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Fdocuments - Ec - La Cantadera Aj Aj Fuego Lento Que Se Quema Panam Prendi en Un Claro

Este documento presenta tres historias breves. La primera historia describe a la familia Cordones, que construye una choza ilegalmente cerca de una gran antena de comunicaciones en la ciudad. La segunda historia presenta a Pedro, el hijo mayor de la familia, que ayuda a construir la choza rápidamente antes de que los descubran. La tercera historia implica que vivir tan cerca de la antena podría traer consecuencias no deseadas para la familia.
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Fdocuments - Ec - La Cantadera Aj Aj Fuego Lento Que Se Quema Panam Prendi en Un Claro

Este documento presenta tres historias breves. La primera historia describe a la familia Cordones, que construye una choza ilegalmente cerca de una gran antena de comunicaciones en la ciudad. La segunda historia presenta a Pedro, el hijo mayor de la familia, que ayuda a construir la choza rápidamente antes de que los descubran. La tercera historia implica que vivir tan cerca de la antena podría traer consecuencias no deseadas para la familia.
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LA CANTADERA

(A Oscar jara, Laura e hijos)

"Ajé, ajé, fuego lento


que se quema Panamá adentro"
Tamborito coclesano

El jorón en un inmenso sancocho humano cocinándose al sol, que cuela sus últimos
rayos por las rendijas marcando el espacio con pincelazos dorados . La multitud busca
las franjas frescas de la penumbra para guarecerse .

Llega el momento estelar con el mano a mano entre los dos mejores improvisadores
de décimas del país . La lucha es sostenible . Ambos contrincantes se trenzan en un bullir
de coplas llenas de sortilegios o tan directas como una saeta .

La noche cae haciendo saltar al firmamento una luna cremosa y un puñado de


estrellas . El duelo continúa sin que se advierta que alguno de los dos pierde terreno .
Ya amenaza clarear cuando uno de los cantantes irrumpe :

- ¡Oh! hermoso y apacible río


que bajas de las montañas,
llegas a Guararé y ¡suas!
por debajo del puente .

La reacción del contrario no se hace esperar :

- ¡Oiga amigo, eso que usted cantó no es verso!

La respuesta es fulminante y pone fin a la cantadera :

- ¡Claro que no es verso, pero es verdad . Carajooo!

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EL SEÑOR NOBOA

(A Ernesto Cardenal)

El Señor Noboa es dueño de media provincia . Durante los últimos 50 años amplió
las tierras heredadas de su padre a costa de presionar a los pequeños propietarios para que
les vendiera sus finquitas por una miseria . Ese también fue el origen de las grandes pro-
piedades que él heredó .

De las muchas cosas que posee el Señor Noboa, lo más preciado es el banano .
En asocio con una compañía extranjera, las tierras se llenan de los tallos y racimos del
oro verde regadas por el sudor de miles de trabajadores, que no ganan más de noventa
dólares al mes .

Una vez al año, el Señor Noboa recorre personalmente sus tierras, sudando a mares
debajo de su sombrero panamá y encima de su potro blanco . Ninguno de sus campa-
mentos bananeros deja de recibir la visita del amo y señor . Ese día -único en el año-
sucede algo fuera de lo común . Los peones le vuelven las espaldas y se niegan a mirarle
a la cara, pues ronda la leyenda de que cada vez que el Señor Noboa visita esos lugares
un trabajador muere de enfermedad o accidente .

Todos recuerdan cuando hace tres años una máquina le trozó las manos al chino
Ramírez, que murió con la sangre borboteándole por las heridas mientras palidecía
hasta quedar blanco como el papel . O el bueno de Sebastían, al que le cayó una pulmo-
nía que acabó con él en un dos por tres . ¿Y Rafael?, que falleció apestado por los insec-
ticidas que regaba sobre los tallos . Y ni hablar de Matías a quien una serpiente coral sor-
prendió en un claro, muriendo pese a los rezos e invocaciones de Domingo, el curandero,
que le hizo cruces con saliva y tabaco negro .

De ahí que la gente no quiera mirar el rostro del Señor Noboa, pues piensa que el
maleficio que porta el patrón sólo es posible evitarlo de esa manera . El Señor Noboa
conoce bien la leyenda que el tiempo ha tejido a su alrededor y la disfruta a plenitud .
Le fascina poder causar ese doble temor . Por una parte, ser el omnipotente compra-
dor-dueño de esa sudorosa fuerza de trabajo, que desmigaja los tallos con los relámpa-

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gos de los machetes afilados y, por otra, poseer ese poder sobrenatural de infundir la
muerte con la facilidad con que se apaga una vela . Pero él sabe que su único poder
real es el primero . El segundo, apareció sólo como resultado de una serie fortuita de
casualidades ligadas a los riesgos naturales del trabajo, que se engarzaron como cade-
nitas de hilo tejidas por las manos de una costurera .

Azuza al potro y llega al último de los campamentos, donde lo recibe el mandador


que sólo mira en dirección de las botas enlodadas del Señor Noboa .

-Este es el campamento de los revoltosos -dice para sí el patrón y ordena en su


mente los diversos amagos de huelgas ocurridos a partir de este sitio a lo largo del año .

- ¡Nadie me mira!

Y ríe para sus adentros, con el convencimiento de que su poder legendario es un


ingrediente poderoso para aplastar definitivamente a los que cuestionan su autoridad,
alegando reinvindicaciones salariales o de salubridad .

Cientos de trabajadores se congregan a su alrededor con la mirada perdida en las


nubes, el barro o el verdor del monte . El Señor Noboa larga su discurso con voz esten-
tórea y sin desmontarse . Al grano . Sin rodeos . Los pone en su lugar . Les da las pautas .
Amenaza . Advierte . Viene la pausa para secarse el sudor .

Sin mirarlo un grupo de peones accionan una cuerda . Una empalizada de caña-
brava que estaba frente al patrón se derrumba, dejando al descubierto un gran espejo .
El Señor Noboa se mira en él, de cuerpo entero, ecuestre, frente a frente, fijamente .
Y el Señor Noboa ve cómo el Señor Noboa se derrumba de su cabalgadura . Cómo se
estremece con grandes convulsiones . Cómo se pone morado y se les crispan las manos .
Cómo se muere con todas las ganas y la boca se le llena de hormigas, mientras que el
curandero Domingo dibuja inútilmente sobre el Señor Noboa, cruces y más cruces con
saliva y tabaco negro .

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44
LA HUMEDA CIUDAD
ACRIBILLADA DE NOMBRES

METEOROLOGIA

(A Gerardo y jazmín)

El día en que la humedad relativa de la atmósfera alcanzó su máximo nivel en 20


años, a nadie le extraño que los seres marinos considerasen lo que antes era sólo aire
como una extensión de su medio natural . Así los habitantes del mar decidieron andar
y desandar la húmeda ciudad como Pedro por su casa .

Las sardinas -por ejemplo- les disputaron los árboles de los parques a las ban-
dadas de pericos y los cables de los postes a las palomas .

Las ostras se amontonaron entremezcladas con los mosaicos de las avenidas y


las piedras de las veredas .

El coral se arrimó a los grandes edificios deformando la estética de las moles ur-
banas .

Las anguilas fueron a entrometerse en los generadores eléctricos, mientras que las
manta-rayas tapaban las vallas publicitarias de las autopistas .

Pero lo que menos sorprendió fue cuando un cardumen de depredadores : tiburo-


nes, tintoreras, orcas, pirañas y barracudas ; buscó y encontró fácilmente a sus homólo-
gos y colegas terrestres, compartiendo en seguida las casas de los usureros, las prisiones,
los locales politiqueros, las avenidas de los mercaderes y ciertos honorables apellidos en
la más perfecta armonía y sociedad anónima .

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CONTROL NATAL

(Al Ceaspa)

El llegó al país como el que sabe que viene a hacer algo vital e imprescindible . . .,
y para alguna gente eso era así. Los pobres se reproducían como cuis ante la mirada
asombrada de los no-pobres, que los veían avanzar como plaga amenazante por los cuatro
puntos cardinales . Ya era demasiada provocativa la sombra de esas masas famélicas que
parecían ser una invitación a la destrucción de la nación y del continente . ¿Quién podría
detener en el futuro a la muchedumbre llena de hijos, clamando por pan, tierra, casa y
la vida misma? Nadie. Por eso era mejor matar al peligro en su cuna . Y él vino a eso
y no a otra cosa . Era un experto en control natal .

Se puso en acción, movilizó un ejército de técnicos y se gastó dinero a manos


llenas . La publicidad hizo su agosto . Se usaron todos los medios y métodos . La este-
rilización consulta o inconsulta . La compulsión del hambre . La alarma . El país, quedó
literalmente cubierto de las píldoras multicolores de cada día ; de crucecitas de cobre y
espirales dormitando en los úteros ; de tanto condón que se usaba en los cumpleaños en
lugar de globos de colores ; de médicos y paramédicos cortando conductos seminales y
clausurando matrices .

Una noche, en víspera de su partida, el experto despertó sobresaltado . El estruen-


do de miles de voces agujereaba el aire ya¡ unísono llovieron sobre el techo de su hotel
toneladas de los instrumentos y elementos que había traído . Las paredes temblaron
como los barrotes de camas asidas por manos de amantes en éxtasis o de parturientas
haciendo la vida . Y lo comprendió todo aunque demasiado tarde . . . Sus planes se venían
abajo, pues él solo había soñado con pajaritos preñados .

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LA ANTENA*

(A Rubén Blades)

Los latidos de los perros del hambre pudieron más que la nostalgia y los huesos
de los parientes enterrados en el cementerio del pueblo, y la familia Cordones se fue a
vivir a la ciudad .

Como no tenían trabajo levantaron un rancho sin papeles ni permisos en un cerro


rodeado de una gran cerca, en cuya cumbre estaba instalada la antena más grande que
nunca hubieran visto .

Pedro, el mayor después de María, se las ingenió durante la noche para abrir un
boquete en la cerca, y así pasar -con ayuda de todos- las tablas de cajón y las hojas
de zines oxidados que se agenciaron por ahí . Trabajaron muy rápido, pues habían ave-
riguado que era un lugar prohibido, y en unos días pararon las cuatro paredes y el techo
muy cerca de una de las patas de la antena .

A la semana, el padre, Hermenegildo Cordones, había conseguido un trabajito


de limpiar jardines, por lo cual salía cada mañana con el machete envuelto en periódicos
a ofrecerse por las mansiones de la ciudad . Con lo que ganaba en la faena no les alcan-
zaba ni para comer . Pedro no conseguía empleo y los otros hermanos eran demasiado
pequeños para salir a trabajar .

A pesar de los peros de Doña Rosario, María insistió en salir a probar suerte . Cada
tarde la muchacha regresaba molida de caminar y de subir el empinado cerro . En la
noche se sentaba junto a la antena y escuchaba los extraños ruidos de los cables y del
viento, que resonaban junto a la viga de acero en la que apoyaba su cabeza . El run run
la hacía pensar :

-¿Para qué servirá este aparato? ¿Será de la luz? Nosotros ni luz ni agua tenemos . . .

Segundo Premio, Concurso de Cuentos de Verano, Instituto Nacional de Cultura (INAC),


Panamá, 1985 .

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Una noche, el busero que la transportaba de la ciudad hacia el cerro respondió
a la pregunta de María sin desaprovechar la oportunidad .

-¿La antena? Es de la televisión, gracias a ella vemos los programas . . . Oye, mami
¿cuándo salimos a tomarnos una cerveza?

María rechazó la proposición y se alegró con el descubrimiento . En su pueblo


no había conocido la televisión, pero buscando trabajo en la ciudad había visto a distan-
cia la pantalla iluminada que hipnotizaba a la gente en tal forma, que ni siquiera se deter-
minaban los unos a los otros .

Dos días después consiguió empleo como doméstica . La señora de la casa le con-
cedió permiso para que en la noche (después de lavar platos, tender camas, limpiar y
acostar niños y barrer otra vez la casa), viera la televisión . María presenció por primera
vez diecisiete asesinatos, doce robos, cinco violaciones, juntos en una sola noche . Nove-
las donde las empleadas se casaban con los señores de la casa, y se hacían muy ricas .
Pastas dentales que curaban todas las caries . Jabones limpiadores que arrasaban con
todo el sucio imaginable . Noticias de terremotos, accidentes y guerras que la gente
miraba mientras comía, sin el menor asco .

María no paraba de contarle a su familia todo lo que veía . Hermenegildo se metía


la pipa en la boca y le aconsejaba que no viera esas cosas . Ella se acercaba a la antena,
grande y negra, con una luz roja en la punta y llena de ruidos . Escuchaba con la cabeza
pegada a la viga, y creía oír sonar los tiros, las canciones, llantos y lamentos de los pro-
gramas de televisión .

¡Es increíble que todo esto salga de aquí!

A María la acusaron de un robo que no cometió y la echaron de su empleo, y no


tuvo otro remedio que volver a patear calles con una insistencia a prueba de fuego .
Afortunadamente, Pedro obtuvo un contrato eventual para limpiar zanjas de aguas
negras, y así balancear el presupuesto familiar . La muchacha se quedó mas tiempo en
el cerro ayudando en los quehaceres del hogar . Mientras, una idea le daba vueltas y
le hurgaba tanto la cabeza que cantaba para distraerse y no pensar . Pero nada . La idea
ahí . Metida en su mente . Una noche se decidió . Reunió a su familia, y les dijo como
sin ganas :

-El sábado vamos a hacer un programa de televisión .. .

A Hermenegildo, se le cayó la pipa de la boca . A Doña Rosario, se le fue el cucha-


rón dentro de la olla de sopa . A Pedro se le vino abajo el parche de tablas con que acaba-
ba de remendar la pared . Los hermanitos suspendieron sus juegos y la miraron con ojos
pelados.

- ¡No se asusten!- rió María -¿Acaso no tenemos aquí la antena que se usa para
lanzar los programas de televisión? ¡Es fácil! Nos ponemos debajo de la antena, con unas

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guarichas para que haiga suficiente luz . . . ¡Y hacemos un programa de televisión!

Doña Rosario le tocó la frente a ver si tenía fiebre, pero estaba normal . Largo rato
le costó a María convencerlos de que lo propuesto era posible . El más remiso era Pedro,
que argumentaba que las antenas transmitían los programas, pero que estos no se hacían
directamente allí . Pero no convenció a su hermana .

Discutieron lo que dirían en el programa . Casi a media noche llegaron al acuerdo


de hablar de los problemas que estaban atravesando . Era lo que ellos más conocían y
de lo que tenían autoridad para hablar . Hermenegildo se preocupó porque los descubri-
rían y los sacarían del cerro, que era su casa .

- ¡A dónde iremos! -remachó el viejo.

- ¡Esa es la idea! -dijo María - ¡Qué nos descubran! ¡Que todos se den cuenta
de lo que estamos pasando! ¡Alguien nos dará la mano . No podemos pasarnos el resto
de la vida trepados en este cerro!
Los días pasaron y se acercaba la noche del sábado, al igual que los preparativos
de los Cordones .

-Tenemos que quedar bien -decía Doña Rosario mientras remendaba la ropa .
Los niños lustraban zapatos y Pedro fabricaba las guarichas que iban a necesitar para
iluminarse .

La noche esperada llegó . Adornaron la parte de abajo de las vigas de acero con
guirnaldas de papel crespón, luego encendieron las guarichas y el lugar quedó listo .
También habían preparado café y frituras .

María se situó en el centro del improvisado escensario . Nerviosa dijo la hora y


saludó a todo el país de parte de la familia Cordones . A continuación presentó como
primer punto a Rosalia Cordones de cinco añitos que cantó una canción .

Pajarito azul y verde


que en el almendro se posó
vino un fuerte remolino
y de la rama lo arrastró .

Terminado el canto, María suavemente dio la hora y después la familia Cordones


contó su historia . Un relato sencillo, humano, entretejido de tragedias y comedias,
testimonial . El último en hablar fue Don Hermenegildo, que contrario a lo acordado
fue el más breve de todos . Al final dijo :

-Bueno, ya hablamos. Ahora pido la respuesta . . .

Sólo se escuchó el zumbido del viento en la gran antena . María le dijo :


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-No, papá, la gente recibe lo que ve y oye en la pantalla . No pueden hablar por
los televisores, no son teléfonos .

- ¡Pues parecen que no ven ni oyen! -Exclamo el viejo .

- ¡Quizás no haiga suficiente luz! -dijo Pedro, y puso más guarichas y hasta una
fogata . Hermenegildo rasgueó la guitarra :

Sol redondo y colorado


como una rueda de cobre
tú que a diario me estás viendo
y a diario me miras pobre,
sol que eres tan parejo
para repartir tu luz,
¿por qué no le enseñas al amo
a ser lo mismo que tú?

Una sirena se escuchó a lo lejos . Un tropel de linternas, aullidos de perros y pasos


se acercó a la antena . Alguien había visto el resplandor en la cima del cerro, y lo había
denunciado a las autoridades .

Pero mientras Hermenegildo cantaba, su imagen y su voz interfirieron todos los


canales de televisión del país . Cortaron por la mitad los programas de más audiencia .
Dejaron inconcluso un mensaje de austeridad que era leído por el mismísimo Presidente
de la República . Pusieron en suspenso las veleidades de la novela de turno en su capítulo
más emocionante . No se supo el desenlace del misterioso crimen que intentaban resolver
Kojac, Baretta, y el policía de las calles de San Francisco . Ni el resultado del concurso
de Miss Panamá para Miss Mundo, ni el capítulo final de Dalias y Dinastía .

Pero mientras toda la familia era arrestada y acusada de ser intrusos en terrenos
privados, la antena vibró, se sacudio el polvo así como los perros se sacuden el agua, se
elevó verticalmente, se llenó de una aureola tornasolada y rugió, se elevó verticalmente,
cruzó el firmamento dejando el cerro como un puntito atrás, y se puso en órbita trans-
mitiendo desde allí a todo el mundo -y vía satélite- la fuerza centrífuga de la realidad
y el canto viril de Hermenegildo Cordones .

50
LA METAMORFOSIS

(A Franz Kafka)

Al despertar el escarabajo una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en


una cama convertido en un hombre : Gregorio Samsa .

Sintió todo el horror del mundo, al caer en cuenta de que ya no sería guiado por
las leyes de supervivencia animal como cualquier otro coleóptero de cuerpo ovalado,
cabeza corta y élitros lisos . Sino que por el contrario, sería conducido por ritmos eco-
nómicos, relaciones de producción, superestructuras y sentimientos .

Mientras amanecía temblaba al pensar que podría ser un negro en Sudáfrica, o


un campesino del nordeste del Brasil en época de sequía o un guaymí acosado por la
tuberculosis en la serranía del Tabasará .

-Quizás no sea así, pues estoy en una cama -pensó algo reconfortado .

La tibia luz del alba terminó de iluminar la habitación y comprendió su triste


destino . Moriría de soledad y de miedo, por haberse convertido en el hombre más rico
del mundo .

51
LA RESISTENCIA

(A Pedro Rivera y
'Temas de Nuestra América

El Coronel alistó el convoy e invadió el país . Nunca antes se había conocido de


una invasión más corta y rápida en la historia . Con sólo atravesar una avenida de cuatro
carriles ya estaba en territorio enemigo . El punto de partida era la base más cercana a
la ciudad, una de las muchas instalaciones militares de la franja canalera, y el Coronel
tenía el honor de que sus tropas fueran las primeras, y de ser necesario las únicas, en
realizar la operación . La causa era concreta . Las manifestaciones y la inestabilidad labo-
ral ponían en peligro la neutralidad de la vía acuática, según interpretaron sus superiores .

-Parece mentira que hoy vengo en son de guerra, cuando anteayer pasé de día
por esta avenida a comprar un regalo a mi mujer y pasé de noche a comprar los favores
de otra mujer -pensó el Coronel con tanta efusividad que temió ser escuchado, cuando
en ningún momento había movido los labios .

Miró tras de sí con un dejo de orgullo . Simétricamente se movían en fila india los
camiones de tropas, los remolques con las antiaéreas, los autos blindados y los jeeps del
convoy . Todo había sido cuidadosamente planeado . La columna llevaba pertrechos,
provisiones, parque, plan de ataque, logística, bitácora y mapas perfectamente actuali-
zados .

El convoy giró hacia la Avenida Nacional y pasó el primer semáforo haciendo caso
omiso de la señal en rojo .

-¡ Nada puede fallar! -pensó y observó con los binoculares a una pandilla de
muchachos que cruzaron raudos la avenida, unos cuatrocientos metros adelante . Se
perdieron en uno de los callejones laterales junto a uno de los múltiples talleres mecá-
nicos de esa calle silenciosa de puertas cerradas y ventanas enmudecidas .

Un hombre andrajoso salió de un callejón de improviso y le sonrió mostrando


sus encias desdentadas y un gesto procaz .

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-"Este es uno de los locos de la ciudad . Es inofensivo" -iba a decir, pero un
tiro certero salió del convoy e hizo rodar al hombre por la calle sin borrarle la sonrisa
ni la recién adquirida mirada de horror . Se contuvo . No era el momento de hacer re-
clamos . Pensó : "Al fin y al cabo, es una maldita ciudad de locos y putas" .

Cuando alcanzaron el punto donde habían corrido los muchachos, el Coronel


no notó nada extraño . La caravana siguió su curso en dirección a la Universidad, uno de
los focos de agitación . Ya podía apreciar el semáforo donde siempre él se reía del policía
negro que dirigía tráfico como bailando salsa . Sintió alivio por la absoluta tranquilidad
de la ciudad .

- ¡Son puro "bulchit"! -masculló complacido .

Hubo varios estallidos simultáneos . Los soldados se cubrieron y buscaron a los


atacantes . No tardaron en comprender que eran las llantas de sus vehículos las que se
desinflaban con olores ácidos, como suspirando .

El Coronel palideció cuando descubrió un bache en su impecable operación militar .


No traía llanteros, ni material para reparar los neumáticos . Los repuestos eran insuficien-
tes para el número de tubos desinflados . Las bombas de gasolina de la ciudad estaban
vacías, abandonadas . El convoy, detenido e inmovilizado en medio de la avenida .

El ayudante del Coronel se acercó y le colocó en la palma de la mano algunos de los


minúsculos culpables : tachuelas . Ellas detenían al ejército del país más poderoso de la
tierra .

El Coronel entendió por qué corrían los muchachos, por qué estaban cerradas las
bombas, y lo que pensó que era "bulchit" se convirtió en todo lo contrario, pues el
silencio de las avenidas, la soledad de calles y casas, esta ciudad clausurada, la sonrisa
desdentada del demente y las tachuelas, eran apenas los primeros y formidables gritos
de la resistencia . . .

53
LAS CUATRO ESQUINAS DEL MUNDO

DIDIUS

(Al Pbro . Raúl Fernández Ceballos)

En el año 193 d .c . el hombre más rico de Roma -Senador Didius Julianus- compró
con más de 300 millones de sestercios al mundo ofrecido en pública subasta .

La oportunidad surgió cuando 12 mil guardias pretorianos se rebelaron y asesinaron


al Emperador Pertinaz, y para llenar el vacío de poder se les ocurrió subastar al mundo
conocido entonces, dominado por el imperio romano .

En los 66 días que duró el impopular reinado de Didius, éste ordenó a voz en cuello
y a los cuatro vientos :

-¡Primero!, que deje de existir la ley de gravedad universal, es decir que a partir
de este momento los hombres vuelen como pájaros .

¡Segundo!, que los hombres paran en lugar de las mujeres, para aliviarles esa dura
faena a las matronas romanas .

¡Tercero!, que los cerdos se reproduzcan por huevos .

¡Cuarto!, que las gallinas y gallos posean dientes y muelas en sus picos, para que
puedan consumir los alimentos diversos .

¡Y quinto!, que los pueblos no se rebelen contra las injusticias y las tiranías, pues
no conviene al Emperador ni a los mandatarios que le seguirán .

Didius, el hombre más rico del mundo y dueño de él, apenas tuvo tiempo de re-
flexionar, antes de morir decapitado en manos de la muchedumbre, que todo su poder
no le sirvió de nada, pues absurdo es el pedir imposibles .

55
INFALIBILIDAD

(A los curas Femando Cardenal, Diego, Conrado,


Marcelino y Patricio) .

"El Papa Juan Pablo 11 dijo que la Iglesia se equivocó


al condenar al famoso astrónomo Galileo Galilei
hace 350 años".
Associated Press (AP), 70 mayo 1983

Cuando el diablo guardián abrió por primera vez -en más de tres siglos- el portón
de la celda de Galileo Galilei en la calcinante prisión del infierno, farfulló el contenido
del cable internacional al anciano que inundaba con sus barbas cenicientas el reducido
calabozo y que tenía rayada las paredes con las marcas de todos los años que había per-
manecido allí.

El viejo astrónomo, médico y matemático, que había sido juzgado por la Santa
Inquisición y obligado a abjurar de que el sol era el centro del sistema solar, no dijo nada
sino que recogió uno a uno sus bártulos y salió de la celda arrastrando los pies .

Sin hablar, sólo con gestos, se negó a entrevistarse con el mismísimo Satanás, que
deseaba presentarle sus excusas aduciendo que sólo había obedecido órdenes superiores .
Galileo tampoco quiso aceptar que el guardián le llevase sus cosas que estaban embaladas
en un morral de cuero de cabra . Además, se mostró reticente a subir al carruaje que lo
conduciría a su nueva morada en el cielo, donde se efectuaría un apoteósico homenaje
de desagravio .

En cambio, pidió con mímica ir al servicio de caballeros a aliviar necesidades conte-


nidas ancestralmente . Allí, mientras hacía correr el agua del inodoro para despistar al
guardián, terminó de armar los cohetes que había construido en esos largos siglos con
polvos de carbón, azufre y otras sustancias raspadas con cucharas en las paredes de la
celda . Acomodó los proyectiles en sus espaldas flácidas . Aseguró bajo el brazo las
fórmulas de los descubrimientos científicos acumulados en su largo cautiverio . Listo,
encendió los cohetes con el cigarro que le había obsequiado el diablo guardián . Salió
disparado del infierno ante el asombro de demonios y prisioneros . Cruzó la corteza
terrestre -el infierno queda en el centro de la tierra- y ascendió por la chimenea del
volcán Etna, rumbo al espacio sideral seguido por la inmensa estela de su barba .

Ese día, tres observadores en puntos distantes del planeta anunciaron que un
cometa se dirigía hacia el sol - estrella que hasta los niños saben es el centro del sistema
solar- y semanas más tarde, apareció una nueva mancha en el astro rey . Ese lugar es el
único en donde Galileo Galileo se siente seguro, pues nunca se sabe cuándo pueda el
Papa volver a cambiar de opinión .

56
YAYESU

(A los sociólogos)

"Como cucaracha en baile de gallinas ".


Refrán panameño.
Dos divinidades con la faz aterrorizada hacen guardia en el portón del mausoleo
de Yayesu . Son una pareja monstruosa -una verde y la otra azul- que representan a los
Dioses del Trueno y el Huracán que están de guardia frente a la Puerta de los Elementos .
La entrada es un aposento adoquinado resguardado por una hilera de pequeños monolitos
torneados a punta de cincel y martillo .

La tumba enmohecida por la pátina de los siglos, encierra los restos de Yayesu en
este rincón de Oriente . Grabada en la piedra con símbolos casi indescisfrables está la
historia de su fin . Yayesu, sabio de su época, dibujó con cifras y palabras el diagnóstico
de la crisis mundial . Su existencia también se asemejaba a sus predicciones . Cuando
miraba una jarra de agua por la mitad, decía que estaba medio vacía y no media llena .
A la flor que adornaba su mesa y a la mariposa iridiscente que entraba a su casa, no las
admiraba sino, por el contrario, les vaticinaba la cercana muerte . Del niño que nacía,
pensaba que venía al mundo a sufrir y del hombre que moría, que se iba a un lugar más
agradable que esta amarga vida .

Mientras, millones de hombres dirigían su esperanza contra las asperezas de la piel


del mundo, y luchaban para apuntalar con vigas de luz las casas que habitaban . Para
ellos, aguas, flores, niños, mariposas, hombres y mujeres, eran hermosas realidades y
amaban la vida como la vida misma .
La última noche que vivió Yayesu, preparó un elixir especial concebido entre
retortas y marmitas en su polvoriento aposento . Su idea era escapar de la destrucción
de la humanidad que prevenía, convirtiéndose en un águila que se remontaría a habitar
la montaña más lejana .
Pero su pesimismo impregnó el brebaje . Cayó en largo letargo y al abandonarlo
el sueño tomó conciencia de que se había metamorfoseado en una cucaracha, y que no
tenía salida pues se encontraba en medio del cacarear de las gallinas en el patio de su
casa .
Lo poco que quedó de él -un ala membranosa y la patita de atrás- se guarda en
el mausoleo de Yayesu .
Los habitantes de la comarca han adoptado la costumbre de enviar a ese lugar
a los castigados por delitos contra las personas y los pueblos. Allí tiritan de miedo y
leen la historia grabada en la piedra durante una larga noche, que para muchos es inter-
minable .
El significado del nombre Yayesu es harto conocido : "Aquel que no ve más que
negros nubarrones en el amanecer" .
Para los optimistas, a escasas dos leguas se encuentran, bajo un montículo de
tierra, los restos de las gallinas que se comieron a Yayesu .

57
CRASO

(A los compas salvadoreños)

Todo el oro, la plata y las piedras preciosas que abarrotaban las arcas del patricio
romano Marco Licinio Craso, lo convertían en vital factor de decisión sobre el presente
y el futuro de naciones, gobiernos y pueblos .

Craso era el agiotista (como le decían a sus espaldas, temerosos de su poder) o


financista (como le decían de frente, para halagarlo, y también temerosos de su poder)
más importante del imperio . Su privilegiada posición económica la usaba para escalar
en la vida política, lo que al mismo tiempo redundaba en aumentar su fortuna, dibu-
jándose así un gracioso círculo vicioso .

Sus máximas eran célebres . Como ésta que mandó a grabar en el pórtico de su
mansión :

"La Regla de Oro del Arte y de las Ciencias :


Quienquiera que sea el que posea el oro, ése
será el que hará las reglas" .

Por todo esto, a nadie sorprendió que en vez de huir ante la invasión de los Partos,
permaneciera en la ciudad sostenido por la ambición hasta que fue demasiado tarde para
él . Lo capturaron y le dieron muerte vertiéndole oro derretido por la garganta .

A ninguno de sus conciudadanos, familiares o amigos le dolió en lo más mínimo la


desaparición de Marco Licinio Craso ; muy por el contrario, sirvió para acuñar la expre-
sión : ignorancia crasa .

58
LA SILLA

(A Xabier Gorostiaga)

Cuando a finales del siglo pasado se puso en funcionamiento la primera silla eléctri-
ca en una penitenciaría norteamericana, el Emperador de Abisinia se enteró del aconte-
cimiento y decidió adquirir un ejemplar para su prisión modelo . Al desempacar el mor-
tífero asiento, su majestad sufrió un desvanecimiento súbito al caer en cuenta de que en
Abisinia no había electricidad . Dispuesto a no perder el dinero invertido, adoptó la
silla como augusto trono real .

Su reinado concluyó de una manera inesperada . Años más tarde, cuando ya el


país estaba dotado de energía eléctrica, el Emperador -sentado en su trono- enchufló
por equivocación el cable de su silla, en vez del cable de la televisión, al toma corrientes,
por las ansias de no perderse ni un minuto de los cartones animados de Walt Disney .

Desde ese día la aventura del difunto Emperador está incluida en las enseñanzas
de los apergaminados maestros y profetas que pululan por la veredas de ese país . Sirve
como parábola para ilustrar lo que es el error, y como ejemplo de hasta qué punto puede
ser mortal el Pato Donald .

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EL FANTASMA DE LA CASA BLANCA

(A los dirigentes populares egresados dei ICI)

Cuando el criado, pálido y al borde del desmayo, se le aproximó a la Primera


Dama Eleanor Roosevelt y le dijo :

-El está allá arriba . . . sentado en el borde de la cama, quitándose los zapatos .

Ella sólo atinó a preguntar :

-¿Quién está arriba quitándose los zapatos?

A lo que el criado respondió con un suspiro :

- ¡El Señor Lincoln!

Algo parecido le sucedió a la Reina Guillermina de Holanda en 1945, a Charles


de Gaulle, Anastacio Somoza, Id¡ Amin Dada, Baby Ruth, Mark Spitz, Fulgencio Batista
y Jack Dempsey, para mencionar unos cuantos .

Al arribar el actual Presidente, decidió terminar con ese mito de una vez por todas,
pues aceptarlo sería reconocer la existencia de algo bajo sus propias narices no sujeto al
omnipotente poderío del país más poderoso del mundo .

Dicho y hecho . Contrató la mejor electrónica del mundo y llamó a la NASA, la


CIA y el FBI para que detectaran el fantasma de Lincoln . Radares, computadoras, sen-
sores, magnetos, ultrasonido, laser, se conjugaron y barrieron jardines, salas, guardarropas,
servicios, pasillos y dormitorios en una operación secreta planeada por el mejor estratega
militar .

Al fin lo hallaron, translúcido y lagañoso, arrinconado en la esquina mohosa de la


buhardilla más oscura de la casa . La barba cubierta con motitas de polvo y telarañas .
No hubo compasión . Fue sometido a la esclavitud .

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NADA LOCOS

(A Manuel Galich)

Mientras todo el pueblo se resistía en campos y ciudades a las arbitrariedades


del tirano, y muchos derramaban su sangre en las calles, los dementes recluidos en el
manicomio se volvieron cuerdos .

Juntaron las velas que usaban para rezar a sus santos preferidos y las amarraron
formando un solo gran cirio . Formaron un círculo y exclamaron al unísono, asidos
de las manos : "que se caiga el tirano, que se caiga el tirano" .

Las autoridades del hospital -menos cuerdos que los locos- los disolvieron . Ca-
yeron sobre ellos con camisas de fuerzas, choques eléctricos y pastillas calmantes . Mu-
chos quedaron en solitaria y a otros se les bañó con agua fría mientras permanecían
desnudos en el patio de la institución .

Pero el tirano cayó . Un griterío estremeció el manicomio y puso pies en polvorosa


a autoridades, médicos y personal de control .

Desde la penumbra del desequilibrio mental y en las limitaciones de su encerra-


miento, los orates armaron una fiesta de celebración tan impresionante y bullanguera
que avergonzó a aquellos cuerdos que no tuvieron el coraje de ser locos .

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HAITI

(A Gerard Pierre Charies)

Apaleado por las huestes de los Ton Ton Macoutes, pie de guerra de Duvalier, Louis
Pierre fue a dar con sus huesos a las mazmorras de la Rue du Rempart en Puerto Príncipe .
Sabía que le restaban pocas horas pues pronto los apaleadores vendrían a concluir su infa-
me labor.

Mirando con ojos maliciosos a los otros detenidos, escupió sobre la palma de su
mano y con algo de tierra recogida del piso del calabozo, formó un amasijo con rápidos
movimientos giratorios . Con la mezcla dibujó con sus negros dedos un barquito de vela
en la pared de la celda, Terminado, anunció a toda voz :

-Me voy en este barco . ¿Quién viene conmigo?

Los otros se miraron entre sí intercambiando sonrisas de burla . Louis no dijo nada
más y desapareció convirtiendo la sorna en sorpresa . Todos corrieron y se agolparon en
torno a la claraboya que miraba hacia el Caribe, a tiempo de apreciar cómo partía raudo
un velero idéntico al que estaba dibujado en la pared, ocupado por el hombre que hasta
hace unos segundos era su compañero de prisión y que ahora, desde la proa, agitaba las
manos en señal de despedida .

A salvo . En alta mar . Salpicado por las olas y esquivando los peces voladores que
ejecutaban acrobacias en el aire, Louis terminó de fabricar con estopa de calafateo y es-
camas los muñecos con los contornos del Dictador y su cohorte, sin olvidar a sus tortu-
radores . Como no tenía agujas clavó espinas de pescado a las figuras en sus zonas vitales .
Los tambores del vudú estremecieron toda la isla .

Mientras que los curanderos al servicio del mandamás buscaban antídotos afanosa-
mente, y remedios para aplacar los agudos dolores de sus señores, la gente humilde de la
isla supo que por lo menos por esta vez el vudú fue más fuerte que el terror y que la
magia del perseguido dobló de dolor al amo, sobre su trono .

Ahora Duvalier tiembla sólo con pensar en lo que Louis Pierre puede empezar a
pintar por todas las paredes de Haití .
62
SCHEVENINGEN

(A Win Daandels)

Al desembarcar Pedro el marinero en el pueblo de Scheveningen, y deambular


por la primera calle que encontró -la Badhuiweg- experimentó la fascinación de las dos
hileras de casas holandesas cubiertas de nieve que se mostraron a su vista .

- ¡Parecen de chocolate!- pensó .

No se veía ninguna persona por los alrededores, pero de pronto divisó a una vieja
sentada bajo un inmenso paraguas negro en el balcón del Hotel Doorn . La anciana tosió
de contento y chasqueó los dedos, mirándolo con ojos extraños. De improviso y de todas
partes surgieron miles de niños como marabunta, que en cosas de minutos se devoraron
a todo Scheveningen ante la mirada asombrada de Pedro el marinero .

Nadie le cree el cuento .

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EL PLANETA

(A Tarsicio Parrado y Néstor Jaén)

"El planeta dei cual era originario ei


principito no era más grande que una
casa ".
Antoine de Saint Exupéry

El profesor Ray Litleton del Instituto de Astronomía de Cambridge, sostiene desde


hace muchos años una teoría muy original. La tierra -dice- se está encogiendo . Al
instante de su formación nuestro planeta se solidificó, así como el plomo derretido
toma forma al contacto con el agua . En pocas horas el núcleo de metales en fusión se
redujo bruscamente en cien kilómetros . Desde esa fecha (millones de años atrás) la Tierra
se ha encogido otros tantos kilómetros más y la tendencia continúa .

El problema es que el profesor no sabe qué hacer con los cientos de cartas que le
llegan diariamente a su laboratorio . Les ha hecho lugar entre legajos polvorientos, teles-
copios, astrolabios y cintas de computadoras, dividiéndolas en dos grupos . Las cartas
de buen papel escritas con máquinas electrónicas que le exigen con tono ejecutivo respon-
der si se reducirían también los arsenales nucleares, fábricas, palacios y grandes propie-
dades, y que amenazan con una demanda ante las cortes internacionales si sus intereses
son afectados.

Las otras cartas son de papel arrancado de cuadernos amarillentos, escritas sobre
papiros, hojas de bijao y papel periódico que conminan a responder si se reduciría la
hambruna, la sobrepoblación, el desempleo, el costo de los alimentos, y que amenazan
con algo parecido a una sublevación .

Como buen inglés, el profesor ha tenido la precaución de inventarse un aurea de


niebla sintética para protejerse de unos y de otros, y para poder seguir articulando sus
teorías libre de la contaminación de las necedades, que continuamente lo distraen
del estudio de los temas fundamentales relacionados con la existencia del hombre sobre
la tierra.

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LA MUERTE DEL AGUILA

(A Tomás Borge)

Lo que le conté al niño sandinista, que portando un


fusil más grande que él, hacía posta toda la noche sin
cerrar sus ojitos vigilantes .

Para los indígenas chinantecos el cielo azul es un manto tejido por una ancianita
de manos temblorosas, que lo bordó como prenda para rescatar a sus siete hijos de un
encantamiento . Un día debajo de ese cielo azul, los niños chinantecos decidieron captu-
rar al águila que vivía en el frío de un cerro muy alto . A uno se le ocurrió hacer una
cuerda con los cabellos que le prestaron las niñas . En eso trabajaron todos de prisa
porque hacía mucho frío en ese lugar y el águila estaba por llegar .

Unos niños flaquitos que vivían cerca del cerro se acercaron y les explicaron :

-El águila está despierta cuando tiene la cabeza levantada y los ojos cerrados .
En cambio, duerme con los ojos abiertos y la cabeza agachada .

-Muy bien . Esperemos el momento oportuno -dijeron los niños recién llegados
y los que vivían cerca .

Los niños permanecieron alertas . Un día el águila regresó desde muy lejos, can-
sada y hambrienta . Comió con rapidéz y se acomodó sobre la roca para conciliar el
sueño . Fue la última vez que comió y que durmió, pues los niños estaban vigilantes y
dispuestos a acabar con él .

Cuando el sueño le clavó las garras al águila, inclinó la cabeza y abrió los ojos que
eran como dos medallones de oro . Un grupo de los niños se acercó, pues los demás
estaban enfermos y flacos .

Rápidamente le pasaron por el pescuezo la cuerda hecha de cabellos de niñas .


El águila al no poder respirar despertó, ya demasiado tarde, porque la cuerda le ceñía
apretadamente .

El águila dio unos brincos y cayó rebotando contra las rocas hasta quedar quieta
y muertecita al pie del cerro . Así también quedó eliminada el hambre, pues el águila
devoraba los granos que nutrían a los chinantecos y a otros pueblos .

Los niños bajaron por el cerro con mucha dificultad a ver si hallaban el cuerpo
del águila . Cuando lo localizaron advirtieron que los ojos se le habían salido y saltado
al infinito, convirtiéndose un ojo en el sol y el otro en la luz suave de la luna, haciendo
guardia -uno de día y el otro de noche- en el manto que brotó de los dedos de la an-
cianita .
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66
ALQUIMIA

(A mi padre Obdulio Leis, "Alemán")

Los veteranos del vecindario -los viejos- no olvidan a Basile Valentín . De vez en
cuando, siempre que las noches son propicias, rememoran a ese anciano de nacionalidad
indescifrable (pero parecía griego) que, durante la Segunda Guerra Mundial, atracó en el
puerto del vecindario buscando bahía segura en donde sobrevivir en tiempos tormentosos .

Todavía tienen fresco cuando sus barbas grises aparecieron en una esquina del
patio, sudando a mares por el esfuerzo de arrastrar un baúl negro de chapas aceradas
bastante maltratado que parecía ser su única posesión sobre esta tierra . A los pocos
días resolvió el misterio de su profesión colocando un letrero en la puerta de su cuarto
que decía :

"Basile Valentín : Zapatero Remendón"

Todo hubiera quedado así y los vecinos asimilado con familiaridad a este nuevo
Inquilino de sus casas desvencijadas y calles sucias, si ciertas cosas extrañas no se hubiesen
manifestado . En las noches, del cuarto de Basile brotaban sonidos extraños, se despren-
dían olores muy especiales y se iluminaba la pequeña ventana que miraba al patio con
resplandores tornasolados . Estos fenómenos, que no eran comunes al oficio de zapa-
tero, hicieron sospechar a la gente que el extraño era realmente en sus horas de descanso
un fabricante de fuegos artificiales .

Pero la policía no pensó igual . Una ronda de gendarmes que observó los aconte-
cimientos informó a su teniente lo que acontecía . No faltó en el cuartel quien tejiera
la urdimbre de la posibilidad de una conspiración comunista para volar el Canal .
67
No se dignaron en llamar a la puerta, sino que violaron a patadas la frágil hoja de
madera y luego el biombo que hacía de división entre el taller de calzados y la recámara .
Hallaron a Basile Valentín rodeado de chispas de colores, humaredas . y extrañas burbujas,
sosteniendo en sus manos un huevo filosófico .

Sobre la mesa desvencijada junto a la cama, se abarrotaban toda clase de pinzas,


tenazas y vasijas de diversos contenidos . El hombre estaba inclinado sobre un crisol
donde borboteaban metales fundidos, que reposaba sobre un horno o atanor . En el
huevo filosófico -retorta de cristal- que tenía entre sus manos, mil elementos se mor-
dían entre sí crepitando . Basile exclamó al advertir la presencia de los inesperados
visitantes :

-Han llegado en el momento preciso para que presencien algo extraordinario .


En este huevo filosófico se reproducirá en un momento la organización del caos terrestre .
Podrán ver como si fuera en el cine, los ciclos solares, planetarios y lunares que dieron
lugar a la formación de nuestro planeta .

El aparato armado reaccionó ante el grito del sargento :

- ¡Agárrenlo, tiene una bomba!

- ¡No lo hagan! ¡Puedo enseñarles el proceso completo del eclipse de sol y luna
dentro de esta retorta y . . .!

Demasiado tarde . La fuerza bruta hizo añicos los instrumentos y arrastró a Basile
Valentín, el alquimista, quien sólo murmuraba que estaban destruyendo valiosos objetos
fabricados en Plan nada menos que en 1702 .

Más tarde, bajo los poderosos focos del cuarto de interrogatorios, el anciano provo-
có la ira de sus inquisidores cuando respondió así a la pregunta sobre su identidad .

-Soy Basile Valentín, que en griego antiguo significa "poderoso maestro" . Nací
en 1415 y desarrollé la alquimia como monje benedictino en la Abadía de Erfurt en
Europa .

A la insistente interrogación (reiterada con rondas de palos y bofetadas) sobre la


preparación de la bomba que destruiría las esclusas de Miraflores, Basile sólo afirmaba
cada vez más débilmente :

-Prepárese un espíritu volátil blanco como la nieve y otro espíritu volátil rojo
como la sangre . Contienen en sí un tercer espíritu y son lo mismo que un espíritu único .
Conjúgueseles y manténgaseles en un lecho de calor . . .

Nada pudo hacer salir al viejo de este círculo vicioso impregnado del lenguaje
hermético de los alquimistas . Impotentes y sin mayores pistas las autoridades sellaron
el expediente como confidencial, y una madrugada entregaron con el mayor sigilo al

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sabio y a un saco de henequén lleno de restos, sustancias e instrumentos (revueltos con
medias suelas, tacones y zapatos de un solo pié), a una pareja de agentes secretos nortea-
mericanos acantonados en la Zona del Canal, para que profundizaran la investigación .

Siete horas después el destructor Utah salió rumbo al norte con una carga secreta
resguardada en un camarote blindado . Pero la nave nunca llegó a su destino . Un venta-
rrón inusitado la alzó por los aires cerca del triángulo de las Bermudas, según narró un
tripulante nativo de Detroit que logró salvarse saltando de la cubierta y que fue rescatado
tres días después cubierto de algas y con el color de los ojos transformado para siempre
de azul a una extraña tonalidad terrosa sepia, que ningún oftalmólogo del mundo pudo
jamás borrar .

El cuarto de Basile Valentín en el vecindario fue ocupado por diversos ocupantes


a través de los años, pero pocos permanecieron en él más de dos meses . En las noches,
extrañas cosas acaecían en la habitación . Una familia de indios kunas recién llegados
a la ciudad despertó mecida en el aire como si alguien los arrullara, mientras que todos
sus enseres bailoteaban como sostenidos por hilos invisibles . Un estudiante interiorano
que vivía comiéndose un cable y camaroneando para terminar la carrera de leyes hizo
historia, pues todo el vecindario presenció durante un baile en el patio una madrugada
de carnaval cuando el muchacho salió aterido y aterrado, cubierto de nieve y con los
bigotes congelados . Doña Eulalia, la que leía las cartas, aceptó por pedido colectivo
pernoctar una noche en el cuarto para develar el misterio, pero a media noche despertó
a todo el mundo para que presenciasen cómo sus barajas suspendidas en medio de la
habitación dibujaban un extraño signo esotérico, para luego -entre una niebla azulosa-
adherirse a la pared con tal firmeza que desde entonces permaneció ahí, desafiando
múltiples manos de pintura de agua, de aceite, de caucho y hasta corrosivas como ta
que ideó un pintor de brocha gorda que trabajó en labores de mantenimiento en Balboa .

Con esta última sorpresa la situación pareció atemperarse, sumado al hecho de


que el dueño del edificio solo alquiló el cuarto para depósito, lo que fue aprovechado
por un turco revendedor de baratijas a los buhoneros de Salsipuedes, que inundó los
veinte metros cuadrados de cajas de cintas multicolores, peines, peinillas, cepillos de
dientes, plumas y fósforos, y de juguetes de cuerda y batería .

El día en que los inspectores de Hacienda decomisaron la mercancía del turco,


como castigo por diez años de evasión de impuestos sobre la renta, olvidaron cerrar la
puerta del cuarto abriendo así las ventanas del recuerdo . Atraídos por la curiosidad,
los vecinos más cercanos entraron a averiguar la verdad sobre la leyenda de las barajas
pegadas en la pared, que habían escuchado varias veces desde su llegada al vecindario .

Sebastián López, Heriberto Bonilla, Norma de la Espada y David Smith . rodearon


la pared del signo hermético y sintieron al cerrarse la puerta tras de ellos sin que mediara
mano o viento, que el dedo helado del terror les recorría la columna vertebral de arriba
a abajo . Una nubosidad fosforescente (similar al fuego de San Telmo que envuelve los
velámenes de las embarcaciones en alta piar) impregnó la atmósfera . Las barajas se

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desprendieron y aletearon hasta tocar piso, y un crujido (como cuando se rasga un per-
gamino viejo) anunció que la pared se agrietaba dejando ver un boquete .

Un cofrecillo de corcho alquitranado y lleno de polvo fue extraído de la oquedad


por Heriberto Bonilla, mientras que Sebastían López lo violaba con su cuchilla mediando
unos minutos de vacilación .

Dentro, en portafolio antiguo de cuero repujado, el grupo encontró cuatro envol-


torios de una seda lustrosa de colores diversos, atados con majagua . Además, un manus .critonulad"Lsctrolaved fiosía"

Norma de la Espada leyó de prisa las primeras páginas del legajo mientras contenía
a punta de señas a Heriberto para que no abriera los envoltorios hasta que ella terminara .
En silencio y con el ceño fruncido, la mujer exclamó :

- ¡No lo van a creer, pero aquí dice que los cuatro paquetes contienen los mayores
descubrimientos de un tal Basile Valentín, pero los poderes que ellos emanan se perderán
si se lo contamos a alguien que no haya participado de este descubrimiento!

-¿Y de qué descubrimiento se trata? -preguntó David Smith .

Norma de la Espada volvió a las páginas amarillas y se atragantó al decir :

-Son los grandes hallazgos de la alquimia . El dice que lo logró después de muchos
sacrificios dedicándole toda su vida . Son : la Piedra Filosofal, el Elixir de la Longevidad,
el Disolvente Universal y el Polvo de la Simpatía .

-¿Cómo se usan? -preguntó Heriberto Bonilla .

-Miren, guardemos el secreto y que cada uno tome un paquete al azar y se defien-
da como pueda -dijo David Smith .

-También, que cada uno se lleva la parte del texto que tiene el color de la tela .
Son las indicaciones . Para que no digan que es trampa yo seré la última- dijo Norma
de la Espada .

Se hizo lo propuesto, y al finalizar la operación observaron atónitos que cofre,


nubosidad y barajas se autodesintegraban mientras que la puerta del cuarto se abría
prometedora mente, al igual que las puertas automáticas de esos lujosos almacenes de
la ciudad .

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II

Cuando los reclusos del campamento "El Pedregoso" de la isla penal de Coiba
vieron bajar a Sebastián López de la lancha patrullera, no se sorprendieron de su pre-
sencia sino más bien de que no hubiese regresado antes .

Sebastián no quiso hablar con nadie los primeros días . Se sumergió en una especie
de letargo que algunos catalogaron de mococoa, mientras que otros simplemente la
situaban en la falta de adaptación, algo normal en los primeros días de prisión .

Fue una noche lluviosa la escogida por Sebastián para romper su mutismo . Irrum-
pió en un juego de dados y atenazó los brazos de dos de sus amigos para contarles, debajo
de un marañón, asuntos muy importantes . El resplandor del fósforo conque encendió

el cigarrillo alumbró el instante en que Sebastián López soltó estas palabras :

-Miren, panas . Esta vez sí que no hice absolutamente nada . Estoy aquí por culpa
de la Piedra Filosofal .

Un coro inquirió y exigió que hablara claro . Sebastián explicó que en un paquete
misterioso que le tocó a él (como producto de un hallazgo colectivo acaecido en el vecin-
dario donde vivía), apareció una caja de color hueso que contenía un polvo metaloide
parecido al azufre . El papel que explicaba el contenido decía que eran gramos de polvo
de las mismísima Piedra Filosofal . Es decir, que ese material tenía la propiedad de
convertir cualquier mineral en oro puro y finísimo .

-Cuando leí eso la cucusa se me alborotó y me puse a legislar que no me podía


quedar piano, sino jugar vivo y conseguir todo ese bucopocotón de chenchén que uno
necesita para salir de una vez por todas de la vida de pobre . ¿Tu vé?

- ¡Ahora sí que estás hablando claro, lao pé . . .! ¿Y qué hiciste con el polvo? --excla
maron sus amigos .

-Como no me gusta tirarme de lamparoso, no le dije nada a nadie y me puse a


buscar algo grande de metal pa' echarle el polvo de la piedra, pues sólo alcanzaba para
una vez y ya.

Sebastián contó con pelos y señas cómo recorrió toda la Central, el barrio chino y
Salsipuedes buscando algo que no sabía exactamente qué era, pero que estaba seguro de
que iba a encontrar. Y lo halló . Un molino de moler maíz de puro hierro, pesado y
sólido . Lo llevó a su cuarto . Mandó a su mujer donde la suegra . Puso el molino en la
mesa . Sacó la piedra de debajo del colchón . Esperó la media noche y siguiendo las ins-
trucciones leyó una invocación llamada "Canciones intelectuales para la resurrección del
Fénix" que se citaba en los pergaminos .

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Pensando en la gran vida que le esperaba, espolvoreó la sustancia sobre el molino
hasta su última partícula . ¡Y toda la habitación se inundó del aúreo resplandor del
molino de oro!

-¡Orooooooooo! ¡Soy milloooooooooonario!

No pudo contenerse y el grito rebotó amplificándose en esquina, cuadra y barrio .

Poco duró su encanto . Las esposas se cerraron en torno a sus muñecas y lo arras-
traron al patrulla . Minutos después escuchó asombrado al Corregidor del barrio que lo
condenaba a 18 meses de reclusión por hurto y posesión de objetos robados ; le decomi-
saba el molino de oro y le recitaba sin equivocarse en nada su extenso prontuario poli-
civo de pe a pá .

Sebastián sólo atinó a decirles :

-Si yo fuera un buay con alta lana y mucho bille no me harían esta canallada .
Como estoy achurrado y no tengo ni para el refine, usted se larga un manso sermón y
me entrega a los pericos sin chance de quedarme por lo menos con la manivela del moli-
nito -que no robé, es mío-, pa' que me sirva de salve en mi vejez.

El Corregidor le tradujo al secretario que era nuevo en el barrio :

-Para que quede en actas . Dice que si fuera rico no lo castigaríamos . Como es
pobre y no tiene ni para el pebre, digo . . . la comida, le echamos consejos y lo encarcela-
mos, sin entregarle nada del objeto robado -que dice que no robó- cosa que le serviría
para mantenerse en los postreros días .

Uno de los amigos de Sebastián le encendió otro cigarrillo protegiéndolo del viento
que azotaba la isla, al tiempo que le decía :

-Pues mira, Sebas, se cumple un dicho brasileño que trajo un marinero que estuvo
por aquí hace un mes : "Cuando merda timer valor, pobres nasce sem en". Es decir,
"cuando la mierda valgo algo, los pobres nacerán sin culo ".

-Y mejor que no se lo contaste todo al juez, te habría mandado directo al mani-


comio- dijo otro .

Sebastián rió y calló y otra vez lo envolvió la pantanosa crisálida de la mococoa,


que en el habla popular significa tristeza .

72
III

Norma de la Espada se sintió fascinada con el envoltorio que le había tocado en


suerte, y también advirtió que sus hojas de pergamino eran más largas que las de sus
otros acompañantes en la visita al cuarto de las barajas en la pared . No dudó en sumer-
girse en la lectura, con tanta concentración que por primera vez soltó amarras del estruen-
do de radio, televisor y componente tocados al unísono con las griterías de sus cinco
hijos .

El escrito citaba 84 párrafos del tratado taoista "T'san Toung Ch'i, que en resu
men describía cómo se había preparado en un huevo filosófico la sustancia que Norma
de la Espalda poseía en el envoltorio . Se había mezclado oro alquímico y polvo de
cinabrio hasta encontrar la proporción armoniosa de Yin -principio femenino- y Yang
-principio masculino-, logrando un verdadero retorno, simbólico y concreto, a los
orígenes del mundo, es decir "penetrar nuevamente en la matríz" .

- ¡Mierda, si es el Elíxir de la Longevidad! -exclamó y de un salto quedó de pie .

Leyó más de prisa la narración de que el Conde de Saint Germán, Cagliostro y el


Doctor Fausto eran casi eternos, gracias al elíxir . Revelaba que el primero era en la
actualidad carnicero en un barrio de Hamburgo, el segundo manipulador de pizzas en
un restaurante de Tegucigalpa y el tercero chulo de una docena de putas en el puerto
de Buenaventura .

El texto indicaba que el pomito de porcelana que Norma de la Espada acababa de


desempacar, tenía la dosis necesaria para una sola persona . El que la ingiriese dormiría
por 20 años -como Rip Van Winkle- y mientras tanto sufriría una transmutación .
Se le caerían dientes y cabellos apareciéndole otros nuevos, además de una total reno-
vación de la envoltura cutánea y los organos vitales . Su espíritu se inundaría de un
fuego divino . Su cuerpo sería el de un niño .

Ahora bien, también se advertía que la transmutación debería realizarse a una


distancia no mayor de 200 kilómetros a la redonda del Cerro Ancón, pues esa promi-
nencia poseía un centro magnético especial que activaba las propiedades del elíxir .
La persona beneficiada con el rejuvenecimiento no podría alejarse jamás de ese radio,
pues se desintegraría convirtiéndose en sólo un puñado de sal yodada .

Norma se alegró infinitamente . Buscó información de cómo sería el próximo


siglo, el mundo del futuro . Las revistas hablaban de la automatización, con robots
sirviendo a cualquier deseo ; de casas en el aire y la cura de todas las enfermedades ; vuelos
de pasajeros haciendo turismo a la luna y a todos los planetas . La televisión la transportó
con los supersónicos, viaje a las estrellas y flash gordon, a una sociedad donde la comodi-
dad y lo maravilloso borraban realidades como las de ella : una madre soltera que se

73
rompe las espaldas como lavandera, en los tiempos libres que le deja un magisterio con
salarios de hambre en una escuela ruinosa .

Se despidió de cada uno de sus hijos y los envió donde sus respectivos padres con
un papel en el cuello de la camisa que decía :

"Yo los parí y los he cuidado hasta aquí . Ahora les toca a ustedes . Me voy a un
viaje del cual no regresaré ni para tomar impulso .

Los escasos ahorros los invirtió en una lona impermeable y otros implementos
que iba a necesitar . Uña noche toda llena de relámpagos arrastró subrepticiamente sus
enseres hacia el Cerro Ancón, ocultándose para no ser vista . Abrió una trocha en la selva
enmarañada y durante una hora cavó una cueva en el sitio más recóndito . A su alrededor
titilaba la alfombra de luces de la ciudad, y el eco de ruidos y acordes urbanos . Encendió
una lámpara de baterías . Comió un tamal ya frío y una cerveza casi tibia, pensó en sus
hijos pero con un movimiento de cabeza los borró para evitar el sufrimiento, destapó el
Elixir de la Longevidad y le dijo a la luna que se asomó un momento por una ventana
de nubes :

- ¡Salud!

Le sorprendió que el contenido no tuviese ningún sabor, pero sí la pesada consis-


tencia del aceite de ricino . Se acomodó en la lona y esperó que llegase el sueño para
introducirse en la cueva donde pernoctaría por 20 años continuos . Un vientecillo trajo
a sus pies hojas de un periódico abandonado . Lo tomó y lo leyó para apurar la somno-
lencia .

Aterrada, fue descubriendo mientras el sopor empezaba a embargarla, cómo las


letras impresas de un articulo publicado en el diario describían y vaticinaban cual sería
el futuro de los países subdesarrollados dentro de 20 años . Cómo el hambre se ampli-
ficaría y faltarían los recursos básicos ; el deterioro del medio ambiente : la ampliación
de la brecha entre ricos y pobres ; y, sobretodo, cual sería la suerte de la niñez según
las bien documentadas predicciones científicas .

Intentó vomitar, pero el elixir se agarraba a sus entrañas . El pensamiento del


futuro que le esperaba a un niño que no podría fugarse a más de 200 kilómetros de la
realidad subdesarrollada, la angustió y le acrecentó el deseo de quedarse a ayudar a que
ese mañana no fuese así . Muy tarde . El pensamiento fue sólo un destello en su mente
cuando el sueño la derrotó irremisiblemente batiéndola entre ronquidos y suspiros .

74
N

Cuando David Smith regresó a su cuarto, después de haber sido privilegiado con
uno de los secretos de Basile Valentín, no pudo rehuir el compromiso de hacerle el amor
a la muchacha que lo esperaba trémula y con las piernas abiertas en su lecho de soltero
empedernido .

Sonia era una de las tantas que había sucumbido a la atracción de este hombre,
que marcaba cada conquista con una muesca en el borde de la cama, tal como los pisto-
leros -en las películas- contabiliza sus víctimas en las cachas de sus c ults .as de sus colts .

La muchacha quiso más y no alcanzó a comprender la ansiedad de David Smith


por despedirla mientras el galán dirigía miradas furtivas en dirección al ropero donde
había depositado el envoltorio en medio del revoltijo de la ropa sucia .

Ya solo, abrió el paquete y desencantado observó que contenía un frasco de vidrio


esmerilado con líquido parecido al agua . Recordó que tenía que ver las indicaciones . Al
leer dificultosamente las letras góticas del texto, se quedó sin aliento . Lo que tenía entre
las manos era el Disolvente Universal .

El escrito explicaba que el líquido era conocido en árabe como "alkaest" y que
las muchas investigaciones iniciáticas las había desarrollado Marcel Malet en su libro
E/ secreto de los patriarcas, escrito hace seis siglos . Se hacía la anotación de que el
Disolvente Universal podía hacer desaparecer cualquier materia viva o muerta existente
con sólo entrar en contacto con el líquido, desintegrando lo que estuviese en su camino
en forma total y definitiva . Más había costado crear el frasco que contenía el disolvente
que el líquido mismo, pues era la única materia existente en el mundo resistente a la sus-
tancia, y en caso contrario ésta se perdería, atravesando la tierra hasta perderse en el
plus ultra .

La sustancia era agua en una pureza extraordinaria, sometida a las radiaciones de la


piedra uravita que sólo se encontró tras un árbol de buganvilia en Macao durante el sols-
ticio de primavera . Luego había sido sometida al procedimiento secreto conocido como
"baño del rey", que purificaba el elemento hasta límites insospechados . Del material
conque estaba fabricado el frasco ennumeraba infinidad de detalles, pero lo interesante
era que la materia prima se originó en los restos de un meteorito hallado en los montes
Urales.

David Smith no durmió esa noche pensando la manera de sacarle provecho al


hallazgo . Descartó el uso del disolvente en la industria de la demolición por la poca
cantidad de que disponía : menos de un cuarto de litro . Le costó bastante darse cuenta
de que la horadación de pozos de petróleo no resultaría, pues el disolvente atravesaría
el planeta perdiéndose el yacimiento . Acariciando la idea de que pudiera vender el
75
líquido a una gran empresa química para que lo analizaran y se rompiesen ellos la cabeza
pensando qué hacer con el maldito disolvente, pudo dormir un par de horas después del
amanecer .

Lo despertó el ruido de herramientas y recordó que el dueño del edificio enviaba


al plomero a cerrar las llaves comunales de agua durante el carnaval, para prevenir el
consumo innecesario del vital líquido . Efectivamente, había olvidado que ese día era
sábado de carnaval y que era difícil salir al mundo exterior sin ser víctima de la tradi-
cional mojadera .

Tocaron a la puerta . La abrió y lo bañó un chorro de agua fría seguida por la risa
fresca de Sonia y los gritos de la chiquillería . Con un gesto de disgusto se encerró . Avan-
zaba la mañana y notando calma en el vecindario se atrevió a salir y Sonia avanzó hacia
él con un gesto de paz .

- ¡Ya no te mojaré más, David, el agua se acabo!

Y mirando a todos lados se introdujo en el cuarto con el deseo cosquillándole por


todo el cuerpo . Se despojó de la ropa en menos que canta un gallo y David hizo lo
mismo . Sobre la cama se estrecharon en un abrazo anhelante . Las lenguas recorrieron
las sinuosas veredas de los cuerpos, explorando cavernas, valles, colinas áridas y llenas de
floresta . La lluvia fecundó el terreno con espasmos de ardor y quejidos proferidos, mien-
tras que un terremoto sacudía el lecho y tiraba las almohadas al piso .

Sonia abrió los ojos y vio el frasco con lo que creía que era agua sobre la mesa y
recordó el carnaval .

Al sentir que Sonia se levantaba, David no comprendió que esta era su última
erección y los momentos postreros de su vida, pues su amante con grandes risotadas le
lanzó el Disolvente Universal mientras sus senos bailoteaban como péndulos de fúnebre
campana .

David Smith se subdividió en átomos, células y moléculas en un santiamén . Em-


prendió un viaje vertiginoso a través de la tierra . Atravesó la litósfera, el manto silica-
tado, la zona intermedia y el núcleo incandescente, y de ahí, a la zona intermedia, manto
silicatado y la litósfera del otro lado . En la antípoda, un hombre de ojos razgados y
piel amarilla dejó caer el azadón cuando un geíser de humo, polvo y agua se disparó con
una fuerza inaudita en su parcela de arroz .

A Sonia la encontraron pálida y desnuda junto al lecho agujereado y David Smith


sólo quedó existiendo en los remotos confines del recuerdo .

76
V

No le fue nada fácil a Heriberto Bonilla, un obrero de la construcción, obtener una


cita con el mismísimo Comandante en Jefe de las fuerzas armadas norteamericanas acan-
tonadas en el país . Pero finalmente, estaba allí, en la antesala, esperando su turno mien-
tras que el secretario uniformado y la escolta del Comandante no le quitaban ni por un
instante los ojos de encima .

Repasó por última vez lo sucedido cuando abrió su paquete envuelto en seda azul
y leyó las instrucciones correspondientes descubiertas en el cofre de corcho alquitranado .
El contenido era sólo un polvo tornasolado envuelto en una bola de cuero antiguo . Des-
cubrió que era el polvo de la Simpatía .

Este polvo había sido bautizado hace siglos por Robert Fludd como el "ungüento
de las armas", y el secreto inicial se lo había entregado a Fludd un misterioso monje
trapense procedente de Alejandría . El polvo tenía la propiedad de curar a distancia
las heridas de armas diversas, con sólo untar un poco en las armas que habían provocado
las mismas . Así, golpes, laceraciones, magulladuras, heridas, se remediaban en segundos
si las armas que las causaron eran frotadas con el polvo .

Heriberto Bonilla recordó que él, como Santo Tomás, era hombre de ver para
creer . Tomó la mocha que tenía guardada en un rincón de la cocina y sin remilgo se
cortó la pantorrilla izquierda y, con los ojos lagrimosos por el dolor, untó el polvo en el
filo de la mocha . La herida dejó de una vez de rezumar sangre y a los cinco minutos
la piel no dejaba entrever la existencia de cortada alguna .

El zumbido del intercomunicador lo hizo salir de sus reflexiones y en un instante


-debidamente escoltado- entró a la oficina del militar . Este, con un gesto seco, le
indicó asiento y le pidió ir al grano y conocer ese "secreto maravilloso", pues tenía
infinidad de ocupaciones . Heriberto fue al grano .

-Mire, Comandante, tengo en mi poder un polvo capaz de curar a distancia las


heridas provocadas por cualquier arma, con sólo untarlo en las armas . Incluso, creo que
el polvo es capaz de revivir a las personas fallecidas como consecuencia de las guerras y
cosas parecidas .

- ¡Usted me quiere tomar el pelo!

- ¡Le aseguro que no es así! Tengo poca cantidad pero si la analizan seguramente
darán con la fórmula y podrán producirla en mayores cantidades. El precio que pido es
modesto . . .

- ¡Cree usted que soy un estúpido!

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El Comandante, que tenía fama de ser hombre de armas tomar, extrajo la escua-
dra de la cartuchera y sin titubear le pegó un tiro a Heriberto Bonilla en la pantorrilla
derecha . Aullando de dolor, entendió el mensaje, se acercó y espolvoreó algo de polvo
en el arma de fuego . Los presentes contemplaron asombrados la cura instantánea de la
herida . Al reponerse de la impresión, el Comandante dijo :

-Interesante y espectacular, pero aún así no me interesa . ¿Para qué querríamos


curar a nuestros enemigos? ¡Nuestra misión es exterminarlos! ¿Qué haríamos con todas
esas víctimas de las guerras, si reviviesen? Agravaría el problema de la sobrepoblación
mundial, alterando la vida de los verdaderos sobrevivientes . . . ¿Por qué no se la vende al
enemigo?

- ¡Ahora me doy cuenta que el estúpido soy yo! -exclamó Heriberto y se incorpo-
ró, pero la escolta lo detuvo obedeciendo una orden del Comandante .

-¡Un momento! . . . Okey, me quedaré con ese polvo . Lo examinaremos a ver si


podemos aplicarlo a la inversa, es decir para hacer más mortíferas nuestras armas .

-¿Qué me dará a cambio?

-No hago transacciones de este tipo . El polvo está sencillamente confiscado como
secreto militar, y dé gracias que no lo confisco a usted metiéndolo al calabozo . ¡Váyase!

Con el santo y seña de un arqueo de cejas del jefe, la escolta arrojó a Heriberto de
las instalaciones sin ningún miramiento . No dudó en alejarse antes de que el Comandante
se le ocurriera interrogarlo sobre el origen del polvo .

De regreso rastreó a los vecinos involucrados en el hallazgo para conocer la suerte


que habían corrido y contarles la suya . Se enteró de la detención de Sebastián López .
También de la misteriosa desaparición de Norma de la Espada . Sonia, la hermosa mucha-
cha que hacía soñar a los hombres con el caminar coqueto que esgrimía al pasar por las
calles, le relató lo acontecido a su amante .

Heriberto Bonilla suspiró y pensó :

- ¡Lo que daría yo ahora por la agüita que le tocó a David, para ir a hacer una mo-
jadera de todos los diablos encima de las armas de esos desgraciados!

Para su consuelo, Sonia curó su desconsuelo .

En la soledad del cuarto de David Smith, la mujer pasó a explicarle otros detalles
de lo ocurrido, pues todavía nadie más estaba enterado . Mientras gozaba del sexo abierto
y fresco como una sandía, a Heriberto le pareció escuchar por el agujero de la cama
dulces melodías del lejano Oriente .
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De lo que nunca se enteraron, fue que en las siguientes semanas todo el aparato
tecnológico y científico del Pentágono se movilizó para desentrañar los contenidos del
Polvo de la Simpatía, descubierto gracias a las habilidades profesionales de un Coman-
dante instalado en un exótico país tropical .

Las computadoras se fundieron en el esfuerzo ; decenas de físicos y químicos se


desequilibraron intentando fallidamente dar con la fórmula ; ministros y generales re-
nunciaron en masa como producto del fracaso rotundo .

El informe final fueron gruesos expedientes de conclusiones ininteligibles, a los


cuales un joven matemático graduado en el Tecnológico de Massachussets agregó un
singular epígrafe que tampoco nadie más entendió, pero que causó su renuncia provo-
cada . El escrito, en la última página, a mano y con tinta verde decía :

"Todos nuestros Intentos por decifrar los componentes y aleaciones del llamado
"Polvo de la Simpatía" no han fructificado por una sencilla razón : fueron mez-
clados por gentes de una gran paz Interior y que querían que esa paz normara las
relaciones entre los hombres y entre las naciones . Nosotros no podemos hacer
algo igual. Nuestro negocio es la guerra"

En el currículum del autor de las líneas, sólo había un extraño dato al que nadie
dio mayor importancia . Era el hijo único de un tripulante, que como producto de un
accidente marítimo ocurrido hace muchos años, tenía ojos teñidos de una rara tonalidad
sepia que ningún oftalmólogo del mundo había podido jamás borrar .

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EDITORIAL SIGNOS,S.A.
UNA NUEVA OPCION EDITORIAL
PARA LA CREACION LITERARIA, LA CRITICA
Y LA INVESTIGACION

Libros publicados por Editorial Signos


en su Colección "Portobelo"
(1982 -1983)

1 . Homenaje a Rogelio Sinán (poesía y cuento), selección y pró-


logo de E . Jaramillo Levi
2. Raíz, historia y perspectivas del movimiento obrero panameño
(ensayo), Jorge Turner
3. Reflexiones junto a tu piel (poesía), Diana Morán
4. Poesía erótica de Panamá 1929-1981, selección y prólogo de
E . Jaramillo Levi
5 . Cuatro escritores panameños en México (poesía y cuento),
Diana Morán ; J . M . Bayard Lerma ; Jorge Turner ; E . Jaramillo
Levi
6 . De lo que no se dijo en las crónicas y otros relatos, Jaime Gar-
cía Saucedo
7. Los días del incendio (poesía), José Manuel Bayard Lerma
8. Trashumancias (poesía), Héctor M . Collado
9. Poesía selecta de Ricardo J . Bermúdez, Prólogo de Rodrigo
Miró
10 . El candelabro de los malos ofidios y otros cuentos, Rogelio Si-
nán
11 . Poetas jóvenes de Panamá 1969-1982, selección y prólogo de
Jaime García Saucedo
12. Rompeolas (poesía), Jarl Ricardo Babot
13 . La casa de las sirenas pálidas (novela), Enrique Chuez
14. La búsqueda del rostro (ensayo), Gloria Guardia

Este libro se terminó de imprimir en Litografía ENAN, S . A .


el 23 de enero de 1987 .
Se hicieron 1,000 ejemplares en papel bond 20 lbs.
El libro estuvo al cuidado de Enrique Jaramillo Levi .

80
RAUL LEIS nació en 1947 .
Sociólogo, periodista, educa-
dor popular, dramaturgo y
poeta. Ha obtenido el
Premio Literario "Ricardo
Miró - varias veces y publi-
cado libros de poesía, análisis
social y obras de teatro . Viaje
alrededor del patio es su
primer libro de cuentos .

Saber narrar lo cotidiano con


imaginación e inteligencia,
recreando los aspectos singu-
lares de la vida con esa difícil
facilidad que logra el artista y
propiciando, además, un cre-
ciente interés en el lector :
he aquí, en síntesis, el mayor
logro de este libro . Un libro
escrito con amor y fe en el
ser humano .

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