus la justicia climática, redes de
acciones terrorismo internacional

Con este esquema de clasificación, los estudiantes de los movimien-


tos sociales pueden identificar mejor el tipo de acción colectiva que
observan, así como formarse expectativas sobre el nivel de moviliza-
ción, el contexto de la lucha y el espectro de posibles resultados.

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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

Métodos y herramientas de investigación

En el estudio de los movimientos sociales se emplean los mismos mé-


todos convencionales que en otras subdivisiones de la sociología, así
como en las ciencias sociales en general. Además, los investigadores
de diversas disciplinas humanísticas, como la historia, los estudios
étnicos y la antropología social, también estudian movimientos so-
ciales con herramientas similares de investigación, como la observa-
ción, las entrevistas, la historia oral y los archivos históricos. En esta
sección, exploramos los métodos básicos para comprender los movi-
mientos sociales, así como las dimensiones particulares de la acción
colectiva que revela cada técnica.

Entrevistas
Las entrevistas con líderes y participantes proveen uno de los métodos
más aptos para comprender la dinámica de los movimientos sociales.
Son “una de las vías principales a través de las cuales los investigado-
res implican activamente a los consultados en la construcción de datos
sobre su vida” (Blee y Taylor, 2002, p. 92). Las entrevistas con líderes
de movimientos suelen ser muy esclarecedoras respecto del modo en
que los movimientos elaboran estrategias en función de las tácticas,
los destinatarios o blancos y las metas. Los líderes de los movimientos
también pueden ofrecer información indispensable sobre la historia
del movimiento, así como referencias de otros miembros a los que con-
venga entrevistar (muestreo “bola de nieve” o snowball). La posibilidad
de entrevistar a líderes de movimientos sociales suele involucrar el co-
nocimiento previo de otros participantes o intermediarios cruciales,
capaces de responder por el investigador. Cuando los movimientos ac-
túan en tiempo real, es posible que los líderes miren con suspicacia a los
periodistas y académicos que intentan entrevistar a los participantes.4

4
La infiltración de los movimientos es común en las campañas de todo el mundo que
apuntan a alterar la distribución del poder político y económico (Cunningham, 2004).

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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

Las entrevistas también pueden conducir a otras fuentes de infor-


mación, como los archivos del movimiento y de otras organizaciones
relevantes que participan en una campaña. Dado que ciertos movi-
mientos no aparecen en los medios periodísticos ni están documen-
tados en los archivos históricos, una de las únicas vías para sentar las
bases de lo que ocurrió es la interrogación sistemática de las perso-
nas inmersas en la lucha o próximas a ella (Della Porta, 2014). Esto se
aplica sin duda a las resistencias que hemos identificado como “ar-
mas de los débiles” o “cotidianas” (así como a los movimientos locales
de base). Solo las entrevistas a miembros de la comunidad y a sobre-
vivientes que fueron sometidos a actos extremos de sojuzgamiento
permiten documentar ciertas microformas de la desobediencia. En
relación con esto, cabe decir que muchos movimientos rurales del
pasado carecían de documentación escrita. Un ejemplo que ilustra
varias de estas limitaciones es el estudio de Jeffrey Gould y Aldo Lau-
ria-Santiago (2008) sobre la revuelta y subsecuente masacre de los
trabajadores salvadoreños en 1932. Estos dos historiadores sociales
realizaron más de doscientas entrevistas de historia oral con los so-
brevivientes y sus familiares en el oeste de El Salvador, entre fines de
los años noventa y principios de la década siguiente, que incluyeron
tanto a personas de edad avanzada como a hijos de las víctimas. Los
datos obtenidos de las entrevistas permitieron dilucidar cómo se ha-
bía desarrollado la interacción social entre los trabajadores rurales
y urbanos antes del levantamiento, hasta el punto de posibilitar la
revuelta aun cuando el gobierno se había vuelto mucho más represi-
vo. En resumen, mediante el proceso de las entrevistas (combinadas
con materiales de archivo), Gould y Lauria-Santiago reconstruyeron
una de las más grandes revueltas latinoamericanas durante la Gran
Depresión, así como uno de los mayores actos de genocidio contra
los pueblos originarios del hemisferio occidental en el siglo XX.
Las entrevistas suelen durar de treinta minutos a varias horas. La
mayoría de los investigadores prepara de antemano una serie de pre-
guntas bien reflexionadas (un protocolo de entrevista) que formula-
rá a múltiples participantes del movimiento, así como a personas del
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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

entorno (Blee y Taylor, 2002). El protocolo de entrevista se basa en la


comprensión del movimiento que tiene el investigador, así como en
las teorías prevalentes de los movimientos sociales que guían las ex-
plicaciones causales del área en cuestión. Entrevistar es una destre-
za. Algunas de las mejores entrevistas deben sus buenos resultados a
la flexibilización del protocolo, así como al seguimiento de respues-
tas intrigantes, con información previamente desconocida sobre la
dinámica del movimiento. Los académicos también necesitan técni-
cas para evitar que los consultados tomen el control de la entrevista
mediante respuestas prolongadas que no abordan los problemas de
interés para la investigación. En la excelente crónica de la investi-
gación que Dahlerus y Davenport (1999) llevaron a cabo con miras
a reconstruir la lucha del Partido Black Panthers (del movimiento
“Black Power”) entre fines de los años sesenta y principios de los se-
tenta, los autores documentan en detalle muchos de los problemas
que plantea la tarea de entrevistar a personas que participaron en un
movimiento social del pasado.

Observación

Otra estrategia fundamental de los investigadores es la observación


de los movimientos sociales en el terreno. Ese es precisamente el mé-
todo que usó James Scott para descubrir las formas cotidianas de re-
sistencia en el sureste de Asia (Scott, 1985; 1990). En la investigación
sobre la acción colectiva, este método suele involucrar la observación
participante, en cuyo marco el investigador también participa activa-
mente en el movimiento estudiado “mientras se desarrolla el movi-
miento” (Lichterman, 2002, p. 120). Los investigadores recaban datos
en uno o varios sitios, compilando notas extensas sobre la base de las
observaciones que realizaron en el terreno a lo largo de varios me-
ses, o incluso años. El terreno observado puede ser una determinada
organización de movimiento social (SMO), un sindicato u otro lugar
donde esté emergiendo o haya emergido una acción colectiva. Este
método de investigación requiere un alto nivel de confianza entre
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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

el investigador y las personas que forman parte del movimiento. La


observación participante sirve especialmente para dilucidar estrate-
gias, ideologías y emociones al interior de los movimientos sociales.
Estos aspectos fundamentales de los movimientos suelen ser difí-
ciles de identificar o extraer por medio de otros métodos. La obser-
vación participante, así como las etnografías de la dinámica de los
movimientos sociales, también suministran información vital sobre
lo que ocurre “entre los bastidores” de una movilización, un aspecto
inobservado en los eventos de protesta públicos que se estudian con
mayor frecuencia (Balsiger y Lambelet, 2014).
Algunos de los mejores trabajos académicos sobre la moviliza-
ción de los trabajadores agrícolas en la costa oeste de los Estados
Unidos fueron realizados por participantes y organizadores (Ganz,
2009; Pawel, 2010; Bardacke, 2012; Sifuentez, 2016). Marshall Ganz,
por ejemplo, se desempeñó durante más de dieciséis años (1965-1981)
como organizador de United Farm Workers [Trabajadores Agrícolas
Unidos]. Sobre la base de sus notas en el terreno y otras evidencias
documentales, Ganz produjo un libro innovador sobre los ingredien-
tes necesarios para el éxito de una estrategia organizacional aplica-
da por equipos de líderes provenientes de las comunidades a las que
se intenta movilizar (Ganz, 2009). Las luchas locales o las secciones
locales de movimientos más abarcadores –como los aspectos muni-
cipales de Occupy Wall Street– también se prestan mejor a la obser-
vación participante que los niveles más macro de acción colectiva
(King, 2017). Gran parte de nuestro saber más profundo sobre las
luchas locales por la justicia ambiental se basa en las técnicas de ob-
servación participante (Lichterman, 2002; Shriver et al., 2008). Flores
(2018) utiliza estas técnicas para demostrar los poderes redentores de
la participación en movimientos populares contra las leyes punitivas
que privan a los exreclusos de acceder a oportunidades laborales.
Algunos investigadores incluso combinan las entrevistas con la
observación directa en el terreno para explicar cuestiones críticas
como la falta de movilización en presencia de severos agravios y ame-
nazas. Auyero y Swistun (2009) se valieron de técnicas etnográficas
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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

para comprender por qué los habitantes de Dock Sud –un distrito
pobre del gran Buenos Aires– no se movilizaban contra la contami-
nación local. Con sus métodos etnográficos “cubistas” (que enfatizan
múltiples puntos de vista), los autores entrevistaron y observaron
a un amplio abanico de actores locales relevantes, desde habitan-
tes de la comunidad, médicos, abogados, administradores de la sa-
lud pública y funcionarios gubernamentales, hasta representantes
de las plantas industriales adyacentes que eran responsables de la
contaminación. El estudio demostró que la prevalencia de opiniones
confusas e inciertas entre los habitantes del barrio carenciado re-
dundaba en una escasa acción colectiva, así como en la continuación
del sufrimiento.

Encuestas

Las encuestas proveen un conjunto de preguntas estandarizadas


que suelen usarse para la investigación cuantitativa en las ciencias
sociales. Los académicos especializados en el tema pueden imple-
mentar una encuesta entre los individuos u organizaciones de los
movimientos sociales con el fin de recabar información sistemática
sobre la dinámica del movimiento. Por ejemplo, Andrews et al. (2010)
encuestaron a una muestra de secciones de la organización Sierra
Club para demostrar los procesos de liderazgo en los movimientos
sociales ambientalistas. Las encuestas se utilizan con mayor fre-
cuencia a nivel individual. Uno de sus usos más comunes es la inda-
gación sobre el nivel de participación del encuestado en actividades
de movimiento social.
Los investigadores de los movimientos sociales suelen usar dos
tipos de encuestas: las encuestas de poblaciones generales y las en-
cuestas centradas en movimientos sociales particulares. Las encues-
tas de poblaciones generales se realizan sobre una muestra aleatoria
de la población nacional o regional, con preguntas referidas al inte-
rés de los consultados en la política, aparejadas a muchas otras acer-
ca de sus antecedentes biográficos y demográficos (edad, educación,
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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

género, empleo, etc.). En general, algunas de las preguntas inquieren


sobre diversas formas de participación política que el consultado
haya experimentado durante el año anterior (votar, firmar peticio-
nes, entablar contacto con un político y protestar). La encuesta social
general de los Estados Unidos está diseñada de esta manera, con el
fin de obtener información sobre la participación en protestas du-
rante el año previo.5 En la mayoría de los años, aproximadamente el
5% de la población estadounidense ha respondido de manera afirma-
tiva a la consulta sobre su participación en alguna manifestación de
protesta. Otros investigadores estadounidenses han usado encuestas
nacionales acerca de la participación cívica, como el Estudio sobre la
Participación Ciudadana en los Estados Unidos (Schussman y Soule,
2005; Lim, 2008).6 Los científicos sociales también han implementa-
do reiteradamente este tipo de encuestas generales en otras regiones
del mundo, con el fin de observar tendencias a lo largo del tiempo. Es-
tas encuestas regionales incluyen “América Latina: proyecciones de
población”, Barómetro Latinoamericano, Eurobarómetro y Baróme-
tro Africano (Pilatti, 2011). A escala global, los estudiantes e investiga-
dores han indagado sobre los movimientos sociales con la Encuesta
Mundial de Valores (World Values Survey), cuyo diseño –incluidas
las preguntas– está estandarizado para numerosos países de todos
los continentes. La Encuesta Mundial de Valores permite evaluar
tendencias mundiales de largo plazo en la protesta individual (Dod-
son, 2011). Muchos estudiantes y profesores acceden a estos datos a
través de suscripciones universitarias o en sitios de internet abiertos
al público general.
Las encuestas nacionales ofrecen herramientas excelentes para
dilucidar la variación interindividual en el comportamiento gene-
ral de la protesta. Permiten responder preguntas tales como: ¿Los

5
La Encuesta Social General de los Estados Unidos [General Social Survey] (GSS por
su sigla en inglés) está disponible en http://gss.norc.org/.
6
El Estudio sobre la Participación Ciudadana en los Estados Unidos [American Citi-
zen Participation Study] está disponible en www.icpsr.umich.edu/icpsrweb/ICPSR/
studies/6635.

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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

votantes del partido republicano protestan más que los del partido
demócrata? ¿Los desempleados actuales son más propensos a parti-
cipar en una protesta que las personas con empleo estable? No obs-
tante, las encuestas a nivel nacional también tienen sus limitaciones.
La mayoría solo incorpora un módulo con un puñado de preguntas
generales acerca de la protesta y la participación cívica. Las encues-
tas sociales generales no suelen incluir preguntas sobre el tipo de
movimiento al que pertenecen los consultados, ni sobre el tema espe-
cífico de la protesta. En consecuencia, estas encuestas carecen de la
información contextual que muchos académicos de los movimientos
sociales tratan de comprender, como los movimientos y las protestas
particulares (por ejemplo, paros sindicales, manifestaciones por los
derechos de los inmigrantes, movilizaciones del Tea Party). A fin de
elucidar este tipo de información contextual, los investigadores se
valen de encuestas orientadas a movimientos sociales específicos.
La investigación de los movimientos sociales basada en encuestas
se enfoca mayoritariamente en tipos particulares de movimientos,
como los grupos ambientalistas, el movimiento de las mujeres o los
derechos de los inmigrantes. El enfoque en un movimiento particu-
lar permite desarrollar diseños de investigación que se ajusten a las
condiciones más importantes de la lucha en cuestión. Uno de los di-
seños más comunes gira en torno a la comprensión de las diferencias
entre los individuos que se alistan en un movimiento social específi-
co y los que se quedan en su casa. Los investigadores comienzan por
identificar un conjunto de personas simpatizantes del movimiento;
después, a partir de allí, hacen una muestra de la población afín y
terminan con datos sobre las personas que participaron y las que no
lo hicieron. El protocolo de la encuesta incluye una serie de pregun-
tas sobre posibles correlatos de participación, desde las creencias
ideológicas y la pertenencia a organizaciones cívicas hasta las redes
de amistad (el capítulo 6, sobre la participación individual en movi-
mientos, ahonda en estas cuestiones).

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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

Archivos y datos secundarios

Los investigadores de los movimientos sociales también basan sus


análisis en archivos históricos y datos secundarios. Los archivos his-
tóricos sirven para reconstruir movimientos del pasado, ya sean de
hace décadas o de hace siglos. Ho-fung Hung (2011) usó archivos chi-
nos de varios siglos para demostrar cómo cambiaron las formas de
protesta en China entre diferentes dinastías, desde las protestas que
se dirigían a las autoridades locales hasta las que involucraban viajes
a capitales regionales para entregar peticiones. Los archivos históri-
cos pueden incluir diversos registros escritos sobre actividades de
movimientos, desde documentos policiales, recortes de periódicos,
propaganda y gacetillas de movimientos, hasta diarios de sus líderes
y participantes. Por ejemplo, uno de los documentos más preciados
para los académicos que estudian el movimiento de los Trabajadores
Agrícolas Unidos (UFW), liderado por César Chávez y Dolores Huer-
ta en las décadas de 1960 y 1970, es el periódico sindical Malcriado.7
Estas fuentes son de utilidad para los investigadores cualitativos
(como los historiadores) y los sociólogos comparativos e históricos,
así como para los investigadores cuantitativos, si es que contienen
información suficiente como para codificar de manera sistemática
eventos tales como las protestas.
Los datos secundarios son información recabada por otro inves-
tigador o por una agencia estatal, con propósitos que a menudo no
están relacionados con el estudio de los movimientos sociales. Los re-
gistros gubernamentales, como el censo poblacional, son una fuente
de datos secundarios. El censo provee información básica de las dis-
tintas unidades geográficas que componen el país, con datos como
el tamaño y la densidad de la población, el ingreso de los hogares, el
empleo y la composición étnica de las comunidades. Otros tipos de
datos gubernamentales pueden provenir de ministerios tales como
el de agricultura y el de trabajo; por ejemplo, la cantidad de huelgas

7
Este periódico está archivado en la Universidad de California, San Diego, en el mar-
co del Proyecto Farmworker Movement Documentation [Documentación del Movi-
miento de Trabajadores Agrícolas].

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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

anuales y las industrias destinatarias (Cohn, 1993). Los datos secun-


darios pueden ser de especial utilidad para los análisis cuantitativos
de la movilización en distintas regiones o a lo largo del tiempo.

Análisis de las protestas

Un método prominente en los estudios de los movimientos socia-


les es el análisis de los eventos de protesta. Esta técnica involucra el
conteo sistemático de las protestas y la clasificación de sus formas
(por ejemplo, convencionales, disruptivas, violentas). El análisis de
las protestas es una variante metodológica del análisis de conteni-
dos (Rucht et al., 1999; Koopmans, 2002); es un análisis de contenidos
textuales (Hutter, 2014) que suministra información sobre la “acción
colectiva distintiva en pos de una meta explícita mediante el uso de
medios confrontativos, disruptivos, o incluso violentos” (Rucht y
Ohlemacher, 1992, p. 77). Los analistas de protestas dividen el proce-
so en dos etapas. La primera involucra la selección de artículos pu-
blicados en una o varias fuentes noticiosas, como los que se archivan
digitalmente en las bases de datos LexisNexis Academic Universe y
NewsBank.8 La segunda etapa consiste en codificar y analizar el con-
tenido de esos artículos de acuerdo con un protocolo diseñado de an-
temano. El protocolo de codificación distingue los diversos tipos de
protesta en función del tiempo, la frecuencia, los grupos participan-
tes, los objetivos de los reclamos populares (es decir, los destinatarios
o blancos de la protesta) y la ubicación geográfica.

8
LexisNexis y NewsBank son empresas que almacenan de datos periodísticos, con ar-
chivos digitales de innumerables periódicos, cables y otros canales de noticias. Muchas
universidades pagan una suscripción a este servicio para uso de los estudiantes, em-
pleados y docentes. Véase también en Hunter (2014, p. 340) una lista de nueve bases de
datos sobre eventos de protesta, disponibles para el público general. Otras bases de datos
sobre protestas son Cross National Time Series Data, de Arthur Banks (www.cntsdata.
com/); Nonviolent and Violent Campaigns and Outcomes (NAVCO) Data Project, de Erica
Chenoweth (www.du.edu/korbel/sie/research/chenow_navco_data.html), y The World
Handbook of Political Indicators, de J. Craig Jenkins (https://mershoncenter.osu.edu/
research/2010-2011/world-handbook-of-political-indicators-iv.html ).

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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

El cuadro 2 ejemplifica un protocolo de codificación.9 Una vez


diseñado el protocolo, los investigadores se basan en él para identi-
ficar las tendencias temporales y espaciales de la protesta, así como
la forma que adquieren los eventos. El esquema de codificación sirve
tanto para enfocarse en un movimiento particular (por ejemplo, los
derechos de los inmigrantes) como para analizar una ola de protes-
ta en toda su extensión. El protocolo del cuadro 2 se utilizó para co-
dificar los eventos de protesta según la información que publicó un
diario salvadoreño entre 1962 y 1981. El proyecto, que identificó 4.151
eventos de protesta, se usó para demostrar la existencia de dos olas
de protesta en El Salvador. Mediante el uso de esta estrategia (Almei-
da, 2003; 2011), el investigador demostró de qué manera la protesta
social fue escalando desde las primeras manifestaciones pacíficas
hasta la formación de un movimiento revolucionario, a medida que
el gobierno reprimía con creciente violencia las olas de protesta.
Otra importante iniciativa dedicada a analizar eventos de protes-
ta en los Estados Unidos es el proyecto de la Universidad de Stanford
sobre “Dinámica de la acción colectiva”. El equipo de investigadores
recolectó más de treinta mil eventos de protesta codificando los ejem-
plares diarios que publicó el New York Times entre 1960 y 1990.10 Estos
datos sobre eventos de protesta han servido para producir como míni-
mo una docena de estudios pioneros.11 Las publicaciones basadas en
datos de los eventos arrojan luz sobre la influencia de la protesta en las
leyes y votaciones del congreso (McAdam y Su, 2002; King et al., 2007;
Olzak et al., 2016), así como en la fluctuación de los precios bursátiles
(King y Soule, 2007) y en la excesiva dotación policial asignada a las
manifestaciones de afroamericanos (Davenport et al., 2011).

9
Este protocolo es una versión modificada por Almeida (2008a) para su estudio so-
bre las olas de protesta en El Salvador. Se basa en el esquema de Tarrow (1989) para
codificar las olas de protesta en Italia.
10
Véase https://web.stanford.edu/group/collectiveaction/cgi-bin/drupal/. Véase una
breve descripción del proyecto en www.unc.edu/~fbaum/papers/August_2007_Con-
ference/dynamics_of_collective_protest.ppt.
11
Véase una lista de publicaciones del proyecto sobre la dinámica de la acción colec-
tiva en https://web.stanford.edu/group/collectiveaction/cgi-bin/drupal/node/5.

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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

Cuadro 2. Reglas de codificación para los datos sobre eventos de protesta

Evento de protesta: acción o reclamo efectuado en determinado momento por


un grupo de tres o más personas ajenas al gobierno, y dirigido contra élites e
instituciones económicas y/o políticas.

Tiempo
Fecha del evento: Día (mes y año) en el que tuvo lugar el evento reportado. También,
por separado, registrar la fecha en la que el evento se informó en la prensa, así
como el número de página y el nombre del periódico.

Geografía
Lugar: Ciudad, municipio, condado, departamento/estado donde ocurrió el evento.
Los eventos nacionales, como las huelgas de alcance nacional, se registran como
“nacionales”.

Números
Número de participantes: Registrar el número exacto si este se enuncia de manera
explícita. Inferir adjetivos como “muchos”, “numerosos”, etc.

Grupos
Actor responsable: Nombre de la organización o el movimiento cuyos miembros
participan en el evento de protesta.
Sector social participante: Registrar sectores como estudiantes, maestros,
trabajadores urbanos, campesinos, vendedores de un mercado, empleados
públicos, profesionales, grupos parroquiales u otros que participen en el evento de
protesta.

Protesta no violenta
Huelga o paro: Todas las suspensiones del trabajo que lleven a cabo los empleados
rurales, fabriles, de servicios o del gobierno. Incluir también a los estudiantes que
se nieguen a asistir a clases. La huelga es a nivel de la fábrica o el lugar de trabajo,
no de la industria.
Marcha/Manifestación: Evento de protesta que involucra el movimiento de un
grupo a través de un espacio público, usualmente en forma de columna, con
reclamos dirigidos a un destinatario cercano.
Petición/Delegación: Presentación de demandas políticas, ya sea por escrito o en el
marco de una reunión grupal con autoridades.
Concentración/Congregación pública: Grupo que se reúne en público para hacer o
analizar reclamos políticos en un solo espacio físico.
Declaración pública: Reclamo político a través de un periódico, una conferencia de
prensa u otros canales de comunicación masiva.
Propaganda: Distribución de textos políticos, como volantes, boletines o mensajes
difundidos por medios audiovisuales.
Pintadas: Pintadas de símbolos y eslóganes políticos en espacios públicos.

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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

Protesta disruptiva
Sentada: Ocupación física de un espacio público por parte de un grupo que hace
reclamos políticos o económicos.
Barricadas: Uso de diversos objetos para obstruir el tránsito o mantener a raya a las
fuerzas de seguridad.
Ocupación de iglesia: Toma de una iglesia o de instalaciones eclesiásticas por parte
de un grupo.
Ocupación del lugar de trabajo: Toma del lugar de trabajo por sus empleados.
Ocupación de edificio gubernamental: Toma de una sede administrativa
gubernamental por parte de un grupo.
Ocupación de mercado: Toma física de un edificio o espacio mercantil por parte de
un grupo.
Ocupación de embajada/edificio extranjero: Toma de una embajada o un edificio
extranjero por un grupo de protesta.
Toma de tierras: Ocupación de tierras por parte de un grupo.
Ocupación de instituciones educativas: Toma de escuelas, universidades u otras sedes
educativas por parte de estudiantes, docentes o padres. También, ocupación de
departamentos académicos individuales dentro de una universidad.
Corte energético: Corte de electricidad realizado por trabajadores de plantas
estatales.

Formas violentas de protesta


Atentado con armas de fuego: Uso de armas de fuego en un evento político, como los
atentados contra las fuerzas de seguridad y los asesinatos políticos.
Incendio premeditado/Vandalismo/Sabotaje: Incendio o destrucción de propiedades
gubernamentales y privadas por parte de grupos politizados (por ejemplo, incendio
de autobuses, destrucción de servicios públicos).
Ocupación de Radio/TV: Toma forzosa de una estación radiofónica o un canal
televisivo con el fin de transmitir un reclamo político o económico.
Secuestro: Acción de un grupo politizado que consiste en llevarse a una persona de
su casa, trabajo u otro lugar por medio de la fuerza.
Bomba: Detonación de materiales explosivos por parte de grupos politizados.
Ocupación de municipio: Toma forzosa de un municipio o plaza central de una
municipalidad por parte de un grupo politizado.
Tiroteo: Intercambio de disparos entre grupos politizados y fuerzas de seguridad,
pero solo cuando el ataque es iniciado por el gobierno, o cuando no está claro
quién tomó la iniciativa.

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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

Reclamos
Tipo de demanda: E = demandas económicas, que extienden o defienden
beneficios materiales existentes para los demandantes. P = demandas políticas,
que involucran decisiones de las autoridades en relación con la extracción y la
distribución de recursos y valores sociales. O = otras demandas, no explícitamente
políticas o económicas.
Destinatario o blanco de la protesta: Pr = presidente de la república; Pa = parlamento/
asamblea legislativa; G = ministerio, oficina o persona representante del gobierno
nacional; L = gobierno local; C = capitalista, propietario de empresa privada, ya
sea industrial o agrícola; D = director de firma privada o institución pública; FS =
fuerzas de seguridad, como la policía, el ejército, la gendarmería y otras unidades
de la ley y el orden; O = Otras. Registrar destinatarios o blancos múltiples.

Protesta violenta/no violenta


Los eventos violentos involucran la intención de dañar propiedades o lesionar
personas. Los eventos no violentos no se realizan con la intención de dañar
propiedades o lesionar personas. Violencia = atentado con armas, tiroteo,
ocupación de municipio, ocupación de radio, bomba, incendio premeditado/
vandalismo, secuestro.

Fuente: Este protocolo es la versión modificada que usó Almeida (2008ª y 2011)
para su estudio sobre las olas de protesta en El Salvador, basado en el esquema
de Tarrow (1989) para codificar las olas de protesta en Italia.

Estos esquemas de codificación también sirven para demostrar la


distribución geográfica de la protesta entre distintas unidades po-
líticas, como ciudades, condados o municipios, o incluso naciones
(Auyero, 2007; Almeida, 2014b y 2016a; Biggs y Andrews, 2015).
Los periódicos son una de las fuentes informativas más utilizadas
en el análisis de la protesta. Los periódicos tienen tres propiedades
que los dotan de un atractivo especial para los investigadores de los
movimientos sociales: (1) continuidad, (2) amplia cobertura, (3) fiabi-
lidad (Koopmans, 1999). La continuidad de los periódicos se refiere a
la extensión de su cobertura durante períodos prolongados. Según el
periódico de que se trate, la cobertura puede extenderse a lo largo de
décadas, o incluso hasta más de un siglo, en casos como el del New York
Times y el London Times. Ello implica la posibilidad de documentar el
ascenso y la caída de un movimiento social a lo largo del tiempo, me-
diante la cuantificación y la medición de los eventos de protesta. La
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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

amplia cobertura de los periódicos ofrece la ventaja de captar activi-


dades de los movimientos sociales más diversos, como el movimiento
de las mujeres, las movilizaciones LGBTQ, las marchas por los dere-
chos civiles, las agrupaciones juveniles y otras protestas impulsadas
por grupos de todo tipo. Combinando las propiedades de continuidad
y amplia cobertura, un estudiante de los movimientos sociales puede
demostrar el estallido de una ola de protesta mediante la documenta-
ción de un período exacerbado de actividades impulsadas por múlti-
ples grupos. Por último, los periódicos ofrecen cierto nivel de fiabilidad
y estandarización, en la medida en que publican reiteradamente el
mismo tipo de artículos para informar sobre el mismo tipo de eventos.
Pese a todas sus deficiencias, los periódicos, en comparación con la
mayoría de sus alternativas, siguen siendo las fuentes más confiables,
duraderas y consistentes para estudiar las protestas a lo largo de pe-
ríodos prolongados y en múltiples regiones geográficas.
Los periódicos también adolecen de tres sesgos cruciales, que los
investigadores deben tomar en cuenta: (1) la intensidad, (2) la proxi-
midad y (3) la ideología (Koopmans, 1999). El sesgo de intensidad se
relaciona con la magnitud de una protesta. Los periódicos y los re-
porteros son más propensos a cubrir protestas multitudinarias, vio-
lentas o disruptivas, o bien aquellas que involucran arrestos u otras
acciones policiales. La proximidad se relaciona con las protestas que
son geográficamente cercanas a la sede de un periódico importan-
te o al lugar donde trabaja un corresponsal. De aquí se deduce que
los movimientos sociales de las ciudades reciben mayor cobertura
que los de las zonas rurales. Si un investigador decide estudiar un
movimiento cuyas actividades se concentran en una región particu-
lar, el recurso más conveniente pueden ser los periódicos locales. Por
ejemplo, Los Angeles Times sería una fuente más adecuada que el New
York Times para una investigación sobre los movimientos sociales de
la costa oeste. Los periódicos también se caracterizan por mantener
un sesgo ideológico, que depende de los propietarios y la dirección
editorial. Desde este punto de vista, los periódicos conservadores se-
rían más propensos a cubrir movimientos conservadores, como los
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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

anti-inmigrantes, los antiabortistas y las movilizaciones de la dere-


cha cristiana. Los periódicos progresistas, en cambio, se inclinarían
por los movimientos más afines a la izquierda, como el sindicalismo
y el ambientalismo. Además, los periódicos son una mejor fuente de
datos “duros” que de datos “blandos” (Earl et al., 2004). Los datos du-
ros incluyen el lugar donde ocurrió la protesta, la cantidad de par-
ticipantes y el tipo de acción elegida (el dónde, el quién y el qué de
la protesta). Los periódicos tienden a ser bastante deficientes en lo
que concierne a informar sobre los aspectos “blandos” de los movi-
mientos, como las motivaciones, los “marcos” y las ideologías de los
participantes. Es ahí donde las entrevistas y la observación comple-
mentan la información de los periódicos: una estrategia de investiga-
ción conocida como “triangulación”.
En América Latina hay muchas iniciativas para construir bases
de datos de eventos de protesta (véase las colecciones de: López Maya,
1999; Almeida y Cordero Ulate, 2017 y el Observatorio Social de
América Latina de CLACSO). En Colombia, el equipo de Movimien-
tos Sociales del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep)
construyó una Base de Datos de Luchas Sociales (BDLS) que contiene
información sobre movilización social en el país desde 1975 (Archila
et al., 2002; Archila et al., 2019). En Venezuela existe la Base de datos
El Bravo Pueblo (Bdebp) con eventos de protesta desde 1983 (López
Maya y Lander, 2006). El Observatorio de Conflictos de CERES en Bo-
livia, tiene una base de datos de más de 19 mil eventos entre 1970 y
2018 (Laserna, 2020). La “Base de Protestas Sociales en Perú” registró
cerca de 20 mil eventos entre 1980 y 2015 (Arce, 2017). En México, el
Laboratorio de Análisis de Organizaciones de los Movimientos So-
ciales (LAOMS) ha documentado eventos desde 2000 (LAOMS 2017;
Cadena-Roa 2016) y la base de datos “la contienda popular mexicana”
(MPCD) ha recopilado eventos de protesta desde 1955 (Wada, 2018).
La revista Ecuador Debate también ha coordinado un registro de
conflictos (Ecuador Debate 2007-2017: Ortiz, 2020). El Observatorio
de Conflictos en Chile ha registrados acciones colectivas desde 2009
(Garretón, Joignant, Somma y Campos, 2018). El Grupo de Estudios
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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

sobre Protesta Social y Accion Colectiva (GEPSAC) registró protestas


en Argentina desde 1989 (Pereyra, Perez y Schuster, 2017). Otras fuen-
tes de acciones de movimientos sociales en Argentina de largo dato
incluyen La Consultora de Investigación Social Independiente por
los años 1990 (Giarracca, 2003), el Centro de Estudios Nueva Mayo-
ría por los años 1990 y 2000, y Programa de Investigación sobre el
Movimiento de la Sociedad (PIMSA) (Cotarelo y Iñigo Carrera, 2004).
También en Centroamérica, hay investigaciones usando bases de da-
tos de eventos de protesta del largo dato y campañas específicas con-
tra el neoliberalismo (Almeida, 2011 y 2016a; Alvarado y Martínez,
2018a; Cabrales, 2019; Mora, 2008 y 2011; Sosa, 2013; Yagenova, 2007).
Una novedad del siglo XXI son las nuevas fuentes de datos, como
los sitios web de grupos activistas, así como sus publicaciones de
Twitter, Facebook y otras redes sociales (Almeida y Lichbach, 2003;
Earl y Kimport, 2011; Gaby y Caren, 2012; Bennett y Segerberg, 2013;
Carty, 2015). En nuestro ejemplo del capítulo 1 sobre las Marchas de
las Mujeres de 2017 y 2018, los académicos ya han logrado estimar el
tamaño de cada marcha callejera mediante el uso de periódicos digi-
tales, actualizaciones de Twitter y publicaciones de Facebook (Berry
y Chenoweth, 2018).12 La información disponible para los académicos
que investigan los movimientos sociales se ha incrementado enor-
memente con el ascenso de las TCI y las nuevas redes sociales. La
figura 5 ilustra el tipo de datos que podemos captar o “levantar” de
unas pocas páginas web.13
Mediante el análisis de eventos de protesta, un investigador pue-
de cartografiar todas las movilizaciones del movimiento estadouni-
dense Occupy Wall Street sobre la base de apenas dos sitios web.

12
Véase Erica Chenoweth y Jeremy Pressman, “January’s Women’s March Brought
Out More Than a Million People—And Many More Protested during the Month”, Was-
hington Post, 26 de febrero de 2018.
13
Los datos utilizados para cartografiar las protestas de Occupy Wall Street en
el gráfico 5 provienen de los sitios <www.theguardian.com/news/datablog/inte-
ractive/2012/sep/17/occupy-map-of-the-world> y <http://directory.occupy.net/
search?f[0]=field_occupation_address%253Acountry%3AUS>.

80

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Figura 5. Protestas de Occupy Wall Street en 2011. 1.005 protestas en 887 localidades

Protestas por
lugar

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Mapa creado por el autor sobre la base de datos disponibles para el público general en <www.theguardian.com/news /datablog/
Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

81
interactive /2012/sep/17/occupy-map-of-the-world> y <http://directory. occupy.net/>.
2. Cómo estudiar los movimientos sociales

Los sitios de activismo progresista (como countlove.org) incluso han


superado la mayor deficiencia de los datos digitales sobre eventos de
protesta, mediante la provisión de enlaces a artículos periodísticos
relacionados con cada evento, a fin de documentar empíricamente la
existencia real del evento en cuestión. Estos datos basados en inter-
net dan lugar a varias preguntas de investigación: ¿Por qué las pro-
testas del movimiento Occupy se produjeron en algunas ciudades
y condados, pero no en otros? ¿Cuáles son las características de las
ciudades y los condados donde hubo protestas de Occupy, en com-
paración con las ciudades donde no se materializaron esas manifes-
taciones? En los capítulos que siguen intentaremos responder estas
fascinantes preguntas.

Métodos mixtos

Si bien los métodos presentados en la sección anterior se cuentan


entre los de uso más común en los estudios sobre movimientos socia-
les, los autores de proyectos más extensos –como disertaciones, ma-
nuscritos de libros o publicaciones múltiples– suelen inclinarse por
el empleo de “métodos mixtos” o combinados. Este enfoque metodo-
lógico se conoce como “triangulación” (Snow y Trom, 2002). Según
Ayoub et al. (2014, p. 71), “la triangulación ofrece beneficios cruciales
en la medida en que las lógicas de los distintos métodos se entien-
den como mutuamente complementarias en lugar de sustitutivas”.
De ahí que, a fin de comprender mejor la dinámica social en sus
múltiples dimensiones (como los tipos de agravios y la magnitud de
la movilización), los investigadores empleen métodos múltiples en
el mismo estudio, como la combinación de entrevistas con análisis
de eventos de protesta (Almeida, 2008a y 2011; 2016a). Por ejemplo,
en su estudio sobre el movimiento trasnacional LGBTQ en Europa,
Ayoub (2016) utilizó conjuntos de datos sobre legislación y SMO, ob-
servación participante, encuestas y entrevistas semiestructuradas.
En su reconstrucción de las huelgas de hambre que realizaron los
estudiantes universitarios de California para salvar los programas
82

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Movimientos sociales. La estructura de la acción colectiva

de estudios étnicos, Armbruster-Sandoval (2017) combinó las entre-


vistas en profundidad a exhuelguistas, con artículos de los periódi-
cos sobre las protestas, datos de archivos oficiales, los archivos de
los participantes y la prensa de las agrupaciones activistas (como los
periódicos de MEChA).

Resumen

Este capítulo es una introducción a algunas cuestiones metodológi-


cas de los estudios sobre movimientos sociales. En la primera parte
se presenta un esquema para clasificar actividades de movimiento
social, con miras a comprender los diferentes niveles de la vida po-
lítica y social en cuyo marco los individuos y los grupos coordinan
acciones conjuntas: desde las formas cotidianas de resistencia hasta
las revoluciones y los movimientos trasnacionales. La segunda mi-
tad del capítulo pasa revista a los diversos métodos utilizados en el
estudio de la acción colectiva, incluida la “triangulación” –o combi-
nación de métodos– por la que optan muchos investigadores. En el
próximo capítulo abordaremos los enfoques teóricos utilizados para
explicar las actividades de los movimientos sociales.
Además de aportar a las ciencias sociales conocimientos sobre la
dinámica de las personas que unen fuerzas para impulsar cambios
sociales, la investigación de la acción colectiva también puede servir
a propósitos humanísticos. Los activistas del presente y del futuro no
solo pueden aprovechar las investigaciones sobre las protestas del
pasado con el fin de mejorar las estrategias de sus campañas actua-
les, sino que además pueden inspirarse en las luchas de antaño para
motivar nuevas rondas de movilización popular. He ahí la misión es-
pecial y la responsabilidad particular que siempre deben tener pre-
sente los investigadores de la acción colectiva mientras llevan a cabo
su trabajo.

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2. Cómo estudiar los movimientos sociales

Recursos metodológicos adicionales para el estudio


de los movimientos sociales

Della Porta, Donatella (ed.) (2014). Methodological Practices in Social Move-


ment Research. Oxford: Oxford University Press.

Klandermans, Bert, y Suzanne Staggenborg (eds.) (2002). Methods of So-


cial Movement Research. Minneapolis: University of Minnesota Press.

Rucht, Dieter, Ruud Koopmans y Friedhelm Neidhardt (1999). Acts of Dis-


sent: New Developments in the Study of Protest. Lanham, Maryland: Row-
man & Littlefield.

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