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El Contrato Social Rousseau

El documento analiza las diferentes formas de gobierno según Rousseau, incluyendo la democracia, aristocracia y monarquía, y cómo cada una es más o menos adecuada dependiendo del tamaño y riqueza del estado. También discute cómo a medida que el gobierno se restringe de un gran número a uno pequeño, tiende hacia la monarquía.

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El Contrato Social Rousseau

El documento analiza las diferentes formas de gobierno según Rousseau, incluyendo la democracia, aristocracia y monarquía, y cómo cada una es más o menos adecuada dependiendo del tamaño y riqueza del estado. También discute cómo a medida que el gobierno se restringe de un gran número a uno pequeño, tiende hacia la monarquía.

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EL CONTRATO SOCIAL ROUSSEAU

El soberano puede, en primer lugar, entregar


las funciones del gobierno
a todo el pueblo o a la mayor parte de él, de
modo que haya más
ciudadanos magistrados que ciudadanos
simplemente particulares. Se da
a esta forma de gobierno el nombre de
democracia. PP 31
Debe observarse que todas estas formas, o al
menos las dos primeras,
son susceptibles de más o de menos amplitud,
alcanzándola bastante
grande: porque la democracia puede abrazar a
todo el pueblo o limitarse
a la mitad. La aristocracia, a su vez, puede
formarla un pequeño número
indeterminado, que no llegue a la mitad. La
realeza misma es susceptible
de alguna división. Esparta tuvo
constantemente dos reyes por su constitución;
y se ha visto en el Imperio romano hasta ocho
emperadores a la
vez, sin que se pudiese decir que el Imperio
estuviese dividido. Así, existe
un punto en que cada forma de gobierno se
confunde con la siguiente, y
se ve que, bajo tres solas denominaciones, el
gobierno es realmente susceptible
de tantas formas diversas como ciudadanos
tiene el Estado. PP54
De la democracia
El que hace la ley sabe mejor que nadie de qué
manera se ha de ejecutar
e interpretar. Parece pues que no se puede
encontrar una constitución
mejor que aquella, en que el poder ejecutivo
está unido al legislativo: pero
esto mismo hace que este gobierno sea
insuficiente bajo ciertos respectos,
porque las cosas que han de estar separadas
no lo están, y el príncipe y el
soberano, siendo una sola persona, no
forman, por decirlo así, más que
un gobierno sin gobierno. PP 55
Atendiendo a las conveniencias particulares,
no se necesita ni un Estado
tan pequeño ni un pueblo tan sencillo y recto
que la ejecución de las
leyes sea una secuela inmediata de la voluntad
pública, como acontece
en una buena democracia.PP 58
Hemos visto, examinando las cuestiones
generales, que la monarquía
no conviene sino a los grandes Estados, y lo
veremos también al examinarla
en si misma. Mientras más numerosa es la
administración pública,
más débil es la relación del príncipe con los
súbditos y más se aproxima a
la igualdad; de suerte que esta relación es una
o la igualdad en la propia
democracia.PP 60
Se sigue de aquí que, a medida que aumenta
la distancia entre el
pueblo y el soberano, los tributos se hacen
más onerosos; así, en la democracia,
el pueblo es el menos gravado; en la
aristocracia lo es más; en
la monarquía lleva el mayor peso. La
monarquía no conviene, pues, sino
a las naciones opulentas; la aristocracia, a los
Estados medios en riqueza
como en extensión; la democracia, a los
Estados pequeños y pobres.
En efecto: mientras más se reflexiona, más
diferencias se hallan entre
los Estados libres y las monarquías. En los
primeros todo se emplea en
la utilidad común: en los otros, las fuerzas
públicas y particulares son
recíprocas, y una aumenta por la debilitación
de la otra; en fin, en lugar
de gobernar a los súbditos para hacerlos
felices, el despotismo los hace
miserables para gobernarlos. PP66
El gobierno se restringe cuando de ser ejercido
por un gran número
pasa a serlo por uno pequeño; es decir,
cuando pasa de la democracia
a la aristocracia y de la aristocracia a la
realeza. Ésta es su inclinación
natural.72
Las elecciones por la suerte tendrán pocos
inconvenientes en una verdadera
democracia, en que siendo todos iguales, así
en las costumbres
como en el talento y en los principios como en
la fortuna, la elección
llegaría a ser casi indiferente. Pero ya he dicho
que no existe ninguna
democracia verdadera. PP 94

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