EL HAMBRE DEL COVID-19
Señor se ha retrasado el pan y los peces,
mis hermanos han rebanado gajos de viento;
a las tres de la tarde oigo cantar su hambre,
los he visto viejos con el olor de nuestra tierra.
Me detengo veo mi plato, mastico en silencio,
sus tambores son latidos para encontrarse.
Envejezco con espejos pintados en mi falda,
con la mirada perdida en las palomas mudas,
en el colibrí indiscreto asomado a la ventana.
Ha quedado en la mesa mi plato servido.
¿Señor qué viene después de este tiempo?
¿Se habrá almacenado el hambre en los ojos,
en la tierra y en el gaznate de las palomas?
¿Habrá cambiado el corazón de los hombres?
¿Habrán sentido el aliento de las sombras?
¿Habrán visto que por minuto nacía la muerte?
que llegaba con ellos por la puerta desde la calle
que la traían pegada en sus ojos, o en sus zapatos.
AMANECERES FRÍOS
Hay amaneceres fríos
en el fogón de las casas,
Mudas, negras bocas lo saben.
Algunos pegan sus dedos a los rosarios,
otros en sus bolsillos.
Aves marías y padres nuestros
son ecos en las piedras.
Mis hermanos
no pueden alimentarse de rezos,
no hay tortillas, sólo sal
que han recogido de sus rostros.
El hambre arrecia,
las ollas están vacías las bocas tristes.
Quédate en casa me grita el viento, el agua.
A diario escucho la misma banda,
los mismos labios soplando el aire.
Miro afuera me pregunto
¿Con cuántos camina la muerte?
¿Quién da un trozo de pan al hambriento?
Los muertos se van sin despedirse.
He perdido el calendario en esta verde muerte.
No he visto mi rostro en el espejo,
no quiero mirarlo.
El insomnio me ha dejado huecos
morados en los ojos.
Huelo la queja de las flores,
porque el año 2020 ha nacido enfermo.
Dónde está mi hermano
La silaba de la palabra hermano
ha desaparecido
Afuera de estos muros hay hambre,
pena, desgarro, lloro, omisión.
El color de los rostros
se opaca con el sol desafiante.
Se han ido los amigos,
el viaje ha sido sin retorno,
sin el último abrazo,
sin la palabra de alivio.
Los pueblos se aterrorizan,
se ha vestido de muerte,
ha desaparecido el tiempo
de honrar a nuestros muertos,
entre lluvia de nubes y flores.
Han desaparecido nuestras huellas
en las estaciones del año.
Afuera hay mercenarios del capital,
les ha nacido la cobardía,
les brota el pánico
de un día caminar descalzos.
TODO LO CIERTO
De pronto los abrazos se infectaron
el beso, los buenos días por la mañana.
Miramos a los abuelos en alerta sin palabras.
La lluvia llega con el aliento de las palomas,
que ha lavado las heridas de nuestros muertos;
ellos nos han dejado racimos de nubes
en los parpados húmedos del día.
Epitafios zurcidos por las abuelas
han sembrado ríos, desollado horas en el cuerpo,
untándonos siemprevivas en punzantes recuerdos.
Sabemos que no podemos detener la muerte.
La luna enciende los latidos de nuestra sombra,
pero queremos perpetuar el silencio en la nada
y alejarnos de la negra pupila de la noche.
UNA ESTACIÓN DEL SILENCIO
Afuera nos nombran las calles, los jardines,
la rutina, las costumbres inútiles.
Quizás también nos extraña el aire,
el espantapájaros de la noche.
porque no ha sentido pasar la sombra.
Pasmados contemplamos cómo arde el día
en las flores,
se apagan, encogen su follaje en sus verdes muslos.
Adentro en cualquier rincón oscuro miramos el calendario
tiene colgado los días, las horas de un colibrí junto a la ventana,
atrapasueños reflejados en el minutero de sus alas,
conservan el exilio de mi árbol herido de llovizna.
Insomnios han habitado paredes ajadas de mi rostro.
A veces sueño con un féretro azul donde nadie duerme,
camino descalzo, mis pies trazan soledades a media noche
recorro senderos de arena de aquel tiempo con rumor de mares.
El frío del cuarto es una galaxia de piedras en mis ancianos ojos.
Hermanos del sol
Aquí estamos no somos seres aislados,
el canto de las gargantas no tiene fronteras
ni tiempos en la lengua de otros.
Hoy celebramos a nuestros muertos,
Hoy pasamos lista a los creadores del arte,
a los que nos abandonaron en esta pandemia.
Aquí estamos nos duele su viaje sombrío,
nos duele el desconsuelo de todos,
desde una ventana negra aullamos sin ser oídos.
No vivimos del aplauso fue nuestro primer grito,
la impotencia se traduce en rabia, a la simulación.
Nuestros títeres estarán de vuelta con los niños,
somos muchos murmura el eco que se había dormido.
Espectros rascan el alma de las guitarras,
La música es una parodia para les letras de lluvia.
Otro año más rascando en nuestros sueños
Transeúntes se unen a nuestros gritos,
Mientras se nos pudre la espera en la esperanza.
No vivimos del aplauso se anuda en nuestra lengua.
Esperamos la cuarta transformación con la soga al cuello
Soñamos bajo el agua de nuestros ojos.
Pero también recordamos con dolor a los que se fueron,
A los que soñaron llevar el arte a las calles
A los pueblos donde los niños crecen como la yerba.
El arte de ser
¿De qué color es la vida?
te lo pregunto a ti
que has oído la charla de los títeres en huesos.
Las manos invisibles tocando el saxofón en la cuadra,
Pinceles que pintan injusticias en paredes blancas.
manos donde nace impotencia traducida en rabia,
en censuradas verdades que sangran.
A ti que escuchas nuestro grito por trabajo digno,
que guardas el eco de los aplausos en tu bolsillo
al escuchar el sonar de las campanas a muerto.
Somos inmensos ríos de voces sin fronteras.
Apocalíptico tiempo de cacerolas en las calles.
De guitarras heridas por los dedos del viento.
Hemos parido sueños que se vuelven ceniza.
Promesas nos acribillan los oídos, la médula,
se quedan en la lengua afilada de los políticos.
Somos un mapa que ocultan entre papeles,
estadísticas invisibles manoseadas con descaro,
siluetas que unidas recogemos nuestra memoria.
No vivimos del aplauso es la voz de la protesta.
Ausente
A orillas de la tarde
han venido los pájaros,
a sembrar la lluvia,
delinear la soledad
en mis manos,
a mirarme la ausencia.
Te miro tras la ventana,
talar sombras, tomar café
con aroma de amaneceres antiguos.
Letras a nuestros muertos
Nos levantaremos aún con nuestros muertos,
regresaremos a esperarnos otra vez en las calles
mudos, quizás también doliéndonos los huesos,
o sintiéndonos enfermos del humo de las fábricas
nos levantaremos a pesar de las profecías,
de los demonios que han querido desgarrarnos.
Despertaremos a mirar a través de otra ventana,
a ese jinete de muerte que no esperábamos
nos contaremos de modo irremediable uno a uno
los minutos de silencio arderán en nuestros ojos,
habremos de conocernos a nosotros mismos
nos mirarán los niños y gritarán estamos vivos.
Nos levantaremos a construir nuevos sueños,
habremos de extirpar de nosotros el miedo
a ciudades infectadas de corazones desiertos.
Crece la noche
Crece la noche como la hiedra.
Trae esencia de sepulcros.
Deshoja el aliento
con el agua de la niebla,
substancia y orígenes incomunicados.
Crece la noche sobre las cuencas vacías
recordándome el grito de la tierra,
el latido de la vida en las flores.
Destellos de sol sobre baldosas negras
alumbran los huesos en reposo,
Los cuerpos en ruinas.
Crece la noche en el silencio,
como la huella irrevocable del polvo
a la hora cierta de la sombra.
crece, crece cada día
sobre los pasos que mueren en el sendero.
No llega el olvido
¿Cuándo llega el olvido?
olvido a tanta muerte
Si el grito ahogado de otro es el mío.
Si el holocausto se expande
en las retinas a través del aire.
En un aullido se ha llevado los muertos,
presenciamos el espectáculo, la tragedia
y desde la madrugada cruzamos los brazos.
Pretendemos iluminarnos con la ceguera.
Nos soñamos decapitados del pensamiento
y caminamos sonámbulos,
perplejos ante tanta ausencia.
Después nos encuentra la tarde
reducidos a un montón de sombras,
Indiferentes miramos fuera de nosotros,
estamos quietos, vacíos de sí mismos.
¿Cuándo llega el olvido
para ser alcanzados?
DETENIDOS EN PANDEMÍA
Afuera nos echa de menos el aire,
el perro que meneaba su rabo al vernos,
el saludo de la cuadra, el vendedor de todo.
Nos dicen que los abuelos mueren
pero mi abuela ya está muerta desde antes,
Viene a mí un tenso silencio en mi lengua,
la tierra está enferma, nosotros amordazados,
Mascarilla para no respirar el café.
Los miedos son interrumpidos por los grillos,
cuando la noche se diluye para llorarnos.
Pareciera que siglos caen sobre el cuerpo,
los ojos se vuelven lentos, como estrellas vacías
desdibujan los árboles, las nubes, las rosas.
Atrás de una ventana negra, se refleja el luto
el cuarto es una estación donde se detiene el tiempo.
Mi cuarto es una estación del silencio,
tiene colgados los días
dentro de los bolsillos de los abrigos,
Hay una tregua entre ellos,
hay una tregua conmigo.
TORRES APOCALÍPTICAS
¿Cuándo vendrá la muerte de todos?
el cielo raso escupe lágrimas,
toda vida es en si el mismo polvo
bajo grandes torres apocalípticas.
La yerba es fruto de tanta agua,
saetas azules rasgan el universo,
pueblos se postran de rodillas,
los lacayos corren entre la milpa,
la rabia de los rabiosos
se muda a otra lengua.
dioses bajan la mirada avergonzados.
El amor nace de un capullo de luz
apenas esencia en la inexistente sombra,
espías invisibles en las grietas de la nada
las palabras son clavos, sólo clavos,
dentro de la resaca oxidada de la lluvia.
LA OTRA CARA DE LA VIDA
A veces la memoria me devuelve ese espacio frío.
donde han llegado a beber los pájaros de mis ojos
hasta el último sueño flagelado por la lluvia,
traen de regreso a ese espantapájaros compañero de infancia,
palabras cotidianas balanceándose caen al teclado silencioso,
una pausa o inter detienen el crepúsculo en la nada.
Navego a oscuras en las cenizas de la memoria
pantalla obsidiana comiéndose a ratos el tiempo,
mientras afuera late la vida y echa sus redes la muerte,
nubes sueltan palomas de agua en las calles.
Se transforma en arcilla el disco donde se guarda otra existencia
la otra cara de la vida.
EL ESPEJO
El grito violeta del espejo
ha soltado palomas de madrugada.
El aire es triste.
El ciclo de la luna menguante
decreta en mi lengua palabras grises.
Observo mi rostro en su trasparente cuerpo.
anudo reflejos en un retrato gastado de mi madre,
parpadea el espejo, un resplandor brota del agua,
endeble sombra nace de la corteza de mis pies descalzos.
EN LA PIEDRA DEL TIEMPO
Existen los tiempos
que se ignoran en el olvido/
A veces puedo sentirlos enredados en mis piernas
como serpientes/
Despertarme del sueño tan breve
que se esfuma con la luz del día/
con las sombras que vienen a buscarme
debajo de las piedras/
para saber en cuál me oculto/
o de dónde vienen los cuervos
a contarme mis otras vidas/
A veces postergo
despertar en la ciudad del viento
donde vivo/
Entonces echo de menos
los caminos/
las horas secretas que alimentaron a la luna/
He seguido a los pájaros de barro/
Los he visto volar con alas de ángeles/
Llegan de madrugada
a picotear la ventana del cuarto donde duermo/
cuando el tic tac del tiempo es agonía/relámpago
Amanecer que dibuja la distancia
de la primavera al invierno/
Con arrullos de la noche y sus abismos/
debo aspirar el tiempo sin resaca de ciudades/
acostumbrarme que hay momentos de partir/
aunque la sangre se detenga en la nada/
y el alma busque donde lavar cicatrices/
Cuatro veces un cuadrado
Las calles que rodean mi casa
son un cuadrado,
cuatro líneas en mis sueños
invertidas debajo de los ojos,
un cometa morado en busca del aire.
LOS OTROS MUERTOS
NUESTROS MUERTOS
Pasan lista a nuestros muertos,
trazan líneas, nombres, consignas,
casos archivados y bandera a media asta
ondean sobre nubes impasibles,
porque ellos tienen los fusiles
nosotros lágrimas y rosas de fuego
como garras prendidas en los ojos.
Nos destazan la memoria,
nadie viene del monte de Sinaí,
nadie grita palabras sagradas
respiramos miserias, condenados
por mil voces de nuestra lengua,
sollozamos mientras nace el maíz,
y volvemos a creer en algún dios
para después ser arrojado a la tierra.
El miedo se derrama en la sangre
se instala con sus órbitas amarillas,
trae herencia de carne arcaica.
trae nuestra antigua historia.
Permanecemos solos en el bosque,
chacales han devorado lunas
la fuerza de los hombres se crispa,
los volcanes no cobijan estrellas
sembraron catedrales, cayeron ídolos.
Silencio
Negro parece el silencio
como el fondo mismo de la muerte.
Infierno fundido en los ojos,
tanto mar, tanto rio presentido
debajo de la piel.
Abismo negro,
construido por manos asesinas
Lágrimas de unos, de muchos,
que ha inundado el rio,
rio de las torturas, rio mudo,
negras aguas del desconsuelo
donde se perdieron sus gritos, sus voces,
ahí les quitaron el nombre, el rostro.
Reglas asesinas fueron fauces de acero,
toda vida vertida en una antorcha maldita,
dolor esparcido en la ciudad de Ayotzinapa.
por tanta muerte en un río.
(Carretera Actopan Hidalgo)
Hay tanta muerte
nacida del aire,
viento oscurecido
palpitante entre los huesos,
los árboles agobiados,
Las montañas encanecidas,
ellos tan distantes
tan mudos,
igual que esas piedras
vestidas de sotana
cerca del cielo,
las ciudades huelen azufre,
a muertos escondidos.
Los habitantes aún duermen
sus parpados en penumbra
se resguardan de los dioses.
Ayotzinapa en cada pueblo
La niebla abraza la milpa,
brotan llagas nacidas de tanta agua;
¿Dónde están las bestias?
Aquellas que derramaron
tanta sangre,
sangre de tristeza,
sangre de llanto.
¿Dónde las almas?
¿Dónde los rezos?
Duelo en los ojos.
Sombras de pies descalzos,
recorren senderos entre la milpa
dejan su arado,
sus voces trepan barrancos,
lloran desde adentro,
revientan las heridas del río
tienen un solo nombre.
El pueblo grita Ayotzinapa,
de tanto llorar se multiplica
el negro en los ojos, en la sangre
en ese rio de torturas.
Donde la muerte se desborda,
todo alrededor de la luna sangra
nada sino ceniza
Luces sin forma,
huesos sin nombre
incendiándose en las calles,
tanta sal amanecida
devora el alma, los ojos,
al mirar la luna ensangrentada
todo se vuelve negro,
fétido olor azufre, ceniza,
aire erosionado en los caminos.
México herido
Tus llagas supuran en la conciencia
sobre su misma sangre,
sal de tantos ojos
ante la contemplación devastada,
de un pueblo desollado
tierra herida
eco de voces que van de un lado a otro,
descalzados pasos de Ayotzinapa
metralla de todas las voces germinan,
respirando en cada surco de maíz
en cada lágrima multiplicada,
una tragedia, un rezo sin nombre.
.
ÁFRICA
Tengo un país lleno de muertos
También sangra junto al mundo.
África de corazón rojo
Te sé desde una oscura visión de profetas
Madre de hambrunas,
prostituta del mercader de la muerte,
Lames desiertos nacidos con el hombre,
Duelen desde el lindero del mundo tus capullos secos,
sin madrugadas comiéndose la hierba seca
Los he visto encadenados a los agujeros de su lengua.
miseria emplumada sin dioses,
nómadas que huyen hacia ningún lado.
Desarraigados nacidos del agua
que solloza bajo las piedras,
tienen la memoria de los siglos
pegada a la retina del tiempo,
me habitan sus gritos invisibles,
consagradas utopías en mis dedos
Sus sentidos macerando palabras,
ecos en el acantilado del silencio.
Palabra entre espinas
Llegaron demonios a caballo, nuestros ancestros enfermaron,
el espíritu de las flores escapó de sus labios.
Nuestra lengua, madre quedó atrapada entre espinas,
como la mazorca entre los dientes de las abuelas de la luna,
Igual ancianos del alba la escondieron en las plumas del zenzontle
otros la enterraron en las llanuras donde crecen los ríos.
La alimentaron con el aliento de tecciztle para que los vientos la abrazaran,
resguardándola del azufre de aquellos que profanaron nuestras costumbres,
de los que vinieron del mar y engañaron al de las sandalias de oro.
Con alma negra asesinaron guerreros, sembraron divinidades desconocidas.
Cascadas de sangre cubrieron la tierra, enterraron a nuestros dioses.
Todos huyeron al monte pidieron alas prestadas a los pájaros y volaron.
Han vuelto hombres jaguares sus latidos son nuestra lengua en sus corazones,
traen sonidos del viento, tiernos cascabeles para reconocernos en la palabra
que brote de la lengua de los niños como aroma de flores.
que llame a los coyotes, despierte a las piedras para rescatar la memoria.
piel de venado, luz donde habitaron árboles, mariposas, y el anima del agua.
Pies de tierra
La pobreza los poderosos la engendran,
tiene rostros, colmillos, hasta pelaje
vive en las calles que evadimos cruzar,
en los mendigos que imploran una limosna
vestidos de harapos afuera de catedrales.
Ven pasar el día con sus corazones vacíos.
Algunos cobijan sus pies con la tierra.
En las sórdidas chozas que el rico no pisará.
Suele incendiar gargantas sin esperanza,
después guardarlas en un sarcófago.
Ha vestido al mundo desde hace siglos,
tragándose la esperanza de los pueblos
colgada de los árboles espía los vientos,
destaza sueños de los que ya no sueñan
Cerros y ríos sueltan lágrimas que nadie mira,
Por la miseria aferrada a los patios de ceniza,
a los parpados que se han cerrado sin nombre.
Mientras los que dirigen destinos
sacian sus paladares,
los siete pecados capitales habitan sus palacios,
donde mastines de cuello blanco se atragantan.
Sueños de cartón
Se construyen sueños de cartón en la pobreza,
No hay mesas, ni platos debajo del puente,
ni hay muros donde el sueño repose.
Ahí se acuna la mugre, las bolsas de cemento.
Los dedos desdibujan las noches sin luces,
la cama de basura donde duermen las arañas.
Al otro día bosteza un ángel sobre la ceniza,
para borrar las cicatrices del hambre.
La hojarasca se desplaza a sus labios secos
sus piernas tiemblan aferradas a la resaca,
el esmog de la ciudad les penetra la mirada.
Mientras transeúntes pasan sin mirarlos,
ellos viven su ausencia dentro de su pecho,
Dios no ha pasado por esa avenida del puente.
quizá ignora que recogen el humo de la nada.