CULTURAS DE LA VERGÜENZA
CULTURAS DE LA CULPA
Por Pablo Javier DAVOLI (28/04/13).
A MODO DE INTROITO:
En 1.937, la antropóloga estadounidense Margaret MEAD publicó
su famoso libro “Cooperation and competition among primitive peoples”
(“Cooperación y competición entre los pueblos primitivos”). La obra fue
escrita en base a las experiencias recogidas por la propia autora
durante su convivencia con diversos pueblos nativos de Nueva Guinea y
Bali.
Fue en dicho libro que MEAD planteó por primera vez la
importante distinción entre las “shame cultures” (“culturas de la
vergüenza”) y las “guilt cultures” (“culturas de la culpa”). Clasificación,
ésta, que, décadas más tarde, sería retomada -entre otros- por Donald
WARD. En efecto, en su libro titulado “On the poets and poetry of Indo-
Europeans” (“Sobre los poetas y la poesía de los indoeuropeos”),
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aparecido en 1.973, WARD evocó la aludida categorización, realizando
enjundiosos análisis a partir de la misma. (1)
LAS “SHAME CULTURES”:
En las “shame cultures”, el honor constituye el principio moral
fundamental. La estructura ética de la persona y la comunidad se
encuentra apoyada sobre dicho ideal y articulada en torno al mismo. En
el contexto de estas culturas, la auto-estima de las personas y el
respeto que las mismas se tributan entre sí, están determinados por su
honorabilidad.
ARMIN, EL CHERUSCO.
Es por ello que, en el marco de las “shame cultures” bien
consolidadas, las relaciones interpersonales -por regla general- rebozan
1 Conforme: DE BENOIST, Alain, artículo “El mundo de los Indoeuropeos”, publicado
en el “website” de “Alternativa Europea. Asociación Cultural”, en fecha 11/12/12, en:
http://alternativaeuropeaasociacioncultural.wordpress.com/2012/12/11/el-mundo-
de-los-indoeuropeos/ (compulsada en fecha 28/04/13).
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de franqueza y el ánimo social -bajo circunstancias normales- suele ser
distendido y alegre. Asimismo, es dable advertir en el seno de tales
culturas una cierta ingenuidad, completamente ajena al estado de
recíproca sospecha en que se ven envueltos y complicados los miembros
de otras sociedades.
De acuerdo con esta peculiar concepción ética, el principio moral
fundamental (el honor) no proviene de un mandamiento externo (por
ejemplo, de DIOS). Por el contrario, reside en la propia persona, como
cualidad de la misma, atribuida por el mismo DIOS, en tanto PADRE
CELESTIAL. Dicho esto mismo con otras palabras, el honor es -en
principio- intrínseco: constituye un atributo de la propia persona y, más
profundamente, de su particular linaje familiar. Desde este punto de
vista, el principio moral es, al mismo tiempo, “óntico”.
EL CID CAMPEADOR.
Por tal razón, en las “shame cultures”, la regla moral no vivida ni
entendida como un dictado ajeno a la propia persona. Por el contrario,
es percibida y considerada como una exigencia derivada de la propia
dignidad personal; como una vocación; y, por lo tanto, como un
imperativo perfectamente natural.
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A la luz de las observaciones anteriores, se puede comprender
fácilmente por qué, en el contexto de estas culturas, un
comportamiento humano voluntario pero desviado, constituye -por sí
mismo- una auténtica tragedia, tanto a nivel personal como a nivel
familiar. La “sanción” correspondiente está inserta en el propio acto
pernicioso, por la pérdida de la honorabilidad que el mismo importa,
para el “infractor” e, incluso, para los suyos. O sea, por el menoscabo
que la falta implica para la propia dignidad. Por la profunda vergüenza
que la misma apareja.
La “cultura de la vergüenza” es típicamente indo-europea. Por eso,
caracterizó tanto a los antiguos griegos y los latinos originarios, como a
los celtas y los germanos; entre otros pueblos indo-europeos. Pero,
además, fue adoptada -a lo largo de los milenios- por otras
comunidades que, no siendo indoeuropeas, recibieron alguna influencia
cultural de aquellos pueblos.
LAS “GUILT CULTURES”:
En las “guilt cultures”, las normas éticas son vividas y entendidas
como puros mandatos externos, originalmente atribuidos a DIOS. El
hombre perteneciente a una “cultura de la culpa”, no encuentra en sí
mismo la regla moral. Necesita de un mandamiento promulgado por
DIOS, voluntarista y dogmáticamente. Y, cuando ya no cree más en
DIOS, se ve obligado a elaborar un código axiológico en base al instinto
de conservación de la propia vida y la necesidad (ante todo, biológica) de
vivir en sociedad. Es por tal razón que, cuando pierde el sentido de
trascendencia, su sistema ético queda reducido a mero “código de
convivencia” de carácter groseramente utilitario.
Desde luego, es en el seno de las “guilt cultures” que nace,
prolifera y se expande la noción de “pecado”. Así como también la idea
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de DIOS como “castigador”. Un “dios” que penaliza y sanciona, según su
voluntad. Muchas veces, atrozmente; con una crueldad aterradora.
RABINOS REZANDO DE MANERA TÍPÍCA CONTRA EL “MURO DE LOS LAMENTOS”, EN JERUSALÉN.
Detrás de esta singular ética “culpógena”, que se apoya sobre una
percepción y una concepción de DIOS tan extraña a las típicamente
indoeuropeas, parece esconderse un profundo y atávico sentimiento de
pequeñez, debilidad e, incluso, indignidad. Varios y diversos han sido
los autores que se han avocado a desentrañar esta cuestión, tan difícil
como interesante. (2)
Para finalizar: según WARD, así como la idea de “vergüenza” tiene
su origen en los pueblos indoeuropeos, las nociones de “pecado” y
“culpa” provienen de los “grandes sistemas metafísicos universalistas de
origen abrahámico y semita”. (3)
2 Dejamos para otra ocasión el análisis y la crítica de las distintas conclusiones a las
que tales autores han arribado.
3 Conforme: DE BENOIST, Alain, artículo citado.