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El Trabajo Como Actividad Social Fundamental

El documento discute el trabajo como actividad social y factor de integración. Explica que históricamente el trabajo ha sido central para la identidad personal y colectiva, y ha estructurado la vida social. Sin embargo, actualmente el trabajo ya no ocupa un lugar tan central debido a cambios como la flexibilización laboral. El documento también analiza cómo el trabajo ha sido visto a lo largo de la historia, desde la Edad Media cuando se vinculaba con la religión, hasta la actualidad cuando el consumo ha reemplazado en parte al trabajo como fuente de realización personal.
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El Trabajo Como Actividad Social Fundamental

El documento discute el trabajo como actividad social y factor de integración. Explica que históricamente el trabajo ha sido central para la identidad personal y colectiva, y ha estructurado la vida social. Sin embargo, actualmente el trabajo ya no ocupa un lugar tan central debido a cambios como la flexibilización laboral. El documento también analiza cómo el trabajo ha sido visto a lo largo de la historia, desde la Edad Media cuando se vinculaba con la religión, hasta la actualidad cuando el consumo ha reemplazado en parte al trabajo como fuente de realización personal.
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EL TRABAJO COMO ACTIVIDAD SOCIAL

El trabajo está en el centro de la visión del mundo que hemos ido construyendo desde el siglo
XVIII. Ha sido el principal elemento de identidad personal y social, ha estructurado la actividad
social, ha condicionado el urba nismo de las ciudades, ha determinado las ideologías, ha regulado
los ciclos de vida, ha incidido en los sistemas de aprendizaje, ha otorgado roles... y en definitiva, ha
sido el principal vehículo para la integración social.

Es este último aspecto el que nos interesa revisar: el trabajo como factor de socialización y
vehículo de integración. Justamente si en algo han coincidido las diferentes ideologías que han
influido en las sociedades occidentales es en la posibilidad de desalienar el trabajo y convertirlo en
un ámbito en el que el ser humano alcanza su plenitud y su utilidad social.

Quien se queda sin trabajo, se queda sin una de las vías más claras para poder construir vínculos
con su entor no. Ahora bien, también es cierto que un primer análisis de la situación actual ya nos
indica que algo de esto está cambiando. Al menos en su propuesta clásica. El trabajo como
mecanismo de integración, es decir, como principal actividad de apoyo para el vínculo social y no
únicamente como rma, está dejando de ocupar el lugar central que tenía. Las causas que nos han
llevado a esta situación son complejas y es por esto que hay que revisar la diferencia entre la
exclusión laboral como construcción social y las y formas particulares que esta toma en la
actualidad.

Empezaremos esta revisión situando los dos grandes argumentos fundamentales al respecto: el
trabajo como condición o el trabajo como circunstancia para el vínculo social.

Estamos, pues, ante dos tradiciones con concepciones radicalmente diferentes del vínculo social;
para la una este vínculo es económico, para la otra es político; para la segunda el trabajo sirve solo
para satisfacer las necesi dades, para la primera es, además, origen y sinónimo de vínculo social. El
trabajo, en cuanto ámbito de los inter cambios mercantiles, no tiene la misma relevancia para las
dos tradiciones (Meda, 1995: 143).

Por ejemplo, Saint-Simon, filósofo francés del siglo XIX, elaboró un plan protestante en el que sólo
los que trabajaban eran considerados ciudadanos. Por otra parte, sabemos que en la época de la
Grecia clásica, sólo los que estaban exentos de trabajar eran considerados ciudada nos de pleno
derecho. La razón de fondo no se basaba en el tipo de actividad, sino en su finalidad última: la
libertad del individuo.
Durante siglos, el trabajo ha ido vinculado a la libertad individual y a la posibilidad de una
identidad colectiva. Actualmente, sin embargo, podemos decir que la libertad es la libertad de
elección del estilo de vida que se quiere llevar a cabo. Y esta libertad se ejerce básica mente a
través de las posibilidades de consumo (Bauman, 1992). En este punto, el individuo actual busca a
través del consumo lo que en otras épocas aportaba el trabajo. En lugar de sentirse realizado a
través del trabajo, busca tener un trabajo que le permita realizarse fuera de él (una vez finalizado).

[...] Una vida guiada por la «ética del consumo». Aquí el trabajo es instrumental; es en los
emolumentos materiales donde uno busca, y encuentra, la satisfacción, la autono mía y la libertad
(Bauman, 1992: 187).

De la misma manera que el trabajo ha tenido diferen tes valores en función del contexto y de la
época, también hay que saber, que la exclusión laboral actual no es tanto el resultado de unos
determinados atributos individuales sino un producto histórico, una construcción social.

Vamos a revisar cómo se ha llegado a este punto pero para hacerlo, primero apuntaremos qué
argumentos sitúan al factor laboral como fundamento del vínculo social:

1. El trabajo permite el aprendizaje de la vida social y la constitución de las identidades (nos


enseña las obligaciones propias de la vida en común);

2. Es la medida de los intercambios sociales (es la norma social y el principio básico del mecanis
mo de contribución/retribución sobre el que descansa el vínculo social);

3. Permite a todo el mundo tener una utilidad social (cada uno contribuye a la vida social
adecuando sus capacidades a las necesidades sociales; y

4. Es un ámbito de encuentros y de cooperación diferentes a los ámbitos no públicos como la


familia o la pareja (Meda, 1995: 135). Antes de avanzar hay que estar advertidos de que son
muchas las voces que cuestionan si realmente el tra bajo promueve todo esto o únicamente son
efectos deri vados del propio proceso histórico. Estas mismas voces apuntan que es cierto que
cuando una persona pasa a estar en situación de desempleo no sólo sufre por la falta de ingresos
económicos, sino que también lo hace por la falta de sentimiento de utilidad social y por la
incertidum bre de su situación personal. Ahora bien, ¿únicamente a través del trabajo puede
recuperar u ocupar un lugar en lo social? También puede entenderse que si el trabajo ha servido
de espacio de aprendizaje, de encuentro y de socialización lo ha sido de manera derivada. Pero
esta afirmación no resuelve el tema en tanto que seguimos necesitando trabajar
Jamás la ideología del trabajo-valor ha sido publicitada, proclamada, machacada más
abiertamente y jamás la dominación del capital, de la empresa sobre las condicio nes y el precio
del trabajo ha sido tan indiscutible. Jamás la función «irremplazable», «indispensable»> del
trabajo en tanto que fuente de «lazo social», de «cohesión social», de «integración», de
«identidad personal», de sentido ha sido invocada tan obsesivamente como desde que no puede
llenar ninguna de esas funciones [...]. Convertido en algo precario, flexible, intermitente, con
duración, horarios y salarios variables, el empleo deja de integrar en un colec tivo, deja de
estructurar el tiempo cotidiano, semanal, anual y las edades de la vida, deja de ser el zócalo sobre
el cual cada uno puede construir su proyecto de vida (Gorz, 1998: 67).

En este apartado haremos un repaso histórico de la constitución del trabajo como soporte del
vínculo y piedra fundamental de la integración social. Hemos dividido la explicación en cuatro
periodos que, como es natural, hay que tratarlos con cierta elasticidad. Nos interesa situar el
contexto en que emergen determinadas conceptualizaciones que más adelante irán configurando
el universo terminológico con el que podemos pensar la situación actual.

Los conceptos que revisaremos serán: la culpabili zación de la no actividad, el sentido de utilidad
social, la ética del trabajo, la productividad como objetivo legíti mo, la libertad individual, la
marginalidad, la protección colectiva, los mecanismos de control, la condición sala rial, la carrera
profesional y las identificaciones

La actividad laboral como eje de las relaciones sociales

Fue san Agustín (en el siglo iv) quien interpretó el acto divino de la creación como una obra. Esta
reflexión hizo posible la aproximación a la actividad humana de los artesanos. Permitió la
consideración de la actividad manual como una vía para que el espíritu estuviera ocu pado en
Dios. San Benito (en el siglo vi) atacó la pereza como enemiga del alma y para combatirla, propuso
orga nizar las reglas de la vida monástica a partir del famoso ora et labora. En él, proponía que el
trabajo llenara todas aquellas horas que no se dedicaran a la meditación de aspectos divinos. La
inactividad era la enemiga del alma. Durante el período de la Edad Media, el trabajo se

convertiría en el eje de las relaciones sociales. En esta época, las ocupaciones eran estables, en
realidad tenían más supervivencia que las propias personas que traba jaban. Era por ello que de
hecho las personas hereda ban los trabajos que habían desarrollado sus padres. El trabajo tenía un
sentido de subsistencia o de necesidad comunitaria. No se trataba de un trabajo mercantilizado, al
contrario, se daba un desprecio generalizado al lucro. Además, determinados oficios se los
considera próximos a alguno de los pecados capitales. Aunque no era el caso ni de la agricultura, ni
de la artesanía.
Será santo Tomás (en el siglo XIII) quien formulará la nueva dimensión que entenderá el trabajo
como una actividad de utilidad social que se vinculaba con la idea de tener un valor para la
comunidad. Esta visión existía úni camente en los monasterios y más adelante se extendió a у toda
la sociedad. Por eso, en este momento, no influyó nada en la actitud de la iglesia y menos aún en
la de la sociedad en general.

La vida de los monasterios promoverá que desde los estamentos eclesiásticos se genere una nueva
con ceptualización del trabajo que de manera lenta y pro gresiva conducirá a las grandes
transformaciones que se producirán en la época moderna. Permitirá el acer camiento del trabajo a
la idea de ley natural que vendrá dada en orden y consonancia a las leyes divinas. De las que por
tanto, nadie podrá quedar exento. Será con la Reforma Protestante (en el siglo XVI) cuando este
pen samiento atravesará definitivamente los muros de los monasterios.

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