Entrevista Al Nobel de La P
Entrevista Al Nobel de La P
Con solo 16 años es un ícono global en contra de las dictaduras. Los talibanes le arrebataron su
infancia a balazos. Sin miedo. Sin rencores. Esta es su historia
Interrumpo su
la admiro; se lo digo porque me quedé pensando en el enorme efecto que
tiene usted en tantísima gente alrededor del mundo.
¿Le agobia el pensar que todos tenemos una gran expectativa sobre
usted siendo tan joven?”.
-No. Estoy entregada a la causa de la educación y creo que puedo dedicarle mi vida entera. No
me importa el tiempo que me lleve. Me concentro en mis estudios, pero lo que más me importa es la
educación de cada niña en el mundo, así que empeñaré mi vida en ello y me enorgullezco de trabajar en
pro de la educación de las niñas, y la verdad es que es una gran oportunidad tener esta entrevista hoy con
usted. ¡Gracias!
El nivel de autocontrol de Malala me parece increíble: ¡tiene dieciséis años! Pero, como se ve en su
escalofriante y conmovedor libro Yo soy Malala, lleva viviendo una vida extremadamente adulta y
anormal desde los diez. Lo talibanes no lograron ni matarla ni callarla cuando le metieron balas en
la cabeza, pero le robaron una buena parte de su infancia. ¿Le han dado ayuda psicológica?
-Sí, los psicólogos del hospital me han ayudado. Vinieron y me hicieron muchas preguntas y a las
dos o tres sesiones dijeron, Malala está bien y ya no le hace falta tratamiento…
Una bala entró por debajo del ojo izquierdo y salió por el hombro. Me destrozó los huesos de
media cara, cortó el nervio y rozó el cerebro, que se inflamó tanto que tuvieron que quitarme toda la tapa
de la cabeza. También estuve meses con medio rostro desplomado: no podía reír, apenas podía hablar,
no podía parpadear con el ojo izquierdo y los dolores eran terribles.
-En aquel entonces vivía con mi padre en Swat, es nuestra región natal, y los talibanes se
levantaron y empezó el terrorismo, azotaron a las mujeres, asesinaron a las personas, los cuerpos
aparecían decapitados en las plazas de Míngora, nuestra ciudad. Destruyeron muchas escuelas,
destruyeron las peluquerías, quemaron los televisores, prohibieron que las niñas fueran a la escuela.
Había mucha gente en contra de todo esto, pero tenían miedo, las amenazas eran muy grandes, así que
hubo muy pocos que se atrevieron a hablar en voz alta en pro de sus derechos, y uno de ellos fue mi
padre. Y yo seguí a mi padre.
-En aquel entonces el miedo nos rodeaba. Fue todo tan duro. No sabíamos lo que el futuro nos
deparaba, queríamos hablar, pero no sabíamos que nuestras palabras nos conducirían al cambio, que nos
escucharían en todo el mundo. No estábamos enterados del poder que encierra un lápiz, un libro. Sin embargo,
se ha demostrado que los talibanes, que tenían fusiles y explosivos, eran más débiles que la gente con lápices
y libros.
Querida Malala, en un documental emitido por The New York Times usted mencionó que quería ser
médico, por qué cambió de opinión.
Antes quería ser médico. Pero luego pasó el tiempo y fui dándome cuenta que el Gobierno no estaba
haciendo nada, que su deber elemental era conceder derechos básicos al pueblo, proporcionarles electricidad,
gas, educación, buenos hospitales. Y entonces por eso de repente pensé que sí que quería ser política para
conseguir un cambio grande en mi país. Para que un día Paquistán esté en paz, para que no haya guerra ni
talibanes y todas las niñas vayan a la escuela. Y no solo quiero ser política, sino líder también.
De acuerdo a las últimas noticias escuchadas el pueblo en Paquistán anda descaminado, están
divididos en muchos grupos políticos- ¿Cree que usted los puede unir?
Para lograr ese objetivo tengo que conseguir poder, y el verdadero poder consiste en la educación y el
conocimiento. Además, nos hace falta un escudo, que es la unidad del pueblo. Cuando la gente me acompañe,
cuando los padres de las niñas me acompañen, cuando estemos juntos, me apoyarán con su voz, con su
acción, con su compasión. Cuando nos apoyemos los unos a los otros, cuando nos eduquemos, cuando
logremos ese poder, podremos con todo. Y entonces volveré a Paquistán.
Malala me mira fijamente, es una niña inteligentísima, evidentemente superdotada, consciente de su propia
dignidad y con una gran capacidad de compasión.
Malala, enardecida por haber sobrevivido y todavía muy joven, pese a su madurez, tiene ensueños
grandiosos para el futuro de su pueblo. Ensueños inocentes y difíciles de alcanzar pero que quizá ella logre
poner en marcha, porque esta pizca de mujer es poderosa. A los dieciséis años está dispuesta a sacrificar toda
su vida por su proyecto.