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Hermenéutica Bíblica

La hermenéutica bíblica es la ciencia de la interpretación de la Biblia. Se originó con Esdras en el siglo V a.C., quien se dedicó a interpretar los libros sagrados de forma literal para difundir sus enseñanzas. Más adelante surgieron métodos como el alegórico. La hermenéutica establece principios como estudiar el contexto histórico-cultural y el significado original de las palabras para evitar malas interpretaciones.
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Hermenéutica Bíblica

La hermenéutica bíblica es la ciencia de la interpretación de la Biblia. Se originó con Esdras en el siglo V a.C., quien se dedicó a interpretar los libros sagrados de forma literal para difundir sus enseñanzas. Más adelante surgieron métodos como el alegórico. La hermenéutica establece principios como estudiar el contexto histórico-cultural y el significado original de las palabras para evitar malas interpretaciones.
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Hermenéutica bíblica: origen, tipos, interpretación, libros

Por Alberto Cajal

La hermenéutica bíblica es una ciencia que se centra en la interpretación de la Biblia y otros


escritos relacionados. Se trata de una técnica que ofrece los lineamientos sobre los que se deben
fundamentar los análisis de los textos.

Esta ciencia se encarga de elaborar los principios sobre los que se deben regir los exegetas o
intérpretes bíblicos para un estudio eficaz de los libros sagrados del viejo y nuevo testamento.

Texto sagrado. Vía Free-Photos. Fuente: pixabay.com

La hermenéutica sostiene que las exégesis bíblicas no deben ser tomadas a la ligera, lo cual podría
dar origen a malas interpretaciones y ocasionaría un sesgo en el significado de las sagradas
escrituras.

Con respecto a los métodos de interpretación de la Biblia, en el pasado existieron grandes


diferencias entre los filósofos, teólogos y estudiosos interesados en las enseñanzas plasmadas en
los libros. Para algunos, el procedimiento más recomendado para la exégesis bíblica era el llamado
literal, primer método de interpretación que fue introducido por los hebreos.

El primer hermeneuta del que se tiene conocimiento fue Esdras, quien se dedicó a interpretar la
Biblia de forma literal con la finalidad de difundir sus enseñanzas al pueblo de Israel.

El método literal propone un análisis de los libros sagrados basado en el estudio de las palabras,
pasajes y recursos literarios según el contexto histórico y cultural de la época en la que fueron
escritos.

Otra postura que tomó bastante fuerza fue la alegórica que, a diferencia de la literal, suponía un
trasfondo en las palabras plasmadas en la Biblia que se relacionaba con el aspecto espiritual o
religioso.
La interpretación alegórica ganó bastantes adeptos y detuvo la evolución de la exégesis bíblica
hasta el período conocido como la reforma protestante, en el cual se retomó el método literal
como el procedimiento principal para el análisis de las escrituras sagradas.

Índice del artículo [Mostrar]

Origen e historia

El origen de la hermenéutica bíblica se puso de manifiesto con Esdras (480–440 a. C.), que se
encargó de realizar las primeras interpretaciones a los libros sagrados.Esdras se enfocó en el
estudio profundo de los textos bíblicos con la finalidad de descifrar el significado de las palabras,
así como de los pasajes que se habían plasmado en la Biblia.

El método que empleó para el análisis fue el literal, que consiste en una interpretación que tiene
como objetivo no alterar el significado de lo que está escrito y buscar las explicaciones en base a
los contextos históricos y culturales que formaban parte de la época.

El método de interpretación literal fue aplicado por los rabinos hasta el siglo I y se utilizó para
realizar las exégesis del Viejo y el Nuevo Testamento.

A partir del siglo I se introdujo una nueva metodología para la interpretación de las escrituras
conocida como alegórica, la cual incluía a la parte espiritual o a la religión en los análisis.

El precursor de la hermenéutica alegórica fue el alejandrino Orígenes (184 – 253). Cabe destacar
que desde esta época hasta el Siglo XVI con la reforma no se experimentaron avances en la
interpretación bíblica.

Durante la reforma se produjeron grandes aportes que sentaron las bases para la evolución de la
hermenéutica como los de Erasmo de Róterdam (1466 – 1536), que se encargó de elaborar los
principios para la interpretación gramatical de las escrituras sagradas.

La reforma, contribuyó a que se establecieran los principios de la hermenéutica bíblica con el


método literal para el análisis el cual se debe seguir de manera rigurosa.

Antecedentes

Los antecedentes de la hermenéutica bíblica se remontan al 537 a. C., cuando los judíos fueron
liberados de su destierro en Babilonia y autorizados a regresar a Israel.
Tras un largo período en el exilio, muchos de los hebreos al retornar a su tierra natal habían
olvidado el idioma y en su lugar lo habían sustituido por el arameo.

En este sentido, les resultaba imposible acceder a las lecturas de los textos sagrados ya que sin
importar que hubiesen sido escritos en su lengua natal no lograban entenderlas.

El citado Esdras condujo a un grupo de hebreos desde el exilio hasta Israel y se dedicó a instruirlos
acerca de las enseñanzas de los libros sagrados. Por ello, escriba puede considerarse como uno de
los precursores de la ciencia de la interpretación de las enseñanzas bíblicas conocida como
hermenéutica.

Para el análisis e interpretación de las sagradas escrituras, Esdras se apegó al método literal que
consiste en tomar las palabras o pasajes y estudiarlos de acuerdo al contexto histórico y cultural
de la época.

La hermenéutica se realizaba en base al contenido sin alterar su significado y, para lograr un


mayor grado de entendimiento, se debían analizar las figuras literarias empleadas y el sentido de
las escrituras para el lenguaje del período en estudio.

Etimología

El término hermenéutica hace alusión al ejercicio de interpretar o explicar textos o escritos. En


cuanto se relaciona en específico con la Biblia, también se asocia con el término exégesis, el cual
es su sinónimo.

La palabra hermenéutica proviene del griego hermeneutikos, la cual es una composición entre los
términos hermeneuo cuyo significado es yo descifro, tekhné que se asocia con el vocablo arte y el
sufijo tikos que se interpreta como relacionado a.

Por ende, la hermenéutica se refiere al arte basado en la interpretación de, en este caso de las
escrituras o libros sagrados. Por otra parte, el significado del término se relaciona con Hermes, un
dios de la mitología griega que se encargaba de ayudar a los dioses en la transmisión de mensajes.

Principios de la hermenéutica bíblica

La interpretación debe ser apegada a las palabras


El estudio de los textos bíblicos debe realizarse de manera de que no se produzca un cambio en el
sentido de las palabras allí plasmadas. Para ello, los escritores emplearon un lenguaje sencillo y
adaptado a su época.

Los hermeneutas deben fundamentar sus trabajos en un análisis de las palabras y tomar en
consideración el lenguaje correspondiente a la época en que fueron escritos.

Los exegetas deberán profundizar en el conocimiento de las figuras gramaticales que se utilizaron
para redactar los textos e ilustrar las enseñanzas como los símiles, la prosa, parábolas, entre otras.

Tomar en consideración la totalidad del contexto

Diversos de los pasajes incluidos en los libros sagrados carecen de la posibilidad de ser
interpretados por sí solos en vista de que se encuentran interconectados con otros que les otorgan
el sentido.

Conceder importancia al contexto histórico y cultural

Los libros sagrados en parte exponen aspectos relativos a los sucesos históricos y a las
características culturales de la época en la que fueron escritos. A esto debe prestarle especial
atención el intérprete.

Las enseñanzas son expuestas en varios apartados

Algunos de los temas que se incluyeron en los libros sagrados a modo de enseñanza son expuestos
en distintos pasajes, lo cual el hermeneuta debe tener presente.

Tipos de hermenéutica

Literal

La interpretación literal sostiene que las palabras o los pasajes deben tomarse de acuerdo a su
significado, el cual es fiel reflejo del contexto histórico, los aspectos culturales y en muchas
ocasiones los relatos se plasmaron con el uso de figuras gramaticales.

Fuente: pixabay.com. Muchos teólogos, filósofos y estudiosos se interesaron por la interpretación


del contenido de la biblia.
Moral

Se enfoca en que las interpretaciones deben tomar en consideración que en la Biblia hay diversas
enseñanzas relacionadas con la ética, las cuales deben ser extraídas.

Alegórica

La exégesis alegórica se refiere a que el análisis debe hacer énfasis en la información que está
oculta entre líneas, estando esta por lo general relacionada con el carácter religioso que tiene la
Biblia.

Mística

La exégesis mística se basa en una interpretación de los libros sagrados que le concede una
cualidad predictiva con respecto a la narración de eventos futuros que se encuentran ocultos en
medio de las escrituras.

Libros destacados de la hermenéutica bíblica

Son muchas las obras que se han elaborado con la finalidad de facilitar la interpretación de las
sagradas escrituras, de algunos pasajes, versículos, principios o métodos de exégesis.

Dentro de los más destacados en lo concerniente al desarrollo de la hermenéutica como ciencia se


encuentra la obra más importante del representante de la escuela de Antioquía, Teodoro de
Mopsuestia (350 – 428) denominada Adversus Allegoricos.

El autor en esta obra realizó una exégesis literal del Antiguo Testamento caracterizada por una
interpretación adaptada al contexto histórico de la época en que fue escrito.

Diodoro de Tarso, perteneciente a la escuela de Antioquía, realizó una exégesis histórica de la


Biblia a través de su obra más relevante Tis diaphorà theorias kaí allegorias.

Por otra parte, Juan Augusto Ernesti durante el siglo XVIII fue el precursor, por así decirlo, de una
exégesis bíblica que se apoya en métodos de análisis rigurosos. Su obra más destacada y que ha
servido de referencia por mucho tiempo a los hermeneutas bíblicos se denomina Institutio
Interpretis Novi Testamenti ad usus lectionum (1761).

La relevancia de esta obra, cuya traducción es “Principios de Interpretación del Nuevo


Testamento”, se centra en la exégesis literal y exacta que realizó el autor de las sagradas
escrituras.

Referencias

Diccionario etimológico- deChile. Hermenéutica. Tomado de etimilogias.dechile.net

Hermenéutica. Tomado de ecured.cu

Enciclopedia Britannica. Hermeneutics. Principles of Biblical Interpretation. Tomado de


britannica.com

Estudio Inductivo de la Biblia. Reglas generales de Interpretación. Tomado de indubiblia.org

Ferraris, M, Historia de la Hermenéutica. Tomado de books.google.com

Hermenéutica. (2012). Hermenéutica-Cómo estudiar la Biblia. Tomado de


comoestudiarlabiblia.blogspot

Sánchez, C.J.M, Hermenéutica Bíblica y Teología. Universidad de Navarra. Tomado de unav.edu

Stanford Encyclopedia of Philosophy (2.016). Hermeneutics. Tomado de Stanford.edu

Hermeneutics. Tomado de en.wikipedia.org

Cajal Flores, Alberto. (24 de septiembre de 2019). Hermenéutica bíblica: origen, tipos,
interpretación, libros. Lifeder. Recuperado de https://www.lifeder.com/hermeneutica-
biblica/.Copiar cita

Breve resumen de la historia de la hermenéutica bíblica.

Para entender porque las cosas son como son hoy en día es necesario saber de donde venimos.
Por eso es conveniente hacer un breve resumen breve de la historia de la hermenéutica bíblica.
Veremos que muchas veces los interpretes de la Biblia

agualieron e incluso perdieron por completo el mensaje del evangelio debido a su asimilación
(consciente o inconsciente) de tendencias herméneuticas ajenas a la fe cristiana. Sobre todo
veremos como interpretes en diferentes epocas entendían, mejor

o pero, el juego entre el autor, el texto y el lector.


Interpretación judía antigua. El pueblo judío creía que sus escritos sagrados eran la Palabra de
Dios. Esta creencia produjo un trabajo arduo en la preservación de los textos. También produjo
practicas interpretativas distintas a las practicas

aplicadas a otros textos no inspirados. Muchos de los rabinos empezaron a pensar, por ejemplo,
que podía haber varios significados en un solo texto. Concretamente, la

escuela alejandrina aplicaba la alegoría como un modelo de interpretación. La alegoría es la


práctica de buscar correspondencias de lenguaje y conceptos entre un

texto y otra realidad externa.

Por supuesto, no se puede tratar a fondo un tema tan amplio como la hermenéutica bíblica en
cinco artículos cortos. Para el lector que quiere indagar más, hay una introducción al tema en
castellano que es muy recomendables:

Berkhof, L., Principios de Interpretación Bíblica

También se puede consultar las obras citadas en las notas de los

artículos, aunque la mayoría estarán en ingles. texto son simbólicos y no necesariamente


históricos. La alegoría permitía a los interpretes judíos armonizar las diferencias entre los textos de
su tradición y la filosofía de Platón y otros, atribuyendo un sentido “espiritual” a textos que en su
lectura natural eran chocantes en el ámbito cultural helénico.

Los rabinos creían que el texto de las Escrituras contenía la revelación de Dios, pero lo que había
allí solamente se entendía por medio del proceso continuo de interpretación, o midrash. Para los
rabinos, el midrash era simplemente el proceso de sacar lo que está latente en el texto. Pero este
midrash muchas veces iba más allá que el significado a la superficie del texto. Como observa Kevin
Vanhoozer, “[m]uchas veces el comentario rabínico es creativo en vez de descriptivo. Esta
creatividad interpretativa demuestra que los lectores rabínicos tenían un papel muy destacado en
la determinación del sentido del texto. Sin embargo, los rabinos creyeron que el autor último de
las Escrituras era Dios, y atribuían el significado de su interpretación siempre a él. El midrash fue
visto como la continuación o el desarrollo de la revelación divina.

Interpretación cristiana patrística. Muchos de los interpretes cristianos antiguos fueron educados
en la retórica y la poesía, y aplicaban los principios de estos estudios en su interpretación de las
escrituras. Comparaban historias y poesías bíblicas con las que conocían en la literatura clásica.
Por ejemplo, Agustín comparó las Escrituras con Cicero, y opinaba que Cicero era superior en
cuanto su carácter literario.A pesar de a veces caer en el error de juzgar la Biblia con un listón
ajeno—como era la literatura clásica griega—esto demuestra que Agustín y otros interpretes
patrísticos prestaban atención a algunas de las características literarias de las Escrituras.
Estaban dispuestos a apreciar lo humano de la Biblia en cuanto a su estilo y sus formas de
expresión.

Con la intención de hacer las Escrituras relevantes, sobre todo las del AT, muchos cristianos de la
época patrística practicaban la interpretación alegórica. Lo hicieron con la motivación de entender
el AT como un documento cristiano. Querían encontrar a Cristo en el AT y evitar tener que atribuir
cosas a Dios que creían que no eran dignas de él. Por lo tanto, afirmaban que el texto podía tener
más que un solo sentido. Por ejemplo, Orígenes decía que las Escrituras tienen tres sentidos:
literal,moral, y espiritual o alegórico. Orígenes se enfocaba mucho el sentido alegórico porque
creía que allí es donde se encontraba la ciencia importante para la iglesia del nuevo pacto. El
sentido literal fue visto como inferior, digno de los creyentes sencillos pero no de los más
maduros en la fe.

Pero esta postura no fue unánime entre los interpretes cristianos antiguos. La escuela de
Antioquia provee un ejemplo de una exégesis más similar al método moderno llamado “histórico
gramático.” Generalmente hablando, esta escuela rechazaba la interpretación alegórica, la cual
ponía en duda la historicidad de mucho del AT. En cambio, decía que la interpretación de cualquier
pasaje tiene que estar fundada en la situación histórica original. No obstante, el interprete no
debe negarlas.

La interpretación, según esta escuela, debería ser “literal.” Esto no significa una interpretación
literalista, sino una interpretación según el uso común del lenguaje. Puede incluir sentidos
figurativos y tipos. Teodoro de Mopsuestia fue prolífico en su defensa de este sensus literales.

Agustín fue una especie de síntesis de estas dos escuelas.

Articulaba principios aceptados hoy en día por interpretes tradicionales (la necesidad de
interpretar un texto según su contexto, y de interpretar los pasajes difíciles en la luz de pasajes
más claros, etc.). Pero también decía que hay que escoger la interpretación que aumente más la
caridad y amor en la iglesia. En la practica, interpretaba alegóricamente muy a menudo para
conformar ciertos textos a esta regla.

En la síntesis de Agustín, se ve de nuevo el juego entre la autoridad fija del autor, la naturaleza del
texto, y la participación del lector en la interpretación. Muchas de las interpretaciones alegóricas
de la época patrística parecen altamente creativas porque carecen de base textual. Esta realidad
refleja el papel destacado de los lectores. Luego, se puede decir que el texto tenía una cierta
autonomía respeto a sus autores humanos, en cuanto que el sentido literal (o incluso el sentido
histórico) fue menospreciado. Pero tanto en la interpretación literal como en la alegórica, en
teoría hubo controles que frenaban la especulación. Es decir, aunque Agustín reconocía la
posibilidad de una pluralidad de interpretaciones, pero también marcó unos limites en la
interpretación. Mencionaba controles como el uso común del lenguaje, la clara enseñanza de
otros pasajes bíblicos, y la “regla de la fe” (cualquier interpretación tenía que cuadrar con la
doctrina cristiana, en concreto, la Trinidad). Al final, incluso las alegorías hablan del “discurso
racional y univoca de Dios.

En teoría, el sentido alegórico correspondía con la intención de Dios en inspirar el texto. Aquí lo
dejamos por ahora. Vemos que ya en la iglesia primitiva hubo influencias ajenas a la fe cristiana
que afectaban la hermenéutica de los lectores de la Biblia. Sobre todo, sin ser muy conscientes de
ello, interpretes antiguos daban un rol desmesurado al lector en la comunicación del texto bíblico,
y permitían que los criterios de su cultura dictaran el sentido de la Biblia en muchas ocasiones
(sobre todo en sus interpretaciones alegóricas).

Matthew Leighton

HISTORIA DE LA IGLESIA

El Mensaje a la Iglesia de Éfeso

“Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en
medio de los siete candeleros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y
paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y
no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado
arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu
primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras;
pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.
Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. El que
tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la
vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.

Apocalipsis 2:1-7

Éfeso

Antiguas ruinas de Éfeso

La primera carta está dirigida a la iglesia de Éfeso. La ciudad de Éfeso fue una de las más
grandes ciudades del mundo antiguo, quizás considerada la más grande del Asia Menor, estaba a
la par del mar Egeo, era un centro de comercio de tierra y mar y, junto a Alejandría y Antioquía en
Siria, una de las tres ciudades con mayor influencia en la parte oriental del imperio Romano. Las
carreteras más grandes terminaban en Éfeso y las excavaciones nos muestran que la calle principal
de la ciudad tenía 11 metros de ancho, 529 metros de largo y era de mármol. Esta calle principal
terminaba en el mar y había tiendas de negocios a lo largo de ésta. Se cree que su población era
de aproximadamente 200, 000 personas cuando Juan escribió el Apocalipsis. En Éfeso existía un
enorme templo considerado una de las 7 maravillas del mundo antiguo que estaba dedicado a la
diosa Diana. Este templo tenía 130 metros de largo, 67 metros de ancho y tenía 120 columnas de
piedra, cada una de 18 metros de alto. No había en el imperio romano un templo tan grande como
éste. Esta diosa era adorada como la diosa de la luna y fertilidad, y era representada como una
mujer cubierta de muchos pechos. La gente de todo el imperio viajaba hasta este lugar para
rendirle culto a este ídolo. El libro de los Hechos registra un gran disturbio en esta ciudad por parte
de los vendedores de templecillos de Diana de los efesios cuando vieron que sus ventas bajaban
debido a que la gente se convertía a cristianismo.

Templo-Diana

Templo de la diosa Diana en Éfeso


“Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino. Porque un platero llamado
Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices; a los
cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio
obtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi
toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se
hacen con las manos. Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a
desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y
comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero.
Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los
efesios! Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a
Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo. Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no
le dejaron. También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado,
rogándole que no se presentase en el teatro. Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque
la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido. Y sacaron de entre
la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano,
quería hablar en su defensa ante el pueblo”.

Hechos 19:23-33

Diana

Imagen de la diosa Diana

En Hechos de los apóstoles podemos encontrar numerosas referencias a Éfeso, la cual


fue una de las ciudades donde Pablo evangelizo:

1. El avivamiento más grande durante el ministerio de Pablo fue en Éfeso. Allí, ministro por tres
años, más tiempo que en cualquier otra ciudad (Hechos 20:31). Predicó el evangelio en la
sinagoga, en la escuela de Tiranno, en hogares y en el mercado público (Hechos 19).

2. Doce hombres fueron bautizados en el Espíritu Santo. Los espíritus inmundos salían de
muchos. Los hijos de Esceva salieron corriendo por las calles de la ciudad al intentar liberar a un
endemoniado. La unción de Pablo era tal que llevaban a los enfermos los pañales o delantales que
Pablo había tocado y los ponían sobre los enfermos y éstos sanaban, (Hechos 19).

3. Los convertidos quemaron sus libros de magia los cuales estaban valorados en un
equivalente al salario de mil hombres en 50 días (Hechos 19:19).

4. Pablo dejó a Priscila y Aquila encargados de la obra en Éfeso (Hechos 18:18-19).

5. Apolos llegó a conocer mejor el camino del Señor en esta ciudad (Hechos 18:24-26).

6. Pablo llego a tener una gran relación con los ancianos de Éfeso a tal punto que lloraron el día
de su partida (Hechos 20:17-38).
Timoteo llego a ser el primer obispo de Éfeso (1 Timoteo 1:3).

El mensaje es dirigido al ángel de la iglesia de Éfeso (al pastor) de parte de: El que tiene
las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro; es decir de
nuestro Señor Jesús ya que esta descripción es una referencia a la revelación que Juan vio en el
capítulo 1. Es interesante analizar las palabras “El que tiene”, dan la idea de sostener y viene del
griego kratéo (κρατέω) que expresa sostener algo en su totalidad y con completo control de él.
Rara vez una persona sostiene algo en su totalidad, pero en el caso de Jesús sostiene a sus siervos
ejerciendo un completo control de ellos. También vemos que Él anda en medio de los siete
candelabros de oro. Los candelabros son las Iglesias. Esta expresión nos habla de la incansable
actividad de Cristo en medio de sus Iglesias ya que no se limita a una de ellas; y dondequiera que
se reúnen las personas para adorar en su nombre, allí está Cristo.

Cuatro actitudes positivas de los primeros cristianos en Éfeso.

“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has
probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y
has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado… .
Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco”.

Apocalipsis 2:2-3,6

La primera actitud positiva que el Señor resaltó en esta iglesia fue: su arduo trabajo y
buenas obras. Estos no eran cristianos ociosos; sino trabajadores, sus buenas obras posiblemente
incluían su asistencia a la iglesia, dar buenas ofrendas, ayudar a los huérfanos, viudas y pobres y
testificar el mensaje del evangelio. En segundo lugar, tenían buena doctrina, ya que habían puesto
a prueba a los que se decían ser apóstoles y los encontraron mentirosos. Los cristianos de Éfeso no
creían todo lo que oían, sino lo filtraban a la luz de las Sagradas Escrituras tal y como lo hacían los
creyentes de Berea: “inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta
Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y éstos eran más nobles
que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando
cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”, (Hechos 17:10-11). Esta misma actitud
debe reflejarse en nosotros especialmente en estos tiempos de apostasía. En el Nuevo Testamento
se nos insiste a poner a prueba todo lo que se nos dice, así lo ordena Juan: Amados, no creáis a
todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido
por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha
venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no
es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora
ya está en el mundo”, (1 Juan 4:1-3). El mismo Pablo exhorta a examinarlo todo: “Examinadlo
todo; retened lo bueno”, (1 Tesalonicenses 5:21), aun los dones de profecía: “Asimismo, los
profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen”, (1 Corintios 14:29). Posiblemente esta buena
actitud había sido consecuencia de las constante enseñanzas y advertencias que el apóstol Pablo
les dio cuando estuvo con ellos:
“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que
después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al
rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar
tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he
cesado de amonestar con lágrimas a cada uno”.

Hechos 20:28-31

En tercer lugar, ellos habían sufrido y tenido paciencia ante las circunstancias difíciles de
la vida cristiana. Esto nos dice que tenían constancia y perseverancia en su vida cristiana. En Éfeso
había hombres como Demetrio, el vendedor de templecillos de la diosa Diana que odiaban el
evangelio y había provocado grandes disturbios, pero estos creyentes no desmayaban (Hechos
19:23-41). Finalmente, al igual que Jesús, odiaban las prácticas de los nicolaítas. El origen de los
nicolaítas es incierto. Se han sugerido dos posibilidades: la primera es la solución tradicional que
ofrecieron Ireneo e Hipólito, quienes atribuyeron esta secta a Nicolás, el prosélito de Antioquía,
uno de los primeros siete diáconos: “Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban,
varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a
Nicolás prosélito de Antioquía”, (Hechos 6:5), y cuya enseñanza semi-gnóstica exhortaba a sus
seguidores a liberarse de los deseos de la carne negándose a ellos; pero no presentan pruebas de
esta afirmación. La segunda tiene que ver con el significado etimológico de la palabra. En el griego
“níke” significa “victoria” y “laós” significa “pueblo”. De manera que nicolaítas significa “victoria
sobre el pueblo”. Si la secta hacia honor a su nombre, entonces era un movimiento que exaltaba
los clérigos por encima de los laicos tal y como los papados romanos.

Buenas obras sin amor.

“Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”.

Apocalipsis 2:

En medio de estas cuatro virtudes que se elogian, el Señor solo tiene una queja: “has dejado tu
primer amor”. Se habla de obras pero no de fe, se menciona un trabajo duro hasta el cansancio;
pero no se menciona el amor, se destaca la paciencia; pero no hay referencia a la esperanza. La
iglesia de Éfeso tenía el conocimiento teológico, pero había perdido su primer amor. Es curioso
pensar como una iglesia que había presenciado el gran avivamiento que Pablo había llevado ahora
se había enfriado completamente en su amor hacia Cristo. Posiblemente la generación que
conoció a Pablo ya había muerto y para el tiempo en el que se escribió el Apocalipsis habían
pasado aproximadamente de dos a tres generaciones, y debido a la maldad de la ciudad, la pasión
que existía por Dios fue decayendo aunque sus buenas obras continuaron. Lo más seguro es que
esto fue algo parecido a lo que le pasó a Israel en tiempos de los jueces cuando murió Josué y la
generación que vio todas las maravillas del Señor: “Y el pueblo había servido a Jehová todo el
tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían
visto todas las grandes obras de Jehová, que él había hecho por Israel. Pero murió Josué hijo de
Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años. Y lo sepultaron en su heredad en Timnat-sera,
en el monte de Efraín, al norte del monte de Gaas. Y toda aquella generación también fue reunida
a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que
él había hecho por Israel. Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y
sirvieron a los baales”, (Jueces 2:7-11). Cuán importante es que cada uno de nosotros no pierda
este primer amor y velar porque esta llama continúe encendida aun después de nuestra muerte y
sea heredada por las futuras generaciones.

El proceso de restauración: Recuerda, arrepiéntete y haz las primeras obras.

“Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras”.

Apocalipsis 2:5

Como creyentes debemos velar porque el primer amor jamás desaparezca, pero si esto es
así el mismo Señor nos dice qué es lo que cada uno tiene que hacer: Recuerda, por tanto, de
dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras.

1. Recuerda: del griego mnemoneúo (μνημονεύω) que puede traducirse como “no dejes de
recordar”. El Señor los amonesta diciéndoles que recordarán sus inicios en el cristianismo. Cuán
importante es que no olvidemos de dónde Cristo nos ha rescatado porque eso nos hará continuar
amándolo.

2. Arrepiéntete: del griego metanoéo (μετανοέω). El arrepentimiento implica un cambio de


mente, actitudes y forma de vivir, es decir, cambiar el rumbo de nuestra vida en una dirección
contraria.

3. Haz las primeras obras. El siguiente paso después del arrepentimiento es volver
inmediatamente a las primeras obras. En esto consiste la restauración, en recordar lo que Dios ha
hecho por nosotros, en arrepentirnos y volver a Él haciendo las primeras obras.

La amonestación

“… pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres


arrepentido”.

Apocalipsis 2:5

Jesús advirtió a los creyentes de Éfeso de que si no se arrepentían Él ya no permanecería con ellos.
La historia nos cuenta que la iglesia de Éfeso permaneció bien hasta el siglo V, pero después la
iglesia decayó como la ciudad. Nadie ha vivido en Éfeso desde el siglo XIV. Que triste es ver hoy en
día a muchas denominaciones que en el pasado tuvieron un gran avivamiento, pero hoy han
decaído espiritualmente, y peor aún, han apostatado de la fe aferrándose a doctrinas de demonios
y aceptando el matrimonio gay entre ellos. Es importante que todos nos evaluemos y si nos
hallamos lejos de su amor volvamos a Él en arrepentimiento antes que sea demasiado tarde: pues
si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.

La promesa

“Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”.

Apocalipsis 2:7
Como en todos los mensajes dirigidos a las siete iglesias, esta tiene su promesa para los
vencedores ¿Quiénes son los vencedores? Existen dos opiniones principales acerca de lo que se
refiere esta expresión. La primera es que, las promesa de comer del árbol de la vida se refiere a la
salvación y sólo lo disfrutarán los creyentes fieles y obedientes, por lo que no ser un vencedor
significa que se no heredará la vida eterna. La segunda opinión sostiene que sólo los creyentes que
son fieles y obedientes vivirán las promesas, y el no ser vencedor implica la pérdida de la
recompensa (1 Corintios 3:15), más no de la salvación. Al final, ambas opiniones presentan
grandes dificultades en cuanto a su aceptación, pero lo cierto es que cada uno de nosotros debe
esforzarse por trabajar fielmente en la obra del Señor, ya que, si bien es cierto, la salvación es por
gracia; pero las recompensas que Dios nos dará en el cielo se ganan. Las palabras árbol de la vida
se refieren a un árbol que tiene un fruto que da vida eterna y que lo vemos en el pasado en el
principio de la creación, en el huerto del Edén: “Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del
huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar
el camino del árbol de la vida”, (Génesis 3:24), y luego aparece nuevamente en el futuro, en la
Nueva Jerusalén: “En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de
la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la
sanidad de las naciones”, (Apocalipsis 22:2). Es interesante que la palabra que se traduce como
árbol es xúlon (ξύλον) y es la misma que se usa en el Nuevo Testamento para designar la cruz de
Cristo. Lo que el hombre perdió en el huerto del Edén Cristo nos lo devuelve a través de su victoria
en la cruz.

a Iglesia Apostólica

“Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus
propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando
unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y
sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada
día a la iglesia los que habían de ser salvos”.

Hechos 2:43-47

iglesia-apostolica

La Iglesia Apostólica

“Los Hechos del Señor Resucitado por el Espíritu Santo en la Iglesia y a través de ella”.

Stanley M. Horton

INTRODUCCIÓN

Como lo vimos anteriormente, la iglesia nación en el día de Pentecostés, y a partir de


allí comienza a influir en el mundo, siendo sus principales líderes los apóstoles y discípulos que
conocieron al Señor en vida. Se conoce como Iglesia Apostólica, aquel periodo que comprende
desde los inicios del cristianismo en el año 30 d.C., hasta la muerte del último de los apóstoles,
Juan, aproximadamente en el 100 d.C. Para esta época el mundo antiguo se encontraba
conquistado por Roma, los cuales habían establecido a lo largo de todo el mundo un sistema de
carreteras que conectaban con diferentes ciudades importante y la misma Roma, lo cual le
ayudaría a los apóstoles, especialmente a Pablo a difundir el mensaje del evangelio. La religión del
imperio romano y de todas sus provincias conquistadas era politeísta, es decir, creían en muchos
dioses, los cuales eran los mismos dioses de la miología griega los cuales eran nombrados de
manera diferente. En este periodo de la historia existía una influencia cultural que tendía a
introducir la cultura griega en todo el mundo, el cual se conoció como helenismo y por tal motivo
el griego era el idioma universal de aquel entonces. Durante este periodo existían tres grupos
religiosos importantes que participaron en los acontecimientos históricos. El primer grupo
religioso es el de los fariseos, los cuales se cree que descienden de los jasideos (devotos) quienes
lucharon al lado de los macabeos por la libertad religiosa (166-42 a.C.). Luego, el nombre fariseo
aparece por primera vez en el contexto de los macabeos, nombre que significa “separados”,
posiblemente porque rechazaban cualquier movimiento que tratara de contaminar las tradiciones
judías. Este grupo destaco principalmente durante el reinado de Juan Hircano (135-104 a.C.), al
oponerse al deseo de éste de su extensión militar y política, alcanzando su mayor opresión
durante el reinado de Alejandro Janneo (103-76 a.C.) que termino con 800 líderes fariseos
crucificados. Este grupo religioso afirmaba vivir de acuerdo a la ley de Moisés, creían en los
profetas, la resurrección y los ángeles. El segundo grupo religioso era el de los saduceos un partido
sacerdotal y aristocrático del judaísmo cuyas doctrinas y practicas eran opuestas a la de los
fariseos. Este grupo aparece por primera vez en el relato de Antigüedades del historiador judío
Josefo donde se describe la alianza que hicieron con el rey macabeo judío Hircano I (135-105 d.C.).
En cuanto al significado de su nombre, algunos piensan que deriva del sacerdote Sadoc,
contemporáneo a David y Salomón (2 Samuel 15:27; 19:11; 1 Reyes 1:8) y de quien descendieron
todos los sumos sacerdotes que le precedieron; otros por el contrario opinan que el nombre
deriva de la palabra griega sindikoi, que se traduce como autoridad fiscal, utilizada por los
atenienses en el siglo IV a.C. y fue utilizada por los israelitas para denotar a aquel grupo que
controlaba el sanedrín en sus tiempos. Se caracterizó por ser un partido político-religioso que lo
único que le interesaba era estar en el poder, fue un grupo minoritario con gran influencia en el
sanedrín y compuesto en su mayoría por aristócratas. Contrario a los fariseos, no aceptaban
ningún escrito fuera de los cinco libros de Moisés, no creían en la resurrección ya que pensaban
que al morir el alma ya no perseveraba consiente. Finalmente, el tercer grupo religioso en Israel
era el de los esenios, el cual floreció entre el año 150 a.C. y el 70 d.C. y se caracterizaba por ser
muy conservadores de las Escrituras, especialmente aquellas que hablaban del Mesías. Se
consideraban un grupo escatológico y anhelaban tanto el establecimiento del reino mesiánico y el
nuevo pacto que vivían a parte en comunidades de 200 apartados de la contaminación del mundo.
Estos tres grupos religiosos eran los que más influían en el tiempo que la iglesia comenzó a
levantarse.

LA IGLESIA EN JERUSALÉN
“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil
personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el
partimiento del pan y en las oraciones”.

Hechos 2:41-42

Fue en Jerusalén donde la iglesia inicio, aquella pequeña comunidad de apenas 200
discípulos rápidamente creció a 3,000. Fue en la fiesta de Pentecostés que el Espíritu Santo vino
sobre los discípulos y como evidencia todos comenzaron a hablar en otras leguas a tal punto que
los que visitaban Jerusalén los escucharon glorificando a Dios en sus idiomas oriundos: “Y fueron
todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba
que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones
bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno
les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son
galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra
lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia,
en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de
Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y
árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y
perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Mas otros, burlándose, decían: Están
llenos de mosto”, (Hechos 2:4-13). Fue este acontecimiento sobrenatural que llamo la atención de
todos los judíos que visitaban la fiesta y Pedro, tomando ventaja de la situación, anuncio por
primera vez el mensaje del evangelio. Su homilía estuvo sustentada en dos secciones, la primera,
el derramamiento del Espíritu Santo profetizado en el libro de Joel lo cual se estaba cumpliendo en
ese momento. Segundo, la muerte y resurrección de Jesucristo el Mesías judío anunciado en las
Sagradas Escrituras, y a quien los judíos habían crucificado. Como respuesta al mensaje, muchos
creyeron: “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros
en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”,
(Hechos 2:37-38). Aquel día fue increíble en las páginas de la historia de la iglesia ya que los que
recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.

A partir de aquí los primeros cristianos judíos comienzan a vivir en comunidad y el libro
de los hechos nos enseña esto: Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión
unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Pronto comenzó a propagarse el
mensaje del evangelio en Jerusalén respaldado con señales y prodigios lo cual produjo gran temor
en las personas. La solidaridad entre los primeros creyentes fue grande a tal punto que no
permitían que hubiese alguien con necesidad perseverando unánimes tanto en el Templo judío,
como en las casas: “Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas
por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas;
y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y
perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con
alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor
añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”, (Hechos 2:43-47).

LAS PRIMERAS PERSECUCIONES

“Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de


Jesús. Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a
vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”.

Hechos 4:18-20

apostoles-persecucion

Las primeras persecuciones

No paso mucho tiempo sin que Satanás comenzara a oponerse al sorprendente


crecimiento de la iglesia cristiana. A través de los líderes judíos, Satanás trato de frenar el
crecimiento de la iglesia, comenzando con amenazas y luego con azotes y cárceles, la fe cristiana
experimento sus primeras persecuciones; no obstante, esto no la detuvo, sino la predicación y las
señales continuaron realizándose ganando gran cantidad de almas: “Y crecía la palabra del Señor,
y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los
sacerdotes obedecían a la fe”, (Hechos 6:7). Pronto el crecimiento extraordinario de la iglesia lo
llevo a constituir nuevos ministerios orientados al servicio de la iglesia, como el diaconado (Hechos
6:1-6) de tal manera que en lugar de decrecer, cada día habían más creyentes. Sin embargo, la
iglesia experimentaría el martirio a manos de los judíos ortodoxos que veían en el cristianismo una
herejía y amenaza a sus creencias y tradiciones. Así muere el primer mártir de la iglesia conocido
como Esteban. Aunque breve su historia, el libro de los Hechos lo presenta como un varón lleno
del Espíritu Santo, de buen testimonio y de sabiduría, el cual junto a otros seis fue elegido para
servir a las viudas de los griegos (Hechos 6:1-6). Su testimonio de Jesucristo era igualmente
respaldado con toda clase de señales y prodigios, a tal punto que pronto se ganó la enemista de
una secta conocida como los libertos: “Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes
prodigios y señales entre el pueblo. Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los
libertos, y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban. Pero no
podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. Entonces sobornaron a unos para que
dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. Y soliviantaron
al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron al concilio. Y
pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este
lugar santo y contra la ley; pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar,
y cambiará las costumbres que nos dio Moisés. Entonces todos los que estaban sentados en el
concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel”, (Hechos 6:8-15). Sin
embargo, Esteban se defendió con gran convicción y poder (Hechos 7:1-53) a tal punto que sus
oponentes no pudieron resistir su sabiduría y terminaron apedreándolo: “Oyendo estas cosas, se
enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo,
puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He
aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos,
dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la
ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba
Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y
puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho
esto, durmió”, (Hechos 7:54-60).

martires

Esteban el primer mártir de la iglesia

Este evento trágico de alguna manera fue usado por Dios para impulsar a los cristianos
judíos a salir de Jerusalén, e ir a otras partes del mundo a predicar el mensaje del evangelio,
comenzando así las primeras misiones: “Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una
gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las
tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles… Pero los que fueron esparcidos iban por todas
partes anunciando el evangelio”, (Hechos 8:1, 4). Así el evangelio llego a Samaria a través de
Felipe el evangelista (Hechos 8:5-25), y no tardarían los gentiles a formar parte de la iglesia del
Señor al ser el apóstol Pedro el responsable de presentarle a Cornelio, un noble centurión, el
mensaje del evangelio. Al final, tanto él, como su familia y amigos creyeron en Jesús, (Hechos 10).
De esta forma, la iglesia comenzaba a multiplicarse alrededor del mundo.

INICIOS DE LA LABOR MISIONERA

“Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio…”

Hechos 8:4

Ya vimos como la persecución que se desato en Jerusalén obligo a los creyentes a huir a
otras tierras de Judea y Samaria, comenzando así la evangelización en todo el mundo. Es
interesante ver como Jesús se los profetizo cuando dijo: “pero recibiréis poder, cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaria, y hasta lo último de la tierra”, (Hechos 1:8), obviamente el poder había llegado a la vida
de la iglesia a través del bautismo del Espíritu Santo, y a partir de allí comenzaron a testificar en
Jerusalén pese a las amenazas de los judíos, pero era tiempo para comenzar a propagar el mensaje
por Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. Como Hechos 8:1 dice, los apóstoles
decidieron quedarse en Jerusalén, para cuidar de la obra, de tal manera que sirvió como sede de
donde saldrían las primeras misiones alrededor del mundo. Las primeras regiones en visitar fueron
Judea y Samaria, y en esta última, se nos narra la increíble labor evangelistas de Felipe realizo.

La iglesia en Samaria.

“Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe,
descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba
atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos
que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran
sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad”.

Hechos 8:4-8

Es increíble el movimiento evangelizador que esta persecución despertó. El diablo pensaba que a
través de sus amenazas y la muerte de Esteban callaría a los demás discípulos, pero lejos de eso
solo provoco que la iglesia se dispersara por todas partes anunciando el evangelio y
multiplicándola más de lo que ya estaba. Uno de estos discípulos que huyo de Jerusalén fue Felipe,
el cual descendió a la ciudad de Samaria y allí se enfocó a predicar a Cristo. Es interesante el
énfasis que Lucas hace al hablar del tipo de mensaje de Felipe: les predicaba a Cristo. Su mensaje
no era muy profundo, tampoco se preocupaba por cuestiones de teología muy avanzadas,
simplemente se dedicó a predicarles el plan de salvación a través de Jesucristo: Y la gente,
unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que
hacía. Es importante también que este mensaje estaba acompañado de señales, o milagros que
confirmaban las palabras del evangelista: Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían
éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en
aquella ciudad. Así, entre la predicación y las señales, la iglesia comenzó a ganar más almas para
Cristo, ahora no solo judíos habían creído, sino también los samaritanos.

La iglesia Gentil.

“Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también
sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo”.

Hechos 10:45

Lo inesperado estaba por pasar, los gentiles también alcanzarían el don de la salvación y formarían
parte de la iglesia del Señor. Para los creyentes judíos del primer siglo el cristianismo no les parecía
algo diferente al judaísmo que por años habían practicado, al contrario, consideraban su nueva fe
como la culminación del mismo, a tal punto que siguieron cumpliendo con las tradiciones como la
circuncisión, guardar el sábado, no comer animales inmundos, no entrar en la casa de un gentil,
etc. Por ello Dios está a punto de tratar con Pedro, el apóstol que ayudaría a iniciar esta iglesia. Se
nos dice que en cierta ocasión Pedro se preparaba para orar en un aposento alto cuando tuvo una
visión que lo prepararía para lo que venía: “Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se
acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta. Y tuvo gran
hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; y vio el cielo
abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era
bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y
le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come”, (Hechos 10:9-13). Prácticamente lo que Dios le
mostro a Pedro en su visión fue un número de cuadrúpedos terrestres y reptiles que en el
judaísmo eran considerados inmundos, y le pidió que los matara y comiera. Pedro contesto de
acuerdo a sus creencias: “Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda
he comido jamás”, (Hechos 10:14). En sus palabras detectamos su fuerte arraigo a las tradiciones
judías, y esto hubiera sido un impedimento para que Pedro entrase a la casa de un gentil a
predicarle el evangelio; sin embargo, el Señor estaba a punto de enseñarle que ya estas
costumbres no encajaban en la nueva dispensación de la gracia: “Volvió la voz a él la segunda vez:
Lo que Dios limpió, no lo llames tú común… Y mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo
que significaría la visión que había visto, he aquí los hombres que habían sido enviados por
Cornelio, los cuales, preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta”, (Hechos 10:15,17).
Antes de que todo esto aconteciera, Dios había enviado un ángel a Cornelio, un gentil, para que
enviara por Pedro quien le presentaría el mensaje del evangelio: “Había en Cesarea un hombre
llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con
toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. Este vio claramente
en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le
decía: Cornelio. El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus
oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a
Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón
curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas”, (Hechos 10:1-6).
Fue así que Cornelio envió tras hombres a buscar a Pedro, y el Espíritu Santo trabajo en Pedro para
prepararlo para que les predicara sin ningún prejuicio a los gentiles: “Ido el ángel que hablaba con
Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían; a los cuales
envió a Jope, después de haberles contado todo… Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el
Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos,
porque yo los he enviado”, (Hechos 10:7-8, 19-20). Así, el apóstol Pedro predico a Cornelio, su
familia y amigos, y éstos creyeron al evangelio y se convirtieron (Hechos 10:27-43), y no solo eso,
sino fueron bautizados con el Espíritu Santo porque los oyeron hablar en otras lenguas, y esto
sorprendió a los judíos porque no se imaginaban que esta promesa también fuera para los
gentiles: “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que
oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos
de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que
hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno
impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también
como nosotros?”, (Hechos 10:44-47). Así los primeros creyentes gentiles se agregaban a la iglesia
del Señor.
Es interesante pensar en el papel que Pedro jugo en la fundación de la iglesia primitiva. Fue él
quien les predico por primera vez a los judíos, de los cuales creyeron como 3,000, iniciando así la
iglesia judía (Hechos 2:1-42). Posteriormente, el mismo apóstol Pedro fue a la casa de Cornelio y
les predico el mensaje del evangelio, a él, a su familia y amigos, los cuales creyeron y se
convirtieron, naciendo así la iglesia gentil. Debido a esto, se cree que es el cumplimiento de
aquella profecía que Jesús le dio a Pedro que él tendría las llaves del reino de los cielos: “Y yo
también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades
no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en
la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”,
(Mateo 16:18-19). Fue Pedro quien quito la llave a las puertas que separaban a los judíos y gentiles
del reino de Dios, y así iniciaron ambas iglesias, sin embargo, con el tiempo habrían otros que
comenzarían con su obra, tanto en Jerusalén, como la gentil, estos fueron Santiago, el hermano de
Jesús, y Pablo.

La iglesia en Antioquía.

“Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de
Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los
judíos. Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en
Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. Y la mano del
Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor”.

Hechos 11:19-21

El libro de los Hechos hace referencia a otro acontecimiento clave en la historia de la


iglesia y que marcaría un centro de misiones en el futuro de donde se expandiría la iglesia
alrededor del mundo. Debido a que los creyentes judíos fueron esparcidos por todas partes
debido a la persecución que en Jerusalén se había desatado y que inicio con la muerte de Esteban ,
algunos de ellos llegaron a Antioquia donde comenzaron testificándoles a los judíos de allí, pero
no tardo mucho tiempos antes que los gentiles oyeran el evangelio y creyeran. Realmente se
trataba de Antioquia de Siria, una de 16 Antioquía que Seleuco fundo (como Antioquía de Pisidia,
en Galacia). Fue considerada como la tercer capital del Imperio Romano, y allí comenzó a nacer
una nueva comunidad que confesaba su fe en Cristo, y tanto fue su influencia que allí fue cuando
se les comenzó a llamar por primera vez cristianos: “Y se congregaron allí todo un año con la
iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en
Antioquía”, (Hechos 11:26). Su influencia no solo fue tan grande que determino el nombre con el
cual seriamos llamado los creyente durante siglos, sino que su fama llego hasta la misma iglesia de
Jerusalén y decidieron enviar a Bernabé para inspeccionar su fe, quien se impresiono tanto que
decidió quedarse allí y llevar a un recién convertido llamado Saulo de Tarso, quien se convertiría
en el apóstol Pablo: “Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y
enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se
regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. Porque
era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor.
Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía”, (Hechos
11:21-25). Además de esto la actividad del Espíritu Santo en esta región fue tal, y Dios la utilizo
para ayudar incluso a los creyentes de Jerusalén: “En aquellos días unos profetas descendieron de
Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el
Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de
Claudio. Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a
los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por
mano de Bernabé y de Saulo”, (Hechos 11:27-30). Fue aquí también, donde Pablo y Bernabé
recibieron el llamamiento del Espíritu Santo para el ministerio de apóstol, los cuales, teniendo su
cede en Antioquia, iniciarían con una serie de viajes misioneros alrededor del mundo antiguo:
“Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que
se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y
Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a
Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las
manos y los despidieron”, (Hechos 13:1-3).

Los viajes misioneros de Pablo.

“Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a
Chipre”.

Hechos 13:4

Hechos de los apóstoles describen sorprendentemente los viajes misioneros del apóstol
Pablo, quien realizo una gran labor evangelista alrededor del mundo antiguo. Jeff Caliguire
comenta acerca de este hombre: “Hace casi dos mil años, este hombre de Tarso, una ciudad
costera del Asia Menor, ayudó a lanzar una empresa que cambió la historia del mundo. En un
tiempo anterior a los faxes, teléfonos celulares, correos electrónicos, internet y aun de la
tecnología masiva, deslumbro a un mercado desinteresado: transformo a muchos fanáticos
delirantes”. El historiador Schaff llego a decir referente al apóstol Pablo que fue: “el hombre que
ha ejercido mayor influencia sobre la historia del mundo”, y ciertamente basta leer el libro de
Hechos de los apóstoles para darnos cuenta de ello, donde 28 capítulos de del libro, es decir, más
de la mitad de dicho libro, se dedica a relatar la vida y obra misionera de Pablo, mostrándonos su
gran pasión y entrega por ganar para Cristo a los perdidos: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni
estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que
recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”, (Hechos 20:24).
Pablo tiene su primera aparición cuando tan solamente era un joven llamado Saulo que consentía
la muerte de Esteban: “Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus
ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo”, (Hechos 7:58). El apóstol nació en la ciudad de
Tarso de Cilicia, sus padres eran judíos y se ignora desde qué época se hallaban habitando en la
culta ciudad helénica. Si cuando Saulo se convirtió tenía, como es probable, unos treinta años, y si
este hecho ocurrió alrededor de los años 36 ó 37 de la era cristiana, podemos fijar la fecha de su
nacimiento, más o menos por el año 7, cuando Jesús contaba unos 10 u 11 años de edad, y vivía
en Nazaret con sus padres. Se cree que desde niño fue destinado a seguir la carrera de rabino. Con
este fin se confió su preparación intelectual y religiosa al judío más ilustre de su tiempo, el
célebre Gamaliel, a quien sus compatriotas llamaban "el esplendor de la ley". Tenía en
Jerusalén una escuela que contaba con 1,000 discípulos; 500 que estudiaban la ley del
Antiguo Testamento, y 500 literatura y filosofía. El consejo prudente que dio al Sanedrín, cuando
comparecieron los apóstoles (Hechos 5:34-40), es un rasgo de la sabiduría que le
caracterizaba. Pablo nos da cuenta de su educación a los pies del gran maestro: “Yo de cierto soy
judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel,
estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos
vosotros”, (Hechos 22:3). Además de sus estudios teológicos, Saulo tuvo que aprender un oficio
manual. El mismo Gamaliel decía que el estudio de la ley, cuando no iba acompañado del trabajo,
conducía al pecado. Un oficio era importante para los rabinos ya que no dependía de nadie y no
cobraban por enseñar la ley de Dios, sino, ellos mismo se auto sostenían, y en el caso de Pablo, se
dedicaba a hacer tiendas: “y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos,
pues el oficio de ellos era hacer tiendas”, (Hechos 18:3). Varias expresiones de sus epístolas (por
ejemplo, Tito 1:12), y su discurso en el Areópago de Atenas, demuestran que estaba
familiarizado con la literatura griega que se leía y comentaba en sus días. Por si fuera poco,
poseía la ciudadanía romana: “Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y
aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado”,
(Hechos 22:29), y dominaba perfectamente el idioma griego a parte de su lengua natal que era el
hebreo: “Cuando comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Se me permite
decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego?”, (Hechos 21:27). Su prominente carrera como fariseo y sus
credenciales hizo que se ganara el favor de los sacerdotes del Sanedrín a tal punto que le dieron
cartas de autorización para perseguir a la iglesia del Señor: “Saulo, respirando aún amenazas y
muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas
de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos
a Jerusalén”, (Hechos 9:1-2). Creyendo que servía a Dios, decidió extermina a los cristianos, y
como F. Godet, lo dijo, “Saulo persiguió con maldad, pero no por maldad. Le animaba la mejor
intención del mundo, y creía estar sirviendo a Dios cuando defendía la teocracia, la ley y el
templo”. Sin embargo, Dios tenía en sus planes convertirlo a su gracia para usarlo para llevar el
evangelio a los gentiles: “Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco,
repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le
decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a
quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón, temblando y temeroso, dijo: Señor,
¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que
debes hacer”, (Hechos 9:3-6).

Estudiar la vida de Pablo nos enseña que el Señor tiene planes para todos sus escogidos y
por muy perdidos que estos se encuentren tarde o temprano son derribados para que se cumpla
el designio divino. Aquel día Pablo quedo siego y consternado al darse cuenta que todo en lo que
él creía era una mentira, que aquellos a quienes él perseguía eran los portadores de la única
verdad, y hoy se encontraba entre aquellos que había perseguido. Este día Pablo recibió una
misión especial de parte de Jesús: “Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he
aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que
me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que
abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios;
para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados”,
(Hechos 26:16-18). Esto mismo le fue confirmado a Ananías cuando fue enviado por el Señor a
orar e imponerle las manos a Pablo Para que éste recibiese la vista: “El Señor le dijo: Ve, porque
instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y
de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”,
(Hechos 9:15-16). Al final, como se lo dijo Pablo a Agripa, no fue rebelde a la visión celestial, sino
procuro cumplirla: “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié
primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los
gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento”,
(Hechos 26:19-20). Y esto fue así, recién convertido inicio predicando en Damasco lo cual
confundió tanto a sus oyentes al ver que aquel que un día persiguió a los cristianos hoy se había
convertido en uno de ellos molestando a tal punto a los judíos de Damasco que planearon matarlo
y por tal motivo fue ayudado por los discípulos a escapar: “En seguida predicaba a Cristo en las
sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios. Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían:
¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para
llevarlos presos ante los principales sacerdotes?... Pasados muchos días, los judíos resolvieron en
consejo matarle… Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro,
descolgándole en una canasta”, (Hechos 9:20-21, 23,25). No obstante, sus primeros días en el
cristianismo no fue fácil, ya que por su reputación de perseguidor nadie quería juntarse con él, por
temor, pero gracias a Bernabé logro la aceptación de todos ellos incluyendo los apóstoles:
“Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no
creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó
cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había
hablado valerosamente en el nombre de Jesús. Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía”,
(Hechos 9:26-28). Paradójicamente, en este periodo que inicio con una gran persecución la iglesia
logro crecer más, extendiéndose por toda Judea, Jerusalén y Samaria, pero pronto Pablo llevaría
las misiones más allá de estas fronteras, a los gentiles de todo el mundo antiguo conocido:
“Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en
el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo”, (Hechos 9:31).

Después de la conversión de Pablo, pasaron al menos tres años aprendiendo y buscando


del Señor antes de recibir su llamamiento como apóstol: “Pero cuando agradó a Dios, que me
apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo
le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los
que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco. Después,
pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; pero no vi a
ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor”, (Gálatas 1:15-19). Finalmente,
Dios decide llamar a Pablo y así junto con Bernabé inicia su labor misionera: “Había entonces en la
iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger,
Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando
éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a
que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los
despidieron”, (Hechos 13:1-3).

A partir del capítulo 13, versículo 4, encontramos el relato de los cuatro viajes misioneros
del apóstol Pablo. Prácticamente su estrategia de evangelización consistía en acudir a lugares
públicos donde se le permitía compartir su mensaje, estas podían ser sinagogas judías o cualquier
casa o lugar donde se realizaban debates públicos. Luego de hacerlo generalmente se ganaba el
odio de los líderes judíos u otros paganos, pero ya para ese tiempo había ganado discípulos para
Cristo, y con la ayuda de estos continuaba e ese lugar y fundaba iglesias. Si consideramos el libro
de los Hechos de los apóstoles podemos ver los lugares que visito en cada viaje misionero:

Primer Viaje Misionero.

1. Partida de Antioquia de Siria.

2. Chipre.

3. Antioquia de Pisidia.

4. Iconio.

5. Listra.

6. Derbe.

7. Regreso a Antioquia de Siria.

primer-viaje

Primer Viaje Misionero de Pablo

Segundo Viaje Misionero.

1. Partida de Antioquía de Siria.

2. Derbe.

3. Listra.
4. Filipos.

5. Tesalónica.

6. Berea.

7. Atenas.

8. Corinto.

9. Regreso a Antioquía de Siria.

segundo-viaje

Segundo Viaje Misionero de Pablo

Tercer Viaje Misionero.

1. Éfeso.

2. Macedonia.

3. Troas.

4. Mileto.

5. Tiro.

6. Cesarea (En casa de Felipe el evangelista).

7. Jerusalén (Alboroto y prisiones).

8. Cesarea (Prisiones y defensa de Pablo).

tercer-viaje

Tercer Viaje Misionero de Pablo

Cuarto Viaje Misionero: a Roma.

1. Cesarea (Pablo embarca a Roma siendo custodiado por los soldados romanos).

2. Malta (Después del naufragio).

3. Roma (Pablo prisionero en Roma y pasa dos años en una casa alquilada testificando de su
fe).
viaje-roma

Viaje a Roma

Cuando llegamos al último versículo de Hechos de los apóstoles sentimos la sensación que eso no
termina allí, y ciertamente así es: “Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y
recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor
Jesucristo, abiertamente y sin impedimento”, (Hechos 28:30-31). Pablo realiza su defensa delante
del Cesar en Roma y permanece dos años allí con relativa libertad, pero, ¿qué ocurrió después de
esto?

De acuerdo al testimonio de algunos padres de la iglesia primitiva podemos conocer lo


que posiblemente sucedió después. El testimonio de más valor que existe es el de Clemente de
Roma, que se supone fue discípulo de Pablo y ser el mismo que aparece en Filipenses 4:3. Este,
escribiendo desde Roma a Corinto, dice que Pablo, antes de su martirio, predicó el evangelio en
Oriente y Occidente instruyendo a todo el mundo conocido en aquel entonces y que se
encontraba bajo el dominio del Imperio Romano. Se dice que Pablo llego hasta la Extremidad de
Occidente, lo cual la mayoría aseguran que se refiere a España, lo cual concuerdo con su deseo
expresado en su carta a los Romanos: “cuando vaya a España, iré a vosotros; porque espero veros
al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que haya gozado con vosotros”, (Romanos
15:24). Además de esta fuente, existe un documento perteneciente al año 170, habla también del
viaje de Pablo a España conocido como el Canon de Muratorí. Por tanto, se cree que después de
su primera visita a Roma, Pablo fue liberado y continuo con su actividad evangelizadora, hasta
volver a ser capturado cuando la persecución bajo Nerón arrecio contra los cristianos. El escritor
del tercer siglo, Eusebio dice acerca de Pablo: “Después de defenderse con éxito, se admite por
todos, que el apóstol fue otra vez a proclamar el evangelio, y después vino a Roma, por segunda
vez, y sufrió el martirio bajo Nerón”. De modo que lo que sigue al relato en los Hechos es la
continuación de sus viajes misioneros, incluyendo a España lo cual ocurrió alrededor del año 63
d.C. Al ser puesto en libertad, no fue luego a España, como sería fácil suponer. El cuidado de las
iglesias le llamaba al Oriente. Hizo un viaje por el Asia Menor, de acuerdo con los deseos
expresados desde su prisión, en la Epístola a Filipenses 2:24 y en Filemón 22, y después de cumplir
con esta misión para con las iglesias, pudo pensar en efectuar el tan anhelado viaje a la Península
Ibérica. No es probable que haya pasado por Roma, porque en ese tiempo Nerón, como un león
rugiente, perseguía a los santos. Es lo más probable que en Oriente se haya embarcado para
Massilla (la Marsella moderna), y de Massilla a España, llegando allí en el año 64. Se cree que
después de permanecer unos dos años en España, Pablo volvió a Éfeso donde tuvo que ver con
dolor que se habían cumplido sus predicciones a los ancianos de aquella iglesia. Los lobos rapaces
que no perdonaban el rebaño se habían levantado por todas partes, y la siembra de la cizaña había
seguido a la de la buena simiente. Siempre viajaba, a pesar de su edad ya avanzada, y parece que
en Nicópolis fue prendido, encarcelado y conducido a Roma.
En esta segunda prisión, Pablo se encuentra en condiciones más desfavorables que cuando fue
preso a Roma la primera vez. La iglesia en esa ciudad estaba desolada por la persecución.
Cualquiera podía impunemente maltratar a un cristiano. Cinco años antes predicaba en su prisión
y recibía a los judíos influyentes de Roma, pero ahora se halla en las prisiones a modo de
malhechor y no cualquiera en ese entonces se atrevía a confesar su fe y amistad con un cristiano
capturado: “Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me
confortó, y no se avergonzó de mis cadenas, sino que cuando estuvo en Roma, me buscó
solícitamente y me halló”, (2 Timoteo 1:16-17). Bajo la persecución de Nerón Pablo fue capturado,
enjuiciado y condenado a muerte. Sabemos algo del juicio, por lo que Pablo mismo escribió a
Timoteo: “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no
les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese
cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león”, (2
Timoteo 4:16-17). En esa hora de peligro faltó el hermano, faltó el amigo, faltaron todos. Pero el
mejor intercesor y abogado estuvo a su lado dándole fuerzas para llevar la cruz hasta el fin de la
carrera. Pablo sabía que sus días estaban contados a tal punto que en su segunda carta a Timoteo
se despide de su discípulo: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está
cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me
está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a
mí, sino también a todos los que aman su venida”, (2 Timoteo 4:6-8). La sentencia de muerte fue
pronunciada. La ciudadanía romana le libró de una muerte ignominiosa y de la tortura, tan
fácilmente aplicada a los cristianos que morían por su fe. Fue decapitado fuera de las puertas de la
ciudad, en la vía de Ostia, donde existe una pirámide de aquella época, único testigo de la muerte
de Pablo. Sus hermanos en la fe tomaron el cadáver que se supone fue sepultado en las
catacumbas. Así murió Pablo, apóstol no sin dejar un precioso tesoro de miles de almas ganadas
alrededor del mundo y sus maravillosos escritos inspirados por el mismo Espíritu Santo que hoy
tenemos en nuestra vida.

LA PERSECUCIÓN BAJO NERÓN

“Más ni con los remedios humanos ni con las larguezas del príncipe o con los cultos expiatorios
perdía fuerza la creencia infamante de que el incendio había sido ordenado. En consecuencia, para
acabar con los rumores, Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados
tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos”.

Tácito

neron

Busto del emperador Nerón

Nerón llegó al poder en octubre del año 54, gracias a las intrigas de su madre Agripina,
quien no vaciló ante el asesinato en sus esfuerzos por asegurar la sucesión del trono en favor de su
hijo. Al principio, Nerón no cometió los crímenes por los que después se hizo famoso. Aún más,
varias de las leyes de los primeros años de su gobierno fueron de beneficio para los pobres y los
desposeídos. Pero poco a poco el joven emperador se dejó llevar por sus propios afanes de
grandeza y placer, y por una corte que se desvivía por satisfacer sus más mínimos caprichos. Diez
años después de haber llegado al trono ya Nerón era despreciado por buena parte del pueblo, y
también por los poetas y literatos, a cuyo número Nerón pretendía pertenecer sin tener los dones
necesarios para ello. Era un desgraciado embriagado de su propia vanagloria, consagrado a buscar
los aplausos de una multitud de aduladores. Formó la compañía llamada de los "caballeros de
Augusto'' cuya misión era la de seguir al loco emperador a todos sus actos de exhibición, y aplaudir
cualquier travesura que imaginase. Roma vio a su emperador ocupado en la tarea de conducir
carros en el circo; cantar y declamar en las tribunas, y disputarse los premios musicales. Cuantos
se oponían a su voluntad, o bien morían misteriosamente, o bien recibían órdenes de quitarse la
vida. Cuando la esposa de uno de sus amigos le gustó, sencillamente hizo enviar a su amigo a
Portugal, y tomó la mujer para sí. Todos estos hechos —y muchos rumores— corrían de boca en
boca, y hacían que el pueblo siempre esperara lo peor de su soberano. Pero Nerón tenía también
gusto artístico, y aspiraba a transformar la ciudad. Sus planes eran tan vastos que todo lo que
había le estorbaba. Quería hacer una ciudad nueva que marcase una nueva época en la historia, y
que llevase su nombre: Nerópolis. Para llevar a Roma la idea que ardía en su candente
imaginación, tenía que hacer desaparecer templos que eran mirados como sagrados, y palacios
históricos que jamás Roma hubiera permitido tocar. ¿Cómo hacer desaparecer esos
obstáculos? Nerón concibió la tremenda idea de incendiar la ciudad. Un voraz incendio, que se
manifestó simultáneamente en muchas partes de la ciudad, convirtió a Roma en una inmensa
hoguera, el 19 de julio del año 64. Las llamas, devorando todo lo que encontraban, subían las
colinas y descendían a los valles. El fuego seguía su marcha atravesando la ciudad en todas
direcciones, y durante seis días y siete noches caían miles de edificios que quedaban reducidos a
escombros. Los montones de ruinas detuvieron el fuego, pero volvió a reanimarse y prosiguió tres
días más. Los muertos y contusos eran numerosísimos. Nerón, que se había ausentado para alejar
las sospechas que caerían sobre él, regresó a tiempo para ver el incendio. Se dijo que desde las
alturas de una torre, y vestido con traje teatral contempló el espectáculo, y cantó con la lira una
antigua elegía. Si esto es leyenda, tiene el mérito de pintar el carácter diabólico de este hombre
siniestro. Después del incendio los romanos estaban disgustados al ver que todo estaba destruido,
todos sabían que Nerón era el culpable de todo, y entonces Nerón pensó entonces en hacer caer
sobre otros la culpa. Necesitaba víctimas, y su mente diabólica pensó en los cristianos. El público
estaba predispuesto a cualquier acto hostil a la iglesia, de modo que Nerón sólo tuvo que
encender la mecha para que estallara la bomba bien repleta de odio a los cristianos. ¿No habían
visto a los cristianos mirar con indiferencia los monumentos del paganismo? ¿No decían éstos que
todo estaba corrompido y que todo sería destruido por fuego? El pueblo desencadenó su furia
contra los mansos y humildes discípulos del Salvador. Nunca se conocerá el número de víctimas
que perecieron en esta persecución. Actos de la más brutal crueldad se llevaron a cabo con
hombres y mujeres. Tácito, el historiador romano, ha descrito en sus memorias el salvajismo y
crueldad que deleitaron a la población. Los cristianos eran envueltos en pieles de animales y
arrojados a los perros para ser comidos por éstos; muchos fueron crucificados; otros arrojados a
las fieras en el anfiteatro, para apagar la sed de sangre de cincuenta mil espectadores; y para
satisfacer las locuras del emperador se alumbraron los jardines de su mansión con los cuerpos de
los cristianos que eran atados a los postes revestidos de materiales combustibles, para
encenderlos cuando se paseaba Nerón en su carro triunfal entre estas antorchas humanas, y la
multitud delirante que presenciaba y aplaudía aquellas atrocidades.

Aunque al principio se acusó a los cristianos de incendiarios, todo parece indicar que
pronto se comenzó a perseguirles por el mismo hecho de ser cristianos, y por todas las supuestas
abominaciones que iban unidas a ese nombre. El propio Nerón debe haberse percatado de que el
pueblo sabía que se perseguía a los cristianos no por el incendio, sino por otras razones. Tácito
también nos dice que en fin de cuentas “no se les condenó tanto por el incendio como por su odio
a la raza humana”. En vista de todo esto, y a fin de justificar su conducta, Nerón promulgó contra
los cristianos un edicto que desafortunadamente no ha llegado a nuestros días. Probablemente los
planes de Nerón incluían extender la persecución a las provincias, si no para destruir el
cristianismo en ellas, al menos para lograr nuevas fuentes de víctimas para sus espectáculos. Pero
en el año 68 buena parte del imperio se rebeló contra el tirano, y el senado romano lo depuso.
Prófugo y sin tener a dónde ir, Nerón se suicidó. A su muerte, muchas de sus leyes fueron
abolidas. Pero su edicto contra los cristianos siguió en pie. Esto quería decir que, mientras nadie se
ocupara de perseguirles, los cristianos podían vivir en paz; pero tan pronto como algún emperador
u otro funcionario decidiera desatar la persecución podía siempre apelar a la ley promulgada por
Nerón.

LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN

“No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada…”

Lucas 21:6

Cuando Félix era gobernador de Judea, hubo una disputa entre judíos y sirios acerca de
la ciudad de Cesárea. Ambos partidos pretendían que les pertenecía. De las palabras pasaron a los
hechos, tomando las armas unos contra otros. Félix puso fin a la contienda mandando a Roma
delegados de ambos partidos para someter el caso al emperador. Este falló en favor de los sirios, y
cuando, el año 67, la noticia llegó a Judea, estalló inmediatamente la rebelión. Sirios, judíos y
romanos se mezclaron en la sangrienta revuelta, que asumió bien pronto un carácter alarmante.
Las aldeas eran teatro de escenas horribles. El mar de Galilea, donde Jesús había predicado sobre
el reino de los cielos, estaba teñido de sangre y cubierto de cadáveres flotantes. Una gran victoria
de los judíos sobre las tropas romanas, mandadas por Cestio, dio impulsos a la rebelión, que se
generalizó en todo el país. Los hombres sensatos veían que todo aquello era un esfuerzo estéril,
porque tarde o temprano tenían que sucumbir bajo los dardos de los romanos; pero ya por
patriotismo, ya por el impulso de las circunstancias, no pudieron hacer otra cosa sino tomar parte
en la guerra. Uno de éstos fue el célebre Josefo, quien tan grandes servicios prestaría a la historia,
y a quien le fue confiado el comando de las fuerzas que actuaron en Galilea. La noticia del
levantamiento de Judea llegó a Roma cuando el loco emperador Nerón estaba ocupado en los
preparativos de un viaje a Grecia donde, seguido de un gran séquito de aduladores, iba a lucir sus
dotes de artista, disputándose todos los premios ofrecidos en los concursos. Con gran acierto
confió al viejo militar Vespasiano el mando de las legiones que tenían que ir a subyugar a Judea.
Vespasiano mandó a su hijo Tito hasta Alejandría para reunir las fuerzas que había en aquella
región, y él, cruzando el Helesponto o Dardanelos, siguió por tierra a Siria. Juntando las fuerzas de
Tito, de Antonio, de Agripa y de Soheme, y cinco mil hombres más mandados por los árabes,
Vespasiano emprendió la reconquista al frente de unos 60, 000 hombres.

destruccion-jerusalen

Destrucción de Jerusalen

Empezó la guerra en Galilea, donde Josefo oponía una heroica y bien estudiada resistencia. La
lucha fue ardua pero Josefo tuvo que ceder el terreno a los vencedores, huyendo a una caverna en
la que pasó un tiempo escondido con unos cuarenta hombres que le siguieron. Como Vespasiano
le ofreciese toda clase de seguridades concluyó por entregarse, y desde entonces aparece siempre
al lado de los Flavios Vespasianos, tanto en el sitio de Jerusalén, como después de pacificado el
país, en honor de los cuales Josefo añadió a su nombre el de Flavio. Desde el punto de vista
patriótico ha sido muy censurada la conducta de Josefo, pero uno no puede menos de ver la mano
de Dios obrando para que este ilustrado judío fuese testigo ocular de la guerra que daría un fiel
cumplimiento a las palabras proféticas de Jesucristo acerca de Jerusalén y del pueblo elegido.
Mientras los ejércitos dominaban el país, la guerra civil se había declarado en Jerusalén. Tres
partidos se disputaban el poder. Se vivía bajo el régimen del terror. La aristocracia había sido
derrocada, y un populacho salvaje, encabezado por un tal Juan de Giscala, encuartelado en el
templo, dominaba la ciudad. En otro distrito de la ciudad mandaba un tal Simón. El sumo
sacerdote, los principales escribas y fariseos, y todos los grandes aristócratas de Jerusalén fueron
muertos, y sus cadáveres arrastrados por las calles y arrojadas fuera del muro. Grande fue la
impresión de la población cuando vio la suerte que tocó a estos orgullosos señores, a quienes
habían visto revestidos de espléndidos trajes, y a quienes ahora veían tendidos desnudos por las
calles. Muchos de ellos eran los mismos que habían condenado a Cristo, a Esteban y a Jacobo.

Aquello era la abominación predicha por el profeta Daniel. Los cristianos se acordaron de las
palabras del Maestro: “Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes”, (Mateo 24:16.) los
cristianos de Jerusalén lograron huir a Pella, una ciudad de la región montañosa de Perea, donde
pudieron permanecer libres de los males que azotaban a Jerusalén. La huida tuvo lugar en el año
68. La iglesia vivió sostenida casi milagrosamente, y continuó su obra en toda la región
transjordánica. En este tiempo Vespasiano fue proclamado emperador y, teniendo que volver a
Roma, dejó a cargo de su hijo Tito la terminación de la guerra. Los romanos avanzaron y de pronto
Jerusalén se vio sitiada por las fuerzas de Tito. Jesús había predicho la ruina de la ciudad cuando
lloró sobre ella (Lucas 19:42-44). Josefo nos ha dejado un minucioso relato del sitio y destrucción
de Jerusalén, y es admirable la semejanza que existe entre la profecía de Cristo y los hechos
narrados por este historiador. Como el sitio se prolongaba, las provisiones empezaron a escasear.
Los soldados rebuscaban todos los rincones de las casas, quitando a las familias los víveres de que
disponían “Les hacían sufrir tormentos inauditos —dice Josefo— para hacerles confesar donde
tenían escondido un pan o un puñado de harina. A los pobres les quitaban los yuyos que con
peligro de sus vidas juntaban durante la noche, sin escuchar los ruegos que les hacían, en nombre
de Dios, para que les dejasen siquiera una pequeña parte, y creían que les hacían una gran merced
con no matarlos después de robarles”. Sobre los sufrimientos dentro de la ciudad, bajo el terror
implantado por Juan de Giscala y Simón, dice el citado historiador: “Sería entrar en una tarea
imposible detallar particularmente todas las crueldades de esos impíos. Me contento con decir
que no creo que desde el comienzo de la creación del mundo se haya visto a una ciudad sufrir
tanto, ni otros hombres en los cuales la malicia fuese tan fecunda en toda clase de maldades”.
Estas palabras de Josefo hacen recordar el anuncio profético de Cristo: “Porque habrá entonces
gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá”,
(Mateo 24:21). Muchos trataban de salir de la ciudad en busca de víveres, y caían en poder de los
sitiadores. Como era difícil guardarlos a causa del gran número, los crucificaban frente a los muros
de la ciudad, con el fin de atemorizar a los de adentro. No pasaba día sin que tomasen quinientos y
aún más de entre estos que procuraban huir. Tito era un hombre tan magnánimo cómo es posible
serlo en tales circunstancias, y sufría con los actos de crueldad que tenía que presenciar, y que por
la ley implacable de la guerra no le era posible remediar. Los soldados romanos hacían sufrir
horriblemente a los pobres que eran crucificados. “No había bastante madera para hacer cruces —
dice Josefo— ni sitio donde colocarlas”. Oigamos aún a Josefo: “Los judíos, viéndose encerrados
en la ciudad, desesperaron de su suerte. El hambre, cada vez peor, devoraba familias enteras. Las
casas estaban llenas de cadáveres de mujeres y de niños, y las calles, de los de los ancianos. Los
jóvenes iban cayéndose por las plazas públicas. Se les hubiera creído más bien espectros que
personas vivas. No tenían fuerzas para enterrar sus muertos, y aunque la hubieran tenido, no
habrían podido hacerlo a causa del gran número, y porque no sabían cuántos días de vida les
quedaban a ellos. Otros se arrastraban hasta el lugar de la sepultura para esperar allí la muerte. Al
principio se hacía enterrar los muertos por cuenta del tesoro público, para librarse de la
hediondez. Pero no siendo posible continuar cumpliendo con esta tarea, los arrojaban por encima
del muro a los valles. El horror que tuvo Tito al ver llenos estos valles, cuando rodeaba la plaza, y la
putrefacción que salía de tantos cadáveres le hizo lanzar un profundo suspiro: levantó las manos al
cielo y llamó a Dios por testigo de que no era él el causante de aquello”. Josefo, desde el muro,
hablaba a los sitiados para persuadirlos de que era inútil continuar la resistencia, pero era desoído.
Tito quería evitar escenas desgarradoras, pero la tenacidad de los sitiados hacía imposible todo
arreglo. Los que podían huir de la ciudad tragaban monedas de oro para encontrarse con algún
dinero cuando éste fuese de utilidad. Los soldados llegaron a saberlo y entonces comenzaron a
abrir el vientre de todos los que caían en su poder para apoderarse de aquel dinero. Los árabes y
los sirios fueron los que más se ejercitaron en esta crueldad, fruto de la avaricia. En una sola noche
más de dos mil infelices murieron de este modo. Cuando Tito tuvo conocimiento de esto, castigó
severamente a los culpables. Las poderosas máquinas guerreras de los romanos lograron abrir una
brecha en los muros, y los soldados avanzaron. La resistencia no pudo ser muy heroica debido al
estado de debilidad en que se hallaban los combatientes judíos. Fortaleza tras fortaleza fue
cediendo al empuje vigoroso de los vencedores.

Los secuaces de Juan de Giscala, atrincherados en el templo, hacían sus últimos esfuerzos. Tito
había resuelto salvar el templo. No quería que esa maravilla del mundo fuese destruida. Pero un
soldado arrojó una antorcha encendida y el incendio del templo se inició con rapidez. Tito, en este
momento, estaba descansando en su tienda. Al saberlo corrió al templo y ordenó que se detuviese
el fuego; todo fue inútil. Uno mayor que Tito había dicho: “No quedará piedra sobre piedra, que
no sea derribada”, (Lucas 21:6). Esto ocurría el año 70 de nuestra era. Las víctimas de esta
espantosa catástrofe llegaron a 1, 100, 000, entre hombres, mujeres y niños, y si se agregan los
que murieron en los combates precedentes, el número asciende a 1, 357, 000, según los cálculos
de Josefo. Otros 90, 000 fueron vendidos como esclavos. Así terminó Jerusalén. Cuarenta años
antes, frente al palacio de Pilato, al pedir la muerte de Jesús, sus habitantes habían clamado: “Su
sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”, (Mateo 27:25) ¡Jamás juramento alguna tuvo
un cumplimiento tan evidente!

LOS MÁRTIRES DE LA IGLESIA APOSTÓLICA

“De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; más
cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto
dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme”.

Juan 21.18-19

La iglesia apostólica llego a experimentar un rápido crecimiento en Jerusalén, figuras


como Pedro, Juan y Santiago el hermano de Jesús figuraron entre sus primeros líderes. La
actividad misionera alcanzo miles de almas en Samaria y hasta lo último de mundo. Pablo jugo un
papel muy importante en esto, pero al igual que él, hubo otros que fueron a las partes de Egipto,
África y la India donde también el mensaje se difundió diseminando el cristianismo en estas
regiones. A continuación presentamos una pequeña descripción de la obra y muerte de los héroes
de la fe que se destacaron en este importante periodo.

Jacobo el hermano de Juan

“En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y
mató a espada a Jacobo, hermano de Juan”.

Hechos 12:1-2
Después de Esteban, el siguiente mártir que encontramos en el relato de Hechos de los Apóstoles
es Jacobo hijo de Zebedeo, hermano mayor de Juan. No fue hasta diez años después de la muerte
de Esteban que tuvo lugar este segundo martirio. Ocurrió que tan pronto como Herodes Agripa I
fue designado gobernador de Judea el cual queriendo ganar el favor de los dirigentes judíos
desato una persecución terrible contra los líderes de la iglesia que termina con el encarcelamiento
de Pedro y la muerte de Jacobo. El escritor antiguo Clemente de Alejandría nos dice que cuando
Jacobo estaba siendo conducido al lugar de su martirio, su acusador fue llevado al
arrepentimiento, cayendo a sus pies para pedirle perdón, profesándose cristiano, y decidiendo
que Jacobo no iba a recibir solo la corona del martirio. Por ello, ambos fueron decapitados juntos.
Así recibió resuelto y bien dispuesto el primer mártir apostólico aquella copa, que él le había dicho
a nuestro Salvador que estaba dispuesto a beber. Estos acontecimientos tuvieron lugar alrededor
del 44 d.C.

Felipe

De acuerdo al relato bíblico fue de los primeros discípulos de Jesús y nació en Betsaida de Galilea:
“El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme. Y Felipe era de
Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro”, (Juan 1:43-44). De acuerdo a la tradición trabajó
diligentemente en Asia Superior, y sufrió el martirio en Heliópolis, Frigia. Fue azotado, echado en
la cárcel, y después crucificado, en el 54 d.C.

Mateo

Su profesión era recaudador de impuestos, había nacido en Nazaret y se conoció también con el
nombre de Leví: “Después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco
de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme”, (Lucas 5:27). Escribió su evangelio en hebreo, que fue
después traducido al griego por Jacobo el Menor. Los escenarios de sus labores fueron Partia y
Etiopía, país en el que sufrió el martirio, siendo muerto con una alabarda en la ciudad de Nadaba
en el año 60 d.C.

Jacobo (Santiago, hermano de Jesús)

No hay que confundirlo con ninguno de los dos apóstoles de este nombre: Jacobo hijo de
Zebedeo, ni Jacobo hijo de Alfeo (Mateo 10:2-3). Se trata de Jacobo el hermano del Señor: “pero
no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor”, (Gálatas 1:19) autor de
la Epístola de Santiago. Santiago es considerado el más prominente de todos los Santiagos
(Jacobos) que se mencionan en el Nuevo Testamento, medio hermano de Jesús y líder del Concilio
de Jerusalén. En cuanto a su nombre en sí, nuestra forma Santiago es un derivado medieval del
latín Sant Iacobs, que literalmente significa San Jacobo, lo cual significa que ambos nombres
identifican a la misma persona. Jacobo, el hermano del Señor, no figura entre los discípulos sino
después de la resurrección de Cristo. Es probable que haya sido uno de los hermanos de Jesús que
no querían creer en la misión mesiánica de Jesús (Juan 7:5); pero que vencido por la realidad de la
resurrección (13 Corintios 15:7) no pudo menos que convertirse y entrar a actuar con los
discípulos. Pronto ocupa un lugar prominente entre los hermanos y los apóstoles. Su nombre es
mencionado por Pedro al salir de la cárcel: “Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos”, (Hechos
12:17.) Pablo, al hablar de las columnas de la iglesia de Jerusalén, lo nombra antes que a Pedro y
Juan (Gálatas 2:9). En el concilio de Jerusalén (Hechos 15) también toma parte activa, y muchos
suponen que fue el que presidió la reunión. Cuando Pablo fue a Jerusalén por última vez (Hechos
21:18) fue a visitar a Jacobo, y los ancianos de la iglesia se reunieron en su casa.

Según atestiguan muchos escritores de los primeros siglos, Jacobo (o Santiago) llevaba una vida
completamente ascética, lo que le daba acceso a los judíos no convertidos. Se privaba de todo lo
que constituye algún placer o comodidad, y su fama de hombre santo era popular en la ciudad
donde era conocido bajo el sobrenombre de Justo. Nunca renunció al rigorismo de la ley mosaica
de la cual no se consideraba completamente desligado aunque había abrazado la fe cristiana. La
epístola por él escrita confirma estos testimonios sobre su carácter austero. Acerca de su muerte,
se sabe que sufrió el martirio, siendo lapidado cerca del Templo. Josefo hace sobre su muerte el
siguiente relato en su libro Antigüedades: “Anano (o Hanán), que tomó el cargo de sumo
sacerdote, era un hombre audaz, altanero y muy insolente. Era de la secta de los saduceos,
quienes sobrepasan a todos los judíos en la manera cruel con que tratan a los culpables. Pensó
que era el momento oportuno para ejercer su autoridad. Festo había muerto, y Albino, que había
sido enviado a Judea para sucederle, estaba en viaje. Así que él reunió el Sanedrín e hizo
comparecer al hermano de Jesús, llamado Cristo, cuyo nombre era Jacobo, y a varios otros de sus
compañeros, y habiendo formulado una acusación contra ellos como quebrantadores de la ley, los
entregó para ser apedreados”. Se dice que murió a la edad de noventa y seis años. Renán
hablando de su muerte dice: “La muerte de este santo personaje hizo el peor efecto en la ciudad.
Los devotos fariseos, los estrictos observadores de la ley, sintiéndose muy descontentos. Jacobo
era universalmente estimado; se le tenía por uno de los hombres cuyas plegarias eran de suma
eficacia... Casi todo el mundo estuvo de acuerdo en pedir a Herodes Agripa II que pusiera límites a
la audacia del sumo sacerdote. Albino tuvo conocimiento del atentado de Anano, cuando ya había
salido de Alejandría con dirección a Judea, escribió a Anano una carta amenazadora; después lo
destituyó. Por consiguiente Anano fue sumo sacerdote sólo tres meses”.

Matías

De él se sabe menos que de la mayoría de los discípulos; fue escogido para llenar la vacante dejada
por Judas Iscariote. Fue apedreado en Jerusalén y luego decapitado.
Andrés

Hermano de Pedro, predicó el evangelio a muchas naciones de Asia; pero al llegar a Edesa fue
prendido y crucificado en una cruz cuyos extremos fueron fijados transversalmente en el suelo. De
ahí el origen del término de Cruz de San Andrés.

Marcos

Nació de padres judíos de la tribu de Leví. Se supone que fue convertido al cristianismo por Pedro,
a quien sirvió como amanuense, y bajo cuyo cuidado escribió su Evangelio en griego. Marcos fue
arrastrado y despedazado por el populacho de Alejandría, en la gran solemnidad de su ídolo
Serapis, acabando su vida en sus implacables manos.

Pedro

Muy poco se sabe sobre los últimos días de este noble apóstol que desempeñó una parte tan
importante entre los doce, y que tan gloriosamente actuó en los primeros días de la iglesia de
Jerusalén. Si recordamos que a él le fue encomendada la predicación del evangelio a los judíos, no
está fuera de lugar suponer que se dedicó a viajar para llevar el divino mensaje a los israelitas
esparcidos por todo el mundo. Descartada como leyenda la infundada tradición de los veinticinco
años de residencia en Roma, surge la pregunta: ¿qué hizo Pedro, y dónde estuvo todo el tiempo
que transcurre entre los últimos datos que de él tenemos en el libro de los Hechos, y su muerte?
La mejor respuesta a esa pregunta la tenemos en su Primera Epístola. En el último capítulo leemos
la siguiente salutación: “La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y
Marcos mi hijo, os saludan”, (1 Pedro 5:13). De ahí se desprende que Pedro se hallaba en la
Mesopotamia, donde residían numerosos israelitas, a los cuales seguramente él estaba
evangelizando, sin dejar por eso de hacer la misma cosa entre los gentiles de esa región. Los
romanistas, en su desesperación por demostrar que Pedro estaba en Roma, dan al nombre de
Babilonia un sentido simbólico, sosteniendo que significa Roma. En el Apocalipsis es evidente que
Babilonia es el nombre con que se designa la ciudad de los Césares, pero es del todo contrario a
una sana regla de interpretación, querer ver símbolos en unas sencillas palabras de salutación
fraternal. En la misma Epístola vemos también que ésta fue dirigida a los expatriados de la
dispersión: “Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia,
Capadocia, Asia y Bitinia”, (1 Pedro 1:1). Como no es lógico suponer que se dirija una carta de esta
índole a personas o agrupaciones desconocidas, es también lógico admitir que Pedro haya
trabajado en esas regiones durante el período que nos ocupa.
Tocante a su muerte, todo conduce a suponer que murió crucificado. Una prueba de esto la
tenemos en el evangelio según San Juan. Ahí leemos estas palabras que el Señor dirigió a Pedro:
“De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas
cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto
dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme”,
(Juan 21.18-19). El testimonio de varios autores de los tiempos primitivos: Tertuliano, Orígenes,
Eusebio, agrega más pruebas a la creencia que prevalecía, en los primeros siglos, de que Pedro
murió crucificado, y era también admitido que por pedido suyo pidió ser crucificado cabeza abajo
por considerarse indigno de sufrir la misma muerte de su Maestro.

Pablo

También el apóstol Pablo, que antes se llamaba Saulo, tras su enorme trabajo y obra indescriptible
para promover el Evangelio de Cristo, sufrió también bajo esta primera persecución bajo Nerón.
Dice Abdías que cuando se dispuso su ejecución, que Nerón envió a dos de sus caballeros, Ferega y
Partemio, para que le dieran la noticia de que iba a ser muerto. Al llegar a Pablo, que estaba
instruyendo al pueblo, le pidieron que orara por ellos, para que ellos creyeran. Él les dijo que poco
después ellos creerían y serían bautizados delante de su sepulcro. Hecho esto, los soldados
llegaron y lo sacaron de la ciudad al lugar de las ejecuciones, donde, después de haber orado, dio
su cuello a la espada.

Judas

Hermano de Jacobo el menor, era comúnmente llamado Tadeo. Fue crucificado en Edesa el 72 d.C.

Bartolomé

Predicó en varios países, y habiendo traducido el Evangelio de Mateo lenguaje de la India, lo


propagó en aquel país. Finalmente fue cruelmente azotado y luego crucificado por los agitados
idólatras.

Tomás

Llamado Dídimo, predicó el Evangelio en Partia y la India, donde al provocar a los sacerdotes
paganos a ira, sufrio el martirio al ser atravesado con una lanza.
Lucas

El evangelista, fue autor del Evangelio que lleva su nombre. Viajó con por varios países, y se
supone que fue colgado de un olivo por los idolátricos sacerdotes de Grecia.

Simón de cananista

De sobrenombre Zelote, predicó el Evangelio en Mauritania, África, incluso en Gran Bretaña, país
en el que fue crucificado en el 74 d.C.

Juan

El «discípulo amado» era hermano de Jacobo el Mayor. Las iglesias Esmirna, Pérgamo, Sardis,
Filadelfia, Laodicea y Tiatira fueron fundadas por él. Fue enviado de Éfeso a Roma, donde se afirma
que fue echado en un caldo de aceite hirviendo. Escapó milagrosamente, sin daño alguno.
Domiciano desterró posteriormente a la isla de Patmos, donde escribió el Libro de Apocalipsis.
Nerva, el sucesor de Domiciano, lo liberó. Fue el único apóstol que escapó del martirio y tuvo una
muerte natural alrededor del 100 d.C.

Bernabé

Era de Chipre, pero de ascendencia judía. Se supone que su muerte tu lugar alrededor del 73 d.C.

El mensaje literal de las Sagradas Escrituras es aquel que se desprende de la propia redacción y es
captado por la exégesis filológica, que se desarrolla de acuerdo a las normativas de la correcta
interpretación.

El valor espiritual, en cambio, es el generado por Dios en el ser humano, al proponer un contenido
religioso que permite complementar a los signos. En este marco es posible distinguir entre el
sentido alegórico (a fin de que las personas de fe logren profundidad interpretativa al leer los
sucesos. Por citar un ejemplo concreto: el cruce del mar Rojo es un símbolo de la victoria de Cristo
y el bautismo), el sentido moral (los episodios mencionados en la Biblia pueden servir como
modelo e impulso para un accionar justo) y el sentido anagógico o místico (aquel que apunta a
demostrar que los santos tienen la capacidad de observar realidades y hechos perdurables hasta la
eternidad).

Entre los autores más importantes dentro del campo de la hermenéutica que han apostado por la
misma y que la han desarrollado en sus distintas facetas destacan figuras de la talla de Friedrich
Schleiermacher, el estudioso alemán Wilhelm Dilthey, Martin Heidegger o Paul Ricoeur.

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