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Origen, Evolución y Situación Actual Del Pentecostalismo

El documento resume el origen y evolución del pentecostalismo. Comenzó en el siglo XIX como un movimiento de santidad dentro del metodismo que enfatizaba la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo. Más tarde, a inicios del siglo XX surgieron las primeras iglesias pentecostales que enfatizaban prácticas como hablar en lenguas. Actualmente, las iglesias pentecostales y neopentecostales constituyen la rama de más rápido crecimiento dentro del cristianismo en América Latina

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Origen, Evolución y Situación Actual Del Pentecostalismo

El documento resume el origen y evolución del pentecostalismo. Comenzó en el siglo XIX como un movimiento de santidad dentro del metodismo que enfatizaba la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo. Más tarde, a inicios del siglo XX surgieron las primeras iglesias pentecostales que enfatizaban prácticas como hablar en lenguas. Actualmente, las iglesias pentecostales y neopentecostales constituyen la rama de más rápido crecimiento dentro del cristianismo en América Latina

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Capítulo II

ORIGEN, EVOLUCIÓN Y SITUACIÓN


ACTUAL DEL PENTECOSTALISMO

E
l pentecostalismo, también llamado movimiento pentecostal, es el
nombre con que se conoce al conjunto de iglesias y organizaciones
religiosas que resaltan, entre otras, la doctrina cristiana del bau-
tismo en el Espíritu Santo. Al igual que en todo el protestantismo, el
movimiento pentecostal no posee un dirigente mundial debido a las di-
ferentes creencias y opiniones sobre doctrinas, prácticas y liturgias que
hay entre las iglesias que lo conforman.

Durante la realización de la fiesta del «Pentecostés» narrado


en Hechos capítulo 2, sucedió el descenso del Espíritu San-
to y el inicio de la actividad de la iglesia cristiana en sentido
general; por ello también se le conoce como la celebración del
Espíritu Santo. Los pentecostales afirman que la práctica de
hablar lenguas conocida en su momento como «éxtasis espi-
ritual» se produce por voluntad del Espíritu Santo, y que las
personas que viven dicha experiencia pueden expresar lengua-
jes angélicos o humanos que no les son propios y pueden o no
ser entendidos por aquellos que lo escuchan.
Por otro lado, el término «iglesias pentecostales» se usa indistin-
tamente para todas aquellas iglesias que forman parte del movimiento
pentecostal, es decir, para todas aquellas iglesias que están dentro del
pentecostalismo histórico, pentecostalismo clásico, pentecostalismo
unicitario y neopentecostalismo. Una iglesia pentecostal puede traba-
jar de forma independiente o estar afiliada a una organización, minis-
terio o apostolado de mayor cobertura. «Pentecostal» es considerado
como una tendencia o movimiento doctrinal y espiritual de gran em-
36 Dr. Yoselman Rodwin Mirabal

puje, que caracteriza a buen número de denominaciones que tienen su


origen dentro del cristianismo protestante.

Según Josué Barrientos (2004), hoy, las iglesias pentecostales y


neopentecostales constituyen la rama del cristianismo de más
rápido crecimiento. Se estima que en América Latina confor-
man el 80% de las iglesias de origen protestante, y que han
dejado muy atrás a las iglesias históricas originadas en la Re-
forma del siglo XVI y XVII. 1

La «pentecostalidad» es un movimiento dentro del cristianismo,


donde se da una apertura a la persona, presencia y poder del Espíritu
Santo. Dicha apertura incluye el desarrollo del carácter de Cristo en la
vida del creyente por la obra del Espíritu Santo (Gálatas 5:16–23). Ade-
más, la capacitación del «Cuerpo de Cristo» para el ejercicio del lideraz-
go por medio de los diferentes ministerios, dones y carismas (1 Corintios
12). Por tanto, a continuación, se presenta una síntesis apretada sobre
el origen, desarrollo y evolución del pentecostalismo, a fin de poner en
contexto el «constructo teológico» pentecostal. ¡A ver!

2.1. ANTECEDENTES BÍBLICOS

El Nuevo Testamento revela que la iglesia del primer siglo creía


en el bautismo en el Espíritu Santo (Hechos 11:15–16). De igual forma
los cristianos del primer siglo practicaban la imposición de manos
para que ocurra lo que hoy se conoce como la «experiencia pentecos-
tal» en los creyentes (Hechos 8:14–17). La historia relata que en una
visión que tuvo el apóstol Pedro en la azotea de una casa en Jope,
Dios le reveló que debía amar a los semejantes a pesar de que no
fueran judíos, pues ante Dios no hay acepción de personas; Cornelio,
un centurión de la compañía llamada «La Italiana», envió por él para
que viniera a Cesarea (Hechos 10:5).

Pedro aceptó ir a Cesarea por mandato de Dios, y llegó a casa de Cor-


nelio. Hasta ese momento el grupo que se reunía en la casa de Cornelio
no había tenido la experiencia de Pentecostés. Cuando Pedro comenzó
el discurso, el Espíritu Santo cayó sobre los presentes y empezaron a ha-
blar en lenguas, magnificando a Dios. Desde ese momento, a ese grupo
Teología Pentecostal: Una perspectiva académica 37

Cuando el apóstol Pablo llegó a Éfeso, se encontró con una situación


muy comprometedora; los cristianos de esa iglesia habían sido bautiza-
dos por el bautismo de Juan y ni siquiera sabían que existía el Espíritu
Santo. Entonces Pablo los bautizó según el mandato de Jesús y habién-
doles impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y hablaban
en lenguas y profetizaban (Hechos 19:1–6).

Por otro lado, Pedro y Juan habían llegado hasta Samaria, donde ha-
bía un grupo de cristianos bautizados en agua, pero que no habían sido
bautizados con el Espíritu Santo. Por este motivo, Pedro y Juan impu-
sieron las manos sobre ellos y, según dice Hechos 8:17, estos recibieron
el Espíritu Santo.

En ese sentido, Bernardo Campos (1997), dice: «Este es uno


de los pasajes en donde no se menciona que los creyentes
hayan hablado en nuevas lenguas, lo cual ha generado mu-
cha discusión entre los cristianos, ya que la mayoría de los
pentecostales cree que el «hablar en lenguas» es una señal
inequívoca e indispensable de haber recibido el bautismo en
el Espíritu Santo» 2

Sin embargo, muchos grupos pentecostales modernos creen que


sí lo hicieron, pues Simón el mago había querido comprar el don del
Espíritu Santo por haber visto un gran prodigio, que muchos teólogos
presumen que fue el don de lenguas manifestado en los samaritanos
(Hechos 8:14–17).

2.2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Antes del movimiento pentecostal moderno hubo muchos eventos


con características pentecostales sin llamarse aún «pentecostales». Por
ejemplo: Ireneo (130–202 d.C.), obispo de Lyon y discípulo del apóstol
Juan, habla acerca de las manifestaciones del Espíritu Santo, sobre el
don de lenguas, el don de profecía, que aclaraban los misterios de Dios.
A continuación se cita: «De igual manera nosotros oímos a muchos her-
manos que poseen dones proféticos y que por medio del Espíritu hablan
toda clase de idiomas y traen a luz para beneficio general las cosas ocul-
tas de los hombres y declaran los misterios de Dios, a quienes también
los apóstoles calificaron de espirituales». 3
38 Dr. Yoselman Rodwin Mirabal

Por otro lado, está Pacomio (287–346 d.C.), el cual después de mo-
mentos especiales, podía, bajo el poder del Espíritu, hablar los idiomas
griego y latín que jamás había aprendido. Estos actos eran considerados
sobrenaturales y que eran dones dados por el Espíritu Santo para capa-
citar a los líderes de la iglesia».

Agustín de Hipona (354–430 d.C.), también llamado San


Agustín, dice que ellos aún practicaban la imposición de las
manos sobre los creyentes, esperando que el Espíritu Santo, al
igual que en años anteriores, hiciera hablar en nuevas lenguas,
según se puede observar en la siguiente cita: «Hacemos toda-
vía lo que los apóstoles hicieron cuando impusieron las manos
sobre los samaritanos, invocando sobre ellos el Espíritu Santo.
Mediante la imposición de manos se espera que los creyentes
hablen en nuevas lenguas».
Aunque no existen muchos registros de la manifestación del Espí-
ritu Santo durante la Edad Media, algunos autores mencionan que los
valdenses, cátaros y los frailes mendicantes hablaban en lenguas de la
Europa Meridional. Durante los inicios del protestantismo, Martín Lu-
tero fue considerado profeta y evangelista, e interpretaba y estaba dota-
do de todos los dones espirituales. De aquí que se diga que la Reforma
Protestante haya influido a un gran cambio para los países Europeos,
pues para algunos no solamente fue un «despertar espiritual», sino que
movió a la iglesia y a los gobiernos humanos.

Mark Washington (2014), hablando sobre Juan Wesley (1703–1791),


(pastor anglicano y padre del Metodismo), consideraba que mucho del
cristianismo primitivo se perdió de vista y que algunos hombres áridos
y formales comenzaron a ridiculizar los dones de los que ellos carecían,
clasificándolos como exhibiciones de locura o impostura. 4

Sostiene el referido autor, que Wesley registró muchas historias ex-


traordinarias en sus diarios, tales como: la sanidad de personas, de ani-
males y del poder del Espíritu Santo a través de la oración. Las iglesias
metodistas fueron el medio para preparar el camino al recibimiento del
Espíritu Santo en los creyentes en la versión moderna del pentecostalis-
mo, debido a que la predicación se basa en la santidad, consagración y la
salvación por gracia; enseñanzas que, más adelante, las hoy denomina-
das iglesias pentecostales, marcan de gran importancia para recibir el
Teología Pentecostal: Una perspectiva académica 39

En las primeras décadas de 1800 se comenzó a dar un énfasis a la


predicación de la perfección cristiana, creando así «la cruzada de san-
tidad». En 1830, se publicó una guía para la «perfección cristiana», que
más tarde sería la revista oficial del movimiento. Este movimiento creía
que la «entera santificación» podía obtenerse hoy en día a través de la fe,
la cual, según ellos, anulaba la naturaleza pecadora del ser humano y era
llamada segunda obra de gracia.

El movimiento formaba parte del segundo gran despertar cristiano


de los Estados Unidos. Desde entonces se comenzó a dar más énfasis en
el Espíritu Santo como dador de la santidad. En 1840, el «movimiento
de santidad» comenzó a predicar sobre la necesidad del bautismo en el
Espíritu Santo. Se considera a Juan Morgan como el mayor contribui-
dor del movimiento, escribió la obra: «La santidad aceptable a Dios»,
en donde mencionaba que el bautismo del Espíritu Santo y los dones no
debían ser exclusivos de la iglesia apostólica, sino que era un privilegio
para todos los creyentes. También decía que este bautismo no debía con-
fundirse con la influencia del Espíritu Santo con la cual los pecadores se
convertían al cristianismo.

En 1857, en las publicaciones del «movimiento de santidad» se co-


menzaron a publicar términos que actualmente son usados por el «mo-
vimiento pentecostal», tales como: el púlpito pentecostal, los hombres
y mujeres pentecostales y ser pentecostal. Ya para finales del siglo XIX,
Scofield escribió que en esa época empezó a producirse un interés por el
40 Dr. Yoselman Rodwin Mirabal

Espíritu Santo, y que se habían escrito más libros, manuales y trabajos


sobre este tema que en los 1800 años anteriores.

Según James M. Boice (1996), ya a partir de 1840, casi todas las ra-
mas del «movimiento de santidad» estaban enseñando una variante del
bautismo en el Espíritu Santo, aunque con algunas diferencias en signi-
ficados. Por lo tanto, se consideran estos eventos como los antecedentes
del pentecostalismo moderno. El «movimiento de santidad» descansaba
en cuatro principios doctrinales: la justificación por la fe, la santificación
como una segunda obra de la gracia, la sanidad divina y la segunda ve-
nida de Cristo previa al milenio. 5

Por tanto, como resultado de todas estas experiencias antes citadas,


se comenzó a crear un nuevo lenguaje en el que la palabra «pentecostal»
se mencionaba más y más, se comenzaron a preguntar si la experiencia
del día de «Pentecostés» no sería también para todos los tiempos y se
comenzó a orar por los enfermos practicando la sanidad divina.

Incluso nació una iglesia que se llamó a sí misma «pentecostal», que


fue la Iglesia Pentecostal del Nazareno, pero este calificativo no estaba,
necesariamente, unido al fenómeno de la glosolalia o el hablar en len-
guas. Más aún, cuando aparecieron los pentecostales que ponían énfasis
en el don de lenguas, esa iglesia suprimió de su nombre la palabra «pen-
tecostal» para no ser confundida con ellos. En resumen, se puede decir
que, para fines del siglo XIX, había una combinación de expectaciones
Teología Pentecostal: Una perspectiva académica 41

que cada vez señalaban con mayor intensidad en dirección de lo que pos-
teriormente se concretaría con el nombre de «movimiento pentecostal».

2.3. NACIMIENTO DEL MOVIMIENTO


PENTECOSTAL: TOPEKA Y LA CALLE AZUSA

La mayoría de los expertos en el tema coinciden en señalar que todo


lo relacionado a lo que hoy se conoce como «movimiento pentecostal»
comenzó en 1898, cuando Charles F. Parham, un ministro metodista
de Kansas afiliado al «movimiento de santidad», se estableció en la ci-
dad de Topeka, Kansas, y desde ahí dirigía una escuela bíblica, llamada
Bethel College, y un «hogar de sanidad», donde se atendía a los enfermos
y se oraba por ellos. A fines de 1900, Parham tuvo que ausentarse de la
escuela y dejó a los alumnos la tarea de buscar en la Biblia todo lo relati-
vo al bautismo en el Espíritu Santo.

Al regreso, le informaron que, según ellos, en el libro de los Hechos


de los apóstoles, la glosolalia o hablar en lenguas era la señal de que una
persona había sido bautizada con el Espíritu Santo y que estaban ansio-
sos porque se repitiera en ellos la experiencia de Pentecostés. La última
noche de diciembre de 1900, Parham y los alumnos tuvieron un culto de
oración en el que pidieron ser bautizados con el Espíritu Santo.
42 Dr. Yoselman Rodwin Mirabal

Poco después de la media noche, es decir, en las primeras horas del


siglo XX, una alumna de nombre Agnes Ozman comenzó a hablar en
otras lenguas. El mismo Parham tuvo la experiencia unos días después
y luego le siguieron otros de los alumnos. Durante los siguientes cinco
años, Parham y los alumnos se dedicaron a diseminar esta «Fe Apostó-
lica», como llamaron al movimiento, por todo el medio oeste, haciendo
numerosos conversos.

En ese sentido, Jesse Lyman Hurlbut (2013), considera a Topeka,


Kansas, como la cuna del hoy conocido «movimiento pentecostal mo-
derno», al que se le llama, también, «pentecostalismo clásico», pues
aunque en ese mismo tiempo se estaban dando ya experiencias aisladas
semejantes, tanto en Estados Unidos como en otros países, es un hecho
que fue a partir de Topeka que, el «mensaje pentecostal» se comenzó a
proclamar con una intensidad que antes no se había conocido y que per-
mitió a dicho mensaje difundirse por toda la tierra. 6

En 1905 Parham mudó el instituto bíblico a Houston, donde


se produjeron las mismas manifestaciones carismáticas. Desde
ahí evangelizó todo Texas y el sudoeste. A los cuatro principios
o creencias iniciales del «movimiento de santidad», Parham
había añadido un quinto: el bautismo del Espíritu Santo con la
«evidencia inicial» del hablar en otras lenguas.

Aunque Parham era un racista convertido (de hecho fue miembro


activo del Ku Kux Klan), aceptó a un alumno negro, bautista, de nombre
William J. Seymour, con la condición de que tomara las clases en un
salón contiguo. En 1906 Seymour se trasladó a los Ángeles, California,
invitado a predicar en una Iglesia Nazarena. El primer domingo que pre-
dicó en esa iglesia, Seymour habló del bautismo en el Espíritu Santo y
del don de lenguas como «evidencia inicial» de haberlo recibido. Esto
asustó a la congregación, que le cerró las puertas.

Richard Asbury, que no había asistido al culto de aquel domingo lo


invitó a su casa. Seymour compartió con los anfitriones el «mensaje pen-
tecostal» y comenzó a formar una pequeña congregación. Muy pronto la
casa de los Asbury fue insuficiente para dar cabida a todos los que acudían,
al principio más por curiosidad, al contemplar los extraños fenómenos
que ahí se daban, y el grupo se cambió a la calle Azuza de los Ángeles, a un
viejo y amplio depósito abandonado que rentaron y acondicionaron con
Teología Pentecostal: Una perspectiva académica 43

suma pobreza para que sirviera de iglesia. Le dieron a la nueva iglesia el


nombre de «Misión de la Fe Apostólica» (Apostolic Faith Gospel Misión).

En 1906 Seymour invitó al maestro Parham a predicar en Azusa,


pero éste lo hizo en términos tan negativos para la congregación y para
la persona de Seymour, que rompieron con él, y los lazos entre los dos
líderes nunca más volvieron a restablecerse. Sin embargo, como herede-
ro de las enseñanzas de Parham, las cinco enseñanzas principales de la
misión de la calle Azusa eran: 1) Justificación por la fe, 2) Santificación
como obra concreta de la gracia, 3) El bautismo del Espíritu Santo, evi-
denciado por el hablar en otras lenguas, 4) La sanidad divina, o curacio-
nes por el poder de la oración, y 5) El arrebatamiento personal pre–mi-
lenarista de los santos en la segunda venida de Cristo.

Según R. Newmann (1978), en el corto período que va de


1906 a 1909 aquella congregación aumentó notablemente la
feligresía, y de ese lugar, el «mensaje pentecostal» comenzó a
diseminarse por todo el mundo. El campo abonado para la di-
fusión de sus enseñanzas, y del que a la vez se originaba, eran
las iglesias adheridas al «movimiento de santidad». Comenza-
ron a llegar a la calle Azusa «peregrinos» de otras ciudades de
Estados Unidos y Canadá. 7
44 Dr. Yoselman Rodwin Mirabal

Algunos de estos pastores, al volver a las iglesias de origen, las «pen-


tecostalizaron», como pasó, por ejemplo, con la Iglesia de Dios en Cristo;
otros llevaron el mensaje a Europa: Noruega, Suecia, Dinamarca, Ingla-
terra, Alemania, Francia y Rusia. En América Latina llegó hasta Chile y
Brasil, donde echó profundas raíces. De Azusa salieron misioneros por
lo menos a 36 países. Al morir Seymour en 1922, la viuda se hizo cargo
de la misión, pero ésta finalmente fue cerrada en 1929.

La misión de la «fe apostólica» desapareció, pero sirvió de potente


ímpetu inicial y de inspiración al «pentecostalismo» de todo el mundo,
mucho más todavía que la congregación de Topeka. Esta misión de la
calle Azusa fue el antecedente de importantes iglesias que fueron sur-
giendo en años sucesivos, como las Asambleas de Dios y la Iglesia del
Evangelio Cuadrangular.

En cuanto a la teología, aparte de los cinco puntos mencio-


nados que los distingue, la gran mayoría de los pentecostales
sostienen las doctrinas del cristianismo protestante histórico
(con la excepción de los «unitarios», de doctrina sabeliana),
pero en un sentido conservador y fundamentalista. Más ade-
lante, se ampliará sobre las doctrinas básicas, las cuales tienen
fundamentos bíblicos sólidos, así como las creencias, dogmas y
tabúes que se fueron añadiendo, teniendo como base el sincre-
tismo teológico, las experiencias subjetivas, la tradición pente-
costal y la dogmática.
Muchos son premilenaristas en cuanto a la escatología, y la mayoría
son dispensacionalistas. Con respecto al bautismo en agua, generalmen-
te se oponen al bautismo de infantes y son inmersionistas. El «cristia-
nismo pentecostal» es hoy la variante del cristianismo que más crece en
todo el mundo, especialmente en Sudamérica, África y países asiáticos.
Se considera que hay entre 700 y 900 millones de cristianos pentecos-
tales, de los cuales entre 50 y 80 millones serían carismáticos católicos,
numerosos sobre todo en Estados Unidos, Sudamérica, el Caribe, India
y África, pero con fuerte presencia también en Francia e Italia.
Teología Pentecostal: Una perspectiva académica 45

2.4. PENTECOSTALISMO EN AMÉRICA LATINA

El pentecostalismo, como ya se ha indicado, hizo aparición en Amé-


rica Latina en los inicios del siglo XX. En su rápido desarrollo enfrentó
variados acontecimientos antes de transformarse en una de las princi-
pales expresiones de la fe cristiana y ser parte constitutiva de la cultura
religiosa del continente. De ahí, que sea el movimiento más estudiado
por los sociólogos, antropólogos, historiadores y teólogos, entre otros.

En esta sección, se dará una panorámica a la «raíz protestante»


del pentecostalismo latinoamericano, los orígenes, el rápido
crecimiento numérico y cómo se puede augurar el futuro. Este
análisis se caracteriza por no perder de vista el contexto de la
realidad latinoamericana, como el lugar donde la fe cristiana,
en este caso pentecostal, debe ser vívida y testimoniada.

En ese sentido, es necesario recordar que las sociedades latinoame-


ricanas entre los años 1909 y 1990 vivieron densos conflictos políticos,
socioeconómicos, populares y culturales. Sin embargo, el conjunto de
creencias religiosas se mostraron estables y auténticamente legitima-
das. Las utopías religiosas, en forma especial del catolicismo popular y
del emergente protestantismo, eran alternativas socialmente aceptadas
para enfrentar los altos índices de mortalidad, que generaban temor e
inseguridad en la población, como también, los diversos proyectos polí-
ticos que se han disputado el acceso al poder.
46 Dr. Yoselman Rodwin Mirabal

Se puede observar además, los diferentes y variados intentos de libe-


ración que van desde la Revolución mexicana a la cubana, pasando por
las seguidillas de golpes de estados e intervención militar de potencias
extranjeras, junto a la permanente articulación de movimientos popula-
res, sociales, de campesinos e indígenas que lucharon por una vida más
digna. En el corazón de tan trágica realidad nació, creció y se consolidó
el pentecostalismo en el continente Latinoamericano.

Al respecto, y por citar un caso, José Míguez Bonino (1993),


afirma lo siguiente: «Todas las historias del pentecostalismo
latinoamericano comenzaron con el despertar asociado con el
nombre del misionero Willis C. Hoover, la Iglesia Metodista y
la ciudad de Valparaíso, en Chile, y continúan con Francescon
y las Asambleas de Dios en Brasil. Luego el pentecostalismo
se multiplica, se diversifica y se expande, y desde la década de
1950 se presenta como el rostro popular del protestantismo en
América Latina. Los entusiastas hablan de más de 100 millo-
nes de pentecostales, al inicio del presente milenio. 8
A lo dicho por este distinguido teólogo Argentino, José Míguez Boni-
no, y probablemente el más prominente entre los protestantes del conti-
nente, se debe agregar el origen del pentecostalismo mexicano y que co-
rrespondió al protagonismo de una mujer, Romana de Valenzuela, quien
en medio de la Revolución Mexicana, en 1914, en el norte de este país y,
junto a un puñado de hombres y mujeres, fundó la «Iglesia Apostólica
de la Fe en Cristo Jesús». Historias como estas, y aun no contadas, son
variadas y múltiples.

Por otra parte, la llegada del pentecostalismo procedente de los Es-


tados Unidos de Norte América fue posterior a las fechas antes referi-
das y tiene su propia historia ordenada en conformidad a los intereses
de los líderes nacionales y extranjeros. El origen del pentecostalismo
latinoamericano fue policéntrico; Chile, Brasil y México fueron rele-
vantes en la gestación, consolidación y expansión del movimiento, no
obstante comparten elementos socio religiosos comunes: los integran-
tes son personas pobres, son mujeres, inmigrantes, obreros y campe-
sinos, son, en la mayoría de los casos, los desheredados de la tierra los
que optaron por la fe pentecostal.
Teología Pentecostal: Una perspectiva académica 47

En ese sentido, el pentecostalismo temprano fue un movi-


miento laico donde las fronteras clericales eran inexistentes.
Por consiguiente, la relación entre el pastor o misionero con
la hermandad o congregación siempre fue cercana y sin fron-
teras, lo que permitió articular comunidades estables guiadas
por normas y reglas sencillas, pero por sobre todo, atractivas y
acogedoras para los sectores marginales. Por lo tanto, la par-
ticipación activa de los laicos fue una de las claves del éxito.
Fue un hecho, que el pentecostalismo en su espontaneidad se
articuló y se organizó de manera tal, que generase múltiples
oportunidades para que el creyente común y corriente asumie-
ra responsabilidades en el grupo local.

Las múltiples prácticas cúlticas propias del pentecostalismo se ori-


ginaron por las más diversas experiencias de fe de los creyentes. En
principio, las prácticas de hablar en lenguas, profecías, oración por los
enfermos, danza en el espíritu, que para el observador externo resulta-
ban extrañas e incomprensibles, expresiones que por la frecuencia e im-
pacto paulatinamente fueron encauzadas mediante normas tendientes a
evitar los excesos y desordenes.

La articulación de comunidades con grandes espacios de libertad,


donde los fieles pudieron expresar espontáneamente los más profundos
sentimientos religiosos y a la vez participar en la construcción de una
comunidad de creyentes litúrgica y teológicamente autosustentable, fue
clave en la implantación del pentecostalismo en el continente.

Por supuesto, el pentecostalismo de origen local, en los primeros


50 años fue un movimiento que financieramente se autosustentaba.
Los recursos provinieron de las ofrendas y diezmos que disciplinada-
mente daban los fieles. Los recursos materiales lo constituían, bási-
camente, los templos, capillas y locales de reunión; estos lugares eran
modestos, sencillos y prácticos, algunos facilitados por los fieles, y
otros adquiridos colectivamente.

Para Frank Bartleman (1997), el auge inicial del pentecos-


talismo de origen local y misionero, permitió que cada uno
tuviera un sentimiento de participar en el ejercicio del poder
y de contribuir con la espontaneidad a la vitalidad del movi-
48 Dr. Yoselman Rodwin Mirabal

miento. En este sentido, y para utilizar una expresión actual


existió una auténtica «democratización de las funciones di-
rectivas», que se vio reforzada por la homogeneidad social y
cooperación económica y material de los fieles. Pese a lo ante-
rior, para acceder al ministerio pastoral se debía recorrer una
larga caminata, marcada por el compromiso, la disciplina y
la entrega a la causa. Esto aseguró que al ministerio pastoral
no se accediera por favoritismo, herencia familiar ni por una
formación teológica formal. 9
Los pastores y encargados fueron la expresión auténtica de la
comunidad, la diferencia con el resto de los fieles no fue ni el origen
social, ni la manera de vivir, ni la formación intelectual, sino senci-
llamente las cualidades de tipo «carismáticas» y capacidad de conduc-
tores de hombres y mujeres en medio de una sociedad tradicional que
tenía muy poco que ofrecer a los más pobres. La naciente jerarquía
eclesial pentecostal siempre dirigió las comunidades apelando más a
la «emotividad» que a la racionalidad.

Al cumplir un siglo de vida, el pentecostalismo está plenamente es-


tablecido en todo el continente Latinoamericano y con múltiples rostros,
pero mayoritariamente popular y marginal. Hoy, en el movimiento pen-
tecostal, hay más de 200.000 pastores, y el número de capillas, templos
y lugares de reunión, superan a los de la iglesia católica.
Teología Pentecostal: Una perspectiva académica 49

Por otro lado, la plataforma bíblica y teológica se mantiene en forma


casi inalterable. Esta observancia se nutre con los programas de forma-
ción de los pastores y líderes; formación que se evidencia en lo que se
enseña en los institutos y seminarios. A esto se debe agregar, la literatu-
ra, la música, programas radiales y televisivos y visitas permanentes de
conferencistas provenientes del país del norte. En la reflexión bíblica y
teológica pentecostal se evidencia una clara ausencia de una dialéctica
entre fe y realidad latinoamericana.

Para Ramiro Jaimes (2012), temas como fe y política, fe y


economía, fe y justicia social, fe y derechos humanos, entre
otros, no tienen lugar en la reflexión y el discurso teoló-
gico pentecostal. Sin embargo, se debe reconocer que hay
un número cada vez más creciente de pastores y líderes que
están en la búsqueda de construir un «pensamiento teoló-
gico» propio, que surja de la reflexión entre fe y realidad
del continente. Este es un verdadero desafío para las nuevas
generaciones de pastores y teólogos de las iglesias pentecos-
tales de origen norteamericano. 10
Por otro lado, está la forma de dirigir en las iglesias pentecostales, ya
que a pesar de las grandes transformaciones que se han experimentado
en términos de membresía, economía, edificaciones y comunicaciones,
la forma de dirigir se mantiene casi invariable desde hace más de vein-
te años. Aún con todo lo antes expuesto, se espera que el movimiento
pentecostal siga creciendo, especialmente en contextos de pobreza, in-
seguridad social e indígenas, pues en medio de esta realidad se gestó,
articuló y desarrolló.

Pero, ¿Cuál será el futuro del movimiento en el presente siglo XXI?


Las respuestas pueden ser muy disímiles y hasta incompatibles con el
Evangelio de Jesucristo, pues las experiencias así lo demuestran. La ac-
titud de cómo las iglesias pentecostales han reaccionado frente a perio-
dos traumáticos y dolorosos que ha vivido el continente, especialmente
durante la última parte del siglo pasado, evidencia esta contradicción.
50 Dr. Yoselman Rodwin Mirabal

La historia demuestra que muchas iglesias pentecostales guar-


daron el más absoluto silencio frente a grandes tragedias, como
la reiterada violación de los derechos humanos y las injusti-
cias sociales más aberrantes que significaron la desaparición
de personas, exilio y tortura. Pero también, se debe reconocer
que una minoría de iglesias, comunidades, hombres y mujeres
pentecostales asumieron un rol profético y pastoral, como fue
la oposición a las dictaduras militares y la guerrilla de «Sende-
ro Luminoso» en los Andes en Perú, solo por nombrar un caso.
La actitud del pentecostalismo frente a la realidad social esta-
rá determinada por el modelo de «misión» que asuma y la forma
de cómo se relacionará con los poderes económicos y políticos; por
tanto, esta será muy variada, diversa y contradictoria. He aquí un
gran desafío y una gran oportunidad para que los líderes actuales
del pentecostalismo permitan que el Espíritu Santo hable a las igle-
sias como en los tiempos bíblicos.

En esencia el pentecostalismo nació como una religión popular,


relegada del protestantismo histórico, racional y burocrático. El pente-
costalismo surgió en la periferia del mundo, alejado de los centros del
poder político, económico y religioso. Fue abiertamente rechazado y es-
tigmatizado como una secta de fanáticos. Aunque se gestó en el seno del
protestantismo histórico, este no le reconoció.
Teología Pentecostal: Una perspectiva académica 51

Según Pablo A. Deiros (1994), las iglesias pentecostales crecieron en


medio de los sectores populares del continente donde la vida religiosa
se fusionó con la cultura popular. Es decir, las prácticas religiosas de la
«fe pentecostal» pasaron a ser parte de la vida cotidiana de los integran-
tes. En la actualidad, el pentecostalismo lo configuran cientos de miles
de iglesias o comunidades pequeñas e independientes con orígenes muy
diversos y que requieren ser estudiadas desde la sociología y la antropo-
logía, pues se trata de un fenómeno religioso importante para el futuro
de la fe cristiana en sectores marginales. 11

En ese sentido, durante los últimos 30 años, diferentes esfuerzos


confluyen para que un número creciente de pentecostales accedan a
una formación teológica profesional de alto nivel. Esto ha significado
la génesis de la sistematización de la experiencia social, religiosa, bíbli-
ca, teológica, pastoral e histórica del pentecostalismo en el continente.
Además, un número apreciado de pentecostales han accedido a estudios
doctorales en prestigiosas facultades de teología en diferentes lugares de
prestigio internacional.

Hoy, en los círculos pentecostales hay un mayor interés, y has-


ta lo que se puede llamar, «hambre intelectual» por acceder a
un mayor conocimiento bíblico y teológico y de cómo la «fe
pentecostal» puede ser más eficaz en tierras latinoamericanas.
Se abre así, una nueva etapa en su reflexión y producción, cada
vez más profunda y sólida. Esto se hará visible en las cátedras
de teología pentecostal, tesis doctorales, publicaciones de alto
nivel, lo que le permitirá al movimiento contar con una «elite
pensante» capaz de dialogar con otras tradiciones y religiones
que buscan también un espacio en el continente. Pero por so-
bre todo, a la luz del Evangelio y el Espíritu Santo, ayudará al
pentecostalismo a «dialogar» con la realidad y encontrar sóli-
das raíces en la cultura latinoamericana.

Para finalizar, es necesario destacar que el futuro del pentecosta-


lismo estará marcado por una fuerte institucionalización de las igle-
sias que, en muchos aspectos, transitará por el mismo camino que
hizo el protestantismo histórico en siglos anteriores, debido al proce-
so de secularización y modernización que se continuará desarrollan-
do en el continente.
52 Dr. Yoselman Rodwin Mirabal

Los pentecostales buscarán alianza con los poderes políticos


y económicos del continente cuya relación se cortejará en mo-
mentos de crisis social.

Para Manuel J. Gaxiola (2013), estas crisis sociales, económi-


cas y éticas desatarán muchas discusiones internas en las igle-
sias, las cuales serán estimuladas por los distintos enfoques del
pensamiento teológico o de interpretación bíblica que harán
los actores. El pentecostalismo tendrá un rol más relevante,
pues se articularán propuestas teológicas y nuevos «paradig-
mas» para la misión, cuyos aportes, en momentos de crisis, se-
rán orientadores y refrescantes. 12

Por otra parte, en la medida que la pobreza continúe, especialmente


en las grandes urbes, el pentecostalismo, la multiplicación y autonomía
se mantendrá. El pentecostalismo será una vertiente autónoma, profé-
tica, esperanzadora y factor de renovación del pentecostalismo latinoa-
mericano, en la medida que este se vincule con otros sectores del movi-
miento, como lo son los neopentecostales.

2.5. ORIGEN DEL MOVIMIENTO PENTECOSTAL


EN LA REPÚBLICA DOMINICANA

En el caso de la República Dominicana, el «pentecostalismo» inició


al principio del siglo pasado a través de la ciudad de San Pedro de Ma-
corís. Bienvenido Álvarez Vega (1990), al respecto dice: «El movimiento
pentecostal tuvo un tímido inicio en la República Dominicana en 1918,
cuando el predicador puertorriqueño Salomón Feliciano llegó a Santo
Domingo desde Puerto Rico. Esta iniciativa parece haber palidecido
por diversas razones, hasta que el 2 de septiembre de 1930, el misione-
ro Francisco Hernández (Pancho) viene al país, también desde Puerto
Rico, junto con su esposa Victoria Colón y su hija Rebeca Hernández a
reactivar el movimiento». 13

Esta llegada, afirma Álvarez Vega, es considerada como el inicio de


lo que hoy se conoce como el «movimiento pentecostal dominicano». De
esa manera comenzó, formalmente, la iglesia pentecostal en República
Dominicana. A partir de la década de los 80, sin embargo, el movimien-
to ha crecido varias veces más de lo que lo habría hecho desde sus orí-

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