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Cap. 5 - Desigualdad de Oportunidades Vitales - Conceptos Esenciales de Sociología - Giddens

Este documento discute los conceptos de clase y desigualdad social. Define clase social como un grupo de personas que comparten recursos económicos similares y estilos de vida. Examina las teorías de Marx y Weber sobre clase social y estratificación. También explora debates actuales sobre si la clase social sigue siendo relevante o si ha disminuido su importancia debido a factores como la globalización y la movilidad social.

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Cap. 5 - Desigualdad de Oportunidades Vitales - Conceptos Esenciales de Sociología - Giddens

Este documento discute los conceptos de clase y desigualdad social. Define clase social como un grupo de personas que comparten recursos económicos similares y estilos de vida. Examina las teorías de Marx y Weber sobre clase social y estratificación. También explora debates actuales sobre si la clase social sigue siendo relevante o si ha disminuido su importancia debido a factores como la globalización y la movilidad social.

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Tema 5.

Desigualdad de oportunidades
vitales

Clase y desigualdad

Definición

Posición económica relativa de grandes grupos sociales, que se define a partir de la


ocupación, la propiedad, la riqueza o las elecciones de estilos de vida.

Orígenes del concepto

Los sociólogos han discrepado desde hace tiempo sobre el concepto de clase social
debido a las considerables diferencias entre los enfoques y teorías de Marx y Weber.
Para Marx, una clase es un grupo de personas que comparten una misma relación con los
medios de producción —en definitiva, son propietarios o no propietarios de los mismos
— y por tanto, los sistemas de clase abarcan la mayor parte de la historia de la
humanidad. En las sociedades preindustriales, las dos clases principales eran los
propietarios de la tierra (aristócratas, nobleza o dueños de esclavos) y los que la
trabajaban (siervos, esclavos y campesinos libres). Pero en las sociedades capitalistas, las
fábricas, las oficinas, las máquinas y el capital necesario para comprarlas se han
convertido en más importantes que la tierra. En la actualidad, las dos clases principales
están compuestas por los que poseen estos nuevos medios de producción, los capitalistas,
y los que se ganan la vida vendiendo su fuerza de trabajo para ellos, la clase obrera o
proletariado.
Weber también consideró que la clase se basaba en las condiciones económicas
objetivas, pero pensaba que también eran importantes otros factores económicos. Las
divisiones de clase no se derivan solo de la propiedad y la no propiedad, sino también de
las competencias y cualificaciones que intervienen en los tipos de trabajos que pueden
conseguir las personas. La posición en el mercado laboral influye mucho en las
oportunidades vitales de las personas. Las ocupaciones de los mánager y los
profesionales conllevan salarios más altos, mejores condiciones laborales y más «extras»
que el trabajo rutinario de oficina o en la fábrica. Del mismo modo, los artesanos
especializados están generalmente mejor pagados que aquellos que tienen trabajos poco

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o nada cualificados. En consecuencia, la posición de clase está determinada por un
abanico de factores bastante complejo, y no se puede reducir a la mera propiedad de los
medios de producción. Weber también distinguió la clase del estatus, y consideró que
este último se formaba a partir de las percepciones de otras personas en lugar de por la
situación económica objetiva de un individuo. En los últimos años, el debate se ha
centrado en si, en la práctica, está disminuyendo el significado de la clase social, y en si
los sistemas de clase deberían incorporar también las preferencias del consumidor y
otros factores culturales.

Significado e interpretación

Hoy en día, la mayoría de los sociólogos estarían de acuerdo en que la clase social es una
forma de estratificación social que caracteriza a los países modernos industrializados,
aunque también se haya extendido a otras sociedades con el avance del capitalismo. Las
clases son grandes grupos de personas que comparten unos recursos económicos
comunes, y que influyen considerablemente en el tipo de estilo de vida que pueden
llevar. La posesión de riqueza y la ocupación son las principales bases de las diferencias
de clase. Los sociólogos suelen coincidir en que la clase es la forma más fluida de
estratificación, ya que no es una entidad jurídica, los límites entre las clases no son fijos
y no hay restricciones a los matrimonios mixtos entre clases distintas. A pesar de todo,
las investigaciones han demostrado que aunque la posición de clase al nacer está
restringida por el nacimiento, no impide la movilidad individual a través de los sistemas
de clase.
Los estudios de movilidad social muestran que las personas pueden acceder a su
posición de clase, lo que contrasta radicalmente, por ejemplo, con el sistema de castas de
la India tradicional, que no permite dicho movimiento. Los sistemas de clase son
impersonales, y la posición de clase de un individuo es objetiva y ajena a sus relaciones
personales, que normalmente constituyen un área bastante separada de la vida. Los
estudios teóricos y empíricos han investigado los vínculos entre la posición de clase y
otras dimensiones de la vida social, tales como los patrones de voto, los logros
educativos y la salud. Los sociólogos han tratado de dibujar el mapa de la estructura de
clases de la sociedad moderna elaborando esquemas que incluyan el mayor número de
rasgos de la estructura ocupacional con el mínimo de categorías. Los sociólogos suelen
usar la ocupación como un indicador general de la clase social, porque la investigación
muestra que las personas de la misma profesión suelen tener estilos de vida comparables
y oportunidades de vida similares.
Muchos estudiosos prefieren los esquemas de clase «relacionales» porque ponen al
descubierto algunos cambios de las tensiones y desigualdades en la sociedad, así como
las transformaciones de las categorías de empleo y de las nuevas tendencias en el
trabajo. John Goldthorpe ha trabajado en el análisis de las clases sociales durante

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muchos años, y ha creado un esquema weberiano que ha aplicado a la investigación
empírica. El esquema de clases de Goldthorpe fue concebido no como una jerarquía,
sino como una representación de la naturaleza «relacional» de la estructura de clases
contemporánea. Su esquema original identificó la ubicación de clase a partir de la
situación de mercado y de la situación laboral. La situación de mercado se refiere a los
niveles de remuneración, la seguridad en el empleo y las perspectivas de promoción,
mientras que la situación laboral se centra en cuestiones de control, poder y autoridad.
Más recientemente, Goldthorpe 1 ha hecho hincapié en las relaciones de empleo en lugar
de la «situación laboral», llamando la atención sobre los diferentes tipos de contrato de
trabajo.

Cuestiones clave

La teoría y el análisis de las clases tienen una larga historia en sociología, pero han
recibido críticas desde la década de los ochenta por parte de aquellos sociólogos que
piensan que la clase tiene una significación cada vez menor. Pakulski y Waters 2 han
planteado que la globalización ha producido una división global del trabajo en la que
las mayores desigualdades tienen lugar entre los Estados-nación y no dentro de ellos;
en esta división, los países desarrollados se han convertido en sociedades posindustriales
basadas en el sector servicios y en una creciente individualización. Estos autores afirman
que esto ha llevado a la aparición del convencionalismo de estatus, un sistema de
desigualdad basado en el consumismo y en las elecciones de estilos de vida en lugar de
en la clase social.
Otros autores consideran que la expansión de la educación y la ampliación de
oportunidades que esto conlleva evidencian una mayor movilidad social y un flujo entre
las clases. Por ejemplo, muchos empresarios exitosos, que utilizan nuevas tecnologías
como internet, se abren paso a través del sistema de clases. El resultado es un
debilitamiento, por un lado, de los grupos basados en la clase y, por otro, de la
identificación de clase. La clase es menos importante como fuente de identidad para las
personas, a medida que pierde terreno a favor del género, la etnicidad, la sexualidad y
las afiliaciones políticas.
Otro problema en el análisis de clases ha sido su incapacidad para tratar
adecuadamente el género, puesto que se ha basado en el estatus de clase del «cabeza de
familia», que, por lo general, se supone que es el «varón proveedor». Por lo tanto, la
posición de clase de las mujeres ha sido interpretada a partir de la de su pareja, una
situación que podía funcionar a principios del siglo XX, pero que, a medida que
progresivamente las mujeres casadas obtienen un empleo remunerado, se ha convertido
en muy poco fiable. También ha sido muy difícil integrar en las categorías de clase a
grupos como los estudiantes, los jubilados, los desempleados, etc., lo que significa que el
esquema es incompleto y parcial.

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Relevancia actual

Podemos estar de acuerdo en que la identificación de clase está disminuyendo, pero esto
no significa que la clase se haya vuelto irrelevante a la hora de dar forma a las
oportunidades de vida de las personas. Subjetivamente, los individuos pueden no
percibirse a sí mismos como clase obrera, clase media, y así sucesivamente, pero una
gran parte de la investigación sociológica sigue mostrando que la clase en la que hemos
nacido constituye un importante determinante de nuestras oportunidades de vida 3 . Tanto
las perspectivas marxistas como las weberianas están en lo cierto al hacer hincapié en el
carácter objetivo de la clase social, si queremos entender cómo y por qué se reproducen
las desigualdades. De hecho, las desigualdades entre ricos y pobres han aumentado en
muchos países desarrollados durante los últimos treinta años, aun cuando sus economías
hayan crecido.
Volviendo a la distinción original de Weber entre la clase y el estatus, Chan y
Goldthorpe (2007) explican que son dos formas relacionadas de estratificación, pero con
resultados distintos. En el Reino Unido, la posición económica y las oportunidades de
vida siguen estando estratificadas por nivel social, al igual que las actitudes políticas de
izquierda y derecha y las preferencias electorales hacia los dos principales partidos
políticos (conservadores y laboristas). Sin embargo, el estudio sugiere que los patrones
de consumo cultural y la probabilidad de tener actitudes liberales o autoritarias están más
influidos por el estatus social que por la clase. No obstante, la clase y el estatus se
relacionan de maneras bastante complejas. Por ejemplo, la clase sigue siendo el mejor
predictor de los valores políticos y de las preferencias de los votantes sobre cuestiones
materiales básicas, pero el estatus influye mucho en las actitudes de las personas sobre
«problemas ideales», como la censura, la vigilancia y las cuestiones éticas. Por lo tanto,
combinar los efectos de la clase y del estatus proporciona un mayor potencial explicativo
que tratar cada tipo de estratificación por separado.
Teniendo en cuenta las teorías más recientes que sugieren que el significado de la
clase está disminuyendo, algunos estudios han analizado las experiencias de clase en
lugares concretos. Vincent y sus colegas 4 utilizaron métodos cualitativos en un estudio
empírico de la «conciencia de clase obrera» en el centro de Londres, concentrándose
específicamente en el cuidado de los niños y en los recursos de los que disponían las
personas para afrontar la vida. Los autores hallaron una diferencia clave entre los que
estaban «luchando por afrontarla» y la mayoría que estaban «logrando afrontarla». Este
último grupo tenía un buen capital social (amigos y familiares que los apoyaban), capital
cultural (titulaciones educativas) y capital económico (empleo, aunque fuera inestable).
Aunque en esta encuesta las personas de clase obrera constituían una muestra bastante
heterogénea, parece que la clase social sigue siendo un importante indicador objetivo de
las oportunidades de vida.

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Referencias y lecturas adicionales

Chan, T. W., y J. H. Goldthorpe (2007): «Class and Status: The Conceptual Distinction
and its Empirical Relevance», American Sociological Review, 72, 4, pp. 512-32.
Crompton, R. (2008): Class and Stratification, 3ª ed., Cambridge, Polity.
Edgell, S. (1993): Class, Londres, Routledge. [Ed. cast.: Clase y estratificación: una
introducción a los debates actuales, Madrid, Tecnos, 2013].
Goldthorpe, J. H. (2000): On Sociology: Numbers, Narratives and the Integration of
Research and Theory, Oxford, Oxford University Press. [Ed. cast.: De la Sociología:
números, narrativas e integración de la investigación y la teoría, Madrid, Centro de
Investigaciones Sociológicas, 2010].
Pakulski, J., y M. Waters (1996): The Death of Class, Londres, Sage.
Vincent, C., S. J. Ball y A. Braun (2008): «‘It’s Like Saying “Coloured”: Understanding
and Analysing the Urban Working Classes», Sociological Review, 56, 1, pp. 61-77.

Género

Definición

Expectativas de los rasgos y comportamientos sociales, culturales y psicológicos que se


consideran apropiados para los miembros de una determinada sociedad.

Orígenes del concepto

El género fue un tema descuidado por la sociología hasta los años sesenta, en los que
aparecieron un conjunto de estudios empíricos y teóricos feministas que que llamaron la
atención sobre las grandes desigualdades entre hombres y mujeres, incluso en las
sociedades modernas. La sociología clásica dio por sentado el orden de género existente,
dominado por los hombres; por ejemplo, el funcionalismo planteó la teoría de que las
diferencias de género tenían sus raíces en las necesidades funcionales de la sociedad,
como las funciones «expresivas» que realizan las mujeres en el hogar en comparación
con las «instrumentales» que desempeñan los hombres en la economía formal. Los
estudios feministas cuestionaron esta desigualdad aparentemente natural, demostrando
que la dominación masculina era mucho más parecida a la dominación de clase. Sin
embargo, algunos teóricos utilizaron los conceptos y teorías sociológicas existentes para
explicar la desigualdad de género, un ejemplo es el caso de la socialización y un tipo de
teoría del conflicto. En los últimos años, se ha considerado que el concepto de género era
demasiado rígido, y algunos autores han sugerido que el «género» es un concepto muy
inestable, en constante proceso de cambio.

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Significado e interpretación

En sociología, el género se refiere a las diferencias psicológicas, sociales y culturales


entre hombres y mujeres, mientras que el «sexo» se refiere a las diferencias anatómicas y
fisiológicas entre los cuerpos de los hombres y las mujeres. La distinción entre sexo y
género es fundamental, ya que muchas diferencias entre hombres y mujeres no tienen un
origen biológico. La mayoría de los sociólogos sostienen que no hay pruebas de la
existencia de mecanismos que vinculen las fuerzas biológicas con el comportamiento
social complejo y diverso de los seres humanos, lo que significa que el género es una
complicada construcción social.
Algunos sociólogos consideran que la socialización de género —el aprendizaje de los
roles de género a través de los agentes sociales, como la familia, la escuela y los medios
de comunicación— ayuda a explicar las notables diferencias de género. En el proceso de
socialización, los niños internalizan las normas sociales y las expectativas de su sexo
biológico, y de esta manera las diferencias de género se reproducen culturalmente, y los
hombres y mujeres son socializados en diferentes roles. Las diferencias de género en
juguetes y ropa, y en los roles estereotipados de la televisión, las películas y los
videojuegos, son ejemplos de los incentivos culturales que existen para adaptarse a las
expectativas de género. Estudios más recientes sostienen que la socialización de género
no es un proceso simple o unidireccional, ya que las personas se implican de forma
activa en ella y pueden rechazar o modificar sus expectativas, lo que convierte a la
socialización en algo inestable por naturaleza y susceptible de cambio.
La distinción básica entre género y sexo también es rechazada como engañosa por
algunos sociólogos, porque implica que hay un núcleo biológico que la cultura, después,
recubre con las diferencias de género. En lugar de entender el sexo como una
determinación biológica y el género como culturalmente aprendido, en la actualidad
algunos autores consideran que tanto el sexo como el género son construcciones
sociales. Las fuerzas sociales forman y alteran tanto la identidad de género como el
propio cuerpo humano. Las personas eligen construir y reconstruir sus cuerpos casi a su
antojo mediante el ejercicio, la dieta, los «pearcings» y las modas personales, e incluso
mediante la cirugía plástica y las operaciones de cambio de sexo. Las identidades de
género y las diferencias entre los sexos están estrechamente vinculadas a los cuerpos
humanos individuales, y se ha vuelto casi imposible separar la biología de la cultura.
Connell 5 ha propuesto uno de los análisis teóricos más completos sobre el género,
integrando el patriarcado y la masculinidad en una teoría de las relaciones de género.
Connell plantea que el trabajo, el poder y la «catexis» (las relaciones personales y
sexuales) son partes distintas pero interrelacionadas de la sociedad, que operan en
conjunto y cambian recíprocamente. El trabajo se refiere a la división sexual del
trabajo, tanto en el hogar como en el mercado laboral. El poder opera a través de
relaciones sociales como la autoridad, la violencia y la ideología en las instituciones, el

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Estado, las fuerzas armadas y la vida doméstica. La «catexis» se refiere a la dinámica en
el seno de las relaciones íntimas, emocionales y personales, incluyendo el matrimonio, la
sexualidad y el cuidado de los hijos. En la parte superior del orden de género está la
masculinidad hegemónica, ejercida a través de la cultura que se extiende a la vida
privada y al ámbito social. La masculinidad hegemónica se asocia principalmente con la
heterosexualidad y el matrimonio, pero también con la autoridad, el trabajo remunerado,
la fuerza y la resistencia física. Aunque solo unos pocos hombres encajan en esta imagen
estilizada, la gran mayoría se beneficia de ella. En un orden de género dominado por la
masculinidad hegemónica, el homosexual es considerado como lo opuesto al «verdadero
hombre». La masculinidad homosexual es estigmatizada y, para los hombres, se
encuentra en la parte inferior de la jerarquía de género. Todas las feminidades se forman
en posiciones de subordinación a la masculinidad hegemónica. Entre las mujeres que han
desarrollado estilos de vida e identidades no subordinadas se incluyen las feministas,
lesbianas, solteronas, comadronas, brujas, prostitutas y trabajadoras manuales, pero, en
su mayoría, las experiencias de estas feminidades resistentes forman una «historia
oculta».

Cuestiones clave

Varios críticos han planteado que, a pesar de que la masculinidad hegemónica parece
bastante evidente, Connell no proporciona realmente una explicación satisfactoria de la
misma. Esto se debe a que no especifica qué es lo que constituiría lo «contra-
hegemónico». Por ejemplo, a medida que hay más hombres que participan en el cuidado
infantil y en la paternidad, ¿formaría parte este hecho de la continuación de la
masculinidad hegemónica o se trata de una tendencia en contra de la misma? A menos
que sepamos qué medidas pueden desafiar a la masculinidad hegemónica, ¿cómo
podemos saber qué acciones la constituyen? Algunos psicólogos sociales también se
preguntan cómo los hombres llegan a «encarnar» una masculinidad cómplice. Si ellos
mismos no cumplen con el ideal masculino hegemónico, ¿qué significa este fracaso para
ellos? En resumen, ¿cómo sería la resistencia en términos prácticos?

Relevancia actual

En la sociología, el concepto de género se ha hecho cada vez más importante, en parte


como resultado de la investigación feminista, pero otras investigaciones recientes sobre
la sexualidad, incluida la llamada «teoría queer», también han utilizado ampliamente el
concepto y, al hacerlo, lo han transformado. Butler 6 ha planteado que el género es
«performativo», es decir, el género de las personas no es algo similar al cuerpo, algo
inherente al mismo, sino que es más bien una representación continua o un trabajo en
curso. Esto significa que el género es una categoría social inestable que puede incluir

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muchas variaciones y puede cambiar radicalmente. Tomemos, por ejemplo, las nuevas
representaciones de las personas «transgénero», la bisexualidad y el lesbianismo que
surgieron en el movimiento de liberación gay. Qué es el género y cómo lo entendemos
depende de cómo las personas representen en la práctica su género, y esto puede cambiar
muy rápidamente.
En la mayoría de las sociedades, la desigualdad de género es un hecho comprobado,
aunque la magnitud de dicha desigualdad sea diferente. Hadas Mandel 7 analiza el orden
y las políticas públicas de género en catorce países desarrollados para comparar el
impacto de diferentes intervenciones estatales destinadas a reducir la desigualdad de
género. Mandel sostiene que algunos regímenes pagan a las mujeres por ejercer su
maternidad, mientras que otros proporcionaron prestaciones para reducir las tensiones
laborales y familiares. Sin embargo, ambas políticas se basan en roles de género
tradicionales y ninguna de ellas elimina la desventaja económica de las mujeres. Las
políticas destinadas a favorecer el acceso de un mayor número de mujeres al trabajo
remunerado parecen tener más que ofrecer, pero Mandel sugiere que ellas no pueden
operar de manera aislada y requieren cambios en la ideología que atribuye las tareas del
cuidado a las mujeres. Por lo tanto, introducir políticas de permisos parentales puede ser
un primer paso para distribuir las tareas de los cuidados sobre una base de mayor
igualdad.

Referencias y lecturas adicionales

Bradley, H. G. (2007): Gender, Oxford, Blackwell.


Butler, J. (2004): Undoing Gender, Londres, Routledge. [Ed. cast.: Deshacer el género,
Barcelona, Paidós Ibérica, 2006].
Connell, R. W. (2005): Masculinities, 2ª ed., Cambridge, Polity.
Holmes, M. (2007): What is Gender? Sociological Approaches, Londres, Sage.
Mandel, H. (2009): «Configurations of Gender Inequality: The Consequences of
Ideology and Public Policy», British Journal of Sociology, 60, 4, pp. 693-719.

Interseccionalidad

Definición

Entramado de las desigualdades sociales, incluyendo la clase, la «raza» / etnia, el género,


la discapacidad y la sexualidad, que produce patrones más complejos de discriminación
de lo que admiten las concepciones unidimensionales.

Orígenes del concepto

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La sociología que se desarrolló después de Marx planteó que la clase social era la
principal forma de desigualdad que constituía las oportunidades vitales de los individuos.
Durante el siglo XX se fue reconociendo paulatinamente que otras dimensiones de la
desigualdad eran cada vez más importantes, y hacia los años setenta, se admitía que
había diversas fuentes de desigualdad en las sociedades modernas. A pesar del intento de
algunos estudios de teorizar, por ejemplo, cómo se refuerzan mutuamente la clase y el
género, no había una manera sistemática de hacerlo. A medida que los estudios
sociológicos abandonaban el énfasis exclusivo en la clase social, se hizo cada vez más
evidente que las teorías de las clases que existían no podían transferirse fácilmente a
otras formas de desigualdad. Se considera que la primera vez que se usó el concepto de
interseccionalidad fue en el artículo de Kimberlé Crenshaw 8 sobre la intersección de
«raza y sexo» en los Estados Unidos 9 . Este estudio fue seguido rápidamente por la
antología de Andersen y Hill Collins 10 , que analiza las formas en las que las
intersecciones de clase, «raza», género y sexualidad forman las identidades de las
personas y sus oportunidades de vida. Las académicas del feminismo negro fueron
decisivas para el desarrollo de las teorías interseccionales, y los académicos americanos
desarrollaron la teoría de la interseccionalidad, y hasta el momento ha sido dominada por
ellos, aunque esto está cambiando lentamente 11 .

Significado e interpretación

El alejamiento gradual de la preocupación exclusiva por la clase social ha llevado a los


sociólogos a sugerir que, si queremos entender la vida de las personas en la actualidad,
necesitamos encontrar formas de conectar la clase con otras desigualdades 12 . Hasta la
fecha, la teoría de la interseccionalidad es, sin duda, la perspectiva más influyente que
trata de llevar esto a cabo, empezando por la admisión de la diversidad social y cultural.
Este no es un reconocimiento trivial, ya que plantea que todos los estudios sociológicos
y las teorías sociales que tratan sobre categorías genéricas como «los negros», «la clase
obrera», «las mujeres», «las personas con discapacidad», «los hombres homosexuales»,
y así sucesivamente, generalizan en exceso. Cuando los sociólogos discuten y debaten
sobre la experiencia de «la clase obrera» o sobre «las mujeres», ¿qué es lo que significa?
La posición de clase puede no ser la principal identificación de la mayoría de las
personas de clase obrera. Las vidas de los hombres blancos heterosexuales de clase
obrera pueden ser muy diferentes de las de los hombres homosexuales negros de clase
obrera, y solo la investigación empírica nos puede decir cuál de estas formas de
identidad es más importante.
La investigación interseccional estudia las formas en las que los distintos tipos de
categorías se combinan en casos concretos, y puede dar lugar a complejos análisis de
vidas reales, tal y como son vividas. Sin embargo, este conjunto de trabajos no son
simplemente descriptivos, puesto que tratan de entender cómo operan las relaciones de

129
poder en la sociedad para producir desigualdad y discriminación 13 . Por ejemplo, la
investigación interseccional es algo más que una combinación de clase, raza y género.
Por el contrario, el trabajo interseccional insiste en que cada categoría da forma a otra, y
en que, tomadas en su conjunto, producen maneras de experimentar el mundo como «a
veces oprimido y marginado, y en ocasiones privilegiado y ventajoso en función del
contexto» 14 . En resumen, las categorías que se cruzan producen posiciones sociales que
no se pueden diferenciar de acuerdo con sus elementos aparentemente discretos; son algo
más que simplemente la suma de sus partes.
La investigación interseccional prefiere los métodos cualitativos que son capaces de
explorar las experiencias de la vida real de las personas, y los métodos biográficos que
reconstruyen el impacto de la desigualdad en todo el ciclo vital. Esto establece una
diferencia significativa con la corriente dominante de investigación sobre las clases
sociales, que por lo general ha sido dominada por el método de encuesta y por el análisis
cuantitativo. La interseccionalidad es, pues, una descripción de la diversidad de la vida
social y una teoría de dicha diversidad, pero también puede ser considerada como una
metodología, una manera de traer a un primer plano la interacción entre las posiciones
sociales, con el fin de ofrecer unas explicaciones más válidas y comprensivas de
experiencias divergentes.

Cuestiones clave

Hay algunos problemas con la teoría y la investigación interseccionales: ¿cuántas


categorías de desigualdad y de identidad existen y deberían ser incluidas en el análisis?
Con frecuencia, esta cuestión se denomina el problema «etcétera». Es decir, algunos
estudios suman «etcéteras» a la clase, el género y la «raza», para indicar que hay muchas
otras fuentes 15 . Pero si esto es así, entonces ¿cómo saben los investigadores que las han
incluido todas con el fin de validar sus resultados? Un segundo problema es el peso
relativo que se concede a las diferentes categorías que se emplean. ¿Debemos afirmar
que todas son muy similares, o hay razones para suponer que una es en cierto modo más
importante que las otras en la formación de la vida de las personas? La teoría marxista
sostiene, por ejemplo, que en las sociedades que siguen siendo capitalistas no es
injustificado sugerir que la posición de clase sigue siendo la fuerza que impulsa la
formación de las oportunidades y opciones vitales. El análisis de las formas en las que
los diversos elementos de las identidades individuales se entrelazan es cada vez más
frecuente, pero es importante recordar que en el Reino Unido y en otros lugares hay un
gran número de trabajos sociológicos fidedignos que siguen encontrando patrones
estructurados de desventaja, que afectan a grandes grupos sociales, como las fracciones
de clase y los grupos étnicos minoritarios, y que influyen en las oportunidades vitales de
los individuos que comparten una misma posición social.

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Relevancia actual

El concepto de interseccionalidad ha adquirido mayor importancia cuando ha tratado de


comprender la experiencia diferenciada no solo de la pobreza, sino también de la vida
social en su conjunto. A medida que se realizan más estudios, el carácter de la vida
social parece cada vez más complejo, y se incorporan distinciones cada vez más
detalladas. Barnard y Turner 16 plantean que «la experiencia de una mujer de clase
media, india, hindú, de tercera generación, con un título universitario y que vive en
Milton Keynes puede tener poco en común con la de una mujer musulmana, india, de
segunda generación, con un nivel de estudios secundarios obligatorios, que vive en
Bradford con un marido discapacitado y dos hijos».
En los últimos años se ha sugerido que la política social debe prestar atención a la
interseccionalidad si se quiere que tenga éxito la legislación sobre igualdad 17 . Alonso 18
analiza esta idea en el caso de Portugal, un país en el que los grupos de la sociedad civil
se han implicado para impulsar políticas de igualdad. La solución de Portugal es
fomentar el desarrollo de un modelo coordinado basado en los organismos de igualdad
existentes, en lugar de sustituirlos directamente por un nuevo organismo integrado.
Aunque esta opción pueda parecer limitada, el autor argumenta que este enfoque
intermedio puede permitir que se mantengan los conocimientos especializados que
existen en las estructuras actuales. También ofrece la posibilidad de que las agencias
trabajen sobre las desigualdades intereseccionales, y también sobre los problemas de un
único grupo. Aunque sea más limitado que un régimen interseccional totalmente
integrado, allana el camino para establecerlo en el futuro.

Referencias y lecturas adicionales

Alonso, A. (2012): «Intersectionality by Other Means? New Equality Policies in


Portugal», Social Politics, 19, 4, pp. 596-621.
Andersen, M. L., y O. Hill-Collins (eds.) (2009): Race, Class, and Gender: An
Anthology, 7ª ed., Belmont, CA, Wadsworth.
Barnard, H., y C. Turner (2011): Poverty and Ethnicity: A Review of the Evidence, York,
Joseph Rowntree Foundation.
Berger, M. T., y K. Guidroz (eds.) (2009): The Intersectional Approach: Transforming
the Academy through Race, Class, and Gender, Chapel Hill, University of North
Carolina Press.
Crenshaw, K. W. (1991): «Mapping the Margins: Intersectionality, Identity Politics and
Violence against Women of Color», Stanford Law Review, 43, 6, pp. 1241-99.
Hancock, A.-M. (2007): «Intersectionality as a Normative and Empirical Paradigm»,
Politics and Gender, 3, 2, pp. 248-54.
Lykke, N. (2011): «Intersectional Invisibility: Inquiries into a Concept of
Intersectionality Studies», en H. Lutz, M. T. H Vivar y L. Supik (eds.), Framing

131
Intersectionality: Debates on a Multi- Faceted Concept in Gender Studies, Farnham,
Ashgate, pp. 207-20.
Rothman, R. A. (2005): Inequality and Stratification: Class, Race and Gender, 5ª ed.,
Upper Saddle River, NJ, Prentice Hall.
Smooth, W. G. (2010): «Intersectionalities of Race and Gender and Leadership», en K.
O’Connor (ed.), Gender and Women’s Leadership: A Reference Handbook, vol. 1,
Londres, Sage, pp. 31-40.
Taylor, Y., S. Hines y M. E. Casey (eds.) (2010): Theorizing Intersectionality and
Sexuality, Basingstoke, Palgrave Macmillan.

Patriarcado

Definición

Dominación sistemática de las mujeres por parte de los hombres en algunas esferas e
instituciones de la sociedad, o en todas ellas.

Orígenes del concepto

Las ideas de la dominación masculina tienen una historia muy larga, y muchas religiones
la presentan como algo natural y necesario. En sociología, la primera explicación teórica
del patriarcado se encuentra en el análisis de Engels de la subordinación de las mujeres a
los hombres bajo el capitalismo. Engels planteó que el capitalismo concentra el poder en
manos de un pequeño número de hombres y, puesto que el sistema produce más riqueza
que nunca, intensifica tanto la desigualdad de género como la de clase, puesto que los
hombres transmiten su riqueza a sus herederos varones. Sin embargo, hoy en día, la
principal fuente de la teoría patriarcal proviene del feminismo, especialmente desde la
década de los sesenta, cuando el concepto fue desarrollado y utilizado para ayudar a
explicar la persistencia de la dominación masculina en las sociedades modernas. No
obstante, las teóricas feministas discrepan sobre la utilidad del concepto, y han surgido
distintas perspectivas que incluyen explicaciones feministas liberales, socialistas y
radicales. Al afirmar que «lo personal es político», las feministas radicales llamaron la
atención sobre las múltiples dimensiones vinculadas a la opresión de las mujeres. Su
énfasis en la violencia masculina y en la cosificación de las mujeres ha situado estos
temas en el centro de los debates hegemónicos sobre la dominación masculina. A finales
del siglo XX, los estudios empíricos han servido para fundamentar el concepto y para
localizar las diferentes formas de patriarcado dentro de las diversas esferas de la
sociedad.

132
Significado e interpretación

El análisis del patriarcado constituye una preocupación central para las feministas
radicales, que lo consideran como un fenómeno universal que se ha perpetuado a través
del tiempo y existe en todas las culturas. Las feministas radicales se han centrado en la
familia, como una de las principales fuentes de la opresión de las mujeres. Argumentan
que los hombres explotan a las mujeres basándose en el trabajo doméstico gratuito que
aportan en el hogar. Como grupo, los hombres también niegan a las mujeres el acceso a
los puestos de poder e influencia en la sociedad. Las feministas radicales difieren en sus
interpretaciones de la base del patriarcado, pero la mayoría coinciden en que se trata de
la apropiación de los cuerpos y la sexualidad de las mujeres. Firestone 19 planteó que los
hombres controlan los roles de las mujeres en la reproducción y la crianza de los hijos.
Dado que las mujeres son biológicamente capaces de dar a luz, se vuelven dependientes
de los hombres para su protección y sustento. Esta «desigualdad biológica» está
organizada socialmente en el seno de la familia nuclear. Por lo tanto, las mujeres
únicamente pueden alcanzar la emancipación mediante la abolición de la familia y de sus
relaciones de poder patriarcales.
Otras feministas radicales afirman que la violencia masculina contra las mujeres es
fundamental para la supremacía masculina, dado que la violencia doméstica, la violación
y el acoso sexual, son parte de la opresión sistemática de las mujeres. Incluso las
interacciones cotidianas, como la comunicación no verbal, las normas de escucha e
interrupción, y la sensación de comodidad de las mujeres en público contribuyen a la
desigualdad de género. Del mismo modo, los hombres imponen las concepciones
populares de belleza y sexualidad a las mujeres. Las normas sociales y culturales que
hacen hincapié en los cuerpos delgados y en las tareas de cuidado y crianza de los hijos
ayudan a perpetuar la subordinación de las mujeres. Su «cosificación» en los medios de
comunicación, la moda y la publicidad convierte a las mujeres en objetos sexuales cuya
función principal es agradar y agasajar a los hombres. Debido a que el patriarcado es un
fenómeno sistémico, la igualdad de género solo puede lograrse mediante el
derrocamiento del orden patriarcal.
La nueva conceptualización del patriarcado de Sylvia Walby 20 abrió el concepto a la
tan necesaria investigación empírica. Esta autora planteó que el patriarcado no había
logrado dar cuenta de la creciente igualdad de género. En el centro del análisis de Walby
está la distinción entre las formas privadas y públicas del patriarcado. Las formas
privadas incluyen las relaciones domésticas y las relaciones íntimas, mientras que las
formas públicas hacen referencia al empleo remunerado, el Estado y la política. Durante
el siglo XX, se produjo un cambio importante desde las formas privadas hacia las
públicas, ya que las mujeres se trasladaron a áreas de la sociedad que antes estaban fuera
de su alcance. El hecho de que ahora las mujeres sean más visibles en el mercado
laboral, por ejemplo, no significa que se haya logrado la igualdad de género. De hecho,

133
las mujeres suelen recibir salarios más bajos que los hombres en el trabajo, se enfrentan
a la violencia masculina en los espacios públicos, siguen siendo víctimas de la doble
moral sexual, y ahora tienen que lidiar con las representaciones sexualizadas de las
mujeres en los medios de comunicación y en internet.

Cuestiones clave

El concepto de patriarcado ha sido criticado tanto por la corriente hegemónica de la


sociología como por la propia teoría feminista. Aunque muchos podrían aceptar el
patriarcado como descripción, también se ha utilizado como una explicación inadecuada
y muy abstracta de la opresión de todas las mujeres, pero sin identificar un mecanismo
convincente de dicha opresión. Algunas feministas radicales afirman también que el
patriarcado ha existido a lo largo de la historia y en todas las culturas y, por lo tanto, es
un fenómeno universal. Pero una concepción tan amplia no deja margen para la
variación histórica y cultural, y hace caso omiso de las importantes influencias de la
raza, la clase y la etnicidad en la situación de las mujeres. En resumen, el argumento de
que el patriarcado es un fenómeno universal corre el riesgo de caer en el reduccionismo
biológico.
Muchas feministas negras, así como las de los países en desarrollo, plantean que las
divisiones étnicas entre las mujeres han sido ampliamente ignoradas por el feminismo
hegemónico, ya que este ha tendido a basarse en la experiencia de las mujeres blancas,
en su mayoría de clase media, del mundo desarrollado 21 . Este tipo de generalización no
es válida, ya que la experiencia de las mujeres varía según la clase y la etnia. El trabajo
de las feministas negras americanas hace hincapié en el poderoso legado de la esclavitud,
la segregación y el movimiento de derechos civiles en las desigualdades de género de la
comunidad negra, señalando que las mujeres negras han sido objeto de discriminación
sobre la base de su origen étnico y de género. Del mismo modo, el tipo de marcos
explicativos preferidos por las feministas blancas, que se centran en la familia como
factor clave de las formas privadas de patriarcado, puede que no sean aplicables a las
comunidades negras, en las que la familia era un espacio fundamental de la solidaridad
contra el racismo. La teoría feminista negra se ha desarrollado siendo mucho más
consciente de la intersección de las desigualdades y de las múltiples desventajas a las
que se enfrentan las mujeres negras de clase obrera.
Las recientes teorías posmodernas y del construccionismo social discrepan con la idea
de que existe una base unitaria de la identidad y la experiencia, compartida por todas las
mujeres, y rechazan la afirmación de que puede haber una gran teoría capaz de explicar
la posición de la mujer en la sociedad. De hecho, algunos teóricos posmodernos van aún
más lejos, y rechazan la idea de que haya una esencia única, universal o una categoría de
«mujer». En consecuencia, repudian los demás planteamientos de la desigualdad de
género, como el patriarcado, la raza o la clase, en tanto que «esencialistas».

134
Relevancia actual

Las teóricas feministas argumentan que la dominación patriarcal se logra a través de


múltiples formas sociales, y una de ellas es por medio del lenguaje y el discurso. En un
artículo muy sensato, Case y Lippard 22 examinan cómo los chistes pueden perpetuar las
relaciones patriarcales, pero también cómo las feministas los han deconstruido y han
producido sus propias versiones subversivas, dirigidas a exponer y socavar el sexismo.
Las autoras analizaron más de mil novecientos chistes feministas en este estudio. El tema
más común fue «los hombres son inútiles» (25,7 por ciento), y los estereotipos
masculinos constituyeron la mayor parte (62 por ciento) de los conceptos y categorías
utilizados. Sin embargo, encontraron muy pocos chistes (3,8 por ciento) que fueran más
allá de los intentos de desacreditar a los hombres o que evitaran emplear presunciones
estereotipadas para criticar el género en sí. Asimismo, aceptan que el humor es una
poderosa arma ideológica en una sociedad que sigue siendo muy desigual.
A pesar de los intentos legislativos para hacer frente a la violencia de los hombres
contra las mujeres, algunos grupos se oponen a dichos cambios. Dragiewicz 23 analizó
los argumentos antifeministas en el discurso sobre los derechos de los padres en los
Estados Unidos, que se opone a la Ley de Violencia contra las Mujeres de 1994. Muchas
de las objeciones a esa ley se basan en el argumento de que contribuye poco a avanzar
hacia la «igualdad formal» de trato, y en que la legislación en este campo, en cambio,
debería centrarse en asegurar una presunción legal de la custodia compartida y la «co-
parentalidad». Sin embargo, Dragiewicz considera que dichos argumentos llevan a
limitar o a eludir el reconocimiento de la violencia doméstica y el acoso en casos
individuales. La reacción en contra de la legislación sensible al género parece indicar
que el cambio social no es un proceso lineal, sino que está más próxima a una lucha
constante sobre el poder, el conocimiento y la autoridad, que tiene avances y retrocesos.

Referencias y lecturas adicionales

Case, C. E., y C. D. Lippard, (2009): «Humorous Assaults on Patriarchal Ideology»,


Sociological Inquiry, 79, 2, pp. 240-55.
Dragiewicz, M. (2008): «Patriarchy Reasserted: Fathers’ Rights and Anti-VAWA
Activism», Feminist Criminology, 3, 2, pp. 121-44.
Firestone, S. (1970): The Dialectic of Sex: The Case for Feminist Revolution, Londres,
Jonathan Cape. [Ed. cast.: La dialéctica del sexo: en defensa de la revolución,
Barcelona, Kairós, 1976].
hooks, b. (1981): Ain’t I a Woman? Black Women and Feminism, Boston, South End
Press.
Walby, S. (1990): Theorizing Patriarchy, Oxford, Blackwell, esp. cap. 8.

135
Pobreza

Definición

Condición en la que no se tiene acceso a aquellas cosas que son consideradas «básicas»
o «normales» en una sociedad.

Orígenes del concepto

Aunque podemos decir que las condiciones de pobreza han existido en la mayoría de las
sociedades humanas, el uso del concepto se remonta a finales del siglo XIX y a la primera
parte del siglo XX. El estudio de Seebohm Rowntree 24 sobre la pobreza en York marcó
la pauta de gran parte del trabajo posterior, que trató de establecer el alcance de la
pobreza en la sociedad. Esta línea de investigación es importante, ya que es crucial saber
cuántas personas viven en condiciones de pobreza con el fin de valorar las medidas para
reducirla. A partir del trabajo de Peter Townsend, desde la década de los cincuenta en
adelante, ha sido habitual emplear un método alternativo de evaluación de la pobreza.
Townsend 25 desarrolló un concepto relacional de pobreza basado en los estilos de vida,
del que derivaron doce elementos recurrentes, como, por ejemplo, que «la vivienda no
tiene un congelador», para crear un índice de pobreza o de privación. Esto le permitió
producir una estimación de los niveles de pobreza que resultó ser mucho más elevada de
lo que antes se creía. Esta es una concepción de pobreza relativa más que absoluta.
Estudios posteriores han utilizado cuestionarios y entrevistas para determinar, a partir de
lo que dicen las propias personas, lo que ellas consideran que son las necesidades vitales.
Muchos gobiernos nacionales (y la UE) han adoptado un «umbral de pobreza» basado en
el nivel de ingresos de los hogares en relación con la renta media nacional, que se sitúa
por lo general en el 50 o 60 por ciento, para identificar a aquellos que viven en la
pobreza.

Significado e interpretación

Los sociólogos diferencian dos conceptos básicos de pobreza: la pobreza absoluta y la


pobreza relativa. La pobreza absoluta se basa en la idea de subsistencia material, es
decir, las condiciones básicas que deben cumplirse para llevar una existencia
razonablemente saludable. Se considera que las personas que carecen de alimentos,
vivienda y ropa suficientes viven en la pobreza absoluta. De acuerdo con esta definición,
muchos países en desarrollo aún tienen grandes sectores de su población que viven en la
pobreza absoluta. Se puede afirmar que más de un tercio de la población de Bangladesh,
Mozambique y Namibia, en torno a dos tercios en Ruanda y el 70 por ciento en Nigeria

136
viven en la actualidad en condiciones de pobreza absoluta. Sin embargo, la existencia de
un «estándar» universal de pobreza absoluta es controvertido, ya que las definiciones de
necesidad varían culturalmente.
En la actualidad, la mayoría de los sociólogos utilizan el concepto alternativo de
pobreza relativa. Este concepto relaciona la pobreza con el nivel general de vida de una
sociedad. La principal razón para elegir este concepto es que se suele admitir que la
pobreza está definida culturalmente y no puede ser medida con un patrón universal. Las
cosas que se consideran esenciales en una sociedad, pueden ser un lujo en otra. En los
países desarrollados, el agua del grifo, los inodoros y el consumo regular de frutas y
verduras son considerados de primera necesidad; sin embargo, en muchos países en
desarrollo, estas cosas no forman parte de la vida normal y no es correcto emplear su
carencia para medir la pobreza. Incluso las definiciones de pobreza «absoluta» cambian
con el tiempo debido al aumento de nuestro conocimiento, por lo que la pobreza absoluta
también es «relativa».
El concepto de pobreza relativa no es una panacea. A medida que se desarrollan las
sociedades, también lo hace su comprensión de la pobreza y los criterios se van
ajustando al alza. En el pasado, los frigoríficos, la calefacción central y el teléfono eran
artículos de lujo, pero hoy en día la mayoría de las personas los consideran como
necesidades básicas. Otros autores creen que el concepto de pobreza relativa desvía la
atención del hecho de que los miembros más pobres de la sociedad están en mejor
situación que en épocas anteriores, y cuestionan incluso que la «verdadera» pobreza
exista en las sociedades ricas. Los grupos sociales que tienen más probabilidades de
encontrarse en situación de pobreza son los niños, las personas mayores, las mujeres y
algunas minorías étnicas. En concreto, las personas desfavorecidas o discriminadas en
otros aspectos de la vida tienen una mayor probabilidad de ser pobres.
Las explicaciones de la pobreza se centran en el individuo o en la organización de la
sociedad y se suelen denominar teorías «culpabilizadoras de la víctima» y
«culpabilizadoras del sistema», respectivamente. La tendencia a responsabilizar a los
pobres de su propia situación tiene una larga historia. Los hospicios del siglo XIX
demuestran la creencia generalizada en aquella época de que los que merecían el éxito lo
lograban, mientras que los menos aptos estaban condenados al fracaso. Aunque más
adelante estas ideas perdieron peso, fueron restablecidas en los años ochenta, cuando las
ideas políticas neoliberales explicaron la pobreza basándose en los estilos de vida y
actitudes de los propios pobres. El sociólogo norteamericano Charles Murray 26 describió
el surgimiento de una nueva «subclase» en una cultura de dependencia, caracterizada por
vivir de las prestaciones sociales y evitar entrar en el mercado de trabajo.
La segunda explicación considera los procesos sociales que crean condiciones de
pobreza. De acuerdo con este punto de vista, las fuerzas estructurales, como las
presiones de la clase social, el género, la etnicidad, la posición ocupacional, el nivel
educativo, etc., dan forma al modo en que se distribuyen los recursos. De este modo,

137
cualquier falta aparente de ambición puede ser consecuencia de la posición social de las
personas, y no su causa. Esta perspectiva se remonta a la década de los treinta del siglo
pasado, cuando R. H. Tawney planteó que la pobreza era, de hecho, un aspecto de la
desigualdad social, que daba lugar a los extremos de riqueza y pobreza. La clave para
luchar contra la pobreza era, por tanto, reducir las desigualdades sociales, no echar la
culpa a los individuos. Reducir la pobreza no es simplemente una cuestión de cambiar
las actitudes individuales, sino que requiere políticas concretas para distribuir de manera
más equitativa los ingresos y los recursos. Los subsidios por el cuidado de los niños, un
salario mínimo nacional y un nivel de ingresos familiares garantizados son ejemplos de
medidas de reducción de la pobreza. La reestructuración económica también puede
conducir al aumento de los niveles de pobreza, y en la década de los ochenta, el declive
de las industrias manufactureras, la «suburbanización» del empleo y un creciente sector
de servicios con bajos salarios redujeron las oportunidades de empleo. En resumen, los
niveles de pobreza deben ser explicados haciendo referencia a los cambios estructurales
en la sociedad.

Cuestiones clave

Se han realizado una serie de críticas a la forma en que se sigue usando el concepto de
pobreza. En el momento en el que aceptamos la crítica cultural sobre la pobreza
absoluta, nos quedamos con la pobreza relativa. Pero los críticos la consideran como
poco más que una descripción alternativa de la desigualdad social, que no añade nada a
nuestra comprensión del fenómeno. Si a lo largo del desarrollo social, los niveles de
pobreza cambian junto con la riqueza, se pierde el objetivo original del concepto:
identificar y dar a conocer la privación severa. ¿Puede realmente decirse que viven en la
pobreza familias que poseen la mayor parte de la parafernalia tecnológica de la vida
moderna y que tienen acceso a prestaciones sociales? Algunos sociólogos han ido
abandonando el concepto y han preferido el de exclusión social, que permite identificar
los procesos que niegan a la gente más pobre ciertos derechos de ciudadanía.
También se pueden criticar los intentos de medir la pobreza. La idea de construir un
índice de privación a partir de la identificación de un conjunto de elementos supone una
selección arbitraria. ¿Con qué criterios elegimos qué elementos son necesarios o son
necesidades reales y cuáles son simplemente deseos? Algunas categorías, como un
desayuno completo, o unas vacaciones fuera de casa, pueden tener más que ver con las
elecciones y las prioridades que con la pobreza. Esta selección puede desviar la atención
de la pobreza absoluta, que es muy real en los países en desarrollo.

Relevancia actual

A pesar de las críticas, el concepto de pobreza ha seguido siendo popular en la

138
investigación social, especialmente la que tiene como objetivo orientar a los
responsables de formular políticas en este campo. El concepto de pobreza relativa ha
sido muy relevante para introducir el debate sobre la desigualdad en el terreno
sociológico, ya que pone el énfasis sobre el modo en el que los procesos socio-
económicos subyacentes pueden provocar un aumento de los niveles de privación, que
niegan la ciudadanía plena a una serie de grupos sociales.
La vieja idea de que «siempre habrá pobres entre nosotros» también ha sido
cuestionada por los estudios más recientes, que muestran que una proporción sustancial
de las personas en situación de pobreza o bien han disfrutado en el pasado de mejores
condiciones de vida o se puede esperar que salgan de la pobreza en algún momento en el
futuro 27 . Un volumen importante de movilidad significa que algunas personas tienen
éxito en escapar de la pobreza, pero también puede implicar que un número mayor del
esperado vive en situación de pobreza en algún momento de su vida. De esta manera, la
pobreza ha sido «humanizada», y los que viven en tales condiciones no parecen tan
lejanos del conjunto de la sociedad.

Referencias y lecturas adicionales

Alcock, P. (2006): Understanding Poverty, 3ª ed., Basingstoke, Palgrave Macmillan.


Hulme, D. (ed.) (2010): Global Poverty: How Global Governance is Failing the Poor,
Londres, Routledge.
Jenkins, S. P. (2011): Changing Fortunes: Income Mobility and Poverty Dynamics in
Britain, Oxford, Oxford University Press.
Lister, P. (2004): Poverty, Cambridge, Polity.
Murray, C. A. (1984): Losing Ground: American Social Policy 1950-1980, Nueva York,
Basic Books.
Lister, P. ([1901] 2000): Poverty: A Study of Town Life, Bristol, Policy Press.
Townsend, P. (1979): Poverty in the United Kingdom, Harmondsworth, Penguin.

«Raza» y etnicidad

Definición

La «raza» se refiere a los diversos atributos físicos o capacidades mentales que se


atribuyen a partir de características biológicas, como el color de la piel. La etnicidad se
refiere a un grupo social cuyos miembros comparten una conciencia clara de una
identidad cultural común, que los diferencia como grupo social.

Orígenes del concepto

139
Las distinciones entre grupos sociales basadas en el color de la piel eran frecuentes en las
civilizaciones antiguas, aunque era más habitual que las diferencias entre grupos
estuviesen basadas en criterios tribales o de parentesco. Los fundamentos de estas
distinciones no están directamente relacionados con la idea moderna de «raza». Desde
principios del siglo XIX, la «raza» ha tenido claras connotaciones biológicas y,
posteriormente, genéticas, que vinculan el concepto a teorías científicas y a sistemas de
clasificación. Las teorías científicas de la «raza» se desarrollaron a finales del siglo XVIII
y principios del XIX, y se utilizaron para justificar las ambiciones imperiales de Gran
Bretaña y otras naciones europeas que gobernaban territorios en países en desarrollo.
Estas teorías llegaron a ser descritas como ejemplos de «racismo científico», que
proporcionaron un barniz «científico» a las ideologías racistas de los nacionalsocialistas
alemanes, al sistema del apartheid de Sudáfrica y a otros grupos a favor de la
supremacía blanca, como el Ku Klux Klan en los Estados Unidos.
El concepto de etnicidad en su sentido moderno, que hace referencia a diferentes
grupos culturales, se remonta a la década de los treinta, y su conexión con grupos étnicos
minoritarios surgió después de 1945. A medida que la «raza» se fue desacreditando
como concepto útil para las ciencias sociales, fue reemplazado por el concepto de grupo
étnico, que ponía el énfasis en las culturas de grupo. Los estudios de los patrones de
desventaja y de discriminación según el origen étnico han extendido esta idea a las
«minorías étnicas» o «grupos étnicos minoritarios», a pesar de que, en este caso,
«minoría» no tiene por qué significar una minoría numérica. Algunos sociólogos
sostienen que el concepto de «raza» no debe descartarse por completo, ya que el término
es de uso común en la sociedad en su conjunto y, por lo tanto, los sociólogos tienen que
considerar cómo se utiliza y qué significados se le atribuyen.

Significado e interpretación

Hemos unido «raza» y etnicidad en esta entrada, ya que forman una expresión habitual,
lo que implica que están vinculadas. Sin embargo, es muy fácil separarlas. En la
actualidad, la «raza» es un concepto difícil, porque aunque su uso como concepto
científico está desprestigiado, sigue siendo muy utilizado en el conjunto de la sociedad y,
de hecho, puede que todavía siga siendo la concepción dominante. El problema es que,
incluso en términos biológicos, no hay «razas» claramente diferenciadas, aunque exista
un margen de variación física en las poblaciones humanas. Los grupos humanos están
situados en un continuum, y la diversidad genética dentro de las poblaciones es tan
grande como la diversidad entre ellas. La mayoría de los sociólogos sostienen que la
«raza» no es más que una construcción ideológica. Por estas razones, muchos
sociólogos, especialmente fuera de Norteamérica, tienden a escribir «raza» entre
comillas para indicar que su significado es muy problemático.
El proceso por el cual las formas en las que se comprende la «raza» se utilizan para

140
clasificar a los individuos o a los grupos de personas se denomina «racialización». La
«racialización» significa que se califica a algunos grupos sociales como grupos
biológicos diferenciables a partir de características físicas de origen natural. Dentro de
un sistema «racializado», los aspectos de la vida cotidiana de los individuos, como el
empleo, las relaciones personales, la vivienda, la asistencia sanitaria, la educación y la
representación legal, toman forma y son constreñidos por sus propias posiciones dentro
de ese sistema. Puede que la «raza» sea un concepto científico totalmente desprestigiado,
pero sus consecuencias materiales a lo largo de la historia constituyen una ilustración
elocuente de la famosa máxima de W. I. Thomas: «si los hombres [sic] definen
situaciones como reales, estas son reales en sus consecuencias».
Por el contrario, la etnicidad se refiere a las prácticas culturales y a las actitudes de
una determinada comunidad de personas que las diferencia del resto. Las características
más comunes que distinguen a los grupos étnicos son la lengua, la historia o la
ascendencia (real o imaginada), la religión y la vestimenta u ornamento. Pero no existe
nada innato en la etnicidad. Es un fenómeno puramente social que se reproduce
continuamente, en la medida en que los jóvenes asimilan los estilos de vida, normas y
creencias de las comunidades étnicas. Lo que define a algunos grupos étnicos es el uso
de dispositivos de exclusión, como la prohibición de los matrimonios mixtos, que sirven
para mantener los límites establecidos culturalmente. La etnicidad es un concepto más
útil para los sociólogos que la «raza», ya que no tiene peso biológico. Sin embargo, los
usos del término «étnico» también pueden ser problemáticos. Por ejemplo, en Europa a
menudo se emplea «étnico» para referirse a culturas que difieren de un supuesta
población «indígena» (es decir, no étnica). Pero la etnicidad es un atributo de todos los
miembros de una población, no solo de algunos segmentos de la misma.
La idea de grupos étnicos minoritarios es ampliamente utilizada en sociología, pero es
algo más que una cuestión de números. En sociología, los miembros de un grupo
«minoritario» se encuentran en desventaja, en comparación con un grupo dominante —
un grupo que posee más riqueza, poder y prestigio—, y poseen un cierto sentido de
solidaridad de grupo, de pertenencia común. La experiencia de ser objeto de prejuicio y
discriminación tiende a aumentar los sentimientos de lealtad y los intereses comunes.
Por lo tanto, los sociólogos usan el término «minoría» de una manera no literal, para
referirse a la posición de subordinación de un grupo dentro de la sociedad en lugar de a
su representación numérica. Hay muchos casos en los que la «minoría» es, de hecho, la
mayoría, como en el apartheid en Sudáfrica o en ciertas áreas geográficas del centro de
las ciudades. Muchas minorías son distintas, étnica y físicamente del resto de la
población. Este es el caso de los antillanos y asiáticos en Gran Bretaña, o de los
afroamericanos en los Estados Unidos, aunque los británicos y los estadounidenses de
origen italiano o polaco no suelen ser considerados como minorías étnicas. Con
frecuencia, las diferencias físicas, como el color de la piel, son el factor decisivo a la
hora de definir a una «minoría étnica», lo que demuestra que las distinciones étnicas rara

141
vez son neutrales.

Cuestiones clave

Es bien sabido que las actitudes cuasi-racistas han existido desde hace cientos de años.
Pero la noción de «raza», entendida como un conjunto de rasgos fijos, se creó con la
aparición de la «ciencia de la raza». La creencia en la superioridad de la «raza» blanca,
aunque totalmente carente de valor objetivo, sigue siendo un elemento clave del racismo
blanco. No obstante, a medida que la idea de «raza» biológica cayó en desgracia, surgió
un «nuevo racismo cultural» más sutil. Este «nuevo racismo» utiliza argumentos
culturales y no biológicos para justificar la persistencia de los grupos étnicos. En
concreto, los argumentos tienden a centrarse en el derecho de la cultura mayoritaria a
esperar que las minorías étnicas se asimilen a ella; por lo tanto, el nuevo racismo es
contrario al multiculturalismo pluralista. Los grupos minoritarios que tratan de mantener
sus culturas llegan a ser marginados o vilipendiados por su negativa a asimilarse. El
hecho de que el racismo se ejerza cada vez más por motivos culturales y no biológicos
implica que hay múltiples racismos a través de los cuales la discriminación es
experimentada de manera diferente en los distintos sectores de la población. La aparición
del nuevo racismo ha desdibujado la distinción anterior entre «raza» y origen étnico, ya
que esta nueva versión de «raza» ahora incluye aspectos culturales. Esto puede dar lugar
a que el concepto de etnia sea menos útil en sociología.

Relevancia actual

Tal y como muestra el cambio desde el racismo biológico al cultural, parece que las
ideas raciales son persistentes en la ciencia y en la sociedad en general. Los recientes
desarrollos de la investigación genética, los perfiles raciales policiales y la preocupación
por los niveles de inmigración han mantenido el tema de la etnicidad y las relaciones
étnicas en el primer plano de la política. El concepto de racismo institucional, que formó
parte de las luchas por los derechos civiles en los Estados Unidos a finales de los años
sesenta, y que fue finalmente aceptado en un informe oficial encargado por el gobierno
británico, trasladó también las cuestiones del racismo y de la práctica racista del plano
individual al plano institucional.
Los tipos de racismo, así como los niveles de racismo, difieren entre los países. Sin
embargo, Wieviorka 28 encuentra que, además de la diversidad, existe un patrón de
racismo en toda Europa. La autora afirma que el racismo es claramente un producto de la
modernidad. La industrialización, las migraciones masivas, el colonialismo y sus
consecuencias, y el aumento de las relaciones comerciales, produjeron muchas tensiones
y conflictos en el interior de los países y entre ellos, y una expresión de todo ello fue el
racismo. En este sentido, podríamos esperar que la mayoría de los países europeos

142
presentaran similitudes. No obstante, Wieviorka afirma que no todos los racismos son
iguales. Describe cuatro tipos generales que representan diferentes respuestas a la
modernidad, y afirma que, durante largo tiempo, la forma dominante en toda Europa ha
sido el tipo «universalista», asociado con el concepto de las razas inferiores y superiores
creado durante el período colonial. Sin embargo, hoy en día, las actitudes racistas se han
diversificado y están relacionadas con los temores a la movilidad descendente y a la
pérdida de la identidad nacional.
La idea de un «choque de civilizaciones» —sobre todo entre el islam y
«Occidente»— fue popularizada por Samuel Huntington 29 como un posible resultado de
la creciente identificación de las personas con culturas a gran escala en la era de la
globalización. Sin embargo, las pruebas empíricas de esta tesis son débiles. Chiozza 30
considera esta tesis desde el punto de vista de los conflictos internacionales que se han
producido entre 1946 y 1997, y se hace la pregunta clave: ¿cuántos conflictos puede
decirse que representan un choque de civilizaciones a gran escala? Este estudio aporta
interesantes pruebas empíricas sobre esta cuestión, y no encuentra indicios claros de un
aumento de los conflictos o de la interacción entre fronteras civilizatorias, tal y como
predice esta tesis. Los países del mismo «grupo de civilización» tenían la misma
probabilidad de estar en conflicto que los de diferentes civilizaciones.

Referencias y lecturas adicionales

Ansell, A., y J. Solomos (2008): Race and Ethnicity: The Key Concepts, Londres,
Routledge.
Chiozza, G. (2002): «Is There a Clash of Civilizations? Evidence from Patterns of
International Conflict Involvement, 1946-97», Journal of Peace Research, 39, 6, pp.
711-34.
Huntington, S. P. (1996): The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order,
Nueva York, Simon & Schuster. [Ed. cast.: ¿Choque de civilizaciones?, Madrid,
Tecnos, 2009].
Spencer, S. (2006): Race and Ethnicity: Identity, Culture and Society, Londres,
Routledge.
Wieviorka, M. (2010): «Racism in Europe: Unity and Diversity», en M. Guibernau y J.
Rex (eds.), The Ethnicity Reader: Nationalism, Multiculturalism and Migration, 2ª
ed., Cambridge, Polity, pp. 345-54.

Movilidad social

Definición

143
Movimiento de individuos o grupos entre posiciones socioeconómicas ascendentes o
descendentes, de acuerdo con una jerarquía establecida por sistemas de estratificación,
que tiene lugar particularmente en los sistemas de clases sociales.

Orígenes del concepto

Los estudios de movilidad social se remontan al período posterior a 1945, cuando los
sociólogos trataron de evaluar si la desigualdad social, por lo general de clase, estaba
disminuyendo a medida que las sociedades se hacían más prosperas. Algunos
economistas plantearon que, partiendo de unos bajos niveles de desigualdad previos a la
industrialización, el despegue y el continuo crecimiento económico habían conducido a
un aumento de la desigualdad, pero que, con el tiempo, la desigualdad se estabilizaría y
se invertiría como consecuencia del aumento de la movilidad social. A finales de los
años sesenta, algunos estudios realizados en los Estados Unidos afirmaron que existía
mucha movilidad vertical, aunque el movimiento real era bastante pequeño o de corto
alcance. Por ejemplo, la movilidad de largo alcance desde la clase trabajadora a la clase
media alta era todavía muy escasa. La movilidad descendente era mucho menos
frecuente, debido a que los empleos de cuello blanco y los profesionales crecían más
rápidamente que los de cuello azul, lo que permitía a los hijos de los trabajadores de
cuello azul acceder a puestos de trabajo de cuello blanco.
Un importante estudio realizado por Lipset y Bendix 31 analizó datos procedentes de
nueve países: Gran Bretaña, Francia, Alemania Occidental, Suecia, Suiza, Japón,
Dinamarca, Italia y Estados Unidos. Se centraron en la movilidad de los hombres desde
trabajos de cuello azul a trabajos de cuello blanco, e hicieron algunos hallazgos
sorprendentes. No encontraron pruebas de que la sociedad estadounidense fuese más
abierta que las sociedades europeas, ya que la movilidad vertical total era del 30 por
ciento en los Estados Unidos, y de entre el 27 y el 31 por ciento en Europa. Los autores
llegaron a la conclusión de que todas las sociedades industrializadas estaban
experimentando un crecimiento similar de los empleos de cuello blanco que promovían
la movilidad ascendente. En la actualidad, los estudios de movilidad toman cada vez más
en cuenta las dimensiones de género y etnicidad, para tratar de comprobar si la
movilidad social total está aumentando o disminuyendo.

Significado e interpretación

La movilidad social se refiere al movimiento de personas y grupos entre diferentes


posiciones socioeconómicas. La movilidad vertical significa moverse hacia arriba o
hacia abajo en la escala socioeconómica. Las personas cuyos ingresos, capital o estatus
aumentan tienen una movilidad ascendente, mientras que aquellas cuya posición
económica o de estatus empeora tienen una movilidad descendente. En las sociedades

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modernas también hay muchos movimientos geográficos debido a que las personas se
trasladan a otras regiones en busca de trabajo, y este fenómeno se conoce como
movilidad lateral. Con frecuencia, las dos movilidades pueden ir de la mano, por
ejemplo, una persona puede obtener una promoción trasladándose a una nueva sucursal
de la misma empresa en otro lugar, incluso en el extranjero.
Los sociólogos estudian dos aspectos principales de la movilidad social. La
investigación de la movilidad intrageneracional analiza la magnitud del movimiento de
los individuos a lo largo de sus vidas, hacia arriba o hacia abajo, en la escala social. Los
estudios de movilidad intergeneracional investigan si en la actualidad los niños
ascienden o descienden en la escala social en comparación con sus padres o abuelos, y la
magnitud de dicha movilidad. Los debates tienden a centrarse en la relativa inmovilidad
o fluidez del sistema de clases y en si la movilidad social es cada vez más fácil a medida
que maduran las sociedades capitalistas industriales. Si los niveles de movilidad social
ascendente se mantienen bajos, entonces podemos suponer que la clase sigue ejerciendo
una fuerte influencia en las oportunidades vitales de las personas, pero si hay más
movilidad social en la actualidad que antes, podemos considerar que la clase está
perdiendo poder y que las sociedades son cada vez más meritocráticas y menos
desiguales.
Los niveles de movilidad en Gran Bretaña han sido ampliamente estudiados desde el
período posterior a la Segunda Guerra Mundial, y hay una gran cantidad de evidencias
empíricas y de investigaciones acerca de ello. David Glass 32 analizó la movilidad
intergeneracional durante la década de los cincuenta, y llegó a la conclusión de que Gran
Bretaña no era una sociedad particularmente abierta, aunque había mucha movilidad de
corto alcance. La movilidad ascendente era más frecuente que la movilidad descendente,
pero los que estaban en las posiciones inferiores tendían a permanecer allí. En el estudio
de movilidad de Oxford, Movilidad social y estructura de clase en la Inglaterra
moderna 33 , John Goldthorpe y sus colegas trataron de descubrir hasta qué punto los
patrones de movilidad han cambiado desde el estudio de Glass. Encontraron que los
niveles generales de la movilidad masculina eran mayores que en el período anterior, con
más movimiento de largo alcance a través del sistema de clases. Pero el sistema
ocupacional no se había hecho más igualitario: hacia la década de los ochenta las
posibilidades de que los hombres que provenían de un entorno de trabajos de cuello azul
consiguieran empleos profesionales o de gestión habían aumentado a causa de los
cambios en la estructura ocupacional, no debido a unas mayores oportunidades o a una
reducción de la desigualdad. Goldthorpe y Jackson 34 utilizaron datos más recientes y
concluyeron que no había pruebas de una disminución de la movilidad intergeneracional
en un sentido absoluto, pero que había algunos indicios de una disminución de la
movilidad de largo alcance. También encontraron que había un equilibrio menos
favorable entre la movilidad descendente y la ascendente entre los hombres, lo que
sugiere que era muy poco probable un retorno a tasas crecientes de movilidad

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ascendente.

Cuestiones clave

Una crítica importante a la investigación sobre movilidad social es el hecho de que, por
lo general, se ha basado casi exclusivamente en la vida laboral de los hombres. Esto
podía ser comprensible en los años cincuenta y sesenta, cuando predominaba la
ideología del hombre cabeza de familia y la mujer ama de casa, pero se ha hecho
insostenible a medida que más mujeres se han incorporado a la esfera del empleo formal
remunerado. De hecho, si se tienen en cuenta sus ingresos, cada vez más mujeres son, de
hecho, las cabezas de familia. Algunos estudios recientes sugieren que las mujeres están
teniendo oportunidades mucho mayores que las generaciones anteriores, siendo la clase
media la más beneficiada de este hecho. Son necesarios más estudios de movilidad que
tengan en cuenta la experiencia de las mujeres, para que nos proporcionen una imagen
realista de si se están produciendo o no cambios en la apertura de la sociedad.
Algunas críticas persistentes de la larga tradición de investigación sobre la movilidad
social consideran que Gran Bretaña y otras sociedades desarrolladas son meritocráticas,
porque los que tienen mejores «desempeños» y resultados son quienes obtienen las
recompensas. Así, la capacidad y el esfuerzo son los factores clave para el éxito en el
trabajo, y no la extracción de clase 35 . Empleando datos empíricos del Estudio Nacional
de Desarrollo Infantil, Saunders demostró que los niños británicos más trabajadores
tienen éxito, a pesar de las ventajas o desventajas sociales que pueden experimentar.
Gran Bretaña es una sociedad desigual, pero también es esencialmente justa, y aquellos
que han trabajado duro obtienen las recompensas que merecen. Otros autores consideran
que el mérito individual es el factor determinante de las posiciones de clase de los
individuos, pero que «la clase de origen» sigue teniendo una influencia muy importante,
lo que significa que los niños de entornos desfavorecidos tienen que demostrar más
méritos que los demás para lograr posiciones de clase similares.

Relevancia actual

El concepto de movilidad social es muy importante para los sociólogos que buscan
establecer las tendencias de las ocupaciones y de los movimientos entre las fronteras de
clase. Hoy en día, muchos sostienen que la globalización y la desregulación de los
mercados económicos están dando lugar a una ampliación de la brecha entre ricos y
pobres y a un «endurecimiento» de las desigualdades de clase, lo que produce menores
oportunidades de movilidad. Sin embargo, es importante recordar que nuestras
actividades nunca están completamente determinadas por las divisiones de clase, y
muchas personas sí experimentan la movilidad social.
En este campo, la investigación ha estado dominada por encuestas a gran escala, cuyo

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objetivo es medir el grado de movilidad social. Sin embargo, algunos estudios han
tratado de restablecer el equilibrio utilizando métodos cualitativos para obtener un
conocimiento más detallado de las experiencias de las personas sobre sus oportunidades
de movilidad a lo largo de su curso vital. En Pathways to Social Class, Bertaux y
Thompson 36 emplean historias de vida y estudios de caso de familias y comunidades
para analizar algunos de los aspectos cualitativos de la movilidad social, como la
dinámica familiar, los «sueños de carreras que nunca ocurrieron» y todas aquellas
interacciones que las encuestas no pueden mostrar. De esta manera, la investigación
cualitativa ofrece la posibilidad de incluir las dimensiones subjetivas de la movilidad
social (o de su ausencia), y por lo tanto ayudar a reducir la brecha entre los niveles micro
y macro.
¿De qué manera afectan la transición social o la revolución a la movilidad social?
Esta es la pregunta que se plantean Hertz y sus colegas 37 en el caso de Bulgaria, un país
postsocialista. Este estudio confirma la fuerte disminución de la movilidad social
intergeneracional en Bulgaria entre 1995 y 2001, un momento de cambio radical, de
depresión económica y de grandes reducciones en el gasto público, especialmente en
educación. En concreto, los hijos de padres menos educados sufrieron un descenso
absoluto en sus logros educativos durante este período y una consiguiente reducción de
su movilidad social intergeneracional. Hertz y sus colegas plantean que las principales
razones de este descenso son las grandes reducciones en el gasto en educación y una
disminución del número de escuelas, el aumento del desempleo y un cambio de
orientación política lejos de la antigua posición igualitaria. Puede que no nos sorprenda
demasiado que la transición en las antiguas sociedades socialistas causara esta gran
transformación, pero es posible que la crisis financiera mundial de 2008 pueda hacer que
la tendencia que describe este artículo sea todavía más difícil de revertir.

Referencias y lecturas adicionales

Bertaux, D., y P. Thompson (2007): Pathways to Social Class: A Qualitative Approach


to Social Mobility, Nueva York, Transaction.
Glass, D. (1954): Social Mobility in Britain, Londres, Routledge & Kegan Paul.
Goldthorpe, J. H. (2005): «Progress in Sociology: The Case of Social Mobility
Research», en S. Svallfors (ed.), Analyzing Inequality: Life Chances and Social
Mobility in Comparative Perspective, Stanford, CA, Stanford University Press, pp.
56-82.
Goldthorpe, J. H., y M. Jackson (2007): «Intergenerational Class Mobility en
Contemporary Britain: Political Concerns and Empirical Findings», British Journal of
Sociology, 58, 4, pp. 525-46.
Goldthorpe, J. H., C. Llewellyn y C. Payne ([1980] 1987): Social Mobility and Class
Structure in Modern Britain, 2ª ed., Oxford, Clarendon Press.
Hertz, T., M. Meurs y S. Selcuk (2009): «The Decline in Intergenerational Mobility in

147
Post- Socialism: Evidence from the Bulgarian Case», World Development, 37, 3, pp.
739-52.
Lipset, S. M., y R. Bendix (1959): Social Mobility in Industrial Society, Berkeley,
University of California Press. [Ed. cast.: Movilidad social en la sociedad industrial,
Buenos Aires, EUDEBA, 1969].
Platt, L. (2005): Migration and Social Mobility: The Life Chances of Britain’s Minority
Ethnic Communities, Bristol, Policy Press.
Saunders, P. (1996): Unequal But Fair? A Study of Class Barriers in Britain, Londres,
IEA Health and Welfare Unit.

Estatus

Definición

Honor o prestigio social otorgado a una persona o a un grupo social por otros miembros
de la sociedad.

Orígenes del concepto

En la sociología, el estatus social es un concepto básico que se asocia, sobre todo, con la
tradición del interaccionismo simbólico. Para Weber, el estatus se refiere a las
diferencias entre los grupos sociales de acuerdo con el honor o el prestigio social que son
otorgados por otros. En las sociedades tradicionales, el estatus se solía determinar a
partir del conocimiento directo de una persona, que lo adquiría, a lo largo de los años, a
través de las interacciones cara a cara en diferentes contextos. Pero con el aumento del
volumen de la población, cada vez se hizo menos probable que el estatus pudiera
concederse de esta forma personal. Weber planteó que, gradualmente, el estatus llegaría
a expresarse a través de los estilos de vida. Los símbolos de estatus asociados a los
estilos de vida, como la vivienda y su diseño interior, los códigos de vestido y la manera
de hablar y de comportarse, contribuyen a dar forma a la posición social de una persona
ante los demás, y por lo tanto, quienes comparten el mismo estatus forman una
comunidad con un sentido de identidad compartida.

Significado e interpretación

Max Weber consideró que las sociedades estaban desgarradas por la competencia y los
conflictos por el poder y los recursos materiales. Sin embargo, a diferencia de Marx,
quien consideraba que los conflictos de clase eran la principal fuente de división social,
Weber pensaba que la clase era solo una de las bases de los conflictos, y quizás ni

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siquiera la principal. Las sociedades modernas estratificadas son multidimensionales, y
para entenderlas no se pueden reducir a una simple cuestión de clase, sino que más bien
hay que tener en cuenta el estatus social y las afiliaciones de «partido» (grupos y
asociaciones que tratan de influir en la sociedad). Debido a que la clase, el estatus y el
partido se combinan y superponen, se produce una imagen compleja de la estructura
social, con muchas posibles posiciones existentes dentro de la sociedad. Mientras que
Marx sostenía que las distinciones de estatus son generadas por las divisiones de clase y
en paralelo a ellas, Weber argumentó que las posiciones de estatus varían a menudo,
independientemente de la clase. La posesión de riqueza confiere normalmente un estatus
elevado, pero no siempre. Por ejemplo, los miembros de familias aristocráticas pueden
seguir disfrutando de una alta consideración social incluso cuando han perdido su
patrimonio y fortuna familiar (estatus alto, capital económico bajo). Por el contrario, los
personajes famosos de hoy en día suelen ser considerados como «famosos por ser
famosos»: pueden ser muy ricos, pero también son vistos con desprecio (estatus bajo,
capital económico alto).
Los roles sociales que adoptan las personas dependen de su estatus social, y este
puede ser diferente en función del contexto. Como estudiante, por ejemplo, una persona
tiene un cierto estatus y se espera que actúe de cierta manera cuando está en una clase;
pero como hijo o hija tienen un estatus diferente, y los demás tendrán diferentes
expectativas de ellos. Del mismo modo, como amigo, una persona tiene una situación
completamente diferente en el orden social, y los roles que adopte cambiarán en
consecuencia. Todos tenemos muchos estatus en juego al mismo tiempo, conocidos
como «conjunto de estatus». Los sociólogos también distinguen entre el estatus adscrito
y el adquirido. Un estatus adscrito es el que es dado, y que a menudo se basa en factores
biológicos, como el sexo o la edad, como en el caso de «hombre» y «adolescente». Un
estatus adquirido es el que se logra a través del propio esfuerzo individual, incluyendo,
por ejemplo, a los médicos, atletas o directivos.
Aunque nos gustaría creer que nuestros estatus adquiridos son los más importantes,
otros pueden no estar de acuerdo. En cualquier sociedad, algunos estatus tienen prioridad
sobre todos los demás, y este «estatus clave» habitualmente determina la posición social
global de una persona. Por lo general, el género y la «raza» han sido considerados como
los estatus clave, aunque tampoco es infrecuente que haya otros, como «desviado»,
«ecologista» o «cristiano», que operen como estatus claves para algunas personas. El
prestigio que se asocia a ciertos estatus también cambia con el tiempo, y muchas veces
esto se debe a las acciones directas de los grupos sociales. Hace tiempo, el estatus de
«persona negra» era un estatus negativo en Europa y América del Norte, debido a la
connotación impuesta por la cultura de la mayoría blanca. Ser negro era enfrentarse a los
prejuicios, la discriminación y el estigma social. Sin embargo, durante un largo período
de tiempo, los movimientos a favor de los derechos civiles y las campañas por la
igualdad de derechos borraron la dimensión peyorativa del concepto de «negro»,

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convirtiéndolo en un estatus positivo y vinculándolo con una historia y tradición cultural
de orgullo. El ejemplo muestra que incluso los estatus adscritos están sujetos a los
cambios de definición y evaluación sociales.

Cuestiones clave

A pesar de que Weber y los weberianos contemporáneos insistieron en que en los


sistemas de estratificación el estatus es tan importante como la clase social, los críticos
argumentan que no conceden suficiente importancia a la manera en que la posición de
clase continúa dando forma a las oportunidades vitales. Los estudios de movilidad
social han demostrado que, aunque en la actualidad hay más movilidad que en el pasado,
en la parte inferior de la estructura de clases hay pocas pruebas de que exista movilidad
intergeneracional. En resumen, la clase determina mucho más la posición social y el
estatus que lo contrario. Del mismo modo, es imposible ignorar el papel fundamental
que desempeñan los factores económicos en la reproducción de las desigualdades
sociales. En su mayor parte, los individuos sometidos a privaciones sociales y materiales
extremas se encuentran en esa situación no porque forme parte de una elección de un
estilo de vida; más bien, sus circunstancias están limitadas por factores relacionados con
la estructura económica y ocupacional 38 .

Relevancia actual

Las sociedades modernas se han convertido en sociedades de consumo, orientadas a la


adquisición continua de bienes materiales. En algunos aspectos, las diferencias de clase
se anulan; por ejemplo, personas de clases diferentes pueden ver los mismos programas
de televisión o comprar ropa en las mismas tiendas del centro de las ciudades. Sin
embargo, las diferencias de clase también pueden llegar a intensificarse a través de
variaciones de los estilos de vida y del «gusto» 39 . Puesto que las sociedades modernas
están cada vez más orientadas al consumidor, no hay duda de que el estatus social se ha
convertido en algo más significativo, y no lo contrario. En una sociedad de consumo,
cada vez más personas establecen distinciones de estatus a través de la compra y el
consumo de bienes que se entienden como estilos de vida. Esto conduce a una mayor
individualización, así como a un alejamiento con la clase social y con otras identidades
tradicionales. Lo cual no significa que la clase social no sea significativa, pero sí implica
que las personas son menos propensas a considerarla como la característica central de
sus identidades personales. El cambio hacia el consumismo da lugar a diferencias de
estatus mucho más variadas, complejas y matizadas, lo que crea una competición por el
estatus más difundida en toda la sociedad.
En un interesante artículo, Mari Rege 40 se pregunta por qué las personas se
preocupan por el estatus social. Analiza la forma en la que se induce a las personas a que

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se preocupen por sus posiciones de estatus y por las de los demás en sus «interacciones
complementarias». Se trata de interacciones —como en los negocios— en las que una
persona puede aumentar su propia posición mediante la interacción con otras personas
con capacidades similares. Sin embargo, como la «capacidad» no es necesariamente
visible, los marcadores de estatus pueden ser signos importantes que conectan a las
personas con aptitudes similares. Esta tesis de las interacciones complementarias puede
ayudar a explicar por qué ciertos «accesorios» de estatus o bienes materiales suelen ser
compartidos en determinados contextos. En los negocios, por ejemplo, la generalización
de los relojes Rolex y de los trajes de Armani puede ser debida a que estos artículos se
suelen reconocer como signos visibles de aptitud para los negocios, y al invertir en ellos,
los hombres y mujeres de negocios pueden aumentar sus posibilidades de establecer
contactos valiosos. El argumento de Rege implica que la vieja idea de «hacer lo mismo
que el vecino» puede no ser tan superficial como se solía creer.
En un estudio experimental sobre la creación de diferencias de estatus, Ridgeway y
sus colegas 41 encontraron que el género era un factor significativo. Este artículo analiza
la formación de fuertes creencias de estatus, después de solo dos encuentros entre
personas con diferencias sociales. El experimento de Ridgeway descubrió una brecha de
género significativa. Aunque tanto hombres como mujeres establecían creencias sólidas
sobre el estatus de otras personas, fueron los hombres quienes las incorporaban en su
siguiente interacción, mientras que las mujeres no lo hacían. En este sentido, los
hombres parecen ser «pioneros» en actuar según sus creencias. Sin embargo, una vez
establecidas estas distinciones de estatus, las mujeres eran tan propensas como los
hombres a tratar a las personas de manera desigual. Aunque es un estudio pequeño, este
trabajo sugiere que las distinciones de estatus social se establecen fácilmente y, además,
son poderosas en la reproducción de las desigualdades.

Referencias y lecturas adicionales

Bourdieu, P. (1986): Distinction: A Social Critique of the Judgement of Taste, Londres,


Routledge & Kegan Paul. [Ed. cast.: La distinción: criterio y bases sociales del gusto,
Madrid, Taurus, 2012].
Chan, T. W. (ed.) (2010): Social Status and Cultural Consumption, Cambridge,
Cambridge University Press.
Crompton, R. (2008): Class and Stratification: An Introduction to Current Debates, 3ª
ed., Cambridge, Polity.
Rege, M. (2008): «Why Do People Care about Social Status?», Journal of Economic
Behavior and Organization, 66, 2, pp. 233-42.
Ridgeway, C. L., K. Backor, Y. E. Li, J. E. Tinkler y K. G. Erickson (2009): «How
Easily Does a Social Difference Become a Status Distinction? Gender Matters»,
American Sociological Review, 74, 1, pp. 44-62.

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