0% encontró este documento útil (0 votos)
98 vistas20 páginas

Cap I. Nocion Catolica de Gracia en Lorda

Este documento presenta una introducción al concepto teológico de gracia. Resume que analizará el término de gracia en la Sagrada Escritura y su historia teológica, concluyendo con la doctrina católica. Explica que estudiará los sentidos de gracia en el Antiguo y Nuevo Testamento, y cómo ha evolucionado su formulación teológica, para comprender mejor las diferencias entre las tradiciones católica, ortodoxa y luterana.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
98 vistas20 páginas

Cap I. Nocion Catolica de Gracia en Lorda

Este documento presenta una introducción al concepto teológico de gracia. Resume que analizará el término de gracia en la Sagrada Escritura y su historia teológica, concluyendo con la doctrina católica. Explica que estudiará los sentidos de gracia en el Antiguo y Nuevo Testamento, y cómo ha evolucionado su formulación teológica, para comprender mejor las diferencias entre las tradiciones católica, ortodoxa y luterana.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 20

Capítulo I

LA NOCIÓN CATÓLICA DE GRACIA

Veni creator Spiritus


mentes tuorum visita
imple superna gratia
quae tu creasti pectora
(Himno Veni Creator Spiritus)

Sumario

1. El término y el concepto de «gracia» en la Sagrada Escritura


2. Historia de la noción teológica
3. La gracia en el Catecismo de la Iglesia Católica

Introducción

En este capítulo, vamos a estudiar, en general, la noción teológica de


gracia. Es una cuestión hermosa, porque se refiere, en definitiva, a la mi-
sericordia de Dios que salva al hombre; y no conviene perder de vista esta
perspectiva. Pero también es una cuestión mnuy dificil, que ha dado lugar
a graves nmalentendidos. Los más importantes son los que separan la teo-
logia católica, la ortodoxa y la luterana. Sin perder el sentido del misterio,
es preciso descender a algunas precisiones terminológicas.
Primero, estudiaremos lo que la Sagrada Escritura dice sobre la bene
volencia de Dios (AT) y su gracia (NT); la palabra gracia designa el desig-
nio benevolente de Dios que nos salva sin mérito de nuestra parte. Des-
pués, recorreremos la historia de la teología para saber cómo se ha
la teología de la gracia. Nos interesa comprender bien las dis-
formulado
tintas acepciones, porque no se usa del mismo modo en el Antiguo Testa-
mento, en san Pablo, en los Padres de la Iglesia, en la tradición bizantina
o en la escolástica. Este recorrido nos permitirá, también, situar históri-
26 La gracia de Dios

camente a los autores y temas


que han
materia de estudio. Al final, haremos contribuido en la formación de la
un resumen de la
cismo de la Iglesia Católica doctrina del Cate-
y obtendremos una idea de
En la teología de la conjunto.
gracia se han
separado la doctrina
doxa y la luterana.
Hay diferencias de fondo, pero tambiéncatólica, la orto-
expresarse distintos que son hay modos de
lo que afirman, legítimos. Casi siempre son
compatibles en
pero no en lo que niegan. Es
rosos al usar los
términos y tener claro en todo
preciso, por tanto, ser rigu-
fieren, porque las tres tradiciones hablan momento a qué se re-
de la gracia
tos diferentes del
misterio de la salvación. designando aspec-
La tradición ortodoxa
llama «gracia» a la acción o
la que Dios nos
transforma y diviniza; entiende energía divina con
fuerza procede directamente de la que esa
«energía» o
esencia divina y que, en su
identifica con ella. La tradición origen, se
católica, desde la escolástica, emplea la
palabra «gracia» especialmente para
riores con los que Dios nos designar cada uno de los dones inte-
ayuda a vivir cristianamente («gracias actua-
les») y, sobre todo, el «estado de
estado de quien ha recibido la gracia» «gracia santificante», que es el
o

la nueva vida en Cristo. La


inhabitación del Espíritu Santo y, con El,
tradición
entiende por «gracia» el acto de la luterana, separándose de la católica,
en Cristo
benevolencia divina que nos perdona
(justificación). En el origen de la polémica, el
clásico separaba radicalmente el protestantismo
efecto interior (santificación). Pero perdón (gracia o
justificación) del
esta postura ha
veremos.
se matizado, como

1. EL TÉRMINO Y EL CONCEPTO DE «GRACIA» EN LA SAGRADA ESCRITURA

Lo que vamos a ver

Al estudiar la
palabra «gracia» (en griego, charis) en la Sagrada Escri-
tura, vamos a ver tres cosas:
a) que la palabra gracia y sus
equivalentes latino (gratia) y griego (cha-
ris) tienen básicamente dos sentidos
del que da (gracia como
íntimamente unidos la benevolencia
gesto de benevolencia); y el don del
(gracia como don recibido); que recibe
b) que, desde la traducción
traducir algunos conceptos del griega
de los LXX, esta palabra se usa
para
mente de la benevolencia
Antiguo Testamento, donde se habla larga-
(Jen) y la misericordia (Jesed) del Dios
cogió y se reveló a Israel; que es-
c) que los escritos del Nuevo
Testamento, sobre todo san Pablo, em-
plean esta palabra para referirse a la salvación obrada
por Cristo; nos que
La noción católica de gracia 27

Evangelio y la efusión del Esptritu Santo con to


llega por el anuncio del
dos sus dones; porque esa ha sido la manifestación de la benevolencia de
misterio.
Dios con nosotros. En el siguiente capítulo estudiaremos este

a) El uso griego

palabra griega Charis y sus derivados se corresponden bastante


La
bien con el significado común de la palabra castellana gracia. Como
he-
mos dicho, tiene un doble sentido básico, que expresa: 1) La actitud de be-
nevolencia de un superior que concede algo «por gracia» o gratuitamente;

2) Cada de los dones y


uno regalos que el superior da y que el beneficiado
recibe es una gracia.
La palabra «charis» está relacionada con el verbo «chairo», alegrarse. De-
signa el encanto o donaire de las personas y las cosas (tener gracia; ser grato,
agradable o gratificante); y también los regalos y dones que agradan y alegran.
En el griego clásico (Aristóteles, E.N. 5, 8, 1132b), designa todo favor otorgado
he-
por benevolencia y no por obligación, lo gratuito o que es gratis. En el griego
lenista contemporáneo del Nuevo Testamento, se emplea especialmente en rela-
ción al soberano o a los dioses. En castellano, «gracia» tiene un uso parecido
cuando expresa el favor real o el indulto de los tribunales o de la autoridad aca-
démica: «conceder, otorgar, pedir, aicanzar una gracia»; «convocatoria de gra
cias; egozar de la gracia» o del favor del soberano (ser grato); lo contrario es caer
en desgracia. El verbo griego «charizomai» expresa la idea de otorgar una gracia
o indultar. Existe un uso helenista más raro: gozar de una gracia en el sentido de
un poder divino, aunque en este caso se puede emplear la palabra derivada «cha
risma»: por ejemplo, gozar del don de adivinación. Algunos derivados de la pala-
bra gracia» tienen también equivalentes en castellano: el verbo «eucharistéo»
significa quedar agradecido, agradecer; el sustantivo derivado «eucharistía»: dar
gracias, acción de gracias» (por ejemplo, antes de las comidas), agradecimiento
o gratificación.

b)En el Antiguo Testamento

Israel sabe que es un pueblo elegido gratuitamente por Dios y bende


cido con sus dones. Por eso, en la Biblia hebrea se pueden encontrar mu-
chas expresiones que reflejan los diversos sentidos de la noción de gracia:
benevolencia divina que gratuitamente elige y da; el ser grato a Dios; y
los dones otorgados.
Los LXX usan habitualmente acharis» para traducir la palabra hebrea «jen»,
tanto cuando expresa la benevolencia divina, como la de los reyes y superiores,
que otorgan sus dones. Nos interesa recorrer algunos conceptos del Antiguo Tes-
tamento que pueden enriquecer nuestra idea de la
gracia.
28 La gracia de Dios

Para expresar la benevolencia divina, la Biblia habla de la ternura y


misericordia (rajamin) de Dios; de su piedad (jesed) y de su predilección
por Israel. a quien favorece (jen). Todo esto se compendia en un impor-
tantísimo texto, cuando Moisés, después de contemplar la gloria de Dios,
exclama:« Yahvéh, Dios compasivo (rajum) y clemente (jannum), lento a
la ira, rico en piedad (jesed) y fidelidad ('emet), que mantienes tu piedad
(jesed) por mil generaciones» (Ex 34, 6).
Este texto tiene paralelos casi idénticos en los salmos (86 (85), 15; 103 (102),
8; 145 (144), 8) y en otros lugares (Nm 14, 18; Dt 5, 9-10). La expresión contiene
dos parejas de términos, que compendian la imagen del Dios bíblico y se repiten
en muchos otros lugares: Dios es compasivo y clemente (cfr. Ex 34, 6; 2 Cro 30, 9;
Ne 9, 17.31; Sal 103 (102), 8; 111 (110), 4; 145 (144), 8, J1 2, 13; Jon 4, 2); rico o
lleno «de piedad y fidelidad» (Sal 25 (24), 10; 40 (39), 11 ss; 57 (56), 4; 61 (60), 8;
86 (85), 15; 115 (114), 1; 138 (137), 2).

El pueblo entero de Israel es el pueblo gratuitamente elegido y benefi-


ciado por la predilección divina. Dentro del pueblo, algunos hombres
han sido particularmente elegidos y Dios les ha concedido sus dones. La
elección divina es siempre gratuita, porque Dios elige a quien quiere (Ex
33, 19). La Biblia emplea una expresión característica: «han encontrado
gracia a los ojos de Dios».
Noé ehaila gracia» (jen) a los ojos de Dios (Gn 6, 8); también Moiss (Ex 33,
12, 34,9) y el propio Israel r 31, 3). Filón de Alejandría, refiriéndose a Noé, se
pregunta:obtuvo gracia o fue reputado digno de gracia? (..); hallar gracia no
quiere decir solo legar a ser grato (...); todas las cosas son gracia de Dios, nada
es don de la criatura» (leg. all. 3, 78). El hombre justo solicita
espontáneamente
la bondad divina. Así los salmos imploran o se refieren más de cien veces a la
piedad o misericordia de Dios (jesed) que llena la tierra (cfr. Sal 33 (32) 5; 119
(118) 64).

c) En los sinópticos, en los Hechos y en otros escritos neotestamentarios

El misterio de Jesucristo es una gran alegría y un gran don para toda la


manidad (le 2, 10.32): en él se cumplen las promesas hechas por Dios a
Israel. Jesucristo anuncia la Buena Nueva de
que ha llegado el Reino de
Dios (Le 4, 43), con todas las bendiciones
misión de Cristo es una inmensa
prometidas (Le 17, 21). Toda la
de
gracia Dios, manifestación de la bene-
volencia divina, aunque los
Evangelios apenas usan la palabra «gracia.
No consta que el Señor
haya empleado la palabra «gracia», sino solo enel
sentido más común (cfr. Le 6,
32-34). No aparece en los evangelios de san Mateo
y san Marcos, salvo en la forma derivada
«Eucaristía» (Mc 14, 23; Mt 15, 36; 26,
27). Pero la vida del Señor transmite infinidad
de dones: las curaciones y expul-
sión de los demonios son manifestación del
Reino (Mt 11, 4; Le 4, 16; 7, 20). Los
La noción católica de gracia 29

discípulos han sido elegidos gratuitamente por Cristo para conocer los misterios
del Reino (Mt 13, 11): gozar de una particular intimidad con el Padre (Mt 6, 9
11. 27); recibir el Espíritu prometido (Le 24, 49); y obtener el Reino en herencia
(Mt 25, 34; Le 22, 29-30). Todos son dones de Dios y, en este sentido, gracias.

En el Evangelio de san Lucas se emplea la palabra «gracia» de una


manera semejante al Antiguo Testamento, para referirse a Juan el Bau-
tista, a Maria y al mismo Jesús, señalando que son gratos a los ojos de
Dios y han recibido de Él dones singulares, especialmente, el Espíritu
Santo.
En la escena de la anunciación (Le 1, 26-33), el ángel saluda a Marfa con las
palabras «chaire, kecharitoene, ho Kyrios meta sou» («alégrate, llena de gracia,
el Señor junto a ti -o contigo-»). La considera escogida porque goza de una par-
ticular cercanía del Señor y de sus dones. Empleando la antigua expresión bí
blica, añade: «has hallado gracia (charis) ante Dios» (1, 30). Le comunica que va
a ser Madre del Hijo de Dios, por el Espíritu Santo (1, 35). Aunque las expresio-
nes recuerdan al Antiguo Testamento, hay algo nuevo: Marfa es agraciada o llena
de gracia porque «Dios está con ella»; y ha sido «bendecida entre las mujeres»
(Lc 1, 42.48) con el Espíritu Santo. Juan el Bautista, ya antes de nacer, fue un-
gido con el Espíritu Santo (Le 1, 15.41.66.80). De Jesús niño se dice que «crecía y
se fortalecia, y la gracia del Señor estaba con él» (Le 2, 40), es decir, que gozaba
de la benevolencia y de los dones de Dios. Y que «crecía en sabiduría, en edad y
en gracia delante de Dios y de los hombres» (Le 2, 52), es decir, que era grato a
los ojos de Dios y de los hombres por los dones que posefa. La palabra «gracia»
está tomada del uso común, con su significado general, pero se refiere al Espíritu
Santo y sus dones.

En los Hechos, se refleja la clara conciencia de que Dios nos ha conce-


dido un don, una gracia, muy especial, que es la salvación en Cristo. A ese
don, que nos llega por la predicación del Evangelio y la donación del Es-
píritu Santo, los primeros cristianos empiezan a llamarle «la» gracia.
Aunque esta palabra se usa de muchos modos.
La palabra aparece 17 veces en los Hechos. Algunas veces, en el sentido co-
mún de favor (Lc 17, 9; 4, 22; Hch 2, 47; 4, 33; 7, 10; 24, 27; 25, 3.9). Se recuerda
que David «encontró gracia» (Hch 7, 46). Pero ya aparece un uso especifica-
mente cristiano. San Pablo declara que ha recibido «el ministerio de dar testimo-
nio del Evangelio de la gracia» (Hch 20, 24); y se habla de la predicación «de su
de
gracia» (14, 3; cfr. 20, 32). Ya no se trata de «una» gracia o don particular
declara
Dios, sino de «la» gracia de la salvación obrada por Cristo. San Pedro
que: «creemos ser salvos por la gracia de nuestro Señor Jesucristo»
(Hch 15, 11);
es decir no por las obras de la ley, sino por la dispensación
obrada por Cristo.
Esa gracia nos llega por la predicación del Evangelio, que provoca la te, y supone
el don del Espíritu Santo (cfr. Hch 11,7-8; 10, 44-47). San Pablo va a profundizar

en estas expresiones.
30 La gracia de Dios

Bernabé, enviado a Antioquía, «llegó y vio la gracia de Dios», es decir, lo que


Dios había obrado en aquella comunidad (Hch 11, 23). En Antioqufa de Pisidia,
anima a los recién convertidos a «perseverar en la gracia de Dios» (Hch 13, 43),
es decir, en el don que han recibido. Pablo, al irse de Antioquía, fue «entregado
por los hermanos a la graci de Dios» (Hch 15, 40; cfr. 14, 26), es decir, lo enco-
miendan a la benevolencia divina. Apolo da mucho fruto «con el auxilio de la
gracia (Hch 18, 27), es decir, con la ayuda de Dios; y el diácono Esteban estaba
lleno de gracia y de fuerza» (Hch 6, 8), donde gracia puede significar
impulso interior como la iradiación que causaba su figura.
tant
Como resumen se puede decir que, en los Evangelios Sinópticos y en
los Hechos, la palabra «gracia» todavía no es un término propio, está to-
mada del uso común y del Antiguo Testamento, y conserva esa amplitud
de significado, pero se aplica a unas realidades que son nuevas. Poco a
poco, cuando se hable de «la» gracia, la tradición cristiana se estará refi-
riendo específicamente a la salvación obrada por Cristo y al Espíritu
Santo que nos ha dado, con sus dones.

d) En san Pablo

Sin duda, por san Pablo la palabra «gracia» (charis) ha alcanzado el


lugar que ocupa en la tradición cristiana. La utiliza más de cien veces, y
le da un sentido propio, aunque no tan concreto como el que hoy le da-
mos en la tradición occidental.
San Pablo usa a veces la palabra gracia en el sentido común de favor (Rm 4,
4; 2 Co 8, 4; Col 4, 6; 1 Co 16, 3; 2 Co 8, 6-9.19; Flm 22, 3). Pero es muy llamativo
que use habitualmente la expresión «gracia de Dios» o «gracia de Cristo» para
sus saludos y despedidas, uniéndolo generalmente al deseo de paz, que era el sa-
ludo tradicional judío. Esto expresa la mente de san Pablo de que está viviendo
en una época nueva, de dispensación de la gracia de Dios, de la salvación obrada
en Cristo. Esa es «la» gracia. Al final de la Segunda Carta a los Corintios se unen
tres conceptos cristianos muy queridos para Pablo: «La gracia (charis) de nues-
tro Señor Jesucristo, el amor (agape) de Dios, y la comunión (koinonia) del Esp
ritu Santo esté con vosotros» (2 Co 13, 13).

San Pablo es consciente de que vive en un «tiempo de gracia» (2 Co 6,


1), porque Dios, por pura benevolencia, ha escogido este momento para
manifestar su misericordia y salvarnos en Cristo. Para san Pablo, todo lo
que está sucediendo tiene una unidad y lo entiende como un único acon-
tecimiento: el misterio de Cristo, en cuanto nos llega y nos salva, es «la»
gracia que Dios nos ha hecho. Este es el marco en el que hay que entender
su pensamiento y sus expresiones. Por eso, la palabra «gracia» alude a
varias cosas relacionadas y tiene cierta ambivalencia. Según los casos, y
sin que sean del todo separables, significa tres cosas:
La noción católica de gracia 31
a) El misterio de la salvación en Cristo, en
cuanto se nos aplica, es «la»
gracia que Dios obra en este tiempo. Es la
volencia divina que nos perdona y nos colma expresión máxima de la bene-
de los bienes de la salva-
ción. Esta es la acepción más global.
«En él tenemos por medio de su
sangre la redención, el perdón de los delitos,
según la riqueza de su gracia, que ha prodigado sobre nosotros
conocer el misterio de su
(...), dándonos a
voluntad, según el benévolo designio que en él se
puso de antemano para realizarlo en la pro-
plenitud de los tiempos, hacer que todo
tenga a Cristo por cabeza» (Ef 1, 7-10); «Dios, rico en
amor con
misericordia, por el gran
que nos amó, estando muertos a causa de nuestros
delitos, nos vivificó
juntamente con Cristo -por gracia habéis sido salvados- y con él nos resucitó
nos hizo sentar en los cielos en
y
Cristo Jesús, a fin de mostrar en los
ros la sobreabundancia de su
siglos venide-
gracia, por su bondad para nosotros en Cristo Je-
sús. Pues habéis sido salvados
por la gracia mediante la fe y esto no viene de vo-
sotros, sino que es un don de Dios»
(Ef 2, 4-8); «Se ha manifestado la gracia
salvadora de Dios a todos los hombres» (Tt 2, 11); «Nos ha salvado
y nos ha lla-
mado con una vocación santa, no por nuestras
obras, sino por su propia deter-
minación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo
Jesús, y
que se ha manifestado ahora» (2 Tm 1, 8-10); «Cuando se manifestó la bondad de
Dios nuestro salvador y su amor por los hombres, él nos salvó, no por obras de
justicia que hubiéramos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio
del bautismo, renovándonos por el Espíritu Santo, que él derramó abundante-
mente sobre nosotros, para que, justificados por su gracia, vengamos a ser here-
deros de la vida eterna, en esperanza» (Tt 3, 5-7).

b) Gracia es también la ayuda concreta de Dios que se recibe al adhe-


rirse a Cristo y los múltiples dones particulares que acompañan la pri-
mera predicación del Evangelio; cada don es «una» gracia de Dios o ca-
risma particular:
Os exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios» (2 Co 6, 1); «Por la
gracia de Dios soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí (...) he
trabajado (...), pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo» (1 Co 15, 10):
en este pasaje se ve cómo se mezclan las acepciones. Hablando de los distintos
carismas, dice: «A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la me-
dida del corazón de Cristo» (Ef 4, 7); «Cada cual tiene de Dios su gracia particu-
lar. (7 Co 7, 7); «Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada» (/ Co 3, 10;
Rm 12, 3; Ga 2, 9.21); «A mí (...) me fue concedida esta gracia, la de anunciar a
los gentiles...» (2 Tm 1, 6); Cfr., además, 1 Tm 1, 14; Tt 2, 11; 3, 4-8; Col 1, 29).

c) La Carta a los Romanos enfoca el tema desde una perspectiva parti-


cular. Hay que tenerlo en cuenta. San Pablo plantea una confrontación
entre la salvación cristiana y la práctica judia. Lo que salva (justifica) no
es el cumplimiento material de la ley, sino la adhesión al Evangelio. Con
trapone el régimen de la ley (que era obligación) al de la gracia (que ha
32 La gracia de Dios

sido un don). Además, las


palabras «justicia» y «justificación» le sugieren
una imagen de tipo judicial, y juega con la contraposición entre «delito»
y
gracia»: por la ley estamos en el régimen del delito; por Jesucristo, en el
de la gracia (perdón).
«Con el don de la
gracia no sucede como con el delito. Si por el delito de uno
murieron todos, /cuánto más la gracia de Dios el don
un hombre, Jesucristo, se han
y otorgado por la gracia de
desbordado sobre todos» (R:m 5, 15); «No estáis
bajo (el régimen de) la ley, sino bajo (el régimen de) la gracia» (Rm 6, 14);
«Donde abundó el pecado sobreabundó la
gracia» (Rm 5, 15-18); «todos cuantos
buscáis la justicia en la ley os habéis
apartado de la gracia» (Ga 5, 4).
Además, todo esto es «por gracia» (kata charin); es decir, es fruto de
-

la gratuita benevolencia divina. San Pablo


emplea a menudo esta expre-
sión, que después pasará a la teología patrística.
Según la riqueza de su gracia» (Ef 1, 6); «Por pura gracia estáis salvados
...) estáis salvados por su gracia y mediante la fe» (Ef 2, 4-8). «según la gracia
de nuestro Dios y del Señor Jesucristo» (2 Ts 1,
12; 2, 16).
Pero, si queremos encontrar la mente de san Pablo sobre el
misterio
de la gracia, sería insuficiente
quedarse con los lugares donde aparece la
palabra. Hay tres maravillosos textos donde resume la obra de Cristo (Ef
1, 3-14; Ga 4, 4-7; Rm 8, 14-17). Aunque no aparezca la
expresan el don que Dios nos ha hecho.
palabra «gracia»,
«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bende-
cido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales, en el cielo. Ya
que en él
nos eligió, antes de la creación del mundo,
para que fuésemos santos e inmacula-
dos en su
presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano, para ser sus hijos
adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para ala-
banza de la gloria de su gracia (...). En él también vosotros, tras
haber oído la
Palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación creído
y también en él,
fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la
promesa, que es prenda de nuestra
herencia para la redención del pueblo de su
posesión» (Ef1, 3-6.13-14); «Al lle
gar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo nacido
bajo la ley, para
recibiéramos la condición de hijos. Y como sois hijos, Dios envió a nuestros que co-
razones el Espíritu de su
Hijo que clama: '¡Abbá, Padre!'» (Ga 4, 4-7); «Porque no
recibisteis un espíritu de esclavitud para reincidir de nuevo en el temor, antes re-
cibisteis un Espíritu de filiación adoptiva, con el cual clamamos:
El Espíritu mismo testifica a una con nuestro
'¡Abbá, Padre!'
espíritu de que somos hijos de
Dios. Y si hijos también herederos: herederos de
Dios, coherederos de Cristo; si
es que
padecemos con él para ser con él glorificados» (Rm 8, 14-17).
Actualmente, la
teología occidental, usamos la noción de «gracia»
en
casi solo para referirnos a los dones interiores
cia del Espíritu. San Pablo, en
producidos por la presen-
cambio, usa la palabra «gracia» en un sen-
La noción católica de gracia 33

tido más amplio, para destacar el inmenso beneficio


que Dios nos ha con
cedido al incorporarnos al misterio de Cristo, con todo lo que supone.
Esto permite superar un cierto equfvoco que ha sido frecuente tanto en la
exégesis luterana tradicional como en el debate católico frente a ella. El testimo-
nio del Nuevo Testamento es abrumador cuando habla de una vida
nueva,
provo-
cada por la presencia del Espíritu Santo que Cristo nos ha dado. A ese efecto in-
terior se le puede llamar de muchas maneras, y es perfectamente coherente
llamarlo «gracia», como ha hecho la tradición católica. Solo hacen falta matices.
La exégesis católica tiene que ser cuidadosa
para no afirmar que la palabra gra-
cia en los textos de san Pablo se refiere literal y exclusivamente al don interior re-
cibido (gracia santificante). Y la exégesis luterana no debe excluir que este sen-
tido está implicado, porque toda la economía de la redención se orienta a la
participación en el Espíritu Santo y en sus dones.

e) En san Juan

Si atendemos a la palabra «gracia», en el Evangelio de san Juan solo


aparece ires veces, en el prólogo: «El Verbo se hizo carne (...) y hemos
visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo unigénito, lleno de
gracia y de verdad» (1, 14); «Pues de su plenitud hemos recibido todos,
gracia por gracia» (1, 16); «Porque la Ley fue dada por Moisés, la gracia y
la verdad nos han llegado por Jesucristo» (1, 17).
En el binomio «gracia y verdad» (1, 14) puede haber un eco de la expresión
que el Antiguo Testamento refiere a Dios: «lleno de gracia (o clemencia) y fideli-
dad (o verdad)». Dios ha sido fiel a su alianza (veracidad o verdad), ha cumplido
en Cristo sus promesas y nos ha dado los dones prometidos. Es muy importante
fijarse en la «plenitud» de Cristo (Jn 1, 16; cfr. Col 2, 9-10).

Cuando dice que «la gracia y la verdad nos han llegado por Jesu-
cristo» (1, 17), podemos pensar, antes que nada, en los dones que se men-
cionan explícitamente en el texto: el conocimiento de Dios y la filiación
divina.
Cabe relacionar la gracia con el don de la filiación divina, pues «a quienes le
recibieron les dio el poder de ser hijos de Dios» (1, 12). Y la verdad con el conoci-
miento de Dios, porque: «a Dios nadie lo ha visto nunca, el unigénito que está en
el seno del Padre Él nos lo ha dado a conocer» (1, 18). El descubrimiento de Dios
como Padre es la gran verdad del Evangelio; y la filiación divina, la mayor gracia
que nos ha dado. Ambas cosas proceden de la uplenitud» del Hijo (1, 16) cuando
el Verbo se hizo carne» (1, 14).
Como sucedía con san Pablo, no podemos reducir la doctrina de la
gracia en san Juan a los pasajes donde aparece la palabra, sino que debe
mos preguntarnos cuáles son los dones de la benevolencia divina. Nos en-
34 La gracia de Dios

contramos, entonces, con un tema constante de san Juan: la vida


«eterna», que consiste en la acción interior del Espíritu Santo.
Hay tres importantes textos que resumen la respuesta: «Tanto amó Dios al
mundo que entregó a su Hijo unigénito para que todo el que crea en él no
pe-
rezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).
Además, en su conversación con la
samaritana, el Señor le dice: «Si conocieras el don de Dios (...), tú le habrías
pe-
dido a él. y él te habría dado agua viva (...). El agua que yo le daré se convertirá
en fuente de agua que brota para la vida eterna» (Jn 4, 10-14). El texto se aclara
con el comentario sobre las
aguas vivas, que viene más adelante: «Esto lo decía
refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en EI. Porque aún no
había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado» (Jn 7, 39).

2. HISTORIA DE LA NOCIÓN TEOLÓGICA

Lo mismo que al estudiar la Sagrada Escritura, al recorrer la historia


no podemos linitarnos al usO de la palabra gracia. La idea fundamental
del Nuevo Testamento que Dios nos ha elegido y nos ha salvado gene-
es
rosamente por Cristo, concediéndonos su Espíritu Santo con sus dones.
Nos interesa ver qué piensa cada época de los dones recibidos de Dios.
La palabra «gracia» no adquiere su sentido teológico actual hasta la esco
lástica, en Occidente, y hasta Gregorio Palamas, en Oriente.

I) Los primeros siglos

La primera tradición de la Iglesia sigue muy de cerca a san Pablo, imi-


tando sus expresiones y saludos: «Que os colme la gracia y la paz de Dios
todopoderoso por nuestro Señor Jesucristo» (S. Clemente, Ad Cor, ini-
tium; cfr. 65, 2). Tienen conciencia de vivir en un tiempo de gracia y la
predicación del Evangelio es, en realidad, el anuncio de «la» gracia que
Dios nos ha concedido en Cristo.
San Ignacio de Antioquía destaca que los cristianos son salvados por el mis-
terio de Cristo, no por las obras de la ley (Ad Magn. 8, 1-2). Dice san Clemente
Romano: «La sangre de Cristo (...) alcanzó la gracia de la conversión (nmetanoia)
para todo el mundo» (Ad Cor. 7, 4); «jQué felices y maravillosos son los dones
dora) de Dios, hermanos: vida de inmortalidad, resplandor de justicia, verdad
franca, fe confiada, continencia santa; y esto solo hasta donde alcanza nuestro
conocimiento; pues qué será lo que está preparado para los que le esperan?»
(Ad Cor 35, 1-3). En Cristo, el Padre nos concede la conversión y una vida nueva
(inmortal), animada por el Espíritu Santo, que se expresa en la caridad (Ad Cor.
8, 1; 21, 6-9; 32, 4; 36, 1-3; 38, 1-3). El bautismo es la fuente donde se recibe el
perdón de los pecados, el Espíritu Santo y la nueva vida. «Un solo Espíritu de
gracia» une a todos los cristianos (Ad Cor. 46, 6). También habla de la gracia
La noción católica de gracia 35
como ayuda concreta de Dios, por ej.. para ser fieles en el martirio (Ad Cor. 30, 2;
55, 3). Melitón de Sardes resume así el misterio de Cristo: «en cuanto juzga es
ley, en cuanto enseña es verbo, en cuanto salva es gracia» (De Pas., 9).

San Ireneo usa poco el término gracia, pero introduce dos imágenes
clave que resumen el misterio de la salvación: el admirable intercambio y
la recapitulación en Cristo. El admirable intercambio consiste en que
Dios se hace hombre para que el hombre pueda hacerse Dios (cfr. Adv.
haer. V, 8, 1). La recapitulación en Cristo consiste en que todo está lla-
mado a incorporarse a Cristo, para ser restaurado y elevado por el Miste-
rio Pascual. Tendrenmos ocasión de estudiar estas importantísimas expre-
siones.
San Ireneo introduce una distinción entre «imagen y semejanza», en la ex-
presión del Génesis (1, 26). Después del pecado, en el hombre permanece la ima-
gen, pero ha perdido la semejanza con Dios. Dios le permite recuperar su seme-
janza al recibir la imagen de Cristo por el Espíritu Santo. Le sigue Tertuliand (De
res. 6, 3-5; 9, 1 s; De bap. 5, 6 s). La imagen del «admirable intercambio» expresa
el proceso espiritual del cristiano: su conversión y divinización, adquiriendo la
forma de Cristo, la semejanza con Dios.

2) Los Padres griegos

A partir del siglo v, la patrística griega va a centrarse en la idea de di-


vinización, desarrollando sistemáticamente la teología del admirable in-
ambio de Ireneo. Lo que en Ireneo es una intuición teliz, es
reatir
mado por san Atanasio Adv Arian. IV 2, 59) y se convierte en el eje de la
antropologia cristiana. La economía de la salvación, instaurada por la En-
carnación de Cristo, consiste en la divinización del hombre por la acción
del Espíritu Santo (san Basilio, san Gregorio de Nisa).
Unirse a Cristo es unirse a Dios y, por tanto, divinizarse. San Atanasio señala
la diferencia: El Verbo es hijo «por naturaleza» (kata physin), pero el hombre se
une a Dios "por gracia» (kata churin) y usegún la imagen» del Verbo. El tema es
desarrollado por san Cirilo de Alejandría: Cristo, en cuanto hombre, ha recibido
en su cane la santificación del Espíritu como gracia, y nos lo da (In Psal. 44, 8
PG 69, 1040c). Desde la humanidad de Cristo, la gracia de la santificación se di-
funde a todos (In Johan. 11, 10; PG 74, 548b), a través del Espíritu Santo (De
Trin. 7; PG 75, 1088b-1089d).

Los Padres no emplean la palabra «gracia» en un único sentido. Con-


sideran gracia o don de Dios el perdón de los pecados, el don del mismo
Espíritu, la divinización que causa en el hombre y todos los dones que el
hombre recibe gratuitamente de Dios.
La gracia de Dios

Dice
Orígenes: «Muchos santos participan del Espíritu Santo (...); es poten-
santificante de la que decimos que
cia
participan de ella todos aquellos que me-
recieron ser santificados por su gracia» (De
princ. I, 3). San Gregorio de Nisa ha-
bla de la gracia, desde el de vista de
punto la belleza del alma, que se asimila a
Dios, pero también la trata como una fuerza
comunicada en el bautismo; le sigue
san Juan Crisóstomo. También san
Cirilo de Jerusalén habla, a veces, de la
recibida en el bautismo como fuerza dada gracia
por el Espíritu: «no era parcial la gra-
cia, sino que la fuerza era perfecta»
(Catech., XVII, 14; cfr. XVI, 1-2; XVII, 12.18);
«Si eres hallado digno de esa
gracia, tu alma será iluminada y recibirás una
fuerza que antes no tenías; recibirás tanta
gracia como puedas contener» (lbí-
denm, XVII, 36-37). En sus
Catequesis identifica muchas veces la gracia con la re-
cepción del Espíritu Santo (Catech. Il, 4-5), aunque habla también de otras
cias particulares (lbidem, XVI, 22). gra-

Al describir la ascensión mística a


Dios, Dionisio Areopagita crea el
término sobrenatural para
expresar que lo divino está más allá de lo que
el hombre puede alcanzar con sus fuerzas
(De my. th. I, 1; De div. nom. I,
1). La distinción entre lo
que pertenece a la naturaieza y a la gracia es
profundizada por san Juan Damasceno (De f. orth., 81, IV, 8), que la le-
gará a la escolástica medieval.

3) La teología bizantina

La tradición bizantina queda fijada la doctrina de la


con
divinización.
La divinización consiste la
transformación interior, mediante el admi
en

rable intercambio, especialmente, con la iluminación


mística que causa el
Espíritu Santo. La tradición bizantina da mucha importancia a las metá-
foras de la luz que emplea abundantemente san Juan.
Gregorio Palamas (siglo x1v), el principal teólogo bizantino ortodoxo,
establece una teoría para explicar la iluminación y la
participación de la
naturaleza divina. Llama gracia a la energía que, a la manera de un
rayo
de luz, procede de la naturaleza divina nos diviniza. Desde
y entonces
será la doctrina que seguirá la teología ortodoxa bizantina, griega y rusa.

Distingue entrela naturaleza de Dios,


que no se da a
participar, y las energias
divinas que, emergiendo de la naturaleza divina,
llegan a la eriatura y la unen al
creador, transformándola en un
proceso de iluminación. Este modo de presentar
las cosas causó cierta extrañeza en Occidente dio
y lugar a algunos debates. En
realidad, lo que late en el fondo es una metáfora distinta para representar cómo
Dios actúa el alma. Palamas representa a Dios
en
sol que iradia
como un su luz.
Tendremos ocasión de estudiarlo más
despacio.
La noción católica de gracia
37
San Agustín

Es llamadoOccidente Doctor Gratiae. Con razón,


en
porque es el au-
que más ha influido en el
Jemas Padres de la
desarrollo de la doctrina. Comparte con los
lglesia la doctrina de la divinización, pero desarrolla
ts aspectos, debido a
polémica con los pelagianos. Frente al natura-
su
mo
pelagiano, destaca los daños
producidos por el pecado y la necesi-
ad de una ayuda concreta de Dios (gracia) para vivir honestamente.
os
concede una gracia
ayuda interior, como adiutorium y auxilium
o

sobrenatural, que rectifica la voluntad y le


Liama «gracia» a esa ayuda interior
permite querer y obrar el bien.
que sana y eleva el obrar humano, ini-
ciando el desarrollo de la teología occidental en este
punto.
Sin avuda de Dios, el hombre no puede sanar su libertad y vencer su in-
esa

clinación al pecado. San Agustín destacará


muy vivamente que esas ayudas son
siempre gratuitas y que la iniciativa siempre es de Dios. Al desarrollar
estos prin-
cipios, Agustín dejó planteados todos los problemas que la teología posterior
san

intentará resolver: cómo elige Dios a los que se salvan; cómo se


cómo es la predestinación; como se
reparte su gracia;
conjugan la iniciativa de Dios y la libre vo-
luntad del hombre; cómo puede Dios orientar la voluntad del hombre respe-
tando su libertad.

5) La Escolástica

La Escolástica va a estudiar rigurosamente cómo está


presente Dios
en el alma del hombre
y de qué naturaleza son las ayudas que le da para
salir de la situación de pecado y vivir honestamente. Para estudiarlo, se
sirve de los conceptos de la ontología y la
psicología aristotélicas. Así llega
a distinguir y definir algunos términos, como el de gracia santificante y a
distinguirlo de las virtudes y los dones del Espíritu Santo.
La teología escolástica se esfuerza en ser rigurosa y satisfacer a la lógica aris-
totélica. Ouiere obtener conceptos claros y proposiciones bien demosiradas. La
filosofía de Aristóteles, adaptada a los misterios de la fe, proporciona una ontolo-
gía (una imagen filosófica del mundo) y una psicología (una idea de cómo es el
espiritu humano). No se puede hablar de realidades que afectan al hombre
(como la gracia), sin ponerlas en relación con las categorías de la ontología y la
psicología (sin decir qué son). Este esfuerzo por estudiar qué es cada cosa y
cómo actúa fijará definitivamente los conceptos. La Escolástica aclara primero
el concepto de virtud y lo amplía a las virtudes teologales (fe, esperanza y cari
dad); después, deduce la existencia de un hábito radical -entitativo- que santi-
fica al hombre y lo llama gracia santificante; y, finalmente, estudia los demás do-
nes del Espíritu Santo, y el modo en que se relacionan.
38 La gracia de Dios

Al llegar a la conclusión de que existe un hábito del alma (o entitativo)


que llama gracia santificante, la Escolástica destacó el carácter estable y
personal de la transformación que Dios hace en el hombre. La gracia
santificante es el efecto de la presencia habituale interior de la Trinidad
en el hombre. Además, la teología escolástica estudió también el modo
como Dios interviene en el obrar humano, mediante ayudas concretas,
que llamó gracias actuales.

6) Lutero y Trento, sobre la justificación


Lutero va a llevar al extremo el marco en el que san Agustín situaba la
doctrina de la gracia -la situación de pecado-; y entenderá la gracia, casi ex-
clusivamente, como perdón de Dios (justificación). El hombre está tan dete-
riorado que solo puede esperar el perdón de Dios. Por eso va a centrar la
vida cristiana en la fe y confianza con que hay que aceptar el Evangelio y
creer en el perdón (fe fiducial). Al perdonarnos, Dios borra la deuda del pe-
cado, pero el hombre sigue siendo un pecador: es, a la vez, justoy pecador.
Sus obras no pueden merecer porque están contaminadas por el pecado.
Lutero distingue entre justificación y santificación. Pero acentúa tanto el pri-
mer aspecto, que deja en la sombra el segundo (santificación). Toda su insisten-
cia está en la confianza en que Dios va a perdonar: Con una exégesis algo parcial
de la Carta a los Romanos concluye que el justo se salva exclusivamente por su
fe, no por sus obras. Desde entonces, la tradición luterana va a insistir en esto.
Tiende a acentuar los temas del Antiguo Testamento (la misericordia y bondad
divinas), y parece olvidar que el gran don prometido en el Nuevo es la inhabita-
ción del Espíritu Santo. La tradición luterana se refiere constantemente al Espí
ritu Santo en relación con la Palabra de Dios, con la acogida de fe y con la com-
prensión personal de la Palabra, que son aspectos auténticos. Pero olvida la
santificación interior y la comunión viva de la Iglesia. La pérdida del afán polé-
mico de siglos pasados ha permitido en este siglo matizar las doctrinas, superar
malentendidos y acercar posiciones.

Esta postura será contrastada por la amplia exposición doctrinal del


Concilio de Trento sobre la Justificación (Sesión VI). Trento recuerda que
la justificación supone un verdadero cambio de estado y no solo el perdór
de Dios. EI Concilio hará también importantes matices a la fe fiducial y
recordará que son necesarias las obras y cumplir los mandamientos.

7) La teología barroca

Entendemos con este nombre la de los siglos xvi al xviuu. En la teolo-


gía de la gracia, se intentan resolver algunas cuestiones difíciles que ha-
La noción católica de gracia 39

bía dejado planteadas san Agustín. Hay tres debates que dejan una huella
históorica: la condena de Bayo, la condena de Jansenio y la discusión lla-
Los las
mada De Auvilis. tres debates
tratan
de entre gracia de
relaciones
Dios y libertad humana. Son debates complejos y prolijos porque la temá-
tica es muy difícil.
La complicación de los temas propugnó el desarollo de distinciones comple
jas y no siempre afortunadas. En el fondo, en las cuestiones planteadas hay un
misterio insoluble y solo se puede pretender plantearlo bien. Quizá sea esta la
principal enseñanza de estos debates, que hoy se nos hacen difíciles y lejanos,
aunque en su tiempo tuvieron gran fuerza, como lo demuestra la inmensa pro-
ducción teológica y el hecho de que se reflejaran en la literatura, como en el
drama de Tirso de Molina El condernado por desconfiado.

Como fruto de estos debates, se compone el tratado De Gratia, que


reúne la doctrina del Magisterio de la época, es decir: el Decreto De Justi-
icatione, de Trento, y las condenas a Bayo y Jansenio; además,
a

añade. por la pura lógica, la doctrina de san Agustín en la controversia


se

pelagiana. Para la parte sistemática, servirá de base la exposición de


santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica (S. Th. 1-II, qq. 109-114).
Este esquema del tratado de justificación y gracia llegó hasta mediados del
siglo xx. Estaba muy condicionado por su origen y suponía algunas limitaciones:
centraba demasiado la doctrina en polémicas difíciles, y relegaba el tema de la
inhabitación, con lo que la noción de gracia resultaba, de hecho, muy separada
de la doctrina sobre el Espíritu Santo. Esto provocó cierta «cosificación» de la
gracia, en lugar de entender la gracia como la santificación misma que produce
la presencia del Espíritu Santo.

8) La teología reciente

A lo largo de los siglos xIX y Xx, se produce un interesante replantea-


miento y enriquecimiento de la doctrina de la gracia. Se debe a la recupe-
ración de la teología patrística y al contacto con la teología bizantina,
además de los esfuerzos ecuménicos en el diálogo con los protestantes.
Una mayor sensibilidad ecuménica ha llevado a evitar que sean los plantea-
mientos polémicos los que den la estructura al tratado. Se le ha querido dar un
sentido más personal, relacionando mejor la gracia con el don del Espiritu
Santo. Se ha realizado un interesante aunque difícil debate sobre la distinción
entre naturaleza y gracia. Es la cuestión de lo sobrenatural, originada por el li-
bro de H. De Lubac, Surnaturel. Como necesita de bastantes conocimientoss
previos, la trataremos al final. También se advierte un deseo de replantear el
tema de la gracia desde la libertad. Además de la tradición agustiniana, influye
en esto el peso que la categoría libertad tiene en el pensamiento moderno idea-
40 La gracia de Dios

lista y existencialista; pero este intento todavía está bien resuelto


camente.
no
teológi-
Se puede decir que el material se ha renovado en dos líneas distintas y no del
todo compatibles. Aunque no se trate de una clasificación muy perfecta, cabe
distinguir: una línea «germánica», que ha querido destacar el aspecto de la gra-
cia como liberación de la libertad (Rahner, Greshake), prestando particular aten-
ción a las estructuras del espíritu humano. Esta línea está en
diálogo con el pro-
testantismo: se fija en el daño del pecado y en su reparación. La otra línea
(«francófona») quiere destacar la gracia como el don del Espíritu Santo (Philips,
Congar), prestando particular atención a los aspectos místicos de la vida cris
tiana; y está en diálogo con la teología oriental y ortodoxa: se fija en la filiación
divina y la divinización. Una línea es más filosófica, la otra más patrística y litúr-
gica. Son dos lenguajes distintos. En la nota bibliográfica se explican breve-
mente sus diferencias.

Para evitar las confusiones del pasado, se quiere destacar el aspecto per-
sonal de la gracia y su relación con las Personas divinas. El papa Juan Pa-
blo II dice: «En la reflexión sobre la gracia, es importante evitar concebirla
como una 'cosa'. Es 'ante todo y principalmente el don del Espíritu que nos
justifica y santifica' (CEC 2003). Es un don del Espíritu Santo que nos ase-
meja al Hijo y nos pone en relación filial con el Padre: en el único Espíritu,
por Cristo, tenemos acceso al Padre (cf. Ef2, 18)» (Au.G., 22-VII-1998, 2).

3. LA GRACIA EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

No tratamos de hacer un estudio completo, sino solo queremos reco-


ger algunas expresiones principales que muestran lo que la Iglesia cató-
lica entiende por gracia. Y también mostrar algunas distinciones, para
que se conozca el vocabulario. El Catecismo usa varias expresiones que
pueden considerarse conectadas entre sí y equivalentes.
- «La gracia es, ante todo y principalmente, el don del Espíritu que
nos justifica y nos santifica» (CEC 2003).
«La primera obra de la gracia del Espíritu Santo es la conversión,
que obra la justificación» (CEC 1989).
- «La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para res-

ponder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (cfr. Jn 1, 12-18)» (CEC


1996).
«La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce
en la intimidad de la vida trinitaria» (CEC 1997).
-«La gracia de Cristo es el don gratuito que Dios noshace de su vida
infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para sanarla del pecado
y santificarla: es la gracia santificante o divinizadora recibida en el Bau-
tismo» (CEC 1999).
La noción católica de gracia 41
-«La gracia santificante es un don habitual, una disposición estable
ysobrenatural que pertecciona al alma
para hacerla capaz de vivir con
Dios, de obrar por su amor» (CEC 2000).
-
«Esta vocación
la vida eterna es sobrenatural.
a
mente de la iniciativa Depende entera-
gratuita de Dios, porque solo El puede revelarse y
darse a sí mismo» (CEC 1998).

Algunas distinciones clásicas


El texto que citamos en
primer lugar, «La gracia es, ante todo y prin-
cipalmente, el don del Espíritu que nos justifica y nos santifica» (CEC
2003), encierra algunas ideas importantes.
a) Se puede hablar del Espíritu Santo como don
y gracia de Dios.
Existe una distinción clásica entre Gracia
increada, que es el propio Espí-
ritu Santo, y gracia creada, es el efecto de su presencia en el alma.
que
La
expresión gracia creada, acuñada en la escolástica del siglo xUI, no gusta a
la teología ortodoxa, porque argumenta que lo propio de la gracia es hacernos
participar de la vida divina y nada creado puede tener ese efecto. Quizá no con-
venga usarla, sobre todo, por motivos ecuménicos. Pero se puede entender en
sentido correcto. La presencia del Espíritu Santo en el alma
tiene un efecto temporal en el hombre,
-gracia increada-
que es elevado a la participación de Dios.
Este efecto es creado en cuanto
que antes no existía y se produce en la criatura
en un momenio concreto. Pero la
gracia, en sentido católico, no es una especie
de substancia intermedia entre el
Espíritu y el alma, sino la misma transforma-
ción que la presencia divina causa en el hombre. Es
orientales llaman divinización.
equivalente a lo que los
b) Se sefñalan dos efectos del don del Espíritu: «nos justifica y santi-
fica». La tradición luterana entiende que se trata de efectos
separados: la
justificación es solo el perdón de Dios. Para los católicos, en cambio, la
justificación va necesariamente unida a la santificación interior, porque
supone recibir el Espíritu Santo. Tendremos ocasión de estudiarlo.
c) Paralelamente, se suelen distinguir dos dimensiones de la gracia,
sanante y elevante. La
presencia del Espíritu Santo sana, porque repara
las quiebras del pecado (original
y personales); y eleva, porque propor
ciona una nueva vida, que es participación de la vida trinitaria (la «vida
eterna», de que habla san Juan).
d) Otro número del Catecismo señala que «Se debe distinguir entre la
gracia habitual, disposición permanente para vivir y obrar según la voca-
ción divina, y las gracias actuales, que designan las intervenciones divi-
a s que están en el origen de la conversión o en el curso de la obra de
santificación» (CEC 2000).
la gracia de Dios

Esta es una división práctica, que procede de la Escolástica. Una mirada


atenta a los dones de Dios permite distinguir entre el estado de gracia, causado
por la presencia del Espíritu Santo, también llamado gracia habitual, y las ayu-
das concretas, impulsos y luces, que Dios da al hombre para que obre bien (gra-
cias actuales). Se distingue entre el estado, condición o hábito (gracia habilual) y
la ayuda e intervención de Dios en los actos concretos del hombre (gracia actual.

e) Además existen muchos otros «dones que el Espíritu Santo nos


concede para asociarnos a su obra, para hacernos capaces de colaborar
en la salvación de los otros y en el crecimiento del Cuerpo de Cristo, que
es la lglesia» (CEC 2003).
Como hemos dicho antes, no se trata de «cosas» distintas, sino de distintas
manifestaciones de la acción divina en el hombre. El Catecismo señala varios ti-
pos:
«Lasgracias sacramentales, dones propios de los distintos sacramentos»
(CEC 2003).
- «Las gracias especiales, llamadas también "carismas", según el término

griego empleado por S. Pablo, y que significa favor, don gratuito, beneficio (cfr.
LG 12). Cualquiera que sea su carácter, a veces extraordinario, como el don de
milagros o de lenguas, los carismas están ordenados a la gracia santificante y tie-
nen por fin el bien común de la
Iglesia» (CEC 2003).
Y, entre estas gracias especiales, «las gracias de estado, que acompañan el
-

ejercicio de las responsabilidades de la vida cristiana y de los ministerios en el


seno de la Iglesia» (CEC 2004). La tradición cristiana cree que Dios ayuda a toda
función que se realiza en beneficio de la Iglesia; por eso se puede hablar de una
cierta gracia de estado, en cada tarea.

f) Teniendo presente, sobre todo, el fenómeno de los carismas, se


suele hacer otra división entre gracias «gratis data» y «gratum faciens».
Se quiere subrayar con esto el distinto fin para el que se reciben. Unas
gracias son para santificar al que las posee: gratum faciens (literalmente,
que hace grato»). Otras, para ayudar a los demás: data gratis
mente, dadas gratis): los carismas. Es evidente que los dos efectos se
(literal
unen con frecuencia.

Conclusión

Podemos llamar «gracias», en sentido


amplio, a todos los dones de
Dios, empezando por la creación. Todo es fruto de su
benevolencia y nos
lo ha dado gratuitamente. Pero, en sentido estricto, la teología reserva la
palabra gracia para los dones de la historia de la salvación.
En la obra de la savación, todo ha sido
cia divina: la misión de Jesucristo
gracia y fruto de la benevolen-
(Encamación y Pascua) y el envío del
la noción católica de gracia 43

Santo (Pentecostés), que han introducido en la historia humana


Espiritu
el Reino de Dios con todos sus bienes. El Espíritu Santo es el principal
don que la Iglesia y cada cristiano hemos recibido del Padre por medio
de su Hijo. Fruto del amor de Dios en la vida Trinitaria, vínculo de la
Nueva Alianza con Dios y principio de una vida nueva entre los hombres.

Comentando el pasaje de la samaritana: «jSi conocieras el don de Dios» (Jn


4, 10-14), dice san Agustín: «El don de Dios es el Espíritu Santo» (In Ev. Johan.
15, 12); y en otro lugar añade: «La gracia de Dios es, desde luego, un don de Dios.
Pero el don máximo es el mismo Espíritu Santo; y por eso se le llama gracia»
(Sermo 144, I, 1; PL 38, 788). Santo Tomás de Aquino explica que el Espíritu
Santo recibe como propio el nombre de don porque: «Solo la criatura racional
a poseer la Persona divina; pero no puede llegar a conseguirla
con
puede llegar
sus propias fuerzas; sino que le debe ser dado de lo alto (...); en ese sentido, es
propio de la Persona divina ser dado y ser Don» (S. Th. I, q. 38, a. 1).

En la tradición católica, se usa la palabra gracia al menos de cuatro


maneras distintas, aunque relacionadas. 1) Es gracia y don para nosotros
el Espritu Santo, fruto del misterio pascual, que Jesucristo nos da e inha-
bita realmente en el hombre (gracia increada). 2) Es gracia también la re-
conciliación con Dios y el perdón de nuestros pecados, que llamamos jus-
tificación. 3) Llamamos gracia santificante a la nueva condición del
hombre santificado. 4) Y llamamos gracias actuales a todas las ayudas
particulares que recibimos de Dios en orden a nuestra santificación.
Dice bellamente el Catecismo Romano: «Pero sobre todos sus riquísi-
mos dones, debe ponderarse aquella gracia con que nos hace justos y nos
sella con el Espíritu Santo de la promesa, el cual es la prenda de nuestra
herencia. Pues ella es la que une nuestra alma a Dios con estrechísimo
lazo de amor; de donde resulta que, excitados por grandes deseos de pie-
dad, emprendamos nueva vida y, hechos partícipes de la naturaleza di-
vina, nos llamemoS y seamos en verdad hijos de Dios» (1, IX, 8).
Todos estos dones son inseparables. Pero es preciso estudiarlos por
separado y conviene seguir algún orden. Aquí seguiremos el siguiente. )
Primero estudiaremos el misterio de la salvación como misterio de gra-
cia; es la base de todo lo que vamos a ver. I1) En los capítulos de la Se-
gunda parte trataremos del don del Espíritu Santo, de las nuevas relacio-
nes que causa (filiación divina e identificación con Cristo), de la
divinización que produce, desu presencia interior y de la reconciliación
con Dios (justificación). III) En los capítulos de la Tercera parte tratare-
mos de la transformación interior, que se expresa en el estado de gracia
(gracia habitual o santificante) producido por la inhabitación del Espí-
ritu Santo; también trataremos de los dones interiores
nos permiten vivir como hijos de Dios
particulares que
(virtudes y dones del Espíritu
La gracia de Dios

Santo). V) Y en los
capítulos de la Cuarta parte trataremos de los modos
con los que Dios nos ayuda a actuar
tre
(gracias actuales) y de la relación en-
la voluntad de Dios y la libertad del
hombre.

Bibliografia
AA.VV, Gracia sobrenatural, en GER 11 (1971) 143-163.
G. PHILIPs, Inhabitación trinitaria
y gracia, Secretariado Trinitario, Salamanca
1980
H. RONDET, La gracia de Cristo, Estela, Barcelona 1966.

También podría gustarte