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Vicente Riva Palacio - 1963 - Díaz y de Ovando

Este documento analiza el relato Cuentos de un loco de Vicente Riva Palacio, publicado en 1874, el cual critica las calumnias extranjeras contra México luego de la intervención francesa. Riva Palacio usa el relato para profetizar que México obtendría justicia por las injusticias cometidas por Francia. Asimismo, examina cómo desde la conquista se negó la existencia de América y su gente para justificar la colonización.
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Vicente Riva Palacio - 1963 - Díaz y de Ovando

Este documento analiza el relato Cuentos de un loco de Vicente Riva Palacio, publicado en 1874, el cual critica las calumnias extranjeras contra México luego de la intervención francesa. Riva Palacio usa el relato para profetizar que México obtendría justicia por las injusticias cometidas por Francia. Asimismo, examina cómo desde la conquista se negó la existencia de América y su gente para justificar la colonización.
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VICENTE RIVA PALACIO *


POR
CLEMENTINA DtAZ y DE OVANDO
A Juan Antonio Ortega y Medina

olvidado, Vicente Riva Palacio es una de las personali-


I NJUSTAMENTE
dades más dignas de estudio en el panorama de la literatura nacio-
nal del siglo XIX. SU obra abundante y variada: poesía, drama, novela,
cuento, crítica, lo revela como uno de los más completos e interesantes
escritores liberales, de aquellos que, como ha dicho Andrés Henestrosa,
fueron escritores y soldados y para quienes la Patria fue una constante
preocupación, pues la habían visto a punto de zozobrar, de sucumbir,
y hasta la palabra Patria tuvo para ellos una connotación dramática,
desconocida para los escritores de hoy.
Es esta preocupación de Vicente Riva Palacio por la Patria la que
pretendo destacar aquí, comentando un pequeño y casi ignorado texto,
Cuentos de un loco, que publicó La Orquesta en su folletín el año de
1874, y cuyo conocimiento debo a la generosidad de mi maestro Fran-
cisco González Guerrero.
No se me escapa que tema más propio para esta charla sería la vida
de Riva Palacio, llena de divertidas anécdotas, o el señalar alguno de
los aspectos más significativos de su obra, por ejemplo, su estupenda
labor crítica. Pero al comentar Cuentos de un loco deseo, en este año en
que México conmemora el primer centenario de la Batalla del Cinco

• Conferencia leída en la Sala Manuel M. Ponce el 13 de julio de 1962. dentro


del ciclo de conferencias "Examen de Escritores Mexicanos".

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<.le Mayo, rendir de esta manera, homenaje a quien como Vicente Riva
Palacio supo, tan cabalmente, con la acción y con la idea, defender a
México de una agresión extranjera.

*
El 19 de junio de 1867, México triunfaba en Querétaro de la Inter-
yención y el Imperio. La victoria desató de inmediato una serie de in-
sultos y calumnias contra nuestro país. Algunos escocieron m~is que otros,
tal el libro de José Zorrilla El Drama del Alma que se consideró como
una traición a la hospitalidad mexicana. El libro de Zorrilla lo publicó
en su folletín el ultraconservador periódico El Pájaro Verde, el año de
1872; y ese mismo año, el diario El Correo del COl1urcio, en su edición
de 26 de mayo decía: "Los escritores franceses no se cansan de deturpar
a México", y consignaba la traducción de un injurioso artículo contra
::\'Iéxico que la Revllc des DCllX Afondes acababa de publicar acusándo-
nos como era de rigor, de los peores crímenes, ser de raza híbrida: india
y española y, por 10 mismo, "rebeldes a toda civilización", inhábiles
para. vivir sin la revolución y el cuartelazo. Este artículo de la Revue
{les Deux Afondes fue contestado inteligentemente en El A mericano, de
París, por José Diaz Covarrubias, entre otras razones arguye la ignoran-
cia que Francia tiene de las cosas de l\Iéxico, ignorancia que tan cara
le había costado, su incomprensión para nuestras revoluciones que no
son de pillaje sino de ideas y en cuanto a que México formaría parte de
la Unión Americana, no pasaba de ser un vaticinio de bastante mala fe.
Tampoco calla ante las infamias que nos endilga la Revue des Dcux
J.Hol1des el editorialista de El Corrco del Comercio, quien el 29 de mayo
le recuerda a ésta lo cruento de las guerras civiles en Francia, el Código
negro de Argelia, y después de hacer un detallado inventario de todas
las tropelías y brutalidades cometidas por la culta y civilizada Francia
durante la Intervención y el Imperio, termina con la seguridad de que
la enorme injusticia que Francia cometió con México no quedará impune.

"Estos son hechos -dice- y hechos muy recientes que conoce la


Europa y la América, y hechos que no quedarán impunes. La
cuestión es de tiempo."

y la impunidad terminó; llegó el día de la expiación del crimen co-


metido por Francia, por Europa, contra nuestro ser político; crimen

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que para aquellos defensores de la patria era imposible que quedara


sin castigo, tarde o temprano se nos haría justicia.
En 1868 en Calvario y Tabor, novela que es la epopeya del pueblo
donde reluce el valor, la generosidad de esos humildes protectores de
México: los chinacos, o chinacates, que sabían morir como los buenos,
Riva Palacio profetizaba: Dios, la historia y el porveni1" nos darán el
triunfo, y la ejecución de ese castigo en que Dios y la Historia inter-
vinieron para darnos el triunfo es el tema que el año de 1874 desenvuelve
en Cuentos de un loco.
Cuentos de un loco no es propiamente una novela sino más bien un
relato, el formalista erudito pronto encontraría en su estructura esas
fallas características de la novela romántica del siglo XIX, le pondría
muchos reparos y no la aceptaría como tal. Pero en esta clase de relatos
o novelas del siglo XIX, y en esto hay que hacer hincapié, lo importante
no es la estructura ni el primor de la fonua, lo fundamental y valioso
son las ideas, el mensaje, pues lo que interesa al autor es que este men-
saje llegue a los lectores y sea por ellos comprendido y aceptado.
En Cuentos de un loco, Riva Palacio cuida la estructura que consta
de doce capítulos bien equilibrados, escritos en prosa limpia y fácil,
pero el énfasis 10 pone, naturalmente, en las ideas, en el mensaje, y
gracias a este intencionado énfasis, que es aquí lo preciado, el relato
Cuentos de un loco, constituye un excelente documento literario para
el estudio de la defensa de esa calumnia contra América, contra México,
que tiene su origen en el viejo problema que es la negación de nuestro
ser histórico por Europa y que arranca desde el momento en que, sin
que se nos esperara, irrumpimos aquel 12 de octubre de 1492 ante los
ojos de Colón, de este imaginativo siempre dispuesto a transfigurar
la realidad.
y para dejar claras las ideas que Riva Palacio expone en Cuentos de
11 n loco aludiré, aunque sea a grandes trazos, a este problema que ha

estudiado Edmundo O'Corman en su libro Idea del Descubrimiento


de América.
Para nuestro infortunio, ningún historiador o geógrafo griego, ni ro-
mano, ni la Biblia, ni los Padres de la Iglesia, habían nombrado estas
tierras ni menos mentado a sus habitantes, no teníamos, por lo mismo,
casillero donde quedar encerrados; nada más fácil que negar nuestro ser
histórico y empezó entonces la difamación y la calumnia de América,
que será vista, como elocuentemente rimaba el pícaro y poeta Mateo

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Rosas de Oquendo, que por estos rumbos había andado en los inicios
del siglo XVII} como tierra maldita que perturba y pervierte al español:

Es tierra de confusión,
Es caos do están las marañas
es un infierno de vivos
y un anticristo en palabras.

y también todos nuestros males partieron de esa negaclOn, clamaba un


indio en el Auto de las Cm'tes de la Muerte (1557), Auto estudiado
y analizado con esa perspicacia que le es característica por Juan Antonio
Ortega y Medina en su excelente ensayo: "El indio absuelto y las Indias
condenadas". 1
Con voz de conciencia popular española el indio del A uto de las
Cortes de la Muerte, se dolía de que el griego Tolomeo no hubiera
señalado al indígena un sitio en el esquema tradicional cristiano:

Tolomeo que heciste


tan gran suma y conduta
de naciones, y escrebiste,
di ¿cómo no nos pusiste
en tu registro y minuta?

Antiguos que trastornastes


al mundo y al retortero
le trajistes y pintastes,
¿y cómo nos olvidastes
(os pregunto) en el tintero?

¿Cómo no distes noticias


de nuestras tierras? (os pido) ,

El olvido de Tolomeo, de los antiguos, España lo remedió con la cris-


tianización, por medio de ella pudimos entrar, aunque a regañadientes,
a la cultura occidental.
Si la religión nos dio humanidad, también la poesía hizo un esfuerzo
por otorgarnos la universalidad que nos era tan decididamente negada,
Ya lo ha dicho el filósofo "sólo la poesía da nombre a 10 existente",
1 Historia Mexicana. Vol. IV, NQ 4, abril-junio, 1955, p, 477.

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Alonso de Ercilla y Zúñiga, poeta del Renacimiento, abrevado en las


fuentes clásicas, testigo y actor en la conquista de Chile, relata los he-
chos de esta sumisión, yen su poema La Araucana los verdaderos héroes
son los indios y los antihéroes los hispanos. En el entusiasmo por la
valentía, el arrojo de los araucanos, el poeta no puede menos que com-
pararlos con los héroes de la antigüedad clásica. Lautaro resulta más
digno de admiración que los Publios Decios, que Curcio, Scévola y
Leónidas, Furio y Marcelo:

Decidme: ¿estos famosos que hicieron


que al hecho de este bárbaro igual fuese?

La constancia y la fe de los araucanos es utilizada por Ercilla en otra


comparación clásica: la historia de la Reina Dido. La india Lauca
es equiparada a Dido, y Caupolicán queda implicado en esta esplén-
dida trinca de héroes y de dioses: Caupolicán-Marte-Cupido.
Ercilla parangona a los indios del Arauco con los héroes grecorroma·
nos y esta comparación no es arbitraria, tiene un noble propósito pues
al comparar a estos indios que difícilmente podían encajonarse dentro
del esquema de la cultura tradicional cristiana, con los héroes de la
antigüedad clásica, los ha occidentalizado, humanizado, y aún los lleva
más allá, los hace entrar a la gran poesía mítica con la majestad, la
dignidad, el valor y hasta con la serena belleza de un héroe griego.
y aunque Ercilla jura en su poema atenerse a la verdad de los
hechos, crea también en La A raucana un nuevo cuento que habla
por primera vez poéticamente de América: América le sirve para la
creación de un tema artificioso e imaginativo, donde los personajes
indios se codean con los personajes de la antigüedad clásica. Ercilla,
gracias a su volutad poética, hace de América una tierra de maravillas,
y así nuestra América se salva en lo positivo por esa potencia poética.
Pero esta visión de América, portentosa, sugestiva e idealizada no
prevaleció, triunfó la visión de América como tierra de maldición
e infamia, sustentada, como en el siglo XVIII afirmaba nuestro gran
humanista Francisco Javier Clavijero, en el "más cicatero patriotismo,
en la ignorancia y mala fe europeos".
La calumnia no disminuyó con el tiempo, mucho arreció cuando
nos independizamos, cuando traicionamos la oportunidad de ser occi-
dentales, que España nos había otorgado con su dominación.
Una nueva coyuntura de entrar a la cultura occidental se presentó

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para México el año de 1862. Ahora era Francia la que nos tendía la
mano, la que se presentaba como nuestra redentora, pues España, es
cierto, hizo lo posible por salvarnos, por redimirnos, sin embargo,
su redención fue un poco a medias y bastante deslucida; al fin y al
cabo, para la conciencia europea Africa comienza en los Pirineos. En
cambio, Francia era a la sazón la guía cultural del mundo, política-
mente la nación más poderosa y uncidos en su carro la salvación sería
completa, puestos, como ahora se dice, en órbita, en la órbita de la raza
latina se nos salvaría también de la ambición yanqui. ¿Qué importaba
que la salvación tuviera un alto precio? Qué importaba que encubriera
el ¡negociote! de los bonos Jecker, la posesión como colonia francesa
de Sonora y Baja California, la explotación de las minas, en suma,
el ser tributarios de Francia. ¡Bien valía París una misal La justifi-
cación ante los ojos del mundo resultaba hábil y perfecta: de pueblo
salvaje, incivilizado, incapaces de gobernarnos, con el doble estigma,
según decía la Revue des Deux M ondes de ser descendientes de indios
J

y españoles pasaríamos a seres civilizados y entraríamos por la espaciosa


puerta del prestigio francés a la universalidad.
Insensatez sería no aceptar la mano que se nos tendía. Cuán signifi-
cativo es este párrafo de la proclama que el almirante Jurien de la
Graviere y el embajador Dubois de Saligny firmaron el 16 de abril
de 1862:

"La bandera de Francia ha sido plantada sobre el suelo mexicano


y no retrocederá jamás: que los hombres prudentes la acojan como
una bandera amiga: ¡qué los insensatos se atrevan a combatirla!

:Mascando la humillación y el rencor en 1869 M. d'Hericault, en su


libro Maximilien ct Mexique culpa a estos insensatos que se levan-
J

taron contra Francia de haber malogrado la última oportunidad de


salvación que tuvo México:

"Perdimos en esto, políticamente nuestra buena fama de altivez,


militarmente nuestra fama de generosidad, de bondad y justicia.
Los mexicanos que no tenían nada que perder, no perdieron nada,
sino es quizás, la última sobra de modestia que les quedase, es decir,
la última probabilidad de salvación. ,.. Hoy que han matado a un

• La cursiva es mía.

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príncipe europeo, que han aplastado a la Francia y hecho retroceder


a los Estados Unidos; hoy que son héroes y magnánimos, es impo-
sible prever hasta qué límites siniestros y bufos llevarán el carnaval
de su anarquía". 2

Riva Palacio fue uno de aquellos imprudentes que se aprestó a


demostrar ante la jactancia europea nuestra madurez. Cuando la cau-
sa de México obtuvo la victoria, cuelga la espada, pero sigue en la
brega, ahora con un arma acaso más eficaz que la espada: la pluma,
para deshacer ese entuerto que es la calumnia europea contra México
y exhibir ante el mundo entero no sólo la injusticia de la intervención
tripartita que reclamaba castigo, sino también señalar la igualdad de
nuestro ser histórico con Europa, paridad que se nos negaba.
y Riva Palacio en Cuentos de un loco justificará nuestra igualdad
histórica con Europa.
,El relato empieza con un versÍCulo del "Libro de los Proverbios"
que está de acuerdo con el tema: "No digas: yo me vengaré. Espera en
el Señor, y Él te salvará". A seguidas va la dedicatoria a la Patria
escrita con esa emoción, con ese sentimiento que le es privativo:

"PATRIA: Tu amor me alienta, tuyos son mis pensamientos y mi


corazón, el destino me hace extranjero entre tu pueblo, por cuya
libertad he luchado; pero mi vida te pertenece. El mayor crimen
de este siglo ha sido la tentativa contra tu ser político: los poderosos
se congregaron contra tí, tus hijos te salvaron. Dios castigó terrí·
blemen te a tus enemigos.
Este es el compendio de la historia que torpe va a bosquejar mi
pluma".

En el capítulo primero llamado "El viajero" recurre al eSpIritIsmo,


muy de moda en su tiempo. Desde su época de general chinaco, cuenta
Eduardo Ruiz en su Historia de la guerra de intervención en Afichoa-
cán, asombraba a sus soldados con el anuncio de sucesos que luego
resultaban ciertos y que, según decía, se los comunicaba un espíritu.
En este primer capítulo presenta al personaje, un espíritu, y por
su boca Riva Palacio hace alusiones cosmogónicas: la tierra átomo
iluminado por un pequeño sol, el universo entero es nada ante Dios;

2 México a través de los siglos. "La Reforma". T. "., p. 862. (Edición de 1953).

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en todos los capítulos hará constantes referencias a la grandeza divina


que, como pronto veremos llevan la intención de dar mayor impor 8

tancia al castigo que Dios hará con las naciones agresoras de México.
En Cuentos de un loco., Dios es el personaje principal, aunque no apa 8

rece, actúa en su papel de justiciero al través del artificio literario


del autor.
El espíritu cuenta su historia: es la de un hombre muerto en un
naufragio una mañana de abril en que el mar estaba tranquilo y
nada hada presentir la catástrofe. El barco, un buque mixto de velas
y vapor es el representante del progreso; los pasajeros gozaban de todas
las comodidades que el progreso trae consigo; un poco irónicamente
Riva Palacio al comentar el desastre, se ríe de esa seguridad que daba
el progreso, es un poco hacer burla de esa bandera del progreso posi 8

tivista que ya se insinuaba y que llegaría a ser el tono de su época. La


ordenación del mundQ progresista se rompe y Riva Palacio opone
a éste su imagen krausista en el segundo capítulo "Entre espíritus".
Las ideas que en este segundo capítulo expone sobre el espíritu,
la materia y Dios, caen dentro de la filosofía krausista, filosofía que
Riva Palacio debió haber conocido por 1870 cuando estuvo en España,
ya para aquellos años muy difundida en la Península gracias a Julián
Sanz del Río. El krausismo fue la puerta de conocimiento por la cual
España pretendió entrar a la modernidad, pero más valioso que ese cono-
cimiento fue -dice Joaquín Casalduero- "la integridad moral que lo
acompañaba. El español había perdido por completo la sensibilidad moral
con respecto a la vida del pensamiento y a toda función pública, Sanz
del Río inculcó ese ideal de respeto de sí mismo, y por tanto a los otros.
juntamente con el cumplimiento del deber". El krausismo en su moda-
lidad pedagógica española era un ideal bien adecuado al sentir de Riva
Palacio, que años después en 1882. emprenderá con sagacidad, ironía,
gracia y mucho talento la defensa de la filosofía krausista en contra
del positivismo.
En el tercer capítulo Riva Palacio hace alarde de sus conocimientos
sobre astronomía, proporciona datos sobre la velocidad de las estrellas.
de la luz; sus ideas astronómicas reconocen como fuente las de Flama 8

rion, ideas que aquí divulga. Como seguidor del panteísmo en esta
divulgación quiere acabar con la tradición escolástica, liquidar las viejas
telarañas de esta tradición cuyas ideas sobre astronomía aún perdura-
ban. Esta propaganda de las nuevas ideas astronómicas le sirve como
instrumento político de sus ideas.

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El capítulo cuarto lo dedica a la alabanza de Dios, claro que no es el


dios ortodoxo sino el del krausismo en cuyos atributos se detiene larga-
mente. Estos conceptos religiosos del krausismo van envueltos de tal
manera que el lector común y corriente quedaría muy satisfecho de tanto
como se alababa a Dios. Y mientras se aclaraba si era el dios ortodoxo
o el dios krausista, el lector ya se había tragado el propósito de Riva
Palacio: Dios estaba de parte de estos liberales acusados de ateísmo y
no de los conservadores que habían propiciado la intromisión extran-
Jera.
En el capítulo quinto presenta otro personaje: el ángel de México;
tanto el ángel como el espíritu son los testigos de la justicia divina,
su papel es el de contemplar y asombrarse ante el castigo que Dios eje-
cuta.
El ángel servirá de guía al espíritu, recuerdo muy dantesco. El aspecto
del ángel, dice el espíritu: --

era encantador pero triste y melancólico. Debía llenar una misión


triste también; seguíle impulsado por una irresistible simpatía,
porque aquel ángel era uno de los custodios de la tierra, y era el
ángel de mi patria, era el ángel de México.

Riva Palacio aprovecha la oportunidad para hablar exaltadamente


de la patria y del amor que se le profesa, amor que no termina ni con
la muerte.
Este ángel es melancólico y triste porque conoce la historia, porque
sabe lo que ha acontecido, viene a ser la conciencia de la historia que
habla por su boca.
El ángel se apresura a cumplir su misión: guiar al espíritu a la tierra,
para mostrar tanto el crimen que se ha cometido con México como el
castigo. Y no sin hacer una vez más gala de sus conocimientos astronómi-
cos, Riva Palacio nos dice cómo el ángel y el espíritu salvan la enorme dis-
tancia¡ que los separa de la tierra, a la que ven flotando en el éter, ilu-
minada por el sol. A medida que van acercándose empiezan a distinguir
los continentes, los mares, los gigantescos ríos: el Amazonas y el Missis-
siopi, los desiertos; y no puede menos en un arraque de orgullo que
admira el poder de la ciencia, la inteligencia del hombre que ha some-
tido a las fuerzas de la naturaleza.
¡ Quién diría a Riva Palacio que antes de un siglo el hombre podría
ver la tierra como la contemplaron el ángel y el espíritu!

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Los ojos del espíritu descubren América, como buen romántico Riva
Palacio se deleita en la pintura del paisaje americano. Por fin el ángel
y el espíritu divisan México: el cuadro no podía ser más sombrío y deso-
lador, en todo el país "la guerra", la pesadumbre; México sufría una
invasión extranjera, era a la sazón un país esclavo; y lo más indignante
-comenta el espíritu- era la alegría que reinaba en la capital adornada
con gallardetes y banderas, "las campanas de los templos lanzadas a
vuelo hadan oir su estrepitoso clamoreo"; los cañones sus salvas, los
cohetes su estallido; "era la alegría de un pueblo que en vez de llorar
su honra perdida celebraba el gran día de su vergüenza".

"Sin embargo -continúa narrando el espíritu- cerca de la ciudad


engalanada todavía luchaban los que no querían ser esclavos ni ab-
yectos, pero la muerte triunfaba de su esfuerzo. Quise pedir una ex-
plicación de todo ésto al ángel; alcé el rostro para mirarle otra vez
y él me mostró silenciosamente la capital.
"Entonces ví en medio de las tropas formadas, atravesar un tren
regio, y en él un hombre y una mujer, los dos jóvenes, los dos her-
mosos, los dos con un aspecto distinguido; y sin embargo, sobre
aquellas dos magníficas frentes había ya el signo del inmenso infor-
tunio ...
"-Los emperadores, -me dijo el ángel solemnemente-, Maximi-
liana y Carlota.
"-¡Pobres espíritus hermanos míos -excIamé- encarnados para
la expiación y el sufrimiento! ...
"Y vi en México hombres y soldados de Francia, de Austria, de
Bélgica; y sentí la influencia para sostener aquel trono, de España,
y de Inglaterra, y de Roma; y México estaba solo, y un puñado de
hombres se agrupaba en derredor del estandarte de la independen-
cia, pero sobre ellos tendía sus alas el ángel de l~ fe, y en torno a
ellos se cernían innumerables espíritus de mártires sacrificados en
los cadalsos y en los combates.
"Pero también el espíritu de la victoria abandonaba las banderas
de México y colgaba sus frescos laureles en los pendones de la
invasión ...
"Un hombre se hubiera quizá quejado de la Providencia al con-
templar lo que pasaba en México. Los espíritus, sin poder penetrar
el porvenir, no se atreverían a dudar un instante de la justicia
eterna.

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"-¡Dios es la eterna justicia! -exclamó el ángel- leyendo mis


pensamientos.
"Yo me estremecí, y perdí de vista cuanto me rodeaba, abismado
en la contemplación de Dios",

y en el capítulo "Luz del espacio", el ángel mirando con ternura


al espíritu le dice cómo ya se ha consumado el sacrificio de México,
pero gracias a la justicia divina, el crimen no quedará sin punición.

"Cuantos poderosos han contribuido a humillar al débil serán


tocados por el ángel de los castigos. México volverá a ser libre y
honrado",

A seguidas el espíritu pasa a explicar la manera cómo los espíritus


pueden ver las "cosas que han pasado sobre alguno de los mundos, de
esa sucesión de tiempo sin la cual los hombres no pueden entender
la historia", A los espíritus les es posible mirar los sucesos simplemente
por la combinación de las propiedades de la luz, y claro, de la po-
derosa fuerza de vista de los espíritus.
Riva Palacio se solaza en una erudita disertación científica sobre
la velocidad de la luz; cómo el rayo luminoso que nos hace ver la
estrella polar no es el rayo que en esos momentos sale de ella, sino el
que partió hace medio siglo, y para que sus lectores comprendan ésto
con mayor claridad recurre a la fotografía, novedad en su tiempo, lo
mismo que a la linterna mágica; estas novedades le son válidas como
metáforas para divagar sobre las novedades científicas del momento y
demostrar que está al día.
La larga exposición de las ideas astronómicas en las que se estanca
demasiado, sirve a Riva Palacio para hacer reflexiones históricas, así
el rayo luminoso es el recurso de que se vale para presentar 105 suce-
sos históricos que le interesa destacar, y poder mostrar ante nuestros
ojos cuadros históricos que vienen a ser diversas proyecciones, estam-
pas que le es dable poner y quitar a discreción. Merced a este arbitrio
muestra los acontecimientos pasados y da a conocer la historia de los
países que intervinieron en la guerra de México; describe los campos
de batalla con imágenes muy conocidas; comenta la historia de esas
naciones, su evolución social y política, que es, como toda evolución,
siempre trágica, siempre dramática: guerra, destrucción y muerte.
¿Por qué entonces, se preguntaría Riva Palacio, tanta alharaca de

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los países europeos por las revoluciones en que México se buscaba a


sí mismo? Si la historia de esos países como repasaba La Orquesta de 9
de abril de 1862, en el romance "El trono de México" era bastante
turbia, y con hechos, entre otros como la noche de San Bartolomé, la
Guerra de las Rosas y los recientes sucesos de la guerra carlista, hechos
que pese a nuestro salvajismo aún no ocurrían en México:

... y no se acuerda la Iberia


que en nombre de libertad
se arrasaron los conventos
sin temer a Satanás,
y se ahorcaron a los frailes
y a las monjas ... ? arre allá ...
y se hicieron mil lindezas
que no quiero recordar.
Porque la Francia y España
e Inglaterra olvidan ya
la paja en el ojo ajeno,
y nos quieren conquistar
porque en unos cuantos años
hemos conseguido más
que en siglos esas naciones
con más sangre y más penar ...

Volvemos a Cuentos de un loco} en el capítulo "Lluvia de sangre" el


espíritu mira una ciudad destruída por la guerra: Querétaro; la muerte
silenciaba la ciudad, el ángel y el espíritu presencian el castigo de Maxi-
miliano, Miramón y Mejía.

"Se levantó una nubecilla de humo, sonó una detonación, y los


tres espíritus se lanzaron al espacio... -¡Comienza la expiación!
-exclamó el angél-. Entonces de la sangre de aquellos hombres se
alzó un vapor denso, y al mismo tiempo volvió a aparecer fresca en
todo el país la sangre derramada en aquella inicua guerra. ¡Oh!
era la República como un lago rojo, y ese lago hirvió, y la sangre
sé tornó en vapor también, y todos los vapores se condensaron y
formaron una nube negra, que cruzando el Altántico se dirigió a
Europa.
"Seguí instintivamente aquella nube, y la vi detenerse en París".

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En París se celebraba la "primera exposición universal de la industria


de los hombres" convocada y reunida por Francia, allí estaba toda la
nobleza europea, todos los hombres notables del mundo, y en aquel
momento en que la soberbia se encuentra en su apogeo, sobreviene el
desastre: Napoleón recibe la noticia de la muerte de Maximiliano:

"Y la nube condensada -asevera el espíritu- comenzó a desa-


tarse en una lluvia de sangre que bañó al hombre Napoleón III.
"La Francia se estremeció hasta las profundidades de su suelo
al sentir aquellas gotas de sangrienta lluvia, porque los pueblos
sufren muchas veces por los crímenes de sus gobernantes".

La guerra con Prusia había llegado, la expiación continuaba en


todo su rigor.

En el capítulo "Roma" el ángel cada vez más triste conduce al espí-


ritu a esta ciudad en donde iba a presenciar -dice éste- otro cuadro
sombrío de aquel drama terrible.
y dueño Riva Palacio, como hemos visto, del artilugio del rayo lu-
minoso, empieza a desenvolver la historia de Roma desde sus comien-
zos: la fundación de la ciudad, el rapto de las sabinas, la República y
el Imperio, los bárbaros y más tarde, el reinado de los papas, la grandeza
de la cristiandad.

"¡Roma! -exclama el espíritu- ¡Cuántos recuerdos! ¡Cuántas


tradiciones! ¡Cuánta significación tiene ese nombre para las civili-
zaciones modernas y para la historia de la humanidad de los últimos
siglos!"

Pero Roma ya no tiene -se duele el espíritu- la grandeza ni el


poderío de los siglos an teriores.
Riva Palacio, hombre de amplia cultura, se detiene en la historia y
en la descripción de la Basílica de San Pedro, en su asombroso arte,
recuerda a Bramante, a Rafael y a Miguel Angel; este elogio y el del
Vaticano tiene también otra intención: el Vaticano forma parte del
escenario en que se desenvuelve el capítulo "La última lágrima", y
aquí, en el Vaticano, que tampoco fue ajeno al drama de México, en
el asiento mismo de la cristiandad, la justicia divina abate su rayo
sobre Carlota.

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El ángel traslada ahora al espíritu a España, en el capítulo "Un


día y muchos días". El espíritu lleno de extrañeza pregunta si hay allí
culpables, pues las tropas españolas al mando del general Prim se
retiraron de México. El ángel responde que sí, la culpable es Isabel JI,
cuyas tropas salieron de México porque no pudo conseguir que el trono
de este país fuera ocupado por uno de los Borbones.
El ángel y el espíritu ven ante sus ojos la ciudad de lVladrid, capital
de España, -aclara el espíritu- "merced a la energía e indomable va·
luntad de ese espíritu tan estudiado y tan poco comprendido que se
llamó Felipe JI".
Recordemos que por allá había andado Riva Palacio en 1870 y no
es posible que se dejara en el tintero sus impresiones; hace referencias
a los cafés y a los teatros, a la alegría de la gente.
De nuevo, mediante el procedimiento del rayo luminoso proyecta la
historia de España desde los primeros siglos: la lucha entre cartegineses
y romanos, la llegada de los suevos y visigodos; más tarde la invasión
musulmana y la resistencia y triunfo de los cristianos; después el esplen-
dor español en la época de Carlos V.
Pero ¿qué se hizo la grandeza de España? aquella que Hernando de
Acuña sintetizó en maravilloso renglón:

"Un monarca, ni imperio y una espada".

¡Qué fue de su poderío? ¿Qué se hicieron su orgullo y su riqueza?


¿Qué las proezas de sus grandes capitanes? Todo se triza en manos de
Isabel U, agresora de México.
El espíritu la ve en lrún partir desterrada rumbo a Francia; también
presencian su partida los espíritus de los reyes y de los hazañosos capi-
tanes que observan apesadumbrados hundirse el trono del vencedor
de Francisco l.

"Tomó parte activa -insiste el ángel- en la negra conjura que


tramaron contra México los poderosos.

"Mira dijo el ,íngel,


y miré

levantarse el vapor sangriento de la guerra civil".

En el último capítulo "Un crimen misterioso", el espíritu alude una


vez a la bulliciosa vida nocturna de Madrid. Sin embargo, esa noche

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en que el ángel y el espíritu regresan a Madrid no hay tal bullicio, la


noche es negra, la nieve está al caer, las calles solas, y el viento del Gua-
darrama gime agitando "apenas las hojas de los árboles con un mur-
mullo imperceptible"; es el escenario romántico propicio a la repre-
sentación de un drama. Una vez preparado el escenario, el espíritu a
la manera del diablo cojuelo, ve al través de los techos y de los muros
de los palacios y de las casas, la agitación que prevalece: un rey extran-
jero, Amadeo de Sabaya, va a gobernar España y la agitación culmina
en un asesinato.
"Algunos días más tarde -cuenta el espíritu- un féretro salía del
Ministerio de Guerra y era depositado en la Basílica de Atocha; dentro
iba el cadáver del general Prim".
Por las calles -aunque no lo diga el espíritu- se recitaba ya el ro-
mance de la muerte del conde de Reus, romance que no se distingue de
un corrido mexicano:

En la calle del Turco


lo mataron a Prim,
<¡entadito en su coche
de una manera vil.

Cuatro tiros le dieron


en mitad del corazón,
cuatro tiros le dieron
a tiro de cañón.

Al pasar por las Cortes


le dijeron a Prim
"vaya usted con cuidado
que le quieren herir".

Si me quieren herir
que me dejen pasar
para entregar mi espada
a otro general.

¿Quién será ese tirano


quién será ese bribón
que ha matado a mi padre
quién será ese traidor?

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El espíritu demanda al .ingel sobre la muerte de Prim:

"-¿Y por qué ha muerto así? -pregunté al .íngel- ¿él también


cra culpable?
"-Dios sabrá si lo era; pero ninguno de los que intervinieron
cn la guerra directa o indirectamente, y en una alta posición entre
los hombres, ninguno dejará de pasar en el mundo por una terrible
prueba. Dios es justo; pero sus juicios son incomprensibles, no sólo
para los hombres sino aun para los espíritus más elevados. Los hom-
bres llegarán a comprender algún día, que todos los actores de esa
intervención de México, en ese gran delito del siglo, y sea cual fuere
el papel que hayan desempeüado, han de sentir los efectos de la
justicia divina, , ,
"El ángel remontó su vuelo, y yo le seguí tristemente: horrible es
un crimen, pero es terrible el castigo.
"El ángel se detuvo. Estábamos sobre un campo de batalla.
"Siempre la guerra en el mundo de los hombres",

Riya Palacio en este su pequeño relato Cuentos de un loco, refiere


la expiación de los agresores de México ¿cuáles son las ideas y cmíJ es
el mensaje que hacen tan valioso este relato?
Empecemos por su idea de la historia que pone en boca del ángel
y que es la clave del recado:

"Nada pasa en el mundo que sea efecto de la casualidad, y los


acontecimientos grandes o pequeños entre los hombres, se enlazan
entre sí de una manera tan misteriosa que lo mismo el hombre que
el pueblo sienten el castigo ... "

N ada ocurre por casualidad, ha dicho Riva Palacio, el suceso mmlO


queda trabado, se enlaza a los grandes acontecimientos; idea que le
sirve a maravilla para destacar la magnitud del suceso mexicano o sea
la agresión padecida por wféxico, nación a quien la soberbia europea,
como ya he señalado, ve desde siempre como bárbara e indigna de
figurar en el concierto universal; y así, en virtud de esta idea de Riva
Palacio, :México, país insignificante y disminuído por los ojos europeos,
adquiere de pronto relevancia y significación, se coloca en un primer

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plano, ya que al través del acontecimiento de México la historia UnI-


versal se complica al reproyectarse sobre Europa: Francia, Roma, EspaJia
el suceso mexicano, y por éste Dios castiga a esas naciones.
Riva Palacio nos guía por la historia de estos países que retrae hasta
sus orígenes, para de esta manera afirmar en el suceso de ~Iéxico la his-
toria de toda Europa. Y la historia universal europea queda vinculaua
al suceso de la intervención tripartita en México. Gracias él esta idea
México adquiere la universalidad, que como he indicado anterior-
mente, nos fue tantas veces negada; y más aún al ser capaz este <lcon.,
tecimiento mexicano de promover, de ejercitar la justicia divina alcan-
za sentido la historia universal europea.
México también logra categoría universal por medio de la justicia
divina, frente a la inmensa injusticia que se le hizo; la historia univer-
sal europea pasa a estar en función del acontecimiento mexicano y las
revoluciones que sufren Francia, Roma, España, vienen a ser la expia-
ción al través de la justicia de Dios de los sucesos de la intervención.
Todos los actores han de pagar, aun en los casos dudosos como el
del general Primo
Asimismo, México logra la paridad histórica, siempre negada por las
naciones europeas, sus atacantes; pasa de ser nación impulsada por la
historia a ser impulsora de ella; de ser pasivo deviene a ser terriblemente
activo, y como consecuencia de este cambio la guerra franco-prusiana y
los otros castigos a las naciones que nos agredieron. Y Riva Palacio va
todavía más lejos, pues México no sólo está en igualdad con Europa
sino se encuentra un paso más adelante; México, esta l epública liberal
o

que tiene a Dios de su parte, claro está, ese nuevo dios krausista, para
quien la república liberal, establecida por él es 10 más justo, es el pre-
sente y acaso también el futuro; la historia mexicana es ahora el sujeto
más importante de la historia, en tanto que los imperios agresores re-
presentan el pasado, 10 putrefacto y caduco; y como esas naciones se han
atrevido a violar la justicia, Dios tiene que intervenir y castigarlas; la
justicia divina tiene en Cuentos de un loco un sentido muy moderno,
inmanente, se aplica sobre imperios y personas que han "ioIado un
sistema: el de la república, sistema sagrado, realidad auténtica, que es la
república liberal, y como esta violación a la república liberal ha sido
hecha por instituciones caducas, representaciones del pasado, este nuevo
dios se venga llevando esos mismos principios republicanos a Espafía,
1 talia, Francia. Así se cumple la justicia divina anunciada por el ángel.

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Hay en Cuentos de un loco un simbolismo moderno, de buen cuño,


como son los descubrimientos científicos de su tiempo; las ideas astronó-
micas; el mundo moderno de la luz, de la velocidad y de la fotografía,
simbolismo que auna a recursos tradicionales. Las ideas filosóficas las
da ,a conocer a la manera española, es decir, no como un sistema pre-
concebido y riguroso, sino diluido en su obra literaria. El ingenuo truco
de la novela rom~íntica del siglo XIX en donde siempre trinfa el bueno
y se fulmina al villano aquí sublimado.
Cucntos dc un loco es en su conjunto una de las m{ls hermosas,
inteligentes y novedosas defensas literarias del principio de no inter-
vención -hoy tan actual- y también defensa de México, de América,
de la calumnia, del descrédito, que Europa forjó a nuestro derredor,
y en la que demuestra ante esta Europa engreída y soberbia la justicia
tIlle nos asistía, nuestra igualdad histórica y nuestra madurez.

Riva Palacio se ha curado el alma; pero la defensa de México ini-


ciada años atrás no se detuvo en Cuentos de un loco, la hizo tarea de
toda
, su vida. Su copiosa obra literaria es en su totalidad un alegato en
pro de México, ya dando a conocer como quería el maestro Ignacio M .
.AItamirano nuestro paisaje, nuestras costumbres, nuestra historia, in-
sistiendo en la valía de nuestros literatos o bien rompiendo lanzas contra
quienes menguaban la importancia de la literatura nacional que se
estaba forjando. Sus novelas coloniales, hoy desdeñadas e incomprendi-
d,as por la crítica, tienen el gran mérito de haber tomado como tema
literario la Colonia y divulgar este pasado que, sombrío o no, forma
parte de nuestro ser histórico. Y además, en estas novelas dio la batalla
por lograr esa actitud que ahora proclamamos y tanto nos enorgullece:
tolerancia racial, espiritual e intelectual, tolerancia que es la que hace
a .los pueblos verdaderamente dignos de la universalidad.
En todos y cada uno de los géneros literarios que cultivó está presente
México y su resguardo, pues como él mismo atestigua, hasta en el viento
viento escuchaba el llamado de la patria:

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· .. Cuando era joven, tu rumor decía


frases que adivinó mi pensamiento;
y cruzando después el campamento,
"Patria", tu ronca voz me repetía.

y a ese conjuro de la Patria que rumoroso y angustiado el viento


le traía, como en el verso de Garcilaso:

"tomando ora la espada, ora la pluma",

Vicente Riva Palacio, acudió siempre.

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