Gloria Alvitres Aliaga
Canción y vuelo de Santosa
FUERA DE LOS CONFINES
Colección de poesía digital
Canción y vuelo de Santosa
Gloria Alvitres Aliaga
Canción y vuelo
de Santosa
ALASTOR EDITORES
3
FUERA DE LOS CONFINES
Colección de poesía digital
Canción y vuelo de Santosa
Primera edición: enero de 2021
© Gloria Alvitres Aliaga
© Alastor S.A.C.
Para su sello editorial Alastor Editores
Av. Juan de Aliaga 564 Dpto. 1305, Magdalena
Lima - Perú
[email protected]
Ilustraciones de cubierta y de interiores: Lucero Huamani
ISBN: 978-612-4294-23-5
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2021-01160
Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin permiso
expreso de la autora y de los editores. Todos los derechos reservados.
1. Sonqollay
Gorrioncito no cantes triste
Mira que la vida es corta
Aprende a vivir alegre
Picando de huerta en huerta
Picaflor de los Andes, 1960
Partida mi piel reconoce los pedazos que asoman por el espejo.
Está mi padre atrapado en un reloj y ellas que son toda mi casa.
Canción del día para Santosa
Preámbulo
Los días de luna roja, la niña se ata la pollera.
Quiere mirarse en las aguas del Mantaro
para descifrar sus misterios.
Nadie puede imitar
a una niña que retuerce las venas a los eucaliptos.
6
Canción
Le dicen las voces del tiempo:
señora falda fogón violeta
con tus pestañas sueñas la tierra.
Desde algún punto infinito,
posa sobre el sauce
sus manos cansadas.
Guarda en sus tres polleras:
secretos del viento
cae una gota de sudor
por encima del rojo
sus labios se cierran.
Abuela ceniza,
pierde su voz
en el humo de las mazorcas.
Regaña al granizo,
su hermano desteñido,
foráneo
que mata los campos con su reflejo.
Abuela eucalipto,
sacrificó su piel
para llevarse en su regazo
las lágrimas de Papá lindo
el cielo
7
el de arriba
que se regocija congelando a sus nietos.
Abuela piel de oca,
no habla del tiempo
en que supo tocar
con sus dedos las venas de las margaritas.
Fue la mejor época del año
cuando nacieron versos,
epístolas,
y tristezas amarillas.
Ahora brotan amarantos,
llega el final del día
y la abuela Santosa será agua
para llevarse nuestras penas.
Por algo es día de todos los Santos,
por algo prenderán velas
y habrá cena en casa.
Abuela colibrí,
no se irá de nuestros ojos.
Está sentada en su piedra,
canta al sol
y nos hace vivir olvidando
que un día se hizo noche.
8
La Abuela se fue la mañana del 19
La historia de su adiós en esta tierra fue de claveles santos.
No de ensayos ni de palabras.
Un lugar claro frente al camposanto,
sonaba un huayno,
bailaban las cenizas,
la cerveza dulce.
Entre la sotana y los libros sagrados
asomó la muerte
con su alma volátil.
Lluvia en enero;
y nos bebimos las gotas,
confundiéndolas con regalos de Cristo.
9
La viejita nos mira desde alguna altura
Al pie de una tumba,
no hay razones para pedir que estés sobria.
Te regalamos la chicha,
Warmichay.
Yo no creo en Papá Dios
te lo dije susurrando.
Y me condenaste a ser un demonio tibio.
“muchacha de mierda
niñacha, opa”.
En el fondo eso me divierte.
“Chachay niñito,
chachay niñito
duerme y no llores”.
El niño de yeso no cierra los ojos.
Nosotros, sí.
Nos acurrucamos en una cama de paja
como un pesebre improvisado.
Y las veces que te vas solo un rato
nos queda ese dolor intermitente,
10
parecido a un pellizco
pero sin dejar moretones.
Yo te hubiera reprendido
para que comieras,
justo en enero
cuando tus ojos negros se hicieron pardos.
Al final de marzo, parece que te has ido,
recogemos las flores que se marchitan a tus pies
y tú las tocas tanto que se arrugan.
La viejita nos mira
desde algún extremo.
11
Rezo para una laguna
Me acercaré a ti, Umantay
mamachay Umantay,
para tocar esas turquesas.
Mamay empedrada,
tu hechizo nos hace subir
para ver tu espejismo.
Quiero pensar que me puedes curar,
que no sufriré al sentir el metal en mi vientre.
El pasto oscuro no me dará escalofríos.
Mamita laguna, tú y yo somos hermanas de azar.
Me has reconocido como nieta.
Una niña que quiere morir en tus aguas.
Aunque las verdaderas poetas
como Alfonsina Storni mueren en el mar.
Y yo contigo:
te daría mi mano,
mis uñas,
mi sangre menstrual.
12
Letra imposible
A los 12 años Santosa dejó el campo
Escribió con tinta el nombre,
era un cuaderno azul con notas musicales.
Las demás palabras brillaron.
nunca fueron visibles:
casa, mujer, familia, Perú.
Las palabras eran brujas,
escurridizas,
querían ser como Lady D.
servirse café,
usar un pincel delgado.
Con ellas, Santosa se sintió un garabato.
El mundo como un lugar incógnito,
lleno de signos negros pegados a las paredes.
¿Qué significa una letra?
preguntó la maestra.
Un dibujo y una sílaba,
no representan un gorrión,
pero suenan como un ave e imitan sus plumas.
Ciudad letrada
y Santosa no supo decir.
13
Firmó en la iglesia ante mamá Carmen
con su nombre, un dibujo grande.
Aplaudieron todos,
y Santosa pensó que su alma estaba empeñada
como sus manos, sus arrugas, sus pecas
ofrecidas en público.
14
Sincretismo huanca
Runa waqakun
wayrapa kallpanta mikuchun
José María Arguedas
Entre los círculos de Dante se ubica el Hurin. Está
Santiago León matamoros, convertido en patrón huanca,
justiciero inquisidor, asesino de indígenas, devorador de
tradiciones, con el hambriento Aia Paec. Son colegas los
atormentadores, tienen una tenaza para dorar las almas y
condimentarlas con sal de maras.
Los diez de marzo, en luna llena, las mujeres peleamos por
el destino y nos comemos al Dios cangrejo. Sacrificamos a
Arguedas y nos ponemos a contar historias. Aia Paec enfu-
rece, le frustra no saber devorar mujeres, salvadas estamos.
Santiago León nos teme, sobre todo a Santosa, quien le ofren-
dó un ramillete de flores en vida. Por su afición a las margari-
tas, Santiago pasa la eternidad librándola de todo mal.
Suelen confundirlo con un dibujo sobre su lápida. Vive
atrapado en el nicho, mirando feo a los niños. Taita Shanti,
le dicen, suena la música barroca y un violín chillón.
Hay magnolias junto a la tumba y no se resiste.
15
2. El primer hogar
Veo la casa tan triste
Miro las sillas vacías
Dónde están los hijos míos
Por qué los dejé marchar
Lucho Barrios, 1988
Versión mítica del padre
Andando por la Panamericana Norte me descubrí haciendo
trazos en la arena con la cola de una lagartija. Caminé por
desiertos híbridos.
Allí donde llora el Naylamp,
porque su cabeza de hombre está sepultada.
Sobre Pasamayo: las barquitas cobalto de los pescadores.
Voy a matar a mi padre, le dije a Atilio Quispe
—¿Y dónde lo vas a encontrar?
Luego de un silencio,
señaló la Iglesia con su dedo índice.
Ese escombro fue una iglesia,
donde la garúa se convertía en agua bendita
aunque sea mayo
y solo exista hierba mala
o una que otra florecilla salada.
18
Trepé a un huarango anciano,
las montañas se hicieron celestes
y se integraron a lo infinito.
Buscaba al Naylamp,
ese tótem mitológico
que revivía en mis sueños
cuando me atacaba la ansiedad después de la cena.
En ese arenal turbio desenterré mis huesos
y vi en las paredes escrito mi apellido
al Naylamp la muerte le sujetaba el cuello
la mujer sirvió una chicha
como las que bebía mi abuelo en sus regresos.
¿Dónde está el padre?
Le pregunté al vidente.
Es un hombre blanco al que nadie amó, respondió.
En un rincón bebiendo limonada se ocultó bajo un sombrero.
Un fusil se me adelantó,
lo mataron con alguna mitología europea.
En la revolución del 80,
José había dejado
su sangre colgada en las medallas de los guías turísticos.
En el suelo rojizo de esta tierra
su historia era una canción de niños.
19
El padre en prosa
Mato a mi padre todos los días. Lo consumo con agua
caliente cuando me quiero arrancar los dedos. No me
atrevo a pronunciar su nombre porque me incendian la
religión y la pena. Me consumo en una rutina blanca, que
se apoya en la filosofía progresista, en los tamales y en el
cambio climático. Todo lo demás lo puedo encontrar en
internet: un match, las citas, las promesas de amor.
Mato a mi padre todas las noches, mientras me revuelco
con un muchacho temperamental que se calla para no
decir te quiero. Tiene el mismo silencio que mi padre en
Navidad, cuando miraba el reloj o se ponía bravo porque
no daban las doce y una voz nos salpicaba de melancolía
en la radio.
Mato a mi padre para no verme en sus ojos. Me evito la
fatiga de ser yo o tratar de ser el otro que me mira desde el
espejo. No escribo como Martín Adán, no vivo en un lugar
sin tiempo, lejos de la razón. Mi dialéctica es rutinaria,
racional, predecible. Mi voz, común; mi origen, una
investigación subjetiva. Mi fortuna, una casualidad.
20
José lejos del pesebre
Si alguna vez se te ocurre traer dulces, José, abriré la puerta.
Puedes traer de color uva que saben a cualquier cosa menos
a fruta. Si has de llegar en navidad ocúltate de las mujeres,
que te quieren degollado en el horno, listo para servir. Yo
también te quiero destrozado en un plato de lentejas, como
María Emilia que vendrá a servir las galletas.
Serás la cena del domingo y del día siguiente.
Hemos dejado nuestros manteles blancos, bordados con
hilos magenta, colores que no diferencias, pero se atascan
en los ojos. Quién podría condenarte si eras solo una
proyección, una suspensión de esperanzas.
21
Sentimental para decir adiós
Suenan tus historias,
¿es un vals o un bolero?
No sabes guiar los pasos.
No se puede ser hombre sin ganar una mujer.
O no se sabe serlo sin comprar una roca,
plantar la roca,
sembrar la roca,
cargar con la roca.
Construir un edificio sin confines.
Una Biblioteca de Babel erigida sobre un manuscrito.
Así te construyes hombre, cargando letras y civilización.
Matando lo pagano, lo mágico, lo inusual.
Te has dedicado a encontrar peleas sin nombre.
Nada grandioso para un obrero culto.
Un día dirás que he crecido,
he seguido caminos circulares,
y me parezco a ti
pero no tengo tu piel.
Al fin y al cabo,
un hombre no sabe combatir con los astros.
22
Padre adoptivo
Mi papá era imprentero,
un obrero de las letras
que no dormía por preparar las tintas.
La máquina paría cien libros:
cuadrados, alargados, robustos
bebés de la cultura
crías hambrientas de lectores.
El padre los acunaba, los peinaba, acariciaba cada página,
los abrigaba como lo hacía Santosa con los niños.
Los hijos humanos no merecen tanta atención.
Un obrero de las letras,
sonaría bonito en una canción
sería una salsa,
como las que escuchan en la imprenta
cuando, en medio del sudor y las maquinarias,
algunos chiquillos refilan libros anónimos.
Los hijos de las letras nacen de manos lastimadas.
23
Un acuerdo roto
Santosa criticaba a los hombres
que no podían entregar sus secretos
a una mujer
pero tampoco al viento.
A José no le supo increpar nada,
le dio de beber una hierba amarga,
una comida sin sal.
Cuando tomó las maletas,
no supo qué decir
solo le reclamó
por romper las hojas de los geranios.
Toda ausencia nos deshoja un poco.
24
Mi soledad es el retrato del Mundo
Donde vivimos sin comprensión
Cuando él vino a mí yo pensé que me amaba
Mas no fue así
Rosa Aurelia Guerra Morales - Rossy War, 1990
Madre de cerro sal
Mi mamá nació del vientre de un cerro,
con una oración liviana.
Un canto rojo despegó sus pestañas,
el agua de sal la nombró Agustina
y la muchacha jugaba con las santas
que se desintegraban como carbón.
El cerro cumplía años los fines de cada junio.
La ponía de mal humor ver la lluvia,
recorriendo sus venas tan torpemente.
En idioma prohibido pronunciaba la abuela pagana
y en silencio Agustinacha maldecía
a esa madre capulí que susurraba,
y le daba color tierra a esa piel, sus mejillas.
Se acostumbró a jugar con los duendes. Niños verdes,
primogénitos de las hojas en temporadas húmedas
que morían en los veranos.
Niños tímidos, hijos del terror, de jarjachas y desaparecidas.
25
Agustina, no sabes amar, decía la tórtola en las mañanas.
Se reconocía en la curandera.
Solo una sustancia aguamarina despertó sus ansias,
una visión de atardeceres infinitos.
La tierra de sal tiene gente bonita, le dijo el cuervo.
En el espejo: su rostro, su mentón, su nariz.
Era la 24 000 en una ciudad con cabeza de puerco.
Agustinacha nos mira todas las noches,
desde su lugar en la cocina donde el gato ronca
y se liberan los olores de un banquete.
Despierta a las seis de la mañana, prende la radio.
Recoge los platos. El marido nunca está.
Y, como Catalina Huanca,
la abuela que envenenaba pociones para alcanzar el cielo,
sueña con la hora de la sublevación.
26
Caracoles para la madre
En la frente de mi madre hay versos
con forma de caracol.
Dicen que huele a lilas
viste tulipanes y elefantes
su fuerza es un río
imperturbable.
Hemos coloreado su brazo,
pintado mariquitas
que vuelan sobre su piel
Jugar hasta que la noche parezca
ultramar,
leer El Pato garabato,
saltar por no dormir.
Y la madre grita.
El gato y el elefante blanco
no saben cuidar,
caminan sobre vidrios rotos,
infelices y caprichosos.
27
Descubrimiento de Agustina
Vivo una enfermedad en secreto.
Lo ha detectado la madre
con ruda y olores del jardín,
sin consejos grandilocuentes,
en cambio
solo silencio solo.
En una bolsa de papel:
silencio y jugo de espinaca,
en una esquina junto a los aguaymantos,
cuidando la belleza de una manzana,
tres sílabas apenas:
Silencio roto.
Acostada sobre sus piernas,
extracto de cebolla con miel
que no sana la herida fragmentada.
Silencio solo silencio.
28
Agustina la hija
Santosa era liviana como una cometa.
Aunque ella se creía pequeña,
ligera como una constelación.
En ese tiempo, Agustina era la madre
de las niñas en la casa y de Santosa,
una madre postiza
que obligaba a comer guiso y zanahorias.
Santosa se encogió, guardó sus alas,
era el tiempo del retorno.
Llamaba a su madre en las noches
como un gato asustado:
se convirtió en el miedo.
Y Agustina era la fuerza:
una vela prendida en la casa.
En sus sueños inconfesables,
Santosa tocaba el campo de eucaliptos.
Se convenció de que la sala
era una chacra de flores moradas.
Al final Santosa tomó la piel de una hija.
se arrugó hasta hacerse un guindón.
29
El eterno retorno escatológico,
explicarían los estudiantes de filosofía.
Todos vuelven al vientre de la tierra.
30
3. Una habitación atemporal
Escucha, vecina, aumenta la bencina
Y a la barricada dale gasolina
Con tapa, con olla frente a los payasos
Llegó la revuelta y el cacerolazo
anita tijoux, 2019
Declaración de inicio de semana
Los lunes estoy tan cansada, que no quedan ganas de
escribir después de tostar el pollo. Hay que verificar que
todo sepa a sal o que sepa a mis babas o que no sepa a
nada más que al arroz blanco que se recicla los viernes.
Extiendo la mano y me la quemo con hollín caliente, la
misma mano de Santosa los domingos después de la misa
o antes de cantar un huayno al pesebre. Soy ella. Soy mi
madre convertida en fuego. Debajo de la mesa, soy una
esquina, soy mi madre.
33
Las hijas del destierro
Nosotras las hijas del caos
jurábamos que la revolución nos salvaría.
Nosotras,
con los dedos
y las ilusiones
nos entretenemos
matando mitos
saltando sobre brasas,
retando al viento.
En alguna avenida extraviada
nos ensañamos
con los disidentes,
los apolíticos,
los que niegan que mataron
una parte de nuestras entrañas.
Nos dicen que
nuestro tiempo es largo.
En voz baja
las historias son menos estridentes,
la vida se diluye
del punto infinito
a las auroras
hacia donde vuelan las notas musicales.
34
Nos presentamos
como la médula,
el asunto primordial,
la razón del país
que se retrae los viernes
para beber el veneno más dulce
y besarse en las puertas de las tiendas.
Queremos, sin decirlo,
arrancar el hígado
al rey fraudulento
que nos ofreció su vida
y nos sumergió
en un cajón oscuro donde daba lo mismo
comprar una cápsula de tiempo
que un corazón azul.
Las hijas del destierro vivimos
un romanticismo comprado
somos otro cuerpo que nos posee
sin prisa.
Es un tiempo que abandonamos,
somos alguna forma benigna
que tiene la oportunidad
de secar heridas
si se lleva por delante los mástiles
en ese barco a vapor agitado
35
donde hemos depositado
nuestras certezas.
Se van nuestras culpas
desvistiéndonos,
y nos limpiamos con la sangre
de nuestros antepasados.
Es nuestra historia renegada
y nuestros dioses caricatura.
Tal vez por eso da lo mismo
ser agente del gobierno,
o pedir libertad o piedad
salir livianas
para completar la batalla extendida.
Decir que no somos
lo mismo en una Lima asfixiante
donde a veces nos paramos a mirar atrás.
No queremos perdón
ni miserias.
Da lo mismo
caminar a las 10 de la noche
del día 25
o gritar en la plaza
junto a un brazo tullido
o un corazón aplastado,
36
alguien que camina al lado,
todos los días.
Las hijas del destierro
andamos gestando
la solución a la muerte
asediando la forma común
desarrollando tres ensayos sobre nada.
Las hijas del caos,
nos entendemos con las pociones y los fantasmas
conocemos el sabor del carbón
cuando cocina nuestras carnes prietas
en esa lucha contra nuestra naturaleza,
vivimos la condena y la recompensa que reclamó
a todos los Dioses de la Tierra, la madre pagana.
37
Para las mujeres que me acompañan
A Solsiret
Canto desde mi dolor
para entregarte mi rabia convertida en fuego.
Mi tristeza es como tú:
un color incómodo que encontraste
en el Metropolitano
cuando te dijeron que eras humana.
Ese día decidí darte mi cabello,
único tejido que amo
tanto como tus gritos
cuando dices que odias al mundo.
Hemos encontrado consuelo entre nosotras
mirándonos las manos,
o llorando por nuestras confesiones,
y guardas, en tu pecho,
un campo magnético donde habitamos las dos.
Un día diremos que fue suficiente
que no es la depresión o el vértigo
sino la vida en Lima, su andar, su mezquindad
o, tal vez sí, es nuestra ansiedad
exacerbada al límite que nos hace pensar en los puentes
como caminos de salvación.
38
No sabremos de nuestras madres
o nuestras hijas
solo de nuestra fe agotada,
y nuestra cólera
cuando nos quitaron todo lo que amábamos.
Ese día me dirás que somos otras,
que nos hemos salvado
juntando los pies.
Has saltado a las brasas,
habitado el infierno y te gustó un poco:
Volarás al Sol.
39
Útero demencial
Le hablo a mi útero
que se ha lastimado
con las garras de un aluvión.
Hoy dejó de ser,
para irse contra mi voluntad.
Le digo: útero mío,
no te lleves mis desvaríos.
(Se siente la humedad en el fondo).
Útero mío, te he visto crecer, sangrar,
amar con furia
encogerte hasta ser una pelota.
(No hay respuestas en el lavaplatos).
Mi útero no ha desprendido ninguna célula mortal
no ha conocido la carga,
ni las manos de un niño.
Mi útero se parece a la madre.
una trinidad sin afecto,
un portal de creación,
uno sin Dios.
40
La mujer rota
La mujer rota camina buscando un chocolate. Torpe, se
distrae con los colores del jardín vecino. No existe la forma
de pronunciar pena y placer en castellano. Rota, la mujer
pasa su piel por la cera; lo que guarda en las costillas no es
siquiera un órgano, es algo parecido a la nada.
La mujer rota vive el día como un caminante certero. Su
reloj a las siete y su ingreso a las nueve. Registra pedidos
mecánicos en la computadora y planea el caos en silencio,
aguantando las ganas de llorar frente al teclado porque ha
visto un perro muerto en la vereda.
La mujer rota tiene bordado en el ombligo la figura de una
libélula, símbolo de conocimiento o un simple artefacto
ornamental. Saca de las costuras de su cuerpo: una niña.
Un cuerpo remendado, unido con alfileres. Un ser pequeño
y miserable, hecho de enfermedades y tempestad.
41
Simone y Santosa
Santosa Munive de Junín,
Simone de Beauvoir de París,
se han encontrado esta noche.
Simone recibió en su casa a una mujer molesta,
la tragedia ha enlutado el barrio de migrantes
y Santosa tomó un palo para defenderlas.
Urpichayay, Simone
Te has ido donde no pueden mirarte las estrellas,
canta Santosa.
Y le ha tejido una chompa limón
para el frío de Ruan,
nadie sabe que en la prenda habita una cantuta roja.
Simone le ha dado a Santosa un libro oscuro y pesado
que no es una biblia ni alaba a Dios,
eso que le dijeron de inclinarse a rezar, es todo falso.
Pocos saben que ese libro no está hecho para los hombres,
es como el canto de los apus, allá a tres mil metros
donde la herejía se baila.
42
Pueden pensar ambas que nunca se podrán comprender
porque el quechua acumula sentimientos
y no busca le mot juste como el francés.
Se entienden en silencio,
saben sobre la hoguera que las aguarda
cada noche cuando cierran los ojos.
Si la madame hubiera nacido en Chupaca
sería parecida a una retama,
un gorrión con el pico estirado.
Si la warmi hubiera nacido en París,
probablemente sería un violín desafinado,
con partitura imaginaria.
A pesar de todas sus proezas,
Simone no sabe tararear los huaynos,
pero escribe para las mariposas
enumera sus colores y las convierte en antorchas.
Santosa no sabe escribir con caligrafía castellana
solo puede descifrar los sueños,
y cura los dolores enterrados en el pecho.
Habitando esta vida, no saben ser eternas.
43
La imposibilidad de continuar
Le prometí una boda a Agustina
Yo pensaba que me casaría con Sebastián, con Luis, con
Juan Pablo, con todos, con ellos, con sus espíritus de punki
o con sus codos. Me casaría en una mansión de papel, ellos
con sus barbas. Yo ocultando mi masculinidad, mi pelo en el
pezón derecho. Me casaría y la madre dibujaría un río color
magenta, la niña danzaría en el fuego. Yo, con el corsé de
Frida, mi final con una cereza, yo de mármol, todos de luto.
44
Las palabras se confunden
Las emociones me brotan
son heridas abiertas
expuestas al sol
alimentadas con algún recuerdo indescifrable.
El sueño y la penumbra
se meten a la boca
en los oídos
en la vagina.
Ilógico, entender los laberintos de la mente,
el vacío cubierto de saudade.
No me canso de ensayar palabras en otros idiomas.
Estou sozinha
Não sei de Dios, o senhor.
Como si pudiera recuperar de otras lenguas
la historia que perdí.
Não posso falar em quechua
Só a musicalidade sei.
Meu passado, meu avô, meu tempo
tudo é desconhecido.
45
Las emociones me brotan,
no se puede escribir en ese estado
no se puede decir nada
callar ni estornudar
no se puede,
más que golpear el teclado
invocar a las ancestras.
Velas en la habitación.
46
Be happy
El 29 de febrero lo he borrado.
El próximo año saltará al primero de marzo
no preguntaré por ese día.
Se irá el dolor,
porque esta tarde cavaron en mi útero
hasta arrancarle su naturalidad.
Mi fiebre nocturna se irá por los laberintos
que me arrastraron a valles inundados
entre los sueños por la malaria
o el escorbuto de verano.
How to be happy, dirán en la televisión
y cantará en el canal 2
una mujer con body rosado
I like this, ensayarán las muchachas.
Será mi fortuna imaginar el Amazonas
agua clara que trasmuta los recuerdos
I like this, I love Peru
ensayarán las muchachas
me quedará la sensación helada
del espéculo
una receta médica para la contemplación.
47
Un día dejé la iglesia
La madre me entregó a Dios,
un ángel blanco parecido a Leonardo DiCaprio
que leía versos de Mallarmé.
Su ángel me abandonó por las tardes
cuando lloraba por un idiota que me tocaba
para aplacar sus penas.
Los libros eran buenos pretextos
para fingir que entendíamos Trilce
y no queríamos echarnos a llorar
porque no llega la pizza y nos rechazaron la tarjeta.
Aprendí que es mejor publicar una disertación inteligente
que imaginar si Mallarmé quería decirnos
cómo escribir poesía;
pensar que somos la vanguardia
que ríe de las próximas vanguardias que inventemos.
Llegó la muerte un día
para sujetarnos de las orejas.
No nos dimos cuenta de su forma benigna,
solo apreciamos las muertes patrióticas
o las que ocurren junto a un río,
no aquella que acecha en la vejez.
48
Aquella tarde, cuando se anunció el fin,
no estuvo el ángel
ni la tormenta
menos Mallarmé con su libro.
49
Reflectante ante el abismo
En esta estrofa se fueron los lamentos.
Las tres veces que intenté volver sobre mis pasos:
sobre las olas,
sobre el acantilado,
sobre tus hombros.
Un viernes me desaparecí
entre canciones,
composiciones frenéticas,
y no pude escribir poesía.
Ya no siento nada en enero.
Mi voz es un río intacto,
donde jugamos en las tardes
aunque nos devoren los mosquitos.
Cómo odio la posibilidad de morir de noche
cuando no quedan palabras,
solo este cuerpo.
Érase al final solo humo,
espejos por toda la casa,
reflejo del sistema linfático.
50
CONFESIÓN TARDÍA
I. Exacta dimensión
A los seis años caí a un pozo y estaba la voz de Santosa.
Leyó en la clara de huevo el futuro,
me regaló una cresta de gallo.
Desde entonces,
llevo un muerto en mi pecho,
un gallo marcado entre mis clavículas.
II. Magnitud fundamental
Cuando veo la sangre entre mis piernas,
no dejo de pensar en mi suerte,
Agustina me arropa para pasar el frío
y se convierte en la Amaru
una serpiente que se enfrentó al río.
III. Medida de compases
No fui hija de la montaña
Santosa vive inquieta en mis sueños,
sigo pensando en una genealogía que no existe
una mancha familiar en la punta de la lengua,
en canciones de la abuela piel de oca
que hacen crecer la kiwicha
de tanto mojarse con mis lágrimas.
51
ÍNDICE
1. Sonqollay
Canción del día para Santosa 7
La Abuela se fue la mañana del 19 9
La viejita nos mira desde alguna altura 10
Rezo para una laguna 12
Letra imposible 13
Sincretismo huanca 15
2. El primer hogar
Versión mítica del padre 18
El padre en prosa 20
José lejos del pesebre 21
Sentimental para decir adiós 22
Padre adoptivo 23
Un acuerdo roto 24
Madre de cerro sal 25
Caracoles para la madre 27
Descubrimiento de Agustina 28
Agustina la hija 29
52
3. Una habitación atemporal
Declaración de inicio de semana 33
Las hijas del destierro 34
Para las mujeres que me acompañan 38
Útero demencial 40
La mujer rota 41
Simone y Santosa 42
La imposibilidad de continuar 44
Las palabras se confunden 45
Be happy 47
Un día dejé la iglesia 48
Reflectante ante el abismo 50
Confesión tardía 51
53
Colección de poesía digital: Fuera de los confines
1. Luz Ascárate. Lo irreal intacto en lo real devastado
2. Guadalupe García Blesa. Parto contemporáneo
3. Gloria Alvitres Aliaga. Canción y vuelo de Santosa
Gloria Alvitres Aliaga
Canción y vuelo de Santosa
Gloria Alvitres Aliaga (Lima, 1992).
Bachiller en Periodismo por la Uni-
versidad Antonio Ruiz de Montoya,
comunicadora social, escritora y poe-
ta. Poemas suyos han sido publicados
en la antología de poetas mujeres
de la revista Insula Barataria (Lima,
2017) y en la antología Liberoameri-
canas: 140 poetas contemporáneas de
la editorial Liberoamérica (España,
2018). Ha sido coordinadora de la
Feria Alternativa del Libro ANTI-
FIL. Sus trabajos periodísticos versan
sobre temas de memoria, ambiente,
feminismo.
Lucero Huamani (2020).
FUERA DE LOS CONFINES
Colección de poesía digital
www.alastoreditores.com