INTRODUCCIÓN
1. Chile es un país expuesto a prácticamente todos los desastres y los sufrimos
con una frecuencia escalofriante. Terremotos, maremotos, erupciones volcánicas,
sequías, aluviones, temporales, trombas marinas, inundaciones, insurrecciones y
revueltas civiles, pandemias como el Covid-19, son algunas de las fuerzas
naturales que afectan regularmente a secciones de nuestro territorio.
En ese contexto, siempre me ha parecido extraño el poco desarrollo doctrinal y
jurisprudencial de la excusa del caso fortuito o fuerza mayor en el derecho chileno.
Con excepción de algunos notables estudios que se mencionarán más adelante,
existen pocas obras que aborden esta noción y, en particular, examinen el
contenido de sus requisitos esenciales. En cuanto a la jurisprudencia, solo en los
últimos años, y a propósito de los juicios consecutivos al terremoto y maremoto de
27 de febrero de 2010, se han dictado interesantes decisiones que analizan con
mayor detención sus requisitos y efectos.
De ahí que me pareciera oportuno efectuar una revisión del caso fortuito,
analizando su noción, sus funciones, sus requisitos, sus efectos y su prueba, a
manera de contribución al estudio de esta figura jurídica.
2. Este estudio quisiera dedicarlo a la memoria del recordado y querido profesor
don Gonzalo Figueroa Yáñez, con quien tuve la suerte de trabajar en el
Departamento de Derecho Privado de la Universidad de Chile, y ser testigo de su
lúcido espíritu, sus inmensos conocimientos, su aguda comprensión del derecho
civil, su gran sentido del humor y su pasión por la enseñanza del derecho. Vayan
estas líneas en homenaje a la memoria de uno de los más notables civilistas
chilenos.
3. En la segunda edición, revisada, ampliada y actualizada (2019), esta obra
incorporó el análisis de un importante número de fallos de la Corte Suprema, que
abordan la noción de caso fortuito a propósito de las trágicas consecuencias del
terremoto de 27 de febrero de 2010 y el posterior maremoto, que dieron origen a
varios juicios de indemnización de perjuicios de las víctimas indirectas contra el
Fisco de Chile.
Asimismo, se analizaron, entre varios otros, los fallos que examinan esta noción
a propósito de cortes de suministro eléctrico por fenómenos climáticos,
lamentablemente cada vez más usuales.
Esos nuevos precedentes jurisprudenciales representan una contribución
sustantiva a la precisión de los elementos del caso fortuito, y por ello he
considerado pertinente incluir en esta edición fichas de análisis de cada uno de
ellos, así como de los anteriores, en cuya elaboración agradezco la valiosa
colaboración de Nicolás Lagos, egresado de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Chile. Agradezco también al abogado Esteban Ovalle, por sus
lúcidos comentarios a las versiones preliminares de esta investigación.
Por otra parte, considerando que el cierre de esa segunda edición coincidió con
el estallido social de 18 de octubre de 2019, también se incluyeron algunos
comentarios y reflexiones sobre su carácter imprevisible e irresistible respecto de
contratos en curso de cumplimiento.
Por último, esa segunda edición también incorporó el análisis de contribuciones
doctrinales recientes y el examen de la noción de fuerza mayor que introdujo la
reforma del derecho de los contratos y de las obligaciones en Francia del año
2016, figura que presenta enormes proximidades con el derecho chileno, y de ahí
la utilidad de revisarla.
Esta tercera edición está motivada por la lamentable, veloz y letal propagación
de la pandemia del Covid-19, que ha significado un descalabro sanitario, social y
económico a gran escala, que también afecta y seguirá afectando el cumplimiento
de innumerables acuerdos. A esa desgracia debe también sumársele las
sucesivas decisiones de autoridad, luego de la declaración del Estado de
Catástrofe en Chile, ordenando cierres totales o parciales de comercio y
empresas, toques de queda, confinamientos obligatorios o cuarentenas, bloqueos
de fronteras, cordones o aduanas sanitarias, etcétera, que también tienen un
impacto directo en diversos tipos contractuales, cuyas obligaciones pueden verse
suspendidas, imposibilitadas de forma definitiva o volverse más dificultosas u
onerosas. Por esto, en esta edición se incorpora un nuevo capítulo final,
denominado "Covid-19 y caso fortuito", que examina las siguientes cuestiones
principales: i) En primer lugar, se analiza si esta pandemia reúne en abstracto los
tres requisitos del caso fortuito: imprevisibilidad, irresistibilidad y exterioridad. ii) En
segundo lugar, se efectúa el mismo análisis respecto de las decisiones de
autoridades, adoptadas como consecuencia de esta pandemia, y que han
prohibido o limitado el desplazamiento, y conducido al cierre de empresas,
comercio y establecimientos educacionales. iii) En tercer lugar, en atención a que
muchas dificultades en el cumplimiento de contratos no llegarán a configurar una
hipótesis de caso fortuito, se examinan figuras cercanas que sí podrían aplicarse
en casos calificados, como la teoría de la imprevisión y la frustración del fin del
contrato. iv) Por último, aplicando ese análisis, se incorpora una revisión de la
situación en que podrán encontrarse los diversos tipos contractuales, tales como
contratos de consumo, arrendamientos, construcción, educacionales, entre otros.
Quisiera agradecer la valiosa colaboración de David Saldías, abogado de la
Universidad de Chile, en la investigación y preparación de esta tercera edición. Así
también, agradecer la valiosa contribución en la investigación, efectuada por
Valeria Tobar, abogada de la Universidad de Chile, y por Nicolás Lagos e Ignacio
González, estudiantes de la Facultad de Derecho de esa misma Universidad.
4. El caso fortuito es una excusa al incumplimiento de una obligación, contractual
o extracontractual. Es una causal de justificación que pertenece, en términos
generales, al deudor de una obligación, y que le permite eximirse del pago de la
misma. Es un concepto que proviene del derecho de los contratos, aunque
también se encuentra presente en los ilícitos extracontractuales.
En consecuencia, al referirnos al caso fortuito, nos situamos en una hipótesis en
que se discute la subsistencia de la responsabilidad contractual o extracontractual
de un agente. En ese escenario, se sostiene que las catástrofes naturales serían,
entre otras, situaciones de caso fortuito 1. Por su importancia reciente en Chile, por
las terribles consecuencias del terremoto y maremoto de 2010 y luego la
pandemia del Covid-19 me parece útil referirse a esta materia (esto es, a las
catástrofes naturales), como forma de introducción.
Surge la pregunta entonces de ¿por qué debemos mezclar la responsabilidad, y
hablar de responsables, cuando nos referimos a una catástrofe natural? Decir
responsable es atribuir los efectos de un acto a la acción humana libre, y por
definición las catástrofes están más allá de las fuerzas humanas. En el fondo,
¿qué tiene que ver un desastre de la naturaleza con la responsabilidad humana?
En efecto, consideramos la catástrofe como un elemento natural, repentino e
imprevisto, que sobrepasa el alcance de la voluntad humana. Así, la catástrofe se
distingue del accidente, que tiene su origen en la acción humana (por ejemplo, un
accidente de ferrocarriles).
Pero si la catástrofe es un suceso imparable, repentino, ¿por qué la analizamos
a propósito de la responsabilidad?
5. En realidad, el tratamiento de las catástrofes por el derecho ha sufrido enormes
vicisitudes a lo largo de la historia de la humanidad 2. En esta breve exposición
introductoria, solo es posible efectuar algunas anotaciones generales sobre esa
evolución, sin duda incompletas y simplificadoras, pero que pueden esclarecer en
parte el análisis que vendrá a continuación.
6. Originalmente, y probablemente así ha ocurrido durante la mayor parte de la
vida humana tal como la conocemos, las catástrofes siempre estuvieron ligadas a
la responsabilidad humana.
En la mitología griega, dos diluvios tuvieron lugar bajo Ogigia y Deucalión,
porque Zeus juzgó que los hombres eran una especie perdida en vicios, y por eso
decidió ahogarlos.
En la Antigüedad, existen varios relatos de dioses que protestan y separan,
mediante catástrofes, a los buenos de los malos. Entre los diálogos de Platón, se
encuentra en Critias el relato de una catástrofe que hace desaparecer a la
Atlántida, que sucumbe por terremotos, porque un dios estimó que la depravación
de los hombres merecía el castigo con un cataclismo.
En fin, en la propia Biblia hay varios relatos de un dios que castiga la maldad de
los hombres con cataclismos (como ocurre en el relato acerca del Diluvio, y la
suerte de Sodoma y Gomorra).
7. En esta mentalidad antigua nada corresponde al azar. Los hombres por una
causalidad mística interpretan los cataclismos como el precio por los pecados, el
castigo a su comportamiento. Así, solo el hombre es responsable de las
catástrofes naturales que se suscitan.
8. En el propio lenguaje actual existen vestigios de esta idea de que las
catástrofes se deben a la culpa humana. Entre los muchos sinónimos de la
palabra catástrofe (como cataclismo, calamidad o desastre) se encuentran las
expresiones "azote" (castigo a la desobediencia y arrogancia humana) y "siniestro"
(que significa un viraje equivocado, un giro desafortunado y una advertencia
enviada por los dioses).
9. Es el espíritu científico del Renacimiento el que expulsa a los dioses del mundo
(al menos, de la ciencia jurídica). La liberación del hombre, fruto del racionalismo,
vuelve la confianza hacia la técnica y lleva a que la catástrofe se atribuya a la
responsabilidad exclusiva de la naturaleza. Ciencia y técnica erradican los terrores
mitológicos.
La coronación de ese espíritu, con la Ilustración, conduce a la elaboración de los
Códigos con ese tratamiento que es tributario de la mentalidad abstracta y
racionalista, que ve en las catástrofes la manifestación de la naturaleza que va
más allá de la voluntad humana. Por esto, el artículo 45 del Código Civil dispone
que "se llama fuerza mayor o caso fortuito el imprevisto a que no es posible
resistir, como un naufragio, un terremoto...".
10. Pero los fenómenos sociales, bien lo demuestra la historia, son cíclicos. La
tercera etapa es un resurgimiento de la responsabilidad humana en las
catástrofes. Ahora sobre una base técnica y no mística.
Esto es el resultado del avance de la tecnología y de la transformación de la
naturaleza por parte del hombre. La naturaleza va en retroceso, pues la
intervención del hombre sobre ella aumenta y, por otra parte, lo inevitable,
consecuencialmente, disminuye. Ejemplo de ello es lo que ocurre con la
deforestación o con la construcción en laderas que aumentan los riesgos o los
efectos de los aluviones. Sin ir más lejos, es la situación de las inundaciones
provocadas por una lluvia incesante que antes era canalizada naturalmente, y que
hoy no lo es, debido a la pavimentación de grandes espacios precordilleranos. La
misma construcción en altura constituye una seria intervención del hombre sobre
la naturaleza. Incluso algunos temblores pueden deberse a la acción del hombre,
como se ha demostrado al cubrir de agua grandes embalses artificiales. Por
último, algo similar podría decirse si se comprueba que la acción humana estuvo
en alguna medida involucrada el surgimiento del Covid-19.
La intervención del hombre acrecienta los riesgos, y, como un efecto
multiplicador, potencia los daños, haciéndolo copartícipe de la destrucción
provocada por el cataclismo. Es suficiente con leer relatos de grandes terremotos,
para percatarse de este efecto multiplicador de la acción del hombre en las
catástrofes naturales3.
11. En el presente, para analizar esta materia es necesario recurrir a los criterios
básicos de la responsabilidad civil contractual y extracontractual, que remontan
sus orígenes al Derecho romano, pero cuya configuración moderna se debe
esencialmente a la obra de Henri y Léon Mazeaud 4.
Para la responsabilidad civil, la culpa se construye sobre la base de un patrón
abstracto de hombre diligente, preguntándose si un profesional diligente colocado
en las mismas circunstancias externas habría actuado de otra forma. En este
esquema resultan relevantes tres conceptos básicos. En primer lugar, la
previsibilidad del daño, esto es, la posibilidad de prever lo que no se ha previsto,
como ha señalado la Corte Suprema5. En segundo lugar, el riesgo creado por la
actividad, que impone un cuidado mayor al agente mientras más intensa sea la
entidad del riesgo creado. En tercer lugar, la prevención de los daños, que ha
dado origen incluso al nacimiento del denominado principio de precaución, que
obliga a la abstención frente a un riesgo elevado de daño.
12. El hombre diligente, en síntesis, anticipa lo que una persona normal puede
anticipar, dados los avances de la ciencia, y tomando las medidas preventivas
para evitar riesgos que crea o que acrecienta. Así, quienes construyen en
montañas, en zonas costeras sísmicas o en terrenos blandos, deben tomar las
medidas necesarias para evitar o aminorar el riesgo de daños que es
perfectamente previsible que puedan ocurrir. En caso de que el riesgo sea
elevadísimo, la prudencia obliga a abstenerse de ejecutar esa actividad. Si no
toma tales medidas, el agente responde porque es culpable.
13. Por eso el caso fortuito se presenta como una excusa, una exclusión de la
culpa, o como una exclusión de la causalidad en los ámbitos de responsabilidad
estricta. Para ello, es necesario que presente las características de ser irresistible,
inevitable y exterior (que no provenga de un acto atribuible al agente).
14. Para examinar esta cuestión, es necesario revisar la noción legal de caso
fortuito (pues, a diferencia de otros países, en Chile se encuentra definido
legalmente), pero teniendo muy en cuenta lo expuesto por la jurisprudencia y la
doctrina nacional y comparada.
En efecto, como se expondrá, la noción de caso fortuito ha tenido un largo
desarrollo en la dogmática comparada, pues es una de las figuras legales más
críticas, complejas y transversales del ordenamiento jurídico, y los tribunales
nacionales han dictado resoluciones que en ocasiones son el reflejo de posiciones
no necesariamente coincidentes.
Por esto, un análisis con rigor científico exige, ineludiblemente, examinar esas
distintas posiciones jurisprudenciales y doctrinales. Así, en este estudio se
analizarán los distintos elementos de esta figura jurídica, revisando las diversas
interpretaciones a que ha dado lugar en la doctrina y en la práctica judicial.
15. Para efectuar este análisis, el presente estudio se divide en las siguientes
secciones: I. Prevenciones sobre la regulación y funciones del caso fortuito; II.
Caso fortuito y diligencia debida; III. Noción y elementos del caso fortuito; IV.
Imprevisibilidad del caso fortuito; V. Irresistibilidad del caso fortuito; VI.
Externalidad del caso fortuito; VII. Prueba del caso fortuito; VIII. Efectos del caso
fortuito; IX. Covid-19 y caso fortuito; y, X. Fichas de jurisprudencia.
I. PREVENCIONES SOBRE LA REGULACIÓN Y FUNCIONES DEL CASO FORTUITO
16. El análisis de si un suceso constituye una hipótesis de caso fortuito, a la luz del
derecho nacional, requiere efectuar ciertas prevenciones para entender
cabalmente el régimen al que está sometido y las funciones que cumple: i) En
primer lugar, el caso fortuito es objeto de dos tipos de regulaciones en el derecho
nacional, y ii) En segundo lugar, el caso fortuito cumple diversas funciones en el
derecho que deben ser consideradas.
1. REGULACIONES SOBRE EL CASO FORTUITO
17. No obstante tener múltiples funciones en el derecho —tal como se expone en
el apartado siguiente—, la regulación del caso fortuito obedece, en esencia, a dos
regímenes que definen su noción y determinan sus elementos: el régimen
contractual y el régimen supletorio y general del Código Civil.
18. a) Régimen contractual. En un contrato, bases de licitación aceptadas,
contrato por adhesión, reglamento contractual o, en general, en cualquier
documento contractual que cuente con el consentimiento de las partes, es posible
definir qué se entenderá por caso fortuito o fuerza mayor, o regular sus efectos.
Por ejemplo, es usual que en los contratos de construcción complejos se
introduzcan definiciones de lo que se entenderá por caso fortuito, o se enuncien
las únicas hipótesis que se considerarán como tal, y al mismo tiempo se definan
sus consecuencias, por ejemplo, suspensión de la ejecución, otorgamiento de
prórrogas o término del contrato6.
Se trata de una facultad entregada a todo contratante, y en caso de que las
partes la ejerzan será únicamente esa la definición que deberá utilizarse para
apreciar la concurrencia de sus requisitos. Así se prescribe en el inciso final del
artículo 1547 del Código Civil. En Francia, luego de la reforma del derecho de los
contratos de 2016, la doctrina llega a la misma conclusión, en orden a que las
partes pueden regular la noción y los efectos del caso fortuito. Pueden, en
particular, pactar que, aunque sobrevenga una hipótesis de fuerza mayor,
seguirán obligadas, cuestión que transforma ese vínculo en una especie de
"obligación de garantía"7 o en una "cláusula de garantía", asumiendo el deudor el
riesgo del caso fortuito8.
No obstante, deben tenerse presente tres cuestiones sobre esta regulación
contractual del caso fortuito:
En primer lugar, si las partes en el acuerdo contractual solo enuncian y no
definen el caso fortuito, o solo mencionan sus efectos sin abordar sus requisitos, o
si abordan los requisitos de manera parcial, debe entenderse que
subsidiariamente se aplican las reglas del derecho común, previstas en el Código
Civil (pues, como se expondrá a continuación, constituye el régimen de aplicación
supletoria y general en nuestro derecho). Lo anterior es relevante, pues en
muchas ocasiones los contratos establecen un procedimiento de denuncia de
casos fortuitos, o regulan sus consecuencias en las obligaciones de las partes, sin
pronunciarse sobre los requisitos que deben cumplirse para que constituya una
hipótesis de fuerza mayor. En tal caso, ese vacío se suple por las reglas de
derecho civil, que son examinadas en detalle en este estudio.
En segundo lugar, cuando existe un tratamiento contractual del caso fortuito la
aplicación de sus disposiciones exige una tarea adicional, en orden a interpretar el
contrato para discernir su alcance. Y, al respecto, cabe recordar que la
interpretación del contrato es un proceso que se encuentra regulado en nuestro
derecho positivo, en los artículos 1560 y siguientes del Código Civil, bajo el
principio general de búsqueda de la intención común y de la regla auxiliar que
remite al derecho dispositivo común. Así, la tarea de determinar el alcance del
caso fortuito definido contractualmente se sujeta a un doble procedimiento: aplicar
las reglas de interpretación contractual para discernir el alcance de la noción y de
los requisitos del caso fortuito definidos en el contrato y, efectuado tal proceso,
determinar en qué medida las reglas supletorias civiles que regulan el caso fortuito
les son aplicables9.
19. b) Régimen general y supletorio del Código Civil. En caso de que las partes no
hagan uso de esa facultad, el Código Civil contiene disposiciones supletorias que
se aplican por el solo ministerio de la ley, y que definen y establecen los requisitos
del caso fortuito (art. 45 del Código Civil).
Recordemos que en nuestro derecho, el Código Civil, que es el derecho común,
tiene una aplicación supletoria y general respecto de todas las regulaciones
especiales (art. 4º del Código Civil). Así, respecto de las múltiples funciones que
cumple el caso fortuito, que se expondrán a continuación, y respecto de cualquier
relación jurídica (delitos y cuasidelitos, contratos públicos y privados, civiles y
comerciales, laborales, etc.), normadas en cualquier estatuto (leyes comerciales,
de seguros, de servicios eléctricos, de construcción, del trabajo, etc.), resulta
supletoriamente aplicable en defecto de regulación especial 10.
Específicamente, en materia contractual, se aplica la regulación del Código Civil
en silencio de las partes a todo tipo de contrato, aun cuando estas tienen la
facultad de modificar o complementar tales efectos (así lo dispone expresamente
el artículo 1547, en materia de diligencia debida y caso fortuito). Son reglas a
"disposición" de las partes, que rigen frente a su silencio.
Es lo que se desprende, por lo demás, de los siguientes artículos del Código
Civil: 1444 (que define los elementos de la naturaleza del contrato, que se
entienden pertenecerle sin necesidad de cláusula especial); 1546 (que dispone
que los contratos obligan no solo a lo que en ellos se expresa, sino que a todo lo
que emana de la naturaleza de la obligación); 1547, inciso final, que faculta
expresamente a las partes a modificar las reglas legales sobre diligencia debida y
caso fortuito; y 1563 (que ordena interpretar los acuerdos de la forma que más se
acerque a su naturaleza)11.
En consecuencia, el régimen general del caso fortuito tiene vocación a aplicarse
a toda relación jurídica, ya sea con clientes o contrapartes, con proveedores o
consumidores, con entes públicos y privados, sobre las cuales puedan extenderse
sus efectos.
2. FUNCIONES DEL CASO FORTUITO
20. Porque el caso fortuito obedece, como se ha expuesto, a un régimen general
aplicable a toda relación jurídica en defecto de acuerdo, sus funciones son
múltiples en el marco de tales relaciones jurídicas.
Si nos remitimos a las relaciones jurídicas privadas (porque también tiene un rol
en el derecho internacional, en el derecho público, etc.) podemos visualizar que
cumple diversas funciones en el ámbito extracontractual (esto es, en los ilícitos
civiles) y en el ámbito contractual.
21. En el ámbito extracontractual, el caso fortuito cumple una función "eximente de
responsabilidad", esto es, en su virtud el agente quedará liberado de la
indemnización de los perjuicios que hayan sufrido las víctimas. La forma en que
cumple esa función eximente es debatida en la doctrina. Para algunos, la
constatación de un caso fortuito en la raíz del accidente descarta cualquier
comportamiento negligente del agente, por una razón muy sencilla: la culpa es no
haber previsto lo que se debió prever y el caso fortuito es por esencia algo
imprevisible. Para otros, en cambio, la fuerza mayor interviene en la cadena
causal, de tal forma que el daño solo puede explicarse por ese acontecimiento
fortuito y no por la negligencia del agente. Como sea, en ambos casos se termina
con la liberación de la obligación de pagar la indemnización de perjuicios a la
víctima, pues no parece justo hacer cargar a un agente con la responsabilidad de
un suceso que escapa a su previsión o que no provocó.
22. En cambio, en el ámbito contractual, el caso fortuito no solo cumple una
función en la responsabilidad contractual (indemnización de perjuicios) sino que
también respecto del contrato (subsistencia o suspensión de las obligaciones de
las partes)12.
Respecto de la responsabilidad contractual, el caso fortuito cumple un rol
eximente, pues no deberá compensar el incumplimiento mediante el pago de una
indemnización de perjuicios (tanto de la indemnización moratoria como de la
indemnización compensatoria). En cuanto a la forma en que opera esa liberación,
se presentan las mismas tesis que para el caso de la responsabilidad
extracontractual: exime porque descarta la culpa o porque causalmente puede
sostenerse que es la causa del daño.
Respecto del contrato, permite dispensar legítimamente al deudor del
cumplimiento total u oportuno de una obligación. En efecto, si el caso fortuito es
total y permanente, la obligación contractual se extinguirá porque su cumplimiento
se vuelve imposible (modo de extinguir las obligaciones regulado en los artículos
1670 y siguientes del Código Civil). En cambio, si el caso fortuito es temporal, solo
suspenderá momentáneamente el cumplimiento, pues en tal caso la obligación
sigue vigente.
En el capítulo sobre los efectos del caso fortuito se volverá sobre este aspecto.
II. CASO FORTUITO Y DILIGENCIA DEBIDA
23. Precisar el alcance del caso fortuito pasa, necesariamente, por abordar la
diligencia debida por el agente o deudor. En efecto, el caso fortuito se presenta
siempre como un fenómeno que va más allá de lo que puede esperarse de ese
contratante o agente (emanado de la "diligencia" con que debía conducirse), y de
ahí que no le sea exigible un comportamiento distinto, dirigido a prevenir o resistir
ese hecho, quedando fuera del ámbito de sus obligaciones.
Por tanto, es desde la perspectiva de la diligencia debida por el agente que
deben apreciarse los elementos integrantes del caso fortuito o fuerza mayor: su
carácter externo, irresistible e imprevisible.
Como ha sostenido en Chile el célebre jurista David Stitchkin: "lo irresistible y lo
imprevisible del hecho debe mirarse en función de las medidas que previamente
hubiere debido adoptar el autor del daño para evitar el riesgo" 13. O, como señala
una conocida obra nacional sobre el caso fortuito: "el caso fortuito descansa sobre
la valuación de la conducta del agente frente al suceso dañoso, esto es, sobre la
determinación de si el deudor empleó o no la debida diligencia y cuidado en el
cumplimiento de su obligación, en la prevención y en la resistencia frente a dicho
evento"14.
24. En síntesis, ineludiblemente la respuesta a la pregunta de si un determinado
suceso puede ser calificado como una hipótesis de caso fortuito requiere
interrogar, previamente, acerca de cuál era la conducta debida del deudor
(responsabilidad contractual) o del agente (responsabilidad extracontractual). En
otras palabras, "no se puede calificar por sí sólo de fortuito a un determinado
acontecimiento sin hacer una valuación de la diligencia del agente" 15.
La respuesta a esta pregunta permite discernir el marco de los deberes y
obligaciones del deudor y, en consecuencia, aquello que excede tales límites y su
responsabilidad16.
25. La cuestión ha sido discutida recientemente en Chile con motivo del terremoto
de 27 de febrero de 2010, particularmente en el marco de los contratos de
construcción y venta de inmuebles. Me refiero a la discusión acerca de los límites
de la diligencia debida por el constructor y sus fronteras con el caso fortuito. Por
su relevancia, me parece adecuado analizar con un poco más de detalles estos
casos y el estándar de diligencia exigible a los constructores, que es el objeto
general de este apartado.
En tales contratos, el constructor se obliga a edificar cumpliendo los parámetros
técnicos antisísmicos, que son vinculantes por así disponerlo la Ley General de
Urbanismo y Construcciones, su Ordenanza y la respectiva Norma Técnica. Según
estas disposiciones, el constructor debe respetar ciertos estándares técnicos en la
edificación que impiden el colapso como consecuencia de terremotos de una
determinada magnitud.
26. En efecto, la normativa técnica aborda a esta materia sobre la base de criterios
de "coeficiente sísmico", "espectro de elasticidad", "espectro de diseño" y otros
representados en la reglamentación mediante fórmulas complejas de
cálculo estructural, que determinan cómo y hasta dónde deben resistir las
edificaciones frente a movimientos sísmicos.
Ante todo, el artículo 105 letra e), de la Ley General de Urbanismo y
Construcciones señala: "El diseño de las obras de urbanización y edificación
deberá cumplir con los standard que establezca la Ordenanza General en lo
relativo a: e) Condiciones de estabilidad y asismicidad". Por su parte, el
artículo 5.1.27. de la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones indica:
"El Revisor de Proyecto de Cálculo Estructural revisará el proyecto de acuerdo con
las normas técnicas que se indican a continuación y verificará su cumplimiento en
lo que le sea aplicable: NCh 433 Diseño sísmico de edificios". De las normas
referidas, es posible concluir que la legislación ordena el cumplimiento de un
estándar técnico fijado por la Ordenanza, y esta a su vez, define que la normativa
técnica aplicable será la NCh 433.
A su turno, la NCh 433 es un cuerpo normativo de carácter técnico creado en
1996 orientado, según indica la misma norma, a lograr que estructuras puedan
presentar daños durante sismos de intensidad excepcionalmente severa, pero
siempre evitando el colapso.
Dada su antigüedad, y en atención a los avances de los estudios en materia
sísmica, en 2009 se introdujeron pequeños cambios en la NCh 433. En general, se
mantuvieron las mismas disposiciones de la normativa original, pero se agregaron
"tipos de estructuración". Considerando que poco tiempo después de aprobada la
actualización se produjo el terremoto de 27 de febrero de 2010, y que las
consecuencias catastróficas de ese evento implicaron replantear la normativa
nacional, la actualización de 2009 tuvo poca aplicación práctica.
Como se acaba de mencionar, luego del terremoto de 2010 resultó necesario
revisar la normativa sísmica con el objeto de sugerir nuevas modificaciones que
pudieran prevenir consecuencias frente a sucesos de la magnitud que tuvo el
referido fenómeno. En noviembre de 2010, se dictó el Decreto Supremo Nº 117
del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, como norma de emergencia mientras
concluía el estudio acabado de la normativa nacional. Los principales cambios que
introdujo este decreto fueron los siguientes: se definió un nuevo ensayo de suelos,
el que consiste en evaluar la rigidez de los mismos para bajas deformaciones en
todos los estratos de suelos de los primeros 30 metros de terreno; se modificó
totalmente el espectro de diseño, principalmente para las estructuras más
flexibles; y se definió el espectro elástico de desplazamientos, con el fin de aportar
al desarrollo del diseño de muros de hormigón armado sobre la base de la
demanda de desplazamiento de techos.
En noviembre de 2011 se aprobó el Decreto Supremo Nº 61 del Ministerio de
Vivienda y Urbanismo, que derogó el Decreto Nº 117. El Decreto de 2011, junto a
la versión actualizada a 2009 de la NCh 433, conforman la actual norma sísmica
chilena.
Los principales cambios de este decreto son los siguientes: Se creó un nuevo
tipo de suelos entre los suelos II y III, ahora definidos como B y D
respectivamente. Con esto se buscó aminorar la diferencia que entregan los
diseños basados en los suelos tipo II o tipo III, los que a veces presentan hasta un
50% de diferencia en las armaduras de una estructura; se eliminó el espectro del
Decreto Nº 117 y se volvió al espectro original de la NCh 433; se calibró el
espectro de la norma del 96 por un factor "s", factor que depende del tipo de
suelos y que varía entre 0.9 para suelos Tipo A y 1.3 para suelos Tipo E; y se
calibró el espectro de desplazamientos mediante un factor de amplificación Cd*.
En 2012 se actualizó nuevamente la NCh 433 pero solo para refundir su versión
de 2009 con el nuevo Decreto Nº 61.
Lo que antecede describe, en general, los minuciosos deberes de construcción
antisísmica al que están afectos los constructores en Chile. De esta forma, si se
acredita que el constructor cumplió esos parámetros, que no son otra cosa que el
patrón de diligencia debida en la materia, y a pesar de ello el edificio colapsa por
un terremoto de una magnitud o características no contemplados en la norma
técnica, entonces no será responsable 17.
Para llegar a tal conclusión puede valorarse tal fenómeno natural desde una de
tres perspectivas: en primer lugar, puede sostenerse que no siéndole exigible una
previsión mayor a la fijada por la normativa, y reuniéndose las otras condiciones,
se configura una hipótesis de caso fortuito; en segundo lugar, puede argumentarse
que el daño se explica por otra causa adecuada, fallando ese requisito para
establecer su responsabilidad civil; o, finalmente, lo que me parece más
apropiado, puede concluirse que el constructor cumplió el estándar de diligencia
en la materia (definido detalladamente por la normativa), no siéndole exigible otra
conducta, por lo que la ausencia de responsabilidad civil provendrá de que no será
posible establecer un comportamiento culpable en su contra 18.
27. Por otra parte, la Corte Suprema también ha desechado la eximente de caso
fortuito en los casos de responsabilidad del Estado por los sucesos posteriores del
terremoto de 2010, considerando el comportamiento negligente de la
Administración: "Así, si bien las dificultades en las comunicaciones esgrimidas por
la propia demandada para justificar el hecho de no haber informado la alerta,
evidentemente impedían a la autoridad dar cuenta del riesgo cierto de tsunami,
aquello en modo alguno puede justificar la conducta contraria, esto es, asegurar a
la población la inexistencia de tsunami o de riesgo de ocurrencia, no pudiendo
dicho llamado a la población llevar a calificar que las muertes producidas respecto
de quienes lo acataron, sea consecuencia atribuible al caso fortuito o de la fuerza
mayor" (...) "De este modo, la prudencia y el deber de cuidado sobre los
habitantes del país en supuestos como el de autos, le impidió a la Administración
el efectuar un llamado como el que en los hechos realizó, bajo las circunstancias
relatadas, en cuanto el buen criterio y la responsabilidad que como autoridad
recaía sobre ésta que hacía preferible que omitiere un llamado a la calma y a
mantenerse en sus casas, como el que hiciera en la oportunidad indicada el
Intendente de la época"19.
28. Y por ser esta cuestión esencial para los efectos de este estudio, se expondrá
brevemente a continuación el tratamiento que el derecho nacional atribuye al
deber de diligencia debido por el deudor. Para esto, es necesario referirse a lo
siguiente: i) La noción legal de diligencia; ii) La apreciación in abstracto de la
diligencia, y iii) La consideración de las circunstancias externas en el juicio de
diligencia.
1. NOCIÓN LEGAL DE DILIGENCIA
29. Al igual que el caso fortuito, la diligencia está definida en el derecho común
(art. 44 del Código Civil), con vocación a aplicarse a toda relación jurídica. Esa
norma recoge una gradación o clasificación en tres tipos de diligencia
(provenientes del Derecho romano justinianeo), definidos en términos negativos,
es decir, como patrones de comportamiento culpable o negligente.
El estándar más elevado de cuidado es el que corresponde al patrón de "culpa
levísima", definida como aquella esmerada diligencia que un hombre juicioso
emplea en la administración de sus negocios importantes. El estándar menos
exigente corresponde al de la "culpa grave" o "culpa lata", que equivale a no
manejar los negocios ajenos con el cuidado que aun las personas negligentes y de
poca prudencia suelen emplear en sus negocios propios. El estándar medio es el
de la "culpa leve", que es la falta de diligencia que los hombres emplean
ordinariamente en sus negocios propios.
30. Este último estándar (culpa leve) corresponde al "cuidado ordinario", a la
"diligencia ordinaria", aplicable por regla general a toda relación jurídica y equivale
al comportamiento de un "buen padre de familia" o de un "hombre razonable". Es
el estándar normal, que debe cumplir cualquier persona en toda relación jurídica
interpersonal (contractual o extracontractual), salvo que alguna disposición
especial exija un estándar superior (culpa levísima) o rebaje el nivel de cuidado a
uno inferior (culpa grave o lata).
La explicación de por qué es exigible este estándar ordinario atiende al sentido
común: las expectativas recíprocas de comportamiento en la sociedad descansan
en un comportamiento razonable, a lo que ordinariamente se entiende por
diligencia, al comportamiento de un hombre sensato, que no corresponde ni al
más juicioso ni al más imprudente.
31. En materia contractual, sin embargo, debe tenerse en cuenta de forma
adicional que la legislación civil determina en qué contractos se responde de uno u
otro estándar de conducta, dependiendo de a quién resulta útil el acuerdo.
Nuevamente se trata de normas de aplicación general.
En efecto, según el artículo 1547 del Código Civil, el deudor responde de la
culpa lata en los contratos que por su naturaleza solo son útiles al acreedor; es
responsable de la culpa leve en los contratos que se hacen para beneficio
recíproco de las partes; y de la levísima en los contratos en que el deudor es el
único que reporta beneficio.
Como lo usual es que los contratos se suscriban para el beneficio recíproco de
las partes (la inmensa mayoría de los contratos de prestación de servicios y de
intercambio de bienes), en aplicación de esta regla, una vez más es la culpa leve
(equivalente a la diligencia ordinaria) la que se termina aplicando a la generalidad
de los intercambios.
32. En síntesis, la definición legal de diligencia consiste, esencialmente, en que el
comportamiento del agente se ajuste al determinado por un estándar de conducta.
Y por ello, la ausencia de diligencia debida, esto es, la negligencia, equivale en el
derecho privado a la culpa civil20.
2. APRECIACIÓN IN ABSTRACTO DE LA DILIGENCIA
33. La responsabilidad civil se encuentra históricamente vinculada a la
responsabilidad penal. Por esta razón, originalmente tenía una marcada función
retributiva y en el juicio de culpabilidad civil (que determina la diligencia o
negligencia del agente) era frecuente considerar las aptitudes subjetivas del
agente (predisposición psicológica o debilidades del carácter). De esta forma, la
pena y la indemnización eran proporcionales a la gravedad de la culpa del agente.
Pero esta apreciación in concreto de la diligencia fue cediendo paso a una
apreciación in abstracto, en una lenta evolución cuyos orígenes pueden
remontarse al Derecho romano, pero que se acentuó en los últimos dos siglos.
34. En la actualidad, la constatación de la diligencia o negligencia se efectúa
comparando la conducta real del agente con aquella que podía esperarse de
un buen padre de familia (o del hombre razonable). La actuación diligente se
define así como la que legítimamente podían esperar los terceros de un hombre
razonable colocado en una situación similar y, por ello, se sostiene que la
diligencia y la culpa civil se aprecian in abstracto.
Lo que juzga el derecho privado contemporáneo son actos externos,
comportamientos, y no predisposiciones psicológicas o estados de ánimo, que
escapan a las expectativas de comportamiento recíproco y que harían irracional la
vida en común. En efecto, "la diligencia se presenta como algo que el deudor debe
utilizar o emplear al ejecutar la prestación, lo que en definitiva significa que éste
debe desplegar una conducta objetivamente apreciable. Esto impide que la
diligencia se ubique sólo en el plano psicológico del deudor" 21.
Entendido de esta forma, la jurisprudencia se desinteresó del examen de las
particularidades o debilidades específicas del agente (cada persona debe
compensar sus debilidades con un grado de cuidado apropiado), volviendo más
severo el juicio de reproche y extendiendo, en consecuencia, el número de
potenciales responsables.
35. Definido en estos términos objetivos, el estándar del debido cuidado depende
esencialmente, en la práctica judicial chilena, de la previsibilidad de los daños que
se siguieron a la acción, declarando responsable al agente cuando se responde
afirmativamente a la pregunta de si un hombre medianamente diligente, colocado
en la misma situación y con calificaciones similares, habría debido prever la
ocurrencia de ese daño y, en consecuencia, actuar de otra forma. Por esto, la
jurisprudencia nacional define la diligencia y culpa civil como "una posibilidad de
prever lo que no se ha previsto"22.
El hombre diligente actúa razonablemente y no puede exigírsele que conduzca
su actuación dependiendo de consecuencias que no podía anticipar. El
comportamiento razonable, en otras palabras, alcanza solamente aquello
previsible23.
Tal como se indicará más adelante, a propósito de los requisitos del caso fortuito
(en particular, del requisito vinculado a la "imprevisibilidad"), en el caso de la
responsabilidad contractual el carácter previsible o imprevisible de un determinado
suceso debe medirse en relación con el momento de la suscripción del contrato.
36. Para determinar si la conducta del agente coincide o no con la del patrón del
hombre diligente algunas leyes especiales otorgan criterios aplicables a ciertos
ilícitos (como ocurre en materia de urbanismo, tránsito, medio ambiente o libre
competencia). Sin embargo, en la mayoría de los casos la jurisprudencia debe
discernir el comportamiento diligente sobre la base de algunos criterios generales
(que reconducen en último término a la "previsibilidad" ya expuesta), que no se
encuentran formalmente establecidos, sino que pueden inferirse de un estudio
comparativo de las decisiones desde fines del siglo XIX. Estos criterios —como la
intensidad del daño, su probabilidad, el valor social de la acción o los costos de
prevenirlos— son utilizados de forma variable por los tribunales para determinar la
diligencia debida.
De entre esos criterios, tal como se expondrá más adelante, es el elemento
"probabilidad" el que juega un papel fundamental para determinar lo previsible o
imprevisible para los efectos de responder a la pregunta de si un determinado
suceso reviste los caracteres del caso fortuito.
3. CIRCUNSTANCIAS EXTERNAS EN EL JUICIO DE DILIGENCIA
37. El hecho de que en el juicio de diligencia se opte por una apreciación in
abstracto no significa que en el mismo no se consideren ciertas circunstancias
"externas". Se trata de consideraciones objetivas, exteriores y, por tanto,
constatables y oponibles a todos. De esta forma, no se altera la regla de que todos
los atributos, calidades o deficiencias subjetivas del agente no se consideran para
los efectos de medir la diligencia debida.
En el fondo, se compara la conducta efectiva del agente con aquello que hubiera
podido esperarse de una persona diligente colocada en las mismas circunstancias
externas.
Entre tales consideraciones externas se encuentran esencialmente dos grupos:
aquellas que atienden a las condiciones en que se actuó y aquella que considera a
la calificación profesional del deudor.
38. En cuanto al primer aspecto (circunstancias en que se actuó), es evidente que
la diligencia esperable de un agente o deudor no es la misma dependiendo de las
condiciones exteriores más o menos adversas que tenga que enfrentar para
ejecutar la conducta debida. Así, por ejemplo, no es el mismo comportamiento que
puede esperarse de un deudor que debe ejecutar una prestación en condiciones
climáticas particularmente hostiles, ni es la misma conducta la que se puede exigir
de un médico que asiste de urgencia a un enfermo en la vía pública que la que
podría exigírsele si lo hace en una clínica especializada.
39. En cuando al segundo aspecto, constituye también una circunstancia externa
la calificación profesional del agente. No es el mismo comportamiento el que
puede esperarse de un contratante experto, que pacta en el dominio de su
especialidad, que el que puede atenderse de alguien que no tiene una
determinada calificación profesional.
Es por ello que la conducta de un experto o especialista debe reconducirse
siempre a los parámetros o protocolos que entrega su especialidad (la
denominada "lex artis"). En el fondo, el umbral del comportamiento esperable para
el caso de un contratante experto está dado, en una medida importante, por el
estado actual de la ciencia o técnica de la cual es especialista. Son los
conocimientos adquiridos y actualizados de esa ciencia los que definen la medida
de aquello que debe ser previsto por ese deudor.
40. En síntesis, y en lo que importa para el objeto de este estudio, evaluar si un
suceso constituye un caso fortuito exige determinar la diligencia debida por el
agente. Esta diligencia debida, según el derecho nacional, atiende a un patrón
legal de comportamiento que, en términos generales, alude a un estándar
ordinario que es dable esperar de una persona razonable que anticipa los
acontecimientos previsibles y toma las medidas necesarias para evitarlos. Ese
estándar de comportamiento se compara con la conducta efectiva del agente, sin
consideración a elementos subjetivos, y por ello se sostiene que obedece a una
apreciación in abstracto. No obstante, en ese juicio de valor se consideran las
circunstancias externas, tales como las condiciones concretas particularmente
dificultosas en que se actuó y su calificación profesional.
Esta cuestión es particularmente relevante pues, como se expondrá, la diligencia
debida cumple un doble papel en las obligaciones contractuales: por una parte, la
prueba de haber observado la diligencia debida permite excluir la responsabilidad
del deudor frente a un incumplimiento contractual; y, por otra parte, la prueba de la
diligencia debida, sumado al carácter irresistible y externo de un determinado
suceso, son los elementos que constituyen la excusa de caso fortuito. En su
primer rol, el deudor no es responsable porque no puede imputársele el
cumplimiento por ser el suceso imprevisible e inevitable. En segundo rol, el deudor
no es responsable porque la causa del incumplimiento es reconducible a ese
suceso fortuito y no a su comportamiento.
Para entender ese segundo rol, en el capítulo siguiente se analizan en detalle
los componentes o requisitos del caso fortuito, teniendo en cuenta la diligencia
debida ya analizada.
III. NOCIÓN Y ELEMENTOS DEL CASO FORTUITO
41. Para estudiar la noción y los elementos del caso fortuito, en este capítulo se
examinarán: i) Las fuentes del derecho que deben considerarse para la
definición; ii) La sinonimia entre "caso fortuito" y "fuerza mayor"; iii) La noción legal
de caso fortuito, y iv) La enumeración de los requisitos del caso fortuito.
1. FUENTES DEL DERECHO Y DEFINICIÓN DE CASO FORTUITO
42. El caso fortuito es una institución, como se dijo, transversal y crítica del
derecho privado. De ahí que su tratamiento haya sido objeto de un amplio debate
doctrinal en el Chile y en el derecho comparado, particularmente en el derecho
francés que constituye la fuente material de las disposiciones nacionales.
Y esto a pesar de que, como se expone en este capítulo, en nuestro sistema
jurídico el caso fortuito tiene una definición legal, contenida en el artículo 45 del
Código Civil.
Tanto sus condiciones de procedencia (o requisitos), como sus efectos, son
objeto de diversas interpretaciones en la doctrina y la jurisprudencia. En esencia,
se explicará que tales interpretaciones fluctúan desde una aproximación más
"absoluta" y severa de sus requisitos y efectos, hacia otra más "relativa" y
adaptada al modelo de diligencia debido.
No obstante, en varios puntos se demostrará cómo las divergencias son más
bien aparentes y existe bastante consenso sobre aspectos esenciales.
43. De esta forma, todas las obras generales en materia de obligaciones y
responsabilidad civil se refieren a su tratamiento 24, además de existir obras
monográficas nacionales25, artículos y estudios26, así como obras de derecho
comparado relevantes27, que, a su vez, han dado lugar a una multiplicidad de
fallos que se han pronunciado, en particular, sobre los alcances del concepto, sus
requisitos de procedencia y sus efectos28.
44. Como se dijo, en atención a esta diversidad de interpretaciones o
perspectivas, este estudio toma en consideración todas ellas.
Esto sin perjuicio de señalar, cuando corresponda, aquellas interpretaciones
mayoritarias o contemporáneas del caso fortuito.
En síntesis, este estudio considera las siguientes fuentes del derecho para
examinar la materia a la que se refiere: el texto de la legislación común, la
jurisprudencia de nuestros tribunales (aunque se efectúan también referencias a
fallos extranjeros) y la doctrina nacional sobre la materia (con referencias,
asimismo, a autores del derecho comparado). Cabe tener presente, por último,
que la revisión de la jurisprudencia y doctrina nacional se ha efectuado con un
propósito de exhaustividad, de modo de considerar todos los fallos y autores
relevantes.
2. SINONIMIA ENTRE "CASO FORTUITO" Y "FUERZA MAYOR"
45. Ante todo, se debe aclarar que las expresiones "caso fortuito" y "fuerza mayor"
son sinónimas en nuestro derecho positivo, pues se les atribuye una misma
definición legal y se sujetan, en consecuencia, a los mismos requisitos de
procedencia y efectos.
Desde ya, así se demuestra por la propia historia fidedigna del Código Civil,
puesto que en el denominado Primer proyecto de Código Civil, Andrés Bello había
incluido la regla siguiente: "La denominación de caso fortuito comprende la fuerza
mayor". Fue la Comisión Revisora del Proyecto de 1853 quien introdujo la
definición que actualmente consta en el artículo 45 del Código Civil, además de
agregar un segundo inciso que señalaba: "El caso fortuito se llama fuerza mayor
cuando consiste en un hecho del hombre, como en los dos últimos ejemplos". Esto
es, le otorgaba la misma definición y requisitos, pero distinguía entre las causas
del evento fortuito: si provenían del hombre (como los actos de autoridad), se le
designaba como fuerza mayor; si provenían de la naturaleza (como un terremoto),
se le denominaba caso fortuito. En definitiva, en el Proyecto de 1855 —que fue
finalmente aprobado y promulgado como Código Civil—, permaneció la definición
que hoy conocemos, pero fue eliminado ese inciso segundo, con lo que es posible
concluir que legalmente no existen diferencias entre el caso fortuito y la fuerza
mayor.
Por lo demás, así lo concluye la doctrina nacional 29 y lo ha resuelto
expresamente la jurisprudencia30.
46. No obstante, siguiendo las fuentes históricas, se acostumbra utilizar la
expresión caso fortuito cuando se trata de hechos naturales inevitables (como un
terremoto), y fuerza mayor cuando corresponde a hechos humanos inevitables
(como un acto de autoridad o "acto del príncipe") 31. Ello no pasa de ser una
distinción académica, sin efectos prácticos, desde el momento en que ambos
tienen el mismo concepto y se sujetan a idénticos requisitos.
47. En el derecho francés también se planteó esta discusión. El Código Civil —en
su redacción ordinal de 1804— utilizaba a la par ambos conceptos ("fuerza mayor
o caso fortuito") en varios artículos (arts. 1148, 1348 y 1733), a un punto tal que
gran parte de la doctrina los entendía idénticos32.
No obstante, algunos autores habían propuesto ciertas distinciones, como
aquella que ideó Maurice Hauriou en los siguientes términos: "el caso fortuito
escapa a las previsiones humanas, pero se vincula al funcionamiento mismo de la
empresa o del servicio; por ejemplo, en una fábrica, es la explosión de una
caldera, en una mina, es la inflamación del grisú; la fuerza mayor, es también un
fenómeno imprevisto; pero, además, es exterior a la empresa o al servicio; por
ejemplo, es el temblor, una inundación, un ciclón, una guerra civil, una invasión
extranjera"33.
Jean Carbonnier afirmaba que la interpretación propuesta (que también había
sido impulsada por Josserand) tenía por propósito evidente incorporar al ámbito de
la responsabilidad contractual un espacio de responsabilidad objetiva, de
responsabilidad por riesgo creado (conforme a esta distinción, el caso fortuito no
sería exoneratorio por no ser "exterior"), pero por contar con débil apoyo en el
texto del Código (que las trataba indiferentemente) no prosperó en la práctica.
Pero Jean Carbonnier reconoce también que la distinción tiene una base de
justicia: la imposibilidad de alegar un efecto liberatorio de un evento que, aunque
sea irresistible e imprevisible, resulta inherente al funcionamiento de la empresa 34.
No obstante, la reforma francesa del derecho de los contratos de 2016 introdujo
una definición de fuerza mayor en materia contractual, tal como se explicará a
continuación, abandonando la expresión "caso fortuito" (aunque conserva esta
noción en otros artículos).
3. DEFINICIÓN LEGAL DE CASO FORTUITO
48. A diferencia del Código Civil francés —en su versión de 1804— que le sirvió
de modelo, el Código Civil chileno incorpora una definición legal de caso fortuito
en su Título Preliminar, que tiene por vocación, como ya se ha expuesto, de
aplicarse con efectos generales a toda relación jurídica, salvo en cuanto algún
contrato entre las partes le atribuya un significado diverso, imponga otros
requisitos o le atribuya efectos diversos. El inciso final del artículo 1547 del Código
Civil autoriza expresamente a las partes de un contrato a alterar las reglas legales
sobre el caso fortuito.
En todo caso, como también se explicó, si el documento contractual solo define
parcialmente alguno de estos elementos (como, por ejemplo, si solo menciona sus
efectos pero no sus requisitos), la legislación civil cumple una función supletoria y
se aplican las reglas que se explican en este capítulo.
49. La definición se encuentra contenida en el artículo 45 del Código Civil, que
señala lo siguiente: "Se llama fuerza mayor o caso fortuito el imprevisto a que no
es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el apresamiento de enemigos,
los actos de autoridad ejercidos por un funcionario público, etc.".
Como se desprende de su simple lectura, esta norma se limita a definir el caso
fortuito, estableciendo sus requisitos o condiciones de procedencia (imprevisible e
irresistible), sin señalar sus efectos.
50. Por ello, esa noción legal se debe complementar con dos disposiciones que
establecen los "efectos" del caso fortuito (y que serán abordadas en el título
respectivo de este estudio).
La primera disposición es el inciso 2º del artículo 1547, que dispone que: "El
deudor no es responsable del caso fortuito, a menos que se haya constituido en
mora (siendo el caso fortuito de aquellos que no hubieran dañado a la cosa
debida, si hubiese sido entregada al acreedor), o que el caso fortuito haya
sobrevenido por su culpa". Esta norma establece nítidamente el alcance del caso
fortuito en materia contractual, excluyendo la responsabilidad (indemnización de
perjuicios) del deudor, salvo en cuanto provenga de su culpa o durante la mora
(elemento, como se expondrá, que tiene que ver con la "exterioridad" como
requisito del caso fortuito).
La segunda disposición es el artículo 1558 inciso 2º del Código Civil: "La mora
producida por fuerza mayor o caso fortuito no da lugar a indemnización de
perjuicios". Esta norma no hace más que reforzar la regla anterior (que se refiere
en general a la eximente de responsabilidad, descartado tanto la indemnización
compensatoria como la moratoria), señalando específicamente que el caso fortuito
excluye la reparación del retardo culpable. Esta aclaración tiene especial
relevancia, como se concluye más adelante, cuando el caso fortuito solo tiene un
efecto temporal en el cumplimiento de la obligación, excluyendo en el intervalo en
que la prestación es imposible la indemnización moratoria.
Por último, como también se dirá a propósito de sus efectos, deben tenerse
presente las disposiciones de los artículos 1670 y siguientes del Código Civil, pues
una parte importante de la doctrina y de la jurisprudencia nacional entienden que
cuando el caso fortuito genera una imposibilidad permanente y total de
cumplimiento, la obligación se extingue según tales normas, que regulan "la
pérdida de la cosa que se debe".
51. Volviendo a la definición de caso fortuito del Código Civil, se debe mencionar
que ella recoge en general los elementos que venían siendo establecidos desde el
Derecho romano justinianeo y que pasaron a nuestro derecho mediante las Siete
Partidas (7, 33, 11) y la opinión de sus comentaristas. Probablemente fue
adaptado en el derecho chileno del célebre Diccionario razonado de legislación y
jurisprudencia de Joaquín Escriche35, que contenía una definición muy cercana a
la norma nacional: "El suceso inopinado, o la fuerza mayor que no se puede
prever ni resistir"36.
Estas precisiones no son baladíes, pues todas estas fuentes mencionadas se
remontan en definitiva a las enseñanzas del Derecho romano, que entendían el
caso fortuito como la confluencia de dos elementos: la imprevisibilidad y la
irresistibilidad. Así se demuestra al analizar la enumeración de sus requisitos de
procedencia, cuestión que se hace en el apartado siguiente.
52. Antes, se efectuarán algunas referencias a la reforma francesa del derecho de
los contratos de 2016, que introdujo una definición de fuerza mayor que, como se
dijo, antes no existía en ese Código Civil 37. No obstante, la doctrina, sobre la base
de la jurisprudencia, tendía a sostener mayoritariamente (aunque con ciertas
divergencias en algunas de sus condiciones, que serán evocadas en esta obra),
que la fuerza mayor constituía en el ámbito contractual "un suceso 'exterior', no
solamente respecto del deudor, sino también respecto de las cosas o personas
por las cuales es responsable, 'imprevisible', esto es, que no podía
razonablemente ser previsto al tiempo de la suscripción del contrato, e 'irresistible',
esto es, cuya sobrevivencia no podía ser evitada (inevitable), ni los efectos
superados durante la ejecución (irremontable)" 38. En materia extracontractual, si
bien era usual hacer referencia a esa trilogía de condiciones, algunos autores
destacaban que, por su propia naturaleza, la imprevisibilidad tenía un rol menor en
ese ámbito39.
La nueva definición legal presenta enormes cercanías con la nacional y con la
forma en que la jurisprudencia chilena la ha interpretado, cuestión que no
sorprende porque la doctrina nacional, como se sostiene en esta obra, ha utilizado
obras francesas para delimitar los contornos de esta figura jurídica.
El inciso 1º del nuevo artículo 1218 del Código Civil francés define la fuerza
mayor en materia contractual de la siguiente forma: "Existe fuerza mayor en
materia contractual cuando un suceso que, escapando al control del deudor, no
podía ser razonablemente previsto al momento de la suscripción del contrato y
cuyos efectos no pueden ser evitados por medidas apropiadas, impide la
ejecución de la obligación por el deudor" 40.
Por su parte, el inciso segundo describe las consecuencias de la fuerza mayor:
"Si el impedimento es temporal, la ejecución de la obligación se suspende a
menos que el retardo que de ello resultaría no justifique la resolución del contrato.
Si el impedimento es definitivo, el contrato se resuelve de pleno derecho y las
partes son liberadas de sus obligaciones en las condiciones previstas en los
artículos 1351 y 1351-1"41. Estos artículos, tratando de la imposibilidad de
ejecución, describen el efecto liberatorio de la fuerza mayor para el deudor.
El Informe dirigido al Presidente de la República, que acompaña la Ordenanza
Nº 2016-131 que contiene la reforma (y que constituye una valiosa fuente de
interpretación de esta modificación transcendental del Código Civil francés) 42,
afirma que este artículo recoge la definición jurisprudencial de fuerza mayor, pero
que abandona el tradicional requisito de la "exterioridad", en razón de que la
jurisprudencia de la Asamblea Plenaria de la Corte de Casación lo habría también
abandonado en 200643. Asimismo, en la introducción de esta noción, solo
aplicable para el ámbito contractual (la reforma de la responsabilidad civil
extracontractual se encuentra pendiente44), se señala que tiene por propósito
superar algunos puntos de controversia en la jurisprudencia (en particular, sobre
sus requisitos), precisando que la imprevisibilidad en este ámbito se aprecia al día
de la conclusión del contrato (y no al día del hecho ilícito, como ocurre en materia
extracontractual), y que el evento debe ser irresistible tanto en su acontecimiento
(inevitable) como en sus efectos (irresistible propiamente tal).
En los diferentes capítulos de este libro se volverá sobre esta nueva noción y su
interpretación por la doctrina, en aquello que resulta ilustrativo para el derecho
nacional, pero desde ya se menciona que el propósito del legislador francés en
orden a erradicar el requisito de la "exterioridad" parece haberse frustrado, pues la
mayor parte de los autores afirma que el mismo estaría inequívocamente
contenido en la expresión "escapando al control del deudor" 45. Asimismo, resulta
paradójico que el mencionado informe señale que la fuerza mayor comprende, en
el requisito de la irresistibilidad, tanto el carácter inevitable (la ocurrencia del
acontecimiento no se podía impedir) y la irresistibilidad propiamente tal (esto es,
que sus efectos no puedan ser dominados o detenidos), pero que aquello no se
haya precisado en el texto de la definición legal 46.
4. ENUMERACIÓN DE LOS REQUISITOS DE PROCEDENCIA DEL CASO FORTUITO
53. En efecto, en cuanto a la enumeración de los requisitos del caso fortuito, es
posible afirmar —como lo hace la principal obra monográfica nacional sobre la
materia— que en "todos los países de raíces latinas, se postulan como requisitos
del caso fortuito la imprevisibilidad y la irresistibilidad...", siendo común que se
agregue un tercero: "la ajenidad o exterioridad" 47.
54. La conclusión de que los requisitos del caso fortuito son estos tres
(imprevisibilidad, irresistibilidad y exterioridad) no es debatida en nuestro derecho.
Los dos primeros elementos emanan de la propia definición del artículo 45 del
Código Civil, y el tercero se extrae, en particular, de la exigencia contenida en el
artículo 1547 del mismo Código (en orden a que el caso fortuito no puede provenir
de la culpa del deudor).
Así lo ha sostenido invariablemente la doctrina nacional más calificada 48 y la
jurisprudencia de la Corte Suprema. Esta última ha sostenido categóricamente lo
siguiente: "La jurisprudencia y la doctrina relativas a la materia coinciden en que
su concurrencia exige tres requisitos mínimos: a) que el hecho sea imprevisible, b)
que sea irresistible y c) que no acaezca por un acto propio de quien lo hace
valer"49.
Por lo demás, la conclusión no es original de nuestro derecho, sino que, como
se mencionó, es común a los países de tradición de derecho continental50.
55. De esta forma, para determinar si un determinado suceso constituye o no una
hipótesis de caso fortuito, es necesario examinar si se reúnen en la especie estos
tres elementos: un hecho imprevisible; un hecho irresistible; y, que sea exterior, es
decir, que no haya sido provocado por quien lo invoca.
En los capítulos siguientes se analiza por separado el alcance de cada uno de
estos requisitos.
Cabe mencionar que estos requisitos son copulativos, por lo que la ausencia de
cualquiera de ellos excluye la calificación del evento como caso fortuito. Sin
perjuicio de esto, tal como se expondrá a propósito de los efectos de la fuerza
mayor, la sola presencia del elemento imprevisibilidad, si bien no es suficiente
para calificar el suceso como caso fortuito, sí es suficiente para probar la diligencia
debida y, por tanto, excluir la culpa civil.
IV. IMPREVISIBILIDAD DEL CASO FORTUITO
56. Como se expondrá en los párrafos siguientes, tanto la imprevisibilidad como la
irresistibilidad constituyen "estándares jurídicos", esto es, instrumentos jurídicos
útiles para señalar la razonabilidad o la normalidad de un comportamiento 51.
Es por eso, como ya se ha dicho, que ambos estándares se encuentran, en
definitiva, determinados por la diligencia debida por el deudor o agente, del que no
son sino su contrapartida. Aquello que corresponde al cuidado debido, es
previsible y resistible, formando parte del ámbito de las obligaciones del deudor o
agente; aquello que escapa al comportamiento razonable, es imprevisible e
irresistible, constituyendo una hipótesis de caso fortuito si, además, reúne el
requisito de la exterioridad.
Y esto porque las conductas exigibles en las relaciones recíprocas no son
aquellas esperables de santos o de héroes. De los otros esperamos un
comportamiento normal y razonable, y es ese criterio el decisivo en materia de
imprevisibilidad e irresistibilidad.
57. Por ello, para examinar el requisito de la imprevisibilidad, conviene referirse a
lo siguiente: i) Las distintas aproximaciones a este requisito; ii) El método de
apreciación de la imprevisibilidad; iii) La probabilidad como elemento determinante
de la imprevisibilidad, y iv) Momento en que debe medirse la imprevisibilidad.
1. APROXIMACIONES RESPECTO DE LA IMPREVISIBILIDAD
58. Como en todas las materias de derecho civil vinculadas a la diligencia debida y
sus límites (tal como el caso fortuito), existen dos aproximaciones en la doctrina y
en la jurisprudencia: una más tradicional y absoluta, y otra más moderna y
relativa52.
Ambas posiciones constituyen perspectivas diversas acerca de la noción de
previsibilidad y del momento en que debe ser apreciada para los efectos de
determinar si un suceso constituye un caso fortuito.
59. La posición tradicional y absoluta sobre la imprevisibilidad se puede sintetizar
en tres ideas.
En primer lugar, postula que el evento debe ser imposible de prever para
cualquier persona colocada en iguales circunstancias externas, con independencia
del deber de diligencia de que es deudor el agente 53.
En segundo lugar, esta posición pone acento en la idea de que la previsibilidad
se vincula directamente a las medidas o providencias necesarias para precaver un
hecho, esto es, a las "actividades de prevención idóneas para evitar la realización
del suceso previsto"54. De esta forma, para esta posición el acontecimiento es
imprevisto cuando sucede a pesar de la adopción de las medidas de precaución
adecuadas. De ahí que, mirado desde esta perspectiva, se vincule más con la
posibilidad de evitar un suceso que con la posibilidad de anticiparlo. En otras
palabras, esta perspectiva enfoca la previsibilidad desde la óptica de la
irresistibilidad, confundiéndola con este concepto 55.
Por último, al poner atención en las actividades para evitar su ocurrencia, esta
aproximación pone énfasis en las medidas de precaución que se toman en la fase
de ejecución de las obligaciones y no al momento de celebrar el contrato (si se
trata de una hipótesis de responsabilidad contractual) 56.
60. Debe mencionarse que esta posición doctrinal y jurisprudencial corresponde a
una visión tradicional (esencialmente, de la primera mitad del siglo XX), que ha
sido fuertemente discutida por la doctrina contemporánea y, en gran medida, ha
sido superada.
Por lo demás, como se expondrá, varios de los autores que se citan como
sostenedores de esta teoría, en realidad matizan su exposición refiriéndose a una
previsibilidad que invoca patrones abstractos de conducta y según las
"circunstancias externas", lo que introduce un claro elemento relativo 57. En gran
medida, la asignación de un carácter absoluto a las condiciones del caso fortuito
obedece también a que era frecuente, en la doctrina clásica, el confundirlo con el
modo de extinguir las obligaciones denominado "imposibilidad absoluta de ejecutar
la prestación", que es otra institución y que tiene, como expondrá más adelante,
una regulación diversa en el Código Civil.
Las críticas esencialmente se dirigen a las tres ideas que la sustentan.
En primer lugar, no podría sostenerse en materia de previsión de
comportamientos en el derecho que ella deba extenderse de forma absoluta,
preguntándose si el deudor o cualquiera otra persona haya podido anticipar ese
hecho. Ello conduciría a un absurdo, pues, en abstracto, todo evento puede ser de
alguna forma previsible o realizable en la imaginación humana que no tiene
límites. Como se señala en una obra francesa: "existen individuos inquietos y
roídos por el miedo que prevén todo: la huelga, la tempestad o el atentado
criminal"58. Una concepción de esta naturaleza llevaría a la conclusión, en
definitiva, de que ningún evento podría considerarse imprevisible y, en
consecuencia, no podría existir ninguna hipótesis de caso fortuito.
En efecto, incluso las peores y las más excepcionales catástrofes pueden, en
teoría, anticiparse. Recientemente, la jurisprudencia chilena ha concluido algo
similar, a propósito de los numerosos juicios de responsabilidad del Estado,
originados por las fatales consecuencias del terremoto y tsunami de 2010. En
varias decisiones, la Corte Suprema ha sostenido que: "En la práctica, la
imprevisibilidad entendida desde esta perspectiva, haría realmente difícil
configurar un evento como fuerza mayor, pues en estricto sentido, casi todos los
hechos o circunstancias de la vida pueden ser humanamente imaginados, es
decir, hipotéticamente previstos, lo que haría infructuoso alegar esta causal de
exoneración, pues prácticamente nunca se configuraría como hecho
imprevisible"59.
Esto por esto que el derecho no considera necesario anticipar todo, sino solo
prever aquello que un hombre razonable debe anticipar.
Sostener lo contrario no sería solo ilógico, sino también irrealizable, porque la
previsión en definitiva es el estándar de comportamiento diligente en el tráfico
jurídico y, si se exigiera prever todo, se obligaría a las personas a una perfección
que no es consistente con la condición humana. Por eso, en ningún sistema
jurídico se les exige a los contratantes anticipar todo, sino solamente lo
normalmente previsible.
Como lo ha afirmado lúcidamente Jean Carbonnier —quizá el más grande jurista
del siglo XX—, "se le reprocha sobre todo a la doctrina clásica el haber puesto el
acento sobre lo absoluto de cada uno de los elementos de la trilogía [del caso
fortuito]. ¿Acaso no es exigir al hombre calidades de un superhombre? (...)
Filosóficamente, es la concepción relativa la que tiene la razón: el absoluto no es
de este mundo"60. Como otros autores, con cierto humor afirman: "es evidente que
el derecho no es absoluto, no exige al deudor ser un superhombre, Tarzán,
Astérix, Tintin, Superman, Rambo o el Conde de Montecristo" 61.
Así como concluye un fallo francés, la imprevisibilidad de entenderse de
"manera humana y no absoluta, a la escala del entendimiento y de la fuerza
humana"62.
La reciente reforma del derecho de los contratos en Francia confirma este
criterio, pues la definición de fuerza mayor del nuevo artículo 1218 señala que un
suceso reviste tal carácter cuando "no haya podido ser razonablemente previsto al
momento de la suscripción del contrato". Es por esto que una obra reciente
concluye que "la incorporación del término 'razonablemente' obligará al juez a
aplicar este criterio de la previsibilidad con inteligencia, y a no reducir la categoría
de eventos de fuerza mayor sólo a los sucesos totalmente improbables o
imaginables"63.
En segundo lugar, al conducir la imprevisibilidad a las medidas de prevención
destinadas a evitar un suceso que, a pesar de ser implementadas, de todas
formas aconteció, esta teoría en realidad termina confundiendo la imprevisibilidad
con la irresistibilidad. Es esta última, como se expondrá, la que exige preguntarse
si se podían tomar las medidas destinadas a evitar o contener el hecho en que
consiste el caso fortuito. Ello equivale a dejar sin contenido uno de los requisitos
legales del caso fortuito, contrariando el texto de la ley, cuestión que también se
encuentra presente en cierta doctrina comparada contemporánea 64.
Por último, también se critica a esta posición doctrinal el centrar el análisis en las
medidas de precaución implementadas en la fase de ejecución del contrato,
siendo que la previsibilidad de los comportamientos debe medirse, en el caso de
los acuerdos, en el momento en que se celebraron 65.
61. La segunda posición, contemporánea y relativa, puede resumirse en las
siguientes dos ideas, tal como se ha adelantado en los párrafos anteriores 66.
En primer lugar, la imprevisibilidad atiende a una representación mental y
anticipada de que ciertos hechos pueden ser las probables consecuencias de
ciertas causas. Tal previsión debe efectuarse no en términos absolutos, sino en
relación con la diligencia debida por el agente y sus circunstancias. Como se sabe
a propósito del análisis de la diligencia debida, para esta aproximación la pregunta
pertinente para determinar el carácter imprevisible de un acontecimiento pasa por
responder, previamente, cuál era el estándar de comportamiento (y, por tanto, de
previsión) exigible al agente.
Esta posición comenzó a generalizarse a partir del conocido estudio de André
Tunc de 1945, quien defendió por primera vez con fuerza el carácter relativo de la
imprevisibilidad y de la irresistibilidad, la necesidad de vincularlas estrictamente a
la diligencia debida67. Tal como la sintetiza Jean Carbonnier: el caso fortuito "es
liberatorio desde que él gobierna los medios que el deudor estaba obligado a
aplicar; debe ser medido según la diligencia que él debía de acuerdo al contenido
de la obligación"68. Envuelve así una apreciación in abstracto, tal como lo
confirma, en el caso del derecho francés, la introducción de la noción de
"razonablemente" en el concepto de fuerza mayor69. En síntesis, "la
imprevisibilidad de un suceso constitutivo de fuerza mayor debe ser apreciada in
abstracto, esto es, se trata de determinar aquello que es normalmente imprevisible
para un hombre razonable"70.
En segundo lugar, tal operación de previsión debe medirse, para el caso de la
responsabilidad contractual, en el momento de celebración del acuerdo, pues es
en ese instante donde debe apreciarse si el deudor pudo anticipar el suceso y
tomar las medidas (en la redacción de las cláusulas del contrato) para regular o
excluir ese riesgo. De esta forma, la imprevisibilidad conserva un rol independiente
de la irresistibilidad en el caso fortuito, pues la primera se mide al momento del
acuerdo y la segunda al momento de la ejecución cuando se desencadenan los
acontecimientos.
62. La doctrina y la jurisprudencia contemporáneas (nacionales y comparadas) se
inclinan masivamente por la segunda concepción descrita (la posición relativa) 71.
Basta señalar, desde ya, que las obras principales sobre la materia, así como la
jurisprudencia, concluyen en tal sentido 72. De ahí que en los párrafos siguientes se
analicen los componentes de la imprevisibilidad y su forma de apreciación
conforme a sus criterios, citando los fallos nacionales que recogen actualmente
esta visión.
Para esto, hay que tener presente que la imprevisibilidad, al igual que la
diligencia debida, presenta una doble pregunta: cómo se aprecia y qué elementos
la componen.
2. MÉTODO DE APRECIACIÓN DE LA IMPREVISIBILIDAD
63. Si el actuar diligente está definido por comportarse de acuerdo a las
consecuencias previsibles de su actuación —tal como ya ha sido explicado—, es
evidente que la imprevisibilidad conduzca a la misma pregunta de cómo debe
medirse lo imprevisible (in concreto o in abstracto).
En otros términos, ¿se trata de determinar lo imprevisible subjetivamente?, esto
es, ¿qué podía anticipar ese individuo concreto según su capacidad intelectual,
fortalezas y debilidades peculiares?; o bien, ¿se trata de determinar qué debía
haber anticipado según el deber de diligencia que le era exigible?, esto es, ¿qué
debía haber previsto un sujeto diligente colocado en las mismas circunstancias
externas?
64. Ahora bien, por las mismas razones que la diligencia debida —y su corolario la
culpa civil—, se aprecian in abstracto, así también la imprevisibilidad —y su
corolario la excusa de caso fortuito—, se aprecian según el mismo método.
En síntesis, se compara la conducta efectiva del agente (aquello que previó y no
previó) con el patrón de conducta aplicable (aquello que debió haber previsto),
para obtener la respuesta de si un determinado acontecimiento fue previsible o
imprevisible.
Esta es una conclusión absolutamente mayoritaria en la doctrina y
jurisprudencia, por dos razones esenciales:
En primer lugar, por una razón de sentido común, pues si la imprevisibilidad se
apreciara in concreto difícilmente encontraríamos hechos previsibles y los juicios
civiles se convertirían en disputas entre informes psicológicos que rebatirían el
menor o mayor grado intelectual del deudor y, en consecuencia, su posibilidad de
anticipar determinados eventos o no. Evidentemente, un sistema de intercambios
y de relaciones interpersonales fundadas en la confianza que nacen de las
conductas externas no puede descansar en ese subjetivismo psicológico.
En segundo lugar, por una razón de coherencia, porque si legalmente —como
se ha expuesto— la diligencia se mide en virtud de las conductas previsibles que
imponen los patrones abstractos de comportamiento (artículo 44 del Código Civil),
es evidente que su contrapartida —los hechos imprevisibles— deben medirse con
ese mismo método abstracto.
65. El método in abstracto de apreciación de la imprevisibilidad es con frecuencia
recogido en las sentencias de las Cortes superiores chilenas sobre caso fortuito
bajo la exigencia de que él debe medirse en términos "razonables" o
"racionalmente"73. Esto porque lo "razonable" hace referencia en nuestros
sistemas jurídicos contemporáneos a lo que el Código Civil denomina un buen
padre de familia, esto es, una persona de ordinaria diligencia. En efecto, un "buen
padre de familia, es una persona razonable por definición" 74.
Tal patrón de conducta —como se ha explicado latamente— es el que
corresponde al de la "culpa leve", aplicable a todas las relaciones
extracontractuales y a la inmensa mayoría de los contratos (aquellos que se
suscriben en utilidad recíproca, salvo que las partes hayan dispuesto otra cosa).
Así, nuestra Corte Suprema ha concluido que "la imprevisibilidad del caso
fortuito o fuerza mayor significa que racionalmente no existe manera de anticipar
su ocurrencia"75. La jurisprudencia nacional ha agregado, en el mismo sentido,
que es imprevisible cuando "racionalmente no existe manera de anticipar su
ocurrencia"76; o, "cuando no hay ninguna razón esencial para creer en su
realización"77, etcétera.
De esta forma, la actuación racional es aquella esperable de una persona
diligente que prevé aquello que le corresponde prever según el estándar de
diligencia del cual responde (y usualmente ese estándar es el mediano,
correspondiente al buen padre de familia).
66. En el mismo sentido concluye la jurisprudencia francesa —que es siempre
seguida de cerca por los fallos nacionales en esta materia— afirmando que el
elemento imprevisible debe medirse en atención a aquello que es "normalmente
imprevisible"78o "racionalmente imprevisible"79. Como ha concluido una conocida
obra francesa reciente de derecho de las obligaciones: en su valoración en
"abstracto, hablamos de evento 'normalmente imprevisible': la apreciación en
relación al buen padre de familia" 80.
67. En gran medida por influencia del derecho francés de mediados del siglo XX,
la doctrina nacional afirma sistemáticamente en el presente que la imprevisibilidad
debe medirse en abstracto.
Como afirmara la señera obra de Henri y Léon Mazeaud y François Chabas: "no
se trata de determinar si el deudor en particular podía anticipar el evento y
resistirlo, sino si un deudor diligente, colocado en las mismas circunstancias,
habría podido anticiparlo y resistirlo" 81.
Siguiendo esas enseñanzas, la doctrina nacional más autorizada (Arturo
Alessandri) también ha sostenido que "un hecho es imprevisto cuando ninguna
razón hay para esperar su ocurrencia"; o, cuando "ni el agente ni ninguna otra
persona colocada en las mismas circunstancias de tiempo y de lugar habría
podido preverlo"82.
68. Como se desprende de lo anterior, al igual que la "diligencia debida" (y su
corolario la culpa civil) en la apreciación in abstracto de la imprevisibilidad también
son relevantes las "condiciones externas", en particular, el grado de
especialización o el carácter profesional del deudor (el profesional especialista
debe anticipar ciertos eventos que un lego no está en condiciones de hacer), y las
circunstancias concretas en que actuaba (así, no es lo mismo obligarse a cumplir
un contrato en un lugar inhabitado y extremo, que hacerlo en medio de una
ciudad).
Un ejemplo tomado de la jurisprudencia nacional puede ilustrar lo anterior: es
previsible que en Valdivia pueda llover intensamente y estropearse una cosecha o
entorpecerse una construcción; pero es imprevisible que en una zona seca como
Arica pueda presentarse el mismo acontecimiento 83.
Como lo sintetiza en Francia, Geneviève Viney, sobre la base de lo fallado
reiteradamente por la Corte de Casación: "tal como ocurre para la apreciación de
la culpa, la imprevisibilidad debe referirse a una persona 'media', correspondiente
a un hombre normalmente prudente y diligente, el estándar del 'buen padre de
familia' adaptado a la actividad ejercida por el deudor y al grado de especialización
que ella implica"84.
69. No es necesario insistir en este modelo de apreciación ni en la consideración
de las condiciones exteriores, pues ellas han sido desarrolladas latamente a
propósito de la diligencia debida y son plenamente aplicables a esta materia, por
cuanto, como también se ha reiterado, la previsibilidad (diligencia) y la
imprevisibilidad (caso fortuito) no son más que dos caras de la misma moneda.
En síntesis, y en lo que importa para el objeto de este estudio, un evento
constituirá una hipótesis de fuerza mayor cuando, reuniéndose las restantes
condiciones que se analizarán, haya sido imprevisible, esto es, cuando un agente
diligente (de su misma especialidad técnica), y actuando en las mismas
circunstancias externas, no habría podido anticipar racionalmente su ocurrencia.
Queda por determinar, a continuación, cuál es el elemento crucial de esa
"imprevisibilidad", cuestión que nos lleva a pronunciarnos sobre la "probabilidad"
de ocurrencia del suceso.
3. PROBABILIDAD COMO ELEMENTO DETERMINANTE DE LA IMPREVISIBILIDAD
70. Cuando se examina la diligencia debida se menciona con frecuencia que el
juicio de diligencia o de negligencia (culpa civil), exige preguntarse, ante todo,
aquello que debió prever el agente, pues, como ha concluido la jurisprudencia, la
culpa no es más que no haber previsto aquello que debió preverse.
Se indica también que para precisar la previsibilidad de una conducta la
jurisprudencia utiliza indicadores como la probabilidad de ocurrencia del suceso, la
intensidad del fenómeno, el valor social de la acción en el marco en el que se
produce o el costo de las medidas de prevención.
Algo similar ocurre con la imprevisibilidad en materia de caso fortuito, salvo en
cuanto que para esta figura jurídica adquiere particular relevancia, entre esos
factores, la "probabilidad" de ocurrencia del suceso.
71. Ante todo, una precisión terminológica. El Código Civil, en la definición de caso
fortuito (art. 45), se refiere al hecho "imprevisto", lo que daría a entender que es
algo que en el caso concreto no fue anticipado; y no se refiere a un evento
"imprevisible", esto es, que comprende no solo los eventos no anticipados, sino
también aquellos hechos que no se anticiparon pero que debieron anticiparse. En
otros términos, el criterio de hecho "imprevisible" es mucho más severo que el
criterio del texto legal (imprevisto).
No obstante, como concluye acertadamente Paulina Veloso, la doctrina y
jurisprudencia nacional y comparada unánimemente sostienen que el requisito del
caso fortuito es el más severo, debiendo revestir el hecho el carácter de
"imprevisible"85.
72. En definitiva, si atendemos a su etimología, el requisito reconduce a aquello
que "no se pudo ver con anticipación", o que no se pudo "conocer, conjeturar por
algunas señales o indicios lo que ha de suceder" 86.
Tal como se entiende de su simple lectura, ni con el texto legal ni con su sentido
etimológico se avanza demasiado, pues, en estricto rigor, cualquier hecho "se
pudo ver con anticipación" (la imaginación humana es infinita), y ya hemos
expuesto por qué razones de sentido común y de fondo el derecho rechaza ese
absolutismo.
73. En realidad, la tarea de determinar qué se debió anticipar es, nuevamente, una
cuestión entregada a la apreciación de los jueces sobre la base de esos patrones
abstractos de comportamiento que ya fueron analizados, y donde frecuentemente
se utilizan criterios jurídicos que emanan de los propios precedentes judiciales y
de las enseñanzas de la doctrina.
Una lectura de esas fuentes lleva a la conclusión de que entre tales criterios
jurídicos el determinante es la "probabilidad" de ocurrencia del suceso, sin
perjuicio de que se utilicen otros subcriterios —que permiten darle contenido a
aquel—, que también se mencionarán.
Esto es, determinar qué cuestión no pudo prever el hombre diligente conduce a
preguntarse cuán "probable" era la ocurrencia del hecho en examen.
74. Efectivamente, la probabilidad constituye un criterio que le da un contenido
específico y realista ("a escala humana", como señalaba una sentencia ya citada)
a la posibilidad de prever: "se trata de un cálculo destinado a establecer las
expectativas plausibles de que un determinado hecho impida el cumplimiento fiel y
oportuno del deudor"87.
75. La idea de la "probabilidad" como factor determinante de la imprevisibilidad del
caso fortuito está presente desde antiguo en la doctrina comparada, y en el
derecho contemporáneo es recogida ampliamente por la doctrina nacional y
también por los precedentes judiciales.
La vinculación entre imprevisibilidad y probabilidad surgió tempranamente en el
derecho francés —en un fallo de la Corte de Casación de 1842—, y tomó su
formulación como criterio gracias al aporte de la obra de Marcel Planiol y Georges
Ripert, para quienes: "todos los eventos son previsibles. Pero ellos son más o
menos probables y la actividad práctica es solamente posible si no se exige la
previsión y la prevención de todos los peligros susceptibles de ser imaginados" 88.
Durante el siglo XX, ese elemento fue consagrándose en la doctrina civil89, de tal
forma que la "imprevisibilidad aparece así como una cuestión de más o menos
chances: ella se excluye por una certeza o probabilidad seria, pero no por una
posibilidad vaga"90; hasta llegar a afirmar que "en realidad no es la previsibilidad a
lo que se apunta, sino a la probabilidad" 91.
En el derecho chileno, se ha afirmado recientemente que la "probabilidad es un
criterio propio de la previsibilidad"92, que la previsibilidad exige el cálculo de
"riesgos probables"93, y que el deber de anticipar los sucesos depende de "cuán
probable sea"94.
Así también la Corte Suprema ha afirmado que la imprevisibilidad del caso
fortuito consiste en que no haya podido ser previsto "dentro de un cálculo de
probabilidades"95.
76. A diferencia del sentido etimológico de "prever", el que corresponde a
"probable" entrega más pistas acerca de su alcance: un suceso es probable
"cuando hay buenas razones para creer que se verificará o sucederá" 96.
La pregunta pertinente es, entonces, ¿cuáles son esas buenas razones que
deben examinarse para determinar que un evento sea probable?
Aun cuando el derecho no es una ciencia exacta, tales razones y la
determinación en definitiva de la probabilidad (de aquello que era plausible
anticipar), obedece, a su vez, a una serie de variables y criterios, que pueden
sintetizarse en los siguientes: a) El carácter profesional del agente; b) El grado de
probabilidad de ocurrencia del suceso; y, c) La mayor o menor concreción del
evento cuya anticipación se evalúa. La Corte Suprema se ha pronunciado
recientemente de un modo similar: "En cada caso concreto se requiere: a. El
referente a su normalidad y frecuencia; b. El atinente a la probabilidad de su
realización; c. El concerniente a su carácter excepcional y sorpresivo"97.
Tales criterios, que se examinan a continuación, se desprenden de lo que es
sostenido en el presente por la jurisprudencia y la doctrina.
77. a) Carácter profesional del agente. La cuestión de la consideración del
carácter de experto del agente cuyo comportamiento se evalúa es una cuestión
latamente examinada en el derecho nacional (a propósito de la diligencia
debida)98.
Lo relevante de destacar en este apartado es que si lo imprevisible es aquello
que no se pudo anticipar con los indicios o con la información disponible, resulta
lógico que deba considerarse la calidad de experto del agente. Un contratante o
agente profesional se presume que maneja mayor información (por el dominio de
su ciencia o arte) y, por tanto, puede estimar como "probables" más eventos que
alguien que no lo es. Así se ha fallado también por la jurisprudencia chilena 99.
Esto no es una consideración subjetiva, pues, como se explicó, la calificación
profesional es una circunstancia externa, que tiene cabida en un método de
apreciación objetivo y abstracto, que es el que se aplica en nuestro derecho a la
imprevisibilidad.
78. b) Grados de probabilidad. La probabilidad siempre es una cuestión de grados.
Un evento puede ser más o menos probable en su ocurrencia. La pregunta
relevante es ¿cuál es el umbral de probabilidades bajo el cual se considera un
evento como imprevisible?
Nuevamente, las respuestas no son categóricas, y solo es posible avanzar
ciertos criterios de sentido común, pues el derecho —debe insistirse— no es una
ciencia exacta.
En primer lugar, lo que debe evaluarse son las probabilidades de ocurrencia de
un hecho y no las meras posibilidades de ocurrencia, como sucedería si la
anticipación se funda en antecedentes vagos y generales. En el extremo, cualquier
evento es probable que acontezca en el futuro, pero tal probabilidad no puede
fundar una conducta racional en el tráfico jurídico. Como señalaba un autor
francés, "en todas las cosas de este mundo... existe una posibilidad vaga..." de
ocurrencia, pero ello no es suficiente para calificarla como probable y previsible 100.
En segundo lugar, debe tratarse entonces de probabilidades que se aproximen a
la certeza, o al menos que constituyan probabilidades serias de ocurrencia. Y eso
se desprende de los antecedentes con que se cuente. En el fondo, lo que debe
examinarse es si el agente, al momento de contratar, debía estar al tanto de
antecedentes que volvían seria la probabilidad de ocurrencia de un hecho y, por
tanto, debía adoptar medidas en relación con el mismo.
El derecho de daños proporciona ejemplos ilustrativos sobre la materia. El lucro
cesante es un perjuicio futuro y, por tanto, en gran medida incierto en su
ocurrencia (porque el futuro lo es por esencia). No obstante, en el derecho se
indemniza porque su probabilidad de ocurrencia es cercana a la certeza, en
atención a los antecedentes en que se funda (por ejemplo, en un contrato de
trabajo que permite precisar los ingresos que recibiría el trabajador de haber
continuado laborando si el accidente no se le hubiere impedido). Así también
ocurre en materia del daño denominado "pérdida de una chance", que consiste en
indemnizar la pérdida de oportunidades de obtener un beneficio o de evitar un
perjuicio (como el médico que omite un examen y hace perder al paciente las
chances de someterse a un tratamiento oportuno y sobrevivir) 101. Aun cuando el
daño, en este caso, pudo provenir de otras causas, se indemniza por cuanto se
tiene certeza de que al menos el agente destruyó oportunidades en la víctima y
tales oportunidades eran "serias" según los antecedentes (por ejemplo, existían
tratamientos efectivos para la enfermedad que le habrían podido salvar la vida) 102.
En definitiva, la seriedad de la probabilidad depende de los "antecedentes" con
que cuente el agente, cuestión que evidentemente dependerá —conforme a lo
expuesto— de su calificación profesional (y de los conocimientos adquiridos de la
ciencia y arte que profese), pero donde también influirán los datos que arranquen
de la experiencia pasada.
En tercer lugar, y vinculado a lo anterior, será relevante entonces para
determinar la probabilidad de ocurrencia de un suceso la circunstancia de que en
el pasado se haya presentado o no con cierta "frecuencia". Mientras más reiterado
haya sido un suceso en el pasado, más probable (y por tanto previsible) será en el
futuro, pues un agente diligente debe estar al tanto de tales antecedentes.
Este es un criterio de probabilidad muy presente en la doctrina y en la
jurisprudencia chilena. Así, se ha sostenido que eventos de "intensidad"
inusitadas, son poco frecuentes y, por tanto, imprevisibles por improbables 103. En
efecto, "la reiteración más o menos periódica de un cierto evento puede influir en
que se califique como más o menos alto el grado de probabilidades de que aquél
se verifique"104.
Una Corte nacional ha afirmado, sobre este factor, que la imprevisibilidad implica
que el evento "no sea de ordinaria frecuencia" 105; y otras sentencias han estimado
que, por ser frecuentes, son probables y previsibles lluvias en la ciudad de Puerto
Varas106o movimientos sísmicos de mediana intensidad en Santiago 107.
Así también, por ejemplo, una Corte falló que es imprevisible (por ser inusitado)
el colapso de un sistema recolector de aguas por una afluencia repentina y mayor
de la misma108.
Sobre esta cuestión de la probabilidad como elemento de la imprevisibilidad, es
necesario efectuar un análisis más detallado de lo que ha sostenido recientemente
la jurisprudencia en Chile, luego del terremoto y tsunami de 27 de febrero de 2010.
¿Eran imprevisibles? Al respecto, es necesario referirse separadamente al suceso
del terremoto y al posterior tsunami.,
Respecto del primero, Carlos Pizarro ha afirmado, de forma categórica, que
"Tratándose de un terremoto no existe duda que es improcedente calificarlo como
un caso de fuerza mayor. Los terremotos en Chile por sus características
geográficas son previstos, siendo un argumento indesmentible la necesidad de
construir conforme a la norma sísmica. De ahí que deba descartarse el terremoto
en sí mismo como un fenómeno de fuerza mayor en términos amplios y generales.
Falta el elemento del imprevisto, aunque sea irresistible. Sabemos que puede
verificarse, aunque no sabemos cuándo"109. No obstante, pareciera que la
afirmación es demasiado amplia. Sabemos que Chile es un país sísmico, y que un
fenómeno de esta naturaleza ocurrirá en algún sector del país, pero su
probabilidad de ocurrencia es variable. El desarrollo de la sismología, y los
registros históricos, han permitido ir afinando la predicción acerca de la época
(rango de años) en que debería repetirse un movimiento sísmico de gran
magnitud, en el norte, centro y sur del país. En el fondo, conocemos lo que en la
ciencia en la materia se denomina "periodo de retorno". El concepto de periodo de
retorno (o también denominado periodo de recurrencia) se refiere, en la lex artis, a
una noción estadística que consiste en el tiempo esperado o tiempo medio entre
dos sucesos de baja probabilidad. Por ejemplo, en ingeniería hidráulica es el
tiempo medio entre dos avenidas con caudales iguales o superiores a uno
determinado, mientras que en ingeniería sísmica es el tiempo medio entre dos
terremotos de magnitud mayor que un cierto valor, esto es, un concepto
estadístico que intenta proporcionar una idea de hasta qué punto un suceso puede
considerarse raro110.
Así, por ejemplo, sabemos que un terremoto de magnitud 7 a 8 se puede
presentar dentro de las próximas décadas. Ahora bien, tal periodo de recurrencia
es mayor o menor, evidentemente, dependiendo de la zona del país, y de la
antigüedad del último fenómeno de esa naturaleza ocurrido en tal sector. Por su
parte, un terremoto grado 9 (como el de Valdivia) tiene un periodo de recurrencia
de 300 a 400 años, según los estudios en la materia 111.
De lo expuesto es posible desprender que los terremotos tienen en Chile una
probabilidad de ocurrencia que varía según su magnitud y la zona específica en
cuestión, variables que la sismología ha ido precisando, según lo expuesto. De
esta forma, un terremoto puede ser más o menos probable, y de ahí que, en mi
opinión, es necesario efectuar tales distinciones para determinar si cumple con el
requisito de la probabilidad, no pudiendo descartarse a priori que pueda satisfacer
con ello el elemento de la "imprevisibilidad" del caso fortuito, particularmente
cuando se analiza en el marco de una relación contractual (el periodo de retorno
puede quedar razonablemente más allá del horizonte temporal del contrato). Por lo
demás, no debe olvidarse que la definición de caso fortuito del derecho nacional
incorpora como ejemplo precisamente al terremoto. Es cierto que puede
sostenerse que en la época de su redacción la sismología no había desarrollado
estos análisis, pero creo ello no puede conducir a excluirlo por ese solo hecho de
las hipótesis de caso fortuito, por las razones expuestas.
79. En cuanto a la jurisprudencia post terremoto de 2010, si nos remitimos a lo
resuelto por la Corte Suprema, pueden extraerse, hasta la fecha (hay varias
instancias en curso), dos conclusiones generales: por una parte, hay grupo
importante de fallos ejecutoriados que consideran que es imprevisible el terremoto,
pero que no lo sería el posterior tsunami y sus consecuencias; y, por otra parte,
existe un conjunto de decisiones que declara incluso previsible el terremoto, por la
naturaleza sísmica del país (que se demuestra, entre otras, por las normas de
construcción antisísmicas aludidas), y por la creación de órganos públicos
especializados para actuar frente a estas contingencias, incluso aquellas de la
magnitud del terremoto de 2010112.
A continuación se expondrán los razonamientos principales de la Corte Suprema
para arribar a estas conclusiones, en atención a que inciden en la "probabilidad"
de ocurrencia que se viene examinando.
Respecto del primer grupo, las sentencias discurren sobre la posibilidad de
estimar imprevisible el terremoto, pero no sus consecuencias, en particular, el
posterior tsunami 113. Por ejemplo, la Corte Suprema ha afirmado lo siguiente: "...en
el presente caso fue la absoluta falta de una razonable previsibilidad acerca de lo
que sobrevendría luego de sucedido el fuerte terremoto que golpeó con especial
fuerza a la VIII Región, lo que impide acoger la alegación que efectúa el Fisco,
puesto que si bien el fenómeno natural ocurrido, por su fuerza y efectos podría
estimarse, prima facie, un evento imprevisto e irresistible, fue la misma autoridad
quien apoyada en nulos antecedentes y completa falta de información fidedigna, la
que asumió y previó un devenir de sucesos equívocos dando cuenta el Intendente
en dos ocasiones que la población debía regresar a sus viviendas asegurando que
nada más sobrevendría, haciéndose eco de una información oficial, emanada del
organismo técnico especialista en emergencias y que en sus manos tenía el
devenir de las consecuencias próximas, esto es, la ONEMI, que canceló la alerta
de tsunami una hora y media después de ocurrido el terremoto de 8.8 grados en la
escala de Richter..."114.
Respecto de los segundos, existe un conjunto de fallos que estiman que la
naturaleza sísmica del país hace que los terremotos sean previsibles, solo que no
se sabe en qué momento exacto ocurrirán y cuál será su magnitud exacta: "Lo
anterior es trascendente, pues, por una parte, atendida las características
geológicas del país y la existencia de una larga franja costera, lo hacen propenso
a sufrir terremotos y tsunamis, cuestión que ha sido reconocida incluso en los
textos reglamentarios que han sido analizados a propósito del examen de la
existencia de la falta de servicio, por lo que en caso alguno se puede señalar que
tales eventos sean imprevisibles, pues se sabe con certeza que ocurrirán, sólo
que el día en que ocurrirá y de su magnitud, es algo que no puede ser
determinado con antelación"115. En cuanto al tsunami, y considerando la magnitud
del terremoto en cuestión, la Corte valora precisamente la "probabilidad" de su
ocurrencia para determinar su previsibilidad 116. Una decisión agrega lo siguiente:
"...el fatal desenlace que origina el daño cuya reparación se pretende no puede ser
considerado como caso fortuito o fuerza mayor, pues, per se, la ocurrencia de un
tsunami posterior a un gran terremoto no puede ser entendido como un hecho
imprevisto, al tratarse de un fenómeno de reiterada ocurrencia en la historia de la
Nación (e incluso anterior a su existencia), a lo que debe agregarse que el
reproche pasa, en lo sustancial, no por no haber advertido la ocurrencia del
maremoto en cuestión sino por no haberse comunicado la alerta de tsunami ya
emitida por el organismo competente para ello, precisión que deja en evidencia la
inviabilidad de esta alegación"117.
80. Por otra parte, existen también interesantes precedentes recientes sobre la
probabilidad de ocurrencia de fenómenos climáticos que terminan afectando la
continuidad del suministro de servicio eléctrico.
La Corte Suprema ha tendido a sostener que estos fenómenos no constituyen
fuerza mayor precisamente por ser "probables", en los siguientes términos: "En
cuanto a los efectos de los sistemas frontales, éstos no constituyen un caso
fortuito o fuerza mayor, dado que no concurre el requisito de la imprevisibilidad por
cuanto en la zona donde se presentan son fenómenos naturales probables. En las
condiciones referidas no resulta atingente sostener que la empresa concesionaria
se viera enfrentada a un imprevisto imposible de resistir. Precisamente era
previsible que el sistema frontal causara estragos en las instalaciones y sistemas
de distribución, sin embargo, se podrían haber evitado o mitigado las
consecuencias lesivas para el sistema eléctrico, si se hubieran adoptado las
medidas necesarias para procurar la continuidad del servicio"118. Efectivamente,
los fenómenos climáticos adversos son previsibles por su frecuencia y
probabilidad, por lo que no parece admisible que ellos se utilicen como excusa
para justificar una suspensión del servicio eléctrico respecto del que la ley ordena
una continuidad del servicio. Al ser probables, y no haber tomado las medidas
necesarias para impedir sus efectos sobre la continuidad del servicio al que se
obligan con sus clientes, o no haber tomado las providencias necesarias para
disminuir y acotar su impacto, se demuestra una actuación negligente de la
empresa, que evidentemente excluye toda excusa de fuerza mayor 119.
81. Por otra parte, y dado los sucesos recientes, cabe también la pregunta de en
qué medida era improbable, y por tanto imprevisible, el estallido social en Chile de
18 de octubre de 2019. Por supuesto que las causas que alimentaron este grave
suceso, así como sus serias consecuencias, escapan a los propósitos de esta
obra. Estos son sin dudas los elementos más relevantes. Pero en lo que importa
para la materia analizada en este estudio, resulta relevante preguntarse en qué
medida este estallido social puede considerarse previsible o imprevisible,
atendiendo precisamente a su probabilidad de ocurrencia, de modo de determinar
si podría invocarse como excusa de fuerza mayor, particularmente en acuerdos
contractuales en curso.
Es posible imaginar, en efecto, muchos contratos en curso, de ejecución
diferida, escalonada o de tracto sucesivo, que pueden verse seriamente afectados
por estos eventos. Por ejemplo, los innumerables contratos suscritos para la
provisión de productos periódicamente; las promesas de compraventa de
inmuebles sujetas a condiciones suspensivas impactadas en su cumplimiento por
la destrucción, la paralización total o parcial de organismos públicos o la dramática
transformación del entorno donde se encuentran; los contratos de arriendos sobre
bienes vandalizados; los severos efectos en los contratos de construcción en
curso sobre inmuebles total o parcialmente afectados por saqueos o vandalismo,
entre otros ejemplos.
Como es obvio, desde esta perspectiva, y tal como en el caso de los terremotos,
es necesario preguntarse por la probabilidad de ocurrencia o frecuencia de estos
sucesos en Chile.
Una rápida revisión histórica, desde el siglo XX, conduce a sostener que estos
sucesos se han repetido con escalofriante periodicidad en Chile, y con
consecuencias lamentablemente catastróficas.
El mitín de la carne (1905). Durante el gobierno de Germán Riesco, Chile sufrió
los efectos de una inflación económica que progresivamente fue generando
descontento, principalmente, en los sectores populares de la sociedad. El punto
culmine de la insatisfacción ciudadana tuvo lugar tras un alza en los precios de la
carne originada por un impuesto a las importaciones de este producto.
El 22 de octubre de 1905 y los días siguientes se convocaron protestas en los
alrededores de La Moneda que, luego de irrupción del ejercito a cargo del general
Roberto Silva Renard, terminaron con alrededor de 500 heridos y 200 fallecidos 120.
La revuelta de la chaucha (1949). Hacia el final de los gobiernos radicales, y tras
la dictación de la Ley Maldita, el Presidente Gabriel González Videla atravesó una
crisis de respaldo político, además de una inflación que fue combatida con
medidas como la fijación de precios de artículos de primera necesidad. Las
medidas del gobierno de González Videla provocaron una ola paros convocados
por diversos gremios.
En este escenario, el 12 de agosto de 1949, el gobierno aumentó el precio del
pasaje del transporte público en 20 centavos. El 16 de agosto comenzaron a
producirse protestas en las calles de Santiago protagonizadas por estudiantes,
quienes luego serían apoyados por otros sectores de la sociedad.
Por orden del gobierno, las manifestaciones fueron reprimidas por Carabineros y
el Ejército, cuya consecuencia fue el fallecimiento decenas de personas.
Batalla de Santiago (1957). El segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo
enfrentó una profunda crisis económica. Entre otras medidas, el gobierno dispuso
un alza en el en precio del transporte público.
La Central Única de Trabajadores, en conjunto con otras organizaciones
sindicales, convocó una protesta para los días 2 y 3 de abril de 1957. La magnitud
de la protesta implicó que se decretara estado de sitio.
Las fuerzas policiales en conjunto con el Ejercito enfrentaron las manifestación
provocando 18 muertes y alrededor de 100 heridos 121.
Dejo fuera de esta cronología el golpe de Estado de la dictadura cívico-militar de
Augusto Pinochet (1973), por tratarse no de una revuelta ciudadana, sino todo lo
contrario, de una ruptura democrática orquestada por un sector de la elite
económica y política, con apoyo internacional. Asimismo, excluyo otros
incididentes graves, pero con efectos más circunscritos o locales, como la
Matanza de Santa María de Iquique (1907), la Matanza del Seguro Obrero (1938)
y la Matanza de Puerto Montt (1969).
Como prueba lo anterior, estos estallidos sociales tienen una frecuencia
indesmentible en la historia reciente de Chile. Desde esa perspectiva, pueden
considerarse relativa o incluso estadísticamente previsibles, más aún si se
considera que en este caso el descontento social se venía acumulando desde
hace al menos 30 años, evidenciado por las reacciones —hasta antes del estallido
controladas— que generaban en los ciudadanos: alza del costo de la vida,
sobreendeudamiento de las familias, exiguas pensiones, precarización de la salud
y educación pública, abusos masivos a consumidores, grandes evasiones
tributarias o condonaciones, impunidad de los delitos económicos y de los
ejecutados por la clase política, etc.
No obstante, me parece que por más que estos sucesos dramáticos tengan
cierta periodicidad, al igual que los terremotos es difícil sostener que pueda
preverse la época exacta en que ocurrirán. Varios elementos abonan esta tesis en
este caso. Ante todo, el momento político en que nos encontrábamos, habiéndose
elegido recientemente un gobierno de derecha con un programa de gobierno que
anunciaba más bien una profundización o al menos una continuidad del modelo
económico que ahora se estima condujo a este estallido social. Asimismo, la
solidez y estabilidad que, al menos en términos macroeconómicos, parecía
presentar nuestro país. Van también en ese sentido las complacientes tesis que
sostenían que el bienestar del modelo neoliberal, y la construcción de esta
sociedad de consumo, llevaban a interpretar las demandas sociales como el
síntoma de una ciudadanía que aspiraba a una mayor participación en esa
prosperidad y no como un cuestionamiento de sus bases. Por último, y entre otras
justificaciones, que en la última elección presidencial parecía que la ciudadanía
había decidido renunciar o al menos postergar las reformas que hoy (escribo estas
líneas cuando se cumple un mes del estallido social) surgen como los remedios
urgentes para paliar las demandas sociales: nueva Constitución, mejoras en
pensiones y sueldo mínimo, incremento de impuestos a los más ricos,
fortalecimiento de la educación y salud pública, etc.
Esas y otras razones me conducen a sostener que el estallido social de 18 de
octubre de 2019 cumple el estándar para ser considerado como un evento
imprevisible, particularmente en cuanto a su impacto en las relaciones
contractuales en curso. Más adelante analizaré si, al mismo tiempo, fue inevitable
e irresistible.
82. c) Mayor o menor concreción del evento. Finalmente, también reviste
importancia como criterio la probabilidad de anticipar un determinado evento en sí
mismo y en sus consecuencias (o características). Este elemento se vincula con la
frecuencia del suceso, que acaba de exponerse. Así, por ejemplo, son frecuentes
en ciertos sectores del país las sequías, pero son improbables las sequías
prolongadas que generen la destrucción de toda la agricultura de ese sector. Así lo
ha fallado la jurisprudencia122. Fallos recientes atienden al carácter inusitado y
extraordinario del evento, como elemento para evaluar su imprevisibilidad 123.
En síntesis, el juicio de imprevisibilidad requiere preguntarse si un agente
diligente, colocado en las mismas circunstancias externas, habría podido estimar
como suficientemente "probable" el suceso, teniendo presentes los conocimientos
adquiridos de la ciencia, la experiencia, la frecuencia con que se dieron en el
pasado y la posibilidad de anticiparlo en todas sus consecuencias.
4. MOMENTO EN QUE DEBE MEDIRSE LA IMPREVISIBILIDAD
83. Esta cuestión plantea menos problemas de interpretación. En esencia,
depende de si se aborda el caso fortuito en una hipótesis de responsabilidad
extracontractual o contractual.
Tratándose de la responsabilidad extracontractual, la imprevisibilidad debe
medirse al momento en que el agente comienza a ejecutar la acción o desde el
momento en que sobreviene el daño, cuestión que es más bien equivalente, desde
que el daño es parte de la acción (salvo en cuanto el daño se manifieste o sea
conocido en una época posterior)124. Así, por ejemplo, será imprevisible el corte de
los frenos de un automóvil si al momento en que el conductor comenzó la
conducción no pudo anticiparlo, en atención a que el mismo venía saliendo de una
revisión mecánica completa de un taller.
En cambio, en materia de responsabilidad contractual, la imprevisibilidad debe
medirse en el momento de la suscripción del acuerdo, en atención a dos razones
esenciales. La primera es que en ese momento se fijan los derechos y
obligaciones de las partes, esto es, el ámbito de deberes de cada parte, cuestión
que alcanza lógicamente a las consecuencias previsibles. La segunda razón es
que en ese momento corresponde al deudor abstenerse del compromiso o excluir
su responsabilidad por eventos que puedan impedir el cumplimiento. Es en ese
instante donde debe presumirse que asumió sobre sí el peso de eventos
previsibles que dificultaran o impidieran el cumplimiento de la obligación, pero que
al mismo tiempo excluyó su responsabilidad sobre sucesos que en ese instante
eran imprevisibles (por cuanto la diligencia debida por todo contratante no alcanza
tales eventos, según se ha dicho).
En este sentido, la doctrina y la jurisprudencia son unánimes 125.
Esta regla fue incorporada expresamente en el Código Civil francés. La nueva
definición de fuerza mayor, en materia contractual, prescribe que el evento debe
ser uno que "no haya podido ser razonablemente previsto al momento de la
suscripción del contrato" (art. 1218). El Informe dirigido al Presidente de la
República, que acompaña la Ordenanza Nº 2.016-131 que contiene la reforma126,
afirma, para justificar esta regla, que "si el evento era previsible en el momento de
la formación del contrato, el deudor ha asumido soportar el riesgo de no poder
ejecutar su obligación"127.
V. IRRESISTIBILIDAD DEL CASO FORTUITO
84. En el título anterior se explicó cómo la imprevisibilidad y la irresistibilidad
constituyen "estándares jurídicos" (instrumentos jurídicos útiles para señalar la
razonabilidad o normalidad de un comportamiento).
Por ello, gran parte de las explicaciones efectuadas a propósito de la
imprevisibilidad son aplicables a la irresistibilidad, en particular, sus relaciones con
la diligencia debida (que es su contrapartida) y la existencia de diversas
aproximaciones doctrinales a esta figura (una posición tradicional absoluta y otra
contemporánea relativa).
Para evitar repeticiones, en este título se efectuarán remisiones a tales materias
ya abordadas, solo destacando las especificidades en su relación con el elemento
de la irresistibilidad.
85. Así, para examinar el requisito de la irresistibilidad, conviene seguir un
esquema similar al utilizado para el análisis del primer requisito: i) Las distintas
aproximaciones a la irresistibilidad; ii) El método de apreciación de la
irresistibilidad; iii) Los componentes de la irresistibilidad, y iv) Momento en que
debe medirse la irresistibilidad.
1. APROXIMACIONES RESPECTO DE LA IRRESISTIBILIDAD
86. Como en el caso de la imprevisibilidad, existen dos aproximaciones en la
doctrina y en la jurisprudencia: una más tradicional y absoluta, y otra más moderna
y relativa128.
No obstante, por su propia naturaleza, la irresistibilidad presenta aún mayores
problemas de interpretación que la imprevisibilidad.
87. La posición tradicional y absoluta sobre la irresistibilidad se puede sintetizar en
dos ideas.
En primer lugar, postula que el evento debe ser imposible de resistir, de manera
total y absoluta, para cualquier persona. Así ha sostenido la doctrina clásica
chilena129 —siguiendo probablemente a la doctrina francesa también clásica 130— y
la jurisprudencia. Existen sentencias que hacen referencia a "la absoluta
imposibilidad de evitarlo"131; que el caso fortuito es una situación "contra la cual
resulta imposible o inútil resistirse" 132; que un "hecho imposible de resistir, lo que
significa que el evento que acontece es insuperable en su constitución y efectos,
de manera que ni el deudor ni persona alguna que se coloque en tal circunstancia
podría impedir lo sucedido" 133; o, "imposible de resistir aplicando todas nuestras
fuerzas y previsiones"134.
En segundo lugar, vinculado a lo anterior, esta posición sostiene que si el
cumplimiento de la obligación (cuando se trata de una hipótesis, naturalmente, de
responsabilidad contractual) se vuelve más oneroso, complejo o dificultoso, no
existe caso fortuito y el deudor deberá aplicar mayores esfuerzos y/o recursos
para cumplir135. Se trata —para esta visión— de una imposibilidad absoluta, y no
de una imposibilidad relativa, y por ello no es suficiente que con la ocurrencia del
hecho el cumplimiento de la obligación se haya hecho más difícil u oneroso 136. El
cumplimiento de la obligación debe haberse transformado en imposible y no solo
en más dificultoso. Por eso, una simple escasez de un producto no podría ser
considerada "irresistible", si no se traduce en una falta absoluta del bien en el
mercado137.
Esto es consistente con la histórica proscripción de la imprevisión en el derecho
chileno, esto es, que no es posible revisar el contenido de la obligación contractual
bajo el pretexto de que ella ha sobrevenido en más onerosa138. Como señala una
obra francesa reciente: "el suceso no constituye un caso de fuerza mayor si la
ejecución simplemente deviene más onerosa; en este caso, son las reglas
relativas a la imprevisión las que deben aplicarse"139. Otros autores agregan que
"la ejecución imposible no es ni la ejecución más dificultosa, ni la ejecución más
costosa", cuestión que deja un margen de apreciación judicial 140. Así también ha
concluido la jurisprudencia chilena, por ejemplo, en un caso en que se concluyó
que las dificultades económicas por las que atravesaba una empresa son parte del
riesgo del negocio por cambios en las condiciones de mercado y, por tanto, son
previsibles y no envuelven una hipótesis de caso fortuito 141.
En tercer lugar, relacionado con el primer punto expuesto, es usual que esta
posición vincule estrechamente el carácter irresistible al modo de extinguir las
obligaciones denominado "imposibilidad absoluta de cumplimiento" y que se
encuentra regulado en nuestro derecho a propósito de la pérdida de la cosa
debida (arts. 1670 y siguientes del Código Civil). De esta forma, estos autores
vinculan el caso fortuito no solo a su efecto de exoneración de responsabilidad,
sino también a la posibilidad de que actúe extinguiendo el vínculo obligacional142.
En el fondo, confunden el hecho con sus efectos.
88. La segunda posición, contemporánea y relativa, puede resumirse de la forma
siguiente143.
La irresistibilidad debe medirse en relación con el comportamiento que era
exigible al agente. No puede ser absoluta, "porque lo absoluto no es de este
mundo", como señalaba Jean Carbonnier, en una cita ya efectuada.
En definitiva, y tal como ocurre en materia de imprevisibilidad, el carácter
"irresistible" de un hecho debe medirse in abstracto, en relación con la diligencia
debida. Esto quiere decir que la pregunta pertinente no sería si el deudor concreto
de que se trata podía resistir la ocurrencia de ese hecho, sino si podía hacerlo un
individuo diligente y de la misma especialidad, colocado en las mismas
circunstancias externas.
Esta posición ha recibido un masivo apoyo en el derecho contemporáneo, aun
cuando presenta ciertas equivocidades que se expondrán más adelante. Basta
para ello revisar la doctrina y jurisprudencia citada a propósito de la concepción
relativa de la imprevisibilidad, pues quienes defienden la visión relativa de ese
requisito lo hacen también respecto de la irresistibilidad.
Por lo demás, como se ha venido insistiendo, parte importante de la doctrina y
jurisprudencia que mencionan el requisito del "carácter absoluto", al mismo tiempo
reconocen que debe apreciarse in abstracto la concurrencia de este requisito,
introduciendo de esta forma un elemento relativo y la consideración de la
diligencia debida144.
La misma Corte Suprema ha afirmado, reconociendo esta apreciación in
abstracto del carácter irresistible del hecho, lo siguiente: es "irresistible cuando no
es posible evitar sus consecuencias en términos que ni el agente ni ninguna otra
persona colocada en las mismas circunstancias habría podido preverlo y
evitarlo"145. Nótese que la sentencia se refiere a evitar "sus consecuencias",
cuestión que es relevante para explicación que se expone más adelante, pues la
diligencia debida tiene un doble rol en materia de irresistibilidad (respecto del
hecho en sí mismo y respecto de sus consecuencias). En todo caso, la invocación
a las circunstancias externas da cuenta del recurso a un patrón de conducta
contextualizado para ese comportamiento, que —como ya se ha expuesto— es
parte esencial de la valoración de la diligencia debida conforme a criterios
abstractos.
89. En realidad, la posición clásica y absoluta del requisito de la irresistibilidad ha
sido objeto de fuertes críticas, dirigidas a tres aspectos principales.
En primer lugar, en gran medida la posición clásica confunde los requisitos de
la fuerza mayor con aquellos que la ley fija para el modo de extinguir
"imposibilidad de cumplimiento" 146. El primero es una causal de exoneración de la
responsabilidad, en cambio, el segundo, es un modo de extinguir las obligaciones.
Como este último destruye la obligación, es lógico que el impedimento que se
exija para dar lugar a él deba ser "absoluto": el cumplimiento se volvió imposible
para cualquier persona, ahora y por siempre. Obedece, por ello, a un fenómeno
más bien físico: por ejemplo, el objeto debido se destruyó por un terremoto, y ya
no existirá más, por lo que el cumplimiento de la obligación se volvió imposible. En
cambio, el caso fortuito es una noción netamente jurídica, desde el momento que
obliga a preguntarse por la diligencia debida por el agente y por aquello que
excedía ese patrón de comportamiento.
En segundo lugar, vinculado a lo anterior, es evidente que una cuestión es el
hecho que se alega como caso fortuito (destrucción de una cosa, por ejemplo), y
una muy distinta es el efecto que pueda jugar en el incumplimiento de
determinadas obligaciones. Este último aspecto es variable, pues puede afectar
provisoriamente el cumplimiento de una obligación (en cuyo caso existirá mera
suspensión del cumplimiento) o puede afectarlo en términos completos y
definitivos (en cuyo caso existirá extinción de la obligación por imposibilidad
absoluta, según lo expuesto).
En otras palabras, a diferencia de lo sostenido por la doctrina clásica, el caso
fortuito, para ser tal, no es imprescindible que como efecto produzca una
imposibilidad absoluta de cumplimiento de la obligación, puede simplemente ser
transitoria. Incluso, varios de los autores que se citan como partidarios de esta
posición "clásica y absoluta", reconocen este efecto. Así, según René Abeliuk "si
la imposibilidad es transitoria, la obligación no se extingue; el deudor deberá
cumplir una vez que cese la imposibilidad" 147. Se volverá sobre este aspecto al
tratar los efectos del caso fortuito.
Por último, la perspectiva absoluta es criticable por eludir la consideración de la
diligencia del agente. La irresistibilidad, en efecto, se presenta como aquello que
no es posible evitar o aquello que no es posible contener en el marco del
cumplimiento de una obligación (que es un efecto del caso fortuito). Y para
responder la pregunta acerca de qué debía evitar y resistir el deudor, resulta
ineludible recurrir al estándar de diligencia que debía observar. Es lo que la propia
doctrina clásica reconoce al invocar la comparación entre la conducta efectiva y la
conducta que habría desarrollado otro agente diligente "colocado en las mismas
circunstancias exteriores".
90. En definitiva, es posible concluir que —a diferencia de lo que ocurre en materia
de imprevisibilidad— las diferencias entre las posiciones sobre la irresistibilidad
son fruto de algunas confusiones.
Por esto, en los párrafos siguientes se analizan los componentes de la
irresistibilidad y su forma de apreciación conforme a estos criterios generalmente
aceptados, citando los fallos nacionales recientes.
Para ello, se debe tener presente que la irresistibilidad, al igual que la
imprevisibilidad, presenta una doble pregunta: cómo se aprecia y qué elementos la
componen.
2. MÉTODO DE APRECIACIÓN DE LA IRRESISTIBILIDAD
91. Sobre este punto lo expuesto a propósito de la imprevisibilidad es totalmente
aplicable a este requisito de la irresistibilidad, pues ambos son estándares
jurídicos que se tratan de manera similar por la doctrina y la jurisprudencia.
Por ello, y para evitar innecesarias repeticiones, solo se efectuarán algunas
anotaciones especialmente aplicables a la irresistibilidad, siendo en todo lo demás
completamente aplicables las ideas que se expusieron acerca de la apreciación de
la imprevisibilidad:
a) En primer lugar, por las mismas razones que la diligencia debida y la
imprevisibilidad se aprecian in abstracto, así también la irresistibilidad se aprecia
según el mismo método. Se compara la conducta efectiva del agente (aquello que
no evitó o resistió) con el patrón de conducta aplicable (aquello que debió haber
evitado y resistido) para obtener la respuesta de si un determinado acontecimiento
fue irresistible.
b) En segundo lugar, este método de apreciación in abstracto de la
irresistibilidad es con frecuencia recogido en la jurisprudencia chilena y comparada
a través de la exigencia de que el caso fortuito debe apreciarse en términos de
"razonabilidad" o "racionalmente" o conforme a la "normalidad". Como se explicó
latamente a propósito de la imprevisibilidad, lo "razonable" o "normal" hace
referencia en nuestros sistemas jurídicos contemporáneos a lo que el Código Civil
denomina un buen padre de familia, esto es, una persona que debe utilizar una
ordinaria diligencia.
La idea se resume bien en una cita ya efectuada a la obra fundamental en
materia de responsabilidad civil y obligaciones de Henri y Léon Mazeaud y
François Chabas: "no se trata de determinar si el deudor en particular podía
anticipar el evento y resistirlo, sino si un deudor diligente, colocado en las mismas
circunstancias, habría podido anticiparlo y resistirlo" 148.
c) En tercer lugar, al igual que la "diligencia debida" y la imprevisibilidad (que es
su antítesis), en la apreciación in abstracto de la irresistibilidad también son
relevantes las "condiciones externas", en particular, el grado de especialización o
el carácter profesional del deudor y las circunstancias concretas en que se
desarrolló la actividad.
d) Por último, la diligencia debida (que debe apreciarse en términos abstractos)
tiene, tal como se expone más adelante, un doble rol respecto de este requisito:
por una parte, cumple un papel en la determinación de si el evento en sí mismo
podía evitarse o no; y, en segundo lugar, cumple un rol en la cuestión de saber si
el agente efectuó todas las gestiones necesarias para contener o resistir sus
efectos.
92. De esta forma, y en lo que importa para el objeto de este estudio, un evento
constituirá una hipótesis de fuerza mayor cuando, reuniéndose las restantes
condiciones (imprevisible y exterior), haya sido irresistible, esto es, cuando un
agente diligente, y actuando en las mismas circunstancias externas, no habría
podido evitar racionalmente su ocurrencia y resistir sus efectos.
A continuación, es necesario determinar en qué consiste precisamente la
actividad de evitar y resistir la ocurrencia del suceso.
3. COMPONENTES DE LA IRRESISTIBILIDAD
93. Ante todo, debe también efectuarse una precisión terminológica. El texto de la
ley en materia de caso fortuito se refiere a que el hecho sea "imposible de resistir"
(art. 45 del Código Civil), tal como lo hacían sus fuentes históricas (en esencia, el
Derecho romano justinianeo).
Ahora bien, es bastante común que en la doctrina 149y la jurisprudencia150, al
tratar el carácter irresistible, se haga referencia al carácter "inevitable" del suceso,
o se empleen indistintamente ambos conceptos.
94. No obstante, ambas nociones son etimológica y lógicamente diferentes, pues
evitar significa "impedir" que suceda algo que aún no ha ocurrido; mientras que
"resistir" significa oponerse a algo que ya comenzó a suceder 151.
Corresponde probablemente a Paul-Henri Antonmattei —quien distinguió entre
lo inevitable y lo "irresistible stricto sensu" del caso fortuito— el haber puesto en
evidencia esta confusión y la diferencia de contenido que resulta para este
requisito en caso de que se opte por uno u otro significado 152. Tal distinción es
seguida en alguna doctrina chilena contemporánea153.
Las diferencias de grado entre estos dos criterios son radicales, pues, como
afirmó Gérard Cornú, "lo inevitable supera lo irresistible" 154.
95. Lo que sucede es que efectivamente existen transcendentales diferencias si se
pretende optar —como requisito del caso fortuito— entre evitar y resistir un
suceso.
La pregunta, por tanto, es ¿cuál de estas conductas es la que se debe evaluar
para determinar la concurrencia del carácter irresistible de un suceso?, ¿una de
ellas o ambas?
Para algunos autores solo bastaría la segunda 155, para otros, ambas serían
exigibles156.
En la reforma francesa del derecho de los contratos de 2016, la intención
declarada del legislador fue incorporar ambos elementos en la irresistibilidad, en el
siguiente sentido: "El suceso debe ser también irresistible, tanto en su ocurrencia
(inevitable) como en sus efectos (irremontables)" 157. No obstante, es paradójico
que aquello no se haya precisado en el texto de la definición legal, pues el nuevo
artículo 1218 del Código Civil, que contiene la definición, solo señala al respecto lo
siguiente: "...cuyos efectos no pueden ser evitados por medidas apropiadas...".
96. En realidad, como ya se adelantó, la disyuntiva no es tal, pues conforme a los
principios y reglas que inspiran esta materia debe concluirse que tanto el carácter
inevitable como el carácter propiamente irresistible son requeridos en materia de
caso fortuito, pero tienen un diferente rol.
El primero (evitar), para configurar su existencia, el segundo (resistir), para que
surta sus efectos en el cumplimiento de las obligaciones. En términos muy
simples, una cuestión es que un evento sea inevitable (y de ahí la expresión
"fuerza mayor"), y otra diferente es que sus efectos o consecuencias no se pueden
reducir o detener (cuestión que afecta el cumplimiento de las obligaciones y la
responsabilidad civil). Por ello, un evento puede ser inevitable y resistible, y será
calificado como caso fortuito, sin perjuicio de que pueda tener efectos muy
limitados en el contrato.
Es toda la diferencia que existe entre calificar en abstracto un hecho como
fortuito y calificarlo como tal en el marco de un contrato (donde, además del
carácter inevitable, deberá apreciarse si era o no resistible el incumplimiento).
Como se adelantó, se trata de la diferencia elemental entre el hecho (donde
resulta relevante su carácter inevitable) y sus consecuencias (donde es
fundamental el carácter irresistible). Esta diferencia ha sido recogida por la Corte
Suprema, que distingue entre el hecho inevitable y las consecuencias
resistibles158.
En fallos recientes la Corte Suprema ha sostenido categóricamente que la
irresistibilidad "se refiere a la imposibilidad objetiva para el sujeto de evitar las
consecuencias derivadas del hecho imprevisto", esto es, que para el agente haya
sido absolutamente imposible evitarlo, no obstante los medios preventivos que
haya empleado para superarlo. También, este elemento se extiende a las
consecuencias del hecho dañoso, es decir, "implica la imposibilidad de
sobreponerse al hecho para eludir sus efectos"159. Así, la distinción parece estar
asentándose en la jurisprudencia chilena.
Otras decisiones han acentuado que lo "irresistible" envuelve que se hayan
adoptado efectivamente las medidas útiles, idóneas y efectivas para controlar o
minimizar sus consecuencias160.
Evidentemente, esta explicación tiene sobre todo validez para el caso fortuito
alegado en materia contractual, donde sus consecuencias se miden en términos
no solo de responsabilidad civil (exclusión de la indemnización), sino también en la
subsistencia o suspensión del vínculo jurídico (las obligaciones emanadas del
contrato).
El doble rol del caso fortuito opera, efectivamente, en el marco de obligaciones
contractuales.
En el caso de la responsabilidad extracontractual la cuestión de la irresistibilidad
se presenta de una forma más simple. Al no existir un vínculo obligatorio previo,
no se plantean preguntas acerca de sus consecuencias en la suspensión o
subsistencia de las obligaciones de las partes. Bastará siempre que el hecho sea
inevitable, externo e imprevisible161.
97. Por ello, volviendo a la explicación de la irresistibilidad en materia de
obligaciones contractuales, conviene examinar por separado el carácter inevitable
del hecho y el carácter irresistible de sus consecuencias (esto es, en el marco de
obligaciones precisas):
98. a) Hecho inevitable. Si el hecho es evitable, si de alguna forma racional es
posible impedir su ocurrencia, entonces "es mejor preocuparse de prevenirlo",
como afirmaba Jean Carbonnier 162.
En otros términos, si el evento es evitable y no se implementan las medidas de
prevención adecuadas, entonces el deudor responderá por no haberlas previsto.
En el fondo, será responsable porque fue negligente, por no haber previsto lo que
debió prever. En relación con los requisitos del caso fortuito, en tal escenario
fallará tanto el elemento de la irresistibilidad como el elemento de la
imprevisibilidad163.
Una razón de sentido común conduce a sostener que no es factible —en ningún
escenario— erradicar el carácter inevitable del hecho fortuito, pues ello conduciría
a concentrar el análisis en la contención de sus efectos, descuidando la
imprescindible prevención de todos los sucesos nocivos que puedan evitarse 164.
Como sostiene un autor que ha estudiado con profundidad esta materia: "un sujeto
es culpable de haber entrado en la esfera de influencia de un hecho generador,
cuando existía una posibilidad razonable de evitar la situación" 165.
Así, lo que constituye un evento fortuito es el hecho inevitable, que no se pueda
impedir su realización. En ese sentido, entonces, tiene razón la doctrina clásica
sobre la materia, al aludir a un evento imposible de evitar.
La pregunta evidente, entonces, es ¿cuáles hechos son inevitables y cuáles son
evitables?
El carácter "evitable" de un suceso, como ocurre tratándose de todo estándar
jurídico, es una cuestión valorativa y no necesariamente un fenómeno físico. En
realidad, puede tratarse de un hecho inevitable física o jurídicamente.
99. En cuanto a los primeros (hechos físicamente inevitables), puede,
efectivamente, tratarse de sucesos que vayan "más allá de las fuerzas humanas",
como usualmente se señala166. Un terremoto, un huracán, la erupción de un
volcán, etc. Las fuerzas de la naturaleza son superiores a las fuerzas humanas y,
por ello, son hechos per se inevitables, pues no se puede de forma alguna impedir
su ocurrencia. Si un hecho va más allá de las fuerzas humanas, inequívocamente
cumple el requisito de ser inevitable y es caso fortuito (hay que tener presente que
el "terremoto" se menciona expresamente en el concepto legal y es por esencia un
hecho inevitable, aun cuando puedan resistirse sus consecuencias).
Una cuestión distinta es que algunos de estos sucesos de la naturaleza, que son
inevitables físicamente (como un temblor), puedan ser jurídicamente previsibles
(uno de mediana intensidad en la ciudad de Santiago, como ha fallado la
jurisprudencia). En tal caso, el suceso sería físicamente inevitable, pero previsible
y, por ello, no un caso fortuito.
100. En cuanto a los segundos (hechos jurídicamente inevitables), se trata de
sucesos que la fuerza del hombre podría en el extremo evitar, pero no le es
exigible al agente tal comportamiento. Por ello, son considerados por el derecho
como un hecho inevitable.
Por ejemplo, la fuerza mayor que proviene de un hecho humano, como un acto
de autoridad, puede ser en la práctica evitable (sin ir más lejos, la "desobediencia
civil" logra en ocasiones revertir decisiones públicas), pero esa conducta extrema
no es exigible a un contratante diligente (y, por ello, es jurídicamente inevitable) 167.
Otro ejemplo, tomado de la jurisprudencia chilena, es el caso de un incendio. En
general, puede estimarse que un incendio es evitable (salvo si es intencional
evidentemente), pero no lo es si, habiéndose tomado todas las prevenciones que
exigía la normativa de seguridad, de todas formas se produjo 168.
Es evidente que, en este rol, el carácter inevitable debe apreciarse conforme al
estándar de diligencia debida por el agente. Por ello, para responder qué es lo
jurídicamente inevitable es necesario preguntarse qué habría debido evitar un
hombre diligente colocado en las mismas circunstancias externas. Es por esto que
la doctrina y la jurisprudencia hacen frecuentes invocaciones al estándar de
comportamiento cuando hablan del carácter inevitable de un suceso.
101. En este aspecto este requisito del caso fortuito se vincula necesariamente
con la previsibilidad, pues una persona diligente debe anticipar ciertos sucesos e
implementar medidas de prevención para evitarlos si es posible hacerlo. Más allá
de umbral de comportamiento diligente, si ocurren de todas formas tales eventos
debe estimarse que son inevitables. Al respecto, me remito, para evitar
repeticiones, a lo expuesto a propósito de la diligencia debida y del requisito de la
imprevisibilidad.
102. En todo caso, como se expone a continuación, basta que el hecho sea
considerado inevitable para ser calificado de fuerza mayor. Sin perjuicio de que,
en el marco de una relación jurídica determinada (un contrato determinado), será
necesario examinar si el agente podía ejecutar o no los comportamientos
diligentes en orden a resistir (superar) el impedimento, para calificarlo, en el marco
de ese acuerdo, como caso fortuito.
103. Por último, es necesario señalar que una cosa distinta ocurre en los contratos
de seguros, que tienen como riesgo asegurado la realización de una destrucción
por caso fortuito de la cosa. Para la determinación del siniestro, la constatación del
carácter inevitable del siniestro es suficiente para configurar el caso fortuito. En
efecto, en esos contratos el caso fortuito solo cumple un rol en el nacimiento de la
obligación del asegurador de indemnizar al asegurado, y no tiene una función en
el cumplimiento de obligaciones de quien sufre el caso fortuito (asegurado).
104. b) Consecuencias irresistibles. Una cuestión totalmente distinta al carácter
evitable o no del hecho en sí mismo, es referirse acerca de si sus consecuencias o
efectos son posibles de resistir, esto es, de aminorar o frenar en el marco del
cumplimiento de las obligaciones de un contrato determinado. Si no se pueden
resistir, el hecho será considerado irresistible y caso fortuito respecto de ese
contrato. Si se pueden resistir, entonces el deudor deberá desplegar la diligencia
debida para conseguirlo, y no será estimado caso fortuito.
Como se dijo, ello tiene sobre todo importancia en el efecto que tendrá el caso
fortuito en el cumplimiento de determinadas obligaciones y en su subsistencia.
Así, hay hechos inevitables que son per se irresistibles. El caballo vendido que
antes de la entrega a su comprador muere en un terremoto es un ejemplo nítido.
Pero, en cambio, hay hechos inevitables que es posible resistir, como la
tempestad que retrasa la entrega de la mercancía vendida pero que, de todas
formas, mediante un esfuerzo adicional, podrá ser entregada más tarde. O la
erupción volcánica que destruye la mitad de una cosecha vendida, y que de todas
formas permitirá la entrega de la que subsistió.
En estos casos, como se expondrá más adelante, o bien la obligación se
extingue solo parcialmente o bien hay una suspensión temporal del cumplimiento
mientras dure el impedimento. Más allá, la diligencia debida obliga al deudor a
actuar para resistirse a lo que debe y puede resistirse. En todo caso, en estos
eventos, el caso fortuito surtirá sus efectos en materia de responsabilidad,
eximiendo del pago de la indemnización compensatoria o moratoria.
En estas situaciones, como es evidente, jugará un rol crucial, nuevamente, la
diligencia del deudor debida en virtud del contrato, en orden a indicar cuáles eran
las medidas necesarias para contener los efectos del hecho, buscar una forma
alternativa de cumplimiento si es posible, o cumplir cuando el impedimento haya
desaparecido169. Como señala un autor nacional: "esta actividad de resistencia al
evento por parte del deudor tiene un fundamento y, al mismo tiempo, un límite: la
diligencia debida en el caso concreto"170. En otros términos, de nada le servirá la
alegación de que el hecho era inevitable, si la diligencia impuesta por el contrato
exigía tomar medidas adicionales para de todas formas cumplir el contrato. En el
ejemplo de la erupción volcánica, tal sería el caso si el deudor poseía otras
cosechas de la misma naturaleza y calidad, pudiendo cumplir con ellas
íntegramente el contrato. Es a ello a lo que se hace referencia en la doctrina
nacional cuando afirma que no constituye un caso fortuito, respecto de sus efectos
en el cumplimiento de un contrato, cuando su ejecución no se ha hecho imposible
sino más onerosa.
En síntesis, respecto de aquellas medidas que resultan "irresistibles", en el
sentido que no se podían adoptar con mediana diligencia, el caso fortuito jugará
un papel en sus efectos en el contrato de que se trate, pudiendo hacer
desaparecer la responsabilidad y eventualmente la obligación 171.
Pero es evidente que un análisis más detallado acerca del rol del caso fortuito
en el marco de un contrato —determinando si era o no irresistible—, exige una
labor de interpretación del acuerdo, tal como se señaló más arriba en este estudio.
Por ejemplo, a propósito del estallido social de 18 de octubre de 2019, parece
indiscutible que tal evento resulta inevitable para un contratante. En efecto, podría
sostenerse que la autoridad política, o incluso la elite económica, podría haber
evitado esta rebelión si hubiesen tomado las medidas oportunas para hacer frente
a las serias demandas sociales que antes negaron y hoy, luego de ese estallido,
están llanas a abordar. Pero tal conducta no es exigible, evidentemente, a un
contratante. Ahora bien, ¿eran irresistibles sus consecuencias? Eso dependerá del
respectivo contrato. Por ejemplo, si el contrato en cuestión envuelve un
financiamiento bancario, que es negado luego de esta contingencia, pero que es
posible obtener de otra entidad a un costo mayor, entonces no será un suceso
irresistible y, en consecuencia, tampoco caso fortuito. Una cuestión distinta
ocurrirá si el contrato no se volvió más oneroso, sino que no existen medidas
exigibles a un contratante diligente para resistir los efectos del estallido, como si
por ejemplo el inmueble donde se emplazaban los trabajos de construcción o de
ampliación sufrió severos daños por el vandalismo, el saqueo o el fuego. En tal
caso debería ser estimado un evento de fuerza mayor, pues ya se dijo que tal
suceso reúne también la calificación de imprevisible, y evidentemente es exterior.
En el ámbito de la responsabilidad extracontractual, la Corte Suprema ha tenido
oportunidad de concluir algo similar a propósito del actuar negligente del Estado
en los hechos posteriores al terremoto de 2010, en orden a no prevenir a la
población acerca del tsunami que se aproximaba o incluso en ocasiones
desestimar la alerta respecto del mismo: "Que surge de relieve que tales entes
públicos fueron creados para enfrentar las catástrofes naturales, es decir, su
funcionamiento fue concebido cuando se presenten situaciones irregulares o
extraordinarias, por lo que, por lo pronto, cabe sostener que no es factible admitir
que un terremoto de una intensidad de 8,8 grados en la escala Richter implica la
inexigibilidad de las tareas encargadas a dichos servicios estatales, en cuanto es
precisamente a la luz de dichas circunstancias excepcionales que debe
escudriñarse el cometido de la Administración"172. En el fondo, la Corte le reprocha
a la Administración el no haber efectuado gestiones para contener las
consecuencias de un hecho (el tsunami) que materialmente era inevitable, pero
previsible luego de la magnitud del terremoto y resistible en sus consecuencias
(una prevención y advertencia oportuna habrían impedido la pérdida de vidas) 173.
105. Por otra parte, sobre esta materia cabe mencionar que en el derecho francés
—antes de la reforma de 2016— existían fallos de la Corte de Casación que, en
materia contractual, habían sostenido que bastaba el elemento de la irresistibilidad
(entendida como "hecho inevitable") para configurar la fuerza mayor.
En efecto, la posición tradicional de la Corte de Casación era exigir los tres
elementos del caso fortuito que se vienen analizando: exterior, imprevisible e
irresistible. Luego, y bajo el impulso de algunos autores, como Patrice Jourdain 174y
Paul-Henri Antonmattei175, se comenzó a sostener en los años 90 que la
"imprevisibilidad no era de la esencia de la fuerza mayor" 176. Esto es, que aun
cuando un evento haya sido previsible debía ser tenido como una fuerza mayor
cuando se demostraba que el demandado no pudo evitar su ocurrencia y resistir
sus consecuencias. Así, para esos autores resultaba "injusto" o "poco equitativo"
condenar al demandado existiendo tales circunstancias irresistibles.
En el razonamiento de esta concepción "moderna" de la fuerza mayor también
subyace la idea de que el carácter "imprevisible" de un evento es más bien un
indicador de que era inevitable, en el sentido de que no pudiendo el responsable
prever el suceso difícilmente podía tomar medidas para impedir su realización 177.
Esta posición logró permear la jurisprudencia de diferentes salas de la Corte de
Casación. La Primera Sala Civil sostuvo que "la irresistibilidad es, por ella sola,
constitutiva de la fuerza mayor, cuando la previsión no habría podido impedir sus
efectos, siempre que el deudor haya tomado todas las medidas apropiadas
requeridas para evitar la realización de este suceso" 178. Posteriormente, la misma
Sala afirmó de forma categórica que "la sola irresistibilidad del evento caracteriza
la fuerza mayor"179. En ese caso, se trataba de una agencia de viajes que había
anulado una excursión a Egipto con motivo de que el "egiptólogo", contratado por
la agencia para guiar a los turistas, se había enfermado gravemente. Con el
propósito de evitar la aplicación de la cláusula penal pactada, la agencia invocó la
excusa fuerza mayor, argumento que había sido rechazado por la Corte de
Apelaciones, pues el egiptólogo tenía una edad avanzada y, por tanto, una
enfermedad a su respecto era previsible. La mencionada Sala casó la sentencia, y
aceptó la excusa de fuerza mayor bajo el solo criterio del carácter irresistible de la
enfermedad180.
La posición de la Primera Sala fue seguida por la Sala Comercial 181 y la Sala
Social182. En el fondo, lo que afirman esos fallos, es que basta el carácter
inevitable del hecho (incluso en lo que se refiere a los efectos en un contrato),
cuando el adecuado control o resistencia a sus consecuencias (medidas para
lograr el cumplimiento de otra forma) no pudieron ser previstas (y, por ello, son
irresistibles)183. Así, un asalto violento en un sector inseguro de la ciudad podía ser
previsible, pero constituir fuerza mayor por ser inevitable e irresistible 184.
No obstante, la Segunda Sala Civil, en varias oportunidades, contradijo esta
tendencia, afirmando que la "imprevisibilidad del suceso... es exigida como
elemento constitutivo de la fuerza mayor" 185.
Esta divergencia fue resuelta, como ya se mencionó en esta obra, por la
Asamblea Plenaria de la Corte de Casación en dos fallos del año 2006186,
volviendo a la concepción tradicional que exige los tres requisitos, cuestión que
fue apoyada por la mayor parte de la doctrina en atención al rol crucial de la
imprevisibilidad, en particular, en la responsabilidad contractual 187. Luego, las
diferentes Salas de la Corte de Casación se fueron sujetando a esta posición
tradicional.
Como ya se mencionó, la reforma del derecho de los contratos de 2016 introdujo
una definición de fuerza mayor, en materia contractual, prevista en el nuevo
artículo 1218 del Código Civil. El Informe dirigido al Presidente de la República,
que acompaña la Ordenanza Nº 2016-131 que contiene la reforma 188, sostiene
que este artículo recoge la definición jurisprudencial de fuerza mayor (aludiendo a
la imprevisibilidad e irresistibilidad), pero que abandona el tradicional requisito de
la "exterioridad", en razón de que la jurisprudencia de la Asamblea Plenaria de la
Corte de Casación lo habría también abandonado en 2006 189. No obstante, tal
afirmación parece errónea, pues ni la Corte Casación ni el texto de la ley parecen
erradicar el requisito de la externalidad, como se expondrá en el capítulo siguiente.
106. Recapitulando, podemos sostener lo siguiente: a) Un hecho debe ser
calificado como inevitable —lo que es suficiente como requisito de procedencia del
caso fortuito—, si física o jurídicamente no se ha podido impedir. Esto es, ya sea
porque las fuerzas humanas no pueden impedirlo o porque, utilizando la diligencia
debida, el deudor no pudo evitarlo. El carácter inevitable es una constante en toda
hipótesis de caso fortuito. b) Para determinar si ese hecho, calificado como
inevitable, podrá operar como caso fortuito en el marco de un contrato en
particular, es necesario interpretar las disposiciones de ese acuerdo, para
determinar qué medidas debía adoptar con mediana diligencia el deudor y cuáles
no les eran exigibles.
4. MOMENTO EN QUE DEBE MEDIRSE LA IRRESISTIBILIDAD
107. Una vez explicado el contenido de la irresistibilidad, a través de su carácter
inevitable e irresistible propiamente tal, es necesario mencionar brevemente el
momento en que deben apreciarse esos criterios.
Es evidente que en la materia debe efectuarse una distinción.
Respecto del carácter inevitable del hecho, el mismo debe apreciarse, en
principio, al momento de la formación del contrato o del comienzo de la realización
de la acción, dependiendo del ámbito en que se aplique.
En el caso de la responsabilidad contractual, esto tiene particular relevancia
cuando el hecho era "jurídicamente inevitable", pues es al momento de la
suscripción del contrato —pero también durante su ejecución— donde debe
apreciarse si el contratante tomó todas las medidas de prevención para evitar que
aconteciera.
En el caso de la irresistibilidad propiamente tal, el momento que debe apreciarse
es en el instante en que se ejecuta el contrato respectivo y surge el suceso
inevitable, en orden a apreciar si podía contener o eliminar sus consecuencias y,
en caso afirmativo, si tomó las medidas en tal sentido (según la diligencia debida).
VI. EXTERNALIDAD DEL CASO FORTUITO
108. El tercer y último requisito de la fuerza mayor atiende a que el suceso debe
ser "exterior", provenir de una causa "ajena", "extraña" o "inimputable" 190. Este es
un elemento que no se encuentra contenido expresamente en la definición del
artículo 45 del Código Civil, pero que la jurisprudencia 191 y la doctrina han
sostenido invariablemente que constituye una exigencia del caso fortuito 192.
En gran medida, este elemento, por lo demás, se desprende del artículo 1547 de
ese mismo Código, que señala que el deudor no es responsable del caso fortuito o
fuerza mayor cuando este ha "sobrevenido por su culpa".
109. El origen de este requisito debe encontrarse, una vez más, en la doctrina
francesa. La idea de que el caso fortuito deba provenir de una "causa extraña" o
"una causa inimputable" (expresiones que son utilizadas frecuentemente en la
doctrina chilena), se originó en los términos del artículo 1147 del Código Civil
francés que establece la responsabilidad del deudor en orden a indemnizar el
daño provocado por el incumplimiento, salvo si este proviene de una causa
extraña (cause étrangére) que no le sea imputable. Como el artículo siguiente
(1148), dispone que no se debe indemnización cuando el incumplimiento se debió
a un caso fortuito, tempranamente (desde los comentaristas del Código), se
entendió que esta segunda norma no era sino una aplicación de la "causa
extraña"193. No obstante, como se señalará en el párrafo siguiente, existen
divergencias en cuanto a su alcance.
Por otra parte, de forma contemporánea se discutió incluso en el derecho
francés sobre la necesidad de este requisito de la exterioridad, en razón de que
algunos fallos tendieron a señalar que el único elemento determinante del caso
fortuito es la irresistibilidad, tal como se explicó más arriba.
La situación es un poco curiosa, pues los fallos de la Asamblea Plenaria de
2006, que resolvieron la controversia entre las Salas de esa Corte en orden a si la
irresistibilidad constituía o no el único elemento del caso fortuito, sostuvieron —
apelando a la noción clásica— lo siguiente: el caso fortuito es un evento
"imprevisible al tiempo de la suscripción del contrato e irresistible en su ejecución"
(en materia de responsabilidad contractual). Asimismo, afirmó que un suceso, en
el marco de "en un accidente, [debe tener] un carácter imprevisible e irresistible"
para ser constitutivo de fuerza mayor (en materia de responsabilidad
extracontractual)194.
De ahí que algunos autores sostuvieron que en realidad la Corte de Casación
había abandonado el requisito de la "exterioridad", y que, en consecuencia, no
había seguido de forma ortodoxa, la definición clásica que le asigna las tres
condiciones copulativas.
Además de la omisión formal del requisito en el texto de ambos fallos, tal
conclusión se desprendía, en particular, de uno de ellos, que reconocía el carácter
de fuerza mayor de una enfermedad grave sobreviniente de un contratante que le
impidió ejecutar el contrato. Según un autor, este fallo confirmaría que un caso
fortuito "puede ser de origen interno", y no necesariamente exterior 195.
No obstante, tal conclusión era discutible, desde el momento que la cuestión de
la exterioridad no había motivado la casación y, por tanto, no fue controvertida
ante la Asamblea Plenaria. Asimismo, un comunicado oficial de esa Corte de
Casación, al referirse a estos importantes fallos, mencionaban la exterioridad
como parte del "concepto clásico de la fuerza mayor", que esa instancia había
decidido reafirmar196. Por último, el suceso "interno" al que se refería uno de los
fallos (enfermedad) le era en absoluto inimputable al deudor, y en ese sentido
cumplía el requisito de la exterioridad 197. Por lo demás, se trataba de una
prestación que solo podía cumplir el deudor y no otro tercero, en razón de los
conocimientos específicos que envolvía198.
Como se dijo, el concepto de fuerza mayor, incorporado por la reforma del
derecho de los contratos de 2016, no efectúa una mención explícita al requisito de
la "exterioridad". El Informe dirigido al Presidente de la República, que acompaña
la Ordenanza Nº 2.016-131 que contiene la reforma199, sostuvo —como se
adelantó en el capítulo anterior— que abandona el tradicional requisito de la
"exterioridad", en razón de que la jurisprudencia de la Asamblea Plenaria de la
Corte de Casación lo habría también abandonado en 2006 (se refiere a los dos
fallos recién analizados)200. La afirmación parece, en realidad, doblemente
errónea.
Por una parte, es discutible que los mencionados fallos hayan abandonado ese
requisito, tal como se expuso. En segundo lugar, y más importante, existe
bastante consenso entre los autores que han comentado esta reforma que la
expresión "escapando al control del deudor", incorporada en el nuevo
artículo 1218, corresponde a la condición de exterioridad 201. En efecto, algo que
escapa al control del deudor le es "inimputable", y en tal sentido puede sostenerse
que cumple el requisito de la inimputabilidad202. Como se ha afirmado, "la cuestión
se traduce así en poder del deudor sobre el suceso, y entonces en su poder de
impedirlo"203.
La situación abre nuevamente en ese derecho una ambigüedad acerca de la
pertinencia de este requisito del caso fortuito, que ha dado lugar a tantas
controversias.
Una aproximación adecuada para interpretar esta norma, me parece que es
sostener que conforme a la nueva definición no existirían inconvenientes en ese
sistema comparado para concluir que configura fuerza mayor un suceso interno,
que concierne al deudor en el caso de la responsabilidad contractual (una
enfermedad grave o su situación de cesantía repentina, que le impide ejecutar el
contrato), a condición de que ese suceso no pueda ser controlado por él (y que
cumpla las otras condiciones de esta figura), pues es la voluntad del deudor la que
debe estar excluida de la fuerza mayor y en ese sentido es "exterior" 204. En el
fondo, no le debe ser "imputable" de alguna forma 205, pues eso lo hace culpable
como ya se ha expuesto, pero puede un suceso "interno" serle inimputable (por
ejemplo, un cáncer sobreviniente que le impide cumplir la prestación) 206. Esto es,
como señala otro autor, la "exterioridad exigida es entonces una exterioridad
psicológica y no material"207.
110. Ahora bien, tal como los otros elementos del caso fortuito, si bien existe
relativo consenso en que es un requisito necesario, subsisten disputas acerca de
su significado exacto en el derecho comparado, a un punto tal que un autor
contemporáneo ha sostenido que es el elemento "más controvertido" de la
calificación de la fuerza mayor208.
Efectivamente, un hecho puede ser exterior en relación con la persona del
agente, a su voluntad, a la cosa que genera el daño o a su actividad. ¿A qué
elemento o elementos de entre estos se refiere este requisito?
En síntesis, es posible concebir aproximaciones sobre la exterioridad
denominadas "subjetivista", "voluntaristas" o "psicológicas" (que tienden a
enfocarla desde la perspectiva de la ajenidad en relación con la voluntad o
conducta del agente), y teorías "objetivistas" o "materialistas" (que la vinculan a la
actividad del deudor o con el objeto que generó el daño) 209.
111. Si nos remitimos a las posiciones adoptadas en el derecho chileno, en
realidad las disputas son menores, y tanto la doctrina y la jurisprudencia la
entienden en referencia a la actuación del agente o deudor, solo existiendo
matices en relación con si lo que se exige es que el caso fortuito no provenga de
la culpa del deudor o que el mismo provenga de una "causa extraña" del deudor.
Tales diferencias no tienen consecuencias mayores en la práctica.
Solo existen opiniones aisladas que pretenden otorgarle un supuesto contenido
objetivo a la exterioridad, pero que en definitiva llegan a los mismos resultados, tal
como se expondrá.
112. En realidad la posición del derecho nacional se explica por dos razones:
En primer lugar, el debate en torno a la exterioridad es un tanto foráneo, con
fundamentos en las particularidades de otros sistemas jurídicos. Las disputas en
torno a la exterioridad tienen una razón histórica: la invención por la jurisprudencia
francesa de las responsabilidades objetivas por el hecho de las cosas, que llevó a
algunos autores a proponer un requisito de exterioridad que permitiera cubrir con
este régimen privilegiado un mayor número de accidentes. En el fondo, ninguna
situación que se encuentre en el dominio del custodio o guardián de una cosa
podía ser considerada caso fortuito, por no ser "externo". Por ejemplo, un daño
generado por un vicio de la cosa empleada en la actividad que generó el daño no
constituye caso fortuito por no ser externo 210. Esto generó una reacción en orden a
contrarrestar esta interpretación con una aproximación más voluntarista o
subjetiva.
Es evidente que en un sistema como el nuestro, que carece de este régimen
objetivo, la discusión pierde relevancia.
En segundo lugar, porque, en definitiva, tratándose de un sistema de
responsabilidad por culpa, la exterioridad presenta sutiles problemas de
interpretación en casos límite —como la consideración de la huelga del propio
establecimiento211o la enfermedad del deudor como hipótesis de fuerza mayor—,
cuestiones que no se han presentado con esa intensidad en nuestro derecho 212.
113. En concreto, el tratamiento de la exterioridad en el derecho chileno puede
resumirse en las siguientes ideas213:
a) En primer lugar, se entiende que un hecho es exterior cuando no deriva de la
voluntad o es ajeno al deudor, haciendo referencia a que no debe provenir de su
culpa214. En gran medida esto equivale a sostener que el daño no haya sido
previsible para el deudor, y en eso se aproxima a ese otro requisito del caso
fortuito.
Con ello se le reconduce, en esencia, a la regla del artículo 1547 del Código
Civil.
Así, la Corte Suprema ha afirmado categóricamente que para que la fuerza
mayor constituya una causal inimputable del deudor, es necesario que el hecho
"no haya sido provocado por quien lo alega, puesto que ello implicaría exonerarse
de responsabilidad por hecho propio y voluntario" 215.
b) En segundo lugar, se señala, por varios autores, que el hecho debe provenir
de una causa exterior, haciendo referencia, en esencia, a que el hecho debe
interrumpir la acción causal entre la acción del agente y el resultado 216. Algunos
fallos también han recogido esta perspectiva 217.
c) Por último, una opinión aislada en la doctrina chilena señala que el requisito
de la exterioridad debería reconducirse al ámbito de los "riesgos" del contrato,
noción extraña a nuestro derecho y que alude, esencialmente, al ámbito de las
obligaciones asumidas por las partes. En todo caso, las conclusiones que extrae
de tal concepción no son muy lejanas a las que se llega en virtud de las otras dos
posiciones, pues el ámbito de los riesgos del contrato no es otra cosa que aquello
que pueda ser alcanzado por la previsión de las partes (y eso se puede atribuir a
la "voluntad", expresa o tácita, de las partes) 218.
114. En síntesis, puede concluirse lo siguiente en relación con el requisito de la
exterioridad del caso fortuito en el derecho chileno:
a) En primer lugar, debe tratarse, en esencia, de un hecho que esté "fuera de la
esfera de la cual el deudor deba responder"219. Esto es, "se trata simplemente que
el deudor no puede invocar, para eludir su responsabilidad, un hecho que haya él
mismo provocado o en cuyo origen se encuentre" 220.
b) En segundo lugar, un hecho que proviene del deudor excluye el caso fortuito,
ya sea porque esa acción se considera negligente o ya sea porque el
vínculo causal relevante se establece entre tal hecho y el daño y no entre el hecho
fortuito y el daño. En definitiva, por causalidad o culpa, tal como se expondrá más
adelante, se llega al mismo resultado221.
c) En tercer lugar, la aproximación del derecho nacional (de la doctrina
inmensamente mayoritaria y de la jurisprudencia) enfoca la exterioridad desde la
perspectiva de la voluntad del deudor y no en relación "a la cosa que la motiva" 222.
Esto, porque, como se explicó, no tiene relevancia en Chile la discusión acerca de
regímenes objetivos de responsabilidad por el hecho de las cosas. Por ello, como
señala un autor, "si el daño se produce por un defecto interno de la cosa, ello no
impide de suyo alegar caso fortuito, ya que el requisito de la exterioridad mira más
bien a si el hecho dañoso ha sido propio del deudor"223.
VII. PRUEBA DEL CASO FORTUITO
115. En cuanto a la prueba del caso fortuito, las reglas del derecho nacional son
bastante claras y pueden distinguirse en dos grupos: i) En primer lugar, las reglas
del derecho común de aplicación general, y ii) En segundo lugar, las reglas
especiales aplicables al contrato de seguro.
1. ESTATUTO GENERAL
116. El principio general de prueba de las obligaciones está contenido en nuestro
derecho en el artículo 1698 del Código Civil, que dispone que "incumbe probar las
obligaciones o su extinción al que alega aquéllas o ésta" 224.
Ahora bien, en materia de caso fortuito, esa regla general tiene una aplicación
expresa en el artículo 1547 del Código Civil, que sigue la doctrina de Pothier,
quien afirmaba que es el deudor quien "debe justificar el caso fortuito". La regla del
inciso 3º del artículo 1547 del Código Civil dispone: incumbe "la prueba del caso
fortuito al que lo alega"; y es repetida en el artículo 1674: "el deudor es obligado a
probar el caso fortuito que alega".
Asimismo, la regla general es repetida para el arrendamiento de transporte (art.
2015 del Código Civil) y para el mandato (art. 2016 del Código Civil).
117. En todo caso, es claro que "la enunciada regla probatoria es categórica y su
ámbito de aplicación es de orden general" 225. Estas reglas del derecho civil son el
derecho común de todas las relaciones jurídicas y tienen por vocación aplicarse
salvo disposición legal o contractual especial.
118. En cuanto al objeto de la prueba, ella debe comprender la concurrencia de
los requisitos del caso fortuito. Con todo, debe tenerse presente que existen
ciertos hechos fortuitos, que, por ser notorios e indubitados, no requieren una
demostración mayor (por ejemplo, un terremoto o, en general, eventos de la
naturaleza).
Como tales elementos reconducen inevitablemente, como ya se ha explicado, a
preguntarse por la diligencia del deudor (en cuanto a qué no pudo prever, ni
resistir y que el hecho fue exterior), usualmente la prueba alcanzará también a las
medidas que prueban el respeto del cuidado debido. Lo anterior no es extraño,
pues ambas son defensas que permiten eximir de la responsabilidad: o bien
porque se actuó con diligencia debida (y entonces no hay culpa, que es uno de los
elementos de la responsabilidad), o bien porque el daño lo causó un hecho
imprevisible, irresistible y exterior (un caso fortuito) 226.
2. RÉGIMEN ESPECIAL
119. Las reglas generales anteriores tienen una excepción legal en el caso del
contrato de seguro. Según el antiguo artículo 539 del Código de Comercio: "El
siniestro se presume ocurrido por caso fortuito; pero el asegurador puede acreditar
que ha sido causado por un accidente que no le constituye responsable de sus
consecuencias, según la convención o la ley".
En efecto, como afirma René Abeliuk, en materia de seguros "se presume el
caso fortuito... en el sentido que el siniestro lo constituye" 227. En otros términos,
"esta excepción se traduce en una presunción que favorece al asegurado, en cuya
virtud se da por establecido que el accidente ha tenido su origen en un caso
fortuito y, por tanto, que el suceso reúne todos los requisitos de éste" 228. En
términos contractuales, ello significa simplemente, como ha concluido Osvaldo
Contreras, que "el siniestro se presume ocurrido por caso fortuito y que está
amparado por la cobertura de la póliza" 229.
La jurisprudencia chilena ha tenido ocasión de confirmar la regla señalando que
"en este contrato comercial el caso fortuito se presume" 230; declarando incluso
"ilícitas" las cláusulas de las pólizas que contravienen esa disposición legal 231.
120. Como se sabe, la Ley Nº 20.667, que regula el contrato de seguro, sustituyó
el título VIII del Libro II del Código de Comercio, donde se encontraba esta norma.
Esta reforma, publicada el 9 de mayo de 2013, y que entró en vigencia el 1 de
diciembre de 2013, sustituyó la redacción de la norma en comento por la siguiente:
"Art 531. Siniestro. Presunción de cobertura y excepciones. El siniestro se
presume ocurrido por un evento que hace responsable al asegurador. El
asegurador puede acreditar que el siniestro ha sido causado por un hecho que no
lo constituye en responsable de sus consecuencias, según el contrato o la ley".
Como puede concluirse, la norma tiene un sentido similar, aunque su nueva
redacción le atribuye un alcance aún más general: el siniestro se presume que
constituye un evento cubierto por la póliza. En la materia, por tanto, su
consecuencia es la misma expuesta por la doctrina y jurisprudencia para la
anterior redacción, pues si la póliza cubre hipótesis de daños provocados por
casos fortuitos, entonces el evento se deberá presumir caso fortuito y cubierto por
el seguro, salvo que el asegurador demuestre lo contrario.
VIII. EFECTOS DEL CASO FORTUITO
121. En materia de efectos del caso fortuito es necesario efectuar algunas
distinciones.
Ante todo, debe distinguirse si se pretende invocar una excusa de caso
fortuito i) en el marco de la responsabilidad extracontractual, o ii) en una hipótesis
de responsabilidad contractual.
Luego, en el ámbito de la responsabilidad contractual, es preciso distinguir entre
el efecto en materia de responsabilidad y el efecto en cuanto al
vínculo obligacional.
Se examinarán por separado estas situaciones.
1. RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
122. En materia de responsabilidad extracontractual, el caso fortuito funciona
como eximente de responsabilidad. Esto es, el agente no deberá indemnización
de perjuicios a la víctima por los daños causados 232.
Para ello, es necesario que el caso fortuito constituya la causa determinante del
hecho dañoso. Esto es, que sea la razón principal que explique ese resultado, aun
cuando hayan intervenido otras causas provenientes del agente o de terceros 233.
Cabe tener presente que en el derecho comparado (en particular, en el francés)
se debate acerca de si el caso fortuito tiene un efecto exoneratorio al excluir la
relación causal o la culpabilidad234.
En realidad, como sostiene Geneviève Viney, la fuerza mayor "demuestra al
mismo tiempo que el agente tuvo solamente un rol muy accesorio en la realización
del daño y que su conducta no tiene nada de reprochable" 235.
2. RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL
123. En materia de responsabilidad contractual la fuerza mayor tiene un rol más
amplio, que puede sintetizarse del modo siguiente 236:
124. a) Efecto de exoneración de responsabilidad. Ante todo, el caso fortuito tiene
un efecto directo y principal sobre la responsabilidad contractual, esto es, sobre el
deber de indemnizar daños al acreedor.
Según los artículos 1547 y 1558 del Código Civil, ya analizados, la existencia del
caso fortuito libera al deudor, por una parte, de la indemnización compensatoria
por el incumplimiento y, por otra, de la indemnización moratoria, si el caso fortuito
solo retardó el cumplimiento. Tampoco podrá demandársele el cumplimiento
forzado de la obligación. Estos efectos son inequívocamente afirmados por la
doctrina nacional 237.
125. Como se ha adelantado, en materia de responsabilidad civil contractual, el
deudor posee dos defensas distintas para excluir su responsabilidad: probar que
actuó con la diligencia debida o probar un caso fortuito. En el primer caso, no
habrá responsabilidad porque falta uno de sus requisitos (culpa), en el segundo no
habrá responsabilidad porque intervino un hecho fortuito en la cadena causal 238.
126. Para ello, resulta útil precisar, conforme a lo que concluye la doctrina y la
jurisprudencia nacional en el presente, si esas obligaciones son de medios o
de resultado239.
Se atribuye generalmente a René Demogue esta clasificación entre obligaciones
de medios y de resultado, que atiende a la forma de constatar su incumplimiento.
Una obligación contractual de medios, también denominada obligación general de
prudencia y diligencia, exige solamente emplear la diligencia debida para intentar
obtener el resultado perseguido (un típico ejemplo es el deber del abogado de
obtener una sentencia favorable para el cliente). Una obligación contractual
de medios equivale, por ello, a las que en materia extracontractual se denominan
obligaciones sujetas al deber general de prudencia y diligencia. Usualmente, se
trata de obligaciones en cuyo cumplimiento existen elementos aleatorios que no
dependen exclusivamente de la voluntad del deudor (por ejemplo, sanar a un
paciente, en el caso del médico, o ganar el proceso, en el caso del abogado).
Por el contrario, en una obligación contractual de resultado el deudor asegura la
obtención de un objeto determinado, la obtención de un resultado concreto (la
entrega material de una cosa, por ejemplo).
En la obligación de medios, la prueba del incumplimiento del contrato supone
efectuar un juicio de valor acerca de la diligencia empleada por el deudor; en
cambio, en la obligación de resultado, el incumplimiento queda demostrado si se
prueba simplemente que el resultado no se obtuvo 240.
Por ello, en este último caso sería particularmente aplicable la presunción de
culpa en materia contractual (prevista en el artículo 1547 Código Civil), pues en
una obligación de medios la constatación del incumplimiento exige —en teoría—
que la víctima pruebe la negligencia del deudor.
127. Esta clasificación de las obligaciones ha sido paulatinamente aceptada en el
derecho chileno241, y prueba de ello son los ya numerosos fallos de la Corte
Suprema que la recogen y aplican en casos de prestaciones contractuales
médicas242.
128. En ese contexto, resulta evidente que la fuerza mayor o caso fortuito reviste
especial relevancia en materia de obligaciones contractuales
de resultado (aquellas donde el deudor se compromete a obtener un objetivo
determinado, como por ejemplo construir una casa en un determinado plazo), y no
en las obligaciones contractuales de medios (donde el deudor se obliga a hacer
sus mejores esfuerzos para obtener un resultado determinado, pero no se obliga a
conseguirlo, como por ejemplo las obligaciones del médico de sanar a un
paciente). En efecto, es en las primeras en que la fuerza mayor adquiere una
importancia radical, pues solo mediante su prueba podrá el deudor excusarse del
cumplimiento de la obligación 243. En cambio, en las obligaciones de medios le
basta con probar su diligencia para quedar exento de responsabilidad, sin que sea
necesario probar la concurrencia de un caso fortuito.
De todas formas, para medir ese efecto, resulta imprescindible interpretar y
calificar previamente el contrato específico de que se trate.
129. b) Efectos sobre el vínculo obligatorio. Bajo la condición de que sobre el
contrato en particular de que se trate se reúnan los requisitos de la fuerza mayor
(en particular, la irresistibilidad, cuya aplicación particular en la materia ya fue
tratada), el caso fortuito puede surtir los siguientes efectos sobre el
vínculo obligatorio:
— Si el impedimento de cumplimento es total y absoluto, de forma tal que la
ejecución de la obligación se vuelve imposible, entonces existe extinción de la
obligación, según las disposiciones de los artículos 1670 y siguientes del Código
Civil (que se entienden aplicables a las obligaciones de dar, hacer y no hacer).
Como la obligación se extingue sin culpa, el deudor no estará obligado a
indemnizar los perjuicios al acreedor. Cabe destacar que, en atención a la precaria
regulación nacional, pareciera que no se efectúan distinciones según la gravedad
del incumplimiento que se transforma en imposible, para dar lugar a este efecto
liberatorio. No obstante, parece sensato sostener que la extinción de la obligación
opere solo cuando se trate de una inejecución de una gravedad suficiente244.
En la reforma francesa de los contratos de 2016, el inciso segundo del
artículo 1218 señala que en caso de que el impedimento provocado por el caso
fortuito sea definitivo el contrato "se resuelve de pleno derecho". Esto se ha
entendido como una innovación, pues al señalar que este efecto se produce "de
pleno derecho", ello significa que opera "automáticamente", sin decisión judicial,
correspondiendo al acreedor impugnar en justicia el caso fortuito invocado por el
deudor.
Tal solución se inscribe en una línea de aumento de los poderes unilaterales de
las partes, preconizado por proyectos de armonización, en particular, los Principios
de derecho europeo de los contratos 245, y tiene la complejidad de que el acreedor
deberá sufrir, durante todo el tiempo del proceso, el incumplimiento del deudor, y
por ello resulta discutible246.
— Si el impedimento es solo temporal, entonces el deudor quedará eximido de
indemnizar perjuicios por el cumplimiento tardío o imperfecto, y la obligación
recobrará su exigibilidad cuando se supere tal evento 247. En el fondo, el caso
fortuito en esta hipótesis tiene solo un efecto suspensivo sobre el cumplimiento de
la obligación, y por eso algunos autores le denominan "fuerza mayor temporal" 248.
Evidentemente, conforme a las reglas generales, durante el tiempo de la
suspensión el deudor está afecto al deber general de diligencia, en orden a tomar
todas las medidas adecuadas para superar el impedimento y cumplir la
obligación249.
El nuevo artículo 1218 del Código Civil francés —reforma del derecho de
contratos de 2016— contiene esa regla expresamente, afirmando que si el
impedimento es "temporal", la ejecución de la obligación se "suspende", cuestión
que recoge una regla que ya había sido declarada por la jurisprudencia de ese
país250. La reforma agrega una regla interesante, que prescribe que un
impedimento temporal puede llegar a extinguir la obligación cuando ello se
"justifique", en el entendido que esa justificación existe cuando el incumplimiento
tardío ya no presente ningún interés para el acreedor 251. La regla también se
inspira en los Principios de derecho europeo de los contratos 252.
130. Esos son los efectos generales del caso fortuito. Evidentemente, ellos se
desarrollan en consecuencias más sutiles dependiendo de la naturaleza del
contrato de que se trate y las estipulaciones particulares que se hayan pactado.
IX. COVID-19 Y CASO FORTUITO
131. La pandemia del Covid-19, de propagación vertiginosa y de escalofriante
letalidad, ha significado un desafío sanitario de escala mundial, cuyo objetivo
esencial es el salvar vidas, detener el contagio y encontrar un tratamiento.
Lamentablemente, esa desgracia ha generado otras, pues las medidas
preventivas y paliativas para enfrentarlo, que comprenden confinamientos
obligatorios, cierres de fronteras, colegios, universidades y establecimientos no
esenciales, y otras limitaciones a la libertad de circulación, traerán inevitablemente
aparejadas gravísimas consecuencias económicas. Así, el cese de actividades
productivas y comerciales, la imposibilidad de muchos trabajadores
independientes de generar recursos, la suspensión de toda actividad pública y de
las clases, el cierre de fronteras y las restricciones de movilidad, entre otros
fenómenos, tendrán un grave impacto en el cumplimiento de millares de contratos:
de trabajo, créditos, arrendamientos, consumo, educacionales, construcción,
etcétera.
Frente a esas cadenas de incumplimientos la cuestión de si el Covid-19
representa una excusa de caso fortuito constituye un aspecto relevante, así como
el precisar la eventual aplicación de otras figuras contractuales próximas, que
podrían ser útiles en algunas hipótesis (como la imprevisión y la frustración del fin
del contrato)253. Cabe precisar, desde ya, que si bien la definición de caso fortuito
(art. 45 del Código Civil) no enumera entre sus ejemplos a una pandemia, sí existe
una referencia en el artículo 788 del mismo Código, que expresamente hace
referencia a "una epidemia u otro caso fortuito" 254.
132. En general, es posible anticipar tres escenarios en que la discusión acerca
del Covid-19 y su eventual calificación como caso fortuito puede tener importancia
en el derecho civil patrimonial, aunque en un grado disímil 255.
En primer lugar, en materia de responsabilidad extracontractual, en particular,
respecto de la eventual responsabilidad del Estado por los casos de tardía o
deficiente atención sanitaria en medio de esta pandemia, los que muy
probablemente se van a presentar. Tal como ocurrió en los innumerables fallos de
la responsabilidad estatal con motivo de los hechos posteriores al terremoto de
2010 (especialmente, por la equívoca, tardía o nula advertencia a ciudadanos
sobre el arribo del tsunami), es posible que la defensa del Fisco se funde
precisamente en el supuesto carácter fortuito del Covid-19.
Un segundo escenario se refiere a algunos contratos libremente discutidos,
entre partes iguales, como ocurre en materia de construcción o contratos
comerciales de provisión o suministro de ciertos bienes 256. Las restricciones a la
circulación, las cuarentenas y cierres de empresas decretados por la autoridad, en
razón del brote de Covid-19, podrían configurar excusas de fuerza mayor que
justifiquen la suspensión o eventualmente la extinción de obligaciones. En estos
contratos, en que las partes se encuentran en una posición de igualdad, la excusa
de fuerza mayor emerge en toda su magnitud como una herramienta civil útil y
abrirá muy probablemente la discusión sobre sus aspectos más críticos: el deber
de notificar el caso fortuito, la determinación de la reunión de sus requisitos, las
medidas de mitigación o contención de sus efectos, el alcance de la suspensión
temporal de las obligaciones, etcétera.
Un tercer ámbito de interés se presentará en los contratos asimétricos, como los
de consumo o de trabajo, donde es usual que la excusa de fuerza mayor opere en
favor de la parte que detenta el poder en la relación contractual y no de la parte
débil: la suspensión de espectáculos, el cierre de colegios, la cancelación de
vuelos por barreras sanitarias, la causal de despido por fuerza mayor, etcétera.
Por lo demás, todos los contratos en que la parte débil es deudora de una
obligación dineraria, tal obligación no puede ser afectada por este eventual caso
fortuito (el dinero no perece y, en consecuencia, siempre es teóricamente posible
pagar)257. Tal como está ocurriendo en el mundo, el Covid-19 y sus nefastas
consecuencias ameritan en esos ámbitos la intervención directa del legislador,
para proteger a la parte débil de la relación contractual. En efecto, en tales
acuerdos el caso fortuito no parece ser un instrumento suficiente para resolver los
conflictos contractuales, siendo necesaria la intervención legal directa del
contenido del acuerdo: suspensiones de cuotas créditos, obligar a proveedores a
proponer cumplimientos alternativos, reducción de cobros o de intereses,
suspensión de plazos legales, etcétera.
133. Por otra parte, y como se explicará en detalle en este capítulo, si bien hay
buenas razones para estimar esta pandemia como imprevisible, existen muchos
acuerdos cuyo cumplimiento no se volverá imposible por el Covid-19 o por las
decisiones de autoridad subsecuentes, sino que se transformará en más
dificultoso, más oneroso o se perderá la finalidad que se tuvo en vista al contratar.
Por ello, es útil revisar ciertas figuras próximas al caso fortuito, como la
imprevisión y la frustración del fin del contrato, que podrían ser herramientas útiles
en algunos casos (arrendamiento de locales comerciales, contratos de suministro
de bienes, etcétera).
134. Por la importancia actual estas cuestiones, en este capítulo especial de esta
edición se analizará lo siguiente: i) En primer lugar, si esta pandemia reúne en
abstracto los tres requisitos del caso fortuito: imprevisibilidad, irresistibilidad y
exterioridad258; ii) En segundo lugar, si pueden también reunir esos requisitos las
decisiones de autoridades, adoptadas como consecuencia de esta pandemia, y
que han prohibido o limitado el desplazamiento, y conducido al cierre de
empresas, comercio y establecimientos educacionales; iii) En tercer lugar, en
atención a que muchas dificultades en el cumplimiento de contratos no llegarán a
configurar una hipótesis de caso fortuito, se abordarán figuras cercanas que sí
podrían aplicarse, como la teoría de la imprevisión y la frustración del fin del
contrato; y, iv) Por último, aplicando todo ese análisis, se incorpora una revisión de
la situación en que podrán encontrarse varios tipos contractuales directamente
afectados, tales como contratos de consumo, arrendamiento, construcción,
educacionales, entre otros.
1. COVID-19 Y REQUISITOS DEL CASO FORTUITO
135. En esta sección se analizará la cuestión de si se puede en abstracto calificar
la propagación del Covid-19 como una hipótesis de caso fortuito, esto es, si reúne
los requisitos de imprevisibilidad, irresistibilidad y exterioridad. En la sección
siguiente se efectuará un examen similar respecto de las medidas de la autoridad,
restrictivas de la libertad ambulatoria, adoptadas como forma de prevenir o
controlar la expansión de esta pandemia.
136. Imprevisibilidad del Covid-19. Como se ha expuesto en esta obra, la
imprevisibilidad de un evento se mide necesariamente en relación a la diligencia
debida y, especialmente, a cuán probable es la generación de una pandemia de
esta naturaleza, cuestión que depende en esencia de la frecuencia con que se
repiten y de la pregunta de si era posible anticiparla en todas sus nefastas
consecuencias.
En efecto, como también se explicó en esta obra, la determinación de la
previsibilidad obedece a una serie de criterios, que pueden sintetizarse en los
siguientes: a) El carácter profesional del agente; b) El grado de probabilidad de
ocurrencia del suceso (su frecuencia); y, c) La mayor o menor probabilidad de
anticipar el Covid-19 en todas sus reales consecuencias. d) Finalmente, también
es necesario referirse al momento en que debe evaluarse la imprevisibilidad. Se
analizarán tales aspectos a continuación.
137. a) Carácter profesional del agente. Deberes de diligencia frente a la
pandemia. En los contratos en curso, la pregunta de si era imprevisible esta
pandemia depende en buena medida del carácter del agente que lo invoca en su
favor. En efecto, se presume que quien es experto en una determinada materia
debe anticipar más escenarios probables, de forma de tomar las providencias
necesarias. No obstante, dada la rara frecuencia con que sucesos tan
excepcionales como estos se repiten (tal como se expondrá más adelante), resulta
evidente que, en general, este desastre sanitario escapa a la previsión normal
exigible incluso a un profesional altamente especializado, y con mayor razón a un
lego.
Pero siendo una pandemia de escala mundial, que obligará a los sistemas
sanitarios nacionales a adoptar las providencias necesarias para contenerlo, creo
que este elemento será relevante para apreciar si la conducta exigible a las
autoridades públicas se cumplió en este caso. Me refiero, en particular, a la
pregunta de si el Servicio Nacional de Salud, y el resto de las autoridades de
gobierno y municipales, adoptaron las medidas internas de forma oportuna para
contener (prevenir y controlar) las consecuencias previsibles de un Covid-19 en
curso de propagación por el mundo. Una cuestión es que haya sido imprevisible
un suceso como este hace un año, pero otra cosa distinta es si, una vez alertados
por la OMS y a la luz de las nefastas consecuencias que ha ido sembrando el
Covid-19 por el mundo, se adoptaron las providencias oportunas, adecuadas y
suficientes. Como se entiende, esta cuestión se vincula con la previsibilidad de
tales consecuencias nefastas, pero también con las medidas de resistibilidad
frente a un suceso inevitable como el Covid-19 (a las que me referiré más
adelante).
Debe tenerse en cuenta que, algunos antes que otros, los países han ido
presentando similares problemas ocasionados por esta pandemia, cuestión que en
gran medida los convierte en previsibles: la necesidad de contar con un elevado
número de insumos médicos básicos (como mascarillas N95 y respiradores
mecánicos); la preparación de la suficiente capacidad hospitalaria con camas de
tratamientos intensivos (que envuelve la necesidad de prever la reorganización de
la infraestructura pública y privada, la creación de hospitales modulares o de
campaña, la reprogramación de intervenciones quirúrgicas postergables, etc.); la
planificación de cierres de fronteras y confinamientos; la redestinación de personal
médico; medidas de anticipación para controlar la propagación en recintos
carcelarios, hogares de ancianos y otros de carácter vulnerable; entre otros.
Siendo las autoridades sanitarias aquellas que se reputan poseer la más
elevada competencia profesional en la materia, la vara con que se medirá aquello
que debieron prever será sumamente estricta.
Si las víctimas del Covid-19, o sus familiares, llegasen a presentar luego
demandas de responsabilidad contra el Estado por estos sucesos, es altamente
probable que el Consejo de Defensa del Estado alegue en su favor la excusa del
caso fortuito, como, por ejemplo, ya lo han hecho masivamente en los casos
posterremoto y tsunami 2010. En la decisión de tales casos, es también probable
que la discusión se dirija a determinar si estas consecuencias, una vez alertados
de esta pandemia y con la evidencia internacional de sus efectos, le eran en
verdad imprevisibles o más bien se trataba de efectos que debieron anticipar tales
autoridades.
Como es evidente, el comportamiento más o menos diligente de tales
autoridades solo podrá medirse en la medida que avance el contagio en el país y,
particularmente, cuando llegue a su punto más alto, escenario que, en el momento
en que escribo estas páginas, aún no ha sucedido. En ese sentido, resultará
particularmente relevante juzgar si las alertas y medidas precoces adoptadas (que
se describen en detalle más adelante), fueron las adecuadas y oportunas.
138. b) Grado de probabilidad de ocurrencia del Covid-19 (frecuencia). Para
determinar cuán frecuente es una pandemia de esta naturaleza, y precisar de esa
forma si fue imprevisible por improbable, debemos ante todo tratar de describir lo
que se sabe, hasta ahora, acerca de su origen y naturaleza. Asimismo, conviene
destacar las advertencias efectuadas por organismos internacionales y nacionales,
que dan cuenta de la gravedad inusitada de esta pandemia y de su acelerada
propagación. Luego, se expondrá un análisis histórico del "periodo de retorno" de
pandemias similares. Finalmente, se efectuará un análisis de si puede estimarse
improbable su advenimiento.
139. i) Surgimiento del Covid-19 y su propagación internacional. Sin perjuicio de
que hasta la fecha (escribo estas páginas al término de abril de 2020), no existe
certidumbre científica sobre el real origen, naturaleza y consecuencias del Covid-
19259, de la información pública disponible, proveniente de órganos oficiales, se
desprende que en diciembre de 2019 se reportaron los primeros brotes de este
virus en la ciudad de Wuhan (Provincia de Hubei, China). Presumiblemente, su
origen estaría vinculado a la ingesta de ciertos animales exóticos infectados 260,
adquiridos en un mercado de esa ciudad 261.
Tal suceso habría sido informado por las autoridades chinas a la Organización
Mundial de la Salud (en adelante, "OMS"), el 31 de diciembre de 2019 262. El 7 de
enero de 2020, esta pandemia fue catalogada como un nuevo tipo de virus, que
tendría por características el provocar problemas respiratorios graves, ser letal en
muchos casos y poseer un alto nivel de contagio 263.
El 10 de enero de 2020, la OMS publicó un amplio conjunto de orientaciones
técnicas con recomendaciones para todos los países sobre el modo de detectar el
Covid-19, realizar pruebas de laboratorio y tratar a los contagiados, que se
remitieron a sus representantes regionales para ser puestos en conocimiento de
los países264. Al día siguiente, acontece en China la primera muerte por Covid-
19265.
En paralelo, la pandemia se empieza a propagar aceleradamente por el mundo.
El primer caso reportado fuera de China ocurre en Tailandia, el 13 de enero de
2020. Posteriormente, se propaga a Japón (15 de enero), la República de Corea
del Sur (20 de enero)266, Estados Unidos (22 de enero)267, Europa (en Francia, el
24 de enero268; en Alemania, el 27 o 28 de enero269; y en Italia y España, el 31 de
enero o 1 de febrero270), África (en Algeria, el 26 de febrero 271; en Nigeria, el 27 o
28 de febrero272; y, en Senegal, el 3 de marzo) y Latinoamérica (en Brasil, el 27 de
febrero273; en Ecuador, entre el 29 de febrero o 1 de marzo 274; y, en Argentina y
Chile, el 3 de marzo275).
En principio, el brote de este virus no fue catalogado como de "emergencia de
salud pública de importancia internacional"276, sin perjuicio de que se estableció
que el riesgo internacional de propagación era "alto" (23 de enero de 2020 277). Sin
embargo, luego de un análisis más exhaustivo y con el fin de brindar apoyo
internacional al gobierno chino, la OMS finalmente declaró, el 30 de enero de
2020, que el brote por este nuevo coronavirus constituye una "emergencia de
salud pública de importancia internacional"278. Conforme al Reglamento Sanitario
Internacional, tal calificación significa lo siguiente: "un evento extraordinario que ...
i) constituye un riesgo para la salud pública de otros Estados a causa de la
propagación internacional de una enfermedad, y ii) podría exigir una respuesta
internacional coordinada"279. Asimismo, el 28 de febrero de 2020, la OMS elevó el
riesgo internacional de propagación a "muy alto" 280. Luego, el 3 de marzo de 2020,
la OMS publica el Plan estratégico de preparación y respuesta de la comunidad
internacional, para ayudar a los Estados, con sistemas de salud más frágiles, a
protegerse de esta enfermedad281.
Finalmente, el 11 de marzo de 2020, la OMS cataloga al Covid-19 como una
"pandemia global", haciendo un "llamamiento a los países para que adopten
medidas urgentes y agresivas"282.
Conforme al último reporte de la OMS, disponible al cierre de esta edición (28 de
abril de 2020), en el mundo existen aproximadamente 3.030.248 contagiados y
206.529 fallecidos283. Además, el 21 de abril de 2020, mediante comunicado de
prensa la OMS afirmó que "lo peor está por venir", en torno al brote del Covid-
19284, y el 22 de abril de 2020, la Organización de las Naciones Unidas aludió a la
venida de una "catástrofe humanitaria internacional", en atención a la crisis
económica y la gran hambruna que afectará al mundo 285.
140. ii) Propagación del Covid-19 en Chile. El primer caso de contagio por Covid-
19 en Chile se registró el 3 de marzo de 2020 286. Evidentemente, según lo
expuesto, esta pandemia fue conocida en el país mucho antes, a través de los
medios de comunicación que informaron las alertas de la OMS 287.
La primera resolución formal de las autoridades chilenas, dirigida a la
ciudadanía, fue el Decreto Nº 4 del Ministerio de Salud, de 8 de febrero de 2020,
que dispuso una "Alerta Sanitaria", fundada en los comunicados de la OMS, ya
expuestos. Asimismo, ese decreto otorgó facultades extraordinarias a diversas
autoridades para enfrentar el virus, al mismo tiempo de comunicar los
antecedentes que se conocían del Covid-19. Entre ellos, se destaca el
comunicado de la OMS, de 30 de enero de 2020, que declaró el Covid-19 como
"emergencia de salud pública de importancia internacional".
Posteriormente, mediante el Decreto Nº 108 del Ministerio de Salud, de 28 de
febrero de 2020, se impuso una de las primeras medidas en las fronteras para
prevenir el ingreso del virus al país, y que consistió en establecer la obligación de
firmar una "declaración jurada de estado de salud" al momento del ingreso 288. La
pertinencia de esa medida, que ha sido cuestionada por su falta de efectividad y
de control posingreso, es una pregunta que probablemente se seguirá planteando.
El 3 de marzo de 2020, el Presidente de la República informó el plan de acción
por el brote de coronavirus, algunos antecedentes que se conocían respecto al
Covid-19, el Decreto de alerta sanitaria dictado por el Ministerio de Salud y las
primeras medidas adoptadas289. Ese mismo día se dio a conocer el primer caso
diagnosticado de coronavirus en Chile 290. Cuando la OMS declaró el Covid-19
como "pandemia global", el 11 de marzo de 2020, tal información fue replicada en
la página web del Ministerio de Salud291.
El 13 de marzo de 2020, el Presidente de la República informó que Chile se
encontraba, en materia de propagación del Covid-19, en la Fase 2, en transición a
la Fase 3, y que es "altamente probable que (se) llegue a la Fase 4" 292. Conforme
lo sostiene el Ministerio de Salud293, la Fase 1 (preparatoria) es cuando el país no
presenta casos del contagio del virus y se establece un proceso de preparación
para el arribo de casos importados del virus. Se presenta la Fase 2 (contención)
cuando aparecen los primeros contagiados, importados o detectados localmente,
con trazabilidad. En tal escenario, se aplican medidas de aislamiento y control
para que las personas enfermas no contagien a otros. Posteriormente, la Fase 3
(contagio comunitario) comienza cuando la enfermedad manifiesta avances en el
número de casos, y ya no resulta posible determinar la procedencia del virus o
quién contagió al enfermo. En esta fase se dispone de medidas de mitigación, con
foco en la atención clínica de contagiados. Finalmente, se entra a la Fase 4
(transmisión sostenida) cuando se producen casos de transmisión comunitaria
sostenida.
Volviendo a la descripción de los informes de autoridades nacionales, el mismo
día 13 de marzo de 2010, el Presidente de la República dispone varias medidas
que se implementarían, tales como el aislamiento por 14 días para cualquier
miembro de una comunidad educativa que tenga un familiar directo con contagio
confirmado, la suspensión de clases del curso o del establecimiento educacional
completo en determinados casos y la prohibición de eventos masivos con más de
500 personas en todo el país, entre otras medidas 294. El 16 de marzo de 2020, se
anuncia que Chile se encuentra en la fase 4 y se da la orden de cerrar todas las
fronteras terrestres, marítimas y aéreas para el tránsito de personas extranjeras 295.
Finalmente, el hito más importante fue la declaración de Estado de Excepción
Constitucional de Catástrofe, por calamidad pública, en todo el territorio nacional,
mediante el Decreto Nº 104 del Ministerio del Interior, el 18 de marzo de
2020, comunicado a la ciudadanía por el Presidente de la República ese mismo
día296. Luego de dicha fecha, la autoridad ha dictado diversas medidas restrictivas
de la libertad de circulación y cierres de colegios y de establecimientos no
esenciales, que son examinadas más adelante a propósito de si ellas, en sí
mismas, pueden también considerarse en abstracto como hipótesis de caso
fortuito.
Según el informe epidemiológico del Ministerio de Salud, de 20 de abril de 2020,
hasta la fecha de los datos (19 de abril de 2019), existiría una tasa de incidencia
acumulada de 54,0 por 100.000 habitantes 297. En particular, ascendió el nivel de
contagio a más de 100 personas a partir del 18 de marzo, siendo el primer caso
constatado el día 3 de marzo de 2020. Hasta la fecha de ese informe, el número
de contagiados oscilaba entre las 300 y 536 personas aproximadamente por
día298.
Asimismo, conforme a los datos entregados por el Ministerio de Salud, el 23 de
abril de 2020, el primer fallecido por Covid-19 en Chile se registró el 22 de marzo,
siendo 13 personas el nivel más alto de muertes diarias. Este último mes, la
cantidad de fallecidos por día oscila entre los 10 y 13 fallecidos en promedio 299.
Por último, conforme a la información oficial del Ministerio de Salud (29 de abril),
se registra en Chile un total de 14.885 contagiados y un total de 216 fallecidos 300.
141. iii) "Periodo de retorno" (frecuencia promedio) de pandemias similares. Para
responder a la pregunta de si el Covid-19 era imprevisible, como se ha expuesto
en este libro, un elemento crucial es determinar la periodicidad con que
históricamente sucesos como este se han repetido. Una exposición sucinta de las
epidemias de que se tiene registro en la historia, tal como la que sigue, puede ser
suficiente para ello.
Peste antonina o de Galeano (165-180). Se desconoce el origen exacto de esta
peste, aunque algunos autores indican que su origen sería en Egipto. Asimismo,
algunos autores le asignaron un origen religioso, explicación propia de la época 301.
Más allá de esto, se afirma que fue la enfermedad más grave que hasta esa fecha
habían sufrido los romanos, ocasionando hasta 2.000 muertos en un día 302.
Peste cipriana o Cipriano (249). Esta peste se habría originado en Etiopía,
expandiéndose luego a Egipto, Norte de África y, finalmente, a Roma. Si bien se
desconocen los detalles de esta pandemia, el cronista Zosimo I sostuvo que jamás
en la historia de Roma había existido una enfermedad con un grado tan alto de
mortalidad303.
Plaga de Justiniano (542-546). Se estima que esta fue la primera pandemia
ocasionada por plagas de la que se tiene conocimiento efectivo 304. Su duración fue
de cuatro años aproximadamente y se expandió por Asia, África y Europa. Se
estima que cobró cerca de 100 millones de víctimas.
Peste negra (1347-1350). Se sostiene que fue la segunda pandemia de la que
se tiene certeza que fue ocasionada por plagas 305. Se extendió ampliamente por
Europa y África y se estima que ocasionó la muerte de 200 millones de personas.
La Viruela de 1520 en México (1520). Esta peste habría sido transmitida por los
conquistadores españoles a los nativos de la Isla de Santo Domingo, entre 1518 y
1519. Tuvo una duración de dos meses en Tenochtitlan, y luego se expandió a los
diversos pueblos de la región. Se estima que acabó con la vida de entre un tercio
y la mitad de los nativos306.
Cólera (1817, 1827, 1852, 1856, 1881, 1961, 2004-2010, 2012-2013 y 2015-
2017307). La primera ola pandémica de cólera surgió en 1817 y duró hasta 1824,
produciéndose otras cinco a lo largo de ese siglo, que causaron millones de
muertes308. En 1961 se declaró en Indonesia la séptima ola pandémica de cólera,
llegando a América Latina en 1991. Se notificaron 400.000 casos y más de 4.000
muertes a lo largo del continente durante ese año 309.
Pandemia de la Viruela (1870-1874). Se estima que se originó en Francia en
1869 y alcanzó su punto máximo en 1870, afectando a todo el país. Con
posterioridad, se expandió a Inglaterra, Gales y demás países del continente 310.
Se estima que durante la epidemia murieron entre 60.000 y 90.000 franceses311,
4.292 irlandeses312, 170.000 alemanes313 y 35.931 belgas314.
Pandemia de Cantón y Hong Kong (1894-1903). Esta es la tercera pandemia
ocasionada por plagas de la que se tiene certeza. Se esparció rápidamente por el
mundo mediante ratas que abordaban barcos de vapor, en tiempos en que los
barcos mercantes a vela estaban siendo reemplazados. Se estima que, entre 1894
y 1903, la plaga ingresó a 77 puertos de distintos continentes. Asimismo, se
calcula que en la India hubo más de 6 millones de muertes entre 1898 a 1908 315.
Gripe española (1918). Habría tenido su origen en una mutación del H1N1
porcino o aviar durante la primavera de 1918, entre el personal militar
estadounidense316. Fue considerada como pandemia por la OMS 317, y se estima
que causó la muerte de entre 40 a 50 millones de personas. En Chile, se sostiene
que surgieron los primeros casos entre abril y mayo de 1918, y para 1919 se
reportaron 23.789 muertes en una población total que, para esa fecha, era de sólo
3,6 millones de habitantes318.
Por su proximidad con el Covid-19, al menos en su envergadura, más adelante
se profundizará sobre su naturaleza y consecuencias.
Gripe Asiática (1957)319. El virus H2N2 también fue catalogado como pandemia
por la OMS y habría tenido su origen en Asia, en una posible infección mixta de un
animal con una cepa humana H1N1 y una cepa aviar H2N2. Se reportó por
primera vez en Singapur, en febrero de 1957, luego en Hong Kong en abril de
1957, y en las ciudades costeras de los Estados Unidos en el verano de 1957. La
cantidad estimada de muertes fue de 1,1 millones a nivel mundial y 116.000 en los
Estados Unidos. En Chile, los primeros casos se confirmaron en julio de 1957. Se
extendió por todo el país y se estima que se produjeron 1.400.000 casos, de los
cuales 800.000 habrían sido en Santiago. El sector más afectado por la gripe
asiática fue la población escolar, en una proporción del 80%. Sin perjuicio de ello,
se considera que su letalidad fue baja dado que solo alcanzó 1,3 muertes por cada
1.000 enfermos320.
Gripe de Hong Kong (1968). La pandemia de gripe de 1968, declarada así por la
OMS, se ocasionó por el virus de influenza A (H3N2). Se originó en Hong Kong y
en Estados Unidos, reportándose el primer caso en septiembre de 1968. Se
estima que ocasionó la muerte de un millón de personas 321.
Ébola (1976, 2000, 1995, 2004-2005, 2007-2009, 2011-2012, 2014-2015 y 2017-
2019). Los primeros casos de ébola fueron detectados en 1976, en Nzara y
Yambuku, año en que se contagiaron 602 personas, de las que fallecieron 431.
Esta epidemia ha tenido diversos brotes, entre los que destacan, por la cantidad
de infectados y fallecidos, los siguientes: los de República Democrática del Congo
en 1995 y 2007; Uganda, en el 2000; y, los de Guinea, Liberia y Sierra Leona
entre el 2014 y el 2016322.
Gripe Rusa (1977). Causada por el virus H1N1, fue también catalogada por la
OMS como pandemia. Entre 1977 y 1978, la población rusa sufrió una epidemia
de influenza causada por un virus H1N1, que se expandió con posterioridad a
distintos países de Asia, Europa y América 323.
Virus de Inmunodeficiencia Humana (1981-actualidad). En 1981 se describió el
primer caso de VIH324, que al año 2019 ha ocasionado la muerte de más de 32
millones de personas. En la actualidad existen amplias campañas de prevención,
diagnóstico y combate del virus325. En Chile, según un reporte del Ministerio de
Salud, en el año 2019 hubo 61.660 nuevos diagnósticos 326.
Difteria (1990, 1994-1995, 2000, 2011-2015, 2015-2016 y 2018). Desde la
introducción de una vacuna contra la difteria, los casos han disminuido
considerablemente. Sin embargo, en 1990 surgió un brote en Moscú que fue
declarado emergencia de salud pública de importancia internacional por la OMS.
Con posterioridad, han surgido diversos brotes, como en Ecuador (1994-1995),
Asia Sudoriental (2000), India (2011-2015), Madagascar (2015-2016), Nigeria
(2018) y Bangladesh (2017-2019)327.
Gripe Porcina (1976328, 1988329y 2009-2010). El primer brote fue catalogado por
la OMS como "influenza con algunos incidentes con limitada propagación en
humanos", teniendo su origen en New Jersey, Estados Unidos, probablemente por
un virus enzoótico trasmitido por cerdos. Dicha gripe reapareció en 1988 cerca de
Wisconsin, Estados Unidos y luego el 2009 en México y Estados Unidos 330. Este
último brote fue declarado pandemia por la OMS 331. En Chile, los primeros casos
se confirmaron en mayo de 2009. Se estima que la duración del brote fue de 10
semanas. Su transmisión afectó a todas las regiones del país 332.
Gripe Aviar (1997, 2004-2017). El primer caso de gripe aviar se reportó en Hong
Kong, en 1997333. Desde 2004, se han detectado brotes en diversos países, entre
ellos, Vietnam (2004-2005), China (2004-2010; 2013-2017) y Turquía (2006).
Dengue (2004, 2006, 2008-2010, 2012, 2015-2017 y 2019). Dado el aumento de
casos de dengue, actualmente se estima que más del 50% de la población
mundial corre riesgo de contraerlo 334. De los diversos brotes reportados, destaca
el de Indonesia (2004), el de los países del Índico sudoccidental (2006), el de
Brasil (2008), Paquistán y Crimea-Congo (2010), Portugal (2012), Egipto (2015),
Uruguay (2016) y Jamaica (2019) 335.
Pandemia del Covid-19 (2019-Actualidad), declarada así por la OMS el 11 de
marzo de 2020.
Existen también otras influenzas que fueron catalogadas por la OMS como
"influenza con algunos incidentes con limitada propagación en humanos", que no
han tenido el impacto de las denominadas "pandemias", como la gripe H3N2
(1993), gripe H7N7 (1995), "influenza de los pollos" H5N1 (1997) y la gripe H9N2
(1999).
Como puede constatarse, existe un periodo de retorno (frecuencia) bastante
breve en cuanto al surgimientos de pandemias de alcance transnacional,
particularmente tratándose de algunas como el cólera, la difteria, el dengue, el
ébola, el H1N1 y la gripe aviar. En términos aproximados, es posible constatar
que, en promedio, cada 4 o 5 años el mundo se enfrenta a sucesos similares. La
misma circunstancia de que la OMS disponga incluso de una nomenclatura y
gradación para ellos (emergencia sanitaria con alcance internacional, pandemia
global, etcétera), da buena cuenta de su reiteración en el tiempo. Desde esta
perspectiva, entonces, al menos en términos estadísticos, es previsible que
fenómenos de una naturaleza similar al Covid-19 se repitan con esa frecuencia e
impacten a más de un país.
142. iv) ¿Puede entonces estimarse imprevisible el Covid-19? La cuestión de la
imprevisibilidad de pandemias internacionales ha sido discutida en algunos países.
Por ejemplo, en el derecho francés, algunas decisiones de justicia han concluido
que los brotes de H1N1 o de dengue no eran un caso fortuito, porque las
pandemias de esa naturaleza son conocidas, así como el riesgo de propagación,
sus efectos sobre la salud y las formas de tratamiento (podría sostenerse lo mismo
sobre el ébola, el cólera, la fiebre aviaria, etcétera) 336.
Pero el Covid-19 parece ser distinto. Se trata de una pandemia excepcional, de
muy rápida propagación y de escala mundial (tal como se demostró más arriba),
de una letalidad muchas veces superior a las anteriores, y todavía desconocida en
su real naturaleza y consecuencias. Por ello, y con razón, se le compara con la
"fiebre española" de 1918, que aniquiló a millones de personas.
Efectivamente, puede considerarse que el Covid-19 constituye una pandemia
extraordinaria, distinta a las acaecidas en los últimos decenios, y que por su
letalidad y propagación se asemeja a la fiebre española de 1918.
Al menos en su estado actual de expansión por el mundo, el Covid-19 comparte
varias características de esa pandemia de 1918, y por ello, para su mejor
comparación, vale la pena revisarla brevemente en sus consecuencias
demográficas, económicas e internacionales.
— Consecuencias demográficas. Se estima que entre 1918 y 1919 cerca de un
tercio de la población mundial, esto es, 500 millones de personas
aproximadamente, se vieron infectadas por la gripe española. Si se compara con
los otros tipos de influenza, la letalidad de la gripe española fue especialmente
alta, alcanzando el 2,5%, mientras que en otras influenzas pandémicas este
porcentaje no supera el 0,1%337. Se estima que ocasionó la muerte de 50 millones
de personas338, sin perjuicio de que existen algunas estimaciones sobre los 100
millones339.
El impacto de esta pandemia no se limitó a estas cifras. En efecto, la gripe
española corresponde a una influenza A del subtipo H1N1 340, que ha sido la
ascendiente de otras variantes de influenza, como el H2N2 (que provocó la gripe
asiática en 1957341) y el H3N2 (que causó la gripe de Hong Kong en 1968 342), y
por esto se ha afirmado que es "la madre de todas las pandemias" 343.
Desde esta perspectiva, y sin perjuicio de que el Covid-19 es aún una pandemia
en desarrollo, y de que existen pocas certezas sobre su erradicación, el alcance
global de la infección y su inusual letalidad lo asemejan más a la gripe española
que a otras pandemias recientes, como el H1N1.
— Consecuencias económicas. Es difícil determinar con precisión las
consecuencias económicas de la gripe española, en atención a que brotó en el
contexto de la posguerra y, además, porque prácticamente todos los países, salvo
España (y de ahí su nombre), censuraron o restringieron la información a su
respecto344.
En términos generales, la actividad manufacturera, el stock de bienes duraderos
y los activos bancarios se vieron afectados de forma grave. Asimismo, se estima
que solo los países y ciudades que implementaron precauciones rápidas y
contundentes no sufrieron recesiones mayores 345.
Por su parte, las consecuencias económicas del Covid-19 se están comenzando
a producir y resta aún tiempo para conocer su verdadero alcance. Pero todo hace
anticipar que estas serán severas y que acompañarán por largo tiempo a las
economías locales y al comercio internacional, a un punto tal que la ONU alertó,
como ya se señaló, un posible desastre humanitario. Ninguna de las pandemias
del último siglo, salvo la gripe española, causó estos efectos tan extensos.
— Consecuencias en materia de cooperación internacional. Con posterioridad a
la devastación ocasionada por la gripe española, diversos países del mundo
comenzaron a desarrollar colaboraciones científicas sin precedentes, con la
finalidad de prevenir y enfrentar futuras pandemias. Así, en 1947, el Comité
Provisional de la Organización Mundial de la Salud de las Naciones
Unidas estableció un programa para rastrear las variaciones del virus. Luego, en
1952 se creó oficialmente la Red Global de Vigilancia de la Influenza, la que fue
renombrada con posterioridad como el Sistema Global de Vigilancia y Respuesta a
la Influencia (GISRS), comprendiendo 153 instituciones en 114 países346.
Ahora bien, el impacto global de la gripe española, que propició esta intensa
cooperación internacional, se encuentra también presente en el caso del Covid-19,
lo que también es una señal de la cercanía entre estos dos desgraciados sucesos.
En efecto, la lucha contra esta pandemia ha sido enfrentada por organismos
internacionales (principalmente, la OMS), de los que han emanado
recomendaciones y directrices que la mayoría de los países han acatado y puesto
en práctica. En otros términos, se trata de una pandemia que se anuncia, tal como
la gripe española, como imposible de enfrentar de manera aislada, exclusivamente
con medios locales, sino que exige la cooperación y coordinación internacional.
La comparación anterior, por cierto, puede ir siendo confirmada o desmentida
con el correr del tiempo (insisto que escribo estas líneas al término del mes de
abril de 2020). Pero hasta el presente, todo indica que el Covid-19 es un suceso
solamente comparable con la gripe española de 1918.
Es un fenómeno, por ello, improbable, pues la última vez que ocurrió algo
parecido fue hace 102 años, esto es, hace cuatro generaciones. Comparar el
Covid-19 con el H1N1 es, por esto, errado, pues es como comparar el terremoto
de 2010 con el terremoto de Valdivia, o una marejada con un tsunami. El Covid-19
es en sí mismo imprevisible, pues es un desastre mundial, de alta letalidad y de
muy rara ocurrencia.
143. c) Mayor o menor probabilidad de anticipar el Covid-19 en todas sus reales
consecuencias. Vinculado a la frecuencia de un suceso, como se ha expuesto en
este libro, se encuentra la posibilidad real de anticiparlo en las múltiples
consecuencias que derivan de él. En otros términos, contribuye a confirmar la
conclusión de que un suceso es imprevisible, la circunstancia de no poder conocer
anticipadamente en qué consiste realmente y cuáles son sus verdaderas
consecuencias. Como se expondrá a continuación, el Covid-19 no solo es un
evento improbable por su rara frecuencia, sino que también sabíamos y sabemos
poco de sus reales consecuencias, subsistiendo hasta el presente enormes
incertidumbres científicas a su respecto.
— Incertidumbre en las formas de contagio. En primer lugar, según la OMS la
forma de contagio del coronavirus es principalmente de persona a persona a
través de las gotículas, procedentes de la nariz o la boca, que salen despedidas
cuando se tose o se exhala. Adicionalmente, estas gotículas también pueden caer
sobre los objetos y superficies que rodean al contagiado, de modo que otras
personas pueden contraer el Covid-19 si tocan estos objetos o superficies y luego
se tocan los ojos, la nariz o la boca. Sin embargo, la OMS ha reiterado que
actualmente están "estudiando las investigaciones en curso sobre las formas de
propagación de la Covid-19 y seguirá informando sobre los resultados
actualizados"347. En el mismo sentido, el Centro para el Control y la Prevención de
Enfermedades de EE. UU. ha sostenido que "el virus se propaga principalmente
de persona a persona... podría ser posible que una persona contraiga el Covid-19
al tocar una superficie u objeto que tenga el virus y luego se toque la boca, la nariz
o posiblemente los ojos. No se cree que esta sea la principal forma en que se
propaga el virus, pero aún estamos aprendiendo acerca del virus" 348. En otras
palabras, las formas de contagio del Covid-19 resultan, aún y en gran medida,
inciertas.
Asimismo, se ha adelantado que la trasmisión por medio del contacto con heces
de una persona enferma es baja, sin perjuicio de que las investigaciones iniciales
apuntan a que el virus puede estar presente en algunos casos. Sin embargo, los
expertos y autoridades igualmente recomiendan lavarse las manos con frecuencia,
después de ir al baño y antes de comer.
Ahora bien, aún existe incertidumbre sobre la posibilidad de contagiarse por
otros medios como, por ejemplo, a través del contacto con animales o de personas
fallecidas por Covid-19. En efecto, respecto del eventual contagio a través de
animales, la OMS ha informado que "existe la posibilidad de que algunos animales
resulten infectados por un contacto estrecho con personas infectadas. Se
necesitan más datos para saber si los animales y las mascotas pueden propagar
la enfermedad"349. Respecto del eventual contagio a través de cadáveres, existen
conclusiones distintas provenientes de las diversas instituciones médicas. Por una
parte, la OMS ha informado que "no hay evidencia de que los cadáveres
representen un riesgo de enfermedad epidémica después de un desastre natural.
La mayoría de los agentes no sobreviven mucho tiempo en el cuerpo humano
después de la muerte. Los restos humanos sólo representan un riesgo sustancial
para la salud en algunos casos especiales, como las muertes por cólera o fiebres
hemorrágicas"350. Sin embargo, el Public Health England (Reino Unido) sostiene
que quienes manejen los cuerpos de los fallecidos "deben ser conscientes de que
es probable que exista un riesgo continuo de infección por los fluidos corporales y
los tejidos en los casos en que se identifica la infección por coronavirus (SARS-
CoV2), ya sea mediante un diagnóstico clínico o una confirmación de
laboratorio"351. Por otra parte, el Centro para el Control y la Prevención de
Enfermedades de EE. UU. ha informado que "por el momento no existe un riesgo
conocido asociado al hecho de estar en la misma sala en la que se está velando el
cuerpo de alguien que falleció a causa del Covid-19 o en su funeral", pero que "el
Covid-19 es una enfermedad nueva y aún estamos aprendiendo cómo se
propaga"352.
En síntesis, pese a los esfuerzos de organizaciones internacionales y expertos,
que se han abocado laboriosamente al estudio del Covid-19, existen aún
incertidumbres científicas sobre las formas efectivas de contagio.
— Duración del virus en superficies. Otra de las incertidumbres que rodea este
nuevo virus guarda relación con la duración del Covid-19 en diferentes superficies,
aspecto que resulta relevante considerando la posibilidad de ser contagiado a
través del contacto con objetos que tengan gotículas de una persona enferma. Por
una parte, la OMS ha publicado que "no se sabe con certeza cuánto tiempo
sobrevive el virus causante de la Covid-19 en una superficie, pero parece
comportarse como otros coronavirus. Los estudios realizados (incluida la
información preliminar disponible sobre el virus de la Covid-19) indican que los
coronavirus pueden subsistir en una superficie desde unas pocas horas hasta
varios días. El tiempo puede variar en función de las condiciones (por ejemplo, el
tipo de superficie, la temperatura o la humedad del ambiente)" 353.
Por otra parte, existe una investigación publicada por The New England Journal
of Medicine que busca establecer la duración del Covid-19 en distintas superficies.
En particular, concluye que en aerosoles (las partículas en suspensión en el aire)
el virus perduraría hasta tres horas, hasta cuatro horas en el cobre (presente en
muchas monedas), 24 horas en el cartón y hasta 72 horas en el plástico y en el
acero inoxidable354. Sin embargo, la OMS no ha confirmado estos datos.
— Incertidumbre en los síntomas de los contagiados por Covid-19. Otro factor,
que provoca incertidumbre respecto de los reales efectos del Covid-19, se refiere
a los síntomas (consecuencias) de aquellas personas que padecen o fallecen por
Covid-19, así como también el momento en que un paciente enfermo se puede
entender "recuperado". En efecto, según informa la OMS, el periodo de incubación
—tiempo que transcurre entre la infección por el virus y la aparición de los
síntomas de la enfermedad— oscilaría entre 1 y 14 días y, en general, se sitúan
en torno a cinco días, sin perjuicio de que "estas estimaciones se irán actualizando
a medida que se tengan más datos". Asimismo, se ha informado que los síntomas
de la enfermedad por Covid-19 serían la presencia de fiebre, cansancio y tos seca.
Adicionalmente, se ha señalado que en algunos pacientes se presentan dolores,
congestión nasal, rinorrea, dolor de garganta o diarrea, los que pueden ser leves y
aparecer de forma gradual. Por otra parte, se ha constatado que algunos
pacientes son asintomáticos, y que cerca del 80% se recupera sin necesidad de
un tratamiento especial. Pese a lo anterior, también se ha informado que una de
cada seis personas puede desarrollar una enfermedad grave y dificultad para
respirar, y que el grupo más vulnerable y de mayor riesgo serían los adultos
mayores y quienes padecen afecciones médicas subyacentes como hipertensión
arterial, problemas cardiacos o diabetes. Por último, se ha informado también que
cerca del 2% de las personas que han contraído la enfermedad ha fallecido 355.
Por su parte, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.
UU. ha agregado también como síntomas del Covid-19 la presencia de
escalofríos, dolor de cabeza, dolor muscular y pérdida reciente de olfato o gusto,
señalando que tales síntomas podrían aparecer entre 2 a 14 días después de la
exposición al virus356.
Sin embargo, se han informado también otros síntomas que no han sido
estudiados o comprobados. Ejemplo de lo anterior es la aparición de heridas
cutáneas y coloración púrpura en los pies, similares a las que ocasionan los
sabañones. Esto fue afirmado por el Consejo General de Colegios Oficiales de
Podólogos de España aclarando, sin embargo, que "aún no se puede hablar de
evidencia científica"357. Asimismo, según un estudio de la Academia Americana de
Oftalmología también se habría reportado la presencia de conjuntivitis leve,
síntoma que tampoco ha sido reconocido oficialmente por la OMS 358.
Otro factor de incertidumbre respecto del Covid-19 son las secuelas que puede
dejar en pacientes ya recuperados, habiéndose ya detectado en algunos casos
una grave reducción de la función pulmonar y falta de aliento 359.
— Incertidumbre frente a las medidas de prevención. Como se sabe, tanto la
OMS como diversas instituciones internacionales han informado las medidas de
prevención más importantes. Sin embargo, persisten aún dudas sobre la
efectividad de su implementación. En efecto, dentro de las medidas de prevención
recomendadas, se encuentran las siguientes: lavarse las manos con agua y jabón
o el uso de alcohol gel; distanciarse de otra persona, al menos un metro (con todo,
persiste la incertidumbre respecto de cuál sería realmente la distancia
apropiada)360; evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca luego de tocar superficies;
y, cubrirse la boca y la nariz con el codo doblado o con un pañuelo de papel al
toser o estornudar.
Por otra parte, en relación al uso de mascarillas, la OMS ha informado que esta
sólo sería útil y necesaria para aquellas personas que presentan los síntomas
respiratorios característicos del Covid-19 (sobre todo, tos) o que cuidan a una
persona que ha contraído esta enfermedad 361. Sin embargo, recientemente el
Ministerio de Salud exigió su uso obligatorio "pues [así] disminuye la propagación
del virus de personas contagiadas hacia otras" 362. Incluso, en atención a la
escasez de mascarillas clínicas, se ha recomendado por la autoridad el uso de
mascarillas caseras, fabricadas con poleras, bufandas o bandanas 363, sin que
exista certeza sobre el material más efectivo, salvo un estudio realizado por la
Universidad de Cambridge364.
— Otras preguntas sin respuestas. "Reinfección" de pacientes recuperados y
tratamientos. La eventual "reinfección" por Covid-19 en una persona recuperada
es una de las preguntas que todavía queda por responder. En efecto, la OMS aún
no ha aclarado este interrogante, que surgió a raíz de un reporte de 91 pacientes
recuperados del Covid-19 en Corea del Sur, que luego dieron nuevamente positivo
en el examen365. Sobre este punto, el Centro para el Control y la Prevención de
Enfermedades de EE. UU. ha afirmado que "están investigando para poder
determinar si puede tener el Covid-19 más de una vez. Por el momento, no
sabemos con certeza si puede volver a infectarse. Mientras tanto, hasta que
dispongamos de más información, siga tomando las medidas para protegerse y
proteger a los demás"366.
Asimismo, el tratamiento idóneo para las personas contagiadas por Covid-19 es
todavía un campo incierto, en atención a que no existe una vacuna o medicamento
para curar a la persona afectada. En efecto, conforme ha informado la OMS "hasta
la fecha, no hay ninguna vacuna ni medicamento antiviral específico para prevenir
o tratar la Covid-2019. Sin embargo, los afectados deben recibir atención de salud
para aliviar los síntomas. Las personas que presentan casos graves de la
enfermedad deben ser hospitalizadas" 367. Por lo tanto, actualmente el tratamiento
consiste solo en aliviar los síntomas del virus y no en su erradicación.
Lo expuesto permite concluir que indiscutiblemente existe un cúmulo de
incertidumbres científicas respecto de la naturaleza del Covid-19, sus formas de
contagio, medidas de prevención y formas de erradicación. Todo ello alimenta la
idea de que se trata de un suceso imprevisible, pues, si bien eran conocidas estas
pandemias y su reiteración, era altamente improbable que razonablemente se
pudiese anticipar un fenómeno así de desconocido y de consecuencias
devastadoras, respecto de las cuales existe, incluso ahora que se
desencadenaron, un elevando desconocimiento. En este punto, nuevamente, el
Covid-19 se aproxima a la fiebre española de 1918, confirmando su carácter
imprevisible por la improbabilidad de anticipar un fenómeno de esta envergadura.
144. d) Momento en que debe evaluarse la imprevisibilidad del Covid-19. Como se
sabe, el momento en que debe ponderarse la imprevisibilidad del suceso admite
una distinción, dependiendo de si afecta las obligaciones emanadas de un
contrato o de un hecho que genera responsabilidad extracontractual.
Tratándose de la responsabilidad extracontractual, la imprevisibilidad debe
medirse al momento en que el agente comienza a ejecutar la acción o desde el
momento en que sobreviene el daño, cuestión que es más bien equivalente, desde
que el daño es parte de la acción (salvo en cuanto el daño se manifieste o sea
conocido en una época posterior).
En el caso del Covid-19, esta pregunta resultará relevante si llegan a analizarse
judicialmente las medidas de prevención adoptadas por la autoridad pública para
controlar el ingreso y propagación de la pandemia, así como para preparar las
respuestas sanitarias de tratamiento de los contagiados. Existiendo diversos
reportes de la OMS, enviados entre enero y marzo de 2020, es en ese momento
en el que debe medirse si las autoridades sanitarias previeron lo que su calidad de
expertos hacía exigible, en términos, por ejemplo, de planificación de barreras
sanitarias, reorganización de la capacidad hospitalaria, aprovisionamiento de
insumos médicos suficientes, redestinación de personal médico, etcétera. En
efecto, y en atención a la experiencia comparada de países que recibieron el
contagio antes y a las mencionadas alertas de organismos internacionales, es
difícil sostener que en esa época las consecuencias futuras de la propagación del
Covid-19 fueran imprevisibles para la Administración.
Por otra parte, en materia de responsabilidad contractual, la imprevisibilidad
debe medirse en el momento de la suscripción del acuerdo, en atención a dos
razones esenciales. La primera es que en ese momento se fijan los derechos y
obligaciones de las partes, esto es, el ámbito de deberes de cada parte, cuestión
que alcanza lógicamente a las consecuencias previsibles. La segunda razón es
que en ese momento corresponde al deudor abstenerse del compromiso o excluir
su responsabilidad por eventos previsibles que puedan impedir el cumplimiento.
Por esto, en ese instante donde puede presumirse que asumió sobre sí el peso de
eventos previsibles que dificulten o impidan el cumplimiento de la obligación, y
que, al mismo tiempo, excluyó su responsabilidad sobre sucesos que en ese
instante eran imprevisibles (por cuanto la diligencia debida por todo contratante no
alcanza tales eventos, según se ha dicho).
Como se expondrá, en la materia resulta relevante preguntarse por la fecha de
suscripción del contrato, con relación a las alertas oficiales de propagación del
Covid-19 y a las medidas restrictivas de la libertad ambulatoria que se fueron
implementando. Es evidente que un contrato suscrito en medio de todos estos
sucesos abrirá para las partes una posibilidad muy limitada de alegación del caso
fortuito en su favor, pues les será muy probablemente reprochable el haber
asumido el riesgo de un incumplimiento que podían y debían en esa época
anticipar por las mencionadas alertas.
145. Irresistibilidad del Covid-19. Probablemente, la irresistibilidad es el aspecto
más complejo y crítico respecto de los efectos del Covid-19. Como se ha expuesto
latamente en este libro, este elemento envuelve dos preguntas distintas: ¿el
suceso se pudo evitar? Y, luego, si no se pudo evitar, ¿podían al menos resistirse
(controlarse) sus desgraciados efectos? Si algo se puede evitar con medidas
adecuadas, se es responsable si no se hizo lo necesario para impedirlo. Si algo
inevitable se desencadenó, también se es responsable si se podían y debían
tomar medidas adecuadas para controlarlo y ello no se hizo.
Así, por ejemplo, un terremoto no se puede evitar, pues va más allá de las
fuerzas humanas, pero sí se pueden controlar en sus efectos, como el caso de
una fábrica destruida pero cuyo dueño puede relocalizar a los trabajadores en otra
sucursal para evitar su despido. Nuevamente, el análisis debe efectuarse en
relación con lo que es exigible según las posibilidades humanas, y no en
"absoluto". Por ejemplo, se podría en teoría evitar una cuarentena ejerciendo una
presión indebida frente a la autoridad pública, pero ello no es exigible (ni correcto).
Ahora bien, como se ha expuesto, ambos elementos (inevitable e irresistible)
tienen un diferente rol. El primero (evitar) sirve para configurar la existencia misma
del caso fortuito, el segundo (resistir) sirve para que surta sus efectos en el
incumplimiento de ciertos compromisos. Es por eso que, a propósito del Dictamen
de la Dirección del Trabajo Nº 1.282/006, de 26 de marzo de 2020, que estimó
caso fortuito el Covid-19, surgieron críticas en el sentido que ello no se puede
determinar "en abstracto", sino "caso a caso". En efecto, podemos llegar a la
conclusión de que el Covid-19 fue inevitable en general, pero que sus efectos se
puedan controlar en determinados contratos, y en esas hipótesis no será
considerado caso fortuito. Como lo concluye el destacado profesor francés
Mustapha Mekki, a propósito precisamente del Covid-19, "la fuerza mayor no se
decreta. Ella se aprecia caso a caso"368.
En el caso de Covid-19 esta distinción resulta también pertinente.
— Carácter inevitable del Covid-19. Por una parte, corresponde determinar si la
pandemia provocada por el Covid-19 pudo o no ser evitada adoptando los
resguardos necesarios. En otras palabras, si la existencia del virus y su
propagación pudieron ser evitados.
En principio, la mutación de cepas de virus, generalmente provenientes de
animales, y su transmisión a los seres humanos, es un hecho de la naturaleza
imposible de impedir. Tal es el origen de este nuevo virus, salvo en cuanto se
acreditase lo contrario (por ejemplo, su eventual creación por obra del hombre, lo
que plantearía naturalmente la responsabilidad de quien lo produjo).
Tratándose del Covid-19, dos cuestiones interesantes pueden presentarse en
cuanto a su carácter inevitable.
Por una parte, la responsabilidad de los distintos Estados respecto a las
medidas que implementaron para impedir que el coronavirus traspase sus
fronteras. Es cierto que, según lo expuesto, la mayor parte de los países, aun
incluso los más desarrollados y de mayores recursos, no han logrado ese objetivo
de forma absoluta.
Pero también es efectivo que algunos países han mostrado una mayor
eficiencia, en términos de medidas implementadas y su oportunidad, para
restringir que el contagio traspase sus fronteras. Muy probablemente se iniciarán
juicios más adelante, en Chile y en otros países, planteados por los familiares de
víctimas del Covid-19, y también es probable que los Estados aleguen en su favor
el caso fortuito. Un factor determinante, vinculado a este elemento, será precisar si
las autoridades fueron diligentes en implementar las medidas oportunas para
impedir que el virus entrara al país o que al menos lo hiciese de forma más
controlada. En el caso chileno, por ejemplo, será pertinente analizar si las medidas
precoces de control en las fronteras fueron las adecuadas (en tiempo y forma),
tales como las declaraciones de salud como requisito de ingreso, las restricciones
a las recaladas de cruceros (que se demostraron como fuentes muy agresivas y
masivas de contagios) y el seguimiento de los casos sospechosos de contagio una
vez ingresados al país.
Por otra parte, también puede presentarse la discusión del carácter evitable del
contagio cuando quien alega el caso fortuito se expuso imprudentemente a aquel.
Tal situación, que evoca la asunción de un riesgo o derechamente la culpa de la
víctima, también se vincula con el carácter exterior que debe revestir el caso
fortuito para ser eximente de responsabilidad, por lo que volveré sobre ese tema
en los párrafos siguientes.
— Irresistibilidad de las consecuencias del Covid-19. Por otra parte, es
necesario determinar si las consecuencias del Covid-19, que comprenden su
rápida propagación a nivel global y su alta tasa de contagio, pudieron ser
resistidas adoptando las medidas necesarias. Desde ya debe tenerse en cuenta
que el Covid-19 tiene una alta letalidad y que, al menos hasta el presente, no tiene
cura, consideraciones que pueden abonar la tesis de su carácter irresistible. Por
ejemplo, existen decisiones judiciales comparadas que, a contrario sensu, han
considerado resistible —y, por ello, no casos fortuitos— otras epidemias de menor
tasa de mortalidad y que tienen cura369.
En este sentido es conveniente efectuar una nueva distinción.
Por una parte, es necesario determinar si los efectos propios del virus como
fenómeno de la naturaleza (propagación, infección y mortalidad) pudieron ser
resistidos (mitigados) adoptando las medidas de resguardo necesarias, en
particular, en el marco del contrato que se esté analizando.
Por otra parte, cabe la pregunta de si los efectos provocados por los actos de
autoridad adoptados, como consecuencia del Covid-19, pueden o no ser
resistidos. Nuevamente ello es relevante en materia de acuerdos contractuales, y
distinguiendo la situación para cada tipo contractual.
La primera cuestión, por referirse a los efectos del caso fortuito en los diversos
tipos contractuales, se analizará en la sección 3 de este capítulo. La segunda
materia, por incidir en la caracterización de los actos de autoridad subsecuentes al
Covid-19 como hipótesis de fuerza mayor, se abordará en la sección siguiente.
En síntesis, y según lo expuesto, puede sostenerse que el Covid-19 es un
suceso inevitable y, en general, irresistible.
146. Exterioridad del Covid-19. Por último, en cuanto al carácter "exterior" del
caso fortuito, este significa simplemente que el causante del mismo no debe ser la
persona que lo invoca en su favor. Por ejemplo, no son exteriores, y por ello no
son caso fortuito, los cortes de energía que se deben a fenómenos climáticos
extraordinarios, cuando la falla se origina en realidad en la falta de mantención de
las redes por parte de la compañía eléctrica. En el caso del Covid-19, es claro que
se trata de un hecho exterior, así como las cuarentenas y restricciones impuestas
por la autoridad.
Un caso excepcional, donde podría sostenerse que no es exterior, se refiere a
aquella persona que se ha expuesto por su voluntad al virus, sabiendo de su alto
contagio, como ha ocurrido con algunos fieles que han organizado misas o
reuniones de oración. Si ellos se contagian, y luego quisieran utilizar ese contagio
como excusa de caso fortuito para no cumplir compromisos, probablemente no se
les escuchará por haber sido negligentes (culpa de la víctima). A contrario sensu,
no se ven obstáculos para que un contratante que ha contraído el virus de forma
accidental, y sin que medien acciones de exposición imprudentes, pueda hacer
valer el caso fortuito en su favor370.
Por último, también podría visualizarse que falla este requisito de la exterioridad,
en casos de responsabilidad extracontractual, si se logra acreditar una eventual
negligencia estatal en la adopción de medidas apropiadas y oportunas de
prevención y control de esta pandemia.
Por todo esto, puede afirmarse que el Covid-19 cumple, en general y abstracto,
con los tres requisitos del caso fortuito.
2. ACTOS DE AUTORIDAD SUBSECUENTES AL COVID-19 Y CASO FORTUITO
147. Junto con el brote y propagación del Covid-19, pueden también reunir los
requisitos de la fuerza mayor las decisiones de autoridades, adoptadas como
consecuencia de esa pandemia, y que han prohibido o limitado el desplazamiento,
y conducido al cierre de empresas, comercio y establecimientos educacionales.
Por lo demás, cabe tener presente que en muchas hipótesis, en que no es posible
establecer la reunión de tales elementos respecto del Covid-19, probablemente
ello sí se podrá lograr en los actos de autoridad subsecuentes.
Entre las diversas medidas que ha determinado la autoridad, con el objeto de
controlar la propagación del virus, es necesario destacar las siguientes, que tienen
la potencialidad de incidir directamente en el cumplimiento de diversos tipos
contractuales: a) Cuarentenas o confinamientos obligatorios; b) Cordones
sanitarios; c) Aduanas sanitarias; d) Prohibiciones de ingreso al país;
y, e) Prohibiciones relativas a la congregación de público. Ellas se fundan en la
declaración de Estado de Catástrofe, ya mencionada.
a) Cuarentenas o confinamientos obligatorios. Durante la expansión de la
pandemia en Chile, la autoridad ha adoptado progresivamente diversas medidas
de confinamiento obligatorio para los habitantes, de una forma que se ha
denominado "dinámica", para ciertos grupos de la población y también de manera
particular respecto de ciertas personas.
Dentro de las cuarentenas obligatorias que se han dispuesto para determinadas
localidades destacan las impuestas para las comunas de Isla de Pascua, Lo
Barnechea, Las Condes, Vitacura, Providencia, Ñuñoa, Independencia, Santiago,
la zona poniente de la comuna de Puente Alto, la zona nororiente de la comuna de
San Bernardo, El Bosque, Quinta Normal, Pedro Aguirre Cerda 371, Chillán, Chillán
Viejo, San Pedro de la Paz, Temuco, Padre de Las Casas, Puerto Williams, la
zona urbana de la comuna de Punta Arenas y la provincia de Chiloé 372.
Luego, dentro de las órdenes de confinamiento que se han decretado para
poblaciones generales, cabe destacar la cuarentena impuesta a todas las
personas mayores de 80 años, y la medida de toque de queda que prohíbe a
todos los habitantes de la República salir a la vía pública entre las 22:00 y 05:00
horas373.
Finalmente, se encuentran las medidas de aislamiento dispuestas en
consideración de las circunstancias particulares de cada persona, dentro de las
que destacan la cuarentena para las personas diagnosticadas con Covid-19 por 14
días desde el diagnóstico —que puede extenderse en determinadas condiciones—
y para las personas que hayan mantenido contacto directo con una persona
diagnosticada, por el mismo periodo; la cuarentena para las personas que se han
realizado el test para determinar la presencia de la enfermedad hasta que se les
notifique el resultado; y, la cuarentena por 14 días para las personas que han
ingresado al territorio nacional, sin importar el país de origen 374.
b) Cordones sanitarios. Esta medida implica la prohibición de ingreso y salida de
determinados sectores, con efectos generales para toda la población, a excepción
de aquellas personas cuya labor es indispensable para el abastecimiento de la
zona, otorgamiento de servicios críticos y servicios sanitarios, en el ejercicio de
dichas funciones375.
En el curso del desarrollo de la pandemia la autoridad ha dispuesto cordones
sanitarios en torno a las comunas de Chillán, Chillán Viejo, San Pedro de la Paz,
Hualpén, Osorno, Temuco, Padre de Las Casas, Puerto Williams y la provincia de
Chiloé376.
c) Aduanas sanitarias. Esta medida implica la determinación de zonas
estratégicas en que la autoridad sanitaria verifica el cumplimiento de las medidas
dispuestas para el control de la pandemia, en particular, aquellas que dicen
relación con las cuarentenas o aislamientos que deben cumplir determinadas
personas. Asimismo, pueden controlar el ingreso de eventuales contagiados, en
algunos casos limitar el desplazamiento cuando las condiciones sanitarias de la
persona asi´ lo hagan aconsejable, además de entregar y controlar pasaportes
sanitarios377.
Entre estas medidas destacan la instalación de aduanas sanitarias en todos los
puntos de entrada al país; en puertos y aeropuertos; en todos los puntos de
ingreso a las regiones de Valparaíso y Los Lagos; en los principales puntos de
entrada a la provincia de Santiago y de la comuna de Puente Alto; en todos los
puntos de entrada y salida a la Isla de Chiloé; y, en los puntos de cruce el
Estrecho de Magallanes378.
d) Prohibiciones de ingreso al país. En complemento a las medidas para los
habitantes de la República, la autoridad ha determinado ciertos resguardos para
evitar que se propague la infección desde eventuales casos provenientes desde el
extranjero.
Dentro de estas medidas consta el cierre de todas las fronteras áreas, marítimas
y terrestres, para el ingreso de personas, implementado desde el 18 de marzo de
2020 por un término de 15 días379 y prorrogado por siete días en dos ocasiones 380.
Esta prohibición de ingreso no rige para nacionales ni habitantes de la República y
además contempla la excepción a la entrada y salida de carga para asegurar el
abastecimiento de la población.
Otra medida relevante en este sentido ha sido la prohibición de recalada en
todos los puertos chilenos desde el 15 de marzo y hasta el 30 de septiembre de
2020381.
e) Prohibiciones relativas a la congregación de público. Parte importante de las
medidas sanitarias para el control de la pandemia son, desde luego, aquellas
destinadas a evitar que se reúnan grandes grupos de personas en un mismo
lugar.
En este sentido, destacan la suspensión de las clases en todos los jardines
infantiles y colegios hasta el 30 de marzo 382, prorrogada luego hasta el 10 de
abril383, y nuevamente prorrogada en atención al adelanto de las vacaciones de
invierno (efectivas desde el 13 de abril al 24 de abril) 384. Aún no se anuncia fecha
para el regreso a clases385. Asimismo, cabe citar la prohibición de realizar eventos
públicos con más de 50 personas y de eventos deportivos; la prohibición de
atender público en restaurantes, cafeterías y lugares análogos; y, la disposición
del cierre de cines, teatros y lugares ana´logos, pubs, discotecas, cabarets, clubes
nocturnos y lugares ana´logos, y gimnasios abiertos al público 386.
Expuesto lo anterior, la pregunta que corresponde responder es si todos o
algunos de estos actos de autoridad, que restringen esencialmente la libertad
ambulatoria, reúnen los requisitos para configurar un caso fortuito o fuerza mayor
respecto de los contratos en curso, esto es, si se trata de actos imprevisibles,
irresistibles y externos a la voluntad de las partes.
148. i) Imprevisibilidad. La primera cuestión que corresponde determinar es si
estos actos eran imprevisibles, esto es, si un contratante diligente debía o no
representarse su razonable probabilidad de ocurrencia. Y la respuesta admite,
como siempre, una distinción.
Por una parte, tratándose de contratos cebrados con una anticipación razonable
al conocimiento internacional del virus y a la declaración de pandemia por parte de
la OMS, la respuesta es afirmativa. En efecto, basta preguntarse si hace un año
atrás alguien podía anticipar razonablemente que ocurrirían estas severas
restricciones al desplazamiento y verdaderas clausuras de comunas, ciudades y
países a causa de una pandemia. En otras palabras, la pregunta es si antes de
estos sucesos, al momento de celebrar un contrato de largo plazo, las partes
debían o no representarse la ocurrencia de una pandemia global, causada por un
virus de gran capacidad infecciosa y alta mortalidad, y que acarrearía estas
severas medidas restrictivas de la libertad ambulatoria. Y todo indica que no era
exigible anticipar tan adverso escenario, que se presenta como una extraordinaria
catástrofe sanitaria de nivel global.
Por otra parte, tratándose de contratos celebrados con posterioridad a la
declaración de pandemia por parte de OMS y, especialmente, con posterioridad a
la confirmación de los primeros casos de Covid-19 en el país y la declaración de
Estado de Catástrofe, la respuesta afirmativa no resulta tan evidente. Por el
contrario, existen buenas razones para sostener que un contratante diligente debía
al menos representarse la probabilidad de que la autoridad nacional adoptara
medidas restrictivas similares a aquellas que ya habían adoptado otros países,
como las cuarentenas obligatorias y generales, y el cierre de fronteras 387.
En consecuencia, para determinar el carácter imprevisible de estas medidas se
deberá examinar caso a caso el iter contractual, la época de las negociaciones y
de la celebración del contrato, y si las partes eran o no contratantes sofisticados o
expertos, pues ya se ha señalado que a estos se les exige un nivel de previsión
acorde a sus capacidades.
149. ii) Irresistibilidad. En cuanto a este requisito, la pregunta pertinente es si un
contratante diligente podría o no haber adoptado medidas para resistir (contener)
las consecuencias de estos actos de autoridad, cumpliendo de igual forma sus
obligaciones.
En efecto, por definición un acto de autoridad, como acto del príncipe, es
inevitable y de ahí que se le denomine "fuerza mayor", cumpliendo ese primario
requisito, al que se ha hecho tantas veces referencia en este libro. Por esto, al
menos en abstracto, es posible afirmar que este requisito se cumple respecto de
todos aquellos contratantes afectados por medidas que restringen absolutamente
la libertad ambulatoria o la libertad de comercio, como, por ejemplo, aquellos que
desarrollan actividades no esenciales con prohibición absoluta de funcionamiento.
Luego, en cada caso se tendrá que evaluar si el deudor pudo o no implementar
medidas para resistir los efectos de estos actos de autoridad y cumplir lo pactado
(ajustando la forma de cumplimiento, siempre que satisfaga adecuadamente el
objeto de la obligación), o si ello es simplemente imposible, para siempre o
momentáneamente. En estos últimos casos existirá en su favor la excusa de
fuerza mayor, que justificaría la extinción de la obligación o su suspensión,
respectivamente.
150. iii) Externalidad. Por último, es necesario preguntarse si estas medidas
resultan ajenas a la voluntad del deudor que se quiere beneficiar del caso fortuito
o fuerza mayor. Y la repuesta nuevamente es, en principio, afirmativa. En efecto,
un acto de autoridad es por definición externo a la voluntad de los particulares, a
quienes no puede exigírseles que impidan la adopción de estas medidas.
Con todo, tratándose de decisiones de la autoridad acordadas con particulares,
la respuesta parece ser más difícil de otorgar. Tal es el caso, por ejemplo, del
cierre de malls y centros comerciales —y su posterior reapertura gradual— que la
autoridad pública "acordó" con algunas asociaciones gremiales 388. Por una parte,
puede sostenerse que, al tratarse de un acuerdo, la medida está privada del
carácter imperativo de una decisión de autoridad. Por otra parte, existen también
buenas razones para afirmar que, aunque medie el consentimiento de una
asociación gremial, lo cierto es que concurre la intervención de un órgano público
en ejercicio de su función. Por lo demás, respecto de cada dueño o administrador
de centros comerciales tal medida tiene un grado de exterioridad relevante para
estos efectos, cuestión que se prueba por la circunstancia de que incluso aquellos
que no estaban conformes con la medida, a la que compareció la asociación
gremial a la que pertenecen, de todas formas en la práctica debieron ajustarse a
ella. Así, hay buenas razones para estimar que incluso en estos casos se
cumpliría el requisito de la exterioridad.
Habiéndose concluido que, en abstracto y con las prevenciones indicadas, los
actos de autoridad restrictivos de la libertad ambulatoria y de comercio que se han
examinado reúnen los requisitos de imprevisibilidad, externalidad y exterioridad,
que caracterizan al caso fortuito o fuerza mayor, en la sección 4 de este capítulo
se volverá sobre los efectos particulares de tales actos en los tipos contractuales
más relevantes.
3. COVID-19 Y OTRAS FIGURAS CONTRACTUALES (IMPREVISIÓN Y FRUSTRACIÓN DEL FIN
DEL CONTRATO)
151. En tercer lugar, en atención a que muchas dificultades en el cumplimiento de
contratos no llegarán a configurar una hipótesis de caso fortuito, se abordarán a
continuación figuras cercanas que sí podrían aplicarse: la teoría de la
imprevisión y la doctrina de la frustración del fin del contrato.
En efecto, se trata de figuras vinculadas con el caso fortuito o fuerza mayor, en
atención a que comparten uno o más de sus requisitos, y que han sido
desarrolladas como remedios contractuales para moderar los efectos o decidir la
suerte del acuerdo, cuando este se ve afectado por un hecho sobreviviente e
imprevisto, que produce un severo desequilibrio en las prestaciones de las partes,
o bien, que priva al contrato de su finalidad o sentido económico.
Además, se trata de figuras que, conceptualmente y al menos en principio,
podrían recibir aplicación en un sinnúmero de contratos de amplio uso, que
envuelven pagos de dinero futuros o periódicos, como contratos de construcción,
de promesa de compraventa y arrendamiento comerciales, entre otros.
Lo anterior se debe a que, a diferencia del caso fortuito o fuerza mayor, la teoría
de la imprevisión y la doctrina de la frustración del fin del contrato no configuran
modos de extinguir las obligaciones, sino que permiten revisar la base económica
del acuerdo y, por ello, pueden ser invocadas para excusar el cumplimiento de
obligaciones de género, como el pago de una suma de dinero, o para instar a la
revisión de su entidad. Naturalmente, esto abre una posibilidad a deudores de
obligaciones de género, que en principio no podrían beneficiarse del caso fortuito
o fuerza mayor, para revisar y/o dejar sin efecto un contrato que ha devenido en
excesiva onerosidad y/o ha perdido su finalidad o sentido económico por los
graves efectos del Covid-19.
Con todo, es necesario efectuar una prevención: tanto la teoría de la
imprevisión y como la doctrina de la frustración del fin del contrato son
construcciones doctrinales desarrolladas al margen de los textos legales vigentes
en Chile y por ello, en teoría, sólo permitirían a los jueces en casos excepcionales
revisar el contenido del acuerdo. Tal es, precisamente, la situación excepcional
causada por el Covid-19, que ha provocado y seguirá provocando consecuencias
económicas graves e indiscutibles, y que ameritaría por ello solicitar, en casos
justificados y excepcionales, la revisión razonable de lo pactado.
Para tal efecto, la exposición se divide en los siguientes apartados: a) Efectos
del Covid-19 y teoría de la imprevisión; y, b) Efectos del Covid-19 y frustración del
fin del contrato.
152. a) Efectos del covid-19 y teoría de la imprevisión. En esta sección se examina
si los efectos provocados por el Covid-19, en los contratos en curso, podrían
justificar la aplicación de la teoría de la imprevisión por parte de los tribunales
nacionales. En efecto, como se expondrá a lo largo de esta sección, la teoría de la
imprevisión se ha desarrollado como un remedio jurisprudencial al desequilibrio
contractual y que se relaciona, al menos en parte, con el caso fortuito o fuerza
mayor, pero con una diferencia fundamental: el suceso imprevisto y sobreviniente
que afecta la obligación no hace imposible su cumplimiento, sino que la transforma
en excesivamente más onerosa o dificultosa. De ahí la importancia de precisar su
concepto y requisitos de procedencia frente a la pandemia provocada por el Covid-
19.
Sin perjuicio de las referencias históricas al desarrollo de esta institución en el
derecho comparado, el análisis se circunscribe a su eventual aplicación en el
derecho nacional, de acuerdo a las reglas y principios legales aplicables, la
jurisprudencia y doctrina en la materia.
Para efectuar este análisis, la sección se organiza en los siguientes
apartados: i) Teoría de la imprevisión: concepto y fundamentos; ii) Requisitos de
procedencia; iii) Efectos de la teoría de la imprevisión; y, iv) Aplicación
jurisprudencial en el derecho chileno.
153. i) Teoría de la imprevisión: Concepto y fundamentos. Como se sabe,
tempranamente la Corte Suprema de Chile sostuvo que los tribunales "carecen de
facultades para derogar o dejar sin cumplimiento la ley del contrato, ya sea por
razón de equidad o bien de costumbres o reglamentos administrativos" 389. De esta
forma, la Corte Suprema se alineaba con el derecho francés, de quien es tributario
nuestro Código Civil, que desde el célebre fallo del Canal Craponne (6 de marzo
de 1876), sentó una jurisprudencia invariable de rechazo a la revisión de los
contratos y que solo se revirtió por la reforma del derecho de los contratos y de las
obligaciones de 2016, que recogió esta figura (art. 1195 del Código Civil
francés)390.
Esta extendida doctrina determinó que durante muchos años no recibiera
aplicación en el derecho nacional la teoría de la imprevisión391, que, en ciertas
hipótesis que se examinarán más adelante, habilitaría a los tribunales a revisar la
estructura económica del contrato por un cambio sobreviniente en las
circunstancias que motivaron su celebración 392.
Sin embargo, tanto la doctrina como la propia jurisprudencia comenzaron a
advertir que la aplicación irrestricta del pacta sunt servanda podía da lugar a
resultados injustos para una de las partes 393, al romperse el equilibrio contractual
por circunstancias sobrevivientes que no pudieron preverse al tiempo de celebrar
el acuerdo.
En atención a lo anterior, en los últimos años los tribunales superiores de justicia
chilenos han comenzado paulatinamente a admitir la aplicación de la teoría de la
imprevisión, que permite a los jueces revisar la estructura económica de los
contratos en curso por un cambio sobreviniente en las circunstancias que
motivaron o rodearon su celebración394.
De igual forma, varios han sido los intentos de regular legalmente esta
institución, ninguno de los cuales ha prosperado hasta la fecha 395.
La teoría de la imprevisión busca precisar "los supuestos bajo los cuales los
jueces estarían autorizados para prescindir de la aplicación del contrato al pie de
la letra, y el estudio de las soluciones posibles al desajuste producido. Estas
soluciones son fundamentalmente dos: la revisión judicial de los contratos y la
resolución por excesiva onerosidad sobrevenida" 396.
El origen de esta teoría se puede remontar al derecho canónico, y aun al
derecho romano, en que se entendía que toda convención envolvía tácitamente la
cláusula rebus sic stantibus, en virtud de la cual las partes están obligadas a
cumplir las obligaciones emanadas de la convención siempre que subsistan las
circunstancias bajo las cuales esta se celebró397.
Si bien esta teoría siempre ha concitado la atención en la doctrina nacional, los
graves efectos provocados por el Covid-19 han despertado un renovado interés en
ella, como una vía aplicable para la revisión de sus consecuencias económicas en
los contratos en curso398. Así también ha ocurrido en otros países399.
En efecto, como se expuso en las secciones anteriores, el caso fortuito o fuerza
mayor opera como un modo de extinguir o suspender los efectos de las
obligaciones, cuando su cumplimiento se ha vuelto imposible por un hecho externo
e imprevisible, sea de manera definitiva o temporal. De ahí que, al menos en
principio, el caso fortuito o fuerza mayor no beneficia al deudor de una obligación
de género, como el pago de una suma de dinero. Esto representa una limitación
para muchos deudores de contratos ampliamente utilizados en el tráfico jurídico,
limitación que la teoría de la imprevisión no impone. Por el contrario, la pertinencia
de esta teoría radica precisamente en que permite revisar la estructura económica
del acuerdo, arquetípicamente cuando envuelve pagos futuros o periódicos que
han devenido excesivamente onerosos para el deudor a causa de un hecho
sobreviviente e imprevisto, como es el caso de la pandemia provocada por el
Covid-19.
153. ii) Fundamentos de la teoría de la imprevisión. Varios son los fundamentos
que se han esgrimido para justificar la aplicación de la teoría de la imprevisión en
el derecho nacional 400, que se revisan sucintamente a continuación:
En primer lugar, se ha sostenido que los artículos 1558 y 1547 del Código Civil
solo hacen responsable al deudor de los perjuicios directos previsibles y
ocasionados por culpa leve, por lo que no sería correcto hacer responsable al
deudor por circunstancias imprevistas al momento de celebrar el contrato 401.
De esa forma, por ejemplo, el deudor de una obligación cuyo cumplimiento se ha
tornado excesivamente dispendioso a causa de las restricciones impuestas por el
Covid-19 (por ejemplo, restricciones de movilidad o de funcionamiento de ciertos
comercios y/o servicios "no esenciales"), podría excusar su cumplimiento o
solicitar que este se adecue o aplace en atención a tales restricciones.
En segundo lugar, se ha argumentado que la teoría de la imprevisión
descansaría en el principio de la buena fe objetiva, que resultaría infringido si el
acreedor exigiera al deudor un cumplimiento mucho más gravoso del previsto al
momento de celebrar el contrato.
En efecto, se ha sostenido que "si la base, el entorno en el cual el negocio se ha
gestado y hasta cierto momento ejecutado, es substancialmente modificada por
agentes imprevisibles, independientes del gobierno de las partes, que llegan a
perjudicar seriamente a una de ellas, negarse a su readecuación importa
contravenir a la buena fe con la que se debe contraer y ejecutar la obligación" 402.
En el mismo sentido, se ha afirmado que "violaría la norma que ordena a los
contratantes que se comporten de buena fe, el acreedor que exige a su deudor un
cumplimiento mucho más gravoso del previsto al celebrar el contrato, susceptible
incluso de arruinarlo... [por lo tanto] La buena fe en el cumplimiento de las
obligaciones sería, pues, el límite moral de la regla pacta sunt servanda"403.
En el caso del Covid-19, en aplicación de este principio podría el deudor, ante
todo, solicitar a su acreedor nuevo plazo o nuevas condiciones para el
cumplimiento de lo pactado, si este se ha tornado excesivamente dispendioso en
atención a las restricciones impuestas por el Covid-19. Además, y en ausencia de
acuerdo entre las partes, podría el deudor, en aplicación del principio general de
buena fe, pedir al juez que revise la forma y oportunidad de cumplimiento de lo
pactado, si este cumplimiento puede llegar a comprometer severamente su
solvencia.
Así, por ejemplo, quien ha comprometido una obra o servicio cuyos insumos no
se encuentran disponibles para cumplir en la época pactada, y no llegue a
configurarse un caso fortuito, podría solicitar la suspensión del plazo hasta que
tales restricciones sean levantadas por la autoridad.
En tercer lugar, se ha sostenido que la teoría de la imprevisión encontraría su
justificación en el principio de justicia conmutativa, que guarda relación con la
equivalencia de las prestaciones404, ya que el contrato perdería su legitimidad
como instrumento de intercambio al producirse un desequilibrio profundo entre las
prestaciones recíprocas405.
En efecto, se ha afirmado al respecto que "es inherente a todo contrato, según
su sentido (esencia o naturaleza), la reserva de que la regulación en el mismo
contenida solo tiene validez en tanto que no resulte por completo 'carente de
sentido' a consecuencia de circunstancias imprevisibles...[por lo que] la parte
afectada por estos sucesos extraordinarios e imprevisibles tiene derecho a recurrir
al amparo jurisdiccional para poner remedio a la situación que se encuentra la
destrucción de la relación de equivalencia en el contrato o su pérdida de
sentido"406.
Como se sabe, la equivalencia de las prestaciones en los contratos onerosos-
conmutativos se relaciona estrechamente con la teoría de la causa, por lo que se
volverá a ella al momento de tratar a doctrina de la frustración del fin del contrato.
Asimismo, si bien el Código Civil solo en ciertas hipótesis específicas establece un
control de fondo de esa equivalencia, como en el caso de la lesión enorme, bien
podría una de las partes solicitar la resolución del contrato si, encontrándose
obligado y pudiendo cumplir en tiempo y forma, la contraprestación de su
contraparte ha perdido ya utilidad o sentido económico, porque se ha
desvalorizado completamente el bien o servicio o porque tal cumplimiento ya no es
útil a causa de las restricciones impuestas por el Covid-19.
Finalmente, se ha sostenido que si bien el Código Civil de Chile no consagra
con alcances generales la teoría de la imprevisión, sí existen diversas normas que
permiten la modificación de las prestaciones por cambios sobrevivientes en las
circunstancias: a) El artículo 322 del Código Civil, que permite la modificación o
cesación del derecho de alimentos si varían las circunstancias que legitimaron la
demanda; b) El artículo 1496 del mismo Código que, por circunstancias externas,
hacen exigible la obligación antes del vencimiento del plazo estipulado (caducidad
del plazo); c) El artículo 2180, que faculta al comodante a pedir la restitución
anticipada de la cosa entregada en comodato cuando sobreviene una necesidad
imprevista y urgente; d) El artículo 2227, en virtud del cual el depositario puede
anticipar la entrega del objeto cuando peligre el depósito en su poder o este le
cause perjuicios; y, e) El artículo 2003 Nº 2, que faculta al constructor a solicitar al
juez que fije un aumento de precio de la obra, si por circunstancias imprevisibles
se ocasionaren mayores costos407.
Naturalmente, la revisión y/o resolución del contrato procederá derechamente en
aquellos contados casos en que la ley expresamente lo prevé. Con todo, esas
mismas hipótesis tienen la virtud de permitir extraer por analogía criterios de
procedencia para determinar su aplicación en los casos no expresamente
contemplados. Así, por ejemplo, el riesgo sanitario que puede envolver para el
deudor conservar y/o efectuar la entrega de la cosa en la oportunidad y lugar
pactado podría constituir un criterio que dispense o postergue su cumplimiento.
154. iii) Requisitos de procedencia. Tanto la doctrina408 como la jurisprudencia
nacional409 se encuentran contestes en que la aplicación de la teoría de la
imprevisión exige la concurrencia copulativa de los siguientes requisitos: a) Que se
trate de un contrato de ejecución diferida o de tracto sucesivo, cuyo cumplimiento
se encuentre pendiente; b) Que el contrato sea oneroso-conmutativo; c) Que
sobrevenga un suceso externo a la voluntad de las partes, imprevisible al instante
de la formación del consentimiento; y, d) Que este suceso, externo e imprevisible,
transforme en excesivamente oneroso el cumplimiento de las obligaciones de uno
de los contratantes, no haciéndolo imposible, pues entonces existiría caso fortuito
o fuerza mayor y se configuraría un modo de extinción de las obligaciones" 410.
A continuación, se examina sucintamente cada uno de estos requisitos.
En primer lugar, el contrato en curso debe ser de ejecución diferida, esto es,
"aquellos en los cuales alguna o algunas obligaciones se cumplen dentro de un
plazo"411; o bien, de tracto sucesivo, esto es, "aquellos en que los cumplimientos
se van escalonando en el tiempo durante un lapso prolongado" 412.
De otra forma no existiría una ventana temporal en que pudieran sobrevenir
eventos imprevisibles que alteren el equilibrio de las prestaciones 413.
En segundo lugar, el contrato debe ser oneroso-conmutativo, esto es, aquellos
de cuales emanan obligaciones recíprocas para ambas partes, que se miran como
equivalentes414.
En tercer lugar, el hecho que provoca la excesiva onerosidad debe ser ajeno a la
voluntad de las partes e imprevisible al momento de la formación del contrato.
Como se explicó latamente en los capítulos anteriores, el carácter imprevisible
del hecho que afecta el cumplimiento de la obligación constituye uno de los
elementos del caso fortuito o fuerza mayor. La imprevisibilidad es un criterio
normativo que apunta a determinar si era o no exigible al deudor representarse la
posibilidad de ocurrencia del hecho al momento de celebrar el contrato,
precaviendo sus efectos, por lo que se relaciona estrechamente con la diligencia
debida. En otras palabras, el hecho imprevisible es un suceso que escapa a la
diligencia debida por el deudor.
El carácter imprevisible del hecho, que se pondera al momento de la formación
del acuerdo respondiendo a la pregunta de si un deudor diligente debía o no
prever su ocurrencia y efectos, debe concurrir también en el caso de la teoría de la
imprevisión, afirmándose que no era posible ni exigible prever su ocurrencia al
momento de la celebración del acuerdo. En otras palabras, que escapa y va más
allá de la diligencia exigible al deudor. De aquí que, por ejemplo, resulte discutible
si los efectos del Covid-19 eran imprevisibles en aquellos contratos celebrados
una vez que la OMS declaró el virus como una pandemia, o más aun, una vez que
las autoridades locales comenzaron a adoptar decisiones y restricciones para
paliar o contener sus efectos.
En cuanto a la forma de ponderar si concurre el carácter imprevisible del hecho
tratándose de la teoría de la imprevisión, se han planteado esencialmente dos
alternativas: la opción subjetiva y la opción objetiva 415.
La opción subjetiva estima que el punto de referencia es el sujeto concreto que
contrajo la obligación. En consecuencia, la pregunta que deberá hacerse y
responder el juez es si ese contratante en particular pudo o no prever el hecho al
momento de celebrar el acuerdo.
La opción objetiva, en cambio, considera que el punto de referencia es el
individuo promedio puesto en las mismas circunstancias 416. En consecuencia, la
pregunta que deberá hacerse el juez es si el hecho que provoca la excesiva
onerosidad era o no previsible para el deudor promedio 417.
Conforme a lo expuesto en los capítulos anteriores, la determinación de si el
hecho era o no previsible para el deudor debe responder a un análisis objetivo, en
atención a su estrecha relación con el concepto de culpa civil que, como se
expuso, se determina también conforme a un patrón general y abstracto de
comportamiento. En efecto, sobre este punto se ha sostenido, acertadamente, lo
siguiente: "Considerando la conveniencia de debilitar lo menos posible el vigor de
la obligación tal como fue contraída, estimamos que la evaluación debe ser
objetiva. No debe el juez, pues, preguntarse si el sujeto que se pretende afectado
pudo o no prever el hecho, sino si el hecho era o no, en general, previsible" 418.
Por último, el hecho imprevisible debe transformar en excesivamente oneroso el
cumplimiento de la obligación. Esto es, "el acontecimiento no hará imposible el
cumplimiento porque, entonces, constituiría caso fortuito. Se precisa que haga
gravemente onerosa la ejecución de la obligación con serio perjuicio para el
obligado"419.
La revisión de los requisitos de procedencia de la teoría de la
imprevisión evidencia su estrecha relación con el caso fortuito o fuerza como
modo de extinguir las obligaciones, pero también sus matices: en ambos concurre
un suceso externo a la voluntad del deudor que no se pudo prever al momento de
obligarse. Sin embargo, para que haya lugar a la aplicación de la teoría de la
imprevisión ese hecho imprevisible no debe transformar en imposible el
cumplimiento de la obligación, pues de lo contrario concurriría el caso fortuito, sino
hacer excesivamente dispendioso su cumplimiento.
155. Ahora bien, sobre la base de los requisitos descritos en lo precedente, se han
identificado tres situaciones arquetípicas en que recibiría aplicación la teoría de la
imprevisión420, que son las siguientes:
— El cumplimiento de la obligación ha devenido en excesivamente oneroso,
esto es, los costos de la ejecución de la prestación han aumentado de manera
considerable en comparación a los previstos a la fecha de celebración del
contrato.
— La contraprestación se ha desvalorizado ostensiblemente, ya sea porque la
moneda en la cual se ha fijado el precio ha perdido valor adquisitivo o porque el
precio de mercado del bien, objeto del contrato, ha disminuido considerablemente.
— El cumplimiento de la contraprestación ya no satisface el fin previsto por las
partes al momento de contratar, es decir, la ejecución del contrato en sí ha perdido
sentido para el acreedor. Esto es, la prestación no se ha vuelto imposible, lo que
implicaría su extinción por caso fortuito o fuerza mayor concurriendo los demás
requisitos, sino que ya no cumple la finalidad económica que buscaba satisfacer el
acreedor al momento de contratar.
Así, por ejemplo, si en una cadena de contratos el incumplimiento de un
proveedor, generado por las restricciones impuestas por el Covid-19, impide a su
vez que el deudor cumpla oportunamente con su prestación de servicio, podría
este último solicitar la resolución de ese acuerdo fundado en que la prestación
debida ha perdido toda utilidad o función económica. En este punto se relaciona,
en consecuencia, con la doctrina de la frustración del fin del contrato que se
examinará más adelante, cuyo origen en el derecho anglosajón se vincula
precisamente con un caso en que el cumplimiento de la obligación había perdido
sentido y utilidad por un hecho imprevisible y externo a su voluntad.
156. iv) Efectos de la teoría de la imprevisión. Como se adelantó, dos son los
efectos que trae aparejada la aplicación de la teoría de la imprevisión.
Un primer efecto, severo y radical, consistiría en la pérdida de eficacia del
contrato, facultándose al juez para eximir a las partes de las consecuencias
futuras del acto por medio de su resolución. Esto es, la teoría de la imprevisión
afecta directamente la eficacia y fuerza obligatoria del contrato, lo que presenta un
matiz respecto del caso fortuito o fuerza mayor que opera como un modo de
extinguir o suspender el efecto de las obligaciones.
Un segundo efecto, menos radical en atención a que no priva de efectos al
contrato en su totalidad, consistiría en la revisión de sus estipulaciones para
adaptarlo a las condiciones nuevas e imprevistas 421. Es lo tradicionalmente se ha
denominado como revisión judicial del contrato, en virtud de la que se facultaría al
juez para moderar la excesiva onerosidad sobreviviente de una o más
obligaciones.
157. v) Aplicación jurisprudencial en el derecho chileno. Como se sabe, la teoría
de la imprevisión es una construcción doctrinaria desarrollada al margen de los
textos legales, que ha recibido una tímida recepción jurisprudencial en nuestro
país422. Varios han sido los intentos de regular legalmente esta institución en el
derecho nacional, a través de la presentación de distintos proyectos de ley que
hasta ahora no han prosperado423.
Antes de examinar los fallos que se han pronunciado sobre la teoría de la
imprevisión, corresponde efectuar dos prevenciones.
Por una parte, se debe tener presente que, en contratos sofisticados, como la
venta de suministros entre empresas, o de construcción, es usual que
expresamente se excluya la aplicación de la teoría de la imprevisión por lo que, en
tales casos, se deberá estar a la intención declarada de las partes.
Por otra parte, se debe tener presente que la aplicación de la teoría de la
imprevisión es resorte de los tribunales de justicia. En otras palabras, no puede
haber autotutela en esta materia. Lo que es deseable es que la parte que se
considere afectada por la excesiva onerosidad solicite a su contraparte renegociar
de buena fe, y solo en ausencia de acuerdo recurra al tribunal. Es la regla que
introdujo el 1195 del CC francés luego de la última reforma: solicitar renegociar o
acordar el término del contrato, o en su defecto ir ante el juez (una o ambas
partes) para que revise o le ponga término.
158. Efectuadas estas prevenciones, a continuación se examinan los principales
fallos de tribunales superiores de justicia y tribunales arbitrales que se han
pronunciado sobre la teoría de la imprevisión, tanto para acogerla como para
desestimarla.
Un primer antecedente se encuentra en una sentencia de la Corte de
Apelaciones de Santiago, que estableció lo siguiente: "Que, de esta manera, y de
la simple lectura del artículo transcrito, pareciere emanar en forma definitiva, la
inmutabilidad absoluta del contrato, criterio que esta Corte reconoce como un
principio de certeza y seguridad jurídica, sin embargo, estima que el análisis del
tema discutido en autos no puede abortarse de inmediato, pues la Teoría de la
Imprevisión no es, en ningún caso, un peligro para tal principio, es decir, no es
incompatible con la denominada 'ley del contrato', por el contrario, se puede
afirmar que ésta se ve reforzada por cuanto da la posibilidad a los contratantes de
conservar inalterada la situación jurídica que asumieron al
vincularse. Noveno: Que, concluido lo anterior, esto es, que La Teoría de la
Imprevisión puede ser aplicada en este juicio, corresponde determinar las normas
jurídicas que avalan dicha posición. En efecto, a juicio de estos sentenciadores, la
interpretación armónica de los artículos 1545, 1546, 1547, 1558, 1560, 1568, más
el artículo 1444, todos del Código Civil, permiten la aplicación de la citada teoría
en nuestro ordenamiento jurídico" 424.
La misma Corte ha resuelto que "si en un contrato de esta naturaleza se
produce una circunstancia grave, absolutamente imprevista e indispensable para
la ejecución de la obra, es factible reconocer la teoría de la imprevisión y
corresponderá al juez de la causa apreciar dicho presupuesto fáctico" 425.
De igual forma, la Corte de Apelaciones de San Miguel ha estimado aplicable la
teoría de la imprevisión, en los siguientes términos: "Que, así planteadas las
cosas, el exigirle al demandado asumir los mayores gastos que implicaron la obra,
es someterlo a realizar una prestación no prevista, es decir, 'no debida' que se
encuentra fuera de la relación contractual vigente desde 2007, situación que
deberá ser revisada mediante la aplicación de la llamada Teoría de la
Imprevisión"426.
Con todo, se debe hacer presente también que existe un fallo de la Corte
Suprema427, que niega lugar a la aplicación de la teoría de la imprevisión en el
derecho chileno, señalando que "el contrato no puede ser dejado sin efecto, y con
menos razón aún modificado, si no es por voluntad de las partes, los jueces en
materia civil no tienen otras facultades que las que se les han otorgado, y nadie
les ha dado la de modificar las convenciones"; y que "el contrato obliga, además
de lo que se expresa, a lo que le pertenece por su naturaleza, por la ley o por la
costumbre; y en ninguna de ellas aparece la imprevisión (Co 10)".
Sin embargo, existen dos antecedentes en que la Corte Suprema pareciera
estar dispuesta a revisar esta posición de rechazo categórico a la teoría de la
imprevisión.
En primer lugar, el 28 de junio de 2017, la Corte Suprema informó, mediante
Oficio Nº 94-2017, sus apreciaciones respecto del Proyecto de Ley iniciado por
moción parlamentaria que modifica el Código Civil, en lo relativo a la revisión
judicial de contratos civiles y mercantiles, Boletín Nº 11.204-07.
En esa oportunidad, la Corte señaló que, si bien tanto la instauración de la
imprevisión en el sistema del derecho civil chileno como la determinación
específica de sus requisitos y efectos correspondían al legislador, realizaría una
serie de observaciones técnicas con miras a perfecciones el proyecto y precaver
alguno de los problemas a que podría dar lugar su promulgación.
En efecto, la Corte realizó una serie de correcciones con el objeto de delimitar
cómo debería incorporarse a la imprevisión al derecho civil chileno, sin realizar
ninguna prevención o desaconsejar su implementación.
Entre estas correcciones o sugerencias se encuentran las siguientes: a) Incluir a
los contratos de ejecución diferida entre aquellos que pueden ser objeto de
revisión judicial, pues el proyecto solamente contemplaba su aplicación para los
contratos de tracto sucesivo; b) Clarificar la distinción sobre los tipos de contratos
a los que es aplicable pues, según el proyecto, la imprevisión se aplicaría a
contratos "bilaterales conmutativos" y a los "unilaterales onerosos". La Corte
propone que "la imprevisión sea aplicable a todos aquellos contratos, de ejecución
diferida o de tracto sucesivo, en que la equivalencia de los beneficios esperados
por los contratantes, pueda ser considerada, de buena fe, como causa del mismo";
y, c) Esclarecer los efectos de la imprevisión, pues el proyecto señala que si "el
desequilibro no se revierte con el aumento o disminución de la prestación, el juez
deberá declarar la resolución o terminación del contrato...". En opinión de la Corte,
esta redacción deja en manos del juez resolver el conflicto en atención a si el
desequilibrio puede o no revertirse, sin considerar otros elementos relevantes.
Podría darse el caso que un juez resolviera el contrato, bajo este criterio, pero las
partes quisieran seguir ligadas, o bien, casos en que los jueces adecuen un
contrato entre partes que no tienen ningún interés en seguir relacionadas.
En segundo lugar, en un reciente fallo, de 20 de marzo de 2020428, la Corte no
sostiene que la teoría de la imprevisión no pueda aplicarse en el derecho nacional,
sino que sus requisitos de aplicación no concurrían en el caso concreto, afirmando
que: "El caso de autos se podría enmarcar en lo que la doctrina denomina teoría
de la imprevisión, doctrina de la imprevisión o excesiva onerosidad sobreviviente...
Sin embargo, de conformidad con el artículo 1560 del Código Civil y el tenor de las
declaraciones del Sr. Godoy en torno a conocer los riesgos de invertir en el
mercado informal extra bursátil y su comportamiento anterior al hecho
sobreviniente durante los meses de junio a septiembre de 2014, excluyen en el
caso de autos la aplicación de la imprevisión".
En el mismo sentido, existe también jurisprudencia arbitral que ha estimado
aplicable la teoría de la imprevisión.
Un primer antecedente se encuentra en la sentencia de 13 de noviembre de
1986, dictada por el Juez Árbitro Carlos Urenda Zegers, que conoció en calidad de
árbitro arbitrador el conflicto suscitado entre Sociedad de Inversiones Mónaco
Limitada y el Consejo de Administración de esa sociedad. La controvertía en este
caso se refería a la existencia de un saldo de precio que la Sociedad de
Inversiones Mónaco Limitada debía a ENAP por la compra de acciones de
Compañía Nisa. Sin embargo, hacia fines de 1982 el demandante alegó que, a
causa de hechos graves e imprevisibles, las acciones de esa compañía habían
sufrido un severo menoscabo en su valor, por lo que solicitó al juez árbitro la
modificación de las condiciones pactadas para el pago del saldo de precio.
Ante todo, el fallo establece que el hecho de que la teoría de la imprevisión no
tenga consagración legal expresa no impide al tribunal arbitral pronunciarse al
respecto, en atención a que esta teoría no es contraria a la teoría de las
obligaciones establecida en el Código Civil. Al respecto, el árbitro sostiene lo
siguiente: "El hecho que nuestra legislación expresiva del derecho privado
nacional no contenga disposiciones concretas que se refieran a la influencia en los
contratos de los sucesos imprevistos, futuros y graves que los afecten en su
desarrollo, y que nuestros tribunales de justicia no hayan tenido ocasión de
pronunciarse sobre esta materia, no es óbice para que el tribunal arbitral entre a
pronunciarse sobre este particular (Co 8)". Agrega el fallo que la teoría de la
imprevisión es "perfectamente compatible con la teoría de la obligación tal cual
está desarrollada en el Código Civil, en razón de lo que establecen los artículos
1444 y 1546 del mismo código, en relación con los artículos 1440 y 1441 del
mismo (Co 14)".
El fallo sostiene, como fundamento de aplicación de esta teoría, la alteración de
la equivalencia de las prestaciones que envuelve el contrato, señalando que "el
contratante que se ve afectado por imprevisión que trastoca profundamente la
relación de equivalencia de un contrato, tiene determinados derechos que hacer
valer ante su contraparte (Co 21)"429.
Un segundo precedente arbitral relevante se encuentra en la sentencia de 27 de
julio de 1993, recaída en los autos arbitrales caratulados "Sociedad Constructora
La Aguada Limitada con Emos S.A." 430, dictada por el Juez Árbitro Claudio Illanes
Ríos. Este fallo reviste especial importancia, porque la Corte Suprema tuvo
oportunidad de revisarlo conociendo de un recurso de queja deducido en su
contra.
El juicio guardaba relación con los mayores costos en que incurrió la Sociedad
Constructora La Aguada Limitada con motivo de la ejecución de un contrato a
suma alzada para la construcción del colector interceptor del Zanjón de la Aguada,
como consecuencia de sobreexcavaciones y la instalación de un nuevo relleno de
suelo-cemento para mantener las condiciones de carga sugeridas por los
parámetros del suelo.
La sentencia arbitral determinó la procedencia del reembolso del mayor costo de
las obras ejecutadas, estimando que la teoría de la imprevisión si tiene cabida en
el ordenamiento nacional431.
Un punto relevante en relación con este fallo y su alcance es que, conociendo
de un recurso de queja interpuesto en contra de la sentencia que ordenó el
cumplimiento incidental de lo resuelto, la Corte Suprema sostuvo lo siguiente: "la
sentencia hace hincapié que se trata de una materia de carácter técnico con dos
informes periciales, el último de los cuales, concretamente, consideró que las
mayores obras no fueron previsibles, sin embargo, necesarias para la adecuada
ejecución del contrato... que en consecuencia, al ordenarse el mayor pago de las
obras que debieron ejecutarse, obras que resultaron necesarias, y que no fueron
previstas al convenirse el precio por suma alzada, no se ha incurrido por parte del
árbitro en falta o abuso, toda vez que sus conclusiones son adecuadas y guardan
relación con los antecedentes aportados y en especial con las pruebas
periciales"432.
Un tercer precedente arbitral se encuentra en los fallos recaídos en las causas
caratuladas "Empresa Eléctrica Guacolda S.A. con Empresa Minera Mantos
Blancos S.A.", de fecha 25 de abril 2007; y "Gas Atacama Generación S.A. con
Empresa Eléctrica de Antofagasta S.A. y otros", de 24 de enero de 2008 433.
En ambos casos el hecho invocado como imprevisible y causa de la onerosidad
sobreviniente fue la denominada crisis del gas natural, que implicó cambios
estructurales en el mercado eléctrico, principalmente un aumento considerable en
los costos de generación de este tipo de energía, lo que envolvía pérdidas
elevadas para las generadoras en el caso de contratos suscritos con anterioridad
a la fecha de inicio de la crisis. Con todo, pese a que ambos fallos aceptan la
aplicación de la teoría de la imprevisión en el derecho nacional, solo el primero
estimó que se reunían en la especie sus requisitos de procedencia.
A continuación, se describe en general el alcance de ambas sentencias.
Como se indicó, el primero de estos laudos dio lugar a la demanda aplicando la
teoría de la imprevisión, estableciendo que en la especie concurrían sus requisitos
de procedencia, en particular, el carácter imprevisible que para la demandante
tenía la crisis del gas, agregando que los cambios experimentados por el mercado
desnaturalizaban la economía del contrato. Al respecto el laudo señala lo
siguiente: "no obstante contar con una adecuada asesoría técnica y un buen
conocimiento del mercado energético en general [la demandante] no ha podido,
lógica y racionalmente, prever las profundas alteraciones que se iban a producir
en dicho mercado... [que] el precio de la electricidad ha tenido importantes alzas,
todo lo cual ha desnaturalizado las relaciones contractuales convenidas por largo
tiempo".
Agrega el fallo que "el cumplimiento irrestricto del contrato implicaría un frontal
desconocimiento de una realidad muy distinta a la existente en dicha época (la de
celebración del contrato), lo que se traduciría en el quiebre de un elemento
esencial de un contrato bilateral y oneroso, que es el principio de la
conmutatividad"434.
En el segundo de estos laudos, dictado por el árbitro señor Ricardo Peralta
Valenzuela, la demandante invocó también la crisis económica del gas natural
como hecho imprevisible, alegando que, en ese contexto, proveer energía
eléctrica a los demandados devenía en una obligación excesivamente onerosa
para su parte, que justificaba la aplicación de la teoría de la imprevisión, dando por
terminados los contratos y eximiendo a las partes de efectuar cualquier pago o
indemnización como consecuencia de esa terminación.
En este caso, el árbitro reseña los requisitos de aplicación de la teoría de la
imprevisión. Sin embargo, el juez árbitro estableció que el hecho determinante
para dirimir la controversia no era la crisis del gas natural, sino el incumplimiento
en que habían incurrido los proveedores argentinos, acontecimiento que, en su
concepto, "no podía razonablemente encontrarse al margen de toda consideración
o previsión por Gas Atacama"435.
En este sentido, el laudo agrega que "era representable para Gas Atacama la
posibilidad de incumplimiento de su obligación de suministro frente a las
distribuidoras de energía, desde el momento que dicho incumplimiento lo hacía
descansar en el contrato con los proveedores argentinos y, además, en su propia
capacidad de generación. No existe razón suficiente para no exigir en los
contratos de suministro la representación anticipada del incumplimiento, ni la
consideración acerca de que las partes no se habrían obligado de haberlas podido
tener en vista, puesto que el objeto de su obligación era la entrega de energía y
potencia, no la entrega de energía y potencia producida por gas proveniente de
proveedores argentinos, con lo cual, la restricción en el envío y los gravámenes
debía representárselos Gas Atacama en los contratos de suministro; no así las
demandadas"436.
En síntesis, el laudo, aun considerando potencialmente aplicable en la especie
la teoría de la imprevisión, estimó que el requisito de la imprevisibilidad no
concurría en este caso.
El cuarto fallo arbitral relevante en esta materia es el emanado del Centro de
Arbitraje y Mediación de la Cámara de Comercio de Santiago, de 4 de diciembre
de 2003, dictado por el árbitro señor Luis Figueroa del Río. En este caso, la
demandante alegaba el incumplimiento de una promesa de compraventa de
inmueble suscrita con la demandada. Esta alegó que el motivo que había
determinado la celebración de la promesa de compraventa era la construcción de
un terminal de buses. Sin embargo, señaló que las concesiones de ciertos
recorridos de las líneas que utilizarían el referido terminal habían sido transferidas
a terceros, por lo que sin esos recorridos no tenía sentido comprar el inmueble
prometido.
En este caso, el árbitro desestimó la defensa de la demandada porque el hecho
que alegaba como imprevisto había sido un acto voluntario, señalando lo
siguiente: "3. Que la sociedad demandada ha aducido la teoría de la imprevisión
para los efectos de exonerarse del pago de la pena compensatoria. 4. Que la
venta de una concesión de vías de servicio de transporte alegada como hecho
imprevisto fue un acto voluntario ejecutado por la misma demandada, y por
consiguiente no es un acontecimiento para suscribir la compraventa. Que no
obstante lo anterior la demandada no debió voluntariamente haber ejecutado un
acto que según ella le impedía cumplir el contrato que había suscrito con la
demandante"437.
En otras palabras, fallaba en este caso el requisito según el cual el hecho
imprevisto debe ser ajeno a la voluntad de las partes.
Finalmente, otro laudo arbitral emanado del Centro de Arbitraje y Mediación de
la Cámara de Comercio de Santiago, de 11 de noviembre de 2009, también
dictado por el árbitro señor Luis Figueroa del Río, reconoce la aplicación de la
teoría de la imprevisión, pero desestima su procedencia en el caso concreto. En
este caso la controversia también se refería al incumplimiento de un contrato de
promesa de compraventa suscrito entre las partes. La demandada alegó que la
crisis económica que había afectado al país le impidió formar el fondo forestal
necesario para adquirir los inmuebles prometidos, tornando su obligación en
excesivamente gravosa.
El árbitro nuevamente desestimó el carácter imprevisible del hecho invocado por
la demandada, señalando lo siguiente: "No se acreditó porqué ni en cuanto la
crisis económica, que es lo alegado como imprevisto, hizo tanto más gravoso el
cumplimiento de la obligación".
Este conjunto de sentencias —bastante exiguo considerando que se trata de
una doctrina que ha despertado gran interés en la doctrina nacional y múltiples
obras y monografías— evidencia los estrechos vínculos que existen entre los
requisitos de la teoría de la imprevisión y el caso fortuito o fuerza mayor.
Demuestra también que el requisito capital es la imprevisibilidad del hecho que
provoca la excesiva onerosidad sobreviviente.
Por último, este conjunto de fallos evidencia que es perfectamente posible
alegar la aplicación de la teoría de la imprevisión en obligaciones de género como,
por ejemplo, la obligación de pagar una suma de dinero, cuyo cumplimiento al
menos en principio nunca deviene imposible.
Este último punto resulta especialmente relevante en el escenario provocado por
el Covid-19, particularmente en aquellos casos en que la naturaleza de la
obligación (de pagar un género) excluye en principio la imposibilidad de
cumplimiento y, por tanto, la aplicación del caso fortuito o fuerza mayor como
modo de extinguir las obligaciones. Es precisamente la excesiva onerosidad que
adquiere la obligación de pagar un género lo que determina arquetípicamente la
aplicación de esta doctrina: el deudor puede cumplir, pero a costa de un sacrifico
desproporcionado que podría representar incluso su ruina.
En síntesis, el examen de los requisitos y efectos generales de la teoría de la
imprevisión permite estimar que resulta, al menos en principio, aplicable a un
conjunto de significativo de contratos que se verán afectados en su base
económica por las restricciones sanitarias, de movilidad y suministro impuestas
por el Covid-19.
Insisto, la imprevisión se trata de un recurso extraordinario, y por ello debe solo
limitarse su uso para casos muy calificados y graves, y tales casos pueden
efectivamente presentarse a propósito de una catástrofe tan generalizada y
profunda como la provocada por el Covid-19.
En particular, la aplicación de esta teoría parece esperable en aquellos casos en
que tales restricciones no hayan tornado imposible el cumplimiento de una o más
obligaciones, caso en el cual podría haber lugar a su extinción por caso fortuito o
fuerza mayor, sino precisamente en aquellas en que tal cumplimiento no se ha
hecho imposible porque las restricciones de movilidad, funcionamiento y/u
operación no son absolutas, pero su cumplimiento ha devenido excesivamente
oneroso para el deudor.
Asimismo, la aplicación de esta teoría parece especialmente relevante en
aquellos contratos de uso frecuente que envuelven pagos futuros o periódicos
(contratos de construcción y arrendamiento, por ejemplo), en atención a que es
precisamente la excesiva onerosidad que tal pago puede representar en la
situación actual el fundamento de la revisión y/o resolución del acuerdo.
Así se ha sostenido también en el derecho comparado, particularmente en
Argentina, país que en su última reforma al Código Civil y Comercial introdujo
expresamente esta doctrina438.
Lo anterior, teniendo presente que, en Chile, esta teoría ha tenido una tímida
recepción en los tribunales superiores y que la Corte Suprema la ha estimado más
bien improcedente en el derecho nacional.
En la sección 4 de este capítulo se volverá sobre la posible aplicación de esta
doctrina en los tipos contractuales más frecuentes.
159. b) Covid-19 y frustración del fin del contrato. En esta sección se examina otra
figura contractual que puede resultar aplicable frente a los efectos provocados por
el Covid-19: la teoría de la frustración del fin del contrato o pérdida sobreviviente
de causa.
Al igual que la teoría de la imprevisión, esta doctrina no opera como un modo de
extinguir las obligaciones por su imposibilidad de cumplimiento, como el caso
fortuito o fuerza mayor, sino que apunta a determinar si el hecho sobreviviente,
imprevisible y externo, priva o no de sentido y finalidad económica al acuerdo,
volviendo estéril e inútil el cumplimiento aun cuando fuese perfectamente posible.
Para efectuar este análisis, la sección se divide en los siguientes
apartados: i) Fin del contrato y causa; ii) Frustración del fin del
contrato; iii) Requisitos de procedencia; iv) Efectos, y v) Frustración del fin del
contrato en el derecho nacional.
En atención a que la nomenclatura frustración del fin del contrato tiene su origen
en el derecho anglosajón, antes de entrar en su examen se efectuará una revisión
general del concepto de causa en el derecho nacional en sus distintas acepciones
y enfoques, para reconducirlo al sentido de esta doctrina.
160. i) Fin del contrato y causa. Como se sabe, uno de los requisitos que debe
concurrir para la existencia y validez de un acto jurídico es la existencia de una
causa lícita, entendiéndose por tal "el motivo que induce al acto o contrato".
La causa, como elemento de existencia y validez de los contratos, es una de las
nociones más debatidas en la doctrina, existiendo diversas teorías que la explican
(teorías objetivas, las aproximaciones subjetivas, anticausalistas, la teoría de Henri
Capitant sobre el fin económico del negocio jurídico, entre otras) 439.
La disputa, en términos muy simples, se puede reducir a dos cuestiones
esenciales: en primer lugar, en el extremo, se cuestiona si la causa tiene algún
valor o alguna función como elemento del contrato (y de ahí la discusión generada
por algunas reformas comparadas, como la francesa de 2016, que han propuesto
su supresión); y, en segundo lugar, establecido que sí tiene una función relevante
por cumplir (como nuestro derecho positivo lo establece), definir si su concepción
se vincula a una noción estándar u objetiva aplicable para cada tipo contractual, o
bien, si es necesario considerar los motivos o intenciones que tienen las partes al
contratar.
Con eclecticismo, el derecho positivo nacional parece tomar partido por ambas
posiciones (objetiva y subjetiva). En efecto, el Código Civil exige que todo contrato
debe tener una causa lícita (artículo 1445 del Código Civil), y que "no puede haber
obligación sin una causa real y lícita; pero no es necesario expresarla. La pura
liberalidad o beneficencia es causa suficiente. Se entiende por causa el motivo
que induce al acto o contrato; y por causa ilícita la prohibida por la ley, o contraria
a las buenas costumbres o al orden público. Así la promesa de dar algo en pago
de una deuda que no existe, carece de causa; y la promesa de dar algo
en recompensa de un crimen o de un hecho inmoral, tiene una causa ilícita" (art.
1467 del Código Civil).
Una lectura atenta de lo que dispone el derecho positivo nacional conduce a
sostener lo siguiente:
— Causa final y abstracta. En primer lugar, que el Código Civil se refiere, al
tratar la causa del contrato o la causa de la obligación, por regla general, a
la causa final. En palabras de Avelino León Hurtado, autor de una célebre obra
nacional sobre la materia, esto quiere decir que "en cada tipo de contrato habrá
siempre una misma causa de valor constante y abstracto, precisada de antemano
por el Derecho"440. Por ejemplo, para el vendedor la obligación que contrae el
comprador de pagar el precio, y para el comprador la obligación del vendedor de
dar la cosa. Así, la causa se presenta como un control de la seriedad del
consentimiento, de la existencia de una contraprestación que justifique la
existencia de la obligación.
— Causa ocasional y consideración de los motivos. En segundo lugar, si bien se
reconoce la existencia de ese principio general, cuando es necesario definir la
ilicitud de la causa debe atenderse a la intención real de las partes, esto es, a "los
motivos individuales, a la causa ocasional, que determinó a contratar"441.
Así, por lo demás, lo ha entendido la jurisprudencia nacional, cuando al
discutirse la existencia de una causa (que se estima "lícita") la examina como
causa final (esto es, con base en la noción abstracta), y cuando se trata de la
discusión acerca de la "ilicitud" de una causa, la analiza como causa ocasional,
adentrándose en el examen de los móviles que impulsaron a contratar 442.
Así también lo concluye la doctrina mayoritaria. A modo ejemplar, se ha
sostenido que "al legislador no le interesa conocer el motivo o móvil determinante
que en un caso concreto y específico induce a la o las partes a celebrar el acto o
contrato, a menos que éste sea ilícito. En efecto, cada vez que se alegue la ilicitud
de la causa, corresponde al juez indagar por el motivo individual que indujo a
celebrar el acto jurídico y que constituye la causa real. Sólo dicho motivo real
puede ser lícito o ilícito, a diferencia del motivo que presume la ley, que siempre
es lícito"443.
Esta posición, por lo demás, es coincidente con la doctrina comparada más
autorizada. Así, Jean Carbonnier sostuvo que "cuando se trata sólo se determinar
si [la causa] existe, es suficiente con considerar un punto de vista esquemático,
mientras que, cuando se quiere determinar si es lícita (o moral), es necesario
mirarla de más cerca, poner en evidencia su carácter y su contexto" 444.
Con todo, otros autores también han puesto en realce un enfoque práctico-
económico del concepto de causa, entendiendo que "el motivo de un contrato es
siempre la satisfacción de una necesidad o interés concreto de las partes, que se
obtiene, salvo contadas excepciones, por la representación del resultado que se
produce en forma inmediata y directa del cumplimiento perfecto de las
obligaciones del contrato, porque ese resultado ha sido diseñado por las partes
para producir la satisfacción de esa necesidad o interés, ya sea por la sola
existencia del acto mismo, ya por el cumplimiento de las obligaciones concebidas
en él, que es la regla general, como se ha insinuado. En este último caso, la causa
es el resultado que se representan las partes como motivo del cumplimiento
perfecto de las obligaciones contraídas" 445.
En este mismo sentido, la doctrina comparada ha sostenido que "la causa del
negocio es, propiamente, la función económica-social que caracteriza el tipo de
negocio como acto de autonomía privada (típica en este sentido) y determina su
contenido mínimo necesario... puesto que la causa... viene a constituir,
regularmente, la intención práctica a la que se dirige, específicamente, la voluntad
de las partes"446.
En síntesis, para determinar la existencia de causa en un contrato bilateral
oneroso se debe analizar, en primer lugar, la existencia de una contraprestación
debida que justifique la obligación de la contraparte, lo que se traduce, desde una
dimensión económico-práctica, en la posibilidad de satisfacción del interés que se
tuvo en miras al momento de celebrar el contrato.
Por tanto, bien puede darse el caso de que el cumplimiento de la obligación sea
perfectamente posible, pero ya no reporte ninguna utilidad jurídico-práctica al
acreedor. En otras palabras, la finalidad o causa que el acuerdo tenía para una de
las partes se frustró o desapareció por un hecho sobreviviente y externo a la
voluntad de estas, volviendo estéril el cumplimiento de la obligación.
161. ii) Frustración del fin del contrato (pérdida sobreviviente causa). La causa o
finalidad del contrato, que debe existir al momento de la formación del
consentimiento, puede desaparecer por un hecho imprevisible y sobreviniente a
este, por ejemplo, porque desaparece o se hace imposible la contraprestación o el
interés objetivo que justifica la existencia de la obligación.
De ahí la pertinencia de examinar esta figura a propósito del Covid-19 que,
como se ha venido exponiendo, afecta y seguirá afectando un sinnúmero de
contratos en curso.
Esta hipótesis fue regulada y calificada, en primer término, en el derecho
anglosajón, en que se denomina frustration of purpose, hipótesis que tiene lugar
"cuando en un contrato bilateral válido la finalidad relevante y conocida para las
partes no puede lograrse —se ve frustrada— por razones ajenas —externas— a
su voluntad y sin que medie culpa... que tiene su marco en la teoría de la causa
(fin)"447.
En el derecho chileno, esta figura ha sido definida como "la dificultad o
entorpecimiento en el cumplimiento de la prestación por cambio en las
circunstancias objetivas existentes al momento de la celebración del acto. Son las
que, como enseñó Larenz, configuran la base objetiva del negocio. Ese statuo
quo que el mundo exterior ha de conservar para que el negocio se mantenga
equilibrado y dotado de sentido" 448.
En definitiva, la frustración del fin del contrato, o pérdida sobreviniente de su
causa, opera cuando su finalidad (el interés práctico-económico que se pretendía
alcanzar) se diluye por circunstancias sobrevinientes y ajenas a la voluntad de las
partes.
Tal sería el caso, por ejemplo, si un arrendatario celebra un contrato de arriendo
de un inmueble en la ciudad de Valparaíso para disfrutar del
espectáculo pirotécnico de fin de año, y tal intención es conocida por el
arrendador, y luego por una decisión de autoridad ese espectáculo se suspende.
En tal caso no se configura una hipótesis de caso fortuito o fuerza mayor respecto
de ninguna de las obligaciones de las partes: es perfectamente posible entregar la
cosa arrendada, en la época convenida, y pagar como contraprestación la renta
pactada. Pero la finalidad del arrendatario ya no será satisfecha aun cuando se le
entrega la cosa tomada en arrendamiento.
162. iii) Requisitos de procedencia. En cuanto a sus requisitos de procedencia, se
ha sostenido que la pérdida sobreviniente de la causa o frustración del fin del
contrato exige la concurrencia de los siguientes presupuestos: a) Que el contrato
sea bilateral, oneroso y de ejecución diferida o de tracto sucesivo; b) Que el
contrato tenga un fin conocido por la contraparte, y c) Que se frustre dicho fin 449.
A continuación, se examinan sucintamente cada uno de ellos.
En primer lugar, el contrato tiene que ser bilateral y oneroso, porque en esta
clase de contratos concurre precisamente la calidad de acreedor y deudor, y las
contraprestaciones recíprocas. Asimismo, debe tratarse de un contrato de
ejecución diferida o de tracto sucesivo, por cuanto el problema no se presenta en
los contratos que se perfeccionan y cumplen de manera instantánea.
Esto es, al igual que en el caso de la teoría de la imprevisión, debe existir una
ventana temporal entre la formación del acuerdo y el cumplimiento de las
obligaciones, en el cual tenga lugar el hecho externo e imprevisto que hace perder
la finalidad al acuerdo.
En segundo lugar, que el contrato tenga causa-fin y que esta sea conocida por
la contraparte.
En cuanto a este presupuesto, Espert lo ha definido como "el propósito práctico
y básico a que la parte acreedora de la prestación, más específica, menos
fungible, va a aplicar dicha prestación, cuando el propósito es conocido y aceptado
por la otra parte, o al menos, no rechazado"450.
En otras palabras, y siguiendo la nomenclatura del Código Civil, para la
aplicación de esta doctrina no basta que el contrato tenga una causa abstracta,
que es la misma en cada tipo contractual, sino que una finalidad económica o
práctica para el acreedor, que sea conocido expresa o tácitamente por el deudor.
Así, por ejemplo, en el caso del arrendatario que se ha expuesto más arriba, el
deudor sabía o debía saber por las circunstancias que rodearon a la celebración
del acuerdo, que ese contrato de arrendamiento tenía por causa o finalidad
práctica apreciar el espectáculo pirotécnico de fin de año, y no simplemente el uso
del inmueble.
En tercer lugar, que se frustre el fin del contrato por circunstancias
sobrevinientes, ajenas a la voluntad de las partes.
En este punto cobra relevancia la externalidad del hecho, lo que presenta un
punto de contacto con el caso fortuito o fuerza mayor. Con todo, la doctrina de la
frustración del fin del contrato no exige que la prestación se vuelva imposible de
ejecutar, sino que esta pierda sentido jurídico-económico por un hecho
imprevisible y externo, aun cuando sea perfectamente posible su cumplimiento.
163. iv) Efectos. Finalmente, en cuanto a sus efectos, la consecuencia de la
pérdida de causa sobreviviente o frustración del fin del contrato será la pérdida de
eficacia del acuerdo, en particular, a través de la resolución total o parcial del
contrato. Al respecto se ha sostenido que "la frustración del fin del contrato es
susceptible de provocar una ineficacia sobrevenida del mismo; ineficacia que sitúa
en la zona de la resolución total o parcial" 451.
En el mismo sentido se ha afirmado que "la sanción a un contrato que ve
frustrada su finalidad práctica por el acaecimiento de un evento sobreviniente e
imprevisible, únicamente tiene como reacción posible a la resolución del
mismo"452.
164. v) Frustración del fin del contrato en el derecho nacional. En el caso del
derecho chileno no existe norma expresa que reconozca la pérdida sobreviniente
de la causa y sus efectos, ni tampoco existen antecedentes jurisprudenciales
relevantes de su aplicación. Con todo, esta figura sí ha sido ampliamente
reconocida por la doctrina, por lo que, dados los graves efectos provocados por el
Covid-19, es altamente probable que se invoque judicialmente como una forma de
relevar el cumplimiento de algunos acuerdos en curso, en casos calificados 453.
En efecto, en el medio nacional se ha sostenido que la pérdida de causa del
contrato operaría "en el caso de que el valor o la utilidad de la prestación que tiene
derecho a exigir haya disminuido de manera significativa. En esta situación, la
prestación del deudor es perfectamente posible de cumplir en los términos
estipulados y no se ha tornado enormemente gravosa, pero tal cumplimiento ha
perdido de modo completo su razón de ser para el acreedor, que, a su vez, se
mantiene obligado a ejecutar la contraprestación. Es evidente que en este último
caso sólo puede presentarse respecto de contratos bilaterales, y es conocido en
Derecho Comparado como frustration of purpose, frustración del fin del contrato o,
simplemente, frustración del contrato"454. En tal caso "el afectado es el acreedor,
que se mantiene obligado a cumplir su propia prestación a cambio de una que ya
no le reporta ningún bene¿cio" 455.
En el mismo sentido se ha afirmado que "si la causa debe permanecer como tal
durante el cumplimiento total del contrato bilateral y al momento de ese
cumplimiento la causa de la obligación ha desaparecido por sobrevenir
circunstancias extraordinarias o imprevisibles es indudable que el contrato se ve
afectado por falta de causa. Si la causa es el motivo preponderante o el fin y la
ejecución de la contraprestación es la causa de la obligación diferida, el
desaparecimiento de tal motivo o la frustración del fin es la desaparición de la
causa con las consecuencias que para tal situación prevé nuestro Código Civil" 456.
Ahora bien, en el derecho nacional los efectos de la pérdida sobreviniente de
causa o frustración de la finalidad del contrato, una vez declarada, sí se
encuentran asociados a una figura jurídica reconocida inequívocamente tanto por
la jurisprudencia de los tribunales como por la doctrina: el enriquecimiento sin
causa. Esto es, en el evento de que el juez constante y declare que el contrato ha
perdido su causa por un hecho sobreviviente, lo que se hubiere dado o pagado
luego de que la causa ha desaparecido carece de un antecedente jurídico-
económico, por lo que asiste al deudor el derecho de repetir a través de una
acción in rem verso.
Esta figura jurídica ha sido definida como "el enriquecimiento que obtiene una
persona en base al empobrecimiento de otro... consiste en el desplazamiento de
un valor pecuniario de un patrimonio a otro, con empobrecimiento del primero y
enriquecimiento del segundo, sin que ello esté justificado por una operación
jurídica (como la donación) o por la ley" 457.
Se ha sostenido que esta institución encuentra su fundamento en la equidad,
esto es, en "poner en un mismo pie de igualdad los derechos de todos los
individuos, asegurar a cada uno la misma cantidad de ventajas y la misma suma
de beneficios"458. En el mismo sentido se ha pronunciado la Corte Suprema,
afirmando que "su fundamento radica en la equidad, que pone de manifiesto la
necesidad de evitar que alguien se enriquezca indebidamente a costa de otro" 459.
Existe abundante jurisprudencia nacional que reconoce la proscripción del
enriquecimiento sin causa. Así, por ejemplo, en una reciente sentencia de 13 de
agosto de 2019, la Corte Suprema sostuvo lo siguiente: "En cuanto al principio del
enriquecimiento injusto, se lo liga con una noción predominantemente económica,
rechazando el legislador que se obtenga tal ganancia sin causa jurídica. Se
pretende evitar, de esta manera, que una persona se enriquezca a costa de otra si
no puede justificar jurídicamente este beneficio... Si bien no existe una norma
específica que establezca este principio del enriquecimiento injusto en forma
general, muchas instituciones y soluciones jurídicas están inspiradas en él" 460.
En el mismo sentido, el máximo tribunal ha sostenido que "si bien nuestro
legislador no ha regulado expresamente el enriquecimiento sin causa, lo cierto es
que sí estableció, como se adelantó, una serie de instituciones que se fundan en
él. Así, la doctrina está conteste en que las reglas de las prestaciones mutuas, la
responsabilidad extracontractual por hecho ajeno, la nulidad de los actos de un
incapaz, las recompensas en la sociedad conyugal y la accesión, se inspiran en el
referido principio"461.
La doctrina nacional ha reconocido, asimismo, que el enriquecimiento
injustificado puede configurarse de manera sobreviviente por la frustración del fin
del contrato. En este sentido se ha afirmado que "la atribución patrimonial tiene
que ser un resultado previsto, el cumplimiento de un fin predeterminado. Esta
finalidad del desplazamiento patrimonial está reglada por las relaciones relativas
—de carácter obligacional— de las partes, expresas en la declaración de voluntad,
o tácitas, o establecidas en la ley. Siempre hay que mirar el resultado logrado en
el desplazamiento real con el fin impuesto por las relaciones relativas interpartes.
Una atribución sin causa es una atribución que no cumple su finalidad" 462.
Finalmente, en el evento de que se configure un enriquecimiento injustificado
para una de las partes del contrato por la pérdida sobreviviente de causa o
frustración de su finalidad, la parte que se empobrece injustificadamente podrá
siempre ejercer una acción in rem verso, para la restitución de lo pagado sin
"antecedente jurídico que justifique el beneficio obtenido y el perjuicio sufrido" 463.
En síntesis, lo expuesto permite concluir que la doctrina de la pérdida de causa
sobreviviente o frustración del fin del contrato podría operar tratándose de
contratos en curso afectados en su base económica por las restricciones de
movilidad, operación y suministro impuestas por la autoridad para combatir el
Covid-19. Nuevamente, debe tratarse de casos calificados, pues se trata de una
herramienta extraordinaria.
En efecto, los requisitos de esta figura se reducen, en esencia, a que esa
finalidad práctica y conocida por la contraparte haya desaparecido a causa de un
acto de autoridad, de forma tal que el cumplimiento, aunque perfectamente
posible, ya no brinde utilidad alguna al acreedor.
En tal caso, y una vez declarado resuelto el acuerdo, el derecho nacional
habilitaría a quien ha efectuado un pago sin causa a impetrar una acción in rem
verso. Con todo, es necesario tener también presente que se trata de una figura
que, si bien ha sido abordada con cierto interés por la doctrina, no tiene desarrollo
jurisprudencial en nuestro país, lo que vuelve incierta su aplicación práctica.
4. EFECTOS DEL COVID-19 Y LOS ACTOS DE AUTORIDAD EN DIVERSOS TIPOS
CONTRACTUALES
165. Por último, aplicando el análisis efectuado en las secciones anteriores, a
continuación se realiza una revisión de la situación en que podrán encontrarse
varios tipos contractuales directamente afectados, tales como contratos de
consumo, arrendamiento, construcción, educacionales, entre otros.
Para llevar a cabo ese examen es necesario, previamente, efectuar una
distinción. La pandemia provocada por el Covid-19 puede afectar a los contratos
desde una doble perspectiva.
Por una parte, el virus produce efectos que podríamos denominar
"impedimentos físicos o materiales", y que se relacionan fundamentalmente con
las restricciones de movilidad impuestas por la autoridad: el envío que no se
puede ingresar por las restricciones sanitarias, el servicio no esencial que no se
puede prestar por existir cuarentena total, los establecimientos comerciales y
educacionales cerrados por orden de la autoridad, etcétera.
Por otra parte, existen los efectos que podríamos denominar "intervenciones
sustantivas en tipos contractuales", que se relacionan con los actos de autoridad
que, teniendo como fundamento la prevención y control del Covid-19, directa o
indirectamente se pronuncian sobre el alcance de las obligaciones de ciertos
contratos en curso. Por ejemplo, lo son en cierta medida las circulares del Servicio
Nacional del Consumidor (en adelante Sernac) que interpretan que se encuentran
en suspenso los plazos de garantía; los dictámenes de la Dirección del Trabajo
que precisan las obligaciones y facultades del empleador frente en el escenario de
emergencia sanitaria, y los dictámenes de la Contraloría General de la República
que habilitan el pago extraordinario de honorarios y permiten la prórroga de
plazos. Como se ha mencionado, esta intervención resulta particularmente
relevante en los contratos asimétricos, en los que los instrumentos del derecho
civil, entre ellos el caso fortuito, parecen insuficientes para hacer frente a la grave
crisis económica y social que ha provocado la propagación del Covid-19 y las
decisiones de autoridad subsecuentes464.
Como se expondrá más adelante, en Chile el único contrato que ha sido
derechamente intervenido, en el contexto de la situación sanitaria provocada por el
Covid-19, es el contrato de trabajo, a través de la dictación de la Ley Nº 21.227
de Protección al empleo.
166. A diferencia de lo que ha ocurrido en Chile, diversos países han optado por
intervenir directamente otros tipos contractuales, cuyo cumplimiento resulta
especialmente sensible atendidos los efectos económicos y sociales del Covid-19.
A continuación se examina, en general, la situación en España, Alemania y
Francia.
— España. Como se sabe, España ha sido uno de los países de Europa
severamente golpeados por el Covid-19. Más allá del conjunto de medidas
sanitarias adoptadas por la autoridad (como las cuarentenas o confinamientos
generales), que materialmente afectan los contratos en curso, se han dictado
también leyes y decretos que intervienen directamente su contenido.
En este sentido, por ejemplo, se dictó el Real Decreto No 463/2020, de 14 de
marzo de 2020, el que, entre otras medidas, suspende todos los plazos en los
procedimientos de contratación administrativa, en beneficio de los contratistas del
Estado.
De igual forma, el Real Decreto Ley No 11/2020, de 31 de marzo de 2020, que
establece medidas de apoyo para consumidores y personas en situación de
vulnerabilidad, dispone la reducción o moratoria del pago de las rentas de
arrendamiento de inmuebles para personas vulnerables, por un máximo de hasta
cuatro meses (art. 4), la suspensión de las deudas hipotecarias (art. 19) y de otras
obligaciones sin garantía hipotecaria (art. 20).
— Alemania. Alemania ha sido uno de los países de Europa que ha registrado
menores tasas de mortalidad por el Covid-19. Con todo, elaboró un extenso
paquete de medidas para enfrentar la crisis sanitaria, disponiendo la creación de
un Fondo de Estabilización para la Economía ("WSF", por su sigla en alemán).
Entre las medidas adoptadas por el gobierno federal destacan la implementación
del Kurzarbeit, una modalidad de trabajo que reduce la jornada laboral y
proporcionalmente la remuneración pagada por el empleador, mientras que el
Estado subsidia hasta dos tercios del salario del trabajador.
Otra importante medida ha sido la prohibición de rescindir el contrato de
cualquier arrendatario que, entre el 1 de abril y el 30 de septiembre de 2020,
incurra en mora en el pago de las rentas. El plazo de vigencia de la ley es,
además, prorrogable por seis meses. En efecto, los arrendatarios podrán dejar de
pagar las rentas durante el periodo señalado, adeudando solo los intereses
respectivos una vez concluida la emergencia.
— Francia. Francia ha sido uno de los países más activos en la dictación de
leyes y reglamentos que intervienen directamente los contratos en curso, en el
marco de la Loi d'urgence, de 23 de marzo de 2020, que declaró el estado de
emergencia sanitaria y las medidas restrictivas de las libertades individuales para
enfrentarla.
Entre las diversas medidas adoptadas por el Estado francés, destaca
la Ordonnance 2020-306, de 25 de marzo de 2020, que dispone la prohibición de
suspender, interrumpir, ni reducir, los suministros de electricidad, agua o gas
durante la emergencia sanitaria465.
Asimismo, dispone la suspensión de multas, intereses, activación de garantías o
fianzas, reclamación de daños y perjuicios y resolución de contratos de
arrendamiento por no pago de rentas, respecto de pequeñas empresas que
ejerzan una actividad económica particularmente afectada por la crisis del
coronavirus. Asimismo, contiene disposiciones sobre suspensión de plazos en
materia de contratos de construcción y, en general, de prórroga de plazos
establecidos en leyes y reglamentos (como plazos de prescripción extintiva,
derecho de retracto, ejercicio de acciones en materia de urbanismo y construcción,
plazos de publicación o inscripción de ciertos actos, etcétera) 466.
167. Volviendo a la exposición, esta distinción —entre impedimentos físicos e
intervenciones sustantivas del contrato— se tendrá presente al revisar cada tipo
contractual.
Además, en aquellas situaciones en que una de las partes no puede
beneficiarse del caso fortuito, por ejemplo, porque es deudor de una obligación
genérica, se examina, en lo pertinente, la eventual aplicación de la teoría de la
imprevisión y/o de la doctrina de la frustración del fin del contrato.
Por último, se analizan, en general, los efectos de la Ley de suspensión de
plazos judiciales en los contratos en curso, esencialmente en materia de
prescripción.
La revisión, que se divide según cada tipo contractual, se efectúa en el siguiente
orden: a) Contratos de trabajo; b) Contratos de arrendamiento de inmuebles para
vivienda; c) Contratos de arrendamiento de locales comerciales; d) Contratos de
educación; e) Contratos de crédito (consumo e hipotecarios); f) Contratos de
construcción; g) Contratos de promesa de compraventa; h) Contratos de consumo
(prestaciones de servicios); i) Contratación administrativa, y f) Ley de suspensión
de plazos judiciales y su efecto en los contratos.
168. a) Contratos de trabajo. Este contrato puede verse afectado por el caso
fortuito, usualmente como una causal de despido cuando se ha hecho imposible la
continuación de las labores, por ejemplo, cuando se destruye la empresa por un
incendio ocasional (artículo 159 No 6 del Código del Trabajo).
Lo que ha ocurrido con el Covid-19 es que algunas empresas han debido cerrar
por decisiones de autoridad, como el comercio no esencial y restaurantes, y casi
todas las ubicadas en las zonas de cuarentena. En principio, eso no debería
afectar la continuidad del contrato de trabajo, porque el caso fortuito beneficia en
tal caso al trabajador y solo suspende su obligación de asistir a trabajar mientras
dure la restricción. Por el contrario, el empleador puede y debe seguir pagando la
remuneración, pues se trata de una obligación de dinero que siempre es posible
cumplir.
No obstante, en este tema es sabido que, el 6 de abril de 2020, entró en
vigencia la Ley Nº 21.227 de Protección del empleo, que permite suspender la
relación laboral y optar por el seguro de cesantía. Su justificación es el Covid-19 y
sus consecuencias, y sus efectos son similares a los que produce el caso fortuito
momentáneo (suspender y no terminar el contrato).
Por su parte, la Dirección del Trabajo, con ocasión de la emergencia sanitaria,
ha dictado un conjunto de dictámenes, indicando que el Covid-19 podría constituir
un caso fortuito en determinadas circunstancias, precisando los efectos tanto
respecto del trabajador como del empleador.
En este sentido, el Dictamen Nº 1.116/004, de 6 de marzo de 2020,
complementado por el Dictamen Nº 1.239/005, de 19 de marzo de 2020, sostiene
que pesa sobre el empleador un deber general de protección, pues la ley lo obliga
en términos amplios a resguardar la vida y salud de sus trabajadores 467.
En el contexto de la pandemia, ese deber se traduce, por una parte, en una
obligación de proporcionar a los trabajadores información de los posibles riesgos
asociados a la prestación de los servicios, e información efectiva y oportuna que
emane de la autoridad sanitaria que diga relación con la prevención y contención
del virus468; y, por otra parte, mantener los implementos necesarios para efectuar
un control eficaz de las medidas dentro de la empresa a objeto de prevenir la
propagación de la enfermedad469.
Luego, previene que de la lectura del artículo184 bis del Código del Trabajo se
desprende que, si la continuación de las labores representa un riesgo grave e
inminente para la vida o salud del trabajador, este tendrá derecho a interrumpir
sus labores y, de ser necesario, abandonar el lugar de trabajo 470. Tal riesgo grave
e inminente puede tener su origen en las características propias o inherentes a la
actividad desarrollada, o bien, en la ocurrencia de un caso fortuito 471. Pues bien,
en la opinión de este dictamen, la emergencia sanitaria por Covid-19, en el
contexto del trabajo, podría considerarse como una situación de riesgo grave e
inminente a la que alude el artículo 184 bis del Código del Trabajo.
Con todo, el Dictamen Nº 1.283/006, de 26 de marzo de 2020, que complementa
los referidos anteriormente, extiende la interpretación del Covid-19 como caso
fortuito en favor del empleador. Esta interpretación sostiene que, siendo el
contrato de trabajo un acto jurídico bilateral que genera obligaciones recíprocas
para las partes, ambas pueden liberarse del cumplimiento de sus obligaciones en
el evento de que exista un caso fortuito 472. Asimismo, establece que las medidas
de la autoridad como las cuarentenas obligatorias, los cordones sanitarios y
asilamiento en las residencias de 22:00 a 05:00 horas, cumplen los requisitos para
constituir caso fortuito, por lo que resulta necesario concluir que exoneran a las
partes de las obligaciones recíprocas que les impone el contrato de trabajo. Sin
perjuicio de lo anterior, agrega, la concurrencia del caso fortuito debe ser
determinada caso a caso por los tribunales de justicia 473.
Finalmente, este último dictamen analiza, a modo de ejemplo, algunas
situaciones que se podrían producir con ocasión de las medidas de la autoridad.
Una de esas corresponde al caso del trabajador que por efecto del toque de queda
no ingrese a prestar servicios. En tal escenario, según la Dirección del Trabajo, el
empleador no estaría obligado a pagar la remuneración del trabajador por no
haber estado este a disposición del primero, dado que la fuerza mayor habría
impedido los efectos normales del contrato 474.
En síntesis, en este contrato existen disposiciones legales y reglamentarias que
intervienen su contenido, modificándolo (Ley de protección del empleo) o
precisando el alcance de los derechos y obligaciones de las partes por la situación
sanitaria provocada por el Covid-19 (dictámenes de la Dirección del Trabajo).
Con todo, como la propia Dirección del Trabajo reconoce en sus dictámenes, la
determinación de si las restricciones impuestas por la autoridad han configurado
un efecto de fuerza mayor, que habilite al empleador a poner término al contrato
de trabajo, corresponde de manera privativa a los tribunales de justicia.
Excede los propósitos de este capítulo el efectuar una detallada apreciación
crítica de las intervenciones de la autoridad a través de los aludidos dictámenes.
No obstante, desde la perspectiva civil resulta completamente discutible la
interpretación que se efectúa sobre la extensión del caso fortuito al empleador, por
la mera circunstancia de tratarse de un contrato bilateral. La excusa del caso
fortuito, como causal de extinción o suspensión, afecta a las obligaciones de
manera independiente y no resulta extensiva "por reflejo" a la obligación de la
contraparte, particularmente cuando se trata de una obligación dineraria (pagar la
remuneración), que por definición siempre es posible. Tampoco resulta aplicable
la excepción de contrato cumplido, pues es evidente que el trabajador que no
puede prestar su servicio por causa de fuerza mayor (cierre de empresa, riesgo a
la salud, etcétera) no se encuentra en mora de cumplir sus obligaciones. Por
último, tales decisiones de autoridad resultan difícilmente sostenibles desde la
perspectiva del principio in dubio pro operario que inspira esa legislación
protectora especial. Es de esperar que los tribunales de justicia efectúen una
aplicación correcta de estas figuras en los conflictos que se presenten, sin quedar
condicionados por decisiones de autoridad que se alejan de tales principios y
reglas legales.
169. b) Contratos de arrendamiento de inmuebles para vivienda. Ni el Covid-19 ni
las decisiones de la autoridad impiden que los ciudadanos sigan habitando las
viviendas que arriendan. En otras palabras, el Covid-19 no interfiere materialmente
estos contratos. Por el contrario, las autoridades llaman a permanecer en las
viviendas. Incluso los compromisos de arriendo pueden cumplirse en las zonas de
cuarentena, pues se habilitaron permisos especiales para la mudanza. El
problema es otro, y atiende a que muchas personas quedaron sin su fuente de
ingresos para pagar el arriendo, y es probable que se produzca una alta
morosidad en el pago de las rentas. Lamentablemente, el tener dificultades para
pagar el arriendo no es caso fortuito, pues el dinero no perece, y en teoría siempre
es posible conseguirlo para honrar los compromisos (incluso endeudándose).
Pero hay que tener en cuenta dos consideraciones al respecto. Por una parte,
es usual que los propietarios que arriendan sus inmuebles por intermedio de
corredores tengan asociados seguros, que cubren entre 6 y 9 meses de rentas
que no paguen los arrendatarios. Eso no quiere decir que el arrendatario quede
libre de esas deudas, seguirá debiéndolas. Solo sostengo que son seguros que
resultan útiles en este momento y que deberían operar, porque también hay que
tener en cuenta que para muchos propietarios el departamento que arriendan es la
inversión de su vida y representa buena parte de sus ingresos. Hay que ver las
dos caras de la moneda.
Por otra parte, respecto de la dificultad del pago de la renta es bueno recordar
que la ley obliga a cumplir los contratos de buena fe, lo que envuelve una
cooperación y entendimiento entre los contratantes, incluso algunos hablan de
"solidaridad" entre ellos475. Eso no puede llegar a justificar el que se deje de pagar,
pero sí el que pueda solicitarse a la otra parte una reformulación transitoria de los
términos, como rebajas momentáneas de la renta o aplazamientos de pago. Es lo
que se está haciendo en varios países, en favor de personas vulnerables.
Lamentablemente, no se puede obligar a renegociar, y si no hay voluntad solo
quedaría ir a tribunales, lo que naturalmente es bastante inviable en estos
momentos.
Este deber de buena fe se manifiesta también a propósito de la teoría de la
imprevisión, nuevamente como un estímulo a la renegociación. En efecto, en este
caso podría el arrendatario solicitar al arrendador, por ejemplo, la postergación o
prorrateo de una o más rentas de arrendamiento en el evento de que las
restricciones impuestas por el Covid-19 le impidieran desarrollar la actividad que le
sirve de sustento. En este punto puede cobrar importancia el conocimiento del
arrendador de la solvencia o estabilidad de los ingresos de su arrendatario. Así,
por ejemplo, si el arrendatario percibía ingresos variables por una actividad
independiente, y el arrendador conocía y aceptó tal circunstancia (es usual un
análisis de este tipo al momento de arrendar inmuebles), podría ser un argumento
en favor de la revisión de las condiciones del contrato. Otro argumento podría ser
la importancia relativa que el contrato tiene para las partes, y que el deber general
de buena fe impone reconocer: para el arrendatario el inmueble es su morada y la
de su familia, mientras que para el arrendador representa una renta.
En el caso de la doctrina de la frustración del fin del contrato, su aplicación
parece mucho más restringida en este caso, pues el objeto de la prestación es
precisamente poder habitar un inmueble, objeto que no desaparece por la
pandemia. La única hipótesis en que quizás podría recibir aplicación es el ejemplo
típico en que un inmueble se arrienda para un fin particular, y tal fin es conocido
por el arrendador como, por ejemplo, apreciar un espectáculo o pasar una fiesta
determinada, y ese fin no se puede cumplir por causa de las restricciones
impuestas por la autoridad.
170. c) Contratos de arrendamiento de locales comerciales. Aquí el problema es
distinto porque muchos locales debieron cerrar por órdenes de autoridad, como
restaurantes y negocios no considerados esenciales. El arrendatario en tales
casos simplemente no puede utilizar el inmueble arrendado para desarrollar su
comercio. Es lo que está ocurriendo masivamente en el caso de los malls. La
cuestión es que el arrendador puso a disposición de los arrendatarios esos
locales, quienes conservan en el interior sus productos y las llaves. El arrendador
tampoco puede recuperar ni usar el inmueble arrendado. El caso fortuito juega en
favor del arrendador, pues por medidas de autoridad, ajenas a él, no se puede
abrir el local que él entregó en arriendo. El arrendatario, por su parte, en principio
sigue obligado al pago de la renta, porque ya dijimos que el dinero no perece y en
teoría siempre es posible endeudarse para pagar 476.
Aunque es complejo, podría alegarse que no pudiendo ocupar el local y no
pudiendo producir ganancias, ambos compromisos están relacionados, y deberían
suspenderse. Pero ya se mencionaron los reparos de fondo a extender los efectos
del caso fortuito por la mera "bilateralidad" del contrato. O incluso sostenerse que
el impedimento es de tal envergadura, por lo prolongado del cierre, que el contrato
perdió toda base y sentido, y debería terminar. Pero en Chile, lo sabemos, no hay
mucha experiencia en esas medidas. En estos casos lo que se sabe es que
muchos han llegado a acuerdo con sus arrendadores, para suspender rentas
durante el cierre a cambio de seguir pagando al menos los gastos comunes, pues
hay que seguir manteniendo los centros comerciales y pagando la seguridad 477.
En efecto, de ahí que en el caso del arrendamiento de locales comerciales cobre
especial importancia la teoría de la imprevisión, pues el arrendatario podría alegar,
en casos calificados, que el hecho sobreviviente e imprevisto ha vuelto
excesivamente onerosa o dificultosa su obligación de pagar la renta, en el
entendido de que no puede explotar el inmueble de acuerdo con el fin previsto en
el contrato, conocido por el arrendador.
En este caso, es esperable que el arrendatario solicite al arrendador la revisión
transitoria de las condiciones del contrato, mientras duren las restricciones
impuestas por la autoridad, más aún tratándose de contratos de arrendamiento
comercial de largo plazo, en que muchas veces existen cuantiosas inversiones
para la adecuación de los locales comerciales. Pero, naturalmente, eso depende
de la voluntad de ambas partes.
En cuanto a la doctrina de la frustración del fin del contrato, tal vez la hipótesis
que pudiera resultar aplicable es aquella en que se arrendó un local comercial
para un fin determinado y transitorio, como un espectáculo o para una celebración.
Así, por ejemplo, si el local comercial se arrendó para una fiesta de matrimonio, y
esta fiesta es suspendida unilateralmente por el arrendatario en atención al riesgo
de contagio, podría sostenerse que el fin del contrato se frustró y que debería
procederse a su resolución por pérdida de causa. No obstante, si la fiesta no
puede llevarse a cabo por actos de la autoridad (prohibición de reuniones o
cuarentenas), y no por decisión preventiva del arrendatario, existen buenas
razones para hacer aplicable el caso fortuito en tal caso.
171. d) Contratos de educación. Como sabemos, ya sea por el riesgo de contagio
de la pandemia o por las decisiones de la autoridad, universidades y colegios han
suspendido las clases presenciales y transitado hacia una modalidad de
educación virtual. Para los colegios y universidades esos sucesos constituyen
caso fortuito, pues fueron eventos imprevisibles, inevitables y exteriores. La
cuestión es qué les es exigible para seguir brindando el servicio de educación.
La modalidad de clases por internet parece la adecuada y la exigible, así como
las medidas para intentar, en la medida de los recursos de cada establecimiento,
que sus alumnos puedan acceder a esas herramientas. Desde la perspectiva de
los profesores, es una obligación legal proporcionarles, a costa del sostenedor,
tanto el acceso a internet como computadores. El que los colegios y universidades
hayan transitado hacia una modalidad a distancia no es, por tanto, un
incumplimiento del contrato de educación, sino que es precisamente la prueba de
que se está actuando de forma diligente, buscando alternativas para seguir
prestando el servicio frente a estos sucesos de fuerza mayor.
En tales casos, teniendo en cuenta que si bien efectúan algunos ahorros al
mantener los establecimientos cerrados (por ejemplo, electricidad), es cierto que
legalmente están obligados a mantener la remuneración de sus profesores (que
en general equivale al 80% de su presupuesto) y enfrentar nuevos desembolsos
(pagos de las licencias de los programas, pago del acceso a internet de
profesores, etc.). Por ello, parece discutible que en tales hipótesis pueda
exigírseles una reducción significativa de los aranceles. Otra cosa es que los
colegios y universidades se muestren lentos o ineficientes en lograr sostener la
educación de esa forma. En tales casos parece admisible que los apoderados
puedan solicitar una suspensión o rebaja de aranceles.
En todo evento, tratándose de un desastre de estas proporciones, debe también
tenerse en cuenta la situación crítica por la que atravesarán muchos padres para
seguir cumpliendo con el pago de aranceles, en atención a los despidos o
reducción de ingresos. Como ya se ha dicho, no pueden alegar caso fortuito,
porque se trata de una obligación de dinero que debe siempre cumplirse. Pero
repito que en tales casos hay también base legal, sobre el principio de buena fe y
cooperación, para que legítimamente puedan solicitar medidas de revisión
transitoria de aranceles, en términos de aplazamientos o reducciones. Así, por
ejemplo, lo han ofrecido la Universidad de Chile y la Universidad Católica, y
muchos colegios particulares. Más allá de las exigencias legales, hay que tomar
conciencia también de que esta es una tragedia mundial que nos afecta a todos,
en distintos roles, y una cierta solidaridad mínima debe conducir al diálogo y la
reformulación razonada de compromisos. Por la magnitud de este problema es
altamente probable, por lo demás, que aquello que neguemos a otros en algún
plano, nos sea negado en otro plano a nosotros.
Por otra parte, en estos contratos no parece especialmente pertinente la
aplicación de la teoría de la imprevisión, en atención a que en esta materia han
existido actos de autoridad (Ministerio de Educación) que, junto con suspender la
prestación presencial del servicio, han impuesto a los sostenedores la obligación
de continuar con las actividades por medios virtuales. Esto es, en los hechos ha
operado prácticamente una adecuación de los contratos por vía administrativa.
Menos pertinente aun parece la aplicación de la doctrina de la frustración del fin
del contrato, considerando que la prestación debida se desarrolla generalmente
por un periodo extendido en el tiempo (en el caso de la educación escolar, 12
años consecutivos), por lo que no se advierte que la oportunidad del cumplimiento
de la prestación pueda desaparecer a causa de restricciones temporales de la
autoridad, aun más si la prestación se puede efectuar por medios tecnológicos.
172. e) Contratos de crédito (consumo e hipotecarios). Los créditos son
obligaciones de dinero, que no son afectados por el caso fortuito, como ya se ha
dicho. Muy probablemente existirá una elevada morosidad, pues hay muchos que
perderán su empleo o verán disminuir sus ventas. La ley obliga a seguir
cumpliéndolos, incluso a riesgo de embargo. Es importante que cada consumidor
revise en detalle los contratos de sus tarjetas (bancarias o del retail), pues hay
muchas de ellas que tienen un seguro de cesantía asociado. Es decir, con un
certificado de cesantía o finiquito, pueden optar a que el seguro cubra un número
de cuotas del crédito (tres a seis aproximadamente, según el seguro). Más allá, en
Chile no se han implementado aún medidas legales que obliguen a los bancos y
al retail a renegociar los créditos, otorgando, por ejemplo, prórrogas sin aumentar
intereses, como ha ocurrido en otros países. Eso se ha dejado a su buena
voluntad, y algunos han propuesto algunas fórmulas, que deben ser estudiadas en
detalle antes de ser aceptadas para que no envuelvan una sobrecarga excesiva
en el crédito.
En el caso de los créditos podría cobrar importancia la teoría de la imprevisión,
sobre todo tratándose de créditos comerciales, contratados antes del inicio de la
pandemia. En efecto, para otorgar un crédito comercial, el banco o institución
financiera efectúa una serie de análisis sobre la solvencia y capacidad de pago de
su deudor. Esa capacidad de pago, que era el presupuesto de ambas partes para
asumir el compromiso financiero, puede verse seriamente mermada a causa de
las restricciones de movilidad, suministro y operación impuestas por el Covid-19.
En ese escenario, el principio general de buena podría fundar un proceso de
renegociación de esos créditos a cambio, por ejemplo, del otorgamiento de
garantías por parte del deudor. Otro argumento es la importancia relativa que el
cumplimiento de lo pactado tiene para el deudor y para el banco o institución
financiera: mientras que para el deudor el cumplimiento puede representar su
ruina, el banco dispone de herramientas para hacer frente a la contingencia
(reservas y líneas abiertas por el Banco Central) que, en principio, hacen menos
gravoso para este readecuar las condiciones de su deudor.
Por el contrario, en esta materia no parece cobrar especial importancia
la frustración de fin del contrato, en atención a que por regla general el fin del
contrato de crédito ya se cumplió para el deudor: tuvo a disposición los dineros y
los utilizó, obligándose a restituir dentro de cierto plazo con un interés
determinado. Siendo así, no se advierte en qué forma el contrato de crédito podría
perder su causa.
173. f) Contratos de construcción. Los contratos de construcción, por ejemplo, de
una casa o edificio, son usualmente cadenas de varios contratos (con
subcontratistas) o se vinculan con otros acuerdos (créditos para el financiamiento,
compra de materiales con proveedores, prestación de servicios de arquitectos,
seguros, etcétera).
Como son contratos complejos usualmente se suscriben con apoyo de
abogados, y sus cláusulas son negociadas y redactadas en detalle. Por eso, es
habitual que esos contratos regulen el caso fortuito, lo definan, excluyan algunas
hipótesis y establezcan mecanismos para reclamarlo, así como sus efectos (pedir
más plazo, aumentar costos, etc.). Si es el caso, debe estarse a esa regulación.
Aquí evidentemente se suscitarán interrogantes con relación a la interpretación de
lo pactado por las partes, particularmente en aquellos casos en que la definición
contractual enumere hipótesis que se han de entender como fuerza mayor, sin
considerar expresamente la "pandemia".
Pero, en general, las definiciones contractuales recogen los tres elementos del
caso fortuito que hemos revisado. Lo cierto es que la propagación del Covid-19, y
sobre todo las decisiones de autoridad como las cuarentenas (que en esos
contratos se llaman a veces de cambio de ley o normativa), pueden significar
hipótesis de caso fortuito que permitan al contratista suspender la ejecución del
contrato mientras dure el impedimento 478. Eso es relativamente pacífico. La
cuestión que es más difícil es determinar si puede el contratista exigir aumentos
de precio al dueño de la obra, por ejemplo, porque pagará mano de obra por más
tiempo, si mantienen los contratos de trabajo. Es usual que en tales contratos se
regule. Si no es el caso, en principio no podrían aspirar a ellos, pues la
construcción no se ha hecho imposible sino más cara, salvo lo que se dirá a
propósito de la teoría de la imprevisión. En todo caso, estos contratos son
usualmente de aquellos donde tiene un rol muy importante el deber de actuar de
buena fe, y parece plausible el solicitar abrirse a la renegociación de los términos,
para seguir haciendo viable la obra, tal vez compartiendo en algo las
consecuencias de este imprevisto. En cualquier escenario, en estos contratos
pesa siempre, sea que se pacte o no, el deber del contratista de notificar al dueño
de la obra la ocurrencia del caso fortuito y tomar las medidas necesarias para
mitigar los daños.
Por otra parte, en materia de contratos de construcción es donde, muy
probablemente, la teoría de la imprevisión podría recibir mayor aplicación. En
efecto, las cadenas de contratos que generalmente intervienen en la construcción
determinan que el incumplimiento de uno de ellos tenga efectos en los restantes,
incrementando generalmente los costos. Así, por ejemplo, si un subcontratista no
puede acceder a la obra para ejecutar una determinada partida a causa de las
restricciones de movilidad impuestas por el Covid-19, su incumplimiento
repercutirá en la Carta Gantt de la obra, incrementando gastos generales del
contratista principal. Por ello, y salvo que las partes hayan excluido expresamente
la aplicación de la teoría de la imprevisión (cuestión que no es poco frecuente en
esta clase de contratos), la revisión judicial de estas cadenas complejas de
contratos parece una vía razonable para moderar los severos efectos económicos
y financieros que podrían presentarse.
174. g) Contratos de promesa de compraventa. Los contratos de promesa de
compraventa son compromisos a futuro. Por ejemplo, el prometer comprar una
casa cuando obtenga el financiamiento de un banco. Cuando esas promesas se
firmaron antes de esta pandemia, pueden ocurrir dos cosas. Si se condicionó la
compra a la obtención del financiamiento, y ahora el banco no otorga el crédito por
esta situación, la promesa va a terminar sin consecuencias para las partes (la
condición suspensiva se frustra). Luego, se haya o no incluido esa condición,
puede ocurrir también que los créditos hipotecarios hayan subido abruptamente
las tasas y ahora costará muy caro comprar ese inmueble. En principio, el hecho
de que valga más caro no es caso fortuito, y solo cabría intentar una
renegociación de los términos con el vendedor dada esta grave contingencia.
Para efectos de renegociar esas condiciones, nuevamente cobra relevancia
la teoría de la imprevisión, en particular si el cambio en las condiciones de
mercado incrementó en forma ostensible el costo financiero de la operación.
175. h) Otros contratos de consumo (prestaciones de servicio). En esta materia
cabe señalar, ante todo, que el Sernac interpretó que todos los derechos que el
consumidor tiene (pedir devoluciones, cambios, etc.) están suspendidos durante
este estado de catástrofe. Por ello, todo consumidor conserva durante esta
emergencia todos sus derechos y puede reclamar lo que corresponda cuando la
situación se normalice. Eso es importante, pues muchas empresas están cerradas
o trabajando con personal reducido.
En efecto, la Resolución Exenta Nº 0340 del Servicio Nacional del Consumidor,
de 9 de abril de 2020, estableció que desde el 18 de marzo de 2020 se debe
suspender el plazo de prescripción de los derechos establecidos en la Ley de
Protección de los Consumidores, en atención a que los consumidores acreedores
estarían impedidos de ejercer sus derechos emanados de las garantías y del
derecho de retracto legal 479.
Ahora bien, la pandemia y las decisiones de autoridad son una excusa de caso
fortuito, y por ello las empresas pueden legítimamente suspender los conciertos o
anular los vuelos y viajes. Pero eso no quiere decir que queden liberadas.
Usualmente esos servicios ya estarán pagados, y, según las reglas que hemos
venido revisando, una vez que se supere la emergencia las empresas deben
proponer reprogramaciones o, si ello no es viable, restituir el dinero.
Por ejemplo, en el derecho argentino, una decisión judicial de urgencia (amparo)
concluyó que el Covid-19 es un suceso de fuerza mayor que justifica la solicitud de
reprogramación de un viaje a Europa (la acción se dirigió contra Falabella y Latam
Airlines Group)480.
Incluso frente a vuelos que para el consumidor ya no tengan sentido (iba a viajar
a un congreso, por ejemplo, que ya no se realizará), puede solicitarse a justa
razón el reembolso, pues el contrato ha perdido su causa y base, esto es, se ha
frustrado su finalidad, y en la legislación prima en todo caso el interés del
consumidor. En tales casos el consumidor conserva, inequívocamente, el derecho
a la restitución de lo pagado en virtud de esos contratos.
En este sentido, la Resolución Exenta Nº 0371 del Servicio Nacional del
Consumidor, de 23 de abril de 2020, ha sostenido que debe preferirse el
cumplimiento alternativo de los contratos y, por excepción, la suspensión o
extinción de derechos481.
176. i) Contratación administrativa. Como se sabe, los órganos del Estado
contratan con particulares en las más diversas materias y, en consecuencia, los
efectos que puede tener la pandemia pueden variar dependiendo del contenido de
cada contrato.
La Contraloría General de la República ha sido consultada con ocasión de la
emergencia sanitaria y en su interpretación el Covid-19 constituye un caso fortuito
para efectos de los contratos administrativos. Un ejemplo es el Dictamen Nº
003610N20, de 17 de marzo de 2020, que se pronuncia sobre las medidas de
gestión que pueden adoptar los órganos de la Administración en el contexto de la
pandemia de Covid-19482.
El dictamen sostiene que, ante una pandemia como la que afecta al territorio
nacional, corresponde a los órganos de la Administración del Estado adoptar las
medidas que el ordenamiento jurídico les confiere a fin de proteger la vida y salud
de sus servidores, evitando la exposición innecesaria de estos a un eventual
contagio, resguardar la continuidad del servicio público y de procurar el bienestar
general de la población.
Luego, señala que el brote del Covid-19 es una situación de caso fortuito que
habilita la adopción de medidas extraordinarias de gestión interna de los órganos y
servicios públicos, con el objeto de resguardar a las personas, al tiempo que se
asegura la continuidad mínima necesaria de los servicios públicos críticos, esto es,
aquellos cuyas funciones no pueden paralizarse sin grave daño a la comunidad.
Por otro lado, habiendo sido consultada precisamente sobre si resulta
procedente, en lo inmediato, el pago de servicios permanentes que no han podido
prestarse debido al cierre de oficinas públicas ante la situación sanitaria producida
por el Covid-19, la Contraloría emitió el Dictamen Nº 006854N20, de 25 de marzo
de 2020483. Este dictamen señala que el escenario de emergencia sanitaria que
afecta al territorio nacional reclama analizar las situaciones que se vienen
presentando desde la excepcionalidad que configura el caso fortuito de la
magnitud que se enfrenta484.
En ese sentido, en la opinión de Contraloría procede el pago de los servicios
que no se han podido prestar a consecuencia del cierre total o parcial de las
oficinas o instalaciones de los órganos, en lo inmediato, siempre que los
proveedores mantengan vigentes los contratos de los trabajadores adscritos al
respectivo acuerdo de voluntades y acrediten el cumplimiento del pago de sus
remuneraciones y de las obligaciones de seguridad social. Lo anterior, sin perjuicio
de la facultad de los jefes de servicio de evaluar poner término anticipado a los
contratos fundados en el interés público, en las condiciones previstas en la
legislación, las bases o contratos respectivos, si las circunstancias de hecho lo
hacen necesario.
Otra situación que ha sido objeto de consulta ante la Contraloría es si los jefes
de servicios se encuentran facultados para disponer el pago de los honorarios
pactados por periodos mensuales, sin tener que esperar el vencimiento del mes,
ante la situación sanitaria producida por el Covid-19.
Sobre esta materia el Dictamen Nº 006962N20, de 27 de marzo de 2020 485, ha
resuelto que ante una pandemia como la que afecta al territorio nacional y que
constituye una situación de caso fortuito, corresponde a los órganos de la
Administración del Estado adoptar las medidas extraordinarias de gestión a fin de
enfrentar la contingencia sanitaria, en el marco de sus atribuciones. En este
sentido, el Covid-19 es un caso fortuito en favor los trabajadores contratados a
honorarios por la Administración, que la habilita a tomar medidas de gestión
extraordinarias como adelantar los pagos de un mes.
177. j) Ley de suspensión de plazos judiciales y su efecto en los contratos.
Finalmente, cabe destacar que el 2 de abril de 2020 entró en vigencia la Ley Nº
21.226, que establece un régimen jurídico de excepción para los procesos
judiciales, en las audiencias y actuaciones judiciales, y para los plazos y ejercicio
de las acciones que indica, por el impacto de la enfermedad Covid-19 en Chile.
Como consta en su historia, esta ley tuvo por finalidad dar continuidad al servicio
de justicia y establecer un régimen de excepción que fuese conciliable con la
seguridad de la salud de las personas que deban concurrir a tribunales para llevar
a cabo actuaciones, y con la certeza para el ejercicio de sus derechos. Asimismo,
las materias prioritarias comprenden la dictación de medidas cautelares en causas
de violencia intrafamiliar, causas que involucren la vulneración de derechos de
niños, niñas y adolescentes, la adopción y revisión de medidas cautelares en los
procesos penales, entre otras que requieran intervención urgente de los tribunales
para adoptar medidas que aseguren el ejercicio oportuno de los derechos 486.
Un aspecto de la ley que es relevante destacar, por su efecto en los contratos en
curso, se refiere a la interrupción de la prescripción, pues el artículo 8 de la ley
dispone que la prescripción de las acciones se entenderá interrumpida por la sola
presentación de la demanda, bajo condición de que esta no sea declarada
inadmisible y que sea válidamente notificada dentro de los cincuenta días hábiles
siguientes a la fecha del cese del referido estado de excepción constitucional, y el
tiempo en que este sea prorrogado, si es el caso, o dentro de los treinta días
hábiles siguientes a la fecha en que la demanda fuere proveída, lo que suceda
último. De esa forma, se modifica la regla de interrupción de la prescripción
establecida en el artículo 2503 del Código Civil, que exige —según la posición
mayoritaria— la notificación válida de la demanda.
Con todo, esta disposición no opera en materia penal. Tampoco aplica para el
ejercicio de las acciones laborales, ni las que son competencia de los juzgados de
policía local, en cuyo caso se ha dispuesto una prórroga de los plazos de
prescripción y caducidad.
X. FICHAS DE JURISPRUDENCIA
En este capítulo se contienen las fichas de jurisprudencia, provenientes de la
Corte Suprema, que abordan la noción, requisitos y efectos del caso fortuito. La
exposición se divide en los siguientes grupos: 1. Caso fortuito o fuerza mayor en
casos de terremoto y tsunami; 2. Caso fortuito o fuerza mayor en casos
relacionados a cortes de suministro eléctrico; 3. Caso fortuito o fuerza mayor en
materia tributaria; 4. Caso fortuito en materia de incumplimiento contractual; 5.
Caso fortuito o fuerza mayor en materia laboral; 6. Otras sentencias sobre caso
fortuito o fuerza mayor relacionadas con la falta de servicio; y, 7. Otras sentencias
sobre caso fortuito o fuerza mayor.
1. CASO FORTUITO O FUERZA MAYOR EN CASOS DE TERREMOTO Y TSUNAMI
Ficha 1
Corte Suprema, 14 de agosto de 2019, rol Nº 2456-2018.
Ministros (Tercera Sala): Rosa Egnem S., Carlos Aránguiz Z., Andrea Muñoz S.,
Jean Pierre Matus A. y Julio Pallavicini M. Redacción a cargo de la ministra señora
Rosa Egnem S. y, de la disidencia, sus autores ministra señora Muñoz y del
abogado integrante señor Pallavicini M.
Acción o recurso: Recurso de casación en la forma y en el fondo.
Hechos
El 27 de febrero de 2010, a las 3:14, aconteció un terremoto de magnitud 8.8 en
la escala de Richter. Con posterioridad, un tsunami azotó las costas chilenas, lo
que produjo el ingreso del mar a la comuna de Constitución después de 15 o 20
minutos y la consecuente muerte de sus familiares, quienes estaban acampando
en la Isla Orrego, a 150 metros del continente, a fin de celebrar la "noche
veneciana", situación que era conocida por la autoridad marítima comunal y
regional. Asimismo, en la Capitanía de Puerto quedaron de turno dos funcionarios
de la Armada, quienes omitieron cualquier ayuda a quienes pernoctaron en el
lugar, además de que se negaron a prestar botes anclados a los particulares, que
los querían para socorrer a las personas que pedían ayuda. Por su parte, tanto el
Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile como la Onemi no
dieron los avisos oportunos y necesarios, ni realizaron acciones de rescate una
vez producido el terremoto.
Solicita la demandante
Ángel Sepúlveda dedujo demanda de indemnización de perjuicios en contra del
Fisco de Chile señalando que, como consecuencia de lo reseñado, fallecieron
nueve integrantes de su grupo familiar. En particular, solicitó que se condene al
Fisco al pago de una indemnización por los siguientes montos: $ 200.000.000 por
la muerte de su madre Cecilia; $ 30.000.000 por la muerte de su hermana María
Carolina; $ 30.000.000 por la muerte de su hermano Marcelo; $ 30.000.000 por la
muerte de su hermana Rocío; $ 10.000.000 por la muerte de su sobrino Sebastián;
$ 10.000.000 por la muerte de su sobrina Antonela; $ 5.000.000 por la muerte de
Alex Pérez; $ 100.000.000 por el desaparecimiento y muerte del menor Luis
Castro; y, $ 100.000.000 por el daño sufrido a consecuencia del dolor del hecho
de haber perdido gran parte de su familia; o bien, el monto que el tribunal estime
pertinente, todos por concepto de daño moral.
Los demandados se excepcionaron por caso fortuito indicando que el terremoto
del 27 de febrero de 2010 reunía las características para ser catalogado como tal,
a saber, (i) fue un fenómeno natural cuya generación no pudo ser anticipada
y (ii) una vez producido, fue imposible neutralizar sus consecuencias.
Decisión de primera y segunda instancia
El 1er Juzgado de Letras de Talca acogió parcialmente la demanda,
condenando al demandado al pago de $ 50.000.000 a título de indemnización de
perjuicios por concepto de daño moral, más reajustes e intereses.
La Corte de Apelaciones de Talca rechazó el recurso de casación en la forma
interpuesto por la demandada y confirmó la sentencia impugnada.
Decisión de la Corte Suprema
La Corte analizó el concepto de caso fortuito o fuerza mayor en el considerando
décimo séptimo al señalar que, conforme al artículo 45, consiste en el "imprevisto
a que no es posible de resistir, como un naufragio, un terremoto, el apresamiento
de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario público, etc.", el
cual actúa como causal eximente de responsabilidad en tanto impide imputar un
determinado daño a una persona.
En este sentido, indicó en el considerando décimo octavo que tanto la doctrina
nacional como comparada es concordante al señalar que son tres los elementos
del caso fortuito: (i) es un hecho externo; (ii) es un hecho imprevisible; y, (iii) es un
hecho irresistible.
La externalidad dice relación con que el hecho no depende del actuar de
ninguna de las partes vinculadas al hecho dañoso, siendo, así, inimputable tanto a
quien lo causa como a quien lo sufre.
La imprevisibilidad significa la imposibilidad de contemplar el hecho dañoso con
anterioridad a su ocurrencia, cuya determinación en concreto dependerá de las
circunstancias del caso en particular que rodean la actividad en desarrollo de la
cual surgió el daño a fin de verificar que se adoptaron las previsiones normales
exigibles a quien lo alega.
Por último, la irresistibilidad se refiere a la imposibilidad absoluta para el sujeto
de evitar las consecuencias derivadas del hecho imprevisto, es decir, debe ser
absolutamente imposible de evitar el suceso, incluso si se emplearon medios de
defensa eficientes y eficaces para superarlo, se sostuvo en el considerando
décimo octavo.
La Corte estimó en el considerando decimonoveno que en la especie no
concurrió ninguno de los elementos referidos.
Acerca de la imprevisibilidad del terremoto, atendidas las características
geológicas del país, estamos ubicados en una zona propensa a los terremotos y
tsunamis, lo que es demostrado por nuestra historia y tanto reconocido como
corroborado por textos reglamentarios. Así, no es dable sostener que estos
eventos sean imprevisibles toda vez que se sabe con certeza que ocurrirán, solo
que no el día y su magnitud. En este sentido, si bien el hecho, momento e
intensidad del sismo en particular son imprevisibles, su acontecimiento no lo es,
de manera que el Estado tiene la obligación de obrar de forma eficiente para evitar
sus efectos.
Por otra parte, el tsunami tampoco cumple con los requisitos de imprevisibilidad
e irresistibilidad por cuanto los efectos posteriores al terremoto son plenamente
previsibles si se consideran los antecedentes geográficos, históricos y las
características del movimiento telúrico, los que permiten establecer las
probabilidades de ocurrencia de tsunami.
Por estos motivos, la Corte rechazó los recursos de casación en la forma y en el
fondo interpuestos por la parte demandada, confirmando la decisión impugnada.
Otros
En el voto de minoría se consideró que procedieron los requisitos del caso
fortuito, de manera que no es posible sostener la falta de servicio del Estado.
Fundaron su voto en que, dado el contexto desastroso del terremoto del 27 de
febrero de 2010, los estándares de conducta exigibles a la Administración no
podían ser idénticos a los que rigen en un periodo de normalidad. Por las
características especialmente desastrosas del terremoto en cuestión, nada pudo
hacer la Administración para evitar la muerte de las personas señaladas en la
demanda. Asimismo, esta imposibilidad es aún más clara si se considera que el
tsunami ocurrió unos 15 o 20 minutos después del terremoto, tiempo en el que era
imposible realizar alguna acción. Todo lo que permite sostener que este terremoto
constituyó un caso fortuito o fuerza mayor.
Ficha 2
Corte Suprema, 18 de marzo de 2019, rol Nº 4185-2018.
Ministros (Tercera Sala): María Eugenia Sandoval G., Carlos Aránguiz Z., Arturo
Prado P., y los abogados integrantes señores Jean Pierre Matus A. y Ricardo
Abuauad D. Redacción a cargo de la ministra Sandoval. Acordado con el voto en
contra de la ministra Sandoval y del abogado integrante señor Matus.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
El 27 de febrero de 2010 Nery Valdebenito Gatica, que vivía Talcahuano, se
encontraba en su casa junto a su grupo familiar cuando ocurrió el terremoto.
Salieron a la calle esperando que este concluyera y buscando obtener información
acerca de lo sucedido. Uno de los vecinos encendió una radio, único medio con el
que pudieron acceder a la información del momento, mediante el que escucharon
que el Intendente Regional don Jaime Tohá González explicaba que las personas
debían permanecer en sus hogares y que estaba absolutamente descartada la
posibilidad de que ocurriera un tsunami. Lo anterior también fue informado por la
Compañía de Bomberos del sector, acorde con la información radial.
Cerca de las 5:00 horas de la madrugada ingresó una gran cantidad de agua a
las costas de Talcahuano, específicamente al sector donde ellos vivían. El
fenómeno arrastró a parte del grupo familiar, salvándose todos ellos menos Nery
Valdebenito Gatica, cuyo cuerpo se encontró el 3 de marzo en la Autopista
Interportuaria Penco Talcahuano.
Solicita la demandante
El cónyuge, hijos y nietos de Nery Valdebenito dedujeron demanda de
indemnización de perjuicios por falta de servicio en contra del Fisco de Chile.
Solicitaron que se condenara al Fisco a pagar la suma de $ 215.500.000 a cada
uno de los demandantes por concepto de daño moral, más las expensas
funerarias de la víctima, lo que en total sumaba $ 2.586.400.000; o bien, la suma
que el tribunal determinara conforme al mérito del proceso.
Decisión de primera y segunda instancia
El 2º Juzgado Civil de Concepción rechazó la demanda en todas sus partes en
razón de que, entre la errónea comunicación de las autoridades sobre la
posibilidad de ocurrencia del tsunami y la muerte de la víctima, no se demostró el
vínculo causal.
La demandante dedujo recurso de apelación. La Corte de Apelaciones de
Concepción confirmó íntegramente la sentencia impugnada.
Decisión de la Corte Suprema
El ejercicio de discernir si en la especie medió falta de servicio de parte del
Estado debe asociarse con la procedencia del caso fortuito, toda vez que la
presencia de los requisitos de tal eximente suprime dicha falta.
En cuanto a los componentes del caso fortuito, el considerando noveno indicó
que la naturaleza imprevista se verifica cuando no resulta posible vislumbrar la
existencia del deterioro con antelación a su ocurrencia, cuando se hubieren
adoptado todas las precauciones para que el mal no se produzca y, aun así, ha
sido imposible para el agente contrarrestarlo.
Por su parte, en el considerando décimo se señaló que la irresistibilidad apunta
a la conducta del agente frente a un suceso en vías de concretarse, inminente, o
ya ocurrido, y radica en defensas que se oponen al imprevisto con el designio de
evitar sus corolarios.
Así, es la previsibilidad de un suceso lo que obliga a adoptar medidas de
diligencia tendientes a precaverlo. Si de todos modos se produce el
acontecimiento dañoso, a pesar de las providencias tomadas, entonces es posible
calificarlo de imprevisto. Por lo tanto, para atribuirle el carácter de irresistible, es
indispensable que los resguardos concretamente implementados para
contrarrestar o minimizar los efectos del acontecimiento dañoso, sean eficientes,
eficaces y efectivos para evitar el evento y sus consecuencias. En definitiva, no
basta con disponer determinadas precauciones que impidan un percance, ellas
deben ser útiles, idóneas y eficaces para prevenirlo. De lo anterior se desprende
que el estudio de la irresistibilidad es posterior al de la imprevisibilidad.
Bajo este prisma cabe distinguir en una primera fase, atinente a la ocurrencia del
terremoto y tsunami, hechos que en otras partes del mundo pueden ser
considerados imprevisibles, pero que en un país como el nuestro constituyen
eventos frecuentes. Luego, no se advierte que, una vez acontecido el fenómeno,
la actuación de las autoridades encargadas de intervenir se haya visto alterada por
los efectos de un caso fortuito, a saber, el intendente tuvo ocasión de informar del
suceso a la población descartando la posibilidad de un tsunami.
La Corte sentenció en el considerando noveno la sentencia de casación: "Así, si
bien las dificultades en las comunicaciones esgrimidas por la propia demandada
para justificar el hecho de no haber informado la alerta, evidentemente impedían a
la autoridad dar cuenta del riesgo cierto de tsunami, aquello en modo alguno
puede justificar la conducta contraria, esto es, asegurar a la población la
inexistencia de tsunami o de riesgo de ocurrencia, no pudiendo dicho llamado a la
población llevar a calificar que las muertes producidas respecto de quienes lo
acataron, sea consecuencia atribuible al caso fortuito o de la fuerza mayor" (...)
"De este modo, la prudencia y el deber de cuidado sobre los habitantes del país en
supuestos como el de autos, le impidió a la Administración el efectuar un llamado
como el que en los hechos realizó, bajo las circunstancias relatadas, en cuanto el
buen criterio y la responsabilidad que como autoridad recaía sobre ésta que hacía
preferible que omitiere un llamado a la calma y a mantenerse en sus casas, como
el que hiciera en la oportunidad indicada el Intendente de la época".
Luego, en el considerando quinto de la sentencia de reemplazo, la Corte
dispuso: "Que surge de relieve que tales entes públicos fueron creados para
enfrentar las catástrofes naturales, es decir, su funcionamiento fue concebido
cuando se presenten situaciones irregulares o extraordinarias, por lo que, por lo
pronto, cabe sostener que no es factible admitir que un terremoto de una
intensidad de 8,8 grados en la escala Richter implica la inexigibilidad de las tareas
encargadas a dichos servicios estatales, en cuanto es precisamente a la luz de
dichas circunstancias excepcionales que debe escudriñarse el cometido de la
Administración.
A lo anterior, se hacen extensivas las consideraciones formuladas en el fallo de
casación que antecede, las que se han tenido por reproducidas en lo referente a la
distinción entre la imprevisibilidad e irresistibilidad del acaso constituido por el
terremoto y tsunami, de la previsibilidad y resistibilidad de las consecuencias
dañosas posteriores a tales eventos, los cuales se encuentran dentro de la órbita
de competencias y cuidado de tales reparticiones".
Se acogió el recurso de casación en el fondo. En reemplazo, se determinó la
responsabilidad del Fisco por falta de servicio y se le condenó a pagar la suma de
$ 105.000.000 por concepto de daño moral, desglosados entre los actores
conforme al siguiente detalle: (i) $ 40.000.000 a José Cecilio Gatica Salgado; (ii) $
15.000.000 para cada una de las hijas de la víctima, a saber, Marioly Ester Gatica
Valdebenito, Pamela Ivonne Gatica Valdebenito, Maritza del Carmen Gatica
Valdebenito y María Eliana Gatica Valdebenito; y, (iii) $ 5.000.000 al menor de
apellidos Gatica Bustos.
Ficha 3
Corte Suprema, 1 de febrero de 2019, rol Nº 3033-2018.
Ministros (Tercera Sala): Sergio Muñoz G., María Eugenia Sandoval G., Carlos
Aránguiz Z., Arturo Prado P. y Ángela Vivanco M. Redacción a cargo de la ministra
Sandoval. El ministro Aránguiz y la ministra Vivanco estuvieron por condenar en
costas al Fisco de Chile.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Doña María Angélica Pérez Germain se encontraba de vacaciones en la Isla
Robinson Crusoe cuando aconteció el terremoto y posterior tsunami del 27 de
febrero de 2010. La cabaña donde se encontraba fue violentamente embestida por
el ingreso del agua y la arrastró desde el lugar en donde se ubicaba para luego
hundirse. Doña María Angélica se encuentra desaparecida y declarada
presuntamente muerta con motivo del tsunami.
El tsunami afectó a la Isla entre las 4:24 y 4:30 de la madrugada, más de 45
minutos después del terremoto, periodo en el que no recibieron alerta alguna. La
advertencia revestía especial importancia porque, en el territorio insular, el
terremoto no fue percibido, salvo por algunos habitantes como un leve
movimiento.
Solicita la demandante
La demanda fue interpuesta por los padres y hermanos de doña María Angélica,
quienes solicitaron indemnización de perjuicios por la responsabilidad que le atañe
al Estado por su falta de servicio. En particular, se solicitó que se condene al Fisco
al pago de $ 100.000.000 para la madre; $ 100.000.000 para el padre de la
víctima; y, $ 50.000.000 para cada uno de los hermanos de la difunta; todos por
concepto de daño moral.
Decisión de primera y segunda instancia
El 5º Juzgado Civil de Santiago acogió íntegramente la demanda, condenando al
Fisco por el total de los montos demandados y en costas.
La demandada dedujo recurso de apelación en contra de la sentencia de
primera instancia, la que fue confirmada, con costas, por la Corte de Apelaciones
de Santiago.
Decisión de la Corte Suprema
La Corte sostuvo que, de la simple contrastación de los hechos que se tuvieron
como acreditados, esto es, que la víctima fue alcanzada por el tsunami sin siquiera
haber sido alertada de la ocurrencia previa del terremoto, con las obligaciones
exigibles al SHOA y la Onemi, quedó en evidencia el actuar deficiente de ambas
reparticiones al no haber comunicado eficazmente la alerta de tsunami, lo que
implicó que el Estado de Chile incurrió en falta de servicio.
En el considerando séptimo de la sentencia, la Corte señaló: "... el fatal
desenlace que origina el daño cuya reparación se pretende no puede ser
considerado como caso fortuito o fuerza mayor, pues, per se, la ocurrencia de un
tsunami posterior a un gran terremoto no puede ser entendido como un hecho
imprevisto, al tratarse de un fenómeno de reiterada ocurrencia en la historia de la
Nación (e incluso anterior a su existencia), a lo que debe agregarse que el
reproche pasa, en lo sustancial, no por no haber advertido la ocurrencia del
maremoto en cuestión sino por no haberse comunicado la alerta de tsunami ya
emitida por el organismo competente para ello, precisión que deja en evidencia la
inviabilidad de esta alegación. Por último, reiterando lo dicho en el motivo anterior,
la falla en el acto comunicativo tampoco puede ser considerado como irresistible,
pues fue fehacientemente acreditado en juicio que tanto el SHOA como ONEMI
contaban con mecanismos técnicos para la transmisión de la alerta, y que
Carabineros de Robinson Crusoe y algunos de sus habitantes mantuvieron
permanente comunicación telefónica y radial con el continente".
La Corte rechazó, sin costas, el recurso de casación deducido y confirmó la
sentencia dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago que condenó al Fisco
al pago de $ 300.000.000 a la familia de la víctima por concepto de daño moral,
según el mismo detalle fijado por los jueces del fondo.
Ficha 4
Corte Suprema, 21 de enero de 2019, rol Nº 40166-2017.
Ministros (Tercera Sala): Sergio Muñoz G., María Eugenia Sandoval G., Carlos
Aránguiz Z., Arturo Prado P., y la Abogada Integrante señora Leonor Etcheberry
C. Acordado con el voto en contra de la ministra Sandoval. Redacción a cargo del
ministro Prado y la disidencia de su autora.
Acción o recurso: Casación de oficio (se dedujo casación en el fondo y en la
forma).
Hechos
Nora Teresa Muñoz García, Hortensia del Pilar Henríquez Roche, María Haydee
Coloma Sandoval, Ana Booth Acuña, Rosa Alba Márquez Sánchez y José Alfonso
Miranda Lagos, visitantes en la zona, pernoctaban en el Camping Municipal de
Curanipe la noche en que ocurrió el terremoto del 27 de febrero de 2010.
La zona donde ocurrieron los sucesos que dan origen a la demanda fue
identificada como "zona de sacrificio" por su cercanía al epicentro del terremoto,
intensidad del sismo y prontitud con la que aconteció el tsunami.
Pese a las características del sector, que facilitaron la magnitud de la tragedia,
no se había implementado en la zona ninguna medida tendiente controlar o
manejar la emergencia.
Solicita la demandante
Familiares de las víctimas dedujeron demanda de indemnización de perjuicios
en contra del Fisco de Chile por falta de servicio. Solicitaron que se le condenase
al pago de $ 100.000.000 para cada hijo y cónyuge de las víctimas; $ 50.000.000
para cada conviviente; y, $ 30.000.000 para el hermano de una de las víctimas.
Decisión de primera y segunda instancia
El 1er Juzgado de Letras de Talca rechazó la demanda puesto que los actores
no lograron probar la existencia de la falta de servicio ni el nexo causal entre las
acciones de los demandados y el resultado fatal que dio origen a la demanda.
La demandante dedujo recurso de apelación en contra de la sentencia de
primera instancia. La Corte de Apelaciones de Talca confirmó la sentencia
impugnada, pero además estimó que en la especie concurrió la eximente de caso
fortuito.
Decisión de la Corte Suprema
La doctrina es conteste en que, una vez efectuado el juicio de reproche y
determinada la relación causal entre el hecho generador del daño y el daño
probado, corresponde examinar si concurre el caso fortuito o fuerza mayor como
causal de exoneración.
Es un caso de fuerza mayor el que presenta las tres siguientes
características: (i) exterioridad; (ii) imprevisibilidad; e, (iii) irresistibilidad. Para
pronunciarse sobre la procedencia del caso fortuito no basta una simple
clasificación mecánica de acontecimientos apreciados en abstracto, sino que
resulta necesario estudiar las circunstancias que rodean el hecho con el fin de
establecer si, frente al deber de conducta que aparece insatisfecho, las
características de lo ocurrido se sintetizan en la imposibilidad absoluta de cumplir,
derivada de la presencia de un obstáculo insuperable unido a la ausencia de culpa
del agente cuya responsabilidad se pretende comprometer.
La exigencia de un hecho externo le da el verdadero carácter de causa extraña
a la fuerza mayor. Así, el hecho constitutivo de fuerza mayor debe ser ajeno a la
actividad dentro de la cual se ha causado el daño. Dicho de otra manera, la fuerza
mayor está definida como aquel hecho que no depende del actuar de ninguna de
las partes que se encuentran vinculadas al hecho dañino: no debe ser imputable ni
a quien lo causa ni a quien lo sufre.
Sobre el requisito de la imprevisibilidad, la Corte ahondó especialmente en su
descripción. Así, en el considerando vigésimo tercero expuso: "Que se trate de un
hecho imprevisible importará que no resulte posible contemplarlo con anterioridad
a su ocurrencia. Para establecer qué es lo previsible en cada caso concreto, se
requiere analizar las circunstancias particulares que rodean la actividad en
desarrollo de la cual surgió el daño y, por consiguiente, se deben verificar las
previsiones normales que habrían de exigirse a quien alega la fuerza mayor.
Oposición a la imprevisibilidad es prever, operación intelectual que implica
representarse mentalmente como posible la consecuencia o efecto de una
determinada causa.
En la práctica, la imprevisibilidad entendida desde esta perspectiva, haría
realmente difícil configurar un evento como fuerza mayor, pues en estricto sentido,
casi todos los hechos o circunstancias de la vida pueden ser humanamente
imaginados, es decir, hipotéticamente previstos, lo que haría infructuoso alegar
esta causal de exoneración, pues prácticamente nunca se configuraría como
hecho imprevisible. En cada caso concreto se requiere: a. El referente a su
normalidad y frecuencia; b. El atinente a la probabilidad de su realización; c. El
concerniente a su carácter excepcional y sorpresivo".
Citando la tesis doctoral de la profesora María Gabriela Brantt Zumarán, "El
Caso Fortuito y su incidencia en el Derecho de la Responsabilidad Contractual", la
Corte señaló, respecto de la imprevisibilidad, que: "Es necesario contar con un
cierto nivel de certeza acerca de la ocurrencia del hecho, la que debe ser la
suficientemente alta como para excluir las meras eventualidades".
Finalmente, la exigencia de ser un hecho irresistible, indicó la Corte en el
considerando vigésimo tercero, se refiere a la imposibilidad objetiva para el sujeto
de evitar las consecuencias derivadas del hecho imprevisto, es decir, consiste en
que haya sido absolutamente imposible evitar el hecho o suceso aludido, no
obstante los medios de defensa empleados para superarlo. También implica la
imposibilidad de sobreponerse al hecho para eludir sus efectos.
De esta manera, la Corte nuevamente citó a la profesora Brantt al señalar que
"la sola circunstancia de que el acontecimiento sea imprevisible implica que su
ocurrencia es inevitable para el deudor, pues, si éste no sabe y tampoco le es
exigible saber que sucederá un determinado hecho, mal puede imponérsele el
deber de impedirlo" (Brantt, ob. cit., p. 147).
En la especie, la Corte razonó en el considerando vigésimo cuarto que quedó
establecido que correspondía al Estado, según la normativa de emergencia, una
obligación de prevención y regulación tendiente precisamente a evitar las
consecuencias de estas catástrofes. De esta manera, era su deber definir áreas
vulnerables, preparar en cada caso el contexto de emergencia y educar a la
población según las particularidades de cada zona. Así, el Estado, en
conocimiento por medio de sus agentes del ejercicio de la actividad turística
de camping en la zona de los acontecimientos, tuvo que preparar previamente las
condiciones de modo que permitiese otorgar a la población elementos de
resguardo más elaborados tales como determinación de las zonas de riesgo, en el
señalamiento de vías de evacuación y en la prohibición de pernoctación en
lugares más expuestos al mar.
En el mismo orden de ideas, la Corte sostuvo en el considerando vigésimo
quinto: "Que de esta forma, para que el evento sísmico y el tsunami del 27 de
febrero de 2010 haya tenido la función exculpatoria que le atribuye el Fisco en su
contestación y la misma sentencia de primera instancia, el Estado tuvo que haber
desplegado toda una actividad eficiente de prevención, manejo y regulación de la
emergencia conforme las normas que el mismo se otorgó desde hace ya largo
tiempo, abarcando a nivel local esto es Curanipe modalidades de educación,
señalética y de regulación respecto de las personas que pernoctan en los camping
de la zona, de la de forma de haber otorgado a las víctimas la posibilidad cierta
adoptar resguardos más elaborados que le hubieran otorgado una chance efectiva
y cierta de evitar las consecuencias dañosas reseñadas en esta causa.
Por estas razones, la alegación de caso fortuito no puede ser acogida y será
desestimada".
La Corte invalidó de oficio la sentencia impugnada y, en reemplazo, condenó al
Fisco al pago de una indemnización de $ 345.000.000 por concepto de daño
moral, repartidos entre los familiares de las víctimas conforme al siguiente detalle:
$ 40.000.000 para cada cónyuge de las víctimas; $ 20.000.000 para cada hijo; y, $
5.000.000 para el hermano de una de las víctimas.
Ficha 5
Corte Suprema, 8 de noviembre de 2018, rol Nº 871-2018.
Ministros (Tercera Sala): María Eugenia Sandoval G., Carlos Aránguiz Z., Arturo
Prado P., y los abogados integrantes Álvaro Quintanilla P., y Leonor Etcheberry C.
Acordada con el voto en contra de la ministra Sandoval y del abogado integrante
Quintanilla. Redacción a cargo de la Abogada Integrante señora Etcheberry y las
disidencias de sus autores.
Acción o recurso: Casación de oficio.
Hechos
El 27 de febrero de 2010, a las 3:30 horas de la madrugada, en el poblado
costero de Curanipe, falleció Nelly Yamilet Cheuquelén Añiñir, mientras se
encontraba acampando en el Camping Municipal de dicha localidad, oportunidad
en que fue arrastrada por el tsunami ocurrido con posterioridad al acaecimiento del
terremoto que afectó a la zona central del país, consignándose como causa de
muerte "asfixia por inmersión / catástrofe natural".
Solicita la demandante
Los padres y hermanos de la víctima demandaron al Fisco de Chile, solicitando
que se le condene a pagar una indemnización de $ 100.000.000 para su madre y
padre; y, $ 50.000.000 para cada hermano de Nelly Chequelén; ambos por
concepto de daño moral.
Decisión de primera y segunda instancia
El 1er Juzgado de Letras de Talca rechazó la demanda al acoger la excepción
de vínculo causal opuesta por la demandada.
Los demandantes dedujeron recurso de apelación en contra de la sentencia de
primera instancia. La Corte de Apelaciones de Talca revocó la sentencia
impugnada, acogiendo la excepción de caso fortuito, y confirmó el fallo de primera
instancia en todo lo demás.
Decisión de la Corte Suprema
Es un caso constitutivo de fuerza mayor el evento que presenta las tres
características siguientes: (i) exterioridad (respecto del
demandado); (ii) imprevisibilidad (en su ocurrencia); (iii) e irresistibilidad (en sus
efectos). Una vez efectuado el juicio de reproche y determinada la relación causal
entre el hecho generador del daño y el daño probado, corresponde examinar si
concurre esta como causal de exoneración. Se puede exonerar de responsabilidad
al demandado de forma total cuando la fuerza mayor es considerada como la
causa única, exclusiva y determinante del daño.
La Corte indicó en el considerando vigésimo cuarto de la sentencia: "Que los
hechos determinados en este proceso ubican a la víctima en el sector de
Curanipe, en la Provincia de Cauquenes, donde habitualmente existía una
población flotante que concurría a la zona con ocasión de la actividad turística que
en ella se desarrollaba.
Que tal como se indicó, tanto el Fisco en su defensa, como la sentencia de
primera instancia radican el análisis de este elemento únicamente en la existencia
de una obligación de auxilio una vez ocurrido el hecho, que como se dijo
constituye una concepción reactiva de los servicios de emergencia y protección
civil que debían ser prestados.
Que, como se indicó en los motivos anteriores, al Estado le correspondía, y así
lo había asumido en la normativa de emergencia reseñada, una obligación de
prevención y regulación tendiente precisamente a evitar las consecuencias de
estas catástrofes, de cuya infracción se deriva precisamente el sustento de su
responsabilidad en este caso.
De esta manera, correspondía al Estado definir áreas vulnerables, preparar en
cada caso el contexto de emergencia y educar a la población según las
particularidades de cada zona, pues por ello, los planes de emergencia tiene una
estructura funcional y territorial que importa conocer sectorialmente cuales son
aquellas áreas que presentan mayor vulnerabilidad en estos hechos. Así, sobre el
Estado, en conocimiento por medio de sus agentes del ejercicio de esta industria
turística, recaía una obligación de preparación previa que permitiese otorgar a la
población elementos de resguardo más elaborados, no sólo en la determinación
de las zonas sino además, en el señalamiento de vías de evacuación y en la
prohibición de pernoctación en lugares más expuestos.
La omisión de aquella obligación no ha estado amparada por la exculpación del
terremoto y maremoto del 27 de febrero de 2010 y de la infracción de aquella es
que se deriva la responsabilidad del Estado para con la víctima en este caso,
quien, de haber sido advertidos, preparados, regulados, capacitados y enseñados
quienes desarrollaban actividades turísticas en la zona, habría estado en
condición de adoptar medidas que le hubieran permitido tener la opción de salvar
su vida".
Del mismo modo, la Corte concluyó en el considerando vigésimo quinto que:
"Para que el evento sísmico y el tsunami del 27 de febrero de 2010 haya tenido la
función exculpatoria que le atribuye el Fisco en su contestación y la misma
sentencia impugnada, el Estado tuvo que haber desplegado toda una actividad
eficiente de prevención, manejo y regulación de la emergencia conforme las
normas que el mismo se otorgó desde hace ya largo tiempo, abarcando a nivel
local modalidades de educación, señalética y de regulación de la actividad turística
de forma de haber otorgado a la víctima la posibilidad cierta adoptar resguardos
más elaborados que le hubieran otorgado una chance efectiva y cierta de evitar
las consecuencias dañosas reseñadas en esta causa".
La Corte invalidó de oficio la sentencia impugnada y, en reemplazo, condenó al
Fisco a pagar $ 115.000.000, a título de indemnización de perjuicios por concepto
de daño moral conforme al siguiente detalle: $ 35.000.000 para cada padre de la
víctima y $ 15.000.000 para cada hermano.
Ficha 6
Corte Suprema, 17 de abril de 2018, rol Nº 18225-2017.
Ministros (Tercera Sala): Sergio Muñoz G., María Eugenia Sandoval G., Arturo
Prado P., y los abogados integrantes Álvaro Quintanilla P., y Leonor Etcheberry C.
Acordado con el voto en contra de la ministra Sandoval y del abogado integrante
Quintanilla. Redacción a cargo del ministro Arturo Prado P., y la disidencia de sus
autores.
Acción o recurso: Casación de oficio (se dedujo recurso de casación en el fondo y
en la forma).
Hechos
En el contexto del tsunami que azotó las costas de Chile luego del terremoto del
27 de febrero de 2010, se demandó falta de servicio por parte del Estado (en
particular, de la Armada y el SHOA) por no haber implementado en la zona planes
de educación y prevención para este tipo de emergencias, lo que habría tenido
como consecuencia la muerte de 9 personas que pernoctaban en Isla Orrego,
frente a las costas de Constitución, la cual fue violentamente azotada por el
tsunami. Además, tampoco se prestó auxilio una vez ocurrido el terremoto, a pesar
de que la capitanía de Constitución estaba cerca del lugar donde se encontraban
las víctimas y además tenía conocimiento de la presencia de personas en ese
sector, así como los medios (botes y personal suficiente) para haber ido en su
auxilio o al menos haber enviado alguna señal de alerta ante el riesgo de tsunami,
todo lo cual no ocurrió.
Solicita la demandante
Familiares de las víctimas solicitaron que se condene al Fisco de Chile al pago
de $ 200.000.000 para cada madre, padre e hijos de las víctimas muertas y
desaparecidas; $ 100.000.000 para cada hijo; $ 50.000.000 para cada nieto; $
30.000.000 para cada hermano; $ 20.000.000 para cada sobrino; $ 10.000.000
para cada sobrino nieto; y, además, $ 100.00.000 por los daños sufridos a título
personal; todo ello por concepto de daño moral.
Decisión de primera y segunda instancia
Se acogió parcialmente la demanda en primera instancia, condenando al Fisco a
pagar $ 60.000.000 para uno de los demandantes, y $ 30.000.000 para cada uno
de otros 2 actores; todo por concepto de daño moral.
La demandada dedujo recurso de casación en la forma y recurso de apelación.
La Corte de Apelaciones de Talca rechazó el recurso de casación. Respecto de la
apelación, revocó la sentencia impugnada y, en reemplazo, rechazó la demanda al
acoger la excepción de caso fortuito.
Decisión de la Corte Suprema
La doctrina nacional y comparada reconoce tres elementos indicadores del caso
fortuito y los hace parte de su definición: (i) es un hecho externo; (ii) es un hecho
imprevisible; y (iii) es un hecho irresistible.
El caso fortuito está definido como aquel hecho que no depende del actuar de
ninguna de las partes que se encuentran vinculadas al hecho dañino: no debe ser
imputable ni a quien lo causa ni a quien lo sufre.
La Corte razonó en el considerando décimo de la sentencia de reemplazo
que: "En este sentido cabe destacar que los hechos determinados en este proceso
ubican a las víctimas en la isla Orrego, sita en las cercanías de Constitución, lugar
en el que habitualmente ellos y otras personas acampaban durante el periodo
veraniego y, en particular, con ocasión de festividades comunales, tales como la
'Noche Veneciana'.
Tal como se indicó, el Fisco hace radicar esta causal de justificación en la
existencia de una obligación de alerta una vez ocurrido el hecho, de lo que se
sigue, a su juicio, que la imposibilidad de acceder a las víctimas dadas las
características del lugar en que se encontraban y la llegada en breve tiempo del
mar a ese sector exoneraría de responsabilidad a su parte.
Sin embargo, y como quedó asentado más arriba, al Estado correspondía, y así
lo había asumido en la normativa de emergencia reseñada, una obligación de
prevención, regulación y salvamento, tendiente precisamente a evitar las
consecuencias de estas catástrofes, de cuya infracción se deriva precisamente el
sustento de su responsabilidad en este caso.
Así las cosas, cabía al Estado definir áreas vulnerables, preparar en cada caso
el contexto de emergencia, educar a la población según las particularidades de
cada zona y planificar y ejecutar las acciones de prevención y de salvamento
pertinentes, máxime si, como acontece en la especie, se hallaba en conocimiento,
por medio de sus agentes, de la recurrente presencia en ese lugar de personas
realizando actividades de campismo; en estas condiciones, resulta evidente que
pesaban sobre la Administración Pública deberes de preparación previa y de
actuación posterior como los descritos, cuya omisión no se encuentra justificada
con la ocurrencia del terremoto y maremoto del 27 de febrero de 2010.
En efecto, para que tales eventos naturales pudieran cumplir la función
exculpatoria que les atribuye el Fisco, el Estado debió desplegar toda una
actividad previa y eficiente de prevención, manejo y regulación de la emergencia
conforme las normas que el mismo se otorgó desde hace ya largo tiempo,
abarcando a nivel local esto es, en Constitución modalidades de educación,
señalética y de regulación de la actividad en comento que permitieran a las
víctimas adoptar resguardos y medidas adecuadas que les otorgaran, cuando
menos, una chance efectiva y cierta de evitar las consecuencias dañosas
reseñadas en esta causa.
Más aun, también debió prever y concretar específicas actuaciones destinadas
al salvamento, en el evento que fuera necesario, de las personas que pernoctaban
en la isla Orrego, acciones que, como lo demostró de manera categórica y
dramática el proceder de diversos particulares el día de los hechos, no sólo eran
factibles, sino que, todavía más, podían resultar de enorme utilidad frente a la
catástrofe que se estaba viviendo.
Empero, el demandado incumplió estos deberes, con lo que privó a las víctimas
de autos, incluso, de la más mínima chance de salvar sus vidas, motivo que se
estima suficiente para desestimar la alegación de caso fortuito en estudio".
La Corte Suprema anuló de oficio la sentencia impugnada. En reemplazo,
confirmó el fallo de primera instancia en lo relativo a la condena de $ 120.000.000
al Fisco por concepto de daño moral, conforme al detalle expuesto anteriormente.
Ficha 7
Corte Suprema, 26 de marzo de 2018, rol Nº 10165-2017.
Ministros (Tercera Sala): Sergio Muñoz G., Carlos Aránguiz Z., Arturo Prado P., y
los abogados integrantes Jorge Lagos G., y Rafael Gómez B. Acordado con el
voto en contra del ministro Muñoz. Redacción a cargo del abogado integrante
Gómez y la disidencia de su autor.
Acción o recurso: Casación de oficio.
Hechos
Don Luis Humberto Luna Prieto falleció como consecuencia de haber sido
alcanzado por las aguas del tsunami acontecido el 27 de febrero de 2010,
mientras se encontraba en el puerto de Talcahuano. Pese a que la población del
sector huyó hacia los cerros luego del terremoto, fueron conminados por
Carabineros y Bomberos para regresar a sus domicilios. Las autoridades
informaron a través de la radio y de personal de Carabineros y Bomberos que no
existía peligro de tsunami.
Solicita la demandante
La hija de Luis Luna dedujo demanda de indemnización de perjuicios por falta de
servicio. En particular, solicitó que se condenara al Fisco al pago de $ 200.000.000
a título de indemnización de perjuicios por concepto de daño moral.
Decisión de primera y segunda instancia
El 1er Juzgado Civil de Concepción rechazó la demanda en razón de no
haberse demostrado la relación causal entre la actuación de las autoridades y la
muerte de la víctima.
La demandante dedujo recurso de apelación contra la sentencia de primera
instancia. La Corte de Apelaciones confirmó sin más la decisión del tribunal a quo.
Decisión de la Corte Suprema
En la especie el caso fortuito debe ser desestimado por cuanto no concurre el
requisito de imprevisibilidad. Al respecto, la Corte sostuvo, en el considerando "F"
de la sentencia de reemplazo: "Para desestimar la excepción de caso fortuito
basta consignar que, como se concluye en el fallo en revisión, una vez acaecido el
terremoto y llegada la primera ola del tsunami, éste, en cuanto hecho de la
naturaleza, deja de ser inesperado e imprevisible, puesto que resulta posible
anticipar la llegada de nuevas masas de agua que extiendan tanto su duración
como sus perniciosos efectos. En otras palabras, se trata de dilucidar si la
autoridad pudo responder adecuadamente a los hechos de que se trata,
considerando en particular que lo que se le recrimina es haber llamado a la
población costera a que volviera a sus casas, pese a que se avecinaba un tsunami
que, en esta etapa, había perdido su inicial carácter imprevisible".
La Corte revocó la sentencia impugnada y, en reemplazo, acogió la demanda,
condenando al Fisco a pagar una indemnización de $ 20.000.000 por concepto de
daño moral.
Ficha 8
Corte Suprema, 17 de enero de 2018, rol Nº 5094-2017.
Ministros (Tercera Sala): Carlos Cerda F., Gloria Ana Chevesich R., Rosa Egnem
S., María Eugenia Sandoval G. y Jaime Rodríguez E. Acordada con el voto en
contra de la ministra Sandoval, quien fue del parecer de confirmar la sentencia en
alzada en virtud de no configurarse en este caso la falta de servicio alegada por
los demandantes.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Debido al tsunami acaecido luego del terremoto del 27 de febrero de 2010, Julio
Pinto, Jorge Carvajal, María Flores y José Peña fallecieron. Sus familiares
señalaron que ciertos organismos del Estado no alertaron oportunamente del
peligro e indujeron a la población a error al indicar que no existía riesgo de
maremoto.
Solicita la demandante
Los familiares de las víctimas dedujeron demanda de indemnización de
perjuicios por falta de servicio en contra el Fisco de Chile. Solicitaron $
100.000.000 para los hijos de cada padre y madre víctima del tsunami; $
100.000.000 para cada cónyuge sobreviviente; $ 30.000.000 para cada hermano;
y, diferentes montos en razón de ser víctimas directas; todo lo anterior por
concepto de daño moral.
Decisión de primera y segunda instancia
El 3er Juzgado de Letras de Concepción rechazó la demanda en todas sus
partes al acoger la excepción de caso fortuito opuesta por la demandada.
Los demandantes dedujeron recurso de apelación en contra del fallo de primera
instancia. La Corte de Apelaciones de Concepción confirmó la sentencia del
tribunal a quo, indicando expresamente que comparte el razonamiento del fallo
impugnado respecto de la excepción de caso fortuito.
Decisión de la Corte Suprema
El Caso Fortuito o Fuerza Mayor es una institución de amplia aplicación en
materia de responsabilidad civil, estando constituida por tres requisitos: (i) es un
hecho externo; (ii) imprevisible; e; (iii) irresistible.
Que sea externo significa que el hecho constitutivo de fuerza mayor debe ser
ajeno a las partes vinculadas al hecho dañoso: debe ser inimputable a quien lo
causa y a quien lo sufre.
Sobre el requisito de la imprevisibilidad, la Corte expresó en el considerando "W"
de la sentencia: "Que se trate de un hecho imprevisible importará que no resulte
posible contemplarlo con anterioridad a su ocurrencia. Para establecer qué es lo
previsible en cada caso concreto, se requiere analizar las circunstancias
particulares que rodean la actividad en desarrollo de la cual surgió el daño y, por
consiguiente, se deben verificar las previsiones normales que habrían de exigirse
a quien alega la fuerza mayor. Oposición a la imprevisibilidad es prever, operación
intelectual que implica representarse mentalmente como posible la consecuencia o
efecto de una determinada causa.
En la práctica, la imprevisibilidad entendida desde esta perspectiva, haría
realmente difícil configurar un evento como fuerza mayor, pues en estricto sentido,
casi todos los hechos o circunstancias de la vida pueden ser humanamente
imaginados, es decir, hipotéticamente previstos, lo que haría infructuoso alegar
esta causal de exoneración, pues prácticamente nunca se configuraría como
hecho imprevisible. En cada caso concreto se requiere: a. El referente a su
normalidad y frecuencia; b. El atinente a la probabilidad de su realización; c. El
concerniente a su carácter excepcional y sorpresivo".
Citando la tesis doctoral de la profesora María Gabriela Brantt Zumarán "El Caso
Fortuito y su incidencia en el Derecho de la Responsabilidad Contractual", la Corte
señaló respecto de la imprevisibilidad: "Es necesario contar con un cierto nivel de
certeza acerca de la ocurrencia del hecho, la que debe ser la suficientemente alta
como para excluir las meras eventualidades".
Por su parte, que sea irresistible significa que sea imposible, objetivamente, para
el sujeto evitar las consecuencias derivadas del hecho imprevisto: es la
imposibilidad absoluta de evitar el hecho o de sobreponerse a él para eludir sus
efectos.
El Estado alegó que le fue imposible adoptar las medidas necesarias por la
lejanía del lugar. Sin embargo, la Corte indicó que era su deber establecer
medidas y una regulación preventiva. En consecuencia, dado que incumplió con
estos deberes preventivos, privando a las partes de la más mínima chance de
salvar sus vidas, es que se desestimó el caso fortuito.
Al respecto, la Corte razonó en el considerando "X" de la sentencia de
reemplazo que: "En este sentido cabe destacar que los hechos determinados en
este proceso ubican a las víctimas en la playa El Diezmo, sita en el sector de
Minacosta, lugar en el que habitualmente ellos y otras personas desarrollaban una
actividad de recolección de algas marinas.
Tal como se indicó, el Fisco hace radicar esta causal de justificación en la
existencia de una obligación de alerta una vez ocurrido el hecho, de lo que se
sigue, a su juicio, que la imposibilidad de acceder a las víctimas dada la lejanía del
lugar donde se encontraban y la llegada en breve tiempo del mar a ese sector
exoneraría de responsabilidad a su parte.
Sin embargo, y como quedó asentado más arriba, al Estado correspondía, y así
lo había asumido en la normativa de emergencia reseñada, una obligación de
prevención y regulación tendiente precisamente a evitar las consecuencias de
estas catástrofes, de cuya infracción se deriva precisamente el sustento de su
responsabilidad en este caso.
Así las cosas, cabía al Estado definir áreas vulnerables, preparar en cada caso
el contexto de emergencia y educar a la población según las particularidades de
cada zona, máxime si, como acontece en la especie, se hallaba en conocimiento,
por medio de sus agentes, del ejercicio de la actividad de recolección primaria que
en el lugar de que se trata se llevaba a cabo por personas de escasos recursos;
en estas condiciones, resulta evidente que pesaban sobre la Administración
Pública deberes de preparación previa como los descritos, cuya omisión no se
encuentra justificada con la ocurrencia del terremoto y maremoto del 27 de febrero
de 2010.
En efecto, para que tales eventos naturales pudieran cumplir la función
exculpatoria que les atribuye el Fisco, el Estado debió desplegar toda una
actividad previa y eficiente de prevención, manejo y regulación de la emergencia
conforme las normas que el mismo se otorgó desde hace ya largo tiempo,
abarcando a nivel local esto es, en Minacosta modalidades de educación,
señalética y de regulación de la actividad extractiva que permitieran a las víctimas
adoptar resguardos y medidas adecuadas que les otorgaran, cuando menos, una
chance efectiva y cierta de evitar las consecuencias dañosas reseñadas en esta
causa".
La Corte revocó la sentencia impugnada, acogiendo la demanda solo en cuanto
se condenó al Fisco a pagar $ 455.000.000 a título de indemnización de perjuicios
por concepto de daño moral, repartidos entre los demandantes familiares de las
víctimas conforme al siguiente detalle: $ 40.000.000 para la cónyuge
sobreviviente; $ 20.000.000 para cada hijo; y, $ 5.000.000 para cada hermano de
las víctimas.
Ficha 9
Corte Suprema, 29 de diciembre de 2017, rol Nº 97668-2016.
Ministros (Tercera Sala): Sergio Muñoz G., Rosa Egnem S., Carlos Aránguiz Z.,
Manuel Valderrama R., y el abogado integrante señor Álvaro Quintanilla P.
Acordado con el voto en contra del abogado integrante señor Quintanilla.
Redacción a cargo del ministro Valderrama y la disidencia de su autor.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
En el contexto del terremoto de 27 de febrero de 2010 y el sucesivo tsunami,
don Eduardo del Carmen Suárez Figueroa falleció por inmersión dentro de su casa
ubicada en el sector de Santa Clara luego de que las autoridades locales
descartaron toda posibilidad de ocurrencia de un maremoto.
Solicita la demandante
Los hermanos del difunto dedujeron demanda de indemnización de perjuicios
por falta de servicio en contra del Fisco de Chile. Solicitaron $ 40.000.000 para
uno de ellos y $ 30.000.000 para el otro; ambos montos por concepto de daño
moral.
Decisión de primera y segunda instancia
El 3er Juzgado Civil de Concepción acogió la demanda en cuanto condenó al
Fisco a pagar la suma de $ 20.000.000 para cada hermano de la víctima. Rechazó
la excepción de caso fortuito opuesta por la demandada.
La demandada dedujo recurso de apelación en contra de la sentencia de
primera instancia. La Corte de Apelaciones de Concepción confirmó el fallo
impugnado y compartió la cuantía de la indemnización determinada por el
tribunal a quo.
Decisión de la Corte Suprema
En lo que concierne a los antecedentes que lo configuran, la Corte sostuvo en el
considerando undécimo que la naturaleza imprevista del caso fortuito se verifica
cuando no resulta posible vislumbrar la existencia del daño con anterioridad a su
ocurrencia, es decir, tras haber adoptado todas las precauciones para que el daño
no se produzca y, aun así, ser imposible para el agente contrarrestarlo. La
irresistibilidad, por su parte, se refiere a la conducta del agente frente a un suceso
en vías de ocurrir, inminente, o ya ocurrido, y consiste en defensas que se
oponen al hecho imprevisto tendientes a evitar sus efectos dañosos.
En la especie, la Corte sostuvo que no concurrió el requisito de la
imprevisibilidad dado que el llamado de las autoridades a que los habitantes
volvieran a sus casas, luego de acontecido el terremoto, soslayó la evidente
posibilidad de que sobreviniera un tsunami. En ese sentido, sostuvo en el
considerando duodécimo: "...en el presente caso, fue la absoluta falta de una
razonable previsibilidad acerca de lo que sobrevendría luego de sucedido el fuerte
terremoto que golpeó con especial fuerza a la VIII Región, lo que impide acoger la
alegación que efectúa el Fisco, puesto que si bien el fenómeno natural ocurrido,
por su fuerza y efectos podría estimarse, prima facie, un evento imprevisto e
irresistible, fue la misma autoridad quien apoyada en nulos antecedentes y
completa falta de información fidedigna, la que asumió y previó un devenir de
sucesos equívocos dando cuenta el Intendente en dos ocasiones que la población
debía regresar a sus viviendas asegurando que nada más sobrevendría; es decir,
soslayando la imprevisibilidad acerca de lo que ocurriría luego de la catástrofe y la
escasa información que a nivel central se estaba produciendo, decidió el
Intendente qué debía hacerse a continuación y cómo proceder frente a la
población, sin sustento ni base alguna, más que su sola y errada creencia basada
en un antecedente también desacertado proveniente de un oficial de la Marina.
En efecto, es la imprevisibilidad de un suceso catastrófico recién ocurrido que
obliga a una persona y en particular a la Autoridad a adoptar las medidas de
diligencia y cuidado tendientes a prevenir un daño mayor frente a un futuro incierto
luego de acaecido un terremoto de las dimensiones como aquel que se produjo la
madrugada del 27 de febrero de 2010; sin embargo, al no haberlo hecho, al ser las
resueltas imprudentes e inmotivadas, lo ocurrido obliga a considerar que el actuar
de la Autoridad obedeció a un estimación que erradamente creyó previsible, con
trágicos resultados para la ciudadanía al descartar toda consecuencia aún peor
que el terremoto que acababa de desolar al país".
La Corte rechazó el recurso de casación confirmado el fallo impugnado que
condenó al Fisco al pago de $ 40.000.000 a título de indemnización de perjuicios
por concepto de daño moral, repartido entre ambos demandantes conforme al
detalle indicado anteriormente.
Otros
El voto de minoría sostuvo, en su considerando quinto, que el caso fortuito o
fuerza mayor procede si ante un hecho proceden tres elementos
distintos: (i) externalidad; (ii) imprevisibilidad; e, (iii) irresistibilidad.
Acerca del primer requisito, indicó que es el hecho constituyente de caso fortuito
debe ser ajeno a la voluntad de las partes afectadas por él, de manera que sea
inimputable tanto a quien causa el daño como al que lo sufre.
Sobre la imprevisibilidad, señaló que consiste en la imposibilidad de contemplar
el hecho con anterioridad a su ocurrencia. En este sentido, lo previsible se
determina atendiendo a las circunstancias particulares que rodean la actividad en
desarrollo de la cual surgió el daño y, por ello, se deben verificar las previsiones
normales que habrían de exigirse a quien alega la fuerza mayor.
Finalmente, la irresistibilidad es la imposibilidad objetiva para el sujeto de evitar
las consecuencias derivadas del hecho imprevisto; consiste en que haya sido
absolutamente imposible evitar el hecho o suceso aludido, no obstante, los medios
de defensa empleados para superarlo. También implica la imposibilidad de
sobreponerse al hecho para eludir sus efectos.
En el mismo orden de ideas, la Corte razonó en los considerandos sexto a
octavo: "6º Que en el caso en concreto, y considerando lo hasta aquí relacionado,
no es posible concluir la existencia de responsabilidad del Fisco por falta de
servicio, toda vez que a las Autoridades y Órganos del Estado no les resultaba
posible, advertir y precaver la serie de sucesos que sobrevendrían a continuación
del fuerte terremoto que desoló al país, más aún si, como ha quedado establecido,
las comunicaciones estaban completamente interrumpidas y que el Intendente
obró conforme a las instrucciones que recibía de la Armada, cuya información
también fue afectada por la extraordinaria fuerza del evento sísmico que afectó a
gran parte del país. Un razonamiento contrario implicaría exigir, más allá de lo
prudente, razonable y esperable, que la Autoridad respondiera en todo caso, como
una especie de responsabilidad estricta u objetiva, obviando las características
desastrosas de este evento en particular, lo que aparece sin duda una exigencia
indebida, cuando no impracticable.
Así, probada la existencia de un hecho constitutivo de fuerza mayor o caso
fortuito, con las características que se acaban de enunciar, corresponden
consecuentemente los efectos exoneratorios de la responsabilidad que ha
pretendido imputársele al Fisco, al interrumpirse el nexo causal por la estimación,
para quien disiente, de un hecho que reviste los caracteres de caso fortuito o
fuerza mayor.
7º Que en ese estado de cosas, tampoco podía preverse el comportamiento del
mar por la Autoridad, con la escasa información que disponía, menos adquirir el
conocimiento acerca del momento exacto en que el tren de olas arrasaría la
Población Santa Clara, supuesto que en caso alguno formaba parte del acervo y
conocimiento de los Órganos a cargo de asumir el control de los hechos
posteriores a la catástrofe, es decir, la situación en concreto no era posible de
determinar, de conformidad con sus imprevistas consecuencias.
8º Que, en razón de lo dicho, para quien disiente, correspondía concluir que los
jueces de la instancia incurrieron en los errores de derecho que se les atribuyen
en el recurso, de tal suerte que la casación en el fondo intentada debió ser
acogida".
Ficha 10
Corte Suprema, 12 de diciembre de 2017, rol Nº 172-2017.
Ministros (Tercera Sala): Carlos Aránguiz Z., Rosa Egnem S., Sergio Muñoz G.,
María Eugenia Sandoval G. y Arturo Prado P. Acordado con el voto en contra de
María Eugenia Sandoval, quien estuvo por confirmar la sentencia en virtud de los
fundamentos reseñados en la sentencia de casación. Redacción a cargo del
ministro Aránguiz.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
María Gabriela Sepúlveda dedujo demanda de indemnización de perjuicios en
contra del Fisco de Chile por la muerte de su madre Gabriela del Carmen Aliste
como consecuencia de haber sido alcanzada por las aguas del tsunami acaecido
en la localidad de Dichato luego del terremoto de 27 de febrero de 2010.
Fundamentó su pretensión en que el Intendente Regional indicó, por la radio, la
inexistencia de peligro de tsunami. El Fisco alegó caso fortuito o fuerza mayor.
Solicita la demandante
La hija de la víctima demandó al fisco por indemnización de perjuicios fundada
en la falta de servicio en la que habría incurrido el Estado. Solicitó se condenara a
la demandada al pago de $ 80.000.000 a título de indemnización de perjuicios por
concepto de daño moral.
Decisión de primera y segunda instancia
El 2º Juzgado Civil de Concepción rechazó la demanda en todas sus partes no
obstante haber desestimado la excepción de caso fortuito opuesta por el Fisco.
Fundó el rechazo de la demanda en que la actora no habría demostrado que la
muerte de la víctima fue consecuencia de la falta de servicio.
La demandante dedujo recurso de apelación en contra de la sentencia de
primera instancia, y la demandada por su parte se adhirió al recurso para solicitar
se revocara el rechazo a la excepción de falta de servicio y la de caso fortuito. La
Corte de Apelaciones de Concepción revocó el fallo impugnado en cuanto al
rechazo de la excepción de ausencia de falta de servicio y en definitiva acogió tal
excepción. En cuanto al rechazo de la demanda y de la excepción de caso fortuito,
confirmó la decisión del tribunal a quo.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito consiste en el imprevisto que no es posible resistir. La
imprevisibilidad se verifica cuando no resulta posible vislumbrar la existencia del
deterioro con antelación a su ocurrencia, siendo imposible de contrarrestar incluso
si se hubieran tomado todas las precauciones para evitar el mal. Por su parte, la
irresistibilidad dice relación con las medidas adoptadas para evitar los resultados
dañosos del imprevisto. Así, corresponde realizar primero un análisis de la
imprevisibilidad para, posteriormente, ejecutar uno acerca de la irresistibilidad.
Dado que el Estado brindó injustificadamente información falsa, incentivando a
que la ciudadanía se quedase en sus casas, no es posible sostener que su actuar
se debió a un caso fortuito, puesto que en vez de determinar medidas para resistir
los efectos del fenómeno, incentivó a los habitantes desechar la posibilidad de su
ocurrencia.
En el anterior sentido la Corte argumentó, en el considerando decimoséptimo de
la sentencia de casación, que: "(...) Bajo este prisma en los hechos asentados en
autos cabe distinguir dos fases: la primitiva atinente a la ocurrencia del terremoto y
tsunami, hechos que, en un país distinto al nuestro, de cultura sísmica antigua y
permanente podría aceptarse que la ocurrencia de un sismo mayor y excepcional,
constituya caso fortuito. Sin embargo, frente a un escenario de falta de
comunicaciones de cara a la hecatombe acaecida con este suceso, la actuación
postrera de las entidades públicas encargadas de intervenir no se divisa que ella
se haya visto alterada por los efectos de un supuesto caso fortuito. Y como el
mérito de los antecedentes dan cuenta que el señor Intendente de la Región del
Bío Bío de la época, en entrevista a radio BíoBío el día 27 de febrero de 2010 a
las 5:01 AM y 5:19 AM informó a la comunidad que el Contra Almirante
Macchiavello Marceli, había expresado la inexistencia en un horizonte próximo de
peligro de tsunami, llamando a la gente a la tranquilidad, a quedarse en casa y a
salir sólo en caso de extrema necesidad, resulta entonces que debe examinarse si
existió responsabilidad imputable a la autoridad en el suministro del servicio
aplicable específicamente a este.
Así, si bien las dificultades en las comunicaciones esgrimidas por la propia
demandada para justificar el hecho de no haber informado la alerta,
evidentemente impedían a la autoridad dar cuenta del riesgo cierto de tsunami,
aquello en modo alguno puede justificar la conducta contraria, esto es, asegurar a
la población la inexistencia de tsunami o de riesgo de ocurrencia, no pudiendo
dicho llamado a la población llevar a calificar que las muertes producidas respecto
de quienes lo acataron, sea consecuencia atribuible al caso fortuito o de la fuerza
mayor.
De este modo, la prudencia y el deber de cuidado sobre los habitantes del país
en supuestos como el de autos, le impidió a la Administración el efectuar un
llamado como el que en los hechos realizó, bajo las circunstancias relatadas, en
cuanto el buen criterio y la responsabilidad que como autoridad recaía sobre ésta
que hacía preferible que omitiere un llamado a la calma y a mantenerse en sus
casas, como el que hiciera en la oportunidad indicada el Intendente de la época".
La Corte acogió el recurso de casación en el fondo, revocó la sentencia
impugnada y en reemplazo condenó al Fisco a pagar a la demandante $
40.000.000 a título de indemnización de perjuicios por daño moral.
Ficha 11
Corte Suprema, 21 de noviembre de 2017, rol Nº 76472-2016.
Ministros (Tercera Sala): Sergio Muñoz G., Rosa Egnem S., María Eugenia
Sandoval G, Carlos Aránguiz Z., y Jorge Dahm O. Redacción a cargo de la
ministra Egnem.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Luego del terremoto de 27 de febrero de 2010, parte de las dependencias del
Centro Penitenciario de Chillán se derrumbaron, entre ellos un muro perimetral, lo
que motivó la fuga de una gran cantidad de reos de la cárcel. De una población de
760 reclusos 269 de ellos se fugaron ocasionando incendios y destrozos en las
casas vecinas, entre ellas el inmueble de Claudio Cortez Tapia donde este
habitaba y desarrollaba sus actividades profesionales, la cual terminó quemada en
gran parte. Claudio Cortés demandó indemnización de perjuicios en contra del
Fisco por falta de servicio.
Solicita la demandante
El médico por sí y en representación de su sociedad, y la familia del primero
dedujeron demanda de indemnización de perjuicios en contra del Fisco por falta
de servicio. Solicitaron $ 90.000.000 para una integrante de la familia que estaba
embarazada al tiempo del terremoto, y $ 70.000.000 para cada uno de los demás
actores, todos por concepto de daño moral.
Adicionalmente, solicitaron $ 45.000.000 por concepto de daño emergente
relativo a la destrucción total del inmueble afectado y los muebles que lo
guarnecían.
Decisión de primera y segunda instancia
El 2º Juzgado Civil de Chillán rechazó la demanda en todas sus partes por
cuanto acogió la excepción de caso fortuito opuesta por la demandada.
La demandante dedujo recurso de apelación en contra del fallo de primera
instancia. La Corte de Apelaciones de Chillán acogió el recurso, revocando la
sentencia impugnada y desestimando la excepción de caso fortuito y acogió la
demanda en cuanto condenó al Fisco al pago de $ 45.000.000 a título de
indemnización de perjuicios por daño emergente, y al pago de $ 60.000.000 para
cada uno de los cinco demandantes personas naturales, por concepto de daño
moral.
Decisión de la Corte Suprema
Debe considerarse que el carácter de imprevisto de un evento se verifica cuando
el mismo no es posible de prever, ni vislumbrar, así como tampoco de resistir,
siendo entonces la imprevisibilidad e irresistibilidad sus requisitos copulativos.
En consecuencia, es la previsibilidad de un suceso lo que compele u obliga a
una persona a adoptar las medidas de diligencia y cuidado tendientes a evitarlo. Si
el hecho dañoso ocurre de todas maneras, no obstante las medidas adoptadas,
este suceso permite ser calificado de imprevisto. Sin embargo, para atribuir a tal
acontecimiento que originó daños a un tercero el carácter de irresistible es
necesario que las medidas de defensa que efectivamente se implementaron para
evitar su ocurrencia y/o minimizaran sus consecuencias, sean eficientes, eficaces
y efectivas a tales efectos. En otras palabras, no basta con disponer determinadas
medidas que impidan que se origine un daño, ellas deben ser útiles, idóneas y
efectivas para evitarlo.
En la especie, la Corte sostuvo en el considerando undécimo de la sentencia,
confirmando el criterio del fallo de segunda instancia que: "(...) sismos y
terremotos no constituyen imprevistos en nuestro país; haciendo alusión a la zona
misma en que se sitúan los hechos se recuerda el terremoto de Chillán de 1939, y
del mismo modo se acude al terremoto que azotó especialmente las ciudades de
Concepción y Valdivia en el año 1960. Se acotó que, en este contexto, sólo puede
atribuirse el carácter de imprevisto a la intensidad que alcanzará y/o a la
oportunidad, o fecha en que ocurrirá. Cabe añadir por otra parte que, lo que
definirá si un terremoto citado este evento a modo ejemplar en el artículo 45 del
Código Civil, integra o no una situación de caso fortuito, son las circunstancias en
que se produce el evento, y, resulta ser de suyo relevante si el mismo ha tenido
lugar en un lugar reconocido indiscutidamente como sísmico o, en otro en el que
no ha podido racionalmente ser concebido tal evento de la naturaleza, de modo tal
que el capítulo de nulidad que se analiza no puede prosperar; todo ello, al margen
de lo que a continuación se dirá y que reafirma la conclusión que acaba de
anotarse".
Habiéndose establecido como hechos inamovibles, que Gendarmería de Chile
incumplió sus deberes de seguridad del establecimiento carcelario, en particular,
el de mantención y conservación del muro perimetral que deslindaba el
establecimiento con propiedades residenciales del sector, entre ellas, con la casa
habitación de los actores, no cabe sino entender que tal entidad incurrió en falta
de servicio que tuvo incidencia directa en los hechos que ocasionaron los daños
cuyo resarcimiento se ha impetrado en estos autos.
La Corte rechazó el recurso de casación confirmando la sentencia impugnada
que condenó al Fisco al pago de $ 45.000.000 a título de indemnización de
perjuicios por concepto de daño emergente a la sociedad dueña del inmueble, y a
$ 300.000.000 por concepto de daño moral repartidos entre los demandantes
conforme al detalle indicado precedentemente.
Ficha 12
Corte Suprema, 21 de noviembre de 2017, rol Nº 100695-2016.
Ministros (Tercera Sala): Carlos Aránguiz Z., Rosa Egnem S., Sergio Muñoz G.,
María Eugenia Sandoval G. y Manuel Antonio Valderrama R. Redacción a cargo
de Manuel Valderrama.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Pablina Ortiz y Sonia Obregón dedujeron demanda de indemnización de
perjuicios en contra del Fisco de Chile por falta de servicio al desinformar a la
población acerca del tsunami ocurrido en la madrugada del 27 de febrero de 2010,
mediante la difusión de información errónea por parte del Intendente, lo que derivó
en el fallecimiento de León Ortiz Novoa y Valeria Ortiz Obregón en la localidad de
Dichato. Después del terremoto, permanecieron por horas en un cerro. Al no
comunicarse alerta de tsunami, decidieron volver a sus casas, momento en que
fueron alcanzados por el hecho dañoso. El Fisco excepcionó caso fortuito.
Solicita la demandante
Ambos familiares de las víctimas demandaron indemnización de perjuicios al
Fisco por su falta de servicio. Una de las demandantes solicitó $ 150.000.000 por
la muerte de su cónyuge, $ 150.000.000 por la muerte de su hija, y $ 50.000.000
por su daño propio a raíz de las lesiones; La otra demandante solicitó $
150.000.000 por la muerte de su hermana, y $ 150.000.000 por la muerte de su
padre; todos los anteriores montos por concepto de daño moral.
Decisión de primera y segunda instancia
El 3er Juzgado Civil de Concepción acogió la demanda en cuanto condenó al
Fisco al pago de $ 70.000.000 para la demandante cónyuge y madre de las
víctimas, y $ 30.000.000 para la demandante hija y hermana de las víctimas, a
título de indemnización de perjuicios por concepto de daño moral.
La demandada dedujo recurso de apelación en contra de la sentencia de
primera instancia. Por su parte, la Corte de Apelaciones de Concepción confirmó
el fallo impugnado.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 45 define al caso fortuito como el imprevisto que no es posible resistir.
Que sea imprevisto significa que no es posible vislumbrar la existencia del daño
con anterioridad a su ocurrencia de manera que, aun adoptando todas las
precauciones para que el daño no se produzca, siga siendo imposible para el
agente contrarrestarlo. La irresistibilidad, por su parte, se refiere a la conducta del
agente frente a un suceso en vías de ocurrir e inminente, o ya ocurrido,
consistiendo en defensas que se oponen al hecho imprevisto tendientes a evitar
sus efectos dañosos.
En la especie, si bien se podría estimar al terremoto, prima facie, como caso
fortuito, fue la autoridad quien brindó información errónea, dando cuenta con esto
que descartó el hecho ciertamente previsible de que ocurriera un tsunami, y por
consiguiente desplegando nulas medidas tendientes a resistir sus efectos; de
manera que incurrió en falta de servicio, no procediendo el caso fortuito como
exonerante de responsabilidad.
En ese sentido, en el considerando décimo segundo la Corte señaló: "(...) en el
presente caso fue la absoluta falta de una razonable previsibilidad acerca de lo
que sobrevendría luego de sucedido el fuerte terremoto que golpeó con especial
fuerza a la VIII Región, lo que impide acoger la alegación que efectúa el Fisco,
puesto que si bien el fenómeno natural ocurrido, por su fuerza y efectos podría
estimarse, prima facie, un evento imprevisto e irresistible, fue la misma autoridad
quien apoyada en nulos antecedentes y completa falta de información fidedigna, la
que asumió y previó un devenir de sucesos equívocos dando cuenta el Intendente
en dos ocasiones que la población debía regresar a sus viviendas asegurando que
nada más sobrevendría, haciéndose eco de una información oficial, emanada del
organismo técnico especialista en emergencias y que en sus manos tenía el
devenir de las consecuencias próximas, esto es, la Onemi, que canceló la alerta
de tsunami una hora y media después de ocurrido el terremoto de 8.8 grados en la
escala de Richter; es decir, obviando el supuesto de previsibilidad exigido en el
artículo 45 del Código Civil, puesto que estimaron predecible el devenir de los
acontecimientos, por algo fue que con tanta firmeza y pese a lo que estaba
sucediendo en diversos lugares del país, cancelaron la orden que alertaba la
ocurrencia de un tsunami, decidiendo el Intendente Regional qué debía hacerse a
continuación y cómo proceder frente a la población y qué debía hacer ésta,
aunque sin sustento ni base alguna, más que su sola y errada creencia fundada,
en un antecedente también desacertado, proveniente de un oficial de la Marina y
antes, de la oficina experta en emergencias, apartando todo elemento empírico
que podía ser recogido sobre la base de la experiencia de lo que pasaba en
aquellos mismos instantes en otros lugares del país, por ejemplo, en la Isla de
Juan Fernández".
Del mismo modo, sentenció en el considerando decimotercero: "Que en efecto,
es la imprevisibilidad definida como desconocimiento de las consecuencias
razonables sobrevinientes de un suceso recién ocurrido la que obliga a una
persona y en particular a la Autoridad a adoptar las medidas de diligencia,
prudencia y racional cuidado tendientes a prevenir un daño mayor frente a una
espera incierta luego de acaecida una calamidad como la acontecida en la
madrugada del 27 de febrero de 2010; sin embargo, al no haberlo hecho, al ser las
resueltas imprudentes e inmotivadas, lo ocurrido obliga a considerar que el actuar
de la Autoridad obedeció a un estimación que erradamente creyó previsible,
resolviendo cómo proceder, con trágicos resultados al descartar toda
consecuencia aún peor que el terremoto que acababa de desolar al país".
La Corte rechazó el recurso de casación, confirmando la sentencia impugnada
que condenó al Fisco al pago de $ 100.000.000 a título de indemnización de
perjuicios por concepto de daño moral, repartidos entre ambas demandantes,
conforme al detalle indicado precedentemente.
Ficha 13
Corte Suprema, 16 de noviembre de 2017, rol Nº 4658-2017.
Ministros (Tercera Sala): Rosa Egnem S., María Eugenia Sandoval G., Manuel
Valderrama R., Arturo Prado P., y el abogado integrante señor Álvaro Quintanilla
P. Acordada con el voto en contra de la ministra Sandoval y del abogado
integrante señor Quintanilla. Redacción a cargo del ministro Prado y la disidencia
de sus autores.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Hernán Cuevas San Martín falleció alcanzado por la primera ola del tsunami
acontecido luego del terremoto de 27 de febrero de 2010 en el sector de Isla
Mocha. Los familiares de la víctima acusaron la nula respuesta de los órganos del
Estado, en específico por no haber comunicado a la población la alerta de
tsunami, ni haber desarrollado labores de educación y determinación de zonas
seguras.
Solicita la demandante
Su familia demandó al Fisco indemnización de perjuicios por falta de servicio.
Solicitaron $ 100.000.000 para cada uno de los seis actores familiares de la
víctima por concepto de daño moral.
Decisión de primera y segunda instancia
El 3er Juzgado Civil de Concepción acogió la excepción de caso fortuito opuesta
por el Fisco, y en consecuencia rechazó la demanda en todas sus partes.
Los demandantes dedujeron recurso de apelación en contra de la sentencia de
primera instancia. La Corte de Apelaciones de Concepción confirmó la decisión del
tribunal a quo.
Decisión de la Corte Suprema
Primeramente, la exigencia de un hecho externo le da el verdadero carácter de
causa extraña a la fuerza mayor. Así, el hecho constitutivo de fuerza mayor debe
ser ajeno a la actividad dentro de la cual se ha causado el daño. Dicho de otra
manera, la fuerza mayor está definida como aquel hecho que no depende del
actuar de ninguna de las partes que se encuentran vinculadas al hecho dañino: no
debe ser imputable ni a quien lo causa ni a quien lo sufre.
Luego, que se trate de un hecho imprevisible importará que no resulte posible
contemplarlo con anterioridad a su ocurrencia. Para establecer qué es lo previsible
en cada caso concreto, se requiere analizar las circunstancias particulares que
rodean la actividad en desarrollo de la cual surgió el daño y, por consiguiente, se
deben verificar las previsiones normales que habrían de exigirse a quien alega la
fuerza mayor.
La Corte explica, en el considerando vigésimo tercero, que la exigencia de ser
un hecho irresistible se refiere a la imposibilidad objetiva para el sujeto de evitar
las consecuencias derivadas del hecho imprevisto. Consiste en que haya sido
absolutamente imposible evitar el hecho o suceso aludido, no obstante los medios
de defensa empleados para superarlo. También implica la imposibilidad de
sobreponerse al hecho para eludir sus efectos.
En este sentido, cita a la profesora Brantt Zumarán quien señala que "la sola
circunstancia de que el acontecimiento sea imprevisible implica que su ocurrencia
es inevitable para el deudor, pues, si éste no sabe y tampoco le es exigible saber
que sucederá un determinado hecho, mal puede imponérsele el deber de
impedirlo" (Brantt Zumarán, María Gabriela. El Caso Fortuito y su incidencia en el
Derecho de la Responsabilidad Contractual, Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso, Facultad de Derecho, LegalPublishing, año 2010).
En consecuencia, al Estado le correspondía, y así lo había asumido en la
normativa de emergencia, una obligación de prevención y regulación tendiente
precisamente a evitar las consecuencias de estas catástrofes, de cuya infracción
se deriva precisamente el sustento de su responsabilidad en este caso.
De esta manera, correspondía al Estado definir áreas vulnerables, preparar en
cada caso el contexto de emergencia y educar a la población según las
particularidades de cada zona, pues por ello, los planes de emergencia tienen una
estructura funcional y territorial que importa conocer sectorialmente cuales son
aquellas áreas que presentan mayor vulnerabilidad en estos hechos. Así, el
Estado, en conocimiento por medio de sus agentes del ejercicio de esta actividad
de recolección primaria, por personas de escasos recursos importaba una
obligación de preparación previa que permitiese otorgar a la población elementos
de resguardo más elaborados, en la determinación de las zonas, en el
señalamiento de vías de evacuación y en la prohibición de pernoctación en
lugares más expuestos como la de Punta de Lobos.
Sobre lo anterior, la Corte razonó en el considerando vigésimo quinto de la
sentencia: "Que de esta forma, para que el evento sísmico y el tsunami del 27 de
febrero de 2010 haya tenido la función exculpatoria que le atribuye el Fisco en su
contestación y la misma sentencia de primera instancia, el Estado tuvo que haber
desplegado toda una actividad eficiente de prevención, manejo y regulación de la
emergencia conforme las normas que el mismo se otorgó desde hace ya largo
tiempo, abarcando a nivel local esto es Isla Mocha modalidades de educación,
señalética y de regulación de la actividad extractiva de forma de haber otorgado a
la víctima la posibilidad cierta adoptar resguardos más elaborados que le hubieran
otorgado una chance efectiva y cierta de evitar las consecuencias dañosas
reseñadas en esta causa".
La Corte acogió el recurso de casación, revocó la sentencia impugnada y en
reemplazo condenó al Fisco a pagar $ 120.000.000 a título de indemnización de
perjuicios por concepto de daño moral, de los cuales concedió $ 60.000.000 para
la cónyuge sobreviviente de la víctima, y $ 20.000.000 para cada uno de sus 3
hijos.
Ficha 14
Corte Suprema, 9 de noviembre de 2017, rol Nº 12169-2017.
Ministros (Tercera Sala): Carlos Cerda Fernández, Sergio Muñoz Gajardo, Manuel
Antonio Valderrama Rebolledo, Jorge Lagos Gatica y Jean Pierre Matus Acuña.
Redacción a cargo de Jorge Lagos Gatica.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Setenta y cuatro personas dedujeron demanda de indemnización de perjuicios
en contra del Fisco de Chile fundada en la falta de servicio de funcionarios del
Estado al enfrentar el terremoto y posterior tsunami ocurrido el 27 de febrero de
2010. El Fisco excepcionó por caso fortuito.
Solicita la demandante
Los demandantes solicitaron se condenara al Fisco a pagar una indemnización
total de $ 10.675.000.000 desglosados entre los actores según la cantidad de
familiares víctimas de la catástrofe y la cercanía del vínculo que tenían con estos,
todas las sumas por concepto de daño moral.
Decisión de primera y segunda instancia
El 22º Juzgado Civil de Santiago acogió la demanda condenando al Fisco a
pagar $ 30.000.000 para cada cónyuge, pareja, hijo, padre o madre de las
víctimas, $ 15.000.000 para cada abuelo o hermano, y $ 7.500.000 para cada
nieto. Asimismo, condenó a la demandada a pagar $ 10.000.000 por las lesiones
causadas a una de las actoras. Todos los montos anteriores por concepto de daño
moral. El tribunal condenó en costas a la demandada.
El Fisco dedujo recurso de apelación en contra de la sentencia de primera
instancia. La Corte de Apelaciones de Santiago revocó la sentencia impugnada en
cuanto a la condena en costas a la demandada, y la confirmó en lo demás.
Decisión de la Corte Suprema
En el considerando decimocuarto la Corte indicó que el caso fortuito es el
eximente de responsabilidad consistente en el imprevisto que no es posible
resistir. Así, para que proceda, deben concurrir tres requisitos: (i) ser un hecho
externo; (ii) imprevisible; e, (iii) irresistible. El hecho externo se traduce en su
inimputabilidad tanto al agente como a la víctima. La imprevisibilidad consiste en
que no resulte posible contemplarlo con anterioridad a su ocurrencia, debiéndose
analizar las circunstancias del caso en particular para compararlos con las
previsiones normales que habrían de exigirse a quien alega la fuerza mayor. Para
ello, se señalan tres estándares, según expone la Corte en el considerando
décimo quinto de la sentencia: "(...) que se trate de un hecho imprevisible
importará que no resulte posible contemplarlo con anterioridad a su ocurrencia.
Para establecer qué es lo previsible en cada caso concreto, se requiere analizar
las circunstancias particulares que rodean la actividad en desarrollo de la cual
surgió el daño y, por consiguiente, se deben verificar las previsiones normales que
habrían de exigirse a quien alega la fuerza mayor. La imprevisibilidad implica que
en condiciones normales haya sido imposible para el agente precaverse contra él.
En cada caso concreto se requiere: a) El referente a su normalidad y frecuencia;
b) El atinente a la probabilidad de su realización; c) El concerniente a su carácter
excepcional y sorpresivo".
La Corte indicó en el considerando vigésimo quinto que la irresistibilidad
consiste en que haya sido absolutamente imposible evitar el hecho o suceso
aludido, no obstante los medios de defensa empleados para superarlo.
El Fisco incurre en error al señalar como causa en sí misma de los daños la
ocurrencia del tsunami dado que no es dable señalar que estos son imprevisibles
en nuestro país: se sabe que ocurrirán, solo que no se sabe cuándo. En
consecuencia, este solo hecho obliga a las autoridades a adoptar medidas
preventivas y que permitan actuar de manera rápida y sin dudas ante estas
catástrofes, ya sea mediante la evacuación de la población o la alerta de tsunami.
En consecuencia, no es posible sostener la existencia de caso fortuito.
En relación con lo anterior, el considerando décimo sexto expone: "Que en el
caso de autos no se verifica ninguna de las exigencias descritas en los
considerandos precedentes. En efecto, el recurrente comete un error al sostener
que el vínculo de causalidad se relaciona con la ocurrencia del tsunami,
soslayando que la falta de servicio se relaciona con la omisión de trasmitir la alerta
del evento de la naturaleza, cuestión que habría permitido a las personas adoptar
acciones que le permitirán alejarse de las zonas azotadas por el evento. Lo
anterior es trascendente, pues, por una parte, atendida las características
geológicas del país y la existencia de una larga franja costera, lo hacen propenso
a sufrir terremotos y tsunamis, cuestión que ha sido reconocida incluso en los
textos reglamentarios que han sido analizados a propósito del examen de la
existencia de la falta de servicio, por lo que en caso alguno se puede señalar que
tales eventos sean imprevisibles, pues se sabe con certeza que ocurrirán, sólo
que el día en que ocurrirá y de su magnitud, es algo que no puede ser
determinado con antelación. Así, es la circunstancia que se tenga mediana
seguridad respecto que en el futuro se pueda desarrollar alguno de estos eventos,
la cuestión que ha llevado a las autoridades a tomar ciertos resguardos
contemplados en distintos cuerpos reglamentarios".
La Corte rechazó el recurso de casación, confirmando la sentencia impugnada
que condenó al Fisco a pagar $ 30.000.000 para cada cónyuge, pareja, hijo, padre
o madre de las víctimas, $ 15.000.000 para cada abuelo o hermano, y $ 7.500.000
para cada nieto. Asimismo, condenó a la demandada a pagar $ 10.000.000 por las
lesiones causadas. Todas las sumas a título de indemnización de perjuicios por
concepto de daño moral.
Ficha 15
Corte Suprema, 5 de septiembre de 2017, rol Nº 76461-2016.
Ministros (Tercera Sala): Lamberto Cisternas R., Carlos Cerda F., Manuel
Valderrama R., y los abogados integrantes señores Álvaro Quintanilla P., y Jaime
Rodríguez E. Acordada con el voto en contra del señor Quintanilla.
Acción o recurso: Recurso de casación en la forma y en el fondo.
Hechos
Propietarios de los inmuebles ubicados en la calle 5 de Abril de Chillán
dedujeron demanda de indemnización de perjuicios en contra del Fisco de Chile
dado que, por el terremoto de 1960, el muro que separaba dicho bien con los
patios de la cárcel de Chillán se vio dañado y nunca fue reparado por
Gendarmería de Chile. Posteriormente, por el terremoto de 27 de febrero de 2010,
el muro colapsó, permitiendo la fuga de más de 200 reos quienes, al escapar,
incendiaron las viviendas para impedir su captura.
Solicita la demandante
Los propietarios de los inmuebles solicitaron se condenara a la demandada al
pago de $ 100.000.000 por concepto de daño moral a cada uno de los
demandantes, $ 124.794.675, $ 133.875.493, $ 100.383.661, $ 99.585.877, a
cada actor respectivamente por concepto de daño emergente, y $ 17.365.000 para
uno de los demandantes por concepto de lucro cesante.
Decisión de primera y segunda instancia
El 1er Juzgado Civil de Chillán rechazó la demanda en todas sus partes al
determinar que en la especie no medió falta de servicio.
Los demandantes dedujeron recurso de casación en la forma y recurso de
apelación en contra de la sentencia de primera instancia. La Corte de Apelaciones
de Chillán rechazó el recurso de casación. Respecto de la apelación la Corte
acogió el recurso y revocó la sentencia impugnada dando lugar a la demanda en
cuanto condenó al Fisco a pagar las sumas de $ 80.668.827, $ 86.538.780, $
64.373.547, y $ 64.889.245, a cada demandante por concepto de daño
emergente, $ 50.000.000 para cada demandante por concepto de daño moral, y $
3.020.000 a uno de los demandantes por concepto de lucro cesante.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito ha sido definido en el artículo 45 del Código Civil como: "El
imprevisto a que no es posible resistir". En este sentido, la Corte sostuvo en el
considerando décimo sexto que lo imprevisible se verifica cuando no resulta
posible vislumbrar la existencia del daño con anterioridad a su ocurrencia, pese a
haberse adoptado todas las precauciones para que el daño no se produzca, de
forma que es imposible para el agente contrarrestarlo. Por su parte, la
irresistibilidad se refiere a la conducta del agente frente a un suceso en vías de
ocurrir, inminente, o ya ocurrido: son defensas que se oponen al hecho imprevisto
a fin de evitar sus efectos dañosos. Así, mientras la previsibilidad de un suceso
obliga a que se adopten las medidas de diligencia y cuidado tendientes a evitarlo,
lo irresistible dice relación con que se hayan adoptado efectivamente las medidas
útiles, idóneas y efectivas para evitar o minimizar sus consecuencias.
En el mismo orden de ideas, la Corte indicó que "De lo anterior, puede
desprenderse que el análisis de la irresistibilidad es posterior a la imprevisibilidad y
luego de haber efectuado dicha calificación, la que debe concurrir igualmente para
calificar el hecho de caso fortuito".
En el caso sub lite, el recurrente no la impugnó oportunamente, dado que en
primera instancia se descartó la existencia del caso fortuito, cuestión sobre la cual
no recurrió el demandado, y en consecuencia no tuvo cabida en la sentencia de
alzada, por lo que no puede analizarse ahora mediante casación.
La Corte rechazó ambos recursos de casación confirmando la sentencia
impugnada que condenó al Fisco a pagar las sumas de $ 80.668.827, $
86.538.780, $ 64.373.547, y $ 64.889.245, a cada demandante por concepto de
daño emergente, $ 50.000.000 para cada demandante por concepto de daño
moral, y $ 3.020.000 a uno de los demandantes por concepto de lucro cesante.
Ficha 16
Corte Suprema, 28 de agosto de 2017, rol Nº 97661-2016.
Ministros (Tercera Sala): Rosa Egnem S., María Eugenia Sandoval G., Carlos
Aránguiz Z., Andrea Muñoz S., y el abogado integrante Jaime Rodríguez E.
Redacción a cargo del abogado integrante señor Rodríguez.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Doña Clemira Berríos se encontraba en su casa, en un sector cercano a la costa
de Talcahuano, cuando ocurrió el terremoto de 27 de febrero de 2010 y el
posterior tsunami. Las autoridades locales comunicaron por la radio que no había
peligro de tsunami por lo que parte de las personas permaneció en sus hogares,
entre ellas doña Clemira, quien fue alcanzada por la inundación y falleció por
inmersión.
Solicita la demandante
El cónyuge y los hijos de la víctima dedujeron demanda de indemnización de
perjuicios en contra del Fisco por falta de servicio. Solicitaron $ 170.000.000 para
el cónyuge, $ 200.000.000, $ 190.000.000, y $ 120.000.000, respectivamente,
para cada hijo. Todos los montos por concepto de daño moral.
Decisión de primera y segunda instancia
El 3er Juzgado Civil de Concepción dio lugar a la demanda en cuanto condenó
al Fisco al pago de $ 50.000.000 para el cónyuge de la víctima, $ 50.000.000, $
30.000.000, $ 30.000.000, y $ 20.000.000 para los hijos, respectivamente, todas
las sumas por concepto de daño moral.
La demandada dedujo recurso de apelación en contra del fallo de primera
instancia. La Corte de Apelaciones de Concepción confirmó la decisión del
tribunal a quo.
Decisión de la Corte Suprema
Es la previsibilidad de un suceso lo que obliga a adoptar las medidas de
diligencia y cuidado tendientes a precaverlo. Si el acontecimiento dañoso se
produce igualmente, a pesar de las providencias tomadas, entonces permite
calificarlo de imprevisto. Sea como fuere, para atribuirle haber originado gravamen
a un tercero, el carácter de irresistible, es indispensable que los resguardos
concretamente implementados para contrarrestarlos o minimizar sus
consecuencias, sean eficientes, eficaces y efectivos para evitar el evento dañoso y
sus colofones. En otras palabras, no basta con disponer determinadas
precauciones que impidan un percance, ellas deben ser útiles, idóneas y eficaces
para prevenirlo. El estudio de la irresistibilidad es posterior a la imprevisibilidad y
luego de formulada tal calificación, la que debe obrar igualmente para tildar el
hecho de caso fortuito.
En relación con lo anterior, la Corte señaló en el considerando decimoctavo de
la sentencia: "Que, frente a un escenario de falta de comunicaciones de cara a la
hecatombe ocurrida, la actuación postrera de las entidades encargadas de
intervenir no se divisa alterada por los efectos del caso fortuito. Y como el mérito
de los antecedentes da cuenta que a las 4,07 horas se emitió una alarma de
tsunami no entregada a la población y que después, entre las 4,20 y las 4,30
horas, el Comandante en Jefe de la II Zona Naval, contralmirante Roberto
Machiavello, proporciona a Carabineros la información contraria, a saber, que no
hay alerta de maremoto, circunstancia que es transmitida por el Intendente Tohá a
través del único medio radial disponible a las 5,01 horas, en circunstancias que
con apego al informe elaborado por el Director del Instituto de Sismología de la
Universidad de Chile, aparejado por el demandado a fojas 191 'los parámetros de
ubicación y tamaño del terremoto del 27 de febrero de 2010 por parte del Servicio
Sismológico de la Universidad de Chile, solamente fueron estimados alrededor de
las 05:15 horas del día 27 de febrero', lo cual revela que se levantó la alerta de
tsunami mucho antes de siquiera tener certeza de los caracteres del sismo y si
reunía o no las peculiaridades para generar un maremoto".
Finalmente sentenció en el considerando decimonoveno que el correcto
funcionamiento del servicio obligaba a la autoridad a transmitir aquella información
que se encontrara sustentada en elementos fidedignos, e incurre en falta de
servicio al no avisar la alerta de tsunami emitida por los organismos de
emergencia singularmente creados para esos fines y más tarde, al llamar a una
falsa sensación de calma, conminando a la población a prescindir de las
providencias de seguridad que espontáneamente había adoptado, sin tener en
cuenta la falta de comunicaciones que le exigía proceder sobre la base de datos
ciertos ante una catástrofe como la ocurrida. Lo reseñado permite elucidar la
imposibilidad de determinar que la actuación de la autoridad queda cubierta por un
caso fortuito.
La Corte rechazó el recurso de casación en el fondo, confirmando la sentencia
impugnada que condenó al Fisco al pago de $ 130.000.000 a título de
indemnización por concepto de daño moral, repartidos entre los demandantes
conforme al detalle que se indicó anteriormente.
Ficha 17
Corte Suprema, 27 de julio de 2017, rol Nº 68818-2016.
Ministros (Tercera Sala): María Eugenia Sandoval Gouet, Sergio Muñoz Gajardo,
Manuel Antonio Valderrama Rebolledo, Álvaro Quintanilla Pérez y Jaime
Rodríguez E.
Acción o recurso: Recurso de casación en la forma y en el fondo.
Hechos
Silvia Gutiérrez y Greisnery Gutiérrez dedujeron demanda de indemnización de
perjuicios en contra del Fisco de Chile por haber incurrido en falta de servicio, al
no comunicar oportunamente la alerta de tsunami y al conminar erróneamente el
Intendente Regional a que la población se quedase en sus casas, lo que provocó
la muerte de su padre, Juan de Dios Gutiérrez Rioseco, al ser alcanzado por las
olas.
Solicita la demandante
Las hijas de la víctima solicitaron se condenara al Fisco a una indemnización de
perjuicios por la suma de $ 80.000.000 para cada una de las dos actoras, por
concepto de daño moral.
Decisión de primera y segunda instancia
El 2º Juzgado Civil de Concepción rechazó la demanda en todas sus partes al
acoger la excepción de prescripción opuesta por la demandada, en atención a que
entre la fecha del terremoto y la notificación de la demanda transcurrieron más de
cuatro años.
La demandante dedujo recurso de apelación en contra de la sentencia de
primera instancia. La Corte de Apelaciones de Concepción, conociendo del
recurso, rechazó la excepción de prescripción en atención a que el plazo se habría
interrumpido. En definitiva, acogió el recurso de apelación y dio lugar a la
demanda en cuanto condenó al Fisco a pagar la suma de $ 50.000.000 a cada
actora por concepto de daño moral.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito es definido por nuestro Código Civil como el imprevisto que no
es posible resistir. En consecuencia, cuenta con dos requisitos: (i) debe ser un
hecho imprevisible e (ii) irresistible. Sobre la imprevisibilidad, la Corte indicó en el
considerando vigésimo primero que consiste en la imposibilidad de vislumbrar la
existencia del daño con anterioridad a su ocurrencia y haberse adoptado todas las
precauciones para que el daño no se produzca y que, incluso así, haya sido
imposible de contrarrestar por el agente. Por su parte, la irresistibilidad consiste en
las defensas que se oponen al hecho imprevisto que tienen por finalidad evitar sus
efectos dañosos, esto ante un suceso en vías de ocurrir e inminente o que ya
ocurrido. Por eso, mientras el primero lleva el deber de tomar las medidas de
diligencia y cuidado tendientes a evitar el daño, el segundo es la adopción efectiva
de tales medidas, las que deben ser eficientes, eficaces y efectivas.
En este sentido, la Corte sostuvo en el mismo considerando que "Es la
previsibilidad de un suceso lo que obliga a una persona a adoptar las medidas de
diligencia y cuidado tendientes a evitarlo. Si el hecho dañoso igual ocurre, no
obstante las medidas adoptadas, este suceso permite ser calificado de imprevisto.
Sin embargo, para atribuir a tal acontecimiento que originó daños a un tercero, el
carácter de irresistible, es necesario que las medidas de defensa que
efectivamente se implementaron para que no ocurrieran o minimizaran sus
consecuencias, sean eficientes, eficaces y efectivas para evitar el evento dañoso y
sus efectos. En otras palabras, no basta con disponer determinadas medidas que
impidan que se origine un daño, ellas deben ser útiles, idóneas y efectivas para
evitarlo.
De lo anterior puede desprenderse que el análisis de la irresistibilidad es
posterior a la imprevisibilidad y luego de haber efectuado dicha calificación, la que
debe concurrir igualmente para calificar el hecho de caso fortuito".
En la especie, no es dable estimar que procede el caso fortuito dado que se
levantó la alerta de tsunami de forma infundada y mucho antes de tener alguna
certeza al respecto; según expuso la Corte en el considerando vigésimo segundo:
"Que es a la luz de la explicación anterior que en los hechos asentados en autos
deben distinguirse dos momentos: el primero de ellos relativo a la ocurrencia del
terremoto y tsunami, hechos que en esencia son imprevisibles e irresistibles, de
manera que no existe discusión en cuanto a que tales fenómenos naturales
configuran un caso fortuito y no pueden ser imputados a la Administración.
Sin embargo, ante un escenario de falta de comunicaciones en razón de la
catástrofe ocurrida la actuación posterior de los órganos encargados de actuar no
se ve abarcada por los efectos del caso fortuito. Es así como el mérito de los
antecedentes da cuenta que a las 4.07 horas se emitió una alerta de tsunami que
no fue comunicada a la población y que luego, entre las 4.20 y las 4.30 horas el
Contralmirante en Jefe de la II Zona Naval Roberto Machiavello transmite a
Carabineros la información contraria, esto es, que no hay alerta de maremoto,
circunstancia que es transmitida por el Intendente Tohá a través del único medio
de comunicación disponible a las 5.01 horas (informe de la Policía de
Investigaciones, acompañado por los demandantes a fojas 194) en circunstancias
que de acuerdo al informe elaborado por el Director del Instituto de Sismología de
la Universidad de Chile, agregado en autos por el demandado a fojas 96 'los
parámetros de ubicación y tamaño del terremoto del 27 de febrero de 2010 por
parte del Servicio Sismológico de la Universidad de Chile, solamente fueron
estimados alrededor de las 5.15 horas del día 27 de febrero'. Esto es, se levantó la
alerta de tsunami mucho antes de siquiera tener certeza de las características del
sismo y si éste reunía o no las particularidades para generar un maremoto".
La Corte rechazó ambos recursos de casación, confirmando la sentencia
impugnada que condenó al Fisco al pago de $ 50.000.000 a cada una de las
demandantes a título de indemnización de perjuicios por concepto de daño moral.
2. CASO FORTUITO O FUERZA MAYOR EN CASOS RELACIONADOS A CORTES DE SUMINISTRO
ELÉCTRICO
Ficha 18
Corte Suprema, 28 de mayo de 2019, rol Nº 20271-2018.
Ministros (Cuarta Sala): Sergio Muñoz G., María Eugenia Sandoval G., Arturo
Prado P., Ángela Vivanco M. y el abogado integrante señor Álvaro Quintanilla P.
Redacción a cargo del abogado integrante señor Álvaro Quintanilla P.
Acción o recurso: Recurso de apelación.
Hechos
La Superintendencia de Electricidad y Combustibles formuló cargos en contra de
CGE Distribución S.A. dado que un significativo número de clientes sufrió una
interrupción del suministro por más de 20 horas.
La Superintendencia hizo constar que la Dirección Meteorológica de Chile previó
que, desde el día 5 hasta el día 8 de agosto de 2015, diversos sistemas frontales
afectarían al territorio nacional entre las regiones de Coquimbo y Bío Bío, razón
por la que la Superintendencia instruyó a las empresas concesionarias de
distribución de electricidad, entre las que se encuentra CGE Distribución S.A.,
adoptar oportunamente todas aquellas medidas que fueren necesarias para
otorgar suministro continuo y seguro a sus clientes.
En marzo de 2016 la Superintendencia de Electricidad y Combustibles sancionó
a CGE Distribución S.A. con una multa de 8.055 U.T.M. por los cargos formulados
contra la concesionaria ocurridos en la Región de O'Higgins. La empresa dedujo
recurso de reposición en contra de la referida resolución el que fue rechazado el
23 de agosto de 2016.
Solicita la demandante
CGE Distribución S.A dedujo recurso de reclamación de ilegalidad en contra de
las referidas resoluciones de la Superintendencia de Electricidad y Combustibles,
solicitando que se dejaran sin efecto, o en subsidio sustituir la multa impuesta por
amonestación escrita, o en subsidio de la anterior reducir significativamente la
multa impuesta.
Decisión de primera y segunda instancia
La Corte de Apelaciones de Santiago rechazó el reclamo de la actora. CGE
apeló contra dicha sentencia, aduciendo que el fallo impugnado no considera que
un 41,7% de los casos de interrupciones del servicio se debieron a fallas no
imputables a la empresa por constituir caso de caso fortuito o fuerza mayor.
Decisión de la Corte Suprema
Atendida la necesidad de preservar el desarrollo de las actividades relativas al
ámbito eléctrico, la continuidad y calidad de los servicios, y la seguridad de las
personas o bienes, el legislador ha establecido estrictas exigencias con miras a
asegurar el cumplimiento de tales finalidades. El artículo 145 del Reglamento de la
Ley General de Servicios Eléctricos, aprobado por Decreto Supremo Nº 327 de
1997, dispone: "Las empresas concesionarias de servicio público de distribución
deberán suministrar electricidad a sus usuarios de manera continua e
ininterrumpida, salvo las excepciones legales y reglamentarias". Asimismo, el
artículo 222 del mismo Reglamento ha fijado como criterios de calidad en la
prestación del servicio la oportuna atención y corrección de situaciones de
emergencia, interrupciones de suministro, accidentes y otros imprevistos. Del
mismo modo, el artículo 245 ha determinado los periodos de interrupción del
servicio que se estiman aceptables para un periodo de 12 meses. De lo anterior se
desprende que detrás de la normativa subyace el principio de continuidad del
servicio público eléctrico, que impone un funcionamiento ininterrumpido de la
actividad.
En relación con la alegación de caso fortuito o fuerza mayor debe tenerse
presente que en virtud del principio de continuidad del servicio público eléctrico, la
prestación del mismo debe realizar sin interrupciones, salvo se trate de una
aceptada y prevista en la regulación. Por tanto, la causal de justificación invocada
debe ser analizada de manera excepcional y restrictiva puesto que la empresa
concesionaria debe adoptar con antelación los resguardos necesarios antes,
durante y después de producirse fenómenos climáticos, en pos de procurar la
continuidad del servicio.
Respecto del requisito de imprevisibilidad la Corte indicó en el considerando
noveno de la sentencia que: "En cuanto a los efectos de los sistemas frontales,
éstos no constituyen un caso fortuito o fuerza mayor, dado que no concurre el
requisito de la imprevisibilidad por cuanto en la zona donde se presentan son
fenómenos naturales probables. En las condiciones referidas no resulta atingente
sostener que la empresa concesionaria se viera enfrentada a un imprevisto
imposible de resistir. Precisamente era previsible que el sistema frontal causara
estragos en las instalaciones y sistemas de distribución, sin embargo, se podrían
haber evitado o mitigado las consecuencias lesivas para el sistema eléctrico, si se
hubieran adoptado las medidas necesarias para procurar la continuidad del
servicio".
Conforme a lo razonado, la Corte determinó que la sanción aplicada al
reclamante se ajusta a derecho, por lo que la apelación deducida no puede
prosperar. La Corte confirmó la Sentencia impugnada condenando al apelante al
pago de una por multa de 8.055 U.T.M.
Ficha 19
Corte Suprema, 28 de mayo de 2019, rol Nº 20347-2018.
Ministros (Cuarta Sala): Sergio Muñoz G., María Eugenia Sandoval G., Arturo
Prado P., Ángela Vivanco M. y el abogado integrante señor Álvaro Quintanilla P.
Redacción del abogado integrante señor Álvaro Quintanilla P.
Acción o recurso: Recurso de apelación.
Hechos
La Superintendencia de Electricidad y Combustibles formuló cargos en contra de
CGE Distribución S.A. dado que, en entre los días 11 al 13 de julio de 2015, un
significativo número de clientes sufrió una interrupción del suministro por más de
20 horas; incluso en el Sector Forel y Carrizalillo de Constitución, la
Superintendencia constató que transcurridas a lo menos 72 horas, aun había
usuarios sin suministro, debido a que los generadores instalados no tenían
capacidad suficiente para el consumo de todos los sectores.
Asimismo, entre los días 5 al 8 de agosto de 2015, CGE, informó de 4.149
clientes afectados por interrupción eléctrica, la que excedió largamente el límite de
20 horas de interrupción de suministro que establece la ley. Del mismo modo, el
11 de agosto de 2015, informó sobre 2012 clientes en 12 comunas de la VII región
afectados por interrupción eléctrica de más de 20 horas.
La Superintendencia hizo constar que la Dirección Meteorológica de Chile previó
que, desde el día 5 hasta el día 8 de agosto de 2015, diversos sistemas frontales
afectaría al territorio nacional entre las regiones de Coquimbo y Bío Bío, en razón
de lo cual la Superintendencia instruyó a las empresas concesionarias de
distribución de electricidad, entre las que se encuentra CGE Distribución S.A.,
adoptar, oportunamente todas aquellas medidas que fueren necesarias para
otorgar suministro continuo y seguro a sus clientes.
La Superintendencia de Electricidad y Combustibles sancionó a CGE
Distribución S.A. con una multa de 20.000 U.T.M. por los cargos ocurridos en la
Región del Maule formulados contra la concesionaria. La empresa dedujo recurso
de reposición en contra de la referida Resolución, el que fue rechazado.
Solicita la demandante
CGE Distribución S.A dedujo recurso de reclamación de ilegalidad en contra de
las referidas resoluciones de la Superintendencia de Electricidad y Combustibles,
solicitando que se dejaran sin efecto, o en subsidio sustituir la multa impuesta por
amonestación escrita, o en subsidio de la anterior reducir significativamente la
multa impuesta.
Decisión de primera y segunda instancia
La Corte de Apelaciones de Santiago rechazó el reclamo de la actora. CGE
apeló contra dicha sentencia, aduciendo que el fallo impugnado no considera que
un 41,7% de los casos de interrupciones del servicio se debieron a fallas no
imputables a la empresa por constituir una hipótesis de caso fortuito o fuerza
mayor.
Decisión de la Corte Suprema
Atendida la necesidad de preservar el desarrollo de las actividades relativas al
ámbito eléctrico, la continuidad y calidad de los servicios, y la seguridad de las
personas o bienes, el legislador ha establecido estrictas exigencias con miras a
asegurar el cumplimiento de tales finalidades. El artículo 145 del Reglamento de la
Ley General de Servicios Eléctricos, aprobado por Decreto Supremo Nº 327 de
1997, dispone: "Las empresas concesionarias de servicio público de distribución
deberán suministrar electricidad a sus usuarios de manera continua e
ininterrumpida, salvo las excepciones legales y reglamentarias". Asimismo, el
artículo 222 del mismo Reglamento ha fijado como criterios de calidad en la
prestación del servicio la oportuna atención y corrección de situaciones de
emergencia, interrupciones de suministro, accidentes y otros imprevistos. Del
mismo modo, el artículo 245 ha determinado los periodos de interrupción del
servicio que se estiman aceptables para un periodo de 12 meses. De lo anterior se
desprende que detrás de la normativa subyace el principio de continuidad del
servicio público eléctrico, que impone un funcionamiento ininterrumpido de la
actividad.
Adicionalmente, la Corte enfatizó los requerimientos legales relacionados al
plazo de restablecimiento del servicio, en específico por cuanto este criterio forma
parte de lo que la Ley entiende por calidad del servicio comercial.
En relación con la alegación de caso fortuito o fuerza mayor debe tenerse
presente que en virtud del principio de continuidad del servicio público eléctrico, la
prestación del mismo debe realizar sin interrupciones, salvo se trate de una
aceptada y prevista en la regulación. En razón de lo anterior, la causal de
justificación invocada debe ser analizada de manera excepcional y restrictiva
puesto que la empresa concesionaria debe adoptar con antelación los resguardos
necesarios antes, durante y después de producirse fenómenos climáticos en pos
de procurar la continuidad del servicio.
En el considerando noveno de la sentencia, la Corte afirmó que: "En cuanto a
los efectos de los sistemas frontales, éstos no constituyen un caso fortuito o fuerza
mayor, atendido que no concurre el requisito de la imprevisibilidad por cuanto en la
zona donde se presentan son fenómenos naturales probables. En las condiciones
referidas no resulta atingente sostener que la empresa concesionaria se viera
enfrentada a un imprevisto imposible de resistir. De hecho, frente a la existencia
de tal fenómeno en el mes de julio de 2015 debió necesaria e inmediatamente
planificarse una operación especial para enfrentar en lo sucesivo las perniciosas
consecuencias de un fenómeno natural similar, como aconteció en el mes de
agosto de dicho año, lo cual no se hizo. Precisamente era previsible que el
sistema frontal causara estragos en las instalaciones y sistemas de distribución,
sin embargo, se podrían haber evitado o mitigado las consecuencias lesivas para
el sistema eléctrico, si se hubieran adoptado las medidas necesarias para procurar
la continuidad del servicio".
Conforme a lo razonado, la Corte determinó que la sanción aplicada al
reclamante se ajusta a derecho, por lo que la apelación deducida no puede
prosperar. La Corte confirmó la Sentencia impugnada condenando al apelante al
pago de una multa de 20.000 U.T.M.
3. CASO FORTUITO O FUERZA MAYOR EN MATERIA TRIBUTARIA
Ficha 20
Corte Suprema, 6 de septiembre de 2012, rol Nº 7228-2010.
Ministros (Segunda Sala): Milton Juica A., Hugo Dolmestch U., Carlos Künsemüller
L., Haroldo Brito C., y Juan Escobar Z. Redacción a cargo del ministro Escobar.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
La Sociedad Inmobiliaria y Constructora Piedra Luna dio aviso al Servicio de
Impuestos Internos de pérdida de documentos el 4 de febrero de 2005 debido a la
sustracción de guías de despacho. El contribuyente se autodenunció y efectuó las
publicaciones legales correspondientes. El SII sancionó a la Constructora y esta
inició un procedimiento de reclamación en contra de la resolución del Servicio.
Solicita la demandante
La Sociedad reclamante solicitó se acogiera la excepción de caso fortuito y en
definitiva se dejara sin efecto la sanción impuesta por el SII.
Decisión de primera y segunda instancia
El Juzgado Tributario de Chillán rechazó la reclamación interpuesta por la
Sociedad y confirmó la decisión del SII.
La reclamante dedujo recurso de apelación contra la sentencia de primera
instancia. La Corte de Apelaciones de Chillán determinó que el extravío de los
documentos constituyó un "hecho fortuito" y revocó la sentencia impugnada
dejando sin efecto las sanciones impuestas por el SII.
Decisión de la Corte Suprema
La Corte indica, en el considerando octavo de la sentencia que: "Se ha
entendido que lo imprevisible del caso fortuito significa que racionalmente no
exista manera de representarse la eventual ocurrencia del hecho; mientras que lo
irresistible del mismo, importa que quien lo sufra, atendidas las circunstancias
concurrentes, pueda evitarlo adoptando oportunamente las adecuadas medidas de
resguardo".
En estas circunstancias, solo puede concluirse que la calificación de los
antecedentes efectuada por la sentencia recurrida se encuentra ajustada a la
preceptiva enunciada, puesto que resulta manifiesto que los hechos establecidos
por los sentenciadores dan cuenta de que el extravío de la documentación
obedeció a las circunstancias determinadas por los jurisdicentes y que no resultó
previsible ni evitable mediante la adopción de medidas de resguardo por la
recurrente.
La Corte rechazó el recurso de casación, confirmando la decisión impugnada
que dejó sin efecto la multa impuesta por el Servicio.
Ficha 21
Corte Suprema, 16 de abril de 2009, rol Nº 2681-2007.
Ministros (Tercera Sala): Pedro Pierry A., Héctor Carreño S., Haroldo Brito C.,
Sonia Araneda B. y Guillermo Ruiz P. Redacción a cargo del abogado integrante
señor Ruiz.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Sociedad Gutiérrez Hermanos Limitada interpuso reclamación tributaria en
contra de resolución dictada por el Director Regional del Servicio de Impuestos
Internos, en la que consideró que la pérdida de documentación tributaria que se
encontraba en poder de un tercero no fue fortuita, sino de responsabilidad del
contribuyente.
Solicita la demandante
La Sociedad reclamante solicitó se acoja la excepción de caso fortuito y en
definitiva se deje sin efecto la sanción impuesta por el SII.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito requiere de, al menos, dos requisitos para que proceda como
causal de exoneración de responsabilidad: (i) el hecho debe ser imprevisible
e (ii) irresistible. Lo imprevisible del caso fortuito significa que racionalmente no
exista manera de representarse la eventual ocurrencia del hecho; mientras que lo
irresistible del mismo importa que quien lo sufra, atendidas las circunstancias
concurrentes, pueda evitarlo adoptando oportunamente las adecuadas medidas de
resguardo.
En la especie, el que se haya perdido documentación en poder de un tercero
puede considerarse como caso fortuito o fuerza mayor, siempre que, respecto de
este tercero, procedan las características de lo imprevisible e irresistible. De esta
manera, dado que la sociedad contribuyente no adoptó ninguna medida de
precaución, resguardo o protección para evitar el extravío de estos documentos no
es dable sostener que estamos en presencia de un caso fortuito.
La Corte rechazó el recurso de casación en el fondo interpuesto, confirmando el
fallo impugnado que a su vez confirmó la imposición de una multa de 180 U.T.M.
al reclamante.
Ficha 22
Corte Suprema, 27 de agosto de 2002, rol Nº 50-2001.
Ministros (Segunda Sala): Ricardo Gálvez, Domingo Yurac, Humberto Espejo,
María Antonia Morales y Adalis Oyarzún. Redacción a cargo del ministro Espejo.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Vidsur Limitada interpuso reclamación en contra del acta de denuncia número
10, de 12 de mayo del 2002, de la Unidad de San Fernando del SII que impuso
una multa de $ 378.690 por pérdida de facturas de ventas del número 83 a 110,
emitidas y 111 a 121, sin emitir. Señaló que el extravío de estos documentos se
debió a un caso fortuito consistente en el robo de una camioneta de la empresa
dentro de la que estaba el talonario de facturas.
Solicita la demandante
La Sociedad reclamante solicitó se acoja la excepción de caso fortuito y en
definitiva se deje sin efecto la sanción impuesta por el SII.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 97 Nº 16 del Código Tributario impone dos obligaciones a quien sufrió
la pérdida o inutilización no fortuita de los libros de contabilidad o documentos que
sirvan para acreditar las anotaciones contables o que estén relacionados con las
actividades afectas a cualquier impuesto: (i) dar aviso y (ii) reconstituir la
contabilidad.
En este sentido, estos requisitos solo adquieren relevancia cuando la pérdida
sea fortuita, esto es, "que las circunstancias en que se produjo ésta o la
inutilización en su caso, proceden de un imprevisto y que, ciertamente, no son
responsabilidad del contribuyente".
Así, la pérdida o inutilización de determinados documentos debe ser
sancionado, a menos que la pérdida o inutilización sea calificada de fortuita por el
Director Regional y, además, que el contribuyente cumpla con estos requisitos
copulativos, de forma que no puede declararse fortuito si no se cumplen los
requisitos formales previstos en la ley.
En la especie, no se acreditó el carácter fortuito del robo de la camioneta, razón
por la que se rechazó el recurso de casación interpuesto por el contribuyente.
4. CASO FORTUITO EN MATERIA DE INCUMPLIMIENTO CONTRACTUAL
Ficha 23
Corte Suprema, 10 de noviembre de 2016, rol Nº 35563-2016.
Ministros (Primera Sala): Patricio Valdés A., Héctor Carreño S., Guillermo Silva G.,
Rosa María Maggi D. y Juan Eduardo Fuentes B. Redacción a cargo del ministro
Valdés.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
La empresa Liberty Seguros Argentina demandó a San Antonio Terminal
Internacional, subrogándose en los derechos de su asegurada, indemnización de
perjuicios por responsabilidad contractual fundando su demanda en que el
Terminal incumplió en la conservación y custodia de un cargamento de
hamburguesas que se encontraba en un contenedor refrigerado al interior del
puerto a la espera de ser embarcado.
Acontecido el terremoto de 27 de febrero de 2010 se habría provocado un corte
de energía que duró varios días, situación que significó la afectación de la
totalidad de la mercadería que permanecía en el referido contenedor.
Solicita la demandante
La empresa demandante solicitó que se condenase a San Antonio Terminal
Internacional al pago de US$ 79.118,44 o a la suma que el tribunal estime de
derecho y justicia como indemnización por concepto de daño emergente.
Decisión de primera y segunda instancia
El primer juzgado de letras de San Antonio rechazó la demanda deducida por
cuanto acogió la excepción de falta de legitimación activa, con costas.
La Corte de Apelaciones de Valparaíso confirmó la sentencia apelada, sin
costas.
Decisión de la Corte Suprema
Respecto de los requisitos del caso fortuito, el considerando sexto de la
sentencia señaló lo siguiente: "Por caso fortuito se entiende un evento natural
inevitable, al cual no es posible resistir, como un terremoto, rayo, incendio
no imputable, epidemia; y por fuerza mayor a hechos humanos inevitables para
cualquier deudor, como su aprisionamiento por error de la autoridad. Para que
tales circunstancias eximan de responsabilidad al contratante incumplidor se
precisan tres requisitos: a) el hecho debe ser generado por una causa extraña a la
voluntad del deudor; b) imprevisto; y c) irresistible.
En relación al primero, esto es, que el hecho sea generado por una causa
extraña a la voluntad de la parte demandada, en otras palabras, lo que exige el
legislador es que este contratante no haya contribuido en forma alguna a causarla.
A su vez, un hecho es imprevisto cuando ninguna razón hay para esperar su
ocurrencia, e irresistible, cuando no es posible evitar sus consecuencias. El
profesor Alessandri sostiene que 'el hecho debe ser imprevisto e irresistible en sí
mismo, es decir, que ni el agente ni ninguna otra persona colocada en las mismas
circunstancias de tiempo y lugar habría podido preverlo y resistirlo. Se requiere
una imposibilidad absoluta. Una simple dificultad o una imposibilidad relativa,
personal al agente, no bastan...'".
En este sentido la Corte sostuvo que, para que un hecho pueda calificarse de
caso fortuito o fuerza mayor debe ser insuperable en cuanto imposibilita
absolutamente el cumplimiento de la obligación. Cuando concurren respecto del
deudor los requisitos analizados, él queda liberado de cumplir la obligación y, por
lo mismo, no se le puede exigir la ejecución forzada de ella ni la indemnización de
perjuicios por el incumplimiento.
En considerando octavo la Corte razonó: "En efecto, si bien Chile es un país
sísmico, la ciencia aún no ha logrado prever el día y magnitud de un evento de
esta naturaleza, como tampoco sus consecuencias. No es posible entonces
olvidar que con ocasión del terremoto del 27 de febrero de 2010 las costas de
nuestro país, entre ellas la de San Antonio, fueron afectadas por un 'tsunami', lo
que llevó a la autoridad a decretar la inhabilitación del puerto e impedir el ingreso a
dicho recinto por un término superior a las 72 horas, decisión que fue adoptada
con la finalidad de asegurar la vida e integridad de quienes trabajaban en dicho
recinto. Tales circunstancias impidieron a la demandada poder actuar en la forma
que pretende la actora, pues aun en el evento de haber contado con un sistema
alternativo que generase electricidad con prescindencia del sistema
interconectado central, el que también se vio afectado, el ingreso para adoptar
cualquier medida de mitigación sólo se pudo efectuar en un primer turno el 28 de
febrero, el que tuvo por finalidad limpiar el lugar y despejar los accesos,
habilitándose los generadores autónomos a la parte vital del puerto apenas se
pudo. Lo expuesto claramente da cuenta de un hecho imprevisible e irresistible y
que libera al deudor de su responsabilidad contractual, independientemente de
haberse acreditado o no la existencia de un vínculo contractual que ligue a las
partes".
Fue rechazado el recurso de casación confirmando la sentencia impugnada que
negó la demanda.
Ficha 24
Corte Suprema, 10 de marzo de 2015, rol Nº 25001-2014.
Ministros (Tercera Sala): Carlos Cerda Fernández, Ricardo Blanco Herrera,
Nibaldo Segura Peña, Emilio Pfeffer Urquiaga y Alfredo Prieto B. Redacción a
cargo del ministro Carlos Cerda Fernández.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
La Corporación Administrativa del Poder Judicial dedujo demanda de
indemnización de perjuicios por responsabilidad contractual en contra de
Constructora Guayamán Limitada, solicitando que se le condene al pago de $
321.663.185 por concepto de daño emergente, más reajustes e intereses.
Fundamentó su demanda en fallas, defectos o errores en la ejecución y en el
cumplimiento de las especificaciones técnicas y obligaciones precisas que contrajo
la demandada, las que fueron causa necesaria y determinante de las fisuras y
daños en general habidos en el mencionado edificio.
Debido al terremoto del 27 de febrero, el inmueble sufrió daños que obligan a la
demolición de parte de su estructura y rehabilitación de instalaciones y
terminaciones. La empresa constructora se excepcionó por caso fortuito.
Solicita la demandante
La Corporación Administrativa del Poder Judicial solicitó que se condene a la
demandada al pago de $ 321.663.185 por concepto de daño emergente, más
reajustes e intereses.
Decisión de primera y segunda instancia
El 23er Juzgado Civil de Santiago acogió parcialmente la demanda de
indemnización de perjuicios por defectos constructivos, condenando a la
demandada a pagar la suma de $ 84.605.313 por concepto de daño emergente,
más reajustes e intereses.
La Corte de Apelaciones de Santiago confirmó la sentencia apelada.
Decisión de la Corte Suprema
La Corte expuso en el considerando cuarto de la sentencia que: "El artículo 45
del Código Civil define al caso fortuito como el imprevisto que no es posible
resistir, tal como un naufragio, un terremoto, el apresamiento de enemigos, los
actos de autoridad ejercidos por un funcionario público, etcétera. Así, de la
definición se desprende que se requiere la concurrencia de, al menos, tres
supuestos distintos: (i) un hecho imprevisto; (ii) que sea irresistible para el deudor,
y; (iii) que no haya sido desencadenado por un hecho propio".
La Corte estimó que, como se dio por acreditado en el tribunal de instancia que
los daños del edificio se produjeron debido a un hecho propio de la constructora,
esto es, por deficiencias en la construcción del inmueble, sin haberse acreditado la
infracción a las normas regulatorias de la prueba, entonces no queda más que
rechazar el recurso deducido. En ese sentido, el considerando quinto señala: "Se
ha aceptado por los jueces del fondo que parte de los daños producidos en el
edificio de propiedad de la actora, tuvieron como causa el hecho propio voluntario
de quien lo alega, esto es, las deficiencias constructivas derivadas de la falta de
estricto apego a las especificaciones técnicas y/o planos estructurales del
proyecto, así como a la inobservancia de disposiciones legales y reglamentarias
aplicables en la especie".
La Corte rechazó el recurso de casación y confirmó la sentencia impugnada que
condenó a la demandada al pago de $ 84.605.313 a título de indemnización de
perjuicios por concepto de daño emergente.
Ficha 25
Corte Suprema, 23 de octubre de 2008, rol Nº 4949-2007.
Ministros (Primera Sala): Margarita Herreros M., Juan Araya E., Sonia Araneda B.,
Benito Mauriz A. y Rafael Gómez B. Redacción a cargo del ministro Araya.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Juan Smart dedujo demanda de indemnización de perjuicios en contra de
Inmobiliaria e Inversiones Pangal S.A. en razón de que el 25 de junio de 1999 la
demandada vendió un inmueble al actor, obligándose a la entrega de un
certificado de recepción final del bien raíz. Sin embargo, este no cumplió dentro
del plazo indicado, de manera que incumplió su obligación, haciéndose efectiva
una cláusula penal pactada en compraventa. La inmobiliaria alegó caso fortuito.
Solicita la demandante
El demandante solicitó que se haga efectivo el pago estipulado en la cláusula
penal que se pactó con el demandado, consistente en el pago de 200 U.F., más 2
U.F. por cada día de retraso desde que la obligación se hizo exigible.
Decisión de primera y segunda instancia
El 27º Juzgado Civil de Santiago acogió la demanda deducida y condenó al
demandado a pagar al actor la suma de U.F. 200 por concepto de la cláusula
penal acordada y a U.F. 2 por cada día de atraso desde que la obligación se hizo
exigible y hasta el cumplimiento de la obligación.
La Corte de Apelaciones de Santiago confirmó la sentencia, sin modificaciones.
Decisión de la Corte Suprema
Conforme al artículo 45 del Código Civil, se llama caso fortuito o fuerza mayor el
imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el
apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario
público, etcétera. De esta definición, podemos desprender que son dos los
requisitos copulativos que deben concurrir para que proceda el caso fortuito en
tanto causal de exoneración de responsabilidad: (i) imprevisibilidad
e (ii) irresistibilidad. Faltando cualquiera de ellos, la obligación mantiene toda su
vigencia.
Al respecto, la Corte sostuvo en el considerando quinto que "De la definición
legal se desprende que son dos los componentes básicos de esta causal de
exención de responsabilidad y que ambos deben concurrir copulativamente para
configurarla, de manera tal que faltando cualquiera de ellos la obligación mantiene
toda su vigencia".
En el caso en concreto, la Corte estimó que la misma recurrente se hace cargo
del caso fortuito en la contestación a la demanda, al señalar que es un
procedimiento de lata tramitación, por las dificultades operativas que al respecto
existen en la Dirección de Obras Municipales de Lo Barnechea, además de que
presentaron previamente ante este organismo una solicitud de recepción final, la
que fue rechazada puesto que el demandante había realizado construcciones
adicionales al inmueble.
En consecuencia, como fue la misma inmobiliaria la que construyó el inmueble
que posteriormente vendió al actor, entonces debió de haber previsto que esas
construcciones adicionales iban a obstaculizar la entrega del certificado de
recepción. De esta forma, no concurrió en la especie el requisito de
imprevisibilidad, por lo que correspondió no dar lugar al recurso de casación en la
forma interpuesto por la demandada.
Ficha 26
Corte Suprema, 21 de enero de 2008, rol Nº 5055-2006.
Ministros (Primera Sala): Milton Juica A., Sergio Muñoz G. y Juan Araya E., Óscar
Herrera V. y Óscar Carrasco A.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Sociedad Almacenes Pullman Limitada dedujo demanda de resolución de
contrato de arrendamiento con opción de compra, indemnización de perjuicios y
restitución de las rentas pagadas con posterioridad al 13 de diciembre de 1996, en
contra de Santiago Leasing S.A. Fundó su demanda en que el 15 de noviembre de
1995 celebró un contrato de leasing de una camioneta, en el cual la demandada
se obligó a vender parte del bien arrendado siempre y cuando la actora optase por
dicha venta en tiempo y forma y hubiere dado íntegro cumplimiento a las
obligaciones impuestas por el contrato, pagando el precio equivalente a la última
renta estipulada. Se estableció que la oferta era irrevocable.
El 15 de octubre de 1997 la demandante le comunicó que iba a ejercer este
derecho. Sin embargo, el 17 de noviembre de 1997 Santiago Leasing S.A. le
señaló que no era posible dado que el vehículo había sido objeto de una orden de
incautación por resolución del Tribunal Aduanero de San Antonio de 13 de
diciembre de 1996. La demandada indicó que esto fue un caso fortuito puesto que
era un hecho imprevisible, irresistible e inimputable.
Solicita la demandante
La empresa demandante solicitó la resolución del contrato de arrendamiento con
opción de compra, la restitución de todo lo pagado en razón del contrato o a lo que
el tribunal estime, al pago de un interés corriente calculado sobre todo el capital
reajustado, desde la fecha de cada uno de los pagos efectuados por su
representada y hasta la fecha del pago efectivo, o con el interés que el tribunal
determine, al pago de la indemnización por todos los perjuicios ocasionados con
motivo del incumplimiento, y a las costas.
Decisión de primera y segunda instancia
El 11º Juzgado Civil de Santiago acogió parcialmente la demanda por cuanto
declaró terminado el contrato a contar de la fecha de incautación del
vehículo acaecida el 13 de diciembre de 1996, condenando a la demandada a
restituir las rentas pagadas con posterioridad a esa fecha, más reajustes e
intereses, suma que ordenó determinar mediante liquidación a practicar en la
etapa de cumplimiento del fallo. Por su parte, negó la indemnización de perjuicios
y dispuso que cada parte pagaría sus costas.
La Corte de Apelaciones de Santiago revocó la sentencia de primera instancia y,
en su lugar, rechazó en todas sus partes la demanda.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito o fuerza mayor, llamado también Vis Divina o Fatum Fatalitas,
está definido en el artículo 45 del Código Civil como el imprevisto a que no es
posible resistir. De esta definición, la Corte indicó en el considerando cuarto que
son tres los elementos constituyentes del caso fortuito: (i) causa extraña al deudor
(inimputabilidad); (ii) que sea imprevisible, esto es, "imposible de conjeturar lo que
ha de suceder en un cálculo de probabilidades", no existiendo razón alguna para
creer en su realización, y; (iii) que sea irresistible, o sea, "que el evento que
acontece es insuperable en su constitución y efectos, de manera que ni el deudor
ni persona alguna que se coloque en tal circunstancia podría impedir lo sucedido".
Asimismo, en el considerando quinto señaló que los ejemplos de caso fortuito
entregados por el legislador apuntan a situaciones fácticas (naufragio, terremoto,
apresamiento de enemigos y actos de autoridad ejercidos por un funcionario
público), sin embargo, la jurisprudencia ha extendido su procedencia a otras
situaciones, tales como el mar agitado, enfermedad y ley de Moratoria.
El razonamiento es que, dentro de los actos de autoridad, se incluyen los del
poder legislativo, no existiendo razón legal o de equidad para restringir dicho
concepto a actuaciones emanadas únicamente de determinadas autoridades,
excluyendo los que provienen de otras. Por su parte, el artículo 1547 establece los
efectos del caso fortuito al indicar que "el deudor no es responsable del caso
fortuito", bajo la idea de que nadie está obligado a lo imposible, de manera que "si
el deudor no cumple las obligaciones que contrae por la concurrencia de un caso
fortuito o fuerza mayor, su incumplimiento es excusable".
A continuación, el caso fortuito puede exonerar parcialmente de responsabilidad
al deudor cuando el hecho que se alega como tal tenga relación con solo una
parte de la obligación, sin afectar la exigibilidad de lo restante. Primero se debe
distinguir qué fue lo irresistible: (i) si el hecho mismo o (ii) sus consecuencias. La
diferencia tiene relevancia en tanto un hecho puede ser irresistible, pero no
necesariamente sus efectos, de manera que el deudor deba responder por estos,
pese a la irresistibilidad del hecho.
Para determinar cuándo el sujeto pasivo debe responder por estos efectos se
debe atender al grado de diligencia y cuidado que le imponía la obligación, de
forma que si responde por culpa leve, entonces se le es exigible la diligencia que
ordinariamente ocupan las personas en sus negocios propios. En función de lo
dicho, el deudor, que es quien alega caso fortuito, debe probar que empleó la
debida diligencia a fin de demostrar que obró sin culpa suficiente (doctrina de
incumplimiento sin culpa).
En el caso sub lite, la Corte estimó en el considerando noveno que "pudo el
demandado efectivamente cumplir las obligaciones que le imponía el contrato de
leasing librando al vehículo materia del contrato de los vicios que motivaron el acto
de autoridad dispuesto en su contra, pagando los respectivos impuestos y,
habiendo aceptado el pago de las rentas y el íntegro y cabal cumplimiento de las
obligaciones de la arrendataria durante, a lo menos diez meses, sin que existiera
reciprocidad en las contraprestaciones emanadas de su propia parte, no pudo
excusarse del cumplimiento que le correspondía alegando un exceso de
onerosidad en su prestación, aún que aquel le impusiese una conducta y un
desembolso de dinero originalmente no previstos, ya que al aceptar el íntegro,
total y oportuno cumplimiento de las obligaciones de la contraparte en pleno
conocimiento de la situación fáctica que afectaba al objeto del contrato, consintió
tácitamente en que también debía cumplir con aquello a lo que se había
comprometido vender el vehículo, para lo cual debió realizar todo lo que fuese
necesario".
Asimismo, añadió en el considerando décimo que el arrendador debió emplear
en el salvamento de los efectos de la orden de incautación la diligencia del buen
padre de familia, comportamiento que en la especie debió traducirse en el pago de
los derechos de internación que motivaron la instrucción de la causa en que se
ordenó la medida administrativa sobreviniente que privó inesperadamente a las
partes del uso, goce y disposición de la especie, no vislumbrándose que su
dictación excusara el cumplimiento de las obligaciones esenciales del arrendador-
vendedor, cuales eran la de liberar al arrendatario de toda turbación o embarazo
en el goce de la cosa y la de formalizar su venta, en atención a la oferta
irrevocable formulada en el contrato de leasing por el demandado a la
demandante.
La Corte acogió el recurso de casación interpuesto por la parte demandante,
invalidando la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago declarando en su
lugar que a) Se condena a la demandada Santiago Leasing S.A. a la restitución a
la actora Almacenes Pullman Limitada de todo lo pagado a consecuencia del
contrato, esto es, 1.732,94 U.F., suma que atendido el hecho de estar establecida
en una unidad reajustable excluye otro tipo de reajustes, más intereses corrientes
para operaciones reajustables, calculados estos últimos desde el día en que el
deudor se constituya en mora y hasta el día de su pago efectivo; b) Que se
condena a la demandada al pago de una indemnización por todos los perjuicios
ocasionados a la demandante por motivo del incumplimiento de las obligaciones
contractuales que motivaron la resolución del contrato, cuya naturaleza y monto se
deberá discutir y determinar en la etapa de ejecución del fallo, y; c) Que se
condena a la demandada al pago de las costas de la causa.
Ficha 27
Corte Suprema, 24 de agosto de 2006, rol Nº 1913-2004.
Ministros (Primera Sala): Sergio Muñoz, Margarita Herreros, Julio Torres, y los
abogados integrantes señores Óscar Herrera y Patricio Valdés.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
La Sociedad Aussicht Chile Ltda. dedujo demanda en juicio ordinario de
resolución de contrato e indemnización de perjuicios contra la Municipalidad de
San Francisco de Mostazal, fundándola en que celebró un contrato de
arrendamiento con la demandada que tenía una duración hasta el 5 de diciembre
de 2005, el cual habría sido incumplido por la Municipalidad al negarse a pagar las
facturas expedidas por la empresa por los servicios prestados.
La Municipalidad demandada contestó solicitando el rechazo de la acción, por
estimar improcedente la demanda toda vez que el actor no cumplió sus
obligaciones. Por otra parte, la publicación de las Leyes Nº 19.791, que en su
artículo 2º suspendió por el plazo de 120 días el uso de equipos de registro de
infracciones, con excepción de los radares portátiles o de puño utilizados por
Carabineros de Chile, y Nº 19.816 que dispuso que los equipos de registro y
detección de infracciones relativas a velocidad solo podrán ser operados por
Carabineros de Chile y por los inspectores fiscales designados por el Ministerio de
Obras Públicas; ha provocado que se vea imposibilitada de disponer de los
servicios objeto del contrato de arrendamiento, por lo que el incumplimiento en
que ha incurrido deriva de la existencia de un evidente caso fortuito o fuerza
mayor.
Solicita la demandante
La sociedad demandante solicitó se declare la resolución con indemnización de
perjuicios, del contrato de arrendamiento de equipos de registro de infracciones a
límites de velocidad en la comuna y prestación de servicios complementarios,
suscrito por la sociedad demandante con la demandada, y sea condenada a pagar
las sumas de $ 100.800.000 por concepto de daño emergente o lo que estime el
tribunal, $ 354.000.000 por concepto de lucro cesante o lo que estime el tribunal y
$ 100.000.000 por concepto de daño moral o lo que estime el tribunal, más
reajustes e intereses.
Decisión de primera y segunda instancia
El Segundo Juzgado Civil de Rancagua rechazó la demanda dado que la
dictación de la Ley Nº 19.816 puso a la Municipalidad en situación de fuerza
mayor.
La Corte de Apelaciones de Rancagua confirmó la sentencia impugnada.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito o fuerza mayor, llamado también Vis Divina o Fatum Fatalitas, es
definido por el Código Civil en su artículo 45 como "el imprevisto a que no es
posible resistir...". De esta definición se desprenden sus elementos constitutivos, a
saber: 1º causa extraña al deudor o dicho en otros términos, el hecho no debe
serle imputable; 2º el hecho debe ser imprevisto, imposible de conjeturar lo que ha
de suceder en un cálculo de probabilidades, es decir, cuando no hay ninguna
razón para creer en su realización; y 3º hecho imposible de resistir, lo que quiere
decir que el hecho que ocurre es insuperable en su constitución y efectos, de
manera que ni el deudor ni persona alguna que se coloque en tal situación podría
impedir lo sucedido.
Dentro de los ejemplos que da el Código de casos fortuitos se refiere a
situaciones fácticas, tales como naufragio, terremoto, apresamiento de enemigos,
herida, rayo, epidemia, actos de autoridad, etc. La jurisprudencia nos da otros
ejemplos, tales como: mar agitado, enfermedad, ley de Moratoria, etc. Este último
ejemplo, está contenido en sentencia de la Corte de Talca de 8 de agosto de 1901
(Gaceta 1901, tomo II, página 251) que razona señalando que entre los actos de
autoridad que menciona por vía ejemplar el artículo 45, se incluyen los que
provienen del Poder Legislativo, no existiendo razón legal o de equidad para
pensar otra cosa. Por eso, una ley de moratoria puede revestir los caracteres de
un caso fortuito.
El inciso 2º del artículo 1547 señala los efectos del caso fortuito, al preceptuar
"el deudor no es responsable del caso fortuito" y ello es natural, toda vez que
nadie puede ser obligado a lo imposible. En consecuencia, si el deudor no cumple
las obligaciones que contrae por la concurrencia de un caso fortuito o fuerza
mayor, su incumplimiento es excusable. La ocurrencia de caso fortuito puede
liberar en parte al deudor, cuando este tiene atinencia con una parte de la
obligación contraída, ya sea en su contenido o en el tiempo, circunstancia que
permite la liberación del deudor en esa parte, rigiendo en lo demás la exigibilidad
de la obligación.
En lo que se refiere a la Ley Nº 19.791, no se vislumbra que su dictación
excusara el cumplimiento de la obligación esencial del arrendatario, cual es el
pago de la renta de arrendamiento pactada, al no darse el requisito de
imposibilidad absoluta de uso de los equipos proporcionados por la arrendadora,
toda vez que estos podían ser usados por Carabineros de Chile, excepción
contenida en la mencionada ley. Consecuente con lo expresado en el
razonamiento que antecede, los jueces del fondo han incurrido en error de
derecho al considerar que la dictación de la Ley Nº 19.791 constituiría un caso
fortuito o fuerza mayor que hacía inimputable el incumplimiento de la demandada
de la obligación de pagar la renta, dejando sin aplicación la ley del contrato,
el pacta sunt servanda contenido en el artículo 1545 del Código Civil.
Por el contrario, la dictación de la Ley Nº 19.816 que restringió el uso de los
aparatos de registro y detección de infracciones relativas a velocidad y luz roja, a
plazas de peaje, operación de túneles y mantención de caminos públicos sí
constituye un caso fortuito o fuerza mayor para el municipio de San Francisco de
Mostazal, puesto que la restricción establecida por dicha ley dejó sin causa para la
arrendataria el susodicho contrato de arrendamiento.
En efecto, el motivo que indujo a la arrendataria a contratar fue el de colocar en
lugares estratégicos de la comuna, en los que se podía controlar las infracciones
relativas a luz roja y velocidad (cláusula sexta) que la norma legal redujo a lugares
donde esta posibilidad era ilusoria, dándose todos los elementos que configuran el
caso fortuito o fuerza mayor.
Por estos motivos, la Corte acogió, sin costas, el recurso de casación en el
fondo deducido por la demandante, invalidando la sentencia de la Corte de
Apelaciones de Santiago, y en su lugar se declaró: a) Resuelto el contrato de
arrendamiento habido entre las partes; b) Que la demandada deberá pagar al
actor, por daño emergente las rentas devengadas entre el 14 de enero de 2002 y
el 6 de agosto del mismo año. Las sumas antes señaladas deberán pagarse
debidamente reajustadas a contar de la notificación de la demanda y devengarán
intereses en caso de que se constituya en mora la deudora; y, c) Que se confirma
en lo demás la señalada sentencia.
Ficha 28
Corte Suprema, 29 de enero de 2002, rol Nº 4804-2000.
Ministros (Tercera Sala): Ricardo Gálvez, Orlando Álvarez, María Antonia Morales,
y los abogados integrantes señores Enrique Barros y Arnaldo Gorziglia.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
La Empresa Constructora Chillán Viejo Ltda. interpuso demanda contra la
Universidad del Bío-Bío, a fin de que se le ordene pagar las sumas de dinero que
indican; la empresa demandante expone, que por contrato se comprometió a
ejecutar una obra en el campus de la Universidad demandada, en el plazo de 283
días; que el acta de recepción final de la obra y decreto de Rectoría de la
Universidad, determinó que había 21 días de retardo y por ende había multas. La
actora señala que de los 21 días de retardo, hay seis que no le son imputables,
cuatro de ellos no pudo ingresar al recinto universitario porque los estudiantes se
tomaron la Universidad, y no permitieron el ingreso a la obra, y los dos días
siguientes, la empresa no pudo retomar las obras por no ser días laborales.
Solicita la demandante
La empresa solicitó se condene a la Universidad del Bío-Bío al pago de $
715.596 y $ 1.379.532, más intereses, por conceptos de restitución de
remuneraciones pagadas y de multas retenidas por atrasos en la ejecución de las
obras por la empresa contratista demandante.
Decisión de primera y segunda instancia
El tribunal de primera instancia acogió la demanda solo en cuanto se condena a
la demandada a pagar a la actora la suma que se indica, por perjuicios sufridos,
desechándose la misma demanda en cuanto a lo demás pedido. Una de las Salas
de la Corte de Apelaciones de Concepción, confirmó en parte la sentencia de
primera instancia, declarando que condena a la Universidad demandada a pagar a
la actora las sumas que se indican, más intereses, por conceptos de restitución de
remuneraciones pagadas y de multas retenidas por atrasos en la ejecución de las
obras.
Decisión de la Corte Suprema
El recurrente indica que la sentencia recurrida habría infringido las normas de
los artículos 707, 1545 y 1546 del Código Civil, porque, en contravención con el
texto inequívoco del contrato, que establecía el derecho potestativo de la
universidad a declarar cuáles eventos constituían respecto del contratista caso
fortuito o fuerza mayor, estimó que el principio de buena fe impedía a la
universidad calificar discrecionalmente los hechos relevantes.
Ocurre en este caso que la sentencia ha recurrido al principio de integración
establecido por aquella norma al estimar que no es puramente discrecional la
facultad que el contrato confiere a la parte que ordenó las obras para calificar
como caso fortuito o fuerza mayor un evento que haya impedido la oportuna
ejecución por el contratista.
En efecto, los sentenciadores han considerado que la huelga de estudiantes y la
toma del recinto en que se ejecutaban las obras efectivamente constituyeron caso
fortuito para la empresa constructora demandante y, a mayor abundamiento, que
se trató de un hecho que caía dentro del ámbito de cuidado de la propia
universidad demandada, de modo que esta, de conformidad con la norma del
artículo 1546 del Código Civil, debió haber reconocido que el retardo atribuible a
esos hechos era excusa suficiente del contratista, pues de la circunstancia de que
el contrato entregue a la universidad la facultad de declarar los eventos que
constituyen caso fortuito o fuerza mayor, no se sigue que tal declaración pueda ser
arbitraria o contraria a las normas legales que definen esos eventos, en todo lo
que se aplicó debidamente el artículo 1546 referido.
Por lo dicho, la Corte rechazó el recurso de casación en el fondo deducido por la
Universidad del Bío Bío en contra de la sentencia de la Corte de Apelaciones de
Concepción que, confirmando en parte la de primera instancia, la condenó a pagar
las sumas de $ 715.596 y $ 1.379.532, más intereses, por conceptos de restitución
de remuneraciones pagadas y de multas retenidas por atrasos en la ejecución de
las obras por la empresa contratista demandante.
5. CASO FORTUITO O FUERZA MAYOR EN MATERIA LABORAL
Ficha 29
Corte Suprema, 14 de febrero de 2018, rol Nº 35152-2017.
Ministros (Cuarta Sala): Ricardo Blanco H., Gloria Ana Chevesich R., Andrea
Muñoz S., Carlos Cerda F. y el abogado integrante Carlos Pizarro W. Acordado
con el voto en contra del ministro Blanco.
Acción o recurso: Recurso de unificación de jurisprudencia laboral.
Hechos
El trabajador faltó a sus labores los días 20, 21 y 22 de septiembre de 2016 por
encontrarse privado de libertad, como consecuencia de una orden de detención
judicial dictada en su contra por conducir en estado de ebriedad. Fue despedido
por inasistencias injustificadas.
Solicita la demandante
El demandante solicitó que se declare injustificado, improcedente o indebido el
despido y que se condene a la demandada al pago de $ 3.053.673 por concepto
de indemnización sustitutiva por falta de aviso previo; $ 76.341.825 por concepto
de indemnización por años de servicios; $ 61.073.460 por concepto de incremento
de un 80% sobre los años de servicios, conforme al artículo 168 letra c) del Código
del Trabajo; $ 5.610.060 por concepto de feriados anuales pendientes; todos los
montos reajustados; y a las costas. En subsidio, solicitó el pago de las sumas que
el tribunal estime conforme a derecho.
Decisión de primera y segunda instancia
El Juzgado de Letras de Calama acogió parcialmente la demanda, condenando
al demandado al pago de $ 2.373.596 por concepto de indemnización por falta de
aviso previo; $ 76.341.825 por concepto de indemnización por años de servicios; $
61.073.460 por concepto de incremento legal de la letra c) artículo 168 del Código
del Trabajo; $ 5.610.060 por concepto de feriado anual, todo con reajustes e
intereses. No se condenó al demandado al pago de costas por no haber sido
totalmente vencido.
La Corte de Apelaciones de Antofagasta acogió el recurso de nulidad
interpuesto por el demandado, anulando, así, la sentencia de primera instancia.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 45 del Código Civil llama fuerza mayor o caso fortuito al imprevisto
que no es posible resistir, y menciona, entre otros, los actos de autoridad ejercidos
por un funcionario público. Como la resolución que dispone la detención es un
acto de autoridad que emana de un juez de garantía y, a juicio de la Corte, lo que
determina la cuestión que se somete a la decisión es que la inasistencia del
trabajador al lugar donde se desempeña lo sea sin causa justificada, es decir, que
no concurra norma legal o reglamentaria o algún evento, acontecimiento, suceso
de incuestionable entidad que dispense la no asistencia, corresponde concluir que
la medida adoptada en su contra y de la que únicamente derivan efectos
transitorios, solo puede dar lugar a la suspensión del contrato de trabajo.
La Corte acogió el recurso de unificación de jurisprudencia laboral y, en
reemplazo, revocó la sentencia que acogió el recurso de nulidad, confirmando el
fallo de primera instancia que declaró injustificado el despido del trabajador.
Otros
El voto de minoría sostuvo que el artículo 160 Nº 3 del Código del Trabajo
dispone que: "El contrato de trabajo termina sin derecho a indemnización alguna
cuando el empleador le ponga término invocando una o más de las siguientes
causales: 3. No concurrencia del trabajador a sus labores sin causa justificada
durante dos días seguidos, dos lunes en el mes o un total de tres días durante
igual periodo de tiempo...". El demandante esgrimió como causa justificante de sus
ausencias la privación de libertad por orden de autoridad competente dispuesta,
en su oportunidad, en la investigación que se siguió a su respecto por el delito de
manejo en estado de ebriedad.
El caso fortuito supone la imprevisibilidad y la irresistibilidad a que se ve
expuesto el afectado. Es decir, una contingencia no posible de advertir o
vislumbrar y a la que no puede oponerse el agente, que no puede ser contrariada
o rechazada por este. En el caso, la acción voluntaria del trabajador, que ha
significado que la autoridad estime que ha tenido participación culpable en un
hecho ilícito, motivo por el cual se le condenó y se dispuso su detención para el
cumplimiento de la pena, puede considerarse como irresistible por cuanto se trata
de la orden de una autoridad, pero no es dable de calificarse de imprevisible. En
efecto, falta en la acción realizada —delito de manejo en estado de ebriedad— la
imprevisibilidad que caracteriza al caso fortuito o fuerza mayor, pues cierto es que
quien ejecuta voluntariamente un acto ilícito puede ser penado por la ley, por lo
que debió prever los resultados de esa acción y la posibilidad de ser descubierto y
sancionado.
Concluyó que no han concurrido en la especie los requisitos legales de la causal
justificante de la ausencia laboral, esto es, la fuerza mayor alegada por el
demandante.
Ficha 30
Corte Suprema, 31 de enero de 2017, rol Nº 38196-2016.
Ministros (Cuarta Sala): Ricardo Blanco H., Gloria Ana Chevesich R., Andrea
Muñoz S., Carlos Cerda F., y el abogado integrante señor Rodrigo Correa G.
Acordado con el voto en contra del ministro Blanco.
Acción o recurso: Recurso de unificación de jurisprudencia laboral.
Hechos
Un trabajador fue despedido por inasistencias injustificadas. Este demandó el
despido injustificado puesto que el motivo de sus inasistencias fue que se
encontraba en prisión preventiva dado que se seguía en su contra una
investigación por el delito de violación de menor de 14 años, lo que constituiría la
eximente de fuerza mayor.
Solicita la demandante
Demandante solicitó que se declare que el demandado ha vulnerado sus
derechos fundamentales, con ocasión del despido, realizando diversos actos
discriminatorios, y por ello se le condene al pago $ 9.198.651 por concepto de
indemnizaciones especiales del artículo 489 del Código del Trabajo; $ 772.984 por
concepto de pago de feriado legal y proporcional; $ 836.241 por concepto de
indemnización del aviso previo; $ 3.344.964 por concepto de indemnización por
años de servicio; $ 2.675.971 por concepto de recargo legal de la indemnización
anterior; y al pago de los meses transcurridos desde su separación hasta el
reintegro, con reajustes e intereses, más las costas de la causa.
Decisión de primera y segunda instancia
El Juzgado de Letras del Trabajo de Castro rechazó la denuncia de tutela por
vulneración de derechos fundamentales con ocasión del despido deducida por el
demandante en contra de su exempleadora y desestimó la demanda subsidiaria
de despido injustificado y cobro de prestaciones.
La Corte de Apelaciones de Puerto Montt rechazó el recurso de nulidad
deducido por el actor en contra de la sentencia de primera instancia.
Decisión de la Corte Suprema
La Corte rechazó el recurso de unificación de jurisprudencia por estimar que no
existe en la sentencia impugnada una interpretación diversa sobre la misma
materia de derecho, por lo que no cabe más que desestimarlo. En consecuencia,
confirmó la sentencia que rechazó el recurso de nulidad deducido contra la
sentencia de primera instancia que rechazó la demanda.
Otros
El voto de minoría compartió la decisión de rechazar el recurso, pero previno en
la existencia de interpretaciones distintas entre la sentencia impugnada y las que
se acompañan a efecto de cumplir con los requisitos del recurso de unificación de
jurisprudencia, por lo que, aun concurriendo a la decisión, estimó conveniente
exponer sus argumentos sobre la interpretación de las normas en conflicto.
En ese sentido el voto de minoría expuso lo siguiente: El concepto de caso
fortuito supone la imprevisibilidad y la irresistibilidad a que se ve expuesto el
afectado por el caso fortuito o fuerza mayor. Es decir, una contingencia no posible
de advertir o vislumbrar y a la que no puede oponerse el agente, que no puede ser
contrariada o rechazada por este. En el caso, la acción voluntaria del trabajador
que ha significado que la autoridad estime que ha tenido participación culpable en
un hecho ilícito, motivo por el cual dispuso su prisión preventiva, puede
considerarse como irresistible por cuanto se trata de la orden de una autoridad,
pero no es dable de calificarse de imprevisible. En efecto, falta en la acción
realizada, entiéndase el delito de violación de menor de catorce años, la
imprevisibilidad que caracteriza al caso fortuito o fuerza mayor, pues cierto es que
quien ejecuta voluntariamente un acto que puede ser penado por la ley, debió
prever los resultados de esa acción y la posibilidad de ser descubierto y
sancionado.
Ficha 31
Corte Suprema, 21 de julio de 2016, rol Nº 17964-2015.
Ministros (Cuarta Sala): Andrea Muñoz S., Ricardo Blanco H., Gloria Ana
Chevesich R., Sergio Muñoz G. y Fiscal Judicial Juan Escobar Z. Acordado con el
voto en contra de las ministras señora Chevesich y señora Muñoz, quienes
estuvieron por acoger la demanda subsidiaria de despido injustificado y condenar
al demandado a las indemnizaciones legales, por el despido, con el recargo,
reajuste e intereses correspondientes. Redacción a cargo del Fiscal Judicial señor
Juan Escobar Zepeda.
Acción o recurso: Recurso de unificación de jurisprudencia laboral.
Hechos
Nicolás Pinet fue despedido por inasistencias injustificadas. Sin embargo, alega
que no pudo asistir a su trabajo puesto que había sido condenado a privación de
libertad por conducir en estado de ebriedad.
Solicita la demandante
El señor Pinet dedujo demanda de nulidad del despido y cobro de prestaciones
en contra del Hospital Clínico Fuerza Aérea de Chile. En subsidio, interpuso
demanda de despido injustificado y cobro de prestaciones, dada, entre otras
razones, la imprevisibilidad e irresistibilidad de la sanción penal.
Decisión de primera y segunda instancia
El juez del trabajo rechazó la demanda de nulidad del despido en todas sus
partes, pero acogió parcialmente la demanda de despido injustificado, condenando
al demandado al pago de las indemnizaciones sustitutiva de aviso previo, por años
de servicio, feriado proporcional, y al recargo del 80%.
La demandada interpuso recurso de nulidad en contra de la sentencia definitiva.
La Corte de Apelaciones de Santiago rechazó el recurso y confirmó la decisión
impugnada.
Decisión de la Corte Suprema
El tribunal acogió el recurso de unificación de jurisprudencia, pero no por caso
fortuito. El motivo es que este consta de dos elementos: (i) imprevisibilidad
e (ii) irresistibilidad, lo cual supone, sostuvo en el considerando undécimo, una
"contingencia no posible de advertir o vislumbrar y a la que no puede oponerse el
agente, que no puede ser contrariada o rechazada por éste". Así "Es del caso
consignar que la inasistencia del trabajador radicó en su conducta dolosa y no en
actos de fuerza mayor justificativa. Además, la conducta penal reprochable ha
podido ser reconducida a otras causales de infracción laboral de carácter
inexcusable", de manera que no procede el caso fortuito.
En reemplazo, la Corte rechazó la demanda de nulidad de despido y cobro de
prestaciones, acogiéndola solo parcialmente respecto de la indemnización por
feriado proporcional.
Ficha 32
Corte Suprema, 6 de abril de 2016, rol Nº 7351-2015.
Ministros (Cuarta Sala): Carlos Cerda F., Andrea Muñoz S., Ricardo Blanco H.,
Sergio Muñoz G. y Carlos Pizarro W. Acordada con el voto en contra del ministro
Ricardo Blanco quien fue del parecer de rechazar el recurso de unificación de
jurisprudencia interpuesto por el demandado. Redacción a cargo de la ministra
Andrea Muñoz.
Acción o recurso: Recurso de unificación de jurisprudencia laboral.
Hechos
Gonzalo Pérez dedujo denuncia de tutela laboral y demanda de indemnización
de perjuicios en contra de su exempleadora Administradora de Servicios
Computacionales y de Crédito CMR Falabella Ltda., dado que se le despidió por
haber faltado dos días seguidos a su trabajo. Fundó su demanda en que su
inasistencia no fue injustificada ni incumplió gravemente las obligaciones que le
imponía el contrato de trabajo puesto que permaneció obligadamente en Buenos
Aires al ser acusado de hurtos que negó categóricamente. Así, se le privó
absolutamente de su libertad de desplazamiento, lo que le impidió regresar al país.
Solicita la demandante
El demandante solicitó se declarara la vulneración de derechos fundamentales
y, en subsidio, demandó despido indebido. En definitiva, solicitó se condenara al
empleador al pago de las indemnizaciones de 11 remuneraciones; aumento legal
del art. 168 letra a) del Código del Trabajo; por daño moral por una suma de $
6.000.000; $ 533.948 por daño emergente; $ 142.500 por gastos de regreso a
Argentina; indemnización por 4 años de servicio; incremento legal del 80% de esta
última; más reajustes, intereses y costas.
Decisión de primera y segunda instancia
El 1er Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago rechazó la denuncia por tutela
laboral, pero acogió la demanda de despido indebido. Condenó al demandado al
pago de las indemnizaciones sustitutiva de aviso previo, por años de servicio, y
recargo legal del artículo 168 letra c) del Código del Trabajo.
El demandado recurrió de nulidad, y la Corte de Apelaciones de Santiago acogió
el recurso respecto de la parte de la sentencia que estimó indebido el despido.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 45 el Código Civil preceptúa: "Se llama fuerza mayor o caso fortuito el
imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el
apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario
público, etc.". Así, de dicho concepto, indicó en el considerando séptimo, se
pueden extraer dos elementos: imprevisibilidad e irresistibilidad. Lo anterior se
traduce en una "una contingencia no posible de advertir o vislumbrar y a la que no
puede oponerse el agente, que no puede ser contrariada o rechazada por éste".
En opinión de la Corte, los actos de la autoridad, como la detención del
demandante, configuran un imprevisto al que no es posible resistir.
Al efecto, sostuvo el Tribunal en el considerando séptimo "Que, así, la detención
o retención de un trabajador por un acto de autoridad como ocurrió en la especie,
en que la detención fue efectuada por agentes de la policía aeroportuaria y la
medida cautelar posterior, por decisión judicial constituye, a no dudarlo, una razón
o motivo de tal entidad, que resulta suficiente para justificar su inasistencia a su
lugar de trabajo, que es lo que se somete a la decisión de este tribunal. Si bien la
interpretación que se viene sosteniendo no exige la concurrencia de un caso
fortuito o fuerza mayor para validar un motivo de inasistencia, resulta aceptable
utilizar dicha figura si, en un caso específico, se verifica alguna de las hipótesis
que el artículo 45 del Código Civil contempla por vía ejemplar, como es el caso,
precisamente, de 'los actos de autoridad ejercidos por un funcionario público', que
configuran un imprevisto al que no es posible resistir".
La Corte acogió el recurso y, en reemplazo, estimó que la sentencia que declaró
improcedente el despido del trabajador se ajustó a derecho.
Ficha 33
Corte Suprema, 1 de septiembre de 2015, rol Nº 23799-2014.
Ministros (Cuarta Sala): Haroldo Brito C., Gloria Ana Chevesich R., Rosa María
Maggi D., Juan Eduardo Figueroa V. y Jaime Rodríguez E.
Acción o recurso: Recurso de unificación de jurisprudencia laboral.
Hechos
Karla Franchy fue despedida luego de no asistir a su trabajo dado que se
encontraba privada de libertad por orden de un Juzgado de Garantía tras ser
acusada por el delito de homicidio calificado por haber lanzado a un bebé de dos
días a una hoguera. Señala que no pudo asistir a su trabajo puesto que estuvo
privada por acto de la autoridad, lo que constituye caso fortuito.
Solicita la demandante
Karla dedujo demanda de despido injustificado en contra de su exempleadora
Transporte Aéreo S.A., solicitando el pago de las indemnizaciones: sustitutiva de
aviso previo; por años de servicio recargo legal del 80%; y remuneración
pendiente del último mes trabajado, con reajustes e intereses.
Decisión de primera y segunda instancia
El 2º Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago acogió la demanda y declaró
que el despido de la demandante fue injustificado. Condenó al empleador al pago
de las indemnizaciones sustitutiva de aviso previo ($ 988.432), por años de
servicio ($ 3.953.728), y el recargo legal del 80% ($ 3.162.982).
El demandado dedujo recurso de nulidad en contra de la sentencia del juez del
trabajo. La Corte de Apelaciones de Santiago acogió el recurso y declaró que el
despido fue justificado, por cuanto la detención de la demandante no constituiría
fuerza mayor y rechazó la demanda.
Decisión de la Corte Suprema
La Corte indicó que el caso fortuito o fuerza mayor es "todo hecho ajeno a la
voluntad de las partes, por lo que deriva de la naturaleza o de un tercero, y que es
imprevisible en su acontecimiento, y que si provoca un incumplimiento sustancial y
definitivo de las obligaciones pone fin al contrato, pero si es temporal solo lo
suspende". Asimismo, el artículo 45 del Código Civil indica que caso fortuito o
fuerza mayor es el imprevisto que no es posible resistir, tal como un acto de la
autoridad ejercido por un funcionario público. Para la Corte, lo relevante es que la
inasistencia sea sin causa justificada, o sea, "que no concurra norma legal o
reglamentaria o algún evento, acontecimiento, suceso de incuestionable entidad
que dispense la no asistencia, corresponde concluir que la medida cautelar
personal de que se trata y de la que solo derivan efectos transitorios no definitivos,
solo puede dar lugar a la suspensión del contrato de trabajo". Así, la prisión
preventiva es una causal justificada de inasistencia, constituyendo caso fortuito.
La Corte acogió el recurso de unificación de jurisprudencia y, en reemplazo,
confirmó la sentencia del juez del trabajo que declaró injustificado el despido del
trabajador, condenando al empleador al pago de las correspondientes
indemnizaciones laborales detalladas anteriormente.
Ficha 34
Corte Suprema, 7 de abril de 2015, rol Nº 13334-2014.
Ministros (Cuarta Sala): Carlos Cerda F., Andrea Muñoz S., Ricardo Blanco H.,
Gloria Ana Chevesich R. y Ricardo Peralta V. Acordada con el voto en contra de
los ministros Blanco y Muñoz. Redacción a cargo del ministro Ricardo Blanco H.
Acción o recurso: Recurso de unificación de jurisprudencia laboral.
Hechos
Francisco Martínez fue despedido por su exempleadora Arturo Trentini y
Compañía Limitada en razón de la supuesta ocurrencia de un caso fortuito, a
saber, el incendio del lugar donde trabajaba. Al respecto, indicó que el siniestro
era previsible dado que la empresa no contaba con los reglamentos y protocolos
de seguridad. Sobre la irresistibilidad, la empresa continuó funcionando, de
manera que seguía siendo operativa la labor del demandante (chofer).
Solicita la demandante
El señor Martínez dedujo demanda por despido injustificado en contra de su
exempleador, solicitando que se le condene al pago de la indemnización
sustitutiva de aviso previo y por años de servicios, más reajustes, intereses y
costas.
Decisión de primera y segunda instancia
El 2º Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago estimó que en la especie
concurrió la causal de caso fortuito por lo que acogió la demanda solo en cuanto
condenó al empleador al pago de $ 72.773 por un saldo insoluto del feriado
proporcional de años anteriores, y $ 157.293 por feriado legal proporcional.
El demandante dedujo recurso de nulidad en contra de la sentencia del juez del
trabajo. La Corte de Apelaciones de Santiago rechazó el recurso y confirmó el fallo
impugnado.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 45 del Código Civil establece "Se llama fuerza mayor o caso fortuito el
imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el
apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario
público, etc.". De este concepto, se desprenden los siguientes elementos
constitutivos: (i) inimputabilidad; (ii) imprevisibilidad e (iii) irresistibilidad o
insuperabilidad.
A mayor abundamiento, el considerando cuarto expone: "Que, esta Corte ya ha
sostenido que el caso fortuito se corresponde con una contingencia en cuyo
advenimiento ninguna participación ha cabido a quien la invoca, que no es posible
de advertir o vislumbrar y a la que no puede oponerse el agente, que no puede ser
contrariada o rechazada por éste...".
La Corte rechazó el recurso de unificación de jurisprudencia dado que el actor
no logró armonizar su petición con los requisitos exigidos por la jurisprudencia
laboral, al no existir distintas interpretaciones entre el fallo impugnado y la
jurisprudencia que se acompaña como criterio para la unificación. En
consecuencia, se confirmó el fallo que rechazó el recurso de nulidad en contra de
la sentencia de primera instancia que condenó al demandado al pago de
indemnización por feriado legal proporcional.
Otros
Por su parte, el voto de minoría señaló que "se estima que se está en presencia
de un caso fortuito o fuerza mayor, cuando ocurre un hecho ajeno a la voluntad del
empleador, imprevisible e irresistible". Así: (i) debe ser inimputable a quien lo
invoca; (ii) imprevisible en condiciones normales respecto de cálculos estimativos
de riesgos; (iii) irresistible, esto es, que no haya podido evitarse su ocurrencia, aun
adoptando los medios adecuados para ello y (iv) una relación de causalidad entre
los daños que se produjeron en las instalaciones de la empresa y el siniestro.
A su vez, el daño causado por el siniestro debe imposibilitar la mantención de
los puestos de trabajo, siéndole imposible absolutamente para el empleador
sostener el vínculo laboral con sus dependientes. A juicio del voto de minoría,
dado que el empleador continuó su giro en otra sucursal, estaba en posibilidad de
cumplir con sus obligaciones contractuales.
Ficha 35
Corte Suprema, 11 de abril de 2012, rol Nº 6008-2011.
Ministros (Cuarta Sala): Rosa Egnem S., Juan Fuentes B., Juan Escobar Z., y los
abogados integrantes señores Ricardo Peralta V., y Arturo Prado P. Redacción a
cargo del abogado integrante señor Peralta.
Acción o recurso: Recurso de unificación de jurisprudencia laboral.
Hechos
José Medina despidió a los trabajadores de los establecimientos de su
propiedad que quedaron destruidos luego del terremoto.
Solicita la demandante
—No hay registros del proceso en el tribunal laboral—.
Un trabajador interpuso demanda por despido injustificado contra su
exempleador.
Decisión de primera y segunda instancia
El Juzgado de Letras y Garantía de Lebu acogió la demanda.
El demandado dedujo recurso de nulidad en contra de la sentencia definitiva. La
Corte de Apelaciones de Concepción rechazó el recurso de nulidad y confirmó la
sentencia impugnada.
Decisión de la Corte Suprema
El presupuesto de la causal de término de la relación laboral contenida en el Nº
6 del artículo 159 del Código del Trabajo, esto es, la concurrencia de un caso
fortuito o fuerza mayor, se encuentra definido en el artículo 45 del Código Civil
como el imprevisto a que no es posible resistir. Por su parte, la jurisprudencia y la
doctrina relativas a la materia coinciden en que su procedencia exige tres
requisitos mínimos: (i) que el hecho sea imprevisible, (ii) que sea irresistible
y (iii) que no acaezca por un acto propio de quien lo hace valer.
La Corte indicó en el considerando cuarto que la irresistibilidad, para los efectos
de la causal de cese de servicios, importa la imposibilidad de mantener el puesto
de trabajo de los dependientes y, por ende, de cumplir una de las principales
obligaciones contractuales de la parte empleadora, tornándose inviable la
mantención del vínculo e inevitable el término del mismo. La exigencia de prueba
al efecto, por parte del tribunal, resulta esencial en tanto corresponde a una de las
tres características que el legislador impone al hecho cuya verificación fuerza el
despido.
A su vez, en el considerando quinto señaló que el examen de la imposibilidad de
resistir a las consecuencias de un siniestro, obliga a revisar aspectos concretos de
la actividad en cuestión, las características de las dependencias en que esta se
desarrolla y el papel o labor de las dependientes exoneradas en ella. Asimismo,
resulta forzoso considerar la factibilidad de la continuidad del giro o la actividad
como alternativa a la desvinculación.
En la especie, según lo expuesto en el considerando tercero de la sentencia
impugnada, si bien ha quedado asentado que los supermercados El Porvenir de
las comunas de Los Alamos, Arauco y Curanilahue se encuentran destruidos y sin
funcionar comercialmente desde la fecha del terremoto, esto es, el 27 de febrero
de 2010, y que en la comuna de Curanilahue se encuentra funcionando desde
hace dos meses con posterioridad al terremoto el supermercado perteneciente a la
Sociedad Comercial Porvenir Limitada de la cual el demandado es socio, ese
hecho, por sí solo, no conlleva la existencia para el empleador de una real opción
entre la continuación de las labores y el cese de las mismas, conjuntamente con la
terminación de los contratos de trabajo de sus dependientes, cuando de la
naturaleza y características del sistema a través del que se desarrollan aquellas,
se infiere la imposibilidad física y operativa de la primera alternativa, soslayando la
económica.
La Corte acogió el recurso de unificación, revocando la sentencia impugnada y,
en reemplazo, determinó que el despido fue justificado, rechazando la demanda
del actor.
Ficha 36
Corte Suprema, 4 de octubre de 2011, rol Nº 2037-2011.
Ministros (Cuarta Sala): Carlos Künsemüller L., Mauricio Roberto Jacob Ch., María
Eugenia Sandoval G., Patricio Valdés A. y Rafael Gómez B. Redacción a cargo del
ministro Patricio Valdés.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Hugo Ramírez y otros prestaban servicios como vigilantes privados para la
empresa Prosegur Limitada. Por examen psiquiátrico se estableció su inhabilidad
para portar armas, puesto que presentaban sicopatologías contraindicativas. En
este sentido, se les despidió por la causal de fuerza mayor.
Solicita la demandante
—No hay registros del proceso en el tribunal laboral—.
Hugo Ramírez y otros dedujeron demanda por despido injustificado en contra de
Prosegur Limitada, solicitando que se declarasen injustificados, indebidos e
improcedentes los despidos de los que fueron objeto y que sea condenada al pago
de las prestaciones legales, con costas.
Decisión de primera y segunda instancia
El 1er Juzgado del Trabajo de Santiago acogió la demanda en cuanto condenó a
la empresa empleadora a la indemnización sustitutiva de aviso previo y por años
de servicio.
La Corte de Apelaciones de Santiago confirmó la sentencia de primera instancia
en cuanto condenó a la indemnización sustitutiva de aviso previo y por años de
servicio.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito supone la concurrencia copulativa de tres
requisitos: (i) inimputabilidad; (ii) imprevisibilidad; e, (iii) irresistibilidad. La
confluencia de estos elementos permite estimar que el caso fortuito consiste en
una contingencia ajena a la voluntad del afectado, que no es posible de advertir o
vislumbrar y a la que no puede oponerse ni ser rechazada por el agente, tal como
señaló la Corte en el considerando sexto.
En la especie, el empleador debió vislumbrar el acaecimiento de la patología de
los demandantes, dado que esta se funda en circunstancias esperables y
conocidas de la vida social y que pueden afectar a cualquier persona,
independiente de la edad, el estado físico o de las funciones que realice. En
consecuencia, la patología era previsible.
La Corte desestimó el recurso de casación en el fondo deducido y confirmó la
sentencia impugnada, que rechazó parcialmente la demanda, confirmándola en
cuanto a la indemnización sustitutiva de aviso previo y por años de servicio.
Ficha 37
Corte Suprema, 5 de abril de 2011, rol Nº 7543-2010.
Ministros (Cuarta Sala): Gabriela Pérez P., Rosa María Maggi D., Rosa Egnem S.,
Patricio Valdés A. y Héctor Patricio Figueroa S. Redacción a cargo del ministro
Figueroa.
Acción o recurso: Recurso de casación en la forma y en el fondo.
Hechos
Red de Televisión Chilevisión S.A. fue multada por la Dirección del Trabajo toda
vez que no pudo pagarle al trabajador Juan Araya por existir una medida
precautoria dictada en proceso criminal que le ordenaba retener todos los dineros
que se adeudasen al reclamante, al imputado y a los demás miembros del
directorio del sindicato de la empresa, como producto del pago de los diversos
ítems resultantes de la desvinculación del trabajador imputado, con la sola
salvedad que dicha retención debía ser realizada una vez que se efectuaran por la
reclamante todos los descuentos legales de rigor al trabajador, entre otros,
diversos anticipos de beneficios provenientes del contrato colectivo existente,
descuentos previsionales y préstamo de determinada caja de compensación, etc.
Así, debido a un acto de la autoridad imprevisible e irresistible, se vio
imposibilitada de realizar pago alguno.
Solicita la demandante
Red de Televisión Chilevisión S.A. solicitó que la multa por $ 3.122.655 que se
le impuso fuese dejada sin efecto y que se ordene el inmediato reintegro del
dinero consignado, sancionando a los funcionarios que dieron aplicación a la
medida injusta y arbitraria, con costas.
—No hay registros del proceso en el tribunal laboral—.
Decisión de primera y segunda instancia
La Corte de Apelaciones de Santiago confirmó las sanciones impuestas por la
Dirección del Trabajo a la reclamante, salvo una, que la revocó.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito o fuerza mayor está definido en el artículo 45 de nuestro Código
Civil, que señala que es el imprevisto a que no es posible resistir. Asimismo, la
jurisprudencia y doctrina señalan que su concurrencia exige la presencia de tres
requisitos mínimos: (i) que el hecho sea imprevisible; (ii) que sea irresistible;
y, (iii) que no se produzca por un acto propio de quien lo alega (inimputable).
En el caso sub lite, fue imposible pagar la multa impuesta por la autoridad
administrativa debido a una causa ajena al empleador, esto es, una orden judicial
de retención de dineros, la que fue dispuesta por un Juez de Garantía.
La Corte acogió el recurso de casación, invalidando el fallo impugnado y, en
reemplazo, dejó sin efecto las multas impuestas al actor.
Ficha 38
Corte Suprema, 29 de julio de 2010, rol Nº 3547-2010.
Ministros (Cuarta Sala): Urbano Marín V., Gabriela Pérez P., Patricio Valdés A.,
Rosa Egnem S. y Rosa María Maggi D. Acordado con el voto en contra de la
ministra Maggi, quien estuvo por rechazar el recurso de casación interpuesto por
la demandada. Redacción a cargo de la ministra Gabriela Pérez y, de la
disidencia, Rosa María Maggi.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Óscar Núñez prestaba servicios de operador de llenadora para Embonor S.A.
Los días 13 y 15 de diciembre de 2008 faltó sin señalar fundamentación alguna,
de manera que fue despedido al día siguiente. El trabajador señaló que había sido
detenido por la Policía de Investigaciones, por consumo de drogas, cuando se
dirigía al trabajo. En consecuencia, su ausencia se justificaría en un acto de la
autoridad competente que lo privó de libertad.
Solicita la demandante
Óscar Núñez dedujo demanda en contra de Embonor S.A. a fin de que se
declarase injustificado su despido y se condenase a la demandada a pagar las
indemnizaciones y prestaciones legales, más reajustes, intereses y costas.
—No hay registros del proceso en el tribunal laboral—.
Decisión de primera y segunda instancia
El 2º Juzgado Civil de Temuco determinó que el despido del trabajador fue
injustificado, por lo que acogió la demanda y condenó a la demandada al pago de
las indemnizaciones sustitutiva de aviso previo, por años de servicio, incremento
legal del 80%, feriado legal proporcional, más reajustes, intereses y costas.
El demandado dedujo recurso de apelación en contra de la sentencia de primera
instancia. La Corte de Apelaciones de Temuco confirmó la decisión impugnada.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 45 del Código Civil define al caso fortuito o fuerza mayor como el
imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el
apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario
público, etcétera. Así, la Corte indicó en el considerando décimo que del concepto
se pueden extraer dos elementos: (i) imprevisibilidad e (ii) irresistibilidad que,
conjuntamente, se traducen en una contingencia imposible de advertir o vislumbrar
y a la que no puede oponerse el agente.
En la especie, si bien una detención por parte de la autoridad es un hecho
irresistible, no puede estimarse como imprevisible por cuanto quien ejecuta
voluntariamente un hecho punible, en este caso, el consumo de drogas, debe
prever los resultados de esa conducta y la eventual posibilidad de ser encausado y
privado de libertad.
La Corte acogió el recurso interpuesto dada la errada interpretación que había
hecho el tribunal de instancia sobre el caso fortuito. Invalidó la sentencia
impugnada y, en reemplazo, rechazó la demanda.
Ficha 39
Corte Suprema, 16 de diciembre de 2009, rol Nº 6398-2009.
Ministros (Cuarta Sala): Patricio Valdés A., Guillermo Enrique Silva G., Rosa María
Maggi D., Mauricio Roberto Jacob Ch. y Maricruz Gómez de la Torre. Redacción a
cargo de la ministra Rosa María Maggi.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Un conjunto de trabajadores fue desvinculado de la empresa Distribuidora
Internacional Ltda., la que fundó el despido en crisis económicas que la afectaron,
las que constituirían caso fortuito.
Solicita la demandante
Jazmín Díaz, Ingrid Quijada, Orozimbo Riveros y Vicente Villalobos dedujeron
demanda en contra de Distribuidora Internacional Ltda. y otras, solicitando la
declaración de nulidad e injustificación de sus despidos, además del pago de
prestaciones legales correspondientes.
—No hay registros del proceso en el tribunal laboral—.
Decisión de primera y segunda instancia
El 7º Juzgado del Trabajo de Santiago rechazó la demanda. La Corte de
Apelaciones de Santiago, conociendo del recurso de apelación interpuesto en
contra del fallo de primera instancia, confirmó la sentencia impugnada.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito o fuerza mayor es aquel imprevisto no imputable al que lo alega
y que no es posible de resistir. En la especie, las crisis económicas de la empresa
no pueden considerarse como caso fortuito dado que la administración de la
sociedad, sus resultados financieros y el riesgo empresarial ante los cambios de
las condiciones del mercado no son imprevisibles ni ajenos a la voluntad de las
partes.
La Corte acogió el recurso de casación en el fondo interpuesto y, en reemplazo,
condenó a la demandada al pago de las indemnizaciones sustitutiva de aviso
previo, feriado proporcional y remuneraciones adeudadas.
Ficha 40
Corte Suprema, 2 de junio de 2009, rol Nº 1673-2009.
Ministros (Cuarta Sala): Patricio Valdés A., Julio Torres A., Haroldo Brito C.,
Ricardo Peralta V. y Mauricio Roberto Jacob Ch. Acordada con el voto en contra
del ministro Haroldo Brito, quien estuvo por rechazar el presente recurso de
nulidad. Redacción a cargo del ministro Julio Torres y, de la disidencia, Haroldo
Brito.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Patricio Morales se desempeñaba como Superintendente de Mantención desde
1992, siendo despedido el 27 de mayo de 2004 por ausencias injustificadas.
Patricio acreditó que las faltas se debieron a que fue detenido y procesado como
autor de violación y estupro. El empleador tenía conocimientos de estos hechos al
momento del despido, tal como se demostró mediante prueba testimonial.
Solicita la demandante
Patricio Morales dedujo demanda en contra de Harbison-Walker Refractories
S.A., solicitando que se declare injustificado su despido y se condene a la
demandada a pagar las prestaciones que indica, más reajustes, intereses y
costas.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito o fuerza mayor está definido en el artículo 45 de nuestro Código
Civil, que señala que es el imprevisto a que no es posible resistir, como un
naufragio, un terremoto, el apresamiento de enemigos, los actos de autoridad
ejercidos por un funcionario público, etcétera. Así, supone la concurrencia de dos
requisitos: (i) imprevisibilidad e (ii) irresistibilidad, que tornan al hecho como
imposible de advertir o vislumbrar e imposible de oposición o rechazo por parte del
agente.
En el caso en concreto, la Corte sostuvo en el considerando octavo que, si bien
el procesamiento del actor puede considerarse como irresistible, no ocurre lo
mismo con la imprevisibilidad. El primero es aceptable dado que es un acto de la
autoridad; en cambio, el segundo sería forzoso puesto que el sujeto, al cometer
los delitos de violación y estupro, debe prever los resultados de su conducta y la
posibilidad de ser descubierto y sancionado.
La Corte acogió el recurso de casación deducido por los demandados y, en
reemplazo, rechazó la demanda.
Ficha 41
Corte Suprema, 18 de diciembre de 2008, rol Nº 6311-2008.
Ministros (Cuarta Sala): Patricio Valdés A., Julio Torres A., Gabriela Pérez P.,
Ricardo Peralta V. y Juan Carlos Cárcamo O. Redacción a cargo del ministro
suplente Julio Torres.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Ramón Hernán Mella puso fin al contrato de trabajo con ciertos trabajadores
luego de un incendio que destruyó completamente las instalaciones de la barraca
que explotaba la sociedad. Indicó que, dado el siniestro, no era posible que ellos
pudieran seguir ejecutando el trabajo convenido. No obstante, fue acreditado por
los demandantes que, a pesar del incendio, el demandado continuó desarrollando
la explotación de la madera.
Solicita la demandante
Vilma Cerca y otros cinco trabajadores dedujeron demanda en contra de don
Ramón Hernán Mella, a fin de que se declarase injustificados sus despidos y se le
condenase al pago de las indemnizaciones y recargo legal, todo con reajustes,
intereses y costas.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito está definido en el artículo 45 del Código Civil como el imprevisto
a que no es posible de resistir, como un naufragio, un terremoto, el apresamiento
de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario público, etcétera.
Asimismo, la Corte indicó en el considerando quinto que la jurisprudencia y
doctrina coinciden en que los requisitos para calificar a un hecho como caso
fortuito son tres: (i) que sea imprevisible; (ii) irresistible; y, (iii) que no se produzca
por un acto propio de quien lo alega.
Continuando con el razonamiento, la irresistibilidad "importa la nula posibilidad
de mantener el puesto de trabajo de los dependientes y, por ende, de cumplir una
de las principales obligaciones contractuales de la parte patronal, tornándose
inviable la mantención del vínculo e inevitable el término del mismo".
En este sentido, el análisis de este requisito obliga al empleador a revisar
aspectos concretos de la faena en cuestión, de su proceso, de las características
de las dependencias donde se realiza y de la labor de los dependientes. En
consecuencia, no es dable considerar que la continuación del giro tiene como
alternativa el despido de los trabajadores.
En la especie, no quedan dudas de que un incendio afectó a la totalidad de las
instalaciones y maquinarias ubicadas en el inmueble donde los actores prestaban
servicios, además de que fue un siniestro de larga duración y extensión. De lo
señalado, el tribunal estimó en el considerando décimo que concurrió la causal de
caso fortuito que imposibilitó absolutamente continuar con el giro del negocio, sin
perjuicio de que otros trabajadores hayan seguido con ciertas labores que no se
referían a los servicios que fueron imposibles de desarrollar dada la destrucción
absoluta del lugar.
La Corte acogió el recurso de casación interpuesto por el demandado y, en
reemplazo, rechazó la demanda de los actores.
Ficha 42
Corte Suprema, 1 de octubre de 2008, rol Nº 4327-2008.
Ministros (Cuarta Sala): Juan Araya E., Patricio Valdés A., Julio Torres A., Hernán
Álvarez G., y Juan Carlos Cárcamo O. Redacción a cargo del ministro Patricio
Valdés.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Julio Riquelme Obreque y otros veintiocho trabajadores fueron despedidos por la
empresa Industrial Centec S.A., esta alegó como caso fortuito un incendio que
destruyó completamente el lugar donde se desarrollaba el proceso productivo,
impidiéndole cumplir con las obligaciones de prestar el trabajo convenido con sus
empleados. Asimismo, estos desarrollaban actividades específicas en ciertas
fases de la etapa productiva, de manera que no era razonable estimar que
simplemente los podía trasladar a otra planta si no contaba con el espacio ni la
maquinaria idónea para que ellos pudieran llevar a cabo sus labores.
Solicita la demandante
Los trabajadores dedujeron demanda en contra de la empresa Industrial Centec
S.A., a fin de que se declare indebido, improcedente e injustificado el despido de
que fueron objeto y se le condene al pago de las indemnizaciones, recargo legal y
demás prestaciones que indica, más reajustes, intereses y costas.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito o fuerza mayor está definido en el artículo 45 del Código Civil
como el imprevisto a que no es posible resistir. La Corte indicó en el considerando
quinto que la jurisprudencia y doctrina es concordante en que son tres los
requisitos para que estemos en presencia de un caso fortuito, a saber, (i) que el
hecho sea imprevisible; (ii) que sea irresistible; y, (iii) que no se produzca por un
acto propio de quien lo hace valer.
Asimismo, señaló en el considerando sexto que la irresistibilidad, para efectos
de cese de servicios, importa la imposibilidad de mantener el puesto de trabajo de
los empleados y de cumplir las obligaciones contractuales del empleador,
tornándose inviable la mantención del vínculo contractual e inevitable su término.
De la misma manera, y a mayor abundamiento, la Corte advirtió en el
considerando séptimo que la irresistibilidad, entendido como la imposibilidad de
resistir el siniestro, implica una obligación de revisar los aspectos concretos de la
faena, el proceso productivo, las características de la dependencia y el papel que
tengan los dependientes desvinculados.
En la especie, el incendio constituyó un caso imprevisible e irresistible dado que
la empresa, si bien mantuvo medidas de seguridad adecuadas para enfrentar un
siniestro como este, fueron insuficientes por su magnitud.
La Corte acogió el recurso de casación en el fondo deducido por la demandada,
anulando el fallo de la Corte de Apelaciones de Temuco en cuanto declaró
injustificadas las desvinculaciones de los actores y condenó a la demandada al
pago de las indemnizaciones, recargo legal y costas y, en su lugar, decidió su
rechazo en tales aspectos, confirmándose en lo demás, con declaración que cada
parte debe asumir sus costas.
Ficha 43
Corte Suprema, 10 de enero de 2008, rol Nº 5460-2007.
Ministros (Cuarta Sala): Marcos Libedinsky T., Urbano Marín V., Patricio Valdés
A., Gabriela Pérez P., y el abogado integrante señor Ricardo Peralta V.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Julia Calderón fue detenida, el 11 de julio de 2002, por orden del 33er Juzgado
del Crimen de Santiago, en las dependencias de la empresa donde trabajaba. Por
ello, se vio obligada a faltar a sus funciones. Con posterioridad, fue despedida en
razón de sus inasistencias.
Solicita la demandante
La trabajadora dedujo demanda por despido injustificado en contra del
Laboratorio Clínico Blanco Ltda., a fin que se declarase injustificado su despido y
se condenase a la demandada a pagar las prestaciones que indica, más reajustes,
intereses y costas. El empleador se excepcionó por caso fortuito, contemplado en
el artículo 159 Nº 6 del Código del Trabajo.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 45 del Código Civil preceptúa "Se llama fuerza mayor o caso fortuito
el imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el
apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario
público, etc.".
La Corte explicó en el considerando octavo que, en la esencia de dicho
concepto, se halla (i) la imprevisibilidad y (ii) la irresistibilidad a que se ve expuesto
el afectado por el caso fortuito o fuerza mayor, es decir, una contingencia no
posible de advertir o vislumbrar y a la que no puede oponerse el agente; que no
puede ser contrariada o rechazada por este.
En la especie, la acción voluntaria de la trabajadora, que significó que un juez
del crimen decidiera que tuvo participación en un hecho ilícito, motivo por el que
dispuso su detención, puede considerarse como irresistible por cuanto se trata de
la orden de una autoridad, pero no puede calificarse de imprevisible.
En efecto, faltó en la acción realizada —delito de estafa— la imprevisibilidad que
caracteriza al caso fortuito o fuerza mayor, pues quien ejecutó voluntariamente un
acto penado por la ley, debió prever los resultados de esa acción y la posibilidad
de ser, finalmente, encausada y privada de libertad.
A las anteriores reflexiones cabe agregar que la trabajadora no logró probar la
improcedencia del acto de autoridad que lo mantuvo privada de libertad,
circunstancia que habría podido modificar la concurrencia de la imprevisibilidad a
que se hizo referencia.
La Corte acogió el recurso de casación en el fondo deducido por el demandado,
invalidando la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago que lo condenó al
pago de indemnización sustitutiva del aviso previo y por años de servicios, con un
incremento del 80%, con reajustes, intereses y costas, declarando, en su lugar,
que el despido fue justificado, acogiendo la demanda únicamente respecto del
pago de las remuneraciones por 9 días trabajados en julio de 2002 y el feriado
proporcional.
Ficha 44
Corte Suprema, 31 de julio de 2007, rol Nº 2055-2006.
Ministros (Cuarta Sala): Marcos Libedinsky T., Orlando Álvarez H., Urbano Marín
V., Patricio Valdés A., y Gabriela Pérez P.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
El 11 de agosto se produjo un incendio en el restaurant Eladio ubicado en calle
Pío Nono Nº 251, el que resultó considerablemente dañado y motivó el despido de
los trabajadores del local, bajo la causal de caso fortuito contemplada en el
artículo 159 Nº 6 del Código del Trabajo.
Solicita la demandante
Los trabajadores del restaurant demandaron a su empleador por despido
injustificado, a fin de que se declarase injustificado, ilegal e intempestivo el
despido de que fueron objeto y se condenase al demandado al pago de las
prestaciones legales, más reajustes, intereses y costas.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
En la especie, el incendio no constituyó caso fortuito o fuerza mayor dado que el
siniestro no fue total, la suspensión de funcionamiento fue transitoria y que,
habiéndosele efectuado reparaciones, cuatro meses después permitieron
nuevamente el empleo del local en sus fines propios.
La controversia versó sobre la concurrencia de la causal de exoneración
contemplada en el artículo 159 Nº 6 del Código del Trabajo, que autoriza el
término de la relación laboral sin derecho a indemnización alguna para el
trabajador, desde que su configuración importa una circunstancia absolutamente
ajena a la voluntad del empleador y que le impide seguir proporcionando el trabajo
pactado y la remuneración convenida.
El caso fortuito a que se refiere el artículo 159 Nº 6 del Código del Trabajo debe
entenderse no como un hecho aislado y concluyente que, por sí mismo, autorice al
empleador a poner fin a los contratos de trabajo, sino que es necesario que el
empleador acredite la afectación real de su patrimonio y que el siniestro le impidió,
de manera permanente, continuar con sus actividades comerciales, lo que no
ocurrió.
Conforme a los hechos asentados, entre ellos, que el local comercial reinició sus
actividades después de cuatro meses, no es posible concluir la existencia de un
hecho que, si bien imprevisto, haya sido imposible de resistir por el empleador,
irresistibilidad entendida, según indica el considerando quinto, como la
imposibilidad de mantener el puesto de trabajo de los actores, correspondiendo
solo su despido, sin derecho a indemnización alguna.
En el caso sub lite, el empleador pudo recurrir a la suspensión de la relación
laboral durante el tiempo en que el establecimiento comercial no funcionó y
reintegrar a sus dependientes una vez superadas las consecuencias dañosas del
siniestro. Sin embargo, optó directamente por el despido, sin el necesario examen
de la existencia o inexistencia de la irresistibilidad que necesariamente debe
presentarse a propósito de la causal invocada para el despido, máxime si se trata
de trabajadores que sufrirán la pérdida de su fuente de ingresos inesperadamente
sin resarcimiento alguno. A ello cabe agregar que también pudo considerar la
posibilidad de reubicar a los actores en otro establecimiento de similar naturaleza.
Por consiguiente, solo es dable concluir que, en la especie, no se configuró la
causal de caducidad del contrato de los actores por caso fortuito o fuerza mayor,
desde que ha faltado la irresistibilidad exigida por la ley.
La Corte rechazó el recurso de casación en el fondo deducido por el demandado
en contra de la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, la que declaró
injustificado el despido de los actores y condenó a la demandada a pagar las
cantidades que señala por concepto de indemnización sustitutiva del aviso previo
y por años de servicios, esta última incrementada en un 50%, a cada uno de los
demandantes, más reajustes e intereses.
Ficha 45
Corte Suprema, 28 de junio de 2007, rol Nº 1408-2006.
Ministros (Cuarta Sala): Marcos Libedinsky T., Orlando Álvarez H., Patricio Valdés
A., y los abogados integrantes señores Roberto Jacob Ch. y Ricardo Peralta V.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Manuel González trabajaba para la sociedad Caldera Paradies S.A. hasta que
fue despedido debido a la mala situación económica en que se encontraba la
empresa, la que redujo su personal para evitar la quiebra.
Solicita la demandante
El trabajador demandó a la sociedad por despido injustificado. Esta solicitó el
rechazo aludiendo a que el despido se ajustó a la causal de caso fortuito o fuerza
mayor del numeral 6º del artículo 159 del Código del Trabajo.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 45 del Código Civil califica al caso fortuito o fuerza mayor como "el
imprevisto a que no es posible resistir". Asimismo, la jurisprudencia y doctrina
relativas a la materia coinciden en que su concurrencia exige tres requisitos
mínimos: (i) que el hecho sea imprevisible; (ii) que sea irresistible; y, (iii) que no
acaezca por un acto propio de quien lo hace valer.
La situación materia de autos, dice relación con las medidas adoptadas por la
empresa sub lite para afrontar y evitar la quiebra inminente, entre ellas, la
proposición a sus acreedores de un convenio preventivo —aprobado por la Junta
pertinente con fecha 21 de julio de 2003—, la consecuencial intervención de un
Síndico de Quiebras en la administración y la disminución de personal.
Aun cuando pudiera discutirse la concurrencia de los dos últimos requisitos
señalados, la situación descrita no puede calificarse de imprevisible por cuanto se
relaciona íntimamente con la administración de la sociedad empleadora, sus
resultados financieros y el riesgo empresarial ante los cambios en las condiciones
del mercado. En consecuencia, no puede constituir una causal de terminación de
servicios que, por su naturaleza, debe ser ajena a la voluntad de las partes.
La Corte acogió, sin costas, el recurso de casación en el fondo deducido por la
demandante en contra de la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago,
que declaró que el despido del actor fue injustificado, ordenando la
reincorporación del demandante y condenando a la empleadora a enterar las
indemnizaciones y recargo legal que indica, así como las remuneraciones
devengadas desde dicha fecha y enterar las cotizaciones previsionales, con
costas, revocándola por cuanto ordena la reincorporación del demandante,
confirmándola en lo demás.
Ficha 46
Corte Suprema, 13 de noviembre de 2006, rol Nº 5366-2006.
Ministros (Cuarta Sala): Orlando Álvarez H., Jorge Medina C., Hugo Dolmetsch U.,
y los abogados integrantes señores Roberto Jacob Ch., y Óscar Herrera V.
Acción o recurso: Recursos de casación en la forma y en el fondo.
Hechos
Alicia Luarte y Julio Molina fueron despedidos por Sociedad Comercial e
Industrial Ramírez Díaz Hermanos Limitada, en razón de la expropiación parcial
de las dependencias de la empresa.
Solicita la demandante
Los trabajadores demandaron a la empresa por despido injustificado, a fin de
que se declarase injustificado el despido y se le condenase al pago de las
prestaciones legales, más reajustes, intereses y costas. Esta fundó la
desvinculación en el caso fortuito contemplado en el artículo 159 Nº 6 del Código
de Trabajo.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
La expropiación parcial, invocada como constitutiva del caso fortuito, no pudo
ser comprobada, por lo que correspondió calificar la terminación contractual como
injustificada.
Según se indicó en el considerado octavo, reafirma la idea anterior la
circunstancia de que ninguno de los dos actores se desempeñaba físicamente en
el lugar afectado por la expropiación. Además, empleador pudo haber tomado las
medidas necesarias para continuar con su negocio. Era imposible determinar la
concurrencia del requisito de la irresistibilidad sobre la base de tales hechos.
En consecuencia, la Corte rechazó el recurso de casación en el fondo deducido.
Ficha 47
Corte Suprema, 17 de agosto de 2006, rol Nº 725-05.
Ministros (Cuarta Sala): Urbano Marín V., Jorge Medina C., Rubén Ballesteros C.,
Roberto Jacob Ch. y Ricardo Peralta V.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
René Irarrázabal fue despedido por haber faltado los días 26 y 27 de abril de
2001, incumpliendo sus obligaciones. Su ausencia se debió a que fue detenido por
haber conducido un automóvil en estado de ebriedad, causando una muerte.
Solicita la demandante
René Irarrázabal dedujo demanda en contra de la Empresa de Transportes de
Pasajeros Metro S.A., a fin de que se declare injustificado su despido y se
condene a la demandada a pagar las prestaciones que indica, más reajustes,
intereses y costas, dado que no habría concurrido a sus labores debido a un caso
fortuito o fuerza mayor, consistente en la privación de libertad por autoridad
competente.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 45 del Código Civil preceptúa "Se llama fuerza mayor o caso fortuito
el imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el
apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario
público, etc.". La Corte señaló en el considerando octavo que el caso fortuito se
compone de dos elementos esenciales, a saber, (i) la imprevisibilidad y (ii) la
irresistibilidad, cuya concurrencia se traduce en una "contingencia no posible de
advertir o vislumbrar y a la que no puede oponerse el agente, es decir, que no
puede ser contrariada o rechazada por éste".
La Corte continuó con el razonamiento indicando que, en la especie, si bien la
prisión preventiva es un hecho irresistible, por cuanto es una orden emanada de la
autoridad, no es factible señalar que es imprevisible. En efecto, quien lleva a cabo
un hecho ilícito (conducir en estado de ebriedad) puede y debe prever los
resultados de esa conducta y la posibilidad de ser descubierto y privado de
libertad. Por ello, no está presente el requisito de imprevisibilidad, por lo que no
concurre el caso fortuito o fuerza mayor.
La Corte acogió el recurso de casación interpuesto por la demandada,
invalidando la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago que confirmó la
sentencia de primer grado, que acogió la demanda por despido injustificado y
condenó a la demandada a pagar las indemnizaciones sustitutiva del aviso previo
y por años de servicios, esta última incrementada en un 20%, feriado legal,
proporcional y remuneraciones de cuatro días de mayo, más reajustes e intereses,
imponiendo a cada parte sus costas, decidiendo, en su lugar, que el despido fue
justificado, de manera que se rechazó el pago de las indemnizaciones referidas.
Ficha 48
Corte Suprema, 17 de agosto de 2006, rol Nº 675-2005.
Ministros (Cuarta Sala): Orlando Álvarez H., Urbano Marín V., Jorge Medina C., y
los abogados integrantes señores Roberto Jacob Ch. y Ricardo Peralta V.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Trabajadores de la notaría de Chillán de don Guillermo Vega Vargas fueron
despedidos luego del fallecimiento del notario. Al asumir otro, fueron suscritos
nuevos contratos de trabajo con los funcionarios y se dejó constancia de que, con
anterioridad, no existió vínculo alguno entre las partes.
Solicita la demandante
Trabajadores de la notaría de Chillán de don Guillermo Vega Vargas dedujeron
demanda de indemnización por años de servicios y feriados legales en contra de
la sucesión del Notario, el que solicitó el rechazo de la demanda alegando que el
fallecimiento del empleador de los actores constituyó un caso fortuito.
Decisión de primera y segunda instancia
Se rechazó la demanda en lo relativo a los años de servicio en primera
instancia, decisión que fue confirmada en el tribunal de alzada.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 45 del Código Civil califica al caso fortuito o fuerza mayor como el
imprevisto a que no es posible resistir. Asimismo, la jurisprudencia y doctrina
relativas a la materia coinciden en que su concurrencia exige tres requisitos
mínimos: (i) que el hecho sea imprevisible; (ii) que sea irresistible; y, (iii) que no
acaezca por un acto propio de quien lo hace valer.
La Corte señaló en los considerandos séptimo y octavo que la imprevisibilidad
es una condición esencial e inseparable del caso fortuito consistente en que no
debió haber existido razón alguna para anticipar su ocurrencia. En la especie, la
imprevisibilidad del evento hace dudoso asimilar el fallecimiento de una persona a
un caso fortuito o fuerza mayor, teniendo en cuenta que, además, con arreglo a
las disposiciones del Libro Tercero del Código Civil —cuyos artículos 1097 y 1242
el recurrente estima infringidos—, los herederos, en cuanto asignatarios a título
universal, suceden al causante en todos sus derechos y obligaciones transmisibles
y son sus continuadores para los efectos del ejercicio de unos y el cumplimiento
de las otras.
La situación materia de estos autos trata de la existencia de un hecho —el
deceso del empleador— que, por su naturaleza, no puede estimarse comprendido
en el concepto de caso fortuito o fuerza mayor descrito por la ley y que tampoco
configura otra de las causales específicas de terminación del contrato de trabajo.
Pero, una vez que tiene lugar, produce esta consecuencia, si la sucesión del
empleador no puede o no se interesa en continuar la actividad en cuya ejecución
prestan sus servicios los dependientes contratados por el causante.
A continuación, sostuvo en el considerando décimo que el término de la relación
laboral, en estas circunstancias, no es imputable a los trabajadores, a menos que
a su respecto concurra una causal distinta de extinción del contrato de trabajo que
tenga esta característica. En caso contrario, como sucede en la especie, cabe
concluir que el fallecimiento del empleador pone fin al vínculo laboral y que, por no
corresponder a una causal específica enumerada en el artículo 159 del Código del
Trabajo, debe generar los efectos que indica este cuerpo legal en su artículo 168,
los que, ante la falta de la persona del empleador, deben ser asumidos por sus
herederos como continuadores de este en su patrimonio, en el que se han
radicado esas obligaciones al momento de producirse el fallecimiento.
Por ello, la Corte estimó en el considerando duodécimo que es forzoso
reconocer al deceso del empleador la índole y consecuencias de un caso fortuito o
fuerza mayor.
En consecuencia, la Corte acogió, sin costas, el recurso de casación en el fondo
deducido por los demandantes, invalidando la sentencia de la Corte de
Apelaciones de Chillán y, en su lugar, condenó a la sucesión de don Guillermo
Vega Varas a pagar por dicho concepto a Teresa Susana Hinostroza Sepúlveda,
la cantidad de $ 2.600.000; a Mauricio Jaque Gutiérrez, la cantidad de $ 570.000;
a Miryam de Lourdes San Martín San Martín, la cantidad de $ 9.054.450; a Eliana
Alarcón Poblete, la cantidad de $ 3.120.000; a Rossana Alarcón Poblete, la
cantidad de $ 1.710.000 y a María Angélica Orellana Chacón Manuel, la cantidad
de $ 11.376.000.
Ficha 49
Corte Suprema, 31 de agosto de 2004, rol Nº 3570-2003.
Ministros (Cuarta Sala): José Luis Pérez Z., Orlando Álvarez H., Urbano Marín V.,
Roberto Jacob Ch. y Ricardo Peralta V.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
La Municipalidad de Osorno no le renovó a Manuel Negrón, taxista, su permiso
de circulación, dado que el Decreto Supremo Nº 212, publicado en el Diario Oficial
el 21 de noviembre de 1992, ordenó sacar de circulación a los automóviles taxis
que tuvieran una antigüedad superior a 18 años. Por ello, fue despedido por su
empleador.
Solicita la demandante
Manuel Negrón dedujo demanda en contra de Virgilio Reyes, a fin de que se
declare arbitrario e ilegal su despido y se condene al demandado a pagarle la
indemnización por años de servicios, con el recargo legal, con costas. El
demandado se excepcionó por caso fortuito o fuerza mayor, a saber, la concreción
de una norma mediante un acto de la autoridad que le era imprevisible, irresistible
e inimputable, que le habría imposibilitado continuar con el cumplimiento de su
obligación.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 45 del Código Civil prescribe "Se llama fuerza mayor o caso fortuito el
imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el
apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario
público, etc.". Así, la Corte señaló en el considerando sexto que el concepto
supone la concurrencia de dos requisitos copulativos: (i) imprevisibilidad
e (ii) irresistibilidad.
En la especie, al empleador no solo le era imprevisible e irresistible el hecho,
sino que, además, carecía de otra fuente de trabajo que le permitiese mantener
las condiciones del dependiente. Por ello, se estimó concurrente el caso fortuito o
fuerza mayor.
En consecuencia, la Corte acogió, sin costas, el recurso de casación deducido
por el demandado, invalidando la sentencia dictada por la Corte de Apelaciones de
Valdivia que, acogiendo la demanda, condenó a la demandada al pago de
indemnización por años de servicios, incrementada en un 20%, con los reajustes e
intereses del caso, por haber sido despedido el actor injustificadamente,
declarando, en reemplazo, el rechazo, sin costas, de la demanda.
Ficha 50
Corte Suprema, 4 de septiembre de 2003, rol Nº 4056-2002.
Ministros (Cuarta Sala): Marcos Libedinsky T., José Benquis C., Orlando Álvarez
H., Urbano Marín V. y Jorge Medina C.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Rodolfo Valenzuela prestaba servicios de vigilancia a Inversiones Errázuriz
Limitada, siendo despedido el 31 de mayo del 2000 por haberse ausentado en sus
labores sin causa justificada. El actor acreditó que faltó debido a que fue detenido
y procesado por el Juzgado del Crimen.
Solicita la demandante
Rodolfo Valenzuela dedujo demanda en contra de Inversiones Errázuriz
Limitada, a fin de que se declare injustificado, indebido, improcedente e ilegal su
despido y se condene a la demandada a pagar las prestaciones que indica, más
reajustes, intereses y costas. Fundó su pretensión en que se vio impedido de
asistir a su trabajo dado un caso fortuito, esto es, la privación de libertad por
autoridad competente.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 45 del Código Civil establece que "Se llama fuerza mayor o caso
fortuito el imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto,
el apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario
público, etc.". Así, la Corte señaló en el considerando octavo que son elementos
de su esencia: (i) la imprevisibilidad del hecho y (ii) su irresistibilidad, los que,
concurriendo, crean una "contingencia no posible de advertir o vislumbrar y a la
que no puede oponerse el agente, que no puede ser contrariada o rechazada por
éste".
En la especie, si bien la privación de libertad por la autoridad competente es un
hecho irresistible, no concurre el requisito de imprevisibilidad puesto que, quien
ejecuta un hecho ilícito puede y debe prever los resultados de su conducta, a
saber, ser eventualmente descubierto y privado de libertad. En consecuencia, no
procediendo el requisito de imprevisibilidad, no es dable sostener que estamos
ante un caso fortuito o fuerza mayor.
La Corte acogió, sin costas, el recurso de casación en el fondo deducido por el
demandado, anulando la sentencia dictada por la Corte de Apelaciones de
Santiago que declaró injustificado el despido del demandante y que condenó a la
demandada al pago de indemnización sustitutiva del aviso previo y por años de
servicios, esta última incrementada en un 20%, con los reajustes e intereses del
caso, declarando, en reemplazo, que solo se acogen las pretensiones de la
demanda relativas a la remuneración del mes de mayo de 2000 y compensación
de feriados legal y proporcional.
Ficha 51
Corte Suprema, 19 de junio de 2003, rol Nº 3725-2002.
Ministros (Cuarta Sala): Marcos Libedinsky T., José Benquis C., Orlando Álvarez
H., Urbano Marín V. y Jorge Medina C.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Patricio Retamal desempeñaba funciones de guardia privado a la sociedad
Preocores Limitada en la planta San Fernando de la empresa Dole Chile. Dada la
extinción del contrato de prestación de servicios entre Preocores y Dole Chile,
Patricio fue despedido.
Solicita la demandante
Patricio Retamal interpuso demanda laboral en contra de la sociedad Preocores
Limitada, a fin de que se declare injustificado el despido de que fue objeto y se
condene al demandado al pago de las sumas que indica, por los conceptos
detallados.
Decisión de primera y segunda instancia
En primera instancia se acogió la demanda solo en cuanto se ordenó pagar al
actor la suma de $ 68.568 por concepto de feriado adeudado, rechazándola en lo
demás.
La Corte de Apelaciones de Rancagua la confirmó, sin modificaciones.
Decisión de la Corte Suprema
Para resolver la cuestión debatida, fue necesario recurrir a la definición de caso
fortuito o fuerza mayor entregada por el artículo 45 del Código Civil, desde que la
causal de terminación del contrato de trabajo del numeral 6º del artículo 159 del
Código del Trabajo se limita a establecerla, mas no entrega su contenido. El
artículo 45 del Código Civil expresa "Se llama fuerza mayor o caso fortuito el
imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el
apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario
público, etc.".
Del concepto dado por el legislador, la Corte razonó en el considerando séptimo
que, para estar en presencia de un hecho que pueda subsumirse en dicho
término, es necesaria la concurrencia de tres requisitos: (i) que se trate de un
hecho imprevisto; (ii) irresistible; y, (iii) que no haya sido desencadenado por el
hecho propio del obligado.
La imprevisibilidad del caso fortuito significa que racionalmente no existe manera
de anticipar su ocurrencia o, más precisamente, que se desconozca con
antelación la causa que lo provoca, razón por la cual el afectado no podrá
deducirlo con un cierto grado de seguridad o certeza.
Por otra parte, la "irresistibilidad" significa que quien lo sufre sea incapaz de
evitar su ocurrencia como sucede, como dice el Código, tratándose de un
naufragio, un terremoto, un acto de autoridad.
Finalmente, aunque la ley no lo especifica, el hecho no puede haber sido
provocado por quien lo alega, puesto que ello implicaría exonerarse de
responsabilidad por hecho propio y voluntario.
La Corte sostuvo en el considerando noveno que, en la especie, el fundamento
inmediato del despido del actor se encuentra en el término del contrato que el
empleador mantenía con la empresa Dole Limitada, de manera que este es el
hecho que debió estar revestido de las características del caso fortuito. Así,
correspondía al demandado probar la concurrencia de los tres requisitos que,
como se ha dicho, constituyen los presupuestos sobre los cuales ha de construirse
la razón jurídica invocada para despedir al trabajador, sin derecho a
indemnización.
En la sentencia impugnada se detallaron las pruebas rendidas en autos y que el
sentenciador valoró, arribando a la conclusión que "constituye un imprevisto difícil
de superar el hecho de que la empresa para la que el demandado prestaba
servicios haya decidido, unilateralmente, poner término al contrato". Así, se habría
acreditado la circunstancia de haberse puesto término a la relación contractual
existente entre el empleador y la empresa Dole Limitada por un acto unilateral de
esta última y, por consiguiente, la inimputabilidad se tuvo por probada.
Sin embargo, a juicio de la Corte la imprevisibilidad no fue acreditada dado que
no se desprende de las pruebas rendidas por la empleadora ni se ha establecido
que se trata de un de un hecho cuya ocurrencia, racionalmente, no era posible de
anticipar o, más precisamente, que fuese desconocida con antelación la causa
que lo provocó, razón por la cual el afectado no podría haberlo deducirlo con un
cierto grado de seguridad o certeza.
La Corte acogió el recurso de casación en el fondo interpuesto por el
demandado, anulando la sentencia de la Corte de Apelaciones de Rancagua que
confirmó, sin modificaciones, la sentencia de primera instancia que acogió la
demanda interpuesta, solo en cuanto por ella se ordenó pagar al actor la suma de
$ 68.568 por concepto de feriado adeudado, rechazándola, en lo demás. En
reemplazo, dio lugar a la demanda, condenando al demandado al pago de las
siguientes prestaciones: $ 137.135 por concepto de indemnización sustitutiva de
aviso previo; $ 411.405 a título de indemnización por años de servicio, aumentada
en 20%; todo reajustado y con los intereses devengados en la forma establecida
por el artículo 173 del Código Laboral. No se condenó al demandado en costas
por no haber sido totalmente vencido.
6. OTRAS SENTENCIAS SOBRE CASO FORTUITO O FUERZA MAYOR RELACIONADAS CON LA
FALTA DE SERVICIO
Ficha 52
Corte Suprema, 17 de mayo de 2017, rol Nº 22185-2016.
Ministros (Tercera Sala): Carlos Aránguiz Z., Sergio Muñoz G., Manuel Antonio
Valderrama R., Jorge Lagos G. y Leonor Etcheberry C. Redacción a cargo del
ministro Sergio Muñoz.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Un número de 8.430 personas, identificadas conjuntamente como "pobladores
del sector Valle Nonguén" y "vecinos de la Villa Universitaria", se vieron afectadas
por el desborde de las aguas del río Andalién y del estero Nonguén, que llegaron
hasta los centros poblacionales y entraron a las casas, inutilizándolas o
destruyéndolas por completo.
Solicita la demandante
Los pobladores del sector Valle Nonguén y vecinos de la Villa Universitaria
dedujeron demanda de indemnización de perjuicios en contra del Fisco de Chile,
solicitando que se le condenara al pago de $ 35.000.000 a cada uno de los
demandantes por concepto de daño moral. Se acusó que el Estado no habría
realizado las obras necesarias para favorecer el óptimo escurrimiento de las aguas
del río y estero desbordados. El Fisco se defendió indicando que fue un caso
fortuito.
Decisión de primera y segunda instancia
El 1er Juzgado Civil de Concepción desestimó la demanda en todas sus partes
por cuanto determinó la inexistencia de la relación causal entre la falta de servicio
y el daño sufrido por los actores.
La Corte de Apelaciones de Concepción revocó la sentencia de primera
instancia y, en reemplazo, condenó al Fisco al pago de $ 500.000 para cada
demandante a título de indemnización de perjuicios por concepto de daño moral.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito es una eximente de responsabilidad definida por el Código Civil
en el artículo 45 como "El imprevisto a que no es posible resistir". Por un lado, es
la previsibilidad de un suceso lo que obliga a una persona a adoptar las medidas
de diligencia y cuidado tendientes a evitarlo. Si el hecho dañoso igual ocurre, no
obstante las medidas adoptadas, este suceso permite ser calificado de imprevisto.
Por otra parte, para que sea irresistible es necesario que las medidas de defensa
que efectivamente se implementaron para que no ocurrieran o minimizaran sus
consecuencias, permitan otorgarles tal entidad y pertinencia, debiendo haber sido
medidas útiles, idóneas y efectivas para evitarlo.
En la especie, la Corte estimó que no es posible considerar al hecho dañoso
como imprevisible puesto que, previamente, habían ocurrido hechos similares. En
consecuencia, siendo previsible, no es dable que sea caso fortuito.
En el mismo orden de ideas, la Corte expuso en el considerando trigésimo
sexto: "Que cabe determinar, por tanto, la previsibilidad de la magnitud de las
lluvias que cayeron los días 9 a 11 de julio de 2005 sobre el río Andalién y el
estero Nonguén... Pues bien, para el año 2006, aparece un caudal máximo
instantáneo anual de 368,040 metros cúbicos por segundo, cifra que solamente
tiene comparación con aquella registrada el año 2002, donde aparece un caudal
máximo de 366 metros cúbicos por segundo... A pesar de lo anterior, uno de los
reproches que plantea la recurrente es el hecho que, para el análisis sobre la
concurrencia de los requisitos del caso fortuito, no se tuvo en consideración el
hecho de que el día 12 de julio de 2006 se registró en la estación pluviométrica
Andalién un caudal de 459 metros cúbicos por segundo, valor que se asocia a un
periodo de retorno de 150 años. Sin embargo, el informe de la Dirección General
de Aguas ya citado da cuenta que los caudales del río Andalién en ambas fechas
2002 y 2006 en muy poco difieren, de manera que es posible desprender que las
condiciones relativas al caudal del río, que motivaron su desborde, se habían dado
sólo 5 años atrás.
A lo anterior se añade el hecho que el deber general de previsión, con el objeto
que no se ocasionen daños de manera recurrente, se sostiene en un margen
mayor y no igual a lo sucedido en periodos anteriores, puesto que esos niveles
son los normales y la circunstancia que se busca evitar es que también sea útil,
idónea y efectiva respecto de sucesos mayores.
De esta forma, no es posible concluir que la crecida que genera los daños
demandados, haya sido imprevisible".
En los considerandos siguientes, la Corte continuó refiriéndose a la
irresistibilidad: "Que, sin perjuicio de lo anterior, si se aceptara tal planteamiento
esto es, que la crecida del año 2002 fue sustancialmente menor a la del año 2006,
razón por la cual esta última tuvo características que la hicieron imprevisible
corresponde analizar si ella era o no irresistible.
En este ámbito, la alegación del Fisco de Chile consiste en que ninguna obra
podría asegurar de manera absoluta que no existirán inundaciones, pues ellas
dependen de un hecho de la naturaleza. En otras palabras, se excepciona la
Administración afirmando que, aun cuando hubiese construido la totalidad de las
obras que exigía el plan maestro, ellas no garantizaban que no ocurrieran futuros
desbordes.
Del examen del plan maestro, aparece que los principales cauces de
Concepción son el río Bío Bío, el río Andalién y el estero Nonguén, sobre los
cuales se concentra el estudio... las obras que debían realizarse para efectos del
cumplimiento de la obligación legal contenida en el artículo 1º de la Ley Nº 19.525
debían ser aquellas dirigidas precisamente a evitar la ocurrencia de aquellos
eventos que, con la información disponible, ya resultaban previsibles. Tales
trabajos no se verificaron, en tanto el Ministerio de Obras Públicas reconoce que
solamente se ejecutaron medidas mitigatorias de carácter precario y que, ya en el
año 2007 esto es, después de 6 años de realizado el estudio todavía se estaba a
la espera de obras definitivas".
La Corte acogió uno de los recursos de casación en el fondo, revocando la
sentencia impugnada y, en reemplazo, condenó al Fisco al pago de $ 1.000.000
para 6.630 actores, considerados individualmente, a título de indemnización de
perjuicios por concepto de daño moral.
Ficha 53
Corte Suprema, 27 de diciembre de 2016, rol Nº 20057-2016.
Ministros (Tercera Sala): Carlos Aránguiz Z., Rosa Egnem S., Sergio Muñoz G.,
Rafael Gómez B. y Jaime Rodríguez E.
Acción o recurso: Recurso de casación en la forma y en el fondo.
Hechos
Luis Soffia falleció debido al impacto, en su cabeza, de un sauce en el Camino
Los Cristales, Curicó.
Solicita la demandante
María de Jesús Serrano, Álvaro Soffia, Miguel Soffia y Mariana Soffia, madre y
hermanos de la víctima, dedujeron demanda de indemnización de perjuicios en
contra del Fisco de Chile, solicitando que se le condene al pago de $ 50.000.000 a
la primera demandante y de $ 25.000.000 a los restantes por concepto de daño
moral, con intereses y costas. El Fisco se excepcionó subsidiariamente por caso
fortuito.
Decisión de primera y segunda instancia
El 2º Juzgado Civil de Talca acogió íntegramente la demanda.
En contra de la sentencia de primera instancia, la demandada dedujo recurso de
casación en la forma y apelación. La Corte de Apelaciones de Talca rechazó
ambos y confirmó la decisión impugnada.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito es el imprevisto a que no es posible resistir. Lo imprevisto se da
cuando no es posible vislumbrar la existencia de un daño con anterioridad a su
ocurrencia, siendo imposible incluso habiéndose adoptado todas las precauciones
para evitarlo o disminuirlo.
La Corte estimó en el considerando noveno que, en la especie, no concurrió el
caso fortuito: "En el presente caso, resultó establecido como un hecho de la causa
que la caída del árbol se debió a su peso y al deterioro normal por los años de su
tronco, de manera que lentamente en el tiempo se fue inclinando hacia la calzada.
Ello se concluye del mérito del informe de la SIP de Carabineros y se vio
refrendado por el testimonio de un testigo que afirma transitar todos los días por el
mismo camino y que se percató que, dentro de un periodo de 6 meses a un año, el
árbol 'se fue inclinando cada días más, este sauce fue imposibilitando la visión de
la vía de sur a norte porque las ramas fueron bajando a un nivel que estaban a un
par de metros del asfalto (...) las ramas golpeaban el parabrisas del vehículo, era
evidente que este árbol se iba a caer'.
Establecido este hecho, la parte demandada debía acreditar su diligencia, sin
que probara haber realizado actividad alguna tendiente a evitar el riesgo que
generaba la correspondiente inclinación del árbol. En efecto, la prueba del caso
fortuito se traducía, en este caso, a la de la diligencia o cuidado observados por el
agente y a la existencia de acciones concretas para evitar que la inclinación del
árbol produjera daños en quienes transitaban por la vía, carga que no fue
satisfecha en la especie.
En consecuencia, esclarecida la falta de servicio, resulta descartado el caso
fortuito, toda vez que resultó acreditado que una simple inspección visual del
camino evidenciaba el riesgo, lo cual importa que la Dirección de Vialidad debió
proceder a adoptar las medidas que dispone el tantas veces citado artículo 18 del
Decreto con Fuerza de Ley Nº 850, en lugar de justificar su pasividad en la
alegación de no tratarse de un riesgo que afectase a su competencia, en
circunstancias que la mencionada norma lo obligaba a actuar".
La Corte rechazó el recurso de casación y confirmó la sentencia impugnada que
condenó al Fisco al pago de $ 125.000.000 a título de indemnización de perjuicios
por concepto de daño moral, repartidos entre los actores conforme al detalle
indicado anteriormente.
Ficha 54
Corte Suprema, 19 de noviembre de 2013, rol Nº 2296-2013.
Ministros (Tercera Sala): Alfredo Pfeiffer R., María Eugenia Sandoval G., Juan
Escobar Z., Arnaldo Gorziglia B. y Guillermo Piedrabuena R. Redacción a cargo
del ministro Alfredo Pfeiffer.
Acción o recurso: Recurso de casación en la forma y en el fondo.
Hechos
El 27 de julio de 2004 Cristián Yuseff fue asesinado mientras se encontraba al
servicio exterior del país como segundo secretario (Cónsul) de la Embajada de
Chile en San José de Costa Rica. A las 15:45 horas, mientras el fallecido
desempeñaba sus labores al interior de la embajada de Chile, ingresó
violentamente a ella el guardia de seguridad pública Orlando Jiménez Jiménez,
dependiente administrativamente del Ministerio de Policía, Gobernación y
Seguridad Pública de Costa Rica y, en concreto, del Departamento de custodia de
embajadas, quien, además de a otros dos funcionarios, le descerrajó a
quemarropa dos tiros de fusil, dejándolo herido y falleciendo horas después.
Solicita la demandante
Juan Antonio Yuseff Duran, Alicia Elena Marchant del Canto, Vladimir Antonio
Yuseff Marchant, médico y Juan Antonio Yuseff Marchant dedujeron demanda de
indemnización de perjuicios en contra del Fisco de Chile por falta de servicio al
incumplir su obligación de otorgar seguridad a los funcionarios que se
desempeñan en una misión diplomática o consular. Solicitaron se le condenara al
pago de US$ 2.553.324 a título de indemnización de perjuicios por concepto de
lucro cesante; $ 500.000.000 para sus padres por concepto de daño moral; $
100.000.000 para cada uno y para sus hermanos por concepto de daño moral.
Asimismo, en sus calidades de herederos, solicitaron la suma de $ 1.000.000.000
por concepto de daño moral propio a causa y con ocasión del sufrimiento que este
padeció. Finalmente, se solicitó la suma de $ 1.500.000.000 por concepto de daño
moral punitivo.
Decisión de primera y segunda instancia
El 6º Juzgado Civil de Santiago acogió la excepción de caso fortuito opuesta por
el Fisco y rechazó la demanda en todas sus partes.
Los demandantes dedujeron recurso de casación en la forma y apelación. La
Corte de Apelaciones de Santiago rechazó el recurso de casación y, respecto de
la apelación, confirmó la sentencia impugnada en todas sus partes.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito o fuerza mayor es una eximente de responsabilidad que está
definido en el artículo 45 de nuestro Código Civil como el "imprevisto a que no es
posible de resistir".
La Corte señaló en el considerando trigésimo que la responsabilidad requiere de
tres elementos copulativos: (i) un daño; (ii) un hecho dañoso; (iii) un nexo de
causalidad que permita imputar el daño a la conducta del agente. Asimismo, la
doctrina y la jurisprudencia han sido reiterativas en la necesidad de un
vínculo causal. En consecuencia, la imputabilidad necesariamente debe ser
probada para que haya causalidad, siendo la fuerza mayor o caso fortuito un
motivo de exoneración de responsabilidad, la que tiene por consecuencia la
inimputabilidad de un daño determinado a una persona.
En este mismo sentido, la doctrina nacional y comparada reconocen la
existencia de tres elementos del caso fortuito, las que pueden extraerse de su
definición: (i) un hecho externo; (ii) que el hecho sea imprevisible; y, (iii) que el
mismo sea irresistible.
El primer requisito lo definió en el considerando trigésimo primero como "aquel
hecho que no depende del actuar de ninguna de las partes que se encuentran
vinculadas al hecho dañino: no debe ser imputable ni a quien lo causa ni a quien lo
sufre".
Sobre la imprevisibilidad, la Corte expresó en el mismo considerando: "Que se
trate de un hecho imprevisible importará que no resulte posible contemplarlo con
anterioridad a su ocurrencia. Para establecer qué es lo previsible en cada caso
concreto, se requiere analizar las circunstancias particulares que rodean la
actividad en desarrollo de la cual surgió el daño y, por consiguiente, se deben
verificar las previsiones normales que habrían de exigirse a quien alega la fuerza
mayor. Oposición a la imprevisibilidad es prever, operación intelectual que implica
representarse mentalmente como posible la consecuencia o efecto de una
determinada causa.
En la práctica, la imprevisibilidad entendida desde esta perspectiva, haría
realmente difícil configurar un evento como fuerza mayor, pues en estricto sentido,
casi todos los hechos o circunstancias de la vida pueden ser humanamente
imaginados, es decir, hipotéticamente previstos, lo que haría infructuoso alegar
esta causal de exoneración, pues prácticamente nunca se configuraría como
hecho imprevisible. En cada caso concreto se requiere: a. El referente a su
normalidad y frecuencia; b. El atinente a la probabilidad de su realización; c. El
concerniente a su carácter excepcional y sorpresivo".
En el mismo orden de ideas, y citando la tesis doctoral de la profesora María
Gabriela Brantt Zumarán "El Caso Fortuito y su incidencia en el Derecho de la
Responsabilidad Contractual", la Corte señaló, respecto de la imprevisibilidad,
que: "Es necesario contar con un cierto nivel de certeza acerca de la ocurrencia
del hecho, la que debe ser la suficientemente alta como para excluir las meras
eventualidades".
La irresistibilidad fue explicada en el considerando aludido, el que "se refiere a la
imposibilidad objetiva para el sujeto de evitar las consecuencias derivadas del
hecho imprevisto", esto es, que para el agente haya sido absolutamente imposible
evitarlo, no obstante los medios preventivos que haya empleado para superarlo.
También, este elemento se extiende a las consecuencias del hecho dañoso, es
decir, "implica la imposibilidad de sobreponerse al hecho para eludir sus efectos".
En la especie, la Corte estimó, en el considerando trigésimo segundo, normal
que los guardias contratados para proteger a los diplomáticos contasen con armas
para repeler cualquier posible ataque. Asimismo, se acreditó que Orlando Jiménez
ingresó al lugar con su arma de servicio. En consecuencia, lo relevante para el
caso sub lite fue analizar este hecho desde la perspectiva del caso fortuito, con el
objeto de esclarecer si fue o no una situación imprevisible, irresistible e
inimputable.
Acerca del primer requisito, no lo sometió a mayor análisis en cuanto el hecho
es extraño a la actividad de la víctima y del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Posteriormente, consideró acertado el análisis de los tribunales de instancia de
que este constituye un hecho imprevisible, bajo la idea de que fue un hecho
extraordinario y no esperable el que un guardia, que precisamente estaba
encargado de la custodia de la legación, atacase a quienes debía proteger.
Sumado a lo anterior, no existían antecedentes en la guardia costarricense que
hiciese presumible el hecho.
También, la Corte estimó que este fue hecho excepcional y sorpresivo,
señalando que lo contrario implicaría exigir un deber de vigilancia más allá de lo
racional, esto es, imponer a las personas la obligación de responder de todo
atentado. Al respecto, indicó que, en la práctica, "todos los eventos son
esencialmente previsibles en cuanto ellos pueden ser imaginados". Concluyó que
"No es este el sentido en el que debe entenderse la previsibilidad, sino que se
debe atender a las circunstancias específicas que rodean el acontecimiento,
atendiendo a los criterios de normalidad, frecuencia, probabilidad y
excepcionalidad del mismo".
La irresistibilidad la consideró concurrente en el considerando vigesimotercero
en tanto nada pudo hacer el Ministerio de Relaciones Exteriores para evitar el
hecho, incluso con posterioridad, dado que las personas que estaban al interior de
la embajada quedaron a merced del sujeto.
La Corte desestimó los recursos de casación deducidos, confirmando la
sentencia impugnada que rechazó la demanda.
Ficha 55
Corte Suprema, 17 de octubre de 2013, rol Nº 4416-2012.
Ministros (Tercera Sala): Pedro Pierry A., Guillermo Silva G., Alfredo Pfeiffer R., y
los abogados integrantes señores Jorge Barahona G., y Guillermo Piedrabuena R.
Acordado con el voto en contra del ministro Silva y del abogado integrante
Barahona. Redacción a cargo del señor Piedrabuena y, de la disidencia, el
ministro Silva y el abogado integrante Barahona.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Lluvias torrenciales que azotaron a Valparaíso el 20 de mayo de 2003
produjeron un socavón, en el que cayó con posterioridad un bus, hecho que
resultó en el fallecimiento del conductor.
Solicita la demandante
La cónyuge, los hijos y el empleador de la víctima dedujeron demanda de
indemnización de perjuicios en contra de la Municipalidad de Valparaíso, el
Ministerio de Obras Públicas, el Serviu y la empresa de servicios sanitarios
respectivos.
Decisión de primera y segunda instancia
Se rechazó la demanda en primera instancia, decisión que fue confirmada por la
Corte de Apelaciones de Valparaíso en orden a que el fallecimiento de la víctima
se debió a un caso fortuito o fuerza mayor.
Decisión de la Corte Suprema
La Corte estimó en el considerando noveno que, en la especie, no medió una
falta de servicio atribuible a las demandadas; los hechos de que se trata obedecen
a un caso fortuito o fuerza mayor puesto que la fractura del pavimento y el
socavón del terreno tuvieron como causa directa y necesaria las torrenciales
lluvias caídas en la ciudad de Valparaíso el 20 de mayo de 2003 y la acción de
terceros que intervinieron ilegalmente en el cauce de aguas lluvias, conectando
tuberías al mismo a fin de evacuar aguas servidas.
El accidente resultó impredecible pues, de acuerdo a la prueba rendida, se
concluye que si no se tenían antecedentes concretos con relación al
acontecimiento de un socavón, no es posible preverlo. Tampoco existían
antecedentes de que, después de pavimentada la calle y antes del accidente, la
vía hubiese presentado algún peligro y que, aun más, fue un hecho establecido
que hasta este último momento se hallaba en normal estado de mantención, hasta
el punto que el difunto estacionaba todos los días el bus que conducía en el lugar
donde se verificó el socavón, de modo que no resultaba exigible al municipio
demandado que colocara letreros o señales de advertencia relativos al mal estado
de la vía.
La Corte rechazó el recurso de casación, confirmando la sentencia impugnada
que rechazó la demanda en contra del Fisco.
Otros
El presente fallo fue acordado con voto dividido con 2 votos en contra. En el
criterio del voto de minoría se debió concluir que la eximente de responsabilidad
de caso fortuito o fuerza mayor que los sentenciadores han estimado constituida
en la especie en realidad no concurrió, pues pesaba sobre el demandado
Ministerio de Obras Públicas la obligación de realizar las pertinentes faenas de
reparación y mantención de las instalaciones del sistema de evacuación y drenaje
de aguas lluvias existente en el lugar de los hechos. Si este no las ejecutó. Es
forzoso concluir que el socavamiento del terreno materia de autos obedeció no a
una situación imprevisible e irresistible, sino a la negligencia del órgano estatal
encargado de conservar en buenas condiciones el mentado sistema.
En efecto, se indicó en el considerando décimo que no se divisó la
imprevisibilidad propia de esta institución si, como las propias partes lo han
reconocido en el proceso, numerosos vecinos del sector se hallaban conectados al
colector de aguas lluvias para descargar en él sus aguas servidas y si, más aún,
dicha circunstancia era conocida por las autoridades, quienes no efectuaron las
fiscalizaciones necesarias o, al menos, de autos no consta que así haya ocurrido.
Dicha constatación permite descartar igualmente la característica de la
irresistibilidad propia de la eximente alegada por la demandada.
Ficha 56
Corte Suprema, 12 de junio de 2013, rol Nº 2448-2010.
Ministros (Tercera Sala): Sergio Muñoz G., Pedro Pierry A., María Eugenia
Sandoval G., Arnaldo Gorziglia B. y Alfredo Prieto B.
Acción o recurso: Casación en la forma y en el fondo.
Hechos
El 17 de enero de 2001 un árbol ubicado en la propiedad del demandado
subsidiario cayó sobre la camioneta de Fredy Dennis Brown Stange, lo que
ocasionó la muerte de tres de sus ocupantes, esto en la Carretera Austral.
Solicita la demandante
Enzo Danke de la Harpe, Ingrid Hausdorf Uribe, José Hausdorf Niklitschek,
Frank Brown Bennett, Sylvia Brown Stange, Angélica Aballe Martínez, Carmen
Uribe Mayorga y Andrés Hernández Velásquez, familiares de las víctimas,
dedujeron demanda principal de indemnización de perjuicios por responsabilidad
extracontractual en contra del Fisco de Chile y, en subsidio, en contra de The
Conservation Land Trust, Empresas Verdes LLC Chile, y Douglas R. Tompkins,
solicitando que se les condene a la suma total de $ 920.000.000 por concepto de
daño moral y $ 277.373.800 por concepto de daño emergente. Los familiares de
las víctimas señalaron que el Estado, The Conservation Land Trust, Empresas
Verdes LLC Chile y Douglas R. Tompkins debieron adoptar las medidas
conservativas, de vigilancia y mantención necesarias para evitar accidentes como
el de autos, el que era prevenible de haberse adoptado las prevenciones
indicadas. Estas excepcionaron, entre otras, caso fortuito en tanto no era
previsible la caída del árbol dado que no presentaba indicios ni evidencias sobre
su madurez ni posible caída (no estaba inclinado, muerto, ni mostraba signos de
descomposición).
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros de primera instancia—.
Los demandados en subsidio dedujeron recurso de casación en la forma y
apelación en contra de la sentencia de primera instancia. La Corte de Apelaciones
de Puerto Montt rechazó la casación y respecto de la apelación revocó la
sentencia impugnada y, en reemplazo, rechazó la demanda.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito está definido en el artículo 45 de nuestro Código Civil como el
"imprevisto a que no es posible de resistir".
La Corte señaló en los considerandos trigésimo y trigésimo primero que esta
institución procede tanto para la responsabilidad contractual como
extracontractual, puesto que nuestra legislación no hace distingo alguno sobre su
procedencia, además de ubicar su definición en el Título Preliminar del Código
Civil, la que establece una regulación general, aplicable a todo su articulado.
Asimismo, uno de los requisitos de la responsabilidad es la existencia de un nexo
causal que permita imputar el hecho dañoso a la conducta del agente.
En este sentido, el caso fortuito actúa como una causal de exoneración y
defensa respecto de la responsabilidad, esto es, "impide imputar determinado
daño a una persona, haciendo improcedente, en consecuencia, los efectos que la
ley reconoce a dicha declaración", siempre que el caso fortuito sea "causa única,
exclusiva y determinante del daño".
De esta manera, existen tres requisitos que permiten identificar la existencia de
un caso fortuito: (i) que el hecho sea externo, esto es, que no dependa del actuar
de ninguna de las partes vinculadas al hecho dañoso; (ii) que sea imprevisible, es
decir, que no sea posible de contemplar con anterioridad a su ocurrencia, siendo
necesario estudiar las circunstancias del caso concreto para analizarlo
conjuntamente con las previsiones normales que le son exigibles a quien alega la
fuerza mayor.
En relación con la previsibilidad, la Corte expuso en el considerando trigésimo
primero que la previsión se realiza mediante una "operación intelectual que implica
representarse mentalmente como posible la consecuencia o efecto de una
determinada causa". La Corte continúa señalando que, como todo hecho es
mentalmente previsible, lo que tornaría en fútil esta institución, es que se torna
necesario analizarlo bajo tres estándares diversos "(a) la normalidad y frecuencia
del hecho; (b) la probabilidad de que el hecho se produzca, y; (c) el carácter
excepcional y sorpresivo del hecho".
Finalmente, el hecho debe ser irresistible, lo que implica la imposibilidad
absoluta, objetiva, de evitar el hecho, pese a los medios preventivos que se hayan
adoptado.
La irresistibilidad también se extiende a los efectos del hecho dañoso, o sea,
imposibilidad de sobreponerse al hecho a fin de eludir sus efectos. En la especie,
la Corte estimó que la caída del árbol no se debió a un hecho culposo de los
demandados, en la medida que no existían indicios o signos que permitiesen
concluir que el árbol causaba el riesgo del litigio. En este sentido, señaló en el
considerando trigésimo segundo que "no resulta atendible pretender un deber de
vigilancia más allá de lo exigible, dentro de un estándar de eficiencia y prudencia
de un hombre medio, lo que lleva necesariamente a que esta Corte no puede
atribuir responsabilidad en la supuesta omisión de vigilancia y de adopción de
medidas en una eventualidad, puesto que si bien los demandados incluso
pudieron representarse la caída de algún árbol en la zona, no por ello
necesariamente era exigido prever las circunstancias en que el infortunio ocurrió".
En el mismo orden de ideas, la Corte sostuvo en el considerando trigésimo
quinto "Que la irresistibilidad se refiere a la conducta del agente frente a un suceso
en vías de ocurrir, inminente, o ya ocurrido, y consiste en defensas que se oponen
al hecho imprevisto tendientes a evitar sus efectos dañosos. Es la previsibilidad de
un suceso lo que obliga a una persona a adoptar las medidas de diligencia y
cuidado tendientes a evitarlo. Si éste hecho dañoso igual ocurre, no obstante las
medidas adoptadas, éste suceso permite ser calificado de improviso. Sin embargo,
para atribuir a tal acontecimiento que originó daños a un tercero, el carácter de
irresistible, es necesario que las medidas de defensa que se implementaron para
que no ocurriera o minimizar sus consecuencias, sean de tal entidad y pertinentes
que sean eficientes, eficaces y efectivas para evitar el evento dañoso o sus
consecuencias. En este aspecto se mura la calidad, entidad, pertinencia e
idoneidad de las medidas que se dispusieron. Incluso no basta con disponer
determinadas medidas que impidan que se origine un daño, ellas deben ser las
adecuadas para evitarlo".
A su vez, la Corte estimó que el hecho fue imprevisible dado que no era posible
vislumbrar con anterioridad que, en ese momento exacto, en ese lugar en
particular y debido al viento imperante ese día, el árbol se iba a desprender del
suelo y caería sobre sobre un vehículo en movimiento. Así, también el hecho era
irresistible para los dueños y administradores, puesto que les era imposible
conocer que dicho suceso iba a ocurrir, de forma que obligarlos a impedir un
acontecimiento así se traduciría en que se les estaría obligando a lo imposible.
La Corte desestimó el recurso interpuesto, confirmando la sentencia impugnada
que rechazó la demanda de indemnización de perjuicios.
7. OTRAS SENTENCIAS SOBRE CASO FORTUITO O FUERZA MAYOR
Ficha 57
Corte Suprema, 26 de febrero de 2018, rol Nº 37434-2017.
Ministros (Tercera Sala): Carlos Künsemüller L., María Eugenia Sandoval G.,
Carlos Cerda F., y los abogados integrantes Álvaro Quintanilla P. y Jorge Lagos G.
Acordado con prevenciones del ministro Cerda F. Redacción a cargo de la ministra
Sandoval, y las prevenciones de su autor.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Nilda Norma Flores Castañeda era trabajadora de la empresa Paisajismo
Cordillera S.A., desempeñándose en la labor de barrido de calles. Por su parte,
Paisajismo Cordillera S.A., era concesionaria del servicio de limpieza y barrido de
calles de la ciudad de Antofagasta.
Mientras la trabajadora cumplía su labor de barrido en la vereda, un conductor
en estado de ebriedad no respetó la luz roja del semáforo, colisionó con un taxi
colectivo, siendo su vehículo expulsado a la vereda, lugar donde arrolló a la
trabajadora antes individualizada, causándole la muerte. Se demandó sobre la
base de la responsabilidad del empleador de velar por la seguridad de sus
trabajadores. La demandada dedujo excepción de caso fortuito.
Solicita la demandante
Familiares de la víctima dedujeron demanda de indemnización de perjuicios en
contra Paisajismo Cordillera y la Municipalidad de Antofagasta. Solicitaron se les
condenara solidariamente al pago de $ 50.000.000 a cada uno de los 5 hijos de la
víctima a título de indemnización de perjuicios por concepto de daño moral.
Decisión de primera y segunda instancia
El 3er Juzgado de Letras de Antofagasta rechazó la demanda en todas sus
partes.
Los demandantes dedujeron recurso de apelación. La Corte de Apelaciones de
Antofagasta confirmó la decisión recurrida.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 5º de la Ley Nº 16.744 señala que se entiende por accidente del
trabajo toda lesión que una persona sufra a causa o con ocasión del trabajo, y que
le produzca incapacidad o muerte. Establece su inciso final, "Exceptuándose los
accidentes debidos a fuerza mayor extraña que no tengan relación alguna con el
trabajo y los producidos intencionalmente por la víctima".
El examen de los requisitos del caso fortuito, en especial el relativo a la
imprevisibilidad, debe realizarse con posterioridad al análisis sobre concurrencia
de la culpa civil, que supone a su vez la previsibilidad sobre las consecuencias
dañosas del hecho. En efecto, aun cuando pudieren no concurrir los supuestos del
caso fortuito, podría descartarse la responsabilidad cuando falte alguno de los
requisitos de esta. En este sentido la Corte sostuvo en el considerando undécimo
de la sentencia: "Más allá de que el sentenciador de segunda instancia señalara
que la circunstancia de que un vehículo motorizado conducido por un tercero en
estado de ebriedad, luego de un choque se proyectara sobre la vereda causando
la muerte de la trabajadora en virtud del impacto, constituye un caso fortuito para
el empleador, las condiciones en que se produce el accidente determinan la
ausencia de reproche a este, pues no puede olvidarse que la culpa supone la
previsibilidad de las consecuencias dañosas del hecho, concepto normativo que
debe apreciarse en abstracto y que se relaciona con el resultado normal,
esperable en el desarrollo de determinada actividad.
Así, no puede exigirse que un empleador adopte medidas extraordinarias para el
barrido de una vereda, en relación al tránsito de los vehículos, toda vez que
aquellos deben circular por las calles, por lo que no se puede requerir que el
empleador adopte medidas de seguridad incluso para enfrentar la circulación
antirreglamentaria de los vehículos motorizados, menos aún que recabe medidas
para enfrentar delitos cometidos por terceros manejando en estado de ebriedad
pues aquello en nada se relaciona con el desempeño de las funciones de la
trabajadora... cualquier interpretación en contrario a la establecida en el fallo
impugnado implicaría reconocer que se está ante un caso de responsabilidad
estricta, pues haría responsable al empleador de todos los accidentes que se
produzcan en el lugar que se ejercen las labores, aun cuando éste sea un espacio
público y con independencia de las medidas de seguridad que se adopten,
requiriendo incluso medidas para enfrentar cuestiones tan imprevisibles como la
que origina los presentes autos, cuestión que es improcedente, puesto que, como
es sabido, por ser excepcional, tal responsabilidad estricta necesita consagración
legal expresa, lo que no ocurre en la especie".
La Corte rechazó el recurso y confirmó la sentencia impugnada que rechazó la
demanda.
Ficha 58
Corte Suprema, 3 de octubre de 2017, rol Nº 18167-2017.
Ministros (Tercera Sala): Rosa Egnem S., María Eugenia Sandoval G., Carlos
Aránguiz Z., Manuel Valderrama R., y el abogado integrante Arturo Prado P.
Redacción a cargo del ministro Valderrama.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
La Ilustre Municipalidad de Antofagasta fue multada por la autoridad sanitaria
con ocasión de la realización de un sumario administrativo a las instalaciones del
Vertedero Municipal, recinto que se encontraba funcionando pese a haberse
vencido el plazo de cierre definitivo dispuesto por el Seremi de Salud.
Solicita la demandante
La Municipalidad sancionada interpuso reclamación contra la multa que se le
impuso excepcionándose en que el vertedero continuó operando debido a razones
de fuerza mayor y, en definitiva, solicitó se dejara sin efecto la sanción.
Decisión de primera y segunda instancia
El 3º Juzgado de Letras de Antofagasta rechazó la reclamación deducida por la
Municipalidad.
La reclamante interpuso recurso de casación en la forma y apelación. La Corte
de Apelaciones de Antofagasta rechazó la casación y respecto de la apelación
confirmó la sentencia recurrida.
Decisión de la Corte Suprema
La doctrina tanto nacional como comparada reconoce tres elementos
indicadores del caso fortuito y los hacen parte de su definición: (i) es un hecho
externo; (ii) es un hecho imprevisible; y, (iii) es un hecho irresistible.
El primer requisito implica la exigencia de un hecho que no depende del actuar
de ninguna de las partes que se encuentran vinculadas al hecho dañino: no debe
ser imputable ni a quien lo causa ni a quien lo sufre.
La segunda exigencia importa que sea un hecho que no resulte posible
contemplarlo con anterioridad a su ocurrencia. Para establecer qué es lo previsible
en cada caso concreto, se requiere analizar las circunstancias particulares que
rodean la actividad en desarrollo de la cual surgió el daño y, por consiguiente, se
deben verificar las previsiones normales que habrían de exigirse a quien alega la
fuerza mayor. La imprevisibilidad implica que en condiciones normales haya sido
imposible para el agente precaverse contra él.
Finalmente, el considerando vigésimo segundo señala que la exigencia de ser
un hecho irresistible, se refiere a la imposibilidad objetiva para el sujeto de evitar
las consecuencias derivadas del hecho imprevisto. Consiste en que haya sido
absolutamente imposible evitar el hecho o suceso aludido, no obstante, los medios
de defensa empleados para superarlo. También implica la imposibilidad de
sobreponerse al hecho para eludir sus efectos.
Al respecto, el considerando undécimo de la sentencia sostuvo que: "Asentado
lo anterior, se debe ser enfático en señalar que aun cuando esta Corte aceptara
que se encuentran acreditadas todas aquellas circunstancias alegadas por la
recurrente como base para configurar la eximente de responsabilidad, igualmente
ésta no podría prosperar, toda vez que en la especie no se verifica ninguna de las
exigencias descritas previamente, pues la falta de un terreno alternativo para la
disposición de residuos es atribuible a la Municipalidad, en tanto es el referido ente
edilicio el que debió prever con anterioridad a la fecha de cierre del vertedero
municipal distintas alternativas para dar cumplimiento a la Resolución que
disponía el cierre definitivo. En este aspecto, se constata que aun cuando la
recurrente se esfuerza en atribuir el hecho que origina el incumplimiento a una
empresa externa y a la Intendencia Regional, lo cierto es que es su falta de
diligencia la que determina que las decisiones de terceros afecten el programa que
ella tenía trazado.
En este mismo orden de consideraciones, los hechos alegados, no pueden ser
considerados como imprevisibles, pues la Municipalidad debió contemplar la
posibilidad que aquellos pudieran ocurrir, manejando otras alternativas para
cumplir las exigencias sanitarias.
Finalmente, en relación a la irresistibilidad, se debe precisar que es la decisión
de no decidir a tiempo invertir en los términos propuestos por la empresa,
buscando recursos propios, lo que generó la situación de incumplimiento, razón
por la que no se puede establecer que exista una imposibilidad objetiva de
cumplimiento".
La Corte rechazó el recurso de casación en contra de la sentencia impugnada
que confirmó el fallo de primer grado que, a su vez, rechazó el reclamo interpuesto
por la Municipalidad de Antofagasta a la resolución que le impuso una multa de
1.000 U.T.M.
Ficha 59
Corte Suprema, 19 de enero de 2015, rol Nº 7215-2014.
Ministros (Primera Sala): Juan Fuentes B., Rosa María Maggi D., Nibaldo Segura
P., Patricio Valdés A. y Jorge Lagos G. Redacción a cargo del ministro Lagos.
Acción o recurso: Recurso de casación en la forma.
Hechos
El 23 de noviembre del año 2006, falleció en el Hospital Clínico de la Pontificia
Universidad Católica de Chile doña Vivian Neut Bocaz, quien a esa fecha tenía 63
años de edad, a causa de una hemorragia pulmonar masiva.
El día del fallecimiento la paciente ingresó a la Clínica de la Universidad Católica
a raíz de un cuadro denominado púrpura trombótica trombocitopénia, el que,
según diagnóstico realizado en dicha clínica, requería la realización de urgencia
de una plasmaféresis. No obstante, en la sede de San Carlos de Apoquindo no
tenían la máquina para efectuar la plasmaféresis, a raíz de lo cual fue derivada.
Las demoras y negligencia le habrían ocasionado la muerte.
Solicita la demandante
María Fernanda, Carla, Vivián, todas de apellido Vidal Neut y Jaime Vidal,
dedujeron demanda de indemnización de perjuicios en contra del Hospital Clínico
de la Pontificia Universidad Católica de Chile, solicitando que fuese condenado a
una indemnización de perjuicios por la suma de $ 800.000.000 por concepto de
daño moral. Además, demandó la suma de $ 4.300.000 por concepto de daño
emergente.
Decisión de primera y segunda instancia
El tribunal de primera instancia acogió la demanda solo en cuanto condenó a la
demandada al pago de $ 4.300.000 por concepto de daño emergente y a $
800.000.000 por concepto de daño moral solo en beneficio de María Fernanda,
Carla y Vivián.
La Corte de Apelaciones de Santiago, conociendo de los recursos de casación
en la forma y apelación, rechazó el primero y confirmó la sentencia recurrida
respecto del segundo.
Decisión de la Corte Suprema
La Corte determinó, en el considerando decimotercero, al caso fortuito o fuerza
mayor como "(...) aquella circunstancia que no es posible prever o que, de haber
sido prevista, no es posible evitar. Los caracteres esenciales del caso fortuito
(casus) son dos: 1) la imprevisibilidad, o sea un hecho o evento imprevisto, ajeno
a la voluntad del obligado, que sale de lo normal, un acontecimiento extraordinario,
y que no es imputable, no se trata de un deber 'ilimitado de prever' y la medida de
la previsión estará dada por la materia de la obligación, y 2) la inevitabilidad, es
decir, la imposibilidad de evitarlo, que es, en realidad, la condición esencial.
Cumplidas o demostradas estas dos condiciones el 'casus' constituye eximente de
responsabilidad (Arturo Yungano y otros, obra citada, p. 170)".
A continuación, la Corte citó el artículo 41 de la Ley Nº 19.966, el que señala que
el médico no es responsable de los imprevistos irresistibles, según el estado de
los conocimientos de la ciencia o de la técnica existente en el momento de
producirse aquellos. A su vez, cita el artículo 1547 del Código Civil, el que indica
que la prueba de la diligencia incumbe a quien ha debido emplearla; del caso
fortuito, a quien lo alega. Lo anterior es relevante para efectos de determinar la
carga de la prueba. En este sentido, el tribunal consideró que la culpa contractual
se presume, de manera que al acreedor le basta con haber acreditado la
existencia de una obligación contractual, siendo carga del deudor probar (i) su
diligencia o (ii) el caso fortuito eximente de responsabilidad.
Por su parte, será carga de la víctima probar la existencia de un daño. Así,
"corresponde a los demandantes probar que el paciente no habría sufrido el daño
si el personal médico hubiese actuado con diligencia; a la inversa, corresponderá
al médico la prueba de que el daño de igual modo se habría producido en la
hipótesis de haber actuado de acuerdo a la lex artis ad hoc".
La Corte acogió el recurso de casación deducido dado que se habría acreditado
la diligencia del hospital y, en reemplazo, rechazó la demanda, sin costas.
Ficha 60
Corte Suprema, 29 de mayo de 2012, rol Nº 217-2010.
Ministros (Cuarta Sala): Patricio Valdés A., Gabriel Pérez P., Guillermo Silva G.,
Rosa Egnem S., y Juan Fuentes B. Redacción a cargo del ministro Fuentes.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
El dueño del Fundo La Greda construyó un embalse, sin la autorización de la
Dirección General de Aguas, cuya parte oeste se rompió luego de que el 27 de
junio de 2005 lloviera cuantiosamente, aumentando en gran cantidad el caudal de
los canales que desembocaban en el embalse. Lo anterior, además de que se no
efectuaron oportunamente las acciones de vigilancia y mantención del embalse,
causó la inundación del predio del demandante.
Solicita la demandante
La demandante exigió indemnización de perjuicios y solicitó se reservara su
derecho a discutir la especie y montos en la etapa de ejecución.
Decisión de primera y segunda instancia
El Juzgado de Letras de Yungay acogió la demanda de indemnización de
perjuicios y reservó a los demandantes el derecho a discutir la especie y montos
en la etapa de ejecución.
La Corte de Apelaciones de Chillán revocó la sentencia apelada y, en
reemplazo, rechazó la demanda.
Decisión de la Corte Suprema
La Corte dispuso en el considerando séptimo que: "Ante los hechos
inamoviblemente establecidos, corresponde realizar la atribución normativa de los
mismos en las disposiciones contenidas en los artículos 2314 y 2319 del Código
Civil, como lo alega el recurrente, sin que pudiera estimarse concurrente caso
fortuito alguno en la circunstancia de exceso de agua caída, en una zona lluviosa
por naturaleza, pues sin duda que someterse a las imposiciones establecidas por
la ley para los efectos de una construcción como la discutida en autos, se orienta,
precisamente, a evitar resultados perniciosos como el que se estudia y cuya
omisión genera, necesariamente, la responsabilidad reclamada por los
demandantes por parte de los demandados".
La Corte acogió el recurso de casación y, en reemplazo, confirmó la sentencia
de primera instancia que acogió la demanda de indemnización de perjuicios y
reservó a los demandantes el derecho a discutir la especie y montos en la etapa
de ejecución.
Ficha 61
Corte Suprema, 2 de mayo de 1963487.
Ministros: Pedro Silva F., Manuel Montero M., Julio Espinosa A., Ramiro Méndez
B., Víctor Ortiz C., Darío Benavente G. y Leopoldo Ortega N.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Manuel Riquelme dedujo demanda en contra de la Empresa de los Ferrocarriles
del Estado, solicitando que se le indemnicen los perjuicios sufridos dada la pérdida
de mercaderías, las que estaban siendo transportadas cuando la llanta de una
rueda se rompió, causando su pérdida.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
El caso fortuito o fuerza mayor es el imprevisto a que no es posible resistir. En
concreto "supone un acontecimiento imprevisible o irresistible, esto es, cuando no
hay ninguna razón especial para creer en su realización y cuando no es posible
evitar sus consecuencias".
Asimismo, en el caso fortuito deben concurrir dichos elementos en sí mismo, lo
que implica que "ni el agente ni ninguna otra persona colocada en las mismas
circunstancias de tiempo y lugar, habrían podido precaverlo o resistirlo". En la
realización de este análisis, se deben considerar la naturaleza del hecho y las
circunstancias que lo rodean.
En la especie, se acreditó que el hecho pudo preverse y evitarse si se incurría
en un gasto mayor, lo que priva al hecho de su carácter de imprevisible. Por estas
razones, se rechazó el recurso de casación interpuesto, con costas al recurrente
(demandado) y al abogado que aceptó su patrocinio.
Ficha 62
Corte Suprema, 30 de junio de 1915488.
Ministros: Castillo Vicuña E., Carlos Varas, Fóster Recabarren E., Darío
Benavente, J. Agustín Rojas, Ricardo Reyes S., y José Marín.
Acción o recurso: Recurso de casación en el fondo.
Hechos
Doña Escolástica Núñez dedujo demanda en contra de la Compañía de
Tranvías Eléctricos de Valparaíso dado que, el 26 de abril de 1908, dos tranvías
chocaron mientras la actora iba como pasajera, lo que produjo la dislocación de su
pierna y otras lesiones, imposibilitándola para moverse.
Solicita la demandante
La demandante solicitó que se condenara a la demandada al pago de los
perjuicios y sufridos, por concepto de daño emergente y lucro cesante. La
demandada indicó que la actora no acreditó su negligencia, siendo su carga por
cuanto esta no se presume.
Decisión de primera y segunda instancia
—No existen registros—.
Decisión de la Corte Suprema
El artículo 1547 establece que la prueba de la diligencia o cuidado corresponde
al que ha debido emplearlos; la del caso fortuito, a quien lo alega. Asimismo, el
artículo 1698 señala que la prueba de la existencia o extinción de una obligación
incumbe al que alega aquellas o estas. En consecuencia, de producirse durante
un viaje un accidente como el de sub lite, entonces será carga de la empresa
acreditar el hecho de que, jurídicamente, la exima de culpabilidad, probando su
diligencia, tal como un caso fortuito.
El tribunal acogió el recurso de casación en el fondo deducido por la recurrente,
invalidando la sentencia de la Corte de Apelaciones de Valparaíso que confirmó,
sin costas, la sentencia de primera instancia que, dada la prueba rendida, no
puede establecerse la responsabilidad de la Empresa. En reemplazo, declaró que
se da lugar a la demanda y que la Empresa de Tranvías Eléctricos de Valparaíso
debe pagar a doña Escolástica Núñez la suma de $ 3.000 por concepto de daño
emergente.
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ACTOS DE AUTORIDAD
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________, Dictamen Nº 006854N20 de 25 de marzo de 2020.
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Dirección del Trabajo, Dictamen Nº 1.116/004 de 6 de marzo d e 2020.
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________, Resolución Exenta Nº 186 de 21 de abril de 2020.
Ministerio de Salud, Resolución Nº 194 de 19 de marzo de 2020.
________, Resolución Nº 208 de 25 de marzo de 2020.
________, Resolución Nº 215 de 30 de marzo de 2020.
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Servicio Nacional del Consumidor, Resolución Exenta Nº 0340 de 9 de abril de
2020.
SUBSECRETARÍA DE SALUD PÚBLICA, OFICIO Nº 1.553/2020 DE 22 DE ENERO DE 2020.
________, Oficio Nº 2262/2020 de 29 de enero de 2020.
________, OFICIO Nº 2263/2020 DE 29 DE ENERO DE 2020.
SUBSECRETARÍA DE SALUD PÚBLICA Y EL SUBSECRETARIO DE REDES ASISTENCIALES,
ORD. B51 Nº 276 DE 30 DE ENERO DE 2020.
JURISPRUDENCIA DEL PODER JUDICIAL
CORTE SUPREMA, 20 DE MARZO DE 2020, ROL Nº 28122-2018.
CORTE SUPREMA, 13 DE AGOSTO DE 2019, ROL Nº 1245-2018.
CORTE SUPREMA, 17 DE ENERO DE 2018, ROL Nº 38887-2017.
CORTE SUPREMA, 7 DE MARZO DE 2016, ROL Nº 4588-2015.
CORTE SUPREMA, 30 DE ENERO DE 2012, ROL Nº 4198-2011.
CORTE SUPREMA, 9 DE SEPTIEMBRE DE 2009, ROL NO 2651-2018.
CORTE SUPREMA, 16 DE DICIEMBRE DE 1914, RDJ, T. XII, SEC. 1ª, P. 277.
CORTE SUPREMA, 10 DE ENERO DE 1925, RDJ, T. XXIII, SEC. 1ª, P. 423.
CORTE DE APELACIONES DE SANTIAGO, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2011, ROL Nº 2187-2010.
CORTE DE APELACIONES DE SAN MIGUEL, 17 DE ENERO DE 201 1, ROL Nº 941-2010.
CORTE DE APELACIONES DE SANTIAGO, 14 DE NOVIEMBRE DE 2006, ROL Nº 6812-2001.
1ER JUZGADO CIVIL DE SANTIAGO, 29 DE ABRIL DE 2015, ROL Nº 625-2014.
CONFIRMADO POR CORTE DE APELACIONES DE SANTIAGO, 1 DE OCTUBRE DE 2015,
ROL Nº 7067-2015. DECLARADA INADMISIBLE CASACIÓN EN EL FONDO POR CORTE
SUPREMA, 31 DE DICIEMBRE DE 2015, ROL Nº 32155-2015.
JURISPRUDENCIA ARBITRAL
Sentencia dictada por el juez árbitro Carlos Urenda Zegers, 13 de noviembre de
1986.
Sentencia dictada por el juez árbitro Claudio Illanes, 27 de julio de 1993.
Centro de Arbitraje y Mediación de la Cámara de Comercio de Santiago, 4 de
diciembre de 2003, rol Nº 392.
ACTOS DE AUTORIDAD COMPARADA
Francia
Ordonnance Nº 2020-306.
JURISPRUDENCIA COMPARADA
Francia
CORTE CASACIÓN, SALA COMERCIAL, 16 DE SEPTIEMBRE DE 2014, Nº 13-20.306.
CORTE DE APELACIONES DE PARÍS, 25 DE SEPTIEMBRE DE 1996, Nº 1996/08159.
CORTE DE APELACIONES DE NANCY, 22 DE NOVIEMBRE DE 2010, Nº 09/00003.
Argentina
JUZGADO EN LO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO DE SAN JUAN, 12 DE MARZO DE 2020,
AR/JUR/6269/2020.
JUZGADO CIVIL EN FAMILIA Y SUCESIONES E MONTEROS, 6 DE ABRIL DE 2020,
AR/JUR/8236/2020.